El Coliseo A

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EL COLISEO Producido por: [email protected]

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Reportaje fotográfico del Coliseo de Roma

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EL COLISEO

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Este inmenso anfiteatro, cuyos restos imponentes permiten todavía admirar su antiguo esplendor, fue comenzado por Vespasiano en el año 72 d. C. y terminado por su hijo Tito en el año 80. En su construcción fueron empleados los prisioneros hebreos. Su verdadero nombre es Anfiteatro Flavio; comúnmente fue llamado Coliseo, quizás por la proximidad del Coloso de Nerón. Puede decirse que no hay página de la historia de Roma que no esté mas o menos ligada al Coliseo, el cual se ha convertido en el símbolo mismo de la ciudad y de su vida. Por eso, ya en el siglo VIII, el Venerable Beda cantaba: “Mientras exista el Coliseo, existirá Roma, cuando caiga el Coliseo, caerá también Roma; y cuando caiga Roma, caerá también el mundo”.

Cuando, con la catástrofe de los normandos, de la clásica y antigua Roma no quedó más que el esqueleto, también el Coliseo quedó abandonado, siendo, durante largos años, cantera de material, que era más que suficiente para construir casi una ciudad. Benedicto XIV (1740 – 1758) para salvar lo que había quedado, quiso consagrar el viejo Anfiteatro, con la devoción del Via Crucis, levantando una cruz sobre aquel terreno que la devota tradición había unido al nombre de miles de mártires que pagaron su fe con la vida. En realidad no existe datos históricos de matanzas en masa de cristianos, si bien entre las ejecuciones capitales, de las que el monumento fue testigo, ciertamente no faltaron seguidores de Cristo.

Los espectáculos preferidos por los romanos eran los juegos del Circo (ludi circenses), juegos que, según todas las suposiciones, fueron inventados en los últimos tiempos de la república, a fin de excitar y alimentar con ellos el espíritu guerrero que los hacía dueños del mundo. Esto dio origen a la profesión de gladiadores, los cuales se adiestraban en el manejo de las armas, matándose unos a otros, mientras las fieras aumentaban el horror del espectáculo.

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Dión Cassio dice que durante las fiestas celebradas con motivo de la inauguración de este edificio, las cuales duraron cien días, se mataron 9000 fieras. Terminada la caza de las fieras, a veces se llenaba rápidamente la arena de agua y se celebraban combates navales. El gran emperador Constantino y otros sucesores suyos trataron de poner fin a los combates de gladiadores y a las luchas de fieras; pero los romanos no quisieron renunciar a los espectáculos. La última manifestación de la que tenemos noticia es del 523, cuando el rey godo Teodorico consintió la realización de una caza de animales, solicitada por el cónsul designado para aquel año.

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El Coliseo, que consta de cuatro pisos, es de forma elíptica; medía en su diámetro más largo 187 metros y en el más corto 155. en el exterior había tres ordenes de arcos, sostenidos respectivamente, por columnas dóricas, jónicas y corintias. El cuarto piso, que tiene un muro en el exterior, lo añadió Alejandro Severo. Los ochenta arcos de las galerías que circundan el Coliseo, aparecen hoy despojados de mármoles y de estatuas; los muros, de cincuenta metros de altura, que eran antes murallas inconmovibles, ofrecen hoy mordeduras enormes, melladas las piedras, cuarteados los bloques. Los pórticos enormes se conservan todavía; sin embargo, polvorientos y con cicatrices que señalan los puntos de unión de las planchas de mármol, con las rampas de ascensión cegadas, con las galerías subterráneas derrumbadas y obstruidas. En el centro de un lado del podio, llamado “suggesto”, lugar de distinción y de preeminencia, estaba el trono del emperador; el resto del podio era ocupado por senadores y la familia imperial. Seguían los puestos de los caballeros y de los tribunos civiles y militares. Los casados tenían sus puestos propios. Había puestos especiales reservados a los jóvenes acompañados por sus tutores, para familias y la servidumbre, para las mujeres y para la plebe.

Habitualmente el Coliseo estaba descubierto, pero en caso del mal tiempo, o durante la canícula, estaba protegido por un telón inmenso maniobrado por dos equipos de marineros destacados de la flota de Rávena y del Cabo Miseno. Estas dos escuadras participaban también en los combates navales, que se trasladaron a predispuestos lugares del Tiber. Entre estos fue célebre la “Naumachia vaticana” querida por el mismo Domiciano, a quien se debe la terminación del Coliseo.

Cuando este anfiteatro estaba en la plenitud de su gloria, debía de presentar, ciertamente, un espectáculo estupendo de romana grandeza.

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