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    Compaeros en

    el

    camii

    conos bblicos

    para un itinerario eoracin

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    Coleccin EL POZO DE SIQUEM

    71

    Dolo re s A le ixand re , RSCJ

    COMPAEROS

    EN EL CAMINO

    Iconos bblicos

    para un itinerario de oracin

    Editorial SAL TERRAE

    Santander

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    1995 by Editorial Sal Terrae

    Polgono de Raos, Parcela 14-1

    39600 Maliao (Cantabria)

    Fax: (942) 36 92 01

    Con las debidas licencias

    Impreso en Espaa. Printed in Spain

    ISBN: 84-293-1171-8

    Dep.

    Legal: BI: 2426-95

    Fotocomposicin:

    Didot, S.A. - Bilbao

    Impresin y encuademacin:

    Grafo, S.A. - Bilbao

    ndice

    Compaeros en el camino 7

    Si yo fuera a usar este libro 9

    1.

    Abrir espacios a la oracin 13

    2. Prepararse y disponerse 34

    3.

    Despertar el deseo 43

    4. Echar races, poner cimientos 53

    5. Recibir un nombre nuevo 66

    6. Tomar una decisin

    nacida del agradecim iento 84

    7.

    Tocar el Verbo de la vida 97

    8. Hacerse un nio. Hacerse como ese nio 108

    9. Apren der la sabidura de Nazaret 119

    10.

    Contemplar a Jess

    para conoc erlo internamen te 128

    11 .

    Caminar junto a Jess

    para hacer lo que l hizo 141

    12.

    Adherirse lcidame nte a la vida verdadera 156

    13. Entrar en la lgica de la desmes ura 173

    14. Permanecer junto al que lleg

    hasta el final en el amor 185

    15. Dejarse encontrar por el Viviente 203

    16. Consentir en que el amor

    envuelv a nuestra vida 215

    ndice de iconos bblicos 229

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    Com paeros en el camino

    Este libro ha tenido distintas fuentes de inspiracin: J.A.

    Garca nos propuso durante unos Ejercicios en Celorio, hace

    unos aos, que hiciramos las contemplaciones de la cuarta

    semana mirando algunos iconos bblicos, y me pareci una

    idea preciosa.

    Luego vi una pelcula de W oody A lien, La rosa prpura

    de El Cairo, en la que una atnita Mia Farrow vea desde

    su butaca del cine cmo su actor preferido se sala de la

    pantalla y la invitaba a entrar en la pelcula. Pens que eso

    era lo que yo haba vivido con los iconos evanglicos y

    que es lo que ocurre siempre con la Biblia: todo cambia

    cuando, en vez de leerla como espectadores, comenzamos a

    dialogar con sus personajes , a entrar en el guin y en la banda

    sonora de sus experiencias, a sentirnos como ellos actores y

    protagonistas, a darnos cuenta de que todos esos hombres y

    mujeres de las narraciones bblicas vienen a nuestro encuentro

    para acompaarnos en nuestro itinerario creyente.

    A partir de ah, me atrajo la idea de investir de len

    guaje bblico y narrativo el proceso ignaciano y de invitar a

    hacer las meditaciones y contemplaciones a partir de iconos

    bblicos, especialmente del Nuevo Testamento. Lo he ido

    haciendo yo misma y proponindolo en los Ejercicios que he

    dado en los ltimos aos a distintos grupos.

    El ltimo de ellos ha sido el de las Hermanitas de Jess

    de Palestina, reunidas en un monasterio de Benedictinas de

    7

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    rito oriental en las afueras de Beln. Pasar ocho das en un

    lugar con tantos iconos me ha hecho entender la contestacin

    que dio el P. K olvenbach a un novicio jesuita que le pregunt:

    Padre, usted cmo reza?

    Rezo con iconos.

    Y qu hace?, los mira?

    No. Me miran ellos a m.

    En el Monasterio del Emmanuel he entendido un poco

    mejor lo que es dejarse mirar silenciosamente por el Icono

    del Padre que es Jess, y ha crecido en m el agradecimiento

    deslumhrado por tenerle a l como Camino y como Com

    paero.

    Estas pginas nacen de mi deseo de compartir esa ex

    periencia, que no es slo ma, sino tambin de aquellos/as

    que han ido vivindola conmigo.

    Monasterio del Emmanuel

    Beln, Julio 1995

    8

    Si yo fuera a usar este libro...

    1.

    Tratara de enterarme de lo que quiere ser y lo que no

    quiere ser:

    quiere ser un instrumento, un ap oyo, una ayuda para

    personas que desean hacer una experiencia de oracin, a solas

    o en grupo: cristianos de a pie (incluyo a religiosas/os, que

    tambin lo somos...), comunidades o grupos que, por dis

    tintas razones, van a emprender unos das de oracin (unos

    Ejercicios...), ms o menos largos, sin un experto/a que

    les acompae;

    su inspiracin es ignaciana, es decir, que toma de

    los Ejercicios Espirituales de San Ignacio (EE) el proceso y

    algunos textos significativos; pero, ms que al lenguaje ig-

    naciano, recurre al lenguaje bblico y presenta cmo vivieron

    hombres y mujeres de la Escritura las experiencias bsicas

    del proceso creyente, que, en el fondo, no difieren mucho

    de las que propone san Ignacio. Esos iconos bblicos sern

    los compaeros de camino de este itinerario de oracin;

    no pretende hacer un comentario exegtico de los

    textos ni reemplazar unos Ejercicios ignacianos acompaa

    dos.Pe ro, como a m enudo no se tiene esta ltima p osibilidad,

    los materiales de este libro pueden ayudar a hacer unos das

    de oracin repitiendo, desde una perspectiva ms direc

    tamente bblica, temas que pueden resultar familiares a los

    que han hecho Ejercicios ignacianos. Son tambin utilizables

    por los que no los han hecho;

    9

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    intenta hacer presente en la oracin el mundo y sus

    problemas, para que la oracin, como recomendaba Mons.

    Angelelli, tenga un odo puesto en el Evangelio y el otro

    en la gente.

    2.

    No lo leera todo seguido, porque no est pensado para

    servir de lectura continuada. Por eso, huira de la tentacin

    consumista que hace devorar con avidez m ateriales, sin llegar

    a saborearlos ni aprovecharlos. Dice San Ignacio: al que

    toma ejercicios en la primera sem ana, aprovec ha que no sepa

    cosa alguna de lo que ha de hacer en la segunda sem ana; mas

    que ans trabaje en la primera, para alcanzar la cosa que

    busca, com o si en la segunda ninguna buena esperase hallar

    (EE 11).

    3.

    Le echara una primera ojeada para hacerme idea del m

    todo y, si fuera a hacer un retiro de ocho das con l, la

    vspera de cada da seleccionara, de entre los captulos si

    guientes, el tema en el que me siento movida a entrar al da

    siguiente. El Espritu Santo sabe conducir muy bien, y esta

    eleccin seguramente no ser difcil.

    4.

    Comenzara a prepararme con bastante tiempo. De cmo

    se vaya ensanchando el deseo (todo modo de preparar y

    disponer el nima, dira san Ignacio: EE 1) va a depender

    fundamentalmente la marcha de la oracin en los das que

    sigan. Lo nuestro no es gobernar el proceso, sino abrirnos

    a l; y todo lo que hagamos en esa direccin nunca ser

    bastante. Por eso hay tres captulos

    (ABRIR ESPACIOS A LA

    ORACIN , PREPAR ARSE Y DISPONERSE y DESPERTAR EL

    DESEO)

    que se supone son previos al momento de los Ejer

    cicios y que tratan de ayudar a esta preparacin.

    5.

    No me importara quedarme en uno solo de los puntos de

    EN EL UMBRAL DE LA ORACIN,

    porque lo nico que pre

    tenden es eso: acompaar hasta el umbral de la puerta. Cuan

    do se ha cruzado ste, deja de ser necesario apoyarse en

    aqullos, porque lo que ocurre del otro lado es cosa del

    10

    Seor, y ya no hace falta nada ms. No el mucho saber

    harta y satisface al nima, mas el sentir y gustar de las cosas

    internamente (EE 2).

    6. Los materiales de

    OTROS CAMINOS DE BSQUEDA

    estn

    pensados para algn rato de lectura meditativa fuera de los

    tiempos de oracin; pero, si me sintiera atrada a orar con

    alguno de ellos, lo usara tambin com o ayuda para atravesar

    el umbral de la oracin.

    7. Aunque estuviera sola, no me saltara el

    CELEBRAR LO

    VIVIDO, sino que lo adaptara para un rato de oracin per

    sonal al recapitular el da.

    8. Si quisiera usar el libro para algn da de retiro, buscara

    en el ndice el tema, segn mi situacin personal, segn el

    tiempo litrgico, etc., y seleccionara la vspera alguno de

    los puntos de oracin para que me sirviera de puerta de

    entrada. El resto lo ir pidiendo el transcurrir del retiro.

    9. Si furamos un grupo los que vamos a hacer juntos un

    retiro largo, propondra que nos pusiramos de acuerdo en

    quin iba a tomar la responsabilidad de animar cada uno de

    los das, y esa persona se encargara, el da que le corres

    pondiera, de la ambientac in, el horario, la manera de utilizar

    los materiales, la celebracin, etc. Tambin puede ser siem

    pre el mismo el que se responsabilice de todo el retiro; pero

    la otra manera dara una gran riqueza y consegu ira que cada

    uno hiciera la experiencia de toda la capacidad creativa y de

    comunicacin espiritual que seguramente posee sin saberlo.

    10.

    Me llevara siempre la Biblia: los textos ms breves estn

    copiados, pero hay otras referencias en las que su uso se hace

    necesario. Al final se puede consultar un ndice de iconos

    bblicos.

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    1

    Abrir espacios a la oracin

    Antes de comenzar un retiro en el que vamos a dedicar tiem

    pos largos a orar, puede ayudarnos el que en los das ante

    riores reflexionemos con ms detenimiento sobre esa acti

    vidad esencial a nuestra vida cristiana que llamamos oracin.

    Los textos propuestos intentan comunicar de diferente

    manera algunos de sus aspectos esenciales.

    1. CUANDO VAYAS A ORAR...

    a)

    Parte de la realidad

    El punto de arranque de la oracin tendra que ser siempre

    larealidad, el humusde lo cotidiano, con su opacidad y sus

    conflictos, con sus amenazas y contradicciones, con su brecha

    abierta tambin a una dimensin invisible pero presentida.

    La oracin no puede ser fruto de un rechazo ante la comple

    jidad de lo real, ni una huida hacia un mundo ideal o esotrico,

    a salvo de laalteridad que cuestiona y condiciona.

    Porque la realidad vivida, re-conocida y concienciada,

    nunca ser impedimento ni obstculo para la oracin, sino

    ms bien la escala que Jacob vio en su sueo y que, bien

    clavada en la tierra, permita la comunicacin con el mundo

    de lo divino (Gn 28,12).

