El esplendor de la época de las pirámides

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HISTORIA DEL ARTE ANTIGUO Tema 3 UNED El arte egipcio Tema 3.4 El esplendor de la época de las pirámides Caracteres y desarrollo de los modelos arquitectónicos. Las artes figurativas: estatuaria faraónica y civil. Escultura en relieve y pintura: caracteres y desarrollo La arquitectura Los monumentos más notables de la IV Dinastía, y quizás de la historia universal del arte, son las pirámides, y en particular el conjunto de tres pirámides construido en Guiza por los faraones Keops, Kefrén y Micerinos. Saqqara, donde se encuentra la pirámide de Snefru, soberano que conecta la IV Dinastía con la anterior, no es sino la parte central de la inmensa necrópolis menfita, dividida en sectores geográficos modernamente según el nombre de poblaciones árabes cercanas. Dichos sectores, de norte a sur, son: - Abu Roash, donde se encuentra una pirámide de Didufri (IV Dinastía) - Guiza, donde se hallan las tres famosas pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos, con sus templos funerarios y la célebre esfinge (IV Dinastía) - Zauiyet el Aryan, donde se encuentra una pirámide atribuida a Khaba (III Dinastía). - Abu Gorab, donde se halla el Templo Solar de Niuserre (V Dinastía) - Abusir, donde se encuentran las pirámides de Sahuré, Neférqueres y Niuserre (V Dinastía). - Saqqara, el sector más cercano a la ciudad de Menfis, que a su vez se subdivide en una zona norte y una zona sur - Dashur, donde se hallan la Pirámide Romboidal (imagen izquierda) y la Pirámide Roja (imagen derecha), ambas atribuidas a Snefru (IV Dinastía), así como las pirámides de Amenemes II, Sesostris III y Amenemes III (XII Dinastía), ya en el Imperio Medio. - Heluán, donde hay una necrópolis civil de las Dinastías I

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HISTORIA DEL ARTE ANTIGUO Tema 3 UNED El arte egipcio

Tema 3.4 El esplendor de la época de las pirámides

Caracteres y desarrollo de los modelos arquitectónicos. Las artes figurativas: estatuaria faraónica y civil. Escultura en relieve y pintura: caracteres y desarrollo

La arquitectura

Los monumentos más notables de la IV Dinastía, y quizás de la historia universal del arte, son las pirámides, y en particular el conjunto de tres pirámides construido en Guiza por los faraones Keops, Kefrén y Micerinos.

Saqqara, donde se encuentra la pirámide de Snefru, soberano que conecta la IV Dinastía con la anterior, no es sino la parte central de la inmensa necrópolis menfita, dividida en sectores geográficos modernamente según el nombre de poblaciones árabes cercanas. Dichos sectores, de norte a sur, son:- Abu Roash, donde se encuentra una pirámide de Didufri (IV Dinastía)- Guiza, donde se hallan las tres famosas pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos,

con sus templos funerarios y la célebre esfinge (IV Dinastía)- Zauiyet el Aryan, donde se encuentra una pirámide atribuida a Khaba (III

Dinastía).- Abu Gorab, donde se halla el Templo Solar de Niuserre (V Dinastía)- Abusir, donde se encuentran las pirámides de Sahuré, Neférqueres y Niuserre (V

Dinastía).- Saqqara, el sector más cercano a la ciudad de Menfis, que a su vez se subdivide en

una zona norte y una zona sur- Dashur, donde se hallan la Pirámide Romboidal (imagen izquierda) y la Pirámide

Roja (imagen derecha), ambas atribuidas a Snefru (IV Dinastía), así como las pirámides de Amenemes II, Sesostris III y Amenemes III (XII Dinastía), ya en el Imperio Medio.

- Heluán, donde hay una necrópolis civil de las Dinastías I y II.

Todos estos sectores de la necrópolis menfita se hallan dentro de los límites del nomo del Muro Blanco, nombre que asignó Menes a la capital por él fundada.

Parece seguro que al principio la residencia real no estuvo siempre en la ubicación originaria de Menfis, siendo justamente el desplazamiento del lugar de residencia de los faraones del Imperio Antiguo dentro de los límites del nomo del Muro Blanco el factor que explica la gran extensión de la necrópolis menfita. Así, sabemos que a partir de la III Dinastía se aprecia una tendencia progresiva a alejarse del núcleo primitivo, tendencia que culmina en la IV Dinastía.

