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La Capacidad de Gobernar _________________________________________________________________________ _______________ CAMBIO SOCIAL D.F. ESTADO DE DERECHO: RE-EVOLUCIÓN DEL FEDERALISMO DEMOCRACIA Y EFICIENCIA: Tiempo de Romper Mitos y Paradigmas _________________________________________________________________________ _______________ 1

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La Capacidad de Gobernar

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CAMBIO SOCIAL D.F.ESTADO DE DERECHO: RE-EVOLUCIÓN DEL FEDERALISMODEMOCRACIA Y EFICIENCIA: Tiempo de Romper Mitos y Paradigmas

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La Capacidad de Gobernar

INDICE

PREFACIO

Introducción

I. Las ciudades y la gobernabilidad

1. La tarea de gobernar2. Federalismo 3. Mejorar la capacidad de gobernar4. Participación ciudadana5. Democracia y eficiencia

II. El pacto social y la sociedad del mañana

III. Estructura de gobierno municipal viable.

IV. Programa con posible aceptación social

V. El Derecho a la Ciudad

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PREFACIO

Un PROYECTO SOCIAL, es un proyecto de vida, de convivencia total, es una empresa común en la que la entidad básica del proceso es el individuo, con sus deseos y sus temores, su razón y sus pasiones, su disposición para el bien y para el mal.

En la invitación para ejecutar esa empresa, el hombre tiene que encontrar principios de acción y de decisión que reemplacen los principios del instinto. Tienen que buscar un marco de orientación que le permita organizar una imagen congruente del mundo como una condición para obrar razonablemente.

Las principales normas y valores que sustentamos en nuestro sistema político persiguen resolver en el nacionalismo mexicano, las contradicciones universales entre poder y derecho, entre igualdad y libertad, entre sociedad e individuo; son los objetivos del proyecto nacional: construir una sociedad en la que el individuo, su desarrollo y felicidad constituyan el fin y el propósito de la cultura.

El sistema de vida al que aspiramos, el constante mejoramiento económico, social y cultural, no es tarea fácil. Sin embargo, el gobierno debe establecer su propuesta en función de ese futuro deseado consignado en nuestra Carta Magna.

El porvenir no es resultado de la casualidad; es producto de la unidad, el entendimiento y la determinación de gobierno y gobernados. Planear lo que se quiere ser, demanda como primer paso, imaginar, decidir un proyecto social. Pero esta visión del futuro no puede estar aislada ni olvidar lo que hasta ahora se ha logrado.

Una sociedad sólo puede entenderse desde la perspectiva de su pasado, que siempre es una síntesis incompleta de sus aspiraciones. Todo proceso de transformación implica una combinación compleja de continuidad e innovación. Requiere actuar con inteligencia y sensibilidad para saber qué debemos mantener y qué modificar.

Una sociedad exitosa es aquella que gracias a lo que ha aprendido en el pasado no se halla del todo sometida al presente. Gracias a lo que todavía puede aprender, no se está del todo sometida al pasado. La acción recíproca entre su presente y su pasado da forma a reajustes internos, como respuesta a nuevos desafíos.

Superar los grandes desafíos que tenemos que enfrentar requiere de procesos de largo plazo. No es algo que se pueda lograr de un año para otro. Alcanzar la ENTIDAD FEDERATIVA que anhelamos exige vislumbrar el futuro y actuar en consecuencia para cambiar el estado de las cosas.

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Significa CONSTRUIR UNA VISIÓN para reafirmar la certeza del porvenir; si no se da esa anticipación del futuro, si no hay una espera del futuro, no hay creatividad en el presente y en consecuencia no hay vida.

Significa edificar una estructura racional de análisis que contenga los elementos informáticos y de juicio suficiente y necesario, dentro de un Estado de Derecho, para plasmar la voluntad colectiva de coordinar el esfuerzo conjunto para una transformación social deliberada y orientada conforme a valores determinados.

Significa que Creer es Crear; si uno crea una visión lo suficientemente poderosa como para que una buena cantidad de personas, una buena mayoría de personas la sostengan, esa visión acaba convirtiéndose en la realidad.

El punto donde estamos, que puede verse desde la razón como el peor punto en nuestra historia, si lo vemos desde el punto de vista del concepto de Creer es Crear, es el mejor momento. ¿Por qué? Porque es el momento de darnos cuenta.

¿Cómo? Creyendo que el asunto no viene de fuera hacia adentro, sino que adentro nosotros creamos las condiciones para que suceda afuera. Teniendo fe. La fe es el alma y el poder de la creación, No es ciega. La fe se hace en base a la conciencia. La fe es consciente. La fe tiene que ser con ojos abiertos.

Cuando cada uno de nosotros entendamos el poder que tenemos, el poder de Creer y Crear, nos vamos a dar cuenta que el paso entre el Yucatán que vivimos, que es consecuencia de lo de ayer, y la ENTIDAD FEDERAL que queremos es un instante, es un aquí y un ahora. Es un momento presente donde nos unamos y digamos: ¿Por qué no nos ponemos todos, al mismo tiempo, a mirar a una sola portería?

Cuando la noche está más oscura es porque está a punto de amanecer.

La RE-EVOLUCIÓN del D.F. ya está creada. Solo falta acabar de creerla.

Si todos participamos en la tarea del desarrollo económico, político, social y cultural, si no dejamos en el camino a ningún miembro de la sociedad y cada cual realiza su aporte, podremos mirar con esperanza hacia el porvenir

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INTRODUCCIÓN

LA CIUDAD COMO OPORTUNIDAD. En pocos años la humanidad traspasará un umbral decisivo, por primera vez en la historia, la gran mayoría de los más de 6 mil millones de seres humanos que pueblan la tierra vivirá en grandes ciudades. Y los próximos 25 años se duplicará en todo el mundo el número de los habitantes de las ciudades a 5 mil millones de personas. En el año 2025, tres de cada cinco de ellos vivirán en megalópolis (Conferencia Urban 21, Berlín año 2000).

