COCINA Y COLONIALISMO. ENCUENTROS CULINARIOS EN LAFRANCIA MEDITERRÁNEA PROTOHISTÓRICA

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13 INTRODUCCIÓN Este artículo ofrece algunas reflexiones sobre la relación entre alimento, colonialismo e identidad. Es éste, en mi opinión, un tema importante para una reunión sobre perspectivas arqueológicas al análisis social de la alimentación en el primer mile- nio a.C., ya que durante este periodo la historia del Mediterráneo en general, y de España en particular, fue transformada por una serie de encuentros colo- niales entre gente diversa. La cuestión es, pues, de relevancia por varias razones. En primer lugar, el colonialismo ha sido una fuerza omnipresente en la historia mundial durante, al menos, los últimos cinco milenios, con una fuerte influencia en la for- mación y transformación de la identidad. En segun- do lugar, las estrechas relaciones entre prácticas alimenticias y la encarnación de la identidad, y entre comensalidad y política, hacen que la comida sea un ámbito importante en el marco de las luchas coloniales sobre la colonización de las conciencias y las estrategias de apropiación y resistencia. En efecto, conviene dejar sentado que los modos con- temporáneos de alimentarse y las identidades alre- dedor del mundo son en gran medida el producto de una larga historia de encuentros coloniales y que, al mismo tiempo, la comida ha sido un medio material sistemáticamente destacado en el des- SAGVNTVM EXTRA - 9, 2010. COCINA Y COLONIALISMO. ENCUENTROS CULINARIOS EN LA FRANCIA MEDITERRÁNEA PROTOHISTÓRICA Michael Dietler RESUMEN En este artículo se expone una serie de reflexiones entre prácticas alimenticias, identidad, comensalidad y política. Si utilizamos estra- tegias de investigación y marcos teóricos adecuados, el alimento ofrece un aspecto fructífero para estudiar los cambios identitarios y la economía política de contextos coloniales. Expondré algunos ejemplos que proceden de mi investigación arqueológica sobre anti- guos encuentros coloniales en la Francia mediterránea y a partir de mis trabajos etnográficos entre los Luo en África oriental. Sin embargo, aunque haré referencia a ellos puntualmente, mi objetivo en este artículo no es estudiar estos casos concretos en detalle, sino más bien plantear algunas reflexiones provocativas y productivas sobre la una cuestión teórica más amplia: la relación entre comi- da, identidad y colonialismo. Obviamente, este es un tema demasiado vasto y complejo que no permite acercarse a él de manera com- prensiva en un corto artículo. Por ello, mis comentarios pretenden ser propuestas selectivas que apunten hacia algunos caminos pro- metedores que merecen atención PALABRAS CLAVE: Alimentación, alcohol, colonialismo, consumo, Francia, protohistoria ABSTRACT Contemporary foodways and identities around the world are in large measure the product of a long history of colonial encounters. Reciprocally, food has been a consistently prominent material medium for the enactment of colonialism. The intimate links between food practices and the embodiment of identity, and between commensality and politics, have made the domain of food a central arena for the working out of colonial struggles over the colonization of consciousness and strategies of appropriation and resistance. Hence, a focus on food holds great analytical promise for archaeologists in their attempts to penetrate and understand ancient colonial situ- ations and their transformative effects on identity. To help realize the potential of this avenue of investigation, this chapter examines the relationship between food, identity, and colonialism within a broader theoretical context in the course of pursuing a set of funda- mental questions: why and how do people sometimes change their food habits in situations of colonial contact — in particular, why and how do they adopt alien foods and food practices? And when they do, what consequences (intended and unintended) does this entail, and what implications does it have for understanding colonialism? The discussion draws particularly upon ethnographic and archaeological research conducted in Kenya and Mediterranean France, respectively, to develop theoretical points and to demonstrate the utility of this approach for the archaeology of colonial encounters. KEYWORDS: Foodways; alcohol; colonialism; consumption; France; protohistory

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En este artículo se expone una serie de reflexiones entre prácticas alimenticias, identidad, comensalidad y política. Si utilizamos estra-tegias de investigación y marcos teóricos adecuados, el alimento ofrece un aspecto fructífero para estudiar los cambios identitarios yla economía política de contextos coloniales. Expondré algunos ejemplos que proceden de mi investigación arqueológica sobre anti-guos encuentros coloniales en la Francia mediterránea y a partir de mis trabajos etnográficos entre los Luo en África oriental. Sinembargo, aunque haré referencia a ellos puntualmente, mi objetivo en este artículo no es estudiar estos casos concretos en detalle,sino más bien plantear algunas reflexiones provocativas y productivas sobre la una cuestión teórica más amplia: la relación entre comi-da, identidad y colonialismo. Obviamente, este es un tema demasiado vasto y complejo que no permite acercarse a él de manera com-prensiva en un corto artículo. Por ello, mis comentarios pretenden ser propuestas selectivas que apunten hacia algunos caminos pro-metedores que merecen atención

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    INTRODUCCIN

    Este artculo ofrece algunas reflexiones sobre larelacin entre alimento, colonialismo e identidad.Es ste, en mi opinin, un tema importante parauna reunin sobre perspectivas arqueolgicas alanlisis social de la alimentacin en el primer mile-nio a.C., ya que durante este periodo la historia delMediterrneo en general, y de Espaa en particular,fue transformada por una serie de encuentros colo-niales entre gente diversa. La cuestin es, pues, derelevancia por varias razones. En primer lugar, elcolonialismo ha sido una fuerza omnipresente en lahistoria mundial durante, al menos, los ltimos

    cinco milenios, con una fuerte influencia en la for-macin y transformacin de la identidad. En segun-do lugar, las estrechas relaciones entre prcticasalimenticias y la encarnacin de la identidad, yentre comensalidad y poltica, hacen que la comidasea un mbito importante en el marco de las luchascoloniales sobre la colonizacin de las concienciasy las estrategias de apropiacin y resistencia. Enefecto, conviene dejar sentado que los modos con-temporneos de alimentarse y las identidades alre-dedor del mundo son en gran medida el productode una larga historia de encuentros coloniales yque, al mismo tiempo, la comida ha sido un mediomaterial sistemticamente destacado en el des-

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    COCINA Y COLONIALISMO. ENCUENTROS CULINARIOS EN LA FRANCIA

    MEDITERRNEA PROTOHISTRICA

    Michael Dietler

    RESUMENEn este artculo se expone una serie de reflexiones entre prcticas alimenticias, identidad, comensalidad y poltica. Si utilizamos estra-tegias de investigacin y marcos tericos adecuados, el alimento ofrece un aspecto fructfero para estudiar los cambios identitarios yla economa poltica de contextos coloniales. Expondr algunos ejemplos que proceden de mi investigacin arqueolgica sobre anti-guos encuentros coloniales en la Francia mediterrnea y a partir de mis trabajos etnogrficos entre los Luo en frica oriental. Sinembargo, aunque har referencia a ellos puntualmente, mi objetivo en este artculo no es estudiar estos casos concretos en detalle,sino ms bien plantear algunas reflexiones provocativas y productivas sobre la una cuestin terica ms amplia: la relacin entre comi-da, identidad y colonialismo. Obviamente, este es un tema demasiado vasto y complejo que no permite acercarse a l de manera com-prensiva en un corto artculo. Por ello, mis comentarios pretenden ser propuestas selectivas que apunten hacia algunos caminos pro-metedores que merecen atencinPALABRAS CLAVE: Alimentacin, alcohol, colonialismo, consumo, Francia, protohistoria

    ABSTRACTContemporary foodways and identities around the world are in large measure the product of a long history of colonial encounters.Reciprocally, food has been a consistently prominent material medium for the enactment of colonialism. The intimate links betweenfood practices and the embodiment of identity, and between commensality and politics, have made the domain of food a central arenafor the working out of colonial struggles over the colonization of consciousness and strategies of appropriation and resistance. Hence,a focus on food holds great analytical promise for archaeologists in their attempts to penetrate and understand ancient colonial situ-ations and their transformative effects on identity. To help realize the potential of this avenue of investigation, this chapter examinesthe relationship between food, identity, and colonialism within a broader theoretical context in the course of pursuing a set of funda-mental questions: why and how do people sometimes change their food habits in situations of colonial contact in particular, whyand how do they adopt alien foods and food practices? And when they do, what consequences (intended and unintended) does thisentail, and what implications does it have for understanding colonialism? The discussion draws particularly upon ethnographic andarchaeological research conducted in Kenya and Mediterranean France, respectively, to develop theoretical points and to demonstratethe utility of this approach for the archaeology of colonial encounters.KEYWORDS: Foodways; alcohol; colonialism; consumption; France; protohistory

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    arrollo del colonialismo. De ah que la atencin porla comida tenga una prometedora fuerza analticapara los arquelogos en sus intentos de entenderlas situaciones coloniales de la Antigedad y susefectos transformadores sobre la identidad. Contodo, a pesar de este prometedor potencial, estarelacin no es en absoluto fcil de advertir, ya quepara pasar de generalizaciones banales a perspec-tivas interpretativas tiles se requiere tanto ciertoingenio metodolgico como una atencin rigurosa ala contextualizacin de la comida dentro de unmarco terico amplio.1

    Mi inters sobre este tema viene de antiguo,surgido a partir de mi investigacin arqueolgicasobre encuentros coloniales durante la Edad delHierro en la Francia mediterrnea; encuentros queimplicaron a gente nativa de la regin y a colonosgriegos, etruscos y romanos. El inters surge tam-bin a partir de mis trabajos etnogrficos con losLuo en frica oriental (en colaboracin con IngridHerbich), que es necesario entender en el marcode la historia de su encuentro con el colonialismobritnico. En ambos estudios, inmediatamente sepuso de manifiesto que la comida era importantepara la articulacin de las sociedades indgenas ycoloniales y en la construccin de la identidad, yque entender el papel de la alimentacin en estassituaciones era crucial para comprender comooperaba el colonialismo y viceversa. Sin embargo,aunque har referencia a ellos puntualmente, miobjetivo en este artculo no es estudiar estos casosconcretos en detalle, sino ms bien plantear algu-nas reflexiones provocativas y productivas sobre la

    una cuestin terica ms amplia: la relacin entrecomida, identidad y colonialismo. Obviamente,este es un tema demasiado vasto y complejo queno permite acercarse a l de manera comprensivaen un corto artculo. Por ello, mis comentarios pre-tenden ser propuestas selectivas que apuntenhacia algunos caminos prometedores que merecenatencin.

