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Antropología de la Depresión Femenina en la Galicia rural

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  • Emiho Gon::.le::. Fernnde::.

    Depresin cultural: antropologa de la depresin femenina en la Galicia rural

    RESUMEN: Se realiza una aproximaclon SUMMARY: An anthropological approach antropolgica de la Depresin como estrategia towars Depression as an strategy has been c1eve

    en un determinado segmento cultural de muje loped in a certain cultural sector 01' peasant gali

    res campesinas gallegas. Los discurso~ de estas cian women. These patients discurses are inter

    paciente son interpretados como conductas; y. pretecl as behaviours ancl by allowing them to al dejar que se construyan como autoras de su builcl themselves up the authors 01' their own propia historia clnica. se accede a otra raciona case-history. a c1ifferent king 01' rationality is lidad. achievecl. PALABRAS CLAVE: Antropologa aplicada. KEY WORDS: Applied anthropology. Narra

    Narrativas. Duelos. Depresiones. Ruralidacl. tives. Bereavements. Depressions. Rurality.

    En nuestro medio, son los mdicos quienes emplean ms el trmino nervios. mientras que los usuarios prefieren utilizar el vocablo depresin. Si quienes me leen no trabajan el sector sanitario gallego o, aunque lo hagan, si no se paran a reflexionar, pensarn que me acabo de equivocar y que en realidad pretenda decir lo contrario. Ese era nuestro planteamiento antes de comenzar una pequea investigacin sobre el constructo nervios.

    Partamos de la hiptesis de que nervios era una herramienta popular. Result que quienes ms la usaban eran precisamente los mdicos, para nominar sndromes, enfermedades o sntomas que los usuarios les traan a la consulta y en los cuales todas las exploraciones biomdicas eran normales. Algo semejante nos ocurri con la utilizacin del trmino depresin. Aunque es una construccin ajena a la medicina popular tradicional gallega tal como, magistralmente, ha demostrado Rodrguez Lpez (1), rpidamente fue incorporada, popularizada, domesticada, incluso galleguizada. Ha pasado al lenguaje popular y cumple una funcin muy importante. Ms o menos, es lo mismo que ocurre con otras expresiones originalmente mdico-tcnicas como pueden ser la enfermedad de Parkinson, la epilepsia o el reumatismo. A nivel profesional ya estamos superando el concepto unitario de tales constructos y comienzan a ser cuestionados, siendo probable su desaparicin en los prximos aos tal como ya ha ocurrido con la ltima de ellas. Pero los usuarios siguen necesitndolos.

    El continuo trasvase entre medicina oficial-medicina popular, que en muchas ocasiones dificulta la diferenciacin, es similar y comparable al que se observa entre religin oficial-religin popular. Una contamina a la otra y viceversa. De todas maneras, en el aspecto concreto que ahora nos ocupa necesitamos destacar que el campo semntico del trmino depresin es mucho ms reducido que el del trmino nervios. Estamos pasando de lo comunitario a lo individual~ de ah, que se comience a singularizar. Rev. A.me. Esp. Nellmps.. IY96. vol. XVI. n.O SY. pp. 411-426.

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    Con calma, vamos a ir aproximndonos al complejo problema de los trastornos psquicos en lo rural gallego. Ms concretamente, en contextos rurales agrarios poco desarrollados. Es en uno de estos contextos donde, como mnimo un da por semana, trabajo como psiquiatra del sector pblico.

    All me encuentro an con reliquias expresivas; escucho palabras-emocin, palabras-sensacin, palabras-sentimiento, etc. En vez de tristeza o de depresin, todava, muchos nos dicen que tienen pena y no es infrecuente que se lleven simultneamente la mano derecha al pecho para sealarnos dnde se localiza o corporal iza preferentemente esa pena, ese pesar. Este y otros muchos gestos percibidos en esos encuentros teraputicos me permiten cuestionar, por ejemplo, a Tousignant y Habimana (2), para quienes esto de que el cuerpo sea el centro del discurso de la emocin es tpico de las sociedades no occidentales. Desde esta periferia atlntica ya estamos muy acostumbrados a que la cultura dominante no nos considere occidentales.

    Tambin, sin quererlo, estos aldeanos nos recuerdan a Mendelson (3) cuando nos seala cmo los trminos amor, odio, felicidad y vulnerabilidad, siendo aspectos bsicos de la vida humana, pasan al lenguaje clnico, en apariencia asptico, recibiendo entonces otros nombres, como dependencia o narcisismo, pero sin conseguir desprenderse de la gran carga de valores que encierran.

    Mujeres equilihristas

    En la clnica, y desde el rol que los antroplogos llamaran de observador participante, detecto que en los ltimos aos aparece un nuevo grupo de riesgo: mujeres de mediana edad residentes en zonas agrcola-ganaderas. Interpreto que se deprimen ms que antes porque su rol actual est menos definido. Forman parte de una sociedad sometida a un rpido proceso de cambio. Se est pasando, en estos medios, del tradicional concepto de casa, que inclua familia extensa, tierras, animales, rituales, obligaciones, derechos, etc., al de empresa. Este cambio, como todos, provoca reajustes y, como siempre, se van a resentir ms aquellos grupos o individuos que tienen menos poder.

