APRENDIENDO A DESARROLLAR EL TRABAJO DOCENTE
Autor: Helen Azalea Macosay Padilla.*
Amable lector, que en este momento tiene este trabajo bajo la crítica de su mirar y
su pensamiento. Sepa usted que quien redacta dicho documento, piensa de una
manera que muchos catalogarían como rebelde, anarquista y hasta cierto punto,
déspota. Cuando en realidad, lo escribe una mujer con la idea de que la libertad y
la educación pueden cambiar el mundo.
Creo que no es posible encasillar las decisiones del maestro bajo un prisma
de cristal que produce engañosos matices. Y es precisamente de los matices de la
práctica docente sobre lo que me baso para realizar este análisis exhaustivo de la
realidad educativa en nuestro país, comparado con los estándares que ofrecen los
autores sobre la educación.
He de señalar que aunque algunas cosas que los autores mencionan son
ciertas, otras distan de lo real. La educación, es muy compleja, lleva consigo todos
los colores – ya sean oscuros o claros- de la realidad social. Lleva también, la
mística del profesor y su tenacidad para emprender la lucha contra la carente
racionalización del hombre.
El maestro se encuentra de pie frente al precipicio del abismo que lo puede
hundir al fracaso escolar, en el que tenemos diferentes seres, semejantes a las
“Harpías”, que lo único que hacen es morder el trabajo del maestro; en términos
menos poéticos, obstaculizar su trabajo. Tales son: el absentismo escolar, la
rigidez del tiempo y de la organización del currículum, así como también el miedo
perenne del maestro al fracaso.
Pero no todo es negro, también en este texto se muestran algunas de las
herramientas y actitudes que debe asumir el docente para lograr el éxito en su
clase. Pues así, comencemos con este sencillo análisis de lo docencia.
*Alumna del 3° semestre, grupo “A”, en la Lic. Educación Primaria, generación 2012-2016, de la Escuela Normal Urbana. Balancán, Tab. 14 de Enero de 2014.
Los tiempos cambian, y por lo tanto todo tiene que cambiar, para poder
sustentar el equilibrio en el que coexistimos; y éste fenómeno sucede en todos los
contextos universales, y por tanto, también en los métodos con los que nos
educamos y nos instruimos, ¿a qué voy con esto? A analizar los cambios
educativos desde una perspectiva social e histórica.
Hace mucho tiempo, el ser humano sintió la necesidad de transmitir sus
saberes, para que con el paso del tiempo las futuras generaciones no olvidaran
sus conquistas. Sucedía de una persona adulta a una menor; sin embargo, esos
rituales se han roto en nuestra sociedad, aunque en esencia se mantengan.
Posteriormente, la educación estuvo controlada por la clase poderosa, donde eran
selectas las personas que recibirían las primicias del saber; de la instrucción.
Hoy la transmisión de saberes es algo que está al alcance de todos, el
tiempo cambió y actualmente todos tenemos derecho a recibir la instrucción
básica; recalco mucho la palabra instrucción para diferenciarla de la educación, ya
que la educación se refiere a la consolidación de un ser íntegro y decente, que
puede defenderse de una manera correcta, frente a los obstáculos que impone la
sociedad. A diferencia de que la instrucción sólo contempla la adquisición de
saberes ya sean cognitivos o pragmáticos. Como nos menciona Tardif: “Hoy día
parece que la producción de nuevos conocimientos tiende a imponerse como un
fin en sí misma y un imperativo social indiscutible dando la sensación de que las
actividades de formación y de educación pasan a segundo plano”. (2004, p. 27)
He de señalar que aquí tenemos una buena coyuntura para realizar un
exhaustivo análisis, ya que si entendemos el significado de ambas palabras,
podemos establecer los contextos en los que pueden establecerse y las
responsabilidades que se deslindan. Hoy día, a todo el cuerpo educativo se nos
exigen una serie de requisitos a cumplir para lograr una calidad educativa –
recalco, educativa-, cuando el maestro ha sido diseñado para instruir.
