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Revista GRatuita CirCula los do-

mingos Con el diario Ciudad CCs

búsCala de lunes a viernes en

nuestra sede: esq. san jaCinto,

edif. gradillas “C”, piso 1, al lado

de la taquilla úniCa de serviCios

muniCipales.

contenido Mirada de arañeroJorge Legañoa aLonso

Los ojos inconfundibles de Chávez aparecieron entre la multitud que asistía a la recién concluida 26ta Feria Internacional del Libro de La Habana. Desde el pecho de una joven cubana, la mirada del llanero devolvía la épica de la última campaña presidencial del líder bolivariano en 2012, cuando la enfermedad arreciaba, pero el espíritu luchador de Hugo desbordaba fe en la vida.Aquella muchacha sin nombre, en medio del gentío, en la fortaleza San Carlos de La Cabaña, en la capital cubana, cargaba toda una historia; pero lo que devolvió a este periodista la sensación de un Chávez más vivo que nunca —cuatro años después de su siembra— fue traer en sus manos un libro de carátula marrón, roja y negra, que vio la luz en medio del alboroto electoral del 7-O: Cuentos del Arañero.Ese grande de Cuba que fue José Martí escribió, en su época, que un hombre solo podrá sentirse realizado cuando haya plantado un árbol, nacido un hijo y publicado un libro; sin embargo, le agregaría que solo se es feliz si esa obra da frutos, se convierte en un ser de bien, o el libro camine de mano en mano —incluso si va todo raído— a ser leído por otros. Reconforta intuir que los cuentos de Chávez, la leyenda de ese hombre de bien, sus anécdotas, contradicciones y amores, continúan habitando en los corazones de millones.A Chávez llegamos a través de los sentidos, ya sea porque lo tocamos, lo abrazamos, pero más que nada, porque le escuchamos, como es el caso del colega Orlando Oramas y este servidor, quienes repasamos cientos de horas de los más de trecientos Aló, Presidente para extraer de allí lo que luego creció como Cuentos del Arañero: una vida contada en primera persona por el Comandante del 4-F.Ahora les llega una queridísima selección a través de Épale CCS, revista a la que agradecemos desde nuestros corazones caribeños por retomar los cuentos de Chávez, en esta nueva entrega en la que disfrutarán de un llanero de pura cepa, orgulloso de sus raíces, que fabula y nos lleva de la mano a conocer las leyendas del Arauca, porque todos conocimos a ese Hugo que, como decía Fidel, no exagera cuando narra pero “rellena” sus anécdotas con el pincel de los grandes escritores.Cuentos del Arañero es como montarse en un tren que te lleva a conocer las raíces del presidente Hugo Chávez, en Sabaneta de Barinas, en aquella casita de palma y piso de tierra; recorre los llanos venezolanos, sube a los cerros de Caracas y te hace suspirar con cada corrío que entona su protagonista, pero más que nada es el reflejo de la Venezuela profunda que llevamos dentro.Estas son confidencias muy del alma de un hombre que no le habla al pueblo como una masa amorfa, le habla a cada corazón, mirando a los ojos, con la confianza del amigo que deja una huella en nuestra alma con su mirada de arañero.

02. el aRañeRo

03. pompeyo davalillo

04. quiquiRiquí, me toCa a mí

05. enGuayabado

06. GuaRdapelo

07. eliézeR otaiza Castillo

08. me iban a mataR

09. el patRulleRo

10. las CataCumbas del pueblo

11. apuRo pResidenCial

12. esto no teRmina hoy

Una publicación de la

consejo editorialJorge Rodríguez GómezFelipe SaldiviaGustavo Borges Revilla

directoraMercedes Chacín

editor jefeCarlos Cova

directora de arteEdarlys Rodríguez

coordinador de fotoGrafÍaJesús Castillo

asesor editorialReinaldo González

coordinadora 2.0Yanira Albornoz

Web y redesJoseph CastellanosGaizka Orta

redacciónNathali Gómez MoscosoGustavo MéridaAnder De TejadaMarlon Zambrano

diseñoLisbeth MontellCarlos HernándezVicmairis Aguilera

ilustradorAlfredo Rajoy

fotoGrafÍaMichael MataEnrique HernándezMaryori Cabrita

correctorRodolfo Castillo

loGÍsticaIdania BracamonteDaniela FernándezEdi Cordero

colaboran en esta ediciónHugo Chávez Frías, Jorge Legañoa Alonso, Felipe García. Ilustración de portada: Felipe García.

iMpresión Complejo Editorial Alfredo ManeiroImprenta Nacional.

www.epaleccs.info [email protected] @epaleccs @epaleccs

Comercialización y Ventas: 0212-8080323/0426-5112114Distribución: 0212-8085843 Depósito Legal: pp201202dc4166

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Edición Número Doscientos dieciocho. Año 05. ÉPALE CCS Caracas, 5 de marzo de 2017.

CAP. 1 ASuntoS dE fAmiLiA

El arañEro

Ustedes saben que yo vendía arañas. Desde niño, más o menos, tengo noción de lo que es la economía productiva y cómo ven-der algo, cómo colocarlo en un mercado. Mi abuela terminaba las arañas y yo salía disparado. ¿Pa’ dónde iba a coger? ¿Pa’l cemente-rio? Estaría loco. Allá estaba a lo mejor una señora acomodando una tumba, a lo mejor un entierro. Si había un entierro entonces yo aprovecharía, ¿verdad? Pero no, ¿pa’ dónde? Pa’l bolo. Más de una vez mi papá me regañó: “¿Qué haces tú por aquí?”. “Vendiendo arañas, papá”. Todas las tardes, a las 5, se veían allá los hombres del pueblo. Mi papá jugaba bolos porque él es zurdo y lanzaba bien.

En el bolo yo vendía la mitad, y después pa’l cine. La concentra-ción, pues, en la Plaza Bolívar. A la salida de la misa estaba yo, mire, con mi bichito aquí: “Arañas calientes”, no sé qué más. Y le agregaba coplas: “Arañas calientes pa’ las viejas que no tienen dien-tes”, “arañas sabrosas, pa’ las muchachas buenamozas”, cosas así. Arañas calientes, araña dulce, pa’ no sé qué. Yo inventaba, ya casi se me olvidaron las coplas. A las muchachas yo les cantaba. Díga-me si salía por ahí Ernestina Sanetti, ¡ah!, yo le cantaba. Ernestina Sanetti, Telma González, de las bonitas del pueblo. Entonces ven-día mis arañas ahí, donde estaba el mercado y la concentración.

¡Cómo olvidar las fiestas de Sabaneta! Yo era monaguillo, toca-ba las campanas y había que tocarlas duro los días de fiesta. Y la abuela: “¡Huguito, hay que buscar más lechosa!”. Porque en los días normales yo vendía no más de 20 arañas dulces; eran 2 bolívares con 1 real. En cambio, en las fiestas se vendían hasta 100 arañas diarias. Mi abuela se levantaba muy temprano. Yo la ayudaba, le comía las paticas a las arañas. Y le regalaba una a Hilda, que me gustaba aquella muchachita. Me quedaban, por lo menos, 2 lochas todos los días para montarme en la montaña rusa y la vuelta a la luna aquella. Me gustaba ir al circo y ver a las trapecistas bonitas que se lanzaban. De cuando en cuando iba un elefante, un tigre en una jaula y uno vivía las ilusiones del mes de octubre. Dígame en las fiestas patronales. ¡No! Estábamos en emergencia, había que buscar lechosa no sé, hasta allá en el río, porque se vendía mucho y, además, no teníamos competencia. La única casa donde se ha-cían arañas en este pueblo era la casa de Rosa Inés Chávez. Sí, un monopolio.

POR HuGo CHÁVEZ fRÍAS ILUSTRACIón fELiPE GARCÍA

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CAP. 2 CróniCAS dE PELotA

PomPeyo Davalillo

Recuerdo a Pompeyo Davalillo, impresionante pelotero. Era el lí-der ahí en el dogout, sabía cómo motivar a un equipo a dar la bata-lla, cómo trascender lo individual. Nunca olvido a Pompeyo y sus jugadas, su maestría. Me tocó la maravillosa oportunidad de ser su coach y asistente. Y él me decía: “Chávez, si el juego es a las 10 de la mañana, deben tenerme el equipo a las 7 en el terreno. Uno se acostumbró siempre a una hora antes, dos horas antes, pero ¡¿tres horas?! Y era para conversar, mirando al adversario. “Mira, aquel que va allá es el center field, tiene buen brazo”; “aquel es el primer bate, batea la recta de afuera”. Y hablando con el pícher y con el cá-cher. En una ocasión nos enfrentamos a un equipo que era mucho mejor que el nuestro. Mejor picheo, bateo, mejor defensa; así que era una batalla muy dura.

Era el juego final de un campeonato militar. Y Pompeyo me dijo: “Vamos a ganar este juego así, chiquitico, con jugadas. Y el cácher, en cada lanzamiento miraba a Pompeyo y era él quien le decía: “Curva”. Y señas: “Afuera”. Se ponía la mano en la rodilla, aquí era adentro, allá afuera; una mano aquí, otra mano por el otro lado. Era impresionante, aquel hombre dirigía el equipo lanzamien-to por lanzamiento, y comiendo caramelos. Llegamos al séptimo ininng cero a cero. Se nos cayó la defensa, rolling al short, tiro malo a primera. Un toque de bola, el pícher agarra, tira mal a segunda.

