Bastardos Sin Gloria

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Bastardos sin gloria (Inglourious Basterds) La película de Quentin Tarantino basa muchas de sus particularidades en haber sido creada teniendo como telón de fondo la Segunda Guerra Mundial. No se trata simplemente de una ambientación, sino que las mismas ideas preconcebidas que poseemos y los datos históricos que conocemos juegan un papel muy especial al momento de observar la película. Uno de los primeros prejuicios que podemos tener de los nazis es que son seres absolutamente malvados y prepotentes. A la luz de los hechos, mucho hay de cierto en ello. Sin embargo, la manera como Tarantino presenta al coronel Hans Landa subvierte, totalmente, este preconcepto. El personaje es amabilísimo e inteligente. Sus procesos deductivos son impecables y sus buenos modales rompen, completamente, con la idea que podríamos tener de un nazi. Más bien, el coronel Landa parece una suerte de Sherlock Holmes, antes que un oficial de la temible SS. El detalle de la pipa que presentamos a continuación nos hace pensar que no estamos lejos de la verdad: Este hecho, lejos de ser una incoherencia, es una virtud, pues los personajes decididamente “buenos” y ontológicamente “malos” son más una caricatura que una realidad. Con todo, pese a su gentileza, Hans Landa realiza las acciones atroces que históricamente conocemos y es ahí que reside la riqueza de este personaje. De igual forma, el personaje de Aldo “el Apache” Raine funciona bien teniendo como fondo la situación bélica de la Gran Guerra. Es bien sabido que para que un personaje tenga éxito debe lograr cierta empatía con la audiencia. El “Apache” Raine, difícilmente, podría lograr esta empatía. De hecho, es cruel, burdo e inmoral, pero se enfrenta a seres que todos sabemos que fueron responsables de millones de muertes sin sentido. Es en ese contexto que Aldo Raine bien puede aplicar la ley del Talión.

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Bastardos sin gloria (Inglourious Basterds)

La película de Quentin Tarantino basa muchas de sus particularidades en haber sido creada teniendo como telón de fondo la Segunda Guerra Mundial. No se trata simplemente de una ambientación, sino que las mismas ideas preconcebidas que poseemos y los datos históricos que conocemos juegan un papel muy especial al momento de observar la película.

Uno de los primeros prejuicios que podemos tener de los nazis es que son seres absolutamente malvados y prepotentes. A la luz de los hechos, mucho hay de cierto en ello. Sin embargo, la manera como Tarantino presenta al coronel Hans Landa subvierte, totalmente, este preconcepto. El personaje es amabilísimo e inteligente. Sus procesos deductivos son impecables y sus buenos modales rompen, completamente, con la idea que podríamos tener de un nazi. Más bien, el coronel Landa parece una suerte de Sherlock Holmes, antes que un oficial de la temible SS. El detalle de la pipa que presentamos a continuación nos hace pensar que no estamos lejos de la verdad:

Este hecho, lejos de ser una incoherencia, es una virtud, pues los personajes decididamente “buenos” y ontológicamente “malos” son más una caricatura que una realidad. Con todo, pese a su gentileza, Hans Landa realiza las acciones atroces que históricamente conocemos y es ahí que reside la riqueza de este personaje. De igual forma, el personaje de Aldo “el Apache” Raine funciona bien teniendo como fondo la situación bélica de la Gran Guerra. Es bien sabido que para que un personaje tenga éxito debe lograr cierta empatía con la audiencia. El “Apache” Raine, difícilmente, podría lograr esta empatía. De hecho, es cruel, burdo e inmoral, pero se enfrenta a seres que todos sabemos que fueron responsables de millones de muertes sin sentido. Es en ese contexto que Aldo Raine bien puede aplicar la ley del Talión.

De igual forma es interesante el personaje de Shoshanna Dreyfus, de quien podemos saber por la manera particular que tiene Tarantino, al narrar una historia. En efecto, reparamos en que ella es la mujer que huye de las balas del coronel Landa,

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cuando ya convertida en Emmanuelle Mimieux, se nos presenta, insertado en el montaje, un feedback de su huida. Quien huye en 1941 perdonada por el buen humor de Landa, no tendrá perdón en 1944.

Este recurso al feedback y la reminiscencia está presente desde siempre en la obra de Tarantino. Lo vemos desde Reservoir Dogs y lo seguimos apreciando en Inglourious Basterds. Las crueldades del escuadrón del teniente Raine son conocidas por este expediente, toda vez que son un recuerdo de un soldado sobreviviente ante Hitler. El dejar un ser mutilado para que informe de la maldad es algo que ya hemos visto al final de la primera parte de Kill Bill. El subterfugio de la reminiscencia también se emplea, de manera humorística, cuando aparecen copulando Joseph Goebbels con la traductora Mondino. Hay que decir que los personajes de la jerarquía nazi son completas caricaturas. Este es otro hecho que funciona muy bien con el telón de fondo de nuestras ideas acerca de la guerra. Probablemente, Hitler es el malvado por excelencia de la historia mundial. Mueve a risa verlo no como un ser siniestro, sino más bien patético, gritando “nein, nein, nein” (no, no, no; en alemán) o riéndose por las muertes que su soldado ocasiona en la película.

Nuevamente, Quentin Tarantino no se ve limitado por las barreras del idioma y hace hablar a los personajes, en la lengua que les corresponde, tal como lo hiciera ya en Kill Bill. Es, no obstante, en los diálogos, donde estriba la mayor dificultad de la propuesta de Tarantino. Aun cuando resulten ingeniosos, su duración le quita ritmo a la película. Particularmente larga resulta la escena en el sótano.

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Ahora, esto es algo que también se da en la literatura. Mucha gente afirma que al segundo tomo del Quijote le sobran cien páginas, tal como a este filme le sobran algunos minutos. Tan sólo habría que señalar, que cualquiera puede criticar la extensión del Quijote, pero con seguridad no cualquiera puede escribir una obra similar. Donde el director sí, estuvo realmente acertado fue en el uso de la música como recurso narrativo. El asesinato de la familia Dreyfus se ve intensificado por la música de fondo. Lo mismo podemos afirmar de la aparición del llamado Oso judío o de la muerte de Shoshanna y su admirador alemán, que mueren como en otras de sus películas apuntándose uno al otro.

El final de la película, nuevamente, es el resultado de una tensión entre nuestro conocimiento de lo que ocurrió en realidad y lo que el director decide como desenlace de su historia. Esta película se inscribe en un subgénero de cine de guerra conocido como Euro War, Macaroni War o Macaroni Combat, en el que no primaba la exactitud histórica. De este subgénero, la película más conocida es Quel maledetto treno blindato que se distribuyó en Estados Unidos como The Inglorious Bastards. Nada es casualidad.

Pues bien, la narración de Bastardos sin gloria toma dos rumbos en su desenlace y bien podemos hablar de dos finales. Uno que se vincula con Shoshanna Dreyfus o Emmanuelle Mimieux.

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Y otro que es el emprendido por Landa y Raine. En ambos finales, prima la verdad creada por la ficción. Es de humor negro que quien otrora huye, destruye finalmente a sus enemigos; y quien es brillante en sus razonamientos, termina engañado por el más burdo de los personajes. Nos referimos al coronel Landa. Magistralmente interpretado por Christoph Waltz.

Al final de una crítica toca emitir un juicio de valor. Diremos que la primera escena en casa del campesino francés fue de una intensidad que no se vio en el resto de la película, pero fue tal su energía que nos convence de que la mejor película de Tarantino aún no ha sido filmada.

José Antonio Salas Garcíahttp://joseantoniosalas.blogspot.com/