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0 MADRE TRINIDAD DE LA SANTA MADRE IGLESIA Fundadora de La Obra de la Iglesia Separata del libro: LA IGLESIA Y SU MISTERIOCon licencia del arzobispado de Madrid © 1991 EDITORIAL ECO DE LA IGLESIA, S.L. I.S.B.N.: 84-86724-01-5 Depósito Legal: M. 38.253-1991 LA OBRA DE LA IGLESIA MADRID – 28006 ROMA – 00149 C/. Velázquez, 88 Via Vigna due Torri, 90 Tel. 91. 435 41 45 Tel. 06.551 46 44 E-mail: [email protected]

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MADRE TRINIDAD DE LA SANTA MADRE IGLESIAFundadora de La Obra de la Iglesia

Separata del libro:

“LA IGLESIA Y SU MISTERIO”

Con licencia del arzobispado de Madrid

© 1991 EDITORIAL ECO DE LA IGLESIA, S.L.I.S.B.N.: 84-86724-01-5Depósito Legal: M. 38.253-1991

LA OBRA DE LA IGLESIAMADRID – 28006 ROMA – 00149C/. Velázquez, 88 Via Vigna due Torri, 90Tel. 91. 435 41 45 Tel. 06.551 46 44

E-mail: [email protected]

18-10-1962

EL GRAN MOMENTODE LA CONSAGRACIÓN

¡Oh, si yo fuera sacerdote...! ¡Ungido, escogidoy predestinado para ser, con Cristo, sacerdote,mediador que ofrece y se ofrece a la Santidadinfinita, para gloria de esa misma Santidad eternay salvación de las almas...!

¡Oh, si yo fuera sacerdote...! Éste ha sido elsueño que, durante toda mi vida, ha llenadototalmente mi alma de hija de la Iglesia, ena-morada del Sumo y Eterno Sacerdote.

¡Oh, si yo hubiera tenido ese gran privilegio...!Si mi alma hubiera recibido de Dios el donincalculable de ser sacerdote... Si yo hubieraescuchado sobre mí estas palabras: “Tú eressacerdote eterno...” Si la unción sagrada hubieraesparcido sobre mi pobre ser su aroma suaví-simo…

¡Oh...! ¡Sueños de mujer...! Sueños que, ele-vados hasta el pecho de la Trinidad, hoy me hacen

Obra de la Iglesia
Texto escrito a máquina
NOTA.- Podría existir algún salto en la numeración por la eliminación de páginas en blanco en esta edición electrónica.
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MADRE TRINIDAD DE LA SANTA MADRE IGLESIAFundadora de La Obra de la Iglesia

Separata del libro:

“LA IGLESIA Y SU MISTERIO”

Con licencia del arzobispado de Madrid

© 1991 EDITORIAL ECO DE LA IGLESIA, S.L.I.S.B.N.: 84-86724-01-5Depósito Legal: M. 38.253-1991

LA OBRA DE LA IGLESIAMADRID – 28006 ROMA – 00149C/. Velázquez, 88 Via Vigna due Torri, 90Tel. 91. 435 41 45 Tel. 06.551 46 44

E-mail: [email protected]

18-10-1962

EL GRAN MOMENTODE LA CONSAGRACIÓN

¡Oh, si yo fuera sacerdote...! ¡Ungido, escogidoy predestinado para ser, con Cristo, sacerdote,mediador que ofrece y se ofrece a la Santidadinfinita, para gloria de esa misma Santidad eternay salvación de las almas...!

¡Oh, si yo fuera sacerdote...! Éste ha sido elsueño que, durante toda mi vida, ha llenadototalmente mi alma de hija de la Iglesia, ena-morada del Sumo y Eterno Sacerdote.

¡Oh, si yo hubiera tenido ese gran privilegio...!Si mi alma hubiera recibido de Dios el donincalculable de ser sacerdote... Si yo hubieraescuchado sobre mí estas palabras: “Tú eressacerdote eterno...” Si la unción sagrada hubieraesparcido sobre mi pobre ser su aroma suaví-simo…

¡Oh...! ¡Sueños de mujer...! Sueños que, ele-vados hasta el pecho de la Trinidad, hoy me hacen

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gritar, como himno de deseo, ante la necesidadurgente, terrible y tremenda que experimento enmí de ser glorificación para el Infinito: ¡Oh, siyo fuera sacerdote...!

Ahora, aun después de tantos años de vidaespiritual, de haberme ahondado en el misteriode la Trinidad, desde allí, ante su contemplaciónexcelsa, toda mi alma, en la verdad terrible dela Divinidad, sintiendo necesidad urgente deglorificar a Dios lo más pura y perfectamente quepuede, grita: ¡Oh, si yo fuera sacerdote y tepudiera coger entre mis manos ungidas parapoderte ofrecer...!

¡Sueños de mujer que sueña cosas que nopueden ser...!

Dar gloria a Dios es como un himno perenneque se escapa de mi alma-Iglesia. Ser toda youna glorificación del Infinito Amor es la necesidadmás terrible que Dios ha puesto en mi pobre ser.

¡Oh, si yo fuera sacerdote...! ¡Si yo pudieracelebrar mi Misa...! Si me fuera dado acercarme alaltar de Dios, e introducirme con mis vestidurassagradas en el Sancta-Sanctorum del misteriodivino, donde el alma enamorada encuentra todosu gozo y su alegría, porque en él ofrece y seofrece, dándose al Dios Trino en entrega total, alSanto que, en victimación incruenta, da a Diostodo honor y gloria...!

Si yo fuera sacerdote y cogiera en mis manosla blanca hostia que habría de consagrar paragloria de Dios y de todas las almas, todo mi ser

se pondría en manos del Sacerdote Eterno, paraque Él me utilizara según su voluntad; y yo meretornaría al Don divino en don de entregaincondicional, como víctima que necesita sercomida para la gloria perenne de la Trinidad ybien de todos los hombres.

¡Oh...! En el momento del ofrecimiento, de ladonación, ¡toda mi vida en manos de mi EternoSacerdote, sin miedo, en entrega total a su voluntadamorosa!; ¡todo mi ser en la patena, preparándosepara la consagración donde, unida con Cristo,sería, con Él, Cristo que daría al Padre todo honory gloria!

¡Oh momento del ofertorio en el que yo diríaal Amor divino requiebros de amor, siendo respuestaamorosa a su Don, a ese Don que Dios, a travésmía, querría comunicar a todas mis almas...!

¡Si yo fuera sacerdote y pudiera ofrecer mihostia al Padre y el cáliz de la salud...! Éste sería elmomento de la entrega al Amor Infinito, ymomento también de ser recibida por el Sacer-dote Eterno: “Recibe, oh Padre Santo, esta hostiainmaculada” y este cáliz, y, con él, recibe todomi ser en respuesta de amor a tu Don.

¡Si yo fuera sacerdote y pudiera decir al Amor:Recibe, oh Padre, a tu sacerdote con tu Eterno ySumo Sacerdote para que, siendo los dos unoante tu acatamiento, eleven ante tu altar perfumes

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gritar, como himno de deseo, ante la necesidadurgente, terrible y tremenda que experimento enmí de ser glorificación para el Infinito: ¡Oh, siyo fuera sacerdote...!

Ahora, aun después de tantos años de vidaespiritual, de haberme ahondado en el misteriode la Trinidad, desde allí, ante su contemplaciónexcelsa, toda mi alma, en la verdad terrible dela Divinidad, sintiendo necesidad urgente deglorificar a Dios lo más pura y perfectamente quepuede, grita: ¡Oh, si yo fuera sacerdote y tepudiera coger entre mis manos ungidas parapoderte ofrecer...!

¡Sueños de mujer que sueña cosas que nopueden ser...!

Dar gloria a Dios es como un himno perenneque se escapa de mi alma-Iglesia. Ser toda youna glorificación del Infinito Amor es la necesidadmás terrible que Dios ha puesto en mi pobre ser.

¡Oh, si yo fuera sacerdote...! ¡Si yo pudieracelebrar mi Misa...! Si me fuera dado acercarme alaltar de Dios, e introducirme con mis vestidurassagradas en el Sancta-Sanctorum del misteriodivino, donde el alma enamorada encuentra todosu gozo y su alegría, porque en él ofrece y seofrece, dándose al Dios Trino en entrega total, alSanto que, en victimación incruenta, da a Diostodo honor y gloria...!