    Asistimos a nuevas estrategias que se ponen en marcha tanto a nivel del marco domstico como del comunitario. Tenemos la impresin de que, a menudo, deprimirse es la nica salida, o quiz la ms econmica. Aunque el caso clnico que presentamos al final corresponde al grupo de las que se quedaron, la mayora de estas mujeres se vieron obligadas a emigrar de recin casadas; casi eran adolescentes. All, en Suiza, en Alemania o en Holanda, se sentan importantes y valoradas porque ganaban casi tanto como sus maridos. Su nica pena era que a los dos o tres meses de dar a luz en Galicia tenan que volver a su trabajo europeo y

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    dejar que fuesen la suegra o la madre quienes criasen y socializasen a sus hijos. A pesar de todo, la separacin era menos dolorosa porque en realidad era la casa quien realizaba esta funcin, quien las substitua.

    Con los ahorros construyeron una casa nueva, modernizaron el establo o compraron un puesto de trabajo para el hombre; nunca pensaron en su futuro laboral. Tal vez pensaban que haba de ser la casa la que iba a solucionar ese problema. Su ansia por poder dar estudios a los hijos y verlos crecer ya adolescentes sin que les faltase de nada, pudo asimismo influir en que se olvidaran del resto. Si emigrar les oblig a un profundo cambio. a un complejo proceso adaptativo. el retorno migratorio les obliga a otro. Tanto los roles instrumentales como los afectivos han de sufrir, adems de mutaciones, disociaciones. Es necesario perservar la identidad. De ah que los primeros investigadores que estudian los trastornos psquicos de la emigracin gallega a Centroeuropa (4) describan cuadros psicopatolgicos que apuntan hacia una prdida de identidad.

    Mientras ellas han permanecido fuera. su aldea. su parroquia. su municipio. su comarca. es decir, su entorno. han estado sometidos a un profundo cambio. Las remesas de ahorros en divisas que mensual y regularmente enviaban no son ajenas al mismo. La tierra pierde fuerza como referente identidario. Asistimos al paso de una identidad local a otra de tipo personal. Necesariamente la subjetividad tiene que reconstruirse, mejor dicho, tiene que construirse porque antes era el grupo quien identificaba. Al regresar ya no le preguntan, de qu casa eres? sino. t quin eres? Ser alguien es. por ejemplo. tener unos buenos signos externos de riqueza, o hablar castellano como los seoritos (los mdicos incluidos). Por eso. aquellos que triunfaban en la emigracin a ultramar volvan a su aldea con un ostentoso automvil, cargados de oro (anillos. cadenas). vestidos y calzados de otra manera (telas y calzados blancos). Lo mismo ocurra con el gran transistor y las gafas de sol de los primeros emigrantes a Europa.

    Resaltando un poco ms las piruetas. los equilibrios que tienen que realizar estas mujeres, para no caerse, para no descarrilar, tendramos muy de pasada que introducir el tema del espacio. Las sensaciones. los sentimientos y muchas conductas se organizan en torno al mismo. En la emigracin, por la situacin marginal de los inmigrantes apenas haba diferenciacin entre espacios de masculinidad y de feminidad. El ocio era compartido en pareja y con otros emigrantes. Ambos cnyuges trabajaban fuera del piso; siempre distinguen en sus discursos el piso de Zurich como lugar de anonimato donde apenas conocan al vecino de al lado. de la casa aldeana como referente de identidad familiar. Volver significa reencontrarse con la acusada diferenciacin de espacios en funcin del sexo. El bar. la cantina del pueblo, es un espacio de masculinidad. Tambin lo es la peluquera e incluso en la iglesia los hombres se quedan detrs de las mujeres. Emigraron en la adolescencia, cuando con sus pares iniciaban la ruptura compartiendo algunas

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    conductas con el otro sexo en las modernas discotecas. Pero llevan la impronta de ver lo que hacan su madre y su abuela. El hombre al retornar encuentra sus espacios fuera del hogar rpidamente y mucho ms fcil si tiene trabajo. A ellas les va a ser difcil. Parecen refugiarse de entrada en una casa que han construido con sus ahorros, aliado de la vieja casa familiar. La decoracin (tapices, etc.) y el colorido sealan tpicos del pas donde han estado. Sistemticamente destina una habitacin a salita... En ella pretende fumar unos cigarrillos cada da: en Suiza fumaban todas, igual que las seoras, delante de sus asustados maridos. En su nueva casa ha de esconderse de la mirada-censura de los padres o suegros. Su madre y su abuela adems de criar a los hijos y de hacer la comida trabajaban manualmente en la agricultura tanto como sus maridos. Las equilibristas, aunque lo deseasen, muy pocas podrn hacerlo. Al modernizar y mecanizar la explotacin agraria sobra mano de obra y la estructura social tiende a recluirla en casa.

    Incluso se calcan modelos urbanos y aparecen en su pueblo asociaciones de amas de casa que suelen ser dciles instrumentos del poder poltico para impartir esperpnticos cursos de formacin profesional (joyera, antigedades, encuadernacin, manualidades) con los que se pagan clases y dietas a determinados amigos. Todo esto algo tendr que ver como mnimo con la forma de deprimirse. En el medio del que escribimos apenas existen o no tienen vida las asociaciones de vecinos. S la tienen, en cambio, las de cazadores y las de amas de casa. Ellos se irn alcoholizando y ellas deprimindose.

