Dramatización - Dormición de María

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Vida, Dormicion y Asuncion de la Santisima Virgen Maria en cuerpo y alma al cielo NOTA: Esta obra fue presentada en la Parroquia Madre del Salvador, Itagüí, Antioquia, Colombia, en el contexto nuestras fiestas patronales. Agradecimientos a los esfuerzos de todos los chicos, especialmente a July Pabón y a Janet Restrepo que ayudaron al montaje escenográfico, y a la organización de toda la obra. PRÓLOGO: RELATO DE SU VIDA ACTOS: 1. María orando ante el Santo Sepulcro: Aparición del Arcángel San Gabriel. 2. Llegada de los Apóstoles y Dormición de María. 3. Entrada del alma de María en el cielo. 4. Procesión del Funeral de María al Cementerio. 5. Llegada de Tomás y Apertura de la tumba vacía de María. EPÍLOGO: ORANDO A LOS PIES DE MARÍA EN NAZARET PERSONAJES: - María y tres mujeres que la acompañan. - Arcángel San Gabriel. - José de Arimatea y algunos discípulos en Jerusalén. - Juan, 10 Apóstoles, y Pablo. - Jesucristo y Ángeles. - Sacerdote Judío Antonio y Apóstol Tomás Prologo VIDA DE LA VIRGEN MARÍA

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Vida, Dormicion y Asuncion de la Santisima Virgen Maria en cuerpo y alma al cielo

NOTA: Esta obra fue presentada en la Parroquia Madre del Salvador, Itagüí, Antioquia, Colombia, en el contexto nuestras fiestas patronales. Agradecimientos a los esfuerzos de todos los chicos, especialmente a July Pabón y a Janet Restrepo que ayudaron al montaje escenográfico, y a la organización de toda la obra.

PRÓLOGO: RELATO DE SU VIDA

ACTOS: 1. María orando ante el Santo Sepulcro: Aparición del Arcángel San Gabriel.

2. Llegada de los Apóstoles y Dormición de María.3. Entrada del alma de María en el cielo.4. Procesión del Funeral de María al Cementerio.5. Llegada de Tomás y Apertura de la tumba vacía de María.

EPÍLOGO: ORANDO A LOS PIES DE MARÍA EN NAZARET

PERSONAJES: - María y tres mujeres que la acompañan.- Arcángel San Gabriel.- José de Arimatea y algunos discípulos en Jerusalén.- Juan, 10 Apóstoles, y Pablo.- Jesucristo y Ángeles.- Sacerdote Judío Antonio y Apóstol Tomás

Prologo  VIDA DE LA VIRGEN MARÍA

  Vivían en Jerusalén unos santos esposos, Joaquín y Ana, pero estaban tristes porque se hacían viejos y no tenían hijos. Después de rezar a Dios muchos años, tuvieron a una niña, la criatura más excelsa, hermosa e inmaculada, concebida sin pecado original.

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En Nazareth (que quiere decir "ciudad de las flores") brotó la flor más bella y lozana de la tierra. Los ángeles la contemplaban arrobados y mecían su cuna. A los quince días, su padre le puso el nombre de María, que significa "Reina" y "estrella del mar"     

A los sesenta y cinco días del nacimiento de la niña (tal como mandaba la Ley), Ana, su madre, fue a purificarse al templo de Jerusalén; y allí, la niña María fue presentada al Señor por Zacarías, que era pariente de sus padres.

A los tres años sus padres la volvieron a llevar al Templo, pero ahora era para entregarla del todo al Señor hasta cumplir los catorce años. Ellos se volvieron a Nazareth pero murieron poco después. 

Allí la niña María servía a Dios rezando y cantando Salmos, hilando y cosiendo, y cuidando del aseo del Templo. Cuando murieron sus padres, María al quedar bajo la tutela de  los Doctores del Templo, fue obligada a casarse a pesar  de su voto de virginidad.

