Comunicación: en la encrucijada de la construcción ciudadana

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La ciudadanía solo puede entenderse como una actitud activadestinada a promover cambios en el orden social como parte delcompromiso que supone pertenecer a una comunidad política. Elejercicio ciudadano está también asociado a la posibilidad de incidiry participar. Hoy la participación está directamente relacionada con lacomunicación, entendida como intercambio y producción de sentidosen el espacio público. El derecho a la comunicación es un derechohumano básico y habilitante de otros derechos. La construcción deuna ciudadanía comunicacional se presenta como un desafío paratodas las personas, pero en particular para los comunicadores. Participación,diálogo y responsabilidad son criterios fundamentales parala vigencia del derecho a la comunicación.

Transcript of Comunicación: en la encrucijada de la construcción ciudadana

  • Recibido: 01/08/13Aceptado: 09/09/13

    Washington Uranga Docente investigador UNLP-UBA-UNQ. [email protected] / wuranga.com.ar

    Intersecciones en Comunicacin 7:Pag. 11-39

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    Intersecciones en Comunicacin 7. 2013. ISSN 1515-2332 - Copyright Facultad de Ciencias Sociales - UNCPBA - Argentina

    RESUMENLa ciudadana solo puede entenderse como una actitud activa

    destinada a promover cambios en el orden social como parte del compromiso que supone pertenecer a una comunidad poltica. El ejercicio ciudadano est tambin asociado a la posibilidad de incidir y participar. Hoy la participacin est directamente relacionada con la comunicacin, entendida como intercambio y produccin de sentidos en el espacio pblico. El derecho a la comunicacin es un derecho humano bsico y habilitante de otros derechos. La construccin de una ciudadana comunicacional se presenta como un desafo para todas las personas, pero en particular para los comunicadores. Parti-cipacin, dilogo y responsabilidad son criterios fundamentales para la vigencia del derecho a la comunicacin. La movilizacin social est asociada a la posibilidad de construir bienes pblicos.

    Palabras clave: Comunicacin - Democracia - Ciudadana pol-tica - Derechos

    ABSTRACT COMMUNICATION: AT THE CROSSROADS OF THE CONS-

    TRUCTION CITIzENSHIP. Citizenship can only be understood as an active attitude to promote changes in the social order as part of the commitment assumed to belong to a political community. The exercise of citizenship is also associated with the ability to influence and participate. Today participation is directly associated with com-munication, understood as an exchange and production of meaning in public space. The right to communicate is a basic right that permmite the exercise of other rights. Building a communications citizenship is presented as a challenge to all people, but especially for commu-nicators. Participation, dialogue and accountability are key criteria for the exercise of the right to communication. Social mobilization is associated with the possibility of building public goods.

    Keywords: Communication - Democracy - Political citizenship - Rights

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    Hablar de ciudadana puede resultar poco esclarecedor si no se precisan con exactitud la referencias que el concepto tiene y los alcances que se le adjudican. Porque a la vista est que muchos discursos hacen uso del trmino con presunta ignorancia o con clara intencionalidad de tergiversacin y manipulacin. Lo primero que cabe sealar es que la ciudadana supone siempre una predisposicin activa y constructora, lejos de toda pasividad. Tal como lo seala la autora espaola Adela Cortina:

    lo que exige una moral de ciudadanos es que sean ellos mismos quienes asuman sus orientaciones y se hagan responsables de ellas, desprendindose de esa actitud de vasallaje que resulta totalmente impropia de nuestra poca, aunque sea, por desgracia, tan comn (Cortina, 1999).

    En el mismo sentido el filsofo y educador colombiano Jos Bernardo Toro asegura que:

    Un ciudadano es una persona capaz, en cooperacin con otros, de crear o transformar el orden social que ella misma quiere vivir, cumplir y proteger para la dignidad de todos. Ser ciudadano implica entender que el orden de la sociedad -las leyes, las costumbres, las instituciones, las tradiciones- no es natural; el orden social es un invento, una creacin hecha por los hombres y las mujeres de la misma sociedad. Y entender que si ese orden no produce dignidad se puede transformar o crear uno nuevo, en cooperacin con otros. La cdula de ciudadana y la mayora de edad son requi-sitos legales para ejercer la ciudadana, pero lo que hace al ciudadano es la capacidad de crear o modificar el orden social, es decir, la capacidad de crear libertad. (Toro, s/f).

    El concepto de ciudadana se asocia, en primer lugar a un estado (status) basado en la facultad de una persona de ser acreedora y tributaria de derechos y deberes, en tanto y en cuanto es considerada miembro pleno de una comunidad (Marshall y Bottomore, 1992). La ciudadana implica un sentido de pertenencia,

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    integracin y membreca a una determinada comunidad poltica, entre cuyos miembros se establecen relaciones de interdependencia, responsabilidad, solidaridad y lealtad. Se puede afirmar que la ciudadana no es una condicin que se da por el simple hecho de pertenecer, de tener un documento que lo acredite. Exige voluntad positiva, disposicin a la participacin, inters por los asuntos comunes (asuntos pblicos). La condicin ciudadana se construye tambin con formacin y voluntad poltica, es decir, con la decisin del individuo de participar, y se alcanza mediante el reconocimiento por parte de la comunidad poltica a la que se pertenece. Tngase en cuenta que esto puede lograrse a muy diferentes niveles: en el barrio, en el municipio, en la regin, en el pas.

    Sin embargo, la idea bsica de ciudadana se ha ido vaciando de sentido hasta perder gran parte de su significacin para la vida cotidiana de las personas, quedando reducida a la mera cuestin jurdica y al ejercicio del voto para la eleccin de los representantes. Existe el riesgo de confundir o identificar la ciudadana solo con prc-ticas tales como gozar de la libertad de expresin, poder expresarse o recibir beneficios sociales.

    El investigador colombiano Omar Rincn asegura que la ciu-dadana es una figura poltica (Rincn, 2004). Para sostenerlo el propio Rincn cita a Fabrizio Cabrera cuando seala que estamos hablando de la adquisicin de referentes y competencias prcticas capaces de propiciar y estimular la participacin activa en los espa-cios polticos y agrega que obviamente se trata de ir ms all de votar. Se trata de adquirir informacin, desplegar intereses, cultivar actitudes y adoptar criterios que contribuyan a construir y enriquecer un espacio poltico cultural (Cabrera, 2002).

