Cuento Final Marcelo

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I. Corrección cuento clásico Ella lo pensó y se fue. Él jamás pudo imaginarlo. Todos esos momentos compartidos se esfumaron en Abril. Cuando Armando, por todos los medios trató de conseguir una conversación con Belinda, está siempre ponía excusas. Sin embargo, no todas esas palabras eran verdaderas. Lo cierto fue que durante aquella noche, Belinda y Carlos compartieron una fiesta juntos, y luego de haber bebido, se escabulleron al departamento donde ambos sellaron la traición. Una llamada en el celular de Armando anunciaba a Belinda, éste agitado al pensar lo peor, contestó: - ¿Dónde estás? Ella con voz muy seria respondió: - “...Estación Quinta Normal, juntémonos en el parque, tenemos que conversar…” Dieron las cinco de la tarde y cuando por fin se vieron las caras, Belinda le contó lo sucedido aquella noche con Carlos. Fue después de oír la historia que Armando, a quien no le quedaba corazón, la perdonó y sólo le pidió un beso de despedida. Desde aquel episodio las cosas fueron de mal en peor para Armando. Resultaba que en su mente había idealizado todo su futuro junto a Belinda, pero al recordar que esta lo había engañado, volvió sobre él un infierno en donde el cuerpo de su amada era disfrutado por otro hombre, y ella lo consentía con palabras de amor y deseo. Esos recuerdos jamás salieron de su cabeza y en momentos de le hacían caer en una breve

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CUENTO

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I. Corrección cuento clásico

Ella lo pensó y se fue. Él jamás pudo imaginarlo. Todos esos momentos compartidos se

esfumaron en Abril. Cuando Armando, por todos los medios trató de conseguir una

conversación con Belinda, está siempre ponía excusas. Sin embargo, no todas esas palabras

eran verdaderas. Lo cierto fue que durante aquella noche, Belinda y Carlos compartieron una

fiesta juntos, y luego de haber bebido, se escabulleron al departamento donde ambos sellaron

la traición.

Una llamada en el celular de Armando anunciaba a Belinda, éste agitado al pensar lo peor,

contestó: - ¿Dónde estás? Ella con voz muy seria respondió: - “...Estación Quinta Normal,

juntémonos en el parque, tenemos que conversar…”

Dieron las cinco de la tarde y cuando por fin se vieron las caras, Belinda le contó lo sucedido

aquella noche con Carlos. Fue después de oír la historia que Armando, a quien no le quedaba

corazón, la perdonó y sólo le pidió un beso de despedida.

Desde aquel episodio las cosas fueron de mal en peor para Armando. Resultaba que en su

mente había idealizado todo su futuro junto a Belinda, pero al recordar que esta lo había

engañado, volvió sobre él un infierno en donde el cuerpo de su amada era disfrutado por otro

hombre, y ella lo consentía con palabras de amor y deseo. Esos recuerdos jamás salieron de

su cabeza y en momentos de le hacían caer en una breve desesperación que se manifestaba en

una risa espontanea muy llamativa.

En la capital cada día era más frío. Los termómetros alcanzaron una máxima de diez grados y

la mínima era de menos cuatro. Así las cosas, el gobierno evaluaba seriamente prevenir las

enfermedades de los ancianos, pues por cómo iba el clima, seguro que moría un cinco por

ciento de la población. Al pensar en estas cosas, Armando soltaba una tímida carcajada que le

recordaba que después de todo se podía sonreír, pero estaba volviéndose una persona

introvertida, más no le interesaba, siempre decía “una persona no podía ir por la vida

burlándose de las cosas”. Así, volvía, pensaba y reflexionaba sobre su historia con Belinda,

reconociendo algo de amargura cotidiana por culpa del desamor.