  Más, como todos los mozos de Nazareth la pretendían, sólo fue escogido JOSÉ, que fue el único a quien le florecieron por milagro unas azucenas en su vara seca. Antes de ser llevada al hogar de San José, el arcángel San Gabriel le anunció a María que sería por milagro MADRE DE DIOS, teniendo un hijo, al que llamaría JESÚS, el Salvador del mundo. Al saludarla la llamó "llena de gracia” y "bendita entre todas las mujeres”.

También le dijo el ángel que su prima Santa Isabel, ya anciana, iba a tener pronto un hijo. Este sería luego Juan, el Bautista. Entonces ella dejó Nazareth y corrió a visitar a su prima (que vivía cerca de Jerusalén con Zacarías). Ésta al verla, le dijo: "Bendita tú entre todas las mujeres",y María contestó:"Proclama mi alma la grandeza del Señor” 

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Al regresar a Nazaret, viéndola embarazada, muchos le preguntaban a José, ¿qué pasó con María? Él tenía sus dudas, pero tampoco quería hacer daño a María, por lo cual decidió repudiarla en secreto y marcharse para que fuera su nombre y no el de ella el que quedara en duda. ¡Cuánto sufriría María por las habladurías del pueblo! Sin embargo, José, iluminado en sueños por el arcángel san Gabriel, toma a María como esposa en castidad, porque lo engendrado en ella era del Espíritu Santo, y al hijo le llamaría Jesús, pues Él salvaría a su pueblo de sus pecados. La mayor alegría que tiene una madre es cuando le ha nacido un hijo. Pues ¿cuál no sería la inmensa alegría de la Virgen María cuando, al cumplir el tiempo señalado, le nació en la pobre cueva de Belén un hijo que era DIOS y Hombre a la vez, el SALVADOR DEL MUNDO? No se cansarían San José y ella de besarlo y abrazarlo.

Solo les dolía que naciera en un lugar tan miserable. Un asno y un buey calentaban con su aliento al Niño Jesús. Unos pastores, enterados por un ángel, acudieron a llevarle regalos y a adorarle como a Dios. También del Oriente llegaron los Magos con oro, incienso y Mirra.

Pero los Magos (a quienes guiaba una estrella), pasaron antes por la Corte del Rey Herodes. Este Rey, cruel y envidioso, viendo que los Magos se marcharon por otro camino, mandó matar a todos los niños de Belén que tuvieran menos de dos años para así matar al niño Jesús. Mas, un ángel hizo huir a José y María con el niño a Egipto.

 

   Cuando murió Herodes, el ángel le dijo a José que volvieran a Nazareth. Al tener doce años el niño Jesús fue por primera vez al Templo de Jerusalén, con sus padres; pero, en el camino de regreso entre tanta gente lo perdieron. En vano lo buscaban muy afligidos, hasta que al cabo de tres días lo hallaron entre los Doctores del Templo.

   En los primeros treinta años de vida, oculta en Nazareth ¡con qué gozo su madre seguiría todos los pasos de Jesús y su trabajo en el taller de Nazareth, conforme crecía y se hacía un hombre! Entretanto, San José fue envejeciendo, hasta que un día murió santamente, asistido de Jesús y María.

   Pero Jesús no había venido a la tierra para estar con su madre, sino para enseñar a todos el camino del cielo y predicar el Evangelio. Y así, cumplió los treinta años, se despidió de su Madre. Jesús, tan bondadoso, halló amigos a quienes formó y llamó Apóstoles.

   Les convidaron a unas bodas en Caná, pero faltó el vino. También estaba allí María; y, a ruego de ella Jesús hizo el primer milagro, convirtiendo el agua de seis tinajas de exquisito vino. Más tarde, un día los primos de Jesús, viendo que María no tenía otros hijos que la cuidaran quisieron exigir a Jesús que asumiera la responsabilidad, pero Jesús les diría que ahora su familia era la Iglesia naciente

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   Luego el evangelio ya no cuenta nada de María, hasta la dolorosa Pasión de su Hijo. Pero, en estos tres años en que él predicaba ¡cuánto pensaría noche y día en Jesús, en lo que él hacía, sufría y trabajaba para las almas! Ella oraba mientras él predicaba, y ¡cuánto se alegraría de sus triunfos y milagros.