    Estas mujeres, que, medidas con parmetros de modernidad, nunca han podido viajar como ocio, ni disfrutar de unas vacaciones, an van a sufrir otro atentado. Desde Europa les dicen a quienes administran sus impuestos que se debe promocionar en la zona el tm;smo rural. Es otra manera ms suti I de sealarlas como diferentes, como inferiores. Por eso luchan desaforadamente para que sus hijos no se queden a vivir de la tierra; de esa tierra que las esclaviz. Como mucho, no les parecera mal que algn da viniesen triunfantes a hacer turismo rural en las tierras de sus abuelos. No es infrecuente que una de las primeras razones con las que quieren explicarnos su depresin sea el fracaso escolar de los hijos ya en 7. o o 8.0 de EGB, o el rechazo a ir a la Universidad si dan terminado el BUP. Se preguntan para qu se sacrificaron y qu hicieron mal.

    Mujeres rurales

    Las utpicas declaraciones de la MS marcando como objetivo Salud para todos en el ao 2000, que criticamos hace ya muchos aos (5), resultan cada vez ms insultantes para los que trabajamos con demandas rurales. Pensamos que la salud mental de estos usuarios empeora, al tiempo que se modifica la forma y el

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    lugar de expresar la queja. Tenemos ya que trabajar con lo que Gayral (6) llama psicopatologa del acontecimiento. Una parte significativa de las demandas acuden a las Urgencias de los hospitales generales. No obstante, el pasado sigue estando presente. La continua presencia de la naturaleza y del mundo animal producen referentes ecolgicos para sntomas, metforas e interpretaciones. Depresin como diagnstico popular tiene poco en comn con el trmino oficial. Si en la primavera brotan los rboles y las plantas, todo florece y la mayora de los animales cambian el pelaje, no debe de sorprendernos que esta aldeana que incorpor ya algunas conductas europeas, siga siendo muy perifrica respecto la cultura dominante y nos pida vitaminas en esta poca del ao. Aunque utilice el vocablo depresin, lo tiene que engarzar con el resto de su cosmovisin. Cree que su sangre tambin se renueva en esta poca del ao y justo cuando se est produciendo este cambio su organismo es muy vulnerable. De ah la racionalidad de su demanda de vitaminas (aunque ya no entren en el Seguro) para ella y sus vstagos. Pretende fortalecer esa sangre para evitar que le venga, que le entre desde el exterior, una depresin. Tardamos un tiempo en damos cuenta de la metfora~ esa sangre era linaje.

    Cuadros patolgicos de la taxonoma popular como aires, paletillas cadas estmagos cados, ~

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    comenzamos a conversar teraputicamente con estas mujeres no entendamos sus razones. Participbamos ya del mito popular, de que no tiene motivos, no le falta de nada ... Al ir haciendo biografas, al ir dejndolas que se fuesen construyendo y dndole sentido y significado a su malestar, nos fuimos dando cuenta de lo complejo y profundo que era su mal. Eran depresiones lamento ... Incluso parece que se escucha el tiempo. Todo se dota de sonoridad. Surge el pasado cargado de simbolismo; se comprende el presente; pero parece que no existe futuro. Como dira Arfuch (8), la narracin es la que da sentido a los hechos que de otro modo seran slo seales en el calendario. Componen un personaje abierto a sucesivas actualizaciones.

    Al aplicar los manuales diagnsticos universales (CIE 10, OSM IV) al cuadro clnico de estas mujeres, tendramos que etiquetarlo de atpico. Nos conecta esto con aquellos autores que explican la somatizacin como un al1efacto generado por la inmensa brecha cultural que existe entre el diagnosticador y el diagnosticado.

    Esa transformacin de la casa en empresa donde ya se va a imponer la racionalidad capitalista destruye el equilibrio cultural tradicional. Cuando en la narratologa de la depresin de una de estas mujeres escuchamos frases tales como non son ningun ... todo o mundo algun, nos est planteando un problema de identidad.

    M14eres malas enfermas

    Este atipismo sintomatolgico ha llevado a algunos colegas a considerarlas malas pacientes por no ajustarse al manual. Cuando era moza, si esta mujer se deprima lo haCa con otra patoplastia. Entonces, aunque se considerase pobre, nunca se preguntaba quin era. Con decirse de qu casa era y en qu parroquia viva ya le bastaba. No necesitaba D. N. 1. Ahora, adems de ste y de la cartilla del Seguro tambin tiene un NIF. Nos los mostrar en el primer contacto. Necesita ensear papeles oficiales para decirnos y decirse quin es. Al deprimirse ya no es nadie; el cambio es profundsimo. Cuando se cas se fue a vivir a la casa de su marido porque ste era un millorado (heredero de casi todas las tierras de esa casa). Al nacer los primeros hijos, con el marido pensaba en cul de ellos sera a su vez el mejorado (por el hecho de serlo tena que cuidar a los padres). An dispona de esa arma estratgica para mantener el poder y la casa. Actualmente, por lo que fue viendo en sus vecinos, ya no dispone de esa posibilidad porque ninguno de los hijos quiere quedarse con la casa. La rivalidad con la nuera tendr que solventarse en otros terrenos.

