Visigodo, Hispanomusulman y Mozarabe

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  • Lo pre-musulmn (visigodo), lo hispano-musulmny lo mozrabe en el arte 1

    En memoria de Don Leopoldo Torres Balbs

    Aqu seguiremos en lo posible, la misma pauta que en el bosquejo histricoque antecede, empezando, pues, con el llamado arte visigodo. Las consideracio-nes ya desarrolladas nos permitirn abreviar la tarea, con excepcin de lo con-cerniente al arte mozrabe, que debe ir precedido de un anlisis crtico del con-cepto de mozarabismo recientemente expuesto por el Sr. Maravall 2.

    Existe un arte visigodo?Adelantaremos que no creemos en la existenciade un estilo autnticamente o visigodo. Con las excepciones de los Sres. Pijony Terrasse y ste en un plano sereno y moderado, nadie parece creer enl. El primero de dichos autores es, sin duda, el nico campen de un estilonrdico procedente de los vikingos (Summa Artis, t. VIII, passim), bajo elque sentimos latir constantemente el terrible culto de Odn. Y este arte visigo-do, germnico est para l tan arraigado, que lo vemos resurgir o, mejor dicho,prolongarse, sin solucin de continuidad, bajo las formas del arte asturiano ymozrabe (arte neovisigodo asturiano, renacimiento visigodo entre los mo-zrabes), hasta el ao 1000. Pero ya hace tiempo que los mejores especialistasdeniegan el carcter germnico del arte de las migraciones (G. Dehio, citadopor Spengler, vol. III de la trad. espaola, pg. 128), a excepcin del supervi-kingo Strzjgowski. En realidad, tan slo tenemos un estudio serio de dicho artepor Helmut Schlunk (Ars Hispaniae, II, 1947), una excelente sntesis deDon Pedro Palol (III Settimana de Spoleto, 1955 (1956) y unas pertinentes ob-servaciones de Torres Balbs (1960). Este arte dice Schlunk no tiene nadade germnico, sino que es de puro abolengo hispano-romano (op. cit., pgina228); el origen de la llamada escultura visigoda ha de buscarse... en el sur deEspaa, en la Btica y la Lusitania, es decir, en las regiones entonces msromanizadas... Los modelos inmediatos procedieron principalmente del arteromano provincial (Boletn del Instituto alemn de cultura, Enero-Junio1944, pgs. 17 y 28, y Archivo espaol de Arqueologa, 1945, pg. 180, nota).De idntico parecer es el Sr. Torres Balbs : Los elementos arquitectnicos,capiteles, pilastras y relieves conservados en la capital Toledo, as como enMrida y Crdoba... son de un arte torpe y brbaro, no ms perfecto que el de

    1 Segunda parte del estudio "Lo premusulmn, lo hispano musulmn y lo mozrabe enla historia y en el arte". (Esta segunda parte es, exactamente, la "Memoria" presentada a laR. Academia de la Historia (diciembre de 1961), como resultado de la beca con que noshonr, para trabajar en Pars bajo la direccin del eminente hispanista Monsieur GeorgesGaillard, profesor de Historia del Arte en la Universidad de Lille y actualmente de Artemedieval en la Sorbona. Conste aqu nuestro agradecimiento a la Academia y al ilustremaestro.)

    2 Mi leal y corts disentimiento, en ciertos aspectos, de ilustres historiadores del arteno implica desestima de su valiosa labor. Valga el ejemplo de Terrasse, en cuyo gran libro"L'art hispano-mauresque" (1932), nico sobre la materia durante largos aos, hemos apren-dido muchos espaoles.

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    los templos rurales... A juzgar por esas pequeas iglesias campesinas, y por losrestos aludidos, la aportacin artstica de los pueblos brbaros invasores de laEspaa romanizada fu de escasa importancia. En el llamado arte visigodo sereconocen, sobre todo, tradiciones romanas ms o menos bastardeadas y apor-taciones espordicas del Oriente cristiano. Sus formas estn emparentadas conlas del arte cristiano y bizantino del norte de Africa; ... gran parte del artellamado visigodo alcanza un rea de extensin mayor que la peninsular y nadao casi nada debe a los pueblos invasores brbaros (Historia de Espaa deM. Pidal, vol. V, 1957, pgs. 333 y 397). Lo mismo haba dicho, casi simult-neamente, Palol en Spoleto, insistiendo sobre el romanismo del arte visigodo(III Settimana, pgs. 70 71, 91, 124-25, 126), con la sola excepcin de los bro-ches de cinturn (id. p. 117). Palol habla tambin del cancel citado siemprecomo visigodo, y a nuestro parecer mozrabe, aprovechado en la iglesia deSanta Cristina de Lena, en Asturias (p. 100). (No ser quizs visigoda sola-mente la estrecha franja central?). El mismo arco de herradura haba sido yaempleado por los romanos en las estelas septentrionales : Camn cuenta cator-ce, algunas del siglo II; vase tambin el relieve romano de San Marcos deSevilla (Historia de Espaa, op. y vol. cit., fig. 168). Es, pues, sencillamenteeste arte la postrera fase del romano en nuestro pas. Como lo ha dicho demodo insuperable y preciso el Sr. Dez del Corral, en su intervencin en elColoquio de que luego hablamos el arte visigtico podra... verse no comoarte independiente, sino como una especie de prolongacin del ltimo perododel arte romano. Ocurre lo que ya hemos visto respecto del conjunto de lacultura visigoda 3 (v. Cruz Hernndez, 1.a parte), viviendo a expensas del lega-do romano ya cristianizado y sin unidad ni vigor, como la propia monarqua.En una palabra: un tpico caso de alejandrinismo (v. Valdeavellano, 1.a par-te). Aadamos que esta concordancia no es efecto de ningn determinismohistrico, pues unas veces el arte va de par, espiritual y cronolgicamente, conlas dems manifestaciones culturales y otras no, segn veremos al final denuestro estudio.

    En un Coloquio, celebrado el 14 de Marzo de 1960, en la Casa deVelzquez, sobre el tema Tradition et innovation dans l'art du haut moyeny sagazmente dirigido por Monsieur Gaillard, el Sr. Torres Balbs hizo deci-sivas observaciones sobre el problema que nos ocupa. Terrase y Gaillard habandefinido excelentemente el concepto de estilo, que podemos caracterizar,segn este ltimo, por el acuerdo entre construccin y decoracin. Torres Bal-bs, creemos que por vez primera, niega rotundamente la existencia de unestilo visigodo en Espaa. Se pviede hablar sin duda de tentativas aisladas,de ensayos espordicos con elementos dispares o mezclados (composites),pero no de un verdadero estilo. En suma, no se ve esa adecuacin o concierto,esa unidad constructivo-decorativa. Terrasse cree, por su parte, en la existen-cia de ese estilo, y, entre sus caracteres, seala, p. ej., los edificios cruciformes,pero ya Torres Balbs haba sealado (Historia del Arte, Labor, VI, pg. 156)la existencia de mltiples grupos de planta no slo basilical y cruciforme, sinode otras variadas disposiciones y recuerda la opinin de Gmez-Moreno : la

    3 Camn dice radicalmente: "esta cultura que con tan falsa designacin se llama visi-goda, pues era realmente la de los hispano-romanos bajo el dominio poltico de los invaso-res" ("ABC", 14 Octubre 1953). Ver S. de los Santos Gener ("Boletn de la R. Academia deCrdoba", n. 78, Julio-Diciembre 1958, pg. 150).

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    arquitectura goda, en cuanto podemos conocerla, march sin rumbo fijo y esnatural, puesto que desconcertada se nos ofrece tambin la sociedad a queserva (Iglesias mozrabes, pg. XVIII). Por eso creemos exagerado sostenerque las iglesias rurales de la segunda mitad del siglo VII forman una familiabastante homognea, que nos parecera ms bien, y perdnesenos la expresinen gracia a lo grfico de ella, bastante mal avenida, por la disparidad desoluciones arquitectnicas.

    Otro tanto diramos de la escultura : ya Lamprez seal en San Pedrode la Nave (si es del perodo visigodo : v. Torres Balbs, op. cit., p. 160) dosestilos decorativos bastante disparejos (Pijon, Summa Artis, VIII, figs. 527y 529-32, en contraste con las 523-26 y 528). Por otra parte, como dijo TorresBalbs, en el citado Coloquio, habra que definir con mayor rigor lo quese entiende por capitel visigodo, pues le parece evidente que se clasificanfrecuentemente como tales (p. ej. en la Mezquita de Crdoba o en Toledo)capiteles hechos en realidad durante la ocupacin musulmana. No menosincertidumbre existe en los primeros tiempos del reino visigodo, cuando sucapital era Toulouse y en las reservas del Museo Saint-Raymond existen unoscapiteles, de procedencia desconocida, que Lambert considera como tales (Ar-te Espaol, 1954, nota 1 de la pg. 56) (figs. 1-3) y que hasta aqu han sidoestimados como obras de la decadencia romana. Lo mismo que con el artevisigodo ocurre con el pretendido arte longobardo (R. Salvini, Wiligelmo ele origini della scultura romnica, 1956, pg. 11).

    Arte musulmn de Occidente.Ya, en la primera parte, hemos recalcadoque existe un verdadero Islam de Occidente, como entidad autnoma decarcter histrico-cultural. Ello se ve ms patente en el terreno artstico yhoy es ya patrimonio comn hablar de un arte del Islam occidental, desdeTerrasse (ltimamente, Islam d'Espagne, 1958, pg. 86, final) y Maris (va-se el ttulo significativo del libro de este ltimo autor, L'architecture musul-mane d'Occident, 1954, refundicin de su Manuel d'art musulman). Ennuestro ya citado trabajo (Arte Espaol, 1953: Arte musulmn de Occi-dente y de Oriente, pgs. 172-75) hemos recogido suficientemente estas opi-niones y reaccionado contra aquellos tratadistas del romnico que pretendendiferenciarlo del musulmn, caracterizando ste como atectnica y antiplstico,profusamente barroco e inorgnico, con tcnica de sculpture-broderie, cala-da, y repetidor indefinido del mismo motivo, en simetra rgida, frente a lalibre concepcin del decorador y escultor romnico que vara los motivos ylos organiza en simetra flexible. Anlisis esterilizador y monotona (artemusulmn) frente a variedad fecunda (romnico) decamos resumiendo dichaconcepcin, que seguimos considerando errnea y originada por indebida ex-tensin a todo el arte musulmn de los que son caracteres privativos del deOriente 4. All dbamos abundantes ejemplos de variedad en las composicionesdel arte hispano-musulmn (p. 174-75) y slo hemos de aadir la autorizadaopinin del Sr. Torres Balbs, en su magnfico estudio sobre el Arte califal(Historia de Espaa de M. Pidal, V. pgs. 509, 692 y 743, cimborrios de laMezquita de Crdoba, flora del saln de Abd al-Rahman III en Madinat al-Zahra y fauna de los marfiles). Tambin hacamos notar, siguiendo a Terrasse,

    4 Una sntesis excelente y clara de este modo de pensar puede verse en la recensinque hizo mi ilustre amigoj y gran hispanista, Monsieur Gaillard ("Bibliothque de l'Ecoledes Chartes", 1956, pgs. 310-11).

