Compendio apologético

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EL COMPENDIO APOLOGÉTICO DE BALBUENA: LA INSERCIÓN POLÉMICA DEL POETA EN EL EDIFICIO CIVIL El propósito de este trabajo es el estudio del Compendio apologético en alabanza de la poesía^ de Bernardo de Balbuena, y la polémica sobre su posible consideración como testigo de la conciencia y de la afirmación criollas a comienzos del siglo XVII . Para ello será necesario insertar la obra dentro de su contexto de producción, lo que implica abarcar las poéticas y alabanzas de la poesía escritas en castellano en fechas cercanas a la de la redacción del Compendio. Como se verá, la nota de civilidad de que se dota a la poesía y al oficio poético en esta obra es característica común a un grupo abundante de textos poético-doctrinales de la época, a uno y otro lado del Atlántico, aunque con Balbuena esta seña alcanza una peculiaridad propia. Este carácter civil de su defensa poética, a su vez, será el punto de partida para el estudio de la inclusión de Bal- buena en la estructura letrada de poder y para la refutación de su pretendido criollismo de naturaleza escisionista. El Compendio apologético puede catalogarse como poética en el sentido amplio de la palabra, por cuanto trata, entre otras cosas, del ser y esencia de lo poético, aunque consista en una alabanza de la poesía más que en una poética propiamente dicha 2 . La idea cen- 1 Cito por la edición de Luis Adolfo Domínguez, Porrúa, México, 1971. 2 Cf. E. CURTIUS, Literatura europea y edad media latina, trads. M. Frenk Alato- rre y A. Alatorre, F.C.E., Madrid, 1981, pp. 760-775, donde se aborda el estudio del tópico de la alabanza de la poesía. Porqueras Mayo, en 1986, realiza un estu- dio de los textos de alabanza castellanos (Alfonso de Valdés, Gaspar de Aguilar y Fernando L. de Vera y Mendoza). Lope de Vega, en el discurso inicial de sus Rimas de 1609 (ed. Felipe B. Pedraza Jiménez, Universidad de Castilla La Man- cha, Ciudad Real, 1993) y en el discurso final de la misma edición dedicado a Arguijo también participa de la misma corriente de ideas. El editor de las Rimas señala el Dell'artepoética de Tasso (1587), el Syntaxeon artis mirabilis, de Pedro Gre- gorio (1583), y la Polyantea de Lyon (1600), como textos que sirven de inspira- ción a Lope. Para aquellas poéticas castellanas más o menos contemporáneas a NRFH, XLV (1997), núm. 2, 369-389

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Berdando de Balbuena

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  • EL COMPENDIO APOLOGTICO DE BALBUENA: LA INSERCIN POLMICA DEL POETA

    EN EL EDIFICIO CIVIL

    El props i to de este trabajo es el estudio del Compendio apologtico en alabanza de la poesa^ de Bernardo de Balbuena, y la polmica sobre su posible consideracin como testigo de la conciencia y de la afirmacin criollas a comienzos del siglo XVII . Para ello ser necesario insertar la obra dentro de su contexto de producc in , lo que implica abarcar las poticas y alabanzas de la poesa escritas en castellano en fechas cercanas a la de la redaccin del Compendio. Como se ver, la nota de civilidad de que se dota a la poesa y al oficio pot ico en esta obra es caracterstica c o m n a un grupo abundante de textos pot ico-doctr inales de la poca, a uno y otro lado del Atlntico, aunque con Balbuena esta sea alcanza una peculiaridad propia. Este carcter civil de su defensa potica, a su vez, ser el punto de partida para el estudio de la inclusin de Bal-buena en la estructura letrada de poder y para la refutacin de su pretendido criollismo de naturaleza escisionista.

    El Compendio apologtico puede catalogarse como pot ica en el sentido amplio de la palabra, por cuanto trata, entre otras cosas, del ser y esencia de lo potico, aunque consista en una alabanza de la poesa ms que en una potica propiamente dicha 2. La idea cen-

    1 Cito por la ed ic in de Luis Adolfo D o m n g u e z , Po r ra , Mxico , 1971. 2 Cf. E. CURTIUS, Literatura europea y edad media latina, trads. M . Frenk Alato-

    rre y A. Alatorre, F.C.E., Madr id , 1981, pp. 760-775, donde se aborda el estudio del tpico de la alabanza de la poes a . Porqueras Mayo, en 1986, realiza u n estu-dio de los textos de alabanza castellanos (Alfonso de Valds, Gaspar de Aguilar y Fernando L . de Vera y Mendoza). Lope de Vega, en el discurso inicial de sus Rimas de 1609 (ed. Felipe B. Pedraza J i m n e z , Universidad de Castilla La Man-cha, Ciudad Real, 1993) y en el discurso final de la misma ed ic in dedicado a Argui jo t a m b i n participa de la misma corriente de ideas. El editor de las Rimas seala el Dell'artepotica de Tasso (1587), el Syntaxeon artis mirabilis, de Pedro Gre-gorio (1583), y la Polyantea de Lyon (1600), como textos que sirven de inspira-c in a Lope. Para aquellas pot icas castellanas ms o menos c o n t e m p o r n e a s a

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    tral que estructura la obra es la de la recuperac in de la elocuen-cia dentro de un contexto pol t ico, urbano y c ivi l 3 . El hombre, dentro de este sistema, se caracteriza por su capacidad elocutivay por su ser social. En la Italia republicana de la segunda mitad del siglo xv era donde mejor pod a desarrollarse el renacer del ideal re tr ico latino de un vir bonuspetus dicendi que fuera adems rec-tor de la sociedad, de quien pudieran depender de modo efecti-vo, no slo u tp ico como en los pases de sistema mon rqu ico , las riendas del gobierno. Junto a este renacer poltico de la capacidad elocutiva cabe situar el nuevo prestigio que alcanza la poesa como arte supremo de la palabra. No se trata de una poesa simplemente bella o adornada, sino de una que pronto, desde finales del siglo xv y por los esfuerzos que los humanistas han de hacer para pres-tigiarla frente a los ataques de los escolsticos, se identifica como ciencia portadora de verdad y de virtud. Junto a ella compite en ocasiones la historia, dando lugar al desdoblamiento de los con-ceptos de poesa virtuosa e historia verdica y moralizante que en ocasiones se cruzan 4. Dentro del clima de saturacin polt ica del

    la de Balbuena, vase MARCELINO MENNDEZ Y PEIAYO, Historia de las ideas estticas en Espaa, CSIC, Madr id , 1 9 4 0 , caps. 9 y 10 ; KARL KOHUT, Las teoras espaolas en Espaa y Portugal durante los siglos xv y xvi, CSIC, Madrid , 1 9 7 3 ; y SANFORD SHEPARD, El Pinciano y las teoras literarias del Siglo de Oro, Credos, Madr id , 1 9 6 2 . Hay que citar j u n t o a ellos, para el estudio de las ideas retrico-poticas, a LUISA LPEZ GRI-GERA, La retrica en la Espaa del Siglo de Oro, Universidad, Salamanca, 1 9 9 4 , a modo de recopi lac in de sus estudios precedentes sobre el aspecto preceptivo de la r e t r i ca y su aspecto prc t ico , y ANTONIO GARCA BERRIO, Formacin de la teo-ra literaria moderna, Filologa Murcia, Mlaga, 1 9 8 0 , donde se estudia en especial el paso de Vives a An ton io L l u l l y a Snchez de las Brozas, por lo que toca a la preceptiva retr ica, as como el desarrollo de la po t ica horaciana y del ingenium en el siglo xvi e spao l . Para Amr ica , cabe citar a ANTONIO CORNEJO POLAR (ed.), Discurso en loor de la poesa, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1 9 6 4 y MABEL MORANA, "Formac in del pensamiento cr t ico-l i terario en Hispa-n o a m r i c a : p o c a colonial", RCLL, 1 9 9 0 , n m s . 3 1 / 3 2 , 2 5 5 - 2 6 5 y "Apologas y defensas: discursos de la marginalidad en el barroco hispanoamericano", en Relecturas del barroco de Indias, ed. Mabel M o r a a , Eds. del Norte, Hanover, 1 9 9 4 , pp. 3 1 - 5 8 .

