Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

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dtÜàntico

REVISTA DË CULTURA CONTEMPORÁNEA

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Las opiniones expresadas en los artículos publicados en Atlántico no representan necesariamente las del Gobierno de los Estados Unidos de América. Se ofrecen como ejemplos representativos de las opiniones y puntos de vista acerca de asuntos diversos de la vida contemporánea norteamericana.

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A T L Á N T I C O Revista cultural

Número 21 Año 1963

CONTENIDO DE ESTE NUMERO

Págs.

E N T R E LA PROSA Y KL VERSO, por Robert Frost

( t 19G3) 5

D E S P U É S DE J O H N D E W E Y , .por Jerome S. Bruner. 17

LO QUE PIENSAN LOS ECONOMISTAS NORTEAMERICA­NOS, por Rober t Lekachmann 40

EL PAPEL DE LA CIENCIA EN LA SOCIEDAD MODERNA, por Gierrn ./. Seaborg 60

E L H O S P I T A L EN NORTEAMÉRICA, por el Dr. D. Al­

fonso de la Peña 85

L A NUEVA CRÍTICA, por David Daiches 97

LA SEGUNDA REVOLUCIÓN DE ESTADOS U N I D O S , por

Gera ld Sykes 123

NOTAS CULTURALES 144

L I B R O S 154

COLABORADORES 161

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Entre la prosa y el verso Por Robert 7rosi (+ i963)

LA participación de Robert Front, recitando poe­

sías suyas y haciendo comentarios sobre la

poesía en general, constituyó la parte más inte­

resante de la Bread Loaf Writers' Conference desde el

comienzo de ésta en el Middlebury College. Entre las

personas que fueron invitadas el verano pasado figu­

raba Mrs. FAsie Masterson, la autora de Off My Toes,

que tomó notas taqui gráficas. Después de unas pala­

bras de introducción dé John Ciardi, el director de la

conferencia, esto es lo que dijo Mr. Frost.

* » »

No tenéis que saber ortografía para escribir poesía.

En mi opinión, ni siquiera es menester una sintaxis

perfecta. No necesitáis en absoluto saber cómo emplear

la puntuación. Poe no empleaba en sus poesías más

que guiones, porque dejaba la puntuación a sus im-

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presores. Y éstos conservaron demasiados de sus guiones.

No necesitáis saber cómo puntuar. Estoy orgulloso

de poder escribir un telegrama sin poner la palabra

"stop". Si no puedo hacerlo, no sé cómo escribir nada.

Hasta eso llego.

Y después tenéis que empezar por algo. Tenéis que

saber cómo se escribe en verso libre y en verso corrien­

te. Tenéis que conocer la frontera que separa la prosa

del verso y ser capaces de sentirla. Y después tenéis

que saber algo sobre la manera en que se ha escrito

el verso. No tenéis que conocer todas sus formas. Os

basta conocer el verso yámbico estricto y el yámbico

con licencia. Eso es todo lo, que yo sé. Mirad mis

poesías.

Tenéis también que saber lo que es una idea, en un

chiste como en una poesía. Tenéis que saber hacer

hincapié, perfilar una idea. Tenéis que acostumbra­

ros a conocer la diferencia entre una idea adecuada

para presentarse en prosa, en la conversación, en la

charla corriente, y otra que es más poética. Creo que

podéis llegar tan profundamente como llega la filo­

sofía. Buscamos filosofía en los periódicos. Es una

de las cosas que a mí me interesan ver quién es el

que escribe los editoriales animosos. Recuerdo una

persona. La que escribe los editoriales de la primera

página de la Constitution, de Atlanta; un hombre

valiente. Sabe la diferencia entre los sudistas que cori-

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sideran la Guerra Civil de una manera equivocada y entre los que la consideran de una manera justa. Y

pone en ello una gran emoción. De todos modos, la

poesía no es prosa. Tiene que ser un pensamiento

apasionado.

La manera de conocer esto es leer el comienzo de

las poesías, ver cómo empiezan, cómo se ponen en

marcha. Cómo os hacen poneros en marcha en un

determinado sentimiento, un tono, un aire. Eso es

todo de lo que se trata. Parece sencillo. Todo lo que

hay que hacer es hacerlo.

He intentado a menudo decir lo que es una idea.

Es una empresa de asociación. Esa es una de las de­

finiciones que yo le doy. Alcanza su cúspide en una

buena metáfora. Muchas metáforas carecen de emo­

ción. Todo filósofo tiene en él una gran metáfora.

Eso es todo lo que tiene. Uno dice que el mundo es

como lo que en el hombre se llama "razón". Eso es

todo lo que hay en Platón. Schopenhauer dice que el

universo es como lo que en el hombre se llama "vo­

luntad". El pensamiento clave de Darwin es "la selec­

ción natural" ; el universo es una cosa selectiva. Es­

cribe entonces libros y más libros para elaborar esa

¡dea. Nada más que ésa. Podéis multiplicar los ejemplos.

Lo último es que es como lo que en el hombre se

llama "número". Todo puede reducirse a número. Con-

tadlo. Tenéis que obtener un número y ver por cuántas

veces se multiplica, y eso es el universo. Otra de las

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figuras de dicción de Platón es que todo lo que tene­

mos aquí es una copia imperfecta de algo que existe

en algún otro sitio. Si os sentáis en una silla, ésta es

una copia imperfecta de algo que hay en algún otro

sitio. Las figuras son osadas. El atrevimiento forma

parte de ellas. Ninguna figura ha captado nunca por

completo el significado de una cosa.

Podéis ver hoy gente que intenta hacer un mundo.

Tratan de decidir de qué lo harán. Amor. Esto es terri­

ble, porque el odio es casi igual. No hay unidad. Acos­

tumbrábamos a decir que el dinero es la raíz de todo

mal. Vi un libro titulado El amor es la raíz, (alando

lo miré me surgió el pensamiento de que el amor es la

raíz de todo mal —un proceso natural del pensa­

miento—.

Lo extraño es lo tonales que han de ser las poesías.

La prosa no necesita ser tan tonal, pero la poesía tiene

dos cosas: metro y ritmo. El metro es algo predis­

puesto, como una pista de tenis o un tablero de ajedrez,

y dentro de él os expresáis con ritmo. Ninguno de ellos

es la poesía. Es el juego de uno sobre el otro lo que

hace surgir un sonido, un tono, que es la poesía.

Ahora, quiero que me habléis. No necesitáis ajus­

faros demasiado a la gramática si venís de regiones

del país en donde se habla de manera algo distinta.

No quiero que vayamos en esto demasiado lejos. Al

final, cualquier pensamiento acertado que expreséis es

un punto en el que se puede seguir profundizando.

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Podéis o no podéis. Algunos tienen ese don, otros no.

Algunos pueden escribir prosa y llegar muy lejos con

ella, pero tiene que ser de una manera tan profunda

como podáis conseguir con vuestro pensamiento y to­

mando con vosotros vuestras emociones. Lo divertido

de lo que digo sobre todo esto es que no importa abso­

lutamente nada. Probablemente vosotros ya sabéis todo

esto.

Puedo decir cuando cojo un librito de poesía o miro

un manuscrito: lo primero, ¿afecta a mi oído de un

modo que le es propio? ¿Está logrado en lo que se

refiere a la relación entre el ritmo y el metro? No ne­

cesito esforzarme mucho para ello; una o dos poesías

y puedo decir si la persona sabe de lo que se trata. ¡Si

estoy equivocado, probad la poesía con otro lector!

Me interesa siempre ver si parecen logradas las rimas.

No me gusta que parezcan como si hubieran costado

un gran esfuerzo a su autor.

PRKGUNTA.—¿Era como filósofo o como poeta como

más le atraía Emerson?

MR. FROST.—Emerson es la misma persona en su

poesía que en su prosa. Posee un toque exacto de me­

lancolía. "El mal bendecirá y el hielo quemará." Emer­

son es un verdadero poeta en prosa o en verso. Oí que

un profesor tuvo un problema cuando hablaba sobre

Emerson en un college. Me dijo que los muchachos

fueron y le dijeron: "Usted no puede engañarnos con

esas ideas viejas." Los dejó marchar como si tal cosa

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después de eso. ¡Debía haberlos matado a todos!

Emerson es inteligente e ingenioso. Toda clase de pen­

samientos. Arroja su peso en toda suerte de pensa­

mientos.

PREGUNTA.—Me interesó lo que dijo usted de em­

plear juntos el ritmo y el metro. ¿Qué piensa usted

del verso libre que posee ritmo, pero no metro? ¿Cuál

es su opinión?

MR. FROST.—Es algo muy difícil. La prosa puede tener ritmo y metro. Pero no tiene estas dos cosas, actuando una sobre otra, actuando el ritmo sobre el metro.

Aclaremos esto. Lo primero de todo, el conjunto que

os mueve, que os hace vibrar, es la asociación de dos

cosas que no esperáis ver asociadas. Las palabras so­

lían ser "sorpresa" e "inevitabilidad". Podéis poner

eso en prosa. Existe mucha prosa excelente. Cuando

la prosa es como debe ser, tiene ritmo. La otra clase

de prosa es declarar, declarar, declarar, hasta que no

sabéis qué hacer con la voz cuando la leéis.

No pido poesía. Puedo leer a todo el mundo en voz

alta a Charles Lamb. Con otra prosa, me canso antes

de leer mucho. La leéis para vosotros mismos. Esa es

la diferencia entre una conferencia leída de las cuar­

tillas y una charla extemporánea. La más pequeña

lírica tiene en ella ese tono dramático. La poesía da

a la voz tantas posibilidades de modulación: podéis

hacer filigranas con la voz.

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Esto es muy importante, como sabéis, en todo lo

que se escribe. Todo el dichoso material, tomando

cosas de acá y de allá que he leído en las publicacio­

nes de estudiantes, parecía carecer de espíritu. Dije

una vez en mi clase: "No voy a leerlo más." No soy

un lector indiferente de un escrito indiferente. Vengo

aquí con cierta ansiedad por deciros algo, digo a mi

clase. Quiero que algunos de mis alumnos me digan

algo. Les digo: "¿No tenéis nada que decirme? ¿No

habéis visto en algo últimamente? ¿Visto a través de

algo?

PREGUNTA.—¿Cómo penetra usted en una poesía que

no comprende?

MR. FROST.—¿Cómo hace usted penetrar una idea

en un zopenco?

Uno de nuestros orgullos en la vida es que sabemos

de lo que se trata en cada página. Si no soy lo bas­

tante listo, me lo pierdo. No excuso a nadie. No digo:

no estoy a la altura de ello. ¡Hay que echar la culpa

a alguien, y no es a mí!

Tomad cierta clase de cosas que sí os resultan vi­

sibles. Me disgusta lo repugnante en un poema. Es lo

mismo que pisar una porquería en la calle, si compren­

déis lo que quiero decir. No me gustan las molestias.

La emoción de sufrir molestias no es emoción... Al­

gunos de mis amigos dicen que tengo que reconocer

la superpoblación. Pudiera ocurrir que muriésemos

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por ser demasiados, por estar demasiado apretados.

Eso me molestaría.

PREGUNTA.—¿Qué lee ahora para distraerse?

MK. FROST.—Montones y montones de cosas.

Un joven poeta fue a verme una vez y me preguntó

por qué no lo mencionaba nunca en mis conferencias.

Le dije: " ¡Mi querido joven, nunca menciono a nadie,

excepto a Shakespeare ! " Cuando me dedicaba a la en­

señanza, nunca califiqué un ejercicio con "muy bien";

no podía decir bien o mal a mis alumnos. Ellos sabían

que me interesaban los trabajos que escribían. Lo que

hace surgir en mí un pensamiento, eso es el gran acier­

to. No voy a levantarme aquí y decirles quién puede

y quién no puede escribir. Podéis decir algo si obser­

váis mi vida, con quién me asocio, a quién cito algu­

nas veces, quién está en mis pensamientos. Podéis decir

que pueden todos desaparecer por el sumidero, excepto

Shakespeare.

Hablaba el otro día con el rector sobre las califica­

ciones. Es difícil apreciar la diferencia entre A, B,

C y D. Puedo poner una triple A, pero no puedo decir

la diferencia entre A, B, C y I). No poseo esa clase

de discernimiento.

Me hace reir el oir : "Estaba muy bien tu ejercicio,

teniendo en cuenta que estás en el primer año ; estaba

muy bien tu ejercicio, teniendo en cuenta que estás

en el segundo año; teniendo en cuenta que llevas sola­

mente dos años en una escuela graduada." Esto no

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quiere decir absolutamente nada. Sumamente engañoso.

Hay lo que está bien y lo que no está bien. En sus

comienzos, Keats escribía como lo hizo siempre. Y lo

mismo Shelley. De pronto, empezó a escribir. Podíais

haberle calificado con una A bastante bien. Yo solía

aprobar a los alumnos de mi clase, después de haberles

fastidiado durante un año ; debía aprobarlos por com­

pasión, de modo que no tuvieran que repetir el curso.

Solía exigirles demasiado. Debía dejarlos pasar. He

sido muy, muy, muy terrible.

Recuerdo lo que dije en una clase a un grupito que

tuve una vez. Dije: "No quiero ver nada que hayáis

escrito hasta que haya pasado algún tiempo. Poneos a

ello. Poneos a escribir de modo que podáis tener algo

entre lo cual seleccionar más adelante." Uno de los

estudiantes dijo: "Si conservara lo que escribo, no se

lo enseñaría nunca; lo tiraría." "Eso me evitará el

tirarlo yo", le contesté.

Había un estudiante... no sé dónde estará ahora, pero

se hizo profesor. Comencé a hablarle sobre emplear

su propio juicio. Lo más terrible es nuestro propio

juicio. Empezó a padecer. Nunca vi lo que escribió.

Me hizo pensar que estaba sufriendo una verdadera

agonía. No escribió nunca nada.

Un día le dije: "Bill, no has escrito nada, ¿verdad?"

"No, señor", contestó. "Ahora, escucha —le dije—•.

Hemos llevado este asunto por lo alto demasiado tiem­

po. ¿Quieres graduarte?" "Sí, señor", contestó. "Va-

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mos a llevarlo ahora por lo bajo —le dije—. No voy

a leer lo que escribas. Pero me vas a entregar cuarti­

llas escritas por tantas libras para que las pese."

Una tarde se acercó a mí en la biblioteca, donde yo

estaba con un estudiante, y sacó otra libra de cuartillas

escritas. Mi amigo le hizo señas para que se marchara.

Salíamos más tarde del edificio (las luces estaban apa­

gadas), cuando vimos luz detrás de una puerta. Abrí

la puerta. Había una mesa larga, un gran proyector de

bronce, y dormido en la habitación estaba este estu­

diante, esperándome.

Le había hecho pasar por una verdadera agonía, así

es que merecía graduarse.

PREGUNTA.-—¿Tiene el poeta norteamericano un reto

u oportunidad especial?

MR. FROST.—No hay reto, excepto el reto de la vida

de sacar algo que sea algo. ¿Qué es la idea? Si fuerais

a recordar únicamente una de las cosas que he dicho,

recordad que una idea es una empresa de asociación,

y su punto más alto es una buena metáfora. Si no

habéis hecho nunca una buena metáfora, entonces no

podéis saber de lo que se trata. Algunas veces se salva

un argumento empleando una figura que el contrario

no tiene tiempo de atacar o de contestar.

Lo primero que escribí fue una balada. La escribí

sin detenerme. Tenía un tono heroico. Era todo héroes.

Es heroica. Valiente. Esa es la mayor emoción de

todas, ser valiente. Valiente.

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PRECUNTA.—Hace algunos años escribió usted sobre

un partido de la world series (beisbol) para la revista

Sports Illustrated. ¿Puede decirnos por qué lo hizo y

algo más sobre este trabajo?

MR. FROST.—El último libro que he comprado es

una enciclopedia de la world series. ¿Sabéis lo que es­

tuve buscando? Cuando estuve ausente, fuera del país,

la world series fue ganada por los Boston Braves en

1914. Uno de los lanzadores era un muchacho a quien

yo conocía, el Zurdo Tyler. Los Braves habían empe­

zado ocupando en la competición el último lugar, pero

hacían un muy rápido ascenso después. Se le mencio­

naba solamente una vez en la enciclopedia, pero hubo

aquel día tres lanzadores, uno de los contrarios y dos

de los Braves. Uno de ellos se llamaba James; el otro

era el Zurdo Tyler. Si fue él el que triunfó o fue James

es algo que no sé. Mi héroe.

Siempre me interesan los deportes. Cuando cojo

un periódico, miro primero la primera página para

ver cómo se están portando en Brasil. Conozco Brasil,

he estado allí. Miro entonces la página del editorial, si

puede leerse. Después miro la página de los deportes.

Y, por último, el zig-zag de la Bolsa, para ver cómo

va el mundo. Estas son mis cuatro cosas, mis cuatro

intereses. Y no leo las historietas ilustradas. No mucho,

a menos que alguien me recomiende una muy buena.

PRKGIJNTA.—¿Cuál de sus poesías prefiere?

MR. FROST.—Preguntad a una madre cuál de sus

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hijos prefiere. No os lo dirá. No tengo poesías favo­

ritas, y si las tuviere, no os lo diría. Quiero ser justo

para con mis poesías.

PREGUNTA.—¿Podemos pedirle nuestra poesía favo­

rita, The Gijt Outright. (El clon total)?

EL DON TOTAL

La tierra era nuestra antes de que fuéramos de la Era nuestra más de cien años antes [tierra. De que nosotros fuéramos su pueblo. Era nuestra En Massachusetts y en Virginia, Pero éramos de Inglaterra, éramos colonos. Poseyendo lo que todavía no nos poseía, Poseídos por lo que ya no nos posee. Algo que reteníamos nos hacía débiles Hasta que descubrimos que éramos nosotros Lo que rehusábamos a nuestra tierra viva, E inmediatamente encontramos en la entrega la sal­

ivación. Y, tales corno éramos, nos hemos entregado ( Ese don valía por muchos hechos de guerra) Al país que al oeste, ya se volvía real, Pero todavía sin pasado, sin arle, al natural. Tal como él era, tal como sería.

Es tan poético como puedo hacerlo.

Ha pasado el tiempo. lia sido suficiente para nos­

otros, para ustedes y para mí. Así es que adiós.

© 1961 by Robert Frost. La poesía incluida en este artículo está tomada

de Complete Poems of Robert Frost. Traducción autorizada por The Atlantic, los alba-

ceas de Robert Frost y Holt, Rinchart and Winston Inc

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Después de John Dewey Por Jerome S. Brutter

E N 1897, a la edad de treinta y ocho años, John

Dewey, filósofo y pedagogo norteamericano

(1859-1952), publicaba un libro escandaloso y

profético titulado My Pedagogic Creed (Mi credo pe­

dagógico). Muchos de sus escritos posteriores sobre

educación aparecen en germen en este libro.

La obra contiene cinco artículos de fe. El primero

define el proceso educativo: "Toda educación se lleva

a cabo mediante la participación del individuo en la

conciencia social de la raza. Este proceso comienza

inconscientemente casi al nacer y está continuamente

dando forma a las facultades del individuo, impreg­

nando su conciencia, formando sus hábitos, discipli­

nando sus ideas y despertando sus sentimientos y

emociones."

El segundo artículo de fe encarna el concepto que

Devvey tenía tie la escuela: "Por ser la educación un

proceso social, la escuela no es más que esa forma

de vida comunitaria en la cual se concentran todas

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esas influencias de máxima eficacia para hacer que

el niño comparta los recursos heredados de la raza

y utilice sus propias facultades para fines sociales.

Por consiguiente, la educación es un proceso vital y

no una preparación para vivir."

En su tercera declaración de fe, Dewey habla del

objeto de la educación: "La vida social del niño es

la base de concentración o correlación en todo su

adiestramiento o desarrollo. La vida social da unidad

inconsciente y fundamento a todos sus esfuerzos y a

todas sus consecuciones... El verdadero... eje no es

la ciencia, ni la literatura, ni la historia, ni la geogra­

fía, sino las actividades sociales del niño."

El cuarto axioma de Dewey se refiere al método

pedagógico : "La norma a que ha de atenerse la ex­

posición y tratamiento de los temas es la norma im­

plícita en la naturaleza del niño." Para Dewey, la

norma era la acción: "El aspecto activo precede al

pasivo en el desarrollo de la naturaleza del niño. Creo

que la conciencia es esencialmente motriz o impul­

sora ; que los estados conscientes tienden a proyec­

tarse en la acción." Y, finalmente, la quinta tesis de

Dewey: "La educación es el método fundamental para

la reforma y el progreso sociales."

Hoy, la lectura de este documento despierta en

nosotros sentimientos contradictorios. Su optimismo

es clásicamente norteamericano, en cuanto que recha­

za una visión trágica de la vida. Define la verdad

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con espíritu pragmático : la verdad es el fruto de

indagar las consecuencias de la acción. Expresa una

profunda fe no sólo en la capacidad individual para

desarrollarse, sino también en la capacidad de la so­

ciedad para configurar al hombre como fiel imagen

de la misma sociedad. Las líneas finales de este credo

son las siguientes: "Cada maestro debe darse cuenta

de la dignidad de su misión; de que es un servidor

de la sociedad dedicado especialmente a mantener el

debido orden social y a conseguir el deseable desen­

volvimiento de la sociedad. De esta manera, el maes­

tro es siempre profeta del Dios verdadero y guía que

conduce al verdadero reino de los cielos."

Sin embargo, este mismo carácter saludable de la

doctrina, el optimismo, el pragmatismo, la aceptación

de la continuidad armoniosa del hombre con la so­

ciedad, le deja a uno conturbado. Pues en los dos

tercios de siglo transcurridos desde 1897 hasta hoy,

se ha producido no sólo un profundo cambio en nues­

tro concepto de la naturaleza, sino también en la

sociedad y en el mundo de las instituciones sociales.

Y quizá lo más importante es que hemos vivido una

revolución de nuestra manera de entender la natura­

leza del hombre, su inteligencia, sus capacidades, sus

pasiones y las formas de su desarrollo.

En el pensamiento de Dewey se reflejan estos cam­

bios, aunque estuvo limitado por las premisas de su

postura filosófica. Ahora bien, desde que Dewey for-

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mulo sus primeras premisas hasta Iioy ha habido toda

una serie de doctrinas revolucionarias y cataclismos

que cambian el carácter mismo de la investigación.

Dos guerras mundiales, el sombrío episodio de Hitler

y el genocidio, la revolución rusa, la revolución rela­

tivista en física y en psicología, la era de la energía

con su nueva técnica, el imperio sardónico de la filo­

sofía escèptica, todo esto ha obligado a evaluar de

nuevo las premisas fundamentales que sirven de base

para elaborar una filosofía de la educación.

Dejémonos guiar, en el momento de volver a exa­

minar esas premisas, por lo que sabemos hoy del

mundo y de la índole de la naturaleza humana. Pero

en una empresa así hay cosas susceptibles de ciertas

falsas interpretaciones, y conviene que todo quede

claro desde un principio. Se escribe con referencia a

las circunstancias del momento personal. Devvey es­

cribía pensando en la esterilidad y la rigidez de la

enseñanza escolar de los años noventa, en su incapa­

cidad de apreciar, particularmente, la naturaleza del

niño. La insistencia de Devvey en la importancia de.

la experiencia directa y de la acción social era una

crítica implícita del vacío formalismo de la educación

que hacía muy poco por relacionar la enseñanza con

el mundo de experiencias del niño. Dewey prestó un

gran servicio al abogar por el remedio de todo esto.

Pero la virtud desmesurada es vicio. Nosotros, actual-

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mente, estamos considerando de nuevo la cubicación teniendo en cuenta este exceso.

Una interpretación errónea convirtió a menudo las

ideas de Dewey en una práctica sentimental, que él

deploraba: "Después de la inercia y la falta de in­

terés, de) formalismo y la rutina" —escribió en su

credo— "nuestra educación no está amenazada por

mayor peligro que el sentimentalismo." El culto sen­

timental al "proyecto de clase", a los cursos de "adap­

tación a la vida", el temor de exponer al niño al sobre-

cogedor panorama del hombre y de la naturaleza por

miedo a violar el cómodo dominio de su experien­

cia directa, el empalagoso concepto de "aptitud", son

concepto:; acerca de los niños con frecuencia divor­

ciados del experimento en el proceso educativo, justi­

ficándolos con el nombre de Dewey. Su visión era

noble e incluso benévola para su tiempo. Pero ¿y en

el nuestro? ¿Cómo podemos expresar nuestras con­

vicciones?

La educación trata de desarrollar la fuerza y la

sensibilidad del pensamiento. La tarea de la educa­

ción es doble. De una parte, el proceso educativo

transmite al individuo parte de los conocimientos,

maneras y valores acumulados que constituyen la cul­

tura de un pueblo. Y al hacerlo, configura los impul­

sos, la conciencia y la forma de vida individual. Pero

la educación ha de tratar también de desarrollar los

procesos de la inteligencia, de suerte que el individuo

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sea Capaz de ir más allá de las formas culturales de

su mundo social, capaz de innovar, por muy modesta

que sea su aportación, creando así una cultura inte­

rior propia. Pues sean los que scan el arte, la ciencia,

la literatura, la historia y la geografía de una cultura,

cada hombre ha de ser su propio artista, científico,

historiador y piloto. Nadie domina el conjunto de la

cultura; en realidad, esto constituye una característica

definidora de esa forma de memoria social que lla­

mamos cultura. Cada hombre vive un fragmento de

la misma. Para alcanzar la rotundidad de lo com­

pleto, el hombre ha de crear su propia versión del

mundo, utilizando esa parte de su patrimonio cultural

que ha llegado a ser suya por medio de la educación.

En nuestro tiempo, las exigencias de la tecnología

presionan con fuerza sobre la libertad individual para

crear conceptos del mundo que satisfagan profunda­

mente. Nuestra era ha asistido también al nacimien­

to de ideologías que subordinan lo individual a los

fines definidos de una sociedad, forma de subordina­

ción carente de compasión para con la idiosincrasia y

que sólo respeta la contribución instrumental del in­

dividuo al progreso de la sociedad. Al mismo tiempo,

y a despecho de las ideologías, la comprensión por el

hombre de sí mismo y de su mundo, tanto del mundo

social como del natural, ha profundizado tanto que

justifica el que nuestra edad sea llamada de oro in-

telectualmente. El desafío que nos lanza el tiempo por

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venir consiste en cómo emplear nuestra más profun­

da comprensión no sólo para enriquecer la sociedad,

sino también al individuo.