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El núcleo originario fundado por Menes, aún gozaba de prestigio durante la V Dinastía pues los faraones acercaron su residencia al mismo. Con la VI Dinastía, Menfis y su necrópolis alcanzaban una segunda época de esplendor, manteniendo su reputación incólume a lo largo de toda la historia de Egipto y los faraones siguieron celebrando las ceremonias de coronación, según los primitivos ritos de la I Dinastía hasta tiempos de los Ptolomeos.

Ya se ha comentado que los antiguos reyes de la III y IV Dinastías se fueron alejando gradualmente, y Saqqara fue durante un tiempo abandonada hasta que el faraón de la IV Dinastía Shepseskaf se hizo enterrar nuevamente en el sector sur de la necrópolis, rompiendo la tradición de sus predecesores al hacerse construir como tumba una mastaba, la Mastabat-Faraun de los árabes.

Un cambio tal sin duda ha de obedecer a una radical modificación de las concepciones religiosas quizás debida a la crisis religiosa que precipitó el final de la IV Dinastía. De acuerdo con esta teoría, Shepseskaf rompió con el clero de Heliópolis y con sus concepciones solares, para adoptar las concepciones del clero menfita de Ptah; así se explica el abandono por parte de Shepseskaf del enterramiento en pirámide, de simbolismo solar. La mastaba de Shepseskaf representa en realidad un inmenso sarcófago de piedra en torno al cual no se encuentra la tumba de ningún cortesano, pero sí numerosos vasitos de ofrendas, testimonio de un asiduo culto popular.

El advenimiento de la V Dinastía significa el retorno a la ortodoxia solar y, por ende, el triunfo del clero heliopolitano así como el de una línea dinástica adicta a las concepciones funerarias tradicionales de carácter solar. Durante las Dinastías III y IV, el culto solar estaba unido indisolublemente al del faraón después de su muerte, ya que faraón y Re eran idénticos. A partir del reinado de Userkaf (Usérqueres), primer rey de la V Dinastía, ambos cultos se ven disociados.

Los débiles reyes de la V Dinastía tuvieron que “agradecer” los servicios prestados al clero heliopolitano, lo cual es claramente perceptible en la necrópolis menfita, donde junto a pirámides reales cada vez más exiguas se yuxtaponen mastabas de cortesanos y sacerdotes cada vez mayores y más lujosas.

En Saqqara subsisten los restos de la pirámide de Userkaf, informe amasijo de piedras, inmediato al ángulo noreste del recinto funerario de Zoser. En el sector sur de la necrópolis se halla la pirámide de Dyedkare y la pirámide de Unas (Onos), la primera que posee Textos de las Pirámides.

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Con el advenimiento de la VI Dinastía el poder “feudal” se afianzó en Egipto. Su fundador Teti I (Ótoes) se hizo construir una pirámide en Saqqara, al noreste de la de Userkaf, cuyas cámaras funerarias fueron también cubiertas con los Textos de las Pirámides, imitando así a su predecesor.

Cerca de la pirámide de Dyedkare se encuentran las pirámides muy arruinadas y aún mal estudiadas de Pepi I (Fiope I) y Merenre. Más al sur, cerca de la mastaba de Shepseskaf y rodeada de pirámides satélite pertenecientes a las esposas del rey, se halla la pirámide de Pepi II (Fiope II), último monarca del Imperio Antiguo. Su pirámide posee también Textos de las Pirámides excepcionalmente bien conservados y un templo funerario ajeno con bajorrelieves de extraordinaria calidad.

Las mastabas privadas

Al lado de las pirámides reales, los grandes personajes menfitas del Imperio Antiguo se hicieron construir sus propias tumbas. Se conocen unas 40 mastabas monumentales que datan de las época de la IV Dinastía, unas 70 de la V Dinastía y unas 50 de la VI Dinastía. La decoración de estas mastabas se basa en el empleo de bajorrelieves pintados que representan escenas de la vida cotidiana. El objeto esencial de dichas escenas era recrear para el ka del difunto en el Más Allá la vida que éste conociera en el mundo de los vivos. En muchas de las mastabas aparecen así escenas relativas al empleo que su dueño había desempeñado en vida.

De las mastabas de la V Dinastía destacan algunas de miembros de la familia de Unas, como la Mastaba de la Princesa Idut, por sus escenas náuticas, y el hipogeo de Irukaptah, jefe del matadero real, conocido también como “Tumba de los Carniceros”.

Al norte de la pirámide de Teti I se encuentra un importante conjunto de mastabas de la VI Dinastía, entre las que destaca la compleja Mastaba de Mereruka, que cuenta con 32 estancias, muchas de las cuales están decoradas con escenas de caza, pesca, cosecha, etc. Cercana se encuentra la Mastaba de Anjmahor, llamada “Tumba de los Médicos”, con escenas relativas a esa profesión.

