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Anales de Arqueología y Etnología (2008-2009) 63-64: 57-80
Recibido: 31 de julio de 2009
Aceptado: 11 de noviembre de 2009
MOVILIDAD ESTACIONAL Y REPRESENTACIONES
RUPESTRES. PRIMERAS EVIDENCIAS DE OCUPACIONES
ESTIVALES VINCULADAS CON LA EXPLOTACIÓN DE
AMBIENTES CHAQUEÑOS EN LAS
SIERRAS DE CÓRDOBA.
Recalde M. Andrea
CONICET. Cátedra de Prehistoria y Arqueología. UNCba. recaldema@yahoo.com.ar
Resumen
El objetivo de este trabajo es presentar la información arqueológica recuperada en la
microregión del valle de Guasapampa, emplazada al Oeste de las Sierras Centrales (Pcia
de Córdoba). La evidencia analizada, consistente en artefactos líticos y cerámicos,
muestras arqueofaunísticas, fitolitos y paneles con representaciones rupestres, aporta los
primeros datos, para la región central de las Sierras Grandes, sobre ocupaciones estivales
vinculadas con la explotación de ambientes chaqueños por parte de grupos prehispánicos
tardíos (ca. 1000-350 AP). De la misma manera, estos estudios nos están permitiendo
replantear el papel tradicionalmente otorgado al arte rupestre en la arqueología local, al
integrar esta materialidad a los primeros contextos de producción y uso.
Palabras claves: movilidad estacional - ocupaciones estivales-representaciones rupestres
Abstract
The aim of this work is to present the archaeological information recovered in
Guasapampa Valley microregion, located in the west side of Sierras Centrales (Province
of Córdoba). The analyzed evidence (lithic and ceramic artifacts, arqueofaunistic remains,
phytoliths and rock art) constitutes the first information about summer occupations linked
with the exploitation of chaco-forest environment by late prehispanic groups (ca. 1000-
350 BP), in the region of Sierras Grandes. Of the same way, these studies allow us to
rethink the role traditionally given to rock art in the local archaeology, integrating this
materiality to the first contexts of production and use.
Key words: seasonal mobility – summer occupations - rock art
INTRODUCCIÓN
El período prehispánico tardío (ca. 1500-300 AP) en las Sierras Grandes de la provincia
de Córdoba fue tradicionalmente caracterizado como una etapa agroalfarera, que
implicaba la adopción de una vida aldeana totalmente sedentaria, en la cual las
Movilidad estacional y representaciones rupestres.
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actividades productivas (agricultura-pastoreo) constituían prácticas básicas para la
obtención de recursos. Este momento se distinguía en el registro por una serie de rasgos
que lo definían materialmente. Así, junto con la cerámica, el arte rupestre engrosaba la
lista de elementos constitutivos de este período, sin que medie una problematización
respecto a su papel o a su asociación contextual.
Es esta mirada radical hacia las prácticas económicas, la que colaboró en forjar una
propuesta antagónica entre dos modos de vida que se entendían como diferentes e
incompatibles y que conformaban momentos particulares en el “proceso de desarrollo” de
los grupos pretéritos, propuesta que en la actualidad es considerada una simplificación de
esta realidad (i.e. Harris 2007, Smith 2001). Estas categorías definidas a priori sólo se
desdibujaban amparadas en las fuentes documentales que señalaban la coexistencia de
prácticas extractivas y productivas entre los grupos indígenas a la llegada de los
españoles.
De la misma manera, la asociación de las representaciones a momentos agroalfareros
tenía un marcado sesgo culturalista, dado que se entendía que el escaso nivel de
desarrollo alcanzado por los “comechingones” impedía atribuir a grupos anteriores la
ejecución de lo que era interpretado como “manifestaciones artísticas” (Pérez 1968). Así,
los estudios de arte rupestre en las Sierras Grandes, estuvieron signados por una mirada
que consideraba a esta materialidad como un elemento ajeno al registro arqueológico.
Esta situación “permitió” incorporar las representaciones en la literatura arqueológica sin
demasiado rigor científico y, en consecuencia, su estudio fue considerado como un tópico
que autorizaba a plantear interpretaciones, a menudo sólo narraciones poéticas, sin
respaldo alguno en la evidencia (v gr. Ricci 1928). Así, este “no-dato” estuvo marcado
también por una visión dual y simplificadora de la realidad que consideraba que el arte
rupestre formaba parte del mundo de lo simbólico e ideológico y por lo tanto inaprensible
frente a lo real, concreto y económico.
En el marco de desarrollo actual de las investigaciones arqueológicas en la región central,
consideramos que la información recuperada en la microregión del valle de Guasapampa
aporta las primeras bases materiales para comenzar a comprender la movilidad estacional
vinculada con la recolección de frutos silvestres, al igual que el papel de las
representaciones rupestres en estos contextos significativos social y económicamente.
Las prácticas económicas en la arqueología regional
En la arqueología regional desde hace un par de décadas y a la luz de las evidencias
materiales, la visión tradicional de aldeas agrícolas y sedentarias resulta una realidad
insostenible en términos absolutos para la región central de las Sierras Grandes de la
provincia de Córdoba. En este sentido, a fines de los noventa, algunos investigadores
plantearon un modelo diferente que permitió superar la visión antagónica entre cazadores-
nómadas y agricultores-sedentarios. Así, a pesar de sostener que la producción agrícola
constituyó la actividad preponderante en la región central, las actividades extractivas –
caza y recolección- se integraban a las prácticas económicas como estrategias para
enfrentar el riesgo generado por el fracaso de la cosecha. De esta manera, la movilidad
Andrea Recalde
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estacional y el traslado a áreas de caza - por encima de los 1000 m.s.n.m.- o a espacios
aptos para la recolección de recursos chaqueños, constituyeron mecanismos
indispensables en instancias de escasez o emergencia (Berberián y Roldán 2001). Según
este modelo, en períodos de cosechas exitosas, disminuía la intensidad y el tiempo
dedicado a estrategias de caza y recolección (Berberián 1999, Berberián y Roldán 2003).