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    la diferencia entre la escultura decorativa de al-Zahra, distribuida en tablerosde dimensiones restringidas y limitados por su marco, y la de los frisos inde-finidos del arte abbas. Los capiteles, en fin, tanto algunos de Abd al- Ramn II,p. ej. las dos parejas a la entrada del actual mihrab (Arte Espaol, 1953,p. 183), como los califales esbozados, tienen un sabor clsico innegable por laredondez del modelado: aqullos, con otros tambin del perodo del mismoemir, han podido ser considerados, hasta no hace muchos aos, como romanos(Byne, Thouvenot, etc. : Torres Balbs, op. cit., pgs. 401-402). Pero, a dife-rencia de stos y ni que decir tiene, de los orientales poseen un acusadovalor tectnico: tambin aqu resumiremos lo dicho en nuestro primer trabajo(pgs. 179-82), referido principalmente a los califales esbozados o de pencas.Mientras que en el capitel corintio romano la canastilla o cesta era un cuerpoperfecto de revolucin de forma cnica y las volutas pequeas y superpuestasa aqulla, como mero adorno, en el hispano-musulmn dicha canastilla constade una parte inferior cilindrica o ligeramente tronco-cnica, integrada por lasdos filas de acantos y de otra superior que se acusa en los ngulos, formandoel armazn de las volutas, las cuales llegan a tener el doble de dimetro queen el romano y subrayan la funcin sustentante o arquitectnica del capitel. Porsu parte, las hojas de acanto, que en el capitel romano slo se adheran a lacanastilla en la parte inferior y caan hacia delante, en el musulmn se adhierenen toda su altura con excepcin de su extremidad superior, proporcionandoal capitel vigor y consistencia, frente a la frgil elegancia de la canastilla cl-sica. El baco romano es moldurado y la curva de sus lados poco pronunciada,mientras que el califal es de seccin vertical y la curva penetra profundamenteen el cuerpo del capitel, haciendo resaltar el lado central de cada cara en lamisma lnea que los ngulos de las volutas. En fin, en lo tocante a las pro-porciones, en tanto que el capitel romano es generalmente apaisado, el hispano-musulmn, al aumentar su altura, acenta la verticalidad. Todos estos carac-teres, decamos, pueden resumirse en el sentido estructural y plstico, o seamonumental, de nuestros capiteles califales. (Incluso los tallados o de avispero,como dice textualmente Gaillard, guardan su carcter monumental graciasal armazn de la canastilla, conservado intacto bajo el ornamento.)

    Una prueba ms decisiva de la diferencia entre ambas artes musulmanasde Oriente y de Occidente, nos la presenta la distinta organizacin construc-tiva de los tipos de Mezquita. Lambert ha estudiado el problema de maneraprecisa (Les mosques de type andalou en Espagne et dans l'Afrique duNord. Al-Andalus, 1949 y recogida en Etudes mdivales, III, 1957).Mientras que en Oriente la inmensa mayora de ellas adoptan el tipo de navesdispuestas en sentido transversal o sea en el de la anchura, eminentementerepresentado por la Mezquita de Damasco (706), en Occidente predomina elde naves dispuestas en el sentido de la profundidad, es decir el tipo basilical.{No es cometido nuestro ocuparnos aqu del difcil problema de los orgenesde esta ltima disposicin, ni, en general, de las influencias de la baslica delarte cristiano primitivo o de la sinagoga (Dura-Europos) en los orgenes dela mezquita 5). No es que dicho tipo falte absolutamente en Oriente, pues la

    3 Vanse los excelentes estudios del mismo autor: "Studia Islmica", VI, 1956; "Sem-tica", III, 1950, recogidos en "Etudes mdivales", I, 1956 y recensin de Torres Balbs,"Al-Andalus", 1952, "Origen de las disposiciones arquitectnicas de las Mezquitas". Tam-bin G. Maris, "L'Eglise et la Mosquee", "L'Islam et l'Occident", n. de "Cahiers du

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    Mezquita al-Aqsa de Jerusaln es coetnea y se pueden citar otras en elmismo siglo y en el siguiente, segn parece, dos abbases, entre ellas la deSamarra (T. Balbs, V, pgs. 362-63), pero constituyen all la excepcin. EnOccidente, por el contrario, podemos distinguir dos sectores : el propiamentehispano-musulmn, exclusivamente basilical, sin ningn ejemplo oriental, a tra-vs de su larga historia, por lo que Lambert le denomina justificadamentetipo andaluz, y el de Africa del Norte, en el que simplemente predomina.

    Enumeraremos otros importantes caracteres diferenciales y no es ociosoadvertir que se refieren, no al arte hispano-musulmn en bloque, sino espe-cialmente hasta la cada del Califato (1031), sobre todo al siglo X (Mezquitade Crdoba y Madinat al-Zahra) y tambin a algn otro perodo posteriorcomo el almohade; pero evidentemente no a los perodos de Taifas (Aljafera)n'nasr (Alhambra). Importa mucho subrayarlo para evitar equvocos (vuelvo aremitir a mi citado trabajo, pgs. 172-73). Los materiales no son aqu ftilesy deleznables, sino esencialmente mrmol y piedra. Nadie lo ha visto mejorque Torres Balbs: Mrmol y piedra se emplearon en la decoracin de losAlczares omeyas y abbases de Oriente, pero limitados ambos materiales alugares destacados y siempre excepcionalmente... Resalta, pues, la riqueza delmaterial empleado para el adorno de las construcciones de la ciudad de lasierra cordobesa Al-Andalus, 1955, p. 434 y Arte califal : Historia deEspaa M. Pidal, V, pgs. 334-35, 369 y 689-91 : Madinat al-Zahra, Mezquitade Crdoba y restos de los alrededores de la capital musulmana. Los macizoscontrafuertes del exterior de la Mezquita, motivo nacido en el Oriente en pasesde ladrillo, son aqu traducidos en piedra (Terrasse, L'art hispano-mauresque,p. 61). En fin, los arcos lobulares de la misma, a diferencia de los del Iraq,son tambin de piedra. En al-Zahra, segn hacen constar R. Castejn y TorresBalbs, tan solo se emple el yeso para reparar decoraciones en piedra (Mar-cis, L'architecture musulmane d'Occident, p. 228); los fragmentos de calizatallada de los alrededores de Crdoba, hallados fuera ya del recinto urbano,prueban la extensin de su empleo, no limitado a las construcciones regias.En cuanto al perodo almohade, nos dice Garca Gmez, en la Giralda... lagracia se derrama sobre la fortaleza y se ensanchan, en el dcor large, lasmallas de un clculo decorativo (vase tambin Poesa arbigo-andaluza,1952, pgs. 83-84). (Incluso en Oriente hay que distinguir pocas y pases:los monumentos de la poca omeya estaban casi todos hechos de piedra... Seha dicho y repetido sin tener en cuenta los innumerables monumentos mu-sulmanes de piedra del Prximo Oriente que el Islam haba construido casinicamente edificios de ladrillo, madera y yeso (Terrasse, op. cit., pgs. 30y 15). Vase, p. ej. en Egipto).

    Es tambin notable el sentido constructivo de este arte. No pudiendoextendernos, basta para nuestro objeto citar algunas de las estructuras msimportantes. Son stas : la superposicin de arcadas, existente ya en la primi-tiva Mezquita de Crdoba (anlisis y comparacin con la antiesttica solucinde las tirantas de madera de las otras mezquitas de columnas en 7. Balbs,t. V, de M. Pidal, pgs. 346-47); el entrecruzamiento de aqullas: El arqui-tecto que en la segunda mitad del siglo VIII discurri la originalsima estruc-tura de las arqueras superpuestas... tuvo digno sucesor en el que doscientos

    Sud", 1947 o en "Articles et confrences", "Mlanges d'histoire et d'archologie de l'Occi-dent musulman", I, 1967; Fikry, "XVI Congrs d'Histoire de l'Art, Lisbonne; vol. II, 1950.

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    aos ms tarde, basndose en dicha estructura, desarroll el tema y, compli-cando la forma de los arcos y entrecruzndolos, elev sobre tan dbiles apoyospesadas linternas coronadas por cpulas de piedra con sabia tcnica de cons-tructor y fina sensibilidad de artista (d., pgs. 495-96 y la cita de lapg. 505). En fin, las cuatro cpulas de los cimborrios especialmente la de lacapilla de Villaviciosa: Lambert, (Etudes mdivales III, p. 35). Las cpu-las cordobesas no son ms que la ingeniosa extensin del sistema de entrecru-zamiento de arcos, admirablemente resuelto en superficies planas verticales,a un espacio de tres dimensiones. Precedieron las (cpulas) espaolas enms de un siglo a las bvedas de ogivas o crucera del arte gtico; supuestasdiferencias entre unas y otras en cuanto a su comportamiento mecnico y con-centracin de empujes son notoriamente errneas. Lo que la teora clsicadel siglo XIX afirmaba de los finos arcos ogivos, es decir, su utilidad para elrefuerzo de la bveda, cuyos plementos, decan, sustentaban, lo cumplen conmayor eficacia los fuertes arcos de las cpulas hispano-musulmanas (T. Bal-bs, op. cit., pgs. 518 y 528) '. El valor constructivo de estas cpulas negadopor Terrasse (la construccin de la de la capilla de Villaviciosa decepciona :L'art hispano-mauresque, pg. 140-41 7 y ltimamente Islam d'Espagne,pg. 169), al que replica Fikry: Les coupoles de Cordoue sont l'oeuvre d'ar-chitectes doubls de dcorateurs (L'art roman du Puy et les influences isla-miques, p. 115) haba sido defendido primeramente por Gmez-Moreno ypor Lambert, quin, desde 1925, ha subrayado la forma arquitectural relati-vamente sencilla y robusta que hemos visto surgir en Crdoba, que tenaen su origen una verdadera intencin constructiva (Etudes mdivales III,pgs. 44 y 212) y hecho notar la diferencia con las puramente decorativas delCristo de la Luz. Es curioso observar que, mientras Mle, al final de su estudiode 1923, limitando el alcance de las influencias musulmanas a la decoracin,deca que los rabes no tenan gran cosa que ensear a los arquitectos fran-ceses del siglo XII, ya tan sabios, slo dos aos despus Lambert sostena,por su parte: hay sin embargo un punto en el cual los arquitectos musul-manes de Espaa eran, sobre todo en la teora, infinitamente ms sabios quelos arquitectos franceses al comienzo de la poca romnica, y en posesin deuna mucho ms grande riqueza de formas: la construccin de cpulas (id.,p. 180); aqu se ve, aparte de la superior informacin de Lambert, la dife-rencia de enfoque entre dos generaciones.

    Pero, adems, los musulmanes espaoles conocieron mltiples formas debvedas. Anteriormente a las cuatro cpulas mencionadas, en el actual alminarde la Mezquita (Abd al-Rahman III) cada tramo cuadrado de las dos rampasde escalera tena su propia bveda, de las que se ha conservado intacta una(Historia de Espaa cit., pgs. 467-68 y fig. 264), de medio can prolon-gado en herradura y cortada transversalmente en su lnea media por un arcotambin de herradura. Segn Lambert, los constructores cordobeses de lapoca omeya aplicaban la nervadura y el arco diafragma, no solamente bajo

    6 Ya lo haba afirmado anteriormente el autor en "Bvedas romanas de arcos de re-salto" ("Archivo espaol de Arqueologa", 1946, final del artculo). No se encontrar exce-siva la abundancia de citas, porque lo que yo dijera, para simplificar, no tendra la autori-dad de quien fue tan excelente conocedor de ambas arquitecturas.

    7 Vase tambin su comunicacin, "Classicisme et dcadence dans les arts de l'Islam",al Symposium de Burdeos ("Classicisme et dclin culturel dans l'histoire de l'Islam",1957, p. 75).

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    cpulas y bajo bvedas en rincn de claustro, sino tambin bajo bvedas dearistas... pues encontramos nervaduras as entrecruzadas en otras bvedas mu-sulmanas posteriores apenas de medio siglo (Les origines de la croised'ogives, en Etudes mdivales, III, p. 211; vanse los dems estudios dela seccin Rayonnement de l'art hispano-mauresque relacionados con esteproblema y especialmente las pgs. 180-81, donde se analiza la extraordinariavariedad de cpulas). Lo que s es cierto es que las bvedas hispano-musul-manas han ido perdiendo progresivamente su sentido constructivo vase yaen el Cristo de la Luz, al igual que los otros elementos de la arquitectura,y este arte se convierte, ahora s, en esencialmente decorativo (Terrasse, Islamd'Espagne, p. 87), a la vez que el arte mozrabe intensifica aquella primitivay constructiva estructura, como en su lugar veremos.