Las ciudades que ostentarán el crecimiento más veloz serán sobre todo las de los países en desarrollo las que crecerán en forma explosiva. El problema es que allí fluyen grandes corrientes migratorias, no porque en ellas tengan mayores posibilidades de conseguir trabajo, sino porque en el campo ya no pueden sobrevivir.

A menudo, la gente emigra a las ciudades impulsadas por la desesperación; no obstante, allí también sobreviven apenas. Anteriormente, en nuestro país los expertos en desarrollo estaban preocupados, sobre todo, de la pobreza en el campo. Sin embargo, en los últimos veinte años ha crecido mucho más rápido la pobreza en las ciudades. A pesar de ello, a partir del establecimiento de una secretaría de gobierno federal, creada ex profeso para ésta problemática, no se ve ningún motivo para resignarse. Por el contrario, hay signos alentadores.

Primero: el avance tecnológico puede cambiar fundamentalmente las estructuras de vida y trabajo. Aunque sean pobres, muchos habitantes de las ciudades tienen un mejor acceso a la información.

Segundo: las ciudades seguirán impulsando la democratización de las decisiones políticas. Las administraciones comunales se abrirán a la Ciudadanía.

Tercero: existe la esperanza de que pronto el crecimiento demográfico se vuelva más lento. Los habitantes de las ciudades tienen menos niños que los habitantes de las zonas rurales.

Cuarto: únicamente las ciudades grandes pueden desencadenar la productividad y la fuerza innovadora necesaria para liberar a la gente de la pobreza. Sin embargo, no todas las ciudades llevan este potencial a la práctica: la tarea es ayudarles a encontrar la clave para resolver este desafío.

Quinto: ¿dónde está esa clave? Por más paradójico que parezca, en el sector informal, en la “economía en las sombras”. Actualmente, ese sector se relaciona por doquier con la pobreza. Sin embargo, en este sector, la gente que no tiene capital puede desarrollar sus energías, su entusiasmo y su fuerza innovadora.

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A continuación, la economía informal debe ser integrada paulatinamente a la economía regular, puesto que si se abandona ese sector a su propia suerte, la gente no podrá liberarse de la pobreza.

Concebido como una vía para elevar el ingreso familiar y una forma de compensar el desempleo, el sector informal de la economía mexicana genera una riqueza equivalente al 12.2 % del Producto Interno Bruto (PIB) cifra que triplica el valor generado por la agricultura y la ganadería, reveló el Instituto Nacional de Geografía e Informática (INEGI).

En los resultados de la “Cuenta satélite del subsector informal de los hogares”, el INEGI indicó que la economía informal en México emplea 28 % de la Población Económicamente Activa (PEA), no agropecuaria. Esta porción de la PEA es, incluso, superior al número de trabajadores registrados actualmente en el IMSS: 12 millones 304,586 al 30 de septiembre del 2004. Perciben ingresos equivalentes al 16 % de las ganancias totales de la economía formal, indicó el INEGI.

Pero, ¿cómo pueden las ciudades provocar estos cambios? Probablemente no es posible sólo con las propias fuerzas: pero las palancas decisivas se encuentran en el ámbito local, en el Municipio, sólo allí se sabe cómo se pueden aplicar.

No existía duda en el Constituyente de 1917 acerca de la necesidad de establecer como precepto constitucional al municipio. El problema sobre el que gravitaron enconadas discusiones fue el del régimen de la hacienda municipal. En las bases del proyecto original se establecía, el la fracción II, que “Los municipios administrarán libremente su hacienda, recaudarán todos los impuestos y contribuirán a los gastos públicos del Estado en la proporción y término que señales la Legislatura local”.

La fracción citada presentó interesantes deliberaciones, toda vez que en forma visionaria los legisladores consideraron que la libertad política del municipio se veía peligrosamente reprimida ya que se supeditaba económicamente a la decisión de las legislaturas locales. Es decir el proyecto original, y así lo vieron los constituyentes, dejaba la libertad municipal en manos de los congresos locales, cosa que en la práctica ataría al municipio a la voluntad estatal.

En su defensa el Diputado Jara -el más apasionado defensor de “EL Municipio Libre”- en su intervención, manifestó, entre otros conceptos:

…No se concibe la libertad política cuando la libertad económica no está asegurada… En una palabra: al municipio se le ha dejado una libertad muy reducida, casi insignificante; una libertad que no puede tenerse como tal porque sólo se ha concretado al cuidado de la población, al cuidado de la policía, y podemos decir que no ha habido un libre funcionamiento de una entidad en pequeño que esté constituida por sus tres poderes.

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…los municipios, las autoridades municipales, deben ser las que estén siempre pendientes de los distintos problemas que se presenten en su jurisdicción, puesto que son los que están mejor capacitados para resolver acerca de la forma más eficaz de tratar esos problemas y están, por consiguiente, en mejores condiciones para distribuir sus dineros, las contribuciones que paguen los hijos del municipio y son los interesados en fomentar el desarrollo del municipio en las obras de más importancia.

…seamos consecuentes con nuestras ideas, no demos libertad por una parte y la restrinjamos por otra; no demos libertad política y restrinjamos hasta lo último la liberta económica, porque entonces la primera no podrá ser efectiva.

Básicamente el problema que planteaban los constituyentes en relación con la hacienda municipal era su posible sujeción al arbitrio estatal. Presagio que se cumplió cabalmente.

No obstante las múltiples discusiones motivadas por la fracción II del artículo 115 de la Constitución de 1917, el problema quedó en pie. El constituyente consagró la libertad municipal pero no reglamentó su ejercicio. El tiempo, a pesar de los avances de todas las modificaciones, ha venido a decidir el camino en la expedición de los ordenamientos reglamentarios del Municipio Libre:

Unidad espacial político administrativa, en la que le corresponde, a todo sujeto como gobernado, por ser titular de garantías individuales y sociales, y -en interpretación del artículo primero Constitucional- por estar “en los Estados Unidos Mexicanos”, es decir, dentro de su territorio, vivir un modo de vida* determinado por un proceso organizado a partir de un modelo de interacción entre el Hombre y el medio. **

* Urbanismo** Urbanización

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I. LAS CIUDADES Y LA GOBERNABILIDAD

La gobernabilidad, la capacidad de gobernar, es uno de los componentes centrales en el análisis de los distintos niveles de gobierno y, en consecuencia, lo es para la comprensión del gobierno de las ciudades.

