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Carrera: Antropología

Unidad 3

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Colección dirigida por \1." Eugenia :\u ht't Fernando Díez Martín

EL LARGO VIAJE

ARQIJEOLOGÍA DE LOS ORÍGENES

HUMANOS Y LAS PRIMERAS

MIGRACIONES

bellaterraa arqueología

Patricia
Rectángulo
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1. ANTES DE NUESTRO TIEMPO

La aparición de los prirneros horníninos (7 -3 Ma)

EL ORIGEN DE LOS PRIMATES

La aparición del orden de los primates hace 65 millones de años (en lo suce­sivo, Ma) en el Paleoceno (al comienzo de la Era Cenozoica), cuando un cli­ma templado y húmedo favoreció la expansión de los bosques tropicales y subtropicales en las latitudes medias, supuso el arranque de una carrera de especialización en la vida arbórea, no la única, que favoreció el desarrollo de unas extremidades mejor adaptadas al nuevo entorno, el perfeccionamiento de la vista -contrarrestado con una cierta pérdida de las olfati­vas-- y un relativo aumento del cerebro. Todos estos rasgos facilitaron la su­pervivencia en las masas boscosas perennes, donde la agilidad, la rapidez, la fuerza y la coordinación debieron ser instrumentos indispensables en el par­ticular nicho ecológico que estos mamíferos ocuparon (Klein, 1999: 92).

El proceso adaptativo y de especialización fue, obviamente, largo (Boyd y Silk, 1999: 270-286). Los primeros fósiles paleocenos y eocenos recuperados en los bosques de la gran masa continental que posteriormente dio paso a América del Norte y Eurasía ponen de manifiesto las reducidas dimensiones de estos arcaicos (similares en a los prosimios que hf!y pue-blan África y que oscilaban entre los 100 y los apenas 1.000 g de peso. Todos ellos, al que los pequeños monos actuales, estaban especializados en las dietas frugívoras e insectívoras que proporcionaban los ricos y varia­dos entornos ecológicos que les acogían.

Hace unos 34 Mala deriva continental había perfilado en líneas genera­les la distribución actual de las tierras emergidas. Este fenómeno tuvo im­portantes consecuencias climatológicas que comportaron un descenso nota­ble de las temperaturas y una reducción significativa de los espacios ocupados por los bosques tropicales, ahora localizados en y América

Patricia
Rectángulo
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"12 ELL\J\(;()\J.\11

del Sur. El registro primate de estP periodo (Oligoceno) muestra la continui~

dad del proceso de din~rsíficación hacia los amropoides. esto Ps, hacia aque~

llas familias de primates con una estructura somática y de comportamiento

por regla general más complc ja ( fig. 1.1 ). Se documentan ahora las primeras

e\·idcncias fósiles que conducirán a la aparición de los rnonos platirrinos,

aqudlos asentados en el .'\ucvo \1undo. También son conocidos parientes

antiguos de los catarrinos que pueblan el Yiejo \lundo, cuyos fósiles podrían

quizás ser ancestrales de las superfamilias de los cercopitecoides y los horni noides o simios superion's.

Primates ORDEN

Prosimios Antropoides SUBORDEN

Lemuriformes Tarslformes Platirrinos Catarrinos INFRAORDEN

~ Lemuroides Lorisoides Ceboides Cercopitecoides Hominoides SUPERFAMILIA

1 1

lémures loris tarseros monos del monos del Nuevo Mundo Viejo Mundo NOMBRE COMÚN

FH ,¡ H \ l. l. Clasífícacíón taxonómica abreviada de los primates. Sólo se muestran las (famili<1s, subfamilias y géneros se han sustituido por algunos

nombres cornunes ).

Aunque estas relaciones filogenéticas son borrosas, a partir del período

\lioceno, que comenzó hace unos 23 \la, la imagen que muestra el origen de los grandes simios comienza a aclararse. Dentro del género llamado Procon su! (VValker, 1997) se agrupan cuatro distintas que varían conside~ rablerrwnte en sus dimensiones y que podrían haber tenido adaptaciones

ecológicas dispares, aunque siempre vinculadas al bosque tropical. Se consi~ dera que este es el primer hominoide del A frica subsahariana, ya que comparte algunos rasgos básicos con los simios y hun1anos modernos (mayor encefalizacíón, ausencia de cola o localización frontal de la \'Ísta). Su filoge­nia no se conoce bien, pero se baraja la posibilidad de que sea ancestral de todos los simios y hurnanos.

La época miocena contempló, a lo largo de 18 Ma, una progresiva degra~ dación climática y numerosos cambios geológicos que condicionaron la evo-

-------------------__ \_\_._rE:-; 1 11· \1 ESTHO

lución y adaptación de estos prirnítiYos grandes simios. L'-ls fuerzas tectóní~ cas iniciaron elle\·anlarnienlo de nue\·as cadenas montañosas (como el Hi~

malaya), la aparición de mares (corno el :\1editcrráneo) y la apertura de

puentes continentales que facilitaron el movimiento faunístico entre A frica y Enrasi~. Para entonces, hace 15 :\·la, los horninoides siguieron su evolu~

ción: en :\frica dieron paso a Ken.rapithecus (McCrossin y Benefít, 1997) como otros animales, se expandieron hacia Asia, donde evolucionaron hacía

la forma Sivapitlzecus (\Yard, 1997), y Europa, donde se documentan los gé~

neros Oreopithecus y Dryopithecus (Bcgun y Kordos, 1997).

LA DIVERSIFICACTÓ:\ DE LOS SL\ITOS SCPEHIORES Y LOS CA.\1BlOS

ECOLÓGICOS E:\ ÁFRICA ORIE:\TAL

Las evidencias de que disponemos sobre la evolución de los grandes simios

al final del \lioceno son confusas. Se sabe que durante ese tiempo fueron de~ sarrollándose varias especies cuya relación filogenética con los horninoides actuales es difícil de precisar debido a la ausencia de restos fósiles. Por ejem~

plo, sí tenemos en cuenta los tres géneros de hominoides superiores que exis~ ten en nuestros dias, sin contar al hombre (Pongo, Gorilla y Pan), solarnen~ te podemos seguir el rastro con cierta confianza al primero de ellos (fig. 1.2).

Se ha podido establecer, gracias a las si mili tu des morfológicas en la a nato rnía craneoencefálica, la existencia de una conexión filogenética entre los orangutanes que hoy habitan el sureste asiático y Sivapithecus (Brown y

\Yard, 1988). Estos datos, junto a las fechas obtenidas para aquel género fó­sil, ponen de manifiesto que la rama que finalmente condujo al orangután pudo separarse del tronco de los simios africanos al menos, 12 \ila

(Kappelman et al., 1991: 71). La evolución v diversificación de los tres lina jes que aún se desarrollaron en A frica es rr:ucho más incierta y todo lo que sabemos ha sido proporcionado por los análisis del AD.'\. Las comparaciones ge~éticas sugieren que Gorilla, Pan y Horno son grupos monofiléticos (ti e~ nen un común) y que su separación se produjo en un lapso de tiempo muy corto (Pilbeam, 1989: 128). Debido a ello, los diversos análisis molecu~ lares llevados a cabo hasta ahora indican fechas de divergencia ligeramente variables (Ilasegawa et al., 1989; florai et al., 1992). En todo caso, parece probable que los gorilas fueran los primeros en tomar su propio camino, en un momento indeterminado entre los 10 y 8 \1a, mientras que la separación entre chimpancés y homíninos tendría lugar en algún punto cronológico que puede situarse entre los 7 y los 5 :Vla (Pilbeam, 1996).

Los investigadores están de acuerdo en que los mecanismos que facilita-· ron este último proceso de especiación, el que conducirá hacia nosotros, de~

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"' o •e ro IJ)

"O

"' IJ) e g ~

Humanos Chimpancés Gorilas Orangutanes Gibones o

5

10

15

20

25

Monos del Viejo Mundo

,>,uuv"'"''" molecular de la evolución humana. Las ramas gruesas seña-

lan las vivientes y sus ancestros directos. Las secundarias muestran los linajes

extintos (modificada de Foley, 1987:

\\ n:s m: \t

bcn relacionarse con fenómenos complejos de transformación ecológica. Se

supone que el ancestro común de los grandes simios africanos y del hombre

habí1aba en los boscosos (selva tropicaL bosques de galería y sabana arbórea) que existían en los ambientes cálidos Y húmedos del entorno ecua

torial (Andrews, 1992). Aquel borninoide sería cuadrúpedo, pero estaba ca

pacitado tanto para deambular por los árboles como para desarrollar algunas

quizás aún muy a ras del suelo. La vinculación entre el bosque cerrado y las distintas especies de primates es un rasgo distintivo

(:\Jartin, 1986: 16). Los homínoides posteriores a Proconsul siguieron al bos­

que húmedo allá por donde éste se expandía, haciendo posible, por

la supervivencia de la especie fósil Drxopithecus en la península Ibérica de

hace 9 N1a (Moyá-Sohl. y Kohler, 1 Otro tanto ocurre en nuestros días. Si echamos un vistazo al medio ecológ1co en el que se desenvuelven los gran­

des simios existentes en la actualidad, por no hablar del resto de primates

(Dorninguez-Rodrigo, 1997: 1 constatamos que su hábitat está íntima­

mente ligado a los espacios geográficos en los que aún hoy pervive la selva

tropical. Este determinismo ecológico se vio roto en los últimos compases del :\1ioceno, cuando importantes cambios en los ecosistemas de oriental

hicieron que algunos hominoides se adaptaran a un entorno cambiante, pro­

distinto, y a convertirse en los predecesores del linaje Homo.

Cambio ecosistérnico y especiación

La selección natural opera en relación estrecha con los desafíos medioam·

Todos los sistemas biológicos, desde genes células hasta especies completas, dependen significativamente de los hábitats en los que se desen­vuelven y son vulnerables a toda transformación que en ellos se produce. Los fenómenos de desafío-respuesta pueden actuar en grados provo­

cando resultados de índole dispar. A gran escala, por ejemplo, la historia de

la tierra se ha visto sorprendida en varias ocasiones por extinciones masivas que han reducido su biodiversidad de manera considerable (Leakey y Le­

win, 1996). Los geólogos y paleontólogos están de acuerdo en que hace 65 ~Ia los dinosaurios fueron barridos de nuestro planeta debido a los tre­mendos carn bios que el impacto de un asteroide sobre el Yucatán mexicano

produjo en las frágiles relaciones ecosistémicas que operaban en el planeta. Los de este fenómeno condujeron a la extinción masiva de aquellas "UtJ<eL.lt'1'i más dependientes que dominaban) y favorecieron el desarrollo de otras que, hasta entonces, habían sido corno los mamiferos. Las extinciones masivas se han producido en contadas ocasiones, pero ejern plifican un fenómeno que es permanente en teoría ecológica

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36 EL 1 \IH;Il \ l.\11

\ que se activa a niveles distintos: la estabilidad Pn los hábitats supone el

equilibro bJOlógico, mieutras que los cambios bruscos conducirán irreme­

diablerncntt> a la extinción o a la adaptación, a través de la rn igración o la es-

peciación (J. Turner, 19H6; \1 S m ith, 19H9 ).

Elisabeth Vrba. a través de sus estudios sobre la evolución de los bóvidos

(\ rba, 1995), considera que las transformaciones ecosistémicas son una con­

dición indispensable para la diversificación e\·olutiva. Según su punto de vis­

ta, desarrollado en su <<hipótesis ecológica» (\'rba. 1995b: los fenóme·

nos de especiación se concentrarán en períodos acotados y, por lo tanto.

pueden Tal afirmación se basa en la asunción de que los cambios clirnát icos que fa\·orecen la transformación de los ecosistemas obligan a la

respuesta adaptativa (especiación) en algunos taxones. Dicha se

verá afianzada cuando además, una fragmentación duradera de los

medios ecológicos que facilite el aislamiento de determinadas poblaciones

(condición que se produce gracias a la influencia de factores geológicos, ta

les corno la dinámica tectónica, o a los ca m bíos climáticos persistentes aso­ciados a los ciclos astronómicos). Para \'rba, por tanto, la prolongación en el

tiern po de una serie de fenómenos concatenados es una razón imprescindi­

ble en todo proceso auspiciado por la naturaleza. A pesar de que otros autores consideran que la diversificación ele especies no debe llnutarse

exclusivamente a los distintos pulsos ambientales (Folev, 1999: 332), este

modelo puede sen"irnos para situar el marco eH el que los grandes acontecí

mientos evolutivos se desarrollan y para comprender el protagonismo de de­

terminadas transformaciones ecológicas a la hora de poner en marcha la

maquinaria de especialización entre los grandes simios durante el final de la

rniocena. Trataremos seguidamente los carnb1os arnbientalPs más des­

tacados que tu\ieron lugar en Africa oriental durante ese período.

I ,a si climática en tránsito \lioceno/Plioceno (10~3 \1a)

La temperatura media de la tierra parece haber sufrido tm constante des­

censo durante los últimos SO \Ta 12° y 6 °C de media). En aquellos

tiempos el clima era mucho rnás cálido\' húmedo que los casquetes polares eran más pequeños y las se! vas tropicales estaban muy extendidas. Debido a la homogeneidad del clima y a la ausencia de estaciones bien defi­nidas_ los desiertos y apenas existían (Denton, 1999: Las cau­sas de Pste deterioro continuado son cornplejas y se relacionan con varios fac· tores: entre otros, la n'ordenación de los flujos atrnosférícos producida por las 1mevas cadenas montañosas et al., 1995: 1 los carnbios de las corrientes rnarinas y la consiguiente redistribución de calor en el

(Den ton, 1999: 1 O 1 104) o las variaciones en la concentración de gases at­mosféricos ( ibid: 1 05-106).

El final del :V1ioceno, hace 1 O M a, constituye el inicio de una nueva eta­

pa en el proceso de enfriamiento global, caracterizada por una significativa

influencia de las variaciones experimentadas por las masas polares en la re­

gulación del clima en el planeta y por un importante deterioro de las tem­

peraturas 1 La formación del case¡ uete polar de la Antártida (Ken­

nctt, 1995: 53) produjo entonces un considerable descenso en el nivel de los

mares (Denton et al.. 1993). Hace unos 7 :Vfa se documentan algunos proce­

sos complejos de glaciación en el sureste de Groenlandia (Larsen et al., 1 994·)

y, en la culminación de este fenómeno, hace 5 Ma los glaciares escandinavos

se ex tendieron hasta alcanzar el mar (Janscn y Sjoholrn, 1991 ).

Cn buen que ilustra la variabilidad climática en función de la

acumulación de hielo en los polos proviene de la información deparada por

los sedimentos de los fondos marinos. Allí se encuentran depositados estrati ·

los restos de unos organismos microscópicos, los foraminíferos,

que vivian en el plancton de la superficie. El carbonato cálcico de sus dimi~

nutos esqueletos absorbía distintos isótopos del oxígeno (1'0 y '"O, principal­mente) en función de la temperatura de las masas marinas, lo que significa

que el análisis de estos depósitos puede revelar datos fundamentales sobre

los cambios climáticos acontecidos a lo largo del La mayor

del isótopo 'HO indica una regresión de los océanos y, por tanto, un enfria­

miento generalizado significa que las aguas han tendido a concentrarse en los casquetes polares).

Dispon<>mos de una información bastante completa de las curvas de los

isótopos de para el que cubre los últimos 7 :V1a y en ellas po­

demos observar la constante variación en los fenómenos de enfriamiento y calentamiento del planeta. Hacia los 6,9 Mase registra un aumento signifi­

cativo de "O en los seguido por otro hace 5,8 Ma, cuyo alcance pa­

rece estar reflejando un claro proceso de glaciación. Los valores de "O descen­dieron significativamente justo en la frontera Mioceno- Plioceno (5,45 \1a),

motnento en el que la temperatura experimentó un nuevo calentamiento. El siguiente cambio sígni fic·ativo en el registro isotópico aconteció hace unos 4,9 :V1a, con dos excursiones positivas muy pronunciadas, de enfriamiento,

que tuvieron sus hace 4 Ma. Desde esta fecha hasta aproximada· mente los 3,4·-3 Ma, otro descenso en los niveles de "O dio paso al período más cálido de todo el Plioceno (Opdyke, 1995: 109-11 0).

A pesar de los cambios isotópicos referidos anteriormente y de la varia­ción en los ciclos climáticos que se abrió paso hace unos 10 Ma, es necesario tener presente que la temperatura del período Plioceno era más cálida que la actual (varios grados más de promedio). Por ejemplo, disponemos de

Patricia
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<1l ~ o o. E

~,L 1

t 15~

+ t 35

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l 60

L

Grano­estratigrafía

CuATERNARIO

PLIOCENO

o z UJ ü o ~

o z UJ ü o UJ

1 Superior

Inferior

Superior

Medio

Inferior

Superior

Registro isotópico (01o %o)

glaciar

J FH;UB. 1.3. Registro marino del 8 '"O desde el Paleoceno. Las columnas de la derecha

se refieren a la fuente de información: EA, hielos del este antártico; OA, hielos del oes­

te antártico; Hl\, hielos del hemisferio norte (modificada de Wilson et al., 2000: ¡:; n 4. 1 t;\

A:"TES DE :\UESTI\0 TlE\lPO 39

fuentes de información complementarías para reconstruir los rasgos climá· ticos del in ter glaciar de hace 3 :VI a en el hemisferio norte (PlUS:\!, 199-5 ). Los análisis sobre la distribución del plancton fósil de aguas cálidas mues­tran que la temperatura media de los océanos fue entre 3° y 5,5° superior a la de nuestros días; los estudios en el Artico confirman que la extensión de las masas polares de Groenlandia era un 50 por ciento menor que la actual y desaparecía en función de la estacionalidad, lo que determinaba que el nivel del mar fuese unos 25 metros más alto que el actual; los bosques de hoja pe· renne cubrían lo que hoy es la tundra y los desiertos africanos y asiáticos re­duíeron considerablemente su extensión.

La reconstrucción del clima y los paisa íes en A frica durante el Plioceno es una tarea muy complicada, puesto que la información de que disponemos es parcial y las correlaciones entre distintos sitios son a menudo difíciles de establecer.' A través de lo comentado en párrafos anteriores, podernos con cluir como norma general (De :V1enocal y Rloemendal, 1995: 283) que el te­rritorio africano fue testigo, en virtud de la influencia monzónica, de ciclos de aridez/humedad y frío/calor que se alternaban en períodos de entre 19 y

23 mil años (Ka en lo sucesivo). Para hacernos una idea de cómo pudieron repercutir estas oscilaciones de aridez y temperatura en la biogeografía afrí cana del Plioceno y corno hipótesis de trabajo/ podernos hacer uso de los ma pas de vegetación del momento actual (O Ka), el comienzo del Holoceno (8 7 Ka) y el último máximo glaciar (23 18 Ka). Teniendo presente esos mapas y su relación con los procesos de cambio climático que hemos visto, la ima­gen de Africa oriental durante el período mioceno estaría dominada por la presencia de bosques tropicales y subtropicales junto a otras extensiones ver des de árboles y arbustos caducifolios (Andrews, 1992: 432). Entre los 5 y los 3 :VI a las condiciones de humedad seguirían siendo mayores que las actuales, con una abundante cobertera vegetal y una extensión menor de los espacios desérticos. Africa del norte, por ejemplo, contaría con bosques tropicales y sabanas húmedas que se extendían hasta los 21°;\.", mientras que el Sáhara Pstaba cubierto por un tipo de vegetación semiárida (PRIS:V1, 1995: 206). En Africa oriental estas características de humedad se traducirían en la existen· cm de una cobertera bastantt' diversificada. Los análisis de polen

1. l .os registros con1Ím'ntales de que disponemos (Bonnefille. 1995: PHIS:Vl, 1995: Scott, 199'5)

se hrnitan a áre¡1s rnuy conerctas yl dadas las frecuentt-s oscilaciones oceánicas~· lacustres o la

escaspz df' n1arros cronológicos exactos~ es c:ificil estabtcct=>r las car(H'terísticas anüúcutales de ín­

dole regional.

2. A pesar de que esta analogía no puede en absoluto considerarse fieL puesto que desconoce­

mos la relación exacta t>ntre las variables aridez y tempcra1ura durante el Plioceno, algunos es­

tudios sugieren la existencia de ciertas similitudes clim!itJcas entre este P"ríodo y las últimas

etapas del Cuaternario (:VIaslin et aL, 1996).

Patricia
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40 EL l.\1\(;() \ 1\JE

(Bonnefille, 1995; 1999) y de isótopos de carbono en los suelos (Kingston et

al .. 1994) presentan un paisaje muy distinto al actual semidesértico, en el

que la vegetación variaba en función del progresivo aumento de altitud. Las

zonas más bajas mantenían una cierta alternancia de bosques de galería,

concentrados en los entornos de lagos y ríos, zonas abiertas de pradera y, po­

siblemente (si aceptamos la posibilidad de que éste formase un cinturón

continuo en toda África ecuatorial), algunas áreas dominadas por el bosque

tropical abierto. La presencia de bosques claros constituye una prueba de que

la alternancia estacional operaba en estas latitudes (Bonnefille, 1999: 21 7).

Las zonas altas, como la meseta etíope (que se eleva a 1.800 m de altitud), es-

1. Momento actual

3. Húmedo holoceno (8000 BP)

D desierto ~sabana

2. Húmedo neolítico (5000 BP)

4. Máximo glaciar (18000 BP)

~ sabana arbórea • selva tropical

FI<;t·R\ 1.4. Cambios biogeográficos en África durante los últimos 18 Ka (modificada

de Gallay, 1999: 202).

\Yi!S IJI. '-l bTHOTII-.\11'0 41

FOI\\\11:\ÍFEHOS. IS(HOPlh llLL 0\Í(;L:\0 Y TE\Il'EIL\TlR\S \1\IH\\S

Los foraminíferos son organismos uni­

celulares microscópicos cuya superficie

exterior está compuesta de carbonato

cálcico. Las distintas especies existentes

se clasifican según la región oceánica en

la que habitan: los foraminíferos del

plancton se desarrollan en las masas su­

perficiales de los mares, mientras que

los bentónicos prefieren los fondos abi­

sales. La especie planctónica Seo{!;lobo­

quadrina pachyderma habita en latitu­

des septentrionales y se divide en dos

grupos distintos, en función de su adap­

tación a las aguas más cálidas o heladas.

Actualmente, en las regiones de Groen­

landia y Labrador, los foraminíferos

propios de aguas frías representan casi

el cien por cien de todos los hallados en

el plancton. Estos microorganismos son

unos magníficos instrumentos de análi­

sis paleoambiental porque, corno hemos

visto, la distribución geográfica de las

diferentes especies depende en gran

medida de las temperaturas. Hoy en día

existen distintas variedades de forarni­

níferos que viven exclusivamente en

aguas polares, templadas, tropicales o

subtropicales. (~racias a estos organis­

mos es posible elaborar mapas bastante

dom1nante

Imagen microscópica de las dosjormas de ~eo­globoquadrina pachyderma .Y esquema de su

predominio alterno en los ciclos cálidos y fríos

(modificada de Wilson et al., 2000:jig. 1.13).

exactos que reconstruyen la evolución

de las tempt>raturas en las superficies

marinas. El muestreo de los distintos

depósitos sedimentarios, que contienen

fósiles de foraminíferos del plancton, ha

permitido establecer el perfil de las os­

cilaciones de temperatura a lo largo del

tiempo.