    3 Entre los mejores estudios pueden citarse los de HANS BARON, Humanistic and political literature in Florence and Venice at the beginning of the Quattrocento, Harvard University, Cambridge, MA, 1 9 5 5 y "Leonardo Bruni , Professional Rhetor ic ian or Civic Humani s t" , Past and Present, 3 6 ( 1 9 6 7 ) , 2 1 - 3 7 ; RONALD G . W I T T , "Florentine politics and the rul ing class, 1382-1407", Journal of Medieval and Renaissance Studies, 6 ( 1 9 7 6 ) , 2 4 6 - 2 6 7 y B. G . K H O L & R . G . W I T T (eds.), The earthly Republic. Italian humanists on government and society, University o f Pennsylvania Press, Philadelphia, 1 9 9 1 .

    4 U n o de los momentos culminantes de la conf ron tac in de ambas ideas lo

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    momento, y probablemente por medio del desarrollo de gneros como el rgimen principum, se pasa de la consideracin polt ica de la poesa a la consideracin polt ica del poeta; es decir, a lo que ayudaba a la identificacin de poesia con verdad y sabidura y el encomio de la administracin poltica de los sabios en la Poltica de Aristteles y en la Repblica y Las Leyes de Platn. En este proceso, cuyas etapas son algo ms complicadas que el simple boceto tra-zado hasta ahora, se transparenta una sociedad jerarquizada e idealizada. El neoplatonismo, cuyos textos ya desde el siglo xv ela-boraron una filosofa de estetizacin del orden, colabor a la con-jugac in de los sistemas polt ico y pot ico a travs de obras como los Dilogos de amor de Len Hebreo, el De instulione rei publcete de Francesco Patrizi, Los Asolemos de Bembo, El Cortesano de Casti-glione o los Diez dilogos sobre la historia, de Sperone Speroni. Este platonismo-pitagorismo sealaba como un todo bello y a rmn ico el conjunto del universo, a cuya imagen se r ep roduc a el orden de la sociedad, de la familia o del mismo individuo. As, el orden de lo humano copia el orden celeste y el orden divino, repitiendo una j e r a r q u a organizadora en cuya base estn las ideas de la participa-cin filosfica, desde un punto de vista ontolgico, y de la imitatio, desde uno esttico.

    Si bien la idea de la recuperac in y exaltacin de la elocuen-cia dentro de un orden civil adquiere un significado elitista o esca-pista en otras poticas c o n t e m p o r n e a s a la de Balbuena, en las que se concibe lo pot ico como perteneciente a la res publica litte-rarum, en el caso de ste la civilidad se carga de sentido, pues des-de Mxico est asistiendo a la creacin de un cuerpo social y urbano casi de la nada que necesita definir su orden y j e ra rqu a 5 . Tambin en este sentido el gne ro del elogio de ciudades en el que se incluye su poema Grandeza mexicana recupera el viejo sen-tido de los poemas pico-fundacionales 6 . Si la Eneida de Virgil io logra sentido dentro del ideal imperialista romano de la poca de

    supone la po l mica quinientista sobre la pica. El trasfondo de las discusiones sobre materia remota y materia propinqua ha de insertarse en la c o n c e p c i n del g n e r o his tr ico-pico como modelo literario emparentado con la idea de ver-dad y englobado en el contexto de una r epb l i ca de las letras o de la ciudad letrada.

    5 Este cuerpo civil puede ser definido con NGEL RAMA {La ciudad letrada, Eds. del Norte, Hanover, 1984) de acuerdo con la noc in de ciudad letrada, que en Am-rica no es una repbl ica literaria desvinculada del contexto urbano y pol t ico.

    6 Vase M A R I O RODRGUEZ FERNNDEZ, "El tpico de la alabanza en la poes a ba-rroca americana", Revista Trimestral de Ciencias, Letrasy Artes, 393 (1961), 202-225.

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    Augusto, el poema de Balbuena en elogio de la ciudad de Mxico ha de verse como el fundamento potico-civil de quienes estn ins-taurando un nuevo orden en Amrica. La idea asptica en apa-riencia de la civilidad de la poesa se convierte con Balbuena en motor rector de una sociedad de nueva planta.

    Quiz no sea casualidad que, del mismo modo que en la evo-lucin del latn vulgar a las lenguas romances se observan fen-menos de evolucin fontica o de preferencia semntica comunes a las reas ms alejadas del foco cultural romano, sean aquellas zonas ms distantes del centro poltico espaol de los siglos xvt-xw las que pretendan dar a la idea de la capacidad polt ica del poeta un sentido verdaderamente efectivo. Entre 1550 y 1560 un grupo de estudiantes y profesores espaoles de Lovaina se hab an pro-nunciado a favor de estas teoras esttico-polticas de ascendencia paduano-veneciana con el props i to de influir de modo directo (desde el consejo) en la conducc in y organizacin del edificio polt ico imperial 7 . A ello les movi, probablemente, su lejana de la Pennsula , donde se creyeron a salvo de ataques inquisitoriales. Del mismo modo Balbuena, en la lejana de Amrica, recupera las nociones de los libros de Patrizi para defender una mayora de edad polt ica de los espaoles americanos que probablemente a ms de uno sonara molesta. Si bien en n i n g n caso podemos ha-blar de ideas independentistas, s existe un abierto reclamo de poder en ambos contextos.

    Dejando a un lado las etiquetas de precriollismo o prenacio-nalismo, de todo punto anacrnicas , estamos tentados a ver en la voz pot ica de Balbuena la insurgencia, cuando menos, de una conciencia de grupo. Quiz, como en tantas otras esferas de los

    7 Por lo que toca a la ref lexin hispana h u m a n s t i c a son s in tomt icos los libros De rege regisque institutione, de Sebast in Fox Morci l lo (1554), y su De histo-rete institutione dialogas v 1557), que se han de un i r a sus reflexiones sobre la filo-sofa p l a tn ica y aristotl ica y a De imitatione seu de formandi stili ratione (1554), donde se ve clara la re lac in entre reflexin esttica y polt ica. Del mismo modo, Fur i Ceriol pub l i c en 1559 Del Concejo y consejeros del prncipe, al que se une Bononia seu de librs in vernaculam linguam vertendis, publicado algunos aos antes y en donde discute la posibilidad de traducir a las lenguas verncu las las Sagra-das Escrituras. En la misma l nea , para Italia, Francesco Robortello escr ibi en 1548 In librum Arstotelis de arte potica explicationes y Paraphrasis in librum Horatii, qui vulgo de arte potica ad Pisones inscrbitur, del mismo modo que aos despus escr ibi r a De histrica facltate. Se prueba, en el n i m o de estos humanistas, que la reflexin poltica nace de la esttica y que su humanismo se emparienta de mo-do definitivo con el ca rc te r civil del originario humanismo florentino de Leo-nardo Brun i .