Si yo fuera sacerdote y cogiera en mis manosla blanca hostia que habría de consagrar paragloria de Dios y de todas las almas, todo mi ser

se pondría en manos del Sacerdote Eterno, paraque Él me utilizara según su voluntad; y yo meretornaría al Don divino en don de entregaincondicional, como víctima que necesita sercomida para la gloria perenne de la Trinidad ybien de todos los hombres.

¡Oh...! En el momento del ofrecimiento, de ladonación, ¡toda mi vida en manos de mi EternoSacerdote, sin miedo, en entrega total a su voluntadamorosa!; ¡todo mi ser en la patena, preparándosepara la consagración donde, unida con Cristo,sería, con Él, Cristo que daría al Padre todo honory gloria!

¡Oh momento del ofertorio en el que yo diríaal Amor divino requiebros de amor, siendo respuestaamorosa a su Don, a ese Don que Dios, a travésmía, querría comunicar a todas mis almas...!

¡Si yo fuera sacerdote y pudiera ofrecer mihostia al Padre y el cáliz de la salud...! Éste sería elmomento de la entrega al Amor Infinito, ymomento también de ser recibida por el Sacer-dote Eterno: “Recibe, oh Padre Santo, esta hostiainmaculada” y este cáliz, y, con él, recibe todomi ser en respuesta de amor a tu Don.

¡Si yo fuera sacerdote y pudiera decir al Amor:Recibe, oh Padre, a tu sacerdote con tu Eterno ySumo Sacerdote para que, siendo los dos unoante tu acatamiento, eleven ante tu altar perfumes

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de incienso y holocaustos aceptos que sean, anteti, una alabanza de tu gloria y para tu gloria...!

¡Oh, si yo fuera sacerdote...! ¡Qué requiebrosde amor para mi Hostia, respondiendo a lapredilección del Eterno...! Toda mi vida sería unapreparación para mi Misa y una acción de graciasde ella.

¡Cómo vibraría mi alma al acercarse ese GranMomento de la Consagración...!, ¡el gran momen-to de mi vida...! Sí, éste sería el gran momento demi vida sacerdotal; el Momento de la Con-sagración, en el cual la criatura, sintiéndoseelevada a la dignidad de sacerdote, experimentaque es el escogido, el ungido, el confidente, yel que tiene en sus manos consagradas, porvocación divina, el poder de dar a Dios la gloriamáxima que en el Cielo y en la tierra se le puededar.

¿Dónde están los ángeles para que le den aDios la gloria que le da el sacerdote de Cristo?¿Dónde hay criatura creada que sea levantada a ladignidad terrible de hacer bajar de los cielosal Dios vivo? ¿Cuándo se vio a toda la cortecelestial postrada, rostro en tierra, en esperasorprendente, adorando este momento terrible,en el cual tú, sacerdote, pronuncias sobre esepedacito de pan las palabras de Consagración yde vida que hacen al mismo Dios intocable correr

presuroso, ante tu mandato, a meterse en aquellahostia blanca para ser ofrecido por ti ante lainmensidad de la Majestad divina?

¿Cuándo pudiste soñar, oh hombre, en ser tú,pequeñito e imperfecto, lleno de miserias y aunde pecados, el que tuviera a todo el Cielo es-perando ese momento, ¡ese gran momento!, enel cual el seno del Padre se abra para darte suVerbo, Verbo que tú tendrás en tus manos paraque le trates según te plazca? Hombrecito, ¿nomueres de pavor ante tu gran momento? ¿Te distecuenta alguna vez de esta realidad de la consagra-ción?

¡Ay sacerdote de Cristo, padre de mi alma ehijo mío...! ¡Si yo fuera sacerdote y pudiera teneral Verbo de la Vida en mis manos consagradas ypudiera decirle todos mis requiebros de amor,retornándome a su Don infinito con mi don...! ¡Siyo hubiera podido tener esta gran dignidad depoder llevar y traer al Dios del cielo, de lograrque, ante mi voz imperiosa, toda la corte celestialhubiera contemplado a la Majestad infinita des-cendiendo hacia mí...!

¡Ay sacerdote de Cristo, si mi pobre ser sehubiera visto alguna vez con esa hostia blancaen sus manos, y hubiera podido pronunciar sobreella las palabras que el mismo Cristo pronuncióla noche de la cena y que hubieran hechodescender a la Santidad Infinita a mi llamamiento,para ser ofrecida por mí al Padre, como himnosupremo de alabanza infinita de su gloria...! ¡Si

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de incienso y holocaustos aceptos que sean, anteti, una alabanza de tu gloria y para tu gloria...!

¡Oh, si yo fuera sacerdote...! ¡Qué requiebrosde amor para mi Hostia, respondiendo a lapredilección del Eterno...! Toda mi vida sería unapreparación para mi Misa y una acción de graciasde ella.

¡Cómo vibraría mi alma al acercarse ese GranMomento de la Consagración...!, ¡el gran momen-to de mi vida...! Sí, éste sería el gran momento demi vida sacerdotal; el Momento de la Con-sagración, en el cual la criatura, sintiéndoseelevada a la dignidad de sacerdote, experimentaque es el escogido, el ungido, el confidente, yel que tiene en sus manos consagradas, porvocación divina, el poder de dar a Dios la gloriamáxima que en el Cielo y en la tierra se le puededar.

¿Dónde están los ángeles para que le den aDios la gloria que le da el sacerdote de Cristo?¿Dónde hay criatura creada que sea levantada a ladignidad terrible de hacer bajar de los cielosal Dios vivo? ¿Cuándo se vio a toda la cortecelestial postrada, rostro en tierra, en esperasorprendente, adorando este momento terrible,en el cual tú, sacerdote, pronuncias sobre esepedacito de pan las palabras de Consagración yde vida que hacen al mismo Dios intocable correr

presuroso, ante tu mandato, a meterse en aquellahostia blanca para ser ofrecido por ti ante lainmensidad de la Majestad divina?

¿Cuándo pudiste soñar, oh hombre, en ser tú,pequeñito e imperfecto, lleno de miserias y aunde pecados, el que tuviera a todo el Cielo es-perando ese momento, ¡ese gran momento!, enel cual el seno del Padre se abra para darte suVerbo, Verbo que tú tendrás en tus manos paraque le trates según te plazca? Hombrecito, ¿nomueres de pavor ante tu gran momento? ¿Te distecuenta alguna vez de esta realidad de la consagra-ción?

¡Ay sacerdote de Cristo, padre de mi alma ehijo mío...! ¡Si yo fuera sacerdote y pudiera teneral Verbo de la Vida en mis manos consagradas ypudiera decirle todos mis requiebros de amor,retornándome a su Don infinito con mi don...! ¡Siyo hubiera podido tener esta gran dignidad depoder llevar y traer al Dios del cielo, de lograrque, ante mi voz imperiosa, toda la corte celestialhubiera contemplado a la Majestad infinita des-cendiendo hacia mí...!

¡Ay sacerdote de Cristo, si mi pobre ser sehubiera visto alguna vez con esa hostia blancaen sus manos, y hubiera podido pronunciar sobreella las palabras que el mismo Cristo pronuncióla noche de la cena y que hubieran hechodescender a la Santidad Infinita a mi llamamiento,para ser ofrecida por mí al Padre, como himnosupremo de alabanza infinita de su gloria...! ¡Si

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yo hubiera podido ser tan Cristo como tú, queno hubiera necesitado más que pronunciar esasdivinas palabras para convertir un pedacito depan en el Verbo de la Vida...!

¿De dónde a ti que, ante tu voz, todos los cielosse postren y el mismo Dios obedezca a tu mandato?¿Quién eres tú y a qué dignidad te ha levantadoel Altísimo, que puedes decir en derecho de pro-piedad: “Esto es mi Cuerpo”? Palabras que han sidopuestas por Dios en tu boca para que tú puedasarrancar así, del pecho divino de la Trinidad, ala segunda Persona y traerla a la tierra. ¿Cuándopensaste hacer tal milagro que el pan y el vinose convirtieran, ante tu voz de hombre pecador,en el Cuerpo y la Sangre del Verbo Encarnado?

¡Oh...! Si yo hubiera sido sacerdote, tal vez nohubiera podido celebrar más que una Misa. Quizá,a mi alma pequeñina e imperfecta, no le hubieraquedado lugar a más, ya que todo mi ser sehubiera retornado al Infinito en respuesta amo-rosa a su Don. Y, ante este Don trascendente a tualma de sacerdote, ¿qué respuesta puedes darsino tu misma vida en oblación y destrucción totaldel “yo”?