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    Sabemos que la realidad tiende a ocultarse a s misma

    y que nos ronda siempre la tentacin de relativizarla y de

    esquivar sus aspectos ms problemticos. Dice Jon Sobrino:

    No se puede plantear la espiritualidad en un crculo pura

    mente espiritual en el que se da un rodeo eficaz sobre la

    realidad humana. La ubicacin en el mundo no es algo se

    cundario y accidental: en ello nos va la capacidad de conocer

    y actuar correctamente.

    Es por lo tanto ah, en el contacto con los aspectos ms

    conflictivos y oscuros de la existencia, en lo que favorece o

    amenaza la vida humana, donde nos jugamos la primera con

    dicin de posibilidad de orar.

    Orar no es huir de nuestros propios problemas ni de

    sentendernos del mundo, sino arrimarnos a Dios llevando

    todo eso, sin negar toda su carga de multiplicidad y de dis

    cordancia. ,

    Venid a m todos los que estis cansados y

    agobiados, y yo os dar descanso. Tomad so

    bre vosotros mi yugo... , porque mi yugo es sua

    ve y mi carga ligera (Mt 11,29-30).

    Es cierto que la oracin puede sosegarnos y tranquili

    zarnos; pero donde realmente podemos discernir su autenti

    cidad es en la capacidad que nos va dando pa ra, en expresin

    ya clsica,

    cargar

    con la realidad,

    hacernos cargo

    y

    en

    cargarnos

    de ella.

    b)

    Ensancha tu deseo

    Un segundo elemento fundamental es el

    deseo,

    la

    insatis

    faccin, porque la oracin nace de nuestra pobreza y se

    dispara como una flecha desde la tensin de ese arco.

    Lo que la ahoga, en cambio, es el engao de una sa

    ciedad aparentemente satisfecha o la suficiencia que nos im

    pide reconocer nuestra indigencia y nuestros lmites:

    Dices: 'Soy rico, me he enriquecido, nada me

    fa l ta ' .

    Y no te das cuenta de que eres un des-

    14

    graciado, d igno de compasin, pobre, c iego y

    desnudo... (Ap 3,17).

    Tenemos la tendencia a culpar de nuestra indolencia

    oracional a los ritmos acelerados de vida en las grandes

    ciudades, al acoso de los medios de comunicacin, a la ob

    sesin consumista y viajera de nuestra cultura... Todo eso

    pensamos nos hace difcil encontrar tiempos y espacios

    sosegados para orar y puebla nuestro silencio de imgenes

    distractivas. Aunque eso sea verdad, lo que ms hondamente

    nos incapacita para la oracin es aquello que apaga y debilita

    nuestro deseo:

    el

    racionalismo,

    que prescinde del lado oscuro y latente

    de la realidad y pretende explicarla y dominarla en su

    totalidad;

    el

    psicologismo

    como explicacin ltima de todo, que

    sospecha de los deseos como escapatorias evasivas, les

    niega sistemticamente un origen trascendente y nos

    instala en un nivel d e positivismo hermtico;

    el

    narcisismo,

    que ciega la brecha de la alteridad y nos

    encierra en una cmara poblada de espejos desde la que

    la invocacin se hace imposible;

    el hbito del

    confort,

    convertido en necesidad absoluta,

    que nos invita a instalarnos en lo ya conseguido;

    el

    activismo compulsivo,

    que nos hace creer que no ne

    cesitamos de nadie y que podemos solucionarlo todo

    con nuestro esfuerzo, con tal de que lleguemos a pro

    ponrnoslo;

    la confusin de la

    tolerancia

    con el

    amor,

    que enfatiza

    los aspectos ms segurizantes de la existencia, idealiza

    una tranquila mediocridad y niega al amor su inclina

    cin hacia la desmesura, la exageracin y la ausencia

    de clculo.

    El deseo, en cambio, nos arrastra fuera de la estrechez

    de nuestros lmites, hace de nuestro yo una estructura abier

    ta y opera el milagro de co nvertirnos en criaturas referidas a

    Otro.

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    Amar, como orardice J.M. Fernndez-Martos, es

    alojar a un extrao en las propias entraas. Es dejar que el

    proyecto, los deseos, la vida de otro... inunden nuestro pro

    yecto, nuestros deseos, nuestra vida; y esto, que es una di

    visin, paradjicamente nos integra. En la masa oscura de

    nuestros deseos, la presencia de Otro que es mayor que no

    sotros mismos nos va llevando, de deseo en d eseo, hacia una

    mayor transparencia de nosotros mismos.

    Recorrer el camino de la oracin es muy duro; por eso

    hay tan pocos que lo hacen. Es recorrer el camino de los

    propios deseos; y casi no nos atrevemos a desear, slo a

    calmar necesidades; y para ellas los objetos bastan. Pero Dios

    es Alguien.

    Tratar con l es quemar las naves de la saciedad sa

    tisfecha. Es poner en pie el inmenso continente de nuestros

    deseos siempre avivados. Dios es siempre mayor.

    c)

    Insiste y permanece

    El tercer elemento a subrayar es el de la lucha, como la de

    Jacob con el ngel a orillas del Yabbok. Porque existe en

    ella un componente de decisin, de esfuerzo y de empeo,

    de paciencia y de trabajo, de eso que la tradicin bblica

    llama clamor o gemidos (Rm 8,27) y que alcanza siem

    pre las entraas de Dios (Ex 3,7).

    La oracin cristiana est necesariamente interferida

    por las situaciones humanas de conflicto y de sufrimiento

    intolerable, por el grito de todos los quebrados por el mal,

    de todos los empobrecidos y abandonados de la tierra. El

    orante va aprendiendo, como M oiss, a mantenerse ante Dios

    en la brecha (Sal 106,23), cargando con todo eso y sa

    biendo que de lo que se trata no es de despertar la atencin

    o el inters de Dios por los que sufren, sino de dejarse con

    tagiar por su solicitud hacia ellos y escuchar de l la pregunta

    que remueve nuestra indiferente frialdad: Dnde est tu

    hermano? (Gn 4,9).

    16

    Insistir, permanecer, clamar, esperar. Son verbos

    edificados sobre la roca de una conviccin que tiene mucho

    de paradoja: que a lo ms gratuito hay tambin que disponerse

    y prepararse, y que a aquello que nos es regalado sin el

    concurso de nuestros mritos lo atrae tambin la violencia de

    nuestra apasionada espera.

    Aprender a orar es gracia, pero es tambin un proceso

    que va a requerir esfuerzo, disciplina, trabajo por unificar

    las energas dispersas, aceptacin de que las actitudes esen

    ciales para la oracin no nacen en ese momento y se aban

    donan despus, sino que toman cuerpo en la red de las re

    laciones humanas.

    Estamos tambin preparndonos a la oracin cuando nos

    esforzamos por mantenernos fieles y fraternos, cuando es

    tamos dispuestos a conceder a los otros tiempo y ocasin de

    cambio. Porque no tenemos dos vidas ni dos estructuras in

    ternas; y el que lucha por permanecer en el amor a los her

    manos aprende a encajar tambin los aspectos desrticos de

    la oracin. Y al que se esfuerza por mantenerse en espera

    vigilante, como aquellos siervos que esperaban la llegada de

    su seor (Le 12,35), le ser ms fcil conjugar despus esos

    cuatro verbos con los que Pablo caracteriza el verdadero

    amor: disculpar, confiar, esperar, soportar (1 Cor

    13,7).

    Si vamos cultivando pacientemente una atencin des

    centrada de nuestro yo y dirigida hacia los dems, si va

    creciendo nuestra capacidad de apertura, escucha y respeto

    ante el misterio de los otros, iremos siendo ms capaces de

    acoger a Dios, de dejarle entrar en nuestra vida sin condi

    ciones y sin miedos, de permanecer ante l tambin cuando

    nos parece que est ausente.

    Dios ha hecho que la oracin tenga un gusto tal que

    acudimos a ella como a una danza y permanecemos en ella

    como en un combate, deca Nicols de Flue. Aprender a

    orar es permanecer en ese combate; es aguantar como un

    centinela, en la intemperie de la noche, a que llegue la aurora;

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    es adentrarse sin miedo en la nube que oculta, a la vez que

    revela, una presencia que nunca puede ser dominada; es m an

    tenerse en medio del lago aunque el viento sea contrario,

    hasta que, de madrugada, alguien deje ver su rostro y or su

    palabra.

    Se nos pide que no dejemos de remar esforzadamente

    mientras aguardam os, con tensa v igilancia, a que sea el viento

    del Espritu quien despliegue al fin nuestras velas con el

    Abba, Padre que susurra en nosotros.

    d) Pide la afinidad con Jess

    Un cuarto aspecto podra ser calificado como el elemento

    afinidad. La oracin tiene lugar en ese nivel de disponi

    bilidad y de escucha que nos hace sintonizar con el talante

    de Jess, con su obediencia filial y su disposicin radical a

    amar y a dar la vida. Y para eso cuentan poco la acumulacin

    de saberes y las doctrinas sutiles e improductivas. Cuentan

    poco el pensamiento discursivo y la reflexin, el anlisis y

    la excesiva intelectualizacin. Teresa de Jess nos lo ha de

    jado magistralmente dicho:

    Algunos he topado que les parece est todo el negocio

    en el pensamiento, y si ste pueden tener mucho en

    Dios, aunque sea hacindose gran fuerza, luego les

    parece que son espirituales. [...] Querra dar a entender

    que el alma no es el pensamiento, ni la voluntad es

    mandada por l, que tendra harta mala ventura; por

    donde el aprovechamiento del almano est en pensar

    mucho, sino en amar mucho

    Fund.,

    5,2-3).

    No os pido ahora que pensis en E l, ni que saquis

    muchos conceptos, ni que hagis grandes y delicadas

    consideraciones con vuestro entendimiento; no os pido

    ms que le miris (Cam.Perf.,26,3).

    Los conceptos crean dolos de Dios. Slo el sobreco

    gimiento presiente algo, haba dicho Gregorio de Nisa. Entra

    en contacto con Dios no quien cree saber mucho sobre l,

    18

    sino quien intenta practicar la justicia, amar con ternura y

    caminar humildemente con l (Mi 6,8).

    Al final de la vida, no se nos va a preguntar por nuestros

    saberes, ni siquiera por nuestra oracin; se nos va a preguntar

    por el amor, que es lo que nos hace afnes con el Hijo. Y

    la mejor manera de conseguirlo es instalarnos en la humilde

    pobreza de la primera bienaventuranza y en una confiada

    esperanza.

    Porque ni nuestra debilidad ni nuestra impotencia para

    amar de verdad son obstculo para que el Espritu vaya tra

    bajando esa

    afinidad

    en nosotros.

    e) Entra en lo escondido

    Una quinta caracterstica sera la de la interioridad y el

    secreto,que pertenecen a la insistencia ms genuina de Jess

    en su enseanza sobre la oracin:

    Cuando quieras rezar, mtete en tu cuarto,

    echa la llave y rzale a tu Padre que est en lo

    escondido. Y tu Padre, que ve lo escondido, te

    recompensar (Mt 6,6).

    El evangelio de Lucas nos desvela lo que ocurra en

    lo escondido de la madre de Jess:

    Mara guardaba todas estas cosas meditn

    dolas [symballousa] en su corazn (Le 2,19).

