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2b EL GRUPO DEL98 LIBROS DE CONSULTA 1. SALINAS, Pedro: Literatura española. Sigloxx. Madrid, Alianza Ed. («Libro de bolsillo», núm. 239). [Los dos primeros ensayos recogidos en este libro son ya clásicos en el deslinde entre Modernismo y 98:- aludimos a ellos en esta lección.] 2. BLANCO AGUINAGA, Carlos: Juventud del 98. Madrid, Siglo xxi de España Eds. [Uno de los estudios que ha renovado la interpretación del «98», atendiendo a su gestación.] 3. SHAW, Donald L.: La generación del 98. Madrid, Eds. Cátedra, 1977. [Reciente síntesis de un hispanista inglés. Especialmente útil para el estudio de los autores.] 4. Visión de España en la generación del 98. Antología de textos. Introd. y selección de José Luis Abellán. Madrid. Ed. Magisterio Español, 1968. (Col. «Novelas y Cuentos», núm. 17). [Abundante recopilación de textos sobre El paisaje. El hombre y la historia, Las ideas del 98 y ¿.os mitos españoles.] Véanse además los libros citados al frente del CAPITULO 1, así como los dos títulos citados en primer lugar al frente del CAPÍTULO 2a. EL DE DFX 98» En el CAPÍTULO 1 (Apéndice) hablamos del «método de las generaciones»; ahora nos encon- tramos con su primera aplicación notoria: la lla- mada «generación del 98». Recordemos el origen y las vicisitudes de ese marchamo. • Fue Azorín —con algún precedente— quien propuso tal denominación en unos artículos de 1913. Según él, integraban la «generación del 98» autores como Unamuno, Baroja, Maeztu, Valle- Inclán, Benavente, Rubén Darío..., (no cita a Ma- chado) . Esta nómina sorprenderá a quienes estén acostumbrados al repetido deslinde entre moder- nistas y noventayochistas. Sin embargo, ha de ad- vertirse que, según Azorín, los rasgos que permi- ten agrupar a tales autores son, no sólo «un espí- ritu de protesta», sino también «un profundo amor al arte»; y entre las influencias, señala las de par- nasianos y simbolistas. Queda claro, pues, que tal «generación» no es, para Azorín, algo deslindado del Modernismo ni opuesto a él. Y, en efecto, el mismo autor aporta un testimonio decisivo de cómo, hasta entonces, no hubo más apelativo para aquellos escritores que el de modernistas. (Cf. DO- CUMENTOS, n.° I.) Algunos de los presuntos miembros de la «ge- neración» rechazaron la idea. Unamuno se mostró reticente. Baroja afirmó: «Yo no creo que haya habido ni que haya una generación del 1898. Si la hay, yo no pertenezco a ella.» Sin embargo, la etiqueta de «generación del 98» hizo pronto for- tuna. Ortega la adoptó. Y ya en 1934 un hispanista alemán, Hans Jeschke, escribe el primer libro de conjunto sobre Die Generation von 1898. LOS AL «98» Pedro Salinas, en un ensayo de 1935, aplica al 98 el concepto de «generación literaria» estableci- do por Petersen (Cf. CAP. 1, Apéndice). Veamos en qué medida se cumplen los «requisitos ge- neracionales». 1. Nacimiento en años poco distantes. En efec- to, once años separan al más viejo y al más joven de los autores citados (Unamuno, 1864; Antonio Machado, 1875). Pero en la misma «zona de fe- chas» nacen Rubén, Manuel Machado, Benaven- te, etc. 36

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2b EL GRUPO DEL 98

LIBROS DE CONSULTA

1. SALINAS, Pedro: Literatura española. Sigloxx. Madrid, Alianza Ed. («Libro de bolsillo», núm. 239). [Los dosprimeros ensayos recogidos en este libro son ya clásicos en el deslinde entre Modernismo y 98:- aludimos aellos en esta lección.]

2. BLANCO AGUINAGA, Carlos: Juventud del 98. Madrid, Siglo xxi de España Eds. [Uno de los estudios que harenovado la interpretación del «98», atendiendo a su gestación.]

3. SHAW, Donald L.: La generación del 98. Madrid, Eds. Cátedra, 1977. [Reciente síntesis de un hispanista inglés.Especialmente útil para el estudio de los autores.]

4. Visión de España en la generación del 98. Antología de textos. Introd. y selección de José Luis Abellán.Madrid. Ed. Magisterio Español, 1968. (Col. «Novelas y Cuentos», núm. 17). [Abundante recopilación de textossobre El paisaje. El hombre y la historia, Las ideas del 98 y ¿.os mitos españoles.]

Véanse además los libros citados al frente del CAPITULO 1, así como los dos títulos citados en primer lugar alfrente del CAPÍTULO 2a.

ELDE DFX 98»

En el CAPÍTULO 1 (Apéndice) hablamos del«método de las generaciones»; ahora nos encon-tramos con su primera aplicación notoria: la lla-mada «generación del 98». Recordemos el origeny las vicisitudes de ese marchamo.