El gobierno de las ciudades, el gobierno local, está hoy en la mira. Es el nivel de gobierno donde se gestionan todo lo relacionado con el uso y la apropiación del espacio urbano, el suministro de los servicios públicos y en donde se instalan las relaciones más próximas entre el gobierno y los gobernados.

En la relación entre gobernantes, como representantes del Estado, y los Gobernados, el gobierno local debe:

1.-cumplir con las funciones y competencias que legalmente le corresponden.

2. -representar a la ciudadanía ante los otros niveles de gobierno.

3. -administrar los recursos públicos. 4. -alentar la participación ciudadana.

5. -ejercer el gobierno democráticamente.

1. LA TAREA DE GOBERNAR

En las ciudades, la burocracia que cumple funciones de gestión del territorio utiliza instrumentos técnicos, infraestructura y equipamiento, recursos económicos directamente asignados para promover bienes y servicios urbanos básicos. En este sentido, las preocupaciones en relación con el buen gobierno local suelen ubicarse más en el campo del desempeño administrativo que en el ejercicio del poder. Pero junto con la eficiencia, existen criterios sociales y políticos que otorgan legitimidad y consenso a la actuación gubernamental.

La CIUDADANÍA no se reduce a los confines de lo político (el voto), sino que se define en el campo de las relaciones sociales. Por ello es de fundamental importancia la existencia de un sistema legal que establezca la dimensión pública de las relaciones privadas entre los ciudadanos y las formas que rigen el acceso a los bienes básicos, tales como la salud, la educación, la vivienda.

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En las relaciones entre gobernantes y gobernados, se suceden múltiples actos, imputables a los primeros, que tienden a afectar la esfera de los segundos. Dentro de un régimen jurídico, esa afectación de diferente índole y de múltiples y variadas consecuencias que opera en el status de cada gobernado, debe obedecer a determinados principios previos, llenar ciertos requisitos, en síntesis, debe estar sometida a un conjunto de modalidades jurídicas, sin cuya observancia no sería válida desde el punto de vista del derecho.

Ese conjunto de modalidades jurídicas a que tiene que sujetarse un acto de cualquier autoridad para producir válidamente, desde un punto de vista jurídico, la afectación en la esfera del gobernado a los diversos derechos de éste, es lo que constituye la garantía de seguridad jurídica consagrada en el artículo 14 Constitucional y la protección que condiciona todo acto de molestia fundamentado y motivado en los términos del artículo 16 Constitucional, garantía de legalidad. Es precisamente en el nivel local, en el ámbito cotidiano, donde se ejercen los derechos ciudadanos, donde la gestión de bienes y servicios urbanos implica una relación directa entre la burocracia y los usuarios, donde se pone a prueba la democracia, donde la participación social puede incidir en el diseño e implementación de las políticas públicas.

La noción de gobernabilidad utilizada en este análisis de los niveles de gobierno DEMOCRACIA y EFICIENCIA considera ambas dimensiones: la eficiencia administrativa y la capacidad de generar legitimidad y consenso.

Si bien el ayuntamiento cumple funciones de administración de su territorio y funciones de gobierno político no puede decirse que entre ambas exista una línea divisoria; por el contrario, en el ejercicio de las funciones de administración de una ciudad, encontramos siempre elementos de la política local, regional y nacional.

En contrapartida, en el ejercicio del poder político suele validarse o no la actuación administrativa: el voto que refrenda o castiga. Por un lado, el gobierno local es un intermediario entre la ciudadanía y otros niveles de gobierno. Por otro lado, el reclamo de autonomía municipal. Por ello éste debe resolver difíciles, complejas y contradictorias relaciones dentro de los aparatos gubernamentales.

Las relaciones intergubernamentales son de diferente tipo, pero tal vez las centrales son las que el gobierno local entabla para obtener recursos e inversiones controladas por el gobierno estatal y federal, particularmente, el monto y la forma de gestión de las participaciones federales encierran varios problemas.

Cuando el municipio está controlado por un partido de oposición, las dificultades para obtener los recursos de las participaciones federales suelen incrementarse.

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Pero la falta de autonomía y las difíciles relaciones intergubernamentales no son solamente problemas que surgen de la inequitativa distribución de los recursos sino también de la disponibilidad y control que sobre los mismos pueda ejercer el gobierno local.

Otra forma por medio de la cual el municipio recibe recursos de la federación es la realización de obras, donde participan diferentes dependencias del gobierno federal. Estas obras pueden beneficiar a la comunidad pero muchas veces generan conflictos que debilitan al ayuntamiento, sin que éste haya, necesariamente, participado en el proceso decisorio.

Sin duda, lo que el gobierno local reclama son reglas del juego claras entre los diferentes niveles e instancias de gobierno.

2. FEDERALISMO

Grandes son los retos a los que se enfrenta el país, en parte por una combinación perversa de una rápida transformación tecnológica y el cambio acelerado de viejos marcos de decisión gubernamental, que acarrea la vulnerabilidad de muchas regiones. Los efectos de la apertura económica y la globalización han producido diversos grados de inestabilidad locales porque mientras algunos estados resienten y absorben costos elevados, otros, muy pocos, se benefician.

Estos cambios representan una amenaza y una oportunidad, porque exacerban las desigualdades aumentando las tensiones, aunque también con frecuencia precipitan las condiciones en las cuales el manejo de la crisis puede facilitar un cambio estructural profundo, que de ser bien utilizado, permitirá una reformulación de relaciones que lance hacia adelante. El perder la oportunidad puede provocar un retroceso profundo y doloroso.

En lo político, después de cada jornada electoral, la sociedad espera que los resultados se traduzcan en un movimiento cuya consecuencia sea el mejoramiento, casi inmediato, de la calidad de vida. Muchas veces las expectativas sobre los resultados que se pueden producir son muy elevadas, aunque también influye en el ánimo de la sociedad la revelación durante las campañas sobre la realidad social y los negocios públicos.