No es mi ánimo subestimar la figura del docente, pero es una realidad, ya
que como comúnmente se menciona: “La educación viene de casa”, la familia es
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la que se encarga de generar valores en el niño; en la escuela, los docentes
reafirmamos esto. Para una explicación más simple de esto, retomemos la visión
histórica, en la que con anterioridad, los padres estaban pendientes de las
acciones de sus hijos, y aun sin instruirlos en los saberes científicos, los educaban
en base a las tradiciones y costumbres, que se encontraban respaldadas por una
moral.
En cambio, con la evolución actual a un sociedad globalizada; los padres de
familia se han desentendido de lo que sucede en sus hogares, con la escuela e
incluso de sus propios hijos. Entonces, es ahí donde comenzamos la explicación
de todas las problemáticas actuales, porque no se ha seguido el estándar
educativo, porque hoy nos instruimos a través de los libros y las Tecnologías de la
Información y la Comunicación, que están al alcance de todos; la acumulación de
saberes, la instrucción, hoy tiene una prioridad mayor e incluso en las aulas,
donde un número señala el estatus de persona que tienes. Es por todo esto que
pienso que la magia que antes poseía el ser humano se ha perdido con el tiempo,
y como todo está entrelazado, también se ha ido perdiendo la educación de las
personas.
Actualmente tenemos un plan de estudios de educación básica, que trata de
especificar el carácter social que debe poseer la educación; cada contenido
aprendido, debe tener un uso práctico en la vida cotidiana, debe considerar las
habilidades del alumno y no solamente la teoría, por lo que no debe extrañarnos
que uno de sus pilares, sea llamado “saber hacer”. Es como nos menciona
Sacristán:
Al asumir que la escolaridad va más allá de la transmisión de conocimientos, la justificación del curriculum no puede quedarse en criterios de representatividad de lo seleccionado respecto de la cultura académica, sino apoyarse, muy fundamentalmente, en otros de carácter social y moral, dado que lo que se busca con su implantación es un modelo de hombre y ciudadano. (2008, p. 174)
Cuando hablamos del curriculum educativo, nos referimos al conjunto de
saberes que las instituciones sociales y gubernamentales esperan que los niños
aprendan durante su estancia en la escuela. Estos conocimientos, se encuentran
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debidamente organizados según las necesidades que la misma sociedad tenga, y
por lo tanto, es quien los elige.
Sin embargo, hoy en día, la misma sociedad exige algo que está en
contraposición a lo que ya se ha pedido; se está necesitando un alumno que en su
etapa adulta sea capaz de convivir en armonía con su comunidad, se necesita la
conformación de un ciudadano, el cual no se encontraba previsto en la
organización de saberes escolares. Y aun estando dentro del curriculum, es muy
poco el énfasis que se le da al desarrollo de este saber, ya que pesan más los
saberes estandarizados como: sumar, leer, escribir, multiplicar; a que el alumno
aprenda valores, ética, cívica.
Considero que antes de considerar incluso las exigencias institucionales, el
maestro debe de tener una mirada sociológica, a través de la cual determine cómo
y qué contenidos debe abordar durante sus clases, no para el beneficio de las
autoridades educativas, no para los padres de familia, ni siquiera para él mismo; el
fin último del docente, debe ser satisfacer la demanda del alumno, de una manera
que el aprendizaje tenga un sentido y un significado.
Ser docente, no se trata de llenar un costalito de datos, sino formar del
alumno una persona que pueda desenvolverse en esta sociedad tan cambiante y
globalizada, que dificulta cada día el poder vivir e incluso sobrevivir. Sabemos que
una persona no instruida y educada, se le niegan aún más las oportunidades
laborales, sociales y de dignidad humana. Si el maestro considera esta
perspectiva del futuro en el momento clave de la enseñanza, pensará dos veces
de qué manera debe de proceder con sus alumnos.
Es por esto, que a través de la perspectiva que he ganado a través de la
práctica y con las lecturas trabajadas durante el semestre, me atrevo a clasificar
tres rubros importantes en el quehacer docente: El docente, las herramientas del
trabajo docente y, el fracaso escolar y su causante: la rigidez.
