Treayectorias Afrodesc Bogota-meza

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 Revista Colombiana Revista Colombiana Revista Colombiana Revista Colombiana Revista Colombiana  de Antropología de Antropología de Antropología de Antropología de Antropología  Volumen  39, enero-diciembre 2003, pp. 71-104 TRAYECTORIAS DE LOS  AFRODESCENDI ENTES en el comercio callejero de Bogotá ANDRÉS MEZA GRUPO DE ESTUDIOS AFROCOLOMBIANOS CENTRO DE ESTUDIOS SOCIALES, UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA [email protected] Resumen E sTE ARTÍCULO REFLEXIONA ACERCA DE LA YUXTAPOSICIÓN TEÓRICA ENTRE EL PARA- digma afrogenético y las aproximaciones posmodernas basadas en la teo- ría del mestizaje. Propone la complementariedad de ambos a partir del análisis de información histórica y etnográfica acopiada durante el trabajo de mono- grafía con población afrodescendiente en Bogotá. Las dinámicas de la etnici- dad y las relaciones interétnicas se abordan mediante el análisis de relatos de vida en los cuales los sujetos hablan de las experiencias migratorias, de la inserción urbana-metropolitana y, en especial, del trabajo en la venta ambu- lante. Se exponen, además, las vivencias particulares de los afrodescendien- tes como vendedores callejeros en el centro de la ciudad, correlacionándolas con la injerencia que tienen las políticas restrictivas de espacio público y ciertas prácticas discriminatorias y de estereotipia socio-racial. PALABRAS CLAVE: afrodescendientes, etnicidad, venta callejera, espacio pú- blico, estereotipo s socio-raciales.  Ab st rac t T  HIS  ARTICLE   REFLECTS ON  THE  THEORETICAL   JUXTAPOSITION  OF  A  FROGENETIC   APPRO- aches and postmodern notions based on theories of miscegenation . It pro-  poses a c ompl emen tary analy sis using both approa ches, start ing from histo ri- cal and ethnographic information gathered during field work with populations of African descent in Bogotá. In this sense, ethnic dynamics and inter-ethnic  relat ionsh ips are a nalyz ed thro ugh li fe-hi stori es whe re sub ject s recou nt the ir  migratory experiences, their insertion into an urban-metropo litan context and especially, their work selling on the streets. It studies the particular experience of people of African descent working in Bogota’s downtown streets, correlating it with the restrictive policies on the use of public space, discrimi-  nator y practi ces and socio and racial ster eotyp ing.  K  EY  WORDS: Colombias of African descent, ethnicity, street sellers, public space, social and racial stereotyping.

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  • R e v i s t a C o l o m b i a n aR e v i s t a C o l o m b i a n aR e v i s t a C o l o m b i a n aR e v i s t a C o l o m b i a n aR e v i s t a C o l o m b i a n a d e A n t r o p o l o g a d e A n t r o p o l o g a d e A n t r o p o l o g a d e A n t r o p o l o g a d e A n t r o p o l o g a

    Volumen 39, enero-diciembre 2003, pp. 71-104

    TRAYECTORIAS DE LOS AFRODESCENDIENTESen el comercio callejero de Bogot

    ANDRS MEZAGRUPO DE ESTUDIOS AFROCOLOMBIANOS

    CENTRO DE ESTUDIOS SOCIALES, UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

    [email protected]

    Resumen

    E sTE ARTCULO REFLEXIONA ACERCA DE LA YUXTAPOSICIN TERICA ENTRE EL PARA-digma afrogentico y las aproximaciones posmodernas basadas en la teo-ra del mestizaje. Propone la complementariedad de ambos a partir del anlisisde informacin histrica y etnogrfica acopiada durante el trabajo de mono-grafa con poblacin afrodescendiente en Bogot. Las dinmicas de la etnici-dad y las relaciones intertnicas se abordan mediante el anlisis de relatos devida en los cuales los sujetos hablan de las experiencias migratorias, de lainsercin urbana-metropolitana y, en especial, del trabajo en la venta ambu-lante. Se exponen, adems, las vivencias particulares de los afrodescendien-tes como vendedores callejeros en el centro de la ciudad, correlacionndolascon la injerencia que tienen las polticas restrictivas de espacio pblico yciertas prcticas discriminatorias y de estereotipia socio-racial.

    PALABRAS CLAVE: afrodescendientes, etnicidad, venta callejera, espacio p-blico, estereotipos socio-raciales.

    Abstract

    T HIS ARTICLE REFLECTS ON THE THEORETICAL JUXTAPOSITION OF AFROGENETIC APPRO-aches and postmodern notions based on theories of miscegenation. It pro-poses a complementary analysis using both approaches, starting from histori-cal and ethnographic information gathered during field work with populationsof African descent in Bogot. In this sense, ethnic dynamics and inter-ethnicrelationships are analyzed through life-histories where subjects recount theirmigratory experiences, their insertion into an urban-metropolitan contextand especially, their work selling on the streets. It studies the particularexperience of people of African descent working in Bogotas downtown streets,correlating it with the restrictive policies on the use of public space, discrimi-natory practices and socio and racial stereotyping.

    KEY WORDS: Colombias of African descent, ethnicity, street sellers, publicspace, social and racial stereotyping.

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    Trabajando independiente... uno tambin se esclaviza

    Luz Mila Caicedo

    INTRODUCCIN

    A LGUNOS ESTUDIOSOS DE LAS COMUNIDADES AFROCOLOMBIANAS ENcontextos urbanos o de inmigracin han propuesto deba-tes en torno a la necesidad de separar la aproximacin des-de los elementos simblicos y culturales de la africana y la nocincomunitaria, coherente y autocontenida de la cultura para abor-dar, desde una perspectiva constructivista, su identidad, el mes-tizaje y las prcticas de representacin de estos grupos (Wade,1997; Restrepo, 1999)1. Abogan en especial por la construccindiscursiva de la cultura en el marco del contacto intertnicocon la sociedad blanca-mestiza, la que supone para los afrodes-cendientes su articulacin marginal y la desestructuracin cul-

    tural por cuenta del blanqueamiento(Wade, 1997).

    Esos crticos consideran tambinque el reconocimiento constitucio-nal que adquirieron los grupos afro-colombianos en el campo polticoy cultural se relaciona, en gran me-dida, con el activismo poltico y conlas investigaciones acadmicas que

    han destacado la memoria y la tradicin de los grupos afroco-lombianos. En rigor, las prcticas que reivindican la herenciaafricana, sus tradiciones y a partir de all los derechos tnico-territoriales suelen ser vistas como estrategias de visibilizacinante el estado y la sociedad colombiana. As, su intencin esreconstruir en el presente una historia supuestamente comn dela cual la gente negra toma herramientas simblicas que le sir-ven para legitimar sus derechos (Losonczy, 1999). Anne MarieLosonczy, por ejemplo, utiliza el concepto de neoafricanidadcomo historicidad moderna para describir los fenmenos quedesde los movimientos sociales reconceptualizan a frica apartir de las imgenes de lo negro. Por su parte, Peter Wade(1999: 269) sostiene que: [...] las identidades no siempre surgende la tradicin y de la cultura autctona, sino que estas identi-dades se crean en procesos de globalizacin y modernidad [...];

    1. Algunos de estos crticos resaltan la im-portancia y predominio que tuvieron las in-vestigaciones comprometidas con lavisibilizacin del aporte cultural de la pobla-cin negra. Este tipo de trabajos privilegi elanlisis de las sociedades cimarronas y rura-les como fieles guardianes de su herenciacultural, resistentes y de memoria colectiva(Losonczy, 2002: 216).

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    y Michel Agier (2002: 295) dice: [...] la identidad es una especiede falsa evidencia que se enarbola como un slogan o una bande-ra en un tiempo y un espacio contingentes [...].

    Mi intencin en este ensayo no es contradecir tesis que, comoestas, optan por una visin moderna, dinmica y dialgica de lacultura. Aunque reconozco y retomo su aporte al conocimiento dela etnicidad de los afrodescendientes, advierto un cierto desdnhacia las referencias y los anlisis histricos que dan cuenta de laetnognesis afroamericana durante los primeros siglos de la trata yla esclavizacin. El mtodo histrico de algunas de esas investiga-ciones se refiere a la historia poltica y sociocultural del siglo pasa-do y, por ende, los argumentos acerca de la identidad slo tienencabida dentro del ritmo vertiginoso de los ltimos tiempos. Tam-poco pretendo que la historia de la dispora o el pasado colonialdeban ser de consulta obligada para entender el cambio cultural,sus conflictos y discontinuidades. Sin embargo, considero que granparte del modelo terico alrededor de la identidad tnica tiene pun-tos de referencia importantes en hitos de la herencia histrica ycultural, que podemos rastrear en un nmero creciente de fuentesdisponibles y en ciertas narrativas actuales que pueden corroborarmis hiptesis. El mtodo histrico nos permite reconciliar la dico-toma continuidad-cambio alrededor de las manifestaciones tni-cas mediante la actualizacin de los pasados que nos remiten a laproblematizacin de la historia. En esa dialctica inevitable, loshistoriadores viajan del presente al pasado, mientras los antrop-logos confrontan el pasado desplazndose de presentes en presen-tes. Un intento que, en todo caso, es fundamento epistemolgicodel quehacer investigativo, que selecciona ciertos hechos histri-cos, los correlaciona y los convierte en ideas para insertarlos as enun sistema de pensamiento (Bachelard, 1975).

