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Derecho Penal

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Principios, prohibiciones y aplicación de la ley penal

3.Principios y prohibiciones en materia penalLa forma en que el Estado castiga determinadas conductas con una sanción, las cuales se encuentran proscritas en una norma, es lo que se considera como los principios del derecho penal.

Estos principios son fundamentales para que la pena corresponda al delito cometido y que ésta se apegue lo más posible a la justicia. A continuación se describen las principales características de las más representativas.

3.1 Principio de legalidadEl Estado de derecho se traduce en la certeza de que la autoridad estatal sólo podrá actuar con fundamento en algún precepto legal. Por el contrario, un individuo podrá hacer todo aquello que el derecho no le prohíba.

Esto es lo que también se conoce como principio de legalidad. Hans Kelsen lo explicó con gran claridad: ‘Un individuo que no funciona como órgano del Estado puede hacer todo aquello que no está prohibido por el orden jurídico, en tanto que el Estado, esto es, el individuo que obra como órgano estatal, solamente puede hacer lo que el orden jurídico le autoriza a realizar’.

Éste es el principio de legalidad en su aspecto meramente formal. Sin embargo, como bien apunta el profesor español Francisco Laporta, este aspecto del principio de legalidad es meramente un “universo ético”, esto es: “no es una propiedad del derecho, (…) sino al derecho que debe ser”.

Para evitar que el principio de legalidad se convierta en un mero “universo ético” se requiere cumplir con ciertos elementos mínimos. Pedro Salazar considera que serían:

a)La existencia de un cuerpo normativo emitido por una autoridad jurídicamente reconocida;

b)Dicho cuerpo normativo debe estar integrado por normas estables, prospectivas, generales, claras y debidamente publicadas;

c)La aplicación de normas a los casos concretos debe ser ejecutada por una institución imparcial, esto es, tribunales previamente establecidos, mediante procedimientos normativos accesibles para todos, que garanticen que toda pena se encuentra debidamente fundada y motivada (García, D., 2011, pp. 37-38).

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El principio de legalidad en México

El principio de legalidad se encuentra reconocido en la Constitución mexicana a través de diferentes disposiciones. Los artículos 103 y 107 consagran el juicio de amparo, mecanismo jurídico con el que los ciudadanos pueden impugnar los actos de la autoridad que no se ajusten a lo establecido por la ley. Adicionalmente, el artículo 133 establece el principio de supremacía constitucional, el cual supone una jerarquía normativa: los actos de autoridad deben ajustarse a lo dispuesto por las leyes, y éstas a su vez, a la Constitución.

Además, el artículo 73 le otorga la facultad al Congreso de la Unión (parlamento) para expedir leyes conforme a los procedimientos establecidos en los dos artículos precedentes. Los artículos 14 y 16 de la Constitución mexicana también contemplan cuestiones fundamentales relacionadas con el principio de legalidad. El primero prevé la irretroactividad de la ley; el debido proceso legal, esto es, el hecho de que “nadie podrá ser privado de la libertad o de sus propiedades, posesiones o derechos, sino mediante juicio seguido ante los tribunales previamente establecidos en el que se cumplan las formalidades esenciales del procedimiento y conforme a las leyes expedidas con anterioridad al hecho”. Asimismo, esta disposición constitucional establece el principio de exacta aplicación de la ley. En materia penal esto implica que no podrá imponerse “pena alguna que no esté decretada por una ley exactamente aplicable al delito de que se trata”, mientras que en el ámbito civil significa que “la sentencia definitiva deberá ser conforme a la letra de la ley o a la interpretación jurídica de la ley”. Por su parte, el artículo 16 contempla que “nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente, que funde y motive la causa legal del procedimiento”. El principio de legalidad en este sentido implica que todos los actos de los órganos estatales deben estar fundados y motivados en una norma jurídica vigente, expedida de conformidad con la Constitución. La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha explicado con gran precisión qué significan ambos términos:

De acuerdo con el artículo 16 de la Constitución, todo acto de autoridad debe estar adecuada y suficientemente fundado y motivado, entendiéndose por lo primero que ha de expresarse con precisión el precepto legal aplicable al caso y, por lo segundo, que también deben señalarse, con precisión, las circunstancias especiales, razones particulares o causas inmediatas que se hayan tenido en consideración para la emisión del acto; siendo necesario, además, que exista adecuación entre los motivos aducidos y las normas aplicables, es decir, que en el caso concreto se configuren las hipótesis normativas. De esta forma, la Constitución mexicana reconoce el principio de legalidad, no sólo desde el punto de vista formal, sino que además ofrece los caracteres generales para que en México exista el Estado de derecho (García, D., 2011, pp. 38-40).

