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ARABIA SAUDÍ

Un sistema de justicia sin justicia

AMNISTÍA INTERNACIONAL

Índice AI: MDE 23/02/00/s

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ARABIA SAUDÍ

Un sistema de justicia sin justicia

CONTENIDO

Introducción4

1. Un sistema que permite los abusos 10 Procedimientos de detención 12 Leyes poco precisas17

2. Justicia sumaria y en secreto21

3. Uso de confesiones28

4. Denegación de asistencia letrada36

5. Ausencia de apelación efectiva38

Recomendaciones de Amnistía Internacional40

SECRETARIADO INTERNACIONAL, 1 EASTON STREET, LONDRES WC1X 0DW, REINO UNIDO

TRADUCCIÓN DE EDITORIAL AMNISTÍA INTERNACIONAL (EDAI), ESPAÑA

Índice AI: MDE 23/02/00/sAmnistía Internacional

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Arabia Saudí: Un sistema de justicia sin justicia

ÍNDICE AI: MDE 23/02/00/s

EMBARGADO: 10 de mayo de 2000

Introducción

[cita al margen]Aún no sé nada de mi caso [...]. Estoy esperando a que me llame el juez. Quiero volver a casa, mamá [...]. Me siento tan desamparada.

Siempre tengo miedo, sobre todo los viernes, que es cuando ejecutan a los condenados a muerte.

Extractos de cartas que Sarah Dematera, presa en Arabia Saudí, envió a su familia en 1993 y a finales de 1997, respectivamente. [fin de cita]

Sarah Jane Dematera tenía 19 años cuando, en noviembre de 1992, salió de su país, Filipinas, para trabajar de empleada doméstica en Arabia Saudí. A los cuatro días de su llegada fue detenida por el asesinato de la persona que la había contratado, delito que niega haber cometido. Se encuentra en la prisión de Dammam desde entonces. Cinco años después de su detención, Amnistía Internacional y millares de personas de todo el mundo supieron que había sido condenada a muerte, aunque ella no parecía haberse enterado todavía. En 1997 escribió lo siguiente a su madre:

En mi última carta escribí que me habían dicho que tenía que estar aquí un año más, con lo que serían cinco en total. Pero no estoy muy segura porque todavía no me han llevado al tribunal. Sigo sin poder hablar con el juez y en cuestión de meses hará cinco años que estoy aquí.

El derecho a ser sometida sin demora a un juicio público es uno de los muchos derechos básicos que se le han negado a Sarah Dematera. Tampoco recibió asistencia letrada, ni tras su detención ni durante los procedimientos judiciales. No se la mantuvo informada del proceso entablado contra ella. Y se le negó también el acceso sin demora al consulado filipino.1 Se desconocen las condiciones exactas de su condena, pero parece ser que quedará en suspenso durante alrededor de diez años, hasta que el hijo menor de la víctima cumpla 18 años y decida si prefiere aceptar una indemnización en vez de la ejecución, conceder a Sarah un indulto o pedir que se ejecute la sentencia de muerte.2

1 Arabia Saudí es Parte en la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares y en sus protocolos facultativos. El artículo 36 de este tratado, relativo a la comunicación y el contacto con ciudadanos del Estado remitente, garantiza a los detenidos el derecho a tener acceso a las autoridades consulares y a comunicarse libremente con ellas. Asimismo, las autoridades consulares tienen derecho a ser informadas de la detención de ciudadanos de su país, a comunicarse con ellos, a visitarlos y a proporcionarles asistencia letrada.2 En virtud de la ley islámica (shari’a), en Arabia Saudí se ofrecen estas opciones a los parientes más próximos o a los herederos de las víctimas de asesinato. Amnistía InternacionalÍndice AI: MDE 23/02/00s

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La situación de Sarah es sólo un ejemplo del sufrimiento humano que causa y perpetúa en Arabia Saudí un sistema de justicia penal rodeado de secreto y en el que se violan sistemáticamente los derechos de todos los que caen en sus redes. El sistema de justicia forma parte de una estructura estatal basada en el miedo y en la ausencia de mecanismos para hacer rendir cuentas. Todo el que se atreve a criticar la política oficial es castigado severamente. No se permiten en el país las actividades de colegios independientes de abogados, organizaciones no gubernamentales de derechos humanos, sindicatos y partidos políticos. Los medios de comunicación sufren censura y la comunicación de los ciudadanos en general con el mundo exterior está estrictamente controlada. El gobierno hace caso omiso de los llamamientos que le dirigen las organizaciones internacionales de derechos humanos para pedir información sobre determinados presos, sobre las violaciones de derechos humanos de que se tiene noticia o sobre el sistema jurídico en general. Las víctimas de abusos suelen tener demasiado miedo para contar nada, y si lo hacen insisten en guardar el anonimato.

Sin embargo, Amnistía Internacional ha estudiado el sistema de justicia penal saudí, principalmente por medio de entrevistas con personas que estuvieron presas y se han marchado del país3, examinando la información de los medios de comunicación locales, consultando publicaciones sobre el tema y examinando y analizando a la luz de las normas internacionales de derechos humanos la legislación publicada4. Tras verificar y evaluar cuidadosamente esta información, la organización ha llegado a la conclusión de que el sistema de justicia penal da lugar a violaciones de derechos humanos y de que la causa y la base de estas violaciones es el secreto que rodea a todo el sistema desde el momento de la detención hasta el final de las distintas fases del juicio. Es un sistema que concede excesivas atribuciones a las autoridades encargadas de efectuar las detenciones y que priva de su dignidad y sus derechos fundamentales como seres humanos a quienes caen en sus redes. Un sistema que genera y perpetúa el empleo de torturas y malos tratos y que no ofrece ninguna oportunidad de reparación. Un sistema que discrimina a las minorías religiosas, a las mujeres, a los trabajadores inmigrantes y a los acusados de infringir el estricto código moral del país.

Consecuencias de ello son los malos tratos y la detención arbitraria (particularmente en el caso de los activistas religiosos y políticos), la práctica habitual de torturas, la imposición frecuente de penas de flagelación y el hecho de que en los últimos veinte años hayan sido ejecutadas más de un millar de personas y muchas otras hayan sufrido amputaciones.

En el presente informe se tratan los principales defectos del sistema de justicia penal saudí. Se debe leer

3 Cuando cita testimonios de personas que han estado presas o informa sobre causas criminales específicas, Amnistía Internacional no toma ninguna postura sobre la culpabilidad o inocencia de la persona en cuestión ni aprueba en absoluto los actos obviamente delictivos por los que haya sido procesada o condenada. Todos los presos tienen ciertos derechos, por ejemplo, a no ser torturados, cualquiera que sea el delito que hayan cometido, y todos tienen también derecho a un juicio justo, desde el momento de la detención hasta la última fase de apelación. Todos los presos tienen asimismo derecho a recibir el mismo trato y las debidas garantías ante la ley.4 Algunas de las leyes que se aplican en Arabia Saudí no están escritas o no están a disposición de los ciudadanos.Índice AI: MDE 23/02/00/sAmnistía Internacional

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junto con el titulado Arabia Saudí: Un régimen secreto de sufrimiento, publicado en marzo del presente año5 y que documenta constantes de violaciones de derechos humanos como persecución de partidarios de la oposición política y de minorías religiosas; tortura y tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, y pena de muerte.

Las leyes y los procedimientos de detención utilizados en Arabia Saudí son arbitrarios y no respetan las salvaguardias contra el abuso de poder del Estado reconocidas internacionalmente. El derecho penal es impreciso y deja un amplio margen de interpretación a los jueces, que ejercen sus atribuciones sin normas que les obliguen a salvaguardar los derechos humanos y garantizar la justicia. Las vistas judiciales son sumarias y secretas. A los acusados se les niega siempre el acceso a un abogado y el derecho a preparar su defensa, y no tienen ninguna oportunidad efectiva de ejercitar el derecho de apelación. Estas anomalías se ven agravadas por el peso que tienen en el sistema de justicia penal las confesiones obtenidas por las autoridades responsables de la detención para garantizar que la sentencia será condenatoria, conseguir información sobre activistas políticos u obligar a los detenidos a desistir de su oposición política al gobierno. Amnistía Internacional cree que para que el sistema de justicia penal ofrezca protección a los derechos humanos se deben abordar estos defectos con el fin de ajustar los procedimientos y el derecho penal a las normas internacionales de derechos humanos.

Arabia Saudí reconoce algunas de estas normas internacionales. En los últimos años ha decidido adherirse a la Convención sobre los Derechos del Niño y a la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial —si bien con una reserva general a ambos tratados para que las disposiciones no sean contrarias al derecho islámico6—, así como a la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes.

Un asesor del Dr. Ghazi A. Algosaibi, embajador saudí en Londres, informó a Amnistía Internacional en septiembre de 1999 de que Arabia Saudí tiene intención de ratificar otros tratados, entre ellos el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

Amnistía Internacional ha acogido con satisfacción la adhesión de Arabia Saudí a varios tratados internacionales por considerarla un avance significativo. El reto al que se enfrentan ahora las autoridades saudíes consiste en realizar cambios radicales en la legislación y en la práctica para que los

5 Índice AI: MDE 23/01/00/s.6 En la Observación General 24, aprobada el 2 de noviembre de 1994 en su 52º periodo de sesiones, el Comité de Derechos Humanos de la ONU manifestó en relación con las reservas formuladas al proceder a la ratificación o adhesión al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos que las «reservas deben ser específicas y transparentes a fin de que el Comité, quienes estén sometidos a la jurisdicción del Estado que formula la reserva y los demás Estados Partes puedan tener en claro cuáles son las obligaciones de derechos humanos que han sido o no contraídas. Así pues, las reservas no deben tener carácter general sino que han de referirse a una disposición concreta del Pacto e indicar en términos precisos su ámbito en relación con él». Amnistía Internacional considera que las reservas de Arabia Saudí no cumplen el requisito de ser «específicas y transparentes». Amnistía InternacionalÍndice AI: MDE 23/02/00s

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derechos proclamados en esos tratados se hagan realidad y para garantizar que todas las autoridades del país conocen y aplican estas leyes y procedimientos y que todos los habitantes del país conocen sus derechos y pueden pedir una reparación si tales derechos son violados. Si se efectúan, estos cambios aportarán las salvaguardias específicas necesarias para adaptar el sistema de justicia penal a las normas internacionales.

