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Tributo a Jorge Luis Borges* Por Olga Fernández Latour de Botas *El texto debió ser leído como comunicación académica en el transcurso del año 2020, lo que no pudo cumplirse. Espero que esta circunstancia justifique, al menos, su particular construcción Palabras liminares. Piso nuevamente los umbrales de esta digna posada que ha de acoger algunos de mis trabajos dedicados a honrar la palabra de Jorge Luis Borges, el mayor escritor argentino de todos los tiempos, y lo hago con timidez que acaso no cuadra a mis años ni al camino que llevo recorrido. ¿Qué podré decirle al lector que ya no sepa? Nada, tal vez, pero estas páginas no llevan por título “ensayos”, ni “revelaciones”, ni “discusiones”, ni siquiera “reflexiones, en torno de Borges. Su título es “tributo”, en el sentido de ofrenda que, por veneración, se entrega, y también en el más directo de pago, devolución, reconocimiento de lo que, por beneficios recibidos, se adeuda. Quiero, en efecto, reconocer en ellas, sintética y públicamente, lo que a Borges debo, como persona, como persona argentina y como persona argentina dedicada a las Letras. He seleccionado, dentro de mi propia obra literaria, fragmentos de textos de distintos alcances. Dos proceden de mi producción ensayística y tienen a Borges como centro o como puntal, y el tercero es, en dos versiones de la cual por razones de espacio sólo se incluye una, un relato ficcional. En él, el

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Tributo a Jorge Luis Borges*

Por Olga Fernández Latour de Botas

*El texto debió ser leído como comunicación académica en el transcurso del año 2020, lo que no pudo cumplirse. Espero que esta circunstancia justifique, al menos,

su particular construcción

Palabras liminares.

Piso nuevamente los umbrales de esta digna posada que ha de

acoger algunos de mis trabajos dedicados a honrar la palabra de

Jorge Luis Borges, el mayor escritor argentino de todos los tiempos, y lo hago con timidez que acaso no cuadra a mis años ni al camino que llevo recorrido.

¿Qué podré decirle al lector que ya no sepa? Nada, tal vez, pero estas páginas no llevan por título “ensayos”, ni “revelaciones”, ni

“discusiones”, ni siquiera “reflexiones”, en torno de Borges. Su título

es “tributo”, en el sentido de ofrenda que, por veneración, se entrega,

y también en el más directo de pago, devolución, reconocimiento de lo que, por beneficios recibidos, se adeuda.

Quiero, en efecto, reconocer en ellas, sintética y públicamente, lo

que a Borges debo, como persona, como persona argentina y como persona argentina dedicada a las Letras. He seleccionado, dentro de

mi propia obra literaria, fragmentos de textos de distintos alcances.

Dos proceden de mi producción ensayística y tienen a Borges como

centro o como puntal, y el tercero es, en dos versiones de la cual por razones de espacio sólo se incluye una, un relato ficcional. En él, el

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poeta de Buenos Aires, por artes de la magia, se convierte en personaje de leyenda etiológica en la que, una variable pero profunda

relación con la Tradición, explica su destino. Como apéndice he

colocado páginas de una obra que me pertenece, si no como autora, como editora de un florilegio, póstumo, de páginas de mi padre. Se

trata de “Macedonio Fernández, candidato a Presidente y otros

escritos de Enrique Fernández Latour” (Buenos Aires, Obras de

Ferlabó, Ed. Agón, 1º ed. 1980, 2ª ed.1998). Tomo de dicha obra dos sonetos de Enrique Fernández Latour referidos a Borges y la Carta-

Prólogo con que el “poeta de Buenos Aires” se refiere a mi padre, su

amigo, y particularmente a esos sonetos. Borges, después de leer el libro de papá, me invitó a su casa y allí me pidió que, en su máquina

de escribir, tipeara yo la carta que él tenía in mente para dictarme, y

que me está dirigida. Puedo asegurar que ha sido aquel uno de los momentos más emocionantes de toda mi vida.

Tributo a Jorge Luis Borges será pues este trabajo misceláneo,

pero pleno de sinceridad y de agradecimiento. Señor Borges ¡que Dios lo bendiga!

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Jorge Luis Borges, según Ernesto Monteavaro

La poesía gauchesca y la intuición de Borges.