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    conflictos de poder, el discurso esttico oculte reivindicaciones de otro calibre, que slo en lo inocuo del fro esteticismo encontra-ron salida a su marginalidad. Morana 8 , de modo cauteloso, habla de este fermento de actitudes diferenciadoras, aunque tiende a centrarse en figuras del l t imo tercio del siglo XVII . B u x 9 niega que quepa ver en Balbuena germen alguno de actitudes precrio-llistas y centra acertadamente la ideologa del obispo de Jamaica y Puerto Rico en el inters, ya a nivel nacional, ya a nivel personal. Sabat de Rivers 1 0 ve en nuestro autor constantes oposiciones y cr-ticas a la met rpol i , y hace de l un defensor del indio y creador de una conciencia nacional mexicana y americana 1 1-

    E L "COMPENDIO" Y SU RAZN DE SER RETRICA

    El Compendio o alabanza de la poesa de Balbuena se escribe a modo de aparato exegt ico que justifique la eleccin de la materia nfi-ma en la Grandeza mexicana. La obra de Balbuena es extremada-mente retr ica y su estructura se acomoda a la de un discurso deliberativo, dividido en definitio, probatio, confutatioy peroratio, aun-que al final descubrimos que la in tencin verdadera es la de hacer de la obra una oratio epideictica, nacional y personal1?. La perfec-cin de esta estructura es importante para Balbuena, pues en lti-mo t rmino , es su propia vala intelectual la que defiende con su obra: "...que tambin cuando p e q u e o pas por los principios de retr ica y l legu a los umbrales de la poesa" (pp. 146-147).

    Igualmente esta caracterstica relaciona su obra con la ala-banza de la poesa de Valds que preludia las Rimas de Vicente

    8 MABEL MORANA, "Barroco y conciencia criolla en H i spanoamr i ca" , RCLL, 1988, n m . 28, 229-251.

    9 JOS PASCUAL Bux , "Bernardo de Balbuena: el arte como artificio", Home-naje a Jos Durand, Verbum, Madr id , 1994, pp. 189-215.

    !0 GEORGINA SABAT DE RIVERS, "El Barroco de la contraconquista: primicias de una conciencia criolla de Balbuena y D o m n g u e z Camargo", en Relecturas del Barroco de Indias, pp. 59-96.

    1 1 En este ar t cu lo la autora interpreta que la exp re s in "luz del ocaso", con que Balbuena califica a Mxico , es s n t o m a de las actitudes de crt ica contra la m e t r p o l i (ocaso) y de alabanza de Mxico (luz), cuando no se trata, creo yo, sino de la t r aducc in al v e r n c u l o del usado Occidens -tis ('ocaso'), para referir-se a Amr ica , con lo que el sintagma se p o d r a parafrasear como 'esplendor de A m r i c a ' , del que se sigue una i n t e r p r e t a c i n muy varia de la que ella obtiene.

    !2 Para la t e r m i n o l o g a utilizada en el anlisis r e t r i co , vase HEINRICH LAUSBERG, Manual de retrica literaria, t r a d . J o s Prez Riesco, Credos, Madrid , 1983.

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    Espinel o con el p r logo de Lope a la edicin de sus Rimas de 1609. La apologa de Balbuena tiene el sentido l t imo de defensa de su propia obra y de manifiesto literario. Todava en este l t imo sentido podemos traer a colacin similitudes con el Ejemplar poti-co de Juan de la Cueva, defensa pot ica manierista (y personal) como la de Balbuena, o los manifiestos conceptista y culterano de Ju regu i y Carrillo de Sotomayor. El Compendio proclama la sufi-ciencia del autor como autoridad y significa una voz de protesta en defensa de la perfeccin re tr ica del cdigo compositivo de su Grandeza. A su vez, frente a la asepsia de poticas que reducen su campo de aplicacin al de la exquisitez erudita, la obra de Bal-buena tiene la pasin del discurso epidct ico transformado en autodefensa.

    Para dar un apropiado contexto re tr ico al Compendio hemos de indicar que la acusacin contra la Grandeza de que Balbuena quiere defenderse es de ndole eminentemente inventiva y elocuti-va. El decoro de la materia no se guarda en ella, dicen sus crticos, porque se adopta un estilo elevado o sublime para una materia nfima o baja. Con esta reprobac in se desprestigia al autor, como se desprest igiar a Gngora en la polmica culterana, pues no se atiene al principio bsico de la composic in literaria. En segundo lugar, la eleccin de la misma materia es objeto de repulsa, pues no se atiene a la condic in del escritor. El estado religioso en Bal-buena le obliga a guardar un decoro a su persona y a la institucin religiosa a la que pertenece. Con ello, el futuro obispo incorpora su l ibro al g n e r o po lmico de las acusaciones contra fray Luis de Len, porque haba rebajado casi he r t i camente un tema sagrado a un tratamiento vernculo: contra Santa Teresa, porque su con-dicin femenina no se avena con el tema divino de su discurso; contra la poesa ertica, porque olvidaba el imperativo de la virtud en aras del deleite. El mismo Juan de la Cueva se defiende, en este sentido, de la crtica a su concepc in teatral que Caravallo reali-zara en el Cisne de Apolo, y Lope hace otro tanto en su p r logo con respecto al asunto humilde de algunas de sus composiciones. As las cosas, Balbuena ha de habrselas con una acusacin de suma gravedad por lo que toca a la materia y al estilo de su obra, as como a su propia persona, acusado de impericia compositiva y de desconsideracin del decoro de cosa y persona {decoras a persona reque). Y, hecho importante en esta polmica letrada, su impericia se une, irremediablemente, a su condic in de indiano.

    El carcter re tr ico externo de su obra, por otra parte, res-ponde a un concepto particular de la re tr ica derivado de la ratio

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    studiorum jesu ta postridentina. Para esta orden, que comandaba la formacin de la minor a letrada de Amrica desde 1574, las artes humaniores sern las que saquen a la juventud ociosa de su inca-pacidad civil, l levndola "hacia el ejercicio de las letras, para el cual faltaban maestros y cuidado" 1 3 . La pericia formal, en este con-texto, no capacita para la pertenencia al crculo de los sublimes, sino a la lite directiva; lejos de abrir la puerta de academias ocio-sas es el t tulo del paso por el cursus honorum civil.

