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Primera edición: agosto de 2010

D.R. © Suprema Corte de Justicia de la Nación Avenida José María Pino Suárez núm. 2 Colonia Centro, Delegación Cuauhtémoc C.P. 06065, México, D.F.

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La edición y diseño de esta obra estuvieron a cargo de la Dirección General de la Coordinación de Compilación y Sistematización de Tesis de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Sistema Bibliotecario de la Suprema Corte de Justicia de la Nación Catalogación

Valls Hernández, Sergio Armando, 1941- La Corte y la reforma del Estado / Ministro Sergio A. Valls

Hernández ; [prólogo Héctor Fix-Fierro]. — México : Suprema Corte de Justicia de la Nación, Dirección General de la Coordinación de Compilación y Sistematización de Tesis, 2010.

xiii, 68 p. ; 21 cm.

ISBN 978-607-468-227-4

1. Poder Judicial de la Federación – Reformas 2. Reelección – Legisladores – Congreso de la Unión 3. Iniciativa de leyes – Suprema Corte de Justicia de la Nación 4. Estado de emergencia 5. Acción de inconstitucionalidad 6. Administración de justicia 7. Control constitucional 8. Control de la legalidad 9. Sistemas judiciales I. Fix-Fierro, Héctor, pról. II. t.

PO FO E675.113 V344c

III

La Corte y la reforma

del

Estado

Ministro Sergio A. Valls Hernández

SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓNSUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓNSUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓNSUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓNSUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

Ministro Guillermo I. Ortiz Mayagoitia Presidente

Primera SalaPrimera SalaPrimera SalaPrimera SalaPrimera Sala Ministro José de Jesús Gudiño Pelayo

Presidente

Ministro José Ramón Cossío Díaz Ministra Olga Sánchez Cordero de García Villegas

Ministro Juan N. Silva Meza Ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea

Segunda SalaSegunda SalaSegunda SalaSegunda SalaSegunda Sala Ministro Sergio Salvador Aguirre Anguiano

Presidente

Ministro Luis María Aguilar Morales Ministro José Fernando Franco González Salas

Ministra Margarita Beatriz Luna Ramos Ministro Sergio A. Valls Hernández

Comité de Publicaciones, Comunicación Social,Comité de Publicaciones, Comunicación Social,Comité de Publicaciones, Comunicación Social,Comité de Publicaciones, Comunicación Social,Comité de Publicaciones, Comunicación Social, Difusión y Relaciones InstitucionalesDifusión y Relaciones InstitucionalesDifusión y Relaciones InstitucionalesDifusión y Relaciones InstitucionalesDifusión y Relaciones Institucionales

Ministro Guillermo I. Ortiz Mayagoitia Ministro Sergio A. Valls Hernández

Ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea

Comité EditorialComité EditorialComité EditorialComité EditorialComité Editorial Mtro. Alfonso Oñate Laborde

Secretario Ejecutivo Jurídico Administrativo

Mtra. Cielito Bolívar Galindo Directora General de la Coordinación de Compilación y Sistematización de Tesis

Lic. Gustavo Addad Santiago Director General de Difusión

Juez Juan José Franco Luna Director General de Casas de la Cultura Jurídica

y Estudios Históricos

Dr. Salvador Cárdenas Gutiérrez Director de Análisis e Investigación Histórico Documental

V

ContenidoContenidoContenidoContenidoContenido

Prólogo. Dr. Héctor Fix-Fierro ............................................................ VII

CapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítulo I I I I I Reformas a la Función del Poder Judicial ................... 3

CapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítulo II II II II II El Estado de Emergencia ....................................................... 11

CapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítulo III III III III III La Reelección en el Congreso .......................................... 17

CapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítulo IV IV IV IV IV Potestad de Iniciativa de Ley a la Corte .................... 25

CapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítulo V V V V V La Acción de Inconstitucionalidad .................................. 31

VI SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

CapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítulo VI VI VI VI VI

Administración de Justicia Federal

y Estatal ............................................................................................ 39

CapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítulo VII VII VII VII VII

Control de Constitucionalidad y Control

de Legalidad ................................................................................... 45

CapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítulo VIII VIII VIII VIII VIII

La Influencia de otros Modelos en la

Impartición de Justicia ............................................................. 53

CapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítulo IX IX IX IX IX

Conclusiones ................................................................................. 61

PrólogoPrólogoPrólogoPrólogoPrólogo

VII

Don Sergio A. Valls Hernández, distinguido Ministro

del máximo tribunal de nuestro país, me ha conferido

el grato honor de escribir unas palabras preliminares a

estas profundas y precisas reflexiones suyas sobre la Suprema

Corte de Justicia y el Poder Judicial de la Federación en el

marco de la llamada reforma del Estado.

Se trata de una obra que podemos ubicar en una tra-

dición de activa participación de la Suprema Corte, así como

de sus integrantes en lo individual, en el estudio y pro-

puesta de los cambios que nuestro sistema de justicia ha

ido requiriendo en el tiempo. Podemos recordar, entre

otros ejemplos, que en los años cuarenta del siglo XX, la

Suprema Corte se pronunció en contra de un proyecto

VIII SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

de reformas que había enviado al Congreso de la Unión

el entonces Presidente de la República, el general Manuel

Ávila Camacho, por lo que, finalmente, esta iniciativa no

se aprobó. Pero las intensas reflexiones de los Ministros de

la Corte y del medio jurídico mexicano de aquellos tiempos

permitieron, unos años más tarde (1950-1951), llevar a

cabo la reforma constitucional por la cual fueron creados

los primeros tribunales colegiados de circuito como

órganos auxiliares de la propia Suprema Corte de Justicia.

A tal punto fue trascendente esta reforma, que su impulso

no se ha agotado hasta nuestros días.

Ya en época más reciente, la reforma constitucional y

legal de 1994-1995 no sólo tuvo el efecto de un profundo

cambio en la organización y competencias del Poder Judicial

de la Federación, sino también de contribuir decisivamente

a que la Suprema Corte asumiera un papel todavía más

prominente y activo en el concierto de los poderes públicos

y las instituciones del Estado.

En este nuevo ambiente, la Suprema Corte ha impul-

sado nuevas reflexiones y nuevos proyectos de cambio, a

fin de perfeccionar aún más el sistema de justicia vigente.

Podemos mencionar así la reforma constitucional de 1999,

que modificó la composición y funciones del Consejo de

la Judicatura Federal y otorgó mayores facultades a la Corte

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO IX

para regular su carga de trabajo; el anteproyecto de nueva

Ley de Amparo de 2001, que si bien no se ha convertido

todavía en ley positiva, sí ha influido en varias de las inicia-

tivas legislativas pendientes de resolución; el Libro Blanco

de la Reforma Judicial (2006), producto de una amplia con-

sulta que inició la Suprema Corte en 2003; y, finalmente,

las dieciséis propuestas aportadas por la Corte en el

contexto de la Ley para la reforma del Estado, de 2007.

El Ministro Valls nos propone ahora sus ideas a pro-

pósito de las diversas iniciativas que el Presidente de la

República y los principales partidos políticos nacionales

han enviado a las Cámaras del Congreso de la Unión desde

fines de 2009, para intentar dar nuevos bríos a la reforma

del Estado.

Es verdad que esas iniciativas se centran fundamental-

mente en las relaciones entre los poderes políticos –el

Ejecutivo y el Legislativo federales–, así como en los meca-

nismos de participación político-electoral de los ciudadanos

en la vida democrática, y esa es su sola pretensión. Algunas

de ellas, sin embargo, incluyen propuestas relativas a la

Suprema Corte y al Poder Judicial en el marco de la división

de poderes. El Ministro Valls las somete a un agudo exa-

men, sin que su estudio se limite a las mismas, pues como

señala el autor, estas iniciativas de reforma constitucional

X SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

“se reducen a unas cuantas propuestas aisladas, sin entrar

en los temas más importantes. Se echa de menos un ejer-

cicio integral sobre la reforma del Poder Judicial del Estado

mexicano en el marco del proceso de discusión de la reforma

del Estado…”. Consecuentemente, el número y la pro-

fundidad de los temas abordados por el Ministro Valls

son más amplios:

• La intervención previa de la Suprema Corte de Jus-

ticia para examinar la constitucionalidad del decreto

de suspensión de garantías individuales, conforme

al Artículo 29 constitucional.

