Literatura medieval españolaPara las otras literaturas desarrolladas en la Península durante la Edad Media,
véase: Literatura gallega medieval; Literatura catalana medieval; Literatura vasca
medieval; Literatura hispanoárabe medieval; Literatura hispano hebrea.
Se entiende por literatura medieval española el corpus de obras literarias escrito
en castellano medieval entre, aproximadamente, comienzos del siglo XIII y finales del siglo
XV. Las obras de referencia para esas fechas son, por un lado, el Cantar, cuyo manuscrito
más antiguo sería de 1207, y La Celestina, de 1499, obra de transición hacia
el Renacimiento.
Dado que, como demuestran las glosas utilizadas en Castilla para explicar o aclarar
términos latinos hacia finales del siglo X el latín hablado se había distanciado enormemente
de sus orígenes (empezando a dar paso a las distintas lenguas peninsulares), hay que
sobreentender que la literatura oral estaría siendo producida en castellano desde bastante
antes que la literatura escrita.
Así lo demuestra, por otro lado, el hecho de que distintos autores de entre mediados
del siglo XI y fines del XI pudiesen incluir, al final de sus poemas en
árabe o hebreo, versos que, en algunos casos, constituían muestras de lírica tradicional en
lengua romance, lo que se conoce con el nombre de jarchas
Introducción: los géneros de la literatura medieval
Los géneros de ficción
La composición literaria en lengua castellana (y, en general, en lengua romance)
se hizo en sus comienzos en verso.1 Dos son las razones principales de ese
hecho: por un lado, su carácter de literatura oral-popular (lo que implicaba su
recitado con frecuente acompañamiento musical); por otro, que la escritura
en prosa exigía una tradición en el uso del castellano (sobre todo para la
consolidación de su sintaxis) que, dado el dominio culto del latín hasta bien
avanzada la Edad Media, no pudo darse hasta el siglo XIII , cuando Alfonso X, el
Sabio, decidió hacer del castellano una lengua de uso común tanto para los
asuntos de la administración del reino como para la composición de sus obras
historiográficas y de otros tipos.
Así, pues, los primeros géneros que hay que considerar son la lírica tradicional y la
poesía épica (cantares de gesta y romances), que, habiéndose recogido por
escrito a partir del siglo XIII, serían testimonios de composiciones orales anteriores
en el tiempo; ambos géneros conforman lo que se denomina la literatura
del mester de juglaría, esto es, literatura compuesta para ser recitada. Además,
hay que contar con el primitivo teatro castellano.
Este teatro parece remontarse al siglo XI , en forma de representaciones
relacionadas con temas religiosos. Así ocurre con el primer texto teatral en
castellano, la Representación de los Reyes Magos, cuya única copia data de los
años de tránsito entre el siglo XII y XIII, y que, por la lengua, puede datarse a
mediados del XII. Posteriormente, y hasta La Celestina (cuya adscripción al género
teatral es discutible) los ejemplos de teatro en castellano son siempre indirectos, a
través de referencias en otras obras.
Dentro ya de los géneros escritos, dado que la lengua de prestigio para la lírica
culta (o cortesana) durante la Edad Media fue el gallego-portugués, la lírica culta
en castellano no empezó a cultivarse hasta mediados del siglo XIV , apareciendo su
figura más relevante, Jorge Manrique, en el siglo XV.
En cuanto a la prosa,
las más tempranas muestras [de prosa] en castellano o en otro dialecto vinculado a él
datan de finales del siglo XII y del reinado de Fernando III (1217-1252); son documentos
históricos y textos jurídicos breves.
Pedraza Jiménez y Rodríguez Cáceres (2006 , p. 31)
Con todo, ya en el mismo siglo XII, durante el obispado de Raimundo, se tiene
constancia de que en el proceso de traducción de diversas obras de géneros
variados (matemáticas, astronomía, medicina, filosofía...) al latín, se daba en
muchas ocasiones el paso intermedio de traducirlas oralmente al castellano:
primero de la lengua original a este y después, lo que tiene una singular
importancia, del castellano al latín; tal proceso suponía que la lengua romance ya
estaba plenamente constituida para expresar ideas abstractas o elevados
cálculos.2
Pero la plena consolidación del castellano como lengua escrita a todos los niveles
se produjo en el siglo XIII. Esto posibilitó por un lado, la aparición de las obras del
llamado mester de clerecía (poesía narrativa en verso de tipo culta: Milagros de
Nuestra Señora, de Berceo y Libro de buen amor, de Juan Ruiz) y por otro, al lado
de las obras de tipo ensayístico, de las primeras obras literarias narrativas en
prosa: cuentos que, en principio, eran traducciones/adaptaciones realizadas por el
taller de Alfonso X, y que ya en el siglo XIV pasaron a ser creaciones originales
(aunque con un importante trasfondo popular), bien en forma de relatos de
aventuras de ficción próximos ya al género novelan. 4 (Libro del caballero Zifar),
bien en forma de colecciones de cuentos, como es el caso de El conde
Lucanor de don Juan Manuel.
Los géneros de no ficción
Hasta bien entrado el siglo XIII las lenguas de erudición fueron el latín, el árabe y
el hebreo, en las que se escribía todo lo que tenía que ver con la religión,
la historia y la ciencia. Durante el reinado de Fernando III de Castilla (1217-1252),
el castellano se fue convirtiendo en lengua escrita-literaria.
Como se ha señalado más arriba, el origen de la literatura castellana está en
verso, y no en prosa, porque la técnica de enseñanza de la lengua se basaba en la
imitación de los textos literarios clásicos, lo cuales estaban en verso. Luego,
cuando se produce la consolidación de las técnicas poéticas y en pleno desarrollo
de sus posibilidades expresivas (con el mester de clerecía), los asuntos que antes
se escribían en verso se traspasan al dominio formal de la prosa. Esto está,
también, en relación directa con la maduración del sistema político y social: la
prosa, más difícil que el verso, tiene mayor capacidad para relacionar las distintas
unidades lógicas y dialécticas del pensamiento humano.
Así, el contenido de las primeras obras que se escriben en prosa castellana es,
principalmente, de tipo histórico y van apareciendo a lo largo del siglo XII. En
primer lugar, están las Corónicas (h. 1186) del Fuero general de Navarra, breves
narraciones en forma de anales. En segundo lugar, aparecen unos
escuetos Anales toledanos primeros (muy impregnados de mozarabismos).
