Transformación producTiva y susTenTabilidad social: único...

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Transformación producTiva y susTenTabilidad social: único camino para alcanzar la susTenTabilidad fiscal. 1. IntroduccIón Los Encuentros Técnicos Anuales del IEFPA constituyen, desde hace tiempo, un excelente ámbito para el intercambio de ideas. En esta oportunidad, el Instituto nos invita a repensar los desafíos que con- lleva la Sustentabilidad Fiscal. El presente trabajo intentará aportar al- gunos insumos para ese debate. En pri- mer lugar, el análisis de la sustentabilidad fiscal no puede disociarse de los compro- misos sociales que tiene el Estado mo- derno. Ese punto de partida obliga a realizar un breve repaso de las transfor- maciones operadas en el rol estatal. En segundo lugar, la sustentabilidad fis- cal no es sinónimo de equilibrio o superá- vit de las cuentas públicas. El debate académico entre “finanzas sanas” versus “finanzas funcionales” proporciona inte- resantes elementos para dilucidar esa cuestión. La hipótesis de este trabajo será que una sustentabilidad fiscal “virtuosa” im- plica el cumplimiento de dos condiciones: 1) Crecimiento y desarrollo económico: eso implica – en palabras de Celso Fur- tado – el diseño de una exitosa estrategia de modificación de la estructura produc- tiva que amplíe las potencialidades de las fuentes tributarias. En ese sentido, la re- caudación de impuestos no es otra cosa que el resultado del gasto precedente re- alizado por empresas, familias y el propio Estado 1 2) Alcanzar una duradera y consolidada sustentabilidad social. La desigualdad constituye la principal causa de tensiones sociales contemporáneas. Aldo Ferrer sostiene que el mundo no debiera olvidar que “la desigualdad más que la pobreza misma es un caldo de cultivo de la insatis- facción social, conflicto y violencia. Es así que la construcción de la equidad es un desafío principal de las políticas de des- arrollo económico y social”. 2 Los modelos económicos basados en la exclusión son verdaderas bombas de tiempo. En esa línea, Thomas Piketty plan- tea que hoy en día las elites económicas heredan la riqueza en lugar de ganársela trabajando. El economista francés de- muestra, con abundantes datos estadísti- cos, como la tasa de rendimiento del capital está superando con creces a la tasa de crecimiento de la producción y el in- greso. Así, el capitalismo produce “mecánica- mente desigualdades insostenibles, arbi- trarias, que cuestionan de modo radical los valores meritocráticos en los que se fundamentan nuestras sociedades demo- cráticas”, sostiene Piketty 3 . Esa tendencia es fuente de peligrosas frustraciones sociales. Una encuesta rea- lizada por Gallup Internacional en 60 paí- ses democráticos revela que apenas el 10 por ciento de los encuestados piensa que “el gobierno de su país obedecía a la vo- luntad del pueblo”. 4 El grado de desigualdad social no es un acontecimiento “natural” explicable en base a mecanismos puramente económi- cos. En ese sentido, el sistema tributario tiene un importante rol que jugar y su es- tructura nunca es neutral. La supuesta existencia de una imposi- ción “óptima” es una idea inexacta. El di- seño de un sistema tributario excede la cuestión técnica. Definir sobre quién recae, en mayor o menor medida, el peso del financiamiento estatal es una tarea eminentemente política. En ese sentido, la estructura impositiva de la mayoría de los países centrales contribuye a la miti- gación de las desigualdades de “mer- cado”. Documentos previos sin correcciones. Prohibida su reproducción 153 Autor: Diego Rubinzal CPN, Posgrado en Derecho Tributario Internacional (Universidad de Barcelona), Funcionario AFIP-DGI, Regional Santa Fe. .............................................................................................................................................

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Transformación producTivay susTenTabilidad social:único camino para alcanzarla susTenTabilidad fiscal.

1. IntroduccIón

Los Encuentros Técnicos Anuales delIEFPA constituyen, desde hace tiempo, unexcelente ámbito para el intercambio deideas. En esta oportunidad, el Institutonos invita a repensar los desafíos que con-lleva la Sustentabilidad Fiscal.

El presente trabajo intentará aportar al-gunos insumos para ese debate. En pri-mer lugar, el análisis de la sustentabilidadfiscal no puede disociarse de los compro-misos sociales que tiene el Estado mo-derno. Ese punto de partida obliga arealizar un breve repaso de las transfor-maciones operadas en el rol estatal.

En segundo lugar, la sustentabilidad fis-cal no es sinónimo de equilibrio o superá-vit de las cuentas públicas. El debateacadémico entre “finanzas sanas” versus“finanzas funcionales” proporciona inte-resantes elementos para dilucidar esacuestión.

La hipótesis de este trabajo será queuna sustentabilidad fiscal “virtuosa” im-plica el cumplimiento de dos condiciones:

1) Crecimiento y desarrollo económico:

eso implica – en palabras de Celso Fur-tado – el diseño de una exitosa estrategiade modificación de la estructura produc-tiva que amplíe las potencialidades de lasfuentes tributarias. En ese sentido, la re-caudación de impuestos no es otra cosaque el resultado del gasto precedente re-alizado por empresas, familias y el propioEstado1

2) Alcanzar una duradera y consolidadasustentabilidad social. La desigualdadconstituye la principal causa de tensionessociales contemporáneas. Aldo Ferrersostiene que el mundo no debiera olvidarque “la desigualdad más que la pobrezamisma es un caldo de cultivo de la insatis-facción social, conflicto y violencia. Es asíque la construcción de la equidad es undesafío principal de las políticas de des-arrollo económico y social”.2

Los modelos económicos basados en laexclusión son verdaderas bombas detiempo. En esa línea, Thomas Piketty plan-tea que hoy en día las elites económicasheredan la riqueza en lugar de ganárselatrabajando. El economista francés de-muestra, con abundantes datos estadísti-cos, como la tasa de rendimiento delcapital está superando con creces a la tasade crecimiento de la producción y el in-greso.

Así, el capitalismo produce “mecánica-mente desigualdades insostenibles, arbi-trarias, que cuestionan de modo radicallos valores meritocráticos en los que sefundamentan nuestras sociedades demo-cráticas”, sostiene Piketty3.

Esa tendencia es fuente de peligrosasfrustraciones sociales. Una encuesta rea-lizada por Gallup Internacional en 60 paí-ses democráticos revela que apenas el 10por ciento de los encuestados piensa que“el gobierno de su país obedecía a la vo-luntad del pueblo”.4

El grado de desigualdad social no es unacontecimiento “natural” explicable enbase a mecanismos puramente económi-cos. En ese sentido, el sistema tributariotiene un importante rol que jugar y su es-tructura nunca es neutral.

La supuesta existencia de una imposi-ción “óptima” es una idea inexacta. El di-seño de un sistema tributario excede lacuestión técnica. Definir sobre quiénrecae, en mayor o menor medida, el pesodel financiamiento estatal es una tareaeminentemente política. En ese sentido,la estructura impositiva de la mayoría delos países centrales contribuye a la miti-gación de las desigualdades de “mer-cado”.

Documentos previos sin correcciones. Prohibida su reproducción 153

Autor:Diego Rubinzal

CPN, Posgrado en Derecho Tributario Internacional (Universidad deBarcelona), Funcionario AFIP-DGI, Regional Santa Fe.