• La supresión de la facultad de investigación de viola-

ciones graves a las garantías individuales, actualmente

a cargo de la Corte en términos del Artículo 97

constitucional.

• La participación de la Corte en la declaración de proce-

dencia que permita privar de inmunidad procesal

penal a un servidor público.

• El otorgamiento a la Suprema Corte de la facultad

de iniciar leyes en temas de su competencia ante el

Congreso de la Unión.

• La propuesta de creación de un Tribunal Superior

Colegiado que asuma las funciones de control de

legalidad que todavía corresponden a la Suprema

Corte de Justicia, a fin de que ésta tenga como tarea

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO XI

única la interpretación final y definitiva de la

Constitución.

• Las condiciones en que los tribunales de los Estados

pueden ejercer el control de constitucionalidad y

de legalidad dentro de su propia jurisdicción.

• La necesidad de reducir la procedencia del llamado

amparo directo para elevar la eficiencia y la certeza

de la administración de justicia del país.

• El perfeccionamiento del sistema de precedentes

judiciales, de origen angloamericano, que requiere

la publicidad del texto completo de todas las senten-

cias de todos los tribunales del país.

Debo señalar que estoy de acuerdo con la mayoría de

las propuestas y reflexiones del Ministro Valls. Y aunque

sin duda lo merecen, no es posible, sin embargo, hacer en

esta oportunidad un examen completo de las coincidencias

y las diferencias. Señalo, de todos modos, que el Ministro

Valls propone conceptos y distinciones –como su concepto

de “interpretación constitucional estatal bloqueada”, o

la distinción entre “interpretación difusa” y “aplicación

difusa” de la Constitución– que deberían desarrollarse

mediante un análisis académico comparado.

Con respecto al primer concepto, simplemente men-

ciono que el Tribunal Constitucional Federal alemán ha

XII SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

abierto la puerta para que la jurisdicción constitucional de

los Länder (entidades federativas) examine cuestiones

de derechos fundamentales (pues tradicionalmente se

había circunscrito a las cuestiones competenciales y orgá-

nicas), siguiendo la jurisprudencia de ese Tribunal cuando

la respectiva Constitución local contenga derechos que

sean iguales en formulación y sustancia a los derechos

fundamentales, ya interpretados, de la Ley Fundamental

alemana.

En relación con el punto anterior, vale la pena observar

que en el debate sobre la justicia se ha producido en los

últimos años un fenómeno de gran importancia en México:

el acercamiento entre el mundo judicial y el mundo acadé-

mico. En este sentido, no sobra recordar que, además

de su distinguida trayectoria en la administración pública

y en la Judicatura, el Ministro Valls ha incursionado en la

docencia y en la academia como profesor de varias univer-

sidades y como autor de libros, además de otros trabajos

publicados. Estos antecedentes le han permitido adquirir

una profunda comprensión del modelo de justicia impe-

rante en México, de sus orígenes, desarrollo y desafíos

actuales, pero no le impiden cuestionar e incluso contra-

decir algunas ideas que se han vuelto lugar común en el medio

judicial mexicano, como el otorgamiento de la facultad de

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO XIII

iniciativa legislativa a la Suprema Corte de Justicia en las

materias de su competencia.

El origen periodístico de la obra del Ministro Valls**

no es indicio de superficialidad ni de improvisación. Por el

contrario, gracias a la “tiranía del espacio impreso” a que

obliga el periodismo, y lejos de la verborrea que con fre-

cuencia caracteriza la expresión escrita de los juristas mexica-

nos, el Ministro Valls ha logrado un trabajo que desarrolla

de manera tan sencilla y breve como informada las princi-

pales encrucijadas de la reforma del Estado en lo que

concierne al sistema de impartición de justicia. Los lectores

–tanto especialistas como no especialistas– no se arrepen-

tirán de acercarse a ella.

Dr. Héctor Fix-Fierro*

* Director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. ** Los temas de esta obra provienen de artículos del Ministro Sergio A. Valls Hernández publicados en el periódico El Sol de México durante el 2010.

Capítulo ICapítulo ICapítulo ICapítulo ICapítulo I

En el 2010, año del Centenario de la Revolución y del Bicentenario de la Independencia, los mexicanos nos

encontramos en un proceso denominado reforma del Estado que busca modificar nuestro sistema político. Su objetivo es concluir la transición democrática de México que inició antes del año 2000 con importantes reformas a la Ley Fundamental y diversas leyes ordinarias, las cuales desem-bocaron, tres años antes, en un nuevo equilibrio de fuerzas en la Cámara de Diputados y, en ese año, en la alternan-cia en el Poder Ejecutivo Federal.

La posibilidad de la alternancia en el gobierno y de mayorías cambiantes en los órganos de representación política es ya una nueva realidad en el México de este siglo

XXI. Desde 1997 no hay mayoría en el Congreso del

Reformas a la funciónReformas a la funciónReformas a la funciónReformas a la funciónReformas a la función deldeldeldeldel Poder Judicial Poder Judicial Poder Judicial Poder Judicial Poder Judicial

3

4 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

partido en el gobierno y el Presidente de la República es,

desde el año 2000, de un partido político diferente al que

había dominado ese cargo público de elección popular a

lo largo de la mayor parte del siglo XX.

Los estudios de ciencia política señalan en forma uná-

nime que la posibilidad de la alternancia es uno de los

indicadores que definen un sistema como democrático,

esto es, la incertidumbre en los resultados electorales, el

no saber cuál partido político va a ganar la siguiente elec-

ción general.

Pero la incertidumbre no es el único indicador de que

un sistema es democrático. Otro, igualmente importante,

es la certidumbre del Estado de derecho, la certidumbre

de que las leyes que aprueben los representantes del

pueblo de México serán debidamente aplicadas. Cuando

el derecho de un país es predecible todos sus habitantes

pueden gozar de un clima de tranquilidad que les permite

desarrollar sus potenciales individuales. Cuando el dere-

cho de un país es predecible se contribuye enormemente

a su progreso económico, que es absolutamente indispen-

sable para su mejor desarrollo social.

Y es este indicador de la certidumbre del Derecho el que

no hemos logrado mejorar en estos años. Por eso la re-

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 5

forma del Estado: el proceso de reformas no ha concluido;

se ha dinamizado en el 2010 con iniciativas presentadas

por los diferentes partidos políticos con representación en

las Cámaras de Diputados y de Senadores, así como por la

formulada por el Presidente de la República. A este pro-

ceso de gran aliento dedicaré mis comentarios en los

siguientes capítulos, en lo que se refiere a las iniciativas

para actualizar la función jurisdiccional federal.

Para entender el conjunto de reformas que se han pre-

sentado concernientes al Poder Judicial, cabe recordar que

la primera parte de la transición democrática del país con-

sistió en reformar las reglas de acceso al poder, esto es,

las normas electorales. Ello se ha hecho con bastante éxito

pues al día de hoy contamos con un sistema que garantiza

la libertad y respeto al voto de los ciudadanos con dos

instituciones muy sólidas: el Instituto Federal Electoral (IFE)

y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación

(TEPJF).