Amnistía Internacional lleva muchos años intentando entablar un diálogo constructivo con las autoridades saudíes, pero sin éxito hasta la fecha. No obstante, la organización confía en que su informe contribuya a generar en el país un debate sobre los derechos humanos y espera también que sus recomendaciones sobre cambios en la legislación y en la práctica sean consideradas propuestas constructivas sobre el modo de aumentar la protección de los derechos humanos en Arabia Saudí.

1. Un sistema que permite los abusos

El sistema de justicia de Arabia Saudí está basado en la interpretación que hace de la shari‘a, o ley islámica, el wahhabismo, doctrina inspirada en la escuela hanbalí de jurisprudencia, una de las cuatro escuelas existentes en el islam sunní (las otras son la malikí, la hanafí y la shafií). No obstante, los jueces saudíes tienen libertad para remitirse a cualquiera de las cuatro escuelas y hacer interpretaciones del derecho de conformidad con cualquiera de ellas. La shari’a está basada en el Corán y en la sunna7 y se aplica a muchas esferas del derecho, incluidas las relacionadas con la condición personal y con el derecho penal. No obstante se complementa con leyes promulgadas por el gobierno, particularmente en lo relativo a los delitos y penas y a los asuntos económicos. Todos los tribunales que aplican la shari‘a , o tribunales islámicos, están dentro de la jurisdicción del Ministerio de Justicia, que se creó en 1970.

Las normas jurídicas internacionales establecen criterios estrictos por los que se puede garantizar la independencia del poder judicial.8 Contienen salvaguardias funcionales y estructurales contra la injerencia política o de otra índole en la administración de justicia o en las decisiones judiciales. El derecho interno de Arabia Saudí reconoce el principio de la independencia del poder judicial y de los jueces. Sin embargo, al mismo tiempo subordina el poder judicial al ejecutivo, en particular a los ministros de Justicia e Interior y a los gobernadores regionales, con lo que menoscaba su independencia. Según el artículo 71 del Estatuto del Poder Judicial, el ministro de Justicia está investido de autoridad para supervisar a todos los tribunales y jueces. El artículo mantiene que esta autoridad no debe menoscabar la independencia del poder judicial. Sin embargo, de acuerdo con el artículo 20 del Estatuto, las decisiones del Tribunal de Casación sólo son firmes si han sido aprobadas por el ministro de Justicia, quien puede devolver la causa al tribunal inferior para que se vea de nuevo si no está de acuerdo con la decisión en cuestión. Si el tribunal inferior mantiene su fallo inicial, el Estatuto obliga a remitir el asunto al Consejo Judicial Supremo, que es el órgano que tendrá la última palabra.9

7 El Corán es el libro sagrado del islam, y la sunna, el conjunto de tradiciones sobre los dichos y hechos del profeta Mahoma.8 Entre tales normas figuran los Principios Básicos Relativos a la Independencia de la Judicatura.9 El Consejo Judicial Supremo es, entre otras cosas, el máximo órgano judicial de Arabia Saudí en materia de revisión de sentencias.Índice AI: MDE 23/02/00/sAmnistía Internacional

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El Consejo Judicial Supremo se encarga de interpretar la shari‘a y revisa todas las sentencias judiciales en que se imponen penas de muerte, amputación o lapidación. Entre sus miembros, que son nombrados por el rey, se encuentra el subsecretario del Ministerio de Justicia (artículo 6 del Estatuto del Poder Judicial).10

La independencia del poder judicial se ve menoscabada también por las atribuciones del Ministerio del Interior, que se encarga de todo el proceso de detención y reclusión (véase infra) y decide si el detenido ha de ser puesto en libertad, enviado a los tribunales o recluido indefinidamente sin juicio. Al poder judicial se le niega toda función en la supervisión de este proceso.

Por consiguiente, la función de administrar justicia con imparcialidad e independencia propia de los jueces se ve menoscabada por un sistema que permite la intervención y la participación indebida del poder ejecutivo en la ley y en la práctica.

Teniendo en cuenta este menoscabo del principio de la imparcialidad e independencia del poder judicial, no resulta sorprendente descubrir que a los detenidos se les trata de distinta forma según su sexo, nacionalidad, creencias religiosas o posición social. Si tienen acceso a un miembro de la familia real, si disfrutan de una posición social alta o si su familia puede ponerse en contacto con un dignatario local influyente para que intervenga en su favor están menos expuestos a sufrir violaciones de derechos humanos y tienen más probabilidades de que les concedan un indulto en caso de pena de muerte. Si no disponen de tales contactos sufren invariablemente violaciones de derechos humanos, y a veces ni siquiera son puestos en libertad una vez cumplida su condena por haberlo decidido así el gobernador regional o el Ministerio del Interior. Tal sistema genera inevitablemente una situación en la que la norma son los procedimientos injustos y discriminatorios, y la excepción, la administración independiente de justicia.

Procedimientos de detención

Según informes, Al Sayyid Munir al Sayyid ‘Adnan al Khabaz, dirigente religioso chií de Al Qutaif, fue detenido en diciembre de 1999 en el aeropuerto de Yidda, a su regreso de Qom, Irán, donde había estado estudiando. Su familia, que había regresado a Arabia Saudí antes que él, no fue informada de su detención ni de su paradero. A lo largo de los años se ha tenido noticia de muchos otros casos similares de detención arbitraria de presuntos partidarios de la oposición política o religiosa saudí a su regreso del extranjero. En noviembre de 1998, por ejemplo, Suha al Mas‘ari regresó del Reino Unido, donde había ido a visitar a su hermano Muhammad al Mas‘ari, miembro de la oposición política a las autoridades saudíes exiliado allí. Fue detenida a su llegada al aeropuerto de Yidda y, según informes, llevada a la prisión de Al Ha’ir, en Riad. No se explicaron las razones de su detención, pero según informes guardaban relación con el hecho de ser hermana de Muhammad al Mas‘ari. La dejaron en libertad sin cargos en diciembre de 1998.

10 En caso de ausencia de algún miembro del Consejo Judicial Supremo en una reunión, es el ministro de Justicia quien elige a su sustituto (artículo 9 del Estatuto del Poder Judicial).Amnistía InternacionalÍndice AI: MDE 23/02/00s

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La detención arbitraria, en particular de presuntos partidarios de la oposición política o religiosa al gobierno, es una práctica habitual en Arabia Saudí, facilitada y perpetuada por: la falta de salvaguardias significativas que restrinjan las atribuciones del poder ejecutivo para detener y encarcelar, las amplias atribuciones de que gozan las numerosas autoridades facultadas para detener sin autorización judicial, la imprecisión de las leyes y la denegación de los derechos básicos de los detenidos.

Los procedimientos de detención no están regulados por una sola ley claramente expuesta, ya que en Arabia Saudí no hay un código de procedimiento penal escrito y publicado en su totalidad.11 Este aspecto del sistema de justicia penal se trata en al menos tres cuerpos de leyes, a saber: la Ley Fundamental del Estado, o Constitución, de marzo de 1992; el Estatuto sobre Encarcelación y Detención, de mayo de 1978, y el Estatuto sobre los Principios de Detención, Reclusión Provisional y Prisión Preventiva, promulgado el 11 de noviembre de 1983. El gobierno elaboró un código de procedimiento penal en 1990, pero se retiró antes de su aprobación por considerarse que era preciso examinarlo más detenidamente.12

La Constitución y el Estatuto sobre Encarcelación y Detención prohíben la detención arbitraria, pero no proporcionan mecanismos para impedirla. Además, en la práctica estos dos cuerpos de leyes están anulados por la aplicación del Estatuto sobre los Principios de Detención, que es la legislación más detallada en lo que a normas de detención se refiere y la más importante de las que regulan este aspecto del sistema de justicia penal. El Estatuto sobre los Principios de Detención es, además, totalmente incompatible con las normas internacionales de derechos humanos. Por ejemplo, autoriza la detención por motivos muy generales e imprecisos. En su artículo 1 dispone: «Las fuerzas de patrulla y otros agentes del orden público podrán detener a una persona en cualquier situación que levante sospechas.» La condición de «en cualquier situación que levante sospechas» se aplica sin reservas, por lo que, combinada con leyes penales que son igualmente imprecisas en lo que a los motivos de detención se refiere, en particular con las relativas a la oposición política o religiosa, concede a las autoridades facultadas para detener un poder casi ilimitado. Además, en virtud del Estatuto sobre los Principios de Detención, las autoridades facultadas para detener son muy numerosas13, y ninguna está sujeta a

11 Véase Amal al Fazayri, The idea of a modern judiciary in the Kingdom of Saudi Arabia: reality and prospects, documento presentado en la Primera Conferencia de Justicia Árabe, celebrada en Beirut, Líbano, del 14 al 16 de junio de 1999, p. 11. 12 Véase el informe de Middle East Watch, Empty Reforms, Saudi Arabia's New Basic Laws, de mayo de 1992.13 El artículo 15 dispone:Teniendo en cuenta lo dispuesto en los estatutos relativos a la seguridad de las fronteras y aduanas, la Junta de Quejas, el comité de control e investigación y el Comité para la Difusión de la Virtud y la Prevención del Vicio, y otros organismos y sus estatutos ejecutivos, y con excepción de los delitos en los que directrices y decretos reales determinan que la puesta en libertad del acusado sería ilegal, excepto tras solicitar permiso a las autoridades Supremas o presentar una petición al Ministerio, todas las autoridades siguientes tienen en su jurisdicción atribuciones para detener al acusado como medida preventiva o para dejarlo en libertad:

1) los emires de distrito y sus adjuntos;Índice AI: MDE 23/02/00/sAmnistía Internacional

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supervisión judicial.

Las principales autoridades con atribuciones para detener son la policía de seguridad pública (Al Shurta), el servicio de Investigaciones Generales (Al Mabahith al ‘Amma) y la policía religiosa (Al Mutawa‘een) o Comité para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio (Hay’at al ’Amr bilma‘ruf wan Nahi ‘an al Munkar). Las dos primeras rinden cuentas ante el ministro del Interior. La policía religiosa que se ocupa de velar por el estricto cumplimiento de los códigos de conducta establecidos es en teoría un organismo semiautónomo, pero en la práctica actúa en estrecha colaboración con la policía de seguridad pública y con los gobernadores regionales. Tiene que entregar a los detenidos a la policía de seguridad pública después de interrogarlos.

Las normas jurídicas internacionales establecen claramente que el ejercicio de las atribuciones de las autoridades facultadas para detener «estará sujeto a recurso ante un juez y otra autoridad» (principio 9 del Conjunto de Principios para la Protección de Todas las Personas Sometidas a Cualquier Forma de Detención o Prisión, de la ONU, o Conjunto de Principios). Este principio jamás se ha puesto en práctica en Arabia Saudí.