   Antes de ser entregado Jesús a la muerte por sus enemigos quiso celebrar la Cena Pascual, y mandó a dos de ellos que lo prepararan todo. María que había visto la entrada triunfal, entre palmas y ramos, de su Hijo, les ayudaría también a preparar la última Cena.

     El corazón de una madre siempre se angustia y sufre ante al dolor y adversidad del hijo ¿Cómo no iba a sufrir la noche de la Pasión de Jesús, su proceso ante los sumos sacerdotes, los azotes y la sentencia de muerte en cruz dada por Pilatos? Cuando al fin Jesús salió camino del Calvario con la cruz a cuestas, vigilado por soldados romanos, María fue a su encuentro junto con otras piadosas mujeres. Madre e hijo se miraron llenos de dolor, sin decirse nada. A las otras mujeres dijo: "No lloréis por mí, sino por vosotras y por vuestros hijos”.

Estaba la madre dolorosa, junto a la Cruz llorando ¡Era su alma un gemido, era un dolor, era un grito, cuando María veía cumplida la profecía de Simeón y sentía como una espada le atravesaba el corazón viendo a su hijo en tanto suplicio! Le acompañaba el apóstol San Juan y Magdalena. Pero si el tormento de la cruz era terrible, no menos afligiría su corazón maternal las burlas e insultos de la gente cuando decían: " Si eres el hijo de Dios baja de la cruz y sálvate". En los últimos momentos Jesús no dio su TESTAMENTO de amor, proclamando a María, Madre Nuestra y Madre Universal: "He ahí a tu Madre", dijo señalando a María; Y LUEGO: "He ahí a tu hijo", dijo a María señalando a San Juan que nos representaba a todos los hombres.

   Después de presenciar su agonía y dolorosa muerte, José de Arimatea logró permiso de Pilatos para desclavarle de la cruz y enterrarle en un sepulcro nuevo. María tuvo toda la serenidad de ayudarle en todo; besó el cadáver de su Hijo entre sus brazos y lo preparó apresuradamente.

   ¡Qué alegría al ver a su divino Hijo resucitado y triunfante de sus enemigos! Después de la Ascensión de su Hijo a los cielos, acompañó a los Apóstoles en el Cenáculo en oración esperando la venida del Espíritu Santo.

Después de Pentecostés, la Madre de Dios permaneció bajo el cuidado del Apóstol san Juan, y durante sus viajes Ella vivió en la casa de sus padres, cerca del Monte de los Olivos. Ella era una fuente de consuelo y edificación tanto para los Apóstoles como para todos los creyentes. Conversando con ellos,

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Ella les contó sobre los eventos milagrosos de la infancia de Jesús: la Anunciación, las peripecias de su nacimiento en Belén, y su primer viaje a Jerusalén. Como los Apóstoles, Ella ayudó a plantar y fortalecer la Iglesia cristiana con su presencia, su testimonio y sus oraciones. La reverencia de los Apóstoles hacia la Virgen Santísima era extraordinaria. Muchos neófitos incluso venían de tierras lejanas a Jerusalén, para ver y oír a la purísima Madre de Dios.

Durante el tiempo de la persecución comenzado por el rey Herodes contra la joven Iglesia de Cristo (Hechos 12, 1-3), la Virgen Santísima y el Apóstol Juan se fueron a Éfeso en el año 43. Vivió muchos años en Éfeso con el apóstol San Juan, animando a los primeros cristianos. Después regresó a Jerusalén.