Este tipo de trabajos permitieron entender que una vía para comprender el papel y la
importancia de las prácticas de subsistencia es pensar la problemática en términos
regionales y microregionales. Es precisamente esta postura la que ha prevalecido en las
investigaciones arqueológicas en la provincia de Córdoba y, en concreto, la que está
generando el sustento empírico que ha instaurado la incorporación de las prácticas
agrícolas como una problemática fundamental. La información disponible hasta el
momento indica que hacia el ca. 1000 AP estaba plenamente afianzada una agricultura de
pequeña escala que caracterizó al período prehispánico tardío, y en este sentido podemos
sostener que entre el 1500 y 1000 AP se produjo en la región el proceso de adopción de
esta práctica (Pastor 2007).
Sin embargo, el interés por la problemática se encuentra lejos de poner el acento en una
economía plenamente agrícola, sino muy por el contrario se sostiene para momentos
prehispánicos la existencia de una economía de carácter mixto, término propuesto para la
arqueología regional por Laguens (1999), y sostenido por investigadores posteriores
(Medina 2008, Pastor 2007, Pastor y López 2007), pero sin considerar las valoraciones de
orden porcentual que plantea el primero respecto a la importancia de la agricultura en la
dieta.
De esta manera, las investigaciones comenzaron a generar todo un corpus de datos que
permitieran respaldar esta propuesta respecto a la diversidad e intensificación de algunas
prácticas económicas llevadas adelante por los pueblos prehispánicos tardíos. Así, a las
evidencias iniciales respecto a las actividades agrícolas, que fueron generalmente
indirectas (v gr. fuentes documentales o el registro de elementos vinculados con el trabajo
agrícola), se fueron incorporado datos provenientes del estudio de fitolitos, macrorestos
vegetales y análisis isotópicos, que proporcionaron las primeras líneas de análisis para
esclarecer el panorama respecto al desarrollo del manejo de cultígenos como maíz (Zea
maiz), dos variedades de poroto (Phaseolus vulgaris y lunatus) y zapallo (Cucúrbita sp.)
en la región, pero fundamentalmente generaron valiosa información que actualmente
permite dar los primeros pasos para comprender su proceso de adopción (Medina y López
2007, Fabra et al. 2006, Pastor y López 2007).
En tanto, respecto a las actividades de pastoreo en la región la información empírica es
más endeble y se encuentra, aún en la actualidad, en una etapa incipiente. La existencia
de camélidos domésticos en la región está centrada inicialmente en evidencias indirectas
(fuentes documentales, arte rupestre, entre otros), dado que los estudios osteométricos
practicados en muestras provenientes de sitios tardíos y ocupaciones tempranas anteriores
al 1500 AP, se mostraron como una técnica insuficientes para sostener la práctica del
pastoreo. Esto se debe a que el rango de tamaño de los camélidos de las sierras de
Movilidad estacional y representaciones rupestres.
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Córdoba es mayor al del guanaco andino (Lama guanicoe), superponiéndose con el de
Lama glama (Medina et al. 2007)
Finalmente, el hallazgo de sitios emplazados en sectores de pampas de altura proporciona
evidencias de orden tecnológicas y arqueofaunísticas de las actividades cinegéticas. De
esta manera, se documentaron sitios ubicados en zonas de pastizales (hábitat natural de
camélidos y cérvidos), caracterizados por ocupaciones en abrigos rocosos. Los trabajos de
excavación permitieron recuperar un registro material de baja densidad, artefactos
relacionados fundamentalmente con la reparación de armas (i.e. puntas de proyectil).
Finalmente, la consideración conjunta de esta información, junto a las condiciones de
emplazamiento, es decir la amplia visibilidad y el control efectivo del entorno permitieron
hipotetizar que se trataba de ocupaciones vinculadas con la caza de artiodáctilos (Roldán
1998, Berberián y Roldan 2001, Roldán y Pastor 1996).
De esta manera, son numerosas las vías de análisis que están permitiendo profundizar y
comprender las actividades económicas que aseguraron la reproducción de los grupos
aborígenes prehispánicos tardíos, entre éstas, fundamentalmente, el complejo proceso de
incorporación de cultígenos a la dieta. Sin embargo, en el marco de los estudios actuales
surgen algunos interrogantes respecto a cuál era el papel desempeñado por la recolección
de frutos silvestres entre las comunidades aborígenes prehispánicas del centro de las
Sierras Grandes, y principalmente cuáles son las evidencias materiales de esta práctica en
los contextos tardíos, dado que no se había documentado en el registro material la
presencia de sitios de carácter estacional distribuidos en ambientes chaqueños y
vinculados con la realización de actividades extractivas de recursos vegetales silvestres.
En particular, se propuso que la cercanía de los algarrobales a los sitios de ocupación
permanente es lo que habría evitado la acumulación de rasgos superficiales que den
cuenta de una ocupación estacional (Berberián y Roldán 2001, 2003).
Concretamente, el papel de la recolección se puede comprender en base a dos líneas de
análisis. La primera está directamente relacionada con las particularidades
microregionales, acercamiento que permitirá comprender y complejizar las distintas
respuestas implementadas por los grupos aborígenes prehispánicos. La segunda línea de
indagación se vincula con un aspecto que en su momento dejó entrever González, y que
es el de buscar las raíces de las prácticas en el marco de una tradición muy arraigada entre
los grupos que habitaban las Sierras de Córdoba, propuesta sostenida en la actualidad por
investigadores locales (Pastor 2007, Rivero 2007).
El arte rupestre en la arqueología regional
Como mencionamos, el arte rupestre era directamente “asociado” a momentos posteriores
al 1000 AP, sin que mediara una discusión respecto a tal asignación o al papel de esta
materialidad entre los grupos que lo ejecutaron. Generalmente sólo fue objeto de trabajos
que apuntaban, en términos generales, a tres temas: la asignación cronológica de las
pinturas, fundamentalmente a partir de la figura del español en algunos de los soportes de
la localidad arqueológica de Cerro Colorado (i.e. González 1940); un detalle
pormenorizado de lo ejecutado en los soportes, atendiendo a una descripción de todos los
Andrea Recalde
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motivos (De Raggio 1979); y finalmente interpretaciones que pretendían dar cuenta del
origen y sus significados (Pedersen1961).
