Andrade, Xavier - Del Tráfico Entre Antropología y Arte Contemporáneo

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  • DEL TRAFICO ENTRE ANTROPOLOGIA Y ARTE CONTEMPORANEO DEL TRAFICO ENTRE ANTROPOLOGIA Y ARTE CONTEMPORANEO

    x.andrade[1]

    * publicado originalmente, con modificaciones, en Procesos 25: 121-128. [2007]. ahora que todo arte que cuenta debe revertirse

    de cierto tufillo social, aunque slo sea una especie

    de voyeurismo antropolgico.

    Rubn Bonet

    Trfico Este artculo no pretende ms que convertirse en un abrebocas para una discusin ms

    detenida sobre las mltiples posibilidades que bullen en el arte contemporneo. Aunque me

    muevo en ambos campos del ttulo de este artculo, debo abrir el abanico de mis cartas sobre

    la mesa: no creo en la exaltacin de modelos trans, multi, pos, o inter disciplinarios para las ciencias sociales, ni tampoco para el arte. Abogo, s, por prcticas de trfico entre

    los distintos terrenos, pero solamente desde bien delineado cada mbito y entendiendo al

    propio trfico como a una actividad sui generis. Caso contrario, la consecuencia ms recurrente en el campo artstico -salvo honrosas excepciones- es la emisin peridica de

    obras o intervenciones aderezadas con folklorismos sobre la identidad cultural y/o apuntes de

    pensamiento social. En el terreno antropolgico, donde se ha tendido hacia la

    experimentacin textual con la finalidad de desestabilizar los cdigos disciplinarios como

    efecto de la crtica posmodernas a la representacin etnogrfica en los noventas, slo

    recientemente, sin embargo, se ha empezado a articular una reflexin ms sistemtica y

    dialgica sobre los flujos posibles.[2]

    Tomando los estudios sobre la economa de las drogas ilcitas como referente metodlogico,

    la nocin de trfico me permite aludir metafricamente a cuatro aspectos cruciales del cruce de fronteras entre antropologa y arte contemporneo: primero, ella refiere al hecho de

    transportar o movilizar bienes --en este caso, simblicos, esto es bsicamente ideas,

    conceptos, preguntas y mtodos, pero tambin estrategias de apropiacin y

    recontextualizacin pertinentes tanto a la etnografa como al arte contemporneo-- de uno

    hacia otro, y, segundo, al carcter contaminante que tales bienes pueden eventualmente tener cuando aparecen circulando en contextos tales como el acadmico, y el de las artes

    visuales, provocando por ello estrategias defensivas y de delimitacin de las fronteras que

    reiteran sospechas y separaciones entre unos y otras. Tercero, la connotacin ilcita que se

    aade a la nocin de trfico funciona para dar cuenta del carcter conflictivo, problemtico y hasta subterrneo de las negociaciones que tienen lugar en el da a da del dilogo entre

    distintos saberes y conocimientos sancionados acadmicamente como disciplinas,

    negociaciones y dilogo que obedecen a un set de microprcticas propio a cada uno de

    ellos. Por ltimo, la calidad de traficante supone la incorporacin de un cierto capital

    simblico, solamente posible por el dominio de los cdigos de la ilegalidad.

    Con las consideraciones anotadas, trfico, en definitiva, denota la transportacin de un corazn/paquete de ideas disciplinadas dentro de un campo terico a otro, con la posibilidad

    de hacerlas pasar como propias en ambos campamentos. Por disciplina acadmica entiendo

    al agregado de categoras intelectuales, que una vez autorizadas, promovidas y popularizadas

    dentro de estructuras institucionales, tienden a la produccin, reproduccin y transformacin

    de saberes, tradiciones y adiestramientos en determinadas teoras y mtodos.[3] Escribiendo

    desde Ecuador, actualmente una postura que se expresa en la oferta acadmica es aquella que