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Eran las ocho de la noche y Armando salía de su trabajo sin esperanzas. Compartía siempre

con adultos mucho mayores que él y las demás compañeras eran lo suficientemente

desagradables como para pensar en alguna distracción pasajera. Sin embargo, sus ganas de

salir del molde tradicional de las cosas lo motivaban a cambiar; quería salir, quería vivir algo

nuevo, lo necesitaba.

Dieron las ocho y media y recibió una llamada, era Miguel, un viejo amigo del liceo

Lastarria que le decía: “¡Armando, tanto tiempo viejo amigo! ¿Qué te parece si nos vamos

esta noche a recorrer el barrio Brasil? me gustaría que saliéramos a conocer unas

muchachas”. Después de escuchar estas palabras, Armando soltó una risa discreta que le

rememoró su problema, pero ya estaba pasando a ser un breve motivo para escapar, ya que

solo por esa noche podría borrar su memoria con alcohol; y ante la invitación respondió:

“Está bien Miguel, yo también quiero verte, juntémonos en el metro Los Héroes a las diez;

pasaré a comer algo, te espero”.

Armando logró llegar a la estación y se percató de que un vagabundo armó un escándalo al

discutir con un hombre cojo que llegó a ocupar el lugar donde él podía ganar un poco de

dinero. Al verlos, Armando volvió a reír. Se dio cuenta de que era algo natural y que los

tiempos no estaban para melancolías y pensamientos oscuros. Sin embargo, las cosas

empeoraron cuando el vago le propinó unos golpes para robarle su dinero. Al ver que la pelea

terminó llamando la atención de la policía, Armando prefirió salir del lugar. Pero cuando se

alejó, algo en el discurso de los vagos quedó dando vueltas en su cabeza. Sucedió que

mientras él cojo recibía los golpes, el vago le decía: ¡Por eso el mundo está así, y nunca

nadie toma en cuenta a nadie! Por gente que no respeta los espacios de la gente y cree que

por respirar se merecen la compasión del mundo. ¡Por eso es que te golpeo, porque no te

compadezco cojo hijo de puta! Al contemplar aquello, comprendió que el mundo está loco y

reflexionó: “más vale comenzar a vivir, porque no se sabe cuándo alguien puede ocupar el

lugar del otro”.

Dieron las diez y media, y Miguel asomó su presencia a la salida del Metro los Héroes.

¡Miguel! gritó Armando para poder llamar su atención. Después de reconocerse, ambos

decidieron seguir por la Alameda hasta llegar a la calle Brasil, donde se hallaba el lugar

preferido de los dos. Armando, supe que lo tuyo con Belinda término -balbuceó Miguel,

botando el humo de su cigarrillo- Por eso no creo en las relaciones amorosas. Todas son

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unas sueltas, pero ¿Por qué terminaron? Al recordar, la cara de Armando se volvió sombría

y comenzó a evaluar decir cualquier excusa con tal de no volver a explicar la situación, así

comenzó todo.

Al escuchar sobre el engaño, Miguel se exasperó y concluyó la invitación anunciando ¡Solo

por esta noche nos volveremos locos y le pagaremos al mundo con la misma moneda!

Armando sabía que su amigo estaba pasando por algo similar y se sentía a gusto

compartiendo con alguien que comprendía su situación.

Dieron las doce de la noche y ambos hombres se dirigieron al “Bar Remolienda”, allí

pidieron una par de botellas de vino y bebieron hasta emborracharse. En un momento,

Armando comenzó a recordar los sucesos que le habían distanciado de Belinda, pero la

neurosis que lo atacaba exaltó su corazón y se levantó abruptamente de la mesa para dirigirse

al baño. Una vez dentro del espacio, comenzó a pronunciar palabras en tono de rabia y

pereza. Los efectos del alcohol estaban haciendo estragos en su estómago y volviendo su

cabeza hacia lavamanos vomitó tanto, que al rato sintió que se recuperaba.

