Victimas Victimarios Violencia de Pareja

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    s frecuente escuchar la pregunta:

    por qu una mujer aguanta la vio-

    lencia de su pareja? Sin embargo,

    por lo general, nadie se cuestiona,

    al mismo tiempo, por qu un hombre nece-

    sita ser violento, en ocasiones hasta llegar

    a matar, a la persona que supuestamente

    ms quiere?

    Para la mayora de la opinin pblica la

    respuesta a la primera pregunta la bus-

    camos en la propia mujer, y achacamos

    su falta de respuesta nicamente a su

    responsabilidad. Entonces llegamos a es-

    cuchar barbaridades del tipo: algo habr

    hecho ella, seguro que se lo merece,

    Pilar Pascual Pastor

    Psicloga Feminista de AMS

    Qusignifica ser

    vctima y victimarioen la violencia

    depareja

    es que le va la marcha, si est con l

    por algo ser; o bien opiniones sobre la

    supuesta falta de capacidad de las muje-

    res; a donde va a ir con sus hijos e hijas

    si no tiene donde caerse muerta. Y con

    esta lgica, la responsabilidad de l, el

    agresor, se diluye e incluso se justifica.

    Por qu en la violencia del hombre hacia

    la mujer no tenemos claros los roles de

    vctima (la persona que sufre la violencia, a

    la que hay que proteger) y de victimario (el

    responsable de ejercer la violencia, el que

    tiene que responder por ello)? Igual de cla-

    ro, al menos, que lo tenemos con cualquier

    otro delito violento sobre las personas.

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    La respuesta a esta pregunta es esencial

    para comprender, porqu tenemos esta

    doble vara de medir y porqu est cos-

    tando tanto erradicar esta terrible lacra

    social.

    Vivimos en una sociedad asentada en la

    legitimacin de diferentes formas de violen-

    cia, camufladas hipcritamente en valores

    como el poder, la fuerza, la competitividad,

    el xito, las metas individuales

    Todas las personas estamos acostumbra-

    das a soportar un alto nivel de violencia quellegamos a normalizar. Desde la infancia a

    los nios y a las nias se nos posiciona de

    forma diferente ante esta violencia. Todava

    hoy es muy normal que se anime a un nio

    a devolver una agresin y a una nia a pedir

    ayuda si la recibe.

    Este tipo de violencia se crea al organizarel mundo a partir de una diferencia cons-

    truida arbitrariamente, como es el gnero.

    La violencia se permite y est tan interio-

    rizada en cada una de las personas, que

    crecemos siendo permisivas a relaciones

    de mal trato. Llegamos a creer que es

    legtimo dudar de si la vctima es realmente

    tal vctima y si el agresor es ciertamente el

    culpable. Cuando la realidad demuestra de

    forma contundente que los hombres son los

    victimarios y las mujeres las vctimas, ms

    del 90% en ambos casos.

    Y si la violencia de gnero est legitimada

    en nuestra sociedad, tambin lo est en las

    cabezas de sus protagonistas y de los/as

    profesionales que la atienden policas,

    abogadas/os, jueces y juezas, profesionales

    sociales y sanitarios quienes estn implica-

    dos en la intervencin de estos delitos.

    A lo largo de estas reflexiones me propongo

    explicar las coincidencias y los aspectos di-

    ferenciales de la doble cara del problema dela violencia que sufren las mujeres de sus

    parejas. Y al mismo tiempo, desenmascarar

    las nuevas formas de machismo, que han

    ido aflorando desde que la reciente Ley In-

    tegral de Violencia de Gnero entr en vigor,

    y que mayoritariamente estn dirigidas a

    banalizar el problema, a justificarlo y, sobre

    todo, a seguir des-responsabilizandoa loshombres de sus comportamientos.

    La recuperacin de una vctima de violencia

    de gnero es larga y difcil, porque adems

    de restablecerse de las secuelas que pro-

    duce la propia violencia (ansiedad, depre-

    sin, indefensin), tambin requiere que

    la mujer realice cambios estructurales en

    su personalidad, en la forma de verse a s

    misma y sus posibilidades as como, en la

    manera de asumir las relaciones con los/as

    otros/as.

    La intervencin psicolgica de una vctima

    debe estar guiada por un eje transversal,

    que es el cuestionamiento constante de

    su educacin de gnero y la correccin

    del modelo de relaciones que sta im-

    Por qu en la violencia

    del hombre hacia la mujer,

    no tenemos claros los

    roles de vctima ...

