Actualización Del Concepto de Trauma en La Clínica Analítica

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    El presente trabajo fue publicado en la Revista de Psicoanlisis 63: 919 (2006).

    ACTUALIZACIN DEL CONCEPTO DE TRAUMA EN LA CLNICA ANALTICA

    Dr. Norberto C. Marucco (*)

    Introduccin

    Las ideas e interrogantes que aqu propongo provienen, fundamentalmente, de miprctica clnica, y de la conviccin acerca de la necesidad de una revisin y actualizacin delconcepto de trauma, y, en especial, de la clnica de lo traumtico. Considero que el traumaes uno de los temas que ms se beneficia del intercambio y la confrontacin, quizs por elhecho de estar ligado a algo tan vasto y complejo para el psicoanlisis como el tema de larealidad -realidad exterior, realidad material, realidad psquica del trauma-, con susparticularidades contextuales, geogrficas, de lenguaje, etc.

    Para incluirme de lleno en el tema, comenzar por una posible definicin del conceptode trauma. Por ejemplo, siguiendo ideas de Laplanche y Pontalis (1971) el trauma podradefinirse como aquel acontecimiento de la vida que se caracteriza por su intensidad, por laincapacidad del sujeto para responder a l adecuadamente, as como por los trastornos yefectos patgenos duraderos que provocan en su organizacin psquica.

    Otra definicin, quizs ms habitual, es la de lo traumtico como un exceso en el flujode excitacin que perfora, por as decir, la barrera protectora del psiquismo.

    Entre ambas aproximaciones al concepto de trauma hay ms de una diferenciasustancial. Por ejemplo, la palabra acontecimiento. sta alude, no tanto a la irrupcin decantidad, que rompe la barrera antiestmulo y penetra salvajemente (como el trauma deguerra, un accidente, etc.), sino a algo que ocurre en la vida del sujeto, que le acontece, yque tiene determinadas caractersticas, siendo una de ellas la intensidad.

    Ahora bien, para hablar del grado de intensidad de un acontecimiento traumticohabr que tener en cuenta las caractersticas del receptor. Interviene en esto la diferentecapacidad de adecuacin y respuesta de cada individuo frente a la intensidad de un mismoacontecimiento. Y, si convenimos que esa capacidad de respuesta se corresponde con laestructura y preparacin del Yo (de un cierto espesor del preconciente, podramos decir) unnio tendr menos posibilidades de producir respuestas adecuadas que un adulto. De ahque lo que el psicoanlisis define como el trauma temprano tenga caractersticas msdifciles y complejas de resolver teraputicamente. Ni qu decir si hablamos del trauma deldesamparo, en el inicio del psiquismo, cuando son tan escasos los medios con los quecuenta el sujeto para poder dar sentido o significado al acontecimiento traumtico. Estasdiferentes posibilidades de aproximacin nos revelan el alto nivel de complejidad del tema.Es por ello que, a los fines de organizar mejor mis reflexiones, consider convenientedelimitar algunas perspectivas de abordaje. As, me referir a la problemtica de lotraumtico enfatizando sus expresiones clnicas.

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    En primer lugar, El trauma en el sentido representacional. Me referir luego a LaRelacin entre el trauma y la problemtica identificatoria. En tercer lugar incluir algunasconsideraciones referidas a El aspecto libidinal del trauma. ElAmor y el desamor. Por ltimo,

    y especialmente, mis reflexiones estarn referidas a la importancia que asigno a La realidadexterior, la compulsin a la repeticin y la creacin en la clnica del trauma.

