Bienaventuranzas

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SERMÓN DE LA MONTAÑA O BIENAVENTURANZAS KABALEB

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Interpretación esotérica del Sermón de la Montaña. Kabaleb

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SERMN DE LA MONTAA O BIENAVENTURANZAS

KABALEB

1. El Reino del Padre fue revelado por primera vez extensamente en el llamado Sermn de la Montaa. Dice la crnica sagrada que, viendo la multitud, Jess tom a sus discpulos y subi a la montaa (Mateo V). En trminos simblicos, subir a la montaa significa elevarse espiritualmente, abandonar el plano de lo multitudinario para entrar en contacto con las instancias ms elevadas que hay en uno mismo.

El Sermn de la Montaa iba dirigido exclusivamente a sus discpulos, que ahora eran ya doce. Algunos tenan ya cierta experiencia evangelizadora, otros an no. Formaban ya un equipo unido aunque frecuentemente chocaran entre ellos por cuestiones de carcter, y Jess orden que los doce se arrodillasen formando un circulo en torno a l y el Maestro puso sus manos sobre la cabeza de cada apstol, empezando por Judas Iscariote y terminando por Andrs. Jess pronunci una breve plegaria dirigida al Padre, suplicndole que amara y acompaara a los doce, como lo haba amado y acompaado a l.

Los apstoles permanecieron en silencio durante unos minutos, profundamente emocionados. Pedro fue el primero en levantar los ojos hacia su Maestro y el primero en abrazarlo. Sucesivamente abrazaran a Jess uno a uno. La escena estaba rodeada de un gran silencio fsico, pero quien hubiese tenido vista y odo espiritual hubiera apercibido una multitud de seres celestiales cantando y contemplando desde lo alto la escena sagrada en la cual el enviado divino traspasaba a los hombres la responsabilidad de la promulgacin del Reino.

Los doce seran el fermento del mundo de Dios en la tierra y cada uno aportara almas al Reino, incluso Judas, el traidor, porque muchos son los hombres de este mundo que necesitan pasar por la experiencia de la traicin para que sus ojos sean abiertos.

2.- Todos volvieron a formar un circulo alrededor del Maestro, que se expres de esta manera: Bienaventurados los pobres en espritu, ya que de ellos ser el Reino de los Cielos. En las nueve Bienaventuranzas veremos enaltecidos los valores contrarios a los que la sociedad profana suele proclamar, ensendonos as que el Reino Divino es la otra cara de la moneda de esta sociedad humana. En las ceremonias de iniciacin de las escuelas hermticas, vemos que el candidato, antes de entrar en el templo, es despojado de los metales que lleva encima. Este gesto simblico corresponde a estos primeros preceptos instituidos por Cristo ante los hombres que iban a ocuparse de los intereses del Padre en la tierra. Los valores del mundo de abajo, no tienen curso en el de arriba.

La primera Bienaventuranza iba dirigida a los pobres en espritu y en ella vemos la dinmica de Hochmah. Por qu de ellos sern los cielos? Porque en su estado evolutivo actual, el hombre puede captar tan slo una pequesima parte de la sabidura divina. Si, una vez en posesin de esa modesta parcela, el hombre ya se considera rico, se considera saciado de esa sabidura y constituye con ella sus certidumbres, proclamando la verdad que esa parte del saber contiene, se estancar en ella y ya no le vendrn nuevas luces.

Por el contrario, el que adopta una actitud humilde respecto a sus conocimientos, el que dice, como el filsofo griego: Yo slo s que no s nada, el que se encuentra en situacin hambrienta espiritualmente hablando, se atraer la sabidura hacia sus vacos internos y el cielo se manifestar en l. Jess expresaba pues una norma con esa primera Bienaventuranza, que puede anunciarse de la siguiente manera: No deis jams como definitivos los conocimientos que poseis; no los tomis jams como posesiones personales que engalanan vuestra personalidad humana, como las joyas adornan el cuello de las cortesanas.

Al contrario, haced que vuestra sabidura sea como el caminante, que abandona fcilmente las ciudades por las que transita porque nada hay en ellas que lo retenga. El pobre lo comparte todo con ms facilidad que el rico porque tiene poco que compartir y es ms fcil desprenderse de un pedazo de pan que partir en dos un lingote de oro para dar la mitad al amigo. No dejis que los conocimientos espirituales se acumulen en vuestro interior hasta crear una situacin de riqueza, porque entonces os ser difcil compartirlos y os sentiris propietarios de aquello que poseis y querris sacarle un provecho, una renta.

