Argandoña Antonio - La Etica De La Sociedad De Consumo

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    LA ETICA

    DE LA SOCIEDAD DE CONSUMO

    ANTONIO

    ARGANDOA

    C U A D E R N O S

    EMPRESA Y HUMANISMO

    I N S T I T U T O

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    INDICE

    PRESENTACION

    POR QU EL CONSUMOLAS NECESIDADES Y EL CONSUMO

    NECESIDADES, BIENESTAR Y UTILIDAD

    ORDENACION DE NECESIDADES, BIENPROPIO Y BIEN DE LOS DEMAS

    LAS DECISIONES DE CONSUMO

    CONSUMO Y AHORROUN ELOGIO DEL CONSUMO

    LA PROPORCION DE RENTA DEDICADAAL CONSUMO Y AL AHORRO

    ESTIRAR EL BRAZO MAS QUE LAMANGA: EXCESO DE CONSUMO Y

    CREDITO

    EL CONSUMO INNECESARIOLA CREACION DE NECESIDADESINNECESARIAS

    LOS BIENES DURADEROS DE CONSUMO

    LOS CAMBIOS EN LA COMPOSICIONDEL CONSUMO

    LA SOCIEDAD DE LOS DESECHOSEL CONSUMO, PARA QU?

    CONCLUSION: LAS CAUSAS ULTIMAS DENUESTROS MALES

    NOTA BIOGRAFICA

    ANTONIO ARGANDOA LA ETICA DE LA SOCIEDAD DE CONSUMO

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    PRESENTACION

    Una mirada a nuestro alrededor y un ligeroejercicio de memoria nos llevan a la conclusin

    de que el nivel de vida de un elevadsimo por-centaje de la poblacin de la sociedadespaola ha conocido un aumento especta-cular en las ltimas dcadas. Y esto vale igual-mente para una gran parte de los pases delmundo -aunque no todos los pases han parti-cipado de esa bonanza, ni todos los ciuda-danos de los pases ricos han tenido acceso aese mayor nivel de vida. La distribucin de los

    frutos del progreso ha sido, evidentemente,desigual.

    Con todo, y volviendo a nuestro entornoinmediato, podemos afirmar que el estndarde vida de un trabajador manual no cuali-ficado en Espaa a principios de los noventa esconsiderablemente superior al que tena esemismo trabajador hace slo un cuarto de siglo

    -y ms an si se trata de trabajadores cualifi-cados, profesionales o empresarios. Y si aten-demos a la riqueza y variedad de su dieta ali-menticia, a la disponibilidad de automvil, alas comodidades de su vivienda, a las alterna-tivas que se le abren para su ocio, etc., proba-blemente podemos concluir que un trabajadorno cualificado vive hoy mejor que la clase

    media de hace tres dcadas, y quizs que laclase acomodada de hace slo cincuenta aos.

    Como me imagino que las crticas empiezana surgir en las mentes de mis lectores, me

    apresuro a decir que las anteriores asevera-ciones no nos permiten afirmar que hoyvivimos mejor que antes. No tenemosunidad de medida capaz de valorar adecuada-mente el nivel de consumo, la calidad de losbienes y servicios y la variedad de las opcionesque se nos ofrecen, corrigindolas por elnmero de horas dedicadas al trabajo(incluidos los tiempos perdidos debidos altransporte de y hacia el lugar de trabajo), elritmo de vida, el estrs y la ansiedad, las neu-rosis que genera la vida en una gran ciudad. eldeterioro del medio ambiente o la prdida devalores culturales y morales.

    La tesis que intento enunciar como punto departida de mis reflexiones sobre el consumo yla sociedad de consumo es muy sencilla, y no

    pretendo empecinarme en su defensa: elvolumen y calidad de los bienes y servicios deque disfrutamos hoy en da para el consumo essuperior al que tenamos slo unos aos atrs.Y an me atrevera a ir ms lejos y afirmar queesto, moralmente, debe recibir una valoracinpositiva, teniendo en cuenta las considera-ciones finales de este trabajo.

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    Me apresuro de nuevo a aadir que lacalidad de vida no se puede medir slo por elconsumo, sino mediante un amplio vector decomponentes, como la seguridad de las rentas

    (que, sin duda, ha crecido), la disponibilidad detiempo para ocio (cuya variacin es ambigua,si no claramente positiva), la calidad de losbienes y servicios que consumimos (muchomayor en unos casos, menor en otros), lavariedad de los mismos (probablemente,mucho mayor), los costes indirectos quesufrimos por esos bienes (contaminacin, con-

    gestin, deterioro del medio ambiente, riesgode catstrofes tecnolgicas, enfermedadesnerviosas,...), etc. En todo caso, el consumo debienes y servicios forma parte, y una parteimportante, de nuestro nivel o calidad de vida.

    En lo que sigue me ocupar de las relacionesentre tica y consumo, con especial nfasis enlo que se ha dado en llamar sociedad de

    consumo. intentar pasar revista a las dis-tintas crticas dirigidas al consumo desde elpunto de vista moral, deslindando lo que hayde correcto en dichas crticas de lo que, a mijuicio, no lo es o, al menos, es discutible. Deeste modo se irn decantando algunos puntosrelevantes, a partir de los cuales elaborar lasconclusiones. Pero antes empezar con una

    caracterizacin econmica y moral delfenmeno que nos interesa.

    POR QU EL CONSUMO

    Sin ningn intento de precisin, llamaremosconsumo al uso de bienes o servicios para lasatisfaccin directa de una necesidadhumana1, a diferencia de la produccin, queusa tambin bienes o servicios pero no para lasatisfaccin inmediata de una necesidad, sinopara la obtencin de nuevos bienes o serviciosms prximos a la satisfaccin de necesidades

    humanas2.

    Se consumen bienes no duraderos (ali-mentos, bebidas, medicinas, etc.) y servicios,prestados por personas (el barbero o lamodista) o por bienes duraderos o de inversin(el coche, la vivienda o el televisor). Es discu-tible si se consumen tambin otros atributosde los bienes o servicios, como su nacionalidad,

    su precio, el prestigio que proporcionan, etc.3A veces se considera que la compra de un

    bien es ya consumo, quizs porque no se pre-tende ni almacenarlo por mucho tiempo (casode los alimentos) ni revenderlo (p. ej., los ves-tidos), o porque nos fijamos exclusivamente enel flujo de servicios que esperamos nos propor-cione (si es un bien duradero, como un auto-

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    mvil o un electrodomstico). Cocinar sera,hablando en propiedad, una actividad pro-ductiva, aunque la solemos incluir en elconsumo, en cuanto que est ntimamente vin-

    culada a la ingestin de los alimentos. Lacompra de un automvil o de un vestido es,hablando en propiedad, la compra de un bienduradero, y slo su uso (o desgaste) peridicoconstituir un consumo.

    A veces las fronteras estn poco definidas.Las reparaciones domsticas no son consumo,sino una actividad productiva (mantenimientode un bien de capital, la vivienda, cuya comprano se considera consumo, sino inversin), peroa menudo pueden confundirse con el consumo(no siempre est claro cundo el bricolage esuna actividad productiva y cundo un pasa-tiempo). Estudiar puede ser una inversin (encapital humano), pero tambin un consumo(por el disfrute que proporciona).

    El consumo se justifica como fuente de bie-

    nestar, que, a su vez, se conecta con la satis-faccin de necesidades: alimento, vestido, des-canso, seguridad, cultura, etc. Es tambin unafuente de satisfaccin o placer, precisamentepor su condicin de satisfactor de necesidades.Pero va an ms all, porque el hombre es unser de dimensiones mltiples y capacidades encierto modo infinitas, para el que el consumo

    es fuente u origen de nuevas necesidades,ocasin para su desarrollo personal, y mediopara la adquisicin de hbitos (operativos,intelectuales y morales) y para la consecucin

    de su plenitud o felicidad. Es obvio, por tanto,que el consumo no es una actividad indife-rente, sino de profundo contenido cultural,antropolgico, social y tico.

    Sera un error, sin embargo, atribuir slo alconsumo el placer, la felicidad o el desarrollopersonal: el hombre aprende y mejoratambin con el dolor y la contradiccin, con eltrabajo (intelectual o manual) y con el ocio,con el esfuerzo, con la vida de relacin y entodas las parcelas de su existencia. La maximi-zacin de una funcin de utilidad en trminosde bienes y servicios consumidos (y, en su caso,de ocio) a la que nos tienen acostumbrados losmanuales de economa, como expresin de losobjetivos de una persona es slo una simplifi-cacin til, pero incompleta.