    a. Trauma en el sentido representacional

    Paso entonces a considerar el primer punto; o sea, el trauma en el sentidorepresentacional. Comenzar diciendo que cuando la idea de trauma se equipara a unarealidad material (el abuso sexual de un nio por un adulto, por ejemplo), y ms all de lasrepercusiones concientes, este trauma queda secretado en el inconciente por laimposibilidad de representarlo. El intento de cura analtica consisti entonces en larecuperacin del recuerdo (significado del trauma). Ahora bien, con el concepto de aprscoup,o resignificacin a posteriori de ese trauma primero, aparece en la teora la idea de unpsiquismo que se construye en dos tiempos. Un primer tiempo, el del acontecimiento, noreconocido por el Yo debido a su incapacidad para dar cuenta del mismo; y un segundotiempo, en el que un acontecimiento aparentemente intrascendente, resignifica y da sentidoal trauma primero que retorna como sntoma. Entonces, en esta situacin, cuando el sujetose siente perseguido por un trauma actual producido por un hecho de la realidad exterior,lo que ocurre en verdad es que ese trauma actual ha activado el recuerdo o la vivencia- deaquel primer trauma, otorgndole, ahora s, una posibilidad de significacin.

    Esta concepcin del trauma que expreso aqu tan sucintamente, se ubica en laproblemtica de la relacin entre lo traumtico y la representacin en psicoanlisis. Relacin

    que fue un descubrimiento importante, pero que, a mi entender, lleg a adquirir con el tiempouna dimensin enceguecedora, limitando de esa manera otras posibilidades de comprensinde la patologa psquica y de su abordaje. Por ejemplo, la ficcin teorica de un aparatopsquico poblado de representaciones conlleva la idea de que la cura hara pasible derepresentacin a todo lo inconciente. Si as fuera, el efecto del anlisis sera una especie devacuna frente a la incertidumbre y los enigmas que constituyen el motor o la fuerza detrabajo de la pulsin en la vida psquica. De ah que haya significado un avance para elpsicoanlisis la inclusin del concepto de lo no representable; y, un paso ms, de loirrepresentable.

    Ahora bien, en trminos de lo representable, parecera en principio aceptable el

    concepto freudiano del trauma como un problema de ndole estrictamente pulsional. O sea,es la pulsin la que tiene que adquirir una posibilidad de representacin. Pero por qu larepresentacin? Porque es la principal manera que tiene el Yo para domearla nos dirFreud (1937). En otras palabras, para poder abarcarla y responder as adecuadamente. Perocuando la pulsin no es domeada hay algo que, ingresando en el terreno de lo norepresentable, puede seguir otro camino: el camino corto de la pulsin, que va tanto al actocomo al cuerpo; o sea, el pasaje al mundo exterior, o bien el de la enfermedad somtica.1

    1 Quizs sea conveniente hacer en este punto la siguiente aclaracin. Cuando se habla de lo pulsional y la

    representacin, se remite lo pulsional a un concepto que est en el lmite somatopsquico. En la obra freudiana el

    primer concepto de pulsin es un concepto lmite entre el cuerpo y la psiquis. Si bien ese concepto se va

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    Entonces, el acento freudiano sobre la pulsin podra circunscribir lo traumtico comoproducto de una intensidad pulsional que el Yo no puede representar. Sin embargo, entiendoque deberamos advertir esa especie de colisin que se produce entre la pulsin nacida en

    el sujeto, y esa otra pulsin que viene generada o estimulada por (o desde) el objeto.Quiero hacer aqu referencia a la teora que J. Laplanche sintetiza en La prioridad del otro(Laplanche, 1996). l propone la existencia de un plus en la sexualidad inconciente de lamadre (el objeto, el otro), que sera no slo constitutivo del inconciente en el infans, sino queimplantara el objeto fuente de la pulsin. En este sentido, podra definirse al otro comopotencialmente traumtico. Entonces, lo pulsional del objeto y lo pulsional intrapsquicoseran la clave para explicar ese movimiento traumtico que termina de configurarse con elaprs coup, y es observable en la clnica bajo los efectos del inconciente reprimido y susvas de retorno. As, al levantarse la represin no slo surge el hecho accidental del objeto(ms o menos conciente) sino adems lo inconciente del objeto, sumado al significativomontaje de la fantasa, reprimida por la responsabilidad que le cabe a la pulsin.

