Unamuno y Ortega en Filosofía Española

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UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA JOSÉ SIMEÓN CAÑAS Unamuno y Ortega en Filosofía Española San Salvador, 18 de septiembre 2009

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UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA JOSÉ SIMEÓN CAÑAS

Unamuno y Ortega en Filosofía Española

San Salvador, 18 de septiembre 2009

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Contenido

INTRODUCCIÓN .......................................................................................... 1

I. Miguel de Unamuno ................................................................................ 1

1. Rasgos de Miguel de Unamuno ....................................................... 1

2. La idea central: “El hambre de inmortalidad” .................................... 2

3. Su idea de filosofía. .......................................................................... 3

4. La voluntad y la acción ..................................................................... 4

5. Liberalismo de Unamuno .................................................................. 5

6. La Imagen de Dios ........................................................................... 5

II. José Ortega y Gasset .......................................................................... 6

1. Rasgos de Ortega y Gasset ............................................................. 6

2. Su Idea filosófica .............................................................................. 7

a) El perspectivismo .......................................................................... 7

b) El Raciovitalismo ........................................................................... 8

3. Razón y vida históricas. El valor generacional. ................................ 9

4. La idea de hombre: .......................................................................... 9

5. La idea de Sociedad como comunidad Humana ............................ 11

Conclusiones .............................................................................................. 13

Bibliografía .................................................................................................. 14

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INTRODUCCIÓN

El siglo XX ha puesto a la vida al frente de la razón moderna. En un intento no

siempre victorioso ha pretendido que la existencia del hombre1 sea la realidad

última y fundamental de todo.

Con Unamuno y Ortega hemos tenido la suerte de acercarnos al pensamiento

ibérico más influyente de inicios del siglo anterior y con ellos conocer los primeros

intentos por rescatar al individuo de la cosificación a la que lo condena el progreso

desde una España ensimismada en la anarquía y posteriormente en la represión.

El esfuerzo de ambos filósofos por despertar la consciencia e incitar al

pensamiento, fue abriéndose paso con toda su vitalidad y logró finalmente

violentar y mover las cimientes del pensamiento ciudadano hasta entonces

dormido.

La influencia de la valoración del hombre y de su historia en el pensamiento de

nuestros autores es innegable en una América latina para cuya cultura y

pensamiento político, España no ha dejado de ser su referente.

En las siguientes páginas no hay pretensión de abarcar la totalidad de las tesis

más importantes, sino la de presentar a modo de resumen, aquellos puntos a los

que me enfrento y que son los que a mi persona resultan más interesantes y que

más han calado en mi aún pobre acerbo filosófico.

I. Miguel de Unamuno

1. Rasgos de Miguel de Unamuno

Miguel de Unamuno, un hombre de quien no se puede pasar de largo, llenó a

España con sus impetuosas ideas, con su lucha y su individualismo. Unamuno es

un personaje poseedor de una estructural contradicción a propósito trabajada o

más bien buscada, para inquietar al lector,yque hace vislumbrar una clara

pretensión por huir del encasillamiento de su pensamiento y por supuesto en su

producción literaria. Su pensamiento a veces se movía indistintamente entre cosas

opuestas.

1 En adelante se usará “Hombre” de manera incluyente del hombre y de la mujer

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Julián Marías nos refiere que en su época, en cualquiera de los ámbitos del arte en

los que se movía, ya sea en teatro, poesía, literatura Unamuno fue visto siempre

como un intruso, y aun como político, fue descrito por sus detractores como

alguien con el que no se sabía a qué atenerse; aunque siempre se le reconoció su

búsqueda de un sentido profundo.

Es característico también su constante rescate de lo español en confrontación con

lo europeo: Aunque su generación está dominada por el influjo positivista y por el

dominio de la ciencia, Unamuno ve en la modernidad la decadencia, la califica

como “la enfermedad del siglo”. Por ello propone como alternativa a la filosofía del

progreso su visión de una filosofía vital, de una filosofía de la esperanza, basada

en el sentimiento. Unamuno hace del despertar de la consciencia española y de su

incitación a tener un pensamiento auténtico, su particular batalla.