La reforma constitucional que estableció al Tribunal Elec-

toral como la instancia última de resolución de conflictos

electorales fue muy positiva. Pero como es frecuente en

estos procesos, no se fue suficientemente pulcro a la hora

de derogar las partes con las cuales esa reforma era incom-

patible, es decir, no se derogó la potestad de la Suprema

6 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

Corte de Justicia de la Nación (SCJN) de investigar la violación de los derechos político-electorales que le otorga la Cons-titución en el artículo 97; tampoco se derogó la potestad de la Corte para investigar la violación de otro tipo de dere-chos diferente a los del voto público, a pesar de que se creó la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) que tiene precisamente este cometido como su única razón de ser. De ahí que la iniciativa de la fracción parlamenta-ria del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la Cámara de Senadores haya atendido esta omisión del Poder Revisor de la Constitución que había causado ya algunos problemas por la duplicidad de funciones de diversos ór-ganos del Estado.

Como lo he sostenido en otras ocasiones, creo que esta iniciativa va en la línea correcta. El Tribunal Electoral tiene una sanción contundente en el caso de la violación del voto público: la anulación de la elección; pero la Corte no cuenta con un poder sancionador eficaz en el caso de las violaciones a los derechos. De ahí que su imagen ante la opinión pública se deteriore, ya que a pesar de que en su investigación establezca la responsabilidad de los altos funcionarios públicos a los que se les imputan tales trans-gresiones, no puede hacer nada al respecto.

Es el Congreso y no la Corte, a través del juicio político,

el que puede remover a un funcionario al exigirle responsa-

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 7

bilidad política por violaciones graves a los derechos de

los gobernados. Es la CNDH la que debe hacer esa in-

vestigación, y el Congreso actuar en consecuencia apli-

cando la sanción que proceda de acuerdo con la gravedad

del caso.

Capítulo IICapítulo IICapítulo IICapítulo IICapítulo II

Dentro del marco de la reforma del Estado, donde el

titular del Ejecutivo Federal y diversos grupos parla-

mentarios han presentado propuestas de renovación a

la estructura del mismo, me abocaré en estas líneas a un

punto en el que se toca una atribución al Poder Judicial

de la Federación en materia de Derechos Humanos, la

cual consiste en reformar la cuestión del “estado de

emergencia”.

Dicha reforma presentada por el Grupo Parlamentario

del PRI en la Cámara de Senadores propone limitar la

facultad con la que cuenta el Estado para suspender los

derechos o garantías individuales cuando se enfrente a un

estado de emergencia.

11

El Estado de EmergenciaEl Estado de EmergenciaEl Estado de EmergenciaEl Estado de EmergenciaEl Estado de Emergencia

12 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

Para efectos de dar mayor claridad a esta exposición,

abordaré brevemente en qué consiste la suspensión de

derechos en un estado de emergencia.

La suspensión de derechos o de garantías es una atri-

bución con la que cuenta el Estado para hacer frente a

una situación extraordinaria, la cual puede presentarse ya

sea por fenómenos naturales (v.gr., terremotos o inun-

daciones), por actividades humanas (v.gr., levantamientos

civiles), o por hechos delictivos (v.gr. delincuencia orga-

nizada), en la que se posibilita al Estado para restringir las

garantías individuales. Por ejemplo, si en un determinado

territorio de la República Mexicana se presenta una situa-

ción de delincuencia extrema, se puede restringir el

derecho con que cuentan las personas para desplazarse

por el mismo en determinadas horas, a través de un “toque

de queda”.

Ahora bien, la cuestión del estado de emergencia cobra

gran relevancia en la actualidad, ya que diversos diputados

y senadores han propuesto que se restrinjan ciertas garan-

tías en los estados del Norte del país, como en Chihuahua,

por la situación de inseguridad que se vive.

Es pertinente señalar que actualmente la Constitución,

en su artículo 29, otorga prácticamente un “cheque en

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 13

blanco” al Estado para decretar las medidas conducentes

en un estado de emergencia, pues puede decidir am-

pliamente los derechos que suspenderá, sin prácticamente

ninguna limitante.

Así tenemos que la reforma propone adecuar nuestra

Constitución a algunos principios que han sido reconocidos

en ciertos instrumentos internacionales, como el Pacto

Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y la Convención

Americana de Derechos Humanos.

En este sentido, la reforma propone establecer tres

limitantes a dicha potestad:

a. Establecer una serie de derechos que no pueden sus-

penderse: dicha reforma es de gran importancia, ya

que la Constitución actualmente no establece nin-

guna limitante respecto de qué derechos pueden

restringirse; inclusive se ha discutido si permite la

Constitución suspender el derecho a la vida. Por este

motivo, es relevante esta propuesta pues delimita

dicha potestad al señalar que no se pueden suspen-

der algunos derechos como la vida, la integridad

personal, la prohibición de la esclavitud, etcétera.

b. Se establece que la medida debe respetar ciertos

principios como los de proporcionalidad, legalidad,

14 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

fundamentación y motivación. Así, la actuación del

Estado estará acotada bajo ciertas directrices re-

conocidas en otros instrumentos internacionales, con

lo cual se limitará su actuación a criterios más

objetivos.

c. Se dota a la Suprema Corte de Justicia de la Nación

de la facultad de revisar de manera oficiosa la cons-titucionalidad del decreto de suspensión de garantías.

Este punto reviste suma importancia ya que inclusive

estos actos podrán ser analizados a la luz de los

postulados constitucionales, con lo cual el Máximo

Tribunal podrá garantizar que aun en estos casos,

se salvaguarden los derechos humanos.

Expuesto lo anterior, considero que la figura contenida

en el artículo 29 constitucional debe actualizarse de manera

que se adecue a las fuentes reales del Derecho, como la

situación de inseguridad imperante en ciertas partes del

territorio nacional, siempre y cuando se delimite la actuación

del Estado a través del respeto a los derechos y principios

establecidos en diversos instrumentos internacionales.

Capítulo IIICapítulo IIICapítulo IIICapítulo IIICapítulo III

Si en México se produjera la hipótesis de una acusación

sobre un miembro del Poder Legislativo, el Grupo Par-

lamentario del Partido Revolucionario Institucional (PRI)

en el Senado de la República propone que la Corte tenga

competencia para valorar los elementos aportados por el

Ministerio Público (MP) y decidir si ha lugar a la apertura

o no del juicio penal correspondiente –pronunciamiento

que, según la propuesta, automáticamente conduce al cese

de la inmunidad procesal penal del indiciado–. La inicia-

tiva de reforma del Estado del Grupo Parlamentario de

dicho partido en la Cámara de Diputados no aborda este

asunto que tiene que ver con el fuero constitucional. Tam-

poco lo hace el Presidente de la República, ni la iniciativa

del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

17

La ReelecciónLa ReelecciónLa ReelecciónLa ReelecciónLa Reelección en el Congresoen el Congresoen el Congresoen el Congresoen el Congreso

18 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

El tema es muy importante porque, de aprobarse la

reelección de los legisladores, se abrirían dos cuestiones

que deben ser objeto de reflexión: la primera de ellas es si

un diputado o un senador en funciones llegase a cometer

delitos electorales durante su campaña para reelegirse,

¿cómo se procedería ante esta situación dado que gozan

de fuero constitucional? La iniciativa lo resuelve así: la Corte

le suspende la inmunidad procesal penal con lo que queda

libre la vía para que sea procesado ante un tribunal de

justicia del Poder Judicial.

La segunda cuestión a reflexionar es la siguiente: el

proceso electoral ya en la fase conclusiva de campaña y

jornada electoral es sumamente corto –estamos hablando

de meses–. Por contraste, el proceso penal es temporal-

mente mucho más prolongado y cuenta al menos con dos

instancias. En otras palabras, en materia penal un proceso

se puede extender más allá no sólo del día de la jornada

electoral y de la toma de posesión del cargo público, sino

incluso después de concluir el periodo de servicio del

legislador de tres o seis años según sea el caso.

¿Cómo inhibir los delitos cometidos por los propios

legisladores o incluso por un Presidente de la República

en funciones? y ¿cómo limpiar un proceso electoral al

tiempo que las campañas electorales se desarrollan?