    ALIMENTOS Y COLONIALISMO

    Antes de entrar en esta cuestin, elaborar unpoco ms algunas de las afirmaciones que acabode hacer y ofrecer definiciones de los conceptosque sern utilizados. En primer lugar, quiero dejarbien claro que utilizo el concepto alimento en susentido ms amplio para incluir tambin cosascomo las bebidas alcohlicas. stas, despus detodo, son simplemente formas especficas de comi-da con propiedades psicoactivas que derivan detcnicas alternativas de tratamiento culinario(Dietler 1990a, 2006): el mismo grano de cerealpuede convertirse en gachas, pan, cerveza owhisky, dependiendo simplemente de las tcnicasaplicadas al mismo (fig. 1). Algunos estudios etno-grficos indican que en ciertas sociedades la genterecibe una considerable nutricin, y hasta un terciode su aporte calrico, en forma de cerveza (Platt1955, 1964; Steinkraus 1995). Adems, en socie-dades agrarias, hasta el 15-30% del suministrofamiliar de cereal se dedica a la produccin de bebi-das alcohlicas (de Garine 1996; Dietler 2001;Jennings 2005; Platt 1964). Debido a esto, y juntoa otras consideraciones que he argumentadoampliamente en otros trabajos (ver Dietler 1990a,2001, 2006), no tiene sentido no considerar elalcohol como comida slo por el hecho de que lasbebidas que contienen etanol han sido vistas comodroga en el discurso occidental, bajo una influen-cia de los movimientos decimonnicos a favor de laabstinencia.

    Y ahora el problemtico trmino colonialismo.Junto con cultura, colonialismo se ha convertidoen uno de esos conceptos omnipresentes en lashumanidades y en las ciencias sociales, y sobre elcual hay amplio consenso respecto a su importan-cia pero muy poco sobre su precisa definicin. Sinquerer embarcarme en una larga discusin semn-tica (ver Dietler 2005a, 2010), clarificar mi propiouso del trmino colonialismo: los proyectos y las

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    Fig. 1. Mujeres luo preparando maz para la produccin de cerveza.

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    prcticas de control desplegadas en interaccionesentre sociedades vinculadas por relaciones depoder asimtricas, y los procesos de transforma-cin social y cultural resultantes de dichas prcti-cas. Por consiguiente, no entiendo el colonialismocomo un fenmeno trashistrico cosificado ni comoun proceso uniforme explicable desde una nicateora del colonialismo. Al contrario, soy profunda-mente escptico de que tal proyecto sea posible(ver tambin Ahmad 1992; Comaroff 1997; Cooper2005; Dirks 1992; Slemon 1990; Thomas 1994), locual no significa en absoluto que el colonialismo nosea un concepto til para el anlisis. Colonialismo,en el sentido en que lo empleo, es un trmino prc-tico general (y plural en s mismo) utilizado parafacilitar el anlisis comparativo de un espectroamplio de prcticas y estrategias por medio de lascuales algunos intentan hacer sbditos a otros enuna variedad dispar de situaciones histricas, ypara entender mejor las diferencias y similitudes enestos procesos a lo largo de la historia.

    Por qu el estudio comparativo del colonialis-mo es til? No se puede dudar del significado deltipo de prcticas agrupadas bajo la etiqueta decolonialismo, dado que antes de las dcadas inicia-les del siglo XX la mitad de la superficie terrestreestaba bajo alguna forma de dominacin colonial yque casi dos quintos de la poblacin mundial (msde 600 millones de personas) vivan bajo una auto-ridad colonial (Girault 1921; Osterhammel 1997:25). Adems, otras regiones (como Latinoamrica)haban sufrido largos periodos de dominacin colo-nial en siglos anteriores, antes de liberarse del con-trol europeo durante los siglos XVIII y XIX. Hoy enda, el trmino post-colonial se ha convertido enuna etiqueta popular para la situacin del mundocontemporneo, a resultas del rpido colapso detodos los imperios europeos ante la resistencia ind-gena durante las dcadas centrales del siglo XX. Sinembargo, entender el estado actual de la situacin,incluyendo las diversas formas emergentes de neo-colonialismo cultural y econmico y la globalizacin,es sencillamente imposible sin hacer referencia a lahistoria y a los efectos que an persisten del colo-nialismo. De hecho, esta es precisamente la esen-cia del campo de estudios poscoloniales y de buenaparte de la antropologa cultural de las ltimas dosdcadas.

    Este legado colonial, por supuesto, se retrotraemucho ms que los recientes ejemplos euroameri-

    canos de los ltimos siglos. De hecho, razonable-mente se podra pensar que los ltimos cinco milaos de historia humana han sido testigos de unaincesante serie de encuentros coloniales que hantenido una influencia global significativa en la rees-tructuracin continua de la cultura, la sociedad y laidentidad. A resultas de ello, entender el presenteen un contexto particular requiere una exploracincomparativa del amplio espectro de estrategias yprcticas empleadas en el esfuerzo de ejercer con-trol sobre otras sociedades alrededor del mundo ya travs de la historia, y de las variadas y complejasrepercusiones de esas prcticas. Apropiadamenteabordada, esta estrategia comparativa es un pasonecesario para provincializar Europa, en palabrasde Chakrabarty (2000): sirve para relativizar el colo-nialismo moderno Europeo y sacarlo del casi papelde monopolio que ocupa como generador de teoracolonial.

    La arqueologa puede contribuir a este proyectode varios modos. En primer lugar, puede ayudar aentender la historia de la expansin del sistemamundo capitalista euroamericano que, desde elsiglo XVI en adelante, ha sido responsable de lamayor puesta en marcha del colonialismo en la his-toria mundial (Braudel 1984; Ferro 1997;Wallerstein 1974; Wolf 1982). Puede hacerlo pro-porcionando pruebas que son cualitativamentediferentes e independientes de los textos colonialesque constituyen la mayor parte de los datos dispo-nibles para los historiadores. Como muchos pode-res coloniales estaban alfabetizados mientras quemuchos sbditos de la dominacin colonial no loestaban (al menos en un principio), las pruebas tex-tuales de esos encuentros tienden a ser altamenteparciales, en ambos sentidos del trmino.

    Lo que la arqueologa ofrece es acceso a ladimensin material del encuentro a los procesos devida cotidiana a travs de los cuales la gente expe-riment y entendi la situacin colonial. Por razo-nes que expondr ms adelante, la comida resultaser una de las dimensiones materiales ms impor-tantes y un elemento con excelente potencial parala visibilidad arqueolgica. Con todo, no ofrece unacceso directo a la experiencia indgena de la situa-cin colonial: la arqueologa es una prctica inter-pretativa con serios problemas con los datos y laepistemologa que limitan el alcanze y calidad de lainformacin que podemos generar. Pero la arqueo-loga ofrece al menos un medio potencial para inte-

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    rrogar las vidas de aquellas voces que no han que-dado registradas.

    Por supuesto, se debe ser cauteloso y no hacerde la necesidad arqueolgica virtud adoptando latctica extrema de fetichizar la cultural material detal modo que las relaciones entre las personas semistifiquen y conviertan en relaciones entre perso-nas y objetos. Hacer esto, como mostrar ms ade-lante, equivale a pasar por alto uno de los frecuen-tes conceptos ideolgicos del colonialismo, o tratarde entender el colonialismo a travs de sus propiosproductos discursivos. Gosden, por ejemplo, caeen esta trampa al definir el colonialismo como unasidero particular que la cultura material toma enlos cuerpos y la mente de la gente (2004: 3), ysealar que colonialismo es una relacin de cru-cial importancia con la cultura material (2004: 4);de ese modo desplaza la agencia, e ignora impor-tantes relaciones de poder entre la gente y a lalarga dificulta la comprensin del ms sutil y com-plejo papel que la cultural material juega en losprocesos coloniales. Sin embargo, y sin sucumbir aesta seductora posicin reduccionista, es crucialreconocer el profundo significado de la culturamaterial en el desarrollo de las estrategias y losprocesos coloniales. Afortunadamente, de todoello han surgido recientemente nuevas crticas enantropologa cultural, historia y estudios poscolo-niales, lo que promete nuevas posibilidades desinergias de colaboracin provechosa con arque-logos en la investigacin de la arqueologa histri-ca (por ejemplo ver Comaroff y Comaroff 1991,1997; Howes 1996; Thomas 1991; Turgeon 1998;Turgeon et al. 1996).