Si yo hubiera sido sacerdote, tal vez sólohubiera habido para mí un Gran Momento; porque,pasado éste, mi alma habría atravesado los lin-deros de la Eternidad. No sé si mi don hubierapodido ser menos que la destrucción de mi serque, en respuesta amorosa, necesitaba responderal Infinito.

Si yo hubiera sido sacerdote y hubiera tenidola Hostia inmaculada entre mis manos y hubierapodido levantarla en alto para mostrarla a mishermanos, ¡oh, qué requiebros de amor...!, ¡quérespuesta...! ¡Toda mi alma, un beso para be-sar al Infinito ante su abajamiento hacia mí!Postrada y anonadada, ¡cómo se retornaría a es-te Don terrible que incondicionalmente se medaba...!

Mi vida entera de sacerdote sería un ofreci-miento de víctima a la Víctima inmaculada, quese ponía en mis manos para ofrecerse al Padre,y en este momento, ¡el terrible momento de mivida!, ante mi pequeñez y el gran misterio quepor mí se obraba, yo sería un requiebro de amor,una donación de entrega, una adoración ince-sante en respuesta a su Don.

¡Ay sacerdote...! Aprovéchate de tu Hostia,quiérela, ámala. No desperdicies este terribleMomento de la Consagración. Date al Infinito sinmiedo; ponte en sus manos para que te utilicesegún su voluntad; sé todo tú un sí al Amoreterno que tan incondicionalmente se te entrega.Es el gran momento de tu vida, tal vez el último...¿Sabes si mañana volverás a consagrar tu Hostia?¡Es el gran momento de responder al Amor contu don!

Sacerdote de Cristo, en este instante terriblede la Consagración, ¡atento!, ¡activa tu fe!, ¡avivatu esperanza!, ¡afirma tu amor! y contempla enun gran silencio, en una profunda adoración...

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yo hubiera podido ser tan Cristo como tú, queno hubiera necesitado más que pronunciar esasdivinas palabras para convertir un pedacito depan en el Verbo de la Vida...!

¿De dónde a ti que, ante tu voz, todos los cielosse postren y el mismo Dios obedezca a tu mandato?¿Quién eres tú y a qué dignidad te ha levantadoel Altísimo, que puedes decir en derecho de pro-piedad: “Esto es mi Cuerpo”? Palabras que han sidopuestas por Dios en tu boca para que tú puedasarrancar así, del pecho divino de la Trinidad, ala segunda Persona y traerla a la tierra. ¿Cuándopensaste hacer tal milagro que el pan y el vinose convirtieran, ante tu voz de hombre pecador,en el Cuerpo y la Sangre del Verbo Encarnado?

¡Oh...! Si yo hubiera sido sacerdote, tal vez nohubiera podido celebrar más que una Misa. Quizá,a mi alma pequeñina e imperfecta, no le hubieraquedado lugar a más, ya que todo mi ser sehubiera retornado al Infinito en respuesta amo-rosa a su Don. Y, ante este Don trascendente a tualma de sacerdote, ¿qué respuesta puedes darsino tu misma vida en oblación y destrucción totaldel “yo”?

Si yo hubiera sido sacerdote, tal vez sólohubiera habido para mí un Gran Momento; porque,pasado éste, mi alma habría atravesado los lin-deros de la Eternidad. No sé si mi don hubierapodido ser menos que la destrucción de mi serque, en respuesta amorosa, necesitaba responderal Infinito.

Si yo hubiera sido sacerdote y hubiera tenidola Hostia inmaculada entre mis manos y hubierapodido levantarla en alto para mostrarla a mishermanos, ¡oh, qué requiebros de amor...!, ¡quérespuesta...! ¡Toda mi alma, un beso para be-sar al Infinito ante su abajamiento hacia mí!Postrada y anonadada, ¡cómo se retornaría a es-te Don terrible que incondicionalmente se medaba...!

Mi vida entera de sacerdote sería un ofreci-miento de víctima a la Víctima inmaculada, quese ponía en mis manos para ofrecerse al Padre,y en este momento, ¡el terrible momento de mivida!, ante mi pequeñez y el gran misterio quepor mí se obraba, yo sería un requiebro de amor,una donación de entrega, una adoración ince-sante en respuesta a su Don.

¡Ay sacerdote...! Aprovéchate de tu Hostia,quiérela, ámala. No desperdicies este terribleMomento de la Consagración. Date al Infinito sinmiedo; ponte en sus manos para que te utilicesegún su voluntad; sé todo tú un sí al Amoreterno que tan incondicionalmente se te entrega.Es el gran momento de tu vida, tal vez el último...¿Sabes si mañana volverás a consagrar tu Hostia?¡Es el gran momento de responder al Amor contu don!

Sacerdote de Cristo, en este instante terriblede la Consagración, ¡atento!, ¡activa tu fe!, ¡avivatu esperanza!, ¡afirma tu amor! y contempla enun gran silencio, en una profunda adoración...

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El gran momento de la Consagración Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

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¡que está para abrirse de un momento a otro elseno de la Trinidad Inmutable que, en actividadinfinita, se es tres divinas Personas! Y en esemismo instante el Padre está, en un recatoindecible de Virginidad eterna, dando a luz aleterno Oriens. [...]

¡Silencio...! ¡Silencio...! ¡Silencio...! ¡Que estáengendrando el Padre su divina Palabra paradártela a ti, sacerdote de Cristo...!

¡Silencio...! ¡Contempla cómo, en este instante,el seno del Padre se abre en un engendrar eternode amor infinito, y en ese mismo instante sublimede virginidad intocable y de santidad eterna, elPadre está engendrando a su Verbo para ti...!,¡para ti...! Es la respuesta del Padre a tu palabrade sacerdote, ungido para ser ante Él mediadorentre el Cielo y la tierra.

¡Oh palabras terribles las del sacerdote...!Sacerdote de Cristo, en el momento que túpronuncias las palabras de la consagración, elseno del Padre se abre engendrando a su Verbopara ti y te lo da en el amor del Espíritu Santo.¡Toda la Trinidad está inclinada hacia ti, y ante tupalabra, el Padre responde con su Palabra infinitaa tu llamamiento, y como don, te da a su Verbo,en el amor eterno del Espíritu Santo! [...]

¡Silencio...! ¡Adoración...!

¡Están las tres divinas Personas inclinadassobre ti...!

¡Oh [...] el Momento terrible de la Consagra-ción...!; ese instante-instante de respeto indeci-ble..., de majestad soberana..., de adoración pro-funda..., en el cual toda la Trinidad está inclinadasobre el sacerdote pequeño para darle su Don.

El Padre le da su Verbo. El Espíritu Santo selo entrega en unión con el Padre, como donaciónde amor. El Verbo, presuroso y contento, se hacePan...

¡Oh sacerdote del Nuevo Testamento...! Todala Trinidad infinita acude a tu palabra y se inclinafavorable hacia ti para dársete. ¡Pero toda laTrinidad, en actitud amorosa, te pide tu respuestaa este gran momento de su Don! [...]

Estoy viendo a la Trinidad en su majestadsoberana inclinada sobre el sacerdote, y a éste¡tan pequeñín ante la majestad inmensa de laterribilidad de Dios...! Al verlo tan inconsciente,siento compasión de él y una gran necesidad deayudarle.

¡Ay sacerdote de Cristo, pequeñito ante el granmisterio de la Trinidad...!

¡Ay sacerdote de Cristo, cómo te veo...! ¡Peroqué pequeñito eres ante este gran misterio dela Santa Misa...!

¡Ay sacerdote de Cristo...! ¡Pobrecito! ¡Quépequeñín ante la terribilidad terrible de la Tri-nidad, a pesar de ser tan excelsa tu dignidad...!

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¡que está para abrirse de un momento a otro elseno de la Trinidad Inmutable que, en actividadinfinita, se es tres divinas Personas! Y en esemismo instante el Padre está, en un recatoindecible de Virginidad eterna, dando a luz aleterno Oriens. [...]

¡Silencio...! ¡Silencio...! ¡Silencio...! ¡Que estáengendrando el Padre su divina Palabra paradártela a ti, sacerdote de Cristo...!

¡Silencio...! ¡Contempla cómo, en este instante,el seno del Padre se abre en un engendrar eternode amor infinito, y en ese mismo instante sublimede virginidad intocable y de santidad eterna, elPadre está engendrando a su Verbo para ti...!,¡para ti...! Es la respuesta del Padre a tu palabrade sacerdote, ungido para ser ante Él mediadorentre el Cielo y la tierra.