    Expuestos estos caracteres esenciales del arte musulmn de Occidente, quenos parecen arrastrar la conviccin ya sealada, quedamos en franqua parano aceptar aquellas teoras que extienden a aquel ciertos rasgos primitivosorientales. As Castro cita en su apoyo la opinin del profesor de MagunciaH. G. Franz, La evolucin estilstica en el al-Andalus y en el Norte de fricamuestra, en general, cierto paralelismo con la de tocio el mundo islmico(Die hemalige Moschee in Crdoba, 1958: Castro, Origen, ser y existir delos espaoles, p. 27, nota 2. Vase G. Moreno, Ars Hispaniae, III, final dela p. 14). Nuestro eminente profesor don Jos Camn ha trazado, con su pro-digioso verbo, una perfecta caracterizacin general de este arte (El tiempoen el arte musulmn, apud El tiempo en el arte, 1958), que hemos tenidoel honor de resumir (Revista de Ideas Estticas, 1958, pgs. 136-37) y decuya recensin se nos permitir recoger breves expresiones: A diferencia delarte occidental, el musulmn carece de sentido tectnico... en el dominioplstico todo es... repeticin rtmica, obsesionante y puramente decorativa,llegando, para conseguir la primaca de lo efmero, hasta el falseamiento dela funcin portante : arcos calados, lobulados, bvedas colgantes, estructurasmontadas al aire. La nulificacin de las criaturas ante la potestad divina exigeevitar todo intento de perennidad, todo programa de permanencia : los ma-teriales son ftiles, la piedra es una blasfemia. Arte annimo... arte sintiempo histrico, sin evolucin propiamente dicha... y progresiva conversinde los temas estructurales en labores decorativas. No se podra hacer radio-grafa ms exacta del arte musulmn de Oriente, bien que slo en ciertos sec-tores de sus producciones 8, y, concedemos tambin, del de Occidente en losmomentos arriba sealados (arte de taifas y nasr sobre todo); incluso la lti-ma frase copiada de nuestro resumen progresiva conversin de lo estructuraly constructivo en decorativo, la acabamos de profesar como propia lneams arriba. Ms tenemos que, en su concepcin, se apliquen tambin al arteoccidental del Califato. La piedra es una blasfemia es sorprendentementeexacto para el canto de cisne del arte hispano-musulmn, la Alhambra, en laque como ha dicho Garca Gmez de la poesa (Ibn Zamrak), con suenorme sentido decorativo, deba morir as, sobre los muros, pero no, porlas razones expuestas, para las etapas que sintetiza eminentemente la Gran

    8 Pensndolo bien, restringiramos an dichos caracteres al sector de cepa puramenterabe, pues, en el mismo Oriente, la figura humana pulula, p. ej. en la civilizacin irnica.Ver F. Gabrieli, en el citado Symposium de Burdeos, final de la p. 61.

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    Mezquita de Crdoba 9, ms compacta y orgnica que todo el arte cristianocontemporneo (siglos VIII, IX y X). La mezquita andaluza, como todas lasligadas al tipo basilical, se organiza en funcin de un eje que constituye lanave central (Maris, L'Eglise et la Mosque, cit., en Mlanges... I,p. 62), y si la ampliacin de Almanzor no se hubiera llevado a cabo, habraconservado siempre su primitiva disposicin axial, desmintiendo un tanto laafirmacin demasiado absoluta de la falta de sentido tectnico y de la pro-longacin aditiva en cualquier direccin, en todos los tipos de mezquitas. Sobreel espritu de continuidad que la Gran Mezquita de Occidente patentiza vaselo que dice Terrasse, L'art hispano-mauresque, p. 48: hace pensar en tantasde nuestras catedrales en que se encuentran todas las facetas del arte francsdurante varias generaciones o siglos, pero que no dejan de darnos el doblesentimiento de la armona y de la duracin.

    Y un ltimo punto que creemos obligado tocar: el de la anonima. No esste el lugar para hablar del problema en su conjunto, que abarca la EdadMedia hasta el fin del romnico: nos parece un tpico inconsistente, del quepronto nos ocuparemos 10. Por lo que toca exclusivamente al arte hispano-musulmn, no nos parece posible seguir sostenindolo. Cierto que no se tratade figuras tan destacadas como en el Renacimiento italiano, p. ej. Tampocovamos a reproducir la lista de cuantas firmas han quedado perpetuadas enlas inscripciones de la Mezquita de Crdoba, en al-Zahra o en el Cristo dela Luz, ni las abundantsimas en el perodo mudjar (para las primeras vasela admirable exposicin del arte califal, tan utilizada en este apartado, deTorres Balbs, pgs. 457, 534 y 670, y para su conjunto los libros de L. A. Ma-yer, especialmente Islamic Architects and their works, 1956).

    En unos veinte capiteles califales, figuran, en sus inscripciones, el nombredel monarca a cuya iniciativa se debe el edificio para el que se labraron, eldel director de las obras y a veces el del tallista o marmolista. La firma msabundante es la de Fatah: se puede seguir su obra durante veinte aos, almenos (954-74). En el resto del mundo islmico no se conocen capiteles conepgrafes semejantes (vase tambin Monneret de Villard, Comptes rendusde l'Acadmie des Inscriptions et Belles-Letres, 1946, pgs. 18 y 20). Igual-mente ocurre en las artes industriales : as Halaf firma la arqueta de marfilde Fitero y el bote de la Hispanic Society de N. York; en la arqueta de Pam-plona hay cuatro firmas de artistas (Ferrandis, Marfiles rabes de Occiden-te, I, pgs. 78-79); posteriormente, el taller de eboraria de Cuenca, segnFerrandis, debi estar regentado durante su duracin por una misma familia,la de los Ibn Zeyan (Mohamed y Abd al-Raman) (id., p. 43 y G. Moreno, ArsHispaniae, III, p. 298).

    Como ha dicho Lambert (Etudes mdivales, III, p. 19 y Journal desSavants, 1956, p. 34), este arte del Islam occidental, que podr parecer a algu-nos poco plstico y juego puramente intelectual y matemtico, fu, sin em-bargo, un arte viviente... tuvo una verdadera historia, una larga evolucin yconoci alternativamente una riqueza magnfica y una austera simplicidad, laelegancia y la armona, la finura y la gracia, y, a veces, la grandeza.

    9 En ltimo trmino, veo despus que el mismo Sr. Camn, en artculo poco posterior("ABC", 16 Septiembre 1958), dice: "...a la solidez constructiva califal suceden las yeserastan retorcidas y complicadas de los Taifas". Exacto.

    10 En un articulo en preparacin, "Para una ms exacta visin del mundo romnico".

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  • LO PRE-MUSULMN (VISIGODO), LO HISPANO-MUSULMAN Y LO MOZRABE EN EL ARTE

    Orgenes del arte hispano-musulmn.Cuando escribimos en 1949 nuestroprimer trabajo (publicado en 1954) limitado al estudio de capiteles y esculturadecorativa, todava creamos, a pesar de atisbos en contrario (Arte Espaol,1954, p. 56, nota), en cierta sustantividad del estilo visigodo (si bien neg-bamos su ulterior trascendencia a la escultura romnica). Hoy, como quedadicho (pgs. 2-4), no pensamos lo mismo, pues sobre todo las consideracionesde Torres Balbs, en el Coloquio de 1960, nos parecen decisivas. As al consi-derar al arte visigodo como una especie de prolongacin del ltimo perododel arte romano (Diez del Corral) o al encontrarse en aquel, segn TorresBalbs, tradiciones romanas ms o menos bastardeadas, el problema se clari-fica. Romana y mora, Crdoba callada, dijo Manuel Machado; luego se hadescubierto all un templo romano, estudiado por Garca Bellido. La primeraMezquita mayor de Crdoba (784-86) representa el brillante renacimiento dela arquitectura espaola despus de la ruda pobreza de la visigoda. Enlaza, atravs de esta, con las mejores tradiciones de la romana... (T. Balbs, vol. Vde la Historia de Espaa, p. 369)11. Renacimiento que se logra al ser fecun-dado el antiguo fondo hispnico (como el de los otros pases despus de suinmediata conquista) por las influencias del arte musulmn de Oriente perfec-tamente asimiladas y transformadas: el arte cordobs es, sin duda, un artemusulmn de raz oriental pero con personalidad propia. En sus creaciones seencuentran formas y tcnicas casi idnticas a las orientales, al lado de otras muytransformadas y de bastantes que le son exclusivas (id., id., p. 334 y nuestrap. 2.a). En este extenso estudio sobre el Arte califal el ms completo exis-tente procura el autor puntualizar y filiar cumplidamente la procedencia deesas formas y tcnicas.

    El prejuicio antirabe.Para abreviar, diremos que el gran hispanistaGaillard ha tratado del asunto en dos escritos de 1956 (Bibliothque de l'Ecoledes Chartes, T. CXIV, pgs. 310-11, y La Catalogne entre l'art de Cordoue etl'art roman. Influences musulmanes sur l'art pr-roman en Catalogne, StudiaIslamica VI, pgs. 20-21, 25-27) a cuyas pginas remitimos. A ellos aadiremosel muy sagaz estudio de Lambert, Dfinitions, primero del tercer volumende Etudes mdivales, consagrado ntegramente a la pennsula ibrica.

    Tan solo aadiremos algunas perlas encontradas al azar en nuestras lectu-ras, no con el intento de dejar en incmoda postura a sus ilustres autores, sinopara subrayar la facilidad con que los especialistas y maestros de otros mun-dos artsticos incurren en dislates cuando se aventuran en un orbe tan compli-cado como el de las artes espaolas de la Edad Media, sin previa informaciny sin la precaucin ms mnima, pues es preciso aqu la doble competencia,cristiano-islmica, completada con el conocimiento de los ciclos que Lambertcalifica de sntesis hispnicas (arte mozrabe, mudjar, sinagogas).

    Berenson, cuyo elogio es innecesario repetir, dice en su Esttica e histo-ria de las artes visuales (traduccin espaola, Breviarios Fondo de CulturaEconmica, p. 20): De hecho no existe documento o rastro alguno en el

    11 Nuestro maestro M. Lambert, con quien casi siempre nos hemos encontrado deacuerdo, en "La tradition visigothe en Occident et dans l'art omeiyade d'Espagne" (1953:"Etudes mdivales", III), concede demasiada importancia, a nuestro juicio, a dicha tra-dicin visigoda, al decir (p. 24) que "la fuente de inspiracin (de la primitiva Mezquita) debeser buscada en tradiciones locales romanas y sobre todo visigodas mucho ms que en lasaportaciones venidas del Oriente musulmn". Preferiramos "visigodas y sobre todo romanas".

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  • FRANCISCO GARCA ROMO

    mundo cristiano de la presencia de un artista musulmn 12. Doy la pgina,porque sin verlo nadie lo creera. (Este librito, que no aadir nada a su me-recida gloria, es, no obstante sus breves dimensiones, enorme, por la ndolede sus apreciaciones en todo lo que no se refiera al arte clsico y al humanistadel Renacimiento. As dice en serio, p. ej. : los garabatos de Dura-Europos sejuzgaron tan interesantes como los frescos... de Pompeya, p. 45). Paul Jamot,que nunca ha pasado por un cultivador de la eutrapelia, escribe (La cath-drale d'Autun et l'art roman, Revue de l'Art, Noviembre 1933, p. 107) esto,que no traduciremos para dejarlo con su propio sabor: Est-ce en Espagne oudans les pays danubiens que cet art (el romnico) prit son plus bel essor? Lil tait en rapports etroits et constants avec les Arabes ou avec les Byzantins.Certes, dans ces deux regions, on trouve, en effet, des preuves de contact di-rect. Mais que nous ont elles laiss en regard des chefs d'oeuvre de l'artroman en France?... Hemos visto dos ejemplos de gran transcendencia: elvalor tectnico de los capiteles califales y el constructivo, al par que decorativo,de las cpulas de Crdoba. Habiendo estudiado minuciosamente, en nuestroprimer trabajo, los contactos del arte hispano-musulmn con el romnico fran-cs, aqu insistiremos despus en los del mozrabe, remitiendo adems paralas relaciones del primero, tanto en Espaa como en Francia, al excelente estu-dio de Lambert, L'art hispano-mauresque et l'art roman, artes de que Mon-sieur Jamot parece no haber sospechado su existencia; pero qu decir de laequiparacin, en la balanza romnica, del papel de Espaa con el de los pasesdel bello Danubio? (Ver. p. ej. Focillon, Art d'Occident, pgs. 108 y 119, yMoyen ge: survivances et rveils, pgs. 45-46).