Después, el Líber regum (h. 1196-1209), originalmente en navarroaragonés y
traducido a principios del XIII al castellano.3 Hay, también,
diversos contratos y diplomas, de carácter particular, que, al usar el castellano,
reflejan las dificultades de comprensión que planteaba el latín escrito, algo que
quedaba manifestado en el continuo uso de glosas a partir del siglo X.
Consecuentemente, desde finales del siglo XII y por razones políticas, se fijan por
escrito normas jurídicas en una lengua comprensible para la mayoría: el
castellano. Y, poco a poco, se van desarrollando ciertos recursos narrativos en los
textos jurídicos: por ejemplo, losexempla o cuentecillos ilustrativos de distintos
casos. Además, en el desarrollo de la prosa en castellano son muy importantes las
traducciones, que fueron iniciadas por el arzobispo Raimundo en Toledo (con la
llamada escuela de traductores), pues se trataba de un ejercicio lingüístico muy
beneficioso, entre otras cosas, para flexibilizar la sintaxis del castellano.
Con todo, la figura esencial de la cultura en castellano de esta época es Alfonso X;
su actividad
como impulsor y cultivador de la ciencia y las letras es de extraordinaria envergadura, pues
su nombre aparece al frente de tratados científicos, obras legales, compilaciones históricas
y composiciones poéticas, líricas y narrativas, de amor y de burlas, y cantigas religiosas.
Tanto él como, después, su hijo Sancho IV, promovieron como reyes de Castilla y
León la elaboración de un considerable número de obras de muy distintos géneros
ensayísticos
Historiografía[editar]
A la labor historiográfica es a la que le debe su mayor prestigio Alfonso X; su
producción en este ámbito está compuesta por dos títulos: la Estoria de España y
la General Estoria.
Artículo principal: Estoria de España
Artículo principal: General estoria
Otras obras y autores vinculados a la historia son:
La Fazienda de Ultramar
Un libro del primer cuarto del siglo XIII que constituye un itinerario geográfico
e histórico como guía de peregrinos a Tierra Santa;
La Gran conquista de Ultramar
Un relato que contiene una crónica muy novelesca de la Jerusalén durante
la Primera Cruzada y que data de entre 1291 y 1295 en su primera
redacción;
El Victorial o Crónica de Pero Niño
Escrita por su alférez Gutiérrez Díez de Games: narra las hazañas de este
personaje, que encarga su propia historia;
La Embajada a Tamorlán
En libro de viajes medieval escrito en 1406 por Ruy González de Clavijo,
cuyo contenido es una relación de la embajada que este autor realizó, junto
con el dominico Alfonso Páez de Santamaría, a Samarcanda ante el
rey Tamerlán;
Fernán Pérez de Guzmán (1378-1460)
Sobrino de Pero López de Ayala y señor de Batres: es el primer autor de
retratos en la literatura castellana, titulados Generaciones y
semblanzas (1450); recoge biografías de personajes ilustres
contemporáneos o próximos en el tiempo;
Hernando del Pulgar (h.1430-1492)
Cronista de Enrique IV y de los Reyes Católicos, quien escribe otro libro de
retratos: Claros varones de Castilla, a imitación de las Generaciones y
Semblanzas.
Especialmente, la historiografía en el siglo XV está
protagonizada por Enrique de Villena (1384-1434). Su texto
más importante es Los doce trabajos de Hércules (1417),
previamente escrito en catalán. Se trata de una obra
compleja en la que, partiendo de la mitología clásica y a
través de un método interpretativo, expone su visión de la
sociedad de su época. La producción de Enrique de Villena
supuso una innovación en la prosa española, por su
erudición y restauración de la sintaxis latinizante —imitadora
de la latina—.
Obras religiosas
Las obras medievales de contenido religioso son, básicamente, del siglo XIII, en
concreto las derivadas de la traducción a lenguas romances de la Biblia y de la
redacción de una literatura doctrinal o catecismos.
Obras didácticas[editar]
Las obras encaminadas a la enseñanza de algún tipo de conocimiento se
materializaron, en primer lugar, en la llamada literatura sapiencial, que se
desarrolló a lo largo del siglo XIII en forma de colecciones de sentencias, bien
originales, bien de versiones de originales en árabe.
Dentro de la didáctica, deben incluirse también los sermones, cuya técnica, dada la
supremacía de los religiosos como autores literarios, fue de una enorme influencia.
Había dos tipos de sermones: los cultos (en latín) y los populares, en lengua
romance. Este segundo, dado el tipo de auditorio al que iba dirigido (mezcla de
laicos y letrados), abundó en el uso de recursos como los exempla(cuentos
ilustrativos extraídos de la Biblia y otras historias, reales o ficticias con finalidad
moralizadora); además de los exempla, los sermones utilizaban también
las sentencia, o dichos de hombres famosos, originadas en la retórica y
el cristianismo primitivo.4
A mediados del siglo XIII se tradujeron del árabe textos de carácter moralizante o
didáctico. Entre ellos están el Libro de los buenos proverbios, los Bocados de oro,
el Libro de los cien capítulos y las Flores de filosofía.
En el siglo XIV se compuso también una obra singular: los Proverbios
morales (1355-1360) del judío Santob de Carrión. Muy vinculados con las
enseñanzas judías, los proverbios están dedicados a Pedro I de Castilla y están
escritos en cuartetos heptasilábicos o dípticos alejandrinos con rima interna; su
contenido expresa un relativismo moral muy pesimista basado en la contemplación
de la vida cotidiana.5
Además de estas colecciones de proverbios, en la Edad Media se dieron también
obras destinadas a la educación de príncipes e infantes. A esta tradición pertenece
obras trasladadas desde el árabe como Calila e Dimna, el Barlaam y Josafat y
el Sendebar, que aunque más tarde fueron leídas como compilaciones de cuentos,
habían sido concebidas en origen como textos para el adoctrinamiento de
príncipes.
A la prosa doctrinal pertenece, también, un tratado de Alfonso Martínez de
Toledo (1398-1468), capellán de Juan II y de Enrique IV, titulado El Arcipreste de
Talavera o El Corbacho.
Obras jurídicas y legislativas
La práctica textual vinculada al derecho tiene sus primeras muestras en castellano
con los fueros y las cartas pueblas, documentos de alcance específico en Castilla y
León que, por un lado, pretendían recopilar los privilegios de cada localidad y, por
otro, legislar sobre la repoblación de los terrenos fronterizos.