Al oeste del recinto funerario de Zoser se halla la Mastaba de Ajuthotep y de su hijo Ptahhotep, ambas de la V Dinastía. Su decoración muestra escenas de preparación y transporte de ofrendas y de fiesta, entre otras.

Al norte de estas mastabas se encuentra la Mastaba de Ti, gran personaje de la corte menfita hacia finales de la V Dinastía. Su mastaba, organizada en torno a un gran patio porticado al que se accede desde una puerta de entrada también porticada, se halla decorada con unos bajorrelieves considerados una de las mejores obras del arte del Imperio Antiguo, con escenas de caza, trabajos agrícolas, pesca, etc. (en la imagen, escribas de la Mastaba de Ti).

Sectores al norte de Saqqara: Abusir, Abu Gorab, Zauiyet el Aryan y Guiza

El sector de la necrópolis menfita situado al norte de Saqqara recibe el nombre de Abusir. Sobresale el Templo Solar de Userkaf, el más antiguo de los templos solares de la V Dinastía, carente de decoración.

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Al sur de este templo, se encuentran las pirámides de Abusir de la V Dinastía. La más antigua, la pirámide de Sahuré, forma parte de un complejo funerario admirable, tanto por su estructura como por su decoración. Consta de un templo del valle, del que parte una vía cubierta ascendiente de 230 metros de longitud, que llega hasta el templo funerario del monarca, adosado a su propia pirámide. Junto al templo se halla una pirámide secundaria, siendo todo el conjunto rodeado por un alto muro. El complejo funerario está construido con piedra local, además de con granito rojo de Asuán y de basalto negro. El Templo Funerario de Sahuré posee interesante decoración en relieve, destacando la representación de una flota que regresa de una expedición a Asia. La pirámide de Neférqueres es la más grande de la V Dinastía y la parte inferior de su complejo funerario fue luego reutilizado por Niuserre. Cabe destacar la existencia de los restos de una cuarta pirámide inacaba en Abusir, atribuida de Neferefre, también faraón de la V Dinastía.

En el sector de Abu Gorab, al norte de Abusir, se encuentra el Templo Solar de Niuserre, en el centro de cuyo patio hay un bello altar heliopolitano de alabastro.

En Zauiyet el Aryan, al norte de Abusir, se localizan los restos de dos pirámides inacabadas, la de Khaba (Jaba), de la III Dinastía, y la de Hordyedef, faraón de la IV Dinastía.

El sector de Guiza se encuentra al norte del emplazamiento de la antigua Menfis, en un altiplano desértico. La pirámide más grande, construida por el faraón Keops en los inicios del siglo XXVI a.C., como lugar de sepultura, tenía una altura de 146 metros y se cree que para su construcción se acumularon 2.300.000 bloques de piedra, cada uno de los cuales pesaba entre un mínimo de 2 y un máximo de 15 toneladas. Los métodos de construcción y el propósito de sus 3 cámaras y los corredores aún hoy día se desconocen. La Cámara Subterránea está a 30 metros de profundidad, la Cámara de la Reina, sobre el eje de la Pirámide, está a 21 metros de la base y la Cámara del Rey, que contiene un sarcófago llamado “real” está a 42 metros de altura de la base. Para llegar a esta cámara hay que ascender por la Gran Galería. En la pirámide no hay pinturas, ni esculturas, sólo bloques pétreos, algunos ciclópeos, cuidadosamente aparejados. Destaca, tras la morada eterna de Keops, una necrópolis civil. Las mastabas, dispuestas ordenadamente, fueron erigidas por la munificencia del faraón para sus colaboradores. Finalmente, como divinidad tutelar de la necrópolis se sitúa la Esfinge, colosal escultura-templo que representa al faraón Keops con cuerpo de león y cabeza humana. Un elemento habitual de estas moradas de eternidad era la barca que permitía al difunto viajar tras la muerte. La barca más espectacular localizada hasta el momento es la depositada en las inmediaciones de la gran pirámide de Keops y está construida en madera, sin embargo, inicialmente eran de adobe..

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Al suroeste del complejo funerario de Keops se edificó la pirámide de Kefrén. Mide 143,5 metros y es la única que ha conservado su revestimiento de piedra caliza en la parte superior. No parece poseer más de una cámara funeraria, situada en la base de la misma. Junto a la cara este de la pirámide se encuentra el templo funerario, comunicado por una vía con el templo del valle, junto al que se halla la Esfinge. Esta pirámide posee una pirámide subsidiaria al sur, y numerosas tumbas y mastabas se extienden a los lados de la vía de acceso al templo funerario.

