trilogía el club de los incomprendidos, conociendo a raul blue jeans

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Índice

PortadaÍndice1. Con sus amigos2. Con la chica con la que sale3. Con su familia4. Con valeria5. Solo en su habitaciónCréditos

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1

CON SUS AMIGOS

—¡Cuuuuuumpleaaaaañosfeeeeeeliiiiiiiiiz!

Raúl se inclina sobre la tarta ysopla las diecisiete velas que laadornan. Todas se apagan casi degolpe. Sus cinco amigos lo vitorean yaplauden ante la mirada curiosa delresto de clientes de la cafeteríaConstanza.

—Pide un deseo —le dice Eli,

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rodeándole por la cintura con susmanos.

—¡Eso se hace antes de lasvelas, tonta! —replica elhomenajeado.

—¡Da lo mismo! ¡Pídelo ahora!—¿No dará mala suerte?—¡Venga, hombre! ¡Qué va a dar

mala suerte!El chico sonríe y se lo piensa

durante unos instantes. Observaprimero a Bruno, luego a Ester, queestá al lado de Meri, y, finalmente,sus ojos se detienen en Valeria, quese sonroja al sentir sobre ella la

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mirada de su amigo. Mientras,Elísabet coge el mechero yaprovecha para encender otra vez lasdiecisiete velas.

—¡Ale, ya está! ¡Las velitasencendidas de nuevo, caprichoso! —exclama Eli eufórica cuando termina—. ¡Date prisa que he quedado!

Raúl repite la acción de un parde minutos atrás. Pero antes pide undeseo con los ojos cerrados. Elgrupo le ovaciona una vez más y unopor uno van felicitándole. Recibe elabrazo de Bruno y los besos de sustres amigas.

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—¿Qué has pedido? —lepregunta Meri, cuando llega su turno.

—Si lo digo, no se cumplirá.—Tienes razón, mejor no me

digas nada.La pelirroja sonríe tímidamente y

se fija en su amigo. Ha cambiadomucho en estos últimos meses. Quedapoco de aquel joven alto, delgado ydesgarbado que le dio su primer besoen la boca, y también el segundo; losúnicos besos que ha recibido en suvida. Lo recuerda como si fuera ayer:aquel chico le echó una mano cuandolos matones del instituto la asaltaron

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en el patio. Luego se esfumó, paravolver a aparecer unos mesesdespués, porque en el cursosiguiente, repitiendo, compartiríanclase. Eran buenos tiempos. Ahora,las cosas son diferentes: Raúl se haconvertido en un tipo muy popular.Está muy guapo, fuerte, y todas laschicas que lo conocen van detrás deél. Y aunque sigue siendo unincomprendido, ya no dedica tantotiempo y esfuerzo al club que élmismo creó. Aún así, le tiene un granaprecio y nunca dejará de ser alguienespecial para ella.

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—Bueno, chicos. Os agradezcomucho esta fiestecilla sorpresa queme habéis preparado, pero yotambién he quedado...

El joven coge una chaqueta azulque tiene colgada sobre una silla y secubre con ella.

—¿Has quedado con Miriam? —pregunta Eli, que también se hapuesto el abrigo.

—Sí. Vamos a ir a cenar juntos ya celebrar el cumple...

—¡Ten cuidado con lo que haces!—No te preocupes. No haré

nada... de nada.

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—Llevas ya tres semanas conella. Algo más que besitos os daréis.

—Nos estamos conociendo.—Ya, ya... ¡A mí no me engañas!

¡Por muy amigo mío que seas nodejas de ser un tío! ¡Y los tíos soiscomo sois y buscáis siempre lo quebuscáis!

Una sonrisa pícara, acompañadade un golpecito con el codo en subrazo. El resto los observa ensilencio. Se nota cierta distanciaentre el grupo y estos dos, como siles interesaran temas diferentes.Unos han crecido más de prisa que

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otros. Aunque los seis continúansiendo buenos amigos, las cosas sondistintas.

Eli es la otra incomprendida quemás ha cambiado. El verano haobrado milagros en ella. Su aspectofísico es completamente opuesto alde hace unos meses. El problema deacné ha desaparecido por completo.Ya no hay ni un grano en su rostro. Ya eso se suman ciertastransformaciones en su cuerpo que nodeja impasible a ningún tío que pasepor su lado. Es el bombón delinstituto y, a sus quince años, atrae

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tanto a los pequeños de primero de laESO como a los mayores debachillerato. Pero con Raúl sólo hayamistad. Una bonita y sencillaamistad.

