DISCIPLINA LABORAL Y CÓDIGOS MINEROS EN …...RELACIONES 102, PRIMAVERA 2005, VOL. XXVI 201 no de...

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RELACIONES 102, PRIMAVERA 2005, VOL. XXVI 2 0 1 no de los problemas que impedían, según los empresa- rios, el desarrollo de la actividad minera colonial fue la escasez de mano de obra y su falta de disciplina. Res- pecto a estas quejas, nos parece interesante señalar que a pesar de ello la rentabilidad de la explotación minera recayó en el uso intensivo de la mano de obra, y hasta las primeras dé- cadas republicanas no empezaron a aplicarse tímidamente tecnología o métodos que redujeran el número de operarios. Por tanto podríamos deducir que el estado colonial estuvo facilitando a dichos empresarios * Facultad de Historia, Ciudad Universitaria, Ave. Francisco J. Mújica s/n, Col. Felí- citas del Río, Morelia, Mich. Teléfono: 0444312257134, e-mail: [email protected] U DISCIPLINA LABORAL Y CÓDIGOS MINEROS EN LOS VIRREINATOS DEL RÍO DE LA PLATA Y NUEVA ESPAÑA A FINES DEL PERIODO COLONIAL María Concepción Gavira Márquez* UNIVERSIDAD MICHOACANA DE SAN NICOLÁS DE HIDALGO En este trabajo se analiza la problemática de los empresarios mineros andinos para conseguir trabajadores disciplinados. A través de los có- digos mineros observaremos la legislación laboral y la confrontaremos con los expedientes para tener referencias sobre el cumplimiento de las leyes y sobre la normalización de la práctica. Compararemos el Có- digo Carolino (Virreinato de Río de la Plata) con las Nuevas Ordenan- zas de Minería de Nueva España. El excesivo intervencionismo y re- glamentación del primero fue un obstáculo para su aprobación, a diferencia de las Ordenanzas de Nueva España que por su origen fue un código más liberal y más exitoso, ya que respondía mejor a los in- tereses de los empresarios mineros. La dificultad más importante para la disciplina y proletarización de los trabajadores mineros andinos fue su calidad de campesinos que no dependían exclusivamente de la mi- nería para su subsistencia. (Legislación colonial, minería andina, minería novohispana, mano de obra)

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R E L A C I O N E S 1 0 2 , P R I M AV E R A 2 0 0 5 , V O L . X X V I

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no de los problemas que impedían, según los empresa-rios, el desarrollo de la actividad minera colonial fue laescasez de mano de obra y su falta de disciplina. Res-pecto a estas quejas, nos parece interesante señalar quea pesar de ello la rentabilidad de la explotación minera

recayó en el uso intensivo de la mano de obra, y hasta las primeras dé-cadas republicanas no empezaron a aplicarse tímidamente tecnología ométodos que redujeran el número de operarios. Por tanto podríamosdeducir que el estado colonial estuvo facilitando a dichos empresarios

* Facultad de Historia, Ciudad Universitaria, Ave. Francisco J. Mújica s/n, Col. Felí-citas del Río, Morelia, Mich. Teléfono: 0444312257134, e-mail: [email protected]

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DISCIPLINA LABORAL Y CÓDIGOS MINEROS EN LOS VIRREINATOSDEL RÍO DE LA PLATA Y NUEVA ESPAÑA A FINES DEL PERIODOCOLONIAL

María Concepción Gavira Márquez*UNIVERSIDAD MICHOACANA DE SAN NICOLÁS DE HIDALGO

En este trabajo se analiza la problemática de los empresarios minerosandinos para conseguir trabajadores disciplinados. A través de los có-digos mineros observaremos la legislación laboral y la confrontaremoscon los expedientes para tener referencias sobre el cumplimiento delas leyes y sobre la normalización de la práctica. Compararemos el Có-digo Carolino (Virreinato de Río de la Plata) con las Nuevas Ordenan-zas de Minería de Nueva España. El excesivo intervencionismo y re-glamentación del primero fue un obstáculo para su aprobación, adiferencia de las Ordenanzas de Nueva España que por su origen fueun código más liberal y más exitoso, ya que respondía mejor a los in-tereses de los empresarios mineros. La dificultad más importante parala disciplina y proletarización de los trabajadores mineros andinos fuesu calidad de campesinos que no dependían exclusivamente de la mi-nería para su subsistencia.

(Legislación colonial, minería andina, minería novohispana, mano deobra)

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Nueva España, aunque en una coyuntura de auge, también los estudiosmuestran evidencias del empeoramiento de las condiciones laboralespara los trabajadores mineros.2

Hemos preferido abordar preferentemente la mano de obra dedica-da al beneficio de la plata y no a la extracción del mineral, porque esta

FIGURA 1. Mapa de emplazamiento de Potosí y otros centros mineros.

2 Según Brading todas las pruebas conducen a una baja en las ganancias de los traba-jadores. En Guanajuato, la reducción del partido a los trabajadores provocó una disminu-ción de la oferta de mano de obra, que fue a menudo solucionado con un aumento de losmétodos de reclutamiento forzoso. Véase David Brading, Mineros y comerciantes en el Mé-xico borbónico (1763-1810), México, Fondo de Cultura Económica, 1975, 367-374. Brígidavon Mentz, “Coyuntura minera y protesta campesina en el centro de Nueva España,siglo XVIII”, en Inés Herrera (coord.), La Minería Mexicana. De la Colonia al siglo XX, México,Instituto Dr. José María Luis Mora y Colegio de Michoacán, 1998, 23-45.

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el acceso a la mano de obra. Sin embargo, lo que no pudo garantizar lapolítica de coacción del sistema colonial fue la disciplina que requería eltrabajo industrial.

La intención de este trabajo es analizar el proceso disciplinario de lostrabajadores mineros a través de los códigos mineros elaborados en el si-glo XVIII, y confrontarlo con otro tipo de testimonios que nos revelen elnivel de aplicación y cumplimiento de estas normativas. Para ello hemosrecurrido a dos tipos de fuentes: la legislación sobre la mano de obra, ylos expedientes surgidos de las denuncias tanto de empresarios como detrabajadores. La región en la cual nos vamos a centrar especialmenteserá la jurisdicción territorial de Charcas (Bolivia), región eminentemen-te minera que fue sometida a cambios administrativos en la segunda mi-tad del siglo XVIII, y de pertenecer al virreinato del Perú pasó a ser inclui-da en el del Río de la Plata. Con respecto a los códigos mineros hemosconsiderado interesante hacer una comparación entre las Nuevas Orde-nanzas de Minería de Nueva España y el Código Carolino (Virreinato deRío de la Plata), analizando el contexto político ilustrado donde fueroncreados para explicarnos por qué el primero fue exitoso mientras no seaprobó el segundo.

A partir de las últimas décadas del siglo XVIII, se produjo en la regiónminera de Charcas (Virreinato de Río de la Plata) un aumento de los con-flictos y denuncias entre trabajadores y empresarios provocados por unapolítica de coacción más radical hacía el mercado de trabajo. Las causasprincipales en la región minera de Charcas fueron la crisis minera y lasupresión de parte de las obligaciones impositivas de la población indí-gena, como fue el reparto de mercancías. Para Potosí, Tandeter ha enfati-zado la importancia de la renta mitaya o sobreexplotación de los trabaja-dores forzosos. Estudios realizados sobre otros distritos mineros comoOruro y Carangas, también evidencian un aumento de la coacción sobrela mano de obra minera, supuestamente voluntaria.1 En el virreinato de

1 Sobre Potosí véase Enrique Tandeter, Coacción y Mercado. La minería de la plata en elPotosí colonial, 1692-1826, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1992. Para la regiónde Oruro y Carangas, Concepción Gavira, “Reclutamiento y remuneración de la mano deobra minera en Oruro, 1750-1810”, en Anuario de Estudios Americanos, T. LVII-1, Sevilla,2000. y Población indígena, sublevación y minería en Carangas (en prensa).

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Nueva España, aunque en una coyuntura de auge, también los estudiosmuestran evidencias del empeoramiento de las condiciones laboralespara los trabajadores mineros.2

Hemos preferido abordar preferentemente la mano de obra dedica-da al beneficio de la plata y no a la extracción del mineral, porque esta

FIGURA 1. Mapa de emplazamiento de Potosí y otros centros mineros.

2 Según Brading todas las pruebas conducen a una baja en las ganancias de los traba-jadores. En Guanajuato, la reducción del partido a los trabajadores provocó una disminu-ción de la oferta de mano de obra, que fue a menudo solucionado con un aumento de losmétodos de reclutamiento forzoso. Véase David Brading, Mineros y comerciantes en el Mé-xico borbónico (1763-1810), México, Fondo de Cultura Económica, 1975, 367-374. Brígidavon Mentz, “Coyuntura minera y protesta campesina en el centro de Nueva España,siglo XVIII”, en Inés Herrera (coord.), La Minería Mexicana. De la Colonia al siglo XX, México,Instituto Dr. José María Luis Mora y Colegio de Michoacán, 1998, 23-45.

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el acceso a la mano de obra. Sin embargo, lo que no pudo garantizar lapolítica de coacción del sistema colonial fue la disciplina que requería eltrabajo industrial.

La intención de este trabajo es analizar el proceso disciplinario de lostrabajadores mineros a través de los códigos mineros elaborados en el si-glo XVIII, y confrontarlo con otro tipo de testimonios que nos revelen elnivel de aplicación y cumplimiento de estas normativas. Para ello hemosrecurrido a dos tipos de fuentes: la legislación sobre la mano de obra, ylos expedientes surgidos de las denuncias tanto de empresarios como detrabajadores. La región en la cual nos vamos a centrar especialmenteserá la jurisdicción territorial de Charcas (Bolivia), región eminentemen-te minera que fue sometida a cambios administrativos en la segunda mi-tad del siglo XVIII, y de pertenecer al virreinato del Perú pasó a ser inclui-da en el del Río de la Plata. Con respecto a los códigos mineros hemosconsiderado interesante hacer una comparación entre las Nuevas Orde-nanzas de Minería de Nueva España y el Código Carolino (Virreinato deRío de la Plata), analizando el contexto político ilustrado donde fueroncreados para explicarnos por qué el primero fue exitoso mientras no seaprobó el segundo.

A partir de las últimas décadas del siglo XVIII, se produjo en la regiónminera de Charcas (Virreinato de Río de la Plata) un aumento de los con-flictos y denuncias entre trabajadores y empresarios provocados por unapolítica de coacción más radical hacía el mercado de trabajo. Las causasprincipales en la región minera de Charcas fueron la crisis minera y lasupresión de parte de las obligaciones impositivas de la población indí-gena, como fue el reparto de mercancías. Para Potosí, Tandeter ha enfati-zado la importancia de la renta mitaya o sobreexplotación de los trabaja-dores forzosos. Estudios realizados sobre otros distritos mineros comoOruro y Carangas, también evidencian un aumento de la coacción sobrela mano de obra minera, supuestamente voluntaria.1 En el virreinato de

1 Sobre Potosí véase Enrique Tandeter, Coacción y Mercado. La minería de la plata en elPotosí colonial, 1692-1826, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1992. Para la regiónde Oruro y Carangas, Concepción Gavira, “Reclutamiento y remuneración de la mano deobra minera en Oruro, 1750-1810”, en Anuario de Estudios Americanos, T. LVII-1, Sevilla,2000. y Población indígena, sublevación y minería en Carangas (en prensa).

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la anterior legislación y observando hasta qué punto la normalizacióny la práctica fueron simultáneas. Pondremos una atención especial en loscastigos para evaluar si estos nuevos códigos se atenían a la evolucióndel proceso penal desarrollada en los países europeos. Según el estudiorealizado por Foucault,5 en el occidente europeo se produjo una tenden-cia generalizada a la supresión de los suplicios, la adopción casi generalde los jurados, y una definición correctiva del castigo que abandonabasu función ritual.

La posición de la Corona en cuanto a los reclamos y quejas de los em-presarios mineros fue muy ambigua, por una parte su interés por fo-mentar la producción de metales preciosos propició una protección ysubvención a la minería en todos los aspectos que incluía la concesión detrabajadores forzosos, pero por otra se encontraba con la obligación mo-ral de la “conservación” de la población indígena. Para ello se instituyóla figura del protector de naturales y una legislación contra los abusos.En el caso de los trabajadores mineros a fines del siglo XVIII, los nuevoscódigos contemplaban algunas de las medidas de protección ante el abu-so de los patronos y también la reglamentación sobre la política de pena-lización, especialmente los castigos.

LA POLÍTICA MINERA BORBÓNICA Y LOS NUEVOS CÓDIGOS MINEROS

El siglo XVIII, en concreto la segunda mitad, se caracterizó por una seriede medidas encuadradas en las llamadas reformas borbónicas que ten-dían a implantar un centralismo administrativo además de intentar re-cuperar las colonias como fuente de materia prima y mercado para losproductos de la metrópoli. Esta política “ilustrada” pretendía el controlde todo el territorio bajo la Corona a través de una burocracia eficaz, ba-sada en el servicio al Estado y con un riguroso cumplimiento de la ley.Sin embargo, mientras todas las reformas se encaminaban al citado cen-tralismo, en la minería colonial se promovieron una serie de cambiosque tendían a reforzar la autogestión y administración de la justicia den-tro del mismo gremio minero, dotándole de nuevas ordenanzas, de un

5 Michel Foucault, Vigilar y castigar, Madrid, 1998, 15.

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última tenía unas características más complejas y variadas que no siem-pre se pueden definir bajo las pautas del trabajo asalariado, ya que laexplotación minera a menudo se realizaba bajo asociación o compañíasentre trabajadores y propietarios. Esto era más frecuente, según nosmuestra la historiografía, en la minería andina que en la novohispana,donde el auge de los centros mineros había derivado en un número con-siderable de grandes empresas. Estas condiciones de explotación sin em-bargo no eran propias ni características de la minería andina ni siquieracolonial, pues en Gran Bretaña, en el mismo periodo de fines del sigloXVIII y principios del XIX, también existía este tipo de asociación o alqui-ler, muy frecuente en la extracción del carbón o pizarra en Gales.3

Para estudiar el proceso a través del cual se pretendía imponer disci-plina a los trabajadores mineros andinos y su resistencia, nos veremosobligados a analizar el papel y la intervención del Estado, así como losinstrumentos, técnicas y estrategias que emplearon los empresarios.Para ello será imprescindible tener en cuenta dos diferentes conceptosde trabajo: el de la población indígena andina y el de los españoles, asícomo la evolución que experimentó este mismo concepto durante el si-glo XVIII en la Europa occidental. El mercantilismo propugnaba la impor-tancia del trabajo y disponibilidad de una población abundante y debi-damente ocupada, para lo cual creía preciso una intervención estatalbasada en la coacción. Sin embargo, avanzado el siglo, la política ilustra-da era partidaria de potenciar los valores del trabajo motivado, pero deforma paralela reforzaba la aplicación de las leyes contra vagabundos ymendigos. La vida ociosa era considerada como un atentado a la utili-dad pública y pasaría a la legislación penal como delito.4 En este trabajointentaremos abordar cómo se refleja esta evolución en los códigos mi-neros de fines del siglo XVIII, poniendo de relieve sus cambios respecto a

3 Rafael Samuel hace referencia a las diferentes condiciones de explotación de la ac-tividad minera que podría ir desde enormes empresas capitalistas a pequeñas asocia-ciones autónomas de trabajadores. Una mina de carbón podría variar en tamaño, desdeun hueco de un día trabajado por un par de hombres hasta una enorme catacumba.Véase de este autor, Miners, Quarrymen and saltworkers, History Workshop Series, Lon-dres, Editor Rafael Samuel, 1977.

4 Fernando Díez, Utilidad, deseo y virtud. La formación de la idea moderna del trabajo, Bar-celona, Ediciones Península, 2001.

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la anterior legislación y observando hasta qué punto la normalizacióny la práctica fueron simultáneas. Pondremos una atención especial en loscastigos para evaluar si estos nuevos códigos se atenían a la evolucióndel proceso penal desarrollada en los países europeos. Según el estudiorealizado por Foucault,5 en el occidente europeo se produjo una tenden-cia generalizada a la supresión de los suplicios, la adopción casi generalde los jurados, y una definición correctiva del castigo que abandonabasu función ritual.

La posición de la Corona en cuanto a los reclamos y quejas de los em-presarios mineros fue muy ambigua, por una parte su interés por fo-mentar la producción de metales preciosos propició una protección ysubvención a la minería en todos los aspectos que incluía la concesión detrabajadores forzosos, pero por otra se encontraba con la obligación mo-ral de la “conservación” de la población indígena. Para ello se instituyóla figura del protector de naturales y una legislación contra los abusos.En el caso de los trabajadores mineros a fines del siglo XVIII, los nuevoscódigos contemplaban algunas de las medidas de protección ante el abu-so de los patronos y también la reglamentación sobre la política de pena-lización, especialmente los castigos.