    LAS NECESIDADES Y EL CONSUMO

    La cuestin de las necesidades ha sidosiempre un tema difcil de manejar. Se hanintentado numerosas clasificaciones de lasnecesidades humanas, desde las individualeshasta las sociales, desde las meramente ani-

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    males hasta las propiamente humanas, desdelas fisiolgicas hasta las espirituales, desde lasms perentorias, urgentes, bsicas o funda-mentales hasta las ms superfluas, desde las

    naturales hasta las artificiales o creadas4. Peroninguna de ellas ha aportado nada interesanteal punto de vista econmico5.

    La posicin del economista acerca de lasnecesidades es ms bien escptica: tiene pocointers llevar a cabo clasificaciones que noresultan vlidas en todos los casos. Por eso, elconcepto de necesidad en economa es sufi-

    cientemente amplio como para que todastengan cabida, sean materiales o espirituales,egostas o altrustas, etc. En concreto, unanecesidad no es slo una carencia cuya satis-faccin resulta compulsiva, sino tambin ungusto, una preferencia o inclinacin. Supone,adems, que las necesidades son limitadas -noque cada una lo sea, sino que el hombreencuentra siempre nuevas necesidades, o

    mejor, nuevas manifestaciones de sus necesi-dades6. No determinan al hombre, que con-serva siempre su libertad aun en medio de unanecesidad acuciante. Y, finalmente, suponeque las necesidades son indeterminadas encuanto que hay numerosas oportunidadesabiertas para su satisfaccin -incluyendo laposibilidad de que no sean satisfechas-, lo cual

    es un reflejo de la indefinida virtualidad denuestro espritu7.

    A la vista de todo ello, al economista lebasta afirmar que un sujeto es capaz de identi-

    ficar sus necesidades, ordenarlas de acuerdocon sus preferencias8 y actuar racionalmentepara satisfacerlas, dentro de sus posibilidades.

    Tampoco tiene inters intentar establecer elorden en que se satisfarn las necesidades:fuera de casos de extrema necesidad, en que laatencin a la satisfaccin de una necesidadexcluye toda otra actividad9, no hay un orden

    lgico de satisfaccin, porque no hay priori-dades objetivas. Los consumidores dedican susrecur-sos a la satisfaccin de una necesidad uotra atendiendo a la perentoriedad con que sepresentan y a las oportunidades que surgen. Yla economa se ocupa principalmente de lostrade-offs o intercambios entre necesidades:cundo se deja de atender a una para ocuparsede otra (con independencia de criterios obje-

    tivos) 10.

    NECESIDADES, BIENESTAR Y UTILIDAD

    El economista utiliza el concepto de bie-nestar o utilidad (o los equivalentes de satis-faccin, ofelimidad, etc.) como punto de refe-rencia para la toma de decisiones acerca de la

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    satisfaccin de necesidades. La tendencia delhombre al bienestar es aceptada desde anti-guo por filsofos y psiclogos -y por el sentidocomn del hombre de la calle. Un bienestar

    entendido como meta a la que se tiende, peroque. nunca se alcanza; un bienestar no condi-cionado por ciertas condiciones de vida nece-sarias (a diferencia de los animales) 11.

    El concepto de bienestar as expresado noimplica la bsqueda del placer (aunqueadmite, obviamente, esa interpretacin hedo-nista), sino de una forma ms humana de viviren lo referente a los condicionamientos mate-riales, un progreso hacia formas de vida mshumanas, ms compatibles con el fin delhombre. Ese progreso es siempre posible,aunque realizarlo o no depender de las elec-ciones concretas que lleve a cabo el hombre. Yse tratar de un bienestar indefinido, porqueno hay una sola manera de que el hombreasuma como suyas las circunstancias mate-

    riales.La funcin de utilidad o bienestar que el

    economista afirma que el consumidormaximiza puede interpretarse, pues, como unaaproximacin a esa tendencia al bienestar, y escompatible, en todo caso, con l 12 -aunque laidea de maximizar una funcin de utilidadnecesite una revisin 13. El fin de la actividad

    econmica ser, pues, ese bienestar delhombre, y el consumo ser un medio paraalcanzarlo -la ltima mediacin en el procesode produccin, distribucin y consumo14. Las

    decisiones referentes al bienestar humanotienen una dimensin tica, adems de eco-nmica, tanto por el fin como por los medios.Por el fin, principalmente, porque la tendenciaal bienestar lleva consigo un deber tico deconseguirlo, mientras no lo impidan otrosdeberes con ttulos ms altos -se trata, en defi-nitiva, de una parte del deber de realizarnuestra humanidad 15. Y por los medios,

    porque no es lcito emplear cualquier mediopara conseguirlo.

    Pero una vez definido el deber moral decontribuir al bienestar propio, surge inmedia-tamente el riesgo de pasarse de la raya.Dado que siempre se pueden dedicar msmedios a este fin, la consecucin del prudentetrmino medio adquiere una gran impor-tancia, como definitoria de la moralidad delconsumo.

    ORDENACION DE NECESIDADES, BIENPROPIO Y BIEN DE LOS DEMAS

    El consumidor se encuentra, pues, ante unconjunto potencialmente infinito de necesi-

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    dades, materiales y espirituales, egostas yaltrustas, propias y ajenas. La seleccin delconjunto de necesidades a las que va a satis-facer, y del modo como va a llevarlo a cabo, va

    a tener efectos importantes para la conse-cucin de su fin como persona. Y la resultantesocial de esas conductas individuales va a tenerefectos tambin muy importantes para lasociedad en su conjunto. Si, p. ej., otorga talprioridad a las necesidades materiales que des-cuida las espirituales, se embrutecer, perderla sensibilidad por los valores del espritu, yacabar poniendo en peligro la consecucin de

    su fin. Si slo se preocupa de las necesidadespropias, renunciando a cooperar en la satis-faccin de las de los dems, convertir su vidaen un ejercicio de egosmo, y tambin acabarfracasando como hombre.

    Qu necesidades ha de atender, pues, unapersona? Un conjunto equilibrado de necesi-dades de todo orden, no slo propias, sino

    tambin ajenas, y no slo de sus allegados,sino tambin de personas lejanas. De acuerdocon las exigencias de su naturaleza y de su fin,habr necesidades fisiolgicas que reclamarnpreferentemente su atencin, y otras de ordensuperior, a las que su razn otorgar impor-tancia y urgencia. Y aunque el economistaparece considerar que el sujeto reacciona pasi-

    vamente a las necesidades que le van sur-giendo, a las oportunidades que se le pre-sentan y a las restricciones econmicas quecondicionan su conducta, de hecho nos encon-

    tramos con un ejercicio de los apetitos, de larazn y de la voluntad, moderado por la virtudde la prudencia, en la eleccin de las necesi-dades que en cada caso ocuparn su atencin.

    De este modo podr construir su persona-lidad, desarrollarse como persona, ejercer susdeberes sociales, ayudar a los dems,...: ensuma, alcanzar su fin, de acuerdo con las reglasde la tica. Y cuando aumenten sus recursos,podr atender cada vez ms a sus propiasnecesidades espirituales, porque las materialesllegarn pronto a un nivel de saciedad (o deutilidad marginal muy baja). Y podr atendercada vez ms a necesidades ajenas, porque eluniverso que se le abre en este campo sercada vez mayor, y crecer en sentido de res-ponsabilidad.

    Cmo deber atender a las necesidadesajenas es otra cosa. El regalo, el compartir lamesa o las cosas de uso personal con losparientes y amigos, son formas elementales deesa atencin (y forman parte del consumo). Lalimosna es otra, y tambin lo son el pago de losimpuestos justos, el ejercicio de los deberes deciudadana y otras formas de solidaridad.

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    Pero tambin lo es el ahorro, es decir, elseparar recursos del consumo para dedicarlos,directa o indirectamente, a la inversin, a lageneracin de nueva renta y riqueza, puestos

    de trabajo y oportunidades para otros. Y esprobable que, en las economas modernas, laforma principal de solidaridad se ejercite deeste modo 16.

    LAS DECISIONES DE CONSUMO

    La decisin de consumir se toma atendiendoa las motivaciones del consumidor, a la contri-bucin que espera que esa decisin haga a subienestar, y a unas restricciones externas a suconducta.

