Biografía de pitágoras
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Biografía de Pitágoras
Pitágoras nació en la isla de Samos en el año 582 a. C. Siendo muy joven
viajó a Mesopotamia y Egipto (también fue enviado por su tío, Zoilo, a
Mitilene a estudiar con Ferécides de Siros y tal vez con su padre, Badio de
Siros). Tras regresar a Samos, finalizó sus estudios, según Diógenes Laercio
con Hermodamas de Samos y luego fundó su primera escuela durante la
tiranía de Polícrates. Abandonó Samos para escapar de la tiranía de
Polícrates y se estableció en la Magna Grecia, en Crotona alrededor del 525
a. C., en el sur de Italia, donde fundó su segunda escuela. Las doctrinas de
este centro cultural eran regidas por reglas muy estrictas de conducta. Su
escuela (aunque rigurosamente esotérica) estaba abierta a hombres y
mujeres indistintamente, y la conducta discriminatoria estaba prohibida
(excepto impartir conocimiento a los no iniciados). Sus estudiantes
pertenecían a todas las razas, religiones, y estratos económicos y sociales.
Tras ser expulsados por los pobladores de Crotona, los pitagóricos se
exiliaron en Tarento donde se fundó su tercera escuela.
Poco se sabe de la niñez de Pitágoras. Todas las pistas de su aspecto físico
probablemente sean ficticias excepto la descripción de una marca de
nacimiento llamativa que Pitágoras tenía en el muslo. Es probable que tuviera
dos hermanos aunque algunas fuentes dicen que tenía tres. Era ciertamente
instruido, aprendió a tocar la lira, a escribir poesía y a recitar a Homero.
Había tres filósofos, entre sus profesores, que debieron de haber influido a
Pitágoras en su juventud. El esfuerzo para elevarse a la generalidad de un
teorema matemático a partir de su cumplimiento en casos particulares
ejemplifica el método pitagórico para la purificación y perfección del alma,
que enseñaba a conocer el mundo como armonía; en virtud de ésta, el
universo era un cosmos, es decir, un conjunto ordenado en el que los cuerpos
celestes guardaban una disposición armónica que hacía que sus distancias
estuvieran entre sí en proporciones similares a las correspondientes a los
intervalos de la octava musical. En un sentido sensible, la armonía era
musical; pero su naturaleza inteligible era de tipo numérico y, si todo era
armonía, el número resultaba ser la clave de todas las cosas.
La voluntad unitaria de la doctrina pitagórica quedaba plasmada en la
relación que establecía entre el orden cósmico y el moral; para los
pitagóricos, el hombre era también un verdadero microcosmos en el que el
alma aparecía como la armonía del cuerpo. En este sentido, entendían que la
medicina tenía la función de restablecer la armonía del individuo cuando
ésta se viera perturbada, y, siendo la música instrumento por excelencia
para la purificación del alma, la consideraban, por lo mismo, como una
medicina para el cuerpo. La santidad predicada por Pitágoras implicaba toda
una serie de normas higiénicas basadas en tabúes como la prohibición de
consumir animales, que parece haber estado directamente relacionada con la
creencia en la transmigración de las almas. Se dice que el mismo Pitágoras
declaró ser hijo de Hermes, y que sus discípulos lo consideraban una
encarnación de Apolo.
Anécdota
Cuenta una anécdota que Pitágoras al regresar a Grecia –después de haber
conocido a muchos sabios en Egipto, Persia e India– fue interrogado por
Leonte, tirano de Fliunte, quien se hallaba admirado por la elocuencia y el
ingenio del sabio jónico:
–Oh, sabio Pitágoras ¿A qué te dedicas? ¿Cuál es tu sabiduría particular?
–No soy maestro en arte alguna, Leonte, y tampoco soy un sabio (sophos),
más bien soy un filósofo (philos-sophos): alguien que ama y aspira a la
sabiduría (sophia), es decir, me dedico a la Filosofía”.
La palabra “Filosofía” (φιλοσοφία), acuñada por Pitágoras, significa “amor de
amistad” o “aspiración” (filos = φίλος) a la “sabiduría” (sofía = σοφία).
Leonte quedó maravillado por esta nueva palabra y quiso saber más sobre
ella, y sobre lo que distingue a los filósofos de los demás.
–La vida –le explicó Pitágoras– es como los Juegos Olímpicos, donde acuden
tres tipos de personas distintas: los atletas, que compiten por la gloria de
algún premio; los comerciantes, que van con la intención de comprar y
vender; y los espectadores, quienes sólo asisten para ver los juegos, siendo
indiferentes a los aplausos y al lucro. Así es el mundo, unos buscan la fama y
otros el dinero, pero un tercer grupo se dedica a la contemplación de la
naturaleza, por amor a la sabiduría. Este último es el de los filósofos.