    El Compendio responde a todas las acusaciones mediante una reflexin sobre la actividad potica y sobre el oficio de poeta, inda-gando en el contexto de p roducc in y la finalidad de la primera y en la funcin del segundo. El exordio del Compendio constituye un repaso de autoridades laicas y religiosas defensoras de la poe-sa y los poetas. stas pertenecen al orden jur d ico , filosfico y teo-lgico y son representantes de una exaltacin de lo civil, laico y organizador, de una parte; de la reflexin sobre la belleza o la inmortalidad, por otra; de la comun in del verbo humano y el ver-bo divino. Balbuena se preocupa en esta in t roducc in por in-corporar la poesa al cuerpo polt ico de la ciudad, por hacer de sta una const ruccin a la vez laica y divina y por insertarla dentro de una concepc in a rmn ica del universo. El contenido pot ico, para Balbuena, responde a "una admirable filosofa que ensea la razn del vivir, las costumbres y polica y el verdadero gobierno de las cosas" (p. 128), "poderosa a componer y corregir las costum-bres y mover los afectos" (p. 129). La ratio jesu ta que eleva a la juventud del ocio al gobierno revierte en Balbuena en una orde-nac in civil desde la cspide, abarcando cosas y afectos en su me-canismo regulador y codificador. Se aprecia una cierta similitud de todo esto con la estrategia de creacin de un estado en Bello. Como aqul , y probablemente por medio del ideario jesu ta , Balbuena pone los cimientos de su reflexin sobre la base de una estructu-ra poltico-administrativa (gobierno), una estructura reguladora y legal (componer y corregir) y una or ientac in p ropedu t i ca (en-sea la r azn) . La estructura de su modelo intelectual es la de un edificio cvico, una estructura de j e r a r q u a y de orden que afirma

    1 3 Vase JUAN SNCHEZ BAQUF.RO, Fundacin de la Compaa de Jess en Nueva Espaa, Nueva Patria, Mxico , 1945. La cr t ica reciente est prestando cada vez m s a t e n c i n a este componente jesuita en la fo rmac in de la conciencia letra-da. As, NGEL RAMA, op. cit, y M A B E L MORANA, "Barroco y la conciencia criolla en H i s p a n o a m r i c a " y "Apologas y defensas: discursos de la marginalidad en el Barroco hispanoamericano".

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    su mayora de edad y su derecho a la au tode te rminac in . No se trata de independizarse de n i n g n poder central, sino de procla-mar el derecho a incluirse en la estructura de poder que la misma met rpol i sustentaba, y ello se hace mediante la creacin-defini-cin de una autnt ica maquinaria dotada de la belleza a rmnica que propagaban los tratados de Vitrubio, Palladio o Alberti .

    En la transicin a la narratio (p. 130) Balbuena insiste en la idea de que para la escritura de poesa se requieren "letras, expe-riencia y espritu", as como "gran caudal de ingenio y estudio". Su p reocupac in por la ignorancia es la llave para el entendimiento del Compendio. A l inicio de ste, igual que en la peroratio, Balbuena insiste en que l est capacitado como poeta porque no le falta la ciencia que da autoridad a su oficio. Su in tenc in ser convencer al lector de que la poesa no es susceptible de crtica como gne-ro, sino los poetas, en quienes puede existir esta ignorancia en el nivel personal.

    La siguiente parte del discurso comienza con una definicin de lo que Balbuena entiende por poesa. Para l, sta ha de ser "agudsimo est mulo a la virtud", entendida, como hemos indica-do, dentro de un concepto pbl ico de la moral. Por lo que toca a la forma, Balbuena participa de una retorizacin de la potica, c o m n a poticas escritas en las mismas fechas. As, la invencin, disposicin y e locucin son "arroyos y manantiales de la poesa" (p. 131) y el estilo y sus componentes, definidos de acuerdo con trminos retricos, son tambin de "la jurisdiccin del poeta". Este tema da pie al concepto de poesa como scientia scientiarumy al del poeta como eminente y caudaloso: "Que el que ha de ser perfeto y consumado poeta tiene obligacin a ser general y consumado en todo y tener una universal noticia y eminencia y particular estudio y conocimiento de todas las cosas para tratar de todas y en ningu-na ir a tiento" (pp. 131-132).

    La narratio propiamente dicha se inicia con el desarrollo de la quaestio: la estima y dignidad de una ciencia se basa en su sujeto, la an t igedad de sus principios y la autoridad de sus profesores. La probatio de cada uno de estos apartados consti tuir el centro del Compendio. Ha de notarse que la maniobra de Balbuena es sutil. El accesus auctorum sealaba que una obra de arte haba de estudiarse segn determinados pasos, entre los que figuraban la exposicin del t tulo, del autor, del contenido y de las partes de la misma. Balbuena recoge el mismo esquema para la defensa no de una obra, sino del g n e r o pot ico en su conjunto. Para el lector de la poca el artificio deb a resultar bien claro, puesto que slo estaba

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    acostumbrado a estudiar mediante el accessus obras consagradas como supremas por la t radicin. De esta manera, la misma estruc-tura expositiva presupone la elevacin del tema, a la vez que apor-ta argumentos para probar, de nuevo, su sublimidad. As tambin, el Compendio se puede leer me ton micamen te como alabanza de la Grandeza de Balbuena, el esquema formal del accessus eleva al mis-mo Balbuena a la categora de auctontas.

    El sujeto de la poesa es indeterminado, pues "discurre por todas las dems ciencias y facultades". La inde te rminac in de la materia permite que quepa en ella cualquier contenido, entre otros el de su Grandeza. Para Balbuena, la poesa es fundamental-mente exegtica, en el sentido en que interpreta el ordo saeculorum divino; la const ruccin del universo representa un edificio armo-nioso y musical del que el poeta es interpres elogioso. La imagen pinta el ordo cnaturarum en su canto y alabanza del Creador como un orden descendente de creacin desde Dios a las criaturas y un orden ascendente de elogio en sentido inverso. El orden entero de la creacin deriva de Dios y puede tener cabida en el poema.

    Para Balbuena la filiacin divina de la poesa representa una pie-dra de toque en la defensa de la misma. La poesa, dice, es antigua como el mundo, y prueba de ello son las "poesas y cantares" de los pueblos antiguos, ya sean las de "estos nuevos mundos occidenta-les", ya las que cuentan "los antiguos romanos de nuestra Espaa".

    El cap tulo de las autoridades poticas se remonta a Adn e Iubal y desciende por Moiss, David, Sa lomn y Job hasta los "prncipes humanos". Una vez que la poesa ha sido suficiente-mente autorizada por las Sagradas Escrituras, Balbuena desciende a la n m i n a de los poetas clsicos y c o n t e m p o r n e o s . El elogio de los primeros se realiza en general mediante su relacin con algn mecenas, general o emperador, destacando entre todos los gne-ros elogiados el de la pica-historia fundacional: Virgi l io {Eneida), Petrarca {frica) o Vida {Jerusalem). La n m i n a de los autores his-panolatinos, que sirve de t r ans ic in al tratamiento de los con-t e m p o r n e o s , resalta el aspecto pico en Lucano, el filosfico en Sneca, el de repres in de la moral en Marcial o el histrico en Si-lio Itlico, dando idea del concepto de poesa de Balbuena, que ha de conjugar el dulce el utile horaciano, atendiendo especialmente a "despertar la virtud". Con la n m i n a de autores "modernos" vuel-ven a resaltarse los mismos elementos que ya hemos visto para la de los clsicos. En especial se seala la relacin poesa-poder, pues entre los nombres apuntados destacan los de personajes de la nobleza que no han pasado a englobar las listas cannicas de la

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    historia l i teraria 1 4 Ms que una visin interesada de esta historia, me gusta ver en ella el concepto mismo de la poesa. La vir tud y el gusto por las letras pertenecen a una clase rectora y poderosa que, entre sus cualidades, ha de contar con la del refinamiento y el gus-to artstico. No estamos ante un concepto unlversalizante de lo pot ico, sino ante una visin elitista. La clase aristocrtica es la cla-se gobernante a la que pueden acceder letrados por mr i tos espe-ciales de vala artstica, talento literario o conocimiento artstico. La primera reclasificacin de las ciencias (El arte de trobar, de Ville-na) y la inclusin del poeta-historiador en el marco cortesano, f enmenos ambos pertenecientes al siglo xv, se ha convertido en la poca de Balbuena y en Amr ica (bajo el auspicio de la ense-anza jesu ta) en una inclusin del letrado en el organigrama de la ciudad como pieza fundamental en el engranaje poltico-admi-nistrativo de la misma. Esta posicin elitista se diferencia de la de otros tratadistas, sin embargo, en el grado de compromiso con el poder polt ico y en el contexto de ejercicio de la actividad poti-ca. Prueba de esta visin elitista es la apostilla al nombre de Erci-11a, que lo cataloga de "ms clebre y conocido en el mundo por la excelencia de su poesa que por la notoria y antigua nobleza de su casa y linaje", que presupone como habitual el destacar en el oficio pot ico por la pertenencia a una casa ilustre. La n m i n a de los autores de "nuestros mundos occidentales" vuelve a resaltar esta especial relacin de lo pot ico con el poder, a la que se une el tinte blico que otorga la comparac in de los imperios de las casas de Montesclaros, Monterrey y Lemos con las figuras de Augusto y Julio Csar. Sirve, por otra parte, para incorporar a la poesa americana a la t radicin potica, do t ndo la de una mayo-ra intelectual.