Es cierto, como Dewey dijo hace muchos años, que toda educación procede a través de la participación de lo individual en la conciencia social de la raza, pero ésta es una verdad de doble filo. Pues toda edu­cación, tanto la buena como la mala, es de esa clase. Nosotros sabemos ahora hasta qué grado, para no citar más que un ejemplo, el lenguaje mismo que se habla, condiciona y configura el estilo y la estructura del pensamiento y de la experiencia. En realidad, hay razones para creer que los procesos del pensamiento mismos son interiorizaciones del intercambio social, un coloquio interior modelado por los primeros diá­logos exteriores. Pero la educación, al dar forma y expresión a nuestra experiencia, puede ser también el principal instrumento para fijar límites a la inicia­tiva de la mente. La garantía frente a los límites es el sentido de las alternativas. La educación ha de ser, pues, no sólo transmisión de cultura, sino también provisión de distintas concepciones del mundo y un impulso de la voluntad de explorar ese mismo mundo.

Después de media centuria de deslumbrantes pro­

gresos en las ciencias psicológicas, sabemos que la

salud mental es tan sólo una condición mínima para

el desarrollo de la mente. La tragedia de la enferme­

dad mental es que preocupa tanto a la persona con

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la necesidad de alejar de sí las realidades que no pue­de afrontar, que la deja sin energía ni gusto por aprender. Pero la salud mental es sólo una condición mínima. Las potencias mentales se desarrollan con el ejercicio. La simple adaptación es un ideal dema­siado modesto, si es que puede considerarse como ideal. La capacidad en el uso de las dotes personales para el desarrollo de la excelencia individual social-mente definida es muclio más a este propósito. Tras medio siglo de Freud, sabemos que la liberación del instinto y de las inclinaciones no es un fin en sí mis­ma, pero sí un jalón para lograr esa capacidad. Lo que es mucho más profético para nosotros con res­pecto a Freud al mediar nuestro siglo, no es su lucha contra las cadenas del rígido moralismo, sino su fór­mula: "Donde hubo id, sea el ego."

La educación debe comenzar, como Devvey afirma en el primero de sus artículos de fe, "con una com­prensión psicológica de las capacidades del niño, de sus empeños y hábitos", pero el punto de partida no es el camino a recorrer. Tan gran error es sacrificar al adulto en beneficio del niño como sacrificar al niño por el adulto. Es puro sentimentalismo suponer que la enseñanza de la vida puede siempre ajustarse a los intereses del niño, igual que es vacío formalis­mo obligar al niño a repetir como un loro las fórmu­las de la sociedad de los adultos. La curiosidad pue­de ser creada y estimulada. En esta esfera no esta-

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mos lejos de la verdad si decimos que la oferta crea

la demanda, que la disponibilidad de algo suscita el

deseo. Hemos de buscar que el niño disponga de me­

dios más profundos, más atractivos y más delicados

de conocer el mundo y de conocerse a sí mismo.

La escuela es una introducción a la vida mental.

Es, indudablemente, la vida y no simple preparación

para vivir. Pero es una forma especial de vida, cui­

dadosamente inventada para aprovechar de la mejor

manera posible esos años dúctiles que caracterizan el

desarrollo del "homo sapiens" y que distinguen nues­

tra especie de las otras. La escuela no debe proveer

tan sólo una simple continuidad con una comunidad

más amplia o con la experiencia cotidiana. Es una

comunidad especial en donde se experimenta el des­

cubrimiento por medio de la utilización de la inteli­

gencia, en donde se penetra en nuevos e inimaginables

reinos de experiencias, experiencias discontinuas con

las anteriores, como cuando se comprende por vez

primera qué es un poema o la belleza y la fuerza y

la simplicidad inherentes a la idea de los teoremas de

la conservación de la energía, que nada se pierde, sólo

se transforma, y que la medida es universalmente

aplicable. Si existe una continuidad que haya que se­

ñalar especialmente, es la conversión del sentido autis­

ta de la omnipotencia del pensamiento del niño en

una confianza objetiva en el uso del mismo, que es

lo que caracteriza al hombre eficaz.

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Page 28: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Al insistir en la continuidad entre la escuela y la

comunidad, de un lado, y entre la escuela y la familia

de otro, Dewey no advirtió la especial misión de la

educación como luz de nuevas perspectivas. Si la

escuela es mera zona de transición entre la intimidad

de la familia y la vida comunitaria, podría ser una

forma de vida fácil de organizar. Es interesante exa­

minar los sistemas pedagógicos de las sociedades pri­

mitivas. En casi todas ellas llega un momento, nor­

malmente en la pubertad, en el cual sobreviene un

cambio brusco en la vida del muchacho, señalado por

un "rito de mudanza", que tiene como efecto el esta­

blecimiento de un claro límite entre la niñez y la

adolescencia.

Sería puro romanticismo insensato el basar nues­

tros métodos en los de las sociedades aún analfabetas.

Yo únicamente quisiera que se tuviese en cuenta que

la educación no debe confundir al niño con el adulto

y debe reconocer la transición a la adolescencia como

una entrada a nuevos reinos de experiencia, el descu­

brimiento y exploración de nuevos misterios, el sur­

gir de fuerzas nuevas. Tal es la naturaleza embria­

gadora de la pedagogía y en esto consiste la satis­

facción que produce.

En el shtell de la Europa oriental, en la tradicio­

nal judería, el sabio estudioso era una figura muy

importante, el talmud-k'.iokhem. En su rostro, en su

modo de hablar tan rico en alusiones, en sus actitu-

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des, el hombre sabio era la imagen no de un hombre

competente, sino más bien de un ser humano de be­

lleza peregrina. La sociedad tradicional china tam­

bién tenía como su imagen de belleza humana, un

hombre que armoniza la sabiduría, el sentimiento, y

la misma acción en un sistema bello de vida. El ideal

del caballero sirvió quizá función idéntica en la Eu­

ropa del seiscientos y del setecientos. Y quizá en este

sentido Alfred North Whitehead instaba que la edu­

cación sometiera al educando a la influencia de la

grandeza, si se deseaba que tuviera efectos positivos.

Por mi parte quiero subrayar que la levadura de la

educación es la idea de excelencia, y lo excelente in­

cluye tantas modalidades como individuos hay, cada

uno de los cuales desarrolla su propia interpretación

de lo egregio. La escuela debe aceptar como una de

sus principales funciones el fomento de formas de

excelencia.

No basta con tener un concepto desapasionado de

la excelencia idealizada. Para ser eficaz, una doctrina

de la excelencia necesita poder ser trasladada a la

vida íntima de quienes dan con ella, lo que impresio­

na del talnmd-kliokhem, en el humanista y adminis­

trador chino, en el caballero del siglo xvm, es que

encarnan formas de vida a las que cada uno puede

aspirar y en la cual puede hallar inspiración a su

manera. Creo, pues, que la escuela necesita igual­

mente incluir a hombres y mujeres que, cada uno a

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su manera, busquen y encarnen la excelencia. Lo cual no significa que hayamos de dotar a nuestras escuelas de hombres y mujeres geniales, pero sí que el maestro debe incluir en su punto de vista acerca de la ense­ñanza el anhelo de alcanzar la excelencia. Y, verdade­ramente, ayudados por los medios técnicos que supo­nen la televisión y otros, se puede ofrecer al estudian­te y a su maestro la versión modelo de la excelencia en su más alto sentido. En los años venideros, los grandes intelectuales, científicos o artistas, podrán ex­plicar tan fácil como honradamente a los principiantes como a los ya graduados.

La cuestión del sujeto de la educación sólo puede ser resuelta en relación con el concepto que cada uno tenga de la naturaleza del conocimiento. Conocimien­to es el patrón construido por nosotros para dar signi­ficación y estructura a los métodos de la experiencia. Las ideas organizadoras de cualquier conjunto de co­nocimientos son invenciones para hacer económica la experiencia y, además, conexa. Inventamos conceptos tales como el de la fuerza en física, de la afinidad en química, de los móviles en psicología, del estilo en li­teratura, como medios para comprender. La historia de la cultura es la historia del desarrollo de grandes ideas organizadoras, ideas que inevitablemente se ori­ginan en valores más profundos y en concepciones so­bre el hombre y la naturaleza. El poder de los grandes conceptos organizadores no sólo consiste en permitir-

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nos comprender y, algunas veces, predecir O âcâsô

cambiar el mundo en que vivimos; consiste también

en que las ideas proporcionan instrumentos para la

experiencia. Habiendo crecido en una cultura hoy do­

minada por las ideas de Newton, según una concep­

ción del tiempo fluyendo suavemente, sentimos el tiem­

po como algo que se mueve de manera inexorable en

una dirección única. Sabemos hoy, en verdad, después

de un cuarto de siglo de indagaciones sobre la per­

cepción, que la experiencia no se logra directa y ne­

tamente, sino filtradamentc a través de la percepción

ordenada de nuestros sentidos. Este ordenamiento está

construido con nuestros anhelos, que tienen su origen

en nuestros modelos o ideas sobre lo que existe o lo

que a ello sigue.

De aquí se siguen dos convicciones. La primera es

que la estructura del conocimiento, su coherencia y

sus derivaciones que hacen que a una idea siga otra,

es lo que conviene destacar en la educación Pues

es la estructura, las grandes invenciones conceptuales

que ponen orden en el cúmulo de observaciones inco­

nexas lo que da significado a cuanto podemos saber,

y hace posible el acceso a nuevos campos de expe­

riencia.

La segunda convicción es que la unidad del cono­

cimiento se encuentra en el mismo conocimiento, si

el conocimiento es digno de ser logrado completa­

mente. Intentar la justificación, como üewey hizo, del

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Sujeto de la educación en función de las actividades sociales del niño es comprender mal lo que es el cono­cimiento, y cómo puede ser adquirido. La importancia del concepto de la permutabilidad en matemáticas, no es consecuencia del entendimiento, desde un punto de vista sociológico, de que dos casas con catorce per­sonas cada una, no es 'o mismo que catorce casas con dos personas cada una. Esto es más bien inherente a la capacidad de la idea para engendrar una forma de pensamiento sobre el número, ágil y bella, y al mis­mo tiempo, inmensamente fecunda; una idea es al menos tan pujante como el futuro condicional en gramática formal. Desprovista del concepto de per­mutabilidad, el álgebra sería imposible. Si la teoría establecida, que hoy constituye con frecuencia los pro­legómenos de los nuevos planes de estudios matemá­ticos, hubiera de ser justificada en función de su re­lación con la inmediata experiencia y la vida social no valdría la pena enseñarla. Con todo, esta teoría sienta los fundamentos para la comprensión del nú­mero y del orden, lo que nunca podría lograrse con la aritmética social de tantos por ciento de intereses, tarifas y pacas de heno a tanto la paca. Las matemá­ticas, como cualquier otra materia, deben comenzar por la experiencia, pues el progreso hacia la abstrac­ción requiere precisamente que se elimine lo evidente como consecuencia de la experiencia superficial.

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Hay una consideración de la economía que es pri­mordial.

Uno no puede abarcar ningún asunto por comple­

to, ni siquiera dedicando a ello toda la vida, si en­

tendemos por "abarcar" el conocer todos los hechos,

acontecimientos y detalles. La materia estudiada pre­

sentada de modo que ponga de relieve su estructura

será por fuerza fecunda para permitir la reconstruc­

ción de los detalles o, como mínimo, preparar un lu­

gar en que encajen una vez descubiertos.

¿Qué es, pues, la materia de la educación en este

sentido convencional? La respuesta a la pregunta "¿que

debe ser enseñado?" resulta ser la misma que puede

•darse a "¿qué es lo importante?". Si podemos dar res­

puesta a la pregunta "¿qué es digno de ser conocido?"

no es difícil distinguir entre lo que merece enseñarse

y aprenderse y aquello que no lo es. No cabe dudar

que el conocimento del mundo natural, de la condi­

ción humana, de la dinámica de la sociedad, del pa­

sado utilizable para vivir el presente y aspirar al fu­

turo, todas son cuestiones que sería razonable supo­

ner esenciales para un hombre culto. A todo ello debe

añadirse ésto: conocimiento de los frutos de nuestro

patrimonio artístico que jalonan la historia de nues­

tra admiración y delicia estéticas.

Inmediatamente surge un problema referente al sim­

bolismo en función del cual el conocimiento es com­

prendido y expuesto.

SI

Page 34: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Se puede considerar el lenguaje en su sentido na­

tural y en su sentido matemático. No puedo imaginar

a un hombre culto dentro de un siglo, que no sea

bilingüe en este sentido especial, que no sea conciso

y diestro en el lenguaje natural y en el matemático.

Pues tales son los instrumentos esenciales para abrir

la puerta de experiencias nuevas y de adquirir nuevos

poderes. Y por tanto, deben tener un lugar principal

en todos los planes de estudio.

Finalmente, es tan verdad hoy como cuando lo es­

cribió Dewey que, no podemos prever el mundo en el

cual tendrá que vivir el niño que hoy educamos. Por

ello, lo único que podemos dar al niño es el afilado de

sus dotes mentales y un sentido de poder habérselas

con las dificultades, instrumentos que permanecerán

constantes, pese a las variaciones temporales y circuns­

tanciales.

El plan de estudios que daríamos al niño en la es­

cuela ideal, no es necesario que quede limitado sino

en un sentido: incluya lo que incluya, debe ser segui­

do con la suficiente continuidad para dar al estudiante

esa sensación de potencia mental, que procede de una

creciente profundización de la comprensión. Esto es

lo importante, más que lo que el plan abarque al co­

rrer del tiempo.

El proceso y la finalidad de la educación son una

misma cosa. La finalidad de la educación es disei-

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Page 35: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

plinar la comprensión, y eh esto consiste el proceso

también.

Reconozcamos ante todo que lo opuesto a inteligen­

cia no es ignorancia o "no saber" Comprender algo

es, primero, renunciar a otra manera de concebirlo.

Entre una forma de concebir algo y otra mejor, po­

demos perdernos en la confusión. Una de nuestras

herencias biológicas es que la confusión nos produce

ansiedad, que a su vez provoca medidas defensivas ;

evasión, espanto, inmovilidad, que son antitéticas del

libre y gustoso uso de la inteligencia. El acto que

limita la vida mental, tanto en el niño como en el

adulto, es la limitada capacidad de asimilar los co­

nocimientos. Podemos abarcar simultáneamente seis o

siete detalles no relacionados entre sí. Querer abar­

car más es excesivo y lleva a la confusión y al olvido.

Como George Miller ha dicho, el principio de la eco­

nomía es llenar nuestras siete válvulas de admisión

mentales con oro y no con escorias.

La medida en que lo que ha de ser aprendido es

utilizado por el aprendiz para formai estructuras, de­

terminará si está trabajando con oro o con escorias.

Por esta razón, como por aquellas que ya fueron

dichas, es esencial que antes de que el niño tenga que

habérselas con gran cantidad de información sobre un

asunto, tenga una idea general de cómo y dónde las

ideas encajan. Se da el caso frecuente de que el des­

arrollo de una idea general procede de una primera

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Page 36: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

etapa experimental con encarnaciones de una idea

cercanas al mundo del niño. Por tanto, el ciclo pe­

dagógico comienza con lo particular e inmediato, se

dirige hacia la abstracción y alcanza una meta tempo­

ral, momento en el que la abstracción puede ser utili­

zada para comprender nuevos detalles a mayor pro­

fundidad que la abstracción permite.

Dentro de lo posible, un método de instrucción debe

tener como objetivo conducir al niño a descubrir por

sí mismo. Informar a los niños y preguntarles luego

sobre ello tiene como consecuencia inevitable el pro­

ducir alumnos "empollones", cuyos motivos para

aprender son probablemente extrínsecos a la verdadera

finalidad del estudio, motivos tales como agradar al

maestro, entrar en la Universidad, o conservar artifi­

cialmente la propia estima. Las ventajas de animar al

descubrimiento son de dos clases. En primer lugar,

el niño asimila totalmente lo que aprende y encaja

su descubrimiento en el mundo íntimo de cultura que

creó para sí mismo. Igualmente importante, es que el

descubrir y el sentido de confianza que trae consigo

son premios adecuados por haber aprendido. Y son

premios que, además, fortalecen el mismo proceso que

existe en el corazón de la educación, disciplinar la

indagación.

El niño necesita ser animado a sacar el máximo be­

neficio de aquello que aprende. Lo que no quiere decir

que se le deba exigir que lo emplee útilmente sin de-

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Page 37: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

mora en su vida diaria, aunque es tanto mejor si tie­

ne la feliz oportunidad de ello. Se trata, más bien, de

una manera de hacer justicia a la coherencia del cono­

cimiento. Dos hechos y la relación que los une son

y deben ser una invitación a generalizar, a extrapo­

lar, a intentar una intuición, es decir, a construir una

teoría de ensayo. El salto de meramente aprender a

aprender a utilizar lo aprendido para pensar, es una

etapa esencial para el empleo de la mente. Realmente,

la conjetura plausible, el uso heurístico de la "corazo­

nada", el empleo óptimo de la evidencia necesaria­

mente insuficiente son actividades en las cuales el

niño necesita práctica y guía. Son los grandes antí­

dotos de la pasividad.

Lo más importante de todo es que el proceso peda­

gógico esté libre de toda falta de honradez intelectual

y de todas aquellas formas de fraude que explican

pero no ofrecen comprensión. He expresado, en otra

parte, mi convicción de que todo tema puede ser ense­

ñado a cualquiera, en cualquier edad, de alguna ma­

nera honrada. No es honrado presentar a una clase de

quinto año de estudios sociales, a Cristóbal Colón

como la de un muchacho americano típico hablando

con su hermano "Bartolo", después de la escuela,

acerca de lo que pueda haber allende los mares, in­

cluso si la imagen suscitada engrana con el inmediato

sentido del niño de la experiencia social. Una mentira

es siempre una mentira, aunque suene a verdad co-

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Page 38: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

nocida. Y tampoco es honrado presentar en el sexto

grado de ciencias una imagen, mutilada, pero con­

creta, de la estructura del átomo que es, en sí misma,

tan empalagosa y falsa como la populachera imagen

de Colón del curso anterior. Una imagen o idea caren­

tes de sinceridad sólo pueden desanimar la autoge-

neración del sentido de curiosidad intelectual, de la

que depende la comprensión verdadera de las cosas.

Creo que la educación es el método fundamental de

cambiar la sociedad. Ni siquiera las revoluciones son

mejores que las ideas que encarnan ni que los medios

inventados para su aplicación.

Las cosas cambian en nuestros días con más rapidez

que nunca en la historia humana, y las noticias se

conocen casi instantáneamente. Si creemos verdadera­

mente que la escuela es vida, y no una simple prepa­

ración para la vida, entonces la escuela debe reflejar

los cambios que estamos viviendo.

Lo primero implícito en esta creencia es que han de

encontrarse los medios para hacer llegar a nuestras

escuelas los descubrimientos, cada día más profundos,

que se están haciendo en las fronteras del conoci­

miento. Esto es evidente, tanto en la ciencia como

en las matemáticas, y ya se están haciendo esfuerzos

para conseguir que nuevos y a veces mejores y más

sencillos caminos conducentes a la comprensión, se

apliquen en las aulas de nuestras escuelas primarias y

secundarias. Pero es igualmente importante el remoza-

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Page 39: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

miento en campos distintos a las ciencias, allí donde

las fronteras del conocimiento no son siempre las Uni­

versidades y los laboratorios de investigación, sino la

vida política y social, las artes, el ejercicio de la li­

teratura y los rápidos cambios del mundo de los ne­

gocios y de la comunidad industrial. Allá donde mi­

ramos encontramos cambios, y con los cambios, apren­

demos.

Advierto la necesidad de un nuevo tipo de institu­

ción, de un nuevo concepto de los planes de estudio.

Lo que no liemos tenido y lo que empezamos a juzgar

necesario es lo que pudiera llamarse "instituto para

planes de estudios"; y no uno, sino muchos. Este debe

ser el lugar en donde eruditos, científicos, hombres

de negocios, artistas junto a profesores competentes,

revisen constantemente y remocen nuestros planes de

estudio. Es esta una actividad que trasciende los lí­

mites de muchas de nuestras facultades universita­

rias, ya sean de pedagogía, de artes y ciencias, de me­

dicina o ingeniería. Hemos descuidado la percepción

de las rápidas mudanzas acaecidas en nuestra época

y de sus consecuencias en el procedimiento pedagó­

gico. No hemos compartido con nuestros maestros los

beneficios de los nuevos descubrimientos, de los nue­

vos conocimientos y de los nuevos triunfos artísticos.

No sólo hemos actuado obedientes a la idea del aula

como cosa autónoma y con la de escuela como ins-

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Page 40: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

titución igualmente autónoma y del sistema pedagógi­co como cosa aparte de todo.

Permítaseme considerar de nuevo lo que ya dije sobre el ideal de excelencia y el papel del constante remozamiento de los estudios para coadyuvar al logro de ese ideal. El premio Nobel o el embajador de las Naciones Unidas, el brillante violoncelista o el escritor sutil de obras de teatro, el historiador que se sirve del pasado o el sociólogo que busca lo esencial del pre­sente, son hombres que, igual que el estudiante, tratan de comprender y dominar nuevos problemas. Encar­nan un ideal de excelencia, en los mismos límites del impulso humano. Si el sentido de progreso y de cam­bio hacia la mayor excelencia humana ha de iluminar nuestras escuelas, han de fluir constantemente hacia ellas la sabiduría y los logros de estos hombres para animar e informar tanto a los maestros como a los estudiantes. No hay diferencia sustancial entre el explorador de nuestras fronteras y el joven estudiante ante sus propios límites, pues ambos se esfuerzan por comprender algo.

¿Qué podemos decir en suma? Quizá lo mejor sea parafrasear el "credo" de John Dewey : la educación no es sólo transmisión de cultura, sino también con­formación de las potencias y de la sensibilidad del pensamiento, para que cada cual pueda asimilar por sí mismo cuanto aprenda por indagación propia y lle­gue a construir una •-ultura íntima y personal. La

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Page 41: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

escuela es el umbral de la vida mental, con todo

cuanto esto supone de confianza en el uso de la mente

y comprobar las consecuencias de lo que cada cual ha

llegado a conocer. El sujeto de la educación es cono­

cer el mundo y sus relaciones, conocimiento que tie­

ne estructura e historia que nos permiten encontrar

orden y posibilidades de prever en la experiencia y

sentir alegría por lo sorprendente. El método de la

educación es el método que supone cualquier entendi­

miento, un esfuerzo disciplinado y responsable para

conocer por uno mismo y para convertir lo compren­

dido en una imagen ordenada del mundo, que res­

pete lo particular, pero al mismo tiempo reconozca la

indispensabilidad intelectual de lo abstracto. La escue­

la sigue siendo el instrumento principal del progreso

social en una era de rápidos cambios y como tal, en­

cuentra medios para el constante remozamiento y mo­

dificación de su instrucción, en acoger y dar entrada

a las nuevas ideas de nuestro tiempo en sus planes de

estudio. De todo ello depende, en última instancia, que

sean cultivadas y adquieran realidad todas aquellas

formas de excelencia humana que sobresalen en nues-

tra variada sociedad. Cualesquiera metas menos ambi­

ciosas son, sin duda, indignas del reto con que nos en­

frentamos.

(Reproducción autorizada por la Saturday Review.) © 11)61 by Saturday Review, Inc.

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Page 42: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Lo que piensan los economistas norteamericanos Por Robert Lekacbmann

E N pocos períodos de la historia norteamericana

lia habido una tan amplia y viva discusión do

cuestiones económicas como la que se encuen­

tra en los libros y revistas actuales. Esta discusión por

parte de destacados economista^ de variadas tenden­

cias ha transcendido a revistas profesionales y se está

llevando a cabo con ardor aún mayor si cabe en re­

vistas populares, en libros escritos para los no espe­

cialista», en declaraciones públicas y en testimonios ante

las comisiones del Congreso que estudian diferentes

aspectos de la escena económica. Los temas que se

debaten varían desde problemas económicos inmedia­

tos hasta las perspectivas a largo plazo de la econo­

mía e incluso hasta los dilemas persistentes de cualquier

sociedad industrial.

He aquí algunas de las cuestiones concretas que

han despertado el espíritu polémico de los economis­

tas norteamericanos: ¿Está creciendo con bastante ra­

pidez la economía de los Estados Unidos? ;Cómo

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Page 43: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

puede prevenirse más eficazmente la inflación? ¿Es

siempre conveniente la estabilidad de precios? ¿Cuál

es la mejor manera de asegurar altos niveles continuos

de empleo? El que sea "grande" una organización de

negocios ¿resulta beneficioso o nocivo? y ¿cómo puede

protegerse mejor al público contra los posibles peligros

de una concentración de la potencia económica? Un

campo de investigación bastante nuevo entre los eco­

nomistas de los Estados Unidos es el de la adopción

de decisiones dentro de las empresas grandes. ¿Cuáles

son los factores que intervienen en decisiones prácti­

cas tales como el precio de un artículo, o la propor­

ción de los beneficios que ha de distribuirse como di­

videndos a los accionistas, como salarios a los tra­

bajadores, o como inversión en las instalaciones y en

la investigación? Está, uor último, la cuestión debatida

a lo largo de toda la historia norteamericana: ¿Cuál

debe ser el papel del Gobierno en todas estas y en

otras materias?

En general, los economistas norteamericanos están

de acuerdo en los mismos objetivos. Todos desearían

un elevado ritmo de crecimiento económico, una baja

cifra de paro obrero, un nivel de vida ascendente para

todos y un máximo de estabilidad económica. Los

numerosos argumentos giran alrededor de la medida

en que estos fines e;tán siendo alcanzados actualmen­

te y de la mezcla apropiada de medidas que mejor pue­

de fomentarlos.

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Page 44: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Crecimiento de la economía

vJ_NO de los temas más calurosamente debatidos es

el relativo al crecimiento económico. Como ciudada­

nos de un país de breve historia que ha tenido una

rápida expansión geográfica, los norteamericanos se

sienten orgullosos de su crecimiento. De este orgullo

hay muchos ejemplos. Al acercarnos al distrito subur­

bano de Nassau, adyacente a la ciudad de Nueva York,

nos sale al encuentro un cartel que dice: "El distrito

de más rápido crecimiento de los Estados Unidos."

Eos estados cuya población aumenta rápidamente se

alegran de ello, y los otros fomentan programas des­

tinados a atraer más industrias, más trabajadores, más

residentes.

Este orgullo por el crecimiento es en sí una expli­

cación parcial del espectacular progreso económico nor­

teamericano. Pues los hombres de negocios norteameri­

canos han preferido grandes ventas a precios bajos

y pequeños beneficios por unidad, en ve/ de ventas

escasas a precios elevados, a la manera todavía predo­

minante en muchos negocios europeos. Hay en esto

algo más que la simple complacencia en los bienes ma­

teriales. Los norteamericanos han concebido el creci­

miento como medio de alcanzar variados fines: elimi­

nación de la pobreza en el país, elevación del nivel de

vida en otros países, eliminación de los trabajos ma­

nuales penosos en la fábrica y en el hogar y aumento

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Page 45: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

del ocio a disposición de todos los grupos de la co­

munidad.