    Revisar el concepto de ciudadana y reinstalarlo desde una perspectiva de ciudadana social y de vigencia de derechos supone por lo menos dos tareas. La primera es proponerse la construccin de una verdadera sociedad de iguales, en la cual cada uno y cada una sea un miembro de pleno derecho. La segunda es generar la factibilidad y desarrollar las estrategias para que esa condicin de

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    miembro pleno est asociada tambin al acceso a los recursos bsicos y a las condiciones esenciales que permitan garantizar el ejercicio de esos derechos y deberes. Significa tambin que la no exclusin, la no discriminacin en la llegada a tales recursos es una condicin necesaria de la ciudadana. Pero no es suficiente. La ciudadana, para ser plena, tiene que estar asociada a la posibilidad de incidir, de ejercer algn tipo de influencia en el rumbo de los acontecimientos, en la orientacin general de la marcha de la comunidad poltica o de cualquiera de aquellos espacios en los que el ciudadano y la ciudadana manifiesten inters en participar.

    Lo anterior necesita de condiciones de realizacin. En su sentido ms pleno la ciudadana se apoya en un modelo econmico, poltico, social y cultural democrtico que garantice la plenitud de los derechos de cada uno de los ciudadanos y las ciudadanas, incluyendo dentro de estos la posibilidad de intervencin -en algn grado que supere la mera emisin del voto- en la toma de decisiones que afectan a la comunidad. Tales posibilidades podran ubicarse, entre otras, en la participacin en la construccin de la agenda pblica, de los temas que la componen, y en los debates que a partir de ello se suscitan.

    En las ltimas dcadas el concepto de ciudadana se ha rescatado desde la poltica, mientras que desde lo conceptual se lo problematiza y se lo somete a un proceso de constantes redefiniciones. En todo ello tiene mucho que ver la crisis de los agentes tradicionales de socializacin y de las formas de representacin. La familia, la escuela y la iglesia, han dejado de ser reconocidos como los espacios privi-legiados de la socializacin, mientras que los partidos polticos y los sindicatos perdieron el lugar que otrora ostentaron como depositarios de la expresin y del sentir de los ciudadanos.

    Dicho esto se puede afirmar que la ciudadana es un espacio a conquistar, un mbito abierto a la creatividad a la vez que una convocatoria a la participacin y un lugar que demanda la respon-sabilidad individual y colectiva de las personas que habitan en una comunidad. Ser ciudadano es ser parte, sentirse parte. Pero esto no ocurre de manera automtica, burocrtica o meramente formal.

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    Para algunos esto representa un desafo y una invitacin a lo nuevo, a la apertura de otras sendas. En ese camino se puede reconocer el aporte de los llamados movimientos y organizaciones sociales. Estos, con diferentes grados de institucionalidad y diversi-dad de formas organizativas, constituyen un renovado mbito para el ejercicio ciudadano. Se dan en este espacio ricas manifestacio-nes de la expresin ciudadana. Algo similar podra decirse de las organizaciones de la sociedad civil. Son lugares donde se recrea la participacin poltica y, por esta va, la socializacin y la integracin en la vida de la comunidad.

    Pero estos movimientos y organizaciones no resuelven una necesidad de toda sociedad: la construccin colectiva de sentidos que sirvan de ordenadores del pensamiento social y poltico, generando hegemonas que hagan posible la gestin poltica. Las estructuras polticas tradicionales siguen en crisis y es insuficiente la accin de estos nuevos actores. As el sistema de medios de comunicacin (apoyado en el vertiginoso desarrollo tecnolgico de las comunica-ciones) surge como el nuevo mbito de socializacin.

    LA PoLTICA ATERRIzA EN EL ESCENARIo dE LA CoMUNICACIN

    Informacin y ciudadana tienen una relacin esencial. El acceso a la informacin por parte de los ciudadanos es una condicin para el discernimiento, para la construccin de opiniones fundadas y, de esta manera, para el ejercicio pleno de la ciudadana. La calidad de la participacin aumenta en relacin directa con la calidad de la informacin que se posee. El derecho de acceso a la informacin no es una cuestin de los periodistas, de los profesionales o los tcnicos. Es una cuestin ciudadana, un derecho que nos asiste a todos en tanto y en cuanto ciudadanos.

    De la misma manera el derecho a la comunicacin debe ser comprendido como un derecho habilitante de otros derechos. Nadie

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    puede demandar algo que no conoce o que no percibe como un de-recho. Para exigir salud hay que estar informado de que eso forma parte de un derecho humano fundamental. Lo mismo para solicitar educacin o garantas para el medio ambiente.

    Y no debera reclamarse este derecho solamente al Estado sino tambin a los privados, porque son precisamente estos los que muchas veces actan despojando a los ciudadanos de sus derechos fundamentales, comenzando por la comunicacin. Si bien al Estado le corresponde la funcin fundamental de actuar como garante ltimo de los derechos, incluso utilizando para ello el poder de coaccin que le ha sido asignado normativamente, la corresponsabilidad en cuanto a la vigencia de los mismos compete al conjunto de los actores de una sociedad, tambin a la Sociedad Civil.

    Para volver el tema de la comunicacin. Hoy la comunicacin tiene que ser considerada como un mbito esencial del ejercicio ciudadano. La ciudadana se construye tambin en los espacios de comunicacin. Lo afirm hace muchos aos atrs el investigador peruano Rafael Roncagliolo, ex canciller del gobierno del actual presidente Ollanta Humala, al decir que no pueden existir socie-dades democrticas sin comunicacin democrtica y a la inversa, que la comunicacin democrtica solo es posible en sociedades que tambin sean democrticas. Comunicacin y democracia son variables interdependientes en las condiciones actuales de la vida social, poltica y comunicacional.

    Poltica y comunicacin son dos reas, dos mbitos de actuacin indisolublemente ligados. Es ms. Podramos llegar a preguntarnos qu es primero en el marco de la mutua interdependencia entre ciudadana poltica y comunicacin. Quin configura a quin? La comunicacin a la poltica? O a la inversa la poltica a la comunica-cin? A estos interrogantes se podra agregar tambin otro: el sistema de medios es, hoy por hoy, el escenario ineludible de la poltica?

