Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

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Violencia criminal arbitraria (14/12/2010, El Nacional) Alejandro Moreno [email protected] En nuestra investigación sobre la delincuencia (ver: “Y salimos a matar gente”), habíamos encontrado importantes diferencias entre la conducta criminal del “malandro viejo” y la del “malandro nuevo”. El primero necesitaba explicar e incluso justificar sus crímenes ante sí y ante quien le acompañaba en la narración de su historia con una razón principal que era haberse visto compelido a ellos por necesidad de sobrevivencia lo que se resumía en la frase: “si yo no lo mataba, él me mataba a mí”. Sus crímenes podían pasar de diez pero todos tenían una justificación parecida. Esto implicaba algún sentimiento de culpa, por leve y superficial que fuera, y alguna preocupación por quedar bien ante los demás. El “nuevo” en cambio, estaba más allá de toda necesidad de justificación, de toda preocupación por su imagen, de toda brizna de sentimiento de culpa. Decíamos que “mataba por matar” y cada uno de sus asesinatos era un triunfo que le permitía aumentar su cuota de “respeto” entre sus colegas y competir en valor y éxito con los más avezados. Narraba sus crímenes no como necesidades sino como hazañas encomiables, aventuras excitantes y riesgos afrontados con valentía. Hoy el malandro “viejo” prácticamente ha desaparecido y con él todo un sentido, aunque fuera residual, de respeto humano y atención a la opinión ajena que, si no impedía sus fechorías, por lo menos ponía cierto límite a la expansión desinhibida de su actuar. Hoy el espacio del crimen ha sido totalmente ocupado por los “nuevos” que ya no se cohiben ni siquiera ante ese débil límite. Por eso, empiezan a abundar y a difundirse por todas partes los actos de violencia totalmente arbitraria, esto es, para los que ni por nuestra parte ni por la de los mismos criminales puede encontrarse una explicación mínimamente racional. Es el crimen porque sí, porque a uno “le sale”, porque le place, por mantener y aumentar un record o simplemente por querer hacerlo. Tengo en mi computadora una carpeta rotulada como “violencia arbitraria 2010”. En ella he ido coleccionando las reseñas de crímenes injustificados que durante este año han ido apareciendo, solamente para Caracas, en dos periódicos nada más. En este momento suman 38. No están todos. Quizás lleguen a la mitad pues sólo empecé a recolectarlos cuando percibí que aumentaba su número. Son muy variados: desde matar al niño para que sufra quien lo lleva de la mano hasta dispararle a quien negó un cigarrillo.

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Artículos copiados del facebook del CIP. Posiblemente se puedan encontrar también en el formato de artículo de prensa en el periódico respectivo según cita cada artículo. La página es: Centro de Investigaciones Populares

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Violencia criminal arbitraria (14/12/2010, El Nacional)Alejandro [email protected] nuestra investigación sobre la delincuencia (ver: “Y salimos a matar gente”), habíamos encontrado importantes diferencias entre la conducta criminal del “malandro viejo” y la del “malandro nuevo”. El primero necesitaba explicar e incluso justificar sus crímenes ante sí y ante quien le acompañaba en la narración de su historia con una razón principal que era haberse visto compelido a ellos por necesidad de sobrevivencia lo que se resumía en la frase: “si yo no lo mataba, él me mataba a mí”. Sus crímenes podían pasar de diez pero todos tenían una justificación parecida. Esto implicaba algún sentimiento de culpa, por leve y superficial que fuera, y alguna preocupación por quedar bien ante los demás. El “nuevo” en cambio, estaba más allá de toda necesidad de justificación, de toda preocupación por su imagen, de toda brizna de sentimiento de culpa. Decíamos que “mataba por matar” y cada uno de sus asesinatos era un triunfo que le permitía aumentar su cuota de “respeto” entre sus colegas y competir en valor y éxito con los más avezados. Narraba sus crímenes no como necesidades sino como hazañas encomiables, aventuras excitantes y riesgos afrontados con valentía. Hoy el malandro “viejo” prácticamente ha desaparecido y con él todo un sentido, aunque fuera residual, de respeto humano y atención a la opinión ajena que, si no impedía sus fechorías, por lo menos ponía cierto límite a la expansión desinhibida de su actuar. Hoy el espacio del crimen ha sido totalmente ocupado por los “nuevos” que ya no se cohiben ni siquiera ante ese débil límite. Por eso, empiezan a abundar y a difundirse por todas partes los actos de violencia totalmente arbitraria, esto es, para los que ni por nuestra parte ni por la de los mismos criminales puede encontrarse una explicación mínimamente racional.Es el crimen porque sí, porque a uno “le sale”, porque le place, por mantener y aumentar un record o simplemente por querer hacerlo.Tengo en mi computadora una carpeta rotulada como “violencia arbitraria 2010”. En ella he ido coleccionando las reseñas de crímenes injustificados que durante este año han ido apareciendo, solamente para Caracas, en dos periódicos nada más. En este momento suman 38. No están todos. Quizás lleguen a la mitad pues sólo empecé a recolectarlos cuando percibí que aumentaba su número. Son muy variados: desde matar al niño para que sufra quien lo lleva de la mano hasta dispararle a quien negó un cigarrillo.

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Impacta la frecuencia con que se están produciendo disparos indiscriminados, sin que se pueda hallar motivo, sobre la multitud que asiste a una fiesta, conversa a la puerta de una casa o espera la llegada de un trasporte. Acciones similares aparecen también de vez en cuando en países europeos o en U.S.A. En esos lugares, al final, suelen suicidarse los criminales; los nuestros abandonan impávidos el lugar. Ambos saben lo que les espera: severo castigo allí, impunidad absoluta aquí.Hay quien argumenta, con pavor, que en Venezuela se están perdiendo los valores. Eso es cierto pero sólo sucede en grupos limitados para cuyos miembros lo que hemos llamado en nuestro estudio la “forma-de-vida violencia delincuencial” ocupa todo el sentido de su existencia. Esa forma-de-vida es toda una estructura vital en la que se integran orgánicamente percepciones, afectos, manera de pensar la realidad, valores y postura existencial, todo ello regido y cohesionado en torno a un proyecto vital, consciente o no, constituido por la centralidad de un yo autorreferente expansivo y sin límites. Esta forma-de-vida tiende a expandirse especialmente entre la juventud. ¿Ocupará toda la sociedad? Todavía no.

Entrevista "Ping-Pong" a Alejandro Moreno, en El Nacional 06/02/2011

ALEJANDRO MORENO, SACERDOTE Y PSICÓLOGO SOCIAL

"Ni remotamente Cristo hubiera sido chavista"

JOLGUER RODRIGUEZ [email protected]

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--¿Una penitencia para el Gobierno? --Atravesar Venezuela pidiendo perdón.

--¿Para la oposición? --Lo mismo. Todos debemos pedir perdón por lo que

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hemos hecho, menos el pueblo, del cual tengo una buena idea, pues se ha portado bien, hasta ahora.

--¿Tan así están las cosas que hasta los curas están alebrestados? --La mayoría no lo estamos.

--Siendo sacerdote, ¿cómo le entra al tema de la violencia? --Con pasión.

--Como filósofo, ¿un consejo al proceso? --Que se olvide de las revoluciones históricas. Que piense en otra. Tengo una idea de lo que es el chavismo; no sé si los chavistas la tienen.

--Como psicólogo, ¿una recomendación a la población? --Que se identifique con su propia esencia cultural, que es muy buena.

--¿La mayor tentación de un político? --El poder absoluto para siempre.

--¿Y de un sacerdote? --También el poder.

--¿Cómo está su fe en Hugo Chávez? --No llega a un grano de mostaza.

--¿Es bueno que los presbíteros sean más políticos de la cuenta? --No, pero tampoco que sean apolíticos.

--¿Cristo hubiera sido chavista? --Ni remotamente.

--¿Cómo llegar a la adultez dejando de ser comunista? --Con reflexión y mucho contacto con la realidad.

--¿Cuántos libros le falta escribir para terminar de explicar el fenómeno de la violencia? --Una enciclopedia.

--¿Sigue insolvente el crimen? --Sobre todo en Venezuela, porque da beneficios.

--¿La delincuencia organizada desorganiza al Gobierno? --Lo mantiene y refuerza.

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--¿La violencia invisible? --El discurso presidencial, de arriba a abajo. Quizás, él inconscientemente incentiva la violencia general.

--¿La inexplicable? --La de los jóvenes malandros de hoy.

--¿La violencia de la Asamblea Nacional? --Es la violencia legal.

--¿Cojea la MUD? --Debe escuchar al verdadero pueblo venezolano, a 80% de la población. ¡Y no ir a los cerros sólo a pasear! --¿La apología más perversa? --La de Napoleón Bonaparte y los héroes violentos.

--¿La patología de nuestros caudillos? --La de Bolívar era la psicopatía; la de Guzmán Blanco y de Gómez, otro tipo de psicopatía. A Betancourt, Caldera y Carlos Andrés los veo bastante normales.

--Le faltó el último...

--(Risas) Está prohibido decirla, con todo y decreto.

--¿Qué piensa de sus homólogos acusados de pederastia? --Hay que meterlos en un convento de por vida, y acusarlos ante el Estado para que reciban su castigo.

--¿Cuántos Camilo Torres se han ido con la revolución? --Muy pocos, aunque algunos muy aparatosamente.

--¿La pastoral que desea pero no puede? --No me autocensuro, ni escribiendo ni en la iglesia.

--¿Su pecado capital? --El mal genio.

--¿A que le tienta el Gobierno? --A nada. Ni siquiera se me ha acercado.

--¿Bendeciría una unión entre homosexuales? --Bendecirla, sí; pero no convertirla en matrimonio.

--¿Celibato? --Sí, pero voluntario y comprometido.

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--¿Cómo asume el erotismo? --De manera muy tranquila y pacífica a lo largo de tantos años de formación.

--¿Se ha sentido atraído por una mujer? --¡Sí, claro! --¿Y cómo hizo? --¡Bueno! Ahí está la fe y la voluntad ante el compromiso.

--¿El piropo mental de su preferencia? --(Risas) ¡No se me ha ocurrido! --¿Hay resentimiento en los barrios? --No lo he encontrado, ni en lo cotidiano ni en la investigación.

--¿Qué lo pone violento? --La traición.

--¿Fue traicionado por otro sacerdote? --Alguna vez.

--¿Confía usted en las FAN? --Nunca he confiado en militares.

--¿Qué vislumbra ante paramilitares que se desplazan en carros con placas oficiales? --Es una injusta imposición que asoma peligro de dictadura.

--¿Podrían ser enjuiciados algún día altos funcionarios por el tema de la violencia? --Creo que sí, mientras sea mediante un proceso judicial.

Pero no lo será. 96% de los crímenes en Venezuela no llegan a ser expediente.

--¿La violencia de las expropiaciones? --Dejar a la gente desasistida y en la inseguridad.

--¿Sermón de cura tumba gobierno? --A veces. La historia lo ha dicho: Arias Blanco, Romero, a pesar de que lo mataron.

--¿Integra la lista de objetivos revolucionarios? --Gente que sabe me ha dicho que sí.

--¿Quién lo protege? --Amigos míos han tenido que reunir medios para protegerme.

--¿Y sobrenaturalmente? --María Auxiliadora y Don Bosco.

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--¿Le pondrá la otra mejilla al chavismo? --No. ¿Hasta dónde el chavismo es enemigo? --¿Quién sube más cerro: los curas o los políticos? --Los curas, si se trata de no pasear por los cerros.

--¿Volverán a bajar? --Sí, temo un estallido, una mezcla de 23 de Enero y 27 de Febrero.

--¿Y el diálogo? --El país está muy cargado de odio y agresión de un grupo contra otro. No se va a concretar ningún diálogo. Triunfará uno y no el otro.

--¿Qué pasaría en Venezuela si no se desarraiga la violencia del discurso oficial? --El venezolano tiende al diálogo y al entendimiento.

Cuando cambien las circunstancias, renacerán.

La línea de investigación del CIP

La línea constituye la guía, no rígidamente establecida, que nos permite estructurar los proyectos dándole concreción y posibilidad de desarrollo integral.

El conocimiento de la realidad socio-cultural del mundo-de-vida popular venezolano, y la explicación-comprensión de ese conjunto de prácticas que le constituyen requiere de un acceso más real, adecuado e interno que el producido hasta ahora en el seno de las ciencias sociales clásicas en nuestro medio.El trabajo del Cip, dicho en amplios términos, va dirigido a desarrollar una explicación-comprensión ajustada, interna y real de la cultura y mundo-de-vida populares en Venezuela.La metodología que utilizamos para el estudio del mundo-de-vida popular recibe el nombre de Investigación Convivida. Esta metódica consiste en un modo de investigar cuyo punto de partida se sitúa en la complejidad de la trama de relaciones vivenciales de las comunidades populares, tal como éstas viven y producen esas relaciones.Tal complejidad, a su vez, proviene de la realidad misma, de la práctica

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concreta de vivir la vida y de vivirla así, tal como se presenta en el acontecer cotidiano, y no de posiciones teóricas externas a ella misma. Por eso, este modo de investigador requiere del investigador una radical implicación en el conjunto de prácticas de vida de las comunidades en que vive.Tal implicación exige un proceso de despojo de las teorías y conocimientos previos como requisito indispensable para la comprensión de las prácticas de vida de las comunidades, de sus significados y su sentido. En esta manera de acceder a la realidad social el investigador es, primordialmente, un co-viviente de la comunidad.Así, convivencia, complejidad e implicación producen dos hitos fundamentales a partir de los cuales toman forma las condensaciones de sentido y los significados de la vivencia de las prácticas vitales de la comunidad, y que sirven de espacios sobre los cuales se hace posible la reflexión investigativa: el Registro Sistemático de la Experiencia y las Historias de Vida.A las condensaciones de sentido las hemos llamado “marcas-guía”, pues éstas, además de indicar las claves de comprensión, presentan señales orientadoras siempre abiertas al cambio y a la integración de la dispersión de los significados comprendidos en la vivencia del grupo de investigadores. Las Historias de Vida consisten, dentro de la metódica de Investigación Convivida, en un despliegue de significado y de significados implícitos al sentido general de todo el mundo donde la vida acontece concreta y cotidianamente, como vida palpitante y como práctica protoconsciente de las relaciones vividas, históricas y determinadas, de una comunidad.Si, en realidad, la historia de vida debe verse como contracción de lo social en lo individual y en ella se encuentra toda la comunidad, como ha dicho F. Ferrarotti, ciertamente basta una sola historia de vida para comprender y conocer una comunidad. De hecho, cada historia de vida consiste en un entramado vivencial donde convergen pasado, presente y futuro tal como es vivido por cada sujeto y en su más pleno significado.El Registro Sistemático de la Experiencia consiste en un trabajo de reflexión sobre lo vivido tanto por la gente de la comunidad como por los investigadores, eventualmente puesto por escrito, pero no necesariamente. Toda la vida, así, se convierte en fuente de elaboración reflexiva. Los datos, de esta manera, no están dados de por sí, sino dándose en la vida y la reflexión consciente sobre lo vivido.

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Esta línea de investigación es posible plantearla desde los hallazgos investigativos que hemos alcanzado en el CIP, durante más de 20 años de trabajo de investigación sin interrupción. Uno de las producciones más completas se refiere a los resultados de investigación en el proyecto de “Elaboración, Fundamentación y Estructuración de los elementos iniciales para una teoría comprensiva del mundo-de-vida popular a partir del estudio empírico de la familia popular venezolana” desarrollado por el CIP y presentado como Proyecto S1 al Conicit.La profundización alcanzada en esta primera etapa de investigación básica abrió la posibilidad de un trabajo de investigación, en la línea desarrollada por el centro, de carácter aplicativo. La propuesta, venida del Fonacit (antes Conicit), se encuentra en etapa de desarrollo y se refiere a una investigación sobre violencia en el mundo-de-vida popular.Además, los resultados de las diversas publicaciones del CIP (Revista Heterotopía (34 números editados hasta el año 2007), Padre y Madre (agotado), Familia Popular venezolana. Primera ed. agotada, etc.) han sido objeto de amplia difusión en congresos, simposios, cursos de pre y postgrado, siendo reconocidas por la comunidad científica y académica como ajustadas a la realidad social del pueblo venezolano.Para muestra – además --- la reciente publicación (2007) por parte del Vicerrectorado académico de La Universidad del Zulia (Y Salimos a Matar gente. Investigación con delincuentes violentos de origen popular) en el que se exponen método, procedimientos y resultados de la investigación del centro en los últimos años. Nuestra investigación, situada en el mundo-de-vida popular venezolano, ha arrojado a lo largo de los años una comprensión real y situada de las estructuras socio-familiares del Pueblo venezolano, así como una relativización de los juicios foráneos tenidos acerca del mismo.Esta investigación, al ir al fondo de la estructura de las prácticas que constituyen el mundo-de-vida, logra una captación, comprensión y explicación reales del objeto de estudio. De esta tarea ha dimanado todo un conjunto orgánico de temas y significados que deben ser tratados con mayor detenimiento.