  • valora las bondades de los cruces disciplinarios. Programas acadmicos en asuntos indgenas, estudios culturales, de gnero, o de la juventud son algunos ejemplos de una tendencia que empezara en los noventas. Es un hecho decidor que los programas de

    estudios de arte a nivel superior han carecido tradicionalmente de una apertura curricular a

    disciplinas del saber social. En consecuencia, la emergente escena de arte contemporneo se

    caracteriza por cobijar un cierto tufillo social que encubre exploraciones que son de orden ms bien puntual, citas de pie de pgina que los artistas hacen a las grandes temticas

    sociolgicas --sean stas la migracin, el espacio urbano, las identidades

    mestizas/indgenas/afros, el sistema poltico o las intervenciones reflexivas sobre el propio

    campo del arte. Excepcionalmente, sin embargo, el trfico entre arte contemporneo e

    inquietudes antropolgicas ha empezado a articularse bajo ejes temticos que han sido casi

    que forzados como objeto de intervencin o reflexin al impactar profundamente la condicin

    ciudadana, siendo ste el caso de una red de, en su mayora, nveles artistas que han

    empezado a trabajar sobre los efectos del proceso de renovacin urbana en el caso

    guayaquileo. Esta tendencia guarda mrito propio si se considera que tal proceso ha tendido

    a anular la esfera pblica en dicha ciudad, privndola de facto de foros crticos sobre el

    complaciente carcter ciudadano emergente.[4] Este panorama dista de reflejar, sin embargo,

    al conjunto del arte contemporneo ecuatoriano.[5]

    Cruces

    Una mirada etnogrfica a las prcticas de trfico entre los diferentes dominios da cuenta del

    privilegio de mecanismos de control de acceso para fortalecer las fronteras

    disciplinarias. Esto ocurre generalmente en proyectos o planes acadmicos concebidos como

    trans, multi, pos e inter, al igual que en iniciativas desde el arte o la gestin cultural cuya finalidad declarada es la insercin del mismo en el tejido social. Desde mi perspectiva,

    el intercambio disciplinario es ms la cara pblica de un negocio acadmico y de consecucin

    de recursos en el campo del arte antes que un ejercicio coherente y sistemtico orientado por

    dilogos sintonizados entre practicantes/traficantes de diferentes campamentos. En

    consecuencia, la cara oculta de un mercado o sistema as constitudos est compuesta por

    negociaciones que guardan relacin bsicamente con el acceso a redes sociales establecidas

    dentro de uno u otro campo y de otras diseadas para maquillar las disciplinas o los proyectos

    y, as, otorgar un toque interdisciplinario y/o contemporneo a los mismos. Las iniciativas

    para establecer un dilogo ms sistemtico y orgnico, sin embargo, son excepcionales,

    ciertamente desde las ciencias sociales. Desde el arte, en cambio, una iniciativa exitosa en

    trminos de los reconocimientos pblicos, aunque emergente y de futuro incierto dada la

    fragilidad poltica y precariedad institucional del proyecto, fue la formacin del Instituto

    Tecnolgico de Artes del Ecuador (ITAE) en Guayaquil. Este fue gestado desde artistas con

    prcticas contemporneas en el ao 2003, y la malla curricular incluye una lnea de

    pensamiento social y no solamente de historia del arte. Para los estudiantes, todos de

    pregrado, la falta de una disciplina acadmica en el medio se expresa en deficitarias prcticas

    de lectura y la relativa ausencia de criticidad frente a la realidad social. Sin embargo, la

    conciencia de la necesidad de una mirada etnogrfica, sociolgica o histrica empieza a ser

    asumida como un componente importante a la hora de conceptualizar sus proyectos.[6]

    En el campamento de las artes, especialmente en otras latitudes, el papel de los

    productores/empresarios compite con el de los propios curadores y donde el levantamiento de

    fondos corporativos torna gradualmente al desarrollo de intervenciones, proyectos

    conceptuales e ideas artsticas en actividades subsidiarias.[7] Mi posicin respecto de la

    dinmica bajo la que opera el arte contemporneo en condiciones de precariedad

    institucional, por supuesto, dista de hacer eco del cdigo clave de las eventuales discusiones

    pblicas sobre el arte contemporneo en Ecuador aquella que ve las cosas bajo la ptica simplista de la hegemona de un discurso importado en desmedro de la diversidad y la

  • tradicin del medio. Fuera de los esencialismos y de las xenfobas discusiones que han caracterizado buena parte de tales debates, por lo menos para el caso guayaquileo en el que

    el proyecto de la institucin de arte contemporneo ms ambiciosa del pas el Museo de Antropologa y de Arte Contemporneo, MAAC- fuera abruptamente frustrado hacia fines de

    2003 por haber sido dirigido por personas no nacidas en el medio, interesa la forma en que

    ciertas ideas de un campo u otro son apropiadas y circuladas al interior de crculos

    establecidos en una u otra disciplina.[8]