    De los estudios transculturales de la OMS, Girolamo (9) nos muestra claramente cmo los japoneses, los canadienses, los iranes y los suizos presentan dis

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    tinta calidad de sntomas cuando se deprimen. Desde la Antropologa y desde la Psiquiatra Social vemos esto coherente. Tambin lo acepta la Psiquiatra Biolgica siempre que no se trate de un reduccionismo que, con palabras de Mendlewicz, no vea en el espritu humano ms que un aparato especficamente programado (10). Desde esta visin pluralista y humanista, se comprende bien que las diferencias en las ideas suicidarias y en los sentimientos de culpa eran muy notables entre los pases citados. Lo mismo ocurra con las somatizaciones. En Galicia tambin observamos importantes diferencias aunque utilicemos escalas americanas: solamente va a depender de quin, cmo y para qu haga las preguntas. Damos por sentado que en la clnica distintas miradas y escuchas de distintos terapeutas producen tambin diferentes historias clfnicas. Incluso, sobre todo en casos de patologa neurtica o depresiva menor, se generan distintos diagnsticos. No obstante, a estos mismos clfnicos nos cuesta aceptar la existencia de un fino filtro cultural que va a dejar pasar un tipo de sntomas y detener otros. Es lo que nos vena a decir Hall (1 1) al sealarnos que personas de culturas diferentes viven en mundos sensoriales distintos. Un pas como el nuestro, donde buena parte de la generacin que hoy ronda los cincuenta aos pas hambre, forzosamente interpretar el exceso de peso de forma peculiar. Las hijas, en cambio, ya valorizarn un cuerpo estilizado. Las anemias eran lo que preocupaban a nuestros actuales viejos; si les hacemos relatar los sntomas que sufran, hoy las etiquetaramos de depresiones. Cuando la nieta que ya estudia en la Universidad se pone a dieta porque se acerca el verano, la madre intrepretar que adelgaza porque los exmenes de fin de curso ocasionan mucho gasto y desgaste cerebral. Si el sntoma es ms bien de tipo sgnico (tinte amarillento de la piel, orinas oscuras), la respuesta se unifica. Hija. madre y abuela pueden hacer diferentes interpretaciones, pero la modernidad y la tecnologa mdica se imponen. y todos aceptarn que sufre una hepatitis. De dnde vino es otro cantar; pero nadie duda los pasos a seguir. Al contrario, si una de las numerosas Sandras, Vanesas o Estefanas de procendencia rural est delgada, perdi peso, y se le fueron esos sonrosados colores que tanto le gustan a la abuela y nada a ella por delatarla como aldeana, el conflicto es inevitable. La madre ya no sabr hacia dnde inclinarse: para la abuela es enfermedad. para la nieta es salud.

    Mujeres que cuentan historias de su malestar

    Con los datos y quejas que nos traen podemos construir un sntoma y buscarle nosotros. tcnicos, el significado. Pero tambin podemos dejarlas que se vayan construyendo. Campos semnticos, narrativas. actor, sujeto social, constituyen el ncleo de este trabajo. Si nos mantenemos en la rigidez clnica universali

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    zadora hablaremos de depresin. Si facilitamos que se vayan haciendo, si propiciamos, siguiendo a Kleinman (12), las Narrativas del Malestar, ya etiquetaremos duelos, ya tendremos que salirnos de los manuales (por sobrepasar los seis meses) o poner muchas etiquetas V (DSM-I1I-R). Si nos radicalizamos un poco ms, ya no pondremos etiquetas e intentaremos devolver a la comunidad lo que en ella se gener. Porque al final nos damos cuenta de que estamos hablando de un estracto social concreto. Del disease volvemos al illness y al sickness: deshacemos determinadas psiquiatrizaciones.

    Ese desnimo, esa pena, ese apartarse del mundo, puede remitirnos a todo un universo cultural de significados. Quejas de aquellos que sufren pueden ser convertidas en sntomas; todo depende de la racionalidad con la que las analicemos. Es fcil adscribirse a un modelo causalista, etiolgico y poco productivo; entre otros aspectos, porque tapa la condicin metafrica y polismica del discurso del paciente o informante. Los discursos tambin son conductas, dato que no siempre parece contemplar Kleinman. Los discursos de enfermedad son interacciones sociales; la enfermedad permite negociar determinados privilegios. Los continuos avances tecnolgicos permiten a la Medicina pensar que la observacin (la mirada humana amplificada con instrumentales) acaba con la escucha.

    La hendidura cultural a la que hace poco aludamos ayuda a esta utopa. Cundo un cambio en el estado de nimo deja de ser normal para convertirse en patologa? Clase social, edad, profesin, cultura e incluso la subjetividad individual van a definir aquello que los manuales necesitan universalizar. La Ciencia necesita generalizar para estudiar. De ah que sea necesario construir depresin en abstracto aunque en cada nueva revisin de los manuales se introduzcan cambios. Mndez (13) critica muy bien el concepto de Galicia total que los libros de Lisn Tolosana nos quieren hacer ver. El fino anlisis de esta antroploga en el caso concreto de unas mujeres rurales gallegas, sirve de gua a buena parte de lo que aqu decimos. Adems de la diversidad del mundo gallego, la autora destaca la tendencia rural a negar los conflictos genricos. Desde nuestro rol de tcnicos en salud mental escuchamos trozos de un grupo concreto de mujeres. Pequeo microcosmos desde el que pretendemos ir algo ms lejos. Ya tendramos que hablar de Saludes Mentales en vez de generalizar. La autora antes citada, hace pocos aos recoga en un medio muy semejante al que nosotros trabajamos, cmo en los velatorios y en los rituales de los entierros a las mujeres se les permiten gritos, pequeas crisis nerviosas, lloros, y en general actitudes corporales ms marcadas que a los hombres. Destaca cmo las ms jvenes ya estn ms tranquilas y con una actitud ms neutra. La modernidad exige limitar esos excesos emotivos que sern etiquetados de atraso, de falta de cultura, de costumbres antiguas que conviene ir abandonando. De ah, que la domesticacin de las emociones, la