La llegada al trono de Fernando III conllevó la búsqueda de una legislación
unificada; el primer paso fue la traducción del Liber iudicum: el Fuero juzgo se
instauró, así, como obra de referencia legal para el territorio conquistado bajo su
reinado. El segundo paso fue, ya, original, en el sentido de iniciar un nuevo corpus
legal, el Setenario.
Alfonso X, por su parte, no solo termina el Setenario, sino que, apoyándose en él,
redacta las Siete partidas, obra que refleja su interés por imponerse en sus
territorios.
Obras científicas
El concepto de «lo científico» era muy amplio en la Edad Media, e
incluía astronomía, astrología, tratados sobre las propiedades de las piedras (El
lapidario), las plantas y la magia.
El interés de Alfonso X por la astrología lo puso en contacto con sabios judíos y
árabes, de quienes aprovechó sus traducciones latinas o encargó nuevas
versiones romanceadas. Con ellas, elabora textos como el Libro del saber de
astrología, colección de tratados sobre temas astronómicos, el Libro cumplido en
los judizios de las estrellas, adaptación del tratado de Ali ibn ar-Rigal (Ali ben
Ragel), o el Libro de la ochava esfera. También escribió tratados sobre
instrumentos de medición o unas tablas astronómicas, pues su objetivo era
descubrir el porvenir (astrología judiciaria). Por ello consultaba a sus estrelleros al
tomar decisiones, lo que le valió el recelo y desconfianza de clérigos e intrigantes
cortesanos. Se acercó a temas relacionados con la magia, en su Libro de las
formas et de las imágenes o en su versión, parcialmente conservada,
del Picatrix árabe.
La poesía lírica
La lírica popular
La lírica popular medieval comprende una variada tradición de composiciones
propias del acervo popular, predominantemente rural, utilizadas preferentemente
durante el trabajo y las fiestas, por lo que, a menudo, eran canciones asociadas
al baile (también, hay canciones de camino, rimas infantiles, etc.). Así, pues,
considerados como textos puestos por escrito, hay que tener en cuenta que bajo
tal versión aparecen como textos poéticos aislados de su primitiva unidad artística,
que reunía letra y música.6
Desde finales del siglo XV muchas de estas composiciones fueron fijadas
textualmente e incluidas en los grandes Cancioneros de lossiglos XV y XVI .n. 6
La lírica popular castellana comparte una serie de elementos que resultan una
constante en la expresión literaria de diferentes tradiciones europeas, de ahí, por
ejemplo, que muchos de sus textos recuerden a las cantigas de
amigo gallegoportuguesas.
Los contenidos, casi siempre vinculados al amor (la muerte por amor, la pena por
la separación, etc.), se centran en motivos tales como la descripción de la mujer
(por ejemplo, fijándose en sus cabellos, muchas veces símbolo de virginidad), las
localizaciones en ámbitos naturales donde hay agua (que simboliza la cita
amorosa y el erotismo) o flores (también de simbología sexual), o con la presencia
del aire o el viento, símbolos de la comunicación amorosa.
En muchas ocasiones, la voz lírica es una voz femenina, que lamenta ante un
confidente (generalmente la madre, la hermana, la amiga o la naturaleza) la
distancia respecto al ser amado por motivos que abarcan la ausencia, la pérdida o
el duelo.
Derivados de esos contenidos, es posible aislar una serie de temas frecuentes en
la lírica popular: el amor y la naturaleza, entrelazados y confundidos; la niña
enamorada que no quiere ser monja; el elogio de la propia belleza por parte de la
voz lírica femenina; el rechazo del matrimonio; los malos que enturbian la relación
amorosa; la caza de amor; etc.
Formalmente, suelen ser composiciones breves, de dos a cuatro versos de arte
menor (habitualmente, de seis a ocho sílabas), irregulares y con rima asonante.
Dada su raigambre oral, son muy ricas en recursos fónicos (repetición de vocales,
disposición regular de los acentos, etc.) y paralelísticos.
En cuanto a su forma estrófica, hay predominancia de
los pareados, tercetos, cuartetas, etc. A veces, presentan una glosa que
desarrollan o bien desdoblan el estribillo, con una narración más objetiva.
El villancico es la estrofa característica: dos o tres versos, variables silábicamente
aunque preferiblemente de ocho a seis sílabas, y con un esquema rítmico abb. Se
estima que existieron en Castilla desde el siglo XIII.
También del zéjel, composición poética de origen árabe, hay ejemplos en
las Cantigas de Alfonso X, en el Libro de buen amor y en varios poetas cultos
del XV, como Juan Álvarez Gato y Gómez Manrique.
Estilísticamente, la expresión es sencilla y elemental, reflejando una actitud
emocional ingenua y misteriosamente irracional; hay una ausencia casi total
de metáforas, prefiriéndose las imágenes visuales que denotan impresiones
directas de una realidad exterior frecuentemente subjetivizada y cargada de un
simbolismo ancestral; por último, la expresión de los sentimientos amorosos se
realiza de forma abierta, patética, con énfasis y de forma reiterada.
La lírica culta
La llamada lírica culta castellana es la poesía elaborada en las cortes de los
reyes medievales Juan II de Castilla, Enrique IV de Castilla y Católicos por parte
de los caballeros que vivían en ellas (reyes, políticos, magnates...) y que nos ha
llegado a través de los cancioneros del siglo XV . Se extiende a lo largo de siglo y
medio, desde los primeros poemas del Cancionero de Baena (h. 1370), hasta la
segunda edición del Cancionero geral (1516) de García. Se la puede considerar
como "la más impresionante muestra de poesía cortesana de toda la Europa
medieval.7 Los grandes poetas cultos castellanos de esta época fueron Pero López
de Ayala, el Marqués de Santillana, Juan de Mena y Jorge Manrique.
Las características más sobresalientes de la lírica culta castellana son herencia de
la lírica gallegoportuguesa: fundamentalmente, la terminología métrica y la
concepción del amor cortés(en la que el goig o alegría del amor provenzal ha sido
sustituido por la coita o pena).8
Se trata de una poesía esencialmente social, y no tan subjetiva, íntima, como la
tradicional. Esta función social se ejemplifica en los diversos temas tratados:
la política, la moral, la filosofía, la teología, el amor cortés, etc. A diferencia de lo
que ocurría en la lírica tradicional, la lírica culta ya no asocia de forma radical la
letra y la música; así, aparecen las primeras composiciones líricas destinadas solo
a la lectura y no al canto, con lo que la composición hubo de responder a otras
necesidades y objetivos: posibilidad de mayor extensión, búsqueda de nuevos
niveles de significación con la alegoría, fijación de géneros (canciones y
villancicos), etc.9
Las estrofas comienzan a definirse y a centrarse en diferentes formas, tomando,
como base, el verso de ocho sílabas y el de doce.