Así, a pesar de los replanteos que tuvieron lugar en la arqueología regional a partir de la
década del noventa respecto al peso de las prácticas productivas en la economía
prehispánica y que, paralelamente, estuvo acompañado por la incorporación de estudios
pormenorizados de algunos rasgos de la cultura material (Pastor et al. 2005; Dantas y
Figueroa 2004), las representaciones rupestres, salvo contadas excepciones (Berberián y
Nielsen 1995; Rocchietti 2000), no fueron incorporados a las investigaciones y
problemáticas de carácter regional. Así, en los trabajos de síntesis más significativos para
la arqueología de Sierras Centrales (Berberián 1999; Berberián y Roldán 2001)
observamos un doble posicionamiento frente a la temática particular del arte rupestre. Por
un lado, se describe pero sin analizarlo como ítem que puede aportar información a partir
de su vinculación con otros datos. Por otro, se lo considera un indicador de las claras
diferencias regionales y microregionales, diferencias que se comienzan a evidenciar en
los otros elementos de la cultura material de las distintas áreas y que rompen con el
principio de homogeneidad que había prevalecido en los estudios arqueológicos. Sin
embargo, sólo es comparando a partir del diseño aislado de los distintos motivos que
integran los sitios sin integrarlo a los otros datos del registro que dan cuenta de la
heterogeneidad y por lo tanto, de especificidades en relación a los grupos que ocuparon
las diferentes áreas de las Sierras Centrales en Córdoba.
De esta manera, los estudios sobre representaciones llevados a cabo en la región central,
como los trabajos desarrollados específicamente en el denominado corredor Oeste de las
sierras Grandes (Romero y Uanini 1978; Romero et al 1973), no fueron suficientes para
posicionar al arte rupestre como un rasgo que requiriera ser considerado e integrado al
contexto arqueológico como un elemento que puede aportarnos información sobre las
comunidades pretéritas.
Concretamente consideramos que para un acercamiento metodológico de esta
materialidad es necesario analizarla como un dato arqueológico, es decir como un rasgo
de la cultura material que debe ser estudiado con los mismos parámetros que los otros
artefactos (Aschero 1988; Korstanje y Aschero 1996). Sólo en este sentido, el arte
rupestre puede ser considerado como un medio de reconstrucción del contexto social. Así,
nuestro estudio se inicia en una etapa descriptiva que abarca los elementos constitutivos
del panel, es decir motivos, diseño, asociaciones o temas y tipo y uso del soporte
(superposiciones). En segunda instancia se lo contextualiza en el paisaje, para lo cual se
tendrán en cuenta las condiciones de visibilidad, entendida en términos tanto de las
representaciones como de la formación rocosa, las características del emplazamiento y la
relación con otros sitios o lugares del paisaje.
Esta contextualización de los soportes en el entorno es significativa dado que
consideramos que el arte rupestre conforma una construcción que impone una alteración
en el paisaje (Aschero 1994) y que en consecuencia, de la misma manera que los otros
elementos de la cultura material, participa activamente en las relaciones sociales, en los
vínculos entre grupos, en tanto permite consciente o inconscientemente fijar, reformular o
Movilidad estacional y representaciones rupestres.
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perpetuar pautas de comportamiento. De esta manera, los motivos, mediante sus
condiciones de visibilidad o invisibilidad, pueden generar sentidos de igualdad y
pertenencia o desigualdad y exclusión (Piazzini 2006) entre las personas o comunidades
que comparten un mismo entorno.
Concretamente un estudio comparativo de toda la información recuperada en la
microregión del valle de Guasapampa constituye el punto de partida para el análisis de los
diferentes sitios. Las actividades de procesamiento y consumo de recursos (instrumental
lítico, fragmentos cerámicos, estudios arqueofaunísticos) realizadas durante las
ocupaciones aportan datos sobre las prácticas desarrolladas y, en este sentido, forman
parte del contexto de ejecución y uso del arte rupestre, es decir de las particularidades del
sitio y cómo este se integra a un patrón de apropiación del paisaje.
EL PAISAJE DE GUASAPAMPA. CARACTERÍSTICAS DE SU OCUPACIÓN
La zona objeto de estudio se emplaza en el conjunto orográfico denominado grupo
occidental, que está conformado por los cordones de Pocho, Guasapampa y Serrezuela.
Es precisamente entre estas sierras que se localiza el pequeño valle intermontano
denominado Guasapampa (Figura 1). Está dividido en dos secciones, Norte y Sur
separadas por una estrecha quebrada por donde discurre encajonado el río homónimo a
través de un trayecto de aproximadamente 15km. Ambas secciones presentan
características diferentes, ya que el ambiente árido y seco que caracteriza al Sur se
incrementa paulatinamente hacia el Norte.
Los trabajos arqueológicos se concentraron específicamente en la sección Sur, que tiene
una longitud de 24km de largo por aproximadamente 5km de ancho. Está caracterizada
por su gran aridez debido a las escasas precipitaciones, que oscilan entre los 400 y
500mm, concentradas en época estival. A estas condiciones de escasa humedad se suma
la elevada evapotranspiración, que generan un alto déficit del recurso hídrico en la zona,
estimado en unos 300mm anuales. Sin embargo, el ambiente chaqueño ofrece algunas
especies vegetales de significativa importancia económica para los grupos aborígenes que
ocuparon el área (i.e. algarroba, chañar, piquillín).
En esta microregión registramos un uso particular del paisaje dado que, a diferencia de lo
que sucede en otros valles (Medina 2008; Pastor 2007), no documentamos ocupaciones
intensivas (poblados prehispánicos) ni ocupaciones discretas vinculadas a espacios
agrícolas sino, por el contrario, sitios localizados en la vertiente oriental de la sierra de
Pocho, concentrados en un área que no supera los 12km2. Aquí relevamos un total de 38
paneles con representaciones rupestres distribuidos en 35 lugares o sitios, entre los que
varían las condiciones de habitabilidad -en relación a las dimensiones y resguardo
ofrecido- y, además, un alto porcentaje -67%- no presenta sedimentos ni restos
superficiales asociados (Recalde 2008)1. Esta última condición nos obligó a realizar una
1 La unidad mínima de análisis es el panel, es decir el sector de la superficie rocosa ocupada por
las representaciones. En algunas ocasiones son el resultado de divisiones arbitrarias o pueden ser
generadas por las particularidades y secciones de la roca. En este sentido, un sitio o lugar puede
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selección de aquellos que consideramos más representativos sobre el total de la muestra.
Así, practicamos intervenciones arqueológicas en dos tafoni, un alero y un sitio a cielo
abierto, que están vinculados, de manera directa o indirecta, con paneles con
representaciones rupestres pintadas (Figura 1).