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Esa tarea continúa siendo una asigna-tura pendiente en la mayoría de las nacio-nes periféricas. La constitución desistemas tributarios más progresivos esuna condición necesaria para asegurar lasustentabilidad social y fiscal. Esa es laidea principal que guía el presente tra-bajo.

2. El rol Estatal

“Hay una guerra contra los pobres…Una de las grandes actividades intelectua-les de nuestro tiempo es la generación deideas que eviten que los ricos ayuden a losdesfavorecidos. El ataque que se hace ac-tualmente al estado es un excelente ejem-plo de este esfuerzo. No se arremete alestado en sí mismo, sino a su capacidadde defender a los pobres”. John KennethGalbraith

Las definiciones políticas acerca de cuáldebiera ser el rol estatal “adecuado” su-frió transformaciones con el paso deltiempo.

Desde la irrupción del capitalismo, elmercado se consolidó como el principalmediador social asignando un rol subsi-diario al sector público. 5

Así, el accionar estatal quedó limitadoal cumplimiento de funciones puntuales yespecíficas (seguridad, justicia, educación,infraestructura, arquitectura jurídica queasegure el correcto funcionamiento de losmercados, etc). El diseño institucional re-sultante podría sintetizarse, apelando alas palabras de Castro y Lessa, de la si-guiente forma: “el Estado proporcionaríael esqueleto jurídico-institucional entanto que los individuos y los grupos par-ticulares suministrarían la sustancia eco-nómica del sistema”.6

El paradigma liberal del “Estado gen-darme” y minimalista entró en crisis el 29de octubre de 1929. Ese día, el crack de laBolsa neoyorkina dio inicio a un derrumbeproductivo que culminó con la caída del40 por ciento de la producción industrialy una desocupación del 25 por ciento enEstados Unidos.

La debacle económica se expandió rá-pidamente por el mundo. Entre 1930 y1938, la tasa de desempleo promedio ale-mana y británica alcanzó el 22 y 15 porciento, respectivamente.

Las recetas de austeridad implementa-das por el presidente norteamericano He-bert Hoover no hicieron otra cosa queprofundizar la crisis. La realidad eviden-ciaba que los mecanismos de ajustes au-tomáticos de mercado no funcionaban.

La respuesta que se impuso fue una ac-

tiva participación estatal destinada a lareactivación de la actividad productiva. Elprograma pionero fue el “New Deal”(Nuevo Trato) impulsado por Franklin De-lano Roosevelt.

El New Deal fue muy cuestionado porlas clases privilegiadas. Por ejemplo, elbanquero J.P. Morgan advirtió que “si sedestruye a la clase ociosa, se destruye lacivilización”. Cuando le preguntaron a quese refería como clase ociosa, Morgan con-testó: “todos aquellos que pueden permi-tirse pagar una sirvienta”.

Roosevelt contestaría que “un go-bierno, tiene la obligación definitiva deimpedir el hambre o el estado de extremanecesidad de cualquiera de sus miem-bros, hombres o mujeres que intentanmantenerse pero no pueden”.

El “New Deal” inauguró una tendenciamundial de creciente peso y diversifica-ción de las funciones públicas. La publica-ción del célebre libro de John MaynardKeynes (Teoría General del Interés, la ocu-pación y el dinero) le dio un fuerte sus-tento teórico a ese mayor activismoestatal. El texto planteaba que el desem-pleo crónico era inevitable en el capita-lismo a menos que el Estado intervinieraen la economía.

La “Teoría General” modificó el modode pensar la economía de su tiempo. Eldesempleo involuntario, fenómeno evi-dente durante la Gran Depresión, era in-explicable dentro del marco teórico de laeconomía marginalista.

Ese sendero ascendente de la participa-ción estatal se fue consolidando despuésde la finalización de la II Guerra Mundial.En esos años, las naciones centrales sen-taron las bases del denominado “Estadode Bienestar” o “Estado Protector”.

El proyecto socialdemócrata de posgue-rra se apoyó en los principios económicoskeynesianos. El primer ensayo de Estadode Bienestar fue el Plan Beveridge.

El autor de esa iniciativa, lord WilliamBeveridge, sostenía que la debilidad cen-tral de la economía liberal era su “incapa-cidad para producir una demandaconstante y adecuada de lo que produceel sistema económico, junto con su faltade dirección local en la demanda y desor-ganización del mercado del trabajo comodeficiencias secundarias, de todo lo cualse origina la desocupación”.

Las sociedades de mercado estaban ex-puestas a fuertes fluctuaciones económi-cas que provocaban elevados índices dedesempleo. “Para hacer frente a esto elEstado debía asumir la responsabilidad deasegurar el funcionamiento de la econo-mía, pues para construir un sistema de se-guridad social requería usar su poderhasta la extensión que fuera necesariacon el fin de asegurar el empleo produc-

tivo”, planteaba Beveridge.

El plan propuso un activismo estatalque sostuviera un nivel de gasto compati-ble con la plena ocupación. En ese sen-tido, sentenciaba que “el aceptar ladesocupación, las habitaciones insalubreso la miseria, el permitir que los niños pa-dezcan hambre y que los enfermos carez-can de atención médica, por el temor aaumentar la deuda nacional interna, no esotra cosa que perder todo el sentido de laproporción y de los valores sociales”.

Así, el Reino Unido encabezó en el con-tinente europeo una redefinición del Es-tado. Este se comprometía como elagente encargado de proteger a sus ciu-dadanos “desde la cuna hasta la tumba”.

El gasto público de posguerra tendió aconcentrarse en lo que Maddison7 deno-minó “compromisos modernos”. Entreellos, los rubros de pensiones, educacióny salud alcanzaron niveles cercanos al 7,6 y 4 por ciento del PIB, respectivamente.

Un estudio realizado sobre 19 países dela OCDE reveló que el gasto público socialcreció del 13,1 (año 1960) al 25,6 % delPIB (1975). El gasto social como porcen-taje del gasto público creció, entre princi-pios de siglo y 1960, del 30 al 62 %(Alemania), del 20 al 47 % (Inglaterra) ydel 30 al 53 % (Suecia).

En América latina, el rol estatal tambiénse fortaleció a partir de la implementa-ción de políticas de industrialización porsustitución de importaciones (ISI). Lomismo aconteció en las experiencias deindustrialización tardía en el sudeste asiá-tico.

Lo cierto es que en la mayoría de los pa-íses capitalistas se conformó una estruc-tura económica de características mixtas.La presencia estatal fue mucho más am-plia que lo planteado por el liberalismoclásico aunque sin eliminar la funciónorientadora del mercado. Era la época enla que Nixon sentenciaba “ahora somostodos keynesianos”.

La actuación del sector público incluyó,además de las funciones tradicionales(educación, salud, seguridad, justicia), laproducción directa de bienes y servicios,la articulación de vastas redes de seguri-dad social y la regulación de las relacioneseconómicas (entre los agentes privados y,entre éstos y la administración pública).

En ese contexto, el sistema tributariotuvo un rol crucial como instrumento definanciación de las nuevas funciones esta-tales y como herramienta de redistribu-ción de los ingresos a través de unaestructura impositiva progresiva.

Ese esquema apuntalado por acuerdostripartitos (Estados, empresarios y traba-jadores) sentó las bases de lo que el his-toriador inglés Eric Hobsbawm denominóla “edad de oro” del capitalismo. Eran

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años de fuerte crecimiento de la produc-ción, el empleo, los salarios y la inversión.