    Cuando incluimos la dialctica entre la pulsin y el objeto en el trauma psquico,debemos precavernos de la tendencia a depositar la culpabilidad en el objeto, dejando delado la participacin de la pulsin, y, con ella, la cuota de responsabilidad correspondiente.Enfatizo aqu que el concepto de responsabilidad de la pulsin no implica culpa, sino elnecesario reconocimiento de la participacin pulsional, para que en el mbito analtico puedaelaborarse una situacin traumtica de manera ms amplia.

    b. El Trauma y la problemtica identificatoria.

    Pasar ahora a referirme al segundo punto que quiero incluir con relacin al trauma:

    la problemtica identificatoria. Un primer sealamiento: el tema del narcisismo resultafundamental al considerar su relacin con el trauma. Ingresamos aqu en un terreno quetiene que ver, por una lado, con el Yo; y por otro, tambin con la accin del objeto, del otro,sobre el Yo. Aunque lo que tenemos que considerar no es tanto o no slo- la accin de lapulsin del otro sobre la pulsin del sujeto (el interjuego de pulsiones), sinofundamentalmente el problema del deseo del otro sobre el yo (Freud, 1914) (Marucco,1978a y 2001).

    En este terreno la intensidad del deseo se torna relevante. Cuando se trata de un Yoprecario, en plena conformacin, el deseo del otro puede generar por su intensidad,trastornos de consecuencias duraderas en la organizacin psquica. El acontecimiento

    podra definirse aqu en trminos de la identificacin primaria pasiva (Marucco 1978b) quetiene lugar en ese nuevo acto psquico que va del autoerotismo al narcisismo del yo. De

    psiquisizando, su origen sigue estando todava en el cuerpo. Es recin con la 2 tpica que Freud (1923) produce

    un vuelco importante: la pulsin deja de estar ubicada en el lmite somatopsquico para quedar incluida dentro del

    psiquismo en el concepto de ello como reservorio pulsional. El hincapi se debe a que cuando se ubica la pulsin

    en el lmite somatopsquico se cae habitualmente en una especie de solipsismo, en el que la atencin del analista se

    centra de manera casi excluyente en el recorrido de la pulsin. Cuando sta se psiquisiza sin duda revela la

    presencia del objeto y sus pulsiones. Podra decirse que el objeto compareci tarde en la obra freudiana, por lo que

    no lleg a revelarse acabadamente su importante participacin en la conformacin psquica del sujeto. Esto slo se

    pondra de manifiesto ms tarde, en los desarrollos de autores post-freudianos.

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    esta manera la constitucin del yo quedara conformada a travs de un verdadero hechotraumtico, determinado como tal por una intensidad (la del deseo del otro), lo cualcondicionara a su vez el tipo o la modalidad de estructuracin del Yo y del ideal.2

    Tambin es interesante sealar que junto con esto existe algo que el Yo tampocopuede significar, que proviene del otro, pero que a su vez lo organiza. (identificacin primariaactiva) 3

    Ahora bien, la potencialidad traumtica de la identificacin no es exclusiva delnarcisismo. Las resultantes de las identificaciones de la serie edpica tambin podranproducir situaciones traumticas. El exceso de seduccin materna y la ausencia de la leypaterna, derivan en procesos identificatorios que ocupan en el Yo el lugar de la pulsinsexual, no reprimida. Dicho de otro modo: si la pulsin no puede ser reprimida por laamenaza de castracin, el exceso identificatorio deviene un modo de contener a la pulsin.Este tipo de identificacin sobrecargada, remeda la construccin de un falso self (Winnicott,

    1979).

    Ante estos procesos identificatorios la tarea analtica no se centra en el levantamientode la represin sino en una compleja escucha que tienda a privilegiar aquello que permitaal analizando discriminar su propio deseo del deseo del otro. Para ello el analista debe afinarla escucha de las manifestaciones de la pulsin sexual de su paciente, que son las nicasque pueden oponerse a los designios de ideales narcisistas que imponen el deber ser (elnio deber ser ... ).

    c. El Trauma libidinal. Amor y desamor

    Este se corresponde, a mi entender, con los movimientos de la libido. Movimientosque producen el pasaje de la libido del Yo a la libido objetal, y que se manifiestan en elinterjuego dialctico entre el amor al otro y el amor a s mismo. Es en el terreno de esteinterjuego donde se dirimen tambin las posibilidades de la cura analtica al considerar al

