Correr O Morir - Kilian Jornet

271

Transcript of Correr O Morir - Kilian Jornet

Page 1: Correr O Morir - Kilian Jornet
Page 2: Correr O Morir - Kilian Jornet

Annotation

Page 3: Correr O Morir - Kilian Jornet

Sinopsis

«Kiss or kill. Besa o mata. Besa la gloria o muere enintentarlo. Perder es morir, ganar es sentir. La lucha es loque diferencia una victoria, un vencedor.'

Un fuera de serie. Un héroe. Una personaextraordinaria. Kilian Jornet es el actual campeón mundialde skyrunning, una de las pruebas físicas más duras delplaneta. Ha subido y ha bajado el Kilimanjaro másrápidamente que ninguna otra persona en el mundo. Hafulminado todos los récords mundiales en cada reto que seha propuesto: el Ultra Trail del Mont Blanc, laTranspirenaica, la vuelta al lago Tahoe ...

Correr o morir es el diario de un ganador, unafilosofía de vida, una lección ejemplar para todos nosotros.

KILIAN JORNET

CORRER O MORIR

Page 4: Correr O Morir - Kilian Jornet

Autor : Jornet, Kilian© 2011, Now BooksISBN: 9788493786984Generat amb: QualityEbook v0.62, XML Copy Editor

(Sch)

Page 5: Correr O Morir - Kilian Jornet

A Nuria, por enseñarme el caminoe iluminarlo cuando oscurece

Page 6: Correr O Morir - Kilian Jornet

Manifiesto del skyrunner

Kiss or kill. Besa o mata. Besa la gloria o muere en elintento. Perder es morir, ganar es sentir. La lucha es lo quediferencia una victoria, a un vencedor. ¿Cuántas veces hasllorado de rabia y de dolor? ¿Cuántas veces has perdido lamemoria, la voz y el juicio por agotamiento? ¿Y cuántasveces, en esta situación, te has dicho: «¡Otra vez! ¡Un parde horas más! ¡Otro ascenso! El dolor no existe, solo estáen tu mente. Contrólalo, destrúyelo, elimínalo y sigue. Hazsufrir a tus rivales. Mátalos»? Soy egoísta, ¿verdad? Eldeporte es egoísta, porque se debe ser egoísta para saberluchar y sufrir, para amar la soledad y el infierno.Detenerse, toser, padecer frío, no sentir las piernas, tenernáuseas, vómitos, dolor de cabeza, golpes, sangre... ¿Existealgo mejor?

El secreto no está en las piernas, sino en la fuerza desalir a correr cuando llueve, hace viento y nieva; cuando losrelámpagos prenden los árboles al pasar por su lado;cuando las bolas de nieve o las piedras de hielo te golpeanlas piernas y el cuerpo desnudo contra la tormenta y tehacen llorar y, para proseguir, debes enjugarte las lágrimaspara poder ver las piedras, los muros o el cielo. Renunciara unas horas de fiesta, a unas décimas de nota, decir «¡no!»a una chica, a las sábanas que se te pegan en la cara. Ponerle

Page 7: Correr O Morir - Kilian Jornet

huevos y salir bajo la lluvia hasta que te sangren las piernasdebido a los golpes que te has dado al caer al suelo por elbarro, y levantarte de nuevo para seguir subiendo... hastaque tus piernas griten a pleno pulmón: «¡Basta!». Y te dejencolgado en medio de una tormenta en las cumbres máslejanas, hasta la muerte.

Las mallas empapadas por la nieve que arrastra elviento y que se te pega también en la cara y te hiela elsudor. Cuerpo ligero, piernas ligeras. Sentir cómo lapresión de tus piernas, el peso de tu cuerpo, se concentraen los metatarsos de los dedos de los pies y ejerce unapresión capaz de romper rocas, destruir planetas ydesplazar continentes. Con ambas piernas suspendidas en elaire, flotando como el vuelo de un águila y corriendo másveloces que un guepardo. O bajando, con las piernasdeslizándose por la nieve y el barro, justo antes deimpulsarte de nuevo para sentirte libre para volar, paragritar de rabia, odio y amor en el corazón de la montaña,allá donde solo los más intrépidos roedores y las aves,agazapados en sus nidos bajo las rocas, pueden convertirseen tus confesores. Solo ellos conocen mis secretos, mistemores. Porque perder es morir. Y uno no puede morirsesin haberlo dado todo, sin romper a llorar por el dolor y lasheridas, uno no puede abandonar. Hay que luchar hasta lamuerte. Porque la gloria es lo más grande, y solo se debeaspirar a la gloria o a perderse por el camino habiéndolo

Page 8: Correr O Morir - Kilian Jornet

dado todo. No vale no luchar, no vale no sufrir, no vale nomorir... Ha llegado la hora de sufrir, ha llegado la hora deluchar, ha llegado la hora de ganar. Besa o mata.

Estas eran las palabras que, durante aquellos años,colgadas en la puerta de un viejo apartamento, leía todas lasmañanas antes de salir a entrenarme.

Page 9: Correr O Morir - Kilian Jornet

1 - ¿QUÉ QUIERES SER DE MAYOR?

—Contador de lagos. ¡Yo, de mayor, quiero sercontador de lagos!

La profesora apartó la mirada de la pizarra, dondeconfeccionaba una lista con las profesiones que los niñosde la clase deseábamos ser de mayores, y la dirigió hastami mesa.

—Sí, contador de lagos. Pero solo quiero contarcuántos hay. Yo iré por el monte y, cuando encuentre unlago, miraré cuán profundo es lanzando una piedra en mitaddel agua atada a una cuerda, miraré cuántos pasos mide delongitud y de anchura. Los ríos que llegan a él, de dóndevienen. Y los que del lago salen, hacia dónde van. Miraré sihay peces, o ranas, o renacuajos. Y si el agua está limpia ono. —Rosa me miró aún con mayor asombro, puesto queno es el trabajo más común que suelen desear los niños decinco años, pero yo estaba convencido de ello. Era midestino.

Entre esto y el hecho de que, durante todas lasascensiones y excursiones que realicé desde que tengoconciencia, siempre regresaba a casa con al menos unapiedra del pico o punto más alto que habíamos alcanzado,una costumbre que todavía hoy conservo —colecciono

Page 10: Correr O Morir - Kilian Jornet

piedras de todas clases y colores: volcánicas delKilimanjaro y de la Garrotxa, granitos de los Pirineos y delos Alpes, ocres de Marruecos y de la Capadocia, azulesdel Erciyes, losas del Cerro Plata...—, creo que estabapredestinado a ser geógrafo o alguna profesión similar.Predestinado a descubrir las entrañas de la Tierra buscandopiedras en todas las cumbres y cuevas, a conocer suspaisajes y a desvelar cómo había sido capaz de erigir unasconstrucciones tan complejas como las cordilleras, consus montañas, los valles, los lagos... Y cómo todo eso, deuna u otra manera, funcionaba a la perfección, cual relojsuizo, sin que nada ni nadie, ni siquiera los hombres máspoderosos, pudiera detener su ritmo vital.

Creo que aquella fue de las pocas veces que he dicho«yo quiero ser». Siempre he sido más bien una persona deaquellas que dicen «intentaré...». He sido una personatímida y siempre he pensado que hay que dejar quetranscurra el tiempo, que al final las cosas se pongan en susitio. Y el tiempo fue colocando mi destino en el lugar quele correspondía.

Mi infancia fue la de un niño normal. Me pasaba eltiempo fuera del colegio jugando alrededor de la casa demis padres, solo, con mi hermana o con amigos del colegioque venían a pasar alguna tarde. Jugábamos al escondite, a

Page 11: Correr O Morir - Kilian Jornet

pillarnos, construíamos cabañas y fortalezas, ytransformábamos el entorno en parajes imaginarios deimágenes de cómics o películas. Jamás he sido una personade aquellas que se encierran en su casa y tuve la fortuna deque mis padres vivían en un refugio de montaña, donde mipadre trabajaba de guarda, situado a 2.000 metros de altitud,en la vertiente norte de la Cerdaña, entre picos fronterizoscon Francia y Andorra. Mi terreno de juego nunca ha sidouna calle o un patio, han sido los bosques del Cap del Rec,las pistas de esquí de fondo y las cumbres de la TossaPlana, la Muga, el puerto de Perafita... Allí fue dondeempecé a descubrir el fascinante mundo de la naturaleza.

Al volver del colegio, aún no habíamos dejado lasmochilas en el comedor y ya estábamos fueraencaramándonos sobre las rocas o colgados de la rama deun árbol en verano, o brincando por campos cubiertos denieve con los esquís de fondo en invierno.

Todas las noches, antes de acostarnos y con el pijamapuesto, mi hermana, mi madre y yo salíamos a dar un paseopor el bosque a oscuras, sin frontal. Evitábamos loscaminos y así, poco a poco, cuando nuestros ojos seadaptaban a la oscuridad y nuestros oídos al silencio,éramos capaces de escuchar cómo respiraba el bosque y dever el terreno a través de los pies. Tenemos el sentido de lavista sobrevalorado y, cuando carecemos de él, nos

Page 12: Correr O Morir - Kilian Jornet

sentimos desprotegidos e indefensos ante los peligros delmundo. Sin embargo, ¿qué peligro puede esconder unbosque pirenaico por la noche? En realidad, los únicosdepredadores naturales, lobos y osos, escasean desde haceaños. En cuanto a los demás animales, ¿qué peligro puedesuponer cruzarse con un zorro o una liebre para un animaldiez o quince veces mayor? ¿Y los árboles? Con el oídoaprendes a escuchar cómo el viento mece sus hojas y asílos puedes ver. ¿Y el terreno? Los pies nos indican si hayramas, hierba, barro o agua. Si sube o baja, o si de repenteviene un desnivel.

Y así fueron pasando rápidamente los años, entrejuegos alrededor del refugio y excursiones los fines desemana y durante las vacaciones. Siempre que gozábamosde dos o más días los aprovechábamos para ir a explorar unmonte nuevo. Cuando ya andábamos, empezamos a subir lasmontañas que nos quedaban más cerca, los picos próximosal refugio. Y progresivamente fuimos buscando nuevasaventuras más lejos. Con tres años había coronado ya laTossa Plana, el Perafita y la Muga. Y en cuanto a lascumbres del Aneto, con seis años hice mi primer cuatromil, y con diez, completamos la travesía de los Pirineos encuarenta y dos días... Pero jamás hacíamos estasexcursiones siguiendo los pasos de nuestros padres. Ciertoque eran ellos quienes nos llevaban hasta la cima y nos

Page 13: Correr O Morir - Kilian Jornet

guiaban, pero éramos nosotros los que debíamos descubrirel camino, buscar las señales y entender por qué el caminotranscurría por aquí y no por allí. No éramos simplesobservadores de lo que ocurría en nuestro entorno, sinoque el monte adquiría un significado más amplio que el deterreno de ocio. Era un terreno con vida, que debíamosconocer para poder desenvolvernos por él con seguridad,para poder interpretar y prever sus peligros. En fin,teníamos que adaptarnos al terreno en el que habíamosnacido. Y así fue como nuestros padres nos enseñaron aamar la montaña: haciendo que nos sintiéramos parte deella. Porque en el fondo una montaña es como una persona:para amarla, primero hay que conocerla, y una vezconocida, puedes saber cuándo está enfadada y cuándocontenta, cómo tratarla, cómo jugar con ella, cómocuidarla cuando le hacen daño, cuándo es mejor nomolestarla..., pero la diferencia con cualquier persona esque la montaña, la naturaleza, la tierra, es inmensamentemayor que tú. No hay que olvidar nunca que tú solamenteeres un pequeño punto, un puntito en el espacio, en elinfinito, y que es ella quien decide en cualquier instante siquiere borrar o no este punto.

Con ocho años hice una excursión que se me haquedado grabada en la memoria y que a menudo recuerdomientras corro.

Page 14: Correr O Morir - Kilian Jornet

Llegamos a La Coruña. El tren se apeó y salimosfuera. El tiempo era fresco y, pese a que no llovía, parecíaque en cualquier momento empezarían a caer las primerasgotas. Sacamos las bicicletas y nos pusimos a pedalear. Yollevaba la bicicleta de montaña de mi madre. Era bastantenueva y, aunque los pies apenas me llegaban a los pedales,no me despegaba de la bicicleta, debido a sus decoracionesde todos los colores que envolvían los radios de ambasruedas. Mi hermana contaba siete años y su bicicleta lahabía acompañado los últimos tres años de su vida, yaunque la bicicleta se encontraba en perfecto estado, ellahabía crecido durante aquellos años y tenía que pedalearmuy deprisa para poder seguir la marcha. Mi madre, quetenía algunos años más, montaba una antigua bicicletaPeugeot de carretera con los cambios en el cuadro, yencima de la rueda trasera llevaba atada una gran mochilacon todo lo necesario para pasar los tres una semanapedaleando y durmiendo por Galicia.

Salimos en dirección sur y sin muchos problemasfuimos avanzando con una más que aceptable coordinaciónde ritmos. Yo iba el primero con la enorme bicicleta, mihermana me seguía haciendo más pedaleos que un remeroen una galera, y mi madre andaba arriba y abajo paracontrolar que los dos fuéramos bien.

Con la niebla meona que nos dejaba empapados todoel día llegamos a Santiago de Compostela. Y en uno de los

Page 15: Correr O Morir - Kilian Jornet

descansos que hacíamos, mirando un antiguo mapa decarreteras Michelin, mi madre me dijo:

—Kilian, debes seguir esta línea —señalando la líneablanca junto a la carretera— y no abandonarla en ningúncruce, ya que te encontrarás una carretera que seguirá haciala derecha, ¿entendido?

Lo había comprendido perfectamente y me puse apedalear concentrado en la línea blanca con trozosdiscontinuos de la carretera, mientras mi madre me seguíadesde lejos con mi hermana. Empezaron a llegar loscruces, los coches me adelantaban por la derecha y por laizquierda, y los autocares y los camiones me pitaban yabroncaban. Pero yo seguía fielmente las indicaciones yme concentraba en no abandonar la línea. De repente vi ami madre corriendo con la bicicleta en la mano en elextremo izquierdo de la calzada. Gritaba fuerte para que meapartara del medio de la carretera:

—¡Kilian! Pero ¿qué haces? ¡Sal del medio de laautovía!

Por alguna de las coincidencias del momento, al pintarlas carreteras la línea que estaba siguiendo me conducíadirectamente al segundo carril de la autovía que entraba aSantiago. Y yo, convencido de las palabras de mi madre, nola abandoné ni un centímetro. Me aparté hacia donde estabami madre, que, sudando por el esfuerzo, me abrazó ydespués arregló la rueda que había pinchado en mi

Page 16: Correr O Morir - Kilian Jornet

persecución.

Los tres siguientes días fueron una dura batalla contrael viento del norte que soplaba. Íbamos siguiendo lossinuosos trazados de las carreteras de la costa y el vientonos empujaba con fuerza hacia atrás. Mi hermana pasabaapuros para subir con su bicicleta pequeña y mi madre noscontrolaba al mismo tiempo a mí, que me lanzaba a todavelocidad, y a ella. Pese a todo, una tarde de nubes finas yaire fresco llegamos al cabo de Finisterre y fuimostestigos de un precioso crepúsculo en el horizonte, sobreel mar.

Lo que no habíamos pensado muy bien es que, una vezel sol se pone, la luz desaparece. Como siempre, nospusimos en marcha para desandar el camino, y yo solo teníaen la cabeza algo que me había dicho mi madre: «Apéate enel camping de las puertas verdes con dos banderas delante.Yo vendré con Naila».

Me puse a pedalear y, con todo lo que daban de sí mispiernas, empecé a hacer kilómetros y más kilómetros. A miderecha empezaron a ocultarse las playas y aparecer elmonte. «Qué raro, creía que el camping estaba más cerca»,iba pensando a medida que la noche se tornaba más negra yla carretera se empinaba cada vez más. Llegué al puerto yempecé a descender hacia el otro lado. Frente a mí y amano derecha no se veía ninguna luz ni indicio de que

Page 17: Correr O Morir - Kilian Jornet

existiera un camping más adelante. De repente, después deuna curva, vi cómo me adelantaba un coche rojo y sedetenía delante de mí. De la puerta del conductor bajó unhombre bajo y redondo que no paraba de reír. Al poco, de laotra puerta salió mi madre, todavía con los zapatos de ir enbicicleta.

—¿Es que no has visto el camping? —me riñó.—Mmm..., no, no estaba. He visto playas y después

montañas —dije, pensando en todo lo que había visto desdeque había empezado a pedalear.

—¿Y a la izquierda? —me dijo mirándome atónita.Me sentí estúpido. Había un cincuenta por ciento de

posibilidades de que el camping estuviera en el ladoizquierdo de la carretera, pero yo en ningún momento loconsideré. Sonreí, riéndome de mí mismo, y subí al cochecon el propietario del camping, que nos condujo hasta latienda donde mi hermana nos estaba preparando la cena.

Al día siguiente nos levantamos temprano para llegar aLa Coruña aquella misma tarde, ya que debíamos coger eltren de regreso a Puigcerdà el día siguiente a primera hora.En esta ocasión salimos todos juntos para evitar másincidentes, pero en la última rampa antes de llegar a laciudad, la bicicleta de mi madre dijo «basta», que ya habíavivido muchas batallas, y la cadena y los cambios sebloquearon. Como entre los más de veinte kilos que llevabaen la mochila no habíamos previsto nada para reparar las

Page 18: Correr O Morir - Kilian Jornet

bicicletas, tuvimos que acudir a una pequeña tienda delpueblo más cercano a comprar aceite.

Después de hacer muchas pruebas y mover todo lo quepodíamos mover con las manos, logramos desbloquear lacadena, pero la bicicleta se quedó con el piñón fijo. Comomi madre, para bajar, no podía poner los pies en lospedales, si no quería que sus piernas parecieran unalavadora haciendo un programa de secado exprés, se pusodelante con las piernas encima del manillar y nosotrosdetrás para vigilar que no ocurriera ningún incidente.

Pasamos aquella noche en un hostal en el centro de laciudad y a la mañana siguiente salimos muy temprano abuscar el tren. En el viaje de ida habíamos tenidoproblemas para llevar las bicicletas, y por eso esta vezfuimos previsores y las empaquetamos en el hotel. Noteníamos funda ni cartones y las tuvimos que meter dentrode los sacos de dormir. Este sistema tan estudiado tenía elúnico problema de transportar las bicicletas hasta laestación, ya que mi hermana y yo éramos incapaces delevantar aquellos bultos que eran más grandes que nosotros.El sistema que pensamos fue el siguiente: yo iba con mimadre con una bicicleta hasta la mitad del trayecto y mequedaba esperando con el paquete. Ella iba a por la otrabicicleta y con dos viajes regresaba con la bicicleta y conNaila. Y así otra vez desde el centro hasta la estación.

Mi bondad y la de mi hermana nos privaron de

Page 19: Correr O Morir - Kilian Jornet

ganarnos nuestro primer sueldo. La gente, al pasar pornuestro lado y ver a un niño o una niña solos, con expresióncansada después de días de esfuerzo y con la ropa sucia delas cadenas de las bicicletas, sentados junto a un gran sacode dormir, abría su corazón y nos ofrecía dinero paracomer. Nosotros mirábamos a los transeúntes conasombro, sin entender qué les hacía pensar que estábamostan delgados, si pocas horas antes habíamos desayunado, ynaturalmente rehusábamos su dinero.

Al final llegamos los tres a la estación de tren, donde,por orden del revisor, tuvimos que sacar las bicicletas delos sacos de dormir y permanecer en la zona de puertas,mientras íbamos moviendo las bicicletas de derecha aizquierda para que los pasajeros pudieran entrar y salir deltren en cada estación, hasta que al cabo de unas horas unaazafata se compadeció de nosotros y nos ofreció la saladonde guardaban el material del tren para dejar lasbicicletas, y así pudimos dormir hasta llegar de nuevo acasa.

Y las excursiones pasaron de juego a actividades y deactividades a deporte. Y la competición llegó con elingreso al instituto, ya que me inscribí en el Centro deTecnificación de Esquí de Montaña para sacar toda laenergía que albergaba dentro. Y empezaron losentrenamientos, las carreras arriba y abajo; primero a lo

Page 20: Correr O Morir - Kilian Jornet

largo y ancho de los Pirineos y, luego, por toda Europa.Llegaron los primeros resultados y, con ellos, las ganas demejorar. Con la ayuda de Maite Hernández, Jordi Canals ytodo el equipo del Centro de Tecnificación, sin olvidarmede mi madre, que me llevaba de aquí para allá para poderentrenarme por la mañana antes de entrar al instituto,parecía que mi carrera iba lanzada y que los mayores éxitosestaban aún por llegar, pese a ganarlo todo en categoríasinferiores.

Sin embargo, la vida siempre nos pone obstáculos: el22 de diciembre de 2006, justo el día siguiente de haberganado por vez primera a mi referente, Agustí Roc,volviendo a casa desde la autoescuela, al saltar de una callea otra como había hecho en tantas ocasiones, mis pies nopudieron coordinarse y me caí al suelo con un granimpacto. Sentí un fuerte dolor en la rodilla izquierda y en lamano derecha.

Llegué a casa como pude y me senté en el sofáesperando que la inflamación bajase y el dolor remitiera.Lejos de eso, ya de madrugada, mi rodilla estaba tanhinchada que, pese a mis reticencias, me llevaron alhospital.

—Te has roto la rótula de la rodilla y el metatarso dela mano —me informó la doctora, mientras el mundo seme desmoronaba al escuchar estas palabras—. Lo mejor esoperarte cuanto antes y ponerte un cerclaje. Esperemos que

Page 21: Correr O Morir - Kilian Jornet

quede perfecto.La decisión se antojaba dura y yo en aquellos

momentos era incapaz de pensar con claridad. Meencontraba en el mejor estadio de mi corta carreradeportiva y con solo dieciocho años no intuía ningunasalida posible. ¿Mi carrera había terminado? ¿Me iba arecuperar de aquella lesión? Seguramente podría volver apracticar deporte, pero ¿podría recuperar el nivel que contanto esfuerzo había alcanzado? Quería saberlo, y cuantoantes. En mi cabeza no cabía pasarme un año sin competir,sin entrenarme y sin practicar deporte. ¿Qué iba a hacer?Mi mente andaba muy ocupada planteándose preguntas ybuscando sus respuestas mientras me colocaban un cerclajealrededor de la rótula.

Debía buscar otras soluciones. En el caso de que nopudiera volver a la competición al más alto nivel, tenía quebuscar otras motivaciones y objetivos por los que luchar.De ese modo, dediqué los tres meses que pasé con lapierna escayolada a encontrar toda la información posibleacerca del esquí de montaña. Busqué estudios y tests detécnica que se habían realizado en esquí de fondo para suaplicación a mi deporte. En libros de psicología busquécómo mejorar tácticamente. Me pasaba las noches frente alordenador navegando entre páginas web de fisiología yestrategia deportiva con el fin de profundizar en elconocimiento de mi cuerpo, sorteando las noches en vela

Page 22: Correr O Morir - Kilian Jornet

con demasiadas preguntas sin respuesta.En marzo acudí al hospital para que me quitaran la

escayola. Tuve una enorme decepción al ver por primeravez mi pierna al cabo de tanto tiempo. ¡No, no, aquella noera mi pierna! ¡No era posible! Mi pierna era muymusculosa y fuerte. ¡No era posible que aquel pedazo dealambre peludo fuera mío! ¡Dios mío! ¡Entonces sí lo vinegro! Busqué consuelo en pensar que por lo menos,gracias a los conocimientos adquiridos durante aquellostres meses de investigación intensiva sobre el deporte,podría seguir de un modo u otro vinculado al deporte.

Las primeras sesiones con el fisioterapeuta fueronterribles. Era incapaz de doblar la pierna sin laelectroestimulación; era incapaz de sostenerme de pie sinla ayuda de una muleta. ¿Cómo iba a correr de nuevo si nopodía sostenerme de pie? Sin embargo, poco a poco, fuimejorando y la pierna empezó a ganar grosor. Una semanadespués ya era capaz de sostenerme de pie sin ayudarmedel bastón, y si me sostenía de pie quería decir que tambiénpodía hacerlo encima de unos esquís, ¿no? Lo probé. Medirigí a las pistas de esquí y me puse las botas por primeravez en los últimos cuatro meses. Pensaba que seguramentea los médicos no les haría ninguna gracia que esquiara, peroal fin y al cabo solo estaba de pie, y las botas me sujetabanel pie. Era lo mismo que encerrarme en casa y hacerejercicios de gimnasia... Empecé a subir por las pistas y,

Page 23: Correr O Morir - Kilian Jornet

pese a mi patético estado de forma, me di cuenta de quepodía hacerlo, de que podía volver a ser quien era, y sentícómo por mis venas empezaba a circular la adrenalina.Alcancé la cima de las pistas con la excitación de quienacaba de vencer en la prueba reina de los JuegosOlímpicos. Me puse a cantar, a bailar y a gritar sintiéndomeel único habitante de este mundo. Con todo, después detanto tiempo sin realizar esfuerzos, la destrucción deneuronas debía de haber sido bastante alta. Y después de lasubida de adrenalina, la conciencia volvió a su lugar y lapregunta básica tomó cuerpo: «¿Cómo diablos voy abajar?».

La excitación al ver que podía volver a esquiar mehabía impedido plantearme que después del ascenso meaguardaba, evidentemente, el descenso. Empecé a bajar acaballo de un amigo que me ofreció su espalda parasoportar mi peso. A medio camino nos dimos cuenta deque no era la mejor solución y proseguí el descenso conuna sola pierna, la buena, y la pierna mala doblada paraevitar su roce con el suelo.

A partir de aquí me marqué un único objetivo:convencer a los médicos y fisioterapeutas para poderempezar a entrenarme. El principio fue duro; cuando conuna sonrisa de oreja a oreja le conté a la doctora que habíaido a esquiar y que no me había ido del todo mal, larespuesta fue clara y contundente:

Page 24: Correr O Morir - Kilian Jornet

—¡Vuelvo a escayolarte!—¡No, no, no, por favor! Haré lo que sea necesario.

Gimnasio, piscina, fisio..., pero escayola no, ¡por favor!Cuando comprobé que la vía médica estaba

completamente obstaculizada, me centré en mifisioterapeuta. Me dijo que cuando doblara la piernanoventa grados podría ponerme con la bicicleta estática y,mientras tanto, podía ir a la piscina para andar bajo el agua.A partir de entonces empecé a hacer todo lo posible paradoblar la pierna: me sentaba encima para presionarla, mecolgaba pesas cada vez mayores para que la articulaciónfuera ganando en movilidad, y, poco a poco, avancé algunosgrados. En cuanto a la piscina, fui un día, pero vi que andarbajo el agua y dar vueltas en una balsa rodeado de jubiladosno era lo más divertido del mundo, así que llegué a laconclusión de que era posible reinterpretar las palabras delfisioterapeuta: él me había hablado de andar bajo el agua. Alfin y al cabo, la piscina es agua, y agua y nieve vienen a serlo mismo, solo cambia su estado... ¿Qué culpa tenía yo deque la física fuera tan caprichosa? Así que me puse a andar,con los esquís en los pies y sobre la nieve, hasta lograr tressemanas después los ansiados noventa grados, y luego mesenté ya sobre una bicicleta estática. La primera sesión nosalió del todo mal, y el fisioterapeuta me comentó quepodía ir al gimnasio de Puigcerdà a someterme a sesionesde bicicleta estática.

Page 25: Correr O Morir - Kilian Jornet

Acudí al gimnasio, cierto, y aguanté quince minutossobre la bicicleta mirando los videoclips de la pantalla detelevisión que tenía enfrente, pero llegué a la conclusión deque, en el fondo, noventa grados son noventa grados en unabici estática y también en una bici de carretera. Miré por laventana, daba el sol y la temperatura era buena. Me fui acasa, cogí la bicicleta y salí a dar una vuelta: un puerto, otropuerto, y así empecé a alternar las salidas con esquís y lasde bicicleta. En el fondo yo hice todo lo que me dijeron:andar con agua e ir en bicicleta; aunque por si acaso eramejor no especificar las circunstancias si no era necesario.El problema llegó cuando la doctora vio las clasificacionesdel Campeonato de Cataluña de Esquí de Montaña.

—Es que como estaba al lado de casa..., me acerquépara ver el ambiente y como el año pasado me fue bien,resulta que tenían un dorsal para mí, y yo no sé decir que noy no pude oponerme. Salí con tranquilidad, sin intención decompletar la carrera, pero es que era más fácil terminarlaque tener que subir hasta allí en coche, porque lascarreteras son muy malas. Pero solo bajé con una pierna,¿eh? Tuve mucho cuidado y no la forcé mucho... —lerespondí con la cabeza gacha pero insinuando una sonrisaque me delataba.

—Bueno, de todos modos, como no hay nada quehacer —continuó—, por lo menos ve con cuidado de nocaerte hasta que te quitemos los hierros de la rodilla.

Page 26: Correr O Morir - Kilian Jornet

Y con carta blanca empecé a entrenarme como uncondenado y poco a poco fui recuperando el nivel que teníaantes de la desgraciada caída, e incluso lo superé.

• • • • •

Llega un día en la vida en que debes decidir qué trenquieres tomar y, una vez en él, no puedes pensar lo queocurriría si tomaras otro. Hay que disfrutar a tope yaprovechar al máximo todo lo que nos ofrece en suinterior. No podemos conocer qué esconden los demástrenes, aunque nos despertemos muchas noches soñandoque eran mejores. En realidad, la perfección solo existe ennuestro interior, en lo que creemos nosotros que esperfecto. Todos los caminos nos conducirán a un lugardistinto, pero serán nuestros pasos los que nos van apermitir encontrar más o menos chispas de felicidad encualquiera de ellos.

La decisión está tomada: es a los dieciocho añoscuando debes empezar a elegir la vida, elegir un trabajo, unacarrera, una familia, la comida de la nevera, un coche, unpiso donde vivir, una cuenta en el banco, si quieres teneranimales, la colcha, los muebles de la cocina, los cubiertosy las servilletas, elegir el canal de televisión que quieres

Page 27: Correr O Morir - Kilian Jornet

ver, escoger el contrato del teléfono móvil, elegir quéquieres almorzar, cómo matar el tiempo las tardes dedomingo, elegir el futuro, elegir la vida. No, yo no elegítodo eso. Yo elegí otra vida.

Vivía en un estudio de 18 metros cuadrados en el GranHotel de Font-romeu. Compartía piso con un amigo,aunque solía haber más de cinco o seis personas durmiendoen el suelo. Se encontraba en la planta baja del enormeedificio de principios de siglo que domina la espalda deFont-romeu. La habitación estaba a la derecha del gran hall,donde había unas grandes escalinatas en forma de caracolcon barandillas de mármol, rememorando sus tiempos deesplendor de la burguesía francesa. Aunque ahora, vacío yoscuro, se parecía más a una imitación del hotel de Elresplandor. La puerta de la habitación estaba hecha demadera gruesa, revestida con una capa de pintura de uncolor inapreciable que empezaba a cuartearse. Las más decincuenta puertas con que contaba el ala del edificio sedistinguían solamente por la cerradura y por una pequeñaplaca de aluminio dorada donde se podía leer «18»,repintado con rotulador. Una vez dentro, a mano izquierdahabía un inodoro separado por una puerta corredera y, a laderecha, un baño con un lavabo, un espejo y una pequeñabañera en la que solo se cabía de pie. La habitación teníaforma cuadrada y medía unos 18 metros cuadrados, gozabade una sola ventana, que, eso sí, cubría toda la fachada norte

Page 28: Correr O Morir - Kilian Jornet

y a menudo permanecía semiabierta, en previsión de los nopocos días que regresábamos a casa y nos encontrábamoscon que las puertas estaban cerradas, habiendo perdido lasllaves quién sabe dónde. El suelo estaba cubierto por unagruesa moqueta azul cortada por nosotros mismos, y elúnico mueble que existía era una litera junto a la pared de laizquierda. A mano derecha se encontraba la cocina, con tresfuegos y un horno, donde guardábamos dos cazos, unapaella y una plancha. Al lado de los fogones, se apilaban unpaquete de cereales de chocolate, cinco paquetes degalletas, dos paquetes de medio kilo de espaguetis y tres demacarrones, un bote de sal y uno de orégano, una botella deaceite —la pequeña nevera raramente estaba llena—, dosbotes de tomate frito, un paquete de kilo de queso rallado yuna porción de tres kilos de queso de Beaufort: de estosalimentos se componía nuestra dieta. De hecho, lo normalera preparar un cazo de pasta con tomate frito e irrecalentándola al regresar del entrenamiento, cuandoempezábamos a desfallecer, aguantando hasta donde nospermitían nuestras fuerzas. Lo importante era consumircuantas más calorías mejor, para poder aguantar corriendoel máximo tiempo posible.

Enfrente de la litera, encima de una silla, teníamos unpequeño televisor siempre con el mismo DVD puesto, Latecnica dei campioni, donde se presentaban grabaciones yanálisis técnicos de los más grandes esquiadores de

Page 29: Correr O Morir - Kilian Jornet

montaña del momento. Antes de salir a entrenarnos, unasesión de vídeo nos aportaba la motivación para salir aldoscientos por ciento e intentar imitar los virajes deStéphane Brosse o el bastoneo de Guido Giacomelli.

La ropa estaba amontonada en el suelo, bajo laventana, en dos pilas. Detrás, los pantalones, camisetas yjerséis de vestir, y, delante, la ropa de entrenamiento, losmonos de esquí, las camisetas térmicas, los pantalones ylas mallas, los guantes, las gorras... Junto a la ropa, el tallerde material, la plancha y las ceras para los esquís, tijeras,cúters, trozos de telas de todas clases, una sierra radial,cuerdas y cordinos con los que construíamos, y tambiéndestruíamos, armábamos y desarmábamos, todo el materialque poseíamos. El resto de la habitación estaba cubiertopor lo que llamábamos «nuestras primeras novias»: lasbicicletas, las bambas, las botas y los esquís, que dentro delestudio gozaban de un trato preferencial. En las paredescolgamos un póster de la vigésima edición de la PierraMenta, una carrera de esquí de montaña por equipos de dospersonas que dura cuatro días y es conocida como el Tourde Francia del esquí de montaña; la carrera que habíanganado los más grandes corredores de la historia, la carreraque había que correr como mínimo una vez en la vida y conla que soñábamos todos los días, al entrenarnos, al dormir,al comer. Detrás de la puerta de la entrada habíamoscolgado el Manifiesto del Skyrunner, el escrito que nos

Page 30: Correr O Morir - Kilian Jornet

daba fuerzas para aguantar el máximo tiempo corriendocuando la meteorología nos era adversa.

Así, dentro de estas paredes y con muchas ganas dedestrozar nuestros cuerpos a base de horas y más horas deentrenamiento, nació la Fuenri’s Factory. Un grupo deamigos con dos ideas en la cabeza: metros y más metros.Lo demás no importaba. Daba igual dónde y cómo dormir,qué comer o, si era preciso, no comer. Lo importante eraentrenarse y competir al máximo.

Recuerdo haber salido de casa en bicicleta y con losesquís atados en la mochila y recorrer 60 kilómetros parallegar a la nieve, esquiar hasta el atardecer y regresar denoche a casa, con la luz del frontal, helado. Recuerdo haberplantado la tienda en el aparcamiento de Astún la nocheanterior a una carrera y habernos levantado a menos quincegrados, sin poder desmontar la tienda al haber quedadoadherida en el hielo del suelo, antes de participar en loscampeonatos de España. Recuerdo un sinfín de noches desábado durmiendo en los asientos del coche o en elmaletero con un saco de dormir para poder competir eldomingo.

Todas nuestras vidas giraban en torno a lacompetición. Dormíamos y comíamos lo justo para poderentrenarnos y nos entrenábamos al máximo para poder

Page 31: Correr O Morir - Kilian Jornet

competir e intentar obtener los mejores resultadosposibles. La totalidad de nuestros ingresos, que selimitaban a las becas por resultados y a los premios de lascarreras, se destinaba a pagar el piso y a comprar el mejormaterial, que después destruíamos en nuestro taller paradejarlo lo más ligero posible, con las evidentesconsecuencias. Íbamos cambiando de tienda para comprarlas botas, puesto que nos daba ya vergüenza entrar porcuarta semana consecutiva a comprar otro par de botas. Elpunto culminante llegó en marzo, cuando, sin luz en elestudio, al considerar que era más importante contar con unbuen par de bastones que disponer de luz, un miércoles,estábamos en el suelo de la habitación Álvaro, micompañero de piso y de carreras, y yo, con los 200 eurosdel alquiler de aquel mes desperdigados por la moqueta,cuestionándonos si era más importante entregárselos aMadame Levy, la propietaria, o invertirlos en partir aquellamisma tarde hacia Arêches Beaufort, que para nosotros enaquel momento era el centro del mundo y el lugar donde eldía siguiente empezaba la Pierra Menta.

Huelga decir que ambos sabíamos hacia dónde se iba adecantar la balanza y al cabo de pocos minutos estábamosya cargando la Peugeot Partner blanca con las maletas y losesquís. Recogimos a Naila, mi hermana, y a Mireia, mimejor amiga, que formaban un equipo, y nos lanzamos porla A9 para entrar a Arêches siete horas más tarde. Allí

Page 32: Correr O Morir - Kilian Jornet

empezó la odisea, la de convencer a la organización de quenos dejaran correr. Evidentemente, las inscripciones de lacarrera iban muy buscadas y, pese a correr en la categoríajúnior, las plazas eran limitadas y hacía tiempo que se habíacerrado el cupo. Pero no perdimos la esperanza y despuésde horas corriendo de aquí para allá y hablando con todoslos organizadores, conseguimos un dorsal. Un dorsal de laPierra Menta. Aquí empezaba nuestro sueño. Pernoctamosen la habitación de las chicas, puesto que nos habíamosgastado los 200 euros en la inscripción y ya no podíamospermitirnos derrochar más dinero en un hotel.

La carrera fue genial; un ambiente increíble, buenassensaciones, una victoria el domingo y un segundo puestoen la general de jóvenes y, sobre todo, una gran dosis deadrenalina al levantarnos aquella mañana sabiendo que aqueldía solamente importaba una cosa: competir.

Page 33: Correr O Morir - Kilian Jornet

2 - LA ADRENALINA DEL DORSAL

Disfruto compitiendo, y competir es ganar, lasensación de cortar la cinta. Salir de la última curva de lacarrera y atisbar la cinta al fondo de la recta final. Girarsepor última vez y comprobar que nadie me va a estropeareste momento. Mirar al frente, cerrar los ojos y acelerar,para sentir cómo el público me empuja hacia la victoria,olvidando el dolor, olvidando el cuerpo, únicamenteteniendo conciencia de mi espíritu, que vibra con lasemociones de los últimos segundos antes de notar mivientre, aún empapado de sudor, empujando y tirando lacinta. Es la rabia de tanta presión soportada durante años,meses, y durante las últimas horas de carrera, que estalla enlos metros finales al comprobar que todos los sacrificios ytrabajos no han sido en balde. Es sentimiento, el de toda lagente que me ha acompañado durante mi carrera, que hapuesto su semilla para construir esta victoria. Es alma, laque me dijo que podría conseguirlo y que ahora me diceque lo he logrado. Es todo ello, durante unos pocossegundos antes de cortar la cinta de la victoria, lo que dotaa mi cuerpo de una extraordinaria fuerza capaz de corrermás deprisa de lo que he corrido jamás, capaz de saltar másarriba, más lejos o de levantar el mayor peso posible y, almismo tiempo, lo que hace añicos mi mente como la más

Page 34: Correr O Morir - Kilian Jornet

débil y me hace reír, llorar, caerme, besar sin control. Es lapiel de gallina y las lágrimas de felicidad. Es increíble. Ypor todo ello merecen la pena los sacrificios hechos y aúnmás.

Es el sabor de la victoria, que te engancha, te atrapa y,como si de una droga se tratara, te obliga a desear sentirlode nuevo, te obliga a volver a empezar el proceso para queal cabo de unos meses, quizá años, sientas otra vez estossegundos de fuerza descomunal y debilidad emocional,estos segundos de felicidad sin control.

He perdido la cuenta de las semanas que llevo fuera decasa, los países que he cruzado y las camas donde hedormido. Llevo ya diez años compitiendo y han sido diezaños en los que he buscado volver a sentir estas emociones,estas sensaciones que me transportan al Olimpo de lafelicidad y me hacen vivir la vida a un ritmo solo apto paracantantes de rock. Como una droga dura, al principio mebastaba con sentir todo eso dos o tres veces por año, peroel cuerpo nunca tenía suficiente y cada vez me pedía conmayor anhelo volver a competir. Y así hasta hoy, cuandosolo abandono la competición para buscar un nuevo rincóndonde poder conseguir mi dosis de placer. Carretera ymanta. Semana tras semana, día tras día, busco nuevosobjetivos cada vez más fuertes que puedan satisfacer las

Page 35: Correr O Morir - Kilian Jornet

necesidades de mi cuerpo. Campeonatos y copas delmundo y de Europa, de España, renombradas carreras eninvierno y verano, y durante las semanas sin objetivos en elcalendario, cual adicto sin su sustancia, intento buscar enrevistas, webs y calendarios alguna carrera no muy lejos dedonde me encuentro para calmar la ansiedad hasta elpróximo objetivo importante.

Estoy sentado al borde de la cama, desnudo y a puntode acostarme. Dentro de la habitación, el habitual desordende las concentraciones o de las jornadas previas a lascarreras ha desaparecido. Ahora todo el material estáordenado; en la silla frente a la cama reposa bien doblada lacamiseta blanca con su dorsal. Debajo, el pantalón negro.Justo a la derecha, un par de calcetines blancos y rojos, elcortaviento, el chip para las bambas y el reloj. Un poco mása la derecha, junto a la silla, tres geles para la carrera,bebida isotónica para el calentamiento y el iPod con la listade canciones especialmente preparada para los momentosprevios a la competición, dieciséis cancionesespecialmente seleccionadas y ordenadas paraacompañarme durante mi calentamiento, para ayudarme apasar de la más absoluta relajación a la activación yexcitación más fuertes. En el suelo, las bambas, limpias,impolutas. La chaqueta y el pantalón para resguardarme delfrío mañana por la mañana, mientras baje a desayunar,

Page 36: Correr O Morir - Kilian Jornet

aguarde la salida y realice el calentamiento. El resto dematerial, de ropa, el ordenador, el libro que estoyleyendo..., todo está bien guardado y ordenado en la maleta,para no distraerme al levantarme. Para que mi cerebro nopueda pensar en otra cosa que en la carrera. Como si elentorno constituyera una prolongación de mi cuerpo, y suorden y control se antojaran también imprescindibles parael orden que necesito durante esas horas antes dedormirme. El material está listo.

Repaso rápidamente la carrera. Me imaginocompletando el recorrido, el camino que voy a encontraren cada momento y el paso que llevaré en cada instante.Intento imaginarme cuál va a ser el estado de mi cuerpo encada uno de estos tramos. Sitúo el lugar exacto donde metomaré cada gel, en qué momento me hidrataré y en quémomento deberé acelerar o dejar que sean los demásquienes lleven el ritmo de la carrera. Todo está bajocontrol.