Los temas de esta poesía derivan, básicamente, de la poesía provenzal de
los trovadores occitanos: el amor y sus variaciones. En la Península se añaden
algunas características, como las alegorías -personajes basados en ideas
abstractas-, los juegos de palabras complejos, la falta de paisaje y de descripción
física, la aceptación de la desgracia por parte del amante, etc.
Esta poesía suele recogerse en libros de poemas llamados
habitualmente Cancioneros. Destacan tres:
El Cancionero de Baena
Recopilado hacia mediados del siglo XV para el rey Juan II de Castilla.
El Cancionero de Estúñiga
Copiado en Italia, en la Corte de Nápoles; incluye poemas de Juan de
Mena o Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana.
El Cancionero General
Recopilado por Hernando del Castillo en Valencia, 1511, donde hay
poesías de Fernán Pérez de Guzmán, Manrique, Florencia, acaso la
primera poetisa española, y los citados más arriba, Juan de Mena e Íñigo
López de Mendoza.
Para completar el panorama de la poesía de esta época, se pueden
añadir otras obras muy diversas en su forma y géneros:
las Danzas de la muerte;
la poesía satírica, como las Coplas de Mingo Re vulgo o las Coplas
de la panadera;
los poemas de debate, que dan forma dramática a la confrontación
de dos o más puntos de vista sobre un tema. El más antiguo
ejemplo de este tipo de poemas es la Disputa del alma y el cuerpo,
compuesto, probablemente, a finales del siglo XII, y que es una
adaptación de un debate francés. Otro poema importante de este
género es Elena y María (sobre las disputas estamentales en la
Edad Media), pero la obra maestra del género es la Razón de amor
con los denuestos del agua y el vino, obra cuyo tema no está claro:
alegoría cristiana, formulación literaria de una herejía cátara, la
necesidad de la reconciliación entre contrarios, etc.
los poemas hagiográficos en versos octosílabos titulados Vida de
Santa María Egipcíaca y Libro de la infancia y muerte de Jesús,
transmitidos en el mismo manuscrito del siglo XIV en que aparece
el Libro de Apolonio y copiados, probablemente de un original en
francés, por un escriba aragonés.
La narrativa en verso
La épica. Los cantares de gesta
Artículo principal: Épica medieval
La épica es un subgénero narrativo compuesto en verso y en lengua
romance, cuyos orígenes datan del primer tercio del siglo XI . Las
narraciones épicas están protagonizadas por héroes que representan,
por sus valores, a toda una sociedad; suelen centrarse en
acontecimientos relevantes dentro de la historia de un pueblo, por lo
que esos héroes terminan por ser considerados símbolos para los
mismos.
Es frecuente, además, que el argumento de estas historias gire
alrededor de algún problema del protagonista con el valor social de
la honra, que constituía la base de todo el sistema ético-político de
relaciones vasalláticas en la Edad Media.
La épica castellana toma sus temas, fundamentalmente, de dos
acontecimientos históricos:
1. la invasión árabe de la Península y los primeros focos
de resistencia cristiana(siglo VIII);
2. los inicios de la independencia de Castilla ( SIGLO X ).
En este sentido,
la épica propiamente española aparece, incluso en sus testimonios
más antiguos e indirectos, caracterizada por una temática original
(...) y por una visión del mundo bastante distinta de la de la chanson
de geste [francesa, anterior en el tiempo]. Lo más importante es que
el rechazo de las "historias extranjeras" no lleva solo a buscar en los
anales del propio patrimonio asuntos dignos de convertirse en
narraciones épicas, sino sobre todo a estructurar estas narraciones
a partir de un modelo cultural autóctono e independiente
Deyermond (1991 , María Luisa Meneghetti, «Chansons de geste y
cantares de gesta: la singularidad de la épica española», pp. 71-
77 (73))
Así las cosas, por influencia de la épica francesa (a través del Camino
de Santiago y de la presencia del mundo occitano en el noreste
peninsular), la épica castellana solo tomó algunos temas de esta, como
por ejemplo la figura de Carlomagno, en el único texto que presenta
huellas del llamado ciclo carolingio, el fragmento conservado del Cantar
de Roncesvalles.
El poema épico se denomina propiamente cantar de gesta. De los
cantares de gesta se dice que son obras que pertenecen al mester de
juglaría, pues eran transmitidos y recitados de memoria por los juglares
que actuaban en las plazas de los pueblos y ciudades, en los castillos o
en las estancias de la corte, a cambio de un pago por sus servicios.
Sabían danzar, tocar instrumentos, recitar y realizar ejercicios
acrobáticos y circenses. Consecuentemente, los cantares de gesta se
representaban con apoyatura musical ante el público, haciendo uso de
una monodia: una ligera cadencia final en cada uno de los versos que
era subrayada en el primero y último de cada tirada (entonación y
conclusión).
El objetivo de este recitado público era doble: entretener e informar al
auditorio, aunque sin propósitos moralizantes ni pedagógicos
(propósitos que sí serían propios de las obras del mester de clerecía).
Se han conservado muy pocos debido a esta transmisión oral. Además
del Cantar de mio Cid, que se conserva casi completo, nos han llegado
fragmentos del Cantar de Roncesvalles y del Cantar de las Mocedades
de Rodrigo. De otros cantares de gesta nos han llegado noticias gracias
a las crónicas históricas, que los utilizaron como fuente (por ejemplo,
el Cantar de los siete infantes de Lara, que aparece en la Segunda
Crónica General -Crónica de 1344, de Pedro de Barcelos- y que está
vinculado al ciclo de temas relativo a los Condes de Castilla).
Algunas características de los cantares de gesta de la literatura
española son:
1. su carácter anónimo.
2. su gran vitalidad, pues sus temas pervivieron en la literatura
posterior (romancero, comedia nacional, neoclásico, romántico y
moderno, en la lírica, en la novela, etc.)
3. su realismo, pues se compusieron en fechas cercanas a los
hechos que cuentan, por lo que apenas aparecen elementos
fantásticos.