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    UN NUEVo Modo dE SER EN EL MUNdo: LA MEdIATIzACIN

    En 1991, en un seminario sobre Poltica y comunicacin organizado en la Universidad Nacional de Crdoba, la docente e investigadora Mara Cristina Mata, aport una lcida reflexin titulada Entre la plaza y la platea buscando sumar explicaciones (tambin expuestas entonces entre otros tericos de la comunicacin por Oscar Landi, Nicols Casullo y Hctor Schmucler) al fenmeno de la mediatizacin de la poltica.

    De la plaza a la platea -deca Mata- sera entonces la imagen del movimiento sustitutorio que revela los nuevos espacios fsicos y simblicos que se admiten como lugares de produccin del sentido poltico y unas estrategias propias de tales espacios, articulados por la mediacin tecnolgica y el consumo cultural. (Mata: 1992).

    Adverta sin embargo la autora sobre el riesgo de la simplificacin que sugerira la clausura de la primera (la plaza), su oclusin, su olvido... (...) su desaparicin sin rastros en el imaginario poltico que se construye desde ese otro lugar central que es la platea. Y ms adelante sostena que lo que desafa nuestra comprensin y nuestro juicio al asumir que la poltica se construye hoy desde una tensin entre la plaza y la platea y no en virtud de una lisa y total destruccin de la primera bajo el imperio de la segunda (Mata: 1992).

    El brasileo Pedro Gilberto Gomes escribi sobre El proceso de mediatizacin de la sociedad (Gomes, 2007) y sostuvo que aquella posicin entonces revolucionaria de Mata ha sido superada porque ahora existe un escenario del espectculo, donde no se habla ms de la plaza y de la platea y porque de hecho si un aspecto o un hecho no es mediatizado, parece no existir. Por tal motivo, sigue diciendo Gomes, es preciso aceptar la mediatizacin como un nuevo modo de ser en el mundo que como tal construye sentido induciendo una forma de organizacin social.

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    El colombiano Germn Rey afirma que los medios de comuni-cacin son actores importantes en la conformacin de lo pblico, (...) escenarios de representacin de lo social y a la vez lugares de circulacin de puntos de vista, de sistemas ms o menos plurales de interpretacin (Rey, 2002).

    Los varones y las mujeres de hoy viven inmersos en la sensacin de superinformacin en el marco del mundo globalizado y asediados por la oferta permanente y agresiva de productos culturales de todo tipo generados sobre la base de un gran desarrollo tecnolgico de los sistemas de la comunicacin, de la maquinaria econmica y del consumo. En este contexto el sistema de medios opera como un engranaje que fragmenta la complejidad de lo real y cierra las posi-bilidades de acceso a la informacin. As, para el ciudadano, para el hombre y la mujer que miran la historia a travs de la televisin y, en algunos casos, mediante el acceso a internet, el conocimiento del mundo que lo rodea se hace cada da ms difcil y paradjica-mente, ms vital. No se puede vivir sin la informacin, pero tampoco se puede acceder a ella de manera til y productiva. Cuando se lo hace es de forma fragmentada, recortada y seleccionada por los gate-keepers (los porteros), entendiendo por ello a los editores, los responsables de produccin, los periodistas, en general, los comu-nicadores sociales y hoy, los community manager (administradores y operadores de redes).

    Ciudadana, poder y poltica no pueden aislarse en el marco de cualquier escenario histrico social. Los debates y las confrontaciones comunicacionales son enfrentamientos por el poder donde no existen los independientes por ms que algunos se definan de tal modo. En ese marco, la confrontacin poltica se transforma sustancialmente en una lucha de relatos y de sentidos interpretativos, en la cual los actores intentan imponer, por una parte, sus puntos de vista acerca de los hechos y, por otra, tambin un modelo de sociedad. El espacio pblico est hoy mediatizado, se ha transformado en un mbito de lucha simblica por el poder.

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    Por esa misma razn, quienes participan de tales debates aspiran a cooptar discursivamente y para ello se apropian del lenguaje cargan-do de sentido a cada expresin y alinendolas con las posiciones que buscan sostener. Lo hacen los editores responsables, los periodistas, los escritores y guionistas, por ms que unos se autodenominen objetivos o independientes y otros argumenten que el arte y la creatividad nada tienen que ver con la poltica. Lo hace de manera explcita el denominado periodismo militante asumiendo que a los profesionales les corresponde transparentar, hacer visible, su posicin poltica y adoptar posicionamientos pblicos.

    LA CoMPLEjIdAd

    El filosofo Edgar Morin sostiene que el problema universal de todo ciudadano es cmo conseguir acceso a las informaciones sobre el mundo y cmo adquirir la posibilidad de articularlas y organizarlas. Pero para hacerlo, para reconocer y conocer los problemas del mundo hace falta una reforma del pensamiento que requiere de la contextualizacin y complejizacin del conocimiento. (Morin, 2010). Esto es exactamente lo contrario de lo que discursivamente construye el sistema de medios: la simplificacin, las descontex-tualizacin y la fragmentacin. En realidad se podra afirmar que el discurso meditico, entendiendo por ello la trama que envuelve infor-macin ms entretenimiento, opera como un mecanismo distorsivo y obstaculizador respecto de la comprensin de lo real.

    En concordancia con el pensamiento de Morin diremos que para comprender lo que pasa y lo que nos pasa es necesario recuperar el pensamiento complejo. Entender que, a contramano de la lgica que nos ofrecen los medios de comunicacin, todas las situaciones son multicausales y que no existe una sola causa para un solo efec-to. El lenguaje de los medios es simplificador, lineal y monocausal. Muestran pero impiden comprender.

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    No basta con hablar de mediatizacin y subrayar el rol determi-nante que como socializador tiene el sistema de medios. Est por dems claro que los medios de comunicacin son parte fundamental y decisiva de la vida cotidiana de las personas, de grupos y estratos sociales. Se puede abundar en datos y estadsticas para corroborar esta afirmacin. Sin embargo, lo que resulta ms significativo es que los medios adquirieron un lugar de gran significacin e importancia en la construccin de la subjetividad de los individuos y de los actores sociales. Es decir, en la constitucin de la identidad de quienes son protagonistas y sujetos de los procesos sociales y culturales.