—¿Nos vemos mañana? —pregunta Raúl, que choca la manocon Bruno para despedirse y abre lapuerta de Constanza.

El resto asiente. Y el chico queese día cumple diecisiete años sonríeamablemente, da una vez más lasgracias por la fiesta sorpresa y semarcha de la cafetería.

Ya es noche cerrada y hace

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bastante frío. Raúl mete las manos enlos bolsillos de la chaqueta y caminatranquilo por la calle. Llega un pocotarde, pero Miriam no va a enfadarsepor ese pequeño retraso. Es unabuena chica, aunque... no cree quesea la mujer de su vida. Tressemanas le han servido para darsecuenta de que esa relación no darápara mucho más. Pero besa bien, legusta cómo camina y sus ojos sonencantadores. Azules claritos,profundos. Es un bonito físico, unacara bonita. Sin embargo, no le llena,desconoce el motivo, pero es así.

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Quizá es que no se conocendemasiado. Sí, tal vez ése sea elproblema: que han pasado mástiempo dándose besos que hablandosobre ellos mismos.

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CON LA CHICA CON LAQUE SALE

—¿Mi color preferido?—No sé. ¿El rojo?—¡No! ¡El azul!—No lo sabía.—¿Qué animal tenía cuando era

pequeño?—Un oso panda.—¿Un oso panda? ¡Qué dices!—Ay, era broma, hombre. No

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sé... ¿un gato?—¡No! Una ardilla. Se llamaba

Chip.—Chip...—Sí, como la de Chip y Chop,

las ardillas de Disney —y canturreae l opening de la serie que veíacuando era niño.

—Nunca he visto esos dibujos.Raúl se desespera. Piensa un

instante y formula la siguientepregunta.

—¿Mi película favorita?—Ni idea.—¡La vida es bella!

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—No la he visto.—¿Que no la has visto?—No. ¿Es un pecado?—¡Es un delito!—Pues nada... Tendré que pagar

mi culpa.Miriam sonríe y vuelve a acercar

sus labios a los de él hasta que éstosse unen. El beso pretendía ser largopero Raúl se aparta al instante y seapoya contra el respaldo de la cama.La chica resopla resignada y sesienta con las piernas cruzadas. Suplan para aquella noche, en la quesus padres no estarían en casa y su

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novio celebraba los diecisiete, noera precisamente ése. ¿Por qué Raúlse ha empeñado en hacerle tantaspreguntas?

—¿Cómo se llaman mishermanas? Ésta es fácil.

—¿Tienes hermanas?—¡Claro! ¡Gemelas!—¡Qué guay! ¡Yo también quiero

tener hermanas gemelas! Debe de sermuy divertido.

—Si fueran como las mías, te lopensarías.

—¿Y las distingues?—¿Estás de broma?

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—No.La expresión seria de Miriam

confirma que no había ningún tipo debroma en su pregunta.

—Sí que las distingo. Soy suhermano, las veo cada día. No esdifícil.

—Yo no sé si sería capaz.—Por supuesto que serías capaz

—responde el joven, peinándose conlas manos—. Aunque sean como dosgotas de agua, cada una tiene supropia personalidad. Las sabríasdistinguir.

—Pues ya lo averiguaremos,

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¿no? Seguro que son un cielo, comosu hermano.

—No sé yo...—Seguro que sí —contesta

melosa. Sonriendo, clavando susojos azules en los de él. Va aintentarlo otra vez.

La chica se aproxima de nuevo aRaúl, deslizándose por el colchón.Su mano aprieta suavemente surodilla y rápidamente trepa hasta supecho por debajo de la camiseta. Altiempo que lo acaricia, vuelve aacercar su rostro al suyo. Y lo besa.El joven siente su lengua juguetear

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dentro de su boca. Intensamente, convoracidad.

Miriam se echa sobre él,atrapando sus manos yarrinconándolo contra la partesuperior de la cama.

—Se llaman... Bárbara y Daniela—consigue decir, tras zafarse conhabilidad.

—¿Quién?—Mis hermanas gemelas. Son...

Bárbara y Daniela.Miriam no se lo puede creer.

Nunca le había costado tantoenrollarse con un tío. Están solos, en

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su cama, vestida y dispuesta para laocasión... ¿Qué más necesita?

—Raúl, ¿qué pasa? —pregunta,colocando la almohada en su regazo—. ¿No tienes ganas? ¿No te gusto?¿No me ves apetecible?