Los cantares de gesta fueron tomados como documentos históricos en
muchas ocasiones, por que algunos fueron prosificados y así fueron
incluidos en crónicas medievales (como la Estoria de España o Primera
crónica general de Alfonso X); gracias a esto, algunos se han podido
conservar parcialmente.
Cantar de mío Cid[editar]
Artículo principal: Cantar de mío Cid
La obra española más importante (y única completa) de este género es el Cantar
de mío Cid, que se conserva en una copia manuscrita del siglo XIV de un códice
de 1207 copiado por Per Abbat de un original fechado entre 1195 y 1207. La fecha
de redacción del original se sitúa, por tanto cerca de 1200.
La obra ha sido dividida por los editores modernos en tres cantares:
1. El primer cantar trata el destierro del Cid por Alfonso VI, a causa de ciertas
intrigas cortesanas. Martín Antolínez logra de dos judíos un préstamo de
seiscientos marcos para el Cid, para sus fieles y para mantener a su mujer
e hijas en el monasterio de San Pedro de Cardeña. El Campeador
conquista Castejón y Alcocer, poblaciones que devuelve a los moros a
cambio de un rescate. Cierra el cantar un enfrentamiento con el conde de
Barcelona.
2. El segundo cantar se inicia con el asedio y conquista de Valencia. Alvar
Fáñez lleva presentes al rey y le pide que consienta a doña Ximena y a sus
hijas salir del monasterio para instalarse en Valencia. El rey Alfonso
propone casar las hijas del Cid con Fernán y Diego, infantes de Carrión, a
lo que éste accede. Se celebran vistas a orillas del Tajo y bodas con sus
fiestas en Valencia.
3. El cantar tercero se abre con el episodio del león, de carácter novelesco:
mientras duerme el Cid, escapa de la red su león, causando el pánico entre
los infantes de Carrión, que, tras confirmar su cobardía en la batalla contra
el rey Búcar de Marruecos, deciden volver con sus mujeres a sus tierras
palentinas. En el robledal de Corpes las golpean y abandonan, por
considerarlas impropias de su condición social. El Cid recuerda al rey que,
siendo él quien las casó, es suya la afrenta. Alfonso convoca Cortes en
Toledo, donde el Cid recobra sus haberes y deja que Pero Bermúdez,
Martín Antolínez y Muño Gustioz derroten, respectivamente, a los infantes
Fernán y Diego y a su hermano, Asur González. Sus hijas recuperan la
honra casándose con los infantes de Navarra y Aragón.
Los hemistiquios oscilan entre las tres y las once sílabas, con claro predominio, en
este orden, de heptasílabos, octosílabos y hexasílabos, lo que da versos de
longitud variable que se cifra entre 14 y 16 sílabas métricas, y estos se organizan
en series o tiradas de un número indefinido de versos asonantes entre sí.
Aparecen, sistemáticamente, a lo largo del poema fórmulas -grupos de palabras
que se repiten con ligeras variaciones-. Esto apunta al carácter oral de este
género, ya que en el origen de la poesía épica, facilitaría la improvisación y la
memorización de los versos. De entre estas fórmulas destacan la omisión de
verbos de decir -dijo, preguntó, respondió...- y los epítetos, adjetivos generalmente
aplicados a personas o lugares caracterizados positivamente.
El romancero
Artículo principal: Romance (poesía)
La palabra romancero, en el contexto de la literatura medieval, hace referencia al
conjunto o corpus de poemas denominados romances que han sido conservados,
ya sea por escrito, ya a través de la tradición oral. Compuestos anónimamente a
partir del siglo XIV, fueron recogidos por escrito en el XV y conforman lo que se
denomina romancero viejo, en contraposición al romancero nuevo, con autores ya
reconocidos, compuesto a partir del XVI. Los músicos españoles
del Renacimiento utilizaron algunos como texto para sus composiciones.
Los romances derivan, con bastante probabilidad, de los cantares de gesta:10 ante
las actitudes y demandas del público, los juglares y recitadores debieron comenzar
a resaltar determinados episodios de esos cantares que destacaban por su interés
y singularidad; al aislarlos del conjunto del cantar, se crearían los romances. Este
carácter esencial de los mismos, llevaba a que fuesen cantados al son de
instrumentos en bailes grupales o en reuniones de entretenimiento o trabajo
común.
Formalmente, se trata de poemas no estróficos de carácter épico-lírico; esto quiere
decir que, aparte de ser narrativos como los cantares de gesta, presentan ciertos
aspectos que los aproximan a la poesía lírica, como la frecuente aparición de la
subjetividad emocional.
Al derivar de la épica, los versos son largos, de entre 14 y 16 sílabas, y con rima
asonante; estos versos presentan lo que se denomina cesura interna, de forma
muy marcada, que tiende a dividirlos en dos partes o hemistiquios con cierta
independencia sintáctica. En la evolución del género, estos hemistiquios fueron
ganando aún más autonomía, por lo que quedaron fijados en las ocho sílabas,
aproximadamente. De ahí que, en ocasiones, y por la influencia de la poesía lírica
que utilizaba siempre versos cortos, los romances apareciesen como tiradas de
versos octosílabos con rima asonante sólo en los versos pares.
Su temática y naturaleza son muy variadas. Un grupo importante -acaso el más
antiguo- pertenece al género épico y podría derivar de cantares de gesta
fragmentados y hoy perdidos en su casi totalidad. Otra parte considerable la
forman romances líricos de personajes o situaciones muy diversas.
Existes diversas propuestas de clasificación temática; con todo, existen una
categorías constantes que serían las siguientes:
Romances históricos
tratan de asuntos y acontecimientos basados en la historia; son
característicos los referidos a los problemas fronterizos entre los reinos
cristianos y los musulmanes, y los centrados en el rey don Pedro I de
Castilla. Entrarían aquí también los llamados de tema francés,
los carolingios (que cuentan las hazañas de Carlomagno y otros personajes
de su corte) y los bretones (que recogen las leyendas del rey Arturo y los
caballeros de la Tabla Redonda);
Romances épicos y legendarios
sus temas proceden directamente de leyendas o de cantares de gesta; esto
es, se trata de historias ya conocidas reelaboradas poéticamente,
conservándose como único recuerdo histórico a ciertos personajes;
Romances de aventuras o novelescos
son enteramente inventados y presentan rasgos folclóricos, aventureros,
amorosos, simbólicos, líricos. El sentimiento amoroso aparece en sus
manifestaciones más variadas: desde el erotismo hasta la sombría tragedia
conyugal.