3.2 El principio de tipicidadEl principio de tipicidad, (…) se cumple cuando consta en la norma una predeterminación inteligible de la infracción y de la sanción; supone en todo caso la presencia de una lex certa (claridad de la ley) que permita predecir con suficiente grado de seguridad las conductas infractoras y las sanciones.

En este orden de ideas, debe afirmarse que la descripción legislativa de las conductas ilícitas debe gozar de tal claridad y univocidad que el juzgador pueda conocer su alcance y significado al realizar el proceso mental de adecuación típica, sin necesidad de recurrir a complementaciones legales que superen la interpretación y que lo llevarían al terreno de la creación legal para suplir las imprecisiones de la norma.

Ahora bien, toda vez que el derecho administrativo sancionador y el derecho penal son manifestaciones de la potestad punitiva del Estado, y dada la unidad de ésta, en la interpretación constitucional de los principios del derecho administrativo sancionador debe acudirse al aducido principio de tipicidad, normalmente referido a la materia penal, haciéndolo extensivo a las infracciones y sanciones administrativas, de modo tal que si cierta disposición administrativa establece una sanción por alguna infracción, la conducta realizada por el afectado debe encuadrar exactamente en la hipótesis normativa previamente establecida, sin que sea lícito ampliar ésta por analogía o por mayoría de razón. (Semanario Judicial de la Federación, 2006, p. 1)

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3.3.Principio del bien jurídico y de la antijuridicidad

Principio del bien jurídico

El principio del bien jurídico es el concepto más difícil de definir en el ámbito de la ciencia penal, pues se han esbozado tantas definiciones como autores han tratado el tema. Sin embargo, es remarcable el trabajo de Ernest von Liszt (1999), quien manifiesta que el bien jurídico se define como un interés vital para el desarrollo de los individuos de una sociedad determinada, que adquiere reconocimiento jurídico.

De esta definición, es posible determinar que el bien jurídico es:

a) Interés vital que preexiste al ordenamiento normativo, pues tales intereses no son creados por el derecho, sino que éste los reconoce y, mediante ese reconocimiento es que esos intereses vitales son bienes jurídicos. En este sentido, Franz von Liszt se expresó de la siguiente manera: “Nosotros llamamos bienes jurídicos a los intereses protegidos por el derecho. Bien jurídico es el interés jurídicamente protegido. Todos los bienes jurídicos son intereses vitales del individuo o de la comunidad. El orden jurídico no crea el interés, lo crea la vida, pero la protección del derecho eleva el interés vital a bien jurídico”.

La referencia a la sociedad determinada nos señala que ese interés, que es fundamental en un determinado grupo social y en un determinado contexto histórico, puede no serlo en otro, por esa razón es discutible la idea de que existan intereses universales y eternos. La idea de que el bien es un interés reconocido por el ordenamiento jurídico nos lleva a preguntarnos qué rama del ordenamiento jurídico es la que crea los bienes jurídicos, es decir, la que reconoce intereses fundamentales, ¿lo es el derecho penal? La respuesta es negativa, el derecho penal no crea bienes jurídicos, sino que se limita a sancionar con una pena a ciertas conductas que lesionan ciertos bienes de cierta forma. El bien jurídico es creado (lo cual equivale a decir que el interés vital es reconocido) por el derecho constitucional y el derecho internacional (Kierszenbaum, M., 2009, pp. 188-189).

Principio de antijuricidad

El término  ‘antijuridicidad’  es un  neologismo  que representa el intento de  traducir  la expresión alemana Rechtswidrigkeit, que significa ‘contrario al derecho’; respecto a este tema Cury (1994) señala que:

Aunque se ha sostenido que podría haber sido utilizado en español el término “ilícito” (“ilicitud” o “contrario a la ley”), se ha estimado que este último podía resultar un concepto demasiado amplio o vago, por cuanto suele trascender el ámbito meramente jurídico (incluyendo, por ejemplo, parámetros éticos). Además, con este término se buscaba reflejar algo que va más allá de lo puramente contrario a la ley.

Se trata de un concepto creado por el civilista alemán Rudolf von Ihering, que lo invocaba para describir cualquier acto contrario a derecho. Tras su adopción por la  doctrina  penalista, particularmente por la Escuela Penal Alemana, seguidores de la teorías causalistas y neocausalistas del delito, por ejemplo, Franz von Liszt, Ernest von Beling, Gustav Radbruch, Graf zu Dhona, Edmund Mezger, el delito se comienza a definir como una acción típica, antijurídica y culpable.