    Lo anterior resulta sumamente importante porque precisamente los medios vienen a ocupar los espacios que dejan libres otros ac-tores. El Estado tiene serias dificultades para proponer y construir identidad colectiva. Pero a ello se suma la crisis de la poltica, de la familia y las religiones en general, para contribuir a estos procesos de construccin de identidades.

    No obstante es fundamental advertir que no se trata de una mera sustitucin mediante la cual los medios pasaran a ocupar, segn algunas versiones, el espacio dejado vacante por otras institucio-nes. No es as. El proceso es ms complejo y no existe un retiro y una suplantacin. Hay tensin, disputa de espacios y roles. Pero al mismo tiempo es evidente y notorio el aumento de la incidencia de los medios en la configuracin social y cultural de los sujetos y, en consecuencia, su influencia en la conformacin de los procesos polticos, sociales y culturales. La gran mayora de los actores me-diticos niegan esta evidencia porque, a sabiendas, prefieren seguir refugiados en posiciones difciles de sostener bajo apelativos tales como la neutralidad, la objetividad o la independencia, apenas sustentadas en ciertos mitos de profesionalismo liberal.

    Vale la pena hacer otra precisin que matiza lo anterior sin llegar a ser contradictoria. No se puede pensar que los receptores de los mensajes aceptan acrticamente, incondicional y sumisamente todo aquello que los medios producen y emiten. Cuando los mensajes generados por los medios entran en contradiccin con las expectativas

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    o las valoraciones de los actores sociales, se produce una colisin que provoca que las audiencias rechacen en muchos casos el mensaje, sin modificar sus posiciones o puntos de vista previos. Pero en otras ocasiones lo que se genera es una sintona entre los mensajes y los esquemas de representacin ya existentes, previos, de los actores. El sistema de medios est en condiciones de identificar y potenciar sentidos preexistentes y presentes, captar matrices culturales para consolidar estados de opinin, potenciar climas o reforzar las tendencias.

    Pero en la mayora de las ocasiones lo que s hacen los medios es delinear las agendas. No pueden decir qu pensar, pero s de-terminar acerca de qu pensar y para ello no se ahorran recursos, mecanismos, reiteraciones.

    EN LA LUChA PoR EL PodER Todo VALE

    En la Argentina sigue vigente la concentracin de la propiedad de los medios en manos de grupos econmicos aliados con o parte de sectores tambin econmicamente poderosos. Frente a ello ha quedado demostrada la escasa capacidad del Estado para generar polticas de comunicacin verdaderamente democrticas, inclusivas y respetuosas de lo pblico. En favor del gobierno se puede argumentar que la batalla es feroz y que quienes sienten que pierden privilegios no ahorran ningn recurso, legtimo o ilegtimo. Lamentablemente la consecuencia es un escenario que no es favorable a la vigencia de los derechos ciudadanos y del derecho a la comunicacin. Porque en esa atmsfera la lucha poltica se convierte en una disputa desigual, donde la fuerza del poder meditico puede terminar imponiendo sus argumentos y sus intereses por encima de cualquier racionalidad poltica o legitimidad democrtica. Desigual porque hay muchas otras voces que hoy siguen excluidas de la mesa de los medios y no tienen cmo decir su palabra. Hasta el gobierno est en desventaja en esta materia. Por lo tanto, la lucha por la democratizacin de la

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    comunicacin es, en la Argentina actual, una lucha por el poder que no es coyuntural sino estructural y estratgica.

    La ley de Servicios de Comunicacin Audiovisual (No. 26.522, sancionada por ambas cmaras legislativas en el perodo ordinario 2007) represent en la Argentina un paso muy importante en ma-teria legal respecto de la democratizacin de la comunicacin. Pero tanto la resistencia que el sector privado comercial de medios puso en prctica intentando impedir la aprobacin de la norma, como la batalla legal que viene librando con posterioridad para evitar su aplicacin, son por s mismas un indicador de la importancia de lo que estamos sealando respecto de la comunicacin como escenario de lucha por el poder. Detrs de muchos argumentos en favor de la libertad de expresin se esconde, en realidad, la resistencia a perder el control sobre medios de comunicacin que son parte de una estructura de manejo del poder y pieza de un engranaje que tambin es poltico-jurdico-econmico y que defiende un modelo de sociedad no democrtico, que beneficia a pocos y excluye a las mayoras.

    Habra que evitar tambin la simplificacin que resuelve la tensin demonizando al poder meditico. Tan cierto es que lo pblico est dominado por los medios, como que el servicio de la accin poltica sigue teniendo su centro en la construccin de la plaza, en ese es-pacio donde lo tangible son las necesidades de las personas, de los excluidos y de los pobres. No hay mensaje poltico ms contundente que la escucha de la ciudadana y las contestaciones a sus deman-das. Tales respuestas, si son adecuadas y pertinentes, se convierten ellas mismas en relato poltico y generan sentido en favor de quien las promueve. Dicho de otro modo: el mejor mensaje es la accin poltica positiva que se edifica tambin con la movilizacin social y la participacin ciudadana en la construccin de las soluciones comunes. Sin esto es difcil que el discurso y los argumentos de los dirigentes cobren sentido en los actores sociales y en los ciudada-nos. Con respuestas a las demandas de la gente y la apertura de los espacios de participacin, la accin se vuelve comunicacin y adquiere valor poltico.

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    Ambos aspectos estn ntimamente unidos. El poder hoy no puede prescindir de la comunicacin y la defensa del derecho a la comunicacin, entendido como el ejercicio efectivo de todos y todas a decir su palabra en diferencia, es parte de la accin poltica. Para adquirir significacin esta ltima tiene que nutrirse de respuestas que alimenten de sentido la vida cotidiana de los ciudadanos.

    El sistema de comunicacin tiene una gran incidencia sobre los actores sociales y los sujetos de la vida colectiva. Por ese motivo es ineludible considerarlo como factor de poder y un interlocutor necesa-rio para analizar la gobernabilidad en una sociedad. Pero a diferencia de las autoridades polticas, que surgen de procesos electorales y deben reunir detrs de s consensos democrticos, los medios de comunicacin parecen slo sometidos a las leyes del mercado y, en la mayora de los casos, pregonan actuar con objetividad.