Unamuno no cree en la razón como medio para conocer la vida, para él lo racional

es anti-vital, por eso se vale de la imaginación como método de aprehensión de lo

vital y que plasmada en sus obras literarias, constituye su método de

conocimiento de la realidad y de expresión de sus ideas filosóficas o de modo

simple el medio para emitir opinión. Unamuno es un prolífico escritor que pretende

por un lado hacerse insustituible e inmortal para sus lectores y por otro lado, ser

provocador e inspirar un sentimiento de anhelo y esperanza.

2. La idea central: “El hambre de inmortalidad”

Al ansia de inmortalidad Unamuno le da la categoría de filosofía primera: la

condición primigenia que mueve a conocer.

Esta pretensión es en Unamuno el elemento central de su filosofía. Ésta se

manifiesta en sus múltiples y variantes alusiones y acercamientos al tema.

Pareciera que Unamuno no sabe cómo enfrentarse con la realidad de su propia

muerte y busca diferentes formas de trascendencia para evitarla.

Su constante alusión a la inmortalidad personal es la manifestación de su

profundo deseo de seguir existiendo: “Mi salud y mi fortaleza me empujan a

perpetuarme” … “No quiero morirme, no, no quiero quererlo, quiero vivir siempre y

vivir yo…por esto me tortura el problema de la duración de mi alma de la mía

propia” …”En una palabra, que con razón, sin razón o contra ella, no me da la

gana de morirme”2. Este deseo, asi expresado, por preservar su naturaleza y el

2 Unamuno, El sentimiento Trágico de la Vida, “Hambre de inmortalidad”

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inevitable enfrentamiento con la realidad de la muerte y la imposibilidad de

argumentar racionalmente la eternidad, enuncia su agonía existencial.

Consciente de la temporalidad del cuerpo, plantea la inmortalidad a través de las

obras como otra forma de perpetuación. Nos invita a hacernos insustituibles; a

que nuestra muerte sea siempre prematura. Es la trascendencia por la fama la

que compensa lo amargo de la muerte. Parece que ésta es la manera subrepticia

con la que Unamuno intenta resolver el conflicto entre su ferviente deseo de

permanecer y su intento de creer en la resurrección cristiana, que sólo tiene

sentido en cuanto le garantice la inmortalidad del alma.

El Unamuno que nos ha inducido a eternizarnos a través de la fama, como una

forma de gloria individual y egoísta, nos incita luego, de manera contradictoria y

quizá arrepentido de su ambición de perennidad, a perder la vida por el otro, a

entregarnos por entero.

Estas maneras de trascender son la insistente apuesta por mostrar que somos

seres contra la muerte; que esa es nuestra esencia: la de continuidad en el tiempo.

Y he ahí nuestra tragedia, eso a lo que Unamuno ha dado a llamar el sentimiento

trágico de la vida: el no poder conciliar nuestro deseo y nuestra fe con nuestra

razón. Vivimos en una constante lucha entre una y otra, pues a nuestro saber

racional de que todo se acaba, se opone al mismo tiempo nuestra voluntad de

ser dioses.

El sentimiento trágico es pues, enfrentamiento íntimo entre el sentimiento y la

voluntad de existir, y la razón que niega esto por la experiencia.

El sentimiento es trágico porque trae consigo el dolor como lo más propio de la

vida, pero este dolor lejos de ser de desconsuelo, es más bien creador, es el

motor que hace crecer el espíritu.

3. Su idea de filosofía.

El sentimiento trágico como base filosófica en Unamuno se opone a todas luces a

la razón moderna. Es la suya la filosofía de la tragedia, la filosofía del sentimiento

que intenta rescatar al individuo de la cosificación a la que lo somete la filosofía

clásica.

El sentimiento es conciencia del yo como realidad originaria que deviene razón.

Que la razón no es apta para conocer la vida, que ambas, razón y vida son

opuestas y que la razón mata a la vida, nos dice; que ella la encasilla, la

inmoviliza, la llena de categorías que el sentimiento no acepta. La razón no le

sirve a Unamuno para llegar a saber lo que necesita para ser inmortal.

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El deseo de conocer del hombre por el simple hecho de conocer, ”no es natural,

no es humano”. Constantemente nos insiste en que el conocimiento solamente

tiene sentido en tanto supla nuestra necesidad de vivir. Para Unamuno todo

subyace a la vida. Se conoce para vivir.