Nueva mirada crítica1

El enunciado La poesía gauchesca y la intuición de Borges tiene

varias lecturas. Una es la consideración directa de esta relación entre el escritor argentino Jorge Luis Borges y ese género literario

rioplatense. Otra, que aquí nos interesó directamente (mi trabajo se

publicó en vísperas del Bicentenario de la gesta patria) puede derivar de la reflexión sobre el clima social y cultural generado por las

conmemoraciones del Centenario de Mayo: un clima propenso a la

1 De: Olga Fernández Latour de Botas. ”La poesía gauchesca y la intuición de Borges. Nueva

mirada crítica”, en Boletín de la Academia Argentina de Letras, Tomo LXXIV, 303-304, mayo-

agosto de 2009

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fecundidad en las ideas, al goce de la libertad, a la apertura hacia el resto del mundo, a la afirmación de los valores simbólicos con que se había construido la Patria Vieja, cien años atrás.

Borges resulta una figura insoslayable en el período 1910-1930 precisamente porque su presencia juvenil trasunta con osadía un

estilo argentino muy propio de aquel tiempo, en el que la literatura

gauchesca alcanzaba con prestigio de símbolo a todos los estamentos

de la sociedad sin convertirse en obstáculo, sin cerrar, para las nuevas generaciones, las puertas de la más creativa y revolucionaria

originalidad. Así como Sarmiento fue literalmente, hijo de Mayo,

puede decirse que Borges es hijo del Centenario, menos desde el punto de vista de sus circunstancias cronológicas que desde el de su

postura ante la humanidad: la de una orgullosa identidad no buscada, una argentinidad como aceptación de destino. Una feliz fatalidad.

La literatura de Borges, a nuestro entender, no podría ser llamada post-colonial como lo he visto en algún congreso reunido en Europa.

Vive en ella la plenitud de ser sin condicionamientos. Una plenitud

que ha hecho decir al crítico chileno Jorge Edwards en el marco del III Congreso Internacional de la Lengua Española reunido en 2004 en Rosario de Santa Fe:

Estamos acostumbrados a ver la literatura de nuestra lengua

como literatura del realismo, de la picaresca, y ocurre que las

páginas de más exaltada fantasía de toda la narrativa europea se

escribieron en la España de comienzos del siglo XVII, del primer

barroco. El llamado realismo mágico procede de allí, aunque se lo

haya atribuido a un grupo de autores latinoamericanos recientes. Y

el autor moderno más emparentado con esta fantasía cervantina

no es Alejo Carpentier, tampoco García Márquez, sino Borges. La

pluma de Cervantes y la de Borges están empapadas de la misma

tinta.

Palabras que agradecemos, compartimos y proponemos como un llamado a la reflexión. ¿Qué pensamiento vuela entre nosotros

con la libertad, la autenticidad y la originalidad cervantina y borgeana en estos días de nuestra historia patria?

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Un estremecimiento del ser argentino es el eco de tal pregunta,

pero no su respuesta.

- Echeverría, Mitre, Borges y la pampa como tótem2

“La Pampa y el Suburbio son Dioses”

Jorge Luis Borges (1926)

La palabra pampa no aparece con un significado unívoco a lo largo de la historia de la poesía rioplatense. Su presencia, necesaria

para ambientar cabalmente todo intento de caracterización del medio

geográfico, de los diversos habitantes, de los signos divinos y humanos que la vida en esta parte de América exige advertir,

decodificar e interpretar, fue manifestándose casi tímidamente. No

he de extender aún más este trabajo con la exposición de tales

ejercicios ya realizados por mí, pero acaso incompletos, porque siempre puede haber algún otro hallazgo textual que, a partir de

soportes bibliográficos, hemerográficos, folleteriles o archivísticos,

permita rastrear entre los escritores rioplatenses la primera mención de este nombre no autóctono de su propio ámbito: el vocablo de

origen quechua bamba, que dio pampa en el sur a fuerza de

extensión, de viento y de voces bravías. Me quedaré con el

paradigmático Esteban Echeverría quien en La Cautiva3, nos lleva hasta la segunda parte del poema para enfrentarnos con la “pampa”,

con el sentido de habitat de aborígenes cuya presencia no cambia la

condición óntica del desierto: “La tribu aleve entretanto / allá en la

pampa desierta/ donde el cristiano atrevido / jamás estampa la huella /…/”.