Al salir del baño vio a su amigo conversando con una mujer que trabajaba en el lugar. Se les

veía muy contentos, aunque Miguel no disimulaba su estado de ebriedad. Al llegar a la mesa,

Armando saludó a la invitada y luego de comer algo retomó el diálogo.

¿Cómo te llamas? le preguntó la chica. Mi nombre es Armando, respondió. Enseguida ella

con voz risueña replicó: ¿Armando alboroto? ¡No, no! soy Armando Espoz y estoy buscando

algo mejor que esto. Vamos a recorrer el barrio en busca de más alcohol. Al oír este

discurso, el trío se levantó del lugar y entre bebidas y marihuana, se adentraron en la bohemia

de la capital. Miguel trataba de hacer lo suyo con Alicia, Sin embargo, ella era demasiada

dama como para caer en las patrañas del hombre. No obstante, faltaba Armando.

Al reconocer que la noche estaba para disfrutarla en compañía de un buen grupo, juntos

emprendieron rumbo al “Bar 20 Leguas” y allí exigieron una porción grande de comida

rápida acompañada de unas cervezas. Repuestos los ánimos, todo se volvió fiesta. Los tres

personajes se presentaron en la pista de baile y entre todo el túmulto de gente dieron rienda

suelta a sus antojos.

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Cuando Armando decidió acercarse a las demás personas en el bar, pudo darse cuenta de que

ya estaba muy ebrio, pero el alcohol parecía darle seguridad y ya no le importó nada, Miguel

lo miraba desde lejos, mas logró percatarse de que su presencia llamó la atención de una

mujer en la barra. Fue en ese momento cuando ella se le acercó a Armando pidiendo fuego

para prender un cigarro muy particular, ¿De dónde eres? Le preguntó. Armando, algo

emocionado por el contexto, se dejó seducir y tratando de parecer lúcido respondió: - yo vivo

aquí en Estación Central y tú ¿De dónde eres? la mujer algo excitada por el ambiente de la

fiesta, le contestó: -vivo en Baquedano, somos vecinos, A continuación, los dos pidieron una

cerveza, y la mujer jaló a Armando hacía la pista de Baile.

Cuando dieron las seis de la mañana, Miguel y Alicia parecían haberse conocido de toda la

vida. Entre ellos fluía una conversación muy amena que extrañamente se mezclaban con

abrazos y caricias que daban paso a unos besos y pronunciaciones que escapan de la

compresión de los espectadores. Mientras tanto, Armando y la mujer que conoció en el bar

hacían lo suyo en la escalera del metro. Por fin el hombre penetraba en la esencia de la mujer,

simplemente por el deseo de ultrajarla y devolverla sana para poder justificar una relación

pasajera. Pero la calle no era apta para la intimidad, por eso recibió una propuesta de su

nueva amiga que lo invitaba a terminar la noche en su departamento. Armando

inmediatamente se animó y revisando sus bolsillos encontró los últimos billetes para pagar el

taxi que lo llevaría hasta la habitación de la mujer.

Miguel y Alicia desaparecieron, y la mujer pronunció: - miguel lo volvió a hacer. Al llegar al

departamento, Armando le preguntó por un detalle que nunca mencionó: ¿Cuál es tu

nombre? le dijo.” Fernanda.-respondió- Este es mi departamento. Vivo con mis compañeros,

pero ya se fueron y me dejaron sola. Desde hace mucho tiempo que estoy sola y creo que es

mejor conocer gente que haga compañía”. Armando, al escuchar estas palabras, se sintió

bienvenido. Sin embargo, no dejaba de asaltarlo una duda. En el living de la muchacha había

una fotografía en donde dos personas la abrazaban y un hombre le entregaba un añillo, pero

en la imagen no se distinguía el rostro de ninguno, aunque podía reconocerse que se trataba

de un hombre y una mujer. Armando preguntó ¿Por qué me dices que estas sola, si estas

comprometida? Al escuchar esto la mujer se abalanzó sobre su cuerpo y besándolo en el

cuello comenzó a decirle: “no estoy sola estoy contigo”. Luego de aquello sellaron la noche

en el dormitorio de la mujer, dejando de lado las preocupaciones y prejuicios.