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    pone, adems de trabajar especficamente

    otros factores de vulnerabilidad individua-

    les, como su propia historia personal de

    adaptacin a la violencia de gnero(por

    ser mujer) a la que ha estado sometida en

    otros momentos y contextos vitales (in-

    fancia, juventud, adultez, en su familia de

    origen, en el mbito laboral, en el crculo de

    amistades, etc). Y todo ello, desde las tres

    dimensiones de respuesta humana:

    La dimensin cognitiva: la mujer ha

    de desactivar las ideas y creencias que

    le hacen creer que es inferior, y al mis-

    mo tiempo responsable de su pareja,

    la idea de familia unida, del amor, la

    fidelidad, etc y, adems, lograr su

    empoderamiento personal y relacional.

    Cuestionar su identidad, el modelo fa-

    miliar donde fue construida, y su propia

    historia de las otras violencias vividas,

    son factores muy relevantes. Sin olvidar

    trabajar el sentimiento de culpabilidad

    inculcado a toda mujer y creado como

    un mecanismo de aprendizaje que nos

    impide abandonar los roles femeninos

    tradicionales (que nos responsabilizan

    en exclusiva a las mujeres del manteni-

    miento de la familia y la pareja). Y todo

    esto cambiarlo por un sentimiento de

    auto-responsabilidad y de auto-respeto

    personal.

    La dimensin fisiolgica-emocional:

    se trata de que la mujer entienda el

    poder de las emociones, cmo stas se

    asocian a ideas y/o creencias, y cmo

    ambas condicionan el comportamiento

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    de sumisin, adaptacin y retroalimen-

    tacin de la violencia. En concreto se

    trabajarn las emociones del miedo, la

    ansiedad, la ira, y aquellas que acom-

    paan a la indefensin, el sentimiento

    de prdida e inseguridad, la vergenza,

    la frustracin

    La dimensin conductual: en este

    caso, se trata de modificar todos los pa-

    trones de conducta sumisa y de retroa-

    limentacin de la violencia por otros

    patrones de conductas asertivas y de

    defensa de los derechos personales.Aumentar la confianza, la seguridad

    en s misma y la autonoma personal

    es imprescindible para consolidar el

    cambio en su autoconcepto y en su

    autoestima.

    Para una vctima de violencia es un camino

    arduo, difcil, lleno de dudas, con nume-rosas vueltas atrs en lo personal, pero

    tambin en el contexto social que como ex-

    pliqu antes, no la ayuda en nada, ms bien

    todo lo contrario. Porque estamos hablando

    de conseguir algo que es tremendamente

    complicado: abandonar la mujer que fueron

    y renacer siendo otra, muy diferente, una

    mujer con una nueva forma de pensar y de

    respetarse, que cree en s misma y en un

    futuro esperanzador. Cuando trabajas con

    ellas, y por un momento intentas compren-

    der sus dificultades para el cambio, te das

    cuenta de que tambin poseen una gran

    fortaleza y tesn, estn acostumbras a

    levantarse una y mil veces Suelen trans-

    formarse en verdaderas supervivientes en

    general y, paradjicamente, ejercen una

    gran proteccin de sus hijas e hijos.

    En otro orden de cosas y basado en nuestra

    experiencia en el tratamiento psicolgico

    de mujeres vctimas de violencia, creemos

    que las profesionales que atiendan a

    estas mujeres han de ser mujeres fe-

    ministas que se hayan cuestionado a s

    mismas todos los aspectos relacionados

    con su propia educacin de gnero, su

    feminidad, sean conocedoras del gnero

    masculino y de la violencia masculina, y

    al mismo tiempo defiendan una sociedad

    basada en la igualdad de derechos para

    hombres y mujeres.

    Pero qu ocurre con la recuperacin del

    victimario, del agresor?, es necesario que

    reciba un tratamiento psicolgico, adems

    de que cumpla las penas por el delito que

    comete?, se pueden reducir las penas si se

    someten a este tratamiento?, qu ocurre

    con los agresores que no tienen que cum-

    plir penas en la crcel?

    Desde que la Ley Integral de Violencia de

    Gnero est en funcionamiento, existe la

    Desde que la Ley Integral

    de Violencia de Gnero

    est en funcionamiento,existe la posibilidad de que

    los hombres que ejercen

    este tipo de violencia

    reciban un tratamiento

    psicolgico, adems de

    cumplir la pena.

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    posibilidad de que los hombres que ejercen

    este tipo de violencia reciban un tratamiento

    psicolgico, adems de cumplir la pena.

    Las mujeres podemos alegrarnos de que

    se haya aprobado esta Ley. Es la primera

    vez en la historia de nuestro pas que em-

    piezan a invertirse lo roles adecuadamente:

    las vctimas son las mujeres, los agresores

    los hombres, a las vctimas hay que prote-

    gerlas y los agresores tienen que cumplir

    por el delito que cometen, adems de tener

    la posibilidad de ser tratados psicolgica-

    mente para dejar de ser violentos contra lasmujeres. La probabilidad de que un hombre

    vuelva a repetir los mismos comportamien-

    tos con la misma mujer o con otras mujeres

    es altsima, y son pocos los que acceden de

    forma voluntaria y consciente a recibir un

    tratamiento psicolgico con unas caracte-

    rsticas especficas de gnero.