• Fue Azorín —con algún precedente— quienpropuso tal denominación en unos artículos de1913. Según él, integraban la «generación del 98»autores como Unamuno, Baroja, Maeztu, Valle-Inclán, Benavente, Rubén Darío..., (no cita a Ma-chado) . Esta nómina sorprenderá a quienes esténacostumbrados al repetido deslinde entre moder-nistas y noventayochistas. Sin embargo, ha de ad-vertirse que, según Azorín, los rasgos que permi-ten agrupar a tales autores son, no sólo «un espí-ritu de protesta», sino también «un profundo amoral arte»; y entre las influencias, señala las de par-nasianos y simbolistas. Queda claro, pues, que tal«generación» no es, para Azorín, algo deslindadodel Modernismo ni opuesto a él. Y, en efecto, elmismo autor aporta un testimonio decisivo decómo, hasta entonces, no hubo más apelativo paraaquellos escritores que el de modernistas. (Cf. DO-CUMENTOS, n.° I.)

Algunos de los presuntos miembros de la «ge-neración» rechazaron la idea. Unamuno se mostróreticente. Baroja afirmó: «Yo no creo que hayahabido ni que haya una generación del 1898. Si lahay, yo no pertenezco a ella.» Sin embargo, laetiqueta de «generación del 98» hizo pronto for-tuna. Ortega la adoptó. Y ya en 1934 un hispanistaalemán, Hans Jeschke, escribe el primer libro deconjunto sobre Die Generation von 1898.

LOS

AL «98»

Pedro Salinas, en un ensayo de 1935, aplica al98 el concepto de «generación literaria» estableci-do por Petersen (Cf. CAP. 1, Apéndice). Veamosen qué medida se cumplen los «requisitos ge-neracionales».

1. Nacimiento en años poco distantes. En efec-to, once años separan al más viejo y al más jovende los autores citados (Unamuno, 1864; AntonioMachado, 1875). Pero en la misma «zona de fe-chas» nacen Rubén, Manuel Machado, Benaven-te, etc.

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[A LITERATURA ESPAÑOLA A PRINCIPIOS DE SIGLO

¡dos; a

2. Formación intelectual semejante. A primeravista, no hay tal semejanza. Salinas señala «sucoincidencia en el autodidactismo». Pero ¿es ellouna «semejanza»? ¿Y no fueron también autodi-dactos muchos modernistas?

3. Relaciones personales. Luego veremos la in-timidad que unió a Baroja, Azorín y Maeztu, ysus contactos con Unamuno y Valle. Coincidieronen las mismas tertulias, en las mismas revistas...Pero también coincidieron en ellas con «moder-nistas» notorios.

4. Participación en actos colectivos propios. Secitan como significativos, entre otros, los siguien-tes: en 1901, un viaje a Toledo o un homenaje aLarra; en 1902, el homenaje a Baroja por la pu-blicación de Camino de perfección; en 1905, laprotesta por la concesión del Premio Nobel aEchegaray, símbolo de «una España pasada».Pero también firmaron esa protesta escritorescomo Rubén, Manuel Machado, Villaespesa...

5. El acontecimiento generacional que auna susvoluntades fue, evidentemente, el «desastre del98», fecha que les dio nombre. Pero también al-gunos «modernistas», en España y América —conRubén a la cabeza— habían denunciado la grave-dad del acontecimiento.

Recordemos que, en 1895, se había reanudado laguerra colonial: Cuba, Puerto Rico y Filipinas lu-chan por su independencia. Con la intervención a su

favor de los Estados Unidos, la escuadra españolaes destrozada en Santiago de Cuba y en Cavile.España tiene que firmar el Tratado de París (XII-98)por el que debía abandonar los últimos restos de suviejo imperio. Tales son los hechos, que constituyenun fuerte aldabonazo en muchos espíritus. Inclusoquienes se habían pronunciado en contra de la polí-tica colonial, cobran conciencia de la debilidad delpaís y buscarán sus causas en los problemas internosque España arrastraba hacía tiempo.

6. Presencia de un guía. Es otro requisito difícilde comprobar; así lo reconoce Salinas, pero piensaque tal papel lo desempeñó a distancia Nietzsche.Hoy sabemos que tal vez fue mayor el influjo deSchopenhauer y otros. Tampoco puede asignarseel papel de guía a Unamuno: todos lo respetaron,pero su postura singular le impidió hacer de aglu-tinante; incluso guardó ciertas distancias.

7. Lenguaje generacional. Son evidentes las no-vedades estilísticas que los distancian de la gene-ración anterior. Esa novedad era lo que vitupera-ban quienes les lanzaban, precisamente, el motede... «modernistas». Salinas precisa: «el moder-nismo no es otra cosa que el lenguaje generacionaldel 98». Es obvio que tal afirmación no lleva adeslindar las dos supuestas tendencias. Por lo de-más, los estilos son tan personales que lo único encomún sería su ruptura con el lenguaje precedente(pero lo mismo hicieron los modernistas). Sobreello volveremos al final de este capítulo.

Dibujo, de 1898, que recoge un episodio de la guerra de Cuba.

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8. Anquilosamiento de la generación anterior.Parece evidente. Campoamor y Clarín mueren en1901; nada decisivo aportan ya Pereda, Valera,Galdós... Y contra casi todos ellos mostraron sudespego los jóvenes.