DSDP - 607 1

incremento estadio _de 8()18 ISOtópico (&J18)

1

100

200

300

400

500

600

700

800

900

1000

1100

1200

1300

1400

1500

1600

1700

1800

1900

2000

2100

2200

2300

2400

2500

Registro isotópico del océano Pacifico (yaci­

miento DSDP-607). Los ciclos numerados y

con trarna son interglaciares (rnodificada de

Wilson et al., 2000:jig. 4.14).

Patricia
Rectángulo
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42 EL L\fiGO \T\JE

El oxígeuo posep tres isótopos esta~

bies 1 7 y 1 \hís del 99 por ciento

del oxígeno natural está compuPsto por

el isótopo '"O, mientras que la mayor

parte dE' las trazas rE-stantes SE' corres~

ponden con "O. En 19+6 el científico

1

estadounidense Harold demostró

que la proporción variable de los isóto~

pos del oxígeno en el carbonato cálcico

de los foraminíferos estaba relacionada

con la temperatura de las aguas en las

que éstos viven. Esw autor comprobó

experimentalmente que cuanto menor

era la temperatura del aglw, mayor era

la proporción dPl isótopo "'O respecto al

'"() en la costra calcárea que estos mi~

croorganismos incorporan. La calibra

ción cuantitativa de estas observaciones

se presenta como una sencilla relación

proporcional entre un isótopo y otro

(expresada en tantos por mil) respecto a

un promedio denominado delta (0). Así,

sabernos que cada descenso de 1 "C de

temperatura supone un incremento del

0,2%" de "O. Los potentes sedimentos

situados en los fondos marinos de todo

el globo (formados por la erosión conti­

rwntaL el vulcanismo subaéreo, los res~

tos de organismos marinos y la precipi~

tación química) conservan los fós\les

del plancton existente en épocas pasa.

das. Es posible tom<Jr muestras de esos

sedimentos y calcular su composición

isotópica mediante el uso de espectóme~

tros de masa. Ue este modo se oht ienen

curvas isotópicas que, una vez calibra~

das cronológicamente, correlacionadas

e han servido para gene

rar un completo y eficaz sistema de es~

tadios isotópicos que se corresponden

con las etapas sucesivas de enfriamiento

calentamiento de las masas oce{micas

a lo largo de un gran lapso de tiempo.

tarían pobladas por una vegetaciÓn arbustiva de hoja perenne, típica de

montaña y se verían conectadas con los entornos bajos a través de un con~

junto de manchas arbustivas de transición.

Cuando la tierra se abrió

liemos señalado ya que las condiciones ecológicas de Afríca oriental duran·

te los últimos compases del :Vlioceno muestran el predominio de medios ar~

bóreos subtropícales y caducifolíos (Andrews y Humphrey, 1999: 292) que,

debido a la activación de la influencia glaciar a partir de los 1 O \:la, se vieron

condicionados por procesos de estacíonalidad (aridez/humedad) y, no com­

pletamente conocidos, avances y retrocesos biogeográficos de cierta enver

gadura. Junto a los condicionantes climáticos qu<> operaban en la variabili­

dad ecosistémica, existe otro hecho de importancia capital: la formación de la gran falla del R ift africano y su influencia, a escala regional, en las condi~ ciones ecológicas.

El Oligoceno, hace 35 ;\;1a, marcó el punto de partida de una intensa acti~ vidad geológica en AJrica oriental, que continuaría desarrollándose durante

F

t

] 1. Oligoceno final/Mioceno medio

F F F

~ ~ t

~ o

\

2. Mioceno medio/Plioceno

o E

3. Plioceno final/actualidad O 50 km l""l""'iii'iii--.il""-... -;}1-""ii. ¡¡¡¡¡¡¡;¡;¡¡¡¡¡¡¡;¡;¡¡¡¡;¡

FJGL RA L5. Evolución topográfica del Rift keniano desde el Mioceno hasta el Cua~

ternario y vista oblicua de un borde del Rift etíope (modificada de Gallay, 1999:

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44 Et. um;o 1 L\JF

las siguientes etapas terciarias y todo el Cuaternario (Partridge et al., 1995: 333-336). La dinámica de placas continentales comenzó a liberar una m­

rnensa fuerza descompresiva. al proceso de separación de las placas africana y que provocó la ruptura de la corteza terrestre y la consi­

guiente apertura de una gran cicatriz en su superficie. Al tiPrnpo que Pste

proceso tectónico se iba perfilando, el desarrollo de una compleja actividad volcánica trajo consigo la emisión de cantidades de basaltos, proce­

dentes de las profundidades de la tierra, que contribuyeron a alterar la fiso­nomía topográfica.

El resultado de la conjunción de estos fenómenos es el actual sistema del

Rift de AJrica oriental (fig. 1 una inmensa estructura de fallas que se ex­tiende a lo largo de unos 3.200 km, desde el llamado triángulo de AJar (flan­

queado por la meseta del mismo nmnbre, que marca el extrezno nor­

te de la depresión) basta el río Zambeze en Mozambique. El gran corte del Rift está dividido en dos grandes ramas separadas, a la altura dP la depresión

de Turkana, por una distancia de unos 1.000 km (Mohr, 1999: 2:14-238): el Rift occidental, asociado a una gran cadena de lagos de morfología alargada

(corno el Tanganica) y con una escasa actividad volcánica; y el Rift oriental, que forma una cuenca interna de drenaje salpicada por pequeños sala­

dos y testigo de un intenso vulcanismo que, en ha rellenado las de­presiones originales.

Los cambios topográficos, propiciados por la actividad tectónica y el vul­canismo, han condicionado de manera considerable las caracteristicas cli­

matológicas ambientales de Africa oriental. Las elevaciones del terreno,'

acaecidas cmno consecuencia de los procesos geológicos, produjeron un cam­bio en la distribución de las masas de aire oceánico, responsables de generar

las condiciones óptimas de humedad (principalmente, las corrientes atlánti cas occidentales y los vientos alisios del Índico, en el este). Cuando las pan­tallas orográficas alcanzaron una altura consickrable, la circulación atmos­

férica dejó de su influencia reguladora y las tierras subtropicales del este africano comenzaron a sufrir un aumento paulatino de aridez, las tem­

peraturas descendieron y su variabilidad estacional se acentuó. Este proceso de diversidad se vio propiciado, en parte, por la influencia de las tierras altas etíopes y ken que indudan al ascenso de la humedad ambiental y la

capturaban (Partridge et al., 1995: ?l39-340).

3. Las dos montañas más altas de Africa se c>ncuentran en este entorno: el Kilímanjaro

(5.l'!95 m) y el Kcnía (5. 199m) son grandes elevaciones de origen volcánico.

.\ \TL~ lll. '\\ hTHO 1 !E\11'0 4')

La expansión de sabana en A frica oriental

Al filo del tránsito \Eoceno/Plioceno, los cambios climáticos que operaban

a escala se \·íeron. tal y corno acabamos de~ sensiblerne11

te matizados a escala regional. Al nuevo rnodelo de irdluencía polar va des­

crito, se unió la recoufiguración local del equilibrio atmosférico. A partir de

los 1 O :Vla, ambos fenómenos se combinaron de forma consta u te a lo largo de

un amplio período de tiempo. Inevitablemente, se produjo una sucesión en·

cadenada de procesos: el aumento en la variabllidad de temperatura v hu­

medad tuvo corno respuesta una rnavor di\·ersíficación ecológica. El resulta­

do de este corn piejo engranaje de fuerzas naturales fue la paulatina retirada

de las densas masas boscosas y la de la sabana. En cierto modo, la homogeneidad ecosistt'•rnica (encamada por la selva tropical) dio paso a la

irrupr:ión de una pujante heterogeneidad.

La sabana representa un genuino ejemplo de diversidad. Las caracte­

rísticas de su estructura vegetal, que sirven para definirla desde el punto

de vista biogeográfico (Owen-Smith, 1999: 139), dan cuenta veraz de esre

rasgo. AsL las regiones de sabana suponen la confluencia de espacios bos cosos árboles de mayor porte y otros de tipo arbustivo) con amplias c~x

tensiones de praderas abiertas. Todos estos ingredientes se mezclan y dan

paso a paisajes dominados por bosques de galería y lacustres en los entor­

nos de los cursos de agua (ríos, arroyos y lagos), extensiones arbóreas abier­tas de mayor o menor que incluyen cierta variedad de vegetación ar­

bustiva llamadas sabanas-mosaico) y, adaptándosE' a esta diversidad de manchas verdes, un heterogéneo manto de hPrbáceas ]' gramí­

neas (Domínguez-Rodrigo, 1994: 21-25) .. \su vez, la imagen se completa

con los ma1 ices propios de las zonas de transición v contacto con otros bio­

mas, sean estos más húmedos (bosques tropicales v su btropicales) o más in-­hóspitos de estepa subdE"sértica). El resultado es, como podemos pre­

ver, un rico y complejo ecosistema en <'1 que el predominio dP uno de sus compa.nentes sobre los otros de gradaciones sutiles en los condi cionantes abiót icos.

Junto a la variable textura y fertilidad de los suelos, uno de esos factores. quizás el más relevante en la configuración de los medios de sabana. viene determinado por la intensidad de las precipitaciones. La cantidad de lluvia anual en este bioma se estima entre los 1.500 v los 200 mm al año, que se distribuyen de forma variable a lo largo de los ciclos anual e interanual. Como es lógico, en ese reparto la orografia también tiene un peso estimable. de tal modo que las regiones elevadas llegar a alcanzar hasta los 2.000 mm anuales, mientras que las llanas acusan la aridez con mayor in­tensidad. En estas últimas zonas, los períodos de sequía favorecen la apari-

Patricia
Rectángulo
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46 El 1\IH;0\1\JE

ción de fuegos cíclicos que regulan el hábitat y mantienen cierta estabilidad

en la estructura vegetal (Foley. 1987: 198). La riqueza de espacios abiertos y de praderas herbáceas permite también

la existencia de una alta diversidad de especies de mamíferos, entre las cua­

les los herbívoros, que se aprovechan de los nutrientes dispensados por el en­

torno, suponen el grueso fundamental de la biomasa (Owen-Smith, 1999: 141-146). A éstos les sigue un porcentaje más reducido de carnívoros que

compiten entre sí por las potenciales presas y que, en su papel depredador,

regulan el equilibrio animal en la sabana. La distribución ele especies ani­

males se acomoda a las variadas posibilidades del entorno que siguen las

mismas pautas que guían a las vegetales. Los herbívoros, y con ellos sus pre­

dadores, tienden a frecuentar los espacios abiertos, en los que podemos en­

contrar una mayor diversidad animal. Valga como ejemplo que, del total ele

especies ele herbívoros que se dan cita en este ecosistema, cerca del 80 por

ciento están presentes en las llanuras herbáceas. Sin embargo, la variabili­

dad estacional tiende a reorganizar este fenómeno a lo largo del año: mien­

tras que el período húmedo propicia una alta densidad animal en las áreas

abiertas, donde la riqueza ele gramíneas es muy elevada. los meses ele sequía

favorecen su repliegue hacia los alrededores de las acumulaciones ele agua o

hacia los entornos potencialmente más húmedos (Foley, 1987: 202). A pesar ele que, como hemos visto con anterioridad, la sabana pliocena

disfrutaba ele condiciones globales ele humedad más elevadas que las actua­

les y que, por tanto, sus rasgos no serían completamente idénticos a los que

hoy vemos, no es menos cierto que en lo más genuino, el particular equili­

brio ele los medios bióticos y abióticos que hacen único a este ecosistema ha

permanecido casi inalterable a lo largo del tiempo. Dicho ele otro modo,

más allá de la distancia cronológica, lo que unifica a este bioma es su hete­

rogeneidad o su compleja diversidad ecológica. La variable disponibilidad

de humedad produce un tejido ele recursos animales y vegetales en cons­

tante transformación y cambio. La imagen se presenta ante nosotros como

una película cuyos fotogramas varían sensiblemente en función ele múlti­

ples factores: la estación seca, la estación húmeda, las zonas arboladas, las

praderas. los acuíferos. las llanuras o las mesetas. Este dinamismo imprime

un innegable sello de originalidad y también un desafío, porque las especies

que han de sobrevivir en este entorno deben adaptarse a las condiciones del

medio Y a la disponibilidad de los recursos que éste brinda, mucho más

compleja y, seguramente, menos estable que la existente en las seguras sel­

vas ecuatoriales. Desafortunadamente, al menos desde el punto de vista de

lo que suponen los nuevos y desconocidos retos, algunos homínidos vieron

cómo aquella confortable seguridad que les había resguardado durante in­

contables milenios iba gradualmente retirándose del África oriental que

A'\TES UE :--;¡· ESTI\0 TIE\IPO 4 7

habitaban, dejando paso a un incierto futuro: el que les uniría irremedia­

blemente a la sabana.

Los PRI:\IEROS HCYviÍl\TKos (7 -3 MAt

Los cambios climáticos y ambientales que hemos descrito prop1c1aron la

aparición de una nueva rama en la dinámica línea evolutiva de los homíni­

dos, que estaría llamada a desarrollarse significativamente y a abrir nuevos

caminos de especiación. Esta frondosa rama, en la que aparecerán más tarde

los humanos, comienza a despuntar tímidamente (por lo que los últimos des­

cubrimientos están dejando ver) hace entre 7 y 6 Ma. En este marco tempo­

ral se han situado los recientes hallazgos atribuidos a los nuevos géneros Sa­

helanthropus tchadensis y Orrorin tugenensis. Entre los seis fósiles asignados

a Sahelanthropus (procedente del país centroafricano de Chad), se encuentra

un cráneo casi completo y varios fragmentos mandibulares. Los responsables

de su estudio han incluido estos materiales dentro del ciado homínino debi­

do a que poseen ciertos rasgos derivados, entre otros: unos caninos de peque­

ñas dimensiones, prognatismo subnasal atenuado y una localización más

centrada del foramen magnum (Brunet et al., 2002: 151). Los restos fósiles

identificados como Orrorin tugenensis proceden de Kenia, tienen una edad

en torno a los 6 Ma y constan de un total de 12 fragmentos óseos pertene­

cientes a cinco individuos (Senut et al., 2001). A pesar de que su filiación es

aún incierta, los responsables de este hallazgo afirman que Orrorin («hom­

bre originario» en la lengua de la región de Tugen) también estaría en la lí­

nea ancestral de Hamo debido a los rasgos morfológicos observados en su

dentición y esqueleto poscraneal (ibid.: 142).

Hasta la presentación de estos últimos descubrimientos, se conocían al­

gunos fragmentos mandibulares procedentes de las localidades kenianas de

4. Fl tÉ'rmin r · ·d d. · 1 1 1· d ~ o wmm1 otra lCJOna mente se 1a ap 1ca o en exdusiúdad a las distintas C'species

de humanos Y sus antepasados directos, tanto ,-ivientes como fósiles. mientras que los simios su­

penares. orangután, gorila y chimpancé, se integraban en la familia de los póngidos. Esta cla­

s¡flCación apoyaba la clásica interpretación dirigista que hacía de la rama humana el fin último

Y más perfecto de la e\·olución primate. Cna nueva perspectiva. amparada por los estudios de AD!'; mol 1 d. · · · .

.L ecu ar, contra ICe esta VlSion y argumenta que la estrecha relaoón genética existcntP

entre gorilas, chimpancés y humanos debería propiciar la inclusión de estos tres grupos en la.

antaño exclusivamente humana, familia de los Hominidae (haciendo efectiva la estrecha rela­

CIÓn cladística entre ellas) y que, a su vez, deberían disponer de sus propias subfamilias (conce­

d!e~do un protagonismo secundario a las diferencias de grado): Gorillina (gorilas), Panina

(chimpancés) y Hominina u homíninos (los humanos y sus ancestros bípedos). En este trabajo

usaremos esta última terminología.

Patricia
Rectángulo
Patricia
Rectángulo
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A lllÍS pariente~ , .lcnn y Nr.lt.ou Folc:y

( .

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1-Iumanos antes de la llUDlélilida d _

Robert Folcy

edicions bellaterra

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110 HL:)b\:-;OS ASTES DE LA HL'.\"11\.'\IOAD

l•••ecos, no sólo como peldaíío~ del camino para llegar a ser humanos, sino como! especies viables por derecho propio, algunas dt: lus c:uales perdnrarou hasta un millón ele años. Como .mínimo, el registro fósil , ¡;on su asornbrosa di­v1:rsidad, muestra que lu singulal"ldad de los lwmanos e!> un producto, no d1~l prnceso de creacióu de espec.ies evolutivas sino de otro, la extinción.

El problema ele las ex!.i ndones es uno de los l'nús fascinante~ y pt~o r c:orn· prendidos de la biol.ogía evolulivu de los humanos. No obstante, a lo largo dt: este c:apítulo, otra cuestión pugnabll por abrirse paso. E 11 LOdo momento, Áfri· ¡_;a ha sido el núclt:o de estos anál isis. No hay duda de q ue la persistencia de Afriea como centro de las uovedadts evolutivas es una c neslióu iuteresaute.

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6. ¿Por qué África ?

La raza hum.ana

La evoluciÓH vu ~it:p tpr:e asociada al tierupu. J),::lpuf:H de Lodo, es 1111 proc•~·· ~o que se pi'Ocluce ~~i1el:tiempr¡., y es la extmcu:dirwria lougilttcl de los período:; de tiempo invo lucrados l ~l . que a'll'ae a .nucstn1 iumg.inatión. l)iuosaurios que están presentes d 'J.H:I.l.fllll ,J.,()O, rni ljp,t<:~uk trfws,·u luuníu id os que evolue ionau u lo largo de 5 milloru.:s,· i~tll& !Hil l l:.lS cosas que d.iJcrcuciuu la 1;yolw:ión de otn•s rumas de la.c;icncin u .de,,J·u,vidn··diar:üJ.~O!?- podrí:t:plantt;m· la r1r<:gu utu du si ! hay naos periodos "de tiernpoigcológie'o w ús ÜJlt.:rOsl!fl! CS · C(tH~ orros:: Prestuui.­mos que, de sér así, ~~u dl'<¡s lH:1•n·ir·ían numero~os episodios t:voh,r~ivo:;; .<~pw~- · ción de Jll l(;vas .espccii;S:fl extinciones en masn,.por ejer11plo; y para wdo.s, me·· nos para los paleontólogos mús enlre~~dos, e~tos pel'íodos ~er.íun sin dutlu alguna más absorbentes qw~ ur1 siglo entero c.u d etwl todo pcnnaneciera iguu l (por supuesw, esto es u.r1 t.anl.o iujusto, ya que dt:Sdll un punto de v..istu esl:r'ic· Lurnentc científ\<:o c.xplicor p or qué llO ha habido .eurnhios tendría que sel' igualmente importnn l:e que cxp(icar por t[lté l o~ lw hauido, pero las imlugacio · nes humanas no son necet:Hn:i~t.rncnte ju~Las). Ya vcíarnos, en el capítulo terce­ro, que un estudio de la evolución de los homí11idos n tTavés del tiempo nos ofrece algunos patrones interesante~ y no~ desvela a lgunos aspectos sorpren­dentes respecto al mommllo exacto en q.ue llegaJJlO~ a ser humanos.

No obstante, el tiempo no es la única dimensión e 11 que se produ(:e 11! ~~v{)· luCión. Tq,.dD_s [Q~.9}.:g¡mt~.~l_l?.~._t~!EJen qüe_~.s ~I,H' cJL ltlgL'ln sitio, ~· el.lugar en que est§.1~ .~~ l,JJJ.~l.erocr\'~!-.ti m¡.¡oYmnte .. de:s:U ·¿Ciflre~to ·cvo l .~.tivo. En gener~1\, los epi· SQ[Ji.Q¡¡ _~,)!.P.l\t~ÍYQ¡;_JlP. se pm.d UCCU .. CT!,. ';(._9l?t~~ . :l:nuy. J3'.:u .nd~h aunque SUS corise·

.. '~_l,l~~~~~:~_P.~W~1<J!1 .. 9,-?Ct~n.dersc. a.loJatgo.y a-lo anoho. ·Antes ul.contJ.·ario, h~ ev0:­.1~~¿2!:~ .. ~.~~~~~:.,r.~:nel: lLtS'IH .en · pequeñas •. o. e~pe.Cífi c:a~; . Gol sns .geogr áfi eas. Es La observación pennit~: plantear urla serie ele pn~gu rt l.<tS t)l.IC tienen imerés gene· ral , además de una importancia más particular prrrn .los problemas de la evo­lución humana. De lA misma forma que los episodios evolutivos no están dis­tribuidos homogéneamen te a lo largo del ciempo, tampoco lo están por lOdo el. planeta. No hay ningún supersistema darwiniaHO de t:uotas que garantice q ue Gran Bretaña o Estados Unidos tengan una parLe equitativa de nuevas espe·

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IIUH.\OS A.\TCS DE LA !IL'\-J ,\~\10.\.D

cíes o no le~ Loque lu luter.ía de una iudebida proporción de exti.ncion (~~ . f'ero sí que' parece habu.· puntos conflictivos de la evolución, lugares donde tienden a p.ruHuc: i r~w c:pi,;od ios c,: volu ti vos con relativa frecuencia.· Al observar .la evo lu ­!~ión de los ho.rnínido.';, hemos visto que el eon.tinente a rricuno es , de. for·.rna re­rurrentc, r.J lugar doJH:I.e parece que suceden rnayurmcnte t:sos r-pisod.ios E3La sen cilla observación puede 111.i !izarse como lrarn polín p ara estudia r los patro . JlCS g<~ngrii i'i COS de la CvOittÓÓn lliUJ'H\lHt., )'para inquirir 110 sólo por qué Áfriea es I<UI itnporr a tJI'e, ~;i no por qw~ hay un patrón geográfico en la t~voluc.ión hu ­JlHJ.n a .

F.sa es ntt<l prcgnnla qu.•·~ oLros han ahorJado antes y desde pun tos de vif.ca ba:;lnnte divc:rsns. Louis l ,c~akey, ; qni.?.ás el máximo camp eón dr, la «perspecti­va af'ricnna• , est::tba particularrrHmte interesado en este asunto. Al ser él mis­mo de A frie<•, y ll difetencia d l~ la mayoría de otls con.tcnJporá.n0os, estab(). con. vr .ncido ck que ese conr.inenl:c era la cuna. dl~ la huwa.uidad. Algunos, co:rrld \Vr. idenn::ich2 y Ko•~ning~wald/1 pensaban que Asia crá llJl luga r rnuch.o n1ás ¡H·oba bJ.e para los ·hui'I'.ta.nos, tunto por razones dimá bcas -no :;e podía av;.mzar en c;lirnas demasiado cáli dos·-, o por razor:1er; históricas :...A si.a e1i; el contincnt~e co11 la~ civilizaciones mús importantes y.más anl:ig·•'•.a:;···. O tros prderí.an Euro­pa, may.oi·mcnr.e prxr· , ¡:a·~(.O."JI;'.~' ·.dvri;irJ.i!.;t~:~s. Los franc;esct; se alegraron mudw de ver que los neaudtnafe: ::: y..l.:1,s,glor.iwnlcl arte de h.w üavcrn:w dG·Ia DordtH1a ·~J'il ll lf.t vn wba nah.lr<tl d.~; (j·ll~·~·iempre .ha.bíaq,.i.d:o ~;ru (;.:~br.za; n:IÍmJtrar.; i(ls·i.n· gl<.·tH~s , .,n:r.g , .d!oso~: p.c.se•·:dt.l !"<:s .dd . (pur ·de{;¡~r:H.Giu. :hnudl-•k.nto) ·hmnhro .d.e·Pil.t:-. ~.lo·:vn ,. r>t•r;.!:f:·l n q u; era ;,u~(·p l ~b k ·q1lc.los ·o;:ígcnes d•~ la· hum a nidad. pn1.1.l v\I:'Úill

ltO sólo üu Inglatm:ra, .sino 1m .los cnndados de los alrededores. de Londl'es, há· bil·at nalural (k lodas las ' 'nfirlS buenas y progresista~.