    Las motivaciones pueden ser muy variadas:p. ej., el consumo de alimentos puede llevarsea cabo para satisfacer una necesidad, para dis-frutar de un placer sensible o de un rato decompaa agradable, para cumplir con una

    obligacin social, para trabajar, para mostrarel refinamiento del gusto personal o hacer unalarde de medios econmicos, o por muchosotros motivos -y por cualquier combinacin deellos. Para la economa, las motivaciones con-cretas no son relevantes, en principio 17: sim-plemente, el consumo aparece en la funcinde utilidad de un sujeto porque se supone que

    ste tiene alguna motivacin que le lleva aconsumir para aumentar su bienestar. Por esoel economista se limita a postular que elagente tiene algn tipo de gusto o preferencia

    por ese bien18

    .Hemos pasado, pues, de la bsqueda inde-

    finida del bienestar a su concrecin en un con-junto de preferencias del sujeto, manifestadasen cada situacin, y con arreglo a las cualestoma sus decisiones de consumo. Suponemostambin que el agente es capaz de ordenaresas preferencias de acuerdo con sus criteriospersonales (con independencia de criteriosobjetivos externos), que las preferencias serefieren a la contribucin de su consumo a subienestar, y que siempre es preferible tenerms de algo que proporciona bienestar (unbien, en sentido econmico) que tener menos(si esto no se cumple, estaremos ante undisbin) 19.

    El ltimo escaln en la cadena explicativa de

    la economa viene dado por el concepto de uti-lidad: se supone que el agente es capaz devalorar la contribucin a su bienestar debida acada unidad de bien o servicio consumido,mediante un ndice de utilidad. Esto permiteconvertir el problema de decisin de consumoen un problema lgico de eleccin entre alter-nativas, de acuerdo con la contribucin de

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    cada una de ellas a dicho ndice. En la realidad,no hace falta que el sujeto maximice ese ndice(basta, simple-mente, que disponga de un cri-terio de valoracin de las alternativas en tr-

    minos de sus preferencias), ni mucho menosque esa utilidad sea mensurable 20, ni

    que tenga un contenido hedonista 21.

    Las restricciones al consumo vienen dadas,en la teora convencional, por ciertas variableseconmicas. En primer lugar, por los recursosde que dispone el sujeto: su renta o riqueza,en sentido amplio, incluyendo la posibilidad

    de disponer de crdito, vender su patrimonio,etc. 22 En segundo lugar, por el precio o la dis-ponibilidad de otros bienes, tanto complemen-tarios (el encarecimiento de la gasolina o delos aparcamientos tiene efectos negativossobre el uso de los automviles privados) comosustitutivos (el abaratamiento y la mejora en lacalidad de los servicios pblicos de transportereducen el uso del automvil privado).

    El problema econmico planteado por elconsumo se enuncia, a partir de lo anterior, dela siguiente manera: cmo se deben utilizar losrecursos (escasos)23 a los que tiene acceso unsujeto (individuo o familia) de acuerdo con suspreferencias, de manera que le proporcionenla mxima utilidad -la mejor aportacin a subienestar-, sujeta a la restriccin impuesta por

    el conjunto de aquellos recursos y demsvariables relevantes.

    El problema moral del consumo radica, a suvez, en el fin y en los medios: en la seleccin de

    las necesidades que el hombre se proponesatisfacer, en las motivaciones que le mueven aesa satisfaccin, y en la licitud de los mediosutilizado 24.

    En todo caso, la tendencia al bienestar antesmencionada tiene un componente tico, perono debe interpretarse en trminos de per-feccin tica de la persona, sino de dominio dela naturaleza. Por ello, la perfeccin moralpuede darse con altos o con bajos niveles debienestar.

    CONSUMO Y AHORRO

    La parte de la renta disponible no dedicada

    al consumo es, por definicin, el ahorro. Ladecisin de ahorrar consiste en demorar elconsumo presente con objeto de aumentar lariqueza a fin de disponer en el futuro de msrecursos para el consumo (o para dejarherencia, o para invertir en una vivienda, etc.).El ahorro se materializa en un aumento delvalor de la riqueza neta del sujeto.

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    El que consume ms de lo que ingresa estdesahorrando. Esto lo puede hacer bien redu-ciendo su riqueza fsica o financiera (ven-diendo los candelabros de plata que hered de

    su abuela), bien incurriendo en deudas (lasletras firmadas para la compra de un vdeo o elsimple aplazamiento del pago al tendero de laesquina).

    Desde el punto de vista econmico se ha sos-tenido que el consumo es necesario paramantener en marcha el sistema econmico.Teniendo en cuenta que la mayor parte de larenta se dedica al consumo, y que la mayorparte de la produccin final de bienes y ser-vicios est materializada en bienes destinadosa ese fin, mantener un consumo elevado esnecesario para que la produccin y el empleono se reduzcan. Esto lleva a la conocida tesis deque ahorrar puede ser desaconsejable, desdeel punto de vista econmico 25.

    Pero el argumento no es vlido ms que en

    el corto plazo, y bajo supuestos restrictivos. Unaumento del ahorro en una economa sinincentivos para la inversin es, efectivamente,una prdida de demanda, y lleva a unareduccin de la produccin y el empleo. Perocuando hay buenas oportunidades deinversin, el ahorr libera recursos de la pro-duccin actual de bienes de consumo, para

    poder dedicarlos a la inversin. Y sta es unode los factores clave del crecimiento eco-nmico de un pas (incluyendo la inversin encapital humano, en tecnologa y en inno-

    vacin).Por tanto, en una economa dinmica las

    familias tienen un incentivo a consumir,porque de este modo satisfacen sus necesi-dades y elevan su bienestar, y tienen tambinun incentivo a ahorrar, porque de este modocrece (y se hace ms seguro) su nivel deingresos futuro y, por tanto, la expectativa desatisfaccin de necesidades y de mejora de su

    bienestar futuro.Desde el punto de vista tico, el consumo es

    algo bueno en s, como ya se ha explicado. Ytambin lo es el ahorro, en cuanto que propor-ciona otros bienes para el hombre, tanto en elplano econmico individual (rentas futuras yseguridad ante coyunturas adversas, principal-mente) como en el moral (el ejercicio de vir-

    tudes como la frugalidad, la previsin y la pru-dencia) y en el social (la contribucin a lainversin y, por tanto, al crecimiento eco-nmico, a la creacin de puestos de trabajo, alprogreso del pas, etc.).

    El ahorro es, pues, uno de los medios de quedispone el hombre para poner en prctica elprincipio del destino comn de los bienes,

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    poniendo a producir, en beneficio propio y delos dems, los recursos sobre los cuales tienederecho, al tiempo que manifiesta su dominiosobre dichos bienes, de acuerdo con el plan de

    Dios (creced y multiplicaos, llenad la tierra ydominadla , Gen. 1,28). Es, pues, una formade cooperar al bien comn.

    Pero el consumo es otro medio de mani-festar ese mismo dominio y de ejercer otroderecho, respondiendo tambin a unosdeberes morales, como atender a las necesi-

    dades de la propia familia (y de otras per-sonas), mejorar el nivel de vida, contribuir a laproduccin y al empleo26, etc.: en unapalabra, contribuir al propio bienestar que,como dijimos, es un deber moral.

    No hay lugar, pues, para una actitudmaniquea, que aplauda el consumo y censureel ahorro o viceversa, ni desde el punto de

    vista econmico ni desde el moral. Estamosante dos realidades humanas buenas en s,pero parciales, cuyo sentido ltimo hay quejuzgar, en el plano econmico, de acuerdo conlos objetivos ltimos del sistema econmico, yen el plano tico, de acuerdo con los criteriosmorales que dirigen toda la vida humana.

    UN ELOGIO DEL CONSUMO

    Como hicimos notar antes, el consumo es unbien para el hombre porque satisface sus nece-

    sidades, le ofrece el gusto de las cosas buenasde la vida, le permite realizarse y desarrollarse,le abre nuevos horizontes, le lleva a compor-tarse como ser social (mediante el intercambioy la produccin), le hace cooperar con losdems, etc.: en una palabra, aumenta su bie-nestar y lo humaniza.