    Esta seccin se cierra con una clasificacin de gneros por or-den de importancia, expresada de modo quiasmtico: la pica y heroica ocupan la cima, seguidas de la lrica o mlica; igual ocu-rre con la poesa trgica, seguida por la cmica. Por lo que a esta l t ima toca, y en oposicin al tratamiento que la retrica sola dar-le, resalta la recuperac in de su contenido, til "para el gobierno y costumbres y polica pbl ica" (p. 144). La tragedia, catrtica y purificadora en el nivel personal, desmerece en esta catalogacin a expensas de la comedia, que es elogiada en virtud de su conte-nido cvico.

    1 4 Cf., por su ca rc te r de tpico , con la lista de Lope de Vega en el p r l o g o a sus Rimas (ed. cit.) o en su Arcadia.

  • NRFH, X L V EL "COMPENDIO APOLOGTICO" DE BALBUENA 379

    El siguiente apartado del Compendio lo constituye la confutatio de argumentos contra la poesa. La idea central es que, segn la autoridad de fray Luis de Len , el oficio de buen poeta est en ha-cer "obras graves, enteras, sentenciosas y llenas de moralidad y fi-losofa", y si hay poetas que no han hecho as no puede utilizarse para desacreditar el oficio pot ico sino como demr i to de aqullos.

    La peroratio, finalmente, insiste en la idea de que la "falta poti-ca" no est en el sujeto n i en la ciencia, sino en los "profesores, que eligen ocasiones y sujetos humildes". En esta parte del discurso pasa de lo general a lo particular, de la definicin de lo pot ico a la alabanza de la propia poesa de Balbuena, abandonando el tono neutro de la asercin deliberativa por el marcadamente partidista de la autodefensa. Volviendo al esquema de la narratio del Compen-dio, el autor defiende su propia poesa de acuerdo con el sujeto, que es heroico: la grandeza de una ciudad ilustre y de su "heroi-co y santo Prelado"; de acuerdo con el tratamiento: virtuoso en su finalidad; y de acuerdo con su disposicin, que no ofende n i la grandeza del tema ni el hbi to del poeta. Por l t imo, la figura de Balbuena es capacitada para el oficio pot ico por su conocimien-to de la retrica y su adscripcin al grupo de la res publica litterarum, aqu trasunto del grupo de poder efectivo. El dstico ovidiano ca-tapulta a la fama la obra y la persona de Balbuena, que, como Homero y Virgi l io, ha escrito una obra que pervivir aunque el imperio en que se escribi sucumba 1 5.

    La reivindicacin potica de Balbuena se asienta sobre el terre-no terico-prctico de la mayora de edad intelectual americana. La polmica sobre el indio y sobre su capacidad intelecual se haba tras-ladado me ton micamen te y de modo peligroso a los habitantes de Amrica de origen espaol. En este sentido, la polmica indigenis-ta de mediados del siglo xvi se traslada, en la ideologa del poder, a una polmica sobre la capacidad de gobierno y la capacidad de los espaoles americanos. Tiene que ver no tanto con el peligro del de-sarrollo de una conciencia independentista cuanto con los resabios de una actitud paternalista tras la que laten intereses econmicos y personales. Balbuena no pretende encontrar aquello que diferen-cia lo americano de lo peninsular, su intento es incluir lo america-no dentro de la t rad ic in 1 6 . Hemos, adems, de representarnos de

    1 5 Para el tema de la fama en el concepto po t i co de Balbuena, vase J. PAS-CUAL B U X , art. cit.

    1 6 Hay que citar a EUGENIO SALAZAR DE A I A R C N y su Epstola al insigne Fernan-do de Herrera (en Bar to lom Jos Gallardo, Ensayo de una biblioteca espaola de libros raros y curiosos, eds. M . R. Zarco del Valle y J. Sancho Rayn, Rivadeneyra, Madrid,

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    modo claro los modelos culturales sobre los que se cimienta la acti-vidad intelectual de la poca: estos son los de la traditioe imitatio. En Espaa se haba experimentado desde el siglo xvi una reaccin a las crticas italianas que rebajaban la vala intelectual del pueblo ibri-co. As, es frecuente leer en las obras espaolas que, si la retrica se basa en el ser social del hombre, hay una retrica anterior a la re-flexin artstica griega y romana tal y como la practican los pueblos hispanos prerromanos. Del mismo modo, si la poesa es tan antigua como la humanidad y est sancionada por el uso bblico, los teri-cos espaoles se preocupan por sealar fuentes ibricas peninsula-res pre y posromanas que dan testimonio de lo mismo. Balbuena, quien se preocupa por dotar de vala intelectual y de mayora de edad a la reflexin americana, seala el ejemplo de los pueblos indgenas (p. 135), quienes, ayunos de letras, no carecan de poesa y de his-toria. De la misma manera, al ejemplo de poetas o mecenas espaoles con temporneos de Balbuena, se ofrece el ejemplo de los america-nos, siguiendo el simple modelo de la confutatio mediante la presen-tacin de ejemplos similares. No se trata, como parece a primera vista, de oponerlos, de presentar lo americano frente a lo peninsular, sino de incluir lo americano dentro de la tradicin bblica, clsica, italiana y espaola. Esto es, de proclamar su carcter de ciudad le-trada y su capacidad, en un plano ideolgico abstracto, para el go-bierno. En este mismo sentido se han de entender los elogios a la ciudad de Mxico en la Grandeza, realizados, entre otros recursos, mediante su comparac in con las ciudades ilustres europeas. No se trata, repito, de un esquema opositivo, sino de uno de inclusin por imitacin y participacin de caractersticas comunes. No impor-ta tanto la realidad material de los objetos de comparac in cuan-to su entidad de smbolos que se identifican en el esquema ideal.

    1863-1889, t. 4, pp. 354-362), quien seala que A m r i c a se incluye en esta n m i -na letrada porque de Espaa y Toscana (w. 118-123) llegan las producciones intelectuales y pot icas . Sin duda escrita con posterioridad a la llegada de los jesu tas y a la fundac in de las primeras universidades, el elogio de Herrera se convierte en elogio de lo americano por ex tens in m e t o n m i c a , ba sndose en la capacidad intelectual del receptor (w. 61-64). El texto entero se erige en de-fensa del e spao l -amer i cano , que, para mostrarse autosuficiente, ha de recibir "la ayuda de subjetos muy peritos, / flores de los ingenios ms floridos / y pren-das de varones eruditos". La eps tola de Salazar, en la que la autoridad provie-ne a travs de la l nea Dios-Virrey-Herrera-poeta americano, muestra en este afn de suficiencia intelectual ms de una simil i tud con la obra de Balbuena. N te -se, a d e m s , que en Salazar este prestigio intelectual tiene una clara v inculac in manierista.