Nuestros objetivos especificos se pueden definir en:

• Establecer las diversas orientaciones teóricas que en las Ciencias Sociales

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y Humanas se han producido en Latinoamérica respecto al mundo de vida venezolano.• Exponer y discutir críticamente los resultados y la metódica de investigación realizadas por el Centro de Investigaciones Populares. • Llevar a cabo ejercicios de fundamentación de la investigación cualitativa y del enfoque biográfico, encaminados a desarrollar los anteproyectos y los proyectos de investigación en curso de los participantes.• Desarrollar los fundamentos teóricos de la Investigación Convivida y aplicar ese proceso a los anteproyectos y proyectos de investigación de los participantes del doctorado.• Producir informes de investigación destinados a publicarse como artículos en revistas científicas arbitradas nacionales e internacionales.

Dr. Alejandro MorenoDirector del Centro de Investigaciones Populares

Torturas, sí

“Ahí duré veintitrés días; y eso era burda e maltrato… las pelas que le dan a

uno ahí, eso no son pequeñas pelas. Yo llevé más, por decilo así, más palos

que una gata ladrona. Hasta que a ellos le da la gana de dale coñazo a

uno”.

Leemos cosas, terribles noticias. Que si más de dieciocho mil policías han

sido denunciados por abusos graves en los últimos siete años. Que de esos

sólo treinta y dos están presos. Que si Provea informa de un aumento del

noventa y tres por ciento de los casos de tortura en un año. Que la Red de

Apoyo señala la tortura como una práctica muy frecuente en nuestro país.

Que las ongs de derechos humanos, que, que, que.

Una cosa es leer cifras, informes, narraciones, otra cosa es oír el testimonio

de los torturados, ver la expresión de su rostro, la tensión de sus músculos,

el aguarse de sus ojos, el entrecerrarse de sus dientes mientras nos llega el

temblor de su voz y la violencia de su grito retenido. Leerlos es otra cosa,

pero algo vibra en su palabra directa aunque sea escrita.

“Primero me dieron una pela que no… me daban patás por aquí, por la

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sien. Tuve diecinueve días llevando patás y puño (…) Me trasladaron p’al

Rodeo. Ahí llevé plan. Apenas llegué me dieron treinta planazos (…) Todos

los días nos daban plan. ¡Todos los días! (…) Yo tengo marcas y salí todo

turuleco a punta e plan. (…) Me trasladaron; me dieron otra pela. (…) Me

trasladaron a otra cárcel; llevamos palo y plan y rampleadera y comedera e

monte (…) Y llegaron y nos dieron plan desde las… como las once que

llegamos hasta las seis de la mañana”. Lo dice Alfredo. ¿Sigo? Sólo una

pizca. Apenas para atisbar. Todos los sujetos de nuestro estudio, sin

excepción, han pasado por lo mismo. Palizas de todo tipo es ya el rito

canónico para quien cae bajo la “autoridad”. No importa si el detenido ha

sido declarado culpable o no, si es sólo sospechoso o si, cosa muy

frecuente, se trata simplemente de un error; lleva palo. ¿Presunción de

inocencia? La tortura es independiente de esas pamplinas. Esto se repite

cada vez que a los guardianes, sean del cuerpo que sean, se les ocurre:

“cuando recibió la otra guardia, nos volvieron a bajá. ¡Otra paliza más!”.

Con razón Alfredo no puede sino exclamar: “Pla, pla, pla, quince planazos,

coño, Dios mío, ¡¿hasta cuándo?!”

Si por los golpes se produce una herida, en la cabeza por ejemplo, ahí

aplican electricidad.

Hambre y sed, no sólo de justicia: “Tuve diecinueve días sin comé,

diecinueve días sin tomá agua, diecinueve días sin nada”.

Fuego: “El tipo me prendía la camisa y me la apagaba. Como yo no decía

nada, me estaba quemando la cara”.

Descoyuntamiento: “Llegando, me soltaron (descoyuntaron) los brazos, me

reventaron los oídos y me hicieron muchas cosas, muchas torturas (…) No

puedo jugar; lanzo una pelota y se me sueltan los brazos, se me salen ahí

mismo. Eso fue un regalo que me dieron cuando caí preso”. Es Juan Gabriel.

Y Nelson: “coño, me dieron una coñaza que me fractu… me fracturaron la

mandíbula”.

La señora ha salido del barrio muy tempranito para llegar cuanto antes y

coger turno. Está a la puerta de la cárcel entre las primeras. No hay

hombres en la cola. Su hijo la ve desde dentro. Empieza a llover con ganas

tropicales. Las que esperan podrían refugiarse bajo techo si los guardias las

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dejaran avanzar unos metros. No se permite. Si ella se va, pierde el turno y

cuando vuelva ya no podrá entrar. El guardián se lo advierte así. La señora

se empapa toda, pero, lo que es peor, se le empapa también la comidita del

hijo y la ropita del hijo. El hijo la ve y llora. El no tiene más que madre.

Ella termina su relato con este broche de… ¿de qué?: “¡¿Por qué son tan

malos?!”

(El Nacional, 20 octubre 2009)

Episteme de la relación

Episteme de la relación

En el Diálogo de los Sistemas Máximos, Galileo escribe: “Vano sería el

pensamiento de quien creyese introducir una nueva filosofía reprobando a

este o a aquel autor: es preciso, en primer lugar, aprender a rehacer el

cerebro de los hombres y ponerlos en aptitud de distinguir lo verdadero de

lo falso, cosa que sólo Dios puede hacer” (1968, 119).

Entendía Galileo que para poder pensar un mundo completamente nuevo,

sus contemporáneos necesitaban un cerebro nuevo, vuelto a hacer de otra

manera, con otros elementos y con otra estructura. No hablaba, claro está,

de su constitución física, sino que por cerebro entendía todo el sistema

cognoscitivo, las condiciones concretas de posibilidad para que algo pueda

ser pensado y conocido. La cognoscibilidad de un objeto tanto en sí mismo

cuanto en la forma que presenta ante el conocedor depende de la hechura

que en el momento del acto cognoscitiva tenga el sistema, del conjunto de

condiciones que lo hagan posible. Esto, según sugiere Galileo, puede

cambiar; el “cerebro” puede ser rehecho.

La episteme, tal como aquí la entendemos, viene a ser una hechura

particular del “cerebro” de los hombres de toda una comunidad cultural en

un momento de su historia. Se trata, pues, de una estructura histórica,

situada en un tiempo y en un espacio cultural.

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La cultura de una comunidad humana se inserta en la manera que tiene esa

comunidad de practicar la vida, de ejercerla en el discurrir cotidiano de sus

prácticas, las cuales reciben coordinación, organización e integración en

unidad de sentido de una práctica fundamental por todos compartida

aunque en cada cual sea practicada de manera personal. La unidad de

sentido de las prácticas de vida constituye al conjunto en mundo humano,

mundo-de-vida. Así, para poner un ejemplo, en el tiempo histórico de la

edad media europea la práctica fundamental común a toda la sociedad es la

vinculación jerárquica la cual tiene su más clara y común expresión en la

religiosidad de la que derivan su sentido todas las prácticas de vida, desde

las familiares, hasta las económicas y las científicas

La práctica de la vida en el seno de un mundo-de-vida histórico y

determinado fija las condiciones de posibilidad en cuyo marco se hace

realidad la práctica del conocer, condiciones de posibilidad a las que aquí

llamamos episteme, pues el acto y el proceso de conocer no tienen

existencia real sino como dimensiones estructuralmente integradas a la

vida concreta que se vive y se practica y como se vive y se practica que

nunca es sólo individual sino social, cultural, convivida.

La episteme establece las reglas generales del modo de conocer, de la

conciencia y del pensamiento de toda una comunidad humana en un

tiempo histórico. Cuando Faucault (1978) habla de episteme considera

como tal el conjunto de grandes conceptos, o categorías, que rigen el

conocimiento en una época. Aquí consideramos que esos grades conceptos

están a su vez regidos por la episteme que proponemos pues para nosotros

la episteme no es un conjunto o sistema de contenidos sino una matriz de

condiciones de posibilidad de los contenidos, algo más de fondo, más

general y más duradero aunque también cambiante pero no según los

cambios de época sino según el surgir de nuevos mundos-de-vida o

dependiendo de la existencia de mundos-de-vida distintos.

La episteme que rige todo el modo de conocer propio del mundo-de-vida

moderno y que se actualiza en todos los campos del saber y del pensar

desde el científico hasta el filosófico y el teológico tiene como regla

fundamental y condición de posibilidad el individuo no en cuanto concepto

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pues el concepto de individuo ya está, en la modernidad histórica y actual,

regido por la regla epistémica individuo sino en cuanto apertura o

condición estructural del entendimiento que obliga a conocer la realidad

toda por individuos. El individuo, en cuanto regla epistémica fundamental,

construye la cognición condicionada a representarse la realidad como

individuada, constituida por entes con entidad propia, inmanentes e

indivisos en sí pero al mismo tiempo divididos, esto es, separados

esencialmente de los demás. Entes no relacionados por naturaleza y que

sólo pueden relacionarse mediante relaciones extrínsecas, construidas

artificialmente que, cuando se trata de entes humanos, pueden ser tanto de

paz como de conflicto o de guerra. En un mundo-de-vida regido por la

práctica primera individuo y en una episteme que no permite conocer sino

por individuos, la guerra entre humanos, siempre está latente.

Dicha episteme está fundamentada en el mundo-de-vida producido en el

occidente europeo a partir del Renacimiento cuando se rompen los vínculos

feudales y el individuo se afirma en su autonomía autosuficiente.

Nuestra investigaciones se han centrado en el estudio del mundo-de-vida

del pueblo venezolano, sobre sus prácticas vitales y sus maneras de

producir mundo. Estas investigaciones nos han llevado a concluir que este

hombre popular se vive, de partida y por siempre, relacionado y no

individuizado. Vive en la relación. La relación es su experiencia y práctica

originaria y permanente, primera, desde la que brota toda otra práctica y

experiencia. No estamos hablando de la conducta de relación sino de la

relación en la que tiene existencia toda conducta, también la conducta de

relación.

Hallamos, pues, un mundo de vida definido por vivir la relación, del mismo

modo que el mundo de vida moderno se define por vivir el individuo. No

hay contradicción entre ambos pero sí una esencial distinción.

Lo hemos encontrado en el pueblo venezolano pero eso no significa que no

pueda encontrarse en otros pueblos, sociedades y grupos humanos en

general.

Si de Venezuela centramos nuestra atención en América Latina, hallamos en

ella por lo menos dos productos culturales que parecen estar regidos por

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un fundamento epistémico similar: la literatura relevante más reciente y la

teología de la liberación. ¿Sobre cuál matriz epistémica está pensado el

mundo de Macondo (Gracía Márquez, G. 1990) o el de Comala (Rulfo J.

2002)? Lo mismo dígase sobre una teología que parte de la vivencia de

comunidad en relación.

Esa existencia testifica que un mundo así no sólo es posible sino real en la

humanidad. Dado que el mundo de vida pone las condiciones del conocer,

la episteme, el modo de conocer en este mundo es un conocer desde la

relación y por relaciones.

Existe, por tanto, una episteme que consiste en conocer no por individuos

sino por relaciones, en el que la relación no es un derivado construido del

individuo sino el individuo un derivado construido de la relación y para el

que la relación no es un

arte-facto necesario sino el fundamento de todo conocer.

Que este fundamento epistémico no sea sólo una realidad popular o un

remanente del pasado, sino una exigencia profundamente humana, más

allá de todo producto histórico que se le haya sobrepuesto, excede nuestro

trabajo de investigación empírica, pero nos lo hacen pensar quienes como

Buber, Levinas, por ejemplo, partiendo también de experiencias vividas en

mundos de vida relacionales, se han esforzado por elaborar un

pensamiento verdaderamente distinto del moderno.

Estrictamente hablando, tal como nosotros la entendemos no hay episteme

propiamente dicha si no existe en la práctica concreta un mundo-de-vida

correspondiente desde el que se origina y sobre el que se sostiene, pero,

como en el caso de algunos pensadores y en el de las religiones, puede

elaborarse intelectualmente y sobre la base de reflexiones sistemáticas, una

matriz de pensamiento que proponga lo que pueda llegar a convertirse con

el tiempo en una práctica de vida compartida por toda una sociedad y por

tanto en un mundo-de-vida sobre el que se sostenga y así pase a ser

episteme. Hasta que esto no suceda, dicha episteme será únicamente

postulada como posible en un acto profético, esto es, anunciante, que no la

funda sino que solamente proclama su posibilidad utópica.

Se nace y se forma uno como persona en un mundo-de-vida

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históricamente determinado y por ende desde la episteme a él

correspondiente se aprende a conocer, a pensar y a comprender toda

realidad, pero en cuanto sujeto singular, por un proceso de análisis y y de

interpretación del propio mundo, puede llegarse a tomar consciencia de

todo ello y optar, en libertad, siempre relativa, por asumir plenamente

mundo y episteme propios o por integrarse a otros reales o utópicos. La

persona siempre tiene capacidad y posibilidad de liberarse de cualquier

determinación.

Mundo-de-vida y episteme son hechos históricos y, en cuanto tales, sólo

pueden ser sometidos a juicios de hecho, pero en cuanto a las funciones

que desempeñan en la relación de unos pueblos con otros y a la dinámica

de las conductas que desencadenan entre las personas en el interior de los

distintos mundos y epistemes reales, pueden y deben ser evaluados desde

un punto de vista ético como, en nuestro caso, desde la ética de la paz.

Asumir una episteme, consciente o inconscientemente, es optar por

comprometerse con un grupo humano determinado, con su praxis total –

intereses, ideas, prácticas, mundo integral de vida—con todo su modo de

existir en el mundo.

De la vivencia consciente de ser-relación-humana, emana un proyecto de

vivir relacionalmente en la totalidad de la existencia práctica. Implica vivir la

relación en todas sus posibilidades comunicativo-comunitarias. Este

proyecto es de por sí mismo un imperativo ético de paz. Las transgresiones

al mismo son posibles de modo que la agresión violenta intersubjetiva y

entre pueblos no está eliminada pero será siempre una violencia contra la

llamada fundamental a la paz contenida en todo el sistema de mundo,

episteme y cultura, un sistema que exige la convivencia pacífica¬ y que

cultiva la formación de personalidades conviviales.

El mundo-de-vida moderno, centrado en el individuo y no en la relación,

porta en sí otra ética, la ética del individuo. El individuo se practica a sí

mismo, en principio, como un en sí, no relacionado, autosuficiente y que se

afirma distinguiéndose de los demás individuos y confrontándose con ellos

con los que establece relaciones extrínsecas y producidas racionalmente

según sus intereses de autonomía y afirmación progresiva. Dado que los

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otros individuos son los que limitan las posibilidades de semejantes

afirmación y expansión, no pueden ser pensados sino como competidores,

adversarios y, en el mejor de los casos, como colaboradores oportunos del

propio proyecto. En un modo-de-vida así construido y desde una episteme

en la que se conoce la realidad por esas vías, la violencia y la guerra

siempre estarán amenazando. La experiencia histórica ha producido

numerosos mecanismos de control, desde las religiones del amor hasta las

declaraciones solemnes de derechos humanos, pero siempre serán

correctivos cuya eficacia dependerá de circunstancias muy cambiantes

mientras el fondo estructural de mundo y episteme permanezca el mismo.

En una episteme de la relación, en el centro no está el individuo sino la

persona y ésta concebida como relación intrínseca, esto es, constituyente

de su existencia concreta. Si la persona es relación, es también, por ende,

comunicación. No necesariamente comunión pues la agresión, como ya se

dijo, siempre es posible en cuanto transgresión, y por tanto la ética como

necesidad para que la persona pueda realizar su proyecto relacional

plenamente liberado de obstáculos y tentaciones.