    Tambin el crecimiento del consumo en lassociedades avanzadas es bueno, porque ha

    permitido la mejora del nivel de vida de vastosestratos de la poblacin, su desarrollo personaly social, la posibilidad de acceso a nuevosniveles de vida y de cultura, etc. Puede quehaya maniqueos que, temerosos de los bienesmateriales, recuerden con nostalgia las casasfras sin ms calefaccin que un brasero, sinagua caliente, con cocinas de lea o carbn, sin

    ascensor ni muchos de los adelantos modernosque hacen la vida agradable y cmoda. Peroparece lgico admitir que el aumento del nivelde vida de la poblacin ha sido un bien para lahumanidad.

    Claro que el consumo no es el nico bien, nise presenta siempre limpio de posiblesdefectos. En lo que sigue, haremos algunos

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    comentarios, desde el punto de vista eco-nmico y tico, sobre el consumo y la sociedadde consumo27.

    LA PROPORCION DE RENTA DEDICADAAL CONSUMO Y AL AHORRO

    La proporcin del consumo privado respectode la renta familiar disponible es relativa-mente estable a largo plazo, aunque presentaoscilaciones en el tiempo 28, representandocasi un 90 por ciento, en los aos ochenta, enEspaa 29 (el 10 por ciento restante es elahorro de las familias que, junto con el de lasempresas y del sector pblico, se destina afinanciar la inversin). Esta relativa constanciade la proporcin de renta dedicada al consumo(la propensin media al consumo) es comn adiversas sociedades en diversas pocas.

    Pero no todas las sociedades dedican lamisma porcin de su renta al consumo:

    algunas, como lapn, Alemania, Holanda oItalia, tienen una propensin al ahorro msalta que otras como Estados Unidos o GranBretaa 30. Eso quiere decir que aquellassociedades menos gastadoras pueden tenermayores tasas de crecimiento del producto y,por tanto, de creacin de empleo y de mejoradel nivel de vida futuro. Pero de esto no se

    deduce que esa posibilidad se materialicesiempre, ni que esa conducta sea preferible.

    En primer lugar, si un pas tiene un nivel devida todava bajo, es lgico que mantenga una

    elevada porcin de renta dedicada alconsumo, para beneficiarse ya ahora de susposibilidades econmicas. En segundo lugar, sino hay proyectos de inversin eficientes, o sive el futuro con incertidumbre elevada (p. ej.,por un riesgo de invasin extranjera o deguerra), no tiene demasiado objeto ahorrar. Ytercero, si el gobierno penaliza el ahorro o lainversin con cargas fiscales excesivas, eslgico que se dediquen ms recursos alconsumo. En suma, la proporcin de rentadedicada al consumo y al ahorro depender deincentivos econmicos, pero tambin de lacultura, la historia y los valores de la sociedad.Y no se puede afirmar que sea ms eficiente oms tica la sociedad que decide consumir ms(aunque tendr, probablemente, un menor

    crecimiento econmico31

    .Tampoco se puede afirmar que un ahorro

    familiar bajo equivalga a una despreocupacinpor el crecimiento o por el nivel de vida futuro:lo relevante es el ahorro total de las familias,empresas y administraciones pblicas (ms elque pueda recibirse del resto del mundo, parafinanciar la inversin) 32. Y ser la organi-

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    zacin institucional y legal la que determinequ porcin del ahorro procede de cada unade esas fuentes 33.

    Adems, hay que tener en cuenta que hay

    formas de ahorro que no parecen serio34. Tales el caso de la seguridad social, en la que, enlugar de dejar que cada familia organice suprevisin del futuro como desee, el Estadoretiene una parte de sus rentas (medianteimpuestos o cotizaciones sociales) y se com-promete a pagar unas contra prestaciones encaso de desempleo, jubilacin, enfermedad,viudedad, orfandad, etc. Es, pues, un ahorroforzoso, que cumple la misma funcin que elahorro familiar voluntario 35.

    Finalmente, tampoco desde el punto devista moral se puede afirmar que sea preferibleuna tasa de ahorro ms elevada, como yahicimos notar 36.

    ESTIRAR EL BRAZO MAS QUE LAMANGA: EXCESO DE CONSUMO YCREDITO

    Vivimos por encima de nuestras posibili-dades? Como sociedad, no, puesto quenuestras familias consumen menos del cien porcien de sus rentas, como ya hemos visto. Y es

    lgico que sea as: si alguien gasta por encimade sus posibilidades, otros agentes econmicosdeben hacerlo por debajo, porque, en todocaso, el conjunto del pas no puede gastar ms

    de lo que produce37

    .Cabe, s, que algunas familias consuman la

    totalidad de su renta, e incluso vivan porencima de sus posibilidades, sea reduciendo supatrimonio, sea endeudndose. Pero sta notiene por qu ser una conducta censurabledesde el punto de vista econmico y tico.

    En efecto, es lgico que una familia joven,que inicia su andadura en la vida, se endeudepara montar el piso y quizs un pequeonegocio, tener sus primeros hijos y educarlos,etc., contando con al disponibilidad de crditoal consumo y con que las rentas futuras espe-radas le permitirn pagar los intereses ydevolver los crditos 38.

    Otro caso tpico puede ser el de la familiaque atraviesa una situacin transitoria, pre-

    vista o no, de rentas bajas (p.ej., porque unmiembro de la misma pierde su empleo) o degastos elevados (p. ej., por una enfermedad, laboda de un hijo, etc.). Si su nivel de riquezaacumulada lo permite, o si espera recuperarms adelante su nivel normal de ingresos, eldeseo de mantener su nivel de consumomediante el endeudamiento (o la realizacin

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    de parte de su riqueza) no parece censurable,como actitud econmica y moral 39. Un tercercaso puede ser el de la familia en la terceraedad que utiliza sus activos acumulados (en un

    fondo de pensiones o por otro medios) paramantener su nivel de consumo. De nuevo eslgico hacerlo as, porque precisamente paraeso acumul un patrimonio 40.

    Todo lo anterior nos lleva a concluir que elendeudamiento o la realizacin del patri-monio para financiar el consumo (o la comprade una vivienda, que es inversin) sonopciones normales, que el moderno desarrollo

    de los mercados de capitales ha puesto alalcance de muchas ms personas. No debenjuzgarse crticamente, ni econmica ni moral-mente, siempre que se acte con prudencia.

    En este orden de cosas, las tarjetas decrdito y las compras a plazos permiten ade-lantar las compras, pero no incrementar elvolumen total de consumo, pues en algn

    momento hay que devolver las deudas con-tradas (lo que es una forma de ahorro).

    Aunque en trminos relativos la porcin derenta que consumimos no es creciente, s lo esen trminos absolutos, precisamente porqueaumenta la renta disponible. Est justificadoese crecimiento (indefinido) del consumo? Porotro lado, con niveles absolutos de consumo

    crecientes estaremos atendiendo a necesi-dades cada vez menos urgentes. Tiene unlmite este proceso, en el plano tico (ya queno parece tenerlo en el plano econmico)?

    EL CONSUMO INNECESARIO

    Hemos dicho antes que el consumo seordena al bienestar del hombre, y que las posi-bilidades de concrecin de ese bienestar sonindefinidas e limitadas. Por tanto, parecelgico concluir que, tarde o temprano, elconsumo recaer en necesidades innece-

    sarias (es decir, aqullas cuya contribucin albienestar del sujeto sea muy baja, en trminosde utilidad marginal). Estaremos entoncesante la compra de bienes o servicios de lujo 41:perfumes, joyas, bebidas sofisticadas, autom-viles de gran cilindrada, viajes a pases ex-ticos,

    No resulta fcil dar un criterio sobre esto. Lo

    que para una persona es un lujo puede noserlo para otra (la lectura, p.ej., o el uso de uncoche cmodo y potente para viajes largos). Eluso de un perfume puede estar ligado a cues-tiones de afecto, no de ostentacin 42. Y nopuede decirse que sea un despilfarro regalar aun mendigo un pastel en lugar de unos kilosde garbanzos, porque tambin los ms pobres

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    tienen derecho a disfrutar de las cosas buenasde la vida. Las joyas, a su vez, tienen tambinun contenido esttico, y son una forma decolocar la riqueza (ahorro).

    Probablemente lo ms adecuado es recordarel criterio dado ms arriba: cada persona debeplantearse una gama ponderada de necesi-dades, materiales y espirituales, propias,yajenas, que satisfacer. Cuanto ms estn satis-fechas las necesidades materiales, ms debeprestar atencin a las espirituales, y cuantoms estn satisfechas sus necesidades perso-

    nales, ms atencin debe prestar a las de susallegados, y cuanto ms atendidas estn stas,ms debe ocuparse de las de aqullos que leson distantes 43. Ello sin excluir el que, ante uncaso de necesidad patente y grave de otrapersona, uno deba renunciar a necesidadesmenos graves, propias o de los suyos, a fin deatenderla 44.