Estilísticamente, se suelen clasificar en:
Romances tradicionales
Aquellos en los que la acción se presenta de forma más bien dialogada;
precisamente por ello, se conocen también con el nombre de romances-
escena. La acción se narra casi siempre en tiempo presente, por lo que el
público no es tanto un oyente como un espectador y testigo de unos
hechos;
Romances juglarescos
Aquellos cuya narración es más demorada y minuciosa, centrándose en un
episodio de forma muy intensa.
Otros rasgos literarios son:
Estructuralmente
Se caracterizan por su fragmentarismo: no cuentan historias completas,
sino que buscan la esencialidad y la intensidad, comenzando ex-abrupto y
terminando de forma también abrupta, con finales abiertos: la historia que
en ellos se cuenta carece de antecedentes y de consecuencias; son relatos
autosuficientes en los que solo aparecen los personajes fundamentales;
Lingüísticamente
Son proclives a la naturalidad expresiva, a la espontaneidad,
al léxico básico, a oraciones breves, al uso de pocos nexos y a preferir
la yuxtaposición, a la eliminación de referencias espacio-temporales, al uso
de elementos expresivos intensificadores (interjecciones,
exclamaciones, apóstrofes, hipérboles...) y a manejar recursos como
la personificación, la antítesis, las reiteraciones, los hipérbatos, las
enumeraciones, los diminutivos, etc.;
Narrativamente
Presentan diversos elementos líricos por el medio del relato. El narrador
suele ser neutral y fomenta la intervención de los personajes, introducidos
en estilo directo sin verbum dicen di. El lirismo se manifiesta en la acusada
tendencia a presentar una visión misteriosa y enigmática de la realidad, con
capacidad para convertir en simbólico un pormenor y convertirlo en eje del
romance. La alternancia de tiempos verbales, como ocurría en los cantares
de gesta, sirve para captar la atención del oyente: el presente histórico se
usa para acercar y actualizar la narración, mientras que el indefinido para
los momentos culminantes o climáticos; el imperfecto, por su parte, se usa
para introducir los matices de cortesía o para proyectar las cosas y los
hechos a los ámbitos de la irrealidad. Aparecen, en fin, fórmulas y motivos
también característicos de la épica.
El siglo XVII admiró estas composiciones y no dudó
en imitarlas y revitalizarlas. Autores como Lope de
Vega, Góngora o Quevedo escribieron romances al
modo de los antiguos, formando lo que hoy se
conoce como Romancero nuevo.
El mester de clerecía
Artículo principal: Mester de clerecía
Se denomina mester de clerecía a la técnica literaria (una manera de componer
textos literarios) que desarrollaron en el siglo XIII una serie de escritores vinculados
a la universidad y a la erudición (la clerecía), y que aplicaron a la creación de obras
narrativas en verso.
Al comienzo del siglo XIII las lenguas vernáculas de la península, y concretamente
el castellano, habían alcanzado un grado de madurez relativamente alto. Así, tras
una fase dedicada al estudio de su gramática, sobre la base del latín, los clérigos,
conocedores además del francés, pudieron elevar al castellano al rango de lengua
literaria, o sea, de lengua culta, apta para la escritura de todo tipo de obras. Por
otro lado, hacia 1200 la mayoría de la población ya no entendía el latín. En estas
circunstancias, debió de parecer inútil seguir usando una lengua solo entendida
por una minoría en obras que, por el interés de su contenido histórico, didáctico,
moral o religioso, convenía que fuesen conocidas y entendidas por todos.
El modelo literario que sirvió de punto de referencia para estos escritores fue
el Libro de Alexandre, sobre todo en lo que se refiere al uso de la estrofa que
caracteriza sus obras: la cuaderna vía. Con todo, el Alexandre es una adaptación
libre al castellano de la Alexandreis (h. 1182), obra en latín del francés Gautier de
Châtillon, que servía de lectura escolar en las primeras universidades españolas;
de ahí la fuerte impronta de la prosodia latina en el Alexandre y, por ejemplo, la
proscripción de la sinalefa para obligar a una lectura cuidadosa y despaciosa del
texto, característica general de las obras del mester.11
De forma sintética, los rasgos definitorios de las obras del mester de
clerecía serían los siguientes:
son obras compuestas por escrito para ser leídas, no para ser recitadas (como
ocurría con las obras del mester de juglaría); su público era, normalmente,
culto: monjes, escolares, sacerdotes, etc.
una versificación culta y regular, manifestada en la forma estrófica
denominada cuaderna vía (cuatro versos monorrimos de catorce sílabas cada
uno).
1. uso de una lengua muy influida por el latín, con un estilo muy culto, con
abundancia de figuras retóricas.
una actitud didáctica y moralizante en el tratamiento de los temas.
los argumentos están vinculados a cuatro grandes grupos temáticos: el de los
milagros hechos por la Virgen (Milagros de Nuestra Señora); el de la vida de
los santos; el de los relatos más o menos libres (Libro de Alexandre); y el de
los dichos y castigos de sabios.
Folio 3r.º del manuscrito T (Toledo) del Libro de buen amor (siglo XIV), conservado en la Biblioteca,
Vitr.
Las obras más importantes del mester de clerecía son Milagros de Nuestra
Señora, de Gonzalo, y El Libro de buen amor, de Juan Ruiz, arcipreste de Hita.
Otras obras también relevantes son El Libro de Alexandre y El Libro de Apolonio.
Milagros de Nuestra Señora
Artículo principal: Milagros de Nuestra Señora
Se trata de una obra narrativa en verso compuesta por un prólogo y por 25 relatos
independientes que tratan sendos milagros llevados a cabo por la Virgen. No son
historias enteramente originales de Berceo, por cuanto lo que hace es seguir lo
escrito en un manuscrito latino que él recrea.
La intención de la obra es presentar un conjunto de ejemplos morales, pero que
ante todo sea un tratado, literario y doctrinal, sobre la Virgen María, en el que
sobre todo destaque su carácter de mediadora de todas las gracias.
Libro de buen amor
Artículo principal: Libro de buen amor
También conocido con el título de Libro del arcipreste, es una narración
autobiográfica en verso, ya del segundo cuarto del siglo XIV. Trata,
fundamentalmente, del amor.
Con la excusa del relato de sus propias aventuras amorosas, casi siempre
frustradas, el narrador pretende, en última instancia, advertir y aconsejar al lector u
oyente sobre el peligro de los pecados de la carne.