El Estatuto sobre los Principios de Detención no contiene ninguna disposición sobre el modo de efectuar las detenciones, ni tampoco sobre la obligación de informar al detenido de sus derechos. Para efectuar una detención no es necesaria una autorización judicial previa. En la práctica las detenciones pueden variar entre una educada invitación a entregarse y una brutal aprehensión. Los miembros de la policía religiosa, en particular, efectúan a menudo detenciones sin orden judicial y con violencia injustificada.

[cita al margen]El Estatuto sobre los Principios de Detención no contiene ninguna disposición sobre el modo de efectuar las detenciones, ni tampoco sobre la obligación de informar al detenido de sus derechos. Para efectuar una detención no es necesaria una autorización judicial previa.[fin de cita]

Por ejemplo, en mayo de 1994, la policía religiosa dio el alto a dos automóviles y detuvo a las siete personas que viajaban en ellos. Entrevistados por Amnistía Internacional, los detenidos describieron así el trato que recibieron:

2) el jefe de Seguridad Pública y sus asistentes;3) los jefes de policía;4) los asistentes de los jefes de policía y los jefes de Detención Penal y los jefes de los departamentos de policía respeto de los casos considerados de su competencia;5) el director del Organismo Público para la Lucha contra las Drogas y los directores de sus filiales respecto de los delitos relacionados con drogas y similares;6) el director del Organismo Público para el Tráfico y los directores de los organismos para el tráfico respecto de los accidentes de tráfico,7) el director general de pasaportes y los directores de los organismos para pasaportes respecto de los casos relacionados con pasaportes y residencia.Amnistía InternacionalÍndice AI: MDE 23/02/00s

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Los agentes comenzaron a golpear las ventanillas de Khaled y Michelle. A los pocos segundos ya habían roto las dos ventanillas y estaban golpeando a Khaled en la cara. No preguntaron nada; se limitaron a golpearlo. Los agentes tiraron de Michelle para sacarla del automóvil [...] salió [...] y cuatro agentes comenzaron a empujarla de un lado a otro como a un balón de playa [...]. Otros agentes sacaron a Tony a rastras de su vehículo y comenzaron a golpearlo. A Khaled lo sacaron del vehículo y empezaron a golpearlo una y otra vez en la cara [...]. Un agente dio una patada a Michelle mientras estaba en el suelo [...]. Después de la patada, otro agente la golpeó en el ojo izquierdo con el puño cerrado. Este golpe le causó un fractura de la órbita izquierda y una hemorragia subconjuntival en el ojo izquierdo.

En aplicación del Estatuto sobre los Principios de Detención, una vez detenida, la persona puede ser recluida por el servicio de Investigaciones Generales o por la policía de seguridad pública por tiempo indefinido y sin ninguna posibilidad real de impugnar la legalidad de su detención ante una autoridad judicial o de otro tipo, como exigen las normas internacionales de derechos humanos.

En los casos penales, la detención se suele prolongar con el fin de obtener una confesión y poder así celebrar el juicio. En la mayoría de los casos políticos —excepto en los relacionados con cargos que incluyan actos de violencia— el objeto de prolongar la detención es otro, pues en tales casos raras veces se celebra un juicio. Lo que se pretende es presionar al detenido para que proporcione información sobre sus ideas y actividades políticas y sobre otras personas que colaboren con él. Normalmente se le comunica que su libertad depende de que se arrepienta de sus actividades pasadas y firme un documento por el que se compromete a no volver a realizar esas actividades. Este procedimiento infringe las normas internacionales, que exigen que el detenido sea juzgado con prontitud y con las debidas garantías.14 Las atribuciones de que gozan en Arabia Saudí las autoridades encargadas de la detención y la investigación a expensas del poder judicial facilitan la reclusión por tiempo indefinido de toda clase de detenidos, incluidos los presos de conciencia.15

Según el Estatuto sobre los Principios de Detención, el detenido puede presentar en cualquier momento una queja ante las autoridades supremas, incluido el Ministerio del Interior, o ante el gobernador de la región. Asimismo, puede impugnar ante un comité (véase infra) la solicitud que presenten las autoridades responsables de la detención para prolongar ésta una vez cumplido el plazo inicial de veintiún días (artículo 19). Sin embargo, en ninguna circunstancia puede presentarse una queja ante una autoridad judicial independiente e imparcial, y no existe ningún procedimiento que explique cómo se puede presentar una queja. Como los detenidos no tienen derecho a la asistencia de un abogado, estas vías están cerradas, ya que no hay forma práctica de presentar una queja.

14 Artículo 10 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y principio 38 del Conjunto de Principios.15 De acuerdo con el Estatuto de Amnistía Internacional, es preso de conciencia toda persona detenida «en virtud de sus convicciones políticas, religiosas o cualquier otro motivo de conciencia, o en razón de su origen étnico, sexo, color, idioma, origen nacional o social, situación económica, nacimiento u otras circunstancias, siempre que tal persona no haya recurrido a la violencia ni propugnado su uso».Índice AI: MDE 23/02/00/sAmnistía Internacional

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En teoría existen otras dos formas de presentar una queja: por medio de las autoridades responsables de la detención o a través de la familia. Sin embargo, el Estatuto sobre los Principios de Detención no obliga a las autoridades responsables de la detención a informar al detenido de sus derechos, incluido el de presentar una queja, ni a garantizar que las quejas son remitidas al gobernador o a autoridades superiores. Además, toda revisión de la detención que realicen las autoridades responsables de ella difícilmente sería independiente. En cuanto a la familia, por regla general no se la informa de las razones de la detención ni se le permite el acceso con prontitud al detenido. De hecho, se le puede negar el acceso durante muchas semanas, e incluso meses.

El Estatuto sobre los Principios de Detención menciona dos formas de tramitar oficialmente las quejas en el caso improbable de que se formulen. La primera se refiere a las que se presentan tras una solicitud de prórroga del plazo inicial de detención de veintiún días. En tal caso, el gobernador regional puede crear un comité, compuesto de un asesor coránico o un asesor legal y un delegado de la policía, para que examine la queja, oiga la opinión del detenido y formule recomendaciones (artículo 20). Sin embargo, este método dista mucho de conceder al detenido el derecho a impugnar la legalidad de su detención ante un organismo judicial, como exigen las leyes internacionales. Además, el Estatuto sobre los Principios de Detención no obliga al gobernador a establecer tal comité, y éste puede limitarse a formular recomendaciones. En otras palabras, el comité no está facultado para ordenar la puesta en libertad del detenido ni siquiera si sus conclusiones ponen de manifiesto que la detención es un error o que la privación de libertad es arbitraria. En todos los casos es el gobernador quien toma la decisión final.

El segundo procedimiento guarda relación con la expiración del plazo máximo de treinta días por el que el gobernador puede prolongar la detención. El Estatuto sobre los Principios de Detención estipula que el gobernador cree un comité del mismo tipo que en el caso anterior para que estudie la queja, pero añade dos estrictos requisitos previos (artículo 21). Uno es que el detenido tiene que haber presentado una queja en la que se impugne la detención. No se explica claramente si se trata de una queja presentada al solicitar las autoridades responsables de la detención una prórroga del plazo inicial de veintiún días o de una nueva queja posterior a la expiración del plazo de treinta días. El otro requisito es que el gobernador no debe haber decidido ya remitir el caso a las autoridades judiciales para proceder al juicio, ni al Ministerio del Interior. La detención no tiene plazos límite cuando la ordenan el gobernador o el Ministerio del Interior. Por consiguiente, estipular plazos carece de todo valor real. Su única función aparente es dejar la facultad de ordenar la detención por tiempo indefinido en manos de autoridades ejecutivas superiores.

Cualesquiera que sean las salvaguardias existentes en teoría, lo cierto es que en Arabia Saudí los detenidos continúan recluidos sin oportunidad efectiva de impugnar la legalidad de su detención.

Leyes poco precisas

La detención arbitraria y por tiempo indefinido se ve facilitada por la existencia de leyes penales escritas y consuetudinarias no escritas que son poco precisas y se prestan a múltiples interpretaciones. Por ejemplo, una mujer que vaya sola por la calle corre el riesgo de ser detenida como sospechosa de Amnistía InternacionalÍndice AI: MDE 23/02/00s

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ejercer la prostitución o cometer otros «delitos sexuales». Practicar religiones distintas del islam sunní oficial puede ser motivo de detención, aun cuando no parezca haber una ley escrita por la que se considere delito tal actividad. Se ha detenido a personas, por ejemplo, por posesión de ejemplares de la Biblia y publicaciones de otras religiones minoritarias en Arabia Saudí. Tales leyes y prácticas infringen las normas internacionales de derechos humanos, en particular el derecho a no sufrir discriminación por motivos religiosos y a practicar libremente la propia fe religiosa.16

Entre las leyes escritas que son ambiguas figura el artículo 12 de la Constitución, que estipula que «el Estado fomentará la unidad nacional y prohibirá todo lo que pueda causar desunión, discordia y división». El artículo 39 prohíbe todo lo que pueda provocar disensión y discordia, comprometer la seguridad del Estado y su imagen pública o atentar contra la dignidad y los derechos del hombre.17

Hay diversas leyes penales que son poco precisas, entre ellas las relativas al «sabotaje» y la «corrupción en la tierra». Estos delitos están regulados por la fetua 148, emitida por el Consejo Superior de Ulemas18 en agosto de 1988 y que hizo preceptiva la imposición de la pena de muerte en este caso.19 Su definición es poco precisa, y dispone que la pena de muerte se impondrá a:

Todo aquel de quien se demuestre que ha cometido actos de sabotaje y de corrupción en la tierra que menoscaben la seguridad por agresión contra personas y bienes privados o públicos como destrucción de viviendas, mezquitas, escuelas, hospitales, fábricas, puentes, arsenales, aljibes, recursos de la hacienda pública tales como oleoductos, secuestro y colocación de bombas en aviones, etc.20

El uso de la expresión «corrupción en la tierra» sin una definición completa ni indicación del grado de prueba necesario hace que la ley se pueda utilizar y se utilice para detener a personas que Amnistía Internacional consideraría presos de conciencia. Permite también que los jueces impongan la pena de muerte aun cuando el delito no haya tenido consecuencias fatales o extremadamente graves. Este hecho es contrario a las normas internacionales, según las cuales:

En los países que no la hayan abolido, la pena de muerte sólo podrá imponerse como sanción para los delitos más graves, entendiéndose que su alcance se limitará a los delitos intencionales que tengan