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Al analizar el tema de la antijuridicidad emerge la problemática relativa a cómo distinguir los comportamientos antijurídicos contrarios al dictado de las normas, lo cual nos obliga a meditar sobre la existencia de comportamientos antijurídicos en las diversas ramas del derecho, pues en ellas el legislador recoge normas que se integran al contenido de la ley, así como consecuencias jurídicas para los que violan el deber de obediencia o de sumisión emanado de las mismas.

Lo anterior provoca que constantemente se admita a lo antijurídico como lo contrario al derecho, sin embargo, es conveniente recordar que el ataque se dirige propiamente a nivel normativo, más no a nivel ley o al derecho en su conjunto, lo cual nos arroja una respuesta vinculada con el papel de las normas y su diferencia con la ley, pues resulta inadmisible pretender homologarlas y darles el tratamiento de sinónimos.

Para explicar el problema que enfrenta la antijuridicidad podemos recurrir a la teoría de las normas de Binding, a partir de la cual el autor se enfoca a demostrar que el delincuente no actúa en contra de las leyes penales, sino que concreta lo que la ley penal precisa. Empero, es usual la expresión en el sentido de “transgresión” o “violación” de la ley penal, las cuales tienen sus ventajas, pues nos permite deducir que el sujeto activo viola determinadas proposiciones con su comportamiento. A dichas proposiciones jurídicas, Binding las denomina “normas”, siendo éstas las que el delincuente transgrede, pues “ la ley que el delincuente transgrede precede conceptual y regularmente, pero no necesaria y temporalmente a la ley que dispone la forma de su condena”, lo cual resulta lógico por una cuestión de sistemática, dado que el presupuesto de una teoría del delito es precisamente la existencia de tipos penales, los cuales surgen a partir de leyes penales, y sólo ante la concreción de los tipos penales puede darse la posibilidad de una culpabilidad, originada como consecuencia de la antijuridicidad, misma que emana del ataque a una norma integrada a un tipo penal contenido en la ley penal.El contenido semántico del concepto de antijuridicidad se refiere a la contradicción del orden jurídico a través de una acción, lo cual sólo es admisible desde una perspectiva semántica o gramatical, pues técnicamente la antijuridicidad contiene aspectos tanto de carácter formal, material, como valorativos. La formal, en atención al ataque o contravención a lo dispuesto en la ley; en tanto material, se enfoca a la lesión o puesta en peligro del bien jurídico protegido en la ley penal.

El aspecto valorativo radica en el juicio de valor que recae sobre un comportamiento humano y que indica un comportamiento contrario al contenido de las normas penales, lo cual nos permite entenderla como adjetivo referido a la acción, es decir como característica del injusto. Por ejemplo: la legítima defensa en el homicidio refiere una conducta no punible siempre y cuando se reúnan las condiciones para la permisión establecidas en la propia ley. En tales términos, podemos hablar de causas generales que eliminan la antijuridicidad, las cuales provocan que las normas se presenten con excepciones (Cury, E. 1994).

3.4.Principio de culpabilidadLa culpabilidad es el juicio de reproche que hace el Estado al autor de una acción antijurídica, cuando se constata su imputabilidad y la exigibilidad de una conducta distinta a la que realizó o, si se prefiere, el reproche que merece el autor de una acción antijurídica, cuando no concurren circunstancias de inimputabilidad o de exculpación.

La culpabilidad se rige fundamentalmente por el principio proveniente del derecho romano: poena non alios quam suos teneat auctores (nadie puede ser responsable por las acciones de terceros que no ha podido impedir).Un aspecto de importancia consiste en determinar si la responsabilidad deriva de una cuestión personal o bien de un hecho, es decir, establecer si la culpabilidad surge del hecho realizado, o bien, si su realización permite, para los efectos, determinar la culpabilidad.

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De manera tradicional ha existido la idea de una libertad de voluntad que incide y juega un papel importante a nivel de responsabilidad, acorde con la cual se excluye la posibilidad de una culpabilidad si el autor tenía la posibilidad de actuar de modo distinto.

Empero, resulta criticable suponer que el fundamento de la culpabilidad radique básicamente en la posibilidad de actuar de modo distinto, sobre todo a partir de críticas que señalan lo difícil de hablar de una libertad de voluntad en casos como el del sujeto que toma una decisión en un momento determinado irrepetible, lo lógico es pensar que no pudo ser precisamente otra, por los factores que incidían en esa ocasión con el carácter de irrepetibles, pues por más que pueda haber otra alternativa de actuación el comportamiento desplegado no puede correr la misma suerte.

