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Compaeros en
el
camii
conos bblicos
para un itinerario eoracin
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Coleccin EL POZO DE SIQUEM
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Dolo re s A le ixand re , RSCJ
COMPAEROS
EN EL CAMINO
Iconos bblicos
para un itinerario de oracin
Editorial SAL TERRAE
Santander
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1995 by Editorial Sal Terrae
Polgono de Raos, Parcela 14-1
39600 Maliao (Cantabria)
Fax: (942) 36 92 01
Con las debidas licencias
Impreso en Espaa. Printed in Spain
ISBN: 84-293-1171-8
Dep.
Legal: BI: 2426-95
Fotocomposicin:
Didot, S.A. - Bilbao
Impresin y encuademacin:
Grafo, S.A. - Bilbao
ndice
Compaeros en el camino 7
Si yo fuera a usar este libro 9
1.
Abrir espacios a la oracin 13
2. Prepararse y disponerse 34
3.
Despertar el deseo 43
4. Echar races, poner cimientos 53
5. Recibir un nombre nuevo 66
6. Tomar una decisin
nacida del agradecim iento 84
7.
Tocar el Verbo de la vida 97
8. Hacerse un nio. Hacerse como ese nio 108
9. Apren der la sabidura de Nazaret 119
10.
Contemplar a Jess
para conoc erlo internamen te 128
11 .
Caminar junto a Jess
para hacer lo que l hizo 141
12.
Adherirse lcidame nte a la vida verdadera 156
13. Entrar en la lgica de la desmes ura 173
14. Permanecer junto al que lleg
hasta el final en el amor 185
15. Dejarse encontrar por el Viviente 203
16. Consentir en que el amor
envuelv a nuestra vida 215
ndice de iconos bblicos 229
5
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Com paeros en el camino
Este libro ha tenido distintas fuentes de inspiracin: J.A.
Garca nos propuso durante unos Ejercicios en Celorio, hace
unos aos, que hiciramos las contemplaciones de la cuarta
semana mirando algunos iconos bblicos, y me pareci una
idea preciosa.
Luego vi una pelcula de W oody A lien, La rosa prpura
de El Cairo, en la que una atnita Mia Farrow vea desde
su butaca del cine cmo su actor preferido se sala de la
pantalla y la invitaba a entrar en la pelcula. Pens que eso
era lo que yo haba vivido con los iconos evanglicos y
que es lo que ocurre siempre con la Biblia: todo cambia
cuando, en vez de leerla como espectadores, comenzamos a
dialogar con sus personajes , a entrar en el guin y en la banda
sonora de sus experiencias, a sentirnos como ellos actores y
protagonistas, a darnos cuenta de que todos esos hombres y
mujeres de las narraciones bblicas vienen a nuestro encuentro
para acompaarnos en nuestro itinerario creyente.
A partir de ah, me atrajo la idea de investir de len
guaje bblico y narrativo el proceso ignaciano y de invitar a
hacer las meditaciones y contemplaciones a partir de iconos
bblicos, especialmente del Nuevo Testamento. Lo he ido
haciendo yo misma y proponindolo en los Ejercicios que he
dado en los ltimos aos a distintos grupos.
El ltimo de ellos ha sido el de las Hermanitas de Jess
de Palestina, reunidas en un monasterio de Benedictinas de
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rito oriental en las afueras de Beln. Pasar ocho das en un
lugar con tantos iconos me ha hecho entender la contestacin
que dio el P. K olvenbach a un novicio jesuita que le pregunt:
Padre, usted cmo reza?
Rezo con iconos.
Y qu hace?, los mira?
No. Me miran ellos a m.
En el Monasterio del Emmanuel he entendido un poco
mejor lo que es dejarse mirar silenciosamente por el Icono
del Padre que es Jess, y ha crecido en m el agradecimiento
deslumhrado por tenerle a l como Camino y como Com
paero.
Estas pginas nacen de mi deseo de compartir esa ex
periencia, que no es slo ma, sino tambin de aquellos/as
que han ido vivindola conmigo.
Monasterio del Emmanuel
Beln, Julio 1995
8
Si yo fuera a usar este libro...
1.
Tratara de enterarme de lo que quiere ser y lo que no
quiere ser:
quiere ser un instrumento, un ap oyo, una ayuda para
personas que desean hacer una experiencia de oracin, a solas
o en grupo: cristianos de a pie (incluyo a religiosas/os, que
tambin lo somos...), comunidades o grupos que, por dis
tintas razones, van a emprender unos das de oracin (unos
Ejercicios...), ms o menos largos, sin un experto/a que
les acompae;
su inspiracin es ignaciana, es decir, que toma de
los Ejercicios Espirituales de San Ignacio (EE) el proceso y
algunos textos significativos; pero, ms que al lenguaje ig-
naciano, recurre al lenguaje bblico y presenta cmo vivieron
hombres y mujeres de la Escritura las experiencias bsicas
del proceso creyente, que, en el fondo, no difieren mucho
de las que propone san Ignacio. Esos iconos bblicos sern
los compaeros de camino de este itinerario de oracin;
no pretende hacer un comentario exegtico de los
textos ni reemplazar unos Ejercicios ignacianos acompaa
dos.Pe ro, como a m enudo no se tiene esta ltima p osibilidad,
los materiales de este libro pueden ayudar a hacer unos das
de oracin repitiendo, desde una perspectiva ms direc
tamente bblica, temas que pueden resultar familiares a los
que han hecho Ejercicios ignacianos. Son tambin utilizables
por los que no los han hecho;
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intenta hacer presente en la oracin el mundo y sus
problemas, para que la oracin, como recomendaba Mons.
Angelelli, tenga un odo puesto en el Evangelio y el otro
en la gente.
2.
No lo leera todo seguido, porque no est pensado para
servir de lectura continuada. Por eso, huira de la tentacin
consumista que hace devorar con avidez m ateriales, sin llegar
a saborearlos ni aprovecharlos. Dice San Ignacio: al que
toma ejercicios en la primera sem ana, aprovec ha que no sepa
cosa alguna de lo que ha de hacer en la segunda sem ana; mas
que ans trabaje en la primera, para alcanzar la cosa que
busca, com o si en la segunda ninguna buena esperase hallar
(EE 11).
3.
Le echara una primera ojeada para hacerme idea del m
todo y, si fuera a hacer un retiro de ocho das con l, la
vspera de cada da seleccionara, de entre los captulos si
guientes, el tema en el que me siento movida a entrar al da
siguiente. El Espritu Santo sabe conducir muy bien, y esta
eleccin seguramente no ser difcil.
4.
Comenzara a prepararme con bastante tiempo. De cmo
se vaya ensanchando el deseo (todo modo de preparar y
disponer el nima, dira san Ignacio: EE 1) va a depender
fundamentalmente la marcha de la oracin en los das que
sigan. Lo nuestro no es gobernar el proceso, sino abrirnos
a l; y todo lo que hagamos en esa direccin nunca ser
bastante. Por eso hay tres captulos
(ABRIR ESPACIOS A LA
ORACIN , PREPAR ARSE Y DISPONERSE y DESPERTAR EL
DESEO)
que se supone son previos al momento de los Ejer
cicios y que tratan de ayudar a esta preparacin.
5.
No me importara quedarme en uno solo de los puntos de
EN EL UMBRAL DE LA ORACIN,
porque lo nico que pre
tenden es eso: acompaar hasta el umbral de la puerta. Cuan
do se ha cruzado ste, deja de ser necesario apoyarse en
aqullos, porque lo que ocurre del otro lado es cosa del
10
Seor, y ya no hace falta nada ms. No el mucho saber
harta y satisface al nima, mas el sentir y gustar de las cosas
internamente (EE 2).
6. Los materiales de
OTROS CAMINOS DE BSQUEDA
estn
pensados para algn rato de lectura meditativa fuera de los
tiempos de oracin; pero, si me sintiera atrada a orar con
alguno de ellos, lo usara tambin com o ayuda para atravesar
el umbral de la oracin.
7. Aunque estuviera sola, no me saltara el
CELEBRAR LO
VIVIDO, sino que lo adaptara para un rato de oracin per
sonal al recapitular el da.
8. Si quisiera usar el libro para algn da de retiro, buscara
en el ndice el tema, segn mi situacin personal, segn el
tiempo litrgico, etc., y seleccionara la vspera alguno de
los puntos de oracin para que me sirviera de puerta de
entrada. El resto lo ir pidiendo el transcurrir del retiro.
9. Si furamos un grupo los que vamos a hacer juntos un
retiro largo, propondra que nos pusiramos de acuerdo en
quin iba a tomar la responsabilidad de animar cada uno de
los das, y esa persona se encargara, el da que le corres
pondiera, de la ambientac in, el horario, la manera de utilizar
los materiales, la celebracin, etc. Tambin puede ser siem
pre el mismo el que se responsabilice de todo el retiro; pero
la otra manera dara una gran riqueza y consegu ira que cada
uno hiciera la experiencia de toda la capacidad creativa y de
comunicacin espiritual que seguramente posee sin saberlo.
10.
Me llevara siempre la Biblia: los textos ms breves estn
copiados, pero hay otras referencias en las que su uso se hace
necesario. Al final se puede consultar un ndice de iconos
bblicos.
11
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1
Abrir espacios a la oracin
Antes de comenzar un retiro en el que vamos a dedicar tiem
pos largos a orar, puede ayudarnos el que en los das ante
riores reflexionemos con ms detenimiento sobre esa acti
vidad esencial a nuestra vida cristiana que llamamos oracin.
Los textos propuestos intentan comunicar de diferente
manera algunos de sus aspectos esenciales.
1. CUANDO VAYAS A ORAR...
a)
Parte de la realidad
El punto de arranque de la oracin tendra que ser siempre
larealidad, el humusde lo cotidiano, con su opacidad y sus
conflictos, con sus amenazas y contradicciones, con su brecha
abierta tambin a una dimensin invisible pero presentida.
La oracin no puede ser fruto de un rechazo ante la comple
jidad de lo real, ni una huida hacia un mundo ideal o esotrico,
a salvo de laalteridad que cuestiona y condiciona.
Porque la realidad vivida, re-conocida y concienciada,
nunca ser impedimento ni obstculo para la oracin, sino
ms bien la escala que Jacob vio en su sueo y que, bien
clavada en la tierra, permita la comunicacin con el mundo
de lo divino (Gn 28,12).
