Vida de Santa Mónica

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Vida de Santa Mónica Por: Jorge Henao Pérez Asignatura: San Agustín Docente: P. Fray Manuel Calderón Santa Mónica nació en Tagaste en el año 331, una región que por ese entonces pertenecía al imperio romano, no era un pueblo importante, simplemente, en un sentido geográfico era un lugar significativo en cuanto a sus vías de comunicación. Sin embargo, Mónica se sentía orgullosa de su pueblo, y, ese sentimiento lo fundamentaban tres aspectos; “el recuerdo de la cultura púnica, la opulencia de la cultura romana, la eficacia de la cultura cristiana”. Aspectos que fueron determinantes para la personalidad de Mónica como bien lo describe su hijo San Agustín, al mencionarla como una mujer de carácter pero noble y de mucha fe. Pertenecía a una familia de clase media, a la que pertenecían pequeños propietarios que disponían de los medios necesarios para poder vivir cómodamente bien. Tuvo una educación cristiana aunque fue cuidada y formada en parte por una anciana sierva de la familia. Como era costumbre de la época, contrajo matrimonio con quien le dieron por marido, Patricio, no fue elegido por ella; aunque aceptó tal hecho de manera ejemplar sirviéndole a su esposo en todo y trató siempre de hablarle de Dios.

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Vida de Santa Mónica

Por: Jorge Henao Pérez

Asignatura: San Agustín

Docente: P. Fray Manuel Calderón

Santa Mónica nació en Tagaste en el año 331, una región que por ese entonces

pertenecía al imperio romano, no era un pueblo importante, simplemente, en un

sentido geográfico era un lugar significativo en cuanto a sus vías de comunicación.

Sin embargo, Mónica se sentía orgullosa de su pueblo, y, ese sentimiento lo

fundamentaban tres aspectos; “el recuerdo de la cultura púnica, la opulencia de la

cultura romana, la eficacia de la cultura cristiana”. Aspectos que fueron

determinantes para la personalidad de Mónica como bien lo describe su hijo San

Agustín, al mencionarla como una mujer de carácter pero noble y de mucha fe.

Pertenecía a una familia de clase media, a la que pertenecían pequeños

propietarios que disponían de los medios necesarios para poder vivir

cómodamente bien. Tuvo una educación cristiana aunque fue cuidada y formada

en parte por una anciana sierva de la familia. Como era costumbre de la época,

contrajo matrimonio con quien le dieron por marido, Patricio, no fue elegido por

ella; aunque aceptó tal hecho de manera ejemplar sirviéndole a su esposo en todo

y trató siempre de hablarle de Dios.

Era una mujer “hermosa, misericordiosa y digna de admiración”, cualidades que se

veían resaltadas por su fe y manera de proceder. Como la describe San Agustín:

“Como todas las madres, y aún más que la mayoría de ellas, deseaba tenerme a

su lado, sin sospechar las grandes satisfacciones que tu proyectabas para ella con

mi ausencia” (San Agustín, 2004, p. 76).

Concibió a Agustín cuando tenía 33 años, al igual que su esposo compartía el

pensamiento de no escatimar esfuerzos económicos para la educación de su hijo,

puesto que le ilusionaba el hecho de hacer de Agustín un gran sabio; no obstante,

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el mismo Agustín años después le reprocha porque en su momento se preocupó

más en algunos momentos por sus estudios que por los asuntos morales.

Era un madre piadosa y buena sierva de Dios, sufría en demasía por los

desaciertos religiosos y morales de su hijo. Viuda casta y sabia que nunca se

cansaba de llorar delante de Dios por su hijo mientras oraba. Buscaba obispos

para que ellos hablaran con Agustín, con el fin de hacerle caer en cuenta de sus

errores y volviera a la sagrada doctrina; aunque no lo consiguió, de uno de ellos

recibió gran consolación, en palabras de San Agustín:

“al rogarle mi madre para que hablara conmigo, rebatiera mis errores, me

desengañara de mi mala vida y me adoctrinara en el bien…Pero como mi

madre no se tranquilizaba ni a pesar de las manifestaciones de este

hombre, sino que seguía insistiendo y llorando mucho para que tuviera una

entrevista conmigo para tratar este asunto, ya cansado de su insistencia le

dijo: Anda, vete y que vivas muchos años. Es imposible que se pierda el hijo

de tantas lágrimas. Esta respuesta sonó en sus oídos como un anuncio

celestial” (San Agustín, 2004, p. 47).

Sufrió notablemente cuando su hijo se fue a Roma, sobre todo luego de ser

engañada por él, fue a buscarle hasta Italia. Cuando estuvo en Milán, iba a la

iglesia y fueron de gran influencia para ella las sabias palabras que escuchaba de

San Ambrosio, tal fue la resonancia de los mensajes que le obedecía en todo,

como consecuencia de este hecho, le insistió a Agustín que se casara luego de

estar en concubinato con una mujer.

Posteriormente, cuando por gracia de Dios llega la conversión de su hijo, ella es la

primera en saberlo, asume este hecho con gran júbilo y regocijo, le agradece a

Dios por haberle concedido lo que por tanto tiempo le había pedido, de esta

misma manera Dios le concede la gracia del bautismo de su esposo Patricio antes

de morir. Muere en Ostia antes de su regreso a África. Antes de esto junto a su

hijo vive una experiencia mística de Dios, episodio que es conocido como el

éxtasis de Ostia. Tenía 55 años cuando fallece en Italia y antes de encontrarse

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con el señor le dijo a sus dos hijos: “Pongan mi cuerpo en cualquier sitio sin que

les de pena. Sólo les pido que dondequiera que estén, se acuerden de mi ante el

altar del señor”.

Referencias bibliográficas San Agustín. (2004). Confesiones. Perú: Escuela nueva.

P. Agustín Trapé. (1985). Vida de Santa Mónica.