Valenciana 16 (Internet)

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Valenciana, nueva época, año 8, núm. 16, julio-diciembre de 2015, es una publicación semestral editada y distribuida por la Universidad de Guanajuato, Lascuráin de Retana núm. 5, Zona Centro, C.P. 36000, Guanajuato, Gto., a través de los departamentos de Filosofía y Letras Hispánicas de la División de Ciencias Sociales y Humanidades. Dirección de la publicación: Ex Convento de Valenciana s. n., C. P. 36240, Valenciana, Gto. Editora responsable: Lilia Solórzano Esqueda. Trabajo editorial a cargo de Ediciones del Viajero Inmóvil. Corrección de estilo: Ernesto Sánchez Pineda. Certificado de Reserva de Derechos al Uso Exclusivo: 04-2010-071512033400-102 de fecha 23 de julio de 2010, ISSN 2007-2538, ambos otorgados por la Dirección de Reservas de Derechos del Instituto Nacional de Derechos de Autor. Certificado de Licitud de Título y Contenido No. 15244 otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas. Impresa en los talleres de Gesta Gráfica, bulevar Nicaragua 506, León, Guanajuato. Este número se terminó de imprimir en julio de 2015 con un tiraje de 500 ejemplares.Esta revista se encuentra indexada en el Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (Latindex), el Índice de Revistas Mexicanas de Investigación Científica y Tecnológica (Conacyt), la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal (Redalyc), la hemeroteca de artículos científicos hispánicos en internet Dialnet, la colección SciELO-México y la base de datos CLASE de Latinoamerica y el Caribe.

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1Orfandad, exilio y utopa en el pensamiento literario de Toms Segovia2Juan Pascual Gay3Orfandad, exilio y utopa en el pensamiento literario de Toms SegoviaNueva poca, ao 8, nm. 16, julio-diciembre 2015ESTUDI OSDEFI LOSOF AYLETRAS4Juan Pascual GayValenciana,nuevapoca,ao8,nm.16,julio-diciembrede2015,esunapublicacinsemestral editada y distribuida por la Universidad de Guanajuato, Lascurin de Retana nm. 5, Zona Centro, C.P. 36000, Guanajuato, Gto., a travs de los departamentos de Filosofa y Letras Hispnicas de la Di-visin de Ciencias Sociales y Humanidades. Direccin de la publicacin: Ex Convento de Valenciana s. n., C. P. 36240, Valenciana, Gto. Editora responsable: Lilia Solrzano Esqueda. Trabajo editorial a cargo de Ediciones del Viajero Inmvil. Correccin de estilo: Ernesto Snchez Pineda. Certifcado de Reserva de Derechos al Uso Exclusivo: 04-2010-071512033400-102 de fecha 23 de julio de 2010, ISSN 2007-2538, ambos otorgados por la Direccin de Reservas de Derechos del Instituto Nacional de Derechos de Autor. Certifcado de Licitud de Ttulo y Contenido No. 15244 otorgado por la Co-misin Califcadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas. Impresa en los talleres de Gesta Grfca, bulevar Nicaragua 506, Len, Guanajuato. Este nmero se termin de imprimir en julio de 2015 con un tiraje de 500 ejemplares. Esta revista se encuentra indexada en el Sistema Regional de Informacin en Lnea para Re-vistas Cientfcas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal (Latindex), el ndice de Revistas Mexicanas de Investigacin Cientfca y Tecnolgica (Conacyt), la Red de Revistas Cientfcas de AmricaLatinayelCaribe,EspaayPortugal(Redalyc),lahemerotecadeartculoscientfcos hispnicos en internet Dialnet, la coleccin SciELO-Mxico y la base de datos CLASE de Latinoa-merica y el Caribe.Las opiniones expresadas por los autores no refejan necesariamente la postura del editor de la publicacin. La origininalidad de los contenidos queda bajo estricta responsabilidad del autor.Queda estrictamente prohibida la reproduccin total o parcial de los contenidos e imgenes de la publicacin sin previa autorizacin de la Universidad de Guanajuato.rea de LetrasDra. Elba Snchez RolnDirectoraDr. Andreas Kurz(Universidad de Guanajuato, Mx.)Dra. Ins Ferrero Cndenas(Universidad de Guanajuato, Mx.)Dr. Juan Pascual Gay(Investigador independiente, Mx.)Dr. Michael Roessner(Universidad de Munich, Ale.)Lic. Luis Arturo Ramos(Universidad de Texas, EUA)Comit EditorialEditoras: Lilia Solrzano Esqueday Asuncin del Carmen Rangel LpezCoordinadora del nmero: Asuncin del Carmen Rangel LpezCoordinador del dossier: Jaime Villarrealrea de FilosofaDr. Aureliano Ortega Esquivel DirectorDr. Rodolfo Corts del Moral(Universidad de Guanajuato, Mx.)Dra. Mara L. Christiansen Renaud(Universidad de Guanajuato, Mx.)Dr. Carlos Oliva Mendoza(Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Mx.)Dr. Jos Luis Mora Garca(Universidad Autnoma de Madrid, Esp.)Dr. Ral Fornet-Betancourt(Universidad de Bremen, Ale.)5Orfandad, exilio y utopa en el pensamiento literario de Toms SegoviaSumarioFrente al espejo de un canon: poetisas mexicanas en antologas del siglo XIX Leticia Romero Chumacero7El sujeto enunciativo y sus espacios en algunos poemas de Francisco HernndezAlejandro Palma Castro37Parodia y autoparodia en El ltimo lector de David ToscanaDiana Geraldo57La reinvencin de la melancola: Primero sueo de Sor Juana y Melancholia I de DureroRobin Rice Ann Carlssohn77La razn de ser de la presencia de Joseph Conrad en El sueo del celta de Mario Vargas Llosa e Historia secreta de Costaguana de Juan Gabriel VzquezCaroline Houde101Dossier: Mrgenes de la prosa alfonsinaLa dimensin tica de Alfonso Reyes en su relacin con Nieves GonnetCoral Aguirre1276Juan Pascual GayLa espiga solitaria. El duelo como escritura en la Oracin del 9 de febrero de Alfonso ReyesVctor Barrera Enderle159Utopa humanista de Alfonso Reyes en MonterreyJaime Villarreal177Alfredo Gracia Vicente: del exilio republicano al jardn alfonsinoRoberto Kaput Gonzlez Santos195La fbula histrica en Alfonso ReyesClara Mara Parra Triana215ReseasAlfonso Rangel Guerra, Visiones sobre Gabriela MistralMaritza Robles233Rogelio Castro Rocha, Pasaje al desencantoAlejandra Lpez238Jos Mara Arguedas, Obra antropolgicaRolando lvarez242Los autores2477Frente al espejo de un canon: poetisas mexicanas en antologas del siglo XIXFrente al espejo de un canon: poetisas mexicanas en antologas del siglo XIXLeticia Romero ChumaceroUniversidad Autnoma de la Ciudad de Mxico-CuautepecResumen:El artculo analiza un aspecto de la recepcin crtica de escritoras mexicanas, a travs de la revisin de medio centenar de antologas poticas publicadas durante el siglo XIX.Palabras clave: Mxico, siglo XIX, escritoras, historia de la litera-tura, recepcin literaria.AbstractTe paper analyzes the critical reception of Mexican women authors through the revision of ffty anthologies published in the nineteenth century.Keywords: Mexico, Nineteenth century, Women writers, Literary his-tory, Literary reception.8Leticia Romero ChumaceroI. La importancia histrica de las antologas literariasLos trabajos de crtica e historia literaria, as como las traduccio-nes, son metatextos, es decir, cada uno a su manera establece unarelacincrticaentreciertotextoyotros(Genette,1989: 13- 17). Al sistematizar las distintas modalidades de esa relacin en su obra Palimpsestos. La literatura en segundo grado, Grard Genette no incluy la antologa como una de las formas metatextuales; s lohizoAlfonsoGarcaMorales,enelvolumenLosmuseosdela poesa. Antologas poticas modernas en espaol, 1892-1941. A partir de las consideraciones histricas de este ltimo y aprovechando el andamiajetericodelprimero,esposibleatisbarlaimportancia de las antologas, colecciones, compilaciones, coronas, forilegios, guirnaldas,homenajes,liras,miscelneasyparnasospublicados durante el siglo XIX, pues al reunir ciertas obras contribuyeron en la seleccin y administracin de la memoria literaria y en la jerar-quizacin de una tradicin (Garca Morales, 2007: 15).Como han observado otros crticos (Gonzlez Aktories, 1996; GuzmnMoncada,2000;RuizCasanova,2007),quienrecopila lostextosparaunaantologainterpretaunaseriedevaloreses-tticos,ticos,polticos,religiosos,patriosydeotrasndoles,los actualiza, ratifca y divulga al ejemplifcarlos con obras concretas. Debido a esto, en su calidad de metatexto, la antologa dota con un signifcado nuevo los trabajos que presenta juntos, pues los saca de su contexto original para exhibirlos en cierto orden, aglutina-dos en funcin de una idea o tema, publicados por determinada institucin, elegidos entre muchos ms, glosados por una voz que seerigeautorizadayagrupadosconotrosqueenfuncindeesa circunstancia establecen un parentesco con ellos.Esa nueva ubicacin o, si se quiere, esa descolocacin signifca-tiva, repercute en el sentido de la recepcin de los trabajos seleccio-nados. Se ha dicho, por ejemplo, que las compilaciones estn entre 9Frente al espejo de un canon: poetisas mexicanas en antologas del siglo XIXlos libros de poesa ms vendidos (Gonzlez Aktories, 1996: 85), dato de sumo inters para la historia de la escritura de mujeres en el Mxico del siglo XIX pues, hasta donde sabemos, las poetisas cu-yas obras se publicaron entre dos pastas en volmenes donde eran autoras nicas, fueron pocas: Mara del Carmen Corts, Esther Ta-pia de Castellanos, Josefna Prez de Garca Torres, Dolores Salazar de Payn, Refugio Barragn de Toscano, Beatriz Carlota Portugal de Salinas, Soledad Manero de Ferrer, Rosa Carreto, Isabel Prieto de Landzuri (pstumo), Dolores Correa Zapata y Julia Domin-ga Febles y Cantn.Otrasescribieronhastareunirtantomaterialcomoparacon-formar un libro, pero no quisieron o no pudieron publicarlo. Fue elcasodeRitaCetina,cuyoscuadernosmanuscritos,hastahoy inditosyenpoderdelArchivoGeneraldelEstadodeYucatn, contienen poemas fechados entre 1863 y 1880. Pero tambin fue el caso de dos grandes fguras de las letras nacionales de la segunda mitad del siglo XIX, Isabel Prieto y Laura Mndez, quienes murie-ron sin haber publicado un tomo de versos, por lo que correspon-di a otras personas disponer ediciones pstumas.Para terminar de ponderar grosso