LA POLÍTICA MINERA BORBÓNICA Y LOS NUEVOS CÓDIGOS MINEROS

El siglo XVIII, en concreto la segunda mitad, se caracterizó por una seriede medidas encuadradas en las llamadas reformas borbónicas que ten-dían a implantar un centralismo administrativo además de intentar re-cuperar las colonias como fuente de materia prima y mercado para losproductos de la metrópoli. Esta política “ilustrada” pretendía el controlde todo el territorio bajo la Corona a través de una burocracia eficaz, ba-sada en el servicio al Estado y con un riguroso cumplimiento de la ley.Sin embargo, mientras todas las reformas se encaminaban al citado cen-tralismo, en la minería colonial se promovieron una serie de cambiosque tendían a reforzar la autogestión y administración de la justicia den-tro del mismo gremio minero, dotándole de nuevas ordenanzas, de un

5 Michel Foucault, Vigilar y castigar, Madrid, 1998, 15.

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última tenía unas características más complejas y variadas que no siem-pre se pueden definir bajo las pautas del trabajo asalariado, ya que laexplotación minera a menudo se realizaba bajo asociación o compañíasentre trabajadores y propietarios. Esto era más frecuente, según nosmuestra la historiografía, en la minería andina que en la novohispana,donde el auge de los centros mineros había derivado en un número con-siderable de grandes empresas. Estas condiciones de explotación sin em-bargo no eran propias ni características de la minería andina ni siquieracolonial, pues en Gran Bretaña, en el mismo periodo de fines del sigloXVIII y principios del XIX, también existía este tipo de asociación o alqui-ler, muy frecuente en la extracción del carbón o pizarra en Gales.3

Para estudiar el proceso a través del cual se pretendía imponer disci-plina a los trabajadores mineros andinos y su resistencia, nos veremosobligados a analizar el papel y la intervención del Estado, así como losinstrumentos, técnicas y estrategias que emplearon los empresarios.Para ello será imprescindible tener en cuenta dos diferentes conceptosde trabajo: el de la población indígena andina y el de los españoles, asícomo la evolución que experimentó este mismo concepto durante el si-glo XVIII en la Europa occidental. El mercantilismo propugnaba la impor-tancia del trabajo y disponibilidad de una población abundante y debi-damente ocupada, para lo cual creía preciso una intervención estatalbasada en la coacción. Sin embargo, avanzado el siglo, la política ilustra-da era partidaria de potenciar los valores del trabajo motivado, pero deforma paralela reforzaba la aplicación de las leyes contra vagabundos ymendigos. La vida ociosa era considerada como un atentado a la utili-dad pública y pasaría a la legislación penal como delito.4 En este trabajointentaremos abordar cómo se refleja esta evolución en los códigos mi-neros de fines del siglo XVIII, poniendo de relieve sus cambios respecto a

3 Rafael Samuel hace referencia a las diferentes condiciones de explotación de la ac-tividad minera que podría ir desde enormes empresas capitalistas a pequeñas asocia-ciones autónomas de trabajadores. Una mina de carbón podría variar en tamaño, desdeun hueco de un día trabajado por un par de hombres hasta una enorme catacumba.Véase de este autor, Miners, Quarrymen and saltworkers, History Workshop Series, Lon-dres, Editor Rafael Samuel, 1977.

4 Fernando Díez, Utilidad, deseo y virtud. La formación de la idea moderna del trabajo, Bar-celona, Ediciones Península, 2001.

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minería andina muchos más argumentos para someterla a discusión. Elvirreinato del Perú, después de la creación del Virreinato del Río de laPlata en 1776, perdió la jurisdicción sobre un importante territorio en elque se encontraban los mayores centros de producción de plata hasta en-tonces, como fueron las provincias de Charcas. Pero, a pesar de ello, du-rante las últimas décadas del periodo colonial, se produjo un auge de loscentros mineros peruanos entre los que destacaban Cerro de Pasco yHualgayoc. Fisher8 en su estudio sobre la minería peruana colonial, ana-liza la incidencia de la política borbónica en el virreinato y sus repercu-siones en la producción, señalando que de todas las medidas que seimplantaron en el virreinato, la más efectiva para el fomento de la pro-ducción fue la mejora en el suministro de azogue. Aunque se cuestionael éxito que tuvieron las medidas implantadas, no hay duda en los inten-tos realizados por parte de algunos responsables para revitalizar la mi-nería como fueron los visitadores José Antonio de Areche y Jorge Esco-bedo. Dentro de estas medidas habría que destacar la adaptación para elPerú de las Nuevas Ordenanzas de Minería de Nueva España de 1783,la creación del Tribunal de Minería9 en 1787, la organización de las dipu-taciones, y el asentamiento, durante años, de los expertos mineros enca-bezados por Nordenflicht. Aunque los resultados de todas estas medi-das han sido bastante discutidos, podemos afirmar que los esfuerzos porfomentar la minería se aplicaron de forma extensiva a todos los centrosdel virreinato peruano y también de Chile, donde igualmente se adapta-ron las Ordenanzas de Minería de Nueva España.10

ción de la historiografía sobre los efectos de la reformas se presenta en el trabajo de Er-nest Sánchez Santiró, “La Minería novohispana a fines del periodo colonial. Una evalua-ción historiográfica”, en Estudios de Historia Novohispana, núm. 27, julio-diciembre 2002.

8 Véase John Fisher, Minas y mineros en el Perú colonial 1776-1824, Lima, Instituto deEstudios Peruanos, 1981.

9 Ibidem.10 Miguel Molina, en sus estudios sobre las instituciones y reformas aplicadas duran-

te este periodo en el virreinato del Perú, concluye sobre la incapacidad del Tribunal deMinería a la hora de hacer cumplir los objetivos programados. Pero, como señala este au-tor, las presiones que le hicieron fracasar eran fruto de su acertado cometido.Véase Mi-guel Molina, El Real Tribunal de Minería de Lima, 1785-1821, Sevilla, Diputación Provincialde Sevilla, 1986. Y “El impacto del sistema de intendencias en Perú y Chile: La adapta-ción de las ordenanzas de minería de Nueva España”. En Revista del Instituto de Historia

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Tribunal de minería y otras medidas encaminadas al fomento de esta ac-tividad, la cual representaba un importante rubro en los ingresos de lasarcas reales, así como un motor de arrastre para el resto de las activida-des económicas.

La concesión del fuero minero podría considerarse como una contra-dicción dentro de esta línea de control estatal que intentaba imponer el go-bierno borbónico y que se suponía intrínseco al absolutismo despótico delsiglo XVIII. Esta concesión que también fortaleció el ejército y el comercio,respondía a un claro interés por fomentar la actividad minera colonialcomo fuente de recurso. La Corona, desde el principio de la conquista, ha-bía mantenido una intervención directa sobre la actividad minera, quepartía del principio regalista de la propiedad del subsuelo y de la conce-sión del usufructo a sus súbditos a cambio del pago de impuestos. Tam-bién mantuvo el monopolio sobre ciertos insumos como el azogue, creóun cuerpo legislativo e instituciones, así como concesiones diversas entrelas que se encontraba la adjudicación de trabajadores forzosos a ciertoscentros (mitas en la región andina y repartimientos en Nueva España).

Durante el gobierno de Carlos III, empezaron a ponerse en marchauna serie de medidas destinadas al fomento de la minería. En el virreina-to de Nueva España se creaba en 1776 el gremio de mineros y un Tribu-nal de minería que tenía como primer objetivo la elaboración de unasnuevas ordenanzas. El proyecto de esta nueva legislación fue realizadopor un grupo de reputados personajes con intereses y conocimientos enla minería, que posteriormente fue revisado y modificado antes de suaprobación definitiva. Las diputaciones territoriales y el Tribunal Gene-ral de Minería, representaban los órganos de gobierno y jurisdicción pri-vativa del gremio.6

Frente a la unanimidad referente a los efectos de las reformas borbó-nicas sobre la minería en el virreinato novohispano,7 encontramos en la

6 Véase Ma. del Refugio González (estudio y edición), Ordenanzas de la Minería de laNueva España formadas y propuestas por su Real Tribunal, México, UNAM, 1996. Considera-mos esta edición muy interesante porque mantiene el texto de las propuestas y el textodefinitivo de las Ordenanzas, pudiéndose apreciar las modificaciones que se realizarona las propuestas presentadas por el Tribunal de Minería.

7 David Brading, Mineros y comerciantes, op. cit., y Cuauthémoc Velasco et al., Estado yMinería en México (1767-1910), México, Fondo de Cultura Económica, 1988. Una evalua-

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minería andina muchos más argumentos para someterla a discusión. Elvirreinato del Perú, después de la creación del Virreinato del Río de laPlata en 1776, perdió la jurisdicción sobre un importante territorio en elque se encontraban los mayores centros de producción de plata hasta en-tonces, como fueron las provincias de Charcas. Pero, a pesar de ello, du-rante las últimas décadas del periodo colonial, se produjo un auge de loscentros mineros peruanos entre los que destacaban Cerro de Pasco yHualgayoc. Fisher8 en su estudio sobre la minería peruana colonial, ana-liza la incidencia de la política borbónica en el virreinato y sus repercu-siones en la producción, señalando que de todas las medidas que seimplantaron en el virreinato, la más efectiva para el fomento de la pro-ducción fue la mejora en el suministro de azogue. Aunque se cuestionael éxito que tuvieron las medidas implantadas, no hay duda en los inten-tos realizados por parte de algunos responsables para revitalizar la mi-nería como fueron los visitadores José Antonio de Areche y Jorge Esco-bedo. Dentro de estas medidas habría que destacar la adaptación para elPerú de las Nuevas Ordenanzas de Minería de Nueva España de 1783,la creación del Tribunal de Minería9 en 1787, la organización de las dipu-taciones, y el asentamiento, durante años, de los expertos mineros enca-bezados por Nordenflicht. Aunque los resultados de todas estas medi-das han sido bastante discutidos, podemos afirmar que los esfuerzos porfomentar la minería se aplicaron de forma extensiva a todos los centrosdel virreinato peruano y también de Chile, donde igualmente se adapta-ron las Ordenanzas de Minería de Nueva España.10

ción de la historiografía sobre los efectos de la reformas se presenta en el trabajo de Er-nest Sánchez Santiró, “La Minería novohispana a fines del periodo colonial. Una evalua-ción historiográfica”, en Estudios de Historia Novohispana, núm. 27, julio-diciembre 2002.

8 Véase John Fisher, Minas y mineros en el Perú colonial 1776-1824, Lima, Instituto deEstudios Peruanos, 1981.

9 Ibidem.10 Miguel Molina, en sus estudios sobre las instituciones y reformas aplicadas duran-

te este periodo en el virreinato del Perú, concluye sobre la incapacidad del Tribunal deMinería a la hora de hacer cumplir los objetivos programados. Pero, como señala este au-tor, las presiones que le hicieron fracasar eran fruto de su acertado cometido.Véase Mi-guel Molina, El Real Tribunal de Minería de Lima, 1785-1821, Sevilla, Diputación Provincialde Sevilla, 1986. Y “El impacto del sistema de intendencias en Perú y Chile: La adapta-ción de las ordenanzas de minería de Nueva España”. En Revista del Instituto de Historia

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Tribunal de minería y otras medidas encaminadas al fomento de esta ac-tividad, la cual representaba un importante rubro en los ingresos de lasarcas reales, así como un motor de arrastre para el resto de las activida-des económicas.

La concesión del fuero minero podría considerarse como una contra-dicción dentro de esta línea de control estatal que intentaba imponer el go-bierno borbónico y que se suponía intrínseco al absolutismo despótico delsiglo XVIII. Esta concesión que también fortaleció el ejército y el comercio,respondía a un claro interés por fomentar la actividad minera colonialcomo fuente de recurso. La Corona, desde el principio de la conquista, ha-bía mantenido una intervención directa sobre la actividad minera, quepartía del principio regalista de la propiedad del subsuelo y de la conce-sión del usufructo a sus súbditos a cambio del pago de impuestos. Tam-bién mantuvo el monopolio sobre ciertos insumos como el azogue, creóun cuerpo legislativo e instituciones, así como concesiones diversas entrelas que se encontraba la adjudicación de trabajadores forzosos a ciertoscentros (mitas en la región andina y repartimientos en Nueva España).

Durante el gobierno de Carlos III, empezaron a ponerse en marchauna serie de medidas destinadas al fomento de la minería. En el virreina-to de Nueva España se creaba en 1776 el gremio de mineros y un Tribu-nal de minería que tenía como primer objetivo la elaboración de unasnuevas ordenanzas. El proyecto de esta nueva legislación fue realizadopor un grupo de reputados personajes con intereses y conocimientos enla minería, que posteriormente fue revisado y modificado antes de suaprobación definitiva. Las diputaciones territoriales y el Tribunal Gene-ral de Minería, representaban los órganos de gobierno y jurisdicción pri-vativa del gremio.6

Frente a la unanimidad referente a los efectos de las reformas borbó-nicas sobre la minería en el virreinato novohispano,7 encontramos en la

6 Véase Ma. del Refugio González (estudio y edición), Ordenanzas de la Minería de laNueva España formadas y propuestas por su Real Tribunal, México, UNAM, 1996. Considera-mos esta edición muy interesante porque mantiene el texto de las propuestas y el textodefinitivo de las Ordenanzas, pudiéndose apreciar las modificaciones que se realizarona las propuestas presentadas por el Tribunal de Minería.

7 David Brading, Mineros y comerciantes, op. cit., y Cuauthémoc Velasco et al., Estado yMinería en México (1767-1910), México, Fondo de Cultura Económica, 1988. Una evalua-

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“El Código Carolino”, fue responsabilidad de Francisco de Paula Sanzque sustituyó a Pino Manrique en la intendencia de Potosí a fines de1788. Cañete se mantuvo en el cargo de asesor y continuó con una parti-cipación decisiva en la elaboración del Código, del cual se dice fue res-ponsable. En 1794, una vez terminado, fue enviado al virrey NicolásArredondo. Su paralización tuvo mucho que ver con los conflictos susci-tados entre las diferentes autoridades y los mismos azogueros sobre lostemas propiamente potosinos como eran nuevamente los arrendamien-tos y la mita.13 Según Tandeter, la discusión sobre la “nueva mita” deci-dió el fracaso del Código.14 Eduardo Martiré opina que el Código noprosperó por su excesiva reglamentación e intervencionismo estatal enla actividad minera. Según este autor, este pretendido control se enfren-tó al criterio predominante en la época que se caracterizaba por una ma-yor liberalidad en el proceso de desarrollo económico.15

En definitiva, el trato de prioridad concedido a Potosí perjudicó enparte a los centros mineros incluidos dentro del Virreinato del Río de laPlata.16 La paralización de las nuevas ordenanzas de minería suponíauna nueva frustración para el resto de los asientos mineros, los cualescontinuaron dependiendo de las decisiones generadas por los intereses

13 El mismo año de 1794, una representación de los azogueros del virreinato levantóuna protesta por el Código y argumentó: “el tercero y principal, porque ni el gremio deazogueros de Potosí ni el de fuera, ha concurrido ni tratado su contexto, sino los docediputados a quienes les leyeron (ya concluidas) con rapidez y sin arbitrio, ni personeríade los cuerpos de minería interno y externo, como inmediatos interesados que costean eltrabajo”. AGI, Charcas, 695, Potosí, 25-IX-94. Representación de azogueros al virreyNicolás Arredondo.

14 Tandeter, Coacción... op. cit. 247. 15 Eduardo Martiré, El Código Carolino de Ordenanzas Reales de las minas de Potosí y de-

más provincias del Río de la Plata de Pedro Vicente Cañete, vol. I (Buenos Aires, 1973), vol. II(Buenos Aires, 1974), 254.

16 Rose M. Buechler hace referencia a las protestas de los mineros provincianos quevieron el Código como una manifestación más de la notoria tendencia potosina: “la dearreglar el mundo en favor suyo y en detrimento de todos los demás”. Véase de estaautora, Gobierno, Minería y Sociedad. Potosí y el Renacimiento Borbónico 1776-1810, op. cit.,209. También Eduardo Saguier hace referencia en sus trabajos a los perjuicios queconllevó al resto de los centros mineros el privilegio con que la Corona trataba a Potosí.Véase Saguier, “La crisis revolucionaria del en el Alto Perú y el Gremio de Azogueros”,Historia y cultura, vol. 21-22, La Paz, 1992, 111-137.

MAR ÍA CONCEPC IÓN GAV I RA MÁRQUEZ

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A partir de 1776, las dos Cajas Reales que aglutinaban las regionescon mayor producción minera, Potosí y Oruro, habían quedado integra-das dentro del nuevo Virreinato de Río de la Plata. Dentro de este nuevovirreinato no se aplicó una política minera homogénea, y tanto los asien-tos integrados en la Caja Real de Potosí y denominados “los mineralesde afuera”, como el resto de los asientos mineros, se vieron desfavoreci-dos en muchos aspectos por el trato privilegiado que se le concedió al fa-moso gremio de azogueros del Cerro de Potosí. La mayoría de las medi-das de fomento que propusieron las reformas borbónicas, quedaronemplazadas en la villa Imperial, como fue la subvención de azogue, ma-teriales y créditos que proporcionaba el Real Banco de San Carlos al gre-mio de los azogueros potosinos, los cuales contaban además con otrasventajas como la asignación de trabajadores mitayos y la instalación enla misma villa de la Casa de la Moneda.11

Los conflictos de intereses propiamente potosinos, hicieron que en elVirreinato del Río del Río de la Plata no se pusieran en vigor las nuevasordenanzas de minería o una adaptación de las novohispanas, como sehizo en el virreinato peruano o en Chile. Fueron dos los intentos frustra-dos de estas ordenanzas. Primero se le encomendó a Pino Manriquecomo intendente de Potosí, el cual decidió que la adaptación de las orde-nanzas de Nueva España no era lo más conveniente en el Virreinato delRío de la Plata. Fruto de sus deliberaciones y las de su asesor PedroVicente Cañete, salió un primer proyecto que no se aprobó y quedó pa-ralizado en Buenos Aires por el superintendente Francisco de Paula Sanz.En este primer proyecto se trataban extensamente los temas potosinosmás preocupantes: los arrendamientos y la mita.12 El segundo proyecto,

del Derecho Ricardo Levene, núm. 26, Buenos Aires, 1980-1981, 93-117, en este trabajo sepone de manifiesto los conflictos de competencias entre el virrey del Perú y el superin-tendente Jorge Escobedo.