    2Un ejemplo de identificacin primaria pasiva como factor potencialmente patgeno podra estar representado por elnombre que le es asignado a cada persona. Aquello que lo nombre, que designa quin es, viene marcado por el

    deseo del otro. Cuando la intensidad de este deseo se torna traumtica puede generar un tipo de desorganizacin

    yoica capaz de signar los derroteros de una vida. En la clnica hallamos pacientes que padecen la siniestra sensacin

    de que se les ha escapado la vida tras un proyecto que no les pertenece. Si el analista contribuyera a acallar eso que

    emerge como extrao en el paciente, podra encolumnarlo ms firmemente tras ese proyecto que fuera el

    designio -deseo- del otro que lo constituy como sujeto psquico. Pienso, por el contrario, que el anlisis debe

    posibilitar el cuestionamiento de aquello del deseo del otro identificado en el Yo, que aparece expresado a vecescomo un proyecto de vida. Interesante aspecto de lo traumtico que no aparece como sntoma del retorno de lo

    reprimido, ni como sufrimiento de la evocacin traumtica, sino como una angustia siniestra producto de vivir un

    proyecto ajeno. El psiquismo puede elaborar lo traumtico, esto es, representarlo, pero tambin puede integrarlo al

    Yo como caracteropata.

    3Quizs convenga aqu sealar que, aun cuando siempre se organice a partir del deseo del otro, el Yo no es slo eso.En su conformacin intervendrn tambin las identificaciones primarias activas(Marucco, 1980) que responden a la

    propia satisfaccin de la pulsin. Hay all una adecuacin. Apoyada la pulsin sexual, por apuntalamiento, en la

    pulsin de autoconservacin, se crea la vivencia de satisfaccin (en la que intervienen tanto la necesidad

    pulsional como el objeto que satisface esa necesidad). Por supuesto no existe en este circuito nada que sea de ndole

    traumtica, sino que se trata, por el contrario, de una experiencia que aporta coherencia y unidad al Yo.

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    trauma desde esta vertiente libidinal. Freud dice que el individuo necesita un sano egosmopara no enfermar, pero necesita tambin amar para no enfermar (Freud, 1914). Lasposibilidades oscilan entre los extremos del aislamiento o la resistencia a amar (intoxicacin

    narcisista), y lo que podramos definir como una hemorragia libidinal (que caracteriza losestados de enamoramiento idealizado), o sea, cuando la libido del Yo se va diluyendo pocoa poco hasta desaparecer en el objeto.

    Ahora bien, convengamos que en la relacin entre el Yo y el objeto, el tema del amory el desamor es potencialmente traumtico. De hecho gran cantidad de consultas denotan laimposibilidad de amar, o, por el contrario, la desmesura del amor. Cmo acercarse a estetrauma libidinal en el campo analtico? El escenario transferencial constituye el mbito mspropicio para el despliegue de esa dialctica entre amar y ser amado. Una vez ms, laposicin del analista tendr una importancia decisiva. Deber estar, por un lado, disponiblelibidinalmente para recibir el amor de su paciente; y por el otro, alerta para poner un lmite a

    ese amor si toma las caractersticas de la idealizacin; en otras palabras, de la hemorragialibidinal en el objeto. Estamos en el terreno de toda la problemtica de la transferencia y dela contratransferencia ertica. El propio anlisis del analista ser imprescindible paraposibilitar que, una vez convocados los demonios del Averno pueda interrogarlos, hacerloshablar, liberando por ese camino la capacidad de amar del paciente. Recordemos a Freuden una de sus definiciones de cura analtica:[restablecer y aumentar la capacidad de amar ....]. En otras palabras, para m: liberar eltrauma libidinal.

    d. Realidad exterior, compulsin a la repeticin, y creacin en la clnica del trauma