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 19

En este contexto es que se entiende cómo resolvía el

derecho constitucional mexicano tal problema hasta an-

tes de que se judicializara la materia electoral en 1996 y

se afinaran los tipos penales electorales: por la vía de la

responsabilidad política y no de la responsabilidad penal.

Seguíamos entonces el modelo estadounidense.

En ese país, todos lo recordamos, el presidente Richard

Nixon se vio obligado a renunciar por supuestamente

pervertir las leyes electorales durante su proceso de

reelección. La maquinaria del impeachment –el equivalente

a nuestro juicio político– se había echado a andar. Después

del juicio político, que de ser condenatorio separaría a

Nixon del cargo, seguiría el proceso penal. Por disposición

de la Constitución, la resolución del juicio político es inape-

lable, lo que lo convierte en un juicio de una sola instancia.

Bajo este sistema de responsabilidad política, impartido

por las Cámaras del Congreso, el proceso electoral en curso

se limpiaba en un periodo relativamente corto, antes de

que se tomara posesión del cargo o ya durante el mismo.

La solución descrita para el Presidente se aplicaba igualmente

a los legisladores que, en la búsqueda de su reelección,

llegasen a violar el derecho de libertad de elegir de los

ciudadanos establecido en la Constitución. Después daba

inicio el prolongado proceso penal que podía llevar a la

20 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

privación de la libertad del responsable, pero era la exi-

gencia de responsabilidad política lo que permitía reac-

cionar con celeridad ante un presunto violador de las

normas electorales, a fin de que no ostentara el cargo de

elección popular obtenido fraudulentamente.

Siguiendo el modelo estadounidense, la Constitución

de 1857 y la actual de 1917 estipulaban que la calificación de

las elecciones era una potestad del propio Poder Legisla-

tivo. Esto es, el propio Poder Legislativo determinaba quién

había cumplido con la Constitución y con la ley para acce-

der a un cargo de representación popular; el Poder

Legislativo podía no admitir a un candidato a legislador que

hubiese ganado la elección en forma fraudulenta. Pero la

reforma constitucional en materia electoral de 1996 –por

explicables y justificadas razones que tenían que ver con

su predominio por un solo partido político– suprimió esta

competencia del Poder Legislativo y se la transfirió al Tri-

bunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Tal esquema no producía ningún conflicto porque la no

reelección de los legisladores hacía imposible que el propio

legislador violara la norma y se planteara el doble problema

–como el que preveía el abrogado modelo anterior– de

cómo suspenderle de su fuero en caso de violar las normas

electorales, y cómo evitar que un legislador llegara al Con-

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 21

greso violando la Constitución y la ley electoral, mediante

un proceso diferente al proceso penal que consume mucho

tiempo.

Por ello, considero que de aprobarse la reelección de

los legisladores, un tema de la reforma del Estado que

merece reflexión, los tribunales de justicia –incluida la

Corte–, obligados por el principio de presunción de

inocencia en materia penal, no podrían separar a un legis-

lador de su cargo sin antes agotar todo el proceso penal.

Capítulo IVCapítulo IVCapítulo IVCapítulo IVCapítulo IV

La iniciativa de reformas a la Constitución que el Presidente de la República presentó al Congreso de

la Unión incluye una propuesta a fin de otorgar a la Su-prema Corte de Justicia de la Nación la potestad de iniciar leyes en materias de su competencia. El Presidente recoge con ello una proposición que ha partido originalmente de algunos ministros de la Corte, y de jueces y magistrados del Poder Judicial federal, así como de abogados litigantes.

El sentido común parece animar esta iniciativa. Los sim-patizantes de la misma asumen con razón que es el propio Poder Judicial el que observa día con día los problemas de la administración de la justicia –los que sufren en carne propia, entre ellos la recarga de trabajo y el rezago judicial.

Se afirma que dichos problemas son derivados en alguna

25

Potestad de IniciativaPotestad de IniciativaPotestad de IniciativaPotestad de IniciativaPotestad de Iniciativa de Ley a la Cortede Ley a la Cortede Ley a la Cortede Ley a la Cortede Ley a la Corte

26 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

medida tanto de la organización del Poder Judicial, como de los procedimientos por medio de los cuales se admi-nistra justicia. Problemas de este tipo desde luego se pueden resolver si no completamente, sí en forma por demás significativa, con la reforma de ciertas leyes de organización y de procedimiento.

Ahora bien, para sostener la inteligencia de tal pro-puesta, sus promotores esgrimían que la competencia que se pretende atribuir a la Corte está ya reconocida a varios tribunales de justicia de los poderes judiciales de los es-tados por sus respectivas constituciones –argumentos que se recogieron en la iniciativa presidencial. Concretamen-te, son veintinueve los tribunales de justicia estatales que gozan ya de la misma.

Sin embargo, habría que considerar que, de aprobarse la reforma constitucional que se propone, nada garantiza que una iniciativa de reforma a las leyes de organización judicial o procesales presentada por la Corte sea aprobada por el Poder Legislativo; es más, ni siquiera garantiza que la iniciativa se estudie, discuta y resuelva, ya sea a favor o en contra de la misma. De tal suerte que si la iniciativa desde su formación no cuenta con la simpatía de un número importante de legisladores de diferentes partidos o de un grupo parlamentario en concreto, la potestad de iniciativa

que se otorgue a la Corte podría ser intrascendente.

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 27

Ahora bien, hay aún otro problema con la propuesta

–quizá todavía de mayor calado–, ya que puede repercutir

en el prestigio de la Corte como custodio imparcial de la

Constitución. El problema es el siguiente: en caso de

aprobarse una ley iniciada en la Corte, previsiblemente se

podría presentar el supuesto de que se impugnara la cons-

titucionalidad de la ley ante la propia Corte. Ello convertiría

a la Corte en juez y parte, y se comprenderá que su reso-

lución difícilmente podría optar por la inconstitucionalidad.

Este no es el caso con la posible impugnación de leyes ini-

ciadas por los poderes judiciales de los estados, pues éstas

se pueden recurrir ante un órgano diferente al mismo que

las generó: a los tribunales del Poder Judicial de la

Federación, entre ellos a la Suprema Corte de Justicia de

la Nación.

Por último, advierto una asunción en la propuesta de

otorgar potestad de iniciativa de ley a la Corte, que no

comparto: el supuesto de que no existe una comunicación ágil

y respetuosa con el Poder Legislativo. Prueba de que sí

existe tal comunicación es que el presupuesto de egresos

de la Corte y del Poder Judicial se tiene que explicar y jus-

tificar cada año ante los legisladores, y estos han venido

siendo muy receptivos a los planteamientos del Poder

Judicial en la última década. Por las razones señaladas, y

bajo la hipótesis de que prospere la iniciativa del Presidente

28 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

sobre la reelección de los legisladores, quizá la permanencia

de diputados y senadores por periodos de doce años en

las respectivas Comisiones de Justicia de las Cámaras del

Congreso de la Unión –vía la reelección– pueda contribuir

a una mayor especialización de sus miembros de la que ya

existe, así como a incrementar aún más su sensibilidad a

los temas que preocupan a los ministros de la Corte y, en

general, a los jueces y magistrados del Poder Judicial de la

Federación, así como a los abogados que defienden en

juicio los intereses de sus clientes.

Capítulo VCapítulo VCapítulo VCapítulo VCapítulo V

En diciembre de 1994 se promovió una exitosa reforma

a la Constitución consistente en el reforzamiento de

la potestad de control constitucional de la Suprema Corte

de Justicia de la Nación. Es así que, en adición a la contro-

versia constitucional y al juicio de amparo ya reconocidos

desde el siglo XIX por el constitucionalismo mexicano, en

la víspera del siglo XXI se incorporó a la Constitución un

nuevo instrumento procesal para su defensa: la acción de

inconstitucionalidad.