Los porqué no son relevantes, sino los para qué. Es hacer la vida lo que importa y

perdurar mucho más. Para eso se conoce, para preservar el ser indefinidamente.

En Unamuno el conocimiento es limitado, sólo se conoce lo que nos ayuda a

conservarnos, Irónicamente nos dice que el cerebro, en cuanto a su función

depende del estómago, en claro desprecio a la razón por la razón misma.

La pregunta no resuelta por la inmortalidad es el punto de desencuentro entre la

razón y la vida.

Siendo para Unamuno la razón muy restringida, se lanza a intentar conocer y vivir

la realidad de la muerte a través de su imaginación, y es por eso la novela se

convierte para él en su método de conocimiento.

El lenguaje da origen a la razón pues el pensamiento es producto del lenguaje

interior. Para él la palabra es inteligencia y por tanto igualmente necesaria para el

conocimiento de la realidad.

El lenguaje lleva consigo no sólo el pensamiento sino una significación del mundo

a través del cúmulo de imágenes, ideas percepciones que se nos han transmitido

en la historia. El conocimiento del mundo nos es dado con la palabra.

4. La voluntad y la acción

Para Unamuno la pregunta por el sentido de la vida debe llevar al actuar y poner la

voluntad en intervenir sobre la vida de otros.

Por eso gusta tanto de la figura de Don Quijote porque representa acción creadora

e imaginativa desde una filosofía del espíritu y no la acción racional, fría y sin

alma como la de Fausto.

En el afán de inmortalidad de Unamuno se vislumbra la necesidad de obrar con

esfuerzo para lograrla. La vocación de cada uno, el trabajo entregado, el amor a

Dios, se traducen en nuestra redención.

Actuar es entregarse y esta entrega es imponerse, invadir al otro, perpetuarse en

el otro, dominarle, quitar las líneas divisorias para dar sentido a la solidaridad

humana.

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La inmortalidad, su gran preocupación, es algo que se consigue por la voluntad. La

suya es la filosofía de la voluntad en tanto que el hombre filosofa para hacerse la

vida. Filosofa no solo con la razón, con el sentimiento que se hace deseo, que

busca la felicidad, es decir la eternidad.

5. Liberalismo de Unamuno

El liberalismo en Unamuno es la expresión de su convicción por reivindicar lo

individual y lo personal. Ésta es su postura ética ante la realidad que funde su más

profundo sentimiento religioso con el anhelo de plenitud personal y social.

Cuando Unamuno nos habla de la libertad, lo hace desde una profunda creencia

de que ésta no debe ser anárquica, que los individuos estamos para que con ella

nos hagamos dioses, para imponernos al otro. Para hacernos cargo del mundo.

Es libre el que se acoge a las leyes, no el que se las sacude nos dice, porque es

precisamente esa responsabilidad ciudadana la que permitirá la libertad colectiva.

Libertad que se entiende como la instauración de los principios de solidaridad y de

bienestar.

El logro de este estadio social solo será posible con el esfuerzo individual y

colectivo y con la dedicación personal al trabajo civil cuando se ejerza la propia

vocación con pasión. Pero también con la conciencia colectiva de su

responsabilidad concretada a través del Estado.

Es por eso que es el Estado el lugar en donde los individuos son llamados a ser

felices y a ocupar su libertad en adueñarse de la sociedad, entregarse por entero

al otro, en invadirle, en despertarlo del letargo.

Para Unamuno la libertad es una categoría moral y espiritual, sobre la que se debe

basar el despertar de los pueblos. Es lo que impulsa el ansia de soñar y de tomar

la responsabilidad por el futuro. El Quijote será ese español que tiene la libertad

interior para no resignarse a su destino y animar la consciencia de los otros a forjar

el sentimiento de libertad y a construir mejores horizontes.

6. La Imagen de Dios

La concepción de Dios que maneja Unamuno es curiosa y a la vez contradictoria,

quizá porque en su reformulación, refleja su propia lucha interna entre el creer con

la cabeza y creer con el corazón. Se intuye que el suyo no es el dios de la razón

moderna que premia o castiga según la fe que el hombre confiese. Aquel que tiene

sentido para Unamuno es el Dios que hace posible la resurrección de la carne.

