4enzimoterapia en la obesidad y las enfermedades cardiovasculares

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LA ENZIMOTERAPIA EN LA OBESIDAD Y LAS ENFERMEDADES CARDIOVASCULARES Dr. Mariano José Bueno Cortés. BIOSALUD-INSTITUTO DE MEDICINA BIOLÓGICA Y ANTIENVEJECIMIENTO. INTRODUCCION Hay una relación muy directa entre las enzimas y las causas de la obesidad y de los trastornos cardiovasculares. Las enzimas no solamente se limitan a un papel digestivo, sino que tienen múltiples funciones en la conservación de nuestro estado de salud. Por eso no sólo se localizan en los tractos digestivos, sino en todas las partes de nuestro cuerpo. Es más, existen multitud de trabajos publicados en diversos países donde se evidencia la utilidad de la terapia enzimática como parte fundamental del tratamiento de diversas patologías. Entre ellas, se encuentran la obesidad y las enfermedades cardiovasculares. Los tejidos animales y vegetales, contienen una gran cantidad de enzimas siempre y cuando no se cocinen. Una de las enzimas más comunes es la lipasa, enzima que metaboliza las grasas. Por el contrario, en los obesos, las cantidades de lipasa están muy disminuidas. En la Facultad de Medicina de Tufts, el Dr. David Galton, ha realizado un trabajo en el que se evidencia que en personas obesas así como en los lipomas (quistes de grasa), la lipasa es muy escasa. Los animales en hibernación pierden peso mientras duermen, por la acción de la lipasa. Si hay deficiencia de lipasa, la grasa se estanca y deposita en las arterias, los capilares y otros órganos. Lo importante es saber por qué hay deficiencia de lipasa. Cuando se cocinan los alimentos, al igual que ocurre con otras enzimas, la lipasa se destruye, de manera que los mecanismos para metabolizar la grasa y transformarla en energía para utilizarse o ser almacenada, fallan. Por ejemplo, la carne tiene una gran cantidad de enzimas, pero como la comemos cocinada, entonces se destruye. Hay alimentos que tienen muchas calorías. Esto no es lo más importante. Lo importante es cómo se consumen esos alimentos. Por ejemplo, las patatas tienen muchas calorías, pero a su vez, crudas, tienen muchas enzimas. Si las comiéramos crudas, no nos engordarían. Esto lo digo a título orientativo, no le estoy diciendo que debemos comer las patatas crudas. Las grasas de los alimentos cocidos que comemos, tiene que ser metabolizada por las lipasas de nuestras reservas tisulares, con lo que si no es suficiente dado su abuso, se acumularán en nuestros órganos y tejidos.

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LA ENZIMOTERAPIA EN LA OBESIDAD Y LAS ENFERMEDADES

CARDIOVASCULARES Dr. Mariano José Bueno Cortés. BIOSALUD-INSTITUTO DE MEDICINA BIOLÓGICA Y ANTIENVEJECIMIENTO.

INTRODUCCION

Hay una relación muy directa entre las enzimas y las causas de la obesidad y de los trastornos cardiovasculares. Las enzimas no solamente se limitan a un papel digestivo, sino que tienen múltiples funciones en la conservación de nuestro estado de salud. Por eso no sólo se localizan en los tractos digestivos, sino en todas las partes de nuestro cuerpo. Es más, existen multitud de trabajos publicados en diversos países donde se evidencia la utilidad de la terapia enzimática como parte fundamental del tratamiento de diversas patologías. Entre ellas, se encuentran la obesidad y las enfermedades cardiovasculares.

Los tejidos animales y vegetales, contienen una gran cantidad de enzimas

siempre y cuando no se cocinen. Una de las enzimas más comunes es la lipasa, enzima que metaboliza las grasas. Por el contrario, en los obesos, las cantidades de lipasa están muy disminuidas.

En la Facultad de Medicina de Tufts, el Dr. David Galton, ha realizado un

trabajo en el que se evidencia que en personas obesas así como en los lipomas (quistes de grasa), la lipasa es muy escasa.