    Y es en este contexto en el que las nuevas

    formas de machismo estn teniendo un

    buen caldo de cultivo. Si recordamos uno

    de los argumentos del principio la vio-

    lencia de gnero est legitimada en nuestra

    sociedad, tambin lo est en las cabezas de

    sus protagonistas y de los/as profesionales

    que la atienden policas, abogadas/os, jue-

    ces y juezas

    As podemos ver cmo jueces/juezas impo-

    nen penas irrisorias a los maltratadores, e in-

    cluso les eximen de cumplirlas si se someten

    a un cursillo de varias horas, con el que se

    supone que van a aprender a respetar a las

    mujeres y a no agredirlas. Cursillos a los que

    pueden asistir un gran nmero de hombres,

    e incluso sin que entiendan el castellano, quees la nica lengua en la que se imparten. Pa-

    rece increble, pero banalizar la violencia de

    gnero es una constante del machismo.

    Tambin se extienden como la plvora

    creencias negativas sobre las mujeres que

    son consideradas supuestas vctimas.

    Entre profesionales se cree que existen mu-chos casos de denuncias falsas de malos

    tratos, con el fin de conseguir beneficios en

    la sentencias de separacin. No dudo que

    las habr, como en otros delitos, pero en ca-

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    sos reducidsimos. Sin embargo, el objetivo

    es volver a sembrar la duda sobre la mujer,

    se busca de nuevo su culpabilidad hacien-

    do creer que casos aislados son la pauta

    general, y volviendo a dejar invisibilizados a

    los verdaderos responsables. Cualquier pro-

    fesional, experto/a en violencia de gnero,

    sabe que una verdadera vctima de malos

    tratos cuando da el paso de la denuncia es

    despus de bastante tiempo y de un terri-

    ble sufrimiento, y que en muchos casos se

    desestiman denuncias por falta de pruebas

    o de verificacin de las mismas, pero esto

    no significa que sean falsas.

    Otra forma de desviar la atencin de los

    verdaderos protagonistas es acusar al

    movimiento feminista, que lucha por los

    derechos de las mujeres vctimas de la

    violencia machista, de no querer que los

    maltratadores reciban tratamiento. Nada

    ms lejos de la realidad. Los argumentosque estamos esgrimiendo las profesionales

    que atendemos a las mujeres vctimas son,

    fundamentalmente, que los costes econ-

    micos que supongan los tratamientos a los

    agresores no se sustraigan de las partidas

    presupuestarias destinadas a la recupera-

    cin de las vctimas, y que el tratamiento

    sea voluntario reconociendo stos su

    responsabilidad en el delito, y sin obtener

    beneficios penitenciarios a cambio.

    A continuacin, expondr las caractersti-

    cas que deben cumplir los tratamientos psi-

    colgicos que han de recibir los agresores.

    Porque como hemos visto, no todo vale.

    Antes de nada hay que aclarar que es absur-

    do considerar una reduccin de pena si se

    recibe un tratamiento psicolgico, porque

    para que cualquier tratamiento funcione

    es condicin necesaria y obligatoria que

    el propio sujeto reconozca que lo nece-

    sita. En el caso que nos ocupa, el hombre

    ha de reconocer que es un maltratador de

    mujeres, lo cual no sucede. Por lo general,

    ningn hombre acusado de ser un maltrata-

    dor lo reconoce. Lo normal es que justifique

    su comportamiento, lo banalice, lo mini-

    mice y/o acuse a su compaera de ser la

    culpable, pero si me reducen la pena hago

    lo que sea. El cambio psicolgico requiere

    de una motivacin interna real y sincera, sino es as estamos hablando de otra cosa,

    de ningunear a la vctima y de no tomar en

    serio la gravedad del problema.

    Si antes explicamos la dificultad de una mu-

    jer vctima para salir de la violencia y recupe-

    rarse de la misma como un proceso largo y

    muy complicado, en el caso de los hombresque ejercen la violencia es an ms difcil y

    con otras peculiaridades muy diferentes.

    En primer lugar, los profesionales de la

    psicologa que se ocupen de realizar estos

    tratamientos debern tener una filosofa

    personal basada en la igualdad real entre

    hombres y mujeres, adems de ser exper-

    tos en gnero, tanto masculino como feme-

    nino, y sobre todo conocer en profundidad

    las causas y los efectos de la violencia que

    ejercen los hombres sobre las mujeres. Sin

    olvidar que el fin ltimo es proteger a las

    mujeres y a sus hijas/os. Los profesionales

    masculinos que se hayan cuestionado su

    propia masculinidad son los ms apro-

    piados para este tipo de intervenciones

    psicolgicas con maltratadores.