Que este fue el sentido prístino de la palabra “pampa” en las letras

argentinas no es, por supuesto, afirmación original entre nosotros. Ya lo vio y lo dijo Borges cuando tenía sólo 26 o 27 años y buscaba

la pampa en las chacritas con ombúes del barrio de Saavedra, en las orillas de Buenos Aires.

2 De: Olga Fernández Latour de Botas. “La pampa como tótem en la poesía de Bartolomé Mitre". En:

Homenaje a Bartolomé Mitre (1906 - 2006). Buenos Aires, Academia Argentina de Letras, 2006. Serie

Homenajes, v. 2

3 La Cautiva. En: Esteban Echeverría, Rimas, Buenos Aires, Imprenta Argentina, 1837 . El poema "La

Cautiva", que ocupaba la mayor parte de la obra, fue vuelto a editar independientemente del resto varias

veces. Se encuentran disponibles en forma individual tanto La Cautiva como el resto de las rimas o en

Esteban Echeverría, Obras Completas, 5 tomos, Buenos Aires, Ed. Carlos Casavalle, 1870

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En el número 15 de la Revista Proa4, Jorge Luis Borges publicó

un artículo titulado “La Pampa y el Suburbio son Dioses”,

afirmación que en el transcurso del texto cambia por la de tótems al

decir del arrabal y la pampa: “Ambos ya tienen su leyenda y quisiera escribirlos con dos mayúsculas para señalar mejor su carácter de

cosas arquetípicas, de cosas no sujetas a las contingencias del

tiempo. Sin embargo, acaso les quede grande aquello de Dios y me

convenga más definirlos con la palabra tótem, en su acepción generalizada de cosas que son consustanciales a una raza o a un

individuo” . 1 - Es muy probable que Borges conociera ya las

dedicatorias de Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes, que había de publicarse por la Editorial Proa en 1926, puesto que dice

casi al final de su artículo por nosotros citado: “De la riqueza

infatigable del mundo, sólo nos pertenecen el arrabal y la pampa.

Ricardo Güiraldes, primer decoro de nuestras letras, le está rezando al llano; yo –si Dios mejora sus horas- voy a cantarle al arrabal

/…/” . En 1925, precisamente, Güiraldes había decidido dedicarse de

lleno a finalizar su propio “cuento vencedor”. Se apartó entonces de la dirección de Proa, publicación mensual que había fundado junto

con Borges, Brandán Caraffa y Pablo Rojas Paz y quedaron a cargo

de la revista Francisco Luis Bernárdez, Jorge Luis Borges y Alfredo

Brandán Caraffa. Pero los anticipos de Don Segundo Sombra eran ya conocidos por sus amigos y acaso nunca sabremos quién inspiró a

quién: si Güiraldes a Borges con la famosa dedicatoria última de su

novela (“Al gaucho que llevo en mí, sacramente, como la custodia lleva la hostia”), o Borges a Güiraldes con la afirmación de que,

entre las cuatro cosas en que sí creemos, está la fe en que “la pampa es un sagrario”, que contiene el citado artículo.

Creo que esta metáfora juvenil de Borges ilumina la tarea de interpretación del significado simbólico de la pampa en la poesía

decimonónica de Bartolomé Mitre5. Más que la llanura sin límites,

más que el desierto sin civilizadores, más que el campo que roza el

horizonte, más que la “campiña amena” del futuro augurado por Juan de la Cruz Varela (6), la pampa, como un tótem, adquirió una

4 Jorge Luis Borges. “La Pampa y el Suburbio son Dioses”, En: Proa, Año segundo, enero, Nº 15, Buenos Aires, 1926; pág 14 – 17.

5 Bartolomé Mitre. “Armonías de la pampa” (1838), en: Rimas Con un prefacio

del autor ( Epígrafe de Schiller), Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1854. 317 p.,

6 Juan de la Cruz Varela , Poesías completas de Juan Cruz Varela, Segunda edición, Buenos

Aires, Ed. Sopena, 1944 /Con “Advertencia del autor”, datada el 15 de noviembre de 1831/.