    Ahora bien, las implicaciones polticas inherentes a toda pro-duccin intelectual que sirve al conocimiento, y ticas sobre elpara qu del mismo, nos obligan a reflexionar sobre el aporte quela crtica posmoderna y constructivista hacen al trabajo y las lu-chas de los movimientos sociales con afirmaciones tnicas. Resul-ta preocupante, por ejemplo, que el sustento acadmico de laetnicidad como construccin privilegie, con las nociones de neoafri-canidad, una concepcin de la tradicin como invencin, que poneen entredicho la memoria histrica y, por consiguiente, la legitimi-dad cultural de los grupos que se reconocen afrocolombianos yque continan luchando por su visibilizacin y por un espacio

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    para su diferencia. En ese sentido, considero que el terreno en elque se producen estas crticas es comprometedor, si tenemos encuenta el conflicto armado que se libra en gran parte de los terri-torios hoy reconocidos colectivamente a las comunidades negras(Snchez, 2002). No se trata de desconocer, sin embargo, las con-notaciones esencialistas que pueden tener las versiones unilinea-les, orgnicas y aislacionistas de la cultura y la identidad, que nodan cabida a su dimensin dinmica y que, por ende, desconocene invisibilizan tambin las mltiples realidades asociadas a losafrodescendientes (Restrepo, 1997). Los estudios culturales afro-colombianos y afroamericanos apenas comienzan a superar estastensiones y discusiones; ms all de nuestros paradigmas las et-nicidades afrodescendientes se siguen construyendo a partir deun hecho histrico de confrontacin y dominacin que determi-na los matices y la continuidad del conflicto (Arocha, 1999 a).Empero, este conflicto refuerza en las comunidades afrodescen-dientes posibilidades de crear estrategias de reintegracin tnicay de conservacin de memorias que luego se hacen explcitas endiversos contextos y escenarios. frica, la negritud y los afro-colombianos no son, en ningn sentido, categoras construidasplenamente en medio de la modernidad y la globalizacin, ni es-tn sencillamente relacionadas con la historia de los pueblos afro-descendientes. La percepcin de esas realidades no slo suponeun discurso para procurarse reconocimiento y diferencia en elcampo de la poltica y la cultura; tambin dinamiza y prosiguecon una estrategia creadora que asimil las posibilidades de rei-vindicacin tnica en el sincretismo religioso, en la organizacinsocial tras la condicin esclavizada y en el mestizaje mimticodonde yacen ocultas algunas races e influencias negras bajo elfenotipo del indgena y el mestizo. En pocas palabras, estas etni-cidades se constituyen desde el reacomodamiento continuo yaudaz, desde la astucia para esconder y asimilar, y desde el corajey las habilidades para resistir las diferentes dominaciones quedatan de la esclavizacin y que an propugnan su papel marginalen la historia. Todo ello demuestra que el cambio contemporneode las trayectorias identitarias surge de la interaccin continuaentre rutas y races (Clifford, citado en Arocha, 2002).

    Mi inters en este ensayo es ubicar, desde una perspectivadiacrnica, ciertos escenarios y situaciones en los que la identi-dad parece diluirse y redefinirse en el contexto bogotano. La vidaurbana evidencia, por un lado, las transformaciones identitarias

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    de los grupos negros que participan del encuentro y del resta-blecimiento tnico y regional que aqu se genera, mediante laasimilacin, la resignificacin y las redes de solidaridad que ge-neran nuevos significados de paisanaje2. Por otro, asegura rela-ciones complejas y conflictos entre grupos diferentes, dada lamulticulturalidad caracterstica de las metrpolis. En tales con-textos nos es posible identificar a un segmento de poblacinque se autodefine negra, paisana o afro de acuerdo con las ca-ractersticas de la interaccin ml-tiple. Sin embargo, la dinmica delas categoras tnicas no ser tanimportante como las prcticas coti-dianas y los discursos que se cons-truyen alrededor de ellas. Estesegmento de poblacin lo confor-man los vendedores ambulantes defruta que se relacionan y modificanel panorama urbano, al tiempo que padecen la exclusin so-cioeconmica de la economa informal y el desarraigo tnico-territorial de los migrantes afrodescendientes.

    Mediante la nocin de estrategia pretendo conocer y reflexio-nar sobre la realidad de hombres y mujeres afrocolombianos quea diario empujan sus carretas, pelan mangos, preparan cocadillasy sirven salpicn para subsistir entre la incertidumbre y la espe-ranza de una vida precaria en la capital. En su acepcin ms pro-funda, la estrategia invita a rastrear, desde algunas fuenteshistricas, ciertas particularidades de la memoria afrodescendientefundada en el origen africano, as como su ruptura y reintegra-cin tnica a partir del transplante violento y la experiencia de laesclavitud en Amrica (de Friedemann y Arocha, 1986). Dentro deesta memoria, la estrategia constituye la asimilacin y las prcti-cas de una cultura esclavizada que desde su posicin en las so-ciedades coloniales respondi a la sujecin con algunas visiones,actitudes e idearios propios alrededor de la libertad.

    La primera parte de este artculo es un recorrido histrico porel pasado colonial y republicano, del que he seleccionado algu-nas fuentes secundarias relacionadas con la segregacin laboralde los afrodescendientes, sus ocupaciones y las alternativas eco-nmicas que les permitieron iniciar la lenta y constante dinmi-ca etnogentica orientada siempre hacia la lucha por la libertad.En particular, me referir a las visiones y actitudes de quienes se

    2. De acuerdo con Santiago Arboleda, elpaisanaje es una estrategia de pertenenciaregional que, a medida que se inserta en con-textos ms metropolitanos, se flexibiliza hacialo tnico, o lo que popularmente se conocecomo la raza. El autor afirma que [...]paisanos somos todos los que llevamos elmismo paisaje por dentro [...](Arboleda,2001).

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    desempearon como comerciantes menores, para sealar luegola relacin entre el comercio y la venta ambulante y la bsque-da de la supervivencia y la autonoma. Este anlisis histricopermite contextualizar lo tnico en las visiones e idearios ac-tuales de los afrodescendientes alrededor del comercio y la ven-ta ambulante, en relacin con otras tendencias econmicas.

    La segunda parte retoma la nocin de estrategia desde lasnarrativas de los protagonistas, quienes hablarn de sus trayec-torias, sus experiencias rurales y urbanas, sus adaptaciones y delos discursos de identidad alrededor del trabajo de la fruta. Aeste respecto, la estrategia significa informalidad laboral comoalternativa frente a las relaciones estructurales de subordina-cin socioeconmica. Posteriormente, la nocin de mensaje es-ttico narrativa imaginaria de lo negro y lo tropical alrededordel trabajo de la fruta ayudar a entender cmo negocian losafrodescendientes con la gente blanca y mestiza su asimilaciny adaptacin a la sociedad hegemnica. Mediante este mensajeesttico podremos aprehender el juego social de las aparienciasy performancias de la identidad basadas en la estetizacin y eltrabajo cultural. La perspectiva mic de esta investigacin nosdar a conocer una pluralidad de narrativas coherentes con lahistoria y, al mismo tiempo, inmersas en la fluidez y mutabili-

    dad que propone el contacto y elconflicto inter-tnico3.

    La ltima parte trata la dinmicadel comercio callejero en Bogot, unproblema interesante para analizardesde la lgica construccionista einteractivista en la cual la identidadaparece reestructurada dentro deconjuntos inter-tnicos4. Con la di-nmica del comercio callejero enBogot se pretende resaltar la cons-truccin, circulacin y consumo deestereotipos culturales y la influen-cia que sobre ellos tienen las actua-

    les concepciones estticas y cosmopolitas de ciudad a partir delas normativas distritales que sancionan el espacio pblico y alos vendedores ambulantes5.

    3. Al referirme a lo inter-tnico planteo laconfrontacin entre los valores e ideas de unasociedad mayoritaria blanca y mestiza, conlas de los grupos negros o afrocolombianosque en determinado momento pueden consi-derarse conjuntos con referentes tnicos mi-noritarios y, por ende, diferentes.

    4. Lo inter-tnico se entiende en trminos dela confrontacin del complejo cultural hege-mnico blanco/mestizo con grupos tnicossubalternos negros o afrocolombianos.

    5. Esta y otras investigaciones se realizaroncon el apoyo del proyecto Rutas, senderosy memorias de los afrocolombianos resi-dentes en Bogot, liderado por el profesorJaime Arocha.

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    LA VENTA: UNA HISTORIA DE EXCLUSINY ESTRATEGIAS AUTOSUFICIENTES

    L AS REGLAMENTACIONES SOBRE EL COMPORTAMIENTO SOCIAL Y LABORALde los africanos y sus descendientes quedaron explcitas enlos Cdigos negros, disposiciones legales que conformaronun cuerpo de apoyo jurdico a la esclavizacin y que agenciaronla segregacin laboral de los afrodescendientes mediante regu-laciones tales como la de Santo Domingo, expedida el 12 de oc-tubre de 1538. En ella, la corona espaola declaraba que:

    [...] se prohbe bajo las ms severas penas, que ningn negro opardo tercern pueda ejercer arte ni profesin alguna que debanquedar reservadas para las personas blancas. Tambin el accesode negros y pardos hasta la quinta generacin, a las ciencias. Lagente de color ha de seguir la profesin de sus padres: laagricultura, la pesca, la minera o la venta al por menor de frutosde primera necesidad y el ejercicio de portadores o cargadoresllamados borriqueros [...] (Quiroz, 1943; citado por de Friedemann,1993: 59).