Ahora bien, pensada así, cada persona es una relación singular, un síngulo

–no un individuo—si queremos señalar la distinción entre personas. La

singularidad de cada persona-relación la hace no diferente sino totalmente

distinta, otra, con una otredad irreductible a la mismidad a la que son

reducidos los individuos. La relación que es cada persona no es una

realidad estática, dada de una vez para siempre, sino una existencia y por

lo mismo una historia.

La singularidad de la persona no puede ser pensada como parte de un todo

sino como incluida en la trama de relaciones pero en cuanto relación

distinta de toda otra que, en su distinción, subsiste como total novedad. En

este sentido, la persona es sujeto. La relación en cada síngulo es subjetiva

con toda la complejidad de lo que concebimos como subjetividad en la

psicología.

De este modo, el objeto primero de la psicología, desde una episteme de la

relación abierta a una psicología para la paz, habrá de ser la relación

humana en toda su complejidad, trasfondo de todo fenómeno de estudio.

Page 17: Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

Así, no la conducta desde el individuo, como hasta ahora, sino la conducta

desde la relación, para indicar un ejemplo.

Ello supone una cambio epistemológico radical en las disciplinas

psicológicas. Una tarea fascinante.

Referencias bibliográficas

Faucault, Michel. (1978), Las Palabras y las Cosas, Siglo XXI, México.

Galilei, Galileo. (1968) Due Massimi Sistemi del Mondo, en: Le Opere di

Galileo

Galilei, vol. VII, G. Barbera, Firenze

García Márquez, G. (1967), Cien Años de Soledad, Sudamericana, Buenos

Aires

Moreno, A. (2008), El Aro y la Trama: episteme, modernidad y pueblo,

Convivium

press, Miami.

Rulfo, Juan. (2002), Pedro Páramo, Cátedra, Madrid.

Huérfanos del Estado (Entrevista en TalCual 25/02/2010)

Los gráficos y las promesas no le dicen nada al padre Alejandro Moreno,

unido desde 1980 a la orden Salesiana y al Centro de Estudios Populares

contra la Violencia.

Los mejores diagnósticos y soluciones a la delincuencia están dentro del

barrio, como dejó saber en su libro Y salimos a matar gente, que relata la

historia de víctimas y victimarios.

Page 18: Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

Por eso, 30 de sus 76 años han transcurrido en Petare, donde aprecia una

triste realidad: "los jóvenes están apelando a la violencia como forma de

vida".

No son muchos, afirma Moreno, pero sus acciones repercuten en la vida de

cientos de familias y convierte a Caracas una de las ciudades más

peligrosas de América Latina.

–¿Qué motiva a un joven a ingresar en las filas delictivas?

–No hay una razón única que genere la violencia, hay muchas causas que se

unen para explicar que muchachos entre 18 y 25 años, en su mayoría, sean

quienes más asesinen en Venezuela. Nuestras investigaciones apuntan a

diferenciar entre dos tipos de delincuentes. A unos se les llama

"estructurales" porque su vínculo con patrones violentos arranca desde la

infancia. Su visión del mundo está ampliamente relacionada con la ausencia

de la figura materna. Al carecer de orientación, moral o estudios, están

propenso a caer en actividades delictivas. Son, usualmente, quienes

asesinan con ensañamiento. Otro delincuente es el circunstancial. Éste

entra en el mundo de la violencia a partir de los 14 años. Lo hace por

diferentes circunstancias, al dejar los estudios de bachillerato o ingresar en

adicciones. Son propensos a replicar patrones negativos en el barrio, suelen

ser menos violentos.

–¿Cuántos estarían en esta situación?

–Es incalculable en el caso de los delincuentes por motivos estructurales.

Pero los posibles circunstanciales son unos 2 millones de chicos entre 14 y

18 años, según las investigaciones que efectuamos para escribir el libro.

Ellos tienen la posibilidad de regenerarse, pero los estructurales no pueden

recuperarse. Sin embargo, es importante acotar que no son muchos

numéricamente. Pero sí su capacidad de violencia, lo que causa alarma en

la población.

–¿Cómo evitar que entren a bandas delictivas?

Page 19: Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

–Hay diversas soluciones. Pero es indispensable la intervención del Estado.

La violencia se acentuó por la inoperatividad, o en el mejor de los casos el

deterioro, de las instituciones. Si falla la educación por ejemplo, el

funcionamiento del INCE , hay menos probabilidades de inserción de

jóvenes en los sectores productivos y más posibilidades de caer en

actividades delictivas. Si el Ministerio Público genera impunidad, es muy

común que continúen implicados en delitos.

–¿Hay intención de resolverlo?

–Es un problema, me atrevería a asegurar, que viene desde el primer

gobierno de Carlos Andrés Pérez. Con este Gobierno el de Hugo Chávez

Frías se aceleró ese fenómeno. Todos los signos indican que no ha tenido la

intención de controlar la inseguridad.

Por más que se hable, el problema se agudiza. Se cree que el capitalismo

genera violencia, y se descartan métodos para combatirla. Pero eso no es

cierto, existen países capitalistas que son muy seguros. Controlar parte de

la violencia exigiría mano firme en sectores populares, eso haría que el

Gobierno perdiera popularidad. Habría que colocar una policía que

realmente funcione.

–¿Y la labor de la Policía Nacional y los consejos comunales?

–No estoy seguro de ello. Es fácil operar en uno o dos sectores de Caracas

con 900 policías. Obviamente, en esa situación los delincuentes migrarán a

otras zonas. Ése no es un indicador de que mejorarán las cosas. El Estado

debe asumir su responsabilidad en el problema, no relegarla sobre la

sociedad. Primero hay que estudiar la realidad, hacer un buen plan policial.

Réplica a entrevista en Tal Cual (Huérfanos del Estado 25/02/2010

Estimado Sr. X. Coscojuela:

Reciba ante todo mis saludos y mi consideración.

Page 20: Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

Mediante la presente deseo ejercer mi derecho de réplica rectificando y

aclarando algunas afirmaciones que se me atribuyen en la entrevista

titulada "Huérfanos del Estado" aparecida en la página 8 del periódico Tal

Cual de hoy 25 de febrero del año 2010 y firmada por Maolis Castro.

1) En el pie de página de la fotografía que acompaña al texto (felicito al

fotógrafo) así como en la respuesta que se me atribuye a la supuesta

pregunta "¿Cuántos estarían en esta situación?", la peridista pone en mi

boca la firmación según la cual dos millones de jóvenes entre los 14 y los

18 años serían "delincuentes circunstanciales". La peridista citada nunca

usó gabador sino que, no obstante mi observ ación al respecto, sólo tomó

notas a lápiz en una libreta; no puede, por lo tanto, repoducir mis palabras

con precisión. No pienso que su error haya sido voluntario, pero de todos

modos es importante porque me atribuye unos conceptos no sólo falsos

sino que pueden dejar la impresión de que soy una persona muy "ligera de

cascos" cuando declaro. Dos millones de delincuentes, en Venezuela, no lo

puede pensar, en efecto, nadie que tenga sentido común. Lo que le dije a la

entrevistadora fue que en Venezuela tenemos cerca de dos millones de

jóvenes entre 14 y 18 años que ni estudian ni trabajan y que por ende están

en peligro de caer en la delincuencia dado que sólo algunas instituciones

privadas, especialmente de la Iglesia, se preocupan por atenderlos, las

cuales, de todos modos, tienen reducido alcance. Añadí que el INCE

anteriormente cumplía una importante función entre esa población pero

hoy se dedica a otras cosas. Evidentemente, entre estar en peligro y ser

delincuente hay un abismo.

2) Aparecen en la entrevista otras afirmaciones a mi atribuidas que no

corresponden a lo declarado con precisión algunas de las cuales rectifico a

continuación exponiendo en forma positiva lo que realmente afirmé, para

no hacer demasiado larga esta misiva.

- Las promesas oficiales no me dicen nada pero los datos cuantitativos (los

"gráficos") sobre la delincuencia sí, aunque mi trabajo es netamente

cualitativo.

- El Centro de Estudios que dirijo se llama Centro de Investigaciones

Populares y no de otra manera.

Page 21: Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

- La frase entrecomillada como textualmente mía, "los jóvenes están

apelando a la violencia como forma de vida", es falsa. Lo que se dice en mi

libro es que la violencia de los violentos estructurales es una forma-de-vida

(sic, con los guiones). Siempre se evitan en la obra las generalizaciones del

tipo: "los jóvenes" que sugieren "todos".

- La violencia de algunos está relacionada con una relación temprana

dañada con la figura materna, no como se dice en la publicación: "con la

ausencia de madre".

- Los violentos circunstanciales se recuperan con cierta facilidad, pero los

estructurales no lo suelen hacer. La afirmación según la cual estos últimos

"no pueden", no es exacta.

No es mi intención dudar de la profesionalidad de la periodista, pero sí

pedirle un mayor cuidado en la reproducción de mis declaraciones.

Atmete.

Caracas 25 febrero 2010

Bandas y Pandillas (Artículo que debió salir en El Nacional)

Preguntan a un fiscal de tránsito: “¿Qué piensan hacer con los motorizados

en las autopistas?”. Responde: “Por ahora la orden es: nada”. Siguen: ”¿Y por

qué?” La respuesta --¿irónica?, ¿realista? Auténtica— es: “Será para que

haya más delincuencia”. Delincuencia, no delincuentes, porque la gran

mayoría de los motorizados son honestos trabajadores.

Es otra forma de la misma política que señala el amigo Roberto Briceño (El

Nacional, 26, febrero), la impunidad, que en los últimos años “para los

homicidios podría llegar al 98%”.

La violencia criminal crece y se transforma. Hasta hace poco, al malandro

tiroteado y muerto, no importa si por otro malandro o por la policía, se le

homenajeaba a todo ruido y música, con tiros, droga y caña en el círculo

restringido de su pandilla de panas violentos, todo estoicamente soportado

por los verdaderamente afligidos familiares y, entre poco gentiles palabras

y pensamientos, por el sufrido vecindario. El cortejo al cementerio

Page 22: Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

motorizadamente estruendoso, musicalmente estridente y humedecido más

con alcohol que con lágrimas, se desplazaba sin detenciones –si acaso ante

algún semáforo caracoleaban las motos y se empinaban en caballito--

hasta su destino donde todo primero se exacerbaba y luego lentamente se

aplacaba.

Parece que estos límites, dentro de los cuales se encogía el homenaje, han

sido desbordados desde hace seis meses, dicen que dicen los funcionarios

del INTT. Algo más, según conozco. Las honras copan espacio, buscan más

“respeto”, mayor exhibición de gloria y poder, como corresponde a un

héroe que ha pasado a la eternidad. Ya no es suficiente el honor que le

rinden los panas; tiene que rendírselo el más amplio público, auque éste no

lo quiera o se disguste. Para eso, para imponerse, han nacido y vivido los

héroes y mayor es su poder de muertos que de vivos. El cortejo ahora se

planta en medio de cualquier calle o autopista. Detiene y retiene, así, a una

multitud ante la que muestra su devoción, su barroco ritual, la exaltación

de su héroe. Pero, como un héroe siempre es ejemplar, modela conductas

que deben ser ejecutadas por todos los que lo veneran, y deja inconclusos

proyectos e irrealizados sueños que deben llevar a cumplimiento quienes le

siguen, parte esencial e intrínseca del homenaje consiste en hacer lo que él

hizo en vida, malandrear. Poseídos por el espíritu del héroe ejecutan sus

mandatos. Ya no es la pandilla. Se le han unido otras en el malandreo y

todas juntas forman una banda ocasional sin estructura organizativa pero

con el mismo propósito delincuencial.

Hoy ya se ha dado un paso más; se han desbordado los límites del

homenaje mortuorio y han empezado a aparecer grandes bandas que

bloquean el tráfico con sus rugientes motos con la única razón de facilitar

el robo y la violencia sobre una muchedumbre absolutamente cautiva,

aterrada e imposibilitada de moverse o defenderse. La violencia delictiva se

ha desprendido del rito, del modelo y del héroe y marcha por su cuenta sin

necesidad de justificación, sin límites y sin barreras.

Hace unos años, Marcola (Marcos William Herbas Camacho) jefe máximo del

PCC, un comando formado por más de seis mil delincuentes violentos de

Sao Paulo, Brasil, mantuvo en jaque durante tres días a toda la ciudad, una

Page 23: Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

de las más grandes del mundo, en la que sembró el terror produciendo

centenares de muertos y quema de establecimientos y bancos. Las escuelas

se pararon, los negocios no abrieron, los vehículos no circularon Dominó a

todos hasta que el gobernador se avino a pactar con él un tratado de paz.

¿Qué falta para que esas nuevas bandas sometan a Caracas? Allí, actuó el

Estado. ¿Quién actuará aquí?

¿Una sociedad malandra? (Artículo de El Nacional)

He nombrado a Marcola. Un genio del crimen, es cierto, pero también de la

organización, de la programación, de la perspectiva. ¿De la profecía?

Iniciado en el delito desde muy pequeño como cualquiera de nuestros

malandros estructurales, paga 44 años por asalto a un banco. En la cárcel

ha hecho estudios, pero también se ha impuesto eliminando rivales. Dicen

que tiene dos carreras universitarias. El Primer Comando de la Capital (PCC)

que dirige constaba ya en 2006 de unos 800 reclusos, más de 100.000

simpatizantes en la cárcel y entre 8 y 10.000 afiliados en la calle. Cuando

para el 12 de mayo de 2006 la policía de Sao Paulo (22 millones de

habitantes en ese momento) decidió secretamente trasladar a los dirigentes

del grupo a otra cárcel, Marcola lo supo 24 horas antes y desató el caos en

la ciudad y en muchas cárceles del país. Semana (International) afirma:

“Centenares de delincuentes armados atacaron por toda la ciudad y

quemaron decenas de buses. La población tomada entre dos fuegos (entre

policías y malandros) huía despavorida y la ciudad quedó prácticamente

paralizada”. El gobierno conversó durante dos horas con Marcola quien, por

celular, suspendió todo. Lula, desplazado, se quejó de que no hubieran

recurrido al gobierno federal.

Días después (23 de mayo) apareció en O Globo una entrevista realizada

por Arnaldo Jabor en la que Marcola diseña lo que puede ser una sociedad

tomada totalmente por una poderosa e implacable organización de

malandros. Algunos pusieron en duda su autenticidad pero, al parecer, el

periódico después la confirmó. Aun si la hubiera construido el periodista,

anuncia una posibilidad real de cuya realización el caos de Sao Paulo fue un

Page 24: Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

anticipo palpable. Extracto algunos párrafos.

“Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron durante décadas…

Ahora estamos ricos con la multinacional de la droga y ustedes se están

muriendo de miedo… ¿Solución? No hay solución, hermano. Sólo la habría

con muchos millones de dólares gastados organizadamente, con un

gobernante de alto nivel… bajo la batuta de una tiranía esclarecida…

Ustedes son los que tienen miedo de morir, yo no. Aquí en la cárcel ustedes

no pueden entrar y matarme, pero yo puedo mandar matarlos a ustedes allí

afuera. Nosotros somos hombres-bombas… Estamos en el centro de lo

insoluble mismo, ustedes en el bien y el mal… Ya somos una nueva

especie, ya somos otros bichos diferentes de ustedes…¿Ustedes,

intelectuales, no hablan de lucha de clases, de ser marginal, de ser héroe?

Entonces, ¡llegamos nosotros! ¡Ja, ja, ja! No hay más proletarios, o infelices,

o explotados. Hay una tercera cosa ahí afuera cultivada en el barro. Alien

escondido en los rincones de la ciudad… Nosotros estamos bien armados,

ustedes tienen calibre 38. Nosotros estamos en el ataque, ustedes en la

defensa. Ustedes tienen la manía del humanismo, nosotros somos crueles,

sin piedad… estamos todos en el centro de lo insoluble, sólo que nosotros

vivimos de él y ustedes no tienen salida… No hay solución porque ustedes

no entienden ni la extensión del problema”.

Que sepamos, no hay ningún Marcola tan lúcido entre nosotros, ¿pero no

surgirá o se destapará? Las tomas de autopistas, calles, metros, buses,

salones de universidad, de liceos, centros comerciales enteros, ¿no

anuncian la ocupación de ciudades completas y la posibilidad de un poder

total, político y social, malandro?

Si un gobierno democrático y respetuoso de los derechos humanos —

humanismo, sí, contra crimen— de todos no actúa eficazmente, ¿no podrá

surgir alguien que recoja la sugerencia de “una tiranía esclarecida”? ¿No

acecha?

El Poder Malandreado - (Artículo en El Nacional – 04/05/2010)

Page 25: Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

S erían las ocho de la noche. Tres señoras de la parte alta del barrio

llamaron a mi puerta y, muy educadas, pidieron conversar conmigo un

momento.