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tonalidad afectiva y simbólica de grado superior. La pampa es, en la palabra precursora del primer Mitre, y a partir de Mitre, en otros

poetas contemporáneos y posteriores a él, una entidad espacial que

también comunica una noción de tiempo; es una potencia generadora de las existencias que suscita y del drama de su

diversidad que la convierte, paradójicamente, tanto en seno materno

como en territorio de guerra. La pampa es pues, para su gente, un

tótem porque ello implica la aceptación de “ciertas costumbres y creencias por las que se establece un sistema especial de relaciones

entre la sociedad y los animales, plantas y demás objetos naturales que se consideran importantes en la vida social”.

El joven Bartolomé Mitre trató de desentrañar no los

desencuentros sino las armonías que existían, en su tiempo, en esas

ásperas relaciones entre los seres y las cosas de la pampa, y su visión

debió estar cerca de lo que en 1926 supo expresar Jorge Luis Borges con inspirada audacia: “la pampa es un sagrario”. Mitre, como profeta, fue un celebrante devoto del culto que le era debido.

La magia del Guerrero7. Dos variantes de un ejercicio de hermenéutica

ficcional en homenaje a Jorge Luis Borges. Segunda versión

Argumento y cifra del poeta mayor

Cuando al Guerrero se le revela que su Nodriza es la Enemiga,

cumple con ritos de iniciación en los que va dejando la luz de sus

ojos como ofrenda y se apresta a la lucha.

Descubre las armas de la Enemiga y decide combatirla con esas

mismas armas.

Conoce la estrategia de la Enemiga y comienza a emplearla como propia.

7 De: Olga Fernández Latour de Botas. La magia del Guerrero y otros relatos. Homenaje a Jorge

Lis Borges en el fin del milenio. Buenos Aires, Corregidor, 2000. 110 pág.

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La batalla se entabla. La Enemiga se convierte en árbol y el

Guerrero bebe su savia y se arboriza sobre las mismas raíces; la

Enemiga se hace canto rodado y el Guerrero rueda con ella y todo él

es canto. La Enemiga se transforma en río y él es el río. La Enemiga se manifiesta como tigre y, revestido de oro, el Guerrero es el tigre.

Por fin, abraza a la Enemiga y la hace suya en plenitud, sin límites de tiempo ni de espacio; se alimenta con ella, de ella.

El Guerrero cambia de nombre para los demás. Por simpatía con la historia del griego que lo ha precedido en estas lides ahora es el

Hacedor, y, como otros cuyo destino encarna, ha de dejar sus versos “resonando cóncavamente en la memoria humana”.

El Hacedor celebra el ritual, instituye el relato y crea su propio mito

cuyo ícono - acuñado por el Imaginero- son dos manos apoyadas en

el mango de un bastón de madera.

Y esto ocurre para que se repita el ciclo de alternancia entre el estado

de las cosas y el vuelco de las cosas, para que se recupere una vez

más lo que debe permanecer de entre lo que se ha tornado obsoleto.

Para que la Enemiga vencida, que ha sido su Nodriza, renazca en el Hacedor, que es un Guerrero ciego.

Código para descifrar el argumento precedente:

La Nodriza-Enemiga (devoradora-devorada), es la tradición.

El Imaginero, el artista fotógrafo Ernesto Monteavaro.

El Guerrero ciego que cambia su nombre por el del Hacedor y genera un

nuevo mito universal, es Jorge Luis Borges: escritor argentino, poeta de Buenos Aires.

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APÉNDICE

Un poema de Jorge Luis Borges

Alusión a una sombra de mil ochocientos noventa y tantos

Por Jorge Luis Borges8

Nada. Sólo el cuchillo de Muraña.

Sólo en la tarde gris la historia trunca.

No se por qué en las tardes me acompaña

Este asesino que no he visto nunca.

Palermo era más bajo. El amarillo

Paredón de la cárcel dominaba

Arrabal y barrial. Por esa brava

Región anduvo el sórdido cuchillo.

El cuchillo. La cara se ha borrado

Y de aquel mercenario cuyo austero

Oficio era el coraje, no ha quedado

Más que una sombra y un fulgor de acero.

Que el tiempo, que los mármoles empaña,

Salve este firme nombre: Juan Muraña.

8 En: Jorge Luis Borges. El hacedor. Buenos Aires, EMECÉ Editores, 1960. El autor lo

reproduce en su Antología personal, Buenos Aires, Ed. Sur, 1961, /198 pág./.