13
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Sabemos que la realidad tiende a ocultarse a s misma
y que nos ronda siempre la tentacin de relativizarla y de
esquivar sus aspectos ms problemticos. Dice Jon Sobrino:
No se puede plantear la espiritualidad en un crculo pura
mente espiritual en el que se da un rodeo eficaz sobre la
realidad humana. La ubicacin en el mundo no es algo se
cundario y accidental: en ello nos va la capacidad de conocer
y actuar correctamente.
Es por lo tanto ah, en el contacto con los aspectos ms
conflictivos y oscuros de la existencia, en lo que favorece o
amenaza la vida humana, donde nos jugamos la primera con
dicin de posibilidad de orar.
Orar no es huir de nuestros propios problemas ni de
sentendernos del mundo, sino arrimarnos a Dios llevando
todo eso, sin negar toda su carga de multiplicidad y de dis
cordancia. ,
Venid a m todos los que estis cansados y
agobiados, y yo os dar descanso. Tomad so
bre vosotros mi yugo... , porque mi yugo es sua
ve y mi carga ligera (Mt 11,29-30).
Es cierto que la oracin puede sosegarnos y tranquili
zarnos; pero donde realmente podemos discernir su autenti
cidad es en la capacidad que nos va dando pa ra, en expresin
ya clsica,
cargar
con la realidad,
hacernos cargo
y
en
cargarnos
de ella.
b)
Ensancha tu deseo
Un segundo elemento fundamental es el
deseo,
la
insatis
faccin, porque la oracin nace de nuestra pobreza y se
dispara como una flecha desde la tensin de ese arco.
Lo que la ahoga, en cambio, es el engao de una sa
ciedad aparentemente satisfecha o la suficiencia que nos im
pide reconocer nuestra indigencia y nuestros lmites:
Dices: 'Soy rico, me he enriquecido, nada me
fa l ta ' .
Y no te das cuenta de que eres un des-
14
graciado, d igno de compasin, pobre, c iego y
desnudo... (Ap 3,17).
Tenemos la tendencia a culpar de nuestra indolencia
oracional a los ritmos acelerados de vida en las grandes
ciudades, al acoso de los medios de comunicacin, a la ob
sesin consumista y viajera de nuestra cultura... Todo eso
pensamos nos hace difcil encontrar tiempos y espacios
sosegados para orar y puebla nuestro silencio de imgenes
distractivas. Aunque eso sea verdad, lo que ms hondamente
nos incapacita para la oracin es aquello que apaga y debilita
nuestro deseo:
el
racionalismo,
que prescinde del lado oscuro y latente
de la realidad y pretende explicarla y dominarla en su
totalidad;
el
psicologismo
como explicacin ltima de todo, que
sospecha de los deseos como escapatorias evasivas, les
niega sistemticamente un origen trascendente y nos
instala en un nivel d e positivismo hermtico;
el
narcisismo,
que ciega la brecha de la alteridad y nos
encierra en una cmara poblada de espejos desde la que
la invocacin se hace imposible;
el hbito del
confort,
convertido en necesidad absoluta,
que nos invita a instalarnos en lo ya conseguido;
el
activismo compulsivo,
que nos hace creer que no ne
cesitamos de nadie y que podemos solucionarlo todo
con nuestro esfuerzo, con tal de que lleguemos a pro
ponrnoslo;
la confusin de la
tolerancia
con el
amor,
que enfatiza
los aspectos ms segurizantes de la existencia, idealiza
una tranquila mediocridad y niega al amor su inclina
cin hacia la desmesura, la exageracin y la ausencia
de clculo.
El deseo, en cambio, nos arrastra fuera de la estrechez
de nuestros lmites, hace de nuestro yo una estructura abier
ta y opera el milagro de co nvertirnos en criaturas referidas a
Otro.
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Amar, como orardice J.M. Fernndez-Martos, es
alojar a un extrao en las propias entraas. Es dejar que el
proyecto, los deseos, la vida de otro... inunden nuestro pro
yecto, nuestros deseos, nuestra vida; y esto, que es una di
visin, paradjicamente nos integra. En la masa oscura de
nuestros deseos, la presencia de Otro que es mayor que no
sotros mismos nos va llevando, de deseo en d eseo, hacia una
mayor transparencia de nosotros mismos.
Recorrer el camino de la oracin es muy duro; por eso
hay tan pocos que lo hacen. Es recorrer el camino de los
propios deseos; y casi no nos atrevemos a desear, slo a
calmar necesidades; y para ellas los objetos bastan. Pero Dios
es Alguien.
Tratar con l es quemar las naves de la saciedad sa
tisfecha. Es poner en pie el inmenso continente de nuestros
deseos siempre avivados. Dios es siempre mayor.
c)
Insiste y permanece
El tercer elemento a subrayar es el de la lucha, como la de
Jacob con el ngel a orillas del Yabbok. Porque existe en
ella un componente de decisin, de esfuerzo y de empeo,
de paciencia y de trabajo, de eso que la tradicin bblica
llama clamor o gemidos (Rm 8,27) y que alcanza siem
pre las entraas de Dios (Ex 3,7).
La oracin cristiana est necesariamente interferida
por las situaciones humanas de conflicto y de sufrimiento
intolerable, por el grito de todos los quebrados por el mal,
de todos los empobrecidos y abandonados de la tierra. El
orante va aprendiendo, como M oiss, a mantenerse ante Dios
en la brecha (Sal 106,23), cargando con todo eso y sa
biendo que de lo que se trata no es de despertar la atencin
o el inters de Dios por los que sufren, sino de dejarse con
tagiar por su solicitud hacia ellos y escuchar de l la pregunta
que remueve nuestra indiferente frialdad: Dnde est tu
hermano? (Gn 4,9).
16
Insistir, permanecer, clamar, esperar. Son verbos
edificados sobre la roca de una conviccin que tiene mucho
de paradoja: que a lo ms gratuito hay tambin que disponerse
y prepararse, y que a aquello que nos es regalado sin el
concurso de nuestros mritos lo atrae tambin la violencia de
nuestra apasionada espera.
Aprender a orar es gracia, pero es tambin un proceso
que va a requerir esfuerzo, disciplina, trabajo por unificar
las energas dispersas, aceptacin de que las actitudes esen
ciales para la oracin no nacen en ese momento y se aban
donan despus, sino que toman cuerpo en la red de las re
laciones humanas.
Estamos tambin preparndonos a la oracin cuando nos
esforzamos por mantenernos fieles y fraternos, cuando es
tamos dispuestos a conceder a los otros tiempo y ocasin de
cambio. Porque no tenemos dos vidas ni dos estructuras in
ternas; y el que lucha por permanecer en el amor a los her
manos aprende a encajar tambin los aspectos desrticos de
la oracin. Y al que se esfuerza por mantenerse en espera
vigilante, como aquellos siervos que esperaban la llegada de
su seor (Le 12,35), le ser ms fcil conjugar despus esos
cuatro verbos con los que Pablo caracteriza el verdadero
amor: disculpar, confiar, esperar, soportar (1 Cor
13,7).
Si vamos cultivando pacientemente una atencin des
centrada de nuestro yo y dirigida hacia los dems, si va
creciendo nuestra capacidad de apertura, escucha y respeto
ante el misterio de los otros, iremos siendo ms capaces de
acoger a Dios, de dejarle entrar en nuestra vida sin condi
ciones y sin miedos, de permanecer ante l tambin cuando
nos parece que est ausente.
Dios ha hecho que la oracin tenga un gusto tal que
acudimos a ella como a una danza y permanecemos en ella
como en un combate, deca Nicols de Flue. Aprender a
orar es permanecer en ese combate; es aguantar como un
centinela, en la intemperie de la noche, a que llegue la aurora;
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es adentrarse sin miedo en la nube que oculta, a la vez que
revela, una presencia que nunca puede ser dominada; es m an
tenerse en medio del lago aunque el viento sea contrario,
hasta que, de madrugada, alguien deje ver su rostro y or su
palabra.
Se nos pide que no dejemos de remar esforzadamente
mientras aguardam os, con tensa v igilancia, a que sea el viento
del Espritu quien despliegue al fin nuestras velas con el
Abba, Padre que susurra en nosotros.
d) Pide la afinidad con Jess
Un cuarto aspecto podra ser calificado como el elemento
afinidad. La oracin tiene lugar en ese nivel de disponi
bilidad y de escucha que nos hace sintonizar con el talante
de Jess, con su obediencia filial y su disposicin radical a
amar y a dar la vida. Y para eso cuentan poco la acumulacin
de saberes y las doctrinas sutiles e improductivas. Cuentan
poco el pensamiento discursivo y la reflexin, el anlisis y
la excesiva intelectualizacin. Teresa de Jess nos lo ha de
jado magistralmente dicho:
Algunos he topado que les parece est todo el negocio
en el pensamiento, y si ste pueden tener mucho en
Dios, aunque sea hacindose gran fuerza, luego les
parece que son espirituales. [...] Querra dar a entender
que el alma no es el pensamiento, ni la voluntad es
mandada por l, que tendra harta mala ventura; por
donde el aprovechamiento del almano est en pensar
mucho, sino en amar mucho
Fund.,
5,2-3).
No os pido ahora que pensis en E l, ni que saquis
muchos conceptos, ni que hagis grandes y delicadas
consideraciones con vuestro entendimiento; no os pido
ms que le miris (Cam.Perf.,26,3).
Los conceptos crean dolos de Dios. Slo el sobreco
gimiento presiente algo, haba dicho Gregorio de Nisa. Entra
en contacto con Dios no quien cree saber mucho sobre l,
18
sino quien intenta practicar la justicia, amar con ternura y
caminar humildemente con l (Mi 6,8).
Al final de la vida, no se nos va a preguntar por nuestros
saberes, ni siquiera por nuestra oracin; se nos va a preguntar
por el amor, que es lo que nos hace afnes con el Hijo. Y
la mejor manera de conseguirlo es instalarnos en la humilde
pobreza de la primera bienaventuranza y en una confiada
esperanza.
Porque ni nuestra debilidad ni nuestra impotencia para
amar de verdad son obstculo para que el Espritu vaya tra
bajando esa
afinidad
en nosotros.
e) Entra en lo escondido
Una quinta caracterstica sera la de la interioridad y el
secreto,que pertenecen a la insistencia ms genuina de Jess
en su enseanza sobre la oracin:
Cuando quieras rezar, mtete en tu cuarto,
echa la llave y rzale a tu Padre que est en lo
escondido. Y tu Padre, que ve lo escondido, te
recompensar (Mt 6,6).
El evangelio de Lucas nos desvela lo que ocurra en
lo escondido de la madre de Jess:
Mara guardaba todas estas cosas meditn
dolas [symballousa] en su corazn (Le 2,19).