Lo que en esencia discuten los economistas no es

la conveniencia del crecimiento, sino la clase de creci­

miento que es mejor para todos. En un libro muy leído,

John K. Galbraith, economista y embajador americano

en la India, argumentaba que los Estados Unidos son

la primera sociedad genuinamentc opulenta de la histo­

ria, como indica su capacidad para dar, a casi todos,

los alimentos, las ropas, lo-- utensilios, el recreo y los

automóviles que se desean. "Pero, dice Galbraith, esta

Sociedad Opulenta —como se titula el libio — se ha

desarrollado de manera no equilibrada," Cree que el

país debiera proporcionar mejores carreteras y zonas

de estacionamiento antes de aumentar la producción

de automóviles. Añade que debiera gastarse más en

escuelas, hospitales y parques que en lujos familiares

privados, tales como aparatos tie televisión, lavadoras

eléctricas y frigoríficos. En pocas palabras, Galbraith

está convencido de que Norteamérica ha realizado casi

demasiado bien la labor de proporcionar bienes de

consumo y que las necesidades actuales de crecimiento

se hallan en los servicios público;. Por consiguiente, en

lo que insiste Galbraith es menos el crecimiento abso­

luto que una nueva evaluación de cómo debiera distri­

buir-e el ingreso nacional ele lo; Estados Unidos Como

un medio para desviar lo.; ingresos desde los bienes

privados hacia los servicios públicos, estaría dispuesto

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Page 46: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

a aumentar o establecer impuestos sobre las ventas.

Los economistas liberales han sido tradicionalmente

enemigos de tales impuestos, alegando que su carga

recae sobre todo en los grupos cuyos ingresos son más

bajos y que gastan la parte proporcional mayor de los

mismos en compras al por menor.

También en otros aspectos, el análisis de Galbraith

ha sido criticado por otro.s economistas. Uno de los

principales, Leon Keyserling, que en tiempos (bajo el

presidente Truman) fue presidente del Consejo de Ase­

sores Económicos, no está convencido de que la po­

breza en los Kstados Unidos sea un problema en vías

de desaparición. Aunque reconoce que el país ha reali­

zado grandes progresos en esa dirección, cree que que­

da todavía mucho por hacer para lograr que desapa­

rezcan los residuos de pobreza existentes. Es partidario

de un elevado ritmo de crecimiento, en parte para que

suban a niveles de ingreso satisfactorios aquellos que

todavía no los han alcanzado. Keyserling se opone a

los impuestos sobre las ventas, y es partidario de índi­

ces más altos en los impuestos graduados sobre los in­

gresos personales y de las sociedades anónimas, es

decir, impuestos cuyo ritmo aumenta en proporción

con los ingresos. Está convencido de que este aumento

de las rentas públicas permitirá a los norteamericanos

gastar más en escuelas, hospitales, centrales hidroeléc­

tricas, viviendas, mejoras urbanas y servicios sociales

en general: los mismos objetivos identificados por

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Page 47: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Galbraith como necesitados tie más atención. Señala asimismo que las perspectivas de ayuda más generosa a otros países mejoran al aumentar los ingresos norte­americanos y los impuestos correspondientes. La cifra mágica de Keyserling es el cinco: sólo con que pueda aumentarse el crecimiento económico al ritmo de! cin­co por ciento anual, cree que podrían alcanzarse to­dos los objetivos deseables.

Galbraith y Keyserling representan variantes de lo

que puede denominarse el punto de vista liberal. Los

economistas conservadores, por otra parte, prefieren

destacar el papel del consumidor como factor que in­

fluye en la producción según sus propios gustos cam­

biantes, y del hombre vie negocios privado en su res­

puesta a este estímulo del consumidor. Tal y como

ellos lo ven, el crecimiento económico depende de la

capacidad y el deseo de los individuos de ahorrar e

invertir sus ahorros. Así, muchos economistas con­

servadores desean restringir los gastos gubernamen­

tales y reducir los impuestos sobre los beneficios de

las empresas particulares y sobre los ingresos perso­

nales grandes, alegando que tales impuestos disminu­

yen los incentivos que impulsan a los individuos y a las

empresas a ahorrar e invertir.

Los economistas conservadores difieren también de

sus colegas liberales en lo que se relaciona con las

demandas de salarios cada vez más altos por parte de

los trabajadores. Los economistas liberales tienden a

45

Page 48: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

apoyar tales demandas, basándose en que el aumento

de la capacidad adquisitiva de los trabajadores estimu­

la la producción industrial, fomentando así el desarro­

llo económico general. Los economistas conservadores,

por otra parte, arguyen que la elevación de los sala­

rios sólo está justificada cuando hay un aumento pa­

ralelo de la productividad. De otra manera, los salarios

más altos hacen subir los precios, lo que a su ve/,

quita atractivo al ahorro, reduciendo así los recursos

disponibles para el desarrollo económico. O si una

industria eleva los salarios sin elevar los precios, sus

beneficios necesariamente bajan. Y es de estos benefi­

cios que vuelven a invertirse —arguyen los economis­

tas conservadores— de donde ha de proceder la expan­

sión industrial. Insisten en que es un error pensar en

ios beneficios sólo como en una posibilidad de aumen­

tar los salarios y el consumo en el presente inmediato.

Preferirían más bien alentar a los hombres de nego­

cios a invertir sus beneficios en mejores máquinas

y fábricas de mayor rendimiento. Según el razona­

miento conservador, el resultado final de este pro­

ceso es producción aumentada y crecimiento econó­

mico ininterrumpido, del que se benefician todos, in­

cluso el asalariado.

;e

Page 49: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Prevención de la inflación

H STRECHAMENTÉ relacionado con la cuestión del

crecimiento en las discusiones actuales se llalla el pe­

ligro de la inflación --osto es, la disminución paula­

tina del valor real del dinero— y la necesidad de la

estabilidad de precios. Aunque los Kstados Unidos no

han padecido en este siglo una inflación desenfrena­

da, los norteamericanos observaron con recelo el de­

rrumbamiento del marco ¡demán a fines de la pri­

mera guerra mundial y el análogo destino de la mo­

neda húngara después de la segunda. Para muchos

norteamericanos, las lecciones que enseñan estos epi­

sodios son evidentes: la inflación desenfrenada des­

truye los ahorros, enriquece a los especuladores, des­

truye a la clase media y elimina los estímulos para

el trabajo y la inversión, de los que depende la efi­

ciencia económica. Nadie aboga por tal inflación. Pero

¿y la especie de inflación moderada o lenta que ha

estado elevando los precios un promedio de dos a

tres por ciento al año desde 1945? ¿Es también esto

un peligro? ¿Lleva inexorablemente a una inflación

grave?

En estos puntos están divididas las opiniones de

los economistas. Hay acuerdo general en que a los

trabajadores les ha ido bien en este período, ya que

los salarios han subido más rápidamente que los pre­

cios para rl consumidor, y en que las principal»*.* vú-

47

Page 50: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

timas de la inflación gradual lian sido las personas

de edad que. viven de pensiones u otros ingresos li­

mitados y fijos. El desacuerdo es en lo que se refiere

al influjo de tal inflación sobre la economía en con­

junto. Economistas conservadores moderados como el

doctor Arthur F. Burns y el doctor Raymond J. Saul-

nier, profesores de la Universidad de Columbia, están

convencidos de que la estabilidad de precios es una

condición necesaria para el crecimiento económico con­

tinuado a ritmos convenientes. En su opinión, la esta­

bilidad de precios ofrece al ahorro la promesa de be­

neficios estables, fomentando así las inversiones pro­

ductivas y equilibradas, y quitando atractivo a la es­

peculación, socialmente ruinosa. En una serie de confe­

rencias, el doctor Burns ha propuesto que el Congreso

incorpore a la Ley de Empleo de 1946 (que en la ac­

tualidad encarga al Gobierno el mantenimiento del em­

pleo a un nivel ('levado) una enmienda que le encargue

también de la conservación de precios estables.

El doctor Sumner Schliehter, conocido economista de

Harvard que murió en 1959, adoptó una actitud algo

diferente. En su opinión, al imponer los poderosos

sindicatos la elevación de los salarios, los precios ne­

cesariamente suben también. En estas circunstancias,

el doctor Schliehter estaba dispuesto a admitir conti­

nuos y moderados aumentos de precios anuales como

una manera de conseguir un alto nivel de empleo y

un crecimiento económico continuo.

48

Page 51: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Esta diferencia relativamente considerable de opi­

nión acerca del alcance y las razones de los precios

más altos llevan naturalmente a diferencias en la po­

lítica recomendada. Los que más temen la inflación son

los más dispuestos a utilizar los controles de crédito

concentrados en las competentes manos del sistema de

Reserva Federal, Banco central norteamericano. Me­

diante diversos mecanismos técnicos, los Bancos Fede­

rales pueden elevar o reducir el interés y .-uimentar o

disminuir los créditos a disposición de la comunidad.

Los economistas conservadores tienden a apoyarse en

estos mecanismos más fácilmente que sus colegas libe­

rales para prevenir la elevación de precios.

Mantenimiento del empleo

£ N cierto sentido, las discusiones acerca del creci­

miento económico y la inflación son reflejo de un cam­

bio feliz en la fortuna económica de Norteamérica.

Fu los años treinta, los problemas económicos predo­

minante; eran el paro obrero y el estancamiento de

los negocios. Un grupo de economistas dirigido por

el profesor Alvin Hansen, de Harvard, sostenía que

la colonización terminada de las tierras del Oeste y el

crecimiento cada vez más lento de la población babían

reducido de modo permanente el ritmo del desarrollo

económico norteamericano, l'or lo tanto, daban a en-

49

Page 52: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

tender que podía esperarse un continuado descenso del empleo y de los negocios. Otros economistas señalan que los acontecimientos han refutado enteramente estas predicciones pesimistas. La población de los Estados Unidos ha aumentado en vez de disminuir. Los nego­cios se han ampliado hacia nuevas fronteras creadas por los progresos tecnológicos y por la capacidad ad­quisitiva rápidamente creciente de la mayor parte de las familias norteamericanas. Como consecuencia, in­cluso durante la reconversión de la economía a las actividades de tiempo de paz después de terminada la segunda guerra mundial, el paro obrero fue moderado y breve. Las depresiones que se han producido desde entonces han sido, por fortuna, breves y suaves.

Aunque los economistas están de acuerdo en que

en una economía libre es inevitable cierto paro laboral

a corto plazo al perder clientes viejas industrias, que

son sustituidas por otras nuevas, difieren acerca de

cuáles son los mejores medios para reducir al mínimo

el paro y hacerlo más tolerable mientras dura. Muchos

han sugerido que la compensación de paro debiera au­

mentarse hasta quizá la mitad por lo menos del salario

normal del trabajador y prolongarse su duvación. En

la mayor parte de los estados, su duración máxima

es ahora de veintiséis semanas, aunque un programa

federal de emergencia prolongó la compensación de

paro otras trece semanas más. El senador Paul Dou­

glas, que fue profesor de Economía y presidente de

50

Page 53: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

la Asociación Económica Norteamericana antes de de­

dicarse a la política, ha figurado entre los partidarios

de un programa de subvenciones a las colectividades

con problemas persistentes de paro, para el estableci­

miento de nuevas industrias y la preparación de los

trabajadores para nuevas actividades. Otro conocido

economista, el difunto VV. S. Woytinsky, ofreció una

recomendación cuidadosamente formulada para redu­

cir la semana normal de trabajo desde cuarenta a

treinta y cinco horas. También creía que la futura de­

manda de mano de obra será mayor que la oferta, ya

que cada día más norteamericanos desearán y obten­

drán más bienes de consumo, tin tales circunstancias,

habría más puestos que trabajadores para ocuparlos,

y el paro sería mínimo. Otros economistas creen que

aunque tal puede ser la dirección general del desarrollo

económico, surgirán problemas a lo largo del camino,

incluso aumentos ocasionales del número de parados.

Adopción de decisiones

l2 N muchas de las discusiones actuales de los eco­

nomistas norteamericanos se refleja un creciente in­

terés por los procesos de la adopción de decisiones

en las grandes unidades económicas. Los economistas

han empezado a preguntar-e si realmente- comprenden

la gran empresa particular, la "corporation", o inclu-

51

Page 54: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

so el gran sindicato. La teoría económica tradicional

suponía que la corporación estaba dedicada al obje­

tivo único de ganar la mayor cantidad posible de di­

nero. Desde hace algún tiempo, varios economistas

han abrigado reservas a este respecto. Es ya cada vez

más evidente que, (romo las organizaciones políticas,

la sociedad anónima, para existir y prosperar, ha de

armonizar con muchos grupos de intereses diversos,

tales como trabajadores, consumidores y representan­

tes del Gobierno. William Whyte, uno de los directores

de Fortune, importante revista de negocios, ha insi­

nuado en su popular libro The Organization Man que

los gerentes de empresas de la nueva generación están

menos interesados en «anar la mayor cantidad posible

de dinero que en llevar una vida tranquila con ingre­

sos y responsabilidades moderados.

Adolf Borle, abogado y economista, ha señalado tam­

bién las nuevas maneras en que muchos dirigentes de

empresa han superado "i viejo concepto de "máximos

beneficios". Estos directivos de amplia visión han ins­

tituido planes para la asistencia médica y hospitalaria

de los empleados, han creado becas y otros incentivos

para alentar a los empicados que tienen interés en

proseguir su educación y han utilizado una parte de

los beneficios de la empresa para costear investigacio­

nes médicas y diversas actividades de la comunidad.

La evolución más espectacular en esta esfera ha sido

la creciente actividad de fundaciones, tales como las

52

Page 55: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Ford, Rockefeller, Guggenheim y Carnegie, nie han

desempeñado un gran papel en el finaneiamiento de

proyectos culturales colectivos e individuales, así como

de importantes investigaciones en las ciencias físicas

y sociales.

La empresa moderna es como una unidad política

en otro sentido. Por ser grande, se encuentra sometida

al examen crítico y a la frecuente presión de sus pro­

pios trabajadores organizados en sindicatos, de sus

abastecedores, de sus clientes, de sus accionistas, del

Gobierno y del público en general. Howard Bo wen,

entre otros economistas, hí. sugerido que la empresa

particular actúa como agente equilibrador de las pre­

tensiones de todos estos grupos. En la medida en que

esto es cierto, la sociedad anónima moderna se aparta

bastante del anticuado concepto de la obtención pura

y simple de máximos beneficios, lis indudable que

sin el incentivo de los beneficios el sistema no funcio­

naría. No obstante, el cálculo del beneficio ;s en sí

cada vez más complicado, y se han añadido otras

metas, entre ellas el servicio público, la buena voluntad

de los consumidores v la estabilidad económica.

El problema de la "grandeza"

V,I NO de los focos contemporáneos del debate econó­

mico en los Estados Unidos es una cuestión vieja entre

53

Page 56: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

los norteamericanos: cl temor a la magnitud excesiva y al poder sobre los hombres que la magnitud puede implicar. A principios del siglo xix fue Thomas Jef­ferson quien expresó la sospecha de los agricultores frente a la gran ciudad y la preferencia de éstos por una democracia de pequeños terratenientes, unidos en un mismo orgullo y una misma realización. En el siglo actual, una de las voces elocuentes que previnieron contra las posibilidades de poder opresivo e ineficien-cia en la gran empresa industrial fue la del difunto Louis U. Brandéis, distinguido magistrado del Tri­bunal Supremo durante muchos años.

Algunos economistas han señalado desde entonces que aunque la empresa gigante es en gran medida una característica del moderno paisaje económico, es igualmente cierto que las pequeñas empresas, que se cuentan por centenares de miles, funcionan también y aumentan de número, a menudo, corno auxiliares de sus hermanas mayores. En la industria del automóvil, por ejemplo, 26.000 pequeñas empresas suministran piezas y equipo a uno de los principales fabricantes.

El economista John Maurice Clark, de la Universi­dad de Columbia, ha propuesto la noción de "com­petencia factible" para conciliar la teoría económica norteamericana tradicional, que prefiere muchas uni­dades pequeñas, con los hechos económicos que mues­tran la buena hoja de servicios de muchas unidades grandes. Los defensores de la "competencia factible"'

54

Page 57: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

conceden elevada calificación a una industria cuando

responde con razonable rapide/ a los gusto de los

consumidores, es respetablemente eficiente en su tec­

nología y esta sensiblemente atenta a las posibilidades

de competencia futura, aunque la industria pueda estar

dominada por gigantes. Desde este punto de vista, los

negocios son juzgados por la cantidad de beneficios

que aportan a la comunidad y no por su tamaño.

En cierto modo, la interesante noción del profesor

Galbraitli de un "poder compensador" es una ampli­

ficación de este concepto. El economista arguye que

el poder de la gran unidad comercial es contenido, o

"compensado", por el poder igualmente considerable

concentrado en otras grandes unidades, a veces sin­

dicatos, a menudo el Gobierno y más frecuentemente

otras empresas comerciales. Así, Galbraitli sita el caso

de la Kellogg Company, que domina la producción de

productos secos a base de cereales para el desayuno.

La más importante cadena de tiendas de comestibles,

la Atlantic and Pacific Tea Company ( A & P), insistió

en que Kellogg redujera su precio de venta al por ma­

yor; de lo contrario, Ja A & P amenazaba con pro­

ducir ella misma copos de maíz. Para evitar esa com­

petencia, la Kellogg Company accedió finalmente.

Aunque la A & P hubiera preferido mantener tan alto

como antes su propio precio de venta al por menor,

embolsándose los beneficios adicionales, no pudo ha­

cerlo. Otras cadenas de almacenes insistieron en ob-

55

Page 58: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

tener de Kellogg la misma reducción de precio y pro­cedieron entonces a bajar su precio de venta al por menor para competir con la A & P, que también redujo su precio. Galbraith dice que mientras los gigante? del mundo de los negocios se contengan unos a otros de esta manera, la comunidad en conjunto tiene poco que temer de la concentración industrial. Además, dice Galbraith, el trabajo organizado es ahora lo bastante poderoso para proteger sus propios intereses.

Otros economistas confían menos en lo que consi­

deran el funcionamiento accidental de contenciones y

equilibrios, y más en la aplicación de las leyes contra

los monopolios. Desde 1890. el Gobierno federal ha

contenido el crecimiento de las grandes empresas esgri­

miendo la amenaza de procesarla1). A principios de

siglo, el Gobierno obligó a la disolución del monopolio

de la Standard Oil, del Trust del Azúcar y del Trust

de la Carne. Entre los economistas que se han mos­

trado partidarios de una aplicación aún mas enérgica

de estas leyes figuran Convin Edwards, que personal­

mente, como funcionario del Gobierno, ha intervenido

en la ejecución de dichas leyes, y George Stigler, pro­

fesor de Economía de la Universidad de Chicago.

56

Page 59: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

El papel del Gobierno

I / E una manera u otra, cada una de las cuestiones

discutida; implicaba un juicio acerca de la esfera

apropiada de intervención del Gobierno y de poder

del Gobierno. En general, es probablemente cierto que

los economistas liberales temen menos y esperan más

del Gobierno que sus colegas más conservadores. No

obstante, los economistas de casi todos ios matices

aceptan la presencia del Gobierno en muchas esferas

de la vida económica. Los conservadores, como los

liberales, están persuadidos de que el Gobierno debe

prestar ayuda a los parados durante los períodos de

adversidad económica, y también hacer más fácil el

crédito y reducir el tipo de interés con objeto de es­

timular la actividad de los negocios. Aunque difieren,

sin duda, acerca del punto en que la intervención es

esencial, los economistas en general son partidarios

de las reducciones tributarias y de las obras públicas

cuando hay depresión económica. Ningún economista

respetable mantendría ahora, como mantuvieron mu­

chos en 1929, que la depresión era algo quo la nación

tenía que soportar mientras fuerzas automáticas lleva­

ban a cabo la labor de ajuste.

Esto no quiere decir qui; no persistan importantes

desacuerdos en lo que se refiere al margen de activi­

dad gubernamental. El economista conservador prefe­

riría con mucho que lo referente a la vivienda estuviera

57

Page 60: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

en manos particulares y que la ayuda gubernamental adoptara la forma de asistencia para el financiamiento de la construcción y la adquisición. Muchos de sus colegas liberales, por otra parte, prestan apoyo a pro­gramas públicos directos de construcción de viviendas, alegando que los esfuerzos privados no atienden su­ficientemente a los grupos de ingresos bajos. Análogo desacuerdo existe en la cuestión de cuál es la actividad apropiada del Gobierno en la producción de energía. La Autoridad del Valle del Tennessee, federal, que se encarga de programas de producción de energía eléc­trica y de conservación en una zona, representa una victoria liberal en el sentido de ampliar el panel del Gobierno federal. La actual controversia sobre la me­dida de la participación privada en la aplicación de la energía atómica es otro ejemplo de la continua divi­sión de opiniones respecto al papel del Gobierno en la propiedad y control de las fuentes de energía.

Este breve examen de Ir. discusión económica no

debe concluir sin señalar que entre los economistas

pragmáticos norteamericanos la división entre liberales

y conservadores no es siempre precisa y constante. Por

ejemplo, un economista liberal y severo crítico social,

como Galbraith, es partidario, no obstante, de un im­

puesto sobre las ventas, que suele ser propuesto por los

conservadores. El conservador Neil Jacoby, que en

general muestra simpatía por las actividades de los

negocios, es partidario de una aplicación más severa

58

Page 61: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

de las leyes contra los monopolios, a fin de limitar la

magnitud y el poder de las grandes empresas. El igual­

mente conservador Stigler está de acuerdo con esto.

Dispuesto, como muchos economistas liberales, a acep­

tar un grado moderado de inflación, el difunto doctor

Schlichter se unía a los conservadores en culpar a las

actividades sindicales y a las consiguientes elevaciones

de salarios de los aumentos de precios ya producidos.

Uno de los encantos, así como una de las dificul­

tades, de seguir los debates entre los economistas es

que nunca puede estarse completamente seguro de en

qué bando se encontrará un determinado economista

al discutirse una u otra cuestión. O, más exactamente,

es peligroso deducir las opiniones de un determinado

economista sobre una determinada cuestión de sus opi­

niones sobre otros asuntos. Nada de esto debe apar­

tarnos de la proposición igualmente firme de que, a

pesar de las divergencias en muchos puntos técnicos y

en bastantes cuestiones sociales, el terreno común a

los economistas norteamericanos es muy amplio. No es

la menos importante en este sentido la extendida con­

vicción de que un dogma rígido, de cualquier clase,

es inferior, como instrumento de análisis económico,

a una mente abierta y a una observación exacta de

cómo funciona realmente la economía.

59

Page 62: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

El papel de la Ciencia en la sociedad moderna

Por Qlenn 7. Seaborg

CONFERENCIA PRONUNCIADA EN DENVER (COLORADO) ANTE I.A ASOCIACIÓN A M E ­RICANA PARA EL PROGRESO DE LA CIENCIA.

F OHN Wesley. Powell fue un hombre al que corres-

1 ponde un lugar destacado en la historia de la

J ciencia norteamericana. Creía en la frontera, y

en ella vivió dando pruebas de energía y espíritu aven­

turero, ya fuera explorando el Colorado o insistien­

do en Washington en que se siguiera una adecuada

política científica. Powell fue un hombre de gran

visión. Se daba claramente cuenta de que la ciencia y

la ingeniería podían desarrollar el vasto potencial del

Oeste para hacer de la nuestra una gran nación. Com­

prendía la naturaleza de la ciencia y de la tecnología,

y su Estudio Geológico demostró la utilidad de la

ciencia oficial adecuadamente administrada. Me sien­

to por ello orgulloso de hablar en nombre de Powell

aquí, en el Oeste que él tan bien conocía.

Cuando me preparaba para esta conferencia y con-

60

Page 63: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

sideraba algunos de los acontecimientos ocurridos ert

la ciencia desde los tiempos de Powell, mi atención se

desvió hacia los recuerdos personales. Recordé que en

esta época, hace veintiún años, mis colegas y yo es­

tábamos llevando a cabo el experimento que llevó al

descubrimiento del plutonio. No necesito decir que el

mundo, para mí, no ha sido el mismo desde entonces.

Tampoco puede decirse que mi experiencia haya sido

insólita. Las mismas fuerzas que actuaron en mi caso

han modificado profundamente la vida de muchos mi­

llones de personas y, en realidad, de la sociedad mis­

ma. Aun reconociendo que hay que tener en cuenta la

falta de perspectiva que implica nuestra proximidad

a los acontecimientos, sigue pareciendo perdonable el

considerar las dos últimas décadas como uno de los

períodos más portentosos de la historia humana. Y

esto ha sido consecuencia de la ciencia y la tecno­

logía.

Creo que estas cosas son ciertas no sólo a causa del

nuevo dilema del hombre, que gira alrededor de las

armas nucleares y de la supervivencia misma de la ci­

vilización moderna, sino también a causa del progreso

científico-tecnológico general, cuyos ejemplos más es­

pectaculares son el átomo p¿icífico y la exploración del

espacio.

Lo que tiene quizá más importancia a la larga

—dando por supuesta nuestra capacidad de evitar la

guerra nuclear total— es el hecho de que en estas dos

61

Page 64: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

décadas la ciencia y la tecnología han llegado a ser

una fuerza dominante en nuestro orden social. Se ha

escrito mucho acerca de la sociedad científica, gene­

ralmente en tiempo futuro. Creo que está justificado

que lo hagamos en tiempo presente. Aunque está en

su infancia, la sociedad científica ha llegado ya; ha

cruzado el umhral en su relación con la sociedad en

conjunto.

La ciencia y la tecnología forman ya parte de la estructura del gobierno, la industria y los negocios, y de nuestras instituciones sociales. El destino de los individuos y de los pueblos está irrevocablemente aso­ciado, día tras día, con el desarrollo y utilización del conocimiento científico.

Como era de esperar, el nacimiento de la nueva cria­

tura no ha sido fácil. Tampoco dejará de tener pertur­

baciones su desarrollo. Parece evidente que la ciencia

y la tecnología son las fuerzas más poderosas de que

dispone el hombre para el progreso material. Los cam­

bios que estas fuerzas acarrean —y seguirán acarrean­

do— se extienden a toda la sociedad. Los hombres, en

conjunto, son poco amigos de tales cambios y fuerzas.

Pero a los científicos esta evolución puede parecerles

más clara que a la mayor parte de los hombres.