No parece haber duda del éxito combinado que han

tenido estos tres instrumentos procesales: para el año 2000

cuando el Partido Acción Nacional (PAN) ganó la Presi-

dencia de la República, la Corte había sustituido eficazmente

31

La Acción deLa Acción deLa Acción deLa Acción deLa Acción de InconstitucionalidadInconstitucionalidadInconstitucionalidadInconstitucionalidadInconstitucionalidad

32 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

el arbitraje metaconstitucional entre poderes que por

práctica política había construido el presidencialismo

mexicano en el siglo pasado. (Actualmente y en línea de

continuidad con el mejoramiento del arbitraje entre po-

deres del Estado mexicano, se piensa en la posible incor-

poración de los órganos constitucionales autónomos a la

lista de sujetos legitimados para intentar controversias y

acciones de inconstitucionalidad, de tal manera que tengan

una vía institucional para proteger su autonomía y compe-

tencias frente a otros poderes u órganos constitucionales

–medida que me parece ir en la línea correcta).

La reforma de 1994 disparó todo un movimiento de

reflexión sobre la justicia constitucional mexicana y su me-

joramiento, que no ha cesado hasta el día de hoy. Uno de

sus más importantes logros han sido las propuestas de re-

forma a la Ley de Amparo que se encuentran en la fase

final de su procedimiento legislativo. Sobresale de dicha

iniciativa de ley la propuesta de otorgarle efectos generales

a la resolución judicial que declare la inconstitucionalidad

de una ley por la vía del amparo. De ser aprobada, con un

solo juicio de amparo se anulará una ley inconstitucional y

no se aplicará a nadie más –lo que garantizará el derecho de

los mexicanos de igualdad ante la Constitución y la ley–, y

también contribuirá enormemente al ahorro de recursos

pues de acuerdo con el modelo actual un mismo asunto

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 33

puede conocerse varias veces por los tribunales del Poder

Judicial de la Federación, incluso varios cientos de veces.

Otras propuestas de reforma importantes se encuen-

tran en proceso de reflexión entre los ministros que

integramos la Suprema Corte, así como en el foro y en la

academia, como el control previo de constitucionalidad

de los tratados internacionales. El propósito de este instru-

mento procesal es que la Corte exprese su opinión sobre

la posible incompatibilidad de un proyecto de tratado

internacional con la Constitución, pero antes de que el

tratado se perfeccione y surjan ineludibles responsabili-

dades internacionales para el Estado mexicano. Otros

países latinoamericanos y europeos con constituciones más

jóvenes que la mexicana han incorporado esta figura que

obliga, o bien a que se corrija el tratado, o bien a que se

reforme la Constitución.

Todas estas medidas que tienen que ver con el perfeccio-

namiento de nuestros instrumentos procesales de natu-

raleza constitucional para garantizar la supremacía de la

Ley Fundamental son, desde luego, de aplaudirse. Pero este

encomiable esfuerzo de reingeniería institucional puede

no cumplir sus objetivos a plenitud si al mismo tiempo no

se libera a la Corte de tareas de control de legalidad que

pueden ser atribuidas a otros tribunales del Poder Judicial,

34 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

de suerte tal que la Corte pueda concentrarse únicamente

en su función de control constitucional. Desde hace varias

décadas se han dado pasos en este sentido, pero no se ha

tomado la determinación de concluirlo en definitiva, y creo

que ha llegado el momento de hacerlo en el marco de la

reforma del Estado.

Coincido con quienes han sugerido crear un Tribunal

Superior Colegiado que tenga esta encomienda. Como su

nombre lo indica, dicho tribunal estaría por encima de los

tribunales colegiados, y por debajo de la Corte. Su cometido

sería servir como tribunal de legalidad de última instancia,

lo que significaría que –al tiempo que en él se descarga la

tarea de la Corte de estos asuntos–, se crea un órgano

jurisdiccional encargado de la uniformidad en la interpre-

tación de la ley de todos los circuitos judiciales del país y

por consiguiente en su aplicación.

El Tribunal Superior se encargaría de derramar la inter-

pretación constitucional de la Corte sobre derechos fun-

damentales en los asuntos de legalidad que conocen todos

los tribunales del Poder Judicial de la Federación. En adición,

al interpretar leyes, el Tribunal Superior también crearía

su propia doctrina judicial –para no llamarla jurisprudencia–

con efecto vinculante hacia el resto de tribunales de menor

jerarquía. Ello contribuiría tanto a garantizar con bastante más

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 35

eficacia el derecho de igualdad ante la ley, como la eficiencia

del Poder Judicial de la Federación y, por tanto, el ren-

dimiento de las aportaciones de los contribuyentes.

Aún sería necesario ocuparse de la justicia en el ámbito

de los estados, a lo que dedicaré mi reflexión del siguiente

capítulo.

Capítulo VICapítulo VICapítulo VICapítulo VICapítulo VI

La tarea de control de legalidad del Tribunal Superior

Colegiado permitiría a la Corte asumir como tarea

única la interpretación de la Constitución mediante los ins-

trumentos procesales de la controversia constitucional, la

acción de inconstitucionalidad y el juicio de amparo. Pero

aún sería necesario incorporar a los poderes judiciales de

los estados en las tareas de control de constitucionalidad

y de legalidad como instancias finales de los asuntos de su

competencia, tanto por coherencia con nuestro esquema

federal, como por tratarse de una medida que incremen-

taría notablemente la eficiencia y calidad en la admi-

nistración de justicia del Estado mexicano. Para ello es

necesario racionalizar el amparo y concretamente reducir

el uso del amparo directo.

39

Administración deAdministración deAdministración deAdministración deAdministración de Justicia Federal y EstatalJusticia Federal y EstatalJusticia Federal y EstatalJusticia Federal y EstatalJusticia Federal y Estatal

40 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

Advierto, sin embargo, que las ideas que a continuación

expreso deben obedecer a un plan maestro de mediano

y largo plazos de transformación del Poder Judicial federal y

de los estados que requiere necesariamente de planeación

presupuestal y de la enseñanza del Derecho del Estado

mexicano como medidas que deben acompañar a la tarea

legislativa federal y de los estados.

Las complicaciones que en estos últimos años se han

presentado en la instrumentación de los juicios orales en

el ámbito de los estados deben servir de experiencia para

planear conjuntamente con ellos una ruta crítica en la que

se considere la profesionalización de los poderes judiciales

de los estados, los ministerios públicos, los abogados liti-

gantes y, en general, de todos los operadores jurídicos,

sin descuidar aquellos que en las escuelas de Derecho

forman a los nuevos abogados.

Habiendo hecho este señalamiento, considero que, en

primer término, la justicia constitucional local debe ex-

tenderse a todos los estados. La primera razón que

presento como motivo de mi propuesta es que la Corte

no puede conocer y resolver en tiempo real de los estados

los asuntos que elevan a su consideración los ciuda-

danos o actores políticos de los estados, sino tan sólo en

forma diferida. La Corte tiene una agenda muy apretada,

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 41

de tal manera que asuntos verdaderamente críticos para un estado, pero no para los demás o para la Federación, deben esperar con paciencia a ser atendidos en el seno de la Corte –a veces con graves consecuencias que afectan la gobernanza democrática de un estado–.

Tal dificultad se puede resolver si los tribunales supe-riores de justicia se hacen cargo de sus propios asuntos de constitucionalidad. Para ello, desde luego, además de los instrumentos de justicia constitucional local, debe preverse la forma de designación de los magistrados a fin de garantizar su independencia de los otros poderes en cada uno de los estados y particularmente de los gobernadores.

Por cuanto a la acción estatal de inconstitucionalidad y al juicio local de amparo –que ya existe en varios estados– algunos han expresado ciertos temores. Apuntan que ello puede propiciar una interpretación arbitraria de derechos de la Constitución estatal que cuentan con un derecho homólogo reconocido en la Constitución federal, lo que en forma indirecta implicaría la violación a la Constitución federal. Entiendo estos temores, pero no los comparto; y como no podía ser de otra manera, asumo además que toda propuesta de reforma a la justicia constitucional y de control de legalidad de los estados –como la que yo hago–

debe garantizar que no se viole la Constitución federal.