Al suroeste de la pirámide de Kefrén se alza la más pequeña del faraón Micerino, con una altura de 65,5 metros. Posee dos cámaras funerarias, ambas subterráneas. Al sur se encuentran tres pirámides subsidiarias y al este el templo funerario, conectado por una vía con el templo del valle, alrededor del cual se localizan muchas tumbas excavadas en la roca.

Monumentos fuera de la necrópolis menfita

El dios originario de Abidos era el dios chacal Jentamentiu, divinidad funeraria, yuxtapuesto a Osiris ya en tiempos predinásticos. Cuando el cadáver de Osiris fue desmembrado por Set en 14 partes, la cabeza fue a parar a Abidos, así, la ciudad poseía la más importante de las tumbas de Osiris, donde se celebrarían los Misterios. Tanto la ciudad como el Templo de Jentamentiu son bien conocidos durante el Imperio Antiguo. Ahora bien, Abidos destaca desde el primer momento por su importancia funeraria, pues en ella se han identificado las tumbas del sur de todos los reyes de la I Dinastía, así como las imponentes mastabas de los dos últimos reyes de la II Dinastía. La primitiva necrópolis de Abidos contiene otras tumbas, pertenecientes a altos personajes de la corte tinita y quizás las de los últimos soberanos predinásticos del Alto Egipto.

La escultura

En el arte egipcio es obligado vincular las esculturas con los monumentos de los que formaban parte, ya se trate de estatuas labradas en la roca o de figuras exentas. Abundan los retratos en bulto de Kefrén y de Micerinos y el único que poseemos de Keops es una figurita sedente de marfil, con corona del Bajo Egipto. Del faraón Djedefre se han descubierto varios fragmentos de estatuas en las ruinas de su pirámide en Abu Roash, entre ellas una bella cabeza de granito rojo (Museo del Louvre). En el Templo del Valle de Micerinos se desenterraron numerosas estatuas con la efigie del faraón, solo o acompañado. El plan era realizar 42 grupos estatuarios del soberano, flanqueado por la diosa Hathor y por cada una de las divinidades que personificaban los 42 nomos de Egipto: tríadas labradas en pizarra, más pequeñas que el natural.

La escultura privada está relacionada en cierto modo con la estatuaria de palacio de esta época, pues los miembros de la familia real eran prácticamente los únicos que podían encargar obras. Por consiguiente, debía realizarse en los mismos talleres que se ocupaban de las representaciones oficiales del soberano. La estatuaria privada, que alcanzó su apogeo a lo largo de la V Dinastía, se esforzó en captar la vida e incluso el

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movimiento de los personajes reproducidos. Durante la III Dinastía las estatuas privadas eran sumamente rígidas, pero a partir de la IV logran una perfección llena de vida, como vimos en el caso de las efigies sedentes de Rahotep y Nefret, esculpidas entre el final de la III Dinastía y principio de la IV, o en el caso del Escriba sentado (imagen izquierda, Museo del Louvre). La escultura privada suele ser en piedra, usándose en ocasiones la madera, como en el caso del la estatua del Sheij el Beled, “el alcalde del pueblo” (imagen central). A lo largo del Imperio Antiguo aparecen pequeñas esculturas en piedra de sirvientes realizando las más variadas tareas, atestiguando las posibilidades de la escultura para reproducir el movimiento (imagen derecha). La estatuaria de esta época debió hacer uso del metal, aunque no se ha conservado ningún ejemplo.

Bajorrelieve y pintura

Los relieves de los templos funerarios reales y las decoraciones de las tumbas de los miembros de la familia real o de altos dignatarios, situadas principalmente en Guiza, Saqqara y Meidum, son las fuentes que nos sirven para estudiar el arte en dos dimensiones de la IV, V y VI Dinastías.

Tanto la pintura como el dibujo de las últimas dinastías del Imperio Antiguo responden a dos grandes principios: ausencia de perspectiva y representación de las figuras de perfil. Ambos principios obedecen a un solo motivo: el arte egipcio coloca la representación de la realidad en un solo plano, e intenta incorporar el máximo de rasgos de cada objeto reproducido. La ausencia de perspectiva obliga a alinear en un solo registro o a superponer en registros distintos los diversos objetos reproducidos, y a veces se limita a superponerlos pero manteniendo cada uno su talla.