11 Rose M. Buechler, Gobierno, Minería y Sociedad. Potosí y el Renacimiento Borbónico1776-1810, La Paz, 1989.

12 En Potosí había un importante número de dueños de ingenios o haciendas de be-neficio que arrendaban su propiedad, incluido la mano de obra forzosa o mitayos que te-nían concedido. Durante la segunda mitad del siglo XVIII el precio de las rentas subieronen gran proporción, considerándose un obstáculo para el crecimiento de la actividad mi-nera. Véase E. Tandeter, Coacción y mercado, op. cit., 201-203.

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“El Código Carolino”, fue responsabilidad de Francisco de Paula Sanzque sustituyó a Pino Manrique en la intendencia de Potosí a fines de1788. Cañete se mantuvo en el cargo de asesor y continuó con una parti-cipación decisiva en la elaboración del Código, del cual se dice fue res-ponsable. En 1794, una vez terminado, fue enviado al virrey NicolásArredondo. Su paralización tuvo mucho que ver con los conflictos susci-tados entre las diferentes autoridades y los mismos azogueros sobre lostemas propiamente potosinos como eran nuevamente los arrendamien-tos y la mita.13 Según Tandeter, la discusión sobre la “nueva mita” deci-dió el fracaso del Código.14 Eduardo Martiré opina que el Código noprosperó por su excesiva reglamentación e intervencionismo estatal enla actividad minera. Según este autor, este pretendido control se enfren-tó al criterio predominante en la época que se caracterizaba por una ma-yor liberalidad en el proceso de desarrollo económico.15

En definitiva, el trato de prioridad concedido a Potosí perjudicó enparte a los centros mineros incluidos dentro del Virreinato del Río de laPlata.16 La paralización de las nuevas ordenanzas de minería suponíauna nueva frustración para el resto de los asientos mineros, los cualescontinuaron dependiendo de las decisiones generadas por los intereses

13 El mismo año de 1794, una representación de los azogueros del virreinato levantóuna protesta por el Código y argumentó: “el tercero y principal, porque ni el gremio deazogueros de Potosí ni el de fuera, ha concurrido ni tratado su contexto, sino los docediputados a quienes les leyeron (ya concluidas) con rapidez y sin arbitrio, ni personeríade los cuerpos de minería interno y externo, como inmediatos interesados que costean eltrabajo”. AGI, Charcas, 695, Potosí, 25-IX-94. Representación de azogueros al virreyNicolás Arredondo.

14 Tandeter, Coacción... op. cit. 247. 15 Eduardo Martiré, El Código Carolino de Ordenanzas Reales de las minas de Potosí y de-

más provincias del Río de la Plata de Pedro Vicente Cañete, vol. I (Buenos Aires, 1973), vol. II(Buenos Aires, 1974), 254.

16 Rose M. Buechler hace referencia a las protestas de los mineros provincianos quevieron el Código como una manifestación más de la notoria tendencia potosina: “la dearreglar el mundo en favor suyo y en detrimento de todos los demás”. Véase de estaautora, Gobierno, Minería y Sociedad. Potosí y el Renacimiento Borbónico 1776-1810, op. cit.,209. También Eduardo Saguier hace referencia en sus trabajos a los perjuicios queconllevó al resto de los centros mineros el privilegio con que la Corona trataba a Potosí.Véase Saguier, “La crisis revolucionaria del en el Alto Perú y el Gremio de Azogueros”,Historia y cultura, vol. 21-22, La Paz, 1992, 111-137.

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A partir de 1776, las dos Cajas Reales que aglutinaban las regionescon mayor producción minera, Potosí y Oruro, habían quedado integra-das dentro del nuevo Virreinato de Río de la Plata. Dentro de este nuevovirreinato no se aplicó una política minera homogénea, y tanto los asien-tos integrados en la Caja Real de Potosí y denominados “los mineralesde afuera”, como el resto de los asientos mineros, se vieron desfavoreci-dos en muchos aspectos por el trato privilegiado que se le concedió al fa-moso gremio de azogueros del Cerro de Potosí. La mayoría de las medi-das de fomento que propusieron las reformas borbónicas, quedaronemplazadas en la villa Imperial, como fue la subvención de azogue, ma-teriales y créditos que proporcionaba el Real Banco de San Carlos al gre-mio de los azogueros potosinos, los cuales contaban además con otrasventajas como la asignación de trabajadores mitayos y la instalación enla misma villa de la Casa de la Moneda.11

Los conflictos de intereses propiamente potosinos, hicieron que en elVirreinato del Río del Río de la Plata no se pusieran en vigor las nuevasordenanzas de minería o una adaptación de las novohispanas, como sehizo en el virreinato peruano o en Chile. Fueron dos los intentos frustra-dos de estas ordenanzas. Primero se le encomendó a Pino Manriquecomo intendente de Potosí, el cual decidió que la adaptación de las orde-nanzas de Nueva España no era lo más conveniente en el Virreinato delRío de la Plata. Fruto de sus deliberaciones y las de su asesor PedroVicente Cañete, salió un primer proyecto que no se aprobó y quedó pa-ralizado en Buenos Aires por el superintendente Francisco de Paula Sanz.En este primer proyecto se trataban extensamente los temas potosinosmás preocupantes: los arrendamientos y la mita.12 El segundo proyecto,

del Derecho Ricardo Levene, núm. 26, Buenos Aires, 1980-1981, 93-117, en este trabajo sepone de manifiesto los conflictos de competencias entre el virrey del Perú y el superin-tendente Jorge Escobedo.

11 Rose M. Buechler, Gobierno, Minería y Sociedad. Potosí y el Renacimiento Borbónico1776-1810, La Paz, 1989.

12 En Potosí había un importante número de dueños de ingenios o haciendas de be-neficio que arrendaban su propiedad, incluido la mano de obra forzosa o mitayos que te-nían concedido. Durante la segunda mitad del siglo XVIII el precio de las rentas subieronen gran proporción, considerándose un obstáculo para el crecimiento de la actividad mi-nera. Véase E. Tandeter, Coacción y mercado, op. cit., 201-203.

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en la legislación sobre el trabajo indígena se mantienen estas dos postu-ras: los mecanismos para obligar al indio al trabajo y la protección deéstos ante los abusos. En esta ocasión abordaremos algunos temas con-cretos: disponibilidad del trabajador (reclutamiento y horarios), sensibi-lización por las condiciones de trabajo y seguridad, transgresiones y san-ciones. Haremos referencias a los distintos códigos poniendo de relievela evolución de la normativa y destacaremos la normalización de lapráctica o costumbre.

La diferencia principal entre los dos códigos mineros fue su origen.Tal como hemos aludido anteriormente, las Nuevas Ordenanzas de mi-nería de Nueva España fueron creadas a partir del proyecto propuestopor los miembros del Tribunal de Minería, que fue conformado por per-sonajes con intereses y conocimientos mineros. El Código Carolino fuecreación de Pedro Vicente Cañete, asesor del intendente de Potosí, y re-presentante del despotismo ilustrado en América. Esto se tradujo en unareglamentación e intervención del Estado mucho más pronunciada queen las Ordenanzas, que era una legislación más práctica y adecuada a losintereses de los mineros y azogueros.19

El título 12 del Proyecto de las Ordenanzas presentado por los miem-bros del Tribunal de Minería de Nueva España, que recogía todo lo rela-tivo a los trabajadores de minas y haciendas de beneficio, fue escasa-mente modificado por la Corona. Este título, que contiene 21 artículos,reglamenta, tal como aparece textualmente, muchas de las costumbres yprácticas que se estaban realizando. Los temas principales son remune-ración, castigos y reclutamiento. No aparece en este apartado ningunanorma sobre las condiciones de trabajo y seguridad. Las modificacionesrealizadas al proyecto de los mineros se concentraron de forma más sig-nificativa en el procedimiento judicial de los operarios acusados de deli-tos (generalmente robo o deudas) y los castigos. En cuanto al Código Ca-rolino, la reglamentación laboral, muy extensa sobre todo en lo querespecta a la mita potosina, es más numerosa, amplia y detallada.

19 En 1773 Gálvez promovió reuniones en las que se encontraban personajes de la ad-ministración relacionados con la minería y representantes de los distintos centros mine-ros. Las propuestas llevadas a cabo por los reformadores contaban con una discusiónprevia que había surgido de los mismos mineros. Véase Velasco et al., Estado y Minería enMéxico (1767-1910), op. cit., 72.

MAR ÍA CONCEPC IÓN GAV I RA MÁRQUEZ

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potosinos, de la distribución del azogue por el Banco de San Carlos, dela marginación a la hora de conceder créditos, de los perjuicios que pro-vocaba la concesión de mitayos en la población, y de los gastos que su-ponían tener que enviar las barras de plata hasta Potosí para convertir-las en moneda.

Las Ordenanzas de Minería de Nueva España se aprobaron en 1783y se adaptaron para el virreinato del Perú y Chile en 1785 por Escobedo.En el Virreinato del Río de la Plata se mantuvieron las ordenanzas de To-ledo y las disposiciones recogidas en la Recopilación de las leyes de In-dias.17 Básicamente, el proyecto de reforma sobre la minería colonial sepuso en ejecución después de la independencia de Bolivia, aunque conalgunos contratiempos, y se estableció como vigentes las Ordenanzas deNueva España mientras se elaboraba un código minero propio ¿Por quése impusieron durante la República las Ordenanzas de Nueva España, yno el Código Carolino? Suponemos que el motivo principal fue porquelas primeras estaban asociadas al auge de la minería novohispana de fi-nes del siglo XVIII, y también porque el Código Carolino contemplabauna reglamentación muy extensa sobre la mita potosina, que al estar su-primida ya no tenía sentido. En todo caso, éste ya había sido rechazadopor su excesivo intervencionismo y reglamentación que era fruto de lamentalidad ilustrada de sus creadores, el intendente de Potosí y su ase-sor Cañete.18

REGLAMENTACIÓN LABORAL EN LAS NUEVAS ORDENANZAS DE MINERÍA

DE NUEVA ESPAÑA Y EN EL CÓDIGO CAROLINO.

La posición del Estado en cuanto a las quejas y reclamos de los empresa-rios mineros sobre la mano de obra siempre fue un poco ambigua. Poruna parte, su interés por fomentar la producción de metales promo-vió una política que subvencionaba a la minería incluso de trabajadoresforzosos (mita y repartimiento), y por otra parte se encontraba con laobligación de la conservación de la población indígena. Generalmente

17 E. Martiré, Historia del Derecho Minero Argentino, Buenos Aires, 1979, 3318 E. Martiré, El Código Carolino…, op. cit., vol. I, 254-55.

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en la legislación sobre el trabajo indígena se mantienen estas dos postu-ras: los mecanismos para obligar al indio al trabajo y la protección deéstos ante los abusos. En esta ocasión abordaremos algunos temas con-cretos: disponibilidad del trabajador (reclutamiento y horarios), sensibi-lización por las condiciones de trabajo y seguridad, transgresiones y san-ciones. Haremos referencias a los distintos códigos poniendo de relievela evolución de la normativa y destacaremos la normalización de lapráctica o costumbre.

La diferencia principal entre los dos códigos mineros fue su origen.Tal como hemos aludido anteriormente, las Nuevas Ordenanzas de mi-nería de Nueva España fueron creadas a partir del proyecto propuestopor los miembros del Tribunal de Minería, que fue conformado por per-sonajes con intereses y conocimientos mineros. El Código Carolino fuecreación de Pedro Vicente Cañete, asesor del intendente de Potosí, y re-presentante del despotismo ilustrado en América. Esto se tradujo en unareglamentación e intervención del Estado mucho más pronunciada queen las Ordenanzas, que era una legislación más práctica y adecuada a losintereses de los mineros y azogueros.19

El título 12 del Proyecto de las Ordenanzas presentado por los miem-bros del Tribunal de Minería de Nueva España, que recogía todo lo rela-tivo a los trabajadores de minas y haciendas de beneficio, fue escasa-mente modificado por la Corona. Este título, que contiene 21 artículos,reglamenta, tal como aparece textualmente, muchas de las costumbres yprácticas que se estaban realizando. Los temas principales son remune-ración, castigos y reclutamiento. No aparece en este apartado ningunanorma sobre las condiciones de trabajo y seguridad. Las modificacionesrealizadas al proyecto de los mineros se concentraron de forma más sig-nificativa en el procedimiento judicial de los operarios acusados de deli-tos (generalmente robo o deudas) y los castigos. En cuanto al Código Ca-rolino, la reglamentación laboral, muy extensa sobre todo en lo querespecta a la mita potosina, es más numerosa, amplia y detallada.

19 En 1773 Gálvez promovió reuniones en las que se encontraban personajes de la ad-ministración relacionados con la minería y representantes de los distintos centros mine-ros. Las propuestas llevadas a cabo por los reformadores contaban con una discusiónprevia que había surgido de los mismos mineros. Véase Velasco et al., Estado y Minería enMéxico (1767-1910), op. cit., 72.

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potosinos, de la distribución del azogue por el Banco de San Carlos, dela marginación a la hora de conceder créditos, de los perjuicios que pro-vocaba la concesión de mitayos en la población, y de los gastos que su-ponían tener que enviar las barras de plata hasta Potosí para convertir-las en moneda.

Las Ordenanzas de Minería de Nueva España se aprobaron en 1783y se adaptaron para el virreinato del Perú y Chile en 1785 por Escobedo.En el Virreinato del Río de la Plata se mantuvieron las ordenanzas de To-ledo y las disposiciones recogidas en la Recopilación de las leyes de In-dias.17 Básicamente, el proyecto de reforma sobre la minería colonial sepuso en ejecución después de la independencia de Bolivia, aunque conalgunos contratiempos, y se estableció como vigentes las Ordenanzas deNueva España mientras se elaboraba un código minero propio ¿Por quése impusieron durante la República las Ordenanzas de Nueva España, yno el Código Carolino? Suponemos que el motivo principal fue porquelas primeras estaban asociadas al auge de la minería novohispana de fi-nes del siglo XVIII, y también porque el Código Carolino contemplabauna reglamentación muy extensa sobre la mita potosina, que al estar su-primida ya no tenía sentido. En todo caso, éste ya había sido rechazadopor su excesivo intervencionismo y reglamentación que era fruto de lamentalidad ilustrada de sus creadores, el intendente de Potosí y su ase-sor Cañete.18

REGLAMENTACIÓN LABORAL EN LAS NUEVAS ORDENANZAS DE MINERÍA

DE NUEVA ESPAÑA Y EN EL CÓDIGO CAROLINO.

La posición del Estado en cuanto a las quejas y reclamos de los empresa-rios mineros sobre la mano de obra siempre fue un poco ambigua. Poruna parte, su interés por fomentar la producción de metales promo-vió una política que subvencionaba a la minería incluso de trabajadoresforzosos (mita y repartimiento), y por otra parte se encontraba con laobligación de la conservación de la población indígena. Generalmente

17 E. Martiré, Historia del Derecho Minero Argentino, Buenos Aires, 1979, 3318 E. Martiré, El Código Carolino…, op. cit., vol. I, 254-55.

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trabajo [...] y tal vez muchos homicidios y desórdenes”.23 Por supuesto,esta norma no implicó que desaparecieran los garitos, ni las casas de jue-gos para “la gente decente”, que se mantuvieron en una discreta clan-destinidad.24

Otro de los problemas más acuciante era el consumo de alcohol. Laprohibición de su venta a los indios data del siglo XVI, y fue reiterada ensucesivos años especialmente prohibiendo el alcohol como producto in-cluido en el pago de los salarios (1609).25 En las Ordenanzas de NuevaEspaña, se reglamentaba la vigilancia y registro para evitar la embria-guez, así como los hurtos. La prohibición de bebidas alcohólicas dentrode las instalaciones mineras entraba en contradicción con la práctica rea-lizada por los empresarios andinos de pagar en chicha26 o alcohol, y conuna tradición bastante extendida de los trabajadores que bebían en losdescansos como costumbre y de manera abierta. Generalmente, las pul-perías ubicadas dentro de las instalaciones suministraban este tipo debebida. Pero más allá del acceso voluntario, en ocasiones encontramosquejas del pago en bebidas alcohólicas, por ejemplo en 1765 algunos mi-tayos (trabajadores forzosos) en Potosí denunciaban que se les estabanobligando a tomar “chicha y coca” como parte del salario.27 El Código deSanta Cruz (1835) mostraba una postura más ambigua, prohibía la entra-da de trabajadores ebrios, pero permitía la entrada de “chicha en mode-rada cantidad”.28

23 Ma. del Refugio González, (estudio y edición), Ordenanzas de la Minería de la NuevaEspaña formadas y propuestas por su Real Tribunal, México, UNAM., 1996, 468.