    Los primeros africanos que desembarcaron en tierras de laNueva Granada eran ladinos que haban sido esclavizados y acul-turados en Europa, o que procedan de las etnias wolof, balanta,bran, zape y bifara, entre otras (Maya, 1998; Arocha, 1999). Aestos ltimos se les conoci con el nombre de bozales y, unavez llegaron a Cartagena, los tratantes los vendan de a uno o dea dos para emplearlos luego en los servicios domsticos, comocargueros en transportes terrestres, en las haciendas y en la bogapor los ros Magdalena y Cauca, en cuyas canoas viajaban escla-vizados a los mercados de Popayn con destino al litoral Pacfi-co (de Friedemann, 1993). Sobre los africanos y sus descendientesse sostuvo gran parte de la economa colonial y las actividadesagrcolas y comerciales que se realizaban en las provincias de laNueva Granada. As, la minera, la ganadera, el comercio, laartesana, el transporte fluvial y la extraccin de perlas en elCaribe eran impensables sin el concurso de los negros (de Frie-demann, 1993: 59).

    En calidad de libres e incluso como esclavos urbanos fueron mu-chos los negros y mulatos que se dedicaron a la venta de fruta y laquincallera, constituyendo as una parte esencial de la economa de

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    las ciudades (Bowser, 1977)6. Gracias a los procesos de manumisin,automanumisin y cimarronaje7, una buena parte de quienes labo-raron en el mercado ambulante lo hicieron como libres y vecinosde los principales centros urbanos y, por ello, estas actividadessignificaron estrategias de trabajo independiente (Gutirrez Azo-pardo, 2000). En la Santa F colonial fueron comunes los manumi-sos que trabajaron en las actividades de comercio callejero durantelos das de mercado (Daz, 1995: 295, 298). As pues, la venta ambu-lante se convirti en una de las especialidades desarrolladas porlos afrodescendientes, pero principalmente por las mujeres, quie-nes recorrieron las calles de ciudades y poblados pregonando losproductos cultivados en el campo y los dulces que ellas mismaselaboraban y que vendan luego en plazas de mercado y de puertaen puerta (Bowser, 1977; Gutirrez Azopardo, 2000).

    Para el Per colonial, Frederick Bowser anota tambin que:[...] las autoridades en Lima objetaban el empleo de los ne-gros en tales actividades, pues desconfiaban de las operacio-nes ms o menos independientes de un creciente nmero denegros que obtenan mercaderas y las vendan donde fuera

    posible [...] (Bowser, 1977: 150).Bowser y Gutirrez Azopardo coin-ciden en afirmar que la reticencia delas autoridades coloniales hacia eltrabajo de los negros en la venta am-bulante tuvo que ver con el caos ylas caractersticas subversivas de lamisma, pues se tema que esas ope-raciones fueran la fachada para dis-frazar el robo y la prostitucin(Bowser, 1977; Gutirrez Azopardo,2000). De cuando en cuando se acu-saba a los negros vendedores de ali-mentos de recurrir a prcticascomerciales astutas y antihiginicas(Bowser, 1977: 151)8. Vemos cmo eldesempeo en el comercio local yla venta ambulante fueron activida-des que ocuparon mano de obra li-bre o con relativa independencia en

    relacin con el servicio domstico, la minera y dems laboresque hicieron los negros durante el periodo colonial.

    6. Frederick Bowser hace referencia alpapel del esclavo africano en el trabajourbano de ciudades como Lima y Arequipa(Bowser, 1977).

    7. Mediante las manumisiones los esclavi-zados obtenan la libertad por gracia delamo o por medio de un trabajo de largoaliento, laborando en das y horas de des-canso y ahorrando para pagar su libertad(Daz, 1995; Mosquera, 2001). El cimarronajesignific la huida de la opresin y el ltigodel amo, abandonando el trabajo en lashaciendas y conformando los palenqueso pueblos cimarrones en lugares aparta-dos e inhspitos.

    8. En 1574, la seccin criminal de la realaudiencia de Lima prohibi toda actividadmercantil a los africanos. Aun as, losafrodescendientes reanudaron sus estrate-gias debido a que no slo garantizaban susubsistencia, sino que tambin satisfacanuna necesidad real y creciente de la ciu-dad por el suministro de alimentos y otrasmercaderas (Bowser, 1977: 152).

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    Desde finales del siglo diecisis los alzamientos sucesivosde los africanos cimarrones desembocaron en palenques o pue-blos empalizados como fortalezas en lugares recnditos, inac-cesibles y alejados de las principales ciudades coloniales. Deesa resistencia surgi, a comienzos del siglo diecisiete, el pa-lenque de San Basilio9 que, como otros palenques, se mantuvocon el pillaje que realizaban las bandas de forajidos salteado-res de caminos. Ante la imposibilidad de vencerlas, las autori-dades espaolas se vieron obligadasa firmar un pacto de no-agresinque dur diecisis aos (Prez,2002: 10). Este pacto permiti quela sociedad palenquera pudieraconsolidar, con el paso del tiempo,un modelo propio de organizacin social, poltica, religiosa yeconmica, que se gest desde el cimarronaje y la resistencia(Prez, 2002). Las estrategias econmicas que aseguraron laautonoma a esa sociedad consistieron en una divisin del tra-bajo en la que el hombre ejerce la funcin de cultivador, mien-tras la mujer comercializa por fuera del poblado, mediante laventa ambulante, los productos cosechados. La venta ha sidouna labor cotidiana que provee a las familias de ingresos; deella puede resaltarse su aprendizaje, que tiene que ver con elrol destacado de la mujer como abastecedora del sustento ma-terial y de la tradicin cultural de Palenque. La labor de ir poragua al arroyo es una actividad de socializacin que entrena ala mujer para el trabajo de vendedora de frutas (Espinosa y deFriedemann, 1992; Prez, 2002). En el arroyo las muchachasinteractan en una confidencia personal y aprenden juegos ymovimientos corporales que se transformarn fuera del pobla-do en un estilo gestual defensivo-ofensivo cuando en el am-biente de la venta tengan que reaccionar frente a loscomentarios y las actitudes racistas que sufren las mujeres pa-lenqueras en plazas de mercado y calles de poblados y ciuda-des (Espinosa y de Friedemann, 1992: 106).

    Por otro lado, durante la segunda mitad del siglo dieciocho laregin pacfica de la Nueva Granada fue escenario de una seriede fenmenos y circunstancias que aceleraron la crisis del siste-ma esclavista, entre ellos los procesos de liberacin y territoria-lizacin que tuvieron lugar con la manumisin de esclavizadosy las fugas que se fraguaban en el seno de las cuadrillas, para

    9. Este pueblo tuvo sus antecedentes en LaMatuna, asentamiento construido y fortifi-cado por esclavos cimarrones encabeza-dos por el insurrecto Benkos Bioho (Maya,1998: 50; Prez, 2002: 11)

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    escapar de los reales de minas con rumbo al monte bravo oterritorio inexplorado (Almario, 2002; Jimnez, 2002). En un in-forme al rey en 1801, Carlos de Ciaurriz escribi sobre el Choc:

    [...] La situacin de lo interior de estas montaas no tiene otro recursoque el de las vegas que hay distantes unas de otras en la longitud delos ros; en ellas residen precisamente dispersos los mulatos, zambosy negros libres de dichos partidos para cultivar y subsistir [...] y haciendocomercio, proporcionando a sus cosechas con los mineros y los pueblosy con las gentes de otros ros [...] (citado en Ortega 1954: 276).

    Al margen de la sociedad colonial se encontraban tanto lascuadrillas de prfugos cimarrones como los negros y mulatoslibres que superaron la condicin de esclavizados por otrosmedios. El sistema econmico en Nvita y Citar no demanda-ba mucha mano de obra libre, as que algunos tuvieron quecultivar sus cosechas y venderlas en pueblos y campamentosmineros. Pese a ello, estos vnculos comerciales significaronun grado de integracin precario a la economa de la poca. Elhistoriador Orin Jimnez alude al Ombligo de San Pablo, unemplazamiento de acopio comercial que constituy el cordnumbilical entre Nvita, Citar y Baud10. A San Pablo arriba-ban los productos agrcolas que salan de Citar con destino a

    las minas de Nvita, ascomo el oro que sala deall. Llegaban tambincimarrones, indios y li-

    bres de todos los colores que vivan arrochelados, subsistien-do como comerciantes menores. Por tal razn, San Pablo eraun foco de intercambios comerciales y un espacio propicio parallevar una vida clandestina, vagabunda y pendenciera; fue lafrontera abierta hacia el zambaje, la libertad y el poblamientode las tierras del Baud (Jimnez, 2002: 130).

    Al hacer referencia a estos hechos no hay voluntad de desco-nocer la heterogeneidad territorial, social y cultural de los afro-descendientes que llegaron a Amrica (Mintz y Price, 1976; citadoen Arocha, 1999), ni se trata de reducir las diferencias entre losgrupos negros de acuerdo con la injerencia particular que tuvoel rgimen colonial en cada regin, sino que me he centrado endos experiencias fundadoras e histricamente destacadas comoson la esclavizacin, la imposicin colonialista y las diversas

    10. Las provincias de Nvita, Citar y Baud conformaronlo que hoy es el departamento de Choc.

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    estrategias de los afrodescendientes para asimilarlas y superarlas.En torno a la condicin subalterna y al trabajo incesante puedehablarse de una cultura esclavizada11, que en el contexto socio-histrico del colonialismo comenz a configurarse y a identifi-carse por sus modos de vida y sistemas de pensamiento comunes.As, el ideal libertario que emanaba de la vi-veza rapaz del negro ladino, de la desidia deltrabajador de mina y de la actitud agresivadel cimarrn se aliment de las mismas condiciones materialesque le condenaban a una existencia subalterna. Como tantas otrasestrategias, el comercio menor y la venta ambulante suponen,desde la precariedad, un sustento material sobre el cual comenza tomar forma el anhelo libertario. Aun con los estrechos mrge-nes que dejaba el sistema esclavista, el comercio minorista y laventa ambulante fueron actividades propicias para llevar una vidanmada. De otra parte, fueron trabajos cuya demanda estaba enzonas de convergencia y contextos urbanos, donde se realizabanentre la clandestinidad y la aceptacin relativa, dada las facilida-des de abastecimiento que provea a las ciudades coloniales. Estetipo de actividades se ha caracterizado por una alta movilidad enla distribucin, la venta y el abastecimiento. Del mismo modo,quien se haca vendedor desarrollaba una serie de cualidades in-herentes como la sagacidad, la astucia y el talento para estable-cer relaciones.