La tradición afirma que Ella supo de antemano que su salida era próxima, y se preparó con un fervor increíble para ese santo momento. En el tiempo de su bendita "Dormición", la Virgen Santísima María estaba de nuevo en Jerusalén. Su fama como la Madre de Dios ya se había

extendido a lo largo de la tierra y había despertado muchas envidias y rencores contra Ella, llegando a haber quienes atentaran contra su vida; pero Dios la preservó de los enemigos.

1.Día y noche Ella los pasaba en oración. La Santísima Madre de Dios fue a menudo al Sepulcro Santo

del Señor, y ahí hacía una oración ferviente. Más de una vez, los enemigos del Salvador buscaron impedirle que visitara aquel lugar santo, por eso pidieron un guardia al Sumo Sacerdote para vigilar la Tumba del Señor. Pero la Virgen Santa María, sin que la pudieran ver, continuó orando delante de ellos.

En una de tales visitas, el Arcángel Gabriel se le apareció y le anunció: “En tres días tu vida terrenal va a llegar a su fin y el Señor te llevará consigo.”

En prenda de esto, el Arcángel le dio una palma del paraíso. Con estos noticias Celestiales la Madre de Dios regresó a la ciudad con las tres jóvenes que le ayudaban (Séfora, Abigail, y Jael). Ella convocó al justo José de Arimatea y otros discípulos del Señor, y les contó de Su muerte inminente: “El arcángel Gabriel se presentó para decirme que en tres días mi vida terrenal terminará y mi Hijo me llevará con Él.”

2. La Virgen Santísima entonces rogó al Señor que el Apóstol Juan viniese, diciendo: Señor, ya que mi hora está cerca te ruego traigas aquí al apóstol Juan para que esté conmigo en este momento”.

Entonces, en aquel mismo instante, el Espíritu santo lo transportó de Éfeso, poniéndolo en el mismo lugar dónde la Madre de Dios yacía. Después de la oración, la Virgen Santísima ofreció incienso, y Juan oyó una voz del Cielo cerrando su oración con la palabra: "Amén.”

La Madre de Dios entendió que la voz significaba la llegada rápida de los Apóstoles. Entonces, en conformidad con la santa voluntad de Dios, los santos Apóstoles se juntaron en un abrir

y cerrar de ojos, de todos los puntos en que tenían la misión de predicar el Evangelio. Allí figuraron como doce rayos luminosos del Colegio Apostólico. Viéndose los unos a los otros, los Discípulos se regocijaron, pero en su confusión ellos se preguntaban por qué el Señor los había reunido en ese lugar. San Juan, saludándolos con lágrimas de alegría, les dijo: “El tiempo del reposo de la Virgen ya está muy cerca.”

Entrando donde la Madre de Dios, la miraron que yacía en la cama, y llenos de alegría espiritual los Discípulos la saludaron, y entonces le dijo Juan: “Milagrosamente hemos sido traídos de los lugares donde estábamos predicando.”

La Virgen Santísima María glorificó a Dios, diciendo: Bendito seas Tú, Padre Santo, por haber escuchado la oración de tu esclava y haber reunido a estos hijos míos como último deseo de mi corazón.

Y les empezó a hablar sobre su fin inminente: “Han sido traídos porque la hora de partir hacia mi Hijo está cerca”.

Durante el tiempo de esta conversación el Apóstol Pablo también aparecieron de una manera milagrosa san Dionisio el Areopagita, San Timoteo y otros de los Setenta Apóstoles. El Espíritu santo los había reunido para que pudieran recibir la bendición de la purísima Virgen, y más propiamente para ver el

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entierro de la Madre del Señor. Ella llamó a cada uno por el nombre, los bendijo y los exaltó por su fe y las penalidades que soportaron predicando el Evangelio de Cristo. A cada uno deseó la beatitud eterna, y oró con ellos por la paz y bienestar del mundo entero. Y mientras los fieles permanecían alrededor, se despidió de todos, la augusta (Virgen) que, arrastrada por el ardor de sus deseos, elevó a la vez que sus plegarias, sus manos todas santas y puras hacia Dios, dirigiendo sus miradas, acompañadas de vehementes suspiros y aspiraciones a la luz, hacia Aquél que nació de su seno, Nuestro Señor, su Hijo.