Después de las indicaciones que me dio la semanapasada Marco de Gasperi sobre algunos de los favoritositalianos que corren mañana, supongo que van a ser ellos,con algún etíope, los que saldrán a un ritmo muy alto, losque querrán alcanzarme, para tomar ventaja a corredoresmás maratonianos que en la segunda parte, más llana,pueden ganarme mucho terreno. A corredores comoKuprizka, Ançay y De Matteis debo controlarlos en terreno

Page 37: Correr O Morir - Kilian Jornet

llano. Aunque, si se escaparan, siempre me quedará elúltimo descenso para alcanzarlos... Recorrido, OK.

Me acuesto y apago la luz.—¿Has visto la última película de...? —me pregunta

mi compañero de habitación.—Pues creo que no. Leí el libro, pero creo que no he

visto la película —contesto.E iniciamos una larga conversación paralela: la que se

oye, que habla de libros, de chicas, de amigos y deanécdotas de otras carreras, y la que se desarrolla pordentro, la que habla de la lucha que nos espera el díasiguiente, de la carrera, pero no del material, la táctica olos rivales. Esta conversación habla de cómo afrontaremosel éxito y sobre todo el fracaso en caso de que la carrera nosalga bien. Cómo va a reaccionar nuestro ego, nuestrohumor, y cómo van a reaccionar los demás, la gente quenos rodea.

Si nos hemos pasado el día imaginando lassensaciones y emociones que sentiremos al cortar la cinta,y que nos dan fuerza para lograrlo, ahora la conversacióngira en torno a la angustia que viviremos si terminamosderrotados, y nuestra mente busca con desespero la lesión,la enfermedad, el problema... En fin, la excusa que nosimpida volver a vivir esa sensación angustiante y abandonarantes de la salida.

Page 38: Correr O Morir - Kilian Jornet

Y ambas conversaciones discurren por caminosparalelos, se acercan y se alejan, intentando no romper lafachada que dejaría a la vista de nuestros compañeros losmiedos que nos carcomen.

Las conversaciones llegan a su fin. Primero, lainterior, al descubrir que no hay motivo para abandonarantes de luchar y asumiendo el fracaso que quizás vivamosel día siguiente, y cuando finaliza la primera conversación,la otra va apagándose sola, puesto que no tiene interés paraconstruir el muro donde esconder nuestros temores. Y elsueño se apodera de mi cuerpo, mientras intento encontrarla postura más adecuada para el descanso, la respiracióncorrecta, pero aunque los ojos se me cierran con la fuerzadel plomo, la cabeza no para de dar vueltas, hasta que porfin el sueño sale vencedor.

El día amanece turbio, las nubes cubren el cielo perono presagian amenaza. Estoy corriendo por un sendero queladea por unas pendientes de matojos. El terreno es seco,el camino está cubierto de arena y rocas y en los márgeneslos arbustos secos cubren a media altura los suaves lomosde las ondulaciones del terreno. Miro a mi alrededor. Nose atisba ninguna montaña que despunte. El aire es seco,árido, y me doy cuenta de que no corre ni una pizca deviento. Todo está en silencio, de aquellos silencios quehacen ruido, que molestan y que deseas romper, pero que al

Page 39: Correr O Morir - Kilian Jornet

gritar se oye un sonido seco, lejano, como si no teperteneciera. Poco a poco, mientras bajo, mis piernas vantomando peso y se tornan rígidas, cada vez más, hasta quese me hace difícil andar. No lo entiendo, estoy bajando,debería poder correr, debería poder moverme más deprisa.Pero mi cuerpo no reacciona a las órdenes enviadas por micerebro. No hace ni calor ni frío y atisbo ante mí unavituallamiento. Un chico y una chica tras una mesa nosofrecen comida y bebida, pero no veo muy bien qué.Tampoco les veo la cara. Están de pie, en silencio, mientrasllega otro corredor, fresco y risueño.

—¡Aleix! —grito.No es posible. ¿Aleix? Si lleva años alejado de la

competición. ¿Qué está haciendo aquí? No me responde,coge algo para comer y sigue con su camino. Salgo detrásde él, sin acordarme del peso que sentía en las piernas. Mepongo a andar, hasta que el peso y la rigidez me lo impiden.Me caigo al suelo y sigo arrastrándome por el camino dearena y piedra... Me levanto de la cama empapado de sudor.La habitación está a oscuras y mis compañeros duermencon pasmosa tranquilidad. No se oye nada. Este silencio,sin embargo, es cálido y vivo, me reconforta y me daseguridad. Miro el reloj. Apenas es medianoche, apenasllevamos dos horas durmiendo. Intento relajar larespiración y pensar en otras cosas mientras el sueño seapodera nuevamente de mí y me libera de pesadillas hasta

Page 40: Correr O Morir - Kilian Jornet

que seis horas después me levanto otra vez de la cama,aunque esta vez alertado por el sonido del despertador.Poco a poco, todos nos vamos levantando y abrimos la luz.El sueño ha desaparecido súbitamente en el instante quenuestro cerebro ha intuido que hoy el despertador hasonado tres horas antes de la salida de la carrera. Hay quedesperezarse sin tregua y despedirse de las sábanas. Bajorápidamente a tomar un trozo de tarta energética y diezminutos más tarde me encuentro otra vez tumbado en lacama, con los ojos cerrados y la respiración pausada,mientras mi corazón late cada vez más despacio. Porenésima vez durante los dos últimos días empiezo a repasarel recorrido de la carrera, a los adversarios. En estemomento todo es correcto, nada me detendrá.

Una hora antes de la salida me levanto de la cama conenergía, me visto con esmero, termino de colocar el dorsalpara que quede perfectamente alineado, me meto los gelesen el bolsillo del pantalón y ato con fuerza los cordonesalrededor del quick lace para que las bambas quedenperfectamente ajustadas en torno a mi pie y ningúnimprevisto pueda desabrocharlas. La música empieza asonar en mi cabeza. Suena fuerte. Son tambores, ritmoseléctricos y vibrantes que a cada segundo crecen envolumen y ritmo, al tiempo que los latidos de mi corazónempiezan a acelerarse a modo de sincronía con la música.Mi cerebro me pide saltar, gritar y correr con todas mis

Page 41: Correr O Morir - Kilian Jornet

fuerzas. Respiro profundamente un par de veces y conectomi iPod. Empiezo a correr suave, lejos de los demáscorredores, en mi rincón. Tengo la mirada fija a lo lejos, alfondo, frente a mí, visualizando aquella cinta. Un par deaceleraciones para despertar los músculos y despejar latensión de mi mente y ya estoy listo. Obser- vo las caras delos corredores que calientan alrededor de mí. Veo rostrosserios, rostros risueños, rostros asustados y rostrosrígidos. Y también piernas, piernas depiladas, piernasmusculosas, pier- nas blancas y piernas morenas. Laspiernas dan miedo. ¿Qué piernas veré durante la carrera?Porque con el esfuerzo va a ser difícil levantar la cabezapara ver caras, pero piernas sí voy a ver. Creo que seríacapaz de reconocer antes a una persona por sus piernas quepor su cara, teniendo en cuenta las horas que he pasadodetrás de algunos corredores. Ya me he situado en la líneade salida, en la segunda fila, ni junto a la valla ni en elcentro del pelotón. En mi posición. Se oyen algunas risas yalgunos comentarios, pero la tensión se puede cortar conun cuchillo.

—¡One minut to go! —grita fuerte el locutor.Mientras tanto, se empieza a sentir la presión del grupo queempuja hacia delante y los empellones empiezan a llegar detodas partes para intentar colocarse mejor. De todosmodos, la carrera es larga y pondrá a cada uno en su sitio.Pienso que ahora no hay ninguna necesidad de empujar para

Page 42: Correr O Morir - Kilian Jornet

arañar unos centímetros. Todo el mundo está alerta, conuna pierna al frente y el cuerpo echado hacia delante; lamano en el reloj esperando pulsar el botón en el instanteque suene la pistola.

El tiempo transcurre despacio, está casi detenido. Lossegundos parecen horas y cada vez es más difícil seguir lacuenta atrás, mientras mis pensamientos giran solamenteen torno al momento de la salida.

—¡Thirty seconds to go!El tiempo no se acelera, al contrario, parece que se

detenga. Es como si el mundo corriera alrededor mientrasestá detenido para nosotros. La gente grita al otro lado delas vallas, pero no oigo nada. El silencio es total, absorbidopor la tensión que desprende la espera del disparo de salida.Mi pulso cobra cada vez mayor rapidez y potencia. Soycapaz de oír cada uno de los latidos de mi corazón encualquier parte del cuerpo: en la cabeza, manos, piernas...Dentro de mí empieza la cuenta atrás. Veinte, diecinueve,dieciocho, dieciséis. Siento cómo las fuerzas huyen de míy me siento inestable. Las piernas están rígidas perotemblorosas, no parecen capaces de sostener mi cuerpo.Estoy convencido de que si sigo así un segundo más mevoy a caer al suelo. Diez, nueve, ocho, seis. No sé si eltiempo se detiene por completo o si todo se acelera a unavelocidad incontrolable. Ahora ya no solo me tiemblan laspiernas, ahora todo mi cuerpo parece pesado y torpe,

Page 43: Correr O Morir - Kilian Jornet

incluso sería complicado mover los labios para gritar. Sinadie me sujeta me voy a caer al suelo. Tres, dos, uno... Derepente, vuelve el ruido, estoy inmerso en este mundo quegira con velocidad, y me siento desorientado unas décimasde segundo antes de que mi cuerpo responda con fuerzatirándome hacia delante. Ahora es ligero como una pluma yes capaz de avanzar a gran velocidad sorteando con agilidadcuantos corredores se me cruzan por el camino hastasituarme a la cabecera de la carrera.

Ya estamos en marcha y la carrera discurre por loscauces imaginados. En la salida he aprovechado paraacelerar durante dos kilómetros, para romper el grupo, paraque ningún corredor desconocido se pegue a mí a un ritmosuave y después me ataque por sorpresa, y también parademostrar mi fortaleza. Me muestro pletórico ante losdemás corredores, para que tengan claro que la de hoy va aser una carrera dura. La primera dificultad consiste en unaempinada cuesta dentro del bosque, entre raíces y tierraoscura, que en pocos kilómetros nos va a permitir ganarunos 1.500 metros de desnivel. El grupo se rompe enseguida y seis corredores nos situamos en cabeza. Todosson conocidos, todos formamos parte de los favoritos. Yoya he competido contra dos de ellos y espero que no meden ninguna sorpresa. Quien encabeza el grupo y nos llevatodos a su espalda con la lengua fuera se llama Helmut, y es

Page 44: Correr O Morir - Kilian Jornet

un corredor alto, tirolés, con un estilo muy particular, quedestaca por su fuerza en la subida y que también haconseguido buenas marcas en carreras largas, pero que endescensos cortos y técnicos pierde terreno respecto acorredores más técnicos como yo. Robert es uno de losmejores corredores checos, con una buena educaciónatlética, un correr majestuoso, bien colocado y con grandeszancadas. Es un corredor muy peligroso en carreras cortasy terrenos llanos. De hecho, durante la primera subida, alllegar a un tramo más llano aparece él, a grandes zancadas,con explosividad a relanzar al grupo; eso sí, en las carrerasmás largas siempre paga sus limitaciones. Con los otrostres corredores que forman parte del pelotón de cabeza nohe corrido nunca, pero gracias a las explicacionesfacilitadas por otros corredores que han competido conellos podría decir que los conozco a la perfección. Elamericano... es un corredor de gran fuerza en las carrerascortas, de diez kilómetros, y posee un correr en terrenosllanos casi imparable, y de momento está afrontando lasubida con suma facilidad. Bruno es un joven corredoritaliano, dos años mayor que yo, procedente del cross, peroque ha destacado siempre en las carreras de montaña y halogrado grandes resultados en carreras cortas y enkilómetros verticales. No creo que tenga problemas en elascenso y, siendo italiano, seguro que va a bajar como unaflecha. El último corredor del grupo es un corredor suizo

Page 45: Correr O Morir - Kilian Jornet

de origen portugués. César es un corredor que ha destacadosiempre en las carreras suizas y que en los últimos mesesse encuentra en un excelente estado de forma. Ha marcadotiempos buenísimos y ha ganado carreras ante renombradoscorredores como Tarcis. Es un buen corredor en todos losterrenos, que tiene preferencia por las subidas sin muchapendiente y las secciones llanas.

Me encuentro bien. El ritmo de subida es bueno, peroa pesar de todo me siento cómodo. Helmut ha dejado pasoa Robert y César, que se dan relevos para romper todavíamás al pequeño grupo de fugados, y la táctica empieza adarles sus frutos, ya que el corredor americano y Helmutestán pagando los esfuerzos de los primeros kilómetros decarrera.

Llegamos al avituallamiento situado al final de lacuesta y sin poder respirar ni un segundo cojo un vasosujetado por un chico en equilibrio. Intento beber del vasosin detenerme, pero entre la velocidad, el traqueteo y mirespiración, solo consigo beber un sorbito. El resto se mederrama por la cara y la camiseta. Al empezar el tramollano, el ritmo se estabiliza y nos quedamos un cuarteto encabeza: Robert, Bruno, César y yo. Llevamos ya poco másde una hora de carrera y me tomo un gel que me aporte laenergía necesaria para aguantar este ritmo tan fuerte. Notocómo me va bajando por la garganta y cómo penetra en mi

Page 46: Correr O Morir - Kilian Jornet

cuerpo para empezar a repartir el azúcar por él. Peroentonces se me hace un nudo en el estómago, me estánentrando ganas de vomitar, se me van las fuerzas y sientonáuseas.

Soy alérgico a las picaduras de avispa. Lo descubríhace un par de semanas cuando subía en bicicleta el PassoStelvio, en los Dolomitas italianos, y una avispa me picó.No recordaba que nunca me hubiera afectado una picadurade avispa. Sin embargo, aquel día, dos horas después estabaen el hospital. Y ayer, por segunda vez, volviendo dealmorzar con la organización y el resto de corredores ycorredoras, una avispa me picó en el dedo pulgar de lamano. Para alguien que no es alérgico, la picadura esmolesta, pero al cabo de unas horas el dolor ya ha remitidoy la persona se ha olvidado de la picadura. Pero en cambiopara mí, supone sentir náuseas, dolor de cabeza, un intensodolor en el lugar de la picadura y una descomposiciónestomacal durante un día entero. Si la picadura se hubieraproducido en otra parte del cuerpo, como la cabeza o cercade una arteria, me hubieran salido granos por todo elcuerpo y se me hubiera hinchado la lengua, con lasconsiguientes dificultades respiratorias y visión borrosa.Al fin y al cabo, ayer tuve suerte. Entré en la habitación yme envolví con fuerza el dedo con esparadrapo, para evitarque el veneno se esparciera por todo el cuerpo.

Page 47: Correr O Morir - Kilian Jornet

No se lo he querido decir a nadie, ni siquiera hepensado en ello hasta ahora, para no desmotivarme y parano desconcentrarme de la carrera que afrontaba. Debopensar que una carrera es un espacio cerrado, una burbuja.Y en esta burbuja solo existen la carrera, los demáscorredores y yo. Hay que dejar fuera todo lo otro. Lasexcusas, la falta de entrenamiento, los problemas de trabajoo de pareja deben dejarse fuera. Una carrera es una vida,con un nacimiento al levantarse por la mañana y una muerteal cruzar la meta.

Y, por supuesto, no podía decírselo a los demáscorredores, para no darles a mis rivales un arma a la queagarrarse para hacerme sufrir desde el inicio, para salirfuertes y hacerme explotar desde el principio o para atacaren momentos de debilidad. No, yo debo demostrarles quecontrolo la situación a la perfección, que no sufro enningún momento y que el ritmo que llevamos es siemprecómodo para mí. Tengo que demostrar a los demás que lacarrera se desarrolla según mis gustos, que soy yo quien ladomina y que seré yo quien decida quién puede fugarse yquién no. Quien decida el momento de atacar. Les debohacer creer que luchan por el segundo puesto. Me coloco asu lado y lo miro con una sonrisa.

—¡Qué bonitos son los picos que tenemos enfrente!¡Este paisaje es extraordinario! —digo con fuerza, de untirón y sin tomar aire.

Page 48: Correr O Morir - Kilian Jornet

Sin esperar a su reacción, vuelvo a ponerme detrás deél y respiro con vigor para recuperar el aliento.

Poco a poco voy recobrando las fuerzas y cada veztengo que disimular menos mi estado. Ya hemos dejadoatrás la pista ancha y hemos empezado a correr por uncamino que presenta pequeños altibajos y va salvando losobstáculos que le pone la naturaleza. Es un terreno que medivierte, que me permite correr con naturalidad y jugar consus caprichos. Con las fuerzas totalmente recuperadasdecido probar a los otros corredores y, si es posible,eliminar a uno o dos rivales de cara a la parte final. Mesubo al margen del camino y avanzo hasta situarme enprimera posición. Tirando con impulso en cada bajada,sorteando los árboles con mi cuerpo y corriendo consoltura en las cuestas, en seguida veo que no me siguenadie. Bruno se encuentra a unos pocos metros de mí yCésar y Robert se han quedado atrás. Como me encuentrocómodo en este terreno, aprovecho para seguir a buenritmo y reponer fuerzas para la última parte.

Al cabo de un rato compruebo que por detrás seacercan tres corredores a gran velocidad. El primero enalcanzarme es César, que se sitúa detrás de mí al tiempoque acelero el paso para dificultar la llegada a los otros doscorredores. Estamos ya en los últimos metros de cuesta.

Page 49: Correr O Morir - Kilian Jornet

Los últimos diez kilómetros son un falso llano en bajadahasta los últimos tres kilómetros antes de meta, donde nosespera una fuerte pero corta bajada. Me cuesta mantener elritmo. La subida se me está haciendo dura y siento larespiración de César en mi cogote. Decido realizar unúltimo esfuerzo hasta el avituallamiento, y a partir deentonces ya decidiré cómo seguir. Acelero subiendo laspiedras con potencia, arañando el suelo a cada paso, pero elaliento de mi perseguidor no parece alejarse, no quierogirarme. No quiero girarme para demostrarle que estoysufriendo, que estoy preocupado por dónde está, por si estáfresco o sufre.

Llegamos al avituallamiento del hotel Weshorn y voyandando unos pasos para coger un vaso de agua y bebérmelasin derramarla por el suelo. Tengo la garganta seca y elagua fresca se evapora como si mi boca fuera una esponja.Cojo otro vaso y me pongo a correr. Al levantar la cabezacompruebo que César está a unos cien metros delante demí. No se ha parado en el control y detrás de mí está yaTarcis, que como todos los años ha completado unasección llana espectacular, y con él, Robert.

Me centro en César. Él es quien ahora está dominandola carrera, a quien debemos alcanzar, pero parece quenuestros cuerpos no quieran acercarse. Tarcis y Robertvienen detrás de mí, esperando que sea yo quien los

Page 50: Correr O Morir - Kilian Jornet

conduzca hacia la cabeza. Poco a poco vuelvo a situarme enla carrera. Es el momento en que debo decidir si sigo loque me pide el cuerpo, bajar solamente un poco el ritmo, lojusto para quitarme el sabor de sangre de la boca y para quemi corazón pueda salir de la sensación de que el infartopuede llegar en cualquier momento. Total, el cuarto puestoparece asegurado, y quizás incluso cae un podio. Despuésde la temporada realizada, estaré orgulloso de ello. Sinembargo, mi conciencia me pide desoír estas señales eincluso desafiarlas, haciendo que mi corazón lata todavíacon mayor fuerza y mis piernas soporten mayor cantidad deácido láctico. Dentro de mi cabeza se inicia unaretransmisión radiofónica. El locutor está narrando lacarrera, pero no la que se desarrolla en estos momentos,sino la que vendrá a continuación:

«César está realizando un brillante final de carrera.Sus perseguidores empiezan a desfallecer y no parece quenadie le pueda apartar de la victoria. Atención, ¡Kilianataca! ¡Y con qué potencia! Está ya a punto de alcanzar aCésar. Es impresionante el ritmo que acaba de dar a sucuerpo. ¡De seguir así hasta la meta va a sacar una ventajaincreíble! Se ha situado ya en primera posición y el ritmoes soberbio... Última curva hacia la derecha y estáencarando ya la recta final. Se da la vuelta pero no vienenadie. ¡Qué alegría! Increíble la victoria que está a punto delograr. Saluda al público. De sus ojos brotan lágrimas de

Page 51: Correr O Morir - Kilian Jornet

felicidad...»Y mientras esta retransmisión va arrinconándose en

mi cerebro, otra va tomando el relevo: ¿qué sentiré alcruzar la meta en primera posición? Mi mente metransporta al futuro. En este preciso instante oigo elgriterío del público, mi nombre por los altavoces, peronada me importa. Es la alegría absoluta, la alegría dehaberlo logrado, de haber sido capaz de hacerlo. Es lafelicidad absoluta, la felicidad compartida a una velocidadinimaginable a través de las nubes mientras mi cuerpo meresponde con lágrimas.

De repente noto un escalofrío. Estas emociones eranreales. Noto los ojos húmedos. Ha sido tan fuerte estasensación, esta emoción, que quiero intentar sentirla denuevo. Lo necesito. ¡Debo alcanzar a César! Me imaginoque cuelga de él una larga cuerda y me agarro a ella y,ayudándome con las manos, a cada paso tiro con ahíncopara acercarme a él, y poco a poco, paso a paso, lo voyalcanzando, hasta que mis bambas se colocan donde él teníalas suyas hace apenas un momento.

Mientras corro detrás de Cesar, intento tomarconciencia de la posición de mi cuerpo. Trato de colocarlolo más erguido posible para coger el máximo aire y dargrandes zancadas para darme un mayor impulso. Recuerdolas palabras de Jordi, mi entrenador. Correr es un arte,como pintar un cuadro o componer una pieza de música. Y

Page 52: Correr O Morir - Kilian Jornet

para crear una obra de arte hay que tener claros cuatroconceptos básicos: técnica, trabajo, don e inspiración. Ytodo ello hay que conjugarlo rodeado de un equilibrio vital.Se debe dominar a la perfección la técnica, evitar cualquiermovimiento parásito que no sirva para impulsarnos yllevarnos más lejos y que únicamente consuma energía.Hay que prestar atención a los movimientos, poner esmeroen ellos y protegerlos. Cada corredor tiene una formanatural de correr y debe seguirla, perfeccionarla. Haycorredores de grandes zancadas y otros de pequeños pasos.Corredores que corren con la cabeza alta y corredores quevan encogidos. Hay corredores conservadores y otros queatacan desde el primer momento. No se debe imponer unaforma de correr. No existe la forma perfecta para todos,pero todo el mundo cuenta con su forma perfecta decorrer. Encontramos la mía: se trata de correr acorde conla naturaleza, intentando transmitir con mi paso lo que ellame transmite a mí. Sin dejar huellas en el terreno pordonde piso, intentando ser lo más silencioso posible.Correr como si estuviera flotando sobre el camino, que elsuelo apenas note la punta de mis pies que roza sus piedras.Correr adaptándome al terreno, con pequeños pasoscorriendo o con largos pasos andando en las cuestas, oprocurando que los descensos se asemejen a una danzafluida entre mi cuerpo y el terreno, pero siempre sin forzarnada, logrando que los pasos sean naturales y fluidos, como

Page 53: Correr O Morir - Kilian Jornet

una continuación del terreno. Desde el día en que loconocí, Jordi siempre me había dicho que poseía un donpara este deporte, que tenía la genética perfecta. Sinembargo, yo, que he tenido siempre un carácter muyreservado, nunca me lo he creído del todo. Ahora recuerdola primera prueba de esquí que gané en categoría sénior.Era mi último año de júnior y, como premio por losresultados cosechados, la federación me llevó a la Copa deEuropa absoluta. Yo desde la salida tenía los ojosbrillantes, al verme junto a mis ídolos. Florent, Manfred,Dennis... estaban en la misma línea de salida que yo. Lacarrera empezó muy rápida y en seguida me quedé en tierrade nadie, entre el trío de favoritos, que iba entre cuarenta ycincuenta segundos por delante, y el grupo perseguidor,que corría a un minuto detrás de mí. De repente, en elúltimo repecho, me encontré en medio del trío de cabeza.«¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué han parado?», pensaba. «¿Porqué me esperan?» No llegaba a entender que los habíaalcanzado. Me quedé unos minutos completamentedesconcertado. ¿Cómo era posible estar allí entre ellos?Mi cuerpo estaba bloqueado. No podía dejar de pensar queestaba corriendo junto a mis ídolos, los personajes realesde aquellas fotos que llenaban mis carpetas. Cuando mimente empezó a trabajar como debía y se puso de nuevo ensituación de competición, no lo dudé en ningún momento:les adelanté y ataqué con todas mis fuerzas. Todavía me

Page 54: Correr O Morir - Kilian Jornet

planteé más preguntas: «¿Por qué no vienen? ¿Por qué sequedan rezagados?». No entendía nada, pero seguí adelantehasta la meta y al llegar me abracé al seleccionadorllorando y dando botes de alegría, sin creerme que habíaganado ante el mejor corredor suizo, Florent, con el queaños más tarde formaría pareja en varias carreras yentablaría una gran amistad.

Sin embargo, como decía Picasso, la inspiraciónexiste, pero que te encuentre trabajando. Jordi y Maite, miprimera preparadora física, me decían siempre que el don yla genética no sirven de nada sin el trabajo. El trabajo debeacompañarnos durante toda la vida de deportistas. Desdeque nos levantamos hasta que nos acostamos. Sinvacaciones ni días de descanso. Es un trabajo artesanal enel que el artista y la obra son lo mismo. Es un trabajo demañana y tarde, de días de placer y de buen tiempo, deexcursiones para descubrir nuevos valles, de compartirentrenamientos con los amigos. Pero también son muchosdías de mal tiempo, de salir a correr bajo una intensa lluvia,con frío o con barro, cuando tu cuerpo está cansado yúnicamente desea quedarse en la cama. Cuando te levantasy solo tienes ganas de quedarte en el calor del hogar viendouna película, tomando un te, debes salir a luchar contra elviento y el agua. Son también muchos días de soledad, derepeticiones, con la única compañía de la música del iPod yalgunos rebecos que desde su escondite te observan subir y

Page 55: Correr O Morir - Kilian Jornet

bajar cuestas.Llevamos un rato corriendo los cuatro en fila india sin

que nadie se atreva a atacar. Es Tarcis quien ha tomado lainiciativa y conduce al grupo a un ritmo muy alto. Yo estoysituado justo detrás de él, para poder reaccionar lo másrápido posible ante cualquier movimiento suyo. En miinterior voy pensando el momento de atacar. Tengo dosbazas por jugar: la primera es atacar en un flanco congrandes bloques de piedra, donde aprovechando mi técnicapodría distanciarme a unos cinco kilómetros de la meta, loque me permitiría algo de juego, y la segunda, en caso deno poder atacar aquí, sería jugármelo el todo por el todo enel último descenso, a tres kilómetros del final. Mientrasvoy pensando en cuál será la mejor estrategia, Tarcisempieza a acelerar y logra que cada vez nos cueste másseguir su ritmo y que los de detrás comencemos a cedermetros. El ritmo es mayor y parece que se disponga alanzar el ataque definitivo. Robert y César se estánrezagando. Quizás ahora es el momento de atacar... Giro lavista atrás. Parece que se den por vencidos. Estoy a puntode cambiar el ritmo para adelantar a Tarcis cuando se cae alsuelo delante de mí. Estaba tomando demasiados riesgos eneste descenso técnico y sus piernas no han llegado a seguira su mente. Freno con brusquedad y bajo la cabeza paraofrecerle la mano.

—¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? —le pregunto.

Page 56: Correr O Morir - Kilian Jornet

—¡Mierda! Estoy bien, estoy bien —responde Tarcislevantándose del suelo.

Mientras Tarcis se pone de pie, oigo cómo llegan lospasos acelerados de nuestros perseguidores. La primeraestrategia se ha ido al garete. Tendré que esperar a otromomento para atacar. Entre tanto, seguimos corriendo loscuatro juntos. Quedan ya pocas opciones. En algo más dedoce minutos estaremos en la meta y, aunque soy uncorredor a quien le gusta controlar las carreras desdedelante y esperar el momento adecuado para atacar, sipuedo prefiero atacar lejos de la meta, para tener más deuna opción si hay que atacar de nuevo. Aquí me lo deberéjugar a una carta, y deberá ser la buena.

Noto la presión de Robert en mi cogote. Siento susganas de adelantarme. Cuenta con fuerza para hacerlo, adiferencia de mí, que voy muy justo para volver arelanzarme. Tengo que esperar a la señal, a que la intuiciónme diga que es el momento y que las fuerzas me vengan derepente.

Robert acelera. No le veo ni oigo sus pasos, pero losé. Aprieto los dientes para terminar de subir un par demetros y empieza el descenso. Ataco, lanzo mis piernascon velocidad. Las dejo muertas para que puedan seguir elritmo de mi mirada y solo un instante observo de soslayodetrás de mí. Veo cómo Robert se gira para mirar dónde

Page 57: Correr O Morir - Kilian Jornet

están sus perseguidores y en su mirada aprecio un gestoínfimo y minúsculo, pero que ahora cobra granimportancia. Sus ojos ya no están inyectados en fuego ysangre, ahora son pequeños y sin fondo claro; ya no tienenmarcada la cinta que quieren cortar. Me muestra que estávencido y yo acelero.

Nunca sé cuál es el momento de atacar. Es duranteesta décima de segundo que se decidirá el futuro de lacarrera, la victoria o el fracaso. Es un momento que no sepuede planificar, es la palpitación de la intuición quiendebe guiarte. Una reacción muy estudiada nunca llega abuen puerto. Si lo planificamos con demasiada prontitud,seguramente pagaremos el sobreesfuerzo, y si lo hacemosdemasiado tarde, ya no podremos hacer nada. Hay que saberhacer un buen uso del factor sorpresa. Encontrar elmomento clave. Y este momento, el de romper el ritmopara ir en busca de la cinta, siempre será aquel en el que serompa el equilibrio entre la confianza en uno mismo,aquella que nos dice que vamos a ser capaces de lograrlo, ysu ausencia. Es necesario sentir el miedo de pensar que novas a ser capaz de lograrlo para poder romperlo y lanzarte aprobar cuál de las dos tenía razón. Y hay que dejar que elmomento de hacerlo te lo muestre la intuición, que sea elinstante quien nos lance hacia delante, quien nos diga:ahora o nunca. Yo soy un atleta racional, me encanta

Page 58: Correr O Morir - Kilian Jornet

analizar las carreras, planificarlas con antelación,imaginarme su desarrollo, soñar con ellas yrepresentármelas en los entrenamientos, retransmitir porboca de locutores de radio imaginarios dentro de micabeza. Hacer planes para escribir el guión de la película.Creo que casi me da más satisfacción el escribir dentro demi cabeza esta sucesión de decisiones que el propiomomento de llevarlas a cabo, ya que nunca se cumple elguión que nos hemos marcado, siempre surgenimprevistos, y ahí reside la genialidad de la competición, loque la convierte en mágica, en arte. Ser capaz de seguir elbuen impulso, de saber que aquella fuerza que te ha lanzadohacia delante era la buena y no abandonarla.

En estos momentos no existe la vida fuera de lacarrera. La carrera es la vida y esta termina al cruzar lalínea de meta. El después no existe, solamente piensas enllegar lo más rápido posible; no piensas en lasconsecuencias que puedan acarrearte más adelante losesfuerzos, los golpes o las heridas, porque después dedetener el crono solo existe la nada. Porque se acaba lavida que hemos creado para ir en busca de otra por crear.Mis piernas no dan abasto, mi respiración se corta a cadapaso intentando bloquear cada impacto. No pienso en nada,mi mente está en blanco. Solo sigo la estela de lasemociones que deseo sentir de nuevo. Y cuanto más me

Page 59: Correr O Morir - Kilian Jornet

vienen a la mente, más aceleran mis piernas, más late micorazón. Con un aparente descontrol se precipitan entrebloques y raíces, pero a cada paso saben exactamentedónde deben colocarte, hacia dónde deben enviar susfuerzas. No hay pies, ni piernas, ni rodillas que reservar, noexisten fuerzas que guardar. Mi cuerpo está en su límite develocidad, y mi mente, en su límite de concentración parano caerse al suelo en cada paso.

Llego al asfalto, 100 metros, una curva a la derecha ymiro hacia atrás. No viene nadie. Y vuelvo a sentirlo.

Pero ¿qué es ganar? ¿Cuál es la verdadera victoria?¿Qué es lo que hace que al cruzar la línea de meta se meericen los pelos, que note flotar mis pies y que no puedaevitar tener ganas de llorar, de gritar con todas mis fuerzas,de echarme a correr y al mismo tiempo tirarme al suelo?¿Qué es lo que me hace sentir esta burbuja? La verdaderavictoria no reside en cortar la cinta al cruzar la meta, noreside en verse el primero de la lista en la clasificación oen subir al peldaño más alto del podio. Nada de eso puedehacer que te tiemblen las piernas de miedo y emoción. Oen todo caso lo puede hacer al recordar lo que has vividoantes. La victoria, la real, es aquella que se encuentra en lomás hondo de cada uno de nosotros. Es aquella que no noscreemos del todo que pueda llegar, a pesar de lapreparación y la voluntad puestas, y que finalmente llega.

Page 60: Correr O Morir - Kilian Jornet

Es como si, aunque de forma consciente y con lacalculadora en mano, después de muchas horas depreparación, de muchos días de entrenamiento, deconcienciarnos de que somos capaces de ganar, osimplemente de terminar la carrera, existiera algo ennuestro inconsciente que nos dijera constantemente que esimposible, que es demasiado bueno, demasiado grande,demasiado increíble para ser verdad. Que lo que deseamoslograr es solamente un sueño. Y al cruzar la meta, cuandoechas la vida atrás y compruebas que es real, que eres decarne y hueso, y que lo que parecía posible solo en sueñosse ha convertido en realidad, te das cuenta de que esta es laverdadera victoria.

Ganar no significa terminar en primera posición. Nosignifica batir a los demás. Ganar es vencerse a uno mismo.Vencer a nuestro cuerpo, nuestros límites y nuestrostemores. Ganar significa superarse a uno mismo yconvertir los sueños en realidad. En muchas carreras heterminado en primera posición pero no me he sentidoganador. Al cruzar la meta no he llorado, no he saltado dealegría y mis emociones no han sido una tormentadesbocada. Simplemente tenía que ganar la carrera,terminar por delante de los demás y, antes y durante lacarrera, sabía, tenía la seguridad, que llegaría el primero.Sabía que no era un sueño, y en ningún momento mi mentellegó a plantearse qué sería el no vencer. Era fácil, como un

Page 61: Correr O Morir - Kilian Jornet

cocinero que abre su restaurante por la mañana y sabeexactamente cómo le va a quedar el bistec. No hay ningúnreto, ningún sueño del que despertarse al final. Y eso, porlo menos para mí, no es ganar. Al contrario, he visto agrandes ganadores, a personas que se han vencido a símismas y que han cruzado la línea de llegada llorando, sinfuerzas, pero no por el agotamiento físico, que también,sino sobre todo por haber logrado terminar aquello queellos sabían que en el fondo solo era fruto de sus sueños.He visto a gente sentarse al cruzar la meta de la UTMB ypermanecer en esta posición durante horas con la miradaperdida, con la mayor de las sonrisas en sus adentros, sincreerse todavía que lo que acaban de lograr no forma partede un engaño de la mente. Sabiendo que al despertarsepodrían decirse que sí, que lo lograron, que vencierontodos los miedos y que descendieron de los sueños paraconvertirlos en realidad. He visto a personas que, pese allegar cuando los primeros ya se habían duchado, habíanalmorzado y quizás habían tenido tiempo de echarse unabuena siesta, se sienten vencedores, y no cambiarían lo quesienten por nada de lo que les pudieran ofrecer. Y losenvidio, porque en el fondo ¿no corremos para eso? ¿Parasaber que nosotros somos capaces de vencer nuestrosmiedos y que la cinta que cortamos al cruzar la meta noestá sujetada por azafatas sino que está situada allá dondenuestros sueños quieren? ¿La victoria no consiste en ser

Page 62: Correr O Morir - Kilian Jornet

capaces de poner nuestro cuerpo y nuestra mente al límitepara descubrir que estos límites nos han llevado a descubrirnuevos límites? ¿Y empujar poco a poco nuestros sueños?

Page 63: Correr O Morir - Kilian Jornet

3 - NO SOLO COMPETICIÓN

Empieza a caer la noche sobre mis espaldas, el sol seesconde tras los afilados picos y las rocosas paredesbañadas de nieve, y me ofrece los últimos destellos de luz,al tiempo que el cielo se tiñe de rojo en consonancia conlos árboles otoñales que tengo detrás de mí. Poco a poco,siguiendo el ritmo de mis pasos, la luz empieza adesaparecer en el oeste, mientras el manto de oscuridadcubre rápidamente el cielo y esconde los tonos naranjas yverdes del bosque, que adopta unas tonalidades crudasmucho más apagadas y oscuras. El camino empieza adesfigurarse bajo mis pies y no tropezar con las piedras queaparecen a mi paso va convirtiéndose en una ardua tarea. Laluz se ha llevado consigo el calor, la temperatura desciendey se me empiezan a helar las mejillas y la nariz al contactocon el aire gélido. Las pupilas de los ojos se me handilatado al máximo en un intento de anticipar lo que sientenlas plantas de los pies. Durante los primeros minutos en laoscuridad, los pasos son torpes y me caigo varias veces alsuelo sorprendido por una raíz que atraviesa el camino.Pero con el tiempo mis ojos se habitúan a la oscuridad y lavista deja paso a los sentidos del tacto y el oído y veocomo si fuera de día. No recuerdo cuántas noches seguidasllevo corriendo, cuántas noches mis ojos no han

Page 64: Correr O Morir - Kilian Jornet

encontrado reposo para proseguir el camino. Hoy, porprimera vez, estoy cansado; por primera vez desde hacemuchos días siento los ojos pesados y cómo mi menteplanea en un mundo de oscuridad y pesantez. Recuerdo estasensación. La recuerdo de hace tiempo, cuando corría porlos senderos de la Tahoe Rim Trail (TRT).

No hace falta competir para poder sentir lasemociones de la llegada, las sensaciones de cortar la cinta.También es posible sentir solamente la felicidad sincontrol, eliminando la rabia, los artificios que te da elpúblico, el haber batido a los demás corredores, los flashesde los fotógrafos o de las televisiones. Es la felicidad porti mismo, por sentir la fuerza que te remueve el haberlologrado, la más intrínseca, sin rabia; es una felicidad dulceque te transporta a un mundo de calma total, donde eltiempo y el espacio se detienen y sientes cómo tu cuerpo ytu alma reposan sobre las nubes.

Empiezo a oír pasos apresurados a lo largo del balcóncorrido de madera negra que une todas las habitaciones deltípico hotel americano donde nos alojamos. Me doy lavuelta en la cama y alargo la mano hacia la mesita paraalcanzar el reloj. Son las 4.25 de la madrugada. Todavíaquedan cinco minutos para que suene la alarma y, a pesar deque no tengo nada de sueño y mis sentidos empiezan aactivarse, me doy la vuelta, me cubro otra vez con las

Page 65: Correr O Morir - Kilian Jornet

mantas y cierro los ojos. Afuera, los pasos son cada vezmás rápidos, y los susurros cada vez más fuertes. Escondola cabeza bajo las mantas y aprieto el cuerpo con fuerzacontra el colchón. Noto cómo el calor me recorre, desdelos dedos de los pies hasta las mejillas, siento como si meencontrara ante una chimenea que impide que el fríoexterior cale en mi piel. Siento cómo los brazos, laspiernas y el tronco van moviéndose despacio hastaencontrar la postura perfecta, aquella en la que podríapasarme horas. Mis músculos están completamenterelajados y no deben ejercer ninguna fuerza para mantenerla postura. Mi cabeza está en paz y rodeada de este silenciosolo interrumpido por los pasos que se oyen de vez encuando tras la ventana. Me pasaría horas, días, así, sinmover un solo dedo, con esta comodidad que posee micuerpo y mi mente; sin tener que pensar en nada, ni siquieratener que enviar órdenes al cuerpo, que en estos momentosno existe, no lo necesito, no me molesta ni me incomoda,no me provoca frío ni calor, no me produce dolores niesfuerzos. Ahora mi mente está sola, sin ningún nexo que launa a la tierra, ahora puedo disfrutar de mis pensamientos ydejar que sean los sueños quienes me proporcionen uncuerpo en el que viajar. Para llegar a separar el cuerpo de lamente y poder volar libres, ¿no es más eficaz un buen catreque los 270 kilómetros que me esperan?

Mis pensamientos se dejan seducir por estas ideas

Page 66: Correr O Morir - Kilian Jornet

mientras el calor y la tranquilidad que da el confort de unacama contrastan con la excitación procedente del otro ladode las paredes de la habitación.

¿Y si ya he resuelto la investigación emprendida paraencontrarme conmigo mismo y hallar la felicidad? Antesde correr la Tahoe Rim Trail, he tenido que viajar alinterior de las montañas de Sierra Nevada, en California,para darme cuenta de que la solución se escondía en unabuena cama.

Me echo a reír. He estado a punto de dejarmeconvencer por el engaño de mis pensamientos; esto no esfelicidad, ¡solo es comodidad! Salto de la cama, enciendola luz y pongo la música de la radio. Saco un zumo de piñade la nevera y caliento un trozo de tarta energética.Mientras se calienta, me quito el pijama para ponerme laropa que seguramente me acompañará durante lospróximos dos días y dos noches. Calcetines, bambas,mallas, camiseta térmica, forro polar, gorro, reloj. Miro lahora: las cinco menos cuarto; me quedan cinco minutosantes de partir en dirección al inicio del camino. Aunque noes una carrera organizada y al fin y al cabo soy yo quiendecide la hora de inicio de la ruta, hemos quedado a lascinco para empezar, y así todo el equipo de asistenciapuede prever los horarios en los cuales pasaré por cadapunto de la ruta, aunque de forma muy aproximada, puestoque en una ruta que va a durar sus buenas cuarenta horas es

Page 67: Correr O Morir - Kilian Jornet

imposible prever la hora exacta en que pasaré y por dóndepasaré. Ingiero con rapidez el trozo de tarta energética,cojo el portabidón con el GPS y algunas barritas y gelesque me llevaré para las primeras horas y apago la luz de lahabitación. Antes de salir por la puerta cojo otra porción detarta energética, la voy a necesitar.