    El sistema poltico democrtico debera encontrar uno de sus principales soportes en la existencia de una slida interlocucin entre gobierno y sociedad, apoyada en una estructura de comunicacin basada en principios de derecho a la comunicacin y acceso a la informacin y en el compromiso de quienes ejercen el gobierno para actuar en consonancia con el deber de informar. Visto de este modo, los medios de comunicacin no pueden quedar a merced de los inte-reses del poder poltico o econmico. A los medios les corresponde ejercer la mediacin entre ciudadanos y gobiernos, entre opinin pblica y sociedad. En otras palabras: es un derecho del ciudadano acceder a la informacin y participar, en el marco de la democracia, del sentido de las decisiones polticas. Esto es parte de la Declaracin Universal de los Derechos Humanos. Su vigencia requiere de medidas polticas, de decisiones legislativas y de iniciativas sociales que lo garanticen. Si una sociedad renuncia a tomar decisiones en este sen-tido est resignando mejorar la calidad de la democracia. Al Estado le corresponde intervenir para que este servicio comunicacional se brinde de manera adecuada, pertinente y oportuna.

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    dERECho A LA CoMUNICACIN

    Cul es el concepto de comunicacin que se pone en juego? Aquel que la entiende como intercambio y produccin de sentidos en el espacio pblico, que contribuye a la construccin y consolidacin de estrategias de generacin de conocimiento colectivo. Tambin de procesos comunicacionales que aporten al diseo de polticas pbli-cas para el desarrollo. Pero fundamentalmente la comunicacin es el intercambio relacional fundante de los lazos sociales y culturales, que contribuye a configurar sentidos comunes, a construir la pertenencia a una comunidad, a una sociedad. La comunicacin no es slo un asunto de medios y de grandes masas, sino de procesos y de redes y de grupos o individuos (Orozco Gmez, 1994).

    Sigue existiendo -ya no la academia pero s en la sociedad- con-fusin entre informacin y comunicacin. Esta ltima, intercambio y negociacin de formas simblicas y produccin de sentidos, no puede ser reducida a la informacin. La comunicacin est relacionada con el intercambio de mensajes entre diferentes sujetos, personas, que participan de un proceso que es necesariamente colectivo, donde todos y todas emiten y al mismo tiempo receptan los mensajes. La informacin, en este marco, es un camino slo de ida, donde alguien emite con la intencin de que otros lo acojan pero sin interesarse -salvo por motivos de audiencia- por la respuesta que los destinatarios puedan dar a partir de lo recibido.

    El derecho a la comunicacin no se limita, de ninguna manera, a la comunicacin masiva o tecnolgicamente mediada. La comunicacin interpersonal, aquella que se construye en el cara a cara de la vida cotidiana es parte esencial del mismo derecho. La vida cotidiana es lugar de comunicacin y es la base de relaciones ciudadanas que demandan tambin la presencia de los comunicadores y de las comunicadoras y que son necesarias en una perspectiva de cambio social. Hay tambin ciertas propuestas de comunicacin comunitaria que se restringen a lo interpersonal porque consideran que esa es la nica estrategia posible dado el extremo proceso de marginalizacin en que se encuentran muchas comunidades.

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    Aunque no constituya una respuesta a lo anterior, es importante sealar que las nuevas tecnologas han abierto en pocas recientes enormes posibilidades en trminos de intercambios culturales hori-zontales, que tanto individuos como comunidades pueden establecer a nivel nacional pero tambin alrededor del mundo. El significado de comunidad puede ser ampliado a grupos que tienen intereses comunes, aunque pertenezcan a culturas diferentes. Paulatinamente grupos e individuos han logrado acceder (o se tomaron por asalto) a otros y otras personas y comunidades que antes estaban marginados. Los retos a la comunicacin estn evolucionando constantemente, en la medida en que aparecen nuevas posibilidades pero tambin nuevas necesidades. De esta manera tambin se ampla el sentido del derecho a la comunicacin.

    Estamos pensando en una comunicacin que promueva dilogos, respetando la diversidad, fomentando empoderamientos colectivos y aportando a una nueva manera de entender la comunidad, ligada a las libertades e independencias individuales, a travs de continuos acercamientos y compromisos colectivos.

    Frente a esta realidad es necesario entender que los medios, las tecnologas de la comunicacin, no son ms que una herramienta y slo eso. Estas tecnologas pueden ayudar al proceso de comunica-cin pero el ejercicio del derecho como tal depende de los sujetos, de las personas que lo protagonizan. Y ms all de eso es necesario comprender que, en muchos casos, un rostro cargado de afecto co-munica ms que mil imgenes televisivas y que un diario mural o un juego de lpices de colores puede ser tan til como un computador con conexin a internet.

    El derecho a la comunicacin slo se puede comprender y puede ser ejercido efectivamente en el marco de cada cultura, partiendo de sus valores y de sus modos de entender y de entenderse, de la manera cmo las personas se constituyen en ese espacio. Trabajar por el derecho a la comunicacin supone construir, desde el mbito especfico, las condiciones para garantizar la inclusin y la parti-cipacin de todos los actores en el escenario social. Es una tarea

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    cultural pero inevitablemente poltica y asociada a la idea de cambio, motorizada por los sueos y las utopas de los sujetos que la llevan adelante y cuyos xitos no se miden exclusivamente por las metas alcanzadas sino por los procesos a travs de los cuales las personas, los ciudadanos y ciudadanas, adquieren mayores capacidades y posibilidades para comunicar y comunicarse.

    Lo PBLICo y LA CoMUNICACIN

    Jos Bernardo Toro sostiene que no es posible aproximarnos a una construccin de lo pblico, sino bajo una comprensin del ciu-dadano, de la organizacin institucional y del tejido social (Toro, s/f). Nuestra preocupacin fundamental tiene que estar puesta sobre la ciudadana en el marco concreto de las relaciones sociales. La proble-matizacin de la cuestin ciudadana no es meramente un problema terico, sino un desafo concreto y tangible para todos aquellos que estn comprometidos en la construccin de la vida social y poltica. Tambin para los comunicadores. Porque en la medida en que se ha producido un desplazamiento de la arena poltica al escenario de los medios, este ltimo es, inevitablemente, un espacio de lucha poltica por el poder. All se juegan no solo cuestiones comunicacionales, sino que se dirimen debates de otro orden que ataen a la ciudadana y a la vigencia de los derechos fundamentales en todos sus aspectos.