EL DOCENTE
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La sociedad actual demanda o exige a un tipo de maestro que tenga la
capacidad de desempeñar un trabajo a nivel licenciatura, es decir, que sea capaz
de indagar y analizar su propio quehacer educativo; a este fenómeno se conoce
como profesionalización docente, que con el Plan de Estudios 2012 para las
Escuelas Normales, se hace vigente.
Del maestro de hoy en día, se esperan grandes resultados, puesto que se
infiere que a través de una mayor preparación y nivel de exigencia laboral, se
mejorará en el docente las aptitudes para convertirse en la panacea de la
educación, por lo que se ha mencionado que: “Al maestro profesional lo definimos
como una persona autónoma dotada de habilidades específicas, especializadas,
ancladas en una base de conocimientos racionales, reconocidos y procedentes de
la ciencia (legitimados por la academia), o de conocimientos explícitos surgidos de
distintas prácticas”. (Bromberg, 2005, p. 36)
El maestro profesional, tiene como obligación estudiar las teorías y ser una
panacea de la educación, tratar de estar a la altura de los maestros en otros
países, pero ¿Acaso no se dice también que la práctica hace al maestro? Sin el
ánimo de caer en el empirismo, considero que el maestro, más allá de ser un robot
tratando de inculcar conocimientos o adiestrar humanos, es un ser con una mística
que tiene su propio estilo para enseñar; ningún maestro es igual a otro. El maestro
conoce de las emociones de sus estudiantes, tiene conocimiento de la vida del
alumno (sus alegrías y pesares). Sería bueno que el maestro, en efecto se
preparara para obtener más estrategias para enseñar, pero sin perder el lado
humano que por tanto tiempo le ha dado cierta chispa y respeto al magisterio.
Cuando el autor menciona la palabra “autónoma” en esta cita me parece
algo increíble, ya que de lo que más carece el maestro actual de nuestro país, es
precisamente de autonomía, la libertad de decidir sobre su trabajo. El maestro
ciertamente se ha convertido en un obrero de los libros de texto y en un
reproductor del conocimiento, lo cual nada tiene qué ver con un maestro
profesional. Creo que el maestro por sí mismo ya tiene un gran potencial, cada
maestro tiene un don específico que lo hace distinto y que le otorga un “plus” a su
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trabajo, es muy admirado el maestro que sabe bailar, que sabe cantar, que sabe
dibujar, que es espontáneo, que es sociable; y ninguna de esas características se
desarrolla en base a un profesión, sino en las habilidades que ya trae, lo único que
faltaría por lograr es la conformación de los saberes docentes, lo que considero,
es más sencillo.
El docente no debe ser totalmente empírico ni totalmente teórico, considero
que incluso el perfil profesional, debe ser un maestro equilibrado en saberes, que
pueda combinar la teoría y la práctica, así como también, poder lograr
satisfactoriamente, la tan mencionada trasposición didáctica en el niño. Se ha
creído que es a través de la profesionalización del trabajo docente, se le regrese la
dignidad al magisterio, pero no es así; el respeto del magisterio debe ser ganado
por la mística, el saber y la conducta del mismo maestro. Es necesario el cambio
de perspectivas, no de las leyes, sino de las actitudes de los que conformamos el
servicio educativo; el maestro siendo una persona que enseña a los niños,
también debe ser una persona que permanezca en constante estudio y
actualización (pero verdaderas actualizaciones y diplomados), que tengan un fin y
un uso en las aulas.
HERRAMIENTAS DEL TRABAJO DOCENTE
Es a todas luces evidente que toda práctica debe estar sustentada en una
teoría, no voy a hacer hincapié en tratar de refutar esa postura, puesto que así
deben de ser las cosas; las investigaciones científicas que se han producido a lo
largo de tantos años, deben de tener un fin y un uso, aunque sea a cien años de
su promulgación. Por lo tanto: “Detrás de la práctica docente se juega una
determinada Teoría del aprendizaje, que fundamente el quehacer didáctico en el
aula, condicionando el proceso de planeamiento, conducción y evaluación”.
(Bromberg, 2007, p. 73)
Las teorías del aprendizaje, son aquellas que a través de un carácter
estándar del funcionamiento mental humano, tratan de predecir, diseñar y afirmar,
que la serie de pasos que cada una menciona, es la mejor opción que puede
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tomar el profesor para enseñar. Sin embargo, considero que si todos los seres
humanos - aunque compartamos ciertos criterios de funcionamiento fisiológico,
anatómico y cognitivo- no somos iguales y no aprendemos de la misma manera y
por lo tanto no podemos estar sujetos a una sola propuesta.
