Varufakis

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El pecado de Varoufakis Yanis Varoufakis, ministro de Economía de Grecia, goza de una peculiar fama, acaso sería mejor decir infamia. Habita las pesadillas de los poderes fácticos europeos y para la izquierda extrema es solo un reformista, un defensor más del capitalismo. Sin embargo, es mejor preguntarse por qué despierta tan opuestos y contradictorios juicios este marxista libertario, como se autoproclama. ¿Cuál es su pecado? Varoufakis es enemigo declarado del neoliberalismo y de sus políticas de ajuste –“austeridad” les llama el poder, con criminal eufemismo- que han significado para los trabajadores helenos creciente desocupación; convirtiendo la vida más dura y para, centenares de miles, más breve. Austeridad en palabras sencillas no es otra cosa que el fin de toda seguridad social y cualquier medida redistributiva. En cristiano: educación, vivienda y salud publicas abandonadas. Los peruanos conocemos de sobra este libreto contra los trabajadores. La Unión Europea de los cárteles y banqueros no se equivoca al ver en Varoufakis a un enemigo. El ajuste busca enfrentar la crisis que golpea a los desposeídos y los ricos europeos, sacrificando a los primeros. Crisis que pone en riesgo a la civilización europea, según el meditado diagnostico de Varoufakis. Empero, el economista griego plantea evitar la implosión –destrucción desde el interior- capitalista no para que la rapiña de las corporaciones continúe, se eternice, sino para ganar tiempo mientras se encuentra una salida no burguesa al capitalismo; “conseguir el tiempo que necesitamos para formular su alternativa” son los términos de Varoufakis. Ahora bien, por qué, como quisieran ciertos radicales de izquierda, no apostar por el conocido dicho de Lenin según el cual “para que las cosas mejoren, primero tienen que empeorar”. Varoufakis rechaza esta esperanza del líder bolchevique pues está persuadido de que “las cosas podían empeorar a perpetuidad, sin mejorar jamás”. El cuadro de Syriza argumenta a partir de lo que realmente ha sucedido ante la agudización de las contradicciones del sistema, ante el empeoramiento de la vida de los obreros y trabajadores en general. El griego lo vio y vivió en la Inglaterra del frío neoliberalismo de Margaret Thatcher y su detenidamente diseñada recesión: “Con cada vuelta de tuerca de la recesión, la izquierda se volvía más introvertida, menos capacitada para elaborar un

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El pecado de VaroufakisYanis Varoufakis, ministro de Economía de Grecia, goza de una peculiar fama, acaso

sería mejor decir infamia. Habita las pesadillas de los poderes fácticos europeos y para la izquierda extrema es solo un reformista, un defensor más del capitalismo. Sin embargo, es mejor preguntarse por qué despierta tan opuestos y contradictorios juicios este marxista libertario, como se autoproclama. ¿Cuál es su pecado?

Varoufakis es enemigo declarado del neoliberalismo y de sus políticas de ajuste –“austeridad” les llama el poder, con criminal eufemismo- que han significado para los trabajadores helenos creciente desocupación; convirtiendo la vida más dura y para, centenares de miles, más breve. Austeridad en palabras sencillas no es otra cosa que el fin de toda seguridad social y cualquier medida redistributiva. En cristiano: educación, vivienda y salud publicas abandonadas. Los peruanos conocemos de sobra este libreto contra los trabajadores. La Unión Europea de los cárteles y banqueros no se equivoca al ver en Varoufakis a un enemigo.

El ajuste busca enfrentar la crisis que golpea a los desposeídos y los ricos europeos, sacrificando a los primeros. Crisis que pone en riesgo a la civilización europea, según el meditado diagnostico de Varoufakis. Empero, el economista griego plantea evitar la implosión –destrucción desde el interior- capitalista no para que la rapiña de las corporaciones continúe, se eternice, sino para ganar tiempo mientras se encuentra una salida no burguesa al capitalismo; “conseguir el tiempo que necesitamos para formular su alternativa” son los términos de Varoufakis.

Ahora bien, por qué, como quisieran ciertos radicales de izquierda, no apostar por el conocido dicho de Lenin según el cual “para que las cosas mejoren, primero tienen que empeorar”. Varoufakis rechaza esta esperanza del líder bolchevique pues está persuadido de que “las cosas podían empeorar a perpetuidad, sin mejorar jamás”. El cuadro de Syriza argumenta a partir de lo que realmente ha sucedido ante la agudización de las contradicciones del sistema, ante el empeoramiento de la vida de los obreros y trabajadores en general. El griego lo vio y vivió en la Inglaterra del frío neoliberalismo de Margaret Thatcher y su detenidamente diseñada recesión:

“Con cada vuelta de tuerca de la recesión, la izquierda se volvía más introvertida,

menos capacitada para elaborar un programa progresista y convincente y, mientras tanto, la clase trabajadora se dividía entre los que se quedaban fuera del sistema y los que hacían suya la mentalidad neoliberal”. Historia sabida y dolorosamente presente para nosotros los peruanos.