Figura 1. Área de estudio y localización de los sitios excavados.
estar constituido por más de un panel, independientemente del tipo de soporte seleccionado. En
base a criterios empíricos, en este trabajo se considera que la distancia que debe mediar entre sitios
con representaciones rupestres para ser considerados diferentes es de 10m.
Movilidad estacional y representaciones rupestres.
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Cerco de la Cueva 3 (CC3) esta emplazado en la vertiente oriental de la sierra de Pocho, a
300m del arroyo Guasapampa, en la margen izquierda y sus coordenadas son 30º 59’ 98’’
S y 65º 22’ 34’’ W. Se trata de un tafone cuyas dimensiones son 5,5 m de largo y 4,5 m
en su parte más ancha por 1,80m de alto. En los trabajos de excavación se plantearon seis
cuadrículas de 1m2, dispuestas en dirección Oeste-Este, que abarcaron aproximadamente
un 45% de la superficie. Entre el material recuperado se identificó un único componente
arqueológico atribuible a momentos prehispánicos, asignación que fue confirmada a
través de un fechado radiocarbónico que dató la ocupación en 390 ± 60 años AP (LP.
1709). En CC3 identificamos, ejecutados en las paredes Norte y Sur, dos paneles con un
total de 29 representaciones rupestres con motivos de animales, figuras humanas y
geométricos, pintados en negro y rojo (Recalde 2008).
El otro tafone excavado es Charquina 2 (Ch2) a 7km en línea recta del río Guasapampa y
a 6km de CC3. La formación esta ubicada a 31º02.721 de latitud Sur y 65º23.995 de
longitud Oeste. Presenta muy buenas condiciones de habitabilidad ya que las dimensiones
son 12,5m de largo por 6m de ancho y 3m de altura. Las tareas de excavación se
desarrollaron en cuatro cuadrículas emplazadas en la sección norte del tafón 35% del total
de la superficie. Extrajimos dos muestras de carbón vegetal que nos permitieron fechar
dos momentos de ocupación sucesivos en 1060 ±60 años AP (LP-1882) y 1190 ±90 años
AP (LP-2060), vinculados con los inicios del período prehispánico en la región. Aquí,
relevamos dos paneles con 18 motivos identificados como animales -camélidos, rheas y
cánidos- y geométricos realizados en blanco y negro (Recalde 2008).
Otro de los sitios intervenidos fue Cerco de la Cueva Pintada (CCP), un abrigo rocoso
emplazado en la vertiente oriental de la sierra de Pocho y distante 5km en línea recta del
río Guasapampa. Está orientado en dirección O y ubicado en una saliente rocosa a 31º
00.832 de latitud Sur y 65º 23.166 de longitud Oeste. Las dimensiones del alero son
4,60m de largo de la boca por 2,15m en su parte más profunda y 1,85m de altura. En la
pared del abrigo se registraron dos paneles de diferentes dimensiones, entre los que se
distribuyen un total de diez motivos entre camélidos, cánidos y trazos lineales, pintados
en blanco y negro. En el sitio se plantearon cinco cuadrículas de 1m2 dispuestas en
dirección N-S, que abarcaron aproximadamente un 80% del total de la superficie. Entre
los materiales exhumados se documentó un único componente arqueológico, cuyas
características morfológicas permiten asignar la ocupación a momentos prehispánicos
tardíos (Recalde y Srur 2007).
Finalmente, Yaco Pampa 1 (YP1) está ubicado a 5km en línea recta del río Guasapampa y
sus coordenadas geográficas son 31º 00.230 latitud Sur y 65º 23.307 longitud Oeste. Se
trata de una ocupación al aire libre, que no registra tipos semejantes en la microrregión
del valle de Guasapampa Esta asociada a un tafone (YP2), que cuenta con 12 motivos
figurativos y no figurativos pintados en blanco y negro y un alero (YP3) en el que
documentamos una representación identificada, en base a la comparación con su
referente, como un ucle (Cereus validus). Todo el sector está vinculado a una vertiente
de agua, que desaparece sólo en épocas de grandes sequías, y que discurre por una
quebrada de reducidas dimensiones (Recalde 2009).
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El análisis de la información recuperada en YP1 nos permite proponer que este sitio al
aire libre tiene una superficie total de menos de 300m2 y que no cuenta con la superficie
definida para los poblados prehispánicos (0,5ha, Pastor 2007). En este sentido, el material
documentado fuera de estos límites es consecuencia de la acción de procesos
posdepositacionales vinculados a agentes naturales, principalmente la acción del agua de
lluvia y las cárcavas ocasionadas por el desborde del arroyo. En YP1 obtuvimos un
fechado radiocarbónico que ubica unos de los momentos de ocupación del sitio en
1360±60 años AP (LP-1812).
Información arqueológica recuperada en los sitios.
Análisis de las evidencias estratigráficas
En los cuatro sitios se recuperaron artefactos vinculados con las distintas etapas
involucradas en la obtención, el procesamiento y el consumo de los alimentos. Así, la
información estratigráfica que analizaremos a continuación, está conformada por
muestras arqueofaunísticas, desechos e instrumentos líticos, fragmentos cerámicos y
análisis de fitolitos realizados en muestras extraídas de distintos artefactos.
CC3 Ch2 CCP YP1
Taxon Nisp Nispa Nisp Nispa Nisp Nispa Nisp Nisp a
Camelidae 4 1 37 3 5 1 13 2
Cervidae - - 7 4 1 - 2 -
Artiodactyla - - 18 2 - - 2 -
Lagostomus Maximus 1 1 2 1 - - - -
Ctenomys sp. - - 1 - - - - -
Caviinae - - 3 - - - 2 -
Cricetidae 1 1 - - - - - -
Rodentia - - - - - - 13 1
Chaetophractus sp. 10 - 169 - 16 - 3 1
Dasipodinae - - 1 - 1 - - -
Rodentia 6 3 81 2 - - - -
Tupinambis sp. - - 13 2 1 1 - -
Reptilia - - 2 - - - - -
Ave - - 6 - 4 1 1 1
Rhea sp. - - 1 1 - - - -
Cáscara de huevo 611 - 336 - 180 - 39 -
Mamífero Grande 20 7 64 5 16 5 25 7
Mamífero Pequeño 74 17 126 11 39 7 53 9
Indeterminados 19 6 238 6 35 2 16 -
Total 746 36 1105 37 298 17 179 21
Tabla 1. Número de especimenes identificados por taxón (Nisp) y especimenes con marcas
antrópicas (Nispa: huellas de corte, hoyos de percusión, marcas de machacado, negativo de
impacto).