    El anlisis que propongo en este artculo est basado en observaciones desarrolladas durante

    el trnsito por tres campos de experiencia secuencial o paralela en los que me he desenvuelto

    en los ltimos aos: la antropologa, la gestin cultural, y el arte contemporneo. En ellos he

    ocupado distintas posiciones: investigador y profesor en el primer campo, consultor en

    antropologa y polticas culturales en el segundo, e interlocutor, practicante y artista (aunque

    marginalmente) en el tercero. Si bien estas facetas aparecieron inicialmente de forma

    desarticulada, cada pieza del rompecabezas fue calzando no de manera arbitraria sino gracias

    al hecho de su insercin en contextos institucionales ms amplios que, a su vez, se hallan

    sometidos a transformaciones que obedecen a demandas de interdisciplinariedad. Estas

    ltimas justifican el ejercicio y la lectura particular que propongo para reflexionar sobre las

    relaciones sociales cambiantes en cada uno de estos mbitos en Ecuador a principios del siglo

    XXI. Por motivos de espacio, me concentrar aqu en el primero de ellos.

    Mirada Esta disciplina ha sido, para bien y para mal, la ms extica entre las ciencias sociales por

    razones que la han vuelto deleznable a los sospechosos ojos de las tiendas trans. La primera razn se halla, por supuesto, en su histrica bsqueda de lo extico, o sea por su atencin a los aspectos distintivos de las sociedades nativas o no occidentales como producto

    de su asociacin con los poderes coloniales. La segunda, por la ilusin de empata con esos

    Otros que fuera recreada por los/las antropolgos/as sea a nivel metodolgico, dependiendo

    del grado de inmersin en el trabajo de campo entre comunidades nativas o por las

    pretensiones realistas por retratar el carcter de la otredad. La tercera: los/las etngrafos/as

    construyeron tradicionalmente su autoridad en estilos de escritura que reclamaban sentidos de

    posesin o apropiacin simblica del conocimiento sobre sus objetos de estudio. La cuarta es

    la aficin folklrica de los propios antroplogos para incorporar fragmentos del Otro en su

    propio performance pblico, hecho no menos importante al nivel de los estndares prcticos

    de la produccin y la reproduccin de sentidos de autoridad en las ciencias sociales que

    dependen ampliamente de rituales socializadores tales como conferencias y congresos, y el

    resto de ocasiones en las cuales los practicantes aprovechan para proyectar su competencia

    sobre poblaciones determinadas, mostrar sus sentidos de etiqueta, y certificar su afiliacin a

    las filas de un mundo polticamente correcto.[9]

    En un medio andeanista caracterizado precisamente por la devocin hacia temas relacionados

    con los mundos indgenas y de montaa, y a privilegiar la ecuacin identidad cultural-etnia,

    solamente las consecuencias ms obvias, visibles y risibles son aquellas que terminan

    produciendo antroplogos ms otros que los propios Otros o, para parafrasear a quizs la irona ms elaborada que se haya formulado sobre la antropologa posmoderna, a

    profesionales que empiezan buscando a los Otros y terminan encontrndose a s mismos.[10] Resta sealar, como bien lo han notado acadmicos provenientes de la propia historia del arte, que los esencialismos siempre han servido para cultivar pblicos

    complacientes e ignorantes en el mundo establecido del arte.[11]

    En la prctica, en Ecuador muchos iniciados fuimos decentrados por las repeticiones del

    andeanismo e impulsados por el rigor de la mirada etnogrfica a buscar ensamblajes o puados relacionales, para utilizar las metforas de James Clifford o de Eric Wolf, en fragmentos e interconexiones entre detalles e historias sobre los que todava no se haban

  • articulado teoras y formado escuelas, donde el cruce de la oralidad y de materiales textuales,

    auditivos y visuales coexista con referencias ms sociolgicas, literarias e histricas sobre el

    carcter urbano. Este decentramiento un ejercicio que contina partiendo prcticamente de cero por la ausencia de un saber sistemtico acumulado a falta de, en sentido estricto, un

    corpus de conocimiento desde la antropologa urbana para el caso ecuatoriano- demandaba el

    prstamo de categoras tericas establecidas para intentar ordenar aquellos fragmentos y

    trazar sus relaciones. Y tambin la atencin a paisajes de visualidad que fueran ledas por

    sociedades e informantes no necesariamente desde criterios estticos establecidos por la

    historia del arte cuyo paradigma principal contina siendo el desarrollo de lo visual en Occidente, con su encarnacin ms reciente en el arte contemporneo- sino desde prcticas de

    consumo y sentidos de identidad, distincin y gusto que constituyen tanto un ejercicio de delimitacin de fronteras como tambin de comunalidades internas entre sujetos y

    comunidades.