    Por su parte, Monsieur Guy Fink-Errera, que sin duda conoce mejornuestro arte y ha trabajado en Espaa, es resueltamente opuesto a toda influen-cia musulmana. Tratando de nuestros Beatos, dice (Bulletin de l'Institut Fran-ais en Espagne, Abril-Mayo 1953, p. 85) que se habla demasiado de influen-cia rabe en ellos. No hay que pecar por exceso de generosidad y atribuir ala influencia del Islam un movimiento que se ha producido a pesar del Islam,contra el Islam y que ste felizmente no ha podido impedir (evidente rplicaa Focilln, L'an mil, 1951, p. 46). El Sr. Camn, casi simultneamente (Teo-ra de los Beatos, Clavileo, Enero-Febrero 1953), distingue muy bien(pgs. 38 y 41), sealando la paradoja del contraste, entre la inspiracin deltexto, tan anterior (776), de raiz blica antimusulmana y su posterior ilus-tracin con formas mozrabes : entre la redaccin de estos Comentarios y suiluminacin hubo un hiato de tiempo y una oposicin esttica. Y desde media-dos del siglo IX se advierte una transvasacin de frmulas estticas musulma-nas, singularmente en las artes menores. Y, con gran anterioridad, Lambert(La civilisation mozarabe, 1938: Etudes mdivales, III, pgs. 116-117:Beato de Urgel, puerta del sitio de Jerusaln, Exposicin de Barcelona 1929,Gua, lm. frente a la pg. 125). Unico en la negacin radical de la susodichainfluencia, el Sr. Fink, expertsimo en textos, nos parece que confunde la letracon la msica, quiero decir la inspiracin antioriental del texto con el estilo desus miniaturas y pretende desterrar el epteto mozrabe (p. 383 de la revistacitada a continuacin). Pues la solucin que defiende, en vez de la admitida,es verdaderamente extraa : pretextando la comunidad esttica entre los ma-nuscritos irlandeses y los mozrabes, cree que, tambin con respecto a estos,

    12 Vase el siguiente epgrafe "Simbiosis cristiano-islmica".

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  • LO PRE-MUSULMN (VISIGODO), LO HISPANO-MUSULMAN Y LO MOZRABE EN EL ARTE

    es en la fbulas y las placas de bronce donde hay que buscar el origen de estasformas. Vuelve a salir aqu el estilo metlico de los inevitables germanos y,por intermedio de nuestro Teodulfo, enlaza ello con Germigny-les-Prs (His-pania Sacra, 1952, pgs. 387-88). Mas he aqu que A. Grabar, verdaderamenteenterado de nuestra miniatura y artes menores, encuentra en los mosaicos deGermigny (Mmorial d'un voyage de la Societ N. des Antiquaires de Franceen Rhnanie, 1953, p. 228 y tambin en Cahiers archologiques, VII, 1954,pgs. 182-83) una influencia autnticamente omeya, probablemente por inter-medio del arte omeya de Espaa, patria de Teodulfo. El caso del Beato deSilos ya tan tardo (1109), saturado de influencia islmica (v. la tesis de Manue-la Churruca, 1939), ahorra ms comentarios.

    En fin, Terrasse, sin llegar a estos extremos, duda de la influencia musul-mana en la miniatura mozrabe: ciertos trajes seran orientales, pero no sabe-mos nada del traje en la Andaluca del siglo X. Mas vase la indumentaria delos profetas en la Biblia Hispalense y la inscripcin rabe en el cuello de lacigea, y, sobre todo, la ceremonia de la uncin regia en el Antifonario deLen de 906 (G. M.-Pidal), fig. 4. (Investigaciones de Gmez-Moreno, Sn-chez-Albornoz y Steiger, citados en la primera parte, y la opinin del mismoG.-Moreno, recogida en la recensin de Torres Balbs, indicada a con-tinuacin) 13.

    Simbiosis cristiano-islmica.Es Monsieur Lambert quien ha insistido, converdadero acierto, sobre este tema. Cuando se quiere estudiar la civilizaciny el arte hispnicos en cualquier momento de la historia de la Edad Mediadesde el siglo VIII, es preciso empezar siempre por preguntarse cules eranentonces en la pennsula las relaciones entre el Islam y la Cristiandad, en qudominio reinaban cada uno y cul era la zona intermediaria en la que se hacansentir a la vez estas dos influencias contradictorias a primera vista.

    En el bosquejo histrico que precede habamos hablado de una simbiosistriangular judos, moros y cristianos. Lambert, desde muy temprano, laseal en el campo del arte: los monumentos reflejan de manera notable elequilibrio mantenido durante largo tiempo por los reyes entre los diferenteselementos de la poblacin. Son sin duda los mismos hombres quienes elevaronlos monumentos de los tres cultos, a tal punto que es hoy difcil decir si losrestos de varios de entre ellos han sido en su origen iglesias, sinagogas, mez-quitas o incluso construcciones civiles (Tolde, 1925, pgs. 27-28). La cola-boracin entre los cristianos y los musulmanes ha sido tal en la Espaa de laEdad Media, que hoy es imposible hacer exactamente la separacin entre loque corresponde a unos y a otros cuando se carece de precisiones sobre elnombre de los artistas y Monsieur Lambert cita el caso tpico de que, mientrasla capilla mozrabe de la catedral de Toledo en la que han trabajado musul-manes, cuyos nombres se conocen por los libros de cuentas no acusa ningnelemento de origen rabe, en cambio la sala capitular, ejecutada hacia el mismotiempo por artistas exclusivamente cristianos, es una de las ms notables obras

    13 Lanse los citados estudios de Grabar, a los que se debe aadir "Elments sassani-des et islamiques dans les enluminures des manuscrits espagnols du haut moyen Age" (Con-greso de Pava, 1950), trabajo magistral, que no podemos resumir aqu y que ha pasadocompletamente desapercibido. Igualmente el de Monneret de Villard "Un cdice arabo-spagnolo con miniature", 1941, excelentemente glosado por Torres Balbs ("AI-Andalus",1950, "Miniaturas hispano-musulmanas", pgs. 196-202).

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  • FRANCISCO GARCA ROMO

    de arte mudjar (Etudes mdivales, III, p. 120 y adems 8-9, 125, 139 y loque dice, en la 140, sobre las inscripciones bilinges en los monumentos de lastres religiones). Igualmente, hablando (p. 132) de las sinagogas de Toledo, obrasmaestras de dicho arte mudejar, largo perodo en que artistas cristianos, mu-sulmanes y judos trabajaron al mismo tiempo y con frecuencia incluso en cola-boracin, para los soberanos de Castilla y para los personajes de origen o dereligin diversos que componan su corte.

    (Monsieur Gaillard me recuerda que, sin embargo, esas Sinagogas espa-olas no son producciones de un arte especficamente judo (como reconoceya el mismo Lambert, op. cit., p. 143), pero debo precisar que lo mismo ocurrecon la poesa judaica, a excepcin quizs de la sagrada, y con la filosofa, quesiguen las directivas musulmanas ms con un matiz propio, lo que lespermite, a mi juicio, formar parte integrante de la aludida simbiosis.)

    Luego veremos, al tratar del arte mozrabe, que en las artes industrialeses muchas veces imposible saber si el artista ha sido cristiano o musulmn. As,estos casos de simbiosis artstica subrayan, con su innegable patencia, lo quehemos hecho constar en la parte histrico-general y que ciertas autoridades,entre las que no se encuentra ni un solo historiador del arte, se niegan todavaa aceptar.

    El concepto de lo mozrabe.Nos es indispensable ocuparnos aqu delnuevo concepto de lo mozrabe expuesto por el Sr. Maravall (El concepto deEspaa en la Edad Media, 1954, cap. III, El factor mozrabe como sustratohispnico). Confieso que me parece difcil hacer del mismo un exacto resumen,dada su imprecisin : por ello confrontar varias citas textuales. Ha encontra-do el autor en la historia de Hispania y de los hispanos, anterior a la invasinmusulmana, ciertas peculiaridades de dicha comunidad histrica (formas decombate, de organizacin, mantenimiento de leyes y costumbres) que han guar-dado en cierta medida. Todo ello constituye el sustrato de vida mozrabe talcomo se da en toda Espaa al da siguiente de la invasin y, en cierta forma alcomenzar propiamente nuestra Historia... Lo que hay en la Espaa cristiana,a uno y otro lado, y tanto en tierra asturiana como en tierra catalana, cuando laReconquista se afirma definitivamente, es ese sustrato de vida mozrabe... Endefinitiva, aquel fondo histrico est constituido por la cultura mozrabe, nom-bre que no hace referencia a un predominio de influencias musulmanas, comoes bien sabido de los historiadores espaoles y alguna vez ignorado por histo-riadores extranjeros. Este ltimo error viene de la equivocada tendencia a expli-car como directa penetracin de arabismo el singular carcter que ofrecen losproductos de la cultura espaola, en lugar de entender este fenmeno, en todocaso, como reaccin peculiar del sustrato hispnico ante la presencia de losrabes (pgs. 165-67). Observemos que, mientras Snchez Albornoz y Castrocoinciden, con razn creo, en que, sin el Islam, Espaa hubiera seguido unatrayectoria semejante a la de los dems pases romano-germnicos, Maravallopina que, ya con anterioridad, ofreca la cultura espaola un extrao aspectoque la apartaba de esa evolucin paralela y que los aos de dominio rabe(slo) agudizarn esa separacin (p. 167). Todas estas especficas formas cul-turales (liturgia, arte, derecho, escritura), llamadas mozrabes, se dan de unextremo a otro de la zona N. de la pennsula, y ello constituye un hecho delmayor valor histrico que no ha sido sistemticamente enunciado hasta ahora...extendemos aqu la denominacin de mozrabe a toda la poca que, en las

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  • LO PRE-MUSULMAN (VISIGODO), LO HISPANO-MUSULMAN Y LO MOZARABE EN EL ARTE

    dos partes de la pennsula, la cristiana y la islmica, corre desde el siglo VIIIhasta que penetra la cultura del romnico... En rigor, esa cultura mozraberepresenta, como es sabido, la conservacin de un estado espiritual, adaptadoa las nuevas circunstancias, procedente de la etapa anterior a la invasin...En grado mayor o menor, segn se trate de unas u otras manifestaciones, eselegado es el que se aprecia recogido y difundido por la pennsula toda. Hacesolamente treinta o cuarenta aos esta afirmacin, sin paliativos, hubiera resul-tado inslita. Hoy nuestra tesis no sorprender ya a nadie (pgs. 169-70). Lasnecesidades litrgicas del rito toledano, el estado artstico de la Pennsula antesde la invasin y las nuevas circunstancias creadas por sta, dieron lugar a unarte perfectamente representativo y sintetizador de la situacin cultural de loshispanos. De nuevo aqu el trmino mozrabe se presta a confusin. Se tratapropiamente de un producto ms de la situacin histrica comn a toda Es-paa, antes de la invasin musulmana, y que, por tanto, cabe llamar hispano-visigoda. Pero como, a su vez, se trata de esa situacin tal como se ofrecedespus de la invasin, las nuevas condiciones creadas por sta tienen su reper-cusin en aqulla, y, de esa manera, si no de una decisiva influencia rabe,se trata de una concomitancia de fechas con toda la carga histrica que stasllevan consigo y de factores operantes que crean una forzosa conexin entreese arte hispano-cristiano y el arte hispano-musulmn (pgs. 176-77). En fin,dice el seor Maravall, mozarabismo en el sentido que venimos dando a estapalabra es decir, tradicin hispano-romano-visigoda vertida en el molde de lanueva situacin histrica nacida de la invasin rabe (p. 200). Confesemoshonradamente que este enfoque del fenmeno mozrabe, y sobre todo los dosltimos prrafos (pgs. 176-77 y 200), son, para nosotros, incomprensibles, ysabemos ha sorprendido a algn eminente hispanista.