Después de los saludos de rigor, supe que venían a solicitarme un bautizo.

Les pregunté la edad del bautizando porque muchas veces sucede que pasa

de los siete años y debe recibir una preparación adecuada cosa que no

suele gustar a las familias. Me dijeron que tenía veinte años pero que

además ya había muerto, sin bautizar, y lo estaban velando. Era un

delincuente asesinado el día anterior. Les expliqué lo mejor que pude que

no se podía bautizar a un difunto pues el bautizo es para personas y lo que

estaban velando era un cuerpo muerto y ya no una persona. Ellas

insistieron y yo le di inútilmente todas las vueltas que se me ocurrieron.

Cuando ya entendieron que no me iban a convencer, sacaron su argumento

principal: "Es que nosotras somos del consejo comunal y le exigimos que lo

bautice". Por supuesto tampoco les sirvió. Se sentían con autoridad para

mandarme bautizar un cadáver. Poder para todo y sobre todos. Habrá que

pensarlo como un extremo que cae en el ridículo, pero merece ser

reflexionado.

Los consejos comunales no fueron concebidos como instancias de poder

sino de administración de recursos, pero poco a poco han ido cambiando

hasta convertirse en el centro del poder sobre la comunidad. Así los está

presentando en estos momentos su fundador y promotor. Todo el poder

para los consejos comunales.

¿Ahora bien, cómo está siendo concebido y promovido, de hecho, este todo

poder? Sencillamente, como todo. Todo quiere decir todo. Un poder no

sometido a ningún límite ni control, fuera del que le ponga el gran líder

quien es el que lo concede. Ni límites constitucionales, ni legales, ni de

relaciones humanas ni de lo que se suele entender por ética, justicia y

moral. La práctica de este poder "popular" no comienza con una

consideración del bien de la comunidad, del marco legal, de las condiciones

Page 26: Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

de los otros, sino como una decisión que se pone en ejecución. Se decide

invadir una propiedad y eso se lleva a la práctica mediante el puro ejercicio

del poder que se impone. Aquí, poder, violencia y malandraje se funden en

uno.

Objetivamente, se trata del poder propio de los malandros.

Luego empiezan los trapicheos con la autoridad la cual acaba apoyando,

justificando y "legalizando" la acción malandra. Es la coronación de todo

acto delincuencial en la actual Venezuela: la absoluta impunidad. Entre la

decisión violenta y la impunidad, se colocan después la ley y la moral que

son manipuladas y tergiversadas hasta que logren aparentar dar razón a la

primera y refrenden la segunda.

La violencia sostenida sobre la fuerza parece estarse convirtiendo en la

manera normal de concebir y practicar las relaciones dentro de la

comunidad popular y entre comunidades.

La idea de una autoridad concebida como protección y apoyo al pueblo

marginado ha evolucionado hasta convertirse en la de un poder porque sí

de unos grupos populares que se identifican con el poder de los

gobernantes. Esta identificación viene a justificar cualquier acción

delincuencial.

Esto parece una política. ¿Política malandra? Si poder político es

organización y guía de la sociedad, ¿qué sociedad se está construyendo de

hecho? ¿No se está malandreando a todos los venezolanos? Los que ahora

parecen promoverlo ¿han calculado las consecuencias para el próximo

futuro?

Juguetes (Artículo del 04/06/2010 en El Nacional)

Page 27: Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

Me escribe un sacerdote, director de un importante Instituto Universitario

—evito identificar personas, fechas y lugares precisos—: “Un domingo,

después de misa, en un barrio de Petare, una señora me dice muy

preocupada: ‘Padre, el sábado pasado, en el día internacional del niño,

subieron unas personas a la explanada, reunieron a los niños y niñas y les

fueron dando regalos. Al final, abren otra caja y llaman solamente a los

niños y les dicen que tomen un regalo cada uno. En la caja había pistolas.

Los niños las toman y suben y bajan las escaleras disparando en todas las

direcciones. De pronto se escucha el grito de una niña herida de bala.

Acude la gente y la llevan al hospital. La niña se salva. Nos vamos a reunir

las madres para pasar por las casas y recoger las pistolas porque los niños

no pueden tener armas; podrían matar a cualquiera’ ”.

La carta del sacerdote prosigue: “Meses después, subí a un barrio en Los

Teques para celebrar la misa dominical. Como se acostumbra, después de

la misa me quedé conversando con la gente. El comentario casi siempre

versa sobre la inseguridad en el barrio. Las estadísticas hablan de dos

muertos semanales en el sector. Conversé con una señora sobre la

inseguridad en muchos barrios de Caracas y le conté lo del reparto de

armas a los niños.. ‘Padre, pues aquí pasó algo parecido. Por la noche se

escuchan los disparos de un sector contra otro. Un día llegó un señor con

una guitarra en su caja negra. Llamó a los niños, abrió la caja y no había tal

guitarra dentro sino pistolas que fue repartiendo entre ellos. Desde nuestra

casa se escuchaban los disparos que hacían los niños. También aquí las

mamás nos preocupamos mucho. Cosas de la vida; quince días después ese

señor apareció muerto en una zona del barrio’ ”.

Lo de la funda de guitarra cargada de pistolas se repite en un famoso barrio

de Caracas. Me lo escribe una psicóloga muy conocida y muy apreciada

nacional e internacionalmente digna de toda credibilidad y que no conoce al

sacerdote nombrado: “El asunto de las pistolas (Glock 9 mm). El hermano

grande, once años, de otro niño la recibió, se la dio a su padre quien la

vendió (probablemente a un malandro) y con el dinero arreglaron la casa.

Ese chico no fue el único. Una líder del barrio me dijo que las llevaba un

hombre dentro de un estuche de guitarra. Ella lo vio”.

Page 28: Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

Personalmente no he visto ninguna guitarra “bélica” ni ningún repartidor de

pistolas. Muchas pistolas he visto en manos de niños, mostrándoselas a

otros, acariciándolas, sobándolas, soplando por el cañón y apuntando —¡En

juego!— y muchas veces a un señor, cuyo nombre me callo, que llegaba al

barrio con una camioneta, abría el maletero y exhibía ahí, en cajas, para la

venta, toda clase de cartuchos de distintos calibres. Entre los que

compraban, había varios niños. ¿Para jugar?

Lo último: un grupo de señoras, muy preocupadas, me informa de que un

sujeto muy conocido en el barrio, se lleva a los niños de 10 a 13 años,

diciendo que van de excursión, a un ambiente militar donde los entrenan

como milicianos en el uso de armas que no son de juguete ni para jugar.

Cuando llegan a casa, se acercan a los malandros y les dicen: “yo sé

manejar eso que tú tienes”.

El que se entretiene con videos y juguetes no puede ser sino un “venao”

para el niño que “juega” con armas “de verdad”. Hagan leyes, prohiban a

golpes de capítulos, artículos y párrafos. ¿Para qué? ¿Van a volar las

guitarras bélicas, las pistolas laqueadas, los entrenamientos militares, la

libre venta de balas?

Pirotecnia verbal y jurídica. Ganas, y muchas, de aparentar y desviar la

atención; no de actuar contra la violencia cotidiana, la que no es juego.

¿Quién manda en la cárcel? (El Nacional, 13/07/2010)

En lo poco que llevamos de año ya hemos tenido numerosos muertos y

heridos en el interior de las cárceles venezolanas además de autosecuestros

de familiares, huelgas de hambre, de sangre y otros serios problemas. La

impresión que se tiene ante semejantes informaciones es que las cárceles

son el reino de la anarquía, pero nuestras investigaciones con historias-de-

vida de reclusos no avalan esa imagen. Las cárceles son el reino de la

violencia pero no el de la anarquía. En ellas hay un orden y unas reglas de

funcionamiento bien estrictas.

Un orden exterior, el que pone la autoridad de diverso tipo, corrupto,

Page 29: Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

arbitrario, bajo la capa de reglas institucionales que lo protegen y lo hacen

funcional para el logro de sus perversos objetivos, estricto en su exigencia

de respetar las normas reales y aparentar el cumplimiento de las formales.

Orden dotado de plena coherencia interna.

Pero hay también un orden interior, unos sistemas de funcionamiento, unas

reglas de comportamiento e incluso de la manera de hablar, una regulación

del ejercicio del poder, cuya infracción se paga con la muerte. Es un orden

criminal pero no anárquico.

Difícilmente olvidaré la confesión de un ministro de Justicia, en su

despacho, a quienes lo habíamos abordado precisamente por un problema

carcelario: “Después de las seis de la tarde, el penal está por completo en

manos de los presos”. Entonces me asombré, hoy el asombro ya no tiene

sitio.

En realidad, el penal, dentro, está en manos de los presos desde las seis de

la tarde hasta las seis de la tarde del siguiente día. En él los grupos están

organizados, con su propio régimen de mando, de protección, de

circulación de bienes ¬—armas, drogas, alimentos—, en competencia a

veces guerrera, otras de tregua o de convenio. Cada nuevo entra en seguida

en alguno de los clanes. No se puede estar solo porque la muerte le llega

pronto al solitario.

“Cuando llegué, me recibió. El hombre me recibe y en lo que me recibe, me

arroja, donde nos fichan a todos, me zumba una pistola y una granada. Yo

agarro en el aire la pistola y agarro la granada, y me dice: eso es pa que

usté se defienda y me guarde las espaldas”. Lo narra José en su historia-

de-vida. Hasta en ese sitio, bajo la mirada de los funcionarios, manda el

pran.

A fines del pasado mes de enero hubo tres heridos en una cárcel porque

“los internos se enfrentaron luego que tres de ellos violaron una norma. Los

líderes se molestaron y les dispararon en las piernas”. Así escribe la

reportera.

Las reglas de relación entre grupos y en el interior de cada grupo son de

estricto cumplimiento y cuando alguien las viola entra la violencia para

poner orden. El orden es visto como necesario para sobrevivir. Si no hay

Page 30: Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

otro posible, será el que imponga la violencia, pero uno es necesario.

Lo dice José en una situación de total arbitrariedad en la que se encuentra

en uno de los muchos penales que habitó: “Esto aquí es insoportable; uno

no puede hacer nada, chico. Uno aquí requiere orden, ¿entiendes? Pero,

bueno, tranquilo. Yo sé que estoy preso”. En la cárcel el delincuente exige

orden. Si no lo hay, se halla a merced del que lo quiera matar y, encerrado

como está, no tiene escapatoria.

En un Estado responsable ante sus ciudadanos y guiado por principios de

respeto pleno a los derechos humanos, son las instituciones las que deben

ponerlo ejerciendo el poder que la sociedad les ha entregado. Cuando el

estado falla en el ejercicio de sus funciones y de sus compromisos, el

orden, necesario hasta en las cárceles y para los delincuentes, alguien lo

impone. Igual que en el barrio, también en la cárcel, la paz, es malandra y

fruto de la violencia.

No están locos (Artículo en El Nacional 27/07/2010)

El comportamiento de los malandros asesinos nos resulta incomprensible.

Por eso, pensamos que deben estar locos. Sin embargo, tienen clara y

adecuada conciencia, o pleno sentido, de la realidad en la que están, del

tiempo y el espacio en los que viven. Los signos típicos, definitorios, de la

locura, esquizofrenia o paranoia, no se evidencian en las manifestaciones

de su conducta. En algunos sí. Son la excepción. La mayoría, pues, han de

ser considerados como normalmente cuerdos. Su vida, y por tanto sus

acciones, están coherentemente integradas en un sistema bien estructurado

de percepción, pensamiento, afectividad, orientación volitiva y sentido de

realidad vital, todo encaminado al logro de unos fines clara y racionalmente

concebidos.

No se trata, pues, de personalidades desintegradas, disociadas o, en

términos populares, desquiciadas. Esto mismo los hace más temibles, más

peligrosos para la sociedad y menos modificables.

¿Si son cuerdos, en qué consiste su anormalidad? Precisamente en que su

cordura personal discurre fuera de la norma por la que discurre la cordura

Page 31: Artículos de Centro de Investigaciones Populares - Venzuela

de las personas “normales”, esto es, su cordura personal cae fuera de la

normalidad social, del sistema de reglas de convivencia que a lo largo de

siglos la humanidad ha ido elaborando para que el hombre viva en paz y de

la mejor manera con el hombre.

Desde el inicio de su historia toda persona normal va produciendo y

modificando a lo largo del tiempo un proyecto de vida, no necesariamente

en el plano totalmente consciente, sostenido sobre algunos pilares básicos

conceptuales, afectivos y éticos tomados del mundo familiar, religioso,

cultural y social en general en el que se encuentra inmersa, reelaborados

subjetivamente y sobre los que toma algunas decisiones fundamentales de

aceptación y rechazo. Con todo ello construye su identidad personal, su

imagen de sí, un yo en el que se integran pasado, memoria, presente,

actualidad, y orientación hacia el futuro, una identidad como conviviente

pacífico que acepta libremente las limitaciones que la convivencia impone

necesariamente a sus impulsos egocéntricos, agresivos y violentos.

En el malandro el centro que unifica todos los componentes en un proyecto

de vida está constituido por un yo autorreferente, esto es, que se vuelve

sobre sí mismo como objeto de satisfacción y de significado. Los otros

siempre están referidos a él, nunca él a los otros Todos entran como

instrumentos en la realización de ese yo que por eso mismo busca

constantemente expandirse imponiéndose sin límites externos de ningún

tipo, ni familiares, ni religiosos, ni éticos, ni sociales. Los límites que acepta

son internos consistentes en la organización racional de los medios

adecuados a los fines inmediatos, los necesarios a la preservación de sí

mismo, los que impone el temor, en suma, los controles que exige lo que

podríamos nombrar como prudencia para sobrevivir. Con frecuencia, sin

embargo, esos límites egorreferidos se le presentan como negadores de la

orientación central y esencial de su proyecto y por eso mismo los desborda

en acciones temerarias que lo llevan a la muerte. Se diría que muere por ser

fiel a sí mismo. De ahí que la mayoría no supere los veinticinco años de

edad Proyecto de autoafirmación impositiva, ilimitada, por encima de todo,

que es, en el fondo, lo que él denomina respeto. Podremos concebirlo como

psicópata, o sociópata, pero no como loco. En la coherencia de su proyecto

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está su peligrosidad e inmutabilidad. Con este tipo de malandro no se

negocia La sociedad, y el Estado por ella, tiene que controlarlo eficazmente,

lo cual no significa suprimirlo. No pierde sus derechos como persona.

El qué de la moral

EL NACIONAL - Martes 07 de Septiembre de 2010 Opinión/7

OpiniónEl qué de la moral

ALEJANDRO [email protected]

Estaban en una fiesta.

Bailaban reguetón.

Hubo una pequeña disputa. El baile siguió con dos menos que se fueron bravos. Regresaron y dispararon contra todos. Tres muertos y algunos heridos.

Nada extraordinario. Llegar disparando a tutti li mundi se ha convertido en hábito. Muerte al ritmo de reguetón. Al ritmo de la música y al de las palabras. ¿Qué dirían las letras de las canciones que los ahora muertos oían? No lo sé; pero sí la de aquellas que escuchaba una niña de 11 años y que me tradujo porque no resulta fácil comprenderlas entre el barullo de los sonidos: "Si los pillo por la calle, prrrum (disparos, dice la niña), si los pillo en la disco, prrrum (más disparos), si los pillo en la acera, prrrum, prrrum, prrrum, prrrum (disparos sin término)"; "sácala (la pistola, lo sabe la niña), dale, úsala, no tengas miedo, si es cuestión de morir, primero que se mueran ellos"; "vamos a darle fuego a toa esa mafia boba, ahora los mato y los paseo en el baúl de un Nova"; "dale pa que le revientes los sesos, déjale caer to el peso; pa los enemigos plomo y pa las gatas beso, déjalo tieso".

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Es una exigua selección. No son músicas y letras underground aunque vengan quizás de allí. Todo lícito, legal, justificado. Circula libremente en la actualidad.

Los grupos lo cantan, las disqueras lo graban, las tiendas lo venden, cualquiera lo compra, lo bailan los jóvenes, lo escuchan y lo entienden los niños, quizás no lo entiendan todos los mayores. "Yo sé que eso que cantan es malo, pero me gusta la música", dice la niña.