Me dirijo al inicio de la ruta apurando el trozo detarta. La noche es aún oscura. Son las cinco menos cincocuando me encuentro encima del puente del río Truckee, enTahoe City. La Tahoe Rim Trail es un recorrido circularalrededor del lago Tahoe, pero no por la orilla, sinoatravesando los montes circundantes, con unosconsiderables desniveles. He estado mirando estosdesniveles, para pasar el tramo más duro el primer día, yaque Tim Titwayer, que fijó el récord en cuarenta y sietehoras, decidió salir desde este punto de la ruta. Y a mítambién me ha parecido un buen lugar. Lo que nunca sabrées por qué hay que salir a las cinco de la madrugada. Si setratara de una carrera de unas quince o dieciséis horas deduración, sería muy evidente, puesto que asíaprovecharíamos todas las horas de claridad para correr denoche el mínimo tiempo. Si fuera una travesía de unasveinte horas, tendría más sentido salir por la tar- de o por lanoche, para pasar la oscuridad de la noche durante lasprimeras horas, cuando el cuerpo está más fresco, ydespués correr la mayor parte del trayecto con el calor del

Page 68: Correr O Morir - Kilian Jornet

sol y llegar todavía con la última luz del día. Si se tratara deun recorrido de unas treinta horas, tendría sentido salir alalba, ya que así pasaría corriendo dos días y una sola noche.Sin embargo hoy, a las cinco de la madrugada, no entiendopor qué tenemos que salir tan temprano si igualmentedeberé pasar dos días y dos noches fuera. Y lo puedescombinar como quieras: día-noche-día-noche, noche-día-noche-día, e incluso saliendo a mediodía, después decomer. Fuera como fuese, tendría que pasarme dos nochesy dos días corriendo.

Entre los gritos de excitación de los entrenadores ydel equipo que me prestará la asistencia, a las cinco enpunto empiezo a dar los primeros pasos hacia el norte.Somos una decena de personas que, cada uno en su papel,tomaremos parte en esta aventura. Como si se tratara en elfondo de una expedición, por muy individual que sea undeporte, por muchas horas que esté corriendo sin ver anadie y por mucho que sean mis piernas las que deban darcada paso, la montaña, el deporte y la vida son siempre untrabajo de equipo, donde cada uno pone su grano de arenapara que la aventura tenga éxito. Yo he puesto mis piernas ymis ganas de luchar con todas mis fuerzas. Sònia ha puestosus conocimientos y sus habilidades para curarmecualquier herida, lesión... y, sobre todo, darme apoyo moralen los momentos de mayor dureza. Olivier y Benjamin son

Page 69: Correr O Morir - Kilian Jornet

los guías que han estudiado el recorrido, que se lo conocencomo la palma de su mano y que se situarán en distintospuntos para proveerme de co- mida y bebida. Gino y JeanYves son los responsables de la marca que me patrocina yque han venido para echarme un cable en lo que haga falta:en la cocina, en el monte, llevando a los entrenadores... Losentrenadores son Adam, Josh, Ross, Sean, Kevin, Jean-mi yBry- on, e irán relevándose para acompañarme durante todoel recorrido. El equipo de filmación está compuesto porMerlène, Raf, OJ, Mimo y Lolo. Por último, Lotta seencarga de organizarlo todo, aunque en realidad todo elmundo hace de todo: todos preparan comida, todos intentanavituallar, todos se animan mutuamente, me preparan laropa y me apoyan. Y nadie duerme.

Empezamos corriendo Bryon y yo. Me encuentrofresco, ligero. Siento cómo mis pies, ligeros, encuentrancon facilidad el camino más rápido y me impulsan conímpetu para adentrarme en los bosques californianos. Oigocómo Bryon empieza a resoplar a mi espalda y esto memotiva, mientras las primeras luces hacen su aparición através de los árboles. Ante nosotros aparece un espectáculode la naturaleza.

El sol de la meseta californiana penetra con fuerzaentre los altos pinos del norte del lago. La luz tiene fuerzapor sí misma, es intensa, sólida, con cuerpo propio. No es

Page 70: Correr O Morir - Kilian Jornet

un simple espectador que ilumina la naturaleza, sino que eneste caso se convierte también en un ser vivo, como lasmontañas, el lago o el propio cielo. El espec- táculo decolores que nos ofrece el binomio agua-luz deja en unsegundo plano la arquitectura barroca que dibujan losbosques de viejos pinos entre los pequeños lagos y lasondulaciones del terreno. Sus sinuosas formas parecendiseñadas por los mejores arquitectos modernistas, susimposibles nudos se asemejan a gárgolas de catedralesrenacentistas y sus cortezas, gruesas y estriadas, dotan a losárboles de la solidez de un monasterio románico. Loslíquenes, de un verde fosforescente, dan luz a los espaciosque no están bañados por los rayos de sol, que pintan derojo la corteza de los árboles y la arena del suelo.

Entre esta danza de colores nosotros parecemosbailarines avanzando poseídos por su fuerza y jugando conel ancho camino que, planeando entre las pequeñasondulaciones, se presenta perfecto para divertirserelanzando el ritmo en cada viraje, en cada pequeña bajada,en cada rayo de sol que se nos cruza. Cualquier excusa esbuena para acelerar la frecuencia de mis piernas y sentircómo se tensan mis músculos en el momento de darimpulso y se relajan totalmente mientras las piernaspermanecen suspendidas en el aire. Mi reloj marca unavelocidad de dieciséis kilómetros por hora. Realmente mesiento bien y a mis pies parece no gustarles estar en

Page 71: Correr O Morir - Kilian Jornet

contacto con el suelo. Avanzamos a gran velocidad entrelos árboles, volando con paso silencioso, pero con elaliento fresco para estar atentos a todo lo que ocurre anuestro alrededor.

Me siento como si fuera el miembro de una tribusioux que, sigiloso, persigue a un ante que se aleja y seesconde entre los inmensos árboles. Debo avanzar veloz,siguiendo las elegantes zancadas del majestuoso animal,pero también debo avanzar en silencio, casi sin tocar elsuelo, para no romper ninguna rama con los pies que loalerte de mi posición. Manteniendo la mirada entre lasramas de los enormes pinos cubiertos de líquenes, siento lafuerza de los indios que habían corrido por estas cuestasunos siglos atrás. Puedo sentir su olor entre el musgo,puedo ver su sombra corriendo junto a mí entre las rocasque vamos cruzando y ver su rostro reflejado en los ríosdonde me apeo a beber la misma agua que bebieron ellos.Puedo oír sus palabras en el viento que nos acaricia la caraal salir del bosque. Y puedo transformarme en un miembromás de su tribu al correr por los mismos caminos queellos, iluminado por la misma luz que los vio nacer ydesaparecer.

Hoy solo queda lo más fuerte, lo que los hombres nofueron capaces de destruir. Solamente quedan las rocas, losríos, la arena y los árboles. Antes, bisontes, lobos y osos

Page 72: Correr O Morir - Kilian Jornet

han ido desapareciendo hasta quedar solo algunosejemplares que buscan, perdidos entre los árboles, a susmanadas. Hay que reconocer que el esfuerzo por preservarestos espacios ha sido enorme y, a diferencia de otrosparajes del planeta donde la destrucción ha sidoindiscriminada, estos conservan una naturaleza centenariacasi igual de salvaje que la que vieron los últimos indiossioux. Lejos de los pocos senderos que atraviesan elparque nacional, los animales viven en paz, a salvo de lospeligros del hombre moderno, y la naturaleza puederespirar y reproducirse sin la asfixia de las nubeshumeantes que emanan de las grandes ciudades. Centenaresde hectáreas que siguen el curso impuesto por el paso deltiempo y únicamente sienten las agresiones de la nieve eninvierno, la lluvia en primavera y el calor en verano. Pero aunos cien kilómetros al oeste, los árboles han desaparecidoy los animales mueren en su intento de cruzar loslaberintos de asfalto por donde circula un mundo ajeno alas fuerzas de la naturaleza, donde la roca ha dejado de serla más dura, donde el agua no fluye por el fondo de losvalles y donde los alimentos no están bajo tierra, colgadosde los árboles o escondidos en alguna madriguera, sinoenvueltos en plásticos y colocados en las estanterías de unsupermercado.

La naturaleza ha quedado encerrada en islas rodeadasen un mar de artificialidad, donde los hombres pueden

Page 73: Correr O Morir - Kilian Jornet

contemplar sus maravillas y hacerse fotos con sushabitantes, sean animales, plantas, árboles, rocas, ríos omontañas, como si se tratara de raras piezas de museo,ignorando que aquellas rocas, aquellos valles y aquellosríos fueron, tiempo atrás, no un patrimonio cuyaprotección era necesaria, sino nuestras casas, nuestros«supermercados», nuestras escuelas. En fin, nuestroplaneta.

Inmersos en este espectáculo natural, sin darnoscuenta hemos recorrido ya más de sesenta kilómetros y laparte norte del lago ha quedado a nuestras espaldas. Lapanorámica desde las cumbres más altas, con unainmejorable perspectiva sobre el lago, me han dado fuerzaal ver por primera vez el recorrido entero, que no parecetan largo. Ya he completado una quinta parte del trayecto yrepetirlo cuatro veces más no se me antoja tan duro. El solse ha apropiado ya del cielo y después de seis horaspersiguiendo antes empiezo a tener hambre. Al llegar aTahoe Meadows aprovecho para comer un pequeño plato demacarrones con aceite y sal antes de emprender la segundaparte del recorrido, que discurre por las montañas situadasal este del lago.

El recorrido sigue en su monotonía de pequeñosrepechos y desniveles, nunca con suficiente pendiente paraandar o con piedras en el camino para poder distraerte

Page 74: Correr O Morir - Kilian Jornet

pensando en cuál será la mejor combinación de pies parasortear los obstáculos, y los magníficos paisajes ya no sonsuficientes para evadir mi concentración en este runrún quese perpetúa idéntico a cada paso. El transcurso de las horasha traído la fatiga y apartado las persecuciones de antes ybisontes, las piernas ligeras que no tocaban el suelo y lasmiradas vivas que captaban el menor movimiento alrededorde mí. Todavía me siento bien y con fuerzas, pero empiezana hacer su aparición los primeros indicios de que tarde otemprano esta fuerza llegará a su fin. Mis pasos de grandesimpulsos se han convertido en zancadas a ras de tierra paraevitar las pérdidas de energía; mi mirada se concentra enlos próximos metros por recorrer, ajena a los paisajes quenos rodean, y mis pensamientos, lejos de meterme en lapiel de héroes indios, se preguntan por qué he cometido laestupidez de empezar con el derroche de energía con quehe comenzado. La media de velocidad era altísima, y lasaceleraciones, siguiendo mi instinto y mi corazón,empiezan a pasarme factura. Todavía me queda un largotrecho por delante y, pese a que ahora no siento ningúndolor, tengo el presentimiento de que no va a tardar muchoen hacer mella. Intento evadir estos pensamientos yocultarlos en la mirada de mis entrenadores y también demí mismo, discutiendo animosamente con Adam y Kevin, yjugando con el viento que se ha girado con ímpetuconforme pasaban las horas.

Page 75: Correr O Morir - Kilian Jornet

Los pies se me hunden de nuevo en la arena delcamino, impulso con fuerza para poder seguir corriendo yresoplo. Al levantar la vista del suelo para tomar aire medoy cuenta de que estamos corriendo entre dos lagos. Amano derecha, unos 1.000 metros más abajo, se extiende lacosta este del lago Tahoe, y a la izquierda, un lago detamaño considerable se expande siguiendo el caminodurante unos cientos de metros. Al vislumbrar tal maravillasonrío por dentro, pero no quiero gastar fuerzaspronunciando un comentario para mostrar mi satisfacciónal recorrer estos parajes. La ruta prosigue silenciosa, conKevin siguiéndome. Estamos corriendo por encima de unaespecie de cresta ancha y el viento sopla con vigor ensentido contrario a nuestros pasos, convirtiendo elsiguiente paso en más difícil, como si mis cincuenta ycinco kilos de peso de pronto se hubieran convertido ensetenta. Intento agachar la cabeza y poner las manos bienarrimadas a mi cuerpo para conseguir una postura másaerodinámica. Corro unos cientos de metros en estaposición, pero la falta de aire me obliga a levantarme denuevo para volver a tomar aire con fuerza. Al levantar lavista me doy cuenta de que el camino sigue imperturbablesu constante pendiente. «Malditos caminos», pienso, «¿nopodían haber trazado unos senderos más directos, en vez derodear veinte veces la montaña para subirla?». El solempieza a brillar suave sobre las montañas del oeste y en

Page 76: Correr O Morir - Kilian Jornet

todo el recorrido no ha habido ni un repecho donde andar.Tengo ganas de encontrar un buen muro, que me permitaandar o trepar; quiero encontrar una bajada técnica, unapendiente que me obligue a fijarme dónde pongo los piespara no caerme, donde el correr se convierta en un bailecon los obstáculos y no en una simple sucesión de pasosrasantes para avanzar. Imbuido en estos pensamientosdiviso la silueta de Olivier al final de la cuesta. No pareceestar muy lejos y necesito una parada, no para alimentarme,sino para poder romper el ritmo arrastrado que llevo.Agacho la vista y acelero para acortar la espera hasta elmomento de detenerme. Cuento hasta cien para mí yresoplando levanto de nuevo la vista, esperando encontrar aOlivier al frente. Pero todavía está lejos, diría que está máslejos. Los metros no avanzan y parece que cada pasosuponga un desafío a mi esperanza. Al final, sin embargo,llegamos al puerto donde Olivier nos está esperando y mesiento en el suelo. Tomo un gel y aprovecho paracontemplar los dos lagos que hemos dejado a nuestrasespaldas. Sin perder mucho tiempo me pongo de nuevo enmarcha. Tengo que llegar a Kingsbury Sur antes de queanochezca y el sol empiece a caer en picado tras losmontes al otro lado del lago.

Con el paso monótono emulando el camino, bañadocon los últimos rayos llego por fin a la estación de esquíalpino de Kingsbury, donde aprovecho para hacer una pausa

Page 77: Correr O Morir - Kilian Jornet

y me paro unos cuarenta minutos para alimentarme bien,descansar física y mentalmente y recobrar fuerzas para lasegunda parte del recorrido. A pesar de no haber llegadotodavía al ecuador de la carrera, he recorrido ya unos 120kilómetros. El árido y terroso terreno del camino me hallenado todo el cuerpo de polvo y la tierra ha penetradoincluso en las bambas y se me ha colado dentro de loscalcetines, provocándome grandes ampollas que, enreposo, se han ido enfriando y empiezan a dolerme.Mientras doy buena cuenta de un buen plato de ñoquis,Lotta me lava los pies con agua fría y Sònia prepara unajeringuilla de Betadine para secar el líquido de lasampollas.

—Quizá te duela un poco; te lo digo porque algunoscorredores se asustan, pero no te va a doler mucho... Soloquema un poco —me dice al ver mi cara de susto cuandoacerca la jeringuilla en dirección a mis pies.

—De acuerdo —contesto sin mucha convicción, perosabiendo que es la única solución para poder afrontar los150 kilómetros restantes sin tener que utilizar unas bambasmás grandes.

Clava la aguja en la ampolla y deja salir el líquidoantes de introducir el Betadine.

—¡¡¡Ahhh!!! —suelto un grito sordo; siento como sime hubieran metido el dedo en una sartén de aceitehirviendo. Retiro el pie con brusquedad para alejarlo de

Page 78: Correr O Morir - Kilian Jornet

Sònia y soplo enérgicamente sobre la ampolla.—Ya te he advertido que te dolería un poco, pero

tampoco quería asustarte. Vamos, que ya te queda unamenos —me dice Sònia convencida. Y poco a poco vamosquemando la piel de las ampollas hasta que me quedan unospies sin dolor, sea por haber elimina- do las ampollas o porla insensibilidad que me ha invadido después de lasquemaduras.

El frío ha hecho acto de presencia coincidiendo con ladesaparición del calor de la luz del sol y me abrigo paraafrontar la noche: una camiseta de manga larga, uncortaviento, un par de guantes y un gorro. Ross, un fuertecorredor que vive en la zona, me acompañará durante elprimer tramo de la noche, puesto que los senderos no sonmuy evidentes y parece fácil errar el rumbo. Correr a sulado, con sus conocimientos de la zona, me quita un pesode encima. Ultimamos los preparativos: la ropa, un últimobocado de ñoquis, comprobar las pilas del frontal, unosestiramientos para desentumecer las piernas que empiezana notar los kilómetros, y nos ponemos de nuevo en caminoa tientas entre los gritos de aliento del equipo, pese a queahora el ritmo es muy diferente. Poco a poco empezamos asubir por los senderos que serpentean a través de las pistasde esquí de Kingsbury. El suave ritmo calienta dulcementemis piernas y mis articulaciones van ganando amplitud

Page 79: Correr O Morir - Kilian Jornet

según avanzamos. Así, las fuerzas van volviendo y subiendoentre campos y bosques me voy encontrando cada vezmejor. La noche es fresca y me recuerda a losentrenamientos de invierno, cuando después del institutosalía a correr a oscuras por encima de Montellà. El vientogolpeando en mi cara me despierta los sentidos y me da laenergía para correr con potencia después de superar laszonas boscosas de las proximidades de las pistas de esquí yadentrarnos en una salvaje región de lagos y afilados picos.Una dura cuesta por un camino de arena nos conduce hastael puerto de East Peak, que nos reserva una maravillosavista nocturna de toda la parte sur del lago Tahoe. Paramantener el ritmo y a la vez poder «desconectar» y pensaren otras cosas distintas al correr, el recorrido, lo que debocomer..., dejo fluir mi mente entre historias imaginariasque podrían estar ocurriendo en aquel momento. Imaginoque somos unos fugitivos que nos hemos escapado de lacárcel y nos escondemos en estos bosques. Que somosindios persiguiendo a los blancos que han quemadonuestros campos. En ocasiones también pienso en las cosascotidianas. En el fondo, correr se ha convertido en unatarea más, como respirar, comer o ir al baño, traducido aquíen ir detrás de un pino, una roca, o cuando las fuerzas temaldicen al alejarte del camino, bajo una piedra a pocoscentímetros del borde del sendero. Pienso en lo que deberéhacer la próxima semana: tengo que comprar un regalo a

Page 80: Correr O Morir - Kilian Jornet

Maria porque el miércoles es su cumpleaños, llamar almecánico para llevar el coche a la revisión de los 80.000kilómetros o a la vuelta pasar por el supermercado porquela nevera está vacía. A veces simplemente me dejo llevarpor el ritmo de una canción y canto con energía, en voz altasi las fuerzas me lo permiten o por dentro si la subida esexigente o el cerebro me riñe por derrochar energías. Estaes una de las mejores formas que he encontrado paradistraerme y vencer al tiempo, para que las horastranscurran más rápido. El único problema, esta vez, es quehe olvidado el iPod en casa y no sé si por el cansancio o sies cierto que correr tanto mata neuronas, pero lascanciones empiezan a pegarse, quedan grabadas en lacabeza y, por mucho que quieras apretar el botón para pasara otra canción, no hay modo de dejar de repetir la mismacanción, una y otra vez. Si se tratara de una carrera de tres ocuatro horas o, como mucho, de seis o siete horas, sepodría soportar, pero si la canción se te ha incrustado en lacabeza a las pocas horas de empezar y se repite porvigésima vez, os podéis imaginar el estado de nervios quese apodera de ti al reiterar miles de veces «Oooh life... isbigger... is bigger and... na na na na na... Losing myreligion!!!», porque, en el fondo, sin el iPod recordamossolamente el estribillo de la canción, y llevo veinte horasintentando descubrir qué diablos decía el resto de la letra.Sin embargo, al final, pese a acabar con los nervios de

Page 81: Correr O Morir - Kilian Jornet

punta, sin darme cuenta buscando la letra han pasado dos otres horas durante las cuales he olvidado el dolor depiernas, el frío y que todavía quedan muchos kilómetrospor delante.

No obstante, inevitablemente van pasando las millas yvuelve la monotonía, y al abandonar las crestas yadentrarnos de nuevo en los bosques, el viento desaparecey con él la frescura de mis sentidos. Las piernas todavía sesienten ligeras y el corazón aún conserva las ganas deseguir dando guerra, pero los sentidos van apagándose amedida que descendemos del Thompson Peak. Llevo horassin sentir el tacto para evitar notar el dolor de las piernas ylas ampollas de los pies. El primer sentido que sedesconecta es el oído, que igno- ra los sonidos del bosquey las palabras de Ross. Le va a la zaga la vista: se me cierranlos ojos, hasta que los párpados están tan cerca que ya nopuedo distinguir el terreno y hago una cabezada. Me pongoa cantar vivamente y a dar saltos para despertar de nuevomis sentidos. Ross, que me sigue a pocos pasos detrás demí, pensará que estoy loco, pero lo cierto es que me sirvepara despertarme y evitar sentir somnolencia. Corrodespierto con ímpetu unos minutos, pero el tiempo esinfalible y las pestañas empiezan a sentirse pesadasmientras mis pasos devienen más monótonos. Lucho contraesta fuerza y de nuevo me pongo a cantar, esta vez másfuerte, y acelero por las curvas del camino, salto las

Page 82: Correr O Morir - Kilian Jornet

piedras, me agarro a los árboles para sentir la velocidad, laadrenalina, y activar las hormonas que deben mantenermedespierto.

Unos minutos más tarde los ojos se me vuelven acerrar con fuerza y esta vez abandono la lucha y dejo que elpeso de mis pestañas selle mi sueño. Siento cómo unestado de bienestar recorre rápidamente mi cuerpo, losnervios desaparecen, la fatiga también, el dolor se aleja ylos pensamientos se desvanecen. Me dejo llevar por estemundo donde todo es tan fácil y olvido mi cuerpo. Derepente, mis pensamientos me devuelven a la realidad.«¿Estaba corriendo? No recuerdo haberme detenido...¿Todavía estoy corriendo?» De pronto, abro los ojosasustado. ¿Dónde estoy? Miro hacia uno y otro lado. Me hedesviado del camino más de cien metros y estoy en elsuelo, sentado, entre ramas de pino y grandes hormigueros.Deben haber transcurrido pocos segundos porque Rosstodavía viene detrás de mí, en el camino. Regreso andandohasta retomar el camino, pensando que no puedo seguir así.Tendré que parar a dormir un rato, lo justo para quitarme elsueño de encima y poder finalizar la carrera. En algunaocasión he oído a algunos corredores de raids... ¿O eraSònia, la doctora? ¿O los navegantes? Da igual, había oídodecir que dormían intervalos de media hora para desvelarsey poder seguir unas horas más. Sí, intentaré hacer eso.Solamente me quedan unas seis o siete millas para llegar a

Page 83: Correr O Morir - Kilian Jornet

Big Meadow, donde me espera el equipo y donde decidoquedarme a dormir.

Después de una fatigosa hora corriendo e intentandoque no se me vuelvan a cerrar los ojos, por fin llegamos ala carretera, en la parte sur del lago. Les comento elproblema a Olivier y a Sònia y en seguida me tumbo en elsuelo duro del aparcamiento con un saco de dormir encima.Me duermo al instante. No tengo tiempo de pensar en si elsuelo está duro, frío, si estoy boca abajo o boca arriba.Simplemente me abandono a un profundo sueño.

—¡Kilian! —oigo un eco en el fondo de mis sueños—. Kilian, es la hora —el sonido cada vez es más claro yfuerte—. ¡Kilian!

Abro los ojos y veo una gran luz sobre mi cabeza. Mevoy despertando poco a poco y al otro lado del frontalreconozco a Sònia.

—¡Buenos días! —digo—. ¿Ya ha pasado una hora? —pregunto frotándome los ojos con las manos. Todavía estoymuerto. El sueño ha desaparecido solo en parte, pero elcansancio parece aplastarme con fuerza contra el sueño.«No puede ser», me digo por dentro. «Todavía me faltanmás de 100 kilómetros para terminar. Es imposible.» Meincorporo y me siento en el suelo. Me golpeo en la cabezapara despertarme un poco más y me dispongo a ponerme depie pa- ra seguir corriendo. Pero mis piernas no responden.No se me pliegan y no puedo contraer los músculos para

Page 84: Correr O Morir - Kilian Jornet

levantarme del suelo. Lo intento de nuevo. No es que norespondan; es que al intentarlo siento un fuerte pinchazorecorriendo todos los músculos de mi cuerpo. «¡Madremía! Si para ponerme de pie siento esto, ¿cómo voy aseguir corriendo los 100 kilómetros que me quedan?» Conmucho trabajo, y como un títere torpe con piernas demadera, consigo levantarme. Es entonces cuando noto quela temperatura se ha desplomado, o quizás ya había bajadoantes, pero el sueño me impedía notarlo. Me repongo conun té muy caliente y después de estirarme,desentumeciéndome las piernas, me echo a correr conSean dirección sur. Ya ha pasado medianoche y todavíatenemos unas cinco horas antes de que empiece a clarear.

Como cada vez después de pararme, las piernas se vancalentando, me vuelvo a encontrar bien y dejo atrás todoslos males. A medida que las sensaciones vanreencontrándose con la buena forma, intento acelerar pararecuperar el tiempo «perdido» durmiendo y, aunque todavíaestoy muy por debajo del récord precedente, no sé cómo vaa reaccionar mi cuerpo en la parte final y quiero coger unbuen colchón por si las moscas. Voy discutiendo con Seany el correr es agradable, fácil, parece ser que mis pies hanreencontrado el aire y la ligereza que les faltaba. Seguimosel camino que sube suavemente dibujando largas rectasdentro de un espeso bosque de enormes pinos. Llegamos alo alto de un puerto e iniciamos un suave descenso; en

Page 85: Correr O Morir - Kilian Jornet

breve tendríamos que girar hacia el norte, pero el caminosigue hacia el sur. Empiezo a inquietarme, cuando depronto aparece frente a nosotros un lago. «¿De dóndediablos ha salido este lago?», me interrogo mientrasintento descubrir dónde estamos. Intento adivinar la siluetade los montes, pero entre la negra noche y las espesasnubes no saco nada en claro. Es evidente que nodeberíamos haber llegado a este lago, pero entonces¿dónde está el camino correcto? Recapitulo el caminodesde que hemos salido de Big Meadow: hemos cogido elúnico camino que existe, hemos subido la pequeña cuesta yal llegar al rellano hemos tomado el primer desvío a laizquierda. ¡Mierda! ¡Era a la derecha! Hemos recorridounas cuatro millas desde que nos hemos equivocado decamino, y la idea de recorrer cuatro millas más no es muyplacentera, pero en la negra noche y sin saber dóndeestamos no queda otra opción. Y de todos modos, ¿lo quehe venido a buscar no era ver hasta dónde era capaz dellegar mi cuerpo? ¿Cuáles eran sus límites? He venidohasta el corazón del lejano oeste para descubrir hasta dóndeserían capaces de llegar mi cuerpo y mi mente, ¿y voy adesmotivarme por ocho millas? Al contrario, me doy lavuelta y con una gran sonrisa le digo a Sean: «Sean, morekilometers, more fun!». Se echa a reír y entre risasempezamos a desandar el camino que habíamos seguido laúltima hora. La excitación o la rabia de habernos

Page 86: Correr O Morir - Kilian Jornet

equivocado de camino y tener que recuperar lo más rápidoposible el tiempo de descubrimiento de nuevos parajes noprevistos me despierta de golpe; mis sentidos vuelven aestar activos al cien por cien. Esta excitación me aporta unextra de energía que entre cantos, risas y anécdotas nospermite desandar el camino en solo media hora. Volvemosal punto de inicio y esta vez tomamos el camino correcto,hacia la derecha, y empezamos a subir suavemente dentrodel bosque, hasta llegar a una zona de prados alpinos. Laexcitación ha ido apagándose y las fuerzas también nos hanido abandonando. Y no solo las fuerzas nos han dejado,sino, como una metáfora de mi estado, la batería del frontaltambién va apagándose y, a los pocos minutos, el frontal deSean también deja de iluminar. Nos deben quedar unas diezo doce millas hasta llegar a Echo Lake, donde nos espera elequipo, y con él las pilas de repuesto, aunque es probableque, al llegar, la luz del día nos haya librado de estepequeño inconveniente. Correr a oscuras no esdesagradable, al contrario, te mantiene despierto, te activatodos los sentidos y te pone el cuerpo entero en alerta;todos los sentidos trabajan por un objetivo común: nocaerse al suelo ni chocar contra un árbol. Recuerdo lospaseos que hacíamos sin luz durante la infancia e intentoponer todo mi ímpetu. Jugando con las sombras delterreno, el tacto de mis pies y el equilibrio, intentoacelerar y sentir cómo los pies se me adaptan rápidamente

Page 87: Correr O Morir - Kilian Jornet

al terreno que descubren al tacto y mi cuerpo busca elequilibrio con juegos de manos y brazos. Me gusta estejuego, me encanta la sensación de es- tar a punto decaerme, pero lograr mantenerme en pie en el últimomomento con un golpe de cadera o una brazada al aire,cuando ya estoy preparando el cuerpo para recibir la caída.En el fondo es lo que estoy haciendo con mi cuerpo y mimente durante esta aventura. Llevarlo también a sus límitesde esfuerzo, de resistencia, y entrenar mi mente a soportarel dolor, aunque en este caso mi cuerpo no puedeprepararse para la caída, porque desconozco los efectos delo que me sucedería si sobrepasara los límites de micuerpo. Trepar hasta del punto más alto de la hoja de laespada, sin caer al otro lado, es lo que intento hacer yparece que lo estoy logrando.

Unas horas más tarde llegamos al fondo del valle, aEcho Summit, donde, aparte de un camino ancho ydescubierto para recorrer, nos espera también el primerresplandor del día. Llevo ya más de veinticuatro horascorriendo y estoy satisfecho de cómo ha aguantado micuerpo hasta el momento, aparte del dolor en loscuádriceps, gemelos e isquiotibiales y un poco deacortamiento de la cadera y rodillas, algunas ampollas enlos pies, bastante sueño, un poco de frío y algún pequeñopinchazo en las rodillas. Aparte de esto, me encuentroperfectamente. Siento cómo aún queda energía y fuerza

Page 88: Correr O Morir - Kilian Jornet

dentro de mí; siento los músculos, que, aunque doloridos,están llenos y consistentes. Mi cabeza se mantiene serena yconcentrada y mi cuerpo todavía puede acelerar si me lopropongo.

Al llegar a Echo Lake la luz del día nos descubre queel tiempo ha cambiado completamente. Delante denosotros, encima de las montañas situadas al otro lado dellago, están formándose unas nubes amenazantes, endirección exactamente al camino que debemos tomar.Después de descansar un buen rato y beber té muy caliente,mojar en él cookies y trozos de tarta energética, nosdisponemos, con Jean-mi, a acometer el tramo más largosin asistencia: cruzar los 50 kilómetros de la ReservaNacional de Desolation Wilderness. El terreno espedregoso, con grandes placas de granito que atraviesan losinnumerables lagos de Aloha y Velma. Con la tenue luzbajo las oscuras nubes, nos parece estar andando por unplaneta sin vida, donde, después de una explosión nuclear,solo quedamos nosotros intentando descubrir a alguien convida entre tanto desierto. ¿O quizás es que mis ojos ya noson capaces de distinguir la realidad de lo que ven de lo queocurre en mi cabeza? La monotonía se ha apoderadonuevamente de mí, y el cansancio, después de más de 200kilómetros, empieza a hacerse notar de forma muy distinta.Ahora, la fatiga ya no es el dolor de piernas, no son lospinchazos en las rodillas, no es el sueño o la respiración.

Page 89: Correr O Morir - Kilian Jornet

Todo se ha detenido. Todo. Estoy vacío, mis piernas notienen fuerza, mis brazos no son capaces de moverse, micorazón no es capaz de acelerarse cuando subimos. Respiropor la nariz, con la boca cerrada, no tengo fuerzas paraenviar tanto oxígeno a mis pulmones, mi caja torácica seráincapaz de contraerse para distribuirlo. Mis pies me llevana rastras. Y sobre todo mi cabeza está vacía, mi miradaperdida. No reacciono a las emociones, no salta ningunachispa de alegría al contemplar las magníficas vistas sobreel lago Tahoe o las imponentes crestas del Jacks Peak. Nopuedo mantener una conversación... Las palabras de micompañero o los sonidos de la naturaleza son un rumor quese oye a lo lejos. Empiezan a caer copos de nieve, pero nosiento el frío; no puedo sentir ni siquiera el dolor que metorturaba hace apenas unas horas. Y mis pensamientos sehan disipado. Ya no puedo cantar una canción para mantenerel ritmo, ya no tengo fuerzas para recordarla. No soy capazde pensar en cuántos minutos faltan para el siguiente puertoque debo cruzar; he perdido la noción del espacio. Nopuedo imaginarme el futuro, la llegada..., El futuro noexiste dentro de mi vacío. No puedo soñar ni siquierapreguntarme qué estoy haciendo aquí, para qué he venido ypor qué he elegido este maldito deporte. Los recuerdos,los pensamientos y los sueños han desaparecido y dentrode mi cabeza solamente existe el vacío. Todo se hadesvanecido y como un autómata avanzo sin conocer el

Page 90: Correr O Morir - Kilian Jornet

rumbo, sin saber lo que me espera. Simplemente como loslatidos del corazón y la respiración, que siguenfuncionando sin mediar nuestra voluntad, mis piernassiguen andando por inercia. Pasan las horas, pasa la nieve,las rocas, los valles, las cumbres, los lagos, las praderas,las nubes vienen y se van, el sol recorre el cielo de este aoeste, pero para mí el tiempo se ha detenido. Simplemente,nada existe, nada es real y nada es imaginario; es un estadoen el que mi alma parece haber desaparecido y el cuerposimplemente sigue los impulsos por los que ha sidoprogramado. Oigo voces que rompen el vacío que estáinstalado dentro de mí. Pero aquí no hay nadie más enmuchos kilómetros a la redonda. Me doy la vuelta, observolas crestas, pero supongo en seguida que ha sido el vientoque meciendo las hojas me ha engañado y me ha hechocreer que llegaba ya al final de este tramo, donde me esperatodo el equipo. O quizás es el principio de una alucinación.Compañeros que han corrido la UTMB (Ultra-Trail duMont-Blanc) o la Diagonale des Fous y han estadocorriendo más de una noche me han contado que a veces,durante el segundo día, en medio del camino se lesaparecían sillas donde sentarse y, al querer reposar, secaían al suelo mientras la silla se esfumaba. O, durante lasegunda noche, los árboles cobraban vida y les atacaban consus ramas. No, no es posible que esté teniendoalucinaciones, eso sería tener demasiada suerte, pienso, así

Page 91: Correr O Morir - Kilian Jornet

habría algo que me ocupara el tiempo y parece que retomasu devenir.

Vacío. Un paso, un copo de nieve. Otro paso, viento,hierba amarilla. Arena, otro paso. Blanco, treinta y treshoras, otro paso. Estos son mis pensamientos durante lasúltimas seis o siete horas. Intento pensar en monosílabospara evitar gastar la energía necesaria para conectar dosneuronas. Frente a mí se extiende un campo de espigas decolor amarillo encima de la arena. El viento mece lasespigas y, a pesar de que el sol se ha llevado las nubes y lanieve, no ha conseguido calentar el aire. A lo lejos, entrelas olas doradas, se avistan unas figuras y nuevamente lossonidos hacen acto de presencia. Miro al suelo, la arena, ylevanto la vista de nuevo para comprobar si las figurassiguen en el mismo sitio. Y en efecto, no solo siguenapareciendo entre el campo de espigas sino que ademásagitan los brazos en el aire. Me cuesta un momentoreaccionar para cerciorarme de que no se trata de lasalucinaciones que llegan al final, sino que ya estoy enBarker Pass, donde efectivamente me está esperando elequipo de asistencia. Mi mente reacciona al impulso dequerer salir corriendo hacia ellos, pero mi cuerpo no, sigueinmutable a las órdenes de mi mente. Al final me dejo caersobre una piedra y Lotta me trae unos bocadillos, té ycookies para comer. Pero no tengo hambre. Mi estómagose ha encogido y no se ve con fuerzas para digerir nada de

Page 92: Correr O Morir - Kilian Jornet

lo que le dé. No tengo fuerzas para seguir. No soy yo quiendirige mis movimientos. ¿Dónde está mi alma? ¿Dondeestá mi fuerza? Cierro los ojos, que tienen la miradaperdida en el horizonte. No, no puede ser que haya llegadohasta aquí, que haya recorrido 260 kilómetros y que a 20kilómetros de cerrar el círculo tire la toalla. No, aún no heencontrado mi límite. Abro los ojos, pero esta vez hanrecuperado su vida, ya saben adónde mirar. Miran fijamenteTahoe City, al otro lado de las cimas que se erigen ante mí.Me obligo a comer un par de cookies bañadas en té, mequito el polvo de las bambas por enésima vez y, después demuchas horas, se me dibuja una sonrisa en la cara.

Siento el frío y el viento menea mi ropa. Estoy de piefrente al camino y cierro los ojos. Elijo una canción, unade mis preferidas, de aquellas que al oírla es imposible queel corazón no se acelere y sus compases no te pongan lospelos de punta. Dentro de mi cabeza siento cómo el bajoempieza el ritmo suave —pum-pum—, al que se une labatería con unos tse-tse para dar mayor fuerza al ritmo.Veo el escenario a oscuras, los músicos permaneceninmóviles en el centro, con la cabeza gacha, escuchandocómo suena el bajo de fondo, a lo lejos. Este va creciendopoco a poco hasta que en el momento culminante sientocómo de pronto se ilumina el escenario y el cantante seune al unísono con la guitarra eléctrica a una explosiónrítmica. El sonido es fresco y nítido, donde estaba el

Page 93: Correr O Morir - Kilian Jornet

escenario ahora aparecen unas montañas, claras y precisascomo la voz, y entre ellas se abre un camino, ni ancho niestrecho, un camino elegante. Pero no soy yo quien estátras la mirada. Me veo fresco, ligero, sin la pesantez que heido cogiendo durante los últimos 260 kilómetros. Me doyla vuelta y arranco a correr por el camino sin tocar el suelo,de- sapareciendo velozmente entre las montañas al ritmode la música eléctrica. Abro los ojos y siento cómo unafuerza me recorre de pies a cabeza. Salgo corriendo conpotencia, con una energía que mis piernas no sentían desdeantes de la noche. Subiendo y bajando, avanzo corriendo aun ritmo que no recordaba cuándo me había abandonado porúltima vez. No es que de repente todo el dolor y cansanciohayan desaparecido. Siguen ahí, y muy presentes, pero envez de conformar el único centro de mi atención estánocultos, guardados en un rincón de mi mente, y ahora es laseguridad de saber que lo voy a conseguir y el camino conuna meta que por primera vez veo real y cercana quienesocupan su lugar. ¿Será eso lo que me ha aliviado? No, elcansancio es ahora mucho mayor que antes; mis piernasestán más pesadas y adoloridas. Sin embargo, ¿por quéahora, pese al cansancio, son capaces de correr másdeprisa? ¿Qué es lo que ha cambiado en mi cuerpo encomparación con los 30 kilómetros anteriores? Nada enabsoluto. Solo ha cambiado una pequeña cosa dentro de miconciencia. Ahora sé que soy capaz de lograrlo y veo la

Page 94: Correr O Morir - Kilian Jornet

meta al final del camino; está al alcance de mis manos, yala acaricio, ya puedo sentirla. Y recorriendo estos últimos10 kilómetros, otra vez de noche, corriendo rodeado detodo el equipo que ha venido a acompañarme y a convertireste sueño en realidad, me doy cuenta de que el límite nose encuentra en mi cuerpo, en mis piernas. Veo que podríahaber ido más deprisa durante todo el recorrido, veo quehubiera podido ir a la velocidad que llevo ahora. ¿Qué es loque me ha frenado? Ha sido mi mente la que ha hechodesconcentrarme y desmotivarme; me ponía dificultades yobstáculos en el camino y ha logrado difuminar la imagende la meta, desorientarme y hacerme perder el rumbo y ladecisión para conseguirlo; me ha llevado a pensar que noera posible. Pero no estoy triste; al contrario, hedescubierto que los límites no existen para nuestro cuerpo.De él solamente dependerán la velocidad y la fuerza, perolos límites reales, los que nos conducirán al abandono o aseguir luchando, los que nos permitirán alcanzar nuestrossueños, no dependen de nuestro cuerpo, sino de nuestramente, de nuestra motivación, de las ganas de hacerrealidad los sueños.

Pasan unos minutos de las siete de la tarde cuando elcamino abandona su serpenteo entre los árboles y se aplanasiguiendo el cauce del río. Por fin, ahora sí, me puedo dejarir, ahora ya no existe ningún límite, ahora el dolor de las

Page 95: Correr O Morir - Kilian Jornet

piernas ha desaparecido y han recuperado toda su amplitudarticular; ahora la fuerza ha regresado a mis pulmones y ami corazón. Como si al volver al punto de inicio mi cuerpoborrara todo lo vivido desde la partida y atrapara de nuevotodas las sensaciones que treinta y ocho horas antes sentíanmi cuerpo y mi mente, la misma fuerza que al salir, lamisma motivación que al empezar. De pronto, durante losúltimos centenares de metros antes de llegar al punto decerrar el círculo, todo el dolor y el peso de los kilómetrosse han desvanecido y yo no quiero conservar nada, no hayprecauciones que tomar, mi cuerpo ha sufrido todo lo quepodía sufrir. Acelero para esprintar con mis entrenadores,para saltar una valla en medio del camino en vez de rodearlay para poder gritar con ahínco a medida que se acercan lasluces al fondo del camino, para volver a pisar mis huellas.Miro al suelo y no puedo reprimir las lágrimas. De repenteme vienen a la cabeza todas las imágenes vividas, las lucesdel despertar del sol, los lagos, los árboles, el calor, elfrío, la nieve, la pérdida, el dolor y la felicidad. En estosmomentos no me siento orgulloso de mí mismo, de lo quehe conseguido, ni de haber compartido y hacer partícipesde esta aventura física, pero sobre todo emocional, a todoel equipo que me ha acompañado, eso llegará después,cuando las lágrimas dejen paso a una reflexión y un análisisclaros de lo que he terminado. Ahora solamente puedodejar fluir la emoción pura, la emoción de comprobar que

Page 96: Correr O Morir - Kilian Jornet

he sido capaz de conseguir lo que me propuse, pese a lasenormes dificultades y sufrimientos. No sabría describiresta emoción; es como si tomara la alegría, la felicidad y elalborozo y los elevara a la infinita potencia. Es como si mefueran encogiendo el cuerpo y la mente hasta hacerlosdesaparecer, desaparecen también el tiempo y el espacio ysolo existe el corazón, que palpita con fuerza.

Pero después de los abrazos entre risas, después deeternos momentos de lágrimas de felicidad, el cuerpoaparece de nuevo para recordarme el precio que deberépagar la próxima semana por haber logrado tener estosmomentos de júbilo. Pero mañana será otro día.