    LA CREACION DE NECESIDADESINNECESARIAS

    Nuestra sociedad -dicen- se caracteriza porla creacin de necesidades innecesarias oartificiales. Este es uno de los argumentostradicionales contra la publicidad. Pero, por lo

    que llevamos dicho, necesita alguna mati-zacin.

    En primer lugar, las necesidades no se crean:ya existen, al menos en trminos genricos. Lo

    que s se crean son los medios concretos parasatisfacerlas, que las pueden convertir en msprximas o urgentes.

    Segundo, se puede discutir la existencia denecesidades naturales, contrapuestas a lasartificiales, si tenemos en cuenta quealgunas tan artificiales como las de con-tenido cultural fluyen de la misma naturaleza

    del hombre.Tercero, las necesidades pueden cambiar de

    importancia para el sujeto en funcin de con-dicionantes externos, como la consideracinsocial o la publicidad. De ah que uno puedaverse impelido a tener un coche ms grande, oa cambiar de modelo con ms frecuencia, o atener un coche con ms complementos, etc. Eneste caso, lo que ocurre es que el bien encuestin rene atributos propios de variasnecesidades: capacidad de transporte, pres-tigio, comodidad, etc.

    Es difcil, de nuevo, valorar todo esto desdeel punto de vista moral. El gusto por la lectura,que no consideramos una necesidad artificial ycensurable, se crea por la adiccin y por la

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    presin del ambiente. Por qu hemos de con-siderar de otro modo el gusto por, las bebidascarbnicas o por los viajes?

    La respuesta la hemos de buscar, como

    antes, en la gama de necesidades, materiales yespirituales, propias y ajenas, que un sujetopone ante s, y en los medios a que recurrepara satisfacerlas. La bsqueda del bienestartiene un lmite cuando las nuevas necesidadesque satisfacemos no contribuyen positiva-mente a nuestra humanizacin, porque nosllevan a comportamientos egostas o a laexcesiva atencin a necesidades de orden

    inferior (materiales) en detrimento de lassuperiores (espirituales) , que son las que mscontribuyen a aquella perfeccin. Y ntese elnfasis puesto en la excesiva atencin a ciertasnecesidades, porque es esa polarizacin lo quehace inmoral la conducta -lo mismo que laatencin egosta a las necesidades propias, endetrimento de los deberes para con los dems.

    LOS BIENES DURADEROS DE CONSUMO

    Los bienes duraderos -aqullos cuya vida tilno se agota en un solo uso o en un nmeropequeo de usos- pertenecen ms a la cate-gora del ahorro que del consumo. Seadquieren para disfrutar de sus servicios, y son

    esos servicios los que, propiamente, debencontarse como consumo. Un televisor, p. ej.,proporciona entretenimiento, cultura, infor-macin, etc.; si no lo tuvisemos, recurriramosseguramente a servicios alternativos: iramos aconciertos, al cine o al teatro, leeramos losperidicos, etc. Por tanto, un televisor sevalora por el flujo actualizado de servicios queproporciona (o por el coste en que habra queincurrir para sustituir esos servicios por otrossimilares) 45.

    Nuestros hogares se han ido llenando debienes duraderos, antes desconocidos. Son

    necesarios, o forman parte de los que antes lla-mbamos de lujo?

    El creciente volumen de bienes duraderos esun fenmeno econmico normal. Son exce-lentes sustitutivos de servicios que, de otromodo, se compraran fuera; ofrecen unamayor gama de posibilidades; son un mediopara colocar la riqueza; permiten el acceso a

    adelantos tecnolgicos que antes no eran dis-ponibles, etc.: obedecen, en definitiva, a lasmismas causas que estn detrs del creci-miento de la produccin y del consumo.

    Adems, en muchos casos, los bienes dura-deros sustituyen al trabajo humano -comoresulta patente en gran nmero de electrodo-msticos y otros bienes similares46. En este

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    sentido, esos bienes ocupan un lugar impor-tante en la mejora del nivel de vida de lapoblacin, porque el trabajo es el recursoescaso por excelencia 47, el ms caro48. Y su

    sustitucin es una contribucin positiva a laeficiencia econmica.

    Los problemas ticos derivados de los bienesduraderos de consumo no son diferentes de losantes citados. En principio, su utilizacinmerece una valoracin positiva, como contri-bucin al bienestar humano. Del mismo modoque hay consumos inmorales, como la prosti-

    tucin o las drogas, puede haber serviciosinmorales de bienes de consumo duraderos,como la pornografa en los televisores, o laprdida de tiempo y la adiccin en los video-juegos. Son, pues, bienes que admiten un usocorrecto y otro incorrecto, y es el uso lo quemerece el calificativo moral.

    Los bienes duraderos que ahorran trabajo

    presentan nuevos problemas morales. As, si eltrabajo es un bien del hombre, la sustitucinde parte de ese trabajo por mquinas puedeser un retroceso moral, si el tiempo que liberanse dedica a actividades que no sean otro bienverdadero para el hombre. Pero nada hay enlos electrodomsticos que merezca unacensura moral por esa razn.

    Finalmente, los duraderos innecesariosmerecen la misma consideracin moral queantes se ha discutido a propsito de las necesi-dades innecesarias 49.

    LOS CAMBIOS EN LA COMPOSICIONDEL CONSUMO

    Este es otro motivo de atencin desde elpunto de vista tico: el cambio en la compo-sicin del consumo, del que los bienes dura-deros son un caso particular 50.

    Ese cambio es lgico, y se explica, desde elpunto de vista econmico, mediante variosargumentos.

    En primer lugar, como ya sealamos,algunas necesidades son atendidas con prio-ridad y se cubren rpidamente: tal es el caso dela alimentacin. Por tanto, su peso en elconsumo global tiende a reducirse, para dejar

    paso a bienes que satisfacen otras necesidades.Segundo, el aumento del nivel de ingresos

    permite el acceso a bienes de mayor calidad omejores servicios 51. Tpicamente, unosingresos mayores se traducen en el consumode alimentos superiores, como la carne y elpescado frente a las patatas y los garbanzos,as como en la disponibilidad de bienes dura-

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    deros, en el mayor peso de los gastos decultura, esparcimiento y viajes, etc.

    El cambio en los precios relativos contribuyetambin al cambio en los patrones deconsumo. Los coches, los ordenadores y loselectrodomsticos se han abaratado, que-dando al alcance de rentas que antes no lle-gaban a poder adquirirlos. La tcnica del con-gelado, los cultivos marinos, la agricultura deinvernadero, los piensos compuestos, etc., hanabaratado tambin muchos alimentos, hacin-

    dolos asequibles a rentas inferiores. Detrs deestos cambios se encuentra el progreso tecno-lgico, la ampliacin de los flujos de comerciomundial, la reduccin de trabas a la libre circu-lacin de mercancas y servicios, etc. Y, cornosealamos antes, la proliferacin de bienesduraderos, precocinados, congeladores, etc., yel uso de servicios de restauracin externos al

    hogar, etc., son un reflejo del mayor coste dela mano de obra.

    El problema moral en todos casos no es dife-rente del sealado antes: esos bienes que apa-recen ahora en el consumo de un nmeromayor de familias, contribuyen efectivamentea su humanizacin?

    LA SOCIEDAD DE LOS DESECHOS

    Cuando Juan Pablo II caracteriza nuestrasociedad de consumo, lo hace en trminos delos desechos o basuras: Un objetoposedo y ya superado por otro ms perfecto,es descartado simplemente, sin tener encuenta su posible valor permanente para unomismo o para otro ser humano ms pobre 52.Hay en esta crtica varias dimensiones a consi-derar.

    El elevado volumen de basuras y desechospuede ser la consecuencia directa de un mayor

    volumen de consumo o del mismo crecimientode la poblacin -aunque un anlisis ms deta-llado del tema nos muestra que el volumen dedesechos per capita ha aumentado considera-blemente en los ltimos aos. Tambin puededeberse al cambio en la composicin delconsumo y en las caractersticas de los bienesconsumidos: p.ej., cada vez se presta msatencin al embalaje o envase 53.

    Pero, sobre todo, es posible detectar unasociedad que cada vez cuida menos de con-servar las cosas: que gasta innecesariamente, yque desecha con facilidad.