42 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

En mi opinión, como ya lo he expresado con anterio-

ridad en foros académicos, la garantía de uniformidad

interpretativa de los derechos de la Constitución federal

y su proyección a los estados puede venir de la mano de

lo que he llamado la “interpretación constitucional estatal

bloqueada”. Esta técnica consiste, dicho en términos muy

gráficos y simples, en que el tribunal superior de justicia, al

conocer un asunto local que inevitablemente tiene que

ver con interpretación de derechos reconocidos en la

Constitución federal, debe “clonar” en su sentencia la inter-

pretación que de ese derecho ha hecho la Corte. Al proceder

de esta manera, el tribunal superior de justicia no sólo de-

fiende su constitución local sino también en forma indirecta

la federal. Su margen de interpretación de los derechos

está bloqueada por la interpretación que la Corte hace

de los derechos de la Constitución federal, interpretación

que le es vinculante.

En el siguiente capítulo me ocupo de cómo actualizar

el control de legalidad en los estados en consonancia con

su control constitucional local, de forma tal que todos los

jueces locales del país participen en la “aplicación” difusa

de la Constitución federal, no en la “interpretación” difusa de

la Constitución federal, a la que sí se le debe tener temor.

Capítulo VIICapítulo VIICapítulo VIICapítulo VIICapítulo VII

Comentamos en el capítulo anterior que los tribunales

superiores de justicia de los estados debían hacerse

cargo de los asuntos de control constitucional de sus res-

pectivos estados, tarea en la que estarían atados a la inter-

pretación de la Corte mediante la técnica de la “interpre-

tación estatal bloqueada”. Pero también dichos altos

tribunales locales debieran ser en el futuro la última instancia

en los asuntos de la competencia de los estados, esto

es, en el control de legalidad local –con la salvedad que

más adelante apuntaremos–.

La actualización del control de legalidad en los estados

necesariamente vinculado al control de constitucionalidad

es una de las grandes tareas de la reforma del Estado en

45

Control de ConstitucionalidadControl de ConstitucionalidadControl de ConstitucionalidadControl de ConstitucionalidadControl de Constitucionalidad y Control de Legalidady Control de Legalidady Control de Legalidady Control de Legalidady Control de Legalidad

46 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

materia judicial. Implica no sólo cambio a leyes federales,

sino también a las constituciones y leyes de los estados, lo

que requiere la colaboración de estos últimos bajo un

entendimiento común. En este esfuerzo se deberá atender

la experiencia federal para no reproducir los defectos que

adolece el sistema federal y sólo emular sus fortalezas.

De los defectos de diseño en el ámbito federal en

cuanto a la coexistencia del control de constitucionalidad y

el control de legalidad, destaca a mi juicio uno al que atri-

buyo que no estemos en posibilidad de incrementar la efi-

ciencia del Poder Judicial, y que trae explicación en el hecho

de que en el ámbito federal conviven dos tradiciones judi-

ciales diferentes –la americana y la francesa– que han influido

fuertemente en la formación del ordenamiento jurídico

mexicano en materia procesal. La americana domina nuestro

control de constitucionalidad, pero la francesa impera en

el control de legalidad –esta última tanto en el ámbito federal

y aún con más vigor en el de los estados–. Ello provoca

serios problemas en la impartición de justicia.

Debemos, por tanto, acoplar ambas tradiciones para

hacerlas compatibles, pues la buena noticia es que esto es

factible hacerlo. Prueba de ello es que países que se vieron

influidos por la tradición civilista francesa en el siglo XIX,

pero que en un segundo momento histórico –que podemos

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 47

ubicar en la segunda mitad del siglo XX– adoptaron un

control de constitucionalidad del tipo llamado concentrado

o europeo, como Alemania, España, Italia o Portugal, han

logrado que convivan armónicamente. Sin embargo,

también lo han podido hacer entidades que pertenecen

al modelo de control difuso o americano, pero que igual-

mente partieron de una tradición civilista en el siglo XIX,

como Louisiana, Puerto Rico y Quebec.

La tradición americana le otorga efectos vinculantes a

los precedentes judiciales. Un tribunal superior crea ante un

caso concreto un precedente, y la aplicación de este pre-

cedente resulta ser obligatorio para los tribunales que se

encuentran por debajo de la estructura judicial, a lo que

se le denomina precedente vertical. La ventaja de este sis-

tema es que a casos iguales se le dará siempre un trato

igual. Ello genera una interpretación uniforme de la Cons-

titución y de las leyes, con lo cual se incrementa la seguridad

jurídica de todo el sistema.

También se incrementa la eficiencia del Poder Judicial

porque asuntos de legalidad –como puede ser la violación

entre cónyuges– no pueden ser apelados cuando ya existe

un precedente directivo, de tal manera que se resuelven

en la primera instancia y no pasan de allí –con la salve-

dad de la materia penal–. Ello explica que la apelación en

48 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

el sistema americano no sea un derecho de los gobernados, sino una prerrogativa de los jueces.

Por política judicial, éstos no conocen casos que ya han recibido solución por el tribunal más alto, salvo que claramente el transcurso del tiempo demande una evolu-ción de la interpretación. Los tribunales inferiores vienen obligados por los precedentes verticales, y sólo cuando no existe un precedente para el caso concreto que conocen, pueden y deben interpretar el Derecho. Pero su interpre-tación no será definitiva sino provisional. El carácter definitivo de una interpretación de la ley lo adquiere cuando ha sido interpretado por el tribunal superior –lo que genera un nuevo precedente–.

Por ello he advertido que más que una “interpretación” difusa de la Constitución por todos los jueces americanos –lo que llevaría al absurdo de la anarquía en la interpreta-ción constitucional–, el sistema americano opera mediante una “aplicación” difusa de la Constitución pues la Corte ame-ricana ostenta el control de la interpretación judicial definitiva de la Constitución de Filadelfia. Esta es la tradición que ex-presamente acogieron los constituyentes mexicanos de 1857 y plasmaron en las leyes de amparo.

El sistema americano necesariamente requiere que las

sentencias, todas las sentencias de todos los tribunales,

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 49

sean públicas. Y que lo sean en su integridad, no un mero

extracto de las mismas. Sólo así se pueden conocer los

precedentes directivos de los tribunales de alzada que rigen

en tal o cual caso, y sólo así se puede ejercer un control

sobre los jueces inferiores para saber que están aplicando

correctamente los precedentes verticales. En el caso de

que los jueces inferiores no apliquen los precedentes y

arbitrariamente impartan justicia a su leal saber y entender,

se les exige responsabilidad política por diversos medios

y eventualmente se les separa de su cargo.

Esta es la tradición que expresamente acogieron los

constituyentes mexicanos de 1857 y plasmaron en la ley

que crea el Semanario Judicial de la Federación, pero que

–al igual que el propio amparo original– desvió su sentido

primigenio porque en el Porfiriato ganaría preeminencia

la influencia francesa –la casación–, que explicaremos en el

siguiente capítulo, y que es el sistema con el que actual-

mente operan los sistemas judiciales de los estados.

Capítulo VIIICapítulo VIIICapítulo VIIICapítulo VIIICapítulo VIII

En el capítulo anterior se advirtió que el control

constitucional mexicano se encuentra fuertemente

influido por la tradición judicial estadounidense, pero que

nuestro control de legalidad en cambio obedece al modelo

civilista francés del siglo XIX. Son dos tradiciones jurisdic-

cionales diferentes, que riñen una con la otra por las causas

que a continuación expondré.

El sistema francés de la casación opera bajo la idea de

que los jueces superiores anulan las sentencias de los jueces

inferiores por errores de procedimiento o de fondo en la

sentencia. Por tanto, la apelación es un medio para en-

mendar un error judicial.