Movilidad estacional y representaciones rupestres.
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El análisis arqueofaunístico registró una alta tasa de fragmentación que impidió
identificar un mayor índice de taxones o determinar clases etarias. La clasificación
taxonómica fue realizada empleando muestras de referencia y guías osteológicas de
camélidos y cérvidos (Pacheco Torres et al. 1979, Altamirano Enciso 1983). La baja
incidencia de los agentes posdepositacionales (Ph del suelo medianamente alcalino, una
baja meteorización, escasa acción de roedores y ausencia de huellas de carnívoros) junto
al número significativo de huellas antrópicas registradas en el total de la muestra (Tabla
1), nos ha permitido proponer que el estado de fragmentación se debe a las estrategias de
procesamiento y consumo (i.e. Gifford-González 1993, Broughton 1999). En este sentido,
estudios comparativos efectuados en numerosos sitios correspondientes al Holoceno
Medio y Tardío han aportado valiosa evidencia al respecto, dado que resulta notoria en
las muestras el aumento en el procesamiento de la fauna en los conjuntos asignados a
momentos tardíos (Rivero et al. 2009).
En la Tabla 1 se resumen las principales características de los restos faunísticos
analizados en los cuatro sitios expresados en NISP (Número de Individuos Identificados
por Taxón), entre los que se puede observar que los camélidos están poco representados
frente a un índice mayor de especies características de los ambientes chaqueños, de
captura sencilla en los alrededores del sitio. Sin embargo, la presencia de este taxón
constituye un indicador del traslado de fauna desde otras áreas, como los alrededores de
las salinas grandes distante unos 20km al Norte del área de Guasapampa. En tanto, la
presencia de cérvidos puede indicar la realización de actividades de caza tanto en los
alrededores del sitio y que involucraría a la corzuela o cabra del monte (Mazama
gouazoubira), o en espacios abiertos con escasa presencia arbórea, como la pampa de
Pocho, donde habitaba el venado de las pampas (Ozotoceros bezoarticus).
La evidencia del consumo de taxones chaqueños está respaldada también por la elevada
cantidad de mamíferos pequeños presente en el total del NISP. Respecto a los Caviinae
(cuises), Ctenomys sp. (ocultos o tucu-tucu) y rodentia, aunque no presentan en general
marcar antrópicas, su consumo regular ha sido documentado en otros sitios prehispánicos
tardíos de carácter residencial (Pastor 2007, Medina 2008).
La muestra también está dominada, en general, por fragmentos de cáscaras de huevo de
Rheidae sp. (ñandú), taxón que da cuenta de la importancia del recurso (Figura 2). Esta
evidencia es significativa por dos aspectos, por un lado porque marca un patrón de
consumo poco usual para sitios de carácter residencial registrados en otros sectores de las
Sierras Centrales (Rivero et al. 2009) y por otro porque constituye un indicador
importante de estacionalidad, puesto que este recurso presenta una disponibilidad acotada
entre finales de la primavera y el verano (Codeniotti 1998).
El análisis del material lítico documentado en los cuatro sitios intervenidos en la región
de Guasapampa nos ha permitido dar cuenta de las actividades vinculadas con la
confección de instrumentos. Tal como se consigna en las figuras 3a y 3b, se observa un
amplio predominio en la muestra de microlascas e hipermicrolascas que junto con el alto
porcentaje de lascas internas y de formatización conforman indicadores válidos para
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sostener que se llevaron adelante preferentemente tareas relacionadas con las últimas
etapas de manufactura, como la formatización final e incluso la reactivación de filos.
Estas evidencias, sumadas a la baja frecuencia de núcleos y nucleiformes identificados en
los sitios (cuatro de cuarzo y uno de brecha) indican que la extracción de formas bases a
partir de núcleos se realizó en otras localizaciones (Bellelli y Kligmann 1996).
Figura 2. Representación de las cáscaras de huevo en el Nisp
Las materias primas registradas son el cuarzo, que domina el total de la muestra con el %
91 (n=1949), en tanto el 8,5% (n=180) está constituido por la calcedonia, la brecha, la
ortocuarcita y el travertino, en ese orden de importancia, materias líticas que tienen una
amplia disponibilidad local (Bonalumi y Strangulla 2005). En tanto, la excepción esta
representada por algunas lascas y una punta de proyectil de ópalo registrada en Ch2, ya
que la procedencia de esta roca se localiza a más de 50km de la microregión de
Guasapampa (en la sección norte de las Sierras Centrales, en el conjunto orográfico
denominado Sierras del Norte).
En relación a la manufactura, uso y descarte de instrumentos se han hallado útiles líticos
de diseño utilitario -raspadores, artefactos con retoques sumarios, cuchillos, denticulados,
punta entre muescas- y formales -puntas de proyectil enteras y fragmentadas,
perforadores de calcedonia. Algunos de estos se presentan fragmentados y probablemente
fueron descartados en los sitios, pero otros han sido abandonados en condiciones de uso
(v.gr. raspadores). Todos los ejemplares corresponden al tipo triangular pequeño, con y
sin aletas y pedúnculo, en tanto otras son apenduculadas. La materia prima utilizada es
cuarzo (n=1), brecha (n=1), calcedonia (n=5), ópalo (n=1) y travertino (n=1). Este diseño
de punta de proyectil se ha registrado en sitios asociados a momentos tardíos de las
Sierras de Córdoba, principalmente en aquellas ocupaciones de carácter residencial
(Berberián 1984, Medina 2008, Pastor 2007).
Movilidad estacional y representaciones rupestres.
68
Figura 3a y 3b. Origen y tamaño de los desechos recuperados en CC3, Ch2, CCP y YP1.
El material cerámico es escaso (entre los cuatro sitios suman 345 tiestos) y se presenta
muy fragmentado. Sin embargo, en CCP pudimos remontar aproximadamente el 30% de
una olla globular mediana, en tanto en los otros sitios sólo identificamos algunas vasijas en
base al análisis de bordes diagnósticos, es decir aquellos que reúnen las condiciones de
tamaño (40mm y 36mm) y ángulo (mayor a 10°) (Blitz 1993, Meggers y Evans 1969).