    Mi primera consideracin est referida a la clnica; ms precisamente a la posicin delanalista cuando, bajo las condiciones de las crisis sociales, se producen situaciones defuerte intensidad traumtica. Creo que cuando esto se expresa en el campo del anlisis laescucha analtica podra verse afectada por aquello que, parafraseando a Freud, definiracomo la sombra de la realidadque ha cado sobre el yo. Cada que habra producido unaplastamiento del mundo representacional, de la fantasa, por el peso brutal e ignominiosode la realidad. La tentacin de ubicarse, frente a este hecho, en el lugar de una madresuficientemente buena que acompae, ayude, conforte y comprenda, podra llevar a micriterio a equivocar el rumbo de la intervencin analtica. Desde el abismo de esteaplastamiento del mundo representacional puede elevarse, tal como metaforiza ReneRousillon (1995) cuando alude al trauma perdido, una mano que se agita dando cuenta de

    un hlito de vida que todava existe. Se tratara de un ltimo intento de ligadura que laintervencin analtica deber propiciar, posibilitando as un trabajo de representacin deltrauma.

    Cuando la realidad aplasta al psiquismo hasta el punto en que es posible confundir, eincluso sustituir con ella, al mundo representacional; ya no quedan enigmas ni preguntasacerca del deseo, ni espacio para la fantasa. Esta es la situacin que Rousillon (op.cit.)define como pattica. Es necesario entonces pasar de lo pattico a lo humanamentetrgico. O sea, aquella situacin cuando lo accidental traumtico cobra el valor de unenigma. Entonces aparecer una teorizacin subjetiva sobre la causa del trauma (quesiempre estar en relacin con el propio narcisismo y con las huellas del vnculo con el

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    objeto). En este punto el analista puede intervenir ayudando al paciente a problematizar lacuestin; no slo en relacin con l mismo y su entorno, sino adems pudiendo discriminar,entre lo que pertenece a la realidad y aquello que entra en el campo de su pulsin; y, por lo

    tanto, de su participacin (responsabilidad) subjetiva, personal. Es ah, en ese encuentroentre la realidad traumtica y la pulsin, donde reside, a mi entender, la posibilidad de tejerun nuevo entramado psquico que, frente a la opcin paranoide de interpretacin del mundo,abra paso a la fantasa (al estilo de las fantasas originarias que permitieron una primeraensambladura del psiquismo). Pero, si bien podramos acordar que la realidad es siemprepotencialmente traumtica, hay algo que particulariza el trauma provocado por la realidadexterior; esto es, un cierto sentimiento de haber sido arrastrados pasivamente hacia undestino trgico. Frente a esto no alcanza slo con recordar el pasado para no volver arepetirlo (la historizacin). Tampoco con hallar un objeto-causa que remede aquel delantiguo y sempiterno trauma una y mil veces condenado a buscar en la compulsin repetitivaligadura y resignificacin. Ser necesaria adems la creacin de algo nuevo; desplegar las

    potencialidades sublimatorias, y volver la mirada hacia el horizonte del deseo. De lo que setrata, en ltimas, es de recuperar la fuerza acallada de la pulsin.

    El psicoanlisis siempre ha rescatado el valor de las posibilidades humanas detransformacin. Green (1990) afirma que el deseo, al que califica como irrealista, imperioso yexigente, considera siempre posible una realizacin, y no duda en movilizar los recursos delfantasma an para la ms improbable de las materializaciones. l ha llamado a esto lgicade la esperanza: esa reserva de tiempo que con su potencialidad de cumplimiento, seform de manera tal que, cuando las circunstancias no le permiten realizarse, preserva laposibilidad de hacerlo en otra parte y de otro modo.

    En este sentido considero que la clnica del trauma se caracteriza por un recorrido dela compulsin de repeticin, desde un atrapamiento mortfero (representado en la accinintrusiva y hostil del objeto que determina lo traumtico), hasta el muchas veces difcilacceso al deseo capturado que espera ser despertado, develado, en el campo analtico. Laintervencin analtica no estara dirigida solamente a traer a la conciencia aquello quepermanece en el dominio de lo inconciente reprimido, sino tambin a dar a luz esa lgicade la esperanza que no consiente en morir. Sin dejar, por otra parte, de buscar al objetoque existe dentro y fuera del sujeto (como objeto del fantasma inconciente, y como objetodel mundo exterior). Entiendo que de no ser as, aquello que arras lo psquico haciendoanclaje en el cuerpo o en el acto, actuar en la vida como un destino incoercible, que puedellegar a atacar incluso a las mismas pulsiones de autoconservacin.