62

Page 65: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Orígenes

I A concepción de nuestra sociedad científica, ahora

en su infancia, puede atribuirse al Renacimiento. En

aquella época, los hombres pusieron en tela de juicio

la autoridad y el dogma que habían imperado durante

siglos y se interrogaron sobre la naturaleza del uni­

verso y el lugar del hombre en él. Este espíritu de duda

en el mundo occidental se manifestó en muchos sec­

tores: en la religión y la filosofía y la teoría política,

en el arte y la literatura, y en la ciencia. Un resultado

importante fue la expresión, en la Declaración de In­

dependencia y en la Ley de Derechos de la Constitu­

ción, de la idea de libertad personal, política e inte­

lectual, como idea reguladora en una sociedad organi­

zada. Las mismas fuerzas que liberaron a los hom­

bres políticamente y en otros aspectos, produjeron

también el método científico. Con el aumento de la

libertad de investigación y el desarrollo de técnicas

para el descubrimiento, comenzó una aceleración de

nuestras ideas acerca de la Naturaleza. Y el conoci­

miento adquirido se hizo de gran importancia al ser

transformado por los teenólogos en instrumentos.

Merced a nuestra privilegiada perspectiva podemos

ver que, dadas las condiciones de los cinco siglos úl­

timos, todo lo que ha sucedido era poco menos que

inevitable. Pues el logro por los hombres del derecho

a buscar la verdad fue el avance decisivo. Al quedar

63

Page 66: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Establecido de manera continua este derecho, sólo era ya cuestión de tiempo el que se descubrieran lag bac­terias, se identificara la electricidad y se revelara la escisión nuclear. En pocas palabras, el conocimiento científico moderno y su aplicación son una consecuen­cia del pujante ejercicio de las libertades que surgieron en la Europa occidental y en América.

Las dos últimas décadas

\̂ _^ OMO introducción a mi inventario de los veinte años que ahora terminan, quisiera recordar algunas experiencias personales que ilustran, de manera anec­dótica, algo de los cambios ocurridos dentro de la ciencia y de sus nuevas relaciones con la sociedad.

En el otoño de 1940 era yo un químico bisoño en la Universidad de California. Habíamos sido educados en la creencia de que existía un profundo abismo en­tre la ciencia pura y la aplicada. Yo citaba dedicado a la ciencia ''pura", naturalmente, buscando el cono­cimiento por sí mismo. Eramos también pobres, carac­terística que seguía a la pureza como la noche sigue al día. Pero, por ser puros, podíamos aceptar de buen talante e incluso con cierto orgullo la pobreza. Nuestra pobreza, naturalmente, se extendía a todas nuestras ac­tividades de investigación. Los fondos para investiga­ción eran algo casi desconocido. Construíamos todo el

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Page 67: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

equipo que nos era posible o convencíamos a nuestros

amigos de más talento para que nos ayudaran a ha­

cerlo. Era difícil conseguir espacio de laboratorio. Aún

puedo recordar, de mis tiempos de estudiante graduado,

el empleo de estratagemas para obtener algún espacio

en un viejo barracón de madera, abandonado y con­

denado a la destrucción. Pero éstas eran las condi­

ciones aceptadas de la investigación científica en aque­

llos días, y apenas si nos dábamos cuenta de que nues­

tras dificultades eran dificultades.

El Laboratorio Lawrence de Radiaciones era algo

nuevo en el horizonte científico. Fue para nosotros un

anticipo de cosas que habían de llegar en algunos sec­

tores. El equipo era colosal: en 1939 había dos cielo-

troné.-; que eran gigantes entre los instrumentos cien­

tíficos. A menudo, para los científicos de diversos sec­

tores resultaba conveniente combinar sus talentos y

trabajar juntos con los ciclotrones y sus productos. De

esta manera tropezamos muchos de nosotros con el

nuevo concepto de la investigación en grupo. El pre­

supuesto del laboratorio, de origen privado en su ma­

yor paite, era considerado como enorme en aquella

época, aunque esta creencia podría parecer ridicula hoy.

Naturalmente, no ignorábamos lo que estaba suce­

diendo en el mundo: la guerra que había empezado

y el dictador enloquecido por el poder que era una

amenaza para nuestros ideales y que aspiraba a so­

meter a la Humanidad a un orden social del medievo.

65

Page 68: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Pero, como muchos investigadores científicos, no rela­cionaba yo mucho entonces mi trabajo con cosas prác­ticas y, desde luego, no con la guerra.

Hasta .1940, mis investigaciones —en colaboración con J. J. Livingood, fundamentalmente— estuvieron relacionadas con la identificación de nuevos radioisó­topos. En la primavera de dicho año, Edwin M. McMil­lan y Phillip H. Abelson abrieron el campo de los elementos transuránicos con su brillante descubrimien­to del elemento 93, el neptunio. Es un indicio intere­sante de la manera de pensar de la época y de lo que en ella se tenía como más urgente el hecho de que McMillan, que había comenzado trabajos encaminados al descubrimiento del elemento siguiente —el 94—, fue llamado para realizar investigaciones militares sobre radar en el Instituto de Tecnología de Mas­sachusetts.

Con el asentimiento de McMillan, tres de nosotros

- m i colaborador ya difunto Joseph W. Kennedy,

Arthur C. Wahl, entonces estudiante graduado, y yo—

nos dedicamos a continuar la investigación. Parece

dudoso que se hayan escrito muchas tesis de impor­

tancia equiparable a la de Wahl. Pocos días antes de

Navidad, en 1940, se llevó a cabo el nombar.leo con el

ciclotrón, que en las semanas siguientes tuvo por re­

sultado la identificación química del plutonio.

Incluso en los días navideños de 1940, nuestro tra­

bajo no se hacía en una atmósfera cargada con un

66

Page 69: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

sentimiento de importancia histórica, sino más bien a la manera descuidada de jóvenes aventureros que ex­ploran un nuevo territorio. Es cierto que la fisión y sus consecuencias eran ya conocidas y que se estaban dando algunos pasos para aprender a explotar este descubrimiento en trabajos con uranio-235. Se afir­maba teóricamente, también, que un isótopo del ele­mento 94 acaso pudiese ser fisionable. Sin embargo, no se tenía entonces todavía ninguna idea clara sobre cómo el elemento entonces identificado, si se descu­bría, podría ser obtenido prácticamente en cantidad y cómo podría ser utilizado militarmente.

Posteriormente, en marzo de 1941, con Emilio Segrè,

creamos e identificamos el isótopo fisionable plutonio-

239. Y pronto se vislumbró una manera de obtener

este elemento en cantidad y de utilizarlo como arma.

En poco tiempo, el conocimiento conseguido en la

búsqueda de la verdad llegó a ser un formidable ba­

luarte de la defensa nacional.

Cruzamos la línea divisoria entre la ciencia y la

tecnología, y nuestro trabajo se hizo útil de muchas

maneras, incluyendo sus importantes contribuciones

a nuestro arsenal defensivo. Pasamos de la pobreza a

una relativa riqueza. En vez de trabajar solos o con

uno o dos colaboradores, nos agrupamos según normas

de investigación en equipo tan firmemente establecidas

en la actualidad.

A veces, durante la guerra, soñábamos con una es-

67

Page 70: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

pecie de día de la victoria científico, después del cual

volveríamos a los antiguos modos, más especialmente

a la búsqueda del conocimiento por el conocimiento

mismo, independientemente de su aplicación. Proba­

blemente algunos de ustedes estuvieron conmigo du­

rante la gran hègira de la investigación fundamental

que sobrevino efectivamente al terminar la guerra.

Sin embargo, muchos de nosotros encontramos que

las condiciones de la ciencia habían cambiado, de

distintas maneras y en grado variable. Lo esencial es

quizá que hace dos décadas, como en la guerra civil

y en la primera guerra mundial, la ciencia fue llamada

a combatir un incendio. Pero esta vez, en cierto sen­

tido, los bomberos no regresaron al cuartel.

El empleo de la bomba nuclear cristalizó, como

nunca antes y en una escala mundial, el enorme poder

de la ciencia y la tecnología. Pero este poder no había

de limitarse a la guerra solamente, sino que había de

utilizarse para beneficio del hombre en la expansión

de la productividad industrial y en el progreso de

nuestro sistema económico en general. Posteriormente,

el Sputnik dio aún mayor espectacularidad a la lección.

Además, tanto nosotros como los dirigentes indus­

triales y políticos fuimos dándonos cuenta de que el

intervalo entre el descubrimiento y la aplicación se

había hecho más corto y estaba haciéndose cada vez

más corto. La zona de separación entre la ciencia bá­

sica y la ciencia aplicada se había reducido y en al-

68

Page 71: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

gunos casos se había hecho casi imperceptible. La

comprensión de esto se expresaba de muchas maneras:

por ejemplo, mientras que el Gobierno continuó des­

pués de la segunda guerra mundial el desarrollo de

armas nucleares, no se atrevió a dejar de apoyar al

mismo tiempo la investigación fundamental referente

a la física de las partículas. Además, en las condicio­

nes modernas de competencia entre las grandes nacio­

nes, el prestigio y el poder de una sociedad llegaron

a medirse en parte por sus logros en el desarrollo de

toda clase de conocimientos.

Ciencia y sociedad

I*"1 N las dos últimas décadas, pues, la ciencia ha

llegado a establecerse en la sociedad moderna como

una actividad regular y esencial que a todo alcanza.

Los indicios de que la nuestra ha llegado a conver­

tirse en una sociedad científica nos rodean por doquie­

ra. Baste decir aquí que el gobierno, los negocios y

la industria dependen para su supervivencia y expan­

sión no sólo de la tecnología, sino de un desarrollo

acelerado de los conocimientos que se derivan de la

investigación que antes se denominaba "pura". Ade­

más, parece que casi todo el mundo se ha percatado

de este hecho.

Permítaseme citar un ejemplo de esta evolución, re­

lacionado con el organismo gubernamental que tengo

69

Page 72: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

el honor de presidir. En 1940 no disponíamos de ener­gía atómica. Hoy la utilización de la energía atómica es una de nuestras mayores empresas. La inversión do capital de la Comisión de Energía Atómica es de 7.500 millones de dólares antes de la depreciación. Su pre­supuesto anual es de 2.500 millones de dólares. Es cierto que aproximadamente el 75 por 100 de esto se dedica a actividades de defensa. Sin embargo, se de­dican también unos 600 millones de dólares al año a las artes pacíficas: al desarrollo de industrias produc­tivas para el presente y para el porvenir, tales como reactores generadores de fuerza e investigaciones sobre la fusión controlada; al progreso de la medicina y de sus aplicaciones; al aumento de los conocimientos en muchos sectores de la investigación fundamental; a la exportación de materiales y técnicas como parte de nuestro programa de relaciones internacionales. Existe además la industria privada de la energía atómica, que representa gastos no gubernamentales de 50 millones de dólares anuales para el desarrollo, y una inversión de capital de 400 a 500 millones de dólares. Difícil­mente puede imaginarse el potencial último de esta gran industria privada. Sin embargo, todo esto se deriva de un sólo descubrimiento en la investigación fundamental.

La nueva relación entre la sociedad y la ciencia se refleja asimismo en el aumento espectacular del nú­mero de personas dedicadas a la investigación o al

70

Page 73: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

desarrollo o que desempeñan papeles auxiliares en

estos esfuerzos. Puede verse en el presupuesto federal

para investigación y desarrollo: unos 9.000 millones

de dólares anuales hoy, frente a unos 400 millones de

dólares en 1940. Aún más importantes son las nuevas

actitudes, de la sociedad en general frente a la ciencia,

y de lo ? científicos frente a la sociedad.

La primera está simbolizada en las políticas del Go­

bierno y de la industria. El reconocimiento por el

Gobierno de la necesidad de apoyar la investigación

fundamental en una amplia variedad de sectores era

lento e irregular al acabar la segunda guerra mundial.

La tendencia era —y sigue siendo en gran medida—

apoyarla en los sectores en boga o que son espectacu­

lares y en aquellos que pudieran tener pronto un valor

tecnológico previsible. Sin embargo, en los primeros

tiempos de la posguerra se hicieron considerables pro­

gresos como consecuencia de las avisadas normas

seguidas por la Oficina de Investigación Naval y des­

pués por la Comisión de Energía Atómica. La Funda­

ción Nacional de Ciencias ha ampliado considerable­

mente el concepto del apoyo gubernamental para

conseguir amplios avances en el conocimiento funda­

mental, y creo que esta tendencia se mantendrá y se

irá extendiendo progresivamente a otros organismos

que apoyan la investigación. Hoy, alrededor del 12

por 100 de los fondos federales para investigación y

desarrollo se emplean en apoyo de investigaciones de

71

Page 74: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

carácter básico. En otras palabras: podemos percibir un reconocimiento bastante general del hecho de que el aumento de los conocimientos fundamentales, aun­que puedan no tener aplicación específica previsible, contribuye al bien general. Quizá podamos esperar in­cluso una apreciación de los valores culturales más sutiles de la investigación básica.

En el enorme influjo de las dos últimas décadas sobre la comunidad científica se refleja una signifi­cativa integración de la ciencia en la sociedad. No percibo ninguna modificación del espíritu de búsqueda científica, afortunadamente. Pero dijérase que existe un importante cambio en la actitud de los científicos frente a la relación de su trabajo con el medio social más amplio. Muchos de nosotros podemos recordar un sentimiento bastante general entre los científicos de orgullo por el aislamiento de su trabajo con res­pecto a los asuntos prácticos de los hombres. En rea­lidad, no era difícil observar que molestaba cualquier insinuación de que un trabajo de investigación pudie­ra tener alguna aplicación práctica que no fuera muy remota. Ahora, con la reducción del lapso de tiempo entre la investigación básica y la aplicada y con el creciente aprecio general del valor del conocimiento, los científicos parecen más predispuestos a establecer una relación entre ellos y su trabajo con los objetivos sociales.

Las condiciones materiales se han modificado tam-

72

Page 75: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

bien. Son cada vez más los científicos que consideran

que reciben apoyo suficiente, si no opulento, y para

programas duraderos. Se dispone de fondos para equi­

po "elegante" que ahorra tiempo y da a los investi­

gadores mayor poder. Puede obtenerse dinero para

auxiliares que lleven a cabo trabajos de detalle, lo

que da a los investigadores más tiempo para el esfuer­

zo creador. Las mejoras no son uniformes, natural­

mente. El sitio para trabajar es todavía escaso, espe­

cialmente en nuestras escuelas para graduados, aunque

nuevas políticas gubernamentales prometen cierto ali­

vio, y los emolumentos personales son todavía menores

para quienes forman a nuestros científicos y crean

gran parte de nuestro conocimiento que para muchos

otros que desempeñan en nuestra sociedad papeles

mucho menos importantes.

La incorporación de la ciencia a la sociedad es no­

table en la esfera de la política gubernamental y de las

relaciones internacionales. El Gobierno depende cada

vez más del asesorarniento de los científicos. Esto es

cierto no sólo en lo referente a la administración de

la ciencia gubernamental, sino en un sentido mucho

más dilatado. Cualquier evaluación del porvenir de la

economía lia de comprender conocimientos científicos

y tecnológicos. Las decisiones en asuntos militares es­

tán íntimamente relacionadas con la ciencia y la tec­

nología. Y cualquier decisión de dedicar parte de

nuestros recursos nacionales a la ciencia y la tecnología

73

Page 76: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

mismas requiere la ayuda de hombres de amplio co­

nocimiento en estas esferas.

La penetración de los científicos en esferas en las

que sirven a la nación con importantes actividades de

asesoramiento es una consecuencia inevitable de los

acontecimientos de los veinte años últimos. Creo que

es una evolución saludable y esencial y la he aconse­

jado durante muchos años. No me parece que la in­

fluencia de los científicos a este respecto sea mayor

que la debida ; en realidad, teniendo en cuenta el in­

terés nacional, creo que debiera aumentar.

La cuestión del lugar de la ciencia en el Gobierno

roza algunas de las cuestiones críticas acerca de la

evolución futura de una sociedad científica en un

marco democrático. Nuestro propósito debe ser el de

utilizar la ciencia para fortalecer la democracia, no

para debilitarla; para aumentar, no para reducir, las

posibilidades de realización del individuo. Debemos

evitar cualquier desgaste de la amplia base de parti­

cipación informada del electorado. En las dos últimas

décadas, nuestra sociedad ha ingerido ciencia, pero

todavía no la ha digerido, lo que indica que nuestra

sociedad científica está todavía en su infancia. Esto

no es de extrañar, ya que nuestra experiencia anterior

no nos había preparado para nada semejante a la

explosión de estos veinte años. Debemos esperar que

los próximos veinte años sean aún más dinámicos.

74

Page 77: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Por lo tanto, es urgente que aceleremos el proceso de

asimilación.

Ciencia y humanismo

A JY mi modo de ver, un problema crucial en la

asimilación es la medida en que los hombres, incluso

los que poseen suficiente cultura por lo demás, no

identifican la libertad de investigación científica con

nuestras libertades políticas y de otra naturaleza. En

el mundo algo menos complicado del siglo XVIII, un

gran pensador como Thomas Jefferson podía ser al

mismo tiempo político teórico y práctico, filósofo y

hombre de ciencia. Su mente podía abarcar e integrar

una parte muy grande de los conocimientos humanos.

Apreciaba claramente, por ello, los amplios valores

humanistas que son patrimonio común de todos los

hombres que buscan la verdad.

Pero al crecer y fragmentarse el conocimiento, las

especialidades siguieron caminos separados. La ciencia

parecía haberse apartado más que otras actividades,

quizá porque los detalles de la verdad científica roza­

ban infrecuentemente a una comunidad de experiencia

intelectual. La ciencia se hizo extraña incluso para

muchos intelectuales.

Este alejamiento ha tenido por consecuencia la para­

doja que conocemos: al hacerse la ciencia más impor­

tante para la sociedad, se redujo al parecer su impor-

75

Page 78: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

tancia en los planes de estudios de la educación liberal.

Este hecho fue observado ya en el siglo pasado por

Thomas Huxley, quien pidió a aquellos de sus contem­

poráneos que tenían una visión estrecha del humanismo

que incluyeran en la educación liberal una ración más

abundante de ciencia. Una persona cultivada o liberal-

mente educada —sostenía Huxley— es una persona

capaz de hacer una crítica de la vida, de evaluar el

medio que la rodea y emitir juicios ilustrados.

Hace treinta años, George Sarton escribía en el mis­

mo sentido en su obra La historia de la ciencia y el

nuevo humanismo. Planteaba la cuestión, que sigue

siendo crucial para nuestra naciente sociedad demo-

crático-científica, del siguiente modo : "La cuestión

principal no concierne simplemente al humanismo, sino

a toda la instrucción, desde la cuna hasta la tumba.

Y la verdadera cuestión es: ¿incluirá la enseñanza

a la ciencia o la excluirá? La minoría intelectual se

halla actualmente dividida en dos grupos hostiles —que

podríamos llamar brevemente el literario y el cien­

tífico— que no hablan el mismo lenguaje ni piensan

de igual manera. Si no se hace nada, el abismo que

los separa habrá de aumentar necesariamente, coinci­

diendo con el continuo e irresistible progreso de la

ciencia. ¿Debemos ensanchar deliberadamente el abis­

mo, como quisieran los viejos humanistas, o debemos

tratar denodadamente de reducirlo todo lo que po­

damos?"

76

Page 79: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

En nuestros días, C. P. Snow ha llamado elocuente­

mente la atención sobre el mismo problema, en sus

discursos sobre las "dos culturas".

Para resumir el asunto, yo haría una pregunta para­

fraseando a Huxley : ¿Quién, en nuestro tiempo, pue­

de hacer una crítica adecuada de la vida sin conoci­

miento de los ideales, los métodos y la dinámica de

la ciencia?

Los remedios han sido ampliamente discutidos: un mayor contenido de ciencia en las escuelas y en las universidades y centros superiores de enseñanza; una variada serie de esfuerzos para infundir al público cierto aprecio de la ciencia; un mayor esfuerzo de los científicos para explicar su trabajo en términos po­pulares.

Se necesitan todas estas medidas. Es necesario lograr

una mayor comprensión de los principios científicos.

Pero al tratar de alcanzar este objetivo puede ser aún

más importante fomentar una mayor conciencia del

patrimonio común de todos los que buscan la verdad.

El filósofo, el sociólogo, el artista, el escritor, el in­

vestigador de las ciencias naturales, todos son en el

fondo hermanos intelectuales. Tanto si su técnica im­

plica la destilación de la experiencia humana como si

se basa en la ordenación, en declaraciones de princi­

pios de los fenómenos mensurables, sus motivaciones,

la calidad de sus experiencias y sus satisfacciones

tienen su raíz en un humanismo ampliamente definido.

77

Page 80: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Estoy seguro de que los intelectuales en general sa­

ben que esto es cierto. Sin embargo, parece que a

menudo queda muy en segundo plano en la conciencia.

Me pregunto si este hecho no será la causa de gran

parte de la incapacidad de comunicación recíproca

entre las dos culturas de Snow. Me pregunto si no

hay un lenguaje común, derivado de una comunidad

de ideales y propósitos básicos, cualesquiera que sean

los detalles de los diferentes sectores del conocimiento,

que constituya el fundamento para la comunicación.

Me pregunto si las barreras no son superficiales, lo

mismo que el idioma es un obstáculo superficial entre

hombres que tienen vínculos comunes.

El logro de una comprensión consciente y funcional

del patrimonio común de quienes buscan la verdad

—entre los científicos y otros intelectuales— puede ser

importante para la buena marcha de la evolución de

nuestra nueva clase de sociedad. Debiera esto hacer

ver aún más claramente que la búsqueda libre y sin

trabas de la verdad en la ciencia es una parte natural

del derecho de libre investigación que es propio de

una democracia. Esto contribuiría mucho a suprimir

discusiones infructuosas acerca de si debiéramos con­

tinuar la actividad de la ciencia y de si los hombres

de ciencia no debieran ocultar verdades científicas que

pueden ser utilizadas con fines destructivos. Debiera

lograr mejor acogida del inevitable aumento del cono­

cimiento y de su continuo cambio. Debiera obligarnos

78

Page 81: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

a comprender mejor la necesidad de prepararnos para

hacer frente a los riesgos que son un paradójico sub­

producto de la expansión del conocimiento.

Ha parecido natural insistir algo en la ciencia en

esta discusión de la sociedad que se ha desarrollado

en el curso de los veinte años últimos. No quiero dar

la impresión, sin embargo, de que esta nueva clase de

sociedad es propiedad de la ciencia. Naturalmente, no

podemos actuar de modo inteligente sin incorporar a

nuestro pensamiento y a nuestros actos toda la varie­

dad de la sabiduría humana. Se observará que he

pedido a los hombres en general, y a los intelectuales

en particular, que hagan volver la ciencia al seno del

humanismo. Es inimaginable que una sociedad demo-

crático-eientífica pueda seguir una evolución construc­

tiva sin que estén ampliamente representados entre sus

miembros el arte, la música, la historia, la literatura

y la dinámica social.

Crisis continua

J DIFÍCILMENTE podemos discutir el porvenir de

la sociedad científica sin relacionarlo con la pugna

mundial y con el terrible dilema planteado al hombre

como consecuencia del desarrollo de las armas nu­

cleares.

Recuerdo la reacción de muchos científicos, inclui­

dos algunos de los que trabajamos en armas nuclea-

79

Page 82: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

res, ante este dilema cuando se hizo realidad en 1945.

Los investigadores de las ciencias naturales han sido

a veces calificados de demasiado optimistas e inge­

nuos por los sociólogos. Colectivamente, no carecen de

idealismo. Quizá fue natural que muchos de nosotros,

conociendo de cerca el significado de las armas nu­

cleares, tratáramos de decir al mundo que la guerra

nuclear era algo en que no podía pensarse. Para nos­

otros, los datos eran inequívocos, las conclusiones

eran indiscutibles y el rumbo a seguir era evidente.

Creímos que el mundo vería esto rápidamente y que,

al verlo, haría algo para remediarlo.

El período necesario para la desilusión varió según

las personas. Pocos han cambiado de opinión acerca

de la guerra nuclear. Pero muchos se han hecho me­

nos ingenuos, aunque también menos idealistas. Mucho

de lo que ha sido calificado de ingenuidad ha desapa­

recido. Pero debemos recordar que el idealismo, por

fortuna, no ha sido monopolio de los científicos. En

el período que siguió a la primera guerra mundial,

estadistas de experiencia, imperceptiblemente influidos

por los científicos, firmaron solemnemente tratados

poco realistas proscribiendo la guerra. Quizá estadis­

tas sin ingenuidad, con ayuda de científicos que han

perdido la ingenuidad, puedan en una era científica

ser capaces de combinar el realismo y el idealismo.

Mi propia instrucción en estos asuntos comprende

la experiencia, este mismo año, de haber sido desig-

80

Page 83: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

nado por cl Presidente Kennedy para presidir la de­

legación de los Estados Unidos en la V Conferencia

Anual del Organismo Internacional de Energía Ató­

mica, en Viena. Este es un organismo establecido para

extender las aplicaciones pacíficas do la energía ató­

mica en todo el mundo. Comprobé que sus problemas

apenas si son menos difíciles que los de las Naciones

Unidas.

Me impresionó la enorme dificultad de encontrar

solucione; comunes a los problemas cuando tenían

que buscarse con personas que parecen hablar un

lenguaje distinto, no sólo lingüística, sino ideológica­

mente, y algunas de las cuales parecen poseer una

fe determinista que es ajena a nuestro humanismo.

Aunque no encontré motivo para un optimismo

desbordado, tampoco encontré razón para abandonar

los esfuerzos. Al no ser previsible ningún movimiento

decisivo en la diplomacia, parecería que la mejor si­

tuación del mundo que podemos esperar es la de una

crisis continua. En la competencia de ideas que acom­

pañará a la crisis, la victoria puede ser ganada me­

diante el éxito del desarrollo aquí de una sociedad

en la que se combinen la ciencia y la libertad.

Los científicos y los ingenieros pueden seguir ha­

ciendo una contribución importante en esta pugna,

no sólo mediante logros en el laboratorio, sino tam­

bién mediante su participación en programas de in­

tercambio y reuniones internacionales, y en otros

81

Page 84: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

contactos con las naciones del telón de acero a través

de la investigación básica, cuando surjan y si surgen

las ocasiones. Todas estas actividades son indispen­

sables para contribuir a mantener abiertas las vías

de la comunicación y la comprensión.

Creo que cada uno de nosotros, científico o no

científico, debe tener conciencia de la importancia

de su propio esfuerzo para la [¡reservación de una so­

ciedad liberal en la crisis continua. Cada uno de nos­

otros necesita un sentimiento de responsabilidad y

urgencia, pues el total de nuestros esfuerzos será de­

cisivo, por muy alejado del combate que parezca nues­

tro propio trabajo. No debemos hacer demasiado

poco. No podemos retrasarnos. Debemos tener al mis­

mo tiempo resolución y buenas intenciones; y lo

que es más importante, debemos aduar. Como he

aconsejado en el pasado, debemos ampliar y elevar

el nivel de la educación en toda la línea. Especial­

mente debemos buscar y cultivar a los dotados y crea­

dores, pues son ellos los que suelen realizar los pro­

gresos decisivos en el conocimiento y la comprensión.

Debemos explotar todas las vetas de nuestros recursos

humanos y aprovechar nuestros talentos hasta el má­

ximo.