Sabe discernir. ¿Hasta cuándo? ¿Disciernen todos? Se dice que se pierden los valores. Los valores guían la conducta. Actuamos a la luz y bajo la égida de los valores que viven en lo profundo de nuestro ser. Valor es lo que se escoge y se prefiere; lo que se quiere. Valor es lo que se ama. Hay realidades que deben ser valores, que deben ser escogidas, preferidas, queridas, amadas por encima de muchas o de todas otras, aunque no siempre ni por todos lo sean. Esos son los valores necesarios pues, si no son valores, la existencia de la misma humanidad está en peligro. Sobre los valores necesarios se basa la moral, el sistema de normas que distinguen la conducta humanamente (en relación con el hombre) buena de la conducta humanamente mala (dañina para el hombre).

Entre todos los valores, el valor supremo, absolutamente necesario, primero y último, es el hombre, la persona, cada persona.

La persona no es un valor; es el valor, y punto. Ni siquiera Dios está por encima. Y esto no es una blasfemia. Él mismo se ha puesto, como valor, a la altura del hombre cuando colocó en el mismo plano y convirtió en uno solo el doble mandamiento del amor a Él y el amor al prójimo: "El segundo es como (no menos importante que) el primero: amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt. 22,37-40).

Creencias, teorías, doctrinas políticas, religiosas, grupos de poder, coalición de intereses y muchos otros factores que se han convertido en valor por encima de la persona siempre ha habido en las sociedades y en las culturas, pero no siempre han dominado. Cuando lo han logrado, la guerra, la

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esclavitud, la muerte, el dolor se han instalado en ellas; el reino de la inmoralidad.

Hoy en Venezuela para los malandros su delito es el valor. Ya están en el reino de la inmoralidad.

Cuando circula libremente el lenguaje de la muerte, de la antipersona, en el canto, en la imagen, en la palabra de los que liderizan la sociedad, se van sembrando las semillas de un futuro inhumano.

Todavía no ha llegado plenamente, pero se nos acerca.

El valor persona aún vive en nuestro pueblo. ¿Qué haremos para que ese porvenir no nos alcance?

La voz de Otto Gebauer. "Yo lo vi llorar".

EL NACIONAL - Sábado 02 de Octubre de 2010 Papel Literario/4

Papel LiterarioLa voz de Otto Gebauer

El texto, suerte de documento fundamental, merece ser leído, discutido, completado con otras fuentes y narraciones

WILLIAM RODRÍGUEZ

El libro constituye el testimonio del capitán Otto Gebauer, quien formó parte de la custodia de Hugo Chávez durante los sucesos del 11 de abril de 2002 en Venezuela.

Su testimonio resulta de radica l importancia, pues constituye información de primera mano de quien fuera "actor-testigo de excepción del periplo Fuerte Tiuna-Turiamo-La Orchila".

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El libro --según pretende el entrevistador Blanco Muñoz --es fuente importante para la comprensión de lo acontecido.

Se trata, en concreto, de una larga entrevista sostenida en la Cárcel de Ramo Verde --Gebauer ha sido sentenciado a doce años y medio de presidio-- en la que el capitán narra in extenso lo acontecido, con sus vacíos, dudas e interpretaciones. Allí es donde está la riqueza del testimonio y la debilidad del entrevistador.

Resalta la radical honestidad de Gebauer ante la impertinencia obstinante de Blanco Muñoz.

Así no se hace investigación social. Cuando se quiere conocer la realidad --o como él la llama "tiempo-proceso"-- no se le pueden imponer esquemas e interpretaciones previas.

Así es la constante de la actitud de Blanco, insiste en que lo sucedido en abril "responde a un guión previo" en el que Chávez actuó exitosamente (pág. 244).

Y, no obstante, que Gebauer insiste rabiosamente en que a él no le consta (pág. 26), Blanco Muñoz lo desoye.

Esta actitud no es nueva en él. Invito a leer la entrevista que le hizo a Hugo Chávez --Habla el Comandante -- en donde insis- tió enfermizamente en

las raíces teóricas del Movimiento Bolivariano, textos y autores que el barinés no parecía conocer, ante lo cual no le quedó más remedio a Chávez que hacer caso omiso de las preguntas y seguir el sentido de su narración.

El investigador social tiene el deber de conocer la realidad como se presenta, no sus propios fantasmas y dotarlos de realidad.

¿Qué le queda por hacer al lector de la obra? Quedarse con el material bruto de la narración.

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La publicación recoge 18 entrevistas realizadas entre julio de 2006 y julio de 2008. La lectura del texto da la impresión de que las conversaciones fueron ordenadas y editadas. Tanto, que ya en la página 11 el entrevistador impone --lo hace a lo largo de todo el texto-- los subtítulos con la orientación clara de su tesis sobre los sucesos de abril: "El montaje-espectáculo previo" La narración de Gebauer desmiente esa tesis y hace inútil la mayoría de los subtítulos del libro. Por ejemplo, Blanco insiste en la violencia pre-Chávez en el panorama político venezolano y durante el 11 de abril contra el "detenido" y de nada de eso habla Gebauer.

Es decir, el esfuerzo del entrevistador por "tapar" los vacíos narrativos lo hace impropia y torpemente. Eso consta en las primeras treinta páginas del texto que son una mala introducción a las entrevistas.

Pero preguntémonos: ¿si el testimonio de Gebauer es importante, pues es de un sujeto de excepcional posición y acción en los sucesos de abril por qué imponerle a su desnuda narración una introducción, unos subtítulos y unas atosigantes preguntas que relegan las entrevistas a segundo plano? La más actual investigación social, luego de Bertaux y Ferrarotti, ha avanzado mucho más. Blanco no parece estar enterado.

Es más, Blanco se atreve a calificar de "suma de absurdos" la pura narración de Gebauer. (pág. 240). Nada de esto opaca la riqueza informativa del texto de Gebauer. Vayamos --resumidamente-- al hilo narrativo de los diálogos.

Las primeras líneas de la entrevista narran la infancia y juventud de Gebauer y destacan --Blanco Muñoz no lo nota y es fundamental para comprender lo que hoy pasa en el país-- lo arbitrario e inmoral del procedimiento militar de ingreso y permanencia en las Fuerzas Armadas (págs. 39-42).

Entre las páginas 44 y 45 destaca la traición militar.

Luego desarrolla la tesis de la constante conspiración contra el Presidente Pérez en las Fuerzas Armadas, y la facilidad con que se pueden vulnerar los

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sistemas de seguridad en las Fuerzas Armadas.

Chávez, cuenta Gebauer, desarrolló al llegar al poder un profundo resentimiento hacia la inteligencia militar, pues por ella fracasó en febrero.

Gebauer narra implacablemente la historia del abandono de las fronteras del país; la presencia activa de la guerrilla en el país; la coparticipación en el negocio de la extracción del oro de Brasil, Colombia y el estado Amazonas; de la sobrefacturación y desviación de fondos en el Plan Bolívar 2000; y de la manipulación del pueblo por los políticos tradicionales. Asuntos que se han profundizando.

Recientemente, el Contralmirante Carlos Molina Tamayo, ex asesor de seguridad de Hugo Chávez, aseguró haber sido impelido en el pasado por Ramón Rodríguez Chacín --ex ministro de Relaciones Interiores-- a entregar 300 fusiles a la FARC.

A inicios de la narración, el entrevistado postula una tesis "psicológica" (pág. 93) que explica toda la actuación de Chávez antes de ser presidente y en el momento actual: soberbia y odio enfermizo ante todo lo que se le oponga. Eso explica --según Gebauer-- por qué nunca hizo caso ante ninguna denuncia formulada.

Otro asunto interesantísimo que revela un plan global del régimen chavista es su intento --ya en la época del paro petrolero-- de reemplazar la nómina alta y media de Pdvsa con militares (págs. 111-112).

En épocas recientes, el General García Ordoñez ha declarado que en una reunión privada, al inicio de su gobierno, Chávez declaró su gobierno como militarista.

Hoy es inocultable la amplia y profunda militarización del país, del gobierno y de las instituciones de Estado (págs. 616-623).

El capitán narra cómo en los sucesos de abril el gobierno se armó

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fuertemente para actuar contra el pueblo y cómo altos personeros del gobierno y familiares huyeron. Hasta el alto mando militar abandonó a Chávez.

Ya en La Orchila, Chávez, según cuenta Gebauer, fue tratado con respeto. Sus peticiones alimenticias, de objetos y sus lágrimas fueron atendidas. Es falsa, entre muchas, la tesis del intento de fusilamiento de Chávez, aunque Blanco Muñoz insiste en ella con lo del "pentagrama" (pág. 236).

En la página 243 Blanco confiesa sus límites sin avizorar su solución: "mientras más los oigo a ustedes los actores, más me confundo como investigador". Se confunde porque no escucha al narrador y no se abre a la pura narración de los hechos.

En la página 247 afirma que las tesis de Gebauer constituyen "la explicación más fácil", ante lo que Gebauer responde con su inserción en la realidad que narra: "yo estuve dentro de las Fuerzas Armadas quince años".

Según sus testimonios no hubo planificación en los sucesos de abril, ni fingimiento en la conducta de Chávez ni intento de detener a Carmona.

Sintetiza su postura en la página 275: "Yo le estoy diciendo lo que vi".

Cuenta --aportando elementos de su vida-- que a lo largo de su carrera vio cualquier cantidad de casos de corrupción y que por eso pidió la baja y denunció los casos. Entre esos casos, los de la alianza Disip-FARC y el negocio militar con la venta de gasolina. A partir de ese momento le aplicaron el "terrorismo militar" (pág. 362).

Pudo huir a Suramérica antes de conseguir una cédula falsa por 100 Bs. F. en la Misión Identidad. Quiso entrar en la universidad y le hicieron presentar una prueba de admisión en la Universidad Bolivariana con la condición de escribirle una carta de agradecimiento al Comandante Hugo Chávez.

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La historia continúa con su breve pasantía por la plaza Altamira y otras denuncias más de corrupción en la DIM, en la morgue de Bello Monte, en el CNE y deja claro que la salida democrática a la situación del país exige de líderes serios y de un CNE transparente.

El texto, suerte de docu mento f u nda menta l, merece ser leído, discutido, completado con otras fuentes y narraciones. En el país se ha vendido y se ha mantenido por semanas en la lista de los textos más leídos.

La obra --diversamente ilustrada-- cierra con los deseos de bien y justicia futuras en el país y con un útil índice de nombres. Lo recomiendo.

La violencia de la burla (Artículo del 05/04/2011 en El Nacional)

Cuando oí al presidente, y luego leí en la prensa, que el 96 por ciento de la población venezolana ya tenía acceso al agua potable, pensé, depresivamente, que yo era uno de los tristes componentes de ese cuatro por ciento restante a los que les llega un chorro de ese líquido cada veinte días, si tenemos suerte. A menos que a eso le llamen acceso. Que puede ser. Total, el diccionario da para ello y algo más, si, como en el caso, la palabrita no va acompañada de ningún adjetivo que la precise y califique. Hasta coito puede significar. El acceso, valga también aquí el vocablo, ambiguo a la palabra parece ser un recurso exquisitamente cultivado por los voceros, nunca mejor nombrados, oficiales. Así, el “no dije, sino dije” funciona. La burla, de ese modo, sale perfecta. Su violencia no se nota.

Lo que en verdad sucedió en el barrio Las Casitas, el que por obra de la revolución habría pasado del cuatro al noventa y seis por ciento, fue que por ahí cerca le instalaron un hidrante, bueno, un grifo con su llave, al que tendrían acceso para ser llenados, unos camiones cisterna que luego, por una carretera que se está derrumbando, accesarían a las casas de los felices habitantes para llenar unos tanques de plástico que les estaban en ese momento proporcionando. ¿Cada cuánto tiempo irán?Lo consiguió una “mesa”. Ya le costaría lo suyo. Sin embargo, deben quedar

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todavía los sufridos y entrañables pipotes, porque el presidente le dijo a una señora que él a un pipote le sacaba hasta 2 y 3 días. Debe ser usted, Sr. Presidente, bastante derrochador. A cada uno, porque hay que tener varios, hay que sacarle por lo menos una semana para que los zancudos patas blancas tengan tiempo de reproducirse a placer.Felicito a los habitantes de Las Casitas porque parece que ya pasaron del acarreo, tobo al hombro, espalda mojada y escalera arriba, quinto mundo, al acceso, cisterna cada veinte días, con suerte. Bienvenidos al cuarto mundo.Cuando llegué al barrio, hace ya algo más de treinta años, nuestro acceso al agua, comprada y cara, era también por cisternas que había que contratar cuando estaban secos los pipotes. De vez en cuando llegaba una cisterna gratuita y escasa enviada por el Concejo Municipal. Para ahorrar, nos íbamos a bañar a alguna de las cataratas, tres modestos chorros, no siempre limpios, que bajan todavía del cerro, y acarrear tobo al hombro, espalda mojada y escalera arriba. Luego pusieron una tubería y cuando abrieron la llave, el agua salía por todas partes menos por una, la propia, porque los empates los habían colocado al revés. Tras una larga espera de cisternas, pusieron otra, esta vez al derecho. Al principio cada ocho, luego cada diez, después cada quince y ahora cada veinte, siempre si hay suerte, empezó a llegar el agua a los pipotes hasta que, en período de elecciones, regalaron, a algunos, unos tanques de plástico como ahora en Las Casitas. A mi no me dieron y lo tuve que comprar. La jubilación universitaria todavía daba para eso. Estamos más adelantados que ese barrio de La Vega. Lo nuestro es tercer mundo.Cuando la gente de las urbanizaciones, “esos oligarcas egoístas”, se lamentan porque alguna vez el agua les escasea durante veinticuatro horas, nosotros nos reímos de esa violencia inaudita de desierto. La nuestra, la violencia del desierto cotidiano, hasta cuando llueve y hay deslaves, no termina. Acceso a chorros de promesas, retórica, cadenas y fanfarria presidencial.¿De ese gritado 96, cuántos venezolanos de barriada todavía estamos en el acceso de quinto, cuarto y tercer mundo. ¿Acceso al agua corriente? Ni soñarlo. Burla, burlando, y aguada corriendo por la calle.

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Iba amontonando (Artículo del 19/04/2011 en El Nacional)

“Cuando yo conseguí este terreno, yo ya tenía trabajo fijo … Si me quedaban cien, doscientos bolívares, le pedía el favor a cualquier dueño de carro para que me lo comprara en bloques o en cualquier otra cosa y lo iba amontonando, lo iba amontonando … Primero fue un rancho, después fue de cinc pero de bloque y ahora es que es placa … Yo misma y mi compadre … --Ay, compadre, yo no sé pegá bloque, ¿por qué no me ayuda? … De a poquito yo iba comprando … Yo batía el concreto y él pegaba el bloque. Total, que las paredes quedaban torcidas pero yo ahí viví y me sentí feliz … yo misma teché la casa … Yo veía en otras casas y decía que yo podía hacerlo … Esta casa que ahora tiene tres pisos, es recostrucción … Luego mi hijo dijo: vamos a recostruir esta casa … Comenzó a abrir huecos. Porque usted sabe que primero era de madera, y yo bloquecito que iba poniendo, madera que iba botando, pa que no se viera la madera porque ya se veía feo”. Felicia, en su historia-de-vida, sigue narrando cómo, después de conseguirse un terrenito, fue pasando de rancho a casa y de ésta a “edificio”.

Históricamente, la gente del pueblo, en Venezuela, ha resuelto sus necesidades de vivienda en soledad, con ingenio, sacrificio, trabajo, colaboración familiar y vecinal. Y lo seguirá haciendo porque los moradores de todas esas nuevas invasiones que vemos han proliferado a lo largo y ancho del país van a seguir el mismo proceso de Felicia. Hoy viven en ranchos de mala muerte, pero ya está en su imaginación, en su esperanza y en su decisión la casa que harán. Quien crea que el venezolano no planifica a futuro, conoce por prejuicios. Depende de qué y para qué. En el tema de la vivienda popular lo que han hecho tanto el Estado como la empresa privada no le llega ni a los talones a lo que ha hecho la gente por su cuenta. Es lo que va a pasar con esos dos millones de casas que faltan y que tan clamorosa y encadenadamente han prometido. La gente sabe por experiencia y práctica prolongada que sobre la vivienda tiene control y manera de solucionar problemas. Hay algo, sin embargo, sobre lo que no tiene dominio y que la mantiene en zozobra: la inseguridad. Sobre eso sabe que sólo el Estado puede y debe establecer orden, pero sabe también que no lo hace, ni imagina, ni espera, ni decidirá hacerlo. Por eso demanda, exige, protesta y declara, siempre que puede, que ése sí es un problema.

