Baigorri 2009 Cortes Extremadura Frontera Tlas de Extremadura

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    Extremadura, frontera#TVGOKQ$CKIQTTK)GQTIKPC%QTVoU

    E n el pensamiento econmico y espacial es hoy unaobviedad que las fronteras polticas han constituido un serioobstculo para el desarrollo econmico, suponiendo barrerasartificiales a la racionalidad de la organizacin econmica y a la

    complementariedad potencial de las zonas fronterizas. Pero esuna obviedad que hay que repetir una y otra vez porque la realidadsocial, econmica y espacial (tanto en trminos fsicos como

    virtuales) de Extremadura ha estado durante siglos marcada porla frontera y est en la actualidad -y an lo estar en mayor medidaen el futuro- marcada por la no-frontera.

    Los elementos que ayudan a la construccin de esa enormebarrera econmica y cultural son diversos: el historial blicoconstituye el primer depresor de cualquier tipo de gran inversinproductiva, fcilmente devastada o rapiada por el enemigopotencial; las grandes distancias relativas a los centros nacionalesson otro elemento disuasorio del desarrollo y, adems, las fronterassuelen coincidir con accidentes geogrficos insoslayables sincuantiosas inversiones en infraestructuras, que se constituyenen autntica tierra de nadie. En consecuencia, las redes de

    transporte suelen ser trazadas en paralelo a la frontera, siendocompetitivas en lugar de complementarias, con lo que an sealejan ms las posibilidades de interaccin social y econmica. Lapropia Economa se ha ocupado escasamente de estos espacios,hasta que las fronteras han empezado a entrar en crisis por unarazn muy simple: la Economa siempre ha estado interesada porlas causas que producen riqueza antes que por las que producenpobreza.

    As era la frontera entre Espaa yPortugal en 1985, cuando ambos pasesentraron a formar parte de la Unin Europeaen 1985, slo un ao antes de la firma del Actanica Europea. Hastaentonces, y durantemuchos siglos, ambospases haban permanecidoespalda contra espalda.El propio proceso desurgimiento de la nacinportuguesa, la competencia

    como imperios ultramarinos, loscontinuados enfrentamientos blicos -elltimo a principios del siglo XIX- generaronuna autntica frontera de carctermilitar -sobre todo en el lado portugus-,escasamente poblada y en la que loscontactos apenas se han derivado del

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    El Atlas debiera estar en esta direccin: http://www.asambleaex.es/webteca

    pero obviamente no han pagado el alquiler del hosting...

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    hecho de que las comunicaciones terrestres de Portugal con elresto de Europa, y viceversa, indefectiblemente deban pasar porEspaa. Incluso el denominado Pacto Ibrico, que herman a lasdos dictaduras que durante dcadas sometieron a ambos pases,ocultaba un fondo de desconfianzas y desprecios mutuos. Tampocohay que olvidar que tradicionalmente el mercado portugus no

    tena gran atractivo para la economa espaola.

    En suma, mientras que Portugal se orientaba hacia el Ocano,tanto hacia sus colonias y ex-colonias como hacia Inglaterra, que

    tradicionalmente ha impuesto su influencia econmica y culturalen el pas luso, Espaa orientaba sus intereses hacia la Europatranspirenaica y el Mediterrneo. Se conform as un territorio alo largo de buena parte de la raya fronteriza que, respecto a loscentros econmicos y de decisin de ambos pases, constitua uncul-de-sacfuertemente limitado en sus posibilidades de desarrolloendgeno por el abandono secular. Regiones como el Alentejoportugus y la Extremadura espaola -con fuertes diferencias,no obstante, entre s-, aparecen sistemticamente entre las msatrasadas y menos ricas de Europa. Sin embargo, no es menoscierto que desde hace medio siglo se viene observando, en mbitos

    tan distintos como las Regio Basiliensis -entre Suiza, Francia yAlemania-, la frontera EUA-Mxico, o la de Colombia-Venezuela,por citar algunos, que largos periodos de paz internacional yun incremento de la integracin econmica no slo remuevenmuchas de las tradicionales barreras al desarrollo en las regionesfronterizas, sino que convierten el propio hecho fronterizo enun activo, sobre todo cuando en las mismas existen ciudades ometrpolis con influencia transfronteriza.