    La desmedida amplitud que el Sr. Maravall quiere dar al concepto delo mozrabe es, digamos con todo el respeto debido a su valer, arbitraria, tantoen el tiempo como en el espacio; 1.) En el tiempo: no comprendemos cmose pueda hablar siquiera de nada propiamente mozrabe con anterioridada la invasin islmica (v. el comienzo del epgrafe Los mozrabes, primeraparte), pues es desvirtuar el propio nombre; otra cuestin es la de herenciavisigoda, reducida a bien poca cosa, sobre todo en arte, como vimos (pg. [17]y nota 10). 2.). En el espacio: extender ese nombre a la cultura de todala zona N. de la Pennsula lleva no solamente a desdear simples maticesdiferenciales entre las distintas regiones, sino situaciones radicalmente opues-tas, sobre todo entre Catalua y el resto de la Espaa cristiana, p. ej. en cuantoa las instituciones jurdicas de la soberana y del rgimen de la propiedad;mientras en Catalua hay un verdadero rgimen feudal, hijuela del francs,como excepcin nica en nuestro pas 14, en las dems regiones hay tan sloinstituciones prefeudales (rgimen de seoros); en Castilla abundancia dehombres libres y predominancia de la pequea propiedad y en Len una situa-cin intermedia, todo ello bien estudiado por Snchez-Albornoz. En tanto queen Catalua triunfa rpidamente el rito romano (siglo IX) y arraiga precoz-mente el drama litrgico (R. B. Donovan, The Liturgical Drama in Spain,

    14 Se esfuerza el Sr. Maravall en borrar o atenuar tambin esta radical diferencia entreCatalua y el resto de la Pennsula; al menos esto parece desprenderse de su recientsimoprlogo a la traduccin del librito de C. Stephenson, "El feudalismo medieval", donde, apropsito de la situacin de la realeza, dice "y esto es asi, tanto del lado leons como delcataln" (p. 25), sin establecer la menor diferencia...

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  • FRANCISCO GARCA ROMO

    1958: Bulletin Hispanique, 1960, p. 98 [P. Le Gentil]), en el resto perdurael rito mozrabe, con diferencias de fecha, ciertamente, segn las regiones,pero siempre, en general, es abandonado mucho ms tarde, igualmente quela letra mozrabe (impropiamente llamada visigtica, como todos saben)15.En cuanto al arte, del que hablamos a continuacin, bstenos decir de mo-mento frente a la afirmacin de que el origen del arte mozrabe no haypor qu ligarlo a un punto determinado (p. 179) lo siguiente: en arqueo-loga mozrabe se distinguen dos grupos de monumentos, segn que hayansido erigidos en territorio musulmn (Bobastro, Melque y quizs San Baudelio)y el grupo levantado por emigrados colonizadores, principalmente en Len yterritorios contiguos. Como dice excelentemente Lambert, se debe reservarel nombre de mozrabes solamente a las obras de esta poca en las que ha po-dido ejercerse la accin efectiva de los cristianos mozrabes propiamente di-chos, ya sea en tierra musulmana o en tierra cristiana; pero, en este ltimocaso, slo habra habido monumentos verdaderamente mozrabes en las regio-nes efectivamente colonizadas por cristianos venidos de la Espaa.musulmana(Dfinitions, en Etudes mdivales, III, pg. 80, y tambin p. 107). EnCatalua, como luego veremos, no ha habido verdadera colonizacin moz-rabe, sino exclusiva importacin de elementos artsticos mozrabes y noformacin autnoma de un estilo, como en Len.

    Al extender, como quiere Maravall, el nombre de mozrabe a toda unapoca y a todo el territorio cristiano, se desdibuja doblemente ese concepto,(como ha ocurrido ya con otros, p. ej. el de barroco), y se convierte en unavaga forma vaca de un contenido coherente, a fuerza de querer que abarquetodo, aun lo no definido especficamente. Los motivos de esta ampliacinpueden, en nuestro sentir, cifrarse en dos: 1.) el concepto sustancial de sus-trato, verdaderamente peligroso y un tanto antihistrico, por lo que entraade fondo permanente (aludo a la filosofa de su maestro Ortega) 16 y 2., aquespecfico, negar la importancia de la influencia musulmana (nombre elde mozrabe que no hace referencia a un predominio de influencias mu-sulmanas, dice paladinamente Maravall) y tambin habla del carcter deprstamo que la influencia cultural rabe parece tener en todos los rdenes,determinando verdaderos fenmenos de moda (p. 202, nota 104). Y no es que

    15 Como ya dijimos ("Arte Espaol", 1953, p. 169, nota 4), citando a Castro, el lengua-je cataln, posee menos arabismos que el espaol y escasos mozarabismos. Valga como ejem-plo ("Espaa en su historia", p. 81, nota 3), que en Steiger, "Contribucin a la fontica delhispano-rabe", 1932, en el ndice de palabras el espaol ocupa 22 pgs. y el cataln tanslo 8.

    16 "Nada propiamente humano si es algo real, y por tanto concreto, puede ser per-manente" ("Origen y eplogo de la filosofa", 1960, p. 79). Digamos, por nuestra cuenta,que hay elementos "relativamente estables", pero nunca un substrato o fondo total perma-nente, pues todos esos elementos cambian, ya que no al mismo tiempo, como pertenecientesa distintos estratos femorales y unos duran ms que otros: el o los elementos estables noson siempre los mismos; hay, pues, relativa estabilidad, mas nunca permanencia. Es la crisisdel principio de identidad.

    Vase ya, en Bergson, "La percepcin del cambio" ("Revista de Ideas Estticas", 1958,p. 140) y, con mayor agudeza, en Ortega (numerosos textos, p. ej. "La mirada histrica",V. 490 y sigs.) y Merleau-Ponty ("Phnomnologie de la perception", "Le mouvement",p. 309 y sigs.). En el mismo caso se encuentran las consideraciones del Sr. Chueca Goitia,en su ya citado y finsimo libro, pgs. 10 y 12, sobre lo espaol como "substrato y soporte"de las variaciones espaolas. Ver Ortega, "Qu es Filosofa?", pgs. 203-205, contra elconcepto de soporte, o sea, en ltima instancia, de substancia.)

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  • LO PRE-MUSULMAN (VISIGODO)), LO HISPANO-MUSULMAN Y LO MOZRABE EN EL ARTE

    yo piense que el arte mozrabe sea totalmente un producto de influencia mu-sulmana, sino que recoge otras distintas, y, por encima de ellas, tiene gran ori-ginalidad propia, especialmente en escultura, y, como vamos a ver, su sentidoms acusadamente constructivo (bvedas), ciertos elementos y disposiciones deescultura decorativa (aleros) y su tipo ms corriente de capitel y de basa pasan,en mi opinin, al romnico no slo espaol, sino europeo.

    Arte mozrabe leons: su originalidad.Gmez-Moreno, el gran descubri-dor y sistematizador del estudio de este arte, lo ha visto bien desde el primermomento : .. .en general, revlase lo mozrabe del norte con un sello de in-ventiva que le presta siempre fisonoma propia respecto de los tipos califalesy, aun teniendo en cuenta las aportaciones asturianas o carolingias amn deotros rasgos tpicos generales del siglo X, queda para lo mozrabe un ciertocariz peculiarmente suyo; el arte mozrabe es sustancial; dentro de unaflexibilidad enorme para adoptar formas y procedimientos variados, flota unprincipio de originalidad que da su fisonoma a todo el grupo; no se confundecon lo musulmn (Iglesias mozrabes, pgs. XIV, XX, y 2); en fin, los mo-nasterios mozrabes... rama de andalucismo con ciertas pecub'aridades quela despegan tambin de lo arabizado nuestro (Ars Hispaniae, III, p. 357).Focillon lo ha llamado, con intuitivo acierto, arte romnico del Islam, y hechoconstar la estupefaccin que produce su variedad de tipos de iglesias y sucapacidad inventiva (Moyen Age: survivances et rveils, p. 46). Gaillardafirma, por su parte, que es el campo de experiencias ms, rico del arte pre-romnico (Studia Islamica, VI, 1956, p. 27).

    Nosotros nos hemos ocupado ya, con alguna extensin (Arte Espaol,1953, pgs. 185-92), de sus capiteles y de la influencia de los mismos en losfranceses del siglo XI, y, en una nota (3 de la p. 190), hemos esbozado susrelaciones, tanto positivas como negativas, con el arte hispano-musulmn. Aqutrataremos de completar aquel estudio, circunscrito entonces, por razn deltema, a la escultura. Tambin ponamos de manifiesto la complejidad de ste,en su triple aspecto de : heredero de influencias visigodas (que actualmentecreemos haber reducido a su justa y escasa proporcin) y musulmana y crea-dor de caractersticas sui gneris.

    En la arquitectura, destaquemos dos problemas : el arco de herradura ylas bvedas. La opinin, aun corriente entre ciertos arquelogos demasiadopartidarios de la permanencia de las formas, de derivar su procedencia delarte visigodo es injustificada, pues desde el estudio de Gmez-Moreno (Ex-cursin a travs del arco de herradura, Cultura espaola, 1906) quedpatente la radical diferencia de forma y proporciones radicales entre ambos(Pijon, VIII, fig. 687) : como deca el maestro, el primero es un arco hechoa sentimiento y el segundo, como el hispano-musulmn, a comps ; elarco de herradura sigue exactamente en su evolucin un paralelismo con elhispano-musulmn 17. En las formas de abovedamiento, si bien se refleja am-

    17 Subraya este paralelismo el hecho de que dicho arco de herradura va tambin ins-crito, en cierto nmero de casos, sobre todo en los bsides, en el alfiz, siendo de notar tam-bin su descentramiento (Lambert, "La civilisation mozrabe", op. cit., III, p. 109 y G.-Mo-reno "Ars Hispaniae", III, p. 372). Nadie, sin embargo, se atrevera a afirmar que esta sn-tesis de estructuras se encuentra ya en el arte visigodo. No es lcito, a nuestro juicio, en lascomparaciones arqueolgicas, destacar elementos aislados, desintegrados del conjunto deque forman parte, sino que la comparacin eficaz slo lo es de estructuras completas.

    Terrasse sustenta an la opinin de que "la mayor parte de los arcos de herradura

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  • FRANCISCO GARCA ROMO

    pliamente dicho paralelismo, el sentido de la evolucin es inverso, pues lasbvedas mozrabes acentan el primitivo carcter constructivo de las cpulascorbodesas, p. ej. en San Milln de la Cogolla (fig. 5), que ya anuncian antesde Jaca y de los mltiples ensayos hispano-franceses las primitivas ogivas,bien estudiadas por dos arquelogos recientemente fallecidos. Ntese la va-riedad de soluciones aplicadas en Santiago de Pealba (Lambert, op. cit., III,pgs. 111-12).

    En escultura es donde resalta su mayor originalidad : aqu reina unani-midad, por lo menos entre los arquelogos espaoles, en no derivar loscapiteles mozrabes de los hispano-musulmanes de los siglos IX y X (slo veoalgn punto de contacto con cierto capitel de acanto espinoso de la ampliacinde Abd-al-Rahman II, fig. 6). A diferencia del acento clsico y de modeladoredondo, predominante en los hispano-musulmanes (p. [6]), el tipo corrienteemplea el acanto espinoso bizantino. (Luego volveremos a hablar de los capi-teles, al estudiar su adopcin por la escultura romnica). Aunque parezca pa-radgico, su inspiracin es menos carnosa 18 y realista, por decirlo as, quela de los hispano-musulmanes. Lo mismo ocurre en los marfiles, como yahicieron notar Ferrandis (Marfiles y azabaches espaoles, p. 116 y Marfi-les rabes de O., I, p. 101) y Camps, cuando el Museo Arqueolgico Nacionaladquiri un tercer brazo de la cruz mozrabe, de la que el Louvre posea deantiguo otros dos: los atauriques son menos pomposos. La ordenacin desus tallos es ms clara (Adquisiciones del M. Arq. Nacional (1940-45),1947, p. 147).