Sin embargo, el paradigma keynesianose enfrentó a ciertos desafíos a finales delos sesenta. La disminución de la produc-tividad, caída de la tasa de ganancia, “es-tanflación” y emergencia de una nuevarevolución tecnológica (con eje en la elec-trónica e informática), eran fuerzas quepujaban por una modificación del modelode acumulación.

El shock petrolero puso fin a la largaonda de crecimiento de los países indus-trializados y multiplicó los debates acercadel rumbo a seguir. La izquierda socialde-

mócrata europea propuso sin éxito con-trarrestar la caída de la inversión con unanacionalización de las grandes empresas.Los últimos intentos de la izquierda social-demócrata (estrategia económica alterna-tiva del laborismo inglés, el programacomún de izquierda de Miterrand enFrancia, el gobierno griego de Andreas Pa-pandreou), finalizaron sin los resultadosesperados.

Los neoliberales acusaron de todos losmales al “igualitarismo” socialdemócrata,al excesivo poder del movimiento obreroy al insostenible gasto público. La crisisfue aprovechada por el neoliberalismopara recuperar la hegemonía perdida a

manos del keynesianismo.

Eso derivó en una oleada de privatiza-ciones a partir de la década del ochentadel pasado siglo. En los noventa, el para-digma impulsado por el Consenso deWashington proclamó la necesidad de unestado minimalista y prescindente. Ello setradujo en ajustes, privatizaciones y refor-mas estructurales. En Europa, el Tratadode Maastricht promovió una disminucióndel gasto público en el continente euro-peo. Sin perjuicio de todo eso, el gasto pú-blico promedio de los quince principalespaíses de la Unión Europea continúa ron-dando el 46 por ciento del PIB.

En otras palabras, el Estado conserva unrol muy importante en las naciones cen-trales más allá de la hegemonía del pen-samiento neoliberal. La erosión del Estadode Bienestar y el recorte de derechos so-ciales no implicaron un retorno a una erapre- 1930, porque existen determinadasdemandas/derechos sociales que afortu-nadamente no tienen vuelta atrás.

Por ejemplo, los gobiernos pueden im-plementar ajustes en los sistemas de se-guridad social (aumento edad jubilatoria,recortes haberes) pero resultaría imposi-ble eliminarlos por completo. Los avancesen materia de legislación social (jubilacio-nes, pensiones, asignaciones), aún con lasvariaciones lógicas del nivel de desarrollorelativo de cada país, establecen un“piso” a la presión fiscal.

En ese marco, la sustentabilidad fiscalse convierte en un inmenso desafío. Elresto del presente trabajo se articulará enfunción al siguiente esquema:

Sustentabilidad fiscal: Finanzas sanasversus Finanzas funcionales

Desigualdad y sustentabilidad social.Breve radiografía de la sociedad actual

Rol de los sistemas tributarios

3. sustEntabIlIdad fIscal. fInanzas sanasvErsus fInanzas fun-cIonalEs

“Hemos considerado al impuesto comoun medio técnico de atender los requeri-mientos financieros de los entes públicos,o de ayudar a atenderlos junto con otrasfuentes de ingresos. Nos preguntamos sieste fin puramente financiero es el únicofin del impuesto. Además de este fin inme-diato y puramente financiero del im-puesto, es posible distinguir un segundofin, que corresponde al terreno de la polí-tica social. El impuesto puede convertirseen un elemento regulador de la distribu-ción del ingreso nacional y la riqueza, almodificar la distribución producida por lalibre competencia….aceptar este segundofin lleva a un concepto más amplio del im-puesto. Es un concepto de bienestar so-cial, más allá del puramente financiero…al alterar la distribución, el impuesto aveces favorece a las clases superiores, y aveces a las inferiores. Este efecto del im-puesto es a veces no intencional pero to-lerado, y a veces intencional y deliberado.En el segundo caso es resultado prácticode un fin de bienestar social”. Adolfo Wag-ner

La sustentabilidad fiscal implica, en pa-labras muy sencillas, que el Estado re-caude los ingresos tributarios necesariospara el cumplimiento de sus funciones. Enese marco, la ortodoxia económica sueleasimilar la sustentabilidad con el equili-brio o superávit fiscal. Según esa visión,los déficits fiscales serían “malos” porquesu monetización produce “exceso de de-manda” y aceleración inflacionaria.

Sin embargo, el economista FabiánAmico8 sostiene que “la relación empíricaentre déficit fiscal e inflación dista muchode estar sólidamente establecida. Porejemplo, en el caso argentino, entre 1961y 2004 se registraron 35 años con déficitfiscal primario y solo nueve años con su-perávit primario (seis en la convertibilidady tres después del 2002). La correlaciónentre déficit fiscal e inflación, sin em-bargo, es prácticamente inexistente”.

La historia reciente argentina tambiéndemuestra esa baja correlación entre dé-ficit e inflación. Por caso, el año 2004 fuede elevada emisión y baja inflación y elaño 2009 fue de alta inflación y baja emi-sión, para mencionar solamente dosejemplos.

Lo antedicho no implica que pueda ha-cerse “cualquier cosa”, ni que se solucio-nen todos los problemas “dándole a lamaquinita”.

La cuestión pasa por asegurar un niveladecuado de liquidez en el circuito econó-

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mico. Un análisis más pormenorizado deese desafío de política monetaria excedeel objetivo del presente trabajo, sola-mente se lo reseña por su pertinencia conel tema tratado.

Volviendo a la problemática central, loscultores de las “finanzas sanas” (sin défi-cit) plantean que las cuentas públicasdeben mantenerse equilibradas porqueasimilan el funcionamiento de la econo-mía global a lo que acontece en el ámbitofamiliar.

En efecto, la racionalidad de la econo-mía hogareña es que si uno gana 2000pesos no puede gastar 2500. Esa lógicaaplicada a la economía en su conjunto eserrónea porque el Estado, a diferencia dela familia, tiene la facultad de emitir di-nero y hacer política monetaria.

La asimilación del presupuesto hoga-reño a las finanzas públicas termina, mu-chas veces, en ajustes contractivosinnecesarios que afectan el bienestar eco-nómico-social de la mayoría de la pobla-ción.

El déficit fiscal fue palanca para el des-arrollo económico de muchas economíascentrales. En la actualidad, las economíascentrales registran déficits promedios su-periores al 2 por ciento del PIB9.

El déficit público, en determinados con-textos, no refleja una irresponsabilidadgubernamental sino una verdadera nece-sidad económica.

El profesor de Bucknell University Ma-tías Vernengo10, sostiene que “los autoresde las llamadas finanzas funcionales, queson una extensión de las ideas de Keyneshacia la política fiscal, objetan que déficity gastos sean siempre negativos y políti-camente motivados, y sugieren que losdéficit fiscales deben ser juzgados por sufunción en la economía. Gastos y déficitque sirven para aumentar el crecimientoeconómico en un escenario de tasas deinterés bajas no sólo serían sosteniblessino que también serían esenciales paralograr ese objetivo”.