    Adems, ms recientemente, los efectos de la globalizacinhan hecho que la agenda de la poltica exterior, tradicionalmentecentrada en cuestiones militares y de defensa nacional, se ocupede cuestiones tan diversas como los intercambios culturales,

    las migraciones y mercados de trabajo

    transfronterizos, el trfico de drogas,la extensin de epidemias o los impactos

    medioambientales. Y, siendo las regionesfronterizas las que enmayor medida sufreno se

    beneficiande esos hechos,ello ha coadyuvado tambin

    a que stas hayan adquiridoprotagonismo como actores,iniciando diversos procesos deaccin que ha desembocado

    en lo que hemos denominado

    diplomacia subnacional (Baigorri,Corts, 1997); lo cual, en ocasiones, puedeplantear serias contradicciones entre lo que tradicionalmente hemos conocido como

    inters nacional, y el inters territorialde carcter transnacional de las

    regiones frontera: sin duda el largo

    debate (tanto en Espaa como en Portugal) en torno al trazado delAVE Madrid-Lisboa es un ejemplo paradigmtico de tales efectos.Consecuentemente con lo apuntado, Extremadura se ha convertido,en las ltimas dcadas, en un espacio fronterizo casi de manual.Aunque estamos muy lejos todava de la naturaleza de espacio librede fronteras que tenan hace dos mil aos los territorios de lo quehoy podramos denominar la Gran Lusitania, no cabe duda de que

    viene articulndose un espacio cultural (en el sentido sociolgicoy holista del trmino) cuya naturaleza es sustancialmente distintade la que hemos conocido en los ltimos siglos. Hace apenas

    veinte aos el espacio fronterizo era, efectivamente, una tierrade nadie en la que los actores eran gentes de nfima significacinsocial: mochileros, peones agrcolas, chachas, guardias civiles yguardinhas... Un espacio con cierta carga de folclore pauperista(los maleteros de los coches reordenndose unos cientos demetros antes de la frontera, por ejemplo) y poco ms: el teln decorcho (feliz ocurrencia del periodista Eduardo Berrenechea aprincipios de los aos 70) que converta en opacos, mutuamente,los territorios circundantes.

    Hoy estn en la frontera, o pudiramos decir en lo que quedade ella, actores y grupos sociales de muy distinta significacin:polticos, empresarios, promotores culturales, acadmicos,sindicalistas, ecologistas transitan a ambos lados, poblando deactividad, de recursos econmicos, de elementos normativosincluso, un espacio que puede considerarse ya, en cierto sentido,una regin transfronteriza, a la que justamente el nombre de la GranLusitania, o Nueva Lusitania, le sentara como un guante. Pero elobjeto de este comentario no es dicha regin transfronteriza, sinoexclusivamente Extremadura, en lo que esta regin es conformadapor el hecho fronterizo.

    Por otra parte, y como tambin es consustancial a casi todaslas fronteras, el cierre nunca ha sido completamente estanco. Yahemos hablado de algunos actores significativos que se movan enla frontera tradicional. Pero hay elementos territoriales de mayorenjundia: como la existencia de las ciudades enfrentadasde Badajoz

    y Elvas, que han funcionado de facto, durante dcadas, como puntoscomerciales fronterizos claramente complementarios. De hecho,

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    hay que buscar en su posicin fronteriza algunos de los factoresque han posibilitado el crecimiento de la ciudad de Badajoz, enuna posicin claramente excntrica no slo respecto de la nacinespaola sino de la propia regin extremea y an de su provincia,

    y su conformacin como principal centro industrial de la regin(Corts, 1996; Baigorri, 1996 y 2001).

    Hoy, tras la cada de las fronteras econmicas y culturales, yen el marco de la nueva conformacin europea de la Pennsula

    Ibrica, la zona que nos ocupa aparece ubicada en una posicinprivilegiada, casi en el centro geogrfico de un tringulo(ya famosoen el imaginario regional) formado por las metrpolis de Madrid,Lisboa y Sevilla, en cuyo interior habitan ms de diez millones depersonas; tal y como Zaragoza se hall ubicada, al iniciarse lasprimeras etapas del desarrollo espaol, en el centro del tringuloBarcelona-Bilbao-Madrid (Baigorri, 1995). Mientras los programasde desarrollo territorial, tanto espaoles como portugueses, han

    venido marcando sistemticamente, y hasta fechas muy recientes,ese carcter de vaco, de fondo de saco, las nuevas dinmicasotorgan a este espacio una personalidad propia.