24 Existían diferentes casas de juego según su clientela que variaba entre los señoresricos y distinguidos y la gente del común. Flores Clair, Eduardo, “El lado oculto de laplata...”, op. cit., p. 100-101. Ordenanzas de Nueva España, Título XIX, Art. XI.

25 Véase la Recopilación de las leyes de los Reynos de la Indias, Prólogo de Ramón Menén-dez y Pidal, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1973, Libro VI, Título 1º, Ley 36 yTítulo XII, Ley 7.

26 Chicha: bebida alcohólica resultante de la fermentación del maíz.27 Archivo General de Indias (en adelante AGI), Charcas, 480. Informe de la visita

practicada en 1765 por el gobernador de Potosí, Jaime San Just.28 Archivo Nacional de Bolivia (en adelante ANB). “Código Mineral” Santa Cruz,

1835. Título 2º, Cap. 3º. En las instalaciones mineras de Gales también se establecíancervecerías y como abordaremos más adelante también la cerveza fue uno de los produc-tos con los que se pagó al trabajador.

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Antes de abordar la reglamentación propiamente laboral, haremosalusión a ciertas normas relativas a la disciplina social, que incumbían atodos los habitantes del centro minero. Los asientos mineros tenían famade lugares donde eran frecuentes borracheras y juegos de azar, que crea-ban conflictos y trifulcas, atrayendo a todo tipo de vagabundos.20 En lasOrdenanzas de Toledo de 1574 ya se manifestaba una preocupación porla disciplina en los asientos, prohibiendo naipes y otro tipo de juegos.Por supuesto que con ello no se acabó la diversión. En 1792 un bandomunicipal en Oruro reiteraba los perjuicios que ocasionaban los “trucosy las casas de diversiones”, y exponía las siguientes prohibiciones: lasapuestas de dinero, “los juegos de naipes, dados y otros prohibidos”, yla entrada en “horas oportunas para el trabajo de menestrales, artesanosy jornaleros”.21 En las últimas décadas del siglo XVIII, la administraciónintentó aplicar numerosas ordenanzas municipales que pretendían re-glamentar los comportamientos sociales, y que abordaban desde el con-sumo de alcohol, fiestas, bailes, vestidos, hasta el acceso a los servicios yespacios públicos.22 Sin embargo, el proyecto de las Ordenanzas de Nue-va España, quizás con una visión más realista tan sólo proponía en unade sus normas una actuación moderada de los diputados de minas, quedebían procurar que no “se jueguen con exceso naipes, ni dados, peleasde gallos...”. La Corona fue más radical y estableció un nuevo artículoque prohibía cualquier clase de juegos, tanto para dueños como opera-rios, porque estos “ocasionan la pérdida del tiempo que había dedicar al

20 Eduardo Flores Clair propone tres razones que explican por qué los centros mine-ros eran considerados como “ciudad del vicio”: Por el desarraigo de la gente que lopoblaba, porque gozaban de alta capacidad económica, y por la mezcla racial. Véase “Ellado oscuro de la plata. La vida en los reales mineros novohispanos a finales del sigloXVIII”, Anuario de Estudios Americanos, LIV-1, Sevilla, 1997, 89-106.

21 Francisco de Toledo, Ordenanzas de don Francisco de Toledo: virrey del Perú: 1569-1581.Estudio preliminar de Roberto Levillier, Madrid, Imp. Juan de Pueyo, 1929, Título X. Or-denanza 2.

22 El presidente de la Audiencia de Charcas, Joaquín del Pino, desplegó un gran inte-rés en las ordenanzas de policía tendentes al control social. AGI, Lima, 599. “Providenciasde gobierno, población, policía y agricultura, emitidas desde 1792 hasta 1795”. VéaseEugenia Bridikhina, “Control social en Charcas a fines del siglo XVIII”, tesis de maestríainédita, La Rábida, 2000.

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trabajo [...] y tal vez muchos homicidios y desórdenes”.23 Por supuesto,esta norma no implicó que desaparecieran los garitos, ni las casas de jue-gos para “la gente decente”, que se mantuvieron en una discreta clan-destinidad.24

Otro de los problemas más acuciante era el consumo de alcohol. Laprohibición de su venta a los indios data del siglo XVI, y fue reiterada ensucesivos años especialmente prohibiendo el alcohol como producto in-cluido en el pago de los salarios (1609).25 En las Ordenanzas de NuevaEspaña, se reglamentaba la vigilancia y registro para evitar la embria-guez, así como los hurtos. La prohibición de bebidas alcohólicas dentrode las instalaciones mineras entraba en contradicción con la práctica rea-lizada por los empresarios andinos de pagar en chicha26 o alcohol, y conuna tradición bastante extendida de los trabajadores que bebían en losdescansos como costumbre y de manera abierta. Generalmente, las pul-perías ubicadas dentro de las instalaciones suministraban este tipo debebida. Pero más allá del acceso voluntario, en ocasiones encontramosquejas del pago en bebidas alcohólicas, por ejemplo en 1765 algunos mi-tayos (trabajadores forzosos) en Potosí denunciaban que se les estabanobligando a tomar “chicha y coca” como parte del salario.27 El Código deSanta Cruz (1835) mostraba una postura más ambigua, prohibía la entra-da de trabajadores ebrios, pero permitía la entrada de “chicha en mode-rada cantidad”.28

23 Ma. del Refugio González, (estudio y edición), Ordenanzas de la Minería de la NuevaEspaña formadas y propuestas por su Real Tribunal, México, UNAM., 1996, 468.

24 Existían diferentes casas de juego según su clientela que variaba entre los señoresricos y distinguidos y la gente del común. Flores Clair, Eduardo, “El lado oculto de laplata...”, op. cit., p. 100-101. Ordenanzas de Nueva España, Título XIX, Art. XI.

25 Véase la Recopilación de las leyes de los Reynos de la Indias, Prólogo de Ramón Menén-dez y Pidal, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1973, Libro VI, Título 1º, Ley 36 yTítulo XII, Ley 7.

26 Chicha: bebida alcohólica resultante de la fermentación del maíz.27 Archivo General de Indias (en adelante AGI), Charcas, 480. Informe de la visita

practicada en 1765 por el gobernador de Potosí, Jaime San Just.28 Archivo Nacional de Bolivia (en adelante ANB). “Código Mineral” Santa Cruz,

1835. Título 2º, Cap. 3º. En las instalaciones mineras de Gales también se establecíancervecerías y como abordaremos más adelante también la cerveza fue uno de los produc-tos con los que se pagó al trabajador.

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Antes de abordar la reglamentación propiamente laboral, haremosalusión a ciertas normas relativas a la disciplina social, que incumbían atodos los habitantes del centro minero. Los asientos mineros tenían famade lugares donde eran frecuentes borracheras y juegos de azar, que crea-ban conflictos y trifulcas, atrayendo a todo tipo de vagabundos.20 En lasOrdenanzas de Toledo de 1574 ya se manifestaba una preocupación porla disciplina en los asientos, prohibiendo naipes y otro tipo de juegos.Por supuesto que con ello no se acabó la diversión. En 1792 un bandomunicipal en Oruro reiteraba los perjuicios que ocasionaban los “trucosy las casas de diversiones”, y exponía las siguientes prohibiciones: lasapuestas de dinero, “los juegos de naipes, dados y otros prohibidos”, yla entrada en “horas oportunas para el trabajo de menestrales, artesanosy jornaleros”.21 En las últimas décadas del siglo XVIII, la administraciónintentó aplicar numerosas ordenanzas municipales que pretendían re-glamentar los comportamientos sociales, y que abordaban desde el con-sumo de alcohol, fiestas, bailes, vestidos, hasta el acceso a los servicios yespacios públicos.22 Sin embargo, el proyecto de las Ordenanzas de Nue-va España, quizás con una visión más realista tan sólo proponía en unade sus normas una actuación moderada de los diputados de minas, quedebían procurar que no “se jueguen con exceso naipes, ni dados, peleasde gallos...”. La Corona fue más radical y estableció un nuevo artículoque prohibía cualquier clase de juegos, tanto para dueños como opera-rios, porque estos “ocasionan la pérdida del tiempo que había dedicar al

20 Eduardo Flores Clair propone tres razones que explican por qué los centros mine-ros eran considerados como “ciudad del vicio”: Por el desarraigo de la gente que lopoblaba, porque gozaban de alta capacidad económica, y por la mezcla racial. Véase “Ellado oscuro de la plata. La vida en los reales mineros novohispanos a finales del sigloXVIII”, Anuario de Estudios Americanos, LIV-1, Sevilla, 1997, 89-106.

21 Francisco de Toledo, Ordenanzas de don Francisco de Toledo: virrey del Perú: 1569-1581.Estudio preliminar de Roberto Levillier, Madrid, Imp. Juan de Pueyo, 1929, Título X. Or-denanza 2.

22 El presidente de la Audiencia de Charcas, Joaquín del Pino, desplegó un gran inte-rés en las ordenanzas de policía tendentes al control social. AGI, Lima, 599. “Providenciasde gobierno, población, policía y agricultura, emitidas desde 1792 hasta 1795”. VéaseEugenia Bridikhina, “Control social en Charcas a fines del siglo XVIII”, tesis de maestríainédita, La Rábida, 2000.

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Respecto a las jornadas de trabajo, tanto en minas como en ingenios,ante la poca rentabilidad obtenida por el establecimiento de un horario,se tiende a imponer el trabajo a destajo, o un sistema mixto, que consisteen obligar al operario a realizar un número fijo de tareas durante el tiem-po establecido de la jornada, bajo penalización si no se cumple. La regu-lación de estas tareas o tequíos, era el punto más conflictivo, por lo quese procuraba un mediador; en el caso de Nueva España era el llamadocapitán de barras, y en Potosí el superintendente. Tanto en las minascomo en los ingenios, el trabajo solía mantenerse día y noche sin inter-rupción y, aunque supuestamente se establecían turnos, a menudo sepermitía a los trabajadores doblar, es decir continuar otro turno más, conlo cual aumentaba la posibilidad de accidentes. Pero tenemos muchostestimonios que nos sugieren prácticas compulsivas para obligar al indioa trabajar. Una muy frecuente en la región andina era comprar o arren-dar haciendas para disponer de la población campesina asentada, la cualera más fácil de presionar. En 1793 los indios de la hacienda de Canto-marca (Paria), se quejaron de ser obligados a trabajar por la fuerza en elingenio ubicado en la misma hacienda. Dijeron que fueron compelidospor el mayordomo “a fuerza de un chicote que traía pendiente un láti-go”.34

El Código Carolino presentaba una intervención más directa sobrelos horarios, tareas y salarios, especialmente en lo concerniente al CerroRico de Potosí y su mita. El intendente Francisco de Paula Sanz y su ase-sor Cañete reglamentaron algunas concesiones a los azogueros que yaestaban en práctica: la conmutación en dinero de la mita, y la adjudi-cación de tareas a los mitayos. Pero se estipulaba una supervisión por elsuperintendente de las tareas obligadas para evitar los abusos, al igualque se regulaba el precio de los arrendamientos, motivo también de so-breexplotación de la mano de obra.35 Este fue uno de los temas que másconflictos produjo, y que levantó la oposición de los dueños azoguerosabsentistas.

La libertad del indio en emplearse parece que estuvo mucho másrestringida si tenemos en cuenta las prácticas que se empleaban en la mi-

34 ANB, Minas, T. 131, núm. 16.35 Tandeter, Coacción y mercado, op. cit., 236-242.

MAR ÍA CONCEPC IÓN GAV I RA MÁRQUEZ

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La organización del tiempo de trabajo en las minas e ingenios sufriráuna evolución que tenderá a una disponibilidad total por parte de lospatronos, nos referimos tanto a la mano de obra libre como forzada. Eneste aspecto es donde más se normaliza la costumbre, como puede com-probarse por la misma referencia en la reglamentación. En Potosí, segúnel código Carolino, la ordenanza 2º del libro 3º “que en las minas de Po-tosí se trabaje de noche y no de día” transgredía una de las leyes de laRecopilación de las leyes de Indias que decía que los indios que trabaja-ban en centros mineros debían de dormir en sus rancherías.29 En el códi-go se alude a la existencia de dos turnos en las minas, uno de día y otrode noche, pero para evitar que los indios que volvían a dormir en susrancherías, no llegasen con la regularidad debida al trabajo al día si-guiente, se optó a que trabajaran de noche y durmieran en el cerro du-rante el día; es decir tan sólo podían abandonar el lugar de trabajo los sá-bados por la tarde, además de “asegurarse por este medio que no seandistraídos del trabajo por sus mujeres”.30 Con esta medida, se procurabaconcentrar la fuerza de producción para controlarla y evitar los inconve-nientes; como alude Foucault: “la disciplina exige a veces la clausura”.31

Pero además, según Tandeter, esta práctica que terminó normalizándosese impuso para impedir que los kajchas o “ladrones de minas” entrasenpor las noches al cerro.32 Pero la clausura a menudo era producto de laviolencia como ocurría con los trabajadores de ingenios en Oruro y enCarangas, los cuales se quejaban de haber sido encerrados por la nocheen los galpones (almacenes) de los ingenios en condiciones deplorables.En 1784 los tributarios del pueblo de Todos Santos (Carangas) se queja-ban de las extorsiones del azoguero Zorrilla: “Tenía a los dichos chipa-yas encerrados en un cuarto por parte de toda la noche y a poco que elsol salía ya los echaba al buitrón, pero con toda esta seguridad en unanoche rompiendo la ventana del cuarto en que estaban encerrados sehuían siempre”.33

29 Recopilación de las Leyes de los Reynos de las Indias, op. cit., Libro VI, Título XIII, Ley XX.“Que los indios trabajadores puedan dormir en sus casas”.

30 E. Martiré, El Código Carolino…, op. cit., Libro 3º, Ordenanza 2ª y 3ª. 31 Foucault, op. cit., 145.32 Tandeter, Coacción y mercado, op. cit., 120.33 ANB, Minas, T. 96, núm. 18. Expediente, 1784.

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Respecto a las jornadas de trabajo, tanto en minas como en ingenios,ante la poca rentabilidad obtenida por el establecimiento de un horario,se tiende a imponer el trabajo a destajo, o un sistema mixto, que consisteen obligar al operario a realizar un número fijo de tareas durante el tiem-po establecido de la jornada, bajo penalización si no se cumple. La regu-lación de estas tareas o tequíos, era el punto más conflictivo, por lo quese procuraba un mediador; en el caso de Nueva España era el llamadocapitán de barras, y en Potosí el superintendente. Tanto en las minascomo en los ingenios, el trabajo solía mantenerse día y noche sin inter-rupción y, aunque supuestamente se establecían turnos, a menudo sepermitía a los trabajadores doblar, es decir continuar otro turno más, conlo cual aumentaba la posibilidad de accidentes. Pero tenemos muchostestimonios que nos sugieren prácticas compulsivas para obligar al indioa trabajar. Una muy frecuente en la región andina era comprar o arren-dar haciendas para disponer de la población campesina asentada, la cualera más fácil de presionar. En 1793 los indios de la hacienda de Canto-marca (Paria), se quejaron de ser obligados a trabajar por la fuerza en elingenio ubicado en la misma hacienda. Dijeron que fueron compelidospor el mayordomo “a fuerza de un chicote que traía pendiente un láti-go”.34

El Código Carolino presentaba una intervención más directa sobrelos horarios, tareas y salarios, especialmente en lo concerniente al CerroRico de Potosí y su mita. El intendente Francisco de Paula Sanz y su ase-sor Cañete reglamentaron algunas concesiones a los azogueros que yaestaban en práctica: la conmutación en dinero de la mita, y la adjudi-cación de tareas a los mitayos. Pero se estipulaba una supervisión por elsuperintendente de las tareas obligadas para evitar los abusos, al igualque se regulaba el precio de los arrendamientos, motivo también de so-breexplotación de la mano de obra.35 Este fue uno de los temas que másconflictos produjo, y que levantó la oposición de los dueños azoguerosabsentistas.