El enfoque de las finanzas funcionales,desarrollado por Abba Lerner, sosteníaque era posible alcanzar el pleno empleomediante la implementación de políticasexpansivas. En esa línea, el gobierno dis-pondría de tres pares de instrumentos fis-cales para manejar el nivel del gastoagregado: impuestos (gastos), compra(venta) y otorgamiento de préstamos (otomar prestado). Las finanzas funcionalesproponen la combinación de estos instru-mentos para alcanzar un nivel de gastonecesario para acercarse al pleno empleo.11

En síntesis, la consistencia de una polí-tica fiscal no puede analizarse separada-mente de la política económica, engeneral, y del ciclo económico, en parti-

cular. Eso no quiere decir que cualquierresultado fiscal sea aceptable (por ejem-plo: déficits fiscales altísimos).

Lo que es necesario tener en claro esque los resultados fiscales son instrumen-tos de una política económica y no obje-tivos en si mismos. En otras palabras, elsaldo de las cuentas públicas debe eva-luarse en función a su contribución alcumplimiento de los objetivos políticosglobales.

La conclusión general es que una sus-tentabilidad fiscal “virtuosa”, tal cómoadelantamos en la introducción, sola-mente será posible cuando se cumplandos condiciones: 1) crecimiento (y des-arrollo) económico: la recaudación de im-puestos no es otra cosa que el resultadodel gasto precedente realizado por lasempresas, las familias y el propio Estado.y 2) sustentabilidad social.

dEsIgualdad y sustEntabIlIdad socIal.

“En lo que hace a la igualdad, esta pa-labra no debe ser interpretada como sig-nificando que todos los grados de poder yde riqueza tienen que ser los mismos sinomás bien que, respecto al poder, este debeser incapaz de toda violencia salvo aquellaque ejerza en virtud del estatus y de lasleyes; y, respecto a la riqueza, ningún ciu-dadano debe ser tan opulento como parapoder comprar a otro y ninguno tan pobrecomo para verse obligado a venderse”. ElContrato Social, Jean Jacques Rousseau

El autor de este artículo entiende porsustentabilidad social a la conformaciónde sociedades integradas social, política yeconómicamente. La definición prece-dente es tan amplia que requiere algunasprecisiones para saber de que estamoshablando.

En concreto, ¿Cuál es el nivel de des-igualdad socialmente tolerable? O inclusopodríamos ir más allá y preguntarnos ¿Ladesigualdad social es visualizada como unproblema?.12

John Rawls13 se interrogaba acerca decuál era el grado ideal de igualdad de unasociedad determinada. El famoso juristaproponía imaginar lo siguiente: propo-nerle a una comunidad que decidiera elnivel de igualdad de su sociedad. Latrampa era que los individuos debían des-conocer el lugar que ocupaban en la pirá-mide social.

El resultado de ese ejercicio teóricosería, afirma Rawls, la conformación de

una sociedad más justa. Eso se debería aque los ciudadanos tendrían temor, aldesconocer su situación particular, a ter-minar en el lote de los más desfavoreci-dos. El “miedo” ciudadano conduciría a laconstrucción de un umbral mínimo de sa-tisfacción para todos, concluye Rawls.14

Lo cierto es que la sociedad actual estámuy lejos de esa sociedad imaginaria. Loselevados niveles de desigualdad constitu-yen un grave problema y es la principalcausa de fuertes tensiones sociales.

La búsqueda de sociedades más iguali-tarias está lejos de postular la “uniformi-dad social”.15 La idea sería, para decirlo entérminos muy sencillos, alcanzar una des-igualdad más “justa”, donde a nadie lofalte lo necesario para vivir de maneradigna.

El estudio de la desigualdad siempreocupó un lugar central en la historia delpensamiento económico. En la década delcincuenta, el Premio Nobel de EconomíaSimon Kuznets planteó que las desigual-dades se reducirían a medida que avan-zara el proceso de crecimientoeconómico.

La teoría de Kuznets era, en líneas ge-nerales, que la desigualdad se incremen-taba inicialmente para luego comenzar adisminuir. Así, la evolución de la desigual-dad adquiría la forma de una “U” inver-tida.

En ese sentido, la “teoría del derrame”afirma que los frutos del crecimiento eco-nómico fluyen automáticamente desde lacúspide hacia la base de la pirámide so-cial. La idea no tiene nada de novedosa,más allá de que se popularizó en Américalatina en la década del noventa.

Ya en La Riqueza de las Naciones, AdamSmith decía que los frutos del crecimientose repartirían entre las clases inferioresdel pueblo. Los anglosajones ilustran eseconcepto utilizando una metáfora náu-tica: “Growth is a rising tide that lifts allboats” (“El crecimiento es una marea as-cendente que levanta todos los barcos”).

De acuerdo con esa visión, el libre fun-cionamiento de los mercados genera lascondiciones necesarias para el creci-miento.

La idea básica es que para invertir se re-quiere un ahorro previo. La desigual dis-tribución de la renta permitiría mayorinversión porque los ricos destinan al aho-rro un mayor porcentaje de sus ingresos.

Como decíamos esa idea fue el soporteteórico de las estrategias económicas ne-oliberales implementadas durante los no-venta en los países latinoamericanos. Losresultados de esas políticas fueron desas-trosos en materia económico-social.

Por ejemplo, el desempleo, la pobrezay la desigualdad crecieron aun en los “me-

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jores” años de la convertibilidad argen-tina. Lo mismo ocurrió en los restantespaíses de América latina.

Por el contrario, para el keynesianismoexiste una relación virtuosa entre distri-bución igualitaria del ingreso y creci-miento económico. Los economistaskeynesianos sostienen que la teoría delderrame es defectuosa debido a la “para-doja de la frugalidad”.

Esa “paradoja” impugna la simplificadaidea de que “el ahorro es la base de la for-tuna” que ya fue descalificada, en el sigloXVIII, por Bernard de Mandeville.

En efecto, de Mandeville planteó que sitodas las familias fueran devotas de laausteridad y el ahorro, entonces nadie re-alizaría el gasto que genera el empleo quepermite el ingreso en que se basa el aho-rro. La conclusión final sería que una so-ciedad basada en el precepto de lafrugalidad estaría condenada al desem-pleo y la pobreza.

Años después, Keynes diría que uno delos grandes problemas de las sociedadescapitalistas es la falta de inversión (o ex-ceso de ahorro). Según esa visión, los em-presarios sólo invierten si piensan que susventas aumentarán.

En ese marco, la desigual distribuciónde la renta genera caída del consumo y,por ende, de las ventas y de la inversión.El resultado final de ese proceso es estan-camiento productivo acompañado pordesigual distribución del ingreso.

El propio papa Francisco incursionó enesa materia en su primera exhortaciónapostólica titulada “La alegría del Evange-lio”. El documento papal sostiene que “al-gunos todavía defienden la teoría delderrame que supone que todo creci-miento económico, favorecido por la li-bertad de mercado, logra provocar por símismo mayor equidad e inclusión socialen el mundo. Esta opinión, que jamás hasido confirmada por los hechos, expresauna confianza burda e ingenua en la bon-dad de quienes detentan el poder econó-mico y en los mecanismos sacralizados delsistema económico imperante”.

Refiriéndose al Perú, el sacerdote y te-ólogo Gustavo Gutiérrez Merino sostuvoque “contraviniendo la ley de la gravedad,aquí la economía cuando chorrea, cho-rrea hacia arriba. Sé que no somos de res-petar mucho las leyes, pero al menos lade Newton habría que respetarla”.