El participio griego expresa la accin de
reunir (sym-)
lo lanzado
(hallo).
Es la misma raz de la palabra
smbolo,
y sugiere una actividad cordial de ida y venida de dentro
afuera y de fuera adentro, una confrontacin entre la interio
ridad y el acontecimiento, una labor callada de reunir lo
disperso, de tejer juntas la Palabra y la vida.
La oracin e s, antes que nada, encuentro interpersonal,
dilogo de secreta amistad con quien sabemos nos ama. Israel
vivi la experiencia de un Dios que quera hacer alianza con
l ,
y Jess nos ha invitado a ser no slo siervos, sino amigos.
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Somos nosotros los que no nos atrevemos a creer hasta
dnde llega el deseo de Dios de introducirnos en su intimidad.
Y eso que, cuando entramos en lo ms hondo de nosotros
mismos, nos damos cuenta de que la nuestra es unainterio
ridad habitada, y que tenemos franqueado el camino para
participar de la relacin del Hijo con el Padre, en el Espritu.
Por eso estamos invitados a redescubrir los caminos que
conducen a nuestro corazn, sin que nos paralice la sospecha
de intimismo. La oracin necesita verificacin, pero no
justificacin, porque todo lo que tiene que ver con el amor
pertenece al orden de la gratuidad. Ha sido Jess mismo quien
nos ha remitido a ese lugar secreto de nuestro ser para en
contrarnos all con el Padre, y slo en l podemos renacer a
la fraternidad solidaria, que es, en ltimo trmino, la vo
cacin de la oracin.
En medio de la dispersin de una civilizacin de lo
efmero, los creyentes nos sentimos llamados a cuidar lo
esencial; a inclinarnos por lo que es verdaderamente fecundo,
ms all de las apariencias de lo espectacular; a elegir la
cordialidad en medio de una cultura racionalizada; a preferir
la sabidura a la multiplicidad de conocimientos; a cuidar el
corazn, porque en l, como nos recuerda el proverbio, estn
las fuentes de la vida (Pr 4,23).
f) Djate alcanzar
Finalmente, un sexto elemento consistira en algo que po
dramos calificar como actitud de
consentimiento
a la no
vedad que surge de la relacin con Jess; una aceptacin de
que,
cuando su amor da alcance a alguien, nunca le deja
como estaba, sino que transforma su vida, le afecta en el
mundo de sus opciones, criterios y preferencias, le traslada
a ese orden otro que es el Reino, y al que slo se accede
cuando se hace la experiencia de la gracia.
Eso quiere decir que la oracin
tiene consecuencias
y
que las preguntas sobre su autenticidad tenemos que hacr
noslas ms all del mbito de la pura interioridad. Recono-
20
ceremos sus frutos si nuestra vida se va haciendo cada vez
ms manejable para el Espritu, si nos dejamos bautizar
y sumergir con una familiaridad creciente en ese universo de
nuevas significaciones, valores y comportamientos contra-
culturales que es el Evangelio de Jess.
El que ora tiene que estar abierto a una cierta en-aje-
nacin.porque el amor desplaza nuestro centro de gravedad
y nos introduce en una tierra desconocida, en la que nuestros
mapas, planos y previsiones resultan ya inservibles.
Decamos ms arriba que vamos a orar con todo lo que
somos, con ese equipaje de imgenes, sentimientos, preo
cupaciones, criterios y relaciones que constituyen nuestra
vida y nuestra historia; con todas nuestras heridas, esperanzas
y miedos. Pero tenemos que ser conscientes tambin de que,
al atravesar el umbral de la oracin, to do eso queda en estad o
de riesgo porque, como Moiss, nos acercamos a la zarza
ardiente de una presencia que puede abrasarnos con su fuego
(Ex 3,1-4).
Y lo que parece que Dios vaya buscando de nosotros,
por encima de todo, es que ese riesgo no nos provoque miedo
ni encogimiento, sino esa audacia tranquila con la que se fan
los nios. Una audacia en la que, misteriosamente, no se
pierde el temor de Dios, la adoracin y el deslumbramiento
sobrecogido de quien presiente que le est rozando un amor
que le sobrepasa.
El que est dispuesto a dejarse alcanzar por ese amor
llega a saber experiencialmente (expertus potest credere,
canta un antiguo himno de la Iglesia) hasta dnde es posible
llegar en la despreocupacin por el propio destino cuando se
le reconoce en buenas manos.
La oracin tiene algo dexodo yde x-tasis;y cuando
nos ponemos en ese camino y nos atrevemos a abandonar
ante Dios toda nuestra existencia y a salir al encuentro de
los otros, nuestro modo de contactar con la realidad se reo
rienta y se apoya sobre nuevos quicios. Nuestra identidad
alcanzada queda tambin alterada y re-fundada en Otro
21
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que nos hace posible mirar, or, sentir y tocar la realidad
desde una sensibilidad nueva, desde eso que llamamos mi
rada contemplativa y que no es ms que ver la vida con los
ojos de Dios.
Tambin a Jess se le contagia del Padre esa manera de
mirar el mundo; y se llena de jbilo porque no son los sabios
y entendidos, sino los pequeos, q uienes poseen el privilegio
de conocerle (cf. Le 10,21s). Y el Dios de la transfiguracin
se le revelar de una manera definitiva cuando se refugie en
Getseman con la angustia atroz del miedo a la muerte, cuan
do hunda en la oracin su deseo acuciante de escapar de ella.
Jess se aferra a la confianza de que en el seno oscuro de
aquella tierra se esconde la capacidad de hacer florecer de
nuevo en l su obediencia incondicional de Hijo.
Al salir de la oracin, todo haba cambiado para l de
nombre y de sentido: el deseo dehuir se haba transformado
en el de permanecer fiel; ahora, el morir era dar la vida,
y ya le era posible beber hasta el final un cliz que vena de
la mano del Padre.
La oracin es la
puerta estrecha
que tenemos que atra
vesar si estamos dispuestos a este cambio de perspectiva, que
desborda nuestras posibilidades y nuestros hbitos de aferra
miento a lo conocido y a lo acostumbrado. Nos cuesta dejar
atrs lo que creamos poseer tranquilamente de una manera
definitiva; y, si tememos inconfesadamente la oracin, es
porque presentimos que puede des-colocarnos y des-concer-
tarnos fuera de la parcela cerrada y apacible de las ideas que
nos dan seguridad.
El Seor es mi Pastor, nada me falta.
Me conduce hacia fuentes tranquilas...
(Sal 23,1).
As expresaba su experiencia alternativa de seguridad
un orante que supo lo que significaba
dejarse conducir
por
un Dios del que, si algo sabemos, es que puede cuidarnos
mejor de lo que nosotros mismos podramos hacerlo. Y que
va a conducirnos y a enviarnos, irremisiblemente, en la di-
22
reccin de su pasin por el mundo: Ve y di a mis herma
nos... (Jn 20,17).
A lo largo de esta reflexin hemos ido sealado seis
elementos
bsicos a tener en cuenta a la hora de ponernos a
orar. Y seises un nmero q ue, en las claves bblicas, significa
algo abierto, no terminado, un proceso dinmico que nos
estira hacia adelante en una triple direccin:
la
receptividad activa,
que cambia nuestra forma con
vexa por esa otra forma cncava que es la nica
capaz de acoger, recibir y ser fecundados;
la
com-pasin,
que nos hace contactar con la realidad
desde la mirada y las entraas de Dios;
el
servicio,
porque, si la oracin nos ha adentrado en la
relacin con Aquel que se despoj de su categora de
Dios, hacindose como uno de tantos y tomando la
condicin de siervo (Flp 3,7), slo ponindon os, junto
a l, a los pies de nuestros hermanos ms dbiles po
demos llegar a tener parte con l (Jn 13,8).
Por eso la oracin no es algo distinto del
amor:
ir ha
cindonos
receptivos, compasivos y serviciales
es nuestra
humilde manera de amar cuando nos decidimos a responder
a otro Amor mayor que nos reclama
consentimiento y aco
gida;cuando nuestro corazn quiere latir al ritmo de sucom
pasin;
cuando buscamos, aunque sea pobremente, la iden
tificacin con los caminos deservicioque l mismo recorri.
2. EXPONERNOS A DIOS
Una carmelita escocesa expresa as su experiencia de oracin:
La simplicidad de la oracin, su claridad, su falta de
complicacin, es lo ltimo que conocemos o deseamos co
nocer. No es difcil teorizar acerca de ella; pero ni el escribir,
ni el leer, ni el hablar, ni el pensar sobre ella, ni los deseos
de orar, ni el envolvernos en esas vaporosas sublimidades
que nos hacen sentirnos tan conocedores de lo espiritual, nada
de eso es oracin. Nada, salvo el orar realmente. Qu hago
23
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con todo eso, sino erigir barreras tras las cuales puedo man
tener mi propia estima y esconderme as de Dios?
'Seor, ensanos a orar'. Jess no parece contemplar
nunca la necesidad de darnos una respuesta terica, de lle
varnos al interior de la cuestin de qu es rezar o de cules
deberan ser nuestras disposiciones; inmediatam ente, da una
respuesta prctica: 'Cuando ores, di: Padre...' Y a sus dis
cpulos les mostr lo que el Hijo entiende por orar.
Quiz el mayor reto de esa demostracin es su extre
mada sencillez, su autenticidad, realismo y objetividad. Orar,
para Jess, era la manera ms inmediata y pura de entregarse
a la voluntad de su Padre; y en esto no caben subjetividades
ni sentimientos. Jess am y se entreg al Padre, tanto en
los momentos en que su interior se rebelaba (Getseman)
como cuando 'su alma exultaba de gozo en el Espritu'. Por
eso,
lo que ensea sobre la oracin es que sta es, ante todo,
una respuesta a Dios, y que nicamente difiere de las otras
respuestas en la intensidad que exige. Es una respuesta a Dios
y no una iniciativa nuestra; es algo que le atae a l y no a
nosotros.
E1 acto de la oracin consiste en ponerse indefenso
delante de Dios. Qu har l? Tomar posesin de nosotros.
Y que acontezca esto es la nica finalidad de la vida.
Sabemos que le pertenecemos; sabemos tambin, si
somos sinceros, que, casi a nuestro pesar, tendemos a man
tener con fuerza nuestra propia autonoma. En efecto, esta
mos prontos para seguir a Dios de palabra (a hablar de ora
cin, no a orar), porque utilizar la palabra 'Dios' como
estandarte nos deja la conciencia tranquila. Sin embargo, el
pertenecer a Dios es realmente otra cosa. Pertenecer a Dios
significa no guardar nada para nosotros, estar siempre ligados
a la voluntad de Otro.