POR HUGo CHÁVEZ FrÍAS ILUSTRACIón FELiPE GArCÍA

Entonces me dijo Pompeyo: “Así no se puede ganar. Más no pue-do”. Y perdimos el juego 3 a 2. Hicimos después 2 carreras a punto de toque de bola, robo de bases, un hit and run, un squeeze play suicida, bueno, casi ganamos el juego.

¿Jugar contra Pompeyo? Miren, ¡hay que ponerse las pilas! Fue mánager del equipo de beisbol de la UCV durante muchos años, y en la Academia Militar nos tocó jugar contra ellos. Cualquier jugada era posible. De repente con dos outs, ¡pum!, toque de bola y todo el mundo quedaba sorprendido. Doble robo, hombres en segunda y primera, robo retardado. Pompeyo Davalillo hacía eso, mandaba a hacer el robo retardado y se volvía loco todo el mundo. Un día mandó triple robo retardado. Tres en base, sin out, triple robo, toque de bola; ¡terror!, el otro equipo se aterrorizaba. Con un estratega como ese, ya el otro equipo está temeroso; cuidado, que cualquier cosa puede ocurrir. A veces, incluso, rompiendo las reglas.

Pompeyo Davalillo no quiso ir a la fiesta después del juego de soft-bol. Quedamos empatados contra la Unellez de Barinas, y me dijo: “Mira, Chávez, yo lo que quiero es jugar dominó, chico. ¿Aquí jue-gan dominó también?”. Y se fue por allá a jugar dominó y perdió hasta la cartera.

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CAP. 3 DEL CuArtEL

quiquiriquí, me toca a mí

En Venezuela se acabó definitivamente la era de la trampa y del frau-de. Convénzanse dirigentes adecos, copeyanos y sus derivados. Aquella época en la que ustedes hacían lo que les venía en gana. Lo vi con estos ojos. Era 1978. Yo era el teniente Hugo Chávez, comandante del Tercer Pelotón de Tanques de la Tercera Compañía del Batallón Blindado Bra-vos de Apure. Nos fuimos al Plan República en el estado Cojedes. Al teniente Hugo Chávez le dieron varias responsabilidades, una de ellas: era responsable de la logística, de la alimentación y alojamiento de las tropas del Batallón Blindado. Pero también tenía a mi cargo varias me-sas de votación.

Y fue de las pocas que uno podía ver, porque a los oficiales no les de-jaban ni siquiera asomarse. Nos ponían como gafos a cargar el fraude, unas cajas ahí, llenas de embuste. Pero yo vi, y eso me valió una repri-menda y casi una sanción, porque siempre fui contestatario. Y le decía a un superior que yo no podía quedarme callado ante lo que vi. Una mesa, por allá en una escuelita en las afueras de San Carlos. Estaba llo-viendo mucho, así que quizás por eso amanecí en la escuelita con los soldados ahí, en un rincón.

POR HuGO CHÁVEZ FrÍAS ILUSTRACIón FELIPE GArCÍA

Los únicos testigos que había allí eran adecos y copeyanos. Los partidos de izquierda no tenían dinero, si acaso tenían testigos aquí en Cara-cas, en algunas partes, pero a nivel nacional, nada, ¡qué testigos iban a tener! El adeco, el copeyano, el llamado Consejo Supremo Electoral todo era adeco y copeyano, el Pacto de Punto Fijo. Ellos abrían la caja y sacaban la tarjeta, era voto por tarjetas. Aquí estaba una. Entonces, iba alguien anotando en una pizarra, y ellos anotando en el acta que mataba los votos: AD, Copei, AD, Copei.

De repente salió, por allá, un gallo rojo, algunos votos del Partido Co-munista salían. A mí me indignó porque hasta se burlaban. Uno de ellos decía: “Quiquiriquí, un gallo”. Sí, se reían, lo cantaban, así como el bingo. Y entonces yo, teniente, que había tomado en serio mi Cons-titución, mis responsabilidades de la Patria, ya me sentía bolivariano, yo decía: “No, pero esto es una burla, vale, esto es una verdadera burla”. Entonces decían: “Quiquiriquí te toca a ti”. ¡Ah! ¡El triple gallo! El co-modín. Entonces el gallo terminaba siendo adeco. Y al rato salía otro gallo, ¿no?: “Quiquiriquí, me toca a mí”.

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CAP. 3 DEL CuArtEL

Enguayabado

Yo no estoy en contra de la cerveza. Nunca me gustó el licor pero, bue-no, uno iba a un lugar y se tomaba una cerveza, dos cervezas, un tra-guito, sobre todo uno que andaba en la conspiración. El coronel Hugo Trejo, mi general Trejo —lo ascendió la Revolución— me enseñó mu-cho a conspirar, me enseñó a ser soldado patriota. Ya yo lo era, pero él me amasó, ayudó en amasarme. Tuve la dicha de conocerlo cuando yo era muy joven, subteniente. Me le paré firme una vez y pasé a formar parte de su ejército. Una vez me dijo: “Mira, Hugo, con los militares no vas a poder evitarlo, y si lo evitaras sería sospechoso. Así que tienes que actuar como la mayoría”. Fiestas, sobre todo en esa época. Cada vez que había un cambio de jefe, una parranda, güisqui, música, un gasto. Y eso se acabó. La orden es, eso se acabó.

La otra entrega de mando la hice en El Pao, de campaña, que-mándonos por el sol, con la tropa al frente. Y para qué fiesta pues, qué es eso. Ah, esas son las viejas costumbres, ¿ves? Rómulo Be-tancourt decía que “a los militares había que tenerlos contentos con caña, cobre y la otra c”, esa que no se puede nombrar. Y a la Fuerza Armada la pudrieron. Gracias a Dios mantuvo ciertos es-

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pacios, como la patria toda los mantuvo siempre sanos, que fue-ron capaces de brotar de entre el excremento y dar la batalla junto al pueblo, como la estamos dando.

Entonces el coronel Trejo decía: “Hugo, tú tienes que ir campa-neando, y ponle cuidado. Oficial que no beba es sospechoso, por-que ese puede andar esperando, te puede andar cazando, puede ser de inteligencia, pues, y anda haciendo alguna tarea. Y el que beba mucho y se rasque, cuidado, porque ese, si lo metes a la Revolución, va a empezar a hablar, va a delatar y, además, bueno, moralmente es un borracho”.

Bueno, entonces la cerveza. Yo no soy contrario a eso, yo no soy musulmán, pues, pero ¿para qué cerveza?, ¿verdad? Pregúntense ustedes, ¿para qué caña? El que esté despechado, bueno, un clavo saca otro clavo, compadre. “No, que estoy despechado”. Hay gente que toma eso como excusa y se la pasan es despechados. “Estoy enguayabado”. Después inventaron el doble guayabo, eso es peor. Imagínate tú, guayabo negro, ese es otro que así lo llaman.

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CAP. 4 PróCErES

Guardapelo

Miranda era muy mujeriego. Recorrió el mundo y escribía de sus amo-ríos: “Conocí una mujer”, así, asao, a veces erótico. Somos humanos. Miranda era un humano. Hasta Catalina, la rusa, como que se enamo-ró de él o él de ella, los dos de ellos. Bolívar era también muy mujeriego. Ustedes no saben. Cuando Manuela Sáenz consiguió, creo que fue un arete de mujer en la cama y no era de ella, le brincó encima y lo arañó. Bolívar tuvo que pasar como una semana sin salir del cuarto, porque le daba pena, estaba todo arañado. Manuela era de armas tomar. ¡Já!, la Manuela y sus cartas a Bolívar, algunas muy eróticas.

Seguramente, ellos no pensaban que eso iba a trascender, eran cosas muy privadas, pues: “Vente pronto para que nos funda-mos como un volcán”. En ese tiempo no había celulares, pero hay conversaciones muy eróticas. Uno escribe cualquier cosa o le es-

POR HUGO CHÁVEZ FrÍAS ILUSTRACIón FELIPE GArCÍA

criben a uno. Me escribieron hace poco por aquí: “Chávez, ¡qué labios carnosos!”. ¡Claro, de carne y hueso compadre! ¡Igualito! El pobre Bolívar no tenía estos aparaticos, tenía que escribir y mandar a caballo. Más de una de esas cartas las agarró el ene-migo y Manuela le escribía: “¿Por qué no vienes?”. “¿Con quién andas?”.¡Ajá!, ¡celosa! Ella sabía, conocía su ganado, ¿verdad?

Bueno aquí va: Miranda guardaba vellos de pubis. Y eso lo hace humano, ¿no les parece? Guardapelo, guardapelo. Mi abuela te-nía un guardapelo. No, pero... ¡ya va!, ¡ya va! Mi abuela tenía un guardapelo y ahí tenía guardadas las mechas mías y las de Adán de cuando éramos niños. Yo era bachaquito, porque tenía el pelo enreda’o, así como melcocha. ¡Enreda’íto y amarillito! Adán no. Adán tenía el pelo liso y negro.

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CAP. 5 HombrES En rEvoLuCiÓn

EliécEr Otaiza castillO*

Otaiza Castillo, este muchacho que está vivo gracias a Dios. ¡Ese mu-chacho es un soldado! El 4 de febrero no pudo hacer nada porque no le avisamos. Estaba lejos, en un curso. Regresó al país, al Ejército y se puso a trabajar. Se metió una vez en la cárcel de Yare disfrazado de mujer, y se veía muy fea, por cierto. “¿Quién es esta negra grandota que entró aquí?”. Otaiza disfrazado de mujer, en Yare, en una celda allá, y tuve que entrar yo y le dije: “¿Pero tú eres loco?”. Era teniente activo, chico, y tenía un plan para sacarnos. Le dije: “No, ya va, un momentico”, porque es un soldado combatiente y andaba encendido: “Mi comandante, lo vamos a sacar. Tenemos tres helicópteros”. Y le dije: “No, no te pongas a inventar, que la cosa va bien. Aquí estamos tranquilos, sigan ustedes allá afuera”. Al tiempo, me entero que andan formando los grupos. ¿Quién podía parar eso? Era una ría que se venía encima. El pueblo estaba encendido y los militares también. Nadie podía parar el 27 de noviembre.