    El desecho fcil -usar y tirar- se comple-menta con otro hecho de nuestra sociedad: elmenor recurso a la reparacin. La causa ltima

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    de esto es, de nuevo, econmica: dado que lamano de obra es escasa y cara, no resulta ren-table reparar un electrodomstico estropeado,o es preferible cambiar todo el motor de uncoche en vez de reparar una sola pieza.

    Pero es esto lo que parece censurar el Papa.Por qu? No son de aplicacin en estos casoslos criterios econmicos? Por supuesto que s.Pero Juan Pablo II nos est recordando otroscriterios superiores, que hay que tener encuenta en estos casos.

    El primero, el posible valor permanente (dela cosa) para uno mismo. P. ej., se repara unreloj anti-guo, recuerdo de familia, con granvalor sentimental, aunque sea ms barato sus-tituirlo por otro nuevo. Pero el Papa est pen-sando probablemente en otros valores supe-riores. Por ejemplo, la mentalidad de usar ytirar lleva consigo la falta de cuidado de lascosas, que dejan de ser instrumentos dados porDios para el servicio del hombre, para sermeros esclavos de nuestro capricho o como-didad. Por ello, puede ser conveniente repararuna cosa estropeada, aunque sea ms caro quesustituirla por otra nueva, simplemente pararecordarnos la importancia del cuidado de lascosas materiales. Del mismo modo que puedeser conveniente llevar una ropa ya pasada demoda pero an en buen uso, a pesar de que

    sea barato sustituirla por otra. Y hacer que loshijos menores aprovechen ropa o libros de losmayores puede tener un excelente contenidoformativo, aunque econmicamente no searentable. En definitiva, la economa y la efi-ciencia no son el criterio ltimo para elhombre.

    Pero, en todo caso, no hay que culpar de elloa la tecnologa de usar y tirar, sino a losvalores humanos de los consumidores (o mejor,a su falta). Y si es verdad que aquella tecno-loga facilita el deterioro de los valores, pocoarreglaramos prohibindola o sujetndola a

    fuertes impuestos.El otro argumento dado por Juan Pablo II es

    el valor de un bien para otro ser humano mspobre. Es inadmisible, en efecto, que se des-truyan alimentos en el mundo occidental, o sedesechen utensilios o mquinas an en buenuso, cuando otras personas de menoresrecursos podran beneficiarse de ellas.

    De nuevo no es la tcnica o la economa laculpable, sino los valores personales y sociales.Y no hay.que olvidar las dificultades y pro-blemas que se plantean. No basta recogermquinas de afeitar deterioradas: hay queenviarlas a pases en vas de desarrollo,mediante medios de transporte caros, y hayque proporcionarles la tecnologa necesaria

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    ms, en el deterioro tico de la sociedad, no enlos altos salarios, ni en el aumento de lascomodidades.

    CONCLUSION: LAS CAUSAS ULTIMAS DENUESTROS MALES

    Nuestro anlisis interdisciplinar, econmicoy tico, nos ha llevado, una y otra vez, a lascausas ltimas de nuestros males: el deteriorode los valores morales. El mismo concepto desociedad de consumo sugiere que hay unamentalidad colectiva en las sociedades occi-dentales avanzadas, que absolutiza elconsumo como bien del hombre.

    Se considera, en efecto, la produccin,tenencia, uso y consumo de bienes como unvalor central de nuestra sociedad. No hayrazn objetiva para ello -de hecho, no fue asen pocas pasadas-, sino slo un cambio en laescala de valores, que concede ms impor-

    tancia al tener y al consumir que al ser -o, si se prefiere, al gozar que al ser,porque, como seala Juan Pablo II, estaexcesiva disponibilidad de toda clase debienes materiales (...) fcilmente hace alhombre esclavo de la posesin y del goceinmediato, cuyos efectos son en primertrmino, una forma de materialismo craso, y al

    mismo tiempo una radical insatisfaccin,porque se comprende rpidamente que -si nose est prevenido contra la inundacin demensajes publicitarios y la oferta incesante y

    tentadora de productos-, cuanto ms se poseems se desea, mien-tras las aspiraciones msprofundas quedan sin satisfacer, y quizsincluso sofocadas 56.

    Ya hemos completado, pues, nuestro argu-mento: es bueno para el hombre tener bienesy consumirlos, porque con ello contribuye a subienestar, y ste es un deber moral, porquepermite que se humanice y que cumpla su fin.

    Pero cuando el hombre deja de buscar el bie-nestar y busca slo el placer, equivoca sucamino y se aleja de su humanizacin y de sufelicidad. Cae as en un materialismo craso yen una insatisfaccin radical, que pretendesatisfacer con ms bienes, engandose,porque su sed no es de bienes o de pla-ceres,sino de humanidad y de trascendencia, y esonunca se lo podrn dar los bienes. Por esoseala Juan Pablo II que tenerobjetos ybienes no perfecciona de por s al sujeto, si nocontribuye a la maduracin y enriquecimientode su ser, es decir, a la realizacin de lavocacin humana como tal 57.

    As definido el problema, tiene an otradimensin: la social. Las enormes desigual-

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    dades en el consumo, entre los niveles de vidade personas y sociedades distintas, entre eldespilfarro y la ostentacin de unos y lamiseria de otros, as como la sociedad de los

    desechos y del usar y tirar, sealan que losbienes no estn al servicio de todos loshombres, como Dios dispuso al principio. Unade las mayores injusticias del mundo contem-porneo consiste precisamente en esto: en queson relativamente pocos los que poseenmucho, y muchos los que no poseen casi nada.Es la injusticia de la mala distribucin de losbienes y servicios, destinados originariamentea todos 58.

    A la vista de todo lo anterior, se puedeafirmar que la sociedad de consumo es unaestructura de pecado, 59? S, al menos en unsentido parcial, referido no a los fenmenosantes considerados -diversidad de necesidadessatisfechas, proliferacin de bienes deconsumo duradero, progreso tecnolgico, etc.-, sino a la mentalidad colectiva que lleva a laexaltacin del consumo como valor supremo, ala deshumanizacin del hombre en elconsumo, al desprecio de las necesidades delos dems, etc. No es, pues, una estructuraexterna al hombre, sino interna a l, la quedificulta una conducta tica en el consumo -y,

    en tal sentido, s podra calificarse deestructura de pecado.

    Hemos afirmado que la deshumanizacindel hombre -la bsqueda del bienestar,

    legtima, se convierte en una trampa- y elegosmo son las causas ltimas del problema.Los remedios habr que buscarlos en el mismoorden de cosas: en la conversin de las mentesy de los corazones, en la vuelta a los criteriosmorales, en la revisin de los modelos cultu-rales. La economa puede ayudar: nos haayudado, de hecho, a arrojar luz sobre losfenmenos que hemos estudiado. Pero son la

    moral y la religin las que, a travs del rearmetico del hombre y de la sociedad, pondrn alconsumo en el lugar que le corresponde en laescala de los bienes humanos en el sentido queJuan Pablo II da al trmino 60.

    NOTA BIOGRAFICA

    Antonio Argandoa Rmiz Doctor enCiencias Econmicas y Empresariales por laUniversidad de Barcelona, Catedrtico de Fun-damentos del Anlisis Econmico. Es SecretarioGeneral y profesor del IESE y de la Facultad deCiencias Econmicas y Empresariales de la Uni-versidad de Navarra. Miembro del ExecutiveCommittee de EBEN y Co-fundador y Secre-

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    tario General de EBEN-Espaa, entre susmuchas actividades profesionales no universi-tarias. Tiene numerosas publicaciones cient-

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    1. El Diccionario de la Real Academia de laLengua dice que consumir es utilizar alguiencomestibles u otros gneros para su sustento.El concepto econmico va ms all delconsumo para el sustento, e incluye tambinlos servicios. Un filsofo lo define como elacto por el que el hombre se hace inmediata-mente receptor de la utilidad que para l tienealgn bien material (A. Milln Puelles, Eco-noma y libertad. Madrid: ConfederacinEspaola de Cajas de Ahorro, 1974, p. 341).

    2. Algunos economistas (no necesariamentemarxistas) han presentado a veces el consumo

    como una forma de produccin: el manteni-miento y desarrollo de la capacidad de trabajodel hombre. No obstante, el consumo se toma,habitualmente, como el trmino de la acti-vidad econmica -aunque vaya seguido denuevas etapas, porque la vida contina. Sinolvidar que probablemente todo acto deconsumo exige alguna aportacin de trabajopropio (y de tiempo).