Page 97: Correr O Morir - Kilian Jornet

4 - LA CIUDAD DEL VIENTO

Me despierto súbitamente. Ignoro cuántas horas llevodurmiendo, no recuerdo haberme parado para tumbarme ydormirme. Solamente recuerdo estar corriendo bajo lanieve. Era negra noche y el frío calaba los huesos. Yoseguía, paso tras paso, intentando encontrar el camino entrela nevasca. Pero ahora el refugio es cálido. Afuera, latormenta parece haber amainado y el sol, ya alto, estáfundiendo la nieve y calentando las paredes rocosas delrefugio que esta noche me ha servido para resguardarmedel frío. Me encuentro cerca de una pradera, amparado amis espaldas por unos acantilados de unos veinte o treintametros de altura. A mi derecha, un pequeño bosque deabetos protege la pradera de los fuertes vientos del este. Ydelante, más allá de la pradera, se extiende un ampliobalcón que me abre la visión de los valles y cimas verdeshasta perderse en la llanura. Es una construcción de piedra.No tan grande para considerarla una cabaña, pero tampocotan pequeña para ser un hórreo. Es una formación de cuatroparedes de grandes bloques de granito de metro y medio dealto. No se nota mucho el paso del tiempo, la roca es joveny conserva todavía trozos de lodo y hierba de cuandofueron arrancados. La debían construir pastores ocazadores para refugiarse las noches de otoño, noches

Page 98: Correr O Morir - Kilian Jornet

como la de hoy. En su interior, un agujero realizado a picoy pala sobre la hierba permite ponerse de pie, ya queconsigue ganar medio metro y protege el suelo del frío dela hierba húmeda. Sobre la tierra, unos montones de paja,madera y alguna manta deteriorada por los efectos denumerosas noches de hielo y lluvias me han permitidoyacer cómodamente. Hace ya bastantes años, pero aúnrecuerdo como si fuera ayer, cuando los domingos,después de largas excursiones por las montañas pirenaicas,cansados y con el día anunciando su crepúsculo, Alba sequejaba de sueño y de fatiga y yo me dejaba convencer parabuscar un hórreo donde refugiarnos y pasar la noche, antesde bajar deprisa y corriendo el lunes, cuando el sol no habíaaún despuntado, para llegar a tiempo al trabajo.

Nos conocimos en Barcelona. Suena a paradoja,siendo dos almas de la naturaleza. Yo había dejado mismontes cerretanos para ir a la capital a someterme a unaprueba de esfuerzo. Llevaba ya años entrenándome y alprincipio de cada temporada teníamos que acudir a laBlume a que nos controlaran a nivel médico, comprobarannuestra progresión y descartaran cualquier problema quenos impidiera continuar con la actividad física. Las últimastemporadas mi progresión se había estancado, pero todoslos años bajaba a Barcelona a realizarme unelectrocardiograma y, para comprobar cómo respondía elcorazón a los esfuerzos, me sometía al test de Bruce, que

Page 99: Correr O Morir - Kilian Jornet

po- co tenía que ver con un concierto de BruceSpringsteen, sino que consistían en correr sobre una cintaque cada tres minutos iba más deprisa y se inclinabasimulando una subida, hasta que las piernas y el corazón nopodían aguantar el ritmo un minuto más, pero antes de quela cinta te mandara al fondo de la habitación como si de unacatapulta se tratara. A ello se deben añadir unos tubos queunían mi respiración con el ordenador de los médicos yllenos de adhesivos para medir los latidos del corazón.Aquel año, aunque sabía que no observaríamos progresoalguno, y además llegaba en baja forma a las pruebas, losmédicos me convencieron de que era importante realizarlasdespués de un verano muy exigente, por lo que temían unsobreentrenamiento. Las palabras del doctor habían sidocontundentes: «Si vemos que estás pasado de revoluciones,deberás dejar de entrenarte como mínimo durante un mes,hasta que las constantes recuperen la normalidad». Todoello me había puesto una presión que me iba carcomiendopor dentro. Para mí, dejar de entrenarme durante un messuponía el final de la vida. ¿Qué haría? El problema era queunas pruebas de esfuerzo no son como una carrera, en laque puedes poner buena cara y disimular tu estado. Aquí losordenadores no mienten.

Al final, a pesar de los temores, las pruebas salieronperfectas. No había ningún parámetro que indicara que nome hubiera recuperado de la fatiga de las últimas carreras y

Page 100: Correr O Morir - Kilian Jornet

yo me había quitado un gran pe- so de encima. Había venidoa Barcelona en autobús, después de dejar el coche almecánico, así que me quedaba mucho tiempo por delanteantes de tomar el de regreso a Puigcerdà. Como hacíacalor, fui paseando tranquilamente Diagonal abajo hasta laestación de autobuses. Cuando llegué faltaba más de unahora para la salida del autobús y me senté en las escalerasde la estación para seguir con la lectura del último libroque me había recomendado y dejado, después de muchorogar, mi hermana. La novela trataba de un conjunto dehistorias de protagonistas muy diferentes entre sí, quevivían en distintos lugares de Europa a principios del sigloxx, antes y durante la Primera Guerra Mundial. El tiempopasó volando y, sin darme cuenta, el autobús estaba ya en suaparcamiento listo para partir, mientras las últimaspersonas metían sus maletas en el portaequipajes. Melevanté de un salto y corrí directo hasta el interior delautobús.

«Tranquilo, muchacho, no te hubiera dejado en tierra»,me dijo el conductor mientras le mostraba mi billete.

El autobús iba lleno. Me dirigí hacia la parte traseramientras los demás pasajeros iban colocando susmochillas. Me senté en un asiento libre. Detrás de mí, ungrupo de chicos más o menos de mi edad gritaban y semovían bruscamente y diseñaban los planes para la nochede fiesta que les esperaba. Delante, una pareja de mayores

Page 101: Correr O Morir - Kilian Jornet

regresaban del mercado de la Boqueria con todas lascompras para agasajar a sus hijos y nietos con una comida,quienes les esperaban para cenar. Nos pusimos en marchamientras yo andaba con los pensamientos perdidos entre elcontraste de las conversaciones que me rodeaban yesperando sacar el libro de la mochilla para continuar conla lectura que había quedado interrumpida unos minutosantes.

De repente, el conductor frenó bruscamente. Comollevábamos pocos metros, íbamos a poca velocidad y nadiesufrió ningún percance, salvo uno de los chicos de detrásque, al estar de pie, se cayó al suelo a mi lado. Las puertasse abrieron y entró una muchacha frágil, que parecía muyagitada. Era delgada y no muy alta. Iba vestida de formasencilla, con unos vaqueros azules y una camiseta dealgodón verde. Llevaba solo una mochilla gris colgando deuna sola asa. Mentiría si no dijera que lo primero en queme fijé cuando entró fue en los zapatos que llevaba,supongo que por deformación profesional, como sueledecirse. El calzado que llevamos dice mucho de nosotros:si nos gusta andar, ir cómodos, si preferimos sentirnosaltos, si somos todo terreno o de ciudad... Ella llevaba unasbambas blancas. Lo que más me sorprendió fue el rostro,oculto tras una larga melena de color castaño. Era una carafina, muy suave y blanca, supongo que por eso a primeravista me dio la impresión de que era frágil. Sus ojos, azules

Page 102: Correr O Morir - Kilian Jornet

pero oscuros, rebosaban vivencias; se antojaban inquietospero tristes. Mientras iba avanzando por el pasillo, suforma fina y suave la hacía frágil, pero tanto los brazoscomo los músculos marcados en los vaqueros permitíanadivinar una complexión fuerte. Caminaba de forma segura,pero como si estuviera en alerta, descolocada, alejada de sumedio.

Se sentó a mi lado; era el único asiento que quedabalibre y, mientras estaba agachada para sacar un libro de lamochilla, gritó para sí misma pero en voz alta:

—¡Por fin, no aguantaba un segundo más en estaciudad! ¿Quién puede vivir así?

—Pues imagino que seis millones de personas. Yotampoco puedo entenderlo... ¿Llevas mucho tiempo enBarcelona? —respondí.

Sorprendida, levantó y ladeó la cabeza. Sus ojos noeran tan oscuros como parecían en un primer momento. Laangustia y la agitación los debían haber oscurecido, comosi se escondieran de un mundo que no le gustaba.

—Más o menos, cuatro horas —me contestó. Su voz,ahora, estaba en armonía con su cuerpo. Era suave, no muyaguda, como un fuerte susurro—. ¿Cuánto has aguantadotú? —sonrió.

—Lo siento; debo decirte que te he ganado porgoleada. No ha sido nada fácil; ha habido momentos muyduros, de mucho sacrificio, y varias veces he estado a punto

Page 103: Correr O Morir - Kilian Jornet

de abandonar..., ¡pero al final he resistido siete horas!Se echó a reír y ninguno de los dos abrió el libro en

todo el trayecto.A medida que enfilábamos el eje del Llobregat, el

autobús iba vaciándose y dejando a todos los pasajeros enlas ciudades aledañas de Barcelona. La conversación eradistendida y agradable y sin darnos cuenta estábamos casisolos cuando el autobús se apeó y el conductor se levantó.

—¡Última parada! Estamos ya en Puigcerdà.Los cinco pasajeros que quedábamos descendimos del

vehículo. Yo soy tímido y las despedidas nunca han sido mifuerte. Toda la fluidez que había tenido durante las treshoras de viaje parecía haberse quedado dentro del autobús.

—Bueno, ha sido un placer conocerte; no conozco amuchas personas que piensen como tú.

—El placer ha sido mío. Yo tampoco conozco amucha gente que odie la ciudad —me dijo con unacarcajada—. Yo estoy de paso por Puigcerdà. Me quedaréaquí un tiempo, no sé cuánto, si unos días, unos meses... Aver si me gusta... —hizo un silencio para respirar—. Sibajas por aquí, pobre de ti si no me avisas —volvió a reír.

—Muchas gracias, ya verás cómo este sitio te va aencantar. Es magnífico..., y si vienes a Font-romeu, solotienes que llamar... Si te gusta esquiar o hacer excursionespor la montaña, el paraje es idílico —parecía que laconversación quisiera engancharse, que intentara buscar las

Page 104: Correr O Morir - Kilian Jornet

palabras y los argumentos para poder seguir, pero al cabode unos minutos, después de un rápido intercambio deteléfonos, cada uno había tomado su camino.

Recogí el coche del mecánico y subí hasta Font-romeu, mientras iba pensando y dándole vueltas a por quéhabía dicho esto y no aquello, por qué no había tenidofuerzas para decirle que me gustaba, que la encontrabaincreíble.

Entré en casa. Como todos los otoños, era tiempo decambiar los armarios, de poner la ropa de correr y debicicleta en maletas y de sacar toda la ropa de esquí. Perocomo todavía no hacía mucho frío para poder esquiar, habíadías fríos en que se tenía que salir a correr abrigado y díasde calor en que se podía sacar la bicicleta a pasear. La casaestaba inundada de material por todas partes. Me tumbé enla cama y empecé a mirar los resultados de las pruebas deesfuerzo, pero en mis pensamientos no había consumos deoxígeno, ni umbrales anaeróbicos y aeróbicos, solo habíauna chica delgada, de complexión frágil. No me la podíaquitar de la cabeza. ¡Ni tan siquiera sabía su nombre! Laconversación nos había absorbido tanto que no me habíadicho cómo se llamaba. Cogí el teléfono, ya tenía unaexcusa para llamarle.

—¡Hola! —oí con la misma voz dulce y risueña que,aunque apenas hacía una hora, parecía que llevaba tiemposin oírla.

Page 105: Correr O Morir - Kilian Jornet

—¡Perdona, no me has dicho cómo te llamas! No melo digas ahora. ¿Qué te parece si me lo dices esta nochetomando una copa?

—Mmm, de acuerdo. ¿A las 10 en la plaza delcampanario?

Estuve deambulando por las calles del casco antiguo,haciendo ver que miraba los escaparates de las tiendas uobservando la Cerdaña de noche desde el mirador delAyuntamiento, incluso me leí las revistas publicitarias queencontré, intentando que el tiempo pasara más rápido, queme llevara en volandas hasta aquella cita. Pero el tiempocorría despacio, estaba casi detenido, los segundosparecían horas y cada vez costaba más engañar a mispensamientos, que se iban centrando más en el momento deencontrarla.

El tiempo no se aceleró, se detuvo. Estaba sentada enla terraza del bar, mirando la torre del campanarioiluminada, de espaldas a la calle de donde yo venía. Laobservé mientras me acercaba; se la veía tranquila, era laúnica persona que había en la calle. Aunque no hacía muchofrío, las noches de otoño empezaban ya a refrescar en losPirineos y la gente prefería el confort de la calefacción enel interior del local.

—Me llamo Kilian —le susurré en el oído. Ella selevantó lentamente mientras seguía mirando el campanario.

Page 106: Correr O Morir - Kilian Jornet

Se dio la vuelta y situó su cara a pocos centímetros de lamía. Con la suave iluminación de la plaza sus ojos azulesparecían aún más grandes sobre la piel blanca. Me miródirectamente a los ojos; su mirada era calmada y serena.

—Alba —dijo ella despacio y con ternura, y me invitóa compartir la tranquilidad que emanaba de su voz y sumirada. Permanecimos mirándonos a pocos centímetros.No sé si fueron unos segundos o unos minutos. El tiempoparecía correr alrededor de nosotros pero para mí estabadetenido, absorbido por la fuerza con que aquella miradame enganchaba. Mi pulso cada vez era más rápido y fuerte;en aquel momento era capaz de sentir cada latido delcorazón en cualquier parte del cuerpo: en la cabeza, en lasmanos, en las piernas... Sentía como si las fuerzas meabandonasen y me hicieran sentir inestable. Las piernasestaban rígidas pero temblorosas, no aguantaban mi peso.Si me quedaba así un segundo más, me caería al suelo. Miréun instante sus labios; fue una milésima de segundo, cuandomis pupilas abandonaron los ojos perfectos de ella parafijarse en sus labios de un rosa pálido. Eran finos y lellegaban hasta las mejillas dibujando una leve sonrisa. Nosé si el tiempo se detuvo aún más o de repente se aceleró auna velocidad incontrolable. De pronto nuestras carasfueron acercándose lentamente, precediendo por poco anuestros cuerpos. Mis labios se separaron dejando entraraire dentro de los pulmones para coger fuerza. Empezaba a

Page 107: Correr O Morir - Kilian Jornet

notarse el calor que desprendían nuestros cuerpos. El sudoriba apareciendo en la frente y tenía ganas de quitarme eljersey a pesar del frío que se apoderaba de las calles segúnavanzaba la noche. Nuestras miradas se cruzaban entre loslabios y los ojos y mis fuerzas estaban cada vez más lejos,no solo me temblaban las piernas, mis manos parecíantambién pesadas y torpes, incluso mis labios temblaban.Me daba la impresión de que si no venía nadie a sujetarmeme caería al suelo. Fue ella quien me sujetó con sus labios,y después yo también la sujeté con mis brazos.

Nunca entenderé cómo las personas pueden vivirrodeadas de cemento, hormigón, asfalto, hierro y cristal.Es difícil encontrar en este lugar un solo reflejo de lo quehabía sido, cuando tiempo atrás la Tierra seguía su cursoajeno a la mano del hombre. ¿Dónde está el agua que,fluyendo con libertad, buscaba abrirse paso entre las rocaspara encontrar el mejor camino para llegar a su destino, elmar? ¿Y las flores que intentaban sobrevivir rodeadas deárboles y arbustos, luchando con otras flores para robaraquel rayo de luz que les permitiera mostrar todo suesplendor? Los animales no encuentran el terreno parapoder seguir su instinto para refugiarse, buscar sus presas,sus escondites para permanecer lejos de la mirada de susdepredadores; en fin, para vivir. ¿Y nosotros? ¿En el fondono somos animales? Como los perros, los gatos y los

Page 108: Correr O Morir - Kilian Jornet

loros, ¿no estamos encerrados entre cuatro paredes decemento que nos impiden volar libres para poder sentir laesencia humana, la de aquel animal que duerme dentro denosotros esperando el momento de despertar y correr porsu medio?

Hacía tiempo que me rondaba por la cabeza, como unasemilla que ha pasado durante el invierno bajo tierra y conel sol de primavera decide que ha llegado el momento debrotar. Esa semilla estaba enterrada en mi cabeza desdeque, con diez años, mis padres nos llevaron, a mí y a Naila,mi hermana, a atravesar los Pirineos andando. Durantecuarenta y dos días descubrimos que no sabíamos nada delas montañas donde habíamos vivido toda nuestra —reciéniniciada— vida y que, aun sin saberlo, amábamos.

Cuando de pequeños hicimos la travesía de losPirineos lo ignoraba, pero inconscientemente se plantó unasemilla que, finalmente, en la primavera de 2010, empezó abrotar. Primero, abriéndose paso entre la nieve y contimidez, pero siempre, con paso firme, fue creciendosólida hasta empezar a tomar cuerpo. Al principio parecíauna frágil edelweiss, vulnerable y accesible, pero con eltranscurso de los meses y a medida que parecía queempezaría a dar sus frutos, se asemejaba más a una robustasecuoya, imponente, inaccesible. La idea de realizar latravesía de los Pirineos corriendo había tomado tanto

Page 109: Correr O Morir - Kilian Jornet

cuerpo dentro de mí que era imposible desligarme de ella.Noche y día mis pensamientos eran la transpirenaica. Nohabía ya marcha atrás. Pocas semanas antes había concluidola temporada de esquí de montaña y las cumbres estabantodavía cubiertas de un grueso manto de nieve, pero eldeseo que me empujaba hacia el País Vasco para iniciaresta aventura era tan fuerte que la racionalidad se ocultótras la ceguera del deseo y no pude frenar mi cuerpo, quese dirigía al oeste bajo el faro del instinto.

PRIMER DIA

Con más miedo que confianza ahí estaba yo, al alba deun lunes de finales de mayo, bajo la lluvia, con el susurrode las fuertes olas del Atlántico embistiendo losacantilados del cabo Higuer, dispuesto a correr hasta bañarlos pies en las cálidas aguas del Mediterráneo. Ladecepción y la desmotivación que podíamos sentir por estadeslucida salida bajo la lluvia se ahogaban entre una dosisextra de motivación, imaginando lo que íbamos a vivirdurante aquella larga jornada que nos conduciría a través detodas las montañas vascas e imaginando lo quedescubriríamos durante la semana siguiente. Y así, con losgritos de aliento del equipo y los corredores que, a pesarde la lluvia que caía, habían venido a ver el inicio de estaaventura, la de atravesar los Pirineos por sus valles y sus

Page 110: Correr O Morir - Kilian Jornet

cumbres siguiendo la frontera entre Francia y España hastaencontrar, 800 kilómetros al este, otra vez el agua saladadel mar.

Parece que el mar no quiera desprenderse de nosotroscuando abandonamos las rocas del cabo Higuer. La lluvia yel viento son fuertes y no sabría distinguir si el agua quenos moja la cara es la que dejan las olas en su embestidacontra las rocas o la que procede del cielo, parece que cadavez con mayor ímpetu. Con todo, estamos aquí para correr,nadie dijo que iba a ser fácil y estábamos convencidos deque nos íbamos a encontrar con problemas. Sin embargo,siendo sincero, ahora, a punto de empezar esta epopeya, lalluvia parece querer recordarnos que en todo caso será lanaturaleza, la montaña, quien decida si llegaremos alMediterráneo.

El reloj se acerca a las ocho de la mañana y lasintensas nubes que se expanden a lo largo y ancho del cielome inducen a pen- sar que de nada va a servir esperar a queescampen para empezar a correr. Seguro que será muchomejor empezar con dificultades, esperando que con el pasode los días la naturaleza se compadezca de nosotros y nosenvíe un poco de buen tiempo. Así pues, no hay tiempo queperder.

—¿Estáis preparados? —grito para hacerme oír entreel viento y el sonido de las olas. Dos corredores locales

Page 111: Correr O Morir - Kilian Jornet

que no conocía hasta entonces se han ofrecido a venir amojarse conmigo para acompañarme los primeros diezkilómetros, antes de ir a trabajar. Si parecía que el tiempodiscrepaba del proyecto que teníamos entre manos, todoslos corredores y personas con quienes nos cruzábamosestaban dispuestos a hacer lo que fuera para ayudarnos alograrlo.

—¡Por supuesto! —me parece oír vagamente entre latormenta, y les devuelvo un convencido—: Pues entonces,¡vamos!

Pasamos los diez primeros kilómetros entre agua.Nos alejamos de las olas del mar para recibir las olasescupidas por las ruedas de los coches al cruzar lasautopistas de Irati para adentrarnos en la montaña. Hablandoparece que los kilómetros pasen rápido sin que nuestraspiernas los noten.

Hace ya unas horas que hemos dejado atrás el olor demar y los caminos nos conducen serpenteando a través delas praderas y cimas de la Rhune. La lluvia ha menguado yse ha tornado una ligera cortina que caedespreocupadamente sobre nuestros cuerpos ya mojados.Greg y Yon me acompañan en estos primeros pasos de latravesía. El terreno blando y la frescura de las piernas y delespíritu hacen que el ritmo sea fácil y los kilómetros pasensin enterarnos. De repente, bajando sobre la cresta que

Page 112: Correr O Morir - Kilian Jornet

separa Ibardin del puerto de Lizuniaga, la senda queestamos siguiendo nos abandona en un campo de pasto, sinsalida. Nos miramos los tres. Por primera vez desde quehemos dejado el océano sacamos el mapa de la mochilla.Hasta entonces nos habíamos dejado guiar por la intuicióny seguíamos el viento en dirección este, pero en estasregiones de pequeños valles y mil senderos, la intuiciónsuele llevarte a un camino sin salida. Entre la buenaorientación de Greg, fruto de sus años corriendo raids deaventura, y el conocimiento del terreno de Yon,descubrimos que estamos situados a unos dos kilómetrosal sur del GR que nos conduce a Lizuniaga. Tenemos dosopciones: desandar el camino unos cinco o seis kilómetrospara tomar el sendero correcto, o intentar atajaratravesando hacia el norte en medio del bosque. Con eltemor de que los kilómetros adicionales acabenadquiriendo peso al fi- nal de una jornada prevista de 130kilómetros, nos decidimos por la segunda opción,convencidos de que en pocos minutos retomaremos elcamino correcto. Lo que no tenemos en cuenta es que lavegetación de los Pirineos atlánticos no tiene nada que vercon la de aquí. En seguida nos damos cuenta de que laopción más corta no será la más rápida. Así queempezamos a descender por una pronunciada pendientedonde los helechos nos cubren sin permitirnos ver dóndeponemos los pies, que, según nos transmiten estos, es una

Page 113: Correr O Morir - Kilian Jornet

especie de ciénaga entre bloques de piedra y matojos dehierba. De todos modos, los pies ya estaban mojados yaparte de alguna espina de escaramujo, el tacto de loshelechos acariciando mis piernas me resulta agradable.Seguimos bajando los tres muy juntos para no perdernos enesta selva, mientras la vegetación se hace más espesa amedida que nos acercamos al río, que, como una taza decafé, dispone todo su poso al fondo del valle. Con más penaque gloria logramos llegar al río y decidimos que elcamino más limpio será remontar por el otro ladosiguiendo el curso del río y esperar que, en algúnmomento, por un error de formación, la naturaleza se hayaolvidado de poblar una rendija que nos lleve hasta 500 o600 metros sobre nuestras cabezas, hasta el camino ahoratan anhelado. El tiempo se ha detenido y no pienso que nosquedan más de 100 kilómetros para llegar a Orbaitzeta, ytodavía más lejos, unos 800 kilómetros por atravesar estasmontañas hasta volver a descansar. Acabamos justo deempezar, llevamos unos veinte kilómetros y estamosabsolutamente perdidos y dejando escapar preciososminutos, horas, de reposo. Si seguimos con esta media...Pero ¿de verdad estos momentos son tiempo perdido? ¿Noqueremos perdernos y, como cuando éramos pequeños,fusionarnos con el bosque para descubrir de cerca susplantas, sus animales y su vida, y así ahondar también ennuestro interior?

Page 114: Correr O Morir - Kilian Jornet

En estos momentos mis pensamientos están lejos detales reflexiones, solo tengo una idea en mi cabeza: cruzarlos pocos cientos de metros que nos separan del camino yque desde hace una media hora nos obligan a dar vueltas ymás vueltas alrededor del río. Al final, después de remontarel río un buen trecho, lo abandonamos al encontrar larendija que tanto anhelábamos. La fuerza regresa a nuestraspiernas y corazón por la excitación de haber descubierto elcamino que nos puede sacar de la inseguridad de lanaturaleza salvaje y llevarnos hasta la civilización, aunqueesta únicamente se manifieste a través de un camino depoco más de medio metro de ancho. Parece contradictorioque al iniciar este viaje el objetivo fuera adentrarnos en lamontaña para buscar su esencia más salvaje, pura y natural,alejarnos de toda civilización, de aquello que la mano delhombre ha sido capaz de construir y destruir, despreciandoel mundo que para bien o para mal hemos construido a lolargo de nuestra existencia como especie.

Pero una vez despojados de esta artificialidad,desligados de toda humanidad, cuando finalmente hemosencontrado lo que tanto deseábamos, nos sentimosdesprotegidos, indefensos y vulnerables. El miedo seinstala en nuestras venas, como buscando la adrenalina,esperando el placer inmediato de saltar al vacío, de nopoder controlar nuestras emociones, nuestro cuerpo. Alprolongarse esta situación, el miedo a perdernos, de no

Page 115: Correr O Morir - Kilian Jornet

encontrar la salida, del súbito ataque de un lobo, nos asustae, irracionalmente, ante cada mínimo ruido o al percibir unmovimiento, nos damos la vuelta esperando el ataque,buscamos la salida de este profundo pozo por temor amorir, indefensos en medio de la naturaleza. Creo que es elmiedo a morir lo que nos asusta cuando no estamos encontacto con nada humano. Nuestros genes nos hanhabituado a la seguridad de un mundo racional, donde todoslos caminos nos conducen a la protección de los nuestros,y privados de un vínculo con ellos, sentimos como si elcamino de nuestra vida pudiera cortarse en cualquiermomento, por peligros ignotos. Es irracional, es el miedoque sentimos por la humanidad, que sin darte cuenta te loroba todo, te hace sentir suyo, protegido entre sus brazos, yte acompaña allá donde llega su mano, pero al mismotiempo te desarma de aquel instinto que nos permitíadescubrir allende sus fronteras.

Entre gritos nos vamos situando en medio del mar dehelechos hasta llegar a la seguridad del camino yretomamos, con el corazón ya pausado, el ritmo que paso apaso nos conduce hasta el puerto de Lizuniaga, Lizarreta,Erratzu y, lentamente y bajo la lluvia, nos acerca al refugiodonde pernoctaremos. Corriendo con amigos que llevabatiempo sin ver, las horas transcurren deprisa, nos ponemosal día de las respectivas vidas, hacemos planes de futuro y,sin darnos cuenta, al llegar la noche estamos ya en las

Page 116: Correr O Morir - Kilian Jornet

crestas situadas encima de Orbaitzeta. Sin hacer sufrir laspiernas en demasía, la primera etapa del periplo ha llegadoa su fin. Después de 140 kilómetros y más de dieciséishoras, es noche cerrada y queda poco tiempo para comer unplato de pasta y para que David, el fisioterapeuta que meacompaña durante toda la travesía, me obsequie con unmasaje en las piernas antes de irme a dormir pasada lamedianoche.

SEGUNDO DIA

Por lo que parece, la noche se ha llevado las nubes y lalluvia para dejar paso a un día claro. Lo que no ha podidollevarse consigo ha sido el dolor de piernas, al contrario,este se ha intensificado. Me estoy desenvolviendo bien enla tarea de ocultarlo a los compañeros que me estánesperando para desayunar antes de reemprender la marcha.¿Qué pensarían si supieran que el primer día ya me duelenlas piernas? ¡Vaya desmotivación para todo el equipo! Ensus rostros se refleja la ilusión de haber iniciado elproyecto y la esperanza de seguir con él. ¿Qué sentiríanellos al regresar a casa después de un solo día de trayecto?No es momento de mostrarles mis debilidades, de que elproyecto realmente pende de un hilo, un paso demasiadolargo, un resbalón, y seguro que tendré una rotura fibrilar.No, ahora no es el momento. ¿Y qué pensaría yo? No, es

Page 117: Correr O Morir - Kilian Jornet

mejor no insistir en ello, no quiero frustrar la enormeilusión depositada en esta travesía por un simple dolor depiernas. Seguro que con las horas y los días irá remitiendo.La razón es que ayer, entre que llovía y que nos perdimos,los kilómetros se multiplicaron y ahora me están pasandofactura. A partir de este momento todo volverá a lanormalidad...

Con estas ideas rondando por mi cabeza empezamos acorrer con Greg en dirección a Larrau. Una pista nosconduce suavemente hacia las crestas de Abodi, y pareceque el buen tiempo y el aire fresco devuelven la sangre alas piernas, que se van sintiendo vivas y al llegar a lascrestas me permiten desviar la atención y la vista hacia elsuelo. La vista es espectacular, con las imponentescumbres rocallosas de los Pirineos en primer plano detrásde Belagua y, más allá, el horizonte extendiéndose como unmanto irregular de todas las tonalidades de verdeimaginables antes de perderse en el océano. La visión meda fuerzas para llegar a Larrau con la ilusión, que estamañana se escurría por un resquicio, intacta. Después deuna breve parada para tomar algún gel y bebidas isotónicas,reemprendemos la marcha en dirección a las cimas de laMesa 3 Reyes y Anie. Esta vez, también nos acompañanJoan y Edu, que no han querido perderse el espectáculo deeste paisaje de los Pirineos. Los kilómetros pasan deprisaentre las conversaciones y un terreno de ligeras

Page 118: Correr O Morir - Kilian Jornet

ondulaciones de hierba que permite un correr suave, comosi transcurriera por una nube de algodón, y me hacenolvidar el dolor que padecían esta mañana mis tendones yarticulaciones.

Poco a poco, las conversaciones van apagándose, nopor la falta de temas o por timidez, sino porque el terrenose va tornando abrupto y debemos reservar nuestras fuerzaspara respirar y nuestros pensamientos para encarar losquince o veinte kilómetros que tenemos por delante. Haceun rato que Edu y Joan han regresado sobre sus pasos yestamos frente a las crestas del Barazea. Llevamos ya casiseis horas de travesía y desde el desayuno no hemostomado nada sólido. El hambre empieza a sumarse alcansancio. Nos detenemos unos instantes para sentarnos yrespirar un poco bajo unas crestas. El camino siguesubiendo unos 200 o 300 metros hasta coronarlas yenseguida descendemos tras un largo valle que nos debellevar a Belagua, donde unos apetitosos bocadillos nosestán esperando.

Con el estómago vacío no se toman buenasdecisiones. El hambre va en aumento, y aprovechando eldescanso para mirar los mapas, comprobamos que siseguimos flanqueando a la altura en que nos encontramospor debajo de las crestas, llegaremos al final, donde unabajada fácil nos conducirá al fondo del valle, a pocosminutos de los bocadillos que van tomando forma dentro

Page 119: Correr O Morir - Kilian Jornet

de nuestro cerebro. El plan es perfecto, hemos recortadouna media hora al hambre y no dudamos en ponernos conrapidez manos a la obra, a un ritmo alegre, satisfechos denuestras dotes para la orientación.

No sé si fue porque la imagen de los bocadillos eratan vívida y grande que nos ocultó o hizo desaparecer losvalles del mapa, pero media hora después estábamos alfinal de las aristas viendo cómo un rocoso valle,evidentemente sin camino, nos separaba del valle correcto.En la mirada que nos cruzamos podía adivinarse nuestradecepción. No nos orientábamos muy bien.

Puesto que el hambre es más fuerte que elsentimiento de decepción o las fuerzas de pensar por quéhabíamos sido tan estúpidos para abandonar el camino, sinperder un segundo me adentro en el mar de bloques degranito, mientras Greg espera en lo alto de la cresta unaseña para lanzarse por el pedregal. Empiezo a avanzar haciami derecha, sin perder altura, atravesando las pequeñascrestas que forman pequeños valles y descienden hasta elfondo del valle. Busco un valle que nos permita bajar deforma segura y rápida y que no nos esconda sorpresas,algún barranco o bloques inestables que nos entierren trasnuestros pasos. El tercer valle es el bueno, se encuentraapenas a unos cien metros del cerro donde me espera micompañero de aventuras. A contraviento llamo a viva voz aGreg para que venga hasta el punto donde me encuentro y

Page 120: Correr O Morir - Kilian Jornet

sin pensármelo mucho me lanzo pedregal abajo. La piedrafina nos permite avanzar a gran velocidad, es fácil, dandograndes brincos y deslizándonos por la piedra como sifueran dunas del desierto o una pendiente de nieve polvodonde no existe el riesgo, bajo el amparo de una superficiede algodón protegiéndonos de los impactos del salto o delas caídas... Dejándonos llevar por la emoción y la facilidadde bajar a gran velocidad, nos olvidamos de que nuestraspiernas no son un motor alemán capaz de rodar a más de7.000 revoluciones. Al cabo de un par de minutos estamosya al fondo del valle. Al final, el error no nos habrá quitadotanto tiempo como imaginábamos poco antes. Con una gransonrisa remontamos los 200 metros entre grandes bloquesy riachuelos que nos separan del camino real, el marcadoen rojo y blanco que nos lleva rápidamente hasta losbocadillos.

En Belagua nos espera el grueso del equipo, que conprevisión nos han preparado sendos bocadillos de pan contomate, jamón y queso de cabra. Los devoramos antes depreparar dos más para poder saborearlos. Galletas y barritasenergéticas nos sirven de postre para culminar la colacióne ir mentalizándonos de que únicamente estamos en elecuador de la etapa y que todavía nos faltan unas seis osiete horas para sentarnos de nuevo en una silla.

Los bocadillos hacen su efecto en seguida. Lasfuerzas han vuelto y parece que la energía nos empuje a

Page 121: Correr O Morir - Kilian Jornet

correr con todas nuestras fuerzas para llegar a cenar estanoche antes del oscurecer. Thierry nos acompaña losprimeros minutos de subida inmersos en un tupido bosquede encinas y robles, con un subsuelo que vuelve a mostrar,después de que el sol de primavera fundiera el manto denieve que lo ha cubierto durante el invierno, una nadadeleznable capa de hojas caídas durante el otoño pasadoque han invernado cubriendo el camino. Seguimos subiendomientras el paisaje va cambiando alrededor de nosotros.Dejamos los robles para encontrar un bos- que de pinoalbar y después pino negro que, conforme se gana enaltitud, va desapareciendo hasta dejar paso a una zona deprados alpinos donde los ríos y sus meandros juegancaprichosos con las formas del relieve. A medida queavanzamos, la hierba se va escondiendo también bajo losbloques de granito que cada vez ocupan mayor superficiedel lecho del abierto valle, hasta que las piedras acabandesapareciendo bajo una capa de nieve cada vez más gruesabajo nuestros pies.

Parece que la naturaleza quiera homogeneizar elpaisaje enviándonos una espesa capa de niebla que nos dejahuérfanos de visión del terreno. Todo es blanco, en todasdirecciones, sobre nuestras cabezas y bajo nuestros pies. Elúnico punto de referencia que tenemos es la pendiente quenos aguarda enfrente. Seguimos subiendo hasta que lacuesta nevada cambia de sentido y suponemos que hemos

Page 122: Correr O Morir - Kilian Jornet

alcanzado al puerto. El cansancio empieza a hacer mella,pero en medio de la nieve y sin ningún indicio que nospueda marcar el camino, no es momento de parar. Si nosdetenemos unos minutos en el puerto tendremos un 50%de posibilidades de desandar el camino bajando por lamisma pendiente que acabamos de subir.

Así pues, empezamos a bajar directamente por unaamplia lengua de nieve que nos debe llevar derechos alfondo del valle. Consulto el mapa: se trata de una granescarpa que llega a un circo donde nace el valle quedeberemos seguir, hasta cruzar un camino que a la derechanos conducirá hasta las cabañas de Ansabère. Como no haypérdida, y como mucho en el fondo del circo tendremosque recorrer unos centenares de metros hasta encontrar elcamino correcto, nos tiramos de culo para deslizarnos ybajar rápidamente sin cansarnos. La velocidad es alta y enpoco tiempo estamos ya al fondo del circo, donde van adesembocar todas las lenguas de nieve procedentes de lascimas y las crestas. Empezamos a correr siguiendo el cursodel río y en seguida me doy cuenta de que Greg tieneproblemas para continuar. Se acerca trotando con lentitud.Su cara no miente, tiene los ojos clavados en el suelo y acada paso aprieta los dientes con fuerza para aguantar eldolor.

—¿Cómo estás? ¿Te has torcido el tobillo? —lepregunto.

Page 123: Correr O Morir - Kilian Jornet

—No, es la rodilla, la derecha. A cada paso siento unfuerte pinchazo. Me parece que está bloqueada... ¿Puedestirar de ella? —me pide.

Su dolor es sincero, los pinzamientos en la rodilla sonmuy dolorosos y te dejan sin posibilidad de seguir.Después de explicarme cómo quiere que tire de su rodilla,nos ponemos manos a la obra. Él está sentado en el suelo,apoyándose con las manos en unas piedras mientras yobruscamente tiro de su pierna con todas mis fuerzas paraintentar que la rodilla haga un crec indicador de que vuelvea estar en su sitio.

Después de algunos tirones, el crec no llega y lo peorque podemos hacer es permanecer quietos en este sitio. Laniebla ha enfriado la temperatura y nos encontramos lejosde cualquier refugio o carretera. Solo nos queda un ascensomediano y una larga bajada para encontrar a Olivier yThierry, que podrán ayudar a Greg. Seguimos corriendotranquilamente hasta plantarnos en las cabañas de Ansabère,donde acaban de llegar unos excursionistas, que se estánpreparando para pernoctar allí.

—Disculpad, ¿vamos en buena dirección para subir alPico du Luc de la Chourrique? —les pregunto, mientrasGreg estira la rodilla en unas piedras.

—Sí, continuad por el valle de la izquierda hasta ellago y después recto hasta el puerto. ¿Estáis bien? —mepreguntan extrañados: el aspecto cansado, los curiosos

Page 124: Correr O Morir - Kilian Jornet

ejercicios de Greg y nuestra aparente desorientación noparecen las mejores condiciones para subir a las crestas,pero ojalá estas fueran las últimas que tuviésemos queatravesar hoy, pienso.

El ascenso va mejor, el dolor ha menguado y el ritmoes alto, ya que podemos correr durante toda la ascensión,hasta el puerto y la cima, donde una espectacular arista noshace bajar derechos sobre el lago de Ansabère. El desniveles pronunciado y el dolor de Greg va en aumento, peropoco a poco nos vamos acercando al lago. Un camino nosconduce, orillando el lago por la derecha, hasta la suavebajada hacia el barranco de las Foyas, donde encontramos aOlivier y Thierry, que se quedan con Greg. El tiempo senos ha echado encima sin enterarnos y tenemos solo unastres horas de luz. Estamos a 30 kilómetros de Somport y a50 de Sallent de Gállego, donde teníamos previsto pasar lanoche. Decidimos con Thierry que pernoctaremos enSomport y que mañana ya decidiremos. La etapa ya será lobastante severa. Parece que la energía de los bocadillos aúndura e inicio con potencia el ascenso al pico de Rincón,600 metros más arriba. El camino desaparece y empiezo asubir por unas pendientes de hierba y pizarras que me llevandirectamente a la cumbre. El aire fresco pero puro, lafuerza de estar solo en una cima y el fuerte olor a tierraparecen darme la motivación para echar a correr saltando ycantando mientras dibujo zigzags en el camino que discurre

Page 125: Correr O Morir - Kilian Jornet

por el hilo de la arista. La niebla juega caprichosa con elviento y conmigo, apareciendo y desapareciendo mientrasimagino que estoy sobrevolando la cresta con un ala delta.Creo que no hay mayor sensación de li- bertad que correrpor una arista. Es como hacerlo por la hoja de una espada,prohibiéndote caerte hacia uno de los lados, peroacelerando cada vez más para salir de ella y escapar delpeligro, y deseando al mismo tiempo que no se acabe parapoder seguir sintiendo la sensación de estar jugando con tucuerpo y con el riesgo, pensando únicamente en volar, endejar libres las piernas para que cojan cada vez mayorvelocidad, en dejar que tu cuerpo baile para equilibrarse. Elmomento y el lugar no importan, puede ser corriendo endescenso la arista de las Bolsas del Mont Blanc, las crestasde la Olla de Núria o las del Carlit. La sensación de libertades siempre la misma. No obstante, como todo en esta vida,nada es eterno y la cresta se acaba para dejar paso a unabajada que me conduce al refugio de Lapassia, donde unasubida corta, pero dura a estas alturas del día, después de90 kilómetros, me lleva al puerto de Arlet.

Suena mi teléfono: «¡Kilian! ¿Dónde estás? Yo estoysubiendo desde Somport a buscarte con un frontal. No teapartes del camino y después de la pista, ¿entendido?», medice Joan.

Se le ve preocupado por la oscuridad que empieza aapoderarse del fondo de los valles.

Page 126: Correr O Morir - Kilian Jornet

Las fuerzas todavía son grandes y me lanzo deprisa porel pequeño sendero que me conduce a Espelunguere. Encinco minutos llego a la cabaña y empiezo a corrersiguiendo la pista. Me parece que el camino es más directoy rápido, pero se adentra en el bosque y la oscuridad bajolos árboles no me permite correr sin peligro de tropezarcon una raíz, una roca o un leño caído. La pista es ancha y,aunque no se distinga el relieve del suelo, dando pasosaltos es imposible tropezar. Llevo ya media hora larga debajada cuando el teléfono suena de nuevo:

—Hey, ¿dónde estás? ¿Has pasado ya la cabaña?—Uf, debo haber pasado por ahí hace casi cuarenta

minutos. ¿Tú dónde estás?—Estoy subiendo por la pista, a la derecha del río. ¿Tú

lo oyes, el río?—Mmmm..., —intento aguzar el oído pero no oigo

nada—. Creo que debe de estar más abajo, porque yo no hepasado por ningún río, pero tengo el fondo del valle bajomis pies, a mi izquierda...

—De acuerdo, sigue bajando, yo estoy en un claro queencontrarás al salir del bosque —me indica Joan.

Ya es noche cerrada y solo se intuyen las siluetas delos picos. El bosque está oscuro y correr se convierte enun ejercicio de percepción plantar. La pista vaserpenteando pendiente abajo, pero dejando siempre elfondo del valle a su izquierda. «¡En algún momento deberá

Page 127: Correr O Morir - Kilian Jornet

cruzar!», pienso. Un cuarto de hora después llego al fondodel valle, junto al río. Miro a todos lados, pero no veoningún indicio de claro ni nadie esperándome con unfrontal. Solo bosque y un panel de madera orientado haciauna senda que sube dentro del bosque, que reza: «Somport,50 min. Cabañas de Arlet, 2 h». Hacia la otra dirección, dedonde vengo: «Cabañas de Arlet, 2 h 30 min.».

Cojo el teléfono.—¡Joan! ¿Donde tú estás hay algún panel? ¿Cuánto

tiempo indica hasta Somport? ¿Y hasta las Cabañas deArlet?

—Un momento, lo miro... —se hace un silencio—. Sí,hay uno. A ver, Somport media hora y las Cabañas una horacuarenta.

—¿Y no hay otro panel que indique las Cabañas haciaabajo? —le pregunto para confirmar que estoy dondesospechaba.

—Sí. A 2 horas y 40 minutos —me responde conasombro—. ¿Dónde estás? —me pide.

—¡En cinco minutos estoy aquí! ¡Hasta ahora!El descenso es mucho más sencillo con el frontal; ver

dónde pones los pies tiene su gracia. Corriendo con laspiernas todavía frescas y con la intención de pasar unaagradable noche, los últimos kilómetros pasan másfácilmente mientras llegamos a Somport.