Entonces llegada la hora tercia (9 DE LA MAÑANA), cuando la Dormición de la Madre de Dios iba a ocurrir, varias velas estaban encendidas. Los santos Discípulos rodeando su cama bellamente adornada, alababan a Dios. Ella oró viendo inminente su fallecimiento y la llegada de su Hijo anhelado Señor. En el momento del deceso, de repente una luz extraordinaria iluminó la habitación en la cual yacía la Virgen María.

Descendiendo del Cielo estaba Cristo, el Rey de Gloria, rodeado de legiones de Ángeles y Arcángeles y otros Poderes Celestiales, junto con las almas de los Patriarcas y los Profetas que habían profetizado en épocas pasadas acerca de la Santísima Virgen María. Viendo a Su Hijo, la Madre de Dios exclamó: "Mi alma proclama la grandeza del Señor, y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva” (Lc 1, 46-48).

Y oró diciendo: '¡Ah, mi Señor, permite a mi amor actuar! Pronto se separará mi alma de mi cuerpo mortal, y seré transportada a Ti en quien solo yo vivo.’ Entonces Ella oiría la voz de Su Hijo decir: "Ven a tu reposo eterno, oh Madre bienaventurada: levántate y ven, tú que eres la amiga de mi Corazón, la más hermosa de las mujeres. El invierno ha terminado, la primavera empieza; venga, mi toda hermosa, mi amada; no hay ninguna mancha en ti; prefiero tus perfumes a todos los demás.”

Y, levantándose de su cama para encontrarse con el Señor, se inclinó hacia Él, y el Señor le ofreció la entrada en la Vida Eterna. Sin ningún sufrimiento corporal, como en un feliz sueño, la Santísima Virgen María entregó su alma toda santa, semejante a las esencias de buen olor y la encomendó en las manos del Señor. Y el Hijo tomó su purísima alma.

Nosotros estamos acostumbrados a ver la Virgen Madre que lleva a Cristo en sus brazos como un niño, la “Theotókos”, es la tierra que acoge el cielo, la Madre que da su carne y su sangre al Hijo de Dios, la humanidad que recibe en la tierra la divinidad. Pero Cristo, que en el icono de la Dormición acoge en sus brazos a la Virgen como una niña, es el cielo que acoge a la tierra, el Hijo que hace a la Madre partícipe de su gloria, la divinidad que recibe en el cielo la humanidad. Cristo sostiene al alma de Nuestra Señora, que tiene la forma de una figurilla empañada. Detrás del lecho una vela encendida, que según un texto apócrifo fue encendida por orden de María al saber que su muerte estaba cercana.

Así es como, adornada de gracias, María fue elevada a la región de los Ángeles, y enviada a la vida inmutable del mundo sobrenatural.3.

Teodoro Estudita (+826) decía en una homilía sobre la dormición de la Virgen: «Hoy el arca de la santificación, que Dios mismo había hecho con oro purísimo, ha sido asunta desde esta mansión terrena a

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la Jerusalén celestial en un reposo sin fin». María es ascendida al cielo entre la admiración de los ángeles y de todas las criaturas celestes, que exclaman: ¿Quién es ésta que surge cual la aurora, bella como la luna, refulgente como el sol...?

Y comenta Dornn: «Y qué fue lo que causó la admiración en aquellos espíritus angélicos, sino la hermosura de María, según el padre san Gregorio, porque tan pura criatura jamás habían vista otra semejante. De lo cual se sigue que la hermosura de esta Señora excedía grandemente la hermosura de todos los ángeles».