    Los medios pueden jugar distintos papeles en el marco de la go-bernabilidad. Pueden convertirse en difusores de la demanda social, en correa de transmisin de las exigencias de los distintos sectores de la sociedad. Pueden actuar adems como aliados del gobierno, como amplificadores de sus orientaciones y puntos de vista, de sus sealamientos polticos. Pueden concebirse de manera ms integral como escenario; como ese espacio donde todos los actores sociales se encuentran para intercambiar y dialogar. Esto ltimo dicho sin la ingenuidad ni la pretensin de desconocer la inevitable y -en el mejor sentido- saludable lucha por el poder. Ninguna de estas posibilidades

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    es excluyente de la otra. Todas se suman y complementan en el marco de la sociedad actual, mediatizada de manera definitiva. Lo mejor sera que la idea del escenario contenga a las otras (difusores de la demanda social o aliados del gobierno), porque aquella es la que ms contempla la posibilidad democrtica, porque incluye la diversidad y la pluralidad, pero tambin porque la interlocucin de los actores en ese espacio ayudar a ponderar cada posicin en el marco del dilogo poltico, social y cultural.

    Una poltica pblica de comunicacin democrtica requiere una autoridad de aplicacin que exprese, de manera inequvoca, al con-junto de los actores de ese escenario plural y no sujeto a ninguno de ellos, porque de esta manera an por encima de la legalidad, se ganar en legitimidad. Pero en todos los casos la comunicacin actual requiere responsabilidad. De parte de quienes ejercen la comunicacin en los medios para expresar la demanda de manera comprensible y dimensionada, con la inexcusable veracidad que incluye la necesidad de contextualizar, evitando dar la parte como si fuera el todo y dejando de lado los golpes de efecto producidos mediante el sensacionalismo.

    Del lado de quienes gobiernan la responsabilidad demanda des-plegar todas las medidas para que el derecho a la comunicacin y la libertad de expresin se cimienten en la igualdad de oportunidades. Y por parte de los actores sociales en asumir que ejercer el derecho a la comunicacin supone tomar la iniciativa, involucrarse y poner en juego la palabra para hacer diciendo.

    As planteada la comunicacin puede ayudar a la gobernabili-dad. Cualquier desbalanceo puede ser nefasto para la democracia. Desde este punto de vista, siendo importantes las normas sern siempre insuficientes. En materia de comunicacin y gobernabilidad, la responsabilidad de los actores se ubica incluso por encima del cumplimiento estricto de las normas. Hay que construir tambin un captulo de responsabilidad social de la comunicacin con base tica y cimentada en una perspectiva de derechos.

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    CoMUNICACIN y dILoGo SoCIAL

    El derecho a la comunicacin puede entenderse como aquella potestad de todos los ciudadanos para expresarse en igualdad de oportunidades y en equidad de condiciones. Esto quiere decir que cada uno y cada una, incluye entre sus derechos humanos funda-mentales el de comunicarse, entrar relacin y entablar dilogos productivos, con otros y con otras. Sin embargo, este no puede ser un derecho simplemente declamado. Para que sea efectivo tiene que apoyarse en condiciones materiales (econmicas, polticas, sociales y culturales) que lo garanticen. Sin embargo, no podra decirse que hay que modificar primero las condiciones sociales para avanzar en la implementacin del derecho a la comunicacin. Derecho a la comunicacin y derechos ciudadanos, en una sociedad democrtica, tienen que avanzar de la mano, generando condiciones mutuas. No hay sociedades democrticas sin comunicacin democrtica y viceversa. Trabajar por el efectivo derecho de todos y todas a expre-sarse y comunicarse desde la diversidad de miradas y pluralidad de perspectivas es, de por s, aportar a la construccin de una sociedad donde tengan vigencia los derechos ciudadanos. Pero no menos cierto es que la construccin de una sociedad inclusiva, sin condiciona-mientos, requiere tambin de un efectivo derecho a la comunicacin.

    El derecho a la comunicacin es vertebrador del dilogo social en democracia, porque permite acceder a la totalidad de los derechos, porque hace posible el intercambio en la diferencia, porque admite nuevos caminos para el procesamiento de los conflictos y la bsqueda de alternativas. Sin comunicacin no hay vivencia en democracia.

    En medio de los muchos reduccionismos a los que nos vemos sometidos -y mediante los cuales sometemos a otros dentro de lgicas binarias- para muchas personas y para muchas prcticas sociales y polticas, el derecho a la comunicacin slo se reivindica desde la posibilidad de decir, de expresar, de manifestar. Se hace menos hincapi en cambio, en otro aspecto tan importante y significativo como los anteriores: el lugar de la escucha que permite informacin,

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    pero que sobre todo, alimenta la reflexin, enriquece a las personas y a los colectivos. La palabra se potencia en la escucha. Y el derecho a la comunicacin tiene que contemplar de manera muy importante el desarrollo de espacios que fomenten la escucha. Porque habilitar la escucha alimenta y potencia la palabra.

    En medio del ensordecedor bullicio de la cultura meditica resul-tado de las industrias culturales tenemos que encontrar y propiciar mbitos de comunicacin dedicados a la escucha. No para el solaz individual o para la autosatisfaccin. S para enriquecer nuestra mirada, para darle densidad y para alimentar nuestras vivencias culturales y polticas. Para encontrar tambin all nuevas energas para el cambio y la transformacin.

    La Ley de Servicios de Comunicacin Audiovisual signific en Argentina un paso muy importante y significativo en camino hacia la plena vigencia del derecho a la comunicacin. Pero una ley no es una poltica y no podemos quedar encerrados nicamente en el debate en torno a la disputa por la aplicacin de algunos puntos de la norma. La ley tambin genera condiciones para ampliar el derecho a la comunicacin de nuevos actores locales, comunitarios, coope-rativos, para desarrollar sus capacidades, para generar contenidos y formatos coherentes con sus necesidades y adecuados a ellas que no sean meras rplicas del modelo instalado por la industria masiva cultural. Estas posibilidades, para que puedan prosperar, necesitan del apoyo del poltico y econmico del Estado.