    El decentramiento al que me he referido no fue un proceso peculiar a la antropologa sino a un sentido de

    reflexividad y renovada atencin al problema de la representacin de la otredad resultante del

    posmodernismo. James Clifford cuya crtica etnogrfica fuera recogida inmediatamente por practicantes de

    varias disciplinas, incluidos historiadores del arte y de estudios culturales tornndolo muchas veces en la nica

    referencia que engrosara el repertorio antropolgico de estos ltimos- seala que la etnografa que emergi

    en algunas disciplinas en los ochentas [] refleja un impulso por observar el sentido comn, las prcticas

    cotidianas con un sentido de atencin crtica y autocrtica, con una curiosidad acerca de lo particular y una

    apertura a ser decentrado mediante los actos de traduccin.[12] (Clifford en Coles 2000, traduccin ma). Por

    traduccin Clifford entiende al traslado de miradas entre diferentes voces, campos y rdenes de cosas, y, por

    decentramiento al efecto resultante de la confrontacin de varios sistemas de representacin y relaciones de

    poder. De hecho, un ejercicio etnogrfico de este tipo parte de la constitucin de un espacio de

    representaciones, una cultura pblica contestada, caracterizada por dinmicas de negociacin, traduccin y

    apropiacin, y, dada la profusin de voces situadas, por ser heterglota.

    Con estas influencias, las preguntas antropolgicas se dirigieron hacia la produccin, la

    distribucin y el consumo de imgenes, osea hacia la exploracin de la vida social de las cosas, de economas visuales y comunidades interpretativas que atendieran adicionalmente a la historia verncula y simultneamente translocal o global de los

    mismos.[13] Desde esta perspectiva, el arte es visto bajo la mirada antropolgica en

    minsculas, esto es como parte de un puado de interconexiones que se establecen entre

    diferentes esferas sociales mediante el uso de distintos medios y tecnologas. Esta precisin

    es pertinente independientemente de si se refiere a sociedades tradicionales entre las cuales las nociones de arte se hallan mayormente imbricadas con otras prcticas- o a sociedades tpicamente occidentales entre las cuales, el arte es parte de un campo enteramente diferenciado. Por supuesto, la divisin entre nativo y occidental sirve para efectos didcticos solamente, resta precisar el envolvimiento que histricamente ha

    constituido a ambos mundos y las dinmicas resultantes de la profundizacin de tales

    relaciones de dependencia en el capitalismo tardo.[14] En este contexto, la antropologa

    tiende a tratar a distintas formas de arte en atencin a la vida social que los objetos (incluyendo imgenes materializadas) adquieren en su circulacin social y los significados

    que le son adscritos histricamente dentro de ella antes que atender, meramente, a sus

    trminos estticos y de circulacin dentro del sistema del arte, por caprichosa la forma que

    ste tome como en el caso ecuatoriano.

    Espacio La apertura del arte contemporneo, con su mayor inters en procesos sociales antes que la

    obra per se, y por su inclinacin hacia trascender los circuitos regulares de realizacin del

    trabajo de un artista hacia una concepcin tanto fsica cuanto simblica del espacio, ha

    encontrado en lo urbano una zona de confluencias con la mirada etnogrfica. En esta

  • seccin, aludo puntualmente a la proliferacin de proyectos artsticos que se vienen dando

    tanto en Ecuador cuanto en Latinoamrica, y que confluyen, de una u otra manera, con las

    discusiones aqu avanzadas.

    La ciudad del siglo XXI es radicalmente diferente a los ideales modernos que promovieron el

    modelo urbano tal como lo conocimos inclusive hasta hace pocas dcadas atrs. En Quito,

    como en muchas otras urbes, aqul espacio que fuera pensado para facilitar el encuentro

    espontneo entre habitantes diversos se ha convertido en uno gradualmente

    controlado. Tecnologas de videovigilancia, compaas privadas de seguridad supervisando

    el devenir cotidiano, garitas con guardias apostados en cada esquina, cerramientos

    alambrados o electrificados, y ciudadelas amuralladas dan cuenta de las nuevas formas de

    control sobre un espacio que, de pblico guarda muy poco. Estas condiciones espaciales promueven cierto tipo de interaccin social --restringindola al controlarlay escasas posibilidades de debatir sobre el destino adquirido por la ciudad. Bajo el discurso de la

    seguridad pblica, mltiples formas policacas han sido creadas afectando, directamente, la

    calidad ciudadana. En el mejor de los casos, el ejercicio policial supervigila los movimientos

    de los urbanitas detrs de una cmara de ojo de guila. En el peor, afecta directamente la circulacin y visibilizacin de sujetos definidos como indeseables: los vendedores

    ambulantes, los pordioseros, y otras poblaciones consideradas como sospechosas, son el

    mejor ejemplo.

