Colección Robin Hood - Aventuras amarillas

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Libro del Centro Cultural La Grieta (La Plata) sobre la recordada colección de libros de aventura editados entre 1941 y 1990. Con ilustraciones de Juan Francisco Ochoa y colaboración de la escritora María Negroni.

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Colección Robin Hood: aventuras amarillas1ª ed. – La Plata, Grupo La Grieta, 201470 p.; 20 x 21 cmEdición digital

Los textos de este volumen fueron escritos por los integrantes de los talleres «El paisaje nos devora» y «Cajas chinas» del Centro Cultural La Grieta

Agradecemos especialmente a los escritores María Negroni y a Juan Bautista Duizeide por sus aportes a esta experiencia.

Diseño y diagramación: Lucas GagliardiIlustraciones: Juan Francisco Ochoa

Diciembre de 2014

Losa textos e ilustraciones de esta obra obra están bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.

Índice

PresentaciónFragmento de Cartas extraordinariasMaría NegroniCinco semanas en globo, de Julio VernePor Andrea IriartHombrecitos, de Louisa May AlcottPor Dayci FreyreLa colina de los conejos, de robert lawsonPor Gabi PescleviEl bosque encantado, de Lucy Maud MontgomeryPor Carolina Maranguello¿Con cuál de las brujas?, de Eva IbbotsonPor Lucas GagliardiHeidi, de Johanna SPYRI Por Cristina BaroniLa isla de la aventura, de Robert Louis Stevenson Por Mónica CruzEl ángel que perdió un ala, de María GranattaPor María Luciana RezzónicoEl cuervo Banjo, de Theodora Du BoisPor Oriana D’AlessandroSandokan: Los piratas de Malasia, de Emilio SalariPor Celeste GauchatMr. Bass y el tiempo, de Eleanor CameronPor Martina DominellaLos documentos secretos, de Jan SeydaPor Susana BiamonteEn familia, de Héctor manlot Por Lila ScottiLa cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher StowePor Claudia RosaMalon, de Eros Nicola Siri Por Pablo Pesco

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Tom Sawyer, de Mark Twain Por Soledad BasterraTom Sawyer detective, de Mark Twain Por María Emilia TassanoLos cuentos de la Alhambra,de Washing-ton IrvingPor Roxana D’AuroLas aventuras del potrillo Alazán,de Elías CárpenaPor Cruz del CarmenLa niña de los cuentos, de Lucy Maud MontgomeryPor Matías R. EstebanRuperto de hentazu, de Anthony HopePor Natalia ChudobaMarco Polo. Sus viajes y aventuras, de Marco PoloPor Graciela VanzánRegreso al planeta de los hongos, deEleanor BassPor Ana Inés CastelliNuevas crónicas de Avonlea, de LucyMaud MontgomeryPor Natalia EsainsAlicia en el País de las Maravillas, deLewis CarrollPor Florencia Bossié2000 leguas por debajo de América, de Emilio SalgariPor Vero BarberaMr. Bass y el tiempo, de Eleanor CameronPor Macarena BocciaTarzán en la selva, de Edgar Rice BorrowgsPor Liza Battistuzzi

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Este libro surje a partir de los talleres del centro cultural La Grieta, donde hemos char-lado y compartido impresiones sobre estos libros, y también de la jornada Aventura Ama-rilla, que tuvo lugar los días 12 y 13 de septiem-bre de 2014. Esta última contó con la presen-cia de Juan Bautista Duizeide quién derivó por las Memorias de Emilio Salgari, un libro póstumo que de algún modo reivindica y evi-dencia la calidad de la obra de este prolífico escritor. Un Salgari leído por Juan en clave op-erística. Una literatura que ocupó el corazón de un lector sentimental. Antes de esa lectu-ra sobre el escritor italiano, hubo otras im-presiones sobre la colección Robin Hood por parte de dos talleristas de La Grieta: María Luciana Rezzónico compartió algunas apre-ciaciones sobre María Granata; esta mañana -muy al comienzo de la mañana- le dedicó un poema lleno de afirmaciones y frutas y... Caro Maranguello se perdió en un bosque encantado en el que TODO puede suceder. Incluso que una niña «muda» pronuncié re-pentinamente el nombre de su amado.

Comenzamos retomando las palabras de María Negroni, cuyas cartas nos hicieron pensar en estas tapas amarillas.

Presentación

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Este libro es el producto de un encuentro feliz. Una caja de asombros compartidos, en-tusiasmos súbitos, deslumbramientos mar-cados por la admiración recíproca. También es la prueba, seguramente innecesaria, de que se puede compartir con otro esa mezcla de incertidumbre y proyecto que llamamos poética.

Quizá por eso, su gestación no pueda, o no deba, narrarse. Mejor dejar que el lec-tor adivine el modo (las escenas, la ocasión, los tiempos) en que el artista Fidel Sclavo y yo fuimos tramando el libro, excavando su matriz, encontrando la música entre texto e imagen.

El resto está a la vista. Se trata de una colec-ción de cartas, cuidadosamente apócrifas, de aquellos autores que, para tantos niños y jóvenes argentinos, constituyeron la primera biblioteca. Esos autores, se recordará, venían encuadernados en tapas amarillas —la fa-mosa colección Robin Hood— y los leíamos con avidez, fascinados por las aventuras de sus múltiples pequeños huérfanos. Allí es-taba, entre otros, Herman Melville, Emilio Salgari, Hans Christian Andersen, Louisa May Alcott, J.M. Barrie, Charles Dickens, R.L. Stevenson, Carlo Collodi, Lewis Carroll, Jean

María NegroniFragmento de Cartas extraordinarias

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Webster, Johanna Spyri, Jonathan Swift, los hermanos Grimm, Jules Verne, Mark Twain, Charlotte Brontë, Rudyark Kipling, Jack London y Daniel De-foe. ¡Qué maravilla de ADN Literario!

Me he permitido, como corresponde, ser arbitraria: entre todos los au-tores de la colección, elegí sólo a los que más me impactaron, dejando de lado a otros que no leí, o no me interesaron en su momento. Tampoco incluí a tres que, sin figurar en ella, fueron fundamentales en mi adolescencia: Mary Shelley, Edgar Allan Poe y J.D. Salinger.

Las cartas, en sí, aunque inventan con descaro, no descartan la cita es-condida ni intentan disimular un vínculo estrecho con las circunstancias biográficas, históricas y sociales que las rodearon. Tampoco los destinatar-ios se restringen a un único rol: a veces, son personas de la vida real; otras, figuras que tal vez podrían haberse conocido pero no lo hicieron (como Louisa May Alcott y Emily Dickinson); otras, por fin, corresponsales imposi-bles por anacrónicos. Incluso, escribí cartas del autor a su personaje o del personaje a su autor.

Hay, sin embargo, un hilo común y ese hilo es, sin duda, la empedernida reflexión que cada carta emprende, casi con saña, en torno a los costos de la actividad literaria. El resto son las formas más o menos ruidosas de esa re-flexión, los temas que la exacerban o enmascaran: el desplazamiento como gestualidad épica, la pregunta por la calidad del dolor, los espejismos de la ambición, la gran anomalía del amor, las sombras de la noche mental y, en general, el desconcierto frente a los «tiempos difíciles».

Escribirlas fue para mí, por eso, un doble permiso: no sólo me pasé un año sumergida entre los libros que me marcaron como pequeña lectora, sino que pude acercarme, por interpósitas voces, a las aristas más vertigi-nosas de esas mismas preguntas que me formulo hace tiempo, cada vez con más urgencia.

Perderse, escribió Clarice Lispector, es un encontrarse peligroso. Me gus-taría pensar que estas cartas no son reacias ni inmunes a esa promesa, que no la ignoran ni la temen, que son capaces de acatar, en su mobiliario mín-imo de escenas, el milagro furtivo de esa gracia.

Cartas extraordinarias. Alfaguara, 2013

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Cinco semanas en globo, de Julio VernePor Andrea Iriart

De cuanto interés tenía Inglaterra en ex-plorar el África a mediados del S XIX, de cómo para mantenerse a la cabeza de las naciones es necesario contar con la intrepi-dez de los hombres, el desarrollo científico y una fortuna. El doctor Fergusson contagia a su amigo escocés Kennedy y a su criado Joe para emprender el viaje con el que traerán a su país el conocimiento de los territorios aun no explorados, los informes sobre las zonas negras e inaccesibles del continente africa-no donde las múltiples exploraciones ante-riores han fracasado y aun desaparecido en el intento. Con la intención de atravesar Áfri-ca de Este a Oeste parten subidos a un globo de su invención El Victoria. Sobrevuelan con múltiples obstáculos un país de bárbaros y fanáticos, padecen enfermedades, escasez de agua, atraviesan desiertos secos y desier-tos líquidos, ataques de pobladores y ¡hasta se enredan con un elefante! El Nueva Victo-ria, como lo han rebautizado después de tan-tas peripecias, por momentos pierde el rum-bo y, al final, se pierde definitivamente en el vasto cielo, a pesar de que han dispuesto una flota de buques para que lo rastreen y que no lo encuentran. Los tripulantes faparecen en 1862 y son recibidos como héroes.

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Fergusson está loco como otros personajes protagonistas de Verne: Phileas Fogg, Capitan Nemo. Joe, el fiel servidor inseparable de su amo, pu-ede llamarse Conseil, Passepartout. Kennedy, el amigo complementario, ¡siempre!

Todos a través de sus inventos se lanzan a desafíos trepidantes, a retos donde ponen a prueba sus conocimientos científicos y a la gran aventura de explorar formas de vida en mundos desconocidos. Todos tienen un gran caudal de saberes técnicos para que ello sea posible. Sufren; se apasionan; inventan; aman la música –los libros pero por sobre todas las cosas–; se dis-tancian; se sumergen en estados abismales hacia arriba en el cielo o hacia abajo en el mar; y si fuera en este suelo, será aprovechando todas las líneas de fuga posible. Si bien hay compañía u otros en cada viaje que emprenden sus personajes y aunque prefigure una idea de amistad, es notable cómo al final de cada novela queda al descubierto la existencia única, la soledad y cómo de algunos no sabemos su historia.

Algo más: ¡El Victoria es un objeto volador no identificado!

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Plumfield es el nombre de una Escuela de Varones dirigida por el Sr. la Sra. Boher. Allí llega Nat. El Sr. Laurence («Tío Teddy» llama-do por los jóvenes) lo encontró llorando en la calle, llorando por la muerte de su padre y la pérdida de su violín, su único y más preciado tesoro. Lo lleva a la escuela de varones y pide al matrimonio Boher que traten de mejorar-lo física y espiritualmente, y él trataría de ver hasta donde llega su talento.

En la escuela viven y se educan alrededor de una docena de muchachos, con edades entre 8 y 15 ó 16 años. A pesar de ser una es-cuela de varones, viven también por razones de parentesco con los directores o algún per-sonal dos niñas y un bebé.

El Profesor Boher, criticado por algunos, opina (a la antigua, según dicen) que tanto o más importante que los conocimientos li-brescos, es que se formen como buenas per-sonas capaces de bastarse a sí mismos y a otras personas durante sus vidas. Así y todo, no descuidó la parte intelectual, ni los prin-cipios de orden e hizo aprovechar a cada uno sus dotes personales para mejorar sus posi-bilidades.

No toda la sociedad aprueba sus métodos,

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Hombrecitos, de Louisa May AlcottPor Dayci Freyre

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pero Plumfield es una prestigiosa escuela para varones de diversas clases sociales en la cual Nat, como cada uno de los alumnos, encuentra abiertas las puertas del conocimiento intelectual, la socialización el perfeccionami-ento de sus condiciones musicales, una familia y una vida feliz, con todas las vicisitudes que conlleva.

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1. A los conejos y el mapa completo de la colina los dibujó Robert Lawson.

2. Fue publicado en 1953 dentro de la Colección Robin Hood. En EEUU fue publi-cado en 1945 con el nombre de Rabbit Hill. El ejemplar del cual disponemos es una reim-presión de 1955 (elegí el volumen por el dibu-jo de tapa del conejo).

3. Me gusta la palabra «talud», la palabra «zarza», la ubicación geográfica «Del hombre-gordo-del cruce-de-caminos». No sé quién ha sido el traductor de esta obra. La colección Robin Hood tiene fama de haber contado con traducciones no muy buenas, incluso con mutilaciones de capítulos enter-os, pero en todo caso la prosa de Lawson es exquisita.

4. El tío Analdas es un personaje con per-sonalidad. En ese mismo capítulo aparece la postura de Lawson frente a la guerra.

5. Puede que sea una «novela rosa» (co-mentario de un compañero), una fábula idíl-ica, con una idea de progreso lineal y con una idea del bien sin conflictos. De todos modos,

creo que a un chico o una chica –¡y más del

La colina de los conejos, de robert lawson

Por Gabi Pesclevi

La colina de los conejos en diez imágenes

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año 1953!– lo suman a la lectura. Es decir, La colina de los conejos puede ser una lectura de iniciación, y los bichos son entrañables.