16 Artículos 7 y 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.17 El artículo 39 dispone: «Los medios de comunicación de masas, servicios de publicación y demás medios de expresión funcionarán con cortesía y equidad y respetarán las leyes del Estado. Contribuirán a educar a las masas y a fomentar la unidad nacional. Todo lo que pueda ser causa de disensión y discordia, comprometer la seguridad del Estado y su imagen pública o atentar contra la dignidad y los derechos del hombre estará prohibido».18 La fetua, del árabe fatwa, es un edicto emitido por los ulemas, o doctores de la ley islámica. 19 Amnistía Internacional se opone a la pena de muerte en todos los casos y en todos los países del mundo por considerar que constituye la forma más extrema de pena cruel, inhumana y degradante y que viola el derecho a la vida. 20 El texto completo de la fetua se difundió ampliamente en los medios de comunicación, incluido el periódico en arábe Al Jazeera, el 30 de agosto de 1988.Índice AI: MDE 23/02/00/sAmnistía Internacional

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consecuencias fatales u otras consecuencias extremadamente graves.21

Una fuente oficial citada en el periódico de lengua inglesa Arab News poco después de la publicación de la fetua ilustra la graves consecuencias de la falta de precisión de la ley:

La fuente reafirmó el interés del Reino [...] en no permitir que ninguna persona difunda ninguna creencia, ideología o idea contraria al islam y a la shari’a, incluido fomentar la sedición y sembrar la discordia entre los ciudadanos. Las reglas de la decisión se aplicarán a todo individuo que infrinja la enseñanzas del islam, menoscabe la seguridad o intente derribar las bases del gobierno actual del país.22

En el artículo del Arab News se citaba también a unos funcionarios que explicaban que la fetua se había dictado fundamentalmente para hacer frente a la creciente oposición política, que en algunos casos daba lugar a actos de violencia.

Al menos 24 presos políticos han sido ya ejecutados en aplicación de la fetua. Todos habían sido acusados de actos violentos, aunque en algunos casos los delitos no tuvieron consecuencias fatales y las autoridades explicaron claramente que se había impuesto la pena de muerte por razones políticas. Por ejemplo, en agosto de 1995 fue ejecutado ‘Abdullah ‘Abd al Rahman al Hudhayf, musulmán integrista partidario de la oposición política al gobierno. Había sido acusado de arrojar ácido a un agente de seguridad y de vinculación con los Comités para la Defensa de los Derechos Legítimos, organización prohibida en Arabia Saudí cuyos objetivos declarados eran «el alivio de la injusticia [...] y la defensa de los derechos humanos decididos por la shari‘a». En una declaración hecha al anunciar la ejecución, el Ministerio de Interior advirtió:

Ésa será la suerte de todo el que infrinja cualquier aspecto de nuestra religión [...] o ponga en peligro la seguridad de que disfruta este país.

Un periódico informó así de las declaraciones hechas por Sheikh Salah bin Muhammad al Lahaidan, presidente del Consejo Judicial Supremo, en relación con el caso:

Refutando la afirmación de que la reciente ejecución de un renegado saudí era impropia, dijo que la condena había sido impuesta de conformidad con las enseñanzas islámicas. Citó al profeta Mahoma (la paz sea con él) cuando dijo que las personas que tratan de crear divisiones en la nación deben ser decapitadas.23

2. Justicia sumaria y en secreto

21 Salvaguardia 1 de las Salvaguardias para garantizar la protección de los derechos de los condenados a la pena de muerte, aprobadas en la Resolución 1984/50 del ECOSOC, del 25 de mayo de 1984.22 Véase «Official source warns law breakers», en Arab News, 1 de septiembre de 1988.23 Al Muslimoon, 22 de agosto de 1995.Amnistía InternacionalÍndice AI: MDE 23/02/00s

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«Me encarcelaron sin decirme lo que me iba a pasar. Estuve esperando y esperando.» Estas palabras las escribió Donato Lama, filipino detenido en octubre de 1995 como sospechoso de predicar el cristianismo. Estuvo recluido durante un año después de haber sido torturado para que firmara una confesión24 y jamás le dieron ninguna información sobre el progreso de su caso en el sistema judicial. Al final fue condenado en un juicio sumario a dieciocho meses de cárcel y a setenta latigazos, que recibió de una vez. Fue puesto en libertad en mayo de 1997 y devuelto a Filipinas.

Las normas internacionales exigen mantener a los detenidos informados a lo largo de todo el proceso judicial, desde el momento de la detención hasta la apelación final.25 Estas normas garantizan el derecho de la persona a ser informada de sus derechos, el cual se halla recogido en el principio 13 del Conjunto de Principios, que dice: «Las autoridades responsables del arresto, detención o prisión de una persona deberán suministrarle,en el momento del arresto y al comienzo del período de detención o de prisión o poco después, información y una explicación sobre sus derechos, así como sobre la manera de ejercerlos». Amnistía Internacional no conoce ningún caso en el que se haya ofrecido al detenido tal información.

Sarah Dematera (véase la introducción) expresó así, en una carta a su familia, la agonía de la espera sin información alguna:

Han pasado ya seis meses y aún no ha venido nadie de la embajada. Por favor, llamad a la embajada para decirles que envíen a alguien [...]. No creo que pueda aguantar más [...]. Creo que me sentiré más tranquila si me dicen que al menos se están ocupando de mi caso. No tengo a nadie con quien hablar que pueda ayudarme.

Las normas internacionales disponen también que la información proporcionada al detenido ha de estar en un idioma que éste entienda.26 Algunos trabajadores extranjeros han contado a Amnistía Internacional que jamás les explicaron en su propio idioma el motivo de su detención, por lo que no supieron bien de qué se los acusaba, o incluso si estaban acusados de algo.

Cuando se celebra un juicio, el acceso a la información pertinente es de gran importancia para la preparación de la defensa. El principio 21 de los Principios Básicos sobre la Función de los Abogados establece: «Las autoridades competentes tienen la obligación de velar por que los abogados tengan acceso a la información, los archivos y documentos pertinentes que estén en su poder o bajo su control con antelación suficiente para que puedan prestar a sus clientes una asistencia jurídica eficaz. Este acceso se facilitará lo antes posible». El acusado tiene también derecho a ser informado del razonamiento que sustenta la sentencia que se dicte contra él. Esta información es esencial para su

24 Véase la cita al margen del capítulo 3.25 Por ejemplo, el principio 10 del Conjunto de Principios para la Protección de Todas las Personas Sometidas a Cualquier Forma de Detención o Prisión dispone: «Toda persona arrestada será informada en el momento de su arresto de la razón por la que se procede a él y notificada sin demora de la acusación formulada contra ella».26 Principio 14 del Conjunto de Principios.Índice AI: MDE 23/02/00/sAmnistía Internacional

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derecho a apelar contra ella.

Todas estas normas se infringen de manera habitual en Arabia Saudí. Por regla general, los detenidos no reciben ninguna información sobre su caso, tanto si se han presentado cargos contra ellos como si son simplemente víctimas de detención por tiempo indefinido. Un condenado a muerte,27 ciudadano de un país asiático, escribió en una carta:

Al décimo mes comparecí ante el tribunal. Insistí en negar la acusación. Pero a pesar de todos mis esfuerzos todavía no me han dicho nada sobre el progreso de mi caso [...]. He suplicado a la persona encargada de mi sección que llame al agente de policía que lo lleva, pero todo lo que me ha dicho no han sido más que falsas promesas y mentiras. Han pasado muchos años desde el incidente y todavía no ha ocurrido nada con mi caso.

Algunos presos han expresado también consternación por la naturaleza sumaria de los juicios, como Nieves por ejemplo (véase el capítulo 3), quien en 1992 fue declarada culpable y condenada a sesenta latigazos y veinticinco días de prisión:

Me quedé tan impresionada al escuchar la sentencia, que no supe qué decir. Es que no habían pasado más que unos minutos cuando la dictaron.

Las autoridades saudíes sostienen que su sistema judicial ofrece todas las salvaguardias necesarias para garantizar un juicio justo. Para demostrarlo aluden a la jerarquía del sistema, que se compone de tribunales de primera instancia, el Tribunal de Casación y el Consejo Judicial Supremo,28 y al número de jueces que participan en cada causa criminal en las diferentes etapas de los procedimientos.

Amnistía Internacional observa que, a pesar de sus múltiples instancias, el sistema judicial penal carece de muchas salvaguardias y procedimientos básicos, sin los que, en principio, no se puede garantizar el derecho a un juicio justo, y mucho menos ejercitarlo en la práctica. Entre los principales fallos del sistema judicial figura el hecho de que las vistas se celebren habitualmente a puerta cerrada y de que los procedimientos sean sumarios en las causas por motivos políticos y por delitos castigados con penas de muerte, amputación o flagelación.

La legislación saudí estipula, en el artículo 33 del Estatuto del Poder Judicial, que las vistas judiciales serán públicas, excepto si el tribunal decide lo contrario por motivos de moral y orden público, y que en todo caso la sentencia se dictará en una vista pública.29 Sin embargo, en la práctica la mayoría de los tribunales celebran sus sesiones a puerta cerrada. Las únicas excepciones de las que Amnistía Internacional ha tenido noticia han sido algunas causas instruidas contra ciudadanos extranjeros en las que los tribunales de primera instancia han autorizado la asistencia de un representante consular en calidad de observador o de intérprete. Jamás se permite a la prensa informar sobre procesos judiciales. El embajador de Arabia Saudí en Londres, Dr. Ghazi A. Algosaibi, dio una explicación oficial de esta

27 No se menciona su nombre por temor a represalias.28 Véase el Estatuto del Poder Judicial, del 22 de julio de 1975.29 Estatuto del Poder Judicial del 22 de julio de 1975.Amnistía InternacionalÍndice AI: MDE 23/02/00s

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prohibición cuando, en relación con el caso de dos enfermeras británicas acusadas de asesinato (véase el capítulo 3), dijo:

La embajada desea hacer saber que en Arabia Saudí no se informa en la prensa sobre los juicios. No existe precedente en nuestra historia judicial de periodistas a los que se haya permitido la entrada a la sala de un tribunal, y el gobierno saudí no tiene intención de hacer una excepción en este caso.

Esta costumbre no ha impedido al gobierno publicar su propia información y acusaciones sobre encausados antes y después del juicio.

El derecho a una vista pública, proclamado en normas internacionales de derechos humanos como el artículo 10 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, supone que, no sólo las partes, sino también los ciudadanos en general, tienen derecho a estar presentes a fin de saber cómo se administra la justicia. Hay algunas circunstancias que pueden justificar a veces la celebración de vistas a puerta cerrada, pero están definidas muy estrictamente en el derecho internacional30 y no son aplicables en la mayoría de los juicios en ningún país.

