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Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Daniel NAHSON. Virtud o belleza: devoción y erotismo en ... - Virtud o belleza: devoción y erotismo en las interpretaciones de proverbios y cánticos de Fray Luis de León Daniel Nahson EMORY UNIVERSITY TRADUCCIÓN, GLOSA, TESTIMONIO DE la perfección relativa de la Vulgata, exégesis de la polivalencia semántica, legado del hebraísmo cristiano, defensa del literalismo hermenéutico, apología del romance, drama erótico, epitalamio bíblico, poema místico, canto al amor humano, documento inquisitorial, la Exposición del Cantar de los Cantares (1561) de fray Luis de León, conjuga fuentes y veneros ideológicos dispares: la tradición masorética, la hermenéutica caraíta de lbn Ezra, la Vulgata, la Septuaginta, la patrística, la lírica sonetil de corte petrarquesco, el humanismo renacentista español. Traducción, comentario, modelo aleccionante, breviario de deberes conyugales, manual de economía doméstica, tratado humanista, discurso filosófico-moral, La peifecta casada (1583), del mismo autor, aúna tradiciones y cometidos didácticos de raigambres diversas: literatura sapiencial paleotesta- mentaria, clasicismo, patrística y cultura renacentista. Con fines distintos, ambos textos indagan el saber bíblico expresado en Cánticos y Proverbios y plasman variadas representa- ciones de la mujer que responden a los propósitos de los textos originales, a la tradición hermenéutica, y a los designios ideológicos de fray Luis de León. En las interpretaciones de las Sagradas Letras, al referirse a la mujer, muchas de las voces narrativas y poéticas de la obra de fray Luis, emplean una imaginería similar en alusiones a la Amada, a la Virgen y a Cristo. La «frescura» y «perfección» del huerto que es la Esposa en su Exposición del Cantar de los Cantares, con su «hermosura», su «gracia» y su «gentileza» colorean las descripciones del ambiente natural que impregnan las páginas en las que se caracterizan los campos en los que vive el Pastor de De los nombres de Cristo. En su comentario al Cantar fray Luis se cuida de no romper el orden ficcional de la literatura bíblica, y su glosa del huerto «cerrado y guardado», como en el texto bíblico, deja prácticamente de ser símbolo, metáfora o imagen de la mujer para pasar a ser un apacible y ameno jardín de recogimiento que el poeta trata de recrear con fidelidad. El vergel paradisíaco celosamente guardado en un jardín cerrado, el «huerto cercado» de 4: 12 del epitalamio que es muchas veces asociado con el Jardín de Edén de Génesis 2:8, e incluso, a veces, con eljardín o jardines de 4:15,16; 5:1; 6:2,11y8:13 del Cantar, ha sido una fuente de inspiración que la literatura pastoril del renacimiento adoptó en la reinterpreta- ción del topos del lugar ameno (locus amoenus ), y es acaso una de las más influyentes -1 t- Centro Virtual Cervantes

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Virtud o belleza: devoción y erotismo en las interpretaciones de proverbios

y cánticos de Fray Luis de León Daniel Nahson

EMORY UNIVERSITY

TRADUCCIÓN, GLOSA, TESTIMONIO DE la perfección relativa de la Vulgata, exégesis de la polivalencia semántica, legado del hebraísmo cristiano, defensa del literalismo hermenéutico, apología del romance, drama erótico, epitalamio bíblico, poema místico, canto al amor humano, documento inquisitorial, la Exposición del Cantar de los Cantares (1561) de fray Luis de León, conjuga fuentes y veneros ideológicos dispares: la tradición masorética, la hermenéutica caraíta de lbn Ezra, la Vulgata, la Septuaginta, la patrística, la lírica sonetil de corte petrarquesco, el humanismo renacentista español. Traducción, comentario, modelo aleccionante, breviario de deberes conyugales, manual de economía doméstica, tratado humanista, discurso filosófico-moral, La peifecta casada (1583), del mismo autor, aúna tradiciones y cometidos didácticos de raigambres diversas: literatura sapiencial paleotesta-mentaria, clasicismo, patrística y cultura renacentista. Con fines distintos, ambos textos indagan el saber bíblico expresado en Cánticos y Proverbios y plasman variadas representa-ciones de la mujer que responden a los propósitos de los textos originales, a la tradición hermenéutica, y a los designios ideológicos de fray Luis de León.

