Ciencia Politica

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1 EDUBP | ABOGACÍA | ciencia política - pag. CP - ciencia política EDUBP | ABG | segundo cuatrimestre

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cuadernillo de la UBP

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CP - ciencia polít ica

EDUBP | ABG | s e g u n d o c u a t r i m e s t r e

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índice

impresión total del documento 276 páginas !

presentación 3

programa 4 contenido módulos | 4

mapa conceptual 6

macroobjetivos 7

agenda 7

material 8 material básico material complementario

glosario 9

módulos * m1 | 16 m2 | 88 m3 | 196

* cada módulo contiene: microobjetivos contenidos material actividades glosario

evaluación 276

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Bienvenido a Ciencia Política

presentación

¡Hola!, ¿cómo le va? Durante este cuatrimestre compartiremos con usted el desarrollo de esta asignatura, Ciencia Política. Seguramente se preguntará el porqué de una materia como la presente en una carrera de Abogacía, ¿no?. La respuesta podrá tenerla acabadamente una vez que hayamos podido desarrollar el programa, pero déjeme decirle como una primera aproximación que nuestra disciplina se ocupa de estudiar y analizar la problemática del poder y del Estado, y si tenemos en cuenta que los abogados monopolizan uno de los “poderes del Estado” –me estoy refiriendo al llamado Poder Judicial– obviamente va de suyo la incumbencia que esta disciplina tiene para un futuro profesional de la abogacía, sea que la salida laboral suya sea el ejercicio liberal de la profesión o que se dedique a la carrera judicial. ¡Ni qué hablar si en un futuro se dedica a la política, actividad que mayormente se despliega en los llamados poderes ejecutivo o legislativo!.Con lo dicho en el párrafo precedente, creo justificar el porqué de una materia como la nuestra en la carrera que usted ha elegido, pero permítame ahora hacerle una síntesis de lo que veremos a lo largo del cuatrimestre:

1. El primer módulo, que contiene dos unidades, persigue como finalidad desentrañar el objeto de nuestra disciplina y además indagar sobre cómo se ocupa la ciencia política en el abordaje del mismo. Veremos las distintas posturas respecto a cuándo se originó la disciplina y las distintas formas de hacer ciencia política. Se debe tener en cuenta que el objeto de estudio, la política, también puede ser estudiado por otras disciplinas pero con otra visión, tales como la economía, la sociología, etc. En la segunda unidad veremos como ha evolucionado el fenómeno político en el contexto histórico.

2. En el segundo módulo nos ocuparemos del Estado como modelo de dominación político paradigmático de la modernidad (desde el siglo XV a nuestros días), pero la segunda unidad de este módulo nos presentará las distintas versiones por las que ha pasado. Yo siempre suelo decir a mis alumnos del presencial que, así como el sistema operativo de computación que todos conocemos como Windows ha pasado por distintas versiones (ejs: 95, 98 y 2000 o Milllenium), también el Estado moderno ha tenido distintas versiones: el absolutista, el liberal, el de bienestar... hasta llegar al proceso actual de globalización.

3. En el módulo 3 nos ocupamos de la democracia y de los actores políticos que no son el Estado. La primera unidad del módulo se ocupa de la democracia, un tema tan caro a la cultura política posterior a la Revolución Francesa (1789), aunque reconoce antecedentes muy antiguos. Si bien la democracia es una forma de gobierno, y desde una perspectiva más actual es uno de los regímenes políticos imperantes en el globo, ha recorrido un largo camino y su pretendido triunfo –por lo menos en el discurso luego de la caída del muro de Berlín y el fin de la llamada “guerra fría”– no es tan así, ya que existen grandes porciones del planeta en donde aún todavía no está vigente... ¡¡¡y ni qué decir de otros en donde si bien formalmente impera, en lo sustancial dista mucho de hacerlo!!! En la otra unidad ahondaremos en otros actores políticos que juegan en la “arena política” y que no son el sistema político mayor –el Estado– sino subsistemas dentro de él; nos referimos a los partidos políticos, los grupos de presión, etc.

Hemos realizado así un “paneo” del programa de la asignatura y una presentación de nuestra disciplina. La selección de los contenidos que en ella se incluyen

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ha sido realizada teniendo en cuenta los objetivos que la UBP se planteó al desarrollar la curricula de la carrera de Abogacía y, muy especialmente, la consideración de la ciencia política como instrumento útil para comprender la realidad política –y especialmente estatal– en la que el abogado desarrolla su profesión. De esta forma, su estudio le aportará las herramientas para manejarse en los nuevos procesos de integración y con los nuevos actores que, desde lo político, sirven de marco referencial para comprender mejor las nuevas realidades y relaciones jurídicas que se le presentarán, a la par que tener una visión más completa y acabada desde lo social –y lo político– a los fines de poder abordar y llegar a mejores soluciones en el ámbito de lo jurídico.Cada uno de los módulos de la asignatura, como así también la presentación del programa, está acompañado por un mapa conceptual de los contenidos en él incluido. Su lectura e interpretación le servirán para tener una visión general de los conceptos globales que conforman la asignatura y sus módulos, las relaciones que se establecen entre ellos, como así también constituye una forma de sistematizar los conocimientos de las temáticas que se abordan. Luego de que usted haya efectuado su proceso de estudio, le aconsejo vuelva a los mapas para articular el proceso de comprensión realizado, llenar de contenidos el esquema e incluso modificarlo de acuerdo a su propio acercamiento a la interpretación de los temas y sus relaciones.

¡¡Bienvenido y éxitos en el aprendizaje de estos contenidos!!

programa

MÓDULO I: INTRODUCCIÓN AL CONOCIMIENTO DE LA POLÍTICA Y EL ESTADO

Unidad uno: La política y su conocimiento

I. La política: delimitación conceptual y caracteres. Distintos enfoques sobre su especificidad. Autonomía de lo político.

II. La ciencia política: su función. Descripción, interpretación y crítica de los fenómenos políticos. Distintas posturas respecto a su origen. Teoría del Estado, historia de las ideas, dinámica política, relaciones internacionales.

Unidad dos: Modelos de dominación política y el surgimiento del Estado

I. Los modelos históricos de organización política pre-estatales. Los teóricos más importantes.

II. Proceso histórico de surgimiento del Estado moderno. Lo público y lo privado. Los primeros teóricos del Estado moderno: Maquiavelo, Bodin y Hobbes.

III. Sociedad civil: concepto. Diversos enfoques respecto a su relación con el Estado.

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IV. Distintas perspectivas teóricas sobre el Estado.

MÓDULO II: TEORÍA DEL ESTADO

Unidad tres: El Estado

Elementos del Estado: territorio, población, poder. El derecho. Concepto de soberanía. Distinción entre Estado y gobierno. Fin del Estado. El problema de la justificación del Estado.

Unidad cuatro: Los modelos de dominación política estatal

I. El Estado de derecho: origen y evolución. Estado de derecho liberal. Origen, evolución y crisis. Análisis a partir de la relación Estado-economía y sociedad. El liberalismo: principales postulados y autores. II. Rupturas y críticas al Estado liberal: socialismo, comunismo y fascismo.III. Estado social de derecho o Estado de bienestar. Origen, desarrollo y crisis. IV. Nuevas perspectivas. Estado y mercado: nuevas relaciones. El retiro estatal del ámbito del mercado: el neoliberalismo. V. El Estado-Nación y la globalización: globalización económica, globalización cultural. La sociedad civil trasnacional. Globalización y ecología. Globalización y justicia: los derechos humanos. La globalización y las ideologías: tercera vía, los nacionalismos, etcétera.

MÓDULO III: DEMOCRACIA Y ACTORES POLÍTICOS

Unidad cinco: La democracia

I. Discusión en torno a sus significados.II. Liberalismo y democracia.III. Diferentes modelos de democracia. Distintos enfoques teóricos sobre la democracia.IV. Gobernabilidad y democracia.V. Representación y participación política.VI. La democracia en el nuevo orden global.

Unidad seis: Dinámica política

I. Partidos políticos. Sistemas de partidos.II. Los grupos de interés y los grupos de presión. Los movimientos sociales.III. Crisis de representación, recomposición y nuevos actores.IV. Opinión pública. Medios de comunicación social y política.V. La transformación de los actores políticos en el contexto de la globalización: partidos políticos, grupos de presión y movimientos sociales.

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mapa conceptual

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macroobjetivos

- Identificar la especificidad de lo político dentro del ámbito de lo social, comprendiendo los problemas medulares de la ciencia política.

- Desarrollar habilidades en el manejo del instrumental analítico para la descripción, interpretación y crítica de los fenómenos políticos en el marco de los procesos histórico-sociales.

- Profundizar el estudio –iniciado con la asignatura Constitucional I– del Estado y sus diferentes manifestaciones históricas, a los fines de contextualizar institucionalmente el estudio del derecho.

- Distinguir las notas características de los distintos actores políticos en el marco de los procesos histórico-sociales.

- Distinguir las distintas corrientes ideológico-políticas que surgieron con la modernidad, necesarias para interpretar los fenómenos políticos actuales.

- Desarrollar una metodología de estudio que permita comprender la realidad política regional y argentina, a través de procesos reflexivos que promuevan su análisis crítico.

- Conocer los problemas de la globalización y sus consecuencias en lo político-institucional.

- Desarrollar los valores democráticos, los derechos humanos y la solidaridad, como actitud permanente ante los acontecimientos cotidianos de la vida personal y profesional.

agenda

Pocentaje estimativo por módulo según la cantidad y complejidad de contenidos y actividades

MÓDULOS PORCENTAJES ESTIMADOS1 30%2 45%3 25%

TOTAL 100%

Representación de porcentajes en semanas

SEMANAS MÓDULOS1 2 3

1 X2 X3 X4 X5 X6 X7 X8 X9 X10 X11 X X12 X13 X14 X15 X

Representación de porcentajes en semanas

MÓDULOS PORCENTAJES ESTIMADOS1 30%2 45%3 25%

TOTAL 100%

Representación de porcentajes en semanas

SEMANAS MÓDULOS1 2 3

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material

Material Básico:

- Material de apoyo elaborado por el Dr. Carlos A. JUÁREZ CENTENO. UBP. Educación a Distancia. 2002. (El alumno encontrará estos materiales en el CD en forma de enlaces).

- BONETTO de SCANDOGLIERO, María Susana y PIÑERO, Ma. Teresa: El conocimiento de la Política. Ed. Advocatus, Córdoba, 2001. (El alumno encontrará los temas que la cátedra considera obligatorios en el CD en forma de enlaces).

- BONETTO de SCANDOGLIERO, María Susana (y otros): Notas sobre Teoría del Estado. Ed. Advocatus, Córdoba, 2000.

- BONETTO de SCANDOGLIERO, María Susana y JUÁREZ CENTENO, Carlos A.: Temas de Historia de las Ideas Políticas. Ed. Advocatus, Córdoba, 2001. (Hay ediciones anteriores).

- BONETTO de SCANDOGLIERO, María S. y PIÑERO, María Teresa: Las Transformaciones del Estado. Ed. Advocatus. Córdoba, 2001.

- BONETTO de SCANDOGLIERO, María Susana: “La Democracia”, pp. 185 a 207. En: Cuadernos de Política. Ed. Advocatus, Córdoba, 1998. (El alumno encontrará este material en el CD en forma de enlace).

- “El horror de un error Argentino”, En: SERÁ JUSTICIA, año V nº VIII, junio 1996. Revista del Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba. (El alumno encontrará este material en el CD en forma de enlace).

Videos: (los temas que la cátedra considera pertinentes se encuentran en el CD en forma de enlaces)

- TOMASINI, L., TUSSIE, D. y ESCUDÉ, C.: Video 2do. Congreso Nacional de Ciencia Política, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 1995.

Materiales Complementarios:

- CERRONI, Humberto: Política, teorías, procesos, sujetos, instituciones y categorías. Ed. Siglo XXI, México, 1992.

- LÓPEZ, Mario Justo: Introducción a los Estudios Políticos. Tomo 1. Ed. Depalma, Buenos Aires, 1987. (Hay otras ediciones).

- LÓPEZ, Mario Justo: Manual de Derecho Político. Ed. Kapelusz, Buenos Aires, 1981.

- PINTO, Julio (comp.): Introducción a la Ciencia Política. Eudeba, Buenos Aires, 2001. (Hay ediciones anteriores).

MÓDULOS PORCENTAJES ESTIMADOS1 30%2 45%3 25%

TOTAL 100%

Representación de porcentajes en semanas

SEMANAS MÓDULOS1 2 3

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- VALLÉS, Joseph M.: Ciencia Política. Una introducción. Ed. Ariel, Barce-lona, 2000.

- JUÁREZ CENTENO, Carlos et al.: La Ideología Contemporánea. Ed. Avo-catus, Córdoba, 1991.

Sitios Web

http://sapiens.ya.com/elforouned/El foro de la ciencia política (UNED)

http://sapiens.ya.com/elforouned/enlaces.htmEl foro de la ciencia política (UNED). Enlaces.

http://fcs1.fcs.edu.uy/icp/Instituto de Ciencia Política

http://www.nuevasoc.org.ve/Nueva Sociedad

http://www.anacitec.org/proar/politologia/Primer directorio en Internet de profesionales argentinos en el exterior. Politología.

http://www.unam.mx/iisunam/Principal.htmInstituto de investigaciones sociales (UNAM)

http://www3.usal.es/dpublico/areacp/index1.htm1er Congreso Latinoamericano de Ciencia Política (USAL)

glosario

Actores políticos: Denominación que se puede utilizar como sinónimo de “sujetos políticos”, “fuerzas políticas”, etc.

Administración pública: El conjunto de personas que no están involucradas de manera directa en la toma de decisiones políticas importantes, pero que construyen y ponen en práctica las políticas que cumplen estas decisiones. Ejs.: policías, enfermeras de la salud pública, agentes de hacienda, etc.

Agonal (lucha): Es una de las fases de la política. La misma hace a la dinámica de la política (ver Dinámica política).

Autonomía: También respecto a la política, en el sentido de que tiene “leyes” propias, explicaciones, causalidades que le son inherentes y que difieren de las de otros ámbitos como la economía, por ejemplo.

Burocracia: Una manera de organizar la administración pública que enfatiza

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el profesionalismo, la contratación y los ascensos en base al mérito y la profesionalización. Se suele usar en forma “peyorativa” de la noción de administración pública.

Causalidad: Una interpretación de las relaciones entre eventos, en la que un evento “provoca” o produce otro evento.

Ciencia política: Disciplina científica. Un ejemplo de las llamadas ciencias sociales, culturales o “blandas”. Entre ellas podemos señalar, también, la ciencia jurídica, la historia, la sociología, etc. Tiene por objeto el estudio de la política. Podemos sostener que es el campo académico que toma como su tarea única y general el análisis de la política, en especial la del Estado.

Ciencia política “conductista”: Es la que enfatiza el análisis estadístico y las teorías abstractas en busca de regularidades básicas y esenciales a lo largo de un conjunto de eventos.

Ciencia política “interpretativa”: Es la que enfatiza los métodos históricos, antropológicos, legales y el todo complejo que se está estudiando. Heller, cuando sostiene que su teoría del Estado será ciencia política cuando logre describir, interpretar y criticar los fenómenos políticos, se enrola en esta postura de una manera mucho más acabada, o podemos decir “científica”, que los que sólo apelan a uno de los métodos señalados.

Compleja e indivisa: Compleja e indivisa: Como una suma de todas las otras características de la política, y como parte de la realidad humana y social, la realidad política es compleja y de imposible división. La efectividad humana implica un todo inseparable en los hechos, aunque en las reflexiones o “in abstracto” cada ámbito de ese acontecer sí pueda ser “partido”, separado o desagregado a los fines de su análisis.

Comunismo: Es una versión del socialismo marxista, la más radical. Los comunistas, en general, sostienen que la única forma de construir un Estado socialista es mediante la revolución, por lo que en ocasiones están menos interesados por las elecciones que los socialistas democráticos. Después de 1920, los comunistas reconocieron mayoritariamente el liderazgo de la ex Unión Soviética (URSS) en la formulación de sus objetivos y estrategias. Se suele expresar que el sistema comunista cayó con la desaparición de la ex URSS, en la década de los ´90. Aunque también podemos señalar que todavía existen modelos que se acercan a lo que era ese tipo de Estado socialista: China, Corea del Norte, ¿Cuba?.

Conservadurismo: Ideología que postula como el objetivo más importante de la política la de crear sociedades estables basadas en una jerarquía de poder. Éste debe estar en manos de una clase tradicional de gobernantes. Aparece como una reacción al liberalismo por parte de quienes se sienten amenazados en su condición social privilegiada: nobleza terrateniente, jerarquías eclesiásticas.

Democracia: Reafirmando el conocimiento vulgar, podríamos decir que es el gobierno del, por y para el pueblo. Su terminología proviene del griego, y está integrada por las voces “demos” y “cracia”, esto quiere decir, el gobierno de los demos. Éstos era pequeñas divisiones territoriales de las polís griegas, por los cuales se accedía a la vida ciudadana. Como el origen de la democracia lo encontramos en Grecia, de allí su nombre. Es una forma de gobierno, un régimen político, y hasta se habla de una forma o estilo de vida. Existen distintos tipos de democracia, pero las denominaciones más conocidas y que implican

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mayores devaneos de los teóricos y los políticos son: democracia formal y democracia sustancial (social); directa o indirecta, etc. Obviamente, cuando nos adentremos en su estudio veremos que el término tiene más acepciones según vaya acompañado de algún adjetivo calificativo: “delegativa”, “participativa”, “representativa”, “liberal”, “procedimental”, etc.

Dictadura: Toda forma de gobierno en la que el o los titulares del poder no lo han obtenido constitucionalmente, o cuando lo ejercen sistemáticamente en contra de esos principios y reglas, de tal suerte que no tienen responsabilidad alguna en el ejercicio del poder. Lo que legitima su accionar es el temor de los ciudadanos o súbditos.

Dinámica política: Como la política es polifacética, una de esas faces que la integran hace referencia a su dinamismo. Cuando se habla de dinámica política, en el campo de la ciencia política, estamos refiriéndonos a los distintos actores políticos que protagonizan el hecho político: partidos políticos, grupos de presión, opinión pública, etc. Son los que ponen en movimiento la estructura de la relación política para que ésta no esté siempre inmóvil e igual, lo que impediría la evolución, el cambio, etc. Algunos autores, como Prelot, la denominan vida política.

Especificidad: Nos estamos refiriendo al ámbito de lo político. Queremos decir que tiene características propias.

Estado de derecho: Hace referencia a una versión del Estado moderno que implica el ejercicio del poder estatal según los parámetros del derecho, o si se quiere, el ejercicio del poder estatal con las limitaciones que el derecho le impone.

Estado liberal de derecho: Es un tipo de Estado de derecho. Luego de la primera versión del Estado moderno, la absolutista, a partir de fines del siglo XVII en Inglaterra, pero con la consolidación en las democracias constitucionales del XIX se evidenció el ejercicio de este tipo de Estado que hizo crisis a finales del primer tercio del XX. También se lo llamó Estado liberal o Estado de derecho formal o clásico. El rol del Estado en esta versión es la de ser un Estado gendarme o abstencionista. Los neo-liberales hablan de un Estado mínimo.

Estado moderno: Modelo de dominación política que surge a partir del siglo XV en el círculo cultural de occidente. Se ha convertido en el modelo paradigmático de la modernidad. Ha tenido distintas versiones o estilos y perdura hasta el día de la fecha, aunque algunas teorías o autores preanuncian en la actualidad la hora de su fin o extinción.

Estado social de derecho: Es la versión que adopta o hacia la que evoluciona el Estado liberal de derecho luego de su crisis en la década del ´30. Su época de vigencia es hasta 1970, aproximadamente. También se lo conoce como Estado de bienestar, Estado democrático. Estado de justicia, Estado keynesiano, etc. El rol del Estado en esta versión es el de un Estado intervencionista o asistencialista.

Fascismo: Movimiento político que apareció en las décadas de los ´20 y ´30. Enfatizaba el boato militarista, el nacionalismo, la representación corporativa bajo el mando de un dictador único. El ejemplo arquetípico lo constituye Benito Mussolini. Pero también se suele señalar a Franco en España, Salazar en Portugal, etc. En un sentido estricto, se reduce a la Italia fascista de Mussolini, pero en una acepción más amplia, en la Argentina se utiliza el vocablo fascista

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para calificar las actitudes anti-democráticas.

Fenómeno político: Nos referimos a la actividad y a la relación (humana) que constituyen la realidad política.

Fin del Estado: Se relaciona con la cuestión del para qué existe el Estado. Siguiendo el pensamiento de Heller, hace a la existencia misma del Estado, a su “ser”. Es sinónimo de su función social.

Globalización: Es un fenómeno que supone el acortamiento del tiempo y el espacio fruto de la revolución tecnológica operada en el siglo XX. Para algunos es una nueva etapa del capitalismo. Suele ser catalogada como un fenómeno económico, tal vez por sus implicancias, pero es un proceso complejo y más amplio que no puede agotarse con una explicación “economicista” o monocausal.

Grupo de interés: Es una asociación o grupo de personas que se ven unidas por un interés en común. Puede ser deportivo, cultural, económico, social, etc.

Grupo de presión: Todo grupo de interés que, además, intenta presionar al gobierno para que éste tome medidas de gobierno que recepte sus voliciones. Todo grupo de presión es grupo de interés, pero no viceversa. Es una fuerza política o actor político.

Historia de las ideas: Otra parte de la ciencia política que hace un estudio de la evolución del pensamiento político, cómo se ha ido generando la teoría política a través de la perspectiva de los distintos autores a lo largo de la historia. (ver lista tipo de la UNESCO en el Apunte de Cátedra para Unidad 1)

Ideología: Conjunto de ideas que están relacionadas y que se modifican entre sí; conjunto de ideas organizadas sobre algo.

Justificación del Estado: ¿Por qué existe el Estado? Es un problema del “deber ser” que se relaciona con la función jurídica del Estado y el derecho. Es más bien un problema de la filosofía jurídica que de la ciencia política.

Liberalismo: Ideología que postula que el objetivo más importante de la política es ayudar a los individuos a desarrollar el máximo de sus capacidades, con la menor intervención posible por parte del gobierno. Resalta el papel protagonista del individuo: su libertad es el valor supremo que sólo tiene como límite la libertad de los demás.

Medios de Comunicación Social: Son lo que se conoce como “medios”; también se los denomina medios masivos de comunicación: la prensa, la radio, la televisión, etc. En los últimos tiempos han adquirido una relevancia inusitada en el escenario político. Hoy es más importante para un político asistir a un programa de televisión que ir a un mitín político en algún barrio debido a la masividad del público que posibilitan estos nuevos medios. Además pueden erigirse en un instrumento para la contienda electoral. Ejemplo de ello lo constituyó Berlusconi, monopólico empresario de la televisión privada de Italia, que a través de ella llegó al poder en ese país.

Mercado: Para los liberales es sinónimo de sociedad civil. En contraposición con lo estatal, que es el ámbito de lo público, el mercado es el ámbito de lo privado.

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Modelos de dominación política: Formas de organización política. A lo largo de la historia humana han existido distintos ejemplos.

Modelos históricos de organización política: Véase Modelos de dominación política. Ejs.: la polis griega, el feudalismo, el Estado, etc.

Nación: Grupo grande de personas que están unidas y reconocen una semejanza entre ellas debido a una cultura común. En particular, un idioma común parece importante en la creación de la nacionalidad, pero también puede ser una religión, una forma de vida, etc.Las naciones suelen coincidir con los límites políticos de los Estados, pero no siempre. Así, el idioma y la cultura kurdos se extienden a lo largo de partes del territorio de Turquía, Irak e Irán; nacionalismo irlandés y británico se encuentran mezclados en el territorio de Irlanda del Norte. Existen sobrados ejemplos de la falta de concordancia entre los “límites” nacionales y los límites de los Estados. Tal situación es una fuente poderosa de conflictos y agitación política.

Nacionalismo: Ideología que se identifica apasionadamente con un Estado de parte de sus ciudadanos. Es importante tener en cuenta que el nacionalismo es un concepto proteico, esto es, que puede ser de diferente tipo. En realidad, todas las ideologías tienen distintas versiones, sub-tipos, etc.

O.N.G.: Organización no gubernamental. En el ámbito de las relaciones internacionales, y en lo que podemos llamar la “arena política internacional” (o si prefiere, el escenario internacional en el que se desenvuelve la política), se denomina de esta forma a ciertas organizaciones que cumplen una función similar a la de los grupos de interés y que en reiteradas oportunidades se transforman en grupos de presión. Ejemplos de ONGs son: Amnesty International, Greenpeace, por sólo citar las más conocidas.

Opinión pública: El proceso político tiene en la opinión pública un elemento integrador de su legitimidad. Si bien la mayor libertad de opinión se encuentra en las democracias, en todo régimen político las decisiones tienen un gran soporte en la opinión pública. Es otro de los actores o fuerzas políticas. Es volátil, cambiante.

Partido político: Es otro ejemplo de fuerza política o actor político. Si bien hay distintos tipos y clases de partidos políticos, desde una perspectiva tradicional, podríamos decir que es un grupo de personas que unidos por una misma ideología intentan llegar al poder (o al menos desplegar una función de control si no logran acceder al gobierno). Sin embargo, también podemos señalar como uno de sus rasgos característicos la de ser un mediador entre la sociedad y el gobierno. Es un actor político fundamental toda vez que “monopoliza” la oferta política. Con esto queremos expresar que para ser presidente, legislador, concejal, etc., hay que alcanzar el cargo, casi en todos los países, a través de un partido político.

Poder: Capacidad de una persona para causar que otra haga lo que desea aquella, por cualquier medio. // Uno de los elementos que constituyen la organización estatal. En tal sentido no debe confundirse poder con gobierno. El poder hace referencia al poder del Estado, en cambio el gobierno es sólo una “parte” del poder estatal.

Polifacética: Es una de las características de la política. Significa tener muchas fases.

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Política: Objeto de nuestra disciplina, la ciencia política. Implica una actividad humana que supone una relación. Esta relación es una relación de mando, subordinación, por la cual un individuo logra doblegar la voluntad de otro/s. Es un término complejo, multívoco, que en general es usado por las personas de manera irreflexiva. Nosotros debemos utilizarlo en su acepción estricta, y en tal sentido esa relación de mando y obediencia de la que venimos hablando exige no solo la formalidad de tal relación sino un contenido, esto es, la construcción, consolidación y conservación del agregado humano. Se utiliza así como sinónimo de sistema político, y debemos aclarar que el sistema político paradigmático de los últimos siglos es el Estado.

Política internacional: Política conducida entre Estados, en lugar de aplicarse dentro de un solo Estado.

Privado: El ámbito de lo individual, lo opuesto a lo estatal. Ámbito donde impera la autonomía de la voluntad de la persona, donde el Estado no puede ni debe interferir. Para los liberales es sinónimo de mercado.

Público: El ámbito de lo estatal, lo político (a partir de la modernidad). Lo opuesto a privado.

Relaciones internacionales: Otro ámbito de la ciencia política que en los últimos tiempos ha adquirido una relevancia mayor debido a los fenómenos de internacionalización, trasnacionalización y globalización de las sociedades y la política. (ver lista tipo de la UNESCO en el Apunte de Cátedra para Unidad 1)

Simbólico: Otro de los caracteres de lo político: que se expresa simbólicamente, a través del signo. No es como la realidad de la naturaleza, totalmente objetiva.

Sindicato: Una de las formas asociativas más importantes de los últimos tiempos. También fue una de las más precoces. Sus orígenes se remontan al proceso de formación del Estado moderno, allá por el Renacimiento. El peso de los sindicatos en la vida social y política de los países ha adquirido tal presencia y relevancia que se ha llegado a hablar de “política de los intereses” y a configurar el mismo proceso político como una contratación triangular entre sindicatos obreros, sindicatos patronales y gobierno. Si bien la palabra, técnicamente, engloba tanto a los sindicatos obreros como a los patronales, usualmente prepondera su uso en referencias a los primeros. Adquieren gran relevancia por su defensa de intereses económicos comunes en su rol de fuerza contractual (que se ejercita en los enfrentamientos con la contraparte económica, esto es, los sindicatos patronales), pero que también se manifiesta en su lucha con las otras articulaciones del poder político (gobierno, parlamento, entidades locales) y con los partidos políticos. Son un ejemplo de fuerza política, sujeto político, actor político, como se lo quiera llamar. Depende el rol que “jueguen” son un tipo de grupo de interés y se pueden tornar en el ejemplo más claro de grupo de presión.

Soberanía: Es un atributo del poder del Estado. Es lo que lo hace diferente al poder de las otras organizaciones que existen dentro de su territorio, y que se traduce en el monopolio de la fuerza física, en el hecho de decidir en última instancia, etc.

Socialismo: Ideología que plantea que la sociedad está integrada por clases que se hallan en constante conflicto y que a los fines de establecer una sociedad justa, con personas iguales, el proletariado o clase obrera deberá hacerse del

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poder y así llegar a esa etapa final donde las clases, y por lo tanto el Estado, no sean necesarios.

Socialismo democrático o socialdemocracia: Rama del socialismo que apoya la democracia electoral. Por lo tanto, promueve el acceso al poder del proletariado por vía de las elecciones. Postulan una evolución mucho más gradual, un progreso paulatino y no un cambio radical.

Sociedad civil: Concepto y realidad que surge contemporáneamente al surgimiento del Estado. Para los liberales es sinónimo de mercado.

Sufragio: Voto. El sufragio universal (un hombre, un voto) representa la mayor fuerza política de los tiempos modernos y uno de los signos principales –sino el principal– de la democracia moderna.

Sujetos políticos: En sentido estrictamente técnico se utiliza como sinónimo de actores de la política (“actores políticos”). Podemos señalar a los partidos políticos, grupos de presión, etc.

Teoría del Estado: Es una forma de hacer ciencia política. Se ocupa del estudio del Estado. La primera obra científica sobre el tema fue Teoría del Estado, de Hermann Heller. (ver lista tipo de la UNESCO en el Apunte de Cátedra para Unidad 1)

Tercera Vía: Es una posición del gobierno laborista inglés del actual primer ministro, Tony Blair. Fue esbozada por Anthony Giddens, un cientista social y político inglés de gran renombre y de origen marxista, que actualmente es profesor de Sociología en la London School of Economics. Intenta ser una suerte de simbiosis entre la antigua social-democracia y el actual liberalismo económico o capitalismo. Fue presentada como programa político e ideológico a fines del siglo pasado, circa 1999.

Territorio: Es uno de los elementos del Estado. Constituye su “base” física, pero entendida en un sentido más amplio, ya que lo integran su espacio aéreo, el subsuelo, el mar adyacente, etc., e incluso la sede de sus embajadas en el extranjero.

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módulos

m1

microobjetivosm1

¿Qué tengo que lograr?

- Identificar la especificidad de lo político dentro del ámbito de lo social.- Distinguir lo político como fenómeno social de la ciencia política, y a ésta

como la disciplina que lo estudia.- Discernir las distintas posibilidades de hacer ciencia política, identificando

las distintas posturas científicas respecto al origen de la disciplina.- Distinguir los distintos modelos de dominación política, profundizando

en el modelo paradigmático de la modernidad, el Estado, a los fines de comprender los procesos histórico-sociales.

- Comprender el proceso de formación del Estado moderno, diferenciando el Estado de la sociedad civil, a los fines de distinguir el ámbito de lo público y lo privado.

- Conocer qué es el Estado y cuál su funcionamiento, como herramienta indispensable para comprender la realidad política y estatal en la que el abogado desarrollará su profesión.

contenidosm1

¿De qué se trata?

Estimado alumno, obviamente tenemos que empezar por el primer módulo de la materia. El mismo lleva por título “Introducción al conocimiento de la política y el Estado” y abarca dos unidades.La unidad primera consta de dos partes. Una primera o introductoria, en la que estudiamos el objeto que hace a nuestra disciplina, esto es, la “política” IC 1. En tal sentido debemos conceptuar el fenómeno político y creemos que una buena manera es a partir de comprender sus caracteres. Ello debido a que la palabra “política” encierra cierta dificultad, a causa de sus diversas acepciones y usos, especialmente en el vocabulario vulgar.Una segunda parte de la unidad comprende el estudio de lo que debemos entender por “ciencia política” IC 2. Además, veremos las distintas posturas respecto al origen de la disciplina así como distintos enfoques que pueden encontrarse respecto al modo en que se aborde el estudio científico de lo político.También consideramos importante hacerle comprender que hay diferentes ámbitos que pueden constituir un estudio científico del fenómeno político: así el estudio y comprensión del modelo de organización política que conocemos con el nombre de Estado, o el abordaje de la historia de las ideas políticas a través de los diferentes autores que han contribuido a la formación de la teoría política; o bien ocuparnos del estudio de otros actores políticos que no sean el

introducción al conocimiento de la política y el estado

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Estado; o, en fin, visualizar que en cierta forma la problemática de las relaciones internacionales también son parte de nuestra disciplina.

La segunda unidad del módulo lleva por título “Modelos de Dominación Política y el surgimiento del Estado”. ¿A qué nos referimos con este título?; en primer lugar entendemos que a lo largo de la historia han existido diversos modelos de dominación política, aunque desde hace unos cinco siglos el modelo “paradigmático” es el Estado. En tal sentido comenzamos por presentar los diferentes modelos políticos pre-estatales IC 3 que existieron, para luego adentrarnos a profundizar el estudio sobre lo que es el Estado.Para que podamos tener una idea acabada de lo que es el Estado, debemos comenzar por comprender bien cómo nace, es decir, como fue su proceso de formación histórica. Y cómo de ese proceso surge una distinción inexistente hasta el advenimiento de la edad moderna: lo público de lo privado. Como ya lo señalara, hacer historia de las ideas es una forma de hacer ciencia política, siendo por ello que al estudiar los distintos modelos de organización política que el hombre ha diseñado a lo largo de la historia nos ocuparemos de algunos autores de la teoría política que son importantes para comprender ese momento, pero sobre todo los que son considerados “clásicos” en el sentido de que sus conceptualizaciones han perdurado hasta nuestros días. Así por ejemplo: Aristóteles, Maquiavelo, Bodin, Hobbes, etc.Hemos expresado que con el surgimiento del Estado se perfila el ámbito de lo público y lo privado, lo que conlleva una diferenciación –aunque de manera relacionada– de ambas esferas, es por ello que es de suma importancia comprender lo que es la “sociedad civil”, concepto e institución coetánea con el surgimiento del Estado y que, al decir de Hermann Heller, es una pareja dialéctica del Estado dentro de la realidad social, toda vez que ambas se articulan, son como las dos caras de una misma moneda.Aunque esta relación sea tratada o “visualizada” de diferentes maneras según los autores y sus posturas ideológicas, desde una postura científica debemos analizar como interactúan sus términos en la realidad y contextualizarla en el proceso histórico-social.

Estimado alumno, espero que haya entendido y comprendido la presentación de este primer módulo, para que de esta forma podamos dar inicio a la tarea que comenzamos a emprender. Asimismo, lo aliento a que ponga toda su energía y esfuerzo en la tarea que se inicia y me pongo a su disposición para aclararle cualquier duda. ¡¡¡Éxito y mis mejores augurios!!!

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i n f o t m a c i ó n c o m p l e m e n t a r i a 1 Política

Concepto y caracteres IC 1.1

La política IC 1.2

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Conceptos y carácteres

a) Origen del vocablo Política.

En primer lugar veremos la extensión de su significado y, por ende, la dificultad de una definición. Este vocablo deriva de la voz “Polis”, usado en el griego clásico. En sus orígenes estaba circunscrito al tipo de sistema político a que se refería, esto es la polis. Es decir que históricamente estaba condicionado.Con el tiempo el significado etimológico originario fue extendiéndose. Por una parte, comenzó a referirse a otros sistemas políticos, como por ejemplo: Imperio, Estado, etc. Pero por otro lado, comenzó a aludir a las más diversas clases de subsistemas –obviamente políticos- que, para su funcionamiento, requerían la existencia de un sistema político mayor: así, “la bulé” ateniense; “la geruxia” espartana, etc. A esta extensión ya apuntada se fueron agregando otros significados atendiendo a la función gramatical de la palabra. Por ejemplo, no es lo mismo decir política (para designar una realidad sustantivada) que decir forma política (para cualificar esa realidad); o la política (para designar la estructura de esa relación); o una política (para designar una actividad específica tendiente a ocupar el puesto de mando en la adopción y ejecución de una decisión) Ello, sin contar otras acepciones, significaciones cargada de valoraciones, como por ejemplo, cuando se utiliza en sentido peyorativo “... es pura política! ...”.Con este breve introito queremos poner de relieve lo difícil, peligroso y hasta casi imposible de esbozar una definición mono-conceptual. Lo que sí intentaremos será delimitar, precisar el fenómeno real –o los distintos fenómenos reales- que se designan con el vocablo “política”.

b) La política como realidad

A través de sus numerosos significados, la palabra política designa siempre un sector de la realidad humana. Si bien desde Aristóteles se ha venido utilizando, también, para designar el conocimiento de esa realidad, nosotros utilizaremos el término para referirnos a ese sector de la realidad humana, y nos valdremos de otras expresiones, como por ejemplo Filosofía política, Ciencia Política, etc. para designar el ámbito, la o las disciplinas que se dedican o se ocupan de su conocimiento.La política, como realidad humana, supone ante todo la existencia de seres humanos, hombres, que conviven: esto es, convivencia humana, vida social, seres humanos relacionados, interactuantes. Sin seres humanos que conviven, no hay política. Pero cuidado, no toda convivencia humana es convivencia política, aunque sin sistema político –con sus ingredientes de actividad política y relación política- no hay convivencia humana organizada y persistente. Este es el supuesto básico para que pueda haber lazos no políticos de convivencia. Es por esto que Aristóteles nos decía que el hombre era un son politikon.Concluyendo, la realidad política –no distinta del sistema político o convivencia política- es la relación de mando-obediencia entre los hombres.De lo expuesto y esta noción que damos como conclusión se desprende que Sistema, relación y actividad política se suponen recíprocamente.

La realidad política (comprensiva, por consiguiente, del sistema, la relación y

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la actividad política), ofrece como sus más salientes manifestaciones la de ser: múltiple, polifacética, variable, simbólica y multirrelacionada (y por lo tanto, compleja e indivisa)

c) La Política: realidad múltiple

Según el grado de generalidad que se tenga en cuenta, la realidad política puede ser considerada en sentido lato, en sentido intermedio y en un sentido estricto. O lo que, siguiendo a Bertrand de Jouvenel, denominaríamos “sentido formal”, “sentido material” y “sentido material limitado”.En un sentido formal, para que haya política en este sentido, basta que la actividad de un hombre o de unos hombres en relación con otro u otros tienda a que el comportamiento de éste o éstos sea el que aquél o aquellos se proponen. En este sentido, la actividad es formalmente política si obedece a una técnica para inclinar voluntades ajenas y regir sus comportamientos hacia metas propuestas. No importa el modo de acción de los promotores, ni la naturaleza de la empresa por realizar, ni la transitoriedad o permanencia del concurso. Ejemplos en este sentido lo serían: una reunión de vecinos que se juntan para apagar un incendio; una banda de delincuentes; una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU para decidir la intervención humanitaria en alguna región del planeta, etc. En todos estos casos, formal y técnicamente, la actividad es igual. No importa que varíen los “modos” de la actividad –los fines- ni el grado de su integración: transitoriedad o permanencia.En un sentido material, es necesario que la actividad humana se torne persistente. Ésta actividad debe estar dirigida como medio a construir, consolidar y conservar el agregado humano –grupo- de que se trate. Pueden servirnos de ejemplos para comprender esta acepción la creación y mantenimiento de una Sociedad Anónima, Iglesia, Asociación, etc. Es importante, en este caso, advertir que sigue sin interesar los fines u objetivos pero que sí requerimos ahora, de la permanencia.La política en este sentido, se utiliza como sinónimo de sistema político en sentido amplio.Ahora bien, pero si el agregado humano persistente de que se trata no es uno de los muchos y diversos que existen con fines específicos: religiosos, culturales, etc. sino aquel, único, con el fin más abarcador, del cual dependen los demás sin que él dependa de ellos, es que estamos en presencia de la política en sentido material restringido, o del sistema político estricto sensu.Con este significado, la actividad y la relación que constituyen la realidad política se refieren al Estado, el sistema político paradigmático de nuestro tiempo, y a los sistemas políticos mayores que él, actualmente en gestación (Unión Europea, bloques regionales, etc.) En este sentido, son ejemplos: actividades y relaciones estatales; actividades de órganos estatales; o de un partido político –sistema político menor- que procure el acceso a ese órgano; o la de un grupo de presión que busque influir sobre su actividad.

d) Política: Realidad polifacética (fases)

La realidad política se nos presenta como una actividad y una relación que configura un sistema. Estos distintos aspectos de la realidad política, existencialmente unidos, ponen de relieve dos faces conceptualmente diferenciables: La faz estructural y la faz dinámica. Además, la faz dinámica, en su inseparable vinculación con la estructural, se manifiesta como dos fases también diferenciables conceptualmente: la faz agonal y la faz arquitectónica.La actividad política se da dentro de una relación y ésta implica una estructura en la que se articulan las partes de un todo. Así, encontramos diferentes “jerarquías”: mando y obediencia. Esta estructura tiende a traducirse en

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Instituciones Políticas. Dentro de esta estructura y alrededor de ella apreciamos “actividad” que se traduce en la otra faz, la faz dinámica de la política. En esta última, a su vez, encontramos las dos restantes: agonal y arquitectónica.En todo sistema político nos encontramos con cargos, roles, en torno a los cuales se desenvuelve “actividad”, ya sea para acceder a ellos, ya sea para conservarlos. Desde esta perspectiva la política es “lucha” y “conflicto”, lo que supone la “agonalidad” de la política, o en otros términos su faz agonal.Pero quedaría incompleto este panorama si redujéramos la política a la lucha por el poder. Una vez poseído, o una vez en él, es también un medio para construir, consolidar, consensuar la vida política, la convivencia política. Todo ello con el fin de alcanzar y lograr objetivos, metas comunes. Este sentido constructor, integrador, realizador de objetivos comunes del poder hace a su faz arquitectónica. En otros términos, el politólogo alemán Carl Schmitt nos habla de la “relación amigo-enemigo” que siempre se encuentra en la relación política, en las relaciones de poder. En nuestra opinión, y en otros términos, se refiere a estas dos fases de las que estamos hablando y que siempre están presentes en la política. Aunque alguna de ellas pueda preponderar más en un caso o ejemplo dado, analizado.

e) Política: Realidad variable

Esta realidad a la que llamamos política no fue siempre la misma, igual, ni en el espacio, ni en el tiempo. Es por eso que aún cuando la realidad política tenga siempre las faces ya señaladas (lo permanente), diferirá –en cuanto realidad- de un lugar a otro o de una época a otra (lo contingente) Ejemplos: no es lo mismo la realidad de la polis en la antigüedad que la de los Estados modernos; en igual época no es igual la realidad política de un régimen totalitario que la de

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uno democrático. En otro tipo de ejemplos, podemos apreciar esa “variabilidad” comparando la realidad política de Usuahia con la de Dusseldorf (Alemania), aún cuando esa realidad política esté integrada por las mismas partes constitutivas. También varía la realidad política de la Córdoba de fines del siglo XIX con la de fines del XX.

g) Política: Realidad simbólica

Todos los actos, los hechos, situaciones, etc. en que se manifiesta materialmente la política son traspuestos a un registro compuestos de símbolos. La política es una realidad simbólica. Así, los fenómenos políticos no son tales sino a través de los símbolos que le dan sentido.En la realidad política lo esencial no es el fenómeno en sí mismo, sino lo que se ve de él, o como se cree verlo, como se lo siente. Lo esencial es la imagen, que en el universo político es creada por un conjunto de símbolos. La “imagen” la dan los oropeles, que consisten a veces en tradiciones, normas, creencias, etc. Ejemplos: Rey, Juez, líder. Alguien es juez aunque intrínsecamente no le interese la justicia. Rey aunque sea “lelo”. Lo que importa para ser líder, es que por ejemplo, alguien parezca ser valiente aunque en realidad sea un cobarde; o que parezca ser un genio aunque en realidad sea un mediocre. También pueda que sea valiente y genial, pero lo que importa es que lo parezca, que lo represente. De ahí la importancia de la imagen.También ocurre que un mismo hecho tiene connotaciones distintas en función de la imagen. Así por ejemplo, la elección de Reagan como presidente de USA –un mismo hecho- puede ser tenida como una desgracia o como una buena estrella, un augurio –distintas imágenes-. El pacto que Petain hizo con Hitler para que este no invada el sur de Francia –un mismo hecho- para algunos fue una demostración de Petain como traidor mientras que para otros logró la salvación –distintas imágenes-.Dada esta característica simbólica de la realidad política, se convierte en un factor determinante de ella, por un lado, los distintos resortes sicológicos, con alta dosis de irracionalidad: ambición, vanidad, temor, el deseo, la fe. Y por otro, las distintas doctrinas operantes: ideologías, mitos, utopías, etc. Además, en la actualidad, y desde hace ya unas décadas, juegan un papel preponderante en esto los medios de comunicación con fines de propaganda. Un sector importante de la realidad política consiste en crear la imagen y “venderla”.Duverger, en este sentido expresa: “El siglo XX no es sólo el siglo del átomo: también es el siglo de las ciencias sociales. Los nuevos métodos de propaganda y encuadramiento de los hombres pueden ya cambiar al mundo tanto como la utilización de la energía nuclear(...) El desarrollo de la ciencia política permite entrever la posibilidad de una política consciente, en la que los hombres dejarán de ser objetos, cosas en manos de sus dirigentes. Es de esperar que al fin un día será falsa la fórmula de Marquiavelo, por desgracia aún verdadera: `gobernar es hacer creer’”.

h) Política: Realidad multirrelacionada

La política, como realidad existencial, se encuentra relacionada con otras realidades. Pero algunas de esas realidades con las que se relaciona no son, en rigor, sino manifestaciones o modalidades, elementos de ella misma. Así corresponde señalar que, a más de multirrelacionada es una realidad compleja e indivisa.Compleja por estar constituida por diversos elementos: ideas, instituciones y vida política, siguiendo a Prèlot. Pero es también indivisa, porque existencialmente –ontológicamente- es una, sin desmedro de la diversidad de sus elementos

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constitutivos y dejando en claro que ellos se interrelacionan, se interinfluyen.La multirrelación que se opera “dentro” de esa realidad se traduce en el influjo recíproco existente entre la vida política, las instituciones políticas y las ideas políticas. Así por ejemplo: de las ideas del racionalismo filosófico del siglo XVIII, de esas ideas de la ilustración, de los “contractualistas”, etc. hubo una influencia hacia hechos que ocurrieron como por ejemplo la Revolución Francesa, y ésta generó –a su vez-nuevas instituciones que gestaron nuevas prácticas, nuevas ideas y así sucesivamente. O podríamos comenzar el ejemplo a partir de alguno de los otros ingredientes de esta multirrelación hacia “adentro” de la política y el resultado sería apreciar de cualquier forma la relación recíproca entre ellos –vida, instituciones e ideas políticas-Pero, como ya lo señaláramos, se relaciona con otras realidades extrañas a ella: con normas jurídicas y morales (derecho y moral) que la estructuran como relación y la regulan como actividad. También, obviamente, con todo el contorno ambiental que la rodea, condiciona: factores o condiciones –mejor esta última acepción- sociales, sicológicas, históricas, económicas, geográficas, etc. Hemos visto, aunque muy al pasar que la política es variable y está históricamente condicionada. Por ende, su vinculación con la historia aparece manifiesta. La “multirrelación” es doble: “dentro” de la realidad política y “con” la realidad extrapolítica.Múltiple, polifacética, variable, simbólica y multirrelacionada, la realidad política es una realidad compleja que no puede dividirse en compartimientos estancos. Aunque susceptible de diversos enfoques conceptuales, - es existencialmente una, sin desmedro de la diversidad de sus elementos constitutivos, de los factores que la condicionan y de las consecuencias que origina. Como ya lo señaláramos, y siempre que esto no se olvide, científica y didácticamente resulta de utilidad la división ternaria que de ella hace Marcel Prélot en ideas, instituciones y vida políticas. En este sentido la estructura de la curricula de la asignatura sigue este diseño ya que analizamos ideas-marxismo, liberalismo- y teorías –normativas, institucionalistas, críticas-, estudiamos instituciones –por ejemplo el Estado- y en lo referente a la dinámica política nos ocupamos de lo que es la vida política, el rol que juegan los actores políticos –partidos, grupos de presión, opinión pública, etc.-

La Política

María Susana BonettoMaría Teresa PiñeroEn: El conocimiento de la política. Ed. Advocatus. 2000.

1. CARACTERIZACIÓN DE LA POLÍTICADesde un punto de vista amplio podríamos decir que la política se traduce en el conjunto de actividades destinadas a organizar la vida de un grupo a través de la discusión e implementación de un proyecto común de orden. Esto supone las acciones realizadas con la intención de influir, conservar o modificar el poder y la organización necesaria para llevar adelante ese proyecto de orden. Desde este punto de vista, la política es una actividad generalizada que tiene lugar en todos aquellos ámbitos en los que los seres humanos se ocupan de producir y

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reproducir sus vidas en el marco de un fin común determinado.Esta actividad puede suponer tanto enfrentamientos como cooperación,

ya que pueden existir disputas tanto sobre el proyecto en sí como sobre sus formas de implementación.

Así en la vida de los grupos, de la más diversa índole, por ejemplo religiosos, académicos, deportivos etcétera, las reglas y normas que se discuten y dictan como las actividades que tienen que ver con el proyecto que el cuerpo estructura para su conformación y reproducción (ese proyecto de orden) entrarían dentro de lo que llamamos política en sentido amplio.

Desde un punto de vista más específico la política se liga a cuestiones relacionadas con lo público. En eso pensaba Cicerón cuando habló de res pública, la cosa pública, la que es común a todo el grupo social.

Anteriormente en Grecia, ya se había considerado el orden político, como un orden común, creado para resolver las cuestiones en que todos los integrantes de la comunidad tenían algún interés. Así el concepto de un orden, que era político y común al mismo tiempo, fue expuesto por Platón.Se puede decir que las palabras «pública», «común» y «general» tienen una prolongada tradición de uso que las ha hecho sinónimo de lo político.

El carácter común del orden político se ha reflejado en la historia política, en la idea básica de que la política se ocupa de los intereses generales, compartidos por todos los integrantes de la comunidad; la autoridad política habla en nombre de una sociedad considerada en sus cuestiones comunes, en las “cuestiones públicas”. Lo público se diferencia de lo privado - la familia y el ámbito de intercambio de mercancías- y de lo estatal - monopolio del poder soberano -. Lo público se refiere a aquel espacio de discusión de temas comunes, abierto a todos.

Teniendo en cuenta lo expresado sostenemos que desde un punto de vista específico y en el sentido utilizado desde nuestra perspectiva por la ciencia política, contemporáneamente, la política se refiere más concretamente a las actividades realizadas en el marco del Estado, pero que no se agota en lo estatal, orientadas al ámbito de lo colectivo y que tienen el carácter de vinculantes para la comunidad.

La política así se refiere a lo relativo a la “cosa pública”, y al poder político ya que es allí el espacio organizativo de las cuestiones comunes, donde se discute e implementa el proyecto común de orden, el que adquiere las características de ser vinculante y colectivo.

Pero también debe destacarse que en la historia política han existido y existen (sucesiva y simultáneamente) opiniones diversas referentes a lo que debía ser incluido dentro del concepto de «buen orden». Así se podría enunciar desde las ideas de la «polis griega», pasando por las concepciones cristianas, el enfoque liberal moderno, el marxista y muchos otros más.

Atento a que existen alternativas y a menudo contrarias propuestas de orden, la política incluye también el conflicto, la lucha por distintos proyectos de convivencia.

Desde otro punto de vista, estas actividades provocan conflicto, porque representan líneas de acción que se cruzan, mediante las cuales, individuos y grupos, tratan de estabilizar una situación de modo afín a sus aspiraciones o necesidades, según sus valores o intereses.

Por ello, la política es tanto una fuente de conflicto como un modo de actividad que busca resolverlos y promover ajustes en aquellas cuestiones comunes, compartidas por todos los miembros del grupo social.

Mario Justo López (1969) destaca dos faces conceptualmente diferenciales de la política: la faz estructural y la faz dinámica.

1) Faz estructural: Como relación interhumana, la política implica una estructura. Esa estructura, aunque puede presentarse circunstancialmente débil o muy fluida, muestra siempre una tendencia a traducirse en instituciones políticas,

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órganos y normas, con vocación de orden y estabilidad. Los órganos y normas comprenden cargos y roles diferenciados y establecen una jerarquización de ocupantes de ellos.

2) Faz dinámica: En torno y dentro de esa estructura se desarrolla la actividad que constituye la faz dinámica de la política, la cual dinamiza constantemente la estructura, y en la cual se advierten también dos faces:

a. faz arquitectónica: Esta actividad tiene fines mediatos y concretos de construcción, conducción e integración de un grupo de acuerdo a metas propuestas.

b. faz agonal: Tiende en forma inmediata a la conquista y conservación de cargos o a resistir la actividad desplegada desde ellos. En este marco la faz dinámica de la política evidencia su tendencia al movimiento y al cambio.

En definitiva las distintas faces que forman parte de lo que en conjunto constituye la política plenaria están entrelazadas. Si tuviera únicamente la faz agonal, la competencia por el acceso a los cargos y su conservación y la resistencia de los oponentes, lo político aparecería sólo como pura lucha, como fuerza destructora del sistema político.

Si tuviera únicamente la faz arquitectónica, la política correría el riesgo de estancamiento y fosilización.

Asimismo sin la faz estructural, la faz dinámica tendería al caos, pero sin la faz dinámica la mera faz estructural carecería de vida y movimiento.

La política se presenta así como proceso de lucha y de movimiento de acomodamiento y ajuste. Se evidencia la estabilidad y el cambio, el conflicto y el consenso. Sin este dinamismo sostiene Mario Justo López la «entropía», el desgaste natural del orden, concluirá con los grupos humanos.

Contemporáneamente, entonces, la política se analiza como la forma «natural» de conflicto social, acerca del desarrollo de las organizaciones políticas, y tiene ámbitos institucionales definidos: los partidos políticos, el gobierno, y otros similares; en términos generales: el Estado.

2. LA ESPECIFICIDAD DE LA POLíTICA

Atento a ello pasaremos a desarrollar el proceso histórico de definición del ámbito de lo político en el marco del análisis propuesto.

En el círculo cultural de Occidente se atribuye el origen del estudio de la política a la cultura griega, más específicamente se ubica el comienzo de la política y de la reflexión sobre ella, en Atenas. Así se sostiene que el análisis sistemático y riguroso de los hechos políticos, surge en el momento histórico, en que en el siglo IV a.C., la crisis terminal de la polis suscita la reflexión de Aristóteles (Pinto, Julio, comp. 1995).Este autor, mencionado por algunos enfoques como el «iniciador» de la ciencia política 1

en su clasificación de las ciencias, diferencia ésta de la ética y la coloca en la cúspide de las ciencias prácticas, en tanto se ocupa del estudio de la vida en común de la polis, la cual era lo más relevante en la cosmovisión ateniense de la época. Esto explica el destacado lugar de 1a ciencia política en ese momento.

Una vez pasada la polis, nuestra disciplina se hace más jurídica, desarrollándose en la dirección indicada por el aporte romano.Posteriormente, en la Edad Media, la política se teologiza, primero adaptándose a la visión cristiana del mundo, luego en el marco de la disputa entre el papado y el imperio; y finalmente en función de la ruptura entre el catolicismo y el protestantismo. Pero en la Antigüedad y en la Edad Media, en todos los casos, y a pesar de la distinción inicial aristotélica, el discurso sobre la política se configuró como un discurso limitado e incluso subordinado a los otros dos

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discursos ya mencionados.Así, se puede sostener que hasta la Modernidad, y con Maquiavelo, la

política no se configura con cierta especificidad y autonomía.Con el autor florentino se produce una autonomatización de la materia

objeto de estudio, lo político escindido ahora de las acostumbradas sujeciones a lo ético y lo religioso, ya no es algo determinable en función de ellos.

En términos generales queremos señalar que la política es «distinta», lo que implica una condición necesaria y no suficiente de autonomía, y además que no es solamente distinta, sino que también tiene cierta independencia en cuanto a sus leyes de funcionamiento. La política es tal, por medio de un imperativo que es propio y tiene sus leyes que el político debe aplicar. En el sentido antes precisado, es Maquiavelo y no Aristóteles, quien «descubre» la politica(Sartori, 1992).

Se debe precisar también, que cuando hablamos de autonomía de la política, ese concepto no ha de entenderse en sentido absoluto, sino relativo.

Luego de esta primera distinción, debemos destacar que el ámbito de la política inicia un proceso de diferenciación que lo distinguirá de lo que es materia económica, social o de derecho público, porque en el transcurso de los siglos XVIII y XIX, estas materias cortaron el cordón umbilical, para constituir otras disciplinas (Strasser,1991).

¿Cómo se desarrollan estos procesos de diferenciación que nos permiten perfilar contemporáneamente el espacio y la autonomía de la política?

Como hemos señalado, la diferenciación de la política de otros ámbitos--o esferas, se da también a través de un proceso histórico. En este sentido, es en el seno de la modernidad en que se produce una distinción fundamental en nuestra temática: la diferencia entre Estado y sociedad, o en otros términos, lo público y lo privado, correspondiendo a la política, la esfera de lo público.

La afirmación de la sociedad como una realidad independiente y autosuficiente tiene, sin embargo, un lento desarrollo.

Sostiene Sartori (1992), que es sintomática la ausencia de la idea de sociedad en la literatura del siglo XVI, que teorizaba el derecho de resistir a la tiranía.

Se le atribuye a Locke, una primera formulación de la idea de sociedad. En realidad, la idea de sociedad no es tampoco una idea que se formula y aplica en los acontecimientos revolucionarios. Es una idea de paz que pertenece a la fase tardía de la escuela de derecho natural.

Es el espacio de libertad e igualdad en el que se desarrollan las libres relaciones entre hombres libres e iguales, sólo reguladas y no reformuladas jurídicamente.

Si bien Locke y Montesquieu fueron los precursores del descubrimiento de la sociedad, el liberalismo político no tenía la fuerza del liberalismo económico (capitalismo) porque desde su óptica política la sociedad debía ser regulada por el derecho, en cambio las leyes de la economía no son leyes jurídicas (políticas), sino leyes «naturales» del mercado.

Así, son los economistas clásicos Smith y Ricardo, y en general los librecambistas, quienes se esfuerzan por demostrar cómo la vida asociada encuentra en la división del trabajo, su propio principio de organización y que es una esfera ajena al Estado, no regulada por sus leyes, ni su derecho.

Son los economistas de los siglos XVIII y XIX los que construyen la hegemonía de las ideas que postulan la imagen positiva de una realidad social capaz de autorregularse, de una sociedad que vive y se desarrolla según sus principios.

Entonces el modelo y el ejemplo de la «sociedad espontánea» de los economistas, se extiende a la sociedad en general y sienta las bases de la definitiva diferenciación entre sociedad y Estado. Las premisas que no aparecían claras en Locke ni Montesquieu para descubrir a la sociedad como «realidad

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autónoma» estaban maduras ya en el siglo XIX por obra de los economistas del capitalismo.

Por ello, por una parte, la política ya no comprende el estudio de los procesos económicos de la sociedad civil, sino que son objeto de una nueva y prestigiosa disciplina, la economía.

Por otra parte la obra El sistema industrial, de Saint Simon (17701825), prefigura con profética genialidad la sociedad ya transformada en sociedad industrial. La sociedad se configura entonces como una realidad tan autónoma que se convierte en objeto de una ciencia por sí misma, que es distinta también no sólo a la política sino a la economía y que Comte (l 7981857) bautizó como «sociología».Luego de esta descripción del devenir histórico de la política, advertimos que se ha diferenciado de lo ético-religioso, luego de la economía y tampoco incluye ya al sistema social. Finalmente se rompen los nexos identificantes entre política y derecho, al menos en el sentido en que un sistema político no se comprende como un sistema jurídico, y éste puede ser objeto de estudio de la ciencia jurídica.

El ámbito de la política queda así referido a la organización y gobierno de las comunidades humanas.

La política comprende las actividades humanas efectuadas en un “espacio público” destinadas a organizar la vida de un grupo. De allí deriva el ordenamiento de las conductas humanas.

Consiste en actividades realizadas con intención de influir, obtener, conservar, modificar o extinguir el poder, la organización o el ordenamiento de la comunidad.

Podrían invocarse esas acciones como lucha o disyunción, o bien como paz, equilibrio o armonía. Podrá considerárselas mero reflejo de los móviles económicos o visualizárselas exentas de esas motivaciones. Tales consideraciones no alteran la distinción de la actividad política frente a otras formas de actividades, sólo muestran los motivos que pueden encontrarse insertos en la acción política.

La referencia de la política con el espacio público y el poder de decisión, permite diferenciar los actos políticos de los actos sociales y económicos.

Y por referirse al poder político de decisión sobre un espacio territorial, la política se enmarca en el Estado.

En torno a los conceptos de poder y Estado se ha dado una disputa por su postulación como «objeto» de la ciencia política. A nuestro juicio, esto constituye un debate irrelevante, en cuanto nos interesa el poder estructurado en el marco de la organización estatal, que incluye el poder institucionalizado y el poder socialmente construido que busca participar en las decisiones.

El Estado es una organización que dispone de niveles y estructuras que le permiten monopolizar el uso legal de la fuerza. Es la organización en la que, a partir de la modernidad, se encarna el poder político institucional izado y los distintos grupos de poder que buscan disputarlo o influir sobre él.

3. HACIA UNA DEFINICIÓN DE CIENCIA POLÍTICA

a. La importancia del saber científico político

El campo de la política parece ser de por sí el más fructífero para la discusión y el debate, tanto es así entre los preocupados por razones profesionales como incluso con respecto al hombre de la calle. Se trata de un terreno impreciso en el que los aspectos valorativos generan una complicación añadida y cuyo interés depende de los momentos históricos que se atraviesen.

La política parece haberse constituido en tierra de todos y de nadie, en

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dominio de aquellos que operan con la política, los que hablan sobre la realidad política y los que profetizan sobre ella. Lo que es comprensible en tanto la política nos envuelve, sobre todo en las democracias, ya que es en ellas cuando estamos autorizados a evaluar, a participar y a soñar con decisiones políticas compartidas.

Pero detrás de las especulaciones que todos nos consideramos autorizados a realizar, existe la pretensión de constituir un tipo de conocimiento de la política que sea distinto al vulgar. Es decir un conocimiento científico.

Este tipo de ambiciones generalmente resulta difícil de entender para el observador corriente, ya que si bien es frecuente oír que la palabra ciencia es algo importante, es frecuente también que no se puedan dar fundamentos de tal apreciación. Inmediatamente el observador asocia la importancia con los progresos visibles en las ciencias naturales, sobre todo en la ciencia aplicada; por ejemplo, cuando se estudian problemas prácticos, como el desarrollo de una vacuna contra el Sida.

Pero ¿qué sucede con las investigaciones en el campo de las ciencias sociales?

Aun cuando reconozcamos la importancia de estudios en estas áreas, lo que sería ya un gran logro, es poco común que se reconozca el soporte sobre el que se asientan las investigaciones. Estas están fundadas sobre un tipo de conocimiento sobre la política al que se le reconoce el carácter de científico.

Pero ¿por qué le asignamos tanta importancia a esta cuestión de dotar de cientificidad al estudio de la política?

Diremos que los parámetros de la ciencia establecen reglas para poder generar un tipo de conocimiento de lo político distinto al vulgar, un tipo de conocimiento cierto y bastante seguro que admita la refutación racional o empírica de sus presupuestos. Por lo tanto, si hay posibilidades de hablar de algún tipo de conocimiento racional, cierto, seguro y bastante cierto podemos decir que habría algún tipo de progreso en el conocimiento.

Pero, además, la ciencia constituye, en el mundo contemporáneo, una muy importante fuente de validación y legitimación del conocimiento y de las decisiones basadas en él, es decir es una fuente de poder, como lo fue la religión cristiana en la Edad Media europea cuando constituía el paradigma dominante para describir, explicar y predecir la realidad. La ciencia como criterio de verdad tiene prestigio y constituye una manera de entender al mundo, la que como tal no es meramente descriptiva, sino además potencialmente ideológica. Por lo tanto afirmar que un conocimiento es científico no constituye un juicio meramente neutro (Lista, C, 1992: 3).

La ciencia, tal cual se la entiende en el mundo contemporáneo, incluso es cuestionada por autores dedicados a ella, tal el caso de Paul Feyerabend. El autor dice que la ciencia ya demostró su poder cuando en la historia venció al mito, a la religión y a la brujería; pero esto no hace que sea la mejor forma de conocimiento, por ello no puede excluir otras formas cognoscitivas para la resolución de los problemas humanos.

Como se advierte, la justificación de la importancia del conocimiento científico de lo político ha sido excesivamente escueta. Pero ustedes verán que la elección de los argumentos para justificar dicha importancia implica elegirlos pertenecientes a alguno de los enfoques que veremos, y adoptar su modelo de «ciencia». O muchos de los otros existentes, que no abordaremos.

b. El nacimiento de la ciencia política

Sucede lo mismo en cuanto tratamos de ubicar el nacimiento de la ciencia política o de establecer qué es la ciencia política.

La aproximación a los distintos enfoques sobre lo político nos dará la pauta que no es para nada unánime el concepto de ciencia política, porque no

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es para nada unánime el concepto de ciencia en general, ni los requisitos que debe cumplir el conocimiento para poder ser calificado de científico.

De allí que entrar dentro del campo de la ciencia política, como ciencia social, equivale a penetrar en la polémica.

Como ejemplo palmario del grado de conflictualidad que implica hablar de ciencia, podemos preguntamos por el nacimiento de la ciencia política.

Tendremos que decir que para ubicar el nacimiento de la ciencia política debemos partir del supuesto que no hay una línea de demarcación objetiva, no hay univocidad de criterios sobre el tema, ya que fijar sus comienzos depende de diferentes visiones sobre temas conflictivos que hacen a las ciencias sociales en general.Uno de estos planteos es lo referente, por ejemplo, a la cuestión del objeto y del método de las ciencias sociales. Estos son sólo dos de los tópicos que aún son cuestionados, y que de una u otra manera irradian sus efectos sobre la conceptualización de la ciencia política y por ende sobre los datos de su nacimiento.

Ahora bien, si nos enrolamos en un concepto positivista de ciencia (cuyos orígenes veremos) podemos decir que ésta aparece en la década del cincuenta, a partir de la llamada revolución conductista.

Y esto porque hasta entonces, entenderíamos que la protociencia política había sido una laxa conjunción de áreas de investigación sobre diferentes temas políticos en las que convivían pacíficamente historiadores de la política, juristas y teóricos políticos. Pero la llamada revolución conductista (que luego desarrollaremos) impuso una rigurosidad positivista para la ciencia política que conllevaba la obligatoriedad de diferenciarla claramente de las ideologías y de las especulaciones filosóficas. Se aspiraba a llevar el ámbito de la política, como el de todas las disciplinas humanas y sociales, a cánones exactos como el modelo que daban las ciencias físicas.

Otra posición como por ejernplo la de Marcel Prelot (1961:17), es la que considera que los griegos son los creadores de la política y de la ciencia política, en tanto históricamente la ciencia corresponde al conocimiento sin otra especificación. Así se opone a quienes sólo llaman ciencia a la ciencia positivista.

Autores como Stoker y Marsh (1989) definen la ciencia política de manera amplia, refiriéndose a la existencia de una tradición académica de estudio de la política, que presenta un conocimiento estructurado y exige que quienes la practican respeten ciertas normas intelectuales a la hora de debatir.

En este marco se incluirían los tres enfoques que desarrollaremos; normativos, empíricos-analíticos y críticos dialécticos.

Los primeros en su producción intelectual ponen más el acento en la coherencia lógica de sus argumentos, estableciendo con precisión sus conceptualizaciones principales y sus correctas derivaciones.

Los segundos se orientan al cuidado y rigor metodológico para la presentación de teorías y análisis causales y falsables.

Los terceros ponen el acento en la posibilidad de marcos de análisis que no solo den cuenta de los procesos políticos, sino que sean críticos y con un compromiso práctico de transformación.

Pero, en definitiva, todos exigen, que quienes practican la ciencia política aporten argumentos y datos fundados y sistemáticamente presentados, aunque las conceptualizaciones teóricas sean diferentes y también los distintos tipos de datos. Pero ninguna perspectiva afirma que ambos no sean necesarios.

4. APROXIMACIÓN A LAS TEORÍAS POLÍTICAS CONTEMPORÁNEAS

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Entonces, tratando de abarcar una gran amplitud de definición, podemos decir que la ciencia política pertenece al nivel de la reflexión de la política como actividad que hemos caracterizado antes, y que toma la forma de una disciplina académica que pretende describir y/o analizar, y/o interpretar, y/o criticar de forma sistemática lo relativo a la política como actividad, así como sus valores, puntos de vista e ideologías subyacentes.

La ciencia política no es un único ámbito de conocimientos sobre lo político, ni está constituida por un conjunto de verdades sobre temas políticos, más bien nos inclinamos a pensar que la ciencia política es un campo donde convergen numerosas visiones sobre lo político.

Estas diferentes miradas que tienen los teóricos políticos sobre todo lo relacionado con la disciplina, constituyen sus perspectivas teóricas; que como tal significan maneras de describir e interpretar lo político, y por consiguiente implican la elección de herramientas metodológicas para abordar el objeto de estudio y la construcción de distintos conceptos básicos para describirlo, explicarlo o interpretarlo.

Lo que nos interesa destacar en este tema es que la historia de la reflexión política, es la historia de hombres que miran lo político, pero esta mirada no es una visión ascética, sino cargada de ideología, entendida ésta como posición frente al mundo.

Von Beyme (1977) llama a esto enfoques metateóricos, que serían como perspectivas teóricas que condensarían lo que numerosos autores tienen en común sobre ciertos aspectos fundamentales de la disciplina.

Esta comunión de autores ni es completa ni absoluta, sino que responde a una decisión clasificatoria, que si bien se articula con afinidades en aspectos centrales, se alejan en algunos puntos, por lo tanto su inclusión en uno u otro enfoque puede generar discusión.

Además esta clasificación no significa que haya abismos infranqueables entre todos los teóricos pertenecientes a los distintos enfoques; incluso muchos de ellos comparten conceptos o métodos que pertenecen más específicamente a otro enfoque.

Todo teórico político tiene ideas sobre lo político, y estas ideas son el reflejo de su posición frente al mundo, frente a la realidad social, tiente al hombre, frente al Estado, etcétera. Esta posición le da forma a un discurso del teórico, debajo del cual subyacen supuestos básicos.

Estos supuestos pueden ser de los más variados: pueden ser presupuestos ontológicos como los referidos a la naturaleza del hombre, la naturaleza sobre la realidad social. Pueden ser presupuestos epistemológicos-metodológicos como los referidos alas formas de conocer, la relación básica entre teoría y hechos, y otros. Entre éstos hay una infinita gama de supuestos básicos, que incluso son irreductibles para algunos pensadores.

Así los distintos enfoques se clasifican teniendo en cuenta estos supuestos nucleares, explícitos o implícitos, presentes en las teorías políticas.

De allí que cada teoría o enfoque contiene diferentes conceptos básicos y distintas definiciones de lo político como concepto central de la ciencia política. Por lo tanto tienen discursos políticos y sociales diferenciables, los que pueden seguirse, no en todos los casos, a través de una mirada sobre los argumentos que estructuran su discurso.

De esto surgiría que un discurso determinado perteneciente al mundo de lo político, no podrá entenderse y aun menos criticarse, a menos que se tomen en cuenta dichas presuposiciones.

Como estamos en el nivel de la reflexión sobre lo político, en el nivel de la teoría, debemos aclarar que no resulta fácil mantenerse en el término ideal entre la exposición de las teorías, la referencia a la realidad política que contienen y la valoración y crítica de ellas. Para ello se tratará de describir el pensamiento general y aconsejar al estudiante la lectura directa de autores de

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cada enfoque.Los enfoques que plantearemos, con la intención de exponer los

supuestos que las conforman y guían, son:- Enfoques normativos u ontológico-normativos.- Enfoques empírico-analíticos, o empírico-racionalistas o

neopositivistas.- Enfoques crítico-dialécticos.Cabe decir que a estos enfoques se los suele identificar, aunque esto

no es absoluto ni implica un criterio definitivo, con alguna posición política, entendida como la adopción de una ideología. Así a los normativistas se los puede articular con ciertas concepciones conservadoras, aunque hay gran variedad de normativistas contemporáneos con concepciones reformistas, a los empírico-analíticos liberales (aunque desde los críticos son estimados conservadores) y a los crítico-dialécticos, neomarxistas o más genéricamente de izquierda. Dicha relación permite explicar el surgimiento histórico de ciertos enfoques; pero no hay una relación causal entre un enfoque y la inclinación política de los teóricos.

5- TEORIA Y PRAXIS POLÍTICA. LA INFLUENCIA DEL SABER EN LA PRÁCTICA POLÍTICA

En primer lugar debemos realizar algunas consideraciones previas. Hemos hablado de actividad política, realidad política, cuestiones políticas, etcétera, y aunque pueda resultar obvio, debemos acordar que haremos un abordaje de esta problemática, a partir de la teoría política 2

La actitud del teórico político sobre estos procesos, es distinta a la del político práctico, el cual se caracteriza por participar, o intentar hacerlo, en la adopción de las decisiones políticas. Esto no quiere decir que el político práctico no pueda estar, en mayor o menor medida, influido por los aportes de las teorías políticas, sino que el aspecto más relevante de su accionar está vinculado a su participación en la formación de los procesos políticos, y no al estudio de ellos.

En cambio, el teórico político, se orienta específicamente al estudio de esos procesos. Aunque, debemos destacar, que los teóricos políticos se encuentran inmersos en los procesos políticos reales y que gran parte de las teorías políticas causantes de verdaderas transformaciones, constituyen propuestas que no sólo buscan cambiar el modo de observarlo político, sino también las propias instituciones políticas reales. Tal es el caso de Aristóteles, Hobbes, Locke, Marx y tantos otros.

Ahora bien, recordemos lo que dijimos con relación a que las ciencias constituyen en la actualidad el tipo de saber más legitimado en Occidente y por lo tanto una fuente de poder, por ello se convierten en un “saber especializado” que dota de autoridad a quienes se sirven de este saber. Esto ocurre por el lugar de privilegio que ha alcanzado en Occidente el conocimiento científico, como límite demarcatorio de la mera opinión, de lo subjetivo, y hasta de lo “irracional”, lo que comenzó en la Modernidad.

En nuestro caso, la ciencia política ha estructurado un “saber científico político” que permite revestir de autoridad a quien se apoya en él, sirve como justificación a las decisiones que se tomen, ya que por su poder “racionalizador” son su sustento legitimador. Por ello, todo político práctico cuando debe justificar las decisiones que adopta, remite de una manera directa o indirecta a este tipo de saber especializado, por ello hay una implicancia entre los aspectos teóricos y prácticos de la política.

Hoy en Occidente no consideraríamos justificada una decisión tomada por un gobernante cuando la fundamentara en una especie de “intuición” o en su fe en Dios. Esto porque desde la modernidad el tipo de conocimiento

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considerado válido para explicar el mundo y servir de criterio diferenciados de lo irracional, subjetivo y metafísico, es el conocimiento científico. Esto le ha permitido a las ciencias constituirse corno un discurso validador o justificador de las decisiones que lo tengan como base. De allí que es poco probable que, en nuestro caso la política, no tenga como fuente directa o indirecta ese saber especializado político, que no es sino lo que llamamos ciencia política o teoría política.

Entonces, debemos aclarar que de acuerdo a nuestra posición existe una ineludible relación entre la teoría y la práctica, entre el desarrollo científico de la disciplina y los valores políticos que la estimulan.

Es por eso que las teorías políticas se instituyen, a la vez que en paradigmas científicos que orientan a la disciplina, en perspectivas ideológicas que legitiman la práctica política; las teorías replantean, a la vez que el discurso científico vigente, el orden político existente. El horizonte histórico de comprensión es el que hace inteligible las grandes teorías que dan sentido al análisis científico de la política (Pinto, Julio, comp. 1995).

(Footnotes)1 Utilizamos aquí la denominación «ciencia política» en su sentido

histórico, como conocimiento sistemático y fundado sobre la política, sin atender por ahora a otras distinciones que se formularán posteriormente.

2 A los fines del desarrollo de este tema introductorio usaremos como sinónimos las palabras ciencia política y teoría política.

Ciencia política

Ciencia política, por Marcel Prelot IC 2.1

El origen de la Ciencia política IC 2.2

Ciencia política. Su origen IC 2.3

Ciencia Política, por Mercedes Prelot

IntroducciónI.La política:

La palabra política se origina en las palabras griegas polis, politeia, politica, politiké.- é polis: la Ciudad, estado, el recinto urbano.- É politeia: el Estado, la Constitución, el régimen político.- Tá política: cosas políticas, cosas cívicas.- É politiké: el arte de la política.Para los antiguos, la política pragmateia es el estudio o el conocimiento de la vida en común de los hombres según la estructura esencial de esta vida que es la constitución de la ciudad.El hombre antiguo, tal como lo definió Aristóteles, aparece así como un ser o

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i n f o t m a c i ó n c o m p l e m e n t a r i a 2

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animal cívico. Se disminuye enormemente el alcance de la definición al traducir zoon politikon por animal social. El animal es también social, pero solo el hombre es político. Su carácter específico es vivir insertado en el organismo social que constituye la Polis, y ésta es para él tanto una necesidad natural como ideal.La Polis no es solo la ciudad como planta urbana, sino también un territorio agrícola, la campaña circundante.Hay pues correspondencia, en cuanto al concepto mismo, entre la Ciudad antigua y el Estado moderno.La correspondencia verbal entre la Ciudad y el Estado se halla asegurada, en latín, mediante la palabra respublica; lo que concierne a la ciudad, corresponde res publica: la cosa pública. Como adjetivo, repúblico es equivalente a cívico.Más tarde la palabra Estado se une a la expresión res pública. La conjunción estado de la cosa pública. En sí mismo, por otro lado, el término status solo significa una posición.Con el correr del tiempo la palabra status y la expresión res publica fueron adquiriendo poco a poco, y separadamente el mismo sentido. La latinidad media y baja desconoce la palabra política.Las otras políticas del Siglo XVI se denominan Il Príncipe, Maquiavelo incorpora al uso corriente la expresión Estado.Hoy en día el lenguaje corriente ha enriquecido con otras acepciones la definición de política, pero deja al sentido principal su acepción tradicional. La Academia Francesa dice que política es el conocimiento de todo lo que se relaciona con el arte de gobernar un Estado y de dirigir sus relaciones exteriores. Hatzfeld y Darmesteter dicen: “politique: relativo al gobierno de un Estado; Droit politique: derecho por el cual un ciudadano participa en el gobierno de un Estado; homme politique: el que se ocupa del gobierno de las cosas públicas; politique, como sustantivo: el arte de gobernar, todo lo concerniente a los asuntos públicos”.Littré, “la ciencia del gobierno de los Estados, el arte de gobernar un Estado y de dirigir sus relaciones con los otros Estados”.La grande Encyclopédie, “la política es estrictamente el arte de gobernar un Estado. La ciencia política puede, pues, definirse como la ciencia del gobierno de los Estados, o el estudio de los principios que constituyen el gobierno y deben dirigirlo en sus relaciones con los ciudadanos y los otros Estados”.La política alude tanto a los hombres y a los hechos como al conocimiento que se tiene de ellos. Actualmente se hace la distinción mediante el uso del término ciencia política. Estadística y estadístico: la palabra estadística, en un sentido diferente del que aún en el Siglo XIX expresa Carnot, es la recopilación de los hechos originados en la aglomeración de los hombres en sociedades políticas.En lugar de estadística, un profesor de la Escuela francesa de Derecho de El Cairo propuso la palabra statologie (estadología). El término estadología no tuvo aceptación. Bigne, distingue la sociología política de la estadología. La primera sería el estudio del comportamiento de las sociedades humanas y de sus relaciones recíprocas. La segunda se limitaría al aspecto de esta disciplina que se refiere a la ciencia y al arte de gobernar las comunidades. La palabra politología parece perfectamente aceptable. Su primera ventaja con respecto a estadología, es que sus dos componentes han sido tomados del mismo idioma. Constituido por dos palabras griegas: polis-ciudad, Estado; logos-razón, exposición razonada de un tema, el término está bien elegido para designar el conocimiento sistemático de la cosa pública o del Estado.La objeción más seria que podría hacerse a politólogo es que no se forma directamente a partir de polis (la ciudad Estado), sino de su derivado polites (el ciudadano). En consecuencia, la politología sería más bien la ciencia del ciudadano que la de la ciudad.

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Una tendencia disidente propone politicólogo, que se acerca más a la palabra griega politicos. Pero politicología no presenta, desde el punto de vista de su formación, ninguna superioridad sobre politología.Hablaremos aquí de politología, cada vez que consideremos el conocimiento sistemático y ordenado de los fenómenos relativos al Estado.

La politología clásicaEl nacimiento de la politología:

Los griegos son los creadores de la política y de la ciencia política. Grecia le imprimió su carácter dominante: la ciencia. Aristóteles fue el principal promotor del conocimiento científico. La clasificación aristotélica se apoya en la distinción de tres operaciones del espíritu: saber, hacer y crear. Existen tres grandes categorías de ciencias: las ciencias teóricas, las ciencias prácticas y las ciencias poéticas. Las teóricas, matemáticas, la física y la metafísica. Las poéticas, la lógica, la retórica y la poética. Las ciencias prácticas son la ética, la económica y la política. La ética es la ciencia del comportamiento personal, el conocimiento de la conducta del individuo, la moral. La económica es la ciencia de la familia. La política es al ciencia de la constitución y de la conducta de la Ciudad Estado; ocupa prácticamente la cúspide de la jerarquía, porque su objeto, la Ciudad-estado, engloba toda la organización estatal.La política domina teóricamente a las otras ciencias, porque regula todas las actividades humanas.En la Etica a Nicómano, Aristóteles subraya que “hay algo de más noble y elevado en ocuparse del bien y del contenido del Estado en su totalidad que en el de un solo hombre”. La frontera entre la ética y la polïtica no es siempre trazada claramente. El objeto de la ética es una especie de política. Incluye la política, elementos que, formarían parte de la ética y de la económica: la procreación, la educación, y hasta la música. Distingue con claridad entre la política, que es el conocimiento de las cosas cívicas y la económica, que es la ciencia de las cosas domésticas. Aristóteles considera tres tipos de relaciones sociales: entre esposos, entre padres e hijos, y entre amo y esclavo.Rechaza desde el principio la idea de que el Estado sería una familia ampliada, ya que no hay entre la familia y la ciudad una diferencia de grado, sino de naturaleza.

II.La tradición antigua y Medieval:

Cicerón (romano helenizado), de inspiración aristotélica, acepta como básica la noción de Ciudad, pero amplía el marco y la define de un modo mucho más jurídico. Escipión el Africano, en el diálogo de la República figura como el héroe cívico al que se dirige la admiración del gran orador: “La República es la cosa del pueblo, y el pueblo mismo no es no importa qué conjunto de hombres, sino una colectividad unida por un acuerdo de derecho y por una comunidad de interés”.Cicerón pone en primer plano el aspecto jurídico de la Ciudad: el derecho común a todos, aceptado por todos, efectivamente obedecido por todos. La revolución cristiana (sociológicamente) o la revelación cristiana (filosóficamente), trajo cambios morales y psicológicos con San Agustín, quien modifica la definición ciceroniana de Estado: “Como el pueblo de Cicerón, el pueblo de la ‘Ciudad de Dios’ es también un agregado humano, una multitud razonable, pero unida poor la pacífica y común posesión de lo que ama y no por el derecho y la utilidad. Paso de una concepción jurídica a una afectiva; de una noción societaria a una comunitaria. San Agustín prepara así ese sometimiento del Estado respecto de la Iglesia. Hay en el obispo de Hipona una transposición

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y ampliación del ideal terrestre. La noción de Estado puede aplicarse a otra comunidad que trasciende la ciudad carnal, a la ciudad espiritual, Civitas Dei.El agustinismo político domina el pensamiento medieval; Santo Tomás de Aquino vuelve a la concepción de los autores paganos, tomando una definición de Ciudad que es en realidad la de Cicerón. (la definición ciceroniana es perfectamente válida para la naturaleza, mientras que San Agustín se ha ocupado de lo sobrenatural). La concepción tomista es simplemente una formulación detallada de las doctrinas aristotélicas. La ciudad forma una unidad indivisa, constituida bajo una autoridad suprema, donde cada uno conserva su propia autonomía mientras contribuye al ordenamiento general. Con Santo Tomás la política pierde la primacía que le había asegurado Aristóteles. Conserva el primer lugar entre las artes prácticas, ya todas las ciencias y las artes no convergen más hacia la política, sino hacia la teología. La política, como las demás ciencias, es su sirvienta. La noción de Estado pasa de la colectividad popular al gobierno, del gobierno a la persona de quien gobierna, del Estado al reino y del reino al príncipe.

III.Las concepciones modernas:

El Príncipe, es el título del libro que inicia la politología moderna. La política se inclina hacia la psicología y la pedagogía. Maquiavelo distingue entre repúblicas y principados. Da a la palabra “república” un sentido preciso: el de gobierno temporario. Mientras el Estagirita dirige sus investigaciones hacia el buen gobierno que asegura una vida buena a sus buenos ciudadanos, Maquiavelo tiende hacia un gobierno eficaz para una Italia unida y descentralizada. La política es el arte del Estado, dirigido menos a la felicidad de los miembros de la Ciudad que a la obtención de su obediencia.Ya se trate del bien de los hombres o de su obediencia, el objeto del conocimiento político sigue siendo el Estado, concebido así como un cuerpo político. Bodin abarca toda la ciencia política, con los diversos órdenes de hechos que comprende y las leyes fundamentales que la integran. “Geschichte des allgemeinen Staatsrechts und der Politik seit der 16. Jahrhundert bis zu Gegenwart” (Historia del Derecho general del Estado y de la política desde el siglo XVI hasta la actualidad), “Die Staatslehre Bodins” (La teoría del Estado de Bodin). Bodin enriquece el esquema aristotélico, con el aporte de puntos de vista que son tanto el resultado de su reflexión personal como del paso de la Ciudad-estado al Estado monárquico, a principios del siglo XVI. Bodin ve en el Estado el producto de una evolución secular que engendra un equilibrio de derechos y obligaciones en el seno de un grupo más complejo que el estudiado por el Estagirita. No solo hace del Estado “el recto gobierno de varias familias”, sino que interpreta las desigualdades comprobadas por él como causa de una división del trabajo. Althusius, “Política Sistemática”, define la política como el arte de constituir, cultiva y conservar la vida social. Le da, en consecuencia, el nombre de simbiótica, que toma del griego. El Estado es una comunidad política superpuesta a las comunidades más simples, a las familias, a las corporaciones, después a las sociedades más complejas, las comunas y las ciudades. Llega a una concepción contractual y orgánica de la soberanía. Se pasa por gradaciones de las sociedades más simples a la sociedad estatal. Por ello se puede considerar a Althusius como el precursor de las doctrinas políticas que más tarde serán calificadas de federalistas o aun de corporativas. Mientras que Althusius considera al Estado como una federación de grupos ligados poor un contrato del que surge la soberanía, Bodin afirma el carácter unitario e indivisible de esta soberanía. Althusius es un organicista popular para

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quien la autoridad reside en el pacto concluido por los elementos orgánicos que constituyen el Estado, Bodin es un monarquista unitario, partidario de la soberanía, que reposa en la persona del príncipe. El Príncipe prevalece definitivamente sobre el Estado y domina la politología de los siglos XVI y XVII. De manera opuesta, la Escuela de Derecho natural y de gentes redescubre la concepción social. Puffendorf y Barbeyrac vuelven al término Civitas. JJ. Rousseau, y su Contrato Social, “la persona pública que se constituye así mediante la unión de todos los otros tomaba en la Antigüedad el nombre de Ciudad y se la denomina actualmente república o cuerpo político, al cual sus miembros llaman Estado cuando es pasivo, soberano cuando es activo, y potencia al compararla con sus semejantes”. “Se confunde el recinto urbano con una Ciudad y a su habitante con el ciudadano”. De Aristóteles al siglo XVIII, la tradición es una y segura. Hay, como lo expresa bien Paul Janet, quien escribió la historia de este período, “una ciencia del Estado, no de tal o cual Estado en particular, sino del Estado en general considerado en su naturaleza, en sus leyes y en sus formas principales. Es la ciencia política, y nadie derivó entonces de ella otra rama del conocimiento de la vida social.

LA SUSTITUCIÓN DE LA POLITOLOGÍAI. La politología sustituida por la ciencia económica:

El uso cada vez más generalizado de un término que se origina a principios del siglo XVII, el de economía política, provoca una incertidumbre creciente. Con Aristóteles se vio florecer la rama fértil de la política, mientras que la económica se marchitó rápidamente. Con el cristianismo las relaciones de familia tomaron cada vez más el aspecto de relaciones personales atinentes no a la económica, sino a la ética; sólo quedó a la económica la administración del patrimonio y el cuidado de la casa. El siglo XVII produce cambios que modifican completamente el sentido del término “económica”. Montchrestien sostiene que el Estado debe comportarse, con respecto a sí mismo, como si se tratara de una casa cuyos limitados recursos deben administrarse juiciosamente (idea de una gestión económica, o sea “familiar”). El Príncipe debe aplicar al Estado las leyes de administración de un hogar. Llama Economía Política a las reglas de una buena administración de los bienes del reino. Sully, “transportada del hogar al Estado, la economía se convierte en el arte de la administración de las cosas materiales. Unido a economía, que es el sustantivo, el adjetivo política es equivalente a estatal”.Piettre dice: “el carácter nacional de la economía sobrepasa en mucho su carácter crematístico”. Más adelante da a esta economía el calificativo de “monarquizada”, invocando a Hauser, para quien el rey es “el legislador y el regulador de la vida política”.Adam Smith, “la economía política conserva su dependencia tradicional respecto de la política, rama de los conocimientos del legislador y del hombre de Estado, que se propone enriquecer a la vez al pueblo y al soberano, particularmente con el objeto de proporcionar al Estado renta suficiente para el servicio público”.Desde la segunda mitad del siglo XVIII la economía se aleja de la política. Se convierte en un sistema lógico de asuntos económicos que deben ser considerados en sí mismos, por ellos mismos y para ellos mismos. Piettre decía que la económica, no solo se ha separado de la política, sino que pretende una autonomía total. La economía es una fisiocracia, un gobierno de la naturaleza; la política sea cual fuere el régimen considerado, es un gobierno del hombre, una antropocracia.

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La economía reivindica su autonomía tanto en el orden práctico como en el orden intelectual. En el práctico, rechaza la dominación política de los regímenes en vigor. En el intelectual desea ser una ciencia independiente con respecto a las otras ciencias, y sobre todo con respecto a la ciencia del gobierno del Estado.La economía no solo quiere separarse de la política, sino desvalorizarla colocándola en un segundo plano. En esto concuerdan las dos escuelas rivales del liberalismo y del socialismo. La idea fundamental del individualismo liberal está constituida, más que por nociones de libertad y de individuo, por el concepto de espontaneidad. Los fenómenos económicos son una manifestación de la naturaleza: surgen inevitablemente y se organizan por sí mismos.La economía se halla sometida a leyes naturales. En consecuencia, la política nada tiene que hacer en este terreno. Si interviene, será para ponerle obstáculos a esta rueda maravillosa, que de otro modo giraría por sí misma. El liberalismo concluye en una concepción minimalista del Estado en la que se le deja el menor sitio posible. “El hombre de la era liberal es el hombre menos politizado que ha existido”.En lo que se refiere al antipoliticismo, en el fondo el socialismo se halla de acuerdo con su adversario. Todos desean la desaparición del poder político en su esencia. La primacía de lo económico, la desvalorización y la exclusión de lo político se expresan en la famosa parábola de Saint Simon, y fue Proudhon quien le dio un extraordinario relieve: “La única y verdadera revolución es la revolución social, que opone a las seudorrevoluciones políticas; ella reemplazará el Gobierno por el Taller; ponemos la organización industrial en lugar del Gobierno, y las fuerzas económicas en lugar de los poderes políticos”.La idea de la disolución del gobierno en la sociedad no es menos fundamental en Marx: los regímenes y el Estado mismo son superestructuras que deben ser completamente eliminadas por la evolución económica, que conduce a la revolución social. La única realidad es la economía”. Cuando el proletariado sea dueño del poder, no habrá más poder ni habrá más Estado, porque la autoridad política es la consecuencia de la lucha de clases. La economía política de los siglos XIX y XX ya nada tiene que ver con la política. Las nuevas definiciones la califican como “ciencia de la riqueza” o “ciencia del cambio”. Algunos proponen el de “crematística”, que se encuentra ya en Aristóteles, otros, “plutología” o “cataláctica”.