82

Page 85: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

La preservación de la libertad

l_i A sociedad democratico-cicntífica ha echado raí­

ces en las dos décadas pasadas, combinando los va­

lores de la libertad y de la dignidad individual con

la promesa de un creciente bienestar material. ¿Po­

demos preservarla, no sólo para nosotros, sino como

posibilidad de elección para otros pueblos?

Creo que podemos hacerlo y que lo haremos, en

parte por la fuerza moral de la libertad y en parte

por la potencia material de nuestra nueva sociedad.

No podemos dejar de ver el hecho de que la libertad

necesita fortaleza y determinación además de buenas

intenciones. La generosidad ocupa un lugar en las re­

laciones entre los hombres, pero por desgracia no es

una cualidad uniformemente respetada por todas las

naciones en las relaciones entre ellas. Esta es la razón,

por ejemplo, de que debamos estar dispuestos a ne­

gociar desde una posición de indiscutible fortaleza,

así como de indudable buena fe. Y tenemos que ne­

gociar; volver la espalda a esta la más esperanzadora

y sensata solución de las diferencias entre el Este y

el Oeste sería tan insensato como podría ser fatal.

Pero debemos reconocer que hasta que todas las na­

ciones puedan partir de la misma definición de lo

justo y lo verdadero, los acuerdos internacionales que

afecten a nuestros intereses vitales han de contener

estipulaciones para un control adecuado contra las

83

Page 86: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

violaciones, así como estipulaciones reconociendo los

derechos de los otros. Debemos mantenernos firmes

cuando está en juego nuestra propia seguridad, así

como ser justos cuando lo está la del otro. No puedo

menos de recordar, a ese respecto, un elocuente pa­

saje del discurso de toma de posesión del Presidente

Kennedy : "La cortesía no es un signo de debilidad

y la sinceridad está siempre sujeta a prueba. No

negociemos nunca impulsados por el temor. Pero no

temamos nunca negociar."

Más allá de estos principios, mi confianza en la

libertad está basada en una fe personal, originada

nn mi interpretación de la experiencia humana, a la

que hay que recurrir cuando faltan datos científicos

o éstos no son terminantes. En el curso de la historia,

muchas veces no ha parecido brillante el porvenir.

Sin embargo, no siempre ha pasado lo que más se

temía. La esperanza y la fe innatas del hombre en

su propio destino le han llevado a resolver problemas

tremendos. Sabemos que la historia se repite - -tanto

en las crisis como en su resolución— y debemos con­

fiar por ello en que volverá a hacerlo.

84

Page 87: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

El Hospital en Norteamérica Su significado científico, social y pacífico

Por el Dr. Alfonso de la Peña

LAS instituciones hospitalarias en Norteamérica,

dedicadas a velar por el progreso de las cien­

cias médicas y la salud de sus ciudadanos, re­

sultan una de las realidades de ese país, que por su

significado social, científico y político, patentizado

hoy en unas técnicas y orientaciones logradas en am­

plio sentido clínico y universitario, más atraen la aten­

ción universal.

Un Hospital '"standard" supone una corporación

dedicada fundamentalmente no sólo a ejercer, sino a

ensalzar la Medicina, sirviendo de garantía, idoneidad

y probidad absolutas en cuanto a cuerpo facultativo;

calidad de la asistencia médico-quirúrgica; farmaco­

pea, organización general, medios auxiliares, investi­

gación, servicio social, etc. (1).

El Hospital norteamericano es, en general, una en­tidad con jerarquía facultativa y administrativa co­

tí) Kn esto servicio están incluidos el ajuste económico entro enfermo y hospital ; atenciones religiosas y provisión de entrete­nimiento, de enseñanzas al enfermo duraute el período de hospi­talización.

85

Page 88: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

ordinadas, constantemente alertas, lo que revela en

sus reuniones periódicas de tipo científico ; la exigente

meticulosidad con que se discrimina toda la actua­

ción médica, desde la historia clínica hasta la res­

ponsabilidad médica ante el fracaso ; la morbilidad

injustificada o la muerte. Un número excesivo de apen-

dectomías, amigdalcetomías, ligadura de trompas, de

vasos deferentes, etc., suscita la revisión por comisio­

nes oficiales, dedicadas a justificar las bases de la

indicación quirúrgica.

En Norteamérica, podemos afirmar, sólo la carrera

de Medicina es posible porque existen Hospitales efi­

caces en número y cantidad. La Facultad de Medicina

o Escuela Médica y Hospitales son consustanciales.

De los seis años que la componen, cuatro se dedi­

can a ciencias básicas y doctrina médica, que han de

ir seguidos de dos de internado imperioso en un hos­

pital prototipo ("standard") (2). Repetiremos hasta

la saciedad que este "internado''' es desconocido en­

tre nosotros, donde tan sólo un 20 por 100 de los es­

tudiantes españoles es afortunado, y llegan a esa paro­

dia de internado que supone pasar "alguna" noche "de

guardia" y "algunas" horas del día en las salas de uno

de nuestros hospitales de beneficencia.

Un internado, una residencia, un "fellowship" en

(2) Un hospital «standard)) ha de disponer de un número de jefaturas, .servicios, laboratorios, sala de autopsias, internados, re­sidencias, (rotación para la investigación. OomprolKición anual de morbilidad y mortalidad y ha de estar abierto a todo control e investigación estatal y técnica.

86

Page 89: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

los hospitales norteamericanos son credenciales cuyo

valor moral está a la par con el científico y >.:•. rulicio-

nan garantías y prestigio. El de la Institución está

asegurado por la categoría y número de sus jefes clí­

nicos y miembros de su cuerpo técnico (Staff); Con­

sejo Administrativo y Social ( Board), por su dotación,

misión, publicaciones de valor reconocido y adquisi­

ciones.

El crédito que cada hospital ofrece a los médicos

que en él se forman está en proporción inversa al sa­

lario que como internos reciben. Cuanto mayor sea

el sueldo, menor el prestigio de la Institución. Sin em­

bargo, el "sueldo" tiene un significado social extraor­

dinario, a nuestro juicio. Merecer, recién salidos de la

Escuela o Facultad de Medicina, un emolumento, sirve

de estímulo, de confianza en el futuro; tía sensación

de "logro" o "realidad" ; al laborioso le permite, ade­

más de unos ahorros en los dos años, además de unas

sustanciosas y bien dirigidas enseñanzas. Las plazas

en hospitales que logré en estos últimos años para va­

rios discípulos nuestros en la Cátedra de Urología de

la Facultad de Medicina de Madrid, les permitieron a

los casados no sólo conseguir una experiencia fructí­

fera y material urológico, sino mantener a su mujer

e hijos en España, en condiciones mejores que las ha­

bituales de su hogar completo.

El joven médico interno recibe, pues, además dé­

la enseñanza, uniformes y pensión completa, una ayu-

87

Page 90: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

da económica. Esta ayuda económica, qué en mis

tiempos oscilaba de treinta a sesenta dólares mensua­

les, es hoy de unos cincuenta a cuatrocientos dólares,

según, repito, el prestigio nacional de la Institución y

de las credenciales que concede.

El estudiante de Medicina norteamericano no pue­

de obtener el título de Médico ni ser aceptado como

tal en ninguna comunidad, sin que consten en su

haber académico o "curriculum vitae" los dos de in­

ternado o "residencia". Mucho más cotizado es el

médico que cuando inicia el ejercicio profesional in­

dependiente ha pasado cinco años de experiencia gene­

ral en hospitales o instituciones de postgraduados;

conseguido su "Master's Degree" mediante una "tesis"

de investigación y valor reales. Entre las bases de la

Universidad anglosajona y la Universidad francesa no

existe parangón posible entre éste y el grado de doctor

europeo. En Europa, con seis años puramente teorizan­

tes, el período enciclopédico de la Licenciatura acaba­

do, puede el titulado "Licenciado Médico" dedicarse

a ejercer autodidácticamente, para después subsanar

su carencia de clínica por el doloroso proceso de en­

sayo, error o acierto, con sus inherentes riesgos, tan

explotado molierescamente por el vulgo.

El interno, durante su más o menos larga reclusión,

vive tranquilo, feliz y, en mi concepto, plenamente de­

dicado a la clínica e investigación, internado o "re­

clusión vocacional", que le permite ser "protagonista

88

Page 91: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

dirigido" de cómo se actualizan las adquisiciones doc­

trinales transformándolas en realidades clínicas —la

gramática parda—, siguiendo a nuestro Marañón. Pue­

de ahorrar cantidades estimables que le permiten al

final adquirir, como nos sucedió a nosotros, un "ar­

mamentarium" con el que proseguir en las técnicas ad­

quiridas y, según sus proyectos y capacidad, iniciar

su vida profesional con tanta mayor exigencia o es­

peranza cuanto mayor y más largo fue el período de

perfeccionamiento. No es sino común el profesional

que no empieza su actividad privada antes de los trein­

ta y dos o treinta y seis años; son éstos los que en

este momento son objeto de ofertas excepcionales por

parte de instituciones, clínicas y comunidades. Así,

y por lo menos para este tipo común de profesional,

la carrera de Medicina, lejos de ser la deprimente rea­

lidad habitual en Europa, se asemeja a las más espe­

cializadas nuestras de ingenieros, arquitectos, etc.

De las filas de este gran grupo de jóvenes médicos

o cirujanos formalmente instruido se recluían los in­

vestigadores, los jefes de servicio, los profesores, que

han de llenar las vacantes de las instituciones médicas

y universitarias. En Estados Unidos, como en otros

países, la vida oficial caduca a los sesenta y cinco años.

Si el período mínimo de estudios médicos compren­

de cuatro años de preparación teórica, dos de interna­

do, suponiendo ello un período no menor de seis

años, la realidad es que el lapso formativo del clí-

89

Page 92: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

nico medio norteamericano requiere, repetimos, de

tres a ocho años más. El valor de las enseñanzas que

el hospital norteamericano proporciona se evidencia,

a mi juicio, de muchas formas. En los países sudame­

ricanos se puede, desde hace muchos años, compro­

bar cómo el joven médico de formación norteamerica­

na, aun cuando sólo sea durante un período de post­

graduación corto, encuentra un porvenir más alentador

al reintegrarse a su patria que aquel que no ha salido

de la misma. Hispanoamérica envía a la Universidad

española, para encumbramiento de nuestras Faculta­

des, un contingente extraordinario de estudiantes de

Medicina, como he tenido ocasión de manifestar mu­

chísimas veces, entre otras razones, por la ventaja del

lenguaje; no suele ser el más aventajado de aquellas

Universidades. A los mejores alumnos de Hispanoamé­

rica, según mis datos, les es fácil encontrar "hueco"

en las universidades y hospitales norteamericanos. Pues

bien, al retorno de ambos grupos al suelo patrio no

existe nivel comparativo entre la labor clínica profe­

sional y pedagógica que unos y otros pueden desarro­

llar como regla general aun cuando se den excepcio­

nes que nos honran.

La misión del hospital norteamericano está asimismo

evidenciada en su relación con el progreso de la Me­

dicina. Resulta excepcional que un hospital americano

"standard" no disponga de equipo de investigación

científica o clínica, real. Las ventajas que esto repre-

90

Page 93: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

senta son bien evidentes, rto ya para el mismo centro

—que al elevar sus ideales se libera de un trabajo

rutinario y mejora sus posibilidades—, sino de pro­

greso científico. Los que hemos tenido la oportunidad

de trabajar en algunas instituciones de esta índole

siempre recordaremos con nostalgia su organización y

medios de trabajo ; y, lo que es más importante, la

tranquila seguridad que nace de esa conjunción de

elementos técnicos y experimentales.

Prueba de esto es el número de Premios Nobel que

cuenta este país en Medicina y sus ciencias auxiliares.

Quizá entre todos y por recientes destaquen los nom­

bres de Hench y Kendall, descubridores de la corti­

sona; de Salk, de la vacuna contra la poliomielitis, y

de nuestro compatriota Ochoa, cuyo reconocimiento

universal hoy, si tanto nos alegra como españoles, no

nos permite dejar de reflexionar con diferente alegría

de español como en 1906 nuestro Ramón y Cajal trajo

a España, para honor y gloria de la Facultad de Me­

dicina de Madrid, el preciado galardón.

Quizá la característica que más distingue al hospi­

tal americano es la ya mencionada incorporación de

su material, investigaciones, estadísticas, publicaciones,

etcétera, al acervo docente, sin establecer distinciones

de ninguna clase. El paradigma de esta colaboración

lo constituye el aprovechamiento del cuantioso material

de la famosa Mayo Clinic —entidad privada— por

parte de la Universidad de Minnesota. La obra de los

91

Page 94: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Mayo no se circunscribió a la creación de unas clíni­

cas y hospitales "modelo", sino que legaron un módulo

del ejercer profesional en sus diversas facetas de in­

flujo permanente, evidenciando una lección de altruis­

mo al revertir lo logrado con el ejercicio de la Medi­

cina, para su propio ensalzamiento.

Los que convivimos unos años con ellos hemos po­

dido comprender que la permanencia de su obra di­

mana de la proyección de su pensamiento: "El deber

y el mérito de los superdotados está en la compren­

sión y en la tolerancia para con los de menor fortu­

na: dar al enfermo cuanto necesite en relación con

su enfermedad, sin reparar en sus posibilidades."

til hospital norteamericano, en conjunción univer­

sitaria, servido por médicos que además componen los

Consejos nacionales y estatales de la Medicina y de

las especialidades, garantiza la idoneidad y perseve­

rancia en el estudio de los que se titulan médicos, ci­

rujanos o especialistas, evitando el dilettantismo y la

ironía do que el bisoño recién salido de la Universi­

dad pudiera autodecretarse, como en España, "espe­

cialista", en ramas cada vez más intrincadas. El hos­

pital norteamericano "standard" pretende con su ser­

vicio rotatorio proporcionar una cultura clínica y un

caudal de conocimientos mínimos o máximos. Garan­

tiza la moral del médico que sale de su institución, y

mientras pertenezca a instituciones como el American

College of Physicians and Surgeons (Colegio de Me-

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Page 95: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

(lieos y Cirujanos), su deontologia, su humanitaria ca­

lidad, estará siempre a prueba de crítica.

El hospital americano se caracteriza además por

un espíritu de perseverancia que evita la decadencia,

dando a todo un aire de constante reafirmación. El

hospital americano funciona bajo un signo de alacri­

dad, de entusiasmo, en el desarrollo de su misión. La

atención y cuidado del enfermo se desenvuelven den­

tro de las normas más ortodoxas en lo que respecta

a cuestiones científicas, técnicas y económicas ; o lo

que es igual, los hospitales están asimilando constante

y simultáneamente los progresos de la investigación y

de la técnica; de las orientaciones sociales de tipo

colectivo, lo que es posible porque en los Estados

Unidos las instituciones sanitarias que comentamos

están desprovistas de carácter comercial. Más aún ; el

protegido por la fortuna, las instituciones comercia­

les (ejemplo, la Eundación de Ford Motor Inc.) e in­

cluso casas comerciales directamente relacionadas con

la Medicina, en el anonimato más absoluto v con el

desinterés económico mayor, aportan su apoyo finan­

ciero, subsanan desniveles presupuestarios, conceden

créditos a fondo perdido para investigaciones, becas,

camas, integrando ese gran concepto de civismo, al­

truismo privativo de la conciencia del ciudadano medio

de este país.

Tales condiciones permiten el ideal de la asistencia

médica, a mi juicio la doble responsabilidad del hos-

92

Page 96: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

pltal y del medico, autónomas auri cuando el hospi­

talizado recibe los beneficios de los más modernos

adelantos, la vigilancia más meticulosa y una consi­

deración económica proporcional a sus medios, de for­

ma que ningún problema pueda jamás abrumar o en­

sombrecer la recuperación de su salud. Así, éste se

sabe doblemente objeto de exquisita atención, repeti­

mos, por parte de su médico y del hospital que le acoge.

En Norteamérica, como en todo país grande, no

todo es perfecto ; existen lacras más o menos subrepti­

cias, "clínicas", hospitales no "standard", donde el

chiropractor, charlatanes médicos o no, pueden ejer­

citar perniciosa labor ante el crédulo y donde pueden

llevarse a cabo actuaciones ilegales, dicotomía, etcétera,

escapando temporalmente a la acción fiscal. Por for­

tuna, automáticamente esta clase de lacras y los que

necesitan recurrir a ellas y otras actividades, como la

inserción de gacetillas iterativas del diario no médico,

son sancionados pronto ; menospreciados por la so­

ciedad, no tardan en estar en pugna con la justicia.

Pero aun cuando existan deben ser escasas, por cuan­

to que a lo largo de nuestros años de formación mé­

dica por Estados Unidos jamás tuvimos ocasión de

conocer aquellas lacras, y sólo tenemos la más loable

de las ambiciones: ver reproducidas en Europa las

corporaciones hospitalarias de Norteamérica.

Por eso, cuando hace unos meses hemos regresado

a nuestros hospitales de Milwaukee y de Rochester,

94

Page 97: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

puëblecito encantador de ml juventud, hemos podido

comprobar con la emoción de un lapso de treinta años,

nuestro sentir al verlos espléndidamente renovados, más

exigentes y mejor dotados.

Considerando que pocos Estados, por poderosos que

sean, son capaces de resolver el problema ingente dé­

la Sanidad pública, ni siquiera en países como los

Estados Unidos, donde los presupuestos alcanzan ci­

fras ingentes, es admirable ver a la iniciativa privada

contribuir eficaz y altruistamente a aliviar la carga al

erario público, sin menoscabar su prestigio, cultivando

los lazos reales de humana y cristiana solidaridad.

La filantropía norteamericana, cristalizada en fun­

daciones como la Mayo, Rockefeller, Guggenheim, Kel-

log, Parke Davis, Johns Hopkins, Sloan Kettering, Bu­

chanan Brady, Del Amo y otras muchas quedan ma­

ravillosamente plasmadas en su perennidad, ya que

perviven a la muerte de sus fundadores. La primera­

mente citada, tan querida para nosotros y galardo­

nada hace poco, repetimos, con el Premio Nobel con­

cedido a nuestros queridos maestro Kendall y condis­

cípulo Hench, posee hoy, gracias a los Mayo, la auto­

nomía económica que garantiza una supervivencia que

sólo un seísmo o una ley geológica podrá truncar.

El hospital americano supone un crisol en que se

funde el interés científico, el social, la misión univer­

sitaria de formar conjuntamente médicos y ciudada­

nos excelsos, representando así una de las fuerzas de

95

Page 98: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

ttlâyôr autenticidad de cualquier país, y resulta el mejor exponente de civismo norteamericano que, cons­ciente de su misión, mantiene vivo el fuego que puede mover acciones y significados como los que acaban de ocupar mi pluma.

La Clínica Mayo, Rochester (Minnesota).

Page 99: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

LA NUEVA CRITICA Por David Daicbes

QUIZA el movimiento más importante en la moderna crítica norteamericana ha sido el resultado de la búsqueda de un modo más

riguroso de definir las cualidades especiales de una obra de arte literario. Una de las corrientes que ali­mentaron este movimiento fue la reacción contra el ro­manticismo, contra la creencia romántica de que la función de una obra de arte era la de expresar la per­sonalidad del autor y que la función del crítico era la de registrar su propia reacción emocional a lo realiza­do por el autor. Este nuevo clasicismo veía la obra li­teraria como caracterizada por la precisión de las imágenes y por el orden. Aquellos escritores del Sur de los Estados Unidos que deploraban el individualis­mo caótico de la moderna civilización industrial y que esperaban el establecimiento de una clase de orden más tradicional, tanto en la vida como en el arte, reaccio-ban como meridionales ante los problemas especiales del Sur y afirmaban el sentido meridional de tradición y

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Page 100: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

orden con relación a lô que consideraban confusio­

nes corruptoras de la vida industrial del Norte. El mo­

vimiento agrario del Sur, en los años veinte, era deli­

beradamente reaccionario en cuanto deseaba restablecer

los ideales y normas de una forma de vida preindus-

trial. Este estado de ánimo se manifestó en la crítica

literaria en la revista The Fugitive, fundada por John

Crow Ransom y Allen Tate en 1922, y dirigida con­

juntamente por ellos desde 1922 hasta 1925.

Mientras tanto, había estado surgiendo un movimien­

to antirromántico de otras fuentes. El crítico y filóso­

fo inglés T. E. Hulme había escrito, en los años que

precedieron inmediatamente a su muerte durante la

primera guerra mundial, en 1917, una serie de ensa­

yos en los que atacaba el subjetivismo y vaguedad de

la literatura romántica y aconsejaba el empleo de imá­

genes "secas y duras" en la poesía, así como la obje­

tividad y la disciplina en el arte en general. Hulme

creía "que el hombre es, por naturaleza, malo o limi­

tado y que, por lo tanto, sólo puede realizar algo de

valor mediante disciplinas de carácter ético, heroico

o político", y como una de las consecuencias de esta

creencia veía el abandono del optimismo romántico

acerca de la naturaleza y posibilidades del hombre. Las

opiniones de Hulme influyeron sobre TV S. Eliot y se

reflejan en el influyente ensayo de Eliot, La tradición

y el talento individual, que apareció por primera vez

en 1917. En este ensayo decía Eliot: ".. .el poeta tiene,

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Page 101: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

no una 'personalidad' que expresar, sino un medio es­

pecial, que es sólo un medio y no una personalidad, en

el que las impresiones y las experiencias se combinan

de manera peculiares e inesperadas. Impresiones y ex­

periencias que son importantes para el hombre pueden

no tener lugar en la poesía, y las que adquieren impor­

tancia en la poesía pueden desempeñar un papel muy

insignificante en el hombre, en la personalidad." Eliot

rechazó la opinión de Wordsworth de que la poesía

tiene su origen en "la emoción recordada en la tran­

quilidad" y afirmó que la "poesía no consiste en libe­

rar emociones, sino en huir de la emoción; no es la

expresión de la personalidad, sino una huida de la

personalidad". Aquí, como en los críticos del Sur, la

insistencia está en el oficio, en la obra de arte como

ordenación significativa de imágenes, más que en el

efecto emocional de la obra sobre el lector o en su

significado autobiográfico para el autor. La poesía —in­

sistía Eliot— tenía que considerarse como tal y no como

otra cosa. No era biografía y no era historia, ni era

parte de la historia de las ideas. Era una estructura

intemporal de significado, que había de considerarse

idealmente como si fuera contemporánea y anónima.

Este último punto representa un desarrollo ulterior

de las ideas de Eliot por los críticos norteamericanos

de los años treinta. Pero es un desarrollo del mismo

movimiento. Ya se derivara de la ideología conscien­

temente reaccionaria de los Fugitivos del Sur, o de la

09

Page 102: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

insistencia de Hulme en la precisión y la disciplina, o

de los argumentos de Eliot en pro de la impersonalidad

del arte, éste era un movimiento que tenía como uno

de sus principales objetivos el rescatar de la biogra­

fía y de la historia la obra de arte literaria y el des­

cubrir su singularidad. ¿Qué es lo que distingue el

empleo literario del idioma, y en particular el empleo

poético del idioma, de otras maneras de utilizar éste?

¿Qué es lo que un poema es de manera única? Estas

son las preguntas que la Nueva Crítica (como llegó a

ser denominada) trataba principalmente de contestar.

Pero no bastaba con decir que la poesía tiene que

caracterizarse por la claridad y precisión de las imáge­

nes, de una parte, y por la impersonalidad, de la otra.

La influencia de la poesía simbolista francesa, que

llegó a través de Eliot, asi como por otros caminos,

sugirió que la imagen, por clara y precisa que fuera

como imagen, debiera ser colocada en el conjunto de

imágenes de tal manera que adquiriera matices de

significado bastante más sutiles ( y al mismo tiempo

bastante más precisos) que todo lo que pudiera lograr­

se en la prosa ordinaria. En segundo lugar, la influen­

cia de los poetas metafísicos ingleses del siglo xvn,

que había venido aumentando desde la publicación

en 1912 de la gran edición de H. J. C. Grierson de los

|ioemas de John Donne, añadió un nuevo criterio. Este

era el ingenio. En 1921, en su famoso ensayo sobre los

poetas metafísicos, Eliot subrayaba el hecho de que

100

Page 103: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

en estos poetas el pensamiento y el sentimiento iban juntos, mientras que en los poetas posteriores se ha­

bían separado. "Para Donne, un pensamiento era una experiencia ; modificaba su sensibilidad", escribía Eliot. Por otra parte, "Tennyson y Browning son poetas, y

piensan; pero no sienten su pensamiento tan inmedia­

tamente como el olor de una rosa". Este nuevo aprecio

de los poetas metafísicos ingleses significaba un nuevo

aprecio del vigor intelectual de la poesía y del em­

pleo en serio del ingenio. En el siglo xix, el ingenio

había quedado relegado sobre todo a la poesía có­

mica. Artificios tales como el juego de palabras se

consideraban cómicos e ¡impropiados para la poesía

seria. Pero ahora los críticos exigían a la poesía una

textura intelectual más vigorosa, con artificios inge­

niosos como el juego de palabras utilizadas como lo

habían sido en el siglo xvu, a fin de conseguir iro­

nías y ambigüedades.

Con el ingenio llega la ironía. En una conferencia

titulada Poesía para e impura, pronunciada en Prin­

ceton en 1943, Robert Penn Warren, meridional de

origen y bien conocido como novelista, poeta y críti­

co, resumió una generación de discusiones acerca de

la importancia de la ironía en la poesía. Insistía en

que, en un poema amoroso, por ejemplo, el poeta no

debe mostrarse ingenuamente solemne acerca de la

pureza e intensidad de sus sentimientos; para que

su poema quede protegido contra el ridículo y la pa-

101

Page 104: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

rodia, ha de contener alguna especie "de afirmación

contraria irónica. El amor es puro y hermoso, y apa­

sionado ; pero también es pujante, físico y cómico.

Si el poeta no muestra en absoluto conciencia de estos

últimos aspectos, se hace vulnerable a la burla. Warren

compara los jardines de los poetas eróticos victoria-

nos con el jardín de la Verona de Shakespeare, donde

Romeo y Julieta cambian sus apasionadas declaracio­

nes de amor, mientras Mercucio hace fuera sus chistes

obscenos. "¿En qué términos llega el poeta a un acuer­

do con Mercucio?", pregunta Warren. Hay muchas

maneras, contesta. Lo importante es que el poeta tie­

ne que llegar a un acuerdo con Mercucio; es decir,

tiene que incluir de alguna manera una irónica de­

claración contraria a su declaración emocional princi­

pal. El poeta no tiene que ser el héroe ingenuo de sus

propios poemas. Esto es lo que era Shelley, a los ojos

de la Nueva Crítica, y esto es por lo que Shelley es

tenido por poeta inferior a Donne, a Pope y a Gerani

Manley Hopkins, pues todos estos últimos poetas uti­

lizan el ingenio y la ironía de una u otra manera para

modificar o comentar su significado superficial.