El joven la mira de arriba abajo.¿Que si no la ve apetecible? ¡Estaríaciego si así fuera! Hace unos mesesjamás hubiera imaginado que pudieraestar en la misma cama con una chicacomo ella. Pero ¿qué le ocurre? ¿Porqué sigue sin llenarle? ¿Qué másnecesita para terminarse de dejarsellevar?

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—No es eso, Miriam.—¿Y qué es?—No lo sé.—No te creo —señala ella,

enfadándose—. Sí que lo sabes perono me lo quieres decir.

Raúl suspira y se deja caer sobrela cama. Coloca las manos tras lanuca y observa el techo celeste de lahabitación de Miriam. ¿Qué es lo quesabe que no le quiere decir?

—¿No te parece que vamosdemasiado de prisa? —pregunta elchico, de repente.

—¿De prisa?

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—Sí.—No te entiendo. ¿Qué quieres

decir?—Ni siquiera sabías que tenía

hermanas, ni que mi color preferidoes el azul o que mi sueño es serdirector de cine y ya... ya... quieres...

—¿Sexo?—Sí.La afirmación de Raúl llega en un

susurro casi inaudible pero losuficiente para que Miriam la oiga.La joven se pasa los dedos por lafrente y luego se frota la mejilla,nerviosa.

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—Creía que a todos los chicosles iba el sexo.

—Puede ser...—Eres virgen, ¿verdad?Raúl se sorprende. No imaginaba

que aquella joven de penetrantes ojosclaros fuese tan directa. Sin embargo,su mirada ahora no le incomoda.

—Sí, lo soy.—No pasa nada —indica, con

una sonrisa.—¿Tú?—No. Yo no.Lo imaginaba. No era el primero,

ni el segundo, ni el tercer novio que

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tenía. A sus diecisiete años, Miriamya había salido con unos cuantoschicos del instituto y otros que nisiquiera eran del mismo centro.Alguno debió ser el primero.

—No es un problema.—¿Seguro que no? —pregunta

ella, estirando la mano yacariciándole el pelo—. Puedescontármelo.

—Seguro.Ambos sonríen al mismo tiempo.

La chica se inclina sobre él y le besaen los labios. En esta ocasión conternura; despacio, sin prisa. Arruga

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la nariz y vuelve a revolverle elcabello.

—Así que Bárbara y Daniela...—Sí. Tienen diez años.—¿Y cómo os lleváis?—Depende del día. Son buenas

niñas aunque se están haciendomayores muy de prisa. Quieren sabermás de lo que deben.

—Eso nos pasa a todos, ¿no?Una mueca de indecisión es su

respuesta. No lo sabe. Y sonríe,mirándola a sus ojos azules. Y a suslabios carnosos. Contempla,detenidamente, la preciosidad de

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jovencita que tiene delante. Aquellanoche, entre pregunta y pregunta, seda cuenta que Miriam no es la chicade su vida.

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3

CON SU FAMILIA

Entra en su casa tratando de no hacerruido. Son más de las dos de lamañana y sus hermanas y su madreestarán durmiendo. Raúl se dirigesigiloso hacia su habitación cuandouna voz procedente del salónrequiere su presencia. Resopla yobedece.

—¿Qué haces levantada a estashoras, mamá? —pregunta, mientras

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observa resignado a la mujer sentadaen el sofá. La televisión estáencendida pero con el volumen almínimo.

Berta tiene aspecto de cansada,apenas logra mantener los ojosabiertos. Sostiene un libro en lasmanos, que deja a un lado cuando suhijo se acerca.

—¿Dónde estabas? Es muy tarde.Su voz llega parsimoniosa, a

trompicones. Como si le costara untrabajo enorme pronunciar cada unade las sílabas.

—No lo es. Sólo son las dos.

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—Pero...—Pero qué, mamá.—Tus hermanas y yo hemos

estado esperándote para... celebrar tucumpleaños.

Los ojos de Berta enrojecen y lasarrugas instaladas en su rostroacrecientan su dureza. De golpe, haenvejecido diez años.

—Lo siento. Había quedado y...—Te había preparado lasaña

para cenar y tus hermanas se hanpasado toda la tarde haciendo unatarta.

—¿Y por qué no me lo habéis

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dicho?—Era una sorpresa —responde

con tristeza—. Te hemos llamado almóvil y no lo has cogido.