modo la relevancia de las an-tologas en la circulacin de la escritura de mujeres, es de utilidad sealar que los libros de historia literaria impresos durante la cen-turia referida incluyen menos de diez nombres femeninos y que no todos son de personas cuya vida transcurri durante el siglo XIX, hecho fcil de ejemplifcar sealando que entre la decena de nom-bresestnlosdealgunasmonjasnovohispanas,comosorJuana Ins de la Cruz. Por lo dems, es cardinal indicar que la mayora dequienesdivulgaronsuspoemasslolohicieronendiariosy revistas, por lo cual, de no haberse compilado en volmenes colec-tivos algo de la produccin lrica de esas seoras, menos de quince nombres habran perdurado hasta hoy. En suma, por medio de las antologas hay certidumbre sobre la existencia de una centena de 10Leticia Romero Chumaceroversifcadoras, varias de ellas muy perseverantes en su labor creativa y algunas tan prestigiosas que se tornaron fguras habituales en las miscelneas.Antes de iniciar el anlisis cuantitativo y cualitativo de las cin-cuenta y dos compilaciones, con las que se evaluar en las siguien-teslneasunaspectodelarecepcindelaescriturademujeres mexicanas durante el siglo XIX, conviene subrayar otro ngulo de esosmetatextos:sonespejosdeuncanon.stenoesinmutable niatemporal,puesobedeceavaloracionesartsticasysesgosin-terpretativospropiosdecadapoca;deahquealgunasplumas tenganexitosacabidaencompilacionesdeciertoperiodo,pero sean ominosamente olvidadas en otro. Los cnones, entonces, no son slo una nmina de obras consagradas, ms bien constituyen toda una maquinaria de valores que generan sus propias verdades, como ha afrmado Mary Louise Pratt (2000: 72). Qu verdades sobre la escritura de mujeres podemos extraer de las compilaciones decimonnicas a travs de aquellos espejos?Una, muy importante, consiste en que hacia la segunda mitad del siglo referido, entre un grupo notable de mexicanas, la escritu-ra privada cifrada en cartas y diarios ntimos fue desplazada por la escritura pblica: aquella destinada a su divulgacin masiva por medio de peridicos, libros y puestas en escena. Esto fue ex-traordinariamente novedoso en un contexto cultural donde se sos-tena que la escritora mexicana es ante todo mujer, y la mujer en Mxico es, sin metfora, el ngel del hogar (Vigil, 1893: 23), ra-zn por la cual su prioridad deba ser lo domstico. La notoriedad de esas mujeres mediante su paso por las redacciones de diarios, las editoriales, los teatros y las asociaciones literarias, contrastaba con expresiones como sta: Cun grande sera el Estado, si no olvi-dara que tiene obligacin de hacer de la mujer el ngel del hogar y no la literata, la masona la cientifca que degenera de su sexo y se envuelve con el ropaje falso de conocimientos superiores su 11Frente al espejo de un canon: poetisas mexicanas en antologas del siglo XIXinteligencia y su modo de pensar comun! (Las enseanzas, 1894).Atalesopinionesseenfrentaronconmuchonimo, segnsecoligedesutesn,aquellasquedeterminarondivul-gar sus trabajos creativos, por ejemplo, a travs de las antologas; en stas, por otra parte, los compiladores tendieron a seleccionar aquella produccin que resultaba ms cercana al ideal de femini-dad vigente: la dedicada al amor flial y al fervor patrio. En suma, las compilaciones poticas, en tanto expresiones de un canon que ibamsalldeloliterario,exhibenlatensinentrelacreciente participacin de las autoras en la esfera pblica y la conviccin de que su escritura deba abordar lo relativo a la esfera privada, pues tal era su lugar natural.II. Ventajas y desventajas de la seleccinLainsercindetextosdemujeresenlosrepertoriosexaminados tuvolugarjuntoalostextosdecolegasvarones,perotambin seprodujoenproyectosdondeexclusivamentesediocuentadel trabajopoticodeellas.Deloscincuentaydoslibrosrevisados durantelainvestigacinquediopieaesteartculo,ochofueron dedicados slo a las poetisas: Flores del siglo (Barbero, 1873), que contiene poemas de sesenta y nueve mujeres hispanoamericanas y espaolas; Poetisas americanas (Corts, 1875, reeditado en 1896), con trabajos de cincuenta hispanoamericanas; Escritoras espaolas contemporneas (1882), publicado en Mxico, con cuarenta y dos autoras peninsulares; El Parnaso Mexicano (en cinco de sus tomos, impresos entre 1885 y 1886), donde se reuni a cuarenta; Poetas hispano-americanos(PrezyRivasGroot,1889),editadoenBo-got,conveintinfrmas;Poetisasmexicanas(Vigil,1893),que congreg a noventa y cinco seoras; La lira poblana (1893), con seis cantoras; y Coleccin de varias composiciones poticas de seoras zacatecanas (1893), con siete.12Leticia Romero ChumaceroLosltimoscincottulosacogieronpuramentetrabajospo-ticos de mexicanas. Mucho dice sobre el tardo y breve reconoci-miento tributado a ellas, el hecho de que fuera a mediados de la dcada de 1880 cuando se elabor la primera antologa de poetisas del pas, dentro de un tomo de la serie El Parnaso Mexicano; igual-mentesignifcativoesqueentre1893y1910noparecehaberse preparadoalgunaotra.Yesanotoriedad,circunscritaaunlapso concreto (ca. 1885-1893), coincide con la insercin de mujeres en colecciones mixtas donde el primer lugar en orden de preferencias traducidasenaparicionesdentrodelosrepertoriosrevisados,lo tuvosorJuanaInsdelaCruz,conquince;lasiguieronIsabel PrietoyLauraMndez,contrececadauna,yEsther Tapia,con once. Como mera referencia es posible aadir, fuera del marco de anlisis, que Mara Enriqueta Camarillo apareci por lo menos tre-ce veces en antologas que circularon entre los aos 1911 y 1940, cuando la fama de Prieto, Tapia y Mndez no slo haba decado, sino que la veracruzana era la nica representante de las letras fe-meninasdeMxicodentrodecompilacionesdondeelrestode laspoetisaseransudamericanas.Elsiguientedato,entremuchos otros, confrma la nueva orientacin geogrfca del inters crtico: enPoetisasdeAmrica(1929),lachilenaMaraMonvel,esdecir Ercilia Brito Letelier, reuni a dieciocho de sus colegas de pluma, ninguna de las cuales era mexicana.Huboantologasdondelanicafrmadeunamujernacida enterritoriomexicanovlgaseelanacronismoeraladesor Juana:Amricaliteraria(Lagomaggiore,1883),Acopiodesonetos castellanos (Roa Brcena, 1887), Perlas de la poesa castellana (Estra-da y Zenea, 1892) y Antologa de poetas hispanoamericanos, tomo I (Menndez Pelayo, 1893), son ejemplos de ello. Esta ltima es particularmente importante debido a que su compilador fue el in-fuyente crtico peninsular Marcelino Menndez Pelayo, quien la elabor por encargo de la Real Academia Espaola. Cabe agregar 13Frente al espejo de un canon: poetisas mexicanas en antologas del siglo XIXquelaAcademiaMexicanacorrespondientedelaRealEspaola produjo poco despus su propia Antologa de poetas mexicanos (Co-llado, Roa Brcena, Vigil, 1894), donde se incluy a sor Juana, s, pero tambin a Isabel Prieto, Laura Mndez, Josefna Prez, Isabel Pesado y Esther Tapia. Eso prueba que la novohispana posea fuera de Mxico una fama que no tenan las decimonnicas, pero tam-bin muestra que algunas decimonnicas gozaban en el pas de un prestigio que la crtica nacional insisti en refrendar.Unmotivodesorpresa:RosaEspinotambinasomenlos compendios, salvo que no en los que agrupaban nicamente muje-res, tal vez porque ya se haba hecho pblica la estrategia de merca-do que la vio nacer. Se trataba de una supuesta jovencita jalisciense coninusualtalentoliterario,detrsdecuyo sugestivo nombrese agazapaba el general Vicente Riva Palacio. Su cmplice, Francisco Sosa, devel el artifcio aos despus, dejando ver con franqueza la intencin comercial del hecho: creimos que para imprimir la seccin consagrada las bellas letras, cierto inters, nada sera ms propsito que suponer fngir la existencia de una poetisa mexi-cana, ocultando su personalidad en el misterio de un seudnimo (1885: 10-14). Antes de tal confesin, aunque probablemente co-nociendo los hechos, Juan de Dios Peza eligi poemas de ella para La lira mexicana (1879) y Los trovadores de Mxico (1898 y 1900), publicados en Espaa. Tambin la incluy Manuel Caballero en el Primer almanaque histrico, artstico y monumental de la Repblica Mexicana (1883). Ninguno aclar en esos espacios que aqul era un seudnimo. En otros territorios tambin fue posible leer com-posicionesfrmadasporunatalEdda(Corts,1875b;Estraday Zenea, 1892), es decir, por el colombiano Rafael Pombo.Desde luego, al elegir slo ciertos materiales las antologas sos-layaronmuchosotrosendetrimentodelavariedadtemticadel corpus de escritoras cuya lira, segn uno de los compiladores, ha recorrido todos los tonos (Vigil, 1893: xxxi). Debido a esto, ten-14Leticia Romero Chumacerodieronaperpetuarselascomposicionesdeasuntonacionalistay las dedicadas a subrayar el rol de esposas y madres, culturalmente adoptado por muchas mujeres, acaso con la conviccin de que a ellasdebanreservarseesostemas.AsocurriconIsabelPrieto, cuyo flial poema A mi hijo dando limosna se incluy en Poesas lricasmexicanas(Olavarra,1878),Literaturaamericana(Batres Juregui, 1878), El Parnaso Mexicano (1886b) y Poetas mexicanos (Amzaga, 1896). De su vasta produccin, tambin se recogieron stos: A mi hijo, La madre y el nio, A mi hija, En el Valle de Mxico, Tristeza, Desaliento y A mi esposo. Otra poetisa de gran popularidad en su poca, Laura Mndez, vio publicado su exitoso poema Oh, corazn! por lo menos seis veces dentro deantologas:Poesaslricasmexicanas(Olavarra,1878),ElPar-naso Mexicano (1885a), Poetas mexicanos (Amzaga, 1896), Anto-loga americana (1897), Mxico potico (Esteva, 1900) y Antologa nacional (Esteva, 1906). Paradjicamente, de las casi cien compo-sicionespoticasdesuautorahalladashastalafecha,menosde una decena circul en compendios como los aludidos con anterio-ridad:Adis,Invierno,Magdalena,Mesalina,Nieblas, Tristezas y la mencionada Oh, corazn!.Prieto y Mndez fueron las decimonnicas ms conocidas a tra-vs de aquel medio, si bien existe una diferencia sustantiva entre