Las autoridades saudíes se niegan constantemente a permitir el examen del sistema de justicia penal del país por observadores foráneos, como quedó de manifiesto en un caso reciente. En octubre y noviembre, Amnistía Internacional se dirigió repetidas veces por carta y por teléfono a la embajada de Arabia Saudí en Londres con objeto de solicitar permiso para visitar el país a fin de asistir al juicio de Hani al Sayegh. La organización no recibió ninguna respuesta. Hani al Sayegh, ciudadano saudí de 30 años de edad, había solicitado asilo en Estados Unidos y había sido devuelto a su país el 11 de octubre de 1999. Lo detuvieron nada más llegar por su presunta relación con el atentado con explosivos perpetrado en 1996 contra las instalaciones militares estadounidenses de Al Jobar, delito penado con la muerte. A Amnistía Internacional le preocupa que pueda ser ejecutado tras ser sometido a un juicio injusto. En diciembre de 1999 Hani al Sayegh continuaba recluido sin acceso a un abogado, y el gobierno no había hecho pública ninguna información sobre posibles acciones judiciales.

El secreto con que se desarrollan en Arabia Saudí las sesiones de los tribunales penales impide saber cómo son exactamente. No obstante, cabe reconstruirlas a partir de testimonios de personas que han estado presas allí tras haber sido juzgadas y condenadas. Tales testimonios revelan que, por regla general, el acusado comparece ante uno o más jueces, según el caso31, junto con uno o más miembros de las fuerzas responsables de la detención y, a menudo, un intérprete si no sabe árabe.

Durante la primera vista, el juez lee los cargos y se asegura de que el acusado admite la confesión obtenida por los interrogadores y que ha autenticado ya un juez (que puede ser también el presidente

30 Véase Manual de Juicios Justos, Publicaciones Amnistía Internacional, 1998 (Índice AI: POL 30/02/98/s). 31 Las autoridades saudíes aseguran que en las causas por delitos penados con la muerte o por otros delitos graves participa en el juicio más de un juez y que en las diversas instancias del sistema judicial pueden participar muchos más. Todas las conclusiones, fallos y actas de tales vistas se mantienen en secreto.Índice AI: MDE 23/02/00/sAmnistía Internacional

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del tribunal). Si no se impugna la confesión, se puede dictar sentencia inmediatamente. Si el acusado persiste en impugnar la confesión, el juez le hace unas preguntas sobre el contenido de la confesión y toma nota de las respuestas. A continuación se levanta la sesión para que el tribunal examine ambas declaraciones, después de lo cual se celebra otra vista en la que se dicta sentencia sobre la base de lo deliberado por el tribunal a puerta cerrada. En caso de delitos leves, la declaración de culpabilidad puede ir acompañada de la imposición de la pena. En todos los casos de este tipo de los que Amnistía Internacional tiene noticia, a esta sesión final del juicio sólo asistieron el acusado, el juez, la policía, un secretario y, cuando fue necesario, un intérprete. En el caso de los delitos más graves, incluidos los penados con la muerte, no parece comunicarse formalmente al acusado ni la sentencia ni la condena.

Las sesiones judiciales duran poco, entre cinco minutos y dos horas. ‘Emad ‘Abd al Raouf Mohamed Said, maestro egipcio declarado culpable de robo sobre la base de una «confesión» que le habían hecho firmar con engaños en 199632, describió así su juicio a Amnistía Internacional:

La policía me llevó a la sala del tribunal, que era una simple habitación. Había unos quince agentes detrás de mí y del otro acusado y la persona que había perdido el dinero. El otro acusado y yo estábamos esposados. Delante de nosotros estaba el juez, sentado ante su mesa, y a su lado había un secretario y alguien más que no sé qué función tenía. El juez comenzó a leer los cargos y luego nos hizo hablar a cada uno de nosotros. Duró todo alrededor de media hora, y en seguida dictó sentencia. Me impusieron cinco meses de cárcel y 120 latigazos. Me quedé destrozado.

En ninguno de los casos que Amnistía Internacional conoce llamó el juez a declarar a testigos de descargo o permitió interrogar a los testigos de cargo. Al acusado se le oculta toda prueba adicional que pueda aparecer durante la investigación del caso. El abogado saudí Salah Ibrahim al Hejailan escribió lo siguiente sobre la causa de las dos enfermeras británicas acusadas de asesinato:

El gobierno no consideró apropiado revelar ninguna prueba pericial o de otro tipo presentada contra las acusadas y tener luego que dejar que se examinaran [...]. Por el contrario, se dejó que la cuestión de si existían o no otras pruebas la consideraran en privado las autoridades competentes o, peor aún, que se tratara el asunto como un rumor. Ante los jueces del tribunal había montones de documentos inexplicados, presumiblemente pruebas, pero no se utilizaron para nada durante las sesiones. Y éste no era precisamente un caso en el que se hubiera hallado al acusado en el lugar del crimen...33

3. Uso de confesiones

32 ‘Emad ‘Abd al Raouf Said contó a Amnistía Internacional que el cargo de robo que le imputaron se refería a una suma perteneciente a un amigo que vivía con él. Se había echado en falta el dinero después de un robo sufrido en la vivienda. Tras un largo interrogatorio, en el que ‘Emad ‘Abd al Raouf Said se negó a admitir el robo, le ofrecieron la opción de solucionar el problema amigablemente. Pensó que se referían a dejarlo en libertad a cambio de indemnizar a su amigo, así que accedió a firmar un acuerdo amistoso. Sin embargo, no lo dejaron libre. Dijo a Amnistía Internacional que había sido declarado culpable y condenado sin más base que esa firma.33 Véase Salah al Hejailan, «Legal Developments in Saudi Arabia», en Yearbook of Islamic and Middle Eastern Law 1997-98, vol. 4, Kluwer Law International, Londres, 1998, pp. 346-347.Amnistía InternacionalÍndice AI: MDE 23/02/00s

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Sa‘ad al Din ‘Izz al Din Muhammad, ciudadano sudanés, fue ejecutado en junio de 1996 por asesinato, delito que negaba haber cometido. Una persona que había estado recluida con él en la prisión de Malaz dijo a Amnistía Internacional:

Durante siete meses sufrió torturas: le arrancaron las uñas y lo dejaron colgado en el aire sujeto con barras de acero por las articulaciones de las rodillas y los codos. Al final firmó su «confesión» con una huella dactilar roja, pero porque seis agentes le pusieron por la fuerza el pulgar en el papel.

La causa de muchas de las violaciones de derechos humanos que sufren los detenidos se debe a que el sistema de justicia penal depende de las confesiones que obtiene la policía para asegurar sentencias condenatorias. Los jueces no deben aceptar la confesión si el acusado no la admite por motivos de tortura, coacción o engaño.34 Sin embargo, esta salvaguardia contra el empleo de tales confesiones se ve menoscabada en la práctica por el proceso seguido durante la reclusión preventiva para obtener las «confesiones».

Dicho proceso comienza con el interrogatorio a que someten los miembros de las fuerzas de seguridad a la persona tras su detención y mientras permanece recluida en régimen de incomunicación.35 En esta etapa, el detenido recibe muy poca o ninguna información sobre las razones de su detención y los cargos que se le imputan, sobre los procedimientos a que deberá someterse o sobre sus derechos. Si no se declara culpable voluntariamente, los interrogadores pueden obligarlo a hacerlo recurriendo a torturas, engaños, coacción o una combinación de estos métodos. El detenido no tiene acceso a un abogado ni a ninguna autoridad judicial o de otro tipo que pueda salvaguardarle de tal trato.

Cuando los interrogadores han obtenido la confesión llevan al detenido ante un juez para que la firme. Si la persona se niega a hacerlo aduciendo que no la ha hecho libremente, el juez36 puede negarse a autenticar la confesión, en cuyo caso se da por concluida su participación en el proceso, si bien no pide que se suspenda éste ni ordena que se realice una investigación o un reconocimiento médico para determinar si ha habido tortura, lo que constituye un incumplimiento del artículo 12 de la Convención contra la Tortura, en la que Arabia Saudí es Estado Parte. El detenido vuelve a quedar de inmediato bajo la custodia del interrogador, sin ninguna protección contra el riesgo de sufrir de nuevo tortura, malos tratos o intimidación, lo que constituye una violación del artículo 13 de la Convención contra la Tortura.

Algunas personas que han estado presas37 han dicho a Amnistía Internacional que cuando el proceso se desarrolla de este modo, comienza de nuevo el interrogatorio y, en algunos casos, la tortura hasta que se

34 En principio, según la shari’a, la confesión obtenida con coacción no tiene valor como prueba.35 La reclusión en régimen de incomunicación, es decir, sin acceso al mundo exterior, facilita la tortura, los malos tratos y las «desapariciones». Cuando se mantiene durante mucho tiempo puede constituir por sí sola trato cruel, inhumano o degradante.36 En Arabia Saudí todos los jueces son hombres.37 Casi todas estas personas eran ciudadanos extranjeros, y se marcharon del país tras su excarcelación.Índice AI: MDE 23/02/00/sAmnistía Internacional

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«acuerda» otra vez una confesión y se firma delante de un juez. Sin asistencia letrada alguna ni acceso al mundo exterior, y sin supervisión judicial independiente e imparcial, el detenido se ve atrapado en un círculo vicioso del que sólo puede salir accediendo a firmar la «confesión» ante el juez aunque lo expuesto en ella no tenga nada que ver con la verdad.

Una vez autenticada por el juez, la confesión adquiere valor probatorio suficiente para dictar sentencia condenatoria en el juicio. Por consiguiente, la admisión de la confesión como prueba parece determinar casi todo el proceso de investigación y enjuiciamiento en las causas criminales corrientes, aun cuando la pena pueda ser tan severa como encarcelamiento prolongado, flagelación, amputación de miembros o ejecución. Además, el uso de confesiones obtenidas con tortura constituye un incumplimiento manifiesto de otra de las obligaciones contraídas por Arabia Saudí en virtud de la Convención contra la Tortura, cuyo artículo 15 dispone que «ninguna declaración que se demuestre que ha sido hecha como resultado de tortura pueda ser invocada como prueba en ningún procedimiento, salvo en contra de una persona acusada de tortura como prueba de que se ha formulado la declaración».

En el caso de las personas detenidas por motivos políticos, el objeto fundamental de la tortura o la coacción es obtener «confesiones» sobre las actividades políticas del detenido, si bien tal información puede ser utilizada también ante los tribunales en las raras ocasiones en que se llevan a juicio casos políticos.