Los animales en hibernación pierden peso mientras duermen, por la acción

de la lipasa. Si hay deficiencia de lipasa, la grasa se estanca y deposita en las arterias, los capilares y otros órganos. Lo importante es saber por qué hay deficiencia de lipasa.

Cuando se cocinan los alimentos, al igual que ocurre con otras enzimas, la

lipasa se destruye, de manera que los mecanismos para metabolizar la grasa y transformarla en energía para utilizarse o ser almacenada, fallan. Por ejemplo, la carne tiene una gran cantidad de enzimas, pero como la comemos cocinada, entonces se destruye.

Hay alimentos que tienen muchas calorías. Esto no es lo más importante. Lo

importante es cómo se consumen esos alimentos. Por ejemplo, las patatas tienen muchas calorías, pero a su vez, crudas, tienen muchas enzimas. Si las comiéramos crudas, no nos engordarían. Esto lo digo a título orientativo, no le estoy diciendo que debemos comer las patatas crudas.

Las grasas de los alimentos cocidos que comemos, tiene que ser

metabolizada por las lipasas de nuestras reservas tisulares, con lo que si no es suficiente dado su abuso, se acumularán en nuestros órganos y tejidos.

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Las secreciones del páncreas y la pituitaria se agotan a causa de una sobre estimulación producida por el exceso de alimentos cocidos en la dieta. En estas condiciones, la glándula tiroidea reduce su actividad y se favorece la obesidad. Por el contrario, las calorías de los alimentos crudos, no producen ninguna estimulación tiroidea, pero estabilizan el peso del cuerpo. Diversos experimentos demuestran cómo los jóvenes sobrealimentados, producen hasta tres veces el número normal de células grasas (adipocitos). Es decir, los niños sobrealimentados, tienen hasta tres veces más el número de almacenes de grasa. Eso significa que pueden almacenar mucho más. Por eso un niño obeso, es un adulto obeso. Es más, una persona que de pequeño no haya tenido exceso de peso, si de adulto come más de la cuenta, podrá tener exceso de peso, pero no una obesidad “deforme”. En cambio, si de pequeño ha estado sobrealimentado, de adulto será un súper obeso, como podemos observar en los Estados Unidos, en los que la alimentación es preferentemente hipercalórica, hiperprotéica y de alimentos cocinados. Por eso, en los casos de obesidad, es muy importante que comamos alimentos crudos en gran cantidad y además cápsulas de enzimas. De este modo, perderemos pero sin pasar hambre, y encontrándonos perfectamente. Si luego conseguimos acostumbrarnos a seguir una alimentación preferentemente de alimentos crudos, conservaremos nuestra línea durante años y nos mantendremos más jóvenes. Por otro lado, es preferible para perder peso o para mantenerlo bajo, hacer menos comidas al día, pues así se mantiene un mejor nivel de enzimas en el organismo. Si comemos con frecuencia y picamos entre comidas, lo que ocurre es que se reduce el nivel de enzimas y se aumenta el exceso de peso. Esto se ha comprobado en experimentos con ratas. Se hicieron dos grupos. A uno se le daban alimentos cada dos horas. Al otro, una vez al día. Las ratas que comieron una vez al día, vivieron un 17 % más, pesaron menos y tenían más actividad enzimática en el páncreas y las células grasas (adipocitos). Como hemos dicho en otro tema, hay una relación directa entre el envejecimiento y la reducción de enzimas. Además, la falta de enzimas puede causar enfermedades circulatorias e hipertensión. La lipasa anteriormente citada es la enzima que digiere las grasas, con lo que su deficiencia, crea acumulo de grasa en los vasos sanguíneos. En las personas con arterioesclerosis e hipertensión, se encuentra una falta de lipasa, demostrada en los trabajos de los doctores Berker y Meyers. Incluso que las personas de más de 75 años, tienen como mucho la mitad de lipasa que las personas de 30 años. Cuando estas deficiencias de lipasa, facilitan el acumulo de las grasas en los vasos sanguíneos, se produce por un lado hipertensión arterial ya que el corazón debe hacer más fuerza de empuje y succión para mover la sangre; esto mismo, produce una hipertrofia cardiaca, es decir, el aumento de tamaño del corazón, puesto que es un músculo y con el exceso de trabajo, al igual que los demás músculos del cuerpo, aumenta de tamaño; y por otro lado, el depósito de grasa en las arterias, produce un endurecimiento de su pared, lo que constituye la arterioesclerosis. Otra de las consecuencias de la falta de lipasa y del acúmulo de las grasas en el tracto circulatorio es que las células defensivas tienen menos facilidad para trabajar y desplazarse, con lo que se podría explicar la tendencia que se observa en los obesos a padecer infecciones de repetición.