¡Oh palabras terribles las del sacerdote...!Sacerdote de Cristo, en el momento que túpronuncias las palabras de la consagración, elseno del Padre se abre engendrando a su Verbopara ti y te lo da en el amor del Espíritu Santo.¡Toda la Trinidad está inclinada hacia ti, y ante tupalabra, el Padre responde con su Palabra infinitaa tu llamamiento, y como don, te da a su Verbo,en el amor eterno del Espíritu Santo! [...]

¡Silencio...! ¡Adoración...!

¡Están las tres divinas Personas inclinadassobre ti...!

¡Oh [...] el Momento terrible de la Consagra-ción...!; ese instante-instante de respeto indeci-ble..., de majestad soberana..., de adoración pro-funda..., en el cual toda la Trinidad está inclinadasobre el sacerdote pequeño para darle su Don.

El Padre le da su Verbo. El Espíritu Santo selo entrega en unión con el Padre, como donaciónde amor. El Verbo, presuroso y contento, se hacePan...

¡Oh sacerdote del Nuevo Testamento...! Todala Trinidad infinita acude a tu palabra y se inclinafavorable hacia ti para dársete. ¡Pero toda laTrinidad, en actitud amorosa, te pide tu respuestaa este gran momento de su Don! [...]

Estoy viendo a la Trinidad en su majestadsoberana inclinada sobre el sacerdote, y a éste¡tan pequeñín ante la majestad inmensa de laterribilidad de Dios...! Al verlo tan inconsciente,siento compasión de él y una gran necesidad deayudarle.

¡Ay sacerdote de Cristo, pequeñito ante el granmisterio de la Trinidad...!

¡Ay sacerdote de Cristo, cómo te veo...! ¡Peroqué pequeñito eres ante este gran misterio dela Santa Misa...!

¡Ay sacerdote de Cristo...! ¡Pobrecito! ¡Quépequeñín ante la terribilidad terrible de la Tri-nidad, a pesar de ser tan excelsa tu dignidad...!

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¡Ay...! ¡Pobrecito sacerdote, hijo mío y padrede mi alma...! ¡Pero qué pequeñín ante la terribilidadterrible del serse del Ser, que se te da en Dony te pide tu respuesta...!

¡Pobrecito...! ¡Cómo te veo ante la contempla-ción del Intocable, que, en la esplendidez de sumajestad eterna, desde las alturas, espera tu pala-bra para abajarse, en el milagro más sorprendenteque la mente del hombre pudiera vislumbrar...!

Te veo tan pequeñito... ¡y clamando con vozpotente por la fuerza que la unción sagrada dioa tu palabra, capaz de abrir el Sancta Sanctorumde la Trinidad, descorriendo el velo del Templopara pedirle que pronuncie su Palabra para ti,realizándose, por esta palabra tuya, como unnuevo misterio de la Encarnación...!

¿Qué eres tú, hombrecito...? ¡Ay sacerdote deCristo...! ¡Ay...! ¡Ay hijo mío! ¡Pobrecito...!

Estoy llorando de anonadación, de respeto,de amor y pavor ante esta realidad terrible quemi alma contempla.

¡Ay, si yo fuera sacerdote...! ¡En este momentomoriría...! Aún no sé si, por verlo, podré vivir.

¡Ay sacerdote de Cristo, pobrecito...! ¡Respon-de como puedas al Amor...!

¡Ay, sacerdote de Cristo, ¡responde...!, ¡respon-de a la Trinidad que se te da en Don, como sepas,como puedas!

¡Qué pequeño eres ante la terribilidad terribledel Momento de la Consagración...! [...]

¡Ay el Santo Padre...! Con ser el Santo Padre,Juan XXIII, ¡ay, qué pequeño ante el Momentoterrible de la Consagración...!

¡Ay, hijo mío!; ¡responde...!, ¡responde...! ¡Res-ponde a la Trinidad que se te da en Don,como puedas! Adora, ama, póstrate rostro entierra... [...]

¡La adorable Trinidad, inclinada sobre el sa-cerdote del Nuevo Testamento en el Momentode la Consagración...! Y ¡qué terrible...!, ¡quéterrible...!

Voy a morir de amor y dolor... Mi alma sólopuede llorar en silencio.

¡Gracias, Amor...!, ¡gracias, Amor...!, ¡gracias,Amor, porque no me has hecho sacerdote...!

¡Ahora comprendo por qué no me has hechosacerdote! ¡Ahora comprendo...!

No tengo gracia para ser sacerdote. Por esosiento que me muero ante la terribilidad del GranMomento de la Consagración.

¡Ay...! ¡Gracias, Amor, gracias...! ¡Gracias por-que no me has hecho sacerdote! ¡Qué biencomprendo a San Francisco de Asís...!

El Dios terrible, de Majestad soberana, incli-nado... ¡inclinado...!

¡Toda la Majestad infinita del Ser, inclinadasobre el sacerdote...! No postrada, ¡no!; inclina-da... No en adoración, ¡no!; en derramamientosobre él...

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¡Ay...! ¡Pobrecito sacerdote, hijo mío y padrede mi alma...! ¡Pero qué pequeñín ante la terribilidadterrible del serse del Ser, que se te da en Dony te pide tu respuesta...!

¡Pobrecito...! ¡Cómo te veo ante la contempla-ción del Intocable, que, en la esplendidez de sumajestad eterna, desde las alturas, espera tu pala-bra para abajarse, en el milagro más sorprendenteque la mente del hombre pudiera vislumbrar...!

Te veo tan pequeñito... ¡y clamando con vozpotente por la fuerza que la unción sagrada dioa tu palabra, capaz de abrir el Sancta Sanctorumde la Trinidad, descorriendo el velo del Templopara pedirle que pronuncie su Palabra para ti,realizándose, por esta palabra tuya, como unnuevo misterio de la Encarnación...!

¿Qué eres tú, hombrecito...? ¡Ay sacerdote deCristo...! ¡Ay...! ¡Ay hijo mío! ¡Pobrecito...!

Estoy llorando de anonadación, de respeto,de amor y pavor ante esta realidad terrible quemi alma contempla.

¡Ay, si yo fuera sacerdote...! ¡En este momentomoriría...! Aún no sé si, por verlo, podré vivir.

¡Ay sacerdote de Cristo, pobrecito...! ¡Respon-de como puedas al Amor...!

¡Ay, sacerdote de Cristo, ¡responde...!, ¡respon-de a la Trinidad que se te da en Don, como sepas,como puedas!

¡Qué pequeño eres ante la terribilidad terribledel Momento de la Consagración...! [...]

¡Ay el Santo Padre...! Con ser el Santo Padre,Juan XXIII, ¡ay, qué pequeño ante el Momentoterrible de la Consagración...!

¡Ay, hijo mío!; ¡responde...!, ¡responde...! ¡Res-ponde a la Trinidad que se te da en Don,como puedas! Adora, ama, póstrate rostro entierra... [...]

¡La adorable Trinidad, inclinada sobre el sa-cerdote del Nuevo Testamento en el Momentode la Consagración...! Y ¡qué terrible...!, ¡quéterrible...!

Voy a morir de amor y dolor... Mi alma sólopuede llorar en silencio.

¡Gracias, Amor...!, ¡gracias, Amor...!, ¡gracias,Amor, porque no me has hecho sacerdote...!

¡Ahora comprendo por qué no me has hechosacerdote! ¡Ahora comprendo...!

No tengo gracia para ser sacerdote. Por esosiento que me muero ante la terribilidad del GranMomento de la Consagración.

¡Ay...! ¡Gracias, Amor, gracias...! ¡Gracias por-que no me has hecho sacerdote! ¡Qué biencomprendo a San Francisco de Asís...!

El Dios terrible, de Majestad soberana, incli-nado... ¡inclinado...!

¡Toda la Majestad infinita del Ser, inclinadasobre el sacerdote...! No postrada, ¡no!; inclina-da... No en adoración, ¡no!; en derramamientosobre él...

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El gran momento de la Consagración Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

12 13

¡Toda la Trinidad esperando, sacerdote deCristo, pequeñín, tu gran palabra para venir a ti...!

Toda la Trinidad esperando que tú pronunciestu palabra para derramarse sobre ti en el Verbo.¡Esperando para hacerse, el Verbo de la Vida,Pan...!

¡Toda la Trinidad, ante tu mandato, presurosa,obedece...!

¡Ay sacerdote, sacerdote...! ¿Qué te hizo Diosal ungirte sacerdote...? Ya sé que no lo pensastemucho el día de tu ordenación.

Pero ahora yo te digo: ¡mira que eres sacerdotede Cristo...! Hijo mío, sé pequeño. ¡Por amor deDios!, sé pequeño para que, ante tu pequeñez,el Amor Infinito se complazca.