    Hagamos notar de pasada el intenso mozarabismo, visto ya por G. Mo-reno, Pijon y Gaya Nuo, del famoso dintel (1019-20) de Saint Genis de Fon-taines y hablamos de l aqu, porque nos parece dudoso si puede considerarseya como romnico, no slo por sus arcos de herradura sino por la falla tanacusadamente mplate de la escultura. Digamos, con Gaillard, que en lvemos en germen la escultura romnica (mientras que el otro de Saint-Andrde Sorde es considerado ya por todos como francamente romnico).

    Este sentido abstracto del arte mozrabe, superior, contra lo que podraa primera vista creerse, al del arte musulmn de Occidente, lo pone tambinen la precedencia del romnico europeo 19.

    (mozrabes) consevan... las mismas incertidumbres en su trazado que en los monumentosvisigodos" ("Islam d'Espagne", 1958, p. 96); pero Puig i Cadafalch y Gaillard haran, en1935, la necesaria distincin ("Saint-Michel de Cuxa", "Bulletin Monumental", 1935, p. 358).

    18 Vase el tablero del Museo de Zaragoza, "Iglesias mozrabes"; lm. X. de gran sa-bor copto.

    19 Dice Monsieur Terrasse ("L'art hispano-mauresque, p. 451, e "Islam d'Espagne,171) que "la escultura romnica haca un triple esfuerzo hacia... la tcnica del bulto redon-do y la expresin de la vida: la primavera del arte gtico no estaba ya muy lejos" (ms elarte gtico, como ha visto bien Focillon, no se deriva del romnico, sino que se desarrollacontra las resistencias de ste). Esto es exacto slo referido al momento cronolgico que lprecisa en la primera de las pginas citadas: "a medida que avanza el siglo XII", es decir,no antes del segundo cuarto de dicho siglo; pero lo creemos inaplicable al arte del siglo XI(v. "Rev. de Ideas Estticas", 1958, pgs. 25-32, "Arte romnico y arte gtico: sentido abs-tracto y antihumanista de la escultura romnica") que hereda el sentido abstracto del artemozrabe. Y nos parece exagerada la consideracin peyorativa del abstractismo musulmn,al calificarlo de "renunciamiento culpable y pecado contra el espritu" ("Classicisme et d-cadence dans les arts de l'Islam", en el citado Symposium de Burdeos, p. 80). Vase lasugestiva opinin de P. Valry, en Garca Gmez, "Arabescos" ("Silla del Moro...", pgi-nas 127-28).

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  • Lo PRE-MUSULMAN (VISICODO), LO HISPANO-MUSULMAN Y LO MOZARABE EN EL ARTE

    Arte mozrabe cataln: hibridez de sus caracteres. Nos toca examinarahora las afirmaciones, que estimamos exageradas, del seor Maravall sobrela extensin del mozrabe a toda la zona Norte de la Pennsula. Por lo quetoca a Catalua, nos asegura que en ella los ltimos descubrimientos ponende relieve una riqueza o por lo menos una abundancia igual o mayor a la delreino de Len...

    El origen del arte mozrabe no hay por qu ligarlo a un punto determi-nado. Nada mozrabe tena que llegar ya constituido a Catalua, porque sepoda dar perfectamente all. Era tierra mozrabe como Len, en el sentidode tierra de tradicin hispano-goda, con influencias orientales (sirios y luegomusulmanes) (pgs. 179 y 180). Incluso los ms entusiastas defensores del mo-zrabe cataln F. Hernndez, Gudiol y, sobre todo, Gaillard no dejan deproclamar que, en el rea catalana Catalua y Roselln, no ha habidoverdadera colonizacin mozrabe, como en Len, sino tan slo una importa-cin artstica espordica (apports isols, dice textualmente Gaillard, StudiaIslamica, VI, pgs. 28 y 34).

    La discusin se ha centrado en torno a San Miguel de Cuix, que cons-tituye, dice Maravall (pgs. 182-83), un centro de irradiacin de mozarabismoartstico y de l derivan varias iglesias en la vertiente norte de los Pirineos...y muestra la propagacin de este arte hasta los departamentos del Aude ydel Herault. Ya, en nuestro primer trabajo (escrito en 1949, y slo publicadoen 1953), decamos que son modestsimos monumentos rurales, sin decoracinescultrica, y en consecuencia, no bastan para definir un estilo. Pero aten-gmonos a Cuix, obra ruda, pero grandiosa.

    Segn reconoce el propio Gaillard, la precisin no es tan grande comolo haba credo en un principio Flix Fernndez, segn han mostrado, enel Congrs archologique du Roussillon (1954), Stym-Poper y Durliat; porsu parte, Torres Balbs, conclua, de esas irregularidades de Cuix 20, que le

    20 "L'appareil des arcs est grossier; les claveaux ne suivent pas la direction du rayon"("Puig y Gaillard, op. cit., p. 358); l'inegalit des proportions des arcs outrepasss de Cuxa,dont le surhausement varie de 1/4 de rayon (arc du croisillon nord) a 3/5 de rayon (an-cienne porte sud); la diversit de grandeur des blocs dont sont revtus leurs jambages"(Stym-Poper), "Congrs" cit., p. 308, hechos reconocidos por Gaillard ("Studia Islamica",cit, p. 32). "El resto de los muros aparte de los ngulos, donde se emplea excepcional-mente el sistema cordobs "a soga y tizn" est construido con materiales pequeos... enespina de pez: este aparejo, extrao a las dems provincias de la arquitectura mozrabe, loencontramos en las pequeas iglesias de Catalua", (Pedret, etc.) ("Bull. Mon.", 1935, cit.,pgs. 361-62) y lo mismo deca, en 1934, Torres Balbs, "Historia del Arte Labor", VI,p. 171. No puede quedar ms claro el carcter hbrido del mozrabe cataln, que es tansolo casi mozrabe" (v. en "Arte Espaol", 1953, p. 169, nota 4, la opinin de Lambert, yen la nota siguiente del presente trabajo la coincidencia de Torres Balbs).

    Recoge Maravall (p. 179) las afirmaciones de Puig: "Del anlisis de Puig Cadafalch("Le premier art roman") resultaba... el estrecho parentesco de esas iglesias catalanas conotras leonesas", Escalada y Pedret, San Cebrin de Mazote y Marquet, etc., pero poste-riormente Torres Balbs opina, en la misma pgina que acabamos de citar, que "los temploscatalanes clasificados como mozrabes son pobres edificios de sencilla estructura y hur-fanos de decoracin, sin relacin alguna con los de Castilla, Len, Galicia y la Rioja", loque nos parece exacto. Tngase adems en cuenta que la diferencia real entre ambos gruposde iglesias sera probablemente mayor, ya que hay fundadas razones para suponer handesaparecido las iglesias ms importantes de los centros urbanos del mozrabe leons, yslo se han salvado las que quedaban en lugares difcilmente accesibles. Son, pues, stasiglesias rurales tambin, pero, aun as, qu diferencia a su favor, en estructura arquitec-tnica y en decoracin, si se las compara con las catalanas!, aun dejando, si se quiere, laesplndida de Mazote fuera de cuenta.

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  • FRANCISCO GARCA ROMO

    pareca exagerado clasificarla entre las mozrabes (Al-Andalus, 1957,p. 252). Su planta es sencillamente carolingia. Por otro lado, a Gaillard nodeja de extraarle que St. Michel haya sido concebido, no obstante su im-portancia, sin ninguna decoracin esculpida. Por eso la hiptesis de su irra-diacin a Toulouse la consideramos por lo menos aventurada. Y considerandoel problema del mozrabe cataln en su conjunto, arrancando desde Ripoll 21,no encontramos del todo exacto admitir su precedencia en el renacimiento dela escultura romnica por mediacin de Toulouse, por varias razones, todasreferentes a su carcter poco definido y concluyente, que no consigue forjarla unidad necesaria de un estilo como el leons. Enumeremos rpidamenteaqullas: 1.a, generalmente, como en los hispano-musulmanes, la no incorpo-racin del astrgalo al capitel, a excepcin de dos ejemplares vagamente mo-zrabes, sin rigor, de San Benet (Gaillard, Premiers essais de sculture mo-numentale en Catalogne, 1938, fig. 9); 2.a, la descomposicin de las hojas deacanto y su transformacin en florones encerrando palmeras, que puso de ma-nifiesto Gaillard en el mozrabe leons (en su tesis principal) y de la cualnosotros tambin nos ocupamos por extenso, no se realiza all debidamenteen los capiteles de Cornell (Premiers essais..., pgs. 27 y 29), donde tanslo hay una descomposicin interna del acanto dentro de la misma hoja, sinninguna interferencia con las contiguas, quedando la palmeta meramente su-perpuesta a la hoja intacta; igualmente ocurre, aadimos, en los capiteles deSan Pedro de Roda (Arte Espaol, 1953, pgs. 189-90); 3.a, la basa de lascolumnas es la musulmana, originada en Madinat al-Zahra en 944, segnHernndez (Ripoll, Cornell, Roda, Bag), que se encontr en Cuix (refe-rencias en Arte Espaol, 1953, p. 188, nota 2) y luego en algn caso delromnico cataln (Portada de S. Pedro de Galligans, Ars Hispaniae, V,fig. 60), no sealado que sepamos, basa que no trasciende al romnico; y4.a, el mozrabe cataln, a pesar de su tarda fecha, no aprovecha los avancesdel leons, que, esos s, como luego puntualizaremos, pasan a la esculturaromnica, y queda con caractersticas indecisas y balbucientes, por plegarsedemasiado al arte hispano-musulmn y no desplegar la originalidad del leons,que crea en germen el futuro capitel romnico (segn se desprende de lasinvestigaciones de Gaillard, Bibliothque de l'Ecole des Chartes, 1956, p. 311,y de las ms propias, siguiendo sus fecundas enseanzas).

    No estar de ms repetir aqu que todas las iglesias catalanas de tipoarquitectnico mozrabe carecen de escultura y las que tienen capiteles deesta clase pertenecen constructivamente al tan impropiamente llamado primerarte romnico 22. El mozarabismo, opina Gudiol, no encaja bien, en los mo-

    21 Incurre en confusin Maravall al afirmar (p. 182) que "se precisan importantes ele-mentos en Ripoll (tambin aqu en estrecha relacin con el obispo Oliba), en donde apa-recen columnas copiadas de las califales cordobesas". Pero estos elementos pertenecen,como demostr Gaillard en 1938 sin dejar resquicio a ninguna duda, a la anterior cons-truccin de su padre, Oliba Cabreta, en 970-77 (v. Gudiol, "Ars Hispaniae", V. p. 13). Elgran Oliba es propagador del arte lombardo, que se sobrepuso a los anteriores influjos mu-sulmanes y mozrabes, que en sta ltima forma eran ya vacilantes, desnaturalizndolos.

    2 2 El Prtico de San Fe l i de Guixols l leva en su coronacin, sobre los grandes arcosirregulares y de s igua l e s de herradura , un friso de arquil los, que el Sr. Torres Ba lb scree , con razn, der ivado de l "pr imer arte romnico".

    Por cierto que, como ya observ con su gran s agac idad Focil lon, y nadie lo ha tenidoen cuenta, "e l primer arte romnico" es tambin un "segundo arte romnico", puesto quedura todo el siglo XII y an ms . E s , pues , ms bien el arte romnico de ciertas regiones

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  • LO PRE-MUSULMAN (VISIGODO), LO HISPANO-MUSULMAN Y LO MOZRABE EN EL ARTE

    numentos de dicho arte y ello es prueba de la no coherencia entre la cons-truccin y la decoracin, o sea, de que no constituye propiamente un estilo,aunque presente elementos varios y contaminaciones de aqul; es hbrido ofronterizo entre el mozrabe y el lombardo, con herencias carolingias; y coin-cidimos sobre todo con la primitiva opinin de Gaillard (Bulletin Hispani-que, 1935, p. 284), de que el arte mozrabe a pesar de toda la importanciade Cuix no es en la historia del arte cataln ms que un episodio impor-tante, pero pasajero. (Hasta aqu nos hemos referido, como es obligado, alos textos publicados, ms no creo ser indiscreto al aadir que monsieur Gai-llard, en cordial intercambio de opiniones, al someter este trabajo a sus lumi-nosos consejos, en Pars, junio de 1961, se acerca actualmente ms a mi modode enfocar el problema, y muestra gran comprensin, inusitada hoy entre per-sonas que no coinciden totalmente. Me es muy grato subrayar tan magnficoejemplo de tolerancia en un maestro). Creemos, con Torres Balbs (pg. antescitada), que las relaciones intelectuales entre Crdoba y Catalua, en aquelmomento, parece que tuvieron mayor importancia que las artsticas (ya enArte Espaol, 1953, p. 169, nota 4).