Así, en un total de diez vasijas se reconocieron pucos, cántaros, ollas y vasos cilíndricos
de tamaños medianos a pequeños -entre 12 y 20 cm de diámetro de boca. La función
asignada a cada una de ellas se correlacionaría con vasijas para transporte,
almacenamiento y una vinculada con el consumo.
Los patrones tecnológicos y decorativos registrados en la muestra analizada dan cuenta del
predominio absoluto del enrollamiento (99%) para la confección de las vasijas aunque el
tratamiento posterior de la superficie impidió determinar si se trató de la variante
Andrea Recalde
69
espiralada o anular. En tanto el moldeado en cesto constituye sólo el 1% (N=4) en el total
de la muestra. De la misma manera, los tratamientos de superficie identificados (Figura 4)
nos permiten observar que, en general, el alisado y el pulido constituyen las técnicas
dominantes, en tanto el resto, y fundamentalmente la decoración (surcos incisos y pintado
de la superficie), están muy poco representadas.
Figura 4. Tratamientos de la superficie identificados en el total de tiestos recuperados.
Las particularidades de la muestra recuperada en CC3, Ch2, CCP y YP1 nos permiten
marcar claras semejanzas con el material procedente del vecino valle de Salsacate,
emplazado aproximadamente a 25km al Sureste de Guasapampa (Dantas y Figueroa
2007), al igual que, desde una mirada macroregional, definir características afines con
respecto a otros conjuntos cerámicos correspondientes al prehispánico tardío de las Sierras
Centrales (Serrano 1945).
Finalmente, el análisis de muestras extraídas en distintos artefactos hallados en CCP y
YP1 han posibilitado dar cuenta del consumo en los sitios de recursos vegetales, tanto
silvestres como domesticados. Las substancias adheridas en la parte interna de un tiesto
permitieron identificar un total de 90 fitolitos entre células cortas y largas, entre los que
se pudo reconocer silico-fitolitos de Geoffroea decorticans (chañar) -“geometrical flat”- y
de Prosopis sp. (algarrobo) –“esfera sub-circular con hendiduras” (Laura López com.
pers. 2007). De la misma manera, de un instrumento de molienda se recuperaron
microfósiles cuyo análisis reveló la presencia de morfotipos ruffle-top rondel y way top
rondel atribuible al marlo de Zea mays. Todos los microfósiles se encontraron
fragmentados, situación que permite afirmar que fueron sometidos a actividades de
procesamiento (Laura López com. pers. 2007). Esta mano estaba en el mismo nivel
estratigráfico de la lente de carbón de la cual obtuvimos el fechado para el sitio YP1.
Movilidad estacional y representaciones rupestres.
70
Análisis de los paneles con representaciones rupestres
Presentamos el análisis de los paneles en base a aquellas variables que nos permiten
determinar aspectos vinculados con los momentos de ocupación y uso de CC3, Ch2,
CCP, YP2 y YP3, tipos de motivos, asociaciones o definiciones temáticas, tipo y uso del
soporte y condiciones de visibilidad. Esto nos permitirá identificar tanto similitudes y
diferencias, en otras palabras estandarizaciones entendidas como lo constante y
compartido por los grupos, como lo particular que no circula entre ellos y que da cuenta
de la significación específica e independiente.
CC3
Ch2
CCP
YP2
YP3
Camélidos (llama/guanaco) X X X X -
Pecarí - - - X -
Zorros X X X - -
Suris X X - - -
Iguanas - X - - -
Figuras Humanas X - - - -
Ucle - - - - X
Circulares - - - X -
Lineales - X X - -
Cuadrangulares X - - - -
Tabla 2. Distribución de tipos de motivos entre los sitios con arte.
Los tipos de motivos identificados y su distribución constituyen el primer rasgo que nos
permite establecer los parámetros iniciales entre lo estandarizado y lo particular. Así, en
los cinco sitios identificamos representaciones figurativas -zoomorfas, antropomorfas,
fitomorfas- y no figurativas -geométricas. Sin embargo, dentro del primer tipo en
particular y de los motivos identificados en general, los camélidos constituyen la figura
más representada y de mayor distribución entre los paneles analizados en esta
oportunidad (Tabla 2). Sin embargo, y de manera paralela, observamos que hay
representaciones que conforman elementos únicos y distintivos dado que no circulan
entre los sitios, sino que constituyen rasgos aparentemente únicos, presentes sólo en
algunos lugares, y que serían significativos para sus ocupantes con los cuales interactúan
en sus actividades cotidianas, por ejemplo en el caso del pecarí de collar (Pecari tajacu)
de YP2 o la iguana (Tupinambis sp.) de Ch2.
Al ampliar nuestra mirada e incluir la manera en la que cada uno de los motivos se asocia
y vincula en el espacio soporte, observamos nuevamente esta doble situación de rasgos
compartidos frente a la existencia de elementos únicos y paricularizantes. En las
asociaciones temáticas el camélido resulta el motivo estructurante en la mayoría de los
paneles (la excepción es YP3) y, sin embargo, lo específico a cada lugar es la
representación a la cual está vinculada la figura de este artiodáctilo (Tabla 3).
Andrea Recalde
71
Otra variable significativa que nos permite comprender como interactúan las personas que
ocupan los sitios con la ejecución y observación de los paneles es el análisis del uso del
soporte. En este sentido, destacamos un número muy bajo de superposiciones, ya que
constituyen sólo el 10% (n=7) en el universo total de la muestra analizada en los cinco
paneles, entre las que identificamos algunas (n=2) consideradas como superposiciones
por añadidura, es decir cuando parte de un motivo existente es reutilizado para la
confección de uno nuevo (Gallardo 1999). También, a partir de la observación de la
disposición de los temas en el espacio del panel y en las diferencias tonales, podemos
proponer que las nuevas representaciones amplían o agrandan la escena original o que,
por el contrario, son ejecutadas en sectores distintos del soporte, dando lugar a nuevos
paneles (Figura 5).
CC3
Ch2
CCP
YP2
YP3
Asociación de Camélidos
X
X
X
X
-
Camélidos y Rheas
X
X
-
-
-
Antropomorfos y camélidos
X
-
-
-
-
Camélidos y Reptiles
-
X
-
-
-
Camélidos y Geométricos
-
X
X
X
-
Camélidos y Pecarí
-
-
-
X
-
Fitomorfo
-
-
-
-
X
Tabla 3. Temas identificados y distribución entre los paneles.