II. La politología sustituída por la sociología:

Ahora se separan lo político de lo social. Cierta distinción entre lo político y lo social aparece desde el renacimiento del Estado. Ya en Bodin y Althusius había la idea de que existiría lo social fuera de lo político, o un elemento social distinguible, si no diferente de lo político.En el siglo XIX, autores alemanes como Robert von Mohl, separan la ciencia social de la ciencia política. El término social designa las instituciones, las costumbres, o los comportamientos no organizados directamente por el poder: la familia, la propiedad y las clases sociales. Se opone el Estado social al Estado político. Hauser distinguirá la historia llamada política, que se preocupa sobre todo de las formas de gobierno de las sociedades, y la historia calificada de social, que se interesa principalmente en la vida material, económica y moral en las mismas sociedades. Lo social comprende así toda la vida privada, no solo en su aspecto individual e interindividual, sino colectivo. El orden de la sociedad es considerado más rico que el orden jurídico del Estado; en forma paralela a la corriente económica, el flujo social desvaloriza también a la politología.Es mucho más grave para la integridad de la política la pretensión de lo social de convertirse en ciencia autónoma y global, bajo el nombre de sociología. La

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iniciativa de Augusto Comte priva a la política de su primacía tradicional, porque la sociología la reemplaza como ciencia arquitectónica.Cuando la sociología sustituye a la politología, el interés pasa de las Ciudades o los Estados a la Humanidad: conjunto de seres humanos pasados, futuros y presentes. Los más numerosos, y siempre en aumento, son los muertos, que subsisten por la inmortalidad subjetiva, sea porque se guarda su recuerdo, o porque el resultado de sus actos permanece gracias al progreso. Sólo será sociológico, en sentido preciso, el conocimiento de los fenómenos humanos en tanto que sociales, o sea no como productos de la voluntad de los individuos, sino como resultados de la influencia ejercida por el grupo social. Éste origina actitudes que los miembros que lo componen no habrían tenido nunca si no estuviesen agrupados. La sociología no estudia todo lo que ocurre en las sociedades existentes; solo se pregunta de qué modo y en qué medida los hechos sociales se originan en la vida social, y cómo, a su vez, actúan sobre ella.Los actos políticos interesan realmente al sociólogo, pero no se ocupa de ellos del mismo modo que el politólogo. El sociólogo no estudia la política más que como una manifestación específica de vida colectiva. El politólogo considera todos los aspectos de las instituciones y de la vida del Estado. Desde el punto de vista estricta y esencialmente político, mientras que el sociólogo solo toma en cuenta los fenómenos políticos en tanto que son sociales, y exclusivamente en ese aspecto.Cabe mencionar que Durkheim logró que la sociología fuera reconocida como ciencia y se le concedieran cátedras.

III. La politología reemplazada por la ciencia jurídica:

La Economía se desarrolló bajo la influencia inglesa, la sociología nació en Francia; Alemania, a mediados del siglo XIX logró reintegrar la economía en la política, y volvió a colocar lo social en lo político.Muller consideró al Estado como un conjunto que domina a los individuos y aun a las generaciones. Sintetiza una triple corriente jurídica, lingüística y filosófica, que a las tres tendencias de la economía clásica: el individualismo, el cosmopolitismo y el perpetualismo, opone, en orden, el espíritu comunitario, el ideal nacional y la relatividad histórica. Autores como Dahl, Waitz y Treitschke. La escuela alemana redescubre Aristóteles, superando el divorcio entre lo económico y lo sociológico, engendrando ella misma la separación de lo jurídico.El derecho procede de la política, y la política presupone el derecho como condición fundamental de la libertad. Bluntschli sostiene que la política no es más que una parte del dominio de los conocimientos sobre el estado. Jellinek observa que la política significa en griego “doctrina de la Polis”, y que se debe traducir por “doctrina del Estado”. Se divide, por una parte, en una doctrina social del Estado, y por otra, en una doctrina jurídica, o derecho público en general.Gerber, padre del derecho público, se esfuerza por clarificar los principios del derecho sobre los cuales debe edificarse el derecho público, y se propone eliminar las tendencias políticas, históricas o doctrinarias. Para él, el derecho público es exclusivamente el derecho del Estado concebido como sujeto de derechos. Lo dogmático termina sustituyendo a lo sociológico, para llegar a la creación de un derecho público que nada debe a ninguna disciplina, salvo al derecho mismo. Laband exige que el análisis del sistema constitucional de un país determinado sea puramente jurídico. Se considera a la ciencia política, “literatura de periódico”.

LA POLITOLOGÍA DESMEMBRADA Y ABANDONADA

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I. Una ciencia sin contenido:

El contenido de la política disminuye hasta desaparecer por completo, debido a la creciente especialización de las ciencias políticas. Existen ahora sociología política, que estudia los fenómenos políticos en su aspecto social; economía política, que examina al Estado como agente o como marco económico; derecho político, o público, que considera el aspecto jurídico de las instituciones y relaciones públicas; historia política, filosofía política, geografía política, etc...Cada vez que aparece, la política es absorbida por otra ciencia. A fines del siglo XIX la política desapareció como sustantivo que designa una disciplina autónoma, y solo quedó como calificación de otras disciplinas. No existe más la ciencia política, solo subsisten las ciencias políticas. Ya nada queda para la politología como tal. Algunos, sin embargo, consideran que esta reabsorción total es excesiva: la politología conservará lo que las disciplinas particulares no hayan podido asimilar. Esta teoría residual no puede servir de base para una supervivencia honorable de la ciencia política. Paradójicamente, la multiplicidad y el progreso de las ciencias políticas engendran la desaparición de la politología.

II. Una ciencia sin adeptos:

Durante el siglo XIX y comienzos del XX se produjo un debilitamiento de la literatura politológica. Hay pocas “Políticas” escritas durante tal período. Ivan Golovine sostuvo en 1844: “La política es la ciencia del gobierno tanto en sus relaciones interiores como exteriores, la ciencia del Estado por excelencia”. Por otro lado, sostiene Buchez: “La terminología y las definiciones de Platón y Aristóteles constituyen todavía hoy la base de la ciencia política, la cual debe ser completada por una idea de progreso”.

LA POLITOLOGÍA RENACIENTEI. El nuevo Clima:

La primera guerra mundial no contribuye en absoluto a sacar del marasmo a la ciencia política. La segunda guerra mundial da el impulso decisivo al renacimiento politológico. En el renacimiento de la politología tiene gran importancia, ante todo, el ejemplo norteamericano. Las universidades de los Estados Unidos desde fines del siglo XIX crearon y extendieron su departamento de ciencias políticas. La brusca ascención de la ciencia política solo pudo producirse porque durante todo el siglo XIX y comienzos del XX las Facultades de Derecho has sido, a pesar de las reticencias y las hostilidades, la verdadera Escuela de Ciencia Política. Hombres como Hauriou, Esmein, Soulier, Barthélémy, Chevallier, etc. En estas obras la ciencia política presente en todas partes, no se afirma a cara descubierta, sino que toma la apariencia del “punto de vista”. El estudio del Estado, de los fenómenos constitucionales y relacionales, contiene algo más que lo que capta y explica el Derecho. Le tocó a Burdeau efectuar la revolución ya latente pero todavía insegura de sí misma, de hacer pasar el Derecho Constitucional de la situación de ciencia principal a la de ciencia complementaria.

II. Redescubrimiento de la política:

El politólogo se considera un investigador a través de todo lo social; lo que el descubre es la realidad social. La teoría del “interés selectivo”, subyace en los trabajos de la Unesco en 1948, en relación con el establecimiento de la lista-tipo. La primera y fatal consecuencia del renacimiento de la ciencia política debía ser

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necesariamente un debate sobre su objeto.Dabin sostuvo que la ciencia política no es ni puede ser otra cosa que la ciencia del Estado. Si partimos de la palabra política, la ciencia política tiene un objeto específico, perfectamente distinguible, o sea, la cosa política, res política.Los esfuerzos se dirigieron a enumerar aquello en lo que se interesaban, las instituciones y los hombres dedicados a su investigación y a su enseñanza:

LISTA TIPO DE LA UNESCO

1- La teoría política:a) La teoría política;b) La historia de las ideas;

2- Las instituciones políticas:a) La Constitución; b) El gobierno central; c) El gobierno regional y local; d) La administración pública; e) Las funciones económicas y sociales del gobierno; f) Las instituciones políticas comparadas;

3- Partidos, grupos y opinión pública:a) Los partidos políticos;b) Los grupos y las asociaciones;c) La participación del ciudadano en el gobierno y en la

administración; d) La opinión pública;

4- Las relaciones internacionales:a) La política internacional;b) La política y la organización internacional; c) El Derecho internacional.

La lista-tipo ofrece triple serie de ventajas:1)Registrar los temas objeto de escritos o de investigaciones diversas; 2)La vida política, en sus diversos aspectos, necesita de las variadas investigaciones del sociólogo, del geógrafo, del historiador, del psicólogo, etc.; 3)La lista-tipo evita caer en los peligros que la politología no supo evitar anteriormente, disolviéndose en una serie de ciencias especializadas que solo dejaban a la ciencia política un residuo carente de interés.

El origen de la Ciencia Política

I- La revolución conductista

Si hablamos de la ciencia política como actividad científica dentro de un paradigma teórico establecido, en un concepto positivista de ciencia, ésta aparece en la década del cincuenta, a partir de la llamada revolución conductista.Hasta entonces, la protociencia política había sido una laxa conjunción de áreas de investigación sobre diferentes temas políticos. La llamada revolución conductista, impuso una rigurosidad positivista para la ciencia política que conllevaba la obligatoriedad de diferenciarla claramente de las ideologías y de las especulaciones filosóficas. Se aspiraba a llevar el ámbito de la política a cánones exactos como las ciencias físicas.

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Para hablar de ciencia política, hay que referirse al contexto de aparición de las ciencias sociales (siglo XX).El auge de esta cientifización de la política tuvo su epicentro en la tierra del pragmatismo: Estados Unidos, a partir de la llamada revolución conductista. Fue un movimiento intelectual que se desarrolló en importantes universidades norteamericanas (Chicago y Stanford) y que produjo una comunidad científica especializada.El conductismo o behaviorismo implica la posibilidad de estudiar la conducta humana sin una interpretación síquica, sino partiendo de entender a la conducta humana como respuesta a los estímulos del entorno.El hilo conductor de la experiencia conductista será la adopción por parte de la ciencia política, de los métodos de investigación de la sociología que toma como propios, en tanto son precisos como los de las ciencias naturales.Su desarrollo se divide en tres fases; en la primera, alrededor de 1908, se destacan los nombres de Bentley, Alan Ryan. La segunda, de 1950 en adelante, donde afirmaba David Easton “el centro de atención de la ciencia política se ha desplazado del análisis de las instituciones al de los individuos, cuyas motivaciones, personalidades o sentimientos observa, para poder de este modo investigar adecuadamente cómo están relacionados y qué influencias tienen en un proceso político; Almond, Deutsch, Simon, etc. En la tercera fase, de gran auge en la década de los 80, destacándose las figuras de Olson, Downs, Schumpeter, etc.En SINTESIS:1- La ciencia política puede dar explicaciones y hacer predicciones según el

modelo de las ciencias naturales, y ofrecer en lugar de estudios descriptivos, análisis sistemáticos, con la guía de teorías que habrán de corroborarse empíricamente.

2- Los fenómenos que pueden observarse habrán de ser el límite de la ciencia política. Se rechazará el planteamiento institucional porque entiende las instituciones como conductas sociales estancadas.

3- En vez de dedicarse a la investigación pura, investigación aplicada.4- La ciencia política debe prescindir de los grandes issues, pues no

puede demostrar científicamente la exactitud y la falsedad de los valores (democracia, igualdad, libertad, etc.); debe abstenerse de hacer valoraciones.

5- La ciencia política debe ser interdisciplinaria.6- Debe utilizar un lenguaje técnico.7- Se generaliza el método hipotético – deductivo, superando el empirismo

ingenuo.

Posturas acerca del origen de la ciencia políticaII- Postura de Prelot

Aristóteles (Siglo V a.C.) es el fundador de la ciencia política, ya que es él quien da el gran salto en Grecia de la especulación metafísica al campo de lo empírico, realizando un estudio exhaustivo de más de cien constituciones políticas. Es Aristóteles quien comienza a detallar la organización de las instituciones y de la comunidad política en la polis griega.

III- Postura que considera a Nicolás Maquiavelo como su iniciador.

La auténtica separación racional entre política y ética no se produce sino hasta la Edad Moderna, siendo Maquiavelo un gran exponente de la construcción de una técnica del poder destinada a eliminar cualquier clase de límites normativos – morales que pudieran trabar la autoridad del príncipe. Atribuir la iniciación de la ciencia política a Maquiavelo, es tradición, sobre todo

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por la autonomatización de su objeto de estudio: lo político, escindido de las acostumbradas sujeciones a lo ético (Grecia) o lo religioso (Edad Media).

IV- Postura de Brecht

Coincide con Duverger; la ciencia política surge en 1900; pero no sólo es necesaria la creación de universidades, cátedras, Centros de Investigaciones, sino que son necesarios los resultados que permitan elevar a carácter de científico a la política.

V- Postura de Duverger

Del siglo XX, considera que la política posee una gran prehistoria y una corta historia. La ciencia política comienza en nuestro siglo, con el auge de las universidades. Duverger ha encontrado en la entrada de la ciencia política en la Universidad el hecho decisivo para marcar y precisar su nacimiento como verdadera ciencia (historia). El origen de la ciencia política no ha sido simultáneo en todas partes. En Estados Unidos la entrada oficial en gran escala de la ciencia política en las universidades se produjo entre 1890 y 1914. En la mayor parte de los países europeos y con algunas excepciones (Oxford, Londres, Cambridge), el hecho se ha operado con posterioridad a la segunda Guerra Mundial.Realiza la siguiente esquematización:- Prehistoria:

- Prehistoria propiamente dicha (período anterior al siglo XIX), PRECURSORES, dieron o crearon un método para elevar la política a la categoría de ciencia.:

1) Aristóteles, “Método de observación”.2) Maquiavelo, “Método objetivo” (separa consideraciones

metapolíticas de las realidades políticas).3) Bodin, “Desarrollo del método de la observación”.4) Montesquieu, “Método de observación sistemática”

(sistematiza el método aristotélico).- Intermedio, siglo XIX, FUNDADORES:

1) Tocqueville, que aporta el método de la “Observación profunda” (no creía en la democracia, pero anticipa la revolución democrática a la que denomina la “revolución irresistible”; su obra, “La democracia en América”).

2) Comte, con su “Método positivo”. Es el padre de la sociología.

3) Marx, “Una nueva cosmogonía” con método: materialismo histórico. En las ciencias sociales hay un antes y un después.

Debemos aclarar que el criterio que sigue Maurice Duverger para señalar a los autores arriba citados como precursores o fundadores de la Ciencia Política, en su larga etapa prehistórica –de más de 20 siglos: V a.c. hasta el XIX de nuestra era- es el aporte respecto al método que utilizaron para esbozar sus teorías, ideas respecto a la política, ya que para que nuestra disciplina sea científica, al igual que otras, necesita de un método.

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Origen y Desarrollo de la Ciencia Política:Temas y Problemas

Héctor Zamitiz GamboaFCP y S-UNAM

Resumen: El presente artículo profundiza en tres grandes temas de interés que, además deencontrarse claramente entrelazados en la historia de la disciplina, ilustran algunos de losprincipales desacuerdos que se han generado por los cambios en los cánones. Esto con el fin de pensar la política en las distintas épocas (lo que desde la perspectiva khuniana podría serconsiderado como una revolución científica). Ab stract: This ar ti cle goes deep into three im por tant themes, which, be side the fact that theyare clearly braided in the his tory of po lit i cal sci ence as a dis ci pline, they il lus trate some of themain ar gu ments that have emerged prin ci pally due to the changes in the rules on how to thinkof pol i tics dur ing dif fer ent his tor i cal pe ri ods (what could be con sid ered, ac cord ing tokhunian’s perpective as sci en tific rev o lu tion).

Parece que al interesarse por el desarrollo científico, el historiador tiene dos tareas principales. Según Thomas S. Khun, por unaparte, debe determinar quién y en qué momento se descubrió o

inventó cada hecho, ley o teoría científica contemporánea y; por otra,debe describir y explicar el conjunto de errores, mitos y supersticionesque impidieron una acumulación más rápida de los componentes delcau dal científico moderno. Sin em bargo, du rante los últimos años,algunos historiadores de la ciencia han descubierto que es más difícildesempeñar las funciones que les asigna el concepto de desarrollo, poracumulación. Quizá –apunta Khun– porque la ciencia no se desarrollapor la acumulación de descubrimientos e inventos individuales, y lasteorías anticuadas no dejan de ser científicas por el hecho de que hayansido descartadas. Esto hace difícil considerar el desarrollo científicocomo un proceso de acumulación (Khun, 1986:2).

Lo an te rior ha obligado casi siempre a los historiadores a privilegiarla integridad histórica de una ciencia en su propia época y, después, abuscar sus contribuciones permanentes al cau dal nuevo deconocimientos. No obstante, la existencia de episodiosextraordinarios subvierten la tradición de prácticas científicas y seinician investigaciones extraordinarias que conducen a un nuevo

septiembre-diciembre 1999, Núm. 20, pp. 89-122 1

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Ciencia Política. Su origen.

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conjunto de compromisos, denominados por Khun: revolucionescientíficas1.

Si pretendemos seguir el razonamiento de Khun, es pertinentepreguntarnos: ¿Cómo ha sido el proceso histórico en el estudio de lapolítica, para lograr su sta tus como ciencia? ¿Existen desacuerdosfundamentales en tre la comunidad de los científicos políticos? ¿Cuáles son las controversias que persisten con el paso del tiempo?¿Cuáles ypor qué pueden ser considerados episodios extraordinarios en eldesarrollo de la ciencia política?.

La complejidad en esta última área nos obliga como miembros dedicha comunidad, a esclarecer conceptos y corregir malentendidos.Para re sponder algunas de estas interrogantes tomamos como punto departida el planteamiento de que la evolución de la disciplina ha sidocon tinua y se ha producido a través de la definición y redefinición de su objeto de estudio. En el transcurso del tiempo ha cambiado tanto elobjeto (la política) como el método (la ciencia), por lo que su desarrollo puede y acaso deba trazarse y analizarse precisamente con referencia aestas dos modificaciones (Sartori, 1992:201-260; Pasquino, 1998:15-35).

Para atender esta problemática, el presente artículo profundiza entres grandes temas de interés que, además de encontrarse claramenteentrelazados en la historia de la disciplina, ilustran algunos de losprincipales desacuerdos que se han generado por los cambios en loscánones. Esto tiene el fin de pensar la política en las distintas épocas (loque desde la perspectiva khuniana podría ser considerado como una

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1 Khun asevera que al pasar un año en una comunidad compuesta principalmente porcientíficos sociales, se asombró ante el número y alcance de los desacuerdos patentes,sobre la naturaleza de problemas y métodos científicos aceptados. Tanto la historiacomo sus conocimientos le hicieron dudar de que quienes practicaban las cienciasnaturales poseyeran respuestas más firmes o permanentes para esas preguntas, quesus colegas en las ciencias sociales. Sin embargo, hasta cierto punto, la práctica de laastronomía, de la física, de la química o de la biología no evocaba para él, normalmente, las controversias sobre fundamentos que, en la actualidad, parecían endémicas, porejemplo entre psicólogos y sociólogos. Así, al tratar de descubrir el origen de estadiferencia, Khun llegó a reconocer –según lo afirma– el papel de la investigacióncientífica. Desde entonces llamó paradigmas a las “realizaciones científicasuniversalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos deproblemas y soluciones a una comunidad científica”.

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revolución científica).También se abordan las controversias, “temaspendientes” y hasta falsas disyuntivas que obedecen, por una parte, a lavinculación de la ciencia política con la filosofía política y con lahistoria de las ideas y del pensamiento político; y, por otra, al desarrollo y diversificación de nuevos métodos y técnicas preferentementeempíricas.Dos formas de entender la política: la aportación de Aristóteles yMaquiaveloEn los inicios de la década de los 60, el ensayista francés Geor gesMounin invitó a los interesados en comprender los orígenes de laciencia política, a discutir lo que él consideró una cuestión pendienteque todo estudioso, debía conocer y reflexionar. En este sentidoescribió:

“La idea más corriente es que an tes de Maquiavelo no existía, en cuestión de cienciapolítica, más que balbuceos apenas dignos de una mención o utopías sin valor objetivo, otratados escolásticos y mo rales llenos de verbalismo. Todos los que al consagrar unestudio a Maquiavelo han examinado lo que era la ciencia política an tes de él, señalan enmayor grado el vacío en tre sus predecesores y Maquiavelo, y no la continuidad”(Mounin, 1962:115).El estudioso francés Mar cel Prélot escribió en 1964 que el

conocimiento sistemático y ordenado del Estado había constituido unaciencia desde sus orígenes y que los griegos eran, a su vez, loscreadores de la política. En tre ellos, Aristóteles era no sólo el prin ci palpromotor del conocimiento científico, sino también el autor de un grandescubrimiento: cada ciencia tiene su individualidad. A él le debíamosla política, la ciencia política y la situación de ésta en el seno de lasciencias (Prélot, 1964:17).

Prélot se empeñó en aclarar por qué La Política de Aristóteles seconsideraba más un conocimiento filosófico-político que científico, yseñaló que la clasificación aristotélica se apoyaba en la distinción detres operaciones del espíritu: sa ber, hacer y crear. En consecuencia,según su planteamiento, existían tres grandes categorías de ciencias:teóricas, prácticas y poéticas. Las ciencias teóricas eran lasmatemáticas, física y metafísica; las poéticas incluían la lógica,retórica y poética y, situadas en tre ambas, las ciencias prácticas eran laética, económica y política.

Así, la ética era la ciencia del comportamiento per sonal; la moral, elconocimiento de la conducta del individuo; la económica, la ciencia de

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la fa milia, de su composición y del mantenimiento del hogar y; lapolítica, la ciencia de la constitución y de la conducta de laciudad-Estado (sic). La política ocupaba –según Aristóteles– lacúspide de la jerarquía, porque su objeto: la ciudad-Estado englobabatoda la organización so cial, pero, sobre todo, porque dominabateóricamente a las otras ciencias, es decir, regulaba todas lasactividades humanas.

Sin em bargo, la frontera en tre la ética y la política no siempre setrazó claramente. “El objeto de la ética es una especie de política”. Estaafirmación del estagirita, según Prélot, mostró que hubo en él algunaincertidumbre en lo relativo a la delimitación de las diferentes artes. Encambio, distinguió con claridad en tre la política, que es elconocimiento de las cosas cívicas y la económica, que es la ciencia delas cosas domésticas.

Lo que sí es un consenso gen eral es que El Príncipe de NicolásMaquiavelo es el título del libro con el que inicia la ciencia políticamoderna. El detentador del poder absoluto reclama toda la atención. Esa él a quien es necesario conquistar e instruir. La política se inclinaentonces hacia la psicología y la pedagogía y, aunque bajo estosaspectos continúa fluyendo la corriente antigua, la ciencia política en la obra de Maquiavelo es una disciplina que no sólo reconoce la realidadpresente en la que se aplica , sino que demuestra ser cienciatrascendiendo la realidad. No se limita a describir los fenómenos queestudia, busca siempre las mejores soluciones teóricas y prácticas quese derivan de tales fenómenos.

La característica de Maquiavelo –nos dice Arnaldo Córdova– esque aceptó los hechos de su tiempo con un sentido de objetividad, de laverdad efectiva de las cosas que aún sigue siendo ejemplar, para lainvestigación científica de los hechos sociales. Por tanto, comienza ainventar la ciencia política en el momento mismo en que reconoce enlos hechos de los hom bres, una forma es pe cial de actuar que serelaciona claramente con la existencia del Estado.

En primer término, el actuar político es ya evidente, identificable enla vida so cial como una forma de actividad, distinto de otros modos decomportamiento so cial que da a su obra un carácter diferente; no sólocon relación a obras escritas en otras épocas, sino aún respecto deaquellas que en su tiempo no lograban ser obras políticasespecializadas. En segundo término, el Estado como un organismo que

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se coloca por encima de la sociedad con sus propias relaciones, que esindiferente a toda actividad que no sea la política y la militar, está yapresente y a él se refiere Maquiavelo como centro de su preocupacióncientífica.

“En efecto, el pensador florentino es el primero que escribe perfectamente sobre elEstado, el primero que usa el término Stato en un texto político es pe cial; es, además, elprimero que identifica al Estado como una entidad autónoma...” (Córdova, 1976:101).¿Cuál es la característica de la ciencia política de Maquiavelo?. El

problema del significado que ha tenido el secretario florentino en sutiempo y de los fines que se proponía escribiendo sus libros yespecialmente El príncipe es abordado, en tre muchos otros, por An to-nio Gramsci. El pensador y dirigente italiano nos dice que la doctrinade Maquiavelo no era en su tiempo puramente “libresca”, unmonopolio de pensadores aislados, un libro secreto que circula en treiniciados. Su estilo no es el de un tratadista sistemático como los habíaen el medievo y en el humanismo, sino todo lo contrario, es el estilo deun hom bre de acción. El mismo Maquiavelo destaca que las cosas queescribe son aplicadas y lo han sido siempre por los más grandes hom -bres de la historia. De allí que no parezca sugerirlas a quienes ya lasconocen. Su estilo no es tampoco el de una desinteresada actividadcientífica, ni puede pensarse que llegó a sus tesis de ciencia política porespeculación filosófica, lo que en esta materia par tic u lar tendría algode milagroso para su tiempo, si aún hoy encuentra tanta hostilidad yoposición. Por ello, “...es todo un hom bre de su época; y su cienciapolítica representa la filosofía de tal época...”(Gramsci, 1986:37).

Lo cierto es que, sin proponérselo, Prélot profundiza en el de bateque abre Geor ges Mounin. Dice que la filiación aristotélica delsecretario florentino es segura, pues leyó y meditó una traducciónitaliana de La Política publicada en 1435 por el erudito Le o nardoBruni, cuya edición se multiplicó desde 1470. Prélot puntualiza que lainspiración del florentino no es la de Aristóteles, pues éste dirige susinvestigaciones hacia el buen gobierno que garantiza una vida buena asus bue nos ciudadanos. Maquiavelo tiene un objetivo más directo ybru tal: un gobierno eficaz para “una Italia unida y desclericalizada”. En consecuencia, para Maquiavelo la política es el arte del Estado dirigidomás hacia la obediencia de los ciudadanos, que a su felicidad. Empero,ya se trate del bien de los hom bres o de su obediencia, el objeto del

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conocimiento político sigue siendo el Estado, concebido así como uncuerpo político.

A decir de Mounin, es con tra Aristóteles que se quiere de fender unasuerte de primicia de Maquiavelo, en materia de ciencia política. Con -tra Aristóteles, autor de La Política, pues existe una opinión común deque Maquiavelo ignoraba el tratado del estagirita.

Aunque las pruebas que ofrece este autor no son del todo decisivas,su planteamiento nos obliga a la reflexión. La polémica se sitúa en que,si bien la distancia en tre Aristóteles y Maquiavelo es inmensa, conseguridad el segundo se nutrió de La Política, como todos los de sutiempo, incluido el mismo Savonarola. En primer lugar, se asegura queMaquiavelo fue el primero en proclamar su positivismo político en lafamosa frase “...Me ha parecido conveniente atenerme a la verdad dehecho de la cosa y no a lo que de ella se ha imaginado. Porque muchosse han imaginado repúblicas y principados que nunca se han visto niconocido como si existiesen realmente”. Para Mounin esto es inexacto, pues Aristóteles, con menor jactancia, ya había reprochado a Platóndos veces seguidas que su República no había jamás existido (Libro II,Caps. 2 y 3) (Mounin, 1962:116).

Por ello no es posible –apunta Mounin– disminuir el aporte deAristóteles, ni aun para dar a Maquiavelo lo que le pertenece. Esevidente que la ciencia de Aristóteles está condicionada a las formas decivilización que él observa, pero debe reconocerse como el creador deuna ciencia política empírica, por su cuidado en apoyarse sobre loshechos (se le ha reprochado de recurrir a la historia más que a la razónpura y haber “con demasiada frecuencia creído que lo que es, era lo quedebía ser”); por su laicización de la política (al decir que el hom bre esun an i mal político, hace de la vida política un hecho nat u ral y se liberade toda explicación mitológica) y por su curiosidad por cuestioneseconómicas. Mounin enfatiza:

“...borrar el nombre de Aristóteles del punto de partida de una larga línea de escritoresque van constituyendo lenta mente la ciencia política en provecho de Maquiavelo, con elpretexto de que Aristóteles no ha codificado la experiencia política del siglo XVI, esanti-histórico...” (Mounin, 1962:117).

Filosofía política, teoría política y ciencia política: relaciones yespecificidadesUno de los problemas actuales que gen era cierta confusión, es el quetiene que ver con la ubicación de los ámbitos en tre la filosofía, la teoría

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y la ciencia política, así como sus relaciones y especificidades. Lacuestión no se resuelve fácilmente. Para entender el núcleo delproblema es necesario conocer las diferentes tradiciones de cienciapolítica (europea y norteamericana fundamentalmente) y el modo deposicionarse respecto de algunas corrientes de la filosofía política. Delo contrario, en lugar de demostrar cómo y por qué existe unenriquecimiento mutuo en tre filosofía política y ciencia política,seguirán existiendo enfrentamientos por la defensa de las fronteras delas disciplinas, o bien, no asumir qué significa en realidad hacer teoríaen la ciencia política contemporánea, lo cual hace aún más difícildominar los componentes de la disciplina. Du rante este proceso se hapresentado una primera dificultad y, al igual que Gianfranco Pasquino, nosotros suscribimos: no existe una concepción aceptada por todos delo que significa teoría política (Pasquino, 1988:33).

Veamos el siguiente ejemplo. Sobre las relaciones en tre la filosofía,la teoría y la ciencia política, Ray mond Aron observó en 1962 que a lapregunta: “¿Qué es la teoría política?”, filósofos y politólogosinterrogados por la Re vue francaise de sci ence politique dieron unarespuesta dictada por su respectivo modo de pensamiento. Los tresfilósofos: Isa iah Berlin, Eric Weil y Rich ard Wollheim definieron suteoría en función de la filosofía. Por otra parte, tres estudiosos de lapolítica considerados como pertenecientes a otro género: HenriLefebvre, Bertrand de Jouvenel y An thony Downs, explicaron la teoría política a partir de una doctrina política diferente en tre sí, o en funciónde la teoría con otras ciencias sociales, en par tic u lar la economía.

Una de las primeras observaciones de Aron fue que, mientras paralos filósofos entrevistados –aunque no todos distinguían claramenteen tre teoría y filosofía– la teoría era más o menos caracterizada porevaluaciones (o si se prefiere juicios de valor), o en función deconsideraciones meta-empíricas. Así la teoría de los politólogos seríaesencialmente descriptiva. Sin em bargo, al aseverar que no había nadamás nor mal y legítimo que estos últimos buscaran una teoría empírica,Aron se preguntó: ¿Por qué, a pesar de múltiples esfuerzos, no hay elmenor consenso sobre la teoría política, sobre sus conceptosfundamentales, sobre sus modelos?.

Al referirse particularmente a Downs en la construcción de unmodelo económico de la democracia, Aron formuló la siguienteobjeción:

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... cada teórico tiene el derecho de construir un modelo si en ello encuentra diversión ointerés. Pero se equivocaría singularmente sobre la naturaleza de la realidad y la cienciapolítica, si atribuyera a semejante modelo un alcance com pa ra ble al de los modeloseconómicos, (pues) un modelo que incluye los dos postulados que hemos recordado noofrece una imagen simplificada o esquematizada de las conductas políticas, sino quedeforma o falsifica esas conductas, o, por lo menos, hace de ellas una interpretación quelos propios actores no aceptarían... (Aron, 1997:147).Esta advertencia será el eje de su preocupación, de lo que llamará

“una teoría de la teoría política”. Lo que en realidad le interesaba aAron, era dejar claro que las filosofías políticas del pasado se apartanmenos de la realidad que los esquemas abstractos de los teóricos dehoy; y que ni la ciencia ni la teoría política contemporáneas, respondían categóricamente a las preguntas que tradicionalmente había planteadola filosofía. Dichas preguntas nos ayudaron a reconocer sentidos yvalores específicos de la política y, por tanto, a identificar las vari ablesy las soluciones históricamente cambiantes, dadas a problemaspermanentes.

La crítica a la formulación y uso de modelos abstractos en la cienciapolítica llevará a entender la teoría como filosofía, o a proponer larecuperación de la filosofía política puesto que “el esfuerzo del teóricono debe ten der a la elaboración de un esquema simplificado”, en el cualactuaría una motivación única. Como toda teoría so cial, la políticatiene como fin la comprensión de un universo específico, con derechode simplificar éste, pero sin falsear su sentido. Por ejemplo, no secomprendería a la política real, a los políticos, ni a las filosofíaspolíticas, si se decreta que la lucha por el poder, o la lucha por laparticipación en los beneficios del poder, constituye su esencia, revelasu importancia permanente o descubre su mecanismo.

Por tanto, –dirá Aron– ni la teoría como elaboración con cep tual, niel estudio empírico alcanzan una entera neutralidad si ésta exige elrechazo de toda valoración. La ciencia política, al menosimplícitamente, suele juzgar los valores que profesan los actores queella estudia. No es posible comprender el sentido de una conductapolítica, sin incluir en esta comprensión ciertas distinciones de valores. Al respecto Aron pregunta: ¿Cómo determinar o definir una ciudadejemplar y cómo fundar la obediencia si se ignora el lugar del individuo en la ciudad y el del hom bre en la naturaleza, cuanto que “el ordenpolítico, con sus necesidades y sus valores, no constituye toda laexistencia humana”? La teoría que identifica la textura inteligible deese orden es parte de la reflexión sobre la existencia humana, es decir,

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la filosofía. ¿Tiene ésta la capacidad para determinar dicha existenciay, por consiguiente, el orden ideal de la política? ¿O puede aislar elcurso de la historia aquello a lo que tiende, a lo que aspira el hom brepolítico (el hom bre moral)? ¿o no pasa la filosofía de ser un análisis delos valores políticos, sin conclusión imperativa y sin sistema? (Aron,1997:166).

Ahora bien, Leo Strauss explica el problema en los siguientestérminos. Por tradición, la filosofía y la ciencia no se distinguían: laciencia nat u ral era una de las par tes más importantes de la filosofía. Lagran revolución intelectual del siglo XVII que sacó a la luz la modernaciencia nat u ral fue la revolución de una nueva filosofía o ciencia, con -tra su versión tradicional (principalmente la aristotélica). Pero la nuevafilosofía sólo se impuso en la parte correspondiente a la nueva ciencianat u ral, la cual se hizo más y más independiente y por decirlo así, hastallegó a ser una autoridad para la filosofía. De este modo, escribeStrauss:

...quedó generalmente aceptada la distinción en tre filosofía y ciencia, y con el paso deltiempo, también la distinción en tre filosofía política y ciencia política como una especie de ciencia nat u ral de las cosas políticas. Sin em bargo, por tradición, filosofía política yciencia política eran lo mismo... (Strauss y Cropsey, 1996:13).Conviene subrayar que para Strauss la filosofía política no es lo

mismo que pensamiento político en gen eral. Por ejemplo, la filosofíapolítica clásica de Sócrates fue predominante hasta que apareció la moderna en los siglos XVI y XVII, que surgió por la ruptura con losprincipios del pensador griego. Aunque Sócrates no fue el primerfilósofo –lo cual significa que la filosofía política fue precedida por lafilosofía–, él se apartó del estudio de las cosas divinas o naturales ydirigió sus investigaciones por entero a las cosas humanas, es decir, alas cosas justas, no bles y buenas para el hom bre. Aunque no escribiólibros, al llevar adelante sus investigaciones por medio de diálogos,partió de las opiniones generalmente sostenidas. En tre éstas, las másautorizadas eran las que contaban con la sanción de la ciudad y de susleyes por la más solemne convención. Pero resulta que dichasafirmaciones se contradicen en tre sí. Por tanto, es necesario trascendertoda la esfera de las opiniones generalmente sostenidas, o del conceptocomo tal, en dirección de un conocimiento.

Pero, ¿cuál es la razón por la que Sócrates fue fundador de lafilosofía política?. Según Strauss, cuando consideramos el carácter delas preguntas que planteó en sus conversaciones, observamos que éstas

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pretendieron destacar la naturaleza de la cosa en cuestión, es decir, laforma o el carácter de la cosa. Este fue el caso del significado de“naturaleza”, que debe entenderse principalmente como “forma” o“idea”.

Como ninguno de sus predecesores, Sócrates no se limitó aapartarse del estudio de las cosas naturales, sino que originó una nuevaclase de estudio en el que la naturaleza o idea de justicia, o derechonatural y, sin duda, la naturaleza del alma humana sería más importante que, por ejemplo, la naturaleza del sol.

Strauss lo explica en una forma tan ilustrativa que conviene citarloampliamente:

“No podemos comprender la naturaleza del hom bre si no comprendemos la naturaleza dela sociedad humana. Sócrates, como Platón y Aristóteles, supuso que la forma másperfecta de sociedad humana es la polis. Hoy, polis es interpretado como laciudad-Estado griega (sic). Para los filósofos políticos clásicos era puramente ac ci den talque la polis fuese más común en tre los griegos, que en tre los no griegos. Tendríamos quedecir, pues, que el tema de la filosofía política clásica no fue la ciudad-Estado griega, sinola ciudad-Estado. Sin em bargo, esto presupone que la ciudad-Estado es una formapar tic u lar del “Estado”. Por consiguiente, presupone que el concepto de Estado,comprende la ciudad-Estado en tre otras formas. Y sin em bargo, la filosofía políticaclásica carecía de este concepto. Cuando la gente habla hoy del “Estado”, habitualmentecomprende eso y no “sociedad”. Esta distinción es ajena a la filosofía política clásica. Nobasta decir que la polis abarca a la vez Estado y sociedad, pues el concepto “ciudad” esan te rior a la distinción en tre dichos términos; por tanto, no entendemos “la ciudad”diciendo que ésta comprende Estado y sociedad. El equivalente moderno a la “ciudad”,en el nivel del entendimiento del ciudadano, es “el país”; pues cuando un hom bre dice,por ejemplo, que “el país está en peligro” tampoco ha hecho una distinción en tre Estado ysociedad. La razón de que los filósofos políticos clásicos se preocuparan principalmentepor la ciudad, no fue porque desconocieran otras formas de sociedades en gen eral y enpar tic u lar. Conocían la tribu (la nación), además de estructuras como la del Imperiopersa. Se interesaron sobre todo por la ciudad, porque la preferían a esas otras formas desociedad política” (Strauss y Cropsey, 1966:17). Para Shel don Wolin, otro importante estudioso de la filosofía

política, ésta debe ser comprendida de la misma manera en que seentiende una tradición compleja y variada. Aunque tal vez seaimposible reducirla a una breve definición, él propone elucidar lascaracterísticas que la distinguen de otras formas de indagación. Puesdesde que Platón advirtió por primera vez que la investigación acercade la índole de la vida buena del individuo, se relacionabainevitablemente con una indagación convergente (y no paralela) acerca de la comunidad buena, se ha mantenido una íntima y con tinuavinculación en tre filosofía política y filosofía en gen eral. La mayoríade los filósofos, además de haber contribuido generosamente al acervo

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prin ci pal de las ideas políticas, han proporcionado al teórico políticomuchos de sus métodos de análisis y criterios de evaluación. Histó-ricamente –nos dice Wolin–:

...la diferencia fun da men tal en tre filosofía y filosofía política ha radicado en un problemade especialización y no de método o de temperamento. En virtud de esta alianza losteóricos políticos han adoptado como propia, la búsqueda básica de conocimientosistemático que lleva a cabo el filósofo...(Wolin, 1993:12).Para explicar la vinculación de la teoría política con la filosofía,

Wolin advierte que esta última puede ser diferenciada de otros métodos para extraer verdades, tales como la visión mística, el rito secreto, lasverdades de conciencia o el sentimiento íntimo, porque refiere averdades públicamente alcanzadas y demostrables. Al mismo tiempo,una de las cualidades esenciales de lo político –que ha moldeadodefinitivamente el enfoque de los teóricos acerca de su objeto deestudio– es su relación con lo público. El ejemplo que nos da alrespecto es el de Cicerón, cuando denominó al cuerpo político una respública, una “cosa pública” o la “propiedad de un pueblo”. Así, detodas las instituciones que ejercen autoridad en la sociedad, se hasingularizado el ordenamiento político como referido exclusivamentea lo que es “común” a todos. Ciertas funciones, tales como la defensanacional, el orden interno, la administración de la justicia y laregulación económica fueron declaradas responsabilidad pri mor dialde las instituciones políticas, con base en que los intereses y finesservidos por estas funciones beneficiaban a todos los integrantes de lacomunidad. Por tanto, a decir de Wolin, la íntima conexión en treinstituciones políticas e intereses públicos se incorporó a la práctica delos filósofos. Por ello se ha considerado a la filosofía política como una reflexión, sobre cuestiones que preocupan a la comunidad en suconjunto.

Desde su perspectiva, el objeto de la filosofía política sería elestudio de las relaciones de poder en tre gobernantes y gobernados, laíndole de la autoridad, los problemas planteados por el conflicto so -cial, la jerarquía de ciertos fines o propósitos como objetivos de laacción política, y el carácter del conocimiento político. Si bien losfilósofos políticos no se han interesado por igual en todos estosproblemas, se ha establecido, en cuanto a la identidad de los mismos,un consenso que justifica la creencia de que estas preocupaciones hansido permanentes. La circunstancia de que los filósofos hayandisentido, a menudo violentamente, respecto de las soluciones no

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desmiente que haya un objeto común de estudio. Lo que importa,enfatiza Wolin, es la continuidad de las preocupaciones, no launanimidad de las respuestas.

En este sentido, es importante enfatizar que el acuerdo del objeto deestudio de una disciplina, presupone que aquellos a quienes les interesa ampliar el sa ber dentro de un cam po determinado, coinciden sobre loque es pertinente para dicho objeto y lo que debe excluirse. Lo an te riorsignifica que el filósofo debe tener claro qué es político y qué no lo es.(Para Wolin, Aristóteles aducía al comienzo de su Política, que no sedebía confundir el papel del estadista politikós, con la del propietariode esclavos o el del jefe de fa milia; el primero era específicamentepolítico; los otros, no).

De lo an te rior se deriva uno de los problemas básicos que enfrenta el filósofo político, cuando intenta establecer la especialidad del objetode estudio de su disciplina. ¿Qué es político? ¿qué dis tingue, porejemplo, la autoridad política de otras formas de autoridad, o laparticipación en una sociedad política del activismo en otros tipos deasociaciones?.

Para responder a estas cuestiones, varios filósofos –en tre ellosHannah Arendt, du rante la década de los años cincuenta–,contribuyeron a gestar una concepción de la filosofía política comoforma permanente de discurso acerca de lo que es político, y a describiral filósofo político como alguien que filosofa acerca de lo político.¿Qué condiciones debe satisfacer determinada acción o situación paraque se le llame política? ¿Cómo han llegado los filósofos políticos aescoger determinadas acciones e interacciones, instituciones y valoreshumanos, y llamarlos políticos?.

A la pregunta: ¿qué es la política? Hannah Arendt responde enforma categórica: “la política se basa en el hecho de la pluralidad delos hom bres” (Arendt, 1993:46). Para ella la política trata del estarjuntos y los unos con los otros de los diversos. Por ello, plantea que loshom bres se organizan políticamente según determinadas comunidades esenciales en un caos absoluto, o a partir de un caos absoluto de lasdiferencias. En la medida en que se construyen cuerpos políticos sobrela fa milia y se les entiende a imagen de ésta, se considera que losparentescos pueden, por un lado, unir a los más diversos y, por otro,permitir que figuras similares a individuos se distingan las unas de lasotras. Sin em bargo, desde un punto de vista práctico-político, la fa milia

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adquiere su significado, por el hecho de que el mundo está organizadode tal modo que no hay ningún refugio para el individuo. Las familiasse fundan como albergue y fortificación en un mundo inhóspito yextraño en el que uno desea establecer parentescos. Este deseo –segúnArendt– con duce a la perversión fun da men tal de lo político, porque através de la introducción del concepto de parentesco, suprime, o másbien pierde, la cualidad fun da men tal de la pluralidad (Arendt, 1993:46).

En algunos manuscritos que esta filósofa preparaba, en tre 1956 y1959 para su proyecto de libro “Introducción a la política”, leemos queel hom bre, tal como filosofía y teología lo entienden, sólo existe –o serealiza– en la política con los mismos derechos que los más diversos segarantizan. En esta garantía voluntaria y en la concesión de unaexigencia de igualdad jurídica, se reconoce que los hom bres que debensu pluralidad únicamente a sí mismos, tienen que agradecer suexistencia a la creación del hom bre. Es por ello que Hannah Arendtanotará –en contradicción al propio Aristóteles– que la filosofía tienebue nos motivos para no encontrar nunca el lugar donde surge lapolítica. Uno de ellos es: Zoon politikon, como si hubiera en el hom brealgo político que perteneciera a su esencia. Pero esto no es así –acotaArendt–:

...el hom bre es a-político. La política nace en el en tre –los–hom bres, por lo tantocompletamente fuera del hom bre. De ahí que no haya ninguna substancia propiamentepolítica. La política surge en el en tre y se establece como relación. Así lo entendióHobbes... (Arendt, 1993:46).Arendt reflexiona sobre la importancia del prejuicio que existe

con tra la política y lo que es la política. Ella considera que si se quierehablar de política se debe empezar por los prejuicios que tienen todoslos que no son políticos de profesión, toda vez que los prejuicios que secomparten y que son obvios para los que entienden de política, puedenintercambiarse sin tener que explicarlos detalladamente.

“Por eso la política siempre ha tenido que ver con la aclaración y disipación deprejuicios, lo que no quiere decir que consista en educarnos para eliminarlos, ni que losque se esfuerzan en dilucidarlos estén en sí mismos libres de ellos. La pretensión de estaratento y abierto al mundo determina el nivel político y la fisonomía gen eral de una época,que no puede pensarse ninguna en la que los hom bres, en amplias esferas de juicio ydecisión, no pudieran confiar y reincidir en sus prejuicios” (Arendt, 1993:52).A la pregunta: ¿Tiene la política todavía algún sentido?. Arendt

responde: el sentido de la política es la libertad, pero aclara que lasimplicidad y contundencia de tal respuesta re side en que es

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exactamente tan antigua, no como la pregunta, que naturalmente yasurge de una sospecha y está inspirada por la desconfianza. Pero hoy,esta respuesta no es, ni obvia, ni inmediatamente convincente. Ello seaprecia con claridad, puesto que actualmente ya no cuestiona el sentido de la política tal y como an tes se hacía: a partir de experiencias que erande naturaleza no política o incluso anti-política. Ahora la preguntasurge de experiencias muy re ales: de la desgracia que la política ya haocasionado en este siglo y de lo mucho que todavía amenaza realizar.No obstante, para Arendt, en la cuestión planteada de este modoresuenan dos ecos: primero, la experiencia de los totalitarismos, en losque presuntamente la vida entera de los hom bres está politizada, con laconsecuencia de que no hay ninguna libertad; y, segundo, ante elinmenso desarrollo de las modernas posibilidades de aniquilación, lascuales, al ser monopolio de los Estados, nunca se hubieran desplegadosin ellos, por lo que sólo pueden aplicarse en el ámbito político.

Giovanni Sartori es otro de los autores que establece la distinciónen tre filosofía política y ciencia política, pero lo hace de una formamucho más sistemática. Él parte de la premisa de que la política es el“hacer” del hom bre que, más que ningún otro, afecta e involucra atodos. Este hacer está precedido por un discurso que se vuelve haciatres antecedentes: la filosofía política, la ciencia o conocimientoempírico de la política y el discurso común u ordinario sobre la política(Sartori, 1992:15).

Al referirse a la filosofía política o más precisamente a las“filosofías de la política”, este autor señala que éstas han sido la prin ci -pal fuente de inspiración de la teoría política hasta hace alrededor de unsiglo. Es por ello que todavía hoy gran parte de los problemas políticosde fondo están referidos, aún sin saberlo, a los planteamientos querecibieron dichos problemas en el dominio especulativo. No obstante,nos dice que muchos autores hablan con desprecio de la filosofíatradicional como de un sa ber “infecundo”. Por ello advierte que espreciso no dejarse arrastrar por la polémica, con tra la aparenteesterilidad del sa ber especulativo hacia otro exceso: el de una actividadpráctica a toda costa, pues la dimensión de la vida humana no convienereducirla solamente a la búsqueda de la acción.

En ese sentido, nos dice Sartori, la filosofía política ha sido uncomponente esencial e imposible de eliminar del discurso político, porlo cual:

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...no es justo que la ciencia empírica de la política venga a eclipsarla, ni tampoco tienesentido que el científico político desconozca lo que es el fundamento de su cam po...(Sartori, 1992:47 ).¿En qué consiste la diferencia en tre la filosofía y la ciencia ? o más

bien ¿qué diferencia a la filosofía (de la) política, de la ciencia (de la)política?. Sartori responde que la filosofía se puede ver como uncontenido de sa ber y/o como un método de adquisición de ese sa ber,por lo que es válido partir de la individualización de los contenidos, que se repiten y se caracterizan al filosofar. El ejemplo, según Sartori, es elque propone el filósofo político italiano Norberto Bobbio, cuandoredujo la filosofía política a cuatro grandes temas de reflexión: 1)búsqueda de la mejor forma de gobierno y de la república ideal; 2)búsqueda del fundamento del Estado y justificación del compromisopolítico; 3) búsqueda de la naturaleza de la política, y 4) análisis dellenguaje político.

Es por ello que afirmará que la línea divisoria en tre la filosofíapolítica y la ciencia política re side en el “tratamiento” y, en estesentido, en el método. Al seguir a Bobbio, Sartori subraya que eltratamiento filosófico se caracteriza por “al menos uno” de loselementos siguientes: 1) un criterio de verdad que no es lacomprobación, sino más bien la coherencia deductiva; 2) unatentativa que no es la explicación, sino en todo caso la justificación, y3) la valoración como presupuesto y como objetivo (Sartori, 1992:227).

Este planteamiento presenta también la ventaja de poner frente afrente los criterios constitutivos del tratamiento filosófico con los delmétodo científico, que consisten en: 1) el principio de lacomprobación; 2) la explicación; 3) la no valoratividad.

En este sentido, nos dice Sartori, Bobbio admite que Maquiavelodebe ser incluido en la filosofía si se toma en cuenta su tema: laindagación sobre la naturaleza de la política. Pero resulta difícil decidir esta inclusión, con base en uno de los tres criterios que según estefilósofo político italiano, distinguen al filosofar. A este respectoMaquiavelo estaría más próximo a la comprobación que a ladeducción, a la explicación que a la justificación y a la no valoraciónque a la axiología.

Si se les ve por separado, ninguna de las distinciones que acabamosde enumerar parece exhaustiva, pero ya en conjunto dentro de la

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acepción filosofía se incluiría el pensar caracterizado, según Sartori,por más de una de las características siguientes, aunque nonecesariamente por todas: 1) deducción lógica, 2) justificación, 3)valoración normativa, 4) universalidad y fundamentalidad, 5)metafísica de las esencias y 6) inaplicabilidad. En cambio, dentro de la acepción ciencia tendríamos el pensar caracterizado por más de uno delos siguientes rasgos, aunque no obligatoriamente por todos: 1)comprobación empírica, 2) explicación descriptiva, 3) no valoración,4) particularidad y calculabilidad, 5) relevamiento de existencias y 6)operacionabilidad y operatividad.

Ahora bien, el planteamiento an te rior no in dica que al sa ber sólo sele clasifica en términos de filosofía o de ciencia, también se le incluyeen el término teoría. Además, en el ámbito de la política hablamostambién de doctrinas y de ideologías, que son diferentes a las puras ysimples opiniones.

Para comprender mejor la comparación en tre filosofía y ciencia (yteoría), es preciso entender la explicación formulada por Sartori en elsentido de que, en su acepción más restringida, todas las ciencias semiden en función de una ciencia mayor, cuyo significado es de cienciaexacta, es decir, de tipo fisicalista. En la acepción, la unidad de laciencia está referida al mínimo común denominador de cualquierdiscurso científico. En este caso “ciencia” equivale a ciencia engeneral, en la cual se reconoce la existencia de una pluralidad deciencias y de métodos científicos, que van desde las “clasificatorias”hasta las “fisicalistas”, con toda una gama de casos intermedios.

Esta concepción flex i ble es la que admite mejor el discurso sobre las ciencias del hom bre, aunque la advertencia es por demás clara: alconcebir la ciencia con flexibilidad, el patrón historiográfico resultanecesariamente más elástico que el establecido por la epistemologíacontemporánea. Pues lo que puede considerarse ciencia con referenciaal pasado, es decir, en una perspectiva diacrónica, no quiere decir quepueda ser caracterizado como ciencia en el presente. Si distinguimosen tre estos dos patrones podríamos evitar muchas polémicas inútiles.

A la pregunta ¿Aristóteles y Maquiavelo fueron científicos de lapolítica?. Sartori señala:

...en el dominio historiográfico se puede respon der afirmativamente; pero en elepistemológico se debe responder en forma negativa. El historiador podrá alegar que unaobservación realista constituye la premisa y sigue siendo una parte integrante de la formacientífica. Podrá también destacar que Aristóteles se coloca en una historia de la ciencia

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política (y también en otras ciencias), no sólo como una atento descriptor de los sucesosde su época, sino por el afán de clasificar. De modo semejante, el historiador podrá ver lacientificidad de Maquiavelo en el hecho de que con él, el observador se separa de la cosaobservada, aún sin despojarse de sus propios fines y valores. De este modo, Maquiavelorompe con la tradición filosófica, es decir, se aparta de la filosofía. Y todo eso es verdad,pero el epistemólogo tiene el derecho –y hasta el deber– de rep li car que si la observaciónrealista se anticipa a la ciencia, tomada en sí misma, todavía no es ciencia. De modoanálogo, el epistemólogo deberá precisar que si la ciencia no es filosofía, no se haceciencia por el sim ple hecho de no hacer filosofía... (Sartori, 1992:227).No está por demás señalar que la diferencia en tre el patrón del juicio

histórico e historiográfico por un lado, y el patrón del juicioepistemológico por el otro, se plantea también para el caso de autoresmás contemporáneos como Gaetano Mosca, Roberto Michels yVilfredo Pareto, los cuales han establecido tres “leyes” de la política,que hasta hoy están en el centro del de bate politológico: la ley de laclase política, la ley de hierro de la oligarquía y la circulación de lasélites.La “revolución behaviorista”: la influencia de un nuevoparadigmaComo materia de estudio universitario, la ciencia política tal como hoyse concibe es, sobre todo, una creación angloamericana y en su ac tualformato le deba tal vez más a las iniciativas estadounidenses que a lasbritánicas. Tanto Gran Bretaña como Estados Unidos comparten unaherencia pragmática, que otorga gran importancia al sa ber práctico y asus aplicaciones para fines productivos, lo cual es expresión de untalante empírico que, en muchas ocasiones, acentuó el aspectoutilitario de los argumentos mo rales y la apreciación de susconsecuencias a la hora de formular juicios políticos.

En Cam bridge, por ejemplo, a fi na les del siglo XIX la cienciapolítica llegó a considerarse “como una materia de gran valor para loshom bres capaces pero inútiles, e incluso perjudicial para losestudiantes más débiles” , lo que fue motivo para que su análisis seconvirtiera en opcional, porque “en algunos casos resultabaestimulante y útil; y en otros, fomentaba un gusto dañino por la vagadisertación” (Collini, Winch y Bur row, 1987:381). Tal situación sepudo comprobar a través de los cambios que experimentó sudesarrollo: el estudio puramente empírico de las instituciones políticasse debilitaba al incluir un elemento mayor, en la historia delpensamiento político.

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Ahora bien, la ciencia americana de la política, como Ber nard Crick se refirió alguna vez a esta disciplina académica, (Crick, 1959) hatenido una relación ambivalente en tre la política norteamericana y sudemocracia. La historia de esta relación está determinada por elreclamo a la ciencia política acerca de su sta tus “científico”, por su“neutralidad valorativa” y por la influencia de otras corrientes depensamiento. Pero fundamentalmente por la controversia en losEstados Unidos de que, por una parte, la ciencia política debería serneu tral y cumplir la tarea de educar cívica y políticamente a losciudadanos; y, por otra, de servir al Estado como instrumento de con -trol so cial (Ball, 1995: 41-65). La tensión en tre estas dos posicionesatravesó por tres momentos de la historia de la ciencia políticanorteamericana: el wilsoniano, el progresista y la era de la revoluciónbehaviorista (Zamitiz, 1997: 103-118).

En el primer periodo, que podemos situar en 1880, los científicospolíticos mostraron una falta de credibilidad hacia la democracia yespecíficamente hacia la educación cívica. En manos de WoodrowWil son la ciencia política se concentró en los temas del liderazgo y delas “ciencias de la administración” al servicio del Estado; pero aprincipios del siglo XX la ciencia política había experimentado unacercamiento con las ciencias mo rales, a fin de convertirse en unadescriptiva y explicativa. Sus nuevas fuentes de inspiración y sumirada interna incluyeron teorías evolucionistas vía la selección nat u-ral, así como los nuevos desarrollos en la psicología.

El segundo periodo llamado progresista reflexionó sobre losdescubrimientos de un impulso inconsciente o irracional, que apareceen el pensamiento de los ciudadanos comunes. Estos descubrimientos“llevaron agua al molino” no sólo de los escépticos, sino de aquellosque pensaban que la ciencia política continuaba bajo sospecha de supropio objeto de estudio e influyeron en el de bate sobre el concepto deopinión pública. A esto se le consideró una situación maleable y ma -nip u la ble incapaz de descubrir y de, incluso, dirigirse hacia lascuestiones de interés público.

En el tercer periodo, por el temor del surgimiento de los regímenessocialistas en Rusia y Europa, el trabajo de los científicos políticos du -rante los inicios de la revolución behaviorista, representó un intentopor demostrar que Norteamérica no era Weimar y que las condiciones

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propias de Estados Unidos eran precursoras de la posibilidad de que lademocracia en América, pudiera ser su propio y peor enemigo.

Esta tensión o ambivalencia de la ciencia política y la democraciaen el contexto norteamericano, Sam uel P. Hun ting ton la recuerdacomo una relación histórica que fue parte de una expansión de lareforma progresiva en la vida política e intelectual de la naciónamericana, hacia fi na les del siglo XIX. Las principales figuras para élfueron A. Law rence Lowell, Woodrow Wil son, Frank Goodnow,Alber Bushnell Hart y Charles Beard.

Esta par tic u lar asociación histórica en tre la ciencia política y lareforma política se sustentó, según Hun ting ton, en bases lógicas, puesla ciencia política, –como Lowell y Wil son enfatizaron– es o deberíadedicarse al estudio de las realidades políticas, a explicar el cómo y elpor qué del comportamiento político. Es decir, este con sid er ableénfasis sobre la exploración empírica de las realidades de la políticallevó a los científicos en dos direcciones: en la primera, la políticatendía a ser extremadamente compleja y ambigua, por tanto no sólo noexistían en términos gen er a les soluciones obvias y simples a losproblemas políticos. Por su naturaleza, la política reforzaba lastendencias no ideológicas, no doctrinarias y las tendencias pragmáticas en tre aquellos que la estudiaban; no obstante, algunos politólogos seconvirtieron en ideólogos aunque no doctrinarios y avanzaron demanera sim ple, aunque no simplista, en la solución de los problemasexistentes. En la segunda, el estudio de la realidad política pudoempujar a los científicos a medida que descubrieron elcomportamiento de los políticos, burócratas y votantes, así como lasoperaciones de las instituciones y de los procesos políticos –los cualesdejaban mucho que desear– hacia una dirección conservadora ydejarlos insatisfechos. Entonces el problema que se presentó fue sa bercombinar las verdades y enseñar el tema a los estudiantes, sindesilusionarlos.

Hun ting ton argumenta que es imposible tener científicos políticosen una sociedad donde no hay participación política, ni competencia en el poder, pues éstos no tendrían nada que hacer. En este sentido, laconexión en tre la democracia y la ciencia política ha sido estrecha ycon tinua. Hay que recordar una famosa reunión en Har vard en el año en que la Constitución de los Estados Unidos se ratificó, en la que se votómencionando que:

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...es más necesario en una República, que en cualquier otra forma de gobierno, que losjóvenes sean instruidos en la ciencia política... (Hun ting ton, 1992:131).En Estados Unidos es evidente que las tensiones interiores del

crecimiento económico y el desarrollo so cial pueden explicarse, enparte, por la tradición que limitó la ciencia política al microcosmos delderecho, las ciencias sociales y las humanas. Los estudiosos de laciencia política inmigraron habitualmente desde otros puntos deluniverso académico: de la historia, la filosofía y el derecho. Lasmodernas concepciones ampliaron los precedentes intelectuales ydeterminaron un contacto más íntimo con la economía, sociología,psicología y la antropología so cial.

Charles Merriam estuvo convencido, desde un principio, que laciencia política estaba demasiado dominada por la tradición de“investigación en biblioteca” de los historiadores, por lo que intentóequilibrar la formación de los estudiantes de esta disciplina, haciendoque éstos utilizaran métodos especializados, para describir losacontecimientos políticos que ellos observaban directamente.

La búsqueda de este equilibrio –también conocido como el péndulobehaviorista– entrañó algunas dificultades. La ciencia políticatecno-descriptiva recibió una admisión parcial y a regañadientes enciertas Facultades. Con frecuencia, “el zapato del pie derecho iba en elpie izquierdo”; y la erudición tradicional concerniente a la teoríapolítica, padecía privaciones y mutilaciones de todo tipo. Con esecarácter mixto de los especialistas en ciencia política, resultaba posibleen un ataque de xenofobia decir a los filósofos: “si realmente valéispara algo, debéis valer lo suficiente para conseguir un cargo en undepartamento nor mal de filosofía”. Lo mismo se decía a propósito delos especialistas en derecho público: “que se vayan a la Facultad dederecho...” (Lasswell, 1963).

Quienes se formaron en Estados Unidos en tre 1920 y 1940estuvieron ampliamente expuestos a la vocación teórico-empírica de la ciencia política en esta etapa. Cabe señalar que, desde el punto de vistadel método, la investigación se caracterizó por atender más a la meradescripción y a la recopilación de datos sobre los procesos políticos,que a teorizar sobre cómo funcionaban; aunque alguna teoría latenteorientaba la investigación, la cual se encontraba en las turbias aguas dela ciencia política. Es posible que áquella haya sido la que gravitabasobre el fenómeno denominado comportamiento político, o más bien,

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método conductista o investigación del comportamiento (Be hav ioral[is] Re search) (Easton, 1992:19).

El rápido florecimiento de este método se debió seguramente a laexistencia de ciertas actitudes y predisposiciones engendradas en lacultura estadunidense: pragmatismo, realismo, confianza en la ciencia, etcétera. Rob ert Dahl menciona también la existencia de poderososestímulos que contribuyeron a su crecimiento, en tre otros, la viabilidad de un nuevo método para estudiar el comportamiento político de losindividuos en determinadas situaciones: por ejemplo, el estudio deactitudes y preferencias políticas y, concretamente, el estudio delcomportamiento de los votantes (Dahl, 1964:85-107).

La influencia de la “revolución behaviorista” en sus inicios sepuede leer en diferentes formas, pues fueron diversas susrepercusiones. Por ejemplo, du rante la década de 1960 varioshistoriadores del pensamiento político, muchos de ellos relacionadoscon la Universidad de Cam bridge –por grata y oportuna coincidencianos dice Rich ard Tuck– publicaron una serie de reflexiones de caráctergen eral sobre su actividad profesional: John Pocock, John Dunn yQuentin Skin ner. El objetivo prin ci pal fue discutir que en el mayornúmero de estudios, las cuestiones filosóficas de más alcance dabanlugar a un mayor número de confusiones. Este planteamiento estabaligado a la historia de las ideas tanto como a los estudios estrictamenteliterarios; es decir, el interés de estudiar obras antiguas de filosofía (oliteratura) residía en el hecho de que contenían “aspectosintemporales”, en forma de “ideas universales”, o incluso, una“sabiduría perenne” de “aplicación uni ver sal” (Tuck,1996:240-255).

Skin ner resumió la discusión en el sentido de proporcionar unarecuperación de los escritos clásicos, sin tener en cuenta –sobretentativas importantes y perennes, para establecer proposicionesuniversales de la realidad política–, las circunstancias de la evoluciónhistórica. Pues sugerir que el conocimiento de la circustancia so cial eracondición necesaria para comprender los textos clásicos, equivalía anegar que contenían elementos de interés intemporal y perenne y, portanto, se restaría toda importancia al estudio de lo que dijeron. Por suparte, Dunn se quejaba de que pocas ramas de la historia de las ideas sehabían escrito como historia de una actividad. Más bien en distintosmomentos se analizaron complicadas estructuras de ideas, lo máscercanas posible a sistemas deductivos, siguiendo el rastro de su

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morfología a lo largo de los siglos; aunque ciertas construccionescosificadas de las ideas más accesibles de una gran personalidad, sehabían comparado con las de otro gran hom bre. De ahí la misteriosatendencia de muchas publicaciones, sobre todo en la historia delpensamiento político, a reducirse a las proposiciones de grandes libros. Como alternativa a esta situación, Skin ner y Dunn insistieron en que lamanera adecuada de leer un texto histórico, era considerarlo unproducto en el que las intenciones re ales del autor –en la medida en queéstas pudieran reconstruirse razonablemente–, deberían ser la guíaprin ci pal para sa ber por qué determinado texto adoptó la formaconcreta que tiene.

Nos dice Tuck que, a pesar de que la intención prin ci pal de Pocockno fue argumentar en los mismos términos que los otros doshistoriadores referidos, su ensayo fue una llamada para tomar en serio,como ma te rial que se debía entender y explicar. Hablamos del conjunto de escritos y otras producciones disponibles sobre política,procedentes de una determinada sociedad, lo que él denominaba“estereotipos” y “lenguajes” y que, posteriormente bautizó con eltérmino de “paradigmas”.

Lo sucedido en la década de 1960 es un referente importante sobrelas cuestiones tratadas en aquel de bate metodológico, no sólo por elénfasis al compromiso de que si alguien desea entender la historia dealgo, debería investigar las pruebas y descubrir qué hacían las per so nasestudiadas, sino porque anunció el inicio del gran de bate que sepresentaría diez años después. Así, desde otra perspectiva, JohnGunnell esbozó una historia en la que el desarrollo del “conductismo”en la ciencia política, du rante las décadas de 1950 y 1960, habríadesembocado en un ataque con tra la historiografía del pensamientopolítico, considerada como actividad de escasa importancia2 .

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2 Gunnell describió un pasaje que, al igual que otros, como Giovanni Sartori interpretan al responder a la pregunta: ¿Cuándo apareció una ciencia política en sentido estricto, quenos permitió diferenciar entre una fase precientífica de la disciplina y su fasepropiamente científica?, como una transición entre una y otra fase, la cual “tuvo lugaralrededor de los años cincuenta, en función de la denominada “ revoluciónbehaviorista”. Naturalmente, esta revolución se incubaba desde hacía tiempo. Laintroducción de las técnicas cuantitativas se remonta a Stuart Rice y a Harold Gosnell, ymuchas premisas las habían planteado entre 1908 y 1930: Bentley, Merriam yLasswell. Pero recién se puede hablar de un viraje de la disciplina en su conjunto, a

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Gunnelll cita a Da vid Easton en 1953 lamentándose de que elpensamiento político tradicional de occidente fuera sustituido porestudios de historia del pensamiento político, actividad que vivía“parasitariamente” de ideas del pasado, y no intentaba ya proporcionar una ciencia política propiamente empírica, ni construir “un marco dereferencia valorado” (Gunnell, 1979).

En su libro The Po lit i cal Sys tems de 1953, Easton señaló queresultaba imprescindible justificar la construcción de una teoríageneral de orientación empírica en la ciencia política. Y en 1965, en AFrame work for Polítical Anal y sis, escribió:

...que el rasgo más no ta ble de esta revolución intelectual fue, en realidad, el ritmo con queesta disciplina cambió de rumbo sin perder el con trol de su aparato intelectual. Ello estestimonio de la gran reserva de talento, ap ti tudes y conocimientos heredados que laciencia política como disciplina ha logrado reunir (...) todo esto ha ocurrido bajo el signode un sismo intelectual que ha sacudido a todas las ciencias sociales, y al que du rante untiempo se le denominó be hav ioral ap proach. La nueva teoría, que luchó por ver la luz en laciencia política du rante toda una década y que sólo ahora comienza a tener vida propia, es en gran parte hija de ese cataclismo... (Easton, 1982:19).Gunnell consideró que el prin ci pal punto de crítica de Easton a la

historia del pensamiento político, era una invitación implícita a que laciencia política empírica se convirtiera en el modo de pensamientodominante en política. Según sus conjeturas:

...la respuesta de los historiadores de la teoría política a la crítica de los conductistas, encuanto a la importancia de estudiar la tradición, no consistía solamente en reafirmar supertinencia tanto para la ciencia política como para la política en gen eral, sino enmantener, además, que en ese momento era absolutamente cru cial... (Gunnell, 1979).La idea de una gran tradición en el de bate político en Europa oc ci -

den tal, según Gunnell, se había convertido en el centro de una crítica de la actitud moderna representada por Easton y otros como él. Su repudio a la historia del pensamiento político se había transformado en unantagonismo histórico, en tre una manera de pensar en política sus cep ti -ble de expresarse sólo en el lenguaje de la civilización, tomado de lostextos clásicos de Platón a Marx; y otra, expresada en la pseudocienciadel análisis de sistemas o cualquier otra cosa de la cual se manifestará la teoría “conductista”. Escritores como Strauss o Arendt eran paraGunnell los principales ejemplos de teóricos que se adherían a esteaspecto de la tradición.

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partir de la Segunda Guerra Mundial (Sartori, 1992).

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El mismo Dahl parece corroborar la apreciación de Gunnell cuandoseñala que, históricamente hablando, el método conductista fue unmovimiento de protesta dentro de la ciencia política. Sobre todo poraquellos científicos de la política que compartían una fuerteinsatisfacción por las realizaciones de la ciencia política convencional,principalmente en los terrenos histórico, filosófico y descriptivoinstitucional. Ésto junto con la creencia de que debían existir o podíandesarrollarse métodos y procedimientos adicionales, que aportasen a la ciencia política proposiciones empíricas y teorías de naturalezasistemática, comprobadas por observaciones más estrechas, directas yrigurosamente controladas de los acontecimientos políticos.

A la pregunta: ¿A dónde irá a parar la postura conductistaconsiderada como movimiento de protesta?, Dahl respondió en 1964“...creo que desaparecerá gradualmente...”. Con esta opinión queríaseñalar que, como postura propia, el conductismo se incorporaría a ladisciplina, pues estaba convencido que no desaparecería por haberfracasado, por el contrario se iría por haber tenido éxito. A pesar devalorar la importancia del movimiento de protesta que, permitió un“desgajamiento” rápido de la ciencia política en relación con las otrasciencias sociales en la búsqueda de autonomía, Dahl consideró que elmétodo conductista, por restaurar algunas unidades de la disciplina,había resquebrajado otras (Dahl, 1964:85-107).

No sabemos hasta qué grado, hoy tengan unidad y cohesión loscinco fragmentos que en aquel tiempo Dahl veía desunidos: la cienciapolítica empírica, los patrones de evaluación, la historia, la teoríagen eral y la especulación. El hecho es que este estudioso se percató, nosólo de la falta de cohesión de la disciplina en sus niveles de sa ber, sinoque las transformaciones experimentadas seguramente fragmentaríana la misma.

Da vid Easton señala que afirmaciones sobre el ser y el deber ser,sobre los hechos y los valores, a menudo estuvieron entrelazados du -rante su formación. Al respecto cita su propia experiencia comoejemplo de la falta de coherencia teórica, cuando realizó sus estudiosen Har vard, lo que él denominó posteriormente la etapa de la cienciapolítica tradicional:

... al finalizar mis estudios me encontraba sumamente confundido (...) nadie había tratadode explicarme por qué motivo mi interés por la política requería del estudio de un abanicode materias tan amplio, más allá del sim ple hecho de que todas ellas estaban relacionadascon ese algo llamado gobierno. No lograba comprender sobre qué bases la ciencia

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política podía considerarse como un cuerpo de conocimientos coherentes, dada laausencia de una estructura teórica, dentro de la cual sistematizar todos aquellos cursos yverificar su relevancia...(Easton, 1985).La búsqueda de una teoría política sólida llevó a Easton a participar

en la revolución también referida por Dahl, a la que Easton calificóconductivista , fase que constituyó también –como lo referimosanteriormente–, la transformación fun da men tal que ha caracterizado la ciencia política de occidente en este siglo. Es este autor quien aclararáque pese a la raíz común de los términos conductismo (be hav ior ism) yconductivismo (behavioralism), ambas posiciones teóricas teníanpoco en común y que la ciencia política nunca había sido conductista,ni siquiera du rante el auge del conductivismo (Easton, 1992).

Lo que debemos dejar muy claro es que el conductivismo, como loexplica Easton, sostuvo la existencia de una uniformidad comprobableen el comportamiento humano y, secundariamente, que taluniformidad podía comprobarse mediante pruebas empíricas. Así, lacuantificación posible y plau si ble encontró un lugar importante en laciencia política. El resultado fue que du rante los años cincuenta ysesenta, dicha ciencia alcanzó la capacidad de utilizar una vasta gamade técnicas empíricas cada vez más sofisticadas: cuestionarios,entrevistas, muestreos, regresiones, análisis factoriales, modelosracionales, etcétera.

Es importante subrayar que la búsqueda de un conocimientosistemático, basado en la observación objetiva, llevó a un cambiodecisivo en el significado de la teoría. Por tradición, ésta había tenidoun carácter filosófico e histórico que buscaba explicar el desarrollo delas ideas políticas . Por ello, una parte con sid er able de los esfuerzosteóricos se dirigió a la construcción de teorías empíricamenteorientadas a los diversos ámbitos de análisis. La llamada teoría dealcance medio dio vida a amplios segmentos de la disciplina, como enel caso de la teoría pluralista o la teoría de juegos (Zamitiz, 1993:81),comprobando lo que alguna vez escribió Oran Young:

“Por encima de todo, hay indicios de que los desacuerdos en el cam po de la cienciapolítica son mucho más amplios y radicales en el nivel del análisis abstracto yepistemológicos, que en el nivel más concreto de la investigación práctica” (Young,1968:72).Ahora bien, regresando a la historia del pensamiento político, hay

que aclarar que tiene razón Gunnell cuando explica que el movimientocon tra el que se dirigían los ataques de Skin ner, Dunn y Pocock fue una

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respuesta a la hostilidad de la ciencia política de posguerra, en con tra de la historiografía del pensamiento político y como una afirmación de lapermanente idoneidad de una ciencia política no cuantitativa y noconductista. No obstante, Rich ard Tuck hace dos importantesseñalamientos a Gunnell: en primer lugar, aunque las observaciones deEaston eran aplicables a Strauss o Arendt, “los objetivos re ales de sucrítica explícita eran mucho más a estudiosos rutinarios de la década de1960, que escribían sobre la historia del pensamiento político desde unpunto de vista científico convencional”; en segundo lugar, el no habertomado en serio las afirmaciones conductistas de Easton para quienesel estudio de la política debía implicar hechos y valores, aunque unos yotros pertenecieran a ámbitos lógicamente distintos (Tuck, 1996:246).

Por tanto, el rasgo más llamativo de la ciencia políticaangloamericana (y sobre todo norteamericana) en la primera mitad delsiglo XX, fue la combinación de ese reconocimiento con un empeñomuy débil por considerar realmente cómo podían aparecer ojustificarse los valores. De hecho llama la atención que algunos librosde texto (como el de G. Sabine) estuvieron dispuestos a manifestarse en fa vor de cualquier declaración, sobre la verdad o falsedad de las teorías políticas que examinaban.

Es importante reconocer –nos dice Tuck– que esta opinión negó laexistencia de teorías políticas universales u objetivamente verdaderas;pero afirmaba, al menos, la pertinencia de las cuestiones tratadas porlos grandes textos y en eso consistía su utilidad. Por ello, se deberíadistinguir la actitud de escritores como Strauss o Hans Morgenthauquienes, aunque con orientaciones diferentes, insistieron en laexistencia de verdades en teoría política “al margen del tiempo ylugar”. Con sus opiniones daban a entender que los textos debíanestudiarse por sí so los, pues eran la respuesta de “grandes mentes” a unconjunto de problemas permanentes conocidos, tanto por el estudiantenorteamericano de la década de 1950, como por el habitante de la polisgriega.

Según las pautas de una cultura política a largo plazo, se pensaba enla posibilidad de inculcar a los ciudadanos un conjunto heterogéneo devalores y educarlos en una serie de textos razonables y no demasiadoexóticos, que divergían en tre sí de una manera intelectualmenteestimulante. La obra de Kennet Ar row, –nos dice Tuck– que tuvo unaes pe cial influencia tras la segunda edición revisada de su obra Col lec -

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tive Choice and In di vid ual Values aparecida en 1963, impresionó a losmás “duros” politólogos. Por su rigor metodológico los convenció deque debían revisar sus vagas hipótesis sobre el carácter so cial de losvalores. De este modo encajaba en una opinión en desarrollo amediados de la década de 1960 (sobre todo en Estados Unidos), segúnla cual la filosofía política de tipo aparentemente tradicional deberíaescribirse otra vez. (Para Tuck no fue una coincidencia que elexponente más destacado de una nueva filosofía política fuese JohnRawls y se le viera en buena medida como kantiano).

Pero si en el paisaje ético de la ciencia política norteamericana notenía ya sentido una pluralidad de valores fundamentados de unamanera indeterminada, quedaba socavada la función tradicional delpensamiento político. Esto fue lo que sintieron Dunn y Skin ner al fi nalde los años sesenta y su polémica con tra la historia tradicional delpensamiento político coincidió con un sentimiento claro de laposibilidad, al menos, de una filosofía política moderna y sistemática.

La “nueva” historia del pensamiento político fue la contrapartida dela “nueva” filosofía política del mundo anglosajón de las décadas de1970 y 1980. Tuck aclara que el ideal de una nueva filosofía políticaque proporcionaría a la moderna Norteamérica (y, por extensión, asociedades en situación sim i lar) un conjunto de valores, parecerámucho menos plau si ble en 1990 que en 1970, pues veinte años deimpresionante actividad filosófica habían servido en gran parte parasubrayar la naturaleza dispar de los valores modernos, a pesar de ciertacomplacencia al respecto, por parte de algunos teóricos liberales. En elcaso de los especialistas de lengua inglesa tuvo una función cru cial ladecadencia de la teoría política en este idioma a principios del siglo XX y su renacimiento a fi na les de la década de 1960. Las cuestionesdebatidas en las tradiciones intelectuales de Francia y Alemania,distintas a la inglesa, tuvieron (al principio) poca influencia en estasdiscusiones de los años sesenta (Tuck, 1996).

La explicación an te rior co in cide con la afirmación de fi na les de losaños 80, de que la teoría política había experimentado un renacimiento. Si se comparan las dos décadas de 1970-90, con las dos precedentes de1950-70 (tiempo en el que se verifica la “revolución behaviorista”) seobserva un ascenso en el interés por la materia y un incremento al in te -rior de la comunidad de estudiosos de la política.

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El cambio, nos dice Da vid Miller, se había experimentado en laforma en la que se hacía la teoría política, por el surgimiento demuchas divisiones marcadas en tre las diferentes áreas de la disciplina.En ellas la mayor parte del trabajo teórico era realizado en una u otrasubdisciplina, lo cual resultaba cada vez más difícil para lospracticantes, pues no podían moverse confiadamente a través de lasfronteras internas del cam po de estudio (Miller, 1997:488).

Aunque no parece claro que la filiación nacional haya tenido que ver con el tipo de contribución que ellos hicieron, los teóricos británicosjugaron en diversas formas un papel importante en el revivir de la teoría política. Debido a ello se enfatiza en la existencia de una “teoríapolítica británica” que, en comparación con la producciónestadounidense, había enfrentado cierto enfeudamiento intelectual quehabía desfigurado el pensamiento político norteamericano, sobre todoen la respuesta a la obra de Leo Strauss y sus discípulos.

El hecho es que du rante los últimos veinte años han existidoimportantes transformaciones, que se pueden simplificar de lasiguiente forma:

a) El estudio de los textos clásicos se reemplazó por el análisishistórico del pensamiento político, atribuíble –como lo vimos a lolargo de la última parte del presente artículo–, principalmente a variosautores de la llamada “Escuela de Cam bridge”, especialmente Pe terLaslett, Quentin Skin ner, John Pocock y John Dunn. La tesis clave queestos autores sostuvieron fue que el significado de un texto del pasado–cuya determinación constituye los prolegómenos esenciales a todoanálisis crítico–, no puede ser establecido simplemente por medio deuna lectura (o serie de lecturas) detallada que use parámetros modernos de interpretación, ya que el significado por los términos clave, así como la lógica de los argumentos usados en el texto, dependerán, en cadacaso, del medio intelectual en el que el texto se produjo.

b) La mutación del análisis con cep tual en teoría política normativa(filosofía política) y los intentos para establecer un conjunto deprincipios, de algún modo fundamentados y con implicacionesprácticas para la constitución del Estado y la sociedad. Esto significó

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un re torno a la tarea tradicional de la teoría política, aunque para elloenfrentó el problema de encontrar alguna base objetivamente racional,para que los principios propuestos se orientaran a un interés práctico4.

c) Por último, trazar el desarrollo de la teoría política normativa apartir de Rawls supone una distinción en tre teorías de corteindividualista, que intentan la formulación de principios políticospartiendo de una especificación abstracta de los individuos, de susintereses y aspiraciones mo rales; y teorías de tipo comunitarista, queparten de per so nas previamente inmersas en relaciones sociales–prácticas, comunidades, etcétera– e interpretan los ideales políticos,fundándose en una comprensión de tales relaciones. Así, elindividualismo y el comunitarismo han representado dos puntos departida opuestos, para la formulación de la teoría política. Estaparcelación metodológica –aunque no del todo clara en el terrenoideológico–, ha sido en los últimos años, la fuente más importante dedesacuerdos al in te rior del cam po de la teoría normativa (Miller, 1990:495).ConclusionesReafirmar el rigor analítico de la disciplina en la ampliación de suobjeto de estudio.

Gerry Stoker ha escrito recientemente que los británicos nunca sehan sentido cómodos al utilizar el término “ciencia política”, por elloen sus universidades han preferido utilizar denominaciones como“gobierno”, “política”, “teoría e instituciones políticas” y “política y relaciones internacionales”. Además, los escrúpulos que suscita el usode la palabra “ciencia” reflejan, sin duda, la posición es pe cial que lasciencias naturales reclaman para sí y el desprecio por las cienciassociales que a veces han expresado políticos de renombre. No obstante, apunta Stoker:

...nos referimos a la ciencia política en el sentido de que existe una tradición académica deestudio de la política, una disciplina que se transmite de profesor a alumno, a través del

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4 No es casual que el parteaguas en el desarrollo de la teoría política normativa haya sido la publicación de A Theory of Justice de John Rawls, cuya primera edición data de 1971y que tuvo una enorme influencia, tanto en Gran Bretaña como en Norteamérica, y delnúmero de intentos (Nozick, Ackerman, Walzer, etcétera) para desarrollar alternativassistemáticas a su teoría.

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discurso y de la escritura. La disciplina no copia los métodos de las ciencias naturalesporque no serían apropiados. Presenta un conocimiento estructurado y exige que quienesla practican respeten ciertas normas intelectuales a la hora de debatir... (Marsch yStoker, 1995:15).En su libro Teoría y Métodos de la ciencia política, Da vid Marsch y

Gerry Stocker expresan su compromiso de recuperar el término“ciencia” para designar todas las disciplinas organizadas de formaacadémica; pues la palabra “ciencia” procede del término la tinoscientia, que significa un conocimiento adquirido a través del estudio.En el libro se desprende que el desarrollo de la ciencia política se havisto acompañado del deseo de ampliar su cam po de estudio comoresultado, du rante las dos últimas décadas, de la presión en fa vor deampliar la definición de lo político, aumento que en buena medida sejustifica en el hecho de que la política es una actividad ubicua. Es decir:

...una actividad generalizada que tiene lugar en todos aquellos ámbitos en los que losseres humanos se ocupan de producir y reproducir sus vidas; actividad que puedeentrañar tanto enfrentamiento, como cooperación, de forma que los problemas sepresentan y resuelven a través de decisiones tomadas colectivamente... (Marsch yStoker, 1995:19).

Dicha extensión de la definición de la política ha tenido una primeraimplicación para la disciplina: describir los fenómenos y analizarlos de diferentes modos. Por tanto, hay que señalar que la ciencia política nosólo se ha caracterizado por la variedad de sus enfoques du rante laúltima década, sino que éstos se han incrementado5.

Estos autores describen seis enfoques 6 y señalan que, aunque a lateoría normativa y a los estudios institucionalistas se les ha otorgado

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5 Es necesario dejar claro que desde 1990 David Miller, profesor de Ciencia Política enOxford, Inglaterra, se refería al crecimiento de lo que él llama la teoría política aplicada,al enunciar las tendencias que había detectado y que apuntaban hacia un desarrollofuturo de esta rama del campo de conocimiento. Una de ellas se refiere a lasimplicaciones de la teoría política en las políticas públicas (aplicar la teoría de Ralws,Beitz o Daniels en forma alternativa, partiendo de una institución social o algúnprograma del modelo del Estado de bienestar). Otro ejemplo tiene que ver con losdebates sobre el mercado y la “economía de mercado”, cuyo ordenamiento dependeríade las creencias normativas y empíricas que configuran la teoría política. Un tercer tema de interés ha sido la cuestión de la igualdad sexual y racial. Si bien, buena parte deltrabajo en este rubro no pertenece al área de la teoría política aplicada, sino que másbien participan en el debate sobre la justicia de género (posición subordinada de lamujer), también existen trabajos que han retomado argumentos teóricos provenientesdel ámbito de la teoría política normativa (Miller, 1997:500-508).

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“certificados de defunción”, siguen siendo el “doble pilar” de la ciencia política tradicional. Si bien el primer enfoque entró en decadencia enlos años cincuenta y sesenta, como se explicó ampliamente en elapartado an te rior, desde los setenta se ha recuperado. Ya en los añosnoventa se registró un súbito incremento tanto del interés en estamateria, como de la confianza en aquellos que la practican y sureputación en tre los politólogos también parece haber mejorado.

Al estudio de las instituciones políticas le interesan las reglas, losprocedimientos y las organizaciones formales del sistema político, asícomo su impacto en la práctica política. Desde un punto de vistahistórico, la vitalidad del enfoque institucionalista en ciencia políticapone de manifiesto la influencia que, sobre su desarrollo como área deestudio independiente, han tenido el derecho, la filosofía y los estudioshistóricos.

Dos de los enfoques más recientes son la teoría conductista y laelección racional. De hecho, ilustramos cómo en los Estados Unidos el enfoque conductista ha sido el dominante dentro de la disciplina. Suimpacto en Europa ha sido con sid er able pero, a pesar de todo, siguesiendo un enfoque más. La teoría de la elección racional también halogrado muchos adeptos desde mediados de los años cincuenta. Supresupuesto implícito es que el comportamiento político puedeentenderse como el resultado de las decisiones de los individuos queactúan según su propio interés. Los estudios de la elección racional hanprocurado arrojar luz sobre cuestiones en todos los cam pos de laciencia política, mismas que van desde la lucha elec toral hasta elfuncionamiento de la burocracia.

El último binomio de esta apretada descripción de los enfoques de la ciencia política en la actualidad son el feminismo y el análisis deldiscurso. Este último representa un reto importante para las corrientesmás consolidadas; aunque cabría encontrar antecedentes de ambasperspectivas en la historia de la disciplina, que sólo han pasado a un

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6 Dice Gerry Stoker que quizá a algunos les sorprenda que el marxismo no haya sidoincluído en la lista; sin embargo, para este estudioso, dicha corriente ha sido decisiva en el impulso que ha recibido la ampliación antes mencionada, del ámbito de la cienciapolítica, ya que la relación de la política con las grandes fuerzas sociales y económicasha sido uno de los principales temas de los autores marxistas, pero no es apropiadoconsiderarlo como un enfoque independiente.

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primer plano a partir de los años setenta. El impacto del feminismo hasido con sid er able en muchos sentidos, pues ha favorecido la revisiónde los elementos más sólidos de la ciencia política. De este modo, losestudios de género han sido decisivos en la ampliación de loshorizontes de la ciencia política. El análisis del discurso, aunque hatenido menos impacto que el feminismo, constituye un importantevínculo en tre la ciencia política y el posmodernismo, pues considera que, estructurar el significado de lo so cial, es el prin ci pal hechopolítico. Los estudios de discurso analizan, además, cómo los sistemasde significado o “discursos” conforman la manera de entender lapropia posición o actividad política. Según este enfoque, laproducción, el funcionamiento y la transformación de los “discursos”deberían ser objeto de estudio, ya que constituyen una herramienta útilpara entender la articulación y el carácter de la política en lassociedades complejas.

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Sartori, Giovanni (1992), La política, lógica y método en las ciencias sociales, México: Fondo deCultura Económica.

Strauss, Leo y Cropsey Jo seph (1996), Historia de la filosofía política , México: Fondo de CulturaEconómica.

Tuck, Rich ard (1996), “Historia del pensamiento político”, en Pe ter Burke (ed), Formas de hacerHistoria, Ma drid, España: Alianza Universidad.

Wolin, S. Shel don (1993), Política y perspectiva. Continuidad y cambio en el pensamientopolítico, Bue nos Ai res, Argentina: Amorrortu Editores.

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Origen y Desarrollo de la Ciencia Política: Temas y Problemas

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Modelos políticos pre-estatales

Las formas preestatales de dominación política

Reflexiones previasEn esta obra se ha seguido el criterio e Heller de considerar que el Estado propiamente dicho, a los efectos de la teoría moderna del Estado, comienza con el Renacimiento. Ahora bien, una determinación tan exacta requiere algún tipo de legitimación teórica; y ésta no vendrá dada por el hecho de que acumulemos factores que alimenten una casuística de parecidos. No será suficiente que señalaremos cómo llamamos “Estado” a las formaciones políticas renacentistas y postrenacentistas debido a la que forman unidades territoriales. Con anterioridad ha habido formas preestatales dotadas de tal unidad territorial y, con posterioridad, muchos “Estados” nacionales han tenido muy cambiantes formas territoriales: desde la Paz de Westfalia, en 1648, que pretendía delimitar con carácter definitivo las fronteras interestatales en Europa, hasta los acuerdos de Moscú, Yalta y Postdam, que han vuelto a cambiarlas por enésima vez, en el continente han nacido y muerto varios Estados nacionales (Polonia, en el caso más patético, Servia, Croacia, Montenegro, etc.) y una gran parte de ellos ha sufrido cambios importantes en su composición territorial. Si, por el contrario, se explica su aparición por otros factores, como la existencia de ejércitos permanentes –cual a veces s hace-, conviene recordar que Romo los tuvo, por lo menos desde la época de las reformas de Mario (y nadie la clasifica entre los Estados nacionales), mientras que Inglaterra ha solido no tenerlos y es el prototipo de ese Estado nacional; si el factor explicativo es la Hacienda Pública, de nuevo debe reseñarse que ésta llegó a estar muy bien organizada en Roma, por lo menos desde los tiempos de Diocleciano y no tan bien, en cambio, en los Estados nacionales sino hasta la aparición del cameralismo prusiano. Y lo mismo cabría decir del resto de los factores que se aducen para explicar la aparición del Estado nacional.

Ciertamente – y ello parece más acertado- puede aducirse que lo que diferencia al Estado en nuestro sentido moderno, de las formas anteriores de dominación política, no es ninguno de aquellos factores en aislamiento, sino su conjunto, la feliz coincidencia de todos para la formación histórica de aquella figura política que Maquiavello llama lo Stato. Se trata, simplemente, de no presentar explicaciones nonocuasales de los acontecimientos históricos, sino de atender a la multiplicidad de factores causales que intervienen en la configuración de tales acontecimientos (especialmente si éstos son institucionales) Ahora bien, pretender extraer una categoría teórica por el procedimiento pedestre de acumular rasgos empíricos que la definan es algo insatisfactorio. Lo razonable parece ser ubicar la categoría (a la que se llega por un proceso de razonamiento deductivo) en un contexto teórico explicativo más amplio que le dé su dimensión auténtica. En esto reside la diferencia capital entre la historia como ciencia de lo singular y la Teoría del Estado que, en cuanto ciencia social, trata de encontrar las regularidades.