La libertad del indio en emplearse parece que estuvo mucho másrestringida si tenemos en cuenta las prácticas que se empleaban en la mi-

34 ANB, Minas, T. 131, núm. 16.35 Tandeter, Coacción y mercado, op. cit., 236-242.

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La organización del tiempo de trabajo en las minas e ingenios sufriráuna evolución que tenderá a una disponibilidad total por parte de lospatronos, nos referimos tanto a la mano de obra libre como forzada. Eneste aspecto es donde más se normaliza la costumbre, como puede com-probarse por la misma referencia en la reglamentación. En Potosí, segúnel código Carolino, la ordenanza 2º del libro 3º “que en las minas de Po-tosí se trabaje de noche y no de día” transgredía una de las leyes de laRecopilación de las leyes de Indias que decía que los indios que trabaja-ban en centros mineros debían de dormir en sus rancherías.29 En el códi-go se alude a la existencia de dos turnos en las minas, uno de día y otrode noche, pero para evitar que los indios que volvían a dormir en susrancherías, no llegasen con la regularidad debida al trabajo al día si-guiente, se optó a que trabajaran de noche y durmieran en el cerro du-rante el día; es decir tan sólo podían abandonar el lugar de trabajo los sá-bados por la tarde, además de “asegurarse por este medio que no seandistraídos del trabajo por sus mujeres”.30 Con esta medida, se procurabaconcentrar la fuerza de producción para controlarla y evitar los inconve-nientes; como alude Foucault: “la disciplina exige a veces la clausura”.31

Pero además, según Tandeter, esta práctica que terminó normalizándosese impuso para impedir que los kajchas o “ladrones de minas” entrasenpor las noches al cerro.32 Pero la clausura a menudo era producto de laviolencia como ocurría con los trabajadores de ingenios en Oruro y enCarangas, los cuales se quejaban de haber sido encerrados por la nocheen los galpones (almacenes) de los ingenios en condiciones deplorables.En 1784 los tributarios del pueblo de Todos Santos (Carangas) se queja-ban de las extorsiones del azoguero Zorrilla: “Tenía a los dichos chipa-yas encerrados en un cuarto por parte de toda la noche y a poco que elsol salía ya los echaba al buitrón, pero con toda esta seguridad en unanoche rompiendo la ventana del cuarto en que estaban encerrados sehuían siempre”.33

29 Recopilación de las Leyes de los Reynos de las Indias, op. cit., Libro VI, Título XIII, Ley XX.“Que los indios trabajadores puedan dormir en sus casas”.

30 E. Martiré, El Código Carolino…, op. cit., Libro 3º, Ordenanza 2ª y 3ª. 31 Foucault, op. cit., 145.32 Tandeter, Coacción y mercado, op. cit., 120.33 ANB, Minas, T. 96, núm. 18. Expediente, 1784.

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yordomos a reclutar de forma compulsiva a los indios que se encontra-ban en los alrededores de la villa. En Oruro llamaban a esta práctica salira harcar,39 término que implica resistencia, pues se trata de atrapar al quecorre o va delante. Así lo reconocía el azoguero José Cazaos: “Ytem, di-gan si saben que a alguno que traiga materiales, si es voluntariamente,y si les pago inmediatamente en plata efectiva, por cuya razón casi nun-ca salen mis mayordomos a harcar, a excepción de una vez al año comodicen, y esto sin estrépito”.40

En esta denuncia de los trabajadores de ingenios de Oruro no secuestionaba la legalidad de las levas, sino se advertía que los compeli-dos no eran vagabundos ni gente ociosa, eran gente que estaba trabajan-do sus tierras o la de sus patronos o comerciando con mercaderías: “tam-bién atajan a los indios que traen víveres y comestibles a la villa deOruro”. En Nueva España también se reclutaban trabajadores “a lazo”,y como no era suficiente, en Guanajuato el alcalde mayor pedía en 1777al alcalde de Valladolid una tanda de 150 indios.41 Los testimonios con-firman que el aumento en la compulsión para reclutar trabajadores erageneralizado, y no sólo se trataba de coacción institucionalizada comola mita y el repartimiento, sino también la extra-institucional que consis-tía en el abuso de la aplicación de leyes contra vagos, o directamente lacacería de trabajadores. Casos parecidos de reclutamiento por vagos deforma indebida se dieron en Pachuca y Guanajuato.42

Además del empleo de la violencia en el reclutamiento o la retenciónen los ingenios, los trabajadores se quejaban del abuso del pago en espe-cie. Estos denunciaban que se les pagaba en efectos como ropa, cigarrosy coca a un precio sobrevalorado, de manera que no les quedaba para

39 Harcar: atajar, impedir o detener lo que va, corre o sale en animales y personas yaún obras y negocios. Véase Langue, F., y Salazar, Diccionario de términos mineros para laAmérica Española (siglos XVI-XIX), París, Editions Recherche sur les Civilisations, 1993. Gar-cía de Llanos relaciona este término con la siega de Castilla y lo determina como atajar oacorralar. Véase de este autor, Diccionario y maneras de hablar que se usan en las minas y suslabores en ingenios y beneficios de los metales, estudio de Gunnar Mendoza, La Paz, Musef,1983, 54.

40 ANB, Minas, T. 131, núm. 16. Expediente, año 1793.41 Archivo Municipal de Morelia, Gobierno, Caja 48, Exp. 14, año 1777.42 Brading, Mineros y comerciantes, op. cit., 202.

MAR ÍA CONCEPC IÓN GAV I RA MÁRQUEZ

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nería colonial y que, reglamentadas o no, se realizaron con el consenti-miento de las justicias locales. Tanto en Nueva España como en la mine-ría andina era costumbre que los dueños de minas e ingenios tuvieran“recogedores” que enganchaban a todos los que no podían demostrarestar empleado.36 Los nuevos códigos reglamentaron esta práctica. La ar-gumentación planteada en el Código Carolino para el caso de Potosí nosparece muy interesante:

No siendo justo que a la sombra de la libertad vivan holgazanes sin ocupa-ción ni oficio, disipados diariamente en borracheras y otros vicios, la mayorparte de los indios voluntarios de Potosí, robando a la sociedad el fruto desu trabajo sin moverse a tomar destino con el ejemplo de tantos mitarios...(L. III, Título I, Ord. 39).

Por supuesto, esta práctica entraba en contradicción con la libertaddel indio a emplearse libremente y justificaba todo tipo de abusos bajoel principio de utilidad social. La legislación contra los vagabundos,gente marginal y de “mal ejemplo”, daba la posibilidad de coaccionar acualquier individuo al trabajo. Sin embargo, había una distinción étnica:se podía obligar a cualquier indio o casta, pero la nueva legislación nopermitía este trato para el español o mestizo de español, como queda re-flejado en las Ordenanzas de Nueva España.37

Los vagabundos durante el siglo XVIII se convirtieron en una clasemarginal que se identificaba con la ilegalidad, y a la que había que diez-mar, además de por ser una lacra social, por su potencial peligro.38 Perotambién con el pretexto de esta ley se cometían grandes abusos tal comolo describen numerosos testimonios. El reclutamiento violento se practi-caba sin discriminación. Los mineros y azogueros mandaban a sus ma-

36 González, Ma. Del Refugio, Ordenadas de Minería de Nueva España…, op. cit., TítuloXII, Ley 13.

37 Ibídem, Título XII, Ley 13.38 Por ejemplo, en los centros mineros galeses, cuando se estaban gestando protestas

o había amenaza de conflictos, se aplicaba las leyes de los vagabundos para apresar a losdirigentes o trabajadores conflictivos J.L. & B. Hammond: The town labourer (1760-1832).Vol. 1. Londres, 1949 [1917].

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yordomos a reclutar de forma compulsiva a los indios que se encontra-ban en los alrededores de la villa. En Oruro llamaban a esta práctica salira harcar,39 término que implica resistencia, pues se trata de atrapar al quecorre o va delante. Así lo reconocía el azoguero José Cazaos: “Ytem, di-gan si saben que a alguno que traiga materiales, si es voluntariamente,y si les pago inmediatamente en plata efectiva, por cuya razón casi nun-ca salen mis mayordomos a harcar, a excepción de una vez al año comodicen, y esto sin estrépito”.40

En esta denuncia de los trabajadores de ingenios de Oruro no secuestionaba la legalidad de las levas, sino se advertía que los compeli-dos no eran vagabundos ni gente ociosa, eran gente que estaba trabajan-do sus tierras o la de sus patronos o comerciando con mercaderías: “tam-bién atajan a los indios que traen víveres y comestibles a la villa deOruro”. En Nueva España también se reclutaban trabajadores “a lazo”,y como no era suficiente, en Guanajuato el alcalde mayor pedía en 1777al alcalde de Valladolid una tanda de 150 indios.41 Los testimonios con-firman que el aumento en la compulsión para reclutar trabajadores erageneralizado, y no sólo se trataba de coacción institucionalizada comola mita y el repartimiento, sino también la extra-institucional que consis-tía en el abuso de la aplicación de leyes contra vagos, o directamente lacacería de trabajadores. Casos parecidos de reclutamiento por vagos deforma indebida se dieron en Pachuca y Guanajuato.42

Además del empleo de la violencia en el reclutamiento o la retenciónen los ingenios, los trabajadores se quejaban del abuso del pago en espe-cie. Estos denunciaban que se les pagaba en efectos como ropa, cigarrosy coca a un precio sobrevalorado, de manera que no les quedaba para

39 Harcar: atajar, impedir o detener lo que va, corre o sale en animales y personas yaún obras y negocios. Véase Langue, F., y Salazar, Diccionario de términos mineros para laAmérica Española (siglos XVI-XIX), París, Editions Recherche sur les Civilisations, 1993. Gar-cía de Llanos relaciona este término con la siega de Castilla y lo determina como atajar oacorralar. Véase de este autor, Diccionario y maneras de hablar que se usan en las minas y suslabores en ingenios y beneficios de los metales, estudio de Gunnar Mendoza, La Paz, Musef,1983, 54.

40 ANB, Minas, T. 131, núm. 16. Expediente, año 1793.41 Archivo Municipal de Morelia, Gobierno, Caja 48, Exp. 14, año 1777.42 Brading, Mineros y comerciantes, op. cit., 202.

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nería colonial y que, reglamentadas o no, se realizaron con el consenti-miento de las justicias locales. Tanto en Nueva España como en la mine-ría andina era costumbre que los dueños de minas e ingenios tuvieran“recogedores” que enganchaban a todos los que no podían demostrarestar empleado.36 Los nuevos códigos reglamentaron esta práctica. La ar-gumentación planteada en el Código Carolino para el caso de Potosí nosparece muy interesante:

No siendo justo que a la sombra de la libertad vivan holgazanes sin ocupa-ción ni oficio, disipados diariamente en borracheras y otros vicios, la mayorparte de los indios voluntarios de Potosí, robando a la sociedad el fruto desu trabajo sin moverse a tomar destino con el ejemplo de tantos mitarios...(L. III, Título I, Ord. 39).

Por supuesto, esta práctica entraba en contradicción con la libertaddel indio a emplearse libremente y justificaba todo tipo de abusos bajoel principio de utilidad social. La legislación contra los vagabundos,gente marginal y de “mal ejemplo”, daba la posibilidad de coaccionar acualquier individuo al trabajo. Sin embargo, había una distinción étnica:se podía obligar a cualquier indio o casta, pero la nueva legislación nopermitía este trato para el español o mestizo de español, como queda re-flejado en las Ordenanzas de Nueva España.37

Los vagabundos durante el siglo XVIII se convirtieron en una clasemarginal que se identificaba con la ilegalidad, y a la que había que diez-mar, además de por ser una lacra social, por su potencial peligro.38 Perotambién con el pretexto de esta ley se cometían grandes abusos tal comolo describen numerosos testimonios. El reclutamiento violento se practi-caba sin discriminación. Los mineros y azogueros mandaban a sus ma-

36 González, Ma. Del Refugio, Ordenadas de Minería de Nueva España…, op. cit., TítuloXII, Ley 13.

37 Ibídem, Título XII, Ley 13.38 Por ejemplo, en los centros mineros galeses, cuando se estaban gestando protestas

o había amenaza de conflictos, se aplicaba las leyes de los vagabundos para apresar a losdirigentes o trabajadores conflictivos J.L. & B. Hammond: The town labourer (1760-1832).Vol. 1. Londres, 1949 [1917].

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reducido de los indios encargados del repaso por el frío invernal. Se su-pone que durante las visitas de minas46 debían controlarse las condicio-nes y medidas de seguridad para evitar accidentes y derrumbes, los cua-les siempre eran achacados a la codicia de los barreteros, o a la acción delos kajchas, jucos o buscones.47

A fines del siglo XVIII, la sensibilización por las condiciones laboralesllegó hasta la Audiencia de Charcas, que emitió un informe al Consejode Indias en 1796 sobre el peligro a que estaban sometidos los indios quese dedicaban a la labor del morterado. Estos se encargaban de suminis-trar el mineral para ser molido, por lo cual contraían la enfermedad delchoco o asma al respirar el polvo. En el informe se decía que este traba-jo sólo lo merecían los condenados a muerte y se debía poner remedio alas condiciones en que se realizaba esta labor. No tenemos noticias quese efectuase ningún cambio al respecto, pero sí de la queja en 1807 de loscaciques de tres ayllus48 de Paria. Estos mandaron una relación a laAudiencia de Charcas de todos los muertos y enfermos de silicosis entresus tributarios que acudían a la mita potosina a realizar la labor del mor-terado en el ingenio Agua de Castilla. Certificaron que habían muerto en“treinta y más años, cerca de doscientos indios”.49

Otra de las labores más peligrosas del ingenio era el repaso. El traba-jo del repaso era también muy duro y ocasionaba lesiones en los pies delos hombres que se llevaban horas removiendo una amalgama compues-ta por productos bastante nocivos para estar en contacto con la piel, es-pecialmente el mercurio. Esta mezcla, en ocasiones, era tan perjudicialque los indígenas que realizaban esta labor, llamados repasiris en 1840 en

46 El intendente Francisco de Paula Sanz escribía a la Corona en 1793 describiendocomo se realizaba la inspección o visita a las minas e ingenios de Potosí, poniendo en evi-dencia su escasa efectividad por realizarse de manera apresurada. AGI, Charcas, 700. Po-tosí, 30-VII-1790.

47 Con estos términos se denominaban generalmente a los ladrones de minas. En Po-tosí el término era kajcha y en Oruro se llamaban jucos. También se les llamaban así a lostrabajadores independientes, los cuales podían concertar un trato con el dueño de lamina y repartir el mineral extraído.

48 Ayllu: unidad socio-económica indígena. Núcleos comunitarios de la sociedad incaconstituidos por miembros de un mismo linaje.

49 Archivo Judicial de Poopó (en adelante AJ.), Leg. Minas, 1700-1825.

MAR ÍA CONCEPC IÓN GAV I RA MÁRQUEZ

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sustentar a sus familias ni para pagar el tributo. El pago en especie siem-pre se ha justificado en la región andina como una alternativa ante el es-caso numerario circulante o por la imposición de los mismos aviadoresque habilitaban a los mineros y azogueros en productos. Aunque no ne-gamos estos condicionantes ya hemos referido en trabajos anteriores queesta era una de las estrategias de los empresarios para rentabilizar al má-ximo la mano de obra y retenerla mediante deudas.43 Esta forma de re-muneración no fue exclusivamente andina ni colonial, a juzgar por lostestimonios que tenemos sobre las minas en Gran Bretaña para fines delsiglo XVIII y principios del XIX. Los trabajadores del hierro y del carbónestaban siendo pagados con productos sobrevalorados por lo que em-prendieron una denuncia en 1816. Se estaba obligando al trabajador aaceptar 2/3 del salario en especie y entre los productos se encontraba trespintas de cerveza, además de carbón, velas, azúcar, harina... El parla-mento prohibió el pago en productos en 1817, pero a pesar de ello en1832 habían testimonios de que continuaban las prácticas.44

Uno de los temas donde se advierte cierta evolución fue en una ma-yor sensibilización de las condiciones de trabajo y cierta preocupaciónpor la seguridad. Sin embargo, no encontramos ningún testimonio quenos induzca a pensar que se tomaron medidas en la práctica. En este as-pecto, la diferencia entre el Código y las Ordenanzas es más radical. Enel primero, se aprecia a través de una numerosa reglamentación unapreocupación mucho mayor, que se traducía en medidas concretas paraevitar riesgos y enfermedades: utilización de rodilleras, caretas para elpolvo, ventilación, escaleras seguras, barberos para curar accidentes yenfermedades.45 Las Ordenanzas recogen escasa reglamentación sobreestos temas. Algunas de estas medidas ya habían sido recogidas en lasOrdenanzas de Toledo y por la Recopilación de las Leyes de Indias,como era el cuidado de los pilares dentro de las minas o el horario más

43 C. Gavira, “Reclutamiento y remuneración de la mano de obra…”, op. cit., 239-249.44 J.L. Hammon y Barbara Hammon, The Town labourer (1760-1832), Londres,

1949, 75.45 E. Martiré, El Código Carolino…, op. cit., Libro II, Título 1º, Ordenanza 28 “Que los

dueños de minas e ingenios tengan asalariados barberos para la curación de los indiosenfermos en la forma que se declara”.

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reducido de los indios encargados del repaso por el frío invernal. Se su-pone que durante las visitas de minas46 debían controlarse las condicio-nes y medidas de seguridad para evitar accidentes y derrumbes, los cua-les siempre eran achacados a la codicia de los barreteros, o a la acción delos kajchas, jucos o buscones.47

A fines del siglo XVIII, la sensibilización por las condiciones laboralesllegó hasta la Audiencia de Charcas, que emitió un informe al Consejode Indias en 1796 sobre el peligro a que estaban sometidos los indios quese dedicaban a la labor del morterado. Estos se encargaban de suminis-trar el mineral para ser molido, por lo cual contraían la enfermedad delchoco o asma al respirar el polvo. En el informe se decía que este traba-jo sólo lo merecían los condenados a muerte y se debía poner remedio alas condiciones en que se realizaba esta labor. No tenemos noticias quese efectuase ningún cambio al respecto, pero sí de la queja en 1807 de loscaciques de tres ayllus48 de Paria. Estos mandaron una relación a laAudiencia de Charcas de todos los muertos y enfermos de silicosis entresus tributarios que acudían a la mita potosina a realizar la labor del mor-terado en el ingenio Agua de Castilla. Certificaron que habían muerto en“treinta y más años, cerca de doscientos indios”.49

Otra de las labores más peligrosas del ingenio era el repaso. El traba-jo del repaso era también muy duro y ocasionaba lesiones en los pies delos hombres que se llevaban horas removiendo una amalgama compues-ta por productos bastante nocivos para estar en contacto con la piel, es-pecialmente el mercurio. Esta mezcla, en ocasiones, era tan perjudicialque los indígenas que realizaban esta labor, llamados repasiris en 1840 en

46 El intendente Francisco de Paula Sanz escribía a la Corona en 1793 describiendocomo se realizaba la inspección o visita a las minas e ingenios de Potosí, poniendo en evi-dencia su escasa efectividad por realizarse de manera apresurada. AGI, Charcas, 700. Po-tosí, 30-VII-1790.