• En suma, los ocho «requisitos» están muylejos de cumplirse en bloque con los llamados«noventayochistas». ¿Debemos seguir considerán-dolos un grupo opuesto al de los modernistas?Salinas, que así lo pensaba, matizaría más tardesu postura (Cf. DOCUMENTOS, III). En cambio,la contraposición —ampliamente desarrollada porDíaz Plaja en su libro Modernismo frente a 98(1951)— fue la postura que prevalecería durantemuchos años.

DE LA

La crítica más reciente se divide en dos sectores:a) quienes rechazan la existencia de una «genera-ción del 98» opuesta al Modernismo; b) quienesla admiten, aunque con matizaciones a veces pro-fundas. Veámoslo.

• Entre los primeros destaca Ricardo Gullón,para quien la «invención del 98» es «un sucesoperturbador» que rompe la unidad de la literaturade principios de siglo. Para él, hay un solo y am-plio movimiento, producto del cambio de sensibi-lidad, caracterizado tanto por su rebeldía comopor sus propósitos de renovación artística. Y elnombre que cuadra a tal movimiento es el deModernismo. Semejante es la opinión de J. C.Mainer: hablar de «generación del 98» —dice—es «una falsificación»: no hay razón para desgajaralgunos nombres del conjunto del Modernismo,pues hay una común actitud de ruptura.

• Enfrente se hallan quienes ven en ciertos es-critores —los «noventayochistas»— suficientesrasgos peculiares que impiden incluirlos, sin más,en el Modernismo. Así, subrayarán el lugar queocupa en ellos el tema de España, sus preocupa-ciones filosóficas y, en lo estético, su sentido dela sobriedad.

Algunos críticos aceptan la denominación de«generación del 98», pero renuevan profundamen-te su interpretación (así, los estudios de Pérez dela Dehesa, Blanco Aguinaga, etc. sobre la «juven-tud del 98», como veremos). Y destaca la equili-brada posición de Tuñón de Lara, quien rechazael «mito de la generación del 98», pero afirma su«realidad» como «grupo más o menos coherente»

dentro de la primera generación del siglo (Cf.DOCUMENTOS, IV). En ese sentido, ya Granjelhabía distinguido entre la «generación» de todoslos nacidos en torno a 1870 y los «noventayochis-tas», cuya nómina redujo a cuatro (Baroja, Azo-rín, Maeztu y Unamuno).

• De acuerdo con lo expuesto (y recordando lodicho en el capítulo anterior sobre el concepto de«generación literaria»), propondremos los siguien-tes corolarios:

— Noventayochistas y modernistas constituyen unamisma generación histórica y entre ellos hay nu-merosos puntos comunes, fruto del momento crí-tico en que viven.

— Sin embargo, es lícito hablar de un grupo del 98dentro de aquella generación; grupo homogéneosobre todo en su juventud.

— En cualquier caso, es inexcusable atender a laevolución de los autores, desde sus citadas coin-cidencias juveniles hasta su progresiva diver-gencia.

Estas ideas nos guiarán en los epígrafes siguien-tes y nos permitirán establecer la nómina másplausible del grupo (a la vez que se pondrán en sulugar figuras como las de Antonio Machado oValle-Inclán).

LA 98

«Un espíritu de protesta, de rebeldía, animabaa la juventud del 1898.» Así evocaba Azorín en1913 los comienzos de su «generación». Hoy sa-bemos que tales comienzos se hallan marcados porconcretas doctrinas revolucionarias. Veámoslo:

— Unamuno pertenece durante varios años (1894-1897) al PSOE, entonces marxista, y escribe enrevistas «subversivas».

— Maeztu comparte «los anhelos socialistas» y ex-pone sus ideas revolucionarias en Hacia otra Es-paña (1899).

— José Martínez Ruiz, antes de firmar «Azorín», sedeclaraba anarquista, ideario que propagó en ex-plosivos folletos.

— Baroja sentía también simpatías por el anarquis-mo, aunque no adoptara una postura tan activacomo los anteriores (en El árbol de la ciencia sereflejarán sus ideas juveniles).

• Estos cuatro autores coinciden, pues, en pro-fesar ideas muy avanzadas que son, una vez más,indicio de la «crisis de la conciencia pequeño-bur- 1guesa» (Mainer). Procedentes de las clases me-

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EL

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LA LITERATURA ESPAÑOL A PRINCIPIOS DE SIGLO

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HumodeRicardo Baroja.Su visión de la

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dias, fueron «la primera generación de intelectualles [...] que, de la vanguardia de la burguesía,intentó pasarse al enemigo». Tal sería, pues, elsentido de aquella «rebeldía» de que habló Azo-rín.

• Hasta aquí, nada hemos dicho de Valle-In-clán y Machado. Por entonces —antes de 1900—,Valle, que sólo ha publicado algunos cuentos mo-dernistas, profesa ideas netamente tradicionalis-tas. En cuanto a Machado, sólo se dará a conoceren 1903 con un libro de poesía intimista (Soleda-des); sus ideas liberales progresistas no pasan to-davía a su obra. Y la evolución posterior de ambosserá muy distinta de la de los otros, como veremoscon detalle en su momento.

EL DE LOS

Constituye este grupo un episodio de interésdentro de la evolución de los noventayochistas. Locomponen Baroja, Azorín y Maeztu, grandes ami-gos que firman artículos con el seudónimo de LosTres. «No podía el grupo —dirá Azorín— perma-necer inerte ante la dolorosa realidad española.Había que intervenir.»