Por lo tanto, a mi forma de pensar, el futuro docente para la realización de
su práctica, debe basarse tanto en una teoría, como en la observación de sus
alumnos y la recopilación de experiencias anteriores en su quehacer educativo;
para así poder determinar lo que es más conveniente para cada alumno. Las
teorías del aprendizaje son buenas, puesto que ofrecen una mirada general del
funcionamiento cerebral del niño, pero no hay que fiarnos de ellas al cien por
ciento; el maestro debe saber cuándo y cómo deben de ingresar a su práctica.
Por lo general, existe una postura estándar –señalada por nuestro Plan de
Estudios- que debe de ser respetada por todos los maestros, y que el proceso de
enseñanza-aprendizaje, desde el diseño de las actividades hasta la evaluación.
Esta postura es el constructivismo, que afirma el carácter social del aprendizaje,
puesto que debe aprender a través de su contexto y que le sirvan para
desarrollarse en el contexto. No se escucha tan mal, pero durante la práctica, es
difícil tratar de trabajar este tipo de posturas ante niños que están acostumbrados
al tradicionalismo, y que por tanto, no responden a las actividades de éste
carácter.
Es entonces necesario que el maestro maneje tanto las teorías del
aprendizaje, ya vigentes y una postura propia, así como también una especie de
regulador de las mismas estrategias, para que el niño se adapte a aprender de
esta manera. Un ejemplo vulgar de esto sería, como cuando arrancamos por las
mañanas el automóvil, tenemos que “calentarlo” para que pueda funcionar bien, si
entramos de golpe, la máquina no responde. Así también son los niños; como
practicantes, llegamos al salón de clases con los objetivos muy altos y creyendo
que la teoría que conocemos nos va a ser muy útil, pero es difícil cuando los niños
te responden escasamente, porque no han sido estimulados en un ambiente de
humanismo y mucho menos con propuestas educativas constructivista. Por lo que
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se sugiere ir despacio, paso por paso, pero de manera firme en la práctica; ir
adaptando a los niños a un nuevo concepto de trabajo, en el que se sientan libres
y capaz de hacer muchas cosas, sin miedos, sin tabúes.
Del otro lado de la arena, encontramos la postura que nos ofrece Sacristán,
al mencionar que:
La mayoría de las teorías psicológicas del aprendizaje son modelos explicativos que han sido obtenidos en situaciones experimentales, y hacen referencia a aprendizajes de laboratorio, que sólo relativamente pueden explicar el funcionamiento real de los procesos naturales del aprendizaje incidental y del aprendizaje en el aula. (2008, p.36)
Concuerdo con la postura que asume a Sacristán, al decir que las actuales
teorías psicológicas, son propuestas que sólo han funcionado con variables
controladas, es decir, que sólo se han obtenido cuando controlan todos los
factores del contexto del alumno. Aunado de que son teorías propuestas por
extranjeros, y sin el ánimo de caer en la xenofobia, he de mencionar que no
podemos establecer en totalidad, una educación basada en este tipo de teorías
psicológicas, que no se adecuan o no pertenecen a nuestro contexto social.
Esto me resulta tan absurdo, como el hecho de tratar de usar el mismo
método de investigación de las Ciencias Naturales en las Ciencias Sociales;
sabemos que las Ciencias Sociales son difíciles de estudiar porque son subjetivas,
porque los humanos lo somos. Se me hace absurdo tratar de controlar en un
laboratorio las subjetividades humanas, y dar el resultado como una verdad
absoluta. Es posible, que los resultados tengan cierta lógica, pero no es diferente
de lo que ya se puede observar.
En nuestro país, desde hace años venimos importando pedagogías y
teorías psicológicas de investigadores extranjeros, pero ¿Por qué no se intenta
realizar una pedagogía aplicada a nuestro contexto social? Creo que tenemos la
misma capacidad que los europeos y los norteamericanos, para realizar una
investigación y a través de ella establecer un tipo de pedagogía que concuerde
con la mente del mexicano.