    Quito forma parte de una tendencia global que tiene, sin embargo, manifestaciones comunes

    en Latinoamrica. A falta de una discusin sostenida sobre el devenir de la ciudad, en

    muchos contextos han sido formas de arte pblico las que han promovido efectivamente la

    reflexin sobre las consecuencias de las condiciones descritas. En una urbe cuya violencia la

    ha convertido en la ms peligrosa de la regin, San Salvador, el artista visual Dany Zavaleta

    ha trabajado en la elaboracin de posters con la consigna de se busca para retratar a diversos vendedores informales. En ellos, se los acusa de vender discos o juguetes en la

    calle. En Sao Paulo, mxima metrpolis de Sudamrica, un colectivo de arquitectos/artistas,

    Bijari, realiza peridicamente intervenciones sobre plazas o avenidas para criticar las

    dinmicas de la privatizacin del espacio y sus consecuencias sobre la vida de la gente

    comn. A veces, una accin tan simple como soltar a una gallina en una calle en un sector

    popular y luego hacer lo mismo en un centro comercial en un barrio pudiente, es

    suficientemente revelatorio de la existencia de dos mundos totalmente fragmentados. Otras

    veces, instalar sin previo aviso docenas de monigotes inflables en una plaza da lugar a la

    liberacin de las energas violenta o ldica de los ciudadanos. La ilustracin de la conversin

    de ciertas poblaciones en delincuentes, como los vendedores ambulantes; y la puesta en

    evidencia de las dinmicas de control espacial y subjetivo de los habitantes urbanos son

    solamente un par de ejemplos del vigor de formas artsticas contemporneas sobre la

    experiencia urbana en Latinoamrica (www.estrechodudoso.com, www.bijari.com.br).

    En Ciudad de Mxico, monstruo urbano por excelencia, el colectivo Tercerunquinto plante

    un proyecto para extender un pedazo pre-existente de csped sobre una vereda. Los trmites

    para la realizacin del mismo dieron cuenta del surrealismo burocrtico que se esconde detrs

    del mnimo detalle de un ordenamiento urbano que es visto desde el poder como

    infranqueable (http://www.latinart.com/spanish/transcript.cfm?id=89). En San Jos, en

    cambio, un muro constituye la galera de por vida para las incrustaciones, instalaciones y

    exhibiciones que viene haciendo desde ms de una dcada atrs Rolando Castelln en un

    pedazo de entorno urbano que, si no fuera por su espontnea mediacin, no sera ms que otra

    pared dilapidada. En Caracas, Javier Tllez organiza una procesin a travs de barriadas

    populares de un monumento a un len (animal herldico de la capital venezolana) al hombro

    de cuatro policas disrrumpiendo el da a da de la ciudad olvidada con el paso y el peso del

    Estado. A su vez, en diversas ciudades del mundo, Carolina Caycedo y Antoni Abad trabajan

  • creando conexiones sociales, aunque bajo mtodos opuestos. La primera sostiene un

    programa de intercambio de bienes y servicios entre ella e individuos extraos sin la

    mediacin de dinero (para ver estas obras de Castelln, Tllez y

    Caycedo,www.estrechodudoso.com). El segundo, da lugar a otro tipo de redes sociales

    brindando la oportunidad a comunidades que son sistemticamente invisibilizadas por los

    medios masivos para que reflejen sus historias a travs de un canal en internet

    (www.zexe.net). Finalmente, haciendo uso de la parafernalia que contamina visualmente el

    paisaje urbano con propaganda, Rogelio Lpez Cuenca despliega vallas publicitarias con

    mensajes que ironizan las pretensiones tursticas --las caras visibles-- de una u otra ciudad

    (www.malagana.com).

