Una pequeña esperanza

5
Una pequeña esperanza Natalia.

description

por Natalia Gómez IES Fuentebuena 1º E.S.O.

Transcript of Una pequeña esperanza

Page 1: Una pequeña esperanza

Una pequeña esperanza

Natalia.

Page 2: Una pequeña esperanza

Capítulo 1

Me desperté y ahí estaba, en aquella habitación pequeña y de paredes blancas, en una cama algo incómoda. Recordé de pronto las horas anteriores, esa maldita prueba de la que todos tenían tanto miedo. Al ver entrar a mis padres con una sonrisa, pensé que todo iba bien, pero cuando logré ver aquella mirada entre los dos, supe que no era así. No me dijeron nada, tan sólo que nos iríamos enseguida. Al llegar a casa les pregunté que qué tal iba todo, si era algo grave. Ellos me miraron con cara seria y me lo comunicaron. -Pedro, tienes cáncer en un riñón. Yo no dije nada, tan sólo me quedé allí, quieto, asimilando la noticia. No, esto no me podía estar pasando a mí. ¿Por qué yo? Me pregunté una y otra vez. Sabía que desde aquel momento todo iba a cambiar, que yo no sería el mismo y que ellos tampoco serían los mismos conmigo. Siempre había querido ser bombero, tener una mujer e hijos y ser feliz, pero en ese momento vi como todas esas ideas se desmoronaban en mi mente. Siempre había pensado que mi vida sería como la de otro niño cualquiera, pero no, esto me había tocado a mí y no podía cambiar nada. Al día siguiente no fui al instituto, puesto que mis padres dijeron que me quedara en casa. Estuve todo el día pensando en todo lo que estaba ocurriendo. ¿En qué podía pensar, si no? Todo en mi cabeza giraba en torno a ello. ¿Qué pasaría dentro de un tiempo? ¿Cuánto podría estar así? ¿Cómo aliviar todos estos pensamientos? No, no lo sabía. Yo no sabía nada. Mi madre estaba demasiado estresada. Estaba sufriendo mucho y yo lo sabía, pero no sabía que hacer para remediarlo. Cuando mi padre volvió de trabajar, cenamos y yo me fui a dormir, pero no lo conseguí. Al rato, escuché a mi madre y a mi padre gritar sobre lo que estaba sucediendo. Los noté muy alterados, como nunca los había notado. Siempre habían tenido discusiones, pero ¿de ese tipo? Ninguna. Cuando fui al instituto al día siguiente, no sabía si contarle algo a mis amigos. Decidí que sí, por lo menos a mi mejor amigo, Andrés. Llevábamos toda la vida juntos, así que se lo conté. - Te noto muy preocupado. -Andrés, recuerdas que el lunes tenía que hacerme una prueba, ¿verdad?-no esperé respuesta, simplemente seguí- Tengo cáncer en un riñón. Al ver su primera reacción, supe que el entendía la gravedad de la situación. Me abrazó. El día pasó lento, muy lento. En todas las clases me reñían por mi poca atención. Pero ellos no entendían nada. Mis padres me trataban de otro modo, más cuidadosos, no me reñían, como nunca antes lo habían hecho. Algunos habrían pensado que vaya suerte, pero yo estaba deseando que esto no estuviera pasando. Todo ahora tenía otro sentido. Andrés me ayudaba mucho porque sabía lo mal que lo estaba pasando y yo se lo agradecía. Siempre lograba sacarme una gran sonrisa en la cara, algo que no muchas personas son capaces de hacer. Venía a mi casa todas las tardes a ayudarme con los deberes y a jugar. Sólo con eso conseguía que pasara el día a día sin pensar en mi situación. Andrés era un chico bastante alto y delgado. No era muy listo, sino el gracioso de la clase. Su familia tenía mucho dinero y le daban todos los caprichos que se le ocurrían. Pero no era como otros, no se chuleaba ni era estúpido por ello.

Page 3: Una pequeña esperanza

Capítulo 2

Pasaron unos meses y todo iba bien. Cada 3 meses tenía que hacerme una revisión. En la primera lo pasé muy mal, pero cuando te acostumbras lo superas y sigues hacia delante. Mis padres siempre me decían lo mismo: - Seguiremos hacia delante hasta el final, ¿vale? Yo asentía y ellos sonreían. Hasta que llegó mi primera operación. Era de mucho riesgo y tenía miedo, mucho miedo. -Todo irá bien-decían mis padres-. Yo no estaba tan seguro, pero entré en el quirófano. Salí en 4 horas, no me había enterado de nada. Al parecer, todo había ido bien y no hubo problemas. Me quedé en el hospital 4 días. Y en ese momento fue cuando toda mi clase se enteró de lo que me sucedía. Cuando volví me esperaban con una pancarta que decía: “Siempre te apoyaremos, Pedro”. No me lo esperaba. Hasta mis peores amigos sujetaban la pancarta y me sonreían. Fue agradable, dentro de lo que cabe, claro. Hablé mucho sobre mi cáncer con Clara, la lista de la clase, y la guapa. Nunca me había llevado tan bien con ella pero ese día todo cambió. Nos hicimos muy amigos. Y es que eso era lo que más me dolía de mi enfermedad. Tener que dejar a esas personas tan importantes para mí, mi familia y amigos. Desde ese momento decidí que lo que me quedaba lo iba a vivir con todas esas personas, disfrutando de su compañía. Andrés también empezó a llevarse bien con Clara, y éramos inseparables. Vivimos muchos momentos juntos cuando llegaron las vacaciones de verano. Íbamos a la piscina municipal, dábamos vueltas por la noche, pero sobre todo estábamos juntos, con eso, yo ya era feliz. Esas vacaciones fueron las mejores de mi vida. Vino toda mi familia a visitarme y todos me miraban con cara de pena. Todos menos mi primo José, tenía mi edad y estaba seguro de que yo seguiría adelante con esto, y que lo iba a superar. Yo no entendía por qué estaba tan seguro, y creo que él tampoco lo entendía, pero el caso es que tenía esa seguridad, y yo le admiraba por ello.