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    colonizacin de las mismas, no es algo que tengamos que atribuir exclusivamente al sistema sanitario. Es algo coherente con el cambio que se est produciendo en otros niveles, y por eso sealbamos al empezar cmo el concepto de depresin ya es ms popular que tcnico. Remarcan los antroplogos la desaparicin o como mnimo la suavizacin de los duelos, de los gemidos y lloros en pblico, de la riqueza simblica del mundo de la muerte en la sociedad tradicional gallega. Cada ao se inauguran nuevos tanatorios e, incluso, hornos crematorios. El dolor por la prdida de un miembro de la casa deja de ser un asunto pblico, comunitario, y deber ser substituido por un penar solitario y en un espacio de anonimato. Es el mismo cambio que desde la c1fnica percibimos con el trmino depresin. Los antiguos conceptos de anemias, aires, paletillas cadas, incluso algn mal de ojo o algn meigallo, estn desapareciendo, y con facilidad caemos en la trampa comparativa de decir que ese campo lo asumi la depresin. El hecho de que sea imposible cobrar una pensin de invalidez o una simple baja laboral por un mal de ojo algo tendr que ver.

    Ahora bien, al trabajar con narrativas, al intentar recuperar la escucha sin corss rgidos, nos permite percibir que en el cajn de las depresiones se han metido los duelos.

    Mujeres que perdieron su rol

    La prdida que produjo este duelo no es tan visible como nos pareca a primera vista. Las narrativas les permiten a ellas darse cuenta de lo que perdieron; al relatar se van construyendo. En el relato global a nosotros nos resulta ms fcil percibir cmo en no pocos casos lo perdido ha sido el rol social. Cuando trabajaban en Suiza, Alemania, Francia u Holanda, y en las vacaciones del mes de agosto acudan a las ferias y fiestas de su comarca natal, actuaban como motor de cambio. Caminaban al lado del marido (en vez de unos pasos retrasada como antao), manejan su propio dinero, entraban en bares, fumaban en pblico e, incluso, se metan en conversaciones de hombres. Crean que haban superado las diferencias del gnero. Pero, en cuanto cruzan la frontera para el retorno definitivo se va a producir un corte brusco. El hombre vuelve a recuperar sus privilegios. Casi ninguna tendr trabajo. Transcurrido el primer ao comienzan a quejarse, a presentar sntomas, a ir de mdicos ... Del aburrimiento pasan a la tristeza y desde sta es fcil construir una depresin. El entorno les pregunta: pero qu te pasa?, No tienes falta de nada!. En medio de los psicofrmacos, si alguien se para a escucharlas dirn: all, yo estaba mejor. .. . Otra de las salidas es que comience a beber.

    Si fue de las que se qued aqu se aferr a la tierra; era parte de Llna casa.

  • (IK) 42u "-'milO (J()n~(/Ie~ Fernande~ ORIGINALES Y REVISIONES

    Tal como ya dijimos, al cambiar el sistema de produccin las mquinas realizarn parte de su trabajo. La casa actual ya se parece cada vez ms a un piso urbano en el que la irn recluyendo. Se ha ido imponiendo otra lgica, otra racionalidad.

    A ambas no les queda otra salida digna que buscar trabajo, pero, dnde? Comienzan a preguntarles la edad, para todo. Antes la edad solo les interesaba para saber cuando tendran derecho a cobrar una paguia por vieja. Ahora en las oficinas del INEM no hacen ms que preguntarles los aos y la profesin. Cuentan que cuando nuestro ilustre e ilustrado mdico Novoa Santos oposita desde Santiago a la Ctedra de Patologa General de la Universidad Central (Madrid), en el ejercicio prctico se olvid de preguntar la edad de la paciente. Su rivaL andaluz, quiso ponerlo en evidencia; D. Roberto, como buen clnico, tena grandes recursos y sabiendo que la paciente era gallega sali airoso con esta respuesta: bien se nota que mi oponente no ejerce en Galicia, los gallegos nunca sabemos la edad que tenemos. La ancdota que recoge Garca-Sabell (14) retleja una realidad social. No necesitaban saber los aos concretos; a los hombres les bastaba con saber de qu quinta eran, las mujeres ni eso. Casa y parroquia le daban la identidad necesaria. Con el cambio, el tiempo comienza a ser necesario. Antes era un ciclo temporal agrcola. Era la Naturaleza la que impona que en unas pocas se durmiese ms horas que en otras; el concepto de insomnio era algo distinto. Actualmente cualquier aprendiz de psiquiatra o de psiclogo pregunta ya en la primera entrevista cmo se duerme y cmo se come. En la depresin se agotara el tiempo de espera y la comida pierde gusto. Ambas categoras estaban ritualizadas de otra manera en la sociedad tradicional. A estas mujeres se les exige ahora que piensen de forma urbana. En la ciudad la persona es individuo. El grupo es pensado como agregado de segundo orden y, como tal, perfectamente separable y sustituible. En la aldea la persona slo tiene sentido dentro del grupo, dentro de la casa. En no pocos casos, los duelos de muchas de estas mujeres que etiquetamos de depresin parecen, ms bien, un intento de soldar algo que se est rompiendo.