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He de señalar también que los estudio se han realizado datan desde
principios del siglo XX hasta los años 70´s; y aunque no se quiera reconocer, los
tiempos han cambiado, e incluso los niños han evolucionado, por lo que debemos
trabajar con ellos en base a una nueva perspectiva. Si todo en el mundo
evoluciona, las teorías deben de evolucionar.
Sin embargo, nuestro país vive contento con el modelo educativo que tiene,
un modelo repetido en otros países donde ha quedado obsoleto, vivimos
contentos sin ser capaces de realizar un buen trabajo psicopedagógico, pero ¿Por
qué sucede esto? ¿Será el poco estímulo que se le brinda a la educación en
nuestro país? ¿A quién en nuestro México, le conviene un pueblo educado?
EL FRACASO ESCOLAR Y SU CAUSANTE: LA RIGIDEZ
El fracaso escolar, es conocido como el incumplimiento de las metas u
objetivos que una institución educativa se ha planteado con respecto al
aprendizaje de los alumnos. Brailovsky nos menciona: “Los maestros fracasan
cuando no consiguen relacionar contenidos con objetivos o plantear exitosamente
situaciones de aprendizaje”. (2008, p. 34) Este fracaso, desencadena una serie de
frustraciones entre los maestros, alumnos, padres de familia, las instituciones
gubernamentales y de la sociedad en general. Y como ciudadanos nos resulta
cómodo, asignarle la responsabilidad total al docente del aprendizaje del alumno.
Creo que debemos comenzar por ello; aprender a buscar causantes sin asignar
responsabilidades para posteriormente plantear las soluciones.
En fin, lo que considero importante de mencionar de Brailovsky, es que
realiza un análisis educativo desde la perspectiva única del docente, en la que
menciona diferentes variantes que llevan al fracaso educativo, pero todas ellas,
señalan al maestro como el responsable del poco desarrollo cognitivo, aptitudinal y
actitudinal del alumno; siendo así, el análisis que se ofrece es muy subjetivo, ya
que para comprender el gran engranaje educativo, se debe poseer una visión
holística de los factores que integran el proceso educativo.
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Si bien es cierto, y concuerdo con el autor, cuando menciona que no es
igual un maestro que conoce todos los contenidos de una disciplina, a uno que
además de saber los contenidos de cierta disciplina, conoce una miscelánea de
estrategias para enseñar a sus alumnos lo que él conoce. Concuerdo que es este
“plus” el que ofrece mejores resultados en el desarrollo del alumno.
Para explicar mejor lo anterior, veamos lo siguiente:
“Prof. Arturo, Lic. Ciencias Naturales, diversos estudios realizados en
Física. Imparte la asignatura de física en la preparatoria; él considera que
es un buen profesor porque conoce la disciplina que enseña. Sin embargo
el 80% de sus alumnos concluye que no les agrada su método de
enseñanza.
Prof. César, Lic. Ciencias Naturales, talleres tomados de pedagogía,
diplomados en estrategias de enseñanza. Imparte clases en preparatoria, el
80% de sus alumnos lo califican como buen maestro, ya que implementa
distintos tipos de actividades tanto prácticas como teóricas que les agrada
realizar”.
La diferencia en ambos radica en que uno le da el valor a los conocimientos
que él posee y que considera bastan para dar una cátedra, y el otro profesor, le
otorga el valor al aprendizaje que deben obtener los alumnos a través de lo que él
conoce y de la relevancia de la actividad. Por tanto, si bien, no es únicamente
responsabilidad total del docente la educación del alumno, siempre es una mejor
opción un maestro que tome ambos saberes como herramientas, para que el
alumno logre optimizar su proceso de aprendizaje. De nuevo, citamos el ejemplo
tan mencionado que no es lo mismo que el maestro enseñe a que el alumno
aprenda; y hoy, todo (para desgracia o ventaja de muchos) está centrado en el
aprendizaje del alumno.