  • NRFH, XLV EL "COMPENDIO APOLOGTICO" DE BALBUENA 381

    La reivindicacin americana en Balbuena puede encontrar paralelos con el desarrollo de las conciencias peninsulares. Ercilla, quien merece elogios extraordinarios a Balbuena por el tema de su Araucana, es catalogado dentro de la n m i n a pot ica espaola, mientras don Lorenzo de los Ros y Ugarte, incluido entre los ame-ricanos, es elogiado por la "heroica y feliz vena" con que "va des-cribiendo las maravillosas hazaas del Cid" (p. 142). La misma creacin de modelos mticos en Balbuena pasa por la exaltacin de La Araucanayla e leccin de Bernardo del Carpi como h r o e nacional-personal. El reconocimiento americano como algo dife-rente de lo peninsular est presente en la obra de Balbuena, aun-que slo de la misma manera como se identificaban frente a los castellanos el grupo de Mal Lara en Sevilla o el grupo zaragozano de los Argensola; o de la misma manera que otros tratadistas po-ticos, al sealar el origen de las lenguas, no dudaban en distinguir la catalana, la valenciana, la vasca, la portuguesa y la castellana como lenguas-culturas diferentes. No me parece que los t rminos "nacin" y "reinos occidentales", que aparecen en la Grandeza o el Compendio, hayan de ser entendidos en un sentido prenacionalis-ta, sino como sintomticos de una conciencia regionalista que, sin embargo, no cuestiona la validez del poder central. No se me esca-pa, sin embargo, que la lejana de la metrpol i y las especiales con-diciones de estos "reinos occidentales" permitan distinguir este f e n m e n o de la conciencia americana del de la simple concien-cia aragonesa o sevillana, en especial cuando nos situamos en una perspectiva histrica amplia que contempla la evolucin poltica e ideolgica de cada una de estas regiones. La ideologa del inters en la obra de Balbuena, que tan bien ha sabido explicar Bux, per-mite sospechar que su obra elogia y acepta un modelo de impe-rialismo y de gobierno del que l mismo quiere formar parte.

    El Compendio apologtico da pie para pensar en una suficiencia esttica tras la que se esconde un sentimiento de grupo. Sin duda que este carcter puede estar en el origen de posteriores reflexio-nes nacionalistas o criollistas, ausentes aqu de un nombre que les d ser. El Compendio s muestra, sin embargo, una clara relacin con el poder. A travs de diferentes niveles y estructuras los reinos oc-cidentales, la ciudad letrada y, sobre todo, la persona de Balbuena encuentran legit imacin como entidades de ordenamiento.

    El primer nivel habla de la relacin entre ciudad divina y ciu-dad humana. Los reinos occidentales son, as, autorizados por su inclusin en un universo cristiano y su exclusin del barbarismo indgena. La poesa, en trminos abstractos, es legitimada fren-

  • 382 ANTONIO CORTIJO OCAA NRFH, XLV

    te a los ataques de indecorosa (decoro religioso) y Balbuena en-cuentra unajustificacin para la adecuacin de su persona al tema pot ico de la Grandeza. La l nea de legitimacin desciende de Dios a la ciudad cristiana, de sta a la persona-entidad del obispo (en su persona individual y en el estamento religioso que representa) y de ste a la persona de Balbuena en su funcin sacerdotal.

    El segundo nivel trata de la ciudad humana como ciudad letra-da. Balbuena pone los fundamentos de la autosuficiencia mexi-cana en su condic in letrada, mediante la inclusin de los reinos occidentales (Mxico en particular) en el esquema del saber. Fren-te a Dios como eje superior de la p i rmide j e r rqu ica se erige la clasicidad o el pasado reciente ya elevado a condic in de autori-dad. La b s q u e d a de un pasado remoto que justifique la condi-cin re tr ica latente americana se encuentra en los cantos de los pueblos indgenas , parangonados a los de los pueblos hispanos prerromanos; la idea enhebradora en este nivel no es la palabra revelada sino la palabra civilizadora. De la condic in verbal de los pueblos ind genas pasamos a la de los pr ncipes regentes en su c o n d i c i n de mecenas y a la suficiencia letrada de la corte de poetas y literatos, cultivadores de la palabra potica. Los dos n i -veles, que han de leerse de modo yuxtapuesto y complementa-rio, nunca paratctico e independiente, acaban, no obstante, en la proc lamacin individual de Balbuena como individuo letrado.

    El verbum divino y el verbum humano producen una divisin estructuradora de los dos niveles. La tiara y el cetro - e l rgano de poder pol t ico, la academia letrada y la iglesia j e r r q u i c a - se aca-ban reuniendo en la base de la p i rmide en la persona de Bal-buena, quien por su oficio religioso y su conocimiento letrado queda aupado a la condicin de sabio perfecto. En este proceso de jus t i f icac in personal, Balbuena ha legit imado cada una de las instancias superiores en las que se incluye poniendo los funda-mentos de un edificio de autoridad de poder (humano y divino) encerrado en los lmites de la ciudad.

    El inters, finalmente, se constituye en mvil pol t ico y perso-nal. Este concepto, de nuevo de raigambre humanista, sirve para explicar el desarrollo de la justificacin mercantilista de las acti-tudes econmicas de los gobernantes en Amrica. La doctrina per-mita que sobre l se cimentara la poltica imperialista espaola, en especial, su actuacin en Amrica, as como las polticas particu-lares ciudadanas, ya sea las de las ciudades italianas o, en especfi-co, de las flamencas. En el plano personal e individual, el inters y el beneficio se acomodan, otra vez, a la figura de Balbuena, vi-

  • NRFH, X L V EL "COMPENDIO APOLOGTICO" DE BALBUENA 383

    do de ganancia y reconocimiento ( inters econmico e intelec-tual). Con ello se cierra un crculo que el mismo autor expresaba en la primera octava de su Grandeza, al sealar aquello que ser objeto de descriptio en su obra: si tuacin de lugar, suntuosidad de bienes materiales (calles, edificios, etc.), importancia de la gente que la puebla, e tctera .

    CONSIDERACIONES FINALES

    Fuera de interpretaciones forzadas de la obra de Balbuena que no encuentran un refuerzo textual e histrico, este anlisis del Com-pendio apologtico gira en torno a la idea de poesa civil que est en la base de su defensa pot ica.

    La comparac in con otras obras de alabanza pot ica resulta importante por cuanto seala las mismas fuentes para muchas de ellas. La redefinicin de las ciencias, segn se e n t e n d a el con-cepto en el siglo xv, tiene como origen la nueva pos ic in que los letrados ocupan en las cortes, as como la ascensin de la no-bleza y la aristocracia a la categora letrada. Esta redefinicin se realiza teniendo como base las ciencias de la palabra, en especial mediante una reconsideracin de la retrica y la gramtica. El con-cepto de hombre que sale de esta nueva especulacin filosfica ahonda en las races verbales de la condic in humana, aunando los conceptos de consecucin de la virtud, sabidura y verdad a tra-vs del estudio de la palabra humana y de la divina.