4.1 brEvE radIografíadE la socIEdad actual

“El total de energía eléctrica consumidopor la población del SubSahara con 800

millones de habitantes, es la misma utili-zada en el Estado de Nueva York con 19millones de personas”. Bernardo Kliksberg

El grado de desigualdad social no es unacontecimiento “natural” explicable enbase a mecanismos puramente económi-cos. Piketty16 sostiene que “la historia delas desigualdades depende de las repre-sentaciones que se hacen los actores eco-nómicos, políticos y sociales de lo que esjusto y de lo que no lo es, de las relacionesde fuerza entre esos actores y de las elec-ciones colectivas que resultan de ello”.

Ese proceso se plasma en políticas pú-blicas determinadas. Por ejemplo, los Es-tados de Bienestar achicaron la brechasocial a los más bajos niveles de la historiareciente.17 A partir de mediados de la dé-cada del 70, la aplicación de políticas ne-oliberales incrementó la desigualdadsocial.

Piketty sostiene que estamos transi-tando hacia una economía dominada porel “capitalismo patrimonial”, donde laelite mundial estará conformada por losdescendientes de la ricos actuales. La ideaes que estamos en presencia de una so-ciedad dominada por la riqueza no ga-nada de una elite hereditaria, tal comoacontecía en el siglo XIX.

Al superar la tasa de rendimiento delcapital a la del crecimiento de la produc-ción y el ingreso “el capitalismo producemecánicamente desigualdades insosteni-bles, arbitrarias, que cuestionan de modoradical los valores meritocráticos en losque se fundamentan nuestras sociedadesdemocráticas”, afirma Piketty.18

Es decir, la economía está siendo hege-monizada por aquellos que quienes tie-nen la suerte de nacer en una “cuna deoro”.19 A su vez, las ventajas acumuladaso “efecto Matthieu” potencia el enrique-cimiento de los ricos y el empobreci-miento de los pobres.

El incremento de la desigualdad socialglobal, verificado en las últimas décadas,es avalado por diversos estudios. Porejemplo, el Programa de las Naciones Uni-das para el Desarrollo (PNUD) estima que,entre 1990 y 2010, la desigualdad de in-gresos aumentó un 9 por ciento en los pa-íses de altos ingresos y un 11 por cientoen los países en desarrollo.

Por su parte, Piketty sostiene que el 1por ciento más rico de la población de laOCDE incrementó su participación en losingresos del 6,5 al 9,7 por ciento, en losúltimos 30 años.20

El economista norteamericano PaulKrugman sostiene que los datos recopila-dos por Piketty desmienten “el más pre-ciado de los mitos conservadores: quevivimos en una meritocracia en la que lasgrandes fortunas se ganan y son mereci-

das”.

A su vez, el economista coreano Changsostiene que “la retribución de un direc-tor ejecutivo y la de un trabajador medioen Estados Unidos solía moverse en tornoal 30-40 a 1 en las décadas de 1960 y1970. Desde principios de la década de1980, sin embargo, ha aumentado a granvelocidad, alcanzando el 100 a 1 a princi-pios de la década de 1990 y el 300-400 a1 en la década de 2000”.21

La desigualdad de ingresos, como nopodía ser de otra manera, está acompa-ñada por una mayor concentración de lariqueza. El último informe de la ONGOxfam reveló que las 62 personas másricas del planeta acaparan tanta riquezacomo la mitad más pobre de la poblaciónmundial (3.600 millones de personas). Porsu parte, el 1 por ciento de población acu-mula más riqueza que el 99 por cientorestante.22

Para esa ONG, la brutal concentraciónde la riqueza implica un “secuestro de losprocesos democráticos por parte de laselites”.23

Las pretensiones de resumir en unúnico indicador el grado de desigualdadsocial son ilusorias. Piketty explica que re-sulta “imposible resumir una realidadmultidimensional mediante un indicadorunidimensional, salvo si se simplifica enexceso esta realidad y se mezclan aspec-tos incomparables”.

Sin perjuicio de eso, la simplicidad delIndice Gini lo convierte en un indicadormuy atractivo para medir el grado deequidad y/o desigualdad. El mismo, crea-ción del estadístico y sociólogo italianoCorrado Gini, calcula un coeficiente sinté-tico de desigualdad que varía entre ceroy uno.

El valor cero (0) representa la igualdadcompleta y el uno (1) refleja la desigual-dad absoluta.24 Se suele hablar de socie-dades desigualitarias cuando los valoresoscilan entre 0,40 y 0,60. A su vez, el ín-dice expresa una distribución gravementeinequitativa cuando se ubica por encimade 0,60.

América Latina tiene un coeficiente Ginide “mercado” de 0,50 lo que la ubica,conjuntamente con el Africa subsaha-riana, como la región más desigual delplaneta.

Las amplísimas desigualdades tambiénse plasman en otros indicadores socialescomo, por ejemplo, la disparidad en la es-peranza de vida entre diferentes países eincluso dentro de los mismos.

El profesor español Vicenç Navarro25

detalla en que “el hecho de que un ciuda-dano de Sierra Leona en Africa viva comopromedio 27 años menos que una per-sona en Japón es un dato importante... loque se conoce y reconoce menos son las

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enormes diferencias existentes en la es-peranza de vida dentro de los países,tanto ricos como pobres, diferencias queen ocasiones son incluso mayores que lasexistentes entre países ricos y países po-bres (...) estudios epidemiológicos lleva-dos a cabo con gran rigor en la ciudadescocesa de Glasgow, se ha visto que la di-ferencia del promedio de años de vidaentre los barrios más pobres y los másricos de aquella ciudad industrial de Esco-cia es de 28 años”.

Por último, las brechas también son di-gitales en la era de la revolución tecnoló-gica. Un informe del Banco Mundialseñala que alrededor del 60 por ciento dela población mundial no cuenta con ac-ceso a Internet. Además, solamente 1.100millones de personas tienen posibilidadesde acceder a la banda ancha. 26

5. rol dE los sIstEmastrIbutarIos

“Nada ha contribuido con más fuerza ala desigualdad de las rentas que la reduc-ción de los impuestos a los ricos; nadacontribuiría tanto…a la tranquilidad socialcomo unos gritos de angustia de los muyricos”. John Kenneth Galbraith

Los datos demuestran por sí solos quelos actuales niveles de desigualdad socialson éticamente insoportables. En esemarco, ¿qué rol deben jugar los sistemastributarios?

En términos generales, la política fiscalpuede ser progresiva (favoreciendo a lossectores más pobres de la sociedad) o re-gresiva (beneficiando a los más ricos). Elcarácter final de esa política dependerátanto del origen de los recursos como dela composición del gasto.

Del lado de los ingresos, la política fiscalserá progresiva cuando la carga tributariaes más alta para los sectores sociales máspudientes. Del lado del gasto, la progresi-vidad fiscal crecerá a medida que se des-tinan mayores recursos a la provisión debienes y servicios (y/o otorgamiento desubsidios) utilizados por los sectores so-ciales más desfavorecidos (escuelas públi-cas, hospitales).

El efecto redistributivo fiscal (progresivoo regresivo) dependerá de comparar lapresión tributaria y los beneficios que re-cibe cada estrato socioeconómico. Gag-gero y Rossignolo27 sostienen que “delresultado conjunto de ambos, tributos ygastos, se obtendrá el impacto sobre cadauno de los deciles de familias. Ello implicaque si se logra un efecto muy progresivoa través de la acción del gasto, pero simul-táneamente se produce un efecto muy re-gresivo por la acción de los impuestossobre el mismo grupo de familias, se es-

tará atenuando (o, llegado el caso, anu-lando) la acción redistributiva del presu-puesto público”.