Con todo, el libro presenta una estructura muy heterogénea: no solo está inspirado
en tradiciones cultas (latinas) y populares a la vez, sino que alterna partes
narrativas con otros didácticas, proverbiales y líricas, y pasa del tono humorístico
al moralizante de forma continua.
Su interpretación es objeto de controversia entre los especialistas.
La prosa narrativa de ficción
La prosa en castellano se inició con los géneros de carácter didáctico o
moralizante. La prosa de ficción en castellano surgió a mediados del siglo XIII,
aunque en estos momentos se trataba de obras cuyos modelos remontaban al
mundo oriental, aunque no siempre.
Se trata de colecciones de cuentos o recopilaciones de exempla como el Calila y
Dimna (la primera colección vernácula, basada en una colección hindú de fábulas
animales) y el Libro de los engaños e los asayamientos de las mujeres, conocido
como Sendebar (cuyo título original pudo haber sido Los assayamientos de las
mujeres).
Luego, tras la época de Alfonso X, la prosa, beneficiándose del prestigio adquirido
en las obras sobre todo historiográficas, empezará a aparecer como herramienta
para componer novelas. De esta manera, las obras novelísticas de la Edad Media
son transformaciones de la historiografía, como lo demuestra el hecho de que sus
primeras muestras sean adaptaciones libres de temas procedentes de la
antigüedad considerados históricos.
La novela medieval es, toda ella, de tema histórico (o pseudo-histórico), pues todas las
narraciones son acogidas como relatos de hechos realmente ocurridos.
Alvar, Mainer y Navarro (2005, p. 206)
Así, pues, al principio, los personajes son siempre individuos de dignidad regia o
similar, abriéndose paulatinamente a otros sectores sociales, pero siempre
mostrando preferencia por personajes con rasgos atractivos. Consecuentemente,
la novela caballeresca se convierte en el género narrativo más abundante de la
Edad Media.
En el grupo de novelas de contenido más histórico destaca La gran conquista de
Ultramar, sobre las cruzadas del siglo XI (y en la que aparece la famosa historia del
caballero del cisne).
El siglo XIV se abre con el Libro del cavallero Çifar, primer libro de caballerías
hispánico. Su elaboración se inicia en tiempos de Sancho IV y su estructura se
enriquece a lo largo del siglo XIV. Comienza como una adaptación de la vida de
san Eustaquio, sobre la que se ensamblan diversos elementos. La redacción que
nos ha llegado se compone de dos prólogos y cuatro partes. Las dos primeras
partes –“El caballero de Dios” y “El rey de Mentón”- siguen una historia de
separación y encuentro de los miembros de una familia. En ellas se entretejen
colecciones de ejemplos y sentencias. La tercera parte, titulada “Castigos del rey
de Mentón”, recoge los consejos que Zifar –ya rey de Mentón- da a sus hijos Garfin
y Roboán. La cuarta narra la historia de Roboán desde que abandona el reino de
Mentón hasta que consigue ser coronado emperador.
El aumento de la presencia de los episodios amorosos en las novelas de
caballerías dio como resultado la aparición, entre mediados del siglo XV y 1548, del
género de la ficción sentimental. Aun teniendo como fondo relatos propiamente
caballerescos, el ambiente ahora es el mismo que se refleja en la poesía
cancioneril: la vida cortesana. Las tramas suelen ser dobles, y se centran en la
separación de los amantes; abundan en esta novelas los recursos tendentes a
conferir verosimilitud a lo narrado, especialmente el autobiografismo y el uso del
discurso directo de los personajes (cartas, intervenciones...). Todos estos rasgos
se encuentran fijados en la novela de Juan Rodríguez del Padrón, Siervo libre de
amor, y en la obra maestra del género, Cárcel de amor (h. 1488), de Diego de San
Pedro.
El gallego Juan Rodríguez del Padrón nace a finales del siglo XIV y viaja por
Europa, antes de tomar el hábito franciscano en 1441 en Jerusalén. La primera de
sus obras es la más importante, por inaugurar el nuevo género de la ficción
sentimental, que culminará con el fin de siglo: se trata del Siervo libre de
amor (1439). Con estilo latinizante narra, en su primera parte, cómo la amada
desprecia al amante por confiar a un falso amigo su pasión. El Entendimiento,
personaje alegórico, disuade en la segunda parte al protagonista de la idea del
suicidio e introduce la Estoria de dos amadores -amor trágico de Ardanlier y Liesa,
que termina con la muerte de ambos-. Se establece una tercera parte en que el
autor, solo y desesperado de amor, encuentra una extraña nave que lo aguarda.
La ficción sentimental alcanza su mayor éxito con Diego de San Pedro y su Cárcel
de amor. El argumento es el siguiente: Leriano consigue del Autor que la princesa
Laureola corresponda a su amor, respondiendo una carta suya. Denunciada a su
padre, el rey, Laureola es condenada a muerte y salvada por Leriano, que, al ver
su amor rechazado, se quita la vida bebiendo las cartas de Laureola disueltas en
veneno.
Al canciller de Castilla, Pero López de Ayala (1332-1407), debemos la Crónica del
rey don Pedro, a la que siguieron las de Enrique II,Juan I y Enrique III. Son unas
narraciones que presentan personajes y situaciones vividas por él, con puntos de
vista y justificaciones de su actitud no siempre clara.
Por último, a finales del siglo XV aparece la novela dialogada La Celestina, obra de
transición hacia el Renacimiento.
Don Juan Manuel
El infante don Juan Manuel (1282-1348), sobrino de Alfonso X, es el prosista de
más personalidad del siglo XIV.
Su primer libro debió escribirlo entre 1320 y 1324: es la Crónica abreviada,
resumen de una de las derivadas de las de Alfonso X. El Libro de los estados,
escrito entre 1327 y 1332, es un desahogo de sus preocupaciones y amarguras.
En él expone la realidad política y social de su tiempo.
Su obra más conocida es el Libro de los enxiemplos del Conde Lucanor e de
Patronio, compuesto en1335. Consta de dos prólogos y cinco partes, la primera de
las cuales es la más célebre por sus cincuenta y un ejemplos o cuentos, tomados
de fuentes diversas: árabes, latinas o de crónicas castellanas.
Todas las narraciones de esta primera parte tienen la misma estructura:
Introducción: El Conde Lucanor tiene un problema y le pide consejo a Patronio.
Núcleo: Patronio cuenta un cuento que se asemeja al problema planteado.
Aplicación: Patronio aconseja la manera adecuada de solucionar el problema,
en relación con el cuento narrado.