6. Mamá coneja vive a diario en un lamento.7. Lo desconocido como puerta al cambio de un estado de cosas.8. Hay socialización de la comida. Y esto supone rituales, organización

colectiva. Hay para todos.9. R.L. ilustró un libro peculiar, Ferdinando el toro, de Munro Leaf pro-

hibido en 1936. Este aspecto me lleva a otros aspectos: así como la prosa es muy legible, los dibujos de Lawson son de mucho interés.

10. ¿Qué pasa cuando llega gente nueva a un barrio, a una ciudad? El planteo de Lawson es ideal, la fábula bienintencionada. Una lectura. El gato que llega puede devorarse a los conejos o los conejos pueden devorarse al gato. Son cosas que pueden ocurrir, de hecho muchos de ellos presienten que es lo que ciertamente va a sucederles.

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Yo no formé parte, en mi infancia, de esta aventura amarilla, o tendría que llamarla, mejor, de esta fiebre amarilla, de esta en-fermedad viral aguda que mantenía a los lectores en sus casas, pendientes de corsa-rios, príncipes, mujercitas, salvajes y con-quistadores, amantes de todo tipo, lobos, dragones. Yo tuve quizás la fiebre escarlata, y seguí uno a uno el recorrido que los lomos rojos que la Billiken me iba deparando. Pen-sar en una colección de libros, pensar en una colección «juvenil» es como hacer una fogata alrededor de la cual las voces que emergen en la noche son iluminadas por un fuego a la vez, distinto e igual. Quiero decir, lo que en el fondo interroga una reunión de textos furiosamente amarillos es la condición de la infancia, pero también, qué libros podíamos tener al alcance de los dedos, al alcance de los ojos en bibliotecas amigas, fuera de la vis-ta, impensables, repetidos, osados, sólo para mujeres, solo para varones, los que ya leyó la tía y lloró, el que le gusta al abuelo, el que no se consigue y deja un hueco. Y una colección, además de ser una pregunta sobre cómo la infancia leyó y fue leída, es un compendio de cosas perdidas: no sólo porque hay historias

El bosque encantado, de Lucy Maud MontgomeryPor Carolina Maranguello

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que para hoy envejecieron, sino porque hay morales –de la literatura y de la vida– que no cuajan del todo en el presente, que se leen a contratiempo, pero que siguen ahí: la bondad de Heidi, la inocencia de Kilmeney (ya les contaré), lo «salvaje», el desierto, el «culto al trabajo», lo que se forja y lo que se arruina de por vida. Cosas, rocas, formas plenas de una ética que hoy suena anacrónica pero que ahí está, volviendo, como una plaga incan-descente.

Decía entonces que me sentía un poco a salvo de la aventura que no corrí cuando era más niña, pero en la mesa del taller se desató la epidemia, y fui tomada, contagiada, lanzada a la aventura. La consigna de Gabi y An-dre fue más o menos imprecisa: tomar un libro, garabatear algunas líneas, impresiones, escenas, tomar un libro, u otro si queríamos, y que rodara. Lo dijeron así, livianamente, y agarrate. Aclaro, de antemano, que quedaban «pocos» libros aquel día, me incliné con pocas ganas sobre la pila, y decidí que me llevaría El bosque encantado, de L.M. Montgomery. No sabía abso-lutamente nada de nada sobre el volumen; pensaba que Montgomery era un hombre, y es una mujer: Lucy Maud Montgomery. Comento entonces algunas de esas «impresiones» que me llevé al leer el libro:

En el bosque encantado todo es posible.El protagonista masculino es Eric Marshall, un hombre de mundo, joven,

apuesto, inteligente, decidido, hijo de un hombre rico, que estudió Artes para enriquecer su educación liberal pero seguirá los sabios caminos com-erciales de su padre para engrandecer y forjar los destinos de la humani-dad. Se dice de Eric que «tenía una barbilla que daba al mundo la seguri-dad de que allí había un carácter». Lucy «Maud» Montgomery escribe con la seguridad que solo Lombroso pudo haberle enseñado, porque todo es allí bien visible, y de la conformación física de los personajes se desprende naturalmente su integridad moral, sus virtudes y defectos. Una sola nota discordante ensombrece este primer retrato del personaje: «Me temo que Eric Marshall no será nunca capaz de realizar una acción quijotesca –decía un profesor de Queenslea, pero si alguna vez lo llega a hacer, completará entonces el único elemento que le falta».

Decía que todo podía ocurrir en el bosque encantado: que este apuesto caballero se pierda en un huerto cuya espesura es nimia, un huerto don-de parecería imposible perderse. Y, como no podría ser de otra manera,

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¿a quién encontrará este joven maestro? A Kilmeney, la muchacha furti-va, cuya hermosura es casi indescriptible, que toca el violín en el claro del bosque, y de cuya melodía se desprende un lenguaje comprensible que transmite, a la vez, todo lo que dice la naturaleza y todo lo que expresa su alma. Sin embargo, algo oprime la alegría de esta escena encantadora: Kilmeney ¡¡¡¡es MUDA!!!! Eric no podrá casarse con una muchacha muda, porque a pesar de que se comuniquen tan asombrosamente bien por es-crito, a pesar de que la muchacha haya aprendido naturalmente la música y tenga la inteligencia para leer los libros que Eric le lleva al huerto todas las tardes, no hay futuro entre un joven tan prometedor y una muchacha que no ha sido bendecida con el privilegio del habla y que se ha criado, además en una familia de dudosa procedencia. ¿Y por qué es muda Kilmeney? ¿Se trata de un problema físico? ¿De un trauma psicológico de su infancia? No…detrás de su mudez se esconde la mancha de un pecado, no de ella, pobre-cita, sino de su madre, una criatura asombrosa y compleja, víctima de su propia pasión…

Y decía, en el bosque encantado, TODO es posible, hasta recuperar una voz inexistente; porque cuando el peligro –en este caso, apropiadamente, un huérfano huraño, un gitano enamorado de Kilmeney y muerto de ce-los–, cuando él intente acabar con Eric, ella, en el extremo del horror, gri-tará, para alertarlo, su nombre: «¡¡Eric!!» y recuperará de inmediato su voz.

El desenlace lo conocen: amor y perdices. Voz dulce, padre de Eric severo pero ganado inmediatamente por la belleza de Kilmeney. Perdices, felices. Pero también, acción quijotesca. Eric se la juega, a pesar de todo, porque contra las opiniones de sus familiares y amigos, en contra de su espíritu pragmático y antes de que la muchacha recupere su voz, él le propone casamiento, sufre, se desvela.

Hoy esta historia romántica, excesivamente diáfana y con final feliz, nos llega como una lectura disonante, que poco dice de las sombras de un bosque y de las desgarraduras del amor. Pero más allá de eso, me interesa que en un bosque encantado, todo pueda ser, finalmente, posible.

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Si he de ser sincero, muchas esperanzas no le tenía a este libro. No fui de los que llegó a la colección Robin Hood en su infancia; estos libros, para mí, no eran más que unos cuad-rados de papel y cartón con tapa llamativa. Siempre tuve presente esos tomitos amaril-los, que veía en un estante de cierta bibliote-ca popular a la que iba siendo niño, pero no tenían en mí ese efecto mágico que tuvieron para algunos. Mi experiencia más cercana a ellos tuvo lugar una tarde en la que varios de esos libros de tapa dura se me cayeron del estante, con un estruendoso ruido que con-vocó (he ahí toda la magia de estos libros) un dolor de pies para mí y a la bibliotecaria, quizá más preocupada por la integridad de los libros que por la mía. Es posible que ahí radique mi distancia para con estos libros: en una explicación lisa y barata de un trauma infantil amarillo.

Los tiempos cambian. Llegué a ¿Con cuál de las brujas? en una visita fugaz a El paisaje nos devora. Me propusieron unirme a la mesa re-donda de comentarios y elegí el libro de en-

¿Con cuál de las brujas?, de Eva Ibbotson

Por Lucas Gagliardi

No más bruja buena

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tre una pila. Lo elegí por su título, que en inglés juega con la rima interna: Which Witch? Grata sorpresa: en Eva Ibbotson y sus brujas distinguidas me reencontré, indirectamente, con uno de mis autores favoritos: Roald Dahl, pergeñador de humoradas negrísimas, adultos ineptos y niños comple-jísimos. La primera página parecía salida de la pluma de Dahl: el inicio es como el de Matilda, con padres engolosinados por las habilidades más o menos discretas de su chiquillo, la racionalización de lo extraordinario y la exageración de lo más corriente. La realidad se vuelve carnaval. Así, los señores Cranker se dan cuenta de que su bebé es un tanto particular: un mago. Y como buenos señores de clase media, actúan con mesura y racioc-inio: «[…] decidieron que, ya que se iba a convertir en un hechicero, debían preocuparse porque fuera un buen hechicero». De ahí en más, lo extraordi-nario será tratado con la mayor de las normalidades posibles, como quien encuentra flamencos creciendo en los canteros de su jardín y se preocupa porque les falte riego o fertiliznte.

Así comienzan las andanzas y desventuras del hechicero Arriman, quien crece y, también por seguir los planteos de la «razón pura» de la sociedad, decide que debe casarse. Pero el proceso de seleccionar una buena esposa le reportará unas cuantas migrañas, pataleos y tormentos propios de un nene caprichoso. Uno termina por preguntarse para qué quiere casarse luego de haber leído el quinto acceso de gataflorismo de este mago; pero como la historia avanza con gran destreza, uno se olvida. Así es que el brujo organiza un concurso para elegir a la bruja que mejor se posicione en el ranking se convierta en su compañera de esoterismo y vida.

La elegida deberá ser maligna, una mala malísima, que en la lógica re-torcida de la novela es lo mismo que ser malísima en ser buena. Acto se-guido, ¿Con cuál de las brujas? nos introduce a las participantes: un surtido variopinto de hechiceras, cuyas preocupaciones son causar muertes, muta-ciones, quema de cosechas y otras desgracias referidas como sustituto de las revistas de chimento para las hechiceras, quienes obviamente no sub-ían estados de sus fechorías a Facebook: prefieren, en cambio, la magia del horror inmediato en la cara de sus víctimas a la vanidosa confirmación de los «me gusta».

Pero entre todas ellas está nuestra protagonista, Belladona, una bruja caracterizada como una hippie con nombre de flor venenosa. Ahí está su

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dilema: el mismo nombre nos anuncia su dualidad. Ella se enamora de Arriman en un conveniente (para la novela) flechazo a primera vista. Pero como es una bruja blanca, se las ve negras para el concurso. Después de todo ¿no es ella la brujita etérea, sensible, natural que convive con pajaritos ensortijados en su cabellera, es seguida por animales cual Blancanieves en versión Disney y repara plantas dañadas con una caricia? Basta. Basta se dice Belladona. «No más bruja buena» (como aquel memorable «No más niña buena» con el que Matilda renegaba de su rol encasillado y estereo-tipado). Belladona decide volverse, a como dé lugar, la más nefasta de las brujas, pero necesitará la ayuda de un niño huérfano para abandonar la luminiscencia. La oscuridad como el objetivo a abrazar. La sombra como la redención. La muchacha que se cansa de ser encasillada en el rol de niña new age. Esta y otras inversiones dominan esta galería de episodios que, an-quen por momentos pierda el ritmo y esté guiada por una trama amorosa no exenta de cosificaciones, resulta motivante. Las páginas corren con la misma rapidez que las escobas voladoras cuando hay prisa.

Brujas succionadas por turbinas de aviones, pócimas imposibles, ani-males-familiares parlanchines, brujas mestizas que heredan los poderes de su madre (y del padre solo un local de pescadería), brujas seductoras como femmes fatales y muchos, muchos razonamientos que proponen es-capar a la lógica que conocemos para nombrar el mundo de otras formas. El libro es divertido: por su humor, por sus juegos de palabras.

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Elegí reseñar Heidi porque del libro Cartas extraordinarias, de María Negroni ésta es una de mis cartas favoritas.

Al tomar el libro para comenzar su lectura lo primero que vino a mi mente fueron im-ágenes de mi infancia: estar sentada en el comedor, frente a la tele con mis hermanos. No me acuerdo en qué momentos la trans-mitían pero tengo la impresión de que fuer-on fines de semana, sábados a la mañana, no sé por qué; eran días tranquilos, y era tem-prano. Mientras leo me voy acordando de partes de los capítulos de los dibujos anima-dos, y también me doy cuenta que de chica los vi muy salteados, porque hay fragmentos que no recuerdo, o quizás así lo dispone mi memoria.

Pienso en esas imágenes que configurar-on lo que para mí era Heidi y no puedo leer el libro sin desprenderme de ellas: esas im-ágenes son como un molde donde la historia que leo se acomoda. Veo otras ilustraciones y me parecen irreales; hasta la misma tapa del libro que muestra una Heidi de rulos y casi pelirroja no termina de convencerme. Para mí, Heidi es morocha con su pelo bien negro y corto.