La capacidad de transformar que tiene el maestro, no lo logra únicamente el
saber las reglas ortográficas y gramaticales, sino que sea capaz de enseñar al
alumno a comunicarse de manera correcta, haciendo uso de estas reglas. Ser un
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buen maestro es lograr la trasposición didáctica sin que el alumno se dé cuenta
que aprende a través de las artes del maestro.
Otro de los grandes problemas del docente, es el absentismo escolar;
sucede que a lo largo de la clase, el maestro suele pensar que sus alumnos están
atendiendo a lo que él está explicando, y en el más inverosímil de los casos, que
los alumnos están aprendiendo en su totalidad que el alumno está aprendiendo al
cien por ciento, lo que él está explicando. Pero no suele suceder así; los alumnos
se sumergen la mayoría de las veces en un mundo de duermevela, que se refleja
a través de la mirada perdida o la actividad incesante de una charla que nada
tiene qué ver con el ámbito académico.
Asimismo, considero que si la atención es variable y depender de muchos
factores, también puede encontrar una gran base en el tipo de actividades que el
maestro implemente. No se trata de que el maestro controle el grupo de una
manera autoritaria, pues va en contra de los principios pedagógicos que se
estipulan actualmente, ni que sea un actor de doble cara, que trate de animar a los
alumnos. Debe ser un maestro que a través de la relevancia de sus actividades,
pueda construir el ánimo en el alumno y por consiguiente, de la clase. Esto lo
podemos resumir en que: “El profesor no es simplemente un animador interesado
en mantener absorta a su audiencia, ni tampoco un capataz cuya tarea consista
en lograr que sus trabajadores se dediquen a su tarea”. (Jackson, 2001, p. 139)
Un alumno que encuentra la actividad divertida, no tiene razón para
distraerse en otras cosas, y la charla que pueda surgir con sus compañeros puede
ser del tema que están aprendiendo o de la relevancia de la actividad que están
realizando, lo que sería un ideal para una clase. Pero se nos ha hecho más
cómodo, implementar una serie de reglas autoritarias para afianzar el control y la
autoridad del docente sobre el grupo, en lugar de establecer nuevos criterios para
la elaboración de actividades de aprendizaje, que por sí mismas, acaparen la
atención del alumno.
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De igual forma, pienso que el maestro debe controlar el ambiente de
aprendizaje del alumno; factores como el ruido, el clima, la temperatura y la luz;
pueden resultar como distractores del proceso de aprendizaje. Por tanto, el
maestro debe tratar de cambiarlos a través de una suave melodía durante la
actividad, un aire acondicionado, distribución del espacio, lámparas y cortinas; que
puedan generar armonía en el ambiente. Somos seres humanos, que estamos en
una constante interacción con nuestro medio, y un medio desequilibrado, nos
desequilibrará en todos los aspectos, incluso la clase.
No podemos esperar a que un alumno adopte una postura rígida de atención ante
la clase, ya que de esta manera el alumno pondría más atención, en la atención
por sí sola; que por atender a su aprendizaje. Por lo tanto, apoyándome en la
postura humanista que señala la libertad del ser humano y de sus
responsabilidades, considero que es mejor que los alumnos generen sus propias
reglas de comportamiento, que la actividad regule la atención del estudiante; y de
esta manera tratar de abatir el absentismo escolar.
Otro de los puntos rígidos de la educación actual, son las propuestas que
se reflejan a través del currículum que es la estructura íntegra y secuencial de un
curso de estudio completo. El conjunto de contenidos, actos y valores que
componen el currículum se elaboran para generar procesos de enseñanza
aprendizaje., es decir, el currículum es la organización de los contenidos que
deben ser aplicados en el aula. Sin embargo, pueden tener diferentes enfoques,
sobre el cómo deben ser aplicados en el aula.