Os convertiris as en hombres ricos en espritu y el cielo ya no entrar en vosotros. Si, por el contrario, vais compartiendo lo recibido, el Reino de los Cielos ir llenando vuestros vacos internos y la sabidura transitar por vuestra alma como una pelcula que no tiene fin.As pues, para permanecer en estado de pobreza, tenis que dar lo que recibs antes de que se acumule y forme un tesoro. Tenis que prodigar la enseanza, ir por el mundo y evangelizar.

3.- Bienaventurados los afligidos; ya que ellos recibirn consuelo, (Mateo V, 1 a 12) dice la segunda Bienaventuranza, en la cual puede reconocerse la dinmica de Binah. Cristo anunciaba implcitamente con esta Bienaventuranza la Ley de alternancia, que hace que las cosas cambien. La afliccin puede ser fsica o puede ser moral. En ambos casos es algo provisional, destinado a desaparecer. Es algo que el propio individuo ha hecho necesario, en virtud de pasadas actuaciones, pero que no puede durar porque la afliccin est sometida a la fuerza de repulsin que la destruye y le sucede el estado de consuelo, que representa una restitucin de aquello que haba perdido, trtese de salud, de afecto o de posesiones materiales, tal como aparece en la historia de Job, que es una ilustracin de cmo el afligido es consolado cuando comprende los motivos de su afliccin.

El Reino que anunciaba Jesucristo es el del vasto consuelo, es aqul en el cual se encuentra todo lo que en el humano peregrinaje se ha perdido, es un ancho ocano de amor, de sabidura, de gracia, y cuando ese reino se derrama sobre el alma, no puede subsistir en ella ninguna afliccin. Pero a veces las aflicciones humanas son largas, porque largos y duraderos han sido los errores que han conducido a ellas y ocurre que el enfermo, el desdichado, se identifica con su mal y con su desdicha, pensando que la salud y la dicha no son para l.

Esta actitud paraliza la llegada del consuelo. O bien se rebela contra lo que le est ocurriendo, poniendo en duda la justicia de Dios, lo cual tiene como efecto apartarle igualmente de las dulces aguas del consuelo. Al unir el consuelo con la afliccin, Jess quera significar lo que luego ilustrara con su propia vida, al curar instantneamente a los que se acercaban a l para tocar su gracia.

Quera decirles a todos los afligidos que la recuperacin est a su alcance, si en ellos adviene ese estado de confianza que se llama Fe. Poco importa la gravedad de sus aflicciones y que los mdicos las consideren o no curables. El dictamen mdico tiene un valor en el mundo profano, pero en el Reino del Padre todo es perfecto y cuando el alma humana se ha vinculado a l, la perfeccin de arriba desciende sobre el enfermo, y al instante queda sanado.

Vosotros los que sufrs, los que en vuestro itinerario os veis cargados con lacras fsicas o morales, elevad vuestros pensamientos y vuestros sentimientos hacia esa esfera de confianza que se llama Fe y las aguas del consuelo se derramarn sobre vosotros limpiando todas las lacras.

4.- Bienaventurados los mansos, ya que ellos heredarn la Tierra, dice la tercera Bienaventuranza, en la que vemos reflejada la dinmica de Hesed. La mansedumbre es una de las reglas fundamentales en el reajuste del comportamiento humano y Cristo manifestara esa virtud ms de una vez bajo distintos aspectos, al recomendar que se ofrezca la otra mejilla al agresor o al exhortarnos a que amemos a nuestros enemigos.

La mansedumbre ante las imposiciones de nuestra vida ordinaria es recomendable, porque esas exigencias, deberes y obligaciones que nos atenazan, no son ms que el reflejo de nuestros propios actos vistos al revs, como la imagen que aparece en el espejo. Se nos exige en la medida en que hemos exigido: se nos impone en la medida en que nosotros hemos impuesto; se nos obliga en la medida en que nosotros hemos obligado. Y ello, no porque exista un Dios vengativo que pretenda castigarnos, sino que se trata simplemente de que comprendamos las asignaturas que no hemos sabido asimilar, se trata de un aprendizaje consentido por el alma de cada ser humano, no de un castigo. Una vida de opresin es la continuacin lgica de una vida de poder oprimente.