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Es ahí donde está la explicación de que la inseguridad, la delincuencia, el crimen aparezcan siempre y en todas las encuestas como el primer problema percibido por la población, con muy altos porcentajes, y el de la vivienda como el cuarto o quinto con porcentajes muy bajos. ¿Cómo se entiende, entonces, que los gerentes del Estado hablen poco y actúen menos sobre la inseguridad mientras aturden todos los oídos y deslumbran todos los ojos, de día y de noche, con abundantes promesas y escuálidas realizaciones bien repetidas y enfatizadas sobre ciudades y conjuntos de habitaciones estupendas pero hasta ahora sólo pintadas? ¿Será que el supuesto estado y gobierno del pueblo y para el pueblo, no se entera de lo que es vivido angustiosamente por ese mismo pueblo? ¿Será que no le importa de verdad, verdad, el sufrimiento de la gente y sólo se centra en lo que procura dinero abundante para sus partidarios? Porque la vivienda, aunque sólo sea en proyectos, sí mueve dinero.¿Cuándo el Estado empezará a preocuparse en serio, y no sólo en planes y retórica, de algún problema popular? La vivienda ciertamente es uno que hay que atender. No lo niego. Pero la inseguridad es el más sentido y no por sola y simple percepción sino por aterradora y experiencial vivencia.

Los problemas le siguen a uno (artículo del 03/05/2011 en El Nacional)

Le disparó el doble. Había recibido nueve tiros de su rival en el amor de la mujer, pero no se murió. Esperó pacientemente dos años, convertido en culebra que serpentea entre el monte –latet anguis in herba, dijo Virgilio--, lo siguió con sigilo, conoció todos sus pasos, todos los sitios por los que se movía, todas las horas y todos los minutos en los que hacía cada una de sus cosas. A media noche, a la hora misma en la que el otro lo llenó de plomo, él le propinó exactamente dieciocho disparos. Esta vez el tipo no se salvó. Actuó como debe hacerlo un malandro que se respete. No puede perdonar ni descuidarse. La muerte acecha. La culebra escondida bajo la hierba –es lo que dijo el poeta latino— ataca, muerde y envenena cuando menos se espera.

Verónica Zubillaga es una investigadora acuciosa, casi obsesiva cuando persigue el significado de una conducta, de una manera de hacer, de la metáfora que la muestra.

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Culebreando entre testimonios de jóvenes delincuentes cuidadosamente escogidos, ha desentrañado las muy variadas formas y los más diversos contenidos de esa figura central del lenguaje malandro que nombra el trasfondo de un alto porcentaje de muertes violentas, la culebra, en un artículo publicado por Akademos, la revista de Estudios de Postgrado de la UCV. El interesado ahí encontrará todo un despliegue de su fenomenología.Con ese reptil simbólico y sus nada simbólicas ejecutorias nos encontramos demasiado frecuentemente los que habitamos en los campos por los que se arrastra y quienes investigando tratamos de comprender desde el interior de su sentido y su lenguaje la implacable violencia que padecemos.Como está patente en la narración con la que se abre este texto, que no es cuento, la culebra puede ser muchas cosas, pero ante todo es un problema que “le sigue a uno”. Problema, en el lenguaje serpentino, no es una dificultad intelectual o un enigma que hay que resolver razonando sino una profunda vivencia de muerte anunciada con la seguridad de que en algún momento será crónica, con todo lo que de miedo, inseguridad y certeza de jaque inexorable ello comporta. La respuesta adecuada es una paranoia lúcida, valga la expresión, una vigilancia insomne pero no de defensa sino de ataque. Hay que volverse culebra contra culebra y matar por la cabeza.¿Por qué tantos tiros, por qué descargar todo el peine y, si es posible, al rostro, sobre una misma persona? ¿Por qué tanto dispendio y tanta violencia aparentemente innecesarios como con demasiada frecuencia reseña la prensa? La respuesta está en la culebra. Persigue dos fines: eliminar, con absoluta seguridad, y así liberarse de miedo, a la culebra viva, que es el problema y su portador, y suprimir en su origen la culebra que puede surgir como consecuencia del acto violento que se está cometiendo. A la culebra lo mejor es no dejarla nacer. Por eso, no basta atracar; después del atraco hay que matar. El que no remata así su acción es inexperto o mamita. No sirve para malandro. Chigüire.Lo grave, lo preocupante de todo esto es que un lenguaje se expande, rompe las fronteras del espacio en el que surgió e invade otros campos, incrimina otros lenguajes y se convierte en moneda circulante dentro de una sociedad a la que le era ajeno. Esa palabra que en su ambiente propio es portadora de muerte, fuera de él puede que se debilite en sus contenidos pero, más débil y todo, la violencia permanece en su núcleo de significado. Cuando los jóvenes comienzan a usarla para nombrar cualquier conflicto, la violencia está latente y sus efluvios envenenan al que la pronuncia o la piensa.

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¿Qué decir si pasa a los medios de comunicación y se divulga?

Psicoatmósfera Militar (Artículo del 31/05/2011)

La conducta “naturalizada” en un grupo crea una atmósfera en la que se actúa sin pensar. Mi amigo, difunto, era coronel de la G N, doctor en ciencias, del IVIC; muy honesto. Resumo de una entrevista al investigar la lógica de la violencia militar:

“Te voy a contar algo que hice de lo que no tengo nada de qué

enorgullecerme y muchode qué avergonzarme.Llego en mi moto, con una chaqueta, el uniforme debajo, me meto en un estacionamiento donde me paro todos los días. Estaba en comisión en un Ministerio. Ese día le habían dejado el estacionamiento a dos portugueses para hacer un trabajo. Cerraron el estacionamiento, pero yo entré por el mismo hueco por donde yo entraba siempre con la moto y no me di cuenta. Empiezo a estacionarme; abro mi maletín, guardo el casco, saco la guerrera, me pongo mi gorra, viene el portugués y me arma un escándalo porque con qué derecho entro yo ahí a estacionar mi moto. Y yo le digo: --Está bien, tiene razón. Me voy a estacionar allá afuera; pero yo quiero decirle a usted que no puede faltarme el respeto porque yo soy un oficial uniformado y no puede decirme esas cosas. Entonces, para que tú veas cómo el absurdo se extiende y se prolonga. Viene el individuo y sigue montado en cólera y me dice: “Es que ni que venga aquí el presidente de la república lo dejo estacionar”. Entonces le digo:--¿Ah, sí? OkeySaco la moto, subo a mi oficina y llamo por teléfono al destacamento móvil. Para desgracia del pobre hombre, me atiende un capitán que yo no sé quién es y le digo exactamente lo que pasó. --¿Dónde está usted, Capitán.? --En tal parte. --Espérenos ahí.Me voy a esperarlos. Había mucho tráfico en la avenida Urdaneta. De repente oigo una sirena; se para el tráfico y veo que viene una camioneta de la Guardia, de la cual bajan una cantidad de guardias con casco y empiezan a marchar, ¡pras!, ¡pras!, ¡pras!, por la calle. No me podía imaginar que se trataba de nada de lo que yo había desencadenado. Cuando llegan a donde estoy yo, se me para un subteniente: --Mi capitán, ¿dónde está el

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individuo? --Es aquél que está allá.A ese individuo lo han agarrado y le dieron coñazos hasta por el cielo de la boca. Y después, cuando el tipo estaba prácticamente desmayado, se lo llevaron.Yo, alienado como estaba, simple y llanamente me olvido del asunto. Tres días más tarde se presenta en el ministerio y pide cita con el ministro el otro

compañero que trabajaba en el estacionamiento con aquél. El ministro se niega a atenderlo

y lo atiende otro por ahí y me llaman. Y me llama la directora de recursos humanos

horrorizada con el cuento del hombre, porque el tipo estaba desaparecido. Horrorizada de

que yo no tenía ningún problema en admitir aquello.

Yo quedé con la cuestión en la cabeza de que el tipo estaba desaparecido y porque todavía me queda un poquito de la otra moral, de la moral que ya traigo de mi familia, empecé a angustiarme pensando que a lo mejor a ese tipo lo rasparon y empiezo a averiguar dónde está el tipo. Resulta que el tipo fue pasado de una jefatura para otra y para allá y para acá hasta que por fin entre la última lo habían pasado a donde originalmente tendría que haber ido que era la de Candelaria.Bueno, el tipo estaba metido en un charco bañado de mierda; metido en una esquina vuelto leña; con sangre por todos lados, marcado por todos los sitios donde te puedas imaginar. El tipo era una piltrafa lo que estaba ahí. Y entonces, el funcionario me dijo: ‘mire, yo pienso que mínimo por lo menos tres días para que el hombre pueda salir caminando’. Cero atención médica, cero nada.O sea, que este que te está hablando, de casualidad no es responsable de un muerto”.

Autogobierno endógeno (artículo del 18/10/2011 en El Nacional)

E n la urbanización Terrazas del Ávila están bien organizados. Lo dicen notas de prensa. Así, han logrado disminuir, por ejemplo, los secuestros exprés de 14 mensuales en 2009 a uno en lo que va de año.

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Esto es sólo una muestra de la seguridad alcanzada, pues el índice de inseguridad lo han bajado en 90%. Para ello y para muchas otras cosas actúan, al parecer, con mucha autonomía. Tanto, que uno de los dirigentes puede afirmar que los vecinos "nos ven como un gobierno local dentro de la urbanización". Pero no lo son. Aquí está el punto crítico de todo. Pueden actuar así porque se lo proponen, acuerdan entre todos, tienen líderes de buena voluntad, la venia y apoyo hasta económico de las autoridades municipales. Si las cosas cambian, si la alcaldía de Petare pasa a otras manos, si los líderes se mudan y no los sustituyen otros con semejantes cualidades, si... si... Hoy están aliados la asociación de vecinos y el consejo comunal pero pueden presentarse conflictos y dividirse. Como sucede con demasiada frecuencia en Venezuela, esos importantes logros siempre estarán en peligro de perderse. En este caso, el "gobierno local" vecinal no está sustentado sobre la ley, sobre la estructura territorial y política de la ciudad y del municipio, sino sobre el permiso, la venia y quizás hasta la tolerancia de las autoridades circunstanciales.

El Distrito Capital en que está constituida Santa Fe de Bogotá, alrededor de 7 millones de habitantes, casi como el de Caracas, se ha ido dividiendo hasta llegar hoy a 20 alcaldías locales. Cada una cuenta con un alcalde menor elegido por votación popular. El alcalde mayor de la ciudad coordina y ejerce las competencias que trascienden lo local. El poder local es, así, sólido y autónomo por derecho propio. De ese modo, se ha facilitado la lucha contra la violencia. Cada alcaldía local comprende cerca de 60 barrios. Petare cuenta con más de 1.500.

En el citado caso de Bogotá, como en nuestro muy limitado proceso análogo, encuentro un error de concepto. Se parte de un poder central que divide y cede, descentraliza. Sin embargo, el derecho de cualquier comunidad local a autogobernarse no proviene de una gracia, concesión o permiso de otro poder superior sino del puro hecho de existir como comunidad. Es un poder, éste sí endógeno, que se genera (geno, del griego gignómay, nacer) dentro (endo, del griego, éndon, dentro) de la estructura o de la pura existencia del conjunto humano: el poder de gerenciar y habérselas con sus propios asuntos ejerciendo sus capacidades. Al poder superior no le toca conceder sino reconocer, aceptar y legalizar, no legitimar lo ya legítimo, para garantizar ante todas las instituciones la

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vigencia y práctica de ese derecho.

En la actualidad el poder local se halla en estado de colonización, expoliación y opresión por parte del poder central de la ciudad y del Estado. Pensar lo local, vecinal o regional, en términos de descentralización es mantener la misma situación pues el que descentra y concede tendría el derecho de recentrar y des-conceder. Tenemos experiencias en marcha. Lo justo es pensar en términos de endogénesis, de abajo hacia arriba. En ese recorrido el Estado es el último. Gracias a esa urbanización por el ejemplo, pero no se queden ahí, piensen y actúen con mayor atrevimiento y radicalidad.

La lucha contra la violencia pasa también por decisiones políticas de reorganización de la ciudad reconociendo en los hechos y en el derecho lo que a las comunidades les pertenece simplemente por haber nacido. Esto no es estado comunal, sino verdadero poder popular.

"Liberados", artículo de Alejandro Moreno Olmedo del 01/11/2011 en El Nacional

Al barrio Las Zanjas, situado en algún lugar de Caracas, llegaron los liberados. Pagaron duro, claro. Normal. Se han tenido que enfrentar a tiros con dos problemas y todavía no los han resuelto de modo que la guerra continúa. Durante su ausencia, sus panas del grupo se alzaron con el liderazgo y con el negocio. Ahora no lo quieren devolver. Por otro lado, la culebra pendiente con los de tres calles más arriba y el callejón del piojo ha vuelto a enrollarse, levantar cabeza y sonar los cascabeles, bueno, los disparos. Como la cancha, la capilla y la escuela están en el medio pero más cerca de los de abajo, los chamos de arriba no pueden bajar a jugar, ni a la misa, ni al catecismo porque el juego es ya de tarde y la capilla funciona sábados y domingos, tiempos peligrosos, aunque sí a la escuela porque es de día y entre semana. Cortados los campeonatos de futbolito, el basket, las excursiones y todas las reuniones nocturnas. Y eso que los más bravos de arriba todavía están en cana mientras reúnen el dinero. Lo reunirán y saldrán.

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El trabajo con los jóvenes, preventivo, en un barrio no es cosa de coser y cantar como parecen pensar algunos de los políticos y no pocas de las autoridades bienintencionadas. Cuesta ponerlo en marcha porque hay que sacar recursos de donde no quieren salir, sea que estén en arcas oficiales o privadas, recuperar espacios, llegar a acuerdos con los lideruchos micropolíticos y desbrozar mucho espinero más. Cuando todo ya marcha sobre ruedas, unos tipos empistolados que suben y bajan y unos tiros que se escuchan por la noche o en la madrugada siembran el temor, la duda, el retraimiento y la prudencia en los organizadores a los que, de paso, nadie paga su tiempo y esfuerzo que prodigan por puro amor, éste sí verdadero, y no quieren ver un niño asesinado en la cancha o en la calle por una bala perdida durante un tiroteo.¿No pueden una ministra, sus asesores, sus autoridades policiales, calcular con un mínimo de previsión, cuando sueltan a un “privado de libertad”, qué va a pasar en su comunidad al llegar éste con toda su historia y sus culebras a cuestas? Dicho sea esto para los liberados legalmente, porque de los que salen pagando, y no pena, no hay nada sobre previsión que decir.Este tipo de cosas, las que la sana población popular de nuestras comunidades vive cotidianamente, no parecen pasar ni por la antesala del cerebro de los que tienen, por deber y oficio, poder y capacidad de decisión.Están haciendo mucha publicidad de una alcaldía que anda impulsando un programa de “Comunidades libres de violencia”. Todo lo que se encamine a fines de paz en nuestros barrios es encomiable. Hasta ahora, de lo que se habla como contenido del programa, es de actividades deportivas con niños. No está mal, pero ya he comentado en este espacio algo al respecto. ¿Sin dejar eso, no puede una autoridad competente y con medios, pensar y programar algo más de fondo, que de verdad libre de la violencia? ¿Ese programa, no tiene un nombre demasiado vocinglero? ¿Se tiene en mente de veras lo que sería una comunidad libre, pero libre, de violencia? El lenguaje debería corresponder a la realidad de los pensamientos, de las intenciones, de los proyectos y de las acciones en marcha. La vociferación puede hacer creer al vociferante que los demás se dejan llevar por ella y eso puede ser verdad por un corto tiempo, pero a la larga se desnuda su vacío, su inanidad y su inconsistencia.No nos es lícito jugar ni con las palabras, ni con la futilidad de la ideas, ni con la improvisación de actividades efectistas. Está en juego, en el más duro sentido de este término, la vida de demasiada gente. Y la nuestra.

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"Por esa boca", artículo de Alejandro Moreno del Martes, 15 de noviembre de 2011

Hay que escuchar las declaraciones de quienes tienen poder para tomar algunas decisiones claves en nuestra vida. Si luego se pueden leer, será mejor. La reflexión añadida, así, a la escucha y la visión nos descubren el sentido que va implícito en el discurso. Todo discurso porta en sí su sentido y lo dice aun solapado bajo la palabra explícita. Bien visto, el discurso de la nueva ministra para los asuntos carcelarios no es transparente pero sí translúcido. Su contenido excede el ámbito limitado de las prisiones y explicita el centro dinámico que permite comprender la conducta del régimen actual en todos los aspectos de la vida nacional.