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A la mañana siguiente, Armando despertó solo en el dormitorio. Todo estaba revuelto y vio

frente a él un espejo donde figuraban unos escritos con lápiz labial de labial que decían: “él

mundo sin locuras sería un mundo de locos”. Enseguida se levantó expectante y encontró a

la mujer en ropa interior fumandose un cigarrillo en el balcón. ¿Qué hora es? le preguntó. Es

la hora de volver a la cama, respondió ella. Algo preocupado por la situación, Armando,

pensó que algo no andaba bien y logró escabullirse para disponerse a salir. Pero, la puerta

estaba cerrada y ella parecía no querer abrirla.

La mujer se lanzó sobre Armando, pero esta vez él trató de esquivarla, pues las cosas debían

terminar aquella mañana. Mientras tanto, las palabras fueron subiendo de tono y todo se

volvió una discusión. Fue durante este episodio que Armando la golpeó. Desesperado por el

suceso se paró frente al espejo y recordó las palabras del vagabundo: ¡por eso el mundo está

así!, y nunca nadie toma en cuenta a nadie. por gente que no respeta los espacios de la gente

y cree que por respirar se merecen la compasión del mundo. Por eso es que te golpeo,

porque no te compadezco. Nuevamente su memoria lo traicionaba y le hacían sentir el pánico

del desamor y estas palabras eran la justificación perfecta para su caso. Sin embargo, la

angustia lo envolvía al ver a la mujer inconsciente en el suelo. Tratando de recapacitar, se

acercó a revisarla, y al comprobar que el golpe la dejó inconsciente planeó ayudarla. Fue ahí

cuando decidió colocarla en la cama. Al hacerlo, reconoció que volvían sobre ella algunos

signos vitales.

Cuando Fernanda volvió a ver la imagen de Arrnado, le mencionó: “sabes que esta noche hay

eclipse de luna”. Él se quedó estupefacto y enseguida le respondió: “no lo sabía, no te

esfuerces por favor, acaba de suceder algo muy grave”. Ella comenzó a sentir los dolores del

golpe en su cabeza. No obstante, le solicitó al hombre que le hiciera compañía mientras se

recuperaba, Armando volvió a sentir esa paz de bienvenida, se sentó en el suelo y junto a la

cama pudo reconocer una fotografía de Belinda, Carlos y Miguel recostados en el Parque

Forestal acompañando a Fernanda. Al ver la escena en el papel, quedó petrificado ¿Qué

haces con esa fotografía? ¿Los conoces? Fue en aquel momento que la muchacha, haciendo

uso de sus fuerzas, tomó una caja que había en su escritorio, sacó de ahí las cartas que Carlos

alguna vez le escribió confesándole su amor y agregó: “Sin embargo, las vueltas del destino

hicieron que Carlos y Belinda terminaran en la cama”. Fue después de este episodio que

Fernanda y Armando comprendieron que el mundo es muy pequeño y que no podían ahogar

sus frustraciones exigiendo amor, así resolvieron de una vez por todas borrar ese pasado

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melancólico que atormentaba su nuevo amor. Esa noche los tres cuerpos celestes estaban

alienados y en el departamento se creó la atmósfera perfecta que dio paso al olvido de una

antigua relación desde el quinto piso, en donde dos cuerpos abrazados saltaron al vacío como

símbolo de que un amor pasajero, que ahogado por la incertidumbre, fue el último.

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II. Cuento moderno sin final sorpresivo y con dato escondido. Con dos historias

más referencias sensitivas.