Page 128: Correr O Morir - Kilian Jornet

TERCER DIA

Suena el despertador cuando faltan diez minutos paralas seis de la mañana. «¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por quéno he ido a hacer una carrera “normal” en vez de torturar micuerpo de este modo?» Mientras estos pensamientosofuscan mi mente intento levantarme de la cama. Me tumbohacia la derecha. «No estoy tan mal, no tengo ningúndolor», pienso, pero al empezar a levantar la rodilla parasalir de la cama noto un pinchazo bajo el tendón rotuliano:«No hay para tanto». Me levanto de la cama y al ponermede pie los cuádriceps no me responden. Rápidamente mesiento de nuevo al borde de la cama para no caerme alsuelo. Miro el reloj: son las seis menos cinco. No haytiempo que perder. Con cuidado, me visto despacioprocurando no mover las piernas. Es como vestir a unmaniquí, a una figura de piedra, solo que la figura a quienvestir soy yo mismo.

Son las seis, no es momento de lamentos, de quejas.Me incorporo. Manteniendo las piernas erguidas, sinflexionar las rodillas, puedo andar sin que los cuádricepsme fallen y en cualquier momento me caiga al suelo. Salgode la habitación. Afuera me esperan Joan, Thierry y Sònia.Intento esbozar una sonrisa para ocultar el dolor. Mi bocamuestra tranquilidad y seguridad, pero por las caras queponen mis compañeros sé que mis ojos, hundidos y

Page 129: Correr O Morir - Kilian Jornet

oscuros, delatan el dolor y el cansancio.Afuera hace frío. Al abrir la puerta, la espesa niebla

que fluye como el agua entre los valles pareceimpacientarse por entrar en el refugio. No sé si es la lluviade la noche, la escarcha del alba o la niebla meona, pero loscampos se han convertido en pantanales, y mis pies no seencuentran en su mejor estado para pasar quince o dieciséishoras bajo el agua.

Los primeros pasos son terribles. Cierro los ojos acada paso y acompaso la respiración con cada impulsión.Los pasos son pequeños y lentos, avanzo desapercibido,como una golondrina herida resistiéndose a detenerse yarrastrándose sin poder volar para intentar seguir con sucamino. Son pocos metros por minuto y parece que a cadapaso un aguijón recorra todo mi cuerpo. Al plantar el pie enel suelo, siento cómo se aplasta el líquido de las ampollasde los dedos y me provoca un pinchazo que me hace apretarlos dientes. Pequeños pinchazos aparecen desde lasrodillas hasta los isquiotibiales y la cadera. Aquí ya noaprieto los dientes, mis ojos se cierran y los músculos dela cara se relajan para intentar volar a un mundo donde eldolor no exista. Mis pensamientos me llevan a descubrirlejanas playas, días calurosos a orillas del mar, donde loúnico que debo hacer es dormir bajo una palmera paraprotegerme del sol, escuchando de fondo las olas del marque mueren suavemente en mis pies. El agua está caliente y

Page 130: Correr O Morir - Kilian Jornet

me sana las ampollas... No sirve, el sonido de las olas setorna más brusco, más frío, más tenebroso, y se oscurece,hasta que al abrir los ojos se ha convertido otra vez en elviento que empuja la niebla entre sus piernas. Estoysubiendo; el camino, antes de tierra y hierba, ha mutado enbarro y agua y se diluye tras la niebla, como para demostrarque nuestros pasos son efímeros, que solo somos huellasque permanecen impresas unos segundos en el barro antesde que la niebla las borre para siempre. Estos pensamientosme hacen olvidar el dolor de las piernas, el frío y lasampollas de los pies cuando corono el Somport. Allá meespera Edu. No tenemos nada que decirnos: mi miradaclavada al suelo deja a las claras que estoy en otro mundo,intentando que los kilómetros pasen fuera de él mientrasyo me concentro en su interior.

El descenso me devuelve a la realidad. Los primerospasos me despiertan de mis sueños. Los agudos doloresarticulares de la subida se convierten en fuertescontracturas en los músculos de las piernas y en elabdomen, transformando así mi entorno, como si micuerpo no fuera el que sintiera la bajada. No tengo fuerzaspara soportar el dolor y mi mente cambia el entorno, alejael dolor de mi cuerpo y lo esculpe en el paisaje. La hierba yel lodo parecen ahora un lejano cojín en el tiempo. El suelose ha convertido en dos rocas, verticales. Ahora la nieblano se asemeja a la suave pero dolorosa espina que va

Page 131: Correr O Morir - Kilian Jornet

clavándose poco a poco. Ahora ha ganado velocidad, fuerza,escupe la lluvia que cae pesada sobre mi cuerpo.

Entre nieblas y pensamientos pasan los kilómetros ylas horas. Las piernas se han calentado y poco a poco eldolor ha ido remitiendo. El paisaje oscuro se ha iluminadoe incluso ha salido un cálido sol. Los valles han idopasando entre conversaciones, paisajes increíbles y muchasrisas. Al levantarse la niebla, el sol ha podido despuntar contoda su plenitud y calentar los fondos de los valles hastatemperaturas difícilmente imaginables por la mañana. Meencuentro en la entrada del Parque Nacional de Ordesa yMonte Perdido, junto a la fuente, al cobijo de un imponentepino albar comiendo un gran bocadillo de queso de cabra yjamón serrano para coger fuerzas para el último tramo deldía. Son las cinco de la tarde y tenemos el solcompletamente encima de nuestras cabezas. Me despido delos compañeros del refugio de Bujaruelo que me hanacompañado desde allí hasta el fondo del valle. Miro elreloj: todavía nos queda una larga subida y bajada hastallegar a nuestro próximo sueño. No tenemos mucho tiempoque perder y debo aprovechar que las piernas parecenligeras y el dolor se ha desvanecido para avanzar conrapidez. Mojo la camiseta y la gorra bajo el agua helada quebrota con fuerza de la fuente. Meto la cabeza bajo elchorro, dejando que el agua fluya entre mi cabello, detrásde las orejas, por la nuca y la espalda, y enfríe la

Page 132: Correr O Morir - Kilian Jornet

temperatura que ha ganado mi cuerpo en las últimas horasbajo el sol y congele los pensamientos que ocupaban mitiempo esta mañana, que ahora parece tan lejana.

Greg se ofrece voluntario para acompañarme duranteel ascenso al refugio de Goriz. Nos espera una larga subiday empezamos a trotar despacio. Estamos a pocoskilómetros del final, pero algo me dice que la jornada aúnserá larga y que deberé hacer uso de las fuerzas guardadas.Cruzándome con todos los turistas que descienden de loalto del parque, nos vamos animando y el camino se hacemás ameno. Cuando llevamos una hora de subida, Gregempieza a notar los problemas en la rodilla del día anterior,los fuertes pinchazos se agravan y decide recular. Meencuentro bien y sigo a buen ritmo hasta la entrada delcirco de Ordesa, donde encuentro a Jordi, un guarda delrefugio de Goriz que ha bajado para acompañarme en elascenso. Bebo un trago de agua, cruzamos cuatro palabras yseguimos andando. La cabeza me empieza a dar vueltasdebido al calor y el sol, que durante las últimas ocho horashan sido fuertes, o quizás debido al cansancio acumuladopor las horas corriendo: estamos ya en el tercer día yempiezo a notar la acumulación de kilómetros en micuerpo, como en un banquete donde a medida que vascomiendo notas los alimentos llenándote el estómago ytodos los rincones del cuerpo y te sientes cada vez máspesado.

Page 133: Correr O Morir - Kilian Jornet

La espectacular panorámica del circo de Ordesa mehace olvidar la fatiga. De norte a sur, frente a mí se erigeuna impresionante muralla de roca que parece tallada porantiguos esclavos romanos. A mi derecha, sobre la muralla,se levantan la punta de las Olas y el pico de Añisclo. A miizquierda, la majestuosa cascada de la Cola de Caballo semuestra imperial, dejando claro que ella es capaz deesculpir estos paisajes, que sus aguas pueden romper lasrocas más fuertes y destruir a quien ose encararse con ella,que es la reina orgullosa de su dominio, feliz de latranquilidad y la calma que se respira bajo su fortaleza.Entre ellos, frente a mí, coronando todo el circo, el MontePerdido vela desde el cielo, como Zeus desde el Olimpo,para que la vida prosiga su curso. Y es que sus 500 metrosde pared caen verticales contra los campos verdes, dondepastan cordialmente vacas y caballos y los rebecos seacercan tranquilos a la orilla del río, que, ondulante yflemático, parece pasearse por el lugar. Las marmotasdormitan sobre las cálidas rocas, aprovechando las últimashoras de sol. La espectacularidad de las paredes contrastacon el sosiego del fondo del circo. Me invade unasensación de paz y tranquilidad. El cansancio parece partede un pasado lejano y la fuerza de este lugar entra por todosmis poros y me contagia la energía para correr y atravesarsus verdes campos.

El ascenso al refugio de Goriz me devuelve otra vez a

Page 134: Correr O Morir - Kilian Jornet

la realidad. La subida es pedregosa y muy pronunciada, yparece que los metros no pasen. Jordi, delante, me vaanimando mientras la pendiente va allanándose poco a pocopara llegar al balcón donde se halla el refugio. Los demásguardas y excursionistas que están en el refugio me dan labienvenida entre aplausos y gritos de aliento.

—¿De dónde has salido esta mañana? —me preguntanun par de excursionistas recién bajados del Monte Perdido.

—Esta mañana... —me parece un tiempo muy lejano,como si en vez de algunas horas hubiesen transcurrido unosdías desde que empezamos a correr bajo la niebla—. Hesalido de Somport.

Me miran, se miran entre ellos y otra vez a mí. Noestán muy convencidos, pero entre la convicción de losguardas y mi evidente lamentable estado parece que acabanpor convencerse.

—¡Caramba! Parece imposible. Felicidades. ¿Tequedas aquí?

¡Lo que daría yo por quedarme aquí, descansar,dormir, comer...!

—No, bajo hasta Pineta.Durante el ascenso con Jordi hemos ido estudiando

las opciones para cruzar hasta Pineta. Normalmente, porestas fechas los Pirineos han perdido casi toda su nieve,pero después de un invierno y sobre todo una primavera

Page 135: Correr O Morir - Kilian Jornet

muy fríos y con muchas precipitaciones, la montaña todavíaestá completamente blanca. Y lo que hasta el momento hansido unas placas o cornisas de nieve que te permitían bajardeslizándote con facilidad, en el Monte Perdido se hantransformado en un obstáculo complicado de atravesar, almenos equipado solo con unas bambas. Redujimos lasopciones a dos y desde el principio descartamos la primeraopción, que no era otra que cruzar por la magnífica Brechade Rolando. Ahora, mientras subimos, solamente nosquedan las opciones de cruzar por el paso de Añisclo oascender hasta el paso del Cilindro. La primera opción es laque más me atrae, un largo flanqueo con solo 200 metrosde subida y a continuación una bajada de unos 1.500 metroshasta el fondo del valle. El problema es que para llegar alpaso de Añisclo hay una larga travesía muy expuesta, amedia altura de la pared que cae del Monte Perdido y elpico de Añisclo. La travesía está equipada con cadenas ytallada en la roca, un paso fácil y franco en verano si estáshabituado a desenvolverte por el monte. Sin embargo, ahoraestá cubierto de hielo, y un resbalón, muy fácil corriendo eincluso equipado con crampones, nos mandaría de golpe1.000 metros más abajo. Por ello, con Jordi y los demásguardas nos decidimos por la segunda opción. Una cuestade 1.000 de desnivel sobre la nieve hasta llegar al paso delCilindro, a 3.200 metros de altitud, para posteriormentecruzar sobre el valle de Pineta, donde me aguarda un

Page 136: Correr O Morir - Kilian Jornet

descenso de 2.000 metros sobre la nieve, con un par depasos complicados.

Esta mañana, uno de los guardas, Piltri, ha ido a mirarel paso y me recomienda llevarme un piolet para destrepar.Sigo su consejo y, después de comer un buen bocadillo detortilla, salgo con Jordi en dirección al Monte Perdido. Lasubida es acentuada, pero la nieve dura permite avanzar conbastante facilidad. Sigo los pasos de mi compañero, quesube a buen ritmo. Yo, a rebufo de él, le sigo condificultades, recordando de nuevo que el descanso delrefugio ha sido solo un pequeño oasis para mis piernas. Amedio camino, entre los últimos rayos de sol alumbrandoeste paraíso, Jordi recula hacia el refugio. Aprovecho paralevantar la cabeza y disfrutar de uno de los mejoresmomentos de la travesía. A casi 3.000 metros de altitud,estoy rodeado de gigantes de roca que descansan sobre elcolchón de nieve en el que me encuentro. Soy pequeño,diminuto, un simple punto negro en el manto nevado que seextiende bajo mis pies. A la derecha, la Brecha de Rolandocierra la puerta a los últimos rayos de luz y deja el Taillónen la sombra. Sigo la cresta y frente a mí se adivina lacascada de la Cola de Caballo, que entre estos gigantesparece inofensiva e inocente. Bajo mis pies empieza a caerla noche al fondo del valle. Los animales al fondo del circoya no pastan ni toman el sol, los rebecos ya han subidomonte arriba buscando un rincón para dormir. Una última

Page 137: Correr O Morir - Kilian Jornet

ojeada para grabar esta imagen: me encantaría quedarmeaquí sentado, observando cómo el sol se esconde tras lasmontañas que he atravesado esta mañana, pero la noche seacerca veloz a mi espalda y la bajada se presenta entredivertida y peligrosa.

Subo los últimos 200 metros hasta el paso, una horadespués de abandonar el refugio. El ritmo ha sido bueno yhe logrado ganar unos minutos de luz en el descenso, peroel viento cálido anuncia que los últimos claros de luz seestán agotando, así que sin descanso empiezo a descenderpor las pendientes heladas. Al ser la cara este del MontePerdido, el sol ya no calienta su nieve desde hace horas yse ha convertido en una consistente capa de hielo. Lo quehabría podido ser un descenso sencillo, deslizándome deculo unas horas antes, se ha convertido en un peligrosodestrepe donde intento colocar las bambas en los agujerosdejados por los excursionistas esta mañana, mientras clavoel piolet para evitar un probable resbalón. Poco a poco,pero sin parar, voy destrepando. En un paso de unos quincemetros de altura donde termina el glaciar aparece una grietaentre las rocas. El paso está provisto de unas cuerdasfijadas a unas anillas y parece fácil. Aguanto el piolet con lamano izquierda mientras me coloco de cara a la pared yagarro la cuerda con la mano derecha. El paso del tiempose nota en las trenzas de la cuerda, aunque se encuentra enbuen estado. De hecho, no debe de ser muy vieja; la debían

Page 138: Correr O Morir - Kilian Jornet

haber colocado el anterior verano. Pero el invierno ha sidoduro y la cuerda ha sido testigo de numerosas tormentas dehielo y de días de sol y sequedad que han ido decolorandoel probable verde original hasta dejarlo en un color ocreraído. Pese a todo, está bien, no se observa ninguna trenzadeshilachada, ningún golpe de piolet o de crampones quepodrían convertirla en una trampa, preparada para romperseal descansar sobre ella un peso importante. Con todo, creoque con el peso que he perdido estos días podría pendermede un hilo de lana. La nieve que se ha fundido durante todoel día ha ido penetrando por la camisa de la cuerda y la hadejado empapada. Pongo mi mano encima: ¡está helada! Miprimera reacción es soltarla, pero me agarro con ímpetu yempiezo a destrepar. El agua helada que corre por dentro dela cuerda se divierte al caer entre mis dedos cuando la asocon fuerza, pero por lo menos así no me quemo al deslizarla mano por ella. Doy un salto desde la roca y caigo encimade la nieve. Dejo el piolet al lado de la roca para que lopuedan recuperar los guardas y sigo bajando. Ahora lapendiente se torna más suave. Se va allanando mientras bajocorriendo hasta llegar al extenso balcón de Pineta. La luzes casi inexistente. El cielo todavía clarea y la silueta de lasmontañas se distingue perfectamente alrededor de mí. Dejoel Monte Perdido y el Cilindro de Marboré a mis espaldasy, a mi derecha, se perfilan ante mis ojos las crestas delAstazou. Allende el extenso balcón nevado, la noche ya ha

Page 139: Correr O Morir - Kilian Jornet

caído al fondo del valle, y empiezan a encenderse las lucesde sus casas.

Sin tiempo que perder, corro rápidamente sobre elbalcón. La nieve está dura y permite avanzar con velocidad,aunque de vez en cuando, en un paso demasiado fuerte o alsaltar, la costra se resquebraja y me hundo hasta lasrodillas. Hace días que nadie sube por esta ruta y las huellasse han ido borrando de la nieve. El camino se hadesdibujado y, como una ironía del destino, la senda queestamos trazando para atravesar los Pirineos todavía noexiste, está aún por crear. Decido seguir el lado rocososituado a la derecha del balcón. El descenso es fácil: unapendiente de nieve cuya inclinación va en aumento pero quepermite bajar con seguridad y a un buen ritmo. La lengua denieve es tan ancha que parece que llegará al fondo del valle;los metros pasan a gran velocidad mientras bajo entredeslizándome y corriendo. La pendiente es cada vez máspronunciada hasta que, unos 300 metros por debajo delbalcón, la lengua de nieve se acaba abruptamente y quedacolgada sobre unos precipicios que caen al vacío, al fondo,ya negro, del valle.

«¡Mierda! Este no era el camino», dudo un momento.Bajar por aquí es imposible. El descenso se debe realizarpor el otro lado del balcón, el costado más oriental. Laopción de desandar el camino subiendo por la lengua denieve y recorrer toda la llanura del balcón me supondrá

Page 140: Correr O Morir - Kilian Jornet

mucho rato y no vamos sobrados de tiempo.Al final, decido subir directamente trepando por las

fajas rocosas cruzando hacia mi derecha. Es fácil trepar porellas, pero una caída me acarrearía consecuencias fatales.Media hora después vuelvo a estar en el balcón buscando denuevo el camino. Ya ha caído la noche y dentro de poco vaa ser imposible distinguir el terreno. Enciendo el frontal,pero por fortuna la noche es clara y el reflejo de lasestrellas en la nieve facilita la visión del relieve de losrestos de huellas que han dejado incrustadas losexcursionistas que, unos días antes, habían subidoaprovechando la nieve blanda de la tarde. Ahora, noobstante, las lenguas de nieve que horas antes eran un grácilmanto de algodón, que se dejaban disfrutar y mostraban sucara más inocente, juvenil y risueña, se han convertido encuchillos de hielo que ofrecen su lado más severo yagresivo, que permanecen inamovibles y adustas comosimples observadores, esperando que yo, inocente einexperto, asustado por jugar en un terreno que no es elmío, impresionado por su severidad, me caiga bajo suintransigente mirada sin tan siquiera arañarlas. Y lo ciertoes que no puedo quitarme de la cabeza la voz de GerardQuintana cantando una estrofa que se repite una y otra vez:«Caic, a poc a poc me’n vaig...» (Me caigo, poco a poco mevoy...). No puedo dejar de imaginarme y esperarme unresbalón, como si de una carrera se tratara, como si

Page 141: Correr O Morir - Kilian Jornet

visualizara el recorrido, los ataques e incluso una victoria.Ahora mi mente está dibujando la película de mi caída acámara lenta. Siento cómo mi pie resbala sobre el hielo ymi cuerpo empieza a dar vueltas hacia abajo. ¿Lasconsecuencias? Es una etapa que escapa a mi mente, que nosoy capaz de anticipar. Me puedo imaginar a punto decaerme, intentando agarrarme a un agujero, a una piedrapara detener la caída y lograrlo. Puedo interrogarmeincluso sobre los pensamientos que me vendrían en elmomento en que la suela de mis bambas abandonara elcontacto con el hielo. «¿Por qué he dejado el piolet al finaldespués de destrepar?», me pregunto, aunque sé queaquello no conduce a ninguna parte, ya que las decisionesque tomamos, por pequeñas e insignificantes que nosparezcan en su momento, pueden cambiar nuestro camino.Y una vez tomadas, en ocasiones, recular en el caminopuede ser más tortuoso y difícil que seguir adelante paraencontrar la solución. El tiempo parece de- tenersemientras desciendo estos centenares de metros. Hace solocinco horas estaba rodeado de gente, cámaras,avituallamientos, acompañantes... La montaña parecíapequeña con todo este equipamiento. Ahora estoy solo. Lamontaña ha devenido grandiosa y yo me he convertido enuna simple hoja cuyo destino depende de cómo sople elviento. No obstante, al fin y al cabo ¿no es esto lo quebuscamos cuando vamos al monte? ¿Cuando vamos a correr

Page 142: Correr O Morir - Kilian Jornet

por las aristas? Sentirnos humanos, sentirnosinsignificantes en este mundo, pequeños, rodeados de unanaturaleza de una fuerza descomunal. Como un bebébuscando a su madre para protegerse de la inmensidad deun mundo desconocido. Y lucho para vencer o, lo que es lomismo, para pasar desapercibido, sin hacer ruido para nodespertar al ogro, entre estos gigantes que nos rodean,hasta encontrar los brazos de la madre.

Page 143: Correr O Morir - Kilian Jornet

5 - ENTRE AGUAS

El sol ha alcanzado ya su punto más alto y empieza sulento declive hacia el oeste. La luz de la mañana presagiabaun día espléndido y radiante, pero con el paso de las horasel cielo azul se ha ido encapotando y las nieblas de losvalles se han instalado sobre las cumbres, dejando traspasarla suficiente luz para alumbrar el paisaje pero no paracalentar el día. Hace ya unas horas que he dejado la idílicacabaña donde he pernoctado y, después de tantas noches sindormir, el reposo me ha dado las fuerzas que precisaba parapoder seguir corriendo e intentar encontrar lo que persigo,o lo que me persigue. Solo sé que debo seguir mi instintopara que me marque el camino correcto para alcanzar misueño.

Los amplios prados alpinos han ido desvaneciéndosepara conducirme a unos montes mucho más salvajes, yentre desfiladeros y crestas voy saltando de valle en valleen dirección contraria al camino que dibuja el sol en elcielo.

La gente siempre ha confiado en que sería capaz delograr lo que me propusiera. Es como si tuviesen muy claroque aquello que parece difícil para los demás es fácil paramí. Quizás sea fruto de la seguridad en mí mismo quetransmito, porque siempre veo el lado positivo de las cosas

Page 144: Correr O Morir - Kilian Jornet

y ante los problemas que se presentan muestro una grancalma. Tengo el mismo aspecto relajado al bajar a compraral supermercado que diez minutos antes de la salida deunos campeonatos del mundo. Y no es que estéconvencido, al contrario, siempre he pensado que no deboponerme nervioso para realizar algo que me va bien y queademás practico y hago unos trescientos sesenta días alaño. Es como si a un panadero le temblaran las piernascuando un día tiene que hacer un pan especial. Al final, elpan es pan y puede salir bueno o malo en función demuchos factores que escapan a las manos del panadero,pero el pan tendrá la misma receta sea un lunes o undomingo.

La única persona que no vio nunca esa seguridad fueAlba. Ella fue capaz de eliminar esta capa que me daba miinconsciencia y saber encontrar las inseguridades que mecarcomían por dentro. O quizás era ella quien queríaburlarse de mí y me perseguía con las mismas preguntasque a veces se incrustaban en mi conciencia.

Al regresar a casa después de entrenarme, lo primeroque hacía era hacerme con el bote de Nutella y devorarlohasta vaciarlo, y veía ya a Alba tras mí, esperando paraecharme bronca. Y en efecto, al girar la cabeza ahí estabaella, con los brazos cruzados y la mirada furiosa, aunque yoya sabía que lo hacía solo para fastidiarme.

—¿Tú crees que podrás ganar los mundiales, el

Page 145: Correr O Morir - Kilian Jornet

domingo, si cada día te engordas medio kilo a base dechocolate? —me decía con impostada voz de enojo.

—Mmmmm, pero si con cinco horas deentrenamiento, y además con el frío que hace hoy, sequema todo —le respondía—. Y ya sabes que para mí loimportante no es la victoria, hay muchas más cosas, y sipara ganar una carrera tengo que dejar el chocolate,bienvenidas sean las derrotas...

Y entre risas empezábamos una larga discusión acercade la felicidad, la importancia de hacer lo que te agrada,comer lo que te gusta y, en definitiva, vivir a gusto. Yaunque ambos compartíamos la misma idea, nos apasionabaestar discutiendo largas horas entre la cocina y eldormitorio.

En realidad, a ella no le importaba lo que hiciera en lascarreras. No había venido nunca a ver ninguna, a pesar deque me veía todos los días entrenarme y muchas vecestambién salía a correr. Sabía que, para mí, la competiciónera una fuente de motivación y, pese a no compartirlo, locomprendía. Yo siempre la espoleaba para que vinieraconmigo a correr una carrera, pero ella me decía que nonecesitaba tener un dorsal cosido al pecho y saber queninguna de las 3.000 personas de la salida era capaz dellegar por delante de ella para disfrutar día a día de losplaceres del esfuerzo y la naturaleza.

Quizás esta fue la razón por la que me enamoré de

Page 146: Correr O Morir - Kilian Jornet

ella.

CUARTO Y QUINTO DIA

Vuelve a sonar el despertador, por cuarto díaconsecutivo. Las buenas sensaciones físicas del díaanterior y la dosis de adrenalina de los últimos kilómetrosme aportan una pizca de optimismo en la salida. Vanpasando los días y el Mediterráneo, aún lejos, parece cadavez más próximo. Además, viendo los problemas con quenos hemos encontrado durante los primeros días detravesía, debido a las duras condiciones meteorológicas yla gran cantidad de nieve que yace en las altitudes más altasde los Pirineos, que nos ha obligado a cambiar la ruta envarias ocasiones e incrementar el número de kilómetrospor recorrer, la noche anterior decidimos entre todo elequipo aumentar en un día más la previsión de la travesía.De esta forma tendré más tiempo para dormir y merecuperaré mejor.

Con esta nueva perspectiva, aunque al fin y al cabo mequite solo unos diez kilómetros al día, la cosa parece quecambia radicalmente. Por la mañana salgo más descansado,sin la presión de saber que la noche seguirá siendo micompañera de viaje al final de cada etapa. En realidad, ladiferencia de pasar de correr 100 kilómetros entre quincey dieciséis horas a correr 100 con una o dos horas menos

Page 147: Correr O Morir - Kilian Jornet

no parece tan grande, pero para mí supone contar con elcomodín de un día más, saber que podré contemplar lapuesta de sol cenando y no desde el último puerto quecruzo. Poder dormir una o dos horas más por la nochecambia radicalmente la perspectiva de la aventura. Si hastael momento mi única inquietud era saber si sería capaz dellegar al final de cada día, ahora estoy convencido de quepoco a poco y poniendo un pie delante del otro, en más omenos tiempo, llegaré al Mediterráneo. Así pues, lainquietud esta mañana es saber en qué estado llegarán mispies, que llevan dos días sufriendo ampollas en los talones,mis rodillas, que empiezan a tensarse, mis músculos,fatigados, y mi corazón.

Después de unos diez kilómetros de calentamiento enligero descenso, para desentumecer las articulaciones,iniciamos una larga subida para dirigirnos a Benasque.Parece increíble que después del sufrimientoexperimentado durante las primeras horas de carrera delsegundo y el tercer días, esta mañana el cuerpo estérespondiendo tan bien. ¿Dónde se oculta el dolor? ¿Adóndehan ido los pinchazos en los cuádriceps, los tirones en lasrodillas? ¿A qué esperan para salir? ¿Puede ser que micuerpo se haya habituado al esfuerzo? ¿O están esperandoun momento de debilidad para atacar? Estos pensamientosvan desapareciendo a medida que vamos subiendo con Joan

Page 148: Correr O Morir - Kilian Jornet

y Neto por senderos llanos entre praderas y bosques. Ya nodebo concentrarme en dar un paso tras otro, en clavar lavista en el suelo y apretar los dientes para que los músculosobedezcan a mis pensamientos pese al dolor. Esta mañanapuedo levantar la mirada, contemplar el paisaje bronceadopor el sol, seguir a los animales que corretean por elbosque o acelerar para hacer una foto a mis amigos que vancorriendo. O simplemente disfrutar del acto de correr, sinpensar en el cuerpo, en la mente, simplemente correr. Hantenido que transcurrir casi cuatro días para que mi cuerpoempiece también a gozar de este viaje al Mediterráneo.

La rutina se instala en los siguientes días, como unciclo que se repite desde que despunta el sol hasta suentero crepúsculo: levantarse con los ojos pegados a laalmohada al oír cómo suena la música del despertador; unbuen desayuno de cereales y pan con mermelada paracargar pilas; empezar a correr antes de que salga el sol,mientras la temperatura aún sea fría; coger un ritmoconstante, ni muy suave para evitar que los kilómetros sepeguen como las sábanas de la mañana, ni muy fuerte parano poder disfrutar de los paisajes donde vamos dejandonuestras huellas. Benasque, Cerler, Bassiero, los preciososlagos del Parque Nacional de Aigüestortes, el lago de SantMaurici o los valles pallareses. Compartir todos estosratos y parajes con amigos y amigas que han venido decerca o de lejos para acompañarme y darme sus fuerzas.

Page 149: Correr O Morir - Kilian Jornet

Comer unos bocadillos al mediodía y volver a correrdejando atrás el fresco de la mañana y, con el fuerte calorque cae en esta parte central de la travesía, sentir de nuevolos pequeños dolores que aparecen, pequeñas tendinitis enpies o rodillas, pequeñas ampollas en los talones o entrelos dedos que con gran eficacia Sònia, la médico que nosacompaña, me cura a medida que se forman. Descender alfondo del valle donde vamos a pernoctar sin tener quehacer uso del frontal y abrigarnos para soportar las bajastemperaturas de la noche, mientras las piernas empiezan aresentirse de los esfuerzos acumulados día tras día. Un ricoplato de pasta constituye la cena mientras hablamos con elresto del equipo o con los amigos que han venido a correr,antes de un doloroso pero imprescindible masaje de Davidy, para cerrar la jornada, nos vamos a la cama paradormirnos pensando en la etapa que nos espera el díasiguiente y soñando en los momentos vividos durante laetapa que dejamos atrás.

De ese modo las horas pasan más rápido y sin darnoscuenta estamos ya a las puertas de Andorra. Mientrasiniciamos el ascenso al valle de Tor empiezo a respirar unaire que me resulta familiar. Llevamos muchos días derutina, de ir tirando, avanzando despacio pero con pasofirme hacia el Mediterráneo. Llevo ya demasiados días, heolvidado cuándo mis piernas sintieron por última vez eldolor de la velocidad, sufrieron por última vez por el ácido

Page 150: Correr O Morir - Kilian Jornet

láctico acumulado, que me impedía dar grandes zancadas,levantar las rodillas y sentir cómo la pierna se tiraba haciaatrás para impulsar y lanzar mi cuerpo hacia delante. Ya norecuerdo lo que siente el corazón cuando se pone a latircon energía y acelera, con gusto de sangre en la boca, ycómo la respiración se entrecorta al no poder aportar eloxígeno que requieren los músculos. Ya no recuerdo lo quees la velocidad, y es algo que echo de menos. Me sientolento y pesado. Todo el mundo corre a mi lado,acompañando mis pasos arrastrándose, por compasión.Todo el mundo es capaz de adelantarme, de acelerar, deayudarme mientras yo me mantengo constante e inmóvil,como un camión que en las bajadas debe controlar losfrenos y en las subidas no puede avanzar frenado por supeso. Soy presa fácil de cualquier depredador, con lossentidos dormidos, con los reflejos nerviosos y con laagilidad que me caracterizaba oculta en algún rincón de losPirineos. Mis pensamientos no pueden salirse de estecírculo vicioso y me hacen sentir todavía más lento, meaplastan contra el suelo, y los ojos se humedecen pensandoque mis pasos ya no son los del joven corredor que se creíaun rebeco sobrevolando las crestas. Ahora me heconvertido en un oso que avanza con paso firme yconstante. Sí, pero su protección contra los depredadoresreside solo en su constancia, en su fuerza y en su peso. Yno me gusta esta sensación, no me gusta sentirme lento,

Page 151: Correr O Morir - Kilian Jornet

protegiéndome a mí mismo o de los otros con la excusaperfecta que me da el agotamiento de los kilómetrosacumulados. No me sirven las miradas de compasión queme dirijo a mí mismo para excusar mi avance cansa- do. Yono soy un oso, yo siempre he sido un rebeco. Yo soyrápido y ágil, y lo llevo dentro. Quiero sentirlo, necesitosentirlo si no quiero verme hundido en una espiral deautodestrucción: tengo que saber que aún soy capaz devolar.

Llevo ya horas corriendo junto al río con Marc, ensilencio, no hemos cruzado palabra en horas. No esnecesario. Él está aquí para acompañarme, para ayudarme, yme da la confianza y la fuerza de saber que no estoy solo,que le tengo a él para lo que necesite: para animarme siestoy cansado o mi cabeza no es capaz de hacerlo por símisma, para hablar y discutir si quiero distraerme y nopensar en el dolor y la monotonía, para encontrar elcamino, para buscar ayuda, para lo que haga falta. Pero loque ahora necesito es encontrarme a mí mismo, aquelcorredor veloz y autónomo que era. Que soy. Es egoísta ynarcisista, pero en el fondo de mí espíritu, el espíritu queme permite ser capaz de dar una marcha más cuando micuerpo me dice que no, el espíritu que me permite seguirluchando cuando mis pensamientos me piden que medetenga para poder ganar una carrera, necesito aquellaconfianza de saber que voy a ser capaz de lograrlo. No es

Page 152: Correr O Morir - Kilian Jornet

rabia, no es ferocidad o necesidad de sentirme superior alos demás. Es la necesidad de sentir que soy yo, que en estatravesía no estoy perdiendo a la persona que era ni laconfianza en mí mismo, sino que seré capaz de volver avolar.

La carretera de Tor empieza con una curva de fuertependiente a nuestra derecha. En la subida, mi cuerpo,habituado ya a protegerse de cualquier peligro de lanaturaleza, fisiológico o muscular, ralentiza el ritmo,disminuye la longitud del paso y estabiliza la respiración yel pulso. Acelero, luchando contra esta estabilidad. Estoyharto de tanta protección. Mi pulso se acelera y losmúsculos de las piernas empiezan a notar pequeñas roturaspara poder alargar la zancada, para poder subir las rodillas ytirar las piernas hacia atrás para propulsarme en cada paso.Mis pies empiezan a sentir cómo cada paso es unaprogresión de las fuerzas desde el talón hasta el latigazodel último metatarso del dedo pulgar. La respiración se de-sestabiliza. Empiezo a abrir la boca para coger aire, a sentircómo el aire roza con todas las paredes de la tráquea y losalvéolos para aportar el oxígeno a los pulmones. Respirofuerte, expulsando con potencia el aire para coger otra vezaire nuevo. Enderezo el cuerpo para permitir que mispulmones cojan todo el aire posible y mis piernas recorrantodo el espacio que les permita su flexibilidad, dejando lacadera libre para avanzar unos centímetros a cada paso. La

Page 153: Correr O Morir - Kilian Jornet

concentración está en la respiración, en mantener los pasoslo más explosivos posible. Mi cuerpo está erguido almáximo y la mirada traza la trayectoria más veloz, como sila carretera fuera un itinerario de esquí y yo el esquiadorque solo piensa en cómo atacar la siguiente puerta. Derepente me doy cuenta de que estoy corriendo solo. Marc yel equipo de filmación se han quedado rezagados. Vuelvo asentirme vivo, me siento a mí mismo, y eso me gusta, miespíritu al fin sonríe.

Los kilómetros pasan velozmente, a pesar de que lacarretera tiene cada vez mayor pendiente. Mis piernas seaceleran a cada muro, jugando con el ácido láctico,permitiendo la dosis justa que me permita seguiraumentando la velocidad sin tener que pararme comodespués de un esprint. ¡Cuánto les gusta habituarse a estasensación, de pesadez y alivio al mismo tiempo, develocidad y de explosión en el mismo momento!

El despertar de este sueño es cruel. Mi cuerpo hadejado que mi mente se permitiera unos diez kilómetros dediversión, alivio, velocidad y alegría. No obstante, llegadosa este punto, al bucólico pueblo de Tor, mi cuerpo me haabandonado, sin energía para seguir alimentando misantojos y sin fuerzas para buscar energías renovadas. Micuerpo no es pesado ni ligero. Simplemente está vacío,carente de fuerzas para aguantarse. Intento comer un pocopero el estómago me responde con virulencia después de

Page 154: Correr O Morir - Kilian Jornet

todo el esfuerzo soportado. No tengo ni fuerzas para abrirla boca, ni aire para decir ni mu.

Pero ya estoy en casa. A unos cinco kilómetros, y 500metros de desnivel, se encuentra Andorra, los caminosconocidos, los amigos que me están esperando pararecorrer conmigo el tramo final. En realidad, es solo unpunto más en esta larga travesía. Todavía nos faltarán tresdías, unos 300 kilómetros, pero en el fondo de mi cerebro,desde el principio tenía claro que si era capaz de llegarhasta aquí, si era capaz de superar todas las adversidades yde encontrar el camino, llegaría al mar. En estos momentosme separan cinco kilómetros para lograrlo, me quedan 500metros de desnivel para el Mediterráneo.

Empezamos a andar, despacio, yo con el cuerpocurvado, la respiración fluida y silenciosa y el paso rasante,intentando que los músculos tengan que trabajar lo mínimopara ganar los metros que son capaces de recorrer.Seguimos andando en silencio, sin mirarnos, observandoúnicamente cómo el sol empieza a ponerse detrás denosotros. Abandonamos la pista forestal para seguir bosquearriba. La pendiente se agudiza, hasta el punto de tener queayudarnos con las manos, agarrarnos en raíces y ramas parapoder seguir subiendo. Es un terreno que en condicionesnormales me encantaría. Me recuerda a cuando era pequeñoy jugábamos a encaramarnos en todos los lugares posibles.Esto me hace sonreír y poco a poco los ánimos y las

Page 155: Correr O Morir - Kilian Jornet

fuerzas me van volviendo. Mientras jugamos a superar laspendientes de roca y árboles mirando siempre de soslayoel sol poniéndose majestuoso y ofreciéndonos una luzdorada sobre nuestros rostros y la hierba del camino,empiezo a oír voces encima de nuestras cabezas. No setrata de un par o tres de personas hablando. No es el equipoque nos está esperando en lo alto de la cuesta. Es unvocerío, una comunión de personas que discuten conalgarabía. Cada vez las voces son más fuertes y al superar labarrera de rocas y árboles y salir a la carretera, unascuarenta personas, en su mayoría caras conocidas, delcolegio, de las carreras, amigos y familiares, me estánesperando para reafirmar más si cabe mi sentimiento dellegar al fin a casa.

El sol se ha desprendido ya de sus últimos rayos deluz cuando únicamente cuatro kilómetros de carretera meseparan de mis valles, del puerto de la Botella, la puertaentre el Pallars y Andorra. Cuatro kilómetros, no obstante,que separan mi aventura del fracaso al éxito, de laoscuridad a la luz. Y mi cuerpo no llega a notarlos,corriendo en compañía de mis amigos, de mi madre y de mihermana.

SEXTO DIA

¿Qué ha cambiado en realidad respecto al día de ayer?

Page 156: Correr O Morir - Kilian Jornet

¿Qué cambio ha sufrido mi cuerpo? ¿Qué adaptación alesfuerzo ha podido experimentar, y qué consecuencias hapodido tener? Mi cuerpo sigue igual de cansado que ayerpor la mañana, y que anteayer por la mañana. Mis piessiguen igual de castigados, lo mismo que mis rodillas ycadera. Entonces, ¿qué es lo que ha cambiado esta mañana?Levantarse de la cama no ha supuesto una dura penitenciapara ir a desayunar, sin sonreír y con la mente en blanco yla mirada al infinito. Mis primeros pasos del día no hansido pesados y dolorosos. Mi conciencia, mi hablar y mimirada no han tardado horas en reactivarse. ¿Qué es lo queha cambiado esta mañana? Nada en absoluto dentro de micuerpo, pero todo dentro de mi mente.

Desde la primera hora el ritmo es elevado, desde elprimer minuto los pasos son ágiles. Y los valles y las cimasvan pasando sin darme cuenta, corriendo en los ascensos yvolando en los descensos, compartiendo todos estosmomentos con compañeros y compañeras, con amigos yfamilia que han venido a correr conmigo. Hoy todo essencillo. El camino es conocido y no me tengo que pararpara buscar el itinerario, mis piernas me conducen derechoa las sendas y los atajos que he recorrido en tantasocasiones durante el entrenamiento, en invierno, verano,primavera y otoño. Mi cuerpo funciona y avanza por símismo y puedo utilizar mi cerebro para hablar, contemplarel paisaje, acelerar para sacar unas fotos o buscar el mejor

Page 157: Correr O Morir - Kilian Jornet

paso para cruzar un río con sus aguas bravas de la nievefundida en los últimos días.

La jornada transcurre veloz entre sonrisas y sinenterarnos ya estoy en casa, en el lago de Les Bulloses, a laespalda de las pistas de esquí de La Calma, donde seguroque me he pasado más horas esquiando y corriendo quedentro de mi propia casa. Empiezo a subir por las pistascada vez más pronunciadas, pero sigo corriendo,forzándome como cada día de entrenamiento. Misacompañantes se ponen a andar y se quedan rezagados, peroyo debo seguir corriendo, estoy en casa, y soy capaz decompletar esta subida corriendo. Llego al cabo de ElsMoros, donde se abre la vista sobre la Cerdaña; a miderecha, el Puigpedrós, el Cadí, la Tossa d’Alp. Enfrente, elPuigmal, Eina... Me conozco cada rincón de este paisaje.No se me escapa ningún secreto, ningún animal. Habíaimaginado este momento, lo había esperado con anhelo yhabía soñado con él. Tengo ganas de llorar, de sentarme enel suelo y, en silencio, con la mirada al frente, rememorartodos los momentos vividos. Hoy ha sido un magnífico día,no he notado el cansancio y la fuerza de la mente havencido finalmente a mi cuerpo. Pero no puedo, no puedollorar. ¿Es que dentro de mí ya no quedan sentimientos yemociones? ¿Es que el sudor se ha llevado el agua que teníay, con ella, la capacidad de sentir? ¿Es que finalmente esteviaje ha servido para hacerme insensible al dolor, al

Page 158: Correr O Morir - Kilian Jornet

sufrimiento, a la fatiga, pero también a las emociones y alos sentimientos que les acompañan? ¿Es que finalmente lamonotonía ha esterilizado la sensibilidad de mi cuerpo?

Con estos pensamientos rondándome por la cabezallegan mis compañeros en lo alto de la subida e iniciamosel descenso mientras entramos en el corazón de Font-romeu, donde me está esperando todo el mundo: amigos dela universidad, de entrenamientos, del colegio, profesoresy profesoras, comerciantes y restauradores. Todos estánaquí para felicitarme y darme su apoyo para las etapasfinales. Pero yo no estoy allí. Estoy perdido entre nieblasque enturbian mi cabeza, buscando mis sentidos. Quieroque vuelva el dolor, quiero que vuelva el sufrimiento, si esesta la única forma de que vuelvan los sentimientos.