Días pasados (septiembre, 26), en un programa de VTV exclamó muy convencida y, sin duda, muy sincera: “La intención no es hacer política penitenciaria desde una oficina, es construir una nueva sociedad”. Se esperaría que la primera parte de la frase, tuviera una segunda en concordancia con ella. Algo así como: “sino desde la realidad”. No, la lógica del sentido fue interrumpida y se dio paso a otra cosa, pero no a otra cosa cualquiera, sino al marco ideológico, político y proyectado hacia la práctica futura dentro del cual hay que pensar esa primera parte y todo lo que se refiere al tema particular de las prisiones. Ahí, en el marco, está el foco de atención y no en el tema particular. En términos más coloquiales, nos está diciendo: “las cárceles no son mayormente nuestra preocupación; estamos enfrascados de lleno en nuestra revolución y todo lo demás, por mucho que preocupe la gente, es marginal”. Lo explicita algo mejor un tanto después: “El problema de las cárceles hay que abordarlo como un problema social y político (esto es, revolucionario; no penitenciario, no jurídico, no…) y en base a eso, está creado nuestro proyecto (no sobre la base de lo que realmente está sucediendo). Estamos empeñados en crear una nueva sociedad”. Ojo: una nueva sociedad que no existe porque hay que crearla. Pero resulta que las cárceles y la violencia asesina que mata a cincuenta venezolanos todas las semanas están en la sociedad que existe, esa que la ministra y sus correligionarios detestan. Lo dice más claramente luego: “Estamos empeñados en crear una sociedad socialista que les de (a los

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detenidos) una oportunidad y los incluya, y no para insertarlos en esta sociedad hipócrita que tenemos, resultado del sistema capitalista”. ¿Y entonces, en cuál? En la que no existe todavía no, por imposible, y en la que existe tampoco por detestable. Lo mejor será que sigan incluidos en la cárcel que existe que sí es una sociedad propia con sus autoridades, sus pranes y luceros, sus leyes, sus impuestos, su distribución de alimentos, su vigilancia armada, su régimen de premios y castigos, mortales éstos por cualquier transgresión de las normas rígidamente establecidas, su total autonomía ante el Estado y suma y sigue. Una sociedad malandra, claro está, muy perfecta y malandramente constituida pero que así, malandramente, funciona hacia dentro y hacia fuera, bien relacionada con la malandrería oficial y no oficial de la sociedad exterior real existente en la que muy malandramente actúa con alta eficiencia y eficacia.Días después (octubre, 31), todo hay que decirlo, bajó un poco más a tierra: “Tenemos que meternos en la cárcel y oler a preso”. Pero, claro está, siempre en el marco de sentido de la sociedad futura que no existe. Así, los presos seguirán “oliendo a preso” en su malandra sociedad o saldrán a la única sociedad que existe a pesar de los deseos de la ministra, pero no para ser “insertados” en ella, ¿no es eso? ¿Al aire, entonces?¡Tremendo rollo en el que estamos metidos todos!

"Violencia elogiada", artículo de Alejandro Moreno Olmedo del 29/11/2011

El Nacional

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Debatimos sobre valoración de la violencia en la actualidad. Nos preocupa que se esté convirtiendo en algo asumido como natural en la sociedad, en el habla de la gente, en la educación, en el interior del mismo hogar. Dice un papá: “A mí no me asusta que mis dos niños vean violencia en el mundo que están viviendo; lo que me aterra es que ellos puedan ver en mí cierta complacencia, cierta identificación afectiva o cierta indiferencia ante esa situación, pero lo que ellos encuentran fuera es lo contrario, una mamá, por

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ejemplo, que induce la violencia en uno de sus compañeros, supuestamente para que sepa defenderse”. La violencia normalizada, naturalizada. Otro papá añade: “Mi hija comentaba que dos muchachos de su liceo se agarraron a golpes en la clase y fue difícil separarlos. Le dije que eso era una falta grave pero ella lo encontraba natural porque se habían puesto bravos y así resolvieron su problema. Me impresionó que le pareciera que los conflictos se resuelvan por la violencia y no por el acuerdo”.En estos días ha estado en primera plana el juicio a Carlos El Chacal en Francia. Ello ha servido para desnudar muy crudamente actitudes, disposiciones y afectos en relación con la violencia mortal. Se trata, en efecto, de un personaje que con la mayor frialdad e indiferencia puede presumir de haber asesinado a cerca de dos mil personas. No es eso lo más impresionante, sin embargo, porque asesinos así los ha habido y los habrá. Lo que pone la carne de gallina es la elogiosa valoración de toda esa violencia que se ha proclamado desde las más altas esferas del Estado venezolano actual. Lo que asusta es que el presidente de esta nuestra república evalúe ultrapositivamente toda la acción terrorista de ese sujeto: “Con el riesgo de que se me diga lo que se me diga –exclama con su característico desplante retador adolescentoide— (…) fue digno (sic) continuador de las más grandes luchas que desde aquí surgieron”. ¿Cuáles luchas, las de sus dos golpes o las de la independencia que conmemoramos? ¿El Chacal en la onda de Bolívar? De la violencia de los héroes ya he tratado aquí. Pero ha dicho también: “Lo que fue en verdad es un luchador revolucionario. ¡Yo lo reivindico!” ¿Qué reivindica: la revolución violenta, terrorista, la violencia y el terrorismo de la revolución? En esta misma onda, el actual Procurador General de nuestra República, el abogado de nuestro Estado, lo ha sostenido con mayor énfasis aún: “No puede ser calificado como terrorista porque siempre ha sido el defensor de los ideales, de unos principios a los cuales ha sido fiel”. O sea, las ideas (ideales y principios) por encima de las personas. Muy materialistas ellos: por una idea se pueden matar los cuerpos. Claramente, aquí no se trata de discursos, se trata de valores. La violencia como valor y valor supremo. Un valor que se cuela en los intersticios de toda la cultura. El mismo fiscal que acusa al personaje afirma con la mayor naturalidad: “Tenemos la imagen de un terrorista romántico (…) un gran revolucionario”. ¿Con los dos adjetivos, romántico y grande, no está valorizando en algún modo positivamente los dos sustantivos, terrorista y revolucionario? Hay que decirlo con la voz más clara y alta: no hay valor que esté por encima de la vida humana. La vida de

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los hombres no puede estar nunca en cuestión; la revolución, cualquier revolución, sí, como cualquier política, pues no es otra cosa. El reivindicado Chacal aterriza: “No se puede hacer una revolución de manera pacífica (…) estamos en el poder y las armas son para defenderlo”. Acabáramos: la política como guerra, como violencia guerrera mortal.¿Es lo reivindicado?

"Lo que se busca", artículo de Alejandro Moreno Olmedo (13/12/11 El Nacional)

Cosecha caraqueña de este noviembre: primer fin de semana, 40 víctimas de asesinato (hace un año, 50); segunda semana: 44 (24 un año antes): tercera: 72 (48 la del 2010); cuarta semana: 65 (el año pasado, 33). Buena cosecha. Hemos crecido en un treinta por ciento. Eso sin contar los muertos de cada día.

Con este optimista panorama de fondo, y precisamente sobre la inseguridad, el Presidente de nuestra República, dicen que muy enfático --es lo suyo— declaró: “Yo lo primero que busco aquí es la opinión del pueblo y cómo va evolucionando en la percepción pública a pesar de que está influida por las campañas mediáticas de la burguesía”. Dicho así, lo primero es lo que importa, lo que prima sobre todo lo que viene después que es segundo y, por ende, secundario. Opinión y percepción son, pues, lo importante. Esto es, la mente de la gente, no su realidad material: su vida, los malandros entre los que no tiene más remedio que vivir, los cadáveres de sus hijos, sus hermanos, sus padres, sus amigos, acribillados con un sinnúmero de tiros. Todo esto segundo; o secundario.Por los mismos días y con el mismo panorama de fondo, el inefable anterior alcalde de la ciudad y hoy diputado asegura que con la ley del desarme “vamos a derrotar los índices de criminalidad”. Los índices, esto es, números, guarismos, gráficos, cuadros estadísticos. Ideas, imágenes, figuras o “palabras, palabras, palabras” que diría Hamlet. ¿Oficinas, escritorios, papeles, pantallas de computadora? Burocracia presidencial y parlamentaria. ¿No salen de ahí? ¿No huelen los muertos? ¿No ven sangre en el asfalto? ¿No escuchan el llanto? ¿No les estremece el temblor del miedo? ¡Ni siquiera cuando les llega! No, esto no es retórica para impresionar. Es

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realidad material, pesadamente material, dolor de cuerpos y de entrañas, sufrir de madres manchadas con sangre de hijos nacidos de sus cuerpos hechos de muy biológica materia. Y no soy materialista, pero creo en el Dios que porque cree en mí se hizo de nuestra materia y, así, ser connosotros y nacer y vivir y morir aquí para que amemos a las personas reales, con hechos que nos comprometan y no a sus simples figuras, representaciones e imágenes.¿Pero, por qué la idea, la opinión, la percepción y no la vida material concreta de la gente? Porque la materia que importa no es la vida de los hombres sino el dominio sobre ellos y éste se hace eficaz cuando clava su impronta en lo más íntimo del ánimo.Estos libertadores muestran no creer en la libertad de los hombres y menos si éstos pertenecen al pueblo. Creen en cambio firmemente en la eficacia de la manipulación, de la seducción ideológica, afectiva e imaginaria si quien tiene el poder y los medios los sabe poner en funcionamiento. Por eso tanto interés en la tecnología comunicacional. No para comunicar sino para embridar los pensamientos, sentimientos, actitudes y disposiciones del pueblo con las riendas del poder dominante y dominador mediante la ficción de la realidad implantada en las mentes con los medios técnicos que ellos suponen infaliblemente eficaces. Quizás, como increyentes en la interioridad y profundidad del hombre, piensan que éste es, pura superficie o, como diría Locke, una tabula rasa, una pasiva página en blanco sobre la cual el que tiene la pluma en su mano puede escribir lo que quiera seguro de que en ella quedará fijado.La ficción y el fingimiento, una de las peores violencias, pueden dominar muchas conciencias pero la realidad vivida trágicamente cada día emergerá como verdad poderosamente irresistible y arrojará a la basura el embuste junto con los embusteros. Ojalá sea una verdad que nos haga pacíficamente libres.

"Paz en nuestra tierra", artículo de Alejandro Moreno en El Nacional (27/12/2011)

”Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos?”

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Nacía, hace quinientos años –21, diciembre, 1511— la defensa pública y militante de los derechos humanos en la voz vibrante y apasionada de fray Antón de Montesinos en aquella pobre iglesia –barro y paja— de La Española un cuarto domingo de Adviento ante los sorprendidos e irritados colonos que no daban fe a sus oídos. Esa palabra era “la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír. Esta voz os dice que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes”. Así fustigaba la comunidad de veinticinco religiosos dominicos, quienes, reunidos en capítulo, prepararon la homilía que al más joven de todos habían encargado predicar, las conciencias de aquellos conquistadores aposentados en sus indiscutidos derechos de conquista, anhelando la realización, en los hechos, de la paz que sería anunciada la noche de Navidad.

Nadie, en ningún momento de la historia, había discutido seriamente hasta entonces el derecho de un pueblo más fuerte, valido de muy distintas justificaciones, desde la pura fuerza hasta pretendidas superioridades culturales o religiosas, a conquistar a otro y apoderarse no sólo de sus tierras sino también de sus personas. Una milenaria historia había ido formando así las conciencias de la humanidad desde las invasiones indoeuropeas, los más antiguos imperios, las tribus hebreas que por “derecho divino” conquistan Canaan, los incas, los aztecas, los caribes que arrasan tierras y hombres arahuacos y finalmente los españoles y europeos que conquistando se asientan en América. Ya era hora de que la conciencia cristiana, hija también de la historia y adormecida por ella con infinidad de argucias morales, despertara para sacudir uno de los “derechos” más antihumanos que los siglos habían ido elaborando, el derecho del más fuerte a dominar al más débil. Aquella palabra, verdadera y profunda revolución antiviolencia en busca de la paz sin paliativos ni excepciones, volteó las conciencias de las que fueron saliendo los cambios de ideas, políticas, hábitos, estructuras y prácticas que hoy, bajo la ya incuestionable marca de “derechos humanos”, son promovidos y defendidos, con sacrificio, pasión y dedicación en todas las sociedades por infinidad de personas y organizaciones. En ellos se asienta la paz para todos, “paz en la tierra”, en la nuestra, la que es de los hombres, no de los poderes, porque esos hombres son “los que Dios ama”. La anual recurrencia de la Navidad nos impele a pensar en la paz hoy y aquí. Con tristeza hay que decir que en esta nuestra tierra venezolana no tenemos paz, igual que entonces en La

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Española. ¿A qué conciencias llamar? ¿Cuáles conciencias sacudir? Las de los asesinos, por supuesto, pero desgraciadamente será muy difícil que a ellos llegue nuestra voz. Habrá que gritársela a los responsables de la paz, los servidores de la paz que han sido para eso encargados por toda nuestra sociedad, a los designados para ello, los gerentes del Estado.Habrá que decirles también a ellos: ¿Es que esos niños que caen bajo las balas asesinas, que esos jóvenes de nuestros barrios, los secuestrados de cada día y suma y sigue “no son hombres, no tienen almas racionales, no están ustedes obligados a amarlos como a ustedes mismos” y por ende, a defenderlos y protegerlos, defendernos y protegernos? ¿Esto no lo entienden? ¿O no quieren entenderlo?

"De armas tomar" artículo del Lunes, 9 de enero de 2012 en El Nacional

El taxista recibe una llamada de su pariente el malandro. –Mira hermano, necesito que me hagas una carrerita; te la pago bien. --¿No será pa que te lleve droga, verdá? No vayas a meterme en p..s. –No, qué va, imagínate que es pa la policía. --¿Pa la policía? A ver si me dejan preso. –Que no; es un asunto sano, de panas.

El taxista, confiado, se encamina hacia la sede de la institución policial que el pariente le indica. Llegado allí, le entregan una bolsa bastante pesada. Se regresa, pero, dudando, en el camino se detiene y abre la bolsa: tres pistolas glock y una nota por quince mil bolívares. A cinco mil cada una. ¿Qué hacer? Devolverse no puede, porque ya saben que él sabe. Ni modo, llevárselas al malandro. –Mira, mano, hazme otra carrerita pa llevá esta plata. –Ni de v…a. Ahora te las arreglas tú.Sabemos que hay una “Comisión Presidencial para el control de Armas, Municiones y Desarme”. Su Secretario General ha declarado varias veces al respecto. El Ministro del Interior también. Parece que a lo mejor puede ser que el 2012 sea un año de cierta actividad antiarmamentista. ¿Será? Por de pronto, todo lo que se anuncia va encaminado a la regularización de lo que se supone que ya debería ser regular, al control de lo que ya tendría que estar controlado, al registro de lo que en doce años no se registró, a

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prohibir lo que ya está prohibido o lo que por simple sentido común tendría que estarlo, a restringir drásticamente la importación y el comercio legales, a supervisar “con sumo cuidado” incluso las armas deportivas.¿Habrá que decirles al señor Ministro y al señor Secretario General de esa comisión de pomposo título, como todas las del gobierno, fingiendo que creemos que no lo saben, que nuestros malandros no usan ni armas ni municiones legales, permisadas, controladas, supervisadas ni deportivas? ¿Que manejan alto calibre, granadas, metralletas, fales, fusiles de asalto de los más nuevecitos? ¿Que sus tiros no salen de las armerías, ni de las importaciones, ni del contrabando, aunque algo de eso puede haber y seguramente habrá? ¿Que sus armas y municiones vienen de las comisarías policiales, de los comandos de la Guardia Nacional, de los fuertes donde moran los distintos componentes de la Fuerza Armada, de Cavim y del mismísimo Fuerte Tiuna?Sí, las armas y municiones legales son responsables de algunos crímenes pero no son ellas las principales causantes de tanta violencia. Bueno, si excluimos las muy legales armas y municiones manejadas por los legalísimos cuerpos de seguridad del Estado.Por lo que dicen, le dedicarán todo un año, el que le queda a la dicha Comisión, a controlar lo que está a la vista. ¿Y lo que está en la sombra? No parece haber programa para los nueve millones --¿o son quince?— de armas ilegales, las propias de los malandros. ¿No habrá programa para evitar los miles de muertos que ellas van a producir? Quizás, si de veras logran meter a Cavim en cintura, puedan secarse las fuentes de donde piensan que provienen estas aguas, pero pasarán muchos años antes de que se extinga el río que ya se formó y circula. ¿Cuántos cadáveres arrastrará todavía?Hablan de medidas para que las armas ilegales puedan ser entregadas a cambio de “beneficios de carácter social”. ¿Cuáles? ¿Creen de veras que un malandro de los nuestros hoy entregará así su arma? Hubo un político iluso que propuso darle al malandro diez mil bolívares por cada pistola que entregara. Entonces, en un barrio, se compraba una glock por tres mil quinientos. De buena gana el malandro la entregaría para comprar tres con lo que el político le ofrecía.¿Se dejarán las armas clandestinas en manos de los de armas tomar?