El autor de este trabajo entiende que,en un contexto de fuerte desigualdad so-cial, los sistemas tributarios tienen queser progresivos. El diseño del sistema tri-butario nunca es neutral.

La idea de la existencia de una supuestaimposición “óptima” es incorrecta. La ela-boración de un sistema tributario esmucho más que una cuestión técnica, esuna tarea eminentemente política.

La definición de cuál debiera ser el rolestatal, y quiénes deben financiarlo, de-penderá de la cosmovisión ideológica delos gobernantes. La estructura tributariano hace otra cosa que revelar las relacio-nes de poder al interior de una sociedad.

Esa cuestión constituye un aspecto cen-tral de los desafíos económico-sociales la-tinoamericanos. Decíamos que AméricaLatina tiene un coeficiente Gini de “mer-cado” (0,50).

Ese valor es apenas superior al prome-dio de los países de la OCDE (0,47). Sinembargo, el grado de disminución de ladesigualdad social post-política fiscal esmuy diferente.

En ese sentido, el impacto de la políticafiscal es muy significativo en las nacionesde la OCDE. Los expertos de la División deDesarrollo Económico de la Cepal, Mi-chael Hanni, Ricardo Martner y AndreaPodestá28 sostienen que, en esos países,el coeficiente Gini se reduce 36 porciento.

La disminución es aún más importante(39 por ciento) si el análisis se limita a losquince países de la Unión Europea inte-grantes de la OCDE. En ese universo másacotado, el coeficiente Gini culmina en unvalor cercano a 0,30.

Por el contrario, la caída promedio de ladesigualdad en América latina es apenasdel 6 por ciento. La mayoría de esa reduc-ción (el 61 por ciento) se explica por lastransferencias públicas (jubilaciones, asig-naciones, pensiones) y el resto por los im-puestos directos.

Un dato preocupante es que el impactode la política fiscal es menor en los paísesque registran mayores niveles de des-igualdad de ingresos de “mercado”. El fe-nómeno es inverso en los países de laOCDE: la política fiscal es más redistribu-tiva en aquellos que tienen mayor des-igualdad.

La menor incidencia de la política fiscalen América latina se explica por dos cues-tiones diferentes: 1) presión tributariamás reducida y 2) estructura impositiva.

Hanni, Martner y Podestá29 explicanque “en los países de la región dicha es-

tructura está sesgada hacia los impuestosindirectos, mientras que en los países dela OCDE se recauda una importante frac-ción de impuestos directos, en especialdel impuesto sobre la renta personal quees el que tiene una mayor repercusión re-distributiva. Por ejemplo, el promedio derecaudación en la OCDE por concepto deimpuesto sobre la renta de los individuosllega al 8,4 por ciento del PIB, en cambioen América latina y el Caribe apenas pro-media el 1,4 por ciento del PIB”.

5.1 HacIa un sIstEmatrIbutarIo más progrEsIvo

“Los ciudadanos cuyas rentas no exce-den lo necesario para su subsistenciadeben ser dispensados de contribuir a losgastos públicos. Los otros deben soportar-los progresivamente según la magnitudde su fortuna”. Robespierre

El prócer del liberalismo, Adam Smith,defendía una estructura tributaria progre-siva. En su célebre “La Riqueza de las Na-ciones”, Smith30 afirmaba que “losartículos de primera necesidad ocasionanla mayor parte del gasto de los pobres. Lesresulta difícil conseguir alimentos, y gas-tan la mayor parte de lo poco que gananen obtenerlos. Los lujos y las vanidades dela vida ocasionan los principales gastos delos ricos; y una casa magnífica embellecey exhibe de la mejor manera los demáslujos y vanidades que poseen. Por consi-guiente, un impuesto a las rentas prove-nientes de la vivienda pesaría más sobrelos ricos; y tal vez una desigualdad de estaclase no sería nada irrazonable. No esmuy irrazonable el que los ricos contribu-yan al gasto público, no sólo en propor-ción a su ingreso, sino en algo más que enesa proporción”. 31

En ese sentido, la Cepal viene señaladoen diversos documentos que la conforma-ción de una estructura impositiva progre-siva continúa siendo una asignaturapendiente para los países latinoamerica-nos.

Ese organismo sostiene que en materiatributaria “se ha priorizado la equidad ho-rizontal (los agentes con igual potencialrecaudatorio deben soportar la mismacarga tributaria) por sobre la equidad ver-tical (los agentes deberían tener unacarga tributaria proporcional a su capaci-dad contributiva)”.32

En líneas generales, los tributos sobreel patrimonio y la renta son calificadoscomo progresivos y los que recaen sobre

Documentos previos sin correcciones. Prohibida su reproducción 159

el consumo como regresivos.33 Precisa-mente, los países latinoamericanos tienenuna menor participación –en compara-ción con las naciones centrales - de los im-puestos directos sobre el totalrecaudado34.

El Impuesto al Valor Agregado (IVA) re-presenta el principal ingreso tributario, al-rededor del 32 por ciento del total, de lasnaciones latinoamericanas.35

La menor incidencia de los impuestosdirectos responde a la lógica neoliberalsegún la cual el “exceso” de ese tipo detributos puede frenar la marcha de la eco-nomía. El dinamismo de los países escan-dinavos, para mencionar solamente unejemplo, desmiente ese mito.

La historia revela que cuando los go-biernos quisieron incrementar, con mayoro menor éxito, la carga impositiva a lossectores más poderosos se enfrentaron afuertes resistencias.

Como señalan Gómez Sabaini y Mart-ner36 “la evidencia sugiere que la larga his-toria de la desigualdad es un elementocentral para comprender las característi-cas distintivas de los sistemas tributariosde América Latina, donde los grupos deelite han soportado una carga liviana a lolargo de los años. Visto desde la óptica po-lítica es evidente que la desigualdad so-cial puede resultar en la generación de“grupos de elite” que buscan minimizar sucarga tributaria relativa, ya sea contro-lando el proceso legislativo o procurandoque el mismo legisle normas tributariasde forma de trasladar un mayor porcen-taje de la carga a los sectores de menoresrecursos”.

La resistencia de las elites al pago de losimpuestos no es una exclusividad latino-americana. Por ejemplo, los sectores con-servadores británicos se opusieron, aligual que sus pares norteamericanos conel New Deal, al financiamiento del PlanBeveridge.37

La universal aversión al cumplimientofiscal mereció el comentario irónico deKeynes cuando sostuvo que evitar el pagode impuestos pareciera ser el único es-fuerzo intelectual que tiene recom-pensa.38

El argumento más repetido por esossectores es que sería “injusto” y “distor-sivo” una mayor presión tributaria sobrelos más pudientes. El primer comentarioque se podría hacer es que todos los tri-butos son distorsivos porque modifican lasituación económica previa de los contri-buyentes. Es más, la acción de la políticaeconómica es distorsiva por naturaleza.

En ese marco, los sistemas tributariosprogresivos intentan modificar las des-igualdades sociales propias del libre fun-cionamiento de las fuerzas de mercado.Las “distorsiones” progresivas lejos de

tener una connotación negativa son unacondición necesaria para la construcciónde un entramado social más integrado.