Es cierto. Tenía tres llamadasperdidas del número de teléfono desu madre. Estaba en casa de Miriamcuando le llamó y no quiso cogerlo.Como ha estado haciendo en losúltimos meses.

—Bueno, no pasa nada. Mañanalo celebro con vosotras. Tampoco esalgo tan importante.

—¿Que no es tan importante? Estu cumpleaños, hijo. Cuando eras

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pequeño contabas los días quefaltaban para cumplir años desde tresmeses antes.

—Ya no soy pequeño, mamá. Hecrecido.

—Pero es un día... especial.—¡Es un día más! ¡No tiene nada

de especial!Raúl alza demasiado la voz. La

insistencia de su madre le ha puestode mal humor. Se quita la chaquetade cualquier forma y se tapa laspiernas con ella cuando se sienta enel sillón. Mira hacia la pantalla detelevisión en silencio. El programa

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que ve es uno de esos en los que lagente llama para resolver acertijosque son totalmente obvios. En estaocasión se trata del juego delahorcado. Los espectadores debenacertar una palabra de seis letras queempieza por J y termina en A. Lapista: animal con el cuello más largo.

—Jirafa —dice Berta en vozbaja.

—Claro que es jirafa —comentaRaúl, moviendo la cabeza—. Estosprogramas están hechos para que lagente ingenua llame y se gaste eldinero.

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—De pequeño te gustaban mucholos ahorcados. Tenías muchaimaginación.

Lo recuerda perfectamente. Ytambién recuerda con quién jugaba.Él le compraba esos gigantescoscuadernos de pasatiempos y le ibaretando para que los completara enun determinado periodo de tiempo.Era divertido. Pero él ya no está.Hace dos años y medio que su padrese fue en aquel desgraciadoaccidente.

—Las cosas han cambiadomucho.

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—Sigues siendo un chico muyimaginativo.

Raúl no está tan seguro de eso.Ha intentado varias veces escribir elguión de un corto pero siempre sequeda a medias. Se bloquea condemasiada facilidad. Tal vez no seacapaz nunca, o no tenga el suficientetalento para hacerlo. A lo mejor esode ser director de cine le vienegrande, a pesar de que sus amigosestán convencidos de que algún díalo logrará.

—Me voy a la cama —dice,poniéndose de nuevo de pie.

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Su madre lo observa con unasonrisa apenada. No se levanta delsofá, es Raúl el que se acerca a ella.Recibe dos besos de su hijo y se danlas buenas noches. Mira sinpestañear cómo sale del salón conesa manera de andar que le es tanfamiliar. Y es que su niño, que ya noes tan niño, camina del mismo modoque lo hacía su marido. Se le formaun nudo en la garganta tan real quetiene dificultades para tragar unapastilla antidepresiva más.

Es verdad que las cosas hancambiado.

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El joven avanza por el pasillohasta su cuarto. Pero antes se detienedelante de la puerta de la habitaciónde sus hermanas. No estácompletamente cerrada. La empujacon cuidado y se asoma; parece queestán completamente dormidas.Siente que las pequeñas se hayanpasado toda la tarde haciendo supastel de cumpleaños y no haberpasado ni un minuto con ellas. Leinvade un gran sentimiento deculpabilidad. Deberían de haberleavisado.

Daniela es la que está más

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próxima a la puerta. De puntillascamina hacia su cama. Así, entresueños, da la impresión de no haberroto nunca un plato. ¡Con lo que escuando está despierta!

Se agacha y le obsequia con unfrágil beso en la mejilla. Sinembargo, como si tuviera activado undetector de hermanos, Danielapercibe la presencia de Raúl, abrelos ojos muchísimo y le propina ungolpe.

—¡Ay! Pero ¿qué haces?—No me gustan los besos —

protesta la niña, incorporándose.

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—Pero si soy yo, ¡tu hermano!—¿Y qué? Odio que me den

besos.—¿Desde cuándo?—Desde siempre.¿Desde siempre? ¡Si sólo tiene

diez años! Su concepto de «desdesiempre» es diferente al suyo, aunqueesa renacuaja cada día sabe más.Están haciéndose mayores muy deprisa.

—Está muy claro que no nosconoces. A mí tampoco me gustan losbesos.

La voz procede de la otra cama:

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Bárbara también se ha despertado.Enciende la luz del flexo, se sienta enel colchón sobre sus piernas ycontempla fijamente a su hermano.Parece enfadada.

—Vale, ya me ha quedado claroel tema de los besos —señala eljoven, gesticulante—. Ya cambiaréisde opinión cuando os guste un chico.