Otaiza es un soldado que, con su sangre, regó las calles de Cara-cas el 27 de noviembre. Fíjate lo que hizo junto a otro muchacho, que sí perdió la vida entrando allá, al Palacio. Ellos estaban en las inmediaciones de Fuerte Tiuna en la madrugada, esperando. No tenían comando de tropa porque andaban rebeldes y los tenían muy vigilados. Unas tropas del Fuerte Tiuna que iban a salir hacia Miraflores no salieron, porque algunos oficiales develaron el plan. Estos muchachos ven que sale el Sol y no había tropas, estaban solos, solos con sus fusiles y una pistola. Decidieron, cual locos pa-triotas, irse al Palacio de Miraflores. Y le han entrado a plomo a las puertas de Miraflores. A Otaiza le dieron cuatro tiros de fusil en el pecho. Pero es un atleta, un hombre muy joven, con gran vitalidad. Lo dejaron por muerto. Él confiesa que sintió que se moría. Los médicos del Hospital Militar dicen que llegó clínicamente muerto. Pero le vieron alguna señal, tú sabes, de posible vida y lo metieron al quirófano, y allí está Otaiza, chico.

Él pasó todos estos años estudiando, es doctor en Ciencias Políticas, un hombre muy inteligente. Después se recuperó, tanto que fue a un mundial de natación y ganó, trajo su trofeo. Y ahora resulta que una madrugada de estas me dijo: “Mi comandante, quiero hablar con us-ted”. Porque él estaba en mi caravana, fíjate tú, él estaba en seguridad, había hecho cursos especiales de seguridad y es comando. Me dijo: “Mi comandante, yo me quiero ir para la Constituyente”.

*(07/01/1965-26/04/2014)

POR HuGo CHÁvEZ FrÍAS ILUSTRACIón FELiPE GArCÍA

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CAP. 5 HombrES En rEvoLuCión

Me iban a Matar

Los pobres viejos estuvieron en Palacio esa noche y mi madre me dio un mensaje de fortaleza pocos minutos antes de salir prisio-nero. Le dije a Marisabel: “Vete a Barquisimeto”, cuando la cosa estaba ya calentándose al rojo vivo. Salió con Rosinés, Raulito, su mamá. Y mis hijos más grandes, Rosa, María y Hugo, con un gru-po de oficiales amigos. Los llevaron también a esconderlos en otro sitio, y yo a esas alturas no sabía nada de ellos. Entonces, me pres-taron un celular, no me sabía los números. Le dije: “Mira, hazme el favor completo, consígueme los números de la familia”. “Pero, ¿dónde?”. “Bueno, llámate a alguien allá en Palacio”, y la central telefónica. El coronel me da el celular prestado por un minuto, dos minutos. Ahí, medio guilla’o, y empiezo a marcar. No me cayó Ma-risabel ni mi mamá ni mi papá. Los celulares andaban muy mal. Gobernación de Barinas y el número era equivocado, era una casa de familia en Barinas, que deben recordar mi llamada. A lo mejor no me creyeron. Yo le dije: “Soy el Presidente preso; ¿con quién hablo?”. No, no, no sé qué. Me atendieron realmente, pero creo que no creyeron que era yo.

Luego cayó María Gabriela. Estaban en casa de unos amigos, en una playa por aquí, escondidos. Y le digo: “Dios te bendiga. ¿Cómo estás? Otra vez preso”. María tiene mucho temple y me dijo: “Bue-no, que Dios te cuide papá. Mucho juicio. Estamos bien. ¿Qué pue-do hacer?”. Le dije: “María, solo te pido algo: cuídate primero que nada y, segundo: mija, llama al mundo, a quien tú quieras, no sé a quién; a un periodista, dile al mundo, o si llega a pasarme algo, incluso, si no puedo hablar contigo más nunca, diles que nunca re-nuncié al poder que el pueblo me dio. Diles que soy un Presidente prisionero”. Y la pipiolita empezó a llamar gente y eso corrió por el mundo.

A los pocos minutos Marisabel cayó por allá, estaba en Barqui-simeto, escondida en casa de unos amigos, en las afueras. Y los muchachos descansando. “Estamos bien, no te preocupes, aquí, preocupados por ti”, y qué sé yo, un beso. Le dije: “Marisabel, cuí-date, cuida a los niños, ten la calma, yo estoy bien, pero no tengo garantías de nada. No sé qué va a pasar esta noche”. Yo tenía la sen-sación y la certeza de que esa noche me iban a mover a otro sitio y no sabía para qué, porque estaban sueltas todas las fuerzas de los diablos. Yo llegué a confesarme ante Dios, porque estaba seguro de que me iban a matar.

POR HuGo CHÁvEZ FrÍAS ILUSTRACIón FELiPE GArCÍA

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CAP. 6 DEL LLAno

El PatrullEro

Hay gente que no quiere creerlo. La otra vez lo comenté y me dijeron que yo estaba mamando gallo cuando dije lo del Patrullero de ahí, de Elorza. Yo lo vi. Cuarenta y cinco metros de largo conté yo a pepa de ojo. Veníamos una noche de Puerto Infante, en la lancha, con los sol-dados. ¿Quién ha visto piedra en el Arauca? ¿Tú has visto piedra en el

POR HUGo CHÁVEZ FRÍAS ILUSTRACIón FELiPE GARCÍA

Arauca? No hay piedras, y parecía una piedra. Es más, la propela tocó el lomo del caimán y se dobló. Eso no me lo cree a mí nadie pero, bueno, qué culpa tengo. Yo vi al Patrullero por aquí, entre Puerto Infante y Elorza, era como la medianoche. Hay gente que cree que es una isla. Es un caimán que tiene una palmera en el lomo.

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CAP. 7 AbrAzAdo A LA mASA

Las catacumbas deL puebLoPOR HUGo CHÁVEz FrÍAS ILUSTRACIón FELiPE GArCÍA

Recuerdo muy claramente el día que salí de prisión: 26 de mar-zo de 1994. Era Semana Santa del 94 y allá, en Los Próceres, en los monolitos, una de las primeras preguntas que me hizo algún periodista fue algo así como esto: “¿Y ahora usted adónde va?”. Recuerdo haber dicho: “Me voy a las catacumbas del pueblo”. Y desde entonces nos fuimos. No es que me voy, porque en verdad uno nunca anda solo, aunque a veces el desierto aprieta, el Sol encandila y la arena se recalienta. Jamás uno anda solo, aunque a veces lo pareciera. Pero nos fuimos por las catacumbas del pueblo.

Recorrimos soledades, recorrimos caseríos, de día, de noche, bajo la lluvia, bajo el Sol, con poca gente o con mucha gente, no im-porta, pero con una bandera en alto, con un proyecto largo, con un camino abierto y abriéndose hacia el horizonte. Y ese camino aquí nos lleva. Es el mismo rumbo para que salgamos de las cata-cumbas, para que salgamos de los abismos, para que hagamos una Venezuela verdaderamente nueva.

Dicen en el llano: “¿Pa’ dónde vas a coger tú con esa pata hincha-da?”. ¿Pa’ dónde voy a coger yo, pues? Lo entendí el día que salí de la cárcel. Yo estaba muy nervioso ese día, se los confieso, nervioso. ¿Qué será de mí ahora, Dios? Habíamos planificado una rueda de prensa en Los Próceres, y un grupo de amigos puso una mesita allá, un micrófono y unos periodistas. Venía yo muy asustado, se los confieso. Me quité el uniforme. Lloré allá en el samán y el ro-ble, en mi querida alma máter. Me puse un liquiliqui claro y salí.

Los compañeros militares me trajeron en una camioneta y me solta-ron ahí; “Bueno, comandante, suerte”, me dijo un capitán de la Policía Militar, quien era el jefe de la escolta de aquel preso que era yo. Él me permitió, incluso, caminar, porque yo estaba como que no quería salir. “Déjame bajarme aquí”, en el gimnasio de la Academia me bajé. “¿Y qué va a hacer, mi comandante?”. “No, déjame caminar por aquí”. Y me fui pa’l campo de beisbol. Recordé muchas cosas. Ya como a la media hora me dijo: “Mi comandante, vámonos. Me está llamando mi general”. “Bueno, vámonos”, pa’ evitarle problemas al capitán. Pero yo quería como merodear por ahí no sé cuánto tiempo.

Me monto y enfilamos por Los Próceres rumbo a la alcabala que está ahí, y ahí me bajé. Un capitán, un soldado, el otro soldado, un abrazo. Y cuando volteo, lo que viene es una avalancha sobre mí, una avalancha, compadre. Lo vi clarito. Dije: “Dios mío, y aho-ra qué hago yo”. Tumbaron la mesa, el micrófono; ahí había una moto, se cayó; un soldado se atravesó diciéndoles que se pararan, lo tumbaron; el fusil rodó por allá. Yo rodé, me rompieron el liqui-liqui. Ahí entendí mi destino.