Como sostienen Gómez Sabaini, Jimé-nez y Podestá39 “en sociedades tan des-iguales como las latinoamericanas, nobasta con la política redistributiva quepueda hacerse a partir del gasto público,sino que resulta importante el rol que jue-gan los sistemas impositivos en pos deuna mayor equidad en la distribución delingreso... para aumentar el impacto redis-tributivo de la política fiscal, no sólo inte-resa generar una cierta cantidad derecursos que financien el gasto público (yen particular el social), sino que es impor-tante tener en consideración los segmen-tos de la población que aportan estosfondos”.

6. conclusIonEs

El tamaño y las tareas que debe cumplirel Estado es un debate abierto. PeterEvans40 plantea que “en el mundo con-temporáneo, la retirada o participaciónestatal no son propuestas alternativas. Laparticipación de Estado es un dato. Lapregunta apropiada entonces no es‘cuánta’, sino ‘qué clase’ (de participaciónestatal)”.

La hegemonía del paradigma neoliberala escala global redefinió el rol estatal pro-pio de la etapa fordista-keynesiana. Sinperjuicio de eso, el Estado continúa man-teniendo una centralidad importante.

Por otro lado, existe una relación posi-tiva entre nivel de desarrollo y presenciadel sector público. Por ejemplo, VerónicaOcvirk41 detalla que “la cantidad total deempleados estatales en Argentina se cal-cula en 3,7 millones, lo cual, considerandouna PEA de 22 millones, arroja que cercade un 17 por ciento de los argentinos quehoy trabajan lo hacen para el Estado. Esosvalores demuestran que nuestro país noescapa a la media de la región, y que estápor debajo de los países desarrolladoscomo Noruega (donde la relación entreempleo y fuerza de trabajo es del 34 porciento), Dinamarca (32), Suecia (26), Fran-cia (22), Canadá (20) y el Reino Unido(18)”. En otras palabras, el sector públicoes el principal empleador en las econo-mías modernas.

Por otro lado, la economista italianaMariana Mazzucato42 sostiene que la“fuerza emprendedora” del desarrollo noproviene de empresarios privados innova-dores sino del Estado. Este último es elque realiza las inversiones de riesgo queposibilitan la creación y/o impulso deramas completas de la economía.

Mazzucato43 plantea que el Estado“crea la ola” sobre la que se montan las

empresas con capacidad para surfear. Porejemplo, las últimas grandes innovacionestecnológicas (Internet, GPS, reconoci-miento de voz, pantalla táctil, lenguajehtml) fueron realizadas o financiadas porel Estado.

En ese marco, el Estado moderno cum-ple con una amplia gama de funcionesque deben financiarse fundamental-mente a través del sistema tributario.

La sustentabilidad fiscal se convierte enun desafío que no puede estar disociadode la sustentabilidad social. En otras pala-bras, la consistencia de una política fiscalno puede analizarse separadamente de lapolítica económica en general y del cicloeconómico en particular.

La desigualdad sociedad contemporá-nea es una gravosa hipoteca de la huma-nidad. Esa tendencia se ha venidoprofundizando en las últimas décadas. Deltotal de personas que habitan en la peri-feria, las 3/5 partes viven sin servicios sa-nitarios, 1/3 sin agua potable, ¼ sinviviendas decentes y 1/5 sin servicios mí-nimos de salud.

El desafío de nuestras sociedades esavanzar en una estrategia de desarrolloinclusivo y equitativo. La “teoría del de-rrame” demostró su rotundo fracaso, ha-ciendo recordar a la famosa parábola delhombre rico y el pobre Lázaro relatada enel Evangelio de Lucas (capítulo 16, versí-culos 19 a 31).

Ese texto relata que “había un hombrerico que se vestía de púrpura y lino finí-simo y cada día hacía espléndidos ban-quetes. A su puerta, cubierto de llagas,yacía un pobre llamado Lázaro que an-siaba saciarse con lo que caía de la mesadel rico; y hasta los perros iban a lamersus llagas”. El pobre Lázaro esperaba in-fructuosamente que las migas cayeran dela mesa.

Un reciente trabajo de la OCDE calculócomo el enriquecimiento de los más ricoscompromete “el crecimiento económicoa largo plazo”. El mismo informe detallacómo una mejora de los ingresos de losmás pobres causa el efecto contrario.44

El sociólogo y filósofo polaco ZigmuntBauman sostiene que una modernidad“sólida” es aquella que asegura un pro-ceso de progreso social e inclusión en unasociedad más equitativa y predecible.45

En ese sentido, el potencial redistribu-tivo de la fiscalidad es muy relevante. Ladisminución del coeficiente de Gini – posttributación en los países europeos es unamuestra contundente.

El diseño de sistemas tributarios pro-gresivos es condición necesaria para mo-dificar las desigualdades sociales propiasdel libre funcionamiento de las fuerzas demercado y fomentar transformacioneseconómicas estructurales.

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Hay mucho margen para iniciar ese ca-mino, sin necesidad de afectar los incen-tivos que apuntalan el crecimientoeconómico en el modo de producción ca-pitalista.

Esa es la vía para alcanzar una susten-tabilidad fiscal y social duradera en eltiempo.

El crecimiento es requisito necesario, pero no suficiente, para el desarrollo económico. En términos simples, el desarrollo implicala consolidación de economías diversificadas que superen las limitaciones propias de las “estructuras productivas desequilibradas”,apelando a la terminología utilizada por Marcelo Diamand.

2 Ferrer, Aldo (2007)

3 Piketty, Thomas (2014)

4 Una investigación del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) arroja un dato alarmante: el 45 por cientode los latinoamericanos prefiere una dictadura que le garantizase empleo y salario digno antes que vivir en una democracia que nologra satisfacer sus necesidades materiales básicas.

5 El principio de subsidiariedad consagra una actuación residual del Estado limitada a ciertas actividades que no puede o noquiere realizar el sector privado.

6 Barros de Castro, Antonio, Lessa, Carlos (1998)

7 Maddison, Angus (1998)

8 Amico, Fabián (2012)

9 Las estadísticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) revelan que en 2015 sólo 18 países (de un total de 188) tuvieron su-perávit financiero y 34 superávit primario.

10 Vernengo, Matías (2014)

11 La política fiscal puede tener un sesgo expansivo aún con superávit fiscal. En ese sentido, el economista noruego Trygve MagnusHaavelmo plantea que “en una situación con desempleo y recursos ociosos, definitivamente hay un efecto creador de empleo departe de los gastos públicos, incluso cuando éstos están totalmente cubiertos por impuestos”. Fabián Amico (2013) explica que“esta proposición de Haavelno se funda en el hecho de que los gastos y los impuestos afectan la renta agregada de manera diferente.Haavelno distingue la renta bruta (‘la suma de ingresos individuales antes de impuestos’) de la renta neta (‘la suma de ingresos in-dividuales después de pagar sus impuestos’). La cuestión central sostenida por Haavelmo es que, mientras la demanda del sectorprivado por bienes y servicios depende de su ingreso neto, su empleo depende del ingreso bruto”.

En otras palabras, el incremento del gasto público (financiado con impuestos) aumenta el ingreso bruto, dejando al sector privadocon el mismo nivel de ingreso neto. El resultado es mayor actividad económica y crecimiento del empleo.

12 El sociólogo francés Francois Dubet sostiene que “el retorno de las desigualdades no es sólo un efecto mecánico de las muta-ciones del capitalismo, sino que también responde al hecho de que los individuos ya no eligen la igualdad social…La reducción delas desigualdades descansa sobre los lazos y los sentimientos de solidaridad, que hoy están en declive, y de cierta manera no que-remos más “pagar por los otros”. Entrevista de Raquel San Martín (2015).