47 Con estos términos se denominaban generalmente a los ladrones de minas. En Po-tosí el término era kajcha y en Oruro se llamaban jucos. También se les llamaban así a lostrabajadores independientes, los cuales podían concertar un trato con el dueño de lamina y repartir el mineral extraído.

48 Ayllu: unidad socio-económica indígena. Núcleos comunitarios de la sociedad incaconstituidos por miembros de un mismo linaje.

49 Archivo Judicial de Poopó (en adelante AJ.), Leg. Minas, 1700-1825.

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sustentar a sus familias ni para pagar el tributo. El pago en especie siem-pre se ha justificado en la región andina como una alternativa ante el es-caso numerario circulante o por la imposición de los mismos aviadoresque habilitaban a los mineros y azogueros en productos. Aunque no ne-gamos estos condicionantes ya hemos referido en trabajos anteriores queesta era una de las estrategias de los empresarios para rentabilizar al má-ximo la mano de obra y retenerla mediante deudas.43 Esta forma de re-muneración no fue exclusivamente andina ni colonial, a juzgar por lostestimonios que tenemos sobre las minas en Gran Bretaña para fines delsiglo XVIII y principios del XIX. Los trabajadores del hierro y del carbónestaban siendo pagados con productos sobrevalorados por lo que em-prendieron una denuncia en 1816. Se estaba obligando al trabajador aaceptar 2/3 del salario en especie y entre los productos se encontraba trespintas de cerveza, además de carbón, velas, azúcar, harina... El parla-mento prohibió el pago en productos en 1817, pero a pesar de ello en1832 habían testimonios de que continuaban las prácticas.44

Uno de los temas donde se advierte cierta evolución fue en una ma-yor sensibilización de las condiciones de trabajo y cierta preocupaciónpor la seguridad. Sin embargo, no encontramos ningún testimonio quenos induzca a pensar que se tomaron medidas en la práctica. En este as-pecto, la diferencia entre el Código y las Ordenanzas es más radical. Enel primero, se aprecia a través de una numerosa reglamentación unapreocupación mucho mayor, que se traducía en medidas concretas paraevitar riesgos y enfermedades: utilización de rodilleras, caretas para elpolvo, ventilación, escaleras seguras, barberos para curar accidentes yenfermedades.45 Las Ordenanzas recogen escasa reglamentación sobreestos temas. Algunas de estas medidas ya habían sido recogidas en lasOrdenanzas de Toledo y por la Recopilación de las Leyes de Indias,como era el cuidado de los pilares dentro de las minas o el horario más

43 C. Gavira, “Reclutamiento y remuneración de la mano de obra…”, op. cit., 239-249.44 J.L. Hammon y Barbara Hammon, The Town labourer (1760-1832), Londres,

1949, 75.45 E. Martiré, El Código Carolino…, op. cit., Libro II, Título 1º, Ordenanza 28 “Que los

dueños de minas e ingenios tengan asalariados barberos para la curación de los indiosenfermos en la forma que se declara”.

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ocultaciones, debían prender al delincuente y llevarlo ante los jueces dela diputación territorial de minas quien procedía a determinar y ejecutarel castigo.54 La intención era evitar la aplicación de la justicia por el mis-mo interesado, ya que eso daba lugar a los castigos desmesurados, comode los que se quejaban los indígenas de Paria (Virreinato de Río de laPlata).

La denuncia por malos tratos presentada en 1752 por un tributario ytrabajador en el ingenio de Andrés Ortiz Uriarte, ante el corregidor deOruro, fue seguida y apoyada por el capellán de la doctrina de Sorasora.El mismo capellán describe el castigo impuesto a un indio que robó dosonzas y media de plata: “desollándolo de modo que en dos meses nopudo moverse, que para el castigo se remudaban los verdugos, a partede los grillos que le tenían puestos. Y después de tantos azotes, quisieronque el teniente que era entonces, lo castigase de nuevo públicamente”.55

No es el único testimonio que tenemos sobre los castigos impuestospor los mineros y azogueros que se tomaban la justicia por su mano. Enlas instalaciones mineras de Oruro y Paria existían grillos, cepos yprisiones, y los castigos solían hacerse en lugar público para que el restode los operarios lo vieran. En este aspecto podemos afirmar que en losnuevos códigos mineros coloniales se observa una evolución semejantea la que mantiene Foucault para la penalización en Europa. Se tiende ahumanizar más los castigos que abandonan su función ritual ejemplar-izante, se hacen menos arbitrarios. Se prohíbe la crueldad como métodode disciplinamiento y se suprimen los azotes, humillaciones y malostratos. Sin embargo, esto parece que sólo se redujo a la legislación. Dehecho, en el proyecto presentado por los miembros del Tribunal deMinería novohispano e manifiesta una dureza en los castigos que fuereformada por las modificaciones impuestas por la Corona. Respecto alos robos o daños causados, el proyecto regulaba castigos con penas deazotes. Por ejemplo en el artículo 20 del proyecto se pedía para los queextraviaren la labor “sea castigado con la mayor severidad y rigor, y lapena de doscientos azotes y presidio para toda su vida”. La modifi-

54 E. Martiré, El Código Carolino, op. cit., Libro 3º, Título 1º, Ord. 50. y Ordenanzas deMinería de Nueva España, Título 12, Ley 12.

55 ANB, Minas, T- 131, núm. 8. Año 1752.

MAR ÍA CONCEPC IÓN GAV I RA MÁRQUEZ

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Salinas de Garcimendoza, “pues la calidad de los metales es tal que nohay repasiri que sufra una semana de trabajo sin que se le hagan peda-zos los pies, como es constante a todo aquel vecindario”.50 Hasta prin-cipios de siglo no se aplicó en Potosí, una máquina inventada por loshermanos Ortiz que prescindía de los repasiris y que no llegó a generali-zarse.51 En cerro de Pasco, según Contreras, no se utilizaron mulas parahacer esta labor hasta 1830.52 Esto significa que, a pesar de sus quejas, losazogueros andinos durante la Colonia pudieron acceder a la cantidad detrabajadores suficientes, de forma que no tuvieron necesidad de invertiren máquinas o compras y mantenimiento de mulas. En el caso de NuevaEspaña, podría parecer, según la afirmación de Brading, que el uso demulas para hacer esta labor se generalizó a partir de 1777, pero tenemostestimonios de que no fue tan frecuente y se mantuvo en Michoacán has-ta el siglo XIX.53

En las dos legislaciones se manifiestan una cierta benignidad en losdistintos castigos y forma de proceder en cuanto a la ejecución de la jus-ticia, porque la Corona veía en los malos tratos y abusos una de las cau-sas de la escasez de trabajadores. En todo caso, era competencia de la ju-risdicción privativa de los mineros y azogueros cualquier delito, robo oinsubordinación realizada por los trabajadores dentro de las instalacio-nes mineras. La nueva legislación (incluyendo el Código Carolino) per-mitía vigilar y registrar a los operarios de minas y, en caso de encontrar

50 Citado por Platt, Tristan, “Historias unidas memorias escindidas: las empresas mi-neras de los hermanos Ortiz y la construcción de las elites nacionales. Salta y Potosí,1800-1880”. Andes, Antropología e Historia, año 1995-96, Salta, 1996, 174.

51 Ibidem. En 1836, los hermanos Ortiz inventaron y aplicaron en sus ingenios unamáquina de repaso que les permitía ahorrar los salarios de los indios repasiris. Aunquefirmaron una contrata con el gobierno boliviano para extender su aplicación en la riberade Potosí, el contrato fue rescindido.

52 C. Contreras, Mineros y campesinos en los Andes: mercado laboral y economía campesinaen la sierra central (siglo XIX), Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1987, 102.

53 Brading, Mineros y comerciantes, op. cit., 191. Sin embargo En 1870 un viajeroalemán, Becher, describía la labor de los hombres que hacían el repaso en las haciendasde beneficio de Angangueo. Véase José Alfredo Uribe Salas, Michoacán en el siglo XIX.Cinco ensayos de Historia económica y social, Universidad Michoacana San Nicolás deHidalgo, Morelia, 1999, 104.

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ocultaciones, debían prender al delincuente y llevarlo ante los jueces dela diputación territorial de minas quien procedía a determinar y ejecutarel castigo.54 La intención era evitar la aplicación de la justicia por el mis-mo interesado, ya que eso daba lugar a los castigos desmesurados, comode los que se quejaban los indígenas de Paria (Virreinato de Río de laPlata).

La denuncia por malos tratos presentada en 1752 por un tributario ytrabajador en el ingenio de Andrés Ortiz Uriarte, ante el corregidor deOruro, fue seguida y apoyada por el capellán de la doctrina de Sorasora.El mismo capellán describe el castigo impuesto a un indio que robó dosonzas y media de plata: “desollándolo de modo que en dos meses nopudo moverse, que para el castigo se remudaban los verdugos, a partede los grillos que le tenían puestos. Y después de tantos azotes, quisieronque el teniente que era entonces, lo castigase de nuevo públicamente”.55

No es el único testimonio que tenemos sobre los castigos impuestospor los mineros y azogueros que se tomaban la justicia por su mano. Enlas instalaciones mineras de Oruro y Paria existían grillos, cepos yprisiones, y los castigos solían hacerse en lugar público para que el restode los operarios lo vieran. En este aspecto podemos afirmar que en losnuevos códigos mineros coloniales se observa una evolución semejantea la que mantiene Foucault para la penalización en Europa. Se tiende ahumanizar más los castigos que abandonan su función ritual ejemplar-izante, se hacen menos arbitrarios. Se prohíbe la crueldad como métodode disciplinamiento y se suprimen los azotes, humillaciones y malostratos. Sin embargo, esto parece que sólo se redujo a la legislación. Dehecho, en el proyecto presentado por los miembros del Tribunal deMinería novohispano e manifiesta una dureza en los castigos que fuereformada por las modificaciones impuestas por la Corona. Respecto alos robos o daños causados, el proyecto regulaba castigos con penas deazotes. Por ejemplo en el artículo 20 del proyecto se pedía para los queextraviaren la labor “sea castigado con la mayor severidad y rigor, y lapena de doscientos azotes y presidio para toda su vida”. La modifi-

54 E. Martiré, El Código Carolino, op. cit., Libro 3º, Título 1º, Ord. 50. y Ordenanzas deMinería de Nueva España, Título 12, Ley 12.

55 ANB, Minas, T- 131, núm. 8. Año 1752.

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Salinas de Garcimendoza, “pues la calidad de los metales es tal que nohay repasiri que sufra una semana de trabajo sin que se le hagan peda-zos los pies, como es constante a todo aquel vecindario”.50 Hasta prin-cipios de siglo no se aplicó en Potosí, una máquina inventada por loshermanos Ortiz que prescindía de los repasiris y que no llegó a generali-zarse.51 En cerro de Pasco, según Contreras, no se utilizaron mulas parahacer esta labor hasta 1830.52 Esto significa que, a pesar de sus quejas, losazogueros andinos durante la Colonia pudieron acceder a la cantidad detrabajadores suficientes, de forma que no tuvieron necesidad de invertiren máquinas o compras y mantenimiento de mulas. En el caso de NuevaEspaña, podría parecer, según la afirmación de Brading, que el uso demulas para hacer esta labor se generalizó a partir de 1777, pero tenemostestimonios de que no fue tan frecuente y se mantuvo en Michoacán has-ta el siglo XIX.53

En las dos legislaciones se manifiestan una cierta benignidad en losdistintos castigos y forma de proceder en cuanto a la ejecución de la jus-ticia, porque la Corona veía en los malos tratos y abusos una de las cau-sas de la escasez de trabajadores. En todo caso, era competencia de la ju-risdicción privativa de los mineros y azogueros cualquier delito, robo oinsubordinación realizada por los trabajadores dentro de las instalacio-nes mineras. La nueva legislación (incluyendo el Código Carolino) per-mitía vigilar y registrar a los operarios de minas y, en caso de encontrar

50 Citado por Platt, Tristan, “Historias unidas memorias escindidas: las empresas mi-neras de los hermanos Ortiz y la construcción de las elites nacionales. Salta y Potosí,1800-1880”. Andes, Antropología e Historia, año 1995-96, Salta, 1996, 174.

51 Ibidem. En 1836, los hermanos Ortiz inventaron y aplicaron en sus ingenios unamáquina de repaso que les permitía ahorrar los salarios de los indios repasiris. Aunquefirmaron una contrata con el gobierno boliviano para extender su aplicación en la riberade Potosí, el contrato fue rescindido.

52 C. Contreras, Mineros y campesinos en los Andes: mercado laboral y economía campesinaen la sierra central (siglo XIX), Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1987, 102.

53 Brading, Mineros y comerciantes, op. cit., 191. Sin embargo En 1870 un viajeroalemán, Becher, describía la labor de los hombres que hacían el repaso en las haciendasde beneficio de Angangueo. Véase José Alfredo Uribe Salas, Michoacán en el siglo XIX.Cinco ensayos de Historia económica y social, Universidad Michoacana San Nicolás deHidalgo, Morelia, 1999, 104.

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protección excesiva de los trabajadores.59 Este código normalizaba todaslas dependencias con las que los empresarios debían de retribuir a lostrabajadores. Por ejemplo, se establecía la obligación para los dueños deminas e ingenios de “intervenir en los contratos de casamientos, fiestas,entierros que celebraren por sí o por sus mujeres e hijos”, e igualmentese les prohibía oponerse a las fiestas, entretenimientos y diversiones queno perjudicaran su contrato.60

El Código suponía en algunas de sus normas una involución a la dis-ciplina impuesta por el empresario que evitaba las implantaciones colec-tivas para fomentar la individualización y calificación del trabajador se-gún “habilidad y rapidez”. En su artículo 312, se exigía al responsabledel morterado que los jornaleros se debían mancomunar en su trabajopara que fuesen pagados en partes iguales. Lo habitual era pagar a estosoperarios según el trabajo realizado por cada individuo. Por tanto, se-gún las críticas se estaba atentando contra “la propiedad individual”61 yse estaba fomentando la ineficacia.

El proteccionismo de Santa Cruz, en cierta medida, estaba resultan-do un obstáculo para los intereses de los empresarios y sus objetivos. Larelación de amor y odio entre el gobierno y los mineros y azogueros erauna muestra de sus mutuas dependencias. El Tribunal de Minería erigi-do durante el gobierno de Santa Cruz en 1829 fue disuelto seis años mástarde. El Código de Santa Cruz no se aprobó, y permanecieron vigenteslas Ordenanzas de Minería de Nueva España (1783), las Ordenanzas delPerú y los decretos dictados por Santa Cruz.62

59 E. Martiré, El Código Carolino…, Lib. III, Tit. VII, Ord. IX.60 El Código Mineral de Santa Cruz tuvo numerosas protestas que se publicaron. Ni-

colás Corominola, minero de Potosí, hizo una serie de observaciones que manifestabanla confusión en muchas de sus leyes, la contradicción, la falta de conocimiento y experi-encia en la minería, y se quejaba de un intervencionismo excesivo. ANB, Colección ReneMoreno. B. 329. “Observaciones al Código Mineral por el ciudadano NicolásCorominola”.

61 ANB, Colección Rene Moreno, Código Mineral. Santa Cruz, 1835. Libro 2º, Título 1º,Capítulo 1º y 2º, op. cit.

62 ANB, Colección Rene Moreno, B. 329. “Observaciones al Código Mineral por elciudadano Nicolás Corominola”, 19.

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cación realizada remitía el castigo a la verificación y evaluación del dañocausado por los jueces.56

El robo o hurto de mineral, merece un análisis más profundo, ya queera visto por los trabajadores como una forma de remuneración comple-mentaria y justa, y fue permitido por los empresarios andinos paraatraer a la mano de obra. Sin embargo, esta permisibilidad se les escapóde las manos, de manera que terminó en el caso potosino constituyéndo-se importantes bandas de ladrones de mineral que actuaban los fines desemana en el cerro, los llamados kajchas. Este acceso independiente a losrecursos minerales constituía, según Tandeter, unos de los obstáculospara la “proletarización”.57 Las autoridades siempre mantuvieron unaactitud ambigua sobre los kajchas porque, aunque eran conscientes delperjuicio que ocasionaban a los mineros y azogueros, representaban unimportante aporte en la producción. El Código Carolino preveía inclusosu organización y, por tanto, su legalización en Potosí.58

En la minería altoperuana el programa de reformas borbónicas nollegó a aplicarse durante la Colonia. Sobre la legislación laboral y suaplicación, exceptuando el caso de la mita potosina con una reglamenta-ción más específica, en los demás centros mineros se impuso la costum-bre, condicionada por las circunstancias regionales de cada centro, ydonde los dueños de minas e ingenios se impusieron como poderes loca-les en muchos casos al margen de la legislación. Después de la indepen-dencia, en Bolivia se empezaron a aplicar las medidas contempladas enel proyecto borbónico, se creó un Tribunal de minería, diputaciones te-rritoriales y se pusieron en vigencia las Ordenanzas de Nueva España,mientras se creaba un nuevo código.