    Veo en las expresiones artsticas, en los mbitos de creacin cultural, pero tambin en los nuevos escenarios que se abren a partir de los desarrollos tecnolgicos que nos brinda la comunicacin, una posibilidad en el sentido de lo que estamos sealando. Las redes, de diverso tipo, estn abriendo nuevas posibilidades. Pero necesitamos estudiar ms el fenmeno, su desarrollo, la manera como las personas se apropian de estas nuevas realidades y analizar qu efectos sociales, polticos y culturales produce. Por ahora slo tenemos consideracio-nes generales, apreciaciones sin demasiado fundamento de base, intuiciones. Es preciso estudiar estas nuevas realidades, observar el

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    desarrollo del fenmeno antes de sacar conclusiones apresuradas que nos llevarn a decisiones tambin equivocadas. Esto no significa dejar de actuar, de experimentar, de crecer en estas prcticas, porque eso es parte del aprendizaje. Aunque lo hagamos todava a tientas, intuitivamente y conviviendo con el error.

    CIUdAdANA CoMUNICACIoNAL

    Vale entonces preguntarse si existe una ciudadana comunica-cional. Si es aceptable utilizar semejante concepto. Dijimos antes que la ciudadana hoy supone comunicacin, porque lo ciudadano se construye desde el dilogo pblico en el espacio pblico, en una interaccin creativa que es multi actoral y multi sectorial. No se puede pensar lo pblico sin la comunicacin y los comunicadores tienen que asumir como propia la tarea de la construccin ciuda-dana, poniendo sobre sus espaldas el compromiso de acompaar, apuntalar y enriquecer desde sus saberes especficos a los procesos ciudadanos innovadores.

    Jess Martn-Barbero sostiene que: pensar la poltica desde la comunicacin significa pone en primer plano los ingredientes simblicos e imaginarios presentes en el proceso de formacin del poder. Lo que deriva la democratizacin de la sociedad hacia un trabajo en la propia trama cultural y comunicativa de las prcticas polticas. Ni la productividad social de la poltica es sepa-rable de las batallas que se libran en el terreno simblico, ni el carcter participativo de la democracia es hoy real por fuera de la escena pblica que construye la comunicacin masiva. Entonces, ms que en cuanto objetos de polticas, la comunicacin y la cultura se convierten en un campo primordial de batalla poltica: el estratgico escenario que le exige a la poltica recuperar su dimensin simblica -su capacidad de representar el vnculo entre los ciudadanos, el

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    sentimiento de pertenencia a una comunidad- para enfrentar la erosin del orden colectivo. (Martn-Barbero, 2002).

    Lo anterior supone trabajar por la promocin del debate pblico dentro de un modelo comunicacional que busca la creacin y mante-nimiento de redes de dilogo y produccin simblica diferencindose del modelo marketinero publicitario (sin negar algunos usos impor-tantes del mismo) y del difusionista centrado en la transmisin de informacin. Se trata de definir una comunicacin que se coloque en centro de la creacin y el mantenimiento de lo pblico en el sentido ms constructivo, para generar y promover intereses, espacios e imgenes comunes, que garanticen una democracia culturalmente vivida, es decir, asumida como valor y prctica. Una comunicacin que cree y recree lo pblico en relacin con sus pblicos ciudadanos. Una comunicacin que incorpore al sujeto popular a la comunicacin pblica en el espacio pblico. En fin, una comunicacin que interpele al poder y ayude al surgimiento de nuevas relaciones y otros equili-brios que favorezcan y empoderen al ciudadano como protagonista de la vida poltica.

    Una definicin posible de ciudadana comunicacional debera contemplar la participacin en un doble aspecto: el de la oferta meditica (desde los medios hacia el pblico-ciudadano) y el del consumo cultural (de las audiencias-ciudadanas hacia los medios). De esta manera el ciudadano podra ejercer de manera ntegra, completa, el derecho a la comunicacin que debe estar garantizado por el Estado: no solamente para recibir informacin y mensajes, sino para, primero, investigar, y al mismo tiempo, para producir y difundir informacin y opiniones. Esta posibilidad conlleva tambin responsabilidad de aportar a la construccin de espacios pblicos participativos y democrticos, la participacin en el diseo de es-trategias de comunicacin, en la deliberacin pblica y en el control social. Asumiendo tambin que esto incluye una gama muy grande de posibilidades, de formas de participacin, de niveles de compromiso y responsabilidad.

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    Estamos hablando entonces de una ciudadana comunicacional que, en el marco de los procesos polticos y culturales, permita la participacin creativa y protagnica de las personas como forma de eliminar la concentracin de poder de cualquier tipo para, as, construir y consolidar nuevas democracias, tal como lo propuso el congreso de comunicadores latinoamericanos y caribeos reunidos en Porto Alegre tres aos atrs (Mutiro de comunicao Amrica Latina y Caribe, 2010).

    Tal ciudadana comunicacional no puede ejercerse sino en el espacio pblico entendido como el escenario del consenso y del conflicto, de la disputa, la negociacin y el dilogo. Podramos decir que hablamos de un proceso de intercambio y produccin de sentidos en la sociedad, espacio de disputa simblica y material. Pese a su complejidad el espacio pblico es el nico mbito vlido para dirimir las disputas que son propias y a la vez genuinas de la construccin democrtica en diversidad, pluralidad y diferencia. Para eso se necesita garantizar el derecho ciudadano a la comunicacin.

    PARTICIPACIN, dILoGo y RESPoNSABILIdAd

    El derecho a la comunicacin adquiri su estatus y reconoci-miento en todos los organismos internacionales. Sin embargo, ese hecho no significa que se encuentre vigente. Lo mismo ocurre con otros derechos incluidos en la Declaracin Universal de los Derechos Humanos. Vale decir que los derechos no se otorgan, sino que se conquistan cada da a partir de la prctica de las personas y de los actores en las circunstancias en las que a cada uno le corresponde desempearse.