Leakey aceptó d o~ r.o de defender Afl'il:il. Er~ un ambiente intdr.ctHal que Vel<l H ~ ~:ll.l'(l~HJ. CO.TJlO e.J COlltinente avanzado y a ;\frica COI'nO e) rszaga.clo, esta­ba decidido a den1ostra r que e:;to no bil.bía sido siempre así. Afri.ca, quería probar, h:,d)ía s id1) a.nler iormente líder, aunque ab01·a se esluvir.ra tornando un bir.n ganado de~canso des pué~ de ~~2 millones de ai'i.os de nuu.·c~U' e.l ritmo. Esta. forrna de ver la evolución corno ulgo inextrica.blernentc vincu lado al desarrollo hi.stórico, y consis tente en una carrera con uuo lÍJ.ti.ca di1;eeción era algo pro· fundmnente e.stablce.ido, como Jo era la crceneia de que Africa e:ra quien per­d ía· esa carrera. l.,o q ue., en retrospeetiva, resulta intc.re::>ant:e sobre la posición de Lealcc.y es qm: él obviarnent(\ aceptaba eso opinión, y sólo difería en su in· terpretación del orden ele los corrcdoH:s y la duración de la car.Tera .. No reeha,­zrJba por completo lu idea de que algunas part.r.s del mundo enm .líderes y o tras c¡uedabatt rezagadas.

Sin embargo, lo qn.e hemos apn~ndi.do r.nlos capítulos anteriores, es que la evolu<:i6n no es mJidirecei.onal y qw~ no se trata de una car:rera mundial. Los episodio:; evoh•ti.vos se producen debido a las condiciones en que se cm:uen·· l:ran.los organismos en un lugar dadn. No •van a ni.ngún sitio», sino que se es­tán adaptando, y <':ntre los homínido~ esto yaxece ·ser un proceso diverso y <~mnpli~ado. La p mgunta «¿Por qué Afriea? • se n~ficre, pues .. no a por ~~ué A frica .fu1~ 1 a primera (o la última, si .ese es d caso), sino por qut. diferenles

l 1

1

1 r 1 ! ¡ l·

11 3

cpi.snd.ios parecen ocurrir en lugore~ e~pec.ífieos así tomo enmorneJ ttos espcci· ficos. Por Sllpuesto que nos interesa plantear la pn gunta • ¿Dónde nos conver­timos en ser,~;; humanos?» pero !lO pan• rcpanir las meclallu.s . Dudo crue a graH escala Ja evolución de los homín~dos no es progresiva, busc:u: una progresión resulta un enfoque madecuaclo. l',n lugar dr. ello, la pregunta clave es qné tipo de condiciones evolutivas promueven, o inhiben, o simplernenLe afectan el fmu:ionarniento de los mecanismos evolutivos .

¿Nada más que un simio africano?

Los hurnauos son si.rnios afr.icanos,J<tred Diamoncl,~ en .. un libm rccien tl~, ha llegado a dcseribiq •. j()s)t~•.m!.l!lOS .como «d tercer ehimpanGé• )' clasifica;: ... lo:5 ~~~ ·· ~( U~isn1o género q~te el c.l1!~P'~ueé común y el chimpancé pigmeo. E~s a.lgo probablemente injustificado, ya que~ los génel'os s twlen 1km>tnr una. bnse adnptativa (~omún, y hemos v.isto que los homínidos con su mardta hípeda dis .. tinl;i~:~ son signifiea,livmnen,tc dif1~rcutes de }os chimpancés. Con todo, la in­tcmcwn es .br.u;:THL. Corno vewm.os e.n el cap1t:ulo tercero, los hw.nanos l.Jen en vfnculos e.(;pt?:i:í:fi<.;:),~< ,e0n Vx:;.:¡l,nlio!l afrieanos, no con los grandes simios en su conjunto. Genéticro~crn.te, Jw; .. roayores r;irnilitudes son las que hay c~ntn: los hu· rn<tm's y los .ehiwp<m<?~~. ]~o"f~Uo, pu !~(le pens;~mc en los do:; grupoG como ca .. tc·:gr.~ r.ía.:,, o r·;mJ(l.:¡ .J:w,~·mi)nas .. ' Ti~~r~ett un antepasado cor.nún únicr• y ree-ien t.e. L~c nnc~~;tm: cOIÚÚnA:i.en·~· a, :m vez.1ma rarnn hf\rrnao:1 en .d gorJa,-d <11.ro gn:m sim.io africano. Es este patrón de ;daeión ¡¿ que sirve eorno base para dc.cir <IJte los humano:; son simios aft-icanos, porque representa u un gru po distinto., pariente del otro gran simio, el orangután asiático. Los estudios de biología molet:ular p nrecen demostrar que la gf\ografía, no la morfología 5Up t~rficíal, CH

d factor clave en la.s relaciones evolutivas de los simios y que, como talr.s, no­sotros pertenecemos a su parte africana.

Corno decíamos antes., ésta era la opini<Ín sostfmida por el mism'' Charles Darwin,5 annque la mayoría de expertos posterioms lo hayan entendido de forma diferente. Darwin ut:ilizaba a. animales eonl:empo:ráneos, que pensaba representaban el «ancest:ro» más probable del linaje humano, m ien lra.s qw\ otros autores hacían mayor hincapié en los patrones geográficos de unos episo­dios subsiguientes en lug¿tr de~ antecedentes. El registro fósil examinado en de­talle en el capítulo anterior parecerí.a reBpaldar esto. 'J,b.dw; las .. especief.i .. d~)'l<!.­nrínidos conocidas anteriores a hace dos millones de aüos son exclusivamente afi.íé~~¡a.s.:(y~:isJ)"eC.iíi<:~!r!e,ñl;'e~illiiivú\rlíiii~;j ~ .. L¿~ ·~~i;itiá.Joi;iie9.1úo§ .. !!9 s~. ~ah fu era .. de África, corr:t..o t~~.P._o~:.Q . .1!'.~$..Qt~ l~~ .t:sp,q_c;:J~¡; Qf) Ii9f1tif. {\demá~, si neep-

''tap.~¿;·¡·~~ · ;:n~!Q:iJ;,~ ~"j,l~~i~~ A~. h.()~n,ínido .def.lc.ritas en el ~;tpít~lo quinto, en ~g.o.c;.~ .•. .®JQ§_ diecisiete tiROS conoeidos, doce tuvieron s tl. origen en.Africa, tr~s

~.tm .A.si U--)t··dQ§,_~¡i.F.;íi(Qpijifi'!:iiñ.'doi~) 'de olra..~!~.(l~~~~¡:~, 'l)wbable,mente h ubo por lQ.m.eP9~ d9.sy prob~le.!ñent(.(~Qs~gbp.ei'iüme.s. gepgráficus .importantes <m la .cvolll(,:ión de los horn.lilidos. La püm(~r.a sucedió hace entre dos l' un miLlón de

.. ~ii.9S y fue cles(Ie .Mrica a Eurc1p·a y Asia, y la s~gunda, se produjo hace., proba-

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1H IIUIA:\OS A.'\TES Df. LA HD·IA.\IIJi\0

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l) le,llente, lliCIIUS.ck 100.000 aÍJO>, \' fuc t alJilJién de A frica· a Furasia. Au>tru­lia y el !\uevo Muudo. J3ieil pudo llabe1 babijo ·;,¡ .. ras 1uarchos, co 11.l O las de los ncandertaJeg cw:vpeo!'i lmeia Orit!nte MeclLo )' i\'or tc th~ Á frica, o rk nlg uuus hu .. mínidos desde Europa u Asia hact: lll !:!dio nülJÓJJ d t ~ uii us .. peru t! l JHooelo bií ~j .. cu es •saliendo ele Áfricu• . 6

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Está durnHtCLI Ct: jtt S Lif'i~.;ado decir que la evuluciú11 dt: los l~tlJJLÍu idus es tUJ asunto africano, )' lu::; otros conri n.e.o Les sólo liew~u f:ur l ~tS uparicioues eJI c:s~.;t:­na. Ab·ica es d p.rir111;r uoHaHtt; tle uovedade:.; l·:uwpu, J\s ia )', t:u última i H.;­

taJJ(;ia, Ausualia y 1\lllériea, los t·eceptores. AUitquc u&to pueda provnr:ur n:lur· rijoucs en el orgullo o t:nusnr la de!;csperacióll dt(JVÍHistu, el p rohlt'.IIHI Jt~'>U t! el punto úc vjsta de l~t biología cvolur.iva .e!; 1~xpl icar estu simudóu . ¿Huy algo c~ ­peciul en Africa o es sólo una coiucidencia? Si huy fu~:wres cspeóalcs e>. u m;­eión en es~:; contiJJCHl.e, ¿gnur:claJJ relación con c.:! di rllu u el Ott!d iouuthien!.e., " la re1;p ttCsl.ll ~~s !.;Í c~n Jos lipo.~ dt: primates qw; die, lu r;asunlidttd de que·~ estabau allí? En la evoluc.iún, ¿e~ posible hablar de CCHl l'O~ y pel'ifcrias?, y s i lo ce~ .. ¿,cuáles tWll las coHs<:t.:11.Ctleias evolutivas de c~tnr 1m elnwdio o eu los IJordt:~? Todavía. más dníst.icanHml.e, qui:r.iís todo ~ett ~6lo 1111 hed1o geológico forluilo. Africano sería l.auto 11r1 bqcn tu.gar-para. que los ho111Ínidus cvnluc;iont.m co,nu un buen si lio pam que tnuern:rt1)';:~~,:fosi{j.cen . Ha )! elc::tnetllos de todos esto!i as­pectos en la africau.idnd de La.es~cit<.hurnnnu, ' . . . . ~ . : . .

t ' ' • . •·. ·¡ •": · \ · . t,.;~: _. t,\ i:/~l";C-:f.)¡.:~· .... A~}t:·. ,:• :•·. • · .' \• 'ft, •'•'" •• . ~ .. , . :· • : ~ ~. : , : ¡ : ;,: • t •'•{ • ¡ .' • o' "" '<-~"IJ o;,':\'{: ll.!r;'S:I·,, .._ ... ~,. : •!; •.O l •t} i.',";• ', ,'o, o'• t : ' •• . • . ; . · ~ •."• 1, : ' :

Acciden tes gttulóg,ic:os.y.pu,ntos caHcnícs de lu two 1 ución · ' · : '~ ' - · ·· .... ·; . . . .

Cuando· observamos J o·~ teslimonios fósiles de In ·evolt teión de los hom.L.Íi· dos, no en~ontru.rn.os una dLstrilruición h or.n(Jgéneu por todo el planeta. Conti­nentes como América, Australia y la AHtárt:ícla no a portan ningún. espéckJTJt:!l o, si lo hacen, son .. m ny reeiem es (en términos evol.utivos). Esto ew de espt~rar ya que e.stún lejos de lus zonas donde evoluóorw rcm los hurnamls, y sólo fue­ron colouizudas en las fases posteriores de la ¡m ::lüstoria. Aunque lus fechas varían considera blcllicnte, las zonas <.Id «Viejo Mundo• -A frica, Europa y Asia- l.ienen todas un 1·egistro de fósiles humauos que se ren1onta a un millón de años, por lo nienos, y. que en el caso de África, po1· supuesto, supera los 5 millones. Esta distribución continental puede, no obsumte, ser engañosa. Cuando analizamos detalladamen te los halla:tgos fósiles, no t!rt t.;Ontramos ho· mínidos en todas las zonas. de Africa: En .Jugar de ello, apare¡;en .en .l!olsas rela ­!~!1!;l.!l.§!lJ&JJ..I}.\.'(1leiías, .. ql') s; l. .r:s.te y .. S.lr L~l~l \:.~n:t!.i_nen.tr::. Con m~yor precisi.Ón, j();j" . y_acimientos están si tt.tudos en dós aecidentes geor6gi.r;u§.lHI\n· difr-rei'ji:iado·.s:· · · ·

-~EXp-'r.liner'ó")• ; lñií.~"'e!ip""ec{acülttr 'cs-er;;;.Q¡¡ vi~Üe africano del Rift una d~ .. las ... . . '"' ... . . . .... . . . b · ' ' • . , . . ' ....

_!.n~~~~ill.~~-g~~!ógi <:<~s d el m un d.o. Bá~ ir;!,l,rner!t~ .. t\s .u.11a..I Í~!ea A~. tensión tectón i­. . ca_::Y-~~9-~J?,.Qg_,_t.d~. ~-o:;. p.lu.~:as.J,k.rna~eria.c.oHJ:irHm~u,l se,: csr~n sep.arando~ que l . _Y-1.\ .Q~cle c!~~A.~ .. 4JJI;\ .. (Ig~. en2ambia,. hacia.ai;ribl\ 4 traví~ de Tanzania, Ke-1 nia y Etiopía, hasta el Mnr.Hojo, donde se divide y contin úa por un lado hasta \ el Océano Indico y por el otro, a lo largo del Mar Rojo, husru el valle <;lel )or-1 dán. Durante los últimos 20 m~llones de años, JOÚ.S o menos, las zonas que l1ay

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a cada lado dr. csn líur.a de falln ,.,r, hau ido <1 parta11do •um de otra .. ~· al l1acer­lo, d t.<; rn~nn. lJUr. lwy r-111 re ellas se lm huw:l irlo Jonnantl1, un valle. De hecho rH• d rrn í rui<:o yn JJ n .. s ino ur1n rnnsa de pcqucrins cs•;arpac.lun.ls de falla allí clowk el u:rrmw :;r: lw movi do hacia nrribn u hacia ah:Jjo. Se Ira creado ¡¡sf tlll I'OHlplcjo pui>;aje ele pn:cipir:ios )' cucnc:ali lac. u stn~s, punl:c·:adn!i de vo.lcaues. S() c·. rw~rl·a cutre la~; zm111.~ 'll~ rrr~s 1 r:r:s 1.n:ís activas del 111undo. Ji dentro de es:,•s r; rtel lCII S (act rS (J.'CS C~ dtJIId t: rleSCfll\~:1. el ru r,jor ro~_g: i óii'O fó~·i l de Jos homÍnidos. 1 .os f'bs ile;; se enctr~;JJ I I'all r;IJ lo:; scdir11entos acunwl<ullls del lago y de los ríos.· Dc~l>ido a los amplio~ movimiculn~ tectón ico~, t~~ós sedimcnl.os se npilaroJJ has­la grnn altura y Juego qur.rlcu'on cxpu!~5tos por pos lcl-iorc:s movimientos de la ticrrn . L.os ligero.~ mal«\rink~ f.lt:ln\rui:Jdos e, , los lagos, dc:ntr{'l de los r;ual r..s quedaron err terrados y eonservarlns l o~ a~riwalt~,, son idcu l c~~ pnra In forma· 1:iún dr. fó!>ilr,'>, JnicJltras qu1; el r:onst.H ute m o virni.e111.o rk lns cs!'ratos hace que., posl'«'riornlcnt·e, s1:a fócil (("'' lr¡s palcn túingm> ll)S e rr <:IH:lll.rcu mr rgie11do de las 1:scarpadm·as .' ·l::niT•; GAIJ.~ f'í)~ ih:;. e~H:Íln los ]¡mnínidos de ln1; 1Íit.imo.s 5 m i.lJ.o.tws rk aiios .

.1 .n otn 1 7.0rru rien t:LI fcísiles r:s la del 'CratlSVfléd, err Sudú fric:t.n Es un e.ntor· JIO gco ió¡.ri r;n 111\1)' di fer cull:, f Ofl\ 1:1 do {>01' (<llTl ig rws t.:ll li~M 'JUC· ¡;e I'GirlOlt1.3\J al Mr.sn;wic:o. Ln a lg rrnos ltL(.\'" '' ''';·r.:•: .: l'.' '11).,,;·. "'~han di:;ncdr.o, forwf1ndo caver­nx; s l!btc.rráncas, 11lgnnM "''· ~;¡,. ,:n:,h. hnn {jlli:dadc· •·X J1\H:Stas, más wnle, dt:·.' hido n !:1 r..ro~i·~n . E u t;~:n$ t:a V• .\' ':,,:· h:trr.~':·.td~J l. dt~f ·i. :s ~1(~ .-!l'\ilt:n1os; J·ou-.f. y · } ,,.._ rr<> '! hu~r~o.;,J!; de n¡tin tal e ... ·.) ec , tn~ t · i\·!~ ·ti~lH.IJf!Íuido:;., :·· · • · · .. · .. ·

)_,(" quf; ¡ :i1 (YJTl.:· s·~ t p t~ ~·Ji~·:. r.nna:-;. -no ~;on u1Jt~ .-;~;n ri:irn,.,n 1t~ buenos Jugal t:.t' parn viv1r o evolu•:wnar, :; i1H1 buenos lugares para morir. (Es eleGir, buenos si lo q11t: •tuicn~s es eonvertir !.t: c.u fósil) . Se salH~ rnüehn m {is del pasado de estas re­giones, no porque fuera u o11b ri r~ns en horn.ínidos y olros m:1ilnnks sioo porqrrc los conservaron de una fonua qnc no hicieron los (b;ier·tos dd No:rtc o las sel­vas tropicales dc.l Ocsl.t:. 1•:¡ ,· estas otra~ regiones, co«HunidrHkll eOYnpletas pu· c.licm.tl r:voli1cionnr )' q r~ i 'l.;Js 1:xtinguirse si.n qtH; nadi t: snpiera nadu. de eílus, simplcmenle po'rc.¡ue vivían n11 un medio en el cual los fósiles tienen poeas po .. ~ ibilidades de sobrevivir.

Por ello, los c:onocu nrCHiw; ~obre la evoluciÍJn humano no los decide la rea­lidlld evoluliva ~ino unas carnclcristic:as geológicas for tuitas. Esos conocim.ien­to!; se ven distorsionados por la p robabilidad de la permancur.ia dcspu~s de la muerte, 110 de la r.upervivcmcia Jc los mejores durante la vida. Quizás, pues, la historia africana que: hcm0s c;o.ntado no _es rnáJJ .que urw llu s.i.ón"J:J~AQ.~. q!J.e .~n li iJ sil'li1Úr.nero de otnts ;(.(;¡:,¡1·5 los J.wminidos n~corrieran su ca mino, evolucio­nnlldo por la Yi.d,; d e folJ nn ·u'.")' dif~rentc, i:. cú.ie lrú;"horn filidcis ·afiicaríos:cle 'loi; qn e tenemos noticia no scnn n.u:í.s que ruJos p.ersqnaj ~s .. periféricos que_sólo dcsc.rnpcfiaron u.n papel so ;rr rub.rio. · · ..... ·-

liat:ta· cierto punto, 110 es probable qu•; éste sea el caso. Lo q u.e d1~mueHra la biología mole.<::ular par('.ce indicar que Africa tiene un pnpcl central, aun si J:.¡; :wnas donde han apan:c;ido los fósiles pucdeo. no haber sido las únicas en doudc vi_vir.J~onl~s homínidos. Los el1impancés y loll gorilas, la rama hcr~ana miL". probable dP. los llúmÍnidos flJH;r.stros, viven todavía hoy por toda el Afúca

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A. Primeros horn!nidos Austrolopíi/Jecus y l o primeros flomo • Nomo emciU$ • Nomo s:.lplvn~ orcnicc' o nriml~ros humanos modernos

Cu,va d<l Border • ~ Mell<a J<unturo

Colina Hlll • (fJ Awash ContrRI: Bolohdolie

Turkana oriental : llerot Á • Boda d'Ao

Koobl F'ora Á Mal< a

Fejej Á ltl Garganla de Olduval

Hadar Á ~ Omo Haua Fleah • ~ Pcninj

Jebel hhoud • ~ Saldan ha Kanapol ... ~ Salá

Río Clasles • f!) Singa

Krorndraai ... ~ Sterkfontei11

LaBtoli ... ~ Sw;¡¡rtl~n:tns

l .ainyamok ~ 'laung

Lago E!aring<1: Chcmoron Á ® Minas do Thomas

Chcsowonja Á e Tighermir

Tabarin ... ® Uraha

Lolhagam Á ~ Turkana Occidentar: Lome~wi

Makapansgat Á N~rlokolome

Mnpa de Afri.ca, con Los prin.cipal.e.~ yacimientos fósiles .

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118 llUJ.,\.'\OS :\\TES DE L\ HC.\1!1.'\ID,~D

central 1' septentrional. Una mirada a la distribución de los primeros homíni­dos f.í,.3 iles muestra que ampliaron esa distribución haeia el Esw, a través cid valle del Hift. Así pues, los homínidos son la rama oriental de los simios africa­nos. Esta extensión los lleva no sólo hacia el Este sino tarnbién hacia terrenos más áridos, lejos de las selvas tropicales estacionales y al .interior de los bos ­ques y praderas ele la sabana. En lu épo<;a .. q.u<~..l~()S.0.~.L!Ee_.:::-_a.I_gq_J.L~~fH.lés ~e hace 7 u"Lillones de m1o~- esos territorios <~staban adquirí~m~r~ .~"'!Jo.rrr!~. ':l.c.~ual. EJ proeeso de forrnacióu de la f:l.]lá ftte probalile"rlieü"ie p~n:tt;; dtt él;-jtH'lW .. con un deterioro geréral del <;lima. Este 1m~v,o <~mbiente es prob.fi.l'.Je quei!.f.tt~~~'lie ­ra um•s pm.:;iones selectivas enterameute lHte.v.as s()br~ !.os. simlos.:ol"lellta.lr,i;i, ¡.n esÜHJC$ (¡ue harían que un modo de vida más terrestre Juera ber!(:;/:Ü:.il!SO; !.ie alií, quizás, la evolucíóu de la biped~:~ci ón. Por todo "eilo, geogi:ú.ficurneni:e·; [a disnibt~ción de los priweros fósiles, • .tunqlle C:ueÚ1 producló" di~·: ~!·r;::it:c,c~del-i~e geológi(;o, tambié~1 da serri.ido 1'tlos patrones eV:ohttiv().s. 9 ··· -

Quizás hay algo más en ello que una co!lti.giiidacl geográfica . E.l valle del llifl es notabkmente difemrrte dd resto de Afriea en términos de fisiografía y ecología. Los eonstantes levantamientos tectónicos, las entpeio!leS de los vol­canes y la deposiGión de enorme~ leehos de lava y cenizas tuvieron el efecto de dividir el ternmo en una serie de cuencas bchsln~w,.r.dt.IÜ~'a.r¡ente. aisludus. A lo largo de los últimos 10 millones de. años puede:·que,éste fucr¡nm,paisaje de lo 'más dinámico. Y quizás lo más· Üll.J'>Oltantn.~es ;:qL\~,~f;!.i;:t" rhtr,•Hct¡.ll:a, .. l;:teus~re. no, ·<:ólo habría proporei.onaclo ·tin 'G1~nj timó -de Git·tt• .. msM..fHJíil.S .ecológimis inte-r.bt;an.-. . te para· <~5o~ simios bípedos explo"ntdores; s-ino: c¡uel,: :o;.~demás, los habría ·di"idi- !. ·· · do en poblaciones aisladas. Es ui1 hecho bien conocido en la biología e·volutiva que es más probable que las nuevas características se pt·omuevan y conser:ven en poblad()IICS pequeñas. En las poblaciones grandes, la novedad quedará su­mergida y se perderá, incapaz de superar la inereía genética. Las pequeñas poblaciones permiten que la novedad sobreviva . . ~lJ!:"k~gJ!L!?.'~C.~~~~~~~.~-,~~'?1

? . este .. del..:Yalle _d.cl.Hift . .p.u.ede, P\'-~-~, . h{l\).¡;,;r:: •. cx:cado .. unos .puntos -cr uei.ales .. e.nJa ~yohu:~_ón_1 I!.Sl •. s..Mo pa.rªJos .homínidQS._;:¡jno .. .también.para u.ul.c;lt~s •. ?.!~~:_:~_ espe­Cies. Entre los lagos y cenizas podía florecer la d~v.~rª~g!).d, y quizás no seii\ina ·c~ir;G¡~Úneia q1te sea. afl{ .donde éncorlit;aiño~ ·;~í primer desVÍO l;a·dfc¡Íf de ' la rnorJología de los simios, en forma de bipedaeión; el mayor número de formas de homínidos¡ y más ta-..de induso, la aparición de los hurna:nos modernos.