Heidi, de Johanna SPYRI Por Cristina Baroni

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Me acuerdo también de una revista que tenía una compañera de la es-cuela de primer grado con la historieta de Heidi: era un capítulo donde Pe-dro y Heidi corren con un pajarito llamado Pichi. Este detalle de la historia no existe en el libro original de Johanna Spyri. Yo estaba en primer grado allá por el 86; el animé de origen japonés, que debe haber visto gran parte de mi generación, llegó a la Argentina alrededor del 82. Supongo que de-ben haberlo repetido muchas veces.

La historia de Heidi era triste. Me acuerdo de haber tenido ganas de llorar varias veces mientras miraba la serie; y sin embargo me encantaba. No vi todos los capítulos. Recién ahora que el libro llega a mis manos puedo decir que conozco la historia completa y que me sigue pareciendo triste, hermosa y atrapante como cuando era chica.

El personaje del abuelo sigue siendo de lo mejor: lo conocemos casi junto con Heidi. Lo que sabemos de él antes de Heidi sólo son rumores: aparecen algunos comentarios con respecto a la guerra, a su hijo, pero no mucho más. Es absolutamente bueno con Heidi y es severo con Pedro, pero lo ayuda y lo quiere. Es amor, autoridad, sabiduría; pero también soledad, aislamiento y algo de escepticismo.

Heidi conquista a su abuelo, un hombre duro y poco comunicativo. Heidi ama de manera sincera los Alpes, los animales y la naturaleza toda, en ese punto los dos se encuentran. ¿Qué hace que este señor que no se trata con nadie y es tan hosco quiera tanto a la niña? Yo creo que la niña es quien me-jor comprende su manera de vivir, por el vínculo que los niños tienen con la naturaleza y los animales, la niña se vuelve cercana a él y parece compren-derlo mejor que los demás adultos «civilizados». Heidi quiere a su abuelo, reconoce cierta nobleza en su manera de vivir.

En la historia de Heidi no hay malos. Ningún personaje es el malo ab-soluto, ni siquiera la señorita Rottenmaier, a la que yo la recordaba como mala malísima, pero no me pareció así ahora, o debe ser que yo he crecido un poco y puedo entender algunas razones de los adultos

El paisaje es el gran personaje. Heidi ama los Alpes. Apenas los conoce se enamora de ellos para siempre. Al principio de la historia cuando Heidi llega a los Alpes por primera vez y conoce el paisaje, corre con Pedro y se va sacando toda la ropa que le había puesto su tía; corre por el verde prado y va dejando sus vestidos abrigados tirados por ahí, esas ropas que la hacían

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caminar incómoda. Corre casi desnuda por las montañas, Heidi ha llegado a su lugar.

Existe como una fuerza de gravedad que el amor de Heidi por las mon-tañas va ejerciendo con todos los demás personajes: todas las personas que Heidi quiere están o llegarán allí, para vivir con ella o para visitarla; to-das las relaciones importantes de Heidi se encontrarán de una u otra man-era con ese paisaje maravilloso, que también es otra forma de encontrarse con Heidi.

Heidi es una niña curiosa, inquieta, generosa, bondadosa, sensible, tiene

una conexión entrañable con la naturaleza, ya sean plantas, animales, montañas, estrellas, viento o las personas que la rodean.

Heidi conoce la ciudad y con ella la escuela y la religión. Al volver a los Alpes convence a Peter y al abuelo, el abuelo aprende a ayudar, vuelve a vivir en el pueblo, vuelve a ir a misa, Heidi transforma, sana, reconcilia.

Hoy terminé de leer Heidi. Hay algo del final que no me convence, aunque entiendo que quizás la historia se resuelva de una manera para que el lec-tor se quede tranquilo por el futuro de la niña.

Busco y me entero que el libro fue escrito en 1880, y la historia se sitúa ex-actamente en los Alpes Suizos, frontera entre Suiza y Austria. Las descrip-ciones del paisaje son lo que más disfruté del libro, como los diálogos con el abuelo que no son tantos como me gustaría.

En 1870, cuando Johanna tenía 43 años –mientras Europa soportaba la Guerra Franco-Prusiana– con la intención de hacerle pasar momentos gra-tos a su hijo, su pluma abordó con pasión los propios recuerdos infantiles que fueron plasmándose con maestría infinita en la vida de la niña huérfa-na que va a vivir a las montañas con su abuelo, el Viejo de los Alpes. Había nacido Heidi, que sería publicado diez años más tarde, en 1880, ya con el nombre de su autora, de ahí en más: Johanna Spyri. Aunque, quizás, sea la misma Heidi la que ha trascendido con valiosos motivos la fama de su cre-adora y ha acompañado a varias generaciones de niños que hoy ya somos adultos y nos seguimos conmoviendo por su absoluta bondad y amor a la vida.

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La isla de la aventura, de Robert Louis Stevenson

Por Mónica Cruz

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Leer La isla de la aventura, de Robert Louis Stevenson fue como sumergirme en la máquina del tiempo. Desde tomar contac-to con esas tapas duras y la suavidad de ese papel amarillo, característico de la colección hasta la última palabra de la historia.

El relato comienza con el encuentro en una playa de Papeete, capital de Haití, de tres náufragos, tres representantes de diferentes clases sociales a los que solo los une una sit-uación desesperada. Los personajes se van conociendo por la acción. Son personajes que ante las vicisitudes reaccionan de acuerdo con la clase social a la que pertenecen.

Es una novela de aventuras donde no falta ni la intriga ni el misterio. Tiene cierto espíri-tu religioso con un tinte moralista y ese ideal de progreso o más bien codicia por los bienes materiales característicos de la época. Apare-cen contrapuestos el bien y el mal y una per-manente lucha interior entre códigos fijos, con leyes a cumplir a rajatabla y el quiebre de esas leyes para poder subsistir. De éstos con-flictos rescato para reflexionar dos preguntas que se hace el personaje: ¿porqué los pobres no son todos ladrones? ¿Habré vendido mi honor por nada?

Si buscamos la biografía del autor vemos cómo está reflejada su vida en la novela. Stevenson vivió en las islas del pacífico, mostró gran interés por relacionarse con distintas clases sociales.

Al igual que sus personajes tenía una adicción al alcohol y sufría de prob-lemas de salud, por lo cual muere muy joven.

La escritura lineal y con final abierto la hace entretenida, fácil de disfru-tar que conduce al lector suavemente sin causarle sobresaltos. Diría que es una novela ideal para recomendar a quien inicia el camino hacia la lectura.

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El Ángel que perdió un ala es una antología de veinte cuentos escritos por María Granata a mediados de los años setenta. Es un libro que estaba en mi casa: recuerdo perfecta-mente sus tapas amarillas, la ilustración, el título. Sin embargo, aunque estoy segura de haberlo leído cuando era chica, no recuerdo absolutamente nada de su contenido. Tam-poco el nombre de la autora me es familiar. Sospecho que lo que probablemente me sucedía con estos cuentos, es que me queda-ba dormida antes de terminarlos: me resul-taban extensos porque recién estaba apren-diendo a leer. El libro se lo habían regalado a mi hermana Eugenia (que es un par de años mayor que yo, y por eso, aprendió a leer an-tes) y eso bastaba para que fuera un objeto interesante para mí, deseado por mí.

Más de treinta años después me acerco al libro con intriga y con recelo. ¿Despertará la relectura algún recuerdo más preciso de aquellos años? La figura del Ángel me inco-moda. No la asocio, naturalmente, a Las alas del deseo sino más bien a las estampitas que recibía en aquellos años como recuerdo de bautismo o primera comunión.

Al hojear el libro lo primero que me llama

El ángel que perdió un ala, de María Granatta

Por María Luciana Rezzónico

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la atención es que los nombres de la dedicatoria - que dice «A Brumbi, Tati, Cacho y Nené» -, reaparecen en algunos títulos: el primer cuento se llama «Tati Tati y los haraganes»; el cuarto se llama «Brumbi, el astronauta». Y entonces pienso que quizá los primeros lectores que imagina María Gra-nata para sus cuentos son unos niños concretos que le son cercanos, y con los que establece una inicial complicidad al situarlos como destinatarios y protagonistas. Y noto que, a diferencia de otros autores que recoge la colec-ción Robin Hood, María Granata escribe para niños.

Pero, ¿cómo escribe María Granata? Desde el principio, y para mi sorpre-sa, me doy cuenta de que me gusta su estilo, de que hay algo ahí que me interesa. Empecé a leer el primer cuento (ese de los haraganes) con total desconfianza, pues esperaba encontrar una matriz pedagógica y morali-zante, otra vez la cantinela de la hormiga y la cigarra. Pero Tati, el personaje del cuento, no es esa hormiga: es un niño que asomado «a la ventana de inventar juegos, cosas, trabajos», descubre «todo lo que sirve para no ser haragán», desde clavos y tornillos, hasta carozos. Y los haraganes, con «ma-nos que les colgaban como flecos», como se habían olvidado ya de hacer los trabajos que se necesitan para vivir, «comían las frutas que algún vendaval les llevaba a la boca» y por eso estaban «siempre con la boca abierta esper-ando que algo cayera en ellas como en una trampa». Tati empieza a traba-jar para ellos y como última tarea les construye ventanas para inventar, a la altura de sus ojos.

Quizá gracias a la palabra juegos, o más probablemente a la palabra caro-zos, me sumerjo ahora en la lectura de la antología con otra disposición. Es cierto que hay algunas «buenas enseñanzas» desparramadas por aquí y por allí, sobre el valor de la verdad y de la voluntad, junto a cierta sanción de la codicia, de la desconfianza, del maltrato hacia la naturaleza... Pero hay lit-eratura, aún en los cuentos que tienen formas más tradicionales, ligadas a la oralidad, con estructuras del tipo mediante-una-proclama-el-rey-busca-al-más-apto-para-x-tarea-que-será-recompensado.

Una amplia mayoría de sus cuentos transcurre en el bosque. Hay per-sonajes arquetípicos de los cuentos de hadas (brujas, duendes, gigantes), abundan los leñadores y guardabosques, hay reyes, héroes, antagonistas. Pero también están los elementos mágicos, los desdoblamientos, las trans-mutaciones y cierto juego con lo cotidiano que aparece trastocado (una

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silla a la que le crecen las patas; un paraguas debajo del cual se desata una tormenta; espejos de vidrio o de agua en que los reflejos quedan atrapados o de los que salen cobrando vida).

Me detengo en un rasgo del estilo de María Granata, presente en casi to-dos los cuentos. Se trata de un juego en el uso de los tiempos verbales, de un pasaje del pasado al presente, que aleja la voz del narrador del relato de los hechos para ponerlo en otro plano, en un modo de enunciación que lo acerca al destinario, generando cierto efecto de complicidad. Mediante giros como «es sabido que...», «como todo el mundo sabe...», o el uso del «porque...» o el «ya que...» se pasa de un plano narrativo a otro que tienen que ver con las digresiones, las desviaciones, las aclaraciones, los comen-tarios o las definiciones, como en estos ejemplos, tomados entre muchos otros:

«A partir de entonces Piopín fue gran amigo de las plantas y les contaba a todas que él un día había sido árbol. Y todas le creían porque los vegetales son inmen-samente confiados». «Los gnomos bajaron del caballo, que no parecía muy sorprendido pues los ani-males ven todos los días seres extraordinarios, e hicieron una ronda alrededor del niño». Cuando descubrió el sol se le quedó mirando con miedo de verlo caer «ya que las cosas redondas se caen con más facilidad».«(...) dijeron todos los gnomos. Ya se sabe que los gnomos hablan siempre a coro para que su voz alcance cierta estatura». «Al caballo se le humedecieron los ojos. Pocas cosas hay en el mundo tan bellas como los húmedos ojos de un caballo».«Serafín sonreía en silencio, tan feliz se sentía. Ya se sabe que cuando uno se siente muy feliz solo sonríe».

Busco datos biográficos de María Granata, de quien en principio sólo sé que hacia fines de los años setenta escribió también otros dos volúmenes de la esta colección amarilla: El gallo embrujado y otros cuentos, y El cazador de zorros azules y otros cuentos. Es argentina, tiene como noventa años, ha escrito poesía y novelas para adultos. Como poeta se la ubica en la llam-ada generación del cuarenta (aunque estos agrupamientos no sé si dicen mucho); en narrativa ha escrito varias novelas, pero la más celebre fue Los viernes de la eternidad, que fue llevada al cine. Respecto de la narrativa, se la emparenta, por su estilo y contenido, con el realismo mágico. En una en-

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trevista dice que no escribe cuentos porque siente cercano un límite, y esto la hace retroceder. En la novela, en cambio, se le ofrece un vasto espacio, desdibujadas sus posibles limitaciones.