En las interpretaciones de las Sagradas Letras, al referirse a la mujer, muchas de las voces narrativas y poéticas de la obra de fray Luis, emplean una imaginería similar en alusiones a la Amada, a la Virgen y a Cristo. La «frescura» y «perfección» del huerto que es la Esposa en su Exposición del Cantar de los Cantares, con su «hermosura», su «gracia» y su «gentileza» colorean las descripciones del ambiente natural que impregnan las páginas en las que se caracterizan los campos en los que vive el Pastor de De los nombres de Cristo. En su comentario al Cantar fray Luis se cuida de no romper el orden ficcional de la literatura bíblica, y su glosa del huerto «cerrado y guardado», como en el texto bíblico, deja prácticamente de ser símbolo, metáfora o imagen de la mujer para pasar a ser un apacible y ameno jardín de recogimiento que el poeta trata de recrear con fidelidad.

El vergel paradisíaco celosamente guardado en un jardín cerrado, el «huerto cercado» de 4: 12 del epitalamio que es muchas veces asociado con el Jardín de Edén de Génesis 2:8, e incluso, a veces, con eljardín o jardines de 4:15,16; 5:1; 6:2,11y8:13 del Cantar, ha sido una fuente de inspiración que la literatura pastoril del renacimiento adoptó en la reinterpreta-ción del topos del lugar ameno (locus amoenus ), y es acaso una de las más influyentes

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imágenes del epitalamio bíblico que se transfunden a la literatura europea.1 La tradición del jardín como refugio o lugar de lo placentero se remonta, entre otras, a la antigüedad griega y latina. En realidad la palabra hebrea que lo designa (pardes, cfr. Ec. 2,5; Neh. 2,8) proviene del persa antiguo (S. VI a. C.) pairi-daeza que significa parque cercado, huerto vallado, vergel recinto, o encerramiento natural de la realeza. Esta voz de origen oriental es asimilada luego por la tradición griega como parádeisos, y es finalmente como descendiente semiculto del latín (paradisus) que la palabra llega hasta el español.

En el principio, al glosar la edénica hermosura de la mujer del epitalamio, se condensa ya un definido sentido estético en el que se conjuga el encantamiento de algunos jardínes renacentistas y la fascinación que provoca la ficción del rey de empleo muy difundido en la literatura bíblica del Cantar, con la delicadeza del sentir que, en Nombres, fray Luis asigna a la vida campesina. Inmerso en esta ambientación imaginativa el Esposo «alaba la belleza extremada de su Esposa, y declara enteramente así, a bulto (a un tiempo engastando el escriturario desde un nivel estético las llanas pulsaciones del sentir sencillo de las voces habladas) toda su gracia, frescura y perfección>> con «la elocuencia que aprendió en las escuelas del amor». Este es el arte original que empapará con delicadas descripciones la belleza natural de la sulamita bíblica. Pareciendo integrar además algunas de las descripciones de la Edad de Oro de la tradición griega, de los escritos de Horacio acerca del apartamiento, de las caracterizaciones del Elíseo de Virgilio, y de la morada campestre de Venus de Claudiano, con algunas de las alusiones medievales al atrio del amor, al reino natural, y asimilando a su vez de las versiones del paraíso terrenal que dieron los poetas cristianos. Informado a partir de esta variada imaginería, desarrolla el tratamiento del parque que ha desplazado a la mujer, elevando a ambos y enalteciendo con la cuidada espontaneidad de su estilo las fuentes que convergen para cristalizarse en su prosa. La inmanencia de la rústica llaneza del medio natural está encumbrada y transida con vestigios de cristiandad, pero de un modo más solapado, ya que es primordialmente desde Nombres que se descubre cómo, en la prosa del exégeta, la tradición espiritual mística, y profética anagógica del hortus conclusus de fines de la Edad Media, toma mayor alcance y cobra el crecido vuelo de una más notable y abarcadora plenitud vital.