Por otra parte, las ciencias del comportamiento no permiten demostrar si el sujeto en un momento determinado le fue posible evitar la comisión del delito, en virtud de que existe una libertad de actuación que en ciertos casos rebasa los límites de lo científicamente factible, además tendría que sumarse las características de nuestro sistema de administración de justicia, el cual necesariamente conlleva en los más de los casos a un alejamiento entre el juez y la acción cometida, por problemas de tiempo, de posibilidades periciales u otros de diversa índole.

Tampoco podría exigirse que los textos legales establecieran como presupuesto de la culpabilidad actuar de modo distinto, pues en tal sentido sería algo extremadamente difícil de acreditar, precisamente por los factores irrepetibles que se presentan.

Atento a lo anterior, el principio de culpabilidad presupone lógicamente la libertad de decisión del hombre, pues sólo si existe la posibilidad en el hombre de actuar de modo distinto podrá deslindarse sobre de él responsabilidad penal.

Si la conducta estuviera determinada definitivamente por la virtualidad causal de fuerzas objetivas sustraídas al influjo de la voluntad, al modo de los procesos naturalísticos, reprochar al hombre sus acciones tendría tan poco sentido como hacerle responsable de sus enfermedades.

En consecuencia, un derecho penal que se oriente por el principio de culpabilidad debe, por el contrario, enfrentarse a la problemática de la libertad de voluntad, lo cual no presupone determinar sólo que el hombre pueda decidir con libertad sino, correctamente, por lo que a la par de la libertad de querer realizar un determinado comportamiento debe estar la capacidad para distinguir los valores.

En el ámbito del ordenamiento jurídico la conciencia del derecho es lo que capacita al hombre para distinguir entre el derecho y el injusto.

La vigencia de la norma jurídica se halla condicionada, ciertamente, a su reconocimiento por la conciencia del ciudadano, pero la conciencia del derecho constituye el órgano natural por el que el particular hace propios los mandatos y prohibiciones jurídicos, sin perjuicio de que el intelecto pueda participar también en el conocimiento puramente racional de los mandatos jurídicos y la conciencia pueda resultar completada por informaciones debidamente recabadas (Liberley, 2019).

La necesidad de la pena

La culpabilidad se establece en la ley penal como el límite de la pena, es decir ésta será graduada con base en aquélla, lo cual sólo resulta válido para el caso de los sujetos normales en los cuales existe la ausencia de una causa de inculpabilidad.

De donde resulta que la pena es justificable por un fin de prevención penal, para el caso de los sujetos que han delinquido, a diferencia de las medidas de seguridad que se deben aplicar para los sujetos peligrosos, pero para un sujeto culpable, a la vez que peligroso, debe serle aplicada una pena y una medida de seguridad (Plascencia, R., 2004, pp. 169-170).

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La motivación como fundamento de la culpabilidad

Plascencia (2004) recopila los conceptos de varios autores como fundamento de la culpabilidad:

Acorde con Muñoz Conde, la culpabilidad es la última fase del proceso de motivación, que comienza con la educación paterna y prosigue durante toda la vida del individuo en virtud de la introyección de exigencias sociales.

De tal manera, que cuando no existe participación en los bienes jurídicos, falta todo sentimiento de culpabilidad en el sujeto, en consecuencia, la razón para formularle un reproche.

En este sentido, Mir Puig señala que “existe culpabilidad cuando el autor de un hecho penalmente antijurídico actúa en condiciones de motivabilidad normal, lo que sucede si no es imputable, ni obra en situación de no exigibilidad”.

Cuando existe la imposibilidad de motivar al sujeto, entonces resulta conveniente prohibirle el hecho, lo cual no exige que la motivabilidad alcance un determinado grado de normalidad, por lo que no es necesaria la prohibición del hecho, pero si lo que resulta acreditado es la plena anormalidad de las condiciones de motivación del sujeto, no debe castigársele por la falta de culpabilidad y no obstante que el hecho deba seguir siendo prohibido por la norma, la concreción de ésta no puede castigarse con una pena en virtud de la anormalidad motivacional del sujeto (Plascencia, R., 2004, pág. 170).

3.5.Principio de jurisdiccionalidadEl principio de jurisdiccionalidad se plantea como límite de la ley penal, ya que señala el marco jurídico al que se debe sujetar el procedimiento penal para limitar la potestad punitiva del Estado.

Aparece este segundo ámbito limitativo del ius puniendi recogido en el principio: Nulla poena sine iuditio, que precisamente significa que no hay pena sin el debido juicio legal o garantía de jurisdiccionalidad.