El Código mineral de Santa Cruz (1835) fue el primero que intentóreglamentar de manera específica las obligaciones y derechos de cadauno de los trabajadores y las obligaciones de los patronos. Sin embargo,no se aprobó por el rechazo del gremio de mineros que se quejó de una

56 ANB, Minas, T- 131, núm. 8, Año 1752.57 María del Refugio González, Ordenanzas de Minería de la Nueva España formadas y

propuestas por su Real Tribunal, op. cit., 323.58 E. Tandeter, Coacción y mercado…, op. cit., pp. 100-141.

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protección excesiva de los trabajadores.59 Este código normalizaba todaslas dependencias con las que los empresarios debían de retribuir a lostrabajadores. Por ejemplo, se establecía la obligación para los dueños deminas e ingenios de “intervenir en los contratos de casamientos, fiestas,entierros que celebraren por sí o por sus mujeres e hijos”, e igualmentese les prohibía oponerse a las fiestas, entretenimientos y diversiones queno perjudicaran su contrato.60

El Código suponía en algunas de sus normas una involución a la dis-ciplina impuesta por el empresario que evitaba las implantaciones colec-tivas para fomentar la individualización y calificación del trabajador se-gún “habilidad y rapidez”. En su artículo 312, se exigía al responsabledel morterado que los jornaleros se debían mancomunar en su trabajopara que fuesen pagados en partes iguales. Lo habitual era pagar a estosoperarios según el trabajo realizado por cada individuo. Por tanto, se-gún las críticas se estaba atentando contra “la propiedad individual”61 yse estaba fomentando la ineficacia.

El proteccionismo de Santa Cruz, en cierta medida, estaba resultan-do un obstáculo para los intereses de los empresarios y sus objetivos. Larelación de amor y odio entre el gobierno y los mineros y azogueros erauna muestra de sus mutuas dependencias. El Tribunal de Minería erigi-do durante el gobierno de Santa Cruz en 1829 fue disuelto seis años mástarde. El Código de Santa Cruz no se aprobó, y permanecieron vigenteslas Ordenanzas de Minería de Nueva España (1783), las Ordenanzas delPerú y los decretos dictados por Santa Cruz.62

59 E. Martiré, El Código Carolino…, Lib. III, Tit. VII, Ord. IX.60 El Código Mineral de Santa Cruz tuvo numerosas protestas que se publicaron. Ni-

colás Corominola, minero de Potosí, hizo una serie de observaciones que manifestabanla confusión en muchas de sus leyes, la contradicción, la falta de conocimiento y experi-encia en la minería, y se quejaba de un intervencionismo excesivo. ANB, Colección ReneMoreno. B. 329. “Observaciones al Código Mineral por el ciudadano NicolásCorominola”.

61 ANB, Colección Rene Moreno, Código Mineral. Santa Cruz, 1835. Libro 2º, Título 1º,Capítulo 1º y 2º, op. cit.

62 ANB, Colección Rene Moreno, B. 329. “Observaciones al Código Mineral por elciudadano Nicolás Corominola”, 19.

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cación realizada remitía el castigo a la verificación y evaluación del dañocausado por los jueces.56

El robo o hurto de mineral, merece un análisis más profundo, ya queera visto por los trabajadores como una forma de remuneración comple-mentaria y justa, y fue permitido por los empresarios andinos paraatraer a la mano de obra. Sin embargo, esta permisibilidad se les escapóde las manos, de manera que terminó en el caso potosino constituyéndo-se importantes bandas de ladrones de mineral que actuaban los fines desemana en el cerro, los llamados kajchas. Este acceso independiente a losrecursos minerales constituía, según Tandeter, unos de los obstáculospara la “proletarización”.57 Las autoridades siempre mantuvieron unaactitud ambigua sobre los kajchas porque, aunque eran conscientes delperjuicio que ocasionaban a los mineros y azogueros, representaban unimportante aporte en la producción. El Código Carolino preveía inclusosu organización y, por tanto, su legalización en Potosí.58

En la minería altoperuana el programa de reformas borbónicas nollegó a aplicarse durante la Colonia. Sobre la legislación laboral y suaplicación, exceptuando el caso de la mita potosina con una reglamenta-ción más específica, en los demás centros mineros se impuso la costum-bre, condicionada por las circunstancias regionales de cada centro, ydonde los dueños de minas e ingenios se impusieron como poderes loca-les en muchos casos al margen de la legislación. Después de la indepen-dencia, en Bolivia se empezaron a aplicar las medidas contempladas enel proyecto borbónico, se creó un Tribunal de minería, diputaciones te-rritoriales y se pusieron en vigencia las Ordenanzas de Nueva España,mientras se creaba un nuevo código.

El Código mineral de Santa Cruz (1835) fue el primero que intentóreglamentar de manera específica las obligaciones y derechos de cadauno de los trabajadores y las obligaciones de los patronos. Sin embargo,no se aprobó por el rechazo del gremio de mineros que se quejó de una

56 ANB, Minas, T- 131, núm. 8, Año 1752.57 María del Refugio González, Ordenanzas de Minería de la Nueva España formadas y

propuestas por su Real Tribunal, op. cit., 323.58 E. Tandeter, Coacción y mercado…, op. cit., pp. 100-141.

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nero y bienes no accesibles dentro de sus comunidades. Esto fue uno delos obstáculos con los que tuvieron que enfrentarse los mineros y azo-gueros, que demandaban el apoyo de la Corona para la concesión de tra-bajadores forzosos y no tener que depender de un mercado laboral engran parte estacional.

La fuerte vinculación en la región andina de la población indígena ala tierra, representó la existencia de un sector campesino relativamenteautosuficiente e independiente que ha perdurado hasta la actualidad.Carmen Salazar en un estudio sobre un centro minero peruano en la pro-vincia de Angaraes (Huancavelica), puesto en explotación a mitad delsiglo XX, señala el origen campesino de los trabajadores, los cuales man-tienen los vínculos con su comunidad de origen, donde continúan traba-jando sus tierras. Entre sus mitos todavía se mantiene fuertemente laconcepción de los minerales como “fruto de la tierra”.65

Los diferentes estudios que han abordado el tema de la disciplina la-boral en el siglo XIX en Bolivia, proponen que el carácter mixto de trabaja-dores asalariados y campesinos constituía el mayor obstáculo para la dis-ciplina y proletarización de los trabajadores mineros. De manera quemientras en Europa occidental durante el siglo XIX se producía la proleta-rización de la masa asalariada, en la región andina este proceso, segúnErick Langer, se encontraba con grandes dificultades.66 El sistema más cer-cano a la situación de la población campesina indígena que trabajaba enminería sería el putting-out (trabajo doméstico). Sin embargo, este sistemade campesinos artesanos fue desapareciendo a fines del siglo XVIII, ante laimpotencia de competir con el avance de la tecnología y del sistema fabril.Aún así, según la descripción de Engels, el campesino tejedor mantenía supropia disciplina de trabajo en cuanto su disponibilidad e intereses.

65 Carmen Salazar observa en los rituales de los mineros de Julcani, una analogía ycontinuidad entre el trabajo en la mina y el mundo campesino a través de las creenciasy prácticas mágico-religiosas. Véase de esta autora, “Magia y Modernidad en las minasandinas. Mitos sobre el origen de los metales y el trabajo minero”, en Enrique Urbano(comp.), Tradición y Modernidad en los Andes, Cuzco, 1992, 197.

66 E. Langer, “The Barries to Proletarianization Bolivian Mine Labour, 1826-1918”. In-ternacional Rewiew of Social History, Suplement, 25-49. Gustavo Rodríguez Ostria, El Soca-vón y el Sindicato, La Paz, 1991. Y Carlos Contreras, Mineros y campesinos en los Andes…,op. cit., Lima, 1987.

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LA MANO DE OBRA INDÍGENA

Una de las características más importantes que no podemos obviar alplantear el estudio de la mano de obra minera andina es el determinanteétnico de la población mayoritaria indígena del Alto Perú. La instituciónde la categoría de “indio” desde el principio de la colonización represen-tó mucho más que una categoría impositiva o cultural, puesto que sepa-raba a la población indígena en una “república de indios” con una con-dición jurídica especial por ser considerados menores de edad, a loscuales había que proteger. El concepto del indio como vago no estaba tanlejos de la ociosidad atribuida a las masas populares en Europa63 y, sobretodo, respondía a un concepto diferente del trabajo. Nicolás SánchezAlbornoz ha destacado en su estudio sobre los trabajadores mineros, laimportancia del trabajo colectivo para el indio en los Andes, de los actosde reciprocidad y de los gestos rituales, que aunque no fuesen tan des-conocidos para los españoles, los cuales supieron adaptarlos a sus inte-reses, chocaba de lleno con las ideas ilustradas del siglo XVIII y con la dis-ciplina requerida para el trabajo industrial.64

El sistema colonial había impuesto sobre la población indígena unaserie de pensiones para obligar al indio a entrar en el mercado, bien conla venta de productos o de su fuerza de trabajo. Pero a la vez se les reco-nocía su sistema de organización socioeconómica, que les permitía cier-ta autosuficiencia y desde donde desarrollaron mecanismos y estra-tegias de resistencia. En estas condiciones la mayoría de la poblaciónindígena acudía a emplearse en la actividad minera para adquirir el di-

63 Fernando Díez recoge una interesante discusión historiográfica sobre la teoría dela pobreza y la tendencia al ocio de la clase trabajadora preindustrial de Europa. Véasede este autor, Utilidad, deseo y virtud. La formación de la idea moderna del trabajo, Barcelona,Península, 2001, 74-78.

64 Nicolás Sánchez Albornoz enfatiza las diferencias culturales que enfrentaron a es-pañoles e indios en los Andes con respecto al trabajo. La cultura indígena no contempla-ba el trabajo asalariado, no concebían la necesidad de trabajar por dinero y su medidadel tiempo también representaba una barrera importante. Los españoles ante la dificul-tad de imponer a los indígenas costumbres y prioridades ajenas acudieron a la compul-sión. Véase de este autor, “Trabajo y minería en las Indias”, en Antonio Bernal (ed.),Dinero, moneda y crédito en la monarquía hispánica, Madrid, 2000, 171-179.

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nero y bienes no accesibles dentro de sus comunidades. Esto fue uno delos obstáculos con los que tuvieron que enfrentarse los mineros y azo-gueros, que demandaban el apoyo de la Corona para la concesión de tra-bajadores forzosos y no tener que depender de un mercado laboral engran parte estacional.

La fuerte vinculación en la región andina de la población indígena ala tierra, representó la existencia de un sector campesino relativamenteautosuficiente e independiente que ha perdurado hasta la actualidad.Carmen Salazar en un estudio sobre un centro minero peruano en la pro-vincia de Angaraes (Huancavelica), puesto en explotación a mitad delsiglo XX, señala el origen campesino de los trabajadores, los cuales man-tienen los vínculos con su comunidad de origen, donde continúan traba-jando sus tierras. Entre sus mitos todavía se mantiene fuertemente laconcepción de los minerales como “fruto de la tierra”.65

Los diferentes estudios que han abordado el tema de la disciplina la-boral en el siglo XIX en Bolivia, proponen que el carácter mixto de trabaja-dores asalariados y campesinos constituía el mayor obstáculo para la dis-ciplina y proletarización de los trabajadores mineros. De manera quemientras en Europa occidental durante el siglo XIX se producía la proleta-rización de la masa asalariada, en la región andina este proceso, segúnErick Langer, se encontraba con grandes dificultades.66 El sistema más cer-cano a la situación de la población campesina indígena que trabajaba enminería sería el putting-out (trabajo doméstico). Sin embargo, este sistemade campesinos artesanos fue desapareciendo a fines del siglo XVIII, ante laimpotencia de competir con el avance de la tecnología y del sistema fabril.Aún así, según la descripción de Engels, el campesino tejedor mantenía supropia disciplina de trabajo en cuanto su disponibilidad e intereses.

65 Carmen Salazar observa en los rituales de los mineros de Julcani, una analogía ycontinuidad entre el trabajo en la mina y el mundo campesino a través de las creenciasy prácticas mágico-religiosas. Véase de esta autora, “Magia y Modernidad en las minasandinas. Mitos sobre el origen de los metales y el trabajo minero”, en Enrique Urbano(comp.), Tradición y Modernidad en los Andes, Cuzco, 1992, 197.

66 E. Langer, “The Barries to Proletarianization Bolivian Mine Labour, 1826-1918”. In-ternacional Rewiew of Social History, Suplement, 25-49. Gustavo Rodríguez Ostria, El Soca-vón y el Sindicato, La Paz, 1991. Y Carlos Contreras, Mineros y campesinos en los Andes…,op. cit., Lima, 1987.

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LA MANO DE OBRA INDÍGENA

Una de las características más importantes que no podemos obviar alplantear el estudio de la mano de obra minera andina es el determinanteétnico de la población mayoritaria indígena del Alto Perú. La instituciónde la categoría de “indio” desde el principio de la colonización represen-tó mucho más que una categoría impositiva o cultural, puesto que sepa-raba a la población indígena en una “república de indios” con una con-dición jurídica especial por ser considerados menores de edad, a loscuales había que proteger. El concepto del indio como vago no estaba tanlejos de la ociosidad atribuida a las masas populares en Europa63 y, sobretodo, respondía a un concepto diferente del trabajo. Nicolás SánchezAlbornoz ha destacado en su estudio sobre los trabajadores mineros, laimportancia del trabajo colectivo para el indio en los Andes, de los actosde reciprocidad y de los gestos rituales, que aunque no fuesen tan des-conocidos para los españoles, los cuales supieron adaptarlos a sus inte-reses, chocaba de lleno con las ideas ilustradas del siglo XVIII y con la dis-ciplina requerida para el trabajo industrial.64

El sistema colonial había impuesto sobre la población indígena unaserie de pensiones para obligar al indio a entrar en el mercado, bien conla venta de productos o de su fuerza de trabajo. Pero a la vez se les reco-nocía su sistema de organización socioeconómica, que les permitía cier-ta autosuficiencia y desde donde desarrollaron mecanismos y estra-tegias de resistencia. En estas condiciones la mayoría de la poblaciónindígena acudía a emplearse en la actividad minera para adquirir el di-

63 Fernando Díez recoge una interesante discusión historiográfica sobre la teoría dela pobreza y la tendencia al ocio de la clase trabajadora preindustrial de Europa. Véasede este autor, Utilidad, deseo y virtud. La formación de la idea moderna del trabajo, Barcelona,Península, 2001, 74-78.

64 Nicolás Sánchez Albornoz enfatiza las diferencias culturales que enfrentaron a es-pañoles e indios en los Andes con respecto al trabajo. La cultura indígena no contempla-ba el trabajo asalariado, no concebían la necesidad de trabajar por dinero y su medidadel tiempo también representaba una barrera importante. Los españoles ante la dificul-tad de imponer a los indígenas costumbres y prioridades ajenas acudieron a la compul-sión. Véase de este autor, “Trabajo y minería en las Indias”, en Antonio Bernal (ed.),Dinero, moneda y crédito en la monarquía hispánica, Madrid, 2000, 171-179.

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genas, quizás para evitar las inconveniencias de la estacionalidad.70 Sinembargo en la segunda mitad del siglo XVIII, según el estudio de Brigidavon Mentz, aumentaron las peticiones de indios de repartimiento paratener acceso a una mano de obra barata. Esto provocó muchas quejas en-tre los indígenas que protestaron porque no querían trabajar en las mi-nas debido a los malos tratos y al bajo salario.71

En el caso andino (final del siglo XVIII principios del XIX) no encon-tramos referencias a las limitaciones de los indígenas para el trabajo enminería, por el contrario eran considerados los más propicios para cum-plir con este trabajo. Fueron muchos los testimonios de principios de laColonia que afirmaban que a estas labores no podían dedicarse los ne-gros ni españoles por no poder soportar las condiciones extremas detemperaturas y dureza del trabajo.72 Sin embargo, sí hemos observadoque en los puestos de más responsabilidad estaban los mestizos o “cho-los” y los españoles; aunque habría que advertir que la categoría de mes-tizo más que genética respondía a unas características y aptitudes cultu-rales. En concreto el término “cholo”, identificado generalmente conmestizo, se empleaba de forma peyorativa para cualquiera que fueraconsiderado un arribista.73 Esto se pudo comprobar durante la subleva-ción indígena de 1781, cuando los indios destruyeron las instalaciones

70 Sobre la mano de obra minera en Nueva España, véase Cuauhtémoc Velasco, “Lostrabajadores mineros en la Nueva España, 1750-1810”, en Florescano et al., La clase obreraen la Historia de México. De la Colonia al Imperio, Tomo I, México, Siglo XXI Editores, 1980.Bernd Hausberger realiza una comparación interesante entre el norte Nueva España y elAlto Perú. Véase “Comunidad indígena y minería en la época colonial. El noroeste deMéxico y el Alto Perú en comparación”, Ibero-Amerikanisches Archiv. Zeitschrift fürSozialwissenschaften und Geschichte. Jahrgang 23, 3/4, Berlín, 1997, 263-312.