Este choque entre promesas y realidad muchas veces produce resultados decepcionantes, en especial por lo que a la participación se refiere, porque conforme pasa el tiempo y las promesas no se cumplen los ciudadanos se vuelven más escépticos, el gobierno pierde consenso, con lo cual se estimulan tendencias autoritarias, y en la sociedad se refuerza la apatía, la resistencia social pacífica y violenta.

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El ciclo promesas–disculpas–promesas que se cumple tras cada elección está llevando al sistema político a un nivel de deterioro que parece estar desgastando las instituciones. Es indudable que urge una reflexión profunda y una reformulación sobre la estructura de representación política social y de conducción que incluya, tal vez como prioridad, repensar al gobierno, para que funcione como catalizador de los cambios requeridos.

Existe en la actualidad, un serio problema de gobernación, derivado no solamente del hecho de que los políticos se guían por paradigmas obsoletos, sino también debido a la carencia de habilidades gubernamentales para enfrentar las transformaciones que los gobernantes han precipitado y para las que no están lo suficientemente bien preparados.

La falta de habilidad para lidiar con los retos que los políticos han disparado sin haber medido cuáles eran las consecuencias posibles, factibles o deseables, ésta provocando que muchas localidades se enfrenten con mayor frecuencia a resultados indeseables y hasta a procesos sorpresivos que generan tensiones y turbulencias inesperadas y para las que no hay ni la estructura, ni los recursos, ni el conocimiento de contención y solución. Hemos llegado a la paradoja donde las soluciones gubernamentales están creando problemas peores que los problemas originales.

Una de las principales preocupaciones en estos tiempos debe ser la de estudiar el proceso para construir el futuro que incluya la planeación estratégica, el manejo de los valores, las capacidades de negociación y la necesidad de mejorar las habilidades de liderazgo de los gobernantes.

Los políticos deben modificar sus enfoques y desarrollar una razón de humanidad que reemplace la razón de Estado.

La razón de humanidad reclama la formulación de una agenda pública que ponga antes que nada y como suprema prioridad, el elevar la calidad de vida de la sociedad, EL DERECHO A UNA VIDA DIGNA: el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo, postulado en el artículo tercero de nuestra constitución federal.

El logro de esta metamorfosis no es sencillo, porque no siempre el establecimiento de metas macro se traduce en el mejoramiento correspondiente de los indicadores de bienestar, de ahí que pueda haber una discrepancia seria entre los objetivos del gobierno y las necesidades de la sociedad.

La administración pública parece estar atrapada en esta situación paradójica, porque las decisiones globales con mucha frecuencia se sustentan en sufrimientos crecientes para la población y un incremento de las asimetrías económicas, sociales y políticas, a cambio de una expectativa a muy largo plazo de mejoramiento de la comunidad.

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La concentración gubernamental en la toma de decisiones a corto plazo, el abordaje convencional de los problemas cotidianos, el enfrentamiento de las dificultades políticas y los retos del inmediatismo, hacen que se pierda la VISIÓN DE LARGO PLAZO. Con frecuencia, estas transformaciones agudizan las desigualdades y producen tensiones que ponen en entredicho los efectos que la decisión debió haber producido.

No se resolverá las carencias o enfrentarán los retos actuales y futuros sumando o restándole a las acciones que se desarrollaban en el pasado. No se trata solamente de definir nuevas medidas de acción e intervención gubernamental, sino de redefinir prioridades, y hasta de reformar a la sociedad, a su representación social y política, mejorando sustancialmente la capacidad de gobernar.

Es necesario reflexionar en algo que es elemental, no olvidemos que estamos constitucionalmente organizados en un régimen federal y que éste entraña, precisamente, que el sistema de unión vincula directamente en el pacto federal a la población con el órgano de gobierno federal, éste se enlaza en directo con su población, que es la misma que la del municipio y la del estado, de tal suerte que la población federal es la estatal y la municipal, así como el mismo territorio nacional es municipal, estatal y federal.

No hay clientelas distintas, el estado federal no tiene su población, a la que sirve, el estado estatal – valga la redundancia – no tiene su población ni su territorio, y a ellos sirve, y así sucesivamente.

Más allá de compromisos e identidades ideológicas y partidistas, el gobierno (federal, estatal y municipal) debe mejorar su calidad y, antes que nada, reformular sus prioridades teniendo en el centro de atención el mejoramiento de la calidad de vida de la gente.

El proceso de cambio no puede ser el resultado de la reflexión de una sola cabeza o en el mejor de los casos de un grupo de intelectuales o políticos. El CAMBIO SOCIAL, demanda la RE-EVOLUCIÓN DEL FEDERALISMO:

Reclama primero, hacia abajo, la concurrencia de la sociedad en todas sus formas, considera en segundo término, hacia arriba, la competencia administrativa, que entraña funciones, la eficiencia para cumplirlas y la suficiencia para desempeñarlas mejor.

3. MEJORAR LA CAPACIDAD DE GOBERNAR Es innegable que, a pesar de los mecanismos de prevención y combate puestos en marcha últimamente, no existen aún recetas generales contra la corrupción. Ninguno de los tres niveles de gobierno es suficiente en el esfuerzo para prevenir y combatir a ésta en la administración pública.

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La corrupción, si bien en el discurso ha sido denunciada, no ha sido con la misma vehemencia atacada y, en algunos casos, ni siquiera vista como algo decididamente pernicioso. Para muchos, la honestidad es sinónima de ingenuidad, para decirlo del modo amable.

La corrupción impune es, tal vez, la más nociva. No sólo corroe las estructuras, mina la confianza y perjudica la economía, sino que, es peor aún, sé retroalimenta de manera viciosa con la crisis de valores.

A pesar de que se ha dotado a las autoridades fiscalizadoras y disciplinarias federales, estatales y municipales de mejores instrumentos jurídicos, los resultados alcanzados no han sido ni apropiados ni eficaces.