Si se entiende que el Estado es un instrumento de dominación política dentro de un proceso de evolución de los modos de producción en la historia, cada uno de los cuales tienen formas distintas de cristalizar políticamente (y aquí conviene advertir que se alegan todas las reservas posibles respecto a los dislates en

m1 |contenidos | IC

i n f o t m a c i ó n c o m p l e m e n t a r i a 3

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que puede incurrir un evolucionismo lineal ingenuo), sí podremos ver qué es lo que singulariza al Estado en cuanto forma de dominación política del modo de producción capitalista, porque, como señala Pérez Royo, es el único caso de el que las relaciones políticas de dominación no formas, por sí solas, una relación de producción; esto es, la explotación económica no tiene por qué recurrir directamente a la dominación política para realizarse, ya que la segunda, al ser de clase, garantiza a la primera como marco general de organización jurídico-coactiva. Es el comienzo de la organización del Estado (que, en esencia, es liberal y liberalismo son términos sinónimos), el cual mantiene la ficción del distanciamiento absoluto entre lo económico y lo político.

Este será, por lo tanto, el criterio que se ha de emplear para acometer la tarea de explicar esquemáticamente las distintas formas políticas preestatales.

Modos de producción y formas económico-sociales.Si se admite el marco teórico general marxista de los modos de producción en su clasificación quíntiple (sin que la enumeración convencional obligue el orden de periodificación) de modo de producción de la comunidad primitiva, modo de producción asiático, modo de producción esclavista, modo de producción feudal y modo de producción capitalista, resolveremos no solamente el problema de las diferencias entre el Estado moderno y las formaciones políticas preestatales, sin también, la cuestión importante de las llamadas “sociedades sin Estado” o sociedades anteriores a la organización política. Desde un punto de vista muy general, veremos a continuación la sucesión de los modos de producción, entendidos como categorías más amplias en las que se subsumen las formaciones políticas.

El modo de producción primitiva, también llamado arcaico o de comunismo primitivo, se refiere a organizaciones tribales de contornos indefinidos, que van desde las tribus de cazadores y recolectores del paleolítico, pasando por las tribus de pastores nómadas y los primeros asentamientos en la llamada “revolución del neolítico”, hasta los comienzos de la Edad del Bronce. Su organización social de carácter gentilicio, probablemente articulaba regímenes de propiedad comunal, no privada, y su evolución pasó por la institucionalización de formas familiares patriarcales en las que ya apuntan los síntomas de la dominación política; como todavía puede verse en las epopeyas homéricas, en las que Ulises, por ejemplo, y otros héroes, son fundadores de dinastías precisamente en cuanto que jefes de familias; igual que Agammenon ejerce ya el poder “más político” de la monarquía micénica en cuanto que arraigado en las relaciones de parentesco. Es la figura del antiguo derecho germánico, de que el jefe de la estirpe era, también, jefe de linaje.

El modo de producción asiático reviste también otros nombres, como “despotismo hidráulico” (Wittfogel), “depotismo oriental” (Crick), “despotismo de aldea” (Chesnaux), etc. Su misma existencia histórica es cuestionada dentro del campo de los estudios marxistas, un sector de los cuales prefiere subsumirlo bien en una forma peculiar de transición desde el modo de producción de la comunidad primitiva al modo de producción esclavista, bien en una forma especial de feudalismo. No obstante, aun admitiendo con Klaus Eder que el modo de producción asiático es un “callejón evolutivo sin salida”, esto es, algo equivalente a lo que Toynbee consideraría como una fracaso de una civilización para adaptarse y responder al estímulo, que tiene tanta importancia en el desarrollo de las culturas, no hay dudad de que es un concepto válido para entender una forma específica de dominación política de la que hablaremos más en extenso en las consideraciones siguientes, estos es, de los imperios primitivos considerados como unidades políticas.

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El modo de producción esclavista (que, en el proceso evolutivo enlaza, de hecho, con el modo de producción de la comunidad primitiva) tiene una determinación económica sencilla, por cuanto la esclavitud constituye la relación de producción dominante, si bien cubre tal multiplicidad de formas políticas que resulta difícil englobarlas bajo un solo epígrafe. De aquí que, en el desarrollo posterior que se haga en este capítulo del modo de producción esclavista, se obligado a referirse, en realidad, a cuatro formas políticas preestatales: la polis griega, la República romana (esto es, en ambos casos, aunque con evoluciones distintas, la infancia del modo de producción esclavista), las monarquías helenísticas y el Imperio Romano (en ambos casos, también, evoluciones distintas del mismo modo de producción; uno, la formación prematura de un sistema de “Estados nacionales”; dos, la formación de un Imperio universa, que lleva a su máximo desarrollo y decadencia el modo de producción esclavista.

El modo de producción feudal es el más complejo de todos; se discute hasta su misma existencia y, a veces, da la impresión de que su único objetivo en la historia haya sido servir de puente entre el modo de producción esclavista y el modo de producción capitalista o, si se quiere, haber entrado en una crisis prolongada en cuyos sobresaltos acabaría originándose el capitalismo. En realidad, el modo de producción feudal cubre organizaciones políticas muy dispares, desde la monarquía merovingia, pasando por el Imperio Romano-Germánico, las ciudades estado italianas y, según ciertos autores, el propio Estado absoluto. Y ello si nos ceñimos al ámbito geográfico europeo-occidental, pues el asunto se complica insospechadamente si se pretende incluir a las formas políticas de Europa oriental o formaciones tan controvertidas como el feudalismo chino o japonés.

El concepto de feudalismo, tan impreciso como sugestivo, pretende cubrir tres vertientes explicativas: a) la económica, refiriéndose a una forma especial de propiedad, cesión y arrendamiento de la tierra que origina el concepto básico de renta feudal de la tierra, forma que toma la explotación señorial del trabajo servil; b) la social, refiriéndose al vínculo vasallático, con las relaciones contractuales biunívocas de beneficio y homenaje; c) la política, refiriéndose a la jerarquía de dominación que iba desde los servi adscripti en la base hasta el Emperador, con todas las instancias intermedias de la nobleza secular y espiritual.

Más adelante se harán algunas consideraciones en relación con las formación políticas medievales, procurando entenderlas en su diversidad, como una poliarquía en el sentido en que Hegel empleaba este término para referirse al tema.

En nuestro esquema, por lo tanto, seguimos en lo fundamental el ofrecido por Bernad Crick en un libro espléndido por todos lo conceptos y al que hemos de recurrir con cierta asiduidad a lo largo de la exposición. Nosotros entendemos la evolución (de nuevo en un sentido lógico y no cronológico) de las formas políticas préstales de dominación como a) Imperios antiguos, b) Polis, c) República romana, d) Monarquías helenísticas, e) Imperio romano, f) Feudalismo. Crick, en cambio, las clasifica del modo siguiente: a) Gobierno primitivo, b) Imperios antiguos, c) Ciudades griegas, d) República romana, e) Roma imperial, f) Despotismo oriental, g) Gobierno feudal, h) el primitivo Estado moderno.

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mapa conceptual

materialm1

¿Qué materiales voy a utilizar?

Material Básico:

- Apuntes de Cátedra para Unidad 1. (El alumno encontrará estos materiales en el CD en forma de enlaces).

- BONETTO de SCANDOGLIERO, María Susana y PIÑERO, Ma. Teresa: El conocimiento de la Política. Ed. Advocatus, Córdoba, 2001. (El alumno encontrará los temas que la cátedra considera obligatorios en el CD en forma de enlaces).

- Apuntes de la Cátedra para la unidad 2, punto 1. (El alumno encontrará estos materiales en el CD en forma de enlaces).

- BONETTO de SCANDOGLIERO, María Susana (y otros): Notas sobre Teoría del Estado. Ed. Advocatus, Córdoba, 2000.

- BONETTO de SCANDOGLIERO, María Susana y JUÁREZ CENTENO, Carlos A.: Temas de Historia de las Ideas Políticas. Ed. Advocatus, Córdoba, 2001. (Hay ediciones anteriores).

Materiales Complementarios:

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- CERRONI, Humberto: Política, teorías, procesos, sujetos, instituciones y categorías. Ed. Siglo XXI, México, 1992.

- LÓPEZ, Mario Justo: Introducción a los Estudios Políticos. Tomo 1. Ed. Depalma, Buenos Aires, 1987. (Hay otras ediciones).

- LÓPEZ, Mario Justo: Manual de Derecho Político. Ed. Kapelusz, Buenos Aires, 1981.

- PINTO, Julio (comp.): Introducción a la Ciencia Política. Eudeba, Buenos Aires, 2001. (Hay ediciones anteriores).

- VALLÉS, Joseph M.: Ciencia Política. Una introducción. Ed. Ariel, Barcelona, 2000.

Sitios Web:

http://sapiens.ya.com/elforouned/El foro de la ciencia política (UNED)

http://sapiens.ya.com/elforouned/enlaces.htmEl foro de la ciencia política (UNED). Enlaces.

http://fcs1.fcs.edu.uy/icp/Instituto de Ciencia Política

http://www.nuevasoc.org.ve/Nueva Sociedad

http://www.anacitec.org/proar/politologia/Primer directorio en Internet de profesionales argentinos en el exterior. Politología.

http://www.unam.mx/iisunam/Principal.htmInstituto de investigaciones sociales (UNAM)

http://www3.usal.es/dpublico/areacp/index1.htm1er Congreso Latinoamericano de Ciencia Política (USAL)

actividadesm1

m1 | actividad 1

La Política

Estimado alumno, como usted ya sabe, el módulo 1 consta de dos unidades. Por lo tanto se han diseñado CUATRO actividades para la primera unidad y TRES para la segunda. Comencemos por la primera.La política es el objeto que hace a la disciplina de la ciencia política. A continuación detallaremos una serie de situaciones que usted deberá relacionar con lo estudiado en el material obligatorio de estudio, esto es, el apunte de la cátedra.

¿Qué es política? ¿Qué es lo que constituye un acto político? Consignaré un listado de distintos hechos y usted deberá señalar cuáles implican una actividad, relación o comportamiento político. A

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m1 |actividad 1 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o

- Una vez que Adolf Hitler llegó al poder del Estado alemán, por una serie de elecciones supuestamente democráticas, diseñó y puso en práctica una política exterior expansionista.

- En Chernobyl, luego de la explosión nuclear, se produjeron deformaciones genéticas en la población que generaron una situación de descontento generalizado en la sociedad.

- El Congreso de Estados Unidos, durante la presidencia de Clinton, tuvo continuos desacuerdos con su intención de lograr una vía rápida o de “fast track” para concertar acuerdos bilaterales con otros países en materia comercial o de integración.

- Los obreros del Correo Argentino han recibido la orden de distribuir y clasificar la correspondencia de la manera en que los instruye su patrón, aunque conozcan un modo más eficiente.

- Un estudio realizado en España ha arrojado un alto porcentaje de culpabilidad en los ciudadanos de ese país por no hacer lo que sus padres desean.

- Otro estudio realizado en Gran Bretaña ha demostrado que los comportamientos gerenciales femeninos en el mercado laboral son menos eficaces en la relación jefe-empleado, cuando esa relación es mujer-hombre.

- Un tercer estudio señala que María Estela Martínez de Perón fue la primera mujer en llegar a la Presidencia en la República Argentina, en 1975. Tal ejemplo corrobora que la participación de la mujer en funciones ejecutivas es minoritario.

Recuerde que la palabra política encierra una actividad, una relación humana que, cuando queremos conceptualizarla, presenta la característica de ser un concepto “equívoco” y de encerrar una realidad que puede ser entendida de múltiples maneras. Repase en el material obligatorio (en especial el apunte de la cátedra para el tema) las distintas acepciones del vocablo “política” y deténgase en la acepción estricta, que en el caso de nuestra disciplina sería su acepción más técnica o, si prefiere, más científica ya que hace al objeto de la disciplina. Por lo tanto, lo que se le pide es que señale en estas afirmaciones, cuáles son “políticas” en un sentido estricto y que, al serlo, hacen a la problemática de la política en cuanto objeto de nuestra disciplina científica (la ciencia política).

m1 | actividad 2

Conflicto y Cooperación ¿Dos caras de una misma moneda?

De ejemplos cotidianos de cooperación y conflicto. A 1 ¿Qué características definen a las relaciones cooperativas? ¿Y a las conflictivas? ¿Qué relación guarda esta actividad con la relación política? Distinga en los ejemplos señalados cuáles son políticos y cuáles no. A 2

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m1 |actividad 2 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 2

Los ejemplos puede crearlos usted mismo o puede sacarlos de la realidad política nacional o internacional. En este caso puede dirigirse a los sitios en Internet de diarios o revistas. A modo de ejemplo le señalo algunos:

www.clarin.com.ar; www.elpais.es; www.pagina12.com.ar; www.lanacion.com.ar; www.lavozdelinterior.com.ar.

m1 | actividad 3

La Ciencia Política

Estimado alumno, siguiendo con la unidad 1 del módulo 1, en ella presentamos distintas posiciones respecto al origen de la ciencia política como disciplina científica. También hacemos referencia a distintos enfoques existentes en nuestra disciplina.Teniendo en cuenta la lectura del material obligatorio y relacionándolo con una postura “protocientífica” (a) o atendiendo a una postura más “aggiornada” con los parámetros actuales de lo que debemos considerar como “ciencia” (b), deberá reflexionar y justificar, por tanto, cuándo sitúa usted el origen de nuestra disciplina en uno u otro caso y por qué.Elabore una respuesta de no más de una carilla y diríjala a su tutor por mail.

m1 | actividad 4

Los ámbitos de la Politología

En la última parte de la unidad 1 usted ha visto que tanto la teoría del Estado, la historia de las ideas, la dinámica política y las relaciones internacionales constituyen distintas partes de nuestra disciplina. No se olvide usted que en la carrera de Abogacía esta sólo es una materia, pero para quien estudia

m1 |actividad 2 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 1

Recuerde que la actividad política es “polifacética”. Dentro de la “dinámica” de la relación política encontramos la faz agonal y la faz arquitectónica. Una significa cooperación, consenso, y la otra conflicto, lucha, etc. Deberá detectar cada una y visualizarla en los ejemplos tomados.

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la Licenciatura en Ciencia Política, al ser toda una carrera, existen distintas asignaturas que hacen a tal disciplina, así como en derecho hay distintas ramas del mismo: civil, comercial, laboral, etc.Teniendo en cuenta estas diferentes “ramas” o ámbitos de la ciencia política, a continuación transcribiré una serie de hechos que usted deberá relacionar como objeto de cada una de ellas. Fundamente su decisión.

-Las relaciones entre EE.UU. y Afganistán empeoraron luego del ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, el 11/9/2001.

-El régimen político de China es autocrático.

-Tradicionalmente, en el Reino Unido de Gran Bretaña sólo dos partidos políticos tienen posibilidades de llegar al poder.

-La opinión pública internacional está en contra de un ataque de la alianza liderada por los EE.UU. contra Afganistán.

-El Papa Juan Pablo II, como jefe del Estado Vaticano, pidió a los líderes del mundo que dirijan todos sus esfuerzos hacia la paz mundial.

-El domingo 14/10/2001 hubo elecciones legislativas en la República Argentina. En ellas hubo un total del 30% entre votos en blanco, abstenciones y votos nulos. Esto demuestra índices alarmantes en el comportamiento del electorado.

-El domingo 14/10/2001, el presidente De la Rúa dirigió un mensaje por los medios de comunicación masivos a la ciudadanía.

-El fascismo es un movimiento político e ideológico que imperó en la Italia de la década de los 30 y 40 del siglo XX.

-El Papa, en su calidad de líder de la comunidad religiosa más numerosa de España, abogó por la abolición del aborto en la legislación de ese país.

-Jean Bodin fue quien forjó el concepto de soberanía.

m1 | actividad 5

La “Polis” y el Estado

Estimado alumno, dentro de la unidad 2 se han planificado otras 3 actividades. ¡Manos a la obra y suerte!

En esta unidad se han visto distintos ejemplos de modelos de dominación política pre-estatales, así como el proceso histórico de surgimiento del Estado moderno. A 1Dentro de los modelos pre-estatales, la polis constituye un modelo que a escala reducida se parece en cierta forma al modelo estatal. Tan es así que para referirse a ella se suele hablar de ciudad-Estado. A 2

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m1 |actividad 5 | AA

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Debe tener en cuenta que como el Estado es el modelo paradigmático de organización política, y que desde el inicio de la modernidad sigue vigente –aunque, como veremos en el módulo siguiente, con diferentes “versiones” o “estilos”–, a todas las otras formas que le precedieron y le aportaron alguna característica se las engloba en la denominación de “modelos pre-estatales” de dominación u organización política. Lea atentamente el apunte de la cátedra.

m1 |actividad 5 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 2

El término “polis” suele ser utilizado, y por tanto usted lo encontrará en los libros, como sinónimo de ciudad-Estado, sí, escrito de esta forma. Con ello se quiere dar la idea de que ese modelo de dominación política de la antigüedad griega, se parecía mucho –institucionalmente hablando– a lo que es el Estado, pero en sus dimensiones territoriales sería más parecido a lo que hoy son las ciudades, excluyendo las grandes metrópolis. En tal sentido, en la polis ya se pueden perfilar estructuras institucionales que se parecen a las del Estado actual.

m1 | actividad 6

ESTADO, un término equívoco

Al igual que otros términos, la palabra “Estado” es utilizada con varios sentidos. Las imprecisiones –admisibles en el lenguaje vulgar, como por ejemplo en la información de los diarios– dificultan una reflexión sistemática sobre la política. A continuación transcribiré distintas frases en las que el término “Estado” posee diversos sentidos:

- El Estado aparece en Europa occidental a principios del siglo XVI.- El Estado no debe interferir en la conciencia religiosa de sus

ciudadanos.- El Estado ha cedido competencias y recursos a los municipios.- Los Estados han de cooperar más estrechamente para proteger el medio

ambiente.

Usted debe ser capaz de interpretar en qué sentido se utiliza el término en cada frase A

Teniendo en cuenta lo estudiado en cada una de esas formas históricas de organización política y analizando sus instituciones, compare las de la polis con las del actual Estado argentino; además, observe si las funciones que despliegan son similares.

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m1 |actividad 6 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o

Para ayudarlo en la tarea se ofrece el siguiente cuadro:

¿Cuántos significados para un mismo término?

La acepción El contenido Otra denominación Se contrapone a

Estado 1Forma histórica de

organización políticaModelo de

dominación, sistemapolítico

Otras formas(polis, imperios...)

Estado 2

Conjunto deinstituciones

vinculadas al ejerciciode la coacción

legítima

Instituciones políticas

La sociedad y susestructuras

económicas,culturales, religiosas,

etc.

Estado 3Instituciones públicascon actuación sobre

todo el territorioestatal

El poder central, laadministración central

Las institucionespolíticas

subestatales:municipio, región,

comunidadautónoma, etc.

Estado 4 Comunidad políticasoberana

Estado independienteTerritorio

dependiente deotro Estado

(colonia)

m1 | actividad 7

Sociedad Civil

Le propongo una lectura del diario del día de la fecha A 1 en la parte de política o sociedad, para que busque en las noticias donde encuentre apelaciones al concepto de “sociedad civil” A 2. Seleccione ejemplificaciones de los dos tipos de concepciones dominantes en la materia y señale sus características. A 3

m1 |actividad 7 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 1

Usted podrá acceder a la búsqueda solicitada consultando los medios de comunicación masiva de su localidad, o accediendo a los siguientes medios de información on line:

www.clarin.com.ar; www.elpais.es; www.pagina12.com.ar; www.lanacion.com.ar; www.lavozdelinterior.com.ar.

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m1 |actividad 7 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 2

Recuerde que el concepto de sociedad civil es coetáneo al surgimiento del Estado y que ambos conceptos y realidades se interrelacionan, de tal suerte que a tal concepción de Estado corresponde tal concepción de sociedad civil.

m1 |actividad 7 | AA

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Recuerde la clasificación dada por Heller: la sociedad civil liberal-abstracta y la socialista, como dos concepciones ideales, antagónicas y dominantes en la historia de las ideas y de la lucha política.

glosariom1

Agonal (lucha): Es una de las fases de la política. La misma hace a la dinámica de la política (ver Dinámica política).

Autonomía: También respecto a la política, en el sentido de que tiene “leyes” propias, explicaciones, causalidades que le son inherentes y que difieren de las de otros ámbitos como la economía, por ejemplo.

Causalidad: Una interpretación de las relaciones entre eventos, en la que un evento “provoca” o produce otro evento.

Ciencia política: Disciplina científica. Un ejemplo de las llamadas ciencias sociales, culturales o “blandas”. Entre ellas podemos señalar, también, la ciencia jurídica, la historia, la sociología, etc. Tiene por objeto el estudio de la política. Podemos sostener que es el campo académico que toma como su tarea única y general el análisis de la política, en especial la del Estado.

Ciencia política “conductista”: Es la que enfatiza el análisis estadístico y las teorías abstractas en busca de regularidades básicas y esenciales a lo largo de un conjunto de eventos.

Ciencia política “interpretativa”: Es la que enfatiza los métodos históricos, antropológicos, legales y el todo complejo que se está estudiando. Heller, cuando sostiene que su teoría del Estado será ciencia política cuando logre describir, interpretar y criticar los fenómenos políticos, se enrola en esta postura de una manera mucho más acabada, o podemos decir “científica”, que los que sólo apelan a uno de los métodos señalados.

Compleja e indivisa: Compleja e indivisa: Como una suma de todas las otras características de la política, y como parte de la realidad humana y social, la realidad política es compleja y de imposible división. La efectividad humana implica un todo inseparable en los hechos, aunque en las reflexiones o “in abstracto” cada ámbito de ese acontecer sí pueda ser “partido”, separado o

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desagregado a los fines de su análisis.

Dinámica política: Como la política es polifacética, una de esas faces que la integran hace referencia a su dinamismo. Cuando se habla de dinámica política, en el campo de la ciencia política, estamos refiriéndonos a los distintos actores políticos que protagonizan el hecho político: partidos políticos, grupos de presión, opinión pública, etc. Son los que ponen en movimiento la estructura de la relación política para que ésta no esté siempre inmóvil e igual, lo que impediría la evolución, el cambio, etc. Algunos autores, como Prelot, la denominan vida política.

Especificidad: Nos estamos refiriendo al ámbito de lo político. Queremos decir que tiene características propias.

Estado moderno: Modelo de dominación política que surge a partir del siglo XV en el círculo cultural de occidente. Se ha convertido en el modelo paradigmático de la modernidad. Ha tenido distintas versiones o estilos y perdura hasta el día de la fecha, aunque algunas teorías o autores preanuncian en la actualidad la hora de su fin o extinción.

Fenómeno político: Nos referimos a la actividad y a la relación (humana) que constituyen la realidad política.

Historia de las ideas: Otra parte de la ciencia política que hace un estudio de la evolución del pensamiento político, cómo se ha ido generando la teoría política a través de la perspectiva de los distintos autores a lo largo de la historia. (ver lista tipo de la UNESCO en el Apunte de Cátedra para Unidad 1)

Ideología: Conjunto de ideas que están relacionadas y que se modifican entre sí; conjunto de ideas organizadas sobre algo.

Modelos de dominación política: Formas de organización política. A lo largo de la historia humana han existido distintos ejemplos.

Modelos históricos de organización política: Véase Modelos de dominación política. Ejs.: la polis griega, el feudalismo, el Estado, etc.

Nación: Grupo grande de personas que están unidas y reconocen una semejanza entre ellas debido a una cultura común. En particular, un idioma común parece importante en la creación de la nacionalidad, pero también puede ser una religión, una forma de vida, etc.Las naciones suelen coincidir con los límites políticos de los Estados, pero no siempre. Así, el idioma y la cultura kurdos se extienden a lo largo de partes del territorio de Turquía, Irak e Irán; nacionalismo irlandés y británico se encuentran mezclados en el territorio de Irlanda del Norte. Existen sobrados ejemplos de la falta de concordancia entre los “límites” nacionales y los límites de los Estados. Tal situación es una fuente poderosa de conflictos y agitación política.

Partido político: Es otro ejemplo de fuerza política o actor político. Si bien hay distintos tipos y clases de partidos políticos, desde una perspectiva tradicional, podríamos decir que es un grupo de personas que unidos por una misma ideología intentan llegar al poder (o al menos desplegar una función de control si no logran acceder al gobierno). Sin embargo, también podemos señalar como uno de sus rasgos característicos la de ser un mediador entre la sociedad y el gobierno. Es un actor político fundamental toda vez que “monopoliza” la oferta política. Con esto queremos expresar que para ser presidente, legislador,

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concejal, etc., hay que alcanzar el cargo, casi en todos los países, a través de un partido político.

Poder: Capacidad de una persona para causar que otra haga lo que desea aquella, por cualquier medio. // Uno de los elementos que constituyen la organización estatal. En tal sentido no debe confundirse poder con gobierno. El poder hace referencia al poder del Estado, en cambio el gobierno es sólo una “parte” del poder estatal.

Polifacética: Es una de las características de la política. Significa tener muchas fases.

Política: Objeto de nuestra disciplina, la ciencia política. Implica una actividad humana que supone una relación. Esta relación es una relación de mando, subordinación, por la cual un individuo logra doblegar la voluntad de otro/s. Es un término complejo, multívoco, que en general es usado por las personas de manera irreflexiva. Nosotros debemos utilizarlo en su acepción estricta, y en tal sentido esa relación de mando y obediencia de la que venimos hablando exige no solo la formalidad de tal relación sino un contenido, esto es, la construcción, consolidación y conservación del agregado humano. Se utiliza así como sinónimo de sistema político, y debemos aclarar que el sistema político paradigmático de los últimos siglos es el Estado.

Política internacional: Política conducida entre Estados, en lugar de aplicarse dentro de un solo Estado.

Privado: El ámbito de lo individual, lo opuesto a lo estatal. Ámbito donde impera la autonomía de la voluntad de la persona, donde el Estado no puede ni debe interferir. Para los liberales es sinónimo de mercado.

Público: El ámbito de lo estatal, lo político (a partir de la modernidad). Lo opuesto a privado.

Relaciones internacionales: Otro ámbito de la ciencia política que en los últimos tiempos ha adquirido una relevancia mayor debido a los fenómenos de internacionalización, trasnacionalización y globalización de las sociedades y la política. (ver lista tipo de la UNESCO en el Apunte de Cátedra para Unidad 1)

Simbólico: Otro de los caracteres de lo político: que se expresa simbólicamente, a través del signo. No es como la realidad de la naturaleza, totalmente objetiva.

Sociedad civil: Concepto y realidad que surge contemporáneamente al surgimiento del Estado. Para los liberales es sinónimo de mercado.

Teoría del Estado: Es una forma de hacer ciencia política. Se ocupa del estudio del Estado. La primera obra científica sobre el tema fue Teoría del Estado, de Hermann Heller. (ver lista tipo de la UNESCO en el Apunte de Cátedra para Unidad 1)

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m2

microobjetivosm2

¿Qué tengo que lograr?

- Conocer los distintos elementos que componen el Estado para comprender como funciona la maquinaria estatal, a los fines de contextualizar institucionalmente el funcionamiento de la actividad jurisdiccional y el estudio del derecho.

- Identificar el porqué y el para qué de la existencia del Estado, a los fines de saber comprender su finalidad ontológica y la justificación de su accionar.

- Conocer la evolución histórico-social de la organización política estatal, a los fines de poder identificar su rol en la relación ESTADO-ECONOMÍA-SOCIEDAD y la vertiente ideológica que subyace en ello.

- Comprender en qué consiste el fenómeno de la globalización y cuáles son sus efectos sobre la realidad estatal, a los fines de poder detectar sus consecuencias en lo político-institucional.

- Profundizar el estudio del Estado de derecho, a los fines de poder identificar los modelos y ejemplos de Estados “autoritarios” y con ello promover la formación y el desarrollo de los valores democráticos ante los acontecimientos cotidianos de la vida personal y profesional.

contenidosm2

¿De qué se trata?

Habiendo terminado el módulo 1 –con el que nos hemos introducido al conocimiento de lo que es la política y la disciplina que la estudia– y habiendo realizado un paneo sobre los diferentes modelos de dominación política, incluido el estatal, debemos continuar, obviamente, por el segundo módulo.El módulo segundo está integrado por dos unidades (la 3 y la 4). En la primera de ellas se estudia lo que es el Estado: sus elementos, la relación entre el Estado y el derecho, la característica del poder estatal que lo hace diferente al resto de las organizaciones existentes en ese territorio, y que radica en el hecho de ser un poder soberano. Sin embargo, veremos más adelante que este carácter de soberano debe ser contextualizado en los momentos históricos en que se ha plasmado; concretamente en la actualidad, frente al fenómeno de la globalización (punto V de la unidad 4) la evolución que ha experimentado el atributo de la soberanía estatal hace que se corresponda con cierto “debilitamiento” que erosiona su característica clásica de ser “absoluta”.

teoría del estado

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De todos modos, esta discusión, esta evolución, en definitiva, estas diferentes apreciaciones en torno a la noción o concepto de soberanía serán materia de abordaje cuando usted realice el estudio del tema y lo aplique en alguna de las actividades del módulo.Esta unidad también le será de utilidad para diferenciar –algo que un abogado debe tener siempre claro– entre Estado y gobierno. Por último, hay dos temas que son cruciales. Uno es el del fin del Estado, tema bien propio de la ciencia política, que hace al para qué existe el Estado y que debe ser contestado desde el “ser”, ya que constituye la existencia misma del Estado, esto es, desentrañar cuál es su fin objetivo, si es que se quiere hacerlo desde una posición científica y no caer en posiciones subjetivistas. Así, desde el marco mismo de la teoría, nos posibilitará distinguirlo de la problemática de la justificación del Estado, cuestión que pertenece al campo del “deber ser” y que responde al por qué existe el Estado. Planteado en otros términos, lo que nos preguntaremos en este tema es lo siguiente: ¿Es legítima la pretensión del Estado de seguir manteniéndose como institución gracias a los sacrificios personales y patrimoniales que hace a la sociedad?; pregunta que nos introduce de lleno en reflexiones de tipo filosófico-morales o éticas. Las mismas pueden ser respondidas de diferentes formas, pero nosotros nos enrolaremos en la postura de Hermann Heller, un teórico alemán del primer tercio del siglo XX y cuya teoría del Estado, en muchos sentidos, no ha sido superada. En tal sentido, y adelantándonos a lo que deberá usted estudiar, podemos concluir sosteniendo que el Estado sólo se puede justificar en tanto asegure un derecho justo (en el sentido de que obligue a los individuos a partir de un derecho que la comunidad social acepta, en gran medida, acorde a los juicios de su conciencia moral). La justificación del Estado a partir del derecho es coherente con la relación que establece el autor entre Estado y derecho. Didácticamente nos es útil para adentrarnos en la unidad siguiente, o sea la unidad 4, en la que analizaremos la segunda versión del modelo estatal: el Estado de derecho.Como ya lo señaláramos al presentar la materia, el Estado como modelo de dominación arquetípico paradigmático de la modernidad y que perdura hasta nuestros días, ha tenido distintas versiones, estilos, o si se quiere “modelos” (vea la página 1, punto 2 de nuestra presentación de la asignatura). En un primer momento, cuando surge, allá por el Renacimiento, adopta una versión “absolutista”, pero a fines del XVII en Inglaterra y durante los siglos XVIII y XIX se consolida como Estado de derecho de tipo liberal IC 1 (o clásico, dirán otros). Luego, avanzada la década del cuarenta en el siglo XX, esta forma evolucionará a lo que se conoció como Estado social de derecho IC 2, o Estado de bienestar para otros (Welfare State). En la década del 70 del siglo pasado esta versión entró en crisis, contemporáneamente con el inicio de un proceso que aún perdura: el de “la globalización” IC 3, el cual está erosionando la clásica conceptualización estatal. Algunos teóricos, incluso, hablan del fin o de la desaparición del modelo estatal. Todo esto será materia de estudio en la unidad cuatro, donde además veremos cómo cada una de estas versiones históricas o modelos de Estado se correspondió con un rol que le cupo al Estado en su inextricable relación con la “sociedad civil”, así como con una ideología IC 4 que lo sustentó: el liberalismo, la socialdemocracia, etc. También veremos cómo, a principios del siglo XX, hubo corrientes ideológicas que quisieron poner fin al Estado de derecho con modelos que llamamos de “rupturas”: el comunismo, los fascismos, etc.Con lo dicho he terminado de presentar el módulo segundo, y es mi deseo que esta presentación sea de utilidad para usted. Continúe en la tarea emprendida y nuevamente vayan mis mejores augurios. ¡Suerte!

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i n f o r m a c i ó n c o m p l e m e n t a r i a 1

Estado Liberal de Derecho

Delimitación Teórico-históricaNace con las primeras constituciones del siglo XIX.Procesos:El racionalismo de la ilustración.El liberalismo político.El liberalismo económico.El triunfo de la burguesía.Etapas: Siglos XIX-XX (según Sartori)Estado liberal: Estado constitucional que aprisiona el poder absoluto.Estado liberal-democrático: que es primero liberal y luego democrático.Estado democrático liberal: el poder popular prevalece sobre el poder limitado.

Supuestos políticos

Derechos del Hombre Iusnaturalismo racionalista.Contractualismo social.

SociedadCuerpo artificial creado por los sujetos para la satisfacción de sus intereses, y esto en el marco de una ley natural, que establece derechos fundamentales, de los cuales el individuo sólo puede desprenderse respetando los límites de una renuncia acordada con todos, con los que se asegura una convivencia ordenada y libre.En un comienzo la sociedad civil es la burguesía y sólo ella.

Medios institucionalesLa separación de poderes debe entenderse como la garantía adecuada para instrumentar el imperio de la ley y la libertad.

LeyConcepción: normativa general y abstracta, válida para un grupo indeterminado de casos y por tiempo indefinido.Significado: manifestación de la voluntad popular expresada por los representantes del pueblo.

ValoresSeguridad jurídica.Igualdad de los hombres frente a la ley.Libertad.Propiedad privada.Participación de los ciudadanos en la formación de la voluntad estatal.

EconomíaEra vista como parte integrante del todo social, las relaciones económicas estaban ligadas al orden político y los valores políticos.Incentivo fundamental de la actividad económica es el interés individual.

EstadoNo interventor.

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Gendarme.Mínimo.Poderes limitados.

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Estado social de derecho o estado de bienestar

Delimitación históricaComienza a gestarse en la década de 1920-30 y se expande después de la segunda guerra mundial.Procesos que llevan a la la caída del E. Liberal y al surgimiento del E. Social:-Sufragio Universal.-Primera Guerra Mundial (1914 – 1918).-Crisis económica de 1929.-Presión del movimiento obrero.-Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945).Comienza a generalizarse la convicción de que aquel Estado no intervensionista era el culpable de los males que se producían en la sociedad.El Estado Social de derecho tuvo una vigencia de casi 30 años.Logros (Según Pico):-Crecimiento económico.-Aseguró el nivel de vida.-Aseguró el empleo.-Garantizó los servicios sociales básicos.-Incentivó el mercado y la producción.-Fomentó la paz y la estabilidad social.-Impulsó el acuerdo y el consenso entre las distintas fuerzas políticas.

Supuestos político-ideológicos.Según Cotarelo el origen de la idea del Estado Social se remonta a la revolución de 1848 en la cual se enfrentan el socialismo radical y un socialismo democrático o reformista.La formulación de la concepción del Estado Social de derecho corresponde a Heller.Influyeron en su construcción:-Los postulados sociales, políticos y económicos de los programas socialdemócratas y laboristas.-Los postulados provenientes del reformismo social cristiano y de algunas elites conservadoras ilustradas y progresistas.

Economía:Teóricos más importantes:-Report Beridge-Keynes.El Estado social de derecho no niega los valores del Estado Liberal, sino que pretende hacerlos más efectivos dándoles una base y un contenido material.

Estructura del Estado social de derecho.1) Reformulación de la interacción Estado-Sociedad.Surge la concepción del Estado como regulador decisivo de la sociedad.

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Estado y sociedad no son ya dos sistemas autónomos, sino fuertemente interrelacionados.La sociedad que coexiste con este Estado se caracteriza por tener un elevado nivel de articulación organizacional (asociaciones, agrupaciones, grupos de presión, gremios, etc..).

2) Aspectos sociales y políticos.El rasgo más característico del Estado social fue la producción de la integración social, dentro de las estructuras de una sociedad industrial, conformada por una pluralidad de grupos e intereses antagónicos, así como la reducción de los conflictos sociales en acuerdos sociales.La sociedad no sólo participa pasivamente como receptora de bienes y servicios, sino que a través de sus organizaciones toma parte activa en la formación de la voluntad general del Estado.

La reformulación del Estado.Estado como distribuidor: se produce una más justa distribución de lo producido, llevada a cabo por una adecuada utilización de la potestad fiscal.Estado manager: se vincula a la necesidad del poder de disposición que debe tener el Estado para la dirección general del proceso económico a fin de cumplir acabadamente con su responsabilidad de la distribución del producto social. Esto lo debe realizar dentro del marco de una economía de mercado que el mismo Estado contribuye a regular estructural y coyunturalmente.El escenario de las decisiones relevantes se traslada del parlamento a las las instancias gubernamentales y administrativas. Esto es así porque el parlamento no puede responder con celeridad a los cambios de situación. La mayoría de los proyectos de planificación de políticas son presentados por el gobierno.El parlamento asume funciones de control, más que de decisión.Presupuestos Jurídicos.A los derechos individuales clásicos el Estado social agrega los derechos económicos y sociales. Estos constituyen la base legitimadora del Estado de bienestar.La ley pasa a ser un instrumento para la ejecución de decisiones de distinta espe-cie, por lo que la legislación aumenta tanto en cantidad como en diversificación.

Estados de bienestar intervensionistas fuertesEstados de bienestar compensatorios blandosEstados orientados al pleno empleo

Tipos de Estadosegún Therbon

Estados orientados al mercado, escasa política de bienestar

Formalmente el parlamento sigue siendo supremo, pero en la practica no lo es. Se presenta un Ejecutivo predominante en todos los aspectos.

Los supuestos económicos.El nuevo auge que tomó el Estado después de la segunda Guerra Mundial, dió lugar a una expansión estatal sin precedentes en dos ordenes:-El de la gestión pública de la economía.-El de la redistribución de la renta a través de un plan general y complejo de transferencias del capital.Se genera un poderoso sector público, que empieza con el auge de las naciona-lizaciones de posguerra.El Estado pasa a controlar un gran sector de la economía y se genera una gran

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masa de población activa en condición de empleo público.Aparece como una necesidad la tendencia a la planificación económica estatal.Se instrumenta un complejo sistema de seguridad social y de subsidios.Se da un crecimiento constante de la producción vinculado a un crecimiento del consumo.

Crisis del Estado de Bienestar.A partir de mediados de los setenta comienza a desmoronarse y a ser objeto de duras críticas.El alza del precio del petróleo generó una fuerte transferencia de los importa-dores a los exportadores y produjo un efecto considerable sobre el sistema económico. Los problemas fiscales se centraron en la existencia de un déficit creciente, unido a una reacción contra la presión fiscal. Se evidenció la incapacidad del Estado para hacer frente a los gastos sociales.Los problemas económicos se centraron en la inflación creciente y en la ausen-cia de crecimiento.Aspectos más relevantesGasto público: se optó por mantener el nivel de gasto a costa del endeudamiento, pero cuando el déficit del sector público pasó a ser permanente, el recurso del sector financiero al endeudamiento se tornó destructivo.Internacionalización del sistema financiero: los Estados dejan de controlar los intereses de la deuda.Sector trabajo: se comienza a emplear a extranjeros por menos sueldo y se trasladan las grandes fábricas a países donde la mano de obra es más barata.Mercado de apertura de capitales: los Estados dejan de tener control sobre el mercado interno.

La globalización

La globalización: situación y proceso IC 3.1

Nautonomía y globalización IC 3.2

La globalización como ideología IC 3.3

Globalización IC 3.4 (video del congreso Nacional de Ciencia Política)

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i n f o r m a c i ó n c o m p l e m e n t a r i a 3

Ciclos, Año VIII, Vol. VIII, número especial 14-15, ler. semestre de 1998

La globalización: situación y proceso

Roberto Russell *

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i n f o r m a c i ó n c o m p l e m e n t a r i a 3 . 1

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I.Introducción

Globalización, al igual que otros conceptos de uso habitual en épocas anteriores, es una palabra del tipo “atrapa todo”. En consecuencia, se presta a aplicaciones múltiples y da amplio lugar para confusiones generalizadas.

Políticos, economistas, comunicadores sociales y gurues de distinta especie se refieren a ella en forma cotidiana. Algunos le cantan loas mientras que otros advierten sobre sus efectos perniciosos para las sociedades y estados nacionales. Para muchos no es más que un mito o una moda; para otros el nombre actual de un proceso en desarrollo desde hace varias centurias.

En los ámbitos académicos las cosas no son demasiado diferentes. La literatura especializada muestra vacilaciones, aunque hay un aspecto en el que todos los especialistas coinciden: que el concepto globalización puede entenderse o interpretarse en varios sentidos, o dar ocasión a juicios diversos.

En breve, que es un término equívoco. Desde este punto de partida común, se han ofrecido definiciones y lecturas para todos los gustos. Más aún, muchos autores han procurado (no siempre con buenos resultados) diferenciar “globalización” de “internationalización”, “transnacionalización”, “interdependencia”, “globalismo”, “universalismo” e “occidentalización”.1

Ciertamente, las ambiguedades y confusiones no obedecen a la falta de luces de los analistas. Ellas revelan que nos encontramos ante circunstancias y procesos muy complejos. Y, además, frente a un tema en el que hay muchos intereses en juego. Por ello, tampoco sorprende que las opinión sobre la globalización sean tan diferentes y hasta opuestas: en un extremo quienes niegan su existencia y en el otro quienes consideran a la globalización como un cambio de época, como una “transformación fundamental de la geografía humana”.2 De un punto al otro, los matices son innumerables. Este estado de cosas, ampliamente conocido por quienes se han acercado intelectualmente al fenmeno de la globalización, y mis propias confusiones al respecto me han llevado a escribir este breve ensayo en el que intento lograr dos objetivos principales: a) ordenar y aclarar algunas ideas sobre los aspectos centrales incluidos en el debate sobre la globalizacirón,esto es, su identidad, origen, causas, alcance e implicancias para el estado-nación; y b) proponer un enfoque que procure desprenderse de toda carga valorativa. La globalización no es aquí un valor promovido ni una meta deseada o un proceso temible. Mi interés, simplemente, es comprender la naturaleza dcl fenómeno sobre su evolución probable.

II. Entidad de la globalización

Para abordar la entidad de la globalización es preciso introducir una primera diferenciacion analítica que separe la globalización como situación de la globalización como proceso.

En el primer caso, el concepto describe un estaddo real o posible de condición humana. Sería un estadio culitativamente nuevo en el desarrollo de la situación humana caracterizado por el predominio de comportamientos, relaciones sociales y formas de organización que se definen por contextos especfficamente globales.3 Según se aprecia, se destaco en esta definición aspectos que tienen que ver con la extension del espacio geográfico y el aumento de la densidad de las relaciones sociales. Nótese aismismo un predominio de comportamientos, de relciones sociales y de fomas de organización globales, to que obviamente implica que perduran, aunque en un lugar secundario, otras relaciones sociales de natunraleza local, nacional y regional.

Admito que el uso del término globalización corno situación es poco apropiado y algo confuso.4 A1 igual que otros conceptos, tales como modernizacioón o democratización, nos trae a la mente la imagen de movimiento,

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de cambio de un estado a otro. Sin embargo, creo conveniente diferenciar analíticamente situación de proceso por dos motivos. Primero, porque su empleo vulgar y académico en el primer sentido es may frecuente, por ejemplo, cuando se habla de “mundo globalizado” o “mundo sin fronteras”. Segundo, y más importante, porque la idea de globalización como situación es útil para captar y comprender el alcance actual del fenómeno.

En cuanto a esto último, contamos con mucha evidencia empírica para mostrar que la globalización no es (ni fue) una situation prevaleciente. Dicho de otro modo, los comportamientos, las relaciones sociales y las formas de organización globales no son (ni fueron) las predominantes. En el campo económico, por ejemplo, “la mayor parte de ]as transacciones económicas no se realizan en los mercados globales sino en los nacionales. Mas del 80%, de la produccion mundial se destina a los mercados internos de los países. Las exportaciones representan menos del 20% del producto mundial. Alrededor de 9 de tada 10 de los trabajadores del mundo producen para los mertados de sus respectivos países.5 En el orden de lo político, el estado-nación sigue siendo una fuente fundamental de identidad y lealtades. Además, expresiones polítitcas que sustentan intereses locales han cobrado renovado vigor y se extienden desde Escocia y Cataluña al Norte de Italic y Quebec. Asimismo, fuerzas de fragmentación abanderadas en causas religiosas, nacionales y étnicas, sacuden casi a la mitad de África y a países como la India, Indonesia y Turquía.

En suma, la globalización tiene un alcance limitado.6 Sin embargo, esta constatación elemental no debe llevarnos a negar o minimizar su importancia, tal como lo hacen muchos analistas.7 Corresponde aquí hacerse al menos dos preguntas relacionadas: ¿Cuánto ha aumentado el alcance de los comportamientos, reaciones sociales y formas de organización globales en relación con otros períodos históricos?, y ¿cuál es la dirección más probable del proceso?

Las dos preguntas nos remiten directamente a la cuestión de la globalización entendida como proceso. En este sentido, ella puede definirse com el conjunto de fuerzas que contribuyen a la unificación del mundo. Dicho de otro modo, a la formación tanto de un sistema como una sociedad global.

Apelo a la clásica difereciación entre sistema y sociedad porque ambos conceptos denotan aspectos distintos y a la vez cruciales para interpretar el proceso de globalización.8 Cuando hablamos de sistema hacmos referencia al alcance y densidad (en este caso global) de los comportamientos, relaciones sociales y formas de organización humanas. Nuestra descripción se lim to meramente fáctico (por ejemplo, la internacionalización creciente de la producción, las finanzas y los intercambios). Por su parte, el concepto sociedad global incluye pero trasciende esta dimensión; ella presupone la existencia de expectativas, valores a ideas comunes acerca de la vida en sociedad y el establecimiento de reglas a instituciones que posibiliten coexistencia y la cooperación entre los diversos actores que forman parte del sistema global. Apretadamente, podría hablarse aquí de una integración social normativa.9 Así, una sociedad global requiere un sistema global, aunque último puede existir sin que se de la primera. Por otra parte, puede haber sistema global a incluso una sociedad global sin que haya globalización entendida como situación prevaleciente. Sin embargo, es claro al m ismo tiempo que la formación del sistema y la sociedad globales son una consecuencia del proceso de globalización.

Es de interes notar que numerosos textos referidos directa o indirectamente a la globalización destacan tanto la emergencia de un incipiente sistema global como la inexistencia de una sociedad global o, al menos, las enormes dificultades para constituirla. De nuevo, se emplea el concepto situación (casi siempre erróneamente) y proceso a la vez.

El surgimiento de un sistema global es evidente y para nada novedoso.

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La historia del mundo durante un tiempo muy largo puede concebirse como conjunto de subsistemas sociales con nulas o muy limitadas interacciones e influencias recíprocas. El estudio del paso de esta situación a la actual, caracterizada por la existencia de un sistema de alcance mundial, cuenta con una profusa literatura. Por lo general, tiende a coincidirse en que apenas a partir de fines del siglo XIX se conforma un sistema genuinamente global, dado que en etapas previas el “mundo” de las interacciones era mucho más limitado.10

Resulta mas dificil y complejo rastrear empíricamente los aspectos muestren la emergencia de una incipiente “sociedad mundial”. Mas aún, muchos autores el incremento de las relaciones sociales globales (esto es, la integración social fáctica) no haría más que profundizar las diferencias culturales y enfatizar la propia identidad y los sentimientos “tribuales”. En su conocido ensayo sobre el choque de civilizaciones, Samuel Huntington opina que “las interacciones entre personas de diferentes civilizaciones acentúan la conciencia de pertenencia a una civilización, lo cual, a su vez, vigoriza las diferencias y animosidades que se remontan, o se supone que se remontan, a lejanos antecedentes históricos”.11

El impacto de las fuerzas de globalizacion sobre las distintas civilizaciones en el sentido de una mayor integración fáctica y normativa, o por el contrario, de una mayor fragmentación, es una cuestión abierta. El aspecto importante a señalar aquí es que la formación de una sociedad global no implica arrasar con la diversidad mediante el triunfo universal de una idea. Muchos de los que así piensan conciben a la globalización (desde luego, equivocadamente) como la extensión a (y absorción por) otras civilizaciones de ciertos valores occidentales o, como lo puso Huntington en otro artículo, de manera crítica e irónica a la vez, en “coca-colonización”.11 Por el contrario, la globalización en su faz normativa se liga, para decirlo simplemente, con ideas que conciben al mundo como un solo lugar (esto se refleja hoy en expresiones tales como “aldea global” y “planeta Tierra”) y que valoran positivamente la diversidad. Cabe apuntar que hay un proceso paralelo en el plano de las ideas a la gestación del sistema global que se extiende a partir del siglo XV con el desarrollo de reflexiones sobre lo que podríamos denominar “la circunstancia humana global”. Estas ideas, ligadas a diversas concepciones religiosas y humanistas relativas a la sociedad civil y la ciudadanía mundial, han recorrido un largo camino y ocupan un lugar de gran importancia en el debate intelectual y la praxis política contemporánea. Se manifiestan, por ejemplo, en las actividades transnacionales de las organizaciones de derechos humanos y de protección del medio ambiente que dan prioridad a los derechos individuales y de la humanidad en su conjunto vis a vis los derechos tradicionales de los estados nacionales, tal el caso de la soberanía estatal. En términos más sencillos, hablan en nombre de la sociedad global. Por otra parte, no debe llevarse la distinción sistema global-sociedad global a los extremos. Como bien apunta Martin Shaw: “Aun las relaciones globales de mercado y la mucho más limitada coordinación de la producción involucran el crecimiento de expectativas a ideas comunes acerca de la vida social”.13 Esto es, incluyen aspectos que hacen a una sociedad mundial. III. Origen y causas de la globalización

Desde una perspectiva sociológica, puede admitirse que fuerzas de globalización (al igual que de fragmentación) han existido a lo largo de toda la historia de la humanidad debido a que expresan necesidades humanas básicas. Según Rosenau, “la dinámica de la globalización derivaría de la necesidad de la gente de extender el alcance de sus propios órdenes sociales para incrementar los bienes, servicios a ideas obtenibles para su bienestar”.14

No tengo nada contra esta forma de abordar el tema. Aun más, creo ayuda bastante a encuadrar parte del debate sobre la globalizació. Sin embargo, la pregunta sobre el origen de lo que hoy llamamos globalización requiere

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respuestas más precisas. Puede caerse en una situación algo absurda y sostener que la globalización empezó con el origen del hombre. O, para no ir tan lejos y dar tan solo un ejemplo, con los griegos o los romanos. Es de interés recordar que en su Historia universal Polibio reflexiona sobre estos mismos temas cuando escribe: “Antes, las cosas que pasaban en el mundo tenían conexión entre si ... Pero desde el ascenso del Imperio Romano, los acontecimientos estan unidos por un haz común”.15

Aunque puede aceptarse que los imperios antiguos contribuyeron a la unificación de partes del mundo (podríamos hablar aquí de proces “miniglobalización”), es claro, nuevamente, que el fenómeno que procuramos comprender tiene una relación lejana con estas fuerzas de integración pasado que no produjeron importantes vinculaciones de naturaleza globlal.

Estas últimas no comienzan a desarrollarse efectivamente hasta la expansión inicial de la economía mundial y el ascenso del estado moderno a del siglo XVI. Aquí se encuentra el origen del proceso que hoy llamamos globalización. El mismo, naturalmente, ha atravesado distintas fases que no pretendo ni puedo sumariar en este trabajo.16 Sí me importa señalar que cada fase puede distinguirse utilizando tres variables principales: a) cantidad de territorios y sociedades comprendidas (alcance); b) niveles de interconexión global (densidad); y c) impacto sobre la naturaleza y funciones del estado.

Hasta el presente, cada fase de la glbbalización muestra un incremento notorio en el alcance y la densidad del proceso y un impacto cada vez más fuerte sobre el estado. Esto cabe, especialmente, para la actual fase dela globalización que se inicia en a mediados del diglo XX bajo el impulso de los avances producidos en la tecnología del transporte y las comunicaciones y que presentanumerosos rasgos distintivos ne el campo de la política, el comercio, la producción, las finanzas, las organizaciones, la ecología, las comunicaciones y la cultura. En este ultimo aspecto, se aprecia un aumento significativo que podría llamarse “conciencia global”.17

No hay duda de que los factores que promueven la globalizacion son varios. Nos encontramos frente a un proceso multicausal que se expresa en forma simultánea en todos los campos de actividad.18 Sin embargo, en su nivel más básico, la globalización podría verse como un proceso económico-tecnológico que tiene grandes consecuencias políticas. A este último tema, dedico el apartado final del ensayo.

IV. Implicancias de la globalización para el Estado

El proceso de globalización ha puesto en tela de juicio los pilares de la teoría clásica de las relaciones internacionales y ha sido un factor fundamental en el desarrollo de un debate particularmente vigoroso a partir de los años setenta sobre las categorías y enfoques teóricos más adecuados para describir y analizar tanto el sistema internacional como el complejo haz de temas ligados a la problemática del orden mundial.

Para realistas y neo-realistas nada ha cambiado esencialmente. Sigue atrincherados en la primacía del estado-nación y en la creencia de que la política y la economía internacionales estan regidas por la interacción de los estados. Sus posiciones se sustentan en argumentos de este tipo: que los estados son los que fijan el marco y definen las políticas que favorecen o no la globalización; que solo los estados pueden defender los intereses corporativos en las negociaciones internacionales sobre comercio, inversiones y acceso de a los mercados, y así.19 Incluso hay autores que afirman que en estas últimas décadas “la soberanía del estado se ha incrementado más que debilitado”.20

En el extremo opuesto, algunos analistas llegan a decir que la lógica del proceso de globalización hace al estado “redundante” y que la gobernabilidad en el ámbito nacional es poco (o nada) efectiva frente a la globalización económica.

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Autores como Reich y Ohmae perciben a los estados como “autoridades locales” del sistema global. Algo asi como las “municipalidades” del siglo XXI, encargadas de proveer servicios mundanos.21 La implicacion lógica de este tipo de análisis es la creciente pérdida de significación del estado-nación.

En otra linea de análisis, los así llamados “neo-medievalistas” opinan que los estados pierden cada vez más poder debido a la acción de fuerzas que operan en tres direcciones: desde arriba (nivel supra-estatal), desde abajo (nivel sub-nacional) y desde los costados (nivel de los actores no estatales, al que consideran como el más importante).22 El resultado de esta situación es un patchwork caracterizado por la superposición de autoridades y lealtades.

Desde esta perspectiva, Susan Strange considera,

“que la Europa del siglo XXI -y esto vale no sólo para Europa- va a ser más parecida a la de los siglos XII o XIII que a la de estos últimos años. En aquellos días distantes, las oportunidades de vida de un hombre o de una mujer, el rango de opciones abiertas respecto de todo, desde como conseguir lo suliciente para comer hasta sus relaciones sociales, derechos y obligaciones, eran establecidos por una multiplicidad de autoridades - la Iglesia, las órdenes religiosas, el señor o barón local, los gremios, el jefe de familia o de la aldea-. Entre todas estas multiples autoridades, el rey o gobernante era tan sólo una de muchas; de acuerdo al derecho ocupaba la cima de la pirámide social, pero en términos prácticos era a menudo sólo un “soberano” distante e indirecto. Si en el futuro la vida va a ser más parecida al medioevo, entonces debemos dilucidar lo que esta situación significa tanto para nosotros como individuos como para el gobierno y los negocios.23

Desde otra vereda, otros analistas afirman que los “neo-medievalistas” se equivocan al percibir el cambio de poder del estado como un juego de suma cero, dado que la ganancia de poder por parte actores supra, sub y no estatales no implica necesariainente una pérdida de poder para el estado-nación. Según estos autores, “el estado no está desapareciendo, por el contrario está desagregándose en partes separadas, funcionalmente distintas”.24 Estas partes (por ejemplo, agencias del Ejecutivo, tribunales de Justicia, etcpétera), establecen vínculos crecientes con sus contrapartes extranjeras y crean una densa red de relaciones políticas que constituye al nuevo orden “transgubernamental”. Así el estado, cambia de carácter y adquiere nuevas funciones pos de una nueva y necesaria “gobernabilidad internacional”.25

Como puede apreciarse, tenemos opiniones para todos los gust( ciertamente, mucha tela para cortar. En honor a la brevedad, propongo tres lineas de reflexi6n en torno de la cuesti6n globalizaci6n y estado.

La primera y mas elemental, tiene que ver con la vida futura del es y se inscribe en el marco de la discusi6n que acabo de resenar. Por un lado, me parece que los realistas pecan por defecto y los liberales ortodoxos por exceso; que los “neo-medievalistas” ayudan a comprender en parte el proceso de dispersión de estructuras de autoridad, aunque tienen un punto débil al considerarlo un juego de suma cero; y, finalmente, que los “transgubesnamentalistas” hacen un aporte de gran importancia para descifrar las nuevas funciones del estado.

Por otro lado, creo que el debate sobre globalización y estado carece en general de perspectiva histórica y, por eso mismo, tiende a desconocer o soslayar tres cosas importantes: a) que el cambio de las unidades políticas se da en todas las épocas y que, por consiguiente, no es un producto de la modernidad; b) que en cada época coexisten distintas entidades políticas que mantienen relaciones de cooperación y conflicto y que, por lo general, siempre hay una que prevalece, a la que se denomina “unidad constitutiva”; y c) que desde la formación del así llamado orden westfaliano, el estado, esto es la

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política constitutiva de ese orden, se ha ido transformando a lo largo de los siglos debido a varios factores.26

La literatura neo-marxista ha mostrado, por ejemplo, la relación que existe entre el desarrollo del capitalismo y los cambios en las formas de estado, tal el caso del reemplazo progresivo del estado liberal por el de bienestar producido en Europa a partir del último cuarto del siglo XIX como resultado de la extensión de la industrialización y la movilización de los obreros industriales.27

Esta dinámica de cambio de las formas de estado parece hoy tener más fuerza que nunca. La globalización, en su faz actual, desempeña un papel fundamental en la transformación no solo de la naturaleza del estado (en este caso del estado de bienestar en los centros y del estado así llamado desarrollista en las periferias) sino también en la configuración internacional del poder estatal. El estado se “internacionaliza”, tiene menos control sobre los procesos políticos, económicos y sociales que se producen dentro de su territorio y depende en mayor medida que en el pasado de “constituencies” no territoriales en razón de que debe responder cada vez más a demandas y presiones de actores externos, geográficamente dispersos y más fluidos.

A primera vista, esta enumeración de capacidades cercenadas puede llevar a suponer (como sucede habitualmente) que el estado se desvanece. Sin embargo, y en un sentido contrario, es posible hacer otra lista - tan convincente como la anterior - de capacidades ampliadas; participación en regímenes internacionales y procesos de integración, aumento de las funciones transgubernamentales, desarrollo de agencias e instituciones internacionales que requieren mayor acción estatal; y así. Además, hay numerosas pruebas que dan testimonio del poder y la durabilidad del estado, como lo muestran las persistentes pujas por la soberanía y el territorio o la resistencia generalizada a someter los conflictos interestatales a un “árbitro supremo”. Por otra parte, el propio orden interestatal ha creado barreras dificiles de franquear por formas de organización no estatales que aspiran a ser reconocidas como participantes legítimos en las relaciones internacionales y mundiales. En este marco, me parece que discutir sobre la declinación o muerte del estado no lleva demasiado lejos. El estado será el actor político principal por mucho tiempo. Es de mayor interés -y esta es la segunda línea de reflexión que propongo- debatir sobre el impacto de la globalización en distintos estados. A diferencia del anterior, éste es un aspecto apenas mencionado en la literatura especializada, y poco trabajado. Con palabras de David Held:

“El grado de “autonomía” de que disfruta el estado bajo diferentes condiones no ha sido aún explorado y, por lo tanto, se deja de lado apresuradamente un elemento clave para elaborar una explicación sistemática rigurosa de la forma y los límites de los sistemas políticos modernos. Altamente probable que el impacto del proceso global varíe bajo diferentes condiciones internacionales y nacionales -por ejemplo, la ubicación estado-nación en la división internacional del trabajo, su lugar en distintos bloques de poder, su posición con respecto al sistema jurídico internacional, su relación con las organizaciones internacionales más importantes-. No todos los estados, por ejemplo, están igualmente integrados en la economía mundial; por lo tanto, si bien los resultados políticos nacionales estarán fuertemente influidos por los procesos globales en ciertos países, en otros, las fuerzas regionales o nacionales, pueden perfectamente mantener la supremacía”.28

Estas observaciones son particularmente interesantes para países como la Argentina dado que a priori uno se inclina a pensar -en razón de su inserción en la economía mundial y de su posición de poder relativo- que debería recibir el impacto de la globalización de manera mucho más fuerte y directa que un país

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más poderoso o menos integrado a la economia mundial.Finalmente, es preciso desarrollar una tercera línea de análisis -más compleja

que las dos anteriores y de más largo plazo- sobre formas posmodernas de configuración del espacio político. El debate sobre la declinación del estado frecuentemente ignora esta cuestión profunda o, lo que es peor, la trivializa. Se dice que el mercado reemplaza al estado o, desde otro extremo, que las corporaciones y los mercados globales no tienen ningún potencial para producir cambios internacionales fundamentales en el plano político.29

El estudio de esta cuestión exige mirar hacia atras hasta fines de la Edad Media cuando el estado desplazó a los otros dos modos de organización en competencia con él: la ciudad-estado y la liga de ciudades. Y lo hizo, no porque hubiera un curso necesario, sino porque su lógica institucional le dio ventajas para movilizar recursos y responder a las demandas y presiones de nuevas fuerzas sociales y políticas.

En un brillante libro, Hendrik Spruyt, sostiene que los cambios institucionales se producen en dos etapas. Primero, un cambio dramático del marco general lleva a la formación de nuevas coaliciones políticas que favorecen esquemas institucionales funcionales a sus preferencias ideológicas e intereses materiales. Segundo, diferentes tipos de instituciones ejercen presiones competitivas entre sí, hasta que emerge la más eficiente y eficaz, esto es, la que mejor responde a los desafios y oportunidades de ese marco general modificado.30

La apelación al análisis de Spruyt es pertinente porque el proceso de globalización nos, coloca poco a poco en el umbral de una situación de cambio dramático del marco general. Corresponde aclarar en este punto que no considero al proceso de globalización como lineal o necesario. Sin einbarao, comparto con Rosenau, la idea de que las fuerzas de globalización probablemente prevalezcan sobre las de fragmentación, a pesar de que la pugna entre ambas estará marcada por fluctuaciones en las dos direcciones. “Eventualmente, la dinámica de la globalización, será la base sobre la cual se organice el curso de los acontecimientos”.31

Si así se dan las cosas, es altamente probable que se incrementen las fuerzas sociales y las coaliciones políticas que, tras banderas políticas, económicas, ecológicas, sociales y culturales, promuevan formas posmodernas de organización del espacio político. Poner los ojos en el origen y desarrollo estas fuerzas puede proporcionarnos algunas de las claves para entrever, los cambios políticos institucionales del próximo siglo.

RESUMEN

¿Qué debemos entender por globalización? El concepto tiene aplicaicones míultiples y por lo tanto se presta a confusiones generalizadas. ¿Desribe una nueva realidad del mundo o se refiere a un proceso de desarrollo de varios siglos de antigüedad?¿Será sólo una moda o un mito?

Las definiciones y lecturas que se hacen del concepto de globalización en el ámbito académico presentasn las mismas multiplicidades interpretativas que se encuentran en forma cotidiana.

Aun cuando, muchos autores trataron de establecer matices de diferencia con otros términos que comunmente se utilizan como sinónimos, no parece posible salir airadamente de aquellas confusiones.

El autor propone analizar la enridad de la globalización asumiendo que se está ante circunstancias y procesos complejos, y plantea en el artículo dos objetivos principales: a) ordenas y aclarar alfunas ideas sobre los aspectos centrales que forman parte del debat sobre la globalización: entidad, origen, causas, alcance e implicancia para el estado-nación; y b) propone un enfoque que evite toda carga valorativa para comprender la naturaleza del fenómeno y concluir sovre su probable evolución.

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Footnes

[*] CONICET. Instituto del Servicio Exterior de la Nation.

[1] Acerca de las diferencias entre “gobalización”, “interdependencia” y “transnacionalización”, véase Tomassini, Luciano, “El proceso de globalización y sus impactos socio-políticos” en Estudios Internacionales, julio-septiembre 1996, n°111, pp.317-319. Sobre las diferencias entre “globalización”, “globalismo” y “universalismo” Véase Rosenau, James N., “The complexities and Contradictions of Globalization” en Current History, noviembre de 1997, vol.96, n°613, p.361.

[2] Scholte, Jan Aart, “Global capitalism and the State, en International Affairs, vol.73, n°3, julio 1997, p. 432. En una vena simlar, Luciano Tomassini opina que la globalización “no es un proceso que se limita a integrar unidades locales anteriormente dispersas. Lo que difunde tiene un común denominador, una direccinón y un sentido, y detrás de él hay una nueva perspectiva epistemológica, una nueva sensibilidad cultural, una visión nueva del mundo”, en Tomassini, ob. cit, p. 320.

[3] Véase Shaw, Martin, Global Society and International Relations, Polity Press, Cambridge, 1994, p. 18 y Held, David, “Democracy and Globalization”, en Global Governance, n°3, 1997, p. 253.

[4] Con más propiedad, convendría en este caso reemplazar globalización por globalismo.

[5] Ferrer, Aldo, Hechos y ficciones de la globalización, Academia Nacional de Ciencias Económicas, Buenos Aires, 1997, p.19.

[6] Para evitar confusiones, aclaro que globalización en este párrafo quiere decir comportamientos, relaciones sociales y formas de organización globales.

[7] Véase, Strange, Susan, “The Erosion of the State”, en Current History, noviembre 1997, vol.96, n°613. En este artículo la autora presenta interesantes argumentos contra los “negadores” de la globalización.

[8] Sobre las diferencias entre sistema y sociedad, véase Bull, Hedley, The Anarchical Society. A study of Order in World Politics, Columbia University Press, Nueva York, 1977.

[9] Para más detalles sobre este aspecto, véase Shaw, ob. cit.

[10] Véase Aron, Raymond, Paz y guerra entre las naciones, Alianza, Madrid, 1985, tomo I; y Bull,Hedley, ob. cit.

[11] Huntington, Samuel, ¿El enfrentamiento de las civilizaciones?, en Agora, noviembre de 1993,número presentación, p. 10.

[12] Huntington, Samuel, “The West: Unique, not Universal”, en Foreign. Affairs, vol. 75, n°. 6,noviembre-diciembre 1996.

[13] Shaw, op. cit., p. 11.

[14] Rosenau, ob. cit., p. 362. En este artículo, el autor también se refiere a la dinámica opuesta de “localización” que deriva de la necesidad de la gente de

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contar con un espacio propio que les proporcione confort psicológico y material, con una familia y un barrio, con prácticas culturales locales, con un sentido del “nosotros” que la distingue de “ellos”.

[15] Citado por Robertson, Ronald, “Mapping the global condition”, en Robertson, R., Globalization: Social Theory and Global Culture, Sage, Londres, 1992, p. 26.

[16] Acerca de las distintas fases de la globalizacion, v6ase el libro de Ferrer, Aldo, Historia de la globalización. Orígenes del orden económico mundial, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1996; Robertson, ob. cit.; y Rapoport, Mario, “La globalización económica: ideologías, realidad, historia”, en Ciclos, año VII, vol. VII, n° 12, septiembre de 1997.

[17] Acerca de las diferencias entre la fase actual de la globalización y las precedentes, véase Held,David y Mc Grew, Anthony, “Globalization and the Liberal Democratic State”, en Government and Opposition, 1993. Véase asimismo Scholte, ob. cit., pp. 431-432.

[18] Véase Giddens, A., Modernity and Self Identify, Polity Press, Cambridge, 1991, p.187.

[19] Véase por ejemplo, Kapstein, Ethan B., “We are US: The Myth of Multinational”, en The National Interest, nº26, invierno de 1991/2, pp. 55-62.

[20] Krasner, Stephen, “Economic Interdependence and Independent Statehood”, en Jackson, R. H. y James A., (eds.), States in a changing world: a contemporary analysis, Clarendon, Oxford, 1993, p. 318.

[21] Véase Hirst, Paul y Thompson, Graham, Globalization in Question, Polity Press, Cambridge, 1996, p. 176.

[22] Véase Mathews, Jesica T., “Power Shift”, en Foreign Affairs, vol. 76, nº 1, enero/febrero de 1997.

[23] Strange, Susan, “La economía política de Europa”, en América Latina Internacional, vol. 1, nº 2, 1993, p. 43.

[24] Slaughter, Anne-Marie, “The Real New World Order”, en Foreign Affairs, vol. 76, nº 5, 1997, p. 184.

[25] Ibídem, p. 185.

[26] Véase a Ferguson,Yale y Mansbach, Richard, “Political Space and Westfalian States in a World of Polities Beyond Inside/Outside”, en Global Governance,1996, p. 272.

[27] Véase Cox, Robert, “Social Forces, State and World Orders: Beyond International Relations Theory”, en Keohane, Robert, Neorrealism and its Critics, Columbia University, Nueva York, 1986, p. 226.

[28] Held, David, La democracia y el orden global. Del estado modemo al gobierrro cosmopolita, Ediciones Paidós Ibérica, Buenos Aires, 1997, pp. 124 y 125.

[29] Un intento interesante en este sentido es Ruggie, John Gerard, “Territoriality

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Nautonomía y globalización

Diego García Montaño

Sumario: NAUTONOMÍA Y GLOBALIZACIÓN – INTRODUCCIÓN: NAUTONOMÍA – CONCEPTO -I) PROBLEMAS EN LA SALUD FÍSICA Y EMOCIONAL 1-a) Población 1-b) Trabajo de las mujeres 1-c) Salud 1-d) La encuesta ciudadana -II) CARENCIAS RELACIONADAS CON EL BIENESTAR 2-a) El buen gobierno 2-b) el Estado como actor central 2-c) la educación es la clave -III) PROBLEMAS DE LA ECONOMÍA 3-a) Situación de los pobres- Disparidad en los ingresos 3-b) Situación del empleo -IV) ORGANIZACIÓN DE LA VIOLENCIA Y DE LA COERCIÓN LEGÍTIMA 4-a) Las Armas 4-b) Un nuevo concepto de seguridad 4-c) Protección de los sectores más vulnerables 4-d) El dilema de la Intervención – Críticas 4-e) ¿Son efectivas las sanciones internacionales? V) GLOBALIZADORES VS. ANTIGLOBALIZADORES 5-a) Hiperglobalizadores vs. Escépticos 5-b) Globalización vs. Ideología (Globalización y capital son aliados) -VI) CONCLUSIONES FINALES

Introducción: nautonomía - concepto

Según David Held, la nautonomía puede ser descripta como aquellas condiciones en donde las relaciones de poder generan asimetrías sistemáticas en las perspectivas de vida de la gente. Esto provoca limitaciones y erosiones en las posibilidades de participación política de los ciudadanos.

La autonomía, por contrapartida, intenta descubrir a cuales derechos y obligaciones las personas reconocerían como necesarios y justos para lograr un verdadero status de miembros libres en la comunidad política.

Es conocido por todos, que existe una incompatibilidad “natural” entre la forma democrática de gobierno y las desigualdades humanas más graves. Tomemos por ejemplo el apartheid o la esclavitud. No tenemos dudas que son rechazados por cualquier Estado democrático y aún en el supuesto de que desapareciera su capacidad de coerción , seguirían siendo considerados como un disvalor.

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and beyond: problematizing modernity in international relations”, en International Organization, vol.47, n°1, invierno de 1993.

[30] Spruyt, Hendrik, The Sovereign State and Its Competitors, Princeton University Press, Princeton, 1994, pp. 192-194.

[31] Rosenau, ob. cit., p. 362.

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¿Pero no existen acaso, otras formas menos evidentes que generen desigualdades? ¿Puede un orden político democrático, ser considerado legítimo, cuando en su seno tolera distorsiones de poder y situaciones de desigualdad ciudadana?

Formalmente, muchos ciudadanos gozan de relativa autonomía en sus relaciones con el Estado. Pero el poder crea y condiciona todas las dimensiones de nuestras vidas. Dicho de otra manera; algunas personas toman decisiones y otras se limitan a tolerarlas y obedecerlas, aún contra su voluntad, ya que el riesgo de incumplirlas, les generaría un mal mayor.

Son varias las maneras en que la nautonomía se puede manifestar. Pero siempre tendrá una característica central: las oportunidades de participación ciudadana se encuentran disminuidas para algunos. Para Held, las Esferas de Poder, se verifican en aquellas relaciones sujeto-Estado, a través de la cuales las personas pueden desarrollar sus capacidades, mediante una participación efectiva en la elaboración de las decisiones públicas, que los afectan directamente.

Es posible detectar situaciones nautonómicas en cualquiera de las esferas de poder, por medio de ciertos indicadores. Seguidamente, analizaremos algunas de los casos más frecuentes en los que se manifiesta la nautonomía y sus principales causas.

Intentaremos brindar una respuesta posible, mediante el Informe que redactara el Secretario General de las Naciones Unidas.Desde ya anticipamos que el Informe no es un remedio para las situaciones nautonómicas, sino que más bien, es un enfoque descriptivo de los casos más frecuentes en el mundo actual. Son propuestas; no soluciones. Hechas estas aclaraciones, vayamos al estudio de la primera situación nautonómica.

I) Problemas en la salud física y emocional

Las perspectivas de vida o supervivencia, no son las mismas para todos los ciudadanos de la Tierra, por diversos factores. La situaciones nautonómicas en estos casos, pueden encontrar directa vinculación con cuestiones geográficas, de clase, género y raza.

1-a) PoblaciónLa población mundial alcanzó recientemente los 6.000 millones de habitantes. Aumentó en 1000 millones (1/6 del total), en sólo 12 años. Se calcula que para el 2025 seremos 8.000 millones y dos de cada tres habitantes del mundo, carecerán de agua potable.Se estima que en el mundo subdesarrollado, las malas condiciones del agua, son las causantes del 80% de las enfermedades.

1-b) Trabajo de las mujeresEn los países en desarrollo, la fuerza laboral dedicada a la producción mundial, suele estar en gran parte integrada por mujeres, las que trabajan en condiciones espantosas, por un salario mínimo. Pero el hecho de que tengan empleo ofrece beneficios importantes; por ejemplo, pueden retrasar el matrimonio, lo que frecuentemente reduce la tasa de fecundidad, factor tan importante en los países del Tercer Mundo.

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1-c) SaludEl fomento de la salud resulta paradójico y estremecedor: aunque a nivel mundial se gastan por año más de 56.000. millones de dólares para investigación, menos del 10% se destina a los problemas que afectan al 90% de la población mundial. La neumonía, la diarrea la tuberculosis y el paludismo reciben menos del 1% del presupuesto mundial.Los mayores éxitos del desarrollo humano desde los años 60, han sido el aumento de la esperanza de vida en los países en desarrollo (de 46 a 64 años), la mortalidad infantil se ha reducido a la mitad , con un 80% más de niños matriculados en la enseñanza primaria y la duplicación del acceso al agua potable y servicios sanitarios.

1-d) La encuesta ciudadanaUna encuesta de opinión pública, la más grande de la historia realizada jamás, en la que participaron 57.000. adultos de 60 países de todos los continentes, intentó conocer cuales eran las necesidades básicas y prioritarias de los ciudadanos. Ante la pregunta ¿Qué es lo que le importa más en la vida?, la gente de todos los países valoraba más que ninguna otra cosa la buena salud y una vida familiar feliz.Un gran número, dijo que los DD.HH. no se respetaban y en los países en desarrollo, los jóvenes creían que sus Estados hacían poco por los problemas ecológicos.Menos de la mitad de los entrevistados consideraba que la actuación de las Naciones Unidas era satisfactoria, aunque la mayoría de los jóvenes, tendía a tener una opinión favorable de la Organización.En cuanto a la Democracia, la mayoría dijo que sus elecciones eran libres e imparciales, pero a pesar de ello, las 2/3 partes de los encuestados, consideraron que en sus países (aún los de democracias más antiguas), no regía la voluntad popular. II) Carencias relacionadas con el bienestar

Bienestar aquí, equivale a que las personas sean plenos actores tanto de la vida económica, como de la política. Formación del ciudadano como tal. Educación. Nautonomía: Seguridad Social deficiente, Educación nula o incompleta, falta de materialización del derecho a elegir y ser elegido.

2-a) El buen gobierno Debemos aprender a gobernar juntos y debemos aprender la mejor manera de gobernar juntos.¿Qué entendemos por gobierno, cuando aplicamos este término al ámbito internacional? ¿Qué atributos debe tener para que se pueda gestionar satisfactoriamente la transición de un mundo internacional a un mundo globalizado?Los Estado débiles constituyen hoy uno de los principales obstáculos para un gobierno eficaz. Debemos ayudar a fortalecer la capacidad de esos Estados para gobernar, en lugar de debilitarlos aun más.Los Estados no sólo tienen responsabilidades con su propia sociedad, sino que, colectivamente, son también guardianes de nuestra vida en el planeta.

2-b) El Estado como actor centralUn buen gobierno , según el Informe, debe tener al menos estas cinco características: 1) imperio de la ley2) instituciones estatales eficaces

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3) transparencia y responsabilidad en la gestión de los asuntos públicos4) respeto de los DD.HH.5) participación ciudadana efectiva Pese a la confusión institucional que frecuentemente supone la mundialización, no existe otra entidad que pueda competir con el Estado o pueda reemplazarlo. Por consiguiente, la gestión de la globalización requiere, antes que nada, que los Estados se comporten de una manera acorde con su doble función. La composición actual del Consejo de Seguridad, basada en criterios de poder y alineamientos de 1945, no responde plenamente al carácter ni a las necesidades de nuestro mundo globalizado.

2-c) La educación es claveLa educación es la clave de la nueva economía mundial. Para que las familias pobres puedan sobrevivir, los niños menores de 14 años tienen que salir a trabajar, obstaculizando su aprendizaje. Alrededor del 60% de los menores que no asisten a la escuela, son mujeres. Los padres no confían en que la educación de una hija sea tan beneficiosa para la familia, como la de un hijo.

III) Problemas de la Economía

La economía comprende la organización colectiva de la producción, distribución, el intercambio y el consumo de bienes y servicios. La economía es la esfera de una de las principales fuentes de estratificación y nautonomía: la clase social. Una vez que los ciudadanos transponen la entrada de las fábricas, sus vidas son principalmente determinadas por los imperativos del capitalNautonomías: diferencias en cuanto a la riqueza, ingreso, status, habilidades, control sobre la información y propaganda, acceso a los líderes políticos.

3-a) Situación de los pobres – Disparidad en los ingresos Casi la mitad de la población del planeta, tiene que subsistir con menos de dos dólares por día. En Asia meridional y en Africa la situación se agrava, ya que 1200 millones de personas, disponen de menos de un dólar por día.Los países desarrollados perciben el 60% de la renta mundial, mientras que 3500 millones de habitantes de países de bajos ingresos, obtienen sólo un 20%. En el mundo en desarrollo, las mayores disparidades de ingresos se concentran en América Latina, seguida por el África subsahariana.La pobreza extrema agrava muchos otras situaciones; los países pobres, tienen más probabilidades de verse envueltos en conflictos armados, debido a cuestiones étnicas o religiosas; lo que provoca problemas a los países vecinos, haciendo necesaria la asistencia humanitaria.

3-b) Situación del empleo Según estimaciones de la O.I.T., 60 millones de jóvenes buscan empleo. De ellos, el 80% vive en países en desarrollo. Los trabajadores jóvenes tienen más probabilidades de ser los últimos contratados y los primeros en ser despedidos; además, es menos probable que se encuentren protegidos por la legislación.Los gobiernos han intentado combatir el desempleo de diversas maneras, pero las políticas dirigidas a los jóvenes, incluida la contratación preferencial han fracasado, por la sencilla razón de que son económicamente insostenibles. IV) Organización de la violencia y la coerción legítima

Relacionadas directamente con las perspectiva de vida y muerte dentro de una comunidad. La fuerza física concentrada (y organizada), puede funcionar al servicio de las personas, o por el contrario, estar en su contra.

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El Estado actual, con frecuencia, debe hacer frente a desórdenes internos provocados por grupos “políticos” nacionales, dispuestos a recurrir a la fuerza y atentar contra la seguridad ciudadana, con el propósito de incorporar ciertas cuestiones de su interés, en la Agenda política del gobierno.Nautonomía: Inseguridad, terrorismo, secuestros, drogas, armamentos.

4-a) Las armas El mundo se encuentra hoy en el quincuagésimo quinto año sin guerra entre las grandes potencias, el período mas prolongado de ese tipo, en la historia de los Estados modernos. La globalización de la economía ha eliminado en gran medida los “beneficios” de las adquisiciones territoriales. El costo económico de destruir a un enemigo estatal, ha aumentado notablemente.Cuando se redactó en 1945 la Carta de las Naciones Unidas, se intentó atacar el principal problema de esos años: reducir las probabilidades de ataque armado de un Estado a otro Estado.Pero en los últimos decenios, han habido muchas más víctimas de guerras civiles, campañas de depuración étnica y actos de genocidio, que en cualquier otra época. Se utilizan pequeñas armas que se pueden adquirir fácilmente en el bazar mundial de los armamentos, según expresiones del Secretario General.

4-b) Un nuevo concepto de seguridadEn una época, seguridad era sinónimo de defensa del territorio ante la amenaza de ataques externos. Hoy día abarca la protección de las comunidades y de las minorías, contra diversos actos de violencia.Existe una necesidad de aplicar criterios de seguridad más centrados en el ser humano y no tanto en el Estado.La mayoría de las guerras en la actualidad, son guerras entre pobres Los países pobres tienen menos recursos económicos y políticos para hacer frente a los conflictos armados. Carecen de la capacidad necesaria para hacer grandes transferencias financieras a grupos o regiones minoritarias por ejemplo, y pueden temer que el aparato estatal no resista la imposición de medidas de autonomía. Ambos procesos, sin embargo, son de uso habitual en los países más ricos.

4-c) Protección de los sectores más vulnerables La guerra es costosa para toda la sociedad, pero sigue siendo rentable para algunos. Las mujeres y los niños son vulnerables a la violencia, explotación sexual y los trabajos forzados; por ello es tan importante la creación de una Corte Penal Internacional.En estos casos, la tecnología debe estar al servicio de la humanidad, tal como se ha hecho en Kosovo recientemente, a través del Programa de Reunificación de Niños Separados de sus Padres, con motivo de la guerra.Debería considerarse además, la posibilidad de adoptar un convenio internacional que regulase la conducta de las empresas de seguridad privadas, que participan cada vez en mayor medida de las guerras internas estatales. 4-d) El dilema de la intervención – CríticasAlgunos críticos consideran que detrás de la ayuda humanitaria en casos de crisis, se encubren otras cuestiones para intervenir en los asuntos internos de los Estados.Otra de las objeciones, realista por cierto, es que los Estados débiles tienen mayores posibilidades de ser objeto de una intervención que los fuertes.Nos enfrentamos ante un auténtico dilema. Pocos estarán en desacuerdo en que tanto la defensa de la humanidad, como la defensa de la soberanía, son principios que merecen apoyo. Desgraciadamente esto no nos aclara cuál de

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esos principios debe prevalecer cuando se hallan en conflicto.La intervención humanitaria es una cuestión delicada, plagada de dificultades políticas y sin soluciones fáciles. Pero sin duda, no hay ningún principio jurídico, ni siquiera la soberanía, que pueda invocarse para proteger a los autores de crímenes de lesa humanidad. El Consejo de Seguridad tiene el deber moral de actuar en nombre de la comunidad internacional. El hecho de que no podamos proteger a los seres humanos en todas partes, no justifica que no hagamos nada cuando podemos hacerlo.

4-e) ¿Son efectivas las sanciones internacionales?Cuando se imponen sanciones económicas enérgicas y generales a regímenes autoritarios, se tropieza con otro problema: suele ocurrir que los que verdaderamente sufren dichas sanciones, sea la población inocente y casi nunca las élites gobernantes, cuya conducta origina el castigo internacional.

V) Globalizadores vs. Anti-globalizadores

Luego de estas reflexiones acerca de las situaciones en donde la nautonomía se muestra con mayor frecuencia, pensamos que si todos los ciudadanos de la Tierra, incluidos los del Primer Mundo, sufren algunos de los fenómenos descriptos, es porque debemos buscar en las mismas fuentes y orígenes de la globalización, una posible respuesta.

¿Por qué está comenzando a haber una reacción contraria a la globalización? ¿Por qué se produjeron las protestas de Seattle del año pasado, o las de Praga de este año?¿Los individuos que protestan contra la globalización, se oponen a ella en sí, o tan sólo contra las disparidades que provoca? ¿No existen al lado de las protestas, cuestiones ideológicas? 5-a) Hiperglobalizadores vs. escépticosSegún Anthony Giddens, existen por lo menos dos escuelas de pensamiento que estudian el fenómeno de la globalización:I) Hiperglobalizadores: Para esta corriente, globalización es sinónimo de

expansión de los mercados a escala mundial. Es un hito positivo para la humanidad. El fenómeno ha avanzado tanto, que los Estados-nación han perdido la mayor parte del poder que solían tener. Según esta teoría, los problemas de los políticos de todo el mundo, están relacionados con esa falta de poder.

II) Escépticos: Este núcleo de pensamiento, por el contrario sostiene que la globalización es nada más que un mito ya que según datos estadísticos, la mundialización tuvo más auge en el siglo XIX que en el actual. Según Giddens, esta tesis tiende a agradarle a la gente de izquierda, porque si se considera que la globalización no es un fenómeno nuevo, entonces todo puede seguir igual que antes.

Concluye Giddens que si bien la globalización es el fenómeno más importante de nuestro tiempo, no debe entenderse tan sólo desde su aspecto económico, ni como un simple desarrollo del sistema mundial: Yo la llamaría acción a distancia... yo tomaría la globalización como un fenómeno que sucede “aquí en la cercanía lo nuestro” igual que “allá en la lejanía de lo exterior”.En cuanto a los centros de poder y globalización, remata afirmando: Si se puede decir que Occidente controló las primeras fases de la mundialización, la fase actual se distingue porque nadie la maneja.

5-b) Globalización vs. Ideología (Globalización y capital son aliados)Para el pensamiento “ideologizado”, la globalización actual resulta inimaginable,

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si dejamos a un lado el papel del capital (del capitalismo).El capitalismo, a través de la globalización, ha mostrado de manera consistente y coherente sus finalidades: acumulación y multiplicación del capital, siendo parte integral de un sistema intrínsecamente desigualador, basado en la explotación de los seres humanos y la depredación de la naturaleza; un modo de organización social que asocia el progreso de algunos, con la desventura de muchos.La humanidad de esta forma se ve reducida, una vez más, a la condición de esclava, que debe ofrecer sacrificios sin protestar , para acallar la furia, no ya de un dios enseñoreado en un volcán o en cualquier otro fenómeno de la naturaleza, sino de un fenómeno más abstracto y más temible, que tiene los tentáculos como paladines reproductores de su discurso.Finalmente, destacan que los “globalizadores” paralizan y quitan la capacidad de reacción de la gente, ya que recurren a la argucia de echarle todas las culpas de las desgracias humanas al “sistema”, cuando en realidad la explotación, queda en manos de unos pocos seres humanos con nombre y apellido.

VI) Conclusiones finales

Hemos visto cómo, las situaciones de nautonomía juegan en contra para que la globalización sea más eficiente. También observamos cómo, al lado de planteamientos desinteresados para que la globalización mejore y llegue a todos, se encubren, so pretexto de “luchas por el hombre”, ideologías que cayeron hace un decenio, por el propio peso de su anacronismo. Como dice Mikhail Gorbachov, que de esto algo sabe: “La globalización ha dramatizado los problemas que ya existían.”Incluso en este trabajo, por cuestiones de espacio, no hemos podido ni siquiera esbozar otros grandes temas de análisis global, tales los casos del Sida , el Medio Ambiente o la corrupción.Es que lo que no se puede negar , es que la globalización tiene realidad y que si bien es beneficiosa sólo para algunos, potencialmente lo es para todos.

¿Pero debemos buscar en la globalización, la causa de todos los males?¿ Cómo podríamos asegurar que antes de la década del 90, el mundo estaba “mejor”?

¿Por qué no decir de una buena vez, que los problemas de los países en desarrollo, se deben más a las políticas de sus propios gobiernos, que a la mundialización, aunque por supuesto, resulte más fácil a los gobernantes culpar a la globalización?

Como dice el Secretario General, Hay mucho que agradecer. Hoy día los seres humanos pueden confiar en vivir más que sus padres, están mejor alimentados, gozan de mejor salud y educación y en general tienen más posibilidades económicas.También hay mucho que lamentar y corregir. Persisten la pobreza extrema y las desigualdades enormes dentro de los países y entre ellos, en medio de una riqueza sin precedentesLa solución para los problemas con los que tropezamos hoy, no está al alcance de ningún Estado por sí sólo, el resolverlos. En el plano nacional, debemos gobernar mejor y en el plano internacional, debemos aprender a gobernar mejor juntos.

Finalmente y a modo de epílogo de su Informe, hace una autocrítica del papel desempeñado por la ONU hasta el momento, llegando a la conclusión de que el Organismo Internacional, por sí sólo, es poco lo que puede hacer.Pero hoy como ayer, los Estados miembros constituyen los cimientos de las Naciones Unidas, aunque los asuntos mundiales ya no sean jurisdicción

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exclusiva de los ministerios de Relaciones Exteriores de los países miembros.Destaca sin embargo, que la influencia de Naciones Unidas es mayor de lo que muchos creen y que esta influencia no deriva de un ejercicio del poder, sino de la fuerza de los valores que la Organización representa.

Como corolario de todo lo antedicho y a modo de conclusión final, podemos asegurar que al menos en algunas áreas, el mundo globalizado está “mejor” que el anterior, por las siguientes razones, al menos:

1) Supresión de las guerras estatales2) Fortalecimiento de las democracias3) Expansión del estado de derecho4) Promoción de redes mundiales de promoción de políticas5) Expansión de las comunicaciones y la tecnología

Nosotros, al contrario que sus detractores, creemos que en el balance general, la globalización es y ha sido beneficiosa para los hombres.No hemos querido quedamos con la mera denuncia de las exclusiones que causa (y que tampoco desconocemos), sino que intentamos avanzar, aportando nuestro granito de arena para la construcción de esta pirámide de Egipto, llamada globalización. Preferimos construir desde las ideas, no destruir desde el discurso.Los ideales de la Política y el Derecho, a pesar de su incumplimiento, no deben ser vistos tampoco como una inutilidad congénita de ellos, sino como la posibilidad concreta de mejorarlos permanentemente, para que los beneficios de la globalización lleguen en un futuro a todos los seres humanos.

Domingo 29 de septiembre de 1996

La globalización como ideología

ALAIN TOURAINE

Gran parte de nuestras dificultades y de la crisis en la que están sumidos muchos países, sobre todo en Europa y en América Latina, se debe a que confundimos dos procesos o dos etapas de nuestra vida económica y social que debemos separar a incluso oponer: la adaptación a una economía mundial abierta y el desarrollo o, más sencillamente, el crecimiento.

Desde hace 25 años estamos pasando de economías nacionales de producción, que eran proyectos globales de modernización, a la vez nacional, social y económica, a la necesaria adaptación de cada país y cada empresa a unos mercados mundiales cada vez más abiertos en los que los competidores son cada vez más numerosos y las innovaciones técnicas hacen que sectores enteros económicos nazcan y mueran de forma acelerada.

Es una transformación difícil, ya que a ella se oponen multitud de intereses adquiridos, pero es indispensable. Y cuanto más difícil y lenta es, más se debilita

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la competitividad del país en cuestión, y con ella su nivel de vida y de empleo. Eliminar la inflación, reducir el déficit fiscal, incrementar las exportaciones, dominar las nuevas tecnologías y contribuir a su desarrollo, y, por consiguiente, elevar el nivel de la educación y de la investigación, son imperativos de los que ningún país se puede librar sin correr grandes riesgos. Esta mundialización del mercado y de la producción se traduce mas directamente en tensiones financieras. Los europeos lo sabemos mejor que nadie ya que desde hace cinco años nuestra vida económica y política esta regida por el Tratado de Maastricht, que impone rigurosos sacrificios financieros y presupuestarios a los Estados y que debe dotar a Europa de una fuerza geoeconómica indispensable frente a EE UU y Jap6n. Si el Tratado de Maastricht, a pesar de las fuertes reticencias que provoca, sigue siendo la directriz de nuestra política común es porque simboliza la aceptación plena y definitiva, tras el Acta Unica, de esta nueva situación de la economía, de este paso de unos sistemas político-económicos nacionales a una economía mundial.