71 Brígida von Mentz, , “Coyuntura minera y protesta campesina en el centro de Nue-va España, siglo XVIII”, Inés Herrera (coord.), La minería mexicana. de la Colonia al siglo XX,México, Instituto Dr. José María Luis Mora y Colegio de Michoacán, 1998, 23-45.

72 El tesorero de la Caja Real de Oruro refería en uno de sus informes a la Corona lasiguiente afirmación: “no se pueden labrar con negros ni españoles en cuanto al trabajo,porque es tan grande que los negros no le pueden llevar por la frialdad y humedad delas minas”. AGI, Charcas, 37. Gaspar Elosu a la Corona (s.f.).

73 Véase Bouysse-Casagne y Saignes: “El cholo: actor olvidado de la historia”. EnUNITAS, núm. V, La Paz, 1992.

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Los conciertos de trabajo voluntario estaban enmarcados dentro delas relaciones de poder, entre patronos y trabajadores, pero tenían quepactarse dentro de un marco de reciprocidad que podía romperse en co-yunturas precisas por falta de cumplimiento. Los mineros y azoguerostuvieron que plantear diferentes estrategias para reclutar y retener a lamano de obra, bien mediante la coacción u otros mecanismos como for-ma de atraerlos hacia el empleo. Este sería el caso por ejemplo de pagar-les con productos muy apreciados como bebidas alcohólicas o coca, y deestablecer la costumbre de los adelantos, de alanocas o del partido. A lacoacción violenta y abusos, los trabajadores solían responder con la au-sencia, indisciplina o robos y a veces con denuncias ante la administra-ción de justicia. Pero no se trataba en la mayoría de los casos de una re-sistencia activa y organizada como la que practicaron en Gran Bretañadesde fines del siglo XVIII, algunos sectores del trabajo industrializado,entre ellos los mineros del carbón (1740, 1765);67 sino más bien actitudesindividuales que representaban, como dice Rodríguez Ostria, una con-tracultura con la cual combatir el sistema de dominación que queríanimponer los empresarios.68

A diferencia de Nueva España, donde encontramos manifestacionessobre la poca capacidad del trabajador indígena en la minería, en la re-gión del Alto Perú no encontramos ninguna descalificación específica.Lucas Alamán (México, 1824) opinaba que había una diferencia entre loscentros con mayoría de trabajadores indígenas “torpes e ineptos que tie-nen más inclinación por la agricultura” y los mulatos y mestizos, “castasambas que se adaptan mejor a las ocupaciones que requieren energía delcuerpo y la mente”.69 Los centros novohispanos contaban con una mayo-ría de trabajadores mestizos y mulatos y en menor proporción de indí-

67 Hobsbawm alude a las acciones tomadas por distintos sectores industriales a me-diados del siglo XVIII y principio del XIX, frente a la destrucción de máquinas como una“técnica del sindicalismo en el período previo y en las primeras fases de la revolución in-dustrial”. Véase Hobsbawm, Los trabajadores. Estudios de la clase obrera [1964], Barcelona,Editorial Crítica, 1979, 16-35.

68 Gustavo Rodríguez Ostría, El socavón y el sindicato, La Paz, Editorial Ildis, 1991,50-51.

69 Informe de Lucas Alamán y Lewis Agassit, año 1826. Citado por David Brading,Mineros y comerciantes…, op. cit., 201.

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genas, quizás para evitar las inconveniencias de la estacionalidad.70 Sinembargo en la segunda mitad del siglo XVIII, según el estudio de Brigidavon Mentz, aumentaron las peticiones de indios de repartimiento paratener acceso a una mano de obra barata. Esto provocó muchas quejas en-tre los indígenas que protestaron porque no querían trabajar en las mi-nas debido a los malos tratos y al bajo salario.71

En el caso andino (final del siglo XVIII principios del XIX) no encon-tramos referencias a las limitaciones de los indígenas para el trabajo enminería, por el contrario eran considerados los más propicios para cum-plir con este trabajo. Fueron muchos los testimonios de principios de laColonia que afirmaban que a estas labores no podían dedicarse los ne-gros ni españoles por no poder soportar las condiciones extremas detemperaturas y dureza del trabajo.72 Sin embargo, sí hemos observadoque en los puestos de más responsabilidad estaban los mestizos o “cho-los” y los españoles; aunque habría que advertir que la categoría de mes-tizo más que genética respondía a unas características y aptitudes cultu-rales. En concreto el término “cholo”, identificado generalmente conmestizo, se empleaba de forma peyorativa para cualquiera que fueraconsiderado un arribista.73 Esto se pudo comprobar durante la subleva-ción indígena de 1781, cuando los indios destruyeron las instalaciones

70 Sobre la mano de obra minera en Nueva España, véase Cuauhtémoc Velasco, “Lostrabajadores mineros en la Nueva España, 1750-1810”, en Florescano et al., La clase obreraen la Historia de México. De la Colonia al Imperio, Tomo I, México, Siglo XXI Editores, 1980.Bernd Hausberger realiza una comparación interesante entre el norte Nueva España y elAlto Perú. Véase “Comunidad indígena y minería en la época colonial. El noroeste deMéxico y el Alto Perú en comparación”, Ibero-Amerikanisches Archiv. Zeitschrift fürSozialwissenschaften und Geschichte. Jahrgang 23, 3/4, Berlín, 1997, 263-312.

71 Brígida von Mentz, , “Coyuntura minera y protesta campesina en el centro de Nue-va España, siglo XVIII”, Inés Herrera (coord.), La minería mexicana. de la Colonia al siglo XX,México, Instituto Dr. José María Luis Mora y Colegio de Michoacán, 1998, 23-45.

72 El tesorero de la Caja Real de Oruro refería en uno de sus informes a la Corona lasiguiente afirmación: “no se pueden labrar con negros ni españoles en cuanto al trabajo,porque es tan grande que los negros no le pueden llevar por la frialdad y humedad delas minas”. AGI, Charcas, 37. Gaspar Elosu a la Corona (s.f.).

73 Véase Bouysse-Casagne y Saignes: “El cholo: actor olvidado de la historia”. EnUNITAS, núm. V, La Paz, 1992.

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Los conciertos de trabajo voluntario estaban enmarcados dentro delas relaciones de poder, entre patronos y trabajadores, pero tenían quepactarse dentro de un marco de reciprocidad que podía romperse en co-yunturas precisas por falta de cumplimiento. Los mineros y azoguerostuvieron que plantear diferentes estrategias para reclutar y retener a lamano de obra, bien mediante la coacción u otros mecanismos como for-ma de atraerlos hacia el empleo. Este sería el caso por ejemplo de pagar-les con productos muy apreciados como bebidas alcohólicas o coca, y deestablecer la costumbre de los adelantos, de alanocas o del partido. A lacoacción violenta y abusos, los trabajadores solían responder con la au-sencia, indisciplina o robos y a veces con denuncias ante la administra-ción de justicia. Pero no se trataba en la mayoría de los casos de una re-sistencia activa y organizada como la que practicaron en Gran Bretañadesde fines del siglo XVIII, algunos sectores del trabajo industrializado,entre ellos los mineros del carbón (1740, 1765);67 sino más bien actitudesindividuales que representaban, como dice Rodríguez Ostria, una con-tracultura con la cual combatir el sistema de dominación que queríanimponer los empresarios.68

A diferencia de Nueva España, donde encontramos manifestacionessobre la poca capacidad del trabajador indígena en la minería, en la re-gión del Alto Perú no encontramos ninguna descalificación específica.Lucas Alamán (México, 1824) opinaba que había una diferencia entre loscentros con mayoría de trabajadores indígenas “torpes e ineptos que tie-nen más inclinación por la agricultura” y los mulatos y mestizos, “castasambas que se adaptan mejor a las ocupaciones que requieren energía delcuerpo y la mente”.69 Los centros novohispanos contaban con una mayo-ría de trabajadores mestizos y mulatos y en menor proporción de indí-

67 Hobsbawm alude a las acciones tomadas por distintos sectores industriales a me-diados del siglo XVIII y principio del XIX, frente a la destrucción de máquinas como una“técnica del sindicalismo en el período previo y en las primeras fases de la revolución in-dustrial”. Véase Hobsbawm, Los trabajadores. Estudios de la clase obrera [1964], Barcelona,Editorial Crítica, 1979, 16-35.

68 Gustavo Rodríguez Ostría, El socavón y el sindicato, La Paz, Editorial Ildis, 1991,50-51.

69 Informe de Lucas Alamán y Lewis Agassit, año 1826. Citado por David Brading,Mineros y comerciantes…, op. cit., 201.

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para el virreinato novohispano la coyuntura fuera diferente. En los doscasos la necesidad de mano de obra barata provocó que los empresariosse sirvieran de mecanismos legales, como fueron las leyes contra vaga-bundos y ociosos, de las cuales abusaron de forma muy particular, y deotros diferentes métodos de coacción fuera de la legislación colonial.

Los mecanismos para imponer la disciplina a los trabajadores fueronregulados por la legislación minera del siglo XVIII creada dentro del pro-grama de reformas borbónicas. En el caso del Virreinato del Río de laPlata, las medidas destinadas al fomento de la minería no se aplicaronde forma homogénea y quedaron reducidas a la famosa villa imperial dePotosí, la cual gozó de algunos beneficios, a los cuales ya hicimos alu-sión. La paralización de las nuevas ordenanzas de minería por conflictospuramente potosinos perjudicaba de nuevo al resto de los asientos mine-ros del Virreinato del Río de la Plata. Como hemos comentado, el CódigoCarolino no fue aprobado por su excesiva reglamentación sobre la mitapotosina y otros temas propiamente potosinos que levantaron conflictosy posturas irreconciliables. Durante los primeros años de la Independen-cia de Bolivia, se puso en vigor las Ordenanzas de Nueva España de1783, por considerarse más adecuadas y estar asociadas al auge minerode Nueva España.

Algunos de los métodos de coacción y resistencia que hemos anali-zado en la región altoperuana no fueron exclusivamente andinos, a juz-gar por las referencias que tenemos sobre circunstancias similares en laminería en Gran Bretaña. La diferencia radicaba en la condición de cam-pesinos de una gran parte de los trabajadores mineros andinos, condi-ción que dificultaba el proceso de disciplina laboral, por su estacionali-dad y porque no dependían de la actividad minera para su subsistencia,además de mantener una cultura propiamente campesina.

BIBLIOGRAFÍA

BERNAL, Antonio, Dinero, moneda y crédito en la monarquía hispánica: Actas del sim-posio Internacional, Madrid, Marcial Pons, 2000.

BRADING, David, Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), Méxi-co, Fondo de Cultura Económica, 1975.

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mineras y se encarnizaron especialmente con los mestizos o cholos queeran los encargados de vigilar y castigar (la labor de “arreador” o ma-yordomo se solía realizar con el látigo en la mano). En el expediente so-bre la sublevación de Oruro, el testimonio de los cabecillas decía que unade las consignas era: “que en el ingenio de Sorasora no habían de gober-nar más los cholos”, y que sus intenciones eran matar a los mayordomos“que lo perseguían y castigaban sin razón cuando estaban en el trabajo”.74

La queja hacia la mano de obra indígena estaba más encaminada ha-cia su indisciplina, impuntualidad, borracheras, ausencias, y robos. Elllamado “San Lunes” era una costumbre bastante extendida entre lostrabajadores mineros, que después de cobrar y celebrar el domingo, nose encontraban en condiciones para realizar el trabajo al día siguientey se ausentaban.75 Esta costumbre no fue erradicada a pesar de los ban-dos que imponían castigos a los transgresores.76

CONCLUSIÓN

Según los testimonios que contamos sobre diferentes centros de la re-gión minera de Charcas, podemos afirmar que a fines del periodo colo-nial se manifestó un aumento de la coacción sobre los trabajadores mi-neros. El aumento de la compulsión a la hora de reclutar y retener lamano de obra se tradujo en un empeoramiento de las condiciones labo-rales que se hizo generalizado en toda la Colonia. Las causas fueronmúltiples y entre ellas destacan para el Virreinato del Río de la Plata lacrisis minera y la disminución de la oferta de mano de obra, aunque

74 AGI, Charcas, 601. “Testimonios del expediente y diligencias practicadas para averi-guar los tumultos meditados contra Oruro”.

75 Esta costumbre era muy extendida y también se producía entre los trabajadoresnovohispanos. En Gran Bretaña también entre los mineros había numerosas ausenciaslos lunes después del cobro de los jornales. Véase History Workshop Series: Miners, quar-rymen and saltworkers, Editado por Samuel, Rafael, Oxford, 1977.

76 El corregidor de Paria dictaba un bando en 1772 donde se imponía una pena de 50azotes a los indios, mulatos o zambaigos que no acudiese el lunes al trabajo. Para los es-pañoles se adjudicaba una pena de 15 días de cárcel. AJ. De Poopó, legajo Minas, año1772.

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para el virreinato novohispano la coyuntura fuera diferente. En los doscasos la necesidad de mano de obra barata provocó que los empresariosse sirvieran de mecanismos legales, como fueron las leyes contra vaga-bundos y ociosos, de las cuales abusaron de forma muy particular, y deotros diferentes métodos de coacción fuera de la legislación colonial.

Los mecanismos para imponer la disciplina a los trabajadores fueronregulados por la legislación minera del siglo XVIII creada dentro del pro-grama de reformas borbónicas. En el caso del Virreinato del Río de laPlata, las medidas destinadas al fomento de la minería no se aplicaronde forma homogénea y quedaron reducidas a la famosa villa imperial dePotosí, la cual gozó de algunos beneficios, a los cuales ya hicimos alu-sión. La paralización de las nuevas ordenanzas de minería por conflictospuramente potosinos perjudicaba de nuevo al resto de los asientos mine-ros del Virreinato del Río de la Plata. Como hemos comentado, el CódigoCarolino no fue aprobado por su excesiva reglamentación sobre la mitapotosina y otros temas propiamente potosinos que levantaron conflictosy posturas irreconciliables. Durante los primeros años de la Independen-cia de Bolivia, se puso en vigor las Ordenanzas de Nueva España de1783, por considerarse más adecuadas y estar asociadas al auge minerode Nueva España.

Algunos de los métodos de coacción y resistencia que hemos anali-zado en la región altoperuana no fueron exclusivamente andinos, a juz-gar por las referencias que tenemos sobre circunstancias similares en laminería en Gran Bretaña. La diferencia radicaba en la condición de cam-pesinos de una gran parte de los trabajadores mineros andinos, condi-ción que dificultaba el proceso de disciplina laboral, por su estacionali-dad y porque no dependían de la actividad minera para su subsistencia,además de mantener una cultura propiamente campesina.

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mineras y se encarnizaron especialmente con los mestizos o cholos queeran los encargados de vigilar y castigar (la labor de “arreador” o ma-yordomo se solía realizar con el látigo en la mano). En el expediente so-bre la sublevación de Oruro, el testimonio de los cabecillas decía que unade las consignas era: “que en el ingenio de Sorasora no habían de gober-nar más los cholos”, y que sus intenciones eran matar a los mayordomos“que lo perseguían y castigaban sin razón cuando estaban en el trabajo”.74

La queja hacia la mano de obra indígena estaba más encaminada ha-cia su indisciplina, impuntualidad, borracheras, ausencias, y robos. Elllamado “San Lunes” era una costumbre bastante extendida entre lostrabajadores mineros, que después de cobrar y celebrar el domingo, nose encontraban en condiciones para realizar el trabajo al día siguientey se ausentaban.75 Esta costumbre no fue erradicada a pesar de los ban-dos que imponían castigos a los transgresores.76

CONCLUSIÓN

Según los testimonios que contamos sobre diferentes centros de la re-gión minera de Charcas, podemos afirmar que a fines del periodo colo-nial se manifestó un aumento de la coacción sobre los trabajadores mi-neros. El aumento de la compulsión a la hora de reclutar y retener lamano de obra se tradujo en un empeoramiento de las condiciones labo-rales que se hizo generalizado en toda la Colonia. Las causas fueronmúltiples y entre ellas destacan para el Virreinato del Río de la Plata lacrisis minera y la disminución de la oferta de mano de obra, aunque

74 AGI, Charcas, 601. “Testimonios del expediente y diligencias practicadas para averi-guar los tumultos meditados contra Oruro”.

75 Esta costumbre era muy extendida y también se producía entre los trabajadoresnovohispanos. En Gran Bretaña también entre los mineros había numerosas ausenciaslos lunes después del cobro de los jornales. Véase History Workshop Series: Miners, quar-rymen and saltworkers, Editado por Samuel, Rafael, Oxford, 1977.

76 El corregidor de Paria dictaba un bando en 1772 donde se imponía una pena de 50azotes a los indios, mulatos o zambaigos que no acudiese el lunes al trabajo. Para los es-pañoles se adjudicaba una pena de 15 días de cárcel. AJ. De Poopó, legajo Minas, año1772.

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FECHA DE RECEPCIÓN DEL ARTÍCULO: 25 DE MARZO DE 2004FECHA DE ACEPTACIÓN DEL ARTÍCULO: 15 DE DICIEMBRE DE 2004

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