• En 1901 publican un Manifiesto, con el deseo

de cooperar «a la generación de un nuevo estadosocial en España». Diagnostican la «descomposi-ción» del ambiente espiritual, el hundimiento delas certezas filosóficas, «la bancarrota de los dog-mas»... «Un viento de intranquilidad —dicen—reina en el mundo.» Frente a ello, ven en losjóvenes «un ideal vago», pero disperso; «la cues-tión es encontrar algo que canalice esa fuerza».Para ello, según los Tres, de nada sirven «ni eldogma religioso, que unos sienten y otros no, niel doctrinarismo republicano o socialista, ni si-quiera el ideal democrático...» (nótese bien). Sólola ciencia social —afirman— puede dar un cauceal «deseo altruista, común, de mejorar la vida delos miserables». Por eso proponen:

«Aplicar los conocimientos de la ciencia en gene-ral a todas las llagas sociales [...] Poner al descubier-to las miserias de la gente del campo, las dificultadesy tristezas de millares de hambrientos [...J; señalarla necesidad de la enseñanza obligatoria [...] Y'des-pués de esto, llevar a la vida las soluciones halladas,no por nosotros, sino por la ciencia experimental,[...] propagarlas con entusiasmo, defenderlas con lapalabra y con la pluma hasta producir un movimien-to de opinión que pueda influir en los gobiernos...»

Como se verá, los Tres se han alejado ya de suscompromisos políticos iniciales y sólo confían enuna vaga «ciencia social». Su posición es ahora lade un reformismo de tipo «regeneracionista»,

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^ • La campaña de los Tres fue un fracaso queles condujo a un hondo desengaño. «Aprendí—confesaría Azorín— que, cuando no se tienenlos medios para hacer la revolución, todo lo quese haga es como orinarse en las paredes del Bancode España.»

En ese desengaño de la acción concreta les ha-bía precedido Unamuno (en 1897 había dejado elPSOE). Como a un maestro, los Tres le habíanenviado el Manifiesto, buscando su apoyo. Una-muno respondió que habían dejado de interesarlelos problemas económicos y sociales. Lo que leinteresa ahora es «modificar la mentalidad denuestro pueblo»: «Lo que el pueblo español nece-sita es cobrar confianza en sí [...], tener un senti-miento y un ideal propios acerca de la vida y desu valor.»

• En suma, se inicia un giro hacia posturasnetamente idealistas. Según Laín, hacia 1905 losnoventayochistas «han abandonado el camino dela acción y sienten en el alma al fracaso de susproyectos juveniles». Seguirán sintiendo —esosí— la preocupación por España, pero «desde laactitud contemplativa del soñador». O desde un es-cepticismo desconsolado.

LA DEL «98».Y

Saltemos a 1910. En tal fecha señala Azorín quecada autor se ha creado una fuerte personalidad;y añade: «Sus orientaciones, sus ideas políticas,sus sentimientos estéticos son ahora en ellos muydiversos de lo que eran entonces.» Lo que conser-van es «la lucha por algo que no es lo material ybajo»; es decir, un anhelo idealista.

• Pasado el radicalismo juvenil, se configura loque tradicionalmente se ha considerado «mentali-dad del 98» y que corresponde a la madurez de losautores. Junto a sus diferencias, pueden señalarsenotas comunes. Ante todo, el señalado idealismo,al que acompañan los siguientes rasgos:

1. Se intensifica el entronque con las corrientesirracionalistas europeas (Nietzsche, Schopen-hauer, Kierkegaard...). En relación con ello, pue-de hablarse de neorromanticismo (coincidente conel de los modernistas). Así, Azorín destacaba elidealismo romántico de sus compañeros; y comorománticos se definieron B aro ja o Unamuno.

2. Adquieren especial relieve las preocupacionesexistenciales. Los interrogantes sobre el sentido de

Mujer ante la tumba de Darío Regoyos. Pintura escalo-friante que revela la angustia ante la soledad del hombrey ante la muerte.

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LA LITERATURA ESPAÑOL A PRINCIPIOS DE SIGLO

;r* escalo-•/ hombre

la vida, el destino del hombre, etc. son capitalesen todos ellos (muy especialmente en Unamuno).Ello ha hecho que se les haya considerado precur-sores del existencialismo.

— De los conflictos religiosos y existencialesse hablará en el CAPÍTULO 3. Pero si se con-sidera conveniente, puede consultarsedesde ahora lo que se dice en las págs. 50y 51.

3. El tema de España se enfocará con tintessubjetivos. Quiere esto decir que se proyectan so-bre la realidad española los anhelos y las angustiasíntimas. El subjetivismo es, en efecto, lo que ca-racteriza tanto la exaltación redentora de Unamu-no, como la visión impresionista de Azorín o elescepticismo del Baroja maduro. Por lo demás,todos pasaron a plantear el tema de España, yano en el terreno económico y social, sino en elplano de los valores, ideas y creencias. O, comodice Shaw, buscaron «una respuesta abstracta yfilosófica a los problemas concretos y prácticosplanteados por el estado de España».

— El tema de España será estudiado en elCAPÍTULO 4. Si se desea, véase ya lo que seexpone en las págs. 94 a 101.