El antdoto de todas estas injusticias, es la mansedumbre porque aceptando las imposiciones de los dems, sean individuos o fuerzas sociales, no haremos ms que restablecer el equilibrio que antes se ha roto y poner las cosas donde deben estar. Por el contrario, si se reacciona, si el individuo se rebela contra lo aparentemente injusto, estar prolongando en realidad el reino de la injusticia y puede pasarse toda la vida enfrentado con los dems, en un estado de guerra permanente y sin fin.

La mansedumbre es el camino ms recto para ir a la libertad, aunque en la organizacin de la sociedad pueda parecer lo contrario, puesto que cuando la causa lejana que produce la agresin actual agota su dinamismo, la agresin cesa automticamente. La mansedumbre es el polo contrario de la ambicin. Hoy en da la ambicin es contemplada como una virtud y la sociedad entera se vuelca para estimularla, para sacar al hombre de sus casillas ordinarias y llevarlo ms all de s mismo, bien sea en sus necesidades de consumo diario o en el ejercicio de sus poderes intelectuales.

Lo bueno, para nuestra sociedad, es consumir ms, viajar ms, leer ms, trabajar ms, escalar ms y ms puestos, olvidando que cada alma tiene su norma, que cada ser se mueve en una rbita natural y que los apetitos naturales vienen de dentro y son antinaturales si son estimulados desde fuera. Esta sociedad, gobernada por la ambicin, ha alcanzado ms rpidamente metas materiales, pero no puede decirse que los ambiciosos hayan conquistado el reino de la Tierra porque la misma ambicin mata los goces que produce y deja la tierra convertida en un reino poco apetecible que ofrece placeres irrisorios.

Incluso los que han conquistado cimas sociales que pueden parecer envidiables y que van por el mundo cargados de yates y de mansiones de ensueo, se ven amenazados por la provisionalidad de ese reino, y ms tarde o ms temprano, en sta o en otra vida, puede que se vean derribados de su pedestal y tengan que volver a empezar armados de un pico y de una pala.

La mansedumbre conduce a la paz, es decir, a una vida en la que nada se opone a la realizacin de la voluntad natural del individuo, que puede as realizar su vocacin y exteriorizar su talento en perfecta libertad, sin que nadie invada su espacio humano. A esto se refera Cristo cuando deca que los mansos heredarn la Tierra, o sea, dispondrn de su pedazo de universo, segn sus capacidades, segn su fuerza de voluntad.

Entonces, no es lcito aspirar a ser ms de lo que se es? Tal vez no sea lcito hacerlo si con esa aspiracin se violenta el medio natural en que hemos nacido; si esa aspiracin exige una ruptura con nuestro pas, con nuestra familia y un quebrantamiento de las reglas de la sociedad que nos ha formado. La mansedumbre exige no meter goles en la portera defendida por nuestro propio hermano. Cada uno de nosotros nace en el lugar ms adecuado para vivir las experiencias solicitadas por la parte divina que le habita, y se encuentra integrado en la situacin ms adecuada para obtenerlas. Pretender recoger experiencias fuera de ese contexto, equivale a menudo a dar a nuestro Ego Superior una cosecha de coles, cuando lo que nos ha pedido son patatas.

5.- Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque sern saciados, dice la cuarta Bienaventuranza, en la que encontramos la dinmica de Gueburah. Esta Bienaventuranza se encuentra muy unida a la anterior, como unidos estn Hesed y Gueburah. Tener hambre y sed significa sentir de una manera acuciante un vaco interior que debe necesariamente ser llenado. Cuando un hombre siente apetencia por la langosta, pongamos por caso, moviliza sus recursos econmicos para procurrsela. Si su hambre y su sed son de justicia, tambin ser justicia lo que obtendr.

sta no puede procurrsela pistola en mano, ni mediante cualquier otro medio de presin, ya que estara contraviniendo la norma anterior de ser manso. Tiene que ser una apetencia interna, un afn que mueve todos los mecanismos de la personalidad en vistas a una actuacin justa, ya que esa hambre y esa sed seran pura pantomima si nacieran de un deseo del individuo de verse tratado por los dems de una manera que l considera justa, mientras que l actuara, respecto a su prjimo, con injusticia notoria.