Era consciente fray Luis, un poeta ávido de belleza, que la hermosura es por lo general muy grata a la vista, y que ésta rara vez logra saciarse de ver. Y es por esto tal vez, que en su poesía y en su prosa, se extiende en consideraciones de diversa índole acerca de los distintos modos de experimentar visualmente la belleza. Sus ideas de raigambre bíblica, platónica y neoplatónica, parecen hacer las veces de órganos de percepción que, conceptualmente y en la práctica, apuntan a desentrañar sensualmente la esencia misma de la belleza observada.

En los escritos de fray Luis, los elementos constitutivos fundamentales de la belleza fisica femenina, abarcan los sentidos estático y dinámico. El estático está relacionado con los colores y su combinación, y con las diferentes relaciones de proporción existente entre las distintas partes del cuerpo de la mujer: los ojos, los dientes, el cuello, los senos, el vientre, las piernas, etc. La belleza dinámica se expresa en cambio a través de la gracia manifiesta en el

1 Cfr. Prest, John. The Garden of Eden (New Haven, Yale University Press, 1981): 38.

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movimiento, y es esta gracia la que instaura el lugar de encuentro entre la belleza física y la espiritual. La belleza espiritual es dinamismo en acción y, en muchos pasajes de los comentarios al epitalamio, así como también en la prosa de La Petfecta Casada, en sus sonetos amorosos y odas, y en sus demás traducciones e imitaciones, esta belleza es el reflejo cabal de la exteriorización de las diferentes instancias y actividades del alma: mirar, reír y sonreír, hablar, cantar, etc. Fray Luis selecciona cuidadosamente los adjetivos que esbozan a una mujer que, en su declaración del Cantar, es a un tiempo jardín, huerto, manantial y monte, y podrá también vestirse de luz, de bosque, o incluso, con algunas variantes, de casa y de fuente que da por agua fresca ardiente faego, en las imitaciones de Petrarca.2 Al pormenorizar, acerca de los detalles del blasón femenino e intentar descifrar los emblemas de esta Esposa natural, en su exposición del epitalamio, va a dejar expresado ya de un modo incipiente caracterizaciones que más tarde aflorarán a lo largo de casi toda su obra. En La Petfecta Casada, en algunos de sus sonetos amorosos, en varias de sus odas y en muchas de sus imitaciones de Horacio, de Bembo y de Petrarca, la sulamita bíblica pasará a ser ameno solar y puerto seguro de dulce recogimiento. En Nombres, algunos destellos neoplatónicos de clara y radiante luminosidad se infiltrarán para formar un claro en la frondosa selvatiquez del huerto de La Flecha y transfundir algunas de las peculiaridades femeninas del hortus conclusus a la figura de Cristo. Y en Dios y en Cristo se fusionan y concilian la delicada sensualidad de la sulamita del epitalamio bíblico con la piadosa devoción de la mujer valerosa que, al glosar Proverbios XXXI, surge como trasunto emblemático bienhechor o silueta símbolo de una noble femenil y virginal bondad, guardiana y acogedora con el esposo y en el hogar, que de algún modo asemeja su imagen a la de la protectora Virgen, en la que confía el poeta al anunciar «ya llegué a puerto pues proteges tú mi nave» en Ad Dei Genitricem Mariam Carmen Ex-Voto (Poema exvoto a María madre de Dios).