    Pero otra contribucin igualmente relevante dela arqueologa al estudio del colonialismo deriva delhecho de que es el conducto primario para losencuentros coloniales antiguos, pre-capitalistas,donde los textos contemporneos estn inclusoms limitados o son inexistentes. Y, como se hasealado arriba, es especialmente necesario estu-diar comparativamente las numerosas situacionescoloniales que preceden a la expansin capitalistaeuroamericana para determinar los rasgos singula-res y compartidos de este reciente proceso colonialque ha generado mucha de nuestra antropologaterica sobre el colonialismo o sea, provincializarla moderna experiencia europea y su papel hege-mnico en la produccin de teora (Chakrabarty2000; Cooper 2005; Dietler 2005a).

    ALIMENTOS E IDENTIDAD

    Una vez expuestos brevemente los argumentosa favor de la importancia de una arqueologa delcolonialismo, pasar ahora a la trascendencia delalimento y sus relaciones con el colonialismo.Empezar planteando algo que debe parecer obviopero que en modo alguno importa repetir. Aunque elconsumo de alimentos es esencial para el manteni-miento de la vida, ese consumo no implica simple-mente abastecerse de combustible. La gente noingiere caloras o protenas: ms bien come alimen-tos, una forma de cultura material sujeta a ilimita-das posibilidades de variacin en cuestiones comoingredientes, tcnicas de preparacin, pautas derelacin y exclusin, modos de servicio y consumo,valoraciones estticas, etc. Adems, podramosdenominar el alimento cultura material encarna-da: esto es, un tipo especial de cultura materialcreado especficamente para su destruccin inme-diata, eliminada a travs del proceso transformadorde su ingestin en el cuerpo humano (Dietler2001). De ah que tenga una relacin inusual con lapersona y con la inculcacin y simbolizacin de losconceptos identitarios. De hecho, aunque suelo sercauteloso ante las explicaciones psico-analticas, elsocilogo Pasi Falk (en un libro que, de paso,encuentro muy problemtico por diversas razones)ha hecho una observacin interesante y que mere-ce la pena considerar sobre el significado del ali-mento en la ontognesis. Seala que la primerapercepcin de la diferencia en un nio, del lmiteque define el yo entre sujeto y objeto, se percibe atravs de la boca en el pecho de la madre, muchoantes del desarrollo de la vista. Entonces, segnFalk, la boca acta como el modelo para la futurarecepcin sensorial y como la puerta que regula laincorporacin de materia ajena en el cuerpo, a tra-vs del sentido del gusto, que est culturalmentecodificado (Falk 1994). Adems, dado que comeres un hecho social que debe repetirse cada dapara la supervivencia biolgica, ocupa un lugar des-tacado entre las prcticas rutinarias que, comoBourdieu (1990) ha estudiado ampliamente, sirvenpara inculcar el habitus; esto es, un grupo de dispo-siciones encarnadas que estructuran la accin yque inconscientemente construyen percepcionesde identidad y diferencia (fig. 2).

    Todo esto para enfatizar por qu el alimentoest tan estrechamente relacionado con la forma-

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    cin y la expresin de la identidad y por qu es unmedio simblicamente tan cargado y tan verstil.Sin embargo, esto tambin debera servir parasubrayar una importante advertencia: ni el alimentoes slo un sistema de signos, ni su consumo impli-ca slo el consumo de signos. Alimentarse tambines una construccin material del yo, en un sentidomucho mayor que el metafrico. Por ello debemostener en cuenta que si nos centramos exclusiva-mente en el consumo, particularmente en el senti-do que se utiliza, por ejemplo, en algunas investiga-ciones de orientacin semitica que siguieron a losprimeros trabajos de Baudrillard (1996), corremosel riesgo de alejar el alimento de otros mbitos deanlisis tradicionales, pero igualmente imprescindi-bles: la produccin y el intercambio (fig. 3). Estepunto sera especialmente delicado en un contextocolonial, en el que las cuestiones de explotacin y elcontexto poltico de la articulacin de la producciny el consumo deben ser objetivos siempre presen-tes en el estudio.

    Por supuesto es cierto que, de muchos modos,el consumo es siempre anterior a la produccinanalticamente (aunque temporalmente posterior).Basta con recordar la afirmacin de Sahlins laexplotacin del medio americano, la forma de rela-cin con el paisaje, todo depende de un modelo decomida que incluye un elemento central de carnecon el apoyo perifrico de carbohidratos y vegetales(Sahlins 1976: 171). Como seal este investigador,toda la estructura de la produccin agrcola, y suarticulacin en los mercados mundiales, cambiar-an espectacularmente si los americanos comieranperros o caballos, que por cierto son totalmentecomestibles. La construccin cultural del consumo,

    con sus tabs y valoraciones simblicas, es la quedetermina la produccin, y no al revs. Por lo tanto,mis reflexiones girarn en torno a la esfera del con-sumo, que es crucial para comprender el significa-do social y cultural del alimento y su papel en elcolonialismo. Con todo, quiero llamar la atencinrespecto a un uso abstracto del trmino consumo,que lo entiende como la circulacin de meros sig-nos sin relacin alguna con las relaciones de poderentre las que est enraizado; o respecto a un usoque ignora la materialidad del alimento que se con-sume. Mi objetivo es, ms bien, integrar el consumocon el anlisis del poder, y por ello mi insistencia enintroducir el colonialismo en el debate de la comiday la identidad.

    Por consiguiente, hay que tener en cuenta que elalimento es una necesidad fisiolgica humana con-tinua y bsica, y que es tambin una forma signifi-cativa de un acto social que encarna relaciones deproduccin e intercambio y que une las economaspoltica y domstica de un modo muy personal. Esms, aunque comer y beber son unos de los pocosactos biolgicamente esenciales, nunca son sim-plemente actos biolgicos. Ms bien estn aprendi-dos y son tcnicas de comportamiento corporal (enel sentido que lo define Mauss, 1936) pautadasculturalmente y que expresan de un modo funda-mental la identidad y la diferencia.

    Llegados a este punto, planteo las preguntasque estructurarn el resto de mis reflexiones. Enprimer lugar, considerando los estrechos lazosentre alimentacin e identidad, por qu algunaspersonas en situaciones de contacto colonial cam-bian a veces sus hbitos alimenticios? Y concreta-mente, por qu se adoptan alimentos y prcticasalimenticias ajenas? Qu consecuencias conllevacuando se hace esto y qu implicaciones tiene paraentender el colonialismo?

    CONSUMO INTERCULTURAL Y LA INDIGENIZACINDE ALIMENTOS EXTICOS

    Se dice a menudo que los modos de alimentar-se se encuentran entre los aspectos ms conserva-dores y permanentes de la cultura. Como sucedecon muchos tpicos, no es del todo cierto, perotampoco falso del todo. Son innumerables los ejem-plos de la adopcin vida de alimentos exticos y lamayora de las cuisines del mundo utilizan muchosingredientes que no son indgenas. A menudo los

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    Fig. 2. Madres y nios luo comiendo juntos.

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    alimentos forneos se indigenizan hasta el puntode que llegan a ser considerados un indicador fun-damental de la cocina tnica local. El tomate enItalia, la harina de maz en el norte de Italia, el t enInglaterra, la patata en Irlanda, la batata en las tie-rras altas de Papa Nueva Guinea, el maz y la casa-va de los Luo en Kenia; todos ellos son ejemplos dealimentos de orgenes exticos completamenteindigenizados (fig. 4). No es casualidad que muchossean tambin productos de encuentros coloniales yejemplos de que los prstamos culturales fluyen enambos sentidos en estas situaciones. Ahora bien,cmo es posible todo esto si la forma de alimentar-se es tan estable y la comida algo tan relacionadocon la identidad?

    En parte puede ser explicado por el hecho deque aquello que llamamos, por conveniencia, coci-na tnica es mucho ms que una cuestin de ingre-dientes. Es cierto que algunos elementos alimenti-cios especficos se convierten a veces en destaca-dos smbolos de la identidad. Los Luo, por ejemplo,se distinguen de los vecinos Kisii porque les encan-ta el pescado, y los Kisii lo detestan.2 Igualmente losamericanos tienen sus hamburguesas y sus paste-les de manzana, los bvaros su bratwurst, los esco-ceses su hagis, los valencianos su paella, y asmuchos otros ejemplos. Y en cuanto a las proscrip-ciones, los musulmanes y judos no comen cerdo, lamayora de hindes no come vaca, los americanosno comen caballo, perros o insectos, etc. Tales pre-ferencias y prohibiciones son las clsicas prcticasque marcan fronteras entre grupos. Con todo, comoha mostrado Mary Douglas, los elementos aisladosno crean una alimentacin tnica. Lo que es incon-

    fundible es la pauta de un ciclo completo de com-binaciones (Douglas 1984: 28), en otras palabras,una serie de mens y los ritmos que estructuran suconsumo, o lo que se llama a veces la forma de lacomida.