Moraleja: Se termina con dos versos en los que el autor resume la enseñanza
de la narración.
La Celestina
Artículo principal: La Celestina
La Celestina es el título por el que se conoce la Comedia o Tragicomedia de
Calisto y Melibea, la cual fue publicada en dos versiones diferentes: una en 1499,
que constaba de 16 actos; y otra, en 1508, que tiene 21. Pertenece al género de la
comedia humanística, género inspirado en la comedia latina, que estaba destinado
a ser leído y no representado.
El autor es Fernando de Rojas, nacido en La Puebla de Montalbán (Toledo),
hacia 1475, de familia conversa (judíos convertidos al cristianismo), que estudió
leyes en Salamanca y fue alcalde de Talavera de la Reina. Murió en 1541.
La obra cuenta cómo Calisto, joven noble, entra en un jardín para recobrar su
halcón perdido, y allí conoce a Melibea, de la que se enamora y que le rechaza
inicialmente. Calisto, por consejo de su criado Sempronio, contrata los servicios de
Celestina para alcanzar los favores de la muchacha. Aquélla consigue con sus
trucos concertar una cita entre Calisto y Melibea y, como premio, recibe del
enamorado una cadena de oro. Sempronio y Pármeno, criados de Calisto y socios
de Celestina en el negocio, reclaman su parte. La anciana se niega al reparto y
ambos la asesinan, crimen por el que son ajusticiados. Sus compañeras, Elicia y
Areúsa, deciden vengarse por lo sucedido en las personas de los amantes
contratando a Centurio. Una noche, estando Calisto con Melibea, al oír los ruidos
provocados por Centurio y sus acompañantes, el amante resbala de una escala y
muere. Melibea, desesperada, se arroja al vacío desde una torre de la casa de su
padre, Pleberio, quien cierra la obra con un lamento por su hija muerta.
El rasgo más llamativo de la obra es su realismo, al retratar el ambiente burgués y
la crisis de los ideales heroicos y religiosos frente a la importancia que adquiere el
dinero.
Como declara Fernando de Rojas en los dos prólogos de la obra, el tema de la
misma es advertir contra la corrupción que ocasionan los malos y lisonjeros
sirvientes y contra los males que provoca el amor profano; por otra parte, en un
plano superior, el tema es la concepción de la vida como una lucha a la manera de
Heráclito: "Todas las cosas son criadas a manera de contienda o batalla". De ahí
que se enfrenten siempre los estamentos sociales de los señores y los siervos, los
sexos y aun el mismo lenguaje, que por un lado abunda en rasgos populares
(exclamaciones, palabras patrimoniales, refranes, frases cortas, diminutivos,
sintaxis suelta) y por otro en rasgos cultos y cortesanos (expresiones engoladas y
latinizantes, cultismos, sentencias y apotegmas de autor conocido, periodos largos,
hipérbaton).
Los personajes celestinescos también muestran una perfecta caracterización y el
autor los suele agrupar en parejas para construir mejor por contraste su psicología:
los criados Pármeno (joven y aún idealista) y Sempronio (más viejo y cínico);
Tristán y Sosia, los criados que les sustituyen; las prostitutas Elicia y Areusa, una
más independiente que la otra; los privilegiados Calisto y Melibea, Pleberio y
Alisa... Solamente dos personajes aparecen más o menos aislados: Celestina, que
representa la subversión del placer sexual, y la criada de Melibea, Lucrecia, que
encarna la represión y el resentimiento.
Melibea es una mujer enérgica y que toma sus propias decisiones. Es arrogante,
apasionada, hábil para improvisar y con un carácter fuerte.
Calisto se muestra débil de carácter, que olvida sus obligaciones y sólo piensa en
sí mismo y en el interés sexual por Melibea.
Celestina se presenta como una persona vital, movida fundamentalmente por la
codicia.
Los criados no guardan fidelidad a su amo y buscan su propio beneficio también.
Esta actitud la muestra Sempronio desde el principio y Pármeno una vez que sus
advertencias sobre Celestina son despreciadas por Calisto y Celestina lo corrompe
con ayuda de una pupila suya.
El lenguaje se muestra también con total realismo. Así, se utiliza el lenguaje culto
(lleno de figuras retóricas, especialmente antítesis y
geminaciones, hipérbaton, homoteleuton, cultismos, etc.) y el lenguaje vulgar
(repleto de obscenidades, palabras malsonantes, amenazas, refranes, etc.). Cada
personaje utiliza el nivel del lenguaje que le es propio. Celestina utilizará el que
más le interese en función del personaje con el que hable.
El teatro medieval
Artículo principal: Teatro medieval español
El teatro medieval castellano cuenta con testimonios confusos, escasos e
irregulares, hasta el punto de haberse puesto en duda su existencia hasta finales
del siglo XV.
1. De la segunda mitad del siglo XII consideramos el primer ejemplo de
teatro castellano. Es el Auto de los Reyes Magos, procedente de
la Catedral de Toledo. La lengua del fragmento desconcierta y apunta a
una posible fuente francesa.
2. Es probable que en la Península se hayan perdido más textos de
representaciones teatrales que de otros géneros literarios. Algunas leyes
de Alfonso X o normas de sínodos eclesiásticos apuntan a manifestaciones
dramáticas imprecisas, realizadas por juglares de diversa formación.
3. Hasta finales del siglo XV, no publicará sus representaciones quien se
considera padre del teatro castellano: Juan del Encina (1469-1529). La
estructura de sus obras se irá complicando a medida que va adquiriendo
una mayor maestría en el género. Fundamental –por lo que respecta al
aprendizaje de nuevas técnicas- es su viaje a Roma en 1499. Su última
obra es la más ambiciosa fue la Égloga de Plácida y Vitoriano.
Compañero, rival y admirador suyo sería el también salmantino Lucas
Fernández (1474-1542), cuya obra resulta difícil de fechar, aunque se
supone realizada hacia 1500. La edición de sus Farsas y églogas aparece
en 1514 en Salamanca. Este autor parte de presupuestos próximos a los de
Juan del Encina, pero prolonga la extensión y el número de personajes.
Posiblemente se hayan perdido muchos de los autos que se debieron
representar a lo largo del siglo XV. Un códice de la segunda mitad del
siglo XVI, llamado Códice de Autos Viejos conserva numerosas obras,
representadas en muy diversos lugares de la Península, que podrían ser
reelaboraciones de estos textos medievales. loquitomed
Top Related