    Por parte de las instituciones, estas potencialidades han sidopercibidas desde muy temprano en Extremadura. El 17 de enerode 1992 se firmaba entre Extremadura y el Alentejo el Protocolode Cooperacin Transfronteriza de Puente Ajuda que culminabauna etapa previa de relaciones y acercamientos; y desde entonces,se han sentado las bases para una cooperacin firme a travs dediversas Comisiones de Trabajo, con el apoyo de dos Gabinetesde Iniciativas Transfronterizas, de carcter tcnico-administrativo,ubicados en Mrida y vora respectivamente. Los sucesivosprogramas europeos orientados a la promocin de las RegionesFronterizas, acogidos a la iniciativa INTERREG, han sido el sustratopara el desarrollo de dicha cooperacin institucional, con resultadosmuy productivos en el mbito poltico, social, econmico, laboral o

    cientfico.

    Estas tendencias que, como decamos, son una expresin localde dinmicas globales, nos estn obligando, desde hace dcadas, areajustar nuestros mapas mentales geopolticos y reevaluar el papelque las organizaciones internacionales, naciones-estado, regiones,subrregiones, ciudades y organizaciones no gubernamentales

    juegan en los asuntos internacionales (Joenniemi, 1997:65). Porotra parte, los cambios en la estructura de la economa global y enlas relaciones estratgicas estn transformando drsticamenteel entorno econmico ofreciendo nuevas vas y oportunidadespara las ciudades-regiones (Clement, 1994) que, como en el

    caso que nos ocupa, pueden beneficiarse de esa nueva posicingeoestratgica y de las complementariedades que se derivandel hecho transfronterizo mediante la reduccin de los costesde transaccin y otros obstculos a la actividad econmica; eldesarrollo de redes que permiten intercambios de informacin enreas de inters comn y, como resultado, ayuda para la creacinde alianzas; la utilizacin conjunta de recursos (agua, bosques,

    ros...) y un ms eficiente tratamiento de los problemas ambientales transfronterizos; una comunidad de recursos en la provisin deciertos bienes y servicios pblicos estratgicos (aeropuertos,hospitales, universidades, ferias internacionales, facilidades parala investigacin, infraestructura de transporte, etc.), que permitanprever la no duplicacin de costosas infraestructuras; en el casode proximidad geogrfica directa, permite alcanzar las economasde escala precisas para poder sufragar ciertos servicios pblicospara los que de otro modo no podra encontrarse justificacin;

    la administracin y/o limitacin de los efectos potencialmenteperversos de la competicin interregional (Cappellin, 1993).Beneficios, todos ellos, que se vienen materializando en Extremadurade forma creciente.

    Por supuesto que la intensa actividad institucional no acabapor arte de magia con limitaciones estructurales (una de lasms importantes limitaciones superadas, de entre las quesealbamos en 1996, es la referida a la falta de uniformizacinestadstica: casi hay una inflacin de anlisis transfronterizos). As,el localismo sigue existiendo a ambos lados de la frontera y planteaserias limitaciones, especialmente cuando se suma a formasde nacionalismo; por otra parte, siguen pesando las diferenciaseconmicas, sociales y conceptuales, que permanecen ms all dela superacin de las barreras comerciales, entre regiones que, en

    trminos culturales, estn tradicionalmente orientadas en sentidosopuestos a causa del respectivo inters nacional(aunque tambinen este punto hay que hablar de superacin de muchos lastres;como es el caso de la prctica desaparicin de los fenmenos deirredentismo vinculados a Olivenza).

    Pero lo que especialmente nos interesa poner de manifiesto,particularmente en un documento como un Atlas de Extremadura,es un hecho notable: justamente la creciente vertebracin dela regin por la frontera. O, dicho en otras palabras, un nuevo

    cambio virtual en trminos espaciales. Si hace aos hablbamosdel cambio de posicin virtual de estos territorios, de la nada alcentro de un mbito peninsular relevante, hoy hay que hacerlode una consecuencia de dicha mutacin espacial: un cierto

    vuelco socioeconmico hacia el oeste. Si durante dcadas, y ansiglos, Badajoz fue incapaz de enfrentar la fuerza centrpeta deMadrid, el conjunto de la frontera lo ha logrado en apenas treslustros. Podemos ver cmo la concentracin de actividades

    transfronterizas1 se produce justamente sobre, o en el entorno,de algunos de los principales espacios y/o corredores de futurode la regin que, a su vez, vienen marcados por su conexin

    transfronteriza, muy especialmente en el centro y el sur de la

    regin (Baigorri, 2005). En este sentido es en el que podemosdecir que Extremadura es hoy, y cada vez ms, pura frontera.

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