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Los altos niveles de grasa en las arterias también producen una limitación en el trabajo de la insulina. Esto facilita el aumento de azúcar en la sangre, con lo que puede aparecer una diabetes. Es curioso como este tipo de enfermedades las encontramos en civilizaciones muy evolucionadas. Por ejemplo, los esquimales primitivos consumen mucha carne y grasa de ballena diariamente, pero sin embargo, no presentan este tipo de patologías. La razón es muy sencilla: consumen la mayor parte de los alimentos crudos. Las enzimas, especialmente la lipasa, se encuentran en gran cantidad en la carne cruda y por tanto, sirve para prevenir este tipo de enfermedades. En el Reino Unido, se han realizado varios estudios en los que se encontraban niveles muy bajos de lipasa en pacientes arterioescleróticos. Esta deficiencia era mayor cuanto más grave era el caso. Por otro lado, si a estos pacientes se les administraba lipasa, experimentaban una mejoría clínica muy importante. En los animales salvajes y en los esquimales primitivos, que consumen carnes crudas, sus enzimas mantienen libres de grasa las arterias y capilares. Por ejemplo, el Dr. Maynard Murray diseccionó a más de 3.000 ballenas, en las que por un lado encontró una capa muy importante de grasa alrededor de todo el cuerpo, pero sin embargo no presentaba señales de enfermedades cardiocirculatorias. Está claro que su dieta consiste en pescado crudo. En cuanto a los esquimales primitivos, observemos que los que se han trasladado a zonas más civilizadas, padecen las mismas enfermedades que los demás adultos, ya que han pasado de comer alimentos crudos a comerlos cocinados. Por otro lado, incluso los esquimales primitivos rizan el rizo. Pescan la comida, pero después la entierran para que se descomponga. Con la putrefacción de las proteínas, estas están predigeridas, con lo que si añadimos el alto contenido de enzimas de estos alimentos, tenemos como resultado el buen estado de salud de los pueblos esquimales. Este modo de predigerir los alimentos no es exclusivo de los esquimales. Por ejemplo, los asiáticos, actualmente también lo aplican a la soja. La soja es la proteína vegetal por excelencia. Los asiáticos lo que hacen es que le añaden hongos para predigerirla, de modo que sea más asimilable para el organismo. Los libaneses hacen una cosa parecida con la carne de cordero. Mezclan carne de cordero cruda y desmigajada con trigo. Lo dejan un tiempo para que se predigiera antes de comérsela. En todos los casos de obesidad y de enfermedades cardiovasculares es muy importante hacer una dieta de máximo 3 comidas al día, a base fundamentalmente de alimentos crudos, y suplementos de enzimas, especialmente lipasa. De este modo conseguiremos mejorar mucho la sintomatología e incluso en algunos casos, solucionar el problema. Con esto no quiero decir que toda nuestra comida debe ser cruda, sólo que debe ser la dominante. Le aconsejo que lea el tema de los germinados, pues es un buen sistema. La digestión enzimática de los alimentos que comemos comienza en el estómago, en el cardias, es lo que algunos llaman estómago enzimático. En los animales, ocurre lo mismo. El ganado vacuno y ovino no tienen enzimas en la saliva, pero tienen cuatro estómagos. En uno de ellos, se segregan las enzimas, en los otros, las enzimas de los alimentos digieren y predigieren la comida.

