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EUSKAL-ERRIA REVISTA VASCONGADA T.º LXXII SAN SEBASTIÁN 15 DE MARZO DE 1915 N.º 1124 D. LUIS ARCARAZ Y CHOPITEA EN OLACUETA-BERRIZ, EL 23 DEL PASADO FEBRERO 15

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EUSKAL-ERRIA REVISTA VASCONGADA

T.º LXXII SAN SEBASTIÁN 15 DE MARZO DE 1915 N.º 1124

D. LUIS ARCARAZ Y CHOPITEA

† EN OLACUETA-BERRIZ, EL 23 DEL PASADO FEBRERO

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D. LUIS ARCARAZ Y CHOPITEA

L A tranquila y atrayente anteiglesia vizcaína de Olacueta-Berriz, ha experimentado con el fallecimiento del notable músico cuyo

nombre encabeza estas líneas, la pérdida de uno de sus hijos más ilus- tres.

D. Luis Arcaraz nació, en efecto, en la mencionada anteiglesia el 25 de Agosto de 1557, y muy joven aún comenzó en su pueblo natal los estudios musicales bajo la dirección de D. Sebastián Gabiola, maes- tro meritísimo que ha producido una verdadera pléyade de reputados organistas. Dicho Sr. Gabiola era padre de nuestro querido amigo don Bernardo, director que fue de la Banda municipal de esta Ciudad, ju- rado musical en los concursos organizados por el Consistorio de Jue- gos Florales Euskaros, y distinguido profesor numerario en la actuali- dad, del Conservatorio de Madrid.

Adquiridos cuantos conocimientos podía atesorar en el rincón ama- do donde viera la luz, Arcaraz se trasladó a Madrid, para proseguir y ampliar sus estudios en aquel conservatorio, y completar por modo definitivo su educación musical. Para subvenir a los dispendios que esto le ocasionara, contó con la valiosa cooperación de su hermano ma- yor D. Pedro (1), notable tenor de zarzuela, que a la sazón actuaba en Méjico, donde gozaba de especial fama y reputación.

(1) De vuelta D. Pedro a sus patrios lares, tras largos años de ausencia, estable-

cióse en Durango, donde colaboro con aquel infatigable literato y músico D. Isidoro

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Cursó con notable aprovechamiento, en el centro de enseñanza ci- tado, las clases de Canto, Piano y Composición, y pertrechado con toda esa suma de conocimientos, y alentado por un espíritu de temple vigoroso, surcó los mares y se dirigió a Méjico en busca de un porve- nir que allí vislumbraban su juventud, su inteligencia y su laborio- sidad.

Las excelentes dotes de nuestro biografiado, su exquisita intuición artística, hallaron en aquella república la más satisfactoria acogida; pronto se le confirió la dirección de una compañía de zarzuela, y con- solidándose rápidamente su bien cimentada fama de artista genial, a la par que su nombre se rodeaba de una aureola de popularidad, llegó a ser propietario del teatro mejor y más concurrido de la capital mejicana.

Sus éxitos allende los mares no llegaron a nublar ni a entibiar el ferviente amor a su familia y a la tierra natal, objeto predilecto de sus amores; y pocos años después de su llegada a Méjico compuso un «Ave María» dedicado a su madre adorada: un ósculo de paz y amor, un pedazo de su corazón que latía al unísono con las remembranzas de la patria lejana.

Esta composición en la que vertió las primicias de su inspiración fecunda y lozana, no encuadra en la moderna orientación del arte reli- gioso; explicándose tal circunstancia porque al escribir dicha «Ave Ma- ría» registrábase una época de decadencia, y sólo contados y notables maestros como los Pedrell, P. Uriarte, Olmeda y otros iniciaban el pe- ríodo de transición laborando con denuedo por la restauración en Es- paña del verdadero carácter de la música religiosa. Pronto, sin embar- go, la flexibilidad de su talento permitió a nuestro biografiado pasar al campo polifónico moderno, en el que, como veremos más adelante, esgrimió sus portentosas facultades. Volviendo a la composición «Ave María», manifestaremos que tuvo tan excelente acogida, que ha reco- rrido una porción de catedrales de España, siendo también elegida para ejercicios, singularmente de tenor, en muchas oposiciones cele- bradas.