Pero del mismo modo que seria insensato rechazar esta mutaci6n, es peligroso creer que garantiza por sí sola el crecimiento y, mas a6n, el desarrollo. La economía de mercado es un medio, él más eficaz, para desembarazarse de los controles políticos o administrativos de la economía, que se han vuelto paralizadores, pero no asegura por sí misma el espíritu empresarial, la inversión a largo plazo, el aumento del nivel de vida, la integración y la justicia social, la satisfacción de los individuos. El desarrollo económico y social requiere inversiones, una distribución equitativa del producto, la movilización de recursos cada vez más diversos (educación, gestión publica y privada, movilidad de los factores y de los sistemas de comunicación) a incluso la salvaguardia de los grandes equilibrios sociales amenazados por divisiones cada vez mas profundas allí donde se permite crecer las desigualdades o los conflictos entre grupos sociales, étnicos y culturales.

Sin embargo, hoy estamos dominados por una ideología neoliberal cuyo principio central es afirmar que la liberación de la economía y la supresión de las formas caducas y degradadas de intervención estatal son suficientes para garantizar nuestro desarrollo. Es decir, que la economía solo debe ser regulada por ella misma, por los bancos, por los bufetes de abogados, por las agencias de rating y en las reuniones de los jefes de los Estados más ricos y de los gobernadores de sus bancos centrales. Esta ideología ha inventado un concepto: el de la globalizaci6n. Se trata de una construcción ideológica y no de la descripción de un nuevo entorno económico. Constatar el aumento de los intercambios mundiales, el papel de las nuevas tecnologías y la multipolarizaci6n del sistema de producci6n es una cosa; decir que constituye un sistema mundial autorregulado y, por tanto, que la economía escapa y debe escapar a los controles políticos es otra muy distinta. Se sustituye una descripci6n exacta por una interpretaci6n errónea.

No sólo las economías siguen siendo ante todo nacionales -lo que es cierto sobre todo en los dos extremos del horizonte económico, EE UU y China -; no solo el mundo parece encaminarse hacia una trilateralización -Norteamérica, Japón y la UE- mas que hacia una globalización; no solo en el terreno de las comunicaciones de masas asistimos a una hegemonía norteamericana mas que a la internacionalización, sino que, lo que es aún mas importante, asistimos a la creación de redes financieras mundiales en lugar de a la creación de una economía mundial. Todo ello se refleja en una cifra citada muy a menudo, y desde luego impresionante: s61o el 2% de los movimientos de capital corresponde a intercambios de bienes y servicios.

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Estamos reviviendo a mayor escala lo que a principios de siglo se llamó imperialismo, es decir, el predominio del capital financiero internacional sobre el capital industrial nacional, de acuerdo con el análisis de Hilferding (1910). Michel Albert ha contrapuesto inteligentemente el capitalismo anglosajón, ante todo financiero, a lo que el denomina capitalismo renano (al que se puede vincular en gran medida el capitalismo japonés, al menos antes de la aparición de la burbuja financiera que ha estallado recientemente), cuya fórmula nos ofrece Alemania: la asociación estrecha entre la banca, las grandes empresas y el Estado.

Esta hegemonía del capital financiero no solo no es la condición para el desarrollo económico, sino que supone para el un obstáculo que un gran número de países no logra superar. Esto puede comprenderse fácilmente mediante una referencia hist6rica: desde hace un cuarto de siglo, el petr6leo no ha sido un instrumento de desarrollo, sino de desgracia. La abundancia de recursos financieros que ha proporcionado a Argelia, Irak, México o Venezuela no les ha traído el desarrollo, sino la corrupción y la descomposición política y social.

En vez de oponer la command economy -la economía dirigida- a la economía liberal, como el pasado al futuro, hoy, cuando abandonamos la economía dirigida, debemos preguntarnos cómo evitar caer en la economía salvaje y cómo construir un nuevo modo de gestión política y social de la actividad económica.

Lo importante es realizar este cambio de conceptos y abandonar la ilusión de una sociedad liberal, es decir, reducida a un conjunto de mercados; abandonar, pues, el peligroso sumo de un Estado reducido a la función de vigilante nocturno, como decían los liberales del siglo XIX, precisamente cuando más necesitamos al Estado para garantizar las transformaciones necesarias para preparar las inversiones a largo plazo y para cerrar las divisiones sociales.

Ello será más fácil si definimos claramente los objetivos y los medios de la reconstrucción económica, una tarea que sobrepasa con creces las posibilidades de este articulo, pero que se puede definir brevemente: hay que crear o reforzar los actores sociales. En primer lugar, los innovadores y los empresarios, lo que supone una transformación de la función de los bancos, de la Administración publica y del sistema educativo. En segundo lugar, e igual de importante, la renovación de las reivindicaciones populares, que deben dirigirse ante todo contra la desigualdad, la exclusión y la segregación, y que siguen siendo demasiado débiles. Y en tercer y ultimo lugar, reforzar la conciencia nacional, se trate de Europa, de España o de Cataluña, es decir, la voluntad de poner la economía al servicio de la sociedad y, mas concretamente, de la justicia social.

En muchos países de Europa, y probablemente en Francia mas que en otros, la crisis se debe a que no conseguimos salir de la economía dirigida ni construir un nuevo modo de control social de una economía mundializada. Combinamos liberalismo económico incontrolado y defensa de los intereses adquiridos, generalmente por las clases medias. Perdemos el dinamismo económico mientras se agravan las desigualdades, la precariedad y la exclusión. Hay que acelerar la salida del antiguo sistema económico para acortar lo más posible la transición liberal y resocializar la economía.

Alain Touraine es sociólogo y director del Instituto de Estudios Superiores de París.

©Copyright Diario el País, S.A. – Madrid.

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Ideología

Importante: El presente archivo contiene una apretada síntesis de las dis-tintas ideologías contemporáneas. El alumno deberá profundizar el estudio de las siguientes: liberalismo IC 1, marxismo IC 2, fascismos IC 3 y social-democracia IC 4.

Las grandes ideologías contemporáneas: los principales “ismos” En las sociedades occidentales, la orientación política de la gran mayoría de sus ciudadanos se apoya en una serie de corrientes ideológicas cuyo origen se sitúa a finales del siglo XVIII o en la primer mitad del siglo XIX. Cada una de dichas corrientes presenta diversas variantes que han seguido vigentes hasta el momento presente. Es recomendable acudir a los textos de historia de las ideas políticas para hacerse con una visión más completa de las mismas. Como simple introducción desarrollamos a continuación algunas referencias esquemáticas a las ideologías más importantes.

• Los liberalismos. Nacen de la primera ideología que se propone expresamente la fundación de un orden político diferente al que representaban las monarquías absolutas de corte tradicional. Se originan en la Ilustración europea e inspiran las revoluciones americana y francesa de finales del siglo XVIII. Resaltan el papel protagonista del individuo: su libertad es el valor supremo, que no tiene otro límite que la libertad de los demás. Del acuerdo entre los individuos libres nace la comunidad política. El progreso de esta comunidad no puede ser programado: hay que dejarlo al resultado espontáneo de la competencia entre individuos libres y racionales, porque de esta tensión de intereses nace el equilibrio beneficioso para todos. La autoridad política debe limitarse a garantizar las reglas básicas de aquella competencia. Su legitimidad deriva de la adhesión libre que obtiene entres los miembros de la comunidad. Sin embargo, a finales del siglo XIX, algunos sectores liberales –especialmente, en Gran Bretaña- se percataron de que la evolución del capitalismo industrial y financiero había generado grandes desigualdades sociales, que dejaban sin sentido la defensa de la libre iniciativa individual propuesta por el propio liberalismo. Desde entonces, determinadas variantes del liberalismo político han aceptado la intervención del Estado para corregir los efectos más negativos de la competencia económica. En Estados Unidos, por ejemplo, se conoce como liberales a los sectores del Partido Demócrata que –desde la presidencia de F. D. Roosevelt- se inclinan por un sector público más activo y demuestran una mayor preocupación por disminuir las desigualdades sociales.

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• Los conservadurismos. Aparecen como la reacción al liberalismo por parte de quienes se sienten amenazados en su condición social privilegiada: la nobleza terrateniente, jerarquías eclesiásticas. Su punto de partida es la primacía de la comunidad social, entendida como un organismo vivo cuya existencia es “natural” y no fruto de un acuerdo libre entre sus miembros. Los elementos constitutivos de esta comunidad no son los individuos, sino colectivos del mismo tipo: familias, aldeas, ciudades, comunidades religiosas, estamentos, gremios. El orden social se basa en el respeto a las tradiciones por parte de todos los actores. La autoridad política, que se funda en un principio de jerarquía, debe garantizar este respeto a las tradiciones, de donde obtiene su legitimidad. El conservadurismo manifiesta poca o nula confianza en el progreso. Por esta razón, la preocupación principal de la autoridad ha de consistir en evitar males que - según su pesimismo antropológico- acompañan a toda innovación política o social. Gradualmente, la corriente dominante del pensamiento conservador acepta el liberalismo económico, aunque combinado con el autoritarismo político y social: no desea la intervención del Estado en el ámbito de económico, pero propugna un Estado “fuerte” en lucha contra la delincuencia, en la protección de la familia tradicional, en la alianza con los sectores confesionales más intolerantes, etc.

• Los socialismos. La reacción también contra los resultados del liberalismo: explotación, desigualdad, marginación. Pero –en lugar de proponer un improbable regreso al pasado como hacen los conservadurismos- entienden que hay que actuar deliberadamente para conducir a las sociedades a nuevos estadios de desarrollo que aseguren su bienestar colectivo. El ser humano es eminentemente social: sólo se define con relación a los demás, con quienes debe mantener relaciones de igualdad y no de subordinación. El orden social no se basa ni en la competencia libre, ni en la tradición: se basa en la solidaridad humana y en una comunidad igualitaria de bienes y recursos. Para alcanzar este orden solidario, la intervención de la autoridad política es decisiva. El debate sobre esta intervención dividió desde un principio al movimiento socialista entre los partidarios de la vía revolucionaria y de la imposición drástica y por la fuerza de sus propuestas y los partidarios de introducirlas gradualmente mediante la participación en el sistema político liberal-democrático. Igualmente, la discrepancia sobre la intervención pública en la economía separó a las corrientes favorables a su completa estatización de las que hacían compatible una mayor acción estatal con la continuidad de la actividad privada. Comunismo y socialdemocracia han encarnado en la arena política estas dos versiones de la ideología socialista, que, frente al pesimismo de los conservadores y al escepticismo de los liberales- tiene confianza en la capacidad de la humanidad para construirse un futuro a la medida de sus aspiraciones.

• Los anarquismos. En sus diferentes variantes, entienden que una sociedad libre y armónica ha de ser resultado del acuerdo voluntario entre sujetos. Cualquier forma de autoridad o coacción perturba el orden social, al introducir formas –a veces duras, a veces sutiles- de coacción de unos individuos o de unos grupos sobre otros. La cohesión social sólo puede derivarse del pacto voluntario y de la libre asociación entre individuos, municipios, cooperativas productivas, comunas agrarias, etc., rechazando vínculos legales u obligaciones de otro tipo. Cada una de las entidades debe autogestionarse mediante la participación directa de sus componentes en la toma de decisiones, sin someterse a instrucciones o consignas ajenas: la igualdad entre los miembros de cada colectivo debe reflejarse en la eliminación de todo principio de

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jerarquía y de todo liderazgo personal.• Los fascismos. Se presentan como solución que supera el enfrentamiento

entre liberales y socialistas. Construyen una visión del mundo político en la que el individuo se debe a la comunidad nacional y al líder indiscutible que la encarna. El orden político y social se basa en ciertas jerarquías “naturales” –entre elite y masa, entre razas superiores y razas inferiores, entre hombres y mujeres, etc. – y tienen su pieza esencial en la obediencia inquebrantable a la voluntad del dirigente supremo, capaza de interpretar el destino histórico que corresponde a la comunidad nacional. Esta comunidad debe imponerse –mediante la violencia y la guerra, si conviene- a todas las resistencias que brotan de los “demás”: de allí la hostilidad a los diferentes y, con ello, al rechazo a las minorías étnicas o religiosas, a extranjeros e inmigrantes.

• Los nacionalismos. La nación –como comunidad con pasado histórico propio y como proyecto colectivo común- se convierte en expresión simbólica central y en protagonista de la acción política. Según el nacionalismo, los individuos se sitúan políticamente en relación con la nación a la que pertenecen: sus oportunidades de desarrollo personal están íntimamente vinculadas a la evolución histórica de la comunidad. La unidad nacional se convierte en el fundamento del orden social: por consiguiente, todo lo que se percibe como amenaza- el interior o exterior- a la unidad nacional ha de ser combatido por todos los medios. Entre estas amenazas se cuentan tanto otras naciones como minorías internas que no se identifican con la misma visión nacional. La mejor garantía de consolidación nacional es contar con un Estado propio: la nación sin Estado es, en cierta manera, un proyecto inacabado que debe completarse a toda costa.

• Los fundamentalismos religiosos. Se ha denominado de esta forma a las ideologías en las que el sujeto político principal está constituido por la comunidad de los creyentes de una determinada confesión religiosa. Las creencias que unen a los miembros de esta comunidad determinan sus formas de organización familiar, económica y política. Leyes e instituciones derivan de forma directa de sus ideas y normas religiosas, contenidas en los textos sagrados –Biblia, Topar, Corán- y en las interpretaciones que de ellos hacen las correspondientes jerarquías religiosas. Dado que el orden social depende de la conciencia confesional, los disidentes religiosos significan para estas ideologías un riesgo social y, por tanto, son difícilmente tolerados y viven limitadas –a veces hasta la eliminación- sus libertades como individuos y como colectivos.

Ya hemos señalado la diversidad de matices que presenta cada una de las grandes familias ideológicas, adaptándose a momentos y lugares diferentes: el liberalismo de los revolucionarios franceses no coincide exactamente con el que proclaman los liberales norteamericanos de hoy, el socialismo de Marx no se identifica del todo con el que proclamó el régimen soviético o con el que ha elaborado una tradición socialdemócrata que ha llegado hasta hoy, los fascismos se ajustaron a condiciones culturales y políticas singulares de cada sociedad, etc. Un conocimiento más preciso de estas variantes exige asomarse a las obras de sus autores intelectuales y a los textos programáticos de partidos o grupos que las han convertido en su doctrina política.

¿Feminismo y ecologismo como ideologías?Algunos autores han señalado la sustitución de las ideologías anteriores –en

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buena parte originadas en las ideas de la Ilustración o de sus detractores- por nuevas ideologías basadas en los principios propugnados, por ejemplo, por le movimiento de emancipación de la mujer o por las tendencias preocupadas por la preservación de los recursos naturales de todo tipo. Difundidas progresivamente a partir de los años sesenta del siglo XX, las ideas conductoras de estos movimientos han ido penetrando en sectores cada vez más amplios del escenario político y social. Pero algunas formulaciones de dichas ideas no están muy lejos de la categoría de ideología, en cuanto proponen una interpretación global de la sociedad y de la política.

¿El fin de las ideologías? Con este título, el sociólogo norteamericano Daniel Bell publicó en 1960 una obra de gran impacto en la que denunciaba el agotamiento de las grandes ideas políticas que habían marcado la historia del mundo occidental hasta aquel momento. Para Bell, se estaba revelando que la política se planteaba en términos mucho más pragmáticos, tanto por parte de los ciudadanos, como por parte de los dirigentes políticos. Importaban los resultados más que las ideas y, en especial, los resultados económicos en términos de crecimiento y bienestar material. Otros autores apuntaron en la misma dirección, subrayando la creciente pérdida de capacidad de movilización de doctrinas como el socialismo, el comunismo y el fascismo. Bastaron unos pocos años –en la misma década de los sesenta- para poner en tela de juicio esta visión crepuscular de las ideologías. La lucha por los derechos civiles de la minoría negra, la oposición a la guerra de Vietnam o la revuelta estudiante de mayo de 1968 en Francia y en otros países europeos significaron una reaparición de las polémicas ideológicas entre los partidarios del cambio político radical y los defensores de statu quo. En este contexto, no sólo se recuperaron y actualizaron viejas doctrinas –neomarxismo de diferentes escuelas, neoanarquismos en variadas versiones, neoliberalismos militantes favorables al desmantelamiento delo público y del Estado del Bienestar, neofascismos etc.-, sino que se opusieron en circulación nuevas interpretaciones delas relaciones sociales, centradas en torno a la igualdad de géneros o en torno a la conservación de los recursos naturales: feminismo y ecologismo aparecían ahora como nuevas propuestas ideológicas sumándose a las ya existentes. En 1989, otro autor norteamericano –Francis Fukuyama- analizó las consecuencias de la caída del imperio soviético en un artículo titulado “¿El fin de la historia?”. Para este analista, la derrota política de la Unión Soviética y del marxismo-leninismo que la inspiraba significaba que el liberalismo democrático se había convertido en el único sistema doctrinal capaz de legitimar las estructuras políticas y económicas: no había lugar para las soñadas alternativas de otros tiempos y la humanidad entraba en un período de apacible estabilidad ideológica. Es innegable la pérdida de peso de algunas ideologías “globalizantes” que pretendían interpretar y dar respuesta a todos los problemas de una sociedad: este carácter simplificador es cada vez menos efectivo allí donde la complejidad de conflictos y la diversidad de actores ponen en juego intereses y alternativas muy dispares. También es cierto que son –y siempre han sido- minoría los ciudadanos que asumen de manera integral el conjunto de creencias y valores que se combinan en una ideología: sólo los acérrimos militantes de adhiere a ella de manera total y sin reservas, frente a una mayoría que participa de ellas de manera parcial y fragmentaria. Pero el vaticinio de un segundo final de las ideologías fue de nuevo desmentido por la realidad. No sólo se afianzaron alternativas ideológicas al liberalismo, como las que representa el fundamentalismo islámico en varios países asiáticos y africanos. También en Europa despertaron de nuevo los

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nacionalismos como ideologías capaces de alimentar las expectativas y los proyectos políticos de muchos ciudadanos. Desde la devolution a Escocia y Gales en Gran Bretaña hasta la desintegración de Checoslovaquia, la URSS o Yugoslavia, los nacionalismos han justificado episodios de separación amistosa o ha alimentado sangrientas guerras civiles. Parece, pues, que el hecho de que algunas ideologías muden su apariencia, desaparezcan del primer plano de la escena o sean acogidas sólo parcialmente no autoriza para decretar los funerales de todas ellas. Estos funerales anticipados han sido denunciados como empeños políticos para justificar la resistencia al cambio: la “ideología del fin de la ideología” sería, desde este punto de vista, la más conveniente para los intereses de quienes cuentan ya en sus manos con los principales resortes del poder económico, político y mediático y no desean grandes transformaciones en el statu quo. En todo caso, anunciar la muerte de las ideologías es ignorar que los conflictos que son objeto de la política no dejarán de estar siempre acompañados por creencias y juicios de valor: de ellos obtienen los ciudadanos –y todos los actores políticos- las razones y los pretextos necesarios para motivar su intervención en la gestión de los asuntos colectivos.

El Liberalismo

Sofanor Novillo Corvalán

I. Evolución del pensamiento liberal (III siglos de liberalismo)II. El liberalismo hoy (Respuesta a F. Fukuyama)III. Acerca de la relación entre liberalismo y conservadurismoIV. El liberalismo ante la socialdemocraciaV. La doctrina social de la Iglesia y el liberalismoVI. El liberalismo y el Nuevo Orden Mundial.VII. Causas de la inexistencia de una opción liberal en la política argentina.VIII. Presente y futuro del liberalismo en la ArgentinaIX. Bibliografía

I. EVOLUCION DEL PENSAMIENTO LIBERAL

1689, el nacimiento

Es difícil precisar el orden de la doctrina liberal. Quizás, en rigor, no haya una fecha exacta que nos marque el origen. Pero los hombres pareciera como que siempre necesitáramos de criterios de ubicación en el tiempo y en el espacio. De otra manera nos desorientaríamos. De ahí la necesidad de buscar una partida bautismal. Personalmente considero que fue producto de un proceso muy complejo que encontró en las guerras de religión de los siglos XVI y XVII su precipitante, siendo la tolerancia y la libertad de conciencia sus principales efectos no buscados. Sin embargo, hay quienes exigen más precisión en la búsqueda, alguna fecha, algún hecho, algún libro, que sirva para delimitar con mayor claridad la etapa pre y post liberal. En esa exploración difícil, llegamos siempre al año 1689. Para los que piensan, y con razón, que el

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liberalismo es fundamentalmente un sistema coherente de principios y valores que fundamentan la libertad indivisible del hombre y de todos los derechos que le son inherentes, entonces ese sistema nace con un libro: Ensayos sobre el gobierno civil, cuya licencia de impresión se otorgó el 23 de agosto de 1689. Su autor, John Locke, fijó en esta obra los cimientos duraderos sobre los que hasta hoy se afianza todo el pensamiento liberal. Allí está preanunciado el estado mínimo, la división de poderes, la libertad integral de los hombres. Allí está en fin, el liberalismo.No obstante, quienes piensan que esta doctrina, más que un producto del intelecto, es una forma de vida que implica la eterna lucha del hombre para ampliar el campo de sus libertades y disminuir las atribuciones que se arrogan los gobiernos ven en la Declaración de Derechos y Libertades (Bill of Rights) inglesa ocurrida también en 1689, el punto de partida de esta ideología.Ahora bien, como se sabe, el espíritu inglés siempre despertó recelos en el continente, especialmente en las naciones de raíz cultural latina. De ahí que haya sido relativizada o aún negada la influencia liberal sajona en el surgimiento del liberalismo. Quienes así piensan; ven más bien en el autor de El espíritu de las leyes (1748) el genuino inicio de la moderna idea liberal. Reconocida o no, la gravitación que el pensamiento de Locke tuvo sobre su autor, interpretan que la influencia universal de la obra del pensador inglés fue incuestionablemente menor que la del francés. Pero es el caso que éste, Carlos Luis de Secondant, Marqués de la Brede y de Montesquieu, nació cerca de Burdeos, curiosamente, en el año 1689. Por lo demás, si bien la doctrina nació en el siglo XVII, el término liberal como adjetivo, es posterior. Se empezó a usar en Francia a fines del siglo XVIII. Como sustantivo se utiliza por primera vez en España en 1812.Más allá de las controversias sobre los orígenes, resulta claro que el ideario de la libertad del hombre se desarrolló fundamentalmente durante el siglo XVIII de una manera sólida y vertiginosa. Después de Locke vendrá la escuela escocesa, representada entre otros por David Hume, que en 1739 publicó un tratado sobre La naturaleza humana; Adam Ferguson, quien en 1767 publicó Un ensayo sobre la historia de la sociedad civil; y en especial Adam Smith, que en 1759 escribe su Teoría de los sentimientos morales. De estos pensadores el liberalismo tomará su concepción sobre los móviles del comportamiento humano, explicando a través de agudas reflexiones psicológicas sobre los límites de la conducta egoísta e interesada del hombre, y sus efectos benéficos para la sociedad.Estas ideas encontrarían su coronamiento grandioso en una obra del propio A. Smith, publicada en 1776, Investigación acerca de la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones. Para muchos, esta obra erudita y sistemática representa tanto el comienzo de la ciencia económica como el del liberalismo económico. En verdad, hay mucho de eso, pues es cierto que fue el primero en tratar de averiguar cuáles son las condiciones institucionales que posibilitan el crecimiento económico de las naciones. A través de la pluma de este autor se descubre toda la importancia de la libertad económica; el principio de la no ingerencia estatal, la competencia, la división del trabajo, las leyes naturales que regulan el orden económico, etcéteraEn rigor, las ventajas de la libertad económica habían sido también puestas de manifiesto por los fisiócratas. Estos, menos liberales en lo político que en lo económico, creían que la naturaleza es la verdadera reguladora de la vida económica de los países y que la tierra era el único factor capaz de generar un producto neto. Los principales artífices y expositores fueron A. Quesnay La tabla económica, 1775; Du Pont de Nemours La fisiocracia, 1767; Paul Mercier de la Riviere, El orden natural y esencial de las sociedades políticas, 1767; Jean Vincent de Gournay, a quien se le atribuye la expresión laissez faire, laissez passer, que por otra parte era el lema de la escuela; Víctor Riquetti, Marqués de Mirabeau, El amigo de los hombres, 1756; y, finalmente, su principal hombre de estado, A. R. J. Turgot Reflexión sobre la fundamentación y distribución de las

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riquezas, 1766.Por otra parte, del otro lado del Atlántico, en los nacientes Estados Unidos, las ideas de Locke y del mismo Montesquieu, de cuyo Espíritu de las leyes, se había publicado en 1772 una versión abreviada, habían madurado rápidamente.Entre octubre de 1787 y mayo de 1788, bajo el seudónimo de Polibio, Alexander Hamilton, James Madison y John Jay, escribieron 85 ensayos en apoyo a la Constitución recientemente aprobada, la cual necesitaba, para entrar en vigencia, la ratificación de los estados que comprendían la Unión. Los mencionados ensayos fueron publicados después como El federalista, y bajo ese nombre han pasado a la historia constituyendo uno de los principales alegatos en favor del gobierno representativo y federal, como así también el necesario equilibrio y armonía entre las instituciones políticas y económicas fundamentales. Desde cierto punto de vista, pueden bien ser considerados como un epítome de las doctrinas del Marqués de la Brede y John Locke. En Los papeles federalistas están los verdaderos cimientos institucionales de la primera República liberal que tuvo el mundo.Volviendo al continente europeo, las ideas de Adam Smith encontraron rápido eco en España, país durante centurias agobiado por las ideas reglamentarias del mercantilismo. José Alonso Ortiz es el traductor, en 1794, de La riqueza de las naciones. A caballo entre el siglo XVIII y XIX lo continúa en la tarea de difundir el pensamiento smithiano, Alvaro Flores de Estrada.En Alemania y con Emanuel Kant (1724-1804) el liberalismo encontró sus fundamentaciones filosóficas más puras sobre todo en sus Fundamentos de la metafísica de la moral, 1785. Las categorías y conceptos por él construidos sirvieron en general para darle más coherencia al desarrollo posterior de la filosofía de la libertad, aunque no se puede dejar de recordar que algunas de sus tesis, por ejemplo aquella de que la moralidad tiene primacía sobre la felicidad, entraban en conflicto con ideas desarrolladas por otras interpretaciones del liberalismo.No obstante todo lo dicho, es necesario volver nuevamente nuestra mirada a Francia, pues es allí donde estas ideas han entrado en ebullición, y no sólo en los círculos intelectuales o cortesanos. Han penetrado en los más hondo del mismo estado llano. Y es Sieyes, quizás poco abate, como se dirá con razón, pero portentoso pensador, el que le legará a Francia y a la humanidad el concepto moderno de Constitución y quien redactará parcialmente nada menos que la famosa Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Los principios por él sustentados se manifiestan aún hoy en la Constitución francesa.El movimiento de la Enciclopedia contribuyó al liberalismo en una medida jamás imaginada por Diderot, principal inspirador de ese proyecto editorial. Después de los dos primeros tomos, y con posterioridad a la crisis que tuvo la empresa en 1752, se incorporaron a la obra Montesquieu, Voltaire, D’Olbach, Helvetius y también los fisiócratas. Este conjunto de pensadores nucleados en dicha empresa intelectual colectiva, legaron a la cultura liberal y occidental la convicción de que la razón crítica es indispensable para una mejor explicación y solución de los problemas del hombre. Los enciclopedistas iluminaron al mundo, al definir y establecer con firmeza la libertad de opinión y de conciencia, dejando atrás prejuicios y falsas concepciones, y permitiendo de este modo el rápido desarrollo de las ciencias y de las disciplinas humanistas.A esta altura se me podrá observar que me estoy olvidando nada menos que de J. J. Rousseau. En rigor, no es así. Se trata de una exclusión deliberada y escasamente arbitraria por lo demás. En realidad, Rousseau no representa las genuinas bases del liberalismo moderno. Este tiende a preservar antes que nada las libertades individuales, mientras que el ginebrino, en contraste, propone “la alineación total de cada asociado con todos sus derechos en favor de la comunidad y quienquiera que rehúse obedecer la voluntad general será obligado

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a ello por todo el cuerpo social”. Como se advierte Rousseau evoca no al liberalismo, sino más bien a las democracias populares, que se instalaron en Europa Oriental después de la II Guerra Mundial y que hoy parecieran querer mostrar signos de establecer el pluralismo y la tolerancia política vigente en los países libres de Occidente. En lo inmediato, el pensamiento de este autor puede ser encontrado en las efímeras constituciones de la época del terror de la Revolución Francesa, que en aquellas más duraderas que a partir de Napoleón se sancionaron en Francia y en la mayoría de las naciones del mundo libre.

1789, la difusión universal de las ideas

Mil años de feudalismo y de privilegios se derrumbaron en pocos años. Otros dirán, exageradamente, que en pocos meses. Como quiera que fuese, lo cierto es que el 14 de julio de 1789 comienza uno de los procesos de transformación de las ideas y de las instituciones más vertiginosas de que tenga recuerdo la humanidad. Y ello ocurrió al calor de las ideas anteriormente expuestas. De esa experiencia terrible y sorprendente por momentos, surgirán consolidados el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, además del concepto trascendental de que todos los hombres tienen iguales derechos y son por ello iguales ante la ley.Asimismo, en esos cuatro años que derrumbaron un milenio, se comenzaron a manifestar tendencias e ideologías que aún hoy dividen al mundo.Detrás de Robespierre, Saint Just o Marat, estaban sin lugar a dudas las ideas igualitarias mas no liberales, como se ha dicho, de J. J. Rousseau. Habrá que esperar al 9 Termidor, y sobre todo el 18 Brumario (más allá del autoritarismo de Napoleón) para que la verdadera esencia del pensamiento liberal pueda comenzar a irradiarse en el mundo.Como era de esperar, tanto crimen y horror habían conmovido el espíritu y la sensibilidad de los más lúcidos pensadores europeos. Entre ellos, ninguno fue más afectado por los sucesos de Francia que el político de origen irlandés Edmund Burke. Hombre de ideas liberales, fue uno de los primeros en condenar los excesos y las desviaciones de los episodios que siguieron a la toma de la Bastilla. Su opinión sobre ese proceso se refleja en Reflexiones sobre la revolución en Francia (1790). En esta obra Burke, no obstante su origen liberal, estableció los fundamentos del conservadurismo moderno, concepción política ésta con la que el liberalismo mantendría durante un siglo y medio, ásperas y profundas controversias. Sin embargo, el impulso que posteriormente tomaron las ideologías de extrema izquierda y derecha ocasionó que ambos cuerpos de pensamiento se fueran acercando, llegando incluso como ocurre hoy, a fusionarse. Pero esa es otra historia acerca de la cual ensayamos una explicación, en el apartado 3 de este trabajo.En Francia el liberalismo doctrinario se continuó a través de agudos escritores, la mayoría filósofos políticos, economistas los menos. Juan Bautista Say (1767-1832) tuvo vital importancia en la difusión de las teorías económicas de A. Smith y no sólo en las regiones francoparlantes. A través de la traducción de sus libros al castellano fue conocido este autor en España y América del Sur. Así nuestro conocido Alberdi llegó a Smith de la mano de Say. Conste que no es sólo la difusión del pensamiento de Smith lo que justifica la inclusión de Say en la historia del liberalismo. También cuenta por sus aportes teóricos, en especial, su célebre Ley de las salidas o mercados contra la cual, mucho tiempo después, Keynes arremetería en su pretensión de demostrar que dentro de una economía libre puede haber desequilibrios permanentes. Y debo acotar aquí que, si Say fue un economista sistemático, Federico Bastiat (1801-1850) fue un panfletario genial. Su único libro Las armonías económicas (1850) no llegaron ni con mucho a alcanzar el vuelo de sus irónicas y mordaces sátiras en contra del proteccionismo. La brillantez de los pequeños panfletos, en especial La petición

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de los vendedores de vela contra la competencia del sol, y Los sofismas económicos, no han sido superados en su estilo. Muchas carencias de los economistas liberales franceses fueron compensadas por el vuelo de su genio e imaginación.El primero de los grandes políticos liberales doctrinarios post-revolucionarios fue Benjamín Constant (1767-1830). A través de su vida política, y más allá de sus inconstancias como político de acción, su reflexión fue siempre la de un liberal impenitente. “Se vendía pero nunca se entregaba”, decían sus amigos tratando de elogiarlo. Sus ideas fuerza eran rectilíneas y transparentemente liberales. Esto se evidencia en todas sus obras, en especial su monumental “Curso de política constitucional” (1839). De dicha obra se ha afirmado que es la que mayor número de barreras colocó entre el hombre y el Estado. Llega a criticar no sólo (y desde luego) a Rousseau sino al mismísimo Montesquieu, a quien le reprochó nada menos que su concepto de libertad, pues “puede llegar a justificar el establecimiento de los peores despotismos”.Después de Constant encontramos a Francisco Gizot (1787-1874). Historiador, constitucionalista y político, es el teórico de lo que hoy podríamos denominar el liberalismo de centro o del término medio. Conciliador por convicción mas no por temperamento, Emile Faguet llegó a decir de él que fue un verdadero dictador de la moderación. Esto se refleja en sus innumerables obras, especialmente su Historia del Gobierno representativo (1822). Apologista de la clase media como sostén de la tolerancia en política y religión, no obstante no pudo evitar ser pesimista sobre el futuro de la democracia. Revertir, con reservas, ese pensamiento fue entre otros, el papel que le tocó desempeñar al último de los grandes pensadores políticos franceses del siglo XIX: Alexis Clerel de Tocqueville (1805-1859).Si desde Montesquieu a Gizot fue proverbial del liberalismo francés buscar en Inglaterra el modelo del que aprender, Tocqueville, rompiendo una tradición secular, miró hacia los EE.UU., y en ese país encontró que la democracia y la libertad eran posibles, no obstante el riesgo que para ambas implica, como se verá, el principio de igualdad.En La democracia en América, cuya primera parte se publicó en 1835 y la segunda en 1840, independientemente de su valor inigualable como obra de sociología política (en rigor, la primera jamás escrita en su género), fue en último análisis un esfuerzo por saber cómo funcionaba y cuál sería el futuro de la única democracia imperante de la época. A Tocqueville le gustaba bucear en el futuro y formular predicciones.Algunas de ellas fueron realmente sorprendentes (así, en 1840 anticipó que en el siglo XX dos naciones protagonizarían la escena política mundial: EE.UU. y Rusia. La primera siguiendo el camino de la libertad y la segunda el de la servidumbre).Pero por sobre todas las cosas, fue un analista agudo de su época, y a través de su escalpelo intelectual puso de relieve los peligros de la centralización e intervencionismo.Propició también la solidaridad porque pensaba “que tanto el deber como el interés de los hombres está en hacerse útiles a sus semejantes”. Enfatizó además la crucial función de las comunas y las asociaciones voluntarias en las democracias.Atribuyó al Poder Judicial más importancia aun que la que le asignaba el propio Montesquieu. Pero fundamentalmente, Tocqueville formuló la siguiente advertencia: si no se tomaban los recaudos necesarios, la democracia puede devenir en un despotismo en donde reine la igualdad, pero de ninguna manera la libertad y el orden.Mientras tanto del otro lado del Canal de la Mancha, el liberalismo siguió afianzando y consolidando su edificio intelectual durante el siglo XIX. David Ricardo (1772-1823), principal continuador de Smith, perfeccionó muchas de

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las ideas y teorías de su maestro, pero también importante es reconocerlo, agravó muchos de sus errores. Así la errónea teoría del valor trabajo tal como la formulara Ricardo fue herramienta intelectual para elaborar su tristemente célebre y falsa teoría de la explotación de las clases proletarias.Ahora bien, esa y otras consecuencias de sus errores no empalidecen los grandes logros de Ricardo. Con él, el ideario económico liberal y la ciencia económica por añadidura, alcanzaron niveles de desarrollo notables. En su más importante libro, Principios de Economía Política y Tributación (1817), amén de formular las denominadas Tres grandes leyes de la economía, (ninguna de las cuales es aceptada por la teoría económica actual), desarrolló el principio de la libertad económica y su aplicación al campo del comercio internacional en términos tan convincentes, que desde entonces muy poco de sustancial es lo que se ha agregado al tema. El libre cambio fue sin duda su gran bandera y el progreso que el mismo trajo al mundo constituye su obra más imperecedera. No obstante, no debe olvidarse a los dos grandes apóstoles de esta cruzada: Richard Cobden (1804-1865) y John Bright (1811-1889), fundadores de la tan famosa y mal interpretada Escuela de Manchester. Igualmente inteligentes y sagaces divulgadores de la ideología del laissez-faire durante el siglo pasado fueron en Inglaterra Harriet Martinau y Jane Marvet. Además, en la tarea de difusión del nuevo ideario durante este crucial período colaboraron diarios y revistas que cumplieron una función trascendente, en especial The economist, entre los años 1843-1845, bajo la dirección de James Wilson y Leeds Mercury, a cargo de Edward Blain. Unos y otros no sólo defendieron el liberalismo, sino que se mostraron enérgicos críticos de la doctrina socialista ya en ascenso para esa época.Esta doctrina no sólo estaba apareciendo en forma clara y tajante a través de las ideas de socialistas al estilo de Fourrier o Proudhon o, como se sabe, en la mucho más influyente modalidad de Karl Marx, sino que además, al mismo tiempo la idea estatista comenzaba a subyacer escondida propuestas por algunos que en muchos casos aun hoy son presentados como arquetipos de liberales. Es el caso de J. Bentham y J. Stuart Mill, cuyas doctrinas y teorías, excepto en alguna que otra de sus obras (por ejemplo, Sobre la libertad, de Mill publicado en 1859), envolvían elementos conceptuales a partir de los cuales fue desarrollándose la idea colectivista.Dentro de esa corriente de autores, dudamos en incluir a Herbert Spencer (1820-1903). Pese a incurrir en heterodoxias inaceptables, (su idea de la nacionalización de la tierra constituyó una excepción dentro de un macizo y sólido planteo individualista), sin lugar a dudas fue uno de los más eruditos y prolíficos de los liberales en todos los tiempos. Psicólogo, sociólogo, economista y filósofo social y político aportes al desarrollo de las actuales ciencias sociales, se erigió en uno de los más inclaudicables defensores de la libertad individual frente a lo que él consideraba y con razón, un avance ilegítimo del estado. El más nítido reflejo de su sistema de pensamiento está en El hombre contra el Estado (1834).Como se ha dicho, la corriente liberal inglesa, pese a sus indudables méritos, estaba basada en algunos principios y presupuestos doctrinarios y teóricos que muchas veces la llevaron por carriles equivocados. Correspondió a los economistas de la escuela austríaca o de Viena corregir gran parte de los errores de la corriente clásica inglesa. A sus economistas les corresponde el mérito de haber reducido a polvo la falacia de que el valor de las mercancías está en directa relación a su costo de producción, y en especial a la cantidad de trabajo humano incorporado a ella. Ellos descubrieron que los bienes no valen porque cuestan sino que cuestan porque valen, y que en último análisis los determinantes del valor son la utilidad y escasez. De este descubrimiento fundamental al desmoronamiento de todo un sistema de análisis no hubo más que unos pocos pasos, que fueron dando progresivamente los pensadores de

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la primera generación de la escuela liberal con sede en Viena. Sólo Marx y sus epígonos han quedado anclados en el error, y de ahí que no solamente la teoría colectivista no se haya desarrollado sino que los mismos órdenes económico sociales fundados en sus supuestos están hoy en la absoluta crisis.Para decirlo brevemente, la revolución que a partir de 1870 se produjo en el campo de las ideas económicas estuvo a cargo en primer lugar de Karl Menger (1840-1920). Su concepción la fue plasmando sucesivamente en Los fundamentos de teoría económica (1871), Investigación sobre el método de las ciencias sociales y especialmente de la economía política (1883) y en Los errores del historicismo (1884). Su portentosa tarea fue continuada por Eugen Von Boehm-Bawerk (1851-1914), quien además de importantes trabajos con los que revolucionó la teoría del interés, publicó en 1898 El cierre del sistema marxista, que constituye por sí mismo una de las más demoledoras críticas que jamás se hayan formulado contra la teoría económica de Karl Marx.Mientras tanto en Inglaterra, el liberalismo político, no obstante el embate que sufría por parte de las diferentes corrientes estatistas, llegó a alcanzar niveles de gran profundidad aunque no con la sistematicidad y el alcance que le dieron sus fundadores. Un ejemplo de ello fue el filósofo político, John A. E. Dalberg-Acton (1834-1902). Curiosamente no dejó ningún libro. Su proyectada obra, que de haberse escrito hubiera sido al decir de un contemporáneo, “la más importante jamás escrita en la historia del pensamiento humano”, y cuyo título iba a ser Historia de la libertad del hombre, no pasó de ser más que una colección de agudos y penetrantes ensayos reunidos y publicados en 1977. Liberal y moralista, quizás su ideario se condense en su célebre apotegma “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.Todo el conjunto de ideas que en forma progresiva fueron elaborando estos pensadores alcanzaron realizaciones prácticas no sólo en los países mencionados, sino también en los EE.UU., en donde los valores de la libertad e igualdad, aunque siempre en tensión, comenzaron a alcanzar una vigencia sin precedentes en la historia del mundo. Sin embargo, existía en ese país una cuestión que le impedía realmente insertarse en una plena democracia liberal: la esclavitud. La acción decidida en A. Lincoln hizo más en favor de los derechos del hombre que muchos tratados, mientras que en su discurso de Gettysburgh, en el que definió y resaltó la democracia como el mejor de los gobiernos, tuvo difusión universal. Desde el fin de la guerra de secesión en adelante, el progreso de las libertades individuales, con sus altibajos, ha corrido casi parejo con el portentoso crecimiento económico y social de EE.UU., aunque es importante advertir que ese proceso fue menos obra de filósofos e ideólogos que de estadistas y hombres de gobierno. Durante el siglo XIX no existieron en la tradición liberal de los EE.UU. figuras realmente descollantes, pero en su conjunto los sectores pensantes y las clases gobernantes, usando de una extraordinaria sensatez y sentido práctico de la vida, consiguieron forjar una verdadera avanzada de civilización y libertad. Creo que una de las claves de este logro fue considerar que la verdadera riqueza de las naciones no la constituyen los gobiernos, sino sus pueblos.El concepto antes expresado, sencillo en su contenido pero formidable en sus consecuencias, fue el que de un modo contínuo y a lo largo de toda su vida sostuvo el único liberal sistemático y doctrinario de relieve que produjo nuestro país durante el siglo pasado: Juan Bautista Alberdi. Nacido con la patria en 1810, un año antes de que se sancionara la Constitución de 1853 publicó sus famosas Bases y muy poco tiempo después su Sistema económico y rentístico. Con estas obras integraba un verdadero modelo de organización nacional. Sin lugar a dudas, Alberdi fue el gran arquitecto de la Argentina moderna. A sus ideas, fuertemente influidas por los autores que hemos citado, tal cual el mismo lo reconocía, les agregó la impronta de las peculiaridades y características propias de nuestra sociedad. Pero preciso es reconocer que si Alberdi fue el

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arquitecto de la Argentina liberal y progresista, sus ejecutores fueron los hombres de la generación del 80, quienes, al igual que los de EE.UU., evidenciaron más capacidad que acción, organización y administración que de reflexión intelectual. En el mejor de los casos, fueron, como diría Paul Groussac, prosistas fragmentarios. No dejaron libros, pero entre 1880 y 1916 forjaron los cimientos sociales, educativos, económicos y políticos de la Argentina moderna.

1929, El eclipse

El cúmulo de ideas elaboradas durante los siglos XVIII y XIX conformaron, como se ha explicado, el sistema de pensamiento denominado hoy liberalismo. Sus efectos se comenzaron a observar, ni bien fueron proclamados los principios de la tolerancia y la libertad, no sólo en el plano de las instituciones sino también en la calidad material de vida. El liberalismo hizo que el mundo saliera de un milenario letargo. Como lo reconocieron hasta sus más enconados críticos, Karl Marx y F. Engels, en el Manifiesto comunista de 1848, “El capitalismo durante su dominación de colosales que las que han producido jamás todas las generaciones pasadas”. En realidad, desde sus orígenes la humanidad evolucionó muy lentamente, siendo los cambios casi imperceptibles. Sólo a partir del siglo XV se comenzó a observar un crecimiento comparativamente significativo. Pero es recién desde mediados del siglo XVIII que el mundo, y sobre todo Europa Occidental, comienza a transformarse a ritmo de vértigo. Entre 1776 y 1914 se produjeron cambios verdaderamente espectaculares.Durante esa etapa fueron declarados los derechos del hombre y del ciudadano. Surgieron las Constituciones y el Estado de Derecho. Se afianzó el concepto de una justicia independiente. Se difundieron los gobiernos representativos y democráticos. Se institucionalizó el sufragio universal. Aparecieron los partidos políticos, los sindicatos y otras organizaciones sociales. Las universidades y colegios se multiplicaron. La ciencia y la investigación se desarrollaron condiciones de vida material mejoraron notablemente. Desaparecieron las grandes hambrunas y las pestes arrasadoras. El hombre comenzó a controlar las enfermedades, medias de vida, al tiempo que descendió la mortalidad infantil. La producción de bienes y servicios aumentó geométricamente. Se produjo una revolución en el agro, la industria, la minería, los transportes, el comercio y la banca.Es una época de grandes innovaciones tecnológicas: la máquina de vapor, el ferrocarril, los barcos de hierro, los canales, los grandes caminos y el telégrafo. Después el automóvil y el aeroplano, la electricidad, la turbina de vapor, el motor de gasolina, el motor de combustión interna y las grandes usinas. Se desarrolla y difunde el crédito, lo cual permite el acceso de los distintos sectores sociales al consumo masivo de toda clase de mercancías. El comercio internacional crece en forma extraordinaria. El nivel de vida, en fin, aumenta espectacularmente. Este proceso sólo pudo desenvolverse gracias a una doctrina y a un marco institucional que lo posibilitaron. El capitalismo liberal es el verdadero creador del mundo moderno.No obstante sus éxitos inobjetables, el sistema que lo produjo comenzó a perder credibilidad. La confianza que la opinión pública de occidente le tenía al régimen liberal en vigencia, se debilitó rápidamente. Esto comenzó a insinuarse en la segunda década del presente siglo, pero se acentuó a partir de 1930. Hay distintas razones que explican este proceso, pero creo que son dos las causas fundamentales. En primer lugar, el crack de la Bolsa de Nueva York en 1929 y la subsiguiente depresión de los años treinta, que se caracterizó por una desocupación en escala no conocida hasta entonces y que afectó a millones de personas. En segundo término, el surgimiento en la Rusia soviética, a partir de 1928, de una nueva manera de organizar la producción de bienes y servicios:

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la economía centralmente planificada, anunciada y puesta en ejecución por el dictador totalitario J. Stalin.Estas dos razones explican la creación de un nuevo clima ideológico en Occidente que perduraría por cinco décadas. Sus características más salientes serían el recelo la libre empresa, una fe supersticiosa en las posibilidades del Estado y la confianza desmedida en la planificación social. Se comienza a suponer que el Estado puede sustituir al mercado. Nace así el Estado de bienestar, que tenía por fin tutelar al individuo desde la cuna hasta la tumba. Con él se inician también la inflación sistemática, los déficits presupuestarios y el crecimiento del sector público. En realidad, los orígenes inmediatos del Estado protector hay que buscarlos en la Alemania autoritaria de Bismark a fines del siglo pasado, que se continuó en Austria (1888) y Hungría (1891). En estos experimentos de nacionalismo estatizante hay que buscar también las causas del expansionismo germano, que produjo la Primera Guerra Mundial.Sin embargo, durante todo el período en el que el liberalismo estuvo a la defensiva, hubo un puñado de filósofos, sociólogos y economistas que trataron de preservar la doctrina de los ataques de que era objeto. Con ese objetivo fue creada en 1947 la Mont Pelerin Society, que hasta hoy nuclea a los más granado del liberalismo mundial. Alguno de sus fundadores sobresalieron por la energía y claridad con que defendieron y difundieron sus principios. De entre ellos, Ludwig Von Mises (1883-1973) aparece como el principal portaestandarte. Su vasta producción no le impidió mantener centrada su penetrante inteligencia y formación en lo que él consideró que eran los más graves peligros para la humanidad: la planificación económica, el estatismo y la inflación. Fue el primero en plantear la imposibilidad del cálculo económico en una economía totalmente socializada. Su explicación acerca de las causas de las crisis económicas tienen hasta hoy irrefutable vigencia. Sus demostraciones de las falacias keynesianas iniciaron el debilitamiento progresivo de ese pernicioso cuerpo de teorías y políticas que se encuentran hoy en repliegue en occidente. Toda su obra, en fin, se encuentra compendiada en La acción humana (1949), monumental tratado de economía política que bien puede ser considerado como el más formidable alegato en favor de la libre empresa del siglo XX.En el campo de las ideas políticas y sociales, dos franceses brillaron con luces propias durante este período. Raymond Aron (1905-1982), sociólogo y periodista lúcido y sagaz, de cuya producción, si tuviera que elegir un libro como el más expresivo del liberalismo a la defensiva y pesimista respecto al futuro de la libertad, no dudaría en señalar a El observador comprometido (1981). Por otra parte y también en la tradición de Montesquieu y de A. de Tocqueville, el tratadista político Bertrand de Jouvenel (1903-1987), se especializó en desentrañar en El poder (1974), las complejas relaciones entre la libertad y la autoridad.En Francia, la reconstitución del orden en libertad se debió también a la perseverante lucha del economista J. Rueff, quien en El orden social (1964) precisaba que las ilusiones de los falsos derechos sólo podían llevar a la inflación y al socialismo o a la anarquía social. Se distinguió también por sus críticas al sistema de patrón de cambio oro y al FMI, pues consideraba que ese organismo alentaba a la inflación mundial. Para evitar este flagelo propuso específicamente el restablecimiento del patrón oro que implica una relación entre el dinero en circulación y las reservas de oro disponibles.Por su parte a las bases ideológicas de la reconstrucción italiana hay que buscarlas en Los principios de hacienda pública (1940), la obra fundamental del político y economista Luigi Einaudi.El mal llamado milagro alemán fue una tarea de cuya arquitectura doctrinaria es responsable W. Ropke (1899-1965), autor entre otros libros de la Crisis social de nuestro tiempo (1942) y Civitas humana (1944). Sobre los principios liberales humanistas que éste sostuvo; Alfred Muller-Armack, que acuñó la célebre expresión economía social de mercado, pudo construir los diferentes

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instrumentos de política económica que luego pondría en ejecución con éxito asombroso L. Erhardt. Este brillante economista relató después su magnífica experiencia en el célebre libro Bienestar para todos (1951), en donde no obstante su orientación claramente liberal se ponen de relieve algunas secuelas de la mentalidad estatizante prevalente en la época.La Escuela de Chicago, relacionada con prestigiosos propulsores del liberalismo, pero vulgarmente identificada con Milton Friedman (1912- ) quien se constituyó por muchos años en su principal portavoz. Si bien este adoptó una posición fuertemente crítica de las políticas propiciadas por J. M. Keynes aplicadas durante la pre y post II Guerra Mundial, desde posiciones liberales más ortodoxas se le objetaron, no obstante, a sus propuestas algunas tonalidades keynesianas. Su más importante obra de este período es Capitalismo y libertad (1962).Pero en los últimos años, y desde la conservadora Hoover Institute, propone una organización del mercado libre, más próximo a la que postulan las líneas más ortodoxas: Libertad de elegir (1981). Pero de todas maneras estará distante siempre de la corriente libertaria o anarco-liberal en que se encuentra revistando su hijo, David, y que orienta Murray Rothbard, que desde tesis inicialmente austríacas se ha deslizado a propuestas que incluyen la privatización del propio Estado, incluida la administración de justicia, seguridad interior y defensa exterior. Estas polémicas ideas y en Individualismo y filosofía de la ciencia social (1979).Por su parte, la denominada escuela económica de la oferta encabezada por A. Laffer, G. Gilder y P. Craig-Roberts, inspiró a las políticas económicas aplicadas durante la gestión gubernamental de Ronald Reagan.Como quiera que sea, hoy el liberalismo ha vuelto por sus fueros. La batalla tanto en el plano de las ideas como en el de las realizaciones, la ha ganado de un modo concluyente. El estatismo y todas las formas de intervencionismo se baten en retirada. El liberalismo moderno no solamente está a la ofensiva, sino que, además está también autotransformándose de una manera muy dinámica. Cansados de tanta regulación y uniformidad producida por el Estado, los hombres y mujeres de Occidente comienzan a buscar el realce de su propia personalidad y a afirmar sus derechos individuales. Ya no se desconfía de los efectos sociales de la tecnología. Al contrario, ven en las computadoras sus más firmes aliadas. Estas les permiten una participación más activa en la toma de decisiones públicas. Los referéndums y plesbiscitos están en auge. Se abomina de la sociedad de masas. La descentralización y el federalismo despiertan después de un secular letargo. Se redescubre el rol crucial de la familia. Se propicia la privatización de la educación, la salud y la previsión social.Aquí en Latinoamérica se comprueba la consolidación de la democracia como forma de vida, mientras que en Asia y Africa sólo los países que persisten en las fracasadas fórmulas socialistas pasan hambre y miseria.Por su parte en los países de Europa del este y en la U.R.S.S. se observa un acelerado proceso de democratización y liberalización.1979, El resurgimiento

Todo este vertiginoso cambio se comenzó a manifestar en el plano electoral con el impactante triunfo en Inglaterra de M. Thatcher en 1979 y el de R. Reagan en Estados Unidos en 1980. Tanto aquélla como éste se declararon acérrimos partidarios de las nuevas ideas liberales que en esos momentos se estaban elaborando en los think tanks de los EE.UU. y distintos centros universitarios de Europa.La doctrina liberal de nuestros días es rica en matices y contenidos. Sus escuelas son diversas y la heterogeneidad de enfoques esconde por momentos el común denominador de todos ellos: la defensa irrestricta de la libertad del hombre. En una rápida y apretada reseña podemos señalar sólo a las más importantes e influyentes doctrinas escritas.

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Antes que nada la corriente del liberalismo moral y ético. Esta surge a partir de la observación de que, no obstante los éxitos incontestables del liberalismo, éste no lograba imponerse en amplios círculos sociales, religiosos e intelectuales. Se creyó advertir, y con razón, que quizás el problema consistía en el escaso interés que los filósofos y pensadores liberales habían puesto en los fundamentos morales y éticos del sistema y especialmente en demostrar que era el más justo de los sistemas conocidos. Después de algunos trabajos pioneros tales como La ética de la sociedad competitiva, (1935) de F. H. Knight; Los fundamentos de la moral, (1961) y La economía del mercado ante el pensamiento católico (1954) de Daniel Villey, es sobre todo la prolífera e inteligente obra de Daniel Villey, es sobre todo la prolífera e inteligente obra de Michael Novak la que terminó de mostrar en forma concluyente la inmensa superioridad moral del liberalismo frente a cualquiera de los sistemas hasta ahora conocidos. A esto lo pone de relieve fundamentalmente en su libro más notorio: El espíritu del capitalismo democrático, (1982). Además, en libros posteriores como Será libertadora (1986) formuló una apabullante demostración de la falsedad de la denominada teología de la liberación. También la filosofía política liberal recibió un vigoroso impulso de un pensador que, curiosa y paradojalmente, pretendió al comenzar su más importante obra, Anarquía, Estado y utopía (1974) darle al estado moderno una fundamentación socialista. En vez de ello, elaboró una de las más luminosas utopías del liberalismo político de las últimas décadas. En efecto, Roberto Nozick probablemente el más profundo filósofo político liberal contemporáneo, quien fue profesor de la Universidad de Columbia y actualmente enseña en Harvard, tanto en la mencionada obra como en su última publicada Explicaciones filosóficas (1981), se revela como el verdadero sepulturero de la sociedad de masas y profeta de una sociedad en la que los individuos no buscarán ser iguales entre sí, sino por el contrario, al disponer cada uno de ellos de una franja de libertad mucho mayor de la que se posee actualmente, realizarse vitalmente en tanto se distinguen y diferencian de los demás. El marco institucional que permitirá esto es el del estado mínimo, el cual sólo tendrá la función primaria de asegurar justicia y seguridad para sus habitantes. A partir de ahí Nozick considera a toda otra función que asuma el Estado como fundamentalmente ilegítima. De más está decir que, la consecución de las metas drásticas de las relaciones establecidas entre el Estado y los individuos para asegurar así un lugar donde las personas están en libertad de unirse voluntariamente para seguir e intentar su propia versión de la vida buena en la comunidad ideal.A diferencia de Nozick, filósofo solitario y de inspiración lockeana, James Buchanan de raíz hobbesiana, es el principal portavoz de una escuela, la de Virginia o de la elección pública (Public choice) cuyos integrantes Gordon Tullock, Los motivos del voto (1976), N.A. Niskanen, La burocracia (1976) y otros, no sólo son responsables de las más importantes renovaciones operadas en el pensamiento liberal, sino que, con sus trabajos han permitido una mejor y más racional comprensión de los problemas y funcionamiento de las sociedades modernas. Sus aportes, basados en la aplicación sistemática de los instrumentos analíticos económicos, no reconocen barrera disciplinaria alguna. Van desde la ciencia económica (Buchanam mismo es Premio Nobel en esa especialidad) hasta la ciencia política y el derecho constitucional. Lo fundamental del pensamiento político de esta corriente está condensado en el libro de Buchanan Los límites de la libertad -entre la anarquía y el leviatan (1974). En dicha obra, el autor distingue entre el Estado protector (equivalente al estado mínimo de Nozick), cuya función sería preservar los derechos declarados en el contrato constitucional, y el Estado productor, que tendrá la función de elaborar bienes públicos indispensables para el desarrollo armónico de las sociedades, cuales son en primer lugar la ley y luego todo otro servicio valorado socialmente y que no sería ofrecido en ausencia de la institución estatal. Para lograr un sistema institucional como el que se sugiere, serán imprescindibles entre otras cosas,

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cambios estructurales básicos o una revolución constitucional, de modo que se permita una redefinición clara y un fortalecimiento de los derechos individuales y se reduzca el campo de la actividad coactiva determinada estatalmente. Es necesario, pues, establecer con precisión los límites entre el Estado y la libertad integral de los individuos. En fin, Buchanan coincide con Nozick en que es necesario un nuevo contrato social si es que se pretende seguir ampliando la esfera de la libertad y detener el avance del Estado.Importante en la escuela objetivista de Ayn Rand (1905-1982), pensadora rusa radicada en los EE.UU., cuyas ideas agudas y provocativas han influido mucho en amplios círculos intelectuales de países de cultura predominantemente sajona. En algunos de ellos, como Dinamarca y Noruega, sus partidos liberales declaran su cercanía doctrinaria con esta línea de pensamiento. Sin llegar a caer en posiciones anarquistas, esta doctrina propicia la elaboración de un código moral que les diferencia a los hombres los valores e intereses correctos de los que no lo son, para que aquellos le sirvan de suprema guía, pues el fin esencial en la vida es la preocupación por el propio interés que se equipara con una digna existencia moral. Pareciera que sus propuestas muchas veces entran en colisión con criterios y principios aceptados convenientemente por la cultura tradicional de occidente. De entre las principales obras traducidas al castellano podemos citar El manantial (1943) y La virtud del egoísmo (1964).Con Gary Becker, La inversión en capital humano (1964), y especialmente T. Schultz Invirtiendo en la gente (1981), la escuela del capital humano logra éxito en refutar la hipótesis de los economistas clásicos de que el progreso económico está determinado por la dotación de recursos naturales de un país, o para decirlo en términos inversos, que la limitación o insuficiencia de los mismos es una barrera para el desarrollo. La tesis central de esta corriente, radica por el contrario, en que la verdadera clave del crecimiento de un país está relacionada con la cuantía y calidad de la inversión en la educación y salud de sus habitantes. Al respecto, considero que hay actualmente en el mundo moderno suficientes ejemplos de países que actúan como ilustración y demostración de estas tesis.En el campo de la historia social y económica el liberalismo se vio rejuvenecido y fortalecido con la contribución que han hecho los especialistas que se inscriben en la escuela de los derechos de la propiedad. Constituyen una legión los que usan este enfoque en las disciplinas sociales, pero es pertinente resaltar aquí las investigaciones de Douglas North, sobre todo la que surge de su Nacimiento del mundo occidental (1973). En ella refuta de un modo definitivo y aplastante las teorías de K. Marx acerca del surgimiento y fortalecimiento del sistema capitalista. Las influyentes teorías de Douglas North, en síntesis, explican lo siguiente: el capitalismo nació en los Países Bajos durante el siglo XVII porque fueron los primeros en dotarse de un marco de instituciones y de derecho de propiedad que sirvieron para crear suficientes motivaciones en las gentes de la época, para canalizar sus dineros hacia las actividades que suponían más útiles. Con posterioridad, sólo las naciones que supieron dotarse de derechos de propiedad precisos y claros se inscribieron en el camino del progreso. Para North, a diferencia de Marx, que privilegiaba el modo de producción, es el derecho, definido como una tecnología de la organización de las relaciones humanas, económicas y sociales, la clave del éxito de los países.Las falsas tesis elaboradas por R. Prebisch que paralizaron el progreso de los países subdesarrollados por dos décadas, fueron refutadas por J. Viner, G. Haberler y más modernamente por Peter T. Bauer en La crítica de la teoría del desarrollo. Por su parte, desde la filosofía de la ciencia, Karl Popper, acertadamente llamado el Kant del siglo XX, tanto en La sociedad abierta y sus enemigos (1945), como en su producción posterior, que llega hasta hoy, fue marcando la falsía que hay detrás de todas las ideologías historicistas y proféticas, especialmente el marxismo. Para terminar, corresponde hacer

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referencia a lo que yo denomino la Vanguardia liberal representada hoy por el más viejo y lozano de los liberales modernos, Friedrich Von Hayek, nacido en Austria en 1899, quien vivió el auge, la declinación y el renacer del liberalismo. En 1944 escribió un libro que lo haría famoso: El camino de servidumbre, donde advertía que la planificación llevaría irremediablemente al comunismo. Después, al observar la crisis del socialismo, se dedicó a reformular y renovar al liberalismo. En Los fundamentos de la libertad (1959) fue más allá de la economía para buscar una mejor redefinición del orden jurídico y social de la libertad. Una de sus tesis es que los liberales deben permanentemente ir ampliando el campo de las libertades. Para ello tienen que ensanchar el horizonte de las utopías que proponen, a decir verdad, en esto fue consecuente. Premio Nobel de Economía en 1974, produjo muy recientemente una verdadera revolución en la teoría económica liberal al desarrollar propuestas que implican la rectificación de anteriores opiniones. Comenzó declarando la inutilidad de la sacrosanta teoría cuantitativa de la moneda. Explicó después la irracionalidad que supone el prejuicio de que el Estado debe mantener el monopolio de la emisión de moneda.Sugiere con entusiasmo llevar la libertad y la competencia al campo de la moneda para que se pueda formar un verdadero mercado de monedas en concurrencia. Otro aspecto muy original de su concepción es que no solamente descarta por completo la existencia de un Banco Central, sino que se aleja de su anterior actitud en favor del patrón oro. Esta impactante propuesta desarrollada en La desnacionalización de la moneda (1976), quizás no se quede atrás en audacia respecto a su última utopía: la demarquia como sistema político que perfecciona y deberá sustituir en el futuro a la democracia. A esta teoría nos la explica Guy Sorman, el más notable difusor de la revolución liberal contemporánea, en su anteúltimo libro Los verdaderos pensadores del siglo XX, (1989). Con todo, y por lejos, Von Hayek ha sido quien más ha hecho durante el presente siglo, no solamente por fortalecer el edificio intelectual del liberalismo, sino también por debilitar los cimientos del socialismo.Y es nuevamente a Guy Sorman a quien debemos acudir para explicar la verdadera situación de crisis que vive el mundo socialista. A todo esto el economista francés nos lo explica magistralmente en su más reciente obra Salir del socialismo (1991).En síntesis, durante la década de los ochenta, el mundo restableció el liberalismo y tras el muro de Berlín, derrumbó toda alternativa de instaurar con éxito cualquier forma socialista de organización social.

II. EL LIBERALISMO HOY. Reflexiones críticas acerca de las tesis de F. Fukuyama

En julio de 1989, Francis Fukuyama, analista de la RAND Corporation y funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos de América, publica en la revista Public Interest un artículo provocativo por su título y contenido: El fin de la historia. Sorprendentemente, el escrito de sólo dieciséis páginas generó una de las polémicas intelectuales más interesantes de los últimos años. Muy pocos de los más notorios intelectuales políticos quedaron al margen de la misma. Desde la derecha: A. Bloom e I. Kristol, pasando por posiciones más moderadas al estilo de las de S. Huntington para llegar a la izquierda: N. Chomsky, R. Debray y L. Paramio; es decir, todo el espectro ideológico participó de la controversia. En noviembre de 1989, Francis Fukuyama contestó a sus críticos. Y después de comenzada la crisis del Golfo Pérsico, Fukuyama volvió a la carga. Pero en lo esencial su posición no varió. Por el contrario, se vio robustecida por los hechos relacionados con el colapso de los estados comunistas de Europa del Este y la disgregaciómn de la URSS y el acuerdo Bush-

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Gorbachov. Los mismos episodios del medio oriente le fortalecieron algunas de sus tesis básicas.Pero hay en su planteo contenidos que no pueden ser pasados por alto. El trasfondo filosófico en que se asienta su pensamiento evidencia peligrosos equívocos. Es nuestro propósito, pues, formular una muy sumaria crítica del mismo en tanto y en cuanto considero, que más allá de sus aciertos y agudezas, contiene una concepción que en último análisis contradice fundamentales principios liberales.Además adolece de errores de interpretación del pensamiento de notorios pensadores sociales y denota una sorprendente falta de información sobre el avance del pensamiento social moderno de signo liberal, mostrando por añadidura curiosos y significativos silencios sobre autores que mucho han dicho sobre el tema.A nuestros fines se impone distinguir en el trabajo de Fukuyama dos partes: por un lado lo que describe, que es incuestionablemente verdadero; por el otro, la dimensión profética, que no es verdadera ni falsa, sino más bien incomprobable y por consecuencia no científica, pero que en cualquier caso puede producir la grave impresión de que el liberalismo adscribe a antagónicas posiciones filosóficas de las que se diferencia con nitidez.Empecemos entonces con lo que hay de verdadero, esto con su descripción de la realidad ideológica de los años o más bien dicho de los días que corren.

“El liberalismo se quedó sin rivales”

El subtítulo anterior, no obstante señalar una realidad obvia, va entrecomillado pues no es de mi autoría, sino que pertenece a Regis Debray, el teórico trotskista francés, que fuera nada menos que el ideólogo de la frustrada aventura guerrillera del Che Guevara en Bolivia. “¡Qué ironía y qué símbolo!”.En su trabajo, Fukuyama nos introduce a la realidad ideológica de fines del siglo XX sólo para llegar a la misma conclusión que el intelectual francés recién mencionado, o sea que hoy ni el marxismo discute el nuevo panorama de las ideas políticas del mundo.Después de largas y traumáticas experiencias, el liberalismo vuelve a estar al fin del siglo XX en la misma situación en que se encontraba al principio. Pero con el importante agregado de que ahora, a diferencia de antes, no hay en el horizonte fantasmas ideológicos que puedan preocupar a la concepción que hoy prevalece en todo el orbe. Y en el comunismo, incluso en sus principales plazas fuertes -URSS y China- los vientos de cambio aparecen como irrefrenables. En síntesis, las ideologías extremas, que durante su vigencia de algunas décadas convirtieron al presente siglo en el más trágico de toda la historia de la humanidad, se han agotado intelectualmente y todo indicaría que en el futuro próximo no van a quedar de las mismas nada más que algunas expresiones irrelevantes en puntos geográficos periféricos del mundo. Después de años de lucha, el liberalismo emerge como la idea triunfante y con él las ideas y los valores que son características de la concepción occidental sobre el hombre, la sociedad y el Estado.Hasta aquí coincidimos con la descripción del autor norteamericano de origen japonés. Pero en adelante mucho me temo que vamos a tener que señalar errores, omisiones, o insalvables diferencias con Francis Fukuyama.

La falsa opción del idealismo-materialismo

A diferencia de lo que sostiene el autor de El fin de la historia, Max Weber no fue un autor al que se lo pueda inscribir sin más en la corriente idealista de pensamiento. Lo que el autor de la Etica protestante y el espíritu del capitalismo se propuso demostrar a lo largo de gran parte de su obra, es que K. Marx se

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equivocaba al pretender explicar el cambio social a partir de la ponderación de una sola variable, a saber la propiedad de los medios de producción. Weber trató de refutar a Marx en tanto éste sostenía una explicación monocausal de los problemas sociales. Pero al hacerlo no cayó en el otro extremo, como sugiere Fukuyama, de sostener que sólo las ideas tienen idoneidad para producir cambios sociales. Este es un aspecto de una polémica, diría, ya concluida, y es curioso que el autor estadounidense la exhume en términos tan inadecuados. Por otro lado, afirma Fukuyama que después de Weber no han habido teorías respetables que pongan énfasis en los factores ideológicos y culturales para explicar el desarrollo económico. No obstante, revisando el panorama de las teorías no-marxistas modernas, encontramos en el campo de la sociología el convincente esfuerzo de Talcott Parsons desarrollado en Economía y sociedad (1956), en el ámbito de la economía a T. Schultz con El valor de la educación en la economía (1963) y en el de la historia, los trabajos de D. North, como algunos de los tantos ejemplos que podemos citar para refutar la afirmación de Fukuyama.De más está decir que a ninguno de los autores citados se los podrá incluir dentro de lo que convencionalmente en filosofía se conoce como idealistas en sentido estricto. Para encontrarlos hay que atravesar las fronteras del liberalismo y adentrarse en la línea de pensamiento que, arrancando de Platón, encontró su culminación en Guillermo Federico Hegel. Del sistema de pensamiento de este influyente filósofo alemán, y a través de la interpretación que del filósofo alemán, y a través de la interpretación que del mismo hiciera el filósofo ruso A. Kojeve, extrajo centralmente Fukuyama el marco filosófico dentro del cual desarrolla la parte más perniciosa de su planteo, plagada de profetismo social.Este último consiste esencialmente en la creencia filosófica de que la historia está regida por leyes y principios cuyo descubrimiento puede permitir adivinar el futuro, esto es, hacia dónde marcha aquélla. En una palabra, se trata de la creencia, apoyada en pretenciosos y herméticos sistemas de ideas y términos a través de los cuales se intenta sin éxito conferir la imagen científica, en que se puede conocer por anticipado el destino del hombre y de la humanidad. El destino estaría escrito o adivinado y de nada valen los esfuerzos del hombre para escapar del mismo.De todos los filósofos que han sostenido ese tipo de ideas, ninguno más pernicioso que Hegel, quien fuera el padre intelectual de las ideologías extremas, responsables de todos los horrores del siglo XX y cuyo agotamiento está a la vista. La disección de su falsa concepción ha sido realizado por agudos pensadores liberales, sobre los que no abundaré.

¿Fin de la historia o de las filosofías de la historia?

Pero una de las omisiones más notables del artículo de Fukuyama es la relacionada con las teorías del filósofo liberal Karl Popper. Como se sabe, en su libro La sociedad abierta y sus amigos Popper realiza una de las más demoledoras críticas, no sólo de las ideas de Hegel y Marx, sino de todas pretensiones de validez que quisieran asumir las ya mencionadas filosofías de la historia. En el libro citado, el brillante pensador austríaco, se encarga de demostrar cómo las filosofías de la historia, de izquierda o derecha, devinieron en trágicas ideologías basadas en imaginarias o mesiánicas misiones históricas que inevitablemente debían cumplir la raza aria (en el nazismo) o la clase proletaria (en el comunismo) y que una vez cumplidas el curso de la historia se detendría, por haber llegado a su plenitud, lo que ocurriría cuando una raza alcanzare la supremacía total en el mundo o, en el caso del marxismo, cuando no quedasen vestigios del capitalismo burgués. Como todos saben, el milenio profetizado por Hitler o la irreversibilidad del advenimiento del comunismo, no pasaron de ser ensueños que costaron a la humanidad millones de vidas.

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Después del derrumbe de ambas concepciones, que no son otra cosa que herederas de formas de pensamiento irracionales, poco espacio intelectual les quedará en el futuro a los sucedáneos de las mismas que se intentaren construir. Estas formas de pensamiento, es necesario reiterarlo, suponen falsamente que es posible descubrir el significado de la historia, como si ésta fuera una dimensión que responde a leyes propias, ajenas a los hombres que en verdad la realizaron.No estamos en vísperas del fin de la historia. Lo que sí es dable presumir es que lo que está finalizando en el mundo es la era de las filosofías de la historia. Es decir, el fin de todos aquellos intentos de ajustar y regimentar los comportamientos humanos en función de un destino que se considera inevitable, en base a pensamientos que hunden sus raíces en la magia o cualquier otra superchería. No es desde luego seguro, pero sí altamente probable que estemos asistiendo al entierro de todas las especies de profetismos sociales. Todo lo anterior nos permite presumir que hay razones para inferir que en el futuro se tenderá a confiar más en la voluntad y la razón humana que en las fuerzas ciegas de la historia.Pero es absolutamente aventurado afirmar que por el hecho de que el liberalismo ganó las batallas ideológicas del siglo que finaliza, la historia ha terminado. Es incluso una afirmación peligrosa, pues puede producir un debilitamiento en la responsabilidad de los hombres ante la convicción que la humanidad estará definitivamente regida por los principales liberales. Enhorabuena si ello ocurriera. Pero si así fuere, ello se deberá no a un destino inevitable, sino a la constante y celosa defensa y ampliación de la esfera de las libertades del hombre. Pero nadie puede percibir y menos profetizar que el rumbo de la historia ya no se alterará. Si desde el propio marxismo y antes de su derrumbe, un célebre teórico italiano, A. Gramsci, planteó en última instancia que la posibilidad de la instauración de una sociedad comunista dependería mucho menos de las irreprimibles leyes históricas preconizadas por Marx, que de la voluntad y la razón operando sobre la conciencia de los hombres. ¿Quién nos puede asegurar entonces que los ensueños colectivistas que tienen sus raíces en las ideas de Platón, no volverán a resurgir no basadas ya en la filosofía de la historia propiciada por Marx sino en la voluntarista de Gramsci? ¿Y quién nos puede asegurar que en el futuro la libertad no se encontrará en peligro, ante nuevos desafíos que provenientes del campo de la ciencia o de la tecnología? ¿Los vertiginosos avances de la genética no le podrán plantear a la conciencia libre del hombre problos casi a un paso de que las fantasías científico-literarias de A. Huxley puedan convertirse en realidad, si es que el hombre, a través de su constante y responsable ejercicio de su libertad, no lo impide? O, atento a la progresión exponencial con que avanza la tecnología de las computadoras, ¿es arriesgado suponer que lo leído y visto en 2001, Odisea en el espacio, seguirá siendo sólo una ficción relatada y filmada?

La alegría de defender la libertad

Fukuyama nos anticipa que cuando llegue el fin de la historia, ésta será triste. Ya no habrá lugar para la imaginación ni el coraje. Tampoco habrá tiempo para el arte ni la reflexión profunda de los problemas del hombre.No creo en absoluto que ello vaya a ocurrir. Mas bien, creo que el disfrute a escala planetaria de los valores occidentales y liberales harán más agradable la vida. Pero también considero que el ejercicio de las libertades deberá ser asumido con responsabilidad para poder conservarlas y acrecentarlas. Si eso no fuere así, muy probablemente la anarquía y el desorden serán sus correlatos inexorables.La historia, en fin, no ha llegado a su fin.Por el contrario, estoy persuadido que está recién comenzando. Lo que sí creo

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ha terminado es el período de las supercherías ideológicas. Esto es, lo que estaría concluyendo es la era en que la fuerza y la magia sustituyeron a la razón y al derecho. Desgraciadamente, para poder llegar a este estadio en la historia de la humanidad, el hombre tuvo que pagar el alto precio de guerras y genocidios que parecían no tener fin.Pero no por ello los verdaderos valores de la civilización occidental, la paz, la libertad, la justicia y la tolerancia estarán a salvo. La razón, la ciencia y la tecnología si no son puestas al servicio de esos valores pueden llegar a constituirse en sus serios enemigos. Es pues imprescindible que la esperanza en un mundo mejor y más libre no decaiga. Pero al mismo tiempo, que no se confíe en su inevitabilidad. Los hombres deben convencerse que, muy probablemente, para alcanzar las metas anheladas por toda la humanidad y para decirlo con palabras de Karl Popper -”en lugar de actuar como profetas, debemos convertirnos en forjadores de nuestro propio destino”.

III. ACERCA DE LA RELACION ENTRE CONSERVADORISMO Y LIBERALISMO

Las relaciones entre el conservadorismo y el liberalismo siempre fueron complejas. Nunca fue fácil encontrar la frontera que delimita ambas esferas de pensamiento. Una de sus causas es la dificultad que presenta la tarea de precisar sus respectivos contenidos doctrinarios. Aclarar esta cuestión es lo que nos proponemos en este trabajo. La otra razón que es fuente de ambigüedades y confusiones, es la semántica y la significación que tienen ambos términos en diferentes latitudes. Pero sobre esto no nos detendremos. Sólo nos basta al respecto recordar -con relación al vocablo conservador- la aclaración formulada por W. Harbour: “Pretender que el conservadorismo se basa simplemente en la preservación de un status quo dado, llevaría al absurdo, planteando la perpleja instituciones comunistas, liberales, conservadoras o fascistas en sus respectivos países, deberían quedar rotulados de conservadores”. Esto es el conservador no es sólo el mero defensor del orden establecido. En la literatura política occidental se le da al término una significación más amplia.El vocablo conservador adquirió status político cuando fue utilizado en Inglaterra para designar no tanto a los proverbiales defensores de la monarquía y la iglesia, o sea los tories, sino más bien a los que se opusieron a la revolución francesa, por considerar que toda conmoción violenta de las instituciones era perniciosa para el progreso de los pueblos y las naciones.Edmund Burke, el célebre político irlandés, quien en 1790 escribiera las Reflexiones sobre la Revolución de Francia y sobre la actitud de ciertas sociedades de Londres respecto a ese acontecimiento”, obra más conocida en la historia de las ideas políticas como Reflexiones sobre la Revolución Francesa, fue quien por primera vez presentó en forma orgánica los principios de un conservadorismo definido y consciente. burke tenía en realidad un origen whig, pero fue adoptado por los tories cuando advirtieron que defendía el principio de la transformación evolutiva de las sociedades, contrario al cambio revolucionario.Burke, quien desconfiaba de las filosofías políticas (se refería a lo que hoy se denomina ideologías, pero este último vocablo recién fue acuñado por Destut de Tracy una década después), se consideraba hombre de principios y pensaba que el gobernante sabio y capaz era sólo aquél que sabía combinar la disposición para conservar con la habilidad para reformar.Fue por ello, y esto no debiera resultarnos extraño, que con la misma intensidad con que se opuso a la revolución de 1789, defendió antes, en 1776, la independencia de los Estados Unidos.

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Diferencias de ayer

En realidad, es muy difícil poder sintetizar las características básicas del conservadorismo, dada la multiplicidad de tendencias que se han manifestado en el tiempo y en el espacio, pero creemos que las fundamentales son las siguientes: a) resistencia al cambio o en su caso, preferencia por el cambio evolutivo; b) preferencia por la tradición, el orden y las jerarquías; c) desconfianza en la capacidad del Estado para mejorar la condición y la naturaleza del hombre; d) protección de la libertad individual, pero a la vez, impulsó a reforzar el principio de autoridad; e) visión realista de la sociedad y del individuo. El conservador parte del principio que los hombres no son iguales por naturaleza; f) acentuada defensa de la función que cumplen la familia, la religión y las fuerzas armadas.Siempre habrá una gran dificultad para definir lo que defiende el conservadurismo, porque como realistas que dicen ser, cambian cuando el mundo cambia y por ello tienden a cambiar de opinión las instituciones que hay que conservar. Pero en este aspecto no puede haber equívocos: no pretenden conservar todo lo pasado, sino solamente lo que ha demostrado ser con el paso del tiempo lo mejor y lo más útil.El conservadurismo alude, en fin, a una forma de ser; a una mentalidad que se guía por muy pocos principios. Por el contrario, el liberalismo es una ideología, esto es, un conjunto de valores o creencias aceptados por un grupo determinado como válidos y verdaderos. Le permite al creyente obtener una visión (a la que supone completa) del hombre, de las instituciones y del mundo. Por eso tienen siempre pronta una propuesta de solución a cada problema de la sociedad. A la compleja realidad social, la pueden organizar y simplificar así, a través del prisma de la ideología. Y es por ello que se puede afirmar que mientras el liberal es lógico y abstracto, el conservador es concreto y pragmático.No obstante -como se ha visto- lo matizada que se presenta modernamente esta doctrina, creemos posible caracterizarla también a través de sus principales notas distintivas: 1) creencia absoluta en la razón humana (a diferencia de ellos, los conservadores piensan con Pascal “que el corazón tiene razones que la razón no conoce”; 2) tendencia a favorecer el cambio; 3) confianza en las instituciones para mejorar la condición humana; 4) defensa de las libertades del hombre poniendo particular énfasis en las ligadas a la actividad económica; 5) acentuada proclividad a limitar la acción del Estado.Por extraño que pudiera parecer, en la Argentina, a diferencia de otros países del mundo occidental, el liberalismo y el conservadurismo no han tenido manifestaciones partidarias propias y contrapuestas. Por ejemplo, en Chile, durante largo tiempo o en Colombia hasta hoy, los conflictivos procesos políticos internos tuvieron como protagonistas principales a los partidos conservadores y liberales. En Uruguay esta distinción guardaba correspondencia con la oposición blancos vs. colorados. En nuestro país, sólo en la Provincia de Corrientes creemos encontrar en los liberales y autonomistas esta diferencia política tan característica en otras latitudes entre la segunda década del siglo XIX y principios del actual. Se equivocan quienes quieren ver en la lucha entre unitarios y federales una expresión de esta dicotomía.Curiosamente fueron muy pocos los partidos provinciales que usaron el término conservador para denominarse. El primero en hacerlo fue el Partido Conservador de la Provincia de Buenos Aires, a principios de este siglo. Ello no obstante, la expresión se utilizó asimismo para designar a aquellas agrupaciones políticas que, aunque nunca se llamaron de esa forma tuvieron un programa conservador. Con el término liberal, ocurrió aproximadamente el mismo fenómeno. No solamente no tuvieron entonces una expresión partidaria diferenciada, sino que por el contrario tendieron a sufrir un complejo proceso de simbiosis. La visión conservadora de la política se confundió inexplicablemente con la ideología

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liberal.Ya en uno de los primeros partidos políticos argentinos con atisbos de organización moderna, como lo fue el Partido Autonomista Nacional de Roca y Juárez Celman, podemos advertir una clara tendencia a combinar una percepción conservadora del Estado y de la sociedad con principios liberales. De una u otra manera este fenómeno ha sido una constante en la historia política nacional. La aparición del vocablo centro y su derivación centrismo comenzó a usarse en nuestro país a raíz seguramente de la injusta erosión que sufrieron en su prestigio los términos liberal y conservador.No es ésta desde luego la oportunidad para explicar los motivos de ello, pero como quiera que sea fueron los términos mencionados los que comenzaron a utilizarse para designar a esa fuerza de la política argentina. Por el contrario, la expresión derecha nunca encontró terreno fértil en nuestro país para reconocer a estas líneas de pensamiento. Su uso quedó reservado sólo para designar aquellas posiciones que evocan el haz lictor del fascismo y todas las posiciones autoritarias-corporativistas. No obstante, en los últimos años, el término liberal readquirió su prestigio de otras épocas y progresivamente fue sustituyendo en el lenguaje político argentino al otro término que se usó para designar esta franja del pensamiento. Pese a ello, la mayoría de los partidos, excepto el caso de Corrientes y San Luis, no usaron todavía el término liberal para autodenominarse.

Coincidencias de hoy

Además, y por extraña paradoja, en momentos en que en todo el mundo el pensamiento conservador y liberal comenzaba un proceso de fusión ideológica, en la Argentina, la diferencia empieza a manifestarse, aunque en un plano más terminológico y de etiquetas políticas que de reales contenidos doctrinarios.En el mundo, el proceso de acercamiento de ambas visiones políticas, se inició cuando quedó clara la prevalencia de las ideas estatistas, período que como se ha visto, transcurrió entre 1930 a 1980. Durante esta etapa las ideas conservadoras y liberales a través de una serie de intercambios y concesiones se acercaron notablemente. Así el conservadurismo, de tradición antidemocrática acepta hoy sin reparos a ese sistema como el único legítimo. Asimismo, ven en el Estado, con su inclinación a sobredimensionarse y limitar distintos ámbitos de la libertad individual, una institución a la que hay que reducir sus poderes y funciones. Por su parte, el liberalismo ha abandonado su creencia en la igualdad social entendido como un resultado, para rescatar el concepto conservador de la igualdad jurídica. Inclusive los liberales modernos, como ya vimos, adhieren a la visión de una sociedad en que sus miembros buscan realizarse individualmente, determinando una sociedad de desiguales, que se contrapone a la sociedad de masas, característica del período de predominio de las ideas socializantes. A este proceso ha contribuido la actual revolución tecnológica (la informática, la robótica, etcétera) que está posibilitando formas de organización social, económica y política, en donde el individuo adquiere un protagonismo en los diferentes procesos sociales en que participa, que toda aquella problemática de la enajenación y alienación que algunos sociólogos y reformadores sociales denominaron como propios de las sociedades industriales, está desapareciendo. El principal aliado en el avance del pensamiento individualista son las computadoras.Como explicó con agudeza A. Toffler, la tecnología de la sociedad industrial trataba de multiplicar la fuerza física del hombre, la computadora en cambio potencia sus posibilidades mentales. Por eso el conservador recela menos del cambio y recobra su confianza en la tecnología. Por su parte, el liberal advierte que la dimensión que la propia legitimación social de una ideología depende de que sus principios básicos tengan clara congruencia con los postulados morales

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propiciados por la cultura occidental.También se observa que al igual que el conservador, el liberal ahora desconfía de los proyectos de ingeniería social que se proponen cambiar la naturaleza del hombre y de la sociedad. En fin, ambas visiones coinciden en la necesidad de conservar y ampliar la esfera de las libertades individuales y en fortalecer el derecho de propiedad privada. Ambas adhieren a todo intento de descentralización social y rechazan toda forma de planeamiento estatal. Las coincidencias de hoy han sobrepasado a las diferencias de ayer. Es como si se hubiera vuelto a las fuentes, cuando a fines del siglo XVIII Burke y A. Smith se jactaban de coincidir en todos los aspectos relativos a la organización del gobierno y de la sociedad.Como se ha dicho, este proceso en la Argentina tiene características más terminológicas que ideológicas. Sin dejar de tener en cuenta algunos matices, se puede afirmar que los partidos argentinos de esta filiación poseen una base electoral nutrida por individuos que indistintamente pueden identificarse como conservadores o liberales. Muy excepcionalmente estos matices pueden generar situaciones de tensión ideológica interna. La actitud ante problemas como la relación iglesia y estado, o fuerzas armadas y sociedad. O más puntualmente el aborto, divorcio, eutanasia, son temas en que se podrá observar con más nitidez la mentalidad conservadora o liberal. Pero la tendencia mundial es a una creciente indiferenciación de contenidos doctrinarios.La cuestión del centro

En realidad, el término centro tiene una rica historia en el lenguaje político occidental. Las raíces las podemos buscar con precisión en Francia en tiempos de la Revolución. En la Asamblea Constituyente se sentaban a la derecha de la presidencia los defensores de las instituciones tradicionales, a la izquierda los partidarios de la reforma y de la igualdad, y en centro -como se encargó de recordárnoslo Manuel Fraga Iribarne “una serie de grupos partidarios de hacer algo, pero con prudencia”. Como se observa, a fines del siglo XVIII en Francia, el centro se diferenciaba de conservadores y liberales, que estaban a su derecha e izquierda, respectivamente. Hoy en nuestro país sirve para englobar ambas tendencias. De cualquier manera, es muy controvertida la función política que cumple y la ideología que caracteriza la tendencia centrista.El sociólogo Maurice Duverger, por ejemplo, sostiene que centro es el lugar geométrico donde se reúnen los moderados de tendencias opuestas, moderados de derecha y moderados de izquierda. “Todo centro está dividido contra sí mismo al permanecer separado en dos mitades: centro izquierda y centro derecha. Ya que el centro no es otra cosa que la agrupación artificial de la fracción derecha de la izquierda con la fracción izquierda de la derecha. El destino del centro es ser separado, sacudido, aniquilado: separado, cuando una de sus mitades vota por la derecha y la otra por la izquierda; sacudido, cuando vota en bloque, bien por la derecha, bien por la izquierda; aniquilado, cuando se abstiene. El sueño del centro es realizar la síntesis de aspiraciones contradictorias, pero la síntesis no es más que un poder del espíritu”. Fraga Iribarne, por el contrario, sostiene en su obra Teoría del centro político que el centrismo tiene entidad doctrinaria propia que no es conservadora ni revolucionaria, sino reformista.Podríamos, desde luego, continuar extensamente citando autores sostenedores de distintas opiniones respecto a esta cuestión, pero lo que verdaderamente nos interesa aquí, más allá de las disputas o querellas académicas o doctrinarias, es poner de relieve que en nuestro país, el centrismo es una denominación más con la que se conoce a esa fragmentada corriente política que hoy, como ideología más que como partido, gravita en la política nacional en una medida casi desconocida en las últimas décadas.Se ha dicho antes que la expresión liberal ha sido incorporada nuevamente al lenguaje político argentino, sin las connotaciones negativas que tenía hasta

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hace una década. No obstante, el vocablo centro y sus derivaciones siguen utilizándose para denominar los partidos de esa filiación. Recuérdese que en las últimas elecciones presidenciales la conjunción de las fuerzas liberales-conservadoras del país fueron a elecciones bajo la denominación de Alianza de Centro la Unión de Centro Democrático.

IV. EL LIBERALISMO ANTE LA SOCIALDEMOCRACIA

Como se ha dicho con razón, el liberalismo es hoy la ideología predominante en el mundo. El fascismo murió hace tiempo y el comunismo está atravesando una crisis terminal.La ideología de la libertad se ha quedado pues, sin enemigos. Pero le quedan adversarios. Algunos con gravitación focalizada en regiones periféricas del mundo, según la descripción de Fukuyama. Otros con influencia en naciones rectoras. De entre ellos, el principal es sin lugar a la menor duda, la socialdemocracia, también conocida en el mundo como socialismo democrático.Por razones de espacio nos resulta difícil hacer, aunque más no sea en forma sintética, la genealogía intelectual de esta concepción. Su aceptación de la democracia parlamentaria, sus diferencias tácticas y estratégicas con una posición que hasta su muerte encabezó el mismísimo Karl Marx. Sus luchas, en fin, con el marxismo ortodoxo. Pero precisamente eso ha permitido que, a diferencia de antes, la confrontación entre liberalismo y la socialdemocracia se desenvuelve en un espacio institucional: el democrático y que el pluralismo y la tolerancia sean los valores que, a modo de reglas de juego, regulan pacíficamente el conflicto entre los actores políticos en pugna. Sería ocioso aclarar que este sector del socialismo adoptó tan esenciales valores del liberalismo político. Son importantes entonces los comunes denominadores de ambas concepciones. Pero eso no excluye fundamentales diferencias, y muy probablemente sean éstas las que signen la controversia ideológica de la década de los noventa.

El partido guía

Los contenidos doctrinarios, la estrategia global, las técnicas de acción y movilización política de la socialdemocracia en el mundo son generalmente las que propone el partido socialdemócrata alemán.Esto ocurre así desde 1875, año en que virtualmente se funda esa agrupación política. En esa oportunidad fue dado a conocer el famoso programa de Ghota. Famoso entre otros motivos porque fue criticado por Karl Marx en uno de sus últimos trabajos.Desde entonces y hasta hoy la agrupación alemana es la encargada de adelantar a sus congéneres del mundo el rumbo ideológico a seguir. Así, después de ser disuelta en 1933 por el nazismo, y refundada después de la segunda guerra mundial, fue la primera agrupación socialista gravitante, que comenzó a podar de su plataforma consignas, técnicas, metas y objetivos característicos hasta esa época de la izquierda neomarxista. Fue, como antes dijimos la primera en aceptar el pluralismo democrático y después, aunque más en la letra que en el espíritu la economía de mercado, aunque esto último con múltiples limitaciones y reservas. Esto se refleja con nitidez en el programa elaborado y aprobado por el Congreso de Berlín en diciembre de 1989. Fue el programa que sostuvo en las elecciones recientes en las que sufrió una aplastante derrota a manos demócrata cristianas y liberales.Un análisis somero de ese programa nos muestra que no obstante haber incorporado principios, valores y formas de organización política y económica

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propiciadas desde hace décadas por los partidos liberales, el alcance y sentido que tienen esas propuestas y la función que se les asigna difieren esencialmente de la que tienen en la concepción liberal.