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Unamuno no concibe a Dios como el Dios Divino, pero sin quitar la categoría de la

perfección en Dios, lo piensa más bien como una concepción humana, producto

de la necesidad del hombre de creer en la inmortalidad. Es un Dios que vive en la

interioridad humana. Es mi hambre de eternidad la que crea en mí la idea de Dios.

La imagen de Dios está irremediablemente ligada a la sociedad. Desde el

sentimiento y necesidad de inmortalidad es la comunidad la que crea a Dios.

Unamuno nos lanza una idea inquietante cuando señala que cuando el hombre es

consciente de que es sociedad es que toma conciencia de su categoría de Dios .

Siendo Dios está en todos, se adueña de la sociedad, se impone al otro y permite

imponerse al otro. Ser Dios es ser universal, estar perennemente en el otro.

El Dios humano es el único que se puede concebir porque es coherente con su

idea de que es aquí y ahora que se debe trabajar para entregarse a los demás.

Poner la vista en Dios es poner la vista en la eternidad y vivir sirviendo en el

propio oficio civil es religiosidad. Así se civiliza el cristianismo.

A través de Cristo que se hace carne, es como el hombre se da cuenta de su

propio ser divino.

Cristo con su entrega sin reservas es la emulación del hombre que se hace Dios

por la voluntad y por la acción. Es en esta entrega que la realidad cobra sentido.

El seguimiento de Cristo también es agónico, es sufrimiento de cruz, sufrimiento

de la propia cruz que trae el trabajo diario, pero igual es sentimiento de esperanza,

porque es sólo en la entrega es que Dios se hace presente y con él la promesa de

la eternidad.

II. José Ortega y Gasset

1. Rasgos de Ortega y Gasset

La obra de Ortega tiene su origen en una España en crisis social, política y

cultural.

Su pensamiento con innegable influencia de la generación del noventa y ocho

intenta purificar algunas de sus ideas, sobre todo con respecto al problema de

España que a su juicio solo puede encontrar salida a través de Europa.

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Ortega evita ser leído de forma científica, para que esto posibilite la filosofía en

España, facilitar con su obra una interpretación del mundo desde su país. Intenta

seducir a su lector a que se atreva a pensar. A que inicie en definitiva la filosofía

en España.

Está ávido de conocimiento y de dar a sus lectores a través de sus publicaciones

un acercamiento a la cultura. Su interés es que los intelectuales estén a la altura

de los tiempos europeos.

Su vida transcurrida entre Francia, Holanda, Argentina y Alemania le provee de los

elementos con los que él va a lograr una maduración de sus ideas con respecto a

lo que debe ser su patria.

Ortega muestra una preocupación por el lenguaje, y aunque es novedoso en su

estilo, no crea nuevas formas de expresión que resulten inalcanzables. Es más, es

frecuente el uso de vocablos y adjetivos populares.

Igualmente el frecuente uso de metáforas es para Ortega un vehículo para dar

diafanidad a los temas.

Sus dotes literarias hacen que se instaure un estilo filosófico en España que no

existía previamente; su claridad en el lenguaje, el evitar los vocablos complicados

con expresiones usuales, lejos de ser un elemento que haga tomar su obra de

manera superficial, muy por el contrario al acercarlo más al común de la gente,

inyecta mayor peso al significado de sus afirmaciones.

2. Su Idea filosófica

Ortega pone en el centro de su pensamiento a la vida concreta. Hace una crítica

tanto del realismo como del idealismo.

Por un lado se opone al realismo en cuanto que hace del hombre el “objeto” de la

realidad. El sujeto es quien la vive y por tanto no puede estar fuera, pero por otro

lado critica al idealismo pues no puede haber independencia de las cosas y el yo.

El ser es el ser con las cosas.

a) El perspectivismo

El perspectivismo supera para Ortega la utopía del racionalismo. Pero

también es una respuesta al relativismo idealista. Intenta con él aportar un

nuevo enfoque de pensamiento basado en la forma en que se nos presenta

la realidad.

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En su frase “yo soy yo y mis circunstancias” pretende incluir a la

perspectiva como elemento básico de la realidad. Además de que

sentencia al yo y el mundo a que sean realidades inseparables.