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CAP 7. AbrAzAdo A LA mASA

Apuro presidenciAl

Ustedes no se acuerdan de la última voladura, en el túnel aquel del ferrocarril Caracas-Tuy. A mí me llevaron a dar el último golpe con una máquina para tumbar una pared. “Eso usted lo tumba en 5 minutos”. Tú te ríes, ¿eh? ¿Saben lo peor, lo que nadie supo en ese momento? Ahora lo digo y me río. Yo andaba con un cólico, compadre. Es decir, tenía diarrea. Soy un ser humano como cualquiera de ustedes. A veces la gente se olvida de eso. Yo me monto en la máquina y empiezo a sudar frío, y dale, pum, pum, pum con la máquina. Yo no le daba donde era. Y dale, dale y yo sudando y apreta’o, apreta’o aquí abajo, y me volteaba en la silla para allá, para acá y aquel sudor que me corría, Dios mío, ¡en cadena nacional de radio y televisión!

A alguien se le ocurrió mandar cadena, sin yo saber. Imagínese usted, una cadena por radio donde lo que se oye es una máquina: pum, pum, pegando contra una pared de rocas y alguien tratando de narrar. Y yo pariendo, porque de verdad estaba pariendo. El sudor me nublaba los ojos, no veía con el polvero aquel que lo tapaba todo. No podía tumbar la piedra, hasta que por fin le dije al señor de la máquina: “Compadre, túmbela usted que yo voy a pasarme aquí todo el día”. ¡Y él la tumbó en 5 minutos!

Salgo yo caminando apretadito y paso por el orificio que se abrió en la pared que dividía aún el túnel. Imagínense ustedes, uno con esas características fisiológicas, en la mitad de un túnel y en cadena na-cional de radio y televisión. ¡El pobre Chávez! ¡Solo le pasa eso a Chávez! Paso toda aquella polvareda a ver qué consigo, aunque fuera una mata de monte por ahí cerca. Y lo que consigo al frente es como a cien periodistas enfocándome, preguntándome. Yo con aquel casco puesto, me decía: “¡Dios mío, trágame tierra, llévame de aquí Dios mío!”. Y les dije: “Señores he concluido, por favor, estoy apurado, abran paso”.

Lo único que había era una carretera interna en el túnel, no estaban ni los rieles y lo único que veo es un autobús. Me monto al autobús. Dejé la seguridad atrás, ¡qué seguridad ni qué cipote! Le digo al chofer: “Compadre, prenda y arranque”. Y el hombre sorprendido. “¡Arranque!, o le dejo aquí...”, no les voy a decir lo que le dije. ¡Y las cámaras detrás de mí! Claro, los camarógrafos inocentes, ellos no sabían el drama que yo estaba viviendo. Ellos pensaban que se la estaban comiendo. El ministro de Infraestructura, el general Hurtado, venía tras de mí y me gritaba: “¡Espéreme, presidente!”. Y yo le decía: “¡No espero a nadie, compadre. Me voy!”. El chofer prendió el autobús bajo amenaza mía y arrancamos los dos solitos por el túnel. Un muchacho de seguridad, corriendo duro, alcanzó a en-gancharse y se subió. Y yo: “¡Dale duro, compadre!”. Porque, ¿dónde me paro yo en un túnel a hacer lo que tenía que hacer?

Y rueda y rueda, ra, ra, ra. ¡Eran varios kilómetros! Y por fin veo, allá, la salida del túnel. “¡Dios mío, me salvé!”. Cuando por fin el autobús salió del túnel, le digo: “ ¡Párate aquí!”, y me bajo apurado. “¡Gracias compadre, hasta la vista!”, le grité. Y en eso vienen como cuarenta trabajadores que estaban allí, esperándome y gritando: “¡Chávez, Chávez, Chávez!”. “¡Dios mío, ten piedad de mí!”. Los saludé. No sé de dónde saqué fuerzas para aguantar aquello. Y les digo: “Compadre, ¿dónde hay un baño por ahí?”. “Mira, allá hay un tráiler de los ingenieros”. Había que subir. Además, era una subida por una carreterita. “Ya vengo, chicos, voy al baño un segundo, espérenme aquí”. Ya las cámaras se habían quedado atrás, me salvé de ellas.

Cuando voy llegando al tráiler, compadre, salen cuatro perros de esos grandotes, gigantescos, bulldog, una cosa de esa. Bueno. Es que los perros no conocen a Chávez y menos en una situa-ción como esa. Por fin los llamaron, tuve que pararme a esperar que los amarraran. Y llegué, ¡ahh, la salvación! Después yo me dije: “¡Esto le pasa solo a Chávez, a más nadie en este mundo!”.

POR HUGo CHÁVEz FrÍAS ILUSTRACIón FELiPE GArCÍA

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CAP. 8 FidEL

Esto no tErmina hoy

Yo no sé cómo hizo Fidel el 11 de abril para lograr romper el cerco comunicacional cuando el golpe. Habían tumbado casi todas las líneas telefónicas del Palacio, era casi imposible llamar por teléfono a nadie. Pero Fidel, guerrillero al fin, logró conectarse y pudimos hablar el 11 de abril, antes de yo ir a Fuerte Tiuna y ser hecho pri-sionero. Recuerdo las palabras de Fidel. Él no nombró a Allende en sus palabras, pero yo sabía que me estaba hablando de Allende porque Fidel vivió el drama de Chile y el golpe, y el dolor de sa-ber y de ver muerto a Allende, y perseguido y dominado el pueblo chileno, la Revolución chilena. Entonces me dijo: “Chávez, no te vayas a inmolar”. Recuerdo clarito que me dijo: “Una última cosa Chávez, porque no hay mucho tiempo de seguir hablando”. Porque ustedes saben que cuando él y yo nos pegamos a hablar, hablamos a veces horas y horas.

Un día, en La Habana, hablamos desde las tres de la mañana —no vayan ustedes a pensar que estoy exagerando—: una mesita, un

POR HUGO CHÁVEZ FRÍAS ILUSTRACIón FELiPE GARCÍA

vino cubano, dos sillitas y nos sentamos los dos solos. Y los compa-ñeros por allá, unos duermen un rato, se levantan otra vez, van, ca-minan, nos traen papeles. Yo aterricé como a las 2; él, como siem-pre, estaba esperándome en el aeropuerto. Nos fuimos a Palacio y empezamos a las 3. ¿Ustedes saben a qué hora nos paramos, pero sin interrupciones?, no nos paramos a nada, a las 12 del medio-día nos paramos. Recuerdo que me puso la mano aquí y me dijo: “Chávez, nos moriremos de cualquier cosa, menos de la próstata”. Porque no nos paramos, a pesar de que nos tomamos varias copitas del buen vino cubano ese.

Entonces, esa noche del 11 de abril, cuando el golpe, me dijo: “No hay mucho tiempo de hablar, Chávez”. Me preguntó varias cosas, “¿Cuántas tropas tienes?”, “¿cuántas armas tienes?”, dónde esto, dónde está aquello, bueno, y él pensando allá, con su experiencia. Y me dijo: “Una última cosa te voy a decir: no te inmoles que esto no termina hoy”. No le faltó razón.

Revista GRatuita CirCula los do-

mingos Con el diario Ciudad CCs

búsCala de lunes a viernes en

nuestra sede: esq. san jaCinto,

edif. gradillas “C”, piso 1, al lado

de la taquilla úniCa de serviCios

muniCipales.

contenido el comandantePor Partida doble Mercedes chacín

Cada vez que se acerca marzo, después de aquel marzo de ediciones urgentes, surge la interrogante: ¿qué no hemos dicho —qué no se ha dicho— de Chávez? Libros, canciones, poemas, cuentos, retratos, fotografías, ilustraciones... con la buena vibra del amor. Y hay otro Chávez construido desde el invento, la patraña, la mentira, el odio de clase, la envidia, el egoísmo, la traición... Dos Chávez opuestos, dos Chávez distintos. Tan distintos que parecieras obligado a optar por uno. A uno tan malo que parece irreal y otro tan bueno que parece lo mismo. Pero hay un Chávez verdadero. Ese que habla por sus hechos. El de carne y hueso que cuenta, sin rubor, los apuros de un malestar estomacal en cadena y el que reconoce la grandeza y la valentía de un soldado como Eliézer Otaiza. Es Chávez contado desde su intimidad, desde sí mismo. Desde el ser humano, extraordinario sí, que era.Los Chávez de mentira son muchos y son poderosos. Tienen un soporte que descansa en millones de dólares, en reservas de petróleo perdidas y añoradas, en el Poder que se les escapó de las manos por obra y gracia de una práctica política llena de inmundicia e insensibilidad. Llena de muerte.Reunimos algunas mentiras, no por morbo sino como una forma de rendirle homenaje a quien fue todo verdad, no porque lo digan nuestros escribidores sino porque los hechos lo demuestran.Algunas mentiras son muy tontas, otras muy “creíbles”, las más llenas de desvergüenza, porque las mentiras son parte importante de la ignominia fabricada alrededor de un ser humano. La revista que está por el otro lado —en esta única edición hay dos revistas que se pueden leer por separado— está escrita por Chávez y es la otra parte de nuestro homenaje al arañero de Sabaneta. Por segunda vez los Cuentos del Arañero se publican en Épale CCS presentados en esta oportunidad por uno de sus compiladores, Jorge Legañoa Alonso, un periodista cubano que junto a su compatriota Orlando Oramas hicieron posible este hermoso legado lleno amor y de historia patria. De Chávez siempre habrá que decir, que hablar. Por siempre.