53

La Influencia de otrosLa Influencia de otrosLa Influencia de otrosLa Influencia de otrosLa Influencia de otros Modelos en la ImparticiónModelos en la ImparticiónModelos en la ImparticiónModelos en la ImparticiónModelos en la Impartición

de Justiciade Justiciade Justiciade Justiciade Justicia

54 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

Tres consecuencias prácticas muy importantes derivan

de ello: La primera es que la apelación es un derecho de

los gobernados, que se activa cuando una parte en un

juicio considera que ha sido víctima de un error judicial.

La segunda es que al resolver cada caso concreto que se

somete a su consideración, el juez del tribunal superior

no busca sentar un precedente sobre la interpretación de

un derecho, sino corregir al juez inferior. De ello deriva la

tercera consecuencia: como los jueces superiores no van

a sentar precedentes, tampoco se estima indispensable

que las sentencias se publiquen, y con mayor razón las sen-

tencias de los jueces inferiores.

El modelo americano, como vimos, opera por el sistema

del precedente donde el juez inferior tiene que seguir la

pauta marcada por el juez superior en el precedente

sentado por un caso anterior exactamente igual. El juez

superior no admitirá una impugnación de una parte en el

juicio salvo que no exista un precedente aplicable al caso,

y se tenga que crear uno porque la situación es ente-

ramente nueva o porque haya que hacer evolucionar la

interpretación de la ley.

Como se podrá observar, son las notas distintivas de la

casación francesa decimonónica las que se reflejan con ni-

tidez en la forma en la que en México opera la aplicación

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 55

de las leyes en los estados por sus respectivos poderes

judiciales, que siguen este modelo del siglo XIX a pie jun-

tillas. Y por lo que respecta al control de legalidad en el

ámbito federal, su influencia es igualmente notoria. Este

es el origen del amparo casación que tiene como objetivo

enmendar errores judiciales de jueces federales inferiores

–los jueces de distrito– por los tribunales federales de los

escalones superiores.

Lo que es aún más discutible del citado modelo de la

casación civil francesa, es que también se utiliza en México

para enmendar errores de los tribunales de los estados por

el Poder Judicial de la Federación. Nótese que el Estado

francés del que tomamos el modelo es un Estado centra-

lizado, no federal, y que por tanto no tiene una Asamblea

Nacional y varias asambleas legislativas regionales. El orden

jurídico es uno solo, no es un orden jurídico compuesto

como en el Estado federal por leyes de un Congreso Na-

cional y leyes de las legislaturas de las entidades federativas.

Por esta razón no hay ningún problema si un juez radicado

en París anula una sentencia de un tribunal civil situado en

la ciudad más alejada de la capital francesa. Pero el pro-

blema sí se presenta en un Estado federal porque al anular

una sentencia de un tribunal civil o administrativo de un

estado –tribunal local que está interpretando leyes locales–,

el juez federal “inaplica” una ley emanada de un cuerpo de

56 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

funcionarios públicos electos directamente por el pueblo

del estado.

Para situar en toda su magnitud el problema que implica

el mantenimiento sin alteración de este sistema francés

del siglo XIX, habría que considerar que el sistema de

interminables apelaciones –que gráficamente se le conoce

como “amparo ping pong”– se traduce en que el acceso a

la justicia, en los hechos, sólo lo tiene quien cuenta con la

posibilidad económica de pagarlo –no los pobres; y que

el Poder Judicial del Estado mexicano se torna ineficaz

en la medida que la impartición de justicia necesariamente

se torna lenta pues los casi mil jueces federales que

prestamos nuestro servicio en el Poder Judicial de la Fede-

ración debemos “corregir” errores de un universo de más

de cien millones de justiciables potenciales.

También implica ineficiencia: un caso que en un juzgado

inferior consumió cien horas de trabajo de funcionarios

del Poder Judicial –pagados por los contribuyentes–, vuelve

a consumir horas de trabajo, según el número de apela-

ciones y amparos que se tramiten en ese mismo caso.

Por las razones anteriores, opino que la primera cues-

tión que habría que reconsiderar, es el valor del precedente

judicial en el control de legalidad mexicano, tanto federal

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 57

como de los estados. Si existe ya una solución para un

caso que se repite una y otra vez ante los tribunales sean

federales o de los estados, se debe seguir el precedente

del tribunal más alto en materia de legalidad. Ello asegura

que la ley federal o local se interpretará en forma uniforme

y se aplicará igual a todos los que sean parte en un juicio

–lo que contribuye a la seguridad jurídica–. De esta forma,

el sistema también se tornaría más eficiente.

Previo a un importante esfuerzo del Estado mexicano

–pactado entre la Federación y los estados– para el incre-

mento de la capacidad de los poderes judiciales de los

estados, tanto en número de sus integrantes, como en la

calidad de su preparación profesional, debemos reducir

los casos en los que procede el amparo directo. El amparo

casación transversal –de juez federal a juez local– para

anular sentencias de los tribunales de los estados, no ten-

dría porque subsistir una vez que construyamos y conso-

lidemos una planta sólida de funcionarios judiciales de los

estados.

El amparo federal sobre asuntos de los estados debe

subsistir únicamente para vigilar y hacer que se respeten

los derechos de la Constitución federal en congruencia

con los artículos 1 y 133 vigentes de la Constitución. Pero

la idea es que los jueces locales, al interpretar derechos

58 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

de la Constitución local con homólogo federal, se sujeten

a la interpretación que los tribunales de la Federación, y

concretamente la Corte, hayan hecho de esos derechos.

Si un juez estatal en un asunto de su competencia no

sigue los precedentes, en lugar de “corregir” su sentencia

por un juez federal mediante el amparo casación, como

ahora sucede, se le debe separar de su cargo y sustituirlo

por otro juez que se sujete a la supremacía de la Consti-

tución, según la interpretación por precedentes que emanan

de la Corte. Para ello es absolutamente necesario que las

sentencias de los jueces de los estados, independiente-

mente de su jerarquía, sean públicas. Su almacenamiento

puede resultar poco oneroso mediante una base de datos

electrónica, la cual debe ser de acceso universal.

Por una cuestión de eficacia y eficiencia en la impartición

de justicia del Estado mexicano, así como por razones de

soberanía estatal y congruencia con el sistema federal, los

estados deben hacerse cargo en última instancia de sus

asuntos judiciales.

Capítulo IXCapítulo IXCapítulo IXCapítulo IXCapítulo IX

La reforma al Poder Judicial del Estado mexicano debiera

considerar una reflexión integral que incluya las com-

petencias, organización y procedimientos por medio de

los cuales actualmente conducen sus labores los tribunales

del Poder Judicial de la Federación, los tribunales espe-

cializados federales, los poderes judiciales de los estados

y los tribunales especializados locales. Las interacciones de

todos ellos deben ser pensadas para hacerlas coherentes

y eficientes.

La idea rectora tiene que ser la construcción de un

esquema que permita una colaboración en el esfuerzo de

hacer de la Constitución norma suprema a través de la “apli-

cación” difusa de la Constitución –no de su “interpretación”

61

ConclusionesConclusionesConclusionesConclusionesConclusiones

62 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

difusa–. Tanto en los modelos de control difuso de cons-

titucionalidad como en los concentrados, la interpretación

de la Constitución parte de un solo tribunal constitucional

para asegurar su supremacía e interpretación uniforme, y

los demás tribunales federales aplican la jurisprudencia

emitida en los casos que conocen de legalidad.

Por cuanto a los tribunales estatales, al aplicar la Cons-

titución y leyes estatales, deben interpretar las cláusulas

homólogas de sus constituciones con las contenidas en la

Constitución federal, sin apartarse de la interpretación que

se ha hecho de esta última por los tribunales federales

y concretamente por la Corte. Esto es a lo que me refiero

con “aplicación difusa” de la Constitución en la que jueces

federales y locales participamos, desde nuestros respec-

tivos ámbitos de competencias, en la tarea de hacer pre-

valecer la Constitución, sin apartarse de la interpretación

que haya hecho la Corte.