    3. En todo caso, estos atributos cuentan enlas decisiones de consumo: algunos prefierenconsumir artculos nacionales, y otros deimportacin, etc.

    4. Estas clasificaciones suelen ser insatisfac-torias: no hay necesidades meramente ani-males en el hombre, que trasciende siempre su

    mera condicin de animal; las necesidadesfisiolgicas tienen siempre un componenteespiritual -cuando menos, por la obligacinmoral de satisfacerlas-; no est claro qu es

    una necesidad creada en un ser cuya capacidad(natural) de necesidades es infinita; la nece-sidad ms urgente es la todava no satisfecha,sea de un tipo o de otro; etc.

    5. Una interesante excepcin a la escasarelevancia para la economa del tratamientofilosfico de las necesidades es el libro, citadoantes, de A. Milln Puelles, Economa ylibertad. Algunas de las ideas que aparecenms abajo tienen que ver con las tesis de estelibro (principalmente con los cap. 1 y 8)

    6. Y como esas necesidades implican, habi-tualmente, el uso de recursos, se supone que lacapacidad de consumo carece de lmite -aunque a veces lo que crece es el consumo derecursos orientado a satisfacer indirectamenteuna necesidad: para ir al teatro no slo hayque dedicar tiempo y dinero a ello, sinotambin a cenar fuera, tomar un taxi, etc. (sonconsumos complementarios). En todo caso, lailimitacin de las necesidades, como la delconsumo, no es una hiptesis capital en eco-noma.

    7. Milln Puelles, op. cit., p. 18.

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    8. Se trata, como veremos luego, de unaordenacin subjetiva y ad casum, no con cri-terios objetivos y permanentes.

    9. Esta es una de las razones por las que la

    satisfaccin de las necesidades bsicas es undeber moral: porque, de otro modo, no sepuede atender a otras actividades o necesi-dades que permiten la maduracin de lapersona.

    10. La solucin de los trade-offs entre nece-sidades se facilita por el principio de la utilidadmarginal decreciente: una nueva unidad de

    bien consumido proporciona menos satis-faccin al sujeto que la unidad anterior (porello, aunque nos guste mucho el helado, pre-ferimos tomar un caf en lugar de la terceracopa de helado).

    11. Santo Toms relaciona esta tendencia albienestar con la bsqueda de la felicidad delhombre y con su vida en sociedad, ya que sta.

    tiene por objeto facilitarle una vida digna (osea, su bienestar). Cfr. In Ethicor., lib. 1, lect. 1,n. 4 (cit. por Milln Puelles, op. cit., p. 43).

    12. El economista expresa, p. e., la ilimi-tacin potencial del bienestar presentando lamaximizacin de la funcin de utilidad comoun ptimo local, nunca absoluto.

    13. Una teora ms compleja de las motiva-ciones humanas sealara una jerarqua entreellas (no entre las necesidades) y unos procesosde aprendizaje y de interrelacin, que compli-caran el anlisis, invalidndolo en algunospuntos. Cfr.: J. A. Prez Lpez, La teora de laaccin humana en las organizaciones. Laaccin personal. Madrid: Rialp, ColeccinEmpresa y Humanismo, 1991; A. Argandoa,Mercado de trabajo. supone alguna dife-rencia tratar con hombres?, Actas del II Con-greso de Economa Regional de Castilla y Len.Valladolid: junta de Castilla y Len, 1991; La

    estructura interna de la empresa en la visinde Coase, presentado al curso La empresa,entre el taylorismo y el humanismo tcnico, ElEscorial, 6-10 julio 1992; On human motiva-tions: A unifying perspective, presentado alcoloquio sobre Lo econmico y la dinmicaglobal de la humanidad. Conversaciones deMadrid, El Escorial, 11-13 octubre 1992.

    14. Milln Puelles, op. cit., p. 337. l5. Cfr.Milln Puelles, op, cit., cap. 8. Esto supone ir unpoco ms all de lo que afirma Juan Pablo II:La demanda de una existencia cualitativa-mente ms satisfactoria y ms rica es algo en slegtimo (Centesimus annus, 36).

    16. Cfr. A. Argandoa, El sentido cristianode los bienes econmicos. Barcelona: Servicio

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    de Documentacin Montalegre, nm. 216,noviembre 1988.

    17. Pero esas motivaciones pueden tenerconsecuencias econmicas. As p. ej., el

    consumo suntuario puede dar lugar a unademanda de bienes que crece con el precio(efecto snob); y el consumo conspicuo puededar lugar a una demanda creciente de un biencuando otros consumidores lo demandantambin (efecto vagn de cola).

    18. El proceso de formacin de esas prefe-rencias, en que influyen la educacin, el apren-

    dizaje personal y social, la experimentacin, lapublicidad, etc., es poco conocido por los eco-nomistas. Generalmente se exige slo que elmapa de preferencias de un consumidor estsometido a ciertos requisitos de racionalidad -que sea completo, consistente, transitivo, etc.-,a fin de evitar paradojas que impediran suanlisis lgico. A lo ms se ha llegado aenunciar una cierta hiptesis de que los gustos

    o preferencias cambian mediante la repeticindel propio consumo, es decir, por un procesode aprendizaje. Cfr. G.J. Stigler y G, Becker, Degustibus non est disputandum, American Eco-nomic Review, 67, marzo 1977. El paralelismode este proceso con la adquisicin de virtudessugiere que estamos ante un fenmenoconectado con la tica.

    l9. Aunque el bienestar no consista en laacumulacin de bienes, ni es slo un estadosubjetivo, sino la autoexpresin del peculiarespritu del hombre en su circunstancia

    material (Milln Puelles, op. cit., p. 314).20. De hecho, la teora del consumo puede

    desarrollarse sin necesidad del concepto deutilidad.

    21. Conviene subrayar que no hay por quatribuir a estos enunciados un contenidohedonista o utilitarista (aunque la economaconvencional se ha desarrollado bajo el para-

    digma utilitarista).

    22. Otra cosa es cmo se defina esa renta: lade un mes o ao determinado, la disponible alo largo de su vida, la personal o la familiar, laesperada, etc., en poder adquisitivo real (des-contando, pues, impuestos e inflacin), etc.Habitualmente el economista supone que larenta relevante es la esperada para el conjunto

    de su vida o, cuando menos, para un largoperiodo de tiempo -lo que supone que el con-sumidor es un agente previsor, de largo hori-zonte temporal.

    23. Tambin hay un consumo de recursoslibres o no escasos, como el aire, pero noplantean problemas econmicos relevantes

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    (salvo cuando se vuelven escasos: p. ej., por lacontaminacin).

    24. Objeto, fin y circunstancias, de acuerdocon el criterio moral tradicional. Esto nos

    permite excluir, de entrada, la satisfaccin denecesidades mediante objetos intrnsecamenteinmorales (drogas, prostitucin, pornografa,artculos o rentas robados, etc.). El fin harreferencia a la seleccin de necesidades y a lasmotivaciones, de que se habla en el texto.

    25. Es la llamada paradoja del ahorro: unpas que intensifique su ahorro presente, en

    lugar de aumentar su riqueza futura puedeencontrarse con una reduccin de su renta.

    26. No es infrecuente oir que el consumo essiempre deseable, porque permite mantenerpuestos de trabajo. Como argumentogenrico, es vlido. Pero puede tratarse de unapobre excusa para conductas moralmentepoco rectas. Un efecto bueno -el empleo- no

    puede hacer buena una conducta que estviciada por otras razones: lujo, vanidad, osten-tacin, despilfarro, etc. Y, seguramente, hayotros medios preferibles, econmica y tica-mente, para mantener los puestos de trabajo.

    27. Excluimos, por poco interesantes,algunos casos obvios, como el consumo de

    bienes o servicios inmorales por su objeto,como drogas, pornografa o prostitucin.

    28. En el periodo 1985-90 un conjunto defactores econmicos indujo a las familias espa-

    olas a aumentar la proporcin de su consumorespecto de la renta: expectativas de ingresosfuturos elevados (por reduccin del desempleoy crecimiento de los salarios), aumento delvalor de los activos acumulados por las familias(subida de la Bolsa y, sobre todo, revalori-zacin de las viviendas), obsolescencia y enve-jecimiento del parque de bienes duraderos deconsumo (por su insuficiente reposicin en los

    aos anteriores), tratamiento fiscal contrarioal ahorro, etc.