Siempre es sano mantener una actit ud escéptica hacia el registro fósil, y ciertamente es nec.<~sario ser cautos con la opinión de que la zona que resulta la mejor para conservar fósiles sea también la que favorece al máximo la apa­rición de nuevas especies. Sin embargo, es tentador sacar la conclusión de que las partes orientales de Africa fu eron, por lo menos para los homínidos , no sólo un buen lugar para xnorir, sino t ambién para evolucionar. Al igual que hay ri.empos en que la evolución parece acelerarse, también hay lugares

¡:l donde es más probable que se produzca la aparición de especies y el cambio j, evolutivo. El mismo din amismo del valle del Hift que favorece la fosilización, :¡ ;_' ,,f pareee también promove1· la diversidad de hábitats y, en definitiva, de fo rmas

evolutivas. _.;

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La comunidad n.fr:ieana

Quizás :podamos af.ianzar .rwestra comprensió[l úe todo esto recordando que esos homínidos 110 vivieron ni evólucionaron aisladtmicncc. 1\o <c:s corno ;;i Jos antepasados humanos sól\l evolucionaran cuando todo lo demás !J ubient eompletado su propia evoluciÓ.tl. Lejo,.; de el lo . .E.1 1 la ~poc" e11 que lu:; lwmíni ·· dos se mostral.H:m tarl JiJJárnic.os en su evoluci6n, \'.JI Af"rica toda Ll.ll.H muhittJd de otros anintalcs estaba tnrnbiéu e.xperirnenraLtdo un rápido nunbiu nvohui· vo. Esta es probablerne.ute la mejor prueba de que los <:['i ~od ios evoJmivos .110

estaban distribuidos al a~ar por el espacio y d t iempo, siuo que se prod11jcrou <;Jlrespues·ra a unas r;ondíeioncs )'un emonto particulares.

La eomunidad ecológica africana es r::l escewtrio parn la cvotu<.:ióa de los ]wmínidosw En la época en c¡ue éstos mosl.raban sú wáxirna divürsidnd -e~; decir, euando había más especies difercn'l:es viviendo al rnis.rno tiempo- mu-chos olros li.pos de·mamífe:ro estaban tmnliié.n d i ve.r~if"icúndost: en forr.nas diJe­rentes. Hoy tenemos sólo tres tipos de eerdo en Africa (d jal.Jalí verrugoso, el cerdo de río, y el. jabali de bo:;q1.m gigantr:}. fh1ce dos millow;.;; de años, puede que h.ubicm:l r.n.I.Ís de 20 C:speeies.'EI )eón y . .la lüena s"on los únieos carnív01·os actuales eapaces de cazar pi·esas ·:g:t'~i).1~1 e-!;~ ·}'f\k6' 'cli.l~hniHo.n es de üiios, proba- · bJemente hubic'ra unas dit~z · ésped<':~ ·{le.¡{Fati'd-es' :<':i:!riJ1V(!i"iJs, ~1 lgunos rnu(:h<> · < · mayores (Jlle los le'oiles': Lo "misúró j~ú~driH1l!:H6"· !i¡itoí'J:.í .. ~ú'rai :5ciJ'ie¡.dc iüimales·~ ,. ·;.;¡·; .

-:mtílopes, elefti.ri"Les·, dri?ee¡'brtú~s::, 'tl s'h;6,h(,!:Jt:(6i'j.Jüi.:!l'."r'ite~.ri':ilú~ cCi·r;,_¡\.:to~> de log ·.l 1''' •· ,.

· ·"hábtiiritJs.11 lbdos ·e'so!i· gi·iipd!/ :Hchnúrf<.il'l'''úi 'Í'i'iáximi1· dívd"i•fiiU"u~l· é'vóhlÜva fui"· ·' :; "ú' : ··1

eia la misina época:·' · · · ·. · · · ' · ' · ·

N~. l~abía 12.<~~1-~ _.!l.i~e-~!!!?!:1:l!,~!l.~~- 5~(r:i<:~~~<? . en todg,~ .!->.s."!?S grupos ·-·algunos, c_O~<)]o_s_1~?!!.~~1 }_!1.t~:t!gr¡~t:?!.~.a- ~\[t_i~_~?_ _iJe~df) As·i ~• · .. Pero· otros ~í qt.ie ernn "i:it!tói> tonos. [:·? . ..9:~~<..:~~:&9"'? J\'!Pfmt.cn .c.om.Q.~J. ~~:~~ - -~-~ .. ?.P?.LI. ~.nismo evolulivo. Los · diínas ~~!:"rriun<!Q_:_L_~~9.Pl~~~- -~~t9.JJN.LC.Rli:i1h!.aJ?0..9 .. rt!ld(:.l.J.C!. .C.l.l:s<k .hüd-::CtinSJS 10 milloue.s _ d.QQi"hQ.!i"".Se"e~:rabk\riv.olvü:nd.a.más .secos,: más .. ári~tos y estacionales. i,a8 giail ­des extensiones de se!.:v.A. !J:opieuLque ;:m.m.ci.onnente cnbrían.como-·utúi-eiii)!"hte eñ.Y"oillií:a:iO.cio~-;;r.z~ nt[neqtg se ,es.t>.~~H:l.J.l .. di_il ~cli cn9<), frag_rr,ten tán ~lo~e .. ~;n .un i~J~ ··

,.t!~§ -~~!f!9. P-~fm~f1.{1?Y s~endo substil:uida~ ... P0r bósques y p_1:.a~leras. Este eambio Climático fue un desasÚ·t: "ec6logic6 ¡:;·ara muchas espeCies -inél(ij;endo a lama­yoría de simios- para ·quienes lo. selva em su lwg::ír nmura:l. Pero lo que es un desast re para una espeei.e es una oportunidad para otra. Por cada especie ern­pujada a "la extinción, otra probablemente evolucionó en respuesta a alguna nueva situación rnedioarnbierrtal. Los homínidos no eran nada particularmen­te especial, y de hecho África tampoco lo era en términos de la evolueión . Pero dio la casu a lidad de que en un n1omcnto· en que algunos simios se estaban vol ­viendo más terrestres, los ambientes a los que S!i iban adaptando iban siendo más comunes. Los homínidos africanos 1·eflejaron una n~acción evolutiva , que Jue compartida por toda mia comunidad de mamíferos. En eierto sentido no había nada terriblemente e~;peáal en la comunidad africana, salvo que ditda casualidad de que era allí donde vivían los homínidos.

No obstante, eJ t otro sentido ese lugar de origen no fu e tan casual. Obvia-

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J ll ü.nL•~ , '':;;os ca mbios dimáticos se estaban producic•.1do en todo el mundo. E.n las al r ~t~ lat il:t tdes s~ es ut.ba iniciando la d isminuc.i6n de lfl.S tP.HL.peratura~ que

• 1 ' J l . . . .. 1- l l . <.: t.tl.m l.t\an a en .as g ac tactom:s, ~· csas .n'.gwnes esLáJJ f.U1 pasHil( ore unos stste-mas s ubtropir:n les a otros templados . ¿Por qu.é no .fu.e en cJ\as donde aparecie · rOJJ los 1 tomínidos?. Hay do~ factores i1nportantes que hemos de lcner presen­te::; n.l tratnr de n:spolldt:r H esta pregunta

Ln fuerza eonsJridha del pa.Ra.do

El pri n.tero de esos VaGI.orcs se n;fic:m a la mtturalcza del procc~so evolutivo c:11 sí. P(;nsamos que J.n selección na1.uraJ. moldea organ¡r;rnos para que~ encajen eu 1; 11 eJllorn o_, y (~ll es l.e se.nr.ido existe la idea de que las p lantas y los a nirpJ.lies esláu di.scí'íados --aw.·.u¡ue sea a G.iegas··· para acomod:m;e a las cin.:u.nstancias c: tt q11c viven. E~ demasiado flícil ve:: todo f:.sto como algo parecido a l trabajo de un ingeniero euando diseñu una mácprina, o n:n ebanist<t, un mueble. El re­sultado final en ca.dq c:aso es algo que funciona en u n contexto dado.

r\'o obstante, hay una diferencia Ú(.ndanlCJ_::ttal. E l .i.~tgcmen.•, a l disei'iar un . . d 1. 1 ·' • • J 1 1 motor ernptGZI1 esr .e cero, cvnstt··y~·-r ··· '' ' -:'I\WJ'l.l.'''-"'· '.' ·P'irtt;\' .-..r, un pan en. e que

no hny olnt.s(~o.rtapj sa ~ .qu.e lpr.> pl:i.nc.i.nic:;_ ~:k i:t b J{!;f:,!Úi1ri:.¡. f ~:~ disponibil.i.d:~d ~:J,.~ re e trrso~.::' J.~~Lrl.~ ~~~·~i·i o e yo! v.t.i vo &.~. ::t .t~~~i~ :':0 J.t .::Y .,J~·;. ~·?r~~i.:.? rn ... ~? rn .:n: (~.t:llp_e.:~~:,•.r¡,· :no. h é).y ·· · · o ·: ' r; .•n ·: · • \ . .,. · ~r · · ... · •; '.\ }• · ''f)C' '·'"· l'r· · ,·' t, ~ "' ' ' r ·•·) ·· . ' l ' t , j• 'l ·f· ····· ] . f · ir: .... , ll _c, t ,!JII. .tnr.:: '"'(X.j}l,C _v.., .\ .. -:•.hV· •,{,.,.lJ..\ •. -~ - ·~ ·~ .•..•.• , n.o · '"~·J n.L.<jllll.. ¡.bl J .. c . ... lf.,.d._ ,,., unc ··' n •c.Jtial, r¡.in.&?m:; Í<.Jtcnr:.ü:•.n:.l i.id;J.(l, .• ~~.~. (¡ /1\h~(p .. ..:i.ns.filn;?Ófieas gct.ncrale:>;. p.er.o. hay también u.n.a difenmón práetica ~ig.uihcativa .. Mic~ntnls que d ingeniero puede c·:rnpc.zar desde cero y constr,uir ur1 motor nuevo con piezas tota lmente nuevas, el diseñ.o evolt.tli.vo só.lo puede ut ili.zar el ma terial e.:x.isf:lmt!:. Es eorno sí se tuv iera q ue hac.er un JWGVO aerophÍn.o utilizando sólo partes que S!~ utiliza.­ror.l en otro anterior, quizás niíadiendo-tma o dos pit.:zas n uevas. El -earn.bio en d contexto cvo.lutivo <':S m udw más limitado. La historia de un organismo es, (m sí m isma, una cortapisa importante para su futuro . Fra.nc,;ois Jacob se ha re· fer.ido a esto como «evolución, J.a remendona» .1.2 Todos Ios pasos t.:volutivos t ie ­nen que eonsistir, forzosamente, en. ln modificación d.e unos órganos y conduc­tas existentes . No puedG ha.ber una limpieza general para empezar de nuevo. E.n este sentido, la evolución es, de hecho, un sistema muy imperfecto, perge­ñando constantemente solueionr~s provisionales; un m>unl:o complicado y cs­tnunból:ico en lugo r d e~ un elegant(~ sistema de diseño asistido por ordenador.

Cuando esta. idea genera l se aplica pi pn.rticulur problema que tenemos en­In: rnauos -.. ¿Por qué ap arecerían en Africa lo1; homínidos?- , éste se ha .estu­diado únicamentt~ en términos de pox qué e.ra probable que IIIS condiciones en tao que vivían esos remotos antepasados condujc;ran a tal novedad evolutiva. Cier lamente, algunas de las respuestas ~on importantes, y se refieren a los pa­tmxws de cambi.o medioambiental y ala diversidad de ambitmtes. No obstante, igualmente impc.lltan.te es la .n;lf:m~;lleza de los· organismos que v:ivian all í. Los animales 'que llegaron a ser humanos no fueron sólo 1n1a selección al aza:r de las e<•picies que ~e enfren rnhan a un problem.a rnedioa.rnbiental concreto. Fue

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más biGJJ la exelusiva couj unción de un conjunto par ticular de problemas del ¡nedio ambien te y de un tipo particula r de animal. Esto se puede ver co.n la máxilna claridad observando la e-volución de la postura erguida .

Todos los ho.mínidos se: caracterizan por la bipedación, la postura y d modo de andar erg uidos habitua lntf;n te vistos en los humanos. Es una desv.ia ­ción importante de l a . 1~structm-a y conduela de los otros primates y, s irt duda, n:pre~enta una adaptación a una forma de vida cas.i exclusivamente lc~ rrestrfl, opuesl:a a la arbórea. lk hecho, es probnblem.ente la base para !:odas la s cosa¡; qu~ nos hacen humanos . Es también muy fáeil ver eómo este rasgo fundamen­tal está vinculado al tipo de cambio medioambiental que se produjo en Africa por la época en qne los homínidos estahan r.voluciona:ndo . .Las selYas sr. .iban reduciendo y las praderas aum.entando. ~:sas praderas erau el lugar ndecnado para cua lquier primate que q uü.liera sobmvivir y .l:J condición previa nr~c:esaüa CJ·a co.n1:n.r cou uu medio de moverse libre y d'icicnlemcnte en elnuclo, .lejos de los á rboler;. •Caerse de los árboles» es una frase n.tuy aee.rtada para hablar de .la evolución humana.

Esta visión subraya la idea básiea de q ue el entorno moldea la evoltH:ión . ¿Dónde está la limit<H.:ión impuesta. por la historia cm todo esto? La respuesta 110 está c~n los h o.l.ll Ínidus, t~ iJ•<H~::'t · <.>i:"i..'!: ;r·~. ¡Ji:-<~11;~ ·~ie pri.rnatcs. Los ho.1.nínido~• no fuero.n el iín ico grupo tlc'prímatc:l· iJ":l~:- :.le chÚcnwha a l problema de .la& UH~n · g uantes .selvas n i tampneu e:. fuüC"· ·-p.~~- Hfírt.i·v<xJ¡.;;,. i as ·opm·t:l.HJida.d1:S (jl.l t;. l.r·, ofrecían ]a¡; wJevas ;.;aba:nas. Ha'-:t·J.n.-g-rujJo dé' moüo\ 'lo.> babuill(l5, qu.e re_f:>re­:;enl.a !1l .ofm gx!H1 1in<;a· de Ft it r..átis habitantes de Ja sabana . Bahuino e:¡ Bn

ténninopmy genen1l pu.ra todo un g rupo de e~pecies endémic:as en grandes zo­nas de A fr ica; son princípalmente tenestres y viven en las sabanas y, al igual que s us compaiie:ro~ humanos . lo hacen co.n nmcho éxito. Hay pocos de los há ­hitats abiertos de Africa, incluyendo las afueras de las eiudades y las zonas agríc:o lus que no estén explotados r or esos monos. E n el pasado eran incluso más variados, siendo uno de los grupo.~ de animales que alcn.nzaron el máximo de su diversidad h aee unos 2 millones de años, al mismo tiempo que los boroí­nidos. Su historia es, en muchos aspectos, la 1msm.a que la de nuestro linaje.

( Y pese u todo eUo, no son bípedos. Aquí tenemos una espceie de plima.tes J h~ciendo c~act~tmente lo n~isn~o q ue los homínid~s,_ colonizando nuevos mn-l b1entes l:ern tonales al mtsmo tiempo que los homtmdos, pero llevando un es- ·, ] tilo _de vida totnlrn~:nte .(~ifürente. ~o_¡! plenamer~~e cuadr_ú¡;edos. Pr.~.L·e~e- (~~~- ~. ! ¡<\qm teJ?.C?.:J:?S ... !~ ~:~iutacJ~!.L?~{~_ (;~asJca a~apta~lond~t"W1TI1Una;·es :detn·, que 1 1 !d entºplQ IQ-Ql.~e-~165-oi·ganismos . ¿Por que e1 mi.smo rnedíoambieni:e hai·ía i ¡ ! que _l ü.!?}~~~~~~~~sad?~Ae los J-iórnlilidos fueran bíped()s y los de los babúiiiós ¡

1}, eufJ,~xúpedos? · ·· • 'lJ!lÚ. re~püesta posi~le. ~?.5 __ l_a_sil~lple easttal~dad. Después de todo, la evoln-­e.ión es un proceso regido por el azar en muchos aspectos. Quizás las m'trtaeio­nes apropiadas todavía no habían surgido, pero llegarán a surgir con e.l t iem­po. EsG tipo de mcplicaciones nunc.a son muy satisfactorias y, eíe:rtamente, son .indemostrables. Pero hay una a ltcmativa, y es la férrea mano de la h istoria . La evolución de un organismo se for ja no sólo por su medi.oar.nbiente sino tarn-

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1~2 HL"Yl:\....\OS :1....'\TES DE: LA HC.\·1!1::\IDAD

bién por lo q ue ya es, por su pasado evolutivo. En realidad, la auténtir;a esen­cia ¡;le la evolución es la intel'acción en tre el pasado v el presente.

Los babuinos son monos, descendicmt:es de monos que vii'Ían en los árbo­les, probablemente no m uy diferenu~s de los cercopitecos de Afriea en la ae­tualidad. Ambos linajes se separaron de sus hábitats ancest rales para pasar a ser más ten eslres. No obstante, l.enían unos puntos de partida y unas his­loJ.'ÍétS evoluTivas muy diferentes. AJn~que .. lodos·fueran arbóreos, sus am:epa­sa.dos M! rnov[.(lll.PRJ: J.P~ .... ádJole~ cl~ ... ÚJrma cÜStinta. LDS)JlOUP§.'.út~,g~[l.~ales C:':!;~l.l.! .. 9..1t.a.~.r:úp!;<J~¡~ .. ~rbóreo~.t..S.<:: .. l!l_ovían a t~·tt Y~:?. .9.i l ~~s . á,rhy_le.~ co,rE.ien do so-

-Jn.e_ ~as ~tta!.~Y pau~s por e.nci1!1a . c:\i)as r~rnas y sal.ta!ldg 1_¡\~gQ: . l~E_t~~)!~~~i! _de forma cuadrúpeda de una .. rama .. o árbol. a otró·. 'No .CJbs~ante, los simios cen­díau a lll()Ve1:se de un lad? a otro colgándose de las ramas p trepi.\ri~?Jf.ó~}!lS árholes I!lanteniendo el cuerpo ver tical. Esta diferencia ipa a.teu.r::r e'ónse­cuenc i~s importantes. t:l

, Cuando cada grupo empezó a tnJ.slad<nse a um1 vida rnéís l:e:rrestre, ll.evó ( CO!l é l su bagage evolutivo. Para un mono, la rll.ta más rápida para una vida ) lerrestre con éxito era simplemente adaptar su desplazamiento ctwdrúpedo al \ suelo, moviéndose de la forma que podemos ·ver en tantos -animales l:c~r.r:estres.

'.! Pero lo;; simios terrestres se enfrentaban a l.lll prohkl J~l<'•· ;.I.\1 liJ.y: .. (Jif.cl'ente. Con tma postura ya vertical y una longitud de brazos'-y: pit!l'nas, .. desproporeionl'!da,

\ moverse sobre~ euatJ·o p111:ades hubkra ~xigi.do· v r·i ll ~reórillJl'l~ <~ iÓll)m ¡Jo.til:.élJ.J.te,, · . . ~, \ d<~ toda su conduc'ta y ·anatomía:. P.m:a,eJ,k~s, ,)u bipedá6il 1n :les: ofrecía ,más :¡J'osi~ · . ibilidades corno ruta mt~ ' !)Orta·par-a· alcam:ar -eor>.·éxitt'l •lm-futuro ·evCJlutivo en.- .

el suelo. · La aparición de la Lipedación nos ha proporcionado una forma de enten­

der el proceso evolutivo. La evol uciún -no es un sistema de inge:nier.ía de rnara­villoso ajuste,. sino un nwclificador a corto pla:w de las for·rnas existentes. El medioambiente, por medio de la selección nat ural, tiene un cometido impor­tante en la evolución, pero no es el único factor. El pasado evolutivo coarta y moldea d futuro evolut ivo. La evolución es el resultado del pasado y de las adaptaciones de ese pasado en interacción con el entorno y las presiones selec­tivas del p1·esente. Así, euando est udiarnos ÁJrica c.orno lugar de origen de la especie human a, no se trata sólo del entorno y de la eeología de aquel conti­nente. Igualmente importame es su historia, porque nos proporciona la m ate­ria p rima biológica para posteriores remiendos evolutivos. En Europa, o en América, o en Australia (que no tenía ningún primate}, o incluso en Asia, sen­cillamente no estaba presente el tipo de pl'imate para el eualla bipedación era una solución adaptativa adecuada a los problem as de cambio medioambien­tal. En Á.frica sí q11e lo estabíL Y e~ por esto, claro, por lo que los problemas de La evolución suelen hacer que nos adentremos cada vez más en el pasado, por­que con cada respuesta viene otra p regunta; por ejemplo, <<¿Por qué los rnonos y los simios desan-o.llanm unas postm:as tan diferentes para empezar ?» Pero responder a esa pregm1ta es una tentación a la que hay que resist irse, porqut: acabaría llevándonos finalmente al p antano primigenio, mientras que aquí es necesario seguir la historia humana hacia delante, no haein a tnis.