Page 4: Una pequeña esperanza

Capítulo 3 En septiembre comencé de nuevo el instituto, mucho mejor que el año pasado. Todo iba bien hasta que, en octubre, en una revisión, el médico nos comunicó que el cáncer había aumentado y que era urgente un trasplante y me ingresaron. Al fin, al fin era posible que yo saliera bien de esta, y que todo volviera a la normalidad. Sólo había pasado un año, pero ese año se me hizo eterno. Habíamos sufrido mucho, yo, y los que estaban a mi alrededor. Los primeros que se hicieron la prueba fueron mis padres, claro. Al ver que no eran compatibles, llamaron a toda la familia para ver si alguno de ellos era compatible para mí. Los veía pasar cada día y pensaba que era un gran esfuerzo donar un riñón. Mi primo José se quedaba conmigo todo el día mientras que los demás se hacían la prueba y esperaban la respuesta del médico. También, por la tarde venían Andrés y Clara. Todo era tensión en esos días. Toda la familia de mi madre ya había venido y ninguno era compatible. Pero quedaba la familia paterna, esa era la esperanza. Mi primo se fue y me quedé solo en la habitación, pero como en esos días no había instituto, Clara y Andrés venían también por las mañanas siempre que podían, por ello no me sentí nada solo. Estaba seguro de que ellos siempre iban a estar conmigo y que no se irían de mi lado, estuviera, o no estuviera aquí. Y eso me daba energía cada día. Mi familia paterna vivía lejos y tardaron más en venir. Vinieron todos, mis 2 tíos y mi abuelo. Les hicieron las pruebas y la verdad es que yo tenía pocas esperanzas, y aunque alguien fuera compatible, creía que no serían capaces de darme su riñón porque al fin y al cabo si tenemos 2 riñones, será porque los necesitamos, y yo tampoco quiero darle problemas a mi familia. Pero si ellos estaban dispuestos a luchar por mí, tampoco los iba a rechazar. Esto era muy importante para mí y ellos lo sabían. Mis tíos se hicieron la prueba por la mañana y mi abuelo por la tarde. Le dieron los resultados a mi padre y vino a la habitación, donde estábamos todos. Los resultados decían que mi abuelo era compatible. Todos le miramos y dijo: “El riñón es tuyo, Pedro”. Le di un abrazo tan fuerte que creo que no pudo respirar por un momento. Al día siguiente le hicieron a mi abuelo muchas pruebas. Pasaron unos días y al fin todo estaba preparado para el trasplante. La tarde de antes de la operación, Andrés y Clara me trajeron un perro de peluche y me gustó mucho, ya no los iba a ver hasta dentro de unos días si todo salía bien. Al día siguiente, cuando íbamos a entrar en el quirófano, mi abuelo no estaba tan nervioso como yo, ni mucho menos. Toda la familia había venido ese día, en sus caras se veía la preocupación. En el quirófano podía salir todo bien y acabaría todo, o allí podía acabarse mi historia. Me despedí de todos y entré. El médico antes de ponerme la anestesia me aseguró que todo saldría bien, que no tenía por qué haber ningún problema. Yo simplemente sonreí, me salió una lágrima y no recuerdo nada más. Cuando desperté recuerdo ver a una enfermera en la habitación. Entonces lo recordé todo. ¿Había salido bien? ¿Volvería todo a la normalidad? Nadie me dio esas respuestas hasta que vi a mis padres en unas horas. Entraron con cara de felicidad, (seguro que la mía también era así pero no la pude ver) con eso yo supe que mi abuelo estaba sano, y yo también. Lo primero que hicieron fue darme un abrazo. Después de eso no recuerdo mucho, esos días estaba como en una nube de la que nunca iba a caer. Tan sólo recuerdo

Page 5: Una pequeña esperanza

muchos médicos y enfermeros, y de vez en cuando mi familia o amigos. No paraba de recibir visitas y raramente me acuerdo de alguna. Cuando volví al instituto me conocían como un gran luchador, y eso me gustaba. Todo el mundo me decía que había sido muy fuerte. Mi abuelo también estaba muy bien, había sido un éxito. Mi vida volvió a la normalidad y todo tan sólo fue un bache en mi vida. Un bache del que puedo decir que salí bastante bien. Pero todo esto sólo se lo puedo agradecer a mi abuelo, fue muy valiente dándome su riñón.

Epílogo Como dije, Andrés y Clara siguieron siendo mis amigos y no nos separamos nunca, incluso fuimos a la misma ciudad para estudiar en la Universidad. Clara estudió derecho y Andrés ingeniería química. Ahora soy adulto, estoy casado con Clara y tengo 2 hijos. Andrés está casado con una compañera de trabajo y tienen un hijo y otro que viene de camino. Nos vemos cada vez que nuestro trabajo nos lo permite. No he cumplido mi sueño de ser bombero, mucho mejor, soy pediatra y ayudo a muchos niños. Y doy gracias de haber tenido tanta suerte y haber salido de ese problema, puesto que muchos niños tienen esos y otros peores y no pueden salir de ellos como yo. Esos que se pasan la vida en un hospital para al final perderlo todo.