Pero sí escribe cuentos, cuando escribe para niños. En la literatura infan-til su comienzo ha sido un tanto azaroso, meramente circunstancial; ella estaba colaborando en el diario El Mundo con unas notas que salían quin-cenalmente y en ese momento el director del mismo, el Sr. Saenz Peña, le pide que haga cuentos infantiles con la idea de publicarlos todos los do-mingos. Sin ese pedido expreso, indica Granata en otra entrevista, quien sabe si hubiese empezado alguna vez. «Una vez que yo empiezo a hacer un cuento infantil me doy cuenta que en me ofrece una extrema libertad, una imaginación sin límites. Eso hace que me guste, que me interese, además yo me llevo muy bien con los chicos en general; creo que el chico coincide enormemente con el poeta, se asombra, hace descubrimientos, es un ser todavía libre...».

Me pregunto cuáles son los autores argentinos que forman parte de la Colección Robin Hood y con qué criterio fueron incorporados. De entre el-los, sospecho, María Granata es la que más dialoga, aún hoy, con la niña que fui

Colección Robin Hood: aventuras amarillas

¡Cooooo! ¡Cooooo! ¡Cooooo!...El cuervo Banjo era atrevido y audaz, se cayó del nido y luego de eso un ala le quedó inutilizada. A estas alturas del relato uno podría pensar que la moraleja sería no salir del nido antes de tiempo, porque a partir de ese momen-to un millón de maldiciones caerían sobre uno, pero no es este el caso.

A este cuervo lo atrapó un perro que en lugar de comérselo jugó con él, y a partir de ahí fue adoptado por una familia, principal-mente por un niño y su hermanita.

En su nuevo hogar muchas cosas le ocur-rieron a este animal particular, buenas y malas, como en la vida de cualquiera. Al-guien se sintió amenazado por su sola pres-encia, alguien lo buscó por creerlo culpable de un delito y alguien sufrió en carne propia la fuerza de su esencia.

Se trata de una historia peculiar con un final extravagante ¡Cooooo! ¡Cooooo! ¡Cooooo!...

El cuervo Banjo, de Theodora Du BoisPor Oriana D’Alessandro

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Sandokan es un personaje inventado por el escritor italiano Emilio Salgari. La saga en la que se despliega su historia está compuesta de once libros; II pirati della Malasia es el tercero. Su historia es la de un príncipe malayo derrocado por los blancos, quienes temerosos de que su poder se saliera de control y los avasal-lara, se alían para vencerlo. Sandokan debe huir y hace de la isla de Mompracem (y especialmente del mar) su casa.

Apunte de tres breves escenas notorias:1) Primera parte, capítulo cinco: A la

caza del Heligoland / Una bala de cara-bina en el corazón

Una de las cualidades que hacen de Sandokan un pirata extraordinario es su sensibilidad. Cuando alguien menciona siquiera el nombre de su amada muerta, Mariana Corishant, pariente de sus ene-migos vinculados al gobierno colonial in-glés que lo asedia a él y a sus tigrecillos, le sobreviene una violenta crisis emocional:

«–Cada vez que alguien te recuerda a Mariana, te agitas y te pones mal.

Sandokan: Los piratas de Malasia, de Emilio Salari

Por Celeste Gauchat

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–Tu sabes cuánto he amado a esa mujer, Yáñez. Su recuerdo, bruscamente evo-cado por este maharato, me ha producido un agudo dolor en el pecho, como si una bala de carabina me lo hubiese atravesado. ¡Mariana! ¡Mi pobrecilla Mari-ana!».

2) Segunda parte, capítulo uno: La taberna china / Las ratas fritasYañez es la mano derecha de Sandokan, un portugués que se sumó a la

piratería de la Malasia en algún momento (eso forma parte de otro libro de la saga) y que vive también en Mompracem, junto con los otros tigrecillos. En este capítulo se hace pasar por un inglés hecho y derecho (y nadie jamás sospecha que no lo sea) y llega a una taberna atendida por chinos en la que se sirven platos muy peculiares:

«-¡Por mil cañones! ¿Pretendes que coma cangrejos vivos?-Aquí se estila, monseñor... Pero si no os agrada, aspirad el aroma de este guisa-do de perro.-¡Perro guisado!-Cocina china, príncipe... El perro es un plato delicado, no tanto como este otro: probad.-¡Esto es gato! ¡Por Júpiter! ¡Dadme otra cosa! mandarín...”-Bien, sultán: os haré preparar ratas fritas; es el summum de los platos chinos, un bocado de mandarín…»

3) Segunda parte, capítulo dieciséis: El naufragio / ¡A los barriles, a los barriles!

Para ser liberados de prisión y poder llevar adelante su plan, Sandokan, Yáñez, y los suyos idean el plan de sublevar a los galeotes que van a prisión en el mismo barco: demuestra su superioridad y los hombres obedecen. Cuando ya han sido liberados, después del enfrentamiento hay hombres heridos y es necesario huir del barco que está próximo a hundirse. Los gale-otes, presos de esta nueva libertad inesperada, se dedican a indagar en las profundidades de los barriles de gin, mientras la nave se desmorona irre-mediablemente. Se emborrachan y una gran cantidad de ellos perece en el naufragio.

«En tanto, los forzados seguían embriagándose con absoluta irresponsabilidad, ajenos al peligro que significaba un naufragio. Estaban totalmente beodos, danzaban entre sí y la algarabía era tal que parecían una horda de caníbales

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en pleno festín de carne humana. Cualquier buque que hubiese pasado por ese lugar, se habría cuidado mucho de acercarse a aquella nave en llamas, cuyos tripulantes danzaban frenéticos en medio del incendio, en una orgía de alcohol espantosa».

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El viaje de David y Chuck empieza en la playa Capitan Tom, el viernes anterior a las vacaciones de verano, a las nueve menos diez de la noche. La nave espacial partió con des-tino a la localidad extraterrestre de Carn Bas-syd comandada por Mr Bass. El cuenta que pasó allí los días lejanos de su infancia, en el siglo XVI, cuando su nombre era Tyco ap Bas-syd, osea, Tyco hijo de Bass. Y que «Carn», por su parte, significa en gaélico «pila de piedras» y con esto queda completa la explicación: el Carn Bassud es una pila de piedras pertene-ciente a los Bass. Ese lugar es ahora la sede de la Liga Micetiana.

David y Chuck van a conocer los tesoros de la liga: libros, tallas y piezas de orfebrería. Con la emoción de la hazaña, ni siquiera vis-lumbran la idea de perderse en los vaivenes del tiempo y el espacio, ni los peligros que acechan en la tierra de Mr. Bass. Ni la posibi-lidad del robo del valioso rollo N° 13.

Junto con otros cuatro títulos de la colec-ción (los número 165, 178, 193 y 197), Mr. Bass y el tiempo conforma la serie El planeta de los hongos, de Eleanor Cameron. En estos relatos se cuentan las aventuras de dos amigos que

Mr. Bass y el tiempo, de Eleanor Cameron

Por Martina Dominella

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conocen a los descendientes de una antigua raza de hombres esporíferos y que descubren la civilización de un nuevo satélite de la Tierra, al cual reali-zan frecuentes viajes en una moderna nave espacial.

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La narración comienza en la zona del Lago Mascardi donde vive una familia con dos hi-jos, un varón adolescente y una niña.

Un fin de semana reciben la visita del hermano del papá, un científico caracteri-zado como muy distraído que desarrolla su actividad en el Centro Atómico cercano a Bariloche. Trae con él un portafolio con doc-umentos muy importantes cuyo contenido no se rebela, sobre los que tiene que contin-uar trabajando el fin de semana. La acción comienza con la desaparición de los docu-mentos atribuida al robo realizado por dos forasteros que aparecieron por el lugar.

Padre, tío y sobrinos deciden perseguir-los. Parecía una empresa de fácil resolución, pero van apareciendo problemas que dan complejidad a la trama y el grupo deviene en improvisados detectives que, ayudados por otras personas y un policía encubierto, inician una larga persecución que los lleva a recorrer toda la extensión de la Argentina, utilizando un avión militar llegan hasta las Cataratas de Iguazú. Allí, con la intervención de un grupo secreto de detectives adoles-centes, que trabajaban combatiendo el del-

Los documentos secretos, de Jan SeydaPor Susana Biamonte

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ito en la zona limítrofe, finalmente logran atrapar a los supuestos ladro-nes, transformados en una red de narcotraficantes. Pero los documentos no aparecen. La resolución llega a través de un llamado telefónico de la mamá que les informa que los documentos estaban guardados en un cajón del escritorio en la habitación del tío.

Este viaje es el recurso que utiliza el autor para describir los diferentes paisajes, la gente y su cultura, acentuando las valores del trabajo, la prác-tica de la honestidad, el ser personas de bien, sin profundizar en dichos conceptos.

La narración la realiza el adolescente y tal vez eso justifique que el len-guaje sea sencillo y directo

Mi amiga Edith tenía la colección Robin Hood completa. Cada vez que entraba en su living la veía, sus lomos amarillos decorativamente ubicados en tres estantes.

–¿Los lées?– pregunté la primer vez que los vi. –Sí, leí algunos. –¿Y qué tal?– continué. Ella levantó sus hombros, sin decir palabra y lue-

go caminando hacia la puerta dijo:–Vamos a jugar al patio. No me animé a pedirle que me prestara alguno.Y así me perdí la oportunidad de leer la Robin Hood

Colección Robin Hood: aventuras amarillas

Hector Malot nació en La Bouille, cerca de Ruan, Francia el 20 de mayo de 1830 y falleció en ontenay-sous-Bois,17 de julio de 1907. Hijo de un notario, estudió leyes en Ruan pero la literatura terminó siendo su pasión. Trabajó como crítico dramático para Lloyd Français y como crítico literario para L’Opinion Nationale.

Su primer libro, publicado en 1859, fue Les Amants. En total Malot escribió más de 70 libros, pero su obra más famosa es, por mucho, Sin familia, escrita en 1878 y la cual trata de los viajes del joven huérfano Remi, quien es vendido al músico callejero Vitalis a los 10 años. Sans Famille adquirió fama como una novela para niños, sin embargo no fue escrita con esa intención.

Anunció su retiro como autor de ficción en 1895, pero en 1896 regresó con su novela L’Amour dominateur, además de la historia de su vida literaria, Le Roman de mes romans (La novela de mis novelas).

La novela Sin familia fue escrita en 1878. Como en la mayor parte de las narrativas de la época, la desgracia y la desdicha surgen vinculadas con la pobreza y la orfandad.

Relata la historia de una niña de 13 años

En familia, de Héctor manlot Por Lila Scotti

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cuyos padres fallecen durante su viaje de regreso desde la India hacia Fran-cia, a causa de enfermedad él y ella por debilidad y tristeza. Lleva el manda-to final de su madre de buscar a sus familiares paternos, de origen inglés, a quienes no conocía y con quienes su padre estaba distanciado.

La mayor parte del relato cuenta su travesía, prácticamente a pie durante muchos días, pasando hambre, frío y cobijándose en refugios donde el in-genio le ayudaba a subsistir. Así llega a un pueblo donde entra a trabajar a una fábrica como una obrera más, en la indigencia y el hacinamiento. Los saberes que le enseñaran sus padres pronto la llevan a ayudar traduciendo cartas y documentos del inglés y del francés. Así llega a prestar servicios al dueño de la cadena de fábricas de la región y a ganar su confianza. Fi-nalmente su destino se entrelaza con la familia del dueño de las fábricas hasta encontrarse de nuevo «en familia».

El relato está nutrido de personajes presentados con minuciosos de-talles, paisajes frondosos de descripciones e imágenes sensoriales como: «el talar donde se hallaba componíase en gran parte de escuálidos abed-ules bajo los cuales habían crecido los helechos».

El texto destaca los valores morales, la inteligencia y la bondad por sobre la falta de recursos materiales: «¡Qué alegría!, una vez más quedaba proba-do que con voluntad y perseverancia se consigue lo que se quiere firme-mente, aun aquello que a primera vista parece imposible, sin tener más auxilio que un poco de ingenio, sin dinero, sin herramientas y sin nada».

Las imágenes que se intercalan en el texto son ilustraciones en sepia con claroscuros. Las figuras son melodramáticas, acompaña estos sentidos la iluminación a través de claroscuros y fondos casi totalmente cubiertos de líneas. Algo que sorprende que, como en otros títulos de esta colección, las figuras de niños no concuerdan con la edad que refiere el texto, en este caso, la niña de 13 años tiene figura y rostro de mujer adulta joven.

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Colección Robin Hood: aventuras amarillas

A cerca de mí¿Por que elegí este título?Tendría que empezar a contar, entonces,

que mi inquietud por la lectura se fue desar-rollando desde mi infancia y de una forma bastante solitaria. Tal vez, algunos de esos ejemplares que se encontraban en la hasta entonces pequeña biblioteca de la casa de mi niñez, fueron iniciáticos en este dejarme llevar a descubrir otros mundos, transpor-tándome a ese estado pasivo-activo en el que el lector se deja tomar por la historia.