    Este concepto de la sabidura y del estudio, de la elocuencia d i r amos en t rminos humanistas, tiene una d imens in terica y una prctica, que, en el plano filosfico, se representa mediante la escisin de ciencias especulativas y ciencias prcticas. Por vez pri-mera desde la reflexin clsica, y superando el concepto agusti-niano del hombre como habitante de la civitas Dei, el contexto social, cvico y polt ico en el que el hombre se incluye va a tener repercusiones decisivas para la definicin del ser humano. El mar-co de la corte, el de la ciudad y el del estado elevan al hombre poco a poco de su condicin de ser individual a la de zoon politikon. Como la reflexin humanista se encargar de sealar, la sociedad rectora se o r d e n a r de acuerdo con la capacidad elocutiva del hombre, dando as una especial importancia al estudio de las cien-cias de la palabra.

    La sociedad de nuevo cuo formada de esta manera no desecha-ba lo religioso como aspecto constitutivo del hombre. Sin embar-

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    go, frente al mundo teocentrista que se acababa, el nuevo mundo de relaciones hombre-Dios ped a un sistema filosfico que diera cuenta de las nuevas expectativas. El neoplatonismo, desde me-diados del siglo xv, se ofreci como el sistema que conjugaba la idealidad de la nueva visin humana con la relacin divina que la rel igin como cdigo cultural peda . Este sistema estructuraba j e r r q u i c a m e n t e el orden de la creacin y del universo, sea lando una serie de grados descendentes y ascendentes de par t ic ipacin en el ordenamiento del mundo. El sistema no slo era vlido para explicar la relacin de las criaturas con Dios, sino que permit a en-globar en l modelos de relacin social de nueva planta, en espe-cial en la Italia de las ciudades estado. Por si esto fuera poco, los modelos de participacin, recuerdo, imitacin^ copia del modelo filo-sfico eran vlidos t ambin para la reflexin esttica.

    El poeta, entendido en el sentido amplio de la palabra en la concepc in de la poca, se ve as transformado de cortesano pa-laciego en demiurgo. Esta noc in incorporaba ideas tales como la de la par t ic ipacin de lo pot ico en lo virtuoso y en lo verdadero. Con el paso de la reflexin pot ica a la reflexin sobre el poeta se incorporaba todo el edificio esttico al nuevo orden ciudadano, haciendo del letrado-sabio-virtuoso una figura ideal para regir la sociedad. La idea pod a encontrar una acogida ins tantnea en Ita-lia, donde incluso la figura de algunos pr ncipes rectores como Cosimo de Medici aunaba en s la figura de pr nc ipe y la de poe-ta. El letrado, as, se ve reflexionando sobre asuntos morales, ms que polticos tal y como hoy los entendemos, que tienen que ver con las costumbres o con la reflexin sobre el modo de organizar una sociedad. Su papel de consejero encuentra una faceta prcti-ca que explica la p reocupac in de Erasmo o Vives por escribir tra-tados sobre la condic in de la esposa cristiana o sobre medidas para acabar con la mendicidad, igual que en Sebastin Fox Mor-cillo su p reocupac in sobre la educac in lo lleva a pedir una sepa-racin efectiva entre Iglesia y Estado.

    Siendo c o m n el contexto cultural en que surgen la obra de Balbuena y otras poticas que utilizan el mismo bagaje de autori-dades que sta, las miras diferentes que cada una ofrece, sin em-bargo, permiten sealar matices. Autores como Mesa del Olmeda adoptan la posicin del pseudo-retiro universitario y conciben la poes a desde la posicin de la moral individual 1 7 . El perfecciona-

    1 7 Mesa de Olmeda es autor de una po t ica llamada Digresionarlo potico de todos los metros, as espaoles como italianos, escrita entre 1585 y 1595, que se con-

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    miento personal y el conocimiento de uno mismo son las causas finales de la actividad pot ica. El edificio polt ico que ofrecen las fuentes que utilizan se ha reducido a la res publica litterarum. Bal-buena, sin embargo, retomando el inters de los primeros huma-nistas italianos del siglo xv, entiende la poes a como portadora de virtud, aunque su concepto de la moral como individuo en socie-dad se ampl a de lo individual a lo pbl ico.

    Aquellos autores ofrecen una reflexin estetizante, situada en los lmites del aula o de la comunidad de letrados, donde la igno-rancia seala la frontera del mundo exquisito de la sabidura. Bal-buena ofrece una consideracin de la poesa en la que la ciudad, como contexto polt ico, sirve de teln de fondo a una doble orde-nac in del poder: de una parte la que deriva de la ecuacin prn-cipe-poeta; de otra, la que se obtiene de la de prelado-sacerdote. La ignorancia, t ambin abominada por Balbuena en los mismos t rminos que en autores como Olmeda, seala el ascenso de los espaoles americanos y de Mxico a la categora de suficientes. Esta suficiencia cultural, cuando menos una direccin legtima de lectura del discurso de Balbuena, significa, en t rminos ms prc-ticos, la suficiencia para ejercer el poder, ya sea civil o religioso.

    No encontramos en Europa por las mismas fechas una moti-vacin similar a la de Balbuena. En Italia, tras las obras de Patrizi y Robertello, la p reocupac in esttica cerrar su horizonte de apli-cacin al de la obra literaria. En Francia la misma reflexin pol-tica se cen t ra r en La mthode historique de Bodin, que pone los cimientos a una filosofa de la historia, e laboracin doctrinal aje-na a la realidad de una nac in en desarrollo. En Espaa, la obra

    serva manuscrita e i n d i t a en el vol . 135 de varios, Fernn Nez Collection, Bancroft Library, University o f California, Berkeley (MS UCB 143) y de la que hemos preparado u n estudio (en prensa). De la c o m p a r a c i n de los dos textos, el de Olmeda y el de Balbuena, resulta la asombrosa coincidencia en las fuen-tes utilizadas. Ambas obras, sin embargo, presuponen ideas de poes a diametralmente opuestas. Mientras el edificio t er ico revierte con Olmeda en la defensa de una poes a elitista, que pertenece al c rcu lo de los letrados, para Bal-buena el mismo grupo de autoridades refuerza una idea civil y comprometida de la poes a . Los dos tratados, a d e m s , coinciden en su estructura. En el Digre-sionarlo, la l t i m a parte es una t r a d u c c i n de Olmeda de la Batracomiomaquia p s e u d o h o m r i c a , a modo de breve epil io alejandrino cuyo ca rc te r de nuga la convierte en p e q u e a exquisitez lrica. En Balbuena, el Compendio precede a la Grandeza, poema p ico mayor de tinte exaltado y fundacional. Entre ambos autores, pues, hay la distancia que lleva de la pica h o m r i c a o virgiliana al roco-c del epil io alejandrino.

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    de Saavedra Fajardo acabar desterrando a los poetas de los lmi-tes de la ciudad como incapaces de todo gobierno.

    Balbuena, sin embargo, establece una ecuacin entre poesa y civilidad que hay que ver en parte, como fruto de la realidad ame-ricana. El inters personal (no el altruismo lascasiano n i la con-ciencia del pueblo del Inca Garcilaso) se canaliza a travs de un discurso reverente con el poder metropolitano (semejante a Sala-zar), preocupado por sealar la capacidad intelectual propia y de los reinos occidentales para ordenar, regir y dominar unas tierras en ejercicio a la par virtuoso y lucrativo.