¡Te veo tan pequeño..., tan nada...!, ¡y eres tansublime ante el acatamiento de la Trinidad...!

Responde como puedas, arrójate en tierra,adora, llora, ¡muérete, si no sabes cómo respon-der!

¡Qué terrible es ser sacerdote...! ¡Pobrecito...!Responde, hijo mío, siendo pequeño. Arrójate

en brazos de la Santidad infinita, adórala. Besaese punto del engendrar divino, que todas lasmañanas se abre para ti en la consagración.

Eres tú, sacerdote de Cristo, el llamado porvocación divina a entrar en este Sancta Sanctorum

de la Trinidad. Eres tú el que tienes que metertedentro del seno de la Trinidad y besar ese ins-tante-instante de engendrar el Padre a su Verbopara ti, besando con el Espíritu Santo a ese mismoVerbo que sale presuroso ante tu palabra.

Anda, sacerdote de Cristo; ante la terribilidadterrible de este gran misterio, arrójate en brazosde tu Padre Dios, y, lleno de confianza, espera,confía en el amor infinito que la Trinidad te tiene.

Dios no te hizo sacerdote para condenarte,no; sino para que le glorificaras y para salvar alas almas por tu medio.

Tienes en tus manos al Dios terrible de majestadsoberana, y tienes en tus manos la salvación delgénero humano.

Mira, escucha lo que te digo: Si, ante tu voz,el Padre abre su seno y te da a su Verbo en elamor del Espíritu Santo, y las tres divinas Perso-nas de conjunto se entregan incondicionalmentea ti, ¿habrá algo que tú le pidas que no te seaconcedido?

Si tú ejerces tu sacerdocio haciéndote peque-ño, y el mismo Dios se te da así, ¿habrá algosuperior a Él mismo que no pueda dársete?

Si no consigues de Dios todo lo que le pides,será porque no se lo pides, o porque tu palabrano es tan eficaz como la de la consagración. Situ oración no es escuchada, no es porque Diosno responda a tu palabra, sino porque tu palabrano es según Dios.

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¡Toda la Trinidad esperando, sacerdote deCristo, pequeñín, tu gran palabra para venir a ti...!

Toda la Trinidad esperando que tú pronunciestu palabra para derramarse sobre ti en el Verbo.¡Esperando para hacerse, el Verbo de la Vida,Pan...!

¡Toda la Trinidad, ante tu mandato, presurosa,obedece...!

¡Ay sacerdote, sacerdote...! ¿Qué te hizo Diosal ungirte sacerdote...? Ya sé que no lo pensastemucho el día de tu ordenación.

Pero ahora yo te digo: ¡mira que eres sacerdotede Cristo...! Hijo mío, sé pequeño. ¡Por amor deDios!, sé pequeño para que, ante tu pequeñez,el Amor Infinito se complazca.

¡Te veo tan pequeño..., tan nada...!, ¡y eres tansublime ante el acatamiento de la Trinidad...!

Responde como puedas, arrójate en tierra,adora, llora, ¡muérete, si no sabes cómo respon-der!

¡Qué terrible es ser sacerdote...! ¡Pobrecito...!Responde, hijo mío, siendo pequeño. Arrójate

en brazos de la Santidad infinita, adórala. Besaese punto del engendrar divino, que todas lasmañanas se abre para ti en la consagración.

Eres tú, sacerdote de Cristo, el llamado porvocación divina a entrar en este Sancta Sanctorum

de la Trinidad. Eres tú el que tienes que metertedentro del seno de la Trinidad y besar ese ins-tante-instante de engendrar el Padre a su Verbopara ti, besando con el Espíritu Santo a ese mismoVerbo que sale presuroso ante tu palabra.

Anda, sacerdote de Cristo; ante la terribilidadterrible de este gran misterio, arrójate en brazosde tu Padre Dios, y, lleno de confianza, espera,confía en el amor infinito que la Trinidad te tiene.

Dios no te hizo sacerdote para condenarte,no; sino para que le glorificaras y para salvar alas almas por tu medio.

Tienes en tus manos al Dios terrible de majestadsoberana, y tienes en tus manos la salvación delgénero humano.

Mira, escucha lo que te digo: Si, ante tu voz,el Padre abre su seno y te da a su Verbo en elamor del Espíritu Santo, y las tres divinas Perso-nas de conjunto se entregan incondicionalmentea ti, ¿habrá algo que tú le pidas que no te seaconcedido?

Si tú ejerces tu sacerdocio haciéndote peque-ño, y el mismo Dios se te da así, ¿habrá algosuperior a Él mismo que no pueda dársete?

Si no consigues de Dios todo lo que le pides,será porque no se lo pides, o porque tu palabrano es tan eficaz como la de la consagración. Situ oración no es escuchada, no es porque Diosno responda a tu palabra, sino porque tu palabrano es según Dios.

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Ya sé que la palabra de la consagración esdistinta a tu palabra. Ante aquélla el mismo Diosobedece. Pero si Dios quiso poner esta eficaciaen tu palabra de consagración, si tú eres según suvoluntad, ¿no podría ser tu oración más eficaz ytu petición más certera...? ¿No ves que al decir tú:“Esto es mi Cuerpo”, “Esta es mi Sangre”, todala Trinidad se te da? ¿Por qué no te haces tanJesús, que siempre que tú mandes el Cielo obe-dezca?

Si así fuera, tú que lees esto, sacerdote deCristo, tú solo, ¿no serías con Cristo salvación delgénero humano? Si en verdad puedes decir: “Estoes mi Cuerpo”, “Esta es mi Sangre”, ¿qué habráque tú no puedas decir, sacerdote de Cristo?

¡Oh, ahora comprendo por qué yo no puedoser sacerdote! Tal vez si yo hubiera sido sacerdote,en el Momento de la Consagración, al recibir estaluz que hoy he tenido, hubiera muerto. Por eso,tal vez, Dios no me hizo sacerdote.

Encuentro en mí una terrible imposibilidad,después de conocer el gran misterio de la consa-gración, para ser sacerdote. Por eso ya no puedodecirte: ¡Si yo fuera sacerdote...! Porque veo que,desde hoy, hay en mí una imposibilidad propor-cionada por el conocimiento terrible de la dig-nidad del sacerdote. Pero a ti, sacerdote de Cristo,hijo de mi alma-Iglesia, yo, con María Inmacu-

lada, la Madre de los sacerdotes, te digo: Vivetu sacerdocio, actúate en tu Gran Momento, dagracias por este privilegio inexpresable, inexpli-cable, incomprensible e inimaginable del sacerdocio.

Sacerdote de Cristo, ¡te veo tan pequeño antela Trinidad...! Y yo te venero, y te pido queimplores por mí ante la misma Trinidad. Tanfuerte ha sido el conocimiento que he tenido hoy,que ya en mi oración de hija pequeñina de laIglesia siempre iré poniendo tu alma de sacerdotedelante para que el Padre me dé la divina Palabra.Eres tú, mi pequeño sacerdote, el que tienes quedarme a mí al Verbo de la Vida.

¡Ay sacerdote, sacerdote...!, procura ser pe-queño para presentarte ante el Padre, agarrado,apoyado y fundido con el Eterno Sacerdote. Yasí, confiado, di tu palabra de consagración yresponde al Don que se es Dios para tu almaen ese instante; responde incondicionalmente,date sin reservas. Anda, en silencio, adora, dileque sí y date a Él tú también como hostia contu Hostia, para que se obre en ti a manera deuna transubstanciación, y seas Cristo para gloriade Dios y salvación de las almas.

Sacerdote... Mediador... ¡Estás en el GranMomento de tu vida! ¡Estás entre el Cielo y latierra transubstanciando tu hostia! ¡Ejerce tusacerdocio...! ¡Sé puente propicio entre Dios ylos hombres! Y que tu oración sea tan grata, tanacepta ante Dios, que no haya gracia, ni don,ni deseo que, ante ti, quede sin cumplirse.

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Ya sé que la palabra de la consagración esdistinta a tu palabra. Ante aquélla el mismo Diosobedece. Pero si Dios quiso poner esta eficaciaen tu palabra de consagración, si tú eres según suvoluntad, ¿no podría ser tu oración más eficaz ytu petición más certera...? ¿No ves que al decir tú:“Esto es mi Cuerpo”, “Esta es mi Sangre”, todala Trinidad se te da? ¿Por qué no te haces tanJesús, que siempre que tú mandes el Cielo obe-dezca?