larecepcininicialdelapoesadeunayotra.Consisteenque elgruesodelascomposicionesdelaprimera,fallecidaen1876, fue reunido en 1883, justo a tiempo para que se le aplaudiera en susiglo.Laproduccindelasegunda,encambio,secoleccion slofragmentariamenteenobrasimpresasdcadasdespus de su muerte, acaecida en 1928: Mariposas fugitivas (1953), An-tologa (Prez Gmez, 1968), Poesa rediviva (1977), La pasin a solas (1984, 1989, 2003), Impresiones de una mujer a solas (2006) y Laura Mndez de Cuenca. Su herencia cultural (2011). Por tanto, durante el lapso aqu estudiado, quienes seleccionaban materiales 15Frente al espejo de un canon: poetisas mexicanas en antologas del siglo XIXde Mndez para admitirlos en sus antologas, deban recurrir a la hemerotecaoacompilacionesprevias.Laprimeraopcinmul-tiplicabasutrabajo,transformndoloeninterminableshorasde bsquedaendiariosnosiempreasequibles,comoadmitiensu momento el director de la Biblioteca Nacional (Vigil, 1893: xxxii). Lasegundaopcinagilizabalapesquisa,perolacircunscribaa muypocostrabajos,orillandoalcompiladorarepetirlosttulos ya conocidos. Tal inconveniente model la difusin del trabajo de otras poetisas cuyos versos no se estamparon en poemarios perso-nales.Pero la obra de sor Juana Ins de la Cruz o por lo menos una partedeellanopadecielmismoescollo.En1893,Menn-dezPelayoincluyfragmentosdelautosacramentalElDivino Narciso y treinta poemas de variada mtrica, en el primer tomo delaAntologadepoetashispano-americanos.Enesemismoao, Jos Mara Vigil eligi catorce poema para Poetisas mexicanas. Un ao ms tarde, en la Antologa de poetas mexicanos, se publicaron un soneto y un romance que se encontraban entre los favorecidos por don Marcelino. En 1896, el peruano Carlos Germn Amza-ga glos en Poetas mexicanos las redondillas Hombres necios que acusis,unbrevsimofragmentodelaRespuestaasorFilo-tea y el soneto Fabio, en el ser de todos adoradas. Adalberto Esteva,porsuparte,tomelsonetoTangrande(ayhado!)mi delito ha sido, para su Mxico potico (1900) y para su didctica Antologa nacional (1906). Con esos ejemplos basta para ratifcar que en las antologas del siglo XIX la produccin sorjuanina goz de una divulgacin francamente mayor a la de quienes nacieron en esa centuria.16Leticia Romero ChumaceroIII. Barrocas, neoclsicas y romnticas en Mxico y el extranjeroLa primera escritora que vio recogido algn trabajo potico suyo en un libro grupal barroco mexicano, a mediados del siglo XVII, fuesorJuana(Ribera,1668).Duranteelsigloulterior,algunas amantes de las letras lograron triunfos en certmenes poticos de gusto neoclsico, cuyo premio consista en un aderezo de plata y la publicacin del trabajo ganador dentro de un volumen grupal. Supresenciasobresaleenaquellosparnasoscolmadosdeuniver-sitariosyreligiosos:Letrasfelizmentelaureadas(RuizGuerra, 1724),condosannimas;ElsegundoquincedeenerodelaCorte Mexicana(1730),dondeparticipunamonjadeSanJerni-mo, otra de la Concepcin (sor Catarina Josefa de San Francisco), Phenisa, la Condesa de Mira-Valles, doa Francisca Garca de Vi-llalobos, doa Juana de Gngora, Madona, doa Ana Mara Gon-zlez y una annima; Coloso elocuente, que en solemne aclamacin (1748),conpoemasdeMarianaNavarro,AnaMaraGonzlez yunaannima;Cifrafelizdelasdichasimponderables(1748), donde colaboraron Ana Mara Gonzlez y Mara Teresa Medrano y Obras de elocuencia y poesa (1791), con una alumna del Cole-gio de San Ignacio (Vizcanas) y doa Clementa V. Gutirrez del Mazo y Velarde.Entusiasta y triunfante, Ana Mara Gonzlez se distingue entre las neoclsicas al haber publicado sus poemas tanto en el libro de 1730, como en los correspondientes a 1748. Casi medio siglo des-pus, en las postrimeras de la Nueva Espaa, don Joseph Mariano Beristain de Sousa edit los Cantos de las musas mexicanas (1804), donde present los trabajos que concursaron durante el festejo por la colocacin de la estatua ecuestre del rey Carlos IV. En la nmina departicipanteshubocincomujeres:JosefaGuzmn(anunciada como colegiala de San Ignacio), Mariana Velzquez de Len (co-17Frente al espejo de un canon: poetisas mexicanas en antologas del siglo XIXlaboradora tambin del Diario de Mxico en 1810), Mara Dolo-res Lpez (vecina de Tehuacn, Puebla), Mara Josefa Gonzlez de Coso y Josefa E. y B.La costumbre de ocultar la identidad tras un seudnimo, como hicieron Phenisa y Madona en aquellos repertorios se conservaba dcadas ms tarde, cuando fue editado el volumen Aurora potica de Jalisco (Villaseor, 1851). En esa ocasin slo doa Josefa Sierra y Petra Gmez de Carmona frmaron con su nombre; las dems, pudorosas, lo disimularon: Zelima, Sofa, ***, doa S.P.M, e I.A.P. Eransietedamasdentrodeuncuadernillodondecolaboraron veintin personas; alto porcentaje de participacin, si se considera queenlasantologasdondesecongregarontrabajosdehombres ymujeres,raramenterepresentabanmsdeldiezporciento.En el caso de la Aurora... por otra parte, las iniciales anotadas al fnal merecen particular atencin pues pertenecan a Isabel ngela Prie-to, quien aquel ao cumpli dieciocho de edad. Dos dcadas des-pus, con treinta y seis a cuestas, gozando de gran reputacin en la repblica letrada, Prieto encabez el afectuoso homenaje potico quelassociedadesJalisciensedeBellasArtesyAlianzaLiteraria tributaronAlaSeoraD.aMercedAdaliddeGavica;enesemo-mento, ya no consider necesario enmascararse tras las iniciales de su nombre.La conquista de la Independencia nacional no impidi a plu-mas mexicanas participar en tributos a los reyes espaoles. De ello da testimonio la Corona potica (1852) ofrendada a la reina Isabel II y su marido, el rey Francisco de Ass Mara de Borbn, donde colaboraron tres poetisas de lengua espaola; una de ellas era mexi-cana y muy estimada a la sazn: la duranguense Dolores Guerrero. Su celebridad la llev igualmente hasta las pginas de la Guirnalda potica(1853),preparadaporJuanR.Navarro,dondecompar-ticrditosconautorasdelageneracinprevia:JosefaHeraclia 18Leticia Romero ChumaceroBadillo,JosefaLetechipadeGonzlezyJosefaSierra,amnde cincuenta y tres varones letrados.PoemasdePrietoyGuerrerovolvieronarecogerse,salvoque ahora dentro de una antologa de escritoras americanas y espaolas preparada por Juan E. Barbero, en 1873. Era Flores del siglo y reu-ni la obra de dieciocho mexicanas (de un grupo total de sesenta y nueve cantoras de habla hispana). La mayora de ellas haba publi-cado en la revista El Renacimiento, de Ignacio Manuel Altamirano, en 1869: Isabel Prieto, Esther Tapia, Rita Cetina, Cristina Farfn, SoledadManero,Gertrudis Tenorio,ManuelaL.VernayMara del Carmen Corts (fallecida en 1872). Pero tambin aparecieron algunasjvenescuyosnombresfueronvistosincesantementeen diarios y asociaciones literarias a partir de esa dcada; ellas eran la jalisciense Refugio Barragn de Toscano, la poblana Rosa Carreto y la veracruzana Josefna Prez. Las otras fores eran Heraclia Badillo, Luisa Muoz-Ledo, Carolina OHoran, Julia G. de la Pea, Do-lores Guerrero (fallecida en 1858) y Dolores Cuesta de Miranda.Tambin en Mxico, pero en 1875, Jos Domingo Corts in-tegr el volumen Poetisas americanas: ramillete potico del bello sexo hispano-americano, con cincuenta autoras. Muy breve, el catlogo nacionalsedispusoas:DoloresGuerrero,IsabelPrietoyEsther Tapia. Las acompaaban escritoras argentinas, bolivianas, colom-bianas,cubanas,chilenas,ecuatorianasyperuanas,ademsdel poetaescondidotraselseudnimoEdda.Annoincluidaah, Laureana Wright de Kleinhans s particip en algunos de los cua-dernillosconloscualessehonraescritoresenelLiceoHidal-go agrupacin de la que era socia desde 1873 (Velada literaria, 1876).Otramuchachacuyotrabajopoticocomenzacircular en esa dcada fue Laura Mndez Lefort (ms tarde de Cuenca), a quien Enrique de Olavarra present en una antologa impresa en Madrid en 1878 (reimpresa en 1882 y 1910), cuando tena veinti-cinco aos de edad: Poesas lricas mejicanas. Slo cuatro aos antes 19Frente al espejo de un canon: poetisas mexicanas en antologas del siglo XIXse haba dado a conocer con bastante fortuna en el diario El Siglo XIX. Junto a los suyos, se divulgaron en la capital espaola algunos poemas de Prieto y Tapia, hecho que sbitamente coloc a Mn-dez en la cima de las letras femeninas mexicanas del momento.Mientrasenloscompendioshispanoamericanoslaescritora msvitoreadaporlacrticaeralacubanaGertrudisGmezde Avellaneda(fallecidaen1873),yJuandeDiosPezainsistaen lacirculacininternacionaldelospoemasdeRositaEspino,ya comenzaba a prepararse en Mxico una antologa de Escritoras es-paolas contemporneas (1882). De las cuarenta y dos seoras del repertorio,loslectoresmexicanosconocansobretodolosnom-bres de Carolina Coronado, Emilia Pardo Bazn y Mara del Pilar Sinus, porque sus colaboraciones haban llegado hasta las pginas dealgunosperidicos,sibiencondesigualfortuna:serespetaba alasdosprimeras;alaterceranotanto,comomostrManuel Gutirrez Njera al criticar la frivolidad de sus artculos periods-ticos. Una notable ausencia: la Baronesa de Wilson, doa Emilia Serrano, quien arrib al pas precisamente en 1882, teniendo en su haber dos poemarios de tema religioso, impresos en Pars.Aquellayotrasantologasdesatendieronlostrabajosdecan-torasmexicanas.FueelcasodeAmricapotica(1875a),deJos Domingo Corts, donde fguraron quince mujeres procedentes de otros pases hispanoamericanos. Algo similar ocurri en Poetas es-paoles y americanos (1876), del venezolano Manuel Fombona. La guatemaltecacoleccinLiteraturaamericana(1879),deAntonio Batres, y la bonaerense Amrica literaria (1883, con reedicin en 1890)deFranciscoLagomaggiore,selimitaronaejemplifcarla produccin potica femenina mexicana en la siguiente forma: am-bos presentaron textos de sor Juana y el primero agreg, adems, a Isabel Prieto. A su vez, bajo la atenta mirada de los crticos espa-oles con quienes conviva en Madrid, Peza restringi su seleccin enLaliramexicana(1879),insertandosloaRosaEspino;otro 20Leticia Romero ChumacerotantohizoenNueva