El panorama en el gobierno municipal no es muy alentador, ya que no existen los elementos que permitan establecer una normatividad técnico-jurídica relativa a las causales de responsabilidad, la sistematicidad del procedimiento administrativo y disciplinario y los tipos de sanción.

Cabe preguntarnos: ¿Cuál es la diferencia entre una amonestación y un apercibimiento o, en su caso, entre una inhabilitación y una suspensión? En lo que se refiere a la cuantificación de las sanciones, fuera de las económicas, llama la atención la amplia discrecionalidad con que cuenta la autoridad para fijarlas.

La experiencia indica que la normatividad en materia de responsabilidades administrativas municipales debe ser objeto de una profunda reforma que permita que el proceso disciplinario se convierta en un elemento que contribuya a los cambios culturales que se requieren en la prevención y combate a la corrupción.

Sin los instrumentos jurídicos idóneos, para procurar e impartir la disciplina administrativa, las conductas ilícitas irán engrosando las filas de la impunidad y, en esa proporción, el demérito de la credibilidad en la administración pública municipal.

Mejorar la capacidad de gobernar, permitirá recuperar la confianza ciudadana, en la democracia, y también facilitara lograr un gobierno más eficiente y más eficaz. Este mejoramiento debe correr por dos vertientes: en la del liderazgo de los Regidores y en la de la administración municipal.

4. PARTICIPACIÓN CIUDADANA

La realidad social y política del México es densa y rígida. A esta rigidez la agrava el conflicto que existe entre las oligarquías que luchan por mantener sus privilegios y los grupos sociales que demandan un cambio; entre ambos contribuyen a debilitar al poder.

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Un paso necesario para EL CAMBIO SOCIAL, puede y debe ser, una reforma del gobierno con el fin de buscar más participación ciudadana en lugar de estructuras oligárquicas de poder.

El pacto social vigente, en tanto “finalidad-espacio” de negociación entre las fuerzas sociales y de aplicación de leyes y disposiciones, se fue negociando a través del tiempo

La constitución estatal de 1917 recogió numerosos proyectos y aspiraciones, muchos imposibles de realizar por entonces. Es el caso de la apertura a la participación de los ciudadanos, siendo que éstos eran una curiosidad política de la época, la acción social individual se encauzó en gran medida a través de corrientes y grupos de interés, que fueron plasmando partes básicas del pacto social, en los años siguientes, por medio de sus luchas para estructurar el nuevo régimen social.

La fortaleza de nuestro pacto social provino de qué respondió a profundas exigencias populares. Su forma esencial se concretó, en parte, en estrechas relaciones “bilaterales” entre el gobierno y cada grupo y movimiento afín a los objetivos revolucionarios, y aisló a críticos y opositores. Es importante señalar que los empresarios no fueron incluidos como sector, sino negociaron aparte sus intereses y presencia política.

5. DEMOCRACIA Y EFICIENCIA

Las alteraciones económicas de los últimos años en la República y en el Distrito Federal, han afectado profundamente las relaciones sociales fundamentales y el pacto social implícito que rigió por décadas. Hoy es urgente delinear acuerdos y otro pacto social que amarre las voluntades y responsabilidades de todos en torno a un proyecto de consenso.

Es a través de tres acuerdos fundamentales, que indican el sentido común, como se puede lograr, en el D.F., una alternancia política democrática basada en el “municipio libre”:

A. Un pacto social que disminuya los costos sociales de la transición política.

El pacto revolucionario fue roto y despojado de contenido por las políticas neoliberales de mediados de los ochenta, al cancelar el gobierno compromisos y formas de solución de agravios que regularon la convivencia social por décadas, sin crear nada que lo sustituyese, ni darle vida plena al ESTADO DE DERECHO.

En la actualidad, persisten rasgos negativos del pacto anterior, como la concentración del poder, los abusos impunes, el arreglo personal y no institucional, la intermediación ideológica y la manipulación social.

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Hoy, se trata de delinear un acuerdo de convivencia, nuevas reglas del juego social y normas para su cumplimiento, una “finalidad-espacio” para evitar que se rompa la comunidad en el intento de transitar a una etapa superior de su existencia.

El objetivo es deliberar para acordar límites y obligaciones para cada sujeto social, previsiones para compensar injusticias e imponer las disciplinas de una vida mejor. El poder legítimo, generado por la vía comunicativa antes descrita, puede influir sobre el sistema político asumiendo el control sobre el conjunto de razones a partir de las cuales deben racionalizarse las decisiones administrativas relacionadas con la planeación del proyecto social.

B. Una estructura de gobierno local viable.

Los tres acuerdos están estrechamente vinculados, pero la reformulación de la estructura de gobierno local es de particular importancia por ser el marco normativo que tendría que ser suficiente, junto con los reglamentos respectivos, para la armonía en la vida diaria, en el quehacer cotidiano.

Puesto que es competencia de la administración la tarea de edificar una vida mejor y de crear un gobierno eficaz, a partir de nuestra personalidad cultural, se ha de buscar el camino administrativo que sea democrático y eficiente.

La Construcción de nuestro estilo de vida debe resultar de un proceso de convergencia y síntesis de los proyectos sociales que deben formularse y aprobarse en cada estrato social. Este gran movimiento debe culminar con la proposición de un proyecto de convivencia total que debe ser amplio y sencillo para enmarcar las necesidades de la vida actual y futura.

C. Un proyecto social que responda a las circunstancias y aspiraciones del pueblo. El proyecto social debe asegurar una inserción eficiente en el capitalismo actual, y responder a las necesidades de la entidad federativa y de México y a sus opciones estratégicas de desarrollo, en tanto no exista un proyecto de régimen social viable y superior al capitalista.

Se requiere un amarre de voluntades y compromisos de fuerzas sociales y de ciudadanos, en torno a objetivos de largo alcance, viables e inclusivos.

El proyecto de vida debe responder a objetivos de igualdad, justicia social y democráticos, de preservación de pautas culturales, sobre la base de un crecimiento económico sostenido, regulado, compartido en cuanto a las cargas sociales, que permita aliviar los problemas de ocupación e ingreso, sin comprometer la eficiencia global del sistema.