13 Rawls, John (1977)

14 Natanson, José (2006)

15 Hay que recordar que incluso los autores del Manifiesto Comunista no consideraban deseable una igualdad absoluta. En efecto,Federico Engels sostuvo que “cualquier demanda de igualdad que vaya más allá [de la abolición de las clases sociales] necesaria-mente se convierte en un absurdo”. Y en su crítica a los anarquistas se preguntaba: “¿Acaso es posible que haya organización sinautoridad?”.

16 Piketty, Thomas (2014)

17 El punto más bajo de brecha social se registró en 1975

18 Piketty, Thomas (2014)

El juez del Tribunal Supremo de Estados Unidos Louis Brandeis decía, a comienzos del siglo XX, que “en este país podemos tenerdemocracia o podemos tener la riqueza concentrada en pocas manos, pero no podemos tener ambas cosas”.

19 La participación del 1 por ciento más rico creció del 5,9 al 6,3 por ciento (Holanda), del 4,1 al 7,1 por ciento (Suecia), del 4,9 al9,2 por ciento (Australia), del 4,3 al 9,8 por ciento (Portugal), del 6,7 al 12,9 por ciento (Gran Bretaña) y del 8,2 al 19,3 por ciento(Estados Unidos). Fuente: Piketty (2014)

NOTAS:

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El director ejecutivo mejor pagado en Estados Unidos, Sundar Pichai – presidente ejecutivo de Google – acumula una riqueza es-timada en 650 millones de dólares.

20 Un ranking elaborado por Wealth-X y la Unión de Bancos Suizos reveló que 155 personas se incorporaron al exclusivo club depersonas que poseen más de mil millones de dólares en 2014. La región con más multimillonarios es el continente europeo con 775personas. Contabilizado por países, Estados Unidos continúa estando al tope de la tabla con 571, escoltado por China (190), ReinoUnido (130) y Alemania (123). Las desigualdades de género también se replican en el interior de este grupo: la cantidad de hombres(2039) es muy superior al de mujeres (286). Además, los hombres acumulan el 87,7 por ciento de la riqueza total.

Otro informe elaborado por el banco Credit Suisse arroja un panorama similar: el 71 por ciento de los adultos del mundo tienenun patrimonio menor a los 10.000 dólares y concentra sólo el 3 por ciento de la riqueza global. Por el contrario, el 0,7 por ciento delos adultos (34 millones de personas) tienen al menos un millón de dólares de patrimonio y concentran el 45,2 por ciento de lariqueza mundial.

21 Oxfam (2015)

22 El índice de Gini no mide las condiciones materiales de la población. Por ejemplo, una sociedad pobre puede tener un reducidoíndice de Gini. En ese caso se estaría en presencia de una sociedad “igualitariamente pobre”. Las combinaciones posibles puedenser múltiples: elevada pobreza-igualdad social, elevada pobreza-desigualdad social, baja pobreza-igualdad social, baja pobreza-desigualdad social, etc.

23 Navarro, Vicenç (2014)

24 Banco Mundial (2016). El informe concluye que “si bien hay muchos casos individuales de éxito…los beneficios de la aceleradaexpansión de las tecnologías digitales han favorecido a las personas adineradas, cualificadas e influyentes del mundo”.

25 Gaggero, Jorge, Rossignolo, Darío (2011)

26 Hanni, Michael, Martner, Ricardo, Podestá, Andrea (2015)

27 Hanni, Michael, Martner, Ricardo, Podestá, Andrea (2015)

28 Smith, Adam (1997)

29 En Argentina, Esteban Echeverría decía en 1837, refiriéndose a la implementación de un impuesto al consumo, que “este im-puesto indirecto no sólo es precario sino monstruosamente injusto porque recae principalmente sobre el mayor número de consu-midores, sobre los pobres. ¿Pero cuando nuestros gobiernos, nuestros legisladores se han acordado del pueblo, de los pobres?”.

Unos años antes (en 1821), Santiago Wilde (integrante de la Comisión de Hacienda de la Honorable Junta de Representantes dela provincia de Buenos Aires) elaboró una serie de propuestas relativas al sistema fiscal en las que sostenía que “los impuestos sobrelos artículos de primera necesidad gravitan desigual, injusta e impolíticamente sobre las clases medianas y pobres; el impuestosobre el pan, por ejemplo, es el peor de cuantos han podido imaginarse”.

30 Cepal (2011)

31 La oleada neoliberal incentivó sistemas tributarios más regresivos a escala global. Piketty (2014) sostiene que “En total, en elperíodo 1932 a 1980, es decir, en cerca de medio siglo, la tasa superior del impuesto federal sobre el ingreso fue, en promedio, de81 por ciento en los Estados Unidos”.

32 Los impuestos sobre la renta y las utilidades representaron, en promedio, el 27,4 % de los ingresos en los países de AméricaLatina y el Caribe. En cambio, dicho porcentaje ascendió al 33,7 % en los países de la OCDE. Fuente: Cepal, CIAT, BID, OCDE (2016).

33 El primero en adoptar el IVA, en América latina, fue Uruguay en 1968. En la década del ‘70 lo implantaron otros diez países(Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú). Guatemala, México y República Do-minicana lo incorporaron a su legislación interna durante la década siguiente. Finalmente, El Salvador, Paraguay y Venezuela lo hi-cieron en los noventa. Los impuestos generales sobre el consumo (IVA, impuesto a las ventas) representaron el 31,2 % de los ingresostributarios de América Latina y el Caribe en 2015 (frente al 20,2 % en los países de la OCDE). Por su parte, los impuestos específicosal consumo constituyeron el 18,1 % (frente al 10,5 % en la OCDE). La fuente de estos datos es el trabajo publicado por Cepal, CIAT,BID, OCDE (2016).

34 Gómez Sabaini, Juan Carlos, Martner, Ricardo (2008)

35 Las críticas apuntaban, además de su oposición al financiamiento del gasto social, a que los beneficios empeorarían la com-petitividad de las exportaciones británicas y que los beneficios para desempleados, así como el salario mínimo, desestimularían labúsqueda de trabajo.

36 En la actualidad, la reticencia al pago de los impuestos incluye la utilización de sofisticados mecanismos ilegales o rayanos enla ilegalidad, ofrecidos por una red de estudios profesionales y/o entidades bancarias. En ese sentido, el drenaje de riqueza a losparaísos fiscales constituye una verdadera calamidad social. El economista de Berkeley, Gabriel Zucman (2016) estima que losestados pierden el 28 por ciento de su recaudación impositiva potencial por el capital fugado no declarado. Zucman (2016 b) sostieneque “como esa riqueza se pierde por evasión el Estado busca mecanismos para compensar la pérdida. Entonces aumenta más losimpuestos a la clase media y al consumo directo. De esa manera empeora la situación cotidiana de los trabajadores y de las distintasfranjas medias de la población”.

37 Gómez Sabaini, Juan Carlos, Jiménez, Juan Pablo y Podestá, Andrea (2010)

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38 Evans, Peter (1995)

39 Ocvirk, Verónica (2016)

40 Mazzucato, Mariana (2014)

41 Mazzucato, Mariana (2014)

42 OCDE (2015)

43 Por el contrario, Bauman habla de modernidad “líquida” para referirse a la sociedad actual.

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