Finalmente, los tipos de soporte granítico identificados corresponden a dos variantes,
aleros y tafoni, que influyen directamente en las condiciones de visibilidad (Figura 6). El
grado de visibilidad oscila, dadas las características del emplazamiento en el entorno,
entre una situación alta (Ch2 o YP2) o media (CC3 o CCP). Es decir que algunos de los
aleros o tafoni seleccionados para la ejecución de las representaciones, dadas sus
particularidades de forma o tamaño, introducen cierto nivel de ordenación del entorno al
interactuar e integrarse al paisaje circundante y por lo tanto con las personas que circulan
en el mismo. Una situación completamente diferente se observa en torno a los paneles, ya
que las condiciones varían entre una visibilidad media (CCP) y restringida (CC3, CH2,
YP2 y YP3), dominando claramente esta última. En este sentido, es la invisibilidad o las
condiciones de visibilidad media de los paneles la característica fundamental.
Concomitante con esto, la observación se restringe al grupo o personas que desarrollan
sus actividades cotidianas en cada uno de lo sitios.
Movilidad estacional y representaciones rupestres.
72
Figura 5. Detalle de los paneles de CC3, Ch2 y YP1 donde es posible observar la distribución de
los motivos y las asociaciones.
DISCUSIÓN
Las tareas de prospección efectuadas en el ambiente de fondo de valle permitieron
documentar una escasa presencia de sitios diseminados en ambas márgenes del colector
principal y de algunos arroyos tributarios, en tanto no registramos los poblados
prehispánicos, usuales en otras regiones. Estos datos constituyen una línea de análisis que
refuerza, por un lado, un paisaje que se integra sólo como entorno de tránsito a las
vivencias de los grupos y por otro, la explotación de la microrregión en un marco acotado
de tiempo y relacionada con las prácticas extractivas, específicamente la recolección de
frutos silvestres.
En este sentido, el registro estratigráfico está reforzando esta propuesta. Así, los cuatro
puntos en el paisaje en los que efectuamos intervenciones arqueológicas, nos permiten
realizar algunas consideraciones generales respecto a las tareas efectuadas en cada uno de
ellos y en la relación con el entorno. CC3, Ch2, CCP y YP1 constituyen sitios
monocomponentes cuya ocupación oscila desde ca. 1300 AP hasta el 360 AP, que en la
cronología local corresponde al período prehispánico tardío. La fecha obtenida de una
muestra de carbón de YP1 de 1360 ± 60 años AP (LP-1812) merece especial atención,
dado que es un dato temporal que constituye, junto con los del sitio Río Yuste 11 de 1540
± 50 años AP (LP 1658) y 1170 ±50 años AP (LP1449; Pastor 2007), uno de los fechados
más tempranos vinculados a los procesos regionales que dieron origen a la adopción de
prácticas agrícolas de pequeña escala ampliamente desarrolladas en momentos tardíos
(Pastor 2007). Sin embargo, aún no se puede especificar los canales a través de los cuales
llegó a Guasapampa, es decir que el Zea mays pudo ser cultivado en los fondos de valle
en los que la actividad era factible (i.e. valle de Salsacate) o ser obtenida por medio de
otros mecanismos sociales como las redes de intercambio.
Andrea Recalde
73
Figura 6. Tipos de soportes identificados en Guasapampa.
Movilidad estacional y representaciones rupestres.
74
La información estratigráfica recuperada permite proponer que tanto las ocupaciones
realizadas en los dos tafoni (CC3 y Ch2) como en el alero (CCP) y el sitio al aire libre
(YP1) son ocupaciones de carácter transitorio, fundamentalmente vinculadas con la época
estival y llevadas adelante por parte de un número reducido de individuos.
Las líneas de evidencia que respaldan esta propuesta se sostienen a partir del estudio de
los materiales arqueológicos recuperados en los cuatro sitios. En este sentido, el estudio
de los artefactos líticos muestra que se llevaron a cabo principalmente las actividades
intermedias y finales de manufactura de instrumentos e incluso la reparación de los
mismos. Así, tanto el tamaño como el origen de los desechos implica el ingreso a los
sitios de formas bases y en consecuencia la articulación necesaria con otras instancias
involucradas en el proceso de confección de los instrumentos o lo que Aschero denomina
“secuencia de producción” (Aschero et al. 1993-1994), secuencia que está asociada a las
ocupaciones de carácter transitorio. Otro elemento que respalda nuestra propuesta es que
la gran variedad de materias primas registradas en los sitios, no se correlaciona con la
baja representatividad de núcleos (Figuras 3 a y b).
Respecto al número de personas que ocupan y construyen cotidianamente estos lugares,
podemos aportar datos indirectos, dado que el tamaño de los recipientes cerámicos
constituye un indicador respecto a la cantidad de comida procesada y consumida en los
sitios y, en consecuencia, el predominio de recipientes medianos y pequeños indica el
número reducido de individuos que participan (Hally 1986).
Nuestra propuesta de una ocupación estacional de CC3, Ch2, CCP y YP1, está respaldada
en las evidencias proporcionadas por los análisis de muestras arqueofaunísticas y
arqueobotánicas. Respecto a las primeras, detectamos una alta frecuencia de cáscaras de
huevo de Rheidae sobre el total del NISP (Figura 2), información que respalda nuestro
argumento respecto a una ocupación de tipo estival, debido al margen acotado de
disponibilidad de este recurso. En esta misma línea, las muestras arqueobotánicas aportan
elementos sólidos para plantear una ocupación estival del sitio, ya que los frutos de
algarroba y chañar están disponibles sólo entre los meses de diciembre y febrero.
Finalmente, el análisis de los distintos paneles registrados tanto directamente asociados a
las ocupaciones como vinculados de manera indirecta, nos permite paralelamente realizar
algunas observaciones respecto a las personas y/o grupos que ocuparon los sitios. En este
sentido, una mirada de orden general permite observar que hay motivos –camélidos- y
asociaciones o temas –camélidos vinculados con otros zoomorfos- que se presentan
aparentemente de manera estandarizada, es decir que circulan como parte de un código
conocido y compartido por los grupos que construyeron cada uno de los lugares de
Guasapampa. Paralelamente, estas semejanzas presentes en el arte rupestre permiten
proponer una continuidad entendida en términos de la disposición de las representaciones
en el panel, en la conformación de las escenas, en el uso de los soportes, en la baja
frecuencia de superposiciones y fundamentalmente en la invisibilidad como estrategia
preponderante.