La búsquedaPor: Felipe Urra

Un día Roberto se despertó adolorido por los golpes que le propinó su tía. Recordó que todo

había sucedido porque ensució sus zapatos y no había dinero para comprar unos nuevos. En

ocasiones su tía se emborrachaba y no tenía criterio con él; hace nueve años que vivían juntos

porque su padre biológico lo dejó en manos de su única hermana para poder buscar nuevas

oportunidades. Pero ésta era una mujer tosca. No salía de su casa sin un pañuelo en su cabeza

y siempre andaba despeinada; se ganaba la vida vendiendo globos en el parque junto a

Roberto, el único niño de la casa.

Esa mañana el muchacho tenía que asistir a la Primera Escuela rural de la zona, y para no

recibir nuevamente los golpes de su tía, decidió ir por el camino sin zapatos. Cuando llegó a

la sala, todos sus compañeros se burlaron de él porque llevaba los pies sucios y traía los

zapatos en la mano; al verlos, Roberto armó un gran escándalo, pues se sintió avergonzado, y

escapó de la escuela para irse a jugar al campo.

Corrió tanto, que nadie pudo alcanzarlo y se alejó del lugar para llegar a una pradera que

nunca antes había visto. Allí pudo estar tranquilo y pasear por los verdes montes del lugar

apreciando la maravilla del paisaje. Pero la tarde avanzaba, y era tiempo de volver. Sabía que

su tía estaría buscándolo y que no se salvaría por haber escapado de la escuela. Sin embargo,

camino al pueblo, su cuerpo se estremeció al verla con otro hombre. Enseguida se escabulló

entre los matorrales y pudo ver como él hombre recibía dinero y se burlaba de la mujer

empujándola al suelo.

Al ver la escena, Roberto irrumpió de entre los matorrales con una lluvia de piedras contra el

hombre, pero éste, muy alerta, se acercó al muchacho. Ante la desesperación, la mujer

suplicaba que lo dejara tranquilo, que no le hiciera nada, que se llevara el dinero.

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Roberto si entender, se zafó de las manos del hombre y se acercó a su tía para ayudarla.

Cuando por fin se sintió satisfecho, el sujeto se fue mencionando las siguientes palabras:

“deberías aprender a leer muchacho”.

Después del suceso, la mujer y el niño se levantaron del lugar. Enseguida ella reprobó la

actitud de Roberto y cuando llegó a su casa desquitó todas sus frustraciones con el niño. El

pequeño quedó abatido, con ganas de no estar allí. De correr y de volver a la pradera donde

podía ser libre.

Esa noche, la mujer salió a comprar alcohol y dejó a un vago a cargo del muchacho. Roberto,

quien era un niño muy tímido, se escondió en el dormitorio de su tía para no ser visto por este

señor. Estando en el lugar, abrió un baúl que se encontraba a los pies de la cama matrimonial.

En él había muchas cajas de cartón que contenían cartas escritas a mano con muchos colores

y dibujos que mostraban una casa todo sellado en sobres con billetes en su interior. Al

percatarse del dinero, Roberto tomó tres sobres y los guardó entre sus pantalones para luego

escabullirse bajo la cama.

En un minuto, la puerta del dormitorio se abrió y pronto se asomaron los zapatos del señor

que estaba cuidándolo. Durante unos segundos, rondó la pieza y pronto su rostro apareció

frente al de Roberto. En ese momento, el sujeto tomó al pequeño de la cabeza y lo arrastró

hacia la pared para sujetarlo de la espalda. Pronto el muchacho había caído en las manos de

un demente, pero su astucia le permitió morderlo y pudo correr a la entrada del domicilio.

Enseguida, el hombre desesperado corrió por el niño, pero este logró evadirlo y pudo llegar al

mercado, en donde se perdió entre la multitud.

Como pudo llegó al puesto de una mujer que vendía frutas y resolvió esconderse bajo los

tablones donde se exhibían las mercaderías. Al percatarse de lo sucedido, la mujer le

preguntó qué estaba haciendo ahí, y donde estaban sus padres. Pero el muchacho volvió a

correr y no se dio cuenta cuando al cruzar fue impactado por una camioneta.