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Las ballenas y los delfines tienen tres estómagos. Se han llegado a encontrar hasta 32 focas en el estómago enzimático de una sola ballena. Es imposible que tantísima cantidad de carne pueda ser digerida si no fuera por las enzimas que tienen las propias focas en su carne. Los tejidos animales, una vez muertos, comienzan un proceso de acidificación. Esta acidificación produce una enzima, la catepsina, que comienza la predigestión de las proteínas de la carne. Esta, facilita la digestión de los mismos y no son necesarias una gran cantidad de enzimas por parte del propio organismo. Las enzimas que contienen los propios alimentos crudos, no solamente actúan en lo que hemos denominado estómago enzimático, sino que además lo hacen en el intestino delgado. Antiguamente se creía que la acidez del estómago destruía los enzimas de los alimentos. Hoy se sabe que no es así. Hay un estudio publicado por la Northwestern University, en el que se demuestra que la amilasa, que metaboliza el almidón, procedente de la cebada germinada, digiere almidón en el estómago y después también lo hace en el intestino delgado. Otros trabajos demuestran que durante los primeros 45 minutos de la digestión, un buen porcentaje de la comida puede ser predigerido en el estómago por las enzimas en los alimentos o por enzimas suplementarias antes de que la comida llegue al intestino delgado. Una vez allí, el páncreas secreta en el duodeno (primera porción del intestino delgado) sus enzimas para digerir las grasas, almidón y proteínas. Por ello, cuanto menos predigeridos estén los alimentos, más trabajo tiene que realizar el páncreas, de manera que si no es capaz de secretar todas las enzimas necesarias, tendrán que acudir enzimas de los diferentes tejidos de todo el organismo para poder digerir esos alimentos. Si estos tejidos no tienen unas buenas reservas enzimáticas, se deteriorará progresivamente el estado de salud de la persona, pues el sistema inmunitario no será tan efectivo y por tanto, podrán aparecer determinadas enfermedades, especialmente las crónicas. Cuanto más se predigieran los alimentos por las enzimas que contengan, más activo se conservará el sistema inmunitario, pues las de los tejidos, se ocuparán no de la digestión, sino de reparar los tejidos y órganos, manteniendo en equilibrio todas las funciones. Si consumimos alimentos cocinados, en los que por acción por el calor se han destruido las enzimas que contienen, las únicas enzimas que se mezclan con ellos, son las de la saliva. Una parte de los hidratos de carbono (almidón) se digerirá por la amilasa de la saliva, pero quedará mucho almidón sin digerir. Las proteínas se digerirán por la pepsina en la parte inferior del estómago. Las grasas, no se digerirán hasta llegar al intestino delgado, en donde la lipasa que excretará el páncreas hará el trabajo. Los alimentos cocinados pasan tanto tiempo en el intestino que se pudrirán, especialmente los que contengan muchas proteínas. Esta putrefacción genera una cantidad muy importante de toxinas, que pasarán al torrente sanguíneo y se depositarán en los diferentes tejidos. Se estima que el 80 % de las enfermedades son causadas por alimentos no digeridos correctamente. Las toxinas que generan son una de las principales causas de que hoy sean tan frecuentes las enfermedades crónicas.

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Hay que tener en cuenta que el cocinar los alimentos no mejora su valor nutritivo, sino todo lo contrario. El Dr. Francis Pottenger ha realizado un trabajo durante dos años en el que a 900 gatos les ha dado una alimentación controlada diferente. El grupo de gatos que comía alimentos crudos, tenían unas crías totalmente sanas de generación en generación. Los que comían alimentos cocidos, presentaban enfermedades cardiacas, hepáticas, tiroideas, pulmonares, neurológicas, ginecológicas, psicológicas, etc. Le recomiendo encarecidamente que aumente los alimentos crudos en su dieta e introduzca los germinados. Si quiere recuperar su salud o mantenerla a lo largo del tiempo, debe cambiar sus hábitos alimenticios.