Entonces empezó una canción angélica gozosa. Acompañando el alma pura de la novia engalanada de Dios y con el temor reverente hacia la Reina de Cielo, los ángeles exclamaron: “¡Dios te salve, llena de Gracia, el Señor está contigo, bendita tú eres entre las mujeres! Pues la Reina, la Doncella de Dios viene, alzad las puertas, y con el Eterno, suba la Madre de Luz; pues por ella la salvación ha venido a toda la raza humana. Es imposible mirarla, y no darle el honor debido”. (En este punto se puede cantar con las voces de quienes hacen de ángeles: “Salve Reina de los cielos”).

Las puertas Celestiales fueron levantadas, y recibiendo el alma de la Santísima Madre de Dios, los Querubines y el Serafines la glorificaron con gozo. La faz de la Madre de Dios era radiante con la gloria de la divina virginidad, y su cuerpo exhaló una dulce fragancia.

Besando el purísimo cuerpo con reverencia y temor, los Discípulos fueron a su vez bendecidos por él y llenados con gracia y gozo espirituales. Al punto, en medio de gemidos mezclados de llantos y lágrimas, en medio de alegría inefable y llenos de la esperanza que se apoderó de los

Apóstoles y de todos los fieles presentes, se dispuso piadosamente, tal y como convenía hacerlo con la difunta, el cuerpo que en vida fue elevado sobre toda ley de la naturaleza, el cuerpo que recibió a Dios, el cuerpo espiritualizado, y se le adornó con flores en medio de cantos instructivos y de discursos brillantes y piadosos, como las circunstancias lo exigían. Los Apóstoles inflamados enteramente en amor de Dios, y en cierto modo, arrebatados en éxtasis, lo cargaron cuidadosamente, como a la Madre de la Luz, según la orden de las alturas del Salvador de todos.

4.

Los otros santos y una multitud de creyentes acompañaron el féretro fúnebre con velas e incensarios, mientras cantaban himnos sagrados. Esta procesión solemne pasó de Sión por Jerusalén al Jardín de Getsemaní. Con la salida de la procesión allí de repente apareció encima del purísimo cuerpo de la Madre de Dios y de todos aquellos que la acompañaban una nube circular resplandeciente, como una corona. Allí se oyó el canto de los Poderes Celestiales, mientras glorificando a la Madre de Dios, que hizo eco de eso de las voces terrenas. Este círculo de cantantes Celestiales y el fulgor acompañaron la procesión hasta el mismo lugar de entierro.

Los habitantes no creyentes de Jerusalén, tomados desprevenidamente por aquella tan grande procesión fúnebre y molestos por el honor dado a la Madre de Jesús, se quejaron de esto al Sumo Sacerdote y a los escribas. Llenos de envidia y ardiendo en deseos de venganza hacia todo lo que les recordara a Cristo, mandaron a sus propios sirvientes para interrumpir la procesión y quemar el cuerpo de la Madre de Dios.

Una muchedumbre enfadada y soldados se pusieron en contra de los cristianos, pero la nube circular que acompañaba la procesión descendió y los rodeó como una pared. Los perseguidores oyeron los pasos y el canto, pero no podría ver ninguno de los que acompañaban la procesión. De hecho, muchos de ellos se quedaron ciegos.

El sacerdote judío Antonio, fuera de sí por el rencor y el odio hacia la Madre de Jesús de Nazaret, quiso volcar el féretro fúnebre donde estaba el cuerpo de la Santísima Virgen María, pero un ángel invisible de Dios cortó sus manos, que habían tocado el féretro. Viendo tal una maravilla, Antonio se arrepintió y confesó con fe: “En verdad esta es la Madre del Dios eterno.”

Él recibió la curación y se unió a la muchedumbre que acompañaba el cuerpo de la Madre de Dios, y se volvió un seguidor celoso de Cristo.

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Cuando la procesión llegó al Jardín de Getsemaní, entonces entre el llanto y los gemidos empezó el último beso al purísimo cuerpo. Sólo al atardecer fueron los Apóstoles capaces de ponerla en la tumba y sellar la entrada a la cueva con una piedra grande.