En su amplio contenido abarca a todas aquellas disposiciones legales, generalmente recogidas a partir de un fundamento constitucional, en la ley procesal penal secundaria que obligan a que la imposición de la pena a una persona, por el delito cometido, sea consecuencia de un cierto procedimiento que permita verificar y constatar que el hecho de que se trate sea atribuible a un cierto tipo penal que prevenga una pena y que se acredite la responsabilidad del autor, aspecto del cual deriva la posibilidad de declarar el juicio de culpabilidad en contra.

Por este principio se consagra la exclusividad del Poder Judicial para condenar e imponer sanciones a los autores o partícipes de un delito.

El efecto material de este principio es que no pueden establecerse tribunales paralelos a la justicia ordinaria penal, para avocarse al juzgamiento de delitos comunes. No obstante, en el pasado han sido frecuentes los tribunales especiales para juzgar determinados delitos.

En otros casos el principio de jurisdiccionalidad ha sido trasgredido a través del sometimiento de civiles al Fuero Castrense (…) ya que sólo puede juzgar delitos comunes cuando tanto el autor como la víctima tienen la condición de militares.

Las autoridades judiciales del fuero ordinario, tienen atribuciones para intervenir, por encontrarse en suspenso su jurisdicción y competencia.(Todo sobre la abogacía, 2018)

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3.6.Prohibición de la aplicación retroactiva, analógica y por mayoría de razón

Prohibición de la aplicación retroactiva

La retroactividad se refiere al efecto que una norma tenga en cuanto a actos ocurridos previos a su expedición, en relación con su aplicación y las prohibiciones que este principio tiene, Carla Huerta (s.f.) comenta sobre la retroactividad:

El término retroactividad en el derecho se refiere a la situación específica en que una norma puede tener eficacia respecto de actos sucedidos previamente a su expedición, esto es, a una forma extraordinaria de operación de la norma en el tiempo. En realidad, la norma no se mueve en el tiempo, no va hacia el pasado, más bien se presume que esa era la norma vigente en el momento en cuestión. De modo que a la norma se le confiere eficacia respecto de actos sucedidos antes de entrar en vigor, pero solamente para los casos específicamente previstos en los artículos transitorios. Una vez más se trata de una ficción que tiene por objeto permitir que se resuelva un caso con la mejor norma posible, para evitar un perjuicio derivado del cambio en la normatividad, sin por ello vulnerar el principio de seguridad jurídica. Más que modificar su vigencia, se trata de atribuirle una validez temporal extraordinaria a la norma en cuestión.

Todo parece indicar que el fin de esta disposición es evitar un daño o menoscabo en los derechos de las personas, y que este precepto se refiere a las normas emitidas por el legislador, por lo que podría ser considerado como un límite a la actividad legislativa. Sin embargo, como garantía debe interpretarse en un sentido más amplio con referencia a toda norma jurídica general. El término ley debe ser entendido en el sentido más amplio como norma jurídica general, y no simplemente como norma jurídica emitida por el congreso, ya que esto restringiría la garantía. Por otra parte, los órganos facultados para la interpretación no aplican leyes exclusivamente, en consecuencia, este precepto se refiere a toda norma jurídica general, excepto a la constitucional.

La garantía prevista en el artículo 14 constitucional y los vocablos “dar efectos retroactivos” deben ser interpretados en el sentido más amplio, como prohibición para producir dichos efectos por acto legislativo o por acto de aplicación, ya que la autoridad normativa puede dar dichos efectos mediante una disposición transitoria.

La jurisprudencia ha establecido que la retroactividad de las leyes significa que “una disposición legal no debe normar acontecimientos producidos con anterioridad al instante en que entró en vigor tal disposición, ya que éstos quedan al imperio de la ley antigua”. Sin embargo, vale la pena citar la tesis que sostiene que:

La ley retroactiva no es la que tiene como única característica obrar sobre el pasado, pues para que se le considere así en los términos del artículo 14 constitucional, tiene que volver efectivamente sobre el pasado, pero aplicando las condiciones de validez de un acto, en una forma diversa a la ley anterior o modificando o suprimiendo los efectos del mismo acto, que ya se hubieren realizado. Fuera de estos casos la ley puede modificar sin considerarse retroactiva, los efectos futuros de hechos o actos anteriores a su promulgación.