El hambre y sed de justicia, cuando son autnticos, atraen hacia abajo la justicia divina y entonces el individuo no slo ser la expresin viva de esa justicia, en sus gestos y en sus palabras, sino que la derramar a su alrededor y har que el mundo sea, por l, gracias a l, ms justo. Esta justicia, llevada al mundo por su hambre y su sed, se encarnar en los gobernantes, en los directivos, en aqullos que puedan hacerla fecundar.

El discpulo que trabaja para la instauracin del Reino del Padre, del mismo modo que debe conservar su pobreza de espritu, que debe buscar el consuelo restaurador de la armona fsica y moral, que debe ser manso, debe tambin experimentar esa hambre y esa sed, viviendo en su cuerpo todas las injusticias que diariamente se cometen en el mundo y deseando con vehemencia que el reino de la justicia se instaure. No odiis lo injusto y menos an los hombres que lo protagonizan; por el contrario, amad la justicia y veris como lo justo se instala en vuestra naturaleza interna y ya para siempre seris portadores de orden y de paz.

6.- Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrn misericordia dice la quinta Bienaventuranza, que expresa las cualidades de Tiphereth, el centro que manifiesta las virtudes crsticas. La misericordia es la compasin repetida una y otra vez, cualesquiera que hayan sido las faltas cometidas por la persona objeto de esa misericordia. Es una virtud tpicamente paterna, ya que el padre es el nico ser capaz de perdonar, de disculpar una y otra vez a su hijo.

En el momento de redactar este texto, los peridicos relatan cmo un estudiante japons ha dado muerte en Pars a una muchacha, que luego ha despedazado e introducido en unas maletas. Nos refieren las crnicas periodsticas todo el horror de ese gesto y nos dicen cmo el padre de ese estudiante, importante hombre de negocios, lo dej todo en Japn para acudir al lado de su hijo y visitarlo en la crcel, donde era despreciado por los propios reclusos. Ese hombre, en la hora difcil que viva su hijo, slo escuch la voz de la misericordia y corri a su lado. Todos lo haban abandonado menos el padre. Es un ejemplo de la misericordia que el discpulo debe ser capaz de expresar, porque es la misericordia del Padre respecto a los hombres, sus hijos.

Al contemplar la vida de un hombre, es hacia adelante que debemos verla y no hacia atrs, y la misericordia conlleva la fe en que ese hombre que se ha arrastrado por el barro, ese hombre que ha sido opaco a la luz, oir un da la voz de la divinidad que lleva dentro y su comportamiento se ver modificado. Por ello debemos creer en l y esperar de l. Muchas veces dira Cristo en el curso de su ministerio: los que tengan odos, oigan, significando con ello que hay una voz en las entraas de cada hombre que clama la verdad, que recita las reglas divinas, y cuando los odos consiguen or esa voz, se apaga en la naturaleza el eco de las pasiones y los cantos de los sentidos. Debemos comportarnos pues con los dems hombres, como si fuera inminente el despertar de los odos a esa voz, como si de un momento a otro fueran a escucharla; y decirnos que si han maniobrado mal, si han causado llantos y destrozos, es porque todava eran sordos a esa voz interna.

La misericordia debe extenderse a nosotros mismos. Tambin somos sos que se equivocan, que cometen maldades, deslealtades, atropellos, y as mismo, como los dems, merecemos esta auto misericordia, ya que, si bajo el peso del remordimiento nos consideramos seres despreciables, no conseguiremos ms que obrar despreciablemente. El remordimiento puede ser saludable, si nos permite apreciar en los dems valores que nos haban pasado desapercibidos, ante la evidencia de que no somos modlicos. Pero el remordimiento debe ceder el paso al arrepentimiento y ste a la misericordia.