    El participio griego expresa la accin de

    reunir (sym-)

    lo lanzado

    (hallo).

    Es la misma raz de la palabra

    smbolo,

    y sugiere una actividad cordial de ida y venida de dentro

    afuera y de fuera adentro, una confrontacin entre la interio

    ridad y el acontecimiento, una labor callada de reunir lo

    disperso, de tejer juntas la Palabra y la vida.

    La oracin e s, antes que nada, encuentro interpersonal,

    dilogo de secreta amistad con quien sabemos nos ama. Israel

    vivi la experiencia de un Dios que quera hacer alianza con

    l ,

    y Jess nos ha invitado a ser no slo siervos, sino amigos.

    19

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    Somos nosotros los que no nos atrevemos a creer hasta

    dnde llega el deseo de Dios de introducirnos en su intimidad.

    Y eso que, cuando entramos en lo ms hondo de nosotros

    mismos, nos damos cuenta de que la nuestra es unainterio

    ridad habitada, y que tenemos franqueado el camino para

    participar de la relacin del Hijo con el Padre, en el Espritu.

    Por eso estamos invitados a redescubrir los caminos que

    conducen a nuestro corazn, sin que nos paralice la sospecha

    de intimismo. La oracin necesita verificacin, pero no

    justificacin, porque todo lo que tiene que ver con el amor

    pertenece al orden de la gratuidad. Ha sido Jess mismo quien

    nos ha remitido a ese lugar secreto de nuestro ser para en

    contrarnos all con el Padre, y slo en l podemos renacer a

    la fraternidad solidaria, que es, en ltimo trmino, la vo

    cacin de la oracin.

    En medio de la dispersin de una civilizacin de lo

    efmero, los creyentes nos sentimos llamados a cuidar lo

    esencial; a inclinarnos por lo que es verdaderamente fecundo,

    ms all de las apariencias de lo espectacular; a elegir la

    cordialidad en medio de una cultura racionalizada; a preferir

    la sabidura a la multiplicidad de conocimientos; a cuidar el

    corazn, porque en l, como nos recuerda el proverbio, estn

    las fuentes de la vida (Pr 4,23).

    f) Djate alcanzar

    Finalmente, un sexto elemento consistira en algo que po

    dramos calificar como actitud de

    consentimiento

    a la no

    vedad que surge de la relacin con Jess; una aceptacin de

    que,

    cuando su amor da alcance a alguien, nunca le deja

    como estaba, sino que transforma su vida, le afecta en el

    mundo de sus opciones, criterios y preferencias, le traslada

    a ese orden otro que es el Reino, y al que slo se accede

    cuando se hace la experiencia de la gracia.

    Eso quiere decir que la oracin

    tiene consecuencias

    y

    que las preguntas sobre su autenticidad tenemos que hacr

    noslas ms all del mbito de la pura interioridad. Recono-

    20

    ceremos sus frutos si nuestra vida se va haciendo cada vez

    ms manejable para el Espritu, si nos dejamos bautizar

    y sumergir con una familiaridad creciente en ese universo de

    nuevas significaciones, valores y comportamientos contra-

    culturales que es el Evangelio de Jess.

    El que ora tiene que estar abierto a una cierta en-aje-

    nacin.porque el amor desplaza nuestro centro de gravedad

    y nos introduce en una tierra desconocida, en la que nuestros

    mapas, planos y previsiones resultan ya inservibles.

    Decamos ms arriba que vamos a orar con todo lo que

    somos, con ese equipaje de imgenes, sentimientos, preo

    cupaciones, criterios y relaciones que constituyen nuestra

    vida y nuestra historia; con todas nuestras heridas, esperanzas

    y miedos. Pero tenemos que ser conscientes tambin de que,

    al atravesar el umbral de la oracin, to do eso queda en estad o

    de riesgo porque, como Moiss, nos acercamos a la zarza

    ardiente de una presencia que puede abrasarnos con su fuego

    (Ex 3,1-4).

    Y lo que parece que Dios vaya buscando de nosotros,

    por encima de todo, es que ese riesgo no nos provoque miedo

    ni encogimiento, sino esa audacia tranquila con la que se fan

    los nios. Una audacia en la que, misteriosamente, no se

    pierde el temor de Dios, la adoracin y el deslumbramiento

    sobrecogido de quien presiente que le est rozando un amor

    que le sobrepasa.

    El que est dispuesto a dejarse alcanzar por ese amor

    llega a saber experiencialmente (expertus potest credere,

    canta un antiguo himno de la Iglesia) hasta dnde es posible

    llegar en la despreocupacin por el propio destino cuando se

    le reconoce en buenas manos.

    La oracin tiene algo dexodo yde x-tasis;y cuando

    nos ponemos en ese camino y nos atrevemos a abandonar

    ante Dios toda nuestra existencia y a salir al encuentro de

    los otros, nuestro modo de contactar con la realidad se reo

    rienta y se apoya sobre nuevos quicios. Nuestra identidad

    alcanzada queda tambin alterada y re-fundada en Otro

    21

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    12/115

    que nos hace posible mirar, or, sentir y tocar la realidad

    desde una sensibilidad nueva, desde eso que llamamos mi

    rada contemplativa y que no es ms que ver la vida con los

    ojos de Dios.

    Tambin a Jess se le contagia del Padre esa manera de

    mirar el mundo; y se llena de jbilo porque no son los sabios

    y entendidos, sino los pequeos, q uienes poseen el privilegio

    de conocerle (cf. Le 10,21s). Y el Dios de la transfiguracin

    se le revelar de una manera definitiva cuando se refugie en

    Getseman con la angustia atroz del miedo a la muerte, cuan

    do hunda en la oracin su deseo acuciante de escapar de ella.

    Jess se aferra a la confianza de que en el seno oscuro de

    aquella tierra se esconde la capacidad de hacer florecer de

    nuevo en l su obediencia incondicional de Hijo.

    Al salir de la oracin, todo haba cambiado para l de

    nombre y de sentido: el deseo dehuir se haba transformado

    en el de permanecer fiel; ahora, el morir era dar la vida,

    y ya le era posible beber hasta el final un cliz que vena de

    la mano del Padre.

    La oracin es la

    puerta estrecha

    que tenemos que atra

    vesar si estamos dispuestos a este cambio de perspectiva, que

    desborda nuestras posibilidades y nuestros hbitos de aferra

    miento a lo conocido y a lo acostumbrado. Nos cuesta dejar

    atrs lo que creamos poseer tranquilamente de una manera

    definitiva; y, si tememos inconfesadamente la oracin, es

    porque presentimos que puede des-colocarnos y des-concer-

    tarnos fuera de la parcela cerrada y apacible de las ideas que

    nos dan seguridad.

    El Seor es mi Pastor, nada me falta.

    Me conduce hacia fuentes tranquilas...

    (Sal 23,1).

    As expresaba su experiencia alternativa de seguridad

    un orante que supo lo que significaba

    dejarse conducir

    por

    un Dios del que, si algo sabemos, es que puede cuidarnos

    mejor de lo que nosotros mismos podramos hacerlo. Y que

    va a conducirnos y a enviarnos, irremisiblemente, en la di-

    22

    reccin de su pasin por el mundo: Ve y di a mis herma

    nos... (Jn 20,17).

    A lo largo de esta reflexin hemos ido sealado seis

    elementos

    bsicos a tener en cuenta a la hora de ponernos a

    orar. Y seises un nmero q ue, en las claves bblicas, significa

    algo abierto, no terminado, un proceso dinmico que nos

    estira hacia adelante en una triple direccin:

    la

    receptividad activa,

    que cambia nuestra forma con

    vexa por esa otra forma cncava que es la nica

    capaz de acoger, recibir y ser fecundados;

    la

    com-pasin,

    que nos hace contactar con la realidad

    desde la mirada y las entraas de Dios;

    el

    servicio,

    porque, si la oracin nos ha adentrado en la

    relacin con Aquel que se despoj de su categora de

    Dios, hacindose como uno de tantos y tomando la

    condicin de siervo (Flp 3,7), slo ponindon os, junto

    a l, a los pies de nuestros hermanos ms dbiles po

    demos llegar a tener parte con l (Jn 13,8).

    Por eso la oracin no es algo distinto del

    amor:

    ir ha

    cindonos

    receptivos, compasivos y serviciales

    es nuestra

    humilde manera de amar cuando nos decidimos a responder

    a otro Amor mayor que nos reclama

    consentimiento y aco

    gida;cuando nuestro corazn quiere latir al ritmo de sucom

    pasin;

    cuando buscamos, aunque sea pobremente, la iden

    tificacin con los caminos deservicioque l mismo recorri.

    2. EXPONERNOS A DIOS

    Una carmelita escocesa expresa as su experiencia de oracin:

    La simplicidad de la oracin, su claridad, su falta de

    complicacin, es lo ltimo que conocemos o deseamos co

    nocer. No es difcil teorizar acerca de ella; pero ni el escribir,

    ni el leer, ni el hablar, ni el pensar sobre ella, ni los deseos

    de orar, ni el envolvernos en esas vaporosas sublimidades

    que nos hacen sentirnos tan conocedores de lo espiritual, nada

    de eso es oracin. Nada, salvo el orar realmente. Qu hago

    23

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    13/115

    con todo eso, sino erigir barreras tras las cuales puedo man

    tener mi propia estima y esconderme as de Dios?

    'Seor, ensanos a orar'. Jess no parece contemplar

    nunca la necesidad de darnos una respuesta terica, de lle

    varnos al interior de la cuestin de qu es rezar o de cules

    deberan ser nuestras disposiciones; inmediatam ente, da una

    respuesta prctica: 'Cuando ores, di: Padre...' Y a sus dis

    cpulos les mostr lo que el Hijo entiende por orar.

    Quiz el mayor reto de esa demostracin es su extre

    mada sencillez, su autenticidad, realismo y objetividad. Orar,

    para Jess, era la manera ms inmediata y pura de entregarse

    a la voluntad de su Padre; y en esto no caben subjetividades

    ni sentimientos. Jess am y se entreg al Padre, tanto en

    los momentos en que su interior se rebelaba (Getseman)

    como cuando 'su alma exultaba de gozo en el Espritu'. Por

    eso,

    lo que ensea sobre la oracin es que sta es, ante todo,

    una respuesta a Dios, y que nicamente difiere de las otras

    respuestas en la intensidad que exige. Es una respuesta a Dios

    y no una iniciativa nuestra; es algo que le atae a l y no a

    nosotros.

    E1 acto de la oracin consiste en ponerse indefenso

    delante de Dios. Qu har l? Tomar posesin de nosotros.

    Y que acontezca esto es la nica finalidad de la vida.

    Sabemos que le pertenecemos; sabemos tambin, si

    somos sinceros, que, casi a nuestro pesar, tendemos a man

    tener con fuerza nuestra propia autonoma. En efecto, esta

    mos prontos para seguir a Dios de palabra (a hablar de ora

    cin, no a orar), porque utilizar la palabra 'Dios' como

    estandarte nos deja la conciencia tranquila. Sin embargo, el

    pertenecer a Dios es realmente otra cosa. Pertenecer a Dios

    significa no guardar nada para nosotros, estar siempre ligados

    a la voluntad de Otro.