Con lo cual se precisa no solamente el significado y función de la retroactividad, sino sus efectos y alcance. Por lo que a las leyes en sentido estricto se refiere, o a normas de rango inferior a la Constitución, se ha planteado la duda sobre la posibilidad de interpretar a contrario sensu la garantía de no retroactividad, de modo que se pudiese solicitar a la autoridad aplicar retroactivamente una norma cuando ésta sea benéfica.

Pero la jurisprudencia ha señalado en diversos criterios que: “la Constitución no obliga a que necesariamente se deban aplicar retroactivamente las leyes que introduzcan beneficios”.

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En el caso de las normas constitucionales se debe responder de manera distinta, ya que, si la norma reformada amplía derechos o garantías, debe tener efectos retroactivos, si en cambio restringe o anula los derechos, entonces no debe modificar posiciones o actos que ya se consumaron.

En cuanto a las normas sustantivas, la jurisprudencia ha distinguido el alcance de la retroactividad para la autoridad obligada dependiendo del momento procesal y el de la reforma, por lo que la aplicación retroactiva de la ley benéfica solamente es obligatoria antes de que se dicte la sentencia. En cambio, si la ley es reformada posteriormente y es más benigna, su aplicación corresponde a la autoridad ejecutora.

Finalmente, cabe recordar que el principio de no retroactividad es una garantía de seguridad jurídica cuyo fin es limitar la actividad del poder público para que no afecte la esfera del particular. Se trata de preservar el Estado de derecho en función de los principios de legalidad y certeza. (pp. 587-588)

Analogía y mayoría de razón

A nadie podrá imponérsele una pena o constituírsele un delito por simple analogía o mayoría de razón y esto se refiere a que el derecho penal es estricto: el ciudadano tiene permitido hacer todo aquello que no le esté expresamente prohibido por la ley, y tratándose de delitos, sólo puede imponérsele una pena a una persona por la comisión de un hecho antisocial, que tenga un tipo penal descrito expresamente en la ley, y la pena sólo podrá ser la contemplada en la misma ley.

Esto quiere decir que, si una persona comete un hecho antisocial, a pesar de que, a todas luces, y la opinión generalizada (mayoría de razón) implicara que dicho hecho antisocial es merecedor de una pena, esta pena no podrá imponerse, a menos de que el hecho social se encuentre expresado en una ley, si la conducta descrita en la ley no es igual, si no que se parece (simple analogía) tampoco puede imponérsele una pena al responsable del hecho antisocial (Muñiz, A., 2019).

3.7 Prohibición de la responsabilidad objetivaEl fundamento de la responsabilidad objetiva es muy distinto al de la responsabilidad subjetiva. El elemento de culpa resulta fundamental dentro de la distinción entre la responsabilidad subjetiva y la objetiva, ya que en la responsabilidad subjetiva se parte de un elemento personal que se refiere precisamente él la negligencia, culpa o dolo en contraposición a la responsabilidad objetiva, en donde hay una ausencia de ese elemento subjetivo y el elemento del que se parte es objetivo y es precisamente el uso de las cosas peligrosas, el daño que por ese uso se cause.

Algunos autores han denominado a la responsabilidad por riesgo creado, “responsabilidad objetiva”, en virtud de que se basa en un elemento ajeno a la conducta objetivo, el cual es la utilización de un objeto que por sí mismo o por la velocidad en que se maneja, es peligroso o crea un riesgo para los demás.

Se distingue entonces de la responsabilidad civil subjetiva, por la noción de culpa; es decir, que los daños se causan por una conducta culpable, al contrario de la responsabilidad objetiva que es una conducta inculpable que consiste en aprovechar un objeto peligroso que crea riesgo de daños, que se basa precisamente en el elemento externo que es el riesgo creado. Antonio Hernández Gil atribuye la existencia del concepto de responsabilidad objetiva al hecho de que la responsabilidad subjetiva es insuficiente para satisfacer algunos casos de justicia.

En el mismo sentido, Planiol y Ripert advierten la ineficacia de la teoría de la responsabilidad subjetiva en virtud de que aun cuando ésta establece presunciones de culpa, para asegurar la indemnización de las víctimas en ciertos casos en que se estima necesaria, no ha sido suficiente y ha provocado que surja una nueva figura, la de la responsabilidad objetiva, en que ya no es necesaria la culpa para la existencia de la responsabilidad y en donde se admite que todo riesgo creado debe ser a cargo de la actividad que lo origina (Campos, M., 2000, pp. 49-50).