    Sin embargo, no todo en la cultura esclavizada surga de lascircunstancias y actores exgenos que definieron las trayectoriasen Amrica. El sustrato ancestral del origen africano le proporcio-n un sistema de smbolos, memorias, elementos icnicos y for-mas estticas convertidos en la materia prima de la culturaesclavizada y de sus sistemas afroamericanos posteriores (Espi-nosa y de Friedemann, 1992: 101). Es el caso de Ananse, la deidadarcnida que simboliza la astucia y autosuficiencia para los pue-blos afiliados a la familia Akn de frica occidental. Ananse seencarn en una araa cuya astucia, ingenio y sagacidad crecieronen Amrica a medida que los cautivos se apoyaron en este hroemitolgico para resistir a la esclavizacin (Arocha, 2002: 93). Anan-se es el personaje de la trampa, la argucia y la subversin; entorno a l los esclavizados difundieron innumerables historias queorientaron sus prcticas y discursos coherentes con el deseo delibertad y autosuficiencia. Ananse se convirti en una fuerza vi-tal para potenciar el espritu de insumisin y rebelda que rompi

    11. El subrayado es mo.

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    las cadenas mediante la manumisin, el cimarronaje armado ysimblico (Arocha, 1999)12.

    Con la abolicin de la esclavitud, los afrodescendientes sa-lieron de su condicin y comenzaron a moverse dentro de laspautas de mercado libre pero con la herencia del despojo y lamarginalidad del colonialismo. En busca de la libertad socioeco-nmica se vieron obligados a desarrollar estrategias de trabajoperifricas dentro de la naciente economa de mercado capita-lista y debieron enfrentar su consecuente exclusin. En el afro-pacfico existieron hasta hace poco algunos puntos de acopio ydistribucin de productos, basados en sistemas de intercambioe itinerancia en las actividades econmicas. Las chontas consis-tan en galpones de madera donde pescadores y agricultoressolan intercambiar sus productos, intercambio que significabala seguridad alimentaria de los habitantes y, por supuesto, laautosuficiencia (Arocha, 1999a: 131). Sin embargo, la expoliacineconmica que produjeron las multinacionales de economaextractiva, y el conflicto armado, destruyeron esas redes polif-nicas, trajeron consigo la incertidumbre y propiciaron el despla-zamiento forzado a ciudades como Bogot (Arocha, 1999a).

    IDENTIDAD Y TRABAJO: TRAYECTORIA,DISCURSOS Y ADAPTACIONES

    L A MOVILIDAD DESDE ZONAS RURALES DEL PACFICO Y EL LITORAL CARIBEhacia cabeceras municipales, capitales de departamento, ciu-dades del interior y otros pases no slo se relaciona con laviolencia y las presiones polticas ejercidas en las zonas donde

    ms se ha acentuado el conflicto ar-mado; influyen tambin las condi-ciones sociales y ambientales de laregin a causa de la presencia cre-ciente de multinacionales de econo-ma extractiva que deterioran elentorno biofsico y obligan al des-tierro, as como la falta de oportu-nidades en otros centros urbanos(Arocha, 1999a)13. Por ltimo, un fac-tor de tipo histrico-cultural es el

    12. La gente del afropacfico suele realizardos rituales sobre el ombligo del recin naci-do. En el primero, la madre entierra la placentay el cordn umbilical debajo de la semillagerminante de algn rbol que ella sembrantes de dar a luz. En el segundo, se cura laherida que deja el ombligo con polvo decierto animal o vegetal, de acuerdo con lascualidades que formarn parte del carcterdel nio o de la nia (Arocha, 1999: 17).

    13. El desarrollo de las empresas pesqueras,de camaricultura y el cultivo de la palma afri-cana en Choc, Cauca y el Pacfico sur )

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    deseo de recorrer y conocer otros lugares, lo que obedece a lanecesidad de ejercer la libertad y la fluidez de la vida en oposi-cin a un pasado de cautiverio cuyo recuerdo persiste incons-cientemente y se reproduce en la estrechez econmica, laexclusin y la reconditez (Vann, 1999).

    En esta seccin se presentan algunos fragmentos de las histo-rias de vida recopiladas durante el trabajo de campo. Tratan sobrelas experiencias laborales y migratorias de los afrodescendientescomo discursos de identidad alrededor del trabajo material. PeterWade desarrolla esta nocin de identidad a partir de la vida cor-poral y material, y en ella sita las formas de subsistencia; plan-tea la necesidad de superar la identidad entendida como un planode representacin discursiva en el que slo operan las ideas y daimportancia al trabajo material ya que [...] toda actividad mate-rial implica una produccin simblica [...] (Wade, 1999: 267). Delmismo modo, Nstor Garca Canclini (1982: 113) afirma que [...]no puede haber separacin entre economa y cultura ya que loeconmico y lo simblico se entremezclan y se diseminan en todala vida comunitaria [...].

    En busca de la autosuficiencia

    P EDRO RIVAS, PROCEDENTE DE CALI Y NACIDO EN SAN MIGUEL, CHOC,es el mayor de los tres hermanos Rivas que residen en Bogo-t. De su tierra natal recuerda muy poco, pues sus padres deci-dieron vender la mina a unos paisas que llegaron a explotar eloro de la regin. Pedro era an muy pequeo cuando su gentecomenz a vivir el dao irreparable de la modernizacin tecno-lgica en la minera artesanal y el fin de la produccin familiar(Arocha, 1999). Con el dinero de la mina sus padres montaronuna tienda de abarrotes y Pedroayud con los quehaceres del ne-gocio hasta que le lleg el momen-to de coger camino. Parti aItsmina y all se gan la vida comoestibador y carguero en el puerto.Posteriormente emigr hacia Ura-b y trabaj en las bananeras, gra-cias a una hermana que laboraba

    ) ha ocasionado rupturas en las formastradicionales de produccin y deterioromedioambiental, adems de otras transfor-maciones socioculturales y presiones violen-tas que obligan a los habitantes a emigrar desus regiones. La difusin del cultivo de palmaafricana a otras regiones del pas atrae a olea-das de migrantes afrocolombianos, quienesllegan a trabajar en calidad de jornaleros (Es-cobar, 1996; Arocha, 1999).

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    en la regin. Pedro escuch el rumor de que en las bananeras seganaba bien y que era mucho el negro que trabajaba por all,porque los dueos de las fincas preferan buenos jornaleros. Aligual que Pedro, para muchos migrantes la ubicacin en diver-sas formas de trabajo que aluden al estereotipo de la fortalezafsica se convierte en condicin de insercin en el lugar que losacoge. Los auges en la produccin de caa de azcar de media-dos del siglo veinte, la produccin en las fincas bananeras y,ms recientemente, el monocultivo de palma africana, son yhan sido formas de trabajo caracterizadas por la mano de obraafrodescendiente (Urrea y Hurtado, 1999).

    Por lo general, migracin y trabajo van acompaadas del con-tacto inter-tnico, en el cual los afrocolombianos ocupan losescalones ms bajos de la jerarqua tnica-regional14. Este tipo

    de confrontacin tiene lugar en los esce-narios de tensin y encuentro que ofrecencentros urbanos, pueblos de frontera y ca-beceras municipales. En este contacto in-ter-tnico los afrodescendientes se hancaracterizado por encontrarse subordina-

    dos socioeconmica y culturalmente frente a mestizos y blan-cos (Wade, 1997). Tal es el caso de Pedro Adn Rivas durante susestancias en Urab y Medelln, donde tuvo que desempearsecomo obrero agrcola en las fincas bananeras y, posteriormente,en la construccin, esperando siempre la oferta de los contratis-tas, que por lo general pagaban muy poco por una jornada en la quereciba rdenes a cada instante. Aunque el trabajo en la rusasignificaba sumisin y dependencia, Pedro asegura que el ritmode vida de Medelln le ayud a ser ms recursivo y a trabajar enlo que fuera. Haber salido de su tierra y conocer una gran ciu-dad le dio una visin ms amplia de mundo, y desde ese enton-ces decidi trabajar independientemente, sobre todo en lorelacionado con el comercio.

    [...] yo me cans de esperar a que me saliera algo en la rusa y me pusea vender ropa con un paisano. Ah con un plantecito nos fuimossurtiendo pero luego yo pegu pa Cali. Uno se da de cuenta de cmoes que trabaja el paisa y uno, como es berraco pa el trabajo, puesaprende. Es que nosotros los chocoanos somos muy inteligentes ytrabajadores. El que no es polica es abogado o maestro. Los costeos[...] esos s son perezosos. Los negros de Buenaventura tambinquieren pasarse la vida de chvere. El bogotano tambin es muy

    14. De acuerdo con Wade, Co-lombia es un pas muy regionalizadoy, por tanto, las identidades tnicastienen una dimensin regional(Wade, 1997: 88).

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    perezoso. Ese no saba ni trabajar esta fruta hasta que nosotros lesenseamos [...] (Pedro Adn Rivas, 26 de octubre de 2001).