    Nos cuesta aceptar nuestra condicin pecadora, y tra

    tamos sistemticamente de arrojar esta verdad fuera de nues

    tra conciencia. Pero el rezar nos pone as, desvalidos, ante

    el Seor y nos hace saborear lo amargo de nuestra realidad.

    24

    Nuestro Dios es un fuego, y nuestra miseria cruje cuando l

    nos apresa; l es todo luz, y nuestra oscuridad se encoge bajo

    su resplandor. Y es este resplandor desnudo de Dios lo que

    hace que la oracin pueda ser algo tan duro.

    Normalmen te, a medida que crecemos, vamos ganando

    en habilidad para hacer frente a la vida. En muchos campos

    vamos adquiriendo tcnicas que nos ayudan a seguir adelante

    cuando nuestro inters y nuestra atencin decaen, y es seal

    de madurez el tener siempre alguna reserva de la que echar

    mano. Pero esto no se da en la oracin, que es la nica

    actividad humana que depende nica y exclusivamente de su

    intrnseca verdad. Estamos ante Dios, expuestos a todo lo

    que l es, y l no puede defraudarnos ni ser engaado por

    nosotros.

    No es que nos propongamos engaarle ni a l ni a los

    dems; pero con los otros podemos disimular nuestra con

    dicin humana de opacidad. No logramos abrirnos entera

    mente ni darnos a conocer absolutamente a ellos, ni ellos a

    nosotros: simplemente, no somos capaces. Y, adems, tampoco tenemos que serlo, ni existe ninguna situacin humana

    que reclame de nosotros esta presencia ntegra, ni siquiera

    aunque estuviera en nuestra mano el poder ofrecerla. La ora

    cin, en cambio, s exige esta presencia total.

    La oracin es oracin si nosotros queremos que lo sea.

    Preguntmonos: Qu es lo que quiero realmente cuando

    rezo?;

    busco ser posedo por Dios? En tal caso, hacemos

    oracin. En lo nico en que Jess insisti, lo que repiti y

    subray una y otra vez, fue: 'Todo lo que pidis al Padre,

    l os lo dar'. Su insistencia en la fe y en la perseveranciason otra forma de decir lo mismo: tenis que querer real

    mente, tenis que dejaros poseer enteramente por ese des eo.

    No se trata de pequeos deseos pasajeros, sino de aquello

    que realmente deseamos 'con todo el corazn, con toda el

    alma, con todas las fuerzas'...: esto es lo que l se compro

    mete a concedernos. Jess no se refiri slo ni tampoco,

    probablemente, en primer lugar a la oracin de peticin,

    sino a la oracin.

    25

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    14/115

    Cuando te pones a orar, qu es lo que pretendes?

    Cuando lo que nicamente quieres es que Dios se apodere

    de ti, es cuando ests orando. En esto consiste la oracin:

    no existen ms secretos, atajos ni m todos. La oracin prueba

    nuestra sinceridad: es el nico lugar en el mundo donde no

    hay sitio para esconderse, y en esto reside su gozo y su

    tormento. Hayamos gustado o no la dicha que encierra, es

    estremecedor vivir enfrentados a tal simplicidad.

    Uno querra decirse a s mismo que la razn por la que

    no sabe orar es porque nunca fue seducido por Dios, porque

    nunca ley algn buen libro sobre oracin, ni se cruz en su

    camino un santo gur que le iniciase... De ah el ardiente

    inters por los libros y artculos sobre oracin, que oculta la

    carencia de deseo autntico; de ah el entusiasmo por los

    retiros y los directores espirituales, que tantas veces sirven

    de excusa. La verdad es que no quiero orar desnudamente,

    no tengo la intencin de hacerlo; pero no me lo confieso as,

    porque, si lo hiciera, me sentira culpable.

    Se acuerdan del joven rico? Lo que dice es perfecto:

    'Maestro bueno, qu tengo que hacer...?' Jess intenta sa

    cudirle en su interior: Por qu dices 'bu eno ' cuando no sabes

    lo que dices? l insiste. Entonces Jess le da aquello que el

    joven crea que de verdad estaba buscando: le dice lo que

    'tena que hacer'. Y el joven se march triste, porque Jess

    le haba hecho abandonar la regin de los ideales y las emo

    ciones y le haba puesto frente a la voluntad del Padre: 'Ven

    de. . . ,ent rega.. ., si g em e...'; y no era esto lo que l deseaba.

    Piensan que este hombre se march consciente de su

    falsedad interior y de que estaba completamente desprevenido

    para mirar a Dios directamente?... Ms bien parece que se

    qued pesaroso porque la voluntad del Maestro no le convino,

    y entonces se atrincher tras la excusa de la 'incapacidad',

    convencindose de que sta era insuperable.

    Si deseas permanecer abandonado ante Dios, entonces

    ya lo ests: no se necesita absolutamente nada ms. Por lo

    ltimo por lo que se podra uno desanimar es por la oracin:

    26

    no depende ms que de Dios, que est siempre deseoso de

    darse a nosotros, y de nuestra propia decisin y voluntad. E

    incluso esta misma voluntad es tambin de Dio s, 'que realiza

    en nosotros el desear y el actuar'. Por eso no hay mucho ms

    que decir de la oracin, sino que es 'lo ms sencillo que

    existe'.

    No obstante, voy a aadir dos

    comen tarios prcticos:

    El primero es que la oracin

    necesita su propio

    tiempo.

    Es una parte de nuestra vida normal, su centro, su

    corazn, pero no puede compaginarse con otras actividades

    y a su mismo nivel: lo mismo que no podem os compaginarlas

    con el sueo. La oracin reclama la totalidad de nuestro ser

    para sumergirlo en el Fuego que consum e y, as, poder mar

    char durante el resto del da con el corazn ardiente. Si

    disponemos de momentos breves durante el da, podemos

    acudir confiadamente al Padre; pero tenemos que cuidar otros

    tiempos ms largos que, normalmente, habr que robar a

    otras actividades: TV, libros, conversaciones...

    Estars dispuesto a sacrificar algo o mucho de eso si

    realmente tienes hambre y sed de Dios, de que l te posea.

    Ah est el secreto de 'encontrar tiempo': siempre lo encon

    tramos para lo que de verdad queremos. Lo que importa es

    'estar all'; la calidad ya es cosa de D ios. Que yo est cansado

    o de mal humor es lo mism o, porque yo siempre soy el mismo

    para l, para que me aprese. Puede ser que no lo sienta, pero

    no es eso lo que importa.

    El segundo punto prctico es: 'qu hacer durante

    la oracin'.

    Cmo desearamos obtener una respuesta que,

    en el fondo, fuera una manera de asegurarnos frente a D ios ...

    La nica respuesta es , de nuevo , de una sencillez apabullante:

    ponte ante Dios totalmente desnudo, indefenso, y t mismo

    sabrs qu es lo que tienes que hacer. Los mtodos tienen

    su valor, naturalmente, pero slo como algo para emplear 'si

    quiero'; lo cual significa, en este contexto, 'si l lo quiere

    para m'. Es posible que me sienta atrado a meditar, a cantar

    o a estar ante l en actitud de contricin o de alabanza. A

    27

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    15/115

    menudo, p robablemente, no querr hacer otra cosa que estar

    all, permanecer en su presencia. Pero el que yo sea o no

    consciente de ella no tiene importancia. S que el est all,

    ms all de mis sentimientos, como lo saba Jess en medio

    del sentimiento de abandono en la cruz. Qu alabanza ms

    pura de amor al Padre el sentirse abandonado y seguir di-

    cindole: 'Padre, en tus manos... '

    Nunca insistiremos bastante en que la oracin es algo

    que incumbe a Dios, deseoso de venir y habitar entre no

    sotros. Confiamos en l o no? Por supuesto, yo puedo en

    gaarme, no escoger el estar all para l y, por lo tanto, no

    dejarme transformar en Jess. En cierta medida, siempre me

    protejo a m mismo contra el impacto de un amor que causa

    dolor, pero un dolor creador que nos conduce a Jess para

    ser curados. Le decimos: 'Si quieres, puedes sanarme'. Y l

    nos pregunta a su vez: 'Yo s quiero, pero lo quieres t?'

    Ese deseo es siempre el nudo de la cuestin.

    Existe algn modo de reconocer si es o no verdadero

    nuestro deseo de que Jess nos entregue a su Padre? A lapregunta 'Cundo podemos saber con certeza cules son

    nuestros deseos dominantes?', slo se puede dar esta res

    puesta: 'Cuando estemos dominados por ellos'. Si el amor

    de Dios se va apoderando de ti tan profundamente que va

    transformndote en Jess, entonces lo has deseado con pasin

    dominante. Pero , si eso no te ha ocurrido, slo puede deberse

    a que, secretamente, en lo ms profundo de ti, no has querido

    que te ocurriera.

    Es inevitable que existan en nosotros deseos ocultos

    que escapan a nuestro control, pero que no escapan al de

    Dios.El don de los sacramentos tiene como fin abrir nuestros

    recovecos a la gracia y cambiar nuestros actuales deseos,

    esos que nos revelan nuestras acciones, a veces de manera

    deprimente. Pero esos deseos, que son reales en nosotros,

    pueden coexistir con los verdaderos; y lo que tenemos que

    hacer es presentar a Dios unos y otros, sum ergiendo nuestra

    pobreza en la vigorosa oracin objetiva de la Eucarista y de

    los dems sacramentos. En ellos, Jess se entrega totalmente

    28

    al Padre y nos toma consigo en esa entrega, y de ese modo

    podremos casi ver lo que el Espritu que acta en nosotros

    est tratando de realizar en lo ms ntimo de cada uno.

    Dejmosle actuar, dejmosle ser 'Dios-con-nosotros'.

    'Cualquiera que sea nuestro pasado o nuestro temor al futuro,

    aqu y ahora, oh Espritu Santo, pronuncia dentro de m el

    S total de Jess al Padre' (W.M. BECKETT, CD).

    3. CARTA DEL DIABLOA SUSOBRINO

    1

    Lo mejor, en cuanto sea posible, es alejar totalmente al

    paciente de la intencin de rezar en serio, convencindole de

    que aspire a algo enteramente espontneo, interior, informal

    y no codificado. Esto supondr para el principiante un gran

    esfuerzo, destinado a suscitar en s mismo un estado de nimo

    vagamente devoto, en el que no podr producirse una ver

    dadera concentracin de la voluntad y de la inteligencia. Uno

    de sus poetas, Coleridge, escribi que l no rezaba 'mo viendo

    los labios y arrodillado', sino que, simplemente, 'se pona

    en situacin de amar' y se entregaba 'a un sentimiento im

    plorante'. Esa es exactamente la clase de oraciones que nos

    conviene; y, como tiene un cierto parecido con la oracin de

    silencio que practican los que estn muy adelantados en el

    servicio del Enemigo, podemos engaar durante bastante

    tiempo a pacientes listos y perezosos. Por lo menos se les

    puede convencer de que la posicin corporal es irrelevante

    para rezar, ya que olvidan continuamente que son animales

    y que lo que hagan sus cuerpos influye en sus almas. Es

    curioso que los mortales nos pinten siempre dndoles ideas

    cuando, en realidad, nuestro trabajo ms eficaz consiste en

    evitar que a ellos se les ocurran cosas.