Las niñas se miran entre sí yenrojecen. Aunque les guste algúnchico jamás consentirán que lasbesen. Lo han hablado en multitud deocasiones entre las dos. ¿Recibir lasaliva de un extraño? ¡Qué asco! ¡Ni

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en los labios, ni en la cara, ni enninguna parte!

—¿Dónde has estado esta noche?—pregunta muy seria Daniela,cambiando de tema.

—Con una chica.—¿Quién es?—No la conocéis.—¿Vais en serio? —interviene

Bárbara interesadísima—. ¿O escomo la otra?

Los ojos de Raúl se abren comoplatos. Le sorprende esa soltura conla que su hermana habla de susrelaciones.

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Con «la otra» se refiere aCristina, su primera novia oficial.Una chica rubia, muy guapa, un añomenor, y que va a la clase de al ladoen el instituto. Se interesó por él y lepidió salir. Estuvieron unas cuantassemanas que si sí que si no, hasta quele dio una oportunidad. Apenasduraron un mes. Fue él quien decidióromper al no encontrarse cómodo.Algo parecido a lo que le estabaocurriendo con Miriam.

—Eso es algo que no os interese.—¡Claro que nos interesa!—Pues no debería.

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—Eres nuestro hermano, tenemosderecho a saber sobre nuestracuñada.

—¿Cuñada?Ya no sabe si va más rápido

Miriam o las gemelas. ¡Cuñada!¡Estas niñas son increíbles! El chicosonríe y mueve la cabeza al mismotiempo.

—Tus novias son nuestrascuñadas, ¿no? —insiste Daniela.

—Sí. Pero esta chica aún no...¡pero por qué estamos hablando demí y de mis novias! ¡A dormir!

Raúl se aleja de la cama de su

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hermana y se dirige hacia la puerta.—Nos debes una. Aunque hayas

estado con tu novia, deberías habervenido a cenar a casa.

—Sí. Mamá estaba muy triste —añade Bárbara, tumbándose de nuevoen la cama—. Y nosotras hemosperdido toda la tarde haciéndote unatarta.

El joven se detiene en el umbralde la puerta y se gira. Suspira.Vuelve a sentirse culpable. Otra vezesa punzada tan desagradable en elestómago que se repite tan a menudodesde hace dos años y medio.

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—Mañana nos comeremos latarta que habéis preparado —comenta, y respira hondo—. Ycelebraremos mis diecisiete.

—Puedes traer a tu novia. Así laconocemos.

—Mejor nosotros cuatro solos —replica, con una sonrisa.

—Eso es que no vais en serio.Raúl no sabe si reír o llorar con

la ocurrencia de Daniela. Opta por loprimero y suelta una carcajada. Lasdos niñas, en cambio, no comprendenpor qué, ni de qué se ríe su hermano.

—Buenas noches, hasta mañana

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—se despide el chico. Y cuando laluz del flexo se apaga, entorna lapuerta de la habitación de lasgemelas y se marcha a su dormitorio.

Entra en el cuarto y cierra tras desí. Va al baño y se cambia de ropa:un pantalón corto y una camiseta detirantes, nunca usa pijama. Se mira enel espejo y bosteza. Está cansado.Mientras se cepilla los dientes haceun resumen en su cabeza de todo loque ha vivido hoy. El día en el quecumplió los diecisiete. El año queviene ya será mayor de edad y sepregunta cómo estarán las cosas por

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entonces. Sin embargo, según le dictala experiencia, es imposiblededucirlo. Y es que en la vida, yparticularmente en la vida de Raúl,todo puede cambiar en cuestión desegundos.

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4

CON VALERIA

La tarta estaba muy buena. Quizátenía exceso de chocolate, pero paraser el primer pastel que hacían lasgemelas, la nota que le da es muyalta. Ellas se mostraron satisfechascon la opinión de su hermano, aunqueen sus rostros no se distinguiera.Bárbara y Daniela no muestran asícomo así sus emociones.

Miriam lo ha llamado después de

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comer. Le ha dicho que la nocheanterior lo pasó muy bien y que suspadres volverían a salir esa noche.¿Quería volver a quedar en su casa?La respuesta, negativa. Excusa:celebrar el cumpleaños con sufamilia. Ella lo comprende aunque,en realidad, sabe que el motivo eraotro.