Nos cuesta aceptar nuestra condicin pecadora, y tra
tamos sistemticamente de arrojar esta verdad fuera de nues
tra conciencia. Pero el rezar nos pone as, desvalidos, ante
el Seor y nos hace saborear lo amargo de nuestra realidad.
24
Nuestro Dios es un fuego, y nuestra miseria cruje cuando l
nos apresa; l es todo luz, y nuestra oscuridad se encoge bajo
su resplandor. Y es este resplandor desnudo de Dios lo que
hace que la oracin pueda ser algo tan duro.
Normalmen te, a medida que crecemos, vamos ganando
en habilidad para hacer frente a la vida. En muchos campos
vamos adquiriendo tcnicas que nos ayudan a seguir adelante
cuando nuestro inters y nuestra atencin decaen, y es seal
de madurez el tener siempre alguna reserva de la que echar
mano. Pero esto no se da en la oracin, que es la nica
actividad humana que depende nica y exclusivamente de su
intrnseca verdad. Estamos ante Dios, expuestos a todo lo
que l es, y l no puede defraudarnos ni ser engaado por
nosotros.
No es que nos propongamos engaarle ni a l ni a los
dems; pero con los otros podemos disimular nuestra con
dicin humana de opacidad. No logramos abrirnos entera
mente ni darnos a conocer absolutamente a ellos, ni ellos a
nosotros: simplemente, no somos capaces. Y, adems, tampoco tenemos que serlo, ni existe ninguna situacin humana
que reclame de nosotros esta presencia ntegra, ni siquiera
aunque estuviera en nuestra mano el poder ofrecerla. La ora
cin, en cambio, s exige esta presencia total.
La oracin es oracin si nosotros queremos que lo sea.
Preguntmonos: Qu es lo que quiero realmente cuando
rezo?;
busco ser posedo por Dios? En tal caso, hacemos
oracin. En lo nico en que Jess insisti, lo que repiti y
subray una y otra vez, fue: 'Todo lo que pidis al Padre,
l os lo dar'. Su insistencia en la fe y en la perseveranciason otra forma de decir lo mismo: tenis que querer real
mente, tenis que dejaros poseer enteramente por ese des eo.
No se trata de pequeos deseos pasajeros, sino de aquello
que realmente deseamos 'con todo el corazn, con toda el
alma, con todas las fuerzas'...: esto es lo que l se compro
mete a concedernos. Jess no se refiri slo ni tampoco,
probablemente, en primer lugar a la oracin de peticin,
sino a la oracin.
25
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Cuando te pones a orar, qu es lo que pretendes?
Cuando lo que nicamente quieres es que Dios se apodere
de ti, es cuando ests orando. En esto consiste la oracin:
no existen ms secretos, atajos ni m todos. La oracin prueba
nuestra sinceridad: es el nico lugar en el mundo donde no
hay sitio para esconderse, y en esto reside su gozo y su
tormento. Hayamos gustado o no la dicha que encierra, es
estremecedor vivir enfrentados a tal simplicidad.
Uno querra decirse a s mismo que la razn por la que
no sabe orar es porque nunca fue seducido por Dios, porque
nunca ley algn buen libro sobre oracin, ni se cruz en su
camino un santo gur que le iniciase... De ah el ardiente
inters por los libros y artculos sobre oracin, que oculta la
carencia de deseo autntico; de ah el entusiasmo por los
retiros y los directores espirituales, que tantas veces sirven
de excusa. La verdad es que no quiero orar desnudamente,
no tengo la intencin de hacerlo; pero no me lo confieso as,
porque, si lo hiciera, me sentira culpable.
Se acuerdan del joven rico? Lo que dice es perfecto:
'Maestro bueno, qu tengo que hacer...?' Jess intenta sa
cudirle en su interior: Por qu dices 'bu eno ' cuando no sabes
lo que dices? l insiste. Entonces Jess le da aquello que el
joven crea que de verdad estaba buscando: le dice lo que
'tena que hacer'. Y el joven se march triste, porque Jess
le haba hecho abandonar la regin de los ideales y las emo
ciones y le haba puesto frente a la voluntad del Padre: 'Ven
de. . . ,ent rega.. ., si g em e...'; y no era esto lo que l deseaba.
Piensan que este hombre se march consciente de su
falsedad interior y de que estaba completamente desprevenido
para mirar a Dios directamente?... Ms bien parece que se
qued pesaroso porque la voluntad del Maestro no le convino,
y entonces se atrincher tras la excusa de la 'incapacidad',
convencindose de que sta era insuperable.
Si deseas permanecer abandonado ante Dios, entonces
ya lo ests: no se necesita absolutamente nada ms. Por lo
ltimo por lo que se podra uno desanimar es por la oracin:
26
no depende ms que de Dios, que est siempre deseoso de
darse a nosotros, y de nuestra propia decisin y voluntad. E
incluso esta misma voluntad es tambin de Dio s, 'que realiza
en nosotros el desear y el actuar'. Por eso no hay mucho ms
que decir de la oracin, sino que es 'lo ms sencillo que
existe'.
No obstante, voy a aadir dos
comen tarios prcticos:
El primero es que la oracin
necesita su propio
tiempo.
Es una parte de nuestra vida normal, su centro, su
corazn, pero no puede compaginarse con otras actividades
y a su mismo nivel: lo mismo que no podem os compaginarlas
con el sueo. La oracin reclama la totalidad de nuestro ser
para sumergirlo en el Fuego que consum e y, as, poder mar
char durante el resto del da con el corazn ardiente. Si
disponemos de momentos breves durante el da, podemos
acudir confiadamente al Padre; pero tenemos que cuidar otros
tiempos ms largos que, normalmente, habr que robar a
otras actividades: TV, libros, conversaciones...
Estars dispuesto a sacrificar algo o mucho de eso si
realmente tienes hambre y sed de Dios, de que l te posea.
Ah est el secreto de 'encontrar tiempo': siempre lo encon
tramos para lo que de verdad queremos. Lo que importa es
'estar all'; la calidad ya es cosa de D ios. Que yo est cansado
o de mal humor es lo mism o, porque yo siempre soy el mismo
para l, para que me aprese. Puede ser que no lo sienta, pero
no es eso lo que importa.
El segundo punto prctico es: 'qu hacer durante
la oracin'.
Cmo desearamos obtener una respuesta que,
en el fondo, fuera una manera de asegurarnos frente a D ios ...
La nica respuesta es , de nuevo , de una sencillez apabullante:
ponte ante Dios totalmente desnudo, indefenso, y t mismo
sabrs qu es lo que tienes que hacer. Los mtodos tienen
su valor, naturalmente, pero slo como algo para emplear 'si
quiero'; lo cual significa, en este contexto, 'si l lo quiere
para m'. Es posible que me sienta atrado a meditar, a cantar
o a estar ante l en actitud de contricin o de alabanza. A
27
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menudo, p robablemente, no querr hacer otra cosa que estar
all, permanecer en su presencia. Pero el que yo sea o no
consciente de ella no tiene importancia. S que el est all,
ms all de mis sentimientos, como lo saba Jess en medio
del sentimiento de abandono en la cruz. Qu alabanza ms
pura de amor al Padre el sentirse abandonado y seguir di-
cindole: 'Padre, en tus manos... '
Nunca insistiremos bastante en que la oracin es algo
que incumbe a Dios, deseoso de venir y habitar entre no
sotros. Confiamos en l o no? Por supuesto, yo puedo en
gaarme, no escoger el estar all para l y, por lo tanto, no
dejarme transformar en Jess. En cierta medida, siempre me
protejo a m mismo contra el impacto de un amor que causa
dolor, pero un dolor creador que nos conduce a Jess para
ser curados. Le decimos: 'Si quieres, puedes sanarme'. Y l
nos pregunta a su vez: 'Yo s quiero, pero lo quieres t?'
Ese deseo es siempre el nudo de la cuestin.
Existe algn modo de reconocer si es o no verdadero
nuestro deseo de que Jess nos entregue a su Padre? A lapregunta 'Cundo podemos saber con certeza cules son
nuestros deseos dominantes?', slo se puede dar esta res
puesta: 'Cuando estemos dominados por ellos'. Si el amor
de Dios se va apoderando de ti tan profundamente que va
transformndote en Jess, entonces lo has deseado con pasin
dominante. Pero , si eso no te ha ocurrido, slo puede deberse
a que, secretamente, en lo ms profundo de ti, no has querido
que te ocurriera.
Es inevitable que existan en nosotros deseos ocultos
que escapan a nuestro control, pero que no escapan al de
Dios.El don de los sacramentos tiene como fin abrir nuestros
recovecos a la gracia y cambiar nuestros actuales deseos,
esos que nos revelan nuestras acciones, a veces de manera
deprimente. Pero esos deseos, que son reales en nosotros,
pueden coexistir con los verdaderos; y lo que tenemos que
hacer es presentar a Dios unos y otros, sum ergiendo nuestra
pobreza en la vigorosa oracin objetiva de la Eucarista y de
los dems sacramentos. En ellos, Jess se entrega totalmente
28
al Padre y nos toma consigo en esa entrega, y de ese modo
podremos casi ver lo que el Espritu que acta en nosotros
est tratando de realizar en lo ms ntimo de cada uno.
Dejmosle actuar, dejmosle ser 'Dios-con-nosotros'.
'Cualquiera que sea nuestro pasado o nuestro temor al futuro,
aqu y ahora, oh Espritu Santo, pronuncia dentro de m el
S total de Jess al Padre' (W.M. BECKETT, CD).
3. CARTA DEL DIABLOA SUSOBRINO
1
Lo mejor, en cuanto sea posible, es alejar totalmente al
paciente de la intencin de rezar en serio, convencindole de
que aspire a algo enteramente espontneo, interior, informal
y no codificado. Esto supondr para el principiante un gran
esfuerzo, destinado a suscitar en s mismo un estado de nimo
vagamente devoto, en el que no podr producirse una ver
dadera concentracin de la voluntad y de la inteligencia. Uno
de sus poetas, Coleridge, escribi que l no rezaba 'mo viendo
los labios y arrodillado', sino que, simplemente, 'se pona
en situacin de amar' y se entregaba 'a un sentimiento im
plorante'. Esa es exactamente la clase de oraciones que nos
conviene; y, como tiene un cierto parecido con la oracin de
silencio que practican los que estn muy adelantados en el
servicio del Enemigo, podemos engaar durante bastante
tiempo a pacientes listos y perezosos. Por lo menos se les
puede convencer de que la posicin corporal es irrelevante
para rezar, ya que olvidan continuamente que son animales
y que lo que hagan sus cuerpos influye en sus almas. Es
curioso que los mortales nos pinten siempre dndoles ideas
cuando, en realidad, nuestro trabajo ms eficaz consiste en
evitar que a ellos se les ocurran cosas.