Ya nunca más será relativa la verdad, sino que con Ortega, lo será la

realidad. Desde cada punto de vista se descubre una perspectiva

determinada de lo real, que nos otorga una verdad, una verdad absoluta

desde esa perspectiva, aunque sin pretensión de ser una verdad única.

Esto llevaría a la afirmación de que la percepción no tiene margen de error,

lo cual es discutible si se quiere organizar un conocimiento desde la suma

de las percepciones o interpretaciones subjetivas. Estaría volviendo Ortega

su mirada a la idea de Platón e intentando llegar a la verdad

subjetivamente.

b) El Raciovitalismo

En el ensayo “ni racionalismo ni vitalismo” Ortega expresa claramente que

su rechazo es al racionalismo y no a la razón, así como tampoco acepta

una visión vitalista-biológica.

Critica lo inconsistente del racionalismo aduciendo que en el buscar

razones últimas, termina en la intuición que es irracional. Es la vida el único

método válido de conocimiento.

Para él la razón tiene una finalidad específica de operar consistentemente

como método de análisis, de descomposición sistemática, de pura

definición; pero también reconoce que se sostiene sobre cimientos

irracionales. A partir de ahí discrepa y denomina frívolo y ciego el afán

racionalista de querer imponer como verdad y como “deber ser” aquello

que es mero producto de las ideas.

Ortega desea dar a la vida el valor que merece como realidad radical. La

vida es para Ortega espontaneidad, es un ir haciéndose, es por tanto

circunstancia; es encuentro consigo mismo y con el otro, que es decir el

mundo, por lo mismo es inserción en la realidad y preocupación constante.

La razón no puede sustituir a la vida. Esta debe más bien dar cuenta de la

vida, es por tanto Razón vital.

Razón y vida en este contexto, no son opuestas, La razón es reconocida

como una función vital y también biológica como lo son tantas otras.

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Es razón vital que va de la mano de las circunstancias la se vuelve razón

histórica.

3. Razón y vida históricas. El valor generacional.

Ortega en su afán de someter la razón a la vitalidad insiste en que la razón debe

adquirir movilidad y fuerza de transformación, es así como rescata el valor de lo

histórico en la vida.

La vida individual es heredera de experiencias pretéritas que lo condicionan, por

eso su vida es también histórica.

Ortega crea la teoría de las generaciones para sustentar que son ellas las que le

dan estructura a la historia. Solo a través de las generaciones se puede

comprender la realidad histórica.

Las generaciones son formadas por los individuos que viven contemporáneamente

en una “zona de fechas” de alrededor de quince años. Ellos tienen entre sí

constantes existenciales3 como la coincidencia de sus miembros en las

problemáticas filosóficas, en la manera en que responden a la realidad, igualmente

en la manera de interpretar el sentir nacional y de su integración al mismo; la

coincidencia en las formas de mantenimiento de una identidad histórica;

coincidencia en la postura frente a lo extranjero y coincidencia en la

personalización de la lengua como instrumento de expresión.

Esta teoría de las generaciones ha tenido una influencia en América latina como

método de indagación sociológica y literaria.

4. La idea de hombre:

Para Ortega, el hombre no tiene sentido en si mismo, fuera de la sociedad es sólo

una abstracción, una idea. No se puede ser hombre si no se es para la

humanidad. Se es hombre cuando se entrega a la realidad y se ve condicionado

por ella.

Tiene una visión transitiva del individuo y de su historia, cada individuo lleva

consigo el peso de sus tradiciones, de las generaciones que le han precedido. Al

3 Serrano Poncela, “las generaciones y sus constantes existenciales”, Revista realidades, Argentina 1949

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encontrarse dos de ellos están transfiriendo su pasado y con ello se enfrentan y

construyen a su vez, el tejido social que es el alma ciudadana.

El espíritu, que es lo más íntimo de cada uno y cada una hace que seamos

creadores y protagonistas de nuestra realidad.

El yo es un punto céntrico en nosotros del que emana el entendimiento. Lo propio

del yo acontece con el pensamiento.

Ortega insiste en diferenciar entre el yo y el mí. Lo mío no es el yo. El yo es

volición; lo mío es el alma, el deseo, algo impuesto, exterior. Ante lo que se me

presenta como sentimiento, deseos o apetitos que son míos es el yo quien

resuelve cuanto de esto que es mío deberá ocuparme.