    Despus de vivir tres aos en Medelln trabajando alternati-vamente en construccin y venta ambulante, Pedro Rivas emi-gr a Cali, donde aprendi el negocio de la fruta. Su experienciaen Medelln y la asimilacin de la ciudad no significaron unaadaptacin total del mundo blanco como condicin para acce-der a un nivel de vida mejor. Antes que blanqueamiento15, loque Pedro experiment fue una transformacin de s mismo sinperder su identidad como chocoano. En esta lgica de construc-cin interna explora referentes externos que tienen que ver conla mentalidad pujante y trabajado-ra de los paisas y asimila el discur-so predominante alrededor de laidentidad regional antioquea. Lue-go reelabora uno propio en el queexalta la chocoanidad en relacincon otros grupos regionales. Observemos cmo este etnocen-trismo no versa sobre el dominio y la sujecin de los otros, sinosobre la liberacin y tenacidad propias. En estas circunstancias,el rol identitario se define por la influencia externa y, al mismotiempo, activa reglas y valores propios (Cunin, 2000; citado enLosonczy, 2002: 232). La narrativa de Rivas nos ayuda a com-prender mejor la configuracin horizontal, abierta y transfron-teriza en la cultura como uno de los rasgos que mejor tipificanla lgica de las relaciones inter-tnicas (Losonczy, 2002: 235).Aunque la educacin como maestros y policas puede conside-rarse un referente de discriminacin y sectorizacin de los afro-colombianos (Castro, 1992; Mosquera, 2000), Pedro dignifica esasprofesiones en un intento por proyectar una identidad diferentedel chocoano sobre la impuesta por los mestizos y otros gruposnegros, que lo caracterizan como vago y perezoso (Wade, 1997).

    [...] si vamos a comparar entre trabajar en construccin y venderfruta [...] a m la construccin no me gusta como mucho porque yo sno sirvo pa trabajarle a otro. O sea, a m me duele trabajarle a otro.En la construccin no pagan sino diez mil pesos [...] me dueletrabajarle a otro por diez mil pesos y ms sabiendo que es todo un da[...] (Ricardo Mosquera, 14 de septiembre de 2001).

    15. El blanqueamiento fsico y cultural esuna forma de asimilacin y aceptacin delmundo no-negro, que tiende a la negaciny autodestruccin del ser afrocolombiano(Wade, 1997: 220).

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    Ricardo Mosquera, quien actualmente vende fruta en la calle11 con carrera 16, y en la ciclova, es un chocoano que antes dellegar a Bogot y aprender el negocio de la fruta se dedic alcomercio de ropa, juguetes y electrodomsticos. Durante susrecorridos y estancias en Quibd, Medelln, Cali, Guapi, Tuma-co, Barbacoas y Satinga, Ricardo tuvo que exhibir su variadamercanca en ferias o tocando de puerta en puerta. De l tam-bin podra decirse que recrea en forma perfecta la figura inter-cultural del viajero comerciante para quien sus experiencias detrabajo han significado movilidad, autosuficiencia e indepen-dencia.

    De otra parte, la etnizacin de ciertas actividades econmi-cas tambin ha establecido una divisin sexual del trabajo enlas ciudades para los y las migrantes afrodescendientes. La acti-vidad del hombre es la construccin y la vigilancia. La de lamujer es el servicio domstico o el trabajo en restaurantes (Wade,1997). La dinmica de trabajo en Bogot comprende una movili-dad entre este tipo de labores, de acuerdo con la rentabilidad olas condiciones de trabajo. Podemos comparar esa movilidadcon las formas de intercalar entre la pesca, la agricultura y laminera, que constituyen el ciclo productivo que ha caracteri-zado la vida econmica de los afrodescendientes en las zonasrurales de Choc y del Pacfico sur (Arocha, 1999). Alrededor delfenmeno de movilidad urbana circulan tambin las visiones ydiscursos de los migrantes afrodescendientes sobre sus expe-riencias de trabajo. Algunos y algunas suelen pasar de la cons-truccin o el servicio domstico a la venta callejera, y viceversa.La razn de ese cambio la atribuyen a la sujecin o a la ausenciade demanda de obreros, para el caso de la rusa. En contraste, esprobable que algunos hombres y mujeres hallen en la ventaambulante cierta independencia y ms rentabilidad. As mismo,salir de las ventas callejeras significa salir del peligro que repre-senta la calle y obtener mayor seguridad laboral. El desempleoes uno de los argumentos en el discurso de denuncia que esgri-men los vendedores callejeros frente a las prohibiciones esta-blecidas por las autoridades distritales y la feroz persecucin dela polica. Sobre este asunto volver ms adelante.

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    Sueos y realidades

    H AROLD MURILLO LLEG A BOGOT HACE ONCE AOS; VENA DE CALIcon la idea de tocar puertas en la industria discogrfica paracumplir con su sueo de ser cantante de rap. Como Harold,muchos jvenes de origen urbano demuestran cierta aversin altrabajo en la venta callejera de fruta, porque para ellos significadescender socialmente. Con frecuencia escuch este tipo de jui-cio entre gente nativa de Buenaventura, Tumaco o Cali, puestoque muchos de ellos migran con unas visiones y proyeccionesdiferentes a las de los pobladores rurales que como Pedro Rivasy Ricardo Mosquera se han acostumbrando a una mayor movi-lidad en torno a diversas posibilidades de trabajo. En contraste,la incertidumbre social y econmica que experimenta el migrantejoven de tipo urbano suele buscar resolucin en la partida alextranjero, generalmente a Estados Unidos, Panam o Venezue-la. La idea de migrar a las metrpolis de esos pases tiene que vercon las imgenes de bienestar e idealizacin del estilo de vida dela gente afro que reside all. Los jvenes afrocolombianos de loscentros urbanos conciben sus idearios mediante los smbolos ne-gros presentes en el deporte o la msica rap y reggae (Wade, 1999;De Carvalho, 2002).

    [...] uno se desacredita mucho vendiendo en la calle [...] pa mi venderesta fruta es una necesidad vergonzosa porque uno cae muy bajo yaunque uno trabaja honradamente, la polica y algunas gentes tratande humillarlo mucho a uno [...] de todas maneras uno hace estetrabajo porque es que no hay de otra. Porque toca sobrevivir y eldesempleo es muy grande [...] la frutica s se vende, lo que pasa esque la polica no deja. La calle es muy insegura y a uno le roban suplante [...] esas son las injusticias del alcalde con nosotros [...] (HaroldMurillo, 2 de diciembre de 2001).

    La informalidad laboral y el rebusque callejero, en particular,entraan un fenmeno econmico del mundo subdesarrolladomuy ligado a las migraciones internas de los pases perifricos ya la concentracin de capital y trabajo en los centros metropoli-tanos (Valladares y Prates, 1997). Desde la perspectiva socioeco-nmica, las ventas callejeras segmento ms visible de laseconomas informales reflejan la vida precaria y marginal dequienes han sido excluidos de la economa formal de mercado,

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    en su mayora grupos diversos de inmigrantes, econmicamen-te subordinados, que constituyen mano de obra poco calificadasirviendo a la ciudad.

    Sin pretender obviar esta realidad, nos interesa comprenderla subjetividad de hombres y mujeres que como Pedro Rivashablan desde sus propios trayectos y sus transformaciones. Alpercibir la venta ambulante como una respuesta econmica fren-te a la incertidumbre y la subordinacin socio-racial, encontra-mos que el tejido de afrocolombianos vendedores en Bogotdesarrolla una capacidad admirable para acceder a alternativasde vida. Movilidad y trabajo se sustentan en las enormes redesde familiares que reconstruyen la existencia y ayudan a domi-nar la adversidad (de Friedemann y Arocha , 1986: 331). As mis-mo, la interaccin constante entre rutas y races se ve reflejadaen narrativas que dan cuenta de la historia laboral y la vida en laciudad en medio de situaciones conflictivas de contacto inter-tnico y juego de representaciones. En este caso, la segregaciny subordinacin laboral que los afrodescendientes heredaron delcolonialismo reactiva respuestas histricas propias de la culturaesclavizada que hoy vive de nuevo en los destinos y quehacerescotidianos de gente que va tras la promesa de la ciudad. Desdelos migrantes provenientes de pueblos remotos de agricultores

    y pescadores hasta los jvenes nacidosen los suburbios encontramos que, enmayor o menor grado, todos son presade las cadenas de la marginalidad socio-tnica que sigue esclavizando a los afro-descendientes. Ante esto, sus visiones eidearios son narrativas implcitas y me-nos concientes del trasfondo histrico

    que evocan y, sin embargo, el discurso sigue siendo el mismo: lamovilidad para superar el emplazamiento forzado16 y la inde-pendencia para acabar con la sujecin.

    16. La idea de emplazamiento forza-do o inmovilidad a la cual se someteuna persona o grupo por medio de laviolencia fue acuada por las organi-zaciones afrodescendientes de basepara describir los efectos de confron-taciones armadas que les son ajenas(Arocha, 2002: 93).

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    LA VENTA COMO MENSAJE ESTTICO:LA PRODUCCIN DE LO EXTICOY LA INCLUSIN

    L A VENTA DE CHONTADURO, BOROJ Y FRUTAS TROPICALES PREPARADASpor parte de afrodescendientes es una actividad relativa-mente nueva en Bogot, pero muy conocida en las regionesy ciudades con climas clidos. La venta como trabajo materialposee tambin ciertos matices exticos que emergen de los olo-res, colores, sabores y texturas convertidos en formas estticasnegras, asociadas al trpico y lo tropical. Un ejemplo de elloes la figura de la mujer negra anunciando las frutas de la enormepalangana que lleva sobre su cabeza. Esta representacin pinto-resca por su colorido y rusticidad acta como un imn muy atrac-tivo para la industria turstica, y los vendedores afro la asimilantambin con el objeto de encajar en algn tipo de trabajo queles asegure su subsistencia. A este respecto, escuchemos el tes-timonio de Ricardo Mosquera:

    [...] yo comenc ac en Bogot [...] la frutica lista pa consumir es uninvento de uno pa rebuscrsela, porque yo por lo menos nunca tuveque ponerme en estos oficios. Entonces uno trabaja la fruta donde lagente no la conoce: eso es como algo turstico. Uno aprende porqueve por la televisin a las mujeres de Cartagena con su ponchera en lacabeza [...] (Ricardo Mosquera, 16 de abril de 2001).