En 1991, en su artículo «Verdad, armonía y vocación: El sentido de plenitud en La petfecta casada»,3 J. A. Jones destaca la importancia de estas nociones como claves para decifrar adecuadamente el sentido de esta obra. Apoyándose en parte en las observaciones de Colin Thompson acerca de la importancia del término concierto en el contexto todo de la obra del escriturario, Jones remite al lector a la Oda a Salinas en la que fray Luis poetiza los

2 Véase Imitación del PetrarcaXXIV: «[6] a la entrada me hallé de un verde prado, .. .//[22-39] y dentro [de la casa que vio] una dulcísima armonía /sonaba, que me puso en esperanza/de eterna bienandanza./Entré, que no debiera;/ha/lé por paraíso cárcel .fiera./Cercada de frescura,/más clara que el cristal hallé una fuente/en un lugar secreto y deleitoso;/de entre una peña dura/nacía, y murmurando dulcemente/con su correr hacía el campo hermoso./Y o, todo deseoso,/lancéme por beber, ¡ay, triste y ciego!/¡Bebí por agua fresca ardiente fuego!/Y, por mayor dolor, el cristalino/cursó mudo el camino;/que es causa que muriendo/agora viva en sed y en pena ardiendo./ ... » (Los corchetes son míos). Obras Completas Castellanas de Fray Luis de León, Félix García O. S. A. (ed.), Quinta edición, BAC, Madrid, 1991,pp. 794-796. Todas las citas de los textos de fray Luis son por esta edición.

3 Jones, John A. «Verdad, armonía y vocación: El sentido de plenitud en La perfecta casada», Ínsula, Revista de letras y ciencias humanas, Vol. XL VI, Nº 539, Madrid, 1991, pp. 21-23. Véase además «The Sweet Harmony of Luis de León La perfecta casada», Bulletin of Hispanic Studies, Vol. LXII, 1985, pp. 259-269.

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distingos de Boecio entre musica mundana (la armonía de las esferas), musica humana (las estaciones, los elementos, la armonía del cuerpo, del espíritu y del alma) y la musica instrumental is (la música humanamente creada) al tiempo que señala un camino ascencional que arranca en un ejercicio de razonada instrospección en busca del conocimiento de la armonía interior, para lograr luego, por medio de una mirada hacia el exterior, acceder al entendimiento del orden4 que rige todo lo creado. Si en la Oda a Salinas fray Luis expresa su cristianismo por medio de un sincretismo que se vale de conceptos e imágenes paganas de origen platónico-pitagórico, en La peifecta casada, la traducción y glosa del saber bíblico se viste en parte con el humanismo de Erasmo5 y Juan Luis Vives6 al tiempo que presenta la armonía en el matrimonio como fundamento, cifra y espejo de la armonía universal. Como bien han dado en señalar, entre otros, Colin Thompson y Javier San José Lera, en la obra de fray Luis abundan las alusiones al léxico perteneciente al campo semántico de la armonía: «proporción», «orden», «concierto», «ánimo concertado», «buen concierto del alma» ... y a sus opuestos «disonancia», «discordia», «desconcierto», «desatino» ... :

Que si crió [Dios] a todas las [ ... ] cosas con orden, y si las compuso entre sí con admirable armonía, no dejó al hombre sin concierto ni [ ... ] música.7 (Los corchetes son míos).

Y luego a contrario sensu que:

el quebrar la mujer a su marido la fe, es perder las estrellas su luz, y caerse los cielos, y quebrantar sus leyes la naturaleza, y volverse todo en aquella confusión antigua y primera.8

En 1996, Jones,9 retoma su tarea interpretativa y amplía su perspectiva proponiendo una lectura que sobrepuja los valores privilegiados en el texto bíblico que es objeto de estudio. En Proverbios, el buen sentido, la sabiduría y el conocimiento realmente perdurables se originan en Dios y no se subsumen en sapiencia, erudición o intelecto, ni en el descubrimíento de

4 Véase García, Paul. «Orden contra caos en fray Luis de León», Revista Agustiniana de Espiritualidad, Vol. IX, 1968, pp. 201-220.

5 Keefe U galde, Sharon. «Reflections ofErasmian thought in La perfecta casada», Revista de Estudios Hispánicos, Vol. X, Octubre 1976, Nº 3, pp. 345-361.