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Riesgos profesionales

En el derecho mexicano, tanto la Constitución en su artículo 123, fracción XIV, como la Ley Federal del Trabajo en sus artículos 473, 488, 489 y 514; y el Código Civil en sus artículos 1935 al 1937, regulan la responsabilidad objetiva de los patrones en los casos de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales que sean sufridas por el mismo trabajo que realicen o en el ejercicio de la profesión. Los autores franceses establecen como origen de esto el desarrollo de la industria, las nuevas máquinas y fenómenos que se dieron en el siglo XIX principalmente, en donde se presentaron nuevos casos, como accidentes de trabajo que provocaban mayores injusticias para el obrero, que en su momento fue importante regular. En nuestro Código Civil, se reconoce esta responsabilidad de los patrones y la obligación por parte de ellos de reparar a sus trabajadores mediante una indemnización, salvo, de conformidad con el artículo 1937, aquellos casos en que el trabajador haya producido dichos accidentes voluntariamente. La objetividad de esta responsabilidad está en que no se requiere el elemento de culpa o negligencia por parte del patrón para que esté obligado a responder. Así lo establece expresamente el artículo 1936 del Código Civil: “Incumbe a los patrones el pago de la responsabilidad que nace de los accidentes del trabajo y de las enfermedades profesionales, independientemente de toda idea de culpa o negligencia de su parte” (Campos, M., 2000, p. 50).

La utilización de objetos peligrosos

Muchos autores lo manejan como sinónimo de responsabilidad objetiva, la cual se ha definido como una fuente de obligaciones “por virtud de la cual, aquel que hace uso de cosas peligrosas, debe reparar los daños que cause, aun cuando haya procedido lícitamente”. Como lo hemos señalado con anterioridad, a la responsabilidad objetiva se le ha llamado también “teoría del riesgo creado”. La teoría del riesgo creado se basa en que toda actividad que crea un riesgo para la colectividad, obliga al agente de los daños a responder por los mismos. Se justifica principalmente por el hecho de que el que, desempeñando una actividad, obtiene un provecho por ésta y, por lo tanto, si causa un daño debe repararlo: se justifica desde el punto de vista económico y desde el punto de vista social. Estos presupuestos son tanto de orden económico como de orden social; entre los primeros se menciona la revolución industrial, cuyos efectos han conducido a una multiplicación de los daños. La utilización de nuevas sustancias peligrosas, los vertidos de hidrocarburos en el mar, las nuevas máquinas y aparatos que aumentan los riesgos, son algunos de los factores que constituyen elementos muy distintos a los que se enfrentó el legislador del Código Civil (Campos, M., 2000, pp. 50-51).

4.Ámbitos para la aplicación de la ley penalLa función principal de los ámbitos de aplicación de la ley es delimitar la actuación de las leyes, con énfasis en el lugar en el que entrará en vigor la instancia que tendrá la responsabilidad de impartir la justicia. Enseguida se describirán sus principales características.

4.1.Ámbito personalLos ámbitos de validez personal de la norma penal son un tema que determina los alcances y límites de la ley penal […] y se refiere a que no todas las normas son válidas para todas las personas. Por sus características, algunas normas serán aplicables a un grupo concreto o a un sólo individuo.

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Tabla 1. Validez de normas del ámbito personal

Es así que, ante el caso particular y concreto, lo primero que hay que determinar es cuál norma jurídica penal es aplicable. Esto hacer referencia a lo que se conoce como “ámbito material de validez”. Una vez determinada la norma, el siguiente paso es precisar desde qué momento y hasta cuándo está vigente la norma. Esto implica lo que se conoce como “ámbito temporal de validez”. Determinado el ámbito material y temporal de validez, el siguiente paso en la aplicación del derecho penal al caso particular y concreto, es determinar el “ámbito espacial de validez”, que se refiere a precisar la demarcación geográfica o espacio físico en las que tiene aplicación la norma.

Finalmente, una vez determinados los tres ámbitos de validez de la norma ya explicado, es procedente saber quién o quiénes son los sujetos a los que se le aplicará la norma penal, en este caso se está hablando del “ámbito personal de validez de la ley penal”.

El ámbito personal de validez tiene por objetivo determinar la persona a quién va dirigida; por supuesto, parte del principio de igualdad de todos los hombres frente a la ley. De esto se infiere, que este ámbito de validez nos dice, que las leyes se aplican sin distinción a todas las personas, capaces de ser sujetos de derechos y obligaciones, y la pena es dada en relación al delito cometido.