    Por otra parte, aquellas que llam huellas mnmicas ingobernables (Marucco, 1980y 1998) tendrn tambin que ver posibilitada su inclusin en el proceso analtico. Este tipode trauma, que no tiene traduccin en palabras, tambin busca una forma de ligarse a travsde la compulsin a la repeticin. Pero esta vez la posibilidad de ligadura no ser fcil. Noshallamos en este terreno ante el gran cuadro de las neurosis traumticas, o tambin, de loque Freud defini como las oscuras tendencias masoquistas del yo (Freud, 1920). Se tratade una compulsin a la repeticin decididamente marcada por la pulsin de muerte, queemprende una activa bsqueda del dolor.

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    El anlisis debera entonces tender, no slo a rearmar el tejido psquico (Marucco,2002) que la pulsin de muerte desteji (en su poder de desligadura), sino tambin a crearese entramado capaz de contener aquello que no ha podido adquirir representacin. Se ira

    de este modo constituyendo una trama psquica que, funcionando como tejido de contactosirva a la vez de filtro frente a los embates de la realidad traumtica. Para lograrlo el analistatendr que poder pensar lo no pensado por el paciente, segn lo expresa ChristopherBollas (1991 y 1994). Concepto afn al de Bion cuando nos habla de la capacidad de reverie y a los de Csar y Sara Botella (2001) cuando describen los procesos de lafigurabilidad psquica.

    Para la implementacin de estos recursos tcnicos el mejor soporte con que cuenta elanalista es el que le otorga su propia pulsionalidad de vida; en otras palabras, su apuestapulsional, nica fuerza que puede animar ese tiempo detenido por la repeticin del trauma.Se trata, en suma, de incluir en la dimensin de la cura la presencia del analista,

    involucrado con todo su ser y su saber en la tarea analtica, con alma y vida, podramosdecir.

    Para finalizar: las ltimas dcadas han estado marcadas por el signo del cambio,afectando todos los sectores de la vida de los hombres. Se trata de cambios casi siempreimpuestos desde los recursos del poder y los modos de organizacin de una sociedad queparece transformarse a una velocidad mayor de la que la mayora de los individuos es capazde comprender y mucho menos controlar. El individuo se siente de este modo relegado, y lascomunidades se desdibujan en los mrgenes demasiado amplios y extraos de unaglobalidad naciente que no facilita a veces sentimientos de identidad y pertenencia. De ahprovienen, a mi entender, muchas de las nuevas situaciones traumticas sociales que nos

    afectan. Las tradiciones, las antiguas creencias, los mitos estructurantes, quedan arrasadospor la pica posmoderna de los hroes tecno capaces de todas las proezas y sin fallashumanas. En los umbrales del nuevo milenio se lleg a decretar el fin de la historia, ytodos asistimos azorados a esas y otras afirmaciones de similar tono apocalptico. De hecho,algunos acontecimientos de la traumtica realidad pareceran estar sosteniendo su posiblelegitimidad.

    Es en este contexto que el psicoanlisis debe seguir pensando y trabajando en laconceptualizacin y la clnica del trauma. Su responsabilidad implica afrontar, no slo elesfuerzo y el compromiso que le imponen las dificultades de la clnica. Creo que debeadems asumir su necesaria implicacin en la investigacin de las situaciones traumticas,interviniendo activamente en defensa de la pulsin de vida en la clnica del trauma.

    Por ltimo: Nuestra vocacin de descubrimiento, nuestra bsqueda de la verdad(imposible en cuanto certeza, pero posible y necesaria en tanto bsqueda), la fuerza denuestro impulso creador, siguen siendo, an en medio de las mayores dificultades, lospilares para nuestro crecimiento.

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