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    En segundo lugar, tambin estos profesio-

    nales tendrn que cambiar su concepcin

    y sus esquemas de trabajo, pues estn

    acostumbrados a trabajar con personasque sufreny ahora lo tendrn que hacer

    con personas que hacen sufrir.

    Y en tercer lugar, los profesionales deben

    entender que el primer objetivode la in-

    tervencin es crear la responsabilidad del

    problema en el maltratador, como nica

    forma real de garantizar la aceptacin y la

    eficacia del tratamiento.

    Slo cuando el hombre asuma su res-

    ponsabilidad se podr comenzar con el

    tratamiento psicolgico propiamente di-

    cho, que deber cumplir con unos requisitos

    similares al tratamiento de las mujeres, pero

    con objetivos bien distintos. La coincidencia

    a la que me refiero es que el tratamiento para

    hombres tambin tiene que basarse en los

    cuatro componentes educativo, cognitivo,

    emocional y conductual, pero los objetivos

    en este caso sern los siguientes:

    El modelo de intervencin que consideramos

    ms adecuado es el que plantea el Grupo 25

    (Cuadernos para el Debate n 1, Grupo 25) del

    que resumo sus planteamientos:

    El componente educativo sobre la

    violencia de gnero estar destinado

    a anular el eje ideolgico sexista. Se

    trata de administrar informacin sobre

    la naturaleza de la violencia, sobre la

    estructura social basada en construc-

    ciones de sexo y gnero, y sobre el

    significado de la violencia como impo-

    sicin, imposicin masculina sobre la

    mujer.

    El componente cognitivo desmontar

    o desactivar el modelo mental que

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    sustenta y articula el comportamiento

    violento masculino hacia la mujer, y lo-

    grar la desaparicin del poder abusivo.

    El componente cognitivo es central en

    este modelo de intervencin, puesto que

    el hombre ha de cuestionarse las ideas

    y creencias sexistas, sus actitudes y

    motivaciones, y su identidad. Requiere la

    modificacin de los componentes de su

    identidad relacionados con la violencia,

    alrededor de los cuales ha construido su

    autoconcepto y su autoestima.

    El componente emocional-fisiolgico,destinado a entender y a modificar las

    asociaciones emocionales ligadas al

    modelo mental de los hombres maltrata-

    dores que potencian el comportamiento

    violento. Al menos se trabajarn las

    emociones de ira, frustracin, impoten-

    cia, celos y miedo.

    El componente conductual,dirigido a

    desactivar todos los patrones de con-

    ducta elaborados por el maltratador para

    ejercer las tcticas de agresin, control,

    aislamiento y dominacin sobre una

    mujer. Adems de dotar al sujeto de ha-

    bilidades para el desarrollo de vnculos

    respetuosos e igualitarios, de autocon-

    trol, de resolucin de problemas, manejo

    del estrs y canalizacin emocional.

    Como vemos, el tratamiento de un hombre

    que ejerce violencia sobre su pareja no es

    una cuestin que deba tomarse a la ligera, o

    que haya de dejarse en manos de profesio-

    nales que no entiendan la gravedad de este

    tipo de violencia y que se crean con derecho

    a tomar decisiones tan indignas como el

    ejemplo del cursillo para maltratadores que

    coment al principio de este artculo.

    Una de las formas ms antiguas del ma-

    chismo es creer que cualquier persona

    (generalmente hombres) se encuentra

    capacitada para hablar, opinar, interpre-

    tar sobre lo que les ocurre a las mujeres

    (como si todas furamos iguales y nos

    faltara un hervor), y adems considerar-

    lo como verdades incuestionables. A lo

    largo de la historia, tenemos numerosos

    ejemplos de esta falacia, vertidos por gran-

    des e ilustres popes de la ciencia.

    Y derivado de este hecho, podemos obser-

    var que nunca se toma verdaderamente

    en serio lo que les sucede a las mujeres,

    no interesa realmente conocer las causas

    para poner las soluciones, incluso cuando

    estamos hablando de una realidad que a

    principios de julio de este ao ya ha pro-ducido ms de 40 asesinatos.

    Como vemos, un hombre que ejerce vio-

    lencia en la pareja tiene tambin un arduo

    camino por recorrer, quiz con un grado de

    dificultad mayor, en el sentido de que ha

    de reconocer que tiene un problema para

    poder seguir avanzando. Y porque el miedo

    que le produce cambiar su masculinidad

    significar, a priori, una prdida de po-

    der, y un abismo si no utilizo la violencia

    entonces qu, quin soy, qu valgo, cmo

    consigo el amor, cmo consigo el respeto

    Slo a largo plazo entender que las rela-

    ciones basadas en el respeto y la igualdad

    ofrecen un mayor poder personal y, sobre

    todo, una mejor forma de ser persona y de

    estar en el mundo.

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