A partir de allí, esos estantes que se en-contraban en la entrañable pieza «de los chiches»,se fueron llenando de títulos que mis padres, de acuerdo a mi demanda, muy gustosos compraban.

Entre ellos ,en una edición de tapas duras de color blancas, estaba La cabaña del Tío Tom.

A cerca del libroSu autora Harriet Beecher Store (1811-

1896) era una mujer de ideas abolicionistas. Escribió mas de 10 títulos, el mas famoso es La cabaña...,que apareció, primeramente, en forma de episodios semanales en un periód-

La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher Stowe

Por Claudia Rosa

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ico de un órgano que sostenía sus mismas ideas. Finalmente publica la novela en 1852 ,siendo el libro mas vendido en el siglo XIX, después de La Biblia.

La historia nos viene a hablar de la esclavitud, de hombres que siendo propiedad de otros hombres ,son comercializados en un mercado de escla-vos, como objetos. Personas de las cuales no se tiene en cuenta su origen af-ricano, dándole así nuevos nombres quitándoles la posibilidad de rastrear su ascendencia. Las crónicas incluyen golpizas, asesinatos, violaciones, sep-aración de familias y otras humillaciones.

La religión también es un tema de peso en estas páginas, el mensaje que aquí se nos quiere transmitir permanentemente es el de Buen Cristiano-Buen Alma y su máxima expresión se ve consolidada en Tom, quien acepta con gran docilidad y sumisión todos los vejámenes del que es objeto, trans-formándolo en un mártir que incluso perdona a su propio asesino

En cambio, el personaje de George Harris elije correr todos los riesgos y huir, consiguiendo la tan ansiada libertad, saliendo de las fronteras de Es-tados Unidos y regresando al Continente Africano.

En el capítulo final del libro, Beecher Stowe da cuenta de como los rela-tos allí contados están basados en historias reales documentadas y testi-moniadas .

La experiencia de leer hoy esta novela, me embarcó hacia el territo-rio de mi infancia.Texto desbastador e inolvidable ,fue seguramente mi primer contacto con una denuncia social contundente, de la cuál muchos sostienen, fue el factor desencadenante de La Guerra de La Secesión.

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Baigorria, teniente del ejercito unitario esta cansado de la lucha entre sus herma-nos, la lucha entre unitarios y federales. En la ciudadela le da combate nada menos que a Facundo Quiroga, salva su vida de la lanza de Facundo como si el destino mismo se inter-pusiera entre su pecho y la muerte, para envi-arlo de viaje hacia las tierras del sur. A decidi-do dejar la civilización del blanco y unirse a la «barbarie», busca asilo entre los bravos ran-queles quienes no tardan en respetarlo como gran estratega y apreciarlo por su comprom-iso con sus nuevos hermanos. Entre el amor por Totorita, hija del jefe ranquel Paine que crece lentamente y la desenfrenada pasión que le despierta Mercedes, Baigorria pasa sus días dedicado a la estrategia pero ahora apoyando la causa ranquel ante las trampas de Rosas y su falta a los tratados de paz. El malón es el trueno de un pueblo que busca justicia y procede tenáz al enfrentamiento.

Si bien no estan muy cuidadas las cues-tiones de género, lo que es propio de la época, ni los prejuicios para con los pueblos originar-ios, Nicola Siri nos muestra una pincelada del momento histórico de los malones buscando

Malon, de Eros Nicola Siri Por Pablo Pesco

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separarlos de la imagen bárbara que alimentaron escritos como La cautiva o Facundo. La pregunta que atraviesa el libro es «¿Donde está el bárbaro?»: ¿En el pueblo ranquel por no amoldarse al estilo de vida europeo o en el pueblo de los huincas que quiebran tratados de paz, compran a los indios y los matan con rifles solo para extender la frontera de su territorio?

Baigorria nunca se equivoca ni teme, es el más atento y solícito, es una expresión ejemplar que un hombre de carne y hueso y en sus cavilaciones tiene claro que su lugar es entre las carpas del pueblo ranquel.

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No me parece casual que dentro del libro de Tom Sawyer haya encontrado una foto-grafía de cuando tenía 10 años. Edad en la que mi viejo me regala este libro Las aven-turas de Tom Sawyer y Tom Sawyer en el extran-jero a mi hermana mayor. En la misma, estoy en el interior de una carpa junto a Anahí, una compañera y amiga de mi grado. Habíamos ido de campamento con la escuela a Mar del Tuyú, todo un acontecimiento para nosotras porque no conocíamos el mar. Anahí vivía en un instituto de menores, donde ahora está el Conservatorio de Música Gilardo Gilardi.

Ahora que releo a Tom, no me resulta tan distante la vida de ella y la de este personaje, inspirado de la vida real según su autor. Tam-bién dice en el Prefacio que «todas las super-sticiones a que se hace alusión prevalecían en la época de esta narración; es decir, hace treinta o cuarenta años (ahora serían más años transcurridos), entre los niños y los es-clavos del oeste de los Estados Unidos».

Considero que todas esas supersticiones (prejuicios y estigmatización los llamaría yo) no se diferencian, aún pasado tantos años, a lo que le sucedía a Anahí, y a tantos otros chicos, que no “cuadran” dentro de los este-

Tom Sawyer, de Mark Twain Por Soledad Basterra

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reotipos establecidos como «buenos chicos» de «buena familia» y se los cataloga con un sello en la frente de «ebeldes», «revoltosos», «peligrosos», «malos chicos». etc., etc., etc.

Tom era huérfano y fue a parar con una tía que mucho no lo quería...El autor, Mark Twain, rescata estas historias de la vida cotidiana, propias

y de sus compañeros de la escuela y el barrio, y cuenta que su propósito además de cautivar a los jóvenes, es hacer que los «adultos» recuerden «con agrado cómo fueron ellos en otros tiempos y cómo sentían, pensaban y hablaban, y en qué curiosas situaciones se hallaban».

Esto último sería bueno que hagamos todos cuando nos encontra-mos frente a un joven: recordar cómo nos sentíamos, pensábamos y ha-blábamos, y escucharlos a ellos como sienten, piensan, hablan. Antes de juzgarlos, señalarlos o temerles.

Los invito a salirse un rato del tiempo reloj y adentrarse en las fascinantes historias junto a Tom y sus amigos.

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Mark Twain, pseudónimo de Samuel Langhorne Clemens, nació en 1835 en Esta-dos Unidos y falleció en 1910. Dicen que fue aventurero, huérfano y creció cerca del río Mississippi, y que encontró en su propia vida su inspiración. Empezó a trabajar en una editorial como aprendiz de tipógrafo, luego como periodista, y fue desplegando su tal-ento literario, hasta llegar a ser reconocido como el «Dickens norteamericano» y obten-er el doctorado Honoris Causa por la Univer-sidad de Oxford (Inglaterra), en 1907.

En este libro usted podrá encontrar palabras y frases como: «Nos hallábamos en la primavera del año en que TomS awyer y yo libertáramos a nuestro viejo negro Jim…» y «¡Zapateta! ¡Eso es interesante!»

Hete aquí una familia humilde, acosa-da por el poderoso del pueblo que quería casarse con la joven de la casa, que lo había rechazado. Su padre, hombre bueno y párro-co del pueblo, hizo lo imposible por ampara-rla, hasta le dio trabajo al inútil hermano del poderoso a pesar de la insuficiente economía familiar. El intento fue en vano. El hostigami-ento era constante y a colaborar con esta sit-uación llegan Tom y su amigo Huck. Viajan

Tom Sawyer detective, de Mark Twain Por María Emilia Tassano

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en tren, charlan con un ladrón en el tren y sueñan con sus relatos. Ni bien llegan al pueblo se produce un crimen, su buen Tío Silas reconoce el ases-inato y en pleno juicio se descubre que no es el autor de la tragedia.

Encontrarán expresiones de otra época como «detuvose de nuevo« o «¡Canastos!» como expresión de asombro, y la nota del traductor: «La inter-jección inglesa es más chistosa. Great Scott, ¡Gran Escocia!», que hoy ¡nos asombra más!

Disfrutarán el espíritu pícaro y curioso de Tom, los avatares de una justi-cia rarísima con un juez al que se refieren como vuestro honor y unos silen-cios que hacía Tom en sus argumentaciones para lograr un efecto. El relato está a cargo de su amigo Huck y les recomiendo que lo sigan si lo que pre-tenden es disfrutar de momentos de gloria y justicia, más allá de cualquier fortuna!

Obras destacadas del autor:Siguiendo el Ecuador (1897)El hombre que corrompió a una ciudad (1900)Inglés como se lo enseñan (1900)Historia detectivesca de dos cañones (1902)Cuento de un perro (1904)Extractos del diario de Adán (1904)Soliloquio del rey Leopoldo: una defensa de su dominio del Congo (1905)Oración de guerra (1905)¿Que es el hombre? (1906)Diario de Eva (1906)Un legado de 30 000 dólares (1906)La historia de un caballo (1907)¿Ha muerto Shakespeare? (1909)El capitán Tormenta (1909)El forastero misterioso (Póstuma)

Colección Robin Hood: aventuras amarillas

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Veo en Wikipedia una imagen de Washing-ton Irving, es lo más parecido a nuestro Manuel Belgrano que vi…con sus patillitas….y el chaleco abotonado .Eran contemporáneos , unos veinte , treinta años de diferencia, pero la misma mi-rada de época, no lo digo sólo por la pose hacia el horizonte y sus posibilidades o sí , hacia ese horizonte exótico y oriental , hacia esas tierras con aires de revolución.

Los cuentos de la Alhambra son de 1832 (!!!). La colección Robin Hood formó parte de mi niñez en los ’70, con lo cuestionables que son esos años para la literatura, hoy volver a tener mu-chos de aquellos títulos en mis manos me pro-voca algo que no sabría precisar bien qué es.

Nunca leí de chica Los cuentos de la Alhambra, mis recorridos eran más lacrimógenos: Papaíto Piernas largas, Jack y Jill y la devastadora Cabaña del tío Tom. Tal vez en aquellos días había una cuestión de género mas delimitada que afec-taba el criterio de padrinos y abuelos que eran los que caían en algún cumpleaños con un Roin Hood que se destacaba glorioso por sobre las colonias Mujercitas (¡Qué casualidad otro título de la colección!) y pañuelos, muchos pañuelos. No se por qué regalaban tantos pañuelos en los cumpleaños de mi niñez, tal vez haya habido

Los cuentos de la Alhambra, de Washington Irving

Por Roxana D’Auro

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alguna conexión entre los títulos y los pañuelos, que recién ahora estoy viendo.

En fin, creo que Cuentos de la Alhambra debe haber sido un título que mi madre le habrá regalado a mi primo y en esa diferenciación me perdí su encanto de aquel momento. Hoy mi niña que vio descender el hombre en la luna en una televisión en blanco y negro sosteniendo la cabeza con la boca abierta entre las manos, se escurrió por algún lado y Washington me resulta artificioso y aleccionador. La leyenda, el género que despliega aquí Washington, tiene un poco esas características, y él le saca su máximo provecho. Palacios, monjes, reyes moros, princesas cristianas (me encantan esas clasificaciones), médicos sabios y mucho oro, joyas preciosas, el avaro, la codicia y el tirano. Si hay algo que le envidio a Washington es que rec-ogió esas leyendas de primera mano , que estuvo realmente hospedado en la Alhambra en un tiempo en el que la génesis de una obra estaba en una maleta de cuero , con hojas escritas a mano alzada, con manchas de tinta, entre mapas y bocetos , hojas amarillas , bien amarillas como el color de la Robin Hood.

Colección Robin Hood: aventuras amarillas

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Antes de leer un libro, me intereso en la bio-grafía del autor: es él quien da las pautas para aferrarme a su relato.

Elías Cárpena publicó su primer libro, Mati-nales, a los 20 años. En 1949 recibió el Premio Nacional de Literatura, por su libro El Doradillo.

Nació en Junín en 1898. De niño vivió en Mat-aderos, donde el paisaje y la gente lo acercó a reseros, domadores, jinetes, payadores y con su hermano guitarreaban versos sencillos. Fue profesor en la Escuela Nacional Superior en Lenguas Vivas, hoy Instituto de Enseñanza Su-perior «Mariano Acosta». Alegre de palabras a flor de labio, con alumnos y profesores. En 1980 fue al lujoso Palacio Errázuriz, (Avda. del Liber-tador) sede de la Academia Argentina de Letras, a recibir el diploma de académico de la misma. Antes de pronunciar su discurso de recepción dijo: «Bueno, ahora van a tener que poner un palenque en la puerta, porque pienso venir a las reuniones montado en mi Doradillo».

De la colección Robin Hood dirigida a niños y jóvenes, en muchos libros se adaptaron los originales para mejor comprensión de los más pequeños.