La historia y las leyes de la evolución

Hasta ahora he contestado a la pregu ntu de •¿,Por qué Afdcú• en ténni· nos hist ú.ricos: la his toria de los ~itHi os, la h is loria de su medioambieme, ilH:.In-­so la hiswriu de la imerace.ión entre ambos. l~sto nos da una vis ión de la <:vo)u­ción en la cual lus especifidades del pasado dc:u:nninan la:; partieularidudL:S

de) futu ro. Aquí hay poco de las lc~ yes ge11Cni les ele lh cvolu<~i6 c t qne pu dienH• 9uporwrse en w1 campo científico. No ob:>tante, he dicho que ha y du~ posib les respuestas, y la segunda, relacionada con lu ecología de ur.1o~ n~gírnenes climá­ticos paniculares, s i que co.nduee a unos pl'incipios más generales.

Al observar Cl valle del Hift co.Jno paisaje en el que [as especies tenía n 1n~s posibilidades clt~ quedar aisladas y, por ello, tanto de desnrrolhr novc:dDdes cotno de extinguirse, se introducía la ídea de i.]ut:·algunas :r.orws 5otT más suseept.ibles de favorecer la aparición de espt:eie~ que otras. En ese <.:aso erm1 peninentcs las difereneias Jocalr:s dentro de una región o de todo un continente. Sin erniH.rrgo, hay un cuadro mayor. Si ntiramos la 'llerra c:orno un Jodo huy ün palTÓn daro en .la distribución de las especies. E.n general, el f:aso es que; sea eu la~ plamas o eu los animnles y .en tod~, una serie dtnlivele.s-taJ<ionÓip'Ícos; 'siempm hay más cspe .. cies cerea del eeuador que cerca ele los poJos:t'·J\<lás: -e:út(~lnmente, hay una gradu, eión deseen d<'\n t. e ·desde l (.¡s· trópkus hasta; d At>J i(Jn. Los tr/Y¡ú¡;os · ~><Yrl-1;1 rás di ver ..

. . ·sos que las ' latito.des ·rrr.edias, y ·é-stas 'los 'SOW má:>uq.tre r l(t¡lidatiimdef:\ alias. Por r;jemplo, los murnífero~· wn:cstr<Js. vatr de QO t~t;p,~be~ 'a ](;s·6'6':.·}iu!:it;J·.16J):.u los 8". .Las on:r•ídeas S'oii, '<ifnizlís;: las 'dC' pendicril'e má~· n.sp8c'lncula!r,.'eüt~:2,f500. e;;peeies en el ecuador y sólo 15 a 66".'5 Este patrón está presente en todas las fúnnas de vida y repel'drte en nuestm comprensión de la evblueiÓ1l de la especie hun•aua.

Se han ofreeido diversas explicaciones ·de por qué se produeiría este pa­trón.16 La más obvia está relacionada con la energía . El ecuador recibe rn udw más energía que d Artico; y es lO· cr·ca más OfJOrl. unidadcs de vida. Co.1J más energía hay más vida vegetal, y .eso crett, a su vez, mayores oportunidade~ para los herbívoros, y donde hay herbívoros, hay buenas oportunidades pa.m los earnívoros. En los lugares ricos en energía de los trópicos, han evoluciona­do complejos eeosisternas. Esto puede ilust rarse fá<:i'Jmente (:on las selvas t.-o­p ieales de Ah·ica y [a Amazonia, donde el número de especies q ue hay en sólo una pequei'ia zona excede a.l cle la totalidad de las que hay en la tundra o lu es­tepa. Como la mayoría de est as especies han evolucionado lot:almerrte, enton­ces se1·ía de esperar que lmbiera muchas más novedades evolutivas en África y América y en algunas partes de Asia que en cualquier oiTo lugar.

Esta explieación es, casi con seguridad, cierta <m general, aunque podría :retoca1·se de diversas maneras para tener en enenta otms factores. Po.r ejem­plo, las a ltas latitudes se han visto sometidas mucho más .a los estragos del cambio climático, especialrnc~nte las glaciaciones de los últimos millones de años y, por ello, han expe.r.imentado unos niveles más altos de extinción. Los trópicos han sido más escables y, po:r esa ra-zón, se han a<;uronlado .más espe­cies allí. A su vez, esto enlaza con la idea de que la diversidad crea una mayor diversidad. L as especies responden a la dispouibiliJad de niehos ecológicos y,

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dr· hcf'ho se sude creer l[IIC ésws las cldiu•~u. Si hay n~uchos· de eso-s hur.cos ·· xr:l u~ivns. cnloncr:s lwv muchas especies, pero enlonc:es, y eu cr>nsecucur;ia. r-;n~ c:,pr.<:ie~> !'r: c:onvicrten 1:11 una exdusiva par;:¡ otras especie.l>. Un rímco lÍr· bulLmpical purdc c.orwcrtirs•: 1:11 Jtidto de nmncrosas hormigas, )' así d incn:­uwrll o d1• In di\'l:rsitlad s1: eonvic•·te en un ¡H·oce¡;o que se perpetúa a sí m ismo.

S•:u cnal sen la razón subyar·e•1tr:, la relnción (!ntre la diversidad evolnliva y In,; lnípir·os sig11ifi ca 'lll'': ~:n gcJLcral, se esperaría q111~ la ma.yoi'Ía de lus cspt~­r:.ics l.nviernn, por lo 111enos, sus orígenes r:volntivos cert.:a del ecuador, induso :,i loH;go "''~ r:xwnd ir:nm a o lras 11:gioues. Sólo por esa razón .~ería ¡,orprr~uJcn ! t: fl"l: lo.'> hOJilÍni do;. no !nvicnul 11.11 r.>rigen. tropica l. l ~s i nl.c:n:sautc 111(:1Jcionnr

<J'H: 1.:11 la:; diS1'11Sio ncs de In priom:ra parrc d.d siglo XX subn: los posil ,lcs 1:1 11 -

pl;l z11111 i1:11 tns rl1: 1 os nrígeues h.1 1111ll !lOS, cst<lS r,otls idernci.om:5 •xotúgi.C·Ho no r c:-11 Í1 111 l.l( JI~ I lii.S <;IIIJi da·. Darwin usaba 1 D~; rda.ei nues fil •>gt~ui~ lj ¡;ns pnw. a fl oynr

Á rrÍGtl., o 11ÍI~ 11( l'iHi l.jllf~ Of.I'OS 11! iJizaban Ja I·IIJ!' igÜ<:dad·d C las .civj lj¡¡,aeiOll.üS j)fll'lt ;q.><Jyllr 1111w; orÍ[n:ncs 11.~ i tÍ ti<:os, \' r. r:a d puro uacioualismo lo qun· S1<1:.il:r.ntabn l u ~ l.ln~ fe rcll cÍab ;;or u.n oo:igen br.itánico, francés; o mú.& gerr.ero1J11Cl'ILG europeo. 1\ ll c.1·n prohnl>k qw: <:S11s cm1sidernóones scíiala ran A:F.rir;n o:, •k l ~< ~c.h.n, t.ll'l l l.

1 1;1 r l r: de ¡\ f' rica; r:.tH.I to rln., la di!l!.ri bocic.'in l:f;er.tci:rl.rnctrtr:trupi.en.l de le>:; pri rrw.­r. •·~; 1' In. d.ivnr~ idad r:c:lllríg i('.:r y evohH·ivn ch:-lo!.; :.~:<;pi -,: •;n· :!d:.i;. r{:~ b.nbo· r i11 cl icn.d.o ' JI": las pi:H'fl:s 11:rÍui r:ií li.d;~s delw ~tn·do · c:rnn ;.pr(ob; •;h! ,n":ld!.~; l:q(nn:ti· l.\1>\'0p i·n-. de::; par ;1 · l ro"1 ~n 1' los: on·g~:11e:; dc· túi.•;!;(rn .!ii: :<jo; ··.: ··· · .·.· . . ,, , ·

i•::;to • ·~• p1ivnl<-' ; r' •}IHt ;unpl ia: regh c'v;dwiv:l ;· •' ('il o· ~¡l!lí>r!r.r p ·c·1d ir;Li:ito.¡y:1\P.n}l: ' ·

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cn::llldo s o; plantM In I; IICS( ión de dór1dC se or:iginaron los humanos, rcsult<l· q nc \n rc;;pue:;ln final condensa la naturaleza de nna .explicación de la cvoluci6n. Pot 'lii'CJ ludo, conricrw clernetttos de part:ic:ularisrno histórico y geográfico -la dist.ti­hut:ióu de lns especie~<; exist.cnlcs y el patrón del cambio mc:dioambien ral- y tll mi~mo cir:mpo fil~ ve rt'.~paldada por un ·conjunto de modelos y principios genera-. lt:S que le confieren In base para corupreudcr .r.:sos ricontecirn ienlos csp~cifi cos y explic.n r su dis1ribtu:ión en d tiempo)' el espacio. [•;n este sentido, In búsqucria dd eu 1pluzumicnr.o de los orígenes humanos nos proporciona.llfl ejemplo de la naluralc;c.n de la hiol.ogía evoluriva que es· tan bueno como cualquier ot.ro. Es una denóu ljlll~ ÍJ IVI:-;t.ign nlgu nas reglas y principios generales, pero las condiciones h 11jo ·las tp IC ésw s 01:urrcu c:.>tán, dln.s mi.srnas, ta n cunslTeiiidas por uno:; Jucl.o­res histórit~os pnnic11l.ares que pueden queclm: oscurecidas. En el es 1.u.cl io de la h.is LOr iiJ. de l.11. evolución humana, lo que ha clo.rnino.do h an sido los de ta lles parti­cu h~rc~ ., s·i rt duda debido a la singular na turalez;:¡ di.', los lu.unanos, pero podemos npna11lcr rnudw n11Í.s si volvemos un a vez n.tiis a los prin cipios g¡;:uernlcs, porque nos propnn:ionan l11. e6truetura para eornprencler.tma historia ú.n.i.ea.

Los l.tmnínülos corno foras teros

$r. hu sr:¡r,uido In. herencia afn cuna. '"n l.a evoluciÓn lwmaun. hns ta donde lc­gít io·J1.am c.l\!:e ~oe podía, P,ero e.s posibk extraer a1Jll otra idea más volviendo

¿ PUl! ~H ·t Al· lliC:\ ~ 1 ~5

todo d asunlt? del revés. lJa:;tu nhur:J, la r.ue~tiÓJL o:ntJ al ha su lo lo i,llporuwte del papel de 1Vrir.:a, pero qui1.ns la ohscn;wión n.ás obvia que cualquiera pue­de har.er sobre los h umanos v sobre rnudws homínidos fósilc!; ''"' e] hcdw dt' qllC no se producen úoir;ame~lc en Á rricn. De hecho, una tuc·dida cxcc!ente dc·l éxito evolu tivo r.le los humauos r.r.lrosla quf. punto hm· se le..s r:ncuml!ra prár;ri­cawcn te r:n todas pnrtes, y el hcr:!Jo de que induso las csp ct.:ir~s m·c<~.i.ca~ esta­ban ampliamente distribuidas. E~tu contntsl.a Jc fonml i1nport an1!: r.on la rl is­tribución de muchas 1~specic:s, que son purlirulares de óCJ·tos f(>n tine11 tes. regione-s, o inclus~ l.ugarr:s. '

Al insistir en Afric<l con.JO cr:n r.ro de I<JS orígenr..s cvolu ti ,·os, ot ras regionc::> han quedado n.:legadas a. la pc riCeriu, ~'· r.sto irnplica q ue üJHrorou en el '!:u arco de la evolución Je los homíni dm; por tll.l pnH:~:so de colon í;-,a.(·.iiín y di~;pr..rsi ón. .Culu m ayoría de casos, estn 1·.s prol mbl r;mr~ I \!:C cierro. Lo;; homÍJlid llS parece¡, habex· sido e&per:inlnu:nte ex pertos en r:x. l<~ lll l r ~ rse y adap l a rsr~ a nuevos r:;ln pla­zm:ni.r'~ni.os , aun.qne el grado en que lo .IH1.6HJ I vuría crmsiderablenu~rn.e a (o lar­go delticm]'.H).~·1 D urar.tte la wtulida.d dr. StJ 1wi mera evolución, los homínidos vi.vi:Jn sólo en. Africa, J' ¡nohllblemeutn s61n en las partes m~b seea~; . A partir dr, hncc J millór1 de años, sr·! t)xt.endir.:ron a J.':·nropa y A:;ia, rraslad:í.ndosc gradual­rnr.nte hacia las region ~S l'n i!.l; Sepl.l~ lrl· '!'Í OI~Il,i t)'.\> ne.-~de ·hm~e , por (o llle ll (K1 ,

50 .00() años HÜcia ron el procc>,o de~ Ui.lfl (;~.(.lrPl~ iém 5lobnl totn.l, que tuvo c:1.Hno

tes ultado Jn e~~plosiv.·1 GIJioni.~i:t<:lón . de iwr•n::1l.i n·, ·Jan A!m:ri(;!l:; v h 11mvorin de ln..•: islns occ:i\nio1~· C.H<i r:on t orJ n e>~rtc:¡.;,! ·~·'•h no .fue un .·:miro ·a ,;orrtr·;~imien to (!•Hltirn.r nd.o y. ~i r\ d udn , !'·{;: v:~r iu Jt'f<P. II\JI() .JlN' l:'ll1"ttrosos rcv¡,.-;¡>.~ y e.J~.Lincior¡e:; locales, seguidas de rccolowzaeionc.s, especia lmente en los pri.mc~o5 verfodos. Pese a todo, los resultados nos dicen (~ue los homínidos fueron unos •otrusos que tuvieron m ucho éxilo.

Este patrón no~ explica mucl10 sobre la notura lcza de los homínidos. Eran claramente adnptables y flexibles en su cotnport.amiento, tokrabau condicio­nes clirnáticas y ecológicas notabiP.mente d iferentes, y eran capaces de una ex­pansión dcmográfiea. Es l.a clásica historia de í:xito e·~lógic:o, aun que l·:n tér­minos del aumento de la presión sobr1; los recursos , n m en>.Hlo hubiera que pagar un precio. Quiziis muest.ra r.amuién q11c la dispersi6n a nuevas regiones, nHís que encaminada a au1!'eutar la dr:nsidad d<~ la población mediante la in­tensificación de las incursiones en busc:a de a1imentos, fue un sello distintivo de los homínidos a lo largo de !:oda su his r.oriu evolu!i~ta. 18 Sin embargo, hay otro aspecto que es .intrigante.

Se piensa. que Ja adaptación es UJ11i selec.ción nur.ural (¡u e aeomoda a los or­ganismos a la.s exigencias d1;; su medi.t>nrnbienl.t\ y de ahí St! deriva que las es .. peeies locales son las mejo.r a.daptud;ls a.l rn.edio en e.l que evolud onaron. Er1 la mente de muchas pt~rsonas está la noción d ásica del. perfecto tP:jido de la natu­raleza, con cada especie en. su sitio y reprcscn.r:ancl.) su •papel· en su ambieJJte. ¡Las especies de fuera deberían e~tar peor adap tadas; y se1·ía df: r.sperar que, enfren tadas a la competencia de csped es e ~tógcnas, fueran la9 nativas las qne triunfaran a expensas de las recién llcg11dns.

Hay muchos ejemplos donde est0 es cierto, y la hislona reciente desborda

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.. ~ : .. .. ... . . ·:, .

J26 l-IDIA\OS ri:\TES DE LA 1-lD!A'\lDAD

de historias de europeos, en p anicular, tratando sin éxito de ürtroducir sus propins euhivos y animales en rnedios extraílos, para acabar abandonando sus imentos y adoptando las formas locales. El Día ele Acción de Gracias de Esta­dos Cniclos es, quizás, la única fest ividad que celebra ese proceso ecológico, po;·c¡ue recuerda t: l tiempo en que los primeros colon os europeos descubrieroa que sus cu ltivos y el ganado del Viejo Mundo habían fracasado, y que fue sólo gme.ius 11 la generosidad de los indios amerieanos indígenas, q ue les proporcio­naron pavos, maíz y calabazas autóctonos, eomo pudieron sobrevivir.

]\o obstante, el rnisrno proceso de coionización se cal'act<;r.izu tam.bién por unas f)xplosiones notables, y en general no deliberadas, de especies ex1xa:ii.as en los nuevos ambiemes.19 Buena parte~ de África y de] Mediterráneo está ahora mr,ubien a de eucaliptos, que son originarios de Australia. A la inversa, el cv­uejo eumpeo se extendió eon gra n :rapidez y éxito por toda Ausl ralia. Los ca­ballos en el Nw~vo Mundo, Jos ciervos en Nueva Zelanda, l::~s cabras en mu·­chas islas remotas, son pruebas de esta notable capacidad ele m uchas especies par a p rogresar en arnbientf~S extraños sin otra ayuda hnmana que la introduc­ción misma. En muchos casos,. este éxito va asociado a tmos enorm es cambios posteriores en los hábitats locllies y a la extinción de especie~ autór.tonas.

Hasta cierto punto, estas introclueciones cons.egnidas; c.:O'q,.,i;!'mt·I~f!),J. ·,l~\:H;:d~ll . ex.plicarse diciendo que esas especies s.iempre habx:ían .fu~H,:io.r~¡¡.~iQ . ¡~llf,. ·. peJO · · .·

. . que anterionr¡.ente no· habían p o.dido .aleauza:r es1,'1S· an~v,~p~t\lf,gigw~;;¡<. ](~l~r,t~s9¡¡ .... ¡;.:. • . · .• .. ·.--

. ;: casos, ·no había eornpetidore$)Oe<Llt;s, cupa!$eS ;ele; t'O$ istirs:er.l;ti)}\,,ÜlY-&~ión.: .Las ,,,, ,, , . , • .. ~~ .; cabras que los roarír1os.·dc'járon .e:nlas i.s;las:<.dél :he r.Ili.s{eriq¡ipu¡tr;nl,::cO\OlQ posi- :· ,·,. · . '· ., .. · . ble provisión de carne pura·sus Juturos viájes, son· un ejemplo· extremo de lo que decirnos. El éxito de los rnamíferos placentaclos· S(,>bre los marsupinles en A.ustralía puede ser otro. Pero hay también onos. ejemplos, de los cuales la ar-dilla gris en Europa quizás sea el mejor conocido, dond<~ no sólo había especies autóctonas explotando los hábitats sino que además eran parientes muy cerCil-nos de los recién llegados. Y sin embargo, el intn.tso ha triunfado.

Las ardillas grises y los eucaliptos parecen estar muy lejos de aquellos an ­tepasados homínidos que se at revieron a ir donde nadie había ido antes, p ero pueE.kn establecerse algunas conexiones. Bien p uede ser que haya una diferen­cia importante entre las zonas donde se ha producido la evolución y aquellas otras de dispersión, y no sencillamente por ser mejores o pem·es, apasionantes o carentes de interés desde la perspectiva de la caza de fósiles. Diferentes re­giones plantean diferentes problemas para las poblaciones antiguas y el estu­dio ele, digamos; Jos primeros bur.nanos modernos de E uropa no tiene menos interés por el hedw de q ue no evolucionaran allí. En realidad; el mismo éxito espectacular que parecen haber tenido a expensas de los neandertales ind,íge­n as quizás tuviera sus raíces en el hecho rrúsmo de ser intrusos. Como los co­n ejos en Australia, consiguieron extenderse rápidamente y vencer a las pobla­ciones locales. Puede que una larga adaptación local y un íntimo conoeimiento y relación con d entorno no sean garantía de éxito. Así, las difemntes regiones del rnu.ndo; cuando se contemplan desde el punto de vista del paleontólogo; no deberían ve.rse como zonas que compiten por los fósiles más antiguos, sino

' ,, ..

¿Pon QU: AFJUCA~

como paisaje~ variados en .los ruales se repiu:n do.<, il<:<ml eeimienws t:v nlutivos contrarios: uno, el d<~l cambio y la innovación .evolut ivos; orro, el de lo:; nlud ­miento~ y expansión de la población, de su migra<:ión y strsdttu;ióu, de la cotu­peteneia y ln <:xt ineión. Como Mavr10 sei'íaló hace t nu t: lw~ aiio~ , >:u Ja· evolu·­ción, es rnuv diferente estar eu el centro o en los bordes. De heeho .. m ud tos (h·: Jos modelos. opuesws de la cvo!IH:ión de los lwmínidos que ltt:rnos ~'is io eH e:; Le capítulo y en los itiHe:ri ore~, d ciJI.Ht probubl.emeru e SIIS or.ígenes a esm d i ~ti11 .. ción tau importarue.

La <;onclusión que podemos extraer es que los.JudJazgos fósilc:; .nos reeuer .. dan que, en realidad, la cvolu<:ióu no tiew: lug<.rr a lo largo del tiem po; tien e lugar en el espacio, en lugares eon(:nolos, y d tÍI\tnpo es sólo la d imensión qne escogemos p ara m edirla. En la esp t~e ificidad de la evolrtt:ión h umana cada continente representa uu papel diferente, sea el de cloHanLe o el de: receptor. Todos son igualnu~nte inrpo:rm11tes en el cuadro geneml fin.a l. De~dr: la per~ .. pectiva de la evohu;i<:Í n hurn:'[na, Afriea estú eH el cc~ntro , eon los dcrnás conti-· uentes como puntos de llegada de unos desplazamientos rad i ;;tle~ qne salen d<: ella. Aunque puede que haya.. habido movimicrrtos de vudta a Afriea, la. ten­dencia general es hacia fueril, hacia d Norw, el Este y el O este.

,. · • · : . . .! .. : · \ •, :-l . ~.,~· tT¡:, .:1 . ... .. \·¡ \ ::':i·:;(.,' ·: .. ' .· ~.

La Eya a:fdcana: :l,HU:t;,íha(h;c-.s~n .s.enHd.o...;( .. .~ , , ;;_,il'~~:,·.·. ~·~¡, ... iivri·~· .. :k\ .¡;:, ,., . ;.~;/.;.'.''' · · '· ! ~ i : ! . ~· \ i' · ~ .: '/i.o'3 (, i ~: i ' .! .:• \ ·· ~ i ~:·~ : : • .. , •',. ;; i,., l,':.i.'; · ~·t ::l.(:'·::f-:: '·;·~\;~~'!.' .~:¡:~· 1 :. , :' l;: ·:.Ht·• .~.~ ·.!, .<(•·· ·:0 ! , , ~ ,' f ¡ ' . , :: : ·

· .. .. Puede . qu~~' los :afric~\nos:•p ~té.dan, s~: nti:r; un, c:i c1:t.~) 'OI'gtdl.o; j'r111 ti .Gcnl~ 1 d' po ,. el··:. ·. . ·. · papel de su conlinent<S-<:n lu evoh.H:iún d(dos homínid~s; pero como veíamos al inicio de este capítulo, la idea de la evolución .corno· ur~a eanent en c¡tw ,los continentes compiten por el org ullo de ser .los primeros es engaiiosa·, y corno acabamos de decir, los f:pisodios evolutivos exógenos y ·endógenos plmnean problemas de eontras'l:e más (}IW de rango. No obs lante, en años recientes, ha habido nn pronuneiado interés por Africa, no sólo como t ierra natal de .los ho­mínidos, sino como lugm· donde Jiació nuestra propia especie -Tlómo sa­piens- .21 1\'o sólo eso, hemos llegado a erecr que la madre ele todos los huma-nos actuales fue africana. La Eva africana, como se ba llegado a conocer a la madre de la raza humana,.ha tocado una fibra sensible en la visión dd pasado y, como se basa en las pwebas genéticas, ha adquirido una fue.rza de la q ue carecía la naturaleza un tanto casual del registw fósil. Aun·que, a primera vis-ta, esto pueda parecer la suprema belleza del patrimonio africano, es m ás b ien un espejismo que no deberíamos permitir que oscuteciera la historia. africürta contada hasta ahora.