    Poesa y pica. Momentos de la definicin de un sujeto colonial

    La tendencia de la crtica literaria es la de adelantar en el tiempo el nacimiento de la conciencia criolla, en un afn justificado por responder a necesidades de identidad actuales 1 8. Si cada poca busca a sus modelos culturales en el pasado, ya sea para adherirse u oponerse a ellos, la crtica ha ido buscando fuentes en el pasa-do que justifiquen la llegada a una conciencia diferencial e inde-pendentista en Hispanoamr ica . El siglo xvm, en especial desde la historiografa literaria, parece contar ms y ms con el favor de la crtica para buscar una conciencia americana a la que calificar de precriol la 1 9 . De modo paralelo, el l t imo tercio del siglo XVII (a partir de la reflexin c o n t e m p o r n e a sobre el ser barroco ame-ricano) se ha inc lu ido en el campo de mira de la cr t ica que paulatinamente avanza en retroceso con el intento de incorporar autores y obras al proceso de creacin del sujeto americano-colo-nial2. El peligro de esta reflexin no es desconocido para nadie, y aun alguno que otro estudio ya publicado ha pecado de excesivo apriorismo bien intencionado, que, lejos de integrar pocas, auto-res y conceptos en una historia literaria e ideolgica coherente, fuerza la reflexin desde el anacronismo y la impropiedad.

    El proceso de creacin del sujeto americano pasa por diferen-tes fases de agrupamiento, oposicin e identidad que no pueden

    1 8 Vase el p r l o g o y el ep logo de JUAN DURAN LUZIO, Bartolom de las Casas ante la conquista de Amrica. Las voces del historiador, Editorial de la Universidad Nacional, San Jos de Costa Rica, 1992.

    1 9 Cf. M . MORANA, "Formac in del pensamiento cr t ico-l i terario en Hispa-n o a m r i c a : p o c a colonial".

    20 Cf. J O H N BEVERLY, "Nuevas vacilaciones sobre el barroco", RCLL, 1988, n m . 28, 215-227.

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    dejar de verse, com proceso vivo que sigue siendo, desde la ptica presente. Por lo que toca a una de sus modalidades, la de la con-ciencia criolla, la identidad reivindicativa y escisionista coincide con la lucha armada con la met rpo l i en un momento en que el sujeto es consciente de su condic in de sujecin involuntaria. Las fases por las que se llega a este momento son tres, a m i entender:

    La primera coincide con la poca de la definicin de la nueva realidad americana (geogrfica, material y humana) posterior a la conquista. Las Casas y el Inca Garcilaso suponen dos voces de to-nos diferentes unidas por su afn de definicin. La defensa del indio en ambos casos presupone el acceso previo de los dos autores a la categora autorizada de letrado para desde all enunciar su defini-tio. La defensa de la condic in humana del indio y la exposicin del pasado y grandeza culturales suponen un f e n m e n o similar al que nos transmiten las literaturas vernculas con el cultivo de las chansons de geste y la historiografa medieval de tonos picos.

    Son dos los gneros literarios que nos reflejan el trnsito de una fase a otra entre el siglo xvi y el XVII: la pica y las poticas. El pasado remoto precolombino se sustituye por el pasado reciente de la conquista o la pica-elogio c o n t e m p o r n e a de la Amrica virreinal. El marco regional y el grupo humano sito en dicho con-texto constituyen los puntos de referencia obligatorios para cual-quier reflexin posterior sobre la esencia del sujeto americano. Tierra y pueblo, pues, son constituyentes necesarios de un rgano nacional todava no definido. Asimismo, frente a la identificacin que la met rpo l i produce entre los espaoles americanos y los indios en determinadas circunstancias, la lite superior de los mis-mos espaoles americanos se esfuerza por marcar un lmite claro de escisin entre ellos y la poblac in indgena , aun a pesar de la caracterizacin lrica idealista del indio, que lo retrata en la mayo-ra de las ocasiones ubicado en el pasado y con notas de irrealidad inverosmiles.

    Con la noc in de gobierno y orden entramos en la definicin del tercer elemento imprescindible para la const i tucin estatal. Este orden, que acabar siendo nacional, tiene, sin embargo, en este momento de paso entre un siglo y otro un carcter marcada-mente ciudadano. El f e n m e n o se corresponde con el desarrollo del romn en el siglo xn en Francia, as como con la reflexin te-rico-crtica de las arts potiques de la misma poca. Para Amrica puede citarse un n m e r o no elevado pero s proporcionalmente grande de textos tericos que definen el carcter civil de la poe-sa (Salazar, "Clorinda", Balbuena). En todos ellos se percibe una

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    nueva conciencia difcil de definir , que de modo recurrente habla por vez primera de "nuestras tierras occidentales". Se per-cibe, t a m b i n por vez pr imera, una conciencia de grupo que nunca se define de acuerdo con la individual idad sino con la colectividad. Por otra parte, este nuevo grupo sube consciente-mente a la cond ic in de igualdad con respecto a la me t rpo l i , todava sin props i to alguno de oposicin, pero s con el deseo de llamar la a tencin sobre su capacidad participativa. Este pro-ceso provoca en la l i tera tura determinados conceptos hasta cierto punto ambiguos si se los analiza desde nuestra s i tuacin presente. No se trata de una voluntad de oposicin a lo espaol peninsular desde una identidad definida y diferente, sino de la primera conciencia de la existencia de un grupo americano que se incluye dentro de la m q u i n a poltica e imperialista para afir-marse como sujeto colectivo. La primera definicin de este sujeto ml t ip l e (los reinos occidentales) se logra, pues, dentro de la incorporac in a la identidad espaola. La imitacin y la consecu-cin de una autoridad letrada son los modos de obtencin-afir-m a c i n de tal identidad, que ya se hab a dejado vislumbrar en Las Casas o en el Inca Garcilaso 2 1.

    A medida que el siglo xvn avanza se observa por vez primera en Camargo y Sor Juana un movimiento de agitacin de la identidad que slo concluir en la obra de la historiografa literaria ilustrada, donde aparecen las notas de diferencia y exclusividad, todava en germen en el l t imo tercio del siglo xvn. As, slo en este momen-to p o d r empezarse a definir lo americano sin necesidad de acu-dir a lo espaol para encontrar un respaldo identificador y de autoridad.

    La c reac in del sujeto colonial en estas tres fases reviste las caractersticas de una asimilacin imitativa y de una consecucin de autoridad desde el sometimiento (sujeto-sujecin). Balbuena supone un segundo momento en la def inic in del sujeto colo-nia l . En este proceso que acaba marcando el paso de sujeto pasivo a sujeto enunciativo en el siglo xix, Balbuena no repre-senta conciencia precriolla alguna en un sentido .anacrnico. Su voz es simplemente la de una a f i rmac in indiv idual ( i n t e r s , fama) dentro de una identificacin colectiva (grupo, reinos occi-dentales), que necesita para su simple expres in alzarse a la con-

    2 1 Vase m i discusin sobre el carc te r humanista de Las Casas en "El p r -logo a la Historia de las Indias: Ba r to lom de las Casas humanista", Revlb, 170/171 (1995).

  • NBFH, X L V EL "COMPENDIO APOLOGTICO" DE BALBUENA 389

    dicin de autoridad mediante la imitacin y copia de unos mode-los de ejercicio pot ico y de poder. As, el sujeto va de la defini-c in -que lo eleva a ca tegor a j u r d i ca y a la cond ic in de ente existente- a la identidad dentro del grupo, por medio de la afir-macin de su autoridad. De aqu , sin embargo, a la conciencia de la diferenciacin y del derecho de au tode te rminac in queda ms de un siglo y medio.

    ANTONIO CORTIJO OCAA

    University o f California, Berkeley