1. C.S. LF.WIS,Cartas del diablo a su sobrino (Madrid 1988), en las
que un diablo experto da consejos a otro ms joven sobre cmo poder
tentar a un cristiano convertido (el paciente) que se ha pasado al bando
del Enemigo (Jess).
29
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Si esto falla, debes recurrir a una forma ms sutil de
desviar sus intenciones. Mientras estn pendientes del Ene
migo,
estamos vencidos; pero hay formas de evitar que se
ocupen de El. La ms sencilla consiste en desviar su mirada
de El hacia ellos mismos. Haz que se dediquen a contemplar
sus propias mentes y que traten de suscitar en ellas, por obra
de su propia voluntad, sentimientos o sensaciones. Cuando
se propongan solicitar caridad del enem igo, haz qu e, en lugar
de eso, empiecen a tratar de suscitar sentimientos caritativoshacia ellos mismos. Si se proponen pedir valor, djales que
traten de sentirse valerosos... Ensales a medir el valor de
cada oracin por su eficacia para provocar el sentimiento
deseado y no dejes que lleguen a sospechar hasta qu punto
esa clase de xitos o fracasos depende de que estn sanos o
enfermos, frescos o cansados, en ese momento.
Pero, claro est, el Enemigo no permanecer ocioso
entretanto: siempre que alguien reza, existe el peligro de que
l acte inmediatamente, pues se muestra cnicamente in
diferente hacia la dignidad de Su posicin y la nuestra, en
tanto que espritus puros, y permite que los animales hu
manos, orando, lleguen a conocerse a s mismos. Pero, aun
cuando El venza tu primera tentativa de desviacin, todava
contamos con un arma ms sutil. Los humanos no parten de
una percepcin directa del Enemigo como la que nosotros,
desdichadamente, no podemos evitar. [...] Debes hacer que
el paciente dirija sus oraciones a algn objeto, a algo que l
ha creado, no a la Persona que le ha creado a l; porque, si
alguna vez dirige su oracin conscientemente 'no a lo que
yo creo que Eres, sino a lo que T sabes que Eres', nuestra
situacin ser, por el momento, desesperada.
Una vez descartados todos sus pensamientos e im
genes o, si los conserva, conservados reconociendo plena
mente su naturaleza subjetiva, cuando el hombre se confa a
la Presencia real, externa e invisible que est all y que no
puede conocer como ella le conoce a l..., bueno, entonces
puede suceder cualquier cosa.
30
Te ser de ayuda para evitar esta situacin, esta ver
dadera desnudez del alma en la oracin, el hecho de que los
humanos no la desean tanto como suponen: se pueden en
contrar con ms de lo que pedan
Tu carioso to.
4. SEI S CONSEJOS DE SABIDURA ORANTE
Con el mismo estilo con que, en los libros sapienciales, los
padres o maestros dan consejos al que quiere aprender sa
bidura, podemos formular estas recomendaciones que nacen
de la experiencia de muchos hombres y mujeres expertos en
oracin
2
:
Hijo mo, atiende mis palabras,
presta odo a mis consejos;
conserva mis preceptos, y viv i rs,
mi instruccin como la n ia de tus o jos;
tatelos a los dedos,
escrbelos en la tabli l la de tu corazn.
Al caminar no sern torpes tus pasos,
al correr no tropezars;
agrrate a la instruccin, no la sueltes,
consrvala, porque te va la vida.
Por encima de todo, cuida tu corazn
porque en l estn las fuentes de la vida
(Pr 7,1-3; 4,23).
Hijo mo, recuerda que la oracin es un encuentro
con Dios para adorarle y dejarte trabajar por l. La iniciativa
y la llamada son suyas, y es l quien desea tu presencia
infinitamente ms que t la suya.
Lo tuyo es, en primer lugar, tomar la decisin de orar
para responder a esa llamada y crear el clima que precede a
2. Algunos de los consejos estn tomados de A. SVE,Lafaim et
le rendez-vous (Paris 1989).
31
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una cita. Despus, intenta permanecer silencioso en su pre
sencia, con toda tu fe y tu amor despiertos, para adherirte a
lo que l quiere hacer en ti. Y el deseo del Padre es hacer
de ti, por medio del Espritu de Jess que te habita, alguien
cada vez ms parecido a su Hijo.
Al comenzar, trata de hacer una ruptura en vertical
para situarte en tu centro ms profundo y, desde ah, abrirte
a la presencia de Dios y hacerte disponible para l. Este
primer momento de la oracin, en el que tratas de movilizar
toda tu atencin, pide de ti esfuerzo, obstinacin, paciencia
e intensidad. Es tu humilde manera de colaborar a la accin
de Dios en ti: porque lo que importa en la oracin no es lo
que t haces, sino lo que consientes que haga l.
Es importante que en ese primer momento tomes
conciencia de lo que realmente deseas (pedir, agradecer, ben
decir, quejarte, amar...) y lo expreses en alguna frase breve
que puedas repetir internamente una y otra vez. Ser como
un ancla que te ayude a volver al centro de tu corazn
cuando lleguen otros pensamientos o distracciones.
Recuerda que nunca llegas solo a la oracin: ests
ah en nombre de muchos hermanos, de su deseo y de su
clamor. Sintete unido a ellos y sostenido por ellos, y en
contrars fuerza en momentos de cansancio.
No acabes la oracin bruscamente, porque no se ter
minan as los encuentros personales; dirgete al Padre, a Jess
o a Mara, con la confianza de los hijos o como un amigo
habla con su amigo, y luego detente unos momentos a ver
cmo te ha ido: lo que te ha sido ayuda o dificultad, qu
movimientos de atraccin o de rechazo (de consolacin
o desolacin) has experimentado a lo largo de ella. Este
pequeo examen final har crecer en ti la sabidura oracio
nal y te ayudar a adquirir la costumbre del discernim iento.
Lo mismo que no puedes improvisar la oracin y
necesitas entrenar tu atencin y tu deseo a lo largo del da,
tampoco la termines cuando acaba el tiempo que dedicas a
ella: tu disponibilidad y la accin transformadora del Espritu
32
irn haciendo de ti alguien ms atento, abierto, confiado y
fraterno, es decir, ms parecido a Jess.
A pa r t i r de es te mom en to , cada cap t u lo t end r la s i
gu ien te es t r uc tu ra :
A ) P R T I C O D E E N T R A D A :
amb ien tac in , sens ib i l i zac in a l t ema .
B ) E N E L U M B R A L D E LA OR A C I N :
sugerencias concretas (sealadas con un aster isco [ * ] ) ,
gene ra lmen te a pa r t i r de
iconos bblicos,
para preparar
l o s m o m e n t o s d e o r a c i n . Y a h e m o s d i c h o q u e s l o
p re tenden acompaar has ta e l umbra l de una o rac in
ms s i lenc iosa y recept iva.
C ) O T R O S C A M I N O S DE B S Q U E D A :
una se lecc in de t ex tos de d i s t i n tas p rocedenc ias que
pueden se r v i r pa ra segu i r p ro fund i zando en e l t ema de l
da.
D ) C E LE B RA R LO V I V I D O:
i n d i c a c i o n e s p r c t i c a s ( t e x t o s , s m b o l o s , a m b i e n t a
c in. . . ) para un ra to de orac in compar t ida a l f ina l de l
da.
33
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2
Prepararse y disponerse
A)
PRTICO
DE ENTRADA
El Seor dijo a Moiss: 'Preprate para ma
ana, sube al amanecer al monte Sina y es
prame all...' (Ex 34,2).
Si empezamos unos Ejercicios, es porque tambin ha
llegado a nosotros la urgencia de ese imperativo y la invi
tacin secreta a esa cita, y la mejor imagen para el primer
da sera la de estar en las estribaciones del m onte, deseando
el encuentro, pero quiz inconscientes de que necesitamos
prepararlo.
Sabemos que ese e ncuentro con el Seor va a ser siempre
un regalo gratuito que no depen der de nuestro esfuerzo; pero
tambin es cierto que la cita puede frustrarse si no acertamos
con el camino de subida.
Solemos llegar desde la prisa y el ruido, atareados y
extravertidos; y, aunque intentamos frenar y hacer silencio,
nos cuesta entrar en la oracin y nos sentimos con la cor
poralidad y la interioridad desbaratadas, como un puzzle
en desorden y con la sensacin de estar, no ante un monte,
sino al pie de una hermtica pirmide cuya puerta de acceso
ignoramos dnde se encuentra.
Y es normal que as sea: hemos respirado todo el ao
en un ambiente contaminado y llevamos dentro sus efectos:
34
ansiedad, tensin, bsqueda de eficacia inmediata, superfi
cialidad, individualismo... Cargamos tambin con el peso de
nuestro personaje: el importante, el susceptible, el nihilista,
el escptico, el desalentado...
Por eso necesitamos, tambin en este primer momento,
una
sabidura de los comienzos:
Llegamos a Ejercicios casi siempre bastante cansados
y, a la vez, con la conciencia de que no hemos venido prin
cipalmente a descansar. No estamos necesitando escuchar
lo de Jess a los discpulos: Venid aparte a un lugar solitario
y descansad un rato (Me 6,31)?
* Y se podr a t raduc i r en dormi r un poco ms a l co
m ie n zo , p o r q u e p o s ib l e m e n t e l o s m e jo r e s L a u d e s d e l p r i
mer d a cons is t i rn en comenzar lo a lgo ms descansados
y d e sp ie r t o s .
Entrar en Ejercicios supone hacer una
experiencia
de perodo largo,
es decir, no mensurable segn nuestros
cmputos tempo rales, tan precisos y acelerados. En el mbito
de la fe no sirve el cronm etro, y el
kairmetro
no existe:
es una experiencia ms parecida al florecer que a cualquier
otro modo de crecimiento.
* P uede ayudar leer la parb o la de la sem i l la que c rece
por s sola (Me 4,26-29) , o la del sembrador (Me 4,1-20) . O
dar un paseo t ranq u i l o , con una a tenc in re la jada a la na
tu ra leza o a l r i tmo de las p rop ias p isadas, y de tenerse a
mi ra r la rgamente un rbo l o una p lan ta , t ra tando de en t ra r
en su mis te r iosa manera de c recer .