Las aventuras del potrillo Alazán, de Elías Cárpena

Por Cruz del Carmen

Robin Hood Nº 215

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Aventuras del potrillo Alazán (copia fiel al texto original)

Relata anécdotas que suceden a todo niño de campo. No hay dudas que el autor palpó esas escenas: en todo el libro se expresa con esa inocencia y ternura de niño.

Los protagonistas son Arcadio y su potrillo. Un potrillo que no se veía el color, de la sarna que tenía. El dueño, cansado que le dijeran bromas como «¿Qué hace Mejías con esa bolsa de carbón por caballo?» o «¡Cuidado no acercarse, dueño y potros contagiosos! » decidió maniatarlo y arrojar al ar-royo y dar fin así a los sufrimientos de ambos: a las bromas y a la sarna que parecía incurable.

Arcadio tiene 10 años, ansiaba tener su caballo. Pasó justito y al verlo lo pidió... Y siguen las simpáticas salidas del escritor que atrapan a los chicos: «Bueno hijo, te lo regalo, pero eso sí, con la promesa de no devolvérmelo, porque ya lo regalé tres veces y me lo dejaban con moño, maldiciones», y demás yerbas...

Luego, cada capítulo está lleno de ocurrencias y líos del potrillo, que ame-nazan dejarlo sin su amigo el niño. Aceptado por una madre y un padre cariñoso que le dice «Sacá esa sarna con potrillo». Se suman las hermanas, que se burlan y ríen a mal traer, logrando que el lector se sienta identifi-cado con estas situaciones domésticas.

Un «curioso», revisa al potrillo y manda a limpiarlo con Fluido Manches-ter (a cien años lo usamos aún); luego, a enjuagarlo con agua de lluvia, lo que Arcadio cumple a raja tablas. Al curarse, notan que es un bello alazán pura sangre, de allí el nombre.

Cada frase o escena es un placer para los chicos, dibujadas con palabras simples, rico léxico y graciosas tramas, se interesan del significado de té-rminos campestres, razas de caballos según el color y otras curiosidades, como cuentos de miedo y hechizos, que el texto ofrece. El amor y respeto por los animales queda subrayado...

¿Para mí humilde parecer? Considero que es el «Platero argentino».

Colección Robin Hood: aventuras amarillas

Se hallan papeles escritos. Han viajado en el tiempo conservados en una caja de acero milenario, vienen del pasado. Abrimos los relojes y leemos. Desplazamos pantallas amarillas y leemos. Ajustamos correas y en-granajes y leemos. Hojas escritas leemos. Antes lejos escritas. La voz de un joven narra. Cuenta un verano en el campo. Un grupo de niños y jóvenes. Ese niño viaja de un lugar a otro. Sus padres lo llevan al campo de unos parientes. La niña de los cuentos cuenta his-torias a cada momento es la protagonista. Al chico que narra le gusta la niña de los cuen-tos aunque esto nunca se dice. Ella cuenta la historia del poeta que fue besado cuando caminan por el sendero. Cuando recogen manzanas la leyenda del fantasma de la fa-milia.

Hay una niña cocinera y esmerado proyec-to de ama de casa. Opuesta a la niña de los cuentos que no sabe cocinar.

Hay un gato. La tía loca porque su marido joven nuevo y

muerto, muy lejos, separados. Miran el cielo nubes como tules y la niña cuenta la Historia del velo de la novia orgullosa y el triunfo de

Robin Hood Nº 92

La niña de los cuentos, de Lucy Maud Montgomery

Por Matías R. Esteban

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la muerte en la guerra por el amor. Las narraciones pueden tener sentidos emigrados, indeterminados. El

misterio del mojón de oro. La habitación con femeninos muebles de un ve-cino austero solitario soltero callado hombre difícil.

Los chismes son narraciones que andan por los tiempos y las generaciones explotando y floreciendo.

Los chicos tienen intrigas teológicas porque dios es la mayor aventura in-ventada por nadie. Un compañero consigue el retrato de dios de una re-vista. Blasfemia creativa.

Hay las semillas mágicas de un gran mago. El sarampión y las paperas.La leyenda de la Vía Láctea de los arcángeles enamorados prohibidos por

dios unidos por un puente de luz.La familia es la narración que se cuenta a diario. Un monólogo intermina-

ble. En un misterioso cofre de una prima vieja loca lejana abandonada en las vísperas del altar. Arcón hermético.

El bebé de otro pueblo que encontraron podrido luego de escapar de su casa.

Frutas sabrosas y reverendos chinchudos. Reloj de campanadas fantas-males y niños asustados. Adultos mofantes. Pesados.

La fuente encantada de la dama blanca que bebías y desaparecías.Chistes. Narraciones fundamentales. Un hombre tiene un hijo que se

tragó un ratón. El médico le dice que se trague un gato.La leyenda de cómo se creó el beso.La historia mejor de todas es la del fin del mundo. La última trompeta

sonará mañana a las dos de la tarde. Una secta profética augura que el 12 de agosto concluye el universo. Susto. Nerviosidad. Pasa el tiempo y nada pasa. El reloj atrasado se comió el apocalipsis. Más risas adultas. Los adul-tos más horribles son los que olvidan los niños que fueron. Niños velados.

Hay bodas y hay funerales como en todas las familias.Una mujer vecina estuvo callada por cinco años.A los niños se les ocurre escribir sus sueños. Desafío escritural. Sueñan

adrede comiendo cosas ricas y pesadas. Indigestión y sueño narrativamente entretenido. Sueños con muertes extraviolentas. Sueños bucólicos del que lee aventuras. La niña de los cuentos es la niña de los sueños dibujados. Un dinosaurio que se incendia. Y luego, sufre sueños intrascendentes. Monot-

Colección Robin Hood: aventuras amarillas

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onía anémica. Un globo que se eleva y nada más. Normal. El que narra es el que mejor escribe. Sueños de flotar de volar. Sueños de muerte y horror. Estar finado y enterradoLa niña de los cuentos comienza a contar la historia de la mujer serpiente

pero la narración se le hace carne. Ojos bífidos. Palabras siseantes. Mov-imientos ondulantes. Cortan historia por miedo. ¿ La Narradora Es la Nar-ración?

El gato embrujado. Vecina bruja responsable. Carta honorable para de-sembrujar.

La religión tema fundamental. Los chicos juegan a los sermones. Hay un jardín que se abre al campo en el límite hay una gran piedra que parece un altar o un púlpito o algo sagrado. Allí hablan. El mejor sermón habla del in-fierno. Ese lugar. El sermonero leyó la Informativa Divina Comedia. Explica. Narra y asusta mucho.

Dos varones pelean porque profieren rezos en contra uno del otro.La niña de los cuentos es mala cocinera le pone aserrín al budín. Se burlan

ella dice que es buena para contar historias.Leyenda india sobre un río. Hablan de las estrellas. Juntan manzanas. Cosechan.

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Colección Robin Hood: aventuras amarillas

Leyenda antigua. Odín.Un chico enferma y le escriben una carta colectiva.Los chicos ven la quema de tallos secos de papa cosechada. Piras noctur-

nas por todo el campo. Imaginan el infierno. Ese lugar. El mal lugar.La historia del hombre que vio al diablo. Caminaba por el monte y algo

caminó junto a él. Le habló y con sus garras le acarició el hombro. Las mar-cas perduraron hasta el final. Cicatrices de quemaduras. Nunca más rió. Muy católico y comía poco. Leen cuentos de Andersen para olvidar el susto de su majestad satánica.

La familia es la narración que se cuenta a diario. Un monólogo intermi-nable que a veces se detiene para continuar. El insólito arcón de la prima solterona es abierto porque ella ha muerto. El vestido de novia hecho pol-vo. Sábanas bordadas. Ajuares. Una fotografía. Vasos. Una toca con plu-mas cenicientas. Cartas enceguecidas. La letra del pasado se oculta. Pudor. Vergüenza. De la vida y el amor quedan cartas y fotografías envueltas en terciopelo carmesí rodeadas de fuego negro. La narración ilustra el fuego piadoso.

Leyenda de Helena y Paris. Historia pecaminosa. Mujer que anda con otros que no son su marido. Pecado. Pecado dice la niña que quiere coci-narle a su esposo y nada más, porque si la mujer no es buena la gente se entera y se entera dios y castiga. La niña de los cuentos dice que hace cuatro mil millones de años supone que sí que era pecado esa antigüedad. Supone que ese pecado debería haber proscripto porque solo la parte buena de las cosas puede durar tantos años.

El verano termina.La caja se cierra hasta el fin de los tiempos. En el límite de la luz y la som-

bra.

Informe escrito sobre el hada de los cuentos o la niña de los cuentos. M. R. Esteban

En los escritos que fueron encontrados en el día de la fecha, pude con-statar que el paciente tenía muchos momentos de lucidez, es decir, breves instantes donde escribía de forma sensata supuestas experiencias del

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Colección Robin Hood: aventuras amarillas

pasado. Esto, si se lo pudiera cotejar con lo escrito con anterioridad, podría verificarse, que esos escritos tienen otra estructura, muy diferentes de los presentados durante el tratamiento.

El informe de lectura presurosa, presentado por la máquina de lectura le-gal, el artefacto de la lectura mecánica, resume y sitúa el escrito.

Por mi parte, enfermero legal autorizado por el gobierno, en el informe presentado, registrado, archivado bajo folio n° XXXX-XXX, sección 4°, pasil-lo T-1 narré el diálogo que hube de sostener con el paciente, la última jor-nada, previa a su disolución y aparente desaparición, en uno de los patios del hospital, la noche del 19 al 20 septiembre de 2157, aquí, por lo tanto, pues, cabe recordar que fue la doctora Benengueli, quien estaba a cargo del tratamiento en esa fecha y quien había encargado dicho informe.

Altas fuentes del Hospital General Neuropsiquiátrico Melchor Romero me confirman que fue el doctor Henrique Ajarry, quien, en tempranas hor-as de la mañana, encontróse con dicha maleta, de cuerina negra, molduras de hierro, algo raída y con arañazos, que portaba en su interior la caja de acero pulido, con los citados textos.

El susodicho doctor entregó aquél adminículo al subsecretario menor del ordenanza primero, profesor Jorge Bennet, manifestando en su planilla haberlo hallado en una vizcachera del patio trasero final, cerca del tupido monte que comienza allí, en horas del taller intrahospitalario que sucede en dicho espacio.

El encargado de ordenanza, con ayuda de la secretaria en tareas pasivas, doña Marisela Bellatinna, archivaron el objeto, armaron un folio, elevaron actas asentando lo ocurrido, y rubricando con sus firmas autorizadas dicho hallazgo, a saber:

Una cantidad no determinada de papeles, cuya primera versión hablaba de sesenta y seis hojas de cuaderno antiguo.

Una caja forrada de colores. Dos lápices de madera. Acto lo cual concluido fue, dieron lugar a realizar el depósito en las de-

pendencias internas de la estación de ordenanzas del hospital al lado de los escobillones eléctricos y los lampazos usados.

Fuime comunicado el día miércoles pasado, por lo que pude entrar en contacto con los escritos y leerlos en los días posteriores, y dado que no se

Colección Robin Hood: aventuras amarillas

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pueden retirar materiales hospitalarios bajo condena monetaria de treinta rúculas, procedí a leer en los momentos complementarios del trabajo dia-rio, así como a retirarlos de incógnito, pero apelando al código estatutario enfermero que posibilita una acción preventiva aunque sea contraviniendo normas institucionales, amparado en el artículo 115, subtitulo c, del pará-grafo 77#y que protege al paciente y al enfermero.

Beneficioso hubo de ser, puesto que gracias a esos momentos tenemos registros de lo allí escrito, por la lectura realizada por este humilde servidor.

Dado que luego, devuelta ya la mencionada valija, encontráronse los de-pendientes del depósito de ordenanza que el implemento había desapare-cido sin que nadie pudiera hallarla en ningún lado.

Dicho descubrimiento sucedió luego de que la doña María Bellatinna de-clarase que el objeto había sido visto por última vez esa tarde.

Se pudo encontrar un archivo fotográfico con sello de la Subsecretaría general del hospital con rúbrica epigráfica que describe lo que se ve en la imagen:

Una caja de acero pulido y dentro una bolsa de nylon blanca con un logo de HiperCoto que es retirada por dos personas de lentes oscuros, peinados a la gomina, trajes negros.

Uno de ellos tiene en su solapa el monograma inconfundible de los agen-tes del FBIGoogle. Ambos caminan hacia la puerta de salida. En la prueba fotográfica no hay rastros de la valija.

Al leer estos textos y compararlos con los del tratamiento, sólo en algunos detalles pude notar cierto desconcierto, cierta forma discordante.

Evidente que el narrador era Pedro, el mismo paciente que atendí.Allí se contaba que estaba acompañado por Oscar Gálmez. A quien le

decían El gordo puchero y que era su amigo del alma. Dando vueltas en la historia había un niño muy inquieto, llamado Juan de

Pasamontes. Por momentos el narrador lo nombra como El polígrafo del silencio múl-

tiple, y a veces como El muchacho del palo largo. Sucede algo confuso.Parecía una continuación del mismo personaje, pero se lo nombra como

Anguetto Borromeo Dhorke.