    Este rasgo permite la incorporacin de alimen-tos forneos en un conjunto de prcticas diarias sinalterar la percepcin de continidad o amenazar laidentidad. Por ejemplo, entre los Luo, el plato prin-cipal de cualquier comida principal, de hecho lo quela define como tal, es una especie de harina comofcula llamada kuon. Diferentes platos de carne,verduras o pescado son fundamentalmente unaguarnicin del kuon. En la poca precolonial, elkuon se haca de sorgo, pero tras la incorporacinde los Luo al imperio britnico hacia finales del sigloXIX, el maz fue introducido y se hizo aceptable cam-biarlo por el sorgo, en parte o totalmente. Lo que esimportante en una comida de los Luo es que hayakuon, independientemente de donde proceda; eindependientemente de lo que coma, un luo dirque no ha comido si no hay kuon.

    En realidad no debera sorprender esta persis-tencia de la identidad y la integridad cultural frentea la experimentacin y la incorporacin de alimen-tos forneos. Slo es un problema si tenemos unaconcepcin de la cultura como falsamente esttica,como un conjunto de rasgos o un todo orgnico ais-lado. Pero ms que ver la cultura como simplemen-te una herencia del pasado, conviene sealar quees tambin una especie de proyecto continuo(Hountondji 1994; Sahlins 1999). En otras pala-bras, la cultura no es un sistema fijo y esttico dereglas y rasgos compartidos, sino ms bien unaserie de percepciones categricas encarnadas,interpretaciones anlogas, disposiciones estticasy valores que estructuran modos de razonar, reso-ver cuestiones y actuar en cada ocasin. El funcio-namiento de la cultura es siempre un proceso crea-tivo de improvisacin estructurada. Entre los proble-mas y cuestiones a ser resueltos, hay uno siemprepresente, que es como tratar gente y objetos exge-nos. Este proceso implica la domesticacin (o indi-genizacin) selectiva de bienes, prcticas y gustosantes forneos, y el rechazo de otros. Esta incorpo-racin selectiva opera de acuerdo con una lgicacultural especfica, y tambin tiene un efecto trans-formador continuo en la reproduccin de la cultura.Adems, obviamente, este proceso no ocurre a tra-vs de las acciones de las culturas que entran en

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    Fig. 3. Ms que un signo: el duro trabajo de la elaboracin de comida.

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    contacto (vistas, pues, como una especie de entida-des sensibles cosificadas), sino a travs de las fre-cuentes acciones contradictorias de seres huma-nos particulares y de grupos sociales situados dife-rencialmente dentro de complejos campos de rela-ciones de poder e inters.

    Este proceso de apropiacin selectiva e indigeni-zacin no es algo que sea especfico de las situacio-nes coloniales. Ocurre en todas partes y continua-mente, dado que las sociedades nunca han estadoaisladas, y la gente ha debido siempre negociar susvidas en relacin a condiciones externas. Siguiendola observacin de Ricoeur (1992), la autoafirma-cin se construye en una relacin constante con laalteridad, algo que Jean-Loup Amselle (1998: x)tambin refiere como sincretismo originario. Lasculturas son en esencia relacionales: siempre sonproductos del mestizaje y estn en un procesoconstante de construccin a travs del mestizaje.Lo que diferencia los contextos coloniales es quelas configuraciones particulares de las relacionesde poder tienen una fuerte influencia en la natura-leza y estructura del proceso. Adems, como mos-trar ms adelante, precisamente debido a la rele-vancia del consumo para construir la cultura, la cul-tura material en general y el alimento en particularestn constantemente implicados en el contextocolonial.

    Si se percibe la cultura as, se deconstruye laafianzada dicotoma occidental entre tradicin ycambio (y la relacionada dicotoma entre socieda-des estticas y dinmicas). Tambin implica asu-mir que la adopcin de bienes y prcticas forne-os, incluyendo la comida, no hace que las culturas

    sean incoherentes o no autnticas. Como ha sea-lado Sahlins (1999: xi), los antroplogos saben almenos desde los trabajos de Boas y sus alumnosque las culturas son forneas en su origen y loca-les en su pauta. En este sentido, la continuidadcultural es el modo en que las culturas cambian(Sahlins 1993: 2), lo que nos lleva otra vez a lascuestiones del consumo y la adopcin interculturalde alimentos.

    No slo el consumo est estructurado por cate-goras y disposiciones culturales, sino que la cultu-ra se construye a travs del consumo, como hasealado Jean Comaroff (1996: 20). El proceso deconstruccin cultural a travs del consumo implicados cosas. En primer lugar, que los objetos mate-rializan el orden cultural, es decir que hacen visi-bles y duraderas categoras culturales abstractas,ayudan a la negociacin de interacciones sociales yestructuran percepciones del mundo social. Lossistemas de objetos (Baudrillard 1996) que lagente construye a travs del consumo sirven tantopara inculcar la identidad personal como para faci-litar a la gente a ubicar a los dems en campossociales, a travs de la percepcin de gustos encar-nados y de diversas formas de capital simblico.Pero ms que reproducir simplemente sistemasestticos de categoras culturales, el consumoconstruye la cultura de una manera ms dinmica,y esto es especialmente relevante para la cuestindel consumo intercultural y el colonialismo. En efec-to, el consumo es un proceso de improvisacinestructurada que continuamente materializa elorden cultural al tiempo que trata con objetos yprcticas forneas a travs de su apropiacin trans-formadora, su rechazo o asimilacin. Por consi-guiente, el consumo intercultural es un procesocontinuo de apropiacin selectiva y asimilacin cre-ativa de acuerdo con lgicas locales de tal modoque se (re)construye continuamente la cultura.

    Esto no significa que el consumo no tenga con-secuencias importantes e inesperadas que pue-dan alterar las condiciones de reproduccin cultu-ral. De hecho las tiene. Por ello, desde un estudioque atienda la relacin entre alimentos y colonialis-mo se pretende subrayar este rasgo. Con frecuen-cia los efectos son graduales y sutiles, y no se per-ciben por los participantes como indicadores deuna discontinuidad cultural (aunque a veces habrdiferencias de gnero o generacionales en estaspercepciones).

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    Fig. 4. Indgenas y alimentos indigenizados: sorgo, maz y mijo frente a unacasa luo.

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    Tres cuestiones importantes surgen de estedebate para los arquelogos interesados en el temade los alimentos, la identidad y el colonialismo. Laprimera, por qu y cmo algunos alimentos y prc-ticas alimenticias forneas se apropian en contex-tos coloniales mientras otras se ignoran, rechazano se convierten en elementos de protesta o en sm-bolos de diferencia? La segunda, cules son lasconsecuencias, con frecuencia inesperadas, detales prstamos interculturales en trminos deidentidad, poltica y relaciones sociales? La tercera,cmo pueden afrontar los arquelogos estostemas en el registro material del pasado y que sir-van para entender el colonialismo?.

    Como he sealado ms arriba, a priori no hayreglas que nos lleven a precedir estas cuestionesuniversalmente. Sin embargo, un trabajo tericodetallado sobre el asunto permitir una mejor for-mulacin de argumentos interpretativos y la valora-cin de su plausibilidad.

    POR QU SE DESEAN LOS ALIMENTOSFORNEOS?

    Empezar por la cuestin del por qu. Es impor-tante recordar que estos movimientos no suceden atravs de la accin de las culturas u otras entidadesabstractas sino a travs de las acciones contradic-torias de seres humanos y grupos sociales situadosen espacios diferentes de complejos campos derelaciones de poder e inters. De igual modo, laidentidad no es algo que resida slo, ni siquieraante todo, al nivel de grupos tnicos, de naciones ode otras comunidades imaginadas de gran escala.Est ms bien situada en redes de afiliaciones deparentesco, categoras sociales, pertenencias declase o de grupo, y otras de este tipo que puedantener relevancia situacional. Y el proceso de apro-piacin intercultural de la comida, normalmentetiene mucho ms que ver con las relaciones enestos niveles que con grandes conciencias tnicas.Por ejemplo, a menudo las dinmicas de clase y lacreacin de distinciones y fronteras internas expli-can estas adopciones, y slo mucho despus lostems se convierten en destacados indicadorestnicos. Esto es lo que denomina Appadurai (1986)el efecto molinete de la lite, segn el cual unaclase superior adopta constantemente alimentosexticos que tienen que sustituir a medida que laemulacin por parte de clases inferiores anula su

    valor simblico diacrtico. Sin embargo, como mues-tra la historia de la expansin del tabaco en Europa,bienes y prcticas pueden ser introducidas tantopor clases inferiores como superiores y moversearriba o abajo de la jerarqua social (van Gernet1995). De igual modo, las luchas generacionalescontra la autoridad pueden crear potentes incenti-vos para intoducir exticas novedades, igual quepuede suceder con los retos de los cambios en lasrelaciones de gnero.