La Eva ufricana no está relaóonacla con los orígenes profundos de los ho­mínidos, hace urlos 5 millones de años, sino con Jos orígenes d<~ nuestra propia especie, Hamo sapiens, <~n los últimos 100.000 mios aproximadamente. Como veíarnm; en el capítulo cuarto, de nuevo era Africa la que ofrecía Jos fósiles más antiguos. Los humanos rnode.rnos -l:lorno sapiens- son d<~ verdad muy característicos. Muest ran una desviación radieal en su estntctm a ósea. Allí donde los homínidos más arcaicos ten ían .un cráneo largo y aehatado (incluso

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El eslabón

La historia del fósil de primate más antiguo del mundo

COLINTUDGE Y JOSHYOUNG

Traducción de Juan Manuel Ibeas

ull:f¡ill

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7

Del Eoceno a nosotros

Los caminos de la evolución no son rectos. Se desvían a medida

que cada generación se adapta a las circunstancias de su época, y

también a causa de otros muchos motivos que podríamos llamar

azar. El destino de un linaje particular de animales -que se trans­

forme en algo diferente o simplemente siga siendo igual- puede

depender, por ejemplo, de si algunos de sus vecinos más molestos

son exterminados por un asteroide y le dejan un espacio ecológi­

co que antes no tenía.

Además, las líneas evolutivas son ramificadas, y esto también

se debe a toda clase de razones. A veces, la subida del nivel del

mar divide una población en dos mitades, y cada mitad evolucio­

na a su manera. En ocasiones, una población es arrastrada al mar y

va a parar a una costa lejana, donde encuentra un nicho vacío o

un nuevo conjunto de vecinos, y empieza de nuevo, a partir del

fondo genético que comparte en ese momento. A veces, diferen­

tes miembros de la misma población empiezan a reproducirse en

distintas épocas del año, de manera que sus genes nunca se mez­

clan ... y así una y otra vez.

Cuando los organismos cambian generación tras generación,

observamos transiciones de un grado al siguiente. Algunos biólo­

gos ponen objeciones al concepto de grado y, por lo tanto, a la idea de transición, ya que ambos conceptos se pueden entender

174

DEL EOCENO A NOSOTROS

como que implican un progreso en la evolución. La evolución no

produce progreso, dicen los objetores. Pero, en la práctica, los ani­

males posteriores son en general más complejos que los anterio-

res: explotan más nichos ecológicos; tienen sociedades más com­

plejas; los individuos son más capaces de aprender; y su conducta

es más flexible. Esta progresión no es invariable -algunos linajes

se vuelven más simples o menos hábiles con el tiempo-, pero la

dirección general va de lo más simple a lo más complejo, y de lo

menos especializado a lo más especializado. Sin duda, estos cam­

bios se pueden interpretar como algún tipo de progreso; de he­

cho, representan el mismo tipo de avances técnicos que observa­

mos en los automóviles, los aviones o los ordenadores. En general,

los ordenadores más recientes pueden hacer más cosas que los

antiguos, de más maneras y habitualmente con menos esfuerzo.

Y lo mismo se puede decir, en general, de los animales más re­cientes comparados con sus antiguos antepasados.

Han transcurrido 90 millones de años desde la aparición de

nuestros primeros antepasados vagamente reconocibles: los pri­

meros primates arcaicos. Y unos 65 millones de años desde la

primera transición, de los arcaicos a los prosimios auténticos (que,

entre otras cosas, fueron los primeros que tuvieron un refuerzo

postorbital y el aspecto de ojos saltones que ello acarrea).lda, que

vivió hace unos 4 7 millones de años, parece representar los pri­

meros escarceos de la transición que vino después, de los prosi­mios a los antropoides.

Cuando Ida apareció en escena, el mundo parecía diseñado

para los primates. El grupo en conjunto tuvo unos comienzos

rápidos al principio de la era Cenozoica. Ya existían primates de

aspecto convincente mucho antes de que aparecieran auténticos

gatos, osos o hienas; y entonces apenas si habían aparecido los

ungulados, y los elefantes y las ballenas todavía tenían un aspecto muy extraño para los criterios modernos. Sin embargo, si viéra-

175

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EL ESLABÓN

mos a Ida en un parque zoológico moderno, a pesar de lo antigua

que es, no nos parecería extravagante.

El Eoceno fue cálido y húmedo, y el mundo estaba práctica­

mente lleno de bosques tropicales o paratropicales.Y la selva tro­

pical es el hábitat por excelencia de los primates. Además, como

hemos visto, la gran masa continental de Eurasia estaba unida por

los dos extremos a la gran masa de América del Norte (aunque

durante un tiempo Europa estuvo casi del todo separada de Asia

por una gran intrusión de agua entre las dos), y después Eurasia

entró en contacto con la gran masa continental de África. De

modo que los primates pudieron migrar por casi todo el mundo

sin dejar en ningún momento la selva tropical. Algunas de las

criaturas más humildes podían vivir tanto en China como en Ca­

lifornia. Solo América del Sur, Australia, la India y la Antártida

estaban prácticamente cerradas a la acción de los primates.

Pero con el tiempo, hace unos 34 millones de años, el Eoce­

no llegó a su fin. Esto ocurrió muchísimo después de los tiempos

de Ida, aunque no es tanto tiempo si se mide en relación con la

historia total del mundo. Entonces el bosque tropical empezó a

retirarse hasta su estado actual: básicamente un cinturón arbóreo

alrededor del ecuador. Poco después, los grandes continentes del

norte se separaron unos de otros, y aunque algunos animales (en­

tre ellos, algunos primates) aún consiguieron migrar de uno a

otro, ya no tenían la libertad casi total para vagabundear que les

había ofrecido el Eoceno. El cinturón de selva tropical alrededor

del ecuador se volvió discontinuo y quedó reducido a la América

tropical (el neotrópico), África central, la India (en cierta medida)

y el sudeste asiático. Con el tiempo, l~ selva tropical llegó también

al norte de Australia, aunque esto no ocurrió hasta después de

que el continente se hubiera desplazado lo bastante al norte para

entrar en la zona ecuatorial (y, por supuesto, allí nunca hubo pri­

mates hasta que llegaron los humanos).

176

DEL EOCENO A NOSOTROS

Fuera de la selva surgió un nuevo paisaje, dominado por la

hierba. No era la primera vez que el mundo veía campo abierto,

pero estas fueron las primeras grandes praderas del mundo. La ma­

yoría de los primates se retiraron hacia el ecuador a medida que la

selva retrocedía. Solo unos pocos lograron adaptarse a la pradera, y

muy pocos consiguieron prosperar fuera de los trópicos. La espe­

cie que más espectacularmente amplió sus horizontes fue, por su­

puesto, la nuestra. Nuestro ascenso comenzó con las praderas.

Pero lo primero que debemos preguntarnos es por qué se

terminó el Eoceno. ¿Por qué no continuaron los buenos tiempos

(desde el punto de vista primate)?

POR QUÉ SE ENFRIÓ EL MUNDO

Aunque a primera vista pueda parecer increíble, es probable que

el Evento Azolla baste por sí solo para explicar el rápido enfria­

miento que puso fin al Eoceno. En los tejidos encurtidos de los

Azolla hundidos en el fondo del océano Ártico hay encerrado

carbono suficiente para haber reducido el contenido total de co2 de la atmósfera lo bastante pa'ta poner fin al «mundo-invernadero))

que había predominado durante los millones de años que duró el

Eoceno.

La segunda idea principal tiene que ver con la química del

aire y las rocas, y con el movimiento de la masa continental de la

India, que por fin entró en contacto con la costa sur de Eurasia

hace unos 40 millones de años, y siguió moviéndose.

Pero existe otro factor importante, que fue explicado a princi­

pios del siglo xx por el matemático yugoslavo (croata) Milutin

Milankovié, un pensador atrevido que fue uno de los pocos que

apoyó sin fisuras al igualmente atrevido Alfred Wegener. Hacía mucho que se sabía (desde los tiempos de Johannes Kepler, a prin-

177

Page 27: Unidad 3 $10.pdf

EL ESLABÓN

cipios del siglo xvn) que la órbita de la Tierra alrededor del Sol

no es circular, sino elíptica. También se sabía que la forma de la

órbita cambia en períodos de unos 96.000 años: a veces, la elipse es

casi circular, y otras veces es más alargada. Además, la Tierra está

inclinada en relación con el Sol, y el ángulo de inclinación varía

periódicamente. Por último, la Tierra al rotar se bambolea como

una peonza que gira, y a esto se le llama precesi6n. Milankovié afir­

mó que estos tres tipos de cambio afectan al clima, porque influ­

yen en la distancia de la Tierra al Sol y en el ángulo en que llegan

los rayos solares a la Tierra. Si se suman estos tres efectos, dijo, lo

más probable es que descubramos que la Tierra se calienta y se

enfría a intervalos de unos 100.000 años, aproximadamente. Este

efecto se superpone a la temperatura general de la Tierra, que,

como hemos visto, depende en gran medida de la cantidad de

co2 y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera; de la dis­

posición de los continentes, que determina el flujo de las corrientes

oceánicas; y de la cantidad de hielo, que determina el albedo.

En los períodos que son en general cálidos -como el Eoce­

no--, lo~ ciclos de Milankovié, de calor y frío relativos, no influ­

yen mucho en las cosas. Pero cuando comenzó el Pleistoceno,

hace unos 2 millones de años, la Tierra llevaba muchos millones

de años enfriándose consistentemente, por las razones que hemos

explicado y por la elevación de la meseta tibetana. En el Pleisto­

ceno hacía tanto frío que la fase <&esca» del ciclo de Milankovié

habría sido suficiente para iniciar un período glacial. Y efectiva­

mente, tal como se había calculado, los períodos glaciales se pre­

sentan más o menos a intervalos de 100.000 años. Esto significa

que desde el principio del Pleistoceno, el mundo debe de haber

experimentado unos veinte períodos glaciales.Y el registro geoló­

gico dice que esto fue precisamente lo que ocurrió. El último

período glacial terminó hace unos 10.000 años. En estos momen­tos, el mundo se encuentra entre dos glaciaciones, y habrá que

178

DEL EOCENO A NOSOTROS

esperar a ver cómo se desarrollan las cosas durante los próximos

millones de años, cuando los continentes sigan desplazándose y

las corrientes oceánicas cambien una y otra vez. Estos fenómenos

son tan complicados que es imposible predecirlos con detalle y a largo plazo.

Pero volvamos al tema que no ocupa. Si sumamos la eleva­

ción del Tíbet a la desaparición de los helechos árticos, tenemos

todos los mecanismos necesarios para explicar por qué se termina­

ron los tiempos tropicales del Eoceno y por qué el mundo se ha estado enfriando desde entonces.

Siempre han existido pluvisilvas tropicales, al menos las sufi­

cientes para permitir que floreciera una gran variedad de prima­

tes. Pero al mismo tiempo, durante los últimos 40 millones de

años aproximadamente hemos visto la expansión de bosques más

abiertos, praderas, estepas y pampas, mientras gran parte del mun­

do se volvía demasiado frío y seco para mantener una selva inin­

terrumpida. Este nuevo tipo de paisaje permitió que evolucionaran

nuevas modalidades de animales. Unos pocos primates figuraron

entre los animales que prefirieron el terreno abierto, y entre ellos estaban nuestros antepasados.

Ya volveremos a este tema más adelante. Primero hay que

considerar la hierba misma, el factor clave en la expansión de los

paisajes abiertos ... y, por lo tanto, en nuestra propia historia.

EL IMPARABLE ÉXITO DE LAS HIERBAS

Las gramíneas son plantas con flores, y aunque las plantas con

flores aparecieron en el Jurásico, no empezaron a prosperar de

verdad hasta el Cretácico. La hierba parece tener una estructura muy simple, pero, como ocurre en los coches de carreras y en la alta costura, responden a un tipo de sencillez engañosa. En rea-

179

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EL ESLABÓN

lidad, la hierba es muy sofisticada, y por eso la familia de las gra­

míneas apareció bastante tarde en la escena evolutiva. Las prime­

ras señales de gramíneas corresponden al Paleoceno, aunque es

probable que el grupo apareciera a finales del Cretácico. La hierba

no prospera bien en condiciones muy húmedas y calurosas, don­

de tiende a ser desplazada por los árboles. Pero cuando el mundo

se volvió más frío y más seco, la hierba empezó a triunfar, y ahora

cubre aproximadamente el 20 por ciento de la superficie terrestre.

Evidentemente, ahora tiene una enorme importancia económica,

porque sin ella no tendríamos ganado vacuno ni ovino (o ten­

dríamos muy poco). Pero siempre ha sido importante para noso­

tros. El triunfo evolutivo de las gramíneas tiene una importancia

absoluta para nosotros, pero si las gramíneas se han convertido en

un factor tan poderoso en la ecología mundial es principalmente

porque -caso único entre las plantas- les gusta que se las co­

man ... no demasiado, pero sí mucho.

Junto con las palmeras, las liliáceas, las cebollas y otras plantas

similares, las gramíneas pertenecen a un grupo de plantas con

flores conocidas como monocotiledóneas, que se diferencian de las

coles, rosas, leguminosas y robles, que, junto con otros miles de

plantas, se clasifican como dicotiledóneas. En las dicotiledóneas, el

crecimiento más nuevo tiene lugar en las puntas de la planta. Las

jirafas mordisquean los extremos de las ramas más altas de las aca­

cias, y los cocineros recomiendan las puntas de la menta y la alba­

haca. Si cortamos las puntas, destruimos el extremo que está cre­

ciendo y que más vivo está, y entonces el resto de la planta debe

responder lo mejor que pueda, por lo general produciendo un

nuevo brote en una yema situada más abajo en el tallo. O hace

eso, o la planta muere.

Pero las monocotiledóneas crecen por abajo. Se puede obser­

var perfectamente en un puerro (que es un tallo de monocotile­

dónea, o más bien un haz de bases de hojas, aunque gran parte

180

DEL EOCENO A NOSOTROS

crece bajo tierra). La parte que está justo a continuación de la raíz

es la más tierna, porque es la más joven, la parte que está crecien­

do. Al subir hacia la parte verde de las hojas, el tejido se hace cada

vez más duro, porque es más viejo cuanto más alto esté.

Lo mismo sucede con las gramíneas. El tejido joven y tierno

está en la parte baja, como sabían todos los niños en la época an­

terior a los pesticidas, cuando se podía coger sin peligro un tallo

joven de hierba y chuparlo. La parte de arriba es más vieja y más

dura. Si se deja a su aire, la hierba se marchita por las puntas y

acaba muriendo, y una pradera abandonada siempre corre peligro

de ser ocupada por el monte bajo, a menos que esté demasiado

seca o fría para que crezcan plantas leñosas. Pero si los caballos o

los antílopes o los conejos, o cualquier otro herbívoro servicial

mordisquea las puntas --segando la hierba antes de que se seque-,

los tejidos en crecimiento de más abajo quedan liberados y pue­

. den seguir creciendo. Al pastar, el animal destruye muchas de las

dicotiledóneas que crecen entre la hierba, o al menos consigue

que solo queden las que crecen muy pegadas al suelo o las que

están adaptadas de algún otro modo especializado. A los animales

especializados en comer hierba se les llama forrajeros; y a medida

que los forrajeros pastan, la pradera prospera a costa de otras plan­

tas. Además, las semillas de las hierbas (si crecen lo suficiente para

dar semillas) suelen pasar a través del tubo digestivo del animal, y así la pradera se extiende.

Por otra parte, a la hierba no le gusta que se la coman dema­

siado. El consumo excesivo del pasto es siempre un peligro (como

se hace evidente en muchas granjas sobreexplotadas y en muchas

tierras comunes mal gestionadas de todo el mundo). Así que la

hierba se lo pone dificil a los forr~eros. Lo más típico es que las

hojas de las gramíneas contengan espículas silíceas, y los animales

que aspiren a subsistir a base de hierba necesitan dientes fuertes y

largos, pues de lo contrario se desgastarían. Los ramoneadores

181

Page 29: Unidad 3 $10.pdf

EL ESLABÓN

-los herbívoros que se alimentan de las hojas de los árboles y los

arbustos- suelen tener dientes más planos. Además, la hierba no

es particularmente rica en nutrientes. Por razones fisicas en las

que no es preciso que nos entretengamos, los animales grandes se

apañan mejor que los pequeños con comida de baja calidad, y por

eso los forrajeros tienden a ser grandes; y como la hierba crece en

la pradera abierta, donde las distancias son grandes, necesitan patas

largas para desplazarse de un sitio a otro.

Así pues, cuando las praderas se extendieron después del

Eoceno, toda una diversidad de nuevos forrajeros evolucionó al

unísono: bóvidos, antílopes, ciervos y algunos roedores grandes.

También hemos visto durante los últimos 40 millones de años la

transformación de los caballos, desde los pequeños y curiosos ani­

males de cuatro dedos que compartían los bosques con Ida hasta

los poderosos y resoplantes corceles de nuestros tiempos (aunque

unos pocos volvieron a hacerse pequeños y regresaron al bosque).

Las hierbas empezaron a prosperar en el Oligoceno, pero la pri­

mera gran época de las praderas fue el período que vino después,

el Mioceno. Casi todas las grandes bestias y manadas del Mioceno

han desaparecido hace mucho tiempo, pero aún podemos ver sus

vestigios en el Serengeti africano. La pradera de América del Nor­

te mantuvo algunas de sus glorias del pasado hasta bien entrado el

siglo XIX, con sus millones de bisontes y «antílopes>> berrendos.

Lo que ocurrió en el pasado remoto nos importa mucho. La

cantidad de co2 que ahora se desprende en la atmósfera es com­

parable con la cantidad que pasó a la atmósfera a fmales del Pa­

leoceno, que acabó desencadenando la descarga de metano que

dio comienzo al Eoceno. La única diferencia verdadera entre en­

tonces y ahora es que, en el Paleoceno, el nivel de C02

subió por

motivos geológicos -probablemente, a causa de los volcanes-,

mientras que ahora el co2 está aumentando debido principal­

mente a la actividad humana, en parte por la quema de combus-

182

DEL EOCENO A NOSOTROS

tibies fósiles y en parte por la destrucción de los bosques tropica­

les. En este momento, millones y millones de toneladas de metano

están atrapadas en clatratos bajo el fondo de los océanos. Pronto,

predicen muchos científicos, los clatratos se fundirán, y entonces

el metano quedará libre. Y entonces ... bueno, habrá que esperar y

ver qué pasa. En términos generales, podríamos volver a un mun­

do como el del Eoceno, aunque con una colección de organis­

mos muy diferente a bordo, incluyéndonos a nosotros.

El enfriamiento que siguió al Eoceno dio lugar al tipo de

condiciones que, muchos años después, permitieron a los descen­

dientes de Ida (o de algún animal muy similar a ella) abandonar la

selva y buscarse la vida en campo abierto.

Ida parece representar las primeras manifestaciones de losan­

tropoides. A finales del Eoceno, los antropoides estaban firme­

mente establecidos. Estaban diversificados y eran ya bastante

grandes. Hace unos 30 millones de años -al principio del Oli­

goceno-, los antropoides habían sustituido prácticamente a los

prosimios como primates dominantes en casi todo el mundo. Está

claro que la parte principal de su historia tuvo lugar en .el mundo

posterior al Eoceno, un mundo en proceso de enfriamiento, don­

de la selva retrocedía y las praderas avanzaban. Pero ¿qué sabemos

en realidad de los primates posteocénicos?

DE IDA A LOS HOMINOIDEOS

La respuesta breve a esta pregunta, «¿Qué sab~mos?>>, es, como

siempre, «No mucho>>. Hay una gran cantidad de fósiles -mu­

chos centenares- de África, Europa y Asia. En América del Sur

no hay ninguno que tenga más de 25 millones de años de anti­

güedad; y no hay ninguno en América del N arte anterior a tiem­

pos muy recientes, cuando América del Sur se unió por fin a Amé-

183

,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,., ... ,,,,,,.,¡d

Page 30: Unidad 3 $10.pdf

EL ESLABÓN

rica del Norte por medio del istmo de Panamá. A finales de la Era

Terciaria, muchos animales migraron de Alaska a Siberia y vicever­

sa por el puente de tierra de Bering, que quedaba al descubierto

de vez en cuando. Pero en tiempos posteocénicos este puente de

tierra solo se formaba en períodos de frío extremo, cuando bajaba

el nivel del mar, y como los primates en general no pueden vivir

en la tundra, este puente de tierra no les servía de nada. Así pues,

los cientos de fósiles que nos ayudan a seguir la pista del auge de los

grupos antropoides modernos proceden de África, Europa y Asia.

Son solo una serie de instantáneas, y los biólogos ordenan estas

instantáneas de diferentes maneras y presentan historias diversas,

que cada uno tiende a defender con vigor.

Así que veamos primero las instantáneas, la evidencia factica.

¿QuÉ NOS DICEN LOS FÓSILES?

Ninguna de las instantáneas de después del Eoceno podría consi­

derarse como una foto de vacaciones o un recorte de prensa. Son

más bien como fragmentos de viejas tarjetas postales encontrados

en los sótanos de edificios bombardeados. Podemos construir re­

latos fascinantes a partir de sus reversos, reconstruir historias de

personas a las que jamás podremos conocer y que no han dejado

familiares conocidos; y hasta cierto punto, estas historias serán vá­

lidas. Una postal enviada desde Italia en los años treinta nos indica

que el destinatario conocía a alguien lo bastante rico como para

ir de vacaciones a Italia entre las dos guerras mundiales, lo que

significa que era por lo menos de clase media, acomodado, y así

sucesivamente. Pero, a fin de cuentas, todo son conjeturas.

Muchos paleontólogos consideran que casi todos los pasos

verdaderamente importantes de la evolución de los primates y de los humanos tuvieron que producirse en África. Aportan varias

184

DEL EOCENO A NOSOTROS

razones para ello, algunas más convincentes que otras. Una es que

en la actualidad África cuenta con la mayor variedad de primates,

tanto en número de especies como en variedad de formas corpo­

rales: muchísimos monos; tres grandes simios y varios prosimios,

en forma de gálagos y potos. Los lémures están limitados a Macla­

gasear, pero parece que también se originaron en África. Por su­

puesto, algunas o todas estas criaturas podrían haberse originado

en otra parte, haber migrado a África (durante larguísimos perío­

dos de tiempo) y después prosperar allí mientras se extinguían en

los demás sitios. Pero la evidencia que tenemos ante los ojos pare­

ce indicar que África fue, como mínimo, un lugar donde seco­cieron hechos importantes.

Muchos fósiles respaldan esta suposición. La depresión de El

Fayum, en Egipto, situada unos 90 kilómetros al sudoeste de El Caí­

ro, ha aportado una maravillosa colección de antropoides de la

frontera Eoceno-Oligoceno, hace unos 34 millones de años, que

demuestran que ya existía una gran variedad en aquella época.