En todos los casos, sean o no políticos, el secreto del proceso y el aislamiento del detenido hacen que la naturaleza voluntaria de la confesión resulte muy discutible.

[cita al margen]Me enviaron a la oficina del jefe de policía, donde vi a otros agentes de alta graduación. Un agente me dio una libreta en blanco y me dijo que escribiera lo que me dictara. Pensé que lo mejor sería acatar las órdenes sin discusión, así que comencé a escribir. Me fue dictando lo que había ocurrido por la mañana y luego incluyó en la declaración que yo había matado a [X], así que dejé inmediatamente de escribir. Pregunté que por qué me acusaban de un asesinato que no había cometido, y entonces uno de los agentes me dijo gritando que si no obedecía me iban a electrocutar y a someter a un detector de mentiras. No me atreví a decir nada más y seguí escribiendo, después de lo cual me llevaron ante el tribunal para que pudieran demostrar que era culpable del crimen.

Extracto de una carta escrita por un preso, ciudadano de un país asiático, que se encuentra en la actualidad condenado a muerte.38 [fin de cita]

James Rebenito, ciudadano filipino, fue declarado culpable de asesinato y ejecutado en junio de 1996. Había estado recluido en régimen de incomunicación durante más de dos años, y no se había ofrecido ninguna información sobre su caso hasta enero de 1995, cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores saudí comunicó al consulado filipino que el detenido había «confesado» el asesinato del que se le acusaba. Salvo las autoridades saudíes, nadie conoce las circunstancias en que se obtuvo esta

38 Se ha ocultado su identidad por temor a represalias.Amnistía InternacionalÍndice AI: MDE 23/02/00s

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«confesión», ya que la reclusión, el interrogatorio y el juicio a que fue sometido James Rebenito siguen siendo un secreto. Las solicitudes presentadas por el consulado de Filipinas para poder visitarlo, tener acceso al sumario de la causa y asistir al juicio se rechazaron, a pesar de incumplir con ello la obligación que imponen a Arabia Saudí el artículo 36 de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares y el principio 16.2 del Conjunto de Principios. En un documento oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores filipino con fecha de 8 de septiembre de 1995 y que se entregó a la esposa de James Rebenito se afirma: «Se solicitó por vía diplomática el acceso de los funcionarios [consulares] a los procedimientos y las actas del tribunal islámico, pero el Reino no accedió». También Amnistía Internacional pidió en 1995, antes de la ejecución, aclaraciones sobre el caso, pero jamás obtuvo respuesta.39 La esposa de James Rebenito, a quien se permitió verlo en una ocasión antes de la ejecución, contó a Amnistía Internacional que se había declarado inocente y había dicho que tenía testigos para demostrarlo. Al parecer, cerca del lugar donde se cometió el asesinato había dos testigos, y aquel día el acusado había estado acompañado constantemente por otra persona. La policía había interrogado a todos estos testigos pero por razones que quizá nunca se conozcan, ninguno de ellos fue llamado a declarar en el juicio.

Algunas personas que han estado presas han contado a Amnistía Internacional que accedieron a «confesar» y permitieron luego que sus «confesiones» fueran autenticadas debido al miedo que pasaban en las cárceles saudíes y a la falta de información sobre el proceso y sobre sus derechos. Los ciudadanos extranjeros son particularmente vulnerables, ya que muchos no entienden árabe. En algunos de los casos que Amnistía Internacional conoce, se engañó o se coaccionó al detenido para que firmara una confesión en árabe, sin entender a veces su contenido, y, en ocasiones, incluso sin comprender la naturaleza de lo que estaba firmando. Luego fue declarado culpable sobre la base de esa confesión.

Nieves, una mujer filipina casada y con dos hijos que trabajaba en Riad, corrió esta suerte. El 9 de noviembre de 1992 un matrimonio la invitó al cumpleaños de la esposa en un restaurante de Riad. Acudió con una amiga y en el local se les unió un amigo del matrimonio. Cuando estaban comiendo entró un grupo de agentes de la policía religiosa y se los llevaron a todos. Acusaron a Nieves de estar allí para ser presentada al amigo del matrimonio. Ella lo negó, pero firmó una «confesión» escrita en árabe porque le hicieron creer que se trataba de una orden de puesta en libertad. Debido únicamente a esa «confesión», fue declarada culpable de prostitución y condenada a veinticinco días de cárcel y a recibir 60 latigazos, pena que fue ejecutada.40

La importancia que tienen las confesiones en el sistema de justicia penal a pesar de la naturaleza del proceso por el que se obtienen quedó perfectamente ilustrada en el famoso caso de las enfermeras británicas Lucille McLaughlan y Deborah Parry, que fueron detenidas en relación con el asesinato de su colega australiana Yvonne Gilford en diciembre de 1996. Aunque el juicio no fue público, este caso constituyó casi con toda seguridad el proceso penal más notorio jamás celebrado en Arabia Saudí.

39 Amnistía Internacional hizo sus peticiones en una carta escrita el 16 de noviembre de 1995 al ministro de Justicia, Dr. ‘Abdullah bin Muhammad bin Ibrahim al Sheikh. 40 Para más información sobre este caso, véase el documento de Amnistía Internacional Behind closed doors: unfair trials in Saudi Arabia, de noviembre de 1997 (Índice AI: MDE 23/08/97), pp. 20-22.Índice AI: MDE 23/02/00/sAmnistía Internacional

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Debido probablemente a la publicidad y la presión internacional, las acusadas gozaron del privilegio, poco corriente, de tener cierto acceso a un abogado. No obstante, en todos los demás aspectos del juicio no se cumplieron las normas internacionales de justicia procesal.41

En primer lugar, no se presentaron más pruebas que las confesiones a pesar de que se podrían haber considerado otras. En segundo lugar, las confesiones examinadas por el tribunal eran contradictorias, y además ambas acusadas declararon que la habían hecho bajo coacción equivalente a tortura. Los abogados defensores se centraron en este hecho en una alegación presentada por escrito a los jueces. Dijeron:

Aunque dejamos a juicio de Sus Señorías el asunto de la coacción, hay muchos defectos en las confesiones mismas en cuanto a la multiplicidad de su forma y contradicciones en su contenido42

En la alegación se incluían además «informes escritos de destacados peritos proporcionados por abogados escoceses según los cuales era poco probable que las confesiones hubieran sido hechas voluntariamente así como otros documentos para demostrar la naturaleza poco fiable de las sentencias condenatorias basadas sólo en confesiones.»43 Sin embargo, las dos enfermeras fueron declaradas culpables, y ni sus abogados ni ellas recibieron ninguna explicación de cómo se había llegado a esa conclusión.

Para que las confesiones sean admitidas por el tribunal, no pueden haber sido obtenidas con métodos que les restan crédito, como la coacción o la tortura. La prohibición de las confesiones forzadas significa que las autoridades no pueden recurrir a ninguna forma de coacción, ni directa ni indirecta, ni física ni psicológica, y que tampoco pueden emplear torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes ni ningún otro método que viole el derecho de los detenidos a ser tratados con respeto a la dignidad inherente a la persona.

La Convención contra la Tortura exige que las autoridades competentes realicen con prontitud una investigación imparcial siempre que existan motivos razonables para creer que las confesiones han sido obtenidas con tortura o tratos crueles, inhumanos o degradantes (artículo 12). El Estado está, por tanto, obligado a garantizar la existencia de un mecanismo adecuado al que dirigir las denuncias o quejas. El artículo 13 de la Convención dispone que «Todo Estado Parte velará por que toda persona que alegue haber sido sometida a tortura en cualquier territorio bajo su jurisdicción tenga derecho a presentar una queja y a que su caso sea pronta e imparcialmente examinado por sus autoridades competentes».

41 Lucille McLaughlan fue condenada a ocho años de prisión y a recibir 500 latigazos. A Deborah Parry no le comunicaron su condena a pesar de estar expuesta a ser ejecutada si no se pagaba el «dinero de sangre», o indemnización a los parientes de la víctima. Ambas fueron indultadas por el rey y quedaron en libertad tras pagar una gran suma en concepto de «dinero de sangre».42 Véase «Saudi Arabia - Defence Submission by Salah Ibrahim Al Hejailan in the case of Lucille McLauchlan and Deborah Kim Parry», en Yearbook of Islamic and Middle Eastern Law 1996, vol. 3, Kluwer Law International, Londres, 1996.43 Op. cit., p. 346.Amnistía InternacionalÍndice AI: MDE 23/02/00s

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Por consiguiente, como Estado Parte en la Convención contra la Tortura, Arabia Saudí está obligada a determinar si las confesiones han sido obtenidas o no con tortura y, en caso afirmativo, a impedir su uso ante los tribunales. Es evidente que las autoridades saudíes incumplen esta obligación. Las condiciones de reclusión, la falta de asistencia letrada y la naturaleza de los procedimientos judiciales indican que no existen en Arabia Saudí mecanismos efectivos ni para garantizar en primer lugar que no se obtienen confesiones con tortura o coacción, ni para investigar las denuncias de confesiones obtenidas de este modo e impedir su uso en los tribunales, ni mucho menos aún para ofrecer una reparación si ha habido tortura, como exige también la Convención.

Estos defectos fundamentales del sistema de justicia penal se ven agravados por el hecho de que, a veces, la confesión obtenida mediante el sistema secreto de prisión preventiva es la única prueba presentada ante los tribunales. Esto constituye un incumplimiento manifiesto de las normas internacionales sobre justicia procesal y de las garantías necesarias para la defensa.

En Arabia Saudí, las confesiones obtenidas con coacción se utilizan incluso sin el contrapeso de una defensa adecuada. Por consiguiente, se pueden emplear y se emplean como única base de la declaración de culpabilidad. Un principio fundamental del derecho a un juicio justo es el derecho de toda persona acusada de un delito a ser considerada inocente mientras no se demuestre lo contrario sin que quepa duda razonable en un juicio justo.44 La carga de la prueba recae en el fiscal, no en el acusado. En caso de delitos penados con la muerte, la norma es aún más estricta: la culpabilidad del acusado se basará en pruebas claras y convincentes, sin que quepa la posibilidad de una explicación diferente de los hechos.45 Todo lo que no cumpla estas normas se debe interpretar en favor del acusado. Estas disposiciones, que son salvaguardias básicas contra los errores judiciales y los abusos del Estado contra la libertad del individuo, se infringen de manera habitual en Arabia Saudí.