    La demanda de alimentos ajenos es un produc-to del juego variable de categoras y gustos encar-nados; de decisiones estratgicas sobre el alcancepotencial de la comida en papeles sociales concre-tos; de interpretaciones analgicas creativas deusos nuevos instrumentales y sociales; entendi-mientos semiticos sobre la relacin entre el ali-mento en sistemas de objetos (en el sentido que leda Baudrillard 1996) y otros factores de este tipo.Conviente reiterar que la demanda no es una pro-piedad o un producto uniforme de las culturas. Estsocialmente situada y construida, lo que implicaque aunque sigue una lgica cultural especfica,vara entre clases y categoras de gente como resul-tado del juego de los factores sealados arriba enlas polticas internas e improvisadas de la vidasocial. Esto queda claro, por ejemplo, en el anlisisde Bourdieu (1984) sobre la distribucin diferentede los gustos y el capital cultural segn los campossociales en la Francia de finales del siglo XX, aun-que es importante recordarlo al estudiar socieda-des precapitalistas de pequea escala. La deman-da de bienes y prcticas forneas puede variarsegn la posicin o categora social, y las diferen-cias pueden generarse en gran medida debido a lasdinmicas relacionales entre grupos y campossociales. Obviamente, en los contextos arqueolgi-cos no podemos detallar el alcance de todos estosfactores; pero podemos identificar la demandacomo una fuerza selectiva que estructura el consu-mo en un mundo de opciones e intentar detectar lomejor posible la lgica de las pautas de las eleccio-nes que se hicieron (Dietler 1998, 2010).

    CMO SE INDIGENIZAN LOS ALIMENTOSFORNEOS?

    Una vez ofrecidas algunas indicaciones queexplican la apropiacin de alimentos exticos, con-viene sealar cmo ocurre, o sea, cules son las

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    prcticas y contextos responsables de que se intro-duzca una innovacin, y de que se llegue a la vali-dacin social necesaria para hacerla generalmenteaceptada. En este sentido, es importante distinguiren el anlisis las prcticas cotidianas de consumodiario, que podramos llamar comidas, y los ritualesde consumo ms dramatizados y conscientes, quepodramos llamar fiestas o celebraciones. Ambosexisten en una relacin semitica compleja y for-man parte de un campo semitico comn que lesotorga significado (see Dietler 2001; Douglas 1984;Elias 1978). Para que las fiestas destaquen comorepresentaciones rituales (por ejemplo, a travs deexcentricidades temporales, de marcos espacialeso arquitectnicos, del uso de cantidades o tiposextraordinarios de alimentos, del uso de serviciosespeciales de servicio, mecanismos teatrales, etc.)deben depender de una relacin con las comidascotidianas (fig. 5). Conviene destacar que, ademsde los fines polticos a los que sirven (ver Dietler2001; Hayden 2001), las celebraciones son tam-bin ruedos excelentes para la construccin y trans-formacin de valores y la validacin de novedadesexticas. Y ello es especialmente cierto para losnuevos alimentos. Polly Wiessner (2001) ofrece unmodlico anlsis de este fenmeno en NuevaGuinea, donde los grandes hombres locales usanlas fiestas para promocionar sus intereses introdu-ciendo y dando importancia a nuevos tipos de ali-mentos (como cerdos) y objetos. Los alimentos y lasprcticas de consumo que se hayan introducido yvalidado de este modo pueden pasar a las comidascotidianas y al final convertirse en prcticas tpicasnormales indigenizadas. Otras vas para su intro-duccin podran venir en el sentido contrario a tra-vs, por ejemplo, de la extendida prctica colonialdel matrimonio mixto con la insercin gradual de losalimentos exticos en las recetas diarias por partede las mujeres forneas.

    La introduccin de la patata en Finlandia ilustraperfectamente la complejidad de la relacin entreesferas cotidianas y rituales, y entre ingredientes ytcnicas. La patata se introdujo en el siglo XVIIIdesde Suecia como parte de una campaa auspi-ciada por el estado para disponer de una alternati-va al pan para el campesinado en tiempos de esca-sez, pero no se impuso hasta que la gente no laadapt al sistema alimenticio local. Fue primero asi-milada a los tradicionales turnip y rutabaga y coci-nada de la misma manera (patatas hervidas,

    gachas y sopa), y bajo esta forma se ha perpetuadoen el sistema alimenticio cotidiano. Sin embargo,las patatas cocinadas con una tcnica culinarianueva (al horno o en ensaladas) nunca llegaron aformar parte del ciclo alimenticio diario sino quefueron incorporadas a las celebraciones y a lascomidas festivas (Talve 1981).

    LAS CONSECUENCIAS DE LOS PRSTAMOS

    Esta cuestin nos lleva inevitablemente a consi-derar el significado de la cultura material, y de lacomida en particular, en las estrategias del colonia-lismo, algo que ha suscitado una atencin crecien-te entre antroplogos e historiadores en los ltimosaos. Dada la importancia del consumo en la cons-truccin de relaciones sociales, no debera sorpren-der que los bienes, incluyendo especialmente losalimentos, no slo se apropian e indigenizan, sinoque tambin se utilizan por ambas partes en situa-ciones coloniales para intentar controlar al otro,haciendo sbditos mediante objectos (Comaroff yComaroff 1997: 218). Ello implica que se den noslo intentos de crear deseos para bienes nuevos,sino tambin intentos de que la gente utilice obje-tos importados de un modo concreto, as como lacreencia (equivocada) de que el uso de bienes otecnologas particulares induce inherentemente aciertos tipos de comportamiento deseado.

    Por ejemplo, es obvio que la vestimenta jug unimportante papel instrumental en las estrategias delos misioneros europeos para colonizar las concien-cias de los indgenas en diversas partes del mundoe instig nuevos conceptos de disciplina en el traba-jo, temporalidad y relaciones de gnero. Entre lostswana en Sudfrica, tanto la vestimenta como laarquitectura sirvieron como vehculos de los inten-tos de los misioneros de inculcar conceptos europe-os de domesticidad y disciplina corporal; y fueronespacios de lucha, pues los tswana utilizaron estosnuevos materiales como lenguajes expresivos paraestructurar la identidad de forma diferente, y recha-zar categoras coloniales y estticas (Comaroff yComaroff, 1997). Como sugiere este ejemplo, lasestrategias que utilizan los objetos materiales comovectores de control siempre tienen consecuenciasimprevisibles para todas las partes implicadas.

    Esto es igual de vlido para el alimento. Porejemplo, los luo cuentan historias en las que losingleses les persiguen con el t. Es una alusin a

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    los intentos de los misioneros coloniales para ins-taurar conceptos burgueses ingleses de domestici-dad y sobriedad al querer que los luo sustituyeranel t por la cerveza como lubricante social. Ahoralos luo slo beben t en raras ocasiones, pero lasmujeres luo lo consideran la bebida apropiada pararecibir ciertos tipos de visitas en casa, que suelenservir con rebanadas de pan blanco, otra delicates-sen fornea que no se consume de otra manera. Elt tambin requiere la adquisicin de azcar refina-da (algo que los luo no utilizan para nada ms) yleche fresca (otro uso especfico, pues generalmen-te prefieren leche agria). Como vemos, contra losdeseos de los misioneros, el t no ha sustituido a lacerveza. No se usa en rituales o en comensalidadesmasculinas. Tampoco ha tenido mucho impacto enlos hbitos domsticos de los luo. Lo que ha hechoes contribuir a vincular a las mujeres a la economanacional al crear una necesidad peridica para lacompra de un conjunto de ingredientes (hojas de t,azcar, pan) y objetos especializados (teteras ytazas) de orgenes no locales.

    Fumar tabaco fue una prctica fornea que tuvomucho mayor xito, y que no fue auspiciada por losmisioneros (fig. 6). Result ser una pauta de consu-mo definida por el gnero, segn la cual las muje-res fuman cigarrillos sirvindose de una rara tcni-ca, con la parte encendida dentro de la boca, mien-tras que los hombres fuman con la parte encendidafuera. Tanto los hombres como las mujeres fumantambin en pipas de arcilla, una forma ajena intro-ducida en el repertorio de los ceramistas, pero queestn siendo reemplazadas por los cigarrillos. Sifumar es hoy en da una conspicua prctica de con-

    sumo indigenizada, los intentos del Gobierno poranimar a los luo a cultivar tabaco para obtenerbeneficios han sido algo ambivalentes. Los luo con-sideran que ganar dinero con la venta de tabaco esdinero amargo, peligroso de utilizar en transaccio-nes que son socialmente importantes, como endotes o en la adquisicin de ganado (Shipton1989).

    Como muestran estos casos, conviene reiterarque (a pesar de las creencias y deseos de muchosagentes coloniales), cuando un objeto cruza fronte-ras culturales, rara vez llega a tener los mismos sig-nificados ni tiene las mismas prcticas asociadasde sus contextos de origen. Uno de los casos con-temporneos ms llamativos, el consumo de laCoca-Cola, puede traerse a colacin: una botella deesta bebida consumida en el mbito rural de Africaoriental no tiene el mismo significado que otra idn-tica consumida en Chicago. En Chicago es una bebi-da trivial y omnipresente que se disfruta cotidiana-mente, especialmente por los jvenes, y relaciona-da con el consumo de comida rpida. Sin embargo,para los luo, que viven en el campo en Kenia occi-dental, la Coca-Cola es una bebida preciada y lujo-sa. Cuando se consume, est reservada a visitantesdistinguidos y a veces se incorpora a la comensali-dad ceremonial (segn una pauta que recuerda aluso de vino francs importado en las casas burgue-sas de Chicago, donde sera impensable utilizar laCoca Cola as). Por ello, la presencia de botellas deCoca-Cola en la Kenia rural no es un signo de laamericanizacin de frica, sino ms bien de laafricanizacin de la Coca-Cola (Dietler 2002).Adems, sera equivocado asumir que se puedemedir un pretendido proceso, o el relativo grado, deamericanizacin/aculturacin slo contando lacantidad de botellas de Coca-Cola consumidas enun espacio dado (como han hecho con frecuencialos arquelogos, por ejemplo, con las cermicasgriegas en yacimientos indgenas de la Edad delHierro en Francia). En cambio, es mejor entenderlos contextos especficos de consumo para recono-cer el significado y relevancia de tales alimentosimportados. Despus de todo, se dice que en Rusiala Coca-Cola se usa para eliminar las arrugas, enHait se cree que revive a los muertos y enBarbados se dice que transforma el cobre en plata(Howes 1996: 6; Pendergrast 1993: 245-247). Esms, en ocasiones la Coca-Cola se valora precisa-mente por su origen forneo (de hecho, a veces por

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    Fig. 5. Celebracin de un funeral luo.