    De acuerdo con Ricardo, estas imgenes no son inherentesa lo negro, son representaciones colectivas, creencias pro-fundas y sedimento de tradiciones convertidas en universossimblicos que circulan a travs de redes de comunicacin yconsumo. En el mbito del imaginario, lo simblico evoca unsignificado que no est presente. Encontramos que esa evoca-cin se mueve entre contextos espacio-temporales de produc-cin y consumo de las formas simblicas. En particular, lasregiones calientes de las costas y las fras del interior en dondeel mensaje de lo negro y lo tropical acta en el marco de ladinmica de contacto entre las identidades afro y no-afro. Unadinmica signada por las oposiciones entre la montaa y eltrpico, el interior y el litoral, lo blanco/mestizo y lo negro.Esto sucede porque en el imaginario del habitante del interiorexiste la creencia de que el litoral Caribe y la costa pacfica

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    son regiones negras en oposicin a la regin andina, que ima-gina blanca (Wade, 1997: 129).

    [...] lo que es la fruta, al negro le compran ms porque eso es como detradicin s? O sea, lo negro es como lo tropical y lo tropical suenacomo de fruta. Entonces, los primeros que inventaron vender frutaaqu en la calle fueron los negros y de los negros es que se unieron losmestizos o la gente blanca, s? Entonces esa es una tradicin de quela gente [...] claro, si t te pones a ver hay una carreta de fruta alfrente que es de un blanco y hay otra de un negro, lgico que la delnegro va vender ms toda la vida, slo porque es negro, me entiendes?[...] (Luz Mila Caicedo, 13 de diciembre de 2001).

    En efecto, muchos vendedores negros explotan ciertos referen-tes de identidad para procurarse el sustento, aunque la gran mayo-ra empez a preparar y a vender frutas en Bogot. Ellos aprendena vender frutas y desarrollan discursos sobre su idoneidad, saberesy tradicin tnica y regional en la preparacin de la fruta porque esparte del juego estratgico de asimilarse y mostrarse a s mismosfrente al mundo no-afro. As, la construccin de una esttica popu-lar afro es algo dual, negociada y acordada por afros y mestizos enuna dinmica inter-tnica, en tanto supone un referente de identi-dad que la sociedad dominante quiere mostrar del Otro porque lovuelve extico. Por otro lado, esa narrativa extica refleja el talen-to relacional del vendedor, quien la introduce en su imaginera derebusque callejero, ante la necesidad de sobrevivir.

    Nos encontramos con una cara ms de la estrategia, que con-siste, esta vez, en el aprovechamiento de un repertorio externode bienes simblicos que permite a los diferentes grupos mi-grantes generar prcticas y discursos de identidad a partir de

    resignificaciones que apuntan ha-cia estticas muy concretas del tra-bajo cultural (Wade, 1999)17. Estaastucia y capacidad de negocia-cin sorprendentes son, desde laafricana, nuevas evidencias de laorientacin cultural dejada por losancestros esclavizados en las his-torias de Ananse. Las historias quenarran abuelos y abuelas revelanque el astuto Ananse guarda unas bajo la manga (Arocha, 2002:

    17. La investigacin Rutas, senderos y me-morias prueba que este tipo de insercionestambin se da en los restaurantes del centrode Bogot que sirven comida negra del Pa-cfico. All rara vez sirven platos verdadera-mente autctonos, porque no son familiarespara la gente del altiplano. Por eso, los nicheshan optado por deducir algunas frmulas sua-ves de platos originales, para que los bogo-tanos se sientan ante platos originales perono muy extravagantes. Arroz con coco nomuy agrio y pescado raro de mar con pata-cn es un men negro extico apropiado alpaladar andino (Godoy, 2002; Arocha, 2002).

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    102). Otra versin dira que estamos frente a la mutabilidad y lasconstrucciones transfronterizas propias del mestizaje (Loson-czy, 2002). Desde una u otra mirada se llega a un interesantefenmeno social de sectorizacin y segregacin laboral que co-rresponde con los poderosos estereotipos sobre lo negro, di-fundidos por la ideologa racial hegemnica de la sociedadcolombiana (Wade, 1997).

    DINMICA DEL COMERCIO CALLEJEROEN BOGOT: EXCLUSIN EN LO COTIDIANO

    B OGOT HA SIDO PARA TODOS LOS INMIGRANTES LA CIUDAD DE LA DI-versidad y la que brinda ms oportunidades laborales y edu-cativas (Mosquera, 1998; Arocha et al., 2002). Para el comn de lagente que trabaja en ventas callejeras, Bogot es la ciudad delrebusque, porque es la mejor plaza para ganarse la vida. Noobstante, en los discursos de los grupos afrodescendientes queresiden en ella emerge en repetidas ocasiones la imagen de laciudad fra, odiosa y racista. Para la gente negra que trabaja ven-diendo en la calle, las experiencias de adaptacin y discrimina-cin socio-racial estn reforzadas frecuentemente por lapersecucin laboral, un conflicto derivado de la prohibicin delas ventas callejeras en el espacio pblico de Bogot. Los afro-descendientes y otros grupos sociales que viven del comercioinformal deben hacerlo en la ilegalidad, porque de acuerdo conla normativa distrital la venta callejera es uno de los principalesfactores contaminantes del espacio, se ubica dentro de las eco-nomas informales y subterrneas que evaden impuestos, care-cen de licencias de funcionamiento y propician la delincuenciay otras actividades ilegales (Alcalda mayor de Bogot, 2000).

    [...] las razones o al menos la excusa que ellos sacan, no?, es la delimpiar el espacio pblico, s?, que no haya mucho reguero en laciudad, organizar la ciudad, tener limpia la ciudad, no tenerobstculos en el camino. Esa es la excusa, porque aunque s hayamucho reguero, pues [...] todos somos peatones, todos vivimos en laciudad y todos necesitamos trabajar. Ellos pensarn que la comodidado el espacio pblico es ms importante quel empleo de la gente, dela gente que llegamos a esta ciudad y no tenemos otra chance [...](Luz Mila Caicedo, 13 de diciembre de 2001).

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    En la zona central de Bogot, en las localidades Santaf y LosMrtires, en algunas zonas del centro internacional, a lo largo yen los alrededores de la calle 26 ubiqu varias concentracionesde familias afrochocoanas, caribeas y gente del Pacfico surque se dedican a vender mango picado, salpicn, pia en roda-jas, coco, cocadas y chontaduro en pepa o en jugos mezcladoscon boroj. Estos vendedores tienen sus carretas y compartenla calle con otros ambulantes no-afros. Los corredores de lascalles 19, 13 y 11 en las proximidades de las estaciones de busesTransmilenio de la avenida Caracas son lugares codiciados porlos vendedores callejeros dada la afluencia de gente. Hasta hacepoco existan concentraciones en las que se encontraban paisa-nos y parientes de las familias Rivas y Mosquera del Choc, yde la familia Valentierra de Tumaco. Algo similar suceda con lafamilia Arrieta, que era bastante conocida entre afrocaribeosprocedentes de Cartagena, Mara la Baja y San Onofre, en eldepartamento de Bolvar. Este grupo haba territorializado la zonade la calle 26 con carrera 30, prxima al Departamento Adminis-trativo de Catastro Distrital y a la Universidad Nacional de Co-lombia. As, para estas familias el paisanaje se redefine connuevos lazos de solidaridad y pertenencia que relacionan a lagente proveniente de diversas zonas del Pacfico y del litoralCaribe. Adems del aprendizaje del trabajo mismo, estas redesde paisanos amortiguan tambin la ilegalidad dentro de la quese desarrolla la venta, al tiempo que permiten el reconocimien-to y acceso a los mencionados espacios de venta y a las rutas decomercio ambulante por la calle 6 entre la avenida Caracas y lacarrera 30. Corabastos es su principal centro de abastecimientoy los guardaderos18 son los garajes donde dejan su mercanca y

    sus carretas.Durante la venta, la persecucin

    constante del camin de la policagenera un ambiente de tensin en-tre todos los vendedores ambulan-tes, pero especialmente entre los quetrabajan con carretas y tienen msdificultades para escapar. Con fre-cuencia, los transentes son testi-gos de persecuciones feroces ydespiadadas a los vendedores am-bulantes. Cuando alguno de ellos

    18. Para muchos, el guardadero es el lugarde relacin, comunicacin y encuentro conla paisanada. All, los vendedores compartenun tinto o un trago de aguardiente mientrascocinan chontaduro, juegan domin, comen-tan sus ancdotas durante la venta y circulaninformacin sobre algn paisano al que lehayan decomisado su plante o mercanca.Existen pugnas y recelos por los robos demateriales y mercanca entre afros y con losmestizos que guardan en el mismo galpn.Sin embargo, en el guardadero se establecennuevas sociedades, y brinda seguridad y apo-yo a cada uno de sus usuarios antes y des-pus de enfrentar la jornada diaria.

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    no logra huir de las emboscadas pierde su mercanca; si oponeresistencia, la polica puede propinarle fuertes golpizas, insul-tarlo y encarcelarlo. La gente negra es vctima de todas estashumillaciones, que pesan ms porque van acompaadas de lasfrases y designaciones racistas que alimentan en ellos el senti-miento de rechazo hacia la ciudad. Las agresiones frecuentes delos policas a los vendedores afro se inscriben tambin dentrodel lugar destacado que ocupan las fuerzas del orden como ac-tores de discriminacin (Arocha et al., 2002).