La libertad individual postergada y la propiedad privada ausente

El programa se propone en su primer punto sintetizar lo que quieren los socialdemócratas alemanes. Dentro de ese capítulo la libertad del hombre pareciera que no es valor prioritario para los socialistas alemanes. Taxativamente se pone de relieve la importancia de la paz, la justicia, la igualdad, la solidaridad y la democracia. Pero la libertad recién la podemos encontrar si nos internamos en las salas interiores del programa socialista alemán. Curiosamente y en un lugar destacado de ese primer capítulo se propicia conservar lo que merece ser conservado. La definición pareciera haber sido extraída del libro de Edmund Burke Reflexiones sobre la Revolución Francesa en el que se establecen los fundamentos del liberalismo conservador moderno y del que además, en estos días se cumplen dos siglos de su publicación. Pero cualquier semejanza es pura ilusión. Pues el autor irlandés presenta entre otros valores como dignos de conservar la libertad y la propiedad privada. Y es precisamente esta última institución de la cual no se habla ni se la menciona en toda la extensión de las veintisiete páginas del programa ya mencionado.¿Qué es entonces lo que quieren conservar los socialistas alemanes? ¿Será quizás el Estado benefactor cuya descomposición se está operando en todo el mundo? La respuesta a este interrogante queda librada a la perspicacia del lector, pues el programa nada explica al respecto, y aunque después reitera la expresión no aclara que es lo que desea preservar.

Distintas igualdades

Las plataformas liberales como socialdemócratas hablan de igualdad. Pero a esta altura ya se sabe que hablan de cosas diferentes. La igualdad para los liberales es igualdad jurídica de oportunidades, pero de ninguna manera se propicia una igualdad de resultados. Es decir, una sociedad de iguales como soñaba Rousseau y Marx. Y es más bien este concepto de igualdad que late a lo largo de todo el programa de Berlin. Hace tiempo que los conservadores y liberales modernos coinciden con la frase del ya citado E. Burke “Todos los hombres tienen iguales derechos, pero no a cosas iguales”.

¿Arqueología o ideología política?

El programa aprobado en diciembre de 1989 se presenta solemnemente como una propuesta para el siglo XXI. En realidad, dudo que pueda aguantar la década que resta para llegar a él. Y esto es así por los esfuerzos que realiza por mantener vigentes objetivos sociales que en otras latitudes y en Alemania misma se están dejando presurosamente de lado.Veamos algunos ejemplos: “La socialización ha de ser al mismo tiempo un instrumento de la democracia y de la política económica”. “Tanta planificación como sea necesaria...” “Las empresas públicas al no estar guiadas por el afán de lucro frecuentemente pueden satisfacer al máximo (sic) una necesidad reconocida como tal por la sociedad...” El mercado por sí sólo no puede lograr el pleno empleo ni la justicia distributiva (lo que hay que aclarar aquí es que ningún programa genuinamente liberal se propone tales objetivos pues sus efectos sobre la economía y la sociedad serían contrarios a los buscados). Cincuenta años de experiencia en el mundo lo demuestran.La lectura del programa le sigue deparando al lector la sorpresa de encontrar

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contenidos más arqueológicos que ideológicos. A saber: “La propiedad obliga (no se aclara si la privada o la estatal) su uso debe contribuir al mismo tiempo al bien general”. Más adelante sin embargo el programa nos habla de la propiedad comunitaria la que aparentemente deberá ser creada cuando no se garantice por otros medios que las relaciones del poder económico forme un sistema socialmente responsable.En fin hay mucho en el programa analizado que las sociedades modernas a su turno han experimentado y que su estruendoso fracaso las ha llevado a buscar en los modelos liberales formas de organización social que concilie de un modo exitoso la democracia con el programa económico y la calidad de vida. Pese a ello, los socialistas alemanes persisten en la defensa de postulados perimidos.

Libertad versus igualdad

Después de realizar descubrimientos asombrosos como por ejemplo que el progreso económico tiene poco que ver con la productividad y el nivel de vida más alto, sino con la solidaridad y la coparticipación, el programa plantea (y nos parece bien) lo que es ya una constante en las plataformas de los partidos políticos europeos, esto es la problemática ecológica. Y después, los tópicos comunes; trabajo y tiempo libre, coparticipación de los trabajadores en los beneficios, etcétera, etcéteraEn síntesis, nada de lo que proponen los socialdemócratas de novedoso es válido, y nada de lo que presentan como válido es original.Todo esto revela que las izquierdas democráticas están atravesando una profunda crisis intelectual. Pareciera por momentos que no tienen ideas aptas para un mundo que cambia vertiginosamente.Finalmente, creo que el liberalismo puede encarar con tranquilidad la década que se inicia, porque su principal rival pareciera que no ha comprendido que es lo que está ocurriendo en el mundo.Sin embargo, el liberalismo deberá mantenerse alerta y atento, porque tenemos la impresión que el ensueño y la ilusión de una sociedad igualitaria no ha muerto y que la tensión entre libertad e igualdad está siempre en el fondo de ambas visiones en conflicto. Aunque los pensadores liberales hace tiempo que han resuelto ese dilema. La síntesis moderna la formuló M. Friedman una sociedad que antepone la igualdad a la libertad termina sin igualdad y sin libertad.

V. DOCTRINA DE LA IGLESIA Y EL LIBERALISMO

La iglesia católica, a través de su credo, sus evangelios y su doctrina social no aconsejó nunca en forma explícita y permanente ningún sistema terreno de pensamiento social, político y económico. Ello no obstante, creo que se puede demostrar en forma concluyente que el liberalismo democrático es, de todas las ideologías conocidas, la que más se concilia con sus postulados básicos. No sólo ello, sino que es la que más ha contribuido y está contribuyendo y está contribuyendo a resolver los grandes problemas de la humanidad.Por supuesto que dista de ser perfecta. Pero a través de las centurias ha demostrado una inmensa capacidad de autocorrección que le permite hoy sobresalir, en los países donde se la aplica, como la única ideología que ha podido conciliar la democracia con el progreso material. Por esta razón es que no titubeamos en considerarla como la más justa de las ideologías hasta ahora conocidas.Si analizamos la doctrina social de la iglesia desarrollada a través de las distintas encíclicas desde la Rerum Novarum hasta Laborem exercens se podrá observar que en ningún caso formula una condena sistemática e integral de la mencionada ideología liberal. En el peor de los casos ha rechazado sus eventuales excesos. Durante algunos períodos, sobre todo el de Paulo VI, manifestó respecto al

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capitalismo liberal una acentuada desconfianza. Pero en ningún caso los sumos pontífices llegaron a execrarla, como lo hicieron respecto al socialismo y a los totalitarismos de extrema derecha e izquierda.Para una mejor ilustración y demostración de lo afirmado sólo cabe dejar hablar a los sumos pontífices a través de distintos documentos pontificios. Comenzaremos recordando lo dicho por Leon XIII en su ya inolvidable Rerum novarum (de la que precisamente este año se celebra el propio siglo de su publicación) que condenaba al socialismo por ser esta doctrina “inepta porque es perjudicial al mismo obrero, injusta y subversiva... pues aquel dictamen de los socialistas, a saber que toda propiedad ha de ser común, debe absolutamente rechazarse, porque daña a los mismos a quien se trata de socorrer, pugna con los derechos naturales de los individuos y perturba los deberes del Estado y la tranquilidad común”. Aquí León XIII sólo se limitó a continuar la obra de Pío IX quien a través de la encíclica Syllabus calificara al socialismo de pestilencia doctrinal. Pero es recién en la quod apostolici muneris, donde Leon XIII analiza y anatemiza al socialismo integralmente considerado, tanto en sus aspectos políticos sociales como filosóficos. Respecto de esa doctrina dice: “Porque si bien los socialistas abusando del mismo evangelio, a fin de engañar más fácilmente a los incautos, tienen la costumbre de desnaturalizarlo para conformarlo a sus doctrinas, sin embargo existe una diferencia tan grande entre su perversa dogmática y la purísima doctrina de Jesucristo, que no la hay ni la puede haber mayor (el destacado es nuestro). Luego de poner a descubierto algunas falacias filosóficas del socialismo dice con relación al derecho de propiedad “por ser un derecho nacido de la misma naturaleza debe ser mantenido intacto e inviolado en manos de quien lo posee”. Finaliza Leon XIII la encíclica exhortando a “los hijos de la iglesia a que no se inscriban en esta secta tan detestable ni la favorezcan en modo alguno”.Posteriormente, en 1914, Pío X en il Grave Dolore, al oponerse a algunos principios del socialismo, señala “que el justo y loable intento de mejorar la suerte del obrero y del ciudadano debe ir siempre unido al amor a la justicia y al uso de los medios legítimos para mantener entre las varias clases sociales la armonía y la paz”. Tiempo después Benedicto XV da a luz su primer encíclica Ad Beattissimi en la que luego de aclarar “no nos parece necesario repetir los argumentos que prueban hasta la evidencia lo absurdo del socialismo y otros semejantes errores” hace un llamamiento a la paz social, por las perniciosas consecuencias que trae aparejado la lucha de clases: “todos estamos viendo y deplorando las frecuentes huelgas, en las cuales suele quedar repentinamente paralizado el curso de la vida pública y social hasta en los oficios de más imprescindible necesidad; igualmente esas amenazadoras revueltas y tumultos en los que con frecuencia se llega al empleo de las armas y al derramamiento de sangre”. En Divini Redemtoris, Pío XI profundiza el examen condenatorio del comunismo que ya iniciara Pío IX en la encíclica Qui Pluribus, en la que se acusa a esa doctrina e ser totalmente contraria al derecho natural. Pío XI por su parte, luego de anatemizar todas las corrientes comunistas afirmando que son doctrinas “que niegan todos los derechos, la dignidad y la libertad del hombre”, advierte que el comunismo “no ha podido ni podrá lograr sus objetivos ni siquiera en el campo puramente económico”. En Mit brenneder sorge, Pío XI se define con no menor claridad y contundencia, pero en este caso condenando los extremismos de derecha. En dicho documento pontificio, dado a conocer dos años antes de la segunda guerra mundial, se advierte acerca de las funestas implicancias de las ideologías racistas, a la par que se las condena en su totalidad. Continuidad del pensamiento anterior, pero expresado una vez finalizada la contienda mundial, es el sostenido por Pío XII en la Iglesia católica y el nacional socialismo, en el que hace un balance atroz del III Reich.Por su parte, Juan XXIII en su Mater et Magistra, expresaba con no menor

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claridad que sus predecesores: “la historia y la experiencia atestiguan que, en los regímenes políticos que no reconocen el derecho de la propiedad privada de los bienes incluso productivos, son oprimidas y sofocadas las expresiones fundamentales de la libertad, por eso es legítimo deducir que esto se encuentra en garantía y estímulo en aquel derecho”.Durante la etapa de Paulo VI, si bien se advierte un tono crítico al capitalismo liberal desconocido hasta entonces, en ningún caso se llega a negar el derecho natural a la propiedad privada como fundamento de un orden social y económico justo. Las amonestaciones de Paulo VI al liberalismo en realidad fueron tergiversadas e incluso falseadas por católicos que en ese entonces planteaban un acercamiento doctrinario con el marxismo. A ellos y también a quienes hoy, desde partidos con denominaciones que sugieren equívocas relaciones con la Iglesia católica, les comprende la condena de Pío XII quien, en el radio-mensaje de 1951 La decimaterza, advierte “a los hombres políticos y a veces incluso hombres de iglesia que intentasen hacer de la esposa de Cristo su aliada o instrumento de sus combinaciones políticas nacionales o internacionales, lesionarían la esencia misma de la iglesia, dañarían a la propia vida de este; en una palabra, la rebajarían al mismo plano en que se debaten los conflictos de intereses temporales, esto es y continúa siendo verdad aunque se haga por razones e intereses en sí mismos legítimos”.Actualmente el Papa Juan Pablo II al cuestionar públicamente las desviaciones de la llamada Teología de la liberación, y al reafirmar los derechos de propiedad de los medios de producción como surge de su encíclica Laborem Exencerns no ha hecho más que continuar con una ya milenaria posición de la Iglesia, que tiene respecto a este tema por sólidos puntos de partida el séptimo y décimo mandamiento inscriptos en la Ley de Dios: No robar y no codiciar los bienes ajenos.Pero como si esto no bastara, en la reciente encíclica Centesimus annus, no sólo se reafirma el “fracaso de la solución marxista”, sino que trascendentalmente le concede a la economía libre o economía de mercado, en tanto y en cuanto esté encuadrada en un marco jurídico que la ponga al servicio de la libertad, un camino adecuado de solución a los problemas de las sociedades modernas.

VI. EL LIBERALISMO Y EL NUEVO ORDEN MUNDIAL

No a terminado de nacer y ya tiene acerbos críticos. Incluso estos últimos, como sus propios defensores, le impusieron una denominación incorrecta: el nuevo orden mundial. Como si el que está emergiendo sustituyera a otro que sería el viejo orden. En realidad, nunca hubo tal cosa

Un conflicto terminado

Lo que sí existió a escala planetaria fue un conflicto, que comenzó a gestarse al concluir la primera guerra mundial y a declinar al iniciarse la década de los 80. Fue una batalla entre concepciones del mundo contrapuestas. Entre ideologías irreconciliables.Una colosal lucha de la que resultaron vencedores quienes piensan que nada puede estar por sobre el hombre, su libertad indivisible y sus derechos inalienables.En el bando de los vencidos, estuvieron quienes creyeron en el mito de la misión histórica de una clase social, según la trágica utopía de Marx; o en la superioridad de una raza, propuesta por el patológico pensamiento de Hitler; o la prevalencia absoluta del Estado como lo postulaba la personalidad violenta y totalitaria de Mussolini; o de una religión para encubrir actos de violencia como lo pretendió finalmente Saddam Hussein.

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Fueron derrotados, en fin, los que quisieron sustituir la libertad por la opresión, la democracia por la dictadura, el derecho por la fuerza y la justicia por la arbitrariedad. Como se sabe, ese conflicto ha terminado. Ha finalizado lo que muy probablemente sea el más dramático período en la historia de la humanidad. La guerra del Golfo fue en cierto modo un episodio bisagra en la historia contemporánea. Con él se cierra una etapa y comienzan a darse las condiciones para el establecimiento de un orden internacional que no conoce de precedentes.Los comunes denominadores que algunos señalan que tiene con el período que va desde las guerras napoleónicas hasta la primera contienda mundial, son tan débiles, que no bastan para tornar convincente la comparación. Menos aun, la evocación de la pax romana como sugieren absurdamente algunos de los apresurados críticos del nuevo escenario internacional.

Nostalgia por un orden que nunca existió

El lúgubre ciclo que termina, se caracterizó por las dos horrorosas guerras mundiales y sus terribles secuelas en vidas humanas y bienes materiales. Además, las permanentes contiendas regionales, que fueron en muchos casos epifenómenos de la pugna entre las dos superpotencias. Pero lo que verdaderamente signó esta época fue la probabilidad cierta de una conflagración nuclear, que destruiría toda manifestación de vida.Durante las últimas décadas fue patente el avance de los países alineados en los denominados 2do. y 3er. mundo. Tanto en uno como en otro, oligarquías sostenedoras de equivocadas ideologías, practicaron irracionales experiencias de ingeniería social que sólo produjeron miseria, subdesarrollo y opresión. Las ideas socialistas y estatistas y los mesianismos religiosos parecieron por momentos que prevalecerían en el mundo. El desplome de los regímenes comunistas de Europa oriental sepultó los ensueños igualitarios.Aunque parezca curioso y sorprendente, muchos de los críticos del orden que comienza a establecerse en el mundo evidencian una fuerte nostalgia por la etapa superada. Es que, en último análisis, siguen pensando con K. Marx que los conflictos y las grandes revoluciones son las verdaderas parteras de la historia.Otros, simplemente, manifiestan su resentimiento por el triunfo del modelo liberal de organización social. Tanto estos como aquéllos, en sus ataques al ordenamiento en libertad que se está gestando, pareciera como que prefieren los sombríos años pasados a la paz que podría alcanzarse.

Los requisitos de un orden en libertad.

Un orden social -tanto nacional como internacional- para que sea genuino debe cimentarse en una escala de valores compartidos por la mayoría. En este sentido tengo la certeza de que sus beneficios de la democracia pluralista y la economía de mercado son reclamados por los pueblos de la mayor parte de los países del orbe. Como un corolario de lo anterior se difunde rápidamente el concepto de un estado mínimo que cumpla con eficiencia las indispensables funciones sociales de seguridad y defensa. Si proyectamos al plano internacional los principios y valores inherentes a esa concepción, surgirá con claridad la necesidad de contar con instituciones que mantengan la paz y la seguridad en el mundo.Desde su creación la ONU fue un adorno que todos cuestionaban por su inutilidad. Hoy puede ser la base institucional sobre la cual se pueda constituir un principio de autoridad que sirva no sólo para impedir la reinstauración de regímenes políticos que pongan en peligro la paz, sino que además podrá evitar cualquier exceso de concentración de poder. La conformación de diversos bloques en Europa y Asia equilibrarán una eventual hegemonía perniciosa por parte de EE.UU.. Un presupuesto de la libertad es que el poder -político,

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económico o tecnológico- esté adecuadamente distribuido.Se deberá propender a la eliminación de todos los artificios aduaneros o arancelarios que dificultan y traban el comercio. El proteccionismo fue en todos los tiempos una barrera para el progreso de los pueblos y causa de la guerra entre las naciones. Asimismo será conveniente desmantelar todas las estructuras económicas intervencionistas surgidas después de la 2ª guerra mundial, inspiradas en las ideas estatistas de Lord Keynes. Me refiero especialmente al FMI que al decir del célebre economista liberal francés J. Rueff fue la institución monetaria que más contribuyó para institucionalizar la inflación en el mundo. Siguiendo los consejos del mencionado economista como el de los más caracterizados exponentes de la moderna escuela liberal austríaca, se debiera restablecer el mecanismo del patrón oro si realmente se desea la estabilidad monetaria y de los tipos de cambio en el mundo.En fin, mucho más es lo que se podría sugerir desde la óptica liberal pues el orden mundial es una de las metas más trascendentes del liberalismo de ayer, hoy y de siempre. Por eso quizás sea oportuno sintetizar nuestra idea con palabras de L. Von Mises “La doctrina liberal, invariablemente ecuménica, lo contempla todo bajo el prisma universal. Es internacionalista; su campo de acción abarca la humanidad toda. Por eso el liberalismo es humanista; y el liberal, cosmopolita ciudadano del mundo. Por eso fue esta doctrina quien enseñó a los pueblos las ventajas de la paz interna, esa paz que el liberalismo quisiera lograr establecer en el ámbito internacional”.

VII. CAUSAS DE LA INEXISTENCIA DE UNA OPCION LIBERAL EN LA POLITICA ARGENTINA

En nuestro país, a diferencia de la mayoría de las naciones avanzadas de Occidente, el resurgir de las ideas liberales encontró sus dificultades. De entre ellas y fundamentalmente, la falta de un gran partido liberal con suficiente potencialidad para canalizar esas nuevas y vigorosas ideas. Los efectos de esta ausencia se vienen advirtiendo en la Argentina de las últimas décadas. Creemos que en alguna medida, la crisis de la Argentina moderna tiene por causas no solamente al estatismo -que el actual gobierno trata de revertir- y al centralismo; sino también a este fenómeno. Esta carencia a su vez podría explicar el fortalecimiento de las corrientes privatistas en los dos partidos mayoritarios que hasta hace poco mantenían una neta tendencia estatista.Prácticamente desde la sanción de la ley de Sáenz Peña (1912) las vertientes conservadores y liberales del país están tratando de protagonizar el proceso político nacional a través de una fuerza orgánica que las represente. No obstante, las tentativas por constituir exitosamente una opción permanente e influyente ante fuerzas adversarias, se han visto siempre condenadas al fracaso.Ensayistas, historiadores y sociólogos, en forma fragmentaria algunas veces, de un modo sistemático en otras, han intentado explorar ese fenómeno.No obstante la pluralidad de hipótesis que existe sobre el tema, ninguna de ellas ha conseguido explicar satisfactoriamente las causas del problema.Al conjunto de esas argumentaciones, lo podemos reunir esquemáticamente en tres intentos de explicación: el primero sostiene que el aumento brusco del padrón electoral, por imperio de la ley Sáenz Peña, desbordó a los partidos liberales acostumbrados a movilizar cantidades pequeñas de votantes. A partir de 1916, estos partidos habrían padecido una suerte de inhibición estructural para constituir organizaciones capaces de canalizar nuevas capas de población.El error de este argumento se basa en el desconocimiento de la forma en que verdaderamente evolucionó el padrón electoral argentino. Por limitaciones de espacio no podemos mostrar cuadros estadísticos, pero baste decir que en la provincia de Buenos Aires el padrón de 1901 aumentó con respecto al de 1890 en un 120%, y que a su vez aquél representó un 65% respecto del padrón de

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1912, ampliado ya por la ley del sufragio universal, secreto y obligatorio.En rigor, en nuestro país, como en algunos países de Europa, la extensión del voto y la ampliación del padrón pasó por un proceso gradual y oscilante, y en tanto en esas naciones del viejo continente no se produjo un hecho como el que se menciona, nada autoriza a pensar que en nuestro país ha sido el origen del problema. Recordamos, de paso, que muchos de los partidos liberales provinciales triunfaron democráticamente en numerosas elecciones provinciales después de la reforma electoral de 1912. Por consiguiente, no es ésta la razón que explica la ausencia a nivel nacional de un fuerte partido liberal.Una segunda argumentación explica esta carencia, debido al desinterés de la alta burguesía argentina (agropecuaria, comercial, etcétera) en formarlo, por considerar que hasta el momento no han surgido amenazas ciertas sobre sus privilegios económicos, que justifiquen su creación.De más está decir que la evidente raíz marxista de esta pretensión explicativa, permitiría distintos niveles de refutación. Pero a los efectos de nuestros análisis nos basta con señalar lo siguiente: 1) el argumento se basa en el supuesto de que las clases sociales (en este caso de burguesía) son actores colectivos con voluntad y conciencia propia. Al respecto cabe decir: a) que ni Marx ni los marxistas se pusieron de acuerdo nunca acerca de lo que era una clase social; b) que la sociología moderna no ha podido hasta el momento verificar la existencia de una conciencia de clase, por lo que mal se le puede adjudicar a una clase que el marxismo no puede definir y cuya conciencia la investigación social no ha podido probar, ser responsable de tan complejos razonamientos políticos. 2) Que en el hipotético caso de que fuera realmente así, sería sorprendente que las altas no hayan advertido en las últimas décadas, no solamente avance de la fuerza socializante, sino también -sobre todo en la década del 70- el peligro mismo de disolución de nuestra sociedad por obra de fuerzas extremistas de distinto signo.Otra argumentación muy utilizada, aunque superficial, es la que las Fuerzas Armadas desplazan periódicamente del poder a los partidos populistas, para producir una suerte de restauración liberal de facto. Quienes así piensan olvidan que excepto en 1930 -cuando luego de fracasar las intentonas corporativistas de Uriburu, se convocó a elecciones dentro de un marco eleccionario con fuertes limitaciones, triunfando en ese caso las fuerzas de la llamada Concordancia- los demás procesos de facto tuvieron una dinámica y un desenlace harto diferentes. A propósito de la fuerza gobernante durante la década del 30, no la consideramos naturalmente una opción liberal, pues durante ese período de abstención del Partido Radical o las limitaciones que se le impusieron, impidió que el electorado pudiera elegir u optar entre las dos fuerzas hasta entonces gravitantes: radicales y demócratas - conservadores.La revolución de 1943, no solamente depuso a un gobierno liberal-conservador, sino que la revuelta se produjo el mismo día en que era proclamado candidato a presidente para las próximas e inmediatas elecciones el Dr. Robustiano Patrón Costa, verdadero símbolo del conservadurismo del interior.Los revolucionarios crearon en esa circunstancia las condiciones adecuadas para la instauración del régimen peronista. Los restantes procesos militares, que culminaron en las elecciones de 1958, 1963 y 1973 en ningún caso, como es sabido, pretendieron ni directa ni indirectamente beneficiar a las corrientes liberales.En el de 1976, hay que distinguir dos niveles: el de las municipalidades donde hubo un neto predominio de dirigentes radical-peronistas y el de algunas provincias y ministerios nacionales donde hubo una influencia de figuras de filiación conservadora. Pero lo incontestable es que la junta militar que entregó el gobierno a Alfonsín en ningún momento intentó arreglar el proceso electoral para favorecer a partidos centristas o liberales.

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La autonomía de los partidos provinciales: un modelo equivocado

Hay una razón fundamental que explica la falta de una opción liberal en la política argentina: es simplemente la celosa preservación de la autonomía de cada agrupación provincial que sus dirigentes procuran defender. Es solamente esa la causa que ha determinado hasta el presente, la imposibilidad de integrar una robusta fuerza moderada con proyección nacional.Para entender el fenómeno hay que remontarse a los orígenes de los partidos provinciales actuales y llegar así a la liga del interior que organizara Juárez Celman para darle al General Roca el soporte político necesario para llegar a la presidencia.Dicha liga fue la base del Partido Autonomista Nacional, que no era nada más, pero nada menos, que un entramado de alianzas provinciales y regionales inteligentemente conducidas por Roca. Durante toda esa etapa (los “tiempos de la República” como diría Pinedo), los conflictos de poder, claro está, eran protagonizados por los núcleos internos de la agrupación gobernante. No había a escala nacional, competencia por el control del gobierno entre partidos contrapuestos. Sólo cuando ello ocurrió por primera vez en 1916 comenzó a exteriorizarse el problema.Los dirigentes provinciales formados en las largas luchas contra los esfuerzos hegemónicos metropolitanos, estaban acostumbrados a actuar en sus distritos con independencia de otros centros superiores de poder. Eran acentuadamente federalistas. Por eso hicieron de la preservación de las autonomías provinciales la principal de sus banderas. Por eso quisieron adaptar la forma de organización partidaria al esquema federal de organización nacional, prescripto por la Constitución. Los partidos provinciales cumplieron una inestimable función, manteniendo latente un espíritu federal que el resto de las instituciones del país fue perdiendo a resultas de una arrolladora fuerza centralista.Pero paradójicamente, el mismo elemento que posibilitó su continuidad en el tiempo (el Partido Liberal en Corrientes, por ejemplo, cumplió recientemente 135 años de existencia) determinó su debilidad política. Con el surgimiento del Partido Radical comenzaron a modificarse las condiciones de la lucha política. Con este partido hacen su aparición las organizaciones políticas centralmente conducidas desde la metrópoli. Esta situación se agudiza en la década del 30, en que el proceso de sustitución de importaciones que se produce en nuestro país, a raíz de la depresión económica que padecieron los países desarrollados, tuvo como consecuencia que se iniciara una acelerada industrialización para sustituir importaciones que, a su vez, dieron lugar al surgimiento o, en su caso, al fortalecimiento de las estructuras sindicales. Estos sistemas de encuadramiento colectivo mantuvieron desde entonces, como nota distintiva, una férrea conducción unitaria. La aparición en la arena política del Partido Peronista, terminó de sellar la suerte de los partidos provinciales. Hoy prácticamente todas las grandes instituciones que regulan la marcha del país estaban dirigidas desde Buenos Aires. Los principales actores de la lucha política argentina son organizaciones unitarias mostrando todas ellas, en general, una gran capacidad de acción, decisión y movilización. Mientras tanto, y por contraste, las agrupaciones provinciales persistieron en mantener sus autonomías partidarias y, en el mejor de los casos, se avinieron a integrar precarias coaliciones o federaciones, todas ellas de efímera vida. Este distanciamiento de las reales reglas de juego político, no solamente debilitó a esas agrupaciones, sino que por el momento les hizo perder su impronta federal. Quizás ello explique la irrupción durante la década del 60 de los partidos federalistas. Estos aparecen precisamente en el interior del país, es decir, donde el problema del centralismo metropolitano produce mayores perjuicios. (En las provincias históricas donde había partidos demócratas o conservadores al debilitarse estos pasan a competir con los federales por una misma clientela electoral). Por la misma época pero en

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el área metropolitana con un sector privado más fuerte y dinámico, el problema mayor ya no es el centralismo sino el estatismo, de ahí que aparezcan en Capital Federal y provincia de Buenos Aires agrupaciones políticas con un fuerte impulso liberal. Sucesivamente el Partido Cívico Independiente, Nueva Fuerza y la Ucedé son productos de ese mismo proceso. Por su parte en las provincias patagónicas surgen vigorosas expresiones políticas provinciales que plantean como principales banderas el control provincial de los valiosos recursos naturales.De esta manera, a las fragmentadas huestes de los partidos conservadores se agregaron como savia nueva las agrupaciones federalistas y liberales. Amplió el espectro moderado pero también se acentuó su dispersión.Dijimos antes que la causa fundamental del mantenimiento de la división constante del centro político, ha sido el formato excesivamente descentralizado de esta corriente. Pero además de este factor principal aparecen como una constante, aunque las más de las veces operando como una variable de efecto secundario, los conflictos personales entre los dirigentes principales de estas agrupaciones originadas en las luchas por las candidaturas.Sintéticamente, la historia de la frustración del centro-liberal argentino, a través de sus principales etapas, es la siguiente:

Las elecciones de 1916. La primera frustración

Luego de la muerte del Presidente Quintana en 1906, lo sucedió Figueroa Alcorta, quien comenzó rápidamente a desmontar la muy debilitada maquinaria política del Gral. Roca. Con el advenimiento al poder de Roque Sáenz Peña este proceso se acentuó. En 1914, año en que fallece Julio A. Roca, nada quedaba ya del Partido Autonomista Nacional. La desorientada constelación de fuerzas provinciales que quedó en su reemplazo comenzó febrilmente a proyectar alguna forma de organización que permitiera enfrentar con éxito a un radicalismo en ascenso. Este partido había ganado en 1912 en Santa Fe y en Córdoba misma, en 1913, el Partido Demócrata de Córdoba triunfó por una apretada diferencia. El gobernador electo, J. R. Cárcano, justificó ese hecho en términos que exteriorizaban una visión autonomista de la política contrapuesta a la conducción centralizadora del partido radical. Decía Cárcano entonces: “La invasión a un distrito, por personas sin inscripción, sin voto ni domicilio en el mismo distrito, con el objeto exclusivo de operar en el mismo comicio, cambia la opinión local y desnaturaliza la autenticidad del voto. Mi candidatura ha triunfado por 3.000 votos en lugar de 12.000 que le asignaban cálculos prolijos, porque Yrigoyen se trasladó a Córdoba y dirigió personalmente la lucha con abundancia de recursos y elementos adventicios importados”. Todo el drama de las fuerzas liberales provinciales se condensan en esta frase de Cárcano. Era el estéril intento de contraponer a los partidos nacionales la precaria influencia de las distintas vertientes provinciales.Con la intención de enfrentar al radicalismo en las elecciones del 16 se forma el Partido Demócrata Progresista. El núcleo básico de partidos provinciales que lo componían era: la Liga del Sur de Santa Fé, Demócratas de Córdoba, la Unión Provincial de Salta, Demócratas de San Luis y el Partido Liberal de Corrientes. Se pretendía constituir un partido conservador moderno y renovado. Este hecho quizás quede simbolizado en el nombre de los que redactaron su manifiesto fundacional: Joaquín V. González, Lisandro de la Torre, José M. Roca, Carlos Ibarguren y otros. A la debilidad inherente a toda coalición de fuerza se le agregó como agravante, en este caso, la de las disensiones entre sus dirigentes. El jefe del Partido Conservador de Buenos Aires, Marcelino Ugarte, no adhirió al nuevo partido porque pretendía para sí la candidatura a presidente, pero el Lisandro de la Torre. Inútiles fueron todos los intentos de soldar las partes fracturadas. Las huestes de Ugarte apoyaron a Yrigoyen en las elecciones. Además, el Presidente

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de la República, Victorino de la Plaza, se mostraba hostil a la candidatura de de la Torre. En definitiva, ganó Yrigoyen por un solo voto en el colegio electoral y el Partido Demócrata Progresista se disgregó rápidamente quedando reducido a una fuerte expresión electoral en Santa Fe y Buenos Aires.

La historia se repite: 1958, 1963, 1973 y 1983.

Si por razones de economía de espacio nos vemos obligados a dar algunos saltos en la historia y pasar revista solamente del resultado de las últimas elecciones generales, es sólo para ilustrar y demostrar con más nitidez cómo los esfuerzos de las corrientes provinciales moderadas por constituir una alternativa permanente y gravitante, resultaron estériles.En las elecciones de 1958 las fuerzas de extracción centrista ofrecieron un sorprendente grado de atomización: hubo seis fórmulas de esa filiación. El grueso de los demócratas conservadores y liberales apoyaron la fórmula González Iramay - Aguinaga; las expresiones de igual orientación de las provincias de San Luis y Entre Ríos la fórmula Reinaldo Pastor- Martín Aberg Cobo; el Partido Liberal de Corrientes sufragó en el Colegio Electoral por Ernesto Meabe y José Broushou. El recientemente constituido partido liderado por Vicente Solano Lima, de orientación conservadora populista (aunque progresivamente, fue perdiendo su signo conservador para agotarse en un mero populismo demagógico) proclamó el binomio Lima-Maldonado. El flamante partido Cívico Independiente de férrea filiación liberal, fundado y conducido por Alvaro Alsogaray, apoyó la candidatura de Juan B. Peña y Ana S. de Goyeneche. El Partido Demócrata Progresista que hoy representa el matiz laico y reformista del liberalismo argentino, proclamó la fórmula Molinas-Teddy. Poco antes de ello, este partido había propuesto la formación de un gran frente partidario había propuesto la formación de un gran frente partidario del que estuvieron excluido los radicales intransigentes y del pueblo (el peronismo estaba proscripto), para imponer el régimen de representación proporcional. La iniciativa fracasó. Como se sabe, a través del pacto Perón-Frondizi-Frigerio, la UCR obtuvo una aplastante victoria.En 1963 se realizaron con vistas a las elecciones de junio de ese año febriles gestiones para cohesionar las distintas vertientes centristas alrededor de la prestigiosa figura de Pedro Eugenio Aramburu. No obstante los esfuerzos no hubo acuerdo. La Federación de Partidos de Centro proclamó la fórmula Emilio Olmos-Emilio Jofré, mientras que, por su parte, distintos sectores independientes conformaron UDELPA como sostén de la candidatura del Gral. Aramburu, quien fue acompañado en la fórmula por Arturo Etchevehere. Por su parte, el Partido Demócrata Progresista adhirió a la nominación de Aramburu pero la fórmula fue completada con Horacio Thedy.De haber concurrido unidas dichas fracciones hubiera tenido un porcentaje de votos ligeramente inferior al que logró la primera minoría (el peronismo no participó, sus candidatos fueron vetados).En las elecciones de marzo de 1973, el electorado centrista y moderado distribuyó sus preferencias entre Manrique-Martínez Raymonda de la Alianza Popular Federalista; Martínez-Bravo por la Alianza Republicana Federal; Orgaz-Balestra por el Partido Socialista Democrático y finalmente, Chamizo-Ondarts por el Partido Nueva Fuerza.Sumados hubieran obtenido un porcentaje casi equivalente al de la UCR, que logró el 21,9%, aunque la sabiduría política popular afirma que cuando los partidos se unen los votos se multiplican...Finalmente, las elecciones de 1983. A las mismas el centro concurrió una vez más dividido. Más allá de las interpretaciones que se hagan, en relación a la acentuada polarización que se produjo, lo incontestable es que el centro sufrió el más grande revés de su historia.

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1989: Unificación y dispersión

En las elecciones presidenciales de 1989, las agrupaciones centro-liberales acordaron una sola fórmula presidencial Alsogaray-Natale que pareció representar la antesala de un rápido proceso de reunificación. Pero no fue así. La Alianza de Centro, denominación con la que se inscribió electoralmente esta nueva conjunción de fuerzas liberales, si bien tuvo el componente positivo antes mencionado, de llevar por primera vez un binomio representativo de la mayoría de ese sector, tuvo por otro lado, el destino de las anteriores coaliciones electorales. Una efímera vida política que se clausuró una vez finalizados los comicios. Cada una de las agrupaciones recuperó su autonomía y las agrupaciones liberales argentinas volvieron a constituir el proverbial archipiélago que los caracteriza.Mientras tanto, las dos fuerzas mayoritarias realizaron esfuerzos para transformar sus contenidos programáticos y métodos de acción política. La mayor adaptación a las circunstancias y a los requerimientos de una sociedad en crisis fueron evidentes. Tanto en el justicialismo como en el radicalismo surgieron y se afianzaron vigorosas corrientes internas que sostenían posiciones próximas a las sostenidas tradicionalmente por los partidos liberales.El liberalismo por su lado ni siquiera cumplía el objetivo largamente anhelado por sus seguidores: la unificación.Esta situación se agravó por el hecho de ver que en la principal agrupación nacional de ese sector, la Ucedé, las querellas intestinas y la búsqueda por espacios personales de poder, se priorizó en desmedro de cualquier intento por conseguir una mayor penetración social del discurso liberal. Pareciera como si ese rol lo hubiere asumido el partido gobernante e importantes sectores de la UCR.Por paradojal que pudiera parecer, en momentos en que la ciudadanía del país va asumiendo los fundamentos de la doctrina prevaleciente en el mundo, el liberalismo, en la Argentina y los partidos que oficialmente representan esas ideas, parecieran estar en crisis.Curiosamente, de esta situación han logrado salir indemnes agrupaciones provinciales de signo liberal-conservador; históricas algunas (como los partidos Liberal y Autonomista de Corrientes y Demócrata de Mendoza) o de reciente creación (como el Partido Renovador de Salta). Como quiera que sea, el futuro de las fuerzas liberales del país es incierto. Por ahora lo único que se puede señalar es que siguen sin dar muestras de presentarse como una opción electoral gravitante ante la ciudadanía del país.

VIII. PRESENTE Y FUTURO DEL LIBERALISMO EN LA ARGENTINA

En épocas en que el liberalismo se encontraba en franca declinación, fueron en nuestro país los economistas Federico Pinedo, Manuel Tagle y Alberto Benegas Lynch sus defensores más perseverantes. Este último, desde el Centro de estudios de la libertad, que orienta y nuclea a un importante grupo de estudiosos, pudo mantener viva la creencia en postulados que por momentos se los consideraba en extinción. En el ámbito de la filosofía sobresalió J. García Venturini y en el campo político partidario, Alvaro Alsogaray se distingue hasta hoy por su celosa defensa de la economía de mercado.En los últimos años y acompañando a un movimiento que se observa en toda Latinoamérica, que es el de la conversión de los intelectuales al nuevo credo y cuyos más prominentes símbolos son Mario Vargas Llosa y Octavio Paz, lo más caracterizado de los estudiosos de los problemas sociales argentinos han adoptado esta posición. El principal foco de expansión es, sin lugar a

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dudas, la Facultad Privada de Ciencias Económicas y Sociales (ESEADE) que dirige A. Benegas Lynch (h.). Este economista y J. C. Cachanosky son los principales expositores en nuestro país de la nueva escuela austríaca. En sociología sobresale Manuel Mora y Araujo. En antropología social Francis Korn, mientras que en historia económica se destacan Roberto Cortes Conde y Severo Cáceres Cano. Asimismo, en historia de las ideas sociales, se distingue con caracteres nítidos Ezequiel Gallo. Por su parte, en filosofía política y moral son notables las contribuciones de Mariano Grondona. Además del ESEADE, como principal centro de elaboración del pensamiento liberal, hay un conjunto de think tank o usinas de difusión de la doctrina liberal que cumplen una función inestimable. De entre ellas, cabe mencionar a la Fundación Libertad y Democracia cuyos directivos son elegidos por la UCeDe. El Instituto de Economía Social de Mercado, relacionado también a la estructura de la UCeDe. La Fundación Carlos Pellegrini, orientada por Ricardo Zinn. A decir verdad, la lista debería ser muy extensa y obvias razones de espacio no nos permiten avanzar más.En la esfera política el panorama es más complejo. La razón hay que buscarla en las posiciones privatistas que han adoptado los dos principales partidos políticos del país. El radicalismo lo expresó en un discurso que a la postre no aplicó. Por su parte, el justicialismo estaría aparentemente decidido hoy a llevarlo a la práctica. Pero es necesario distinguir con claridad privatismo de liberalismo. Lo primero puede ser sólo un programa de gobierno que imponen los tiempos y las circunstancias, pero lo otro en cambio es un estilo de vida y una filosofía permanente. Los liberales argentinos con prescindencia de eventuales apoyos que puedan prestar al actual gobierno, deberán en todas las circunstancias preservar su identidad ideológica. La misma es la que les va a permitir cumplir al menos con la misión que según Von Hayek es propia e indelegable de los intelectuales de la libertad “preparar utopías de recambio pues en caso de que las demás fracasen, estas aparecerán como las únicas soluciones realistas y razonables”. De seguir el consejo del más autorizado del liberalismo moderno. Esta ideología podrá continuar siendo la verdadera avanzada en defensa de la libertad integral del hombre, la democracia y el progreso de los pueblos.IX. BIBLIOGRAFIA GENERAL (1)

(1) La bibliografía citada es en castellano. La disponible en idioma inglés acerca del liberalismo y conservadurismo moderno es sumamente extensa. Razones de espacio nos impiden su transcripción.

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Qué es el tercer mundo, Centro de Estudios de la Libertad, 1975.TULLOCK, G., Los motivos del voto, Espasa Calpe, 1980.VILLEY, D., Economía libre o dirigida, Unión, 1973.VINER, Jacob, Comercio internacional y desarrollo económico, Tecnos, 1966.ZANOTTI, Gabriel, El humanismo del futuro, Ed. de Belgrano Economía de mercado y doctrina social de la iglesia, Ed. de Belgrano, 1980. Reflexiones sobre la teología de la liberación, en Revista Libertas Nº 7, 1987.ZIMMERMAN, Eduardo, Sindicatos y política en la Argentina, (1900-1943), en Revista Libertas, Nº 2, 1985. El liberalismo y la declinación argentina en la historiografía reciente: una bibliografía, en Revista Libertas Nº 12, 1990. Hayek, la evolución cultural y sus críticos, en Revista Libertas Nº 6, 1987.ZINN, Ricardo, 4 años después en la segunda fundación de la república, Pleamar, 1980.ZORRILLA, Rubén H., Origen y formación de la sociedad moderna, El Ateneo. Origen y desarrollo en el sindicalismo, en Revista Libertas Nº 8, 1988.

...............................................................................................................................................................EL DISCURSO DEL NEOLIBERALISMO Y DEL SOCIALISMO DEMOCRATICO

María S. Bonetto de ScandoglieroMaría T. Piñero

INTRODUCCION

Este trabajo tiene como marco referencial el planteo de los espacios discursivos que hoy son la expresión de las dos grandes líneas políticas capaces de marcar las tendencias de evolución de los procesos estatales e internacionales. El discurso neoliberal, del cual analizaremos algunos de sus presupuestos generales y puntuales, y el programa de 1989 de la Social Democracia Alemana como manifestación de esa corriente de pensamiento.La década de los ochenta abrió nuevos escenarios de discusión a partir de la producción de hechos históricos precisos como la guerra del Golfo, los procesos del Este, la agudización de la crisis del Estado de bienestar, etc., que sacudieron el sistema mundial irradiando sus efectos, de una u otra manera, sobre todas las estructuras políticas.Estos acontecimientos implican un momento de inflexión, de bisagra en la historia del mundo. ¿Existirá un nuevo orden mundial? ¿Nos encontramos en un período fundacional?Los interrogantes son grandes y no hay respuestas definitivas; sólo podemos marcar tendencias de evolución, ideas guías, en las que, sin duda, la valoración y el deseo se encuentran fundidos con las condiciones objetivas.En franca relación con estas cuestiones se hallan los discursos sociales, los que tratan de acentuar su tónica particular. Se transforman a fin de poder adecuar su mensaje a la realidad existente.El espacio entre esa realidad y el discurso es beligerante y de virtual importancia en cuanto existen tantas lecturas de la realidad, tantos lenguajes, de acuerdo a

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qué ideología se posea para su interpretación. A su vez cada ideología da cuenta de una ética y una política que instrumentaliza la “praxis”, es decir una práctica puesta en movimiento (1).Todo discurso ideológico apunta a ser un discurso sobre lo social y así combina la formulación de su proyecto de movilización, en nombre de una explicación racional de la realidad, con un informe sobre lo bueno y lo posible, cuya estructura argumentativa relaciona en grados variables las prescripciones de índole moral con el análisis y la interpretación de situaciones; las consideraciones técnicas y sus reglas de implementación.Por lo pronto observando la realidad, pareciera que, en relación con los discursos, las grandes narrativas sellaron su destino, como nos explica Lyotard (2). Los discursos modernizadores, aquellos de la revolución y de la razón progresista ya no pueden abarcar esta complejidad histórica en la que los actores todavía están buscando su papel y su escenario. Ningún sentido común universal, ningún principio unificador puede dar cuenta hoy de las realidades estatales y mundiales que se gestan con mayor rapidez que la razón que pretende contenerlas.Sin embargo, observando la realidad y escuchando los discursos, pareciera que lo antedicho es una ilusión. El discurso neoliberal ya se adjudica el triunfo de una supuesta hegemonía mundial. En sus letras todavía existe la ficción de que lo posible se debe a un principio racional y liberador cuya formulación sólo el liberalismo es capaz de develar.Como si desde una perspectiva teórica con pretensiones de univocidad se pudiera dar una explicación exhaustiva de todas las realidades!

EL ORDEN DEL MERCADO COMO PROYECTO POLITICO

Si comenzamos con el discurso neoliberal es porque hoy es el que goza de mayor presencia e influencia. Sus preceptos fundamentales: imperio del mercado, Estado mínimo, desregulación, libertad absoluta en el ámbito de lo privado, aparecen como los criterios racionalizadores capaces de describir las realidades existentes y de articular las relaciones sociales.El discurso neoliberal se adjudica el mérito de ser el único que describe lo que efectivamente está sucediendo en el mundo. Los países desarrollados han advertido, al fin, que allí donde menos interviene el Estado se dan niveles saludables de eficiencia económica y por lo tanto mayores posibilidades de armonía social. Allí donde se deja que el mercado ordene espontáneamente las relaciones sociales se asegura la libertad. Aquellos hechos como la crisis del Estado de bienestar, la caída de los países comunistas, la derechización de las políticas eurocéntricas otrora más de izquierda, son tomados como argumentos a favor de su descripción.La tentación del discurso neoliberal de explicar los complejos procesos sociales a través de un reduccionismo económico es recurrente. Alimentando así ficciones como las siguientes: allí donde no interviene el Estado y se deja al mercado como eje ordenador se estimula la creación de centros competitivos de poder económico impidiendo su concentración en grandes unidades que posean más poder que las demás.El libre mercado soluciona otro gran problema político como es el control de las inversiones. Al fin de cuentas el mercado suma las decisiones privadas de manera que esa suma corresponda a las preferencias de los individuos como consumidores. Las decisiones tomadas por inversores optimizadores de beneficios responderán a las preferencias de los consumidores en lo tocante a la colocación ascética de los recursos.En ningún pasaje de su discurso el neoliberalismo nos advierte que en las sociedades capitalistas avanzadas las señales que transmite el mercado a través de los precios reflejan el control que de éstos nacen las grandes corporaciones.

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Nos referimos a los oligopolios que manejan una influencia decisiva sobre los términos de la producción de una rama industrial (3).Tampoco se explicita que, en relación al segundo ejemplo, las preferencias a que responde el mercado están gravadas por la cantidad de recursos que controla cada individuo.“La primera lección de la economía de bienestar es que el mercado perfecto idealizado haga casar la suma de las preferencias de bienes de consumo del consumidor. Su corolario, muchas veces olvidado, es que la suma de las preferencias del consumidor refleja la distribución de la renta y la riqueza” (4).Cuando el discurso neoliberal se refiere a la libertad de mercado nos proporciona una auténtica explicación de mano invisible.“Una explicación de mano invisible explica lo que parece ser el producto del designio intencional de alguien como no causado por la intención de alguien” (5).Hagamos, entonces, una explicación de mano visible en relación a la libertad de mercado y esto implica asumir que el mercado es una creación política en tanto no existen sistemas económicos autosostenidos ni autorregulados. La acción del Estado siempre planifica, aun sobre nuestra propiedad privada. Organiza los mercados, las estructuras monetarias, crediticias y fiscales, las relaciones entre capital y trabajo, los esquemas de crecimiento urbano, etc.El discurso neoliberal omite transmitirnos una realidad, esta es, que los sistemas económicos son el fruto de lo que Nun (6) llama “régimen social de acumulación”, el que puede explicarse como la síntesis del campo de batalla ideológico, político y social en el que se articula el proceso de acumulación de capital, entendido este como una actividad microeconómica de generación de ganancias y de toma de decisiones de inversión.El régimen social de acumulación focaliza su atención sobre el contexto particular que enmarca las decisiones microeconómicas de inversión que toma el capitalista en su fábrica o en su empresa; ese contexto incluye a la moneda, al crédito, al estado de tensión social, a la intervención del gobierno en la economía, etc.Pero además dicho régimen comprende el conjunto complejo de instituciones, prácticas e imágenes que inciden en ese proceso de acumulación de capital y que son articuladas por decisiones políticas. Esas decisiones políticas centrifugan las conflictividades que pueda surgir en el proceso de acumulación de capital, a través de un modo de regulación determinado que implique asegurar a los agentes económicos niveles mínimos de coherencia.A través de años de consolidación, un particular régimen social de acumulación ve aumentada la fuerza productiva de sus imágenes y modos de institucionalización, de forma tal, que esas representaciones tienden a naturalizarse y una “particular forma de organización del mercado o de las relaciones entre capital y trabajo, ingresan, entonces, al sentido común de los agentes económicos” (7).Ya construido un imaginario social en ese sentido, cualquier conflicto agudo que pueda desestabilizar el régimen, es descripto por sus defensores como una ingerencia política y no como “... lo que realmente es; una movida de piezas en el juego político del cual todos son parte” (8).No obstante lo explicado, el discurso neoliberal opta por transmitirnos una imagen de autonomía del mercado en relación con la política que pareciera ser que en la medida en que el mercado se constituye en el foro en el cual los individuos deciden sobre sus asuntos, menos será la posibilidad de que el gobierno intervenga imponiendo opciones excluyentes y parciales. Así el mercado representaría la armonía social, el consenso y la libertad; el Estado y la política la esfera de la imposición y del conflicto.Esta separación tajante que promulgan entre lo político y lo económico conlleva a una escisión entre Estado y sociedad civil que resuelven al articular dicha relación a través de mecanismos democráticos de carácter puramente formal y

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por ende, también ficticios.La participación de los individuos, en la versión neoliberal, se limita a ser analizada según una lógica de mercado, en cuanto adecuación de las instituciones políticas al funcionamiento económico. Así, las demandas por participación política son tratadas como demandas por participación individual en el consumo de bienes, servicios, valores, etc.No se ve en la participación la voluntad de disponer colectivamente sobre todas las condiciones de la vida, aun sobre las materiales, ya que esto implicaría someter las estructuras económicas a decisiones democráticas.Esta versión específica de democracia (9) que contiene el neoliberalismo le asegura, tanto un asentimiento difuso y generalizado de la población, como la necesaria independencia de la toma de decisiones administrativas respecto a los intereses específicos de los ciudadanos.Las consecuencias aparentemente no previstas por el neoliberalismo es que en la actualidad se hace muy difícil seguir compatibilizando la intervención del Estado, obligado a hacerlo para reproducir las relaciones capitalistas de una manera más aceptable para todos, con esa versión de democracia altamente restrictiva de participación social.El Estado se ve enfrentado a una multitud de demandas y requerimientos imposibles de satisfacer dentro de los parámetros que limitan ese mismo orden con sus arreglos libera-democráticos. Y es muy poco probable que estas demandas sociales sean desmanteladas directamente en tanto son un logro irreversible del Estado de bienestar, pero además, los propios ideólogos neoliberales perciben correctamente que el desmantelamiento del Estado de bienestar desembocaría en un conflicto generalizado que, a la larga, sería muy difícil de controlar y en su conjunto sería más destructivo que las enormes cargas del propio Estado de bienestar.Es decir, el Estado de bienestar puede asumirse como un mecanismo relativamente eficaz para reducir conflictos y legitimar las consecuencias de las políticas neoliberales. Es por ello que hasta ahora hay muy pocas pruebas de que, por ejemplo, los programas de desempleo o los seguros médicos y pensiones vayan a desaparecer.Sin embargo, la pauta neoliberal va demostrando que se orienta a que el horizonte, el volumen y la seriación de beneficios y servicios se vaya reduciendo y limitando, de manera tal, que se vayan volviendo cada vez más rudimentarios demostrando a los individuos que el Estado no puede hacerse cargo de éstos.Sin embargo, esta quita de beneficios con su acorde programa de inversiones se va haciendo a través de decisiones estatales inapelables que hablan de políticas decididas, de Estados fuertes y no de Estados guardianes.Para poder operar los términos del discurso neoliberal: éxito, eficacia, eficiencia y productividad, se requiere destruir las fuerzas parasitarias, hedonistas y antiproductivas que no se adaptan a la supuesta racionalidad del mercado.Para legalizar estas políticas, el neoliberalismo apunta a la constitución de Estados fuertes con programas decididos a crear decisiones inapelablemente vinculantes, frente a las cuales no quepa disentir.Pero ya la fórmula nos la había dado uno de los mentores del neoliberalismo: Milton Friedman (10) “... que el Estado disponga de la fuerza política para imponer las amargas medicinas que es preciso tomar”.

LA DEMOCRACIA COMO PROYECTO POLITICO

Frente a la propuesta economicista del discurso neoliberal, consideramos que es el socialismo democrático el que presenta la respuesta más innovadora y progresista a los cambios producidos en las últimas décadas.En su descripción de la situación subyace una percepción de la realidad que incluye presupuestos virtualmente más adecuados para explicar la actual

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complejidad de las estructuras sociales -esto es- la constatación de las relaciones de implicancia recíproca entre estructuras políticas y económicas. Su concepción se aparta así, del estudio sesgado de economicismo de los análisis neoliberales y marxistas ortodoxos.Estos dos grandes discursos de la modernidad evidencian las limitaciones que supone considerar a la política como algo externo y posterior al dato económico. Tal concepción (compartida por ambas propuestas pero revitalizada por el neoliberalismo en virtud de la crisis de la ortodoxia marxista) afirma una escisión entre sociedad y Estado cual si existiera una relación de exterioridad entre ambos. Y no reconoce en la participación política la “forma en que la sociedad decide y dispone sobre su desarrollo”(11) ni admite en el Estado una forma relevante de práctica social.Sin embargo, no existen realidades puras en tanto no contaminadas por las luchas políticas y las pugnas ideológicas. Toda praxis social (aún la económica) supone un proceso de producción y reproducción de significados.Por ello, para comprender los procesos sociales, estos deben abordarse como una totalidad en donde los distintos sectores tienen una implicancia de dependencia. En este sentido, sociedad y Estado, relaciones económicas y prácticas políticas, se implican recíprocamente. Así aun en contra de ciertas posiciones positivistas, tan en boga, se puede rescatar el hacer política como una comunicación constituyente de identidades colectivas y una ordenación de las relaciones sociales que conforma sus significaciones de sentido y asegura sus principios organizativos.Desde este punto de vista se reconoce el carácter mediador del Estado, el cual sería “la fundamentación exteriorizada de la validez de las estructuras normativas de la sociedad” (12).Los socialistas democráticos se enmarcan en esta concepción, pues sin dejar de lado la consideración de las estructuras económicas y el actual peso de la tecnología como condicionantes de las decisiones políticas, reivindican y asumen el espacio de las invocaciones políticas; de las interpelaciones de sentido a través de las cuales se reconocen y aglutinan los actores políticos democráticos. Así se sostiene “la cuestión fundamental que ahora se planeta no es si va a haber o no un cambio en el planeta en los años venideros sino quién lo va a dirigir y cómo. La respuesta socialista es terminante: corresponde al pueblo...” (13).Las propuestas socialdemocráticas a la crisis presente han asumido diversas estrategias de articulación en el discurso y en la praxis. Pero teniendo en cuenta la tradición histórica de la socialdemocracia alemana en cuanto a marcar el rumbo a seguir por los partidos similares europeos, tomaremos el último programa de 1989 formulado por esta agrupación, como base de interpretación del discurso socialista democrático del presente y sus tendencias de evolución.La relevancia de su discurso en cuanto orientador de la fundamentación, sentido y delineamiento de los procesos de cambio, se explica por el significado de su praxis. No en vano sus 128 años de vigencia la constituyen en el partido obrero y socialista más antiguo. Ello puede interpretarse porque en las buenas y malas épocas se ha considerado “con la típica escrupulosidad alemana, un partido de programa”(14). Y esto explica que no se constituyera en una agrupación de recurrente éxito electoral, pero sí en el partido guía, por la notable influencia y expansión que sus postulados programáticos han tenido en el socialismo occidental. Ha abierto camino y ha marcado rumbos. Así los lineamientos del programa de Bad Godesberg (1959) referido a las bases pluralistas del socialismo superaron los peligros de la ideologización unilateral y el dogmatismo, y marcaron definitivamente el triunfo del socialismo democrático sobre la propuesta del Este.En la actualidad su discurso busca iniciar y atraer voluntades orientadas hacia una profundización de la democracia, y hacia la más amplia democratización

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de la política, la sociedad y la economía. Y plantea estas cuestiones nacionales en el marco de la actual interdependencia internacional, porque no se podrían lograr si no se relacionan con las demandas emergentes del escenario mundial cuales son: la superación del conflicto Norte-Sur; el desarme y la paz y la protección ecológica.¿No constituye esto una respuesta anticipada y progresista al nuevo orden fundacional que pudiera estar en proceso de conformarse?El programa de la socialdemocracia revaloriza la política como instrumento democrático de conformación de la sociedad, sostiene que “la política es una dimensión necesaria de la convivencia humana”, “debe ser algo distinto y algo más que la administración”, “debe asegurarse un espacio de acción y debe ponerse nuevos objetivos”. Así, entendiendo a las nuevas configuraciones técnicoeconómicas del presente sostiene que la política no puede delegar las decisiones sobre la técnica y el crecimiento a los intereses económicos. Por el contrario, debe crear conciencia de estos problemas y sentar las bases para una cultura de debate democrático.En cuanto a la economía: “Una economía responsable desde el punto de vista ecológico y social sólo se puede conseguir cuando se logre que las decisiones democráticas tengan prioridad sobre el poder económico y el afán de lucro”(15).Su enfoque de la relación entre mercado y planificación estatal atiende a una instancia de complementariedad. Se advierte que el desarrollo del mercado puro fuera del marco de la planificación lleva a grandes desequilibrios tales como la pauperización, desempleo y la destrucción del medio ambiente. Por otra parte, el desarrollo de la planificación en contra del mercado lleva a la burocratización y a la sobreplanificación que ahogan la dinámica económica. Se propone una concepción de equilibrio entre ambos. Así se sostiene “El Estado pone las condiciones marco para el desarrollo económico”. “Dentro del marco global establecido democráticamente, el mercado y la libre competencia son imprescindibles”. “Pero el mercado por sí solo no puede lograr el pleno empleo, ni la justicia distributiva, ni puede proteger el medio ambiente”(16). En síntesis “tanta libertad de competencia como sea posible y tanta planificación como sea necesaria”.“El Estado tiene que asumir funciones cuando los individuos o los grupos no puedan por sí mismos cumplir las obligaciones que la sociedad requiere o cuando determinadas prestaciones necesarias para el bien común no pueden ser realizadas de otra manera”. “Son los ciudadanos los que han de controlar al Estado y no el Estado a los ciudadanos” (17).Las argumentaciones presentes en el discurso de la social democracia implican una reformulación en la racionalidad implícita en los dos grandes discursos de la modernidad en dos cuestiones relevantes que marcan sus límites y sus consecuencias destructivas: en primer lugar, la metafísica del progreso acumulativo, infinito, que se puede encargar de la solución de los problemas humanos por su propia inercia, por el contrario, el análisis del socialismo democrático advierte que hay desarrollo técnico y crecimiento económico acumulativo, pero el significado que tendrá depende enteramente del uso que se haga de él.Por lo tanto, desde el punto de vista cualitativo, el progreso es inexistente, lo que existe en cada estadio del progreso es la tarea de hacer la sociedad y las relaciones humanas lo más humanas posible. Así se sostiene en el programa mencionado una idea de progreso diferente: “No todo crecimiento es progreso. Debe crecer todo aquello que asegure los recursos naturales, que mejore la calidad de vida y del trabajo, que reduzca la dependencia y fomente las posibilidades de decidir por sí mismo, que proteja la vida y la salud, que asegure la paz, que eleve las oportunidades de vida y de futuro para todos y que apoye la creatividad y las iniciativas de cada uno”. “Las innovaciones tecnológicas deben servir a la racionalización y renovación ecológicas, a humanizar el trabajo,

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a proteger los derechos fundamentales y a realizar los valores básicos”. En segundo lugar, la superación de la metafísica del progreso implica la necesaria superación del espejismo de la solución final y la utopía realizada, la sociedad perfecta (18).Desde una perspectiva opuesta el discurso del socialismo democrático asume la conflictividad y la complejidad de las estructuras sociales, renuncia a la factibilidad de la utopía y reenfoca a ésta como lo absolutamente imposible, que por su imposibilidad puede inspirar todas las posibilidades.Así se refleja en el programa la conflictividad de lo político y la búsqueda de un orden a través de reformas que no prometen instalar la utopía sino como referencia paradigmática de lo deseable en la esforzada construcción de una sociedad justa, libre y solidaria. “No cabe política sin controversia”.“En nuestras formas de lucha deberán ser identificables los objetivos por los que luchamos; tampoco en la lucha por el poder el fin justifica los medios”. “El trabajo de reforma se realiza con frecuencia en pequeños pasos. Más aún que el tamaño de los pasos, nosotros nos fijamos en que se pueda conocer su dirección. Nosotros no prometemos el paraíso en la tierra. Pero juntos, podemos evitar los peligros, reducir los riesgos y alcanzar un orden nuevo y mejor” (19).Y finalmente las ideas sobre democracia y libertad: “La democracia es norma de vida y libertad”. “Nadie puede ser excluido de la participación democrática en el Estado y en la sociedad ni ser apartado de esa participación mediante barreras sociales”. “El Estado debe realizar la democracia y la justicia social en la sociedad y en la economía”. “La democracia económica... garantiza y perfecciona la democracia política”.Advertimos que para la socialdemocracia la cuestión democrática se plantea definitivamente en el contexto socio-histórico en el cual se produce la generalización del sufragio universal. Según su perspectiva, esta instauración implicó la superación del ciudadano-propietario, vinculando así al poder político con la ciudadanía más que con la propiedad. Se conciben, por lo tanto, los derechos democráticos de la ciudadanía como la facultad de ejercer influencia sobre todos los aspectos de la vida social, comprendiéndose también el poder de decidir sobre la producción y la distribución, superando la antigua estructura de poder económico. La transferencia de ese poder de decisión -lo cual no implica necesariamente la titularidad de la propiedad- significa una continuación de la política de reforma, que comenzó con la democracia política, continuó en la lucha por la justicia social, y en la actualidad está orientada al control democrático de la economía.En cambio, el neoliberalismo parece asimilar la democracia a una formalidad jurídico-política que no puede transformar las condiciones de vida a través de la participación de todos. Se la relega a un sistema formal-procedimental, tematizando la cuestión sólo a nivel jurídico institucional. Postulando, es claro, que esa legalidad debe respetar el orden económico establecido.En cuanto a la libertad “El hombre como individuo está llamado y capacitado para la libertad. Pero la posibilidad de desarrollar su libertad es siempre un logro de la sociedad”. “La libertad para unos pocos sería privilegio” (20).Se advierte así, que según la perspectiva socialdemócrata la promesa de la factibilidad de la libertad absoluta (la utopía realizada) destruye todas las posibilidades de la libertad, que llegan a ser efectivas por la inspiración utópica, pero cuya vigencia, no sin limitaciones, es el resultado de la experiencia, no de una reflexión a priori.La libertad posible es el resultado de la interrelación entre las espontaneidades subjetivas y la autoridad, que intermedia entre tales espontaneidades en función de la creación de un orden, aunque este sea siempre provisorio, sin acabar nunca su búsqueda.En contraposición a esta versión de libertad, para el neoliberalismo, la propiedad privada y las relaciones de mercado son los portadores de la gran utopía donde

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una mano invisible ordena espontáneamente las relaciones entre los individuos y promete como resultado la realización de la libertad.

CONCLUSION

La profundidad de la crisis de paradigmas o modelos vigentes hasta hace unos años, requiere imperativamente la búsqueda de respuestas adecuadas a los nuevos desafíos que impone la compleja y cambiante realidad. Estos procesos obligan a una reflexión y un replanteo global sobre todos los problemas que aquejan al orden mundial y a las distintas regiones y pueblos.Por una parte, la amplia restructuración productiva y tecnológica a nivel internacional y las nuevas y duras condiciones del comercio mundial obligan, con efectos más negativos en algunas regiones que en otras, a impostergables procesos de modernización económica, en muchos casos con fuertes efectos en el plano social y político.Pero a pesar del férreo constreñimiento material de tales procesos, es claro que las soluciones provendrán de decisiones políticas y económicas. En este sentido debe destacarse la extendida concientización sobre la necesidad de un impulso decisivo hacia los procesos de integración regional como respuesta a la conformación de grandes espacios económicos.También en esa dirección se admite el requerimiento -para dar respuestas a la situación con estabilidad y justicia- de una política fundacional que sintetice las aspiraciones de democracia y bienestar con la necesaria eficiencia y eficacia exigidas por la coyuntura. Porque para alcanzar la resolución de los problemas imperantes de una manera estable y pacífica y no sólo en atención a imperativos éticos, sino en consideración de intereses vitales comunes, se requiere tomar conciencia de la interrelación de los distintos grupos de problemas. Así, a modo de ejemplo, la relación entre endeudamiento y explotación abusiva de la naturaleza, ya que la necesidad de obtener superávit comercial para poder atender el servicio de la deuda lleva a la explotación irracional de los recursos naturales.De esta manera, la actual realidad de la interdependencia no puede someterse a intereses individuales, la interdependencia es indivisible y debe ser asumida con sus riesgos y oportunidades. Frente a ello urge una mayor cooperación en la comunidad internacional que conlleve políticas y acciones en una acción conjunta más equitativa. Pues sin ello, los próximos conflictos surgirán de las tensiones ocasionadas por insatisfacciones sociales y económicas derivadas de la crisis y de un sistema injusto de asignación de recursos.Frente a esta nueva realidad la propuesta neoliberal del orden de mercado como proyecto político, en cuanto coordina las decisiones privadas y nuclea las preferencias, tiende a sustituir a la democracia. La Nueva Derecha ha asumido su propio proyecto histórico: liberar la acumulación de todas las trabas que le impuso la democracia. No se trata simplemente de una cuestión de impuestos, gasto público y ni siquiera de redistribución de la renta. Constituye un proyecto de nueva sociedad, aquélla en que la acumulación se vea liberada del control político. Según sostiene Przeworski (21), en esta perspectiva la tensión entre acumulación y legitimación habría terminado, la acumulación autolegitimaría a aquéllos que se beneficien de ella. Se despolitizarían las relaciones económicas, se abandonaría la intervención económica del gobierno, la legitimación quedaría a merced del mercado y volvería a instalarse el látigo de la economía como principal mecanismo de control político.La factibilidad de una sociedad semejante es posible. El caso chileno, para algunos tan digno de ser considerado como ejemplo, muestra que su realización puede ser exitosa siempre y cuando -lo cual también debe tenerse en cuenta- vaya acompañado de una brutal represión, de la destrucción de todas las instituciones democráticas y de la liquidación de todas las formas de la política.

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Pero no debemos atemorizarnos, la propuesta de la nueva derecha también posee estrategias alternativas para la conformación de la nueva sociedad: la penetración de su ideología transformadora impregnando el sentido común de los actores políticos a través de la utilización masiva de los medios de comunicación, acompañado de la destrucción y descalificación de las organizaciones representativas de las demandas sociales democráticas. Completando el escenario con una despolitización general de la sociedad que descreerá del hacer política y confiará la solución de sus problemas al saber de tecnócratas y economicistas.Y esto, claro, reenvía a la categoría de falaz espejismo las luchas llevadas a cabo por la profundización de la democracia en los dos últimos siglos, ya que la única auténtica solución consiste en instalar, esta vez definitivamente, el modelo liberal decimonónico.Se olvidan los conflictos y convulsiones que provocó por su resistencia a la democracia y sus controles, ya que por salvaguardar la autorregulación del mercado y sus leyes, se vio preso de crisis económicas y sociales, preparó el surgimiento del totalitarismo y llevó a dos hecatombes bélicas mundiales.

Marxismo

Introducción a la teoría de KARL MARX (1818-1883)

Graciela Ahumada*Córdoba, abril de 1998.

1- Orígenes y Método

El pensamiento de este autor reconoce sus orígenes en las influencias filosóficas de Hegel (1770-1831) y de Feuerbach (1804-1872), y de los economistas clásicos, W. Petty A. Smith (1723-1790) y D. Ricardo (1772-1823). Estudió y criticó cada uno de estos pensamientos, apropiándose de algunos de sus planteos y proponiendo nuevas alternativas a los mismos. Esta forma de conocimiento es lo que se entiende por “crítica”. De esta manera, de Hegel toma la dialéctica, pero la invierte; de Feuerbach, que es un “hegeliano de izquierda”, incorpora el materialismo, que es la concepción de la realidad como material y concreta, pero critica el ahistoricismo y mecanicismo del autor y, como superación, Marx incorpora el análisis materialista histórico y dialéctico. Y desde los representantes de la teoría económica clásica, se retomarán los conceptos de trabajo, plusvalía, valor, renta y ganancia, pero se supera su explicación a partir de la formulación de la ley del valor, donde estas categorías se analizan bajo las condiciones históricas de la sociedad burguesa, como una modalidad histórica específica.

Materialismo dialéctico y materialismo histórico

La influencia del pensamiento hegeliano a partir de la dialéctica significó, una

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visión del mundo y del desarrollo crítico y revolucionario. Si para Hegel, tesis, antítesis y síntesis, son los momentos de cada uno de los aspectos de la Idea y la Idea misma son sucesivamente afirmados, negados y superados. La superación es al mismo tiempo abolición y conservación de lo afirmado, porque contiene la negación de la negación. La dialéctica es la forma en que se manifiesta la realidad y alcanza su verdad en su completo autodesenvolvimiento.

Pero para Marx la realidad no es el desenvolvimiento de la Idea, sino de la materia, entonces, si bien incorpora la dialéctica como método, la aplica a una diferente concepción de realidad. En palabras de Marx “Mi método dialéctico no solo es fundamentalmente distinto del método de Hegel, sino que es, en todo y por todo, la antítesis de él. Para Hegel, el proceso de pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real, y esto la simple forma externa en que toma cuerpo. Para mí, lo ideal no es, por el contrario, más que lo material traducido y traspuesto a la cabeza del hombre” (Prólogos a la Segunda Edición, El Capital, Tomo 1). Y en otro lugar : “.... mi método de investigación no es el mismo que el de Hegel, porque yo soy materialista y Hegel idealista. La dialéctica hegeliana es la forma básica de toda dialéctica, pero solamente después de liberarla de su forma mística, y es eso precisamente lo que diferencia mi método de ella”

__________________* Lic. en Sociología. Investigadora.La concepción materialista en Marx, significa que considera como primer hecho histórico de la humanidad, la existencia de hombres concretos, materiales, y la actividad productiva para la satisfacción de las necesidades para la manutención de la vida material misma, es decir, comer, beber, vestirse, alojarse bajo un techo y algunas otras. La existencia de estas necesidades y los modos en que se satisfacen, definen la vida del hombre como vida social, en relación social con otros, tanto para la reproducción de la propia vida, como para la procreación de otras. La cooperación entre los hombres surge como mecanismo o forma para la satisfacción de sus necesidades. Ahora bien, con el desarrollo histórico, cambiarán las formas de producir los medios indispensables para vivir y también se modificarán las formas de cooperación entre los hombres. Un ejemplo de ello, lo encontramos en la historia misma, las formas de organización social de los indios americanos en el siglo XV no es la misma que observamos hoy en nuestra sociedad. Los hombres para seguir viviendo, necesitan cubrir sus necesidades materiales, pero según el momento histórico, lo harán de diferente manera.

En palabras del autor: “Las premisas de que partimos no tienen nada de arbitrario,... son premisas reales. Son los individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas con que se han encontrado como las engendradas por la propia acción. ... la existencia de seres humanos vivientes. ...El hombre se distingue de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida..”

El materialismo histórico como método de análisis, supone una observación sobre la existencia concreta y material de los hombres y los mecanismos que utiliza para su supervivencia. De esta manera se identifican modos de producción en la historia, que suponen estados de desarrollos distintos en relación a las formas de producción, los instrumentos utilizados para tal fin, la división del trabajo que éstos requieren y relaciones sociales de producción también distintas.

Es decir que, podemos entender desde el materialismo histórico, que existen

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distintos modos de producción: tribal, feudal y capitalista. Cada uno de ellos, presenta una división del trabajo distinta, diferentes instrumentos de producción, distintos grupos o clases sociales, diferentes forma de propiedad y formas de Estado particulares. De esta manera, no sólo nos estamos refiriendo a lo económico, sino que lo económico es político y es social. La economía política es el análisis de las relaciones sociales en la materialidad de su existencia y cada momento histórico tiene sus propias leyes de funcionamiento, por lo tanto, el objetivo de conocimiento para Marx, es descubrir las leyes del funcionamiento de la economía capitalista.

La crítica que desde el materialismo histórico se hace al idealismo, parte de sostener que las ideas, creencias, religiones y la moral, no tienen sustantividad propia, sino que existen y se desarrollan sobre las condiciones materiales en las cuales se asientan. El conocimiento científico de la realidad, por lo tanto, no debe partir de las ideas sino de los hechos: “No se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de allí al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida” (C. Marx, La Ideología Alemana, pag. 26).

La teoría de Marx es dialéctica, crítica, histórica y totalizante. Esto es y, según lo estamos estudiando, la dialéctica materialista es la concepción que de realidad presenta, que en el análisis necesariamente histórico, es totalizante, en el sentido de dar cuenta de la organización social en su conjunto, en donde el análisis parte de las condiciones en que los hombres se organizan para producir y ligado a ésto, se extienden y definen las relaciones sociales que establecen los mismos en un marco también definido por lo jurídico y lo político.

“En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forman la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de la conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, es su ser social el que determina su conciencia”. (K. Marx “Introducción a la crítica de la economía política” pag. 7).

2. La Ley general de la acumulación capitalista

2.1 La Mercancía

El punto de partida que Marx establece para el estudio del sistema capitalista, es la mercancía. De modo muy simple, podemos definir que la mercancía es cualquier objeto que sea útil y por lo tanto tenga valor de uso , pero deben ser objetos producidos para otros, que sean valores de uso sociales, donde los otros lo adquirirán por medio de un acto de cambio (o compra en el mercado). Esta situación que es social e histórica, típica del sistema de producción y comercialización de mercancías como forma dominante, es posible porque las mismas pueden intercambiarse, tienen un valor. Esto es posible, dice Marx -retomando conceptos de la economía clásica y superándolos- porque lo que tienen de común todas las mercancías en el sistema capitalista de producción

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es trabajo humano o gasto de fuerza de trabajo en ellas. Esto significa que, aunque dos mercancías sean distintas por su forma, tienen una sustancia igual que las hace intercambiables, que es fuerza de trabajo humano. Y el tiempo del empleo de la misma es el medidor de su cantidad de uso, lo que también me permite intercambiar mercancías que suponen tiempos de trabajo distintos, en horas hombres y en calidad. Entonces, el valor de una mercancía está determinado por el tiempo socialmente necesario para la producción de la misma, el “tiempo social medio” que está en relación al desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo, esto es, al empleo de tecnología y de fuerza de trabajo.

Se distinguen entonces tres componentes de las mercancías: valor de uso, valor y valor de cambio, que expresado en dinero es el precio. La utilidad social de un producto (que puede ser una mesa, un tractor y un auto, por ejemplo), el valor (tiempo de trabajo humano que se utilizó para su producción) y el precio que se establece en el mercado, cuestión que retomaremos más adelante.

Producción y circulación de mercancías

Las mercancías en el mercado se compran y luego se consumen. El consumo puede ser improductivo o productivo. Esto depende del tipo de mercancía de que se trate y del uso que el comprador le dé. Por ejemplo, si un individuo compra las mercancías carne, auto y mesa, el uso o consumo será improductivo, porque en el mismo la mercancía realiza totalmente en su valor de uso, su utilidad. Sucede lo contrario si un señor dueño de una empresa va al mercado y compra maquinaria y materia prima, que pueden ser mercancías tales como un torno y hierro. El uso que hace de los mismos, si los pone en funcionamiento, será productivo. Pero obsérvese que necesita de otra mercancía para hacer el trabajo, siempre y cuando no lo haga él mismo. Necesita la fuerza de trabajo que ponga en funcionamiento las mercancías antes compradas. Vuelve al mercado y, en este caso será el llamado “mercado de trabajo” y compra la mercancía que le falta: la fuerza de trabajo. La misma aparece como las demás pero tiene la particularidad que en el proceso de trabajo, en su consumo productivo por parte del comprador, otorga nuevo valor en la creación de una nueva mercancía. Volveremos más adelante sobre este punto que es fundamental en la teoría marxista, porque hace a la creación de la plusvalía. Por ahora nos interesa mostrar la relación que se establece entre las dos esferas.

Hemos descripto, según la teoría marxista, dos esferas: la esfera de la producción y la de la circulación. Ambas son centrales para entender el modo de operar del sistema capitalista. En la esfera de la producción las mercancías (maquinaria, materias primas y fuerza de trabajo), se consumen productivamente y el resultado es un nuevo producto, que para ser vendido -porque para ello fue producido- se lo lleva al mercado. En el mismo mercado, antes se compró la mercancía para la producción y después se llevó la nueva mercancía para la venta. Si la venta no sucede, la producción de la misma no tuvo sentido.

Es importante entonces, entender las relaciones, las condiciones que hacen posible y que determinan las formas en que estos ámbitos funcionan interrelacionados.

En la esfera de la producción se combinan en un determinado proceso de trabajo las mercancías. La condición de la existencia de las mismas es que existan, es decir, que hayan sido producidas y que sean útiles. En el caso de la fuerza de trabajo, también. Es necesaria la existencia de oferta de fuerza de trabajo, con determinadas características, siendo la principal, que esté dispuesta

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a trabajar para otro, realizando un producto para otro a cambio de un salario o precio de su utilización. Falta el otro componente, que es la existencia de alguien que tenga el dinero suficiente para comprar las mercancías y ponerlas en funcionamiento. En este régimen de producción, es el capitalista, el dueño de los medios para la producción, es decir, del dinero necesario para comprarlos. En este caso particular, el dinero funciona como capital.

Capital es entonces una relación social determinada por la existencia de propietarios de medios de producción y por los no propietarios, sólo poseedores de su propia fuerza de trabajo. El dinero funciona como capital cuando mediatiza y hace efectiva este tipo de relación. El dinero equivalente a un salario, no es capital, sólo sirve para el consumo no productivo, generalmente se agota en un lapso no mayor al tiempo en que fue vendida la fuerza de trabajo, de tal manera de que la oferta de fuerza de trabajo sea permanente.

Es en este sentido que se sostiene que el sistema capitalista de producción crea y recrea las condiciones de su reproducción o permanencia. Crea y recrea las relaciones sociales de producción.

En la esfera de la circulación suceden varias cosas, varios movimientos entre distintos tipos de personas: las que son hombres libres y no propietarios de medios de producción, ofertan fuerza de trabajo. Los capitalistas -los que tienen capital- compran para reanudar el proceso de producción, las mercancías. Pero también en este ámbito se encuentran estos mismos capitalistas ofreciendo sus nuevas mercancías ya producidas y concurren al mercado para la venta de las mismas. Aquí aparece la competencia entre los capitalistas para establecer el precio de venta de las mercancías, y el resultado de dicha competencia está en relación directa a la ganancia que los mismos obtengan una vez realizada la venta. En este punto se relacionan la plusvalía -ámbito de la producción y en relación al desarrollo de la fuerza productiva del trabajo- y el establecimiento de la tasa de ganancia -que se realiza en el ámbito de la circulación-. Entonces, una vez descripto en su forma más simple el proceso de producción y circulación, es necesario completarlos con el proceso de producción de plusvalía, su origen y sus modalidades: absoluta y relativa. Y el proceso mediante el cual se establece la cuota de ganancia y sus efectos: la concentración y centralización de capitales. En estos procesos se observa más nítidamente las condiciones objetivas de las clases sociales y las fracciones de clase que van apareciendo históricamente por el resultado de las luchas entre las mismas.

2.2 La plusvalía

Ya conocemos cuáles son las condiciones sociales que determinan la existencia de las relaciones de producción en el sistema capitalista, siendo la relación fundamental la establecida entre el capital y el trabajo, y sus personificaciones, entre el capitalista y el obrero asalariado. Por qué es fundamental esta relación? Porque en ella se asienta la producción de las mercancías, que no es otra cosa que extracción de plusvalía. Qué es la plusvalía, es la apropiación de valor por parte del capitalista, valor que sólo produce la fuerza de trabajo.

Para entender correctamente este proceso, debemos retomar el concepto de valor de uso, valor y valor de cambio que comentáramos anteriormente, al tiempo que debemos situarnos en la esfera donde el obrero despliega su fuerza de trabajo, donde la misma es consumida productivamente. Si tenemos en cuenta estos dos factores, nos protegemos de una conceptualización errónea, que sería considerar que la plusvalía es producto de la “maldad” o “falta de

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ética” del capitalista que le “roba al obrero”, o bien considerar que la plusvalía tiene su origen en un sobreprecio de las mercancías en el mercado, como picardía del comerciante.

Entonces, la plusvalía es el resultado objetivo de las condiciones en que se desenvuelven las relaciones sociales bajo el régimen de producción capitalista y, el ámbito en donde se produce su apropiación es en la producción. La plusvalía expresa un tiempo de trabajo no retribuido por el capitalista, pero cómo ocurre? La fuerza de trabajo tiene un valor de uso (su capacidad de hacer algo para otro: pintar, soldar, programar una máquina, o cualquier otro) y un valor de cambio que se expresa en un salario (porque recordemos que es el tiempo socialmente necesario para la producción de la mercancía, en este caso es un obrero y quizá su familia y, por lo tanto, es el valor-precio de una canasta de alimentos). El precio de este valor se establece antes de que la fuerza de trabajo sea desplegada, sea usada y se ha pactado un salario por un tiempo determinado, por ejemplo, jornadas de 8 horas de trabajo durante un mes. El trabajador trabaja el tiempo pactado y recibe al finalizar el mes (es la única mercancía que se paga después de ser consumida), el salario. Pero resulta que durante el proceso de trabajo, creó valor, mercancías por encima del valor de su fuerza de trabajo (salario), pero como el uso de la fuerza de trabajo no le pertenece a él, sino al capitalista que lo compró, todo lo que ella ha creado no le pertenece. Este es el proceso de apropiación de trabajo, de valor, que las leyes del funcionamiento de la sociedad capitalista genera, no tiene que ver con bondades o maldades de los hombres (en este caso de los capitalistas). Y por otro lado, este proceso es de enajenación, de alienación por parte del trabajador directo, porque el producto de su propio trabajo no le pertenece. Tampoco podemos decir que es un tonto, sino que son las condiciones objetivas de funcionamiento de la sociedad la que establece esta dinámica, que aparecen como naturales y eternas, cuando son históricas y transitorias.

Sintetizando, la tasa de plusvalía o tasa de explotación es el tiempo de trabajo excedente al valor de cambio de la fuerza de trabajo. Marx distingue trabajo necesario y trabajo excedente, el primero es el tiempo de trabajo necesario para cubrir el precio de la fuerza de trabajo y el segundo, el tiempo que sobrepasa ese valor. Es lógico que el sistema haga todos los esfuerzos por extraer una mayor cantidad de plusvalía, éste es su objetivo. En este sentido, podemos decir que la historia del capitalismo es la historia del perfeccionamiento de las formas de extracción de plusvalía. Y es aquí donde los progresos tecnológicos juegan un papel importante, es más, la ciencia aplicada a la producción es tecnología y el objetivo es aumentar la producción y la productividad del trabajo, que no es otra cosa que aumentar la extracción de plusvalía.

Entonces, la parte de la jornada de trabajo destinada a producir un equivalente del valor de la fuerza de trabajo abonada por el capital, es el trabajo necesario. La parte que resta de la jornada de trabajo, se denomina trabajo excedente. El capitalista puede aumentar la plusvalía aumentando la jornada de trabajo o reduciendo el tiempo de trabajo necesario. El primer modo se define como plusvalía absoluta, en tanto que el segundo se la denomina plusvalía relativa.

“Así pues, mientras que hasta aquí, al estudiar la producción de plusvalía, partimos siempre de un régimen de producción dado, ahora que se trata de obtener plusvalía convirtiendo el trabajo necesario en trabajo excedente, no basta, ni mucho menos, que el capital se adueñe del proceso de trabajo en su forma histórica y tradicional, tal y como la encuentra, limitándose a prolongar su duración. Para conseguir esto debe transformar las condiciones técnicas y sociales del proceso de trabajo, y, por lo tanto, el mismo régimen de producción

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hasta aumentar la capacidad productiva del trabajo, haciendo bajar de este modo el valor de la fuerza de trabajo y disminuyendo así la parte de la jornada de trabajo necesaria para la reproducción de ese valor.” (K.Marx, El Capital, Tomo 1, pag, 252).

2.3 El desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo

En el ámbito de la producción tenemos maquinaria, materias primas y fuerza de trabajo. Es lo que en la teoría marxista lleva el nombre de Composición técnica del capital y hace referencia a las mercancías como valores de uso. Si nos referimos a los mismos desde el valor, nos referimos a la proporción en que se divide el capital dinero invertido, entre capital constante (maquinaria y materia prima) y capital variable (valor de la fuerza de trabajo o suma global de los salarios), esta composición lleva el nombre de Composición de valor del capital. Pero como entre una y otra hay una relación de interdependencia, Marx se referirá a la composición de valor -en cuanto está determinada por la técnica y refleja los cambios de ésta- con el nombre de Composición orgánica del capital.

Entonces, los cambios en la composición orgánica del capital, que ocurren permanentemente con el desarrollo del sistema capitalista, expresan cambios de desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo y de las formas de extracción de plusvalía. En el plano de lo social, estos cambios se observan por la cantidad y calidad de trabajadores que el sistema económico demanda: siempre en una proporción relativa menor al capital constante. Pero, cuáles son los cambios en la composición orgánica del capital? Los cambios en la proporción que representan el capital constante y el variable en el total.

El desarrollo del sistema capitalista de producción significa, entonces, que se incorporan en el proceso de trabajo nuevas tecnologías, tanto en lo que hace a las máquinas como a la organización científica del trabajo. Esto es, la organización del proceso de trabajo en términos de hacer más productivo al mismo, mediante una coordinación pautada de los distintos trabajos parciales, la distribución de los trabajadores en el medio físico y el disciplinamiento para evitar tiempos muertos (tiempos de trabajo no productivos).

Las distintas fases que recorre el desarrollo del capital, de la manufactura a la gran industria, se identifican por el tipo de composición orgánica que el mismo presenta. En este sentido, aún cuando las distintas ramas y sectores de producción no sean todas homogéneas, sino que presenten escalas distintas, podemos referirnos a un “capital social medio”. Y cada una de estas fases, en términos de la organización social que significan, también se observan a lo largo de la historia distinciones: con el inicio de la actividad manufacturera, la atracción de mano de obra provoca la inmigración campo-ciudad porque el proceso productivo absorbe en cantidad mayor trabajo asalariado. Al mismo tiempo, una mínima tecnificación en la actividad agrícola significa un reemplazo considerable de fuerza de trabajo en el sector. Es por ello que el movimiento poblacional, de fuerza de trabajo del campo a la ciudad, es un proceso que encuentra sus causas en la industrialización en sus dos polos. La reconversión tecnológica es el reemplazo del “viejo” capital constante por uno “más moderno”, y lo es en tanto incremente la productividad del trabajo y abarate la mercancía que se produce. Cuál es la relación entre productividad y abaratamiento de las mercancías? Recordemos que el valor de las mercancías deviene del tiempo socialmente necesario para producirlas, la tecnología ahorra

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o reduce el tiempo, y por lo tanto, reduce su valor. Por otro lado y, como consecuencia de ésto, el valor de la fuerza de trabajo también se reduce, porque se reduce el valor de los medios de su subsistencia. El resultado del proceso en su conjunto es el aumento de la productividad del trabajo y el aumento de la plusvalía -como consecuencia de la reducción del tiempo de trabajo necesario-.

Cuando Marx en el capítulo 23 de El Capital (Tomo 1), se refiere al proceso de acumulación capitalista: “La reversión constante de plusvalía a capital adopta la forma de un aumento de volumen del capital invertido en el proceso de producción. A su vez, este aumento funciona como base para ampliar la escala de la producción y los métodos a ésta inherentes de reforzamiento de la fuerza productiva del trabajo y de producción acelerada de plusvalía. (...) Por tanto, con la acumulación de capital se desarrolla el régimen específicamente capitalista de producción, y el régimen específicamente capitalista de producción impulsa la acumulación de capital. Estos dos factores económicos determinan, por la relación compleja del impulso que mutuamente se imprimen, ese cambio que se opera en la composición técnica del capital y que hace que el capital variable vaya reduciéndose continuamente a medida que aumenta el capital constante”. (pag. 528). Y sus efectos sobre la estructura social: “(...) la acumulación, reproduce el régimen del capital en una escala superior, crea en uno de los polos más capitalistas o capitalistas más poderosos y en el otro más obreros asalariados”. (pag. 518).

El proceso descripto: acumulación (reinversión de la plusvalía como capital), producción (extracción de plusvalía), venta (realización de la plusvalía) y el reinicio constante del mismo ciclo, supone reacomodamientos en la composición orgánica del capital, según el ritmo y necesidades que impone la competencia entre los capitalistas. Estos cambios en los ciclos industriales que implican reconversiones tecnológicas y/o ritmos de producción distintos, desplazan fuerza de trabajo, creando permanentemente una “superpoblación relativa que existe bajo las más diversas modalidades. Todo obrero forma parte de ella durante el tiempo que está desocupado o trabaja solamente a medias” (K. Marx, El Capital T 1, Cap. 23, pag.543). Esta población recibe el nombre de Ejército industrial de reserva, por cuanto es la reserva del obrero en activo, y su función, o una de ellas, la principal, es presionar hacia la baja del salario del obrero en activo. Cuando la oferta de fuerza de trabajo excede la demanda de la misma, las condiciones objetivas por lograr salarios más altos, son desfavorables para los trabajadores.

2.4 La competencia entre capitales

La competencia entre capitales se constituye en el motor para el desarrollo de las fuerzas productivas, si la competencia no existiera, no existiría la necesidad de hacer más productivo el trabajo. Por qué? Porque la realización de la plusvalía se da con la venta del producto-mercancía, y en la venta, en el mercado, se establece el precio final de la mercancía. Aquél capitalista que tenga las condiciones objetivas (determinada composición orgánica del capital) cuyo resultado sea el aumento de la productividad, tendrá la capacidad de producir un producto x en un tiempo menor, o una mayor cantidad de producto en igual tiempo. Aquél capitalista que haya aumentado la capacidad productiva del trabajo, estará en mejores condiciones para establecer el precio final de venta del producto.

El valor (tiempo de trabajo) de un frasco de mermelada será distinto si se lo produce en condiciones tecnológicas distintas: un trabajo artesanal o un trabajo

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mecanizado. Artesanalmente en día la producción es de 10 frascos, trabajando 5 trabajadores. Tecnificadamente en un día la producción puede ser 100 veces mayor con igual o menor cantidad de trabajadores. Ambos capitalistas van al mercado, quién tendrá la capacidad de instalar el precio de venta del producto? Aquél cuyo producto tenga menor valor, aquél que se produjo en un tiempo de trabajo menor.