• En relación con lo dicho en los tres puntosanteriores, véase la evolución ideológica de los au-tores mencionados. Unamuno fue toda su vida«un hombre de contradicción y de pelea», perocada vez más encerrado en su «yo» (Cf. CAP. 3b).Baroja se recluye en un radical escepticismo (Cf.4b). Azorín derivó hacia posturas conservadoras,tradicionalistas. Más profundo fue aún el giro deMaeztu, que se convertiría en adalid de la derechanacionalista.

Desde lo expuesto aquí, se apreciará el signo in-verso de las trayectorias de Antonio Machado y deValle-Inclán. En el Machado de Campos de Castilla(1912) pueden verse afinidades con el 98. Pero laafinidad en los temas es superficial: la evoluciónideológica de Machado le lleva cada vez más a laizquierda, con lo que se distancia de los típicos no-ventayochistas (lo veremos en el CAPÍTULO 4b). Se-mejante es el caso de Valle-Inclán, quien —hacia1917— pasa de su tradicionalismo inicial hacia posi-ciones progresistas cada vez más radicales; su en-frentamiento duro y ácido con la realidad españolase situará en un plano muy distinto al que ocuparánpor entonces los del 98 (se comprobará al estudiarLuces de Bohemia, CAP. 5 b).

«98»

Lo dicho hasta ahora nos lleva a delimitar loque puede considerarse «grupo del 98». Lo com-

pondrían, en principio, Baroja, Azorín y Maeztu(los Tres), unidos entre sí por las juveniles afini-dades que hemos visto. Y, por no pocos aspectos,cabe agregar a Unamuno. Muy discutible, en cam-bio, es incluir en la nómina a Machado y Valle,sin negar las afinidades temáticas entre éstos yaquéllos.

• ¿Otros autores? Suele mencionarse, como pre-cursor, a Ángel Ganivet (sobre este autor y los «re-generacionistas» volveremos en el CAP. 4). Tambiénse ha citado al novelista Blasco Ibáñez (1867-1928),por razones de edad y por afinidades ideológicas conlos «jóvenes del 98»; pero su estética lo sitúa dentrodel Naturalismo. En otro lugar (CAP. 5) se hablaráde Benavente y se razonará su exclusión del grupo.

En cambio, adscrito al 98—aunque fuera del cam-po de la creación pura— está Ramón Menéndez Pidal(1869-1968), gigantesca figura de la erudición con-temporánea. Él apoyó, desde la ciencia histórica yfilológica muchas de las posturas de los noventayo-chistas: así, sobre todo, la visión castellanista. Enesa línea se inscriben monumentales estudios sobreliteratura medieval (Poema del Cid y otras gestas,las, ¡archas, ¿(Romancero...). El castellano, tan ama-do y enriquecido por los autores de su generación,encontró en Menéndez Pidal el máximo investigadorde su historia (Orígenes del español, Gramática his-tórica española, etc.).

DEL «98». EL

Los noventayochistas contribuyeron poderosa-mente a la renovación literaria de principios desiglo. Como los modernistas, repudiaron la retó-rica o el prosaísmo de la generación anterior (consignificativas excepciones: Azorín vio afinidadesen Galdós y valoró con criterios modernos a Béc-quer y a Rosalía).

Retrocediendo en el tiempo, Larra fue conside-rado un precursor. Reveladora es también la es-pecial reverencia que sintieron por algunos de losclásicos, como Fray Luis, Quevedo y, sobre todo,Cervantes (renovaron la interpretación del Quijo-te); o su fervor por nuestra literatura medieval, enparticular, el Poema del Cid, Berceo, el Arcipres-te de Hita, Manrique...

• Tales preferencias explican sus novedades es-tilísticas. Subrayemos algunas orientaciones pecu-liares. Azorín, por ejemplo, afirmaba que «unaobra será tanto mejor cuando con menos y máselegantes palabras haga brotar más ideas.» Y Una-muno exhorta así: «Tengamos primero que deciralgo jugoso, fuerte, hondo [...], y luego, del fon-

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El sobrio paisajecastellano

influyedecididamenteen el sentir de

los hombresdel 98.

• ¡ ,

do, brotará la forma.» Voluntad, pues, de ir a lasideas, al fondo; ésta sería la primera nota comúndel «lenguaje generacional».

Con ello enlaza el «sentido de la sobriedad» queya señaló en ellos Joan Maragall. Hay, en efecto,una voluntad antirretórica (o mejor, una reaccióncontra la retórica decimonónica). Y ello va acom-pañado de un exigente cuidado del estilo (por lacitada repulsa del prosaísmo). Antirretórico y cui-dado será, pues, el estilo predominante del 98. Yello puede aplicarse a estilos tan fuertemente in-dividualizados como la vehemencia de Unamunoo la limpia concisión de Azorín. El aparente de-saliño de Baroja requerirá especial consideración(Cf. 3c), pero es indudable su novedad antirretó-rica. Como dice Lapesa, «por caminos muy diver-sos se crea un arte nuevo de la prosa».

• Rasgo común —e importante— es el gustopor las palabras tradicionales y terruñeras. Azorínhabló del «deber de ensanchar el idioma». Y todosellos ampliaron el caudal léxico, bebiendo del ha-bla de los pueblos o de las fuentes clásicas.