Un silencio rotundo se escuchó en el mercado.

Todos los espectadores acudieron en ayuda del muchacho, pero había un hombre que estaba

mucho más preocupado. Dijo ser el padre del niño y lo llevó al hospital más cercano. Cuando

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Roberto despertó no reconocía su nombre, había perdido la memoria y al ver que la única

persona a su lado era este señor, asumió que debía ser parte de su familia.

Pasó un año y en el pueblo nadie supo realmente lo que había sucedido con Roberto. Se acusó

al hombre que esa noche lo cuidaba, de haber asesinado al pequeño y esconder su cuerpo.

Mientras la tía, estaba detenida por denuncias sobre abusos contra menores y enfrentaba

cargos por la desaparición del muchacho.

Sin embargo Roberto crecía en otra región. Desde el accidente, su tutor decidió viajar a

Concepción. Este señor era el que extorsionaba a la tía del pequeño, su esposo. Él tuvo una

relación con aquella mujer, pero ésta terminó abruptamente cuando ella se volvió alcohólica

al no poder tener hijos. Después de un tiempo, ambos, acudieron en ayuda del hermano de

ella y aceptaron cuidar al pequeño Roberto, mientras éste viajaba a Argentina en busca de

mejores oportunidades. No obstante, las cosas no fueron muy bien para la pareja. Sucedió que

la mujer se obsesionó con la maternidad y dejó de lado la relación con el hombre. Luego de

un tiempo, ella no salía de la casa por cuidar al bebé, cuestión que le costó la relación, pues al

cabo de unos años ellos se separaron.

Más quedó una cuestión que resolver, ¿Qué sucedería con Roberto?

Finalmente todo quedó en manos de la mujer. Con el tiempo su relación degeneró en odios

mutuos por no poder formar una familia y ella comenzó a beber más de lo normal. Abandonó

todo y comenzó a desquitarse con Roberto por su desventura. Después de aquella relación el

hombre ya no volvió a ser el mismo, se volvió celoso y decidió vivir extorsionando a la

mujer, poniendo como excusa el hecho de que sí ella no accedía a darle un dinero cada cierto

tiempo, él la denunciaría y le quitaría al niño por abuso de menores. Él trato quedó sellado,

pero gracias a las vueltas de la vida, el muchacho había regresado a las manos de este hombre

quién no escatimaba en aprovecharse de la situación.

Cuando el muchacho cumplió diez años de edad ya había desarrollado un gusto por la

literatura, aunque los únicos textos que conocía eran los diarios viejos que reciclaba junto a

su padre para ganarse la vida. Desde que llegó al lado de este hombre, su vida se tornó más

laboriosa, y aunque tenía algunas libertades, siempre se vio sometido a la violencia de este

señor. Un día de lluvia la situación no dio para más. En la casa no había para comer y el

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sujeto hacía tres días que no paraba de beber. Cuando se acabó la bebida éste le exigió a

Roberto que fuera a vender unos artículos de cobre y otras cosas, para comprar más alcohol.

Así lo hecho de la casa, quedando el muchacho expuesto a la lluvia, cuando éste se esmeraba

por llegar a lugar para vender los artículos y comprar un poco de pan. Al regresar a su hogar

le dio el vuelto a su padre y éste, al ver la miseria que habían logrado, se desquitó con el niño

golpeándolo hasta dejarlo inconsciente.

Pasaron cuatro horas hasta que Roberto pudo volver en sí. Esta vez estaba en la cocina,

aturdido y muy débil. Con todas sus fuerzas logró levantarse del suelo y pudo divisar que en

el lugar ya no había nadie. Se fue hacia el mueble donde guardaban las bebidas para revisar

unas cajas, en donde encontró una botella y unas salchichas. Cocinó y se dispuso a dormir

escondiéndose bajo la cama de su dormitorio.