    El panorama del arte que se practica sobre el espacio urbano en Latinoamrica revela la

    preocupacin de sus hacedores por reflexionar, cuestionar, disrrumpir, ironizar o subvertir las

    fachadas pblicas de la privatizacin y el progreso. El espacio de la ciudad se convierte no

    solamente en un leo sobre el cual estampar una firma, al mejor estilo grafitero, sino en un

    objeto, un lugar habitado, un medio y una estrategia para comentar sobre el tipo de

    interacciones sociales que establecemos con el resto de urbanitas y con las condiciones

    espaciales creadas por el colapso del espacio pblico que caracteriza a las ciudades en el

    capitalismo tardo. En Cuenca, Fernando Falcon cre postales ilustrando la pulcritud de las

    calles que haban sido limpiadas de cualquier indicio de vagabundeo con motivo de un

    encuentro internacional sobre ciudades patrimoniales

    (perso.gratisweb.com/postalesocpm/). En Guayaquil, Graciela Guerrero se apropi del

    reaccionario lenguaje grfico de calcomanas para autos que sirven para idealizar nociones

    dominantes sobre la familia, las clases sociales y los lenguajes raciales para, en su lugar,

    insertar un tiraje alternativo con imgenes de pobres, negros e indios, representaciones

    tradicionalmente excludas de los discursos oficiales sobre ciudadana

    (http://riorevuelto.blogspot.com/2007/09/graciela-guerrero-intervencin.html). En Quito, el

    colectivo Wash ha documentado una serie de acciones, denominadas apropiadamente como

    prcticas suicidas, destinadas a comentar el riesgo cotidiano de la violencia aadida al trfico urbano en un sistema donde la condicin peatonal se ve constantemente amenazada

    (http://www.experimentosculturales.com/practicas-suicidas/home.html).

    Cuando subirse en un bus, cruzar una calle, o transitar por un puente constituyen formas

    cercanas a un suicidio ms que metafrico, debemos concluir que no estamos enfrascados en

    el trfico sino que somos el trfico. El arte contemporneo sobre la ciudad evidencia

    precisamente estas dinmicas de la experiencia citadina, y aventura propuestas que engendran

    posibilidades de ruptura sobre los patrones establecidos para el intercambio regular entre los

    ciudadanos comunes. De una u otra manera, detrs de estos proyectos se construye una

    morfologa poltica distinta de la ciudad, otros tipos de mapa que contraran los del turstico

    oficial, tan lleno de artificiosas separaciones y murallas. Una forma, a veces literalmente

    espacial, otras enteramente simblica para evidenciar las capas de historia que han sido

    abolidas o maosamente recreadas, y discernir las que van siendo gradualmente inventadas

    por las intervenciones, apropiaciones, acciones, inserciones, e interacciones promovidas por

    el arte contemporneo.

    Deca el filsofo alemn Walter Benjamin refirindose a su calidad de urbanita, observador y

    deambulante: perderse en una ciudad, como uno se pierde en un bosque, requiere de prctica. Son las prcticas del arte sobre el espacio urbano las que nos devuelven la posibilidad de encontrar nuevos referentes, marcas, huellas, memorias para un convivir

    ciudadano menos prejuiciado, temeroso, paranoico, fragmentado y turisteado. Es cuestin de

    evidenciar, como lo hacen un ejrcito de artistas en la actualidad, la imagen de ciudad postal

    creada, y profundizar en la construccin de una mirada etnogrfica para traficar por las

    urbes. Esto hace del dilogo (e idealmente del trfico) entre el arte contemporneo y la

  • antropologa un terreno potencialmente fructfero para profundizar el mpetu crtico que,

    histricamente, ha constitudo a ambos campamentos.[15]

    [1] Profesor Asociado de FLACSO-Ecuador. Trabaja sobre temas de etnografa, representacin visual, ciudad,

    drogas, y masculinidad. Preside Full Dollar, Inc. una empresa de antropologa que trafica en los circuitos del

    arte contemporneo, www.experimentosculturales.com/full-dollar/home.html

    [2] A la fecha, el aporte ms comprehensivo en esta lnea es Schneider Arnd y Christopher Wright eds.

    2005. Contemporary Art and Anthropology, Oxford: Berg. Este volumen problematiza los dos campos a partir de

    ensayos acadmicos clsicos y tambin desde las artes visuales, a la vez que incluye discusiones sobre los

    intercambios entre los dos trminos. Tanto los estudios antropolgicos cuanto los artistas seleccionados se

    mueven, sin embargo, dentro del savage slot que ha constitudo la tradicin etnogrfica con su nfasis en

    sociedades no-occidentales.