YorkelperiodistaManuelCaballero, cuan-do invit a Clotilde Zrate y a Rosita para alegrar las pginas del Primer almanaque histrico, artstico y monumental de la Repblica Mexicana (1883).A propsito del general Vicente Riva Palacio hay que recordar los treinta y seis cuadernillos (de noventa y seis pginas cada uno), coordinadosporlentre1885y1886.SuttulofueElParnaso Mexicano e involucr una valiosa labor de difusin de la poesa del momento, como han observado en aos recientes Fernando Tola (1990:191-221)yManuelSol(2006:13-34).Cadacuadernillo sededicaunafguradelasletrasnacionales.Enlaprimerade tres series, se consagr uno a Esther Tapia y otro a sor Juana Ins delaCruz;enlasegunda,IsabelPrietoyDoloresGuerrerofue-ron distinguidas con sendos nmeros; en la tercera serie se brind un volumen a Refugio Barragn y se anunci otro sobre Laureana Wright, el cual, al parecer, nunca se imprimi (Tola, 1990: 196-198). Los libritos ostentaban un retrato litografado del autor o au-tora motivo del homenaje, una semblanza suya y una muestra de su produccin potica; tambin reunan poemas de otras personas. Los volmenes encabezados por poetisas se destinaron nicamente a plumas femeninas; juntos, esos libritos constituyen una muestra efcaz de la nmina vigente:1) Volumen dedicado a Esther Tapia de Castellanos (15 de julio de 1885), con biografa escrita por Francisco Sosa. Colaboradoras: Isabel Prieto de Landzuri, Dolores Guerrero, Mara del Refugio Argumedo de Ortiz, Mara del Pilar Moreno, Rita Zetina [sic] Gu-tirrez, Laura Mndez de Cuenca, Julia Prez Montes de Oca, Jose-fna Prez, Herlinda Rocha, Soledad Manero de Ferrer, Gertrudis TenorioZavala,JosefaLetechipadeGonzlez,DoloresCorrea Zapata,RefugioBarragnde Toscano,Maclovia Trejo,Manuela L.Verna,JuliaG.delaPeadeBallesteros,DoloresDelahanty, 21Frente al espejo de un canon: poetisas mexicanas en antologas del siglo XIXLaureana Wright de Kleinhans, Mateana M[urgua]. V[iuda]. de Stein, Clotilde Zrate, Luca G. Herrera y Luisa Muoz Ledo.2)VolumendedicadoasorJuanaInsdelaCruz(1desep-tiembrede1885),conbiografadeE.FuentesyBetancourt. Colaboradoras: Luisa Muoz Ledo, Luca G. Herrera, Mara del Refugio Argumedo, Dolores Guerrero, Francisca C. Cullar, Lau-reana Wright,CamerinaPavn,DoloresDelahanty,LauraMn-dez y Julia G. de la Pea.3) Volumen dedicado a Isabel Prieto de Landzuri (1 de enero de 1886), con biografa de Enrique Olavarra Ferrari. Colaborado-ras: Esther Tapia, Refugio Barragn, Sireyna y Gertrudis Tenorio.4)VolumendedicadoaDoloresGuerrero(1demarzode 1886), con biografa de Luis G. Ortiz. Colaboradoras: Isabel Pe-sado, Susana Masson, Clotilde Zrate, Josefa Letechipa, Ana M. Almendaro, Concepcin Moncada, ngela Guardiola de Alcalde, Ana Moreno de Arias, Mara del Pilar Moreno, Manuela L. Verna, Dolores Mondragn y Mara del Refugio Argumedo.5) Volumen dedicado a Refugio Barragn de Toscano (1 de ju-liode1886),conbiografadeDiegoPeregrina.Colaboradoras: RosaCarreto,MaradelPilarMoreno,ElenaCastro,Laureana Wright,LuisaMuozLedo,MateanaMurguaV.deEguiluzy Dolores Correa Zapata.Esos cinco cuadernillos reunieron cuatro decenas de frmas de mujeres,quecomponanmsomenosunaquintapartedelas cientonoventaysietepersonasinvolucradasenelproyectoedi-torial. Barragn de Toscano, con sus veintids poemas, fue la sex-ta persona con mayor participacin, slo antecedida por Manuel Acua, Joaqun Villalobos, Agustn F. Cuenca, Manuel M. Flores y Antonio Plaza. Sor Juana, con diecisis composiciones y Dolores Guerrero, con quince, ocuparon tambin lugares privilegiados, si se atiende a la cantidad de textos suyos divulgados en El Parnaso Mexicano.22Leticia Romero ChumaceroEn la misma dcada se imprimieron repertorios regionales. En Lamusaoaxaquea(1886),EmilioRabasaconsiderdignasde un espacio a sus paisanas Mara Santaella y Luz G. Nez de Gar-ca; en una Corona fnebre editada en Mrida (1887), participaron Amalia Vadillo Fajardo y las muy conocidas Rita Cetina y Gertru-dis Tenorio;en Tlaxcala,DoloresSalazardePaynyGuadalupe Grajales participaron en la Guirnalda potica dedicada la Virgen Santsima de Ocotln (1888). Seis poetisas conformaron La lira po-blana (1893) y siete la Coleccin de varias composiciones poticas de seoras zacatecanas (1893): Rosa Carreto, Severa Arstegui, Leonor Craviotto, Mara Trinidad Ponce y Carren, Mara de los ngeles Otero y Luz Trillanes y Arrillaga, en el primer caso; Josefa Letechi-pa de Gonzlez, Elodia Ruiz, Soledad Arias, Refugio Murgua de Ferniza, Guadalupe Caldern, Manuela Rodrguez y Tomasa Serra de Villagrana, en el segundo. En Oaxaca se imprimi ms adelan-telaCoronaliterarianacionalenhonordelaSantsima Virgende Guadalupe(MartnezDols,1895),concolaboracionesdeMara Santaella, Juana Santaella Sedeo, Dolores Dols de Martnez, Her-linda Valle, Cesrea Santaella, Beatriz Guerrero, Guadalupe Oroz-co y Enciso y Luisa Muoz Ledo. Adems, el triste fallecimiento de la poetisa veracruzana Josefa Murillo dio pie a la edicin de un Homenaje,dondesobresaliunsolitariaplumademujer:lade Mndez de Cuenca (Onateyac, 1899).Fue tambin nica la aparicin de sor Juana en Acopio de sonetos castellanos (1887), trabajo debido a don Jos Mara Roa Brcena, to de la entonces muy joven Mara Enriqueta Camarillo. En con-traste, fuera del pas, en Bogot, se prepar una generosa coleccin de Poetas hispano-americanos, con un tomo dedicado ntegramente a las mexicanas (Prez, Rivas Groot, 1889). El crtico Manuel Sol hadenunciadoelcarcterdeplagiodeeseproyecto,claramente basado en el de Riva Palacio al grado de incluir, sin crdito, poe-masybiografaspublicadasenElParnasoMexicano(2006:130-23Frente al espejo de un canon: poetisas mexicanas en antologas del siglo XIX131). Empero, la edicin bogotana admiti nicamente a la mitad de las poetisas cuyos nombres lucieron en los cuadernillos de Riva Palacio:sorJuana,Barragn,Tapia,Guerrero,Wright,Pesado, Verna, Luca G. Herrera, Tenorio, Correa, Cullar, Prez, Zrate, Cetina, Pilar Moreno, Elena Castro, Josefa L. de Gonzlez, Susana Masson, Concepcin Moncada, Ana Moreno de Arias y Maclovia Trejo. Habra que aadir, en honor a la verdad, que esa compila-cin les otorg una presencia internacional difcil de conseguir por medio de los libritos de Riva Palacio.Habiendo conocido el trabajo de algunas, en la segunda edicin desuAmricaliteraria(1890),elargentinoFranciscoLagomag-giore retom a sor Juana, pero actualiz su seleccin original aa-diendo a Laura Mndez, Isabel Prieto y Esther Tapia. La antologa preparada por Menndez Pelayo para la Real Academia Espaola en1893opt,segnseaprecilneasatrs,sloporlanovohis-pana; pero ese mismo ao Vigil mostr con sus Poetisas mexicanas que haba noventa y cuatro posibilidades ms. El crtico jalisciense tambin particip en la confeccin de la Antologa de la Academia Mexicana (Collado, Roa Brcena, Vigil, 1894), donde se retom asorJuana,Prieto,Mndez, Tapia,aunquetambinalahijade Jos Joaqun Pesado, Isabel Pesado y Segura, y a Josefna Prez, ya esposa del editor Vicente Garca Torres, hijo.En1896,aoenquesereimprimiPoetisasamericanas,de Jos Domingo Corts, Mndez, Tapia y Murillo, participaron en el Segundo almanaque mexicano de artes y letras, editado por Ma-nuel Caballero, y en Poetas mexicanos, del peruano Carlos Germn Amzaga.Esteltimoimprimitambinobrasdetrespoetisas muertas: la monja jernima, Dolores Guerrero e Isabel Prieto. El de Corts se estamp en Pars, el de Caballero, en Mxico, el tra-bajodeAmzagaenBuenosAires.EnBarcelonaseelaboruna Antologaamericana(1897)dondeserecibierontextosdeArgu-medo de Ortiz, Barragn de Toscano, Correa Zapata, Mndez de 24Leticia Romero ChumaceroCuenca,TapiadeCastellanos,TenorioZavala,DoloresGuerre-ro, Isabel Pesado, Luca G. Herrera, Julia Prez Montes de Oca y Herlinda Rocha. En Crdova, Argentina, Carlos Romagosa reuni Joyas poticas americanas (1897), entre las cuales coloc a sor Juana y Laura Mndez. Ambas fguraron asimismo en Tesoro del parnaso americano (1903), tirado en la famosa casa Maucci, de Barcelona.EnMxico,AdalbertoA.EstevaeligiaMndez,Prietoyla eterna sor Juana para Mxico potico (1900) y para la Antologa na-cional (1906). Ellas y Mara Enriqueta Camarillo protagonizaron laseccinfemeninadeLascienmejorespoesas(lricas)mexicanas (1914),preparadaporAntonioCastroLeal,Manuel Toussainty AlbertoVzquezdelMercado.Elcambiogeneracionalyaestaba en proceso, al grado de que Genaro Estrada slo opt por Mara Enriqueta cuando prepar, apenas dos aos despus, Poetas nuevos de Mxico (1916).Conveniente es acotar que, adems de las poetisas, otras mujeres de letras pisaron terrenos antolgicos en ese lapso. Ana Ruiz, por ejemplo, fgur como colaboradora en Cuentos mexicanos (1898). Isabel Prieto fue incluida en Vctor Hugo en Amrica (Sofa, Rivas Groot, 1889), donde se compilaron traducciones castellanas de la obra potica del francs. Acaso sea dable anotar en esta brevsima lista a Rosario Bosero, colaboradora del librito La Guirnalda. Ob-sequio al bello secso [sic], publicado en 1839, pues un cuento y un poema de su autora estuvieron acompaados por colaboraciones de otras personas (Tola, 1990: 169-184).IV. Consideraciones fnalesTras detallar lo anterior, caben algunas apostillas. En primer lugar, aunque los repertorios que contienen trabajos de escritoras previos al siglo decimonono parecen haber sido muy pocos, resulta valioso indicar que los hubo durante dos centurias del periodo novohis-25Frente al espejo de un canon: poetisas mexicanas en antologas del siglo XIXpano (el siglo XVII y el XVIII), por lo que la especie segn la cual lapoesademujeresseinclinsiemprehacialavetaromntica, puede considerarse errada: hubo quien bebi de aguas barrocas y quien lo hizo de las neoclsicas. En consecuencia, la vena romnti-ca visible en antologas poticas de la segunda mitad del siglo XIX, debe comprenderse como propia de un periodo concreto; ergo, no es innata aunque buena parte de la crtica contempornea a ellas presumiera que s.Por otra