Al día siguiente, adolorido y con hambre, se percató de que seguía solo. A su alrededor no

habían más que basura para reciclar. Se levantó y buscó dinero en los viejos bolsos de su

padre y entre los bolsillos hayo tres sobres.

Al abrir uno de ellos se encontró veinte mil pesos y una carta que decía:

Amado Roberto:

Te escribo desde Buenos Aires para contarte que pronto estaremos juntos. He

encontrado el trabajo que nos permitirá salir adelante. Ansió verte para contarte las

cosas que hay aquí. Te extraño. Espero que este dinero les sirva a tu tía y a ti.

Cuando el muchacho se detuvo a apreciar la cantidad de colores en los dibujos de la carta,

recordó que alguna vez estuvo en una pradera y guardó estos dibujos entre sus pantalones.

Pero antes de que pudiera sacar cualquier conclusión, la figura de su padre se asomó frente su

rostro. ¿Recuerdas quién eres? Le preguntó en forma de sarcasmo. Enseguida el muchacho

tomo distancia del sujeto y corrió en busca de su bicicleta para ir en dirección al terminal de

trenes. Estando seguro de que nadie lo seguía abrió una segunda carta que le indicaba:

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Querida hermana:

He llegado a Chile. Me encuentro en Santiago. La dirección es Nueva Compañía 1550,

comuna de Santiago Centro. Ven a pasar unos días conmigo, te envió el valor del

pasaje para que estemos juntos este fin de semana largo. Trae a Roberto.

Enseguida el niño tomo el dinero y logró comprar un pasaje con dirección a Santiago.

Mientras viajaba, abrió la tercera carta. Esta era una fotografía de una casa. Allí se distinguía

el aspecto de una vivienda y su ubicación. Era precisamente lo que necesitaba, al fin podría

despejar las dudas.

Apenas llegó a la Estación Central se percató de que estaba en una capital diferente y cuando

consultó por la dirección que salía en la carta, un señor le señaló que estaba cerca y que solo

tenía que subir por la Alameda. Volviendo sus manos en sus bolsillos, el pequeño sacó los

últimos billetes que halló en los sobres y tomó un taxi. En seguida le indicó la dirección al

chofer. Llegaron a un puente y al doblar divisaron un sitio eriazo en donde estaba ubicada la

única casa que quedaba Santiago Centro. El muchacho tocó la puerta y enseguida salió a su

encuentro un hombre que no pareció percatarse de la presencia del niño, y al asomar su

presencia sobre la reja, el muchacho le entregó una de las cartas. Finalmente ambos miraron

sus ojos y un abraso puso fin la búsqueda.

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III. El cuento debe llevar adosada una explicación en la que se detalle:

a) La relación de las dos historias (cuento moderno)

La historia de la pareja infértil que se roba un niño y la historia del huérfano que encuentra a sus padres. La primera historia trata sobre un hombre y una mujer que tienen una relación estable, pero que no pueden tener hijos. Sin embargo, al recibir la noticia de que el hermano de la mujer necesita dejar a su pequeño hijo con ellos por un tiempo, las cosas comenzaron a cambiar. La mujer terminó obsesionándose con la maternidad y dejó de lado a su esposo. Tenía claros problemas mentales por ser infértil, era insegura, y él no toleró la indiferencia. Ella se volvió alcohólica, despreocupada y a menudo desquitaba su frustración con Roberto, el único niño de la casa. El hombre sabía que su ex esposa abusaba del menor haciéndolo trabajar y golpeándolo cada vez que se embriagaba. Por eso. y porque quería mantenerse cerca de ella, decidió extorsionarla para que le diese dinero cada cierto tiempo. Un día la mujer dejó al pequeño en manos de un demente desconocido y el muchacho decidió esconderse en la pieza de su tía. Allí descubrió que ella estaba escondiéndole unas cartas que contenían un mensaje para él. Al verse atacado por el sujeto, el niño escondió las cartas en su pantalón y escapó, pero tuvo un accidente que le hizo perder la memoria. En ese momento aparece el esposo de su tía, el extorsionador, y lo adopta para poder trabajar, escondiéndole las cartas y todo su pasado. Nuevamente el niño es objeto de abusos, pero el tiempo le permitió entender algunas cosas y cuando al fin descifró el contenido de una de las cartas que encontró en bolso del sujeto, comprendió que debía iniciar una búsqueda para resolver su historia.

b) Cómo trabajaron las referencias sensitivas.