La acepción del currículum como contenido, es entendido como lo que se
tiene que aprender, es decir, las disciplinas, las materias y el conocimiento mismo,
es la que se ha empleado más habitualmente. Por lo que nos menciona Zavala:
“En el caso de los modelos disciplinares, la prioridad básica son las materias y su
aprendizaje, mientras que los métodos globalizados sitúan en el centro de
atención al alumno y sus necesidades educativas generales.” (1998, p. 146)
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A mi forma de percibir las cosas, resulta evidente que los estándares
tradicionales de organizar los contenidos educativos están compuesto por la
cultura y la ideología, ya que tradicionalmente se ha entendido como una
selección y estructuración de los saberes, ya en que estén comprendidos en
enciclopedias o en disciplinas académicas. Así, lo que distingue a la sociedad es
esta posibilidad de crear, acumular y transmitir conocimientos, es decir, la cultura
cuyo contenido está totalmente basado en el dominio de información, datos,
nombres y fechas; pero que son aprendidos mediante estrategias arcaicas y que
no tienen ninguna aplicación en nuestra cotidianidad.
El saber permanente, el que se recoge en los diccionarios y las
enciclopedias, es el predominante en la concepción perennialista (relativa a los
libros y a las disciplinas) de la enseñanza. Para los seguidores de esta corriente
del currículum, la transmisión de estos contenidos es prácticamente la única que
ocupa la tarea educativa. Pero ¿Cuántas veces utilizamos este tipo de
conocimientos?
Ante esta perspectiva, surge una nueva postura, que es con la que organiza
hoy el currículum, que es la postura globalizadora, la cual lejos de centrarse en la
rigidez de las asignaturas, se centra en el alumno y los saberes que debe de
alcanzar para que pueda desarrollarse plenamente en la sociedad.
Este agente globalizador, integra la unión de todas las disciplinas,
generando un trabajo por proyectos, en la que el alumno aprenda a trabajar
mediante la cooperación social, tal y como lo hacían las comunidades humanas
antiguos, libres de individualismo, y con un aprendizaje significativo y de uso
social, que es tal como nos lo menciona Eduardo Murueta en su propuesta
educativa por cooperanzas sociales.
El currículum actual está centrado en un método globalizador, sin embargo,
no todos los docentes lo ponen en práctica, ya que están acostumbrados a hacer
su trabajo de una manera antigua que muy difícilmente cambiará. Otros docentes,
toman este enfoque a medias, yo considero que si la innovación va a realizarse
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por el bien de los alumnos, los docentes no podemos resistirnos al cambio y a
realizar un trabajo más eficaz.
Y como último punto de análisis: el tiempo. Si escuchamos las siguientes
acepciones: planeación: diez minutos para el rescate de experiencia, veinticinco
minutos para el desarrollo de la clase, quince minutos para la evaluación y el
cierre de la clase. Es como si se concibiera a la educación, como una maquinaria
que respeta los tiempos que le convienen al docente y al aparato educativo,
puesto que abarca tantos contenidos, que tiene cierta desesperación en
terminarlos.
La rigidez y hasta cierto punto, el autoritarismo que se hace presente en el
aula, considero que desequilibra los procesos mentales del alumno, logrando que
el tiempo llegue a considerarse como un agente de presión que a su vez produzca
estrés en los alumnos y en el maestro. Además, éste fenómeno se contradice, ya
que el currículum escolar, exige que todos los contenidos sean enseñados, siendo
tan amplios en poco tiempo, y con una organización del tiempo antipedagógica, ya
que se señala que para un buen aprendizaje se deben respetar los tiempos, ritmos
y estilos de aprendizaje del niño, lo que en pocas ocasiones sucede. Como
menciona Zavala:
La estructuración horaria en períodos rígidos, ya sean de una hora o cuarenta y cinco minutos, es el resultado lógico de una escuela fundamentalmente transmisiva. La ampliación de los contenidos educativos y, sobre todo, una educación consecuente con la manera en que se producen los aprendizajes, nos lleva a reconsiderar estos modelos inflexibles. (1998, p. 139)
Y es ahí donde el camino se bifurca y tenemos las siguientes opciones:
respetar los tiempos establecidos por las autoridades educativas, aunque los niños
no aprendan; o lograr que los niños aprendan aunque el currículum quede
inconcluso. Vivimos como docentes en un torrente de contradicciones entre lo que
te piden hacer y lo que debes hacer por el bienestar de los niños.