6 Véase lnstitutio feminae christianae en traducción de Juan Justiniano, Libro llamado instrucción de la mujer christiana, Casa de Bartolomé de Nájera, Zaragoza, 1555. Citado por Javier San José Lera en la enjundiosa introducción a su edición de La perfecta casada, Espasa Calpe, Madrid, 1992, p. 20, nota 31.

7 Exposición del Libro de Job. XXVIII; op. cit., pp. 447-448. 8 La perfecta casada. op. cit., pp. 261-262. 9 Janes, John A. «Imitación y sabiduría en La perfecta casada de Luis de León», en Fray

Luis de León, Historia, humanismo y letras, en Fray Luis de León: historia, humanismo y letras, Victor García de la Concha y Javier San José Lera (Eds.), Ediciones Universidad de Salamanca, 1996, pp. 413-421.

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nuevas verdades, sino que, como se expresa en el capítulo 4, están en la pureza del corazón (4:23-25), la lengua y los ojos, lo que significa, el pensamiento, el habla y el deseo. Este perfeccionamiento reside en el temor de Dios pero no se agota en él. Si bien en Proverbios, este temor es el principio (1 :7, 9: 1 O) y fin (2:5) de toda sabiduría, tal sabiduría implica saber discernir entre bien y mal, y estar dispuesto a ir en pos del bien. Esta sabiduría tiene componentes tanto axiológicos como emotivos e intelectuales. Acaso sea por esta razón que, al principio del libro, se exhorte al hijo no sólo a aprender sabiduría sino a amarla y a desearla (4:6-8). La sabiduría de Proverbios es una aptitud del alma que equivale a integridad moral, el fin último de toda enseñanza bíblica. Es también el más grande desafio, 10 puesto que la integridad moral se reduce a desear el bien y cómo es posible enseñar el deseo? A sabiendas de esta dificultad, al dirigirse a María V arela Osorio, en su introducción a La peifecta casada, fray Luis escribe que

el servir al marido y el gobernar la familia, y la crianza de los hijos y la cuenta que juntamente con esto se debe al temor de Dios y a la guarda y limpieza de la conciencia, todo lo cual pertenece al estado y oficio de la mujer que se casa, [son] obras que cada una por sí pide mucho cuidado, y que todas juntas, sin particular favor del cielo, no se pueden cumplir. 11 (El corchete es mío).

En pos de orientar a la destinataria en su «nuevo estado» por la senda de la virtud, camino que «tiene necesidad de guía y de aviso» y con el fin de evitar «las dificultades y los malos pasos», fray Luis, sin deslindarse totalmente de la misoginia de algunas de las fuentes de las que se nutre, se vale de sus conocimientos filológicos para instruir,

[a] cosas de tan poco ser como es esto que llamamos mujer, [que] nunca ni emprende ni alcanza cosa de valor ni de ser, si no es porque la inclina y despierta a ello y la alienta alguna fuerza de increíble virtud que o el cielo ha puesto en su alma, o algún don de Dios singular [le ha obsequiado ].12 (Los corchetes son míos).

Nótese sin embargo, que como bien apunta el padre Félix García,13 fray Luis no habla solamente en sentido de menoscabo o rebajamiento de la mujer, a pesar de que prima facie lo parezca, sino que más bien habla buscando el contraste entre lo que él entiende que es la mujer por su naturaleza fisica y lo que puede ser por su condición moral en virtud y valor. Y explica que

es argumento evidente que cuanto [la mujer] en la naturaleza es más flaca, tanto en el

10 Fox, Michael V. Proverbs 1-9, A New Translation with Introduction and Commentary, The Anchor Bible, Doubleday, Nueva York, Londres et al, 2000.