Es por esto que Marx sostiene que la competencia entre capitales es el motor del desarrollo de las fuerzas productivas, y como resultado de ella también ocurre la centralización de capitales, es decir, la absorción de unos por otros. Aquellos capitalistas que no pudieron sobrevivir a los precios de venta de sus propios productos, no pudieron realizar la plusvalía, siendo transferida a otro capitalista de la misma rama, pero que produjo en condiciones técnicas mejores. Entonces, existen siempre, a lo largo del desarrollo capitalista, dos procesos: concentración de capitales (concentración creciente de los medios de producción y del poder de mando sobre el trabajo, por parte de los capitalistas), y centralización de capitales (concentración de capitales ya existentes, expropiación de unos capitalistas por otros o aglutinación de muchos capitales pequeños para formar unos cuantos capitales grandes). Estos procesos ocurren en todas las ramas de la actividad económica: en la industria, en el comercio y los servicios.

Es fundamental entender esta cuestión porque permite el análisis de proceso de producción del capital en su conjunto, considerando las esferas de la producción y de la circulación y la dinámica establecida entre las mismas. También es importante porque cuando se habla de la lucha de clases en la teoría marxista, ha de tenerse en cuenta la guerra comercial que siempre existe entre fracciones de la clase capitalista. Guerra entre capitales.

En este sentido, y retomando la cita número 8, es la distribución de la plusvalía entre los capitales de las distintas esferas: producción y circulación. La plusvalía no es sinónimo de ganancia, la ganancia depende del precio que los valores obtuvieron al enfrentarse, competir con los otros valores producidos por otras empresas. Se llama precio al valor de cambio que los valores obtienen como resultante del enfrentamiento en el ámbito de la circulación.

Entonces, la plusvalía extraída en la producción, luego la ganancia a partir del establecimiento del precio, toma distintas formas: ganancia industrial, ganancia comercial, ganancia financiera (bancos) y rentas (del suelo, propiedades). A propósito, podemos observar el estado del desarrollo del capital en el presente y nos encontramos con los llamados Grupos económicos, es la forma más avanzada, más concentrada y centralizada del capital, que ha reunido bajo un mismo mando, bajo una misma propiedad, la producción, venta y financiación de los productos, es decir, todo el proceso. Con lo cual, la plusvalía extraída no se reparte entre propietarios distintos y por otro lado, se cuenta con una masa mayor de capital dinero (acceso a créditos bancarios) para la reconversión y avance tecnológico y su consecuente control del tiempo de trabajo, del valor y finalmente de los precios de las mercancías.

En este sentido ha de entenderse la globalización como el establecimiento del tiempo socialmente necesario de producción a nivel mundial: las mercancías producidas en Europa compiten con las de Japón y con las de América. La transnacionalización de los capitales significa que los grandes capitales instalan tiempos de producción -en procesos productivos totales o parciales- en cualquier estado nacional, dependiendo de condiciones beneficiosas para la obtención de la ganancia: excensión o reducción impositiva, condiciones de calificación, disciplinamiento y precio de la fuerza de trabajo, disponibilidad de materias

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primas, contextos sociopolíticos adecuados, etc.

Las clases sociales

Mucho se ha escrito sobre lo que Marx dijo o quiso decir acerca de las clases sociales, más cuando comenzó el último capítulo de su obra El Capital y allí se interrumpió. Evidentemente en sus análisis del sistema capitalista de producción, se identifican dos clases fundamentales: la capitalista y la obrera. Sin embargo, a lo largo de toda su obra aparecen relatos y conceptualizaciones sobre la existencia de otras clases sociales o fracciones de clase o capas del pueblo, terratenientes, grandes y pequeños comerciantes, campesinos, pequeña burguesía, clases medias, trabajadores en general, funcionarios, etc.. etc.. Las preguntas son: cuántas clases sociales existen para Marx? Qué es una clase social? Qué la define?

Si es la propiedad como apropiación lo que le otorga al sistema capitalista de producción el fundamento y base de su construcción, son las personas que ocupan los “lugares” materiales y sociales de apropiación-enajenación, las que constituyen los grupos sociales principales. Ahora bien, sabemos que el proceso de desarrollo -expuesto y explicado a partir de la ley general de la acumulación- es continuo y dialéctico, lo cual quiere decir que estos grupos principales no están representados por las mismas personas a lo largo del proceso, sino que van cambiando conforme va desarrollándose la acumulación. A modo de ejemplo, los primeros obreros asalariados -la clase obrera-, en un primer momento fueron los campesinos expropiados de su tierra, luego lo fueron sus hijos, con la tecnología, grupos profesionales son asalariados, etc.. Por otra parte, el pequeño industrial absorbido por un gran industrial a partir de la competencia y centralización, dejó de pertenecer a la clase capitalista en sentido estricto. Con lo cual, el eje que no ha de perderse de vista es qué grupos sociales pertenecen al campo de los apropiadores de plusvalía y quienes son los expropiados. Distintas fracciones sociales con orígenes diversos van conformando una dinámica que debe ser analizada en cada formación económica particular. Si bien la ley de la acumulación capitalista rige en todas las sociedades con condiciones capitalistas, el proceso presenta las particularidades que las situaciones singulares tienen. El desarrollo capitalista y su conformación de las clases sociales, no fue el mismo en Brasil, Perú, Argentina o Inglaterra. Cada una de estas formaciones económicas y sociales partieron de situaciones económicas y sociales diferentes. Qué tienen de común? El régimen de producción de mercancías.

En cuanto al papel de las clases sociales en el proceso de desarrollo, a partir de la identificación por parte de Marx, de la contradicción del sistema capitalista, todas las fracciones de clase se enfrentan a la burguesía, aunque no todas con igual objetivo, porque están en condiciones objetivas-materiales diferentes; le cabe entonces, por igual razón al proletariado -clase obrera en sentido estricto- ser el sujeto de la revolución.

Es importante distinguir dos cuestiones: por un lado, la contradicción objetiva del sistema y por otro lado, sin salirnos del método, identificar la clase social sujeto del cambio. Podemos citar tres párrafos del autor que dan claridad sobre estas cuestiones:

“El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, es su ser social el que determina

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su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí.” (K. Marx: Introducción a la Crítica de la Economía Política, pag. 7).

“El sistema de apropiación capitalista que brota del régimen capitalista de producción, y por lo tanto, la propiedad privada capitalista, es la primera negación de la propiedad privada individual, basada en el propio trabajo. Pero la producción capitalista engendra, con la fuerza inexorable de un proceso natural, su primera negación. Es la negación de la negación.” (K. Marx: El Capital, Cap. 23, pag. 649).

“ (...) De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, no hay más clase revolucionaria que una: el proletariado. Las demás clases agonizan y perecen con la gran industria, el proletariado es el producto más genuino de ésta. Las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino: todos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como clases medias...; son reaccionarias, pues se empeñan en volver atrás la rueda de la historia”. (K. Marx y F. Engels: El Manifiesto del Partido Comunista” pag.9 y 11).-

Fascismo

Para estudiar este tema le recomendamos leer el material básico.

Social democracia

María Susana Bonetto de Scandogliero Carlos Alfredo Juárez Centeno (h).

Compiladores

La Ideología ContemporáneaPrólogo de Francisco Delich

Ansaldi / Bonetto / Buchrucker / Castro de Cabanillas Chereski / García Delgado / Fernández / Juárez Centeno Maqueda / Novillo Corvalán / Ortíz Pellegrini

Parmigiani de Barbará / Peter / Piñero / Sazbón / Servato Tagle Achával Viqueira

m2 |contenidos | IC

i n f o r m a c i ó n c o m p l e m e n t a r i a 4 . 3

m2 |contenidos | IC

i n f o r m a c i ó n c o m p l e m e n t a r i a 4 . 4

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Córdoba 1992

La Ideología Contemporánea – Prólogo de Francisco Delich

EL DISCRETO ENCANTO DE LA SOCIAL DEMOCRACIA

Susana Bonetto de Scandogliero

“Para superar el paradigma del príncipe, para aprender a hacer política secular, necesitamos superar la utopía y describir nuevas ideas reguladoras, ideas que sean normas y valores de

conducta social paro que nunca más justifiquen la eliminación. del antagonista ni permitan, confundir el futuro con el milenio”. Ludolfo Paramio

1. SU PRAXIS HISTORICA

Para interpretar el sentido y la relevancia actuales del Socialismo democrático es necesario enmarcar su estudio en el análisis histórico político de su trayectoria. Conocer así, sus éxitos y sus fracasos que fueron el resultado de las controversias y debates, las opciones y decisiones que debió afrontar, los cuales terminaron diferenciándolo substancialmente del socialismo revolucionario, como se distinguieron también sus efectivas realizaciones políticas de las estructuradas según el modelo del socialismo real.En el contexto del liberalismo decimonónico, la democracia comienza a instaurarse en la realidad política a partir de las luchas por el sufragio universal, en las cuales tuvieron una relevante participación los partidos socialdemócratas. En este marco, su percepción de la democracia comprendía una potencialidad transformadora ya que los derechos políticos se visualizaban como puramente formales frente a la desigualdad imperante en lo social. Así a partir de su nacimiento, el socialismo se plantea ampliar el principio democrático de lo político a lo social, especialmente en su taz económica.Para ello era necesaria la conquista del poder político. En este contexto según sostiene Przeworshi el movimiento socialista que se desarrolla dentro de las sociedades capitalistas occidentales debió enfrentarse a tres elecciones provenientes de la situación imperante: 1) perseguir el avance del socialismo dentro o fuera de las instituciones existentes en la sociedad capitalista; 2) buscar el mente de la transformación socialista exclusivamente en la clase trabajadora o cocear en el apoyo de diversas clases; 3) buscar reformas, mejoras parciales o dedicar todos los esfuerzos y energías a la total abolición del capitalismo. A partir de las estrategias de resolución de estas opciones, creemos que puede sistematizarse la praxis histórica de la socialdemocracia.A pesar de su participación en las luchas por los derechos políticos, la democracia y el sufragio eran un arma de doble filo según la percepción de la clase trabajadora. De allí que la actitud de los partidos socialistas y laboristas hacia la participación política institucionalizada fue, en principio ambivalente. En primer lugar, no estaban seguros que la burguesía respetarla la legalidad en caso de un triunfo socialista, que necesariamente implicaría cambios en la estructura socioeconómica. Por eso adoptaron estrategias tales como el programa Linz de 1926 del socialismo austríaco que prometía gobernar en estricta consonancia con las reglas del Estado democrático, pero frente al boicot de la burguesía y si esta no respetara la voluntad mayoritaria de cambio social la socialdemocracia

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se vería obligada a emplear sistemas dictatoriales para vencer esa resistencia.Frente a este temor, la actitud hacia la participación electoral, que implicaba aceptar la legalidad institucional, era sumamente cauta y su aceptación generó intensos debates. A pesar de esto la corriente abstencionista perdió apoyo en la Primera Internacional después de 1873, en contraposición a la postura anarquista que en el Congreso de Chaud de Foids en 1870 había sostenido que cualquier participación de los trabajadores en la política gubernamental burguesa iba a consolidar el poder de la misma a la vez que paralizar la acción revolucionaria del proletariado.También en el propio campo socialdemócrata muchas voces se alzaron en contra de la participación. Alex Danielsson,uno de los fundadores de ese partido en Suecia, sostuvo en 1888 que la inserción electoral podía transformar al socialismo “de una nueva concepción de la sociedad y del mundo a un programa insignificante de un partido puramente parlamentario”. Rosa Luxemburgo manifestaba asimismo que la confianza en las batallas parlamentarias era una manifestación de lo que Marx había denominado cretinismo parlamentario.Sin embargo, una vez aceptada la participación institucional por la mayoría de los partidos socialdemócratas europeos, la cuestión consistió en utilizarlo no sólo con fines propagandísticos, sino para luchar por sus intereses, oportunidad que no se podía perder, pues se consideraba reforzaría y contribuiría a la movilización de los trabajadores.Esto es así porque la democracia política daba a los obreros la oportunidad real de luchar por sus intereses en la obtención de transformaciones sociales. Ya que como ciudadanos a través de los mecanismos electorales, podían (de acuerdo a respaldo de los sufragios obtenidos) intervenir a través de las decisiones políticas adoptadas en la organización de la producción y la distribución de los beneficios, en tanto que como productores inmediatos dentro de la estructura capitalista no tenían ningún derecho institucionalizado a dirigir las actividades productivas en las que participaban.Haciendo un análisis de las condiciones existentes en la Europa Occidental, que conformaban la estructura de la decisión, Przeworski sostiene que en una situación en que la lucha armada aparentemente era inviable, el único recurso racional que quedaba a los trabajadores y a los partidos socialistas era la participación parlamentaria. A pesar de las limitaciones de esa oportunidad, era la única posible a fin de responder alas demandas de sus bases. Los partidos socialistas, en ese marco, trataron de elaborar estrategias que les permitieran superar exitosamente la cuestión enunciada brillantemente por Rosa Luxemburgo: “abandono del carácter de partidos de masas o abandono de los objetivos finales”. Ya que la participación electoral, dadas las circunstancies era necesaria para lograr el apoyo masivo de los trabajadores, pero podía hacer peligrar los objetivos finales. Aquí llegamos a un punto crucial para interpretar la opción socialdemócrata y sus consecuencias. Ludolfo Paramio siguiendo la hipótesis de James O’Connor sostiene que el abandono de las formas revolucionarias de lucha fue una consecuencia de la maduración de la clase obrera, que superó las formas de lucha reactivas orientadas a reafirmar los valores tradicionales violados por el capitalismo (propias del proletariado naciente) y habla pasado en los países capitalistas centrales a posiciones proactivas en pos de reivindicaciones no establecidas previamente. Por el contrario, tal opción según el marxismo clásico- fundarnentalmente la ortodoxia leninista- fue calificada peyorativamente de reformismo y visualizada como un gigantesco paso atrás en la historia de las luchas proletarias.Sin embargo otros sostienen al igual que Paramio, que este abandono por parte de un proletariado industrial urbano maduro constituye una muestra de lucidez, ante el proceso paralelo de fortalecimiento del aparato estatal y su racionalización en el contexto europeo occidental , tanto en sus aspectos asistenciales como puramente represivos, lo cual elevaba extraordinariamente

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los costos de las estrategias revolucionarias y reducía casi absolutamente sus esperanzas de éxito.Podría afirmarse entonces, que por las condiciones existentes se interpretó que las transformaciones solo se podrían pretender en el marco de la legalidad institucional. Por otra parte esta opción no dejaba de tener sustento teórico, así se citaba una carta de Engels de 1891, que mucho había molestado a Lenin donde se afirmaba “si una cosa es cierta, esta es que nuestro partido y la clase obrera solo pueden llegar al poder bajo la forma de república democrática”.Lo cierto es que más allá de las disputas teórico-doctrinarias la democracia parlamentaria y su marco institucional se transformó finalmente en el socialismo europeo de mera táctica en el credo básico de la futura sociedad socialista. Para los socialdemócratas, la democracia parlamentaria pasó a ser, a la vez, medio y fin el vehículo hacia el socialismo y la forma de la futura sociedad. Bernstein llegó a decir que veía en el socialismo simplemente la democracia llevada a su conclusión lógica.La participación impuso ciertas limitaciones y de alguna manera reestructuró los partidos socialdemócratas y la clase trabajadora: produjo la desmovilización de las masas por la delegación de sus reivindicaciones en los representantes parlamentarios, burocratizó los partidos, produjo el aburguesamiento de líderes y militantes, impuso la lógica de las tácticas electoralistas, etcéteraPor otra parte y a pesar de estos problemas, los socialistas estaban convencidos de su triunfo electoral. Su fuerza estaba en el número y las elecciones constituían la expresión de este. Ya lo había sostenido Marx en el Manifiesto Comunista, “el socialismo es el movimiento de la inmensa mayoría”. Tales aspiraciones se vieron confirmadas por los resultados electorales: en Alemania de 125.000 votantes en 1871, la socialdemocracia alcanzó en 1912 el 34,8 %, más del doble del partido ubicado en segundo lugar. Los austríacos alcanzaron el 40,8% en 1919, el sueco 39,1% en 1917, etcétera.La mayoría con que los socialistas esperaban alcanzar el poder, debía estar formada por obreros. Pero el proletariado no llegó a ser la mayoría electoral en ninguna sociedad, pese a las predicciones de Marx. Por ello los partidos socialistas buscaron 1° apoyo de otros sectores además de la clase trabajadora y oscilaron, con resultados casi siempre negativos, entre 1a búsqueda de aliados y el énfasis en la clase. Nos encontramos así frente a la segunda opción que según Przeworski tuvo que afrontar la socialdemocracia: o constituirse en un partido de todo el pueblo o seguir siendo un partido de clase.Ningún partido socialdemócrata pudo definir la cuestión antes de la II Guerra Mundial, sus historias están cubiertas de sucesivos cambios de estrategias. No podían seguir siendo un partido exclusivamente obrero, pero les era imposible también dejar de ser un partido obrero, lo que se constituyó en un verdadero dilema solo dilucidado doctrinariamente a partir de la nueva Declaración de Principios de 1a internacional Socialistas en Frankfurt en 1951. Y aún en el presente cuando se ha producido el derrumbamiento del. mito del proletariado como único sujeto revolucionario, muchos socialdemócratas sostienen que incluso en una nueva propuesta de solidaridad colectiva, los trabajadores poseen de hecho, una evidente centralidad dentro del proyecto socialista.La tercera opción enunciada inicialmente a fin de comprender el sentido de la praxis socialdemócrata nos lleva al análisis del reformismo.Según Przeworski los socialistas comenzaron a tomar parte en las elecciones con unos objetivos últimos, estos eran en líneas generales: la abolición de la explotación, la desaparición de la división de la sociedad en clases y de todas las desigualdades económicas y sociales, el fin de la dilapidación y la anarquía de la producción capitalista y la erradicación de todas las causas de injusticia. Es claro que estos fines últimos no podían alcanzarse inmediatamente por razones tanto políticas como económicas. También se tenía conciencia de que la socialdemocracia debía representar los intereses de los obreros y otros

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grupos, no solo en virtud del logro de las metas de una sociedad futura, sino también dando una respuesta a las acuciantes demandas de ese momento. Así el parido socialista francés, liderado per Jaurés, proclamó en su Congreso de Tours en 1902 “el partido socialista rechazando la política de todo o nada, tiene un programa de reformas que a partir de ahora quiere realizar”. Qué aspectos podrían destacarse en este primer período reformista, que quizás arbitrariamente, pero a fin de circunscribir etapas, ubicaríamos desde fines del silo XIX hasta alrededor de 1930?.En primer lugar la propuesta de mejoras inmediatas nunca fue vista por sus propulsores como un abandono de los objetivos finales. Así Kautsky consideraba un error imaginar que las reformas pudieran retrasarla revolución social. Incluso cuando los movimientos socialistas abandonaron la protección de la interpretación materialista de la historia para redescubrir la justificación del socialismo en los valores éticos, no se pierde la confianza en la inevitabilidad del socialismo. Así la famosa renuncia de Bernstein a los objetivos finales no implicaba que no fueran a cumplirse nunca, sino que el camino para alcanzarlos era concentrarse en los objetivos inmediatos.En el imaginario político socialdemócrata de ese período, en definitiva, a pesar de la adopción de la legalidad institucional, la reforma y la revolución, entendida esta última como transformación de las relaciones sociales y económicas, no necesariamente por insurrección, no se consideraban opciones excluyentes.En este contexto, no resultaba contradictorio lo propuesto por Jaurés, quien sostenía que precisamente por ser un partido revolucionario, el partido socialista era el más activamente reformista. Se creía que en algún punto la mitigación de los efectos del capitalismo se convertiría en transformación y la atenuación en abolición.En los hechos si hasta la I Guerra Mundial, los partidos socialistas europeos concentraron sus esfuerzos en organizar a los obreros y ganar votos, casi nada se había elaborado en concreto para la realización de la socialización. Su única propuesta programática era la nacionalización de los medios de producción, planteada por la mayoría de los partidos socialistas, pero sin una real concreción, en parte por la ambivalencia de los planes y en parte también porque los socialdemócratas no obtuvieron en ningún país, en esta etapa, el suficiente número de votos para obtener la mayoría parlamentaria y gobernar sin compromisos. Finalmente su estrategia consistió en entrar en el gobierno, introducir las reformas para las que se consiguiera mayoría parlamentaria y luego esperar. Se ocuparon de mejorar así, la situación de la clase trabajadora, esto es: el dictado de legislación laboral y social, medidas que aunque favorecían a los obreros, eran aceptadas por el nivel acotado de sus efectos en el plano político- económico.Podría sostenerse que hasta la década de los 30 los socialdemócratas no concretaren ninguna propuesta económica propia. Su estrategia consistió en la mas dura critica al capitalismo, declarando la superioridad del socialismo y proponiendo programas de nacionalización de los medios de producción, aunque imposibilitados de realizarse por no contar con el número suficiente para obtener la mayoría parlamentaria. No se efectivizó así en esta etapa la elaboración de una propuesta alternativa factible.Acerca de este período, se ha hecho además un análisis crítico desde la ortodoxia marxista, al desempeño de la II Internacional y principalmente a la socialdemocracia Alemana, por el papel dirigente que en ella tuvo, en dos cuestiones fundamentales: 1) la incapacidad socialista para impedir el estallido de la I Guerra Mundial; 2) la incapacidad de la Socialdemocracia Alemana como partido guía de la Internacional para ofrecer una alternativa a la crisis de Weimar, y su consiguiente destrucción por el fascismo.Respecto a la primera cuestión, entendemos que debe ser revisada en un análisis más objetivo. La critica lanzada por los bolcheviques con posterioridad

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a la revolución rusa , se centró en que los partidos de la II Internacional estaban en condiciones de evitarla guerra, y si no lo hicieron, fue porla traición de sus dirigentes, lo cual se evidenció con toda claridad en el significativo hecho de la votación de los créditos de guerra por el partido líder: la socialdemocracia alemana. Sin embargo autores como Paramio entienden que más allá de los calificativos morales que el hecho pueda merecer era casi nula la viabilidad práctica de una política distinta. Esto es así porque la efectivización de la estrategia esgrimida frente a la amenaza bélica: la huelga general, no era creíble realmente para nadie. Ello a consecuencia de que en este estadio, en realidad, la socialdemocracia había dejado de ser un partido revolucionario y se había transformado en un movimiento reformista defensor de los intereses obreros y un excelente instrumento de organización y educación de esa clase, para la elevación de su nivel de vida y la extensión de sus derechos políticos, aunque su discurso se encontrara atado a la vieja retórica revolucionaria.Por otra parte si se analiza la situación de la clase trabajadora alemana y de su partido en ese período, se puede afirmar que se encontraba en una posición que ha sido calificada como de integración negativa, que la condujo a paradojas tales como mantener un internacionalismo ideológico de los sin patria, heredado de 1848, mientras que se encontraba en los umbrales de su completa integración en la nación, y a la par que se sostenía la inevitabilidad de la revolución, había renunciado completamente en los hechos a la tradición revolucionaria. Estas contradicciones entre el discurso y la práctica le ocasionaban graves problemas; y en definitiva le impidieron formular una alternativa concreta y viable de gobierno, concluyendo en su desmoronamiento frente al nazismo. Tal situación se presentaba de manera más o menos semejante en los otros partidos similares europeos.Recién comienza a gestarse una propuesta alternativa clara y a adquirir la socialdemocracia un perfil particular cuando se construye una estrategia de respuesta a la crisis del 30 en Suecia, Noruega y en menor grado Francia, con medidas económicas anticíclicas que transgredían la ortodoxia existente.Es importante destacar el surgimiento de una alternativa positiva socialista democrática en este contexto, por cuanto una de las más extendidas críticas a la socialdemocracia se refiere a la identificación del exitoso desempeño de esta como maquinaria redistributiva de la opulencia capitalista. Sin embargo y a modo de refutación, el modelo sueco generalmente reconocido como paradigma del socialismo democrático, se constituyó a partir de un contexto de notable crisis económica.Más allá de las controversias acerca de si la política económica de la socialdemocracia sueca se desarrolló autónomamente o si fue aplicación de las ideas de Keynes que ya habían comenzado a circular, el salto cualitativo de su hegemonía se produce en 1932 con la alianza entre el proletariado industrial socialista y el partido agrario. El acuerdo entre ambos para salir de la crisis de subconsumo fue, desde el punto de vista económico un pacto implícitamente keynesiano. Este fue presentado por Hansson, primer ministro del nuevo gobierno de coalición, como una política popular de unidad nacional, por la cual obreros mejor pagados pudieran abonar mayores precios por su alimentación, permitiendo así, la recuperación económica de los campesinos medios y pobres.Esto crea a partir de 1936, una vez obtenido el más amplio éxito de esta política, un sistema paradigmático con el nivel y la calidad de vida más altos de Europa, igualitario y preocupado por el bienestar general, internamente armónico y homogéneo, con una política exterior defensora de la paz y la distención. Este ha llegado a identificarse con el modelo Socialdemócrata de sociedad, basado en un consenso colectivo sobre los valores de libertad, igualdad y solidaridad con una estructura política democrática inmersos en una próspera realidad, no en el reparto de la miseria. Es sumamente relevante que la fuerza política que impulsó el reparto, la igualdad y la solidaridad fue la misma

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que creó la riqueza a partir de una situación de crisis.Este ejemplo refuta cierto discurso que sostiene que la derecha crea riqueza y la izquierda la reparte. Se podría afirmar que los socialdemócratas europeos asumieron totalmente las propuestas Keynesianas por cuanto significaba una política diferente para la administración de las economías capitalistas que a su vez justificaba la participación de la socialdemocracia en el gobierno. Pero además, el Keynesianismo daba una categoría universal a los intereses de los trabajadores. En la lógica de la teoría de Keynes el aumento de salarios, (cuyo requerimiento anteriormente se veía como contrario al interés nacional) significaba un aumento de la demanda lo que implicaba una mejora de las expectativas de beneficios, un aumento de la inversión y finalmente un estímulo para la economía. Así los intereses de los obreros coincidían con los intereses a largo plazo de la sociedad en su conjunto.En síntesis, en el marco de esta teoría que luego de la Segunda Guerra Mundial sirve de base para la reconstrucción europea, la sociedad no estaba indefensa ante los caprichos del mercado, la economía podía controlarse y el bienestar de los ciudadanos, podía aumentarse continuamente por medio de la intermediación del Estado.Así la defensa de los intereses de los trabajadores, las críticas a la economía clásica capitalista, las reformas sociales propuestas, tanto en el discurso como en la práctica Socialdemócrata seguida en todos los años anteriores, encontraba su justificación ideológica en una teoría económica técnica. En este marco el socialismo democrático, encontró una política clara y factible, que postulaba una serie de reformas realizables con éxito dentro del contexto capitalista, gracias a la que se lograron créditos electorales y en definitiva les permitía una nueva estrategia de reforma abandonando el proyecto de nacionalizaciones. Esta nueva ruta, incluía por cierto un compromiso fundamental con el capitalismo, pero era factible en lo económico, socialmente beneficioso y - fundamentalmente- políticamente realizable en condiciones de democracia.El giro keynesiano llevó a los socialdemócratas a desarrollar una completa ideología del Estado Benefactor que se extendió como una realidad en la mayoría de los países europeos en la segunda pos-guerra.Se puede afirmar que el paradigma de sociedad socialdemócrata en el período iniciado en 1945 y que perduró durante treinta años fue una combinación de Estado de Bienestar con sus prestaciones sociales públicas en salud, educación v vivienda, sustentadas mediante impuestos progresivos y economía mixta con coexistencia de empresas públicas y privadas, aunque su efectivización adquiriera diversas modalidades. Todo ello es claro enmarcado políticamente en un Estado de derecho democrático.La asunción de la economía mixta generó la crítica de la ortodoxia marxista, pues se consideraba un reflejo de la excesiva prudencia y timidez de las direcciones socialdemócratas que no se aventuraban, ante las presiones del capital, a llevar hasta el fin un programa consecuentemente socialista. Esta crítica surgió de la idealización imperante en ese período en vastos sectores de izquierda sobre el modelo soviético, el cual ocultaba todavía la manifestación de su ineficiencia y autoritarismo.Desde una perspectiva actual, y atento a la experiencia histórica, ya no resultan tan sólidas y han perdido sustento tales críticas. La caída del modelo soviético en su paradigma político, permite revalorizar la opción socialdemócrata de adopción de las reglas de juego democráticas como parte esencial de su proyecto. Y la evidencia de que las economías estatalizadas no han logrado superar en eficiencia a las economías de mercado refuerza la perspectiva del socialismo democrático en cuanto a que el futuro del socialismo no pasa por la abolición de la propiedad privada y el mercado, sino per el avance hacia el control democrático de la economía.Por otra parte también está claro que la propuesta del socialismo democrático

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no se agota en los límites de lo realizado en ese período. En ese marco, un modelo fiscal y salarial que aumentaba el crecimiento del consumo y mercado internos, era compatible con las ideas de igualdad y redistribución, vinculado también con la presencia del fordismo que garantizaba tanto la rentabilidad del capital como los ingresos de tos trabajadores y transformó a los sindicatos en fuertes maquinarias representativas. Todos estos rasgos eran funcionalmente compatibles y políticamente aceptables, lo cual explica su éxito, pero no constituyen el máximo logro y límite de cualquier propuesta socialdemócrata. En los países capitalistas desarollados la historia del movimiento obrero y de los partidos socialistas es la historia de la creciente construcción de un poder social, que aún hoy, a pesar de la crisis no ha sido destruido, y que puede adoptar y de hecho lo está haciendo, otras estrategias democráticas y reformistas.Fue criticado también en ese período la posición adoptada por los partidos socialistas democráticos congregados en la Internacional Socialista frente a la guerra fría, por su posición de abierto enfrentamiento al bloque comunista . Pero esto se explica por la discrepancia real, doctrinaria e histórica que ya en esa etapa de su desarrollo mantenía la socialdemocracia con los sistemas de partido único imperantes en dicho bloque. Sin embargo fueron los impulsores, sobre todo el S.P.D. de una política de coexistencia pacífica y de distensión con el bloque soviético, ya a partir de la década del 60, aunque no implicara una conciliación política o ideológica dei socialismo democrático con el comunismo.A partir de 1951, ya los partidos socialistas propiciaron la integración europea y la necesidad del fortalecimiento de Europa para poder actuar como tercer participe en la negociación este - oeste. También apoyaron la idea de una “Europa para los trabajadores” sobre la base de la legitimación democrática de las instituciones, la seguridad social, la cogestión y otras propuestas consecuentes con una línea social-reformista.

LA SOCIALDEMOCRACIA. UNA CONSTRUCCIÓN EUROCÉNTRICA?

Hasta la década de los sesenta la internacional socialista fue una organización que agrupaba casi exclusivamente a los partidos socialdemócratas europeos, salvo los apoyos que provenían de Australia y Nueva Zelanda no convocaba a ningún partido fuera del continente. Se ha sostenido así, que es un producto político surgido de una situación y un escenario europeo e incapaz de comprender otras realidades.Entre 1945 y 1965 la socialdemocracia no arriesgó apoyos decisivos a los movimientos de liberación del tercer mundo, brindando sólo un respaldo tibio a algunos movimientos reformistas en las ex colonias europeas. Se atribuye a su eurocentrismo la incomprensión de tales procesos; pues si bien reconocía formalmente el derecho a la autodeterminación de los pueblos, en el fondo creía que una Europa socialista y democrática era el principal requisito, para civilizar a los países del tercer mundo.Sin embargo cuando el contexto de la guerra fría se va superando, entre otros factores gracias a su intervención y Europa Occidental alcanza su despegue económico, la Internacional Socialista como expresión del movimiento obrero mayoritario europeo y partidario por ello del progreso político-social y económico de los pueblos adopta una postura pacifista y de apertura hacia movimientos progresistas del mundo subdesarrollado.Así en el Congreso celebrado en Milán en 1952, se aprobó una declaración titulada “Una política socialista para los países subdesarrollados” en la que se postulaba el apoyo para la superación de la dependencia económica, política y moral, comprometiéndose también a impulsar la realización de un plan mundial de desarrollo, que no era entendido como caridad sino como estricta justicia, proponiendo además que estos fondos de ayuda debían provenir de la reducción

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armamentista en Europa Occidental.Respecto a nuestra región se creó en 1955 un Secretariado para América Latina y en 1960 se constituyó el “Comité Permanente para las Regiones en Desarrollo”, en el que se incluía a Latinoamérica.Esta orientación hacia los países subdesarrollados se fortaleció, variando fundamentalmente la perspectiva eurocéntrica debido a la acción de Willy Brandt, que impulsaba decididamente un socialismo que integrara la utopía con el pragmatismo, y proponía el reconocimiento de la diversidad cultural como el lugar desde donde se podía ampliar el espectro de la definición ideológica de la socialdemocracia. Así a partir de la flexibilización del concepto del socialismo democrático se incluyó a movimientos nacional democráticos policlasistas y con contenido social, incorporándose los llamarlos populismos del tercer mundo.Dicha iniciativa promovida fundamentalmente a través del apoyo de Bruno Kreinsky y Olaf Palme obtuvo éxito y finalmente en 1976 en la reunión de Caracas se establecieron ejes programáticos comunes a los partidos europeos y del tercer mundo consistentes fundamentalmente en la proclamación de la democracia social, política y económica.Esta reformulación de las relaciones de los partidos socialistas democráticos de Europa y los movimientos afines en países subdesarrollados, tuvo su punto culminante con la realización del XVII Congreso de la Internacional Socialista, por primera vez en su historia en América Latina, en Lima Perú del 20 al 23 de Junio de 1956, teniendo como anfitrión al Partido Aprista Peruano.En el discurso inaugural dado por el presidente Alan García éste reivindicó el aporte latinoamericano, primero descalificado y luego aceptado por el socialismo europeo. Así sostuvo que: “Mariátegui fue acusado después de su muerte como populista, como soreliano voluntarista por el pecado de haber comprendido que el socialismo no es un hecho inevitable y fatalista del futuro, sino una acción colectiva y creadora”.También Haya de la Torre había sostenido como peruano que la lucha antiimperialista y la construcción nacional no corresponden a una clase definida en el sentido europeo sino al conjunto de grupos sociales, campesinos, obreros, intelectuales v clases medias amenazadas por el imperialismo. Esas ideas formuladas en el primer cuarto de siglo, en principio diferentes de las concepciones europeas, sin embargo son enunciadas a su vez por el socialismo europeo a partir de los Congresos de Frankfurt y de Bad Goderberg.Por eso en el presente, sostuvo García, se han juntado los caminos de la democracia social de América Latina y el socialismo democrático de Europa a través de los mismos objetivos: libertad, igualdad y solidaridad; y esto último implica que los socialistas europeos están moralmente obligados a hacer suya la causa de los pueblos pobres de la tierra.

LA DOCTRINA

La elaboración doctrinaria de la socialdemocracia está estrechamente ligada a su inserción en una determinada tradición cultural, lo que en términos actuales se puede definir como una cultura política. Esta pertenencia a toda una historia de construcciones político-culturales de la Europa Occidental influyó al igual que las estructuras históricos sociales en definir su perfil. Y en dialéctica interacción con ellas construyeron una alternativa socialista mayoritaria que no se ajustaba a los marcos de la ortodoxia. Se diferencia principalmente en cuestiones fundamentales tales como el rechazo a una interpretación sesgadamente economicista de los procesos sociales, la aceptación del Estado de Derecho y de la democracia, el pluralismo político, el reformismo y hasta la idea misma de nación como ámbito para la construcción del socialismo.Así con respecto al primer aspecto se advierte una reivindicación de los valores éticos y del peso de las construcciones culturales frente al determinismo

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economicista. Tal es la posición de Bernstein, fundamentalmente en su obra Postulados del socialismo (1899) en la cual limitaba el alcance del materialismo histórico y ponía en duda la tesis marxista de las ideas reflejo. Según Bernstein, los imperativos éticos tienen una realidad monumental y actúan en la historia. Por eso el socialismo no debe expulsarlos sino integrarlos en su teoría y no hacer de la lucha de clases y de las transformaciones económicas el único motor de la historia.También Enri de Man en su obra Más allá del materialismo (1972) sostiene que la hipótesis materialista de Marx es un presupuesto radicalmente superado y la lucha de clases sólo tiene sentido “transferida del plano económico al plano ético.” Afirma entonces que el materialismo marxista descansa en la “subestimación de la producción de ideas como resorte de la evolución histórica, conduce al callejón sin salida y al aburguesamiento de la cultura proletaria mientras se desvanece la idea socialista”. Por el contrario, según este autor “el socialismo es una tendencia de la voluntad hacia un orden social equitativo”.El mismo sentido moral del socialismo se advierte en las dos grandes figuras del socialismo francés Jean Jaurés y León Blum. El primero intenta conciliar idealismo y materialismo: “El movimiento de la historia constituye a la vez una protesta idealista de !a conciencia contra los regímenes que rebajan al hombre y una reacción automática de las fuerzas humanas. (...) y hay en la historia humana no sólo una evolución necesaria, sino una dirección inteligible y un sentido ideal”.Está presente en este autor una concepción de los derechos del hombre: “Es el socialismo el único que daría a la declaración de los derechos del hombre todo su sentido y que realizaría el derecho humano”.Sostuvo un humanismo pacifista que le valió ser denunciado como agente de Alemania y traidor, siendo asesinado el 31 de julio de 1914.Por otra parte León Blum en su libro A escala humana (1941) presenta un verdadero programa de socialismo humanista para la liberación de la persona humana de todas las servidumbres que la oprimen, manifestando que el socialismo es una moral y casi una religión tanto como una doctrina;, ya que es la aplicación exacta en el estado actual de la sociedad de esos sentimientos generosos y universales sobre los que se han basado las religiones.En cuanto al Estado, en oposición a la tesis de Marx-Engels, el pensamiento socialista no ortodoxo advirtió que este no era un simple epifenómeno de la lucha de clases que desaparecería al finalizar ésta, sino una institución necesaria para la coexistencia y la realización de las potencialidades humanas. Respecto a esto, Kautsky sostuvo que la tesis de la extinción del Estado debe entenderse en el sentido de la superación de la estructura capitalista del mismo, pero que no puede prescindirse del Estado si se pretende organizar la producción socialista. Por otra parte, la prestigiosa y respetada socialdemocracia alemana, en ninguno de sus programas alude a la extinción del Estado sino a futuras formas de reformulación del mismo adecuadas a la sociedad socialista tales como estado popular y estado libre del pueblo, estado democrático y social, etcétera.En realidad, en el contexto europeo occidental el hecho de la obtención por parte del trabajador de la satisfacción de buena parte de sus reivindicaciones por intermediación del Estado, a partir de la ampliación de sus funciones sociales y económicas y, las posibilidades ofrecidas a los partidos obreros y socialistas por la instauración de la democracia política condujeron a actitudes hacia el Estado, que según García Pelayo se pueden esquematizar en los siguientes puntos:a) El estado es más que un mero instrumento de dominación de clase, es una institución destinada a satisfacer necesidades sociales.b) Es sólo un enemigo circunstancial de la clase trabajadora en cuanto burgués, pero puede, reformulado, mediar para la satisfacción de los intereses obreros y ser un escenario de construcción del socialismo.c) Para ello es necesario un Estado fuerte, capaz de asumir y llevar a cabo

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funciones sociales y económicas. Entonces se debe luchar en y por el Estado y no contra el Estado.Se llegó también a la conclusión de que la actitud de total ruptura cultural, política y económica, propia de la ortodoxia leninista, que consideraba a la democracia política como una forma más de dominación de clase debía ser sustituida por la valoración que tal forma política merece, como algo valioso adquirido en el curso de la civilización (en tanto su primera versión liberal incluía el Estado de Derecho y cierto sistema de libertades). Y, que puede ser perfeccionado a fin de que la declaración formal y abstracta de la democracia adquiera un contenido real. La idea de democracia del socialismo occidental no se refiere sólo a la forma política sino que se orienta a una mayor igualdad social y a un mayor bienestar económico pues son supuestos inexcusables para la realización de las proclamadas libertad e igualdad políticas.La aceptación de la lógica democrática a partir del establecimiento lento del sufragio universal perfila la distinción de la socialdemocracia respecto a la ortodoxia marxista-leninista, aceptada no como fórmula de transición circunstancial sino como dato fundamental y permanente dei sistemapolítico. Sin embarro, la socialdemocracia realizó a su vez una crítica contundente de la vieja democracia burguesa y siendo el actor más poderoso del reconocimiento y ampliación del sufragio universal, pretendió llevar a la democracia a su total realización en el ámbito socioeconómico. Su propuesta democrática comprendió la aceptación de la democracia representativa. En eso acordaban a pesar de sus otras diferencias Bernstein,Blum, Mac Donald, Brantiná y Millerand. Ásí para Bernstein “la democracia es un medio y un fin. Es medio para la lucha por el socialismo y es laforma de realización del socialismo”. La democracia es para Bernstein una síntesis de la democracia propiamente dicha y del lieralismo, no en el sentido de los partidos liberales- capitalistas, sino como un movimiento histórico universal del que el socialismo no es sólo su sucesor en el tiempo sino también el legítimo heredero de su contenido espiritual y destinado a sustentar sobre un fundamento económico los valores de la seguridad y libertad personales. La democracia social así postulada no constituye una brusca ruptura con los sistemas culturales y políticos precedentes sino la culminación y perfeccionamiento de lo que estos poseían de valioso.También el socialista belga Enri de Man en la obra ya citada defiende una democracia política que consiste en organizar un control eficaz del Estado por la voluntad popular.A partir de estas consideraciones y en cuanto a su ejercicio real la democracia ha consistido para la socialdemocracia mucho más que una estrategia de acceso al poder, es un proyecto político de fondo sobre la naturaleza misma de la sociedad a construir, que se distingue de los partidos liberales de derecha en cuanto acepta el conflicto de clase, de él saca incluso su fuerza en tanto partido de la clase obrera pero no pretende superar este conflicto por medio de la aniquilación del adversario, sino que como la tradición liberal, acepta el pluralismo político y en los hechos, su hacer se efectiviza por el compromiso para la transformación económica y la competencia pacífica por el poder político.A modo de conclusión acerca de la construcción doctrinaria del socialismo democrático debemos destacar que en la última Declaración de Principios de la Internacional Socialista, dado en Estocolmo en junio de 1989 se resumen los presupuestos básicos de este en la actualidad . Se considera en ella que permanecen como universales los valores del socialismo democrático en cuanto a la democracia, la libertad, la igualdad, la solidaridad, la paz y los derechos humanos. Los acontecimientos de los últimos años han demostrado lo valioso de estos principios, y según se sostiene: “los socialistas democráticos han llegado a la definición de estos valores de muy diversas maneras. Estos se originan en el movimiento obrero, los movimientos de liberación nacional, tradiciones culturales

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de asistencia mutua y solidaridad comunal en muchas partes del mundo. Estos valores se han nutrido de las variadas tradiciones humanistas del mundo”. Una de las cuestiones fundamentales a resolver en el futuro se refiera a las iniciativas por la paz pero esto requiere: “que los diferentes sistemas socioeconómicos y naciones cooperen entre sí, en proyectos para la construcción de la confianza y el desarme por la justicia en el sur y la protección de la biósfera del planeta”Se destaca en esta Declaración el tratamiento de las relaciones Norte-Sur como un problema relevante a considerar al cual se agrega también en importancia la protección ecológica del planeta. Todo ello unido a los requerimientos de democracia política y económica y pluralismo cultural configuran una propuesta política realmente progresista en el presente de lo cual hablaremos en otro artículo.En síntesis la socialdemocracia, más allá de su presencia como conjunto de partidos y movimientos agrupados en una internacional, supone una alternativa no clausurada sino abierta a un desafío.Esto es así por que en su actual perspectiva, si por una parte son aceptadas como necesarias tanto los mecanismos e instituciones democráticas cuanto la economía de mercado, por otra parte, también la intervención del Estado democrático es visualizada como indispensable para elevar el nivel socioeconómico orientado al logro de la justicia.Su expresión puede ser distinta en Europa, América latina u otras regiones, pero el principio es el mismo: una sociedad democrática con economía dé mercado, pero vinculada esta última con los demás aspectos de la vida social lo cual supone un cierto grado de intervención estatal, por cuanto los intereses de la mayoría deben ser representados democráticamente en la toma de decisión. Cuestión que se evidencia ya como un requerimiento al cual se debe dar respuesta. Por cuanto si bien las hoy extendidas políticas neoliberales han resuelto algunos problemas técnico-económicos (así lo presentan en estadísticas numerosos análisis profusamente divulgados) no han resuelto los problemas de la sociedad ni tampoco del sistema político, por el contrarío se advierte que los han agravado.En relación a esto no se debe olvidar que no existe desvinculación entre lo económico y lo socio-político, sino una relación de implicancia mutua, cuestión que parece no contemplar la perspectiva neoliberal. Esta conexión si es asumida por la propuesta socialdemócrata, su desafío consiste en lograr la reconstrucción del sistema social superando la recepción pasiva de lo pretendidamente inevitable que conduce a un individualismo de supervivencia. Para esto debe orientar la acción hacia la reconstitución de significados e interacciones entre los actores sociales, evitando así la pérdida de relevancia de la política y la crisis de representación. Cuestión esta de necesaria resolución para una redefinición satisfactoria de la democracia.Por otra parte también debe encaminar su acción hacia un modelo eficiente de crecimiento estable en un mercado mundial competitivo, creándose mecanismos de redistribución adecuados a la actual situación, en la cual ni en el norte ni en el sur la redistribución origina crecimiento como en la posguerra, por el contrario la competencia internacional exige crecer para poder redistribuir.Este es el desafío que debe superar la socialdemocracia para dar una solución que tema aceptación en un contexto en el cual ya se evidencia que los problemas sociales y políticos se están convirtiendo en exigencias imprescindibles de considerar y frente a las cuales son cada vez notorias las debilidades del modelo neoliberal.En esto reside el aludido discreto encanto de la socialdemocracia; pero también en las actuales circunstancias su profunda fuerza transformadora.

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del pensamiento socialista: libertad, justicia, solidaridad y la mutua obligación derivada de la común solidaridad. Sin embargo, este nuevo orden no se condensaba en la fórmula tradicional de la socialización de los medios de producción, sino que se consideraba compatible con le economía de mercado y con la propiedad privada controladas.En contraposición con una formulación como la señalada, especialmente a partir de la década de los ’60, se produce una difusa pero insistente teorización de una más bien tajante distinción entre socialdemocracia y socialismo democrático, identificada aquélla con el mero reformismo que acepta la organización capitalista y éste como una doctrina que pretende superarla radicalmente, siempre mediante el respeto a las reglas del juego democrático. Esta posición, tributaria de fenómenos tan distintos como la primavera de Praga de 1968 o el Chile de Allende entre 1970 y 1973, puede detectarse teóricamente en autores tan dispares como R. Bahro, Lichtheim, Macpherson, Sotelo, Touraine, entre otros.En el plano de la práctica política, esta propuesta tendió a presentarse sobre todo como doctrina propia de los partidos del sur de Europa, que nunca se habían incorporado al gobierno, como el caso del español o griego, o que no lo habían hecho hegemónicamente, como el francés o italiano, y hasta el momento que lo hicieron. Por su parte, aun con matices distintivos, a la misma idea de socialismo democrático llegaron también los partidos comunistas de igual localización europea, que propiciaron el movimiento del eurocomunismo como alternativa al modo dictatorial seguido en los países de “socialismo real”. En definitiva, corrientes muy distintas en origen convergen en la propuesta de un socialismo democrático que se propone como “tercera vía” entre el comunismo y la socialdemocracia.Norberto Bobbio, uno de los más relevantes socialistas liberales contemporáneos, sentenció hace no mucho tiempo que “la tercera vía no existe”, pretendiendo poner de manifiesto que entre el método democrático y el dictatorial no puede haber ningún híbrido para ir acercándose al socialismo. Creemos, sin embargo, y en relación con los fines, que la distinción entre socialdemocracia y socialismo democrático, o si se quiere entre socialdemocracia moderada y radical, puede aludir a la diferencia entre propuestas predominantemente institucionales e insistentes en el democracia política representativa y propuestas más permeables a la intervención social no organizada mediante partidos y a la extensión de los mecanismos democráticos, a ser posible, directos, a todos los ámbitos, como el económico, el escolar, el sanitario, por sólo citar algunos. Tal ideal de “ una democracia más avanzada en todas las esferas de la vida: la política, la social y la económica”, es el marco y a la vez el fin del socialismo proclamado en la Declaración de Principios de la Internacional Socialista de 1989. Y a pesar de las limitaciones reales de la socialdemocracia como fórmula política propia sólo de algunos países occidentales especialmente desarrollados, el viejo ideal internacionalista no deja de aparecer ahora como referente utópico en la propuesta de una “sociedad democrática mundial”, cuya estructura política no se configure como un subproducto de los egoísmos de los bloques, las naciones o las empresas, según reza la citada Declaración.Sin embargo, con independencia de la lejanía entre las realidades y los deseos y de la reconocida dificulta de ir avanzando hacia la consecución de los ideales como los anteriores en el marco de una severa estructura económica del capitalismo globalizado y multinacional, la socialdemocracia es hoy objeto de un debate más radical. Así, se trata de dilucidar si el modelo que propone la socialdemocracia es susceptible de una profunda renovación que le permita encabezar o, cuando menos, acompañar ulteriores transformaciones sociales o si más bien se encuentra ya enclaustrado en una posición esencialmente conservadora y quizá condenado a ser superado por un nuevo paradigma que recoja su agotado impulso crítico y progresista, así lo entienden entre otros: Gorz,

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Touraine. Tres factores básicos se han aducido como relevantes para describir este nuevo gozne histórico: la extensión en influencia de movimientos sociales alternativos a los tradicionales como los ecologistas, pacifistas, feministas, etc., la consecuencia de las graves contradicciones e insuficiencias de un modelo económico-social basado en el magaindustrialismo y en el atizamiento de un espiral inagotable de productivismo y consumismo y, en fin, la creciente insostenibilidad de unas relaciones entre países pobres y ricos que apenas contemplan los menores progresos en la búsqueda de la eliminación del hambre y la miseria que asolan a la mayor parte del mundo. Sin duda que el futuro papel del pensamiento y los movimientos socialdemócratas dependerá de sus respuestas a estos problemas fundamentales.

mapa conceptual

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materialm2

¿Qué materiales voy a utilizar?

Material Básico:

- Apuntes de Cátedra. Unidad 4 punto V. (El alumno encontrará estos materiales en el CD en forma de enlaces).

- BONETTO de SCANDOGLIERO, María Susana (y otros): Notas sobre Teoría del Estado. Ed. Advocatus, Córdoba, 2000.

- BONETTO de SCANDOGLIERO, María S. y PIÑERO, María Teresa: Las Transformaciones del Estado. Ed. Advocatus. Córdoba, 2001.

- BONETTO de SCANDOGLIERO, María Susana y JUÁREZ CENTENO, Carlos A.: Temas de Historia de las Ideas Políticas. Ed. Advocatus, Córdoba, 2001. (Hay ediciones anteriores).

- TOMASINI, L., TUSSIE, D. y ESCUDÉ, C.: Video 2do. Congreso Nacional de Ciencia Política, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 1995. (los temas que la cátedra considera pertinentes se encuentran en el CD en forma de enlaces)

Materiales Complementarios:

- CERRONI, Humberto: Política, teorías, procesos, sujetos, instituciones y categorías. Ed. Siglo XXI, México, 1992.

- JUÁREZ CENTENO, Carlos et al.: La Ideología Contemporánea. Ed. Avo-catus, Córdoba, 1991.

- LÓPEZ, Mario Justo: Introducción a los Estudios Políticos. Tomo 1. Ed. Depalma, Buenos Aires, 1987. (Hay otras ediciones).

- LÓPEZ, Mario Justo: Manual de Derecho Político. Ed. Kapelusz, Buenos Aires, 1981.

- PINTO, Julio (comp.): Introducción a la Ciencia Política. Eudeba, Buenos Aires, 2001. (Hay ediciones anteriores).

- VALLÉS, Joseph M.: Ciencia Política. Una introducción. Ed. Ariel, Barcelona, 2000.

Sitios Web:

http://sapiens.ya.com/elforouned/El foro de la ciencia política (UNED)

http://sapiens.ya.com/elforouned/enlaces.htmEl foro de la ciencia política (UNED). Enlaces.

http://fcs1.fcs.edu.uy/icp/Instituto de Ciencia Política

http://www.nuevasoc.org.ve/Nueva Sociedad

http://www.anacitec.org/proar/politologia/Primer directorio en Internet de profesionales argentinos en el exterior.

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Politología.

http://www.unam.mx/iisunam/Principal.htmInstituto de investigaciones sociales (UNAM)

http://www3.usal.es/dpublico/areacp/index1.htm1er Congreso Latinoamericano de Ciencia Política (USAL)

actividadesm2

m2 | actividad 1

El Estado y sus elementos.

“... Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio..., reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima”.Weber, Max: “La política como vocación”. Texto de la conferencia a los estudiantes de la Universidad de Munich en 1919, editada bajo el título “El político y el científico”.

En base a este concepto de Max Weber, sociólogo alemán del siglo XX, premio Nobel de Economía, desagregue del mismo los distintos elementos que hacen al Estado. A

m2 |actividad 1 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o

Recuerde lo estudiado en la unidad 3, en el tema “Elementos del Estado”. Los autores suelen discrepar respecto de la denominación: elementos, condiciones, etc. En general, la mayoría sostiene que son 3 (tres), ya que la relación ESTADO – DERECHO es más bien de tipo relacional, y siguiendo a Heller –el paradigma teórico seguido por la cátedra– la problemática del derecho hace más a la justificación del Estado.

m2 | actividad 2

El Territorio

El Estado, desbordado por Internet: “La información desconoce las fronteras. La noción de soberanía está en cuestión cuando en Internet se compra y se vende sin control de los Estados. Hasta la idea de ciudadanía nacional parece derrumbarse”. (Guy Sorman, extracto del título y copete de la nota publicada en “La Nación”, 28 de julio de 2000. Para mayores datos: www.lanacion.com.ar).

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El avance de la tecnología tiende a superar las fronteras nacionales. La expansión de Internet pone en cuestión la soberanía de los Estados, tal como se expresa en el resumen de la nota editorial reproducida para esta actividad. Relacione lo estudiado respecto de la condición o elemento territorio con lo expresado en el artículo, y compare la función del territorio en el Estado moderno de los siglos XVII, XVIII y XIX con los cambios que aporta la problemática de Internet u otras, en tanto partes de un fenómeno mayor que es la globalización y su incidencia en la estructura clásica de lo que es el Estado. A

m2 |actividad 2 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o

Tenga presente que el fenómeno de la globalización tiene una relación estrecha con la revolución tecnológica. En el ejemplo dado se señala la Internet, pero baste señalar las implicancias y enormes discusiones que plantearon en la década del ´70, las transmisiones satelitales por medio de antenas parabólicas. Esto implicaba un quiebre a la soberanía del Estado, quien hasta ese entonces era el que monopolizaba dentro de su territorio el control y la regulación de las transmisiones televisivas.

m2 | actividad 3

La Soberanía cuestionada

El tratado de Westfalia (1648) creó la idea y la práctica de una comunidad internacional integrada por Estados jurídicamente iguales entre sí y todos igualmente soberanos. A 1 ¿Considera que esa condición de igualdad entre los Estados se sigue manteniendo? ¿Cómo definiría la soberanía de los Estados a principios del siglo XXI? A 2

m2 |actividad 3 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 1

Recuerde el concepto de soberanía dado por Hermann Heller, y el origen del concepto que fue presentado por vez primera por Jean Bodin. Recuerde lo explicitado en el material obligatorio para el estudio de este tema. En tal sentido, la soberanía es un atributo esencial o sustancial de uno de los elementos del Estado, el poder. Es decir, es lo que diferencia el poder de la organización estatal del poder del resto de las organizaciones que existen en ese territorio.

m2 |actividad 3 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 2

Tenga en cuenta que el concepto de soberanía, desde su planteamiento en Bodin hasta la actualidad, con un escenario internacional globalizado –y con una globalización en donde hay Estados más poderosos que otros–, ha evolucionado desde un concepto absoluto a una contextualización histórico-social como la del presente orden internacional.

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m2 | actividad 4

Fin del Estado y justificación

Usted es un analista político que trabaja para un periódico especializado en temas político-constitucionales. Dada su especialidad y sus conocimientos en materia constitucional y organización jurídico-política fundamental, el medio de prensa para el que usted trabaja –y que tiene un ámbito de difusión dentro de su propia ciudad– le pide que confeccione un artículo A 1 en el que analice las medidas tomadas por el gobierno nacional del Dr. De la Rúa que se relacionan con la inmovilización de los fondos bancarios. Partiendo de los hechos y el decreto de necesidad y urgencia adoptado el domingo 2/12/2001 y publicado en el Boletín Oficial el día 3/12/2001, usted considera conveniente iniciar una búsqueda en distintos medios de comunicación masiva para poder así investigar todo lo concerniente acerca del tema. A 2 La nota que le solicitan debe tener una extensión de no más de dos páginas, y en ella se debe tener en cuenta:

a) si este problema crucial de la realidad argentina compromete la problemática del fin del Estado A 3; y

b) si en algún sentido, también se relaciona con la justificación del Estado. A 4

.

m2 |actividad 4 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 1

Cuando se le pide un informe propio de un analista político, me refiero a un texto similar a los que realiza el Dr. Mariano Grondona en el diario “La Nación” los días domingo (ver sección Opinión), o los del periodista Joaquín Morales Solá en el mismo medio y sección. En forma escrita, son similares a las conclusiones que realiza el propio Dr. Grondona en su programa de TV “Hora Clave”, o a los comentarios que realiza el Dr. Nelson Castro en su programa televisivo “Juego Limpio”, al inicio y al final del mismo.

m2 |actividad 4 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 2

Para la búsqueda de información sobre el tema se le sugiere consultar en www.lanacion.com.ar; www.clarin.com.ar; www.lavoz.com.ar, etc. También puede dirigirse a alguna hemeroteca que haya en su ciudad donde se archiven diarios de tirada nacional o provincial o, en su caso, hacer un relevamiento en revistas de tirada nacional donde se haya tratado el tema. Recuerde lo aprendido en Derecho Constitucional II respecto a los decretos de necesidad y urgencia; a tal fin repase sobre el tema en el Manual de Derecho Constitucional o recurriendo a la normativa vigente en nuestra Constitución Nacional.

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m2 |actividad 4 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 3

Recuerde que el problema del fin del Estado hace a su ser, al para qué existe el Estado; que es un problema propio de la ciencia política y que por lo tanto debemos comprender que el Estado, como organización política, tiene un fin objetivo, distinto al fin de cada uno de sus miembros.

m2 |actividad 4 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 4

Por su parte, la cuestión de la justificación del Estado hace a su deber ser. En este sentido hay distintas posturas y, en general, los autores confunden el fin con la justificación, al darle a la cuestión del fin una carga valorativa, ética, moral. En la posición de la cátedra –siguiendo a Heller– ambos ámbitos son diferentes y el problema de la justificación pertenece al mundo del deber ser, del derecho, de la función jurídica. El Estado se justifica por medio del derecho, y éste debe ser un derecho justo que se apoye en valores o principios jurídicos. Recuerde también la diferencia entre precepto y principio jurídico, así como la diferenciación entre legalidad y legitimidad.

m2 | actividad 5

El Estado de Derecho

Usted ya sabe que el Estado de derecho A 1 surge en Inglaterra a fines del siglo XVII y que es obra del constitucionalismo. A 2 Posteriormente, en los siglos XVIII y XIX, su práctica estatal se difundirá en los países de Europa occidental y en el continente americano para comenzar con su escalada global. Usted deberá contestar lo siguiente:a) ¿Cuál es la ideología promotora de esta versión del Estado de derecho en

su primera época?b) ¿Cuáles son las características principales de su funcionamiento?c) ¿Cuál era el rol que le cabía al aparato estatal en su relación con la

economía y la sociedad?d) ¿Cuándo o en qué épocas lo situaría en la experiencia institucional

argentina?

m2 |actividad 5 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 1

Recuerde lo aprendido en Derecho Constitucional I en relación a lo que es el Estado de derecho desde una perspectiva jurídico-constitucional y su correspondiente clasificación. Relacione con lo leído en el material obligatorio para esta unidad, especialmente lo vinculado al funcionamiento del Estado de derecho clásico o formal.

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m2 | actividad 6

El Estado social de Derecho

Entre 1940 y 1970, las sociedades humanas más desarrolladas conocieron una nueva versión del Estado y un subtipo de lo que llamamos el Estado de derecho, el denominado Estado social de derecho, Estado de bienestar (Welfare State en su denominación inglesa), Estado keynesiano, etc.A lo largo de esas tres décadas, se sostiene, la humanidad conoció una época dorada donde la combinación de los valores de libertad e igualdad tuvieron una dosificación en la organización estatal jamás parecida con otra época de la evolución de las sociedades humanas, en el sentido de paliar las diferencias sociales y evitar lo más posible las exclusiones sociales.A partir de la lectura del material obligatorio y como un repaso a lo que usted ya aprendió en Derecho Constitucional I, deberá situarse en el rol de un asesor de gabinete de un funcionario nacional quien le solicita un “paper” (o un informe) de no más cinco (5) carillas en el que deberá contemplar los siguientes interrogantes:

1) ¿Cuáles fueron las ideologías que propiciaron esta transformación?2) ¿Qué tipos de gobiernos pudieron institucionalizar esta nueva versión de

Estado en las democracias europeas?3) ¿Cómo fue la versión latinoamericana del Estado social de derecho?4) ¿En qué época recaló en la Argentina? Fundamente.

m2 | actividad 7

La seguridad social como un ejemplo de derecho humano económico-social

Las jubilaciones son un ejemplo de seguro social. En Argentina existen desde mediados de la década de 1940 y están en crisis desde, por lo menos, mediados de la década de 1970. Busque información sobre la historia de las jubilaciones en la Argentina. A 1 ¿Qué características tenía el Estado que las instauró? ¿Qué papel desempeñaron los sindicatos? ¿Por qué está en crisis el sistema jubilatorio? ¿Cuáles fueron los cambios más recientes en el sistema? ¿Qué fines tuvieron? A 2

m2 |actividad 5 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 2

Recuerde que el constitucionalismo es un movimiento jurídico-político de raíz liberal que surge con las llamadas revoluciones burguesas (Inglaterra, 1689; USA, 1776 y Francia, 1789), y que persigue el sometimiento del ejercicio del poder del Estado al Derecho, produciendo una Constitución que garantice los derechos fundamentales y la separación de poderes.

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A los fines de cumplimentar esta actividad, usted debe colocarse en la posición de un asesor del Ministro de Trabajo y Seguridad Social de la Nación, a quién el señor Presidente le ha solicitado que vaya al Congreso de la Nación a defender, en representación del Poder Ejecutivo, un proyecto de ley que modifica el actual sistema de jubilaciones y pensiones, el cual se encuentra en la Comisión de Seguridad Social del Senado de la Nación. El ministro, para defender el proyecto propiciado por el P.E., le solicitará a usted argumentos para volver al viejo sistema.

m2 |actividad 7 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 1

Se recomienda la lectura en libros de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Además le será de utilidad repasar lo estudiado en Derecho Constitucional II, especialmente lo relacionado con la Constitución de 1949 y la reforma que introdujo el actual artículo 14 bis de la Constitución Nacional.

m2 |actividad 7 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 2

El cambio más reciente se refiere al paso del sistema estatal de jubilaciones al de las AFJP, que significó la privatización del sistema de seguridad social en el ámbito de las pensiones y retiros.

glosariom2

Administración pública: El conjunto de personas que no están involucradas de manera directa en la toma de decisiones políticas importantes, pero que construyen y ponen en práctica las políticas que cumplen estas decisiones. Ejs.: policías, enfermeras de la salud pública, agentes de hacienda, etc.

Burocracia: Una manera de organizar la administración pública que enfatiza el profesionalismo, la contratación y los ascensos en base al mérito y la profesionalización. Se suele usar en forma “peyorativa” de la noción de administración pública.

Comunismo: Es una versión del socialismo marxista, la más radical. Los comunistas, en general, sostienen que la única forma de construir un Estado socialista es mediante la revolución, por lo que en ocasiones están menos interesados por las elecciones que los socialistas democráticos. Después de 1920, los comunistas reconocieron mayoritariamente el liderazgo de la ex Unión Soviética (URSS) en la formulación de sus objetivos y estrategias. Se suele expresar que el sistema comunista cayó con la desaparición de la ex URSS, en la década de los ´90. Aunque también podemos señalar que todavía existen modelos que se acercan a lo que era ese tipo de Estado socialista: China, Corea del Norte, ¿Cuba?.

Conservadurismo: Ideología que postula como el objetivo más importante de la política la de crear sociedades estables basadas en una jerarquía de poder. Éste

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debe estar en manos de una clase tradicional de gobernantes. Aparece como una reacción al liberalismo por parte de quienes se sienten amenazados en su condición social privilegiada: nobleza terrateniente, jerarquías eclesiásticas.

Dictadura: Toda forma de gobierno en la que el o los titulares del poder no lo han obtenido constitucionalmente, o cuando lo ejercen sistemáticamente en contra de esos principios y reglas, de tal suerte que no tienen responsabilidad alguna en el ejercicio del poder. Lo que legitima su accionar es el temor de los ciudadanos o súbditos.

Estado de derecho: Hace referencia a una versión del Estado moderno que implica el ejercicio del poder estatal según los parámetros del derecho, o si se quiere, el ejercicio del poder estatal con las limitaciones que el derecho le impone.

Estado liberal de derecho: Es un tipo de Estado de derecho. Luego de la primera versión del Estado moderno, la absolutista, a partir de fines del siglo XVII en Inglaterra, pero con la consolidación en las democracias constitucionales del XIX se evidenció el ejercicio de este tipo de Estado que hizo crisis a finales del primer tercio del XX. También se lo llamó Estado liberal o Estado de derecho formal o clásico. El rol del Estado en esta versión es la de ser un Estado gendarme o abstencionista. Los neo-liberales hablan de un Estado mínimo.

Estado social de derecho: Es la versión que adopta o hacia la que evoluciona el Estado liberal de derecho luego de su crisis en la década del ´30. Su época de vigencia es hasta 1970, aproximadamente. También se lo conoce como Estado de bienestar, Estado democrático. Estado de justicia, Estado keynesiano, etc. El rol del Estado en esta versión es el de un Estado intervencionista o asistencialista.

Fascismo: Movimiento político que apareció en las décadas de los ´20 y ´30. Enfatizaba el boato militarista, el nacionalismo, la representación corporativa bajo el mando de un dictador único. El ejemplo arquetípico lo constituye Benito Mussolini. Pero también se suele señalar a Franco en España, Salazar en Portugal, etc. En un sentido estricto, se reduce a la Italia fascista de Mussolini, pero en una acepción más amplia, en la Argentina se utiliza el vocablo fascista para calificar las actitudes anti-democráticas.

Fin del Estado: Se relaciona con la cuestión del para qué existe el Estado. Siguiendo el pensamiento de Heller, hace a la existencia misma del Estado, a su “ser”. Es sinónimo de su función social.

Globalización: Es un fenómeno que supone el acortamiento del tiempo y el espacio fruto de la revolución tecnológica operada en el siglo XX. Para algunos es una nueva etapa del capitalismo. Suele ser catalogada como un fenómeno económico, tal vez por sus implicancias, pero es un proceso complejo y más amplio que no puede agotarse con una explicación “economicista” o monocausal.

Justificación del Estado: ¿Por qué existe el Estado? Es un problema del “deber ser” que se relaciona con la función jurídica del Estado y el derecho. Es más bien un problema de la filosofía jurídica que de la ciencia política.

Liberalismo: Ideología que postula que el objetivo más importante de la política es ayudar a los individuos a desarrollar el máximo de sus capacidades, con la menor intervención posible por parte del gobierno. Resalta el papel protagonista

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del individuo: su libertad es el valor supremo que sólo tiene como límite la libertad de los demás.

Mercado: Para los liberales es sinónimo de sociedad civil. En contraposición con lo estatal, que es el ámbito de lo público, el mercado es el ámbito de lo privado.

Nacionalismo: Ideología que se identifica apasionadamente con un Estado de parte de sus ciudadanos. Es importante tener en cuenta que el nacionalismo es un concepto proteico, esto es, que puede ser de diferente tipo. En realidad, todas las ideologías tienen distintas versiones, sub-tipos, etc.

Poder: Capacidad de una persona para causar que otra haga lo que desea aquella, por cualquier medio. // Uno de los elementos que constituyen la organización estatal. En tal sentido no debe confundirse poder con gobierno. El poder hace referencia al poder del Estado, en cambio el gobierno es sólo una “parte” del poder estatal.

Soberanía: Es un atributo del poder del Estado. Es lo que lo hace diferente al poder de las otras organizaciones que existen dentro de su territorio, y que se traduce en el monopolio de la fuerza física, en el hecho de decidir en última instancia, etc.

Socialismo: Ideología que plantea que la sociedad está integrada por clases que se hallan en constante conflicto y que a los fines de establecer una sociedad justa, con personas iguales, el proletariado o clase obrera deberá hacerse del poder y así llegar a esa etapa final donde las clases, y por lo tanto el Estado, no sean necesarios.

Socialismo democrático o socialdemocracia: Rama del socialismo que apoya la democracia electoral. Por lo tanto, promueve el acceso al poder del proletariado por vía de las elecciones. Postulan una evolución mucho más gradual, un progreso paulatino y no un cambio radical.

Tercera Vía: Es una posición del gobierno laborista inglés del actual primer ministro, Tony Blair. Fue esbozada por Anthony Giddens, un cientista social y político inglés de gran renombre y de origen marxista, que actualmente es profesor de Sociología en la London School of Economics. Intenta ser una suerte de simbiosis entre la antigua social-democracia y el actual liberalismo económico o capitalismo. Fue presentada como programa político e ideológico a fines del siglo pasado, circa 1999.

Territorio: Es uno de los elementos del Estado. Constituye su “base” física, pero entendida en un sentido más amplio, ya que lo integran su espacio aéreo, el subsuelo, el mar adyacente, etc., e incluso la sede de sus embajadas en el extranjero.

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m3

microobjetivosm3

¿Qué tengo que lograr?

- Analizar y comprender las distintas posturas teóricas respecto al concepto de democracia, a los fines de promover el desarrollo de los valores democráticos y el respeto de los derechos humanos en el ejercicio de la profesión de abogado.

- Distinguir las notas características de los distintos actores políticos, a los fines de poder diferenciarlos y comprender la dinámica de la política en un contexto histórico-social.

- Conocer los actores de la arena política para poder analizar la realidad política argentina y promover una cultura ciudadana basada en la participación y el compromiso por los valores democráticos.

democracia y actores políticos

contenidosm3

¿De qué se trata?

Este es el último módulo de la curricula de la asignatura, por lo que le recomiendo poner manos a la obra y, de esta forma, finalizar con éxito la tarea emprendida en el primer módulo.

El título de este módulo es “Democracia” IC 1 y actores políticos” y comprende dos unidades. La primera –la unidad 5– está dedicada al tema de la democracia, que consideramos de fundamental importancia en el ámbito de la política y muy especialmente a partir de las últimas décadas del siglo pasado, por lo que el estudio teórico-científico de la política debe abordar este tema central. Pero debo advertirle que el vocablo “democracia” hace referencia a un concepto complejo, esquivo y hasta multívoco. Ciertamente, es de aquellos temas a los que los cientistas sociales suelen llamar “temas calientes”, en donde la subjetividad propia de las disciplinas científico-sociales tiene un condimento mayor. Se aplica esta terminología para referirnos a esos conceptos en los que la neutralidad científica, de por sí difícil, se torna aún más complicada de obtener. Realizada la advertencia, debemos adentrarnos en un estudio del origen y evolución del concepto y de la forma de gobierno democrática, desde sus orígenes antiguos hasta su realidad actual. Entenderemos la democracia como una forma de gobierno, un régimen político –denominaciones que se refieren a conceptos que usted ya estudió en Derecho Constitucional I (ver unidad 1 in fine)–, pero por sobre todas las cosas, en los últimos dos siglos se ha convertido, no sin algunos paréntesis, en un estilo de vida, al decir de un viejo profesor de la materia. Veremos también la relación entre democracia y liberalismo. En este sentido,

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usted ya sabe por lo estudiado en esta materia y en otras que términos como “democracia”, “liberalismo”, “derechos humanos” IC 2, “constitucionalismo”, “Estado de derecho”, son conceptos e instituciones que se relacionan, se suponen y están inextricablemente unidas. Abocarse al estudio de una de ellas significa adentrarse en el terreno de alguna/s de la/s otras. Ya le expresé que el término “democracia” es un término multívoco, esto es, que muchas cosas pueden significar democracia; por ello veremos, siguiendo distintas posturas teóricas, que hay distintos modelos de democracia y distintos enfoques teóricos sobre la misma. Esta unidad finaliza con el análisis de la democracia en el nuevo orden global.

La última unidad (la 6) desarrolla algo que suele ser denominado de diferentes formas por los estudiosos: “vida política”, “dinámica política”, “fuerzas políticas”. Cualquiera sea la denominación que utilicemos, debe quedarle claro que a lo que nos referiremos en esta unidad es al estudio de los distintos actores políticos que actúan en la “arena política”, además del Estado que hemos estudiado en los módulos anteriores. De tal suerte que en esta unidad veremos qué son los partidos políticos, los grupos de presión, la opinión pública, los medios de comunicación social o masiva IC 3 –TV, radio, la prensa, etc.–, y cómo ellos actúan y dinamizan el fenómeno político. También veremos cómo la globalización ha impactado en los canales de representación y participación del ciudadano en la política, por lo tanto nos ocuparemos de la problemática de lo que suele llamarse “crisis de representación” y el surgimiento de nuevos actores tanto a nivel nacional –esto es, dentro de los Estados– como en el escenario internacional y en el marco de la mundialización –léase globalización– imperante. (La nuevas realidades internacionales IC 4).

Esta es la presentación del último módulo de la asignatura, y al igual que en los otros dos anteriores, es mi deseo que esta introducción le sea útil para el estudio y la comprensión de los contenidos. Ya estamos en la recta final, ¡adelante y suerte!

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La DemocraciaMaría Susana Bonetto de ScandoglieroMaría Teresa Piñero de RuizEn: Cuadernos de Política. Ed. Advocatus. 1998.

Sumario:

1.La democracia clásica y la moderna. 2 La democracia liberal. 3. Modelos de demo-cracia. 3.1. El modelo de la democracia como protección. 3.2. EL modelo de la democracia como desarrollo. 3.3. El modelo elitista de la democracia. 3.4. El modelo pluralista de la democracia 4. Una perspectiva teórica sobre la complejidad de la democracia. 5 Conclusión. Bibliografía.

INTRODUCCION

El termino democracia fue acunado alrededor de 2400 anos atrás, y a pesar de inter-valos mas o menos prolongados de eclipsamiento, tiene una larga trayectoria de incorporación al vocabulario político. Sin embargo, su sentido ha sido reformulado y resignificado con relación a contextos históricos a imaginarios políticos diferentes.Según Held (1992), la historia del concepto de democracia es curiosa; la historia de la democracia es enigmática.Como no pretendemos en este texto introducirnos a una revisión integral del estado de situación contemporáneo en el debate sobre la democracia (no alcanzarían varios tomos para agotarlo), hemos seleccionado una serie de cuestiones puntuales, que nos permitirán precisar conceptualmente a que nos referimos en la actualidad cuando hablamos de democracia.

1. LA DEMOCRACIA CLASICA Y LA MODERNA

Gran parte de los teóricos contemporáneos (Sartori, 1987; Bobbio, 1986; MacPher-son, 1982; Strasser, 1986; Held, 1992 y otros) están de acuerdo en sostener que la democracia antigua o clásica difiere fundamentalmente de la democracia moderna.

Mayoritariamente se sostiene en la teoría política que el surtimiento de la demo-cracia, así como del origen del termino, se remontan a Grecia, en la primera mitad del siglo V a. C., y más específicamente como representación paradigmática se alude a Atenas; aunque existían contemporáneamente otras ciudades-Estado que se aproxi-maban a un sistema similar.

El surgimiento de estas primeras democracias, según sostiene Held (1992), no fue el resultado de un único conjunto de acontecimientos, sino que su desarrollo estuvo marcado por un proceso de continuo cambio a través de varias generaciones. Entre los factores que suelen mencionarse, que permitieron el surgimiento de este modo de vida democrático se citan:

La emergencia de un vasto sector ciudadano a la vez económica y militarmente independiente, enmarcado este en comunidades relativamente pequeñas y compac-tas. En este contexto los cambios políticos tuvieron lugar en comunidades social y geográficamente acotadas, que convivían en un contacto muy estrecho. Por ello, en

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i n f o r m a c i ó n c o m p l e m e n t a r i a 1

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estas agrupaciones, el impacto de cualquier decisi6n política, social o económica era casi inmediato. No existían, por otra parte, obstáculos serios a la participación, en tanto no se trataba de una sociedad numéricamente extensa, ni compleja; todo ello favorecía la construcción de un imaginario político de participación y responsabilidad política.

Los ideales políticos atenienses: igualdad entre las ciudades, libertad y respeto a la ley han tenido una extraordinaria proyección de futuro, fundantes de toda una simbología democrática, aunque su significado haya sido reformulado en la moder-nidad.

Sin embargo, la praxis democrática de la época fue duramente criticada por los grandes pensadores: Tucidides (460-399 a.C.), Platón (427-347 a.C.) y Aristóteles (384-322 a.C.).

Aunque no ha llegado a nuestros días una teoría de la democracia que la justifi-que, para compararla con la de sus críticos, sí han quedado para la posteridad algu-nos fragmentos que presentan los ideales y objetivos de la democracia ateniense. Tal es el caso de la famosa oración fúnebre atribuida a Pericles, estratega y destacado gobernante democrático, la cual probablemente fue reconstruida por Tucídides 30 años después de ser pronunciada. Vale la pena, por su relevancia, citar algunos pasajes: “Tenemos un régimen de gobierno que no envidia las leyes de otras ciuda-des, sino que más somos ejemplo para otros que imitadores de los demos. Su nombre es democracia, por no depender el gobierno de pocos sino de un número mayor; de acuerdo con nuestras leyes, cada cual está en situación de igualdad de derechos en las disensiones privadas, mientras que según el renombre de cada uno, a juicio de la estimación pública... es honrado en la cosa publica...”-

“... Y non regimos liberalmente no solo en lo relativo a los negocios públicos, sino también en lo que se refiere a las sospechas reciprocas sobre la vida diaria, no tomando a mal al prójimo que obre según su gusto ....”

“... Por otra parte, non preocupamos a la vez de los asuntos privados y de los públicos, y gentes de diferentes oficios conocen suficientemente la cosa pública, pues somos los únicos que consideramos, no hombre pacífico, sino inútil, al que nada participa en ella...” - A Tucídides (1952, 140).

Se advierte en estos fragmentos, una fuerte idea de participaci6n en una vida común, en la que todos los ciudadanos gozan de igualdad de posibilidades para hacerlo, sin distinci6n de rango o de riqueza.

Así el concepto de ciudadanía, implicaba la participación directa en los asuntos de la ciudad. Se postulaba un compromiso absoluto con el principio de la virtud cívica y la subordinación de la vida privada a los asuntos públicos. Aunque se advierte tam-bién la tolerancia en los asuntos privados.

En definitiva, se trata de una cultura política que no imaginaba otra forma de rea-lización humana, que no fuera a través de la ciudadanía. Según sostiene Held (1992) los hombres solamente podían realizarse a sí mismos adecuadamente y vivir hono-rablemente, en y a través de la polis. El ciudadano tenía derechos y obligaciones, pero estos no eran atributos de un individuo privado, sino que se derivaban de su existencia como ciudadano.

El proceso de decisión estaba fundado en la participación directa. La elección del procedimiento para la producción de las decisiones y las leyes descansaban en la convicción de que la fuerza de las mejores argumentaciones, en un contexto de igualdad de expresión pero todos en la asamblea soberana, les daba un fundamento más adecuado, racional y consistente, que la mera costumbre o la imposición por la fuerza.

La igualdad ante la ley y el imperio de la ley como resultado de la soberanía popu-lar garantiza la libertad.

Para el demócrata (Held, 1992), la libertad a igualdad están unidas de forma inex-tricable. Este autor tomando expresiones de La político de Aristóteles, sostiene que pueden darse don criterios de libertad: a) ser gobernado y gobernar por turno; b) vivir

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como se quiere. Los atenienses priorizaban el primero. Pero para que sea un criterio efectivo de gobierno, es esencial las igualdad; sin ella, el conjunto de ciudadanos no puede ser soberano. Y el reparto equitativo de la practica de gobierno era posible, porque: 1) los votos tenían el mismo peso; 2) en principio, todos tenían las mismas posibilidades de acceder a los cargos; 3) la participación era remunerada, por ello los ciudadanos no se veían perjudicados por su participación política.

Así entendida la igualdad es el fundamento practico de la libertad, así como su fundamento moral. Mientras que este fuerte compromiso con la igualdad puede entrar en conflicto con la segunda acepción de libertad (vivir como se quiere), los demó-cratas atenienses pensaban que estaban justificados ciertos límites en esa elección; si no se quiere que la libertad de un ciudadano interfiera injustamente en la de otro. Si todos tienen la misma oportunidad de participar en el gobierno, los riesgos aso-ciados a la igualdad pueden minimizarse, lográndose así el cumplimiento de ambos criterios de libertad.

Posteriormente, un largo período de eclipse del ideal de ciudadanía y democra-cia, caracterizara al pensamiento político occidental.

Gran parte de los autores que tratan de explicar estas circunstancias (Held, 1992; Respuela, 1995; Arblaster, 1992) sostienen que esto está vinculado al cambio de enfoque sobre el buen orden social, proveniente del predominio de la visión teológica y religiosa del mundo.

La preocupación ya no es la construcción de la ciudad justa, a partir de la parti-cipación directa de los ciudadanos, considerada la política como un espacio de libre determinación, sino la construcción de un orden de convivencia que respetaran los principios cristianos. La ciudad buena y justa es ahora aquella en que los hombres pueden vivir en comunidad con Dios y llevar una vida cristiana (Respuela, 1995).

El ideal cristiano conserva el ideal de igualdad aunque lo contextualizó de manera distinta como igualdad en la dignidad de la persona. En ese sentido, la Edad Media no aporta sustanciales reflexiones en cantidad y calidad para la filosofía política y tampoco nuevos aportes sobre la teoría democrática.

Sin embargo, Norberto Bobbio (1982) reconoce una “tradición de pensamiento romano - medieval” que sirvió de antecedente al surgimiento del concepto de “sobe-ranía popular que posteriormente se incorporó a la teoría democrática moderna.

Además de esto, se mencionan otros antecedentes, tal como la reedición del “republicanismo clásico”, reeditado por Nicolas Magnaselo, quien al mismo tiempo es el responsable de la creación de un campo político autónomo, separado de la religión y con características propias, así también se menciona el aporte realizado por la ética protestante.

Sin embargo, a partir del liberalismo, que surge en el siglo XVII, con la doctrina de los derechos individuales, es que aparecerá una nueva forma de pensar lo político, emergiendo de estas transformaciones la idea y la realidad de la democracia liberal.

2. LA DEMOCRACIA LIBERAL

El liberalismo, como ya lo hemos estudiado, implica una determinada concepción del Estado, según la cual este último tiene poderes y funciones limitados, por ello se contrapone abiertamente al absolutismo.

En este contexto es necesario destacar que existe una considerable distancia entre la concepción antigua y moderna de la democracia y la libertad. La primera for-mulación clara y acabada de la cuestión la realizó Benjamin Constant en su célebre discurso del Ateneo Real de París en 1818:

“El fin de los antiguos era la distribución del poder político entre todos los ciuda-danos de una misma patria; ellos llamaban a esto libertad. El fin de los modernos es la seguridad en los goces privados; ellos llaman libertad a las garantías acordadas por las instituciones para esos goces”.

En la polis la distinción entre esfera privada y esfera pública era desconocida. La

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libertad era puramente un concepto político, estaba garantizada por la participación activa y constante en el poder colectivo. Para los griegos hombre y ciudadano signi-ficaban lo mismo. Por eso idiotes era un término peyorativo que designaba al que no era polites, un hombre sin valor, por cuanto sólo se interesaba por sí mismo.

Los antiguos, según Sartori (1990), no reconocían al individuo como persona, con un “yo privado” merecedor de respeto; no podían hacerlo, porque esa concepción es producto del cristianismo, fue posteriormente desarrollada por el Renacimiento, por el protestantismo y el iusnaturalismo.

La concepción griega de la libertad política no implicaba libertad individual, basada en derechos personales. La única garantía para el ciudadano era su porción de soberanía.

Por el contrario, el Estado de derecho moderno tiene por finalidad proteger la libertad del individuo en cuanto persona.

La sociedad ha dejado de ser considerada un orden natural, al cual los hombres pertenecen también naturalmente y de lo cual dependen para ser tales. El contrac-tualismo ha modificado fundamentalmente este concepto, ya que a partir de él se la visualiza como el producto de la voluntad de los hombres, creación humana, con un origen artificial. La concepción organicista de la sociedad es reemplazada por una individualista. A esto contribuye también la configuracó6n del homo aeconomi-cus maximizador de sus ganancias individuales y la filosofía utilitarista de Benthan y James Mill.

En el contexto de esta nueva concepción de lo social, de la centralidad del indivi-duo y del concepto de “libertad negativa” aparece junto con el liberalismo el gobierno representativo, que constituye un elemento tradicionalmente no democrático.

Por ello esta necesaria conjunción le hace decir al autor que esta democracia moderna no es un mero agregado del ideal griego con algunos aditamentos pos-teriores, la democracia moderna es sustancialmente distinta a la antigua, es una democracia liberal.

Otros autores (Bobbio, 1992) sostienen que el liberalismo como teoría del Estado de derecho es moderno, mientras que la democracia, como forma de gobierno, es antigua. Esto es así porque afirma que el sentido descriptivo de democracia no ha cambiado, si bien cambia según los tiempos y las doctrinas su significado evaluativo. Entonces lo que cambia, no es el titular del poder político que siempre es “el pueblo” sino la manera amplia o restricta de ejercer ese derecho. Así tanto la democracia directa como indirecta derivan para este autor de la soberanía popular, aunque se distinguen por la modalidad y las formas en que es ejercida esa soberanía.

La democracia moderna no sólo no sería incompatible con el liberalismo sino que puede ser considerada, en algunos aspectos y hasta cierto punto, como su conse-cuencia natural.

Pero, sostiene también Bobbio (1992) sólo bajo la condición que se tome el tér-mino “democracia” en un sentido jurídico institucional y no en un sentido más sus-tancial. Es decir en el primer caso se pondría más el acento en el conjunto de reglas procedimentales (las reglas de juego), en el segundo caso en el ideal en el cual un gobierno democrático debe inspirarse, o sea en la igualdad.

De los dos significados el que se relaciona históricamente con la formación del Estado liberal es el primero. Si se considera el segundo, el problema de las relacio-nes entre liberalismo y democracia se complejiza y ha dado y seguirá dando lugar a considerables debates. En este caso el problema implica la resolución de la relación entre libertad a igualdad.

Así aparecen concepciones tan opuestas como liberalismo e igualitarismo, ya que ambas tienen sus raíces en concepciones del hombre y de la sociedad profun-damente diferentes. La primera, individualista, conflictiva y pluralista. La segunda, totalizante, armónica y monista.

Para el liberal, el fin principal, es el desarrollo de la personalidad individual. Para el igualitario, el fin principal es el desarrollo de la comunidad en su conjunto, aun a costa de disminuir la esfera de libertad de los individuos.

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En el contexto de este análisis. Sartori (1990) en la búsqueda de la conjunción de la libertad y la igualdad sostiene que es posible armonizar ambos conceptos, pero como poseen una lógica distinta, el predominio de uno de ellos desequilibra en uno y otro sentido esa convivencia.

Si se prioriza el componente liberal, éste, que sólo acepta la igualdad jurídica política, puede convivir con circunstancias y situaciones sociales fuertemente ini-gualitarias. El predominio democrático puede llegar a multiplicar los esfuerzos y los beneficios de la libertad.

En síntesis, en la igualdad late una pulsión horizontal y en la libertad un ímpetu vertical. A la democracia le preocupa la cohesión social y la igualdad distributiva, mientras que el liberalismo valora la eminencia y la espontaneidad. Y finalmente la diferencia fundamental es que el liberalismo gira en torno al individuo y la democracia en torno a la sociedad (Sartori, 1990).

El liberal se preocupa mas por la cuestión jurídico-política de limitar el poder dei Estado y el demócrata más por la cuestión social. Por ello el primero se preocupa por las formas y los procedimientos y el segundo, principalmente, por los contenidos y los resultados de la acción estatal.

En el sentido político, Estado liberal y Estado democrático no se diferencian. Pero en el aspecto socioeconómico, tal problemática solo es asumida como obligación por el Estado democrático.

En el Estado de derecho liberal el elemento liberal prevaleció fuertemente sobre el democrático, en el modelo de bienestar el democrático predomino sobre el liberal. En la actualidad las tendencias parecen mostrar una oscilación en la dirección contraria. Por ello es que si aceptamos la existencia de tensiones, que pueden llegar a verdade-ras contradicciones entre los elementos constitutivos de la democracia liberal, podría sostenerse que según el mayor o menor énfasis que se ponga en alguno de ellos y sus estrategias de combinación, se construyen distintos modelos de democracia.

Dentro de la teoría de la democracia, se advierte la plausibilidad de una sistema-tización de su estudio a partir de la selección de modelos (MacPherson, 1981; Held, 1991).

3. MODELOS DE DEMOCRACIA

El término modelo en sentido amplio se refiere a una construcción teórica diseñada para revelar y explicar los elementos, claves de una forma democrática y la estructura o relaciones que le subyacen. Los modelos son así “redes” complejas de conceptos generalizaciones, acerca de aspectos políticos, económicos y sociales, constituyendo una representación simplificada de la realidad esquemática, parcial y selectiva.Es una estructura quo nos permite organizar el conocimiento, cumpliendo una fun-ción explicativa a interpretativa mediadora entre la realidad y la teorización.Todo modelo implica determinados supuestos, tanta sobre la naturaleza de la socie-dad, como sobre el hombre, sus capacidades políticas, así como sobre la forma en quo justifica sus opiniones y preferencias.Tanto Held como MacPherson sostienen quo las ideas de la democracia que cada modelo contiene, impacta en la percepción sobre lo que la gente cree que ésta es y también sobre lo que podría o debería ser. Esto es importante, ya quo las creencias, acerca de lo que es el sistema político, no son ajenas a este, sino parte de él. Deter-minan efectivamente sus límites y posibilidades de evolución, lo que puede aceptarse o exigir. Participan en la constitución de la definición de los procesos políticos, dotan de sentido y legitiman acciones.La clasificación más abarcadora de modelos de democracia (Cortina, 1993) seria la quo distingue entre democracia participativa, de raíz clásica, y democracia liberal representativa.

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La primera implica que el pueblo es el titular del poder, siendo también quien lo ejerce. De modo que la participación del pueblo en el gobierno, consiste en un ejer-cicio directo del poder (según las distintas interpretaciones varían las estrategias, los modos de ejercicio). En este caso es posible hablar claramente de un gobierno del pueblo.Desde otra perspectiva, la democracia liberal y representativa, consiste en un sis-tema de gobierno que funciona con representantes, que se supone procuran los intereses y opiniones de los ciudadanos, en el marco del imperio de la ley: en este caso se trataría de un sistema de limitaciones y control del poder, que implicaría, mas que un gobierno del pueblo, un gobierno querido por el pueblo.Pero, siguiendo los análisis de MacPherson (1987) y Held (1992), es posible anali-zar más minuciosamente distintos modelos de democracia, que han presupuesto o suponen determinadas ideas sobre estos modelos, se deben tener en cuenta la natu-raleza y coherencia de sus pretensiones teóricas, la pertinencia de sus afirmaciones empíricas, y el carácter práctico de sus prescripciones.En nuestro análisis de los modelos de democracia planteamos un momento inicial para empezar su estudio: aquella instancia donde comienza la consideración de la ampliación del sufragio, que culminara con la conquista del sufragio universal.O sea, el proceso por el cual el modelo liberal se transforma en democracia liberal, por la ampliación del derecho de voto.