Ortega hace esta distinción no para hacer una disertación sicológica de los

términos sino para motivar a que la voluntad ejerza sobre el alma el peso que se

requiere a fin de que el individuo se abra o se cierre anímicamente para

enfrentarse con aplomo a la realidad.

El hombre es carne, conjunción de cuerpo y alma, exterioridad e interioridad

inseparables. Actor de su propia intimidad.

Para Ortega el hombre tiene un destino. Para el hombre occidental es el

liberalismo. Ante el destino no hay nada que decidir, no es una verdad teórica para

discutir, es un deber, es su yo.

Otorga al hombre la libertad suficiente para negar su destino, para optar por otros

caminos en donde a la larga hace su vida inauténtica. Esta es la verdadera lucha

del hombre con su interior, consigo mismo, con su verdadera vocación. Esto es a

lo que Ortega llama la vida: Es el continuo hacerse del hombre.

La vida plantea una encrucijada entre el deber que nos impone la ética y el tener

que ser como imperativo vital. El optar por el deber según lo moral es falsificar la

vida.

Nos hacemos la vida. Ella es constante producción y fabricación de realidades.

Somos los únicos seres que se hacen la vida y cuya su principal dedicación es ser

en sí mismo. Y eso es la historia humana, un cúmulo de técnicas creadas a partir

de las posibilidades que el hombre ha ido descubriendo en la materia.

Imaginando el futuro es la forma en que el humano ha tenido que habérsela con la

realidad. La Imagina, la inventa y se arriesga a probarla.

Ortega ve en la fantasía al originador de lo que más adelante a fuerza de disciplina

se ha ganado llamarse razón.

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Su visión del hombre es el de un animal fantástico, una tercera vía situada entre

dos visiones contrapuestas, la visión teológica y la visión zoológica del hombre,

Este hombre tiene un mundo interior que otros no ven y que lo expresa a través

del lenguaje.

La vida del hombre es significación, pero también es producto de los usos porque

ellos son producto de la imposición social. Así la historia es para Ortega “la

disciplina que descubre lo que el hombre hace y por lo tanto, de lo que es”.4

5. La idea de Sociedad como comunidad Humana

Inicia Ortega su ensayo “Individuo y sociedad” con la afirmación de que “la

naturaleza nos incita a la vida agresiva”. Esta agresividad natural hace que los

individuos más fuertes se impongan, puede ser superada por la cultura.

No estamos llamados a ser idénticos pero sí estamos llamados a entendernos,

esto requiere una renuncia a nuestro yo, que forja la convivencia pacífica. La

historia se lee como camino de unidad.

Sin embargo, Ortega ve como obstáculo en este camino, eso que dio por llamar la

“masa” impersonal, individuos mediocres que lejos de vivir una vida auténtica en

constante búsqueda de coherencia entre su ser y sus deseos, son alienados por

los usos sociales.

Ortega ve en el lado opuesto de la masa, a la minoría selecta que son aquellos

individuos que con su ejemplo son capaces de conducir los destinos de una

civilización. Los medios de comunicación y la capacidad de opinar deberían, a su

juicio, ser privilegio de estas minorías.

La masa es acomodada, nada exigente, mientras que el hombre excelente se

exige mucho a sí mismo y no concibe la vida sino en el servicio a lo trascendente.

Los nobles como llama a la minoría selecta, lo son no por su linaje sino por su

esfuerzo. Los privilegios de los que gozan son fruto de sus conquistas.

Para Ortega la sociedad no puede tener una convivencia normal si los que deben

obedecer, las masas, no otorgan a los aptos el derecho de mandar.

4 Ortega, La Idea del Hombre

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Entonces el que manda no puede ser cualquiera, mucho menos si es parte de la

masa. El que manda debe ser un noble, un modelo, y los demás deben obedecer

porque esa es su naturaleza.