Muchas ideas debemos dejar de lado para modernizar

la impartición de justicia en México; entre otras, olvidarnos

de la obsoleta concepción de que sólo los jueces federales

pueden y deben proteger los derechos de la Constitución

federal, “corrigiendo” a los jueces locales. La casación debe

adaptarse a la interpretación constitucional y no a la inversa.

Es necesario dejar atrás la idea de que jueces superiores

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 63

“corrigen” a los inferiores, lo que abre la puerta, entre otros males, a la ineficiencia y tardanza en la impartición de justicia y a la obstrucción del acceso a la justicia de los más pobres. La corrección de un juez inferior que no sabe aplicar precedentes en los casos de legalidad que conoce, debe ser la separación de su cargo y su sustitución por un juez más capaz. Por tanto, las reformas que propongo pasan necesariamente por un gran esfuerzo para incre-mentar sustancialmente la capacidad cualitativa y cuan-titativa de los poderes judiciales de los estados.

Debemos retomar el entendimiento original de la generación de 1857 sobre el amparo –que se acerca y mucho a la forma en que operan actualmente los Estados políticamente descentralizados del siglo XXI–. El amparo debe servir, sí, para proteger un derecho concreto de un gobernado, pero al mismo tiempo su interpretación por la Corte fija el significado de tal derecho –el “derecho público de la nación”– como decían las leyes de amparo del siglo XIX–, que deberá ser aplicado igual a los demás gobernados por los tribunales federales y de los estados, siguiendo los primeros la técnica del precedente vertical vinculante y los segundos, la técnica de la interpretación estatal bloqueada.

En la ruta crítica de la reforma del Estado es impres-

cindible reconstruir el federalismo judicial. Ello implica:

64 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

(1) fortalecer cualitativa y cuantitativamente el poder judi-cial de los estados para que se hagan cargo de sus asuntos como instancia final; (2) reducir la procedibilidad del amparo directo, y (3) introducir expresamente en las constituciones de los estados –como proyección necesaria de lo que dice el artículo 133 de la Constitución– que la interpretación de sus derechos se sujetará a la interpretación de sus homó-logos federales o supranacionales que elaboren la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la Corte Interamericana, respectivamente.

En el plano federal la gran reforma está en el control de legalidad. Ciertamente podemos hacer todavía algunos progresos en el control constitucional, como introducir el control previo de constitucionalidad de los tratados inter-nacionales, y ampliar el elenco de órganos públicos que pueden acudir ante la Corte para defender sus competen-cias por vía de los diferentes instrumentos procesales. Ello, desde luego, dando por sentado que las iniciativa de refor-mas a la Ley de Amparo que se encuentran en el Congreso desde hace años deberán ser aprobadas, e incluso mejo-radas. Pero es sobre todo en el esquema de control de legalidad donde deberán desplegarse los mayores esfuerzos de imaginación institucional.

Actualizar el control de legalidad en México requiere,

entre otras cosas, de: (1) mejorar nuestros procedimientos

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 65

incrementando el valor del precedente; (2) crear un Tribu-

nal Superior Colegiado que al tiempo que uniforma la

interpretación de las leyes de todos los circuitos judiciales,

absorbe la competencia de control de legalidad de la Corte,

y (3) establecer a los tribunales especializados federales

como parte del Poder Judicial, pero manteniendo su espe-

cialización dentro de dicha estructura.

Aun cuando algunas de ellas son muy positivas, las refor-

mas al Poder Judicial planteadas por los actores políticos

que formalmente pueden presentar iniciativas de enmien-

das y adiciones a la Constitución se reducen a unas cuantas

propuestas aisladas sin entrar a los temas más importantes.

Se echa de menos un ejercicio integral sobre la reforma

del Poder Judicial del Estado mexicano en el marco del

proceso de discusión de la reforma del Estado, en la línea

sugerida en párrafos anteriores. Hasta el momento, sólo

se han hecho proposiciones puntuales concernientes a las

competencias de la Corte que inciden en el esquema de

separación de poderes. Sobre tales propuestas expreso

los siguientes comentarios.

El Presidente propone otorgar iniciativa de ley a la Corte.

En mi opinión ello no es necesario, debido a que: (1) siempre

ha habido comunicación y la Corte puede en todo mo-

66 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

mento presentar una inquietud ante el Poder Legislativo

para mejorar las leyes que conciernen al Poder Judicial, y

(2) esto puede producir el escenario de que la ley que

promueve sea impugnada por vía de acción de inconstitu-

cionalidad o amparo, lo que pondría a la Corte en calidad

de juez y parte.

A su vez, el PRI propone que una sala de la Corte emita

la declaración de procedencia para que se sujete a juicio a

un legislador, esto es, que la Corte decida sobre la sus-

pensión de la inmunidad procesal penal que es parte del

fuero constitucional. Al respecto considero que la medida

puede servir para sustraer de la lógica partidista una de-

terminación tan importante que no sólo afecta al partido

del que es miembro el sujeto cuestionado, sino a la opinión

ciudadana sobre toda la democracia representativa.

Sin embargo, el Congreso no puede sustraerse de su

encomienda de ser el órgano que exija responsabilidad

política en nombre del pueblo y establezca qué efectos se

atribuyen al legislador que es sujeto a juicio penal. Por

ejemplo, cuando estamos ante la elección de un legisla-

dor en funciones que pretende ser elegido, pero que se le

vincula con el crimen organizado (v.gr. caso Godoy), la Corte

puede determinar que existen indicios sobre su presunta

responsabilidad, pero no puede determinar suspenderle

LA CORTE Y LA REFORMA DEL ESTADO 67

de su cargo o prohibir su participación en el proceso, pues la Corte debe respetar la presunción de inocencia en juicios penales. Pero la presunción de inocencia no opera en juicios políticos y, por tanto, el Congreso no tiene limitación para suspender de su cargo a un legislador que es vinculado a este tipo de delitos o de otros delitos graves. Entonces, la responsabilidad política y la responsabilidad penal son diferentes.

Por ello, en este punto me parece más consistente la propuesta del PRD en el sentido de mejorar el esquema vigente estableciendo un procedimiento abreviado, en el cual los legisladores necesariamente se tienen que pronun-ciar para emitir la declaración de procedencia, o negarla.

Una segunda propuesta del PRI consiste en suprimir la potestad de investigación de la Corte que actualmente le atribuye el artículo 97 constitucional. Yo estoy de acuerdo en ello por las razones siguientes: Tenemos ya una CNDH y no se justifica duplicar funciones; además, la investigación de la Corte conduce a una resolución sin efectos vinculantes porque se trata, al final de cuentas, de exigir responsabili-dad política, esto es, separar del cargo a altos funcionarios, que es atribución del Congreso.

Finalmente, el PRI pretende otorgar a la Corte el control

de los actos del Presidente en el uso de poderes excepcio-

68 SERGIO A. VALLS HERNÁNDEZ

nales en casos de emergencia. Con esta proposición yo

estoy en desacuerdo. Las emergencias nacionales deman-

dan celeridad, y los procesos judiciales, reposo y fases que

se deben ventilar. Por eso la Constitución ya establece un

mecanismo de control a priori –los términos de la delega-

ción congresual de poderes– y de control de responsabili-

dad a posteriori: el Congreso es el que convalida los actos

del Presidente o lo sujeta a un juicio político por violación

grave de los términos de la delegación de poderes

excepcionales.

Esta obra se terminó de imprimir y encua-dernar en agosto de 2010 en los ta-lleres de Corporativo Monteros, S.A. de C.V., calle Bélgica 1267 núm. 2, Colonia Portales, Delegación Benito Juárez, C.P. 13300, México, D.F. Se utilizaron tipos Gill Sans Ligth en 11.5, 15 y 24 puntos. La edición consta de 2,000 ejem-plares impresos en papel bond de 75 grs.