A Raúl le costó dormirse a pesardel cansancio. Y una de lasconclusiones a las que llegó entrevuelva y vuelta en la cama es queaquella chica nunca le transmitiría losuficiente como para establecer con

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ella una relación más o menos seria yduradera. Es una pena, porqueMiriam es preciosa y tienepersonalidad, pero no le llena. Algofalla. No sabe qué es y no va aquedarse más tiempo paradescubrirlo. La próxima vez que lavea romperá con ella.

El sonido del WhatsApp de suBlackBerry le sobresalta. La alcanzay lee el mensaje que le han escrito.Es Valeria.

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¡No! ¡No se acordaba! Menos

mal que Val se lo ha recordado. Esachica siempre está en todo.

Sonríe y responde:

Una pequeña mentira. Ni siquiera

sabe por qué le ha dicho eso, perotampoco tiene importancia. Aunqueno le apetece nada hacer el trabajo,que su compañera sea Valeria

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facilita las cosas. Ella es especial.Le gusta desde el día en que la

vio por primera vez. Su naturalidad,su timidez. Esa forma de ser tanparticular, sonrojándose cada vezque pasa vergüenza. Pero le gustacomo amiga. Jamás podría tener algomás con ella.

Ya tiene plan para esa tarde. Así

no se comerá demasiado la cabezacon lo de Miriam. Val y el trabajo de

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la entrevista lo mantendrán ocupado.En clase están haciendo un periódicopara la asignatura de Lengua, y lodeben realizar en grupo: el suyo loforman los seis incomprendidos. A ély a Valeria les ha correspondido laentrevista de las páginas centrales,que deben entregar al día siguientepara que el profesor la corrija. Ellahará de periodista y Raúl de directorde cine que acaba de dirigir suprimera película. Quieren mezclar larealidad con la ficción.

Entra en el salón, donde su madrey sus hermanas están viendo una

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película. Se despide de ellas y salede casa cubierto por la capucha deuna sudadera azul oscuro. Cae unaligera llovizna que no le incomodademasiado, nunca le han gustado losparaguas.

Cuando llega a la cafeteríaConstanza, Valeria lo recibe con dosbesos. Huele a perfume y se hapeinado con una coleta alta. Está muyguapa así. Ella se sonroja muchísimocuando se lo dice.

—El día que te eches novio y tepiropee, no lo soportarás yterminarás estallando.

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—Déjame tranquila —protesta,todavía más colorada—. ¿Hacemoseso?

—Tú mandas.No hay mucha gente en la

cafetería. Los dos se sientan en unamesa del fondo, uno frente al otro.Raúl la mira a los ojos directamentee insiste en que esa tarde la ve másguapa que nunca.

—Oye, los piropos resérvalospara tu novia.

—Creo que no es buena idea...voy a cortar con ella.

—¿Qué? ¿De verdad?

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—Sí. Cuando la vea se lo diré.—¿Por qué? ¿No te gusta? —

pregunta Val, muy sorprendida—. Esguapísima. Ya quisiera yo ser lamitad que ella.

—Es muy guapa. Y es simpática.Pero no sé... no termino de verlacomo novia. No siento esasmariposillas dentro cuando estoy conella.

—Ah. Lo siento.—Gracias, pero no pasa nada —

dice el joven, con tranquilidad—.¿Empezamos?

La sonrisa de Raúl da pie a otra

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sonrisa de Valeria, que asiente ycoloca su smartphone sobre la mesa.Lo usará como grabadora. Decidencómo van a orientar las preguntas, laduración de la entrevista, el enfoquepersonal que necesitan. Y... Rec.

—¿Cuándo surgió tu pasión porel cine?

El chico se frota la barbilla yresponde.

—Fue hace mucho tiempo,cuando era un crío. Un día estabaviendo la televisión y pusieron lapelícula, La vida es bella. No laentendí del todo y mis padres no me

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quisieron explicar qué habíasucedido al final. Sin embargo, encuanto acabó, pusieron las imágenesde Roberto Benigni saltando de unabutaca a otra cuando le dieron elOscar. Ahí descubrí que yo queríapasármelo tan bien como aquel señorque parecía inmensamente feliz.Luego, aquella película, se convirtióen mi favorita.

Valeria ya sabía la historia. Erareal. Raúl la ha contado variasveces. Y siempre que ponen lapelícula en la televisión lo deja todopara verla.

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—¿Qué se siente al cumplir unsueño?

Otra vez se frota el mentón ysonríe. Duda un instante quéresponder e imagina cómo se sentiríasi algún día lograra que un guiónsuyo llegara a la gran pantalla.