Los numerosos relieves policromados, de gran variedad y calidad, realizados durante el Imperio Antiguo son nuestra mejor fuente para conocer la vida cotidiana de los antiguos egipcios, desde las clases acomodadas (como el caso de la estela de Nefertiabet, a continuación, imagen izquierda) hasta los agricultores, artesanos y pastores. El primer artista de nombre y obras conocidos, Anjenptah, es el autor de los relieves que decoran la mastaba de Ptahhotep.

La pintura, conocida desde la época predinástica como demuestran las pinturas de Hieracómpolis, fue menos empleada que el relieve polícromo para la decoración parietal durante el Imperio Antiguo, aunque produjo alguna obra maestra, como las

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pinturas de la capilla de la mastaba de Atet en Meidum, entre las que destacan las famosas Ocas de Meidum (imagen derecha).

Las artes menores

La cerámica había llegado a su máximo esplendor durante la época de Nagada II cuando los vasos representaban regularmente una decoración figurada muy característica. Desde finales del Predinástico se generalizan los vasos modelados a torno, monocromos y sin decoración, y la producción de cerámica tiende a aumentar, aunque con menor calidad, debido a la sustitución de la cerámica pintada de lujo por vasos de piedra, de modo que la cerámica quedó constreñida a su utilización doméstica y artesanal.

Durante el Imperio Antiguo progresa la técnica de la cerámica vidriada y la técnica del engobe1. Además de vasos, se hacían de cerámica placas vidriadas como las que revisten las paredes de las cámaras subterráneas de la Pirámide Escalonada, así como cuentas de collar y amuletos.

La técnica del trabajo de la piedra se perfeccionó constantemente desde el Predinástico, cuando se labraron hojas de grandes cuchillos de sílex, propiciada por la escasez de metal; sabemos de una gran variedad de utensilios de sílex usados para actividades que van desde el trabajo de la piedra hasta la cirugía.

La fabricación de vasos de piedra se fue perfeccionando y generalizando, para convertirlos en vajilla de lujo que reemplazase a la cerámica. Poco a poco, el alabastro, más blando y fácil de trabajar, sustituyó a las piedras duras, siendo su uso masivo en la época tinita. Después, las formas de los vasos de alabastro de multiplicaron y ganaron en esbeltez y elegancia. En la imagen, disco de esteatita y calcita, decorado con perros atacando a unas gacelas, procedente de Saqqara (I Dinastía)

La perfección del trabajo en piedra se manifiesta en especial en la talla de los grandes bloques usados en arquitectura, en la escultura y en los bajorrelieves.

Desaparecidas las paletas votivas, se siguió empleando la piedra para la confección de discos, figurillas y peones de juegos, para lo cual también se usaba el marfil, el ébano, la cerámica o la pasta vidriada, además de piedras semipreciosas.

1 Mezcla de tierra no vitrificable y agua que se aplica sobre toda o parte de la pieza de obra de tierra, para cubrir el color de ésta y decorarla o trazar dibujos sobre ella.

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El uso del cobre se incrementó a partir del período tinita. Algunos relieves del Imperio Antiguo muestran la técnica de fusión empleada, aunque el metal se seguía trabajando por martilleado. Empleado para fabricar gran variedad de utensilios, desde agujas hasta armas, éstos una vez amortizados eran nuevamente fundidos para reutilizar el metal, debido a su escasez, pues durante el Imperio Antiguo sólo podían obtenerlo directamente del Sinaí e indirectamente, por vía comercial, de Chipre y quizás de Asia. En esta época los egipcios no conocían ninguna aleación que endureciese el cobre.

El oro, en cambio, era relativamente abundante en Egipto. Apercibidos de la inalterabilidad de este metal, atribuyeron a los dioses tener carne de oro, y además lo adoptaron como base del patrón del sistema de pesas para todo tipo de transacciones comerciales, uniendo a su valor económico un indudable valor religioso. La plata, mucho más rara, debía ser importada.

La madera, importada casi totalmente del Líbano, fue utilizada con profusión y gran perfección durante el Imperio Antiguo, como evidencian las muebles localizados en la tumba de la reina Hetepheres, madre de Keops. La madera era empleada también con gran maestría en la construcción de barcos, siendo uno de los ejemplos más notables el primero de los barcos funerarios de Keops hallado junto a su pirámide. El estado poseía en el Imperio Antiguo importantes flotas, una de cuyas misiones primordiales era navegar regularmente a Biblos para obtener madera, convirtiéndose así la adquisición de este bien en uno de los motores del comercio exterior egipcio.

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