Si somos misericordiosos para con nosotros mismos y para con los dems, atraeremos la misericordia de arriba, la del Padre Eterno, y veremos cmo la cuenta del mal ser borrada en nuestra vida, no nos sern reclamados derechos por nuestros errores pasados y la voz que clama venganza en aquellos que hayamos ofendido, ser silenciada. Habremos quedado liberados del karma y nuestros perjudicados recibirn como un blsamo que restaar sus heridas y les brindar un nuevo impuso espiritual. La misericordia, pues, no slo tiene efectos liberadores sobre nosotros mismos, sino tambin sobre aqullos con los cuales nos encontramos vinculados por nuestras faltas, nuestros errores.

7.- Bienaventurados los limpios de corazn, ya que ellos vern a Dios dice la sexta Bienaventuranza, que expresa las cualidades de Netzah. En nuestras enseanzas hemos dicho, al referirnos al Sol, regente de nuestro corazn fsico, que en l se centraliza la voluntad de nuestro Ego Superior por su polo positivo y que es el guardin de la conciencia por su polaridad negativa.

Al hablar de un corazn limpio, Cristo se refera pues a una voluntad volcada hacia la pureza, dejando de lado la conciencia, ya que sta es un depsito de todo lo puro que hemos podido acumular en el curso de las vidas y, por tanto, no es apropiado decir que la conciencia pueda ser purificada. Cuando decimos precisamente que tomamos conciencia de una cosa, queremos significar, en profundidad, que hemos captado lo que hay de verdadero, puro y eterno en aquella cosa.

Hemos visto tambin, al hablar de Netzah Venus, que ese centro de vida administra la parte de la voluntad relacionada con los sentidos, es decir, se ocupa de la vista, el odo, el olfato, el gusto y el tacto, y suele ser por este lado que la voluntad se extrava. Los cinco sentidos nos llevan a descubrir un mundo que nos deslumbra y nos identificamos con l, cuando no es ms que una parte de un todo, es la parte del placer, del gozo que Dios ha puesto en su obra, y mejor haramos diciendo que es el anuncio, la publicidad de un gozo cien veces superior que hemos de encontrar en el mundo de arriba.

Netzah, situado en la parte ms baja de la columna de la derecha, es la muestra plida de esos autnticos goces y alegras que Cristo vino a anunciar. Pero ello no impide que el hombre los considere supremos y que utilice los cinco sentidos para gozar ampliamente de las bellezas que le penetran por ellos.

Sucede as que utilizando los sentidos para dar un relieve cada vez ms intenso al mundo de abajo, lo escindimos del de arriba, que desaparece de la conciencia, no se imprime en ella porque no lo captamos, no lo aprisionamos en nuestros registros humanos. Entonces en nuestra conciencia se forma una espesa costra de suciedad, como la que aparece en los cristales si dejamos que en ellos se acumule durante aos y aos el polvo, acabando por no dejar pasar la luz. Esa costra de impurezas que rodea la conciencia, desaparece al morir, destruida por la fuerza de repulsin activa en las bajas regiones del Mundo del Deseo y ya no queda en nosotros recuerdo de los falsos valores acumulados; queda tan slo el sentimiento de que hemos utilizado mal los recursos que nos ha dado el Creador para explorar sus mundos.

Cuando esa suciedad desaparece de la conciencia corazn, entonces el discpulo puede contemplar los mundos de arriba y ver a Dios. Esta Bienaventuranza expresa pues la necesidad de dirigir los cinco sentidos hacia arriba con la misma avidez con que un da los proyectamos hacia abajo. La reinversin de la vista dar como resultado la clarividencia, la del odo la clariaudiencia y lo mismo para los dems sentidos. De esta forma, el discpulo ver, oir, oler el perfume de las regiones eternas, podr gustar y tocar el otro mundo.

As pues, la regla para esa Bienaventuranza consistir en cerrar progresivamente los sentidos a la percepcin de las realidades fsicas, para proyectarlos hacia arriba. Es una tarea quntuple, como cinco son los sentidos y el resultado es la visin de Dios.

8.- Bienaventurados los pacificadores, ya que sern llamados hijos de Dios, nos dice la sptima Bienaventuranza, en la que vemos aparecer las cualidades de Hod Mercurio. Vivimos en un mundo en el que las fuerzas se encuentran enfrentadas, primero en nosotros mismos; despus en las relaciones sociales. En nosotros, las tendencias que nos rigen se suceden y mientras unas luchan para establecer en la vida lo que es justo, vienen luego otras a impulsar los deseos de goce, de riquezas, de placeres y bienestar, y as por momentos somos justos, honrados, buenas gentes, y en otros momentos deshacemos lo que el Seor (o sea la fuerza/entidad) que nos rega haba conseguido anteriormente, lo destruimos como se destruyen las cosas en una guerra.