11 La perfecta casada, op. cit., p. 243. 12 !bid., p. 257. 13 !bid., p. 257, nota 9.

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valor del ánimo y en su virtud es más aventajada. Y esta misma es la causa también por donde, como lo vemos por la experiencia y

como la historia nos lo enseña en no pocos ejemplos, cuando alguna mujer acierta a señalarse en algo de lo que es de loor, vence en ello a muchos hombres de los que se dan a lo mismo. 14

Es con el fin de despertar y acrecentar este valor y esta virtud que deben ser el emblema del estado de la casada, que fray Luis da cuenta de sus deberes y responsabilidades presentando un modelo ideal y digno de imitación. Éste, más que un estado de perfección inalcanzable es una condición asequible a través del buen obrar. La mujer es inferior al hombre por la debilidad inherente a su propia naturaleza dice fray Luis. Esta debilidad se manifiesta, según el autor, en la ligereza, la inconstancia y la inconsistencia de sus oscilaciones de carácter. Sin sustraerse por completo del tópico asentado en Eclesiástico 26:8 y subsiguientes-mujer «origen del pecado», «insubstancialidad», «ser deleznable»--glosa su debilidad moral como corolario de su fragilidad física: «De ánimo flaco» y propensa al «regalo» está más inclinada al mal que el hombre, dice. Y escribe:

pusilánimes [ ... ] de su cosecha y poco inclinadas a las cosas que son de valor [ ... ] pierden el ánimo más y decáenseles las alas del corazón, y no pueden poner ni las manos ni el pensamiento en cosa que buena sea, de donde vienen a cobrar siniestros vilísimos. 15

Expone en detalle los que juzga ser defectos y vicios de la mujer: el melindre, el capricho, la coquetería, la vanidad y la soberbia de quien, a merced de sus «antojos», «gusta de parecer bien y de ser vista». Con una superioridad a veces irónica, propia de un distanciamiento y un perspectivismo respecto de las acciones y defectos humanos, no sin algo de mordacidad y valiéndose de la hipérbole y de una intención en ocasiones satírica16 se vuelca en pos de una representación enumerativa de la casuística de ciertas tipologías femeninas: Las mujeres delicadas en exceso

que la seda les es áspera, y la rosa dura, y les quebranta el tenerse en los pies, y del ayre que suena se desmayan, y el decir la palabra entera les cansa, y aun hasta lo que dicen lo abortan, y no las ha de mirar el sol, y todas ellas son un melindre y lijo y un asco. 17

Las que tienen mal carácter como aquella

mujer que cuando comia reñía, y cuando venía la noche reñía también, y el sol cuando

14 !bid., p. 257. 15 !bid., p. 272. 16 Véase Rodríguez Cacho, Lina. Pecados sociales y literatura satírica, Universidad

Autónoma de Madrid, 1989, p. 11. 17 La perfecta casada, op. cit., p. 291.

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nascía la hallaba riñendo, y esto hacía el disancto y el día santo, y la semana y el mes, y por todo el año no era otro su oficio sino reñir.18

Y las que son perezosas que

en poniendo los pies en el suelo, o antes que los pongan, estando en la cama, negocian luego con el almuerzo, como si hubiesen pasado cavando la noche. [ ... ] se asientan con su espejo a la obra de su pintura, y se están en ella enclavadas tres o cuatro horas, y es pasado el mediodía, y viene a comer el marido, y no hay cosa puesta en concierto. 19

La intención moralizante está siempre presente y coexiste con matices de una visión satírica dándole cierta flexibilidad al género20 del comentario de las Sagradas Letras que en este caso se inicia con la traducción y se centra en la «declaracióm> del sentido moral del poema bíblico. La caracterización negativa de la mujer, a pesar de ser recurrente en el pensamiento de fray Luis, y encontrar sustento formal y material en un conglomerado de fuentes diversas es más bien un producto que viene de la tradición antifeminista medieval21 y no abarca la totalidad de los acercamientos de fray Luis al tema, a tal punto que La perfecta casada ha sido aclamada por la crítica como «una de las más nobles defensas de la mujer en la España del siglo XVl».22 La mujer, en textos en defensa de las virtudes femeninas23 de ilustres mujeres,24

y en La perfecta casada en particular, cobra una dignidad que está basada, dadas las limitaciones socio-culturales en las que se inscribe, en cumplir con una misión preestablecida por Dios y naturaleza dentro de su entorno familiar y social y en acceder a una perfecta formación cristiana. Según fray Luis, esta perfección consiste en ser ella dueña de una serie