—Es una sensaciónindescriptible, única. Significa quetodo el trabajo, las ilusiones y ladedicación que has invertido durantetanto tiempo han servido para algo.Me siento tan feliz que es muy difíciltransmitirlo con palabras.

Sus ojos se iluminan cuando

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habla. Valeria se da cuenta y tambiénella se emociona al escucharlo. Uninstante de silencio total precede a lasiguiente cuestión.

—De no haberte dedicado almundo del cine, ¿qué otro trabajo tehubiera gustado hacer?

—Es complicado responder aesto porque nunca se me ha pasadopor la cabeza ser otra cosa. Siemprehe trabajado en cosas relacionadascon el cine y no me imagino mi vidafuera de él.

Una gran sonrisa de satisfacciónse dibuja en el rostro de Raúl. Es una

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respuesta contestada desde la másabsoluta convicción. Nunca haimaginado dedicarse a algo que notenga que ver con el cine. Lucharápor ello con todas sus ganas. No serásencillo pero está convencido de quepuede lograrlo. Aunque ahora mismoni siquiera sea capaz de terminar deescribir un corto.

—¿Qué esperas que sienta lagente cuando vea la película?

—No lo sé. Creo que cadapersona es distinta y aunque túpretendes transmitir algo, cada unode los espectadores recibirá la

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película de manera diferente.Simplemente espero que las doshoras que dura no se les hagandemasiado largas y tengan ganas devolver al cine para ver otra películadel mismo director.

¡Buena respuesta! Hasta él mismose sorprende de haber logrado unacontestación así. Pero no miente.Cada persona es un mundo, hapasado por unas circunstancias yvive un momento único en eseinstante en el que está sentado frentea la pantalla. Es imposible que eseespectador vea lo mismo que quiso

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mostrar el director de la película. Ymás imposible aún, que todos losespectadores lo vean de la mismaforma. Por eso, mejor no esperarnada de nadie y que cada uno recibala película a su manera.

—¿A quién le dedicas tu óperaprima en el cine? ¿De quién teacuerdas en estos momentos?Imagino que debes de tener en lacabeza a las personas que más te hanapoyado para llegar hasta aquí.

—Claro. En la vida hay que seragradecido por encima de todo. Misamigos han sido muy importantes

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para lograr llegar a la meta. Siemprehan estado convencidos de que algúndía lo lograría...

Raúl mira a Valeria y le guiña unojo. Ella es una de las personas quesiempre están ahí para levantarle elánimo y recordarle que es especial.Cree en él. En sus posibilidades, ensu talento y en su capacidad paraconseguir lo que se proponga.

—Y, por supuesto, me acuerdode mi madre... —continúa relatando,bajando algo la voz—. Ella tienemucho mérito. Me soportó en mispeores momentos cuando las cosas

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no eran... tan positivas.Para su propia sorpresa, le cuesta

hablar. Se entrecorta y empiezan apicarle un poco los ojos, que se vanirritando. Carraspea, tose y prosigue.

—No ha sido fácil para ella.Tuvo que lidiar con dos hijasgemelas, pequeñas, muyparticulares... y con un hijo queentraba y salía cuando... quería, sinavisar. Que no daba explicaciones...y que en un momento dado se pusouna armadura para protegerse deldolor.

También Valeria está

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comenzando a emocionarse. Laspalabras de Raúl llegan hasta lo másprofundo de su corazón. Sabe de loque está hablando. De esa armadura.De la coraza que parecía que teníapara no revelar sus sentimientos.

—Raúl, si quieres no...—No te preocupes. —Una

lágrima cae sobre la mesa—. Nopuedo dejar la respuesta a estapregunta a medias. Porque de lapersona que más me acuerdo en estosinstantes en los que he logradocumplir mi sueño es... de mi padre.

Valeria se tapa la boca con una

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mano y contiene las lágrimas.Contempla a su amigo sonreír en elllanto. Nunca lo había visto así. Raúlse ha quitado la coraza invisible y sedeja llevar delante de la chica que loama en silencio.

—Lo echo de menos. Y no hay niun solo día en que no me acuerde deél. Pero estoy seguro de que, estédonde esté, también él habrácumplido el sueño de ver a su hijofeliz.

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5

SOLO EN SU HABITACIÓN

«¡Buenos días, princesa! ¡He soñadotoda la noche contigo!

Íbamos al cine y tú llevabasaquel vestido rosa que me gustatanto.