    [3] La definicin que avanzo es heredera de las discusiones propuestas por Wallerstein, Immanuel 2003.

    Anthropology, Sociology,

    and

    Other

    Dubious

    Disciplines. Current Anthropology 44 (4) [versin electrnica no

    numerada].

    [4] Para la primera sistematizacin al respecto, v. Kronfle Chambers, Rodolfo 2007, Reflexin y

    Resistencia: Dilogos del Arte con la Regeneracin Urbana en Guayaquil.Iconos 27: 77-89. Para entender el

    carcter autoritario de la renovacin urbana en el contexto guayaquileo, v. Andrade, X. 2006. Ms Ciudad y

    Menos Ciudadana: Renovacin Urbana y Aniquilacin del Espacio Pblico en Guayaquil. Ecuador Debate: 68:

    161-197, y Andrade, X. 2007. Guayaquil: Diario de una Ecologa Privatizada. Nueva Sociedad 212: 134-

    147. Para el caso quiteo, aunque de forma todava irresuelta, la circulacin de ideas que nos atae se

    encuentra en la red: www.experimentosculturales.com, una iniciativa multidisciplinaria que incorpora ensayos

    sobre la ciudad e iniciativas artsticas concercientes al mundo urbano y la cultura popular mestiza. Solo

    excepcionalmente, sin embargo, la idea de trfico tal como defiendo en este artculo se hace patente en los

    trabajos all expuestos.

    [5] De hecho, exhibiciones realizadas en este mismo ao dan cuenta de un abanico rico de las posibilidades que

    se comparten con las escenas de otros lares. La muestra Arte Contemporneo en Ecuador, curada por Ulises

    Unda en Quito en Mayo de 2007, por ejemplo, aglutin propuestas que iban desde aplicaciones en tercera

    dimensin del impulso pictrico en la obra de Juan y Jean Ormaza, hasta proyectos de insercin social en

    crceles, como el de Ral Ayala. Ms recientemente, la exhibicin El Espacio y la Idea, curada por Lupe

    Alvarez en Guayaquil en Diciembre de 2007, da cuenta de una preocupacin creciente por el destino del espacio

    pblico, o por las dinmicas de interaccin urbana tal cual se dan en esta ciudad, entre las ms jvenes

    generaciones de artistas. Un proyecto que destac en este ao gracias a su mirada crtica sobre los dispositivos

    monumentales de la ciudad, es El Arrastre, de Oscar Santilln (www.elarrastre.blogspot.com). La revista

    electrnica Ro Revuelto de Rodolfo Kronfle, provee uno de los escasos espacios para avanzar en una agenda

    de discusin sobre este campo, la misma que incluye, regularmente, atencin a los proyectos gestados en la

    lnea descrita, constituyndose en muchos casos la nica avenida para la documentacin de algunos de ellos

    (www.riorevuelto.blogspot.com).

    [6] Curiosamente, la institucin misma fue concebida originalmente como una obra de arte contemporneo para

    un proyecto de insercin en la esfera pblica, por parte del artista Xavier Patio, iniciativa que fue acogida

    inicialmente por la gestin cultural estatal. Dada la precariedad del medio artstico en Ecuador, caracterizado

    por el colapso en el sistema de galeras y el empantanamiento de las instituciones de gestin cultural estatal, sin

    embargo, los estudiantes emprenden proyectos en funcin de las convocatorias pblicas a salones y festivales,

    dejando de lado un trabajo ms sistemtico, donde se pudiera sopesar de mejor manera el desarrollo de un tipo

  • de mirada que, partiendo del arte, se halle seriamente imbuda de los saberes o mtodos de las ciencias

    sociales.

    [7] Davies, Anthony y Simon Ford 2003, Art Futures en Mir, Aleksandra comp. Corporate Mentality: An Archive

    Documenting the Emergence of Recent Practices within a Cultural Sphere Occuppied by Both Business and

    Art. Aunque Davies y Ford tuvieron a la escena artstica de Londres como su referente para una triloga de

    artculos dedicados a esta temtica, originalmente publicados en Art Monthly entre 1998 y 2000, el cruce entre el

    mundo empresarial y el arte ha tenido manifestaciones que van ms all del mero auspicio inclusive, aunque

    puntualmente, en nuestras latitudes, tendiendo a posicionar a la produccin artstica como una marca tanto

    como en cualquier otra empresa comercial y/o de espectculos e insertando al artista en las prcticas de venta

    de imagen y productos, por ejemplo. Sin embargo, y guardando el sentido de las proporciones, la mayora de

    los artistas operan fuera de auspicio alguno, destacndose la precariedad del medio, puntuales iniciativas

    privadas, y la resiliencia de las instituciones del Estado reservada para el arte contemporneo (v. Andrade, X.