Lo depositaron en el lugar destinado para la sepultura, en el lugar llamado Getsemaní, en la gruta donde se encontraban los cuerpos de Sus padres y el de San José. Durante el entierro ocurrieron muchos milagros. Con sólo tocar el lecho de la Madre de Dios, los ciegos recobraban la vista, los demonios eran alejados y cualquier enfermedad se curaba.

. Durante tres días ellos no partieron del lugar de entierro, sino que se quedaron orando y cantando los Salmos. Además oyeron sobre aquel lugar los aires armoniosos de la salmodia, ejecutada por voces angélicas, que extasiaban a los que las escuchaban; después nada más. 5

Ocurrió que faltaba uno de los santos Apóstoles al tiempo de su reunión. Tomás llegó más tarde y con lágrimas en los ojos suplicó a los Apóstoles: “Enséñenme de una manera palpable y al descubierto el precioso tesoro, es decir, el mismo cuerpo que encerró al Señor.”

Ellos se vieron, por consiguiente, obligados a satisfacer el ardiente deseo de su hermano. Pero cuando abrieron el sepulcro que había contenido el cuerpo sagrado, lo encontraron vacío y sin los restos mortales. Aunque tristes y desconsolados, pudieron comprender que, después de terminados los cantos celestiales, había sido arrebatado el santo cuerpo por las potestades etéreas, después de estar preparado sobrenaturalmente para la mansión celestial de la luz y de la gloria oculto a este mundo visible y carnal, en Jesucristo Nuestro Señor, a quien sea gloria y honor por los siglos de los siglos. Amén.

Los asombrados Apóstoles retornaron a su vivienda.

. Al anochecer, mientras rezaban, oyeron un canto angelical y al levantar la vista pudieron ver a la Virgen María suspendida en el aire, rodeada de Ángeles y envuelta en un brillo de gloria celestial. Ella les dijo a los Apóstoles: 6

"¡Alégrense! ¡Estaré con ustedes todos los días!" Esto alegró tanto a los Apóstoles y a todos, que Juan exclamó:

"Santísima Theotókos, sálvanos".

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Epílogo: orando a los pies de María de NazaretSon los cristianos del siglo III quienes, en Egipto, comienzan a invocar a María como “Theotókos”,

Madre de Dios. Este nombre surge como consecuencia de que ella engendró a Aquél que siempre fue y será el verdadero Dios; así pues, los que reconocen a Jesús como Dios se dirigen a María como Madre de Dios y esperan obtener su poderosa ayuda en las pruebas de la vida:“En tu parto has conservado la virginidad, en tu dormición no has abandonado el mundo, oh Madre de Dios: tú te has reunido con la fuente de la Vida, tú que concebiste al Dios vivo y que, con tus oraciones, librarás nuestras almas de la muerte” (Liturgia bizantina, Tropario de la fiesta de la Dormición [15 de agosto]).

En la Iglesia tenemos esta antigua plegaria de los primeros siglos: Bajo tu Amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desoigas la oración de tus hijos necesitados, líbranos de todo peligro, oh siempre Virgen, gloriosa y bendita. AMEN.

Salve, Santa Madre de Dios, humilde Virgen María.Ten compasión de nosotros que, sacudidos por las olas,

hemos caído en poder de la bestia inestable.¡Oh excelsa paloma, del Espíritu Santo coronada!

Tú eres el baluarte de las almas débiles, la filacteria de nuestra castidad.

Mira mi alma llena de confusión y de tinieblas.¡Socórreme, Santa Madre de Jesús y madre mía!A ti te suplico hoy, arca perfumada del Espíritu,alabando a tu hijo, el único verdadero amigo,

a Él honor y gloria,y al Padre adoración conjunta con todo lo creado

en el Espíritu Santo,por los siglos de los siglos. Amén.