parte, entre las antologas examinadas no se descubri algunaconfeccionadapormujeresduranteelsigloXIX(laspri-meras parecen haberse editado hacia la dcada de 1940). El dato es llamativo, pues s hubo editoras y directoras de diarios y revis-tas: Laura Mndez, Refugio Barragn, Laureana Wright, Mateana Murgua y otras. Por qu ninguna public una compilacin?, no se consideraron facultadas para escoger ypresentar dentro de un volumen algunos textos ajenos en funcin de criterios propios? La realidad es que esto es difcil de sostener, precisamente porque s se consideraron autorizadas para organizar publicaciones peridi-casdondecolaborabanydifundaneltrabajodecolegasdeam-bos sexos. No huelga recordar que tanto el ingreso al canon como elpoderdecanonizarestnsujetosarestriccionessocialesque tambin pesan sobre otros procesos culturales, como el acceso a la alfabetizacin, a la escritura institucionalizada y a los circuitos de la cultura impresa (Pratt, 2000: 72). Si esas escritoras haban sido capacesdeconvocarcolaboradorasycolaboradoresparaunpro-yectoperiodstico,sipodanadministrarlosgastosderivadosde una empresa de esa ndole, si haban experimentado el trabajo de diseo, edicin y distribucin de la misma, slo queda especular en torno a la idea de que una publicacin entre dos pastas fue vista como un compromiso mayor: el poder para canonizar comenz a gestarse en el terreno hemerogrfco y, en aquel momento, no pas de ah.26Leticia Romero ChumaceroEsehechocontrastaconotro,tambinsignifcativo:lagran mayora de las escritoras, a partir de la dcada de 1860, frmaron sus composiciones con sus nombres reales. No echar mano de seu-dnimoscomoUnaJoven,Mara,***oFeliza,fueunamuestra de la aceptacin y, por qu no, del orgullo de su autora, aspecto queunavezmstornadifcildiscernirlosmotivosporloscua-les no elaboraron antologas. Tambin en lo tocante a las frmas, conformealausanzadelapoca,encuantocontrajeronmatri-monioadoptaronelapellidodesumarido.IsabelPrieto,Esther Tapia, Laura Mndez, Rosa Carreto y Josefna Prez, certifcaron su estado civil cuando comenzaron a signar al calce de sus poemas como seoras de Landzuri, Castellanos, Cuenca, Garca-Tornel y Garca Torres, respectivamente. No debe olvidarse que a la sazn era usual solicitar el permiso del cnyuge antes de publicar; as lo hizo Esther Tapia, quien dej en manos de su esposo la autoriza-cin para aparecer en la lista de colaboradores de la revista El Re-nacimiento (Altamirano, 1869: 254). Caso singular es el de Mara EnriquetaCamarillo,quiennosloevitfrmarconelapellido deCarlosPereyra,sumarido,sinoqueomititambinelsuyo, optando por su nombre de pila como nica presentacin.Enlasantologasrevisadasexisten,desdeluego,palpables muestras del horizonte de expectativas sociales, compartido por las autoras y sus crticos (Acosta Gmez, 1989). Tal horizonte, consti-tuido por el repertorio de ideas y hbitos coincidentes en un grupo social (el sector intelectual mexicano), durante una poca concreta (la segunda mitad del siglo XIX), es compartido por quien lee (los crticos, en este caso) para reiterarlos, actualizarlos o cuestionarlos. Una de esas ideas consiste en la particular interpretacin dada a la divisin de los sexos y, en consecuencia, al mbito donde se espera-ba que las mujeres, por un lado, y los hombres, por otro, desarro-llasen sus actividades. Esto favoreci la generalizada preocupacin por que ellas orientaran su produccin literaria hacia temticas do-27Frente al espejo de un canon: poetisas mexicanas en antologas del siglo XIXmsticas y patriticas, esto es, hacia las relacionadas con la esfera asignada a las mujeres en el esquema simblico vigente.Entre las implicaciones de tal divisin de esferas campea la re-lacionadaconlapreferenciadelosautoresdelasrecopilaciones porpoemasdetemticaflialonacional.Esapreferenciafacilit quelaadministracindelamemoriaylajerarquizacindeuna tradicin, propias de la antologa como forma textual, realzara slo cierta parte de la escritura de esas personas. Otras materias, como las polmicas reinterpretaciones de relatos bblicos aportadas por LauraMndezdeCuencaolascavilacionesproto-feministasde RosarioBosero,tuvieronunarepresentacinmnima.Entonces, la seleccin de poemas permite identifcar criterios estticos, pero tambin de gnero, por medio de los cuales se admiti cierta parte de la produccin creativa de las escritoras. En ese sentido, las anto-logas develan las tensiones entre una modernidad que aplauda la escritura de las mujeres, identifcndola como expresin depurada delprogreso,yunconservadurismoqueadvertaenesaescritura una leve aunque peligrosa desviacin de las funciones sociales des-tinadas a ellas.Con base en lo dicho y a pesar de que porcentualmente la pre-sencia de las poetisas en las antologas estuvo muy por debajo de la de sus colegas varones, la difusin de su trabajo mediante esas obrasesdeltododestacable.Recurdesequelamayoradeellas no public libros personales. Adems, vistas en conjunto, las co-lecciones favorecieron la construccin de la imagen pblica de las escritoras del pas, ya no como fenmenos aislados, sino como una slida pluralidad de voces capaces de abordar temas y formas lite-rarias con la pertinencia sufciente como para merecer el homenaje de la posteridad, por la va de uno de los espejos del canon.En la antologa Poetisas mexicanas, Jos Mara Vigil expres su tristeza por la falta de tenacidad de algunas compatriotas cuyo tra-bajopoticoeraprometedoryfueabandonadotempranamente. 28Leticia Romero ChumaceroPero es justo afrmar que gracias a compiladores como l, hoy sa-bemosqueslashuboyque,persuadidasdenoabandonarsus liras cuando apenas les arrancaban los primeros preludios, fueron perseverantes seguidoras de la forida senda de la poesa (Vigil, 1893: xxiv).BibliografaAcosta Gmez, Luis A., 1989, El lector y la obra. Teora de la recep-cin literaria, Madrid, Gredos (Biblioteca Romnica Hispnica. II. 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Camarena cargo de Colin Mac-Coll.(Recibido: 26 de enero de 2015, aceptado: 17 de febrero de 2015)36Alejandro Palma Castro37El sujeto enunciativo y sus espacios en algunos poemas de Francisco HernndezEl sujeto enunciativo y sus espacios en algunos poemas de Francisco HernndezAlejandro Palma CastroBenemrita Universidad Autnoma de PueblaResumen:En este artculo se desarrolla un anlisis del sujeto enunciativo en algunos poemas de Francisco Hernndez para mostrar la impor-tancia, pero tambin urgencia, de profundizar en los estudios de enunciacin en el discurso potico. A partir de la potica de Her-nndez,particularmentesugerenteenloquerespectaalaapro-piacin de personalidades o mscaras, propongo una metodologa ytipologamsadecuadasparaextenderlasposibilidadesdesu interpretacinylecturadesdelosespaciosquesepercibenenel poema a partir de la consideracin del sujeto enunciativo, segn algunos de los estudios crticos que existen a la fecha. Palabrasclave:FranciscoHernndez,poesamexicanadelsiglo XX, sujeto enunciativo de la lrica, espacio y poesa.AbstractTis article analyzes the subject of enunciation in some of Francisco Hernndezs poems. Tis study lets me demonstrate the relevancy of a more structured criticism of what is call enunciation studies in po-etry. Hernndezs use of diferent personalities or masks in his poetry 38Alejandro Palma Castroallows me to propose an adequate methodological and typological pro-cess of analysis in order to obtain a richer interpretation of his poetry from the point of view of the subject of the enunciation. Keywords: Francisco Hernndez, Mexican poetry 20th century, Sub-ject of enunciation, Space and poetry.En el mbito de la poesa mexicana que se lee poco, se le hace menos crtica y, todava peor, apenas y se la menciona en los programas de estudios universitarios de literatura, Francisco Her-nndez (1946) representa el caso de un poeta de culto. Este pro-lfco escritor tiene la suerte, dado el contexto, de ser de los pocos poetas mexicanos contemporneos realmente ledo. Dir, por fjar algunosparangonesquecomplementenmiidea,queHernndez hace las veces en Mxico, con las debidas reservas y diferencias del caso, de Hctor Viel Temperley en la dcada de los ochenta en la poesaargentina,odelespaolLeopoldoMaraPaneroysuca-terva de feles lectores que lo han sostenido. En comparacin con ambos personajes, Francisco Hernndez tambin es un fenmeno deladcadadelosochentadelaliteraturamexicana.Palabrasy nombres como fantasmas, Schumann, msica, Scardanelli, griega oamor,tienenunsignifcadoespecialparaaquellosquieneshan ledosuspoemas,volvindosecmplicesdeunsecretosobrelos delirios de la poesa.Esta maravilla que despierta Hernndez en sus lectores se debe, en parte, a la creacin de un personaje sostenido en su obra potica casidesdesuscomienzos.Instanciaquecorrespondealoqueen la teora de la poesa se ha dado en llamar el sujeto enunciativo de lalrica (Hamburger,1995).Enestetrabajomededicaramos-trar, mediante algunos anlisis a la poesa de Hernndez, quin y cmoestal enunciador quefascinaaaquellos quelo reconocen. LapoesadeFranciscoHernndezmepareceuncasoapropiado 39El sujeto enunciativo y sus espacios en algunos poemas de Francisco Hernndezpara distinguir ciertos espacios donde se manifesta un sujeto lrico quelehabrindadoparticularidadasuobrapotica.Considero adems que el uso adecuado de una terminologa en la teora de la poesa puede brindar nuevos aportes y extender las posibilida-des de lectura de una obra tan sugerente como la de Hernndez. En particular, propongo modifcar mscara potica, trmino que me parece ms apropiado para lecturas impresionistas, por sujeto enunciativo; fnalmente, no se trata de quin hable, sino de lo que traiga a cuenta cuando hable, una mscara nos limita espacialmen-te, en cambio un sujeto abre, tras de s, una concepcin del mundo refejada en espacios especfcos. Comenzar, entonces, marcando el desarrollo del concepto su-jeto enunciativo en la