18 !bid., p. 336. 19 Ibídem., p. 338. 20 Schwartz, Lía. «Golden Age Satire: Transformations ofGeme,» Modern Language Notes,

105, 1990,pp.260-282. 21 De Eurípides al Ars Amandi de Ovidio y poetas satíricos como Juvenal, se citan, entre

otros el Arcipreste de Talavera de Alfonso Martínez de Toledo, las Coplas de maldezir de mujeres, de Torrellas, las Coplas en vituperio de las malas hembras, de fray Íñigo de Mendoza, o la Doctrina de reprensión de algunas mujeres, de fray Ambrosio Montesinos. Véase el estudio de María Luisa Lobato, «El ideal de la mujer en los escritores doctrinales agustinos de los siglos XV y XVI», Revista Agustiniana, Vol. XXIX ( 1988), pp. 725-736.

22 McKendrick, Melveena. Woman and Society in the Spanish Drama ofthe Golden Age: A Study of the «mujer varonil» Cambridge University Press, Londres, 1974, p. 10.

23 Estas son sólo algunas de las fuentes más citadas. La influencia italiana más marcada suele atribuirse al De claris mulieribus de Boccaccio o al De laudibus mulierum de Bartolomeo Goggio. En España, en el siglo XV: Suero de Rivera, Coplas en defensión de las mugeres; fray Francisco Ximénez, Libro de las donas; Álvaro de Luna, Libro de las claras e virtuosas mugeres; Diego de Valera, Tratado en defensa de las virtuosas mugeres; Juan Rodríguez de Padrón, Triunfo de las donas. Véase Jacob Omstein, «La misoginia y el profeminismo en la literatura castellana», Revista de Filología Hispánica, Vol. III (1941), pp. 219-232.

24 Se cita, en el siglo XVI, el manual de educación dirigido a quien luego sería la reina Isabel de Castilla, Jardín de nobles doncellas, de fray Martín Alonso de Córdoba.

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de cualidades y habilidades que él traduce y glosa en los capítulos que «declara». Debe ser hacendosa y aprovechada, casera, trabajadora, piadosa, limosnera, bien aseada, dulce y discreta. Y no mitiga halagos y encomios al discurrir acerca de estos atributos:

así una buena mujer no es una mujer, sino un montón de riquezas [ ... ]juntamente arreo en la alegría y socorro en la necesidad, [ ... ] el marido la ha de querer más que a sus ojos, y la ha de traer sobre su cabeza; y el mejor lugar del corazón de él ha de ser suyo, o por mejor decir todo su corazón y su alma; y ha de entender que en tenerla, tiene un tesoro general para todas las diferencias de tiempos, y que es varilla de virtud, que en toda sazón y coyuntura responderá con su gusto y le henchirá su deseo; y que en la alegría tiene en ella compañía dulce, con quien acrecentará su gozo comunicándolo, y en la tristeza amoroso consuelo, y en las dudas consejo fiel, y en los trabajos regalo, y en las faltas socorro, y medicina en las enfermedades, acrecentamiento para su hacienda, guarda de su casa, maestra de sus hijos, provisora de sus excesos, y, finalmente, en las veras y burlas, y por el proceso de toda la vida, dulce amor y paz y descanso.25

Esta concepción de la perfección de la mujer valerosa en La peifecta casada se construye en parte sobre la plurisemia de la palabra hebrea hail que fray Luis glosa como

virtud de ánimo y fortaleza de corazón; industria y riquezas, y poder y aventajamiento, y finalmente, un ser perfecto y cabal ... 26

Y luego, evocando algunas de las caracterizaciones que emplea al referirse a la poesía y a la prosa de Santa Teresa de Jesús, agrega:

el Espíritu Santo a la buena mujer la llama mujer de valor [ ... ] , y pudiéramos decir mujer varonil, como Sócrates,27 cerca de Jenofón, llama a las casadas perfectas ... 28