Véase un delicioso párrafo de Azorín: «¿Sabe us-ted lo que es un perro luchamiego? ¿No ha oídousted muchas veces en los crepúsculos vespertinoschiar a las golondrinas? [...] ¿Ha oído usted en lamadrugada cantar a la coalla? Si está usted en una

casa de campo y entra en el amasadera, cuando lacasera está ante la artesa, con las manos en la masa,¿sabrá usted lo que está haciendo? ¿Se acordaráusted del verbo heñir?» (Las palabras inusitadas.)

• En otro plano, destaquemos que el citado sub-jetivismo se convierte asimismo en un rasgo esen-cial de la estética del 98. De ahí el lirismo queimpregna tantas páginas, desvelando el sentir per-sonal de los autores. Y de ahí, sobre todo, quesea a menudo difícil separar lo visto de la manerade mirar: paisaje y alma, realidad y sensibilidadllegan a fundirse íntimamente.

• Señalemos, en fin, las innovaciones en losgéneros literarios. Ante todo, en el 98 se configurael ensayo moderno, con su flexibilidad para reco-ger por igual el pensamiento, las reflexiones cul-turales, la visión lírica del paisaje, la intimidad,etcétera. Profundas novedades observaremos tam-bién en la novela (lo veremos en el CAP. 3b).Menor éxito tuvieron los intentos renovadores enel teatro (aparte siempre Valle-Inclán).

• En suma, la renovación estética de los no-ventayochistas es tal, y tales sus logros literarios,que no en vano la crítica ha abierto con ellos —ycon los modernistas— la Edad de Plata de nuestraliteratura.

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LA LITERATURA ESPAÑOLA A PRINCIPIOS DE SIGLO

DOCUMENTOS

LA «GENERACIÓNDEL 98», SEGÚNAZORÍN

• He aquí un fragmento de la impor-tante serie de artículos (ABC, 1913) enque Azorín creó tal denominación.

Un espíritu de protesta, de rebeldía,animaba a la juventud de 1898. Rami-ro de Maeztu escribía impetuosos y ar-dientes artículos en los que se derruíanlos valores tradicionales y se anhelabauna España nueva, poderosa. Pío Ba-roja, con su análisis frío, reflejaba elpaisaje castellano e introducía en lanovela un hondo espíritu de disocia-ción; el viejo estilo rotundo, ampulo-so, sonoro, se rompía en sus manos yse transformaba en una notación alge-braica, seca, escrupulosa. Valle-In-clán, con su altivez de gran señor, consus desmesuradas melenas, con su re-finamiento de estilo, atraía profunda-mente a los escritores novicios y lesdeslumbraba con la visión de un pai-saje y de unas figuras sugeridas por elRenacimiento italiano; los vastos y ga-llardos palacios, las escalinatas de már-mol, las viejas estatuas que blanquean,mutiladas, entre los mirtos seculares;las damas desdeñosas y refinadas quepasean por los jardines en que hay es-tanques con aguas verdosas y dor-midas.

Giardini chiusi, appena intraveduttio contemplati a lungo pe'cancelli...

El movimiento de protesta comen-zaba a inquietar a la generación ante-rior. No seríamos exactos si no dijéra-mos que el renacimiento literario deque hablamos no se inicia precisamen-te en 1898. Si la protesta se define enese año, ya antes había comenzado amanifestarse más o menos vagamente.Señales de ello vemos, por ejemplo, en1897; en febrero de ese año uno de losmás prestigiosos escritores de la gene-ración anterior —don José María dePereda— lee su discurso de recepciónen la Academia Española. La obsesiónpersistente de la literatura nueva sepercibe a lo largo de todas esas páginasarbitrarias. Pereda habla en su trabajode ciertos modernistas partidarios delcosmopolitismo literario; contra los ta-les arremete furiosamente. Pero pági-nas más adelante, el autor, no conten-to con embestir contra estos heresiar-cas, nos habla de otros personajes«más modernistas aún», «los tétricosde la negación y de la duda, que sonlos melenudos de ahora» —¡oh mele-nas pretéritas de Valle-Inclán!—, loscuales melenudos proclaman, al hablarde la novela, «que el interés estriba enel escalpelo sutil, en el análisis minu-cioso de las profundidades del espírituhumano» [...]

La generación de 1898 ama los vie-jos pueblos y el paisaje; intenta resu-citar los poetas primitivos (Berceo,Juan Ruiz, Santillana); da aire al fer-vor por el Greco ya iniciado en Cata-luña, y publica, dedicado al pintor cre-tense, el número único de un periódi-co: Mercurio; rehabilita a Góngora—uno de cuyos versos sirve de epígra-fe a Verlaine, que creía conocer alpoeta cordobés—; se declara románti-ca en el banquete ofrecido a Pío Baro-ja con motivo de su novela Camino deperfección; siente entusiasmo porLarra y en su honor realiza una pere-grinación al cementerio en que estabaenterrado y lee un discurso ante sutumba y en ella deposita ramos de vio-letas; se esfuerza, en fin, en acercarsea la realidad y en desarticular el idio-ma, en agudizarlo, en aportar a élviejas palabras, plásticas palabras, conobjeto de aprisionar menuda y fuerte-mente esa realidad [...] Ha tenido todoeso; y la curiosidad mental por lo ex-tranjero y el espectáculo del desastre—fracaso de toda la política españo-la— han avivado su sensibilidad y hanpuesto en ella una variante que antesno había en España.