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"Progresos", artículo de Alejandro Moreno (El Nacional, 24/01/2012)

Son muchos los aspectos en los que sin duda estamos retrocediendo de logros alcanzados a lo largo de duros y difíciles años a situaciones y circunstancias que teníamos por ya superadas. Así, hemos pasado de un abastecimiento sin fisuras a un desabastecimiento intermitente que cada vez amplía la variedad de los productos carentes y la duración de su carencia, de un abastecimiento extenso e intenso de energía eléctrica para todos al proliferar de apagones, “racionalizados” algunos y salvajes la mayoría, en todo tiempo y lugar, de una ocupación en el trabajo formal que hasta un presidente pretendió total a la abundancia creciente de la informalidad más silvestre. Sí, podríamos continuar, pero hay algo en lo que progresamos casi a velocidades de cohete interplanetario: la violencia interpersonal asesina. Evaluar su trayectoria durante el pasado año da vértigo. Bueno, a los ciudadanos, no al gobierno y su gente. Para el acucioso investigador Briceño León y sus colegas del Observatorio Venezolano de Violencia, 2011 ha sido el “año más violento de la historia”, venezolana, por supuesto. Y vaya que ha habido años violentos en ella. 19.336 homicidios y una tasa creciente de 67 por cada cien mil habitantes sostienen cuantitativamente ese juicio. ¡Y cuánto hemos progresado! De 1.200 y una tasa de 8 en los años setenta y ochenta a los casi veintemil de ayer. El avance dio un salto cuando intervinieron los militares de lleno en la vida del país con la reacción al Caracazo y sus dos intentos de golpe en el 92. La celeridad de la marcha se avivó.

El actual gobierno, de militares activos y no, no logra o no puede o no quiere explicar el fenómeno. Intenta hacerlo de varias infructuosas maneras. Una de ellas es compararnos con el resto del mundo pretendiendo que no estamos solos en nuestra desgracia, que ésta es mundial. El amigo Briceño hace ver cómo nuestra tasa es diez veces mayor que la de Estados Unidos, donde, si las especulaciones gubernamentales fueran válidas, debería imperar la violencia del imperio y del capitalismo juntas. Pero también triplicamos la de Brasil y México y duplicamos la de Colombia, paradigmas latinoamericanos del crimen durante mucho tiempo. Echarle la culpa al sistema capitalista también deja muy mal a nuestros gobernantes porque, ¡Ay!, la tasa promedio en los muy capitalistas países europeos apenas llega a un poco más de tres. No hablemos de otras excusas, incluyendo la pobreza, porque ya las hemos tratado aquí más de una vez.Hay una cifra que no es del OVV sino del mismísimo Ministerio Público y

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que nos sorprende porque hasta ahora había permanecido en la sombra. Para octubre del 2011 y desde enero ya habían perdido la vida en todo el país a manos de sus parejas o exparejas 501 mujeres. Lo que ha sucedido de octubre en adelante sigue siendo un secreto. Terrible violencia de género mantenida en el armario. Nos sorprendía lo que por todos los medios y con todo un país en protesta aireaban los españoles. Lo nuestro centuplica aquello. Ellos lo gritan para combatirlo. ¿Para qué lo hemos callado nosotros?Se dice que la política antiviolencia del gobierno ha fracasado. ¿Cómo puede fracasar lo que no ha existido sino como pura pantalla, ficción, huero palabrerío, planes y proyectos diseñados para no ser llevados a cumplimiento?¿Perspectivas? Seguiremos progresando. Están saliendo de las cárceles los malandros hechos buenandros, los hombres nuevos transformados por la revolución. Como los nuevos hombres del este europeo que hoy no hacen la revolución sino el crimen en el oeste. Ahora, liberados y convertidos, van a trabajar para el gobierno. ¿No es verdad que están siendo contratados?

Palabras de Alejandro Moreno, en ocasión de la concesión del doctorado honoris causa por La Universidad del Zulia

Cuando, hace ya más de sesenta años, me asomé por la abierta portezuela del viejo cuatrimotor que me había traído de Roma a Maiquetía después de treinta y seis horas de vuelo, una ola de calor que ascendía del negro asfalto de la pista me envolvió por completo y se me introdujo violentamente en los pulmones. No sabía entonces que el calor me iba a acompañar durante el resto de mis días.

Muy pronto, sin embargo, ese bochorno guaireño se fue perdiendo hasta desaparecer a medida que subía a Caracas por la vieja y tortuosa carretera, y ser sustituido por el frescor de una fina garúa que entre leves neblinas caía sobre la ciudad que todavía conservaba muchos de sus techos rojos y su aire de amable primavera.No tardó en reaparecer el calor, ése que nunca más me abandonaría, no ya en las volutas del aire sino en la mirada, en el abrazo, en la sonrisa, en la acogida y en la entrega del venezolano de todos los climas, de todas las

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alturas, de todos los campos y de todas las ciudades.Ese calor me envuelve también hoy aquí en la acogida solemne y en el inmerecido homenaje que en la luz de esta Universidad se me rinde, pero sobre todo en el entrañable afecto de ustedes amigos tan cercanos, profesores, estudiantes y autoridades.Mis primeros contactos con el calor zuliano no fueron con la tierra sino con la gente, allá por los años cincuenta, en la Táriba andina en cuyo Colegio San José me estrenaba como maestro bisoño, entre fallas y aciertos, y en el que muchachos de distintas zonas del Zulia estudiaban; internos en su mayoría. Una alegría exuberante, desinhibida, ruidosa, palabrera, hasta gritona, que se expresaba en la fácil carcajada, en la agudeza ingeniosa y chispeante, no exenta de cordial malicia, unida a una actividad desbordante en el juego, en la colaboración, en toda acción propia de la vida escolar, aunadas ambas a una inteligencia vivaz, intuitiva, aguda, los caracterizaba. El afecto en ellos, tanto de amor como de ira, fluía en corriente continua que de la fuente interior manaba hacia fuera como si no quisiera acumular nada dentro. Quizás por ser mayoría en el internado o por sentirse muy orgullosos y seguros de su región, no se mezclaban mucho con los andinos, ni con los centrales o los llaneros que formaban el resto de la comunidad colegial. De lo suyo hablaban y de sus gentes conversaban. Conocí, así, por sus palabras, mucho antes de visitarla, la ciudad de Maracaibo. La Limpia, El Milagro, Delicias, Los Haticos, sus viejas calles, escenarios de infinidad de cuentos y anécdotas, sonaban repetidamente en sus conversaciones. Roñoquero y Mamblea enseñoreaban los chistes, Gavilanes y Pastora concentraban las controversias deportivas. Conocí también los para mí nuevos apellidos típicamente zulianos: unos cuantos Boscanes, algún Socorro, varios Bohórquez machiqueros, Veras de Encontrados, Brachos, Borjas, Fuenmayor y hasta algún Moreno de Maracaibo. Se burlaban con petulancia y descaro de los andinos que los ganaban en tenacidad, esfuerzo sistemático y reconcentrada vida interior y a los que avasallaban cuando de discusiones se trataba porque ellos aparentemente se dejaban vencer siendo que en realidad rehuían el conflicto porque sus armas verbales eran muy inferiores y retrasaban para otro momento la revancha, para cuando el orgulloso zuliano estuviera descuidado, cosa nada difícil pues la atención y la vigilancia no eran en él muy fuertes.Reconozco que no fui imparcial. El calor humano de los zulianos estaba ahí, cercano, en todos los lugares y en todos los momentos, mientras resultaba

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difícil descubrirlo en su latente hondura más allá de la aparente frialdad y distancia del andino.Los unos juzgaban a los otros desde la imagen que cada cual tenía de sí y de su grupo.Para mí aquella no sólo fue una experiencia de la diversidad venezolana sino también del trasfondo de incomprensión que puede producirse entre distintos grupos humanos porque cada cual construye al otro con su propia mirada sin sospechar siquiera que el otro igualmente lo mira. ¿No sería más realista, verdadero y amistoso dejar de lado la mirada y comprender a cada grupo desde su propia manera de vivir la realidad total?Ahí, a mi vocación de religioso y educador se añadió una nueva, la de psicólogo e investigador, impulsado por la necesidad de comprender el fondo de cada cual, el manantial de la vida que me diera razón de las diversidades y me permitiera acoger a todos desde ellos mismos superando los juicios y estimaciones.Fue, muchos años después, en ocasión del primer congreso sobre familia auspiciado por la Escuela de Trabajo Social de esta universidad de LUZ, cuando entablé lo que debía ser un contacto fugaz pero que en el doble calor de atmósfera y humanidad, se volvió permanente, profundo y entrañable.El tiempo transcurrido y el trayecto intelectual recorrido me habían llevado de la psicología clínica y educacional a la psicología social, a las ciencias sociales como un todo integrado, a las indagaciones en antropología urbana popular venezolana; de mi disciplina a la interdisciplina y a la transdisciplina; de los métodos tradicionales a los cualitativos desde donde aterricé en las historias-de-vida no ya como método ni técnicas sino como todo un mundo epistemológico con indiscutible identidad propia en la que objetivos, objeto y sujeto del conocimiento se redefinen y resignifican.Traía en esos días a esta Universidad de luminoso nombre, los primeros resultados de mis investigaciones sobre el pueblo venezolano que estaban ya empezando a ser conocidas en ámbitos todavía limitados del país. Desde entonces repetidamente aquí he dictado cursos, talleres, seminarios, conferencias, he facilitado tesis, he participado en congresos, encuentros y jornadas dando de mí lo que se me ha pedido y recibiendo a cambio mucho más en amistad, acogida, aprecio y valoración superior con mucho a la que considero merecer. Aquí las Ediciones del Vicerrectorado Académico sacaron a la luz la primera edición rápidamente agotada de una de las obras más importantes del Centro de Investigaciones Populares, la

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que intenta penetrar en las entrañas de la violencia actual que a todos nos acosa y amenaza: “Y salimos a matar gente”.Una zuliana, con nombre de pájaro cantarín y despierta inteligencia, que estudió trabajo social en esta universidad aunque se graduó en la UCV, forma parte de ese Centro y participa en la obra citada. Su tesis doctoral sobre un tema zuliano y de familia está a punto de salir de imprenta.El Centro de Investigaciones Populares es hasta ahora el logro culminante no sólo de mi labor investigadora sino también, y quizás sobre todo, de mi trabajo como educador, iniciado hace ya cincuenta y nueve años como maestro de tercer grado y nunca abandonado. En distintos tiempos y lugares pero ininterrumpidamente, en efecto, me ha tocado enseñar desde primaria y bachillerato hasta todos los niveles universitarios y desde hace veinte años en el selecto grupo del CIP cuyos participantes en algún momento fueron mis alumnos y hoy son profesores en distintas universidades, en el que entre todos hemos formado una familia que debate, profundiza y produce sin limitaciones ni inhibiciones pero con disciplina exigente, sistematicidad y profundidad los más variados temas intelectuales, asesora las tesis de maestría y doctorado de los miembros e investiga colectivamente como lo prueban distintas publicaciones .No creo pecar de inmodestia, porque no es obra mía personal sino colectiva, si afirmo que hemos abierto vías completamente nuevas al conocimiento del pueblo venezolano replanteando y redefiniendo las bases epistemológicas desde las cuales abordarlo sin prejuicios y los procedimientos metodológicos y transmetodológicos, (nosotros hablamos de metódica y no de método), apropiados.La inadecuación, que se nos ha mostrado evidente, del abordaje exterior y centrado en la observación, típico de los clásicos métodos de las ciencias sociales, me exigió desde un principio, cuando investigaba y reflexionaba por mi cuenta, y a todo el grupo luego cuando nos constituimos en equipo y familia de trabajo, la convivencia plena de práctica y sentido con ese pueblo para poder elaborar desde él y desde su interior un conocimiento comprensivo que no lo ficcionara.La crítica epistemológica actual al concepto de ciencia tradicional y a sus métodos me abrió la posibilidad de emprender procesos de investigación que pudieran desembocar en un conocimiento no ya descriptivo sino profundamente comprensivo del mundo-de-vida popular venezolano en el que estaba inserto y acceder así a su sentido más allá de los datos que se muestran a la evidencia.

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El sentido no está a la vista sino que está en los significados. Estos tampoco están a la vista. Lo que está a la vista son los datos. Los significados son las condiciones de posibilidad de los datos, aquello sin lo cual el dato simplemente no sería o no sería el que es. Sólo transcendiéndolo, no negándolo, pero sí desconstruyéndolo, podemos acceder a lo que da razón de su existencia, al sentido. Las prácticas de vida que viven en las historias-de-vida y que en ellas no son simplemente prácticas ejecutadas o en ejecución sino prácticas narradas y por tanto puestas en un lenguaje, en el marco de unos significados y de un sentido, trabajadas mediante un proceso hermenéutico de deconstrucción y reconstrucción, nos permiten penetrar en las raíces dinámicas del mundo-de-vida al que pertenecen y que llevan en su estructura.Vattimo ha encontrado una expresiva metáfora para señalar cómo es posible decir verdad o enunciar proposiciones válidas sobre una realidad: la metáfora del habitar. Un conocedor habla siempre desde el universo lingüístico, humano y cultural que habita y en ese marco y no en otro tienen validez sus enunciados. Lo que no dice Vattimo es que no sólo habitamos un universo cultural sino que al mismo tiempo somos habitados por él. Si un investigador que pretenda decir verdad sobre la realidad popular venezolana habita el universo académico dirá la verdad del mundo académico pero no la verdad del mundo popular a menos que ambos sean idénticos, una identidad que no es lícito negar ni afirmar de partida.Se trataba, pues, para quien estas palabras pronuncia, habitante del mundo académico, de ponerlo entre paréntesis mediante un proceso de epojé, y habitar el mundo popular y ser por él habitado, eso que he llamado implicación e implicancia.Ahora bien, cuando se está implicado en el mundo-de-vida popular venezolano, hay que abandonar la metáfora del habitar, porque se queda en imagen, y trascenderla cayendo en lo concreto y sensible que es el convivir. Fue ahí, en la convivencia cotidiana, en el dentro del discurrir diario de la vida, en eso que he llamado vivimiento, donde se abre la posibilidad de enunciar proposiciones válidas sobre ese mundo desde sus propias claves, desde su propio ámbito cultural, lingüístico y antropológico. A este tipo de investigación la he llamado investigación convivida, totalidad integrada de postura epistemológica, horizonte hermenéutico y procesos de producción cognoscitiva.Todo esto pediría una ampliación, profundización y justificación para lo cual no es este el momento indicado porque exigiría tiempo que excedería

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los límites de este acto. En “El Aro y la Trama”, una obra que ha tenido una acogida para mí sorprendente, he desarrollado ampliamente las razones y los fundamentos de todo este trabajo.Hasta aquí he llegado junto con los compañeros del CIP y en esto estamos por el momento. La investigación no se estanca ni se cristaliza, sigue abierta a las posibilidades del futuro.Decir gracias por este doctorado honoris causa tan generosa y calurosamente concedido me parece excesivamente poco, pero ni en el español castellano ni en el castellano marabino encuentro palabras con las que expresar mis sentimiento de gratitud y al mismo tiempo mi conciencia de poco merecimiento. Todo lo que puedo decir es que me brota con sinceridad y emoción de las profundidades del ánimo a la Universidad del Zulia como comunidad integral, a la Escuela de Trabajo Social, a sus autoridades, a los colegas profesores, a los estudiantes con muchos de los cuales he compartido horas de trabajo, a las secretarias cuyo trato ha sido siempre tan amable y a los demás empleados y trabajadores. He sentido su calor de viva humanidad y no sé cómo devolvérselo.No he querido nombrar a nadie en particular porque la lista sería muy larga y no quiero fiarme de mi ya avejentada memoria no vaya a ser que olvide a alguno. Cada uno sabe que ocupa su puesto en mi cariño. Gracias.