    29. Cfr. A. Argandoa y J, A. Garca-Durn,Macroeconoma espaola: hechos e ideas.Madrid: McGraw-Hill Interamericana deEspaa, 1992, cap. 3.

    30. En porcentaje del producto interiorbruto (no de la renta familiar disponible, que

    es la medida utilizada ms arriba), el ahorrofamiliar bruto del lapn lleg al 40% en 1970,y se ha mantenido a una tasa media superioral 30% en los aos siguientes; el de Italia, Ale-mania y Holanda estuvo por encima del 20%en los aos setenta y ochenta, mientras que losde Gran Bretaa y Estados Unidos no llegaronal 20%.

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    31. Ahorrar e invertir ms supone mejorar lacapacidad de crecimiento y, por tanto, el nivelde vida de las generaciones futuras. Pero stasse beneficiarn probablemente del progresotecnolgico mucho ms que la generacinactual.

    32. En definitiva, y haciendo una simplifi-cacin, si las familias son propietarias de lasempresas, y si el gobierno trabaja para el bie-nestar de las familias, stas acomodarn sunivel de ahorro privado al que resulte de lostres agentes econmicos, porque todosestarn a su servicio.

    33. Por ejemplo, el tratamiento fiscal de larenta y del ahorro de las familias frente al delos beneficios empresariales (retenidos orepartidos), la estructura y tamao de lasfamilias, el crecimiento de la poblacin, eldesarrollo del sistema financiero y los hbitosde financiacin de las empresas, las tareas asig-nadas a las administraciones pblicas, etc.

    34. Como hay tambin formas de consumosustitutivas del consumo privado. Una sesinde cine es un servicio (privado) de consumo,pero tambin lo es la visita gratuita a unmuseo o a un parque pblico, cuyo manteni-miento se integra en el presupuesto pblico.igualmente, el gasto en educacin puedecorrer a cargo de la familia (y ser un gasto de

    consumo privado, aunque, con mayor pro-piedad, se debera calificar de inversin encapital humano) o del Estado (y ser unconsumo pblico).

    35. Aunque sus efectos econmicos son dis-tintos. Cfr. A. Argandoa, El sistema de Segu-ridad Social, Informacin comercial Espaola,630-631, febrero-marzo 1986.

    36. La alternativa moral ahorro-consumodepender de las circunstancias, P. ej., unafamilia joven, con hijos pequeos y expecta-tivas de renta altas deber dedicar proporcio-nalmente ms recursos al consumo que otrafamilia ya madura o en la tercera edad.

    37. salvo transitoriamente, contando con elahorro procedente del resto del mundo.

    38. El principal problema tico que planteaesa manera de comportarse es la posibleimprudencia en la valoracin de la propiacapacidad para hacer frente a las deudas en elfuturo.

    39. Es razonable que se intente mantenerestable el nivel de consumo, a pesar de lasvariaciones de los ingresos, del mismo modoque no parece lgico tener un da grandescomilonas y pasar hambre al da siguiente (yesto es compatible con variaciones estacio-nales en el consumo: vacaciones de verano,

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    Navidad y Semana Santa, consumo extra yregalos en Navidad, etc.).

    40. En algunas sociedades, la familiadesempea tareas propias de una entidad ase-

    guradora. P. ej., cuando un miembro de lafamilia cae en desempleo o queda sin recursos,pasa a vivir a costa de otros miembros. En talcaso, lo que se observa es un aumento delconsumo de estos ltimos.

    41. Utilizamos aqu el concepto popular -eimpreciso- de bienes de lujo. Para el econo-mista, son bienes de lujo aqullos cuya elasti-cidad-renta es positiva, es decir, cuyo consumocrece proporcionalmente ms que la renta. Eneste sentido, la gran mayora de bienes ordi-narios seran de lujo.

    42. Cristo valor muy positivamente el des-pilfarro de aquella mujer que ungi sus piescon un perfume de gran precio (Cfr: Mt. 26, 6-13)

    43. Esto ltimo responde al criterio de quela caridad debe ser ordenada.

    44. Desde antiguo la Doctrina Social cris-tiana ha recordado el deber de ayudar a losdems con los bienes no necesarios para unomismo, aunque sean convenientes para la dig-nidad y el decoro propio (Rerum novarum, 16),esto es, con las rentas libres (Quadragesimo

    anno, 50), as como la responsabilidad detodos los hombres respecto de] hambre en lospases en vas de desarrollo (Mater et magistra,158, 161-162), hasta negar el derecho a lo quesupera a la propia necesidad, cuando otros seencuentran en una necesidad mayor (Popu-lorum progressio, 23) y extender el deber deayuda incluso con lo que uno necesita para smismo (Sollicitudo rei socialis, 31).

    45. Como en toda valoracin econmica,hay que tener en cuenta tambin otrosefectos: el televisor sustituye a otros servicios(cine, p. ej.) produce economas y deseco-

    nomas (ahorra tener que cenar fuera para ir alteatro, puede repercutir negativamente en lashoras de sueo y molestar a los vecinos), etc.

    46. Tambin sustituyen al trabajo humanomuchos bienes no duraderos, como los platosprecocinados, o los servicios de restauracin(en este ltimo caso se sustituye trabajo deama de casa por trabajo, probablemente ms

    barato, de empleados de restaurante, ademsde capital fsico).

    47. Esta es la tesis central del libro de JulianL. Simn, The Ultimate Resource (Princeton:Princeton University Press, 1981).

    48. Puede parecer que el trabajo en el hogares muy barato, porque no recibe compen-

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    sacin directa alguna. Pero el concepto eco-nmico de precio es ms amplio que el desimple pago directo, e incluye el coste de opor-tunidad -aquello a lo que se renuncia. En este

    sentido, el trabajo en el hogar tiene costes deoportunidad muy altos: primero, porque lossalarios son muy altos fuera, y segundo,porque el trabajo en el hogar despus de una jornada de trabajo fuera tiene tambin uncoste muy alto, en trminos de renuncia al ocio(descanso, distracciones, cultura, deporte,etc.).

    49. El concepto de innecesario es, comoantes, relativo. Un abrecartas elctrico puedeser un lujo para una persona que recibe slotres cartas al ao (aunque puede tener paraella un gran contenido afectivo o esttico,p.ej.), pero no ser superfluo en una oficinacon un gran volumen de correo.

    50. He aqu un ejemplo, extrado de la

    Encuesta de Presupuesto Familiares del Ins-tituto Nacional de Estadstica espaol(consumo per capita, en porcentaje del total):1980-81 1990-91 Alimentos 35,89 29,82 Vestido9,96 11,74 Vivienda 10,42 10,58 Menaje 8,566,72 Mdicos 2,76 3,21 Transporte 14,96 14,91Cultura 7,49 7,47 Otros 9,96 15,55

    51. Son los bienes que el economista calificacomo de lujo, es decir, que tienen una elasti-cidad-renta mayor que la unidad.

    52. Sollicitudo rei socialis, 28 (subrayado

    nuestro).53. Puede haber en ello algo de moda, de

    influjo publicitario, etc., pero tambin unarazn de servicio: el envase individual facilitala compra, asla el producto de posibles fac-tores contaminantes, facilita su procesado ytransporte, etc.

    54. Ni para la atencin a los ancianos, ni

    para la preocupacin por los dems, ni para elcultivo de valores superiores, ni para la partici-pacin en actividades sociales desinteresadas oen servicios gratuitos a los dems, ni para elfomento de los valores religiosos, ni para labsqueda de la belleza, la verdad y el bien,...Cfr. Juan Pablo II, Discurso a empresarios y tra-bajadores de Porto Marghera, 17 de junio de1985, n.3 (en D. Mel, ed., Empresa y economaal servicio del hombre. Mensajes de Juan PabloII a los empresarios y directivos econmicos.Pamplona: EUNSA, 1992, p. 182); Ibid., Cente-simus annus, 36.

    55. La idea del salario para la mujer casadaque trabaja en el hogar pertenece al terrenode la utopa econmica, al menos por ahora.

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    56. Sollicitudo rei socialis, 28.57. Ibid.58. Ibid, (nfasis en el original), Cfr. tambinOctogesima adveniens, 9.

    59. Ibid., 36.60. Sobre la labor educadora necesaria paraese rearme, cfr. Centesimus annus, 36.

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