AZORÍN. La generación del 98. Ed. deÁngel Cruz Rueda. Salamanca, Eds.Anaya, 1961 (Bibl. Anaya, n.° 12)[págs. 26-27].

LA «GENERACIÓNDE 1870», SEGÚNBAROJA

• Como es sabido, Baraja se opusoen varias ocasiones a la idea de «gene-ración del 98». Así, por ejemplo, en1914 escribía: «Yo siempre he afirmadoque no creía que existiera una genera-ción del 98. El invento fue de Azorín y,aunque no me parece de mucha exacti-tud, no cabe duda que tuvo gran éxito.»Sin embargo, en un ensayo de 1926,

titulado Tres generaciones, habla de «lageneración de 1870», tomando como re-ferencia la fecha en tomo a la cual na-cieron los hombres del 98. He aquí al-gunos párrafos.

La generación nacida hacia 1870,tres o cuatro años antes o tres o cuatroaños después, fue una generación lán-guida y triste; vino a España en la épo-ca en que los hombres de la Restaura-ción mandaban; asistió a su fracaso enla vida y en las guerras coloniales; ella

misma se encontró contaminada con lavergüenza de sus padres.

Fue una generadón excesivamenteliteraria. Creyó encontrarlo todo enlos libros. No supo vivir. La época lepuso en esta alternativa dura: o la cu-quería, la vida estúpida y beoda, o elintelectualismo.

La gente idealista se lanzó al inte-lectualismo y se atracó de teorías, deutopías, que fueron alejándola de larealidad inmediata.

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A pesar de esto, fue una generaciónmás consciente que la anterior y másdigna; pretendió conocer lo que eraEspaña, lo que era Europa, y preten-dió sanear el país. Si al intento hubierapodido unir un comienzo de realiza-ción, hubiera sido de esas generacio-nes salvadoras de una patria. La cosaera difícil, imposible [,..]

Los caracteres morales de esta épo-ca fueron: el individualismo, la preo-

cupación ética y la preocupación de lajusticia social, el desprecio por la po-lítica, el hamletismo, el anarquismo yel misticismo. Las teorías positivistasestaban ya en plena decadencia yapuntaban otras ideas antidogmáticas.

En política se marchaba a la críticade la democracia, se despreciaba alparlamentarismo por lo que tiene dehistriónico y se comenzaba a dudartanto de los dogmas antiguos como delos modernos [...]

Con relación a las ideas religiosas ypolíticas, se empezó a creer que todolo profesado sinceramente y con ener-gía estaba bien; de ahí que en ese tiem-po se intentara hacer justicia a SanIgnacio de Loyola y a Lulero, a Zu-malacárregui y a Bakunin. Esta épocanuestra fue una época confusa de sin-cretismo. Había en ella todas las ten-dencias, menos la de la generación an-terior a quien no se estimaba.

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MODERNISMO Y «98»,SEGÚN SALINAS

• En 1943 escribe Pedro Salinas elartículo La literatura española moder-na, en el que matiza sus ideas de añosatrás sobre la distinción entre aquellas«dos direcciones» de la literatura deprincipios de siglo. Véase un fragmento.

Cronología general y cronología li-teraria coinciden en España en 1900:empieza un siglo nuevo y se inicia unanueva literatura. Los escritores nove-centistas1 traen a las letras una decidi-da voluntad de renovación. Dos rótu-los suele ponérseles: «generación del98» y «modernismo». Los dos exactos,representan sendas dos direccionesque toma el esfuerzo renovador de la

literatura. Hay que distinguir lo espe-cífico de cada una de ellas; parece hoyevidente que son cosas distintas. Y sinembargo, al distinguirlas conviene nomirarlas como tendencias divergenteso exclusivas. Porque, salvo en algúncaso excepcional, todos los nuevos es-critores participan en su estructura es-piritual de esos dos elementos consti-tutivos de la generación, y son un tanto«98», y un tanto «modernistas». Loque varía, únicamente es la propor-ción. Así tomada, como una integra-ción de los dos impulsos, la generacióndel novecientos trasciende del simplecarácter de una escuela literaria y senos presenta con mayores proporcio-nes. Es en realidad una nueva actituddel artista y del intelectual español,ante los problemas espirituales quecon tanta urgencia le acosan en esta

fecha histórica. Un nuevo modo depensar corre parejo con un modo nue-vo de sentir. Tras ellos vendrá, irremi-sible, otra manera de escribir, otra li-teratura. Afinar nuestra sensibilidad,ésta es la misión nueva, dirá Azorín.Aprender a pensar con más rigor yseveridad, defenderá Ortega y Gasset.Escribir con más arte y más gracia,será el lema de Valle-Inclán. La nove-dad y riqueza de la literatura de 1900está precisamente en proporción conesa variedad de afluencias, que con-curren a cada cual con su caudal pro-pio, a la formación de un espíritu lite-rario mucho más complejo, profundoy refinado que el de la generaciónanterior.

P. SALINAS. Ensayos de literatura hispá-nica. Madrid, Ed. Tauros.

tenCÍO!