    1. C.S. LF.WIS,Cartas del diablo a su sobrino (Madrid 1988), en las

    que un diablo experto da consejos a otro ms joven sobre cmo poder

    tentar a un cristiano convertido (el paciente) que se ha pasado al bando

    del Enemigo (Jess).

    29

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    16/115

    Si esto falla, debes recurrir a una forma ms sutil de

    desviar sus intenciones. Mientras estn pendientes del Ene

    migo,

    estamos vencidos; pero hay formas de evitar que se

    ocupen de El. La ms sencilla consiste en desviar su mirada

    de El hacia ellos mismos. Haz que se dediquen a contemplar

    sus propias mentes y que traten de suscitar en ellas, por obra

    de su propia voluntad, sentimientos o sensaciones. Cuando

    se propongan solicitar caridad del enem igo, haz qu e, en lugar

    de eso, empiecen a tratar de suscitar sentimientos caritativoshacia ellos mismos. Si se proponen pedir valor, djales que

    traten de sentirse valerosos... Ensales a medir el valor de

    cada oracin por su eficacia para provocar el sentimiento

    deseado y no dejes que lleguen a sospechar hasta qu punto

    esa clase de xitos o fracasos depende de que estn sanos o

    enfermos, frescos o cansados, en ese momento.

    Pero, claro est, el Enemigo no permanecer ocioso

    entretanto: siempre que alguien reza, existe el peligro de que

    l acte inmediatamente, pues se muestra cnicamente in

    diferente hacia la dignidad de Su posicin y la nuestra, en

    tanto que espritus puros, y permite que los animales hu

    manos, orando, lleguen a conocerse a s mismos. Pero, aun

    cuando El venza tu primera tentativa de desviacin, todava

    contamos con un arma ms sutil. Los humanos no parten de

    una percepcin directa del Enemigo como la que nosotros,

    desdichadamente, no podemos evitar. [...] Debes hacer que

    el paciente dirija sus oraciones a algn objeto, a algo que l

    ha creado, no a la Persona que le ha creado a l; porque, si

    alguna vez dirige su oracin conscientemente 'no a lo que

    yo creo que Eres, sino a lo que T sabes que Eres', nuestra

    situacin ser, por el momento, desesperada.

    Una vez descartados todos sus pensamientos e im

    genes o, si los conserva, conservados reconociendo plena

    mente su naturaleza subjetiva, cuando el hombre se confa a

    la Presencia real, externa e invisible que est all y que no

    puede conocer como ella le conoce a l..., bueno, entonces

    puede suceder cualquier cosa.

    30

    Te ser de ayuda para evitar esta situacin, esta ver

    dadera desnudez del alma en la oracin, el hecho de que los

    humanos no la desean tanto como suponen: se pueden en

    contrar con ms de lo que pedan

    Tu carioso to.

    4. SEI S CONSEJOS DE SABIDURA ORANTE

    Con el mismo estilo con que, en los libros sapienciales, los

    padres o maestros dan consejos al que quiere aprender sa

    bidura, podemos formular estas recomendaciones que nacen

    de la experiencia de muchos hombres y mujeres expertos en

    oracin

    2

    :

    Hijo mo, atiende mis palabras,

    presta odo a mis consejos;

    conserva mis preceptos, y viv i rs,

    mi instruccin como la n ia de tus o jos;

    tatelos a los dedos,

    escrbelos en la tabli l la de tu corazn.

    Al caminar no sern torpes tus pasos,

    al correr no tropezars;

    agrrate a la instruccin, no la sueltes,

    consrvala, porque te va la vida.

    Por encima de todo, cuida tu corazn

    porque en l estn las fuentes de la vida

    (Pr 7,1-3; 4,23).

    Hijo mo, recuerda que la oracin es un encuentro

    con Dios para adorarle y dejarte trabajar por l. La iniciativa

    y la llamada son suyas, y es l quien desea tu presencia

    infinitamente ms que t la suya.

    Lo tuyo es, en primer lugar, tomar la decisin de orar

    para responder a esa llamada y crear el clima que precede a

    2. Algunos de los consejos estn tomados de A. SVE,Lafaim et

    le rendez-vous (Paris 1989).

    31

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    17/115

    una cita. Despus, intenta permanecer silencioso en su pre

    sencia, con toda tu fe y tu amor despiertos, para adherirte a

    lo que l quiere hacer en ti. Y el deseo del Padre es hacer

    de ti, por medio del Espritu de Jess que te habita, alguien

    cada vez ms parecido a su Hijo.

    Al comenzar, trata de hacer una ruptura en vertical

    para situarte en tu centro ms profundo y, desde ah, abrirte

    a la presencia de Dios y hacerte disponible para l. Este

    primer momento de la oracin, en el que tratas de movilizar

    toda tu atencin, pide de ti esfuerzo, obstinacin, paciencia

    e intensidad. Es tu humilde manera de colaborar a la accin

    de Dios en ti: porque lo que importa en la oracin no es lo

    que t haces, sino lo que consientes que haga l.

    Es importante que en ese primer momento tomes

    conciencia de lo que realmente deseas (pedir, agradecer, ben

    decir, quejarte, amar...) y lo expreses en alguna frase breve

    que puedas repetir internamente una y otra vez. Ser como

    un ancla que te ayude a volver al centro de tu corazn

    cuando lleguen otros pensamientos o distracciones.

    Recuerda que nunca llegas solo a la oracin: ests

    ah en nombre de muchos hermanos, de su deseo y de su

    clamor. Sintete unido a ellos y sostenido por ellos, y en

    contrars fuerza en momentos de cansancio.

    No acabes la oracin bruscamente, porque no se ter

    minan as los encuentros personales; dirgete al Padre, a Jess

    o a Mara, con la confianza de los hijos o como un amigo

    habla con su amigo, y luego detente unos momentos a ver

    cmo te ha ido: lo que te ha sido ayuda o dificultad, qu

    movimientos de atraccin o de rechazo (de consolacin

    o desolacin) has experimentado a lo largo de ella. Este

    pequeo examen final har crecer en ti la sabidura oracio

    nal y te ayudar a adquirir la costumbre del discernim iento.

    Lo mismo que no puedes improvisar la oracin y

    necesitas entrenar tu atencin y tu deseo a lo largo del da,

    tampoco la termines cuando acaba el tiempo que dedicas a

    ella: tu disponibilidad y la accin transformadora del Espritu

    32

    irn haciendo de ti alguien ms atento, abierto, confiado y

    fraterno, es decir, ms parecido a Jess.

    A pa r t i r de es te mom en to , cada cap t u lo t end r la s i

    gu ien te es t r uc tu ra :

    A ) P R T I C O D E E N T R A D A :

    amb ien tac in , sens ib i l i zac in a l t ema .

    B ) E N E L U M B R A L D E LA OR A C I N :

    sugerencias concretas (sealadas con un aster isco [ * ] ) ,

    gene ra lmen te a pa r t i r de

    iconos bblicos,

    para preparar

    l o s m o m e n t o s d e o r a c i n . Y a h e m o s d i c h o q u e s l o

    p re tenden acompaar has ta e l umbra l de una o rac in

    ms s i lenc iosa y recept iva.

    C ) O T R O S C A M I N O S DE B S Q U E D A :

    una se lecc in de t ex tos de d i s t i n tas p rocedenc ias que

    pueden se r v i r pa ra segu i r p ro fund i zando en e l t ema de l

    da.

    D ) C E LE B RA R LO V I V I D O:

    i n d i c a c i o n e s p r c t i c a s ( t e x t o s , s m b o l o s , a m b i e n t a

    c in. . . ) para un ra to de orac in compar t ida a l f ina l de l

    da.

    33

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    18/115

    2

    Prepararse y disponerse

    A)

    PRTICO

    DE ENTRADA

    El Seor dijo a Moiss: 'Preprate para ma

    ana, sube al amanecer al monte Sina y es

    prame all...' (Ex 34,2).

    Si empezamos unos Ejercicios, es porque tambin ha

    llegado a nosotros la urgencia de ese imperativo y la invi

    tacin secreta a esa cita, y la mejor imagen para el primer

    da sera la de estar en las estribaciones del m onte, deseando

    el encuentro, pero quiz inconscientes de que necesitamos

    prepararlo.

    Sabemos que ese e ncuentro con el Seor va a ser siempre

    un regalo gratuito que no depen der de nuestro esfuerzo; pero

    tambin es cierto que la cita puede frustrarse si no acertamos

    con el camino de subida.

    Solemos llegar desde la prisa y el ruido, atareados y

    extravertidos; y, aunque intentamos frenar y hacer silencio,

    nos cuesta entrar en la oracin y nos sentimos con la cor

    poralidad y la interioridad desbaratadas, como un puzzle

    en desorden y con la sensacin de estar, no ante un monte,

    sino al pie de una hermtica pirmide cuya puerta de acceso

    ignoramos dnde se encuentra.

    Y es normal que as sea: hemos respirado todo el ao

    en un ambiente contaminado y llevamos dentro sus efectos:

    34

    ansiedad, tensin, bsqueda de eficacia inmediata, superfi

    cialidad, individualismo... Cargamos tambin con el peso de

    nuestro personaje: el importante, el susceptible, el nihilista,

    el escptico, el desalentado...

    Por eso necesitamos, tambin en este primer momento,

    una

    sabidura de los comienzos:

    Llegamos a Ejercicios casi siempre bastante cansados

    y, a la vez, con la conciencia de que no hemos venido prin

    cipalmente a descansar. No estamos necesitando escuchar

    lo de Jess a los discpulos: Venid aparte a un lugar solitario

    y descansad un rato (Me 6,31)?

    * Y se podr a t raduc i r en dormi r un poco ms a l co

    m ie n zo , p o r q u e p o s ib l e m e n t e l o s m e jo r e s L a u d e s d e l p r i

    mer d a cons is t i rn en comenzar lo a lgo ms descansados

    y d e sp ie r t o s .

    Entrar en Ejercicios supone hacer una

    experiencia

    de perodo largo,

    es decir, no mensurable segn nuestros

    cmputos tempo rales, tan precisos y acelerados. En el mbito

    de la fe no sirve el cronm etro, y el

    kairmetro

    no existe:

    es una experiencia ms parecida al florecer que a cualquier

    otro modo de crecimiento.

    * P uede ayudar leer la parb o la de la sem i l la que c rece

    por s sola (Me 4,26-29) , o la del sembrador (Me 4,1-20) . O

    dar un paseo t ranq u i l o , con una a tenc in re la jada a la na

    tu ra leza o a l r i tmo de las p rop ias p isadas, y de tenerse a

    mi ra r la rgamente un rbo l o una p lan ta , t ra tando de en t ra r

    en su mis te r iosa manera de c recer .