Ortega pone en el racionalismo las causas de esa masificación; es el progreso

mecanicista lo que evita que las personas piensen. El progreso ha hecho

retroceder a la humanidad. El hombre medio instaurado en una organización con

ilimitadas posibilidades, da por hecho que las realidades a la que tiene acceso son

naturales, obviando que el bienestar del que goza es producto de la lucha de

hombre de antaño

No pareciera que Ortega vea como causas de esa masificación la explotación a la

que se ha visto sometido el hombre medio durante el siglo XIX, por el contrario

mira como virtud a esa intensa lucha por la vida.

Cuando Ortega habla de la necesidad de que la minoría ejerza el poder, lo hace

hablándole a la sociedad española de la época, en la que no imperaba el estado

de derecho, por tanto está exhortando a que no sea el hombre-masa sin

aspiraciones el que siga ostentando el poder que ya está ejerciendo. Sin embargo,

aunque él se ocupa en ocasiones de aclarar que la minoría no es cuestión de

aristocracias hereditarias, ni de castas sino de volumen, leído fuera de su contexto

se vuelve un pensamiento peligroso y peyorativamente clasista.

La modernidad ha permitido que los hombres-masa cuyo fin es solamente su

dicha, lleguen a ocupar la técnica y lo que es peor lleguen a tener el poder. Las

masas quieren ocupar el lugar que corresponde a los nobles.

Ortega opina que el poder de la masa es lo que le ha llevado a la sociedad a su

propia perdición.

La llamada a la vida auténtica es una constante en Ortega, el rescate del ser

individual frente al ser social hace que reflexione sobre el tema de la Gente. El yo

social es nadie para Ortega. Ve en esta permutación de lo individual hacia lo social

la pérdida de la responsabilidad justo cuando al individuo se le exige una

respuesta a la realidad, el yo social suplanta la responsabilidad individual, se

esconde en lo que “se dice”.

En la gente se pierde la autenticidad del yo, la sociedad aprisiona, impone

tradiciones, se le vuelve invisible al ser, la gente es todos y nadie.

Cada hombre nace y se mueve en un mar de creencias a los que llama usos, que

son impuestos por la gente, por la sociedad. Si no se siguen se es sujeto de

persecución. La sociedad nos hace autómatas. Ella es humana pero es para

Ortega lo peor de lo humano.

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Estamos llamados a interactuar con el otro. Ese otro es con quien puedo alternar

es el que me revela el yo, el que me da sentido porque me descubro en su

respuesta hacia mí.

La experiencia del otro es anterior a la experiencia del sí mismo. Somos “yo” solo

después de un “tú”

El “tú” nos compromete a hacernos cargo de la realidad.

Conclusiones

Para Ortega y Unamuno la relación entre razón y vida es el punto de apoyo de su

pensamiento, coinciden en su convicción de que la historia tiene un peso

fundamental sobre la vida aunque ambos temas son tratados por cada uno de

manera diferente. Para Unamuno, razón y vida son opuestas. Para ortega son

coexistentes y necesarias.

Algo que anima esta visión divergente es la mirada que cada de España y de

Europa. Ambos tienen el problema de España como uno de sus problemas

fundamentales. En Unamuno se hace visible con su constante insistencia de

rescatar el alma española, con su desprecio evidente a la ciencia y a los

movimientos europeos: “que inventen ellos” es una frase paradigmática de su

pensamiento. Para Ortega por el contrario, la ciencia puede ser un potenciador del

cambio de pensamiento de los españoles y por tanto una salida a su retroceso

cultural.

Igualmente con respecto a la fe, hay desencuentros entre Unamuno y Ortega,

pues para Unamuno la fe se ha convertido en el para qué y para Ortega la religión

es un lastre medieval que debe ser superado.

Sus métodos aunque no fueron los tradicionales del discurso filosófico y han

derivado en infinidad de interpretaciones diversas y adversas, han permitido abrir

las rendijas a un pensamiento “hecho en España”. No obstante la filosofía de

ambos, sobretodo de Unamuno no constituye un sistema de pensamiento en toda

regla como el instaurado en las escuelas europeas de su época y del siglo

anterior, afirmamos que de no haber ellos existido probablemente el silencio

filosófico en España y probablemente en América Latina, hubiera sido aun más

ensordecedor.

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Bibliografía

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Marías, Julián. “Historia de la Filosofía”, Alianza Editorial S.A, Tercera

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Universidad de Salamanca “Tu mano es mi destino: Congreso Internacional

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Edición, Salamanca 2001.