3.1. El modelo de la democracia como protección

Esta versión de la democracia cuenta como antecedente al pensamiento de Madison en El federalista. Su propuesta expresa el deseo de conjugar los principios liberales con los democráticos.Trata de reconciliar los intereses particulares con “la república”. En ese marco sos-tiene al Estado federal representativo como la mejor alternativa para garantizar los intereses de los individuos y proteger sus derechos. Por otra parte, este autor estaba a favor de un gobierno popular, siempre y cuando no existiera el riesgo de que la mayoría pudiera volver los instrumentos de la política del Estado, contra los privile-gios de la minoría. Según sostiene Held 11992) a pesar de la considerable novedad de sus argumentos, Madison era sin dudas, un demócrata con muchas reservas.Los grandes expositores de la democracia como protección son Jeremy Benthan y James Mill. Para estos autores la democracia liberal estaba asociada con un aparato político que asegurara la responsabilidad de los gobernantes ante los gobernados. Se plantea la exigencia de un gobierno quo proteja a sus ciudadanos del uso del poder despótico.La justificación del modelo liberal democrático, está dado por Bentha y Mill en tanto éste garantizada las condiciones necesarias para que los individuos persigan sus intereses, sin el riesgo de interferencias políticas arbitrarias, para que puedan partici-par libremente de las transacciones económicas, intercambien trabajo y bienes en el mercado y se apropien de los recursos en forma privada (Held, 1992).Estas ideas eran centrales en el liberalismo inglés del siglo XIX, pero aquí no sólo constituyen una defensa del Estado “mínimo” sino que se propone con fuerza cierto tipo de intervención estatal para reprimir la desobediencia y reorganizar las relacio-nes o instituciones sociales (el sistema de presiones es el símbolo de esta época).Benthan y Mill, seculares y utilitaristas sostenían que la motivación predominante de los seres humanos es satisfacer sus deseos y evitar el dolor. Por ello, el ámbito de acción del Estado, debe ser fuertemente restringido a la creación de una estructura que permita a los ciudadanos desarrollar sus vidas privadas, libres de interferencias políticas indeseadas, pero protegidas de la violencia, a fin de cumplir con la maximi-zación de la satisfacción individual y la minimización del sufrimiento.La democracia se convierte en un medico para realizar estos fines, no un medio en sí misma, para permitir el desarrollo de todas las personas.Así los autores encuentran algunos fundamentos para excluir del sufragio a las muje-

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res y a grandes sectores de la clase trabajadora, aunque la lógica de sus argumentos parecía apuntar hacia el sufragio universal.Pero, una idea que surge de esta propuesta –la igualdad formal de los ciudadanos para proteger sus propios intereses–, puede extenderse a un ideal igualitario de con-secuencias perturbadoras para el orden liberal. Así se puede exigir que para la real protección de sus intereses, todos los individuos sin distinción, deben exigir el voto a igualdad de derechos ciudadanos. Y por otra parte, ¿una protección igualitaria de los intereses individuales no exigiría una distribución equitativa del poder?

3.2. El modelo de la democracia como desarrollo

Este modelo presenta algunas características que permiten incluir como un antece-dente de sus formulaciones al pensamiento de Rousseau.Según sostiene el actor, en una democracia los ciudadanos deben disfrutar de igual-dad política y económica, para que nadie pueda ser amo de nadie y para que todos puedan disfrutar de igual libertad a independencia en el proceso de desarrollo colec-tivo.Pero de acuerdo al corte histórico propuesto para los modelos de democracia (el debate sobre el sufragio) el verdadero representante de esta propuesta es John Stuart Mill, quien trata de defender una concepción de la vida política que garantice la libertad individual, a través de un gobierno responsable, y una burocracia eficiente, libre de prácticas corruptas y de regulaciones excesivamente complejas. Los peligros para estas aspiraciones provienen, según el autor, de las clases dirigentes que se resisten al cambio, así como de los sectores populares que tratan de forzar el cambio más allá de su formación y preparación. También provienen del propio gobierno, que en el contexto de las transformaciones de la sociedad industrial, corría el riesgo de expandir su poder más allá de los límites deseables.John Stuart Mill tiene una fuerte adhesión a la democracia liberal, la cual, conside-raba, no sólo debía establecer los marcos para el logro del interés individual, sino que era un mecanismo fundamental de desarrollo social.La participación en la vida política resulta fundamental para crear un interés directo en el gobierno y consecuentemente las bases de una ciudadanía – masculina y feme-nina –, informada y en desarrollo.En una de sus obras Sobre la libertad (1859), Mill se preocupa por establecer la naturaleza y límites de los frenos a la intervención arbitraria del poder sobre los ciu-dadanos. Reivindica la libertad de pensamiento, discusión y publicación, asociación y combinación siempre que no cause perjuicios a otros.Advertía sobre los peligros de un poder despótico y de un Estado sobredimensio-nado.La dignidad humana se ve amenazada por el poder absoluto, y la mejor manera de salvaguardar los derechos de los individuos es la participación en forma rutinaria en su articulación. Cuando los individuos están comprometidos en la resolución de los problemas que los afectan o que inciden en la comunidad en su conjunto, se acre-cientan las posibilidades de crear soluciones imaginativas y estrategias exitosas.Para el actor, la mejor estrategia para lograr esos objetivos, era el gobierno represen-tativo, cuyo poder está restringido por el principio de la libertad.Destacaba el peligro de un crecimiento exagerado del poder gubernamental y de una burocracia sobredimensionada, sostenía que la democracia podía contrarrestar a la burocracia. Pero también destacó la imposibilidad de reeditar la democracia de la polis en una sociedad moderna, ya que los problemas que plantea la coordinación y regulación de un Estado densamente poblado, son demasiados complejos para implementar cualquier sistema de democracia clásica o directa.El establecimiento de un sistema representativo, junto con la libertad de expresión, de prensa y de reunión, constituye la estrategia mejor para el control de los poderes gubernamentales.Mill valoraba tanto la democracia como el gobierno especializado, por lo tanto pro-

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ponía el control del segundo, pero sin interferir en su eficiencia. Lograr el equilibrio entre ambos polos era una de las cuestiones más difíciles, complicadas y relevantes del arte de gobierno.Por otra parte, el autor se de los supuestos de la tradición liberal al considerar a las mujeres como “adultos maduros” con derecho a ser individuos “libres e iguales”.Mill combina argumentos formales de la democracia con elementos “protectores”, del individualismo liberal. Además, si bien es muy crítico con respecto a las desigual-dades en riqueza y poder, en tanto impedían el desarrollo de las personas (sobre todo de los trabajadores) no llegó a asumir un compromiso fuerte con la igualdad política y social.Su pensamiento es controvertido y da lugar a diversas lecturas. Se advierte un mar-cado “elitismo intelectual” que se manifiesta en la mayor proporción de peso elec-toral que le atribuye a las personas educadas, fundado en el potencial liberador y emancipador que le otorgó al conocimiento.Por otra parte, si bien creía en la completa protección de la propiedad privada, pro-ponía experimentar con otras formas de propiedad que podían ser beneficiosas para el progreso de la humanidad. También proponía dentro de la esfera legítima de actua-ción del Estado la formación de la protección de la salud, la seguridad laboral, la educación y, en definitiva, la protección contra la pobreza, argumentos que luego asumiría el Estado de bienestar.Estos dos modelos corresponden a las primeras reflexiones sobre la democracia libe-ral en el siglo pasado. En la primera mitad de este, se destacan otras dos propuestas, que se disputan también, el sentido de la democracia.En este marco tenemos, en primer lugar, el modelo elitista competitivo de la demo-cracia.

3.3. El modelo elitista de la democracia

Coincidiendo con Max Weler, Schumpeter consideraba que el capitalismo había dado un impulso enorme al “proceso de racionalización”. Esto último, por otra parte, es un aspecto necesario de un mundo complejo, que precisa de una organización impar-cial y funcional, en que únicamente “gobiernos de expertos” puedan dirigir el aparato administrativo del Estado en su tarea de regulación y control; por ello es que contem-poráneamente sólo puede sostenerse un modelo muy limitado de democracia.El capitalismo industrial, orientado hacia el mercado, es consecuentemente suplan-tado por los procesos económicos organizados o complicados.Debemos destacar que este análisis de los procesos políticos y económicos, corres-ponde al momento de establecimiento del Estado de bienestar.Para Schumpeter, ni el socialismo, ni la democracia, están amenazados por la buro-cracia, por el contrario esto último es un complemento inevitable de ambos (Held, 1991).La burocratización es, así, la base de la gestión moderna y del gobierno democrático, independientemente que lo económico sea socialista o capitalista.La propuesta del “elitismo competitivo” de Schumpeter se fundamenta en un rechazo abierto a la teoría clásica de la democracia, que implicaba para el autor, un arreglo institucional para Ilegar a decisiones políticas que realicen el bien común fundadas en la soberanía popular.Schumpeter critica esta concepción, sosteniendo que la idea de bien común es peli-grosa y engañosa, en tanto las personas tienen distintas preferencias y valores que en las sociedades modernas diferenciadas no pueden resolverse apelando a una voluntad general universal. Subestimar las diferencias postulando un acuerdo racio-nal sobre el bien común es además peligroso, por cuanto justifica el rechazo de toda disidencia como irracional.Por otra parte, sostiene que en el mundo contemporáneo, las decisiones de orga-nismos no democráticos, pueden resultar, en ciertas circunstancias, más aceptables para las personas en general, que las decisiones democráticas, ya que tales orga-

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nismos pueden producir políticas más beneficiosas a largo plazo, que los distintos partidos no habrían aceptado.Finalmente, Schumpeter ataca directamente la naturaleza misma de la “voluntad general” afirmando que esta o sea la voluntad de la mayoría de los votantes tiene poco, prácticamente nada, de fundamento racional. El ejemplo de la publicidad es una prueba del carácter manipulable de los deseos y elecciones “individuales”. Por otra parte, en política la distancia entre la vida cotidiana de la mayoría de las perso-nas y las complejas cuestiones nacionales a internacionales, la posicionan en una situación muy débil y poco informada sobre políticas o ideologías alternativas.Así Schumpeter sostiene que a fin de evitar los peligros y riesgos de la política con-temporánea se deben superar “imaginarios” típicos de la doctrina clásica de la democracia. En primer lugar, no se debe aceptar la idea de que el “pueblo” tiene opi-niones concluyentes y racionales sobre las cuestiones políticas. El pueblo sólo debe ser el instrumento para seleccionar a los hombres capaces de tomar decisiones. El rol del elector se reduce a aceptar o rechazar un candidato, quien tiene la capacidad de gobernar la complejidad de la política y que ha sido legitimado por el voto en sus acciones posteriores. Para este autor, la democracia tiene mucho más posibilidades de ser efectiva cuando los dirigentes pueden establecer las políticas sin el estorbo de los electores.Lo cierto es que la concepción de Schumpeter refleja con exactitud ciertos aspectos de los procesos políticos contemporáneos: la lucha por el poder entre las elites par-tidarias, el importante papel de las burocracias públicas, la forma en que la política maneja las técnicas publicitarias, etcétera.Pero, sostener en función de estos elementos una visión tecnocracia de la democra-cia, es tanto antiliberal como antidemocrática, por cuanto determina la individualidad por las fuerzas sociales, restándole discernimiento propio.Según sostiene Held (1991), la problemática descripción de Schurnpeter de la natu-raleza de la acción y su poca estimación de las capacidades de las personas, plan-tearon una serie de dificultades: en primer lugar si el electorado es incapaz de juicios razonables en cuestiones políticas, ¿por qué sí se lo puede considerar capaz de discriminar los mejores candidatos? ¿por qué se lo considera incapaz de evaluar políticas que no son tan alejadas de su vida cotidiana y sobre las cuales suele tener opiniones firmes? ¿Acaso existen fundadas evidencias acerca del poder de ciertos condicionamientos (Como la publicidad) sobre las actitudes políticas de las perso-nas? Todo ello por lo menos plantea ciertas dudas sobre la versión schumpeteriana del funcionamiento del mercado político identificándolo con el mercado económico. No resulta del todo claro la solidez de un enfoque que reduce la democracia a la com-petencia por el liderazgo, en el cual los representados no cuentan con otra instancia que el voto peri6dico. Esto no solamente plantea dudas en función de lo que la demo-cracia debería ser, sino que cuestiona si esta es tal como Schumpeter dice que es.

3.4. El modelo pluralista de la democracia

Su más conspicuo representante es Robert Dahl. Este autor entiende a la democracia como posibilidad de la igualdad de participación y control de los ciudadanos. Este enfoque que también pretende ser descriptivo (al igual que el elitista) del funciona-miento de la democracia, sostiene que la política democrática moderna, es en la realidad, mucho mas competitiva y las políticas resultantes, mucho mas satisfactorias que lo que sugiere el modelo de Schumpeter. Los pluralistas alcanzaron notoriedad en la década 50-60 en EE.UU. y han sido criticados, sobre todo por los marxistas, como una formulación ideológica ingenua de las democracias occidentales_Los pluralistas aceptan en líneas generales, el planteamiento de Schumpeter, acerca de que la distinción entre democracia y no democracia está dada por los métodos de elección de los líderes políticos, también aceptaban la apatía y desinformación del electorado, pero no aceptaban la inevitabilidad de la concentración de poder en las elites.

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La base teórica del pluralismo se vincula a dos corrientes de pensamiento: la heren-cia de Madison y las concepciones utilitaristas. En relación a la influencia del primero, los pluralistas han centrado su preocupación, al igual que Madison, en las facciones. Destacan las interacciones individuales o de grupos en la competencia por el poder. Pero a diferencia del actor mencionado, los pluralistas sostienen que las facciones no suponen un peligro para las democracias, por el contrario, constituyen una fuente estructural de estabilidad y la expresión central de la democracia, ya que la existencia de intereses competitivos diferentes, es la base del equilibrio democrático.A partir de su enfoque, al que consideran puramente descriptivo, pretenden analizar el funcionamiento de la democracia real, que esta muy alejada de los ideales de la democracia ateniense o del modelo de Rousseau.Para los pluralistas la construcción del poder surge de un proceso interminable de intercambios entre numerosos grupos que representan distintos intereses (sindica-tos, partidos, grupos étnicos, estudiantes, etcétera).Por ello no existe, en este modelo, un poderoso centro de toma de decisiones. Atento a esto surge una sociedad de centros de toma de decisiones. La explicación acerca de cómo frente a esta dispersión es posible una relativa estabilidad de la democra-cia, esta dada por la pertenencia de toda persona a múltiples grupos con intere-ses diversos, y a que ningún grupo puede monopolizar el poder. En definitiva, de la lucha entre intereses, surge lo político hasta cierto punto independiente, dentro de los marcos democráticos.Por otra parte, sostiene que los ciudadanos comunes, ejercen un grado de control relativamente alto sobre los dirigentes, fundamentalmente por el funcionamiento de dos mecanismos: las elecciones periódicas y la competencia entre partidos.Asimismo, sostenía que el temor de ciertos liberales democráticos (Madison, Tocque-ville y S. Mill) acerca de “la tiranía de la mayoría” era infundado, ya que la realidad muestra una poliarquía, es decir una situación de lucha y competencia entre los distintos grupos.Por ello, el carácter democrático de un régimen, esta garantizado por la existencia de múltiples grupos o múltiples minorías.Existen ciertos prerrequisitos para el funcionamiento de una poliarquía: consenso sobre las reglas de procedimiento, consenso sobre el margen de opciones políticas, consenso sobre el ámbito legítimo de la actividad política, etcétera. Estos son los resguardos más profundos de cualquier forma de gobierno opresivo.A pesar de no negar la importancia de las normas constitucionales, para Dahl, la pro-tección contra la tiranía provenía de las normas y prácticas no constitucionales.Se puede objetar a los pluralistas que su “realismo” tendía a deslizarse hacia una nueva teoría normativa, que postulaba como modelo los sistemas democráticos occi-dentales y renunciaba al estudio de la justificación de los distintos modelos demo-cráticos y a un análisis crítico de los ideales y métodos de la democracia. Por el contrario, el criterio para valorar las distintas teorías de la democracia, se asienta en su adecuación o no al modelo pluralista.Finalmente, en cuanto a los modelos que en la actualidad se disputan la definición y sentido de las democracias, podemos analizar el modelo legal neoliberal y el modelo de la democracia participativa. Asimismo, presentaremos una tercera propuesta con-temporánea que cuestiona los presupuestos epistemológicos y ontológicos de estas alternativas y descree de su plausibilidad explicativa para dar cuenta de los actuales sistemas democráticos.El modelo neoconservador también denominado neoliberal, cuyos expositores más destacados son Hayeck y Nozick, en última instancia evidencia la preocupación por avanzar la causa del liberalismo contra la democracia, tratando de limitar el uso democrático del poder del Estado. Parte del presupuesto de que la vida política, al igual que la economía como con la provisión social de oportunidades. Sostiene la restricción de ciertos grupos, fundamentalmente de los sindicatos, en su poder para hacer valer sus objetivos, postulando también la formación de un gobierno fuerte para aplicar la ley y el orden.

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Sus presupuestos respecto al hombre y la sociedad se podrían resumir en lo siguiente: – No existe ninguna entidad social o política a excepción de los individuos. Supone

la convicción de que los individuos pueden juzgar acabadamente qué es lo que quieren y que además poseen aspiraciones radicalmente diferentes. En con-secuencia se los considera poseedores de libertad para intentar llevar a cabo su propia visión de la vida buena en una comunidad ideal donde nadie puede imponer su propia visión de la utopía a los demás (Nozick, 1990). Naturalmente no se puede justificar un Estado extenso, sino un Estado mínimo ya que de lo contrario violaría la libertad de los individuos y el derecho a no ser forzado a hacer ciertas cosas.

– Por ello es imposible establecer patrones de distribución social, ya que la única organización legítima de los recursos humanos y materiales, es negociada a través de la actividad libre de los individuos en intercambios competitivos con otros.

– Las únicas instituciones políticas justificadas y legitimadas son las que apoyan un espacio de libertad, que preservan la autonomía y los derechos individua-les.

Se asienta sobre una concepción del hombre definida por derechos subjetivos que se poseen frente al estado y los demás ciudadanos, al igual que los derechos polí-ticos, que tienen la misma estructura. Permiten a los ciudadanos hacer valer sus intereses privados hasta formar una voluntad política capaz de influir en la admi-nistración. Así los ciudadanos pueden controlar si el poder del estado se ejerce en interés de los ciudadanos como personas privadas. Desde esta concepción de hombre, la participación en la política no es en sí valiosa, sino un instrumento para satisfacer fines privados. El valor de la participación política es bajo y no tiene nada de condenable al apoliticismo de los ciudadanos ni la apatía.Este modelo supone el imperio de la ley, la vigencia del estado constitucional, una intervención mínima del estado en la sociedad civil y una sociedad de mercado lo más extensa posible. Supone un gobierno fuerte y efectivo fundado en los principios liberales, la regulación al máximo de la regulación burocrática y la restricción de los grupos de interés.El otro modelo, no es tan específico ni homogéneo en cuanto reconoce distintas vertientes. Las definiciones del participacionismo proceden de formas poco sistemá-ticas, lo que dificulta una visión clara de sus propuestas. Se comprende esta falencia si se acepta en definitiva que el participacionismo constituye fundamentalmente una reacción de insatisfacción ante la democracia representativa, una crítica ante sus consecuencias negativas y la aspiración de realizar un ideal de hombre político, más que una alternativa detallada, acabada e incluso viable (cortina, 1993).En la definición de este modelo, el hombre es un animal político en un triple sen-tido. En primer lugar, se sostiene que el hombre para realizarse plenamente nece-sita desarrollar entre otras cosas, capacidades, principalmente la capacidad de participar de modo significativo en las deliberaciones y decisiones que afectan a la comunidad en la que vive. Además, esta participación tiene su sentido educa-tivo y positivas consecuencias psico-sociales, en cuanto permite el desarrollo de otras facultades, tal como la capacidad de deliberar y decidir de acuerdo a intereses comunes y no solo individuales y grupales. Finalmente, reforzaría el sentido de per-tenencia a la propia comunidad por las estrechas relaciones a que da lugar el trato continuo. En este sentido el status de individuo no viene definido por un patrón de libertades negativas, cuyo uso se ejerce como personas privadas. Por el contrario los derechos ciudadanos son mas bien libertades positivas, que permiten a los ciu-dadanos constituirse en sujetos políticamente responsables en una comunidad de libres a iguales (Habermas, 1994). La democracia se constituye como una forma de vida valiosa por si misma, en tanto respeta y fomenta el carácter autolegislador de los individuos, potencia el sentido de justicia al considerarla capaz de orientarse por intereses generalizables.

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En cuanto a las condiciones generales que harían posible el funcionamiento del modelo se requiere:- Mejora directa de los grupos sociales que no cuentan con iguales oportunidades a través de la redistribución de recursos materiales.- Reducción al mínimo posible del poder burocrático no responsable ante los ciuda-danos.- Un sistema abierto de información que garantice decisiones informadas. - Igualdad de oportunidades para hombres y mujeres.Los principales teóricos de este modelo, corno MacPherson, Pateman y Poulant-zas han combinado y reformulado las ideas provenientes de la tradición liberal y marxista. En este sentido su contribución ha sido importante en cuanto a superar el interminable a infructuoso debate entre ambas tradiciones sobre la democracia.Sin embargo, las carencias se advierten en cuanto a la especificación de propuestas tales como: como organizar en la realidad la economía y como relacionarla con el aparato político? Cómo combinar las instituciones de la democracia directa con las de la democracia representativa a fin de lograr una ampliación de la participación? Cómo tratar los problemas que plantea el nuevo orden internacional? Y, entre otras, cómo podría implementarse la participación en sociedades complejas y diferencia-das?Este último interrogante es fundamental, ya que el modelo de democracia partici-pativa supone que las personas quieren en general, expandir el margen de control sobre sus vidas. Aunque ellos mismos advierten, postular que las personas ejercitan sus capacidades y gozan con el ejercicio y desarrollo de éstas, no deja de ser por el momento una aspiración a la transformación.

4. UNA PERSPECTIVA TEÓRICA SOBRE LA COMPLEJIDAD DE LA DEMOCRA-CIA

Desde una perspectiva diferente, Danilo Zolo (1994) considera cuestionables los análisis teóricos de los autores que representan los distintos modelos de demo-cracia desarrollados, y en especial, su crítica podría aplicarse con mayor énfasis a los dos últimos, pues constituyen una rehabilitación de la tradición ético-política, que adolece del error de la indiferenciación entre la dimensión axiológica de las valoraciones y la dimensión deontológica de las prescripciones. La ausencia de tal distinción implicaría elevar arbitrariamente al status de una regla general del com-portamiento lo que es en realidad el resultado de valoraciones, convenciones y deci-siones particulares que no podrían pretender ningún fundamento ontológico.Según sostiene el autor, los sistemas éticos, al igual que los legales o políticos, carecen de toda regla básica que los haga intrínsecamente obligatorios. Por otra parte, estas teorías, según este autor, son objetables en tanto presentan limitadas posibilidades explicativas de los procesos reales, ya que no dan cuenta de la com-plejidad social.Así postulan modelos de sociedades informadas por principios claros, simples uni-versales y universalmente compartidos que pretenden pueden tener factibilidad en sociedades post-industriales, caracterizadas por la contingencia y la pluralidad de valores y afiliaciones sociales, como así también por la decadencia de las normas de racionalidad en la acción política.En las sociedades diferenciadas, las justificaciones políticas tienen poco en común con las categorías de la ética universal, siendo particularistas, contingentes y amplia-mente variables.Por otra parte, en los sistemas políticos democráticos contemporáneos, según la crí-tica de Zolo a los enfoques mencionados, la asignación de recursos sigue la lógica de la atribución oportunista y las demandas de los grupos son satisfechas o desalen-tadas como parte del funcionamiento de equilibrios políticos que tienen en cuenta las capacidades organizacionales, el potencial de conflicto y la significación de los distintos actores sociales. Así también el conflicto social, aun en los regímenes más

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democráticos, es regulado a través de la imposición autoritaria de criterios distribu-tivos, que tienen poco que ver con un fundamento ético de las leyes y los deberes políticos.Los presupuestos a su vez de este análisis crítico de los llamados «modelos ético-políticos» implican una visión opuesta, en tanto sostienen que no es el consenso moral lo que mantiene unidos a los hombres en una comunidad política, sino el miedo, la exigencia de seguridad y la necesidad.En cuanto a la función específica del sistema político es la de regular selectivamente la distribución de los riesgos sociales, reduciendo el miedo, de esta manera, a través de la asignación competitiva de «valores de seguridad». Esto produce confianza al permitir a los agentes sociales funcionar conforme a expectativas estables de com-portamiento de acuerdo a reglas colectivas. Sustrae de las expectativas colectivas la porción de riesgo y frustraciones que no podrían asumir sus miembros sin un grave trastorno social, y deja a la «libertad» de los individuos la neutralización de los ries-gos que son menos importantes.Las funciones protectoras del sistema, si se acepta la propuesta, son cumplidas de manera más lineal por un sistema monocrático u oligárquico que por uno democrá-tico. La paradoja de la democracia en ese sentido, consiste en que el aumento de la diferenciación y la complejidad social es responsable de las exigencias moder-nas de democracia. La cual continuaría como necesaria, pero ese mismo aumento la constituyen en la forma de gobierno más frágil y casi irrealista, con una fuerte tendencia a revelar que esas exigencias no podrían tener éxito. Esto constituye la antinomia funcional central, la que según Zolo, no perciben las otras teorías y por ello no pueden ni siquiera comenzar a resolver.En este sentido las cuestiones centrales, en cuanto a la problemática a abordar en el estudio de la democracia serían:

- La complejidad social provocada por la velocidad del desarrollo científico y tecno-lógico, constituye a hacer imposible la democracia, a causa de los riesgos evoluti-vos que la amenazan. Estos son, entre otros: la dificultad técnica de los problemas administrativos, la diversidad y movilidad de los intereses sociales, la sensación cre-ciente de discontinuidad social e incertidumbre personal, problemas que son cada vez menos susceptibles de manejo político, requiriendo a su vez las soluciones un consenso cada vez más difícil de obtener mediante procedimientos formales. Esto en contextos donde la «voluntad general» se fragmenta en una confusa multiplicidad de particularismos e intereses localizados.Así sostiene Zolo que no son las tradicionales alternativas institucionales de la izquierda y la derecha las que parecen amenazar el futuro de la democracia, en tanto en realidad éstas parecen menos creíbles y practicables que en otros momen-tos. Son los riesgos evolutivos de los sistemas democráticos que parecen imponer en nombre de la eficiencia de la decisión política, la seguridad de la sociedad, el desarrollo tecnológico o la expansión de los esquemas de consumo para la reduc-ción de la complejidad social, un sistema político concentrado y especializado. La diferenciación y la complejidad social produce en las sociedades posindustriales modernas, una radical reformulación de la esfera pública, la cual se puede analizar a partir de tres fenómenos: la autorreferencia del sistema de partidos, la inflación de poder y la neutralización del consenso.Respecto de los primeros, en los actuales procesos, las burocracias partidarias no contribuyen a la legitimación del sistema político, en cuanto canalizadoras de demandas. Más bien desarrolla su acción sobre la ficción de la representación, ayu-dando a mantener viva una imagen pública de la arena política como sistema, gene-ral y abierto. Por otra parte, en relación a la competencia partidaria, las propuestas casi no se diferencian por la tendencia casi indiscutible de converger hacia el centro, donde pueden reunir el mayor número de votos volátiles. Esto se evidencia en los discursos que sostienen, lo más ambiguos posibles, para así favorecer una plurali-dad de expectativas a veces discordantes.

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Respecto del segundo punto, algunos autores sostienen que cuanto más se expan-den y aumentan en complejidad las actividades del gobierno político, menos contro-lables y seguros son los efectos de las decisiones. Cuanto más crece la complejidad del medio ambiente, más difícil se vuelve el control de sus variables, dado que la cognición, la producción y la programación tienen lugar en condiciones de desorden y turbulencia en aumento. Esto requiere de una disponibilidad social de mayor can-tidad de poder a los gobiernos, a fin de dar lugar a la ejecución y legitimación de los cursos de acción seleccionados. Lo paradójico resulta que esta demanda coexiste con una mayor heterogeneidad y fragmentación de las expectativas sociales que brotan de una sociedad fuertemente diferenciada.Por ello la gobernabilidad democrática de las sociedades reside en la capacidad del sistema de responder con rapidez a las exigencias de seguridad contra los riesgos de la complejidad; de lo contrario corre el riesgo de entrar en colapso en conjunto con todo el espectro de instituciones y procedimientos «representativos». Por ello se convierte en una necesidad funcional, más que en una demanda política conser-vadora, el aseguramiento de la gobernabilidad, a través de la drástica selección de las expectativas sociales a fin de evitar una insuficiencia decisional crónica. Así la neutralización de excesivas demandas de democracia, puede ser presentada como la condición estructural para la supervivencia de la misma democracia.Finalmente, con respecto a las actuales posibilidades de neutralización del con-senso, esto es posible porque la vasta mayoría de los ciudadanos, en tanto no están directamente involucrados en una transacción política son espectadores distraídos que se abstienen de la política, y por otro lado, dada la heterogeneidad y particula-ridad de las expectativas políticas que surgen de una sociedad diferenciada, el sis-tema político puede satisfacer oportunamente las demandas de agentes y grupos, realizando una constante reestructuración de expectativas mediante estrategias de diferenciación excluyendo del proceso político todas las formas de conflictividad radical.

5. CONCLUSIÓN

Hemos expuesto sintéticamente distintos modelos que se han disputado y dispu-tan, el significado o sentido del régimen democrático. Todos ellos, lo asuman o lo eludan, contienen valoraciones, y como dice Zolo (1994) formulan prescripciones que pretenden ser obligatorias, aunque se asientan sobre la propia valoración de la democracia. A su vez, Zolo prescribe la inevitable impracticabilidad de la democra-cia en los complejos sistemas contemporáneos, aunque también esto se asienta en su propia valoración.Entonces, debemos admitir que por una parte, la adhesión a la democracia como la forma más adecuada de organizar la vida política tiene menos de cien años. Por otra parte, la propia idea de democracia liberal es compleja, quizás contradictoria y está marcada por interpretaciones contrapuestas.Podemos concluir con Bobbio (1986) en una definición mínima, procedimental de democracia como aquel sistema que debe cumplir con las siguientes reglas:I) Todos los ciudadanos, sin distinción, deben gozar de derechos políticos. II) El voto de todos los ciudadanos debe tener el mismo valor.III) Todos los ciudadanos deben ser libres de votar según su opinión, formada

libremente.IV) Deben tener alternativas reales, plurales.V) Debe valer el principio de la mayoría, pudiendo establecerse distintas

formas de mayoría previamente indicadas.VI) Ninguna decisión de la mayoría puede limitar los derechos de la minoría.Se debe admitir, sostiene el autor, que basta la inobservancia de una de estas reglas para que el régimen no sea democrático.En cuanto a su significado, a sus contenidos, dependerá inevitablemente del que en un determinado momento histórico--social, sea el prevaleciente.

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Así su sentido puede ser más individualista o comunitario, priorizará la libertad o la igualdad, la limitación del poder o la plena expansión de la soberanía popular, la representación o la participación, como algunas de las cuestiones centrales.

BIBLIOGRAFIA

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................................LA DEMOCRACIA

LA DEMOCRACIA CLÁSICA Y LA MODERNAEl surgimiento de la democracia se remonta a Grecia al igual que el surgimiento del término, en la primera mitad del siglo V a.C. y más específicamente se alude a Atenas.Factores que permitieron el surgimiento:-Emergencia de un vasto sector ciudadano económica y militarmente indepen-diente.-Comunidades pequeñas y compactas.No existían obstáculos serios a la participación ya que no se trataba de una sociedad muy extensa ni compleja.Los ideales políticos atenienses eran: -Igualdad entre las ciudades. -Libertad. -Respeto a la ley. El concepto de ciudadanía implicaba la participación directa en los asuntos de la ciudad. Se postulaba un compromiso absoluto con el principio de la virtud cívica y la

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subordinación de la vida privada a los asuntos públicos. El proceso de decisión estaba fundado en la participación directa. El procedimiento para la producción de las decisiones y las leyes descansaban en la convicción de que la fuerza de las mejores argumentaciones, en un contexto de igualdad de expre-sión pero todos en asamblea soberana, les daba un fundamento más adecuado, racional y consistente, que la costumbre o la imposición por la fuerza.La igualdad ante la ley y el imperio de la ley como resultado de la soberanía popular aseguraban la libertad.Posteriormente un largo eclipse del ideal de ciudadanía y democracia, caracterizará al pensamiento político occidental. Entre el ocaso de la cultura y la política griega, y el surgimiento del liberalismo en S XVII la preocupación no será la de la construcción de una ciudad justa, a partir de la participación directa de los ciudadanos, sino la construcción de un orden de con-vivencia que respetaran los principios cristianos. La ciudad buena y justa es ahora aquella en que los hombres pueden vivir en comunidad con Dios y llevar una vida cristiana.

LA DEMOCRACIA LIBERAL Existe una considerable diferencia entre la concepción moderna y la antigua de libertad y de democracia.En la polis la distinción entre la esfera publica y privada era desconocida. La libertad era puramente un concepto político, estaba garantizada por la participación activa y constante en el poder colectivo. Para los griegos hombre y ciudadano era lo mismo.La concepción griega de libertad política no implicaba la libertad individual, basada en los derechos personales.Por el contrario el Estado de derecho moderno tiene por finalidad proteger la libertad del individuo en cuanto persona.Aparece el gobierno representativo el cual constituye un elemento tradicionalmente no democrático. La democracia moderna no es incompatible con el liberalismo, pero existe una ten-sión entre ellos. Según el mayor o menor énfasis que se ponga sobre alguno de ellos se construyen distintos modelos de democracia.El liberal se preocupa mas por la cuestión jurídico política de limitar el poder del estado, gira en torno al individuo.A la democracia le preocupa la cohesión social y la igualdad distributiva.

MODELOS DE DEMOCRACIA

Modelo de democracia como protección (Jeremy Benthan y James Mill)Se exige que el gobierno proteja a sus ciudadanos del uso del poder despótico.El ámbito de acción del Estado debe ser fuertemente restringido a la creación de una estructura que permita a los ciudadanos desarrollar sus vidas privadas, libres de interferencias políticas indeseadas, pero protegidas de la violencia, a fin de lograr la satisfacción individual y minimizar el sufrimiento.La democracia se convierte en un medio para alcanzar esos fines.

Democracia participativa: el pueblo es el titular delClasificación poder y lo ejerce en forma directa.

Democracia liberal y representativa: funciona con representantes que procuran los intereses de los ciudadanos, en el marco del imperio de la ley. Hay limitaciones y control al poder.

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Modelo de democracia como desarrollo (John Stuart Mill)En una democracia los ciudadanos deben disfrutar de igualdad política y económica para que todos puedan disfrutar de igual libertad e independencia.Se debe garantizar la libertad individual a través de un gobierno responsable y una burocracia eficiente.El establecimiento de un sistema representativo junto con la libertad de expresión de prensa y de reunión constituye la mejor estrategia para el control de los poderes gubernamentales.Este modelo combina elementos formales de la democracia con elementos protecto-res del individualismo liberal.

Modelo elitista de la democracia (Schumpeter)Contemporáneamente solo puede sostenerse un modelo muy limitado de democra-cia ya que únicamente “gobiernos de expertos” pueden dirigir el aparato administra-tivo del Estado.La burocracia es la base de la gestión moderna del gobierno democrático.La idea de bien común, que es que es a lo que apuntan las decisiones políticas en un modelo clásico de democracia, es peligrosa y engañosa, en tanto las personas tienen distintas preferencias y valores y que en las sociedades modernas no pueden resolverse apelando a la “voluntad general” universal.La “voluntad general” tiene poco o nada de racional.No debe aceptarse la idea de que el pueblo tiene opiniones concluyentes y raciona-les sobre las cuestiones políticas. El pueblo solo debe ser el instrumento para selec-cionar a los hombres capaces de tomar decisiones.

Modelo pluralista de democracia (Robert Dahl)Para los pluralistas la construcción del poder surge de un proceso indeterminable de intercambios entre numerosos grupos que representan distintos intereses.La explicación a cerca de cómo frente a esta dispersión es posible un a relativa esta-bilidad de la democracia, esta dada por la pertenencia de toda persona a múltiples grupos con intereses diversos, y a que ningún grupo puede monopolizar el poder.Los ciudadanos ejercen un fuerte control mediante las elecciones periódicas y las luchas entre los partidos.El carácter democrático esta garantizado por múltiples grupos o minorías.

Modelo neoliberal o neoconservador (Hayeck y Nozic)Este modelo supone el imperio de la ley, la vigencia del Estado constitucional, una intervención mínima del Estado en la sociedad civil y una sociedad de mercado lo más extensa posible. Supone un gobierno fuerte y efectivo fundado en los principios liberales, la reducción al máximo de la regulación democrática y la restricción de los grupos de interés.

Modelo de democracia participativaLa democracia se constituye como una forma de vida valiosa por sí misma, en cuanto respeta y fomenta el carácter autolegislador de los individuos, potencia el sentido de justicia al considerarla capaz de orientarse por intereses generalizables.Condiciones generales para su funcionamiento:-Mejora directa de los grupos sociales que no cuentan con las misma s posibilidades a través de la redistribución de recursos materiales.-Reducción al mínimo posible del poder burocrático no responsable ante los ciuda-danos.-Un sistema abierto de información que garantice decisiones informadas.-Igualdad de oportunidades para hombres y mujeres.

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-Montealegre: Política, democracia y derechos humanos

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RESUMEN

Para desarrollar un análisis de la relación entre derechos humanos, política ydemocracia es necesario situar esta relación en la realidad; es decir, en la historia. Losderechos humanos surgieron en Occidente como resultado de su peculiar origen históricoa la caída del Imperio Romano y de sus luchas ideológicas y políticas. Es esencialdevolverlos a su contexto político originario si es que no se quiere hacer de ellos unacuestión que sólo puede interesar a la ciencia jurídica.

Lo propio de la trayectoria política de Occidente ha sido su lucha por la libertad,lo que no ha ocurrido así en las demás civilizaciones. Pocas veces el hombre en sutrayectoria política ha luchado con mayor claridad y energía que cuando lo hizo por losderechos humanos en la época en torno a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.Desde el punto de vista político, el proceso revolucionario abierto en el siglo XVIII aún noha concluido. Para América Latina, es urgente lograr el consenso en torno al imperativode implementar los derechos humanos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.Debe decidirse a hacer de la política una lucha por los derechos humanos integrales paraincorporarse definitivamente a la trayectoria central de Occidente.

Política, democracia yderechos humanos

HERNAN MONTEALEGRE, Catedral 1009, oficina 801, Santiago, Chile

Fax: (56-2) 698 8545 – 441 0784 – 441 0785

Hernán Montealegre es profesor de

derecho en varias universidades de

Chile. Fue abogado de la Vicaría de la

Solidaridad, fundador y primer director

del Instituto Interamericano de

Derechos Humanos con sede en San

José de Costa Rica, ex director del

Colegio de Abogados de Chile y ex

cónsul de Chile en Londres, Inglaterra.

Es autor de la obra “La Seguridad del

Estado y los Derechos Humanos”,

editorial Academia de Humanismo

Cristiano, Santiago, 1979.

Hernán Montealegre

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i n f o r m a c i ó n c o m p l e m e n t a r i a 2

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-Montealegre: Política, democracia y derechos humanos

Perspectivas 300

a ciencia política contemporánea define su objeto como el estudio del poder.Identifica, pues, política y poder; y, acorde con la tendencia positivista de las

ciencias sociales en general, fundamenta esta posición extrema en un pretendidoneutralismo valórico que le daría justamente su carácter científico. En concordanciacon esta actitud, el estudio de la democracia se reduce en gran parte hoy día a unainvestigación de su carácter puramente procedimental, dejando a un lado cuestionesque cabe denominar sustantivas de la democracia. Se mantiene, así, el estudio de loshechos políticos en general y de la democracia en particular, como una investigacióndescriptiva que se separa estrictamente de toda cuestión normativa. Abordaré, ensu momento, el debate contemporáneo sobre esta cuestión; pero estimo que paradesarrollar un análisis acertado de la relación entre derechos humanos y política esnecesario situar esta relación en la realidad; quiero decir, en la historia. Porque losderechos humanos no son otra cosa que los objetivos buscados y alcanzados por eldesarrollo de las luchas políticas en Occidente.

Lejos, pues, de tratarse de entidades abstractas que haya que vincularforzadamente con las realidades políticas, ellos han sido el contenido mismo de laevolución política occidental. Es, pues, la ciencia política contemporánea la que tieneque explicar por qué ha definido su objeto de estudio al margen de toda cuestiónvalórica, rompiendo con ello la trayectoria histórica de la política real. Un procesoque puede llamarse de separación creciente de las ciencias sociales ha terminado poradjuntar el estudio de los derechos humanos a la ciencia jurídica, en circunstanciaque ellos surgieron en Occidente como resultado de sus luchas ideológicas y políticas.Ahora bien, es esencial devolver los derechos humanos a su contexto político originariosi es que no se quiere hacer de ellos una cuestión secundaria y adjetiva que sólopuede interesar a los tribunales de justicia. Con esto, como lo expreso, se ha rotola propia trayectoria política occidental, y reponsable en parte de ello es la cienciapolítica surgida después de la Segunda Guerra Mundial.

Los derechos humanos expresan no menos que la conciencia madura deOccidente sobre su identidad en el mundo. Su forma plena se da justamente en elárea política más que en la jurídica, y es por ello que resulta alarmante que la cienciapolítica contemporánea los mantenga olvidados. Me refiero a la conquista de lalibertad política como un logro supremo de la civilización moderna. Hablar de lalibertad es hablar de una realidad, no de una quimera; por lo tanto, el auténticorealismo de la ciencia política debe llevarla a refundirse en el estudio de las condicionesde la libertad más que en el estudio de las condiciones del poder. Es Occidente quienha dado al mundo el ideal y la realidad de la libertad política y es por lo mismo que no

INTRODUCCIÓN

L

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debe cesar en profundizar en este logro único. En la libertad política, ideal y realidadse compenetran, de modo que resulta artificial cualquier intento de despojarla de sucarácter valórico o de su condición histórica. Se trata del derecho humano quemejor define la situación política contemporánea, porque es a la vez una aspiracióny una realidad, esto es, es un ideal alcanzado que, no obstante, siempre hay queprofundizar. Si la historia política de Occidente, pues, es en su aspecto capital unalucha por la libertad, no se entiende que una disciplina que hace de la política suobjeto de estudio no haga de la libertad, sino del poder, su tema dominante. El intentode separar política y derechos humanos no obedece, por lo tanto, a ningún antecedentetomado de la realidad sino que es artificioso y, con ello, es un enfoque científicodefectuoso. Lo primero que hay que hacer sobre este particular es, entonces, recuperarla relación histórica que ha existido entre política y derechos humanos.

1. La relación histórica entre política y derechos humanos

Lo propio de la trayectoria política de Occidente ha sido su lucha por la libertad,lo que no ha ocurrido así en las demás civilizaciones. Un hecho de esta magnitud, quediferencia a toda una civilización, debe responder a causas muy profundas. Y, enefecto, para explicarlo, no basta con tener en cuenta acontecimientos que involucrena personas particulares como si la libertad fuese sólo un ansia individual; se trata másbien, de condiciones estructurales que configuran a una sociedad en su conjunto.Estas condiciones estructurales emanan de la situación especial que se dio en Europaa la caída del Imperio Romano y cuya característica principal consiste en que no fueposible que en sus territorios se instaurara un poder absoluto que dominara alconjunto de la sociedad. Europa desarrolla su historia a partir de cuatro centros depoder: el feudalismo, la realeza, la Iglesia y las ciudades. Ninguno de estos centrosreconoce en los otros un poder absoluto, mientras exige de los demás el reconoci-miento de sus propios derechos. A esto es lo que llamo una estructura de libertad.Esta estructura cobra diversas formas en la historia de Europa, creando condicionesobjetivas para el desarrollo de la libertad no sólo dentro de los países sino que seproyecta también a las relaciones exteriores cuya expresión es el célebre equilibrio depoder europeo.

Un hecho tan definitorio de toda una civilización, tenía que hacerse conscienteentre sus miembros. Aunque es una circunstancia poco conocida, las primerasreivindicaciones de libertad en Europa se dieron en las clases campesinas, ya enla temprana Edad Media. Más conocidas son, desde luego, las libertades urbanas,cuya expresión se da ya en los siglos XI y XII. Ciudades libres encontramos a partirde entonces en Italia –Venecia, Génova, Florencia, Milán– y en los Países Bajos–Gante, Brujas– y numerosos otros casos de ciudades menores. Todas estas ciudadesse otorgan y les son reconocidas cartas de derechos autónomos.

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El surgimiento de los Estados territoriales en los siglos XV y XVI pone encuestión la autonomía de las ciudades. Pero es justamente dentro de estos nuevosEstados donde cobra un nuevo vigor la lucha por la libertad política de sus habitantes,lo cual se expresa en primer lugar en la maduración de un pensamiento político querematará directamente en las Declaraciones de derechos humanos del siglo XVIII.Estas Declaraciones sustentarán las revoluciones políticas de Occidente, incluyendoahora, junto a Europa, a América del Norte y muy pronto también a la América del Sur.

El Renacimiento fue en Europa una época de excepcional desarrollo del espírituindividual. En un sentido, también lo fue la Reforma, en cuanto se opuso al podercentral de una única autoridad religiosa; pero tanto ella como la Contrarreformafueron además expresiones de intolerancia que sumieron a Europa en las cruelesguerras de religión de los siglos XVI y XVII. Pero justamente el horror de estas guerrasterminó por imponer un clima y una doctrina de la tolerancia como condición parala sobrevivencia de todas las creencias. Este espíritu de tolerancia, no obstante susindudables retrocesos en ciertas épocas y lugares, se convertirá en un elementodistintivo de la civilización occidental y está en el centro de la doctrina sobre losderechos fundamentales que deben respetarse a todos.

Europa y América del Norte, con la Reforma, incorporaron, pues, un nuevo factoren la estructura plural de la civilización occidental: el pluralismo religioso. Esto reforzóla estructura de la libertad en Occidente y no es extraño entonces que en talescircunstancias se desarrollaran doctrinas políticas nuevas que dieron un impulso decisivoa la lucha por la libertad. Estas nuevas doctrinas están ya elaboradas entre fines delsiglo XVII e inicios del siglo XVIII, como lo prueban los nombres de Grocio, Spinoza,Locke, Pufendorf, Leibniz, Wolff, Vattel y Vico. Montesquieu y Rousseau culminarán,en el siglo XVIII, esta evolución, de un pensamiento político nuevo en Occidente. Aestos nombres hay que agregar los de Jefferson, Hamilton, Franklin y Madison. Todoeste pensamiento se traducirá en una acción política capital que divide en dos la historiade Occidente y que no es más que la más radical reivindicación de la libertad política.

2. El carácter revolucionario de los derechos humanos

El orden impuesto por el absolutismo monárquico en los siglos XVI y XVII, yque derivaba de un pacto entre la aristocracia, la realeza y la Iglesia, no era, en últimoanálisis, un auténtico orden occidental, ya que sofocaba el desarrollo de la libertad.Es por ello que, amenazado en su esencia, surgió la más profunda defensa de Occidentefrente a sí mismo, y es lo que explica el radicalismo con que en la época que señalésurgieron las doctrinas de libertad. Pero estas doctrinas no hubiesen tenido el éxitoque tuvieron –hasta nuestra época– si no hubieran estado arraigadas y no hubiesenexpresado, mucho mejor que el absolutismo, la esencia de Occidente. El choque entretal absolutismo antioccidental y la libertad propia de Occidente era inevitable y seprodujo en forma revolucionaria.

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El pensamiento político de los hombres que he señalado es una de las elabora-ciones intelectuales más excepcionales de la historia. No se sabe si admirar más laclaridad de sus conceptos o la capacidad de éstos para hacerse realidad política. Creoque un planteamiento tan profundo de un nuevo orden político basado en la libertadsólo fue posible porque Occidente se había entonces abierto a la humanidad entera yhabía adquirido con ello una experiencia única de la relatividad de las civilizacionesfrente al carácter absoluto de la igualdad entre los hombres. Ello llevó a la formulaciónde un orden humano que fuese definitivo y universal. El racionalismo propio de lahistoria occidental en la época creaba una confianza invencible sobre su posibilidad.El aspecto esencial de este nuevo orden era la libertad política y su enemigo principalera, por lo tanto, el despotismo imperante. Frente a los deberes que en todos losórdenes imponía el Antiguo Régimen, se opusieron los derechos de los hombres,anteriores y superiores al Estado. Se entiende que en una tal conyuntura histórica sehaya proclamado como el derecho político básico la resistencia a la opresión. Estederecho básico daba toda su fuerza a la lucha por los otros derechos: la libertad, laigualdad, la felicidad en la tierra. El poder político de estas ideas se refleja en quefueron capaces de animar revoluciones y de fundar el mundo moderno. Tal poderpolítico culminó en las diversas Declaraciones de derechos, las que fueron no menosque gritos de guerra contra el orden antiguo. Pocas veces el hombre en su historiapolítica ha luchado con mayor claridad y energía que cuando lo hizo por los derechoshumanos en la época en torno a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Nunca,por otra parte, ha logrado hacer realidad ideales como lo hizo con el ideal de la libertadpolítica. Esto muestra la potencialidad de toda lucha política cuando se traduce enuna lucha por los derechos. Las luchas revolucionarias por los derechos humanos,que terminaron por dar origen al mundo moderno que aún hoy habitamos, abarcanun período histórico que va desde la revolución inglesa de 1688, la norteamericanade 1776, la francesa de 1789, las latinoamericanas de alrededor de 1815, hasta elperíodo revolucionario europeo de 1848. Este último período da origen a la luchapolítica por nuevos derechos, a saber, los económicos y sociales. En realidad,también la lucha contra el fascismo iniciada en 1939 y terminada en 1945, queconcluyó con la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, tiene elcarácter propio de una lucha por derechos humanos aún más radicales, como lo sonel derecho a la vida, a la no discriminación racial y a la integridad física. Lo mismo,ciertamente, cabe decir, en particular, sobre las luchas contra las dictaduras militaresrecientes de América Latina, que se plantearon en todo el continente en términosexplícitos de lucha por los derechos humanos. Esto implica claramente lo siguiente:desde el punto de vista político, el proceso revolucionario abierto en el siglo XVIIIno ha concluído sino que, todo lo contrario, nos encontramos en medio de él. Estoda toda su proyección a la tesis de este trabajo, a saber, que la situaciónpolítica contemporánea en Occidente es apreciada de la manera más exactacuando se le sitúa dentro de una trayectoria histórica de larga duración que seradicaliza revolucionariamente en torno a fines del siglo XVIII y que aún no seha completado.

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3. Democracia y derechos humanos

Escuchemos a Luis XV de Francia, quien, en diciembre de 1770, declaraba:“No recibimos nuestra corona más que de Dios, y el derecho a hacer leyes nos pertenecesin división ni dependencia”. En cambio, oigamos ahora la Declaración de losderechos del hombre y del ciudadano, votada en agosto de 1789: “Los hombresnacen libres e iguales en derechos. El fin de toda asociación política es la conservaciónde los derechos naturales e imprescriptibles del hombre; estos derechos son la libertad,la propiedad y la resistencia a la opresión. La ley es la expresión de la voluntadgeneral. Ningún hombre puede ser acusado, arrestado ni retenido más que en loscasos determinados por la ley y en las formas que ésta ha prescrito. La librecomunicación de los pensamientos y las opiniones es uno de los derechos más preciadosdel hombre; todo ciudadano puede, pues, hablar, escribir, imprimir libremente.Toda sociedad en la que no está asegurada la garantía de los derechos, ni estádeterminada la separación de los poderes, no tiene constitución”. En el contraste delas dos declaraciones citadas se contraponen dos mundos: El del Antiguo Régimeny nuestro mundo moderno.

La Declaración francesa de los derechos del hombre tiene un doble significado.Por una parte, es la culminación de las doctrinas políticas elaboradas desde el sigloXVII que demuestran su capacidad impresionante de convertirse en realidad política.Por otra parte, marca el inicio y pone el fundamento a una nueva era. En ella seformulan a la vez una realidad y un programa en torno a los cuales se fundan ydesarrollan las democracias modernas.

En los Estados Unidos, por otra parte, las ideas de Locke y Montesquieutambién habían influido en políticos como Jefferson, Franklin, Madison, Hamilton,Paine. En 1776 estas ideas también se convierten en realidades y programas políticosexpresados en declaraciones de derechos. Por su parte, en Inglaterra, el ideal de lalibertad se había incluso adelantado fundando una sociedad a la que los demás paísesmiraban como ejemplo.

Según las teorías de la ciencia política contemporánea, las democracias que sedesarrollaron desde fines del siglo XVIII pertenecen a dos tipos diferentes: las decarácter empírico o anglosajonas, y las de carácter racional o continentales. Lasprimeras evolucionan de forma inductiva, a partir de los hechos reales y supreocupación central responde a la pregunta: ¿cómo funcionan de hecho lasdemocracias? Las segundas se preocupan más de valores que, deductivamenteelaborados, responden a la pregunta: ¿cómo deben ser las democracias? Las primerasconducen a la teoría descriptiva de la democracia, mientras las segundas lo hacen asu teoría prescriptiva. Lo que me interesa señalar aquí es que ambos tipos dedemocracia se han desarrollado en torno a la preocupación de proteger un núcleo dederechos humanos que proclamaron desde sus orígenes. Desde esta perspectiva, pues,

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no hay dos democracias sino una sola: la democracia basada en los derechoshumanos. El mayor o menor éxito de ambos tipos de democracia se juzga por elmismo patrón: su capacidad para proteger y promover los derechos humanos.

4. La evolución de la democracia: liberalismo, revolución industrial y socialismo

Desde la perspectiva histórica asumida en este ensayo, no resulta, pues,sorprendente que la primera conquista política del mundo moderno haya sido la dela libertad y que ésta se haya plasmado en una doctrina y un programa políticoconcreto y real: es el liberalismo. En efecto, según vimos, la inquietud principal delos teóricos de los siglos XVII y XVIII fue la de la libertad política. Se había llegadoa un acuerdo fundamental: la libertad política se lograría cuando los hombres noestuviesen sometidos al poder arbitrario de un gobernante particular, sino cuandotodos estuviesen sometidos por igual a una ley impersonal que pusiera límites a losgobiernos. Esta tesis central fue puesta en práctica por los liberales, tantoanglosajones como continentales, y demostró su eficacia en las distintas formasdel liberalismo constitucional.

Pero la implementación amplia de los derechos definidos en las Declaraciones,así como la evolución particular de la conquista del derecho a la libertad política y suexpresión en el liberalismo constitucional, se encontró con un hecho nuevo e imprevisto:la revolución industrial iniciada en Inglaterra a mediados del siglo XVIII. Este cambioradical en las condiciones de la economía, al contrario que el cambio político, nadie lohabía previsto. La revolución política de fines del siglo XVIII es una consecuencia directade ideas que se habían elaborado y madurado desde más de un siglo antes. Al contrario,la revolución económica no había sido concebida por ningún pensador, de modo que sudinámica no fue anticipada por nadie. De esta dinámica de la revolución económica seapropió directamente la burguesía de modo que sirviera a sus solos intereses. AdamSmith, en 1776, piensa la revolución industrial después que ésta ya se ha desencadenadoy lo hace precisamente como representante de la burguesía elaborando su teoría de lamano invisible del mercado que, por supuesto, era la mano visible de la burguesía. Encambio, los teóricos políticos de los siglos XVII y XVIII no expresaban un pensamientoburgués sino universal, lo que cobró expresión justamente en el universalismocaracterístico de las declaraciones de derechos. De allí que quien no sepa distinguirentre el liberalismo político y el llamado liberalismo económico del mundo moderno,no es capaz de comprenderlo. La conjunción de ambas tendencias tuvo como resultadoel que la dinámica del mundo fuese contradictoria: mientras los objetivos políticosservían a todas las clases sociales, los objetivos económicos eran sólo para la claseburguesa. En estas circunstancias, había que resolver cuál de las dos dinámicas iba apredominar sobre la otra. La respuesta fue que la clase burguesa, por medio del controlde la economía, alteró el rumbo político del derecho a la libertad conquistada y lolimitó a su solo beneficio. Esto es, la clase burguesa vio con precisión que la democracia

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política amenazaba su posición dominante. Entonces surgieron nuevos pensadorespolíticos, ahora sí que representantes de la burguesía, con clara noción del problema ycon el objeto de limitar la democracia. Alexis de Tocqueville es el más célebre, pero haymuchos otros, como Mill, Constant, etc.

Tocqueville es el más interesante por su penetrante análisis de la democraciaen Estados Unidos. Percibió con claridad que el verdadero enemigo de la burguesíano era ya la aristocracia ni la nobleza, sino las grandes mayorías del pueblo que exigiríansus derechos políticos democráticos. La revolución industrial, en efecto, tal como lacontroló y la dirigió la burguesía, había dado origen a una enorme masa de trabajadoresno propietarios que exigirían el cumplimiento de la promesa de libertad e igualdadpara todos proclamadas tan solemnemente al fundarse el mundo moderno. Estedesajuste básico de la modernidad tuvo su explosión en las revoluciones de 1848. Elliberalismo político de entonces no tuvo más remedio que conceder el sufragiouniversal; pero había ya surgido un nuevo protagonista político: es el socialismo.1848 es también el año del Manifiesto Comunista de Marx y Engels.

En su expresión radical, ante la realidad de las profundas desigualdadeseconómicas, el socialismo rechazó las Declaraciones de derechos como una ideologíaburguesa. Erró profundamente en esto, ya que, según vimos, las Declaraciones dederechos fueron fruto de un pensamiento político universalista que se venía gestandodesde el siglo XVII. Otra cosa es que la burguesía económica del siglo XIX se habíaapropiado de la conquista de la libertad política limitándola a su expresión de democracialiberal. Al perder este hilo conductor fundamental de la política que se desarrollabadesde dos siglos, el socialismo marxista se quedó sin raíces e improvisó una políticaantidemocrática que negaba la principal conquista de Occidente: la libertad. En talescircunstancias, era imposible que triunfara. El camino correcto para el socialismo debióhaber sido la profundización de la lucha por los derechos humanos y no su negación.Pero para Marx la cuestión dominante ya no era la política sino que la economía, y ésta,pensó, llevaba en sí ciertas leyes fatales que sustituirían el capitalismo por el comunismo.

Con todo, los movimientos socialistas resultaron acertados y eficacesprecisamente en su percepción de que la lucha política debía también abarcar aspectosque a posteriori fueron correctamente calificados de derechos humanos económicosy sociales. Esto cambió radicalmente el carácter de las sociedades occidentales. Yodiría que si el socialismo no logró enterrar al capitalismo, sí logró transformarlo. Alfinal, las conquistas socialistas se han incorporado a la gran tradición occidental delos derechos humanos en forma de garantías constitucionales y han adquiridoreconocimiento internacional de tales en la Declaración Universal de DerechosHumanos de 1948 y en el Pacto de las Naciones Unidas de Derechos Económicos,Sociales y Culturales de 1966. Esto es, el socialismo ha sido incorporado en la tradiciónpolítica de Occidente en forma definitiva y universal en tanto cuanto ha sido capaz dereformularse en términos de derechos humanos. Desde el punto de vista de lasDeclaraciones de Derechos del siglo XVIII, el socialismo ha resultado vital paraacercarse a la igualdad que entonces también se prometió.

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Perspectivas 307

5. Realismo e idealismo: regreso a la ciencia política

La ciencia política fundada después de la Segunda Guerra Mundial ha consideradoque el realismo debía llevarla a definir su objeto como el estudio del poder. Lascondiciones existentes durante la guerra fría, reforzaron esta convicción sobre todo enlos cientistas políticos norteamericanos. Con ello, hizo no menos que retroceder elpensamiento y la política misma a la época de Maquiavelo. Pero no advirtió un hechomayúsculo: que el ilustre florentino había sido cuestionado por los dos siglos depensamiento político que le siguieron y que hicieron posible todo lo contrario de lo queél promovía –la razón de Estado–, a saber, la conquista de la libertad política y el rechazode todo despotismo. Pero El Príncipe ha sido resucitado y alabado por los que hoy seautodesignan como realistas y, en consecuencia, llaman a todo lo que no se refiere alpoder y a su funcionamiento idealismo, al que, por cierto, descalifican. Yo diría que si setiene en cuenta la evidencia de la trayectoria política de Occidente que he reseñado,estos realistas no son verdaderos realistas. Realista es quien actúa sabiendo lo que sepuede lograr. Quien desconoce la capacidad humana para alcanzar determinados idealesno es un realista sino un derrotista, además de un ignorante. El mundo real lo hacenquienes son capaces de descubrir ideales y de luchar por alcanzarlos, y esto vale tambiénpara la política, desde luego para la de Occidente. Mientras el hombre siga siendo tal,percibirá valores que lo interpelan. Esto forma parte de cualquiera consideración realistadel ser humano. La mayor herencia que la trayectoria política de Occidente entrega hoya la humanidad es la conquista de la libertad política. Esto sólo ha sido posible porquela libertad fue primero un ideal que después el hombre fue capaz de convertir en realidad.Si Occidente se hubiese quedado en Maquiavelo, hoy no existiría la democracia. A Diosgracias, después del florentino vinieron Grocio, Locke, Montesquieu, Rousseau y otros,que son a quienes debemos nuestra libertad democrática que es la más grande de nuestrasrealidades políticas. Quienes pretenden distraernos hacia una preocupación dominantepor el poder político, ignoran y arriesgan lo más profundo y eficaz de la política modernaque no ha sido ni es otra cosa que su raigambre en la lucha por los derechos humanos.

6. La urgencia de incorporar los derechos humanos a las teoríascontemporáneas sobre la democracia

La desviación actual del estudio de la política hacia un análisis del poder hatenido una repercusión importante en los estudios sobre la democracia. Estos,mayormente, se han concentrado en el análisis de los gobiernos y de sus formas defuncionamiento. No parece dudoso que en esto ha influido el nuevo papel del Estadoen las sociedades occidentales, ya anunciado en el período entreguerras y desplegadoplenamente a partir de 1945. Si a esto añadimos la situación internacional de la guerrafría, tenemos una explicación del surgimiento de la razón de Estado como preocupación

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central de la ciencia política. Esta orientación, aplicada al estudio de las democraciascontemporáneas, ha llevado a una visión unilateral de éstas como sistemasprocedimentales de adopción de decisiones olvidando las cuestiones sustantivas quedefinen una democracia.

En particular, las democracias contemporáneas son concebidas como sistemascompetitivos de acceso al poder. En este concepto ha tenido una influenciadeterminante el desarrollo de los partidos políticos como actores principales de lapolítica. El tema concreto que más interesa a estas teorías es el de las eleccionescomo mecanismo de acceso al poder. La cuestión es cómo llegar al poder y cómomantenerlo. Qué sea lo que deba hacerse una vez en el poder es una cuestiónsubordinada al imperativo de mantenerse en él. Un interés central del sistema es laperpetuación de la clase política dedicada profesionalmente al manejo del poder. Lademocracia termina por concebirse como un sistema que se controla desde arribamás que como un sistema cuya clave está en acoger e implementar las demandas dela sociedad. A esto lo llamo una concepción descendente de la democracia a diferenciade su verdadera concepción que es ascendente. Desde luego que en autores tandestacados como Schumpeter, Dahl, Sartori, Lijphart, y otros, se encuentran aportesfundamentales para un concepto moderno de la democracia, pero el tono general quese ha impuesto en la ciencia política actual es el que he señalado. Véase, por ej., ladefinición, hoy tenida por clásica, del propio Schumpeter sobre la democracia: “Elmétodo democrático es aquella ordenación institucional establecida para llegar a laadopción de decisiones políticas en la que los individuos adquieren el poder de decidirpor medio de una lucha competitiva por el voto del pueblo” (1950).

A la luz de lo expuesto en este trabajo, sostengo que la ciencia política y lapolítica misma deben reformular sus prioridades. La forma más eficaz para lograresto es su reinserción en la corriente central de la trayectoria política occidentalconsistente en la lucha por los derechos humanos. En particular, ésta es una tarea delos partidos políticos. Estos pueden hacerlo, en especial en el caso de los partidospolíticos latinoamericanos, ya que hoy se han reinstaurado después de una experienciatraumática de violaciones a los derechos humanos en toda la regióhn. Si los partidospolíticos no asimilan en profundidad esta experiencia están condenados a un fracasotras otro en su función de ser canales de las demandas de la sociedad. Hoy las señalesno son particularmente auspiciosas, ya que los movimientos de derechos humanossurgidos en América Latina durante las dictaduras militares no se sienten interpretadospor el pragmatismo reinante en los partidos, pragmatismo, por cierto, que encuentraun favorable apoyo en las orientaciones teóricas de la ciencia política actual.

El pragmatismo a que he aludido no es capaz de responder a la necesidad másurgente hoy día de la política en América Latina. Esta necesidad no es otra que la delograr el que sí debe ser el auténtico consenso en nuestras sociedades pluralistas: elconsenso en torno al imperativo de implementar los derechos humanos civiles,políticos, económicos, sociales y culturales. Es aquí donde fluye la corriente principal

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y profunda de las aspiraciones políticas de nuestro continente. Servir a estas fuerzasy necesidades es el imperativo de la política actual. Para América Latina, la oportunidades única: decidirse a hacer de la política una lucha por los derechos humanos integraleses incorporarse definitivamente a la trayectoria central de la política en Occidente talcomo la hemos mostrado en este estudio.

Pero hay otro aspecto importante de la actual situación política internacionalque es propicio para una reincorporación del estudio de los derechos humanos en laciencia política. Es el colapso del comunismo soviético. Desde luego, esto disolverá laabsorción de los cientistas políticos de la guerra fría en la razón de Estado. Pero,además, ciertamente que ello implica una extensión de la conquista occidental de lalibertad política hacia los países del Este, proceso en el cual ha sido determinante –yaquí hay un dato capital para la ciencia política–, la organización en estos países degrupos de defensa de los derechos humanos. No sabemos si el colapso del comunismoequivaldrá a una conquista definitiva de la libertad en todos esos países. Pero hoy serespira en general un aire único de libertad en el mundo.

En este sentido, la política vuelve a verse en su aspecto esencial de lucha porla libertad y no de lucha por el poder. Y en tercer lugar, la actual coyunturainternacional deja ver con la mayor claridad la relación que debe existir entre las doscorrientes históricas que se han dado en la lucha por los derechos humanos: la de lalibertad y la de la igualdad. Mientras el liberalismo luchó por una libertad que olvidabala igualdad más allá de su sola consagración jurídica, el socialismo lo hizo por unaigualdad a la que no le importaba la libertad. Hoy está claro que la libertad política esuna conquista definitiva de la humanidad y que la igualdad debe buscarse sin sumenoscabo. Luego de este logro admirable, la gran tarea del futuro es progresar haciala igualdad. Pero se tratará de una igualdad que no debilitará la libertad sino que lafortalecerá porque no sólo hará más iguales a los hombres sino que también máslibres. Ello será posible sólo si la política profundiza en su corriente central de seruna lucha por los derechos humanos. Este es el único nivel en que será posibledesencadenar las fuerzas sociales que se requieren para progresar desde un mundolibre pero desigual hacia un mundo más igualitario sin perder su libertad.

Partidos políticos, grupos de presión, opinión pública, medios de comunicación social o masiva

Partidos políticos, grupos de interés y grupos de presión IC 1

Opinión pública IC 2

Política y medios de comunicación IC 3

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Partidos políticos, grupos de interés y grupos de presión.

PARTIDOS POLÍTICOS

La existencia de los partidos, como hecho social constante, obedece a la propia naturaleza de la realidad política. La realidad política, en tanto actividad, en tanto dinámica, ofrece a al vez una faz agonal –de lucha- y una faz arquitectónica –de integración-. En el régimen democrático representativo sólo los partidos políticos sirven de cauces adecuados para la inevitable faz agonal por su intermedio y las normas jurídicas que se dicten para regular su competencia racionalizar la lucha y evitar la violencia. En ello radica su justificación fáctica. Si además se erigen en instrumentos de la acción arquitectónica alcanzan también la justificación ética. Origen de los Partidos PolíticosSi indagamos acerca del surgimiento y desarrollo de los partidos políticos, estos se vinculan al problema de la participación, es decir al progresivo aumento de la demanda de participar en el proceso de formación de las decisiones políticas por parte de clases y estratos diversos de la sociedad.El contexto de surgimiento de los partidos se caracteriza por:-La afirmación del poder de la clase burguesa-La difusión de las instituciones parlamentarias y la lucha por su constitución-La consolidación del sufragio universal.

Origen parlamentario y ElectoralSegún DuvergerOrigen externo

Concepto de Partidos PolíticosDuverger: los partidos representan un doble rol en la representación políticaEn premier lugar encuadran a los electoresEn segundo lugar encuadran a los elegidosSon así una especie de mediadores entre representados y elegidos.Cpto: Instituciones históricas de mediación, entre representados y representantes, que posibilitan a sus miembros articular su voluntas y esforzarse en conjunto por hacer la realidad, tanto con fines objetivos como con fines personales, y que tienen por objeto concurrir a la formación de la expresión de la voluntad popular, fomentar la participación cívica y consolidar la democracia con incumbencia exclusiva en la nominación de candidatos a cargos públicos electivos.Partidos Políticos y ConstituciónLa vinculación entre partidos políticos y Constitución o, más bien, el reconocimiento constitucional se los partidos, es un fenómeno que se caracteriza principalmente a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial y tiene su primera expresión en la constitución de La República de Italia de 1947.Los partidos políticos en la Constitución de 1994Las provincias argentinas dieron el primer paso, a partir de la década del ’50 en el reconocimiento constitucional de los partidos políticos en la República Argentina.El Art. 38 expresa: “La Nación Argentina reconoce el derecho de los ciudadanos a asociarse en Partidos Políticos que tienen por objeto concurrir a al formación y expresión de la voluntad popular, fomentar la participación cívica y consolidar la democracia.

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La creación y el ejercicio de sus actividades serán libres dentro del respeto a la constitución Nacional a las leyes, y no podrán ser abolidos ni suspendidos bajo pretexto de situaciones de excepción.El Congreso dictará una ley especial de partidos políticos que asegure su organización interna autónoma y democrática, la publicidad de su patrimonio y el origen de sus fondos, y su incumbencia exclusiva en la nominación de los candidatos a cargos públicos electivos”Partidos y DemocraciaLos partidos se conciben en plenitud en el sistema de la democracia representativa.La máxima expresión de igualdad política es el sufragio universal, que junto a la ciudadanía, estuvieron profundamente vinculados con la libertad de asociación, el desarrollo de los partidos políticos y el respeto por las minorías y sus diversas formas de expresión.La democracia atravesó un proceso histórico en tres etapas:- La democracia griega- La que descansa en dos grandes invenciones la representación política y los partidos políticos- La última, la actual, es la denominada etapa de mutación, arrastrada por el cambio tecnológico, la emergencia del poder comunicacional y el reinado de la imagen.Los partidos se originan y desarrollan en la segunda etapa, pero es la tercera etapa la que nos trae las mayores complejidades y pone en cuestionamiento esas grandes invenciones de la etapa anterior.Hoy nos encontramos con un fenómeno mundial “la crisis de la representación política que se vincula al menos con tres factores:- La participación política- Las ideologías y el lugar que ocupan en las sociedades actuales- La cuestión social a resolver en gran parte del planeta: el desempleo y la pobreza- La corrupción.Roles y funciones de los partidos A modo de ejemplo citaremos las funciones más relevantes que cumplieron los partidos en la década del ’80 con la recuperación de la democracia:- Han servido para cambiar el orden existente- Han servido para incorporar grupos e individuos a partir de la acción de integración- Han orientado la voluntad popular intentando establecer las preferencias políticas de la gente- Han nominado los candidatos a cargos públicos electivos, articulando decisiones y acciones en función electoral- Han tomado el carácter de mediadores entre representantes y representadosFinanciamiento

DirectoFinanciamiento públicoIndirectoSistemas

Financiamiento privado

Sistemas de PartidosEl termino sistema de partidos posee amplias connotaciones y en un sentido lato se refiere a la forma y las modalidades de la competencia por el poder político.Según Linares Quintana, sistema de partidos es el conjunto de principios,

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reglas, formas y características que distinguen y definen la existencia y la actuación de los partidos políticos en un Estado determinado.

Partido ÚnicoSólo se permite la existencia de un partido.

Partido Hegemónico-No permite una competencia oficial por el poder ni una competencia de facto.-Se permite que existan otros partidos, pero en un segundo plano, pues no se les permite competir con el partido hegemónico en términos de igualdad ni como antagónico.-No se permite la alternancia en el poder ni la rotación.-No hay ninguna autentica sanción que comprometa al partido hegemónico a actuar con responsabilidad.Partido Predominante-Es un sistema de más de un partido donde la rotación no ocurre en la práctica.-La “casualidad” lleva a un partido a ganar la mayoría absoluta de los escaños en el Parlamento durante un largo tiempo (al menos 4 elecciones seguidas).-Se presenta como cuestión clave la autenticidad de esas victorias.BipartidismoExiste en la medida que terceros partidos no impidan que los principales gobiernen solos, esto es que las coaliciones sean innecesarias.-Dos partidos se hallan en condiciones de competir por la mayoría absoluta de los escaños.-Un partido gobierna solo pero no indefinidamente.-Hay alternancia en el poder.Pluralismo Limitado y ModeradoEsta clase de sistemas abarca de tres a cinco partidos importantes.Un sistema de pluralismo moderado se caracteriza por:-Una distancia ideológica relativamente pequeña entre los partidos importantes-Una configuración de coalición bipolar-Una competencia centrípetaPluralismo Extremo y PolarizadoHaciendo una demarcación operacional el punto crítico se encuentra entre cinco y seis partidos, que deben ser importantes, es decir, resultado del descarte de los partidos que carecen de utilidad de coalición salvo su capacidad de intimación afecte a la táctica de competencia entre partidos.Caracteres:-Se presentan partidos antisistema importantes. Un partido es antisistema siempre que socava la legitimidad del régimen al que se opone.-Existencia de oposiciones bilaterales. Nos encontramos con oposiciones que son mutuamente excluyentes y no pueden sumar sus fuerzas.

Partido ÚnicoPartido HegemónicoPartido PredominanteBipartidistaPluralismo LimitadoPluralismo Extremo

Clases sistemas según Sartori

De Atomización

TotalitariosAutoritariosClasesPragmáticos

Partido ÚnicoPartido HegemónicoPartido PredominanteBipartidistaPluralismo LimitadoPluralismo Extremo

Clases sistemas según Sartori

De Atomización

TotalitariosAutoritariosClasesPragmáticos

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Sistema AtomizadoEs una categoría residual que alude al número de partidos del cual no puede apartarse, sean diez, veinte o más, y que no requiere un cómputo preciso.

GRUPOS DE INTERES Y GRUPOS DE PRESIÓN

Grupos de InterésSe los considera una asociación de individuos que no es un partido político, y cuyo objeto es conseguir unos intereses determinados para el grupo, entonces su objeto es limitado, ya que se refiere sólo a un sector de la realidad.Estos grupos generalmente son abiertos y el ámbito de sus intereses puede abarcar a toda la sociedad. Por lo general son de fácil localización espacial y buscan promover una causa común a todos sus miembros.Concepto: “Es cualquier grupo que, basándose en una o varias actitudes compartidas, lleva adelante ciertas reivindicaciones ante los demás grupos de la sociedad, para el establecimiento, el mantenimiento o la ampliación de formas de conducta que son inherentes a las actitudes compartidas.” (David Truman)

Grupos de PresiónLos grupos de interés se transforman en grupos de presión sólo partir del momento en que los responsables influyen sobre el mecanismo gubernamental, partidos políticos o la opinión pública.Concepto: “Grupo de presión es cualquier formación social permanente y organizada, que intenta, con éxito o sin él, obtener de los poderes públicos la adopción, derogación o simplemente no adopción de medidas que favorezcan, o al menos no perjudiquen, sus ideas e intereses, sin que su intento suponga en principio una responsabilización política del grupo presionante en caso de lograr su pretensión” (Pablo Lucas Verdú)Caracteres:-Tienen, por lo común, organización permanente, con órganos propios que los dirigen y representan.-El factor que une y reúne a sus integrantes en la defensa de un interés común entre ellos y que es particular con referencia a la sociedad global.-Sus integrantes, en principio, no son ocupantes de cargos del gobierno.-Se politizan, pero no se proponen obtener para sus integrantes los cargos del gobierno ni participan en las competencias electorales.

Opinión pública

(Heller)

Para Heller, la opinión pública es una de las más importantes condiciones para la formación de la unidad estatal. Esta importancia nace cuando la sociedad civil reemplaza las fundamentaciones religiosas de la autoridad, por el reclamo de una legitimación racional de su obediencia política. Pero también Heller critica a aquellas corrientes que sobredimensionan a la fuerza autónoma de la opinión pública.En la visión de Heller, la opinión pública no pervive al margen del Estado, al contrario, le asigna a este un papel fundamental, en su formación y

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mantenimiento; incluso sostiene que los conductores del Estado deben trabajar por darle una forma a la opinión pública en pos de la unidad del Estado.“La opinión pública en lo concerniente a la unidad estatal, cumple ante todo una función de legitimación de la autoridad política y del orden por ella garantizado.”Heller tampoco cae en la ingenuidad de afirmar que sólo el Estado puede organizar la opinión pública, sino que reconoce los condicionamientos de esta por parte de sectores dirigentes, tanto políticos, como otros, vinculados al poder económico. Reconoce a al prensa como el más influyente portavoz y formador de opinión pública, no desconociendo los poderes económicos que se mueven sosteniendo a la prensa, pero tampoco considera válido exagerar este influjo.

MOVIMIENTOS SOCIALES Diversas definiciones:-Herbert Blumer: “empresas colectivas para implantar un nuevo modo de vida.”-Turner Killian: “es la acción continuada de una colectividad para promover u oponerse a un cambio en la sociedad o grupo del que forman parte.”-Gianfranco Pasquino: “constituyen intentos fundados en su conjunto de valores compartidos para redefinir las formas de la acción social e influir en sus consecuencias.”Los movimientos sociales no son instituciones, ni tampoco asociaciones.En ciertas ocasiones los movimientos sociales actúan como grupos de presión. Pero los movimientos sociales están interesados principalmente en la promoción de cambios de normas y valores sociales, o en la resistencia a los mismos. Es por eso que, describiendo su naturaleza decimos que, los movimientos sociales son intentos colectivos de promover o resistir al cambio, bien en las sociedades o en sus miembros.Ciclo vital:

ORIGEN TEÓRICOLos autores contemporáneos comparten que los movimientos sociales deben situarse en el interior de una teoría haciendo referencia al de la acción social.Siguiendo a Touraine, Melucci ha propuesto una distinción entre:-Movimiento reivindicativo: trata de imponer cambios en las normas y en las funciones y procedimientos de asignación de los recursos.-Movimientos políticos: se busca incidir en la modalidad de acceso a los canales de participación política y de trastocar las relaciones de fuerza.-Movimientos de clase: se busca poner de cabeza el orden social, transformar el modo de producción y las relaciones de clase.

LOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES

Ante la crisis de los anteriores, nacieron los nuevos comportamientos para la acción colectiva, cabe mencionar entonces la génesis de nuevos actores sociales como la reactivación de aquellos actores tradicionales. Estos nuevos movimientos sociales critican al Estado como al sistema político por sus grandes carencias como sistema de representación y de participación social, por ende

Inquietud: descontento por algo.Excitación: aumenta el descontento.Formalización: la excitación de las masas se organiza en una acción eficaz.Institucionalización: el movimiento cristaliza en una burocracia.

Etapas

Disolución: un movimiento activo termina con su acción.

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llevando sus demandas para la urgente necesidad de incorporarse al sistema, realmente cumpliendo el papel de sujetos políticos.“...Los llamados nuevos movimientos sociales operarían con una lógica unos ejes articuladores diferentes a aquellos de los movimientos sociales clásicos de la década de los setenta, definiéndose no ya en términos clasistas o económicos, sino más bien por coincidencias de objetivos más sectoriales” (Minujín y Consentino).Los movimientos sociales cambiaron de forma y rol con respecto a otra época. Lo que antes era sin de integración social y poder político de los sectores populares ahora lo es de demandas parcializadas y debilidad, con una gran gama de demandas, desapareciendo lo que antes se podía cambiar globalmente, hasta el rumbo de cualquier economía. Todo esto sucede y más por el fraccionamiento que el Estado realiza con los amplios sectores de la sociedad. Por todo esto si bien los movimientos sociales tienen esa capacidad para cambiar políticas puntuales, muestran debilidad para influir en las decisiones políticas globales.

CRISIS DE LA REPRESENTATIVIDAD

Para que un sistema político sea representativo, es preciso que exista una fuerte agregación de las demandas provenientes de individuos y sectores de la vida social. Se puede decir, entonces, que una democracia se erigirá sobre cimientos más fuertes cuanto mayor correspondencia se logre entre las demandas sociales y las ofertas públicas.Para Touraine, la primera condición de un sistema representativo es la existencia de un conflicto general entre sectores sociales en combinación con el consenso sobre la libertad política es la base más sólida de una democracia.La segunda condición se deriva de la primera, es indispensable que las categorías sociales sean capaces de organización autónoma en el nivel propiamente social por encima de la vida política.Debido a que las bases sociales de la política se debilitaron, como consecuencia de la salida de la sociedad industrial dominada por la oposición de empleados y asalariados, se produjo una crisis de la representación. Ahora, la mayor parte de la población activa no pertenece al mundo obrero ni al empresario, la sociedad se define más bien por el consumo y la comunicación de masas, por la movilidad social y las migraciones, por la diversidad de las costumbres, la defensa del medio ambiente y la producción industrializada.No puede haber democracia representativa si los actores sociales no son capaces de dar sentido a su acción en lugar de recibirlo de los partidos políticos.Este virtual “estado de masas” protagoniza la crisis de representatividad por su alejamiento de los supuestos políticos de la democracia deliberativa.Una parte importante de la crisis en la actualidad la lleva el descrédito generalizado en la actividad parlamentaria.El Poder legislativo, en el régimen político demoliberal era el reflejo exacto de la soberanía del pueblo hecha voluntad, ya que en el se alojaban las clases y fracciones dominantes. Esto tiene efectos ideológicos legitimadores.El enfoque clásico establece que el parlamento es el lugar en el que se expresa la opinión pública como una caja de resonancia.La necesidad de cambios en la relación de poderes favoreció el auge del ejecutivo, íntimamente vinculado a los roles y funciones del Estado en la nueva versión del capitalismo S XX.En consecuencia, el Estado social, en el ámbito de lo político, supuso el reconocimiento de la necesidad de la hegemonía del Ejecutivo y de la alta burocracia y, la mismo tiempo, el declive del parlamentarismo clásico, la redefinición de las funciones de los partidos políticos y el predominio de criterios

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técnicos en los procesos de decisiones de carácter público.

EL “ESTADO DE PARTIDOS”

Sólo los partidos pueden proporcionar al sistema estatal orientaciones políticas y las demandas sociales en forma sistematizada, configurándolas democráticamente.La cooperación entre Estado y partidos proporcionan al sistema político la legitimidad y funcionalidad democráticas.El partido redujo el sentido de la representación a un instrumento para alcanzar el poder y no un mecanismo de acercamiento entre representantes y representados.La representación se ha convertido en un proceso de competencia entre organizaciones partidarias por la conservación del poder parlamentario o gubernamental, y no en el medio ideal de representación de los intereses y satisfacción de las demandas populares.La relación representante-representado se desvirtúa, porque por un lado las obligaciones resultantes de la lealtad partidaria fuerzan a los mandatarios del pueblo a constituirse en las Cámaras como bloque o grupo parlamentario. Este grupo político se convierte en órgano interno de la Cámara y en instrumento de representación partidaria, que representará los intereses de sus propios partidos.A lo antes expuesto se le suma el agravante de que los electores eligen a sus representantes, en su mayoría, sin conocerlos y mediante un proceso de preselección realizado por los partidos, en el cual los votantes no tienen participación.

Política y medios de comunicación:una aproximación teórica

Gabriel COLOMÉ

Universitat Autònoma de Barcelona

Working Paper n.91Barcelona 1994

m3 |contenidos | IC

i n f o r m a c i ó n c o m p l e m e n t a r i a 3 . 3

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I

El tema de estudio que queremos analizar son las relaciones entre los mediosde comunicación y la política, primando los aspectos politológicos, sobre losaspectos más teóricos de la comunicación. Por lo tanto, la temática que nos interesadesarrollar son las relaciones e influencias de estos medios de comunicación endiferentes ámbitos, analizando dos de manera más específica, las campañaselectorales y los partidos políticos. Acotando la materia a este nivel, no se analizaráotros elementos de la comunicación política como las comunicacionesinter-administrativas, comunicación entre los ciudadanos y la Administración, esdecir, una serie de flujos comunicativos entre el sistema político y el sistema societal.

Si entendemos la política como la movilización de voluntades ajenas, esteproceso de movilización requiere dos elementos básicos: comunicación yseguimiento. El mayor pluralismo de emisores y el crecimiento del volumen dereceptores (ciudadanos) conducen a dar más importancia a los canales másgenerales e inespecíficos.

La Escuela de Chicago, en los años veinte y treinta, en el marco que sedenominó “revolución behaviorista”, se dedicó a estudiar la importancia de lapsicología, en su versión conductista, en la participación política. Richard Jensen(1969) describe el encuentro entre los politólogos y los psicólogos de la siguientemanera: "El largo camino recorrido por Merriam desde el progresismo hasta elestudio del comportamiento píscológico fue parejo al avance de los politólogos enconjunto. La segunda conferencia sobre 'ciencia de la política' se celebró enChicago, adonde llevaron a varios de los más brillantes psicólogos de la épocaespecialmente Thurstone de Chicago y Floyd AlIport de Siracusa. Thurstone y Allportaprovecharon la oportunidad y, en cinco días de septiembre de 1924, revolucionaronla ciencia de la política al conseguir que prácticamente todos los dirigentes de laprofesión aceptaran el punto de vista de la persuasión conductista". El movimientobehaviorista “comenzó a explorar seriamente el comportamiento concreto queintegra las actividades consideradas en sentido amplio como estructuras legales ycomo grupos no institucionalizados. Tomó en consideración al individuo, susactitudes, motivaciones, valores y cogniciones” (Easton, 1974).

Eulau (1961) definió el concepto de comportamiento político en función de"aquellos componentes de la percepción, la motivación y la actitud que elaboran lasidentificaciones políticas de¡ hombre, sus exigencias, sus esperanzas y todos sussistemas de creencias políticas, entidades y objetivos". Son los procesos, y no lasestructuras ni las instituciones, los que constituyen las líneas directrices de lainvestigación política. La óptica varió del estudio de las instituciones y susestructuras hacia el análisis del comportamiento del individuo como persona y engrupo.

La revolución behaviorista que tuvo su eclosión a partir de los años cuarentay cincuenta, y que marcó la transición entre una fase precientífica de la disciplina y lafase propiamente científica, se incubaba desde hacía tiempo. Graham Wallis (1908)tomó en consideración las motivaciones políticas como dimensión nueva eimportante, no institucional, para la comprensión de la vida política. La introducciónde las técnicas cuantitativas se remonta a Stuart Rice y a Harold Gosnell, y muchas

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premisas habían sido planteadas por Bentley, Merriam y Laswell durante esta etapa.Walter Lippman (1922) señaló la importancia de las opiniones estereotipadas para laconformación del comportamiento individual. LasweIl (1930) introdujo el psicoanálisiscomo método para estudiar las motivaciones latentes en la actividad individual.

Además, la victoria de la Revolución de Octubre, el ascenso del fascismo ydel nazismo y el New Deal de Roosevelt, marcarán de manera decisiva la direcciónque tomará la ciencia política como disciplina autónoma durante este periodo. Elexilio de una parte fundamental de pensadores y politólogos alemanes y austríacosinfluirá en la ciencia política norteamericana. El New Deal comportará que unnúmero importante de politólogos trabaje para la administración federal en la puestaa punto de programas de actuación en diversas arcas (política internacional, sistemade defensa, entre otros).

Uno de los ámbitos de investigación se centrará en la comunicación política,entendida como la relación entre la comunicación y sus efectos sobre la política.Este enfoque fue iniciado por Merriam y Gosnell (1924) con su estudio sobre laopinión pública, las campañas electorales, la propaganda política.

La comunicación política puede definirse como "el tipo particular de mensajes-y de informaciones - que circulan dentro del sistema político y que sonindispensables para su funcionamiento, ya que condicionan toda su actividad, desdela formación de las demandas hasta los procesos de conversión, y las respuestasdel mismo sistema" (Panebianco, 1982).

Esta definición nos remite al concepto de sistema de Talcott Parsons que lodefine como la organización de los intereses, actividades y vinculaciones humanasque vincula el sistema de acción humana con la cultura y el individuo, considerado ala vez como personalidad y como organismo. Pero también nos remite al conceptode sistema político de Easton y de Deutsch.

Habermas critica de la Teoría de los Sistemas, a través de la polémica quemantuvo con Luhmann, la reducción del concepto de sociedad a la dimensiónsistémica. Para el autor alemán, la repolitización del marco institucional en lassociedades capitalistas avanzadas desbanca a la política de una orientación hacia lasolución de problemas morales, que sólo son susceptibles de tratamiento mediantela racionalidad comunicativa o simbólica. Si las tareas del poder político seconvierten en tareas técnicas, un control verdaderamente democrático de ese poder,a través de una opinión pública que discuta sus decisiones desde un punto de vistamoral, se hace imposible: la solución de tareas técnicas no puede ser objeto dediscusión pública. Por ello, el poder político tiende a crear y mantener unadespolitización de la opinión pública, una despolitización de las masas. Ahora bien,el marco institucional de la sociedad sigue estando asentado en la dimensóncomunicativa y regido por normas morales.

Para Moragas (1979), “la comunicación política está compuesta por distintasfacetas y niveles:

1.- Sistemas de comunicación como instrumentos, no propagandísticos, sinoorganizativos de la actividad política y administrativa.

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2.- Utilización política de la industria cultural, es decir, uso y fines políticos dela cultura de masas.

3.- Comunicación masiva y su papel en orden a mantener una conductaadecuada al 'statu quo' político y económico.

4.- Recursos comunicativos como sistema de oposición al poder establecido(contrainformación, comunicación de resistencia, comunicación alternativa).

5.- Procesos concretos de persuasión política (referéndums, elecciones,campañas de sensibilización, etc.)”.

Harold D. LasweIl fue el primero en delimitar el campo de estudio, en 1948,cuando propuso el siguiente paradigma "quién dice qué, a través de qué canal, aquién y con qué efecto". Este paradigma se interconecta con el que formuló en 1936para la ciencia política: "Who gets what, when, how" -quién obtiene qué, cuándo ycómo -. Estos dos paradigmas de Laswell, el primero aplicado a la comunicación y elsegundo a la ciencia política, recuerdan de manera inequívoca a la teoría de lainformación.

Norbert Wiener (1948) fue el impulsor de la cibernética al formular unadefinición que abriría el terreno de análisis a esta ciencia. Wiener afirma que "elcampo total de la teoría del control y de la comunicación tanto de las máquinas comode los animales se puede denominar cibernética. Esta definición de Wiener tuvo unadifusión fundamental para otras disciplinas que desdibujaron el término inicial,variándolo y adaptándolo a las nuevas exigencias de la disciplina. Lasconsecuencias de los escritos de Wiener fueron importantes ya que señaló que losproblemas de la psicología del comportamiento, la fisiología del sistema nervioso y lapsicopatología de los desórdenes mentales se podía describir mediante el lenguajedel proceso y el control de la información.

El segundo impulso de la cibernética va unido al concepto de información, araíz de la publicación en 1948, del trabajo de Shannon. En este estudio Shannonexponía una teoría que explicaba de manera cuantitativa una medida de la cantidadde información transmitida por los mensajes. La teoría de Shannon indicaba comodeterminar la capacidad de un canal de comunicación. Este concepto decomunicación y de información dio un impulso importante a la llamada Teoría de lainformación, cuya génesis se remonta a los trabajos de Hartley (1928).

Hartley demostró que para transmitir una determinada cantidad deinformación un canal de comunicación debe someterse a un intercambio entre suduración y el ancho de banda o límite de frecuencia. Con un límite de frecuenciamás estrecho para transmitir una cantidad de información dada, el canal decomunicación debe de estar disponible durante un periodo más largo. La informaciónse identificó con una selección arbitraria de símbolos procedentes de un conjunto desímbolos definidos. La medida de la información fue definida para la comunicación.La idea esencial es que la información se mide en términos de lo que podría habersecomunicado de acuerdo con un conjunto definido de circunstancias, en lugar detérminos de lo que realmente se comunica en un momento determinado.

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Las aportaciones de Wiener y Shannon fueron, sin duda, las quedeterminaron la importancia de esta disciplina, ya que formularon de la manera máscompleta la teoría. La introducción del concepto de código por Shannon fue básicaporque permitía determinar la eficacia de un código. Indicaba, asimismo, la manerade combatir los efectos destructivos del "ruido" semántico, que es la perturbaciónque se introduce naturalmente entre la fuente y el transmisor, mediante laintroducción de la redundancia en los esquemas de codificación.