Andrea Recalde
75
Así, aunque reconocemos los recaudos que implica vincular de manera directa los
momentos de ocupación con las pinturas, si estamos en condiciones de afirmar que la
ausencia de evidencia vinculada con momentos anteriores al ca. 1300 AP en los sitios
excavados, constituye un argumento sólido para sostener la asignación al prehispánico
tardío. Además, reconocer las prácticas socio-económicas y su integración al entorno,
permite plantear una coherencia cronológica entre las similitudes manifiestas en la
ejecución de las representaciones y el contexto de producción (Martel y Aschero 2007).
Las representaciones rupestres en conjunto con las otras evidencias arqueológicas
mencionadas constituyen indicadores de la reocupación de los sitios y permiten plantear
la articulación de CC3, Ch2, CCP y YP1 a un patrón de retorno previsto por parte de los
grupos que ocuparon la región.
Toda la información recuperada en el valle de Guasapampa nos remite a un paisaje
chaqueño que da cuenta de una ocupación estacional. Estos datos fueron los disparadores
de una serie de interrogantes respecto a cómo se incluía esta microregión en el marco
regional y específicamente cómo se articulaba una zona que daba cuenta de una
ocupación vinculada con la explotación de recursos vegetales silvestres.
Para comprender el papel de Guasapampa a nivel macroregional es necesario considerar
todo el proceso de ocupación de Sierras centrales. En este sentido, trabajos desarrollados
en pampas de altura -Pampa de Achala- y en fondos de valle –valle de Punilla- aportaron
datos que permitieron proponer una colonización y ocupación temprana de la región,
particularmente en la Pampa de Achala, que se remonta a la transición
Pleistoceno/Holoceno con fechados radiocarbónicos de 11.010 ± 80 años AP (LP-1506) y
9790 ± 60 años AP (LP-1420) (Rivero 2007). De la misma manera, a partir de estos
estudios se pudo distinguir dos bloques temporales, 10.000-6000 años AP y 6000-2000
años AP, con rasgos particulares y distintivos (Rivero 2007).
Para nuestro análisis es importante considerar el proceso ocurrido a partir del 6000 AP,
dado que se observan en el registro una serie de modificaciones que permiten proponer un
cambio en las condiciones y estrategias de vida de los grupos cazadores recolectores. Así,
la reducción de la movilidad y el crecimiento sostenido de la población habrían generado
un cambio en las estrategias económicas centrado, fundamentalmente, en la
intensificación de las prácticas extractivas (Rivero 2007). En consecuencia, en este
marco, la recolección de frutos silvestres constituyó una estrategia importante y sobre
todo sostenida como actividad económica y social desde el 6000 AP y que,
paulatinamente, cobra mayor importancia a lo largo del período. Esta situación general
provoca que, en el lapso que se extiende entre el 2000 AP y el 1000 AP, algunas prácticas
económicas y sociales se incrementen y generen la ocupación de paisajes poco integrados
a los “viejos” circuitos de movilidad estacional.
Argumentamos que uno de los paisajes incluido a los circuitos tradicionales es la porción
Sur del valle de Guasapampa, entorno chaqueño que se integra desde ca. 1300 AP. En
este sentido, la escasa presencia de rasgos correspondientes al Holoceno Temprano, que
Movilidad estacional y representaciones rupestres.
76
cuenta con sólo un contexto vinculado tecnológicamente a Ayampitín (Romero et. al
1973), como al Holoceno Medio, respaldan esta propuesta.
CONSIDERACIONES FINALES
La microregión del valle de Guasapampa constituye la primera evidencia material de las
estrategias de movilidad estacional, con ocupaciones estivales vinculadas con la
explotación de recursos vegetales silvestres. Estos sitios estarían articuladas con poblados
prehispánicos, que dadas las semejanzas ergológicas, podrían provenir del valle de
Salsacate.
Además, permite dar cuenta del contexto de producción y uso de los paneles con
representaciones rupestres, los cuales se integran de manera activa al contexto doméstico
en el cual desarrollan las actividades cotidianas. Por lo tanto, estas representaciones se
integran al ámbito de lo “privado”, que es conocido y significado sólo por aquellos que
ejecutan y observan las pinturas. Sin embargo, en este ámbito se manifiestan dos
realidades diferentes, pero complementarias. Por un lado, la continuidad observada en los
rasgos constitutivos de los paneles están dando cuenta que aquellos que regresan a
Guasapampa, no sólo conservan y respetan estos rasgos, sino que además comparten
motivos, diseños y asociaciones como parte de una estandarización, es decir como
elementos comunes que circulan en el paisaje y entre grupos. De manera paralela, la
especificidad observada en cada sitio puede responder a la acción independiente de cada
uno de los grupos que interactúan con los paneles y que significa las representaciones de
manera articular.
La evidencia recuperada en Guasapampa nos permite plantear que esta microregión se
integra a los circuitos de movilidad estacional a partir del ca. 1300 AP y cuya ocupación
se prolongó, acotada a la época estival, hasta momentos previos a la conquista.
Planteamos que este paisaje fue significado y vivenciado en base a los mismos
parámetros sociales, transmitidos de generación en generación, dado que no se observa un
cambio o modificación en la organización del entorno, dejando “marcas” y rasgos que
permiten comprenderlo como un paisaje histórico, como un elemento que se integra a la
memoria social. En consecuencia, podemos proponer que la ejecución del arte rupestre
jugo un papel fundamental en la edificación de una doble estrategia en torno a las
relaciones sociales, por un lado de no exclusión entre los grupos que circulan, significan,
explotan y reocupan ese paisaje; y a la vez de integración, dado que interviene
activamente en reforzar la identidad de los que utilizan cada uno de los sitios.
Específicamente entendemos que la movilidad estacional vinculada con la explotación de
ambientes chaqueños no sería implementada sólo en períodos de malas cosechas, es decir
como un salvoconducto para enfrentar la escasez de alimentos, sino que se integra como
una estrategia fundamental para la reproducción social de los grupos.
Agradecimientos Esta investigación se realizó en el marco del proyecto “Proceso
histórico y uso del espacio en los sectores de sierra y piedemonte-llanura de la provincia
Andrea Recalde
77
de Córdoba” dirigido por el Dr. Eduardo E. Berberián, que contó con el respaldo de un
subsidio (PIP 6519) otorgado por CONICET.
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