02. toRmenta de mentiRasMercedes Chacín

03. la RenunCiaMarlon Zambrano

04. la venezuela desnudaJosé Roberto Duque

05. la mujeR más allá de las palabRasNathali Gómez Moscoso

06. lo CueRdo que no ReCueRdoRubén Wisotzki

07. “...no puede luChaR poR la justiCia”Gustavo Mérida

08. la Culpa del papelón quemaoClodovaldo Hernández

09. ¡a 4 dólaRes el baRRil!Jessica Dos Santos Jardim

10. ese hombRe es un diCtadoR o poR qué mientenRodolfo Porras

11. supuestos vaRiadosAnder De Tejada

12. Chávez y el ñanGaRismoFreddy Fernández

Una publicación de la

consejo editorialJorge Rodríguez GómezFelipe SaldiviaGustavo Borges Revilla

directoraMercedes Chacín

editor jefeCarlos Cova

directora de arteEdarlys Rodríguez

coordinador de fotoGrafÍaJesús Castillo

asesor editorialReinaldo González

coordinadora 2.0Yanira Albornoz

Web y redesJoseph CastellanosGaizka Orta

redacciónNathali Gómez MoscosoGustavo MéridaAnder De TejadaMarlon Zambrano

diseñoLisbeth MontellCarlos HernándezVicmairis Aguilera

ilustradorAlfredo Rajoy

fotoGrafÍaMichael MataEnrique HernándezMaryori Cabrita

correctorRodolfo Castillo

loGÍsticaIdania BracamonteDaniela FernándezEdi Cordero

colaboran en esta ediciónJosé Roberto Duque, Rubén Wisotzki, Clodovaldo Hernández, Jessica Dos Santos Jardim, Rodolfo Porras, Freddy Fernández, Ángel Corao, Ernesto Morgado, Américo Morillo, Prensa Presidencial. Archivo Ciudad CCS.Fotografía de portada: Américo Morillo

imPresión Complejo Editorial Alfredo ManeiroImprenta Nacional.

www.epaleccs.info [email protected] @epaleccs @epaleccs

Comercialización y Ventas: 0212-8080323/0426-5112114Distribución: 0212-8085843 Depósito Legal: pp201202dc4166

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Edición Número Doscientos dieciocho. Año 05. ÉPALE CCS Caracas, 5 de marzo de 2017.

Se encontraban en una mesa, en una tor-menta de ideas (brainstorming) varios publicistas en las postrimerías de 1998, año de campaña electoral presidencial en Venezuela, con el candidato de la derecha sin mucho chance y el líder que se hizo responsable de la intentona quien se lanzó con su propio partido, y contra todo pro-nóstico, a conquistar el poder por la vía del voto. Imaginemos que la conversa de don-de surgió el guión, en la que participó un chaparrón de lumbreras, fue más o menos así: “¿Y si dice que les cortará las cabezas con una guillotina?”. “No, eso no, es muy francés, muy Revolución Francesa”. “¿Y si dice que los fusilará?”. “No, eso es muy es-pañol, muy falangista”. “¿Y si dice que los electrocutará?”. “No, eso es muy gringo. Ahí todavía matan a la gente así. ¡Qué bo-las!, ¿no?”.

Y así fue como llegaron a la “verdad” los primeros fabricantes de la primera menti-ra, de cientos que se hicieron, como cho-rizos en fábrica; una “verdad” que habría dicho Hugo Chávez en un mitin, por allá

POR MERCEDES CHACÍN@meRcedeschacin

TormenTa de menTiras

en octubre de 1998: “Freiremos las cabezas de los adecos en aceite”. “¡Adecos fritos! Eso es perfecto! Eso sí que es venezolano, a quien le gusta tanto un cochino frito, una empanada grasienta. Que cuando vean la comida frita, se acuerden de los adecos, pobrecitos”. “¿Y qué les parece si decimos que después de fritas las cabezas, Chávez las paseará (las cabezas) por la Plaza Bolí-var? ¿O será muy fuerte esa imagen? Se ha-cía en la Guerra de Independencia”. Listo. A grabar. Y la grabación se hizo.

Pero dejemos que la verdad la diga el autor de la misma, Chelique Sarabia, venezola-no, músico, publicista, adeco, quien traba-jaba para el candidato de AD en 1998, Luis Alfaro Ucero: “Reclamaron y que Chávez no había dicho que iba a freír a los ade-cos y a los copeyanos. Pero dijo textual-mente: ‘Voy a freírles la cabeza en aceite y echarles ácido de batería a los adecos y a los copeyanos’. Como la calidad de la gra-bación no era buena, busqué a Muñecote, un humorista de Radio Rochela, para que imitara la voz de Chávez. Pero el humoris-

ta resultó ser chavista y, cuando se armó el escándalo, salió a la palestra diciendo que yo le había dicho que era para grabar una canción”.

O sea, qué bolas tiene Rolando Salazar, “resultó ser chavista”. Y solo por eso nos enteramos de que la mentira no era ver-dad y valga el absurdo. Pero volvamos a la mesa. A la tormenta de ideas falsas, de mentiras: “¿Y cómo lo haremos?”. “Busca-mos un doble, obvio. Lo grabamos”. “En el interior del país, de bolas. No puede ser en Caracas”. Listo. Luces, sonido, cámara... ¿acción?

Contó alguna vez el siempre presidente Chávez: “En una visita que hicimos a una comunidad indígena, un compañero se me acercó temblando de miedo. Yo le pregun-té por qué estaba así y me dijo que a él le habían dicho que si Chávez ganaba a los indígenas los iban a picar, les iban a abrir la barriga”. Y así, en adelante, cualquier mentira se hizo verdad. ¿Alguien puede decir que miento?

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“La cual aceptó” es una de esas operaciones verbales emblemáticas de la gesta chavista. Como el manoseado “por ahora”, que hasta dicen que elevó el puntaje de valoración pública del teniente coronel que todos desconocían hasta esa madrugada de 1992, cuando cambió definitiva-mente el rumbo del país.

Aunque de distintos emisores y antagónicas consecuencias, también tiene el sino de las sentencias cruciales de la historia reciente y a punto estuvo de torcerle el cuello al camino trazado por la Revolución Boli-variana en sus primeras horas.

Su enunciador, para entonces Inspector General de la FAN, general en jefe Lucas Rincón, la pronunció sin inocencia alguna pero descono-ciendo la “pava” que se echaría encima. Unos y otros, desde entonces y creo que hasta ahora, no han dejado de verlo virao por sospechoso, intrínsecamente dudoso, a pesar del espaldarazo del presidente Hugo Chávez, quien inmediatamente después lo nombró ministro de Defen-sa y luego de Interior y Justicia.

Y aunque el mismísimo Chávez lo excusó amablemente en las ruedas de prensa posteriores al golpe opositor de 2002, algún prurito estanco debió permanecer en el enrarecido ambiente de su inocencia, pues se largó, a instancias del Comandante, a un conveniente retiro diplomá-tico en Portugal, donde se desempeña como embajador desde mayo de 2006.

Marta Harnecker le preguntó a Chávez, tiempo después, la razón de su decisión de nombrar a Rincón ministro de Defensa: “Hay muchas versiones, pero yo sí sé la verdad. Quizá solo yo la sé exactamente. Yo sé qué fue lo que lo llevó a decir eso. Él no es culpable sino víctima de una situación en la que yo estoy implicado. Y por eso quizá soy yo el que lo entiende. A lo mejor más nadie lo entiende”.

Así lo recoge Ernesto Villegas en su libro Abril Golpe Adentro, pero las dudas tintinean alegremente ante la frase de Lucas Rincón, que abrió las puertas a la justificación del “vacío de poder” durante el gobierno mínimo de Pedro Carmona Estanga.

Más adelante, en el libro, Villegas ensaya otros acercamientos a la verdad, o a algo que se le parezca: parece ser que un desacuerdo sor-presivo y profundo echó por tierra las negociaciones iniciales que preveían la renuncia de Chávez la madrugada del 12 de abril, cuan-do ya habían ocurrido los hechos sangrientos de puente Llaguno y varios altos mandos de la FAN se habían pronunciado en contra del Gobierno.

La negociación, confirmada por Chávez y Fidel en primera persona, tenía que ver con la necesidad de evitar un derramamiento de san-

POR MARLON ZAMBRANO@maRlOnzambRanO

La renuncia

gre innecesario luego de algunas recomendaciones desde La Habana. El trato era simple y digno: respeto a la vida y a la integridad de las personas. Respeto a la Constitución. Hablar por TV para explicar su decisión. Salir del país, muy probablemente hacia Cuba.

A las 2:45 de la madrugada del viernes 12 de abril, el presidente en funciones se quedó con un modelo de renuncia que llegó vía fax, es-perando el cumplimiento de las condiciones que nunca se dieron, por lo que se autodefinió como un presidente preso, pero sin renunciar, en manos de unos insubordinados.

Lucas Rincón, quien fue testigo de la primera fase de las conversacio-nes y emisario entre Miraflores y Fuerte Tiuna en esas confusas horas de la madrugada, declaró ante los medios a las 3:45, desconociendo el fracaso final y la determinación de Chávez, lo que abrió la caja de Pandora para todas las especulaciones y argumentos de la oposición y situó en bandeja de plata para el imaginario escuálido el pensamiento mágico que erigió, desde entonces, la renuncia como epílogo de la Revolución. Más de pinga como letra de bolero o ranchera que como verdad.

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Edición Número Doscientos dieciocho. Año 05. ÉPALE CCS Caracas, 5 de marzo de 2017.