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En consecuencia, el discurso público para los acuerdos fundamentales, debe darse de manera que permita combinar una formación de opinión orientada hacia la realidad con una formación de voluntad mayoritaria.

Una decisión mayoritaria constituida de manera tal, que su contenido pueda considerarse como el resultado racionalmente motivado, pero falible, de una discusión sobre lo correcto que se da terminada provisionalmente, ante la necesidad de tener que llegar a una decisión. De este manera, de ningún modo se le pide a la minoría que, al renunciar a su voluntad, declare como errónea su opinión, es más, ni siquiera se le exige que deponga su objetivo, sino que desista de la aplicación práctica de su convicción hasta tanto logre hacer valer mejor sus razones y obtenga un número suficiente de votos aprobatorios, esto es: DIÁLOGO PERMANENTE.

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II. EL PACTO SOCIAL Y LA SOCIEDAD DEL MAÑANA

El contrato social es un mito de la capacidad del hombre para transformar la sociedad mediante en convenio entre los poderosos y los débiles. ¿Qué reglas norman estos contratos y cómo cambiarán esos convenios sociales mediante las nuevas tecnologías y las condiciones demográficas del futuro?

En los albores del siglo XXI, tanto la derecha como la izquierda utilizan una retórica apocalíptica:

Los neo liberales afirman que los “contratos sociales” que el Estado de bienestar convino en la primera mitad del siglo XX deben ser revocados.

Los social demócratas -centro izquierda- son de la opinión que las obligaciones centrales contenidas en esos contratos son compromisos sobre determinadas obligaciones con las clases y que deben ser cumplidos, aunque para ello haya que buscar nuevos medios y caminos.

Los verdes (ecologistas) dicen que el contrato social entre las clases, sobre el que descansa la sociedad industrial, es lisa y llanamente un complot contra la naturaleza.

Todos ellos recurren, repetimos, a la retórica del contrato social, lo que en principio nos debiera sorprender. Cabe señalar que no siempre los hombres creyeron que las sociedades se basaban en contratos colectivos. El núcleo de esta idea tiene un poco más de 600 años que se convirtió en la idea predominante sobre la estructura básica de las sociedades europeas, y recién en los 250 años pasados se difundió por América. La idea del contrato social es, sin lugar a dudas, un concepto muy particular. Si se entiende esa idea como una afirmación empírica sobre el modo de cómo hacemos política, desemboca en la idea extravagante de que los hombres firman contratos formales que vinculan a las generaciones futuras.

Pero no hay que tomar literalmente los mitos fundacionales como el del contrato social. Su función consiste en narrar un determinado tipo de historia sobre los esfuerzos de una sociedad, y sobre quién debe rendir cuentas ante quién de cuáles riesgos.

El contrato social es un mito prometeico de la capacidad del hombre para transformar la sociedad mediante un convenio entre los poderosos y los débiles.

Una función del mito consiste en fundamentar la siguiente reivindicación:

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La responsabilidad por los acuerdos sociales también debe ir en desmedro de aquellos que obtienen el menor beneficio de ellos; otra función es fundamentar la reivindicación de que los acuerdos sociales deben ser claros, inequívocos, estables e implementables.

Ninguna de estas reivindicaciones puede ser realizada totalmente, con excepción quizá en el país de Utopía. Sin embargo su ininterrumpida validez explica por qué se mantiene tan tenazmente la idea del contrato social. Pero dejemos de lado la retórica y en su lugar formulemos interrogantes relacionados con los “acuerdos sociales” que reparten las obligaciones y los derechos entre los hombres:

¿Se están disolviendo realmente los acuerdos sociales? En la mayoría de los casos, se trata de la búsqueda de un nuevo equilibrio de intereses y reivindicaciones: redistribuir las cargas de los distintos tipos de solidaridad social teniendo en consideración que la inclinación a favor de una forma de ellas provoca una reacción de las otras.

En los veinte años pasados, la relación entre los vivos y los que todavía no han nacido se ha desplazado de una manera imprevista al centro del debate político: para la izquierda, en este contexto los asuntos de repartición de la riqueza han desempeñado el papel decisivo; para la derecha, el creciente endeudamiento público.

A pesar de los desplazamientos hacia una mayor jerarquía, en los años pasados los intereses del igualitarismo han experimentado un enorme fortalecimiento, a saber en el campo de las leyes contra la discriminación por ejemplo en cuanto la igualdad de oportunidades para las mujeres o minusválidos. ¿Cuáles nuevos desplazamientos traerá el presente siglo en ese modelo básico de las relaciones sociales que osadamente, llamamos “contrato social”?

Aunque no podemos predecir los futuros desplazamientos, es posible, sin fatalismo, identificar algunas de las fuerzas que probablemente estarán presentes en ellos. Algunos desplazamientos en las relaciones básicas estarán determinados por las nuevas tecnologías. A menudo se afirma que estaríamos entrando a una nueva época de la información.

Sin embargo, ya desde la invención de la escritura -mucho antes de la conquista- nuestra sociedad es una sociedad de la información. Lo nuevo es que hoy producimos, recolectamos y manipulamos informaciones personales en dimensiones industriales.

Las relaciones sociales fundamentales, que llamamos contratos sociales, tiene la tarea de manejar la producción y distribución de riesgos, cabe señalar que todas las sociedades son y han sido “sociedades de riesgo”. En los hechos, nuestro acuerdo básico sobre una democracia constitucional, ha podido manejar muchos riesgos.

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Dentro de este marco, nuestra sociedad desplaza el equilibrio entre individualismo, Jerarquía, igualitarismo y el camino que postula entregarse a la esperanza de que todo salga bien.

Sin embargo, cuando la sociedad desplaza algo en una dirección determinada, pronto se ve obligada a compensarlo mediante un desplazamiento en otras direcciones.