También Charles Darwin sugirió que África fue probablemente

el punto de origen de los humanos. Al fin y al cabo, dijo, nuestros

dos parientes vivos más próximos, los gorilas y los chimpancés,

siguen estando allí, y como mínimo es razonable suponer que los

tres compartimos un antepasado común que también vivió en

África. Todavía no se ha hallado ese antepasado común (al menos,

ninguno que parezca verdaderamente dar el tipo), pero los miem­

bros más antiguos que se ~onocen de la familia humana -los

homínidos- se han encontrado allí, así que el origen africano de

los humanos parece ya tan cercano a la certeza como se puede esperar en este asunto.

Pero debemos ser cuidadosos. Si se busca -algunas veces-,

se encuentra, y siempre es posible que la evidencia favorezca tan­

to a África porque es allí donde se ha ~echo la mayor parte de las excavaciones. Desde luego, para la primera parte de la evolución

185

,

Page 31: Unidad 3 $10.pdf

EL ESLABÓN

de los antropoides, Asia tiene asimismo sus partidarios. Debemos

mantener la mente abierta. Europa, el hogar de Ida, es periferica

respecto a los otros dos grandes continentes. Pero también pro­

porciona un importante pasillo entre los dos, y seguro que fue, al

menos para algunos grupos, una importante pista de lanzamiento.

En la práctica, las instantáneas de antiguos antropoides proce­

den tanto de Eurasia como de África. Cualquiera de los dos con­

tinentes podria ser la escena de la mayor parte de la acción, o los

dos podrían tener la misma importancia. Desde luego, aunque

aquellos tipos antiguos hubieran sido básicamente hogareños, tu­

vieron tiempo de sobra para pasar de un continente a otro y vol­

ver, una y otra vez. Al fin y al cabo, el periodo relevante para esta

parte de la historia se extiende desde finales del Eoceno, hace poco

más de 34 millones de años (cuando está claro que los antropoides

ya habían hecho su aparición) hasta la frontera entre el Mioceno y

el Plioceno, hace unos S millones de años, cuando ya habían apa­

recido los primeros homínidos auténticos. (Es quince mil veces el

tiempo transcurrido desde el nacimiento de Cristo.) La palabra hornlnído significa «miembro de la familia Horniní­

dae)), que por supuesto incluye nuestro género, Horno. Por desgra­

cia, diferentes biólogos definen los. Horninidae de maneras dife­

rentes, y como consecuencia el adjetivo horn{nido tiene también

diferentes significados. Tradicionalmente, se entendía que la fami­

lia Horninidae incluía el género Horno y sus parientes más inme­

diatos, como el Australopithecus, al que conoceremos más adelante.

A los chimpancés se les situaba en una familia diferente. Pero en

los últimos años ha quedado claro que existe muy poca diferencia

genética entre los humanos y los chimpancés, y pocos motivos,

por lo tanto, para clasificarlos en familias diferentes. Y así, en la

actualidad muchos biólogos incluyen a los chimpancés en la fa­

milia Horninídae, lo que significa que también son homínidos. En

este texto, por motivos de claridad, se utiliza la palabra hornlnido

186

DEL EOCENO A NOSOTROS

en el sentido tradicional, incluido el género Horno y sus parientes

inmediatos, pero no a los chimpancés y otros grandes simios. Pero

a lo largo del libro, como hemos visto, se utiliza la palabra antro­

poide para incluir a todos los grandes simios y a todos los monos,

tanto del Viejo Mundo como del Nuevo Mundo; en otras pala­

bras, antropoide como opuesto a prosimio.

Aquellos antiguos antropoides solo se habrían visto obstacu­

lizados en sus viajes por la falta de terreno adecuado. En general,

los tipos antiguos seguían siendo animales de la selva, o al menos

adaptados al bosque abierto, y probablemente todos necesitaban

un clima caluroso. No habrían podido viajar entre Asia y África a

menos que tuvieran hábitats adecuados a todo lo largo del cami­

no. No podían recurrir a contratar un camello para atravesar los

ocasionales desiertos, ni una embarcación para cruzar los lagos.

Pero no habrían necesitado un pasillo continuo de árboles en

todo momento. Podemos visualizar que a medida que cambiaba

el paisaje -debido tanto al clima como a la deriva continental­

de vez en cuando pudieron ampliar su territorio en una u otra

dirección, cuando aparecía un bosque donde antes no lo había; y

después, en un período posterior, el terreno que tenían delante

empezaba también a poblarse de árboles, y ellos podían seguir avan­

zando. Treinta millones de años es tiempo de sobra para que apa­

rezcan y desaparezcan grandes bosques varios miles de veces. Al

fin y al cabo, los grandes bosques boreales de los actuales Siberia

y Canadá, y la selva tropical de Queensland, que parece que han

estado ahí desde siempre, solo existen desde el último periodo gla­

cial, hace unos 10.000 años. Se podría encajar toda la historia de

estos bosques tres mil veces en el vasto período de tiempo com­

prendido entre el final del Eoceno y el principio del Plioceno.

En resumen: aunque en la ciencia en general es bueno pro­

curar que todas las explicaciones sean lo más simples posible, no

debemos asumir obedientemente que todo lo interesante tuvo

187

l

Page 32: Unidad 3 $10.pdf

EL ESLABÓN

que ocurrir en África, ni descartar teorías que impliquen un flujo

en dos direcciones entre África y Asia, solo porque son hipótesis

más complicadas. Ha habido tiempo de sobra y abundantes opor­

tunidades para que ocurrieran hechos extraordinarios.

Ya sabemos lo suficiente para ver que Asia pudo ser muy im­

portante. Algunos creen que el Eosimias de China es la clave de

toda la evolución de los antropoides. Aún más llamativos (e igual­

mente polémicos) son dos animales de Myanmar (la antigua Bir­

mania): el Amphipithecus y el Pondaungia. Tienen un tamaño im­

presionante -casi tan grandes como un gibón- y algunos

primatólogos aseguran que son sin duda antropoides. Sin embar­

go, vivieron hace entre 40 y 44 millones de años, en pleno Eoce­

no, lo que es una época muy antigua para los antropoides. Tam­

bién está el Siamopithecus deTailandia (o Siam), aproximadamente

de la misma época, que, según algunos, está emparentado con el

Amphipithecus y el Pondaungia. Otros paleontólogos dicen que es­

tos animales no eran antropoides -hasta ahora solo se han en­

contrado fragmentos de mandíbulas- y algunos aseguran que ni

siquiera son primates. Pero si se demuestra que eran antropoides,

entonces las hipótesis sobre el origen de los antropoides en África

quedarían en entredicho.

Pero África ha aportado una multitud de maravillosos fósiles

de antropoides de El Fayum, principalmente gracias al extraordi­

nario trabajo de Elwyn Simons, de la Universidad de Duke, desde

1961 hasta fmales de siglo. Mirando El Fayum actual, nadie pen­

saría que era un buen sitio para los primates, como tampoco na­

die supondría que Messel era un buen sitio para los primates. Es

el más árido de los desiertos, ~l borde del Sahara, y no del tipo

romántico, con dunas ondulantes y melancólicos actores italianos

fingiendo ser árabes, sino pedregoso, el tipo de desierto que se menciona en la Biblia. Muchos han considerado cautelosamente, que nunca ha podido ser más húmedo que, por ejemplo, el Sahel

188

DEL EOCENO A NOSOTROS

actual, la franja de tierra situada al sur del Sahara, que tiene la llu­

via justa para permitir algunos cultivos, aunque es básicamente

chaparral. Pero el doctor Simons ha contribuido a demostrar

que en otro tiempo hubo allí una selva tropical, evidentemente

mucho más húmeda. Simons desarrolló una técnica extraordina­

ria para sacar a la luz los fósiles de El Fayum: quitar las piedras de

la superficie para dejar al descubierto la arena de debajo; marchar­

se y volver al año siguiente. Mientras tanto, el viento del desierto

hace su trabajo, llevándose la fma arena y revelando una asombro­

sa variedad de fósiles que había debajo y que se pueden recoger

de la superficie. Posiblemente lo más revelador, destapado con

milagrosa delicadeza por el viento del Sahara, son los finísimos

huesos de los dedos de las jacanas, unas aves que con sus largos

pies que parecen arañas pueden correr sobre los nenúfares flotan­

tes como si estuvieran en un campo de juegos. Allí donde hay

jacanas, hay lagos de bosques tropicales. También hay fósiles de

árboles y lianas, para recalcar el argumento. En pocas palabras, era

muy parecido a la antigua Messel, solo que aún más caluroso.

Los primates fósiles de El Fayum son auténticos antropoides,

pero los más antiguos, al menos, son anteriores a la escisión de los

monos del Nuevo Mundo y los catarrinos del Viejo Mundo, y

también, por supuesto, son anteriores a la escisión de los catarri­

nos que dio origen a los grandes simios por una parte y a los

monos del Viejo Mundo por la otra.Verdaderamente, ofrecen una

visión privilegiada del origen de los primates modernos, como si

pudiéramos redescubrir a los cazadores-recolectores de los que

todos descendemos. La variedad de formas es impresionante. Se

ha descubierto aproximadamente una decena de géneros diferen­

tes de antropoides, algunos de los cuales incluyen varias especies. Varios se descubrieron mucho antes de la llegada de Elwyn Si­

mons en 1961 (por eso precisamente acudió Simons allí), pero él ha aumentado la lista de manera considerable.

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Page 33: Unidad 3 $10.pdf

EL ESLABÓN

Casi todos los primates de El Fayum pertenecen a una de dos

familias. La familia más antigua y primitiva es la de los parapitéci­

dos, que conserva el número primitivo de premolares: tres a cada

lado, tanto en la mandíbula superior como en la inferior, como se

ve todavía en los monos del Nuevo Mundo. La familia más recien­

te y más derivada es la de los propliopitécidos, cuyos miembros solo

tienen dos premolares a cada lado de la mandíbula. Algunos taxo­

nomistas reconocen, además, una tercera familia, los oligopitécidos,

aunque está claro que son muy similares a los propliopitécidos. Se

tardaría demasiado en describirlos todos (y, en cualquier caso, solo

conocemos fragmentos de mandíbulas, así que no hay mucho que

describir), pero vale la pena considerar unos cuantos.

El Apidium fue el primer miembro descubierto de la familia

más antigua de primates de El Fayum, Parapithecidae, y en realidad

fue el primer primate de El Fayum que se describió. Lo hizo en

1908 Henry Fairfield Osborn, a quien volveremos a encontrar más

adelante. Lo llamó Apídium phiomense. En 1961, su primer año en

El Fayum, Elwyn Simons halló una especie anterior y hasta ahora

mucho más rara del mismo género, a la que llamó Apidium mous­

tafaí, en honor de uno de sus colaboradores. Ahora se ha añadido

una tercera especie. Se sabe que los tres Apidium fósiles vivieron

hace entre 36 millones de años -finales del Eoceno- y 22 mi­

llones de años, a finales del Oligoceno. Los más modernos, por lo

tanto, vivieron mucho antes de la escisión entre los monos plati­

rrinos del Nuevo Mundo y los catarrinos. Parecían monos pe­

queños, que corrían a cuatro patas por las ramas y saltaban de ár­

bol en árbol. Se han encontrado fósiles suficientes para saber que

tenían dimorfismo sexual: los machos eran mucho más grandes

que las hembras y tenían grandes caninos. Estos rasgos son distin­

tivos de una especie poligámica, en la que el macho lucha por el

mando exclusivo (o, al menos, el mando compartido) sobre un

harén.

190

DEL EOCENO A NOSOTROS

El animal que da nombre a la familia más reciente, Propliopite­

cidae, es el Propliopithecus. También este se describió a principios del

siglo xx; lo hizo Max Schlosser, un paleontólogo alemán de Stutt­

gart que le compró el fósil al mismo coleccionista (igualmente

alemán) que entonces abastecía de fósiles a Osborn. El Propliopi­

thecus no era grande -medía solo unos 40 centímetros-, pero se

dice que tenía una forma muy parecida a la de un gibón moderno.

Schlosser lo llamó Propliopíthecus porque se parecía al Pliopithecus,

mucho más grande y también similar a un gibón, que ya era bien

conocido por los restos encontrados en Francia y Suiza, pero que

vivió mucho después, en el Mioceno y el Plioceno.

Muy similar al Propliopithecus, y clasificado en la misma fami­

lia, es el hallazgo más famoso de Elwyn Simons, el Aegyptopithecus

zeuxis.Vivió en la transición del Eoceno al Oligoceno, hace entre

33 y 35 millones de años. Aunque al Aegyptopithecus se le deno­

mina a veces «el mono del alba o del principio», en realidad se

parecía a un mono aullador moderno en el tamaño y la forma

general, si bien solo tenía dos premolares a cada lado de la mandí­

bula, como un catarrino. Probablemente, era un cuadrúpedo arbo­

rícola (que andaba por las ramas a cuatro patas) y el largo pulgar

oponible de los pies le permitía agarrarse con fuerza, para poder

ramonear frutas y hojas. También él presentaba dimorfismo sexual,

indicio de su tendencia al harén. Pero tenía un cerebro sorpren­dentemente pequeño.

La tercera familia, Oligopithecidae, debe su nombre a otro de

los hallazgos de Elwyn Simons, el Oligopithecus savagei. Corres­

ponde a principios del Oligoceno, hace unos 32 millones de años,

y tenía un tamaño mediano para un mono: pesaba aproximada­

mente 1 ,3 kilos. Dado que solo conocemos una mandíbula, no hay mucho que añadir.

El Catopithecus, de la misma familia, es mucho más antiguo, de hace 3 7 millones de años, lo que le sitúa en pleno Eoceno. El

191

Page 34: Unidad 3 $10.pdf

EL ESLABÓN

Catopithecus tenía el tamaño de un tití moderno y es uno de

los antropoides más antiguos de El Fayum, y por lo tanto uno de los

antropoides más antiguos universalmente reconocidos como an­

tropoides.

También se conocen fósiles de Asia, sobre todo de Myanmar

y Tailandia, y hay quien asegura que se trata de auténticos antro­

poides de finales del Eoceno Medio, hace más de 40 millones de

años.

Hay toda una gama de antropoides que nadie duda de que

son del norte de África, concretamente de Egipto, pero que son

muy posteriores: casi todos aproximadamente de la frontera Eoce­

no-Oligoceno. Puede que el tiempo y más fósiles nos digan qué

ocurrió en realidad; si los fósiles de El Fayum representan efecti­

vamente el principio de la línea antropoide o si son, como algu­

nos aseguran, un simple escenario secundario, ya que la verdadera

acción había tenido lugar en Asia mucho antes. Esta última es una

hipótesis minoritaria, pero habrá que esperar a ver. Mientras tan­

to, al menos podemos estar seguros de que a principios del Oli­

goceno los antropoides ya habían avanzado bastante por sus di­

versas líneas, y debemos preguntarnos qué ocurrió después.

DE LOS PRIMEROS ANTROPOIDES A LA CASI MODERNIDAD

La ciencia es siempre un equilibrio entre la teoría (cómo pensa­

mos que funcionan las cosas o cómo creemos que son) y la evi­

dencia empírica (lo que entendemos como los hechos compro­

bados). Lo ideal sería que la teoría y los datos concordaran a la

perfección, pero por lo general la teoría y los datos (o los diferen­

tes conjuntos de datos) suelen estar en tensión, por eso la investi­

gación no puede detenerse nunca, y por eso la ciencia nunca deja de ser interesante.

192

Page 35: Unidad 3 $10.pdf

DEL EOCENO A NOSOTROS

Podemos conjeturar en términos generales lo que debió de

suceder en la evolución de los primates con muy pocas referen­

cias a los fósiles. Por ejemplo, si comparamos el ADN y otras

moléculas de los tipos que viven en la actualidad, podemos juzgar

aproximadamente cuánto tiempo hace que tuvieron antepasados

comunes. Después podemos comparar lo que nos dice la eviden­

cia molecular con lo que nos dicen los fósiles. Por ejemplo, la

comparación del ADN nos dice que los monos platirrinos del

Nuevo Mundo se escindieron de los catarrinos del Viejo Mundo

hace unos 40 millones de años. Sin embargo, los antropoides fósi­

les de El Fayum se caracterizan porque combinan rasgos de los

platirrinos y los catarrinos, y en general vivieron hace unos 34 mi­

llones de años. Bien ... si aceptamos los fósiles de El Fayum como

lo que parecen ser, tendríamos que concluir que los catarrinos y

los platirrinos se separaron hace unos 30 millones de años, a prin-

! cípios del Oligoceno. Pero las moléculas -o al menos algunas­

' sugieren una fecha anterior: el Eoceno Medio o Tardío. Casi to­

dos están de acuerdo en que los antepasados de los monos del

Nueyo Mundo debieron de aparecer en África y se embarcaron

para cruzar el Atlántico hasta América del Sur sobre vegetación

; flotante. No es una explicación del todo convincente, pero es po­

sible, y a falta de algo mejor tendremos que conformarnos con ella.

De manera similar, parece que los simios antropoides (que

son todos del Viejo Mundo) se separaron de los monos del Viejo

Mundo en algún momento hace entre 33 millones de años -la

época del Aegyptopithecus- y 20 millones de años, la época del

Proconsul, que era un auténtico simio (del que volveremos a hablar

rnás adelante). Los «simios menores» de Asia, es decir, los gibo­

nes, se supone que se separaron de los «grandes simios» hace unos

; 18 millones de años. Los orangutanes, ahora exclusivos de Asia, se

f!scindieron de los grandes simios africanos hace probablemen­

.te unos 13 millones de años. En África, parece que los gorilas se

193

Page 36: Unidad 3 $10.pdf

EL ESLABÓN

separaron de los chimpancés más homínidos hace unos 7 mi­

llones de años. Y muy poco después, los chimpancés y los prehu­

manos se escindieron y empezaron a evolucionar de maneras muy

diferentes.

Ahora lo que hay que hacer es encajar fósiles reales en este

gran argumento. Hasta cierto punto, ya se ha hecho, o al menos la

tarea está ya muy avanzada. Actualmente se conocen numerosos

géneros y especies de muchas familias diferentes de primates del

Oligoceno, el Mioceno y el Plioceno de África, Europa y Asia.

Y también de fmales del Oligoceno de América del Sur. Pero,

como de costumbre, casi todos los fósiles conocidos son solo frag­

mentos, e inevitablemente se han encontrado en esos pocos yaci­

mientos que contienen buenos fósiles, por lo que no cuentan una

historia coherente. O más bien, se podría hacer que contaran mu­

chas historias diferentes, igual de coherentes, lo que nos deja sin

una manera obvia de elegir entre ellas.

Consideremos unos cuantos de estos antropoides del Oligoce­

no al Plioceno, para hacernos una idea de lo que había entonces.

Más o menos en el punto de escisión entre los simios antro­

poides y los monos del Viejo Mundo está el Proconsul, que co­

rresponde principalmente al Mioceno de África: hace entre 27 y

17 millones de años. Tiene características de ambos grupos: el

pecho era profundo y estrecho como el de un mono, pero, entre

otras cosas, el tamaño del cerebro era como el de los simios y no

tenía cola. Caminaba a cuatro patas, aunque sobre las palmas de

las manos, como los monos, y no sobre los nudillos, como los

grandes simios. Hay quien piensa que pudo ser el primero de

los simios antropoides, lo suficientemente primitivo pero lo sufi­

cientemente simiesco como para haber dado origen a todos los

grandes simios modernos: chimpancés, gorilas y orangutanes.

Otros piensan que tal vez solo era un pariente del primer gran

simio: un primo y un callejón sin salida evolutivo. No hay mane-

194

DEL EOCENO A NOSOTROS

ra de saberlo, pero seguramente el antepasado putativo común de

los grandes simios y los monos del Viejo Mundo era parecido al Proconsul.

El primer Proconsul se descubrió en Kenia en 1909, y ahora se

conocen por lo menos tres especies, y hay quien dice que proba­

blemente hubo más. Eran animales de buen tamaño: las especies

más pequeñas pesaban unos diez kilos y las más grandes unos

cuarenta, el tamaño de un chimpancé pequeño. El nombre Pro­

consul se le asignó en la década de 1930. Significa «anterior a

Cónsul», y Cónsul era en aquella época un nombre popular para

los chimpancés. El Folies Bergere de París tenía un chimpancé

llamado Cónsul en 1903, y el Zoológico de Londres tuvo otro con el mismo nombre en la década de 1930.

El Dryopithecus, otro antropoide del Mioceno Medio (hace

entre 12 y 9 millones de años, se ha encontrado en África oriental '

Europa y Asia. El primero se halló en Francia en 1856, y han apa-

recido otros en Hungría, España y China. Probablemente evolu­

cionó primero en el valle del Rift africano y después se extendió hacia fuera.

El Dryopithecus no era un animal muy grande: parece que

medía unos 60 centímetros. Era básicamente simiesco, pero tam­

bién tenía algunas características más propias de los monos. Igual

que un mono; caminaba sobre las palmas de las manos, y no sobre

los nudillos. Pero tenía el pecho ancho y plano, como los grandes

simios, y sus vértebras lumbares eran rígidas como las de un

gran simio (y como las nuestras) y no flexibles como las de un mono.

Lo más interesante es que sus brazos parecen indicar que podía

columpiarse colgado de los árboles como un orangután, el más

antiguo de los grandes simios que hace esto. El fino esmalte de

sus dientes y las cúspides redondeadas (simiescas) de sus molares

parecen indicar que se alimentaba de frutas y algunas hojas. En

otras palabras, parece próximo al linaje de los orangutanes.

195

Page 37: Unidad 3 $10.pdf

EL ESLABÓN

El Sivapithecus, el Ramapíthecus y el Kenyapíthecus se deben

comentar juntos, porque en realidad podrían ser la misma especie.

Lo sean o no lo sean, eran un grupo muy extendido, y es de su­

poner que ecológicamente importante, de simios impresionante­

mente grandes --entre un chimpancé y un orangután- que vivió

en el Mioceno Medio, probablemente hace entre 17 y 12 millo­

nes de años. Así pues, ayudan a llenar el importantísimo vacío

temporal entre el obviamente primitivo Proconsul y los grandes

simios modernos: los orangutanes por un lado y los chimpancés,

gorilas y humanos por el otro. El Ramapithecus fue el primero en salir a la luz, en los prime­

ros años de la década de 1930 y en Nepal. Su descubridor, G. Ed­

ward Lewis, aseguraba que su mandíbula se parecía más a la hu­

mana que la de ningún otro simio fósil conocido por entonces.

En la década de 1960, nada menos que Elwyn Simons declaró

que tal vez era el homínido auténtico más antiguo conocido: di­

rectamente en el linaje humano. Su discípulo David Pilbeam, que

ahora es un ilustre profesor y conservador de paleoantropología

en Harvard, le apoyó en esta opinión. Lo que le hacía parecer hu­

manoide era la forma general de la mandíbula; parecía tener for­

ma parabólica, mientras que las mandíbulas inferiores de los si­

mios tienen más forma de V. Pero en aquella época nadie tenía

una mandíbula intacta de Ramapithecus. Había que inferir la for­

ma completa juntando fragmentos. También en la década de 1960, para animar un poco más el

ambiente, Louis Leakey, el padre de Richard Leakey, encontró en

África oriental otro simio de aspecto humanoide del Mioceno al

que denominó Kenyapithecus. Era más antiguo que el Ramapithe­

cus -de hace unos 15 millones de años-, así que sin duda este, Y

no el Ramapithecus, era el miembro más antiguo conocido del li­

naje humano. Sin embargo, Simons opinaba que el Kenyapíthecus era lo mismo que el Ramapithecus. El hecho de que viviera en un

196

DEL EOCENO A NOSOTROS

continente distinto en realidad no es un problema, como hemos

visto.