Si así fuera, tú que lees esto, sacerdote deCristo, tú solo, ¿no serías con Cristo salvación delgénero humano? Si en verdad puedes decir: “Estoes mi Cuerpo”, “Esta es mi Sangre”, ¿qué habráque tú no puedas decir, sacerdote de Cristo?

¡Oh, ahora comprendo por qué yo no puedoser sacerdote! Tal vez si yo hubiera sido sacerdote,en el Momento de la Consagración, al recibir estaluz que hoy he tenido, hubiera muerto. Por eso,tal vez, Dios no me hizo sacerdote.

Encuentro en mí una terrible imposibilidad,después de conocer el gran misterio de la consa-gración, para ser sacerdote. Por eso ya no puedodecirte: ¡Si yo fuera sacerdote...! Porque veo que,desde hoy, hay en mí una imposibilidad propor-cionada por el conocimiento terrible de la dig-nidad del sacerdote. Pero a ti, sacerdote de Cristo,hijo de mi alma-Iglesia, yo, con María Inmacu-

lada, la Madre de los sacerdotes, te digo: Vivetu sacerdocio, actúate en tu Gran Momento, dagracias por este privilegio inexpresable, inexpli-cable, incomprensible e inimaginable del sacerdocio.

Sacerdote de Cristo, ¡te veo tan pequeño antela Trinidad...! Y yo te venero, y te pido queimplores por mí ante la misma Trinidad. Tanfuerte ha sido el conocimiento que he tenido hoy,que ya en mi oración de hija pequeñina de laIglesia siempre iré poniendo tu alma de sacerdotedelante para que el Padre me dé la divina Palabra.Eres tú, mi pequeño sacerdote, el que tienes quedarme a mí al Verbo de la Vida.

¡Ay sacerdote, sacerdote...!, procura ser pe-queño para presentarte ante el Padre, agarrado,apoyado y fundido con el Eterno Sacerdote. Yasí, confiado, di tu palabra de consagración yresponde al Don que se es Dios para tu almaen ese instante; responde incondicionalmente,date sin reservas. Anda, en silencio, adora, dileque sí y date a Él tú también como hostia contu Hostia, para que se obre en ti a manera deuna transubstanciación, y seas Cristo para gloriade Dios y salvación de las almas.

Sacerdote... Mediador... ¡Estás en el GranMomento de tu vida! ¡Estás entre el Cielo y latierra transubstanciando tu hostia! ¡Ejerce tusacerdocio...! ¡Sé puente propicio entre Dios ylos hombres! Y que tu oración sea tan grata, tanacepta ante Dios, que no haya gracia, ni don,ni deseo que, ante ti, quede sin cumplirse.

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Que seas tú por tu sacerdocio el que atrapesal Amor divino y el que te presentes a Él ennombre de todos tus hermanos para que, por tumedio, todos reciban la salud que por ti Diosquiere comunicar, a través de este Gran Momen-to, a todos los hombres.

Mira, sacerdote de Cristo, como ya te he dicho:a tu palabra el seno del Padre se abre ante lasorpresa también de todos los bienaventurados,y Dios se hace Pan. Y tú ¿qué dices?, ¿quérespondes a esta donación del Amor a tu man-dato? ¿Qué le retornas tú al Don infinito que esDios ante ti? ¿Cómo correspondes a este Don quese te da tan incondicionalmente? ¿Cuál es tu donante el Don de Dios hecho Hombre, de Dioshecho Pan por tu palabra? ¿Qué palabra eres túpara Él? ¿Qué le dices? ¿Cómo te das?

¡Ay, sacerdote de Cristo, si yo hubiera sidosacerdote y en algún momento hubiera podidovivir este Gran Momento que tú ahora vives...!Ya sé que no hay don para tal don; pero miraqué respuesta tiene la Trinidad a tu palabra...¿Cómo respondes tú a la suya cuando te pide todatu alma en don para su Don?

Tal vez algún día pudiste hacer algo rutinariode este Gran Momento. Y, ¿no lloras toda tu vida?¿Crees que es un momento más que ya pasó? ¿Nosabes que cada uno de los momentos de tu Misa,y en particular éste de la consagración, serán losque se presenten ante ti en el día del Juicio?

Ya sé que, si yo hubiera sido sacerdote, lo

hubiera hecho como tú tal vez, y aún peor. Peroquizá por no tener esa gran suerte, ni haberrecibido esta gracia inmensa, aprecio más estedon del sacerdocio que el Amor tan gratuitamentedio a tu alma.

Pero mira, aunque te veas pequeño y sientasmiedo, aunque no sepas cómo obrar con tu Hos-tia, ni cómo responder a tan gran Don, aunquesólo deseos de llorar sientas ante mi canto a esteGran Momento, no desconfíes, porque de los pe-queños es el Reino de los Cielos. Arrójate en bra-zos del Amor, ya que, aunque tengas la gran dig-nidad de ser sacerdote, eres criatura y pequeño.

Por eso, confía en el amor del Bueno que tehizo sacerdote, no para condenarte, sino paraconfiarte su secreto, para que fueras Él portransformación, para que te arrojaras en susbrazos y, ante el gran misterio de esta predilec-ción para con tu alma y la impotencia de corres-ponder a tan gran regalo, te arrojaras como elpequeñuelo en el regazo de su padre, y allílloraras de agradecimiento y amor, por la graciaincomprensible de tu sacerdocio, y pudierasacercarte al altar de Dios con gozo y alegría,ofreciéndote y ofreciendo en el Per Ipsum a laSantidad infinita; y apoyado en esa misma San-tidad, des a Dios, “por Él, con Él y en Él”, “todohonor y gloria”.

Si eres pequeño, no tienes que tener miedo.Y si eres grandote, urge que te hagas pequeño,ya que si eres inconsciente del gran momento

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Que seas tú por tu sacerdocio el que atrapesal Amor divino y el que te presentes a Él ennombre de todos tus hermanos para que, por tumedio, todos reciban la salud que por ti Diosquiere comunicar, a través de este Gran Momen-to, a todos los hombres.

Mira, sacerdote de Cristo, como ya te he dicho:a tu palabra el seno del Padre se abre ante lasorpresa también de todos los bienaventurados,y Dios se hace Pan. Y tú ¿qué dices?, ¿quérespondes a esta donación del Amor a tu man-dato? ¿Qué le retornas tú al Don infinito que esDios ante ti? ¿Cómo correspondes a este Don quese te da tan incondicionalmente? ¿Cuál es tu donante el Don de Dios hecho Hombre, de Dioshecho Pan por tu palabra? ¿Qué palabra eres túpara Él? ¿Qué le dices? ¿Cómo te das?

¡Ay, sacerdote de Cristo, si yo hubiera sidosacerdote y en algún momento hubiera podidovivir este Gran Momento que tú ahora vives...!Ya sé que no hay don para tal don; pero miraqué respuesta tiene la Trinidad a tu palabra...¿Cómo respondes tú a la suya cuando te pide todatu alma en don para su Don?

Tal vez algún día pudiste hacer algo rutinariode este Gran Momento. Y, ¿no lloras toda tu vida?¿Crees que es un momento más que ya pasó? ¿Nosabes que cada uno de los momentos de tu Misa,y en particular éste de la consagración, serán losque se presenten ante ti en el día del Juicio?

Ya sé que, si yo hubiera sido sacerdote, lo

hubiera hecho como tú tal vez, y aún peor. Peroquizá por no tener esa gran suerte, ni haberrecibido esta gracia inmensa, aprecio más estedon del sacerdocio que el Amor tan gratuitamentedio a tu alma.

Pero mira, aunque te veas pequeño y sientasmiedo, aunque no sepas cómo obrar con tu Hos-tia, ni cómo responder a tan gran Don, aunquesólo deseos de llorar sientas ante mi canto a esteGran Momento, no desconfíes, porque de los pe-queños es el Reino de los Cielos. Arrójate en bra-zos del Amor, ya que, aunque tengas la gran dig-nidad de ser sacerdote, eres criatura y pequeño.

Por eso, confía en el amor del Bueno que tehizo sacerdote, no para condenarte, sino paraconfiarte su secreto, para que fueras Él portransformación, para que te arrojaras en susbrazos y, ante el gran misterio de esta predilec-ción para con tu alma y la impotencia de corres-ponder a tan gran regalo, te arrojaras como elpequeñuelo en el regazo de su padre, y allílloraras de agradecimiento y amor, por la graciaincomprensible de tu sacerdocio, y pudierasacercarte al altar de Dios con gozo y alegría,ofreciéndote y ofreciendo en el Per Ipsum a laSantidad infinita; y apoyado en esa misma San-tidad, des a Dios, “por Él, con Él y en Él”, “todohonor y gloria”.