SEPTIMO DIA

Como si diera una respuesta a todas las plegarias de latarde anterior, el cielo me ha enviado una fuerte tormentapara devolverme a la realidad. Para mostrarme que la etapaanterior había sido únicamente un oasis en esta travesía, unsueño demasiado corto para poder conservarlo.

Llueve con ganas. El agua desciende por las callesformando ríos que desembocan en los campos del final delpueblo. Empiezo a correr con Martin, un talento del biatlón

Page 159: Correr O Morir - Kilian Jornet

francés que ha regresado a casa recientemente con la plataolímpica. Antes de salir de Font-romeu estamos ya con laropa empapada y el frío empieza a calarnos los huesos.Vamos uno al lado del otro, sin decirnos nada, intentandopensar en lo que vendrá después, cuando dejemos laseguridad de los prados y bosques para afrontar la montaña.Al cabo de una hora llegamos a Eina, donde empieza elcamino que sube hacia las crestas de Núria y, a partir deallí, nos aguardan más de 40 kilómetros por crestas antesde volver al abrigo de los valles.

Al llegar al inicio del camino, empezamos a oír cómodescargan los relámpagos sobre las crestas y las cimas,escondidas tras un tupido manto de niebla. Sería demasiadoarriesgado seguir por estas altitudes durante al menos treshoras, demasiado riesgo. La lluvia no ha cesado; alcontrario, cae todavía con mayor fuerza, comopreviniéndonos de no adentrarnos en los picos. Nosreunimos con todo el equipo, al que se han unido amigos deFont-romeu, Martin, profesores de la universidad, y noscobijamos en el maletero abierto del coche, para intentarencontrar una solución para proseguir. Los cuerposmojados y el agua no son el mejor aliado contra el frío queempieza a apoderarse de nosotros y decidimos seguir conlas discusiones en una habitación caliente.

Con todos los mapas extendidos y entre tazas de técaliente decidimos que la mejor solución será continuar

Page 160: Correr O Morir - Kilian Jornet

nuestra ruta siguiendo el GR-10, bordeando a media alturapor Carançà, en dirección al Canigó, y enlazar con la ruta aCeret, prevista en un inicio para el día siguiente. Estaopción nos va a permitir seguir hoy bajo la tormenta conseguridad, pero sumará un considerable número dekilómetros a la etapa, puesto que las cinco o seis horasprevistas yendo por las crestas se transformarán en diez uonce bordeando por los valles. De todos modos, no es en elcalor de la sala y hablando cuando los kilómetrostranscurrirán más deprisa: tenemos que ponernos manos ala obra lo antes posible.

Es ya mediodía cuando me pongo a correr otra vez,con llovizna pero con un cielo amenazante y unas nubesnegras en lo alto de las cumbres. Estas horas extra dedescanso me han devuelto la frescura a las piernas e,intentando recuperar las horas perdidas, salgo acompañadode Greg a gran velocidad por los caminos que nos llevanpor los bosques hacia Carançà.

La tupida niebla empieza a adentrarse en los frondososbosques y nos asaltan las primeras dudas acerca delcamino. Con tantos cambios de recorrido no hemos tenidomucho tiempo para estudiar los mapas y nuestroconvencimiento no es muy elevado, aunque nos agarramoscon firmeza a nuestra intuición. Cuando las dudas empiezana preocuparnos, de en medio de los árboles como salidodirectamente de bajo tierra aparece un joven con barba y a

Page 161: Correr O Morir - Kilian Jornet

pecho descubierto.—¡Andreu! —grito. Andreu me acompañó en las

etapas de los Pirineos centrales y ha sido durante unos añosguarda de refugio en Carançà.

—Seguidme —dice en seguida—. Será más rápido siatajamos por dentro del bosque.

De inmediato nos impulsa para seguir corriendo a unfuerte ritmo por dentro del bosque, junto a un riachueloque va cortando los lazos del camino y nos conduce en unperiquete hasta el puerto Rodó. Empezamos a descender ydespués de unas horas de clemencia la lluvia vuelve a caercon ganas encima de nuestras cabezas. Pasan las horas, lalluvia intensa, la llovizna, el comer cobijados bajo la lluvia,la niebla espesa que borra el camino o empapa nuestrocuerpo, el barro y los resbalones, y, también, poco a poco,los kilómetros, y ya estoy corriendo, otra vez en solitario,bajo las paredes del Canigó.

Me encuentro fresco, no sé si es todavía la adaptaciónque sentí ayer o si el frío del día se me ha contagiado en elcuerpo. Pero hoy he recuperado las sensaciones. No las defrescura y velocidad, hoy he recuperado las emociones, elsentimiento. Y llegando a las crestas de la vertiente norestedel Carlit no puedo evitar derramar unas lágrimas ysentarme en el suelo para contemplar lo que veo.

Detrás de mí, el sol envía sus últimos rayos de luz deldía a través de las crestas del Carlit, que se hunde tras mis

Page 162: Correr O Morir - Kilian Jornet

pasos. Pero no es eso lo que hace sentirme vivo, lo que mehace llorar. Enfrente, por primera vez desde que hace sietedías dejé el océano Atlántico a mis espaldas, vuelvo a ver elmar. Al fondo, delante de mí, aparece por vez primera elMediterráneo.

Espero, sentado, sin pensamientos dentro de la cabeza,sin pensar en el éxito, sin pensar en lo que hemos hecho,contemplando simplemente con ternura la maravilla quetengo ante mis ojos. 2.000 metros bajo mis pies el mar seextiende hasta el infinito. Y yo, como un viejo que regresaa casa después de muchos años de exilio, no puedo evitaremocionarme al contemplar el mar ante mí.

El sol ha dejado de iluminar las rocas que seencuentran detrás de mí y el paisaje empieza a apagarse ami alrededor. Yo, en cambio, me acabo de encender,reencuentro la emoción y la fuerza para seguir, miro denuevo con ojos de esperanza. Vuelvo a saber hacia dóndeme dirijo y no recorro el camino por simple inercia.

OCTAVO DIA

Despertarse en el refugio de Els Cortalets, a 2.000metros sobre el mar y a poco más de 100 kilómetros de lasplayas más próximas aporta por sí mismo energía paracontinuar hasta el final. Y empiezo a correr sabiendo queesta va a ser la última mañana que me despertaré con la

Page 163: Correr O Morir - Kilian Jornet

incertidumbre de no saber cómo me van a responder laspiernas, si el dolor ha remitido o aún volverá cuando dé elprimer paso, y sabiendo que ahora, aunque el dolor seagrande, deberé seguir hasta que el sol se esconda de nuevo.Es un enorme alivio, que me deja disfrutar de la aventura yme permite pequeños caprichos, pequeñas concesiones ami cuerpo cuyas consecuencias no tendrá que pagarmañana.

Cuesta trabajo calentar los músculos bajo el calurososol que se ha llevado la lluvia de ayer, pero poco a poco elmecanismo vuelve a ponerse en marcha y, después de unlargo descenso, al llegar a Arlès, ya estoy preparado físicay mentalmente para afrontar los últimos cien kilómetros.Una breve parada para dar buena cuenta de un bocadillo dequeso y volver a arrancar al mismo tiempo que el calor vaaumentando, al tiempo que voy acumulando horas en mispiernas. El paisaje ha cambiado radicalmente. Se ha tornadocada vez más árido y seco, ha dejado los prados y las rocasde alta montaña para llevarnos por los bosques de LesAlberes.

Ya es después de mediodía cuando llego a Le Perthus,y tengo ante mí la última dificultad antes de meter los piesdentro del agua fresca del Mediterráneo, el monte Neulós.Pero esta aparente alegría no está completamente instaladaen mi interior. El calor de las horas precedentes haceaflorar todos los dolores que me han ido mortificando los

Page 164: Correr O Morir - Kilian Jornet

últimos días.El ascenso al monte Neulós empieza con un gran

entusiasmo por parte del equipo y de los numerososamigos que han venido a acompañarme en las últimas horas,pero aunque intento aparentar compartir este entusiasmo,dentro de mí empiezan a fraguarse malestares cada vez máspunzantes. Según voy subiendo, una contractura en elgemelo derecho va cobrando importancia, empiezabloqueándome primero solo la parte interna, pero poco apoco su rigidez aumenta y me obliga a modificar cada pasopara poder seguir avanzando. La subida finaliza y con ellapienso que mi sufrimiento también terminará, pero, lejosde eso, no ha hecho más que empezar.

Con Pinsi empezamos a correr por las crestas de LesAlberes, una afilada arista entre los llanos del Rosellón y elAmpurdán, que se extienden ante nosotros hastadesembocar en el mar. Intento distraer el dolorcontemplando esta magnífica panorámica y compartiendocon mi acompañante los momentos vividos durante latravesía, así como muchas otras aventuras, y parece quedurante un rato la táctica funciona, me olvido de todos losmales y disfruto de la conversación, de las risas y del aireque se nos lleva por delante, sobrevolando estas crestas.No obstante, en otros momentos el dolor arranca convirulencia y me trae la certeza de que, al modificar el pasopara evitar el dolor de la contractura del gemelo, he

Page 165: Correr O Morir - Kilian Jornet

provocado un fuerte pinzamiento en la inserción de misisquiotibiales izquierdos, que, este sí, me impide correr sinhacer una mueca de dolor al estirar la pierna.

Prosigo despacio, intentando alargar el paso losuficiente para seguir corriendo, pero sin superar el límiteni evitar el fuerte pinchazo que siento cuando estirodemasiado la pierna y que me provoca náuseas, ganas deponer los ojos en blanco y de sentarme en el suelo parainmovilizar la pierna, evitando así que un gesto pordescuido me devuelva el pinchazo.

Llegamos al puerto de Banyuls, donde me espera todoel equipo para el último avituallamiento, a treintakilómetros del mar. A treinta kilómetros del fin delsufrimiento, del final de la aventura. Mi cara no es defelicidad, no es de éxito. Es de preocupación, estamos otravez a punto de tocar el final con la punta de los dedos,estamos con la miel en los labios, y este es el momentomás duro, a muy pocas horas de lograrlo, el momento enque veo más difícil terminar toda la travesía. El dolor delisquio me produce mareo, náuseas y unos fuertespinchazos en cada paso, cada vez que intento estirar lapierna para poner el pie en el suelo.

«¿Qué hacemos?», me pregunto en voz alta, aunque enmis adentros no hay otra que seguir. No hemos venidohasta aquí para no terminar, para abandonar hoy, a treintakilómetros de nuestro destino. Y sin dejar mucho tiempo a

Page 166: Correr O Morir - Kilian Jornet

mi cuerpo para acostumbrarse al bienestar de estarsequieto, sin notar este dolor y, sobre todo, para que el restodel equipo no se percate de hasta qué punto estoy doloridoy fatigado —pese a que mi cara no ofrece ninguna duda,tengo la esperanza de que la penumbra de la tarde escondaun poco los rasgos—, empiezo a correr con ahínco, conrabia, con mucha rabia. Probablemente con demasiadarabia. No siento el terreno, no noto los matorrales rozandomis piernas ni veo las rocas chocando contra mis pies. Nooigo las voces de Marc, Pere, Pau y Joan hablando detrásde mí. Únicamente veo las imágenes que deseo ver, las queme permiten seguir olvidando el dolor y ver que lo quesiento no es nada. Veo las imágenes de Hoyt, un americanoque para lograr que su hijo, afectado de una lesión medularque lo ha dejado parapléjico, sienta emociones fuertes ypueda disfrutar como los demás, corre ironmans,empujando una barca a nado, llevándole en bicicleta yempujando la silla de ruedas corriendo. Veo imágenes delucha, de batallas de la época medieval, donde los soldadoscorrían y se arrastraban heridos, incluso amputados, perosin perder jamás la esperanza ni las fuerzas para seguir. Siellos lo han logrado, si el hombre es capaz de soportartanto dolor, ¿por qué yo no puedo ser capaz? Y así hepenetrado en una espiral en la que para mí solamente existeun objetivo: el mar. Y aparte del mar no existe nada más. Yano soy yo, ya no es mi razón quien controla mis pasos y

Page 167: Correr O Morir - Kilian Jornet

mis pensamientos. El dolor me ha conducido a la ceguera yme impide ver el camino.

Van pasando los kilómetros, muy despacio, y aunqueen mi interior el avance no conoce límites y nada medetendrá hasta llegar al mar, desde fuera de la burbuja en laque vivo, mis compañeros ven cómo cada vez arrastro másla pierna que tengo pinzada y cómo cada vez el ritmo esmás y más lento. Ya es de noche y ante nuestros ojosempiezan a vislumbrarse las luces de Llançà cuandollegamos al puerto de Sant Martí. Y es en este punto,viendo que mi razón lleva rato muy lejos de mí, cuandoJoan me devuelve al mundo real, me baja de las batallasmedievales, de la lucha entre la vida y la muerte. Posa susmanos en mis hombros y se baja las gafas para podermirarme directamente a los ojos. Siento su respiración,siento su voz, pero mi mente anda todavía dispersa por unmundo irreal, muy lejos del puerto de Sant Martí. Noobstante, poco a poco su voz me devuelve a la conciencia yvoy entrando en razón.

—Lo que has hecho es muy grande, Kilian. No tienesque demostrar nada a nadie.

Eso yo ya lo sé, pienso, no tengo nada que demostrar anadie más que a mí mismo, soy capaz, y me lo quierodemostrar.

—Sé que eres capaz de llegar hoy, todos sabemos queen dos, tres o cuatro horas eres capaz de llegar al mar, que

Page 168: Correr O Morir - Kilian Jornet

eso no supone ningún problema para ti. Pero ¿quieresllegar hoy provocando una lesión que se prolongue todo elverano y quizás también el invierno? ¿O quieres seguircorriendo todo el verano? ¿Quieres llevar a cabo todos losproyectos y carreras que discutíamos hace unas horas?

Tenía razón. No era cuestión de heroicidades. No eracuestión de demostrar a nadie que el dolor puede ocultarse,eso ya me lo había demostrado a mí. Sin embargo, hay quesaber ver la diferencia entre cuando el cuerpo está doloridopor el esfuerzo y cuando te está pidiendo que te detengaspara no agravar las consecuencias. El problema es que, enestos momentos, el dolor ya ha ganado el terreno al dolory, para evitarlo, los pensamientos nos sitúan en otra esfera,en un lugar donde los colores no existen, solo el blanco yel negro. La vida o la muerte.

Pero yo no soy Filípides.

Ocho días y tres horas después de dejar las aguas delcabo Higuer, mis pies abandonan la arena de las playas deLlançà para adentrarse en el agua salada del Mediterráneo.Hace solamente una hora estaba en el puerto de SantMiquel, sentado dentro del coche con Thierry y Sòniaescuchando Island in the sun en silencio, con lospensamientos lejos, buscando y rememorando todos losmomentos vividos durante aquella semana. Parece que

Page 169: Correr O Morir - Kilian Jornet

hayan pasado meses desde que salimos, considerando lacantidad de recuerdos que navegan por mi cabeza. La lluviade Eina, la nieve de Goriz, los helechos del País Vasco, lamañana de Somport, Tor, Andorra, los amigos, la comida,el calor, el frío, las ampollas, la alegría y el sufrimiento...Hoy solamente hay lágrimas. ¿De alegría? Quizás, al verque al final lo hemos logrado, reviviendo todos estosmomentos que quedarán grabados para siempre en lamemoria. Recordando a todas las personas que me hanayudado a llegar hasta aquí, rememorando conversaciones eimágenes que han quedado grabadas en la retina. ¿De alivio?Seguramente, con la tranquilidad de que mañana podrédespertarme sin la perspectiva de cien kilómetros pordelante, sin inquietarme por si me dolerán las piernas allevantarme de la cama o por si seré capaz de llegar a midestino antes de que se ponga el sol. ¿De tristeza? Quizástambién. Por dejar atrás estos Pirineos, por abandonar esarutina cargada de emociones, por abandonar los días que sellenan como semanas y por encontrarse con el vacío de losdías sin vivencias. No lo sé, no sé de dónde proceden estaslágrimas, pero dejo que el sosiego y el placer de vivir estemomento llenen mi espíritu minutos antes de emprender elcamino que me llevará finalmente hasta el mar.

Sin el peso de saber que todavía tienen muchoskilómetros por delante, mis piernas son ligeras. No hay

Page 170: Correr O Morir - Kilian Jornet

fuerzas que reservar y parece que el masaje de anoche y lashoras de descanso han borrado todos los dolores que sentíadesde ayer por la tarde. No hay tiempo para el placer decorrer rodeado por los amigos y la familia. La última horaantes de dejar la montaña.

Page 171: Correr O Morir - Kilian Jornet

6 - LA VICTORIA DE LOS SENTIDOS

Recuerdo estar en la cama los dos después de unespléndido día de entrenamiento, todavía con los ojosbrillantes del recuerdo de lo que había vivido. Bajo lacolcha, me ponía a hablar, a explicarle lo que ha- bía hechoy visto durante el entrenamiento, viviéndolo, susurrandocuando quería mostrar mi miedo o gritando de alegría ylevantándome de la cama para mostrar mi excitación:

—Al llegar a lo alto del puerto, el cuadro eraprecioso. Delante de mí, el sol despuntaba desde la espaldade las agujas y empezaba a calentarme la cara, alumbrandoal mismo tiempo las escarpas de nieve que acababa deascender. Entonces, como me encontraba bien, me hedicho: ¿por qué no subo los canales situados a la derechade la aguja negra? He empezado a subir y me encontrabamuy bien, iba corriendo durante todo el ascenso. Hoydebería haber habido una carrera: ¡me hubiera encontradomuy bien! Pues he empezado a subir y me he quitado losesquís para poder seguir, porque la parte final era muyinclinada. Total, ¡que las vistas eran increíbles! Se venincluso los lagos; se ve la casa abajo, muy pequeña... Y labajada, ¡qué bajada! ¡Qué nieve!

Ella me escuchaba en silencio, impregnándose de lahistoria que le estaba contando con pelos y señales y

Page 172: Correr O Morir - Kilian Jornet

cobijada bajo la colcha me mirada con una gran sonrisa.Hasta que terminaba mi extensa explicación y le pedía porsu excursión.

—Bien —me decía simplemente.—¿Cómo que bien? —le preguntaba, asombrado—. Es

imposible que no tengas nada que explicar con elespectacular día que ha hecho. ¿Cómo te has encontrado?¿Qué has visto? —insistía, y ella me contestaba, segura:

—Lo podrás explicar, y la gente podrá ver lo que hanvisto tus ojos. Podrás hacer fotografías y podrán escucharcómo silban los pájaros o cómo la nieve mece las ramas delos árboles. Podrás escribirlo y podrán incluso sentir elviento en la cara o el olor a tierra mojada. Pero nuncapodrás lograr que sientan la emoción que tú has sentido alestar presente. No podrás conseguir que sus ojos llorencomo han hecho los tuyos o que su corazón palpite comoha hecho el tuyo.

Y sonriendo, se daba la vuelta y se ponía a dormir,dejándome con un palmo de narices.

Alba en eso era muy fuerte. Demasiado fuerte para mí.Yo necesitaba encontrar un valor a todo lo que hacía y nopodía encontrarlo y con- sensuarlo solo en mi interior.Necesitaba que alguien más valorara lo que había hecho.Necesitaba que me dijeran que la excursión que acaba derealizar era increíble. Que me felicitaran por la carrera que

Page 173: Correr O Morir - Kilian Jornet

acababa de ganar. Solamente necesitaba un gesto, unamirada de aprobación, para satisfacerme a mí mismo ypoder seguir entrenándome motivado el día siguiente.Necesitaba que la gente que me quería se sintiera orgullosay partícipe de mis buenos resultados, que los amigos yconocidos supieran y recordaran lo que hacía para podersentirme seguro de mí mismo, para crear un yo sólidodonde situarme. Necesitaba, en definitiva, crear un pasadopara saber de dónde venía y poder seguir mis pasos haciadelante.

Alba no necesitaba eso. Era capaz de sentirse segura ycompleta únicamente con la emoción que vivía en elmomento, y olvidarla cuando su cuerpo ya no la sentía y,entonces, buscar otra. Y con esto no quiero decir que fueradesordenada y llevara una vida sin rumbo. Al contrario, eracapaz de trazar su rumbo sin tener que crear un pasado paraella y para los demás. Y si por un lado la admiraba,admiraba su fortaleza interior, por el otro me hacía sentirinferior. Yo no era capaz de hacerlo, por más que lointentara, yo sentía la necesidad de comunicar lo que habíahecho, visto o sentido. Por eso, para enfadarla, le decía queera egoísta, que ella era capaz de ver y sentir cosasincreíbles y que no se lo podía guardar para ella misma, quetenía que compartirlo con las demás personas.

—¿Por qué? —me preguntaba—. ¿Qué finalidad tieneexplicar cosas que los demás no han podido ver, que

Page 174: Correr O Morir - Kilian Jornet

posiblemente nunca verán, sentir cosas que los demás nohan sentido? ¿Para sentirte superior a ellos? ¿Para saberque tienes algo más? ¿Que tu experiencia es mejor?

Yo le decía que era exactamente lo contrario, que asílas personas seguían buscando para verlo ellas y sentirlo ensu piel. Pero la discusión era el cuento de nunca acabar.

Ahora hace tiempo que no la veo. A veces, la memoriajuega malas pasadas para que te sientas mejor y elimina losrecuerdos dolorosos y conserva solo los eufóricos. Ocurrelo mismo con los entrenamientos: de un año al otrosolamente recuerdas el día que lograste acabar unasimpresionantes series con buenas sensaciones, o la semanaque fuiste capaz de hacer seis horas cada día a altísimosritmos. Nunca recuerdas los días que has sufrido y quedeseabas llegar a casa para meterte en la cama y olvidartedel entrenamiento. Y así parece que cada vez vayas peor.Parece siempre que el año pasado estabas mucho mejor yque esta temporada te estás arrastrando fatigado, quizásdebido a los esfuerzos de los días anteriores o a una malaplanificación. La cuestión es que te vas inquietando alpensar en por qué no te sientes como el año anterior. Meocurrió lo mismo cuando fuimos espaciando losencuentros con Alba. Sin embargo, recuerdo su últimocomentario antes de cerrar la puerta: «¿Dónde están lospósters de Dahelie y Brosse? ¿Dónde has dejado aquellos

Page 175: Correr O Morir - Kilian Jornet

mitos? ¿Cuándo has cambiado tus ídolos?».hora, en su lugar, fotos de mis victorias y trofeos de

todos los tamaños y formas llenan paredes y armarios. Enel momento que superas a los que idolatrabas y tú teconviertes en tu propio ídolo, termina la magia del deporte.Los referentes sirven para marcar un camino, para saberque debes luchar y trabajar para poder conseguir lo que hanconseguido ellos. Y cuando ya lo has logrado, cuando soloexiste una persona a quien superar y en quien reflejarte, yesa persona eres tú, significa que no has entendido nada. Lapartida de Alba me hizo pensar mucho en lo que significabayo para mí mismo. Si la persona a imitar era yo mismo, notenía margen de progreso, estaba estancado y no podíamirar con humildad a todos aquellos a quienes mi ídolosuperaba.

Cuando pierdes el camino, cuando el tren en el queviajas se detiene porque ya ha traspasado todas las puertasque quería superar, te das cuenta de que en realidad no hascruzado ninguna puerta, que ninguna meta es real, queninguna victoria es válida en otro sitio que en tu interior.

Alba desapareció de mi vida, pero al irse comprendíque las victorias están donde las pone cada uno y que, pormuchas victorias que consigas, solo serán válidas para ti y,fuera de este dominio, seguramente serás un perdedor.Todo el mundo puede ser rey en su casa, pero en elextranjero será vulnerable e irá perdido. Y esto no me

Page 176: Correr O Morir - Kilian Jornet

desmotivó en absoluto, como un Forrest Gump corriendo,corriendo mucho, pero sin saber hacer nada más, sino queme dio fuerzas para encontrar nuevos ídolos: los que estándentro de cada persona. Y me motivó para buscar la fuerzade los que me rodeaban, porque no es más fuerte quienllega primero, sino quien disfruta más de lo que hace.

Conseguí alcanzar el estado de placer que tantoadmiraba de Alba, pero contradictoriamente no llegué a élexprimiendo los momentos que pasamos el uno con elotro, sino profundizando en la forma de ser de las personasque conocía y que me descubrían nuevos caminos queexplorar.

La montaña nos permite disponer del tiempo y elespacio para reencontrarnos solos con nosotros mismos,pero, paradojas de la vida, también la usamos paracompartirlo todo y unirnos con lazos de acero con losdemás. Nunca he sabido decir si lo que practicamos es undeporte solitario o de equipo. Y no solo por losavituallamientos, los entrenadores, las carreras por equiposo todo lo que se puede ver desde fuera, sino que, conindependencia de todo eso, la pregunta que me acompaña alcorrer es: «¿Para quién corro?». Cuando, en el transcursode la Ultra-Trail du Mont-Blanc, estoy ascendiendo elGrand Col Ferret y llevo más de siete horas sin ver a nadiey no veo a ningún corredor detrás de mí, ¿por qué sigo

Page 177: Correr O Morir - Kilian Jornet

corriendo? ¿Para quién sigo corriendo? ¿Corro para mímismo? Si fuera así, cuando estuviera cansado me pararía adescansar, a dormir y a contemplar el paisaje, que es lo queme apetece y me pide el cuerpo. ¿O es que en realidadcorro para los demás? Ahora no corro solo para mí mismo,no, ahora corro para no decepcionar a la pareja, a losamigos que tanto me han alentado antes de venir aChamonix. Corro para la familia y las personas que hanvenido a ayudarme durante la carrera y que tantasesperanzas han depositado en que lo lograría. ¿O esta es laexcusa que me pongo y en el fondo pienso que corro paraellos para no descargar todo el peso de mis decisiones enmí mismo, pero no me detengo y sigo corriendo porquequiero demostrarme a mí mismo que soy capaz de lograrlo,y no son los demás sino yo quien me obligo a continuar?

A las seis de la tarde, la plaza Balmat de Chamonix esun hervidero de gente. Es imposible andar por las calles yla gente se asoma a las ventanas y las puertas de los bares ysale al balcón. Yo intento esconderme entre la multitud ypasar desapercibido entre fotógrafos y aficionados que hanvenido a ver la más mítica y prestigiosa ultra-trail delplaneta. Algunos aprovechan para pedirme un autógrafo ohacerse una foto conmigo, y otros me felicitan y medesean toda la suerte del mundo para las siguientes veintehoras. «Pero si ni tan siquiera hemos empezado a correr,

Page 178: Correr O Morir - Kilian Jornet

¿por qué me felicitan?», pienso. Como decía, en la salidatodos somos iguales. No es posible diferenciar entre unapersona y otra por lo que han conseguido anteriormente,sino por lo que serán capaces de demostrar. Y aún nohemos empezado. Poco a poco, escurriéndome y saltandolas vallas llego a la zona de salida. Miro a mi alrededor.Todos son grandes corredores que me inspiran respetosolo con escuchar sus nombres, porque han escritorenglones de oro en la historia de este deporte.Seguramente me espera una larga y dura batalla con estascaras conocidas por las revistas cuyos nombres van de bocaen boca para lograr formar parte también de estas páginas.Pero miro atrás, donde miles de corredores estánesperando también el pistoletazo de salida con los brazoslevantados. Ellos están aquí también para dar mucha guerra,pero una guerra que no consiste en tratar de eliminar arivales, sino una guerra de compadreo donde la batalla esinterna y los rivales son las motivaciones para seguiradelante. Estoy en la primera fila y no me gusta: me colocoen la quinta. Prefiero salir tapado y pensando que la carreraya va a poner a cada uno en su sitio.

Mientras hablo animosamente con los demáscorredores, dan el pistoletazo de salida con la música deVangelis cada vez más fuerte, hasta enmudecer el griteríode la gente en los pentagramas de «la conquista delparaíso». En los rostros de los corredores se refleja su

Page 179: Correr O Morir - Kilian Jornet

emoción. Llantos, sonrisas, caras serias... Cada uno dirimeen su interior la emoción de vivir una de las aventuras másincreíbles de su vida y al mismo tiempo el miedo a saber siseremos capaces de llevarla hasta el final. Si el cuerpo y lamente resistirán.

La gente sale a toda velocidad, quizá para recortar loskilómetros lo más rápidamente posible o para intentarevadirse de estos pensamientos y dejarse llevar por losgritos de aliento de la muchedumbre que los empuja contodas sus fuerzas. Voy avanzando posiciones y, al salir deChamonix, ya estoy a la cabeza de la carrera. Me gustacontrolar las carreras desde esta posición; así parece que elcontrol sea tuyo, que no se te puede escapar ningúnmovimiento y que puedes conocer el estado de todos loscorredores.

En seguida nos quedamos en cabeza un grupo de seiscorredores, todos ellos favoritos. Vamos hablando decómo ha ido la preparación, felicitándonos por lasrespectivas carreras y planteándonos nuevos retos para elfuturo. Aunque los temas de conversación seríaninterminables, a medida que se acelera el ritmo y aumentala pendiente van saliendo menos palabras por la boca.

Llegamos a Saint Gervais, donde nos esperan miles deespectadores gritando apostados tras las vallas, y despuésdel avituallamiento me escapo con Dawa Sherpa, como elaño anterior en el mismo punto. En esta ocasión, sin

Page 180: Correr O Morir - Kilian Jornet

embargo, noto que los otros corredores me miran de unmodo distinto, me hablan de un modo distinto. ¿Seráporque tienen que considerarme un rival, ahora que ya hedemostrado mi valía, y no por el solo hecho de estarcorriendo con ellos? Lo que es capaz de hacer una personaen una carrera no lo dicen las clasificaciones de lascarreras anteriores, sino lo que está demostrando en lospasos de la carrera actual. El año pasado era undesconocido, y mucha gente creía que era un sparring quesalía dándolo todo pero que más adelante estallaría, y esteaño me ven ya como un corredor con experiencia, cuandoentre un momento y otro solo media una ultra-trail. ¿Cuáles la diferencia? ¿Qué es lo que ha cambiado?

Al cabo de unas horas estoy solo. Las luces a misespaldas ya han desaparecido y delante de mí solo están lanoche, el viento y el camino. Escucho mi respiración eintento que concuerde con mis pasos para encontrar unritmo y buscar una referencia para seguir. Voy pensando enlo que tengo por delante: en diez minutos llegaré al puerto,en una hora al lago... Intento marcarme objetivos para darun motivo a mis pasos y seguir avanzando. Pero las horasvan pasando y, rodeado de negro, el tiempo se pierde en elcírculo blanco reflejado en el suelo por el foco de mifrontal. Entro en una espiral de la que es difícil escapar,donde mis referencias externas se pierden y lo único que

Page 181: Correr O Morir - Kilian Jornet

me une con la realidad es la fuente de luz que ilumina elsiguiente metro de camino. Estoy en mi interior y lashistorias empiezan a aparecer como si mi mente buscarasentido a lo que estoy haciendo. Me convierto en unfugitivo que huye de la policía por el monte, en uncaballero medieval que se escapa del ejército que va tras él,o persiguiendo a unos bandidos que han prendido fuego ami casa. Y al llegar el alba, he caído tan al fondo de laespiral que ya no soy capaz de salir de ella, y solo en brevesmomentos de lucidez mi cabeza vuelve a la realidad.

Son las doce pasadas cuando, descendiendo endirección a Chamonix, algo me tira hacia arriba, medevuelve al mundo que está más allá de las paredes de micerebro. Es un momento que estaba deseando con anhelo,desde que empecé a caerme, porque significa el final,volver a la normalidad. Empiezo a sentir ya el calor del solsobre mi piel, mi respiración ruidosa y el sudor resbalandopor mi cara. Siento cómo gritan mi nombre por megafoníay cómo miles de personas lo corean al unísono. Sientocómo llegan las emociones, tengo ganas de llorar y de reír,de gritar de alegría, pero todavía no controlo mi cuerpo,todavía hay una parte de mí que busca la salida de la espiral.Me mareo, hay tanta luz que no veo las caras, hay tantoruido que no oigo nada, hay tantas manos tocándome que nocontrolo mis movimientos. Ha sido demasiado brusco, enpocos minutos he querido pasar de la soledad de mi

Page 182: Correr O Morir - Kilian Jornet

interior, de la calma y el control de uno mismo, a laexplosión del mundo exterior.

Yo siempre me he considerado más alpinista quecorredor y, en la montaña, solo debes subir hasta la cima sieres capaz de descender después. Y para bajar de la cima dela competición, tienes que olvidarte de ti mismo, perotambién debes olvidar lo que te rodea para volver a ordenarlas emociones después de una victoria, volver a trabajarpara dejar atrás el pasado. Y hasta que no has vuelto a bajarno puedes prepararte para una nueva ascensión.

Hoy no es un día D; hoy no hay miles de personascoreando mi nombre ni cámaras grabando cada uno de mispasos y palabras. Hoy mi rendimiento no debe serexcepcional, hoy nadie sabe dónde estoy y nadie va a sabercómo me he encontrado. Estoy subiendo con los esquís endirección a una afilada cumbre cuyo nombre desconozco.He salido de casa hace tres horas con los esquís y despuésde cruzar un par de puertos me he encontrado frente a unamagnífica aguja. No conozco su nombre, ni su altura, ni sudificultad. Quién fue el primero en subirla o si alguien la hacoronado. Pero no puedo desviar la vista de esta magníficaaguja y evitar que mis pasos me lleven a sus pies, mientrasmi mirada busca el camino más sencillo para subir hasta lacumbre. Veo un canal con un pasaje de roca en medio que

Page 183: Correr O Morir - Kilian Jornet

conduce hasta casi la cumbre y que parece bastantepracticable.

Seguramente, subir solo por aquel canal no es lo másrazonable, sin que nadie sepa adónde he ido ydesconociendo la dificultad y los peligros que entraña,pero no puedo evitar seguir el magnetismo que me impele ainiciar su ascenso. ¿Por qué? Porque toca. No es que nadieme obligue a ello, al contrario, ni seguramente es lo mejorpara mi entrenamiento. Pero, al igual que las semanas queme planteo hacer 25.000 metros de desnivel, el únicomotivo que puedo dar es porque toca. No hay ningunarazón. Solo seguir el magnetismo que me atrae hacia él,como si fuera una bella muchacha que me ha hechizado consu encanto. Lo debo hacer por mí, porque tengo queprobarlo y saber si soy capaz de lograrlo.

El canal es fácil y empiezo a subir rápidamente con lasbotas hundiéndose en la nieve y dibujando un trazoperfecto. A medida que voy ascendiendo, el canal seempina y la nieve se endurece. Cada vez cuesta más trabajoclavar las botas en la nieve y mascullo improperios porhaberme dejado los crampones en casa. Sin embargo, nopuedo dar media vuelta, la atracción es tan fuerte que nopuedo recular. Se acaba la nieve y empiezo a trepar por laroca. Los pasos son delicados y debo asegurarme de tenerlos pies y las manos bien colocados y de que la roca no sequebrará para poder seguir subiendo. Tardo más de una hora

Page 184: Correr O Morir - Kilian Jornet

en superar unos veinte metros de desnivel. Pero ¿por quéno reculo? ¿Por qué no vuelvo a casa y a la seguridad?Nadie va a saber si he tardado veinte o veintiún minutos enhollar el puerto, si he llegado hasta la cumbre o me hequedado en el puerto. Hoy llegaré a casa, prepararé algo decenar y me acostaré. Y mañana seguramente habré olvidadolo que he hecho hoy y nadie, ni siquiera yo, sabrá si terminéel canal. Pero no puedo dar media vuelta. Es egoísta. Esegoísta poner mi vida en peligro, no por mí, que en elfondo sería el más perjudicado, sino por toda la gente queme quiere, por mi familia, por mis amigos y por todos losque han apostado por mí y han trabajado conmigo. Se tratade un antojo de mi mente que puede echarlo todo portierra. ¿Por qué ellos ahora no están aquí? ¿Por qué ahorano aparece la fuerza que me ha permitido seguir adelantedurante la Ultra-Trail du Mont-Blanc, la Diagonale desFous y tantas otras carreras? ¿Por qué allí seguí por ellos yahora esta fuerza no me permite dar media vuelta? ¿Esquizás mayor la fuerza que, cual lobo solitario, me impulsaa seguir las atracciones más banales sin pensar en nadamás? Quizás sea necesario encontrar el equilibrio entre dosfuerzas para poder seguir corriendo por ti y por los demás,pero ¿dónde está ese equilibro? ¿Cuál es el límite entrequerer ir más allá para contentar a los demás y perder tupersonalidad y tu motivación? ¿Cuál es el límite entreobedecer a esta personalidad y no ponerte en el peligro

Page 185: Correr O Morir - Kilian Jornet

pensando en los demás?

Page 186: Correr O Morir - Kilian Jornet

7 - CORRER LEJOS PARAENCONTRARSE A UNO MISMO

Noto cómo cada fibra de mi pierna derecha se contraeal plantar el pie en el suelo, desde la punta de los dedos,pasando por los gemelos, los tibiales, y sigue por elcuádriceps cuando el talón toca en el suelo. Pero lacontractura no se detiene, todas las fibras de mi cuerposiguen acortándose, al tiempo que mi cerebro les envía laorden de re- lajarse, de detener esta acción que me hacesentir el hormigueo de los músculos y en seguida unasensación de que el músculo está a punto de estallar, paraterminar con una punzada que recorre mi cuerpo de pies acabeza. La pierna está rígida, como si el dolor que siento sedebiera a la sangre y los músculos convirtiéndose encemento para construir una escultura, mientras yo, desdemi interior, intento romper esta roca, luchando contra mispropios músculos. A veces lo consigo y puedo acortar elpaso y evitar que los calambres sigan su progresión por micuerpo y lleguen a los brazos, a la espalda e incluso a lamandíbula. Pero en la mayoría de las ocasiones, losmúsculos son más fuertes que las órdenes y la pierna,rígida e inamovible, impacta en el suelo, pesada, sindejarme amortiguar el choque ni controlar dónde colocarel pie, y me tira al suelo, donde por suerte puedo encoger

Page 187: Correr O Morir - Kilian Jornet

las piernas y esperar unos segundos a que los calambres meabandonen por un instante, hasta que me reincorporo eintento dar otro paso.

La cabeza me da vueltas, la luz me ciega los ojos y elfuerte calor se transforma en frío bajo mi piel. No estoybien. Siento un ligero mareo que me impide realizar losmovimientos más simples sin un gran esfuerzo mental.Todas mis fuerzas, toda mi energía, se dirigen a intentarlevantar las piernas del suelo. No puedo permitirmedespilfarrar fuerzas escuchando a Jorge cómo me animacorriendo detrás de mí; no puedo desviar la vista del puntodonde quiero que caigan mis pies para mirar cómo el sol seesconde tras las montañas californianas. Como si tuvieraque aprender a andar de nuevo, a mover los dedos de lamano para asir un vaso de agua o simplemente a controlarmis músculos para mantenerme de pie sin caerme al suelo.No puedo permitirme ningún placer, ninguna concesión ami cerebro; de hacerlo, de dejar que mi cabeza despegue ensus pensamientos, mis piernas dejarán de funcionar y micuerpo se me desplomará al suelo, sin fuerza, muerto,como un títere de madera, que necesita que alguien, en estecaso mi cerebro, lo sustente, piense de qué hilo tiene quetirar para levantar una pierna y tire de él para poder avanzar.No es una sensación agradable, pero es la única forma deavanzar impidiendo que mis músculos pierdan el control yme precipite de nuevo al suelo. «Pasos pequeños, sin

Page 188: Correr O Morir - Kilian Jornet

movimientos bruscos y una amplitud muscular pequeña»,me repito para evitar lo inevitable.

Pum, pum, pum. ¿Qué es esto? Hace horas que loúnico que oigo son los gritos de aliento de Jorge y lasvoces de los voluntarios al llegar a un control. Ahoraestamos lejos de cualquier control. Quedan cuatro millaspara la llegada y el último control lo hemos dejado dosmillas atrás. ¿Qué es ese ruido? Pum, pum, pum. Cada vezes más fuerte, más rápido. Oigo unos gritos a mis espaldas.¿Gritos de aliento? Jorge me mira con preocupación:«Venga, Kilian, es hora de darlo todo, ya estamos llegando.¡Venga, Kilian!».

Ahora lo entiendo: son pasos. Detrás de mí se estáacercando un corredor y, por lo que me permiten intuir elritmo de sus pasos y los gritos de ánimos de su entrenador,cada vez más fuertes y claros, se aproxima a gran velocidad,como si fuera un guepardo recorriendo los últimos metrosantes de cazar a una gacela: ya la está viendo, siente su olor,ya casi puede tocarla y no puede resistirse a atacarlasonriendo, a saborearla. Jorge me mira otra vez conpreocupación; intento acelerar el ritmo. Puedo hacerlo, pormí, por Jorge, que ha venido a acompañarme, por todo elequipo, ¡soy capaz! Pero las piernas no me responden, acada paso noto cómo las fibras vuelven a contracturarse,como si se transformasen en agujas de cristal, y meparalizan todo el cuerpo. No me queda nada, no me quedan

Page 189: Correr O Morir - Kilian Jornet

fuerzas, las piernas no obedecen las órdenes que les envío,pero sobre todo no me queda esperanza. Los pasos a miespalda cada vez se oyen más fuertes, un pum-pum conritmo, con fuerza. Ya oigo claramente cómo su pie rasca elsuelo para acelerar a cada paso, sabiendo que su presa estáya cerca.

San Francisco es una ciudad increíble, bulliciosa, sinreposo. Como mi vuelo ha llegado unas horas antes del quelleva al resto del equipo, puedo disfrutar de un día enteropara conocer la ciudad. Sin perder mucho tiempo, dejo lamaleta sobre la cama de la habitación de un céntrico hotel,sin deshacerla, me pongo unas bambas y salgo corriendo endirección oeste, buscando el océano Pacífico. Girando laprimera esquina me encuentro Market Street, en plenocentro. A primera hora de la tarde la ciudad es un herviderode personas variopintas: ruidosos estudiantes que regresancon parsimonia a sus hogares; unos turistas alemanesfotografiando el tranvía que sigue los famosos cambios derasante de la ciudad; un grupo de ejecutivos recién salidosdel Apple Store, donde han adquirido las últimasnovedades, pasando junto a un sintecho que pide limosna aun grupo de punks chinos... Hace calor, se nota elbochorno del mar, da gusto correr solo con pantalón ycamiseta de tirantes, sobre todo ahora, viniendo de unassemanas en las que para salir a entrenarme era

Page 190: Correr O Morir - Kilian Jornet

imprescindible equiparme con mallas largas, gorro yguantes, y con el aliento formando una nube de vaho a cadaexpiración. Ayer mismo, en la Cerdaña, regresaba delCarlet ¡con los pies helados y empapados por la nieve delas cotas altas!

Sigo por Market Street hasta llegar al Golden GatePark, donde pasas súbitamente de la parte más céntrica dela ciudad, con sus rascacielos, a sumergirte en plenanaturaleza, entre árboles altos, prados, lagos, muchasardillas e incluso algún bisonte. ¡No hay mejor forma deconocer una ciudad que descubrirla corriendo! Empiezo asentir una leve brisa al acercarme al Pacífico. Una vez allí,sigo por la costa hacia el noreste hasta llegar al GoldenGate...