Salah al Hejailan, abogado saudí, ha confirmado así las declaraciones hechas a Amnistía Internacional por muchas víctimas:

Las confesiones escritas a mano, confirmadas delante de los jueces, se consideran concluyentes por muy agotado, desconcertado o engañado que esté el acusado, pues se da por sentado que este estado no es más que una interferencia irracional en una norma perfectamente establecida.46

No obstante, Salah al Hejailan cree que, debido al caso de las dos enfermeras británicas:

Existe ahora un debate público sobre la importancia justa que se debe dar a las confesiones escritas en una causa criminal [...]. El fiscal ha adoptado una postura que difiere de la práctica, habitual hasta ahora en los tribunales islámicos saudíes, de considerar casi concluyente la confesión escrita

44 Artículo 11.1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.45 Salvaguardia 4 de las Salvaguardias para garantizar la protección de los derechos de los condenados a la pena de muerte, aprobadas en la Resolución 1984/50 del ECOSOC, del 25 de mayo de 1984.46 Véase Salah al Hejailan, «Legal Developments in Saudi Arabia», en Yearbook of Islamic and Middle Eastern Law 1997-98, vol. 4, p. 347, Kluwer Law International, Londres, 1998.Índice AI: MDE 23/02/00/sAmnistía Internacional

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confirmada ante un juez de la ley islámica independientemente de las condiciones de detención y de custodia policial en que se ha obtenido. [El fiscal] ha manifestado que una confesión escrita no es adecuada por sí sola si se han retractado de ella oportunamente y si hay indicios de que se ha obtenido con coacción o engaños.47

Ese debate parece prometedor. No obstante, sigue sin saberse si esta nueva interpretación se aplicará en otros casos y en otros tribunales ni de qué modo se hará.

[cita al margen]Todas las noches me sacaban de la celda de aislamiento para interrogarme una y otra vez. Me daban bofetadas y patadas, y me golpeaban y escupían. Querían que confesara el crimen. Tenía hematomas por todo el cuerpo. Tenía todo hinchado. No me podía casi mover. Ni siquiera me atrevía a tocarme de tanto como me dolía. No podía aguantar más. Fue cuando más vulnerable me encontraba cuando la policía me presionó otra vez para que confesara si no quería seguir recibiendo palizas. «Si firmas este papel te soltamos. Si no, hasta puedes morir aquí.» Lleno de contusiones e incapaz ya de soportar otra paliza, accedí a poner mi huella dactilar en el papel sin saber qué estaba firmando. Extracto de una carta de Donato Lama (véase el capítulo 2).[fin de cita]

4. Denegación de asistencia letrada

[cita al margen]¿Un abogado? [...] No hay posibilidad de acceso a un abogado. No lo pedí, porque todo el mundo sabe que no se tiene acceso a un abogado..

Así respondió a Amnistía Internacional una persona que había estado recluida en una comisaría y, posteriormente, en la prisión de Al Malaz de Riad en 1999 al preguntársele si había pedido acceso a un abogado. Es una de las respuestas típicas de las entrevistas realizadas por la organización a personas que han estado detenidas.

Aunque en algunas leyes saudíes se menciona la posibilidad de acceso a un abogado que tienen los detenidos, Amnistía Internacional sólo conoce un caso (el de las enfermeras británicas mencionado anteriormente) en el que se haya ofrecido realmente tal posibilidad. A finales de 1999, los medios de comunicación publicaron información sobre planes para promulgar una ley reguladora de la abogacía, pero en el momento de redactar el presente informe no se conocían más detalles ni había indicación de que tales planes anunciaran el imprescindible establecimiento de un colegio de abogados completamente independiente.

47 Véase Salah al Hejailan, «Legal Developments in Saudi Arabia», en Yearbook of Islamic and Middle Eastern Law 1997-98, vol. 4, p. 347, Kluwer Law International, Londres, 1998.Amnistía InternacionalÍndice AI: MDE 23/02/00s

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[cita al margen]

En la prisión no tenemos derecho a comunicarnos con un abogado porque [...] en los tribunales los jueces no admiten la defensa de abogados. Explicación ofrecida por escrito por una persona presa en la actualidad por cargos de asesinato y probablemente condenada a muerte.

[fin de cita]

Entrevistado por representantes de Amnistía Internacional en 1997, un abogado especializado en la shari’a que trabajaba como intérprete de compatriotas suyos en los tribunales saudíes ha resumido así la función de los abogados defensores:

En Arabia Saudí no hay abogados defensores en los tribunales. Siempre que iba a los tribunales era para servir de intérprete al acusado [...]. Hay abogados en Arabia Saudí, pero no pueden comparecer ante el tribunal. No obstante, puede ofrecer asesoramiento por escrito, aunque sólo a los acusados que no están detenidos, es decir, en las causas civiles.

En un folleto publicado por la embajada de Arabia Saudí en Londres tras el juicio de las dos enfermeras británicas en 1996, se adujo lo siguiente para explicar esta función de los abogados:

Los abogados no son parte integrante del sistema. Se puede llevar a un abogado, pero es facultativo. No consideramos la presencia de abogados un requisito para la administración de justicia [...]. El juez actúa, en efecto, como abogado del acusado. Rebate todas las pruebas presentadas por la acusación.48

El letrado Salah Ibrahim al Hejailan confirmó esta norma general cuando, hablando de su experiencia como abogado defensor en el caso de las dos enfermeras británicas, dijo:

Que a un abogado saudí se le permitiera defender al acusado en una causa criminal y comparecer ante el tribunal islámico fue un hecho sin precedentes.

Amnistía Internacional acogió con satisfacción la adopción de esta medida, e instó a que se convirtiera el acceso de los acusados a un abogado en norma universal en todas las fases del proceso penal de Arabia Saudí. Hasta ahora no se ha hecho.

5. Ausencia de apelación significativa

En 1996, cuarenta días después de aparecer en televisión «confesando» su delito, cuatro hombres fueron ejecutados en Arabia Saudí en relación con un atentado con bomba perpetrado en noviembre de 1995 contra el centro de instrucción de la Guardia Nacional Saudí en Riad, que causó siete muertes. Todos ellos —Muhsin al Shamrani, Khalid al Sa‘id, Riyad al Hajri y ‘Abd al ‘Aziz al Mi’tham—

48 Véase Saudi Arabia: Questions of Human Rights, p. 6, publicación de la embajada de Arabia Saudí en el Reino Unido, Londres, 1996.Índice AI: MDE 23/02/00/sAmnistía Internacional

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habían aparecido en la televisión el 22 de abril. Tras su ejecución, el ministro del Interior manifestó que los cuatro habían comparecido ante el Gran Tribunal Islámico de Riad y que

Tres jueces habían tomado una decisión estableciendo las acusaciones contra ellos sobre la base de sus confesiones y [...] había que matarlos como castigo por lo que habían hecho [...] que era la forma más repugnante de atraco a mano armada y corrupción en la tierra49

Por severa que sea la pena, en Arabia Saudí se niega a los acusados el derecho a interponer un verdadero recurso de apelación contra la declaración de culpabilidad y la condena. Según la legislación y la práctica saudíes, en las causas por delitos menos graves el juez pregunta al acusado si acepta la sentencia y la pena. Si la respuesta es afirmativa, la condena es aplicable con efecto inmediato. En los casos en que el acusado rechaza la sentencia y, según dicen las autoridades, en todos aquellos en los que se imponen penas de muerte o de amputación, se remite la causa al Tribunal de Casación para su revisión. Según testimonios recibidos por Amnistía Internacional, a veces otras personas detenidas junto con el acusado advierten a éste que no se oponga a la sentencia si no quiere continuar privado de libertad hasta que finalice el proceso de revisión, que puede ser más largo que la condena. Como consecuencia de esta advertencia, algunos acusados han «optado» por aceptar la sentencia. La posibilidad de que se conceda una amnistía general, lo cual ocurre a veces durante el mes de ayuno de Ramadán, también ha animado a algunos acusados a no oponerse a la sentencia.

Este proceso no satisface el requisito de la apelación judicial que estipulan las normas internacionales sobre justicia procesal. Por ejemplo, las revisiones se realizan invariablemente a puerta cerrada y sin que se hallen presentes siquiera el acusado o un abogado defensor, y a los detenidos no se les informa del progreso de su caso.

Salah Ibrahim al Hejailan explicó así su opinión sobre este asunto:

Estrictamente hablando, las sentencias de los tribunales islámicos no están sujetas a apelación, sino sólo a objeción de cualquiera de las partes que no esté convencida. Si ocurre esto, la causa se envía al Tribunal de Casación simplemente para tener la seguridad de que el juez ha prestado suficiente atención al motivo de la objeción. No hay prácticamente ninguna argumentación nueva, ni nuevo juicio, ni nuevo examen del sumario ni revisión de las declaraciones de los testigos, excepto en ciertos casos. La sentencia contiene sólo los hechos y a veces repeticiones del alegato de las partes, pero no el razonamiento que sustenta la sentencia. Éste figura en el sumario interno y el juez sólo puede mostrárselo al Tribunal de Casación, no a las partes50

Sigue sin estar claro cómo realiza el Tribunal de Casación la revisión y extrae sus conclusiones. Por ejemplo, ‘Abd al Karim al Naqshabandi, ciudadano sirio, fue sometido a vistas judiciales sumarias y secretas por el cargo de «brujería» sin más razón que estar en posesión de «diversos libros y fábulas heréticas».51 No tuvo asistencia letrada ni se le ofreció siquiera la oportunidad de defenderse él mismo.

49 Al Sharq Al Awsat, 1 de junio de 1996.50 Op. cit., p. 347.51 Véase la declaración del Ministerio de Interior publicada en el periódico Al Jazeera el 14 de Amnistía InternacionalÍndice AI: MDE 23/02/00s

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Recurrió a escribir al tribunal impugnando la acusación y las pruebas presentadas contra él. Explicó que había sido coaccionado y torturado por agentes de la policía religiosa para que firmara su confesión. Asimismo, indicó hechos, fechas, nombres de testigos y documentos que arrojaban considerables dudas sobre la acusación formulada en su contra. Sostuvo que su patrón, un persona muy influyente, le había tendido una trampa por haberse negado a hacer un falso testimonio en un negocio. Cuando lo llevaron ante el verdugo no había recibido aún una respuesta a su minuciosa apelación. Sigue sin saberse si el tribunal examinó alguna de las cuestiones planteadas por ‘Abd al Karim al Naqshabandi o si las consideró el Tribunal de Casación. Lo que sí parece cierto es que, estando en juego su vida, se le negó el derecho a un juicio justo y todo derecho real de apelación. El consulado sirio no parecía haber sido informado de la condena a muerte.