* Puede ayudar tambin leer a lgo de poesa , que es e l
l e n g u a je m s p a r e c id o a l r e l i g i o so y d e sb lo q u e a n u e s t r o
rac iona l ismo y la r ig idez de nuest ras ideo log as .
* Pu e d e a yu d a r t a m b i n d e d i ca r u n t i e m p o se n c i l la
m e n t e a t o m a r c o n c ie n c ia d e l a r e sp i r a c i n , i r r e m a n s n -
d o la y se r e n n d o la , y r e p e t i r a su r i t m o a l g u n a i n vo ca c i n
breve : Abba. . . , Jess. . . , Maraa tha . . . , Ven i Snete
35
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Spi r i tus . . . O escuchar un d isco o casse t te de g regor iano ,
de ms ica c ls ica o de canc iones de Ta iz . . .
Entrar en Ejercicios tiene algo del
aprendizaje de
una lengua extranjera.
Entramos en un mbito en el que
funciona otro sistema de comunicacin, y hay que ponerse
a escuchar el silencio, a descifrar el cdigo secreto en que
vienen cifradas las palabras de la Escritura, a familiarizarse
con ese modo de hablar del Espritu, que tiene ms de con
fidencia que de imperativo.
No es posible hablar de la fe desde un lenguaje plano
y positivo; necesitamos poner en marcha nuestro sentido sim
blico para poder expresar la nueva realidad en la que en
tramos.
San Ignacio habla de aplicar los sentidos; pero sole
mos tenerlos atrofiados por falta de ejercicio y exceso de
intelectualismo y voluntarismo. Y, sin embargo, ir descu
briendo al Dios que viene a nuestro encuentro tiene mucho
ms que ver con aquello del Cantar: Tu nombre es un per
fume que se derrama... (Cant 1,3).
* Puede ayudar un paseo, buscando en la na tu ra leza
a lg n s m b o lo q u e e xp r e se n u e s t r a s i t u a c i n e n e s t e m o
m e n t o , o u n a im a g e n b b l i ca q u e t e n g a r e so n a n c ia p a r a
nos ot ro s : e l bar ro de Jer 18 ; los hueso s secos de Ez 37 ; la
t i e r r a se d ie n t a d e l Sa lm o 6 3 . . . En l a co m u n i ca c i n e sp i r i
t u a l ,
sue le ser mucho mas fc i l hab la r desde los s mbo los
que desde las ideas .
* Puede ayudar tam bi n ded icar u n ra to a escr ib i r o a
verba l iza r nuest ro ao en fo rma de nar rac in . Re leer as
nuest ra v ida nos ayuda a ver a D ios c om o ac to r p r inc ipa l
en e l la .
Todo esto parece demasiado simple, y afortunadamente
lo es. Pero quiz nos suene como la invitacin ingenua de
Eliseo a Naamn, el leproso sirio: Ve y lvate siete veces
en el Jordn (2 Re 5,10). Sin embargo, l lo hizo, y su
carne se volvi limpia como la de un nio pequeo.
36
Puede parecer un juego, y, efectivamente, tambin lo
es .Porque el Dios que nos espera en lo alto del monte juega
a esconderse y a revelarse desde la nube, y slo los que
consienten en hacerse sencillos lo encontrarn all arriba.
Slo a los que entran en su juego les ser concedido poder
susurrar su Nombre.
B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIN
1.
El primer
icono
que ests invitado a contemplar es Moiss
en su relacin con el Seor:
El Seor orden a Moiss: 'Lbrate dos losas
de piedra como las primeras: yo escribir en
ellas los mandamientos que haba en las
pr i
meras, las que t romp iste.Preprate para ma
ana, sube al amanecer al monte Sina y es
prame al l , en la cima del monte. Que nadie
suba co ntig o, ni siquiera las ovejas y vacas pas
tarn en la ladera del monte. Moiss labr dos
losas de piedra como las primeras, madrug y
subi al amanecer al monte Sina, segn la or
den del Seor, l levando en la mano dos losas
de piedra. El Seor
baj
en la nube y
se qued
con l al l , y Moiss pronunci el nombre del
Seor (Ex 34,1-5).
En un primer acercamiento al texto, observa:
de quin parte la iniciativa del encuentro;
qu imperativos aparecen;
qu verbos expresan la respuesta de Moiss.
El texto tiene una estructura dialogal, en la que el Seor
habla, y la manera de responder de Moiss consiste en hacer
silenciosamente lo que ha escuchado. Al final del texto, es
el Seor quien tiene una presencia silenciosa (se qued con
l all), y Moiss pronuncia el nombre del Seor.
* En un segundo momento , t ra ta de cap ta r las reso
n a n c ia s s im b l i ca s d e a l g u n a s e xp r e s io n e s :
37
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lbrate dos losas..., yo escribir en ellas...;
preprate;
sube;
esprame,
y esccha las co m o d i r ig ida s a t i .
* En u n t e r ce r m o m e n t o , i d e n t i f ca t e co n M o i s s y ,
co m o l , e sp e ra e n la cu m b r e d e l m o n t e a l Se o r q u e
ba ja a tu en cu en t ro en la nube . E l s iem pre es ta r ms
a l l de l a lcance de tu m i rada , nunca se de ja r dominar n i
poseer , y por eso la nube que envue lve su mis te r io re
c lama tu espera v ig i lan te , tu escucha y la to ta l idad de tu
presenc ia .
2. Escucha las palabras que, segn la narracin del xodo,
escuch Moiss en su encuentro con Dios:
Vosotros habis visto lo que hice a los egip
cios, y cm o a vos otros os he llevado so bre alas
de guila y os he atrado a m; ahora pues, si
queris obedecerme y guardar mi al ianza, se
ris mi propiedad personal entre todos los pue
blos... (Ex 19,4-5).
\
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supimos al fin quin era
todo su secreto vivo, suyo y libre
(B. GONZLEZ BUELTA).
Yo tena prisa...
Me vest y sal hacia la orilla del mar. Caminaba ligero y
contento, como si me hubiera librado de algn peligro o de
algn pecado. El deseo indiscreto, que me asaltara por la
maana, de averiguar lo por venir antes de que se realizara,
se me present de pronto como un sacrilegio.
Record la maana en que hall en la corteza de un
rbol un capullo, en el momento en que el gusano rompa
los hilos envolventes para convertirse en mariposa. Esper
largo rato, pero tardaba demasiado, y yo tena prisa. Fasti
diado, me inclin y quise ayudarlo calentndolo con el alien
to . Lo hice impaciente, y el milagro comenz a cumplirse
ante mis ojos, con un ritmo ms precipitado que el normal.
La envoltura se abri, el gusano sali arrastrndose, y
no he de olvidar jams el horror que sent al verlo: las alas
estaban todava encogidas, dobladas; con todas las fuerzas
de su cuerpecillo, el pobre gusano trataba de extenderlas.
Inclinado hacia l, yo le ayudaba con el calor de mi aliento.
En vano. Una paciente maduracin era necesaria en
aquel caso, el despliegue de las alas deba producirse len
tamente al calor del sol; ahora era tarde. Mi aliento haba
forzado al gusanillo a que se presentara fuera del capullo,
todo arrugadito, antes de trmino. Se agit desesperadamen
te , y unos segundos despus estaba muerto en la palma de
mi mano.
Ese cadver pequeito, creo que es el m ayor peso que
gravita sobre mi conciencia. Pues, lo comprendo perfecta
mente hoy, es pecado mortal el forzar las leyes de la natu
raleza. No debemos precipitarnos ni impacientarnos, sino
seguir con entera confianza el ritmo eterno.
40
Me sent en una roca para asimilar con total tranqui
lidad este pensamiento de ao nuevo. Ah, si la mariposilla
revoloteara constantemente ante mi vista para sealarme el
camino... (N. KAZANZAKIS) .
D) CE L E BRAR L O VIVIDO
Poner en el centro de la sala una flauta de caa (o algn otro
instrumento que evoque la idea de algo inerte, pero del que
se pueda hacer brotar msica) y escuchar tranquilamente du
rante un rato msica de flauta o de ctara. Despus, un lector
lee este texto:
No somos nosotros
los que hemos amado a Dios,
sino que l nos am primero (cf. Jn 15,16).
Lo ms importante no es:
que yo te busque, sino que
t me buscas en todos los ca
minos (Gn 3,9);
que yo te llame por tu Nombre, sino que t tienes el mo
tatuado en la palma de tus manos (Is 49,16);
que yo te grite cuando no tengo ni palabra, sino quet gimes
en m con tu grito (Rom 8, 26);
que yo tenga proyectos para ti, sino que t me invitas a
caminar contigo hacia el futuro (M e
1,17 ;
que yo te comprenda, sino que t me comprendes a m en
mi ltimo secreto
(1 Cor 13,12);
que yo hable de ti con sabidura, sino que
t vives en m y
te expresas a tu manera
(2 Cor 4,10);
que yo te guarde en mi caja de seguridad, sino que
yo soy
una esponja en el fondo de tu ocano (EE 335);
que yo te ame con todo mi corazn y todas mis fuerzas, sino
que t me amas con todo tu corazn y todas tus
fuerzas (Jn 13,1);
41
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que yo trate de animarme, de planificar, sino que
tu fuego
arde dentro de mis huesos (Jer 20,9).
Porque, cmo podra yo buscarte, llamarte, amarte...
si t
no me buscas, me llamas y me amas primero?
El silencio agradecido es mi ltima palabra y mi mejor
manera de encontrarte (B. GONZLEZ BUELTA).
_ _ 4 2 _ _
3
Despertar el deseo
A) PRTICODE ENTRADA
En uno de los cuentos hassdicos recogidos por M. Buber y
que tiene como ttulo El juego del escondite, se narra un
episodio de la vida de Rabbi Baruch en el que uno de sus
nietos, Jechiel, jugaba al escondite con otro amigo. Despus
de esperar mucho tiempo en su escondite, sali de l y, al
no encontrar a su compaero, se dio cuenta de que ste no
le haba buscado desde el comienzo del juego. Fue llorando
a contrselo a su abuelo, y ste sinti que las lgrimas corran
tambin por sus mejillas, al pensar: As dice el Santo, ben
dito sea: Yo me escondo, y nadie me busca...
Hacer una experiencia de varios das seguidos de ora
cin, supone un primer trabajo de entrar en contacto con el
mundo de los deseos que ponen en m archa nuestra bsqueda.
