GOTA EN EL ANCIANO.
La gota es la artritis crónica más común en el anciano. Puede ser fácilmente
diagnosticada por la presencia de cristales de urato monosódico al examen
microscópico del líquido articular.
Es la artropatía inflamatoria más común en el adulto mayor y su prevalencia en esta
población está en aumento debido a la mayor duración de la hiperuricemia,
enfermedades asociadas como la hipertensión, obesidad, dislipidemia, el uso de
medicamentos para tratarlas como diuréticos y ASA.
La gota es la artritis más frecuente en hombres entre los 40 y 60 años.
La gota presenta cuatro fases. Inicialmente ocurre una hiperuricemia asintomática que
puede tardar hasta 20 años y termina cuando aparece la monoartritis aguda la cual es
seguida de un periodo intercrítico. La gota tofácea es la fase final de la enfermedad y
determina la cronicidad de la enfermedad.
La crisis inflamatoria articular en los inicios es monoarticular de predominio en los
miembros inferiores en el 90% de los casos, de los cuales 60% en la primera metatarso
falángica, seguida por tobillos, talones, rodillas, muñecas, dedos y codos.
Tiene un comienzo agudo de dolor, edema y eritema que en ocasiones se confunde
fácilmente con celulitis. El dolor se inicia en la noche; es intenso y aumenta en severidad
en las horas siguientes, cuando le impide caminar o no soportar el roce con la sábana,
alcanzando su máximo entre las 6 y 12 horas. Esta crisis puede durar de días a semanas
y puede resolverse con medicación o espontáneamente.
Puede ser desencadenada por ejercicio inusual, trauma, cirugía, excesos dietarios y de
alcohol, enfermedad sistémica severa. Si el paciente no recibe tratamiento, las crisis
cada vez son más frecuentes y el periodo intercrítico es menor.
Solo el 50% de los adultos mayores experimentan un ataque agudo monoarticular. El
resto presenta un cuadro oligo o poliarticular, frecuentemente afectando las
articulaciones de las manos.
En el anciano es frecuente la afección poliarticular, la presencia de enfermedades
principalmente falla renal crónica y el uso concomitante de diuréticos o AINES.
El anciano es especialmente susceptible a presentar un incremento en los efectos
colaterales y en la toxicidad renal y hepática debido al consumo de múltiples
medicamentos y a la gran comorbilidad.
Se han establecido tres pilares básicos del tratamiento del paciente con gota35. El
primero es que el depósito de cristales de urato monosódico es reversible así que el
propósito principal del tratamiento es eliminar los cristales de urato disminuyendo la
hiperuricemia. La segunda medida es el control de la inflamación articular y la tercera
es evitar crisis inflamatorias articulares con medicamentos profilácticos. El manejo
óptimo de la gota en el paciente adulto mayor debe incluir medidas no farmacológicas y
farmacológicas.
El tratamiento farmacológico está encaminado a abortar la crisis aguda como también a
evitar las recaídas y las complicaciones.
Conclusiones
La gota del anciano es la artritis más frecuente en este grupo etario. El reconocimiento
es importante porque difiere de las manifestaciones clínicas del adulto y el correcto
diagnóstico es primordial porque es un tipo de artritis potencialmente reversible.
Bibliografía
Restrepo, J. P., & Pascual, E. (2008). Gota en el anciano. Revista Colombiana de Reumatología,
12-19.
MANEJO DE LA GOTA: REVISIÓN
La gota deriva su nombre del latín “gutta” (gota) reflejando la creencia que la enfermedad
era causada por un humor malevolente que caía o “goteaba” en articulaciones
debilitadas. Había una cierta sabiduría en esta concepción: la gota es el síndrome clínico
producido por una anormalidad en el metabolismo del ácido úrico, que resulta del
depósito de cristales de uratos (urato monosódico mono- hidratado) en estructuras del
interior de las articulaciones., tejidos blandos y tracto urinario. Es la causa más común
de artritis inflamatoria en varones menores de 40 años, y es frecuentemente
diagnosticada en la práctica clínica.