    2007. Manifiesto Contra el Mecenazgo del Estado. Anaconda 9: 34-39).

    [8] Dicho proyecto museal se inici en 2001 con un equipo profesional multidisciplinario en antropologa y en arte

    contemporneo, sus autoridades fueron cambiadas dos aos despus haciendo colapsar las polticas de largo

    plazo que se haban diseado desde dentro de la institucin. Para una etnografa institucional y el carcter del

    debate pblico sobre el MAAC, v. Andrade, X. 2004, Burocracia: Museos, Polticas Culturales y Flexibilizacin

    Laboral en Guayaquil. Iconos 20: 64-72.

    [9] Para una discusin irnica sobre esta ltima dimensin, v. Barley, Nigel 1989. El Antroplogo Inocente.

    Barcelona: Anagrama. Para una mirada etnogrfica a rituales tales como conferencias internacionales, v.

    Silverman, Sidel 2002. The Beast on the Table: Conferencing with Anthropologists. Walnut Creek: Altamira

    Press.

    [10] Polier, Nichole y William Roseberry 1989, "Tristes tropos: los antroplogos postmodernos encuentran al otro y

    se descubren a s mismos", Economy and Society 18(2) [traduccin libre, no numerada].

    [11] Alvarez, Lupe et al. 2004. Umbrales del Arte en el Ecuador: Una Mirada a los Procesos de Nuestra

    Modernidad Esttica. Guayaquil: MAAC. El mximo referente en producciones basadas en la articulacin

    identidad/etnia es, para el caso ecuatoriano, el de Oswaldo Guayasamn. El hecho de que, hasta ahora, sea

    considerado como el artista por excelencia sin que siquiera se haya articulado pblicamente una crtica detallada

    a su obra y a la maquinaria de su persona pblica merece, sin embargo, un comentario adicional puesto que

    encuentro en el ejercicio de su consumo y de su culto una confluencia entre los esencialismos antropolgicos y

    artsticos que han tenido a una forma de ver la identidad cultural como dependiente de su filiacin a lo tnico

    visto como algo esttico y genrico. El nico trabajo crtico que conozco sobre el tema es el de Ordez,

    Anglica 2000. Carajo, soy un indio! Me llamo Guayasamn: La Construccin Social de las Razas en el

    Ecuador. Un estudio de caso. Tesis de maestra para FLACSO-Quito.

    [12] El texto es extrado de una entrevista de Clifford con Alex Coles, en Coles ed. 2000, Siting Ethnography. de-

    ,dis-,ex- 4. London: Black Dog Publishing [versin electrnica no numerada].

    [13] Debido a que las obras de arte no se mantienen solamente en el contexto para el cual fueron creadas,

    como cualquier otra mercanca, su valor, significacin y locacin de consumo cambian a travs del tiempo (v.

    Appadurai, Arjun ed. 1986. The Social Life of Things: Commodities in Cultural Perspective. Cambridge:

    Cambridge UP). Para el caso del desarrollo de un mundo de imgenes en el caso andino, v. Poole, Deborah

    1997. Vision, Race and Modernity: A Visual Economy of the Andean Image World. Princeton: Princeton UP.

    [14] Un estudio de antropologa econmica puede servir como ejemplo de un anlisis etnogrfico del sistema

    arte/artesana entre sociedades desiguales (v. Steiner, Cristopher B. 1997. African Art in Transit. Cambridge:

    Cambridge UP). Los modelos estticos y comerciales resultantes de estos flujos se han dado en llamar, en la

    jerga del momento, como glocal, un juego de palabras que, por un lado, obvia el hecho de que la circulacin de

    influencias ha sido histricamente, a su vez, dependiente de relaciones desiguales derivadas del hecho colonial,

    y, por otro, tiende a coincidir con el tono celebratorio del lenguaje de la globalizacin.

    [15] Para versiones alternativas sobre estas discusiones, desde mi prctica como traficante en los circuitos del

    arte contemporneo, v. fulldollarenestrechodudoso.blogspot.com, y, una reciente entrevista realizada por

    Lillebith Fadraga para Latin American Art Newsletter en http://www.latinart.com/spanish/transcript.cfm?id=90