    * Puede ayudar tambin leer a lgo de poesa , que es e l

    l e n g u a je m s p a r e c id o a l r e l i g i o so y d e sb lo q u e a n u e s t r o

    rac iona l ismo y la r ig idez de nuest ras ideo log as .

    * Pu e d e a yu d a r t a m b i n d e d i ca r u n t i e m p o se n c i l la

    m e n t e a t o m a r c o n c ie n c ia d e l a r e sp i r a c i n , i r r e m a n s n -

    d o la y se r e n n d o la , y r e p e t i r a su r i t m o a l g u n a i n vo ca c i n

    breve : Abba. . . , Jess. . . , Maraa tha . . . , Ven i Snete

    35

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    Spi r i tus . . . O escuchar un d isco o casse t te de g regor iano ,

    de ms ica c ls ica o de canc iones de Ta iz . . .

    Entrar en Ejercicios tiene algo del

    aprendizaje de

    una lengua extranjera.

    Entramos en un mbito en el que

    funciona otro sistema de comunicacin, y hay que ponerse

    a escuchar el silencio, a descifrar el cdigo secreto en que

    vienen cifradas las palabras de la Escritura, a familiarizarse

    con ese modo de hablar del Espritu, que tiene ms de con

    fidencia que de imperativo.

    No es posible hablar de la fe desde un lenguaje plano

    y positivo; necesitamos poner en marcha nuestro sentido sim

    blico para poder expresar la nueva realidad en la que en

    tramos.

    San Ignacio habla de aplicar los sentidos; pero sole

    mos tenerlos atrofiados por falta de ejercicio y exceso de

    intelectualismo y voluntarismo. Y, sin embargo, ir descu

    briendo al Dios que viene a nuestro encuentro tiene mucho

    ms que ver con aquello del Cantar: Tu nombre es un per

    fume que se derrama... (Cant 1,3).

    * Puede ayudar un paseo, buscando en la na tu ra leza

    a lg n s m b o lo q u e e xp r e se n u e s t r a s i t u a c i n e n e s t e m o

    m e n t o , o u n a im a g e n b b l i ca q u e t e n g a r e so n a n c ia p a r a

    nos ot ro s : e l bar ro de Jer 18 ; los hueso s secos de Ez 37 ; la

    t i e r r a se d ie n t a d e l Sa lm o 6 3 . . . En l a co m u n i ca c i n e sp i r i

    t u a l ,

    sue le ser mucho mas fc i l hab la r desde los s mbo los

    que desde las ideas .

    * Puede ayudar tam bi n ded icar u n ra to a escr ib i r o a

    verba l iza r nuest ro ao en fo rma de nar rac in . Re leer as

    nuest ra v ida nos ayuda a ver a D ios c om o ac to r p r inc ipa l

    en e l la .

    Todo esto parece demasiado simple, y afortunadamente

    lo es. Pero quiz nos suene como la invitacin ingenua de

    Eliseo a Naamn, el leproso sirio: Ve y lvate siete veces

    en el Jordn (2 Re 5,10). Sin embargo, l lo hizo, y su

    carne se volvi limpia como la de un nio pequeo.

    36

    Puede parecer un juego, y, efectivamente, tambin lo

    es .Porque el Dios que nos espera en lo alto del monte juega

    a esconderse y a revelarse desde la nube, y slo los que

    consienten en hacerse sencillos lo encontrarn all arriba.

    Slo a los que entran en su juego les ser concedido poder

    susurrar su Nombre.

    B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIN

    1.

    El primer

    icono

    que ests invitado a contemplar es Moiss

    en su relacin con el Seor:

    El Seor orden a Moiss: 'Lbrate dos losas

    de piedra como las primeras: yo escribir en

    ellas los mandamientos que haba en las

    pr i

    meras, las que t romp iste.Preprate para ma

    ana, sube al amanecer al monte Sina y es

    prame al l , en la cima del monte. Que nadie

    suba co ntig o, ni siquiera las ovejas y vacas pas

    tarn en la ladera del monte. Moiss labr dos

    losas de piedra como las primeras, madrug y

    subi al amanecer al monte Sina, segn la or

    den del Seor, l levando en la mano dos losas

    de piedra. El Seor

    baj

    en la nube y

    se qued

    con l al l , y Moiss pronunci el nombre del

    Seor (Ex 34,1-5).

    En un primer acercamiento al texto, observa:

    de quin parte la iniciativa del encuentro;

    qu imperativos aparecen;

    qu verbos expresan la respuesta de Moiss.

    El texto tiene una estructura dialogal, en la que el Seor

    habla, y la manera de responder de Moiss consiste en hacer

    silenciosamente lo que ha escuchado. Al final del texto, es

    el Seor quien tiene una presencia silenciosa (se qued con

    l all), y Moiss pronuncia el nombre del Seor.

    * En un segundo momento , t ra ta de cap ta r las reso

    n a n c ia s s im b l i ca s d e a l g u n a s e xp r e s io n e s :

    37

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    lbrate dos losas..., yo escribir en ellas...;

    preprate;

    sube;

    esprame,

    y esccha las co m o d i r ig ida s a t i .

    * En u n t e r ce r m o m e n t o , i d e n t i f ca t e co n M o i s s y ,

    co m o l , e sp e ra e n la cu m b r e d e l m o n t e a l Se o r q u e

    ba ja a tu en cu en t ro en la nube . E l s iem pre es ta r ms

    a l l de l a lcance de tu m i rada , nunca se de ja r dominar n i

    poseer , y por eso la nube que envue lve su mis te r io re

    c lama tu espera v ig i lan te , tu escucha y la to ta l idad de tu

    presenc ia .

    2. Escucha las palabras que, segn la narracin del xodo,

    escuch Moiss en su encuentro con Dios:

    Vosotros habis visto lo que hice a los egip

    cios, y cm o a vos otros os he llevado so bre alas

    de guila y os he atrado a m; ahora pues, si

    queris obedecerme y guardar mi al ianza, se

    ris mi propiedad personal entre todos los pue

    blos... (Ex 19,4-5).

    \

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    supimos al fin quin era

    todo su secreto vivo, suyo y libre

    (B. GONZLEZ BUELTA).

    Yo tena prisa...

    Me vest y sal hacia la orilla del mar. Caminaba ligero y

    contento, como si me hubiera librado de algn peligro o de

    algn pecado. El deseo indiscreto, que me asaltara por la

    maana, de averiguar lo por venir antes de que se realizara,

    se me present de pronto como un sacrilegio.

    Record la maana en que hall en la corteza de un

    rbol un capullo, en el momento en que el gusano rompa

    los hilos envolventes para convertirse en mariposa. Esper

    largo rato, pero tardaba demasiado, y yo tena prisa. Fasti

    diado, me inclin y quise ayudarlo calentndolo con el alien

    to . Lo hice impaciente, y el milagro comenz a cumplirse

    ante mis ojos, con un ritmo ms precipitado que el normal.

    La envoltura se abri, el gusano sali arrastrndose, y

    no he de olvidar jams el horror que sent al verlo: las alas

    estaban todava encogidas, dobladas; con todas las fuerzas

    de su cuerpecillo, el pobre gusano trataba de extenderlas.

    Inclinado hacia l, yo le ayudaba con el calor de mi aliento.

    En vano. Una paciente maduracin era necesaria en

    aquel caso, el despliegue de las alas deba producirse len

    tamente al calor del sol; ahora era tarde. Mi aliento haba

    forzado al gusanillo a que se presentara fuera del capullo,

    todo arrugadito, antes de trmino. Se agit desesperadamen

    te , y unos segundos despus estaba muerto en la palma de

    mi mano.

    Ese cadver pequeito, creo que es el m ayor peso que

    gravita sobre mi conciencia. Pues, lo comprendo perfecta

    mente hoy, es pecado mortal el forzar las leyes de la natu

    raleza. No debemos precipitarnos ni impacientarnos, sino

    seguir con entera confianza el ritmo eterno.

    40

    Me sent en una roca para asimilar con total tranqui

    lidad este pensamiento de ao nuevo. Ah, si la mariposilla

    revoloteara constantemente ante mi vista para sealarme el

    camino... (N. KAZANZAKIS) .

    D) CE L E BRAR L O VIVIDO

    Poner en el centro de la sala una flauta de caa (o algn otro

    instrumento que evoque la idea de algo inerte, pero del que

    se pueda hacer brotar msica) y escuchar tranquilamente du

    rante un rato msica de flauta o de ctara. Despus, un lector

    lee este texto:

    No somos nosotros

    los que hemos amado a Dios,

    sino que l nos am primero (cf. Jn 15,16).

    Lo ms importante no es:

    que yo te busque, sino que

    t me buscas en todos los ca

    minos (Gn 3,9);

    que yo te llame por tu Nombre, sino que t tienes el mo

    tatuado en la palma de tus manos (Is 49,16);

    que yo te grite cuando no tengo ni palabra, sino quet gimes

    en m con tu grito (Rom 8, 26);

    que yo tenga proyectos para ti, sino que t me invitas a

    caminar contigo hacia el futuro (M e

    1,17 ;

    que yo te comprenda, sino que t me comprendes a m en

    mi ltimo secreto

    (1 Cor 13,12);

    que yo hable de ti con sabidura, sino que

    t vives en m y

    te expresas a tu manera

    (2 Cor 4,10);

    que yo te guarde en mi caja de seguridad, sino que

    yo soy

    una esponja en el fondo de tu ocano (EE 335);

    que yo te ame con todo mi corazn y todas mis fuerzas, sino

    que t me amas con todo tu corazn y todas tus

    fuerzas (Jn 13,1);

    41

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    22/115

    que yo trate de animarme, de planificar, sino que

    tu fuego

    arde dentro de mis huesos (Jer 20,9).

    Porque, cmo podra yo buscarte, llamarte, amarte...

    si t

    no me buscas, me llamas y me amas primero?

    El silencio agradecido es mi ltima palabra y mi mejor

    manera de encontrarte (B. GONZLEZ BUELTA).

    _ _ 4 2 _ _

    3

    Despertar el deseo

    A) PRTICODE ENTRADA

    En uno de los cuentos hassdicos recogidos por M. Buber y

    que tiene como ttulo El juego del escondite, se narra un

    episodio de la vida de Rabbi Baruch en el que uno de sus

    nietos, Jechiel, jugaba al escondite con otro amigo. Despus

    de esperar mucho tiempo en su escondite, sali de l y, al

    no encontrar a su compaero, se dio cuenta de que ste no

    le haba buscado desde el comienzo del juego. Fue llorando

    a contrselo a su abuelo, y ste sinti que las lgrimas corran

    tambin por sus mejillas, al pensar: As dice el Santo, ben

    dito sea: Yo me escondo, y nadie me busca...

    Hacer una experiencia de varios das seguidos de ora

    cin, supone un primer trabajo de entrar en contacto con el

    mundo de los deseos que ponen en m archa nuestra bsqueda.