El movimiento moderno ha tenido profunda con­

ciencia de las maneras en que la retórica de la co­

municación de masas ha vulgaií/ado el significado. Es

por esto —argumentaba Aller» Tate en 1933. en su

ensayo titulado Tensión en. la poesía— "por lo que

muchos poetas se sienten obligados a inventar lengua-

102

Page 105: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

jes privados o muy restringidos". Es "porque el len­

guaje público ha llegado a quedar profundamente im­

pregnado de sentimientos de masas". El interés lite­

rario de un poema —aducía Tate en su ensayo— no

reside en su simple comunicación de una línea de sig­

nificado que avanza hacia una conclusión que es como

la culminación de todo ello; ni reside simplemente en

su simple expresión de la emoción autobiográfica del

poeta. La extensión del poema, su movimiento lógico

desde un punto al siguiente y así hasta su conclusión,

y su intensión o intensidad; la carga emocional del

poeta y el desarrollo metafórico, son ambas menos im­

portantes que lo que él denomina la tensión, "la plena

estructura organizada de toda la extensión e intensión

que podemos encontrar en el poema". La plena com­

plejidad de significado poético trasciende tanto al mo­

vimiento de ideas parafraseable como al desarro­

llo metafórico en cualquier punto. La poesía —insis­

te— no os mera comunicación de ideas o actitudes:

es una compleja estructura de significado que lia de

ser leída y apreciada como tal.

Un argumento análogo se encuentra en el ensayo

de John Crowe Ransom, Poesía: una ñuta de onto­

logia, escrito en 1934. Ransom distingue tres clases

de poesía. Existe la "poesía física", que trata de cap­

tar las cualidades precisas de las cosas utilizando el

tipo de imágenes rigurosas, claras y exactas aconse­

jadas por T. E. Hulme y por los poetas imaginistas

103

Page 106: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

que en cierto grado procedían de Hulme. Pero la pre­

sentación exacta de las reacciones humanas a los ob­

jetos físicos, aunque una actividad meritoria, no es

realmente satisfactoria: es demasiado limitada. La

segunda clase de poesía de Ransom es lo que llama

"poesía platónica", que es la que trata de hacer que

el lector adopte una determinada actitud ética. Consi­

dera que esto es "falsa poesía", y acusa a Shelley y

Tennyson, entre otros poetas del siglo XIX, de ha­

berla producido. Su tercera clase es la "poesía meta­

física", que utiliza lenguaje metafórico y figurativo de

otro tipo para sorprender al lector y provocar en él

percepciones nuevas y estimulantes del tema.

En otro lugar, Ransom ha establecido una impor­

tante e influyente distinción entre la textura y la es­

tructura de un poema. La textura es la calidad de la

expresión en cualquier punto dado, enriquecida por

toda clase de artificios metafóricos apropiados., a fin

de abarcar plenamente la cualidad de las cosas a que

se alude; la estructura es el argumento parafraseable.

La disertación científica, para Ransom, es exclusiva­

mente estructura y carece de textura: trata de genera­

lidades, no de particularidades. La poesía tiene a la

vez estructura y textura, y sólo al pasar el poema por

los intrincamientos y particularidades de la textura lo­

cal en su desarrollo se hace verdaderamente significa­

tiva y verdaderamente poética la estructura. La ana­

logía de esta manera de ver con la teoría de la "ten-

104

Page 107: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

sión", de Tate, es parte de un parecido de familia entre todos esos críticos modernos interesados en se­

parar las cualidades diferenciales específicas del dis­

curso poético como algo distinto del científico o his­

tórico. Debiera añadir que aunque la mayor parte de

estos críticos se refieren al arte literario en general,

casi siempre prefieren ilustrar sus argumentos con

ejemplos de poemas líricos.

Mientras tanto, I. A. Richards, en Inglaterra, había

estado elaborando ideas acerca de la naturaleza del

significado poético y su distinción del significado cien­

tífico que habían de ejercer considerable influencia

sobre todo el movimiento crítico moderno. En su libro

Ciencia y poesía, publicado en 1926, argumentaba Ri­

chards que la poesía no se ocupa de hechos científi­

cos o históricos. Se ocupa de lo que él llama "seudo-

proposiciones", y "una seudoproposición es cierta si se

ajusta y sirve a alguna actitud o enlaza entre sí ac­

titudes que por otros motivos son convenientes". Ri­

chards distingue entre lo que llama "significado refe-

rcncial", que pertenece a la ciencia y otras clases de

literatura informativa, y "significado emotivo", que

pertenece a la poesía y cuya función no es la comuni­

cación de hechos o ideas, sino la comunicación de un

estado de conciencia valioso. Pocos críticos posteriores

han aceptado este aspecto particular del pensamiento

de Richards —que está expuesto en sus Principios de

crítica literaria, 1924—, pero la investigación de las

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Page 108: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

maneras en que actúa el lenguaje, a que llevaron a

Richards sus ideas, ha ejercido gran influencia.

En su esfuerzo por ilustrar y exponer su visión del

"significado emotivo", Richards desarrolló una lectura

de los textos literarios mucho más detenida y sensi­

ble de lo que había sido usual hasta entonces entre

los críticos. Llevó a la crítica literaria el estudio de la

semántica, de lo que llamaba "el significado del sig­

nificado", y al hacerlo contribuyó a fomentar el cui­

dadoso examen analítico individual de los poemas que

ha llegado a ser tan característico de la crítica mo­

derna. Hemos visto ya cómo los críticos del Sur, alen­

tados por la tradición crítica derivada de T. E. Hulme

y T. S. Eliot, habían insistido en explorar minuciosa­

mente la técnica del artista literario y habían así prac­

ticado y fomentado una rigurosa crítica analítica. La

influencia de Richards dio nuevo impulso a la misma

clase de rigor analítico. No es de extrañar, por lo tan­

to, que la Nueva Crítica haya estado caracterizada por

sutiles procedimientos analíticos, y que el tipo más

descuidado y personal de trabajo de gran parte de la

crítica de los sig!os XIX y xx, en la que tanto se

emplean las generalizaciones, haya sido enérgicamente

atacado por la más representativa crítica norteameri­

cana de nuestro tiempo.

Estudio de la técnica del escritor: así es como po­

dría describirse gran parte de la Nueva Crítica. ¿Qué

pasa en una obra de arte literario, especialmente en

106

Page 109: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

un poema? ¿Cómo actúa aquí el lenguaje? ¿Cómo se

utilizan las imágenes? ¿Qué totalidad de significado

se logra y de qué manera? Estas son las preguntas que

hace la nueva crítica, y las hace siempre con el propó­

sito básico de demostrar que la obra de arte literaria

es "ella misma, y no otra cosa", que jamás debe con­

fundirse con la literatura descriptiva, informativa o

persuasiva. Uno de los más agudos y polifacéticos de

los nuevos críticos, que estudia la técnica del escritor

con una especie peculiarmente atractiva de ingenio e

incluso jovialidad, es R. P. Blackmur. En las muchas

colecciones de ensayos críticos de Blackmur se inves­

tigan las maneras en que las ideas pueden ser absorbi­

das por la técnica dándoles significado poético, y la

relación entre las ideas, la imaginación y la técnica.

En su efecto sobre el estudio académico de la len­

gua inglesa, la Nueva Crítica ha contribuido a desacre­

ditar el curso de revisión, con sus amplias generali­

zaciones históricas y su tratamiento de la literatura

como documentos en la historia de las ideas, y a

destacar la descripción analítica detallada de deter­

minadas obras. Durante los veinte años últimos han

estado saliendo de las prensas libros de texto destina­

dos a adiestrar al estudiante en la descripción analíti­

ca. Es notable entre ellos La comprensión de la poesía,

de Robert Penn Warren y Cleanth Brooks, cuya prime­

ra edición se publicó en 1938. Cleanth Brooks ha sido

un destacado representante de la Nueva Crítica y uno

107

Page 110: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

de los principales propagandistas de la misma. En su

libro La poesía moderna y la tradición, publicado en

1939, estudiaba la poesía inglesa desde el punto de

vista de quien adoptaba los criterios de empleo sim­

bólico de las imágenes, complejidad de organización,

ironía y paradoja, criterios que debían mucho a las

ideas críticas de Hulme, Eliot, el grupo Fugitivo, I. A.

Richards y el crítico inglés F. R. Leavis. En conse­

cuencia, exaltaba a todos los poetas de la tradición

"simbolista-metafísica" y rebajaba a todos los que no

pertenecían a ella. En posteriores estudios críticos,

Brooks, como otros representantes de la Nueva Críti­

ca, ha mostrado más amplitud de criterio, pero aun así

no admira a ningún poeta del que no pueda probar

que es irónico y paradójico. En un ensayo titulado

El lenguaje de la paradoja, que ipareció en 1942

y que ha sido reproducido en varias antologías de

crítica, Brooks sostenía que "hay un sentido en el que

la paradoja es el lenguaje apropiado e inevitable de la

poesía. Es el hombre de ciencia el que necesita un

lenguaje exento de todo vestigio de paradoja; al pa­

recer, la verdad que el poeta manifiesta sólo puede ser

expresada en términos de paradoja". Procedía luego a

mostrar que incluso en un poema que puede parecer

perfectamente sencillo y directo en la superficie, como,

por ejemplo, el soneto de Wordsworth sobre el puente

de Westminster, hay una expresión de una situación

108

Page 111: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

paradójica, y que es de esta situación paradójica de donde nace la fuerza del poema.

El hombre de ciencia emplea un significado de refe­

rencia —argumentaba Richards—, mientras que el

poeta emplea un significado emotivo. Para John Crow

Ransom, la literatura científica utiliza estructura, pero

no textura, mientras que la literatura poética utiliza

ambas cosas. Para Rrooks. el científico necesita un

lenguaje exento de paradoja, mientras que el poeta

la necesita. Puede verse aquí el común interés por

establecer una diferenciación entre la ciencia y la poe­

sía, que ha sido una importante característica de la

teoría y la práctica modernas de la crítica. En una

era científica —parece ser la suposición implícita—

la poesía no puede competir con la ciencia en ningún

terreno común; tiene que demostrarse que la poesía

(y la literatura imaginativa en general) es algo abso­

lutamente aparte, tanto en su manera de manejar el

lenguaje como en su valor, para que pueda ser debida­

mente defendida.

Un resultado de esta insistencia en la singulari­

dad de la manera literaria, y especialmente poética,

de utilizar el lenguaje ha sido una cierta fricción en­

tre el historiador de la literatura y el crítico literario.

El crítico se interesa por la estructura de significado

de una determinada obra de arte literario, mientras que

el historiador trata de llegar a generalizaciones acer­

ca de las obras de un período y de su relación con la

109

Page 112: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

cultura que las ha producido. El historiador no puede

dejar de ver las obras literarias como documentos, en

cierto sentido, en la historia de las ¡deas; tiene tam­

bién profunda conciencia de los cambios de significa­

do de las palabras y de la medida en que el significado

de las palabras escritas en el pasado no puede apre­

ciarse plenamente sin algún conocimiento de los há­

bitos intelectuales del período correspondiente. La ten­

dencia de los Nuevos Críticos a ver un poema como

una estructura intemporal de significados que puede

analizarse sin referencia a los significados específicos

de las palabras en un determinado momento del tiem­

po ha irritado a algunos de los humanistas de espí­

ritu conservador que pensaban que la Nueva Crítica

pretendía liberarse por completo de la disciplina his­

tórica. Es ya evidente, sin embargo, que los Nuevos

Críticos jamás pretendieron tal libertad; más bien

considerarían cualquier investigación histórica de lo

que ciertas palabras significaban en determinado mo­

mento, o de un sistema pertinente de ideas del pe­

ríodo en que fue producida la obra, como un esta­

blecimiento preliminar necesario del texto (como la

preparación de un manuscrito o quizá como el apren­

dizaje de una lengua extranjera antes de poder leer

nada escrito en esa lengua). Considerarían tal activi­

dad como a menudo necesaria, pero precrítica. La crí­

tica, para ellos, comienza con una investigación de la

110

Page 113: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

manera eh què se hace actuar a las palabras en la obra de arte literario de que se trate.

Otro resultado del método analítico de los Nuevos

Críticos, y una acusación más grave contra el mismo,

es que ha reducido toda la poesía a una fórmula (tal

como paradoja o "estructura y textura") y que desta­

ca la mera ingeniosidad del análisis. Cualquier cosa

puede demostrarse que es paradójica o irónica si el

crítico pone suficiente empeño en ello, y ¿quién deter­

minará en qué moment-,) deja el crítico de leer lo que

está realmente en el texto y comienza a ver un la obra

fantásticos significados que en ningún sentido real es­

tán allí? El crítico inglés William F.mpson, que co­

menzó como discípulo de Richards y que ha producido

algunos análisis brillantemente ingeniosos del signifi­

cado de obras literarias, ha ejercido considerable in­

fluencia sobre los más jóvenes Nuevos Críticos norte­

americanos. Pero los estudiosos norteamericanos han

recusado las interpretaciones de Empson con razones

históricas y con referencia al convencionalismo, dentro

del cual escribían los autores conespondientes. Las

palabras no podían haber tenido los significados que

el crítico les atribuye, y un análisis que supone que

tenían esos significados nos aparta de la obra misma

en vez de hacernos prolundizar en ella.

Se ha afirmado que la Nueva Crítica ha alentado

el ejercicio del ingenio analítico por personas que no

tienen verdadera conciencia de lo que es la literatura,

111

Page 114: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

que ha fomentado el empleo de una jerga presun­

tuosa y que ha llevado ia crítica a una esfera técnica

altamente especializada en la que no es posible que

sea apreciada por el lector ordinario, de modo que

sólo es leída por otros críticos. Se ha dicho, además

—y esta es quizá la más grave de las acusaciones

hechas contra la Nueva Crítica—, que ha desatendi­

do por completo la relación de la literatura con la

vida, las maneras en que la literatura ilumina la vida

y las ideas nuevas y satisfacciones que realmente da

a los lectores, y que la ha reducido a un complicado

acertijo de interés solamente para los profesionales de

la literatura. En su protesta contra los erróneos con­

ceptos vulgares, contra las confusiones entre el uso

poético y el uso científico del lenguaje, contra las

confusiones entre la poesía y la retórica o entre obras

de literatura y obras de edificación moral directa, los

Nuevos Críticos —se ha dicho algunas veces— pue­

den haber ido demasiado lejos y haberse colocado en

una posición en la que parecen dar a entender que la

finalidad última del arte es la de producir su análisis

por el crítico, y que la función de la crítica es la de

adiestrar a otros críticos a adiestrar a otros críticos a

adiestrar a otros críticos en una estéril sucesión aca­

démica de ingeniosos analizadores que sólo hablan en­

tre sí.

Todo movimiento crítico puede ser llevado a extre­

mos ridículos, y la Nueva Crítica ha tenido represen-

112

Page 115: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

tantes estrictos y extremado?. Además, ninguna posi­

ción crítica debe creerse capaz de decir toda la verdad

acerca de la naturaleza del arte en general o de la

calidad y significado de una determinada obra. Pero

los movimientos críticos fructíferos llaman la aten­

ción sobre aspectos olvidados o hasta entonces des­

atendidos del arte. La reacción moderna contra un ro­

manticismo marchito fue necesaria; la insistencia en

un análisis estricto, en la interpretación detallada de

los textos, fue un saludable correctivo de las gárrulas

generalizaciones que a menudo pasaban por crítica a

comienzos de este siglo. La Nueva Crítica, con su lema

de "¡Atended a la obra! ¡Examinad el texto!", en­

señó a los lectores a acercarse a las obras literarias

directamente, en vez de a través de "apreciaciones"

predigeridas o de historias en conserva que les decían

de antemano, en los términos más generalizados, qué

cualidades iban a encontrar. Si han pasado ya los

días en que los estudiantes podían, aprobar un exa­

men de literatura simplemente con aprenderse de me­

moria listas de adjetivos aplicables a determinados es­

critores, esto ha sido logrado en gran medida gra­

cias a la Nueva Crítica. Aunque no es cierto —si se

me permite expresar una opinión personal— que toda

la buena poesía sea paradoja., ni que el contrapunto de

estructura y textura se encuentre siempre en un poema,

es cierto que para comprender y apreciar debidamente

una obra literaria hay que leerla. La Nueva Crítica

113

Page 116: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

lia enseñado a leer a toda una generación. Si a ve­

ces le enseñó a leer fuera del contexto humano que era

lo único que daba significado a lo escrito, el defecto

era quizá inevitable en un movimiento originado en

gran medida como reacción contra la efusión román­

tica.

El término de "Nueva Crítica", tal y como ha sido

generalmente utilizado durante algún tiempo, es a me­

nudo restringido a ese tipo de rigurosa descripción

analítica de determinadas obras literarias, con su de­

tenida lectura del texto, que se desarrolló a partir de

la moderna reacción neoclásica. Hay, sin embargo,

otras fases importantes de la moderna crítica norte-

mericana que forman parte asimismo de la Nueva

Crítica en su definición más amplia. El interés por la

manera de actuar el lenguaje en la poesía llevó a un

estudio de la metáfora y de su lugar en la expresión

poética, y el estudio de la metáfora fue enlazado por

algunos críticos con el estudio del mito. El estudio

del mito, a su vez, fue alentado por nuevos descubri­

mientos de la antropología y la psicología. Los estu­

dios sobre el lugar del mito y el símbolo en las civi­

lizaciones primitivas y en las literaturas iniciales fue­

ron enlazados con estudios semánticos y críticos sobre

la manera de actuar el lenguaje en la poesía. El pro­

fesor, de origen alemán, Ernest Cassirer, en su Filo­

sofía de las jormus simbólicas, publicada entre 1923 y

1CJ29, dio una base filosófica (en gran parte kantiana)

114

Page 117: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

a este nuevo estudio del mito y del símbolo, y Su­

zanne K. Langer desarrolló las teorías de Cassirer en

Filosofía en una nueva clave, libro influyente publica­

do en 1942 y en el que se exploraba el mito como

medio de conocimiento; en un libro posterior de

Mrs. Langer, Sentimiento y jornia, publicado en 1953,

se aplicaba este análisis a la presentación de una vi­

sión simbolista de las artes. Así, ideas antropológicas,

psicológicas, semánticas y críticas se unieron para

alentar lo que ha sido denominado el aspecto de "mito

y metáfora" de la Nueva Crítica. Se recurrió tam­

bién al estudio del folklore y el ritual para aclarar los

modos en que actúa el lenguaje poético y para explicar

el significado de ciertos argumentos básicos en el dra­

ma y la novela.

La psicología utilizada por la escuela de "mito y

metáfora" era más a menudo la de Carl Jung que la

de Freud. El concepto de Jung de la memoria racial y

del inconsciente colectivo y su noción de los "arque­

tipos" —imágenes cuyo poder se deriva de su larga

historia en el inconsciente colectivo— resultaron es­

pecialmente fructíferas para la crítica literaria. En

Inglaterra, el libro de Maud Bodkin Modalidades ar-

(juetípicas de poesía, publicado en 1934, investigaba

algunas de las maneras en que estas situaciones e imá­

genes primordiales explicaban el efecto causado por

ciertas grandes obras literarias. Desde entonces, mu­

chos críticos norteamericanos han desarrollado muy

115

Page 118: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

considerablemente esta clase de análisis. En La bús­

queda del mito, que se publicó en 1949, Richards

Chase llega hasta a ver toda poesía genuina como una

forma de mito. Este tipo de enfoque resulta espe­

cialmente provechoso con escritores tan evidentemente

simbólicos y utilizadores de mitos como Herman

Melville y Nathaniel Hawthorne; se ha utilizado tam­

bién eficazmente para discutir a Shakespeare, sobre

todo una obra como El rey Lear, que tiene poderosos

elementos míticos. El peligro del método es que puede

ser simplemente reductiva, reduciendo obras de arte

grandes y complejas al equivalente de mitos primiti­

vos, y haciendo de El rey Lear el equivalente de una

conseja o un verso para niños. El valor del méto­

do, por otra parte, consiste en destacar los tipos bá­

sicos de significado e interés humano que pueden en­

contrarse en obras literarias y en subrayar la conti­

nuada pertinencia de la literatura para temas funda­

mentales en toda experiencia humana. A este respecto,

actúa como contrapelo de las técnicas más formalis­

tas de aquellos Nuevos Críticos que se interesan sobre

todo por demostrar ambigüedades y complejas mo­

dalidades de significado. En una serie de ensayos sobre

el Mito, publicada por la Sociedad Folklórica Norte­

americana en 1955, se resumía gran parte de la labor

realizada por la crítica reciente relacionando el es­

tudio antropológico y psicológico de1 mito con la crí­

tica de la literatura.

116

Page 119: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Sería un error que al discutir el desarrollo de las

técnicas de la Nueva Crítica respecto al análisis y de­

tenida lectura o al empleo del mito en la investigación

de la metáfora poética y de los argumentos teatrales,

se diera la impresión de que los críticos trabajan jun­

tos en escuelas, ateniéndose rígidamente cada escuela

a su propio método. Algunos críticos, naturalmente,

son rígidos en su actitud y en su método, pero en

Dtros encontramos el empleo simultáneo de diferentes

métodos, o que un método determinado se utiliza de

un modo especial e idiosincrásico. Hansom disiente

de Richards respecto a la necesidad de la ironía en la

poesía, y de Eliot en la noción de cómo actúa el

poeta ; Tate y Ransom están los dos en desacuerdo

con el análisis del significado poético de Richards;

y hay muchas otras diferencias entre los Nuevos Crí­

ticos, du l a uno de ellos tiene su voz individual: la

casi zumbona elegancia de expresión en Ransom; el

deleite de Blackmur en explorar los ardides del oficio

de escritor; la combinación de acidez y fervor en Tale;

la persuasiva pedagogía de Cleanth Brooks; el disi­

mulado empleo de la analogía por Robert l'enn Warren.

Hay otras voce* individuales entre los Nuevos Crí­

ticos. Las complejas discusiones de Kenneth Burke

sobre la relación entre la psicología, la retórica y la

forma literaria representan un desarrollo original de

cierto número de tendencias modernas. Kl ataque de

Y\or Winters a la poesía y a la crítica de Eliot y su

117

Page 120: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

insistencia en la estructura racional de un poema

muestran un tipo de clasicismo moderno diferente del

que he discutido. La combinación de investigación so­

cial y psicológica, ampliamente fundamentada, que

puede encontrarse en la crítica de Edmund Wilson, da

algo mucho menos técnico y de más atractivo para el

lector general que el producto característico de la Nue­

va Crítica. Lionel Trilling es otro crítico influyente

que ha aprovechado las disciplinas analíticas desarro­

lladas por los Nuevos Críticos, cultivando al mismo

tiempo un tipo de crítica que de una amplia manera

humanista relaciona las obras de arte literario con los

intereses generales de la cultura; Trilling ha aprendido

también mucho de la psicología moderna.

Parte de la más interesante crítica moderna se ha

desarrollado conjuntamente con movimientos parale­

los en la literatura creadora. Muchos de los Nuevos

Críticos son también poetas o novelistas. Robert Petin

Warren y Allen Tate son ambas cosas ; Ransom es

poeta; también lo es Ivor Winters. Así, aunque la

crítica moderna se ha hecho rtllicho más especializada

y técnica que lo había sido jamás antes en el mundo

de habla inglesa, ha estado, sin embargo, trabajando

en íntima asociación con la labor creadora. Los ensa­

yos críticos de T. S. Eliot reflejan los ideales poéticos

que estaba aplicando en su poesía; los poemas de John

Crowe Ransom, de mesurado ingenio y bella forma,

muestran esa combinación de precisión de imágenes y

118

Page 121: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

sutileza metafórica ojue el poeta aconseja en su crí­

tica. También Richard Blackmur ha escrito poemas

en los que pone en práctica algunas de las teorías

referentes al oficio poético que discute en sus ensa­

yos críticos. Se ha argüido, con cierta razón, que un

crítico que practica también la creación literaria es­

tará inclinado a defender en su crítica sólo el tipo

de creación afín a su talento creador. Así, la exaltación

de la tradición simbolista-metafísica en la poesía, por

encima de otras tradiciones, puede atribuirse al hecho

de que los poetas-críticos que han logrado la restau­

ración y alta estima de esta tradición estaban todos

temperamentalmente inclinados a seguirla en su pro­

pia poesía.

El espíritu de la época y las necesidades psicológi­

cas y emocionales de la primera mitad del siglo ac­

tual contribuyeron a que se creara esta preferencia.

El menosprecio de los románticos y la exaltación de

los metafísicos y simbolistas; el rebajamiento de

Shelley y Tennyson y la exaltación de Donne y

Hopkins y, en la poesía norteamericana, la preferen­

cia de Emily Dickinson a Walt Whitman, todo ello es­

taba vinculado a los sentimientos más profundos de la

época. Desde un punto de vista ideal, puede mantener­

se que el crítico debiera estar por encima de las mo­

das literarias y apreciar lo mejor producido por dife­

rentes tradiciones. Pero cuando el crítico está tan es­

trechamente asociado al movimiento creador de su

119

Page 122: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

época como lo han estado los críticos modernos, se

convertirá inevitablemente en defensor y expositor del

mismo. Así, Wordsworth, en su Prefacio a la segunda

edición de las Baladas líricas, elaboró una teoría de

la poesía que justificaba sus propios métodos. Eliot

y late y Ransom han hecho lo mismo. Wordsworth

necesitaba desvalorizar la poesía inglesa del si­

glo xviii para quedar en libertad de actuar de la

manera apropiada a su genio. Quizá el antirromanti-

cismo de la Nueva Crítica representó una necesidad

creadora análoga.

En cualquier caso, puede afirmarse confiadamente

que el siglo xx en Norteamérica ha demostrado ser

el más grande período de crítica conocido en la histo­

ria literaria británica o norteamericana. Las mentes

más creadoras se aplicaron a la crítica; tanto, que Ri­

chard Blackmur ha afirmado, con perdonable exagera­

ción, que el aspecto más creador de la moderna lite­

ratura norteamericana es su crítica. Naturalmente, los

muchos practicantes rutinarios de las técnicas críticas

de moda no son nada creadores, pero no puede juzgar­

se un movimiento por sus seguidores rutinarios. En

sus más egregias manifestaciones, la nueva crítica

explora la naturaleza del significado literario con nue­

vas formas de comprensión y examina con curiosidad

delicada y sutil cuestiones que anteriores críticos con­

sideraban como misterios ante los que sólo eran posi­

bles las exclamaciones de admiración. Es quizá erró-

120

Page 123: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

heo en un critico creer que en la literatura creadora

todo puede explicarse mediante el análisis descriptivo,

pero entre los dos extremos de decisión de investigar

lo que hay en una obra de arte y de cultivo de una

admiración incoherente, la mente moderna elegirá cier­

tamente el primero.