    Cierto que la edad es un dato: pero an dentro de los elementos ms jvenes de la Comunidad nos encontramos con individuos en los que el subsistema simblico del pasado consigui sobrevivir a los avatares del cambio. El potencial recuperador de las actitudes tradicionales se percibe mejor en los momentos de crisis. Es entonces cuando descubrimos el potencial teraputico del ritual, las sutilezas de las terapias populares. En este sentido, por ejemplo, para nosotros la palabra es un apndice a nuestro servicio. Para las culturas no urbanas las personas son apndices de las palabras, de suerte que una vez pronunciadas cobran autonoma para beneficiar o destruir. El pnico con el que se acoge una maldicin en la cultura tradicional llega para demostrar lo que estamos sealando.

  • L/na depresin ('ultllml 421 (19) ORIGINALES Y REVISIONES

    Mujeres gallegas

    El estudio de la OMS que comentbamos antes subraya significativas variaciones sintomatolgicas de tipo cultural. Es necesario aadir el tema de las subculturas, de segmentos culturales e incluso de las diversas culturas que cada uno llevamos dentro segn el momento histrico, el contexto, etc. Recordemos una vez ms que el mundo humano es un mundo construido. en el cual nada se da en s mismo sino que todo esta mediatizado, dotado de significacin y de sentido.

    De esta atribucin de significados y de sentidos a las cosas surgen las culturas como lenguajes diferentes. Marcel Mauss (1 S), en un ya clsico trabajo sobre el duelo, insista en el aprendizaje cultural de las emociones. En un velatorio, deca, no se llora para expresar la emocin sino porque se est obligado a hacerlo: obligacin que no excluye la sinceridad.

    Esta vivencia humanizada que tienen estas aldeanas gallegas de las cosas, les da a sus narrativas un sentido peculiar. Cuando nos hablan con la terminologa moderna de la depresin nos dicen que su depresin, fue cogida, casi agarrada, etc. Realmente hablan con las cosas y las cosas les hablan a ellas. El cemento, el asfalto, el alquitrn o el adoqun urbano impiden sentir los latidos de la Tierra. Desde nuestros despachos urbanos o pueblerinos, nunca aldeanos, necesitamos escuchar de otra forma. La gran labor de la Cultura es la de crear estrategias para acotar, para poner lmites a la depresin. El relato de Herminia que pronto vamos a escuchar tendremos que interpretarlo como su estrategia.

    Qu como? .. Puedo comer de todo? ... El depresivo puede comer, pero lo har a solas. Si el entrevistador-colonizador no tiene esto en cuenta puede sesgar y anotar que no hay patologa de la alimentacin. Duermo, pero no descanso. Como, pero sin gusto, prefiero comer yo solo, son frases que resumen lo que quiero decir. Los hbitos alimenticios constituyen una parte integrada de la totalidad cultural. Esa necesidad de nutrirse est tan cargada de significados y de emociones que desde esta ptica se entiende mucho mejor la proliferacin actuaL de las Ferias Gastronmicas gallegas (del cocido, del queso, de los grelos, del marisco, de la filloa, de la empanada, de lamprea, etc., etc.). Si se sostienen no son por los factores econmicos, sino por lo ceremonial y socio-cultural ...

    Heterogeneidad econmica, social y cultural. Pluralidad de trayectorias existenciales, de estilos de vida, forzosamente tienen que generar distintas depresiones. Si realmente pretendemos aproximarnos al conocimiento del otro debemos contemplar que al psicologizar se despersonaliza. Antes, al hablar de la identidad sealbamos cmo estamos pasando de lo grupal a lo individual, y debemos aadir cmo se est potenciando la psicologizacin como ideal.

    Adems, hemos de proseguir destruyendo el mito de lo rural como algo uniforme. Al presentar la depresin individualizada de Herminia podemos aproxi

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    mamos a muchas mujeres gallegas, rurales, agrcolas, de edades medias, ms bien pobres, pero nada ms. De universalizar ya se encargan la DSM-IV, la CIE-I 0, las escalas, los tests, los protocolos, etc.

    Al ir provocando que se narren, que se autobiografen, vemos cmo ms que conductas se interpretan significados. En vez de observar comportamientos se descifran construcciones semiticas discursivas. Es un choque frontal con la actual tendencia de muchos tcnicos de contemplar las enfermedades como categoras abstractas desvinculadas de la persona. Frente a la rigidez del signo reivindicamos la plasticidad del sntoma.

    Otro tanto tendramos que decir la peligrossima tendencia a considerar la Salud como la ausencia de ruido de los rganos, como la negacin de las emociones y de los sentimientos. Cuando en gallego escuchamos expresiones tales como: atacarronme os nervios non sei por qu ... sera porque tiven a regla e pasarme quedou o sangre feble estou gorda pero dbiL .. de contado collo sorpresa ... Tristeza non, aburrida s. .. teo pena mai que tristeza ... ando disgustada asombrada, deme o sentido ... O mdico de reuma mandoume poer unhas indiccins e non sei si se me despertaran os nervios, reafirmamos la utilidad de las narrativas de malestar. Siempre recuerdo a un paciente rural somatizador que al preguntarle qu le pasaba me contest: me duele todo, menos la lengua, si no no podra quejarme.