Una de las paradojas más crueles, entre las muchas que convierten al antichavista pro-medio en un interlocutor exasperante es aquella que los lleva a creer que se diferen-cian de nosotros en que ellos sí son demó-cratas. Que ellos sí creen en la democracia o que, al menos, saben qué cosa es esa. Algu-nos, después de establecer esa distinción, son capaces de repetir al caletre la consabida fá-bula o leyenda mediática: “Chávez dividió al país”, como si el ideal de democracia fuera un país caminando derechito y de manera uná-nime en una sola dirección y sin desacuerdo alguno entre sus ciudadanos. A ver: tienes derecho a creer en esto último y también tie-nes derecho a llamarte demócrata, pero no puedes defender los dos ejercicios retóricos.

Según ese dictamen o conclusión, Chávez fue el culpable de que los venezolanos aho-ra miremos y analicemos el mundo desde perspectivas distintas, pero también fue (otro interesante mito digno de estudio) promotor del “pensamiento único”. Nos unificó y nos desunió. Nos encallejonó y, por lo tanto, ahora somos capaces de verlo todo desde ópticas múltiples.

Apartando las ganas de ponerse sarcástico, quedan los recursos de la memoria y la in-vestigación. Indagar, con métodos estrictos o mediante la simple recordación, con cuáles códigos se convivía y se discutía de política antes del arribo de Chávez a la presidencia de la República. La Venezuela pobre, escla-vizada, sometida, amoldada a los esquemas sociales hegemónicos, entendía por “pola-rización” un estado de cosas en el cual eras adeco o copeyano, y ¿qué ardorosas o graves iban a ser las discusiones entre seguidores de partidos políticos idénticos en todo? Discu-tir a favor de AD o Copei era lo mismo que declararse del Magallanes o del Caracas, fa-nático de Toddy o de Ovomaltina, la Polar o la Zulia: usted podía enardecerse defendien-do a su bando, pero al final no había razones para andar discutiendo porque Venezuela

POR JoSÉ RobERto DuquE@jRObeRtOduque

La VenezueLa desunida

iba por un solo rumbo: galopando hacia la derecha aunque con el caballito queriendo correr en sentido contrario.

Los comunistas, socialistas y afines eran una curiosidad, un simpático fenómeno mar-ginal que no representaba peligro alguno para el estatus, así que de vez en cuando se les podía escuchar y burlarse de su histórico 10% electoral. El pueblo pobre aplaudía a sus ricos explotadores y eso, en lenguaje

de rico victorioso, se llamaba “convivencia pacífica”.

Hasta que uno de los nuestros pudo llegar a la presidencia. Y ya los domingos no fueron de Monitor Hípico para mantenernos uni-dos y unánimemente agüevoniaos, sino de Aló, Presidente para despertarnos y conver-tirnos, otra vez, en pueblo entregado con vigor a la democracia: peleón, analítico, di-verso y multipolar.

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“¡Marisabel, prepárate, que esta noche te voy a dar lo tuyo!”, fue la flor que soltó Hugo Chávez un 14 de febrero de 2000 en el Aló, Presidente y que aún sirve de argumento casi único para decir que fue un misógino. La corrección política de este comentario es cuestionable y su verdadero significado solo pudieron conocerlo él y Marisabel, su esposa en ese momento.

Vale no ir tan rápido y preguntarse: ¿cuántas veces no rompió Chávez el protocolo y dijo cosas que espantarían a cualquier asesor de imagen?, ¿eso repercutió en algún plan para la nación?, ¿cuántas veces intelectuales y go-bernantes han pronunciado los discursos más políticamente adecuados solo para ocultar el profundo desprecio que sienten por nosotros? Si la palabra no es acción, queda hueca, se convierte en un cascarón de letras. Aferrarse a una frase sin vida es naufragar.

Muchos se basan en la cobertura mediática para expresar sus afirmaciones sobre Chávez, “el machista”: cuando le dijo a la diputada María Corina Machado que estaba fuera de ranking y que “águila no caza mosca”, cuando le pidió rigurosidad periodística a Patricia Ja-niot y tantos otros videos descontextualizados en Youtube. Sin embargo, quedan los hechos recogidos en años de discursos: el llamado a que las mujeres se formaran y se organizaran para que, a través de los mecanismos que fa-cilitaba el Estado, lograran su independencia, más que del hombre, del sistema, a través de la socioproductividad.

“Sin la verdadera liberación de la mujer sería imposible la liberación plena de los pueblos, y soy un convencido de que un auténtico socia-lista debe ser también un auténtico feminista”, escribió en su columna “Las líneas de Chávez” publicada el 8 de marzo de 2009.

POR NATHALI GÓMEZ@laesPeRgesia

FOTOgRaFÍas AMÉrICo MorILLo

la mujer más allá de las palabras

Esa liberación, más allá del brasier, del ma-quillaje, de la minifalda y de las labores do-mésticas, se refería a la toma de conciencia de la fuerza que somos las mujeres en la organi-zación familiar, comunal y estatal. El mensaje no iba dirigido a esa mujer individual, que la publicidad nos pinta como “libre e indepen-diente”, sino al colectivo unido como un puño.

Ante la duda de quienes no entienden la or-ganización colectiva, llegan nuevamente los hechos. Durante su gobierno, además del discurso, se crearon instituciones y leyes con clara vocación a la protección de los dere-chos de la mujer:

En 1999, comenzando la presidencia, se creó por Ley Habilitante el Instituto Nacional de la Mujer. Entre el fundamento legal se encuen-

tra la Constitución, la Ley de Igualdad de Oportunidades para la Mujer, la Ley Orgáni-ca sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y Ley para la Protección de las Familias, la Maternidad y la Paternidad. En cuanto a las instituciones, se creó el Banco de la Mujer, la Misión Madres del Barrio, el Ministerio del Poder Popular para la Mujer e Igualdad de Género. Una muestra de la cohe-rencia del verbo y de la acción.

“Yo, como parte de ese proceso en el que uno va desarrollándose, madurando, he declara-do mi feminismo. Soy feminista y lucho y lu-charé sin tregua porque la mujer venezolana ocupe el espacio que tiene que ocupar en el corazón, en el alma de la patria nueva, de la revolución socialista, de la construcción de una patria de amor”.

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Edición Número Doscientos dieciocho. Año 05. ÉPALE CCS Caracas, 5 de marzo de 2017.

Nos sugirieron que escribiéramos acerca de la acusación, de parte de unos supuestos cuerdos, en torno a la supuesta insania que padecía Hugo Rafael Chávez Frías. Obvia-mente, y porque estamos hablando de este lado del río, nuestro lado, el enfoque implí-cito de la pauta periodística debía estar en-filado hacia la demostración clara, contun-dente y, si se puede, brillante de la negación de un estado de locura de parte del mentor y ejecutor de la Revolución Bolivariana.

En el ánimo de hallar dicho brillo, siem-pre creemos que ese hallazgo es posible en una incursión en la erudición. Recurri-mos a Michel Foucault, quien en Historia de la locura en la época clásica cita a unos estudiosos de entre 1600 y 1700 como Jonston, Plater, Boissier de Sauvages, Lin-neo y Weickard, quienes encuentran unos estados bastantes llamativos en aquellos que pueden ser considerados, permítase el desafuero, locos.

Vigilia, inquietud, espasmo, frenesí, rabia, delirio, dolores, vivacidad de la imagina-ción, desasosiego, excitación, orgullo y desesperación son algunas de las palabras (condiciones, estados, situaciones) con las que eran identificados, junto a otras, como determinantes al momento de definir a un loco. Muchas de estas palabras han sobre-vivido a las épocas y aún siguen vivas para que comúnmente se describa a alguien que no está en sus cabales.

Pero los dioses, así como le pidieron en su momento a Luis Manuel Briceño Guerre-ro, nuestro filósofo, que no los traicionara, así nosotros no podemos traicionar a los nuestros, por más pequeños que estos sean. Y desde ese situarse ante la circunstancia, y bajo el riesgo de interpretarse como una boutade, como una ocurrencia, porque es-tamos empecinados en sacarnos un brillo dentro de la opacidad que somos, debemos

POR RubÉn WiSotzkiFOTOGRAFÍA AmÉRiCo moRiLLo

Lo cuerdo que no recuerdo

aquí, sin titubeos, ser fieles a nuestra mira-da y sentimiento:

Ciertamente, Hugo Rafael Chávez Frías es-taba loco.

Lo vimos en permanente vigilia, lo senti-mos y vivimos inquieto, siempre inquieto, debió padecer ante más de un dolor in-aguantable del Otro, víctima de su profun-da sensibilidad, más de un espasmo, fue frenesí, fue rabia que nace de la impotencia ante la desigualdad y la injusticia, deliró, hay que ver cuánto deliró apasionadamen-te junto a los delirios del pueblo, conoció en muy contadas ocasiones el sosiego, se excitaba y excitaba, era desbordado por el orgullo de pertenecer a una patria que volvió a hacer patria, que sigue haciendo

patria gracias a una revolución que aún deletrea sus primeros vocablos, y hasta el último instante debió desesperarse por no poder estar de pie físicamente, acom-pañando a su espíritu erguido, ese espíritu que hoy nos sacude, nos reclama, nos le-vanta, nos empuja, nos abraza.

Se sabe que el cerebro y el corazón, cuando salen de paseo juntos, juegan con nuestros deseos y nuestras emociones. Imaginamos que pasó lo que en realidad no pasó por-que queríamos que pasase. ¿O es que sí pasó? En todo caso, juraríamos, y lo jura-mos, que él le dio la razón por primera vez a los imbéciles para asegurar que sí, que de cuerdo nada y que de locura todo. Loco, total y absolutamente loco de amor por el pueblo, por su pueblo.

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Diosdado Cabello, quien llevaba serenatas so-lamente a Marleny Contreras —según Dios-dado—, afirma que nuestra desmemoria es producto, entre otras cosas, de los cuentos chimbos que nos contaron y también dice que por algo nos los contaron así. Por eso es que la imagen de Miranda, siempre según Dios-dado, la recordamos viéndole acostado en un catre de una cárcel en la que murió.