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    su relacin con un concepto imaginado de EstadosUnidos), y en otras es vista como una bebida clara-mente local sin ningn aura de exotismo, comoDaniel Miller seala para Trinidad (Miller 1998).

    Al utilizar este ejemplo y al hablar de la africani-zacin de su consumo quiero dejar bien claro queno estoy diciendo que el consumo de Coca-Cola enfrica sea una actividad benvola ni que no tienepotencialmente serias consecuencias econmicas yculturales. Es evidente, por ejemplo, que en ciertoscontextos las bebidas refrescantes importadas pue-den sustituir las bebidas locales, y ello puede tenerimplicaciones en la nutricin y en las relaciones dedependencia econmica (James 1993). No niegotampoco que la disponibilidad de la Coca-Cola enfrica est dirigida por estrategias de ejecutivos deempresas en el marco del mercado global, facilitadopor una gran infraestructura internacional de pro-duccin y distribucin (fig. 7). Ni propugno una inge-nua visin romntica de la agencia indgena en lacual el consumo se convierte en una forma autno-ma de resistencia liberadora. Siempre hay conse-cuencias esperadas e inesperadas al consumir bien-es extranjeros, consecuencias que deberan ser elcentro del anlisis al estudiar el enmaraado funcio-namiento del consumo y las sutiles transformacio-nes de la consciencia y de la identidad. Con todo, noes ste un simple proceso homogneo, u homoge-neizante, de coca-colonizacin de sujetos perifri-cos pasivos. Cualesquiera que sean los esquemashegemnicos para el control del mercado global porparte de los ejecutivos de Coca-Cola, la demanda deesta bebida en Kenia occidental o en Chicago es unproducto de deseos locales y gustos generados deacuerdo a concepciones culturales y prcticas socia-les locales. Para que los alimentos exticos seandeseados y utilizados, stos deben siempre estarenraizados a nivel local en significados culturalmen-te relevantes e incorporados en relaciones socialeslocales. Estos procesos de redefinicin y reorienta-cin deben contextualizarse y entenderse si quere-mos comprender los efectos transformadores de laincorporacin intercultural de alimentos.

    Esto conduce a otro punto que conviene remar-car ahora: el consumo de bienes forneos no es unbuen indicador de un pretendido proceso (o grado)de lo que, en un paradigma obsoleto, se sola lla-mar la aculturacin de la sociedad; paradjica-mente, los objetos o prcticas importadas puedenincluso convertirse en destacados indicadores sim-

    blicos de las fronteras identitarias entre consumi-dores y la sociedad de origen.

    Esto puede darse incluso en el caso de la adop-cin de formas culturales duraderas, en palabrasde Appadurai, aquellas que presentan un conjuntode relaciones entre valor, significado y prcticaencarnada difcil de romper y costoso de transfor-mar (Appadurai 1996: 90). La indigenizacin deljuego ingls del cricket en la India (Appadurai 1996)o la adopcin del beisbol americano en Japn (Kelly1997) son ejemplos clsicos. En ambos, estos ritua-les se representan con los mismos atuendos y obje-tos y bajo las mismas reglas en espacios construi-dos similares. Ahora bien, por cosas como el espri-to motivador del juego, el comportamiento esperadode los jugadores, o su origen y su posicin social, losjuegos se ven muy diferentes en cada contexto cul-tural. De ah que estos rituales compartidos seanmbitos privilegiados para mostrar y cosificar laidentidad y las fronteras culturales, y espaciospotenciales para refutar valores. Un ejemplo arqueo-lgico que tiene que ver con el alimento en mi propiarea de estudio del Mediterrneo antiguo sera elsimposio griego, un ritual de bebida de vino que fueadoptado por etruscos y romanos. Sin embargo, lasalusiones griegas en contra de la presencia de espo-sas en los simposios etruscos, una prctica impen-sable para los griegos, deberan llamar nuestra aten-cin sobre las diferencia de estas prcticas adopta-das y adaptadas por los etruscos. Para los griegos elsimposio era una cuestin de hombres y las nicasmujeres presentes eran las que eufemsticamentepodemos llamar especialistas en el entretenimien-to de los hombres, ya que no eran admisibles muje-res consideradas. Cicern ofrece datos de una dis-cordancia parecida al relatar un caso en el que unosromanos asistentes a un simposio en casa de ungriego propusieron que la hija del anfitrin se lesuniera, provocando una reyerta en la que muri unode los romanos (Cicern Verr. 2.1.26.66; verDunbain 1998).

    Como muestran estos ejemplos, las consecuen-cias de la apropiacin y asimilacin de alimentos yprcticas alimentarias en situaciones colonialesson difciles de predecir, y las consecuencias ines-peradas son a menudo bastante serias. Es espe-cialmente cierto cuando la apropiacin produceuna interrelacin creciente de las sociedades en uncontexto mayor de poltica econmica colonial. Porejemplo, para el caso del consumo ingls del t,

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    una bebida fornea asitica que se ve como la quin-taesencia de lo ingls, Marshall Sahlins (1994) hamostrado como la creciente demanda de t obliga los ingleses a comerciar con los reyes hawaianospara conseguir sndalo, la mercanca que los chi-nos aceptaban a cambio de sus hojas de t, lo quellev a la completa destruccin de todo el sndaloen las islas Hawai, y finalmente al comercio del opioen la desesperacin de los ingleses por encontrarotro producto deseado por los chinos para asegu-rarse el suministro de t. Igualmente, Sidney Mintz(1985) ha mostrado como la espiral de demandade azcar por la clase obrera britnica estaba estre-chamente relacionada con la fundacin de planta-ciones de azcar en Amrica y el crecimiento delcomercio transatlntico de esclavos para las plan-taciones. Las relaciones coloniales globales tam-bin pueden tener efectos para terceros en la adop-cin de alimentos: por ejemplo, la introduccin dela patata en Irlanda y del maz en Kenia fueron elresultado paralelo de las aventuras coloniales ingle-sas en el Nuevo Mundo, en Irlanda y en frica.

    Traer a colacin la consideracin del alcohol enfrica es quizs una muestra ms convincente de laimportancia de la comida en la poltica econmica,y de la complejidad de las relaciones entre intencio-nes y consecuencias y los cambios de alianzas ensituaciones coloniales (Dietler 2006; Pan 1975).Como en muchas otras situaciones coloniales, lospapeles que ha jugado el alcohol son complejos eincluso contradictorios, abarcando, a veces simult-neamente, ser un instrumento de seduccin y con-trol, un imaginado vector de desorden, una impor-tante fuente de renta para el estado colonial y pos-colonial, o un componente central de una economaalternativa subversiva (produccin de contrabando,pirateo, etc). En frica oriental, los licores destila-dos (coac, ron y ginebra) jugaron un importantepapel en el trfico de esclavos atntico desde suorgen, sirviendo de mercanca, de moneda y delubricante para las relaciones de intercambio(Ambler 2003; Pan 1975). Tanto como el azcar, loslicores fueron objetos clave de comercio en el trin-gulo que una Europa, frica y Amrica: los gober-nantes africanos los intercambiaban por esclavos,que iban a trabajar a las plantaciones americanasde azcar, que a su vez proporcionaban la materiaprima para el ron, que se usaba para conseguir msesclavos. Adems, la creciente economa esclavistadel azcar por primera vez abarat el ron y lo hizoaccesible a las clases obreras de Inglaterra yHolanda en el siglo XVII (Matthee 1995: 44).

    Despus de la incorporacin de frica a diversosimperios europeos en el siglo XIX (y antes enSudfrica), el alcohol se convirti en un elemento dediscursos encontrados, ambivalencias y cambios dealianzas y polticas, y siempre del mayor inters. Porun lado, el estado colonial en muchas zonas empe-z a gravar el alcohol sustancialmente (Akyeampong1996; Crush y Ambler 1992; Pan 1975). A principiosdel siglo XX en el frica occidental francesa, porejemplo, un 70% de las rentas procedan de las car-gas sobre el alcohol (Pan 1975: 16). Estos estadostambin dependan del alcohol para la pacificaciny reclutamiento de fuerza de trabajo nativa (Crush yAmbler 1992; Holtzman 2001; Suggs y Lewis 2003).Por otro lado, haba una generalizada preopcupa-cin sobre los efectos del alcohol al agravar la indis-ciplina de la poblacin subordinana y al perturbar elorden en el trabajo. El predominio de una fuerte ide-ologa antialcohol entre los misioneros protestantesllev a agitaciones polticas a favor de la limitacin

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    Fig. 6. Mujeres luo fumando en un mercado.