Volvemos, pues, al término "clásico". Es clásico

creer que la mente inquisitiva puede explicarlo todo,

y es romántico creer, por otra parte, que las verdades

esenciales de arte son misterios que sólo pueden ser

aprehendidos intuitivamente. La Nueva Crítica está

resueltamente del lado de la mente inquisitiva. La na­

turaleza de su investigación ha estado en parte determi­

nada por su insistencia en diferenciar el arte literario

de otras clases de literatura, de modo que tiende a

discutir no todas las cualidades del arte literario,

sino sólo sus cualidades diferenciales. Así, Cleanth

Brooks, como hemos visto, sostiene que toda poesía

es paradoja y no se preocupa suficientemente de si

no tiene que ser también algo más para ser poesía.

Lo que que la literatura imaginativa tiene de común

con otras clases de literatura no es, generalmente,

discutido por los Nuevos Críticos.

El saldo a favor de la Nueva Crítica sigue siendo im­

presionante. Como he dicho, enseñó a leer a una ge­

neración. Debiera añadir que le enseñó también a

reflexionar sobre el significado, a prestar atención a

lo que una obra de arte literario realmente significa.

121

Page 124: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Si no aclara directamente las maneras eri que el arte

explora el significado de la experiencia, lo hace a me­

nudo indirectamente al aumentar nuestro conocimiento

de cómo funciona el lenguaje en la literatura. El len­

guaje fue creado por los hombres en respuesta a ne­

cesidades humanas, de modo que, en último análisis,

cuanto más profundamente apreciemos cómo actúa el

lenguaje, mejor comprenderemos las cosas humanas.

Los Nuevos Críticos, con su insistencia en estudiar el

oficio, rehuyeron insistir en esto. Pero esa consecuen­

cia no deja por ello de estar ahí. Nos dicen lo que

es la literatura y cómo actúa, dejándonos que deduz­

camos por qué es importante. Ya esto representa un

logro notable.

122

Page 125: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

La segunda revolución de Estados Unidos

Por Qerald Syk(s

(REPRODUCIDO CON AUTORIZACIÓN ESPECIAL DE «THE SATUR­DAY EVENING POST».)

(g) 1962 BY T H E CURTIS PUBLISHING COMPANY.

SI alguna preocupación es compartida unánime­

mente por los más egregios pensadores de nues­

tra época, es la preocupación por el hombre

mismo. Hombres de ciencia, historiadores, poetas, teó­

logos, novelistas y filósofos, todos han advertido que

el hombre no muestra aún indicios de poder llegar a

comprender sus nuevas responsabilidades, representa­

das de la manera más impresionante por sus nuevas

armas. El antropólogo Loren Eiseley expresó un resu­

men de las opiniones cultas cuando dijo: "No hemos

conquistado verdaderamente a la Naturaleza, pues no

nos hemos conquistado a nosotros mismos."

Lo que hay de sombrío en el hombre moderno quedó

notoriamente de manifiesto por vez primera por dos

fracasos del arte político. Luego de 1914 y de 1939,

ni siquiera el observador más propicio a ver las cosas

123

Page 126: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

étl su aspecto mas favorable pudo juzgar a nuestro

siglo regido por la sapiencia. Bajo el caparazón de

hombre civilizado quedó a la vista un ser primitivo

y fiero. Una nueva clase de hombre de ciencia vino

a anunciar que este ser salvaje era el responsable de

nuestras guerras mundiales y quien nos empujaba a

cometer otros actos contrarios a la ética. Los descu­

bridores científicos de este salvaje audaz nos dijeron,

además, que todos le llevamos dentro y que todos so­

mos susceptibles a ceder a sus demandas al ser apre­

tados a ello. Añadieron que el salvaje es singularmente

asolador cuando no advertimos su existencia. Nuestra

esperanza más válida de exorcizarle era someternos a

una reeducación intensa y dolorosa.

Llamábanse estos nuevos sabios psicólogos de lo

profundo, psicoanalistas. Acaudillados por Sigmund

Freud diéronse a estudiar los odios y los amores es­

condidos que hallaron existían en todos los hombres.

Estos psicoanalistas no consiguieron ponerse de acuer­

do entre ellos ni alcanzaron conclusiones unánimes,

pero lograron arrojar más luz sobre nuestra angustia

radical que ningún otro grupo de pensadores de nues­

tro tiempo.

No obstante la popularidad de los libros sobre psi­

cología de lo profundo, no se ha dado cuenta la gente

en general de la contribución de esta escuela al pro­

blema del hombre como ser social. Son muchos los que

saben lo que los psicoanalistas han dicho acerca de

124

Page 127: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

los ensueños y las emociones, pero pocos son los que

se dan cuenta de que los psicólogos de lo profundo han

escrito largamente sobre las causas de la guerra y las

dificultades de la democracia, acerca del hombre como

ser político y acerca de su capacidad colectiva de sobre­

vivir.

Como ciudadanos que piensan hemos de remediar

este fallo de nuestro saber. Bien pudiera depender de

ello la perduración de nuestra especie. Si los psico­

analistas pueden ayudarnos a evitar nuevos fracasos

del arte de gobernar, que pudieran resultar aún más

desastrosos que los del pasado, debemos prestarles oído

atento. ¿Qué han dicho estos estudiantes del hombre

acerca del arte de los estadistas? Dado que se trata de

hombres que estudian la naturaleza del hombre de

hombres de ciencia cuya obra está más sujeta a las

influencias de sus propias personalidades que la de,

por ejemplo, los físicos, fuera un error táctico el res­

tringirnos a escuchar la opinión de una sola voz. Es

como grupo, creador de un valioso fuego atizado de

divergencias personales, como estos hombres tienen

más que decir.

Los versados en ciencias políticas nos dicen que la

psicología política de la mayoría de la gente es tradi­

cional y emotiva. Por lo general, votan como sus pa­

dres votaron, y les causa complacencia el hacerlo así.

Más bien que elegir a un candidato que haría por ellos

(y preferiblemente por la comunidad) más que ningún

125

Page 128: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

òtro, se dan el gusto de atizar viejas pasiones. Los es­

pecializados en ciencias políticas sostienen que semejan­

te proceder constituye una grave amenaza para la de­

mocracia, cuya supervivencia depende de la inteli­

gencia del cuerpo electoral. Con la rémora de un nú­

mero excesivo de ciudadanos actuados por sus pasio­

nes, una democracia no puede competir con tina dic­

tadura capaz de movilizar al pueblo, sin tener en cuen­

ta sus prejuicios o sus sentimientos. La esperanza de

la democracia es claramente el enseñar al pueblo a

decidir sabiamente lo que más le conviene.

Como dicen los psicoanalistas, esa clase de ense­

ñanza es la más difícil de dar. Es mucho más fácil

enseñar a leer que a pensar en lo leído. El verdadero

obstáculo de la enseñanza es la emoción. La gente pre­

fiere guiarse por el instinto y por el sentir más que

por la razón. La clase de cultura que la democracia

necesita exige que cada individuo escudriñe con pa­

ciencia y ánimo crítico las fuentes emotivas de sus

errores. Los psicoanalistas han hallado que estos exá­

menes individuales acontecen con muy poca frecuencia.

Resumiendo, le es difícil a cualquier hombre condu­

cirse racionalmente.

Todo esto parece indicar que la ciencia política ha

demostrado muy excesivo optimismo acerca del hom­

bre. El concepto moderno sobre la democracia se for­

mó en el siglo xviii, durante la llamada Era de la

Ilustración, cuando se suponía que grandes números

¡2Q

Page 129: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

de hombres se comportarían racionalmente algún día.

Según los psicoanalistas, los datos de que se disponen

no confirman tal cosa, y a no ser que la democracia

tenga en cuenta tales datos, es poco probable que sus

ciudadanos reciban algún día la clase de instrucción

que contribuirá a conservar la vida humana.

La advertencia de los psicoanalistas bien puede juz­

garse por la historia de cierto hombre culto que, aun­

que no era susceptible a las emociones <lel pueblo,

cometió un fatal error político. Fritz Thyssen. el in­

dustrial alemán, era hombre competente y culto. Ha­

bía hecho gran fortuna en la industria del acero y po­

seía una de las mejores colecciones de arte de Europa.

El ambiente político en que maduró no fue ni tra­

dicional ni emotivo, sino el de economía sagaz. Nadie

pudiera acusarle de carecer de intereses particulares

sensatos. Y, no obstante, tan grande era su confianza

,en que la sensatez acabaría por dominar sobre la in­

sania que dio generoso apoyo económico a Hitler du­

rante sus primeros tiempos de lucha. Particularmente,

Thyssen opinaba que Hitler era un insensato, pero que

podría ser dominado por la sensatez. Y por ello le

dio dinero cuando el embrión de dictador más lo pre­

cisaba, creyendo que así le compraba. Thyssen se equi­

vocó y pagó caro su error. Si hubiese comprendido las

verdaderas fuerzas que movían a Hitler y al pueblo

alemán, Thyssen no hubiese cometido su error y algu-

127

Page 130: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

nas deplorables paginas de la historia moderna acaso

no se hubiesen escrito.

El psicoanalista suizo C. G. Jung vio las verdaderas

fuerzas motrices del fascismo hitleriano actuando en

Alemania ya en 1936. Dijo que el Reich estaba en las

garras de "un factor germano primitivo" que recha­

zaba el gobierno de la razón. Mas antes de tratar de

comprender lo que Jung quiso expresar, es mejor re­

cordar algunos de los anteriores descubrimientos polí­

ticos hechos por su maestro, Freud, que analizó otra

índole de gobierno totalitario.

Fn La civilización y sus descontentos, publicado en

1929, Frcud examinó el marxismo desde un punto de

vista nuevo y llegó a la conclusión de que no podía

ser defendido psicológicamente. Suscitó las sospechas

de Freud la pretensión que había atraído a otros al

marxismo, la pretcnsión de los comunistas de haber

librado al hombre de sus desdichas tradicionales.

Escribiendo sobre los comunistas, Freud dijo: "Los

marxistas dicen que el hombre es bueno y amable para

con sus semejantes espontáneamente, pero que el sis­

tema de la propiedad privada ha corrompido su natu­

raleza. La posesión de propiedad privada da fuerza

al individuo, y de aquí nace la tentación de tratar mal

al semejante... Al abolir la propiedad particular... la.

mala voluntad y la animadversión desaparecerían de-

entre los hombres... Aboliendo la propiedad particular

quitaríamos a la inclinación humana hacia la violencia

128

Page 131: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

uno de sus instrumentos, indudablemente fuerte, pefO

desde luego no el más fuerte. No altera en ninguna

forma las diferencias de fuerza e influencia que son

utilizadas por la tendencia a la agresión para sus pro­

pios fines, ni cambia la naturaleza del instinto."

En resumen : la acometividad es fundamental en el

hombre y cuando tratamos de hacer caso omiso de ella

es cuando presenta sus manifestaciones más criminosas.

Freud continúa diciendo : "Es suficientemente compren­

sible que el ensayo de establecer en Rusia un nuevo

tipo de cultura comunista encuentre apoyo psicológico

en la persecución del burgués. Mas uno se nregunta,

sin embargo, con preocupación, ¿en qué buscarán áni­

mos los soviets cuando hayan exterminado su burguesía

completamente?" El libro escrito en 1929 por Freud

parece algunas veces ser un anticipo de los procesos

judiciales de Moscú de 1936. Previo las torturas y ma­

tanzas que acompañarían a esos juicios, y también el

efecto desilusionador que tendrían sobre sus simpati­

zantes en el extranjero, y lo previo años antes de que

se vieran las causas.

Esta clase de visión penetrante no está aún permi­

tida en la Unión Soviética, en donde la existencia de

lo inconsciente, descubierta científicamente por Freud,

no se admite. Está claro que el reconocimiento de las

compulsiones interiores del hombre pronto daría en

tierra con la doctrina marxista de que el mal desapa­

recería automáticamente en una sociedad sin clases.

129

Page 132: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Freud vio al hombre trágicamente a la merced del de­seo y la agresión, e incluso en los raros momentos de amor humano discernió claramente la presencia del odio. Creen los marxistas que el hombre es inherente­mente bueno, que toda su maldad es consecuencia de instituciones indeseables, y sostienen que así que se remedien las instituciones, bajo la dictadura del pro­letariado, el mal desaparecerá. Freud dice que cuando falseamos de esta forma al hombre logramos hacerle más destructor que nunca. Y al mismo tiempo nos en­gañamos.

Si Thyssen hubiese leído el ensayo de Jung, Wotan,

cuando se publicó, acaso hubiese previsto lo inevita­

ble. Jung citaba a los nazis por su nombre y decía

que se comportaban como si estuvieran "poseídos" por

un "factor psíquico irracional que actúa como un ci­

clón sobre la alta presión de la civilización y la arras­

tra con su vendaval". A través de la experiencia ad­

quirida con los enfermos alemanes que acudían a él

para terapia psíquica, Jung llegó a la conclusión de

que un elevado número de alemanes estaban emotiva­

mente en poder de Wotan, el viejo dios teutón.

Al explicar el estado vesánico del pueblo alemán du­

rante el período nazi, recurriendo al emotivo mito de

Wotan, Jung quería indicar que los alemanes estaban

sufriendo no tanto las consecuencias de su derrota mi­

litar de 1918 y los sufrimientos económicos que a ella

siguieron, sino el resultado de su deseo subconsciente

130

Page 133: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

de lanzarse a una orgía de ritos y antiguas señas se­

cretas para reconocerse los iniciados.

No obstante, Jung no compartía el pesimismo de

Freud acerca de todos los hombres. Veía la subcons­

ciencia no solamente como un almacén de agresiones

y deseos reprimidos, sino como posible venero de re­

formación personal. Creía que aprovechándonos de la

virtud terapéutica de la subconsciencia podríamos aca­

so sopreponernos a nuestras tragedias más dolorosas.

Mas el empleo benéfico de la subconsciencia no está

al alcance de todos. "Las masas —decía— son brutos

ciegos." Únicamente contados individuos, que se to­

man el trabajo de librarse de las ilusiones de las ma­

sas, son capaces de educarse verdaderamente y de

alcanzar plenitud.

La importancia que Jung daba al logro personal de

la propia plenitud no era muy del gusto del austríaco

Alfred Adler, el más democrático y esperanzado de

todos los psicoanalistas. El ambiente de cataclismo so­

cial que caracterizó las primeras décadas de este siglo

hizo que Adler juzgara que la busca de la propia

plenitud era un puro juego. Igualmente estimó que el

ensombrecido pesimismo de Freud no pasaba de mera

complacencia egotista. Freud, decía, evitó definirse en

política, halló con magnífica brillantez los defectos de

quienes buscan mejorar la situación social del hombre

y se retiró a estudiar en vano los instintos indomeña-

bles que impiden cualquier acto social de provecho.

131

Page 134: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Adler, que trabajó en Viena como funcionario de

instrucción pública, creía en la enseñanza de las masas

y en el progreso social. Estaba de acuerdo con Marx

en que el hombre es bueno de manera innata y está

corrompido por malas instituciones. Mas el hombre

sufre un "complejo de inferioridad", una sensación de

fracaso. El procedimiento de remediar esto es ocuparse

en actos sociales útiles. "Todos los fracasados —escri­

bía Adler— son fracasados porque les falta sentirse

identificados con el prójimo y carecen de interés por

la sociedad." Si se aceptasen umversalmente los méto­

dos terapéuticos de Adler, el actuar en sociedad, el

mundo tendría menos que temer de los demagogos y

los dictadores. Los cuerpos electorales, ilustrados, exi­

girían que imperase la democracia.

La razón por la que no lo son, dijo Erich Fromm,

es que hay, al menos por ahora, demasiada gente que

no está preparada para las responsabilidades de la li­

bertad. En Escape From Freedom (Huyendo de la li­

bertad), escrito en los Estados Unidos después que

los nacionalsocialistas le obligaron a salir de Alema­

nia, Fromm analizó la reacción general contra lo sen­

sato y la ilustración que hizo posible el gobierno de

Hitler. Hitler encontró a gran cantidad de gente teme­

rosa de la libertad y este miedo era poco menos que

una invitación a la dictadura. Este temor era percep­

tible no solamente en los alemanes, sino en muchos

otros hombres modernos. Desde la Edad Media, obser-

132

Page 135: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

vó Fromm, ha aumentado paulatinamente el individua­

lismo a la par que el dominio de la naturaleza por el

hombre y su capacidad para razonar. Esto ha supues­

to también una sensación de aislamiento e inseguridad

en la mayor parte de nosotros. Hoy, sometidos a pre­

siones sociales en aumento, son muchos los que, rehu­

yendo por temor la responsabilidad moral de su con­

ducta como individuos, han reaccionado sea adoptando

la mentalidad del rebaño o afectando falta de interés

por los problemas.

Las personas constituidas en masa siempre resultan

susceptibles a una u otra clase de histeria, dice Fromm.

Por eso la democracia puede siempre resultar amena­

zada gravemente por la dictadura, que siempre se es­

tablece halagando las emociones. Mas algún día, gra­

cias a la educacin psicoanalítica, incluso las masas al­

canzarán la madurez, porque el hombre es bueno de

manera innata y capaz de alcanzar la plenitud intelec­

tual. Todo lo que precisa, sigue diciendo Fromm, es

una educación adecuada, que ha de comenzar por su

vida emotiva. El mal será derrotado por el conoci­

miento. Fromm, hombre esperanzado y popular, ha

buscado reunir la terapia, pero no el pesimismo de

Freud con el optimismo de Marx.

Incluso esta rápida ojeada a unos cuantos de los pos­

tulados políticos de los psicoanalistas da la sensación

de que estos hombres suscitan problemas fundamen­

tales de nuestra ansiedad básica. Es cierto que algunas

133

Page 136: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

veces la ecuación personal transmuta las conclusiones de los psicoanalistas en especulaciones más que en hallazgos científicos. La naturaleza del asunto hace esto inevitable, y de hecho es preferible, ya que la conducta humana no se presta a explicaciones forma­les y sistemáticas. La personalidad de cada uno de los psicoanalistas no les ha impedido contribuir de ma­nera importante y objetiva a la investigación. Nos dicen por qué el hombre nos causa preocupación in­tensa y qué debe liacer el hombre para lograr la clase de ilustración que necesita de manera tan desesperada.

Inclinémosnos personalmente hacia los optimismos populares de Adler y Fromm, o hacia los pesimismos menos populares de Freud y Jung, nuestro problema político objetivo sigue siendo el mismo : podemos ser destruidos por la ignorancia o la emoción, o por am­bas cosas operando calamitosamente de consuno. Lo primero que hay que hacer para salvarse es, por tan­to, darse cuenta de la propia ignorancia y de la pro­pia posibilidad de incurrir en graves errores emotivos. Más tarde, quizá sea posible ayudar a otros a dar estos primeros pasos por el camino que lleva a la madurez, pero el movimiento inicial solamente n'.>s atañe a nosotros mismos.

Las pruebas ofrecidas por esta psicología parecen indicar que es poco probable que muchos de nosotros; alcancemos la madurez en un tiempo futuro previsible. Sobre las espaldas de estos pocos caerán las cargas

184

Page 137: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

principales del caudillaje democrático, en tanto que

la inmensa mayoría se debate para defender la liber­

tad que les ha sido otorgada. Esta libertad, nuestra

herencia legítima, es política y no ha de confundirse

con la libertad psicológica o filosófica, la cual cada

individuo ha de conquistar personalmente.

Los fundadores de nuestra República en el si­

glo xviii, parece que confiaron en que la primera de

esas libertades conduciría inevitablemente a las otras

dos. Hoy vemos que sus esperanzas eran excesivas.

Emerson corrigió a los Fundadores en este punto en

1841, en su Self Reliance (Confianza en sí mismo), y

ahora él ha sido corregido más fundamentalmente por

los psicólogos de lo profundo, que han descubierto en

el hombre más capacidad para la destrucción que el

gran transcendcntalista estaba dispuesto a admitir. El

llevar a cabo con éxito nuestra tarea democrática exige

que desechemos las ilusiones que podamos tener acerca

de nosotros mismos. Hemosc de conocer lo que de malo

llevamos dentro antes de considerar la posibilidad de

vencerlo.

Desde un punto de vista psicológico se ve a los nor­

teamericanos en medio de la revolución moral más

avanzada y extensa de cuantas ha conocido el mundo.

Estamos comprometidos a defender la idea de que el

hombre demostrará ser merecedor de la libertad. Re­

volución semejante exige infinitamente más del ciu­

dadano individual que, por ejemplo, la reconstruc-

135

Page 138: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

ción rusa de la sociedad, que únicamente pide obedien­

cia. Nuestra revolución ofrece hoy a quienes la apo­

yan menos seguridades que en otros tiempos, cuando

alcanzó una prosperidad sin precedentes y no encon­

traba en su camino obstáculos que fueran causa de

verdadera preocupación. Hoy, nuestro esperanzado pa­

recer acerca del hombre está siendo sometido a prueba.

Nuestra experiencia política en el extranjero parece

indicar que no es fácil presentar una imagen viva de

nuestra revolución, precisamente a causa de su natu­

raleza nada típica. Impresiona poco a otros pueblos,

especialmente a los de zonas "atrasadas", porque no

conciben las complejidades y presiones que están en

juego. De hecho, no pueden imaginar siquiera nuestra

situación. El fácil optimismo de Marx puede impresio­

narlos aún porque está dirigido contra condiciones feu­

dales o coloniales; condiciones que a nosotros ya nos

resultan carentes de sentido, pero que son muy reales

para ellos. Nuestras esperanzas, sobriamente sentidas,

templadas por abundancia de experiencias desilusiona-

doras (tal como el pronunciado aumento de psicopa­

tías que ha coincidido con nuestros éxitos tecnológicos),

no pueden competir con las estruendosas declaracio­

nes de éxito totalitarias en una guerra de propaganda.

Ya la máquina ni siquiera suscita en nosotros ideas

románticas. Hemos vivido con ella el tiempo suficiente

para comprender sus inconvenientes además de sus ma­

ravillas. Los rusos, que se encuentran atareados en dar

136

Page 139: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

los primeros pasos para identificar una ilusión con una sociedad hipotética, pueden dedicarse, junto con sus

vecinos subyugados, a describir un imposible país ve­

nidero; los norteamericanos, absortos en la fase ope­

rante de un experimento que combina la libertad indi­

vidual y la tecnología moderna, han de trabajar en el

mundo tal como es.

Es duro para un pueblo joven y dinámico echarse a

las espaldas la pesada carga de la realidad escueta y

sin hermosear. Mas acaso sea éste el comienzo de la

madurez nacional. Indudablemente, es más saludable

hacer frente al mundo tal como es, con toda su des­

corazonado™ complejidad, que pretender que se ajusta

a la sencillez postulada por los teóricos hace ya mu­

cho tiempo. Acaso la honradez siga suponiéndonos du­

rante algún tiempo una desventaja en la guerra de

propagandas, pero aclarará nuestros fines como na­

ción, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.

Y la claridad democrática es la única respuesta adecua­

da a la obediencia totalitaria. Freud dudó que nos

fuera posible alcanzarla. "Estados Unidos —escribió—•

es el experimento más grandioso que el mundo ha co­

nocido, pero temo que no va a tener éxito."

Imaginemos un Presidente de los Estados Unidos

que quisiera aprovecharse de las lecciones de política

de los psicoanalistas, por muy desconcertantes que

sean. Supongamos que se despertara su interés por la

clase de visión honda de estos psicólogos y que deci-

137

Page 140: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

diese someter sus recomendaciones a una prueba prag­

mática. Supongamos también que este ensayo buscara

examinar la eficacia de la veracidad absoluta al eva­

luar de manera práctica nuestra situación actual.

Si semejante persona dijese la verdad en términos

aceptables para los psicoanalistas, ¿qué diría y cómo

serían acogidas sus palabras por el resto del mundo?

Aunque la respuesta ha de ser puramente hipotética,

yo creo que las manifestaciones que siguen están acor­

des con el espíritu de las conclusiones generales del

psicoanálisis e ilustran la forma en que dichas con­

clusiones podrían contribuir, de manera muy útil, a

la perduración de nuestros ideales como nación.

Es conocida nuestra nación como país de pioneros,

de exploradores de nuevas tierras. Incluso hoy, al cabo

de varias generaciones desde que colonizamos nuestras

tierras, seguimos siendo "exploradores", pero explora­

dores de otra clase. Nuestras "exploraciones" de hoy

atañen, entre otras cosas, a los beneficios y al precio

de la tecnología. Nuestra técnica no solamente nos ha

hecho poderosos, sino que nos ha supuesto tener que

enfrentarnos con problemas completamente nuevos re­

lativos al acoplamiento del hombre y la máquina. In­

cluso nuestra actitud como pueblo —mezcla de im­

pudencia, vanidad y una extremada sensibilidad cuan­

do se nos critica— es síntoma de las tensiones moti-

138

Page 141: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

vadas por una continuada revolución interna o moral

que a veces somete a prueba extremosa nuestro aguan­

te como nación. No obstante nuestra relativa juventud,

las exigencias espirituales y emotivas de tal revolución

nos hacen sentirnos en algunas ocasiones la nación

más vieja del globo.

Hemos estado expuestos a los efectos de la tecnolo­

gía más de lleno que cualquier otro pueblo. Hemos ex­

perimentado sus ventajas y sus inconvenientes. Sabemos

que la industrialización en gran escala no solamente

puede hacer a un país poderoso, sino crear dificulta­

des. Hemos aprendido que el hombre no es la sencilla

unidad económica descrita por Marx, que no se ajusta

a ningún conjunto específico de descripciones ideoló­

gicas. El hombre es más complejo de lo que se ha su­

puesto. Tiene espantable capacidad para el mal, pero

también excelsas posibilidades para cl bien. No debe­

mos olvidarlo nunca. Estamos ocupados en la explo­

ración del verdadero carácter del hombre para ver

si puede, por su propia voluntad, conservar su derecho

innato a la libertad. También estamos sometiendo a

prueba a nuestro pueblo para saber cuántos pueden

lograr la libertad en sus aspectos más personales, la

libertad psicológica y la filosófica.

Sabemos que el hombre propende a ser un muñeco

movido por el temor antes que un ser valeroso. Mas

también hemos hallado que el hombre intrépido, inclu­

so en una sociedad dominada por las masas, acaba por

139

Page 142: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

alcanzar el respeto máximo, y que aunque tenga que

luchar, termina por poseer influencia sin par.

Como consecuencia de esto, la tierra de "la muche­

dumbre soledosa" está creando unos "Restos", una

minoría que confía en sí misma, semejante a la que

salvó a Israel en la antigüedad y a la que creó la filo­

sofía griega. El crecimiento de los Restos entre nosotros,

aunque lento y callado, es uno de los acontecimientos

más importantes de nuestra segunda revolución. La es­

forzada lucha de unos cuantos para alcanzar la clari­

dad en medio de la confusión reinante tiene importan­

cia tanto política como cultural. Significa que se está

creando una nueva índole de caudillaje norteamerica­

no. La naturaleza de tal caudillaje es hoy cultural,

pero en su día llegará a tener complexión política.