Basta remitirse a su obra temprana, a sus cinco sonetos amorosos, y a algunas de sus imitaciones de Bembo y Petrarca para notar cómo la heterogeneidad de las fuentes que emergen en su comentario a los Proverbios adoptan una vestidura un tanto ecléctica aunque sin alejarse totalmente del espíritu del texto bíblico. Si en los sonetos de juventud, por ejemplo, puede rastrearse la influencia italianizante, la presencia del Evangelio e incluso matices de la tradición de fin' amor francesa de tinte anti-cristiano, las caracterizaciones de la mujer en La peifecta casada integran además la noción de arete griega en el sentido de acción y aptitud en el desempeño de una función, vocación o fin, la pertinencia de la tríada platónica donde se subsumen verdad, bien y belleza, e incluso eficiencia y utilidad,29 la

25 La perfecta casada, op. cit., p. 258-259. 26 Ibídem., p. 256. 27 Memorabil. sive de Administratione domestica 1.5. 28 La perfecta casada, op. cit., p. 256. 29 Véase el informativo artículo de Dominique Reyre, «La mujer fuerte de la Biblia como

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armonía presente en la visión ptolomeica del universo renacentista y el cristocentrismo de corte agustiniano que vive en la pluma de fray Luis.

En sus glosas al libro de los Proverbios, censura los afeites puesto que atentan contra la integridad del ser y ofenden al Creador en un fallido intento por enmendar su obra y encubrir la verdad. Explica que

allí comienzan a mostrárseles otras de lo que son [ ... y ... ] sabida cosa es que lo que hace Dios, o feo o hermoso, es a fin de nuestro bien o salud ... 30

Nada valen los artificios de la cosmética y al menosprecio de la belleza del cuerpo como bien perentorio y la valoración de la belleza interior, la devoción y la piedad ya recalcadas en Proverbios 31 :30, fray Luis agrega, sin embargo, que:

la hermosura no consiste tanto en el escogido color, cuanto en que las facciones sean bien figuradas, cada una por sí y todas entre sí mismas proporcionadas.31

Y de esta concepción de la belleza como gracia preestablecida por el orden natural y divino, fray Luis pasa por analogía a la belleza y plenitud de la vida vivida en acuerdo vocacional con el orden y concierto que subyacen a todo lo creado:

como en el rostro la hermosura de él consiste en que se respondan entre sí las facciones, así la hermosura de la vida no es otra cosa sino el obrar cada uno conforme a lo que su naturaleza y oficio le pide. 32

Respondiendo a esta «declaración», como fiel traductor e intérprete, fray Luis glosa visiones disímiles de la mujer que se ajustan a muchas de las diferencias puestas de relieve por los textos bíblicos que traduce e interpreta. Si en Proverbios se enseña el camino de Dios por medio de aleccionantes consejos de sabiduría y comportamiento y en el Cantar se celebran subversivamente33 las fórmulas nupciales34 del amor carnal, en la Exposición del Cantar de los Cantares fray Luis sobrepuja una visión erótica de la mujer que explora la estética de su femineidad a partir de un análisis de la experiencia amatoria femenina y en La perfecta casada retrata una mujer fuerte y devota, y noble y talentosa en extremo, modelo ideal de la esposa cristiana y dueña del decálogo de virtudes privilegiado en el texto hebreo.

modelo de la casada noble según fray Luis de León», Actas del coloquio sobre modelos de vida, Casa de Velázquez, I. «La nobleza», Criticón, Universidad de Toulouse-Le Mirail (en prensa).

30 La perfecta casada, op. cit., p. 308. 31 !bid., p. 305. 32 !bid., p. 334. 33 LaCocque, André. «La sulamita», LaCocque, André./Ricoeur, Paul. Pensar la Biblia.

Estudios exegéticos y hermenéuticos, Herder, Barcelona, 2001, pp. 245-273. 34 Ricoeur, Paul. «La metáfora nupcial» en Pensar la Biblia. Estudios exegéticos y

hermenéuticos, Herder, Barcelona, 2001, pp. 275-311.

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