Los ámbitos de validez de la norma han sido una directriz que sirve de criterio para clasificar las normas jurídicas, en el caso del ámbito personal de validez, las normas jurídicas se clasificarán de la manera siguiente:

a. Generales o abstractas: regulan los comportamientos a que se refieren los elementos de su supuesto de hecho. Pueden ser: de Derecho General o Común, por ejemplo: La Constitución, Códigos de Derecho Especial, la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito.

b. Individualizadas: Carecen de generalidad, se refieren a casos concretos, por ejemplo: la sentencia, contratos, etcétera. (Atlantic International University, 2019)

4.2.Ámbito espacialEste segundo tipo de ámbito de validez de la norma penal se relaciona con el hecho de que esta última debe aplicarse en el territorio en donde se creó, lo que hace que tenga una aplicación circunscrita a ese medio geográfico. En el ámbito espacial de validez están inmersos diversos principios, algunos de ellos son los siguientes:

a)El de territorialidad. Se encuentra reconocido en el artículo primero del Código Penal Federal, que dice así: “artículo primero. Este código se aplicará en toda la República para los delitos del orden federal.”

Validez de normas del ámbito personal

Generales:Generales:

Para todas las personas

Obligan a todos los designados por la norma

A p l i c a b l e s a un grupo reducidos

Facultan sólo a un individuo determinado

Genéricas: Específicas: Individualizadas:

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b)El de extraterritorialidad. Consiste en que, bajo ciertas situaciones, la ley mexicana es factible que se aplique fuera del territorio nacional, como lo establece el artículo segundo fracción II, y cuarto y quinto del Código Penal Federal.

c)Principio personal. Este principio del ámbito espacial de validez atiende a la persona en sí, aspecto que determinará la aplicación de la ley, en el artículo cuarto el Código Penal Federal, en el que hace alusión a la nacionalidad de los sujetos activos y pasivos del delito. (Atlantic International University, 2019)

4.3.Ámbito temporalEsta variante de los ámbitos de validez de las normas, está vinculada a la pregunta, ¿cuándo es aplicable la norma penal? Se suele creer que lo será durante el lapso que se encuentre en vigencia, o sea, desde el inicio de la vigencia hasta que deje de tenerla, siendo éste el momento en que técnicamente se le ha dado el nombre de derogación. De acuerdo con este tipo de ámbito de validez de la norma penal, ésta se clasifica de la manera siguiente: a) De vigencia indeterminada: no establece fecha para su culminación, por ejemplo, código civil, código penal, Constitución. b) De vigencia determinada: cuando se tiene señalado el término de su duración, por ejemplo, la ley habilitante, la ley de inamovilidad laboral.

4.4.Ámbito materialCabe señalar que los estados federados convienen en que la federación determine qué acciones delictivas podrán ser reguladas conforme a las leyes penales locales y cuáles serán sancionadas exclusivamente por las leyes penales federales (Concepto Jurídico, 2012).

Este ámbito de validez tiene que distinguir tres órdenes desde los que se debe aplicar la norma jurídica penal:

a) El orden común, el local y el ordinario

Esto es así, debido a que el sistema federal mexicano prescribe que cada entidad federativa legisla en materia penal, por consiguiente, existen delitos y normas procesales de diversas características, según el Estado donde ocurran aquéllas. Se considera que una norma penal es común cuando su contenido no está reservado a la federación. Por tanto, todos los delitos son comunes, menos los que de manera expresa y por excepción tipifica la ley como federales.

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b) El orden federal o excepcional

Dentro de este nicho están comprendidos los delitos que afectan directamente a la federación. c) El orden militar

Se le llama también orden castrense, ya que regula las relaciones derivadas de los actos de naturaleza militar, o sea, del cuerpo armado.

Esta legislación ha sido denominada Código de Justicia Militar, en donde se tipifican los delitos y las penas que se imponen a los miembros del ejército. A nivel constitucional, el fundamento de este orden está preceptuado así: el artículo 13 señala que nadie puede ser juzgado por leyes privativas ni por tribunales especiales, que ninguna persona o corporación puede tener fuero, ni gozar más remuneraciones que los que sean compensación de servicios públicos y estén fijados por la ley. Sin embargo, es posible mantener el fuero de guerra para los delitos y faltas contra la disciplina militar; pero los tribunales militares en ningún caso y por ningún motivo podrán extender su jurisdicción sobre personas que no pertenezcan al ejército.

En otro tema, de acuerdo con este ámbito de validez de las normas, éstas se clasifican de la siguiente manera: a) Normas de derecho privado: normas que regulan las relaciones de los particulares entre sí y entre éstos y el Estado cuando el último no hace uso del Ius Imperium. b) Normas de derecho público: normas que regulan la organización y autoridad del Estado o regulan las relaciones entre éstos y los ciudadanos.

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Referencias •

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