Recomendaciones de Amnistía Internacional52

El sistema de justicia penal de Arabia Saudí es hermético y arbitrario, por lo que facilita y perpetúa la comisión de una amplia variedad de violaciones de derechos humanos. Amnistía Internacional insta al gobierno a adoptar las medidas expuestas a continuación a fin de reformar el sistema de justicia penal de manera que se ajuste a las normas internacionales de derechos humanos y resulte transparente y justo para todos.

Garantizar la independencia del poder judicial

Las autoridades deben tomar con urgencia medidas para garantizar la independencia del poder judicial de conformidad con las normas internacionales, en particular con los principios 1, 2, 3 y 4 de los Principios Básicos Relativos a la Independencia de la Judicatura, que exigen que tal independencia esté estipulada en la ley y protegida por salvaguardias estructurales y funcionales. Para lograr este objetivo, el gobierno debe derogar las leyes que otorgan al poder ejecutivo el derecho a interferir en asuntos judiciales. Asimismo, debe vigilar la aplicación de las normas internacionales de derechos humanos, incluidas la relativas a los juicios justos.

Poner fin a la detención y la reclusión arbitrarias

Tanto la legislación como los procedimientos de detención y reclusión deben ser modificados a fin de garantizar que son compatibles con las normas internacionales de derechos humanos y que el secreto es sustituido por salvaguardias claras y transparentes en las que la cadena de mando y los mecanismos de rendición de cuentas estén debidamente definidos. En concreto se deben tomar las medidas siguientes:

- Se debe declarar ilegal la detención y la reclusión por la expresión pacífica de convicciones profundas y tomar de inmediato medidas para revisar los casos de todos los presos políticos con objeto de poner inmediatamente en libertad a todos los que se encuentren recluidos por sus actividades pacíficas.

diciembre de 1996.52 Estas recomendaciones son complemento de las formuladas en el informe de Amnistía Internacional Arabia Saudí: Un régimen secreto de sufrimiento (Índice AI: MDE 23/01/00/s).Índice AI: MDE 23/02/00/sAmnistía Internacional

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- Toda persona detenida debe ser informada sin demora del motivo de su detención y de todo cargo presentado contra ella, como disponen los principios 10 y 11 del Conjunto de Principios para la Protección de Todas las Personas Sometidas a Cualquier Forma de Detención o Prisión. De conformidad con el principio 14, la información se debe comunicar en un idioma que el detenido entienda.

- Toda persona detenida o presa debe ser informada sin demora de sus derechos, como disponen el principio 13 del Conjunto de Principios y el principio 5 de los Principios Básicos sobre la Función de los Abogados.

- Toda persona detenida o presa por un cargo criminal deber ser llevada con prontitud ante un juez, como dispone el principio 11.1 del Conjunto de Principios. Debe tener acceso sin restricciones a abogados durante su interrogatorio a fin de impedir que se obtenga su confesión mediante tortura o coacción y que se la obligue a declarar contra sí misma. La denegación de estos derechos es contraria a las normas internacionales, entre ellas el principio 21 del Conjunto de Principios, y facilita la tortura durante el periodo de prisión preventiva, lo que supone una contravención de la Convención contra la Tortura, a la que Arabia se ha adherido.

- Se debe poner fin a la práctica habitual de la reclusión en régimen de incomunicación por parte de las autoridades con atribuciones para efectuar detenciones. A los detenidos se les debe ofrecer siempre la oportunidad de comunicarse con el mundo exterior, como dispone el principio 19 del Conjunto de Principios.

- El consulado o la embajada de los ciudadanos extranjeros detenidos deben ser informados siempre de la detención y han de poder comunicarse con el detenido, como disponen el artículo 36 de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares y el principio 16.2 del Conjunto de Principios.

- Se deben tomar de inmediato medidas para poner fin a la reclusión por tiempo indefinido estableciendo un proceso adecuado por el que los detenidos o sus abogados puedan siempre entablar acciones para impugnar la legalidad de la detención, derecho proclamado en el principio 32 del Conjunto de Principios.

Garantizar el derecho a un juicio justo

El gobierno deber tomar de inmediato medidas para garantizar que en Arabia Saudí los procesos judiciales cumplen las disposiciones que estipulan las normas internacionales de derechos humanos para un juicio justo. En particular debe:

- Garantizar el cumplimiento del artículo 11.1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que dice: «Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa».

- Garantizar que los acusados disponen siempre de tiempo y medios adecuados, incluido el acceso a Amnistía InternacionalÍndice AI: MDE 23/02/00s

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toda la información pertinente, para preparar su defensa con ayuda de sus abogados en todas las fases del proceso judicial, como dispone el principio 18 del Conjunto de Principios. Se debe modificar la legislación para garantizar que el ofrecimiento de asistencia letrada se convierte en un requisito.

- Poner fin a la práctica de celebrar los juicios en secreto y garantizar que, por regla general, son públicos, como dispone el artículo 10 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

- Garantizar que, si se presentan confesiones obtenidas presuntamente con tortura, los jueces iniciarán de inmediato investigaciones sobre la presunta tortura, rechazarán las pruebas obtenidas por medio de torturas e instarán al fiscal a entablar acciones judiciales contra los funcionarios sospechosos de practicar torturas, como disponen los artículos 13, 15 y 16 de la Convención contra la Tortura.

- Garantizar que toda persona declarada culpable de un delito tiene la oportunidad de ejercitar su derecho a interponer un verdadero recurso de apelación. En todas las apelaciones se debe respetar el derecho a un juicio justo y público, en el que se puedan ejercitar plenamente derechos como el de disponer de tiempo y medios apropiados para preparar la defensa.

- Garantizar que a los detenidos sometidos a juicio por delitos penados con la muerte se les garantizan sin condiciones las salvaguardias procesales adicionales estipuladas en las normas internacionales, incluidas las Salvaguardias para garantizar la protección de los derechos de los condenados a la pena de muerte.53

- Encargar un estudio independiente sobre posibles errores judiciales con objeto de identificar cualquier práctica judicial errónea y recurrente y establecer normas con salvaguardias contra ellas.

La ausencia de un colegio de abogados independiente reconocido por el Estado afecta considerablemente al derecho a un juicio justo en todas las causas criminales. El establecimiento de un colegio de abogados que se ajuste totalmente a los Principios Básicos sobre la Función de los Abogados debe ir acompañado de rápidas modificaciones de la legislación a fin de garantizar que la asistencia letrada es un requisito en todas las causas criminales. Sólo si toman estas medidas dispondrán los detenidos de los medios adecuados para defenderse y podrán los abogados defender a sus clientes en todas las causas sin temor a sufrir hostigamiento.

Aclarar las leyes poco precisas

El gobierno debe modificar todas las leyes imprecisas a fin de que las definiciones sean lo suficientemente claras y exactas como para avisar de lo que la ley prohíbe y a fin de que no se incumpla la prohibición de la detención arbitraria ni se viole el derecho a la libertad de expresión y asociación.

Ratificar las normas internacionales de derechos humanos

53 Resolución 1984/50 del ECOSOC, de 25 de mayo de 1984.Índice AI: MDE 23/02/00/sAmnistía Internacional

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Arabia Saudí deber retirar su reserva general a la Convención sobre los Derechos del Niño y a la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial. Asimismo, ha de tomar de inmediato medidas para ratificar sin reservas restrictivas otros tratados internacionales de derechos humanos, entre ellos el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. Arabia Saudí debe también tomar sin demora medidas para garantizar una amplia difusión de todas las normas de derechos humanos y su empleo en los centros educativos, así como en la formación de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, los abogados y los miembros del poder judicial. Debe también cooperar con los mecanismos temáticos de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas e invitarlos a visitar el país, en particular al relator especial sobre la independencia de jueces y abogados.

PIES DE FOTO:

Tengan en cuenta los términos y condiciones de uso y distribución de las fotografías. Indiquen el nombre del fotógrafo o agencia propietarios de la fotografía cuando proceda.

Sarah Jane Dematera, ciudadana filipina que trabajaba como empleada doméstica en Arabia Saudí, se encuentra encarcelada desde 1992 por el asesinato de la persona que la contrató. A juzgar por una carta que escribió a su madre, en 1997 no sabía aún que había sido condenada a muerte.© Kanlungan (sin restricciones)

Mikhail Cornelius Mikhail, ciudadano egipcio de 36 años, miembro de la iglesia ortodoxa copta, fue detenido el 1 de octubre de 1992 por blasfemia y estuvo recluido hasta su juicio. Negó el cargo que se le imputaba — menospreciar el Corán y al profeta Mahoma—, y, según informes, el juez le dijo que lo dejarían en libertad si se convertía al islam. Como se negó, el 26 de octubre fue condenado a siete años de prisión y a 1.000 latigazos. A lo largo de un periodo de diez semanas recibió la mitad de los latigazos. En enero de 1993 fue excarcelado y expulsado a Egipto.© NNI (sin restricciones)

Farzana Kauzar con sus tres hijos (de izquierda a derecha): Mohamed Saad, de nueve años; Mohamed Ijaz, de tres, y Fakeyha Ijaz, de seis. Según informes, miembros de los servicios de Investigaciones Generales los detuvieron el 8 de octubre de 1997 en su casa de Dhahran y los utilizaron como rehenes para obligar al padre, que se encontraba en el extranjero, a regresar a Arabia Saudí. Estuvieron recluidos hasta julio de 1998. © Particular (sin restricciones)

‘Emad ‘Abd al Raouf Mohamed Said fue detenido en marzo de 1996 y acusado de haber robado dinero a una persona que se alojaba en su casa. Dos meses después fue sometido a un juicio injusto en el que Amnistía InternacionalÍndice AI: MDE 23/02/00s

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lo condenaron a recibir 120 latigazos. Contó a Amnistía Internacional que lo habían hecho confesar con engaños un delito que no había cometido. © Particular (sin restricciones)

Sadiq ‘Abd al Karim Mal Allah, musulmán chií, fue decapitado públicamente en Al Qatif en 1992. Ni su familia ni él supieron que había sido condenado a muerte ni de qué «delito» había sido declarado culpable. Según informes, estaba acusado de introducir de contrabando en Arabia Saudí un ejemplar de la Biblia y le habían pedido que se convirtiera al wahhabismo, la interpretación oficial del islam en Arabia Saudí. Desmintió la acusación y no quiso convertirse, lo que, según informes, impulsó al juez a decir: «Abjure de sus creencias heréticas o lo mataré».© Particular (sin restricciones)

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