En la epidemiologia la gota es 5 a 8 veces más común en hombres que en mujeres.
Típicamente se presenta durante la edad media de la vida, y es infrecuente antes de los
30 años. Las mujeres raramente presentan ataques de artritis gotosa antes de la
menopausia. El prototipo del paciente que sufre su primer episodio de gota es un varón
entre 40 y 50 años de edad, casi siempre algo obeso, aficionado a la buena comida y
que consume habitualmente alcohol.
El ácido úrico es el producto final del metabolismo de las purinas, es un producto de
desecho, que no tiene ninguna función fisiológica. El hombre carece de uricasa, una
enzima que poseen otras especies, que desdobla el ácido úrico para producir un
producto más soluble en agua (alantoína), con lo cual se prevendría su acumulación. La
concentración plasmática de uratos se mantiene práctica- mente constante como
consecuencia de un balance entre producción y excreción. Una pequeña cantidad es
eliminada por el intestino y degradado por las bacterias.
Casi todo el ácido úrico plasmático es filtrado por el glomérulo, pero es reabsorbido en
un 80% en el túbulo proximal; algo de éste vuelve a ser secretado a la luz tubular, para
volver en una pequeña fracción a ser reabsorbidos en segmentos más distales.
El primer ataque de gota es monoarticular en el 85-90% de los casos, aunque puede
aparecer como poliarticular en su primera manifestación en el 10-15 % de los pacientes,
asociada con fiebre. No hay articulación exenta de sufrir gota, si bien son mucho más
frecuentemente comprometidas las de los miembros inferiores.
Más del 75% de los ataques agudos de gota afectan una articulación de la extremidad
inferior y en más del 50% está involucrada la primera articulación metatarsofalángica.
Ocurre en ambos dedos gordos en el 5%. Tarde o temprano el compromiso de esta
articulación se presenta en el 90-95% de los casos. Otras articulaciones que se suelen
afectar son: tarso, tobillo, bolsa preaquílea o prerrotuliana, rodilla. Estas articulaciones
son sitios comunes de ataque debido a una temperatura más baja, y a una disminuida
solubilidad del urato monosódico en ellas.
Las dos complicaciones renales de la gota son la nefrolitiasis, y la nefropatía gotosa
aguda.
La nefrolitiasis se presenta en aproximadamente el 10 al 25% de pacientes con gota
primaria.
La nefropatía gotosa aguda generalmente se produce cuando hay una destrucción
masiva de células y probablemente tras ejercicio excesivo, convulsiones o rabdomiólisis.
El diagnóstico de gota se confirma por la presencia de cristales de urato monosódico en
el líquido sinovial aspirado de una articulación inflamada, o en material obtenido de tofos
(simplemente aspirando con una aguja intramuscular sale material suficiente en el
interior de la luz de la aguja). Los cristales de urato monosódico se presentan a la luz
polarizada con forma de aguja, con birrefringencia negativa. El líquido sinovial es de
naturaleza inflamatoria con celularidad variable pero siempre elevada y, por tanto, turbio.
Además, el examen del líquido articular aspirado sirve para descartar otros procesos
que pueden parecerse clínicamente a la gota, tales como artritis séptica y pseudogota.
Ocasionalmente, los pacientes con gota pueden no presentar cristales de ácido úrico en
el fluido sinovial aspirado. Sin embargo, la repetición de la aspiración 5 horas a 1 día
más tarde mostrará lo cristales en la mayoría de estos pacientes.
El tratamiento de la gota comprende tres fases:
• La finalización del ataque agudo.
• La prevención de futuros ataques.
• La disminución de los niveles séricos de ácido úrico.
Conclusión
La educación de los pacientes acerca de la importancia en la modificación de su estilo
de vida y en la continuidad de la medicación para asegurarse que los ataques de gota
no recurran y para evitar la morbilidad a largo plazo de los depósitos tofáceos.
Bibliografía González, A. A. (2003). Manejo de la gota: Revisión. Revista de posgrado de la VIa Cátedra de
Medicina, 1-10.
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