U teoría matemática de la comunicación de Shannon no sólo explicaba losconceptos clave sino que demostraba de manera sorprendente relacionesmatemáticas entre "ruido", redundancia, capacidad de canal y transmisión demensajes sin error. Ello quedaba formulado en el ya famoso esquema de Shannon:

1.- Una fuente de información produce un mensaje o una secuencia demensajes que van a comunicar al terminal receptor.

2.- Un transmisor que actúa de alguna forma sobre el mensaje para produciruna señal susceptible de ser transmitida por el canal.

3.- El canal es simplemente el medio usado para transmitir la señal desde eltransmisor al receptor.

4.- El receptor efectúa generalmente la operación inversa a la realizada por eltransmisor, descodificando la señal para reconstruir el mensaje.

Esquema

La calidad de los medios de comunicación, el tipo de mensajes transmitidos yla frecuencia de los mismos son determinantes para la formación de las actitudes dela opinión pública. Para MacLuhan (1962) lo importante no es el contenido delmensaje sino la manera en que éste es transmitido. En un sentido más amplio,significa que el modo de transmisión de una cultura influye sobre esta cultura y lacaracteriza. En otras palabras, implica que los medios de comunicación lejos de serperfectamente neutrales, determinan las formas de pensar, de actuar y de sentir dela sociedad.

La escuela funcionalista, si bien renovó muy poco el estudio de las funcionesde conversión política, bastante analizada por el análisis sistémico, aportó, sinembargo, una notable contribución al estudio de las funciones de mantenimiento yde adaptación del sistema político, sobre todo como factor básico de legitimación.Para mantenerse un sistema social debe formar a su personal y suministrar lospapeles sociales que lo componen. Debe inculcar los valores, las actitudes y lasorientaciones que les permitirán "jugar" su papel político.

Leo Bogart (1956) había subrayado la creciente uniformización de lassociedades industrializadas: la expansión de la televisión, de las sociedadesindustriales y de una cultura "media" le parecían conjugar sus esfuerzos para hacerdesaparecer las culturas "particulares".

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La comunicación es una creadora de un espacio político, a la vez que lapolítica se convierte en productora de símbolos y signos legitimadores. La culturacívica (Almond-Verba, 1963) da más competencia política a los individuos. En estesentido, la cultura política es la pauta generadora de la posibilidad de comprensióndel cúmulo de símbolos y signos políticos producidos. La cultura política permiteentender estos símbolos, hablar en el lenguaje específico y poder intervenir en lacreación, producción y difusión de signos. El nivel educativo permite una mayorcapacidad de comprensión del lenguaje comunicativo de la política y captar losestímulos provenientes de la red de comunicación política.

Para Bon (1985) “Ia acción política parece tener por objeto la producción delenguajes y de símbolos: textos jurídicos, circulares ministeriales, órdenes,discursos, programas y ceremonias. Los símbolos a los cuales recurre la vidapolítica pueden ser muy variados: las imágenes, la música, los objetos, el uniforme,la arquitectura... Todos los productos de la actividad humana pueden ser tomados yvalorados para la acción política”.

Otros niveles de la simbología política pueden referirse a los signos quedeterminan por sí solos la identificación del nombre de la organización, de suideología y de dónde se sitúa en el espectro político; por ejemplo, escudos,banderas, colores, himnos...

La política es productora de símbolos y de lenguas básicamentelegitimadores. Sin olvidar que el papel esencial y fundamental que caracteriza a lapolítica es su papel coercitivo, lo represente o no simbólicamente.

En los regímenes democráticos, la comunicación tiende a ser continua entrela elite y la opinión pública. Los mensajes parten de la elite a las masas con el objetode solicitar el apoyo y por ende la legitimación, como de las masas a la elite, aunquecon mayor dificultad. En los regímenes autoritarios, el flujo de comunicación escontinuo entre las elites y los círculos gobernantes. Y es igualmente continuo entrela elite y la masa de ciudadanos, en tanto que son escasos los canales quetransmiten los mensajes en dirección opuesta. En los regímenes totalitarios, lacaracterística principal consiste en la compacta cantidad de comunicación que fluyedesde la elite hasta la masa (Fagen, 1966).

"Todos los aparatos humanos y tecnológicos controlados por los líderes seemplean para obtener el máximo de apoyo popular y la máxima eficiencia. Elesfuerzo es continuo, coherente y eficaz. Naturalmente hay otros flujos importantes:verticalmente (desde la base hasta el vértice) bajo la forma de informaciones ycríticas moderadas y, horizontalmente, entre la elite y los centros de decisión en laforma típica de todos los sistemas burocráticos complejos. Pero el flujo dominante esel descendente" (Panebianco, .1982).

Lazarsfeld-Merton (1948) y Mapper (1948) sugieren que el monopolio de lapropaganda que practican los gobiernos totalitarios y esa especie de monopolioinconsciente con el que en las democracias se favorece a ciertos valores culturalesconstituyen en sí mismos procedimientos persuasivos muy eficaces. El monopolio dela propaganda refuerza continuamente las actitudes que protege, a la vez quedificulta el nacimiento y difusión de las ideas contrarias.

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En este sentido se afirma que “los medios de comunicación modernos hanvenido a añadir a las antiguas complejidades al menos una doble y nuevaproblemática: todo utilizador de los medios de comunicación es en nuestros días unemisor privilegiado, y todo mensaje difundido por los medios de comunicación tiene-se quiera o no - un efecto de propaganda. El riesgo de realizar, aunque sea demanera involuntaria, la manipulación o la persuasión oculta es inherente a todautilización contemporánea de la comunicación mediatizada (no respondiendo, por lotanto, a la “reciprocidad simultánea” del diálogo interpersonal)” (Pasquali, 1985).

Refiriéndose al Estado, Pasquali añade que "es el Estado quién padece másesta situación, ya que se le exige, y con toda justicia, un paradigma de objectividad,de la misma manera que se le niega el derecho de convertir al público en una masacontrolada. A pesar de estas trabas, más fuertes que las que pesan sobre lasindustrias culturales, el Estado moderno no puede sustraerse de susresponsabilidades como comunicador. Por lo tanto, sin un Estado que puedagarantizar verdaderos servicios públicos para la difusión de las diferentes opiniones,pero también sin un Estado que informe de manera objetiva y permanente, sobretodo en la toma de decisiones, no podría existir una verdadera opinión pública, y porlo tanto, una verdadera democracia".

Grainsci afirma que el Estado "gobierna con el consentimiento de losgobernados, pero con el consentimiento organizado, no genérico y vago como seafirma en el momento de las elecciones. El Estado tiene y pide el consentimientopero también lo 'educa' igualmente por organismos privados... El consentimiento'espontáneo' es dado por las grandes masas de la población a la orientaciónemprendida de la vida social por el grupo dominante fundamental, consentimientoque nace 'históricamente' del prestigio (y, por lo tanto, de la confianza) que el grupodominante obtiene de su posición y de su función en el mundo de la producción".

II

Los estudios de Lazarsfeld realizados en los años 40 sobre las eleccionespresidenciales norteamericanas, permanecen como el prototipo sobre el cual se haedificado la investigación de la influencia de los medios de comunicación sobre loselectores. La conclusión más célebre de estos trabajos concierne a la determinaciónsocial de la decisión electoral: la existencia de una homogeneidad de grupo social enla intención de voto y la formulación de la "hipótesis del refuerzo", los medios decomunicación no cambian la opinión, sólo la refuerzan.

El resultado más importante del grupo de Lazarsfeld afirma que el efecto delos medios de comunicación sobre el cambio de opinión está limitado por elmecanismo de protección de la percepción selectiva. Esta ley permaneció durantemucho tiempo sin su complementaria: cuantas menos posibilidades tenga lapercepción selectiva, mayor será el efecto de los medios de comunicación sobre laopinión.

Los medios de comunicación, más que provocar conversiones y cambios,para Lazarsfeld, Berelson y McPhee (1954), lo que hacen es cristalizar y reforzar las

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ideas preexistentes. Los medios de comunicación apenas intervienen en la decisiónelectoral, su influencia es mínima y en todo caso, los cambios en la decisión de votose equilibran entre sí.

Esta influencia de los medios de comunicación de manera directa o indirecta,segUn Katz y Lazarsfeld (1955), se ejerce según un modelo llamado "Two-step flowof communication" -el flujo de la comunicación en dos niveles -. Según este modeloexisten algunas personas que están más "expuestas" a las influencias de los mediosde comunicación, las cuales, una vez filtradas y seleccionadas las noticias, lastransmiten cara a cara al grupo. Estas personas son los llamados "líderes deopinión". Representan el enlace obligatorio entre los medios de comunicación y elconjunto de sus audiencias. Esta premisa había sido esbozada por Lazarsfeld y sugrupo en The People's Choice, al comprobar que existen individuos que ejercen suinfluencia personal sobre otros y que los votantes se ajustaban en su decisión alambiente social más que a los medios de comunicación.

La premisa, admitida anteriormente en todos los estudios sobre influencia delos medios de comunicación, de que las opiniones son fruto de la elite social y seretransmiten hacia abajo a través de los distintos estratos sociales, quedabadestruida a la vez que se demostraba la existencia de un liderazgo horizontal de laopinión (Pérez Prieto, 1979).

El líder de opinión es producto de la estructura de la red de comunicacionesdel grupo, ya que interpreta y transmite los mensajes de los medios de comunicaciónhacia el grupo. El líder de opinión podría asemejarse al “gatekeeper” descrito porKurt Lewin que realizaría la tarea de enlace entre los sistemas de comunicaciónintergrupal y el mundo exterior.

Joseph T. Mapper (1960) en su estudio clásico sobre los efectos en lascomunicaciones de masas, afirma que “las comunicaciones de masas de tipopersuasivo tienden en general más a reforzar las opiniones existentes en el públicoque a cambiar tales opiniones”. El hecho de que las comunicaciones de masas detipo persuasivo actúen con más frecuencia como agentes de refuerzo que deconversión parece deberse, al menos en parte, a la mediación de ciertos factores ycondiciones ajenas a la comunicación:

a) Predisposiciones y procesos derivados de exposición, percepción y retenciónselectivas.

b) Grupos y normas del grupo al que pertenecen los miembros del público.

c) Difusión interpersonal del contenido de la comunicación.

d) Liderazgo de opinión.

Se tiene también constancia que la comunicación interpersonal juega unpapel importante en el proceso de recolecta de información en el votante durante lacampaña. Un nuevo análisis de los datos de Kinsey sugiere que algunos de losvotantes deciden tarde el voto y pueden buscar información, primero en canalesinterpersonales, probablemente informales, que los lleva a buscar información a

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través de los medios de comunicación quizá para confirmar los hechos básicos.

Para López Guerra (1976), “las precisiones de Lazarsfeld, en el sentido deque la radio no influye directamente, sino a través de líderes de opinión, no viene adisminuir la importancia del hecho ( ... ), los medios de comunicación alcanzanindiscriminadamente a líderes y seguidores, y al político le es igual que su charlainfluya directa o indirectamente en el elector, siempre que efectivamente influya”.

En contraposición a esta afirmación, Rokkan (1970) afirma que “los dirigentesde los partidos podían estar sobrestimando exageradamente la capacidad de losmedios de comunicación para transmitir los mensajes políticos. En pocas ocasioneslos mensajes ejercerán una influencia amplia a no ser que sean retransmitidos yreforzados en el seno de innumerables grupos de personas de cada comunidad”.

De todos modos, los datos y las teorías en que se basaban los investigadoresse centraban en una época limitada fundamentalmente en la prensa y la radio. Elimpacto de la televisión como el más revolucionario de todos los medios decomunicación aún no había dejado su huella que se hace visible

1) en el cambio aparecido en el tratamiento audiovisual de las campañas ypropaganda electorales, por una parte, y

2) por la transformación de los partidos políticos y sus líderes, por la otra.

Las elecciones se han convertido en la confrontación audiovisual de lasimágenes de los líderes que personifican el partido y sus ideales. Por lo tanto,debemos preguntarnos de qué manera influye el tipo de campaña electoral en elsistema de partidos. Josep M. Vallés (1981) afirma que “las circunstancias citadas-falta de definición programática, escasa crítica recíproca llevan también -juntamentecon los condicionantes de la moderna publicidad a una personalización de lasopciones. La elección, de hecho, se convierte en "presidencial", en lugar deparlamentaria, y son las figuras de los líderes las que prácticamente concentran laatención”.

Las evidencias recogidas durante la última década han hecho revisarsustancialmente lo que la gente hace con las campanas y cómo las campañas lesafectan.

Estas revisiones están en parte producidas por los cambios en la naturalezadel electorado y los cambios en el rol de los procesos de comunicación.

El electorado es menos previsible electoralmente que en las décadasanteriores, como lo atestigua el declive de la afiliación y de la influencia de lospartidos políticos, el aumento del voto independiente, la volatilidad del electorado yuna tendencia más acentuada hacia la abstención (Nie, Verba y Petrocik, 1976;Barber, 1978).

Junto a estos cambios se ha producido el crecimiento de los medios decomunicación, especialmente la televisión, como agentes de información e influenciapolítica, suplantando parcialmente los canales de información más informales en las

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organizaciones de partido.

No debe extrañarnos que los hallazgos de los estudios clásicos sobre lascampañas en los años 40 y 50 tengan una aplicabilidad seriamente limitada enofrecer una comprensión de las campañas actuales y sus efectos. Mucho másarriesgado es deducir que

a) abrumando a cantidad de electores, éstos hacen decisiones firmes sobrecandidatos, basadas en afiliaciones a partidos, al principio de la campaña;

b) los medios de comunicación son utilizados exclusivamente para reforzar estasdecisiones;

c) los escasos electores que se deciden a finales de la campaña, estandopolíticamente menos implicados, utilizan escasamente los media;

d) cuando existe la persuasión al elector es mucho más fácil que sea a causa de lacomunicación interpersonal que debido a los mass media.

El rol de los medios de comunicación en las campañas políticas ha cambiadoen los últimos 20 años y de manera sustancial la potencialidad de los efectos de losmedios de comunicación es ahora mayor. Menos aparente es el alcance de lainfluencia que ejercen los media sobre el electorado, los procesos a través del cualesto sucede, y las ramificaciones de los efectos de los media para el sistemapolítico.

Los efectos de las campañas sobre los votantes son vistos como derivadosprincipalmente de las interacciones basadas entre las necesidades y disposicionesprevias de los votantes y las formas cómo los medios de comunicación y los otrosagentes de comunicación los utilizan. Esta perspectiva se puede encontrar en elenfoque sobre usos y gratificaciones (BlumIer y Katz, 1974) y en varias perspectivastransaccionales (Kraus y Davis, 1976).

Es interesante analizar el cuadro de Cayrol sobre el seguimiento de lacampaña electoral en Gran Bretaña, Francia y Bélgica, a través de diferentesmedios. Comprobamos, en primer lugar, que el porcentaje más elevado de lapoblación se informa a través de la televisión sobre los políticos (ver los cuadros delanexo Televisión). En cambio, los porcentajes de la televisión son menores en lostres elementos siguientes: rememorar el programa del partido, ayudar a escoger enel momento de la votación y disponer de argumentos para discutir de los temas de lacampaña. En segundo lugar, debemos destacar que elementos clásicos decomunicación de la campaña, como el mitin, los carteles, las octavillas, se han idodiluyendo, debido al impacto audiovisual de las campañas electorales.

Cuadro1

Cayrol (1986) afirma que "la comunicación política moderna refuerza el papelde las personalidades. Tiende a confiar a la institución-televisión un papel autónomoen la selección -de los problemas alrededor de los cuales debe desarrollarse eldebate político, en la elección de los temas a debatir en la comunicación entre

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gobernantes y gobernados. Añadiría: tiende a operar un desplazamiento del lugar dela política.

'Se produce, durante un periodo electoral, una casi-coincidencia entre elsistema político y el sistema de televisión: es en la televisión que el acontecimientopolítico se desarrolla'.

'La televisión da el tono de la campaña, le asegura su ritmo, y pone el énfasisen los grandes momentos. Las grandes emisiones, los grandes debates televisadosconstituyen en adelante los 'momentos álgidos' de las campañas electorales'.

Cuadro2

La televisión es, en el sentido estricto del término, un medio de comunicaciónde masas a la disposición de los candidatos y de los partidos. A partir de este punto,el objetivo de los candidatos y de los partidos que salen en televisión consistirá,evidentemente, en conseguir que sus votantes habituales les reconozcan, perotambién consistirá en recuperar unos electores moderados, esos ciudadanosdubitativos que podrían muy bien inclinarse a su favor si los otros candidatosparecen menos seductores (Cayrol, 1977). Sobre el tema del político-seductor esinteresante destacar las recomendaciones que ofrecen los especialistas a lospolíticos en el empleo de la televisión durante los procesos electorales (MartínSerrano, 1982):

a) Debe ponerse más atención en el “como se dice” (p.e., tono de voz, orientaciónde la mirada) que en el “que se dice”.

b) Es más rentable esforzarse en lograr que el votante se identifique afectivamentecon el personaje (en la medida que puede encarnar la figura del hermano, el padre,el abuelo o el marido deseados) que empeñarse en conseguir la identificaciónpolítica con el ideario que el personaje representa.

c) La televisión no sirve para convencer ni a los oponentes ni a los indecisos.Resulta en cambio eficaz para captar el voto de aquellos que se muestranindiferentes o ignorantes respecto a los temas públicos.

d) Como consecuencia de la anterior observación, se recomienda a los líderespolíticos que cuando se asomen a la pequeña pantalla, eludan el empleo deargumentos técnicos. Se afirma que el mensaje político debe apelar preferentementea los grandes principios generales del bienestar individual y público.

El problema de la televisión no es el de su influencia objetiva sobre loselectores, ya que según Katz (1971) la propaganda está en su mayor partetergiversada, y a veces queda anulada por la resistencia de los individuos, de losgrupos primarios y de los grupos sociales. La verdadera eficacia política de latelevisión, según Cayrol (1977), consiste en esa neutralización, esa uniformización Mdiscurso político. Los medios de comunicación de masas, y la televisión sobre todo,tienden a borrar los contenidos, a pacificar la vida política, a hacemos vivir en unmundo en el que la alternancia se convierte en uno de los elementos del sistema.

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En este sentido, José Ramón Montero (1981) afirma que "se trata de lamasiva utilización de la imagen pública de los dirigentes como un recurso político,electoral y propagandístico de importancia fundamental, y cuya incidencia en ladesvalorización del papel de los afiliados en no pocos ámbitos de la vida interna delpartido resulta obvia. Un recurso que es tanto más efectivo cuando tiende aaumentar la personalización de la política y de los partidos españoles, hasta llegar aesa relación directa entre los dirigentes (personificando a los partidos y a susformulaciones políticas) y la opinión pública".

Para Oberneuter (1987), "actualmente, el diputado no se dirige a un grupo,sino a millares de electores. Seguramente, esta comunicación puede ser reducida, através de los canales específicos, a reuniones de partido, reuniones electorales ycoloquios ciudadanos. Pero de esta manera no alcanza a todo el espacio electoral,sino tan sólo a fragmentos de éste. En el peor de los casos, el diputado tiene lasensación de estar profundamente enraizado desde el punto de vista de lacomunicación, pero la realidad es que no llega nunca a la totalidad del electorado; esnecesario recurrir a la comunicación indirecta y pasar por los medios decomunicación. Según esto, este tipo de comunicación lo único que puede esaproximarse, sin nunca llegar a alcanzarla, a la situación ideal donde hay unacontinuidad y unidad entre diputados y electores, en tanto que partes constitutivasde un solo y mismo público. Este es un problema estructural, inherente a lademocracia de masas, del que no se puede escapar. La democracia de masas nonos ofrece ninguna otra alternativa: pasando por el diputado, como importante puntode intersección, el sistema político consigue constituir una red política, un contextoglobal que le une a la vida cotidiana, muy alejada de la política, de la mayoría de lapoblación".

La opinión pública, y más concretamente los electores, perciben la políticacomo una pugna, no tanto de unos programas de los partidos, como la visualizaciónde la imagen pública de los líderes que representan al partido y sus ideas, a travésde los medios de comunicación, básicamente la televisión. Sani (1986) incide eneste punto al afirmar que “los dirigentes de los partidos políticos poseen una enormevisibilidad pública y llegan a simbolizar, para muchos electores, al partido y supolítica. Existen razones para creer que las imágenes proyectadas por los líderes departidos y, aún más, la valorización comparativa que los votantes realizan de losmás destacados de entre ellos constituyen otro aspecto de la composición políticade los votantes”.

La Comunicación y los medios de comunicación, sobre todo la televisión, hantransformado, en gran medida, los clásicos partidos políticos hacia otro tipo deestructuración interna denominado "catch-all party" por Otto Kirchheimer (1965), esdecir un partido de electores o partido, traduciendo literalmente, "acaparador". Lascaracterísticas de este nuevo tipo de partido son el posponer de modo radical loscomponentes ideológicos del partido, fortalecer a los políticos situados en la cumbredel partido, rechazar un electorado de base confesional o clasista, que se sustituyepor una propaganda electoral encaminada a abarcar a toda la población ydesvalorizar la función clásica del afiliado en una función menor y menos básicapara este nuevo tipo de partido.

Bartolini (1980) señala que “no cabe duda alguna de que los medios de

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comunicación sociales han reemplazado a la afiliación como "medio" fundamental detransmisión de los mensajes políticos de los partidos a las más amplias masas deelectores, en las sociedades educadas y urbanizadas de nuestra época. La funciónde actividades tradicionales de movilización y propaganda, como son asambleaslocales, mítines locales de candidatos y representantes de los partidos y propagandaa domicilio, necesitadas todas ellas de una elevada inversión de afiliados, parecehaber entrado inevitablemente en decadencia frente a técnicas de propagandacolectiva más efectivas”.

El tipo de campañas electorales y de propaganda electoral, basadosfundamentalmente en los medios de comunicación, comportan plantearse dosproblemáticas como son a) el acceso de los partidos y candidatos a los mediospúblicos de comunicación y su regulación; y b) la financiación de los partidos en elmomento álgido que supone una campaña. La realización y planificación de unacampaña electoral, por parte de un partido, es contratar una serie de servicios, queno son substituibles por la acción de los militantes.

Boy, Dupoirier y Meynaud (1984) hacen referencia al marketing político,afirmando que "cualquier candidato a un cargo electivo hace, lo quiera o no,marketing político: debe conocer su circunscripción, evaluar el peso de los diferentesintereses sociales y profesionales, estar atento a las necesidades, saber dónde sehallan sus partidarios, sus adversarios y su electorado potencial, crear y desarrollarsu red militante, adaptar su discurso, ver su personalidad sobre el terreno electoral.El marketing político es un conjunto de técnicas que tienen por objetivo favorecer laadecuación de un candidato a su electorado potencial, de hacer que se le conozcapor el mayor número posible de electores y por cada uno de entre ellos, crear ladiferencia con los adversarios y, con un mínimo de medios, optimizar el número devotos que se necesitan ganar durante la campaña”.

Grossi (1987) afirma que “la mayoría de análisis sobre el papel y la función delos medios de comunicación ha demostrado que su poder se manifiesta másinfluyendo en las orientaciones cognitivas que en los comportamientos electorales.Además, en las sociedades modernas, el lazo entre una toma de posición y el votoqueda aún por descubrir. En segundo lugar, se observa en todas partes que latelevisión, bien que importante y central, no es más que un segmento de un universomultimedia que es muy variado. En fin, se ha afirmado que la política en tanto queespectáculo produce espectadores antes que producir electores, que se interesamás en los contrastes entre las personalidades que en los conflictos políticos oideológicos, que inspira adhesiones emocionales o simpatías temporales y fugaces,que ocasiona éxitos irresistibles pero también fracasos, que puede transformar lafuerza en ‘ruido’.

El caso español es particularmente interesante en este sentido ya que laconstrucción de la democracia, del sistema político y de partidos en la Españapostfranquista se ha construido después que la televisión conquistase supreeminencia dentro del mercado de la comunicación, a diferencia de otros países.

Puhle (1986) incide en este tema, "hay que tener en cuenta que la Españapostfranquista constituye uno de los primeros casos (por lo menos en el "primermundo") en el cual el sistema de partidos se ha establecido después de que la

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televisión conquiste el predominio del mercado de los medios de comunicaciónmasiva, por lo que ha podido conformar los nuevos mecanismos de la propagandapolítica y de las campañas electorales". Según sabemos, los instrumentos yvehículos más tradicionales de la agitación política no han tenido un impactodecisivo en la movilización y la decisión de los electores, y muchas veces se hancontentado con funciones distributivas”.

Se debe analizar teórica y empíricamente la relación entre los efectos de losmedios de comunicación y el comportamiento electoral. La línea actual deinvestigación se basa en la observación de que el incremento de la volatilidad se hadado conjuntamente una dependencia más grande de la televisión como fuente deinformación política y presumiblemente de influencia política. Otros autores (Chaffee(ed), 1975) argumentan que para bastantes electores los medios de comunicacióntienen una función de integración política al incrementar la confianza en lasinstituciones y los procesos políticos.

El caso español, como posible modelo, podría ser comparado con países quehan pasado de un sistema comunicativo estatalizado o controlado férreamente haciauna sistema comunicativo democrático, por ejemplo los países del Este o los paísessudamericanos. No se debe olvidar que los cambios en los países de Europa delEste se inician con un concepto básico de la perestroika de la época de Gorbachov,como es "glasnot", es decir información abierta y libre. La comparación es factiblecon todas las matizaciones posibles sobre un caso como el español que puedeservirnos de modelo.

Esquema

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Cuadro 1

Cuadro 2

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Las nuevas realidades internacionales.

Como consecuencia de todas las transformaciones y cambios que ha experimentado la sociedad internacional se han desarrollado toda una serie de nuevas realidades internacionales, que marcan con claridad las diferencias entre la sociedad internacional del pasado y la actual sociedad internacional y que es imprescindible tomar en consideración a la hora de entender e interpretar las relaciones internacionales en el momento presente.

Entre los nuevos fenómenos característicos de la actual sociedad internacional, se pueden señalar, todos ellos íntimamente relacionados y no siempre fácilmente separables, los siguientes:

1) Debilitamiento de la centralidad del Estado en las relaciones internacionales.

Aunque el Estado continua siendo un elemento esencial del sistema internacional y su condición de máxima autoridad a nivel internacional continua formalmente vigente, su autonomía, su protagonismo y exclusivismo anterior, tanto a nivel internacional como interno, se ha visto debilitado e incluso puesto en entredicho, como consecuencia de la interdependencia, la transnacionalización y la globalización y del desarrollo de nuevas fuerzas y actores, que han erosionado su soberanía, sus fronteras, sus funciones y su relación con los ciudadanos. En principio, sólo el monopolio legítimo de la violencia, al menos a jurídico-formal y con escasísimas excepciones, y la territorialidad permanecen como atributos intocables del Estado.

El Estado se ha visto obligado a compartir el protagonismo internacional con otros actores internacionales y ya no es siempre, en consecuencia, el único o el principal actor a la hora de conformar las estructuras y dinámicas de la sociedad internacional. Hoy, como hemos reiterado anteriormente, la sociedad internacional no es sólo o principalmente una sociedad de Estados, sino también una sociedad transnacional y humana, con todo lo que ello supone frente al pasado.

Lo anterior no supone, sin embargo, que los Estados, y muy especialmente las Grandes Potencias, hayan dejado de ser el principal referente a la hora de considerar la sociedad internacional y sus problemas, dado que son los únicos actores a los que formalmente está sometido el control del territorio y la población de todo el planeta.

2) Desaparición de la separación y distinción entre el mundo interno del Estado y el mundo internacional, entre la política interior y la política exterior.

La distinción y separación entre lo interno y lo internacional tomando siempre como referencia a las fronteras del Estado, ha sido expresión del principio de soberanía y uno de los elementos más característicos del sistema tradicional de Estados y de sus competencias a nivel interno y de su actuación a nivel internacional. Ha sido también la base sobre la que ha descansado la interpretación de la naturaleza de las relaciones internacionales, como un mundo distinto, en el que reinaba el estado de naturaleza y la ley del más fuerte, del

m3 |contenidos | IC

i n f o r m a c i ó n c o m p l e m e n t a r i a 4

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mundo interno del Estado, en el que se presuponía que reinaba el orden y la paz.

Su corolario era el principio de no injerencia en los asuntos internos de los Estados, consagrado en el artículo 2.7 de la Carta de las Naciones Unidas. Hoy, sin embargo, la realidad de la evolución de la sociedad internacional, no sólo ha hecho totalmente artificial esa separación, como consecuencia de la interdependencia, la globalización y la transnacionalización, poniendo de manifiesto la existencia de una sola e indisoluble realidad social, sino que además ha puesto en cuarentena en cada vez más numerosos supuestos el principio de la no injerencia en los asuntos internos de los Estados, al irrumpir con cada vez más fuerza la defensa de los derechos humanos en la esfera internacional.

Todo ello ha traido consigo un fenómeno de transnacionalización e interdependencia de las relaciones sociales a todos los niveles y ámbitos, de internacionalización de los problemas internos y de internalización de los problemas internacionales, que ha trastocado las estrategias y políticas tradicionales, obligando a importantes innovaciones en el trabajo de los actores internacionales, tanto estatales como no estatales.

3) Desarrollo de nuevos actores no estatales.

Los actores no estatales han conocido un espectacular desarrollo a partir especialmente de la Segunda Guerra Mundial, pasando a desempeñar papeles y funciones cada vez más significativas e importantes en la sociedad internacional. Su espectacular crecimiento y protagonismo es consecuencia directa de las dinámicas de interdependencia, globalización y transnacionalización, que han erosionado las fronteras del Estado y debilitado su cohesión interna, alentando en sus ciudadanos lealtades nuevas, y su protagonismo internacional.

Hoy, la sociedad internacional, sus estructuras, dinámicas e interacciones, no son comprensibles sin tornar en consideración el protagonismo de los grupos empresariales y empresas transnacionales, de las Organizaciones No Gubernamentales y de los grupos sociales de muy distinto alcance y naturaleza que actúan a nivel internacional, de los cárteles del narcotráfico y las mafias y de los individuos, por poner algunos ejemplos de actores transnacionales no estatales.

En concreto, los grupos empresariales y las empresas transnacionales, en consonancia con las revoluciones científico-técnicas y de la información y de la comunicación y con el proceso de globalización y transnacionalízación económica, han pasado ha desempeñar papeles decisivos en la estructuración e incluso ordenación de las relaciones internacionales, imponiendo sus intereses muchas veces a los Estados.

Dentro del fenómeno de multiplicación de los actores no estatales destaca también el desarrollo de las llamadas Organizaciones No Gubernamentales, que han empezado a cumplir significativas funciones de todo tipo en la sociedad internacional, desde humanitarias hasta ecológicas, pasando por las deportivas, abriendo nuevas dinámicas internacionales y obligando a los Estados a actuar o coactuar con ellas en cada vez más numerosos problemas internacionales. Las Organizaciones No Gubernamentales han irrumpido con cada vez más fuerza en campos que hasta ahora eran exclusivos de los Estados o en terrenos nuevos que los Estados no quieren o no pueden asumir.

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Destaca, igualmente, el protagonismo internacional, en muchos casos como actores del conflicto, amenazas a la seguridad o violaciones de los derechos humanos, de toda una serie de actores no estatales, expresión de numerosos problemas como, por ejemplo, los nacionalismos, los enfrentamientos étnicos, religiosos o culturales y la injusticia, que la Guerra Fría había sumido en estado de hibernación.

4) Proceso de difusión del poder, que implica cambios tanto en la naturaleza del poder como en la distribución del poder a nivel de actores.

Frente a la concepción realista clásica que identificaba el poder con el Estado y con el poder militar y lo conceptualizaba como un fenómeno relacional, consistente en la capacidad del Estado A para obligar al Estado B a hacer algo que de otra forma no haría, la realidad de nuestros días es que el poder es un fenómeno multidimensional y de naturaleza cambiante en función de los distintos escenarios, que se expresa, por un lado, cada vez más en términos económicos, científico-técnicos, culturales y de información y menos en términos militares, y, por otro lado, se ejerce bajo formas nuevas y de manera distinta (Arenal 1983 b).

El poder ya no es solo un fenómeno relacional sino también y cada vez más, como consecuencia de las dinámicas de interdependencia y globalización, que en cuanto importantes fuentes del poder han traído consigo un cambio en la naturaleza del poder y en la forma de ejercerlo, un fenómeno estructural, mucho más sutil, consistente en el control o la capacidad para influir o determinar las estructuras y dinámicas del sistema o conseguir que los demás quieran lo que uno quiere. Nuevos conceptos como “poder estructural” o “poder blando” tratan de conceptualizar estas nuevas realidades del poder.

Consecuentemente con lo anterior, los métodos tradicionales de poder han perdido parte su eficacia, como consecuencia de la multiplicación y heterogeneidad de los actores, de la complejidad, globalidad y transnacionalización de la sociedad internacional y de los nuevos condicionantes del uso de la fuerza y del problema de la seguridad, que hacen mucho más costoso el uso de la fuerza militar para las Grandes Potencias y obligan a acudir a nuevas formas de ejercer el poder. Hoy, la naturaleza del poder ha cambiado y el poder en general, y muy especialmente el militar, no siempre se puede traducir en la práctica en poder real.

Finalmente, el poder se distribuye, se reparte cada vez más, y se hace más difícil de identificar, no solo como consecuencia de la naturaleza cambiante del poder y de la multiplicación de los Estados, sino sobre todo como consecuencia de la proliferación de actores transnacionales que participan en el reparto y en el ejercicio del poder, entendido especialmente en términos de poder blando o poder estructural.

5) Lo socio-económico y lo científico-técnico como problemática.

A partir de la Segunda Guerra Mundial y muy especialmente con el fin de la guerra fría y el enfrentamiento entre los bloques, las cuestiones y problemas socioeconómicos y científico-técnicos, en consonancia con su decisiva incidencia en la configuración del poder y en la seguridad del Estado, han pasado a constituir el centro neurálgico y la problemática central de la sociedad internacional., quedando los problemas político-diplomáticos y estratégicos supeditados las más de las veces a los primeros. Esto no significa que lo militar pierda siempre su caracter definitorio en caso de conflicto, sino simplemente

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que lo militar pasa a un segundo plano respecto de lo socio-económico y lo científico-técnico, invirtiéndose los términos de lo que hasta ahora se conocía como la high politics y low politics.

La consecuencia más directa ha sido la sustitución de los escenarios de enfrentamiento estratégico-militar, característicos de la bipolaridad, por el desarrollo de escenarios de enfrentamiento y competición económica y científico-técnica, lo que ha revalorizado el poder estructural, provocado un cambio en la realidad del poder y la seguridad y debilitado al Estado como actor.

En este contexto, la sociedad internacional avanza hacia la configuración de grandes bloques o centros de poder político y económico, capaces de competir en el mercado mundial, lo que supone un reacomodo de los Estados y demás actores internacionales- Esta centralidad de la problemática económica y científico-técnica no sólo afecta decisivamente a los países desarrollados, sino también, aunque con dinámicas y efectos muy distintos, a los países en vías de desarrollo.

En definitiva, se ha planteado en el primer plano de las relaciones internacionales, con su consiguiente reflejo en el interior de los Estados, la grave problemática económica y social que caracteriza la sociedad internacional.

No es que estos problemas sean nuevos, lo que sucede es que, por un lado, han alcanzado dimensiones cada vez más dramáticas, como consecuencia de la acentuación de las diferencias entre los Estados ricos y los Estados pobres, y, por otro, anteriormente estaban difuminados por el enfrentamiento entre los dos bloques.

En este nuevo contexto, los problemas del desarrollo y del subdesarrollo en sus diversas manifestaciones económicas, sociales y científico-técnicas han pasado a transformarse en una de las claves para entender el mundo de nuestros días y sus más acuciantes problemas. La problemática del presente y del futuro se materializa, de esta forma, a lo largo de un abanico que, va desde la pobreza hasta el medio ambiente, pasando por la xenofobia y el racismo, poniendo de manifiesto la íntima relación existente entre los mismos.

6) El regionalismo como factor determinante de la sociedad internacional.

La sociedad internacional se ha ido heterogeneizando ha medida que se producía su universalización y globalización, afirmándose cada vez con más fuerza una dinámica de fragmentación, que ha reforzado los particularismos políticos, económicos, sociales, culturales, religiosos, étnicos, etc., existentes en el mundo de los Estados, y consolidándose la existencia de sociedades internacionales particulares o regionales en el seno de esa sociedad mundial. De esta forma, al mismo tiempo que se produce la universalización y globalización de las relaciones internacionales, como reacción frente al protagonismo y hegemonía europea y occidental, pero sobre todo como reacción frente al proceso de homogeneización que traen esa universalización y globalización, se acentúa la tendencia hacia la regionalización, en base a la afirmación de determinadas afinidades y homogeneidades particulares entre ciertos grupos de Estados.

Por otro lado, el desarrollo de las organizaciones internacionales, que han conocido un crecimiento espectacular a partir de la Segunda Guerra Mundial, como consecuencia de la creciente interdependencia y de la toma de conciencia por los Estados de la existencia de intereses colectivos que sólo a través de

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la concertación, cooperación e integración se pueden satisfacer, coadyuvará al desarrollo del regionalismo, proporcionando un marco juridico-institucional, que facilita su afirmación.

Se explica, en consecuencia, el auge que han conocido las organizaciones internacionales regionales, en cuanto expresión de afinidades u homogeneidades políticas, económicas, culturales, geográficas, linguísticas o religiosas.

7) Nuevos tipos de conflicto.

Si tradicionalmente los conflictos tenían una naturaleza predominantemente interestatal, política y estratégica, expresándose generalmente a través del enfrentamiento y de la guerra entre los Estados, en la actual sociedad mundial, el nuevo tipo de conflicto dominante proviene fundamentalmente de los problemas económicos y sociales, es decir, de antagonismos y problemas nacionales, étnicos, religiosos, económicos y culturales, se concreta en las llamadas guerras de baja y media intensidad y se expresa en conflictos y guerras en los que en la mayoría de los casos los actores no son Estados, es decir, tiene naturaleza intraestatal o transnacional.

Toda una serie de nuevos o renovados tipos de conflictos, derivados de problemas como, entre otros, la pobreza, la marginación, la inmigración, el nacionalismo, el narcotráfico, el blanqueo de dinero, la xenofobia y el racismo, han pasado a marcar profundamente el escenario mundial, demandando una atención creciente de los actores gubernamentales y no gubernamentales. Con ello, al mismo tiempo que cambia la naturaleza dominante del conflicto, cambian también los medios y formas de intervención y los procedimientos de solución que hasta ahora eran característicos de las relaciones internacionales.

8) Cambio del problema de la seguridad.

El problema de la seguridad nacional, clave en la política de los Estados y en la configuración de todo sistema internacional, se plantea en términos diferentes a como ha venido expresándose en el pasado, como consecuencia en general de la transnacionalización y la globalización y, en concreto, del cambio en la naturaleza del poder, del cambio en el tipo de retos y amenazas, de las nuevas vulnerabilidades del Estado, del cambio del propio tipo de conflicto y del cambio en la percepción de esas amenazas. La seguridad nacional es un concepto mas amplio que el de la tradicional seguridad militar, que ha dominado durante siglos el comportamiento de los Estados.

Hoy, la seguridad está compuesta no sólo de dimensiones militares, sino también de dimensiones políticas, económicas, científico-técnicas, informativas, sociales, humanitarias, ecológicas y de derechos humanos, que las dinámicas de transnacionalización y globalización han hecho globales. La proliferación de armas de destrucción masiva, el subdesarrollo con todas sus manifestaciones, los problemas demográficos, los problemas étnicos y culturales, la degradación del medio ambiente y el agotamiento de los recursos naturales, el narcotráfico, el terrorismo informático, las violaciones de derechos humanos son nuevos retos a la seguridad, que requieren cambios importantes en el concepto y el planteamiento de la seguridad, en cuanto suponen en muchos casos la superación del estrecho concepto de la seguridad nacional.

En la búsqueda de soluciones al problema de la inseguridad, los Estados deben afrontar cada vez con mayor frecuencia circunstancias fuera de su control, como crisis económicas estructurales y tendencias o medidas económicas

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adoptadas por otros actores, problemas étnicos, demográficos, ambientales y humanitarios de carácter global y transnacional, sabotajes y piratería en las redes y nudos informáticos, redes de blanqueo de dinero procedente del narcotráfico y las mafias internacionales, frente a los cuales las respuestas y políticas exclusivamente nacionales no bastan, siendo necesarias respuestas comunes y solidarias, que el tradicional sistema de Estados no es capaz de articular adecuadamente. Nuevos conceptos e ideas en torno al problema de la seguridad, como seguridad común, seguridad global, seguridad compartida, vienen a expresar claramente esta nueva realidad.

9) Cambio en el uso de la fuerza y de la coacción.

Es una consecuencia del proceso de difusión y cambio de la naturaleza del poder, de los nuevos tipos de conflicto y en definitiva, del cambio en el problema de la seguridad. El uso de la fuerza militar, característica y dinámica fundamental en el funcionamiento del sistema internacional clásico, ya no siempre es posible ni conveniente, dados, en unos casos, sus costos y, en otros, su incapacidad, para dar respuesta a los problemas de seguridad del Estado y a las amenazas a la paz. Cada vez con mayor frecuencia, los Estados tienen que acudir a nuevas formas y mecanismos de uso de la fuerza y de la coacción, no militares, para defender su seguridad y la paz.

10) Cambio en el concepto y la realidad de Gran Potencia.

Es una consecuencia de todos los cambios señalados anteriormente. El concepto tradicional de Gran Potencia, producto característico y elemento esencial en el funcionamiento del sistema europeo de Estados, es decir, del sistema multipolar de equilibrio de poder, que llega hasta la Segunda Guerra Mundial, y el concepto de superpotencia o potencia mundial, su homólogo a partir de 1945, cuando el sistema de Estados pasa de multipolar a bipolar, que descansaban principalmente en la consideración del poder en términos militares, han entrado en crisis en paralelo a las profundas transformaciones experimentadas por la sociedad mundial y muy especialmente como consecuencia del proceso de difusión y cambio de la naturaleza del poder y del cambio en el problema de la seguridad.

Hoy, es ya una realidad un nuevo concepto y una nueva realidad de Gran Potencia, en el que lo económico, lo científico-tecnico y lo cultural, y no sólo lo militar, han pasado a erigirse en factores determinantes de ese status. Con ello, se transforman algunas de las estructuras y dinámicas más significativas de la sociedad internacional.

11) Aparición de un nuevo consenso internacional.

El fin de la Guerra Fría, del enfrentamiento ideológico, y el derrumbamiento del bloque comunista han traido la configuración de un nuevo consenso internacional, de naturaleza imperfecta y limitada, dado que tiene como protagonista a Occidente, en torno a la democracia, los derechos humanos y la economía de mercado, que, aunque con valores muy diferentes, nos retrotrae a épocas ya lejanas del sistema de Estados. Con ello se han introducido en la dinámica internacional unos valores y un orden en cuyo defensa se justifican numerosas formas de intervención o de injerencia humanitaria, que pueden llegar al uso de la fuerza militar, por parte de los Estados occidentales.

Sin embargo, estos valores y este orden no es aceptado sin más por el conjunto del sistema, en el que existen Estados y pueblos que los identifican con

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Occidente y los consideran una manifestación de su hegemonía y dominio y un instrumento para su aculturación, introduciendo un relativismo en torno a dichos valores, que en ocasiones hace difícil y contradictorio el funcionamiento del sistema y erosiona el respeto de los derechos humanos y la democracia a nivel internacional.

Por otro lado, y como contradicción inherente del sistema, ese consenso imperfecto en torno a la democracia y los derechos humanos, como formas universales de organización política a nivel estatal interno, choca frontalmente con el funcionamiento no democrático del propio sistema mundial y con el papel de directorio que ejercen en el mismo las Grandes Potencias, del que el Consejo de Seguridad de la Organización de las Ilaciones Unidas y el G-8 son buena prueba.

La contradicción adquiere aún mayor relevancia si se tiene además en cuenta que esa democratización creciente del mundo interno de los Estados, que van perdiendo la centralidad que tuvieron en el pasado, se acompaña del reforzamiento y protagonismo creciente de unos actores transnacionales y de una sociedad transnacional, que no son objeto de democratización y que escapan a todo control democrático, con todo lo que ello supone para el funcionamiento de la futura sociedad internacional.

12) Revalorización de lo humano y de lo humanitario como dimensión de las relaciones internacionales.

En ese contexto de configuración de un nuevo consenso internacional, se ha acentuado de forma muy significativa un cambio en la sociedad internacional en el sentido de reforzarse la dimensión humana de las relaciones internacionales.

La tradicional sociedad internacional, que hacia del Estado y de su seguridad el referente exclusivo del mismo, se caracterizaba por su estatocentrismo y su consiguiente deshumanización. El ser humano no era considerado como sujeto y actor de las relaciones internacionales y sólo era tomado en consideración como ciudadano de un Estado, siendo éste el único punto de referencia para sus derechos y aspiraciones.

Hoy, por el contrario, como consecuencia de un proceso iniciado después de 1945 en torno a la protección internacional de los derechos humanos y acentuado a partir del fin del sistema bipolar, el ser humano, tanto individual como colectivamente, empieza realmente a ser tomado en consideración a nivel internacional, llegándose incluso a intervenciones humanitarias que implican el uso de la fuerza.

Expresión igualmente de este hecho es la progresiva emergencia, aunque todavía esta en estado embrionario, de una opinión pública mundial, que los Estados no pueden ignorar.

Este fenómeno es decisivo en el cambio progresivo de naturaleza de la sociedad internacional.

13) Revalorización de la solidaridad a nivel internacional.

Finalmente, corno último hecho que nos interesa resaltar, que se deriva directamente de lo anterior, se encuentra la revalorización que ha experimentado el objetivo de la solidaridad a nivel internacional e interno. La mundialización y globalización que ha experimentado la sociedad internacional, la toma de

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conciencia sobre la trascendencia de la dimensión humanitaria de nuestro mundo, desde los problemas más locales hasta los más generales, de que los problemas más importantes de

nuestro mundo son problemas globales y comunes, que nos afectan a todos, y de que la solidaridad activa es el valor y la actitud con la que hay que hacer frente a los mismos, aunque sólo fuese por razones egoístas, dada la interdependencia y globalidad existente en nuestro mundo, constituye un fenómeno creciente y esperanzador en el mundo actual.

En la afirmación de este hecho han jugado un papel decisivo los medios de comunicación, al hacer del mundo una aldea global y al situar a los seres humanos como protagonistas directos de la misma ante los ojos de todos.

En definitiva, de las nuevas realidades internacionales, que acabamos de estudiar, se deriva un escenario complejo y contradictorio desde el punto de vista de la paz, la libertad, la justicia y los derechos humanos, del que no es fácil extraer conclusiones claras y precisas.

Por un lado, la mayor parte de esas nuevas realidades han contribuido a complejizar las relaciones internacionales y a atribuir protagonismo a actores no estatales que en muchos casos escapan a todo control, provocando dinámicas que incrementan el conflicto y erosionan la democracia y los derechos humanos.

Por otro, actúan también en favor de una mayor atención a los derechos e intereses de los seres humanos, contribuyendo decisivamente a humanizar la vida internacional y a hacer de los seres humanos actores y sujetos jurídico-internacionales de las relaciones internacionales.

Y esto último en un doble sentido, que se refuerza mutuamente. De una parte, actúan en el sentido de erosionar el papel y protagonismo hasta hace poco casi exclusivo del Estado, con todo lo que ello supone de debilitamiento del control que los Estados sobre la acción internacional de sus ciudadanos y sobre la propia vida de los ciudadanos en el interior del Estado. De otra, actúan en el sentido de revalorizar el protagonismo y papel de los seres humanos en las relaciones internacionales, reconociéndoles la categoría de actores internacionales y de sujetos del derecho internacional.

El creciente papel que están jugando los derechos humanos en las relaciones internacionales, más allá de su simple y retórico reconocimiento jurídico-formal, como ejes justificadores de cada vez más frecuentes acciones e intervenciones internacionales, no sólo es la prueba más palpable de su creciente vigencia, sino también de la progresiva toma de conciencia por los Estados de que la sociedad internacional no es sólo una sociedad interestatal, como se afirmó durante muchos siglos, ni siquiera es sólo también una sociedad transnacional, sino que es sobre todo una sociedad humana.

En todo caso, no debemos pecar de optimistas respecto de la sociedad internacional, pues su futuro se presenta lleno de interrogantes y dudas sobre si avanzamos hacia una sociedad mundial más humana o hacia una comunidad internacional, como consecuencia del debilitamiento del Estado como protagonista internacional y de la humanización de las relaciones internacionales. A fin de cuentas, el Estado, ese viejo y denostado actor, en cuanto forma de organización política, económica y social y en cuanto entidad política manifiesta y formal en su papel de actor internacional, está experimentando un proceso de democratización creciente y es mucho más fácilmente controlable

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a nivel democrático en sus políticas y funcionamiento, que los nuevos actores transnacionales, que tienen un creciente peso y protagonismo internacional y que no están sometidos a normas internacionales que regulan su comportamiento, ni a control democrático de ningún tipo.

mapa conceptual

materialm3

¿Qué materiales voy a utilizar?

Material Básico:

- BONETTO de SCANDOGLIERO, María Susana: “La Democracia”, pp. 185 a 207. En: Cuadernos de Política. Ed. Advocatus, Córdoba, 1998. (El alumno encontrará este material en el CD en forma de enlace).

- JUÁREZ CENTENO, Carlos A.: “Apuntes de Cátedra”. (El alumno encontrará este material en el CD en forma de enlaces).

- “El horror de un error Argentino”, En: SERÁ JUSTICIA, año V nº VIII, junio 1996. Revista del Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba. (El alumno encontrará este material en el CD en forma de enlace).

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Videos: (los temas que la cátedra considera pertinentes se encuentran en el CD en forma de enlaces)

Materiales Complementarios:

- CERRONI, Humberto: Política, teorías, procesos, sujetos, instituciones y categorías. Ed. Siglo XXI, México, 1992.

- LÓPEZ, Mario Justo: Introducción a los Estudios Políticos. Tomo 1. Ed. Depalma, Buenos Aires, 1987. (Hay otras ediciones).

- LÓPEZ, Mario Justo: Manual de Derecho Político. Ed. Kapelusz, Buenos Aires, 1981.

- PINTO, Julio (comp.): Introducción a la Ciencia Política. Eudeba, Buenos Aires, 2001. (Hay ediciones anteriores).

- VALLÉS, Joseph M.: Ciencia Política. Una introducción. Ed. Ariel, Barcelona, 2000.

Sitios Web:

http://sapiens.ya.com/elforouned/El foro de la ciencia política (UNED)

http://sapiens.ya.com/elforouned/enlaces.htmEl foro de la ciencia política (UNED). Enlaces.

http://fcs1.fcs.edu.uy/icp/Instituto de Ciencia Política

http://www.nuevasoc.org.ve/Nueva Sociedad

http://www.anacitec.org/proar/politologia/Primer directorio en Internet de profesionales argentinos en el exterior. Politología.

http://www.unam.mx/iisunam/Principal.htmInstituto de investigaciones sociales (UNAM)

http://www3.usal.es/dpublico/areacp/index1.htm1er Congreso Latinoamericano de Ciencia Política (USAL)

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actividadesm3

m3 | actividad 1

Fuerzas Políticas

También podemos ensayar otras clasificaciones más simples:

específicas: partidos políticos (o fuerzas políticas propiamente dichas)

grupos de presióna) Fuerzas orgánicas “sociales” la prensa (con órganos “politizadas” propios)

“estatales no burocracia específicamente políticas” fuerzas armadas

Fuerzas inorgánicas opinión pública (sin órganos propios)

También podemos ensayar otras clasificaciones más simples:

individualesb) Según el número de componentes colectivas

espontáneasc) Según procedan o no de un deseo o de una necesidad reflexivos conscientes

económicasd) Según su origen religiosas espirituales de tradición

e) Según su objetivo, con relación compatibles al régimen político existente incompatibles

específicas: partidos políticos (o fuerzas políticas propiamente dichas)

grupos de presióna) Fuerzas orgánicas “sociales” la prensa (con órganos “politizadas” propios)

“estatales no burocracia específicamente políticas” fuerzas armadas

Fuerzas inorgánicas opinión pública (sin órganos propios)

También podemos ensayar otras clasificaciones más simples:

individualesb) Según el número de componentes colectivas

espontáneasc) Según procedan o no de un deseo o de una necesidad reflexivos conscientes

económicasd) Según su origen religiosas espirituales de tradición

e) Según su objetivo, con relación compatibles al régimen político existente incompatibles

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Teniendo en cuenta el esquema que se le ha presentado con los distintos tipos de fuerzas políticas (a) A 1, adecue el mismo a nuestra realidad política argentina y ejemplifique con casos referidos a nuestro país. Recuerde que las fuerzas políticas son las que dinamizan la relación política. A 2En los apartados b, c, d y e presentamos otras clasificaciones más simples, las que también deberá ejemplificar.

específicas: partidos políticos (o fuerzas políticas propiamente dichas)

grupos de presióna) Fuerzas orgánicas “sociales” la prensa (con órganos “politizadas” propios)

“estatales no burocracia específicamente políticas” fuerzas armadas

Fuerzas inorgánicas opinión pública (sin órganos propios)

También podemos ensayar otras clasificaciones más simples:

individualesb) Según el número de componentes colectivas

espontáneasc) Según procedan o no de un deseo o de una necesidad reflexivos conscientes

económicasd) Según su origen religiosas espirituales de tradición

e) Según su objetivo, con relación compatibles al régimen político existente incompatibles

m3 |actividad 1 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 1

Recuerde que fuerza política es sinónimo de actores políticos, sujetos políticos. Repase lo estudiado en el material obligatorio y/o complementario. Vea el glosario.

m3 |actividad 1 | AA

a s i s t e n t e a c a d é m i c o 2

Recuerde lo estudiado en el módulo 1 en el sentido que la política, en cuanto fenómeno y como realidad que implica una relación humana con ciertos caracteres, es multifacética, y precisamente una de esas facetas comprende la “dinámica” de esa relación, en la que tienen un rol predominante las fuerzas políticas que la operativizan.

m3 | actividad 2

El sistema de partidos en la realidad política argentina IC 1

Teniendo en cuenta lo aprendido en el punto 1 de la unidad 5, en el tema “Sis-tema de partidos”, y partiendo de la clasificación que aporta Sartori A 1, deberá decirnos en cuáles de los tipos de sistemas de partidos colocaría el sistema

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argentino de la década de los ’90. A 2 Además, como el Estado argentino es de tipo federal, también tendrá que cali-ficar de igual modo el sistema político-partidario de la provincia a la que usted pertenece en igual período. A 3

Realidad política argentina

DOS CONCEPTOS DE CIENCIA POLÍTICAAPLICADOS A LA REALIDAD ARGENTINA:

PREDOMINIO Y HEGEMONÍA

por el Académico Dr. Natalio R. Botana

El propósito de esta comunicación es conocido en sus grandes líneas por los señores académicos. Los años que transcurren entre 1989 y nuestra circunstancia presente abarcan un panorama institucional sujeto a bruscos cambios y, a la vez, firmemente anclado en el pasado. Las reflexiones que siguen se ocuparán pues del componente decisivo que la dimensión institucional ofrece a la teoría de la democracia.

Como he dicho en otra oportunidad, no negaré que el hilo conductor de lo que aquí habrá de exponerse puede arrojar una sensación de déjà vu, debido a la marcada insistencia con que me he referido en los últimos años a una cuestión institucional no resuelta por la política argentina. Estoy aludiendo, claro está, a dos aspectos ligados en un mismo nudo de interrogantes como son la hegemonía del poder presidencial y la sucesión en la cumbre de esa magistratura.

De inmediato me preguntarán ustedes por qué he elegido la palabra hegemonía como vía de acceso para entender nuestros problemas institucionales. ¿No sería más conveniente -me preguntaba en el mismo trabajo citado- como resulta de la lectura de algunos trabajos recientes, calificar, por ejemplo, la supremacía del partido actualmente en el gobierno con el mote de partido predominante? ¿No encajaría con mayor justeza nuestra experiencia democrática en el escenario delineado por un sistema que, pese a sus imperfecciones, no bloquea el acceso de la oposición al ejercicio de poder? Si este último punto traza la frontera que divide al sistema de partido predominante del sistema de partido hegemónico -me interrogaba por tercera vez - ¿no sería más acertado abandonar la palabra hegemonía y reemplazarla por otras más acordes con las características propias de un régimen político de competencia abierta?

Así planteadas estas preguntas a modo de hipótesis, se imponen naturalmente algunas precisiones conceptuales.

Es sabido que la distinción entre régimen de partido predominante y régimen de partido hegemónico fue expuesta por Giovanni Sartori en 1976 en el primer volumen de su Partidos y sistemas de partidos, traducido al español cuatro años después. Sartori establecía en aquella obra pionera, cuyo segundo volumen lamentablemente nunca vio la luz, un criterio numérico para distinguir siete clases de sistemas de partidos: sistemas de partido único, de partido hegemónico, de partido predominante, bipartidista, de pluralismo limitado, de pluralismo extremo y de atomización.

Estos sistemas de partidos, a su vez, se distinguían por la frontera que separaba a los sistemas competitivos de los sistemas no competitivos.

m3 | actividad 2 | IC

i n f o r m a c i ó n c o m p l e m e n t a r i a 1

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“En general -precisaba Sartori- una comunidad política sigue las normas de la competencia cuando en el momento de las elecciones casi todos, sino todos, los escaños (o los cargos ejecutivos) se disputan entre dos o más candidatos al puesto”.

Sartori ubicaba el concepto de partido predominante en “la zona del pluralismo de partidos, porque -añadía- no sólo se permite la existencia de partidos distintos del principal, sino que éstos existen como legales y legítimos competidores -aunque no forzosamente eficaces- del partido predominante”. Concluía señalando que “el sistema de partido predominante es de hecho un sistema de más de un partido en el que la rotación no ocurre en la práctica”.

En un escenario opuesto, de carácter no competitivo, el sistema de partido hegemónico tendría las siguientes características: “el partido hegemónico no permite una competencia oficial por el poder, ni una competencia de facto. Se permite que existan otros partidos, pero como partidos de segunda, autorizados; pues no se les permite competir con el partido hegemónico en términos antagónicos y en pie de igualdad. No sólo no se produce de hecho la alternancia; no puede ocurrir, dado que ni siquiera se contempla la posibilidad de una rotación en el poder. Esto implica que el partido hegemónico seguirá en el poder tanto si gusta como si no. Mientras que el partido predominante sigue estando sometido a las condiciones que llevan á un gobierno responsable, no existe ninguna auténtica sanción que comprometa al partido hegemónico a actuar con responsabilidad. Cualquiera que sea su política, no se puede poner en tela de juicio su dominación”.

Este juego de conceptos, aunque consagrado por su uso, no tuvo una recepción homogénea en la ciencia política que se desenvolvió en los últimos treinta años. Me basta con recordar, al respecto, que el popular ensayo sobre el origen y desarrollo de los partidos políticos, publicado por La Palombara y Weiner en 1966, acoplaba la noción de hegemonía a la de predominio esgrimida por Sartori.

De todos modos, los ejemplos de que se valía Sartori ilustran aún con un alto grado de verosimilitud el caso de los partidos predominantes y no así la circunstancia de los partidos hegemónicos. Desde los veinte años de predominio del partido Demócrata en los Estados Unidos, durante la era de Franklin Delano Roosevelt, hasta los dieciocho años de predominio tory en Gran Bretaña entre 1978 y la actualidad, el análisis empírico ha confirmado estas tendencias a la configuración de largas etapas de gobierno en manos de un partido que lo hace solo o en coalición con otros, como ocurrió en la Alemania de Konrad Adenauer o, en los días que corren, de Helmut Kohl.

Con los partidos hegemónicos, en cambio, los referentes han desaparecido o están en vías de hacerlo. Sartori recordaba, al respecto, los casos de Polonia durante la época comunista posterior a la segunda guerra mundial y del partido Revolucionario Institucionalizado en México, cuyos orígenes se remontan al tiempo del presidente Calles, en la década del veinte. La experiencia polaca se derrumbó junto con la caída del comunismo y hoy el PRI está sufriendo los espasmos de una acelerada transición hacia un régimen competitivo.

¿Conviene, entonces, repito la pregunta, mantener vigente en el caso argentino la categoría de partido hegemónico? Voy a enunciar, a continuación, una hipótesis de alcance medio, referente a nuestro país, que me permitirá elaborar un concepto intermedio entre el predominio y la hegemonía que denominaré cuasi hegemonía.

Sostendré que hay cuasi hegemonía cuando en un sistema político competitivo se manifiesta la intención de montar un régimen de partido hegemónico, intención que choca con el clima pluralista, de libertad de prensa y comunicación, en que está inmersa la opinión pública. Estamos pues en presencia de una cultura política en cuyo seno pugnan, por un lado, una apertura hacia el pluralismo y la alternancia y, por otro, una propensión contraria al

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ejercicio del régimen representativo y, por ende, al precepto de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano según el cual una sociedad en donde la separación de poderes no está garantizada carece de constitución. Este contraste nos puede servir de preámbulo para entender la debilidad que aqueja en nuestro país a lo que en términos weberianos puede definirse como la atribución de legitimidad a un orden político.

En el argumento de la legitimidad política, tal como lo he expuesto en repetidas ocasiones, hay dos postulados principales. Primero, que lo que importa en la legitimidad es la valoración de un principio de gobierno, en nuestro caso la democracia, y su traducción institucional. Quiero decir con esto que el objeto hacia el cual se proyectan nuestros acuerdos acerca de lo bien fundado de una forma de gobierno son, ante todo y antes que nada, instituciones. Instituciones capaces de convertir las libertades en derechos, instituciones capaces de fijar límites precisos entre el poder político y la sociedad civil, instituciones, en fin, capaces de operar el tránsito necesario e ineludible entre participación y representación.

He aquí un trípode que, sin excluir otras dimensiones, conforma un objeto sobre el cual actúa, porque lo crea y transforma constantemente, un sentido subjetivo de la legitimidad política mediante el cual los individuos, las asociaciones y, al cabo, la sociedad global, atribuyen significado por distintos motivos a una forma de gobierno. No creo que haya que abundar en más detalles para percatarse que, dentro del esquema de separación de poderes que rige en nuestro país, la atribución de legitimidad más fuerte sigue radicada en el Poder Ejecutivo. Es allí, en esa expectativa depositada en una suerte de principado republicano, donde suelen estallar deseos imaginarios y frustraciones, arranques de adhesión y rebeliones, que manifiestan, todos ellos, una cultura centralista proclive a consagrar hegemonías.

Los años recientes, lejos de aplacar estas tendencias, las han radicalizado hasta llegar al extremo de montar un ambicioso sistema reeleccionista. Veamos por qué. El artículo 90 de la constitución reformada establece que “el presidente y vicepresidente duran en sus funciones el término de cuatro años y podrán ser reelegidos o sucederse recíprocamente por un sólo período consecutivo. Si han sido reelegidos o se han sucedido recíprocamente no pueden ser electos para ninguno de ambos cargos, sólo con el intervalo de un período”.

Según advertimos en oportunidad de ser sancionada, con esta nueva norma el régimen presidencialista a la norteamericana con una sola reelección (“Ninguna persona -dice la enmienda N° XXII de la Constitución de los Estados Unidos- será elegida para el cargo de presidente más de dos veces”) se ha deslizado hacia una suerte de reelección perpetua, aliviada, se entiende, por un intervalo de cuatro años entre dos períodos posibles de ocho.

Estamos frente a una curiosa alquimia que incorpora en su fórmula los rasgos más negativos de dos modelos presidencialistas. Se aparta de la Constitución de 1853-1860 habilitando la reeleción inmediata y se aleja también del esquema norteamericano al permitir reelecciones indefinidas mediando un intervalo de cuatro años. En contra, pues, de nuestra Constitución histórica, la reforma acrecienta el reeleccionismo inmediato, y en contra de lo que impuso la enmienda N° XXII a la Constitución de Filadelfia, la reforma acrecienta el reeleccionismo a mediano y largo plazo.

Desde luego, este montaje de principios contradictorios estuvo orientado hacia el objetivo de satisfacer una ambición reeleccionista; y al obrar de este modo la convención reformadora echó en saco roto dos lecciones probadas por las experiencias históricas norteamericana y argentina.

No parece desacertado apuntar el gesto de George Washington cuando descendió de la presidencia y regresó a su hogar de Mount Vernon una vez cumplido, en 1797, un segundo período de cuatro años. Con ello el viejo autor de la independencia norteamericana limitó moralmente a un régimen presiden-

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cial delineado por la convención de Filadelfia sobre la base de la reelección indefinida (obviamente la autoridad que los convencionales tenían en mira para consumar este propósito era la del propio Washington).

Durante un siglo y medio esta regla tácita fue cumplida a rajatabla en los Estados Unidos, y cuando Franklin Delano Roosevelt en plena guerra mundial la quebró en 1940 y 1944, bregando exitosamente por un tercer y cuarto mandato, el Congreso puso en marcha, poco después de su muerte en 1945, el proceso legislativo que culminó con la sanción de la enmienda N° XXII. Esta valla al reeleccionismo indefinido no hizo otra cosa que adecuar la estructura normativa a una costumbre de larga duración interrumpida solamente una vez. La enmienda sirvió entonces para consagrar la costumbre en términos normativos en lugar de hacerlo con la excepción.

Por otra parte, la práctica de la Constitución de 1853-60 amojonó en nuestro paisaje histórico algunos signos de precaución acerca de la utilidad (en tanto mecanismo legitimador de su propia estructura) de la reelección del presidente mediando un período de seis años. Como sabemos, el único presidente que alcanzó a cumplir dos períodos presidenciales, de acuerdo con esta prescripción fue Julio A. Roca. Pero lo que importa destacar aquí no es tanto la rigurosa (y admirable) aquiescencia que los liderazgos del siglo pasado y principios de éste prestaron a esa ley fundamental, sino las dificultades inherentes al propio sistema de reelección mediata del presidente.

Fue el propio Alberdi, años después de sancionada la constitución que lo reconocía como a uno de sus padres fundadores, quien percibió estos riesgos. En rigor, la reelección mediata, en lugar de segar de cuajo las ambiciones del hombre político, las demoraba en el tiempo, de suerte tal que el presidente, al término de su mandato, solía volcar su influencia para designar sucesores dóciles que le allanaran el camino para ocupar de nuevo el cargo.

Esta rotación limitada del poder, verdadera piedra de toque del orden conservador, configuró un sistema de control de la sucesión. La vieja república tuvo que atravesar serias crisis para percatarse de las malformaciones que generaba este juego en el cual el sucesor elegido emprendía un camino opuesto a los designios del presidente que cesaba. Pasó con Urquiza y Derqui, con Sarmiento y Avellaneda, con Roca y Juárez Celman, y también, durante la primera y lamentablemente frustrada transición a la democracia, con Yrigoyen y Alvear.

Viene a cuento esta introducción teórica e histórica, tan breve como esquemática, porque nuestra política, en este ajetreado año 1996, sufre el impacto de dos movimientos envolventes, precisamente alentados por el régimen reeleccionista del artículo 90. Destruida la restricción jurídica de la reelección inmediata, los impulsos hegemónicos inscriptos en una tradición personalista y caciquil, no tienen otro límite que aquel impuesto por los resultados -sobre todo económicos- de la acción gubernamental.

Lo dicho basta por ahora para calificar una intención hegemónica que realimenta el decisionismo presidencial en detrimento de la autoridad que, en términos normativos, debería ser compartida por el Poder Legislativo y el Poder Judicial. Esta supremacía, reforzada por el recurso a los decretos de necesidad y urgencia y la práctica recurrente del veto parcial a las leyes votadas por el Congreso, está relacionada con la propia estructura de la división de poderes y con el carácter heterónomo del Estado con respecto al gobierno.

La ostensible debilidad de la Justicia y del Congreso en tanto poderes autónomos se agrava por un hecho inquietante. En la Argentina de este fin de siglo (fenómeno poco novedoso a escala planetaria), la opinión pública está encapsulada por la radio y la televisión y por una pequeña minoría de individuos (se los llama “muestras de opinión”) que son convocados por los expertos para emitir su parecer a través de diversos tipos de encuestas. Es un imaginario que se superpone a los instrumentos de control -el Congreso, la Justicia, la prensa escrita- que forjó la invención moderna de la democracia representativa.

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Cuando el desarrollo de este imaginario se instala sobre el suelo firme de un régimen representativo, las denuncias de corrupción que, por ejemplo, nos invaden cotidianamente, dan lugar a procesos ante la justicia que aplica las correspondientes sanciones. Cuando, en cambio, hay asincronía entre el desa-rrollo de la videopolítica (el concepto es también de Sartori) y el pobre rendi-miento del Poder Judicial, la corrupción desempeña el papel de un perverso instrumento político. La denuncia transforma al debate público en un combate de sospechosos que recurren preferentemente al tribunal de la opinión pública y no al de la justicia. Se trata de un movimiento incompleto, porque la opinión pública no tiene capacidad legal para condenar.

Lamentablemente este es el clima que parece envolver estos años: el de una corrupción difusa que corroe el tejido social con pérdida de confianza hacia la clase política y hacia las instituciones que deben mediar entre el ciudadano y el Estado. No hay suficiente respuesta institucional frente a las carencias éticas que la opinión pública conoce y discute, por lo que nuestra democracia en lugar de sufrir por exceso de coacción, como enseñan las teorías acerca de la corrupción de los regímenes políticos, puede debilitarse por déficit de sanción legítima. Y ya sabemos que ocurre cuando los derechos y los tribunales se transforman, como decía Madison, en meras “barreras de papel”: tarde o temprano aguardan en la sombra para hacer su faena los justicieros de diversa laya.

Esta mezcla de impotencia y resignación revela la debilidad de los controles externos frente a la hegemonía del Poder Ejecutivo, a la cual se suma otro fenómeno no menos relevante. La cuasi hegemonía no sólo califica a la capacidad de que hace gala un gobernante o un partido para ejercer prolongadamente el poder con supremacía sobre los otros (atributo compartido con los sistemas de partido predominante), sino que también alude a la confusión del gobierno con el Estado. Del mismo modo como la hegemonía del Ejecutivo tiende a subordinar al Congreso y a la Justicia, así también esta manera de concebir y practicar la política tiende a eliminar los controles internos que asignan una autonomía funcional a la burocracia del Estado frente al personal político que conforma el gobierno.

La cuestión de reconstruir el núcleo duro del Estado constitucional de derecho se impone pues por propia gravitación. Análogo al concepto de derechos humanos, en tanto categoría universal que nos engloba a todos, existe otro concepto más circunscripto. Es la idea de que el Estado moderno, concebido como un campo autónomo de funcionarios estrictamente limitado por las leyes, representa él también, un valor universal frente al interés de los grupos que actúan enquistados en su seno. Esta suerte de colonización interna, opaca y poco permeable al escrutinio de la soberanía del pueblo radicada en el Legislativo, abre el camino por donde se introduce la corrupción en los nervios más sensibles del aparato estatal.

La tendencia a confundir la estructura del Estado con el papel provisorio y limitado que les corresponde desempeñar a quienes ocupan los cargos gubernamentales no sólo se advierte en el orden nacional. Es, más bien, un comportamiento que ha invadido el régimen federal y que, por cierto, comparten varios partidos políticos. Quiere decir entonces, señores académicos, que nuestra hipótesis destaca un rasgo difundido en una cultura política susceptible de ser estudiada en el plano de la intencionalidad y en el plano de las consecuencias o efectos que dicha intencionalidad genera.

Como bien se ha dicho -vuelvo a Max Weber que en esto coincidió con la tradición ilustrada del pensamiento político del siglo XVIII- la acción política tiene un sentido, pero este sentido está circundado por la paradoja de las consecuencias. No siempre hay en la acción política efectos queridos. En realidad, los efectos no queridos o imprevisibles de la acción humana representan en la vida política un papel tan significativo como el primero.

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Hemos visto que la cuasi hegemonía representa una intención dominante en un régimen competitivo. Restará ver, a medida que los acontecimientos se desenvuelvan, que efectos y tensiones arrojará sobre el sistema político esta intencionalidad que se ha visto reforzada, en el plano institucional, por un sis-tema reeleccionista que alienta el control de la sucesión.

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El primer autor que se ocupó del tema fue Maurice Duverger, haciendo una clasificación tradicional (“uni”, “bi” y “pluripartidismo”). El criterio, como usted recordará, es la cantidad de partidos políticos con posibilidades reales de acceder al poder (o al gobierno). Como esa clasificación no comprendía ciertas realidades a nivel global, mundial, etc., Giovanni Sartori efectúa una más completa, subdividiendo la categoría de partido único o unipartidismo en tres, al igual que los casos de pluripartidismo. Vea la bibliografía básica.

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a s i s t e n t e a c a d é m i c o 2

Recuerde que en 1989 accede al poder el justicialismo a través de la fórmula Menem-Duhalde. Entre 1989 y 1999 hay tres elecciones presidenciales y una de constituyentes para reformar la Constitución Nacional en 1994, lo que hace un total de 4 elecciones generales. Pero no nos olvidemos de que cada 2 años se renueva en nuestro país la mitad de la Cámara de Diputados, por lo que hubo en igual período unas cinco (5) elecciones más para renovar autoridades.

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Revise cuál es la cantidad de elecciones necesarias, según el autor, para poder calificar un sistema en una de esas tipologías.

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Grupos de presión

Efectúe la búsqueda de tres noticias (preferentemente de actualidad) en tres diferentes diarios de tirada provincial, nacional o internacional, en las que se pueda observar la actividad política que despliega un grupo de presión A 1 en la realidad local y nacional, para los ejemplos argentinos. En el caso del ejemplo

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extranjero, podrá ser una noticia que aluda a un grupo de presión perteneciente a ese Estado, o en el contexto de la globalización algún grupo de presión que opera a nivel macro o, si usted prefiere, en el ámbito global o internacional. A 2

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Los grupos de presión son un tipo de actores políticos. También se puede utilizar la denominación fuerza política. Son grupos de interés que despliegan poder político o inciden en él. Repase la bibliografía obligatoria. Vea el glosario.

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En el contexto de la globalización (repase lo estudiado en el módulo 2) los diferentes actores han operado también transformaciones; así, se puede hablar de nuevos actores trasnacionales o globales. Ello también puede pasar con este caso de los grupos de presión. A veces, las ONGs se erigen en un tipo de grupos de presión.

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Ciencia Política: módulo 3

Actividad 4: Democracia: Civiles y Militares

Le recomiendo que lea el artículo de mi autoría sobre el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, titulado “El horror de un error argentino” 1. Además, le aconsejo leer en cual-quier libro de historia argentina (el que usted tenga más a mano) lo que a partir de 1930 –y durante más de cincuenta años– caracterizó a nuestra historia político-institucional: la irrupción de los militares en el poder. Ciertamente, entre 1930 y 1983 el rol que jugaron las Fuerzas Armadas fue más que preponderante, dejando de cumplir con su labor de coadyuvadora de la función política estatal y sustituyendo a los partidos políticos y a los políticos. Esta característica de la vida política del siglo XX también se observó en casi toda América Latina. A 1

Una vez cumplimentado lo señalado en el párrafo precedente, deberá expresar en no más de dos páginas las reflexiones que le han surgido luego de haber investigado sobre el tema en los materiales sugeridos.

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Horror de un error argentino

Por Carlos Juarez Centeno (h)

E1 pasado 24 de marzo se cumplieron veinte años de uno de los hechos más graves, sino el más desgraciado, de la historia política argentina.

A partir de ese dato de nuestra realidad reciente, realizamos la siguiente aprecia-ción:

1- Entre 1930 y 1983, las Fuerzas Armadas desplazaron a seis presidentes cons-titucionales: El 6/9/1930 a Hipólito Yrigoyen; el 4/5/43 a Ramón Castillo; el 20 de septiembre de 1955 a Juan Domingo Perón; el 29/3/ 62 a Arturo Frondizi; el 28/6/66 a su “tocayo” Illia; por último debemos citar al caso que nos ocupa, el 24/3/76 a María Estela Martínez de Perón.

2- En este período que comprende cincuenta y tres años de nuestra historia polí-tica, podemos señalar que se sucedieron 23 presidentes, de los cuales 15 fueron militares. Los presidentes civiles sólo gobernaron durante 15 años, los militares 38, y aproximadamente la mitad de este lapso de tiempo gobernaron presidentes militares electos.

Pero ¿qué es lo que queremos señalar con esta sintética referencia estadística que nos depara nuestra historia reciente? Nos muestra que en la mayor parte del presente siglo, el rol político de los militares argentinos ha sido decisivo.

3- Ahora bien, ese decisivo rol político evidenciado durante gran parte del siglo ¿a qué se debió?. Podemos adelantar algunas causas: a) Como ya lo señaláramos en un trabajo nuestro, hace alguno años, “ ... la tendencia que advertimos en la tradición política argentina hasta casi nuestros días muestra que el conflicto y la exclusión han sido la nota dominante de los distintos momentos políticos, de tal suerte que los sectores o grupos que controlaron el poder político adoptaron como estrategia excluir de la arena política a todo otro actor o grupo opositor. Esto supone la consti-tución de sujetos hegemónicos: surgió con la formación del Estado –al igual que en toda Latinoamérica- a partir de su originaria versión oligárquica, la que anuló a los sectores populares ya que no los tuvo en cuenta a los fines del reparto del poder y la participación política. Posteriormente, cuando las circunstancias permitieron que estos últimos accedieran al poder, constituyeron modelos igualmente hegemónicos a partir de la descalificación de los anteriores titulares del poder... Se identificó una ideología con lo “nacional” queriéndose adscribir a la misma a la totalidad de los sec-tores, generándose una dialéctica polarizada en la arena política: “con ella o contra ella”. b) El segundo aspecto, y que se deriva del anterior o se interrelaciona con el mismo a modo de pareja dialéctica es que, producido el “triunfo” de aquel sector que accedía al poder, cuando el mismo pretendía erigirse como hegemónico, se senta-ban las bases para que los que se consideraban desplazados “golpearan las puertas de los cuarteles” o consintieran tácitamente la irrupción de los militares en el poder. Avalando nuestra opinión, y como bien lo expresa Francisco Delich “... a partir de las investigaciones de Alain Rouquié y Roben Potash, todos los golpes de Estado en la Argentina, entre 1930 y 1976 fueron siempre pactados entre los partidos políticos de la oposición y las Fuerzas Armadas... hablar de golpes militares es una exageración. Los golpes de Estado fueron siempre político/militares...”.

4- Y qué papel le cupo a la sociedad civil en toda esta historia? La mayor de las veces no la contó como protagonista sino como simple espectadora. Coincidimos con quienes nos señalan que los golpes de Estado, fueron golpes de Elites con base sociales expectantes, las que, al poco tiempo se volverían contra los usurpadores del poder.

i n f o r m a c i ó n c o m p l e m e n t a r i a 1

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5. El golpe del 24 de marzo de 1976, si bien es uno de los seis ejemplos citados - al inicio del presente artículo- de irrupción de los militares en el poder, y el consi-guiente desplazamiento del mismo del presidente constitucionalmente elegido por el voto popular, representó un hecho que tuvo algunas características que lo diferen-cian de los cinco anteriores.

En primer lugar, quizás este caso represente la excepción al característico acuerdo político/militar ya destacado. Y también cabría señalar que, la sociedad civil tampoco se comportó como lo había venido haciendo. Dejó de ser mera especta-dora para convertirse en protagonista, toda vez que importantes porciones de la sociedad argentina clamaron el golpe, otras lo consintieron, y un reducido grupo opinó en contrario, arriesgando su vida, su libertad o su derecho a vivir en la tierra donde había nacido. Ciertamente, el clima de inseguridad que se vivió en el país a partir del fallecimiento del entonces presidente Juan D. Perón; la posterior ineptitud; demostrada por su viuda –quien en su calidad de Vicepresidenta había accedido a la primera magistratura de la República- para combatir el flagelo del terrorismo que imperó en la década del ’70, así como la incapacidad de hallar una solución viable a la problemática económica; la influencia que su ministro López Rega -mentor de los grupos paramilitares de ultraderecha- imprimía a su gestión; la atmósfera creada por los medios de comunicación social, por sólo citar algunos datos de la realidad de esos años, obviamente coadyuvaron a la configuración de cierto “humor” social pro-picio para este cambio de actitud de la sociedad argentina -agobiada por la violencia, la crisis y la inseguridad- frente a los golpes de Estados. Esta explicación no implica justificación. Como gráficamente lo describe Julio César Moreno y reafirmando nues-tro análisis “... la fruta cae del árbol cuando está madura o podrida. El gobierno de Isabel Perón cayó sin pena ni gloria, sin la menor resistencia popular y en medio de la indiferencia de la ciudadanía, cuando no, con algunas ‘expectativas esperanzadas’ por parte de un sector considerable de ella”.

A partir de allí se inicia el segundo acto de esta tragedia, y como lo expresara en las primeras líneas de este artículo, comienza a redactarse una de las páginas más negras de la historia argentina, sino la más oscura. Con sólo señalar los miles de desaparecidos, sumados a los que tuvieron la suerte de volver de las sombras y el exilio y agregando a todos los que tuvimos que soportar la falta de libertad, sumas éstas que no pueden cuantificarse, justifican nuestro calificativo.

Pero también creemos que este período amargo de nuestra reciente historia nos enseñó algunas lecciones. En efecto, en 1976, “... sin saberlo, la sociedad argentina de este siglo perdió la inocencia”. Esta desgraciada experiencia autoritaria replan-teó en la sociedad civil su actitud frente a la concepción hegemónica, comenzando apercibirse como posibilidad, la de una existencia en un orden democrático basado en el consenso y en el respeto por las reglas de juego que ese orden establece. En este sentido, Hunneus opina que “... la colaboración entre las elites en sociedades con cultura política dividida y que han experimentado traumas de conflictos pasados aparece como un prerrequisito decisivo y hasta suficiente para la estabilidad de la Democracia”.

Quizá, 13 años de vida democrática en la Argentina avalen la cita. Pero sí tengo algo muy claro y con ello quiero concluir: mientras perdure en la memoria colectiva de la sociedad argentina la tragedia vivida a partir del 24/3/76, todos podremos hacer nuestra la expresión de Ernesto Sábato “NUNCA MÁS”.

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Recuerde que las Fuerzas Armadas pueden constituir, según algunos autores, un tipo de fuerza política o actor político. Vea la actividad 1 de este módulo. También repase lo aprendido en el módulo 2 respecto a las funciones del Estado. En tal sentido, recuerde que la función política se apoya en la actividad administrativa y en las actividades militares, y que a veces éstas tratan de sustituirla y desvirtúan así su rol; esto es lo que pasó en el período 1930-1983 en nuestro país y, en general, en toda América Latina.

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La Democracia Argentina 1983-2001 1. (video “18 años de Democracia”. Duración aprox.: 45 min.)

Usted es un corresponsal argentino del diario español “El País”, el que le soli-cita que realice una nota en conmemoración del decimoctavo aniversario de la restauración democrática en la Argentina A 1. La nota es para el suplemento de los días domingos, y en ella, dada su formación jurídico-política, el citado medio le pide que haga un análisis de la democracia argentina en estos diecio-cho años, poniendo de relieve un análisis desde lo político-institucional A 2. La nota no puede exceder las cuatro (4) páginas, dada la extensión de un artículo de análisis político para un suplemento dominical A 3. El director del diario le indica –a modo de sugerencia– que en dicho artículo usted haga un racconto de los distintos gobiernos que se sucedieron y de los hechos más relevantes que condicionan la democracia argentina A 4.

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Recurra al CD para ver el contenido de este video.

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Recuerde que el período comprende desde el 10/12/1983, día en que asume la presidencia el Dr. Raúl Alfonsín, hasta el 10/12/2001, fecha en que la democracia argentina cumple sus primeros dieciocho años de vida y que coincide con las postrimerías del mandato, interrumpido por el pueblo, del Dr. Fernando de la Rúa.

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Usted ya ha aprobado, o al menos regularizado, Derecho Constitucional I y II. En dichas asignaturas usted aprendió el sistema político-fundamental argentino. Estudió la evolución histórico-político-constitucional argentina y profundizó en lo relacionado con la Reforma de 1994. Esto le puede ser de suma utilidad para confeccionar lo que le solicita el medio donde usted trabaja.

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A los fines de poder resumir en cuatro páginas un análisis concienzudo y a la vez concreto, usted debe realizar una investigación sobre el pasado reciente de la Argentina, ahondando en las conclusiones que dejan los 18 años de democracia. Para ello podrá recurrir a distintos sitios webs, relevar material periodístico, leer libros de historia política argentina, repasar lo aprendido en Derecho Constitucional, etc., además de ver el video, que le puede ayudar mucho en su tarea de investigación para la redacción de su nota de análisis político.

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En su búsqueda investigativa usted se apoya en el video, que utilizará como material básico de su nota. El mismo contiene dos bloques. En el primero se hace un racconto fílmico de estos últimos dieciocho años, donde aparecen los grandes problemas de la democracia, no sólo de la Argentina sino a nivel de política comparada: democracia y economía, terrorismo, independencia del Poder Judicial, corrupción, el rol de las Fuerzas Armadas, etc. Para ello se podrá ayudar de la perspectiva de Daniel Zolo respecto a la democracia y su complejidad (ver material básico en cap. del libro de la Dra. Bonetto).La segunda parte del video nos presenta un panel integrado por un experto en Relaciones Internacionales y ex vice-canciller durante el gobierno del Dr. Menem; una politóloga, la Dra. Liliana de Riz, profesora en la UBA; y un político radical, ex senador nacional y embajador ante los organismos internacionales de Derechos Humanos con sede en Ginebra. En ese segundo bloque se recomienda profundizar sobre los siguiente tópicos: a) ¿qué le sugiere la famosa frase del ex presidente Alfonsín “...con la democracia se come, se vive, se cura...”?; b) la tensa relación entre democracia y crecimiento; c) la relación democracia-Estado de derecho, sobre todo teniendo en cuenta lo que expresa Liliana de Riz sobre que en nuestro país el Estado de derecho corre ciertos peligros de verse aún más limitado; e) el condicionamiento internacional para la estabilidad democrática en la Argentina (alocución de Cisneros), y f) respecto a que si los problemas de la democracia argentina son sólo de ella o encontramos situaciones similares en otros casos (ver la intervención del Dr. Solari Irigoyen, en donde hace una comparación con análisis de las realidades de EE.UU. tras el ataque del 11 de septiembre, y más al final cuando analiza lo que sucede en Francia).

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Actores políticos: Denominación que se puede utilizar como sinónimo de “sujetos políticos”, “fuerzas políticas”, etc.

Democracia: Reafirmando el conocimiento vulgar, podríamos decir que es el gobierno del, por y para el pueblo. Su terminología proviene del griego, y está integrada por las voces “demos” y “cracia”, esto quiere decir, el gobierno de los demos. Éstos era pequeñas divisiones territoriales de las polís griegas, por los cuales se accedía a la vida ciudadana. Como el origen de la democracia lo encontramos en Grecia, de allí su nombre. Es una forma de gobierno, un régimen político, y hasta se habla de una forma o estilo de vida. Existen distintos tipos de democracia, pero las denominaciones más conocidas y que implican mayores devaneos de los teóricos y los políticos son: democracia formal y democracia sustancial (social); directa o indirecta, etc. Obviamente, cuando nos adentremos en su estudio veremos que el término tiene más acepciones según vaya acompañado de algún adjetivo calificativo: “delegativa”, “participativa”, “representativa”, “liberal”, “procedimental”, etc.

Grupo de interés: Es una asociación o grupo de personas que se ven unidas por un interés en común. Puede ser deportivo, cultural, económico, social, etc.

Grupo de presión: Todo grupo de interés que, además, intenta presionar al gobierno para que éste tome medidas de gobierno que recepte sus voliciones.

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Todo grupo de presión es grupo de interés, pero no viceversa. Es una fuerza política o actor político.

Medios de Comunicación Social: Son lo que se conoce como “medios”; también se los denomina medios masivos de comunicación: la prensa, la radio, la televisión, etc. En los últimos tiempos han adquirido una relevancia inusitada en el escenario político. Hoy es más importante para un político asistir a un programa de televisión que ir a un mitín político en algún barrio debido a la masividad del público que posibilitan estos nuevos medios. Además pueden erigirse en un instrumento para la contienda electoral. Ejemplo de ello lo constituyó Berlusconi, monopólico empresario de la televisión privada de Italia, que a través de ella llegó al poder en ese país.

O.N.G.: Organización no gubernamental. En el ámbito de las relaciones internacionales, y en lo que podemos llamar la “arena política internacional” (o si prefiere, el escenario internacional en el que se desenvuelve la política), se denomina de esta forma a ciertas organizaciones que cumplen una función similar a la de los grupos de interés y que en reiteradas oportunidades se transforman en grupos de presión. Ejemplos de ONGs son: Amnesty International, Greenpeace, por sólo citar las más conocidas.

Opinión pública: El proceso político tiene en la opinión pública un elemento integrador de su legitimidad. Si bien la mayor libertad de opinión se encuentra en las democracias, en todo régimen político las decisiones tienen un gran soporte en la opinión pública. Es otro de los actores o fuerzas políticas. Es volátil, cambiante.

Partido político: Es otro ejemplo de fuerza política o actor político. Si bien hay distintos tipos y clases de partidos políticos, desde una perspectiva tradicional, podríamos decir que es un grupo de personas que unidos por una misma ideología intentan llegar al poder (o al menos desplegar una función de control si no logran acceder al gobierno). Sin embargo, también podemos señalar como uno de sus rasgos característicos la de ser un mediador entre la sociedad y el gobierno. Es un actor político fundamental toda vez que “monopoliza” la oferta política. Con esto queremos expresar que para ser presidente, legislador, concejal, etc., hay que alcanzar el cargo, casi en todos los países, a través de un partido político.

Sindicato: Una de las formas asociativas más importantes de los últimos tiempos. También fue una de las más precoces. Sus orígenes se remontan al proceso de formación del Estado moderno, allá por el Renacimiento. El peso de los sindicatos en la vida social y política de los países ha adquirido tal presencia y relevancia que se ha llegado a hablar de “política de los intereses” y a configurar el mismo proceso político como una contratación triangular entre sindicatos obreros, sindicatos patronales y gobierno. Si bien la palabra, técnicamente, engloba tanto a los sindicatos obreros como a los patronales, usualmente prepondera su uso en referencias a los primeros. Adquieren gran relevancia por su defensa de intereses económicos comunes en su rol de fuerza contractual (que se ejercita en los enfrentamientos con la contraparte económica, esto es, los sindicatos patronales), pero que también se manifiesta en su lucha con las otras articulaciones del poder político (gobierno, parlamento, entidades locales) y con los partidos políticos. Son un ejemplo de fuerza política, sujeto político, actor político, como se lo quiera llamar. Depende el rol que “jueguen” son un tipo de grupo de interés y se pueden tornar en el ejemplo más claro de grupo de presión.

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Sistema electoral: Un conjunto de reglas por el que los resultados de una elección (donde se elige a los funcionarios que nos representan políticamente, o que formarán parte del gobierno o del congreso, etc.) se determinan por la distribución de los votos emitidos por el electorado. Depende cómo éstos se distribuyan, habrá distintos tipos o sistemas. Por ejemplo: mayoritario, proporcional, etc. Recuerde lo aprendido en Derecho Constitucional II, en la unidad 5.

Sistema político: La postura teórica que introdujo este concepto en la ciencia política fue la “teoría sistémica”. En tal sentido, la noción de sistema político como sustitutiva de la de Estado ha ampliado el horizonte del estudio de los fenómenos políticos aclarando, más que el producto normativo final, los procesos de formación de la voluntad política y el conjunto de las relaciones que ellos establecen en la construcción de un equilibrio de poder. El ejemplo de sistema político paradigmático de la modernidad lo ha constituido el Estado, pero puede señalarse que existen sistemas “menores” –partidos políticos, grupos de presión que operan en él– e incluso ejemplos de sistemas “mayores”, como por ejemplo la ONU, la Unión Europea, etc.

Sistema de partidos: Como los partidos políticos operan o actúan dentro del sistema estatal, según como esté organizado y funcione el sistema político-partidario dentro de un Estado, estamos haciendo referencia a los distintos sistemas de partidos políticos. El criterio clasificatorio casi unánimemente utilizado es el de considerar la cantidad de partidos políticos con posibilidades reales de acceder al poder, teniéndose en cuenta un período mínimo de 3 ó 4 elecciones.

Sufragio: Voto. El sufragio universal (un hombre, un voto) representa la mayor fuerza política de los tiempos modernos y uno de los signos principales –sino el principal– de la democracia moderna.Sujetos políticos: En sentido estrictamente técnico se utiliza como sinónimo de actores de la política (“actores políticos”). Podemos señalar a los partidos políticos, grupos de presión, etc.

evaluación

La versión impresa no incluye las auto-evaluaciones parciales. Las mismas se encuentran disponibles desde su CD-ROM de materias.