lrica, el cual deriva de los primeros estudios de enunciacin. La enunciacin literaria ha sido un procedimiento estudiado de manera profunda apenas a mitad del siglo XX, a pesar dequeyaAristtelesintroduceensuArtepoticaunadiferencia en el modo de imitar a partir de la enunciacin: con los mismos medios es posible imitar las mismas cosas unas veces narrndolas (ya convirtindose hasta cierto punto en otro como hace Home-ro), ya como uno mismo y sin cambiar, o bien presentando a to-dos los imitados como operantes y actuantes (1974: 133). Desde entonces, una diferencia entre los gneros literarios ha sido el tipo de enunciador que emite el discurso. En la lrica, el modo de enun-ciar subjetivamente desde uno mismo y sin cambiar produce un espejismo que confunde al autor con el enunciador. Si bien ciertas pocas de la literatura han aprovechado esta circunstancia, parte de la poesa romntica por ejemplo, no parece ser el sentido comn de la lrica y mucho menos de aquella escrita durante el siglo XX. EmileBenveniste,ensuobraProblemasdelingsticageneral, propuso la fgura discursiva de la enunciacin como el acto indi-vidual de apropiacin de la lengua (1966: 83), aquel al cual sola-mente se accede por medio de ciertas marcas que deja en su discur-40Alejandro Palma Castroso. Esto motivar un estudio ms profundo por parte de Tzvetan Todorov,conunartculoseminalProblmesdelnonciation, dondeestableceque:laenunciacinestsiemprepresente,de una manera o de otra, en el interior del enunciado; las diferentes formas de esta presencia as como los grados de su intensidad per-miten establecer una tipologa de discursos. Entramos aqu en el dominio del anlisis del discurso, o de la lingstica textual, o si se prefere llamar por su nombre antiguo, de la retrica (1970: 8; la traduccin es ma).En este mbito de restablecimiento de la retrica para el estu-diodeltextopotico,lacrticacomienzaaestudiarlapresencia enunciativa en la lrica apelando a lo que usualmente denomina-mos voz, personaje o sujeto. Pere Ballart, en El contorno del poema, propone que leer el poema ser tomar decisiones sobre la identi-dad del personaje que habla y sobre la situacin en que lo hemos sorprendido inmerso, y sobre si aqul, por as decir, simplemente est pensando en voz alta, o bien dirige su discurso a algn otro per-sonaje (2005: 185). Este tipo de decisiones estn enmarcadas, de acuerdo con Ballart, en distintas formas de dramatizacin, puesto que la fgura a la que aluden todos los yoes que haya en el texto no es el poeta en tanto que individuo emprico, inscrito en el re-gistro civil, sino la persona potica la persona, la mscara que la voz del poema anima a construir (2005: 188). Por lo tanto, esta vozconstituirunafguraquepodemosdenominar,siguiendoa Kte Hamburger, el sujeto enunciativo lrico;1 este trabajo, escrito en alemn y traducido muchas dcadas despus al ingls, francs 1 El trmino deriva de su trabajo de 1957, La lgica de la literatura, el cual, al publicarse en alemn, tuvo poca incidencia en el medio acadmico internacio-nal.Dehechoellibrocirculmsalrealizarseunasegundaedicinrevisada en 1968. No obstante, la primera traduccin al ingls de 1973 se realiza de la edicin del 57, y la traduccin francesa, de 1986, est basada en la 3 edicin de 1977. Esto origin que el importante estudio sobre semitica potica, encabe-zado por J. A. Greimas, no reparara en este importante antecedente y solamente 41El sujeto enunciativo y sus espacios en algunos poemas de Francisco Hernndezy el espaol, resulta la piedra angular para, desde una perspectiva pragmtica,entenderlasdiferenciasentrelosgnerosliterariosa partir de las particularidades de su enunciacin. De la lrica dir: lafronteraqueseparalaenunciacinlricadeotrasformasde enunciacin no viene establecida por la forma externa del poema, sino por la relacin de la enunciacin con el objeto [] Pues el hechodequelasensacinquenosproduceelpoemasealade campovivencialdeunsujetoenunciativo,ynadamsqueeso, resulta de que la enunciacin de ste no apunta al polo del obje-to sino que retrae ste a su propia esfera vivencial, y con ello, lo transforma (Hamburger, 1995: 195).Derivado de un coloquio organizado en la dcada de los noventa, Dominique Rabat present, en 1996, una compilacin de traba-jos sobre el sujeto lrico con el propsito de revalorar al pariente pobre del discurso crtico. Figures du sujet lyrique incluye a la lrica en el debate del sujeto enunciador, que aos antes haban comen-zadoBajtn,Genetteyotroscrticos,basndoseparticularmente en la narrativa. La nocin central del trabajo asume al sujeto lrico como un punto de convergencia para la organizacin de la forma, elespaciodereferencia,latonalidadyunethosescrituralapar-tir de un contexto especfco, sin por ello insinuar la unicidad en lapoesamoderna.Partiendodelromanticismo,elconjuntode trabajos crticos de este libro fja trminos y procedimientos ms especfcos, a lo que, por ejemplo, Ballart ha concebido an vaga-mentecomodramatispersonae.ParaRabatlaenunciacinlrica ser un punto de encuentro de enunciados subjetivos que no pue-den encontrar su unicidad y ms bien, a partir del establecimiento de un nuevo lenguaje, se recrean como refejo en el otro; por tanto, sostiene la tesis de que la enunciacin lrica, como totalizacin de selimitaraaconsiderarquelaenunciacineraunenunciadodetipoespecial porque comporta otro enunciado en calidad de actante-objeto (1976: 28).42Alejandro Palma Castroposturas enunciativas movedizas, es el espacio, el lugar de inscrip-cindeuntipodeexperienciasquelogranconfgurarsecuando desbordan al sujeto; de experiencias que expresan una subjetividad que nada tiene que ver con un sujeto en el sentido de una instancia desde donde el poeta pudiera ejercer su dominio sobre ellas (1996: 68-69). Paralelo a ese nuevo sentido del sujeto lrico y su funcin en el proceso de enunciacin del poema lrico, se ha publicado otro li-bro colectivo, Teora del poema: la enunciacin lrica (1998), bajo la revisin de Fernando Cabo Aseguinolaza y Germn Gulln, don-de se contina indagando sobre el tema en la tradicin de la poesa espaola, aunque, habr que reconocerlo, no se atreven a aventurar una especifcidad enunciativa de acuerdo con el discurso. Si acaso sobresalen en ello los primeros dos trabajos: Entre Narciso y Fi-lomena: Enunciacin y lenguaje potico, de Cabo Aseguinolaza, y Enunciacin lrica?, de Jos Mara Pozuelo Yvancos. De este ltimo me gustara destacar unas lneas, para efectos de mi inters investigativo, algo obvio pero sustantivo al referirnos al proceso de la enunciacin en la lrica: el lector vivencia en el poema una experiencia que convierte siem-pre en experiencia presente, y que por ello, como veremos luego le imbrica a l. El ahora de la poesa no remite al momento en que el poema fue escrito, sino al presente de su lectura. Igual valdra decirparalosespaciosrecuperados,quesonparalaexperiencia del lector imgenes de su propio mundo (Pozuelo, 1998: 42).Por lo tanto, pensando tanto en la tipifcacin del sujeto lrico de Rabat y esta cita anterior, se puede considerar que el espacio de enunciacin del sujeto lrico no es unitario pero tampoco pertene-ce, como expresin subjetiva, a su emisor, sino, ms bien, es un haz que entrecruza, o convoca, a la fgura de la escritura y de la lectura. Esteespacio,msquebuscarsedesdelosrasgossintcticosyse-43El sujeto enunciativo y sus espacios en algunos poemas de Francisco Hernndezmnticos que pueda confgurar una entidad enunciativa, se deber plantear desde una perspectiva espacio temporal de la enunciacin a partir de la cual se reproduce una experiencia o, como menciona Pozuelo Yvancos, una zona en la que el yo establece la experiencia del tiempo no como un tema o asunto sino como la dominante de toda su construccin (1998: 46). Aunsinprecisarmetodolgicamenteosiquieraconveniruna terminologaadecuadaparaaclararelprocesosingulardela enunciacinlrica,meparecequeestostrabajoshanadelantado sobremanera lo que pareca un evidente desfase en contraste con lanarrativaoinclusoelteatro.Esnecesariocomenzaraanalizar puntualmente este proceso de enunciacin en la poesa para deter-minar los alcances de lo que puede ser un distinto y enriquecedor modo de concebir el sentido en el poema. En este sentido propon-go como caso de estudio algunos poemas de Francisco Hernndez.Al compilar la principal poesa veracruzana de los siglos XIX y XX, Esther Hernndez Palacios y ngel Jos Fernndez caracteri-zan a la obra de Francisco Hernndez de la siguiente manera: Si bien comparte con Orlando Guilln y Carlos Isla el afn por loeminentementeexperimentalenunaprimerainstanciadesu obra, luego encuentra, a partir de sus poemas aparecidos en Cuer-po disperso (1982), al decantar la suma de sus experiencias inno-vadorasdelaformapotica,untonopersonal,queapartirde entonces ha venido puliendo y sacando en claro (1992: 87).Enefecto,decalneasantesqueHernndezrepresentaunfen-meno literario de los ochenta porque es en esa poca, con los libros que publica, cuando llama la atencin de algunos lectores, sobre todo cuando cierra la dcada con la aparicin de De cmo Robert Schumann fue vencido por los demonios (1988). Este poemario, mul-tiantologado y citado con frecuencia, ser el texto defnitivo para cultivaravariosasombradoslectoresparaquienesSchumannse 44Alejandro Palma Castroconvierte en un personaje memorable al cual, en ciertos momentos de lucidez, quizs podemos escuchar cantando lo siguiente:XIIILa nia Clara camina por la playaen el lmite justo de las olas.El color de su piel toca la espuma.El caracol aprende sus palabras.La nia Clara camina por el bosquecon agujas de pino entre los labios.Pasa un azul de plumas invisibles.Una pared de hiedra se levanta.La nia Clara camina por la nievecon los ojos cerrados y las manos abiertas.En sus dedos hay fores de Turingia.En sus ojos tigres de Bengala2 (28-29).Al salir del embeleso de esta bella cancin preguntara: y quin nos canta sobre la nia Clara?, el poeta Hernndez?, Schumann an resistiendoalosdemonios?,uncantorannimoyanodinoque me presta su voz? Pudiera contestar que quizs todos y ninguno a la vez. Para explicar, me remito a Los signos de la brjula, poe-ma publicado en el primer libro de Francisco Hernndez, Gritar es cosa de mudos (1974).3 El texto abre con una dedicatoria a Ezra Poundquenosayudaainterpretarlosprimerosdosversos:Al-guien le ha regalado una isla/ al viejo pastor de los ojos curtidos 2 Todas las citas a este poemario provienen de la 3 edicin de Moneda de tres caras (2013). 