Si eres pequeño, no tienes que tener miedo.Y si eres grandote, urge que te hagas pequeño,ya que si eres inconsciente del gran momento

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de tu Misa, al ser pequeño, le corresponde a tuPadre Dios cuidar de ti y prepararte para ese granmomento.

Pero si eres sacerdote y ni siquiera eres pequeño,y te llegas al altar de Dios inconsciente, sinprepararte, ¡después de tantas misas! ¿qué harásel día del Juicio? Porque a los pequeños losjuzgarán en el amor; pero si a ti te tienen quejuzgar por tus acciones...

Procura ser pequeño, y si esto consigues, note preocupes más, ya que los pequeños todo loconfían en el amor de sus padres.

Ha pasado el Gran Momento de la Consa-gración y, con él, el gran momento de tu vida.Pero aún te quedan, dentro de la Misa, otrosgrandes momentos que tú tienes que poner porobra.

¡También aquí siento verdadera envidia! Yasabes tú, sacerdote de Cristo, hijo mío y padrede mi alma, que mi única alegría consiste en darlegloria a Dios. Por eso, ¿me dejas que, contigo,unida a tu Misa, yo, en tu Per Ipsum, dé gloriaal Padre, gloria al Hijo y gloria al Espíritu Santo?Pues, aunque no puedo ser sacerdote, Dios mehizo virgen sacerdotal, madre-Iglesia, y necesito,con todas mis almas hijas, darle a Dios todo honory gloria, unida a ti, sacerdote de Cristo.

Es el momento del cántico glorioso de la Misa,

es el momento de dar gloria a Dios; y tú, “porÉl, con Él y en Él”, le das todo honor y gloria.

Déjame que, unida contigo, yo también le déa mi Dios todo honor y gloria. Ya sé que en miMisa yo lo hago; pero, después de haber conocidola dignidad terrible de tu sacerdocio, necesitocelebrar mi Misa respaldada por ti y unida a ti.Y al verme tan pequeña y con esta necesidad tanterrible, tan urgente y tan casi infinita de dargloria a mis Tres, yo imploro tu favor para llenaresta necesidad que me anega el alma.

Es ahora cuando puedes dar a Dios la gloriaque Él espera de tu alma de sacerdote, ¿cómorespondes?

Es necesario que tú te alegres en la gloriainfinita del Amador eterno, respondiendo a suDon con tu alegría ante su gozo. Gózate en queÉl es feliz, alégrate en que Él es dichoso, yentonces toda tu alma, como en un júbilo detriunfo, romperá con el Sacerdote Eterno, “porÉl, con Él y en Él”, dando a Dios todo honor,alabanza y gloria.

Es el momento de corresponder al Amordándole gloria por su inmensa Majestad. Dileahora lo que tal vez en el Momento de laConsagración, por ser tan terrible instante, nosupiste. Dile cómo todo tú quieres ser una ala-banza de su gloria, una respuesta a su Don. Viveeste instante de la glorificación de Dios con lamáxima intensidad que puedas, gozándote en queDios sea Dios. Olvídate de ti y alégrate con

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de tu Misa, al ser pequeño, le corresponde a tuPadre Dios cuidar de ti y prepararte para ese granmomento.

Pero si eres sacerdote y ni siquiera eres pequeño,y te llegas al altar de Dios inconsciente, sinprepararte, ¡después de tantas misas! ¿qué harásel día del Juicio? Porque a los pequeños losjuzgarán en el amor; pero si a ti te tienen quejuzgar por tus acciones...

Procura ser pequeño, y si esto consigues, note preocupes más, ya que los pequeños todo loconfían en el amor de sus padres.

Ha pasado el Gran Momento de la Consa-gración y, con él, el gran momento de tu vida.Pero aún te quedan, dentro de la Misa, otrosgrandes momentos que tú tienes que poner porobra.

¡También aquí siento verdadera envidia! Yasabes tú, sacerdote de Cristo, hijo mío y padrede mi alma, que mi única alegría consiste en darlegloria a Dios. Por eso, ¿me dejas que, contigo,unida a tu Misa, yo, en tu Per Ipsum, dé gloriaal Padre, gloria al Hijo y gloria al Espíritu Santo?Pues, aunque no puedo ser sacerdote, Dios mehizo virgen sacerdotal, madre-Iglesia, y necesito,con todas mis almas hijas, darle a Dios todo honory gloria, unida a ti, sacerdote de Cristo.

Es el momento del cántico glorioso de la Misa,

es el momento de dar gloria a Dios; y tú, “porÉl, con Él y en Él”, le das todo honor y gloria.

Déjame que, unida contigo, yo también le déa mi Dios todo honor y gloria. Ya sé que en miMisa yo lo hago; pero, después de haber conocidola dignidad terrible de tu sacerdocio, necesitocelebrar mi Misa respaldada por ti y unida a ti.Y al verme tan pequeña y con esta necesidad tanterrible, tan urgente y tan casi infinita de dargloria a mis Tres, yo imploro tu favor para llenaresta necesidad que me anega el alma.

Es ahora cuando puedes dar a Dios la gloriaque Él espera de tu alma de sacerdote, ¿cómorespondes?

Es necesario que tú te alegres en la gloriainfinita del Amador eterno, respondiendo a suDon con tu alegría ante su gozo. Gózate en queÉl es feliz, alégrate en que Él es dichoso, yentonces toda tu alma, como en un júbilo detriunfo, romperá con el Sacerdote Eterno, “porÉl, con Él y en Él”, dando a Dios todo honor,alabanza y gloria.

Es el momento de corresponder al Amordándole gloria por su inmensa Majestad. Dileahora lo que tal vez en el Momento de laConsagración, por ser tan terrible instante, nosupiste. Dile cómo todo tú quieres ser una ala-banza de su gloria, una respuesta a su Don. Viveeste instante de la glorificación de Dios con lamáxima intensidad que puedas, gozándote en queDios sea Dios. Olvídate de ti y alégrate con

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El gran momento de la Consagración Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

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los bienaventurados en el contento de Dios,dándole todo honor y gloria en agradecimientode que Él sea quien es. Haz un acto de amorpuro, que se goza por ser Dios quien es. Ámalepor Él, en Él, sin ti, para que Él sea glorificado.No dejes pasar este momento sin dar a Dios lagloria que Él de ti esperaba desde toda la eter-nidad, y permíteme que yo me asocie a ti, paradesahogar esta necesidad inmensa que me abrasade dar gloria a Dios.

Y así, con el alma llena de agradecimiento,de anonadación y de júbilo, entona el Padrenuestro,preparándote para el terrible instante de laconsumación del Sacrificio.

Invoca al Padre que está en los Cielos, contodo el amor de tu alma siendo pequeño; pideperdón de todas tus miserias y perdona a cuantoste ofendieron. Y así, ardiendo en el amor divino,bajo tu indignidad, recibe ese Pan de Vida quedesde toda la eternidad, amándote con predi-lección infinita, te escogió para que tú mismopudieras comerte la Hostia que, como sacerdote,consagraras.

El Verbo de la Vida palpita en necesidadterrible de entrar en ti, de introducirse en tu alma.Y tú ¿estás inconsciente e inactivo...? ¡Mira quees el Verbo de la Vida, aquel que tú sacaste delseno de la Trinidad en el Gran Momento de la

Consagración, el que está esperando para quetú te lo comas y así sea consumado el Sacrificiodel Altar, reproducción viva de aquel Sacrificiocruento de la Cruz!

La Misa va a terminar y Dios está esperandotambién ahora. ¡Está pendiente de que tú tecomas tu Hostia para consumar el Sacrificio! Erestú, sacerdote del Nuevo Testamento, el que distecomienzo a este gran acto, y el que tienes quecoronarlo.

En verdad puedes decir con Cristo: “Todo estáconsumado”. “He terminado la obra que meencomendaste”. Ahora, Padre Eterno, si quieres,puedes llevarme a ti. “En tus manos encomiendomi espíritu”. Dispón de tu siervo según tu vo-luntad, y ante mi indignidad, anonadado y pos-trado por tu infinita excelsitud, adoro y te pidoque tengas piedad de mi miseria, y que, apoyadoen tu seno, me lleves a ti cuando te plazca recogerel alma de tu siervo. Con mi Misa “todo estáconsumado”.

Por eso, cada día, al comulgar, pon tu espírituen manos de Dios, ya que la Víctima Inmaculadaha sido inmolada por ti y tú debes ser consumadoen Él y por Él.