    Nos hace capaces, como a Abraham y Sara, de abandonar

    la propia tierraysalir en busca d e otra que slo se nos concede

    como promesa. Nos invita a abandonar la cautiva saciedad

    de Egipto o la resignada instalacin en Babilonia y a em

    prender un xodo ms all de lo conocido.

    Cuando nos ponemos a hacer oracin, nos situamos en

    esa trayectoria y, en la medida en que vamos adentrndonos

    en ella, asistimos con asombro a la conversin del sentido

    de nuestro deseo. Porque descubrimos que es el deseo de

    43

    o me instalo en el confn del mar,

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    23/115

    En esto consiste el amor:

    no en que nosotros hayamos amado a Dios,

    sino en que l nos am y nos envi a su Hijo

    (1 Jn 4,10).

    No me habis elegido vosotros a m,

    sino que yo os he elegido a vosotros...

    (Jn 15,16),

    podemos decir: En esto consiste el

    deseo:

    no en que nosotrosdeseemos a Dios, sino en que l nos desea primero...

    * Dedica un ti emp o a abrirt e a esta certeza, que puede

    parecerte demasiado sobrecogedora como para ser cierta:

    es Dios quien te busca y te desea; Dios es una extraa

    fuente que sale al encuentro del sediento...

    5. Vuelve a las tres mujeres en bsqueda:

    la mujer que buscaba la moneda en la parbola es Dios

    mismo,

    que nos busca afanosamente: somos valiosos

    para El, y l no est dispuesto a perdernos.

    la samaritana no contaba con que la esperaba alguien en

    el broca^del pozo para entrar en dilogo con ella, se

    diento ms de su relacin que del agua, deseoso de

    ofrecerle otra agua diferente para calmar su sed...

    la iniciativa del encuentro con Mara Magdalena es de

    Jess, que se acerca, le hace una pregunta, la llama

    por su nombre...

    * brete al asombro de ser objeto del deseo de Dios.

    Recuerda junto a l la historia de su bsqueda de ti, de

    tantas maneras misteriosas y escondidas que slo t co

    noces. Puedes terminar repitiendo con el salmo 139:

    Adonde me alejar de tu aliento?,

    adonde huir de tu presencia?

    Si escalo el cielo, all ests t;

    si me acuesto en el abismo, ah ests.

    Si me traslado al ruedo de la aurora

    46

    all se apoya en m tu izquierda

    y me agarra tu derecha...

    * Mara es para Lucas una buscadora de Jess: en el

    relato del nio perdido en el templo (Le 2,41-50), el evan

    gelista utiliza tres veces el verbo buscar, con Mara como

    sujeto:

    sus padres se pusieron a buscarlo;

    al no encontrarlo, volvieron en su busca a Je-

    rusaln;

    su madre le di jo: Mira que tu padre y yo te

    buscbamos...

    * Habla con ella de tu bsqueda de Jess y de tu deseo

    de l. Pdele que te ayude a encontrarle como lo encontr

    e l la . . .

    C) OTR OS CAMINOS DE BSQUEDA

    1.

    Sobre el deseo y la oracin

    La oracin, desde un punto de vista antropolgico, es un

    ejercicio que nos permite profundizar en nuestra vida y re

    basar la dimensin intelectual que predomina en nuestro com

    portamiento y nos hace desconocer las dinmicas de nuestros

    deseos.El saber discursivo no permite explicar la totalidad

    de nuestra personalidad; es incapaz de captar el impulso de

    nuestros deseos, que nos abren a lo desconocido, que fluyen

    de nuestra subjetividad y nos revelan hasta qu punto somos

    pura inquietud, hambre insaciable de plenitud y de felicidad,que slo de forma parcial y puntual vamos experimentando

    en nuestras relaciones y que, paradjicamente, agudizan la

    fuerza de nuestros deseos.

    La oracin tiene que desplazarse progresivamente de

    la necesidad al deseo. Hay que dejar a Dios ser Dios en su

    alteridad, en su trascendencia, sin objetivarlo en funcin de

    nuestras carencias y necesidades. En la oracin expresamos

    47

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    suposicin previa necesaria para un tal renacimiento espiritual

    direccin de la flecha de eso que llamamos la bsqueda de

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    parece ser esta capacidad pasiva de recepcin que est en el

    fondo de la estructura de la persona (E.

    STEIN) .

    El hombre no se libra de hundirse en su propio vaco ms

    que en el momento en qu e, descubriendo su propia limitacin

    existencial, que se le revela en su necesidad, accede al re

    conocimiento del ser que le falta, del Otro. El deseo slo

    nace en la mediacin de la necesidad que muere a s misma.

    El lugar en el que se realiza esta conversin, que hay que

    estar siempre recomenzando, es el amor. [...] Cuando, en

    vez de orar por necesidad, 'convertimos nuestra oracin en

    deseo, el orar se convierte entonces en una actividad sin

    objeto, en un encuentro'. [...] A las personas que oran de

    verdad, lo mismo que a las que trabajan de verdad, se las

    reconoce porque saben perder su tiempo. Y es que para ellas

    no hay tiempo perdido. El tiempo, el espacio, el saber, no

    son vividos como objetos a adquirir y que sacian su nece

    sidad, sino como la manifestacin, marcada por la herida del

    deseo, de su presencia al mundo y a Dios (D.

    VASSE) .

    El sentimiento de insatisfaccin forma parte de la oracin:

    es la prueba de un deseo no colmado que slo puede crecer

    con el amor. La oracin, lejos de apaciguar esta sed, la hace

    crecer cada vez ms (R.

    VOILLAUME).

    2 .

    Atrevernos a creer lo increble

    Oyeron luego el rumor de los pasos de

    YHWH

    Dios, que se paseaba por el jardn a la hora de

    la brisa de la tarde, y el hombre y su mujer se

    ocultaron de la vista de

    YHWH

    Dios por entre los

    rboles del jardn,

    YHWH

    Dios l lam al hombre

    y le dijo: 'Dnde ests?' ste contest: 'Te o

    andar por el jardn y tuve miedo, porque estoy

    desnudo; por eso me escond' (Gn 3,8-11).

    Esta llamada de YHWH en el Gnesis (como la de Jess

    llamando a la puerta en Ap 3,20) nos empuja a cambiar la

    50

    Dios hacia otro lado, porque cuando estamos dando vueltas

    sobre dnde estar Dios, por qu se oculta y cmo podemos

    encontrarlo, la pregunta tiene un efecto boomerang y nos

    plantea otra cosa:

    dnde estamos nosotros,

    por qu nos

    escondemos, por qu tenemos miedo a dejarnos alcanzar por

    su presencia, por qu nos cuesta abrirle la puerta para que

    cene con nosotros...

    Es verdad que tenemos que h acer cosas por l, y desearlo

    y buscarlo, pero reconociendo, sobre todo, que lo nuestro es

    mucho ms responder a su deseo, permanecer a la espera,

    salir de nuestros escondrijos, dejarnos encontrar.

    La gracia del Evangelio est en vivir la vida cristiana

    como algo en lo que tenemos que poner toda nuestra inicia

    tiva, nuestro esfuerzo y nuestra dedicacin y, a la vez, como

    un don que se regala gratis a servidores intiles, que es lo

    que en definitiva somos.

    Creer

    no

    es poseer

    un

    perchero del que colgar Jos dog

    mas, sino abrirse al asombro de que Dios nos busque, que

    tenga planes e iniciativas y palabras que dirigirnos. Y si est

    a nuestra puerta llamando, es porque quiere cenar con no

    sotros; por eso, lo primero que tenem os que hacer es consentir

    en creer lo increble: que su deseo de comunin y de in

    timidad precede siempre al nuestro; que es a l a quien le

    resulta un regalo nuestra presencia; que es l quien tiene

    planes e iniciativas y palabras que dirigirnos, y que lo mejor

    que podemos hacer es abrir la puerta y acogerlo.

    Y con l entrar tambin en nuestro corazn ese m undo

    sin hogar que est esperando a la intemperie.

    D) CELEBRAR LO VIVIDO

    Ambientacin: monedas en un plato. Despus de un rato, en

    el que puede escucharse una msica tranquila, cada uno se

    levanta y coge una de las monedas. Con ellas en las manos,

    se escucha esta lectura:

    51

    As dice el Seor, tu creador, Jacob,

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    tu plasmador, Israel:

    No temas, que yo te he rescatado,

    te he l lamado por tu nombre. T eres mo.

    Si pasas por las aguas, yo estoy contigo;

    si por los ros, no te anegarn.

    Si andas por el fuego, no te quemars,

    ni la l lama prender sobre ti .

    Porque yo soy el Seor tu Dios,

    el Santo de Israel, tu salvador.

    He puesto por expiacin tuya a Egipto,

    a Kus y Seba en tu lugar,

    porque eres precioso a mis ojos,

    eres est imado, y yo te amo.

    Pondr la humanidad en tu lugar,

    y los pueblos en pago de tu vida.

    No tengas miedo, que yo estoy contigo.

    No receles, que yo soy tu Dios

    y te tengo asido por la diestra.

    Soy yo quien te d igo:

    No temas, oruga de Jacob, gusani to de Israel ,

    que yo te ayudo, orculo del Seor,

    y tu redentor es el Santo de Israel

    (Is 43,1-5; 41,13-14).

    Despus de un tiempo de silencio, repetir alguna de estas

    frases o compartir la oracin de cada uno.

    52

    4

    Echar races, poner cimientos

    A) PRTICO DE ENTRADA

    Todos nosotros podemos evocar momentos de nuestra vida

    en que nos hemos sentido en nuestro sitio, en que hemos

    respirado la paz profunda de estar acertando con lo mejor de

    nosotros m ismos, de estar coincidiendo con el sueo de Dios

    sobre nuestra vida, con aquello que en nosotros es lo ms

    autntico, lo ms germinal y original, lo que nos constituye

    como seres nicos e irrepetibles.

    Y tambin tenemos la experiencia de conocer a personas

    de las que podemos afirmar que son felices, que es otra

    manera de decir que estn asentadas, bien enraizadas y fun

    damentadas, apoyadas vitalmente sobre una roca slida, que

    han acertado con la orientacin de su vida, que estn en paz

    consigo mismas e irradian reconciliacin, arm ona, se ntido ...

    Y esta situacin recd ibe en la Biblia el nombre de bend icin

    (shalom),

    que es mucho ms que lo que nosotros llamamos

    paz.

    Un hombre y una mujer del evangelio de Lucas el

    samaritanode la parbola (Le 10,25-37) yMara de Betania

    (Le 10,38-42) aparecen como iconos de indiferencia, es

    decir, como ejemplos de esa situacin vital que, en el lenguaje

    ignaciano (EE 23), expresa la polarizacin en una pasin

    nica que hace desear y elegir solamente aquello que coincide

    53

    con los gustos de Dios y acertar con su voluntad. Jess

    calificativo; por el otro, el grupo de los malvado s, pecad ores,

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    toma partido por ellos y los propone como modelo: Mara

    ha elegido la mejor parte... Ve y haz t lo mismo...