En Estados Unidos, el individuo cuenta con menos

fautorías tradicionales que en cualquier otra civiliza­

ción. Ha de valerse por sí mismo. Si sobrevive como

individuo cí por haber hallado en la propia mente ma­

nantiales de supervivencia. Psicológicamente, no hay

país más desnudo que Estados Unidos, en el sentido

de que nuestro rompimiento pragmático con métodos

pretéritos nos ha dejado con menos ideas preconcebi­

das y con menos costumbres ancestrales que ningún

otro pueblo. Comenzamos con un territorio vacío, y

a diario damos en tierra con más de los pocos hitos

que edificamos aquí. Dicen los críticos que es nuestra

literatura la más abstracta de todas. Estamos luchando

140

Page 143: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

aún con algunos de los imprevistos problemas de hacer

un Nuevo Mundo habitable, tanto física como espiri-

tualmente. Si Norteamérica fracasa, como Freud va­

ticinó, será porque la mente humana fracase.

La Unión Soviética dice tesoneramente que la tec­

nología no tendrá para el comunismo los efectos perju­

diciales que ha tenido para la democracia. La Unión

Soviética también ha decretado la conservación de los

lemas decimonónicos del socialismo, del arte decimo­

nónico socialista e incluso de las modas femeninas del

pasado siglo, buscando demostrar que en Rusia está

vigente saludablemente lo anticuado en lugar de la de­

cadencia que se descubre en el mundo libre contem­

poráneo.

La Unión Soviética tiene que aceptar, quieras que

no, una teoría acerca del hombre que hace inevitable

esta clase de falsedades transparentes. El partido co­

munista no puede contesar que Rusia se está trans­

formando rápidamente en un país burgués, con todas

las conocidas corruptelas burguesas y además las que

han discurrido los comunistas. Tal confesión haría ne­

cesario cambiar la filosofía oficial y pudiera llevar a

un cambio de gobierno y quizá a uno de régimen. Los

dirigentes del partido prefieren por ello simular que

no existe semejante vestiglo absolutamente antagónico

a Marx, vestiglo que ha sido discernido repetidamente

por observadores honrados. Reducen la producción de

bienes de consumo y se concentran en rebuscar mará-

141

Page 144: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

villas en los armamentos y en la astronáutica. Confían

en conservar al pueblo, antaño famoso por su literatu­

ra de introspección, lo suficientemente atareado para

dejarle sin tiempo de hacer preguntas o suscitar es­

cándalos. La crítica debe ajustarse a las exigencias

funcionales de un programa político que se justifica

a sí mismo presentando un proyecto completo y om­

nisciente para la reconstrucción del hombre y de la

sociedad en un tiempo por venir. El hombre es incom­

plexo porque el Kremlin así lo dice. Los hombres com­

plejos, los hombres que confían en sí mismos, no son

bien acogidos en Rusia.

Naturalmente, la Unión Soviética insiste en desco­

nocer la existencia del psicoanálisis. La dialéctica mar­

xista es harto vulnerable para arriesgarse a semejante

desenmascaramicnto. No pueden existir zonas tenebro­

sas en el pensar comunista. Ya han descubierto ellos la

verdad. La verdad es un instrumento de conquista, y no

algo que sea menester buscar con humildad y solicitud.

Para el marxista no existen los misterios.

Los misterios existen para todos los que vivimos en

libertad. Comarcas tenebrosas nos rodean. Más que

ninguna otra nación, los Estados Unidos han acogido

gustosos el psicoanálisis porque ofrece un buen medio

de resolver problemas nuevos que han acompañado a

nuestro crecimiento. Los grandes privilegios de la li­

bertad política tienen un alto precio, y hoy estamos

142

Page 145: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

satisfaciéndolo. Llegará un día en el que el mundo, de resultas de la experiencia, entenderá la que estamos di­ciendo.

Los indicios que nos llegan del extranjero hacen

creer que, antes o después, Estados Unidos tendrá que

decir algo semejante. Cuando se haga pública tal de­

claración, creo que la marea de la guerra de propa­

ganda comenzará a cambiar. Creo que resultaremos

fortalecidos, con la fuerza que da el decir la verdad

humildemente. La democracia volverá a ganar la ini­

ciativa moral. El resto del mundo comenzará a apreciar

la labor heroica que hoy hacemos en sufrido silencio.

Y lo que es más importante: comenzaremos entonces

a hacer frente a nuestra ansiedad común.

143

Page 146: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

NOTAS CULTURALES

LEONARD Bernstein ha elegido a tres jóvenes

directores de orquesta, un francés, un norte­

americano y un húngaro, para que trabajen

este año con él como ayudantes suyos en la Orques­

ta Filarmónica de Nueva York. Esta es la cuarta tem­

porada que da Bernstein a directores de orquesta jó­

venes oportunidad de adquirir valiosa experiencia ac­

tuando con esa agrupación filarmónica.

Los tres jóvenes directores de orquesta hicieron su

presentación el 15 de enero en el programa televisado

de la Filarmónica titulado "Jóvenes ejecutantes". Son

Serge Fournier, de Mayet I Francia), de 31 años; Yuri

Karsnopolsky, de Chicago (Estados Unidos), de 34

años, y Zoltan Rozsnyai, natural de Budapest (Hun­

gría), de 36 años. Los tres han actuado con orquestas

en Europa y los Estados Unidos. Rozsnyai fue el fun­

dador de la Filarmónica Húngara, orquesta compues­

ta de húngaros huidos de su país natal después de

la sublevación de 1956.

* # «

144

Page 147: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

Una institución sin fines lucrativos de la ciudad de

Cincinnati (Ohio), que ostenta el nombre de Audicio­

nes de Opera Americana, permite a cantantes jóve­

nes de 21 a 34 años de edad comenzar carreras en

la ópera. En la actualidad está seleccionando esa

institución a aspirantes a cantantes para enviarlos a

Italia. Allí se someterán a nueve meses de preparación

antes de debutar en el Teatro Nuovo, de Milán, bajo los

auspicios de la Associazione Lírica e Concertística

Italiana.

» » »

Una vez más se ha enriquecido el repertorio de

ópera norteamericana con una obra dotada de belleza

y vigor.

Justamente durante la temporada pasada, la Opera

de la Ciudad de Nueva Yor!; —compañía conocida

por su idealismo artístico y la variedad de sus pro­

ducciones - presentó dos notables obras nuevas: "Las

Alas de la Paloma" (The Wings of the Dove), ba­

sada en una novela de Henry James, de Douglas

Moore, y "El Crisol" (The Crucible), de Robert Ward

(que posteriormente ganó el Premio Pulitzer de Mú­

sica), de la obra teatral de Arthur Miller, de igual

nombre.

Ahora la propia compañía ha ofrecido, como su

más reciente contribución a la ópera contemporánea,

145

Page 148: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

"La Pasión de Jonathan Wade" (The Passion of Jona­

than Wade), la tercera obra importante de Carlisle

Floyd, profesor de música de 36 años de edad, de la

Universidad del Estado de Florida. El hecho de que

este joven compositor haya dado otro paso significa­

tivo en su carrera es prueba no sólo de la madurez

de su talento, sino también de la favorable disposi­

ción de las compañías de ópera de Estados Unidos

para estimular el desarrollo de artistas creadores jó­

venes.

Durante muchos años, las óperas de compositores

nativos constituían una rareza. En las primeras dé­

cadas de este siglo sólo unos pocos —entre ellos Ho­

ward Hanson, Virgil Thomson, Deems Taylor y Wil­

liam Grant Still— pusieron a prueba sus talentos en

este difícil medio.

Pero gradualmente se produjo un cambio en la at­

mósfera musical del país. La apreciación del públi­

co sobre la ópera aumentó; se establecieron grupos

de ópera por las universidades que brindaron buena

acogida a las obras nuevas; las cadenas de televi­

sión encargaron óperas; y organizaciones (prineipal-

mente la Fundación Ford) comenzaron a alentar la

creación y presentación de nuevas obras mediante sub­

venciones a compositores y compañías de ópera.

Como resultado, el repertorio de la ópera norte­

americana ha alcanzado unas proporciones que los

entendidos hubieran considerado fantásticas en los

146

Page 149: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

(lías anteriores a la guerra No todas las obras han

sido acogidas con aplauso por los críticos, pero el

hecho mismo de que se hayan presentado las óperas

ha permitido a sus compositores progresar, superan­

do sus errores a través de repetidas experiencias.

Un papel de importancia en el estímulo del talento

musical norteamericano lia sido desempeñado por la

Opera de la Ciudad de Nueva York. En sus 18 años

de existencia ha escenificado casi cien óperas, 31 de

las cuales fueron compuestas por norteamericanos. Ha

ofrecido temporadas de gran éxito de óperas norte­

americanas en 1958 y 1959, y casi invariablemente in­

cluye obras norteamericanas en sus temporadas regu­

lares de primavera y otoño Puede tratarse de óperas

nuevas o de reposiciones de obras anteriores que han

merecido ser incorporadas al repertorio.

Dos de las óperas que se han convertido en favo­

ritas de los públicos son "'Susana" y "Cumbres Bo­

rrascosas" (Wuthering Heights), de Floyd, que escri­

bió no sólo la partitura, sino también el libreto de las

dos obras. Esta variedad de técnica data de sus días

en el colegio, en que ya sentía interés simultáneo por

la música, la composición literaria y las artes grá­

ficas. Ganó un premio estando ya en la universidad

por una obra de teatro de un solo acto, pero la mú­

sica, en definitiva, se convirtió en su principal in­

terés.

Aunque se graduó en piano, y en 1947 comenzó a

147

Page 150: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

dar lecciones de ese instrumento en la Universidad del Estado de Florida, le atraía cada vez más la com­posición musical. Su primera ópera, una obra de un acto titulada "Lento Crepúsculo" (Slow Dusk), la compuso mientras estudiaba para su grado de Maes­tro de Música en la Universidad de Syracuse (Nueva York). Fue representada en la Universidad en 1949, y desde entonces ha sido presentada por muchos gru­pos de ópera. Su segunda obra, "Fugitivos" (Fugiti­ves), fue producida dos años más tarde en la Uni­versidad de Florida, pero fue posteriormente retirada por el compositor.

La primera obra importante de Floyd fue "Susana"

inspirada en la historia bíblica. Situada en una aldea

sureña di: las montanas, la historia relata la seducción

de la coqueta Susana por un forastero, el asesinato

de éste por el vengativo hermano de la joven y el

amargo triunfo de Susana sobre el desprecio de los al­

deanos.

Musicalmente, la ópera es notable por la fusión de

las frases habladas con una constante música de fondo.

Los personajes pasan con naturalidad del lenguaje

normal a parlamentos tónicos y rítmicos para llegar al

canto propiamente dicho. La partitura es sencilla y

directa, con abundante uso de tonadas y canciones

populares.

La ópera fue presentada por primera vez en 1955

en la Universidad del Estado de Florida, con los ar-

148

Page 151: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

tistas invitados Phyllis Curtin y Mack Harrell en los

papeles principales. Cuando la Opera de la Ciudad de

Nueva York presentó su estreno profesional el año si­

guiente, los críticos aclamaron la obra como una im­

portante adición al escenario lírico. Como era de es­

perarse, ganó el Premio (W Círculo de Críticos Musi­

cales de Nueva York como la mejor ópera nueva del

año. Su estreno europeo tuvo lugar en 1938, cuando

fue puesta en escena por la Opera de la Ciudad de

Nueva York en la Feria Mundial de Bruselas.

Para su próxima obra el compositor escogió una

historia más compleja; la inolvidable novela de Emily

Bronte sobre un amor trágico, "Cumbres Borrascosas"

Fue encargada por la Opera de Santa Fe (Nuevo Mé­

xico), y se estrenó en 1958. Al verla representada, el

señor Floyd escribió de nuevo el tercer acto, y en

esta forma revisada tuvo su estreno en Nueva York

por la Opera de la Ciudad el año siguiente.

Los críticos convinieron en que en esta obra el

compositor demostró un notable instinto para el tea­

tro lírico. La obra tenía aún algunos defectos —la

técnica de conjunto fue algo deficiente, y la orquesta

no fue utilizada al máximo como instrumento dramá­

tico—, pero la mayor parte de la música tenía encan­

to y ambiente, y la obra en conjunto resultó profun­

damente conmovedora. En total, marcó un progreso

significativo en el desarrollo de un compositor de

talento.

149

Page 152: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

La última contribución de Floyd a la ópera norte­

americana —"La Pasión de Jonathan Wade"— se

inspira en sus antecedentes del Sur, al tratar como

lo hace del muy controvertido período de la Recons­

trucción subsiguiente a la Guerra Civil. Su personaje

central es el Coronel Wade, un oficial del Norte, hom­

bre compasivo durante la ocupación, cuya tarea es

llevar la justicia y el orden a una ciudad del Sur. Se

enamora y contrae matrimonio con una joven del Sur,

pero se ven enredados en una serie de acontecimientos

que conducen inexorablemente a un desenlace trágico:

la muerte a tiros del Coronel.

Si bien el intento del compositor y libretista de in­

cluir demasiadas cosas dentro de una sola obra la hace

resultar desnivelada, la ópera conserva altura y emo­

ción. La música está ricamente forjada, en su mayor

parte, con muchas escenas líricas. Una de las más des­

tacadas es la ceremonia nupcial, durante la cual la

sirvienta de la heroína canta una inolvidable pieza de

carácter espiritualista.

Al escenificar esta obra (que encargó con apoyo de

la Fundación Ford), la Opera de la Ciudad de Nueva

York no escatimó esfuerzos para hacerla efectiva. Como

de costumbre, las voces y actuaciones resultaron no­

tables, especialmente las del barítono del Metropolitan

Opera Theodor Uppman como Wade, Phyllis Cuitin

como su esposa, Frank Porretta como un exaltado jo­

ven del Sur, y Norman Kelley (uno de los mejores

150

Page 153: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

actores de la escena operística de Estados Unidos)

como un doctrinario funcionario del Norte.

A pesar de sus deficiencias, la nueva ópera mues­

tra a un compositor que va adquiriendo un dominio

cada vez mayor sobre este difícil medio. Como tal,

"La Pasión de Jonathan Wade" es de gran significa­

ción, no sólo para el propio Floyd, sino también para

la ópera norteamericana en conjunto.

» » »

El Consejo Internacional del Museo de Arte Mo­

derno enviará durante 1963 diecinueve exposiciones

a Iberoamérica, Extremo Oriente y Europa. Se lian

seleccionado, entre otras, la Exposición en Memoria

de Franz Kline, de la Galería de Arte de Washington,

"Obras de Ben Shahn", "Dibujos de Arshile Gorky" y

"Escultura Moderna, E. U. A.".

# # #

Una exposición de escultura primitiva de Nueva

Guinea, coleccionada por Michael Rockefeller, fue

inaugurada en el Museo de Arte Moderno de Nueva

York, en un pabellón especial construido en el jardín

de este museo. La exposición consta de mas de 200

objetos, mostrando la extensión completa del arte de

la tribu de Asman, desde los escudos intrincadamente

151

Page 154: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

tallados, lanzas y remos, hasta los monumentales pi­

lares totémicos. Michael Rockefeller falleció el año

pasado en un accidente en la costa de Nueva Guinea.

La empresa editora de la Enciclopedia Británica

otorgará anualmente un premio de 10.000 dólares a

un manuscrito publicado que haga "el más significativo

aporte al adelanto del conocimiento". Para tener de­

recho al premio, los manuscritos no deben exceder

de 125.000 palabras, y deben ser obras originales, de

un razonable interés general para lectores adultos.

* » »

Robert Frost fue la persona designada para recibir

el Premio Bollingcn 'le Poesía, que concede anual­

mente la Universidad de Yale, enclavada en New

Haven (Connecticut). En la mención se dice: "La Co­

misión del Premio Bollingen de Poesía, de la Biblio­

teca de la Universidad de Yale, se honra en conceder

el premio correspondiente a 1962 al más ilustre poeta

norteamericano viviente." Robert Frost falleció en ene­

ro de 1963.

Frost fue el xlecimoséptimo poeta ganador de este

premio, consistente en 2.500 dólares. Con anteriori­

dad se le había concedido el Premio Pulitzer. Falleció

152

Page 155: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

a los 88 anos de edad, v en diciembre pasado hubo de

someterse a una operación quirúrgica, sufriendo des­

pués un ataque al corazón.

Entre otros poetas que han recibido el codiciado

Premio Bollingen, figuran John Crove Ranson, Ma­

rianne Moore, Archibald MacLeish y William Carlos

Williams.

# * »

Un prometedor poeta nuevo llamado Edward Field,

de Nueva York, ha recibido la Selección Lamont, de la

Academia de Poetas Americanos, correspondiente al

año 1962, por su primer libro de poesías, titulado

"Levántate, amigo, conmigo".

La Selección Lamont lleva consigo una beca de 5.000

dólares, que se concede anualmente a un libro inédito

de poesías, original de un poeta nuevo.

153

Page 156: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

L I B R O S

GALBRAITH, J. K.: Viaje .7 Polonia y Yugoslavia. El

desarrollo económico en perspectiva. Barcelona,

Ariel, 189 páginas, 80 pesetas.

El profesor Galbraith, actualmente embajador ame­

ricano en la India, fue el primer economista de un

país capitalista invitado a pronunciar una serie de con­

ferencias en Polonia y Yugoslavia en 1958. Su estan­

cia en estos países le permitió recoger una serie de im­

presiones y tener largas conversaciones con las prime­

ras autoridades económicas que, anotadas día a día,

constituyeron el cuerpo de Viaje a Polonia y Yugos­

lavia, que ahora aparece en su versión castellana.

La calidad excepcional de este diario de viaje movió

a los editores a solicitar de su autor el correspondiente

permiso para verterlo a nuestro idioma, para publi­

carlo en él y a rogarle al mismo tiempo que nos en­

viase un texto sobre su experiencia con los sistemas

económicos subdesarrollados que suscitan la máxima

atención de los economistas contemporáneos. Su res­

puesta fue el envío de un auténtico y nuevo libro —El

154

Page 157: Atlántico : Revista de Cultura Contemporánea Num 21 1963

desarrollo económico en perspectiva—-, en el que se

contiene el resumen de su pensamiento sobre cuestio­

nes de palpitante actualidad económica.

Al publicar conjuntamente los dos textos los editores

creemos servir cumplidamente al pensamiento del em­

bajador Galbraith. El lector de obras anteriores de este

mismo autor —Capitalisme americano, La sociedad

opulenta, La economía y el arte de la controversia.

La hora liberal— encontrará en este volumen el fiel

reflejo de la actitud de uno de los más distinguidos

economistas norteamericanos frente a cuestiones del

más elevado interés.

MERBIAM, Alan P . : FA Congo y la lucha por la inde­

pendencia africana. Barcelona, Editorial Hispano-

Europea, 420 páginas, 150 pesetas.

Pronto es todavía para opinar acerca de las conse­

cuencias de la lucha por la independencia africana, y

más aún para enjuiciar la actitud adoptada frente a

ella por las potencias occidentales, estimulando o con­

sintiendo una "marcha hacia la libertad" en la que

hasta ahora se han cosechado mucha? situaciones caó­

ticas. ¿Caerán estos pueblos en la órbita de influencia

soviética? ¿Superarán pronto la aguda crisis que hoy

padecen para sumarse a la causa de una comunidad de

pueblos libres y prósperos? ¿Será la sangre que hoy

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se vierte en ellos el tributo que las comunidades afri­

canas han de pagar para alcanzar grados superiores

de desarrollo económico y político?

El estudio, a la vez documentado y ameno, que

Alan P. Merriam nos ofrece en esta obra nos permite

conocer la problemática africana y, a través del des­

arrollo de la crisis congoleña, valorar el peso de las

razones y circunstancias que se suman en esta lucha,

de las cuales habremos de extraer consecuencias, tanto

para comprender cuanto ha sucedido en el Congo como

para reorientar la política occidental en el Africa.

Ho SELiTZ, Bert I*.: Aspectos sociológicos del desarro­

llo económico. Barcelona, Editorial Hispano-Europea,

235 páginas, 130 pesetas

La economía mundial se está reorganizando en gran­

des superestructuras y los hechos económicos, siem­

pre inseparables del fenómeno social, están en nuestra

época influidos por éste con una intensidad que no

había conocido la Historia. Todo lo que sucede en

cualquier parte del mundo se ha hecho para el hom­

bre tan cercano que lo que pasa a millares de kiló­

metros de distancia repercute inmediatamente en el

país propio y en la propia vida.

Aspectos sociológicos del desarrollo económico, tema

de tan palpitante actualidad, particularmente en todos

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los países iberoamericanos —empeñados en levantar

más y más sus economías, y su estado social— no hay

empresa que quede exenta de participar en la evolu­

ción de los hechos. Este libro los resume y concatena

de un modo admirable, con claridad meridiana. Y pre­

senta el futuro como en un espejo, en todo aquello

que pueden prever el análisis y la capacidad previsora

del hombre.

SAVKI.LK, Max: Historia de la civilización norteame­

ricana. Madrid, Editorial Gredos, 1962. 599 páginas,

300 pesetas.

Pocos libros ofrecerán al lector un atractivo seme­

jante al que encierra la lectura de este manual, claro

y objetivo, dedicado a uno de los temas más sugesti­

vos para el hombre de hoy : la creación de la civili­

zación más característica de nuestros días por un pue­

blo que, desde unos orígenes humildes, ha llegado a

la hegemonia mundial y cuyo destino parece ligado

al futuro de la Humanidad.

El autor, profesor de la Universidad de Seattle, es­

tudia y matiza los obstáculos que en su desarrollo tuvo

que vencer el pueblo norteamericano. Desde las dife­

rencias regionales (entre la sociedad de hombres libres

del Norte, comercial e industrial; la aristocrática y

esclavista del Sur, cuya economía se basaba en las

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grandes plantaciones, y la de la "frontera", consti­

tuida por hombres libres que vivían fundamentalmente

de la agricultura y la ganadería), cuyos intereses en­

contrados estuvieron a punto de dar al traste con la

unidad nacional, hasta los conflictos que informan la

última etapa de la historia norteamericana, entre los

cuatro estamentos sociales (capitalistas, obreros, agri­

cultores y clase media), para los que pareció una so­

lución la "nueva oportunidad" (new deal) de Roosevelt,

pasando por los problemas de soberanía entre los go­

biernos de los Estados y el Gobierno federal, los

problemas religiosos, los problemas políticos interna­

cionales y el imperialismo económico, todos expuestos

magistralmente por el profesor Savelle.

GRIFFITH, Ernest S. : El sistema de Gobierno ameri­

cano. Barcelona, Editorial Hispano-Europea, 207 pá­

ginas, 85 pesetas.

El examen del sistema norteamericano reviste espe-

cialísimo interés en unos momentos en que, planteado

al Ejecutivo el problema del que nos habla Walter

Lippmann en su obra La Crisis de la Democracia Oc­

cidental, los estudiosos tratan de hallar fórmulas que

permitan una plena conciliación de la libertad y el

orden social, en tanto que en las esferas políticas bro­

tan actitudes neo-liberales que apuntan al mismo ob-

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jetivó, concediendo cada vez mayores atribuciones a

quienes ostentan la gerencia del Poder.

El solo estudio del sistema presidencialista norte­

americano constituiría tema de sumo interés dentro

del momento actual. Pero el "presidencialismo" no es

más que una característica entre las muchas que con­

curren en el Gobierno de los Estados Unidos. El ca­

rácter federal de la Administración norteamericana,

en el que Europa, apuntando hacia su unidad bajo fór­

mulas aún no definidas, tiene tantos elementos para

realizar un examen profundo y a la vez práctico, cons­

tituye otro atractivo poderoso de este análisis que

Ernest S. Griffith ha sabido hacer con mano maestra,

logrando explicarnos en pocas páginas con claridad

y detalle un sistema muy complejo, que en ocasiones

compara con el británico, de tipo continental, y nos

permite comprender el papel que en el mismo juegan

las posiciones centralistas y las descentralizadoras, así

como en las Cámaras, la judicatura, la burocracia, los

partidos, las instituciones y los grupos de presión.

LF.ARY, Lewis; EDEL, Leon, y HOLMAN, C. Hugh: Mark

Twain, Henry James, Thomas Wolfe.

CHASE, Richard; TINDALL, William Y., y UNGER, Leo­

nard: Walt Whitman, Wallace Stevens, T. S. Eliot.

Madrid, Editorial Gredos, 1961. 150 páginas. 30 pe­

setas.

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Estos son el segundo y tercer volúmenes que publica la Editorial Gredos de los folletos que la Universidad (Je Minnesota viene editando sobre escritores norte­americanos; en el primero aparecían estudios sobre Hemingway, Faulkner y Frost. Escritos por especia­listas en el tema, presentan sin alardes de erudición autores cuya obra les ha dado categoría universal y los ha colocado entre los más importantes del mundo. Cada análisis, fielmente traducido, va acompañado de una lista bibliográfica que incluye los principales es­tudios críticos sobre ellos publicados y las traducciones de sus obras al español. Seguirá a éstos el cuarto vo­lumen sobre Melville, Wharton y Stein.

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COLABORADORES

R o b e r t Frost. —Uno de los más señalados poetas

norteamericanos contemporáneos, galardonado con los

premios Bollingen y Pulitzer. Falleció en enero de 1963.

J e r o m o S. Brunei".-—Profesor de Psicologia de la

Universidad de Harvard y uno de los dos directores

de su Centro de Estudios del Conocimiento. Autor de

A Study in Thinking y The Process oj Education.

Rober t L e k a c h n a n Catedrático de Economía de la Universidad de Columbia.

G l e n n T. S e a b o r g . Presidente de la Comisión de

Energía Atómica de los Estados Unidos. Conocido in­

vestigador químico. Premio Nobel de Química en 1951.

Dr. D. A l f o n s o d e la Peña.—Catedrático de Uro­

logía de la Facultad de Medicina de' Madrid. Ex-resi-

dente de la Clínica Mayo, de Rochester (Minnesota);

del Columbia Hospital y del Children's Hospital de

Milwaukee. Presidente del Capítulo Español de Ciru­

janos,

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David Daiches—Profesor de Literatura inglesa en la Universidad de Cambridge (Inglaterra) y Fellow del Colegio de Jesús, de Cambridge. Miembro de la Real Sociedad de Literatura. Autor de gran cantidad de libros. Nacido en Inglaterra.

Gerald Sykes.—Perteneció al alto personal del De­partamento de Estado 'le los Estados Unidos. Conocido conferenciante universitario y autor de vres novelas y gran cantidad de artículos de psicología y literatura.

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