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El narrador decía que era su amigo, que había sido el primer polígrafo múltiple.

No se especificaba cuál era la función de los polígrafos. Además aparecía un chico peruano o boliviano, Julio Erwin Campos Ga-

nados, quien de destacaba porque jugaba muy bien al futbol. Era muy negro de piel y algunas de las chicas se le reían. Noble y humilde. Cuando todos enumeran sus sueños, él dijo que el suyo era andar cami-

nando por todos los caminos de toda la tierra, como Kung Fu. Había muchas chicas. La que más aparece y a quien el narrador le da más

importancia es La niña de los cuentos, a quien por momentos llaman El hada de los cuentos.

Su nombre puede confundirse con el de Rita Alejandra Litteras, pero re-sultaba claro que en distintos momentos se cuentan acciones donde am-bas dialogan y se relacionan como seres diferentes.

Aunque las dos, Rita y La niña de los cuentos, son el objeto de su narrar y además, proceden casi de la misma forma. Son quienes dirigen los juegos y las travesuras del grupo de chicos.

Hay una chica, la mayor, se llamaba Susana Raquel Ramos Delgado, a quien llamaban también, Luli. Su prima Virna Pierancona, su prima itali-ana, hermosa, modelo publicitaria, malcriada, a quien habían enviado de castigo al campo. La hermosa Claudia Josefina Rosa Cardinal. Las herma-nas e hijas de puesteros Micaela y Jaqueline Díaz. Su vecina Juana Inés An-ahí Rivera.

Convivían con algunos adultos. La abuela de Pedro llamada Pasionaria. El primo Machete.

Su tía Rosa Pérez que estaba peleada con la abuela. El anciano Don Beto, padre del vecino Melchor. Quien estaba muy enfer-

mo. Y la escena en que fallece es conmovedora además, profiere una serie de profecías impactantes.

Otros vecinos son la familia llamada Los Teosebios.También estaba Julio Máximo Bramajo quien empleaba a Pedro para

cuidar sus animales.Se cruza con Próspero Rusel.Se cuenta que en el pueblo fue muy comentada la serenata de José Pablo

Luna

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Además dentro de las hojas escritas se cuenta un hallazgo insólito. Otros escritos…

Se hallan papeles escritos. Distintos. Han viajado en el tiempo conserva-dos en una caja de acero milenario, vienen del pasado. Abro los relojes y leo. Desplazo pantallas amarillas y leo. Ajusto correas y engranajes y leo. Hojas escritas leemos. Antes lejos escritas. La voz de un joven narra. Cuenta un verano en el campo. Un grupo de niños y jóvenes. Ese niño viaja de un lugar a otro. Sus padres lo llevan al campo de unos parientes. La niña de los cuentos cuenta historias a cada momento es la protagonista. Al chico que narra le gusta la niña de los cuentos aunque esto nunca se dice. Ella cuenta la historia del poeta que fue besado cuando caminan por el sendero. Cu-ando recogen manzanas la leyenda del fantasma de la familia.

Hay una niña proyecto de ama de casa. Opuesta a la niña de los cuentos que no sabe cocinar.

Hay un gato. La tía loca porque su marido joven muerto, muy lejos. Historia del velo de la novia orgullosa y el triunfo de la muerte. La extraña habitación con muebles femeninos del vecino austerol.Los chicos tienen intrigas teológicas porque dios es la mayor aventura in-

ventada por nadie. Un compañero consigue el retrato de dios de una re-vista. Blasfemia creativa.

Las semillas mágicas de un gran mago. El sarampión y las paperas.La leyenda de la Vía Láctea construida por los arcángeles enamorados y

prohibidos por dios unidos. Un puente de luz prohibida.En un misterioso cofre de una prima vieja loca lejana abandonada en las

vísperas del altar. Arcón hermético. Ahí está la narración de la familia. Un monólogo diario, interminable.

El bebé de otro pueblo que encontraron podrido luego de escapar de su casa.

Frutas sabrosas y reverendos chinchudos. Reloj de campanadas fantas-males y niños asustados.

La fuente encantada de la dama blanca que desaparece a quien la bebe.Chistes. Narraciones fundamentales. Un hombre tiene un hijo que se

tragó un ratón. El médico le dice que se trague un gato.

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La leyenda de cómo se creó el beso.La historia mejor de todas es la del fin del mundo. La última trompeta

sonará mañana a las dos de la tarde. Una secta profética augura que el 12 de agosto concluye el universo. Susto. Nerviosidad. Pasa el tiempo y nada pasa. El reloj atrasado se comió el fin del mundo. Más risas adultas. Los adultos más horribles son los que olvidan los niños que fueron. Niños velados.

Los sueños como desafío escritural. Sueñan adrede comiendo cosas ricas y pesadas. Indigestión y sueño narrativamente entretenido. Sueños con muertes extraviolentas. Sueños bucólicos del que lee aventuras. La niña de los cuentos es la niña de los sueños dibujados. Un dinosaurio que se incen-dia. Y luego, sufre sueños intrascendentes. Monotonía anémica. Un globo que se eleva y nada más. sueño normal. Sueños de flotar de volar. Sueños de muerte y horror. Estar finado y enterrado.

El que narra es el que mejor escribe sus sueños. La niña de los cuentos comienza a contar la historia de la mujer serpiente

pero la narración se le hace carne. Ojos bífidos. Palabras siseantes. Mov-imientos ondulantes. Cortan historia por miedo.

¿La Narradora Es la Narración?El gato embrujado. Vecina bruja responsable. Carta honorable para de-

sembrujar.La religión tema fundamental. Los chicos juegan a los sermones. Hay un

jardín que se abre al campo en el límite hay una gran piedra que parece un altar o un púlpito o algo sagrado. Allí hablan. El mejor sermón habla del in-fierno. Ese lugar. El sermonero leyó la Informativa Divina Comedia. Explica. Narra y asusta mucho.

Dos varones pelean porque profieren rezos en contra uno del otro.La niña de los cuentos es mala cocinera y le pone aserrín al budín. Se bur-

lan ella dice que es buena para contar historias.Leyenda india sobre un río. Hablan de las estrellas. Juntan manzanas. Cosechan.Leyenda antigua. Odín.Un chico enferma y le escriben una carta colectiva.Los chicos ven la quema de tallos secos de papa cosechada. Piras noctur-

nas por todo el campo. Imaginan el infierno. Ese lugar. El mal lugar.La historia del hombre que vio al diablo. Caminaba por el monte y algo

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caminó junto a él. Le habló y con sus garras le acarició el hombro. Las mar-cas perduraron hasta el final. Cicatrices de quemaduras. Nunca más rió. Muy católico y comía poco. Leen cuentos de Andersen para olvidar el susto de su majestad satánica.

La narración ilustra el fuego piadoso. Leyenda de Helena y Paris. Historia pecaminosa. Mujer que anda con

otros que no son su marido. Pecado. El verano termina.La caja se cierra hasta el fin de los tiempos. En el límite de la luz y la som-

bra.

Luego hay un astronauta italiano llamado Roberto Bruno GordoneseLe dicen El rayo, El flash.Su amigo el Doctor Fiodor Mijailovich ZarkovEstudian esos textos pero no llegan a conclusiones sino que hablan de

otra cosa.Viajes interplanetarios y pistolas láser. Una sombra sucede en el horizon-

te hacia el oeste.Una escritura en el cielo. Siguen hablando de planetas y computadoras.El doctor dice que hizo algunos preparativos apresurados y se fue de Ru-

sia porque la historia universal del alma sucede lejísimo del cuerpo.Luego en un momento la niña de los cuentos dice:Todo lo que existe está hecho de átomos. Los dioses están hechos de moléculas, el alma, las ideas.El universo es una catarata caótica de partículas. En los choques, en los contactos azarosos se hacen las cosas y al azar se

disuelven. Te juro que si aceptamos este devenir seremos felices, ya que lo único que

nos queda es huir del dolor y buscar el placer.

La escritura llegaba hasta dicho punto, luego nada.Conclusiones primeras son que el paciente es quien profirió dichas

palabras escritas pues pertenecen a la narración de su locura.

Se ordena archivo y cotejo preciso con documentos existentes.

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Actualizar archivo y corregir. Ordenar caos.Firma legal.

Anexo de versión de sueño profético luego de leer escritos hallados

Por esquina de papel crepe venían pájaros circunspectos saludaban con vuelos su pollera colorida la niña de los cuentos el hada de los cuentos.Cuando los emplumados recurren a esa mueca todo aquél que ande por ese desierto de pan rallado verde lo único que puede ejecutar sin perder la dignidad y ser arrojado al desamparo es el visaje ante el paso de tal decencia.Todos por aquí nos hemos enterado que en el horizonte han dibujado con harina de huesos sal fibrasangre carbón y lágrimas las líneas sagradas de los antiguos. Esos fulgores calores colores brotaban y llovían la tarde de San Juan ese momento previo.Deseamos porque se acostumbra en los cumpleaños y en los onomásticos imparesjunto a hermanas hermosas y blancas sin dolor. Deseamos el todo + una parte que puede permanecer colgada en el gancho de la basura

Colección Robin Hood: aventuras amarillas

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en la vereda que la huelen los perros de los rincones.Así entonces uno puede entrenarse dibujando o cantando una canción de una chica que anda caminando perdida por las calles confundidas y eso pasa a ser solo eso.El dolor de una alarma que suena en la madrugada y nadie quiere apaciguar. Una mujer oscurecida y callada.

Se solicita ordenamiento archival y cotejo preciso con documentos ex-istentes.

Actualizar archivo y corregir. Ordenar caos. Firma legal.Enfermero Boniatto.

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«Sentí que su mano temblaba en la mía y dijo mirándome:

–¡Dios salve a la reina!, padre».La frase, la dice un niño de 10 años. Su padre

se siente orgulloso y se pone contento porque a ese niño le falta poco para entrar al servicio de la reina. Así termina el libro que me proponía a leer y que ya no quería ni empezarlo. Sentía que no iba a poder digerir todas esas páginas en donde la historia terminara con esa última frase.

Un hombre de rubios rulos, ojos claros y una sonrisa de perfectos dientes blancos, se mostraba en la tapa envainando la espada. Su nombre: Ruperto de Hentzau.

Mi historia con Ruperto comenzó cuando me acerque a la Biblioteca de mi pueblo, buscando ejemplares de la colección Robín Hood. Hacia el subsuelo me mandaron. Bajar escaleritas y pasar por el largo pasillo al fondo, hacía que cada vez más crezca la intriga de no saber con que me iba a encontrar. Prendo la luz y ahí esta-ban, uno al ladito de otro, no lo podía creer, no eran 10, ni 50, eran más de 100, todos juntitos y con un poco de polvillo que no tapo la emoción que sentía. Empecé anotar algunos títulos, y fo-tografiar otros más. Y ahí quedo él, asomadito

Ruperto de hentazu, de Anthony HopePor Natalia Chudoba

Robin Hood Nº 33

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de la estantería, lo fotografié junto a otras tapas, para compartir con mis compañeras del taller de cajas, pero a diferencia que las demás, Ruperto, cautivo las miradas de unas cuantas chinas, aunque para ellas, era yo la conquistada.

Así empezó, y así siguió, entre cargadas y risas, me lleve a Ruperto con-migo y donde cada vez que avanzaba en la historia, no podía creer que por una carta robada, que no llego al destinatario para el cual fue escrita, fuera causa de tantas muertes para rescatarla.

Apareció de pronto en el texto la explicación: Esa carta si llegaba a caer en manos enemigas, la paz del reino se pondría en riesgo. En ese momento, escucho por primera vez la voz de Sapt, uno de los personajes con poca im-portancia en la historia, el cual respondía rezongando «¡Correr tanto riesgo por una carta!» Y sin pensar demasiado la frase, me note asintiendo esa afirmación.

Hasta Ruperto, el temible enemigo, ladrón de la carta y tapa del libro de esta historia, muere también por la famosa carta. Rodolfo, el amante de la reina, al cual iban dirigidas esas palabras en papel, después de un intenso combate con espadas, termina con la vida de Ruperto.

Rodolfo recupero la carta y casi terminando la historia, recibe un disparo mortal. ¡Pero claro! no sé si para seguir enarbolando la estúpida bandera de que era lo correcto morir con orgullo por su reina y se necesitaba un fi-nal romántico, Rodolfo muere en sus brazos, murmurando «En vida y en muerte, Reina mía».

Fueron varias las muertes en la historia, y todas a raíz de la carta, todos morirían por la reina. Así pasaba y yo no lo entendí, ni nunca lo entenderé. Como tampoco entiendo, como fue que llegué al final y no me quede con esa primera y previsible impresión de que no me iba a gustar la historia.