Al cabo de cuatro horas, descubierta ya la ciudad ysaciadas las ganas de correr después de tantas horas deviaje, estoy otra vez en el hotel preparando el material conel resto del equipo para dirigirme hacia el interior, hacia lamontaña.

La Western States es la ultra-trail más conocida yprestigiosa del otro lado del Atlántico. Sus 38 ediciones laconvierten en una de las carreras de larga distancia con máshistoria. En realidad, se trata de una antigua carrera decaballos, llamada Tevis Cup, que se celebraba todos losaños uniendo el extremo oeste del lago Tahoe, en Squaw

Page 191: Correr O Morir - Kilian Jornet

Valley, con Auburn, 100 millas al oeste. Fue en 1974cuando el jinete Gordon Ainsleig, que en aquella épocacontaba veintisiete años, viendo que su caballo se habíaherido en una pierna el día anterior de la carrera y pensandoque no había viajado hasta Squaw Valley para nada, decidióparticipar igualmente en la carrera, incluso sin caballo. Laorganización, asombrada pero convencida de que seríaimposible que terminara, le dejó participar. Y no soloterminó, sino que no llegó mucho después que los demásjinetes, con un tiempo por debajo de las veinticuatro horas.A partir de entonces, en el mismo trazado se disputa todoslos años la Western States 100, una carrera de 100 millas,a saber, 160 kilómetros, corriendo.

Son las cuatro de la madrugada cuando suena eldespertador. No me cuesta levantarme de la cama, hedormido bien y los nervios previos a la competiciónprovocan que se active el cuerpo con el primer ring delreloj.

Miro por la ventana, todavía es de noche, peroempiezan a otearse algunos puntos luminosos de losfrontales de los corredores más madrugadores, que hansalido a calentar por las pistas de esquí de Squaw Valleycubiertas de escarcha después de una fría noche a más de2.000 metros de altitud. Dentro de la habitación latemperatura es confortable, no hace demasiado calor pero

Page 192: Correr O Morir - Kilian Jornet

se puede estar tranquilamente ataviado con una camiseta demanga corta. La ropa que usaré para la carrera está dobladaencima de la silla. Echo un último vistazo para comprobarque no falte nada, como hice ayer antes de acostarme: loscalcetines, las bambas, el pantalón, el chip, la camiseta conel dorsal ya cosido con los cuatro imperdibles... ¡Perfecto!Me doy una ducha rápida para terminar de despertar losmúsculos y desayuno un trozo de tarta que preparé ayer porla noche. Queda una media hora para la salida cuando medirijo a la zona de calentamiento.

La excitación empieza a notarse cuando estamos unoscuatrocientos corredores apretujados en unas pocasdecenas de metros, esperando a que el director de lacarrera dispare un tiro al cielo. Se oyen gritos de alientodel poco público que se ha levantado a las cinco para vercómo la hilera de corredores partía hacia las cumbresnevadas. Algunos corredores responden con gritos demotivación. Se puede respirar en el aire la tensión antes deemprender el camino, que durará unas dieciséis horas paralos más rápidos, pero más de treinta para los corredoresmenos expertos. Sin embargo, la tensión es diferente a laque puede respirarse en la salida de una gran carreraeuropea, donde los corredores, desde los que salen parauna posición de honor como los que salen solo paraterminar, tienen una gran desazón por saber cómo se

Page 193: Correr O Morir - Kilian Jornet

encontrarán, si la preparación habrá sido buena, si lossacrificios realizados para llegar a la carrera habránmerecido la pena y si serán capaces de llegar con el tiempoque se han propuesto. Cada carrera es a vida o muerte, nose puede fallar, y eso provoca que antes de oír elpistoletazo de salida la tensión pueda cortarse con uncuchillo. Aquí, segundos antes de la salida, ningún corredorpiensa en su cuerpo, en la importancia de la carrera.Simplemente se nota la excitación de cada uno porparticipar en esta aventura. Pese a haber muchoscorredores que ahora, en la salida, ambicionan bajar de lasveinticuatro horas, en el transcurso de la carrera esto serálo que tenga menos importancia. Lo importante es disfrutardel paisaje, corriendo a un ritmo cómodo, que nos puedallevar lo más lejos posible, y poco a poco va a ser nuestrocuerpo quien a través de la naturaleza vaya encontrándosecon su ritmo natural, y será este quien decida si somoscapaces de llegar a Auburn y en cuánto tiempo.

Cuando desde el este, desde detrás del lago Tahoe,empieza a clarear, cuando el cielo empieza a mutarse desdeel negro a tonalidades verdes, se oye el fuerte estallido delcañón de un revólver y los cuatrocientos corredoresempezamos a desfilar hacia el lejano oeste entre gritos dealiento.

Las primeras horas de carrera son realmente

Page 194: Correr O Morir - Kilian Jornet

tranquilas. Unos diez corredores vamos avanzando a pocosmetros de distancia, hablando de las distintas carreras quecada uno ha corrido, de lo que nos ha impresionado,gustado o disgustado, de los entrenamientos de las últimassemanas, del material que llevamos, de corredores yamigos en común. En definitiva, es como una larga salidade entrenamiento entre un grupo de amigos que llevantiempo sin verse y tienen ganas de ponerse al día. Duranteestas primeras horas de carrera tengo muchas dudas sobreatacar, acerca de coger mi ritmo fuerte desde el principio.Me sorprende el ambiente distendido y el ritmo de carrera,que aun siendo rápido es cómodo. Pienso que una salida asísería imposible en Europa, donde, incluso en una carrera decasi veinticuatro horas como la Ultra-Trail du Mont-Blanc,la salida es siempre al cien por cien de nuestras fuerzas, losataques se inician en los primeros kilómetros y todos loscorredores intentan, perdón, intentamos, aprovechar lamínima oportunidad para arañar unos segundos que quiénsabe si después serán preciosos.

Realmente aquí, en la Western States, parece que sesiga un orden más lógico, menos agresivo o competitivo, yque un grupo de amigos salgan a correr y la selección vayallegando para aquellos que, por cansancio, por detenerse opor otros problemas de la larga distancia, no puedan seguirel ritmo del pelotón de cabeza. De ese modo, sin ningúnataque o cambio de ritmo marcado, en el ascenso que nos

Page 195: Correr O Morir - Kilian Jornet

lleva a Robinson Flat, en el kilómetro treinta, loscorredores van quedándose rezagados hasta encontrarnossolos con Anton Kupricka, un portento de la naturaleza,corredor alto y fino, con una larga barba y melena de colorcastaño, de cuerpo curtido por las horas bajo el solsurcando los montes de Boulder y que corre ataviadosolamente con un pantalón y unas bambas, sin calcetines nicamiseta; esto sí, como los demás corredores americanos,lleva a cada mano sendas cantimploras de agua fría.También nos acompaña Geoff Roes, un corredor de Alaska,de mirada felina, que, aunque más discreto que Anton, mesorprende por su fácil y sencillo paso, pero altamenteeficaz. Como siguiendo las buscas de un reloj, nuestrospasos siguen un ritmo continuo, cíclico. Nunca un esfuerzode más para subir un pequeño repecho, pero tampoco unapausa para detenerse a beber agua, para aligerar las piernaso para los avituallamientos. Aparte de la capacidad quetienen Anton y Geoff de mantener este ritmo tan constante,es sorprendente que no se paren nunca en losavituallamientos, ni pierdan unos segundos en comer unasgalletas o unos trozos de fruta o en beber tranquilamente unvaso de agua congelada. Solo se paran para cambiar losbidones por otros bidones llenos y seguir con el mismoritmo, así de simple.

Las horas van pasando y, no sé si por la falta de temasde conversación, porque ya nos lo hemos contado todo o

Page 196: Correr O Morir - Kilian Jornet

—por desgracia supongo que es la opción correcta—porque empieza a notarse el peso de las horas y loskilómetros, nos invade la timidez y las conversaciones vanconsumiéndose. La temperatura va aumentando a medidaque nos acercamos a los Cañones, despacio pero de formaconstante, y provoca que empiece a sentir el sudorresbalando por mi frente y dejándome una pegajosa capa enbrazos y piernas. La ropa se me va haciendo pesada y esalgo obligado en cada avituallamiento tirarse agua heladapor la cabeza y beber no poca agua con cubitos.

La monotonía va apoderándose de mí. No estoyacostumbrado a correr en este terreno, de pistas anchas ybastante llanas. El paisaje montano de las primeras horas haquedado atrás y llevamos ya rato viendo campos y bosquesde hierba seca y pistas polvorientas. El ritmo hacecompañía al terreno: al no haber grandes cambios derasante, todos los pasos son idénticos. Ni un paso máslargo ni uno más corto, ni una bajada para lanzarse por ellao una subida para andar. Sumando el calor, que se hace cadavez más insoportable, esta monotonía me estáadormeciendo, deja mi cuerpo, y sobre todo mi mente,dentro de una burbuja difícil de romper. Yo soy uncorredor de ataques, de cambios de ritmo, de cuestas paraacelerar y bajadas para reposar o relanzarme. A mí, ¡esteritmo continuo y monótono me está matando!

Por fortuna, poco rato después llegamos a los

Page 197: Correr O Morir - Kilian Jornet

Cañones, el único desnivel de consideración en toda lacarrera. Se trata de atravesar dos ríos que cruzan elrecorrido de norte a sur. El sendero se estrecha y dibujauna pendiente para bajar y subir dos veces unos cientos demetros, antes de volver a la monotonía durante unas setentamillas más. Al llegar a la cumbre del primer cañón,empezamos a descender la pronunciada pendiente. Elcamino dibuja zigzags estrechos y seguidos. Como Antonlleva rato marcando el ritmo delante de nosotros, leseguimos Geoff, pegado a sus talones, y yo, pegado a losde Geoff, pero el cambio de terreno no parece alterar elpaso controlado de mis compañeros. Subo el volumen demi iPod y busco una canción. Me digo a mí mismo quecuando la encuentre empezaré a ir a mi ritmo. Suenan losprimeros compases de la Suite para orquesta número 3 ,de Bach, cuando empiezo a dejarme llevar por la melodía ya sobrevolar el camino, gozando de sus virajes, frenandocon brusquedad un par de metros antes de tocar el suelo yrelanzando el ritmo a media curva. Aprovechando losobstáculos que depara el terreno para jugar, saltar, acelerar,sortearlos con el cuerpo..., en fin, para romper lamonotonía y sentir de nuevo las sensaciones de adrenalinaque buscamos corriendo por el monte.

Unos minutos después me doy la vuelta: no se ve anadie. No han intentado seguirme en este descenso pararomper el ritmo. Sigo bajando como me gusta, disfrutando

Page 198: Correr O Morir - Kilian Jornet

del terreno y de las opciones que me brinda paradivertirme, como si en vez de ir corriendo estuvieramontando en una bicicleta de montaña o sobre mis esquís.Llego al fondo del cañón y antes de atravesar el puente parainiciar el ascenso aprovecho para bajar al río pararefrescarme. El bochorno al fondo del cañón esinsoportable y corta la respiración. Meto la cabeza dentrodel río y aprovecho para mojar también la gorra y lacamiseta, y con el breve pero eficaz fresco al salir del ríoinicio el ascenso con Anton justo detrás de mí. Él tambiénse ha lanzado en la bajada, dejando a Geoff rezagado. Elbochorno no parece disminuir a medida que subimos, alcontrario. En lo alto del segundo cañón, es tan grande lasensación de calor que no me queda más remedio quesentarme un momento y tirarme un cubo de agua con hielopor encima, antes de pasar el control de peso.

En cuatro o cinco momentos durante la carrera, alllegar al control, nos están esperando unos voluntarios conunas básculas para pesarnos y, en caso de haber perdido undiez por ciento del peso en la salida, están obligados aretenernos hasta que comamos y bebamos lo necesario.Esta vez los voluntarios de la báscula me avisan de queestoy en el límite de peso.

Pese al golpe de calor sufrido en los Cañones, pareceque arriba el aire empieza a correr un poco y esto me

Page 199: Correr O Morir - Kilian Jornet

anima. Las sensaciones son buenas, las piernas todavíaestán frescas, y las fuerzas, guardadas. El ritmo de lacarrera es rápido pero confortable y ya hemos superado elecuador de la travesía.

En Foresthill, en la milla sesenta, la carrera deja deser una aventura individual con otros corredores. A partirde aquí y hasta la meta estaremos acompañados pornuestros entrenadores, o liebres, que correrán connosotros, sin poder proveernos de comida ni bebida, peroconstituirán una inestimable ayuda para mantener el ritmo ymotivarnos en los momentos duros, que en las carreras delarga distancia suelen llegar en los últimos kilómetros. Miprimer entrenador es Rickey Gates, corredor americano, deAspen, y especialista en carreras de corta distancia y desubida. Con Rickey he coincidido ya varias veces encarreras como Sierre Zinal, donde siempre ha cosechadograndes resultados.

Y como si los segundos se dividieran, sin tiempo parabeber ni comer, partimos de Foresthill los dos corredorescon los respectivos entrenadores para afrontar el tramobajo de la carrera. El calor de las primeras horas de la tardeempieza a tornarse insoportable, se hace difícil respirarcon normalidad, a cada espiración el aire parece que mequeme la garganta y, al intentar beber, el agua con que hellenado la cantimplora cinco minutos antes está yahirviendo, no sirve siquiera para tirármela por encima de la

Page 200: Correr O Morir - Kilian Jornet

gorra para mojarme el pelo. Intento ponerme cubitos entrela gorra y la cabeza, alrededor del cuello, mojarme toda laropa con agua, pero el calor va en aumento y mi cuerpo noes capaz de refrigerarse. Las fuerzas están intactas, el ritmoconstante no ha castigado mi cuerpo en demasía y conservotodavía uno o dos cartuchos que pienso reservar para másadelante. Pero la deshidratación y la carencia de sales vanhaciendo mella cuando iniciamos el descenso para cruzarel famoso Rucky Chucky River. En mi gemelo derechoempiezan a aparecer pequeñas chispas de calambres, quepasan después al izquierdo y más tarde se dibujan en elcuádriceps. No me he detenido en ningún control parabeber lo necesario y no he comido nada durante toda lacarrera, ni un miserable bocadillo o tarta que me aportaralas sales necesarias. El ritmo de Anton y Geoff de nopararse en los controles me ha hecho olvidar laalimentación y ahora empiezo a pagar sus consecuencias.Intento quitarme estas ideas de la cabeza, solamente nosfaltan treinta kilómetros y una carrera que hay quegestionar bien, saber aprovechar los cartuchos que mequedan en el momento adecuado. A diez kilómetros de lallegada hay un último ascenso que puede ser un buenmomento para jugar mis bazas, guardándome una puntita defuerzas para la subida de los últimos cinco... ¡Cómo megusta pensar la táctica de las carreras, jugar a planificarlasmientras voy corriendo! Pensando la estrategia de las

Page 201: Correr O Morir - Kilian Jornet

últimas horas llegamos al río, que baja caudaloso debido aldeshielo de las nieves de la Sierra Nevada californiana delas últimas semanas. Con este caudal, la organización haprevisto una barca para cruzar la orilla de este a oeste.Subimos los cuatro a bordo de la barca y aprovechamosestos momentos de descanso para relajarnos, cerrar losojos y respirar.

Salto de la barca al río, el agua está fría y corre confuerza contra mi cuerpo, refrescando todas las fibrasmusculares, borrando el sudor de toda la piel. Mi pulsotambién respira frescura y baja unas decenas depulsaciones. Sumerjo la cabeza dentro del agua, dejandoque corra entre mi cabello y quede atrapada, para conservarpor lo menos esta sensación de bienestar durante unosminutos más. Un minuto después salgo del agua con airerenovado, parece que el frescor del agua no solo ha caladoen mis músculos y piel, sino también en mi espíritu. Salgodel río y empiezo a andar. Anton va unos pocos metros pordelante. Empiezo a correr para alcanzarle, ¡pero las piernasno me responden! Parece que el agua no solo haya enfriadomis músculos, sino también helado sus fibras, que ahoraestán rígidas. Un fuerte tirón recorre mi cuerpo desde losgemelos hasta encima del glúteo y me paraliza las piernas.Los cuádriceps se contraen contra mi voluntad, marcantodas sus fibras y se acompañan de un fuerte pinchazo quese expande por el interior de mis cuádriceps, como si

Page 202: Correr O Morir - Kilian Jornet

intentaran convertirse en roca, y me producen un intensodolor, insoportable, que me hace desear que el músculoestalle para terminar con este sufrimiento. ¿Qué meocurre? ¿Es el agua fría que me ha paralizado el cuerpo?Andando con dificultades llego al siguienteavituallamiento, donde me espera Jorge Pacheco, un grancorredor mexicano de ultrafondo que después de subir alpodio en esta misma carrera y ganar varias veces laBadwater ha venido a acompañarme los últimos treintakilómetros hasta el estadio de Auburn. Intento comer sales,sodio, beber agua y refrescar las piernas, realizar unosestiramientos intentando evitar nuevos calambres en laspiernas, pero no hay modo de evitar que al mínimomovimiento el músculo solicitado se acorte hasta sumáximo, sin que yo pueda controlar el movimiento.

Nos quedan solo treinta kilómetros. Los treintakilómetros que deberían haber sido rápidos, el momento deatacar, se han transformado en más de cuatro horas desufrimiento y desesperación. De coger fuerzas, de decirsea uno mismo que es capaz de hacerlo y ponerse a correr, ydiez pasos después caerse al suelo con las piernascementadas sin control, con los ojos llorosos por el dolor,el dolor físico de los calambres, pero también el de no sercapaz de controlar mi cuerpo, de no saber encontrar lasolución que me dé esperanzas. Los calambres ya no soloafectan a mis piernas. Los pies, las manos, los brazos e

Page 203: Correr O Morir - Kilian Jornet

incluso la mandíbula al hablar se han unido a la sinfoníaque, sin poder controlarla, compone una melodía barroca,de fuerza y descontrol, turbia y agitada, sin dejar que sea yoquien coja la batuta de mi cuerpo para dirigirlo hacia midestino.

Así, entre minutos de rabia corriendo, minutos dedesesperación andando y minutos de sufrimiento en elsuelo, intentando estirar las piernas, los kilómetrosparecen millas, y las millas, unidades de eternidad. Anton yGeoff hace rato que se han perdido en el horizonte,mientras Jorge y yo intentamos luchar contra esta eternidadpara llegar a nuestro destino, sabiendo que, en el fondo,aunque ahora mismo todo lo que no sea un final de negrodolor me parezca fruto del recuerdo de la sensación de unlejano sueño de inocencia, nuestro destino al cruzar laspuertas del estadio que nos espera al final del camino serála felicidad de haber luchado hasta el final, la felicidad dehaber llevado mi cuerpo hasta donde ha sido capaz. A pesarde que, en lo hondo de mi corazón, no sé si llegará antes laimagen de mi sueño o el profundo letargo de laparalización total de mi cuerpo, como en aquella pesadillaque tenía de las carreras, donde iba apagándome,haciéndome pesado hasta fundirme con el caluroso paisajede California.

Noto su respiración en mi cogote cuando enfrente se

Page 204: Correr O Morir - Kilian Jornet

pone el sol. La esperanza es lo último que se pierde, peroen estas condiciones los músculos ya me han abandonado ylas piernas no me responden para intentar acelerar otra vez.Hace horas que se han olvidado de correr y solamente soncapaces de componer un suave trote que me permiteprotegerlas de las contracturas y los calambres que me hanacompañado durante las tres últimas horas. Me giro porprimera vez para comprobar que los pasos y las voces queoigo no son fruto de mi imaginación, aunque la expresión yel nerviosismo de Jorge ya me lo habían corroborado. Unhombre mayor, de constitución fuerte, con camisetaamarilla conjuntada con su dorsal de entrenador, gorrablanca, pantalón corto de color oscuro y un bidón en cadamano, sube corriendo a un fuerte ritmo unos diez metrospor detrás de mí. Pegado a sus pasos, como sincronizadodetrás de él, otro hombre de cabello y barba largos, sincamiseta y también con dos bidones, sube también confacilidad por la última cuesta de la carrera. Es Nick Clark,le recuerdo de la presentación de corredores de élite deldía anterior de la carrera. Estuvimos departiendo un rato,pero ahora mismo soy incapaz de acordarme ni en quéestado residía. Me pongo a correr por el lado derecho delcamino, dejando paso para que el tándem perfectamentesincronizado pueda adelantarme con comodidad y no meatropelle. Unos segundos después siento cómo corre elaire a mis espaldas y al levantar la vista del suelo veo el

Page 205: Correr O Morir - Kilian Jornet

dorso de Nick alejándose por el camino.«Venga, Kilian, ahora es el momento de alcanzarlos.

Tú eres el más fuerte para seguir este ritmo, tú eres capazde aguantarlo. Ya se terminó la subida, solo quedan unoscien metros, después media milla y luego ya tres millas deasfalto hasta la meta. Venga, Kilian, que él también estácansado.»

Miro a los ojos de Jorge, no sé si su mirada es deconvicción o de desesperación. ¿Soy capaz de hacerlo?Tengo que intentarlo. Aunque sea solo para cumplir losdeseos de mi entrenador. Mi cuerpo lleva ya horasdesobedeciendo mis órdenes. Cuento hasta diez respirandoprofundamente, cierro los ojos y cojo todo el aire posible.Dejo de clavar la vista en el suelo y levanto la mirada paralocalizar mi objetivo. A unos veinte metros delante de míoteo la polvareda que levanta el tándem perfecto y, justoencima, la espalda de Nick. No pararé, no escucharé elruido ni agacharé la vista hasta que mis pies tambiénformen parte de aquella nube de polvo. Acelero, mispiernas tardan unos segundos en reaccionar antes de volvera avisarme mediante pinchazos y calambres de unainminente paralización. Sin embargo, ahora mis órdenesson más fuertes, pueden romper la roca que quiere invadirmis músculos, y mi cerebro, concentrado en el movimientode la espalda que se acerca delante de mí, no tiene espaciopara atender el dolor.

Page 206: Correr O Morir - Kilian Jornet

Lejos, como separados de una pared de agua, oigo losgritos de aliento cada vez más fuertes y enérgicos de Jorge,que ve cómo han ido funcionando sus órdenes y cómo nosacercamos al corredor norteamericano.

Paso a paso, segundo a segundo, la distancia entrenosotros se reduce, ya solo me quedan unos diez metros.«¡Vamos, yo soy capaz de hacerlo!», me repito para mí.Poco a poco vuelvo a oír de nuevo su respiración fuerte.Está notando el esfuerzo realizado para dejarme atrás.Cinco, tres, dos... ¡Ya le tengo! Se me escapa una sonrisa.¡Lo he conseguido! Miro a Jorge, que no deja de animarmey felicitarme, percibo su orgullo en su mirada. He sidocapaz de vencer al cemento que corría por mis piernas yahora la lucha vuelve a estar viva. He dejado atrás el miedoal fracaso y he encontrado el camino de la esperanza.

Doy un par de pasos más tranquilo para estabilizar miritmo y con satisfacción retomo la respiración normaldespués del sobreesfuerzo. Fijo de nuevo la mirada en elsuelo para concentrarme en mi paso y encerrarme en miburbuja y, de pronto, no sé si es Nick cambiando el ritmo oson mis piernas las que han retomado el control después deunos minutos en los que la mente, fuerte, reinaba sobre micuerpo y la euforia me ha hecho olvidar el cansancio y,castigándome por el exceso, empiezan a tener fuertescalambres para recordarme que son ellas las que al finaldeciden cuál es mi lugar. Al fin y al cabo, lo importante es

Page 207: Correr O Morir - Kilian Jornet

que la espalda de Nick se aleja por segunda vez por dondese ha puesto el sol hace pocos minutos.

No, yo no he venido hasta aquí para perder laesperanza, para dejar de luchar cuando a tan solo tres millasde la meta mi cuerpo dice «basta». No he venido hasta aquípara que mi cuerpo domine a mi mente. ¿Dónde está todolo aprendido corriendo la Tahoe Rim Trail? ¿Dónde estáaquello que dicen de que el músculo más potente delcuerpo es el cerebro? ¿Dónde está el poder de la mente deeliminar el dolor y de hacer cosas increíbles? ¿Y yo nopuedo ser capaz de aguantar tres millas corriendo rápido?¿No fui yo quien corrió una vertical race hace cuatromeses, con fiebre, y aguantó y luchó hasta el últimomomento, atacando y sprintando? ¿No fui yo quien luchótodas las mañanas durante la travesía de los Pirineos? ¡Sí,soy capaz de correr durante quince minutos soportando eldolor, soportando el sufrimiento y dándolo todo, parallegar exhausto a la meta, pero satisfecho de haber dado lomejor de mí mismo! ¡Yo soy capaz de hacerlo!

Levanto la cabeza del suelo, ahora el objetivo no es laespalda que sigue rítmicamente a unos cien metros delantede mí, el objetivo es el estadio de Auburn, saber que hesido capaz de probarlo. Hago una fuerte inspiración, cojotodo el aire que puedo y lo expiro con potencia. La carrera

Page 208: Correr O Morir - Kilian Jornet

empieza ahora y solo dura tres millas. Las piernasempiezan a responder a mis impulsos. A cada paso tengoque luchar para romper su rigidez y evitar una nueva caída,como si se tratara de romper las cadenas que subyugan mismúsculos, pero ahora, a cada paso, impulsando con mayorvigor, ganando más velocidad, las cadenas se vanrompiendo, se desprenden de mi cuerpo y me permiten unmovimiento más libre y fluido. Un par de minutos despuésya estoy a la altura de Nick, pero ahora no es momento dequedarme pegado a él. Me pongo a su lado mientras él y suentrenador nos miran sorprendidos. A unos cien metrosempiezan a oírse los gritos de aliento del últimoavituallamiento de la carrera antes de tomar la carretera. Apartir de entonces solo nos quedarán dos millas de asfaltollanas, con una suave pendiente al final y media milla dedescenso para entrar en el estadio. Nick responde al ritmoque he impuesto sin dejar que le adelante y se pone a correra mi lado. Codo con codo. Pasamos de largo elavituallamiento a nuestra izquierda, como si fuera unespejismo, para virar lo más rápido posible y entrar en elasfalto. La carrera de 160 kilómetros se ha transformadoen una de 3.000 metros. No hay tiempo de pensar en beber,de mirar cómo la noche cae sobre Auburn ni de discutircon nuestros entrenadores, que van a nuestro rebufogritando como locos. Nos mantenemos codo con codo,con la mirada fija al frente, sin querer girar la cara para

Page 209: Correr O Morir - Kilian Jornet

mirar al compañero y mostrarle algún signo de debilidad.No se trata de superar a nuestro rival en estos últimoskilómetros, después de tantas horas de soledad, sino dedemostrarse a uno mismo que somos capaces de dar lomejor, de decir a nuestro cuerpo que es capaz de correr aúnmás deprisa, de llegar a la meta satisfecho, sabiendo que nose podía haber hecho más fuerza. A mi derecha Nickempieza a acelerar, su velocidad es formidable, ¡corre amás de diecisiete kilómetros por hora! Me gana un metro,pero todavía no le veo la espalda. En cincuenta metrosempieza el leve repecho de asfalto. Allí será el momentode contrarrestar su ataque. Empiezo a respirar hondamente,a estirar las piernas intentando acumular fuerzas. Es elmomento. Aumento la frecuencia, la leve subida empieza asentirse y saco todas las fuerzas de flaqueza. La respiraciónaumenta, mi corazón está a punto de estallar y las piernasempiezan a bloquearse, dificultando que pueda controlarlos calambres que están invadiendo mis isquiotibiales. Solopienso en acelerar, de nada sirve girar la cabeza. Mirarhacia atrás es perder unas décimas preciosas, perder laconcentración. Jorge empieza a gritar como un posesoavisándome de que Nick se está quedando atrás, aprieto losdientes y acelero más, diez metros, los últimos metrosantes del descenso para entrar en el estadio, cincuentametros, ya solo me queda media milla para girar a laderecha y dar la vuelta a la pista de atletismo.

Page 210: Correr O Morir - Kilian Jornet

Me parece que es la media milla más larga de mi vida.Mis piernas empiezan a desobedecer, Nick aprieta losdientes detrás de mí y el estadio no aparece por ningunaparte. Un paso más, acelerar, acelerar, no puedo mirar haciaatrás, no puedo mirar al suelo, tengo que mirar al frente. Yal fin aparece delante de mí la puerta del estadio. Cierro losojos y respiro profundamente, ahora sí puedo decirlo,ahora sí lo hemos logrado, hemos vencido a nuestrodestino y hemos roto el sueño. Un viraje a la derecha ypenetro en la luz de los focos que iluminan los últimos 400metros de esta aventura que ha empezado de madrugada160 kilómetros al este. Los últimos pasos se olvidan de loscalambres para dar las gracias a Jorge por haberme dadofuerzas cuando mi mente carecía de ellas y para saludar alpúblico que se ha acercado a contemplar nuestra llegada.Cruzo la línea de meta y me desplomo en el suelo, mispiernas ya no pueden aguantar por más tiempo el fuego quelas quema y me abandonan al destino de la gravedad.

Como decía un buen amigo mío, de las victorias seaprende poco; en cambio, cuando las cosas salen mal,cuando las situaciones son duras y cuesta salir de ellas,cuando para levantarte has tenido que intentarlo cien vecesy cien veces has vuelto a caerte y a la ciento una hasconseguido encontrar la solución, es cuando extraes cosaspositivas, cuando maduras y aprendes a conocerte mejor.La lesión de la rótula representó un momento importante y

Page 211: Correr O Morir - Kilian Jornet

la Western States me permitió también aprender aconocerme mejor, a saber cómo actúa mi cuerpo y mimente, a saber cómo luchar mejor y, siendo prácticos, aalimentarme e hidratarme mejor.

Page 212: Correr O Morir - Kilian Jornet

8 - UNA CUMBRE SE CORONACUANDO HEMOS LOGRADO BAJARDE ELLA

Pese a que todavía no han pasado ni tres meses desdela aventura americana, el verano ha sido muy intenso y loveo todo muy lejano, desde el Barranco Camp, a 4.000metros, bajo la pared somital del Kilimanjaro. Sinembargo, en el fondo el deseo es el mismo que en EstadosUnidos, el de recorrer con la única ayuda de mis piernaspara dar lo mejor de mí mismo y llegar así a encontrar mislímites, pa- ra conocerme mejor. En este caso, los límitesperseguidos no se- rán el calor y la distancia, sino alcontrario, la reacción de mi cuerpo a la altura y lavelocidad en los terrenos más técnicos. Nunca me hagustado etiquetarme en una sola especialidad, creo que esote limita en el conocimiento de ti mismo. Con esto noquiero decir que me guste hacer de todo un poco pero nadabien; nada más lejos de la realidad, aquello que hago megusta prepararlo al detalle y ser lo más competitivoposible. Pero dentro de una actividad, la variabilidad nospermitirá explorar nuestro cuerpo y nuestra mente en todoslos rincones. Me gusta sentir el gusto de sangre en la bocacuando realizo una carrera de relevos o una vertical racede esquí de montaña, igual que me gusta sentir el vacío de

Page 213: Correr O Morir - Kilian Jornet

una carrera de larga distancia. Cada una me hace conoceruna parte de mí mismo, y no solo de mi cuerpo, porque esevidente que cuando llevas cuarenta horas corriendo y tecaes al suelo, sabes que tu cuerpo es capaz de corrercuarenta horas, este es tu límite. ¿Y eso de qué me sirve?De nada en absoluto. Pero lo que mi cuerpo ha aprendido ahacer y cómo mi mente ha sido capaz de motivarme y deconcentrarse durante ese tiempo, incluso cuando pensabaque no sería posible, sí me sirve y me va a servir paraconocer cuánto puedo aguantar. Sa- ber que en treinta y unminutos soy capaz de recorrer mil metros de desniveltampoco será útil en un mundo donde la tecnología escapaz de transportarnos a velocidades inimaginables, perosí me servirá para saber que mis músculos son capaces deseguir funcionando cuando les falte el oxígeno y que yovoy a ser capaz de concentrarme al cien por cien, deaislarme del mundo exterior, para prepararme y luchar porlograrlo. El objetivo puede ser un kilómetro vertical, unaultra-trail, un maratón, pero también tocar una pieza demúsica, terminar de pintar un cuadro, resolver una teoría,unos estudios. Lo importante no es el resultado, sino elcamino andado para llegar a él.

Y este camino se hace más evidente en Tanzania,donde el aire que nos rodea es totalmente distinto al delresto del mundo, donde hemos vuelto aunque solo sea unpoco a los orígenes. Y no me estoy refiriendo a los

Page 214: Correr O Morir - Kilian Jornet

orígenes del ser humano, que empezó a andar y correralrededor de estos montes, sino a que aquí la artificialidadse reduce bruscamente, la naturaleza es quien impone susleyes y el hombre es quien debe adaptarse para avanzar.

Llevamos una semana durmiendo en los campamentospara habituarnos y se han asentado ya las rutinas de la vidaen las tiendas para poder avanzar con automatismos, sinperder tiempo ni derrochar energías. El día a día es sencilloy nos limitamos a llevar a cabo lo imprescindible. Noslevantamos por la mañana, cuando el sol empieza a calentara través de las telas de las tiendas, y después de un pequeñocontrol médico en el que medimos la saturación deoxígeno en la sangre, la respiración y el pulso paracomprobar que nos estamos adaptando bien y para descartarcualquier problema de mal de montaña, vamos a desayunaren la tienda comedor. El té y el jengibre calientes nossirven para expulsarnos el frío que desciende de losglaciares por la mañana y para acompañar las tostadas opancakes con miel y mermelada que nos aportan la energíapara empezar el día. Llenamos las mochillas y ayudamos alos porteadores a preparar los sacos donde llevan todo elmaterial necesario para el campamento y empezamos aavanzar despacio en dirección al próximo campamento. Esalucinante ver cómo los porteadores suben con granhabilidad entre bloques de roca volcánica y enormes raíces,aguantando en equilibrio sobre sus cabezas los sacos de

Page 215: Correr O Morir - Kilian Jornet

unos veinte kilos de peso. Avanzan a paso lento, pero firmey seguro, realizando pequeñas paradas para descansar delpeso que soportan en cuello y hombros. Al llegar alcampamento procedemos a montar la tienda y la cocina enpocos minutos antes de preparar la comida y nos aseamoscon un cubo de agua aprovechando el calor del sol. Por lastardes, cada uno hace lo que quiere y lo que le pide elcuerpo: unos descansan dentro de la tienda, otros dan unavuelta por el campamento y aprovechan las magníficasluces y vistas para sacar fotografías o simplemente parasentarse en una piedra a contemplar cómo cambian loscolores a medida que el sol va poniéndose. Simon, el guíade la expedición y recordista del ascenso y descenso delKilimanjaro, y yo aprovechamos para ir a correr hacia lascotas más altas para aclimatar el cuerpo al esfuerzo encondiciones de falta de oxígeno.

Desde los primeros días me he adaptado muy bien.Nunca he sentido dolor de cabeza y he podido correr confacilidad entre 4.000 y 5.700 metros. Parece que micuerpo reacciona muy bien a la falta de oxígeno, pero laverdad es que con semejantes panorámicas es difícilconcentrarse en escuchar al propio cuerpo, puesto que lamente se queda embelesada en la contemplación de estamaravilla. Para que os hagáis una idea, durante una salida deBarranco Camp para entrenarme un poco por la tarde, depronto me sorprendo embobado admirando cómo el sol

Page 216: Correr O Morir - Kilian Jornet

proyecta la sombra del Kilimanja- ro en la sabana situadaenfrente, a 4.000 metros bajo mis pies. La sombra dibujaun triángulo perfecto que se aleja oscureciendo un mantode oro brillante que rodea toda la montaña. Me sientocompletamente en el techo de África. A la derecha de lasombra del Kilimanjaro, un único obstáculo rompe lasextensiones de sabanas: el monte Meru se erige imponente,como si luchara con el Kilimanjaro para hacerse con eldominio de las llanuras africanas dispuestas a sus pies.Miro al suelo, más cerca de mí, para salir de laspanorámicas de ensueño que se despiertan a lo lejos, perolas increíbles luces doradas que iluminan Barranco y unaimponente torre negra conocida como Lava Tower, que selevanta sobre las pendientes negras y amarillas, no mepermiten alejarme de este mundo que parece irreal. Y nome ayuda mucho para volver a correr hacia la cumbre. Losglaciares de nieve blanca caen como la espuma de una tazade café rebosante y se adentran entre la lava negra cualicebergs perdidos en medio del desierto del Sáhara.

De todos modos, lo más sorprendente no son losjuegos de luces ni las caprichosas formas de la lava, sino lafelicidad que en todo momento mostraban los porteadores.Con el paso de los días fue creciendo la confianza y laconvivencia entre el equipo francogermano y catalán y losporteadores y guías tanzanos. Los primeros días noscruzábamos unos breves «Jambo, how are you? Fine,

Page 217: Correr O Morir - Kilian Jornet

thanks», pero a medida que transcurrían las jornadas lasconversaciones en un rudo inglés y con el universallenguaje de los signos iban cobrando mayor profundidad.Ya no éramos los porteadores por un lado y los europeospor el otro, sino que juntos formábamos un equipo. Desdeel primer día me chocó que siempre tuvieran una sonrisapara nosotros. Al adelantarlos mientras ellos cargaban conlos pesados sacos entre rocas, al preparar la comida entreel polvo del campamento, al levantarse a las seis de lamadrugada a quince grados bajo cero después de haberpasado la noche en una tienda sin saco de dormir. Tenían atodas horas una sonrisa en los labios y daban siempremuestras de felicidad. El paisaje lo valía, aunque supongoque después de verlo día tras día al final deja de parecerexcepcional para convertirse en estampas de la vidacotidiana. No, la felicidad no era fruto de la contemplación,sino del simple placer del trabajo y de poder vivir lossueños de los alpinistas europeos y ayudarlos a hacerlosrealidad. A mí me parecía muy duro vivir en estascondiciones: con alpargatas rotas y ropa recuperada de loque otros alpinistas habían dejado al bajar de la cima,durmiendo dentro de una tienda con toda la ropa a sualcance por carecer de saco de dormir lo bastante caliente,lejos de la familia, y eso semana tras semana, deexpedición en expedición.

No obstante, hablando con ellos, me daba cuenta de

Page 218: Correr O Morir - Kilian Jornet

que aún eran capaces de apreciar la belleza de estospaisajes y de gozar con los ojos y las palabras de losexpedicionarios extranjeros que los contemplaban porprimera vez, mientras les explicaban cómo tiempo atrás,antes de que se notara el efecto climático, los glaciaresdescendían mil metros más abajo y llegaban hasta Barrancoy que, antes de que la masificación se expandiera por lasciudades, en los entornos aún era posible ver leonescorriendo por los campos por debajo de los 4.000 metros.También anhelaban poder salir de viaje, tener un trabajomejor para poner electricidad en su casa o comprar unoszapatos a sus hijos. Recuerdo a Iddikenja, un porteador detreinta años recién cumplidos, aunque aparentaba susbuenos cuarenta, que quería ganar el suficiente dinerotrabajando de porteador durante dos años para ir a la capitala estudiar para guía y poder conducir él mismo a losexpedicionarios por la montaña. O a China, gran aficionadoal snowboard, que, pese a haber visto solamente la nieveen los glaciares del Kilimanjaro, era un ferviente seguidordel deporte a través de las fotografías de las revistas y susojos soñaban cuando le enseñábamos las imágenes de losmontes nevados de los Pirineos y los Alpes y los vídeos delas carreras de esquí de mon- taña.

Acabamos de bajar de la cima por primera vez y alregresar a Barranco después de una larga jornada estamos

Page 219: Correr O Morir - Kilian Jornet

cansados pero satisfechos. Hoy todo el equipo hemossubido juntos para reconocer la última parte del recorrido,aunque cada uno tenía una tarea concreta: los cámaras —Olivier, Raphael y Marlène—, reconocer los mejoresrincones para filmar; Stephan, captar las mejores imágenes;Sònia, aclimatarse, puesto que será ella quien me deberásocorrer en caso de accidente o mal de altura; Thierry,buscar las coberturas de emisora y ver el recorrido, y mipadre, compartir la aventura conmigo uniéndose al grupodespués de llevar a unos clientes a coronar la cumbre lapasada semana. Tres porteadores y Simon cierran el grupopara mostrarnos el camino y carretear el material médico,y yo, para reconocer los últimos metros y el descenso ypara realizar el último entrenamiento antes de la tentativa.Pero a medida que nos acercábamos a la cumbre, hemosido perdiendo la noción de lo que teníamos que hacer y noshemos quedado absorbidos por la fuerza del paisaje y porsentirnos sobrevolando el continente africano. Nuestrosojos solo veían cielo en cualquier dirección dondemiráramos. Es una sensación difícil de describir; es comovivir una dulce victoria, sabiendo que lo has logrado, queestás en éxtasis, sintiendo cómo se te pone la piel degallina y el pulso late más fuerte, pero sin la fatiga y latensión de saber que si te adelanta el corredor que vienedetrás no te darás cuenta. Y aquí en la cumbre, todos hemostenido ocasión de sentir los mismos escalofríos al tocar la

Page 220: Correr O Morir - Kilian Jornet

cima del Uhuru a 5.895 metros sobre el nivel del mar.Después de una enérgica danza de bienvenida, al

comprobar que todos habíamos regresado en buenascondiciones, empiezo a preparar con el resto deporteadores que se han quedado en el campamento todo elmaterial que necesitaré pasado mañana para la tentativa derécord desde la puerta Umbwe. En el fondo no hay muchoque preparar, así que en poco más de una hora ya tengo listala mochilla con todo el material que deberé bajar, unacantimplora con agua y un par de geles energéticos paraque Greg y Stephan me los den a mi paso por Barranco.También les dejo un cortaviento y unos guantes por si lastemperaturas son bajas en el tramo final, ya que estamañana las temperaturas en la cumbre llegaban fácilmente alos quince grados bajo cero. A Sònia y Thierry, que meesperarán en la cima, les dejo otra cantimplora y unasgalletas, porque a partir de aquí el descenso me llevará enpocos minutos a temperaturas más cálidas y la ropa deabrigo me sobrará en seguida. La última mochilla es la delmaterial que llevaré encima desde la salida: un pantalóncorto, una camiseta de manga corta, un gel energético, lasgafas de sol, unos calcetines, las bambas y mi iPod.Además, meto lo necesario en la mochilla para pernoctaren la entrada del parque nacional: el saco de dormir, unpequeño neceser, una chaqueta de abrigo y un pantalónlargo. Me encierro muy temprano en la tienda para

Page 221: Correr O Morir - Kilian Jornet

descansar por última vez por encima de los 4.000 metros yme duermo enseguida.

Como ayer dejé ya todo el material a punto,aprovechamos la mañana para descansar y mirar las vistasdesde el campamento, del hondo valle de Barranco, de lallanura y de la vida del propio campamento. Observamoscómo, por la mañana, los porteadores desmontan lastiendas y trepan en largas hileras por las paredes rocosas y,a media mañana, van apareciendo otra vez para montar conceleridad las tiendas antes de la llegada de los turistas.