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    estatal del alcohol y a intentos de modificar las prc-ticas de bebida y creencias africanas mediante laconversin religiosa.

    El resultado de estas fuerzas en conflicto hizoque el alcohol se convirtiera en un elemento sujetoa constante legislacin y a control (normalmente sinxito) de su consumo y produccin entre los nativosal tiempo que se fomentaba la venta de variedadesimportadas que otorgaban impuestos o de monopo-lios estatales. No es sorprendente que el alcoholtambin fuera un objeto de lucha entre el estadocolonial y los lderes africanos y los cerveceros loca-les, lucha que continua en algunos estados posco-loniales (Akyeampong 1996; Colson y Scudder1988; Crush y Ambler 1992; Dietler y Herbich2006; Gewald 2002; Partanen 1991; Willis 2002)(fig. 8). La creciente mercantilizacin del alcohol enestos contextos desencaden frecuentes conflictosgeneracionales y de gnero (ya que los hombresadultos sentan amenazado su poder por el accesoliberalizado a un instrumento poltico muy potentesimblicamente) y, por ejemplo, entre tradicionalis-tas y cristianos conversos. A veces tambin se handado curiosas alianzas de inters, como en el casode mujeres adultas y jvenes bebedores masculi-nos unidos por oposicin a las restricciones oficia-

    les (Gewald 2002); o en el caso de los oficiales colo-niales que promulgaron leyes restrictivas para loslicores en Ghana a pesar de la prdida de altosbeneficios, con el objetivo de apoyar las demandasde los jefes locales por un acceso selectivos al alco-hol y reforzar el control social de estos hombres delos que dependa el estado (Akyeampong 1996).Como mostrar a continuacin, el consumo inter-cultural de alcohol ha sido igualmente importante ycomplejo en la articulacin de las relaciones colo-niales en el Mediterrneo antiguo.

    REFLEXIONES SOBRE UN CASO DEL MEDITE -RRNEO ANTIGUO

    Tras examinar estas cuestiones a partir de algu-nos conceptos tericos clave sobre la relacin entrealimentos, colonialismo e identidad, concluir esteartculo con una breve consideracin de este temaen el contexto de mi investigacin en elMediterrneo occidental, y la importacia del anli-sis arqueolgico.

    El encuentro colonial en Francia comenz a fina-les del siglo VII a.C., cuando comerciantes en barcosmercantes empezaron a llevar bienes desde ciuda-des-estado etruscas de Italia occidental a los nativos

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    Fig. 7. Anuncio de Coca-Cola en la Kenia rural.

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    de habla cltica que habitaban en la costa meridio-nal francesa (ver Dietler 1997, 2005b, 2010).Aproximadamente hacia el ao 600 a.C., la coloniade Massalia (la actual Marsella) fue fundada en lacosta de la Provenza por habitantes de la ciudad grie-ga de Focea, en la actual Turqua, como el primerasentamiento colonial permanente de la zona. A lolargo de los siguientes siglos, Massalia empez a fun-dar subcolonias a lo largo de la costa, tanto hacia eleste como hacia el oeste (en Niza, Antibes, Hyres,Agde, adems de otros puntos). Durante siglos, elalcance del territorio controlado por Massalia fuemuy pequeo (prcticamente un pequeo crculo detierra destinada a la agricultura alrededor de la ciu-dad y unos pocos establecimientos costeros), pero seembarc en un floreciente comercio con los nativosde la zona, con espordicas hostilidades.

    El final del siglo II a.C. supuso un cambio espec-tacular en la historia de la situacin colonial. A fina-les del siglo III a.C., ejrcitos de la expansivaRepblica romana ya haban arrebatado el controlde Espaa a colonos cartagineses y a los indgenasiberos en el marco de la Segunda Guerra Pnica. Al

    menos dos veces a lo largo de la primera mitad delsiglo II a.C., Roma acudi a las llamadas de socorrode su aliada Massalia, en conflicto con sus vecinosindgenas. En el ao 125 a.C., otra llamada deMassalia desemboc en una intervencin romana agran escala y en el control romano. Los romanoslanzaron una conquista militar rpida de la Franciamediterrnea, creando un puente entre sus recien-tes adquisiciones en el norte de Italia y en Espaa.A continuacin se apagaron varias revueltas y seimpuso gradualmente una infraestructura adminis-trativa imperial en lo que sera la provincia romanade la Gallia Narbonensis que durara medio milenio.

    La participacin romana en Francia fue muy dife-rente de la llevada a cabo por los anteriores agentescoloniales. Roma fue el primero de los estadosmediterrneos en tener una capacidad militar yadministrativa, y quizs las ambiciones imperialis-tas, para imponer un control poltico ms all de unpequeo territorio alrededor de una ciudad portua-ria. Las tcnicas de dominacin cultural utilizadaspor los romanos fueron muy efectivas. Sin embargo,aunque al final los efectos sociales y culturales de la

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    Fig. 8. Mural en una sala para beber cerveza en el territorio de los luo, abandonada despus de su prohibicin por el gobierno. La escena muestra una fiestatradicional con cerveza.

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    dominacin romana fueron profundos, no fueron niinmediatos ni uniformes, y los pueblos colonizadostuvieron una marcada influencia en el desarrolloregional distintivo de las culturas coloniales y lasprcticas imperiales (Wells 1999; Woolf 1998). Contodo, para citar slo la ms obvia de las transforma-ciones que desencaden esta situacin colonial, laocupacin romana supuso la gradual extincin delas lenguas indgenas a lo largo y ancho de la zona(y en el resto de Francia, Espaa e Italia) y su susti-tucin por versiones mestizas del latn.

    Pero, que papel jug el alimento en esta seriede encuentros coloniales y qu nos puede ensearen relacin a las prcticas alimenticias y los cam-bios identitarios? En primer lugar, es obvio que losnativos del sur de Francia desarrollaron rpidamen-te un vido, pero altamente selectivo, deseo por elconsumo de vino etrusco y masaliota y por sus ser-vicios de bebida de cermica. Fragmentos de nfo-ras vinarias y copas para beber se hallan por milla-res en prcticamente todos los asentamientos enun margen de 50 km de la costa (Dietler 1990b,2005b, 2010; Py 1993). Sin embargo, al menosdurante los dos primeros siglos, los indgenas pare-cen no haber estado interesados en absolutamentenada ms de los griegos y etruscos. Por ejemplo, nohay pruebas de la importacin de aceite de oliva, yen el siglo I a.C. Posidonios seala que los galosestaban an poco acostumbrados al gusto del acei-te y que no les gustaba. Tampoco mostraron interspor otras cermicas de cocina o de mesa utilizadaspor los masaliotas. Por ello, la sed de vino no esten absoluto relacionada con un inters por la coci-na griega. Otros aspectos de la cultura griega, comola escritura, la acuacin de moneda, la vestimen-ta, el armamento, o la religin tambin fueron igno-rados durante siglos (Dietler 2010). Los masaliotas,por su parte, eran cada vez ms dependientes delos galos para abastecerse de cereal. Posidoniosseala que el territorio de Massalia era muy buenopara la vid y el olivo, pero demasiado rido para elcereal; de ah que los masaliotas utilizaran susvias para adquirir cereal mediante el intercambio.

    Para los galos, el vino era una forma externa debebida alcohlica que rpidamente adaptaron a lascelebraciones y prcticas indgenas. Si bien nuncasustituy a la cerveza o el hidromiel indgena, s queaument su consumo. Era especialmente valoradopor su mayor capacidad de conservacin. Las cerve-zas nativas se agriaban fermentando pocos das y se

    hacan para su inmediato consumo, mientras que elvino poda guardarse en nforas durante aos. Adiferencia de las cervezas indgenas, el vino tena ungran potencial como mercanca para el intercambioya que poda ser almacenado, acumulado, y trans-porado a lo largo de grandes distancias. Adems,conviene destacar que el vino se apropi y adapt alas celebraciones locales ms que ser parte de laadopcin del simposio, el ritual social de bebidagriego. La gran cantidad de datos materiales y con-textuales indica que su consumo no puede interpre-tarse como un intento de emulacin cultural, sinoms bien como una creativa indigenizacin de unalimento forneo (Dietler 1990a, 1998). Tampocopuede interpretarse como una forma hbrida, en elsentido que este trmino tiene en la teora poscolo-nial, segn Bhabha (1985) y su adaptacin de lametfora biolgica de Bakhtin (1981) a la lingsti-ca.3 La estructura poltica de la situacin colonial esradicalmente diferente del tipo de contexto imperialanalizado por Bhabha, y no tiene sentido imaginaruna imitacin intencionalmente subversiva entre losgrupos polticamente autnomos del sur de Franciaque comerciaban con vino etrusco y masaliota.Aunque forman parte de la historia colonial de lazona y anque todos ellos estaban implicados enintentos de controlar a otros, las relaciones entreEtruria y Massalia con los grupos indgenas no fueinicialmente una relacin de dominacin y resisten-cia; las apropiaciones culturales por parte de losgalos estuvieron motivadas por sus propias relacio-nes sociales y sus propias lgicas culturales msque por una relacin enfrentada a Massalia.