Las afirmaciones de Simons y Pilbeam acerca del Ramapíthe­

cus parecían muy plausibles, porque a principios de la década de

1960 los paleoantropólogos creían -por diversas razones- que

los humanos se habían escindido de los demás grandes simios en

tiempos muy antiguos, por lo menos hace 16 míllones de años e

incluso antes, según algunos: en el Oligoceno. De haber sido así,

un simio que vivió hace 14 míllones de años podría estar ya en

camino de convertirse en específicamente humano. Pero a finales

de la década de 1960 aparecieron evidencias bioquímicas. Allan

Wilson (bioquímico) yVincent Sarich (antropólogo), de la Uni­

versidad de California en Berkeley, empezaron a comparar proteí­

nas de la sangre (en concreto, albúminas) de diferentes animales.

Si dos animales tienen albúminas muy similares, significa que son

parientes genéticos cercanos, lo que quiere decir que deben de

haber tenido un antepasado común muy recientemente; y si las

albúminas son diferentes, entonces su antepasado común debió

de vivir mucho tiempo antes. Descubrieron que los humanos y

los chimpancés tienen albúminas notablemente similares; tan si­

milares que tienen que haber compartido un antepasado común

hace unos 6 millones de años, y desde luego no más de 8 millo­

nes. Al principio, los científicos dijeron que esto era absurdo, pero

la evidencia bioquímica se fue haciendo cada vez más fuerte. De

ser aquello cierto, estaba claro que el Ramapithews era demasiado

antiguo para ser específicamente homínido.Vivió mucho antes de

la aparente escisión entre los humanos y los chimpancés.Y enton­

ces, en 1976, David Pilbeam encontró una mandíbula completa

de Ramapithecus, que resultó tener forma de V y era claramente más simiesca que humana.

El Sívapithecus, como el Ramapithecus, se descubrió en la dé-cada de 1930 en Asia, y ahora se conocen tres especies, de la India, j

197 ~ ••'"'"'"''"·'·'··"·'""""'""'"·'"'"'"""'''"'"''"'''"''"'"'""""'""'"""'''"'"'""'""''"""'"', '"""" .. ""'"""""' """""''"'"""""""~"'"'""...,..¡,""'""'""""''~-- ""'""""'"--~""-~""""""""~"'"""""'"""-'""""'"'"'""''"""'-'"""~""""~"·•-'"""'""nw:.oiiOWI"'"'""" ,.nllld

Page 38: Unidad 3 $10.pdf

EL ESLABÓN

Pakistán y Turquía. Vivió algo después que el Ramapithecus, hace

entre 12,5 y 8,5 millones de años. En general, su cuerpo era muy

parecido al chimpancé; está claro que podía trepar, pero probable­

mente pasaba gran parte del tiempo en el suelo. Se supone que

comía muchas semillas y hierbas ásperas en el bosque abierto del

Mioceno y la sabana que lo rodeaba. Desde luego, sus fuertes mo­

lares, con una gruesa capa de esmalte, parecen adecuados para eso.

Pero, tal como confirmó David Pilbeam cuando encontró parte

de la cara y una mandíbula en 1982, su cara era más parecida a la

del orangután.Ahora se cree que el linaje del orangután se separó

del linaje de los chimpancés, gorilas y humanos hace unos 16

millones de años, y que el Sivapithecus pertenecía probablemente

al linaje del orangután. Al mismo tiempo, parece cada vez más pro­

bable que el Ramapithecus sea, efectivamente, lo mismo que el Si­

vapíthecus. Al parecer, el Sivapíthecus tenía dimorfismo sexuaL .. y

los llamados Ramapithecus podrían ser las hembras. Dado que es

muy probable que el Kenyapíthecus sea lo mismo que el Ramapí­

thecus, esto significa que habría que denominarlos a todos Siva­

píthecus. El nombre Sívapithecus tiene preferencia, porque fue el

primero que se describió.Y repitámoslo, el Sívapithecus y sus con­

géneres no eran humanos del Mioceno, ya que estaban en camino

de convertirse en orangutanes.

Se llame como se llame, está claro que el Sivapíthecus tuvo

éxito. El género vivió durante mucho tiempo en una zona muy

extensa, y es probable que diera origen a varios linajes descen­

dientes. Los orangutanes son, probablemente, uno de ellos; tam­

bién lo es, en apariencia, el primate más grande que ha existido:

el Gigantopithecus. El Gigantopithecus era una especie de superorangután (aunque

lo más seguro es que estuviera más a gusto en el suelo) que vivió

en China, la India y Vietnam, en tiempos sorprendentemente re­cientes: hace entre 1 millón y 300.000 años. Sus huesos salieron

198

DEL EOCENO A NOSOTROS

por primera vez a la luz en 1935. En forma molida, los huesos

todavía se encuentran en las boticas chinas; y en 1935, un carga­

mento de <<dientes de dragón» de China incluía 47 que en reali­

dad pertenecían a Gigantopíthecus. Se conocen tres especies, pero

por supuesto pudo haber más. El Gígantopíthecus era verdadera­

mente enorme. El más grande, el Gigantopithecus blacki, medía unos

3 metros de estatura. Debía de pesar alrededor de media tonela­

da, dos o tres veces más pesado que un gorila moderno y unas

cinco veces más grande que un orangután moderno. Sin embargo,

las hembras solo eran la mitad de grandes que los machos, lo que

parece indicar que el Gigantopithecus, como los gorilas, era políga­

mo. Sus dientes eran grandes y con mucho esmalte, claramente

adaptados a una dieta dura; es posible que, como el panda gigante,

se especializara en bambú, aunque lo más probable es que tam­

bién comiera fruta y otras plantas. Muchos han sugerido que las

leyendas sobre el yeti son recuerdos populares del Gígantopithecus,

y desde luego esto es plausible. Algo menos plausible, pero mara­

villosamente intrigante, es la idea de que todavía hay Gigantopíthe­cus merodeando por ahí.

Pero al menos un simio conocido del Mioceno parece haber estado muy cerca de la línea ancestral de los grandes simios africa­

nos y nosotros. Se trata del Nakalipithecus nakayamai, descrito por

primera vez por paleontólogos japoneses en 2005 y encontrado en

Nakali (Kenia). Vivió hace unos 8 millones de años, a finales del

Mioceno, cerca de la época en que los gorilas se separaron de los

chimpancés y los humanos. Puede que también estuviera empa­

rentado con el Ouranopithecus de Grecia y Turquía, aunque algunos

expertos han sugerido que el Ouranopithecus podría descender del

Sivapithecus. Los fuertes dientes del Nakalipithecus, con su gruesa capa de esmalte, sugieren una dieta de vegetación dura.

Por último, podemos comentar de pasada lo prósperos, ex­tendidos y diversos que eran los grandes simios en el Eoceno.

199

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EL ESLABÓN

Había por lo menos siete géneros, y muchos de ellos incluían va­

rias especies. En la actualidad, los gibones y los siamang siguen

siendo diversos, pero se clasifican como simios menores. El grupo

de los grandes simios está ahora reducido a cuatro géneros, con

muy pocas especies: Pan (el chimpancé y el bonobo, dos especies);

Gorilla (dos especies, pero muy similares); Pongo (los orangutanes,

dos especies, pero también muy similares); y Romo (una especie).

Todos excepto los humanos están confinados en las selvas tropi­

cales y en peligro de extinción. En cambio, los monos han pros­

perado y se han diversificado desde el Mioceno. Tendemos a pen­

sar que los grandes simios son superiores a los monos. Son más

grandes, en conjunto parecen más inteligentes, y además nos in­

cluyen a nosotros. Pero, como nos recuerda el Eclesiastés: «El

combate no es para los fuertes. El tiempo y el azar nos afectan a

todos».

Entonces, ¿cómo un simio de finales del Mioceno evolucio­

nó hasta transformarse en el primer homínido? La imagen está

quedando cada vez más clara. Pero la búsqueda empezó de mala

manera, y el problema era uno del que ya hemos hablado: el de la

imagen buscada.

EL TORTUOSO CAMINO HACIA LA HUMANIDAD

Anatómicamente, lo que más diferencia a los humanos modernos

de todos los demás animales es el tamaño de nuestro cerebro en

proporción con el cuerpo. El cerebro humano moderno mide

unos 1.350 centímetros cúbicos, mientras que el de los chimpan­

cés, nuestros parientes vivos más próximos, solo mide 450 centí­

metros cúbicos. No es tan fácil definir qué es lo que hacemos con estos cere­

bros que nos hace diferentes de los demás animales. Decir simple-

200

DEL EOCENO A NOSOTROS

mente que somos más inteligentes no parece captar lo esencial.

Los biólogos solían decir que los seres humanos eran los únicos

animales que utilizaban instrumentos, pero esto es claramente fal­

so, ya que los chimpancés utilizan piedras para partir nueces, y al­

gunos pinzones utilizan espinas para sacar larvas de las grietas,

entre otros casos similares. Entonces los biólogos cambiaron de

argumento y dijeron que somos los únicos animales que construyen

instrumentos. Pero esto tampoco es cierto. Como demostró Jane

Goodall, los chimpancés modifican las ramitas con el fin de utili­

zarlas para sacar termitas de sus nidos y tomarse un nutritivo boca­

do, y ahora sabemos que los cuervos de Nueva Caledonia hacen

anzuelos con las espinas para enganchar comida (y en el laborato­

rio hacen ganchos de alambre o de lo que tengan a su alcance).

René Descartes dijo en el siglo xvn que lo que nos hace dife­

rentes es que hablamos. Pero esto no parece sostenerse, ya que ahora

es evidente que muchos mamíferos y aves tienen un amplio voca­

bulario con el que se comunican. Los cercopitecos emiten distintos

sonidos para advertir a sus congéneres de la presencia de diferentes

tipos de depredadores, como águilas y serpientes. Las gallinas tienen

unos veinte cantos diferentes para distintos propósitos.

No obstante, parece que Descartes iba por buen camino. El

lenguaje y todo lo que lo acompaña es la clave. En primer lugar, a

diferencia de las gallinas, podemos inventar nuevas palabras a vo­

luntad para describir cualquier cosa que se presente, y también

acciones y estados mentales. En segundo lugar, en el plano pura­

mente fisico, tenemos una laringe en la parte baja de la garganta

que nos permite articular con rapidez y precisión, hablar a gran

velocidad. En cambio, los chimpancés, como casi todos los demás

mamíferos, tienen la laringe en lo alto de la garganta y en general

solo producen sonidos inarticulados. Pero lo rhás importante,

como indicó el filósofo norteamericano Noam Chomsky, es que nuestro lenguaje se apoya en unas reglas de sintaxis. Esto nos per-

201

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EL ESLABÓN

mite manipular a voluntad nuestro acervo de palabras para trans­

mitir prácticamente cualquier pensamiento que podamos concebir.

Esto a su vez significa que podemos compartir nuestros pen­

samientos con rapidez y precisión y que, como seres pensantes,

ninguno de nosotros está solo. Ahora que se ha inventado la escri­

tura, podemos, en principio, compartir los pensamientos de todos

los seres humanos que han existido, o al menos de todos los que

escribieron cosas. Tomados individualmente, tal vez en la práctica

no seamos más listos que todos los demás animales, desde luego

no en todas las circunstancias. Si se tratara de un combate directo

por la supervivencia en la naturaleza entre un ser humano y una

hiena, no está tan claro que deberíamos apostar por el ser huma­

no, y esto no es solo una cuestión de fuerza ñsica. Las hienas son

asombrosamente perspicaces y astutas. Pero no pueden hacer lo

que hacemos nosotros. No pueden pedir consejo y aprender tác­

ticas de supervivencia de los comandos. En términos intelectuales,

las hienas están más o menos solas, pero los seres humanos pue­

den conectarse a la gran potencia cerebral colectiva de la huma­

nidad. La ventaja es tremenda, y es suficiente para explicar por

qué nos hemos convertido en el mamífero grande más común

de la Tierra, con mucha diferencia, mientras que nuestros parien­

tes genéticos más próximos, los grandes simios, están en peligro

de extinción, o casi. Cada uno de nosotros por sí solo, sin el pen­

samiento cooperativo y el aprendizaje, es bastante débil y grave­

mente inepto. Pero ¿cómo llegamos a ser lo que somos? ¿Quiénes fueron

nuestros antepasados? Aquí es donde entra la imagen que hay que

buscar. ¿Qué deberían buscar los paleoantropólogos? Es de supo­

ner que los primeros homínidos presentarían algunos rasgos si­

miescos, ya que hacía muy poco que se habían separado de la lí­nea de los chimpancés. También es de suponer que tendrían algunas características especiales de los humanos, porque si no, no

202

DEL EOCENO A NOSOTROS

consideraríamos que tenían algo que ver con nuestro linaje en par­

ticular. Pero ¿qué tipos de características poseían de cada grupo?

Dado que los seres humanos son cerebrales por encima de

todo, algunos de los principales paleoantropólogos posdarwinistas

que se propusieron responder esta pregunta supusieron que nues­

tra evolución tuvo que estar «dirigida por el cerebro)). La criatura

que pensaban que debían buscar «eslabón perdido)) entre los

simios y los humanos- poseería seguramente un cuerpo simies­

co con un gran cráneo abovedado. Solo después de haber ad­

quirido su gran cerebro, nuestro primer antepasado inequívoco

habría estado en condiciones de abandonar su ñsico simiesco y la fuerza ligada a él.

La lógica era inexorable. Pero la imagen que había que buscar

se convirtió en una idea fija, y esto condujo a uno de los inciden­

tes más extravagantes de la historia de la ciencia.

En 1912, en una cantera de grava de Piltdown, en Surrey (al

sur de Inglaterra), se encontró lo que parecía uno de los fósiles

estelares de todos los tiempos: parte de un cráneo y la mandíbu­

la inferior de lo que parecía ser el homínido ancestral ideal. El

cráneo era grande -lo que indicaba que también lo era el cere­

bro- y la mandíbula era claramente simiesca. Se supuso (aunque

no se encontró ningún otro hueso) que tenía un cuerpo de simio acorde con su cara simiesca.

Entre los expertos de la época figuraban sir Arthur Keith, sir

Grafton Eliot Smith y sir Arthur Smith Woodward, y aquello era

exactamente lo que estaban buscando: una criatura que, gracias a

su cerebro de tamaño humano, había escapado de su pasado si­

miesco. Además, se había encontrado en Inglaterra, que era por

entonces el centro del mayor imperio del mundo, precisamente

donde ellos esperaban encontrar al primer ser humano. Darwin

había sugerido que los primeros humanos vivieron en África, y aquellos caballeros eran buenos darwinistas, si bien no presupo-

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EL ESLABÓN

nían que Darwin hubiera acertado en todos los detalles. De Amé­

rica les llegó el apoyo de Henry Fairfield Osborn. Llamaron a la

criatura Eoanthropus dawsoni. Eoanthropus, por supuesto, significa

«hombre del principio)), y dawsoni rendía homenaje a Charles

Dawson, un coleccionista aficionado de la zona que había presen­

tado el hallazgo, adquirido, según dijo, a un obrero de la cantera

de grava de Piltdown. Pero algunos científicos no quedaron convencidos, y con ra­

zón, ya que en 1953 los estudios realizados en el Museo de His­

toria Natural de Londres demostraron que el Eoanthropus dawsoni

era un fraude. El cráneo pertenecía a un humano moderno. La

mandíbula era de un orangután y se había limado chapuceramen­

te para eliminar las partes que habrían revelado el engaño. Des­

pués, las dos partes se habían teñido. Nadie sabe con seguridad

quién perpetró el fraude, pero Dawson fue el principal sospecho­

so. El «fósil» engañó a los principales expertos de la época porque

se ajustaba a sus ideas preconcebidas. Es una historia muy triste. Keith, Smith y Smith Woodward

eran personas muy competentes, y todos quedaron en ridículo

(aunque solo Keith sobrevivió para ver descubierto el fraude).

Seguramente no los habrían engañado si no hubieran estado tan

seguros de antemano de que el falso Eoanthropus era justo el tipo

de criatura que debían buscar. Pero más triste aún fue la manera

en que, influidos por Piltdown, ellos mismos y otros rechazaron el

anuncio, en 1924, del auténtico descubrimiento: el Australopithe­

cus africanus. El Australopithecus cifricanus salió de una fosa de cal en Taung

(Sudáfrica) y le fue entregado a un joven (de solo treinta y un años)

anatomista australiano emigrado llamado Raymond Dart, que aca­

baba de empezar a trabajar en un hospital cercano. Solo era un

fragmento de calavera, que incluía parte del rostro y del cráneo. El

ejemplar era claramente inmaduro -tal vez, el equivalente de un

204

DEL EOCENO A NOSOTROS

niño de cinco años-, pero había lo suficiente para inferir que de

adulto habría medido alrededor de un metro de estatura, y que el

cerebro de semejante criatura habría tenido las proporciones del

de un chimpancé; ejemplares adultos hallados después sugieren

una capacidad craneal de 485 centímetros cúbicos. Pero lo más

revelador de todo era el foramen: el orificio por donde entra la

médula espinal en la cabeza. En simios como el chimpancé, el fo­

ramen está en la parte trasera del cráneo, porque los chimpancés

en general mantienen su cuerpo horizontal, con la cabeza hacia

delante. En los humanos, el cráneo está colocado en lo alto de una

columna vertebral vertical, y el foramen está en su parte inferior.

En este nuevo cráneo, el foramen estaba en la parte de abajo, así

que era razonable inferir que aquella pequeña criatura tenía pos­

tura erecta. Basándose principalmente en su supuesta postura er­

guida, Raymond Dart lo propuso como un plausible eslabón entre

los simios y los humanos. El nombre que le dio, Australopithecus,

significa «simio del sur)). Al ejemplar concreto que él estudió, es

decir, el «ejemplar tipo)), se le suele llamar «el Niño de Taung».

Pero los caballeros de Inglaterra no se dejaron impresionar.Ya

tenían el Hombre de Piltdown. Igual de importante es que el

Australopithecus era precisamente lo que ellos rio esperaban: no era

una criatura con un cerebro de tamaño humano en un cuerpo de

simio, sino una que todavía tenía un cerebro de proporciones si­

miescas y un cuerpo de estilo humano, presumiblemente erecto.

Además, a pesar de sus credenciales darwinistas, no esperaban que

tal criatura hubiera vivido en Sudáfrica.Y parece que tampoco les

gustaba la idea de que lo hubiera encontrado un australiano, un

«colonial». Según las palabras de Phillip Tobias, profesor emérito

de paleoantropología en la Universidad de Witwatersrand (Johan­

nesburgo) y discípulo de Raymond Dart, el Niño de Taung era

«el fósil inadecuado en el sitio inadecuado, y lo había descubierto

el hombre inadecuado)), al menos para los eruditos profesores bri-

205

,

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EL ESLABÓN

tánicos. Pero cuando el fantasma de Piltdown descansó en paz en

1953, el género Australopithecus empezó por fin a ocupar el lugar

que le correspondía como auténtico antecesor del Homo.

El Australopithecus cifricanus no era nuestro antepasado directo:

el Niño de Taung vivió en tiempos demasiado recientes, hace

entre 2 y 3 millones de años; y hace 2 millones de años ya existían

criaturas que algunos consideran que pudieron ser los primeros

Homo. Mucho más convincente como posible antepasado directo

era y sigue siendo el Australopithecus cifarensis, descrito por Donald

Johanson y sus colaboradores en 197 4 y encontrado en la región

de Afar (Etiopía). Se trata de la famosa «Lucy», llamada así porque,

cuando se descubrió, en el campamento de Johanson sonaba

<~Lucy in the Sky with Diamonds» de los Beatles. Hasta la apari­

ción de Ida, Lucy fue sin duda el primate fósil más famoso, entre

otras cosas porque se había encontrado más de medio esqueleto.

Era más antigua que el Niño de Taung de Dart; ella y otros ha­

llazgos posteriores indican que el A. aforensis vivió hace entre 3,9

y 3 millones de años. También era un poco más alta que el A.

afrícanus -el cifarensis medía de metro a metro y medio de estatu­

ra-, pero su cerebro era aproximadamente del mismo tamaño

que el del Niño de Taung, aunque su rostro era más simiesco. Sin

embargo, lo más importante es que se han conservado suficientes

partes de los huesos de las piernas, que indican que estaban orien­

tados directamente hacia abajo y que Lucy caminaba erguida,

confirmando lo que Dart había inferido del cráneo del Niño de

Taung. Todavía no estaba claro si andaba sobre los talones y los

dedos de los pies, como un humano moderno, o sobre los lados

de los pies, como un simio. Pero a finales de la década de 1970,

Mary Leakey, la esposa de Louis, encontró las huellas de pisadas

de tres A. cifarensis conservadas para siempre cuando caminaron

sobre ceniza volcánica en Laetoli (Tanzania), una ceniza que cayó hace unos 3,6 millones de años. Las pisadas indicaban con clari-

206

DEL EOCENO A NOSOTROS

dad que andaban muy bien, sobre los talones y las puntas como

los humanos modernos.

Se han encontrado más australopitecinos, de por lo menos

media docena de especies, algunas de cuyas permutaciones debie­

ron de coexistir en cualquier momento. Está claro que varias de

ellas eran gráciles y otras más robustas, o al menos tenían mandí­

bulas y dientes más pesados, para triturar vegetación áspera. Las

formas robustas se suelen asignar a un género propio, el Paranthro­

pus (y en el pasado, a algunas de ellas se les dieron otros nombres,

como el Zinjanthropus). El árbol genealógico de los primeros ho­

mínidos, como casi todos, era bastante ramificado.

También se ha encontrado un género homínido aún más an­

tiguo: el Ardípíthecus. El primero que se descubrió, y el más anti­

guo, es el Ardípíthecus ramidus, también de Etiopía, al que en un

principio se le atribuyó una antigüedad de 4,4 millones de años, pero

que ahora se supone que vivió hace 5,8 millones de años, muy

cerca de la supuesta escisión de los homínidos y los simios. Aún

más antiguo, con unos 6 millones de años, es el Orrorin, descu­

bierto en 2001 en Kenia; y anterior a él fue el Sahelanthropus, de

hace 6-7 millones de años, descubierto en Chad en 2002. Así,

lenta y laboriosamente, aunque no exenta de controversias, está

empezando a surgir una imagen de finales del Mioceno y princi­

pios del Plioceno. Por desgracia, que sepamos, no existe en África

un yacimiento de fósiles que pueda mostrarnos la vida en el Mio­

ceno africano de la manera en que Messel nos revela las alegrías y

tribulaciones de la Alemania del Mioceno.

DEL HOMO HABILIS AL HOMO SAPIENS

Adelantando de nuevo el reloj, parece que el género Homo evolu­cionó a partir de uno de los australopitecinos gráciles hace poco