3 Utilizo la versin del poema contenida en Antojo de trampa. Segunda antologa personal (1999).45El sujeto enunciativo y sus espacios en algunos poemas de Francisco Hernndez(1999: 16). Se trata del entierro del poeta norteamericano en la isla que alberga el histrico cementerio de Venecia. Este par de marcas, una dedicatoria y los versos iniciales, nos instalan en el marco de una elega. La voz del poema ha decidido distenderse en un espacio ntimo desde el cual se lamenta la muerte de Ezra Pound pero, a la vez, encuentra cierto consuelo de que haya sido en el mar, ya que nosdice:Laagonafrentealmar/siempreesdichosa./Eltifn orienta los signos de la brjula (1999: 16). Y tras una descripcin quellevaelsentidodeunconsuelo,elsujetolricosedirigeal poeta muerto y le pide Sin embargo, sin miedo, sin tarea, has de cabalgar/ sobre los dioses militantes (1999: 16) y as sigue anti-cipndoleunamisindeluchaparadarleunanueva,/ruidosa/ ocupacin/ a tu eco sin palabras (1999: 16), pues le parece que el nombre de Ezra Pound tae por la tarde/ en oro brusco (1999: 16).Enestaltimapartedelpoema,elsujetolricoplanteala necesidad de una mejor comprensin del poeta, quien no ha sido valoradocomosedebiera.Elespaciodelaelegasetransforma paulatinamente en el de una increpacin a la ceguera con la cual se ha ledo a Pound. Los signos de la brjula, ttulo del poema y parte de un verso, tienden a invitarnos a acceder al poeta imaginista sin los pesados prejuicios que pesaron por sus antecedentes histricos con el fascismo italiano. En la actualidad parecer casi imposible imaginar que se ponga en duda la vala de la obra de Ezra Pound, pero en el contexto de la dcada de los setenta del siglo pasado, an en las vsperas de su muerte, el gran aparato crtico norteamericano no haba olvidado del todo la alta traicin cometida a la patria en los momentos de la Segunda Guerra Mundial. Este dato, que se muestra tan palpable en la enunciacin del poema, pasara desapercibido si nos obstin-ramos en sostener que el poema se presenta siempre en un aqu y ahora de la recepcin. En este caso particular, el tiempo presente de nuestra lectura de Los signos de la brjula no es el mismo bajo 46Alejandro Palma Castroelcualsepresentaelesquemaenunciativodelsujetolrico,por ende aparecen dos instancias en el acto de la lectura del poema: el que lo ejecuta en el contexto de la reciente muerte de Ezra Pound y quien lo lee en cualquier otro momento. Esta pieza de Hernndez me permite demostrar que si no con-sideramos que en el texto potico existe un enunciador vinculado a un tiempo y espacio precisos, se corre el riesgo de desarticular su sentido. En el caso que me ocupa, de no comprender que el enun-ciador se encuentra instalado en el contexto de la casi inmediata muerte de Ezra Pound, donde an varios sectores de la crtica eran prejuiciosos con su obra por su polmico pasado fascista, el poema no tendra un sentido completo y, sobre todo la ltima parte, po-dra parecer hermtico. El lector del poema debe cobrar nocin de que confuye en el tiempo y el espacio con un sujeto enunciativo especfco. Vuelvo entonces con la nia Clara. Deca que podamos con-siderar que la voz de la cancin eran tres instancias y ninguna a la vez. Pensemos en un sujeto lrico particular capaz de amalgamar, en un tiempo y espacio especfcos (llammosle locus de enuncia-cin), a estas tres instancias. Un poeta llamado Francisco Hernn-dez, a quien le ha seducido la msica de Schumann y luego el co-nocimiento de su biografa, plantea de manera inicial lo siguiente:Miro la msica de Schumanncomo se ve un libro, una monedao una lmpara.Ocupa su lugar en la sala situndose, con movimientos felinos,entre el recuerdo de mi padrey el color de la alfombra.De pronto, pjaros muertosestrellan las ventanas.Yo miro la msica de Schumann47El sujeto enunciativo y sus espacios en algunos poemas de Francisco Hernndezy escribo este poemaque crece con la noche (s/p).steserapropiamenteelespacio,unasalaquesevuelvemsica yrecuerdos,yeltiempo,unanochequeavanza,desdedondeel sujeto lrico recrear la tragedia de Schumann cediendo a la locu-ra; por ello, desde ese tiempo presente, apelar al msico alemn mediante el dilogo: Hoy converso contigo, Robert Schumann, / te cuento de tu sombra en la pared rugosa/ y hago que mis hijos te oigan en sus sueos (2013: I, 23). As, el esquema dectico del poema se realizar desde un yo hacia un t, que ser un Schumann vencido por las visiones demonacas reconocindose por medio de los versos. El poeta ha buscado cuidar la verosimilitud de su obra pormediodelrecursodeldilogo,dadoqueseraunacuestin propia de la fantasa, e incluso descuidada, poner en boca del mis-mo Schumann una vida que sus trastornos mentales le borraron. LaseccionesenDecmoRobertSchumannfuevencidoporlos demonios alternan tiempos verbales para distinguir varias voces. En el presente aparece el poeta que escribir la historia de Schumann desde su msica, en pretrito y copretrito se narran los pasajes de la vida del msico, y tambin en presente aparecen las intervencio-nes de una voz que se permite presencializar, esto es evocar en un aqu y ahora con una profunda expresin lrica que se transmite al lector. Se trata del momento en el cual se muestra la poesa; como, porejemplo,laseccinVIquecomienzaconunaletana:Para que salga el sol, msica de Schumann. / Para destejer un tapiz, m-sica de Schumann. / Para besar a mi mujer, msica de Schumann (2013: 25) y tambin, desde luego, la cancin de la nia Clara. El sujeto lrico, que tiene su locus de enunciacin desde la pro-pia msica de Schumann en una noche donde emprende un di-logo vivo con el msico, transforma la experiencia en un acto para tranquilizaralotroqueenmsedesespera(2013:I,23).En-tonces no es Schumann o Clara o el poeta Francisco Hernndez, 48Alejandro Palma Castrosino otro implacable, desasosegado vale la pena aqu recordar un verso de Borges en Borges y yo: Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas (1999: 22). El inters por la locura de Schu-mann y Hlderlin, los delirios de Trakl y la enigmtica existencia de Charles B. Waite, representan una manera de despersonalizar a un sujeto sintiente para instalar en su lugar a otro, un enunciador, la mscara, segn se refere comnmente, quien cobra conscien-cia de la sensacin sintiente para recrearla de manera artstica. En el caso del libro De cmo Robert Schumann fue vencido por los de-monios nos encontramos con un sujeto lrico que muestra tal pro-ceso: del poeta, pasando por el personaje, para llegar a la mscara o personaje. Jos Ma. Espinasa lo explica de manera sencilla y clara: El poeta (o el creador) vive en el texto como arquetipo, sin des-prenderse de su condicin de persona, as no es no puede ser niSchumann,niTrakl,niHlderlin,perotampocoFrancisco Hernndez, sino un yo que les pertenece a todos y que el lector modula para hacerlo suyo (2005: 75).Este recurso es el que ha vuelto identifcable y clebre la obra de Francisco Hernndez, algo que guarda mucho parecido con el pro-yecto de heternimos de Fernando Pessoa. Precisamente el poeta veracruzano tambin ha creado un heternimo: Mardonio Sinta, unrepentistacuyavidavade1929a1990.Suscoplashansido editadas por la UNAM, con un prefacio del mismo Hernndez. La despersonalizacindelsujeto,delacualhablabalneasantes,no parece un recurso fortuito sino un proyecto de obra bien defnido y establecido que se explica en trminos similares a la propuesta del poeta portugus. Este argumento, aunado a la interpretacin de Los signos de la brjula que propuse al principio, me permite abrevar en la poesa ylospoetascomounodelosprincipalestpicosdelapoesade FranciscoHernndez.Sepodrpensarqueestonoesdistintoa 49El sujeto enunciativo y sus espacios en algunos poemas de Francisco Hernndezotras poticas contemporneas, sobre todo de matiz coloquial, que autoreferenelprocesodecreacinliterariacomoelementocoti-diano, sin embargo (y aqu es donde se instituye parte del culto), Hernndez ha creado un espacio particular a partir de una enun-ciacin lrica trabajada de manera profunda. Despersonalizado, el poeta veracruzano acude a lo que la mayora de la crtica de su obra hadenominadomscaraopersonaje,peroque,enarasdecierta precisin metodolgica, es para m el espacio de enunciacin del sujeto lrico. De tal manera que los procedimientos expresivos que distinguen su obra potica, como el tono epigramtico con un sar-casmo que en ocasiones se transforma en stira o humor negro, la desbordante imaginacin e ingenio con las palabras y la coloquia-lidad de situaciones relatadas o dramatizadas, pasan por el tamiz de una enunciacin, la cual defne y particulariza dichos elementos de su expresin potica. Paraexplicarmicomentarioanalizaralgunosaspectosde ElltimoversodeGngora,contenidoenOscuracoincidencia (1986).4Estepoemarioesunaobrapeculiarporvariosmotivos: primero,setratadeunlibrodivididoencuatropartesdistintas sin aparente relacin, donde se muestran claramente los principa-les ejes temticos del poeta (el amor en sus variantes, sobre todo lacarnal,elviajecomoimaginacin,homenajesydedicatorias aartistasyelsueocomoformaderecuerdo);luegoapareceun epgrafedeBrunoBianco,unnombredeplumadetrsdelcual estuvieron Guillermo Fernndez y el mismo Hernndez en la d-cada de los setenta; fnalmente, en este libro se publica el poema La gata (tambin popularmente conocido como Camila, por el nombre del animal) la presencia felina ms conocida en la poesa mexicana contempornea.4NuevamenteocupolaversindelpoemacontenidaenAntojodetrampa (1999).50Alejandro Palma CastroEn este libro, al cual no se le ha prestado la atencin crtica que merecequizsenparteporquesiempreseprefereMonedade tres caras (1994), con la famosa trinidad (Schumann, Scardanelli y Trakl), aparece El ltimo verso de Gngora, donde se rela-ta un paseo con el poeta rumano Darie Novaceanu en el Parque Hundido de la Ciudad de Mxico. Antes de este poema en prosa, Hernndezyahabaescritovariostextossobreasuntosdepoesa y poetas o artistas plsticos, como por ejemplo de Lezama Lima, Poe, Picasso y Kafka. Pero es hasta la perspectiva tan clara que el enunciador muestra en su caminata con Novaceanu, como este es-pacio se convierte en un motivo defnido y recurrente en la obra de Hernndez. En este proceso se pueden distinguir cuatro instancias progresivas que ir explicando con el poema:1.El sujeto enunciativo fja una imagen, un cuadro o marco espacialdesdedondemuestraunaperspectivaparticular. En el poema se nos presenta como espacio un parque a ple-na luz del da que se manifesta bajo la imagen: y el cielo de estas tierras dejaba caer sobre nosotros su girasol sin polen (1999:73).Estaanaloga,guardaunaproporcinconlos siguientes elementos descritos que dan cuenta de una inter-pretacin particular del mundo. 