Como se trata de un cuento moderno, que trata de contar sin contar, apelamos a la referencias sensitivas de la memoria. Por eso cuando el muchacho, asediado por los abusos y burlas, decidió ir al campo en busca de algo de paz, llegó a una pradera, que para nosotros simboliza la libertad y las ganas de alcanzar un estado superior.

Por otra parte, al tratar de aludir a la memoria se utilizó a las imágenes. Por ejemplo, en las cartas que escondía la tía de Roberto, habían dibujos, símbolos, colores y una casa. Lo que representa para nuestro personaje un anhelo, porque a lo largo de su vida solo conoció abusos y maltrato. Estas imágenes le permitieron recordar su pasado, a pesar de haber perdido la memoria, y gracias a ellas pudo descifrar quién era.

Al plantear estas referencias se espera cumplir con el objetivo de esconder un mundo de subjetividades que emergen en la historia de nuestros protagonistas según van sucediendo los acontecimientos, y se manifiestan finalmente en Roberto al promover que adopte una postura ante los abusos.

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c) En caso de que sea moderno, especificar el dato escondido y el efecto qué creen que provoca en el lector el ocultamiento de ese dato.

Como en el cuento moderno no se apela a mostrar inmediatamente, sino que el espectador reflexione sobre la escena, nuestro dato oculto fue el hecho de que el padre biológico de Roberto no lo había abandonado. Se trata de causar una reflexión en torno a la imagen del hombre soltero que debe dejar a su hijo en manos de un familiar para ir en busca de mejores oportunidades fuera del país. Éste trató de mantener contacto con su tutora y su hijo por medio de cartas, pero el niño desafortunadamente quedó solo por mucho tiempo. Con el correr de los años, fue creciendo en una familia disfuncional donde había presencia de alcoholismo y violencia intrafamiliar. El padre solo pudo enterarse de lo que estaba sucediendo una vez que su hermana cayó en la cárcel por maltrato. Pero lo cierto es que nunca más volvió a saber del muchacho. Sin embargo, el niño seguía vivo porque algo debía resolverse en su vida y eso se manifestó cuando leyó las cartas que escondía el extorsionador de su tía. Ahí fue cuando nuestro protagonista descubrió el dato escondido, nunca estuvo solo.

El efecto que provoca este dato escondido se basa en generar expectación sobre el lector. Se espera que éste siga las claves que le permitirán a Roberto dar con su objetivo y con esto provocar que éste no se despegue de la historia. De esta forma, se produce un efecto entre la narración de la historia de un niño huérfano y la búsqueda de los sucesos que pueden llevarlo hacia el esclarecimiento de su pasado y la comprensión de su futuro.

Por otra parte, se plantea que el lector pueda volver sobre el texto como ejercicio de análisis sobre una historia que habla sobre el maltrato infantil. Se trata de una reflexión final sobre los problemas familiares que no terminan solucionándose de una vez y para siempre en la vida de las personas. Sino que transgreden a las nuevas generaciones, por su violencia. Por eso, se plantea un final que si bien no es sorpresivo, cultiva algo de sorpresa porque permite que el protagonista se reencuentre con su padre biológico, finalizando la incertidumbre de ambos y ejemplificado, en las acciones del niño, que todo aquello que tiene su cuota de sufrimiento termina con un final feliz y que la violencia siempre puede quedar en el pasado.