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Borges en dos sonetos de Enrique Fernández Latour y una

carta de Borges con referencia a esos poemas9

BORGES Y MURAÑA

Por Enrique Fernández Latour

Que el tiempo, que los mármoles empaña,

Salve este firme nombre; Juan Muraña.

Jorge Luis Borges

Hablo de Borges

Lo conocí muchacho desvelado

por recobrar del guapo Juan Muraña

la sombra cuchillera, el esmerado

vivir según su imagen de la hazaña.

Era el que al mismo tiempo proponía,

con dichosa pasión, en prosa y verso

ya de maestro, la cosmogonía

en que inscribió su mágico universo.

Pero sospecho que en el fuero donde

la intimidad el yo profundo esconde

pudo más Juan Muraña. De allí vino

aquel arduo soneto que, si abona

mi presunción, arguye y traiciona

una secreta envidia de destino.

9 De: Olga Fernández Latour de Botas (editora). Macedonio Fernández candidato a Presidente y

otros escritos de Enrique Fernández Latour. Con Carta-prólogo de Jorge Luis Borges. 1º

edición, Buenos Aires, AGÓN, 1980; 2ª edición, AGÓN, 1998. 64 pág.

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Lástima

En su estrellada sombra Borges piensa

que aquella vaga envidia hoy se condensa

en una sensación que lo lastima,

y cuyo nombre al de piedad se arrima,

frente a la eternidad de lo prescrito

por Dios contra Muraña, ya precito.

Habla Muraña

Presumí, con error, que no hay más gloria

que la que alcanza, a punta de cuchillo,

un hombre en otros hombres. Es sencillo

decir que quise así dejar memoria

de mi vida. Ya muerto, inmortalmente

purgo en esta tiniebla prometida

a los malos, lo malo que en mi vida

puso mi engreimiento de valiente.

Pero en un increíble ahora siento

que inverosímilmente mi tormento

se alivia y que me asiste un soplo amigo.

¿Quién me ha hecho ese don? ¿De qué manera

donde toda piedad es extranjera

logró acercar la suya a mi castigo?

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Carta-Prólogo de Jorge Luis Borges para “Macedonio

Fernández candidato a Presidente” y otros escritos de Enrique Fernández Latour.

Buenos Aires, primero de julio de

mil novecientos setenta y siete.

Querida Olga:

No sé si vez pasada le dije que su nombre

es la derivación rusa de otro de cepa escandinava y que

usted puede, con todo derecho, llamarse Helga.

Perdóneme esta digresión, propia de alguien

a quien siempre acompañó la pasión de la etimología y

pasemos a algo esencial: la parva y preciosa antología

de piezas de su padre.

Enrique Fernández Latour perdura en la memoria.

Casi no pasa un día sin que yo lo recuerde. Tantas

cosas nos hermanaban y nos hermanan: el culto sin superstición

de aquel Macedonio Fernández, conversador lacónico,

el hábito, casi perdido ahora, de la lectura pensativa

y la nostalgia de esa Europa pretérita que para él

era Pau y Montpellier y para mí Ginebra. No quiero olvidar

la amistad de Santiago y de Julio César Dabove y de

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ciertos lugares y ciertas noches del Oeste de Buenos Aires.

En Latour se conjugaban con felicidad dos

arquetipos no exactamente idénticos, el del señor argentino

y el del caballero francés.

Ahora, una confidencia personal, yo escribí

hace años, sin saber entonces por qué, una poesía cuyo tema

era el cuchillero Muraña, que debió muertes y cuyo

nombre oscuro me perseguía. Ahora sé la razón: enfilé

esas catorce líneas para que su padre me hiciera dialogar

en dos sonetos memorables, con aquella sombra hoy perdida

de las orillas de Palermo.

Con un cordial recuerdo para su madre la saludo y la abrazo

Jorge Luis Borges

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Izquierda: Reproducción facsimilar, firmada por su autor, de la carta de

Jorge Luis Borges que Olga Fernández Latour de Botas

tipeó en su máquina de escribir

(hacer clic en la imagen para verla en su máximo tamaño).

Derecha: Tapa del florilegio de escritos del

padre de Olga Fernández Latour de Botas,

libro en el cual el texto de Borges ofició como Prólogo.