Y ahora pienso ese primer rechazo, y se me vienen los pibes que con 18 años murieron en Malvinas. Lucharon por la patria dicen y había una Reina, pero del otro lado de la historia y aunque tampoco entiendo esas muertes, pienso en el temible enemigo

Colección Robin Hood: aventuras amarillas

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«¡Lo más hermoso que hay es viajar!» decía Martina a su abuela en una charla grabada que recorre el ciberespacio y lo repite hoy mientras carga con su propia mochila por el Rhin.

Y sí, ¡siempre lo fue y lo será! En todas sus formas. En todos los tiempos.

En los años sesenta…para una niña, hija de trabajadores, sin muchas posibilidades de tra-slado físico geográfico concreto… la única al-ternativa de viajar que tenía ¡era leer! Así que transitaba los pasillos de la Escuela Vélez Sars-field, allá en su Concordia natal, en busca de esos libros amarillos que la señorita Julia ad-ministraba en la Biblioteca. Pero esa delgada bibliotecaria decidía el recorrido de sus lectores según su miopía… así que la niña que ansiaba conocer las selvas, las junglas, los mares de bar-cos piratas, los hielos del polo, terminaba siem-pre en una sala de muebles que brillaban gra-cias al esfuerzo de los negros de buen corazón que no querían abandonar a sus dueños, entre el frufru de los vestidos de las chicas hechos de cortinados reciclados por los apuros económi-cos de la guerra, de alguna guerra.

En fin, que las veces que logró burlar su des-

Marco Polo. Sus viajes y aventuras de Marco PoloPor Graciela Vanzán

Robin Hood Nº 14

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tino de mujercita fue gracias a extorsiones poco santas a su vecino y com-pañero de grado y así pudo compartir algunas aventuras inolvidables, antes de pasar a leer con fruición el Diario del Che en Bolivia, primer paso hacia otros territorios literarios.

Volver a leer Marco Polo, sus viajes y aventuras narradas por él mismo, sin la presión de ningún muchacho vecino ni bibliotecaria decimonónica resultó tan placentero como para terminar jugando a inventar un mapa según las descripciones del veneciano. O perderse entre pueblos exóticos donde uno verdaderamente puede sentirse tártaro, chino, hindú o japonés, tan difer-entes pero iguales como decía otro oriental.

El recurso de reiterar cada tanto, la presencia de la guerra que asegura los dominios del Gran Khan, con un párrafo donde la atroz carnicería se de-scribe con no poco morbo, no logra desmoralizar ante la lujuriosa posibili-dad de zambullirse en montañas de esmeraldas, perlas de cultivo, jardines colgantes, sociedades feministas, aldeas donde el oro en los dientes, los brazos, el cuello o los tatuajes cubren los cuerpos en una fiesta desopilante donde no escasean las drogas ni los más diversos tipos de bebidas espiritu-osas.

Y como para que no falte frutilla al postre, tan exorbitante relato, al menos en el tomo del año 1954, cuando la Editorial ACME aún estaba en formación, viene precedido por una noticia preliminar firmada por el po-eta, periodista, historiador, escritor de numerosas novelas históricas: Eros Nicola Siri. Las diez páginas no tienen nada que envidiarle a Wikipedia. Un adelantado este hombre de nombre tan amoroso, que hasta se animó a publicar en otra editorial, en la esotérica Kier, en la colección Del más allá, una biografía del gran Daniel Douglas Home, el más grande ilusionista del siglo XIX. En Macachín, provincia de La Pampa, una biblioteca popular lle-va el nombre de don Eros, así dice la Internet. Pero ése es otro viaje.

Colección Robin Hood: aventuras amarillas

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El Regreso al planeta de los hongos es parte de un universo más grande con particulares coorde-nadas que lo ubican entre los 165t y los 197t de la galaxiaesporífera.

El Regreso… comprende un itinerario de inter-cambios, satélites estelares, secciones paralelas entre tiempo y espacio, ausencia de gravedad, domésticos observatorios astronómicos, más la posibilidad de interpretar que es factible viajar en una nave de apenas

pocos centímetros.“Precisamente”, en este relato, todo es ligera-

mente más pequeño que en el mundo de un ser humano adulto. Fungus, Basidium, Theodosius Sombreros-Casas-Seres. Todo un pueblo de los hongos, ¿por qué no viajar allí para escapar de esta rutinasin sombreros?

Regreso al planeta de los hongos. ¿Cómo sería eso? ¿Regresar dónde nunca se estuvo? Suena tenta-dor. A ver cuanto tiempo amarillo puedo hacer para leer y olvidarme de los platos, el perro, la casa, el trabajo, las esquinas, la línea recta. Cu-anto tiempo puedo estar en el espacio exterior sin recordar que hace falta oxígeno para respirar.

Sería ideal emprender viaje por la noche, toda una larga noche. Así de corridito, así luego no saber si soñar o regresar. Pero esto, esto es tan sólo un hongo

Regreso al planeta de los hongos, de Eleanor Bass

Por Ana Inés Castelli

Robin Hood Nº 178

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Estos libros amarillos me conectan hon-damente con la nostalgia, con la niñez, con las siestas eternas y los veranos aburridos. Me hacen husmear sentimentalmente en la biblioteca de mi abuela y tantear los lomos ásperos y descascarados. Seguir las ilustra-ciones monocrómaticas con los dedos, que tantas veces copié.

Heredé varios de estos, de mi mamá. Algu-nos todavía los conservo, un poco escondidos, como para no tentarme.

No conocía este libro, pero si conozco Avon-lea. Conozco el pueblo de Anne Shirley, esa niña alocada, la de los tejados verdes. Una historia que leí un poco mas en la adolescen-cia.

Avonlea, un lugar. Un pueblo ficticio en una isla de Canadá. El de calles de tierra colorada, arboledas frondozas rojas y verdes. El casitas pequeñas con techos en punta, pórticos y ve-cinos adorables. No solo un lugar físico sino un lugar de pertenencia, donde flotan todos estos personajes que tejen y destejen histo-rias de amor y desamor con un tono de sabor dulzón.

Transitar Avonlea y estas nuevas crónicas me hacen cruzarme con jóvenes enamoradi-zas, caballeros galantes, solteronas eternas,

Nuevas crónicas de Avonlea, de Lucy Maud Montgomery

Por Natalia Esains

Robin Hood Nº 93

padres alejados, amantes furtivos, amores perdidos. Finales felices. Finales esperados.

Me hace transitar un pueblo de otra época, un poco parecido a mi pueblo también.

Donde los personajes no se distancian tanto de mis vecinos y donde las historias nacen, se cuentan, crecen y se reinventan todo el tiempo.

Este libro amarillo, me hace transitar también con otro tiempo, el que tenía al leer estos libros, un tiempo despreocupado, de sueños : en donde me creía un poco estas historias con una sola leída. Un tiempo lleno de tiempo.

No se si extraño mucho ese tiempo, ni se si extraño estos libros amarillos. Por suerte he leido muchos de otros colores y puedo tejer y destejer otras historias que a veces, como la vida, no tienen el final que espero.

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Alicia es inquieta, alucina conejos con re-lojes, naipes que custodian, pozos intermina-bles, brebajes extraños, animales que hablan y sonríen (¿por qué habría de ser la sonrisa ex-clusividad del ser humano?).

Alicia nos invita a experimentar la al-teración misma del tiempo y el espacio, a jue-gos con el lenguaje y los dobles sentidos, a atravezar una materialidad trastocada, a vivir lo extraordinario, a conocer lo imposible más posible, a desaparecer para aparecer, al des-cubrimiento.

Todo pareciera ser un sueño y es lo que menos importa y lo que menos gusta porque, no hicimos más que adaptarnos a ese cosmos imposible y fuera de lógica, para que la re-alidad se haga presente. Eso que era amarillo brillante, otra vez marrón madera, en la me-moria de un tal vez

Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis CarrollPor Florencia Bossié

Robin Hood Nº 20

67

Norteamérica, 1869. Smokey, un indígena de la tribu shawnee

que ha sido seriamente herido, confía en su lecho de muerte al ingeniero Sir John Weber la ubicación del tesoro de los Incas para abas-tecer a su tribu empobrecida. A cambio de la solidaridad y el sacrificio del ingeniero, éste podrá cobrarse de allí su propia recompensa.

Munidos de un mapa y un extenso equipam-iento, Sir John acompañado de un maquinis-ta y dos cazadores, emprenden a bordo de la nave Huáscar el largo camino hacia el tesoro, nada menos que 2000 leguas por debajo de América.

El valor, la astucia y la solidaridad de los tripulantes se ponen a prueba de manera per-manente ante el descubrimiento de paisajes inhóspitos y criaturas hostiles.

Lo que interesa de la novela es el recorrido, el movimiento, la aventura que son las con-stantes del relato, mientras que la tensión es el recurso que mantiene cautivo al lector.

De una lengua clásica, la trama -minada de descripciones y datos científicos con claras intenciones edificantes- se desarrolla entre el tedio y la expectativa de lo que va a suceder en la página siguiente.

2000 leguas por debajo de América, de Emilio Salgari

Por Vero Barbera

Robin Hood Nº 117

Mientras llega el fin del invierno y los días se intercalan entre el gris y lo veraniego, meto las patas en la pileta de Mister Bass y el tiempo. Meto las patas porque ni hace tanto calor ni tampoco estoy tan invitada a sumer-girme. Este libro invita a otros lectores, ¿más livianos que yo? quizá.

Pienso que es una aventura (un mar) de otro tiempo. ¿Qué me pasaría con este libro si tuviera 40, 50, 60 años? A mis 19 este li-bro es una pastillita de naranja, ni muy muy ni tan tan. Pero sí lo habita la aventura, la sospecho aunque no me quede al lado de Tyco Bass toda la noche, desvelada. ¿Qué tipo de aventura? Otro mundo- otras reglas a descifrar, como ofrecen a veces los relatos de aventura, un mundo donde es importante algo que

me llamame llama me llama la atención. La historia, el pasado. Central

en el texto, la búsqueda es hacia el pasado, aunque los personajes habiten un futuro que podrían explotar y entretenernos con él. Entonces es doble el juego, la red en que cae-mos: descubrir el mundo pero hacia atrás.

Mr. Bass y el tiempo, de Eleanor Cameron

Por Macarena Boccia

68

Robin Hood Nº 186

69

¿Sabías que el primer gran amor de Tarzán fue una mona y se enamoró tanto, tanto, que deseaba tener pelos en todo el cuerpo, di-entes, boca y nariz de mono?

Si no me creés mirá:

[Tarzán] Envidiaba la hermosa capa de vello que cubría el cuerpo de la joven mona. Y, a la vez, odiaba su propia piel morena y suave con un naciente odio mez-cla de asco y rebeldía. Años atrás había abrigado la esperanza de que alguna vez el también se vería cubierto de vellos como sus hermanos y hermanas, pero ahora se veía obligado a desechar ese agradable sueño.

Contemplaba también los grandes di-entes de Teeka [la mona], no tan grandes como los de los machos, desde luego, pero siempre fuertes y hermosos en compar-ación con los blancos y débiles del mismo Tarzán. Y sus cejas prominentes, y su nariz ancha y chata ¡y su boca! Tarzán había in-tentado a menudo formar con su boca un pequeño círculo, inflando al mismo tiem-po los carillos mientras guiñaba rápida-mente los ojos, pero se sentía que nunca podría hacerlo en la forma graciosa e irre-sistible de Teeka.

¿Qué animal enamorado te gustaría ser a

Tarzán en la selva, de Edgar Rice Borrowgs

Por Liza Battistuzzi

Robin Hood Nº 201

vos?Pensaste alguna vez que tu mejor amigo podría ser un elefante al cual

podrías contarle tus sueños más secretos? A Tarzán le pasó y lo describía así:

Tantor era una montaña de tranquilidad, de equilibrio, de estabilidad. Era tranquilizante y agradable tenderse sobre su áspera cabeza y confiar sus vagas esperanzas y sus aspiraciones en las grandes orejas que se agitaban pausada-mente de un lado para el otro en aparente comprensión.

¿Cómo describirías vos a tu mejor amigo si fuera un animal?¿Sabías por qué el rinoceronte embiste? Tarzán nos propone la siguiente

duda:

El rinoceronte carga al azar, porque a causa de su vista débil ve mal incluso a poca distancia y es difícil determinar si sus erráticas acometidas se deben al pánico al tratar de escapar o al carácter irascible que generalmente se le atribuye.

¿Te animás a imaginar porqué se ríe la hiena o porqué el hipopótamo abre la boca taaaan grande?

Colección Robin Hood: aventuras amarillas

70

La colección Robin Hood fue una de las colecciones de libros de literatura juvenil más importantes de la Argentina. Editada por la Acme Agency, de Modesto Ederra, comenzó en 1941, y prosiguió sin interrupciones hasta principios de los años 90. En este libro, recordamos títulos de esta colección de tapas amarillas que marcó la vida lectora de muchas cuantas genera-ciones.