2.El enunciador se constituye de acuerdo a su contacto e in-terpretacin con el mundo. El siguiente pasaje: Una mata depltanoloentusiasmcomosifueraunacolumnad-rica. Un cerezo encorvado le hizo pensar en cierta esquina deBucarest(1999:72),nohacesinofjarunaconstitu-cin defnitiva del enunciador a partir de las relaciones que establececonelsol,lamatadepltanoyuncerezo.Lla-malaatencinlapocaonularelacintangibleentrelos elementos comparados y, me permito suponer, se trata de unapercepcinqueelsujetolricotienedelapoesadel 51El sujeto enunciativo y sus espacios en algunos poemas de Francisco Hernndezrumano. Entonces el enunciador ocupa el espacio del otro y lo interpreta desde la imagen del sol hasta la comparacin del platanar con una columna drica y del cerezo con una esquina. Se hace evidente la dimensin de alteridad que se expresaenelactopoticoyqueala mayora de la crtica deHernndezlegustadenominarelusodelamscara; enestaocasinelenunciadorasumelaposturadelpoeta rumano y con ello un otro. 3.Desdeestasituacindealteridad,elenunciadorsetrans-forma o presenta una original perspectiva de su entorno, lo cual produce un efecto de sorpresa en el lector que puede traducirse en la experiencia esttica del poema. En El lti-mo verso de Gngora, este efecto queda tan claro cuando elenunciador,bajoelcalordelatarde,nosdice:Darie se aboton el cuello de la camisa y me dijo, sacudido por unligeroescalofro:/Bastarecordarelltimoversode Gngora para que nieve sobre los jardines (1999: 73). Se desarrolla una circunstancia absurda que guarda relacin con las comparaciones anteriores, pero que no deja de ser sorpresiva para el lector, quien adems queda en suspenso a partir de la imprecisin declarativa de Novaceanu. Puede ser que El ltimo verso de Gngora aluda a cierto poema a partir de una conversacin previa, de la cual el lector no tiene noticias, o bien, literalmente, al ltimo verso escrito por Gngora, lo cual es tambin enigmtico, considerando que su obra se public de manera pstuma. El efecto estti-co de este poema se logra no slo por la sorpresa de que un verso traiga la nieve en un da soleado y en una ciudad (el Distrito Federal) donde nunca nieva sino tambin, a partir de la intriga que el poema deja sin resolver, como una emu-lacin al efecto de difcultad potica en algunos poemas de 52Alejandro Palma CastroGngorarecordandoaLezamaLima,slolodifciles estimulante.4.Finalmente,elespaciodeenunciacinquesepresentaen el poema se convierte en un modo de conocimiento de un poeta o un poema o, cuando se trata de un artista plstico, de una impresin de su obra mediante la sensibilidad arts-tica. En trminos sencillos dira que la lectura de estos poe-mas le deja algo al lector que, por la va del goce esttico, serelacionaconunnuevoconocimiento.Enestepoema, con la estampa sobre Novaceanu caminando por el Parque Hundido,quedavinculadoelconocimientodeunpoeta rumano y su labor como traductor de Gngora. Esteprocesoqueacabodedescribirocurreenlosotrospoemas delaseccinRostros,deOscuracoincidencia,yserrecurrente tambin en diversos textos a lo largo de la obra del poeta. En 1994 Alberto Paredes dedic un ensayo a lo que hasta entonces se cono-ca como la obra potica de Francisco Hernndez, fjando sus pre-dilecciones personales. Como proyeccin vaticinaba lo siguiente: Una variante prometedora de los recientes poemas cortos de Her-nndezsonaquellostextosde20a40versosaproximadamente cuyocentroesunpersonaje.PiensoenMiradadeJerezyen Palabras por dos hombres. En ambos casos el xito estriba en que el poema construya una identidad lrica (1994: 108).Este tipo de textos, adems de volverse favoritos, se particulariza-ron de tal manera hasta convertirse en una forma discursiva perso-nal, las poetografas. El recurso, en s, incluso se ha convertido en parte del mtodo de un taller de escritura creativa. En una breve nota sobre la poesa de Francisco Hernndez, Vc-tor Manuel Mendiola distingue dos segmentos: aquellos poemas dondeelautormiraelmundosinlamediacindeotrasvoces 53El sujeto enunciativo y sus espacios en algunos poemas de Francisco Hernndezinterpuestas y aquellos otros donde encontramos la elaboracin o la reelaboracin de un personaje (2001: 113). Yo ms bien creo que aun cuando no median voces interpuestas, s existe un sujeto enunciativo propio de la lrica, lo cual provoca la despersonaliza-cin del poeta que he descrito lneas arriba. As visto, el lector se entusiasma con los poemas de Hernndez porque se instala en un espacio de enunciacin poco frecuentado por la poesa mexicana contempornea. Estesujetolricoinvolucraallectorenunactodereconoci-mientodesmismoapartirdeloqueseenuncia.Lasensacin de que Francisco Hernndez es sencillo, cotidiano y comprensible en su poesa, se logra porque ha sido capaz de desprenderse de las emociones personales para mediarlas a travs de un sujeto enun-ciativo lrico que nos hace confuir en un mismo tiempo y espacio.El artifcio que varios crticos y lectores de este importante poe-tahandenominadopersonajeomscaraes,demanerams precisa,unsujetoenunciativodelalrica.Estudiarlocondetalle nos permitir conocer la profunda complejidad que subyace en la poesadeFranciscoHernndezyentendersuriquezadiscursiva. Esto habr de ser defnitorio para que, adems de ser un poeta de culto que circula entre las aulas de letras como uno de los secretos mejores guardados de la poesa mexicana, se convierta en una fgu-ra medular de nuestra literatura. BibliografaAristteles,1974,Potica,ValentnGarcaYebra(trad.),edicin trilinge, Madrid, Gredos.Ballart, Pere, 2005, El contorno del poema, Barcelona, Acantilado.Benveniste, Emile, 1993, Problemas de lingstica general, 2 vols., Mxico, Siglo XXI editores.54Alejandro Palma CastroBorges,JorgeLuis,1999,Borgesyyo,enBorgesporlmismo, Madrid, Visor, pp. 22-23.Espinasa, Jos Ma., abril de 2005, Poeta ventrlocuo. 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El uso de estos recursos permite explicar la visin crtica y desencantada del mundo que se ofrece en el texto por medio de la parodia de los manualesdeescrituradenovelasydelacrticaalafuncindel escritorenlasociedad;ademsdeestosrecursos,eneltextose plantean vnculos con la novelstica mexicana y con la tradicin bblica, de modo que, junto con el discurso pardico, hay un pro-cedimiento intertextual que sita al texto dentro de la tradicin literaria y que, al mismo tiempo, permite a Toscana reformular los mecanismos estticos de la novela mexicana.Palabras clave: El ltimo lector, Toscana, parodia, autoparodia, in-tertextualidad.58Diana GeraldoAbstractParody and self-parody are two of the most relevant features of David ToscanasElltimolector.Teseresourcesaremeansbywhichwe canexplainthecriticalanddisenchantedworldviewthatthetext ofers through parody of novel-writing manuals and criticism of the writers function in society. Besides these features, there are links with the Mexican Novel and with the biblical tradition, so that, together with the parodic discourse, there is an intertextual procedure which places the text within the literary tradition and at the same time also allows Toscana to reformulate the aesthetic mecanisms of the Mexican Novel.Keywords: El ltimo lector, Toscana, Parody, Self-parody, Intertex-tualityEnElltimolector,sextanovelaescritaporDavidToscanay publicada en Mxico en 2004, el autor regiomontano crea un universo fccional que tiene, entre sus distintos temas, la parodi-zacinylaburladelmundodellibro.Desdelaclebreobrade Cervantes, Don Quijote, la literatura ha sido explorada y analizada desde el interior del discurso fccional, de tal modo que se ha ela-borado un modo de juzgar la literatura desde los mismos textos. Lalecturaylacrticadelanovela,ensemejanzaconlaparodia cervantina, son dos de los ejes narrativos que conforman esta obra de Toscana.Enelmarcodelaliteraturamexicanamoderna,lacrticay el anlisis del mundo cultural, y con ello de la novela como uno de sus componentes, han sido planteados por varios autores; por ejemplo,lanovelaElmiedoalosanimalesdeEnriqueSerna,en la que el autor se burla de un mundo degradado y corrupto me-diante un ejercicio en el que los escritores y los funcionarios de la cultura aparecen convertidos en fguras grotescas y absurdas. Esta elaboracin literaria permite a Serna poner de manifesto su inters 59Paraodia y autoparodia en El ltimo lector de David Toscanacrtico sobre los mbitos polticos y literarios. Las novelas de Ibar-gengoitia,consucaractersticotonoirnico,tamb