Ébano es un libro que narra en 29 capítulos las experiencias como corresponsal en
África de su autor, Kapuscinski, entre los años 1957 y 1990, coincidiendo con la época
de la descolonización. La descolonización de África se basa en tres circunstancias
distintas: el deseo de los pueblos indígenas a independizarse, la distracción europea por
los asuntos mundiales y el resentimiento popular contra el racismo y la desigualdad. Las
colonias africanas, a diferencia de las colonias americanas, no tenían un mestizaje racial
importante, ya que los colonos europeos no se habían mezclado con los nativos. En vez
de eso, los prejuicios racistas habían calado hondo en la conciencia europea, que veía a
los africanos como inferiores, ya sea por las diferencias culturales, la falta de
participación política o la educación inferior de los africanos.
África sufría una gran desestabilidad política, pobreza económica y dependencia
de las potencias debido a la deuda. La inestabilidad política fue producto de la
introducción en África de ideología marxista o de la influencia capitalista, así como de
las diferencias raciales, que incitaban a guerras civiles, formándose grupos nacionalistas
negros, que participaban en ataques violentos contra los colonos blancos, intentando así
poner fin al gobierno de la minoría blanca. Las fronteras acordadas por los europeos
durante la colonización fue otra fuente de violencia, ya que alguna de las nuevas
naciones no estaba de acuerdo con sus fronteras. En Ébano es constante esta descripción
de la descolonización, el autor vive en carne propia como lo ven los africanos por ser
blanco y a través del libro cuenta cómo se van descolonizando los diferentes países que
visita.
Es difícil hacer un resumen acerca de esta novela ya que aunque suene
contradictorio, no es una novela como tal. No presenta un principio, un desarrollo y un
final. Kapuscinski es un periodista, historiador y escritor, lo cual lo transforma en un
relator exclusivo en sus experiencias vividas. No es una novela convencional porque no
tiene los personajes típicos en todo el relato, es él el propio protagonista y a lo largo del
libro va contando sus aventuras en tierras africanas.
En África hay mil realidades, tal como explica Kapuscinski a lo largo del libro.
A partir de ahí, el libro se compone de relatos de sus experiencias periodísticas,
recuerdos de sus viajes, conversaciones con los habitantes de cada uno de los pliegos de
esa tierra, su vida cotidiana.
Comienza en su primer capítulo con el recuerdo de lo que fue su primera vez que
pisó África en 1957, concretamente en Ghana; un recuerdo que le supuso un primer
impacto para sus sentidos, tanto en lo geográfico como por las gentes que se encontró,
sin poder evitar realizar una comparación en la que el hombre blanco que visita el
continente sale, digamos, perdiendo, acostumbrado a las comodidades que la vida
occidental desarrollada nos ofrece en el día a día, muy diferente e imposible de poner a
la práctica en aquellos lugares si quiere adentrarse a la verdad, evitando las
comodidades que son accesibles en África para el hombre blanco como son hoteles de
lujo, palacios, comida sin restricción, camas cómodas, etc. Acra será la primera ciudad
que Kapuscinski quiere conocer en profundidad, y la manera en que relata este primer
encuentro va a ser denominador común para cada una de las regiones que a lo largo del
libro y que a modo de mini reportajes vaya realizando el autor; y es que busca de nuevo,
tras una primera impresión o descripción del lugar donde se encuentra, sus gentes y
costumbres, su momento actual, introduciendo la historia – la grande y la pequeña –
para así realizar un análisis exacto del lugar que pisa y dejar claras las grandes
diferencias que hay entre cada una de las sociedades africanas. Diferencias que se basan
en la religión, en la lengua (existen entre 700 y 3.000 lenguas y dialectos), en la cultura
y costumbres. Ejerce su papel de corresponsal al entrevistarse con políticos, y así
realizar un repaso por la historia convulsa de cada región en lo que respecta a la política.
Con cada uno de sus desplazamientos al visitar nuevas regiones, pueblos y ciudades, el
autor refleja el subdesarrollo del continente en sus vías de comunicación (carreteras
inexistentes que no son más que caminos de tierra, llanuras inmensas, selva,..) y en los
medios de transporte disponibles. Como un africano más que no tiene más remedio que
utilizar los medios disponibles, el autor visita Kumasi, Dar es Salam, Kampala – donde
es testigo en 1962 del gran acontecimiento de la independencia recién adquirida por
Uganda, proceso que se iba haciendo extensible por todo el continente desde hacia años
– y donde contrae la malaria cerebral que casi acaba con su vida, y más adelante en Dar
es Salam también contrae tuberculosis. Estas experiencias no obstruyen a nuestro
protagonista y autor para recordarlas y al mismo tiempo exponer otra de las múltiples
realidades del continente africano: la precariedad en medicinas y situación de los
hospitales, a los que la población negra, sin poder adquisitivo no puede recurrir a los
privados instalados prácticamente para el blanco que conserva su poder o los negros
adinerados que coinciden en su perfil con el de miembro político. Al tiempo que conoce
la situación precaria de la sanidad, entabla amistades con los doctores que le atienden
quienes a su vez le proporcionan historias de la madre África, su espiritualidad, sus
leyendas y sus costumbres. Para Kapuscinski es la mínima manera de acercarse y
conocer por lo menos parte del riquísimo y vasto conglomerado de tribus y clanes
existentes en el continente africano. Cómo éstos se reconocen, qué lenguaje emplean
entre sí, no sólo el dialéctico, sino también el lenguaje corporal o formas de expresión y
comunicación: “Nada une más a la gente de África que el reírse juntos de algo
realmente gracioso…”, así como la manera de saludos rituales que se hacen entre
miembros del mismo clan.
Kapuscinski no deja de ser reportero en todo el libro, pues acude allí donde está
la noticia: el golpe de estado y la guerra civil son las noticias más asiduas y hace lo
posible por presenciar lo ocurrido en Zanzíbar, Nigeria, Etiopía, la ya mencionada
independencia de Uganda, que avanzado el libro introduce un capítulo sobre la figura de
Idi Amín, su ascenso y su propio golpe de estado, Sudán, la guerra Etiopía – Eritrea, el
fenómeno de los llamados Señores de la guerra (warlord), considerados causa y efecto
de la crisis en la que se han sumido muchos países del continente en la época
postcolonial, … y en medio del caos que suponen estas situaciones introduce el pasado
histórico - político que desemboca en la situación coetánea que vive. Destacar la
interesante y magistral “Conferencia sobre Ruanda” en la que se exponen los motivos
de conflicto y enfrentamientos entre hutus, tutsis y twa. Aún dentro de sus análisis
históricos, no obvia el lado más humano de la tragedia que suponen las guerras civiles y
sus consecuencias del hambre y condiciones de vida, adentrándose en campos de
refugiados (Campamento de Itang), o bien, como un invitado qué es, conociendo la vida
de las familias, tribus y clanes desde dentro del propio hogar: su vivencia con los
somalíes, Un día en la aldea de Abdallah Wallo, en la que narra de forma cercana la
vida diaria en busca del agua, la preparación del alimento, y sobre todo ello el incasable
clima que castiga con un calor insoportable, o la búsqueda en conocer algún episodio de
la guerra con los tuaregs. Y, finalmente, a modo, digamos metafórico, llega al final de
su viaje, en el cual advierte que no deja de ser fragmentario, un simple recorrido por
algunas comunidades de África, recorrido, eso sí, en profundidad y terminando con
algunos símbolos que reflejan la supervivencia y el alma de África imposible de
derrotar: el árbol que da sombra, en ocasiones lo es todo y el elefante solitario
contemplativo y melancólico.