¡Sólo pienso en ti, princesa!¡Pienso siempre en ti!»

Aquella escena de La vida esbella le pone los pelos de punta. Nose cansa de verla. Una, otra y otra

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vez. Algún día encontrará a esapersona a la que despertar cadamañana con un «¡Buenos días,princesa!»

Raúl cierra Youtube y abre elreproductor de música de suordenador. Rápidamente, elige unacanción de los Beatles. Hey, Jude lerecuerda tanto a su padre... pero,aunque se emociona al escucharlo,esta vez no llora. Todas las lágrimasse escaparon antes con Valeria. Porprimera vez, se había derrumbadodelante de uno de sus amigos. Anteuno de los incomprendidos. Aunque

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Val es especial y no le importa tantohaber compartido aquel momento conella.

Coge el portátil y se tumba con élen la cama. Selecciona la carpeta enla que están todos los temas delgrupo de Liverpool y uno a uno vansonando en la habitación.

Piensa... diecisiete años y un día.No han sido fáciles. Sobre todo losúltimos dos y medio.

Mira hacia arriba, con las manosen la nuca. Le viene a la mente supropia imagen el día anterior en lacasa de Miriam, tumbado en su cama,

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observando el techo del dormitorio.No llegó a pasar nada... pero no leimporta tener diecisiete años y sertodavía virgen. Ayer, pudo poner fina eso pero no cree que ella sea lapersona adecuada. Tampoco lo fueCristina. Quizá sea un tipo raro.Cualquier tío de su edad habría dadoun brazo o dos por acostarse con lachica que ayer tenía delante. Él no esasí, nunca le ha preocupado eseasunto. Tal vez porque en su vida hatenido otros temas trascendentalescon los que lidiar. Y es consciente delo que es más importante y le da un

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valor real a las cosas.En otra ocasión, con otra

persona, de otra forma...

Teclea en su BlackBerry negra.

Duda un instante antes de enviar elmensaje. Finalmente, lo hace y segira. Boca abajo espera la respuestade Valeria. No tarda en llegar.

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Siempre tan correcta. Siempre

tan buena. Siempre tan... Valeria.Seguro que mientras escribía elWhatsApp se estaba sonrojando. Leencanta su sencillez y esa timidez tanespecial. Es una gran amiga, de lasque seguro que duran toda la vida.

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¿Estarán ardiendo ahora susmejillas? Lo descubre en seguida.

Sonríe. Se levanta de la cama y

se dirige al cuarto de baño con elsmartphone en las manos. Se plantadelante del espejo y con la pasta dedientes escribe algo y le hace unafotografía. Luego se la manda aValeria.

Ha dibujado un gran «PERDONA»,

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acompañado de una carita sonriente.

Raúl limpia con papel higiénico

sus disculpas y regresa a la cama sindejar de sonreír. Ella es la culpablede que se sienta tan bien. Tanto comopara...

Se despide de Valeria con unúltimo mensaje y le vuelve a dar lasgracias por su amistad. Ésta le

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devuelve el WhatsApp y le da lasbuenas noches cariñosamente.Ninguno de los dos imagina lo quesucederá diez meses más tarde.

El joven recupera su ordenador yse sienta con él en el escritorio. Abreun documento de Word y respirahondo. Con fuerza, con decisión.Motivado y animado por suconversación virtual con Valeria.

Es hora de intentarlo una vezmás. Y aunque el guión quecomenzará ese día, el día siguiente acumplir los diecisiete, no llegará abuen puerto, será la primera piedra

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de una nueva manera de pensar parael resto de su vida: y es que nuncamás se dará por vencido ante nada.

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Conociendo a RaúlBlue Jeans No se permite la reproducción total oparcial de este libro,ni su incorporación a un sistemainformático, ni su transmisiónen cualquier forma o por cualquiermedio, sea éste electrónico,mecánico, por fotocopia, por grabación uotros métodos,sin el permiso previo y por escrito deleditor. La infracciónde los derechos mencionados puede serconstitutiva de delitocontra la propiedad intelectual (Art. 270

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y siguientesdel Código Penal) Diríjase a CEDRO (Centro Español deDerechos Reprográficos)si necesita reproducir algún fragmento deesta obra. Puede contactar con CEDRO a través dela web www.conlicencia.como por teléfono en el 91 702 19 70 / 93272 04 47 © del diseño de la portada,Departamento de Arte y Diseño, ÁreaEditorial Grupo Planeta, 2013 © Francisco de Paula Fernández, 2013

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