Después de comer, Simon y yo desandamos el caminoque habíamos seguido días atrás para volver a la entrada delparque nacional. Simon marca un paso tranquilo para bajarsin cansarse. La primera vez que lo vi fue hace unos meses,en la Western States 100 millas, y me causó una hondaimpresión. Iba andando por Squaw Valley la tarde anterior ala carrera y me lo encontré sentado en la mesa de unaterraza. Era un hombre de gran musculatura y fuerza, conbrazos sólidos, y bajo la camiseta se le intuían unosabdominales de acero. Tenía la piel negra como el hollín yllevaba el pelo rapado al cero. Se puso de pie parasaludarme y tuve que levantar la vista para poder mirarle ala cara, y no solo porque yo soy bastante bajo, sino porqueante mí tenía a un hombre de más de dos metros deestatura. Por deformación profesional le miré las piernas:

Page 222: Correr O Morir - Kilian Jornet

era impresionante cómo se le dibujaba toda la musculatura,con las venas y las fibras muy marcadas. Me pareció estardelante de un corredor de cien metros lisos, pero eraasombroso cómo corría las largas distancias con aquelcuerpo y cuán ágil era en terrenos accidentados. De surostro redondo y juvenil resaltaban sus grandes ojos y, deno estar sonriendo, seguramente me habría inspiradotemor. Pero Simon siempre sonreía, siempre hablaba decosas alegres y siempre tenía una broma o una danza apunto para mostrarnos. Es una suerte que haya aceptadoguiarnos en esta tentativa y me haya enseñado todos loscaminos y trucos de la montaña, sus peligros y sus atajos.Así como a habituarme a ella. También me ha hechopartícipe de su forma de ver la montaña, en sintonía con lasfuerzas que emanan a través de los árboles, las raíces, lasrocas y el viento. Es consciente de que para su país y supueblo el Kilimanjaro es una importante fuente deingresos, ya que atrae a un gran número de turistas ansiosospor subir a la mayor cumbre del continente y que da muchotrabajo a porteadores, guías y comerciantes de la región; noobstante, también es una fuente de vida a través de las aguasque hidratan a sus habitantes y a través de los árboles queoxigenan el aire que respiran, consciente de que estos sonlos bienes cuya conservación es más difícil, pero tambiénmás importante.

Contemplando el paisaje y escuchando las historias

Page 223: Correr O Morir - Kilian Jornet

que me explicaba de cada paraje que cruzábamos, llegamosa la puerta del parque nacional, donde plantamos las tiendaspara pasar la noche. Como ya es tarde nos damos prisa enpreparar una suculenta crema de zanahoria y un copiosoplato de pasta que me cuesta Dios y ayuda terminar. Sinduda, lo que necesitan los dos metros de Simon no es lomismo que lo que necesita mi metro setenta.

Con el estómago lleno nos metemos dentro de lossacos de dormir y me duermo en seguida pensando encómo será el día de mañana.

Con las primeras luces del día nos despertamos y nosdesayunamos con un vaso de té y un pancake. Hemossituado el pequeño campamento a pocos metros de laUmbwe Gate, a 1.500 metros de altura, rodeado de árbolescentenarios que se erigen como rascacielos hacia lasnubes. El suelo está húmedo y una densa vegetación baja,formada por helechos y otras especies de arbustos degrandes hojas, reposa sobre el barro. Es imposible salir delcamino.

Alrededor de las siete nos acercamos hasta la UmbweGate, donde nos esperan parte del equipo y los guardas delparque para filmar, dar testimonio del récord ycronometrar el tiempo.

El cielo se intuye despejado detrás de la fina capa denubes y desde Barranco nos confirman que divisan un granmar de nubes bajo mis pies y, además, me informan de que

Page 224: Correr O Morir - Kilian Jornet

la temperatura es buena y que en las altitudes superiores nohace mucho frío. Son muy buenas noticias, puesto que noes lo mismo intentar el récord en unas condicionesexcelentes y el suelo seco que bajo la lluvia, con el sueloresbaladizo y con el peligro que puede entrañar llegarempapado a 5.000 metros. Me siento las piernas frescas yestoy listo para iniciar la subida.

Lotta empieza la cuenta atrás a pocos segundos de lassiete de la mañana y al oír «uno» nos lanzamos Simon, queme acompañará un tramo del recorrido, y yo a granvelocidad por la pista que nos conducirá hasta el techoafricano a través de la selva. Me siento muy bien yaprovecho para dar grandes pero eficaces zancadas,evitando resbalar con el barro e impulsándome bien para notener que levantar mucho las piernas. Siento cómo sesincronizan la respiración, los pasos y las pulsaciones y micuerpo avanza por entre los árboles como un robot. Simonempieza a quedarse rezagado. Realmente me siento bien ypienso que debo aprovechar todo el tiempo que pueda ganarhasta los 4.000 metros, porque después, a pesar de la buenaaclimatación, no sé cómo va a responder mi cuerpo. Lapista se convierte en un estrecho camino que se vaempinando poco a poco y, entre raíces y escalones de roca,sube flanqueado por árboles viejos. En este tramo lahumedad es inmensa. Me recuerda la carrera del monteKinabalu, en Malasia, donde también hay una gran humedad.

Page 225: Correr O Morir - Kilian Jornet

El sudor empieza a resbalar por mi cara, pero me encuentrodemasiado bien como para aflojar el ritmo. Sigoacelerando y en poco más de una hora ya estoy en el primercampamento de altura, en Umbwe Cave, a 3.000 metros. Apartir de aquí la vegetación empieza a cambiar de formaespectacular, dejando atrás los altos y frondosos bosquespara llevarnos por una cresta rodeada de ramas de dosmetros de altura, de donde penden largas barbas de coloramarillo. Me parece estar corriendo por un paisaje de Elseñor de los anillos y no sería nada sorprendente que depronto apareciera de detrás de estos arbustos un elfosaltando. Cuando entre dos de las largas barbas se abre unagujero, se descubren bajo la cresta los magníficosbarrancos descendiendo hacia la llanura, rebosantes devegetación y árboles altos. Seguramente nunca nadie hahollado aquellos rincones, que parecen inaccesibles alhombre. Y en uno o dos instantes, en algún viraje delcamino, puede divisarse lejos, muy lejos y muy arriba, elpico del Kilimanjaro. Al contemplarlo por primera veztengo miedo; consulto el reloj y veo que es imposiblecoronarlo en cuatro horas. Está demasiado lejos,demasiado arriba, 4.000 metros por encima de mi cabeza.Pero el tiempo que llevo es bueno, muy bueno, corro pordebajo del récord y las piernas me permiten impulsarmecon facilidad en las cuestas pronunciadas. Vuelvo a centrarla mirada en los metros que preceden a mis pies y como un

Page 226: Correr O Morir - Kilian Jornet

robot acelero de nuevo para llegar a Barranco. Los arbustosbarbudos van desapareciendo y en su lugar se consolida unpaisaje mucho más árido, de rocas y gruesa arena volcánica,donde apenas viven algunas lobelias y grandes senecios.Llevo la música a todo trapo para no distraerme con elpaisaje o escuchando la naturaleza. Es realmente increíbley sería tan fácil quedarse embelesado impregnándose deesa naturaleza... REM, Manel, Blondie, Black eyed Peas ymuchos más me ayudan a aislarme un poco de estaatracción de la naturaleza y me permiten concentrarme enmi cuerpo y en los diez metros que tengo al frente. Es porello por lo que al girar alrededor de una torre de lava nooigo los gritos de aliento de Greg, que me está esperandocon una pequeña cámara para inmortalizar estos parajes.Empieza a acompañarme corriendo detrás de mí, pero yosigo acelerando, inmerso en la concentración sobre micuerpo, y unos minutos después estoy solo otra vez. Nohabía reparado en ello, pero ya me encuentro por encima delos 4.000 metros y todavía no he empezado a notar la faltade oxígeno. De hecho, puedo correr igual que si meencontrara a 2.000 metros. Eso debe de significar que laaclimatación llevada a cabo la semana anterior está dandosus frutos.

Y contento por constatar esto, me lanzo a granvelocidad por el camino rocoso que, planeando, meconduce a lo que ha sido mi hogar en la última semana,

Page 227: Correr O Morir - Kilian Jornet

Barranco Camp. Delante de mí se erige imponente la paredsomital del Kilimanjaro, 2.000 metros de roca vertical pordonde caen los ya escasos glaciares. Desde aquí de nuevome parece imposible llegar a la cima en tres horas y pico.El recorrido se apartará de la vía más directa para irbordeando por la izquierda estas murallas infranqueables ybuscar unas pendientes más suaves al norte. Al llegar alcampamento me espera Stephan con un bidón de agua, quevacío de un trago. He salido hace dos horas y cuarto ytodavía no había bebido nada. Eso sí, cada hora me tomabael equivalente a un gel energético. Sin perder muchotiempo sigo corriendo por el camino que se enfila entrepedregales en dirección a Lava Tower, un campamento deespectaculares vistas sobre el monte Meru, situado a 4.600metros, donde habíamos pasado una noche durante laaclimatación. Voy cruzándome con porteadores que bajandel campamento y todos me animan y aplauden a mi paso.Por lo que parece, a pesar de no haber cobertura telefónica,el boca-oreja es siempre una de las herramientas decomunicación más eficientes, y todo el mundo sabe quiénsoy y qué estoy intentando hoy.

Sigo un par de kilómetros por el camino y me desvío ala derecha bajo una cresta afilada de roca que me permitellegar a Glacier Camp, a 5.000 metros, sin necesidad depasar por Lava Tower, con lo que me ahorro unos diezminutos. El paisaje ha abandonado ya cualquier muestra de

Page 228: Correr O Morir - Kilian Jornet

vegetación. Aquí el camino se esculpe entre bloques deroca negra descompuesta y piedras marrones de todos lostamaños, desde una mesa de comedor hasta el polvo másfino. El camino de tierra fina hace pendiente y a cada pasomis pies resbalan unos 10 centímetros, hundiéndome entrelas rocas. Empieza a ser difícil avanzar y me percato de queya no estoy corriendo. Ahora mis pasos son más bienpesados. «¡No puede ser la falta de oxígeno!», pienso.«Hace dos días corría con facilidad por esta misma subida;¿por qué ahora me cuesta tanto?» Pero sin darleimportancia, hace tan solo tres horas estaba 3.000 metrosmás abajo, en medio de la selva, y mis pulmones erancapaces de coger todo el oxígeno que mis músculosnecesitaban. Me tomo un par de geles en pocos minutos,pero no puedo acelerar el ritmo. No, no es posible que seaun golpe de fatiga, no puede ser que se me hayan terminadolas fuerzas. Dentro de mí siento cómo los músculos soncapaces de bombear a gran velocidad y están esperandopara propulsarme de nuevo hacia delante. Me siento vacío,sin energía. Cuando llevo más de dos o tres minutos a unritmo alto, tengo que detenerme a respirar con vigor. Micabeza también surca aguas ignotas. No llega aconcentrarse, ni en mi cuerpo, ni en el ritmo ni en elpaisaje que lo rodea. Solo está deseando que se acabe estevacío. Solo está deseando pararse y tumbarse para reposar.Pero no, no puedo parar, el reloj sigue su avance

Page 229: Correr O Morir - Kilian Jornet

inexorable. Levanto la cabeza y con confianza y fuerzaarranco a correr con decisión, hasta que unos minutosdespués mi cabeza me obliga a apearme de nuevo. Noentiendo esta situación. Tengo fuerzas pero no puedosacarlas. Están atrapadas esperando a que se abra el grifo deenergía, que parece atascado. El tiempo corre a másvelocidad que nunca y los metros avanzan con mayorlentitud de la que han avanzado jamás. Pero poco a pocovoy subiendo por entre las paredes de roca inclinadas hastasalir al enorme cráter del volcán. Me encuentro ante uno delos paisajes más surrealistas que he contemplado en mivida. Se divisa una gran extensión de arena negra de lava,pero más fina que la del desierto del Sáhara, que, expuestaal calor del sol durante todo el día y al no tener ningúnobstáculo que le haga sombra, se mantiene a unatemperatura tan alta que al enterrar las manos en ella tienesla sensación de sumergirlas en agua hirviendo. Y porencima de este paisaje que podría ser de cualquier playa deun volcán caribeño, se levantan grandes bloques de hielo,como si fueran icebergs de cientos de metros que hanerrado el rumbo y han quedado embarrancados en algunaplaya. O quizás es la visión de lo que sucederá en un futurolejano en otras zonas del planeta, que hoy, más frías, creenestar a salvo de estas transformaciones.

El viento gélido que sopla al llegar al cráter medespierta y me permite ponerme a correr para atravesar

Page 230: Correr O Morir - Kilian Jornet

este desierto antes de llegar al último muro de laascensión. Las piernas recuperan su ligereza y parece queel oxígeno vuelve a circular en mi interior. Aprovecho paradar grandes zancadas y cruzar esta larga meseta y sonriendome digo que ya lo tengo, que ya he llegado.

Sin embargo, al llegar al muro de 200 metros que mesepara del Uhuru Peak, mis piernas vuelven a ganar alinstante cien kilos cada una y el grifo de la energía secierra de nuevo. Busco en mi iPod una canción que memotive y me dé fuerzas para este tramo. Encuentro una;comienzo a oír su ritmo electrificante, su voz y su letra seme cuelan en el alma para quitarme el peso que llevoencima y empiezo a correr. Parece que funciona. Subocorriendo entre la arena fina e incluso mis piernas soncapaces de correr hundiéndose a cada paso. Me siento denuevo con energía y veo la cima a tocar con la punta de losdedos. Pero a medida que van pasando los compases, micabeza vuelve a virar su rumbo y con él mis piernas vuelvena coger peso y a perder energía. Intento aguantar sindetenerme hasta el final de la canción, pero es más fuerteel cansancio que la voluntad y me siento en una roca areposar y a respirar con fuerza. Espero a que pase unacanción entera y me pongo a correr de nuevo, aunque enesta ocasión en seguida me pongo a andar dando largos ylentos pasos hasta llegar a la cresta somital, donde meespera Olivier. Me agacho en el suelo, escondo la cabeza

Page 231: Correr O Morir - Kilian Jornet

entre las manos y me duermo despierto, dejando mi menteen blanco durante unos segundos. Me despier- to enseguida. «¿Qué estás haciendo?», me pregunto. «¡Venga,incorpórate! Ya has llegado. En un minuto estarás en lacima y entonces habrá terminado el sufrimiento.» Melevanto, miro el reloj: cinco horas y veinte minutos.«¡Bien, bien!»; me digo. Me pongo a trotar suave, el terrenoes menos inclinado y me permite recuperar fuerzas a cadapaso y liberarme del peso que se pegaba a cada pierna y enpocos segundos ya soy capaz de acelerar para dar grandeszancadas y llegar rápidamente a la cumbre.

«¡Ya está! ¡Ya lo he hecho! ¡Por fin!», pienso en vozalta. Sé que en el descenso encontraré enseguida la forma ysi no surge ningún imprevisto debería batir el récord. Lomás duro ya ha pasado y ahora solo me queda disfrutar de labajada.

Me paro unos minutos en la cumbre para recobrarfuerzas bebiendo de una cantimplora de agua ycomiéndome las galletas que guardaban Sònia y Thierry.Sònia comprueba mi pulso y mi saturación de oxígeno en lasangre. Todo es correcto. Aprovecho para contemplar lasmagníficas vistas otra vez y, cuando ya me he recuperado yme parece que tengo la cabeza bien despejada, me levantopreparado para bajar sin detenerme hasta 4.500 metros másabajo. Grito un fuerte «Jambo» al viento para despedirmehasta la noche y empiezo a correr por los pedregales de

Page 232: Correr O Morir - Kilian Jornet

tierra fina que caen de la cima. Siento que mis piernas sonligeras, que mis reflejos son rápidos y que mis pies secolocan exactamente donde les ordena mi mente. «Hoy va aser un gran día», pienso. «Hoy va a ser una gran bajada.»Ahora no hay tiempo para sufrir, no hay tiempo ni paracorrer. Lo que tengo enfrente es tiempo para volar.

Y así, volando, empiezo a saltar entre grandes bloquesde piedra y a sortear los zigzags del camino. La velocidades alta, muy alta, y el barómetro desciende rápidamente. Enpoco más de un cuarto de hora he bajado ya 1.000 metrosde desnivel y, saltando entre las rocas de Barafu Camp,unos porteadores y guías me gritan asustados porque sepiensan que me estoy cayendo por los barrancos. Pero no,no me estoy cayendo, mis pies y mi cuerpo bailan con elterreno para adaptarse a sus formas y desplazarse lo másrápidamente posible, como una roca que se desprende de lacima y va saltando en busca del camino más directo. Sientoque tengo el control total de mis movimientos y disfrutocomo hacía mucho tiempo que no disfrutaba. Es como sipudiera flotar sobre el terreno, como si el terreno estuvieranevado y yo montara en los esquís. Como si fuera una pistaforestal y yo estuviera sobre los pedales de una bicicleta.No, el control es mayor. Puedo jugar con el terreno,engañarlo y hacerle creer que me voy a caer y milésimas desegundo antes de la caída levantar mi centro de gravedad ysaltar hacia otra dirección. La velocidad es alta a mi

Page 233: Correr O Morir - Kilian Jornet

alrededor, las rocas que desprenden mis pies me pasanfregando el oído, las piedras, los muros, la arena y lasplantas desfilan bajo mis pies. Pero es como si yo fueracapaz de detener el tiempo, de ponerme en una dimensióndonde todo transcurre lentamente y dispongo del tiemponecesario para esquivar cada piedra que quiere hacermecaer, para prepararme para amortiguar un salto o girar antesde que una rama me arañe todo el cuerpo. Es un baile entreyo y el terreno y vivo cada paso como si fuera el último. Elpaisaje cambia otra vez, al revés que durante el ascenso,pero en esta ocasión no tengo tiempo de apreciar cadanueva vegetación. En poco más de una hora me encuentroya en Milenium Camp, donde me esperan los porteadoresque han venido a ver cómo terminaba la tentativa. Los oigogritar de lejos, están felices de que todo salga bien y mealegro por ellos. Una polvareda anuncia mi entrada alcampamento, donde me detengo un momento para quitarmela arena que me ha entrado en las bambas. Los porteadoresme han preparado una suculenta crepe de mermelada paradarme fuerzas de cara al tramo final del descenso y nopuedo rehusar comer un buen pedazo. Pero no hay tiempoque perder y pocos segundos después estoy ya bailando conlas rocas y las lobelias que se interponen en mi camino.Sigo disfrutando de esta interminable bajada que desearíaque no se acabara nunca. De un terreno de grandespendientes de roca fragmentada paso a caminos rápidos de

Page 234: Correr O Morir - Kilian Jornet

grandes bloques de roca, a explanadas entre senecios ytorres de lava y a escaleras de roca y barro dentro delbosque. A partir del último campamento el camino setransforma en un continuo zigzag de escaleras embarradasde distinto tamaño. Mis pies saltan sus peldaños de dos endos o de tres en tres, siempre con un buen apoyo parapoder girar lo más rápido posible en cada curva, o paraadelantar a un grupo de alpinistas o de porteadores quebajan cansados en dirección a la civilización. Entre grandesárboles me dispongo a adelantar a un grupo por la derecha,me doy la vuelta para saludarles y desearles una buenabajada, cuando de pronto oigo mi pie impactando confuerza contra una raíz que permanece inmóvil en el suelo.Mi cuerpo sale disparado proyectándose hacia delante yaterrizo sobre mis manos y rodillas unos metros más allá.Me levanto a toda prisa, como si no hubiera pasado nada ymirando si alguien ha presenciado la caída. Evidentemente,el grupo al que estaba adelantando está detenido unosmetros detrás de mí y me pregunta si estoy bien.

«Ningún problema, estoy bien. Gracias», les respondomientras me pongo a correr de nuevo. El pie y la piernaderecha se me han quedado dormidos al golpear contra laraíz con ímpetu y me cuesta encontrar otra vez la seguridaden mis pasos. Aparte de algunos arañazos en las manos y uncorte algo profundo en la rodilla izquierda, no me haocurrido nada y considerando la velocidad a la que iba

Page 235: Correr O Morir - Kilian Jornet

puedo considerarme afortunado. Enseguida recupero elbuen ritmo y mis piernas vuelven a acelerar cuandoabandono el escalonado camino del bosque para llegar auna ancha pista forestal. De aquí hasta la puerta Mweka delparque me quedan unos quince minutos y empiezo aacelerar con todas mis fuerzas, dando pasos cada vez máslargos y cada vez más rápidos. Mis pies casi no tocan alsuelo. Solo las puntas de los dedos me sirven para impulsarmi cuerpo cada vez más adelante. Al cabo de poco empiezoya a oír ruido. Coches que llegan y se van, voces de gentegritando y de gente hablando, pasos arriba y abajo. Miro elreloj. «Siete horas y catorce minutos... Ya estoy llegando,un último esfuerzo», me digo mientras relanzo todavía másmis piernas y al girar la curva que tengo enfrente aparece aunos cien metros delante de mí la puerta de piedraindicándome la salida del parque. Y detrás de la puerta, meespera con emoción el resto del equipo que no ha subido ala montaña, mi padre, Simon, los guardas del parque yalgunos turistas, guías y porteadores que se han quedadopara verme llegar.

Al cruzar la puerta la emoción es inmensa, enorme,como si se tratara de una de las carreras más importantesde mi vida. Pero en esta ocasión la emoción no me lleva arememorar los momentos vividos durante el ascenso ydescenso del Kilimanjaro, no es la adrenalina y laexcitación de haber logrado batir el récord, sino que las

Page 236: Correr O Morir - Kilian Jornet

imágenes que acuden a mi mente son las vividas durantetoda la estancia en la montaña. Las conversaciones con losporteadores, las danzas de todas las tardes, la primera vezque subimos a la cumbre, las infusiones de jengibre... Yentre los brazos de Simon compruebo cómo cada uno delos miembros del equipo está reviviendo lo mismo. Porqueel récord lo bate una persona, pero lo consiguen todosaquellos que lo han vivido.

Y después de estos viajes y muchos más dando variasvueltas al mundo, por Japón, Malasia, Reunión, Argentina,Canadá..., lo que permanece no son los resultados ni losrecuerdos. Quedan las personas que he conocido a lo largodel camino y que, empapadas de sudor en la llegada de unacarrera, esperando en un control de dopaje, a la luz delfrontal en una tienda a 5.000 metros, en un santuario nipónentre bonsáis o alrededor de un fuego en un refugio depiedra, me han transmitido sus conocimientos y susexperiencias, y juntos hemos vivido los mismos paisajes ysentido las mismas emociones. Médicos, profesores yprofesoras, guías, porteadores, expresidiarios que se hanpuesto a correr, pescadores y cazadores, viajantes nómadas,ejecutivos de corbata enfundados en un pantalón corto rosa,blanco, negro, amarillo y rojo..., cuyas vivencias darían porlo menos para diez libros más. Las palabras que hanpronunciado o las emociones que hemos vivido juntos

Page 237: Correr O Morir - Kilian Jornet

quedarán mucho más grabadas en mi memoria que lasvictorias o los cronómetros.

Page 238: Correr O Morir - Kilian Jornet

9 - ¿EN QUÉ PIENSO CUANDOPIENSO EN CORRER?

Al otro lado de la ventana el paisaje discurredifuminado y permi- te que los ojos no se me claven en unaimagen concreta y mi mente quede libre para explorar mispensamientos. Estoy sentado en un asiento de terciopelo arayas amarillas y marrones, en el extremo de un vagón casivacío de un tren que me conduce al este.

Cuando los pensamientos navegan desorientados pormi cabeza sin hallar la salida, me pongo siempre a correr,para tener la mente más libre y verlo todo con más claridaddesde la distancia que te permite relativizar los problemas.Correr es la mejor forma de poner en orden las cosas deldía a día, de desconectar de la rutina y de resolver losproblemas que no alcanzo a ver aunque los tenga enfrente.En una ocasión me dijeron que para poder contemplar unamontaña y buscar el mejor camino para cruzarla no puedesestar en medio de la pared o a sus pies, porque las rocas,los espolones y los valles taparán los otros caminos. Debesalejarte de la montaña para poder contemplarla en suintegridad. Es por ello por lo que, para pensar en lo quepienso cuando pienso en correr, debo alejarme de laactividad, del sudor y del esfuerzo, así como de lasemociones que me mueven para seguir buscando aquel

Page 239: Correr O Morir - Kilian Jornet

paisaje.

Me paso toda la vida pensando en correr: antes dehacerlo, pienso en cómo correré; cuando corro, pienso encómo lo estoy haciendo, y después, pienso en cómo hecorrido. Intento controlarlo todo: las cargas deentrenamiento, si habrá sido excesivo o insuficiente ycuánto tiempo voy a necesitar para recuperar la salud, sihace demasiado frío y llegaré resfriado a la próximacarrera. También intento controlar mi vida afectiva: sipodré ver a mis amigos aquel fin de semana porque tengo ono una carrera, si la familia podrá escaparse para venir a lacarrera o si la cena familiar me irá bien para las caloríasque necesitaré el siguiente domingo. Intento controlar micuerpo, escuchar mis pulsaciones y modificarlas con mipensamiento; mi respiración, si es torácica o ventral; todosmis músculos están controlados conscientemente e inclusopuedo adaptar mi sueño en función de si necesito más omenos descanso. Durante la carrera, no hay nada fuera demi control; tengo grabado el recorrido en la cabeza,conozco a los rivales como si fueran mis hermanos y lassensaciones de mi cuerpo fluyen como si las teledirigiera.Pero nunca he de dejar de pensar que por muy controladoque lo tenga todo, por mucho que me parezca que no haynada que pueda escaparse de mi organización matemática,siempre surgirán imprevistos, obstáculos que sortear, y es

Page 240: Correr O Morir - Kilian Jornet

en estos momentos cuando todo el orden se va al garete,cuando debo ser muy reactivo, dejar que mi cuerpo se dejellevar por la intuición y, sin perder un segundo, buscar lasolución más rápida para poder reorganizarlo todo.

Nunca he mirado al pasado; de hecho, siempre hepensado que desde el momento en que llega algo, sea unproblema que nos hubiera gustado evitar o una alegría en laque nos quedaríamos toda la eternidad, forma parte ya denuestro pasado. Y a partir de ahí, no puedo quedarmepensando y lamentándome de lo que he hecho mal y de lodebería haber hecho, porque eso, por mucho que lo desee,no sucederá nunca y estos segundos, minutos u horasperdidos en la lamentación se pagan muy caros en unacompetición. La competición me ha enseñado a buscar lasolución más rápida para sortear un obstáculo, para afrontarotra vez el objetivo y dejar atrás el pasado.

Lo más difícil de controlar es, por supuesto, todo loque no podemos tocar, todo lo que es efímero y nopodemos manipular con nuestras propias manos. Nuncallegaremos a conocer completamente cómo funcionanuestro cerebro: por qué nos emocionamos por algunascosas y por qué nos angustiamos por otras. Y en el deporteel control mental es esencial para cosechar buenosresultados.

¿Cuántas personas dirán que son incapaces de dormir

Page 241: Correr O Morir - Kilian Jornet

la noche anterior a una carrera, que la angustia lescarcome? ¿Cuántas personas, en la línea de salida, nopodrán siquiera aguantarse las ganas de orinar debido a lonerviosos que están? ¿Cuántas personas durante una carrerase desmoralizarán ante el mínimo problema, porinsignificante que pueda parecer desde fuera? ¿O a cuántaspersonas se les caerá el mundo encima por un malresultado en una carrera en la que habían depositadograndes esperanzas?

Yo no creo que para relajar la mente tengamos quepasar necesariamente por el cuerpo, sino todo lo contrario.

Relativizar es la herramienta que me ha permitidoevitar todas esas preocupaciones. En el fondo, si lapreparación y los entrenamientos han sido buenos,tampoco hay que sufrir, debemos asumir que no vamos alograrlo. Cuando nos ponemos nerviosos, cuando se noscae el mundo encima, normalmente ya no hay nada que sepueda hacer, para bien o para mal, y entonces solo nosqueda el remedio de intentar dar lo mejor de nosotrosmismos y esperar a que la intuición nos lleve por la buenasenda. Y una carrera no deja de ser una carrera. Ante esaangustia nos debemos plantear si este problema, que ahoranos parece el fin del mundo, dentro de diez años loveremos igual o solo lo recordaremos como una anécdotadivertida. Está claro que se puede llegar a la relajación através del cuerpo: un trabajo de meditación, de yoga o de

Page 242: Correr O Morir - Kilian Jornet

respiración, salir a correr para desfogarnos o salir demarcha una noche servirán para alejarnosmomentáneamente de los problemas y verlos desde otraperspectiva. Pero ¿cuánto durará este aparente estado decalma? ¿Cuánto tardaremos en volver a la situaciónprecedente? Solo puede llegarse a un estado de relajación através de la conciencia, de tomar conciencia de nuestroestado y de visualizarlo desde lejos. No es un estado quetengamos que resolver para poder quitarnos un problema deencima, sino que debemos cambiar nuestro estadopermanente y la forma de ver la vida.

No obstante, esa no es la pregunta que nos hacemostodos los corredores y que nos formulan quienes no lo son.Esto solo es lo que pienso para correr más rápido, máslejos y durante más tiempo. Pero ¿por qué corro? ¿Por quéla competición me produce adicción? No lo sé, creo queno hay ningún motivo. Podría dar la excusa de que quierovolver a sentir la subida de endorfinas al cansarme, quenecesito volver a sentir la emoción al ganar una carrera o alcontemplar espléndidos paisajes. Podría decir que corropor el bienestar que me aporta, por salud o para poderdesconectar de los problemas. Podría ser para suprimiralgunas pulsiones reprimidas durante mi niñez o para lograrpertenecer a un grupo, para sentirme valioso en al- go.Quizás es para perseguir mi destino o para escapar de mis

Page 243: Correr O Morir - Kilian Jornet

miedos. Quizás es para reencontrar el entorno románticoque hemos perdido en nuestras actuales vidas o crearnosnuestra historia dramática y heroica, a imagen de lasleyendas medievales o bélicas, donde podemos ser elprotagonista y el héroe en un mundo en el que cada vezparece más difícil alcanzar la épica.

No, creo que corro simplemente porque me gusta,disfruto de cada instante y no tengo que pensar el porqué.Sé que al correr y esquiar todo mi cuerpo y mi menteentran en armonía y me permiten sentirme libre, para podervolar y expresarme con todas mis armas. La montaña es ellienzo en blanco y yo el pincel que dibuja sin seguirninguna norma. Correr es dejar que mi imaginacióndisponga del medio para expresarse e indagar en miinterior. Siempre he sido una persona creativa; hice mispinitos en la música tocando el violonchelo, pero nuncalogré romper la rigidez provocada por la mala técnica, elsentido del ritmo y el control de los códigos marcados. Laescritura me aportaba mayor libertad, al tener menosimpedimentos técnicos, pero no me dejaba transformar lasletras para explorar otras partes de mi imaginación. Con eldibujo logré llegar más lejos, pero nunca conseguí terminaruna obra, siempre me faltaba cerrarla, me encontrabalimitado por la técnica y el concepto que quería plasmar. Alfinal elegí el deporte, cuyo lienzo conocía a la perfección ycuyas técnicas dominaba para explorar los límites que me

Page 244: Correr O Morir - Kilian Jornet

permitía poner.Un gran atleta es aquel que aprovecha sus capacidades

genéticas para realizar un gran trabajo detrás, pero un atletaexcepcional será quien sea capaz de nadar entre las aguasde la complejidad y el de- sorden, haciendo fácil loaparentemente difícil, viendo orden dentro del desorden.Los individuos creativos buscan el desorden para poderexplorar todos los rincones que se imaginan más allá de lasfronteras de la conciencia, siguiendo las fuerzasirracionales que emanan de su interior y de lo que lesrodea.

Quizás corro porque necesito sentirme creador;necesito saber lo que hay dentro de mí y plasmarlo en algúnlugar del exterior. Podemos explorar nuestro interior ysaber de lo que somos capaces, pero necesitamosexteriorizarlo y verlo separado de nuestros cuerpos paracontemplarlo como espectadores, poder valorarlo ydetectar sus defectos para hacerlo mejor la próxima vez. Esel placer intrínseco de crear belleza y de ver que genera unafuerza de atracción a los espectadores.

Una carrera es como una obra de arte; es una creaciónque, a parte de la técnica y el trabajo, necesita de lainspiración para poder completarla con satisfacción. Ytambién es efímera, porque, como un mandala budista, sedisfruta durante su creación y en el momento más álgido,

Page 245: Correr O Morir - Kilian Jornet

en el punto en que ha alcanzado su perfección, de- saparecepara siempre y será imposible volver a crear la mismacarrera. Habrá carreras similares, reviviremos emocionesparejas y sentiremos sensaciones conocidas, pero nuncatendrá la misma forma porque la inspiración nos llevará aexplorar otras formas.

Desde el momento en que ya no existe y no podemossentirla, querrá decir que forma parte del pasado y, paravolver a sentir lo que hemos vivido o para recordar lo queha pasado, lo único que nos quedará será revivir aquellosmomentos. Y revivir una carrera, o lo que sea, significacambiar su código, traducirla e interpretarla, eliminandoaquello que no queremos recordar y remarcando lo quedeseamos enaltecer, para editar dentro de nuestra memoriala historia que contaremos más adelante. Y eso no significaborrar los malos momentos y exaltar los gloriosos; quizástodo lo contrario, pero en todo caso es deformar larealidad. ¿Y qué es real y qué es imaginario? ¿Qué parte delo que recordamos o incluso de lo que sentimos es soloparte de nuestros sueños? ¿Todas esas carreras y viajesllegaron a existir o son solo fruto de los caprichos de miimaginación? Las fotografías nos permiten saber que sí,que existieron, y los registros permitirán recordar dentrode cien años los tiempos que marqué. Pero lo que estabaviendo, lo que sentía, lo que me emocionaba, esto no lo voy

Page 246: Correr O Morir - Kilian Jornet

a saber nunca a ciencia cierta, ya que mis ojos no son comouna cámara fotográfica que se limita a impregnar loscolores en un papel, no, mis ojos ven lo que mi cerebro lesdeja ver y deforman la realidad en función de mi estado. YAlba, ¿llegó a existir? ¿O fue un oasis dentro de mi mentepara distraerme de la monotonía de los pasos durante laslargas travesías? No puede ser que sea solamente fruto demi imaginación. Yo me enamoré, sufrí y amé. Tenía que serreal. No obstante, pensándolo bien, también fui capaz dellorar y emocionarme cuando todavía faltaban más de doshoras para llegar al estadio de la Redoute durante laDiagonale des Fous, imaginándome lo que sentiría al cruzarla línea de meta. La emoción en aquellos momentos erareal, veía y oía a la gente alrededor de mí, veía la hierba delestadio, se me ponía la piel de gallina y lloraba por laemoción, pero aquella visión estaba desplazada en eltiempo, se- ría la que reviviría unas horas después al cruzar,ahora sí, con mis pies, el arco de la llegada.

¿Somos el contenido o el contenedor? ¿Somos huesosy carne o somos sentimientos y emociones? ¿Es másauténtica una montaña que recordamos por susdimensiones y su altitud o la imagen distorsionada que nostraen los sentimientos al pensar en ella? ¿Qué vida es másauténtica, la de nuestro cuerpo o la de nuestra mente? Aveces pienso que tenemos dos vidas paralelas que vanretroalimentándose, pero seguramente solo podremos vivir

Page 247: Correr O Morir - Kilian Jornet

una, que es la que va flirteando entre ambas. En el fondo, enla vida solo nos queda lo vivido, lo que recordamos paravolver a emocionarnos reviviéndolo, y no importa si enalgún momento se deformó. La felicidad es el objetivo decualquier ser humano y llegará a ella a través de lasemociones que sentimos, a través de pequeños placeres, degrandes conquistas, de emociones fuertes, de amores y desuperación, sean vividos por nuestro cuerpo, por nuestraimaginación o reformulados por nuestra memoria.

Sin equipaje me apeo del tren. Afuera está cayendouna fina cortina de lluvia, pero en el cielo se intuye que elsol brilla por encima de las nubes. Cruzo las vías con eltren alejándose sin hacer ruido y enfilo un camino queserpentea entre los árboles y me guarece de la llovizna. Elsol empieza a iluminar la hierba y las piedras bajo mis pies,que poco a poco van adquiriendo un color vivo, amarillo,brillante. Las gotas, cada vez más escasas, repican en micara y mis piernas con tímida fuerza y la camiseta y elpantalón ganan peso. A cada paso siento cómo el agua semueve arriba y abajo dentro de mis bambas, pero eso no mefrena, ahora me impulsa, me hace correr más rápido, saltarmás alto. Canto, grito con todas mis fuerzas hacia el cielo.Soy feliz, nadie sería capaz de desdibujarme la sonrisa de lacara. Subo y bajo sin parar hasta detenerme al llegar a unameseta, desprotegido de los árboles. Extiendo los brazos y

Page 248: Correr O Morir - Kilian Jornet

levanto la cara hacia el cielo con los ojos cerrados, dejandoque la llovizna me moje la cara y el viento intenteinútilmente secar las gotas que se escurren hacia abajo.Respiro con vigor y arranco otra vez a correr, saltando ycorriendo más arriba y cada vez más deprisa. No existeninguna frontera, ningún límite, ahora no hay nada quepueda detenerme. Huelo el suelo, siento la hierba mojada,la primavera, olor a tierra fuerte, con un inconfundiblearoma de vida. Soy feliz. Me paro un momento a descansarcon las manos encima de las rodillas, pero ya no noto elcansancio. He descubierto que no persigo a nadie y nadieme persigue. La felicidad no era un destino, sino el caminopor seguir y pierdo el tiempo en este camino, posponiendosu inevitable final. La piel fría, el cuerpo caliente y losresoplidos del esfuerzo me rejuvenecen. El cuerpo vuelve aacelerarse, el aire que espiro de los pulmones corta denuevo el frío y mis huellas se alejan entre los valles.

Page 249: Correr O Morir - Kilian Jornet

Agradecimientos

A Jordi Canals, a Joan Solà, a mi familia y a misamigos por creer en mí desde el primer momento yayudarme a alcanzar mis sueños.

A la editorial Ara Llibres, por darme esta oportunidadúnica y ayudarme en todo lo que he necesitado.

Page 250: Correr O Morir - Kilian Jornet
Page 251: Correr O Morir - Kilian Jornet

El Breithorn (4.164 metros) fue mi primer cuatro mil.Lo ascendí a los siete años, con mi hermana, Naila, de seis.

Page 252: Correr O Morir - Kilian Jornet
Page 253: Correr O Morir - Kilian Jornet

Una de las primeras carreras de mi vida, la MarxaPirineu. Es una carrera de 12 kilómetros que hiceacompañado de mi madre. Contaba tres años.

Page 254: Correr O Morir - Kilian Jornet

Improvisar es la clave de muchos éxitos. Durante latravesía de los Pirineos tuvimos que ir buscando rutasalternativas para sobreponernos al mal tiempo, la nieve...

Page 255: Correr O Morir - Kilian Jornet

Controlarlo todo, tener todo el material listo... Latarde antes de la Western States 100, preparando todas lasbebidas que al final no ingerí.

Page 256: Correr O Morir - Kilian Jornet

Hay que perder el mínimo tiempo posible y ser elmáximo de eficiente en las paradas. En Kingsbury South,durante la Tahoe Rim Trail, Sònia me cura las ampollasmientras como un plato de pasta, me lavo los pies paraseguir y me explican el recorrido que seguiremos a

Page 257: Correr O Morir - Kilian Jornet

continuación.

Page 258: Correr O Morir - Kilian Jornet

Correr acompañado es una ayuda de gran importanciadurante las largas travesías como la Tahoe Rim Trail(California, EE. UU.).

Page 259: Correr O Morir - Kilian Jornet

A veces te duermes corriendo e intentas seguir.Haciendo una corta noche de una hora durante la TRT.

Page 260: Correr O Morir - Kilian Jornet

A unos cincuenta kilómetros de llegar al mar,empezaron a salirme todos los males. Lotta y Sònia mecuran los pies mientras como para recuperar las últimasfuerzas. El viaje todavía sería largo.

Page 261: Correr O Morir - Kilian Jornet

Después de los ocho días más intensos de mi vida,todas las emociones estallan al bañarme en elMediterráneo con mi madre.

Page 262: Correr O Morir - Kilian Jornet

El esquí de montaña nos permite disfrutar devertiginosos paisajes e increíbles vistas, como durante laPierra Menta, con Florent Troillet.

Page 263: Correr O Morir - Kilian Jornet

Uno de los momentos más emotivos, al proclamarmecampeón del mundo después de una carrera de gran dureza.En las lágrimas de los ojos se resumen todos los días yhoras dedicados a conseguirlo.

Page 264: Correr O Morir - Kilian Jornet

La tenue luz de un frontal es la única compañeradurante las largas horas de noche de la UTMB.

Page 265: Correr O Morir - Kilian Jornet

Al cortar la cinta de la línea de meta se rememorantodos los momentos, emociones y sufrimientos vividosdurante toda la carrera y estallan en unos pocos segundosde felicidad sin parangón.

Page 266: Correr O Morir - Kilian Jornet

Correr por la montaña te permite danzar con sugeografía, leer el terreno y unirte a sus formas. En estecaso, el glaciar de la Mer de Glace.

Page 267: Correr O Morir - Kilian Jornet

Durante la ascensión al Kilimanjaro podía sentirse elespíritu de la gran montaña africana a través del aire, elpolvo, la luz y la roca.

Page 268: Correr O Morir - Kilian Jornet

En la vida cada uno elige un camino. Una vez elegido,hay que continuar por él con seguridad. Uno de los lugaresmás espectaculares del mundo, en la Tête aux Vents,durante mi primera UTMB.

Page 269: Correr O Morir - Kilian Jornet

Por qué corremos? Esa es la cuestión que nosplantean aquellas personas que no corren, pero sobre todoes lo que nos preguntamos nosotros mismos todas lasnoches antes de dormirnos.

Page 270: Correr O Morir - Kilian Jornet

Table of ContentsManifiesto del skyrunner1 - ¿QUÉ QUIERES SER DE MAYOR?2 - LA ADRENALINA DEL DORSAL3 - NO SOLO COMPETICIÓN4 - LA CIUDAD DEL VIENTO5 - ENTRE AGUAS6 - LA VICTORIA DE LOS SENTIDOS7 - CORRER LEJOS PARA ENCONTRARSE A UNO

MISMO8 - UNA CUMBRE SE CORONA CUANDO HEMOS

LOGRADO BAJAR DE ELLA9 - ¿EN QUÉ PIENSO CUANDO PIENSO EN CORRER?Agradecimientos

Page 271: Correr O Morir - Kilian Jornet

Table of ContentsManifiesto del skyrunner1 - ¿QUÉ QUIERES SER DE MAYOR?2 - LA ADRENALINA DEL DORSAL3 - NO SOLO COMPETICIÓN4 - LA CIUDAD DEL VIENTO5 - ENTRE AGUAS6 - LA VICTORIA DE LOS SENTIDOS7 - CORRER LEJOS PARA ENCONTRARSE A UNO

MISMO8 - UNA CUMBRE SE CORONA CUANDO HEMOS

LOGRADO BAJAR DE ELLA9 - ¿EN QUÉ PIENSO CUANDO PIENSO EN CORRER?Agradecimientos