1

Unhervagen

1 Los escritores novecentistas son, para Salinas, los que se revelan en tomo a 1900. No se confunda, pues, con la aplicación del término novecentismo a lageneración posterior, tal como propuso Eugenio D'Ors (cf. CAPÍTULO 6).

TUNON DE LARA:MITO Y REALIDADDEL «GRUPO DEL 98»

• Así se titula el capítulo VI, ya ci-tado, del libro de Tuñón Medio siglo decultura española. He aquí unos párrafosesenciales por su claridad y equilibrio.

Tal vez la afirmación parezca arries-

gada. Mito hay, y mito por partida do-ble, al evocar el grupo impropiamentellamado «generación de 1898». Y elmito consiste en la interpretación a lar-ga distancia de lo que fue un hechoreal. El hecho es la existencia de ungrupo de escritores que nacen a la vidacreadora en los últimos años del si-glo XIX y el despuntar del XX, que tie-nen un punto de partida de conviven-

cia personal directa, llegando a formarun grupo más o menos coherente (quemás tarde se dispersa), cuyo rasgoesencial puede ser la puesta en tela dejuicio de los valores tópicos hasta en-tonces establecidos, la negativa a laaceptación apriorística de todo dogma,y cuya obra va a constituir una apor-tación de primer orden al acervo cul-tural español.

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Page 10: 2b EL GRUPO DEL 98 - CATEDUiesliteratura.ftp.catedu.es › bachillerato › pio_baroja › imagenes › coug98.pdf2b EL GRUPO DEL 98 LIBROS DE CONSULTA 1. SALINAS, Pedro: Literatura

LA LITERATURA ESPAÑOLA A PRINCIPIOS DE SIGLO

No es casual que se defina a suscomponentes como «hombres del 98»,porque ese año simboliza en nuestratrayectoria histórica algo así como unmojón fundamental, a partir del cualse impone inexorablemente la revisiónde valores caducos (los de la «ideolo-gía» dominante de la Restauración,que arrastraba, a su vez, toda la del«viejo régimen»), la necesidad de re-pensar España, su problemática y sustareas de cara a una era nueva, quecobra mayor visibilidad por la coinci-dencia cronológica de la apertura desiglo (...)

Sin embargo, se impone abordar eltema con un espíritu de desmitifica-ción.

No le faltaba razón a don Miguel deUnamuno cuando, en su artículo «Lahermandad futura», publicado en Nue-vo Mundo en 1918, habla así de lageneración de veinte años atrás:

«Sólo nos unían el tiempo y ellugar, y acaso un común dolor: laangustia de no respirar en aquellaEspaña, que es la misma de hoy.El que partiéramos casi al mismotiempo, a raíz del desastre colonial,

no quiere decir que lo hiciéramosde acuerdo.»

De acuerdo o no, la inquietud y elpunto de partida eran comunes y algomás importante; eran la expresión dela toma de conciencia de una parte delos españoles.

Unamuno, siempre más exigenteque optimista, se pregunta a continua-ción si esos veinte años han logradoencontrar la patria (con lo cual reco-noce implícitamente que todos partie-ron en busca de ella), y responde:

«No, no la hemos encontrado.Y los que se han rendido antes, losque antes se han convertido denuestra rebeldía, esos la han en-contrado menos. Porque no es pa-tria la jaula de oro o de hierro, ode lo que sea, en que se han en-cerrado a descansar esperando a lamuerte.»

La lucidez de Unamuno nos da dosclaves sobre la proyección de su grupogeneracional: una, el abandono de sutrayectoria inicial por algunos de suscomponentes. Otra, el incumplimientode los objetivos de partida, en lo cual

don Miguel pecaba, sin duda, de pesi-mista. Pero ambas tienen el valor decontribuir a desmitificar la llamada ge-neración de 1898.

De acuerdo con el criterio expresa-do en el capítulo primero, preferimoshablar de «grupo generacional del 98».Un grupo de jóvenes que se hacencuestión de su país y de su tiempo ensu totalidad, es decir, no desde la ca-ñada de horizonte mínimo que es laespecialidad, sino desde el alcor quecontempla la vastedad de los hechos decultura. Nos limitamos, con criteriorestrictivo, a los nombres de Unamu-no, «Azorín», Baroja, Maeztu, Ma-chado y, no sin dudas, de Valle-Inclán.Este grupo se define por una coinci-dencia más o menos grande, en el es-pacio histórico de un decenio, la loca-lización geográfica, frecuentacionessociales, influencias que recibe, activi-dades profesionales e intelectuales(que puede identificarse o no), inquie-tudes y, sobre todo, temática y enfo-que de la misma.

M. T U Ñ Ó N DE L A R A , op. di.,págs. 103-105.

> a l a

CUESTIONES

a) Hágase un esquema de las ideas que contiene cada uno de los textos transcritos, ycompárense los puntos de vista de los autores.

b) Basándose en el texto de Azorín, ¿puede establecerse un deslinde entre modernistas ynoventayochistas?

c) ¿Qué rasgos de los señalados por Azorín y por los otros autores podrían aplicarse tambiéna los modernistas? ¿Es suficiente el punto de vista de Salinas?

d) Confróntese todo ello con lo expuesto en este capítulo y saqúense las conclusiones queparezcan oportunas.

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