Nos hace capaces, como a Abraham y Sara, de abandonar
la propia tierraysalir en busca d e otra que slo se nos concede
como promesa. Nos invita a abandonar la cautiva saciedad
de Egipto o la resignada instalacin en Babilonia y a em
prender un xodo ms all de lo conocido.
Cuando nos ponemos a hacer oracin, nos situamos en
esa trayectoria y, en la medida en que vamos adentrndonos
en ella, asistimos con asombro a la conversin del sentido
de nuestro deseo. Porque descubrimos que es el deseo de
43
o me instalo en el confn del mar,
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En esto consiste el amor:
no en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que l nos am y nos envi a su Hijo
(1 Jn 4,10).
No me habis elegido vosotros a m,
sino que yo os he elegido a vosotros...
(Jn 15,16),
podemos decir: En esto consiste el
deseo:
no en que nosotrosdeseemos a Dios, sino en que l nos desea primero...
* Dedica un ti emp o a abrirt e a esta certeza, que puede
parecerte demasiado sobrecogedora como para ser cierta:
es Dios quien te busca y te desea; Dios es una extraa
fuente que sale al encuentro del sediento...
5. Vuelve a las tres mujeres en bsqueda:
la mujer que buscaba la moneda en la parbola es Dios
mismo,
que nos busca afanosamente: somos valiosos
para El, y l no est dispuesto a perdernos.
la samaritana no contaba con que la esperaba alguien en
el broca^del pozo para entrar en dilogo con ella, se
diento ms de su relacin que del agua, deseoso de
ofrecerle otra agua diferente para calmar su sed...
la iniciativa del encuentro con Mara Magdalena es de
Jess, que se acerca, le hace una pregunta, la llama
por su nombre...
* brete al asombro de ser objeto del deseo de Dios.
Recuerda junto a l la historia de su bsqueda de ti, de
tantas maneras misteriosas y escondidas que slo t co
noces. Puedes terminar repitiendo con el salmo 139:
Adonde me alejar de tu aliento?,
adonde huir de tu presencia?
Si escalo el cielo, all ests t;
si me acuesto en el abismo, ah ests.
Si me traslado al ruedo de la aurora
46
all se apoya en m tu izquierda
y me agarra tu derecha...
* Mara es para Lucas una buscadora de Jess: en el
relato del nio perdido en el templo (Le 2,41-50), el evan
gelista utiliza tres veces el verbo buscar, con Mara como
sujeto:
sus padres se pusieron a buscarlo;
al no encontrarlo, volvieron en su busca a Je-
rusaln;
su madre le di jo: Mira que tu padre y yo te
buscbamos...
* Habla con ella de tu bsqueda de Jess y de tu deseo
de l. Pdele que te ayude a encontrarle como lo encontr
e l la . . .
C) OTR OS CAMINOS DE BSQUEDA
1.
Sobre el deseo y la oracin
La oracin, desde un punto de vista antropolgico, es un
ejercicio que nos permite profundizar en nuestra vida y re
basar la dimensin intelectual que predomina en nuestro com
portamiento y nos hace desconocer las dinmicas de nuestros
deseos.El saber discursivo no permite explicar la totalidad
de nuestra personalidad; es incapaz de captar el impulso de
nuestros deseos, que nos abren a lo desconocido, que fluyen
de nuestra subjetividad y nos revelan hasta qu punto somos
pura inquietud, hambre insaciable de plenitud y de felicidad,que slo de forma parcial y puntual vamos experimentando
en nuestras relaciones y que, paradjicamente, agudizan la
fuerza de nuestros deseos.
La oracin tiene que desplazarse progresivamente de
la necesidad al deseo. Hay que dejar a Dios ser Dios en su
alteridad, en su trascendencia, sin objetivarlo en funcin de
nuestras carencias y necesidades. En la oracin expresamos
47
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suposicin previa necesaria para un tal renacimiento espiritual
direccin de la flecha de eso que llamamos la bsqueda de
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parece ser esta capacidad pasiva de recepcin que est en el
fondo de la estructura de la persona (E.
STEIN) .
El hombre no se libra de hundirse en su propio vaco ms
que en el momento en qu e, descubriendo su propia limitacin
existencial, que se le revela en su necesidad, accede al re
conocimiento del ser que le falta, del Otro. El deseo slo
nace en la mediacin de la necesidad que muere a s misma.
El lugar en el que se realiza esta conversin, que hay que
estar siempre recomenzando, es el amor. [...] Cuando, en
vez de orar por necesidad, 'convertimos nuestra oracin en
deseo, el orar se convierte entonces en una actividad sin
objeto, en un encuentro'. [...] A las personas que oran de
verdad, lo mismo que a las que trabajan de verdad, se las
reconoce porque saben perder su tiempo. Y es que para ellas
no hay tiempo perdido. El tiempo, el espacio, el saber, no
son vividos como objetos a adquirir y que sacian su nece
sidad, sino como la manifestacin, marcada por la herida del
deseo, de su presencia al mundo y a Dios (D.
VASSE) .
El sentimiento de insatisfaccin forma parte de la oracin:
es la prueba de un deseo no colmado que slo puede crecer
con el amor. La oracin, lejos de apaciguar esta sed, la hace
crecer cada vez ms (R.
VOILLAUME).
2 .
Atrevernos a creer lo increble
Oyeron luego el rumor de los pasos de
YHWH
Dios, que se paseaba por el jardn a la hora de
la brisa de la tarde, y el hombre y su mujer se
ocultaron de la vista de
YHWH
Dios por entre los
rboles del jardn,
YHWH
Dios l lam al hombre
y le dijo: 'Dnde ests?' ste contest: 'Te o
andar por el jardn y tuve miedo, porque estoy
desnudo; por eso me escond' (Gn 3,8-11).
Esta llamada de YHWH en el Gnesis (como la de Jess
llamando a la puerta en Ap 3,20) nos empuja a cambiar la
50
Dios hacia otro lado, porque cuando estamos dando vueltas
sobre dnde estar Dios, por qu se oculta y cmo podemos
encontrarlo, la pregunta tiene un efecto boomerang y nos
plantea otra cosa:
dnde estamos nosotros,
por qu nos
escondemos, por qu tenemos miedo a dejarnos alcanzar por
su presencia, por qu nos cuesta abrirle la puerta para que
cene con nosotros...
Es verdad que tenemos que h acer cosas por l, y desearlo
y buscarlo, pero reconociendo, sobre todo, que lo nuestro es
mucho ms responder a su deseo, permanecer a la espera,
salir de nuestros escondrijos, dejarnos encontrar.
La gracia del Evangelio est en vivir la vida cristiana
como algo en lo que tenemos que poner toda nuestra inicia
tiva, nuestro esfuerzo y nuestra dedicacin y, a la vez, como
un don que se regala gratis a servidores intiles, que es lo
que en definitiva somos.
Creer
no
es poseer
un
perchero del que colgar Jos dog
mas, sino abrirse al asombro de que Dios nos busque, que
tenga planes e iniciativas y palabras que dirigirnos. Y si est
a nuestra puerta llamando, es porque quiere cenar con no
sotros; por eso, lo primero que tenem os que hacer es consentir
en creer lo increble: que su deseo de comunin y de in
timidad precede siempre al nuestro; que es a l a quien le
resulta un regalo nuestra presencia; que es l quien tiene
planes e iniciativas y palabras que dirigirnos, y que lo mejor
que podemos hacer es abrir la puerta y acogerlo.
Y con l entrar tambin en nuestro corazn ese m undo
sin hogar que est esperando a la intemperie.
D) CELEBRAR LO VIVIDO
Ambientacin: monedas en un plato. Despus de un rato, en
el que puede escucharse una msica tranquila, cada uno se
levanta y coge una de las monedas. Con ellas en las manos,
se escucha esta lectura:
51
As dice el Seor, tu creador, Jacob,
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tu plasmador, Israel:
No temas, que yo te he rescatado,
te he l lamado por tu nombre. T eres mo.
Si pasas por las aguas, yo estoy contigo;
si por los ros, no te anegarn.
Si andas por el fuego, no te quemars,
ni la l lama prender sobre ti .
Porque yo soy el Seor tu Dios,
el Santo de Israel, tu salvador.
He puesto por expiacin tuya a Egipto,
a Kus y Seba en tu lugar,
porque eres precioso a mis ojos,
eres est imado, y yo te amo.
Pondr la humanidad en tu lugar,
y los pueblos en pago de tu vida.
No tengas miedo, que yo estoy contigo.
No receles, que yo soy tu Dios
y te tengo asido por la diestra.
Soy yo quien te d igo:
No temas, oruga de Jacob, gusani to de Israel ,
que yo te ayudo, orculo del Seor,
y tu redentor es el Santo de Israel
(Is 43,1-5; 41,13-14).
Despus de un tiempo de silencio, repetir alguna de estas
frases o compartir la oracin de cada uno.
52
4
Echar races, poner cimientos
A) PRTICO DE ENTRADA
Todos nosotros podemos evocar momentos de nuestra vida
en que nos hemos sentido en nuestro sitio, en que hemos
respirado la paz profunda de estar acertando con lo mejor de
nosotros m ismos, de estar coincidiendo con el sueo de Dios
sobre nuestra vida, con aquello que en nosotros es lo ms
autntico, lo ms germinal y original, lo que nos constituye
como seres nicos e irrepetibles.
Y tambin tenemos la experiencia de conocer a personas
de las que podemos afirmar que son felices, que es otra
manera de decir que estn asentadas, bien enraizadas y fun
damentadas, apoyadas vitalmente sobre una roca slida, que
han acertado con la orientacin de su vida, que estn en paz
consigo mismas e irradian reconciliacin, arm ona, se ntido ...
Y esta situacin recd ibe en la Biblia el nombre de bend icin
(shalom),
que es mucho ms que lo que nosotros llamamos
paz.
Un hombre y una mujer del evangelio de Lucas el
samaritanode la parbola (Le 10,25-37) yMara de Betania
(Le 10,38-42) aparecen como iconos de indiferencia, es
decir, como ejemplos de esa situacin vital que, en el lenguaje
ignaciano (EE 23), expresa la polarizacin en una pasin
nica que hace desear y elegir solamente aquello que coincide
53
con los gustos de Dios y acertar con su voluntad. Jess
calificativo; por el otro, el grupo de los malvado s, pecad ores,
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toma partido por ellos y los propone como modelo: Mara
ha elegido la mejor parte... Ve y haz t lo mismo...