    Pero debemos comentar otros supuestos del Sr. Maravall, referentes aho-ra a la miniatura, siguiendo las afirmaciones de Neuss. Tal vez muchos diceal considerar como procedentes del Sur de la pennsula algunos posterioresmanuscritos mozrabes se hayan dejado llevar de lo que implica el conceptoms usual de Marca Hispnica. En cualquier caso, la importacin de esosmanuscritos en tierra catalana supone un difundido visigotismo caligrficopasivo (sic). Puede asegurarse hoy que los dos Beatos de Urgel y Geronason importados (v. nota de Arte Espaol, acabada de citar)2 3 y el segundose debe a los iluminadores del de Tbara, segn acreditan la identidad denombres Senior y Emeterio y probablemente en el mismo escritorio (C.Nordenfalk, Le Haut Moyen Age, Les sicles de la peinture, 1957, p. 168,y Gonzalo M. Pidal, Sobre miniatura espaola en la Alta Edad Media,1958, p. 31). Algn arco de herradura se encuentra espordicamente en elLibro de los Feudos, siendo ello notoriamente insuficiente para hablar deun autntico mozarabismo en la miniatura catalana (Lambert, Etudes m-divales, III, Dfinitions, p. 8). As para P. Bohigas (1960) el posible moza-rabismo de los manuscritos catalanes no es nunca esencial ni recibido direc-tamente.

    Influencias hispano-musulmanas y mozrabes en el romnico: gran difi-cultad para su distincin.Ese carcter de enchevtrement, de trenzado,que, segn Castro y Steiger, caracterizan la vida social en simbiosis de judos,cristianos (mozrabes) y musulmanes, se refleja en el arte, segn vi con ante-

    que el de una poca determinada y el valor de este trmino es, sobre todo, geogrfico(Art d'Occident", p. 25). Aadamos que, si bien hay una escultura romnica anterior a lascorrientes de la peregrinacin (estudiada por Gudiol y Gaillard para Navarra y por Schlunky Manzanares en San Pedro de Teverga, pero que convendra rastrear en otras regiones), nohay, en el sentido constructivo, ese primer arte romnico al cual suceda el segundo, sinoque son cronolgicamente coexistentes.

    23 Ya Gmez-Moreno calific al Beato de Gerona, desde 1919, de "cdice castellano".Precisamente, acabado de escribir el presente trabajo, veo que, con excelente criterio, enla Exposicin de arte romnico (Barcelona) figura el Beato de Gerona con la mencin "reinode Len" (y el de Turin como derivado del de Gerona).

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  • FRANCISCO GARCA ROMO

    rioridad Lambert (p. 22). Aunque uno de los cometidos de la historia delarte consista en distinguir, en lo posible, la diversa procedencia de las co-rrientes que confluyen en las obras artsticas, hay que confesar que, en ciertoscasos, la dificultad se presenta insuperable. Largas meditaciones e intentos mehan llevado a esta conviccin y mi reciente trabajo Un taller escultrico deinflujo hispano-musulmn en el Loire medio, en realidad se estudia no slolo procedente de esa corriente, sino tambin de la mozrabe. Ya desde elcomienzo de nuestras investigaciones (Arte Espaol, 1953, p. 186, nota 2)nos haba llamado la atencin la madurez alcanzada por los modillones deTudela que, de acuerdo con un gran conocedor, creemos ahora mozrabes,especialmente del reproducido en Al-Andalus, 1960, fase 1, lm. 93, y, sinembargo, deja de lado los contactos visigodos de los discos en los costadospara adelantarse a lo que ser el modilln romnico. En cuanto al modillnfigurado tenemos el ejemplo del Museo de Len (fig. 7).

    Esta perplejidad llega a su mximum en las artes industriales : no es po-sible precisar dice Torres Balbs la raza y religin de los que labraronla mayora de estas obras (Historia del Arte Labor, VI, pgs. 175 y 885,nmero 767, sin que sea fcil saber si se labr (la cruz mozrabe de marfildel Louvre y M Arqueolgico Nacional) en un taller musulmn o en territorioreconquistado por artista formado en ellos. El aguamanil en forma de pavndel Loucre (fig. 8), como es costumbre en varias inscripciones bilinges (p. 22),lleva conjuntamente (G.-Moreno, Iglesias mozrabes, fig. 211) la latinaopus Salomonis erat y, en caracteres rabes, obra de Abdelmelic el cris-tiano, siendo casi seguramente obra de un cristiano mozrabe y no bastando,por tanto, el nombre arabizado para delatar por s solo su raza y religin.Esto no nos impide, sin embargo, poder destacar la autonoma y originalidaddel mozrabe leons 21.

    Pero incluso Gaillard, nica autoridad, hasta el presente, con la que com-parto la tesis de la influencia mozrabe en el romnico, sobre todo en lo refe-rente a capiteles, acenta la influencia hispano-musulmana, en tanto que yojuzgo ms decisiva la mozrabe, como paso a exponer en seguida. Es sinto-mtico que en la Exposicin del arte romnico (Barcelona) hubiera una sala,la 15, dedicada a sealar los contactos entre el arte hispano-musulmn y elromnico, y no se haya pensado en nada semejante para el mozrabe. Puesel creer que slo el arte hispano-musulmn y no el mozrabe ha ejercidosu influjo en el romnico es un tpico en parte inexacto, ya que el mozrabeleons no se ha limitado a servir de intermediario en la trasmisin de esasinfluencias musulmanas, cosa ya admitida por todos, sino que ha ejercido lasuya propia, ciertamente la ms importante.

    La herencia mozrabe leonesa en el romnico.Como hemos recordado,Focillon tuvo el gran acierto de denominar simblicamente al mozrabe arteromnico del Islam. Nosotros nos decidimos a considerarlo textualmente comoarte protorromnico, distinguiendo cuidadosamente entre la construccin y ladecoracin.

    Por lo que toca a la primera, en modo alguno pretendemos que su sistemaconstructivo haya pasado al romnico, a pesar de que algunas de sus solu-siones, como en Bamba y sobre todo en Lebea, estn segn Gmez-Moreno,

    24 Oliver Asn, "Al-Andalus", 1959, p. 128, nota 3.

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  • Lo PRE-MUSULMN (VISIGODO), LO HISPANO-MUSULMAN Y LO MOZARABE EN EL ARTE

    relativamente prximas a las romnicas, (Actes du XVII Congrs Internationald'Histoire de l'Art, Amsterdam, 1952 (1955), p. 94). En Lebea, iglesia total-mente abovedada, los dos tramos anteriores a la capilla mayor llevan mediocan de eje longitudinal, mientras que en los laterales son de eje transver-sal, y, segn Torres Balbs, se da tambin aqu el primer caso de pilar com-puesto (Historia del Arte Labor, VI, p. 883, n. 761). Las dos bvedasesquifadas de San Milln tienen un sentido constructivo superior al de losejemplos hispano-musulmanes, sin hueco central, y encontramos otros prece-dentes del romnico: arcos doblados (Sto. Toms de las Ollas, Celanova, SanBaudelio), el motivo de las arcadas englobadas bajo un gran arco de des-carga (St. Martn de Tours, St. Hilaire de Poitiers, Crozet, L'art roman enPoitou, lm. VII, 2) se encuentra ya en la puerta principal de Santiago dePealba por su lado interior. Pero no ser yo quien incurra a sabiendas enconclusiones abusivas, anteriormente criticadas, y estos elementos sueltos,encontrados en distintas iglesias, no se integran en ninguna estructura arqui-tectnica completa que podamos presentar como modelo del romnico.

    Por el contrario, estimamos que en la decoracin no se trata simplementede atisbos aislados, sino de un todo orgnico y coherente que se manifiestaen las siguientes innovaciones : 1.a, el astrgalo forma parte integrante delcapitel en todos los casos conocido; 2.a, la forma ms corriente del capitelromnico no figurativo (Archivo espaol de Arte, 1959, p. 123) tiene suprototipo en los mozrabes, sobre todo en los de Mazote, y la descomposiciny experiencias sobre el acanto se realizan ya aqu cumplidamente (Arte Es-paol, 1953, pgs. 188-89)25; 3.a, la basa es la tica (Pijon, VIII, fig. 709

    25 Sin embargo Terrase, que en su apego al arte visigodo no parece apreciar elvalor eminente del mozrabe, dice recientemente ("Islam d'Espagne", p. 96) que "los capi-teles son, con gran frecuencia, aprovechados" (antiguos o visigodos, haba escrito en 1932'Pero, aparte de los aprovechados (de aspecto asturiano en Escalada), que son los menos

    no los hay propiamente mozrabes (Mazote, prtico de Escalada (Lebea), verdaderamenteexcepcionales entre todos los de la Edad Media cristiana? No nos lo explicamos.

    Nadie, que yo sepa, ha explicado en detalle el origen de los capiteles mozrabes, sinosolo G.-Moreno indicado su carcter bizantino. El Sr. Schlunk me ha hecho notar la gransemejanza de los de Mazote (p. ej. fig. 9) con el publicado por Kaustzsich, lm. 12, n. 164(Constantinopla, 2. mitad del siglo V), y reproducido por aquel en "Archivo espaol deArqueologa", 1945, figura 24. Yo no me atrevo, por mi parte, a ser ms explcito.

    Como ya sostuvimos en 1953 (trabajo escrito en 1949), se explica que la influencia deestos capitales en la formacin del capitel romnico sea ms decisiva que la de los hispano-musulmanes, porque, de stos, el tipo califal esbozado, que predomina en la Mezquita deCrdoba, a pesar de su monumentalidad, era demasiado severo para agradar a la postre,al decorador romnico y su influencia, fuera de las lneas generales de la canastilla o cesta,y, sobre todo, de los ngulos tan pronunciados de las volutas, fue bastante limitada y eltallado en avispero, que domina casi exclusivamente en Madinat al-Zahra, presentaba elinconveniente mayor de su talla al trpano, en tanto que los mozrabes haban adoptado,probablemente por herencia visigoda ("Arte Espaol", 1953, p. 187) quizs procedentea su vez de Ravena, fin del siglo VI. la tcnica a bisel, que ser la propia de la esculturadecorativa romnica. Por otra parte, es natural que el arte mozrabe, arte cristiano que haasimilado del musulmn todo lo que no era incompatible con el espritu de Occidente, hayasido el conducto que con mayor regularidad ha llevado a Francia las influencias musul-manas, aligeradas de lo que hubiera en ellas de exceso decorativo oriental. No se olvideadems que pocos franceses iran a Crdoba o a territorio musulmn, mientras que todoslos que venan a la Pennsula tenan que ver, a su paso desde fines del siglo X, las iglesiasmozrabes ms importantes, las principales desaparecidas hoy: ello impide, en fin, afirma-ciones demasiado rotundas sobre el papel que desempe el arte mozrabe, tan importante,al fin y al cabo, que, segn me dice don Francisco Iiguez, los capiteles de las dos colum-nas centrales del Prtico de San Isidoro de Len deben considerarse no como romnicos,

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  • FRANCISCO GARCA ROMO

    y 710), que el romnico espaol adoptar desde su comienzo y el francs apartir de la segunda mitad del siglo XI, en concurrencia con otras formas abe-rrantes, incluso en Saint-Benot-sur Loire (Arte Espaol, id., p. 188, nota 2);4., sealada por Gmez-Mroeno, la sustitucin de cornisas por aleros de granvuelo sobre modillones (Iglesias mozrabes, final de la p. XIX); segnTorres Balbs (Los modillones de lbulos, 1936, p. 132), a la formacin deese arte romnico... tal vez contribuyeran... aportaciones de las arquitecturasmusulmana y mozrabe de Espaa ; entre esa serie de aportaciones cita losaleros con modillones de rizos y de rollos. La disposicin de alero comn atoda la arquitectura romnica, formado por losas voladas sobre modillones depiedra, aparece desde la segunda mitad del siglo IX en la Mezquita de Cr-doba (puerta de San Esteban, 859) y en la de las Tres puertas de Cairun(886)26 y se repite durante el siglo X en casi todas las iglesias mozrabes(lms. XI, XXIV y XXV), especialmente en Lebea y San Milln de la Co-golla (figs. 10 y 11). Para nosotros, es evidente que uno de los primeros reflejosde este elemento tan importante lo hallamos a reserva de la fecha ahora enlitigio por las investigaciones del Sr. Ubieto Arteta, que no parecen convincen-tes en el alero de la catedral de Jaca (cuya cpula es netamente de origenmozrabe), como las margaritas de los sofitos del bside meridional derivan,segn Gaillard, de las cupulitas lobuladas musulmanas, que se reflejan enAuvernia y en la portada O. del brazo S. del crucero de Conques (Archivoespaol de Arte, 1955, p. 234, nota 70) 27; y 5.a, el sentido abstracto, o, en todocaso, menos realista del acanto en capiteles y marfiles y de los animales en estosltimos (v. p. 31). En suma, mientras que el mozrabe cataln es slo reflejodel arte omeya hispano, el leons presenta soluciones decorativas propias, queprevalecern y no exclusivamente en el romnico espaol, sino que se exten-dern tambin al francs.