Ahora, sacerdote de Cristo, ¿cómo has deresponder al Amor? ¿Qué has de decir a la Víctimainfinita que en tu pecho se oculta? ¿Cómo ha deser tu respuesta a la terminación del Sacrificio?

Me creo demasiado pequeña para decirte loque has de hacer. Después de todo lo expresado,

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los bienaventurados en el contento de Dios,dándole todo honor y gloria en agradecimientode que Él sea quien es. Haz un acto de amorpuro, que se goza por ser Dios quien es. Ámalepor Él, en Él, sin ti, para que Él sea glorificado.No dejes pasar este momento sin dar a Dios lagloria que Él de ti esperaba desde toda la eter-nidad, y permíteme que yo me asocie a ti, paradesahogar esta necesidad inmensa que me abrasade dar gloria a Dios.

Y así, con el alma llena de agradecimiento,de anonadación y de júbilo, entona el Padrenuestro,preparándote para el terrible instante de laconsumación del Sacrificio.

Invoca al Padre que está en los Cielos, contodo el amor de tu alma siendo pequeño; pideperdón de todas tus miserias y perdona a cuantoste ofendieron. Y así, ardiendo en el amor divino,bajo tu indignidad, recibe ese Pan de Vida quedesde toda la eternidad, amándote con predi-lección infinita, te escogió para que tú mismopudieras comerte la Hostia que, como sacerdote,consagraras.

El Verbo de la Vida palpita en necesidadterrible de entrar en ti, de introducirse en tu alma.Y tú ¿estás inconsciente e inactivo...? ¡Mira quees el Verbo de la Vida, aquel que tú sacaste delseno de la Trinidad en el Gran Momento de la

Consagración, el que está esperando para quetú te lo comas y así sea consumado el Sacrificiodel Altar, reproducción viva de aquel Sacrificiocruento de la Cruz!

La Misa va a terminar y Dios está esperandotambién ahora. ¡Está pendiente de que tú tecomas tu Hostia para consumar el Sacrificio! Erestú, sacerdote del Nuevo Testamento, el que distecomienzo a este gran acto, y el que tienes quecoronarlo.

En verdad puedes decir con Cristo: “Todo estáconsumado”. “He terminado la obra que meencomendaste”. Ahora, Padre Eterno, si quieres,puedes llevarme a ti. “En tus manos encomiendomi espíritu”. Dispón de tu siervo según tu vo-luntad, y ante mi indignidad, anonadado y pos-trado por tu infinita excelsitud, adoro y te pidoque tengas piedad de mi miseria, y que, apoyadoen tu seno, me lleves a ti cuando te plazca recogerel alma de tu siervo. Con mi Misa “todo estáconsumado”.

Por eso, cada día, al comulgar, pon tu espírituen manos de Dios, ya que la Víctima Inmaculadaha sido inmolada por ti y tú debes ser consumadoen Él y por Él.

Ahora, sacerdote de Cristo, ¿cómo has deresponder al Amor? ¿Qué has de decir a la Víctimainfinita que en tu pecho se oculta? ¿Cómo ha deser tu respuesta a la terminación del Sacrificio?

Me creo demasiado pequeña para decirte loque has de hacer. Después de todo lo expresado,

Page 23: El gran momento de la Consagración - Amazon S3 · to de mi vida...! Sí, éste sería el gran momento de mi vida sacerdotal; el Momento de la Con-sagración, en el cual la criatura,

El gran momento de la Consagración Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

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mi alma está en expectación, venerándote, enacción de gracias. Y al venerarte a ti, mi vene-ración es doble, porque en ti y a través tuya, porti, por ser tú sacerdote, yo puedo adorar al Dioshecho Hombre, al Dios hecho Pan, en tu alma.

Date incondicionalmente al Amor, ámale comonunca le amaste. Sea tu Misa cada día el principioy el final de tu vida. No hagas rutina de esteterrible Momento que el Inmenso te regala cadadía para su glorificación, santificación tuya y detodas las almas.

Pero anda, sacerdote de Cristo, con tu Hostiadentro de ti, prepara la Hostia que para míconsagraste; que yo también quiero consumar misacrificio comiéndome a mi Víctima. Y, aunquetengas ganas de decirle muchas cosas al Amor,piensa que mi alma enamorada espera que tú medes ese Pan de Vida. Yo también he celebradocontigo mi Misa, ya que, por ser tan pequeña, nopude tener la dignidad de ser sacerdote. Yotambién soy madre sacerdotal que espero, comoMaría en el Cenáculo, la comunión de manos delos Apóstoles.

Toda la Misa ha sido para ti en un coloquiode amor. Primero de entrega, después de misterioy donación por parte de Dios y tu alma; has dadoa Dios la gloria que tu alma necesitaba, y, por fin,te comiste tu Hostia. Y ahora anda, no tardes,

dame a mí la mía, ¡la que tú consagraste paramí por ser sacerdote!, esa Hostia que fuetransubstanciada para que yo, por tu medio,pudiera también comulgar a Dios. Anda, notardes, dame mi Hostia con todo el cuidado,respeto y amor que Dios exige de ti al repartirla.

¡Ya ves que tú eres el que mandas...! ¡A verqué haces con tu Hostia y con la mía...! Yo nece-sito comer a Dios para consumar mi sacrificio,y estoy esperando que tu mano de padre y pastorlo deposite en mi boca. Eres tú quien me da laVida divina en mi Hostia, quien me hace feliz.

¡Ay sacerdote del Nuevo Testamento! Si hu-biera caído sobre mí la gracia de ser sacerdote,en este día de hoy ¡cómo hubiera celebrado miMisa...!

Tal vez una sola hubiera podido celebrar enmi vida, ante el conocimiento terrible que hetenido del Gran Misterio de la Consagración.

Por eso te pido que escuches este pobre cantoque esta indigna hija de la Iglesia entona a tualma: responde al Amor con tu don total. No temires. Procura vivir de Cristo, y ser pequeño paraque te juzguen en el amor.

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mi alma está en expectación, venerándote, enacción de gracias. Y al venerarte a ti, mi vene-ración es doble, porque en ti y a través tuya, porti, por ser tú sacerdote, yo puedo adorar al Dioshecho Hombre, al Dios hecho Pan, en tu alma.

Date incondicionalmente al Amor, ámale comonunca le amaste. Sea tu Misa cada día el principioy el final de tu vida. No hagas rutina de esteterrible Momento que el Inmenso te regala cadadía para su glorificación, santificación tuya y detodas las almas.

Pero anda, sacerdote de Cristo, con tu Hostiadentro de ti, prepara la Hostia que para míconsagraste; que yo también quiero consumar misacrificio comiéndome a mi Víctima. Y, aunquetengas ganas de decirle muchas cosas al Amor,piensa que mi alma enamorada espera que tú medes ese Pan de Vida. Yo también he celebradocontigo mi Misa, ya que, por ser tan pequeña, nopude tener la dignidad de ser sacerdote. Yotambién soy madre sacerdotal que espero, comoMaría en el Cenáculo, la comunión de manos delos Apóstoles.

Toda la Misa ha sido para ti en un coloquiode amor. Primero de entrega, después de misterioy donación por parte de Dios y tu alma; has dadoa Dios la gloria que tu alma necesitaba, y, por fin,te comiste tu Hostia. Y ahora anda, no tardes,

dame a mí la mía, ¡la que tú consagraste paramí por ser sacerdote!, esa Hostia que fuetransubstanciada para que yo, por tu medio,pudiera también comulgar a Dios. Anda, notardes, dame mi Hostia con todo el cuidado,respeto y amor que Dios exige de ti al repartirla.

¡Ya ves que tú eres el que mandas...! ¡A verqué haces con tu Hostia y con la mía...! Yo nece-sito comer a Dios para consumar mi sacrificio,y estoy esperando que tu mano de padre y pastorlo deposite en mi boca. Eres tú quien me da laVida divina en mi Hostia, quien me hace feliz.

¡Ay sacerdote del Nuevo Testamento! Si hu-biera caído sobre mí la gracia de ser sacerdote,en este día de hoy ¡cómo hubiera celebrado miMisa...!

Tal vez una sola hubiera podido celebrar enmi vida, ante el conocimiento terrible que hetenido del Gran Misterio de la Consagración.

Por eso te pido que escuches este pobre cantoque esta indigna hija de la Iglesia entona a tualma: responde al Amor con tu don total. No temires. Procura vivir de Cristo, y ser pequeño paraque te juzguen en el amor.