    [...] como los policas creen que todos los niches somos familia, creenque uno conoce a esos eros de Buenaventura que se la pasan por ahatracando y por eso es que a uno de niche se la montan ms que a losvendedores de la otra raza. Como dice la cancin: Blanco corriendoes atleta, niche corriendo es ladrn [...] (Harold Murillo, 20 deseptiembre de 2001).

    Los apartes de las entrevistas que presento en esta seccin serefieren a las percepciones que tienen los vendedores y, en par-ticular, la gente negra, acerca de la prohibicin del comerciocallejero y la exclusin que deviene de esta. Con ellas intentosopesar hasta qu punto desde la subjetividad de los entrevis-tados existen argumentos mediante los que puede sugerirse lapresencia de prejuicios socio-raciales y otras prcticas discrimi-natorias reforzadas en un contexto de exclusin y marginalidadlaboral cotidiana. Esta hiptesis es importante en la experienciade las relaciones entre los vendedores negros y la polica, y contransentes, clientes, compradores y otros vendedores. Relacio-nes complejas que se establecen desde la persecucin y desdetodos los intercambios simblicos y materiales alrededor de laventa. En este sentido, la denuncia hecha por Harold Murillosobre la discriminacin de la polica revela que la asociacin,imbricada e implcita, negro-vendedor-delincuente parece estarmediada por la idea infundida por las polticas de recuperacindel espacio pblico, de que el vendedor callejero se lucra delespacio, no paga impuestos y coopera con la delincuencia.

    [...] hay gentes que no valoran el trabajo, que le quieren poner precioa todo lo de uno, como si esta papaya o este mango no le costaran auno. No falta el que viene a pedir rebaja, que estoy robndole, queeso est muy caro. Eso s me emberraca a m, que fuera de que lapolica nos persigue la gente lo trate a uno de ladrn y lo mire por

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    encima del hombro como si todos los negros furamos ladrones [...](Orlando Arrieta, 23 de agosto de 2001).

    Durante la entrevista, Orlando Arrieta se quejaba de la displi-cencia y aire de superioridad con que algunos transentes seacercan a comprarle. A menudo se observan conductas discri-minatorias que responden a viejas ecuaciones estereotpicas hacia

    lo negro. Estas creencias tomanfuerza en el da a da de la ventacallejera en Bogot, y los compra-dores con sus gestos, dichos, chis-tes, actitudes y frases repulsivascomunican al vendedor que lo con-sideran antihiginico, sucio, delin-cuente, servil e inferior19.

    [...] hay hombres que creen que porque una es negra una es fcil, ycomo yo soy amable con todos, entonces esta amabilidad, creen queporque ellos me estn dando mil pesos por ese chontaduro y me ventoda risuea, creen que tienen derecho de manosiarlo, de irrespetarloa uno, a veces me toca portarme seria para exigir respeto. Es que contodo el mundo uno no se puede rer [...] (Edelsy Perea, 12 de octubrede 2001).

    Las mujeres negras que venden chontaduro enfrentan unaestereotipia reforzada por la imagen de la mujer como objetosexual. Durante la venta, deben tolerar las miradas, chistes ygestos obscenos de algunos hombres a propsito de la creenciapopular sobre los poderes afrodisacos del chontaduro. As pues,durante los momentos de venta puede haber situaciones en lasque los hombres reflejan sus creencias acerca de las mujeresnegras como fciles, calientes y poco dignas de ser tomadas enserio. En este sentido, no es extrao que el servicio y la aten-cin de la vendedora llegue a confundirse tambin con servilis-mo y disponibilidad sexual.

    [...] eso sucede a cada rato [...] que no falta el idiota que venga conun chistesito flojo, ya? O esa vaina de que ven a un negro y dizquemono. Eso es otra cosa que me saca a m la piedra, porque es que uno,yo por lo menos, soy negro. Bien negro, eso se sabe; a leguas se nota.Yo no me voy a enojar si alguien me llama por mi color, pero eso deque mono? No, no lo comparto. Mono es un mico, un chimpanc.

    19. Aclaro que todas estas aseveracionesson producto de la dinmica interactiva, lacual implica una intersubjetividad entre quie-nes entramos en contacto unos con otros.En ese sentido, la objetividad me est total-mente vedada por ser un observador y unactor urbano ms. As pues, las opinionesde los protagonistas de este estudio y misinterpretaciones al respecto deben ser eva-luadas desde esa intersubjetividad.

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    Eso son moneras de ellos, s? Ellos andan en los rboles y nosotrossomos personas. Con raza negra porque no puede haber una solaraza, por eso dejaron las razas, ya? Es que nosotros no somos animales[...] (Sandro Mosquera, 20 de septiembre de 2001).

    Este tipo de aseveraciones implica anlisis conversacionalesen los que el intercambio lingstico involucra una red comple-ja de relaciones de poder entre locutor e interlocutor (Bourdieuy Warcquant, 1995)20. Negro Maria Jes; Mi sangre; Quihubo,niche; Adis familia. El vendedorescucha estas expresiones a distan-cia y sabe que son con l. El este-reotipo toma la forma de ladicharachera que no es, necesaria-mente, insulto. Son simples chisteso bobadas, pero en ellas se hacems sutil la estigmatizacin e infe-riorizacin. Por eso, los chistes y laimitacin de acentos revelan unmismo significado: t qudate ah donde estas, en el estado in-ferior, salvaje. Esa es la connotacin de expresiones caricatu-rescas que buscan envolver, aprisionar y hacer del negro unavctima de la esencia que le ha sido impuesta (Fanon, 1968: 40).As, la imitacin de los acentos es otra manera de esterotipia enlas relaciones entre mestizos y afrocolombianos. En Piel negra,mscaras blancas, Frantz Fanon nos ofrece un anlisis detalla-do sobre el lenguaje. En un aparte del primer captulo dice que[...] aquel que se dirige a un hombre de color en media lengua yno reconoce en su comportamiento una tara o un defecto, esque no ha reflexionado jams [...] (Fanon, 1968: 40).

    De otra parte, la tendencia marginalizadora de la prohibicinde la venta callejera en Bogot tambin estimula relaciones decooperacin, solidaridad y competencia entre vendedores mes-tizos, indgenas y negros que comparten posiciones subalternasen la estructura socioeconmica. Ello crea formas de conviven-cia y cooperacin laboral mutua que no estn exentas de ciertasjerarquas tnicas, debido a que entre las clases populares surgetambin el deseo de arraigarse al racismo como una forma depertenecer a algn tipo de elite (Fanon, 1968). En palabras deFrantz Fanon (1968: 104) esto se conoce como [...] el esnobismodel pobre [...].

    20. Los autores se refieren al tipo de rela-ciones colonialistas y poscolonialistas en lasque el colonizador o ex colonizador poruna estrategia de condescendencia abdicatemporalmente a su posicin dominante conmiras a colocarse en el nivel del interlocutor.Por este ocultamiento ficticio de las relacio-nes de poder, el dominante sigue sacandoprovecho de su relacin de dominacin, quecontina existiendo al negarla (Bourdieu yWacquant, 1995: 103).

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    Mediante las polticas de recuperacin del espacio pblicolas autoridades distritales pretenden implantar el sueo de unorden impuesto por el deber ser de la sociedad y la ciudadmoderna, en oposicin a la ruralizacin, el desorden y el caosque introducen las ventas ambulantes. Ms all del conflictosocioeconmico encontramos que el espritu de los proyectosde urbanizacin est impregnado de un discurso hegemnico yexcluyente que propugna hacer de lo urbano y del interior delpas el centro del poder y la civilizacin. En su libro Gente ne-gra, nacin mestiza, Peter Wade (1997: 216) afirma que [...] Labsqueda del progreso en la ideologa nacional est impregnadacon la imagen de ser blanco o al menos, no ser negro o indgena.El progreso tambin est saturado de imgenes del interior delpas y de su urbanismo [...].

    No pretendo con esta reflexin pasar por alto aspectos comola competencia laboral, la marginalidad urbana, la lucha de cla-ses y otro tipo de anlisis inherentes a la realidad de la informa-lidad laboral y de los vendedores ambulantes. Los matices delconflicto que planteo tienen que ver con el significado de lourbano como poder esttico en las representaciones interregio-nales que asocian a los litorales con el calor, la miseria, lo primi-tivo y lo negro, en oposicin a la pretendida blancura y civilidaddel interior andino. Esta dicotoma racial-regional fue avalada,de una u otra forma, por los proyectos de nacin que se gesta-ron en la gnesis del periodo republicano y an en los alboresdel siglo veinte (Mnera, 1998). No es demostrable que dichasconcepciones tengan algn anclaje ms all de las nociones desentido comn que se establecen en las relaciones interregio-nales y en su dimensin tnica y racial. Sin embargo, al abordarel comercio callejero en Bogot desde la estrategia de subsis-tencia de grupos tnicos inmigrantes conviene llamar la aten-cin sobre la manera en que la ideologa y la normativa delespacio pblico alimentan prcticas complejas de exclusin ydiscriminacin socio-racial. Con esto tampoco pretendo caer enuna especie de etnopopulismo que desconozca las condicionessimilares que enfrentan otros grupos sociales. Sustento esta ase-veracin con los testimonios de los vendedores que hablan so-bre su trabajo e interpretando las polticas de recuperacin delespacio pblico en Bogot desde la ideologa que se refiere a laventa callejera a partir de las connotaciones de desorden, de

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    lo rural-primitivo y lo brbaro. De estas y otras situacionesque suponen juegos de representacin surgen reflexiones en tornoal espacio urbano como escenario multitnico en el que la ciu-dad reprime la diversidad existente con los lenguajes simbli-cos de la exclusin. Estos lenguajes entraan las concepcionesde ciudad y su legitimidad en las polticas pblicas.