Se estipula que el maestro debe de ser capaz de generar aprendizajes
significativos en el alumno; sin embargo esos aprendizajes significativos necesitan
de una gran cantidad de tiempo para que sean asimilados y equilibrados por los
niños, y aunque es lo correcto, es lo menos viable para el maestro que se
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encuentra bajo el ojo del supervisor y la presión de ver todos los contenidos antes
de que llegue la prueba ENLACE a sus aulas. Ante todas estas contradicciones,
me pregunto ¿Cuál es el fundamento de la educación actual? ¿Cuál es su
objetivo? Y ya ante una gran desesperación ¿Qué debo hacer como docente?
Padecemos una severa confusión, hemos perdido el horizonte, no sabemos
a dónde vamos y mucho menos qué ruta tomar. Lo peor de todo esto, que al final
de la historia, los únicos realmente afectados por estas confusiones y por estos
fenómenos, son los niños. Que sólo se nutren de pura chatarra académica, de las
bazofias educativas actuales, de las migajas de conocimiento.
El tiempo bien sabemos que es una ilusión que hemos establecido como
algo real, algo medible a través del reloj, para crearlo como nuestro amo y señor;
nosotros somos sus esclavos, y transmitimos ese pensamiento a nuestros
alumnos, haciéndolos andar con prisas por los libros, por su aprendizaje, para que
más adelante corran con prisa por la vida.
La práctica docente ha pasado de la mística del maestro creador, a la del
maestro reproductor del conocimiento; del maestro preocupado por sus alumnos,
al maestro preocupado por la evaluación; en síntesis, del maestro que atendía las
necesidades de los niños, al que atiende al tic tac del reloj.
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En conclusión, la práctica docente es una de las tareas más difíciles del ser
humano, por causa de su relevancia y de los sujetos con los cuales trabaja.
Nuestra ocupación de enseñar, va más allá del gis y de la pizarra, del libro y la
tinta; en nuestro trabajo se forja el futuro de nuestra sociedad, tenemos en
nuestras manos la herencia histórica de años de aprendizaje.
Aunado de ello, los niños forman una de las partes más sensibles de
nuestra sociedad; trabajar con ellos es una bendición, pero también es una gran
responsabilidad. Tenemos la responsabilidad de cuidarlos, educarlos, instruirlos;
puesto que como una oruga realiza su metamorfosis en una esplendorosa
mariposa, así es nuestro alumno, a quien nosotros debemos ayudar a cumplir sus
sueños y expectativas.
Pienso al final de este análisis que son muchos los factores los que pueden
salirse de nuestras manos en el salón de clases, arriesgamos todo en el salón de
clases por cumplir nuestros objetivos. Como practicantes, soñamos con innovar la
educación, cambiar los esquemas tradicionales y ofrecer a la sociedad una nueva
perspectiva del maestro.
Hoy observamos que el absentismo, el miedo al fracaso y las grandes
presiones que soporta el maestro; dificultan nuestro quehacer. Es difícil cuando el
tiempo no alcanza para ver los contenidos necesarios, es frustrante cuando el
alumno no pone atención a la clase, es autoritario obligar al maestro a seguir un
solo tipo de metodología para enseñar.
No sé qué es lo que esperamos de nuestra carrera; por mi parte, no me
siento desmotivada de mi carrera, puesto que no pude haber elegido una carrera
mejor. No espero lo mejor, pero sí daré lo mejor de mí, para lograr que mi salón de
clases sea armonioso, democrático y prácticamente un recinto del saber para la
vida.
Muchos criticarán mi trabajo y pensarán que soy una rebelde que combate
los paradigmas actuales, pero nadie más que yo, conoce lo que está en mi
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cabeza, en mis pensamientos, y todo ello gira en el bien de la educación, y por
tanto de nuestra sociedad.
Y ante todos estos problemas, las dificultades del programa educativo, de
los conflictos sociales, de los agentes del fracaso escolar. Puedo ver que el
maestro, es más que un maestro; es un héroe, un mártir que por poca
recompensa lo da todo. Y cierro mi trabajo, parafraseando el poema “El mártir del
desierto”, de la autoría del Prof. Leobardo Ricardo Prudencio, que nos dice:
“Maestro… ¿Dónde, dónde está el monumento que el pueblo y el gobierno en tu
honor han levantado?... ¿Dónde… Dónde está el monumento?”.
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BIBLIOGRAFÍA
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