Consiguió labrar una considerable fortuna, pero al propio tiempo el enorme trabajo realizado quebrantó bastante su salud, y entonces de-

Ruiz de Arbulo en la formación del Orfeón durangués, notable entidad coral que

con escasos meses de preparación concurrió a las fiestas euskaras celebradas en Guer-

nica en Septiembre de 1888, produciendo verdadero asombro con su labor afiligrana-

da, y siendo objeto de entusiastas y clamorosas ovaciones.

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cidió regresar a su patria, llegando hacia el año 1900, y fijando su re- sidencia accidental en Durango.

En esta villa se encargó desinteresadamente de la dirección de la Banda municipal, para cuya colectividad compuso diversas composi- ciones de diferentes estilos, que merecieron unánimes elogios. De las del género popular recordamos una jota que siempre que se ejecutó obtuvo los honores del bis.

Para la última etapa de su vida construyó una bonita «villa» en Olacueta-Berriz, su pueblo natal, y allí trasladó definitivamente su re- sidencia.

Las simpatías de que gozaba en aquella localidad le llevaron a ocu- par la alcaldía; y el celo, la actividad, el esmero que puso en desempe- ñar tan honroso cargo, justamente reconocidos por sus administrados, fueron causa de que le reeligieran varias veces; no cesando en el des- empeño del popular cargo hasta que, motivos de salud, le obligaron a renunciarlo con unánime sentimiento de todo el pueblo.

Mal se avenía la actividad de su temperamento con el reposo que exigía imperiosamente su salud harto quebrantada, y siguió entregado al trabajo, dedicándose en los últimos años al estudio y análisis de los maestros contemporáneos, entre los que Perossi figuraba a la cabeza; y escribió asimismo cinco grandes Misas a tres y cuatro voces en polifo- nía moderna, según el Código Jurídicomusical de Pío X.

Aparte de estas composiciones, ha producido su fecunda pluma gran número de Motetes, Villancicos, Salves, Letanías, «Stabat Mater», «Ill da Jesús», etc. Todas estas producciones han quedado inéditas.

Con cristiana resignación soportó la cruz de su enfermedad, y con- fortado con los Santos Sacramentos y la Bendición Apostólica de Su Santidad, el 23 de Febrero último exhaló el postrer suspiro para unir- se, piadosamente juzgando, al concierto de ángeles y bienaventurados, en pos de aquellas palabras de San Juan: Vocem quam audivi..... sicut

citharœdorum citharizantium in citharis suis (1). Su entierro y funerales constituyeron una verdadera manifestación

popular. Acudió el Ayuntamiento en pleno; niños y niñas de las es- cuelas públicas dirigidos por sus respectivos profesores; las niñas ex- ternas del Colegio de la Vera-Cruz, y el pueblo en masa.

Las cintas eran llevadas por los señores Marqués de Berriz, Acillo-

(1) Apoc., cap. XIV,

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na, diputado a Cortes por el distrito, Urizar (D. Francisco), y Larrea, alcalde de Durango, exdiputados provinciales, y los doctores Ugarte y Corcóstegui.

La capilla de Berriz, reforzada con valiosos elementos de San Se- bastián y Durango, interpretó por modo irreprochable la Misa de Re-

quiem con Responsorios, escrita por el finado en el ocaso de su vida. El pueblo de Berriz lega a la posteridad el nombre de este insigne

artista de corazón, que podrá añadir a los de los ilustres varones, hijos de la misma anteiglesia, que en pasados siglos brillaron por su virtud, por su talento y por su saber.

Entre éstos recordamos a D. Pedro Bernardo Villarreal y Berriz, que escribió la obra titulada: «Máquinas hidráulicas»; D. Pedro Zu- gaza, colegial en el mayor de Salamanca y Catedrático de Cánones; Fray Juan Bautista Cengotita-Bengoa, Obispo de Puerto Rico, que con celo apostólico admirable defendió en 1797 los intereses de aquella le- jana isla contra la invasión inglesa, siendo a este propósito sus cartas al Rey Carlos IV, modelo de valor cívico y entereza en favor de sus

súbditos. Y al dar fin a estas notas, ofrecemos a la atribulada viuda e hijos

del inolvidable D. Luis Arcaraz, la expresión sincera de nuestro más sentido pésame.

G. GUISASOLA