Su actitud contrasta con los otros personajes que les
acompaan en la narracin: en el primer caso, el escriba
escptico, que pregunta: Qu tengo que hacer?, pero sin
implicar su vida, y el sacerdote y el levita, tan preocupados
por acudir al culto que no les queda tiempo ni atencin para
el hombre herido de la cuneta; en el segundo caso, Marta,
tan agitada y solcita...
Todos ellos, distrados y dispersos en sus propios pro
yectos, planes, ocupaciones o reflexiones, representan aque
llo en lo que buscamos eficacia, realizacin, ocupacin para
nuestra hiperactividad... Tener todo muy claro, jerarqui
zar, precisar, hacer cosas, estar ocupados..., nos hace sen
tirnos importantes y nos da prestigio ante nosotros mismos.
Los presentimos llenos de deseos parsitos (llegar al
templo, ser puros, preparar una buena comida...) que no les
permiten vivir centrados en lo esencial, que en aquel mo
mento consista, respectivamente, en atender al hombre de
la cuneta y en escuchar a Jess.
B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIN
1. Lee Le 10,29-42 tratando de identificarte con cada uno de
los personajes: el samaritano y su
hacer
simple, descentrado
de s mismo, todo l atencin solcita y eficaz en el servicio
al desconocido que encuentra en su camino; Marta, agitada
y dispersa; Mara, silenciosa y silenciada, centrada en lo
nico necesario...
* Djate mirar por Jess en cada una de esas situacio
nes.
2.
Lee el Salmo 1 fijndote en sus personajes: pertenecen a
dos grupos diferentes, delimitados con mucha claridad. Por
un lado, el hombre justo, que slo es nombrado con ese
54
cnicos...
Subraya las veces que aparecen el justo y los malvados.
Del primero se dice, en primer lugar,
lo que no hace:
no
sigue..., no entra..., no se sienta..., no parece inte
resarle lo que se dice o se hace en esas reuniones...
Luego, como si se quisiera descubrir el por qu de esa
actitud tan solitaria, tan distinta de lo que es habitual, se nos
revela su secreto: es un hombre que tiene puesta su alegra
en otro sitio, que est constantemente vinculado al Seor y
a su voluntad.
Dos comparaciones nos hacen visualizar el destino de
uno y de otros: la imagen del rbol firme, frondoso, lleno
de verdor, cargado de frutos, con races bien regadas...,
contrasta con la levedad de la paja, que es juguete del viento.
Al final, el Seor toma partido por el justo y por su
manera de vivir, por su camino. El camino de los malvados
no necesita ser condenado por Dios: l mismo acaba mal, va
a parar a un precipicio, sencillamente porque no tena punto
de destino.
* Imagnate a ti mismo como un rbol: siente tus ra
ces,
tus ramas y hojas, el circular de la savia... Qu clase
de rbol eres?; con qu caractersticas: frondoso, medio
seco,
alto, dbil...?; dnde ests plantado?; tienes agua
cerca?...
Escribe una oracin, como si ese rbol que eres t,
joven o viejo, bien regado o necesitado de agua, en in
vierno o en primavera, hablara con Dios.
Relee el salmo dejando que crezca en ti el deseo de
tener tus races cerca del agua y de ser feliz a la manera
de ese creyente que susurra la Palabra de su Dios da y
noche. . .
3.
Leemos en Mt 7,24-27 unas palabras de Jess que expresan
de otra manera la experiencia de estar bien fundamentado,
55
en este caso con la imagen de una casa bien cimentada sobre
t oda c lase de sab idu r a y p rudenc ia ,
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una roca:
El que escucha estas palabras m as y las pone
en prctica es como aquel hombre sensato que
edific su casa sobre roca. Cay la l luvia, so
plaron los vientos y se abatieron sobre la casa;
pero sta no se derrumb, porque estaba ci
mentada sobre roca.
* H az memor ia de momen tos de t u v ida en l os que e l
Seor ha s ido la roca que ha hecho posib le tu estab i l idad
y t u capac idad pa ra aguan ta r vendava les y t o rme n tas . Ag ra
dcese lo . . .
4. El cap. 1 de la Carta a los Efesios vien e a decir en lenguaje
discursivo lo que el Sal
1
nos ha dicho en imgenes plsticas.
Tambin ah se nos comunica el secreto de la felicidad: coin
cidir con el proyecto que para nosotros tiene Dios, que nos
llama a ser un himno a su gloriosa generosidad (Ef 1,6).
* C o n v i e r t e e l t e x t o , p o n i n d o l o e n primera persona,
en un d i logo ag radec ido con e l Pad re :
Bendi to seas, D ios y Padre de mi Seor Jesucr is to ,
que po r med io de C r i s to me has bendec ido
con toda c lase de bend ic iones esp i r i t ua les de l c i e lo .
Po r l , an tes de l a c reac in de l mundo ,
me has e leg ido para que por e l amor
sea san to e i r r ep rochab le en t u p resenc ia .
Po r Jesuc r i s to , segn e l des ign io de t u vo lun tad ,
me has p rede s t i nado a se r t u h i j o ado p t i vo ,
de modo que redunde en a labanza
de la g lor iosa grac ia
que me has o to rgado po r med io de t u H i j o amado .
Por l , por medio de su sangre,
estoy seguro de obtener e l rescate,
e l pe rdn de m is pecados .
Segn la r iqueza de tu grac ia ,
has de r rochado en m
56
dn dom e a cono ce r t u sec re to des ig n io ,
es tab lec ido de an temano po r dec i s in t uya ,
que se haba de rea l izar en Cr is to
a l cump l i r se e l t i empo :
que el universo, lo celeste y lo terrestre,
alcanzaran su un idad en Cr is to .
Po r me d io de l , y ta l com o lo hab as es tab le c ido ,
Padre , t que e jecu tas t odo segn tu l i b r e dec i s in ,
me has p rede s t i nado a se r he re de r o ,
d e m o d o q u e , e s p e r a n d o e n C r i s t o ,
sea a labanza de tu g lor ia .
Por l , a l escuchar e l mensaje de la verdad,
l a buena no t i c i a de m i sa l vac in ,
he credo en l
y he s ido se l l ado con e l Esp r i t u San to p romet ido ,
que es p renda de m i he renc ia ,
de l rescate de su posesin,
para alabanza de tu glor ia (cf . Ef
1,3-14 .
* Vu e lve a reza r l o en f o rm a de sp l i ca , aho ra en p lu ra l
y s in t i ndo te pa r te de l pueb lo de D ios :
Bendi to seas, Padre,
s igue e l i g i ndonos pa ra que , po r e l amor ,
seamos san tos e i nmacu lados en t u p resenc ia . . .
5. Mara, en el Magnficat (Le
1,46-55 ,
nos revela su ta
lante interior de alegra y alabanza:
Engrandece mi alma al Seor,
se alegra mi espritu en Dios mi Salvador...
Es una actitud que nace de la experiencia de ser mirada
por un Dios que se inclina hacia ella, envolvindola en su
ternura e inundndola de gracia. Y Mara, que se sabe mirada
as, se alegra hasta las races ms hondas de su ser; y de esa
alegra nace, como de un manantial, el agua viva de su ala
banza:
Engrandece mi alma al Seor...
57
* Ponte junto a ella y abre tu conciencia a ese amor
Apertura de sentidos: atencin despierta de su mirada,
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que se inclina hacia ti y hacia el mundo; djate querer y
mirar; sueta los remos y deja que se hinchen las velas de
tu barca; abandnate confiadamente al viento y a la co
rriente que te llevan...
C) OT RO S CAMINOS DE BSQUEDA
1.
Principio y fundamento
El primer ejercicio que Ignacio de Loyola, en su libro, pro
pone meditar al que anda buscand o hallar la voluntad de Dios,
es el siguiente:
El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y
servir a Dios nuestro Seor y, mediante esto, salvar su
alma; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son
criadas para el hombre, y para que le ayuden en la
prosecucin del fin para que es criado. De donde se
sigue que el hombre tanto ha de usar dellas quanto le
ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas quantopara ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos
indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que
es concedido a la libertad de nuestro libre albedro y
no le est prohibido; en tal manera, que no queramos
de nuestra parte ms salud que enfermedad, riqueza que
pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y
por consiguiente en todo lo dem s; solamente deseando
y eligiendo lo que ms nos conduce para el fin que
somos criados (EE 23).
2 .
Dos iconos de acierto
Se pueden volver a contemplar los iconos del samaritano y
de Mara de Betania
tratando de descubrir cul es el secreto
de su acierto frente al fracaso de los otros personajes,
y qu precio tuvieron que pagar para conseguirlo.
Estas seran algunas actitudes que podemos descubrir en
ellos a travs de las narraciones del Evangelio:
58
de sus odos, de su olfato, para darse cuenta de que,
en el borde del camino, alguien necesitaba ayuda, o de
que Jess llegaba necesitando escucha ms que cual
quier otra cosa.
Flexibilidad, disponibilidad para renunciar a los propios
proyectos (llegar a Jerusaln, agasajar al husped...);
ser capaz de renunciar a ellos y des-centrarse, des
plazarse, para poner al herido o al husped en el centro.
Asctica delpres ent e: el sacerdote, el levitayMarta estn
pendientes de un despus (llegar al Tem plo, preparar
una buena comida...), mientras que tanto el samaritano
como Mara estn enteros en el ahora de los perso
najes que entran en sus vidas de manera imprevista y
que reclaman atencin en el presente, no ms tarde.
Capacidad de conducta alternativa:
segn la ley vigen
te ,
tocar un cadver supona incurrir en impureza ritual;
y el herido de la cuneta poda estar muerto. Por eso los
que dan un rodeo estn comportndose correctamen
te , dentro de la estricta legalidad. Por otra parte, un
precepto rabnico impeda a las mujeres hacerse dis-
cpulas de un maestro (sentarse a los pie s... equivale
a convertirse en discpulo, como dice Pablo de s mismo
en relacin a Gamaliel).
Pero tanto el samaritano como Mara optan por una
actitud contracultural: se atreven a romper con la corriente
dominante y adoptan posturas alternativas que , sin embargo,
son las que se revelan como acertadas.
Capacidad de gratuidad:
nada poda hacer prever al sa
maritano que iba a sacar algn provecho de portarse
as con el herido, que, al parecer, le acarre ms pr
didas que ganancias; ni siquiera hay por parte de ste
una palabra de agradecimiento que pueda compen sarle.
En cuanto a M ara, tuvo que renunciar a ofrecer a Jess
algo tan concreto y tangible como era una buena co
mida.
59
Los dos han entrado en otro plano: el de la gratuidad,
se saben en lo suyo, cmp
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