Vivimos en estado de guerra interior, en la que el bien y el mal - entendiendo como bien aquello que es conforme a las leyes csmicas y a nuestro programa profundo y como mal lo que no lo es - que hay en nosotros se combaten ferozmente. Para que esa guerra termine, se necesita un pacificador que posea la palabra justa, la palabra creadora, susceptible de ser entendida y aceptada por ambos contendientes. Ese pacificador tiene que surgir, evidentemente, de nuestra naturaleza interna y ser capaz de reconciliar en nosotros las tendencias enfrentadas, de forma que puedan colaborar mutuamente en la edificacin de nuestra existencia.

Para conseguir esa paz, los seores que rigen nuestros deseos debern renunciar a ciertos objetivos, pero los seores que representan los objetivos de nuestro Ego Superior tambin debern renunciar, en cierta medida, a sus propsitos, a fin de que en nosotros se allanen los caminos y que los deseos puedan trepar a la montaa de la espiritualidad. Si la exigencia espiritual es fuerte y no transige, y si los deseos tambin son intensos, cada uno tirar hacia su mundo, y como las races de los deseos son ms fuertes, acabarn por ganarle la guerra a la espiritualidad.

En nuestra entidad humana hay un centro que regula el dinamismo de esas dos fuerzas. Ese centro se conoce cabalsticamente con el nombre de Hod, y su manifestacin material con el nombre de Mercurio. All se encuentra el pacificador y mientras uno de sus ojos mira hacia arriba y contempla las realidades espirituales, el otro mira hacia abajo para ver las posibilidades existentes de encajar en el mundo material. Ya sabiendo lo que de arriba puede caber abajo el pacificador frena las energas procedentes de arriba, al tiempo que trata de abrir cauces ms amplios abajo para que, progresivamente, pueda absorber ms y ms el producto de arriba. Cuando ese pacificador acta en nosotros, somos llamados hijos de Dios, al igual que Mercurio era hijo de Jpiter, en el cual Dios ha delegado sus funciones en ese cuarto Da de la Creacin en el que nos encontramos.

Una vez la pacificacin se ha producido en nuestra tierra humana, nos encontramos ya en condiciones de exportar nuestro orden interno a la sociedad y ser los pacificadores del mundo, puesto que los enfrentamientos internos del hombre dan lugar a enfrentamientos externos contra las personas que representan las tendencias con las que lucha el rey que est rigiendo en aquel momento en nuestra psique. Si hemos conseguido nuestra paz interna, esa paz se manifestar sin necesidad de argumentarla, ir con nosotros dondequiera que vayamos y la contagiaremos a nuestros semejantes con nuestra sola presencia. Ejerceremos en calidad de hijos de Dios y, a travs de nosotros, Dios ver aumentar el nmero de sus hijos.

9.- Bienaventurados los perseguidos por la justicia, ya que el reino de los cielos es de ellos, dice la octava Bienaventuranza, que expresa los trabajos realizados por el centro llamado Yesod. La Justicia es un atributo de la columna de la izquierda, que es la que elabora las leyes y reglamentos. Cristo vino a proclamar una doctrina que abola la Ley y que situaba al hombre en el dominio de la gracia y del perdn de sus culpas. Ya en su discurso preliminar (Ver Captulo 3) dijo que el Reino del Padre estaba abierto muy especialmente a los pecadores, porque stos son individuos que llevan en ellos una cantidad de luz ms intensa de la que normalmente pueden digerir.

Expliquemos este punto. La luz es el amor de Hochmah, el que permite a las estructuras materiales subsistir. O, dicho de otro modo, Abel muere, se disuelve en Can y gracias a esa disolucin Can vive. Pero, qu ocurre cuando en el interior de Can hay demasiado Abel, o sea cuando un individuo lleva ms luz de la que puede reflejar? Pueden suceder tres cosas: 1.- Que Abel mate a Can, es decir, que la excesiva luz energa interna destruya el receptculo material y haga la vida fsica imposible. 2.- Que el hombre adquiera una conciencia de la espiritualidad que lo habita, que comprenda el funcionamiento de los mundos de arriba y testimonie de ellos en la tierra, derramando sobre el mundo que lo rodea su excedente de luz.