A pesar de ciertos acontecimientos negativos, podemos estar optimistas de que estaremos en condiciones de equilibrar nuevamente nuestras relaciones sociales -que la persona goce de los derechos públicos subjetivos instituidos en nuestra Ley Fundamental por tener el carácter de “gobernado”- de una manera que esté asegurada en sus pilares fundamentales:

El primero, que todos deben tener una CANASTA IGUAL DE DERECHOS Y LIBERTADES. Todos deben tener el derecho a la educación, salud, familia, cultura, trabajo, vivienda, de expresarse, moverse, votar o asociarse.

El segundo, es UN IMPERATIVO DE IGUALDAD. Sólo son aceptables las desigualdades, si las ventajas de los sobresalientes están abiertas a todos y si benefician a los menos aventajados.

El tercero, Libertad e Igualdad quedan trenzadas en la exigencia de Justicia, y la JUSTICIA SOCIAL se convierte en el valor cardinal de las instituciones.

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V. EL DERECHO A LA CIUDAD

El establecimiento permanente de una colectividad humana densa, heterogénea, asegura la aparición de un nuevo tipo de cultura, caracterizada por el paso de las relaciones primarias a las secundarias, el anonimato, el asilamiento, las relaciones instrumentales, la ausencia de control social directo, el relajamiento de los lazos familiares y la concurrencia individualista. Este contexto socio cultural es el que, en definitiva, explica la aparición de nuevas formas del comportamiento humano: la ciudad como unidad social.

La ciudad, traducida sociológicamente en términos de cultura urbana es la variable explicativa que utilizaremos para vincular, hacer coincidir, los conceptos civitas-ciudad y civis-ciudadano empleando dos vocabularios:

urbanismo en tanto que modo de vida, “cultura urbana”;

urbanización como proceso organizado a partir de un modelo de interacción entre el hombre y el medio.

Ahora bien, el punto esencial es el siguiente: lo que es cultura urbana, es, en realidad, el proceso de aculturación en la sociedad moderna (la emergencia de la economía de mercado y del proceso de racionalidad de la sociedad) de un “concreto urbano” que debe ser descompuesto y recompuesto en función de la integración social.

A pesar de todo, cuando existe coincidencia de una unidad social y de una unidad espacial, estamos en presencia de un modelo específico de sociabilidad.

Estas últimas precisiones nos muestran hasta qué punto resultaría erróneo negar toda influencia de las condiciones espaciales sobre las conductas.

Parece evidente la necesidad de concebir la ciudad como producto de la acción del complejo ecológico (sistema interdependiente del vecindario la población, la tecnología y la organización social) y analizarla en tanto producto de la dinámica social de una formación histórico geográfica particular.

La ciudad posee una organización moral igual que tiene una física, estas dos organizaciones se hallan incluidas en un proceso de interacción que las va formando (y transformando) una respecto a otra.

La estructura de la ciudad es lo que, en primer lugar, atrae nuestra atención, a causa de su dimensión y de su complejidad. Pero esta estructura tiene su fundamento en la naturaleza humana, siendo una de las formas de expresión de ésta.

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Por otra parte, esa vasta organización ha surgido como respuesta a las necesidades de sus habitantes, pero, una vez formada, se impone a éstos como un hecho bruto exterior, y los conforma, a su vez, en función de la intención y de los intereses que le son propios, y que, en diversas formas manifiesta.

Estructura y tradición no son, pues, sino aspectos diferentes de un complejo cultural único, determinación de lo que es característico y específico de la ciudad.

Podríamos hablar de CIUDAD cada vez que coincidan un conjunto ecológico y un sistema autónomo de acción. Por esto último entendemos un sistema en el cual el proceso de producción, fundamento de todo sistema institucional, es reintegrado en un proceso complementario de organización. En consecuencia, es la autosuficiencia político administrativa la que define la ciudad, una vez conseguidas la aglomeración espacial y la base económica. Ahora bien, el sistema político administrativo es la expresión institucionalizada de un sistema de acción: Un sistema específico de normas o valores o por lo que concierne a los actores de comportamientos, actitudes y opiniones.

Lo rural y lo urbano son los polos opuestos de un “continuum” en cuyo seno pueden constatarse, empíricamente, situaciones relativamente diferentes y matizadas pero que, en definitiva, ellas poseen en común dos rasgos esenciales: todas se sitúan en ese “continuum”, y todas evolucionan de lo rural hacia lo urbano.

La cultura urbana no es un concepto, Es, hablando con propiedad, un mito, puesto que cuenta, ideológicamente, la historia de la especie humana. El problema reside en que historia no es lo mismo que secuencia cronológica, puesto que en el primer caso se trata de análisis de totalidades concretas estructuradas y de los procesos en ellas suscitadas, mientras que en el segundo, el inventario temporal de ciertos fenómenos nada nos dice acerca de su causación.

Para que la cultura urbana se constituya en objeto de superación “el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”, dejando así de ser más que la cultura propia de la sociedad capitalista liberal, es preciso asimilarla a la modernidad, y suponer que todas las comunidades tienden a asimilarse a ella a medida que van desarrollándose, sin tener en cuenta ciertas diferencias secundarias como la concernientes al sistema económico.

Lo que es económico sólo puede brotar de la economía. Si la política se quiere informar al respecto, tiene que dejar que ésta haga de administradora, porque de otro modo sólo verá como en un espejo si sus planes económicos se han cumplido o no, y en todo caso podrá buscar causas y culpables.

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La sociedad moderna del tipo que nos es familiar debe su dinámica propia a la forma de sus valores. Todo lo que establece como identidad sirve para aportar posibilidades limitadas de intercambio y sustitución, espera de oportunidades.

Esto incluye que en las descripciones de la sociedad se puedan intercambiar fundamentos, siempre que se le puedan identificar. Porque del futuro ahora sólo se pueden saber que será distinto del pasado. De ahí que toda deducción sea no concluyente, que todas las formas vayan equipadas de un índice temporal.

Así pues, cuando la moderna sociedad se auto titula “moderna” se identifica con ayuda de una relación de diferencia con respecto al pasado.