Se nos olvida la grandeza.

Cuando Diosdado dice eso también pone como ejemplo la historia, novelada por Eduar-do Blanco, de Negro Primero despidiéndose del amigo antes de morir, herido en combate, y ahí me distancio del discurso de Diosdado, amigo del Comandante, porque aquella amis-tad novelada se forjó en un campo de batalla y allí las amistades son de verdad, aunque des-pués haya traiciones y a pesar de que el mismo Diosdado también las ha sufrido, esa parte de la historia de nuestra Guerra de Independen-

POR GUSTAVO MÉRIDA@gusmeRida1

“...no puede luchar por la justicia”

cia, que costó tantos muertos, también está llena de amor y de amistad.

LA TRAICIónZamora tampoco le hizo caso a una mujer —igual que Bolívar cuando desoyó a Manuelita Sáenz y le perdonó la vida a Santander para que después Santander hiciera lo que hizo— y, aunque Paéz después hizo lo que hizo, hay cosas en la historia del poder que nunca se sabrán porque pasan entre un hombre y una mujer. Nunca sabremos si hubo una mujer que le dijera a Chávez algo que Chávez desoyó y después (ponga aquí usted el nombre de su traidor “preferido”) hizo lo que hizo.

Me siento representado por Miranda, entre otras cosas, por coleccionar vellos púbicos de pubis femeninos nacionales e internacionales. Hay verdades que parecen mentiras.

También me siento representado por Chávez, entre otras cosas, por seguir el

ejemplo que Miranda dio, si eso fuere cier-to. Cuando al Comandante se le quebró la voz en Apure, mostró todo su amor por to-dos nosotros y, a la vez, todo su sufrimien-to, porque también estaba preso por culpa de todos nosotros. Uno entiende entonces, oyéndole allá en la sabana, que Chávez solo podía ser libre esos breves momentos en los que sudaba encima (o debajo, o...) de una mujer. Ella y él, con todo el respeto que hay que tener con todas las mujeres, las que ha-yan sudado con él o a las que les salpica un sudor que nunca fue. Entonces no importa si es verdad que ellas, mujeres nacionales o internacionales, se acostaron con el Co-mandante o que el Comandante se acostó con todas ellas. Sobre todo con ella, que si uno se la imagina, sobre todo a ella, uno quiere y admira más al Comandante.

Hombre casado, dicen, no puede luchar por la justicia. El presidente Nicolás Maduro dice que eso es mentira.

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Edición Número Doscientos dieciocho. Año 05. ÉPALE CCS Caracas, 5 de marzo de 2017.

Aquella mañana, a Dorothy se le había que-mado el papelón. Estaba en lo de todos los días, alistando a la niña para el colegio, aci-calándose y hablando por teléfono con su mamá. Mientras tanto, puso a derretir una panela. La mamá se puso intensa (¡qué raro!), sobre todo con sus temas de abuela moder-na, y a Dorothy se le enredó la agenda de la mañana (bicicleta fija, meditación, secado de pelo, etc.). Así que, de repente, el apartamento comenzó a oler a melaza. Corrió velozmente y encontró su fabulosa cocina de vitrocerámica bañada de una lava melcochosa. “¡El coño ’e su verga, Maduro!”, exclamó, según lo contó ella misma al llegar —tarde— a su oficina.

Ana G., pese a ser tan opositora como Do-rothy, le preguntó: “¿Y qué culpa tiene ese tipo, chica... será que lo dejaste cuidando la cocina? Mira que te vas a meter en un lío con la Prime-ra Combatiente...”. Entonces, Dorothy expuso un razonamiento inequívocamente escuálido: “Si en este país hubiese azúcar normal, yo no tendría que estar derritiendo papelón”.

Esta historia de locura corriente demuestra cuán profundo se ha instalado en el cerebro opositor un tipo de argumento ya clásico, y que comenzó con aquella socorrida frase: “¡Esto es culpa ’e Chiave!”. Nicolás Maduro

POR CLODOVALDO HERNÁ[email protected]

La cuLpa deL papeLón quemao

no logró heredar todo lo del Comandante, pero de que heredó la culpabilidad a ultran-za, no queda duda.

A Chávez lo culparon de todo, incluso de aque-llos fenómenos sociales, económicos y polí-ticos que habían sido identificados muchos años antes como males endémicos de nuestra sociedad y que fueron, muy por el contrario, una de las causas de que él se haya converti-do en un fenómeno político. Pongamos por caso el enorme abismo entre ricos y pobres, generador de grandes rencores y deseos de desquite. Los opositores, especialmente los de clase media, prefirieron aferrarse a la tesis, claramente antihistórica, de que hasta 1998 los pobres estaban muy conformes con su miseria y que fue a partir de entonces —y por culpa de Chávez— que se pusieron respondones.

Una vez que al Comandante se le endilgó esa especie de culpa basal, todas las otras vinie-ron por añadidura. Se le acusó de los errores que cometió, lo cual es natural, pero también de las consecuencias supuestamente negati-vas de sus políticas exitosas. La oposición y sus medios hicieron enormes esfuerzos por presentar como perversiones los avances sociales alcanzados por la Revolución. Por ejemplo: en lugar de decir que Chávez masi-

ficó la educación, lo acusaron de prostituirla con fines populistas.

Con Chávez se instauró la práctica del mundo al revés y, por ello, a él se le atribuyó la culpa de las rubieras opositoras. La expresión excel-sa de este fenómeno estuvo en los años 2002 y 2003. Los golpistas contrataron francotira-dores para matar manifestantes y echarle la culpa al “dictador”, en abril. Y entre diciembre y enero pararon la industria petrolera y culpa-ron a Chávez de que no hubiese gasolina.

Hijo de gato, al fin y al cabo, Nicolás Maduro ha heredado esta característica de ser culpa-do por los ratones de eventos que ellos mis-mos causan: la calentera caprilista de 2013, la guarimba de 2014 y la guerra económica nuestra de cada día.

Lo único que, a veces, salva a Maduro de car-gar con todas las culpas es el hecho de que la maña de apuntar con el dedo al comandante Chávez resultó ser más fuerte que la muerte. Pregúntele usted a su opositor más cercano o a su chavista disidente favorito y le explica-rán que la culpa de todo lo que nos está pa-sando —incluyendo el papelón quemao de Dorothy— no es del ciego Maduro, sino de Chávez porque le dio el garrote.

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Chávez fue atacado, una y mil veces, por “regalar” el petróleo venezolano. Incluso, él mismo, en el año 2012, le hizo frente a la ya trillada acusación mientras derramaba crudo pesado en una tapita: “Ellos tienen hasta una lista: a Argentina Chávez le re-galó tanto, a Cuba tanto, pero eso es una gran mentira, empezando porque a Argen-tina, por ejemplo, se envía es fuel oil. Ade-más, esto es parte de la nueva y gran políti-ca internacional de Venezuela, de los muy pensados mecanismos de cooperación”.

¿De qué se trataba esa política internacio-nal? Según el actual mandatario Nicolás Maduro, “Chávez diseñó un plan estraté-gico basado en las teorías de Juan Pablo Pérez Alfonzo, autor del libro Hundiéndo-nos en el excremento del diablo y uno de los propulsores de la OPEP”. Pero, todo indica que las raíces son aún más profundas.

“La política de la OPEP, rescatada por Chávez, no está únicamente basada en las teorías de Pérez Alfonzo, pues la idea de la OPEP es anterior a él. Surgió en los años

POR JESSiCA DoS SAntoS JArDim@JessidOssantOs

¡A 4 dólAres el bArril!

de Medina y López Contreras y uno de sus primeros arquitectos fue Manuel Ega-ña Barroeta. Solo que cuando se funda la OPEP, el que asiste por Venezuela, porque en ese tiempo era el ministro de Minas e Hidrocarburos, fue Pérez Alfonzo”, expli-ca el sociólogo y director del CEEP de la UBV, Luis Salas Rodríguez.

En efecto, Chávez rescató esta política y destacó en varias oportunidades: “Cuan-do yo llegué se vendía como a 4 dólares el barril”. “Pero, además, Chávez reflexionó que había muchos países consumidores de petróleo, pero de los llamados ‘tercer o se-gundo mundo’. Entonces, era necesaria una política de solidaridad, que no implicaba regalarles el petróleo sino vendérselo en condiciones especiales. Por ejemplo: en Pe-trocaribe se vende a crédito, pero al mismo precio del mercado. En cambio, Venezuela le daba descuentos a los EEUU, en los años 90, aunque se tratase de la primera potencia del mundo. En el caso de Petrocaribe tam-bién había otros intereses, más profundos, como evitar que el Caribe se convirtiera

en un nuevo Mediterráneo de migracio-nes forzadas como consecuencia de la cri-sis desatada por una eventual subida de los precios del petróleo”, explica Salas.

Al recuperarse la política de precios, tam-bién se recuperó el ingreso nacional. “Se calcula que ingresaron al país 800.000 millones de dólares. Esto ha traído una discusión bastante grotesca con la oposi-ción y con algunos sectores de izquierda, quienes afirman que se trata de la bonanza más grande recibida por gobernante algu-no. Pero cuando se revisan los números, la bonanza es relativa, pues lo que recibió Chávez, en efecto, es superior a lo que re-cibió el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez; pero cuando se descuenta la infla-ción, la depreciación de la moneda, el au-mento de la población (160% más), enton-ces te das cuenta que un dólar de la década de los 70 tenía más poder de compra que uno en la época de Chávez”, finaliza Salas. Y, de todas todas, esto hace aún más gigan-te a un Comandante que se movió, siempre airoso, entre mitos y realidades.