Si procede as, habr ahondado sus cauces internos y el desbordamiento de su luz no se producir; es decir, tendr lugar de una manera adecuada y no como un ro que ante la afluencia de aguas tempestuosas, se desborda. 3.- Que el hombre no adquiera conciencia de sus poderes internos y no sepa utilizarlos adecuadamente, pero, para no ser destruido por ellos, que acte en la sociedad de una manera desordenada, fuera de las reglas instituidas, dando lugar a la figura del delincuente y del perseguido por la justicia.

El perseguido por la justicia ser pues aquel que lleva en su interior un excedente de luz que no sabe utilizar adecuadamente. Por lo tanto podemos decir que en su interior habita el Reino de los Cielos, que este Reino es de l, sin que haya tomado conciencia de su situacin de privilegio. Pero, estando el Reino dentro, puede tomar conciencia de un momento a otro, y es por ello que en las crceles se producen tantas transmutaciones, ya que los presidios constituyen un arsenal de perseguidos por la justicia, los cuales tienen la posibilidad de meditar sobre s mismos. En este sentido, cabe aadir que uno de los trabajos del discpulo ha de consistir en trabajar para que las crceles puedan ser ese lugar de reflexin de los perseguidos por la justicia.

Por otra parte, el individuo que se encuentre en el segundo caso, tambin acabar siendo un perseguido por la justicia, porque su accin, aunque no resulte atentatoria contra sus semejantes, si lo ser de algn modo contra el reino de las sombras y el seor de la penumbra lo perseguir para matarlo, como los poderes pblicos persiguieron a Cristo desde que naci. Las sombras sienten una apetencia natural por la luz, como el vampiro por la sangre de su vctima, que le permite mantenerse en vida. Esa persecucin se producir en la octava hora de su vida, cuando Yesod entre en funciones para cristalizar la dinmica interna y darle salida al exterior. Por consiguiente, ocuparse de los perseguidos por la justicia ha de ser una de las tareas fundamentales del discpulo.

10.- Bienaventurados seris cuando se os ultraje, cuando se os persiga y se diga falsamente de vosotros toda suerte de mal a causa de m. Regocijaos y estad en la alegra, porque vuestra recompensa ser grande en el cielo, ya que es as que los profetas han sido perseguidos antes de que vosotros lo fuerais, dice la novena y ltima Bienaventuranza, que es el complemento natural y lgico de la anterior, correspondiendo a la proyeccin de Yesod en Malkuth, que representa el mundo material.

Esta Bienaventuranza invita al discpulo a soportar la adversidad la injusticia y todos los males inherentes a los centros de vida de la columna de la izquierda. Cuando el discpulo retiene en s mismo, sin repercutirla, la onda expansiva del mal, se convierte en transmutador de ese mal, o sea en agente activo del bien, en Hijo de Dios y, como tal, recibir en el cielo esa recompensa que alcanzan todos los que han despertado a la conciencia del Amor y que, por consiguiente, pueden actuar en el Mundo del Deseo como en su propia casa, es decir, poseen las llaves del Reino, que les permiten entrar y salir de l, como entramos y salimos de nuestra casa con la llave de la puerta.

11.- En esas nueve Bienaventuranzas, Cristo traza nueve esquemas bsicos de comportamiento, nueve modos de ser. No dice en ningn momento bienaventurados son los que hagan esto o aquello, los que participan en un culto o los que siguen los preceptos de la Ley, sino aqullos cuya naturaleza es as.

Para alcanzar estos estados naturales, pueden seguirse normas, pueden realizarse trabajos conducentes a ellos, pero jams esas normas y esos trabajos podrn confundirse con su finalidad, que es la de ser as por naturaleza. Hemos visto despus cmo la iglesia Catlica ha distribuido bienaventuranzas y recompensas a los que asistan a misa en las fiestas de precepto, o a los que comulgaban los primeros viernes de mes. A la luz de las enseanzas crsticas, podemos afirmar que tales recompensas son nulas. No es por hacer esto o aquello que se entra en el Reino del Padre, sino por ser de las nueve maneras que acabamos de definir.