En principio esto no es nada especial. Todo sistema social sólo puede constituir identidad propia, mediante continuos retornos a su propio pasado. Sin embargo, este retorno no se produce hoy a través de la identificación, sino de la desidentificación, de la diferencia:

Ya no somos lo que éramos, y ya no volveremos a ser lo que somos, no seremos mejores o peores, simplemente seremos distintos.

Los móviles y las metas de un individuo, así como sus inhibiciones y sus controles, son el producto de sus interacciones con otros. Lo que una persona ve, cree, experimente, hace y desea depende en gran parte de la posición que ocupa en la sociedad.

La personalidad social codetermina con disposiciones biológicas nuestras actitudes, costumbres, valores y expectativas. En el proceso de pertenecer a grupos aprendemos a actuar en las formas que la sociedad demanda de nosotros.

El que el niño y después joven se comporten en formas socialmente aceptables o inaceptables depende en parte del concepto que se han formado acerca de sí mismos y este concepto está a su vez determinado por la perspectiva de la cual es visto por otras personas significativas.

Además de las influencias que pueden trazarse a la sociedad en general, el proceso de socialización tiene variaciones que dependen de la estructura de la familia, la personalidad de los padres, la autoridad que ejercen, los valores y metas presentados en la casa y en la escuela.

En un primer momento todo individuo se encuentra sujeto al sistema social, recordando las concepciones de corte estructuralista tan de boga en los años setenta del siglo pasado, en virtud de que para estas corrientes era prácticamente imposible sacudirse las amarras que nos ataban, la revolución, el cambio y los propios movimientos sociales surgían de las contradicciones de la propia estructura social.

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En el siglo XXI no podemos negar al sistema social, el cual nos produce y hasta cierto punto nos sujeta. Sin embargo, la mayoría de las instituciones no sofocan en su totalidad a sus integrantes, pues les permite ciertos ámbitos de libertad para aprender su lugar y su posición al interior de la estructura social, brindándoles al mismo tiempo suficiente libertad y motivación para la crítica y la transformación de estas mismas estructuras: toda estructura social es producto de los conflictos entre distintas fuerzas que se enfrentan y oponen para controlar la “Historia”.

Los grandes actores del sistema social son las clases sociales que se enfrentan mediante conductas colectivas, luchas y movimientos sociales, en los cuales se originan procesos de acomodamiento mutuos, así como negociaciones que permiten transformaciones y cambios al interior del sistema, estructuras e instituciones, que al incorporar nuevas modalidades de funcionamiento, dan lugar a nuevos roles, colocan a ciertos actores en status que antes no existían y modifican la forma y el rumbo de las instituciones, lo cual determina la aparición de nuevas contradicciones.

Sólo las negociaciones entre los distintos movimientos sociales entre sí y con el Estado pueden posibilitar que el movimiento social adquiera una racionalidad trascendental: la unificación de la lucha de los distintos grupos sociales bajo la égida del concepto de SOCIEDAD CIVIL, el cual sería el último baluarte en donde la multiplicidad de luchas y movimientos sociales podrían encontrar un asidero y desde su complementariedad lograr acciones conjuntas que les posibiliten una transformación y la posibilidad de asir la historicidad.

Un MOVIMIENTO SOCIAL sólo surge cuando alguno de los grupos en lucha es capaz de imponer su proyecto al conjunto de la sociedad así como modificar la faz de la historicidad.

Aun cuando estas ideas puedan parecer hasta cierto punto anticuadas en el marco de la conceptualización actual del “fin de la historia”, la modernidad ha avanzado lo suficiente para plantear que después de la democracia liberal capitalista no existe proyecto posible.

Sin embargo, las luchas por la reivindicación de la sociedad civil contra el proyecto neo liberal atestiguan la posibilidad de construir algún tipo de alternativa, la cual únicamente será factible con la articulación de distintos tipos de movimientos sociales, luchas y conductas colectivas que, generen posibilidades para el enlace de distintos grupos en un mismo proyecto: “EL DERECHO A LA CIUDAD”.

Es necesario desarrollar una cultura de la paz y la tolerancia. Cada vez menos nos podemos dar el lujo de generar conflictos, puesto que éstos destruyen un valioso capital natural, económico y humano.

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La salud, la educación y el saber deberán convertirse en un bien general, para, a largo plazo, implementar una verdadera igualdad de oportunidades y un catálogo de seguridades para reducir las peligrosas desigualdades sociales y los efectos de escala del desarrollo urbano, EL DERECHO A LA CIUDAD, fomentando así, el surgimiento de una Sociedad Cívica que persiga cinco metas:

1. Preservar la continuidad de la vida.2. El desarrollo humano3. Preservar la continuidad de la comunidad4. Una ENTIDAD FEDERATIVA próspera y de oportunidades5. Un gobierno democrático, competitivo y con resultados

A menudo, estos objetivos son contradictorios entre sí, pero, desde una perspectiva estratégica, son interdependientes. La renuncia parcial o incluso total a uno solo de ellos pondría en peligro la consecución de todos los otros.

La sociedad cívica presupone que, además del reconocimiento y del respeto de los DERECHOS DEL CIUDADANO se formule una declaración vinculante y efectiva (una carta) sobre los OBLIGACIONES DEL CIUDADANO:

-La tendencia a elevar constantemente el nivel de vida de la sociedad, en mejorar las condiciones de existencia de los grupos humanos.

-El hombre como ente social, sólo es susceptible de ser preservado por el orden jurídico en la medida en que su conducta no dañe a otro, no perjudique a los intereses de la sociedad o no se oponga al mejoramiento colectivo.

Para configurar e impulsar positivamente este proceso, de respeto a la personalidad humana del gobernado y la protección y mejoramiento de los sectores mayoritarios de la población, debemos desarrollar una visión, una alternativa que tienda a radicalizarse, esto es, a ir a la raíz de los problemas y a construir la fuerza para luchar por un CAMBIO SOCIAL, por una verdadera DEMOCRACIA por una esperanza objetiva que le de a la MORAL, como poder, el papel central de una potencia necesaria y útil que se materialice, se vuelva la moral de los muchos, con los muchos y para los muchos.

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