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Artesanos, marineros, menesterosos y de-lincuentes conformaron el grueso de via-jeros que se prestaron para lanzarse a la aventura de invadir unas tierras allende los mares. De ellos, por bula real y por la práctica diaria, surgió la clase gobernante en Venezuela. Sus herederos, sin embar-go, siempre han tenido ínfulas de nobleza. Amparados por las leyes y la tradición, se dedicaron a explotar a los descendientes de indios, negros y pardos que, por causa del orden colonial, fueron sentenciados a ser peones.

Esta clase gobernante, desde sus orígenes, ha cargado sobre sus hombros el desprecio que la nobleza europea les profesaba. Sen-timiento de humillación que trocaron por adoración a las culturas foráneas y un odio estructural a las clases bajas. Esto lo han disimulado con una actitud campechana hacia el pueblo, que siempre han querido vender como si fuera igualdad.

Mantuvieron su poder con artimañas como La Cosiata, el Tratado de Coche, la desapa-rición histórica de Zamora.

POR RodoLfo PoRRAS

EsE hombrE Es un dictador o por qué miEntEn

El reventón de Zumaque 1, en 1914, les cam-bió el foco de su insaciable sed de dinero y poder. Abandonaron los campos, dejaron a su suerte a los campesinos (ya que tampoco les cedieron las tierras) y se dedicaron a venderle el país a las petroleras.

Otro reventón histórico tiene su marca en el mítico “por ahora” que abrió un camino cierto de justicia social, y que puso a temblar a esa clase cuando vio amenazado el poder que cree poseer por derecho histórico y divino. Y de ese temblor nació la conseja: “Ese hombre es un dictador”.

Enfatizaban, convenciendo fundamentalmen-te a la clase media aspirante e ignorantona, que el “teniente coronel” era un dictador. Primero, la Constituyente era la estrategia para instau-rar su dictadura. Ganó y sus decretos, la ley de tierra, de pesca, de trabajo. ¡Horror!, un paso a la dictadura. Su forma de caminar, saludar, hablar, eran indicios más que certeros. ¡Abajo el dictador! ¡Con mis hijos no te metas!

Para salvar el país de esa catástrofe monta-ron, ellos sí, una dictadura de facto, peor

que la que habían ejercido bajo la máscara de la representatividad, con la que saquea-ron al país y asesinaron miles de personas. Pero esta les duró un día, a lo sumo día y medio. En tan poco tiempo persiguieron, asesinaron, desconocieron todos los po-deres. El dictadorzuelo autojuramentado huyó con sus secuaces. Chávez apostó a la paz y perdonó. La clase esa de la que ve-nimos hablando volvió a decir que era un dictador. Diecisiete elecciones después, re-pitieron su conseja.

Chávez murió. Millones de personas lo acompañamos, no lo olvidamos y lo en-tendemos como una referencia de libertad. Pero ellos insisten en que fue un dictador. Perdieron la siguiente elección y ahora el dictador es Maduro.

El verdadero peligro no es que mientan, es el porqué mienten.

Les importa un coño Venezuela. No son malos ni buenos ni mentirosos, solo son lacayos del dinero. Y van a hacer más que mentir porque así lo dicta su amo.

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Chávez, muchas veces, sobre todo a raíz de los sucesos acaecidos en Palestina a manos del Ejército israelí, explicó la diferencia en-tre el pueblo judío y el Estado de Israel. Si uno hace una búsqueda en internet, en la que se inserten las palabras “Chávez’’ e “Is-rael’’, se encontrará con una serie de videos del tipo teoría de la conspiración, solo que producidos por religiosos, que le achacan la muerte del Presidente a aquel discurso público de 2010 en el que, específicamente, maldice al Estado de Israel.

Pero no me quiero meter en esos terrenos.

Lo cierto es que Hugo Chávez, desde an-tes, había mantenido una postura firme, desde el punto de vista discursivo, en contra del Estado y el Gobierno israe-lí. Todo esto por una razón: la continua masacre al pueblo palestino por parte de sus fuerzas altamente sofisticadas, en te-rrenos de inteligencia y de labor militar. Al final, el Estado, como institución so-cial, como poder dentro del ordenamien-to burgués, queda ejemplificado por esa diferenciación que él mismo hizo: el misil de fósforo que salía de Jerusalén estaba enviado por el Estado de Israel, mas no por el pueblo judío, e iba dirigido, esta vez sí, hacia el pueblo palestino.

Las declaraciones a las que nos referimos siguieron, esta vez causadas por un suceso específico: el ataque de las fuerzas del Es-tado israelí a la Flotilla de la Libertad, que se dirigía a Gaza con un cargamento de in-sumos de primera necesidad. La condena, entonces, tenía asidero en una masacre que, desde el argumento religioso de aquellos vi-deos, se deja fuera de la ecuación. La recla-mación siguiente de Chávez, en el discurso, fue al presidente Obama: ¿cómo era posible, tomando en cuenta su postura de policía en

POR ANDER DE TEJADA

supuestos variados

la política exterior de terceros, que no san-cionara el suceso? ¿Por qué?, se preguntaba, si ese era uno de los objetivos de la adminis-tración del recién salido Barack. Cosas que su fanaticada, consolidada sobre todo en las grandes urbes estadounidenses durante las últimas elecciones, tiende a olvidar.

En fin, las acusaciones de antijudaísmo venían desde antes, por cosas tan simples como el uso de la figura del judío errante en discursos públicos de Chávez. Otro ar-gumento, que supuestamente sostiene este, también supuesto, fenómeno de segrega-ción, fue la necesidad de huir de más de la mitad de judíos que vivían en Venezuela en el año 1999. Eran 22.000. Supuestamente,

para 2015 solo quedaban 7.000. Sin embar-go, no sé qué podrá haber sentido Chávez, dentro de sí, por los judíos. Si los amaba o los odiaba. La verdad es que sus sentimien-tos no importaron entonces ni importarán jamás. Es irrelevante.

Lo que sí es pertinente son los hechos que movieron a Hugo Chávez. Por una nece-sidad histórica, el expresidente tuvo que cuadrarse geopolítica e, incluso, ideológica-mente, con los musulmanes oprimidos. Ni siquiera con todos, sino con los oprimidos. Esto indica que el problema, el meollo del asunto, estaba en el carácter político de los conflictos, donde generalmente suele estar, no en el carácter religioso.

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Seguro que usted se ha encontrado con esos especímenes que vociferan que hay que salir de “este gobierno comunista” o “comunistoide”. Pensará que son pacien-tes de una sobredosis de Schwarzenegger y Rambo.

En medio de todo ello está la acusación de que Chávez es un comunista y Maduro su pupilo. Viene del sector más gorila de la oposición y de la ultraderecha del conti-nente.

Lo más curioso, créame, es que nadie sabe cómo es una sociedad comunista. Pregun-te a un comunista. No lo sabe ni Marx.

Pero ¿cómo le explica uno a un orangu-tán cualquiera, a un pinochetista, a un militante de los partidos montados por la Usaid que el hecho de que el Partido Co-munista gobierne no indica que el país que gobierna sea un país comunista porque, en términos estrictos, en una sociedad comu-nista no debe haber gobierno? No hay ma-nera de explicárselo.

POR FrEddy FErnándEz@filOybORde

Chávez y el ñangarismo

Sé un poco de esto porque, a diferencia de Chávez, yo sí soy comunista y lo era ya an-tes de hacerme también chavista.

Quizá fuera mi formación (con limitaciones y lagunas) la que me permitiera disfrutar y acompañar la evolución del pensamiento político de Hugo Chávez, desde sus discur-sos innegablemente bolivarianos, robin-sonianos, zamoranos y patrióticos, pasan-do por una etapa de defensa de la Tercera Vía a finales de los años 90, para después avanzar hacia la convicción de que el mo-delo de desarrollo que nos convenía era la construcción del socialismo del siglo XXI, con sus componentes cristiano, bolivariano y ecológico.

Sin embargo, el gorilaje nunca dejó de seña-lar a Chávez como comunista. Quiero de-jar claro que se trata del gorilaje, porque la gente de oposición que alguna vez militó en el Partido Comunista de Venezuela (como Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez, Pedro León Zapata, entre otros) jamás dijo que Chávez era comunista.

Como me confesó una vez una de las figuras de la antigua plantilla de Globovisión, la ventaja de acusar a Chávez de comunista consiste en que la propaganda anticomunista tiene muchísimos años impuesta. A ese colega no le inmutó el que le recordara que las campañas anticomunistas habían justificado el asesinato de decenas de mi-les de jóvenes latinoamericanos.

Los elementos de la propaganda anticomu-nista son los mismos miedos que explotó la Iglesia europea a finales de la Edad Media, es decir, “te van a quitar tus hijos”, “viene una plaga y no tendrás protección”, “te van a qui-tar tu casa” y “vivirás en medio de la hambru-na”. Remasterizados, son los mismos compo-nentes básicos de hoy.

Con Fidel, creo que se puede ser revolucio-nario sin ser comunista, pero no se puede ser revolucionario siendo anticomunista. Desde mi innegada ortodoxia creo que todo revo-lucionario consecuente debe terminar siendo comunista. Chávez no llegó a ese punto y no sé si lo hubiera hecho. Yo empecé por allí y ya no tengo remedio.

AUTOR: Vicmairis Aguilera "VK"INSTAGRAM: @viickyaguileraTWITTER: @Viickyaguilera'