    Narrativa del malestar de Herminia

    Para terminar vamos a reproducir, en la medida de lo posible, el relato de Herminia. Veremos cmo ms bien parece un lamento. Son irreproducibles las entonaciones, las pausas, etc. Al traducirla al castellano se pierden matices y se descolocan no pocos significados. Pusimos en cursiva aquellos momentos en que nos pareci percibir un mayor dramatismo. Cuando la releemos nos parece estar escuchando a Celso Emilio Ferreiro, uno de nuestros mejores poetas. Ella no sabe de l.

    Tiene 45 aos, est casada y vive en una aldea de la Galicia interior. Fue algo a la escuela: lo que ella consideraba normal para la poca: leer, escribir y las cuatro reglas. Atiende un pequeo establo con siete vacas de leche: tambin cuida media docena de ovejas, tres o cuatro cerdos y unas gallinas.

    Cuando an no haba cumplido los 18 aos se cas para la casa en la que ahora vive. Antonio, el marido es cinco aos mayor que ella y trabaja con un camin recogiendo leche. Hijo de soltera: su madre, Ausencia, es la duea de esa casa que era ms bien pobre en aquel entonces, porque las tierras solo permitan (antes de existir piensos y abonos minerales) mantener dos vacas. En la actualidad tiene 75 aos y est paraltica, encamada desde hace dos aos. Es analfabeta.

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    En la casa ahora slo quedan dos hijos. Sonia es una enlutada (asexuada bajo un flojo y amplio vestido negro) moza de 20 aos que estudia para profesora de EGB en Santiago. Tena un novio Guardia Civil que falleci de accidente hace slo ocho meses. Se pensaban casar este mismo ao cuando ella terminase sus estudios. El otro vstago, el Pepio, acaba de cumplir los 18 y ya lleva ms de dos trabajando de fontanero con un pequeo constructor local; los fines de semana, igual que todos los miembros de la familia echa una mano en la labores agrcolas.

    Luis, de 22, al venir de la mili se fue a Suiza a trabajar en la construccin. En Zurich adems de muchos vecinos tambin viven varios tos maternos. Por ltimo Tonio, el mayor, de 26 aos, trabaja como carpintero en La Corua: ya lleva all muchos aos y hasta que se cas vena todos los fines de semana a la casa, tambin en las vacaciones y en las etapas de paro. Su esposa procede de la misma aldea y en la capital provincial trabaja en un gran supermercado.

    A principios de septiembre ltimo Herminia viene ella sola a consulta a la Unidad de Salud Mental. Trae un volante de la mdica de cabecera que dice: paciente con sndrome depresivo, se ruega consulta. Tambin nos muestra un informe de cuando acudi a Urgencias del Hospital XeraL a fines de agosto. En esta ocasin la mdica residente de Psiquiatra anoto: Hoy, a raz de un enfado se tom 4 comprimidos de ... Diagnstico: Parasuicidio.

    Las dos mujeres mdicas que han intervenido en el caso tienen entre 25 y 30 aos, saben hablar gallego, pero se expresan en castellano y siempre escriben sus informes mdicos en esta lengua. Ambas han cumplido bastante bien con su rol, hicieron un diagnstico y encasillaron a Herminia. De casual dad, nosotros en la USM no hemos seguido el mismo camino.

    Nos va diciendo que no quera venir a la consulta pero que la doctora de cabecera la convenci (ms adelante pensamos que vena a ver si consegua una baja). Trata de minimizar el intento de suicidio: casi quera desaparecer. .. no tengo humor para nada ... sin embargo, tengo miedo a la muerte ... en un momento difcil de un ataque de nervios ... puede que ese da risemos algo yo y el marido ... al final tuvo que salir conmigo para el mdico ... se dio cuenta porque qued atravesada en la cama... no reaccionaba ... fue a buscar la doctora ... yo solo s que despert en el Hospital. No soy llorona, pero ese da que tom las pastillas llor continuamente ... yo no lloro pero sufro.

    Vemos cmo utiliza el concepto de ataque de nervios para explicar su conducta. Est en un centro sanitario al cual viene desde una periferia aldeana. Relaciona el cuadro clnico (cansancio, insomnio de primera fase, irritabilidad, cefaleas, etc.) con los eventos: matrimonio del primognito, fallecimiento del novio de la hija, la emigracin de otro de los hijos. Pero tambin construye otro relato ms existencial:

    A veces deseo estar una temporada fuera de la casa, si pudiese coger una

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    /Hita me ira a dar una vuelta a Suiza con mis hermanos. Parece que se me han puesto las ideas de coger unas vacaciones ... Nunca he salido de la casa ... Pienso, Muy pohre soy, nunca tuve un sueldo siempre dependiendo de que me diesen cinco duros para ir a una feria! ... Con la baja, si juntase unos dineritos me ira de vacaCIOnes.

    A una agricultora autnoma que paga unas 16.000 ptas de cuota a la S. Social. si consigue que el mdico le d de Baja, este organismo le pagar unas 60.000 ptas. al mes mientras se encuentre en esta situacin.