    Esta pauta de consumo continu durante siglossin que los indgenas produjeran vino propio: duran-te unos cinco siglos, el vino fue en la Galia una mer-canca que tena que obtenerse mediante el inter-cambio con Etruria, Massalia y al final con Roma.La nica excepcin a esto procede de la ciudad por-tuaria de Lattes, en la costa cerca de Montpellier,donde hay datos para plantear una produccin devino para consumo local a finales del siglo III a.C.(Bux i Capdevila 1996).

    Esto parece que no se dio en ningn otro sitiohasta la conquista romana excepto en Massalia4.Curiosamente, hay pruebas de la produccin indge-na de aceite de oliva desde el siglo IV a.C. en variosyacimientos del hinterland de Massalia y en Lattes(Brun 1993). Sin embargo, parece que fue destina-do a servir la demanda de Massalia y sus nuevas

    SAGVNTVM EXTRA - 9, 2010.

  • Michael Dietler

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    subcolonias ms que al consumo indgena. Por con-siguiente, aunque la adopcin de vino no produjomayores cambios en la identidad o en la cultura, sdesencaden un proceso de interrelacin econmi-ca creciente que tuvo un impacto serio en la estruc-turacin de la economa poltica de la zona.

    Con la llegada de los romanos, un estudio deta-llado de los datos contextuales del yacimiento deLattes seala que, a pesar de la coquista militar dela zona y el establecimiento de una colonia romanaa tan slo 90 km, en Narbona, a lo largo del siglo IIa.C., el impacto inicial de la presencia romana enlos modos de vida indgenas de la zona no fuerepentino ni drstico. La fuente de vino importadocambi desde Massalia a Roma y el volumen delcomercio creci exponencialmente, hasta el puntoque mercantes con cargas de unas 10.000 nforasintrodujeron en la Galia de 550.000 a 650.000nforas cada ao (Tchernia 1986). Tambin llegabade Italia vajilla de mesa, ahora con una ligera mayorvariedad de formas. Pero poco cambi al principio.Por ejemplo, no se adopt la vestimenta romana oel armamento, ni tampoco hubo un cambio rpidodel paisaje urbano que reflejara concepcionesromanas de la organizacin del espacio o el uso demateriales o tcnicas constructivas romanas (comotejas, frescos o mosaicos). La nica transformacinimportante detectable es una rpida monetizacinde la economa; las acuaciones fueron ahora porprimera vez parte de la vida cotidiana aunque esrevelador que tuvieran un papel minoritario en estefenmeno (Dietler 2004).

    Al final, hubo cambios bastante drsticos, perono tuvieron lugar hasta el periodo augusteo, alre-dedor de un siglo despus de la primera incursinde los ejrcitos romanos en la zona. En gran parte,un ciudadano de Lattes de los siglos precedentesse hubiera sentido bastante bien durante un parde generaciones tras la conquista, incluso con eltema del alimento. Por ejemplo, a pesar del incre-mento espectacular de la importacin de vinoromano en la Galia, los textos greco-romanos con-temporneos confirman el consumo de bebidasnativas (cerveza e hidromiel) junto al vino. Y laexcavacin de estructuras domsticas muestraque no hay una transformacin importante de laspautas culinarias a cambio de las romanas. Comosuceda en los siglos anteriores, haba una desta-cada apropiacin selectiva y se indigenizaba partede los ingredientes exticos.

    Slo durante el periodo augusteo, que empezcerca del final del milenio, se empez a utilizar unamayor variedad de cermicas romanas y se observauna destacada transformacin de las prcticas culi-narias, acompaado de una drstica reestructura-cin del paisaje urbano y la arquitectura. Por lo querespecta a la identidad, y antes del periodo augusteo,es muy probable que, independientemente de lavisin que se tuviera desde Roma, los residentes deLattes an no se percibieran como parte de unmundo imperial con centro en Roma. En el contextolocal esto signific que los habitantes de Lattedsiguieron siendo sobre todo lattenses. En otras pala-bras, an no se haban convertido en pececillos de ungran estanque, sino que seguan siendo un pez gran-de en su propio estanque. Esto es obvio debido a lacontinuidad del adorno corporal y la inexistencia deindicador alguno de una apropiacin mimtica de lacocina o del atuendo romano (Dietler 2004). Slo apartir del momento en que se impusieron las nuevastcnicas de control augusteas (censo, tasaciones,proyectos urbanos constructivos, etc.) observamosun cambio en esta pauta, que indica la formacin deuna nueva identidad provincial romana, y que se lleva cabo implicando primero a las lites locales en elproyecto imperial. Con todo, esto no dio como resulta-do una mera copia de Roma, sino ms bien la emer-gencia de una sociedad colonial mestiza en la que loselementos culturales se mezclaron en fusiones y sin-cretismos complejos (Wells 1999; Woolf 1998).

    En conclusin, espero que este rpido repaso auna compleja cuestin haya servido al menos parasometer a consideracin la naturaleza de la rela-cin entre alimento, identidad y colonialismo, y delvalor heurstico del alimento para la arqueologa delcolonialismo. Las estrechas relaciones que hayentre las prcticas alimenticias y la encarnacin dela identidad, y entre comensalidad y poltica, con-vierten al alimento en un mbito importante para eldesarrollo de luchas coloniales sobre la coloniza-cin de las conciencias y estrategias de apropiaciny resistencia. Con perspectivas de investigacin ymarcos tericos adecuados el alimento es un puntode partida muy productivo para estudiar los cam-bios identitarios y la economa poltica de contextoscoloniales. Si somos lo que comemos, entoncesprestar atencin a lo que consumimos puede serrevelador de las fuerzas que estructuran lo que nostransforma y de las experiencias cotidianas loca-les y de la historia global del colonialismo.

    SAGVNTVM EXTRA - 9, 2010.

  • COCINA Y COLONIALISMO. ENCUENTROS CULINARIOS EN LA FRANCIA MEDITERRNEA PROTOHISTRICA

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    NOTAS

    1.- Ver Dietler 2007. El presente artculo es una traduccin al

    espaol de aquel trabajo.

    2.- Todas las alusiones a los Luo derivan del trabajo etnogrfico

    llevado a cabo por Ingrid Herbich y yo mismo en Kenia occiden-

    tal desde 1980 hasta 1983 (ver, por ejemplo, Dietler y Herbich

    1993; Herbich y Dietler 1991, 1993). La financiacin provino de

    la National Science Foundation, la L.S.B. Leakey Foundation, The

    Wenner-Gren Foundation, y el Boise Fund de la Universidad de

    Oxford, por lo que estamos enormemente agradecidos. Nuestro

    agradecimiento tambin a los Museos Nacionales de Kenia, la

    Oficina del Presidente de Kenia, y el Instituto Britnico en frica

    oriental. Erokamano maduong a los Luo y a nuestros ayudantes

    de campo Monica Oyier, Elijah Oduor Ogutu, y muy especialmen-

    te a Rhoda Onyango.

    3.- La hibridacin es un concepto que se ha hecho popular

    recientemente entre los arquelogos que desean aplicar la teo-

    ra poscolonial a las situaciones coloniales antiguas. Aunque

    ha sido utilizado con provecho en algunos casos (por ejemplo,

    van Dommelen 2005; Vives-Ferrndiz 2008), a veces se usa

    vagamente, como si todas las adopciones culturales son fcil-

    mente descritas como procesos de hibridacin, anulando el

    concepto de su especificad y poder analtico. En los estudios

    poscoloniales, Homi Bhabha ha sido el primero en definir este

    concepto. Su conceptualizacin est basada en la distincin

    hecha por Bakhtin (1981) entre hibridacin orgnica e inten-

    cional aplicndo esta metfora biolgica al lenguaje. La prime-

    ra representa un tipo de fusin inesperada e incosciente de

    elementos de diferentes lenguas, mientras la segunda repre-

    senta una accin intencional, contestatoria y potencialmente

    subversiva que permite desemascarar la diferencia y desafiar

    la autoridad lingstica. Este ultimo sentido es el que utiliza

    Bhabha y se aplica a los fenmenos culturales en un intento de

    explicar la manera en que la imitacin del colonizado sirve

    para retar significados culturales univocos establecidos por el

    colonizador (ver Young 1995 para una discusin crtica). Los

    usos del trmino que ignoren la distincin fundamental de

    Bakhtin distorsionan el concepto y lo dejan como una simple

    metfora descriptiva.

    4.- El contraste con Espaa es llamativo. Aqu los indgenas

    ibricos empezaron a producir vino en el siglo VII a.C. con tc-

    nicas adoptadas de los colonos fenicios, y rpidamente

    comenzaron una produccin a gran escala destinada a la

    exportacin en nforas derivadas de tipos fenicios (Gurin y

    Gmez Bellard 1999). De hecho, en la Galia, en el Roselln y

    Languedoc occidental predominan las nforas ibricas sobre

    las masaliotas, aunque stas tambin se importaban en sig-

    nificativas cantidades (Gailledrat 1997; Ugolini y Pezin

    1993).

    Michael Dietler

    University of Chicago

    Department of Anthropology

    1126 East 59th Street. Chicago, IL 60637

    [email protected]

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