    Pero no slo aqu se manifiesta la influencia mozrabe, sino que se propa-ga sobre todo a la miniatura romnica y tambin a las artes industriales 28.

    Aparte de que en nuestra miniatura, a diferencia de la catalana (Domn-guez Bordona, Boletn de la R. Academia de la Historia, 1961, Abril-Junio,pgs. 263-64), hay, adems de la persistencia muy natural de aquella influenciaen los Beatos del perodo romnico, un grupo retardatario (Fuero Juzgode la Biblioteca Nacional, 1058, Breviario o Liber canticorum de la reinaSancha, 1059 y Liber comitis o Leccionario, 1073), nos interesa ms recordarla intensa compenetracin de las escuelas del Midi de Francia, ya sealadasdesde A. Haseloff (1906, en A. Michel), y a la que se refiere J. Porcher, delcomienzo del siglo XI datan los primeros testimonios de las escuelas meridio-nales, vueltas hacia Espaa; en Saint-Sever y en la regin de Auch, hacia Es-paa y la ilustracin terrible de sus Apocalipsis, con sus colores resplandecien-

    sino netamente mozrabes, confirmando la teora del seor Gaillard sobre los orgenes mo-zrabes de las esculturas de follaje del Prtico, pues dichos dos capiteles enlazan armonio-samente con los restantes romnicos.

    26 Esta mezquita fue edificada por Muhammad ibn Jayrun al-Maafiri, originario deal-Andalus.

    2 7 Otra disposicin importante son las puertas salientes cobijadas por comisas de mo-dillones (T. Balbs) .

    2 8 En lo que s igue me esfuerzo en sealar exclusivamente los influjos genuinamentemozrabes , sin ocuparnos de los que puedan provenir del arte hispano-musulmn a t ravssuyo: por eso no hablaremos de los arcos de herradura en marfiles y esmaltes romnicos, etc.

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  • LO PRE-MUSULMN (VISIGODO), LO HISPANO-MUSULMAN Y LO MOZRABE EN EL ARTE

    tes y sus actitudes arrebatadas (Catlogo de la Exposicin de manuscritos delos siglos VII al XII, Biblioteca Nacional de Pars, 1954, pgs. 45 y 49). SegnL. Grodecki (Critique, Diciembre 1958, p. 1065), la importancia de la minia-tura mozrabe del siglo X va a ser considerable en el desarrollo del arte ro-mnico espaol y francs (v. Grabar, La peinture romane, 1958, p. 68).

    Vengamos a la escultura en marfil. La pieza capital es la cruz de Fernan-do I y Sancha. Para nuestro objeto, la parte ms importante es el reverso (fig.12), aparte las hojas de tradicin mozrabe grabadas en los brazos transversalesdel anverso, como las parejas de aves en sus extremos de estirpe mozrabeigualmente. Desentendindonos aqu, por no tratarse de un estudio de dichacruz, de los reflejos otnicos tan marcados en el anverso, nos limitamos a subra-yar las influencias, no slo hispano musulmanas, de atauriques, aves y cua-drpedos en las ramas verticales y luchas de hombres y animales en las hori-zontales, segn la exacta observacin de Ferrandis, sino las propiamentemozrabes, tanto las esptulas de los bordes como principalmente el motivodel ataurique vomitado por dos cabezas animales adosadas, que se repite enla misma composicin algo ms abajo con las colas de los mismos animales : sehalla en el brazo superior del reverso inmediatamente debajo del guila delTetramorfos (fig. 13), motivo ste que no hemos visto subrayado aqu y que seencuentra en cada uno de los brazos de la cruz mozrabe del Louvre y M. Ar-queolgico Nacional, aunque, en ltima instancia, provenga de Crdoba, yluego lo hallamos en piedra en el romnico francs (varias veces en St.-Benotsur Loire, Arte Espaol, 1954, p. 46). Como ha dicho Camn, la cruz de Fer-nando I tiene un carcter tan representativo de la sensibilidad medievalespaola, con ese entrecruzamiento de temas rabes y occidentales.

    En cuanto a la orfebrera, junto a la preponderante influencia germnicano queda olvidado el elemento mozrabe. En el arca de plata de San Isidorode Len (v. Gmez Moreno, Archivo E. de Arte y Arqueologa, 1932, p. 211),segn David Robb (The Art Bulletin, 1945 p. 173), el carcter mozrabe delfollaje es completamente evidente.

    Ahora se empieza a ver fuera que la extensin de la influencia mozrabees mayor de lo que se sospechaba, p. ej. en los esmaltes de Limoges. No eseste el lugar de plantear el ingente problema de la prioridad entre los esmaltesespaoles (Silos) y los de Limoges 29. Pero s de destacar la comprensiva actitudde la mejor especialista en los ltimos, Mme. M. M. Gauthier, en sus recientesartculos: Les maux limousins champlevs (L'Information d'histoire del'Art, 1958, n. 3) y Les dcors vermiculs dans les emaux champlevs...(Cahiers de Civilisation Mdivale del Centre de la Universidad de Poi-tiers, I, 1958 (n. 3). Es la primera persona francesa en no denigrar el famosolibro de Hildburgh y sostiene la teora de los talleres itinerantes en ambasvertientes de los Pirineos (Conques, Silos, Limoges: Cahiers..., p. 369) y queel frontal de Silos fu hecho con destino a este monasterio. En el primero deestos artculos (p. 75) afirma que fue en la Espaa mozrabe donde se inten-taron las experiencias ms decisivas para nuestro inters. Ya Gmez-Moreno,en el artculo citado en nota, pona (p. 498) en relacin la patena del clizmozrabe de Silos (fig. 14) con las bandas horizontales de roleos del gran fron-tal del Museo de Burgos. Por su parte, Mme. Gauthier que no debe haber

    29 Gmez Moreno, "La urna de Sto. Domingo de Silos" ("Archivo e. de Arte", 1940-41)y J. Hernndez Pereza, "Goya", 1956, n. 11.

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  • FRANCISCO GARCA ROMO

    tenido conocimiento de dicho artculo, pues cita slo otros textos anteriores delmaestro insiste, en el segundo trabajo (p. 355), sobre el inters de dichapatena mozrabe (filigrana de roleos en las enjutas de los lbulos), que inteli-gentemente compara con los paos del cancel de San Miguel de Escalada y,al tratar (p. 363) del gran frontal, distingue en l dos clases de roleos, unamozarabizante, precisamente en las bandas horizontales atravesadas por loscuerpos de Cristo y los Apstoles (vase su lm. II).

    Queremos dejar indicado un ltimo aspecto de la influencia mozrabe. Elmaestro de Jaca, autor del tmpano del Crismn, y muy probablemente del delCordero en Len 30 obras de alrededor de 1090, est, segn G. - Moreno,influido por la tendencia antiicnica mozrabe : esto cuadra muy bien con elorigen de la cpula de aquella catedral. Ntese la profusin del tema del Cor-dero en las artes industriales (marfiles : caja de San Juan y San Pelayo, reversode la cruz de Fernando I ; orfebrera y esmaltes : reverso de la cruz de SanSalvador de Fuentes (colec. Morgan), frontal pequeo de Silos y cubierta de laarqueta hispano-musulmana) y en la pintura (San Baudelio, Maderuelo y fres-cos catalanes); es legtimo pensar que proviene de los Beatos. En la escul-tura es muy frecuente en Portugal (Marqus de Lozoya, Historia del Artehispnico, I, p. 439) y, con anterioridad a los ejemplos citados, en Saint-Mi-chel d'Aiguilhe (Le Puy) (Pijon, IX, fig. 479)31.

    La influencia en la formacin del romnico francs y sus lmites.Terras-se que en su obra maestra miminizaba la influencia hispano-musulmana enel romnico niega rotundamente la intervencin del arte mozrabe. Salvo enSan Miguel de Cuix, estas influencias mozrabes no han franqueado los Piri-neos. El arte mozrabe no tuvo parte en la formacin del arte romnico en elsiglo XI (Hespris, 1944, pgs. 99-100). En su reciente Islam d'Espagnereitera su negativa: Si (Catalua) recibi poco de los Mozrabes, fue sin em-bargo el nico punto en que el arte mozrabe pas los Pirineos, en San Miguelde Cuix (pgs. 94 y 163). Pero resulta claro que esta posicin negativa es,en estas fechas, francamente insostenible. Hace ya veinte aos largos que Fo-cillon admita contactos con el mozrabe en varias zonas : entre ellas la BajaAuvernia y el Loire medio (St. Benot s. Loire, Le Ronceray y d'Angers32

    (Arte Espaol, 1953, p. 194 y nota 1). En St. Benot, como hemos precisadoen varios trabajos, hay influencias musulmanas califales y mozrabes conjun-tamente primer taller y luego mozrabes, taller de Unbertus. En St. Hilairede Poitiers las cruceras del piso bajo del campanario (Arte Espaol, 1954,fig. 10) (fig. 15) son quizs ms bien de origen mozrabe que musulmn33.Pero me interesa aadir que, en mi concepto, ms que de influencias precisasy controlables, locales, se trata de aquellas tan difundidas que, por quedar inte-gradas a cada paso con otras, es casi imposible aislar, puesto que se refieren,segn hemos dejado consignado, al sistema y disposiciones de la decoracinmonumental : forma del capitel, basas, aleros, etc.

    3 0 En la Exposicin de Barcelona (1929) figur un tablero de piedra caliza, del siglo XI ,con el Cordero en su centro, perteneciente al Sr. Torbado, de Len (Catlogo, sala VII ,n. 788).

    31 Focillon, "Art d'Occident", nota a la pg. 119.3 2 Vase para Le Ronceray d'Angers el "Archivo e. de Arte", 1959, p. 137 y lm. V,

    figs. 23 y 24.3 3 Citaremos, por su gran precoc idad, hac ia 1049, su cornisa (fig. 16 y 17) v. "Ar te

    Espaol" , 1954, p. 39 y el artculo de M. Crozet, all c i tado.

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  • Fig. 1. Capitel visigodo ? del S. de Francia

    Fig. 2.Capitel visigodo ? del S. de FranciaPolos Muse Saint Raymond. Toulouse

  • Fig. 11. Alero de San Milln de la CogollaFotos Archivo de Navarra

    Fig. 10.Alero de Santa Mara de Lebea

  • Fig. 15. Cruceras de la Torre-Cam