    Su actitud contrasta con los otros personajes que les

    acompaan en la narracin: en el primer caso, el escriba

    escptico, que pregunta: Qu tengo que hacer?, pero sin

    implicar su vida, y el sacerdote y el levita, tan preocupados

    por acudir al culto que no les queda tiempo ni atencin para

    el hombre herido de la cuneta; en el segundo caso, Marta,

    tan agitada y solcita...

    Todos ellos, distrados y dispersos en sus propios pro

    yectos, planes, ocupaciones o reflexiones, representan aque

    llo en lo que buscamos eficacia, realizacin, ocupacin para

    nuestra hiperactividad... Tener todo muy claro, jerarqui

    zar, precisar, hacer cosas, estar ocupados..., nos hace sen

    tirnos importantes y nos da prestigio ante nosotros mismos.

    Los presentimos llenos de deseos parsitos (llegar al

    templo, ser puros, preparar una buena comida...) que no les

    permiten vivir centrados en lo esencial, que en aquel mo

    mento consista, respectivamente, en atender al hombre de

    la cuneta y en escuchar a Jess.

    B) EN EL UMBRAL DE LA ORACIN

    1. Lee Le 10,29-42 tratando de identificarte con cada uno de

    los personajes: el samaritano y su

    hacer

    simple, descentrado

    de s mismo, todo l atencin solcita y eficaz en el servicio

    al desconocido que encuentra en su camino; Marta, agitada

    y dispersa; Mara, silenciosa y silenciada, centrada en lo

    nico necesario...

    * Djate mirar por Jess en cada una de esas situacio

    nes.

    2.

    Lee el Salmo 1 fijndote en sus personajes: pertenecen a

    dos grupos diferentes, delimitados con mucha claridad. Por

    un lado, el hombre justo, que slo es nombrado con ese

    54

    cnicos...

    Subraya las veces que aparecen el justo y los malvados.

    Del primero se dice, en primer lugar,

    lo que no hace:

    no

    sigue..., no entra..., no se sienta..., no parece inte

    resarle lo que se dice o se hace en esas reuniones...

    Luego, como si se quisiera descubrir el por qu de esa

    actitud tan solitaria, tan distinta de lo que es habitual, se nos

    revela su secreto: es un hombre que tiene puesta su alegra

    en otro sitio, que est constantemente vinculado al Seor y

    a su voluntad.

    Dos comparaciones nos hacen visualizar el destino de

    uno y de otros: la imagen del rbol firme, frondoso, lleno

    de verdor, cargado de frutos, con races bien regadas...,

    contrasta con la levedad de la paja, que es juguete del viento.

    Al final, el Seor toma partido por el justo y por su

    manera de vivir, por su camino. El camino de los malvados

    no necesita ser condenado por Dios: l mismo acaba mal, va

    a parar a un precipicio, sencillamente porque no tena punto

    de destino.

    * Imagnate a ti mismo como un rbol: siente tus ra

    ces,

    tus ramas y hojas, el circular de la savia... Qu clase

    de rbol eres?; con qu caractersticas: frondoso, medio

    seco,

    alto, dbil...?; dnde ests plantado?; tienes agua

    cerca?...

    Escribe una oracin, como si ese rbol que eres t,

    joven o viejo, bien regado o necesitado de agua, en in

    vierno o en primavera, hablara con Dios.

    Relee el salmo dejando que crezca en ti el deseo de

    tener tus races cerca del agua y de ser feliz a la manera

    de ese creyente que susurra la Palabra de su Dios da y

    noche. . .

    3.

    Leemos en Mt 7,24-27 unas palabras de Jess que expresan

    de otra manera la experiencia de estar bien fundamentado,

    55

    en este caso con la imagen de una casa bien cimentada sobre

    t oda c lase de sab idu r a y p rudenc ia ,

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    una roca:

    El que escucha estas palabras m as y las pone

    en prctica es como aquel hombre sensato que

    edific su casa sobre roca. Cay la l luvia, so

    plaron los vientos y se abatieron sobre la casa;

    pero sta no se derrumb, porque estaba ci

    mentada sobre roca.

    * H az memor ia de momen tos de t u v ida en l os que e l

    Seor ha s ido la roca que ha hecho posib le tu estab i l idad

    y t u capac idad pa ra aguan ta r vendava les y t o rme n tas . Ag ra

    dcese lo . . .

    4. El cap. 1 de la Carta a los Efesios vien e a decir en lenguaje

    discursivo lo que el Sal

    1

    nos ha dicho en imgenes plsticas.

    Tambin ah se nos comunica el secreto de la felicidad: coin

    cidir con el proyecto que para nosotros tiene Dios, que nos

    llama a ser un himno a su gloriosa generosidad (Ef 1,6).

    * C o n v i e r t e e l t e x t o , p o n i n d o l o e n primera persona,

    en un d i logo ag radec ido con e l Pad re :

    Bendi to seas, D ios y Padre de mi Seor Jesucr is to ,

    que po r med io de C r i s to me has bendec ido

    con toda c lase de bend ic iones esp i r i t ua les de l c i e lo .

    Po r l , an tes de l a c reac in de l mundo ,

    me has e leg ido para que por e l amor

    sea san to e i r r ep rochab le en t u p resenc ia .

    Po r Jesuc r i s to , segn e l des ign io de t u vo lun tad ,

    me has p rede s t i nado a se r t u h i j o ado p t i vo ,

    de modo que redunde en a labanza

    de la g lor iosa grac ia

    que me has o to rgado po r med io de t u H i j o amado .

    Por l , por medio de su sangre,

    estoy seguro de obtener e l rescate,

    e l pe rdn de m is pecados .

    Segn la r iqueza de tu grac ia ,

    has de r rochado en m

    56

    dn dom e a cono ce r t u sec re to des ig n io ,

    es tab lec ido de an temano po r dec i s in t uya ,

    que se haba de rea l izar en Cr is to

    a l cump l i r se e l t i empo :

    que el universo, lo celeste y lo terrestre,

    alcanzaran su un idad en Cr is to .

    Po r me d io de l , y ta l com o lo hab as es tab le c ido ,

    Padre , t que e jecu tas t odo segn tu l i b r e dec i s in ,

    me has p rede s t i nado a se r he re de r o ,

    d e m o d o q u e , e s p e r a n d o e n C r i s t o ,

    sea a labanza de tu g lor ia .

    Por l , a l escuchar e l mensaje de la verdad,

    l a buena no t i c i a de m i sa l vac in ,

    he credo en l

    y he s ido se l l ado con e l Esp r i t u San to p romet ido ,

    que es p renda de m i he renc ia ,

    de l rescate de su posesin,

    para alabanza de tu glor ia (cf . Ef

    1,3-14 .

    * Vu e lve a reza r l o en f o rm a de sp l i ca , aho ra en p lu ra l

    y s in t i ndo te pa r te de l pueb lo de D ios :

    Bendi to seas, Padre,

    s igue e l i g i ndonos pa ra que , po r e l amor ,

    seamos san tos e i nmacu lados en t u p resenc ia . . .

    5. Mara, en el Magnficat (Le

    1,46-55 ,

    nos revela su ta

    lante interior de alegra y alabanza:

    Engrandece mi alma al Seor,

    se alegra mi espritu en Dios mi Salvador...

    Es una actitud que nace de la experiencia de ser mirada

    por un Dios que se inclina hacia ella, envolvindola en su

    ternura e inundndola de gracia. Y Mara, que se sabe mirada

    as, se alegra hasta las races ms hondas de su ser; y de esa

    alegra nace, como de un manantial, el agua viva de su ala

    banza:

    Engrandece mi alma al Seor...

    57

    * Ponte junto a ella y abre tu conciencia a ese amor

    Apertura de sentidos: atencin despierta de su mirada,

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    que se inclina hacia ti y hacia el mundo; djate querer y

    mirar; sueta los remos y deja que se hinchen las velas de

    tu barca; abandnate confiadamente al viento y a la co

    rriente que te llevan...

    C) OT RO S CAMINOS DE BSQUEDA

    1.

    Principio y fundamento

    El primer ejercicio que Ignacio de Loyola, en su libro, pro

    pone meditar al que anda buscand o hallar la voluntad de Dios,

    es el siguiente:

    El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y

    servir a Dios nuestro Seor y, mediante esto, salvar su

    alma; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son

    criadas para el hombre, y para que le ayuden en la

    prosecucin del fin para que es criado. De donde se

    sigue que el hombre tanto ha de usar dellas quanto le

    ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas quantopara ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos

    indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que

    es concedido a la libertad de nuestro libre albedro y

    no le est prohibido; en tal manera, que no queramos

    de nuestra parte ms salud que enfermedad, riqueza que

    pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y

    por consiguiente en todo lo dem s; solamente deseando

    y eligiendo lo que ms nos conduce para el fin que

    somos criados (EE 23).

    2 .

    Dos iconos de acierto

    Se pueden volver a contemplar los iconos del samaritano y

    de Mara de Betania

    tratando de descubrir cul es el secreto

    de su acierto frente al fracaso de los otros personajes,

    y qu precio tuvieron que pagar para conseguirlo.

    Estas seran algunas actitudes que podemos descubrir en

    ellos a travs de las narraciones del Evangelio:

    58

    de sus odos, de su olfato, para darse cuenta de que,

    en el borde del camino, alguien necesitaba ayuda, o de

    que Jess llegaba necesitando escucha ms que cual

    quier otra cosa.

    Flexibilidad, disponibilidad para renunciar a los propios

    proyectos (llegar a Jerusaln, agasajar al husped...);

    ser capaz de renunciar a ellos y des-centrarse, des

    plazarse, para poner al herido o al husped en el centro.

    Asctica delpres ent e: el sacerdote, el levitayMarta estn

    pendientes de un despus (llegar al Tem plo, preparar

    una buena comida...), mientras que tanto el samaritano

    como Mara estn enteros en el ahora de los perso

    najes que entran en sus vidas de manera imprevista y

    que reclaman atencin en el presente, no ms tarde.

    Capacidad de conducta alternativa:

    segn la ley vigen

    te ,

    tocar un cadver supona incurrir en impureza ritual;

    y el herido de la cuneta poda estar muerto. Por eso los

    que dan un rodeo estn comportndose correctamen

    te , dentro de la estricta legalidad. Por otra parte, un

    precepto rabnico impeda a las mujeres hacerse dis-

    cpulas de un maestro (sentarse a los pie s... equivale

    a convertirse en discpulo, como dice Pablo de s mismo

    en relacin a Gamaliel).

    Pero tanto el samaritano como Mara optan por una

    actitud contracultural: se atreven a romper con la corriente

    dominante y adoptan posturas alternativas que , sin embargo,

    son las que se revelan como acertadas.

    Capacidad de gratuidad:

    nada poda hacer prever al sa

    maritano que iba a sacar algn provecho de portarse

    as con el herido, que, al parecer, le acarre ms pr

    didas que ganancias; ni siquiera hay por parte de ste

    una palabra de agradecimiento que pueda compen sarle.

    En cuanto a M ara, tuvo que renunciar a ofrecer a Jess

    algo tan concreto y tangible como era una buena co

    mida.

    59

    Los dos han entrado en otro plano: el de la gratuidad,

    se saben en lo suyo, cmp