    Hasta los 18 aos estuve en la Casa de mi padre y despus me cas para esta Casa y listo ... . Tengo cuatro hermanos en Suiza. Yo no he cambiado tanto... camhi el mundo.

    En julio se cas el hijo mayor. .. viven en La Corua; es la prdida de un hijo que vena todos los tines de semana a casa; ahora va a dormir a otra casa aunque sea de la misma aldea.

    l (mi marido) algunas veces me dice que yo no tengo nada, dice: T no va/es nada. Dice que mi trabajo no vale tanto como el de l. Se me meten tonteras en la cahez.a .

    Distingo los domingos si voy a la Misa, el resto siempre trabajando, pienso: Muy pohre soy, nunca he (Ii.~frutado de ocho das en una playa. Como pueda este verano, una Fez. que quede el tra!Jqjo hecho, escapo. Cuando se cas el hijo se fueron ocho das a las Canarias.

    La suegra est encamada; las piernas ya no la sostienen, pero es ella quien manda; me tiene dicho que la Casa es de ella y la puerta ma ... An ahora, en la pensin manda ella, voy yo a cohrrsela pero tengo que entregarle lodo ... a lo mejor le da algo a los nietos y a m mi I c1uros, pero el resto lo guarda ella.

    La hija adelgaz muchsimo, temo que coja una depresin a los nervios. Estaba fuerte como un roble. Ya llevaban cuatro aos de novios. No va los bailes, se puso de negro. Hemos querido darle estudios para que no tenga que ser una esclava como yo. Hoy las mejores tierras que podemos dejarles son los estudios. La casa grande del lugar dicen que van a dedicarla a Turismo RuraL vinieron a buscar a nuestra Sonia para trabajar all de camarera en el verano. No la dejamos ir, no tiene porque servir a los seoritos, ya me l1eg a m que la casa de mi padre no era nuestra y el seor estaba en Madrid ... Me ofreca para ir yo a ese trabajo, pero prefieren las mozas jvenes y guapas.

    Cuando me cas todos decan que haba tenido mucha suerte: mis hermanos tuvieron que marchar por el mundo. Sin embargo, ahora ellos viven mejor que yo.

    El marido tiene razn, lo que yo hago no produce. La leche la pagan muy mal y la carne en vez de subir baja. Estoy pagando el Seguro alto (Seguridad Social Agraria con derecho a hqjas) y mi hombre tiene que pagar el de

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    Autnomos. La hija en Santiago, estudiando nos cuesta mucho ... el dinero no llega a nada...

    No quiero que ningn hijo se quede en la tierra. Mi nuera viste como una seorita aunque tiene que trabajar muchas horas cada da. Ya se han metido a dar la entrada para un piso.

    Mi marido es muy bueno, nunca me dio un disgusto. Ese da discutimos algo y yo le tom a mal cosas que l me dijo pero que son ciertas. El mundo no s hacia donde va, pero la gente joven es ms lista, miran ms por ellos mismos ...

    Si le digo la verdad a veces entiendo a los que se ahorcan ... no s para qu estamos aqu[; y an hay gente que dice que existe Dios ... .

    No necesita comentarios. Si nos ponemos a interpretarlo estaramos contradicindonos. Herminia se piensa as. Ya no nos parece ninguna broma el parasuicidio de esta seora. De depresin tambin queda poco. El trmino enfado. que utiliza la MIR de Psiquiatra en el informe de urgencias, lo vemos ahora como un atentado cultural: una de las frecuentes microagresiones colonialistas.

    Concluyo resaltando que Herminia s sali de la casa. s se divirti. lncl uso en dos otoos se fue a los Baos (curas termales) a Cuntis acompaando a su suegra. No se perdi ninguna de las ferias comarcales de referencia ni tampoco las Fiestas del Patrn de su parroquia y de la de sus padres.

    En su juventud la comunidad dispona de estrategias, de rituales para canalizar las tensiones vecinales. Con toda seguridad, en la boda de Herminia se celebr una regueifa (desafo potico), y tambin particip en otros ritos como el de la esfolla, donde no exista la tajante separacin actual entre el trabajo y la diversin, y donde al tiempo que se deshojaba el maz, simblicamente se producan desfloramientos, ritos de paso a la adultez ... Pero. los tiempos han cambiado y en el asunto del ocio, al igual que en otros muchos. no lo puede hacer ni como su suegra ni como su nuera. est hecha un lo. Deprimirse tambin puede ser una salida socialmente reconocida.

    El estado clnico de Herminia es local, oportuno e individual. no puedo universalizarlo. La lgica narrativa opera de modo diferente al pensamiento categrico. Con el pensamiento narrativo intentamos comprender ]0 que est ocurriendo con lo que ya pas. Al igual que la metfora, la narrativa ofrece un modo de contemplar lo inefable, lo abstracto. por va de lo concreto. Enfermedad y curacin quedan situadas dentro del tiempo humano. como escribe Mattingly ( 16).

  • (24) 426 Emilio GOIl;,le;, Femndez ORIGINALES Y REVISIONES

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    Emilio GonLlez FernndCl. Psiquiatra. Unidad de Salud Mental n.o 2. Complexo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela Corres/)(Indencia: Emilio GonJ:lez Fernndez. el Lpez Ferreiro. n.o 4. 15702 Santiago de Compostela (La Corua). Fecha de recepcin: 2 J -XI-1995.