    La ciclova: motivo y momento de inclusin

    L A CICLOVA DE LOS DOMINGOS SE CONVIERTE EN UN ESPACIO PROPICIOpara vender las frutas, porque el control de la fuerza pblicase vuelve ms flexible. Aunque la dinmica del comercio calle-jero en Bogot entraa una persecucin constante de los vende-dores, esa persecucin disminuye con sucesos o durante pocasque rompen con la cotidianidad y que tienen unas connotacio-nes ldicas-recreativas para la ciudad. Es el caso de la ciclova,un fenmeno dominical y festivo que minimiza el conflicto crea-do por la prohibicin de vender en el espacio pblico. La ciclo-va de la carrera 7 entre calles 11 y 24 es un espacio y un tiempode socializacin destinado al desarrollo de actividades recreati-vas en el espacio pblico y propicia patrones de contacto e in-teraccin entre diversas clases y pertenencias contenidas en loque usualmente se denomina cultura urbana o ciudadana (Cha-parro, 2000: 1)21. Una diversidad que parece estar condicionadaal carcter recreativo y ldico que adquieren las relaciones so-ciales cuando el citadino de clasemedia utiliza la ciudad y el tiem-po libre con fines recreativos, de-terminando con ello el uso que losvendedores callejeros hacen de laciudad con fines ocupacionales.

    Con la inclusin de la venta ca-llejera en la ciclova el elemento popular-rural-primitivo-tnicodel rebusque, que para la ciudad significa desorden y marginali-dad informal, adquiere unos matices pintorescos que le llevan acumplir un papel turstico y folklrico. El ambiente del mercadopopular tiene ritmos, sonidos, olores y colores propios que intro-ducen una experiencia de comunicacin diferente a la actividadcomercial en la ciudad, que por lo general se hace en espacios

    21. La diversidad o cultura urbana no esalgo real, sino que imagina, celebra y subordi-na una heterogeneidad de realidades que noson compartidas y que estn atravesadas porpoderes acordes con las pertenencias de cla-se, de estrato socioeconmico y de filiacintnico-regional (Chaparro, 2000: 1).

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    cerrados (Barbero, 1981). As, la inclusin eventual de las ventasno se opone por completo a la concepcin del espacio pblicocomo un lugar y un momento de sociabilizacin y establecimien-to de relaciones sociales. Alrededor de la venta callejera de frutaen Bogot podemos percibir unas formas estticas cuya presen-cia supone una dinmica de intercambio sociocultural en la quela gente negra y lo negro transforman la ciudad con una especiede esttica inherente y muy popular. Ejemplo de ello es el anun-cio publicitario Bogot no tiene mar... pero tiene ciclova, median-te el cual las ltimas administraciones y el Instituto Distrital deRecreacin y Deporte han invitado a la ciudadana a participardel evento recreativo. As, este ambiente de inclusiones, exclu-siones, prohibiciones y accesos debe entenderse como una espe-cie de dinmica de exclusin-inclusin de las ventas callejeras.

    El evento de la ciclova media tambin en la interaccin co-municativa que establecen vendedores, compradores y transen-tes. Estas formas de relacin van desde la mirada o consumo dela imagen hasta la charla que propicia el intercambio de saberesentre el vendedor y la percepcin de los compradores. La me-diacin de lo ldico se manifiesta en la dicharachera y joviali-dad del vendedor para atender, as como en la disposicin delcomprador para mirar y preguntar. Por otro lado, los vendedorescomplementan la espectacularidad de la imagen con los prego-nes y el regateo constantes, cuya algaraba llena el espacio p-blico de una sonoridad particular. En estos escenarios elvendedor afro se muestra dispuesto a interactuar con los com-pradores, y muchas veces sus narrativas pueden responder a unlibreto farsesco, exagerado y lleno de mstica y fascinacin. Aunas, esa fantasa no deja de tener una dosis de realidad que dacuenta de las mencionadas trayectorias y experiencias vividaspor los vendedores.

    [...] es un aporte de mi gente de la costa pacfica y le da como [...] nos, a pesar de que el alcalde nos persigue pero eso le da como [...]como una alegra. Una alegra a la calle, as sea a la ciclova, as seaa la sptima o la dcima [...] (Harold Murillo, 8 de abril de 2001).

    La reflexin sobre todos estos fenmenos en la dinmica delcomercio callejero nos lleva a pensar que la produccin de loextico se convierte en el dispositivo de aceptacin de lo afro.A este respecto, es importante el concepto de exofilia de Jos

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    Jorge de Carvalho, el cual se refiere a la aceptacin e inclusindel Otro en tanto productor de un universo simblico y estticoque se torna fascinante para occidente (De Carvalho, 2002: 7). Apartir de sus estudios sobre comunicacin, consumo e indus-trias culturales, De Carvalho observa la inclusin condicionadaque existe hoy entre occidente y las culturas africanas y afro-americanas, una inclusin que slo se concreta mediante ciertasmanifestaciones musicales, religiosas y de tradicin popularcomercial, que rompen las barreras de sus contextos histricosy polticos y se reordenan en torno a un intercambio simblicoentre las metrpolis desarrolladas y los pases perifricos. Fueradel plano de lo turstico y lo folklrico, las culturas africanas yafroamericanas siguen siendo vctimas de las condiciones pre-carias, la exclusin y la marginalidad (De Carvalho, 2002: 7). Elmensaje esttico afro ya no es algo ajeno que tipifica la vida y eldevenir histrico-cultural de esas culturas. Occidente se ha apro-piado de este mensaje esttico y lo ha hecho suyo por derechode uso (De Carvalho, 2002: 8). Los consumidores son capaces deatribuir una riqueza simblica y esttica a la cultura afromerica-na, pero no se sensibilizan con el estado de carencia y exclusina que estn sometidos los miembros de las comunidades afro-americanas que producen ese universo simblico que les parecetan seductor (De Carvalho, 2002: 7). As mismo, este fenmenoanidado entre la discriminacin y el turismo nos lleva a situar elproblema en escenarios ms urbanos que, como Bogot, vienenconstituyndose desde su esttica fsica e industrias culturalesen centros con un creciente atractivo nacional e internacional.En este sentido, la pregunta gira en torno a la forma en queparticipan y son discriminados los sectores populares de la ciu-dad, a cuyas huestes se suman los grupos tnicos y regionalesen situacin de inmigrantes.

    CONCLUSIONES

    E STE ENSAYO HA INTENTADO SUPERAR LA POLMICA TERICA QUE DOMI-na el estudio antropolgico de las poblaciones negras en Co-lombia, retomando elementos del presupuesto afrogentico yde las rutas, mixturas y adaptaciones. Para emprender un anlisishistrico y etnogrfico que permitiera comprender la venta y los

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    vendedores ambulantes afrocolombianos en Bogot fue necesa-rio entender la estrategia histrica de la libertad, la econmica dela subsistencia y la de las astucias y asimilaciones estticas. AnneMarie Losonczy, sugiere que: [...] las identidades afrocolombia-nas se construyen alrededor de una estrategia subyacente, siste-mtica y reordenadora de materiales exgenos y endgenos cuyoresultado son las identidades en crisol, con fronteras abiertas ymviles [...] (Losonczy, 1999: 16). Queda la sensacin de haberpresentado una paradoja alrededor de la venta de fruta como ac-tividad que potencia la autosuficiencia y la creatividad, y, al mis-mo tiempo, que es una economa precaria, subalterna, cargada deestereotipos exticos y que apuntan hacia la inferioridad.

    En lo eventual y en lo cotidiano los vendedores deben cargar,simultneamente con sus imgenes y realidades. La venta defruta es el umbral mismo entre la aceptacin por la esttica y laexclusin; puede ser pintoresca y extica pero tambin precariay marginal. Supone atracciones y repulsiones, clandestinidad yaceptacin. La realidad de la venta es, como la describen losvendedores, [...] un trabajo independiente que tambin escla-viza [...]. Pese a ello, debe resaltarse que nos encontramos decara a una forma de entender y no comprender, de aceptar yexcluir, as como de apropiarse, valorar y negar la identidaddesde la estrategia presente; una resistencia sutil que se inscribeen los lenguajes de la apariencia. Al igual que en los ritos de lareligin o en la inflexin peculiar de una cadencia musical, elcomercio callejero tambin es otro espacio donde se oculta yvive la estrategia retrabajando las relaciones de poder. Habitaen los discursos cotidianos y en las creatividades que siguen eljuego a la lgica consumista, aunque padezcan su competenciaexcluyente. En este sentido, la resistencia puede verse tambincomo el discurso de la creatividad frente al del poder.

    Por ltimo, llama la atencin la dinmica de inclusin y ex-clusin del comercio callejero en Bogot. Este escenario de con-flicto social y econmico parece agenciar una serie de prcticasdiscriminatorias y estereotipadas tanto en la persecucin a laventa, como en los diferentes mbitos en los que se dan relacio-nes de compra y regateo. La dinmica de inclusin-exclusin esun fenmeno dialctico que propone la mutua relacin entre laciudad y los inmigrantes, al tiempo que alerta sobre el grado deaceptacin y rechazo que pueden tener los otros, en este casolo negro, en los discursos de ciudad y de la sociedad domi-

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    nante. En ese sentido, el hacer y padecer de nuestros protago-nistas nos hace reflexionar en que, como afirma Jos Jorge deCarvalho (2002), [...] existe una distancia entre la circulacinde smbolos negros, y el destino contingente e incierto de losafrodescendientes [...].

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