    La vigencia del derecho a la comunicacin est asociada a otras dos palabras claves: participacin y dilogo. Ambas nos hablan de un varn y una mujer, sujetos sociales, personas que se asumen en comunidad y en relacin con otros y otras a los que reconocen como iguales. All est la esencia de la comunicacin.

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    El comunicador y educador argentino Daniel Prieto Castillo resu-mi estas ideas en la siguiente afirmacin: comunicar es ejercer la calidad de ser humano. Y las explicit sealando:

    Comunicar es expresarse. Comunicar es interactuar. Co-municar es relacionarse. Comunicar es gozar. Comunicar es proyectarse. Comunicar es afirmarse en el propio ser. Comunicar es sentirse y sentir a los dems. Comunicar es abrirse al mundo. Comunicar es apropiarse de uno mismo. (Prieto Castillo, 1999).

    Llevar a la prctica estos contenidos de la comunicacin, tal como lo dice Prieto Castillo, es nuestro mayor desafo como personas y como comunicadores.

    En un dilogo que sostuve hace algunos meses con el colega Santiago ODonnell, director de la Maestra en Periodismo de la UBA, me deca refirindose a los periodistas, que hay que dejar atrs la etapa del equilibrio e ingresar en el momento de la transparen-cia. Antes, sealaba Santiago, se valoraba a los periodistas por una presunta objetividad, por la neutralidad, por el equilibrio y la equidistancia frente a los acontecimientos. Se entenda que de esta manera, tomando distancia, se podra ejercer mejor la tarea profesional. Hoy, en cambio, a quienes ejercemos el periodismo (pero vale la extensin a todos los comunicadores y comunicadoras), se nos exige respaldar con nuestra vida lo que decimos y hacemos en la profesin. Y el escenario pblico, que es escenario de ciudadana, es un mbito donde quedan reflejadas e impregnadas la totalidad de nuestras prcticas. Si no ejercemos la calidad del ser humano, tal como lo plantea Prieto Castillo, no se puede ser creble.

    Todo esto nos debera llevar tambin a repensar la tarea de los comunicadores en la sociedad para entenderlos como intervinculadores (White, 2007) entre los distintos actores y realidades pero, sobre todo, como facilitadores y articuladores del dilogo pblico entre actores plurales y diversos en un escenario pblico que es complejo porque est atravesado por dimensiones

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    econmicas, polticas, sociales y culturales, sin que ninguna de ellas tenga menos importancia que la otra y sin que alguna pueda ser soslayada.

    Y superando el margen de quienes estamos abocados, por profe-sin, por vocacin o por perspectiva acadmica a la comunicacin, es imprescindible asociar la condicin humana a la de comunicador, entendiendo que este es un rasgo esencial del sujeto como ser social en el espacio pblico. La comunicacin y el ejercicio ciudadano de la comunicacin es, a la vez que posibilidad, un compromiso irrenunciable para quienes, desde cualquier lugar y con cualquier matiz, quieran inscribirse en una perspectiva de ciudadana activa y transformadora.

    CoMUNICACIN PARA LA MoVILIzACIN SoCIAL

    En este itinerario de accin desde la comunicacin que venimos proponiendo no podemos desvincular la comunicacin de la moviliza-cin social para la construccin de bienes pblicos. La movilizacin social debe entenderse como un proceso que se apoya en la identidad de los actores sociales situados en un escenario determinado. No debera confundirse la movilizacin como una manifestacin o una accin aislada, mucho menos espontnea.

    La movilizacin social alimentada desde la comunicacin es un proceso colectivo que interrelaciona sujetos, organizaciones y comu-nidades para la construccin de bienes pblicos desde una perspec-tiva de derechos. El sujeto de estos derechos es el ciudadano. Las tecnologas de la comunicacin unidas a los cambios en la manera de entender la poltica y la participacin, estn configurando otros modos de comprender lo pblico. Lo domstico, por la exhibicin que se hace, se fusiona casi imperceptiblemente con aquello que alcanza difusin masiva para convertirse en relato dominante de los medios masivos.

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    Hay una manera diferente de entender el tiempo. Pasado y presente se funden en un mismo momento, borrando los lmites, perdiendo la densidad que puede aportar la mirada histrica que termina subsumida en un presente continuo y dejando un espacio casi inexistente para integrar los sueos como instancia que evoca la utopa.

    Se construye la agenda de manera diferente. Lo poltico y lo co-tidiano aparecen segmentados, y la poltica es presentada como un escenario de permanentes conflictos, un mundo en s mismo, ajeno la vida de los ciudadanos. Me atrevo a decir que desde una perspectiva de derechos los procesos comunicacionales tienen que contribuir a la movilizacin social entendida como procesos de empoderamiento poltico cultural desde lo local, para trabajar sobre la visibilidad de los actores de base y construir agendas desde la realidad de los mismos, desde sus situaciones problemticas, desde sus deseos, desde sus aspiraciones y utopas.

    Movilizacin social desde la comunicacin se hace a travs de la multiplicacin de los mbitos de creacin cultural, en la produccin de mensajes, pero tambin recuperando todos los espacios de inter-cambio en la vida cotidiana e incorporando la comunicacin como un componente estratgico de lo local y de lo cotidiano.

    La comunicacin, como bien lo seala Sandra Massoni (2011), es un momento relacionante de la diversidad cultural y es all don-de se alimenta la movilizacin social que es fuente de ciudadana. Para que ello suceda es necesario seguir pensando la comunicacin ms all de los medios y de las tecnologas, pero incluyendo a los medios y a las tecnologas. Los medios comunitarios, las radios y televisoras alternativas y populares, las productoras, son esenciales para alcanzar objetivos polticos, sociales, culturales y ciudadanos. Pero as como no se puede agotar la comunicacin en los medios, de ninguna manera se puede acepar que los medios son ajenos a la cultura, a la poltica, a la economa, en fin, buen vivir entendido como una nocin integral y abarcadora de calidad de vida tal como

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    lo comprenden la mayora de las culturas de los pueblos originarios de nuestra Amrica.

    Una mirada estratgica de la comunicacin debe aportar a la edificacin de procesos de movilizacin social para la construccin de bienes pblicos, para afianzar y empoderar las identidades di-versas y alentar la participacin en busca de mayor y mejor vigencia de derechos.

    BIBLIoGRAFA

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